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C

atecismo de derecho procesal civil

Portadillas.indd 1 10/03/2015 01:34:28 p.m.


Sistema Bibliotecario de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
Catalogación

PO Pallares Portillo, Eduardo, 1885-1972


H230 Catecismo de derecho procesal civil / Eduardo Pallares Portillo ;
P344c [presentación Ministro Luis María Aguilar Morales ; prólogo Manuel González
Oropeza ; prefacio Carlos Antonio Moreno Sánchez]. -- México : Suprema Corte
de Justicia de la Nación : Benemérita Universidad Autónoma de Puebla,
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, 2015.
li, 346 p. ; 22 cm.-- (Apuntes de las clases impartidas por ilustres juristas
del siglo XX ; 13)

ISBN 978-607-630-238-5

1. Derecho procesal civil – Fuentes del Derecho – México 2. Normas


constitucionales 3. Presupuestos procesales 4. Acciones procesales
5. Interdicción 6. Intervención de terceros 7. Estado civil 8. Acumulación de
autos 9. Litis 10. Excepciones procesales 11. Litisconsorcio 12. Capacidad
procesal 13. Representación legal 14. Sentencias formales 15. Exhortos
16. Notificaciones 17. Términos legales 18. Costas y gastos judiciales
19. Jurisdicción civil 20. Recusaciones 21. Medios preparatorios 22. Nulidad
23. Etapa conclusiva I. Aguilar Morales, Luis María, 1949- II. González
Oropeza, Manuel, prol. III. Moreno Sánchez, Carlos Antonio, prol. IV. t. V. ser.

Primera edición: marzo de 2015

D.R. © Suprema Corte de Justicia de la Nación


Avenida José María Pino Suárez núm. 2
Colonia Centro, Delegación Cuauhtémoc
C.P. 06065, México, D.F.

D.R. © Benemérita Universidad Autónoma de Puebla


Facultad de Derecho y Ciencias Sociales
Avenida San Claudio s/n, Colonia Jardines de San Manuel
C.P. 72570, Ciudad Universitaria, Puebla, Pue.

Prohibida su reproducción parcial o total por cualquier medio, sin autorización escrita de los
titulares de los derechos.

Impreso en México
Printed in Mexico

La edición y el diseño de esta obra estuvieron al cuidado de la Coordinación de Compilación y


Sistematización de Tesis de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y de la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

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SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

Ministro Luis María Aguilar Morales


Presidente

Primera Sala
Ministro Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena
Presidente

Ministro José Ramón Cossío Díaz


Ministro Jorge Mario Pardo Rebolledo
Ministra Olga Sánchez Cordero de García Villegas
Ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea

Segunda Sala
Ministro Alberto Pérez Dayán
Presidente

Ministro José Fernando Franco González Salas


Ministra Margarita Beatriz Luna Ramos
Ministro Eduardo Medina Mora Icaza
Ministro Juan N. Silva Meza

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BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA

Mtro. José Alfonso Esparza Ortiz


Rector

Dr. Carlos Antonio Moreno Sánchez


Director de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales

Mtra. Georgina Tenorio Martínez


Secretaria Académica

Mtro. Omar Eduardo Mayorga Gallardo


Coordinador de Publicaciones y Comunicación Institucional

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“…no puedo negar que mis simpatías están del lado de la institución
a la que debo el título profesional que me ha dado el pan cotidiano, y el bienestar
económico del que, gracias a Dios, goza mi familia y gozo yo también.”

Dr. Eduardo Pallares Portillo

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Suprema Corte de Justicia de la Nación

Benemérita Universidad Autónoma de Puebla


Facultad de Derecho y Ciencias Sociales

C atecismo de derecho procesal civil

Dr. Eduardo Pallares Portillo


México, 1959

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Contenido

Presentación........................................................................................................... XXI
Prólogo................................................................................................................... XXIII
Prefacio................................................................................................................... XLV
Para mis alumnos................................................................................................... 1
Temario................................................................................................................... 3
FICHA NÚM. 1..................................................................................................... 9
Explique en qué consiste la ciencia del derecho procesal................................ 9
¿De qué materia se ocupa el derecho procesal?................................................ 9
¿Qué relaciones tiene el derecho procesal con las otras ramas de la ciencia
jurídica?............................................................................................................. 11
¿Se identifica el derecho procesal con el derecho judicial?.............................. 12
FICHA NÚM. 2..................................................................................................... 13
¿Qué se entiende por leyes procesales?............................................................. 13
¿Cuáles son las notas esenciales de dichas normas?......................................... 13
¿Debe subsistir la distinción entre el derecho público y el privado?................ 15
FICHA NÚM. 3..................................................................................................... 17
¿Cuáles son las fuentes del derecho procesal en la República Mexicana?....... 17
¿Cuáles son las leyes procesales más importantes?........................................... 17
¿Cuáles son los preceptos constitucionales que tienen relación con el derecho
procesal civil?.................................................................................................... 18
Explique las diversas acepciones de la palabra jurisprudencia......................... 18
¿Cuántas clases de jurisprudencia hay?............................................................. 18
¿Tiene fuerza de ley en el derecho mexicano la jurisprudencia?...................... 19
¿De qué manera se aprueba la jurisprudencia?................................................. 20
Importancia de la jurisprudencia en otros países............................................. 20
FICHA NÚM. 4..................................................................................................... 23
Explique el concepto del proceso jurídico....................................................... 23

IX

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X Eduardo Pallares Portillo

¿En qué consiste el proceso jurisdiccional?...................................................... 24


Diversas acepciones de la palabra proceso......................................................... 24
FICHA NÚM. 5..................................................................................................... 27
Explique los conceptos fundamentales del derecho procesal civil............ 27
FICHA NÚM. 6..................................................................................................... 35
Enuncie y explique los artículos constitucionales que tengan relación
directa con el proceso civil............................................................................... 35
FICHA NÚM. 7..................................................................................................... 39
¿Qué se entiende por proceso civil?.................................................................. 39
¿Qué se entiende por proceso jurisdiccional?................................................... 39
¿Cuántas clases de procesos jurisdiccionales hay?............................................ 40
¿Qué se entiende por jurisdicción secular?....................................................... 40
¿Cómo clasifican los autores modernos a los procesos?................................... 40
Explique las especies del proceso...................................................................... 40
¿Cuál es el fin del proceso jurisdiccional?........................................................ 41
FICHA NÚM. 8..................................................................................................... 43
¿Qué se entiende por hechos procesales?......................................................... 43
Defina el acto procesal...................................................................................... 43
Defina el negocio procesal................................................................................ 43
¿Cómo se clasifican los actos procesales?.......................................................... 44
FICHA NÚM. 9..................................................................................................... 47
¿En qué consisten las formas procesales?.......................................................... 47
¿Cuántos sistemas hay respecto al formalismo procesal?.................................. 48
FICHA NÚM. 10................................................................................................... 49
Diferencias que distinguen al proceso del procedimiento............................... 49
FICHA NÚM. 11................................................................................................... 53
Explique los principios rectores del proceso.................................................... 53
FICHA NÚM. 12................................................................................................... 59
¿Qué se entiende por presupuestos procesales?................................................ 59
¿Cuántas clases de presupuestos procesales hay?.............................................. 59
¿Cuáles son los generales?................................................................................. 59
¿Cuáles son los presupuestos especiales en determinados juicios?.................. 60
¿Qué se entiende por condiciones de acción?.................................................. 60
¿Cuándo deben existir las condiciones de acción?........................................... 60
¿Cuáles son las condiciones de la acción?........................................................ 60
¿Quién está legitimado pasivamente en las acciones constituti­vas, meramente
declarativas y en las preservativas?.................................................................... 61

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Catecismo de derecho procesal civil XI

FICHA NÚM. 13................................................................................................... 63


¿De qué manera se clasifican los juicios?.......................................................... 63
FICHA NÚM. 14................................................................................................... 69
Explique el concepto tradicional de la acción.................................................. 69
FICHA NÚM. 15................................................................................................... 77
Explique el concepto moderno de acción procesal.......................................... 77
FICHA NÚM. 16................................................................................................... 81
¿Qué se entiende por instancia?....................................................................... 81
¿Qué se entiende por caducidad de la instancia?............................................. 82
¿Qué principios rigen la caducidad de la instancia?......................................... 82
FICHA NÚM. 17................................................................................................... 87
¿Cómo clasificaron los jurisconsultos clásicos las acciones?............................ 87
FICHA NÚM. 18................................................................................................... 93
¿De qué manera clasifican los jurisconsultos modernos las acciones?............. 93
FICHA NÚM. 19................................................................................................... 103
El interés en el ejercicio de la acción................................................................ 103
FICHA NÚM. 20................................................................................................... 111
Enuncie algunos principios relativos a la acción reivindicatoria........................ 111
FICHA NÚM. 21................................................................................................... 117
¿Qué cosas pueden reivindicarse y cuáles no?.................................................. 117
¿Qué fin persigue la acción reivindicatoria?..................................................... 117
¿Qué Juez es competente en la acción reivindicatoria?.................................... 117
¿Qué entiende la ley por géneros no determinados?........................................ 118
De la competencia en los casos en que se ejerce la acción reivindicatoria...... 120
FICHA NÚM. 22................................................................................................... 121
¿En qué consiste la acción publiciana?............................................................. 121
¿Quién puede ejercitarla y contra quién?......................................................... 121
¿Qué se obtiene mediante la acción?................................................................ 121
¿Respecto a qué bienes puede ejercitarse?........................................................ 121
FICHA NÚM. 23................................................................................................... 127
FICHA NÚM. 24................................................................................................... 131
Acciones hipotecarias....................................................................................... 131
FICHA NÚM. 25................................................................................................... 133
Acción de petición de herencia........................................................................ 133
Fisionomía especial de la acción...................................................................... 137
Objeto de la acción........................................................................................... 138
Responsabilidad del condenado en el juicio de petición de herencia............. 138

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XII Eduardo Pallares Portillo

Principios de competencia aplicables a la acción de petición de herencia...... 138


Naturaleza jurídica de la acción de petición de herencia................................. 139
FICHA NÚM. 26................................................................................................... 141
Los interdictos en el derecho romano.............................................................. 141
Los interdictos en el derecho moderno............................................................ 141
Interdictos......................................................................................................... 141
FICHA NÚM. 27................................................................................................... 145
¿Cuándo procede el interdicto de retener la posesión?.................................... 145
¿Quién puede interponerlo?............................................................................. 145
¿Contra quién se puede interponer?................................................................ 145
¿En qué tiempo debe interponerse?................................................................. 145
¿En qué consiste la perturbación posesoria?.................................................... 145
¿Cuándo no puede interponerse?..................................................................... 145
¿Qué se demanda mediante el interdicto de retener?...................................... 145
¿Pueden interponerlo los copropietarios entre sí?........................................... 145
FICHA NÚM. 28................................................................................................... 149
Orígenes del interdicto de recuperar la posesión............................................. 149
¿Qué se entiende por despojo?......................................................................... 149
¿Quiénes están legitimados en el interdicto de despojo?................................. 149
¿Respecto a qué clase de bienes procede el interdicto de despojo?.................. 149
Enuncie diversos principios sobre el interdicto............................................... 149
FICHA NÚM. 29................................................................................................... 155
El interdicto de obra nueva en el derecho mexicano....................................... 155
¿Podrán las personas morales ser consideradas vecinas para los efectos del
ejercicio del interdicto?..................................................................................... 158
¿Contra quién se da el interdicto de obra nueva?............................................ 159
¿Qué quiere decir el artículo 19 cuando habla de “restituir las cosas al estado
anterior a la obra nueva”?................................................................................. 160
¿Quién puede promover un interdicto de obra peligrosa?............................... 161
FICHA NÚM. 30................................................................................................... 165
Intervención de terceros................................................................................... 165
Acción de otorgamiento de un título legal o un contrato............................... 168
Llamamiento a terceros que intervengan en el juicio...................................... 168
FICHA NÚM. 31................................................................................................... 171
Acciones del estado civil................................................................................... 171
FICHA NÚM. 32................................................................................................... 177
Sustitución procesal.......................................................................................... 177

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Catecismo de derecho procesal civil XIII

FICHA NÚM. 33................................................................................................... 181


¿Qué se entiende por acumular?....................................................................... 181
¿Cuántas clases de acumulación hay?............................................................... 181
¿En qué casos está prohibida la acumulación?................................................. 182
¿En qué casos procede la acumulación voluntaria?.......................................... 182
¿En qué casos la acumulación de acciones es obligatoria?............................... 182
¿Por qué se ha establecido la acumulación?...................................................... 182
¿De qué manera se identifican las acciones?.................................................... 183
FICHA NÚM. 34................................................................................................... 185
¿Qué dispone el artículo 32 del Código de Procedimientos Civiles?......... 185
Fundamentos de la acción de jactancia............................................................ 185
¿Qué se obtiene mediante la acción de jactancia?............................................ 185
Competencia tratándose de la acción de jactancia.......................................... 185
Prescripción de la acción de jactancia.............................................................. 185
¿Cómo no otorgarle una acción que ponga fin a las afirmaciones fundadas
o infundadas del jactancioso?........................................................................... 188
FICHA NÚM. 35................................................................................................... 191
¿Qué se entiende por acciones contrarias?....................................................... 191
¿Qué se entiende por acciones contradictorias?............................................... 191
Concepto de las acciones prejudiciales............................................................ 192
Acciones principales y accesorias...................................................................... 192
FICHA NÚM. 36................................................................................................... 193
Litis cerrada...................................................................................................... 193
Acción de enriquecimiento ilícito.................................................................... 195
FICHA NÚM. 37................................................................................................... 197
Concepto clásico de la excepción, concepto moderno, diversas clases de
excepción.......................................................................................................... 197
Explique cuáles son las excepcio­nes dilatorias................................................. 197
Doctrina de la excepción.................................................................................. 198
FICHA NÚM. 38................................................................................................... 215
Explique cómo se clasificaron las excepciones y el sentido de cada uno
de los términos de la clasificación.................................................................... 215
De previo y especial pronunciamiento............................................................. 216
FICHA NÚM. 39................................................................................................... 221
¿Cuándo tiene lugar el litisconsorcio?.............................................................. 221
¿Cuántas clases de litisconsorcio hay?.............................................................. 221
¿A qué problemas da lugar el litisconsorcio?.................................................... 221

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XIV Eduardo Pallares Portillo

¿Qué normas pueden servir de orientación para resolver dichos problemas?..... 221
Litisconsorcio.................................................................................................... 221
FICHA NÚM. 40................................................................................................... 225
Explique el concepto de capacidad procesal.................................................... 225
Doctrinas de Chiovenda, Carnelutti y Manuel de la Plaza.............................. 225
Disposiciones legales sobre capacidad.............................................................. 225
Capacidad procesal........................................................................................... 225
FICHA NÚM. 41................................................................................................... 229
Representación unitaria................................................................................... 229
Efectos de la procuración judicial.................................................................... 231
FICHA NÚM. 42................................................................................................... 233
¿Quién es el gestor judicial?.............................................................................. 233
¿En qué casos se admite la gestión oficiosa?..................................................... 233
¿En qué se funda?.............................................................................................. 234
FICHA NÚM. 43................................................................................................... 235
Las actuaciones judiciales................................................................................. 235
Explique los principios que rigen a las actuaciones judiciales......................... 235
FICHA NÚM. 44................................................................................................... 239
Sentencia........................................................................................................... 239
FICHA NÚM. 45................................................................................................... 245
Principios que rigen las sentencias................................................................... 245
La sentencia como documento......................................................................... 248
FICHA NÚM. 46................................................................................................... 251
Presentación de documentos............................................................................ 251
Antecedentes legislativos de los artículos 96 y 98............................................ 252
¿De qué manera los jurisconsultos españoles interpretan los artículos
504 y 506?......................................................................................................... 253
Carácter de las normas jurídicas de que se trata.............................................. 256
La peor interpretación...................................................................................... 257
FICHA NÚM. 47................................................................................................... 261
¿Qué se entiende por exhorto?......................................................................... 261
¿En qué se basa la obligación de cumplimentar los exhortos o despachos que
la ley impone a los Jueces o tribunales?............................................................ 261
¿Por qué se da el nombre de exhorto o carta rogatoria al mencionado
oficio?................................................................................................................ 262
¿Cuáles son las principales normas que rigen los exhortos?............................ 262
¿Por qué ley se rigen los exhortos que se remiten al extranjero?...................... 263

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Catecismo de derecho procesal civil XV

FICHA NÚM. 48................................................................................................... 265


¿Qué se entiende por notificación?.................................................................. 265
¿Cuántas clases de notificaciones hay?............................................................. 265
¿En qué casos procede la notificación personal?.............................................. 265
¿Qué diferencias hay entre la primera notificación que se hace en el juicio
diversa del emplazamiento y relativa a éste?..................................................... 266
¿En qué casos es legal notificar a la persona en el lugar que tra­baja e incluso
en el lugar donde se encuentra aunque no sea su domicilio?.......................... 266
¿Cuándo procede la notificación por edictos?................................................. 266
¿Qué se entiende por edictos?.......................................................................... 266
¿Cuándo procede la notificación por cédula?.................................................. 267
¿Qué debe contener la cédula?......................................................................... 267
¿Cuándo procede la notificación por medio del telégrafo o del correo?......... 267
¿En qué tiempo deben hacerse las notificaciones?........................................... 267
¿Qué cargas impone la ley a las partes y a los terceros respecto a las
notificaciones?................................................................................................... 267
¿Cuándo procede la notificación por medio del Boletín Judicial?..................... 268
¿En qué casos las notificaciones son nulas?...................................................... 268
¿La nulidad de que se trata es relativa o absoluta?........................................... 268
¿Basta para que se convalide que la parte se manifieste conocedora de la
resolución extrajudicialmente?......................................................................... 268
¿En qué forma se hace valer la nulidad de las notificaciones?......................... 269
¿En qué casos dicho incidente es de previo y especial pronunciamiento?....... 269
FICHA NÚM. 49................................................................................................... 271
Término............................................................................................................ 271
FICHA NÚM. 50................................................................................................... 275
Concepto de costas judiciales........................................................................... 275
¿Qué se entiende por litigante temerario o de mala fe?................................... 277
Condena en costas al vencedor........................................................................ 279
Compensación de las costas............................................................................. 281
Algunos otros principios relativos a la condenación en costas........................ 281
Casos de condena en costas no previstos en el artículo 140............................ 282
Costas, daños y perjuicios................................................................................ 283
La sentencia que condena en costas es constitutiva......................................... 284
No es necesario reclamar en la demanda el pago de las costas........................ 284
Incidente de costas........................................................................................... 285
¿Puede ser condenado en las costas el Ministerio Público?............................. 286

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XVI Eduardo Pallares Portillo

FICHA NÚM. 51................................................................................................... 289


¿Cuáles son los diversos significados de la palabra jurisdicción?..................... 289
¿Cuáles son las diferencias entre la función jurisdiccional y la función
legislativa?.......................................................................................................... 290
¿Cuáles son las diferencias entre la función ejecutiva y la judicial, o lo que
es igual, en qué se distingue el acto administrativo del judicial?..................... 290
Doctrina del derecho subjetivo......................................................................... 291
Doctrina del derecho objetivo.......................................................................... 291
¿Cuáles son las clases de jurisdicción?.............................................................. 291
¿Qué se entiende por jurisdicción forzosa o natural?....................................... 293
¿Qué se entiende por jurisdicción prorrogada?................................................ 293
¿Cuántas clases de prórrogas hay?..................................................................... 293
¿Cuándo hay prórroga tácita?........................................................................... 294
¿Cuándo hay prórroga expresa?........................................................................ 294
¿Cuándo hay prórroga por razón de la cuantía?............................................... 294
¿En qué consiste la prórroga de lugar a lugar?.................................................. 294
¿Cuándo tiene lugar la prórroga por razón de grado?...................................... 294
FICHA NÚM. 52................................................................................................... 295
¿Qué se entiende por competencia?................................................................. 295
¿Qué relaciones hay entre la competencia y la jurisdicción?............................ 295
¿De qué manera se distribuye o determina la competencia?............................ 296
¿En qué casos son competentes los tribunales por razón del territorio?.......... 296
¿Cuál es la competencia por razón de la cuantía?............................................ 296
¿En qué casos se determina la competencia por razón de la materia?............. 296
¿En qué casos se determina la competencia por razón del grado?................... 297
¿Cuándo tiene lugar la competencia por razón de la persona?........................ 297
¿En qué consiste la competencia por razón de la prevención?......................... 297
¿En qué casos la competencia se produce por vinculación procesal?............... 297
¿Existe en la actualidad la jurisdicción delegada?............................................. 298
¿Qué se entendía por jurisdicción retenida?.................................................... 298
¿Qué se entendía por jurisdicción acumulativa y qué por privativa?............... 298
¿Qué se entiende por jurisdicción de primer y segundo grado?...................... 299
¿Hay además jurisdicciones de otros grados?.................................................... 299
¿El recurso de apelación extraordinaria y el juicio de amparo abren una nueva
instancia y producen un nuevo grado de jurisdicción?.................................... 299
¿Cuál es la naturaleza jurídica de la jurisdicción?............................................ 300

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Catecismo de derecho procesal civil XVII

FICHA NÚM. 53................................................................................................... 301


Enuncie y explique algunos principios generales relativos a la compe-
tencia................................................................................................................. 301
FICHA NÚM. 54................................................................................................... 305
Prórroga de la competencia y conflicto de competencia.................................. 305
¿Qué se entiende por prorrogar la competencia?............................................. 305
¿A qué principios está sujeta la prórroga?......................................................... 305
¿Qué debe entenderse por venir al juicio?.......................................................... 306
¿En qué otros casos tiene lugar la prórroga de pleno derecho?........................ 307
¿Qué se entiende por jurisdicción?................................................................... 307
¿A qué principios están sujetos los conflictos de competencia y, en general,
las cuestiones de competencia?......................................................................... 307
¿De qué manera se plantean y resuelven las cuestiones de competencia?........ 307
¿Cómo se tramitan las inhibitorias?................................................................. 308
¿Qué se entiende por declinatoria?................................................................... 308
¿Cómo se tramita la declinatoria?..................................................................... 308
FICHA NÚM. 55................................................................................................... 309
¿Quiénes pueden recusar?................................................................................. 309
¿Quiénes pueden ser recusados?....................................................................... 309
¿En qué tiempo debe hacerse la recusación?.................................................... 309
¿En qué procedimiento no es admisible la recusación?................................... 310
¿Cuándo puede recusarse en el juicio ejecutivo y en la vía de apremio?......... 310
¿En qué casos no es admisible la recuperación?............................................... 310
¿Qué efectos produce la promoción de la recusación?..................................... 311
¿Qué efectos produce el que se declare procedente la recusación?.................. 311
¿Qué requisitos debe llenar el escrito en que se interpone la recusación?....... 311
¿Cómo se tramitan las recusaciones?................................................................ 311
¿Son nulas las actuaciones practicadas por el Juez que debió inhibirse?......... 312
¿Qué sanción se aplica al Juez que conoce de un juicio que está impedido de
conocer?............................................................................................................ 312
¿Quiénes deben conocer del incidente de recusación?.................................... 312
¿Qué excepción al principio dispositivo tiene lugar en el incidente de
recusación?........................................................................................................ 312
¿Qué deberá hacerse cuando todos los Jueces de una jurisdicción territorial
están impedidos de conocer de un juicio?........................................................ 312

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XVIII Eduardo Pallares Portillo

¿Qué deberá hacerse si todas las salas del ramo estuvieran impedidas de
conocer un juicio?............................................................................................. 313
FICHA NÚM. 56................................................................................................... 315
¿Cuántos medios preparatorios del juicio reglamenta el Código de Proce-
dimientos Civiles?............................................................................................. 315
¿Los medios preparatorios forman parte de la jurisdicción voluntaria?.......... 315
¿Cuál es el fin de la acción ad exhibendum?....................................................... 316
¿Procede respecto a bienes inmuebles?............................................................. 316
¿En qué casos procede dicha acción?................................................................ 316
¿Ante qué Juez debe intentarse la acción ad exhibendum?................................. 317
¿La acción ad exhibendum es real o personal?.................................................... 317
¿Qué requisitos debe llenar el escrito en que se promueve la acción ad
exhibendum?........................................................................................................ 317
Si la persona que fue condenada a la exhibición se niega a hacerla, ¿de qué
manera se procederá en su contra?................................................................... 317
¿Es eficaz la acción ad exhibendum en los casos de evicción?............................. 318
¿De qué otras maneras se prepara el juicio ordinario además de la acción ad
exhibendum?........................................................................................................ 318
¿Qué condiciones exige la ley para que se pueda preparar el juicio mediante
declaración de testigos?..................................................................................... 318
¿Cómo se rinde la prueba de testigos?.............................................................. 319
¿Se pueden rendir otras pruebas diferentes de la confesional o testimonial
fuera de juicio?.................................................................................................. 319
¿Se pueden producir otras pruebas antes del juicio sin acudir a los
tribunales?......................................................................................................... 319
¿Qué pruebas pueden producirse ante ellos?................................................... 319
¿Qué valor tienen esas pruebas?....................................................................... 320
¿De qué manera se prepara el juicio ejecutivo?................................................ 320
¿En qué casos procede el depósito de personas?.............................................. 320
FICHA NÚM. 57................................................................................................... 323
Providencias precautorias................................................................................. 323
FICHA NÚM. 58................................................................................................... 327
Arraigo.............................................................................................................. 327
FICHA NÚM. 59................................................................................................... 333
Nulidades procesales......................................................................................... 333

Contenido.indd 18 10/03/2015 01:33:54 p.m.


Catecismo de derecho procesal civil XIX

FICHA NÚM. 60................................................................................................... 337


¿Cuándo tiene lugar la suspensión del procedimiento?................................... 337
FICHA NÚM. 61................................................................................................... 341
¿Cómo concluye el proceso?............................................................................. 341
Explique las diversas formas como concluye el proceso................................... 342
Convenios judiciales......................................................................................... 344
¿Qué debe entenderse por convenio judicial?.................................................. 344
¿En qué consiste el desistimiento?.................................................................... 345

Contenido.indd 19 10/03/2015 01:33:54 p.m.


Contenido.indd 20 10/03/2015 01:33:54 p.m.
Presentación

F undador y profesor de la Escuela Libre de Derecho,


catedrático y escritor prolífico, Eduardo Pallares Por-
tillo (1885-1972) legó a la literatura jurídica nacional varias obras clá-
sicas, como Derecho procesal civil (1961) y El divorcio en México (1968).
La transcripción de sus cátedras impartidas en 1935 y 1943, se publicó
en edición mimeografiada en 1957, en dos volúmenes, con el título
Catecismo de derecho procesal civil. Este trabajo realizado por dos alum­
nos aplicados fue poco conocido fuera de las aulas. Ahora, la Suprema
Corte de Justicia de la Nación y la Benemérita Universidad Autó­
noma de Puebla han coeditado dicho libro, en un solo tomo, para
conformar el número 13 de la serie Apuntes de las clases impartidas por
ilustres juristas del siglo xx.

Como indica el Magistrado Manuel González Oropeza en el


prólogo, el título responde a “la tradición de presentar libros de difusión

XXI

Presentacion.indd 21 10/03/2015 01:35:05 p.m.


XXII Eduardo Pallares Portillo

con lenguaje sencillo donde se despliegue el conocimiento de una


materia a partir de preguntas y respuestas”. La obra contiene 61 fichas
con preguntas relativas tanto a los conceptos elementales del derecho
procesal, como a especificidades de los procesos y las acciones. En este
sentido, sin duda se trata de un esfuerzo doctrinario dirigido a estu­
diantes, sobre todo por carecer de rebuscamientos y parrafadas innece­
sarias. La concisión con que se explican los temas fue de gran ayuda
en el aprendizaje para generaciones de abogados, por ello, ahora, esta
publicación busca que los juristas en ciernes de hoy cuenten con
mayores elementos para el estudio de una materia tan delicada.

Es de hacer notar que la legislación mencionada en el libro se ha


reformado en parte desde que se tomaron estos apuntes; por ello,
el lector encontrará en el prólogo la noticia puntual de las actualiza­
ciones sufridas por numerosos artículos, tanto de la Constitución
Federal como de códigos civiles y procesales civiles, en el ámbito fede­
ral y del Distrito Federal. Resta mencionar la conveniencia de leer el
prefacio del doctor Carlos Antonio Moreno Sánchez para compren­
der qué influencias jurídicas y filosóficas motivaban al maestro Pallares
al dictar cátedra, lo cual es imperioso si lo que se quiere es profundi­
zar en su obra con la objetividad debida.

Ministro Luis María Aguilar Morales


Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
y del Consejo de la Judicatura Federal

Presentacion.indd 22 10/03/2015 01:35:05 p.m.


Prólogo

“Que se notifica y se ríe…”


Razón asentada por Eduardo Pallares en un auto
donde se le notifica una “chicana”

“Que se notifica, que firma y ya no se ríe…”


Razón de Pallares a la notificación
de una multa impuesta por el juez de la causa anterior

E duardo Pallares Portillo (1885-1972) pertenece al grupo más


reconocido de profesores universitarios que dieron prestigio
a la Universidad Nacional Autónoma de México. Su larga vida la
dedicó a las funciones docentes en la Facultad de Derecho de la Uni­
versidad Nacional y sus obras y apuntes fueron un legado a la juven­
tud estudiosa.

Comenzó a dar clases desde 1910, justo en el año de fundación de


la Universidad Nacional, con la cátedra de Síntesis del Derecho, en la
entonces Escuela Nacional de Jurisprudencia, y tres años después
de haber elaborado los apuntes que ahora se publican, se le otorgó la
distinción de profesor emérito de la misma Universidad por el Con-
sejo Universitario el 6 de septiembre de 1960.1

1
Ignacio Medina Lima, “El Dr. Eduardo Pallares, su vida y su obra”, conferencia impartida en la Facul-
tad de Derecho el 10 de marzo de 1989. Disponible en: http://biblio.jurídicas.unam.mx

XXIII

Prologo Glz. Oropeza SIN COLUMNAS.indd 23 10/03/2015 01:36:13 p.m.


XXIV Manuel González Oropeza

Los apuntes de sus clases fueron tomados por sus propios estu­
diantes desde 1935, cuando Francisco Díaz Walker los elaboró; José
Guridi hizo otro tanto en 1943. Salieron así las primeras versiones
y sin lugar a dudas estos Apuntes sirvieron de base para su posterior
obra sobre derecho procesal civil, publicada por vez primera en Edito-
rial Botas en 1961.

Su extensa obra se publica desde 1937 hasta 1968 por lo menos;


cubre todos los temas del derecho procesal y sirve de base como cono­
cimiento básico sobre esta importante materia.2

Estos apuntes se presentan con el nombre de Catecismo de Derecho


Procesal Civil, dentro de la tradición de presentar libros de difusión
con lenguaje sencillo donde se despliegue el conocimiento de una
materia a partir de preguntas y respuestas, a semejanza del Catecismo
Político de la Federación Mexicana (1831) de José María Luis Mora.
El Catecismo de Pallares contiene 61 fichas, entre las cuales hay diver­sas
preguntas que comprenden desde los conceptos más básicos hasta
las especificidades de las diversas acciones y etapas de los procesos.

En el prólogo a sus alumnos, Pallares descarta el estilo “prolijo,


pleonástico y difuso” con que algunas obras jurídicas se difunden y
opta por describir con proposiciones breves las doctrinas que animan

2
Entre sus numerosas obras podemos citar: Tratado de quiebras (1937), Tratado de acciones civiles (1939),
Tratado de interdictos (1945), Vía de apremio, legitimación en la causa, acción oblicua y cuestiones procesales
diversas (1946), Procedimiento inquisitorial (1951), Veinte años de jurisprudencia en materia de arrendamiento
(1958), Derecho procesal civil (1961), En defensa del juicio de amparo (1961), Historia del derecho procesal civil
mexicano (1962) y El divorcio en México (1968).

Prologo Glz. Oropeza SIN COLUMNAS.indd 24 10/03/2015 01:36:13 p.m.


Prólogo XXV

al derecho procesal civil, lo cual agradecerán los estudiantes, pues en


ocasiones la sencillez da más claridad en los conceptos que el lenguaje
abigarrado de una falsa erudición.

Como toda disciplina jurídica, Pallares explica que el derecho


procesal está conformado por distintas áreas del conocimiento, comen­
zando por el derecho constitucional, pues en nuestro texto funda­
mental están consignadas como derechos públicos subjetivos las
garantías del proceso.

La regulación del proceso jurisdiccional es de orden público, por


lo que no está sujeto a variación por acuerdo de las partes, a menos
que la ley procesal lo autorice. Pero el derecho procesal también pro­
viene de vetustas instituciones y fórmulas que tienen su origen en los
orígenes occidentales del sistema jurídico, por lo que forman parte
de la cultura jurídica de los países.

Las reglas del proceso contienen derechos autónomos que deben


diferenciarse de los derechos que pretenden sustanciarse en los jui­
cios correspondientes, desde el fundamental de acceso a la justicia,
establecido en el artículo 17 constitucional, hasta el de debido
proceso.

Aunque la doctrina actual tiende a relativizar la diferencia entre


derecho público y derecho privado, Pallares la sostiene, ya que de esa
manera la autonomía de la voluntad seguiría siendo el principio del
derecho privado.

Prologo Glz. Oropeza SIN COLUMNAS.indd 25 10/03/2015 01:36:13 p.m.


XXVI Manuel González Oropeza

En relación con la referencia que hace del artículo 9o. del Código
Civil, actual Código Civil Federal, donde se reproduce el principio de
autoridad formal de la ley, consagrada en el inciso f) del artículo 72
constitucional, donde se establece la derogación de una ley por otra
posterior, habrá que acotar que la jurisprudencia actual permite la
inaplicación de disposiciones legales, con efectos generales, mediante
diversos procedimientos federales.

Pallares aborda la aplicabilidad de la jurisprudencia y con­cluye


que la fuerza de ésta deriva precisamente de la ley que le otorga los
efectos vinculantes. Este principio deriva igualmente del actual párrafo
décimo del artículo 94 constitucional, que establece que la ley fijará
los términos en que sea obligatoria la jurisprudencia.

Esta subordinación del carácter de la jurisprudencia a la ley ha


sido tradicional en México por ser un país de derecho codificado; sin
embargo, quizá sea tiempo de considerar que la función jurisdiccio­
nal no es una delegación del legislador, sino un poder establecido
directamente por la Constitución, con independencia propia, por
lo que su naturaleza debe ser determinada por el propio Poder Judi­
cial, tal como se considera en todos los países de derecho judicial o
del Common Law.

El Catecismo de Pallares tiene algunas precisiones que habrá que


hacer, puesto que fue redactado en 1957 y la integración de los órga-

Prologo Glz. Oropeza SIN COLUMNAS.indd 26 10/03/2015 01:36:13 p.m.


Prólogo XXVII

nos jurisdiccionales, así como las disposiciones legales a que hace


referencia, han sido modificados, por lo que procede de antemano
hacer las siguientes actualizaciones:3

Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos


Artículo vigente en 1957 Artículo actual
4 5o. (reformado)
A partir del 31 de diciembre de 1974
8 8
11 11 (reformado)
10 de junio de 2011
13 13
14 14 (reformado)
16 16 (reformado)
17 17 (reformado)
27 27 (reformado)
49 49
73 73 (reformado)
76 76 (reformado)
89 89 (reformado)
94 94 (reformado)
105 105 (reformado)
106 106 (reformado)
107 107 (reformado)

3
Cuadro de equivalencias elaborado gentil y diligentemente por personal de la Coordinación de Compi­
lación y Sistematización de Tesis de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Prologo Glz. Oropeza SIN COLUMNAS.indd 27 10/03/2015 01:36:13 p.m.


XXVIII Manuel González Oropeza

114 114 (reformado)


121 121
123 123 (reformado)

Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal


Artículo al que corresponde
Artículo vigente en 1957
con el Código vigente
1 No se aplica
4 4
5 5
6 6
8 8
9 9
10 10
14 14
15 15
19 19 (reformado)
20 20 (reformado)
21 21
23 23 (reformado)
24 24 (reformado)
5 de febrero de 2015
26 26
29 29
31 31
32 32 (reformado)

Prologo Glz. Oropeza SIN COLUMNAS.indd 28 10/03/2015 01:36:13 p.m.


Prólogo XXIX

34 34 (reformado)
35 35 (reformado)
38 38 (reformado)
39 39 (reformado)
40 40 (reformado)
41 No se aplica
42 No se aplica
44 44
45 45
46 46 (reformado)
47 47 (reformado)
48 48 (reformado)
10 de enero de 1986
49 49
50 50 (reformado)
51 51 (reformado)
52 52
53 53 (reformado)
54 54 (reformado)
55 55 (reformado)
60 60 (reformado)
62 62 (reformado)
64 64 (reformado)
67 67 (reformado)
76 76
78 78 (reformado)

Prologo Glz. Oropeza SIN COLUMNAS.indd 29 10/03/2015 01:36:13 p.m.


XXX Manuel González Oropeza

81 81 (reformado)
82 No se aplica
83 83 (reformado)
84 84 (reformado)
85 85 (reformado)
86 82 (reformado)
93 93
96 95 (reformado)
98 98 (reformado)
110 110 (reformado)
111 111 (reformado)
114 114 (reformado)
116 116 (reformado)
117 117 (reformado)
118 118 (reformado)
119 119 (reformado)
120 120 (reformado)
121 121 (reformado)
122 122 (reformado)
123 123 (reformado)
129 129 (reformado)
130 130 (reformado)
131 131
132 132
133 133 (reformado)
134 134 (reformado)

Prologo Glz. Oropeza SIN COLUMNAS.indd 30 10/03/2015 01:36:13 p.m.


Prólogo XXXI

135 135
136 136 (reformado)
137 137 (reformado)
140 140 (reformado)
141 141 (reformado)
149 149 (reformado)
151 151
152 152 (reformado)
153 153 (reformado)
156 156 (reformado)
158 158
159 159 (reformado)
160 160 (reformado)
161 161
162 162
166 166 (reformado)
168 No se aplica
169 No se aplica
171 171 (reformado)
175 175
178 178 (reformado)
179 179 (reformado)
180 180 (reformado)
181 181
182 182
183 183

Prologo Glz. Oropeza SIN COLUMNAS.indd 31 10/03/2015 01:36:13 p.m.


XXXII Manuel González Oropeza

184 184
186 186
187 187
189 189 (reformado)
190 190 (reformado)
191 191 (reformado)
192 192 (reformado)
193 193 (reformado)
194 194
200 200 (reformado)
201 201 (reformado)
202 202 (reformado)
204 204 (reformado)
224 224
235 235
242 242 (reformado)
262 No se aplica
263 Derogado
265 Derogado
266 266 (reformado)
267 Derogado
268 No se aplica
269 Derogado
270 No se aplica
271 271 (reformado)
272 272 (reformado)

Prologo Glz. Oropeza SIN COLUMNAS.indd 32 10/03/2015 01:36:13 p.m.


Prólogo XXXIII

273 273 (reformado)


285 285 (reformado)
299 299 (reformado)
302 301 (reformado)
307 95 (reformado)
325 325
345 386 (reformado)
393 393 (reformado)
398, fracc. III 398, fracc. III
422 422 (reformado)
424 402 (reformado)
430 No se aplica
432 No se aplica
441 Derogado
492 No se aplica
500 500 (reformado)
501 501
502 502
503 503 (reformado)
508 Derogado
526 526
533 533 (reformado)
553 553
582 582 (reformado)
591 591
598, fracc. IV 598, fracc. IV

Prologo Glz. Oropeza SIN COLUMNAS.indd 33 10/03/2015 01:36:13 p.m.


XXXIV Manuel González Oropeza

674 Derogado
675 Derogado
676 Derogado
677 Derogado
678 Derogado
679 Derogado
680 Derogado
681 Derogado
682 Derogado
716 Derogado
736 736
739 739
769 769
770 770
778 778
902 902 (reformado)
903 903
904 904 (reformado)
905 905 (reformado)
906 906
907 907
908 908
909 909 (reformado)
910 910
911 911

Prologo Glz. Oropeza SIN COLUMNAS.indd 34 10/03/2015 01:36:13 p.m.


Prólogo XXXV

912 912 (reformado)


913 913
914 914 (reformado)
923 923 (reformado)
924 924 (reformado)
925 No se aplica
938 938 (reformado)
939 939 (reformado)

Código Federal de Procedimientos Civiles


Artículo al que corresponde
Artículo vigente en 1957
con el Código vigente
301 301
373, fracc. IV 373, fracc. IV
375 375
378 378

Código Civil para el Distrito Federal


Artículo vigente en 1957 Artículo actual
1 1 (reformado)
8 8
18 18
19 19
21 21
29 29 y 32 (reformados)
30 29 (reformado)

Prologo Glz. Oropeza SIN COLUMNAS.indd 35 10/03/2015 01:36:13 p.m.


XXXVI Manuel González Oropeza

33 33 (reformado)
134 134 (reformado)
138 138 (reformado)
395 395 (reformado)
798 798
799 799
806 806
810 810
811 811
812 812
813 813
814 814
815 815
816 816
817 817
818 818
819 819
820 820
821 821
822 822
886 886
895 895
897 897
898 898
899 899

Prologo Glz. Oropeza SIN COLUMNAS.indd 36 10/03/2015 01:36:13 p.m.


Prólogo XXXVII

901 901
911 911
920 920
922 922
923 923
928 928
929 929
989 989
1281 1281
1288 1288
1649 1649
1650 1650
1651 1651
1652 1652
1735 1735
1754 1754
1757 1757
1833 1833
1882 1882
1883 1883
1884 1884
1885 1885
1886 1886
1887 1887
1888 1888

Prologo Glz. Oropeza SIN COLUMNAS.indd 37 10/03/2015 01:36:13 p.m.


XXXVIII Manuel González Oropeza

1889 1889
1890 1890
1891 1891
1892 1892
1893 1893
1894 1894
1895 1895
1938 1938
1939 1939
1940 1940
1941 1941
1942 1942
1943 1943
1944 1944
1945 1945
1946 1946
1947 1947
1948 1948
1949 1949
1950 1950
1951 1951
1952 1952
1953 1953
1954 1954

Prologo Glz. Oropeza SIN COLUMNAS.indd 38 10/03/2015 01:36:13 p.m.


Prólogo XXXIX

1955 1955
1956 1956
1957 1957
1958 1958
1959 1959
1960 1960
1985 1985
1986 1986
2098 2098
2099 2099
2118 2118
2310 2310 (reformado)
2311 2311
2312 2312
2814 2814
2815 2815
2822 2822
2845 2845
2944 2944
2953 2953
3023 3023 (reformado)
3027 3027 (reformado)
3033 3033 (reformado)

Prologo Glz. Oropeza SIN COLUMNAS.indd 39 10/03/2015 01:36:14 p.m.


XL Manuel González Oropeza

Antes Código Penal para el Distrito Federal en materia de


fuero común y para toda la República en materia
de fuero federal
Artículo actual del Código
Artículo vigente en 1957
Penal para el Distrito Federal
231 319 (reformado)
233 319
395 237

Código de Procedimientos Penales para el Distrito


y Territorios Federales
Artículo actual del Código de
Artículo vigente en 1957 Procedimientos Penales para el
Distrito Federal
30 30 (reformado)
482 482
483 483

Ley de Amparo
Artículo actual de la Ley de
Artículo vigente en 1957 Amparo vigente a partir
del 3 de abril de 2013
192 No se aplica
193 216, 217, 222
193 bis 217, 223
194 228, 229, 230

Prologo Glz. Oropeza SIN COLUMNAS.indd 40 10/03/2015 01:36:14 p.m.


Prólogo XLI

195 225, 226, 227


197 219, 220

Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito

Artículo vigente en 1957 Artículo actual

42 42
73 73
74 74
160 160

Producía perplejidad en 1957 la diferencia de los precedentes


en el sistema mexicano, sobre todo comparado con el Common Law.
Por un lado, se pregunta Pallares, con razón, por qué a la jurisprudencia
mexicana, en algunas jurisdicciones, la ley no le reconoce obligatorie­
dad, aunque sea pública y difundida, y cita como ejemplo el Distrito
Federal, y, por el otro, el principio de stare decisis en el derecho anglo­
sajón, que hace de una sola resolución un precedente vinculante.

Por supuesto, la compilación de las sentencias del derecho judi­


cial reúnen miles de volúmenes impresos, pero con el Internet y los
buscadores especializados que, como Lexis Nexis y West Law, entre
muchos otros, tienen disponible la función de búsqueda de tesis, faci­
litan enormemente la tarea al estudioso del derecho.

El proceso requiere la intervención de un órgano supra-partes


que, con autoridad, resuelve un conflicto sometido a su considera-
ción. Por supuesto, el proceso jurisdiccional es el más característico,

Prologo Glz. Oropeza SIN COLUMNAS.indd 41 10/03/2015 01:36:14 p.m.


XLII Manuel González Oropeza

aunque Pallares no descarta a las propias autoridades administrati­


vas, e incluso a las legislativas, su capacidad para sustanciar procesos
administrativos o juicios políticos.

Este catecismo define con sencillez los conceptos fundamentales


subyacentes en el proceso civil, tales como interés, derecho subjetivo,
poder, litigio, obligación, carga, derecho sustantivo, y derecho adjeti-
vo, derecho objetivo, derecho instrumental, mandato, facultad,
sujeción, poder libre y poder vinculado, diferencias entre proceso y
procedimiento, entre muchos otros, a lo largo de sus apuntes.

Comienza en su Catecismo a enumerar las garantías constitucio­


nales comprendidas en el proceso, así como a clasificar las diferentes
especies del proceso. Prosigue con la definición de 17 principios rec­
tores del proceso, muy ilustrativos para el estudioso de la materia.

Continúa con la explicación profusa del concepto de acción.


Para tal efecto, empieza con la descripción histórica del término, con
objeto de resaltar la prosapia de la institución, desde la Ley de las XII
Tablas, explicando la relación entre el derecho de acción y las formas
religiosas de actuación. Lo importante es que toda forma de acción
debe estar reconocida en la ley. Es impresionante cómo, con agrade­
cible sencillez, el profesor transmite al estudiante el valor cultural del
proceso y su conformación peculiar, según las tradiciones y las prácti­
cas de cada país.

Pero el tiempo de los apuntes no corresponde a los de Celso


al definir la acción, sino que también nos enseña de la contri­bución

Prologo Glz. Oropeza SIN COLUMNAS.indd 42 10/03/2015 01:36:14 p.m.


Prólogo XLIII

de la doctrina alemana (Winscheid y Wach, entre otros), así como de


la italiana (Chiovenda y Carnelutti, por ejemplo), entre otros autores
españoles y latinoamericanos que desfilan por sus pági­nas. Sólo cabría
aclarar que en la reproducción del concepto de acción de Carnelutti
que aquí se ofrece, se trata de un derecho ejer­cido no sólo por “ciuda­
danos” sino por todas las personas (p. 79).

Como puede observar el lector, este Catecismo fue de gran utili­


dad en la formación de juristas en la época en que fue recogido por
sus estudiantes, pero sigue siendo fundamental para entender los
conceptos básicos del derecho procesal, por lo que su publicación es
un acierto.

Dr. Manuel González Oropeza


Magistrado de la Sala Superior del Tribunal Electoral
del Poder Judicial de la Federación

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Prologo Glz. Oropeza SIN COLUMNAS.indd 44 10/03/2015 01:36:14 p.m.
Prefacio

A pesar de la responsabilidad implícita de nacer con


el apellido y bajo la sombra de Jacinto Pallares, una
de las personalidades jurídicas, políticas e históricas más destacadas del
siglo xix (partícipe en el Segundo Imperio, exonerado por Juárez y
nombrado por don Porfirio Díaz, el primero entre los abogados, pese
a su constante oposición al dictador), los méritos propios de Eduardo
Pallares también hacen eco en los hechos del siglo xx mexicano.
Su participación en el desarrollo jurídico es tan notable que no es
posible recorrer un manual de derecho civil sin encontrar su nombre
como referencia.

Fue un destacado intelectual público; pueden recordarse su


columna en El Universal, y sus textos, no sólo sobre derecho, sino
de filosofía, arte y cultura. Durante muchos años, su Diccionario de

XLV

Prefacio Universidad de Puebla.indd 45 10/03/2015 01:34:49 p.m.


XLVI Carlos Antonio Moreno Sánchez

derecho procesal civil fue único en su tipo en toda América Latina.


No obstante, su incursión en el género es más amplia: también des­
taca la publicación del Diccionario teórico-práctico del juicio de amparo y
el Diccionario de filosofía.

Además de una copiosa labor intelectual, resalta su participación


en una importante coyuntura política mexicana: el proceso para la
liberación del pintor David Alfaro Siqueiros, participación que fue
recordada como parte de sus honras fúnebres.

Tuvo el destino de muchos hombres de letras; como Borges, el


doctor Pallares terminó su vida enterrado en la ceguera. A pesar de
ello, tuvo el mismo ímpetu del escritor argentino: se servía de lectores
lazarillo y siguió dictando clases particulares de sociología y filosofía
a pequeñas concurrencias desde la privacidad de su casa.

Ese empeño que puso en su labor intelectual también está pre­


sente en su trabajo docente. El doctor Pallares era un profesor com­
prometido. Tenía fama de ser muy estricto; sin embargo, sus alumnos
recuerdan que, fuera del aula, se encontraban con una calidez humana
enorme. Es famosa una anécdota contada por el doctor Ignacio
Medina, que sitúa a dos de sus alumnos como compiladores de los
apuntes de las clases impartidas por él. Las copias mecanografiadas de
estos apuntes circulaban entre los estudiantes como el libro de texto
original para el curso. La presente obra es una de las mejores mues­
tras de su compromiso como formador.

Prefacio Universidad de Puebla.indd 46 10/03/2015 01:34:49 p.m.


Prefacio XLVII

Su trabajo está enmarcado en el estilo de los juristas de su época.


Por supuesto, como experto civilista muestra el más profundo y com­
pleto conocimiento, entre su generación, de una de las principales
fuentes históricas del derecho civil: el derecho romano. Cualquier
concepto es causa para volver a los orígenes de la ciencia del derecho.
En su exposición, es fundamental la contextualización de las prin­
ci­pales instituciones jurídicas dentro de los cuerpos normativos
(el Digesto y las Institutas) del derecho romano y de las reflexiones de
los principales jurisconsultos latinos: Ulpiano, Paulo, Justiniano.

Además de su hábil manejo del derecho romano, la corriente


teórica a la cual se adscribe es la del derecho natural. Pallares está
convencido, aún, de la idea de principios jurídicos trascendentes que
rebasan la concepción del derecho como un simple conjunto de nor­
mas creadas por el legislador y el Estado. En este sentido, la fundamen­
tación de tales normas debe buscarse en nociones más abstractas
(como la ética, la moral y la voluntad) que la noción de la identidad
del derecho y del Estado. Es, por tanto, un partícipe del debate, pre­
sente en México durante su tiempo, entre el positivismo jurídico y el
iusnaturalismo, en el cual estuvieron inscritos algunos de los más
importantes juristas radicados en México, como García Máynez y
Recaséns Siches, que hacen eco de la polémica en torno al positi­
vismo jurídico de Kelsen.

En esta obra destacan influencias particulares, como los intér­


pretes españoles del derecho procesal civil (Emilio de Reus, Caravan­
tes, Guasp, Menéndez y Pidal, y Manuel de la Plaza) y el conocimiento

Prefacio Universidad de Puebla.indd 47 10/03/2015 01:34:49 p.m.


XLVIII Carlos Antonio Moreno Sánchez

de la historia de la legislación española en la materia. Por otro lado,


llama la atención que no dudó en buscar la influencia directa de las
normas jurídicas, instituciones y procesos civiles hispánicos en el
derecho mexicano moderno. Tal convicción aporta claridad al análi­
sis histórico de la materia y da pie a voltear la cara hacia las leyes
procesales españolas para realizar estudios comparativos coheren­
tes. Encontramos un ejemplo muy particular en su análisis sobre las
normas que regulan la presentación de documentos fundatorios, en
el cual refiere la exacta coincidencia entre las disposiciones de los ar­
tículos 504 y 506 de la Ley de Enjuiciamiento Civil español de 1881
y los artículos 96 y 98 del Código mexicano analizado en la presente
obra, ambos originados en el antiguo derecho español.

Otro de los instrumentos a los que recurre para su exposición es


el derecho canónico, el cual aporta más luz que el derecho romano
y la historia del pensamiento jurídico secular para la explicación de
algunas instituciones jurídicas, como la diferencia entre defensas y
excepciones o el interdicto de despojo.

En el transcurso de las siguientes páginas se advierte un debate


recurrente con la escuela italiana del derecho procesal civil. Pallares
sostiene el más importante de estos debates con Francesco Carnelutti.
Podemos encontrarlo en la exposición sobre la relación jurídica, que
Carnelutti define como un conflicto de intereses compuesto por las
normas jurídicas. Para el doctor Pallares, esta definición resulta reduc­
tiva. Afirma que existen muchas normas jurídicas dedicadas a resol­
ver conflictos, pero tal no es su objeto, sino que se extiende al orde­
namiento de la conducta humana dentro de la sociedad. Así, pueden

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Prefacio XLIX

encontrarse distintas disposiciones jurídicas que regulan relacio­


nes en las cuales no hay conflicto de intereses. Tal es el caso, afirma,
de la patria potestad, en la cual el interés del padre no está en pugna
con el de los hijos, sino que ambos coinciden.

Podemos encontrar otro punto de encuentro en la definición de


derecho subjetivo. Carnelutti entiende por tal el interés protegido
cuya tutela depende totalmente de la voluntad del interesado y que
prevalece por un poder (otorgado por la norma jurídica) atribuido
a la voluntad del titular. A esta definición, Pallares refuta que con­
funde el derecho subjetivo (objeto de definición) con el ejercicio del
derecho, al afirmar que su tutela depende completamente de la
voluntad del sujeto jurídico.

El núcleo de esta discusión se extiende a distintos momentos del


curso; por ejemplo, en la discusión a la negativa de Carnelutti a con­
cederle entidad jurídica a las excepciones (derechos, actos jurídicos,
expectación jurídica, facultad, etc.) y considerarlas meras razones.
Afirma que Carnelutti llega a este extremo porque también considera
a las acciones civiles meras razones; en consecuencia, entiende accio­
nes y excepciones como simples razones en las cuales el actor funda
sus pretensiones y que el demandado utiliza para controvertirlas.
La argumentación no se sostiene si se observan diversos preceptos en
que la propia ley ha concedido a las excepciones la calidad de realida­
des sancionadas por el derecho: en los casos de prescripción, nulidad,
caducidad, incapacidad, fraude, dación en pago, entre otros.

Prefacio Universidad de Puebla.indd 49 10/03/2015 01:34:49 p.m.


L Carlos Antonio Moreno Sánchez

A pesar de esta enconada polémica, en esta obra se rescata en


diversos momentos la teoría del derecho procesal civil italiano, tanto
de Carnelutti como de Chiovenda y Calamandrei, en quienes se apoya
el autor para dar sustento teórico a su exposición. Los rescoldos de
esta erudición relumbran cuando Pallares, al tratar la diferencia entre
proceso y procedimiento, cita a Jaime Guasp y a Manuel de la Plaza.
Este último recuerda que fue Carnelutti quien encontró diferencia,
tanto cualitativa como cuantitativa, entre estos dos términos: el pro­
ceso se considera continuista; el procedimiento, contenido.

La crítica va dirigida en esta ocasión a De la Plaza. Pallares afirma


que incurre en un error de memoria, pues la relación de contenido a
continente la hace Carnelutti en la distinción entre litigio y proceso:
el juicio es el litigio dentro del proceso. Por último, puntualiza, una
combinación de procedimientos puede concurrir a construir un solo
proceso.

Su lupa crítica, sin embargo, no se limita a los teóricos del dere­


cho; su búsqueda de precisión lo lleva a corregir las páginas del Código
de Procedimientos Civiles, cuando se sumerge en el artículo 32 para
analizar el fin que se persigue mediante la acción de jactancia. Afirma
que busca obtener una sentencia condenatoria y declarativa que obli­
gue al demandado a intentar la acción que dice tener, dentro del
plazo que el juez le fije, con el apercibimiento de tenerlo por desistido
si no lo hace. El dardo va dirigido sobre la palabra desistido, de empleo
incorrecto, que prefiere suplantar por caducidad. Es decir, que el actor
desista implica que se haya ejercido una acción, que en este caso
no ocurre.

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Prefacio LI

El doctor Pallares elige la forma del catecismo porque consi­


dera que estructurar la exposición en preguntas y respuestas aporta
toda la claridad que la redacción “pleonástica”, los rodeos adjetivos y
la verborragia (tan común en los manuales) le niegan. Lo anterior no
excluye el análisis crítico de la legislación con la que lidia. El lector
encontrará en esta obra múltiples menciones a lagunas y vacíos lega­
les, a errores en la regulación del procedimiento civil, así como a dis­
posiciones injustas. Esta forma de exposición resalta el compromiso
que el doctor Pallares tenía para con sus alumnos: la claridad por
encima de la prolijidad, sin sacrificar el análisis.

Dr. Carlos Antonio Moreno Sánchez


Director de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales
de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

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Para mis alumnos

T al vez sorprenda al lector el título de Catecismo que he


dado a estos apuntes y de él infiera su poca calidad.
Mi propósito fue facilitar a mis alumnos el estudio del derecho pro­
cesal y ayudarlos a prepararse debidamente para las prue­bas de fin
de año. La concisión y precisión propias de las preguntas y respues­
tas que constituyen un catecismo, lejos de simplificar y hacer expe­
dita la labor del escritor, la dificultan, porque es más cómodo acogerse
a un estilo prolijo, pleonástico y difuso que concentrar en bre­ves
proposiciones la esencia de una doctrina o la sustancia de un sis­
tema. Por otra parte, mis largos años en la enseñanza del derecho
me han permitido comprobar la existencia de un estado que pudiera

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2 Eduardo Pallares Portillo

llamarse confusión mental, en lo que respecta a la asimilación de las


verdades y los principios jurídicos. Muchos alumnos están seguros
de poseer un amplio acervo de conocimientos cuando sólo tienen
ideas vagas, fragmentarias y, con frecuencia, erróneas sobre las mate­
rias jurídicas que han estudiado. Para combatir ese estado de igno­
rancia y confusión, nada mejor que precisar la pregunta y exigir
una respuesta igualmente concreta, categórica y sucinta. Tales son las
razo­nes que me impulsaron a adoptar la forma un tanto rancia del
catecis­mo que, no obstante, me inspira respeto y la convicción de su
utilidad y valor científicos.

Eduardo Pallares
Ciudad Universitaria, a 11 de octubre de 1957

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Temario

1. Ciencia del derecho procesal

2. Leyes procesales

3. Fuentes del derecho procesal en la República Mexicana

4. Concepto del proceso jurídico

5. Conceptos fundamentales del derecho procesal civil

6. Artículos constitucionales que tengan relación directa con


el proceso civil

7. Proceso civil

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4 Eduardo Pallares Portillo

8. Hechos procesales

9. Formas procesales

10. Diferencias entre proceso y procedimiento

11. Principios rectores del proceso

12. Presupuestos procesales

13. De qué manera se clasifican los juicios

14. Concepto tradicional de acción

15. Concepto moderno de la acción procesal

16. Instancia

17. Cómo clasificaron los jurisconsultos clásicos las acciones

18. De qué manera clasifican los jurisconsultos modernos las


acciones

19. El interés en el ejercicio de la acción

20. Principios relativos a la acción reivindicatoria

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Catecismo de derecho procesal civil 5

21. Qué cosas pueden reivindicarse

22. Acción publiciana

23. Acción confesoria y negatoria

24. Acciones hipotecarias

25. Acción de petición de herencia

26. Interdictos en general

27. Interdicto de retener la posesión

28. Interdicto de recuperar la posesión

29. Interdicto de obra nueva y peligrosa

30. Intervención de los terceros en el juicio

31. Acciones del estado civil

32. Sustitución procesal

33. Acumulación de acciones

34. Acción de jactancia

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6 Eduardo Pallares Portillo

35. Acciones contrarias y contradictorias

36. Litis cerrada

37. Excepciones en general

38. Clasificación de las excepciones

39. Cuándo tiene lugar la litisconsorcio

40. Capacidad procesal

41. Representación unitaria

42. Gestión judicial

43. Actuaciones judiciales

44. Sentencia

45. Principios que rigen la sentencia

46. Presentación de documentos

47. Exhortos y despachos

48. Notificaciones

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Catecismo de derecho procesal civil 7

49. Términos judiciales

50. Costas

51. Jurisdicción

52. Competencia

53. Principios generales relativos a la competencia

54. Prórroga de competencia y conflictos de competencia

55. Recuperación

56. Medios preparatorios del juicio en general

57. Providencias precautorias

58. Arraigo

59. Nulidades procesales

60. Suspensión del proceso

61. Cómo concluye el proceso

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FICHA NÚM. 1

Explique en qué consiste la ciencia del derecho procesal

L a ciencia procesal es el conjunto de verdades y doctrinas


jurídicas cuya materia es el proceso jurisdiccional. Como
en toda ciencia, ese conjunto debe estar debidamente unificado y
sistematizado.

¿De qué materia se ocupa el derecho procesal?

1. Historia del derecho procesal

2. Conceptos fundamentales del derecho procesal

3. Doctrinas de las leyes procesales

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10 Eduardo Pallares Portillo

4. Doctrina del proceso

5. El derecho de acción procesal

6. La jurisdicción y la competencia

7. Organización de los tribunales

8. Sujetos que actúan en el proceso

9. Capacidad procesal

10. Actos procesales

11. Nulidades procesales

12. Cargas procesales

13. Obligaciones y derechos de las partes y del Juez

14. Doctrina de las formas procesales

15. Doctrina de la prueba

16. Juicios especiales

17. Juicios universales

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Catecismo de derecho procesal civil 11

18. Los recursos e impugnaciones

19. Responsabilidades procesales

20. Costas judiciales

21. Jurisdicción voluntaria

¿Qué relaciones tiene el derecho procesal con las otras ramas


de la ciencia jurídica?

Está íntimamente ligado con el derecho constitucional, en el que


encuentra sus principios fundamentales. A tal extremo existe ese
vínculo que jurisconsultos eminentes han sostenido que el Código
de Procedimientos Civiles puede ser considerado la ley orgánica de
los artículos 13, 14, 16 y 17 de nuestra Constitución.

Con el derecho civil y mercantil también mantiene una relación


directa, porque mediante el proceso jurisdiccional se realizan los
derechos subjetivos que dimanan de las leyes civiles y mercantiles.

El derecho administrativo establece la organización de los tribu­


nales, la manera de nombrar a los funcionarios y empleados judicia­
les, los emolumentos que perciben, sus derechos y obligaciones, y
así sucesivamente.

También hay una relación directa entre el derecho penal y las


leyes procesales, porque éstas tienen por objeto el proceso jurisdic­

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12 Eduardo Pallares Portillo

cional mediante el cual se imponen las sanciones que aquéllas fijan


por la comisión de los delitos, sean voluntarios o de culpa.

El capítulo del Código de Procedimientos Civiles consagrado a


la ejecución de las sentencias pronunciadas por tribunales extranjeros
pone de manifiesto las relaciones que pueden existir entre el derecho
internacional y el procesal.

¿Se identifica el derecho procesal con el derecho judicial?

Es frecuente identificarlos, pero, considerados estrictamente, hay que


diferenciarlos. El primero tiene como objeto el proceso jurisdiccio­
nal, desde su inicio hasta su culminación; mientras que el segundo
sólo se refiere a la organización, constitución y funcionamiento de los
tribunales. Es, por decirlo así, el derecho de los Jueces, tomando esta
palabra en su acepción más amplia.

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FICHA NÚM. 2

¿Qué se entiende por leyes procesales?

S on las normas jurídicas relativas al proceso jurisdiccional.

¿Cuáles son las notas esenciales de dichas normas?

a) Son leyes de orden público porque reglamentan una función


del Estado y tienen por objeto el fin social de administrar justicia para
obtener la paz social. Aunque en los procesos civiles se controvierta
sobre intereses particulares, la mayor parte de las veces el proceso
jurisdiccional es de orden público por la función que realiza.

b) Son leyes de carácter impositivo casi en su totalidad. Su aplica­


ción no puede ser materia de convenio de los interesados ni apartarse

13

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14 Eduardo Pallares Portillo

por voluntad de las partes. Sólo en muy pocos casos tiene carácter
dispositivo. Como ejemplos de estas últimas pueden ponerse los ar­
tículos 140, 151 y 299 del Código de Procedimientos Civiles.

c) Son leyes rituales o adjetivas, tal como fueron definidas por


Bentham, porque determinan la forma de los actos procesales. Sin
embargo, algunas de ellas pertenecen al derecho sustantivo, ya que
dan origen a obligaciones y derechos subjetivos. Como ejemplos de
estas últimas pueden traerse a colación las costas judi­ciales, los
medios de apremio de que puede usar el Juez para cumplir con sus
determinaciones, etcétera.

d) Las leyes procesales son conservadoras, en el sentido de que la


acción del tiempo las modifica poco y lentamente. Todavía subsis­
ten formas, procedimientos y tecnicismos jurídicos que tuvieron su
origen en las primeras épocas de la evolución del derecho romano.

e) Son leyes instrumentales, en el sentido que da a esta pala­


bra Carnelutti, quien distingue las normas jurídicas que de una
manera directa componen los conflictos de intereses, al definir
los derechos y obligaciones de las personas cuyos intereses están en
pugna, de las normas que no resuelven directamente los conflic­
tos, pero de modo indirecto, al establecer autoridades con pode­res
para poner fin a la pugna de intereses mediante el proceso
jurisdiccional.

f) Por último, las leyes procesales son autónomas en el sentido de


que los derechos, cargas y obligaciones que de ellas dimanan no están
subordinados a los derechos que se hacen valer en el juicio.

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Catecismo de derecho procesal civil 15

¿Debe subsistir la distinción entre el derecho público y el


privado?

En concepto del suscrito sí debe subsistir porque de convertirse el


derecho privado en derecho público, desaparece la autonomía de
la voluntad en las relaciones jurídicas de los particulares, o lo que es
igual, se pone fin a la libertad de contra­tación, y en todos los ámbi­
tos de la vida jurídica imperará la voluntad del Estado mediante leyes
absolutas que no pueden ser renunciadas ni modificadas por los
particulares. Puede sintetizarse la absorción del derecho privado en
el público diciendo que de llevarse a cabo produciría un Estado
totalitario.

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Ficha NÚM. 3

¿Cuáles son las fuentes del derecho procesal en la República


Mexicana?

S on las siguientes: la ley, los usos y costumbres jurídicos, la


jurisprudencia, las doctrinas de los jurisconsultos y, en
concepto del suscrito, el derecho natural.

¿Cuáles son las leyes procesales más importantes?

La Constitución General de la República y las de los estados, los


códigos de procedimientos civiles, las leyes orgánicas de los tribuna­
les, tanto las federales como las de los estados, y los diversos códigos
civiles, mercantiles, penales, etcétera, que contienen normas relativas
al derecho procesal.

17

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18 Eduardo Pallares Portillo

¿Cuáles son los preceptos constitucionales que tienen relación


con el derecho procesal civil?

Son los artículos 8, 11, 13, 14, 16, 17, 49, 73 fracciones vi y vii, 76
fracciones viii y ix, 89, 94, 105 a 107, 114, 121 y 123.

Explique las diversas acepciones de la palabra jurisprudencia

I. Los jurisconsultos romanos la definieron como “la ciencia de


las cosas divinas y humanas, y el arte de lo justo y de lo injusto”. Así
considerada, no es otra cosa que la ciencia y el arte jurídicos.

II. Algunos jurisconsultos clásicos la definieron como “el hábito


práctico de interpretar rectamente las leyes”.

III. En su sentido más restringido (en el cual la estamos con­


siderando), consiste en “los principios y doctrinas que, en materia de
derecho, establecen las sentencias de los tribunales”, lo que supone
que éstos fallan determinadas cuestiones en un mismo sentido,
durante cierto tiempo.

¿Cuántas clases de jurisprudencia hay?

Hay diversas clases de jurisprudencia: I. La llamada supletoria, que re­


suelve los vacíos de la ley; II. La que interpreta la ley, que es la inter­
pre­tativa, la cual obra de dos maneras: aplica la ley a un menor
número de casos de los que ella previó, o, por lo contrario, extiende

Primera parte.indd 18 10/03/2015 01:35:39 p.m.


Catecismo de derecho procesal civil 19

su aplicación a un mayor número. En el primer supuesto es restric­


tiva; en el segundo, ampliativa; III. La que confirma en sus decisiones
lo ordenado en la ley (confirmatoria); IV. La que decide en contra del
mandato legal (derogatoria). Esta última está prohibida expresamente
por los artículos 9 y 10 del Código Civil, que dicen:

Artículo 9. La ley sólo queda derogada o abrogada por otra posterior


que así lo declare expresamente, o que contenga disposiciones total o
parcialmente incompatibles con la ley anterior.

Artículo 10. Contra la observancia de la ley no puede alegarse desuso,


costumbre o práctica en contrario.

¿Tiene fuerza de ley en el derecho mexicano la jurisprudencia?

Solamente la que produce la Suprema Corte de Justicia porque la Ley


de Amparo se la concede, en cumplimiento de lo que ordena el ar­
tículo 107, fracción xiii, de la Constitución Federal de la República,
que establece:

La ley determinará los términos y casos en que sea obligatoria la juris­


prudencia de los Tribunales del Poder Judicial de la Federación, así
como los requisitos para su modificación.

Los artículos 192 a 197 de la Ley de Amparo establecen los requi­


sitos para que la jurisprudencia de la Corte obligue a los tribunales
mexicanos y a las juntas de conciliación y arbitraje.

Los artículos 193 y 193 bis exigen, para que haya jurisprudencia,
cinco ejecutorías no interrumpidas por otra en contrario, y que hayan

Primera parte.indd 19 10/03/2015 01:35:39 p.m.


20 Eduardo Pallares Portillo

sido aprobadas al menos por cuatro Ministros, cuando han sido pro­
nunciadas en las Salas, y al menos por catorce cuando las pronuncia
el Tribunal Pleno.

¿De qué manera se aprueba la jurisprudencia?

El artículo 196 de la citada Ley de Amparo fija la manera de probar la


jurisprudencia: “…cuando las partes invoquen en el juicio de am­
paro jurisprudencia de la Corte, lo harán por escrito, expresando
el sentido de aquélla y designando con precisión las ejecutorías que la
sustentan”.

En el derecho procesal común del Distrito Federal no se le atri­


buye a la jurisprudencia carácter obligatorio; a pesar de eso, la Ley
Orgánica de los Tribunales ordena la publicación de los Anales de
Jurisprudencia, donde aparecen los fallos que, en concepto del director
de esa revista, merecen los honores de la publicidad por la doctrina
que en ellos se sustente. Se invocan por la fuerza moral y cientí­
fica que se les atribuye.

Importancia de la jurisprudencia en otros países

En los países en los que impera el derecho consuetudinario, como en


Inglaterra y los Estados Unidos, tiene gran importancia el common law,
porque los tribunales fallan de acuerdo con los precedentes, o sea,
de acuerdo con las sentencias pronunciadas en casos análogos. Hugo
Alsina dice a este respecto: “El derecho inglés tiene tres fuentes:
I. La ausencia de leyes escritas hace que el Juez esté ligado por los

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precedentes jurisprudenciales (common law); un Juez está obligado a


aceptar como derecho aplicable una decisión de la Suprema Corte de
Apelación, y ésta, por su parte, no puede contrariar una regla admi­
tida por la Cámara de los Lores, que es la más alta autoridad judicial
del reino”. Pero cuando el precedente falta (actualmente están colec­
cionando alrededor de dos mil quinientos volúmenes con prolijos
índices) o cuando resulta injusto en determinado momento, cier­
tos tribunales tienen facultad de fallar de acuerdo con la equidad
(jurisdiction of equity), que a su vez se convierte en un precedente. Por
eso se ha dicho que el derecho inglés no es obra de sus legisladores,
sino de sus Jueces.

Por último, las leyes que dicta el Parlamento sobre ciertas cues­
tiones de derecho (estatutos) forman un reducido cuerpo escrito
(statute-laws).

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Ficha Núm. 4

Explique el concepto del proceso jurídico

E l proceso es una serie de actos jurídicos que tienen lugar


en el tiempo y en el espacio; están concatenados entre sí
para realizar el fin que se quiere obtener con ellos. Lo que da unidad
a la serie, y vinculación a los actos, es la finalidad que se persigue y
que configura la institución.

En su acepción más general, la expresión “proceso jurídico”


comprende los procesos legislativos, administrativos, judiciales, civiles,
penales, mercantiles, etcétera. Por ejemplo, los actos realizados por
las cámaras legislativas para expedir una ley, constituyen un proceso
legislativo, y consiste en turnar la iniciativa de ley a una comisión, en

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24 Eduardo Pallares Portillo

los trabajos de ésta, en el estudio del proyecto respectivo, formulación


del dictamen, presentación a la Cámara, y así sucesivamente.

¿En qué consiste el proceso jurisdiccional?

La doctrina del proceso jurídico ha sido elaborada en torno al pro­


ceso judicial que, por esta circunstancia, se considera el proceso tipo.
Carnelutti afirma que es el proceso por antonomasia y que basta
decir “proceso” para que se entienda que se trata de aquél.

La primera idea que surge cuando se pisa este terreno es que


el proceso jurisdiccional pertenece exclusivamente a las actividades de
los tribunales, que mediante él se pide y obtiene justicia, pero es
necesario no tomar la parte por el todo. El proceso jurisdiccional
existe siempre que entra en actividad un órgano que posee jurisdic­
ción. Como la jurisdicción no es exclusiva de los tribunales, sino que
pueden gozar de ella tanto el Poder Ejecutivo como el Legislativo,
y en cierto modo los particulares (juicio arbitral, árbitros), resulta
evidente que el proceso jurisdiccional no se identifica con el judicial.
Lo realizan las juntas de conciliación y arbitraje, los tribunales fiscales
y administrativos, las cámaras legisladoras (cuando se erigen en gran
jurado), las cortes militares, los jurados populares, los Jueces o árbi­
tros, etcétera. Jurisdicción y proceso jurisdiccional son conceptos que
se implican mutuamente.

Diversas acepciones de la palabra proceso

La palabra proceso tiene, en el léxico jurídico, diversas acepciones:


a) agregado a los autos y demás escritos en cualquier causa civil o cri­

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Catecismo de derecho procesal civil 25

minal; b) causa criminal; c) la serie de actos que se realizan ante los


tribunales para substanciar el juicio; d) “vertir el proceso”, formarlo con
todas las solemnidades requeridas; e) fulminar el proceso: ponerlo
en estado de sentencia.

La palabra proceso viene del derecho canónico y se deriva de


procedo, término equivalente a ‘avanzar’.

El mismo jurisconsulto define el proceso como “la coordinación


de actos jurídicos derivados del ejercicio de una acción procesal y que
tiene por objeto obtener una decisión jurisdiccional”. Calamandrei
dice que el proceso es “una serie de actos coordinados y regulados por
el derecho procesal, a través de los cuales se verifica el ejercicio de la
jurisdicción”.

En resumen, el proceso jurisdiccional es aquel que tiene por objeto


poner fin a los litigios mediante la debida aplicación de las normas
jurídicas que rijan el caso.

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Ficha Núm. 5

Explique los conceptos fundamentales del derecho procesal civil

S obre ellos descansan tanto las normas del derecho posi­


tivo procesal como las doctrinas y la jurisprudencia que
las interpretan y aplican.

Son los siguientes:

Relación jurídica. Toda relación entre seres humanos ordenadas


por las normas de derecho o, lo que es igual, toda relación entre seres
humanos con trascendencia jurídica.

Carnelutti la define como el conflicto de intereses compuesto o


resuelto por las normas jurídicas.

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28 Eduardo Pallares Portillo

La relación de que se trata sólo se establece entre seres humanos,


aunque en algunas ocasiones, y por figura de lenguaje, se dice que
existe respecto a las cosas materiales o incorpóreas, sobre todo cuando
se trata de derechos reales.

No es de aceptarse el punto de vista de Carnelutti, que pretende


reducir el fin de las normas jurídicas a la composición de los conflic­
tos de intereses. Si bien es cierto que muchas de ellas tienen ese
objeto, no siempre sucede así, como fácilmente se demuestra al
considerar las leyes relativas a la patria potestad y a la familia en gene­
ral. No se puede decir que el interés del padre esté en pugna con el
interés de los hijos en todo lo concerniente a su educación, alimen­
tación, etcétera. Como este caso, pueden presentarse otros ejemplos
en los que se manifiesta que la norma jurídica tiene como fin generar el
ordenamiento de la conducta de los hombres para que puedan reali­
zar, dentro de la sociedad, no sólo la satisfacción de sus necesidades,
sino también sus aspiraciones hacia una vida mejor en la que realicen
los ideales propios de la especie humana. Ordenar dentro de la justi­
cia y para el bien común las actividades humanas es el objeto especí­
fico de las leyes positivas; por lo menos, tal debe ser.

Interés. Se define como la relación entre una persona y algo que


pueda satisfacer sus necesidades. Examinando a fondo el concepto
del interés, se encontrará formado por los siguientes elementos: a) la
relación susodicha entre la cosa y la persona; b) el conocimiento que
tiene la persona de que la cosa puede satisfacer alguna de sus numero­
sas necesidades, sean éstas de cualquier orden; c) el deseo de poseer
la cosa que tal conocimiento produce.

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Catecismo de derecho procesal civil 29

Los intereses que tienen trascendencia jurídica se clasifican en:


a) individuales, b) colectivos, c) inmediatos y mediatos, d) subordina­
dos a otro interés, e) autónomos, f) interés interno en el proceso e
interés externo, g) intereses originales y derivados.

No es necesario definir cada uno de esos grupos porque el signi­


ficado gramatical de las palabras lo hace con suficiencia.

Aclaremos únicamente que los intereses inmediatos son los que


no derivan de otros intereses, mientras que los mediatos, sí.

El interés autónomo es el que tiene una persona o grupo de per­


sonas sin estar vinculado al que tenga otra persona, en forma tal que
aquéllas lo pueden hacer valer por un acto de voluntad sin esperar
que lo haga nadie más; lo contrario acontece con el interés subordi­
nado, que depende de otro ajeno.

El interés interno del proceso consiste en el interés de las partes


que contienden sobre la cosa litigiosa. Por ejemplo, el señor X demanda
al señor Z la entrega de una casa, de la cual se dice propietario. El inte­
rés interno en este caso es el que las dos partes tienen respecto a la
casa. Cada una de ellas pretende poseer y disfrutar el inmueble.

El interés externo consiste en la necesidad de iniciar un juicio


para obtener una sentencia favorable. Si no se acude a los tribunales
en caso de litigio, no será posible, legalmente, la composición de los

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30 Eduardo Pallares Portillo

intereses en conflicto o, lo que es igual, no será posible obtener cum­


plida justicia.

Derecho subjetivo. De él se han dado muchas definiciones.


Carnelutti lo define como el interés protegido, cuya tutela depende
totalmente de la voluntad del interesado. También dice que es el
interés cuya prevalencia se efectúa mediante un poder atribuido a
la voluntad de su titular. El poder de que se trata lo da la norma
jurídica.

Von Ihering definió al derecho subjetivo como el interés prote­


gido por el derecho. Chiovenda dice que el derecho subjetivo puede
definirse como la expectativa de un bien de la vida, garantizada por la
voluntad de la ley.

También es frecuente definir el derecho subjetivo como la facul­


tad moral que otorga la ley a una persona para exigir de otra que haga
o deje de hacer alguna cosa.

La definición carnelutiana tiene el defecto de confundir el dere­


cho subjetivo con el ejercicio del propio derecho, al afirmar que la
tutela depende totalmente de la voluntad del sujeto jurídico.

Poder. Es la posibilidad jurídica, que otorga la norma a una


persona para mandar a los demás que hagan o dejen de hacer algo.

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Catecismo de derecho procesal civil 31

Analizando el sentido de la palabra poder, se encontrará que significa


el dominio de la voluntad ajena.

Mientras que el derecho subjetivo deriva de las normas sustan­


tivas, el poder tiene su origen en lo que Carnelutti llama normas
instrumentales, que son aquellas que no componen directamente los
con­f lictos de intereses, sino que otorgan poder a una persona (autori­
dades judiciales) para componerlos y establecer la manera de actuar.
Como ejemplo de normas instrumentales se puede poner las leyes
que organizan a los tribunales y les otorgan competencia para conocer
y fallar determinados juicios.

Litigio. Es el conflicto de intereses con trascendencia jurídica; se


manifiesta por la pretensión de uno de los interesados y por la resis­
tencia del otro a hacer lo que exige la pretensión.

Para que haya litigio es indispensable: a) que haya un conflicto


de intereses entre dos o más personas; b) que dicho conflicto sea de
carácter jurídico o, lo que es igual, se refiera a derechos y obligaciones
que los interesados hacen valer; c) que se manifieste por medio de las
pretensiones opuestas de cada uno de los interesados.

Obligación. Es el vínculo de derecho que constriñe la voluntad de


las personas jurídicas a hacer o no hacer algo. El vínculo lo impone la
ley en beneficio del acreedor de la obligación.

Carga. Es uno de los conceptos fundamentales del derecho pro­


cesal moderno. La carga tiene semejanzas con la obligación, pero se

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32 Eduardo Pallares Portillo

distingue de ella por las siguientes notas: a) tanto la carga como la


obligación consisten en hacer algo, pero la carga la impone la ley en
beneficio y para utilidad del sujeto de la carga, esto es, de la misma
persona que ha de ejecutar el acto de que se trata, mientras que la
obligación tiene como fin la utilidad y el beneficio de persona diver­
sa, que es precisamente el acreedor de la obligación. Además, la carga
consiste siempre en hacer algo, mientras que la obligación puede con­
sistir en un no hacer; b) la obligación supone siempre un deudor y
un acreedor; en la carga no hay acreedor ni propia­mente deudor, sino
sujeto de la carga; c) la obligación es un vínculo impuesto a la volun­
tad del deudor, una limitación de su liber­tad. Sucede lo contrario
tratándose de la carga: quien la tiene puede cumplirla o no. La ley
no lo constriñe a hacerlo porque la impone en sólo su beneficio; d) las
obligaciones son exigi­bles coactivamente; las cargas, no.

Derecho sustantivo y derecho adjetivo. Esta clasificación se debe al


jurisconsulto inglés Jeremy Bentham. El derecho sustantivo es el que
determina los derechos y obligaciones de las personas jurídicas.
El adjetivo los forma a partir de los actos jurídicos y de los proce­
dimientos judiciales.

Derecho objetivo. Es el conjunto de normas jurídicas debidamente


ordenadas.

Norma jurídica. La norma jurídica es al mismo tiempo una regla


de conducta, un mandato impuesto por la autoridad legítima, con el
fin de obtener la paz social dentro de la justicia.

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Catecismo de derecho procesal civil 33

Derecho instrumental. Consiste en el conjunto de normas que


otorgan poder a determinadas autoridades, quienes las organizan
debidamente para que compongan los conflictos de inte­reses o, lo
que es igual, para que impartan justicia.

Mandato. Es el acto por el cual se ejerce el poder, o sea, el acto


mediante el cual se impone una voluntad a otra.

Facultad. Es la posibilidad de obrar en el campo de la libertad.


Es lo contrario de la obligación. “El hombre obra como quiere cuando se
trata de la facultad, y como debe cuando se trata de obligación.”

Sujeción. Es el estado en que se encuentra una persona respecto


de otra que ejerce poder sobre ella y por virtud del cual debe obede­
cerla. La sujeción consiste, por tanto, en la necesidad jurídica de
obedecer.

Libertad. Es el estado contrario al de sujeción y también al de


obligación.

Poder libre y poder vinculado. El poder libre existe cuando el titular


del poder puede ejercitarlo o no, según su voluntad; tratándose de
poder vinculado, está obligado a usar de él en la forma en que la ley
determine.

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Ficha Núm. 6

Enuncie y explique los artículos constitucionales que tengan rela­


ción directa con el proceso civil

S on los siguientes: 8, 13, 14, 16, 17, 89 fracción xii , 114


y 121.

El artículo 8. Consagra, en términos generales, el derecho de


petición, una de cuyas especies es acudir a los tribunales en demanda
de justicia. Ese derecho consiste en formular peticiones sobre las
que deberá recaer una resolución escrita de la autoridad que tiene
obligación de darla a conocer al peticionario. El artículo 8 exige que
la petición se formule por escrito de manera pacífica y respetuosa.

El artículo 13. Declara los siguientes derechos:

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36 Eduardo Pallares Portillo

a) Nadie puede ser juzgado por leyes privativas; se entienden por


tales aquellas que se refieren a determinadas personas o entes de
derecho, considerados de manera individual y no como parte de un
grupo social.

b) No ser juzgado por tribunales especiales, es decir, aque­llos


constituidos precisamente para conocer sólo sobre determinados jui­
cios. Para que el tribunal sea especial es indis­pensable que los juicios
que va a conocer queden singularmente especificados.

c) El artículo suprime toda clase de fueros y sólo deja subsistir el


de guerra. La palabra fuero tiene las siguientes acepciones: compi­
lación de leyes, como en los casos del Fuero Juzgo, Fuero de Castilla,
Fuero Real; usos y costumbres jurídicos; cartas pueblas, o sea, los
contratos que se celebraban entre las autoridades y los pobladores de
alguna región; lugar donde se administraba justicia; la potestad de juz­
gar, esto es, la jurisdicción; el tribunal a cuya jurisdicción esté sujeta una
persona; el territorio sobre el cual ejerce jurisdicción un tribunal.

El artículo 14. Prohíbe la aplicación retroactiva de la ley en perjui­


cio de persona alguna y declara el derecho de no ser privado de la
vida, la libertad, de las posesiones o derechos, sino mediante juicio
seguido ante tribunales previamente establecidos, en el que se cum­
plan las formalidades esenciales del procedimiento y conforme a las
leyes expedidas con anterioridad al hecho. Las forma­lidades esen­
ciales que menciona este artículo se encuentran preci­sadas en el ar­
tículo 159 de la Ley de Amparo.

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Catecismo de derecho procesal civil 37

Además de esos derechos, el artículo 14 consagra que la senten­


cia definitiva pronunciada en materia civil ha de ser conforme a la
letra de la ley, a su interpretación jurídica, y a falta de ley, a los prin­
cipios generales del derecho.

El artículo 16. Consagra el principio general de que nadie puede


ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles o posesiones
sino en virtud de mandamiento escrito de la autoridad competente,
que funde y motive la causa legal del procedimiento. Ese principio se
conoce con el nombre de principio de legalidad. Si el artículo 14
se refiere a la privación de la vida, de derechos o propiedades, el 16 con­­
cierne a las simples molestias; determina, además, los requisitos que
deben cumplirse al practicar un cateo para que éste sea legal.

El artículo 17. Enuncia los siguientes principios: a) nadie puede


hacerse justicia por sí mismo, b) los tribunales estarán siempre expe­
ditos para administrar justicia, c) ésta ha de ser gratuita, y d) quedan
prohibidas las costas judiciales. Se entiende por costas judiciales los
emolumentos que en otras épocas se pagaban a los funcionarios judi­
ciales por el servicio de administrar justicia. Subsisten las relativas al
pago de los honorarios de los abogados y a los gastos necesarios para
la tramitación y terminación del juicio.

La fracción xii del artículo 89. Obliga al Poder Ejecutivo a impartir


ayuda al Judicial para que éste pueda administrar una justicia efi­
caz. Por tanto, los Jueces están facultados para solicitar el auxilio de la

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38 Eduardo Pallares Portillo

policía, de las autoridades administrativas e incluso del ejército si esto


es necesario para hacer cumplir sus determinaciones.

El artículo 114. Declara que en materia civil no rige el fuero cons­


ti­tucional de los altos funcionarios públicos. El artículo 13 omitió
mencionar, entre los fueros que subsisten, el de los altos funciona­
rios públicos.

El artículo 121. Consagra los principios que rigen al derecho


inter­nacional privado, que en la República Mexicana debe aplicarse,
dada la coexistencia de veintinueve estados, dos territorios y un Dis­
trito Federal. La explicación de este artículo se reserva al tratar de la
ejecución de las resoluciones judiciales provenientes de los tribunales
de los estados.

Además de los artículos anteriores, la Constitución contiene dis­


posiciones muy importantes relativas a la organización de los tribu­
nales del Distrito Federal y territorios, al Ministerio Público federal y
local, al juicio de amparo y a los tribunales federales.

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Ficha Núm. 7

¿Qué se entiende por proceso civil?

L a serie de actos jurídicos que tiene lugar en el tiempo y


que se encuentran vinculados entre sí por el fin que se
pretende alcanzar con el proceso.

¿Qué se entiende por proceso jurisdiccional?

El proceso jurisdiccional es el que se lleva a cabo ante los órganos del


Estado que gozan de jurisdicción, es decir, aquellos que tienen la
potestad de administrar justicia y poner fin a los litigios que les some­
ten los particulares.

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¿Cuántas clases de procesos jurisdiccionales hay?

Existen tantas clases cuantas jurisdicciones establece el Estado. Entre


nosotros, hay las siguientes:

Jurisdicción civil, penal, administra­tiva, laboral, militar, constitu­


cional, federal y local. En las naciones donde el Estado no se encuen­
tra separado de la Iglesia, existe también la jurisdicción eclesiástica,
que corresponde a los tribunales estable­cidos por la Iglesia para conocer
de las cuestiones del estado civil y las que corresponden, en general,
al fuero eclesiástico.

¿Qué se entiende por jurisdicción secular?

La que corresponde a los tribunales del Estado, como opuesta a las


jurisdicción eclesiástica.

¿Cómo clasifican los autores modernos a los procesos?

En varios grupos; los más importantes son: a) de cognición; b) de eje­


cu­ción; c) proceso cautelar; singular, colectivo, oral, escrito, aparente,
simulado y dispositivo.

Explique las especies del proceso

El proceso cognitivo corresponde a lo que los jurisconsultos clásicos


llama­ban juicio declarativo. Mediante él se declara el derecho de las

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Catecismo de derecho procesal civil 41

partes, o sea, se resuelven las cuestiones jurídicas planteadas en la litis.


El proceso ejecutivo presupone que ya existe declarado el derecho del
actor en un documento que se llama título ejecutivo; el fin que se
persigue mediante el proceso es hacer efectivo ese derecho. El caute­
lar tiene por objeto dictar medidas de seguridad o cautelares a fin
de que el actor pueda, más adelante, hacer efectivo su derecho. El pro­
ceso singular es aquel que sólo versa sobre determinadas obligaciones
del demandado y no sobre la totalidad de su patrimo­nio, como sucede
en los procesos universales o colectivos. Este tér­mino de la clasifica­
ción corresponde a lo que antes se conocía con el nombre de juicios
singulares o universales; oral es aquel en el que predomina la forma
oral sobre la escrita y se realizan los principios de concentración e
inmediación, en la forma que se explicará al estudiar especialmente el
juicio oral. Proceso aparente es aquel que las partes utilizan, no para
decidir un litigio, sino para constituir un negocio jurídico lícito; por
ejemplo, la creación de un título ejecutivo mediante una confesión.
Proceso simulado es aquel en el que las partes buscan la obtención de
un negocio jurídico ilícito; por ejemplo, un embargo simulado, una
enajenación en fraude de acreedores. El proceso dis­posi­­tivo es aquel en
el cual, no habiendo una norma jurídica que resuelve el caso en liti­
gio directamente, el Juez crea la norma espe­cial, o sea, la del caso
concreto, con apoyo en los artículos 14 de la Constitución y 19
del Código Civil.

¿Cuál es el fin del proceso jurisdiccional?

Administrar justicia por medio de la composición de los litigios y la


aplicación de las leyes que rijan en cada caso concreto.

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Ficha Núm. 8

¿Qué se entiende por hechos procesales?

U n hecho procesal es todo acontecimiento que no siendo


acto jurídico tiene trascendencia en el proceso jurisdic­­
cional, sea porque lo modifique, lo extinga o lo suspenda.

Defina el acto procesal

Es un acto de voluntad humana que de modo inmediato y directo


inicie, modifique o extinga el proceso.

Defina el negocio procesal

El negocio jurídico, en general, es un acto de declaración de voluntad


encaminado a producir determinados efectos y al cual la ley le otorga

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44 Eduardo Pallares Portillo

eficacia bastante para producirlos. Como ejemplo de negocios jurídi­


cos se pueden poner los contratos, los testamentos, los actos del estado
civil y otros análogos. El negocio procesal se caracteriza por producir
efectos jurídicos en el proceso. Por tanto, debe ser un acto de declara­
ción de la voluntad encaminado a modificar, suspender o extinguir el
proceso, y con eficacia bastante para lograrlo. Como ejemplos de nego­
cios procesales pueden ponerse los convenios judiciales, las transaccio­
nes, el desistimiento de la demanda y otros análogos.

¿Cómo se clasifican los actos procesales?

Actos de iniciación procesal. Por ejemplo, la demanda y los escritos en


que se promueve un acto preparatorio del juicio.

Actos de tramitación o impulso procesal. Las diversas promociones


de las partes dirigidas a obtener el desarrollo del proceso, así como las
resoluciones del Juez, que se llaman decretos, y que tienen por objeto
tramitar el juicio.

Actos de instrucción procesal. Su objeto es probar el derecho de las


partes mediante el ofrecimiento y la rendición de las pruebas. Con
ellos se instruye al Juez sobre la verdad de los hechos controvertidos.

No sólo pueden promoverlos las partes; en el derecho mexicano,


el Juez está autorizado para hacerlo.

Acto de decisión procesal. Consisten en las diversas resoluciones o


acuerdos pronunciados por el Juez, y especialmente en las sentencias
interlocutorias o definitivas.

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Catecismo de derecho procesal civil 45

Actos de ejecución procesal. Tienen por objeto hacer efectivas las


resoluciones y mandatos del Juez. Se llevan a cabo por los medios de
apremio, como la multa, el apercibimiento, el cateo por orden estricta,
el uso de la fuerza pública, los embargos, etcétera.

Actos de disciplina procesal. Tienen por objeto mantener en los


tribunales el orden y el respeto que merece la administración de justicia.
Se refiere a ellos el artículo 62 del Código de Procedimientos Civiles,
y consisten en el apercibimiento, la amonestación, la multa que no
exceda de $100.00, que se duplicará en caso de reincidencia y la sus­
pensión que no exceda de un mes.

Actos de documentación procesal. Tienen por objeto hacer constar


por escrito el resultado de las actividades judiciales, y se concretan en
las llamadas actuaciones judiciales: las constancias escritas de dichas
actividades. Tratan de ellos los artículos 55 y siguientes del Código
Procesal.

Actos de comunicación procesal. Se entiende por tales aquellos que


tienen por objeto dar a conocer a las partes las resoluciones del Juez
y las promociones del colitigante. Las notificaciones y las citaciones
quedan incluidas en este grupo.

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Ficha Núm. 9

¿En qué consisten las formas procesales?

E l procedimiento civil está sujeto a determinadas formalidades


que deben observarse para hacerlo eficaz. Chiovenda define
las formas procesales de la siguiente manera:

Los actos de las partes y de los órganos jurisdiccionales, mediante los


que la litis procede desde su comienzo hasta su resolución, y cuyo con­
junto se denomina procedimiento, deben someterse a determinadas
condiciones de lugar, de tiempo, de medios de expresión. Estas condi­
ciones se llaman formas procesales en sentido estricto. En sentido más
amplio, pero menos propio, llámase formas a los mismos actos nece­
sarios para el proceso, en cuanto estando coordinados a la actuación de
un derecho sustantivo, tienen carácter de formas respecto de la sus­
tancia [Instituciones, 111-107].

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48 Eduardo Pallares Portillo

¿Cuántos sistemas hay respecto al formalismo procesal?

En lo relativo a las formalidades procesales han existido tres sistemas:


a) el llamado “de la libertad de las formas procesales”, b) el de la lega­
lidad de las formas procesales, y c) el de su disciplina judicial. En el
primero, que actualmente no tiene partidarios pero que existió en
el pasado, se dejaba al Juez y a las partes la facultad de fijar la manera
de proceder en el juicio. No es necesario evidenciar los males que
produciría esta solución si se aplicara hoy en día. El segundo sis­
tema es el que sigue nuestra ley procesal, que sujeta a los litigantes y
al Juez, en materia contenciosa, a un procedimiento en cierto modo
rígido, y al cumplimiento de ciertas formalidades que no pueden
cambiar, de acuerdo con lo que previene el artículo 55. En los pro­ce­
sos de jurisdicción voluntaria, el Juez está facultado para modificar la
tramitación respectiva.

El último sistema es el de la ley italiana. Consiste en autorizar al


Juez a elegir entre diversos procedimientos establecidos en la Ley
el que juzgue más conveniente en cada caso. El artículo 299 del
Código de Procedimientos del Distrito Federal autoriza al Juez para
elegir la forma escrita o la oral en la recepción de las pruebas.

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Ficha Núm. 10

Diferencias que distinguen al proceso del procedimiento

A unque con demasiada frecuencia se les identifica


—sea en la ley, en la doctrina o en la práctica—, en
realidad son cosas distintas. Entre los autores de habla española que
han precisado en qué estriba la diferencia que separa al proceso del
procedimiento, cabe citar a Jaime Guasp y a Manuel de la Plaza, que
respectivamente dicen:

Primeramente es necesario distinguir el proceso como tal del mero orden


de proceder, tramitación o procedimiento, en sentido estricto. Aunque el
primer elemento de la definición del proceso lo constituye una serie o
sucesión de actos que se desarrollan en el tiempo, no hay que creer que
el orden en que este desarrollo se produce y las normas que lo regulan

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50 Eduardo Pallares Portillo

sean el núcleo exclusivo, ni siquiera predominante, del concepto de


proceso y del derecho procesal respectivamente [I-15, Comentarios a la
Ley de Enjuiciamiento Civil].

Aunque suelan usarse como análogos estos términos, una consideración


atenta de los mismos permite distinguir el proceso como institución en
cuanto constituye un conjunto de actos que persiguen una sola finali­
dad, el procedimiento o serie sucesiva y combinada de los que han de
realizarse para lograrla. Instintivamente se percibe la diferencia, y perci­
bida, se aprecia bien cuál ha sido el fundamento en que nos apoyamos
para distinguir en la dogmática de la disciplina lo que en ella hay de
substantivo y lo que, por todas las trazas, puede reputarse formal y ritua­
rio. Y ha sido una vez más Carnelutti quien, adelantándose al reparo de
que una distinción semejante pudiera reputarse bizantina, ha hecho
ver que entre ambos conceptos media diferencia cuantitativa y cualita­
tiva que se podría establecer considerando el proceso como continuista y
el procedimiento como contenido.

Manuel de la Plaza incurre en un error de memoria al hacer esta


afirmación. La relación de continente a contenido la hace Carnelutti
al distinguir al litigio del proceso. Dice que el juicio no es sino el
litigio dentro del proceso. Véase el primer tomo de su Sistema,
donde explica esto con mucha claridad. Observa que una combi­
nación de procedimientos (los de primera y segunda instancia, por
ejemplo) puede concurrir a constituir un solo proceso. La discrimi­
nación es ya familiar para los procesalistas de la escuela italiana; así,
Zanzuchi llama la atención sobre los diversos procedimientos que se
agrupan en la parte del código italiano que se refiere al proceso
de cognición: “Lo mismo pudiera decirse con aplicación a nuestra

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Catecismo de derecho procesal civil 51

Ley de Enjuiciamientos Civiles, puesto que en ella, si existe un solo


proceso declarativo, se regulan diversos procedimientos” [1-24, Dere­
cho Procesal Civil Español].

En síntesis, para Guasp el procedimiento consiste en el orden de


proceder, en la especial tramitación que fija la ley, mientras que
el proceso es el conjunto de actos verificados en el tiempo, según
se ha definido.

Para Manuel de la Plaza, el proceso es una institución legal que


comprende diversas maneras de proceder, diversas formas de juicio.

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Ficha Núm. 11

Explique los principios rectores del proceso

S on los siguientes:

1. De economía procesal. Según el cual el proceso debe realizar su


finalidad con el menor tiempo, pérdida de energías y gastos que sea
posible (artículo 598, fracción iv).

2. De igualdad de las partes. Exige al Juez o tribunal otorguen a


las partes (actor y demandado y terceros que hayan venido al juicio) las
mismas oportunidades y medios, para que en el proceso puedan
obtener una justicia imparcial y equitativa. Este principio se encuentra
reconocido en el artículo 398, fracción iii, que previene:

53

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54 Eduardo Pallares Portillo

Los tribunales, bajo su más estricta responsabilidad, al celebrar la audien­


cia de prueba y alegatos, deben observar las siguientes reglas:

III. Mante­ner la mayor igualdad entre las partes de modo que no se


haga concesión a una de ellas sin que se haga lo mismo con otra. [Esto
último no siempre es posible porque las situaciones respectivas del actor
y del demandado son diferentes.]

3. El principio de buena fe. Esta norma exige que se considere y se


emplee el proceso como una institución establecida por el legislador
para que las partes y el Juez la utilicen como espíritu de buena fe y así
triunfen la justicia natural y la equidad. El Código Penal, en sus ar­
tículos 231 y 233, castiga el delito llamado de chicana; es una sanción
relacionada con el principio de la buena fe.

4. Principio dispositivo o de disposición. Consiste en que nadie puede


ser obligado a ejercitar una acción ni a continuar en el ejercicio de la
ya iniciada, salvo los casos previstos en el artículo 32. También queda
incluida en este principio la facultad concedida a las partes de dispo­
ner del material del pleito, o sea, de fijar las cues­tiones litigiosas
que someten a la decisión del Juez o el tribunal, de acuerdo con
lo que previenen los artículos 265 a 273. Por consecuen­cia, los tribu­
nales civiles nunca deben actuar de oficio, lo cual se ha expresado en
la doctrina por medio de la siguiente máxima: “No hay Juez sin actor”
o, lo que es lo mismo, para que un tribunal civil pueda actuar es
necesario que una persona (el actor) ejercite la acción procesal.

5. Principio del impulso procesal. Es consecuencia del anterior, con el


cual lo confunden algunos tratadistas. Consiste en que la ley encomienda

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Catecismo de derecho procesal civil 55

a las partes el impulso procesal, o sea, hacer las promociones nece­


sarias para la tramitación y conclusión del juicio. También se expresa
diciendo que los tribunales no pueden obrar de oficio, sino sólo a
peti­ción de parte. El artículo 32 previene que a nadie se le puede
obligar a continuar un juicio, excepto en los casos de la acción de jac­
tancia, de tercería, y cuando el ejercicio de una acción o excepción
depende del ejercicio de la acción de otro, a quien, desde luego, se le
puede exigir para que la deduzca, y si excitado para ello se rehusare,
se podrá hacerlo en su lugar. También son excep­ciones a este prin­
cipio las previstas en los artículos 716, 769 y 770.

6. Principio de adquisición procesal. Las pruebas rendidas en el jui­


cio no sólo aprovechan a la parte que las rin­dió sino a la contraria,
que puede servirse de ellas si así conviene a sus intereses. En general,
todas las situaciones procesales creadas durante el juicio pueden ser
aprovechadas indistintamente por los dos litigan­tes. El principio está
reconocido parcialmente por el artículo 424, que autoriza al Juez a
sentenciar de acuerdo con las pruebas rendidas, sin establecer nin­
guna diferencia respecto a quien las rindió.

7. Principio de publicidad. Consagrado en los siguientes términos:


“Las audiencias en los negocios serán públicas, exceptuán­dose las que
se refieren a divorcio, nulidad de matrimonio y las demás en que, a
juicio del tribunal, convenga que sean secretas. El acuerdo será reser­
vado”. La ley exige la publicidad para que el público ejerza una in­f luen­
cia benéfica sobre la conducta de los Jueces y Magistrados durante la
audiencia.

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56 Eduardo Pallares Portillo

8. Principio de inmediación. Exige que los Jueces reciban directa­


mente las pruebas que rindan las partes, oigan sus alegatos y, en gene­
ral, estén en contacto con ellas (artículos 60 y 398).

9. Principio de concreción de la litis. Por virtud de él se busca que las


cuestiones litigiosas se determinen con precisión y claridad; que no se
admitan otras pruebas y alegatos que los relacionados con las cues­
tiones litigiosas. No se con­siente a las partes cambiar la litis contestatio
(ar­tículos 34, 267, 268, 285 y 393).

10. Principio de adaptación. Consiste en que la tramitación y forma


de los procesos han de estar de acuerdo con las cuestiones litigiosas, de
tal manera que varíen según la importancia económica del negocio,
la naturaleza jurídica de la litis, su trascendencia social, etcétera.
De acuerdo con este principio, no debe haber una sola forma de juicio,
sino varias. El Código Federal de Procedimientos no lo respeta, al
establecer una sola forma de juicio.

11. Principio de concentración. Según este principio, deben concen­


trarse las cuestiones litigiosas para ser resueltas, todas ellas o el mayor
número posible, en la sentencia definitiva, evitando así que el curso
del procedimiento se suspenda. Para lograr este fin, la ley debe ordenar
que las cuestiones incidentales que no sean de previo y especial pro­
nunciamiento se resuelvan en el fallo definitivo.

12. Principio de congruencia. Exige que las sentencias sean con­


gruentes consigo mismas y con las cuestiones litigiosas formuladas en

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Catecismo de derecho procesal civil 57

los primeros escritos de demanda, contestación, réplica y dúplica.


La congruencia de las sentencias es interna, cuando las partes que las
constituyen no se contradicen, y externa, cuando lo decidido en
la sentencia está en consonancia con los puntos litigiosos. El prin­­ci­
pio está reconocido por el artículo 81 del Código de Procedimien­tos
Civiles.

13. Principio de controversia. El jurisconsulto alemán Gonner dio


este nombre a lo que ahora se llama principio dispositivo. En realidad
consiste en que el juicio se tramite en debate contradictorio, dando
oportunidad a las dos partes para atacar y defenderse.

14. Principio de consumación procesal. Lo hacen consistir los proce­


salistas en que los derechos y facultades procesales se extinguen una
vez que han sido ejercitados, sin que, por regla general, se permita su
ejercicio por una segunda, tercera o cuarta vez.

15. Principio de convalidación. Couture entiende por tal el princi­


pio según el cual si el acto procesal nulo no es impugnado legalmente,
queda revalidado por la aquiescencia tácita o expresa de la parte que
sufre lesión con la nulidad.

16. Principio de eficacia procesal. Este principio exige que el pro­


ceso no se produzca con perjuicio de quien se ve en la necesidad de
promoverlo para ejercitar su derecho, o de acudir a él para la defensa
de los mismos.

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58 Eduardo Pallares Portillo

17. Principio de eventualidad. Por virtud de este principio, las partes


deben ejercitar y hacer valer, en cada uno de los términos y perio­
dos del juicio, los hechos o cuestiones sobre los cuales deseen recaiga
una decisión judicial, aunque en ese momento no parezca necesario
o útil promoverla, pero en consideración de que más tarde sí lo sea,
como dicen los tratadistas, para el evento de que más tarde pueda
beneficiarlos.

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Ficha NÚM. 12

¿Qué se entiende por presupuestos procesales?

S on los requisitos para iniciar y proseguir válidamente un


proceso.

¿Cuántas clases de presupuestos procesales hay?

Dos: generales para toda clase de juicios, y especiales para determinado


número de juicios.

¿Cuáles son los generales?

1. La presentación del escrito de demanda con las formalidades de ley,


de acuerdo con el principio de que “No hay Juez sin actor”; 2. La com­

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60 Eduardo Pallares Portillo

petencia del Juez, de acuerdo con el principio de que los actos realiza­
dos por un Juez incompetente son nulos; 3. La capacidad procesal de
las partes cuando comparecen por su propio derecho, y por la debida
personalidad de las mismas cuando comparecen en nombre de
otra persona.

¿Cuáles son los presupuestos especiales en determinados juicios?

En los juicios de divorcio y de nulidad de matrimonio, será la prueba


legal del matrimonio que se trata de disolver o nulificar; en el juicio
de lanzamiento, la prueba del contrato de arrendamiento; en los jui­
cios ejecutivos, la existencia del título ejecutivo; en los juicios hipote­
carios, la prueba de la existencia de la hipoteca, excepto cuando el
juicio es constitutivo de hipoteca.

¿Qué se entiende por condiciones de acción?

Las condiciones necesarias para que el actor pueda obtener una sen­
tencia favorable, o sea, la que declare procedente la acción.

¿Cuándo deben existir las condiciones de acción?

Cuando el Juez pronuncia su sentencia; no es necesario que existan


desde que se presenta la demanda (véase Chiovenda).

¿Cuáles son las condiciones de la acción?

Que el actor tenga el derecho que pretende ejercitar en el juicio, que


el demandado sea la persona obligada a cumplir la prestación que se

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Catecismo de derecho procesal civil 61

exige en la demanda, que la obligación exigida sea lícita, y conforme


al artículo 1 del Código de Procedimientos Civiles y que el actor
tenga interés en promover el juicio. Las dos primera condiciones se
conocen en derecho con el nombre de legitimación en la causa, que
es activa cuando se trata del actor y pasiva cuando se trata del
demandado.

Tratándose de las acciones constitutivas, meramente declarativas


o preservativas, es condición de la acción la necesidad del actor de
que se constituya o declare un derecho, o que se cree una situación
de hecho que posibilite en lo futuro que el actor ejercite íntegramente
su derecho.

¿Quién está legitimado pasivamente en las acciones constituti­


vas, meramente declarativas y en las preservativas?

Está legitimada la persona que va a recibir los efectos de la constitu­


ción de un derecho, de su declaración o de la medida precautoria que
ordene la sentencia.

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Ficha Núm. 13

¿De qué manera se clasifican los juicios?

L a clasificación que en seguida se expone está tomada en


parte de los jurisconsultos clási­cos, y en parte de los
modernos. Aquéllos clasificaban los juicios y éstos los procesos.

Por razón de la cuantía. Se dividen en juicios de mayor o menor


cuantía de acuerdo con el valor pecuniario de los intereses materia
del proceso. Según las leyes vigentes, la cuantía del negocio tiene tras­
cendencia en lo relativo a la competencia de los tribunales y en parte
a la tramitación. Los Jueces de paz conocen de los litigios cuyo interés
no pase de $200.00; los menores, de los juicios cuyo interés sea mayor
de dicha cantidad y no exceda de $2,500.00; y los civiles, de esta última

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64 Eduardo Pallares Portillo

cantidad para arriba (artículos 66, 110 y 120 de la Ley Orgánica de


los Tribunales).

Por razón de la jurisdicción que conoce el proceso. Se dividen en jui­


cios del fuero militar, del fuero constitucional, del fuero civil, del
penal, del laboral y del administrativo. En algunos países, existen
además el fuero eclesiástico y el comercial

Por razón del medio adoptado para concluir el litigio. Se dividen en


juicio arbitral, que tiene lugar cuando la causa es resuelta por medio
de árbitros o arbitradores; juicio de conciliación, cuando el litigio no
concluye mediante una sentencia, sino conciliando o armonizando los
intereses en disputa, y juicio contencioso, cuando es resuelto por sen­
tencia firme dictada por los tribunales ordinarios.

Por razón de la naturaleza de la finalidad del proceso. Se clasifican en


declarativos, ejecutivos y preservativos. En los primeros se declara la
existencia de un derecho controvertido o dudoso; en los segundos,
el derecho ya está declarado, y lo que se obtiene mediante la senten­
cia es hacerlo efectivo por la ejecución. Los preservativos tienen por
objeto dictar las providencias necesarias para que en lo futuro pueda
el actor ejercer sus derechos.

Por razón del orden de proceder. Se dividen a su vez en ordinarios y


plenarios, sumarios y sumarísimos. En los dos primeros, el proceso
se desenvuelve con toda amplitud, dando a las partes términos más

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Catecismo de derecho procesal civil 65

grandes y mayores facilidades para su defensa. En los sumarios y su­


marísimos se restringen estas circunstancias en la forma que se expon­
drá al tratarlos especialmente.

Por razón de la materia litigiosa. Se dividen en posesorios y petito­


rios. En los primeros se litiga únicamente sobre la posesión, que puede
ser provisional o definitiva; en los segundos, sobre el derecho mismo
de propiedad u otro derecho real, o sobre el cumplimiento de una
obligación y el estado civil de las personas. En pocas palabras, puede
decirse que el juicio posesorio concierne a la posesión únicamente,
mientras que el petitorio apunta al derecho materia del juicio.

Por razón de la forma que predomina en el proceso. Se dividen en


juicios escritos y en orales. Más adelante se explicarán las caracterís­
ticas que los procesalistas modernos atribuyen al proceso oral.

Por razón del contenido patrimonial de las cuestiones litigiosas. Se divi­


den en juicios singulares y juicios universales. En los primeros la
materia de la litis no comprende la totalidad del patrimonio embarga­
ble del demandado, sino únicamente determinadas relaciones jurí­
dicas. En el juicio universal la materia es dicho patrimonio. Tal acon­tece
en los juicios de concurso, quiebra y sucesorios.

Por la situación que las partes tienen en el proceso. Éste puede ser
sencillo o doble. Es lo primero cuando las partes asumen, respecti­
vamente, la posición de actor y demandado, sin que ninguna de ellas
sea al mismo tiempo las dos cosas. En el juicio doble sucede lo

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66 Eduardo Pallares Portillo

contrario. Veamos algunos ejemplos: los juicios relativos a la división


de la cosa común, deslinde de los predios, partición de herencia.
En estos procesos cada una de las partes es al mismo tiempo actor y
demandante. Lo mismo sucede en los de quiebra y concurso.

Por razón de los poderes jurisdiccionales de que goza el Juez al pronun­


ciar sus sentencias. En este caso los procesos pueden ser jurisdicciona­
les, dispositivos, de equidad y determinativos. Son jurisdiccionales
cuando el Juez debe pronunciar sentencia, de acuerdo con la ley apli­
cable al caso; de equidad si la sentencia se funda en la equidad, y
dispositivos cuando el Juez crea la norma para decidir el caso contro­
vertido. El artículo 14 constitucional y el 21 del Código Civil autori­
zan esta clase de procesos, aunque la clasificación de que se trata
concierne más bien a las sentencias. En las de equidad la sentencia se
funda en ésta. Son juicios determinativos aquellos que resuelven
cuestiones de hecho y no de derecho propiamente. La sentencia que
en ellas se pronuncia determina cómo ha de ejercitarse un derecho
y no recae sobre la existencia misma del derecho. Un ejemplo serían
los juicios sumarísimos a que se refiere el artículo 430 fracción xvii.

Por razón de los intereses que son materia del proceso. Éste puede ser
singular o colectivo, según afecte a una o varias personas consideradas
en singular o, por lo contrario, a toda una colectividad. La clasifica­
ción tiene importancia sobre todo en materia laboral.

Por la especial naturaleza de las cuestiones litigiosas. Los juicios pueden


ser ordinarios y especiales. El juicio ordinario es el que ha establecido

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Catecismo de derecho procesal civil 67

el legislador a fin de resolver en él las cuestiones que no exigen un


procedimiento, por decirlo así, extraordinario. En el especial sucede
lo contrario. Según Manuel de la Plaza, esta clasifica­ción trae con­
sigo diferencias en el orden del tribunal competente que debe conocer
de los juicios especiales, pero tal cosa no sucede siempre en nues­
tra legislación. Como juicios especiales pueden señalarse los de
desahucio, divorcio voluntario, hipotecario, de concurso, de quie­bra
y los sucesorios.

Los jurisconsultos insisten en una clasificación tripartita: proce­


sos de cognición, de ejecución y preventivos o cautelares. Los primeros,
que equivalen a los declarativos de los autores clásicos, tienen por
objeto declarar un derecho dudoso o controvertido y suponen el pleno
conocimiento de la cuestión litigiosa; los segundos equivalen a los
juicios ejecutivos ya mencionados, y los últimos tienen como fin en
no declarar o hacer efectivo un derecho, sino mantener o constituir
determinada situación de hecho para que el dueño de una cosa o el
titular de un derecho pueda en lo futuro recuperar aquélla o hacer
efectivo su derecho. Los procesos cautelares o preventivos son las pro­
videncias precautorias y los interdictos, así como algunos de los
medios preparatorios que nuestro Código consagra, según se expli­
cará oportunamente.

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Ficha Núm. 14

Explique el concepto tradicional de la acción

L
Doce Tablas.
a acción procesal tiene un origen remotísimo. Existió en
Roma desde los tiempos primitivos de la Ley de las

Distinguen los historiadores tres periodos: el de las accio­nes de


la ley, el del sistema formulario y el del procedimiento extraordina­
rio. La primera etapa se prolongó hasta la expedición de la Ley Aebutia
y las dos leyes Julia, cuya fecha de expedición se ignora.

Las acciones de la ley. En el primer periodo, la acción procesal


consistía en llevar a cabo ciertas formalidades, pronunciar palabras

69

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70 Eduardo Pallares Portillo

solemnes, e incluso hacer determinadas pantomimas, sin las cuales


no era posible obtener justicia, al extremo de que en las Institutas de
Gayo se lee que el propietario de unas vides cortadas por el deman­
dado exigió el pago de los daños y perjuicios, pero cometió el error de
usar en su demanda la palabra vides en lugar de la palabra árboles,
que debió de haber empleado, por orden de la Ley de las Doce
Tablas. Este error fue bastante para que perdiera el litigio. La acción
procesal era entonces menos un derecho que una manera de proce­
der ante el Magistrado para obtener justicia.

Cinco eran las acciones de la Ley: la acción por sacramento, la judicis


postulatio, la pignoris capio y la condictio.

La manus iniectio y la pignoris capio correspondían a lo que ahora


llamamos procedimientos de ejecución o vía de apremio. Poco se sabe
en realidad de la judicis postulatio y de la condictio. La más conocida es
la acción por sacramento, cuyos procedimientos pueden utilizarse para
describir la especial fisionomía que tuvo enton­ces la acción procesal.

En los primeros tiempos de Roma, dice un historiador, cada uno de los


litigantes debía, ante todo, depositar entre las manos del pontífice una
cierta suma de dinero. Esta suma se llamaba sacramentum, porque el
dinero consignado por la parte que perdía se confiscaba y se empleaba
en los gastos del culto religioso, ad sacra publica. Así, al rigor de per­
der el litigio se agregaba el de perder el sacramento.

Más tarde, este depósito en especie se transformó en una simple


garantía.

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Catecismo de derecho procesal civil 71

Cuando la acción por sacramento tenía por objeto reivindicar un bien


mueble, se pronunciaba y se llevaban a cabo los siguientes actos y pala­
bras que dan a conocer las Institutas de Gayo:

El que reivindicaba (el bien mueble) tenía una varita en la mano; en


seguida tomaba el objeto litigioso, por ejemplo, el esclavo, y decía: “afirmo
que este hombre es mío, según el derecho de los quirites, por su propia
causa, tal como lo he dicho. Tú lo ves, pongo sobre él la vindicta”.
Y, al mismo tiempo, ponía la varita sobre el esclavo. El adversario, por
su parte, pronunciaba las mismas palabras y hacía los mismos actos.
Cuando tanto uno como el otro habían reivindicado, el pretor decía:
“Soltad los dos a ese hombre”. Los litigantes lo soltaban y el que
había reivindicado primero en seguida le preguntaba al otro: “Te pido
que me digas por qué causa has reivindicado”. Aquél respondía: “He cum­
plido el derecho, así como puse la vindicta”. En seguida, el que había
reivindicado primero replicaba: “Considerando que has reivindicado
injustamente, te provoco por un sacramento de 500 ases de bronce”; el
adversario decía a su vez: “Te provoco igualmente, etcétera”.

Después de esto, el Magistrado otorgaba a alguno de los litigan­


tes la posesión provisional del bien reivindicado, y la acción llegaba a
su fin con la solicitud que hacían las partes del nombramiento de un
Juez que decidiera el pleito.

Aunque no en su totalidad, el sistema de las acciones de la ley


fue suprimido por las mencionadas leyes Julia y Aebutia. En lugar de
él se estableció el procedimiento formulario, cuyos caracteres princi­
pales son los siguientes:

a) Las partes no estaban obligadas, cuando exponían sus preten­


siones, a usar determinadas frases sacramentales, ni a realizar panto­

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72 Eduardo Pallares Portillo

mimas de ningún género como en el sistema precedente. Empleaban


el lenguaje vulgar.

b) Por regla general, se distinguían dos periodos: el primero, ante


el Magistrado (pretor), se llamaba in jure; el segundo, ante el Juez o el
jurado, tenía el nombre de in judicium.

c) En el primero se formulaba la litis. El actor exponía su demanda


y el demandado su contestación. Las dos partes pedían al Magistrado
el nombramiento de un Juez o de un jurado que decidiera el litigio.

d) Se concluía el procedimiento in jure con la parte más impor­tante


del mismo, que consistía en que el Magistrado entregaba al actor la
fórmula (acción). Lo que caracteriza el procedimiento formulario,
dice Bonjean, no es tanto enviar el negocio a un jurado —lo que tam­
bién sucedía en la sistema precedente—, sino la redacción de la fórmula
o instrucción escrita, que era una especie de sentencia interlocutoria
por la cual el pretor determinaba las cuestiones que el jurado tenía que
resolver y el poder de condenar o absolver, según le pareciese que dichas
cuestiones deberían ser resueltas afirmativa o negativamente. En la
fórmula se nombraba al Juez o se designaban a los jurados. Los preto­
res dieron mucha importancia a la redacción de la fórmula y para
mejor llevarla a cabo, consultaban a los más notables jurisconsultos.

El procedimiento formulado estaba constituido por las siguientes


partes y otras accesorias que no siempre figuraban en ella: la demostratio,

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Catecismo de derecho procesal civil 73

la adjudicatio y la condemnatio. La demostratio contenía la exposición de


los hechos que motivaban el litigio; la intentio, lo que el actor exigía
al demandado; la adjudicatio, la facultad concedida al Juez o al jurado
para que pudiesen adjudicar el bien litigioso a alguna de las partes.
Finalmente, por la condemnatio, se autorizaba al Juez a condenar al
demandado.

Las fórmulas estaban escritas en un libro llamado Álbum y eran


dadas a la publicidad.

Al sistema formulario corresponde, en realidad, la conocida defi­


nición de Celso según la cual la acción es “el derecho de perseguir en
juicio lo que nos es debido” (Jus persecuendi in judicio quod sibi debeatur)
El jurisconsulto Ortolán dice a este respecto:

La acción significa en este sistema [en el formulario] el derecho conce­


dido por el Magistrado al actor para perseguir delante de un Juez lo que le
es debido, o bien se designa con esa palabra la fórmula que se entregaba
y por la cual se confería ese derecho. El fin, por una figura del lenguaje,
que toma el afecto por la causa, se aplica a la fórmula [y, por consecuen­
cia, a la acción] el nombre de judicium, es decir, de la instancia judicial
que organiza. De esta manera, las tres palabras: actio, fórmula, judicium,
eran frecuentemente usadas como sinónimos en el sistema formulario.

Hay que subrayar la circunstancia de que en ese sistema el dere­


cho de perseguir en juicio a una persona no existía como ahora por
ministerio de ley, sino que únicamente nacía cuando el pretor entre­
gaba al actor la consabida fórmula. La acción consistía en ésta y tam­
bién en el mencionado derecho.

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74 Eduardo Pallares Portillo

Junto al procedimiento formulario existía el extraordi­nario, en


el cual el pretor no enviaba a las partes ante el Juez para que éste de­
cidiera el litigio, sino que él mismo sentenciaba. Esta última modali­
dad acabó por triunfar sobre la anterior, que fue suprimida por
Dioclesiano en el año de 204 mediante una Constitución. Las Institutas
de Justiniano reprodujeron la definición de Celso, que imperó en las
enseñanzas del derecho procesal como un concepto clásico, inspira­
dor de muchas leyes. Se agregó a ella la siguiente frase: “o lo que nos
pertenece” para que comprendiera tanto los derechos personales como
los reales, quedando por tanto en los siguien­tes términos: “La acción
es el derecho de perseguir en juicio lo que nos es debido o lo que nos
pertenece”, pero con un significado dis­tinto del que tuvo en el perio­
do formulario, según queda expuesto. En el derecho de Justiniano, la
acción deja de ser una fórmula para con­vertirse en el derecho dima­
nado de la ley, y no de la potestad del Magistrado que tiene el actor
para obtener en juicio lo que el deman­dado le debe o la restitución
de la cosa que le pertenece. Este concepto tiene las siguientes notas
esenciales:

a) La acción de un derecho del actor contra el demandado y no


una actividad jurídica para poner en actividad al órgano judicial.

b) Está vinculado estrechamente con el derecho subjetivo que


se hace valer en el juicio; si éste falta, la acción debe decla­rarse impro­
cedente. La vinculación es tan íntima que algunos juris­cons­ultos
opinan que la acción procesal es ese mismo derecho subjetivo que
pasa al estado dinámico cuando es violado o desconocido. Otros

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Catecismo de derecho procesal civil 75

sostienen que es derecho distinto que presupone necesariamente al


sustancial subjetivo, y que se origina por la violación o descono­
cimiento de este último. Importa advertir que el Corpus Juris de Justi­
niano, en los capítulos relativos a las numerosas acciones procesales
que entonces existían, contiene normas de derecho sustantivo y deter­
minan los derechos y obligaciones que derivan de los contratos, los
cuasicontratos, los delitos, los cuasidelitos o la ley, lo que pone de
manifiesto hasta qué punto las acciones procesales se identificaban
con esos derechos.

c) La acción entonces era un derecho privado, por lo cual los


jurisconsultos califican la doctrina que a ella concierne como doctrina
privatística. El Código de Procedimientos Civiles de 1884 retoma
la definición de Celso en los siguientes términos: “Se llama acción el
medio de hacer valer ante los tribunales los derechos establecidos por
la ley” (artículo 1).

El código actual continúa fiel a esa tradición, porque todos los


conceptos que enuncia en relación con las acciones, como los rela­­
tivos a sus nombres, clasificación, duración, acumulación, etcétera,
están tomados de las doctrinas romanas y canónicas y de las que
pudiera llamarse clásicas, de suyo privatísticas.

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Ficha Núm. 15

Explique el concepto moderno de acción procesal

E l concepto moderno de la acción procesal comenzó a for­


marse en el año de 1855, cuando Wincheid publicó su mo­
nografía sobre el derecho romano, y más tarde Wach dio a cono­cer su
Manual. Desde entonces, y luego de una gestación penosa en la que
han abundado las definiciones, las polémicas y los argumentos en pro
y en contra, los jurisconsultos modernos, si bien no se han puesto de
acuerdo sobre la naturaleza jurídica de la acción procesal, lo están en
que no es un derecho de naturaleza privada que el actor tenga con­
tra el demandado, ni menos en que se identifique, o mantenga
una estrecha vinculación con el derecho sustantivo materia del juicio.
El concepto moderno de la acción procesal se distingue del tradi­
cional por las siguientes notas:

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78 Eduardo Pallares Portillo

1. Se concibe a la acción como una institución de derecho


público.

2. Se niega terminantemente que se identifique con el derecho


que pretende tener el actor al presentar su demanda.

3. Es derecho autónomo que existe independientemente de los


derechos litigiosos, y está sujeto a normas que le son propias.

4. No hay varias acciones procesales, como en el derecho romano,


sino una sola que es concebida como derecho general y abstracto.

5. El sujeto pasivo de la acción no es el demandado. Según unos


jurisconsultos, es el Estado; según otros, los funcionarios judiciales,
pero todos están de acuerdo en que la acción no se dirige contra el
demandado, aunque sobre él repercutan los efectos.

6. Es una institución de carácter público que tiene sus fundamen­


tos en la Constitución. Entre nosotros, de modo especial en el artículo
17 de esa ley. El contenido de ese derecho consiste en obtener de
los tribunales que impartan justicia.

Respecto de las definiciones y naturaleza íntima del derecho de


acción, son tantas aquéllas y tantas también las doctrinas que se han
elaborado en torno a este problema, que es imposible mencionar­­
las todas aunque sea someramente. Tan sólo vamos a referirnos
a las más importantes.

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Catecismo de derecho procesal civil 79

1. Para Carnelutti la acción es un “derecho público subjetivo,


que tiene el ciudadano como ciudadano para obtener del Estado la
composición de un litigio”, y también “un derecho público subjetivo
para obtener el procedimiento judicial general, pero no para obtener
una sentencia justa”.

2. Chiovenda: “El poder jurídico de dar vida a la condición para


la actuación de la ley”. Vincula el concepto de acción al concepto de
derecho potestativo de naturaleza distinta del derecho subjetivo.

3. Según Ugo Rocco “el derecho de acción” es un derecho sub­


jetivo del individuo contra el Estado, y sólo para con el Estado, que
tiene como contenido sustancial el interés abstracto a la intervención
del Estado para la eliminación de los obstáculos que la incertidum­
bre de la observancia de la norma jurídica aplicable en el caso con­
creto puede oponer a la realización de los intereses privados”.

4. Según Bulow, la acción es el derecho a obtener una sentencia


justa que sólo nace con la demanda.

5. Mortara: “El derecho a provocar el ejercicio de la autoridad


jurisdiccional”.

6. Menéndez Pidal: “Es el derecho público potestativo en virtud


del cual la persona puede dirigirse a los tribunales de justicia para
obtener una declaración jurisdiccional, que implique generalmente
respecto de otra persona la constitución, declaración o condena
sobre relaciones jurídicas”.

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80 Eduardo Pallares Portillo

7. Guasp sostiene que el derecho de acción es un concepto extra­


procesal que debe ser sustituido por el concepto de pretensión, que es
netamente procesal. Define la pretensión en los siguientes térmi­
nos: declaración de voluntad en la que se solicita una actuación del
órgano judicial frente a persona determinada.

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Ficha Núm. 16

¿Qué se entiende por instancia?

L a palabra instancia tiene dos acepciones, una general, con


la cual se expresa cualquier petición, solicitud o demanda
a la autoridad, y otra restringida, que quiere decir el ejer­c icio de
la acción judicial desde la demanda hasta la sentencia defi­ni­tiva, en
los diversos periodos del juicio. Estos periodos también son instan­
cia, primera y segunda instancia.

Como se ve, la instancia es la acción que se ejercita, por lo cual


ni el recurso de casa­ción ni el juicio de amparo dan lugar a nuevas
instancias, ya que en ellos se inicia el ejercicio de una nueva acción.

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82 Eduardo Pallares Portillo

La primera instancia se sigue ante el Juez inferior, la segunda ante el


tribunal de apelación. También ha habido más de dos instancias.

¿Qué se entiende por caducidad de la instancia?

Su extinción hasta donde haya corrido, causada por la inactividad


procesal de las partes.

¿Qué principios rigen la caducidad de la instancia?

Rigen respecto de la caducidad estos principios:

1. El legislador la ha establecido basándose en la presunción


racional de que las partes que no promueven nada en un juicio durante
determinado tiempo demuestran con ello que carecen de interés en
la subsistencia del proceso y, por tanto, debe considerarse como con­
cluido, más aún, como inexistente.

2. Dicha presunción se intensifica a medida que el tiempo pasa


y se agrega a ella un motivo de carácter social que justifica la caduci­
dad. Es perjudicial para la sociedad y los individuos que los litigios
queden sin resolverse indefinidamente, porque esta situación pro­
duce un estado de incertidumbre respecto a los dere­chos controverti­
dos, entre los cuales puede figurar el de propiedad, incertidumbre
que no sólo daña a las partes sino también a los terceros que contra­
tan con ellas. El comercio jurídico se ve afectado, directa o indirecta­
mente, por esa situación de indefinida legalidad.

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Catecismo de derecho procesal civil 83

3. La caducidad extingue el proceso de manera distinta de como


lo hace la sentencia, la transacción, los convenios judiciales o la conci­
liación. Estas últimas no se retrotraen en sus efectos en relación con
los actos procesales realizados con anterioridad a ellas. No los nulifi­
can, teniendo por no existentes las consecuencias procesales que de
los mismos actos dimanan, al menos por regla general. Pongamos por
ejemplo la sentencia definitiva: lejos de nulificar las actuaciones que
la preceden, se funda en ellas y las presu­pone, al extremo de que no
puede existir sin el presupuesto de que existan legalmente. Así,
no puede haber una sentencia sin demanda, o cuando la cuestión
controvertida se refiere a hechos, sin pruebas no puede tener lugar.
La caducidad opera diferentemente. Al retrotraerse en sus efectos,
por lo menos parcialmente, según establecen la mayo­ría de las legisla­
ciones, tiene por no existente lo actuado en el juicio y como nulos
los efectos procesales de dichas actuaciones.

4. La caducidad puede ser declarada de oficio por el Juez; una


vez que se han verificado las condiciones para que se produzca, la
instancia no resucita porque alguna de las partes promueva algo con
la intención de dar nueva vida al proceso. Según dicen los jurisconsul­
tos, opera por ministerio de ley y no por voluntad de las partes.

5. La caducidad recibe también el nombre de sobreseimiento.

6. La caducidad es a la instancia lo que la prescripción a las accio­


nes y derechos que se controvierten en el juicio. En nuestros tribu­
nales se ha sostenido la tesis errónea de querer aplicar a la instancia

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84 Eduardo Pallares Portillo

los preceptos del Código Civil relativos a la prescripción de las obli­


gaciones civiles, sin tener en cuenta que ella tan sólo concierne a
dichas obligaciones y que no hay nada más disparatado que identifi­
car la instancia con una obligación civil.

7. A pesar de la caducidad, se consideran existentes y eficaces las


actuaciones relativas a las pruebas; la legislación italiana ordena que
también subsistan y puedan hacerse valer en otro juicio las sentencias
interlocutorias.

8. La caducidad únicamente se origina por la inactividad total de


las partes, y cuando sea voluntaria. Si aquéllas dejan de promover
el juicio por fuerza mayor (guerra civil o exterior, inundaciones, terre­
motos, etcétera) no ha lugar a la caducidad.

9. Puede referirse a toda la instancia o sólo a un recurso. En el


primer caso el proceso se extingue; en el segundo, únicamente las
actuaciones relativas al recurso en el que se dejó de promover. Por
consecuencia, subsiste la sentencia o resolución recurrida con el carác­
ter de firme e irrevocable.

10. El Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal


no admite la caducidad como institución aplicable a todos los juicios,
pero ésta existe en las legislaciones de los estados y en el Código
Federal de Procedimientos Civiles, cuyos artículos relativos merecen
ser transcritos como ilustración de las doctrinas anteriores:

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Catecismo de derecho procesal civil 85

Artículo 373, fracción iv, que dice:

El proceso caduca en los siguientes casos: […] iv. Fuera de los casos
previstos en los dos artículos precedentes, cuando cualquiera que sea el
estado del procedimiento, no se haya efectuado ningún acto procesal
ni promoción durante un término mayor de un año, así sea con el solo
fin de pedir el dictado de la resolución pendiente.

Artículo 375 párrafos ii, iii, iv:

En el caso de la fracción iv del mismo artículo, la caducidad operará de


pleno derecho, sin necesidad de declaración, por el simple transcurso
del término indicado.

En cualquier caso en que hubiere caducado un proceso, se hará la decla­


ración de oficio, por el tribunal, o a petición de cualquiera de las partes.

La resolución que se dicte es apelable en ambos efectos.

Cuando la caducidad se opere en la segunda instancia, habiendo sen­


tencia de fondo de la primera, causará ésta ejecutoria.

Artículo 378:

La caducidad, en los casos de las fracciones ii y iv, tiene por efecto


anular todos los actos procesales verificados y sus consecuencias; enten­
diéndose como no presentada la demanda, y en cualquier futuro sobre
la misma controversia, no puede invocarse lo actuado en el proceso
caduco.

Esta caducidad no influye, en forma alguna, sobre las relaciones de dere­


cho existentes entre las partes que hayan intervenido en el proceso.

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Ficha NÚM. 17

¿Cómo clasificaron los jurisconsultos clásicos las acciones?

L os jurisconsultos clásicos formularon la siguiente clasi-


ficación:

1. Acciones personales. Son aquellas en las que se ejercita un dere­


cho personal del que el actor pretende ser titular. Su número es
indefinido, por serlo también el de los derechos personales.

2. Acciones reales. Se han establecido para ejercitar mediante ellas


un derecho real. A diferencia de las anteriores, son limitadas en
número porque lo mismo sucede con los derechos reales correlativos.
El Código vigente autoriza las siguientes: la reivindicatoria, la confe­

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88 Eduardo Pallares Portillo

soria, la negatoria, la hipotecaria, la de petición de herencia, la pren­


daria, la usufructuaria, la relativa al derecho real de habitación y la
concerniente al derecho real de uso.

3. Acciones mixtas. Pensaban los jurisconsultos que existen accio­


nes que al mismo tiempo son reales y personales, e incluían en este
grupo a la conmuni dividendo, familiae erciscundae, fiunium regundorun, o
sea, la que otorga la ley para dividir una copropiedad, la concerniente
a la partición del patrimonio familiar, y la llamada de apeo o des­linde.
Los tratadistas modernos niegan la existencia de acciones mixtas, y
explican la naturaleza de las que se han mencionado diciendo que en
realidad no consisten en una sola acción, sino en dos que se ejer­
citan conjuntamente, y de la cual una es personal y la otra real.
Chiovenda afirma que dichas acciones son verdaderos derechos
potestativos.

4. Acciones posesorias. Son las que tutelan la posesión, ya interina


o definitiva, de las cosas materiales, e incluso de algunos derechos
personales. Se subdividen en acciones plenarias de posesión y acciones
sumarias de posesión. Las primeras se ventilan en juicio plenario, o lo
que es igual, en juicio ordinario, y mediante ellas se discute el derecho
a la posesión definitiva. Las segundas dan lugar a un juicio sumario y
únicamente tienen por objeto la tutela de la posesión provisional;
toman el nombre de interdictos.

5. Acciones petitorias. Tienen por objeto proteger el derecho de


propiedad y no la mera posesión. Se ventilan en juicio ordinario, y el

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Catecismo de derecho procesal civil 89

tipo de ellas es la acción reivindicatoria. También tienen el nombre


de acciones petitorias las relativas a los derechos reales sobre las cosas.
En su acepción más amplia, comprenden todas las acciones que no
sean relativas a la posesión sino al derecho mismo.

6. Acciones mancomunadas. Las que corresponden a los acreedores


mancomunados o que se dan contra deudores mancomunados.

7. Acciones universales. Son aquellas que se refieren a la totalidad


del patrimonio de una persona y no sólo a determinados bienes de la
misma. La acción de petición de herencia es una de ellas.

8. Acciones singulares. Las contrarias a las anteriores.

9. Acciones principales. Son aquellas en las que se exige el cum­


plimiento de la obligación principal. Se oponen a las accesorias, que
tienen por objeto demandar el pago de las obligaciones que tengan
ese carácter, como los réditos, frutos, daños y perjuicios. La acción
principal puede existir sin la accesoria, pero no ésta sin aquélla, ya
que la presupone.

10. Acciones contrarias. Son las que pueden ser improcedentes


“pero nunca procedentes”, al mismo tiempo.

11. Acciones contradictorias. Se caracterizan porque si una de las


acciones es procedente la otra tiene que ser necesariamente improce­

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90 Eduardo Pallares Portillo

dente. Se distinguen de las anteriores porque no pueden ser al mismo


tiempo ni procedentes ni improcedentes.

12. Acciones subsidiarias. Las que se hacen valer eventualmente


para que el Juez las tenga en cuenta, sólo en el caso de que declare
improcedente la que se ejercite como principal.

13. Acciones prejudiciales. Son aquellas de las cuales depende la


procedencia de otras, de tal manera que estas últimas no deben ejer­
citarse sino después de que aquéllas sean declaradas procedentes. En el
derecho romano, las acciones del estado civil tenían este carácter.
Nuestro Código prohíbe que se acumulen en una misma demanda;
así, las acciones prejudiciales son las que ellas prejuzgan.

14. Acciones del estado civil. Se refiere a ellas el artículo 24, que dice:

Las acciones de estado civil tienen por objeto las cuestiones rela­tivas al
nacimiento, defunción, matrimonio o nulidad de éste, filiación, recono­
cimiento, emancipación, tutela, adopción, divorcio y ausencia; o atacar
el contenido de las constancias del Registro Civil para que se anulen o
rectifiquen. Las decisiones judiciales recaídas en el ejercicio de acciones
de estado civil perjudican aun a los que no litigaron.

Las acciones de estado civil fundadas en la posesión de estado, produci­


rán el efecto de que se ampare o restituya a quien la disfrute contra
cualquier perturbador.

15. Acciones mobiliarias. Son las concernientes a bienes muebles,


mientras que las inmobiliarias se refieren a inmuebles.

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Catecismo de derecho procesal civil 91

16. Acciones prescriptibles e imprescriptibles. Según se extingan o no


por prescripción.

17. Acciones populares. Son las que pueden ser ejercitadas por
cualquier miembro de la comunidad.

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Ficha Núm. 18

¿De qué manera clasifican los jurisconsultos modernos las


acciones?

L os jurisconsultos modernos las clasifican de la siguien­


te manera: declarativas, determinativas, de condena y
preservativas.

Acción declarativa. Goldschmidt, en su voluminoso tratado de


procedimientos civiles, define la acción declarativa de la siguiente
manera: “La acción declarativa tiene por objeto la declaración de la
existencia o inexistencia de una relación jurídica o de la autenticidad
o falsedad de un documento”.

La teoría de Chiovenda sobre la declarativa es la siguiente:

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94 Eduardo Pallares Portillo

a) Cuando la acción tiende a una sentencia de mera declaración


llámase acción de declaración.

b) El resultado de la acción declarativa consiste en hacer cierto el


derecho, y no en exigir del demandado una prestación determinada.

c) En el derecho romano las acciones prejudiciales, a las que fal­


taba la intención, eran declarativas.

d) El derecho italiano medieval conoció las acciones declarativas


en los llamados juicios de jactancias o difamación.

e) La naturaleza jurídica intrínseca de la acción declarativa es


muy difícil de explicar si se considera “la acción como elemento de
otro derecho o como el derecho [subjetivo] en su tendencia a la actua­
ción. En cambio, se entiende y se explica fácilmente cuando se consi­
dera la acción como el derecho a obtener la tutela del Estado o como
un poder jurídico mediante el cual se obtiene la actuación de la ley”.

Tanto Chiovenda como Goldschmidt determinan las condicio­


nes de la acción declarativa. El primero señala:

a) La voluntad de la ley que ha de declararse. Si no existe precep­


to legal aplicable al caso, que funde el derecho que va a declararse,
o la inexistencia del derecho que se pretende que existe [en los casos
en los que el demandado sostiene que no existe el derecho del actor],
la acción no es posible.

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Catecismo de derecho procesal civil 95

b) La facultad de promover la acción. Tiene esa facultad la per­


sona que recibe perjuicio porque la voluntad de la ley no sea
declarada.

c) El interés en obrar para evitar el perjuicio que consiste, preci­


samente, en la incertidumbre del derecho, que presupone la acción
declarativa, incertidumbre que ha de ser objetiva, no subjetiva, es decir,
no ha de consistir en un estado mental de duda de quien ejercita la
acción respecto a la existencia o inexistencia de su derecho, sino
en el hecho real de no estar definido este derecho. El contenido de
la sentencia meramente declarativa se reduce a la declaración de la
existencia o inexistencia del derecho controvertido. No hay en ellas
condenación. Con más brevedad se puede definir la acción meramente
declarativa como aquella que tiene por objeto obtener una sentencia
meramente declarativa.

Acción constitutiva. Goldschmidt la define como aquella que tiene


por finalidad obtener la constitución, modificación o extinción de
una relación de derecho.

La teoría de Chiovenda sobre la acción constitutiva se funda en


el concepto de sentencia constitutiva, ya que aquélla es la acción que
tiene por objeto obtener una sentencia constitutiva, y expone acerca
de ésta lo siguiente:

1. Incluso en tiempos anteriores se admitió la existencia de sen­


tencias constitutivas como figuras anormales del derecho procesal.

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96 Eduardo Pallares Portillo

2. La teoría de las sentencias constitutivas se inició en Alemania,


con Wach, a quien siguieron Schmidt, Langheineken y, sobre todo,
Hellwig. En Italia, el propio Chiovenda fue el primero que expuso
una doctrina sistemática de esta materia, y su labor fue secundada por
Scialoja, Diana, Montara, Rocco y algunos más.

Lo esencial (en la sentencia constitutiva) es que produce un estado


jurídico que antes de ella no existía. Producir ese nuevo estado es lo
característico de esa clase de sentencia. También existen o modifican
un estado preexistente.

La sentencia constitutiva, como todas las demás, actúa mediante


la declaración de una voluntad de la ley. Se distingue de las demás
porque en ella la ley condiciona el cambio del estado jurídico a la
declaración misma contenida en la sentencia, de tal manera que sin
esta declaración no se produce el cambio en las relaciones de dere­
cho. La declaración de la sentencia es la causa generadora del nuevo
estado de derecho.

El carácter generador de las sentencias constitutivas se pone de


manifiesto en el siguiente ejemplo. Una sociedad civil o mercantil
puede disolverse, cuando es por tiempo indefinido, si así lo solicita
uno de los socios en los términos estipulados en el contrato social.
El socio puede entonces ejercitar una acción declarativa para el efecto
de que se reconozca que la sociedad ha quedado disuelta porque él
hizo uso del derecho que le otorga el pacto social. Puede suponerse
que en una sociedad sujeta a plazo el socio demande la disolución de

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Catecismo de derecho procesal civil 97

la sociedad por violación del contrato social. En este caso, la acción


que ejercita y la sentencia que obtiene no son declarativas sino consti­
tutivas, porque en virtud tanto de la acción como de la sentencia se
crea un nuevo estado de derecho.

Una especie de las sentencias propiamente constitutivas son


las que el jurisconsulto Kich denomina determinativas, es decir, aquellas
que determinan o modifican únicamente el contenido de una relación
jurídica preexistente, o un elemento de ese contenido.

Acciones de condena. Goldschmidt define la acción de condena de


la siguiente manera: “La acción de condena persigue la obtención
de una sentencia que condene al demandado a realizar determinada
prestación a favor del demandante, y, en algunos casos, a permitir la
ejecución forzada”.

De acuerdo con esta definición, hay dos clases de acción de con­


dena. Unas tienen por objeto obtener una sentencia que condene
al demandado a cumplir determinada prestación: son las acciones
ordinarias de condena. Otras tienen por objeto llevar a cabo una eje­
cución judicial a efecto de obligar al demandado a cumplir una pres­
tación; son las acciones ejecutivas de condena. Existen en nuestro
derecho estas dos clases de acciones, y las dos presuponen: a) un dere­
cho preexistente a favor del actor; b) que ese derecho confiera una
facultad de exigir al demandado el cumplimiento de una prestación;
c) que el demandado se niegue a ejecutar la prestación.

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98 Eduardo Pallares Portillo

Cuando el derecho del actor no consta en título ejecutivo, la


acción de condena es ordinaria o sumaria, según los casos. Si consta
en título ejecutivo, es ejecutiva, y tiene por objeto principal obtener
una ejecución forzosa contra el demandado.

La acción de condena puede referirse a tres clases de prestacio­


nes: de dar, de hacer y de no hacer.

La mayor parte de las disposiciones del Código de Procedimiento


relativas a las acciones se refieren a las de condena, como si éstas fue­
sen las únicas que existieran en nuestro derecho; sin embargo, el ar­
tículo 1 autoriza el ejercicio de acciones declarativas, constitutivas y
preservativas.

Para que la acción de condena exista, es necesario que el actor


tenga un interés; pero en este caso el interés se identifica con el dere­
cho que se ejercita, o mejor dicho, nace necesariamente de la vio­
lación de este derecho. Chiovenda dice a este respecto: “El interés de
conseguir, mediante los órganos públicos, el bien que debería conse­
guirse con la prestación del obligado, consiste precisamente en la falta
de prestación por parte de éste”.

Acciones de preservación. El artículo 1 del Código dice que la


acción puede tener por objeto preservar un derecho, de donde se
infiere que hay acciones preservativas. Chiovenda se refiere a ellas
cuando dice:

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Catecismo de derecho procesal civil 99

Categoría de acciones. 3. Acciones que tienden a la actuación de la ley


por medios de previsión o de cautela (acciones de seguridad, de garan­
tía). Cuando la ley nos garantiza un bien, imponiendo a otros una pres­
tación, no se consigue prácticamente aquel bien si el obligado no presta
espontáneamente lo que debe o si los órganos jurisdiccionales con
medida de ejecución forzosa no nos proporcionan una realidad corres­
pondiente al bien que nos es debido”.

Ahora bien, puede suceder que falte la declaración convencional y que


no se tenga aún la autoritaria por falta de acción o del tiempo necesario
para tenerla; y que por lo tanto se presenten circunstancias tales que, en
todo o en parte, impidan o hagan más difícil o gravosa la consecución
del bien que resultase garantizado por la ley, si desde luego no se provee
a evitar el peligro. Puede suceder aún que se tenga una declaración de la
voluntad de la ley, pero durante el tiempo necesario para la ejecución se
presente el temor del daño: en este caso puede remediarse, o apurando
la ejecución durante los límites consentidos por la ley, o mediante otras
resoluciones. Estas medidas especiales determinadas por el peligro o la
urgencia se llaman medidas de seguridad o de cautela, porque surgen
antes de que sea declarada la voluntad de la ley que nos garantiza un
bien o antes de que sea realizada la actuación para garantía de su futura
actuación práctica, y son distintas según la diversa naturaleza del bien
a que se aspira [pp. 73 y 260].

De lo expuesto se infiere que las acciones de seguridad o garantía


de Chiovenda corresponden a las providencias precautorias, que son
medidas judiciales que tienen por objeto evitar que el demandado se
ausente del lugar del juicio u oculte o dilapide sus bienes, en perjui­­
cio de sus acreedores.

Las providencias precautorias tienen el carácter de provisionales


y presuponen el ejercicio de una acción, sea antes o después de que se

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100 Eduardo Pallares Portillo

lleven a cabo, pero no se dictan como resultado del ejercicio de la


acción, sino mediante procedimientos especiales tendientes a conse­
guir los dos fines susodichos.

Fundándonos en lo anterior, podemos sostener que las acciones


preservativas de que habla el artículo 10 pueden entenderse de dos
maneras diferentes: como las entiende Chiovenda, y entonces son la
misma cosa que las providencias precautorias de arraigo y aseguramiento
de bienes, o bien, como acciones que tienden a preservar un derecho,
cosa diversa de las precautorias.

En efecto, hay una gran diferencia entre preservar un derecho y


asegurar determinados bienes, o la persona del demandado. Esto
último se obtiene con las providencias precautorias. Nuestra legisla­
ción admite determinadas acciones mediante las cuales se preser­
van ciertos derechos. Estas acciones son propiamente preservativas
del derecho, que mediante ellas se asegura y conserva.

He aquí algunos ejemplos de ellas: El artículo 160 de la Ley


General de Títulos y Operaciones de Crédito dice:

La acción cambiaría del último tenedor de la letra contra los obligados


en vía de regreso dentro de los tres meses que sigan a la fecha del pro­
testo […] v. por no haberse ejercitado la acción contra cualquiera de los
obligados en vía de regreso dentro de los tres meses que sigan a la fecha
de protesto […]

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Catecismo de derecho procesal civil 101

En este caso, puede ejercitarse la acción contra cualquiera de los


obligados, aunque sea insolvente y aquélla no tenga resultado práctico
alguno, sólo para el efecto de preservar el derecho contra los demás
obligados en vía de regreso e impedir la caducidad de la acción respec­
tiva. Lo mismo puede decirse de la acción cambiaria de que habla el
artículo 161 de la propia ley.

El artículo 3023 del Código Civil se refiere a otra acción que


puede considerarse preservativa porque, merced a ella, el que ha
poseído bienes inmuebles por el tiempo y con las condiciones necesa­
rias para prescribirlo, puede rendir información de estas circunstancias
y obtener una sentencia que declare que el poseedor se ha conver­
tido en propietario, y el Juez ordenará la inscripción de tal resolución.
En idénticas circunstancias se encuentra el poseedor a quien se refiere
el artículo 3027 del propio Código Civil.

Cuando el acreedor de un deudor que tiene fiador hace excu­


sión en los bienes de éste, la acción respectiva debe considerarse pre­
servativa de sus derechos contra el fiador, porque de no hacer la
excusión pierde esos derechos (artículo 2845 del Código Civil).

También deben considerarse acciones preservativas los interdictos


posesorios.

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Ficha Núm. 19

El interés en el ejercicio de la acción

E l artículo primero del Código de Procedimientos Civiles


dice: “El ejercicio de las acciones civiles requiere […] iv. El inte­
rés en el actor para deducirla. Falta el requisito del interés siempre
que no puede alcanzarse el objetivo de una acción, aun suponiendo
favo­rable la sentencia”.

De este artículo se infiere un principio básico relativo al ejercicio


de las acciones, que puede enunciarse en la siguiente forma:

El ejercicio de las acciones sólo es legítimo cuando el actor tiene


interés jurídico en él.

103

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104 Eduardo Pallares Portillo

El Código de Procedimientos Civiles anterior al vigente no pre­


ceptuaba nada concerniente al interés. El vigente sólo ha consagrado
a esta materia el artículo 10, en la forma ya expuesta.

Antes de interpretar dicho artículo, voy a exponer algunas doc­


trinas de jurisconsultos modernos sobre el interés.

Miguel I. Romero, en su Derecho procesal civil, trata este asunto.


Su doctrina puede sintetizarse de la siguiente manera:

1. Hace suyo el apogema del jurisconsulto francés Demogue, que


dice: “Donde no hay interés, no hay acción”.

2. Sostiene que el derecho no es sino el interés que el Estado


protege. Esta tesis es sustancialmente igual a la del gran jurisconsulto
Von Ihering.

3. En algunos casos el ejercicio del derecho es contrario al inte­


rés pecuniario del actor y, no obstante, hay interés, pues al lado del
pecuniario existen también el propiamente jurídico y el de orden
moral.

4. Falta el interés cuando no dará resultado alguno el ejercicio de


la acción, de lo que se deducen estos principios: “El interés con­
cluye la acción”.

5. El interés para fundar el ejercicio de una acción tiene que ser


directo, legítimo y actual.

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Catecismo de derecho procesal civil 105

6. Se entiende por interés directo el que concierne de una manera


inmediata a la persona del litigante que ejercita la acción. Sin embargo,
la ley admite el ejercicio de acciones populares.

7. El interés legítimo es el que no está en pugna con las leyes de


orden público y las buenas costumbres.

8. Interés actual es el que existe en el momento en que se pro­


mueve la acción o se interpone el recurso.

9. Puede existir un interés actual aunque la obligación que se


exige sea a plazo o sujeta a condición.

10. Existe también el interés sobrevenido, que nace en el curso del


juicio, pero antes de que se pronuncie sentencia, lo que tiene por
resultado legitimar el ejercicio de la acción. Tal sucede cuando durante
el juicio se ha vencido el plazo o la condición a que estaba sujeta la
obligación demandada.

El jurisconsulto francés E. Garsonnet también expone sus ideas


sobre el interés:

1. Para poder ejercitar una acción es requisito indispensable que


exista el interés, de donde se deducen las dos máximas menciona­
das: donde no hay interés, no hay acción; el interés es la medida de
la acción.

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106 Eduardo Pallares Portillo

2. De las máximas anteriores, Garsonnet infiere algunas conse­


cuencias, tan obvias que no merecen un análisis doctrinal. Dice, por
ejemplo, que no es lícito intentar una acción de daños y perjuicios
cuando éstos no existen, o una acción posesoria cuando no ha habido
perturbación de la posesión. En mi concepto, en estos dos casos lo
que falta no es propiamente el interés, sino el título o la causa de
la acción, ya que en las dos hipótesis la acción presupone, en una, la
existencia de daños y perjuicios; en la otra, la perturbación posesoria.

Enuncia también, como consecuencia del principio del interés,


que no es lícito pedir a un acreedor hipotecario el remate del
bien hipotecado si tiene seguridad de que no recibirá ningún pago
con el producto del remate. Tampoco puede demandarse la nuli­
dad del testamento cuando, aun en el supuesto de que se obtenga,
el demandante no será declarado heredero. Por la misma razón, se
debe desechar la acción de nulidad de un legado particular cuando de
la nulidad sólo se aprovechará el legatario universal y no el deman­
dante. Por último, sostiene Garsonnet, la interposición de recursos es
ilegal cuando busca decidir cuestiones de carácter teórico que no con­
ducen a resultados prácticos de ningún género.

3. El interés puede ser pecuniario o de orden moral, incluyendo


en este último las cuestiones relativas al honor. La jurisprudencia
francesa ha resuelto que el historiador que ataca el honor de una
persona muerta es responsable para con los herederos del difunto del
pago de daños y perjuicios.

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Catecismo de derecho procesal civil 107

4. El interés debe ser inmediato y actual, pero no es necesario


que se haya realizado el perjuicio al que se refiere el interés. Basta
con que pueda realizarse en lo futuro.

5. El interés debe ser legítimo y serio. (Tratado de procedimientos


civiles, Tomo Primero, p. 940.)

El jurisconsulto René Foignet dice sobre el interés:

Es preciso tener un interés. Lo que se expresa por medio del adagio muy
conocido de que el interés es la medida de las acciones en justicia.
El interés del acreedor puede ser de diversas órdenes. Puede tener inte­
rés en perseguir a su deudor cuando este último niega la causa misma
del derecho del que se trata, o el monto del crédito. Aun cuando el dere­
cho no sea negado, el acreedor puede tener un interés en demandar a
su deudor para obtener contra él una sentencia de condena. La senten­
cia le procurará al acreedor un título ejecutivo, gracias al cual podrá
embargar un inmueble, o un crédito del deudor. Además, la sentencia
le conferirá una hipoteca judicial sobre todos los bienes muebles, pre­
sentes o futuros [Tratado de Procedimientos Civiles, p. 102].

El jurisconsulto alemán Goldschmidt también trata ampliamente


el tema del interés. Lo hace al estudiar las acciones declarativas, consti­
tutivas y de condena. He aquí la parte sustancial de su exposición:

Ha de existir, además, una verdadera necesidad o interés de tutela judicial.


Así, por ejemplo, en la acción declarativa debe existir un interés en
obtener una rápida declaración de la existencia de un derecho. Falta
esta necesidad cuando se acusa de un modo claro que el actor posee otro

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108 Eduardo Pallares Portillo

camino más económico y más corto para cumplir su derecho (por ejem­
plo el que señala el artículo 1766). No ha de confundirse, sin embargo,
con esta necesidad [objetiva] de tutela judicial, la inducción [subjetiva] a
la presentación de la demanda. La ausencia de motivación no conduce
a la repulsa de la demanda, sino simplemente a la condena en costas al
actor, cuando el demandado se allana inmediatamente a la pretensión
del demandante. (Tal ausencia de la causa se da, por ejemplo, cuando se
trata de deudas que no hayan sido exigibles (vencidas) hasta el momento
de la presentación de la demanda, o cuando el heredero demandado
no tiene conocimiento alguno de la mora en que se encontraba el cau­
sante, o el cesionario que actúa como demandante no hubiere notifi­
cado la cesión al debitor casus) [p. 97].

Respecto a las acciones de condena, considera de una manera


especial el elemento del interés, y dice: “Se entiende que existe una
necesidad de protección judicial cuando el deudor se ha sustraído al cum­
plimiento de la prestación vencida, o es de temerse que quiera sus­
traerse de ella en el futuro”.

Si se comparan las doctrinas que hemos expuesto con el artículo


1 del Código de Procedimientos Civiles, se verá que no hay identi­
dad entre las unas y el otro. El artículo dice que falta el requisito del
interés cuando no pueda alcanzarse el objeto de una acción, aun
suponiendo favorable la sentencia. Los jurisconsultos mencionados,
y otros más que pudiéramos citar, no consideran el interés de la mis­
ma manera, pues de las doctrinas expuestas se infiere claramente que
conforme a ellas puede faltar el requisito del interés, aun cuando el
actor consiga el objeto de su demanda mediante la sentencia. Así, por
ejemplo, Goldschmidt dice que falta el interés “cuando se acusa de

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Catecismo de derecho procesal civil 109

un modo muy claro que el actor posee otro camino más económico y
más corto para hacer cumplir su derecho”.

Por otra parte, la aplicación literal del artículo 1 puede condu­


cir a resultados antijurídicos. Supongamos que A demanda a B el
pago de una letra de cambio sabiendo que B es insolvente. El objeto de
la acción, por ser ejecutiva y de condena, consiste en ejecutar al deu­
dor para obtener el pago de la letra. En este caso, podría afirmarse
que la acción no procede porque falta el requisito del interés, ya que
el acreedor no obtendrá el objeto que persigue con su acción debido
a la insolvencia del deudor. Quizá se objetará que el deudor puede
adquirir bienes en lo futuro y que, por este motivo, existe interés
en el ejercicio de la acción, pero no debe olvidarse que, con arreglo a
la doctrina, el interés debe ser actual, lo que en el caso supuesto no
existiría.

La principal objeción que puede hacerse contra el concepto de


interés tal como lo define el artículo 1 consiste en que confunde la
imposibilidad de ejecutar la sentencia con la noción de interés. Éste
no tiene relación con dicha imposibilidad, sino que concierne a un
principio más amplio: el de la economía del procedimiento.

Hay casos en los que la acción tiene resultados positivos. No obs­


tante, por no ser necesario su ejercicio, se considera que falta el requi­
sito de interés, que consiste en la necesidad de acudir a los tribunales
para obtener justicia. Finalmente, de admitirse como buena la defi­
nición que da del interés el artículo 1, se llegaría al absurdo de

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110 Eduardo Pallares Portillo

que cuando el demandado carece de bienes para pagar la deuda que


reconoce, el Juez debería pronunciar sentencia absolutoria, ya
que todos los jurisconsultos consideran al interés como una condi­
ción de la acción.

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Ficha Núm. 20

Enuncie algunos principios relativos a la acción reivindicatoria

S on los siguientes:

1. La acción reivindicatoria presupone que el demandante es el


propietario de la cosa que se reivindica y que no tiene la posesión de
ella. Si está en posesión de la cosa no puede ejercitarla sino en casos
excepcionales, que oportunamente estudiaremos.

2. La reivindicatoria concierne a las cosas materiales, no a las in­


corpóreas. En derecho mexicano no es necesario que esas cosas sean
necesariamente inmuebles, como sucede en el derecho francés, en el

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112 Eduardo Pallares Portillo

que la máxima “En materia de muebles la posesión vale título” impide


ejercitar la reivindicatoria contra el poseedor de bienes muebles.

3. El dominio o propiedad que se puede tener sobre una cosa es


directo o solamente útil. Se pregunta si para ejercitar la reivindicato­
ria es necesario tener el dominio directo o basta con el útil. El artículo
4 del Código Procesal sólo habla de la “propiedad” al consagrar la
acción reivindicatoria, sin agregar ninguna determinación a este
con­cepto, por lo que puede sostenerse que cualquier clase de dominio,
el útil o el directo, pueden servir de base a la reivindicatoria.

4. El punto de vista anterior está confirmado por el artículo 989


del Código Civil, que dice: “…el usufructuario tiene el derecho de
ejercitar todas las acciones y excepciones reales, personales y pose­
sorias, y de ser considerado como parte de todo litigio, aunque sea
seguido por el propietario, siempre que en él se interese el usufructo”.

5. La acción reivindicatoria puede ejercitarse en nuestro derecho


contra el poseedor originario, contra el poseedor con título deri­
vado, contra el simple detentador, y contra el que ya no posee pero
poseyó (artículos 5 y 6 del Código de Procedimientos Civiles).

En el derecho romano, Ulpiano decidió, contra la opinión de los


proculeyanos, que la reivindicatoria podía ejecutarse contra el simple
detentador (Digesto, libro ix, título vi, i).

6. El reivindicante debe probar: a) Que es propietario de la cosa


que reclama; b) Que el demandado es poseedor o detentador de la

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Catecismo de derecho procesal civil 113

cosa, o que lo fue y dejó de poseerla para evitar los efectos de la reivin­
dicación; c) La identidad de la cosa. Tales son los puntos esenciales de
la prueba que debe rendir el reivindicante, pero no son los únicos; si
se demanda el pago de prestaciones accesorias, como fru­tos y daños
y perjuicios, también debe probar la existencia real o posible de
estos accesorios.

7. La prueba del derecho de propiedad ha sido llamada prueba


diabólica por las dificultades que presenta. El jurisconsulto Laurent
la da a conocer en los siguientes términos:

El demandante reivindica la propiedad; debe, pues, probar que es pro­


pietario. ¿Cómo rinde esta prueba? Se responde de ordinario que se
hace por medio de títulos o de prescripción. A decir verdad, los títulos
no prueban sino una cosa: que la causa invocada por el reivindicante
para establecer su derecho es uno de los hechos jurídicos que el Código
Civil admite con el carácter de traslativo de propiedad, tales como la
herencia, la donación, el testamento, la venta, el cambio. En todos estos
casos hay transmisión de propiedad, siempre que el autor que transfiere
la propiedad sea, a su vez, propietario, pues no puede transferir a otros sino los
derechos que él tiene; vanamente, el reivindicante invoca un acto de venta.
Este acto prueba que el vendedor le ha transmitido los derechos que
tenía sobre la cosa, pero para transmitir la propiedad es preciso ser pro­
pietario; el reivindicante debe, pues, probar que su autor era propieta­
rio. Y en relación con ese autor se presenta la misma dificultad. A cada
transmisión de propiedad, se necesita rendir una nueva prueba, de tal
manera que a cada paso se retrocede en vez de avanzar. Con justa razón
los antiguos intérpretes llamaban a la prueba de títulos prueba diabó­
lica. Para poner fin a esta dificultad el legislador ha admitido la pres­
cripción… etcétera.

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114 Eduardo Pallares Portillo

8. La palabra título no se usa en este caso en el sentido de documen­


to, sino de causa generadora del derecho de propiedad.

9. La prueba del derecho de propiedad no presenta dificultades


cuando el reivindicante tiene a su favor un título originario como los
que dimanan de la Nación, en los casos en que ésta otorga la pro­
piedad de bienes muebles o inmuebles.

10. Cuando el reivindicante no posee un título originario, enton­


ces la insuficiencia de los títulos derivados se suple con la prescrip­
ción, de tal manera que si los títulos comprenden un lapso necesario
para prescribir, la prueba del dominio puede ser completa.

11. El demandado en la acción reivindicativa no tiene, en prin­


cipio, nada que probar. Todo el peso de la prueba recae sobre el
actor. Decimos en principio porque el demandado puede oponer
la excepción de justo dominio, y entonces deberá probar ser dueño
de la cosa.

12. El reivindicante nada gana si sólo prueba que el demandado


no es poseedor con justo título, porque lo que se discute en la reivin­
dicatoria no es la posesión buena o mala del demandado, sino la
propiedad del actor.

Nada más contrario a la naturaleza jurídica de la reivindicatoria


que el precepto contenido en el artículo 6 del Código de Proce­
dimien­tos Civiles, que dice: “El poseedor que niegue la posesión la

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Catecismo de derecho procesal civil 115

perderá en beneficio del demandante”. En el juicio reivindicatorio


el actor está obligado a demostrar que es propietario de la cosa, y la
prueba de su derecho no se hace tan sólo porque el demandado afirme
falsamente que no es poseedor de la cosa. Puede muy bien ser que, no
obstante esa afirmación falsa, el actor no sea propietario de la cosa o
no logre demostrar su propiedad, y no vemos que exista razón alguna
para que, no siendo propietario o no probando su derecho, se condene
al demandado a entregar la cosa y a perder la posesión de ella. No nos
explicamos por qué se involucra en el ejercicio de la acción reivindi­
catoria un castigo al demandado que sostiene falsamente no ser
poseedor de la cosa. La mencionada acción no tiene por objeto impo­
ner una pena al litigante que afirma una tesis falsa, ni hay relación
alguna entre el fin que se persigue mediante la reivindicatoria y el
castigo que merecen los litigantes de mala fe.

13. Si el demandado es poseedor de la cosa tiene a su favor, en el


derecho mexicano, la presunción de propiedad establecida en el artículo
798 del Código Civil. El reivindicante deberá destruir esta presun­
ción probando que él es propietario.

14. ¿Cuáles son los títulos de los que dimana la propiedad?

Como se ha dicho anteriormente, hay títulos originarios y títu­


los derivados: los primeros proceden directamente de la Nación que los
otorga en uso de las facultades que le confiere el artículo 27 constitu­
cional, que dice: “La propiedad de las tierras y aguas comprendidas

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116 Eduardo Pallares Portillo

dentro de los límites del territorio nacional, corresponden originaria­


mente a la Nación, la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir
el dominio de ellas a los particulares constituyendo la propiedad
pri­vada”. Durante la época colonial, este derecho correspondió a la
Corona de España, que usó de él en toda su plenitud.

15. Los títulos derivados suponen que la persona de quien dima­


nan es, a su vez, propietaria del bien de que se trata, cuyo dominio
transmite al adquiriente: la compraventa, la donación, la dación en
pago, los testamentos, la permuta, etcétera. Para que estos actos o
contratos constituyan títulos bastantes de dominio, es necesario que
se otorguen de acuerdo con la ley en lo que respecta a capacidad,
objeto lícito, forma externa, consentimiento regular; pero además se
requiere, como queda dicho, que la persona que transmita la propie­
dad sea propietario de la cosa en el momento de la transmisión. Si falta
esta circunstancia, el adquiriente aparente no adquiere propiedad
alguna, de acuerdo con el principio de derecho universal que dice:
“Nadie da lo que no tiene”.

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Ficha Núm. 21

¿Qué cosas pueden reivindicarse y cuáles no?

¿Qué fin persigue la acción reivindicatoria?

¿Qué Juez es competente en la acción reivindicatoria?

C osas que pueden reivindicarse. El principio que domina


esta materia es el siguiente: “Todas las cosas materiales pue­­
den ser reivindicadas, ya sean bienes muebles o inmuebles, fungibles
o no fungibles”. El problema consiste más bien en saber cuáles son las
excepciones a este principio general.

Las excepciones son las siguientes:

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118 Eduardo Pallares Portillo

1. Los bienes fuera del comercio.

2. Los géneros no determinados al entablarse la demanda.

¿Qué entiende la ley por géneros no determinados?

Por género se entiende, en el comercio, cualquier clase de mercancía;


gramaticalmente, género es el conjunto de cosas que tienen carac­
teres comunes. Por tanto, mientras no se hayan determinado las mer­
cancías, convirtiéndolas en especies ciertas y conocidas, no pue­den
ser materia de reivindicación. No se pueden reivindicar 100 kilo­
gramos de maíz; pero sí el maíz contenido en veinte sacos, etcétera.

3. Las cosas unidas a otras por vía de accesión, de acuerdo con lo


que disponen los artículos 886, 895, 897, 898, 899, 901, 911, 920,
922, 923, 928, 929 del Código Civil.

4. Las cosas muebles perdidas o robadas que un tercero haya


adquirido de buena fe en almoneda o de comerciante que en un mer­
cado público se dedique a la venta de objetos de la misma especie.
En este caso, las cosas robadas o perdidas pueden ser reivindicadas si el
demandante reembolsa el precio que el tercero, de buena fe, pagó por
ellas. Se presume que no hay buena fe si oportunamente se dio aviso
público del robo o de la pérdida (artículo 8 del Código de Proce­
dimientos Civiles).

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Catecismo de derecho procesal civil 119

Debe tenerse presente, sobre este particular, lo dispuesto en el


artículo 799 del Código Civil, que concuerda con el 8 del de
Procedimientos.

5. La moneda y los títulos al portador no pueden ser reivindica­


dos del que los adquirió de buena fe, aun cuando el propietario haya
sido desposeído contra su voluntad (artículo 800 del Código Civil, y
42, 73 y 74 de la Ley de Títulos y Operaciones de Crédito).

6. No pueden reivindicarse los bienes inmuebles contra terceros


de buena fe en el caso previsto en el artículo 1950 del Código Civil,
que dice:

Artículo 1950. La resolución del contrato fundado en falta de pago por


parte del adquiriente de la propiedad de bienes inmuebles u otro dere­
cho real sobre los mismos, no surtirá efecto contra terceros de buena fe,
si no se ha estipulado expresamente y ha sido inscrito en el Registro
Público en la forma prevista por la ley.

7. Deben tenerse en cuenta, para determinar la proce­dencia o


improcedencia de la acción reivindicatoria de bienes muebles o in­
muebles vendidos en abonos, los artículos 2310, 2311 y 2312 del Có­
digo Civil.

Objeto de la acción reivindicatoria. De acuerdo con el artículo 4 del


Código de Procedimientos Civiles, la acción reivindicatoria tiene
por objeto:

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120 Eduardo Pallares Portillo

1. Que se declare que el demandante es dueño de la cosa.

2. Que se condene al demandado a entregar la cosa y sus


frutos y accesiones de acuerdo con las disposiciones del Código
Civil.

El primer punto constituye el objeto básico de la acción reivindi­


catoria, que sirve de fundamento a las demás prestaciones que se
reclaman mediante ella.

La condenación, en lo que respecta al pago de frutos o accesio­


nes, está regida por los artículos 810 a 822 del Código Civil, que
determinan las obligaciones y derechos de los poseedores, según
sean de buena o de mala fe. No comentamos esas disposiciones lega­
les porque forman parte de la doctrina civil y no de la procesal.

De la competencia en los casos en que se ejerce la acción


reivindicatoria

Para resolver la cuestión de competencia, hay que examinar si se trata


de bienes muebles o inmuebles. El artículo 156 fracción iii de la ley
procesal dice “que es Juez competente el de la ubicación de la cosa, si
se ejercita una acción real sobre bienes inmuebles”.

En cambio, la fracción iv resuelve la cuestión de distinta manera


cuando se trata de bienes muebles. Dice: “El domicilio del deman­
dado, si se trata del ejercicio de una acción sobre bienes mue­bles […]
Cuando sean varios los demandados y tuvieren diversos domici­lios,
será competente el Juez del domicilio que escoja el actor”.

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Ficha Núm. 22

¿En qué consiste la acción publiciana?

¿Quién puede ejercitarla y contra quién?

¿Qué se obtiene mediante la acción?

¿Respecto a qué bienes puede ejercitarse?

F iefée-Lacroix, en su Clave de las leyes romanas, define la


acción publiciana diciendo: “La acción publiciana,
que fue introducida por el pretor Publicius, se concede al poseedor
de buena fe, para que le sea devuelta la cosa que posea y de la que ha
perdido la posesión por azar, contra cualquiera que sea poseedor,
excepción hecha del propie­tario”. Las Institutas, en el libro iv, título iv,

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122 Eduardo Pallares Portillo

ley 4, dicen: “…porque si se supone que una cosa ha sido entregada a


alguno, por ejemplo, a título de venta, de donación, de dote, de
legado y que antes de haber adquirido el dominio haya perdido la
posesión por algún accidente, no tiene ninguna acción civil real para
conseguir que se le devuelva la posesión; porque las acciones reales
que se han establecido por el dere­cho civil a favor del propietario que
demanda lo que le pertenece. Sin embargo, como era injusto rehusar
la acción en tal caso, el pretor se ha introducido, una, en virtud de la
cual el que ha perdido la pose­sión sostiene que ha prescrito la cosa; en
consecuencia, la reivindica como propietario. Esta acción es llamada
publiciana porque fue intro­ducida por el edicto del pretor Publicio.

¿Quién puede ejercitar la acción publiciana? El poseedor con título


que esté en vías de adquirir la cosa por medio de la prescripción.
El artículo 9 dice que compete la acción al adquiriente con justo
título y de buena fe “… aún cuando no haya prescripto”, lo que debe
entenderse en el sentido de que está en vías de prescribir. Así se ha
comprendido la acción desde el derecho romano hasta nuestros días.
Escriche dice: “Acción publiciana. La que compete al que perdió
una cosa que poseía con buena fe, sin haberla usucapido o prescripto
todavía, contra cualquiera que la detuviese a no ser que fuera su ver­
dadero dueño”. El doctor Villadiego, en su Política, dice:

La acción publiciana y restitutoria son acciones in rem pretorias, y así lla­


mada la publiciana, de Publicio, pretor romano, que la inventó y que
compete al que tiene alguna cosa por sus títulos y escrituras hechas por
el que no era verdadero dueño, que aún no está prescrita, y le quieren
echar de la posesión de ella, o la pierde; y para que mejor se entienda,

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Catecismo de derecho procesal civil 123

se advierte que se requiere primero, para que a uno le competa esta


acción, que el actor haya habido la tal cosa por justo título, y hábil
para transferir el dominio, o por título oneroso o lucrativo; como si uno
comprase una casa de un menor creyendo que era mayor, sin autori­
dad de su tutor y de la justicia; o del loco creyendo que era cuerdo; lo
segundo se requiere, que haya sido vendida y entregada la cosa, por el que
no era verdadero dueño de ella, aunque estuviese tenido por tal…

Por tanto, no puede ejercitar la acción cualquier clase de posee­


dor, sino sólo el que tiene a su favor un título adquisitivo de pro­
piedad, sea compraventa o donación, dación en pago, o testamento,
cambio, etcétera, que, en principio, sea bastante para transmitir la
propiedad, pero que no lo sea en el caso, por cualquier circunstancia,
tales como incapacidad de quien lo otorga, defectos de forma del título,
o no ser el enajenante dueño de la cosa. Esta clase de títulos, que en
principio pueden transmitir la propiedad pero que en la especie no la
transfieren, se llaman títulos colorados.

El artículo 9 exige, además, que el poseedor sea de buena fe.


La buena fe en este caso se encuentra definida por el artículo 806 del
Código Civil, que dice:

Es poseedor de buena fe el que entra en la posesión en virtud de un


título suficiente para darle derecho de poseer. También es el que ignora
los vicios de su título que le impiden poseer en derecho.

Es poseedor de mala fe el que entra a la posesión sin título alguno para


poseer; lo mismo que el que conoce los vicios de su título que le impi­
den poseer con derecho.

Entiéndese por título la causa generadora de la posesión.

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124 Eduardo Pallares Portillo

El artículo anterior presenta una diferencia notable con el corre­


lativo del Código Civil de 1884, que decía: “Es poseedor el que tiene
o fundamente cree tener título bastante para transferir el dominio”.
La diferencia consiste en que el nuevo código sólo exige que el título
sea bastante para tener derecho a poseer, mientras que en el código
derogado se exigía que el título fuese eficaz para adquirir la propie­
dad, lo que no es lo mismo, tanto más cuanto que en el vigente se
considera poseedores a los usufructuarios, arrendatarios, deposita­
rios, etcétera. La tradición clásica está de acuerdo con el Código de
1884 en este particular.

La buena fe se presume siempre, y al que afirma la mala fe le


corresponde probarla (artículo 807).

El poseedor no ha de haber prescrito la cosa cuando intenta su


acción; ha de haberla ya prescrito, le corresponde ejercitar la reivindi­
catoria, porque ya es el dueño de la cosa, y no la publiciana que, como
quedó expuesto en el capítulo anterior, fue creada precisamente a
favor de los que están en vías de prescribir pero no han prescrito aún.

La publiciana no procede en los casos de simple perturbación de


la propiedad, como afirma Villadiego en su Política, cuando dice:
“y lo quieren echar de la posesión de ella”, la publiciana tiene el mismo
fin que la reivindicatoria, que consiste en recuperar la cosa con sus
frutos y accesiones; si no se ha perdido la cosa, si el interesado está en
posesión de ella, no procede la publiciana. La perturbación a la pose­

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Catecismo de derecho procesal civil 125

sión debe remediarse por medio de los interdictos, y no por acciones


reales, como la que analizamos.

Por medio de la publiciana se persiguen tanto los bienes mue­


bles como los inmuebles. Éste es otro carácter que tiene en común
con la reivindicatoria y que la distingue, en nuestro derecho, de los
interdictos, que únicamente protegen a los inmuebles. Como el ar­
tículo 9 no limita la aplicación de la publiciana a los inmuebles, y
como en esencia no es sino la reivindicatoria otorgada al que está en
vías de prescribir, por eso afirmamos que procede en los casos en que
se trata de recuperar bienes muebles que se pueden adquirir por
prescripción.

La publiciana puede ejercitarse contra el poseedor que tenga una


posesión de calidad inferior a la del actor. Mediante esta acción se
discute en juicio plenario (ordinario) la calidad de la posesión que
se determina, según el artículo 9, por la buena, o mala fe, el título y la
antigüedad. Ese proceso no se refiere al carácter público o clandes­
tino, violento o pacífico de la posesión, sino solamente a la buena fe,
al título y a la antigüedad.

Por lo tanto, procede la acción contra el poseedor sin título;


contra el poseedor con título que conoce los defectos de éste, y contra
el poseedor con título que ha poseído menos tiempo que el actor.

No procede la acción: 1. Contra el dueño de la cosa. 2. Contra


el que tiene su título registrado si el del actor no lo está. 3. Contra el

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126 Eduardo Pallares Portillo

que tiene título de mejor calidad que el actor. 4. Contra el que,


teniendo de igual calidad, ha poseído la cosa por más tiempo que el
actor. 5. Cuando tanto la posesión del actor como la del demandado
son dudosas. 6. Cuando los dos títulos están registrados, triunfa el de
fecha anterior.

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Ficha Núm. 23

L a acción confesoria tiene por objeto. 1. Que se reconozca y


declare la existencia de un derecho real o gravamen sobre
un inmueble; 2. Que se haga cesar la violación o desconocimientos
de ese derecho, o sea, que se ponga fin a la perturbación del mismo,
imputable al demandado; 3. Que se condene a éste al pago de los
daños y perjuicios que haya ocasionado la perturbación, en los cuales
están comprendidos los frutos de la cosa en caso de usufructo; 4. Que
se condene al demandado a afianzar la obligación que se le impone de
respetar en lo futuro el derecho real o gravemente.

Puede ejercitar la acción:

1. El titular de un derecho real inmueble.

127

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128 Eduardo Pallares Portillo

2. El poseedor del predio dominante que esté interesado en


la existencia de la servidumbre cuando la perturbación se refiera a
ella. Se puede ejercitar contra el poseedor o tenedor jurídico que
desconoce o viola el derecho real, o sea, el autor de la perturbación
que sea al mismo tiempo poseedor o tenedor jurídico. La perturba­
ción puede consistir en simples hechos o actos jurídicos.

3. La acción confesoria es acción real, en parte declarativa y en


parte de condena. Lo primero porque mediante ella se declara la
existencia y eficacia jurídica del derecho real; lo segundo porque
tiende a que se condene al demandado en la forma mencionada.

4. La acción se ejercita en la vía ordinaria y dura mientras sub­


siste el derecho real que protege, así como la violación del mismo.

Acciones negatorias. Es la contraria a la confesoria. Si mediante


ésta se obtiene la declaración de la existencia de un derecho real y con
ello las consecuencias prácticas que de tal declaración se derivan,
con la negatoria se pide que se declare la inexistencia del derecho real
y que se obligue al demandado a no seguir usando de él.

El artículo 10 del Código de Procedimientos Civiles dice de ella:


“Procederá la acción negatoria para obtener la declaración de liber­
tad, o la de reducción de gravámenes de bien inmueble y la demoli­
ción de obras o señales que importen gravámenes, la tildación o
anotación en el Regis­tro de la Propiedad, y conjuntamente, en su
caso, la indemnización de daños y perjuicios. Cuando la sentencia sea

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Catecismo de derecho procesal civil 129

condenatoria, el actor puede exigir del reo que caucione el respeto


a la libertad del inmueble. Sólo se dará esta acción al poseedor a tí­
tulo de dueño, o que tenga derecho real sobre la heredad”.

La acción es real e inmobiliaria. Se ventila en juicio ordinario, y


presupone que una persona —el demandado— está poseyendo ilícita­
mente un derecho real sobre el inmueble. Por ejemplo, una servidum­
bre, un usufructo. El actor necesita que por sentencia firme se declare
que no existen ni la servidumbre ni el usufructo, que se obligue al
demandado a no continuar ejercitando el derecho real de que se trate,
y si de éste hay obras materiales que lo releven, como sucede en las
servidumbres, que sean destruidas, y se cancele en el Registro Público
de la Propiedad la inscripción del mismo derecho.

Es Juez competente para conocer de esta acción el de la ubica­


ción del inmueble. Si se trata de varios inmuebles que estén situados
en diferentes lugares, será competente el Juez que primero conozca
del juicio.

La competencia por razón de la cuantía se determina en este caso


por el valor del inmueble y no por la del derecho real.

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Ficha NÚM. 24

Acciones hipotecarias

L as acciones hipotecarias son siete:

1. La acción que tiene por objeto constituir una hipoteca, cons­


titución obligatoria por mandato legal cuando se trata de una hipoteca
necesaria, o porque el que va a figurar como demandado se obligó a
ello por contrato celebrado con el actor.

2. La acción de cancelación de la hipoteca ya existente por virtud


de la cual se obliga al acreedor a firmar una escritura en la que declara
que se ha extinguido la hipoteca por alguna de las diversas causas
previstas en el artículo 3033 del Código Civil.

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132 Eduardo Pallares Portillo

3. La acción de ampliación de la hipoteca. La ejercita el acree­


dor hipotecario contra su deudor para exigirle que amplíe la garantía
hipo­tecaria o, lo que es igual, que le otorgue una escritura en la que
se grave una porción mayor del inmueble previamente hipotecado.

4. Acción de división de la hipoteca. La ejercita el deudor hipo­


tecario o el poseedor del predio hipotecado para obtener que el acree­
dor firme una escritura en la que se haga constar que cada una de las
fracciones en que se ha dividido el predio queda gravada tan sólo en
una parte proporcional del crédito.

5. Acción de inscripción de la escritura hipotecaria. La ejercita el


acreedor contra el director del Registro Público de la Propiedad que
se niega a inscribir el testimonio de la escritura hipotecaria, para
obtener que se le obligue a efectuar la inscripción.

6. La acción del pago del crédito hipotecario. La ejercita el acree­


dor hipotecario contra el deudor hipotecario o el poseedor del
predio gravado con la hipoteca. Su objeto se infiere del nombre
de la acción.

7. Acción de prelación y pago del crédito hipotecario. La ejercita


uno de los acreedores hipotecarios contra los demás y contra el deu­
dor hipotecario. Su objeto es doble: I. Obtener sentencia firme que
declare que el crédito del actor debe ser pagado preferentemente
en relación con los demás créditos; 2. Obtener dicho pago.

Las acciones hipotecarias se ejercitan en la vía sumaria, y las dos


últimas en un juicio especial: el hipotecario.

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Ficha Núm. 25

Acción de petición de herencia

L as principales disposiciones legales relacionadas con la


acción de petición de herencia son las siguientes:

El Código de Procedimientos Civiles dice:

“La petición de herencia se deducirá por el heredero testamentario


o ab-intestato, o por el que haga sus veces en la disposición testamen­
taria; se da contra el albacea o contra el poseedor de las cosas here­
ditarias con el carácter de heredero, o cesionario de éste, y contra el
que no alega título ninguno de posesión del bien hereditario, o dolo­
samente dejó de poseerlo.”

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134 Eduardo Pallares Portillo

El mismo Código:

“La petición de herencia se ejercitará para que sea declarado


heredero el demandante, se le haga entrega de los bienes hereditarios
con sus acciones, sea indemnizado y le rindan cuentas.”

Artículo 1649 del Código Civil:

“La sucesión se abre en el momento en que muere el autor de la


herencia y cuando se declara la presunción de muerte de un ausente.”

Artículo 1650:

“No habiendo albacea nombrado, cada uno de los herederos


puede, si no ha sido instituído heredero de bienes determinados, re­
clamar la totalidad de la herencia que le corresponde conjuntamente
con otros, sin que el demandado pueda oponer la excepción de que la
herencia no le pertenece por entero.”

Artículo 1651:

“Habiendo albacea nombrado, él deberá promover la reclama­


ción a que se refiere el artículo precedente, y siendo moroso en hacerlo,
los herederos tienen derecho a pedir su remoción.”

Artículo 1652:

“El derecho de reclamar la herencia prescribe en diez años y es


transmisible a los herederos.”

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Catecismo de derecho procesal civil 135

Como la acción de petición de herencia se ejercita contra el


poseedor de los bienes hereditarios, son aplicables también las dispo­
siciones relativas a la posesión.

También importa tener a la vista el artículo 1288 del Código


Civil, que dice:

“A la muerte del autor de la sucesión los herederos adquieren


derecho a la masa hereditaria como a un patrimonio común, mientras
que no se hace la división.”

Finalmente, el Código de Procedimientos Civiles también tiene


relación con la petición de herencia y, como veremos en su oportuni­
dad, da lugar a dificultades serias en la interpretación y aplicación
de la ley.

Definición. La acción de petición de herencia es una acción real


que la ley otorga al heredero para reivindicar la herencia y obtener el
pago de prestaciones accesorias.

La acción de petición de herencia es a la herencia lo que la reivin­


dicatoria es a un bien particular.

Presupuestos de la acción de petición de herencia. Los presupuestos


son: 1. Que exista una herencia. 2. Que exista un heredero. 3. Que
los bienes de la herencia sean poseídos sin derecho por el albacea
de la sucesión o un heredero aparente. (El Código, por excepción,

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136 Eduardo Pallares Portillo

admite que puede ejercitarse la acción contra personas diversas de


las supradichas.)

Herencia. Es principio elemental en derecho civil que no deben


confundirse los bienes de cualquier género que figuren en el activo de
la herencia, con la herencia misma. La herencia es una universalidad
jurídica que define el artículo 1281 del Código Civil: “Herencia es la
sucesión en todos los bienes del difunto y en todos los derechos y
obligaciones que no se extinguen por la muerte”.

La sucesión comprende tanto el activo como el pasivo. De lo que


se infiere que al ejercitarse la acción de petición de herencia no se
demandan determinados bienes, sino la herencia, y con ella el reco­
nocimiento del carácter de heredero.

Desde el punto de vista económico, la herencia puede ser igual a


cero pesos cero centavos, porque el pasivo sea mayor que el activo, no
obstante lo cual hay herencia, porque hay sucesión en los derechos,
acciones y bienes del difunto, sucesión necesaria para el efecto de
liquidar el patrimonio respectivo, pagar deudas, adjudicar bienes a
los acreedores, etcétera.

El heredero. Sólo puede ejercitar la petición de herencia el here­


dero, sea testamentario o por intestado y debe ejercitar la acción en
su carácter de heredero, para que se le reconozca este carácter y, como
tal, reciba los bienes hereditarios. No puede ejercitar la acción
como propietario de los bienes, pues entonces ejercitaría la reivindi­
catoria, lo que no es igual.

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Catecismo de derecho procesal civil 137

No es necesario que sus derechos hereditarios hayan sido previa­


mente reconocidos; serán declarados en el juicio de petición de
herencia, según previene el artículo 14, que dice: “La acción de peti­
ción de herencia se ejercitará para que sea declarado heredero el
demandante”.

La declaración de ser heredero el demandante supone: a) Que el


demandante es capaz de heredar; b) Que, efectivamente, tiene la cali­
dad de heredero, sea por testamento o por intestado; c) Que acepta la
herencia, que le es diferida, y que su aceptación es válida.

Fisionomía especial de la acción

La acción tiene semejanza con la reivindicatoria, pero no debe con­


fundirse con ella. El acento, en la petición de herencia, recae sobre la
calidad de heredero que se atribuye el actor, esto es un punto esencial
en el juicio. La acción se pone en juego bajo el supuesto de que el
actor es el heredero, y con tal carácter reclama la herencia. Si el deman­
dado no discute esta calidad, el actor triunfa en un punto básico de
su demanda.

Lo anterior sirve para distinguir la acción de petición de heren­


cia de la acción de división de los bienes hereditarios porque en esta
última no se discute la calidad de heredero del demandante, sino la
parte que le corresponde en la herencia.

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138 Eduardo Pallares Portillo

Objeto de la acción

La acción tiene varios objetos: a) Que se declare heredero al deman­


dante; b) Que se le entregue la herencia, en totalidad o en parte, con
sus accesiones; c) Se le rinda cuenta de los frutos producidos por los
bienes hereditarios; d) Se le indemnice de los frutos que dejó de per­
cibir por todo el tiempo que no poseyó la herencia.

Responsabilidad del condenado en el juicio de petición de


herencia

Las responsabilidades son: 1. Entrega de la herencia. 2. Pago de frutos.


3. Pago de indemnizaciones.

Principios de competencia aplicables a la acción de petición de


herencia

El artículo 156 fracción vi dice: “Es Juez competente […] aquel en


cuyo territorio radica un juicio sucesorio para conocer: a) De las
acciones de petición de herencia…” A su vez, la competencia respecto
a los juicios hereditarios se rige por la fracción v del mismo artículo,
que ordena:

En los juicios hereditarios, el juez en cuya comprensión haya tenido su


último domicilio el autor de la herencia; a falta de ese domicilio, lo será
el de la ubicación de los bienes raíces que forman la herencia, y si
estuvie­ran en varios distritos, el juez de cualquiera de ellos a preven­
ción; y a falta de domicilio y bienes raíces el del lugar de fallecimiento
del autor de la herencia. Lo mismo se observará en casos de ausencia.

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Catecismo de derecho procesal civil 139

Las disposiciones anteriores suponen que hay juicio sucesorio y


fijan la competencia respecto a la acción de petición, refiriéndose
al Juez que conoce de la sucesión. Pero si no hay juicio sucesorio y la
herencia está poseída sin título alguno por un tercero, ¿cuál será
el Juez competente?

Para comprender mejor esta pregunta, hay que tener en cuenta


que la acción no presupone necesariamente la preexistencia de un
juicio sucesorio, porque en ella el actor demanda que se le reconozcan
sus derechos hereditarios, de lo cual se infiere que, en el sistema de la
ley, no es necesario, para que proceda la acción, que los dichos dere­
chos hayan sido reconocidos previamente en un juicio sucesorio.

En nuestra opinión, el problema debe resolverse aplicando por


analogía la fracción v del artículo 156 que hemos transcrito, por refe­
rirse a un caso que tiene afinidad con el de la petición. No puede
aplicarse la fracción segunda, que se refiere a la acción real sobre bienes
inmuebles, porque la petición de herencia concierne a la universali­
dad de la herencia y no a determinados bienes inmuebles.

Naturaleza jurídica de la acción de petición de herencia

La acción es, en parte, declarativa y, en parte, de condena. Declara­


tiva porque mediante ella el actor obtiene el reconocimiento de sus
derechos hereditarios. De condena, porque el demandado es conde­
nado a entregar los bienes hereditarios, pagar los frutos y ren­dir
cuentas. Es también real.

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Ficha Núm. 26

Los interdictos en el derecho romano

Los interdictos en el derecho moderno

Interdictos

N acieron en el derecho romano; tuvieron los siguientes


caracteres:

a) Su nombre se deriva de estas palabras: inter duos dicere, que


significa decir algo entre los litigantes.

b) Se iniciaban, tramitaban y concluían ante el Magistrado en


una instancia, sin que aquél enviara el proceso a un Juez o a un jurado
para que éstos los sentenciaran.

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142 Eduardo Pallares Portillo

c) La decisión del Magistrado consistía, generalmente, en un


mandato que prohibía y que exigía obediencia inmediata. Si esta
orden no era cumplida, el litigante a cuyo favor se había dado podía
iniciar nuevo juicio en que un Juez, no ya el Magistrado, resolviera si
la desobediencia del litigante estaba justificada.

d) Por regla general, en los interdictos no se exigía que la pre­


ten­sión del demandante estuviese fundada en alguna ley, ni acto
equi­valente a una ley, como tenía lugar en las demás acciones que
presuponían la violación de un derecho reconocido. Los interdictos
tuvieron por objeto proteger la posesión de hecho, y muy especial­
mente el uso y aprovechamiento de las cosas públicas, comunes o
pertenecientes a universidades, y también el de las cosas sagradas.
Cuando dicha posesión era perturbada, el Magistrado usaba, no de
su jurisdicción, sino de su imperio para proteger a las personas a quie­
nes se había perturbado o despojado de la posesión.

e) Considerados en su naturaleza íntima, los interdictos roma­nos


eran medidas tomadas por la policía o por una autoridad admi­nistra­
tiva, tendientes a garantizar y tutelar el uso pacífico de los bienes
públicos, comunes, sagrados o pertenecientes a ciertas universidades.

f) Desde entonces tuvieron el carácter de medidas provisionales


que no decidían definitivamente sobre el fondo del litigio.

g) La mayor parte de los interdictos, por lo menos en su origen,


tendían menos a proteger los derechos de los particulares que los de
la comunidad.

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Catecismo de derecho procesal civil 143

h) Cuando aparecieron los interdictos, era necesario acudir al


pretor en cada caso a fin de obtener de él la prohibición o mandato
deseados, pero a medida que su uso se generalizó, el pretor acabó por
inscribir en el libro de las fórmulas, llamado Álbum, la fórmula rela­
tiva a cada interdicto, de tal manera que los interesados sabía de
antemano que no era necesario solicitar una orden especial como
en los primeros tiempos. En otras palabras, en su origen, era preciso
dirigirse dos veces al Magistrado: la primera para obtener el interdic­
to, y la segunda para pedir la acción contra quien había violado el
interdicto. Pero cuando los interdictos figuraron en el Álbum como
normas generales, de plano se pedía la acción contra quien había
violado la prohibición inscrita en el edicto del pretor.

i) Los interdictos se dividían en las siguientes clases: los relati­


vos al derecho divino, que protegían las cosas sagradas; y los interdictos
relativos a las cosas humanas. Estos últimos se dividían en los de
interés público, los que tutelaban el estado de las personas, y, por
último, los posesorios.

Podían ser, además, simples o dobles, prohibitorios, restitutorios


o exhibitorios.

En los simples, la orden del Magistrado se dirigía a uno solo de


los litigantes; en los dobles, a los dos.

En los prohibitorios, el interdicto terminaba con una prohibi­


ción; en los restitutorios, con la orden de restituir la cosa en litigio; en
los exhibitorios, con su exhibición.

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144 Eduardo Pallares Portillo

Los posesorios se dividían en tres categorías: los de adquirir la


posesión, retenerla o recuperar la que se había perdido.

Algunos de los caracteres anteriores se han conservado en el


derecho moderno, en el que los interdictos están configurados de
la siguiente manera:

a) Son juicios sumarios; b) Su objeto es la tutela del hecho de la


posesión provisional de bienes inmuebles, evitar que se causen daños
en ellos y en las personas, y, finalmente, proteger la posesión del estado
civil de las personas; c) No se discute en los interdictos el derecho a la
posesión definitiva del inmueble ni, menos aún, quién es el propie­
tario del mismo; d) Las sentencias que se pronuncian no alcanzan la
autoridad de la cosa juzgada material, sino sólo de la formal. Por
lo tanto, las sentencias pueden ser nulificadas más tarde por las que
se pronuncien en los juicios plenarios de posesión o en el relativo a la
acción reivindicatoria; e) No sólo protegen la posesión de los bienes
materiales, sino también de los derechos reales sobre éstos, e incluso
la posesión del estado civil de las personas; f) El Código de 1884
admitía cinco interdictos, a saber: el de retener la posesión, el de
despojo, el de adquirir la posesión, el de obra nueva y el de obra peli­
grosa. El Código vigente ha suprimido el de adquirir la posesión pro­
bablemente porque los herederos, por ministerio de ley, entran en
posesión de los bienes hereditarios cuando muere el autor de la
herencia; g) De esos cinco interdictos, los dos últimos no son acciones
posesorias ni tienen como fin tutelar la posesión sino evitar determi­
nados daños.

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Ficha Núm. 27

¿Cuándo procede el interdicto de retener la posesión?

¿Quién puede interponerlo?

¿Contra quién se puede interponer?

¿En qué tiempo debe interponerse?

¿En qué consiste la perturbación posesoria?

¿Cuándo no puede interponerse?

¿Qué se demanda mediante el interdicto de retener?

¿Pueden interponerlo los copropietarios entre sí?

I nterdicto de retener la posesión. Procede cuando, de hecho


o de palabra, perturba la posesión que tenga una persona

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146 Eduardo Pallares Portillo

de determinado inmueble o derechos reales sobre el mismo. La per­


turbación consiste en “actos preparatorios tendientes directamente a
la usurpación violenta o impedir el ejercicio del derecho”.

Puede interponer el interdicto el poseedor directo del bien


inmueble o quien tenga la posesión derivada, como el arrendatario,
el usufructuario, el depositario, el usuario, etcétera.

Para que proceda el interdicto debe promoverse dentro de un


año a partir del acto de perturbación.

Si la perturbación llega hasta el despojo de la cosa, no procede


este interdicto sino el de recuperar la posesión.

Están legitimados pasivamente en el interdicto las siguientes


personas: la que de hecho llevó a cabo la perturbación; la que la
mandó ejecutar; el sucesor jurídico del perturbador, sea a título sin­
gular o a título universal; la que directamente, y a sabiendas, se apro­
vecha de la perturbación. (Esto último parece improbable porque
no es posible precisar en qué consiste dicho aprovechamiento.)

No procede el interdicto cuando el perturbado ha obtenido la


posesión de su contrario por medio de la fuerza, clandestinamente o
a ruego.

Mediante esta acción posesoria, se obtiene una sentencia que


obliga al demandado a poner término a la perturbación, indemnice

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Catecismo de derecho procesal civil 147

al actor de los daños y perjuicios que por ella le ha ocasionado, otor­


gue fianza de que en lo futuro no volverá a perturbar, y, finalmente,
sea conminado con multa o arresto para el caso de reincidencia.

Prieto Castro opina que “el mero servidor de la posesión que


simplemente posee en lugar o en nombre de otro, como el administra­
dor de una finca, no está legitimado para la demanda interdictal”.

Cualquiera de los coposeedores del bien inmueble puede inten­


tarlo, de acuerdo con lo que previene el artículo 15, que dice:
“El comunero puede deducir las acciones relativas a la cosa común, en
calidad de dueño. No puede, sin embargo, transigir ni comprometer
en árbitros el negocio, sin consentimiento unánime de los demás
condueños”.

¿Podrá el coposeedor intentar la acción contra los demás coposee­


dores que perturben su posesión? Sí puede hacerlo, porque se dan en
el caso todos los presupuestos legales de la acción.

Es interesante la doctrina del citado jurisconsulto respecto a lo


que debe entenderse por actos de perturbación. Considera tales las
simples amenazas y aquellos que engendren el temor de que se pro­
duzca la perturbación, pero es preciso que el acto material o las pala­
bras revelen “la intención de perturbar, inquietar o despojar”. Quedan
excluidos aquellos actos que no suponen dolo en quien los ejecuta.

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Ficha Núm. 28

Orígenes del interdicto de recuperar la posesión

¿Qué se entiende por despojo?

¿Quiénes están legitimados en el interdicto de despojo?

¿Respecto a qué clase de bienes procede el interdicto de despojo?

Enuncie diversos principios sobre el interdicto

1. El interdicto de despojo no procede del derecho romano sino


del canónico, y especialmente de una constitución de Inocencio iii,
expedida en 1216 (cac. 3, causa 3 quaest. I, y cap. 18 de rest. Spol).
En la Edad Media era indispensable otorgar al mero poseedor,
independientemente del título de la posesión, de su buena o mala

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150 Eduardo Pallares Portillo

fe, una protección eficaz porque entonces imperaban la violen­cia,


los despojos, los actos de fuerza. Incluso las dignidades eclesiás­ticas
eran víctimas de atropellos inauditos; con frecuencia los obispos fue­
ron arrojados de sus sedes por hombres de armas que nada respe­
taban. La Iglesia se vio obligada a crear un remedio para poner fin a
semejante anarquía, y creó lo que primero fue mera excepción proce­
sal: la de haber sido despojado por el actor. Mediante ella los obispos,
y los clérigos en general, no estaban obligados a contestar una demanda
sin haber sido antes restituidos en la posesión de sus cargos y digni­
dades. Más tarde, la excepción se convirtió en el llamado remedium
spolli, o sea, en una acción que se concedía al despojado para ser
restituido en la posesión, de acuerdo con el principio creado también
por el derecho canónico de spoliatus ante omnia restituendus: el que es
despojado, que ante todo sea restituido en la posesión.

2. De estas instituciones canónicas procede el moderno inter­


dicto de despojo, que está sujeto a los siguientes principios:

a) Presupone la existencia del despojo y no de meros actos de


perturbación posesoria.

b) Del despojo se han dado las siguientes definiciones:

Artículo 395 del Código Penal vigente, que considera reo del
delito del despojo “al que de propia autoridad y haciendo violencia

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Catecismo de derecho procesal civil 151

física o moral a las personas o furtivamente o empleando amenazas o


engaños, ocupe un inmueble ajeno o haga uso de él, o de un derecho
real que no le pertenece”, y al que “de su propia autoridad y hacien­
do uso de los medios indicados en la fracción anterior, ocupe un
inmueble de su propiedad, en los casos en que la Ley no lo permita
por hallarse en poder de otra persona, o ejerza actos de dominio o
que lesionen derechos legítimos del ocupante”.

El Código Procesal de 1884 daba como notas del despojo las


siguientes:

Para los efectos del artículo que precede [para la procedencia del inter­
dicto de despojo], se considera violencia cualquier acto por el cual una
persona usurpa de propia autoridad la cosa o derecho materia del inter­
dicto; y por vías de hecho los actos graves, positivos, y de tal naturaleza
que no pueden ejecutarse sin violar la protección que las leyes aseguran
a todo individuo que vive en sociedad.

Escriche define el despojo como el “acto violento o clandestino


por el cual uno es privado de una cosa mueble o raíz que poseía o del
ejercicio de un derecho de que gozaba”.

3. Están legitimadas activa y pasivamente, en el interdicto de


despojo, las mismas personas que lo están en el de retener la
posesión.

4. Sólo procede el interdicto tratándose de bienes inmuebles,


entre los cuales hay que incluir los derechos inmobiliarios, tales como

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152 Eduardo Pallares Portillo

las servidumbres, el usufructo, la habitación, o sea, los derechos


reales susceptibles de posesión.

5. Prescribe la acción de despojo en el año siguiente a los “actos


violentos o vías de hecho causantes del despojo”.

Puede promoverse incluso contra el propietario despojante del


bien que haya transferido a otra persona el uso y aprovechamiento
de la cosa mediante el contrato.

Con el interdicto se obtiene la restitución de la casa y las demás


prestaciones accesorias que se han mencionado del interdicto de rete­
ner la posesión.

En el derecho colonial, la ley 2, título 34, libro ii de la Novísima


Recopilación concedía el interdicto de despojo no sólo contra
actos realizados por los particulares, sino también por las autoridades
judiciales cuando despojaban de la posesión sin haber oído en jui­
cio al poseedor. En la actualidad, el juicio de amparo sustituye ventajo­
samente al interdicto de despojo, pero desde el punto de vista teórico
parece indudable la procedencia de este último en dichos casos. Los
tribunales franceses así también lo han resuelto.

Del despojo proceden dos acciones: la procesal civil, de la que


estamos tratando, y la penal, por medio de la cual no sólo se obtiene
el castigo del despojante sino también la recuperación de la cosa,
con fundamento en el artículo 30 fracción i del Código de Proce­
dimientos Penales.

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Catecismo de derecho procesal civil 153

No puede promover el interdicto el tenedor del inmueble al que


se refiere el artículo 793 del Código Canónico: “Cuando se demues­
tra que una persona tiene en su poder una cosa en virtud de la situa­
ción de dependencia en que se encuentra respecto de su propietario, y
que la retienen en provecho de éste en cumplimiento de las órdenes
e instrucciones que de él ha recibido, no se le considera poseedor”.
En tal situación se encuentran los porteros, los criados, los adminis­
tradores, cuidadores de garajes, etcétera.

El canon 1699 del Código Canónico vigente implícitamente


concede al esposo el interdicto de despojo para obligar a la mujer a
la restauración de la vida conyugal.

El despojado que propone excep­ción contra el despojante no está obli­


gado a responder a la demanda mientras no se le haya restablecido en
la posesión.

3. Pero si en la restitución de la cosa o el ejercicio del derecho hubiere


algún peligro (p.ej., se servicia cuando el marido pide contra la mujer la
restauración de la vida conyugal), el Juez, a instancia de parte del pro­
motor de justicia, decretará, o que la restitución se deje en suspenso, o
bien que la persona o cosa se entreguen a un deposi­tario, hasta que la
causa se falle en juicio petitorio.

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FICHA NÚM. 29

El interdicto de obra nueva en el derecho mexicano

E l artículo 19 del Código de Procedimientos Civiles dice:

Al poseedor del predio, o derecho real sobre él, compete la acción para
suspender la conclusión de una obra perjudicial a sus posesiones, su
demolición o modificación, en su caso, y la restitución de las cosas
al estado ante­rior a la obra nueva. Compete también al vecino del
lugar, cuando la obra nueva se construye en bienes de uso común.

Se da contra quien la mandó construir, sea poseedor o detentador de la


heredad donde se construye.

Para los efectos de esta acción, por obra nueva se entien­de por tal, no
sólo la construcción de nueva planta sino también la que se realiza sobre
edificio antiguo, añadiéndole, quitándole o dán­dole forma distinta.

155

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156 Eduardo Pallares Portillo

Voy a examinar las siguientes cuestiones:

a) Quién puede promover el interdicto.

b) Contra quién puede promoverse.

c) Qué se entiende por obra nueva.

d) Efectos de la sentencia que declara procedente el interdicto.

¿Quién puede promover el interdicto? Nada tengo que agregar a


lo ya expuesto en los capítulos anteriores sobre el punto. Únicamente
haré referencia a las disposiciones del derecho romano, según las
cuales no podían promover el interdicto los copropietarios de un pre­
dio en relación con los otros copropietarios que hubieran ejecutado
una obra nueva. Vimos que el Digesto resuelve que en este caso proce­
día la acción para dividir la cosa común y no el interdicto. En mi
opinión, no hay razón alguna para adoptar esta tesis. Por lo contrario,
existen las siguientes para desecharla: a) La acción communi dividendo
no tiene el mismo objeto que el interdicto; si bien es cierto que a
virtud de la obra nueva pueden considerarse lesionados los derechos
de los copropietarios y, por lo tanto, hay motivo suficiente para que
el interesado ejercite la susodicha acción, también lo que es para la
materia o fin de cada una de las acciones es del todo diferente, de
lo que se sigue que no pueden intercambiarse. b) Lo ante­rior se verá
más claramente si se reflexiona en que mediante la comunni dividendo
no se obtiene la suspensión de la obra, ni menos una rápida y expe­
dita suspensión. Lo que se logra es dividir la cosa común, resultado

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Catecismo de derecho procesal civil 157

del todo diferente al que se obtiene con el interdicto. c) Además,


la communi dividendo es acción petitoria que supone en quien la ejer­
cita la comprobación de su derecho de copropiedad, mientras que
en el interdicto sólo necesita demostrar que es posee­dor. d) El inter­
dicto es acción de mera condena y la communi dividendo es principal­
mente declarativa y accesoriamente de condena, lo que subraya la
diferencia sustancial que las separa. e) El artículo 19 es general en sus
términos y le otorga a cualquier poseedor de predio o derecho real
inmueble. Si el copropietario tiene este carácter, queda comprendido
en los términos de esa disposición. Si no es poseedor, aunque sea
copropietario no podrá ejercitar la acción. f) Finalmente, no encuen­
tro que haya incompatibilidad alguna entre el ejercicio de la acción y
el carácter susodicho de copropietario en el poseedor que la ejercite.

Por razones análogas, opino que también pueden ejecutarla el


propietario contra el usufructo, el inquilino o el usuario, y éstos con­
tra aquél.

Como queda expuesto, la acción es popular y la concede la ley al


vecino del lugar donde se está llevando a cabo la obra. Dicho queda
con esto que no puede ejercitarla el que está de paso y no ha adqui­
rido domicilio, en el sentido de “residencia fija”, porque, de acuerdo
con el artículo 29 del Código Civil, aun los simples transeúntes tienen
domicilio, pero por vecino debe entenderse la persona que tiene resi­
dencia fija en determinado lugar. El mencionado artículo dice a este

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158 Eduardo Pallares Portillo

respecto: “…el domicilio de una persona física es el lugar donde reside


con el propósito de establecerse en él”, y el artículo 30 agrega “que se
presume dicho propósito, cuando se reside por más de seis meses
en él. Transcurriendo el mencionado tiempo, el que no quiere que
nazca la presunción, declarará dentro del término de quince días a
la autoridad municipal de su nueva residencia, que no desea perder
su antiguo domicilio y adquirir uno nuevo”.

¿Podrán las personas morales ser consideradas vecinas para los


efectos del ejercicio del interdicto?

El artículo 33 del Código Civil dice que las personas morales tienen
“su domicilio en el lugar donde se halle establecida su administración”.
A pesar de esta disposición legal, pienso que el concepto de vecindad
no puede aplicarse a ellas porque vecino es la persona que habita, con
propósito de arraigo, en determinado lugar, y las personas morales no
pueden habitar nada.

En el derecho romano podía intentar el interdicto el acreedor


hipotecario para defender las servidumbres de que gozaba la cosa
dada en hipoteca. ¿Puede aplicarse esta doctrina en nuestro derecho?
Hay que distinguir: el acreedor hipotecario no puede promoverlo
porque no es poseedor del predio hipotecario. Sólo obtiene la pose­
sión cuando ejercita la acción hipotecaria, en cuyo caso el depositario
judicial posee a nombre de él. En consecuencia, este último es quien
podrá ejercitar el interdicto de obra nueva.

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Catecismo de derecho procesal civil 159

¿Contra quién se da el interdicto de obra nueva?

El interdicto se da contra quien manda construir la obra nueva, con


tal de que sea poseedor o detentador de la heredad donde aquélla
se lleve a cabo. En caso de no serlo, no procede el interdicto contra él
porque el segundo párrafo del artículo 19 es bastante explícito a este
respecto.

Las leyes romanas y españolas eran más eficaces: autorizaban que


se enderezara la acción, no sólo contra quien ordenaba la obra nueva,
sino también contra quienes la ejecutaran, porque la finalidad del
interdicto consistía, sobre todo, en obtener la suspensión. Esta fina­
lidad no está acertadamente reglamentada en el Código actual. Para
convencerse de ello basta tener a la vista las disposiciones correlativas
del Código Civil.

Artículo 1201. El interdicto se entablará por medio de escrito en


el cual se pida la suspensión de la obra nueva y la demolición de lo
eje­cu­tado, así como la restitución de las cosas al estado que antes tenían,
todo a costo del que ha ejecutado la obra.

Artículo 1202. Al escrito se acompañarán, igualmente, los


documentos en que se funde la demanda o se ofrecerá, a falta de
ellos, información de testigos.

Artículo 1203. En vista de los documentos o del resultado de la


información del Juez, si cree que hay fundamento para ello. Bajo

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160 Eduardo Pallares Portillo

la responsabilidad del quejoso dispondrá que el escribano de diligen­


cias se traslade al local donde se esté construyendo la obra nueva,
dando fe de la existencia de ésta y pormenorizando las dimensiones
que tenga, notifique la suspensión provisional.

Artículo 1204. La obra deberá suspenderse luego que se noti­


fique el auto al dueño, al encargado de la obra o a los que la
están ejecu­tando; será demolida a costa del primero en caso de
desobediencia.

Estas disposiciones, inspiradas en el derecho romano, son más


prácticas y efectivas que las del Código actual, según las cuales sólo se
obtiene la suspensión hasta que se pronuncie sentencia definitiva
en el interdicto. Quienes conocemos las lentitudes de los tribunales
mexicanos y las chicanas que en ellos se ponen en juego, tenemos
derecho a sostener que, en la ley vigente, la función suspen­siva del
interdicto no se realiza sino defectuosamente.

El objeto del interdicto no sólo consiste en suspender la obra,


sino también en demolerla, cuando en su totalidad perjudica, sin
derecho a ello, a quien promueve el interdicto, o a modificarla cuando
el perjuicio lo causa únicamente parte de ella.

¿Qué quiere decir el artículo 19 cuando habla de “restituir las


cosas al estado anterior a la obra nueva”?

Se refiere al hecho de que la obra haya dañado el predio contiguo


cuarteándolo, derribándolo o de alguna otra manera. En este caso,

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Catecismo de derecho procesal civil 161

quien ordenó la obra debe hacer las reparaciones necesarias para que
el predio recupere el estado que tenía antes de los trabajos.

Respecto al concepto de obra nueva, nos remitimos a los prin­


cipios del derecho romano que hemos expuesto y que tratan el asunto
con cierta amplitud.

¿Quién puede promover un interdicto de obra peligrosa?

El poseedor jurídico o derivado de un bien inmueble que puede


sufrir un daño, por las siguientes causas:

a) Por estar el inmueble cercano a una propiedad que se halla en


peligro de derrumbe.

b) Porque esté contiguo a una obra que amenace venirse abajo, o


a un árbol u otro objeto análogo que estén en peligro de caer.

La ley habla de “propiedad contigua o cercana”, con lo que de­


muestra que no es necesario que las casas estén colindando. Es sufi­
ciente que una de ellas esté en las inmediaciones de la otra.

No es necesario explicar el concepto del poseedor “jurídico o


derivado” porque ya lo hemos hecho al tratar de los otros interdictos,
y el Digesto precisa quiénes pueden promover la acción.

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162 Eduardo Pallares Portillo

La ley no exige que sea seguro que vaya a producirse el daño de


que habla el artículo 30; basta con que sea posible que se produzca.
El artículo dice: “…que pueda resentir o padecer”, no que necesaria­
mente vaya a resentir o padecer.

El concepto de “objeto análogo” que emplea la ley nos parece


impropio referido a un árbol. Sólo pueden considerarse cosas análo­gas
a los árboles los arbustos, y estirando mucho las plantas en general.
¿Será procedente el interdicto si hay peligro de que un arbusto, una
cerca de árboles o una planta que haya alcanzado cierto desarrollo
amenacen caer? La tradición jurídica no parece negarlo. En el dere­
cho romano procedía la acción cuando una viga, un techo o un saledizo
amenazaban venir a tierra, y ciertamente estas cosas no son análogas
a los árboles.

Hay que subrayar la circunstancia de que la ley admite como


causa del interdicto no sólo el mal estado de la propiedad vecina
sino también el de la obra que en ella exista. El artículo 20 dice que
el objeto del interdicto es obtener la demolición total o parcial de la
obra, lo que hace surgir una duda: ¿en qué, pues, se distingue este
interdicto del de obra nueva? Aunque en los dos la causa generadora
de la acción puede ser una obra, en el interdicto de que tratamos ha de
ofrecer peligro por su mal estado, porque amenace derrumbarse o
carezca de estabilidad, etcétera. Mientras que en el interdicto de obra
nueva, ésta se inicia y no hay temor de que se venga abajo.

El fin de la acción es doble: a) Adoptar medidas urgentes para


evitar los riesgos; b) Obtener la demolición total o parcial de la
obra o la destrucción del objeto peligroso.

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Catecismo de derecho procesal civil 163

Contrariamente a lo que disponían las leyes romanas y españolas,


el actor no tiene derecho de pedir que se le ponga en posesión del
predio que se encuentra en estado ruinoso ni de exigir el otorgamiento
de una caución que responda por daños y perjuicio futuros. Por esta
circunstancia, la acción de obra peligrosa no es actualmente pose­
soria, ya que en ella no se discute posesión alguna, sino acción
de condena, cuyo fin esencial es obtener la destrucción de la cosa que
ofrece peligro.

Sin embargo, hay que tener en cuenta lo que dispone el artículo


441, que dice:

Cuando en el interdicto de obra nueva, la protección eficaz se realice


con sólo la suspensión de las obras, así lo determinará [la sentencia],
pero si dichas obras implican una usurpación de la posesión del deman­
dante, se ordenará la demolición previa fianza que otorgue el actor. Esta
misma regla debe tenerse presente en el interdicto de obra peligrosa.

La acción puede ser promovida también por quien tenga servi­


dumbre de paso, pública o privada, por las inmediaciones del lugar
donde está la obra, árbol u objeto peligroso. En este caso, el riesgo
que ha de existir no recae sobre ningún bien material, sino sobre la
persona misma del titular de la servidumbre, que puede ser lesionado
o morir aplastado por el derrumbe o la caída de que se trate.

La acción no es del pago de daños y perjuicios porque se concede


para obtener la destrucción del objeto peligroso; ha de entablarse
antes de que sobrevenga el daño. Sobrevenido éste, el perjudicado

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164 Eduardo Pallares Portillo

puede demandar la indemnización correspondiente en la vía suma­


ria civil.

Finalmente, el Código actual no hace sino resumir de muy mala


manera las disposiciones del de 1884, por lo que se entenderá mejor
aquél si se conocen las disposiciones del anterior, más claras y precisas.

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Ficha Núm. 30

Intervención de terceros

1. Sólo pueden intervenir en un juicio, realizando actos procesales,


las partes y sus representantes.

2. Los terceros únicamente pueden hacerlo cuando tengan interés,


o sea, cuando les afecte de alguna manera la sentencia que se pronun­
cie en el juicio o en los actos realizados en él.

3. Los abogados, sin ser partes ni representan­tes de éstas, pueden


realizar como actos procesales los alegatos, los interrogatorios y el reci­
bir notificaciones.

4. El interés que autoriza a los terceros para intervenir en un


juicio puede ser patrimonial o moral, fundado en una mera situación
de hecho o en un derecho.

165

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166 Eduardo Pallares Portillo

5. La inter­vención puede ser voluntaria u obligatoria, es decir,


impuesta por la ley. En términos más científicos, puede decirse que
en este último caso tienen la carga de la intervención. En algunos
casos los funcionarios tienen la intervención de oficio.

6. La intervención puede ser de dos maneras: o bien, el tercero


se constituye parte en el proceso, en cuyo caso éste continúa siendo
uno y el mismo, o bien, promueve mediante una acción autónoma un
nuevo proceso. Aunque la ley mexicana engloba las dos formas en la
categoría de “tercería”, en realidad hay una dife­rencia sustan­cial entre
una y otra. El tercero coadyuvante no pro­mueve un nuevo juicio, sino
que interviene en el ya existente.

7. La intervención puede ser adhesiva o excluyente. En el primer


caso, el tercero actúa para ayudar a una de las partes; en el se­gundo,
hace valer un derecho propio, sea en contra de las dos o en contra de
una sola. La ley llama al primer procedimiento tercería coadyu­vante,
y al segundo tercería excluyente. Los autores denominan a esta última
“intervención prin­cipal”, y afirman que es de origen germá­nico, donde
era del todo punto indispensable porque las sentencias que se pro­
nunciaban entre los germanos afectaban no sólo a los liti­gantes, sino
en general a toda la comunidad, incluso a los terceros.

8. La doctrina de la interven­ción de los terceros exige que se


precise bien el concepto de tercero. En general, tercero es la persona
que no interviene en un acto jurí­dico ni está representado en él. Apli­

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Catecismo de derecho procesal civil 167

cando este concepto a los juicios, puede decirse que terceros son las
personas que no figuran en él como actor o demandado [o en funcio­
nes de Ministerio Pú­blico], o no están representados por dichas partes.
Según el artículo 422 no son terceros, a pesar de que no intervengan
en el juicio, los causahabientes de las partes y los codeudores de obli­
gación manco­munada o indivisible.

9. Respecto a estos últimos, cabe decir que la aplicación de dicho


artículo puede producir la indefensión de los deudores y ser violatoria
de la garantía de previa audiencia judicial.

10. También respecto de los causahabientes se produce la inter­


ven­ción, cuando el juicio se sigue entre los causantes y éstos han
trans­mitido ya el derecho litigioso.

11. La ley no distingue entre los causahabientes a título universal


y los causahabientes a título singu­lar.

12. La intervención en el mismo juicio puede dar lugar a un litis


consorcio propio o impropio, según los casos.

13. En estricto derecho, los terceros no necesitan intervenir en el


juicio. Para proteger sus derechos pueden hacer valer el principio
de resinter allios judicata, acudir al juicio de amparo, o hacer valer en
algunas legislaciones la impugnación que se llama oposición de tercero.
La nuestra sólo la auto­riza en el caso de la llamada ejecución mixta.

Primera parte.indd 167 10/03/2015 01:35:42 p.m.


168 Eduardo Pallares Portillo

Acción de otorgamiento de un título legal o un contrato

Su utilidad es manifiesta. La ley exige que se acompañe a la demanda


con el documento base de la acción. Si éste falta, la demanda queda sin
fundamento. El Código de 1884 era más exigente: ordenaba que los
Jueces repelieran de oficio las demandas a las cuales no se acompaña­
sen títulos fundatorios de la acción, lo que dio origen a numerosas
dificultades prácticas e incluso a que los arrendadores se viesen obli­
gados a ejercitar acción reivindicatoria contra los inquili­nos cuando
no podían disponer del contrato de arrendamiento. Los auto­res del
Código vigente quisieron remediar estos males autorizando la acción
para exigir la expedición de un título legal. En el mismo sen­tido, el
artículo 1833 del Código Civil previene: “Cuando la ley exija deter­
minada forma para un contrato, mientras que éste no revista esa forma
no será válido, salvo disposición en contrario; pero si la volun­tad de
las partes para celebrarlo consta de manera fehaciente, cualquiera
de ellas puede exigir que se dé al contrato la forma legal”. No debe
confundirse la acción de que se trata con el derecho que da la ley para
obtener copia o testimonio de los documentos que se encuen­tren
en los archivos.

La acción se tramita en la vía sumaria de acuerdo con lo que


dispone el artículo 30 fracción iv, y mediante ella se pide que sea
condenado el demandado a otorgar el contrato o documento y al
pago de daños y perjuicios.

Llamamiento a terceros que intervengan en el juicio

1. Esta modalidad también tiene el nombre de intervención


coactiva. En realidad no se puede obligar a los terceros a intervenir en

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Catecismo de derecho procesal civil 169

el juicio por medios coactivos. Sólo se trata de requerirlos para que


intervengan, con la advertencia de que si no lo hacen, de todas maneras
los obligará la sentencia que se pronuncie en el juicio.

2. Los casos de intervención coactiva o necesaria son los siguien­


tes: a) Cuando la cuestión debatida en el juicio es común a la parte
que llama al tercero y a éste, en el sentido de que los dos estén inclui­­
dos en la relación jurídica materia del litigio. Por ejemplo, los casos
de comunidad, herencia, deuda mancomunada o indivisible; b) Tam­­
bién cuando la relación jurídica sustancial que va a ser decidida en la
sentencia es conexa con otra relación jurídica en la que es parte
el tercero que es llamado, de tal manera que al decidirse por una se
decide sobre otra, al menos parcialmente (véase Chiovenda, p. 275 del
tomo 2 de sus Instituciones); c) Entre las dos especies mencionadas
caben las siguientes figuras procesales: la litis denuntiatio, que tiene
lugar cuando la parte que pierde en el pleito tiene acción de regreso
contra el tercero, como sucede en los casos de evicción, en los que
el comprador que la sufre tiene derecho a exigir al vende­­dor el pago
del precio de la cosa y de los daños y perjuicios que le ha ocasionado
aquélla. También puede mencionarse en esta figura al arren­datario, al
usufructuario, al usuario, etcétera, que son demanda­dos en juicio;
la laudatio nominatio actoris, que puede llevarse a cabo cuando el posee­
dor con posesión derivada es demandado por un tesoro en reivindi­
cación, y hace uso del derecho que le otorga el artículo 5 del Código
de Procedimientos Civiles. El llamado en garan­tía que está autorizado
parcialmente en artículo 21 y el llamado al tercero pretendiente que
se funda en los artículos 224 de la ley pro­cesal y 2098 y 2099 del
Código Civil.

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170 Eduardo Pallares Portillo

Esta última figura tiene lugar cuando el deudor de una presta­


ción sabe a ciencia cierta quién es el acreedor de la misma prestación
porque dos o más personas se consideran con derecho a exigir su
cumplimiento. En este caso, los artículos mencionados facultan al
deudor para consignar la cosa debida, citar a los presuntos acreedores
a fin de que por sentencia firme se decida cuál de todos tiene derecho a
exigir el cumplimiento de la obligación. Puede utilizarse igualmente en
los casos en que el deudor ignore o tenga dudas respecto de quiénes
son los herederos de su acreedor.

Primera parte.indd 170 10/03/2015 01:35:42 p.m.


Ficha Núm. 31

Acciones del estado civil

C on el nombre de acciones del estado civil, la ley procesal


mexicana comprende acciones de diversa naturaleza, tanto
en lo que se refiere al derecho garantizado por cada acción, cuanto en
lo relativo a la esencia de la acción y al fin perseguido por ella.

El primer grupo de las acciones del estado civil se encuentra


enunciado en el artículo 24 de la siguiente manera: “Las acciones del
estado civil tienen por objeto las cuestiones relativas al nacimiento,
defunción, matrimonio o nulidad de éste, filiación, reconocimien­
to, emancipación, tutela, adopción, divorcio y ausencia”, es decir, todas
las cuestiones relacionadas con el estado civil de las personas.

171

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172 Eduardo Pallares Portillo

Conviene hacer notar que esas acciones no implican necesa­


ria­mente la existencia de una controversia entre partes, porque en
muchos casos simplemente concierne a la declaración judicial del
estado civil de que se trate; tal acontece en los casos de tutela, adop­
ción, divorcio voluntario, ausencia, reconocimiento de hijos fuera de
juicio, etcétera. Los procedimientos relativos a estos asuntos no supo­
nen la litis en todo caso, y en algunos casos se realizan mediante actos
de jurisdicción voluntaria.

Las acciones del estado civil a que nos estamos refiriendo son
declarativas, porque con ellas se obtiene la declaración judicial del
estado civil de una persona.

Están relacionados con este primer grupo de acciones los artícu­


los del Código Civil relativos a las actas del estado civil, al matrimo­
nio, filiación, reconocimiento de hijos naturales, divorcio, tutela,
ausencia, etcétera. Del Código de Procedimientos Civiles, deben tenerse
en cuenta el artículo 156 fracciones ix, x, xi, xii, que fijan la competen­
cia en los juicios de las acciones del estado civil. También concierne a
ellas la fracción ix del artículo 430, que establece el juicio sumario
para que en él se ventilen determinadas cuestiones relativas al estado
civil; el 432, relacionado con el anterior; el artículo 526, que fija la
manera de ejecutar la sentencia que ordena la entrega de una per­
sona; los artículos 634 a 682, que fijan el procedimiento relativo al
divorcio por mutuo consentimiento; 902 a 914, que tratan del nom­
bramiento de tutores y curadores; 923 a 926, que conciernen a los
procedimientos que deben seguirse en los casos de adopción; 938 y

Segunda parte.indd 172 10/03/2015 01:36:38 p.m.


Catecismo de derecho procesal civil 173

939, que contienen disposiciones sobre habilitación y emancipa­


ción, permiso para contratar con el marido y depósito de menores e
incapacitados.

Una teoría de las acciones del estado civil corresponde a la apli­


cación del Código Civil y no al de Procedimientos Civiles. Por eso
sólo hemos mencionado las disposiciones relativas a estas acciones
sin extendernos más.

El segundo grupo de acciones del estado civil son las que tienen
por objeto la rectificación de actas del estado civil. Conciernen a esta
rectificación los artículos 134 y 138 del Código Civil que dicen:

Artículo 134. “La rectificación o modificación de un acta del


estado civil no puede hacerse sino ante el Poder Judicial, en virtud
de sentencia de éste, salvo el reconocimiento que voluntariamente
haga el padre de su hijo, el cual se sujetará a las prescripciones de
este Código.”

Artículo 138. “La sentencia que cause ejecutoria se comuni­cará


al Oficial del Registro Civil, que hará una referencia de ella al mar­­
gen del acta impugnada, sea que el fallo conceda o niegue la
rectificación.”

Además, debe tenerse en cuenta lo dispuesto en el artículo 24


del Código de Procedimientos Civiles, que comentaremos después.

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174 Eduardo Pallares Portillo

El Código Civil de 1884 exigía que la demanda de rectificación


de actas del estado civil se hiciera conocer a todos los interesados
mediante publicaciones en los periódicos, con objeto de que intervi­
niesen en el juicio, haciendo valer sus derechos. El Código actual ha
suprimido esta solemnidad, lo que no debe interpretarse en el sen­
tido de que los terceros no puedan comparecer en el juicio para hacer
la defensa de sus intereses, ya que tienen esta facultad de acuerdo
con lo que dispone el artículo 23 de la ley procesal.

El juicio de rectificación de acta es ordinario y la sentencia que


en él se pronuncie es revisable de oficio, en los términos del artículo
716, que dice:

La revisión de las sentencias recaídas en los juicios sobre rectificación


de actas del estado civil y sobre nulidad de matrimonio por las causas
expresadas en los artículos 241, 242 y 248 a 251 del Código Civil, abre
de oficio la segunda instancia, con intervención del Ministerio Público
y aunque las partes no expresaren agravios ni promovieren pruebas, el
tribunal examinará la legalidad de la sentencia de primera instancia,
quedando entre tanto sin ejecutarse ésta.

Las sentencias que se pronuncian en los juicios de rectificación


de actas del estado civil en general, presentan la particularidad de que
producen efectos aun contra los que no han litigado, aunque alcan­
zan la autoridad de la cosa juzgada. Esto se debe a que el derecho por
ellos declarado es el estado que tienen las personas en la sociedad,
que ha de existir respecto a todos los asociados y no solamente en

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Catecismo de derecho procesal civil 175

relación con alguno de ellos; se es padre de una persona o no se


es padre de ella; se está casado o no se está casado, etcétera.

El legislador en tres ocasiones ha referido a esta característica de


las dichas sentencias: en los artículos 24 (primer párrafo), 422 (segundo
párrafo) y 93.

El artículo 93 es interesante porque formula una excepción al


principio de que tratamos. Dice: “El tercero puede excepcio­narse
contra la sentencia firme, pero no contra la que recayó en jui­cio del
estado civil, a menos que alegue colusión de los litigantes para perju­
dicarlo”. Esta colusión, que supone necesariamente mala fe de los
litigantes, constituye un acto celebrado en fraude de acreedores y da
lugar a la acción pauliana o revocatoria, si el interesado quiere obrar
como demandante, o a la excepción del artículo 93.

Además de las acciones declarativas del estado civil que hemos


mencionado, existen las posesorias, que tienen por objeto proteger no
propiamente a dicho estado, sino a la posesión de hecho del mismo,
que consiste en tres entidades: el nombre, el trato y la fama. Si una
persona lleva el apellido de otra que lo trata como si fuera su hijo, lo
educa, lo alimenta y lo presenta en sociedad como hijo suyo, la ley
estima que esos hechos constituyen la posesión del hijo legítimo o
natural, según los casos, y otorga a quien goza de ellos los interdictos
de retener y recobrar la posesión, de acuerdo con lo que previene el
artículo 24, que dice en su último párrafo: “Las acciones de estado
civil fundadas en la posesión de estado, producirán al efecto de que se

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176 Eduardo Pallares Portillo

ampare o restituya a quien la disfrute contra cualquier perturbador”.


Ni qué decir que esas acciones pueden ser ejercitadas lo mismo por el
padre que por el hijo, que tienen, respectivamente, uno la posesión
del estado de paternidad, y el otro la posesión del estado de hijo.
Es dudoso que al esposo se dé dicha acción para defender la pose­
sión de sus derechos conyugales.

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Ficha Núm. 32

Sustitución procesal

L
pre­cisado.
a sustitución procesal no fue analizada por los autores
clásicos. Se debe a los jurisconsultos modernos haberla

Consiste en el hecho de que una persona, autorizada por la ley,


ejercite una acción o haga valer un derecho que no son suyos; al obrar
de esta manera actúa, no como representante legal o convencional del
titular de la acción o del derecho, sino en nom­bre propio. Esta última
circunstancia es la característica de la sustitu­ción procesal, y por ella
no debe confundirse al sustituto procesal en el procurador judi­
cial, con el apoderado o mandatario, con los representantes legales,

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178 Eduardo Pallares Portillo

(ascendientes o tutores), albaceas, síndicos, etcétera. Todos éstos


obran en nombre y representación del titular de la acción que ejerci­
tan. El sustituto lo hace por su propio derecho.

En la sustitución procesal, quien ejercita la acción se llama sus­


tituto; la persona cuya acción ejercita, sustituido.

Esta figura procesal es una excepción al principio dispositivo que


consagra el primer enunciado del artículo 29, que dice: “Ninguna
acción puede ejercitarse sino por aquel a quien compete o por su
representante legítimo”.

La sustitución procesal está autorizada en el artículo 29, en el 32


fracción iii, y en el segundo párrafo del artículo 591; el estudiante
deberá analizarlos para exponer su contenido en el examen.

No procede la sustitución respecto a derechos personalísimos,


es decir, aquellos de tal manera inherentes a la persona que sólo
ella puede ejercitar porque son predominantemente de carácter
moral y no meramente patrimoniales.

Es dudoso si el depositario judicial que se nombra cuando se


embarga un crédito o una finca urbana sea un sustituto procesal,
porque la posesión derivada que tiene del bien embargado no la
tiene por su propio derecho, sino como representante del acreedor
embargante mientras dura el juicio.

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Catecismo de derecho procesal civil 179

Se ha objetado la sustitución procesal que establece el artículo


29, el resultar poco útil en la práctica, porque es más fácil al acreedor,
en primer lugar, embargar el crédito que su deudor tiene en contra
de un tercero que cumplir los requisitos que dicho artículo exige
para que pueda tener lugar la sustitución. Ya embargado el crédito, el
depositario podrá demandar al deudor en se­gundo lugar.

También se ha objetado a la sustitución procesal el hecho de que


viola, en perjuicio del deudor sustituido, la garantía del artículo 14
constitucional, porque sin ser parte del juicio promovido por el sus­
tituto, la sentencia que en él se pronuncie afecta su crédito.

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Ficha Núm. 33

¿Qué se entiende por acumular?

L a palabra acumular significa reunir o juntar.

¿Cuántas clases de acumulación hay?

Hay dos clases de acumulación, la de autos y la de acciones. Hay


acumu­lación de acciones cuando se ejercitan dos o más acciones en
un solo proceso. La acumulación de acciones puede ser necesaria,
facultativa o prohibida. Es necesaria cuando la ley ordena la acumu­
lación. Tal es el caso previsto por los artículos 31, 739 fracción
viii, y 778.

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182 Eduardo Pallares Portillo

¿En qué casos está prohibida la acumulación?

Está prohibida la acumulación en los casos a que se refiere el ar­


tículo 31.

¿En qué casos procede la acumulación voluntaria?

La ley no reglamenta la acumulación voluntaria de las acciones, pero


puede inferirse del artículo 39, que establece la excepción de litis
pendencia y conexidad. Sí procede dicha excepción cuando hay iden­
tidad parcial o total de personas y acciones, aunque las cosas sean
distintas, y cuando las acciones provengan de una misma causa;
se infiere entonces que en estos casos procede de la acumulación de
acciones porque el efecto de la excepción susodicha es producir
la acumulación de los autos, la que trae consigo la de las acciones.

¿En qué casos la acumulación de acciones es obligatoria?

La acumulación de acciones en una misma demanda es obligatoria,


bajo pena de caducidad, cuando haya varias acciones contra una mis­
ma persona respecto de una misma cosa y provengan de una misma
causa. Las acciones no acumuladas caducan. También es obligatoria
la acumulación en los juicios universales.

¿Por qué se ha establecido la acumulación?

La acumulación, tanto de autos como de acciones, la exige la ley por


virtud del principio de economía y para evitar sentencias diversas o

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Catecismo de derecho procesal civil 183

contrarias respecto a un mismo litigio. El problema de la acumu­


lación de acciones exige para su resolución saber identificar las
acciones.

¿De qué manera se identifican las acciones?

Las acciones se identifican por estos tres elementos: por las personas
que las intentan y contra quienes se intenta, por las cosas o presta­
ciones que mediante las acciones se exigen y por las causas que dan
nacimiento a las acciones.

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Ficha Núm. 34

¿Qué dispone el artículo 32 del Código de Procedimientos


Civiles?

Fundamentos de la acción de jactancia

¿Qué se obtiene mediante la acción de jactancia?

Competencia tratándose de la acción de jactancia

Prescripción de la acción de jactancia

E l artículo 32 del Código de Procedimientos Civiles dice:

A nadie puede obligarse a intentar, o proseguir una acción contra su


voluntad, excepto en los casos siguientes:

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186 Eduardo Pallares Portillo

I. Cuando alguno públicamente se jacte de que otro es su deudor, o de


que tiene que deducir derechos sobre alguna cosa que otro posee. En este
caso, el poseedor, o aquel de quien se dice que es deudor puede ocurrir
al Juez de su propio domici­lio, pidiéndole que señale un término al
jactancioso para que deduzca la acción que afirme tener, apercibido
de que no haciéndolo en el plazo designado, se tendrá por desistido de
la acción que ha sido objeto de la jactancia. Este juicio se substanciará
sumariamente. No se reputa jactan­cioso al que en un acto judicial, o
administrativo se reserva los derechos que pueda tener contra alguna
persona o sobre una cosa. La acción de jactancia prescribe a los tres
meses desde la fecha en que tuvieron lugar los dichos y hechos que la
originan.

Para comentar esta disposición legal, analizaremos:

1. El hecho de la jactancia

2. Los fundamentos de la acción de la jactancia

3. El fin que mediante ella se persigue

4. Competencia

5. Forma del juicio

6. Prescripción

1. El hecho de la jactancia. Escriche dice a este respecto:

Jactancia. En el lenguaje común no es otra cosa que la alabanza desor­


denada o injusta que uno hace a sí mismo; pero en el lenguaje legal se
toma por la manifestación que uno hace de cosas que pueden causar a

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Catecismo de derecho procesal civil 187

otro un gran perjuicio o menoscabo en su estado. Por ejemplo, que otro


era su siervo, o que la hacienda que poseía como propia no era suya en
realidad por haberla adquirido por medios ilícitos o injustos.

La jactancia consiste, pues, en la afirmación pública que una


persona hace de que otra es su deudor o de que es titular de una acción
real que puede ejercitar contra ella. Para que haya jactancia no es
necesario que la afirmación sea injusta o de mala fe, puede hacerse
con toda justicia y buena fe, lo que no impide que perjudique al que
se ve afectado por ella, y dé nacimiento a la acción que estudiamos.
Ha de ser pública, porque el legislador no ha querido perseguir las
manifestaciones de carácter privado o confidencial; de haberlo
hecho, los chismes y las habladurías tendrían fuerza bastante para
poner en juego a la justicia. La calificación y el grado de publicidad
quedan al arbitrio del Juez, porque depende de circunstancias infi­
nitas sobre las cuales no es posible estatuir nada absoluto. Todos sabe­
mos que lo público es distinto de lo privado, pero no posee­mos
ninguna medida rigurosa que nos autorice afirmar: “hasta aquí llega
lo público y hasta aquí lo privado”.

La jactancia puede realizarse por medio de la palabra o por


medio de la escritura. El artículo 32 se refiere a ella en estos términos:
“dichos y hechos”. Por tanto, cualquier clase de hechos mediante
los cuales se exprese públicamente que una persona es deudora, por
acción real o personal, constituye jactancia.

2. Fundamento de la acción de jactancia. ¿En qué se funda la


acción de jactancia? Los jurisconsultos no están de acuerdo en esta

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188 Eduardo Pallares Portillo

materia, y pueden verse en Chiovenda los diversos argumentos que se


han expuesto. En nuestra opinión, los fundamentos de la acción son
principalmente: a) El derecho a mantener la integridad del crédito
civil o mercantil. b) El derecho a la seguridad jurídica. El crédito, de
cualquier naturaleza que sea, mercantil o civil, está en nuestro patri­
monio, forma parte de los bienes que deben ser protegidos por la ley
y las autoridades. Cualquier atentado al crédito puede tener influen­
cia perjudicial en los negocios de la persona afec­tada, y llegar hasta
producir su quiebra. Ahora bien, el jactancioso ataca el crédito desde
el momento en que afirma ser acreedor, con derecho real o personal,
de determinado individuo, tanto más cuanto que la jactancia casi
siempre se realiza en forma que pudiera llamarse ofensiva, denigrante
del buen nombre del difamado.

¿Cómo no otorgarle una acción que ponga fin a las afirmaciones


fundadas o infundadas del jactancioso?

Algún jurisconsulto sostiene que la acción de jactancia tiene como


fundamento el derecho a la integridad jurídica, pero este derecho no
se encuentra enunciado en las leyes, y casi es seguro que no puede ser
definido y explicado con claridad. En cambio, el crédito y la seguri­
dad sirven de apoyo a diversas instituciones jurídicas y siempre han
encontrado respaldo en la ley. Tal vez lo único sustancial que haya en
esa “integridad” no sean otras cosas que las ya dichas.

3. El fin que se persigue mediante la acción se encuentra defi­


nido por el artículo 32 en los siguientes términos:

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Catecismo de derecho procesal civil 189

En este caso, el poseedor, o aquel de quien se dice que es deudor puede


ocurrir al Juez de su propio domicilio, pidiéndole que señale un término
al jactancioso para que deduzca la acción que afirme tener, apercibido
de que no haciéndolo en el plazo designado, se tendrá por desistido de
la acción que ha sido objeto de la jactancia.

El fin principal que se busca con la acción es obtener una senten­


cia condenatoria (en parte) y declarativa (en parte) que obligue al
demandado a intentar la acción que dice tener, dentro del plazo
que el Juez le fije, con el apercibimiento de tenerlo por desistido de
ella si no lo hace.

La acción es de condena parcialmente porque tiende a imponer


una obligación al demandado.

Es igualmente declarativa porque declara condicionalmente la


caducidad de la acción del jactancioso si no la ejercita en el plazo
señalado. Decimos condicionalmente porque si el demandado cum­
ple con la sentencia y pone en juego su acción en el término que se le
otorgó, la caducidad no tiene lugar.

A este respecto hay que decir que el artículo 32 ordena: “Aperci­


bido que de no hacerlo en el plazo señalado, se tendrá por desistido
de la acción que ha sido objeto de la jactancia”. En realidad, la pala­bra
desistido está mal empleada porque no se trata de un desistimiento,
sino de una caducidad. El desistimiento presupone el ejercicio de la
acción: hay desistimiento cuando ya hay demanda, y en el caso no la hay;
de haberla, la acción de la jactancia saldría sobrando. Lo que la ley

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190 Eduardo Pallares Portillo

ordena es probablemente la caducidad de la acción que dice tener


el jactancioso.

La ley no determina el plazo que debe señalar el Juez al jactan­


cioso para que ejercite su acción. De este silencio se infiere que queda
al arbitrio del Juez. A mi parecer no es aplicable la fracción iv del
artículo 137 porque se trata del ejercicio de una acción y no de una
diligencia judicial.

4. Competencia, forma de juicio y prescripción

La competencia en la acción de jactancia está determinada en el


mismo artículo 32, que ordena: “En este caso, el poseedor, o aquel de
quien se dice que es deudor, puede ocurrir al juzgado de su propio
domicilio, pidiéndole…”

Si la persona que es objeto de la jactancia no tiene domicilio pro­


pio, será competente el Juez de su residencia, porque ésta suple a aquél.

En cuanto a la forma de juicio, el mismo artículo previene que la


acción de jactancia se sustanciará sumariamente.

Por último, la acción prescribe en tres meses, desde la fecha en


que tuvieron lugar los dichos y hechos constituidos de la jactancia.
Conviene hacer notar que la ley no hace correr la prescripción desde
la fecha en que tuvo conocimiento de ellos la persona que debe ejer­
citar la acción, lo que es enteramente diverso y nos parece injusto.
Si el perjudicado por la jactancia no tiene conocimiento de ésta,
¿cómo podrá ejecutar la acción?

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Ficha núm. 35

¿Qué se entiende por acciones contrarias?

S e entiende por acciones contrarias aquellas que no pue­


den en ningún caso ser procedentes al mismo tiempo
pero que sí pueden ser improcedentes al mismo tiempo.

¿Qué se entiende por acciones contradictorias?

Son contradictorias aquellas que no pueden ser procedentes al mismo


tiempo ni tampoco improcedentes al mismo tiempo. De ser una pro­
ce­dente, la otra tiene que ser improcedente.

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192 Eduardo Pallares Portillo

Concepto de las acciones prejudiciales

La prohibición relativa a que no pueden acumularse acciones cuando la


procedencia de una depende del resultado de la otra da lugar al estu­
dio de las llamadas acciones prejudiciales.

Se llaman acciones prejudiciales aquellas que son el presu­puesto


de otras acciones como ejemplos pueden ponerse la de nulidad de un
testamento en rela­ción con la petición de herencia por sucesión legí­
tima; la de declaración de estado de hijo legítimo o natural en relación
con la de pago de alimentos, etcétera.

Acciones principales y accesorias

No deben confundirse las acciones prejudiciales con las principales


de las que derivan las accesorias. Por ejemplo, la de rescisión de con­
trato de arrendamiento y como consecuencia al pago de daños y per­
juicios procedentes del incumplimiento de contrato; la de disolución
de una sociedad y devolución del capital aportado, etcétera.

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Ficha núm. 36

Litis cerrada

E l Código vigente establece el sistema de la litis cerrada, que


es la contraria de la litis abierta. El artículo 34 previene
que “intentada la acción y fijados los puntos cuestionados, no podrá
modificarse ni alterarse, salvo en los casos en que la ley lo permite”.
Esto quiere decir que no es lícito a las partes, ni menos al Juez, modi­
ficar los escritos de demanda, contestación, réplica y dúplica, alte­
rando las cuestiones sometidas al tribunal para su decisión. En esto
consiste que la litis sea cerrada o inalterable después de establecida.
Las ventajas del sistema saltan a la vista. Si fuera lícito a los litigantes
cambiar durante el procedimiento los puntos cuestionados, se produ­
cirían los siguientes inconvenientes: el proceso no se desenvolvería

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194 Eduardo Pallares Portillo

lógicamente porque se retrocedería a su periodo inicial, que sirve de


base a todos los subsecuentes y a las actividades procesa­les tanto del
Juez como de las partes. Las pruebas rendidas no harían ecuación con
los puntos cuestionados. Alguna o muchas de las pro­ducidas resulta­
rían inútiles con pérdida de tiempo y gastos. Además, se abrirían
las puertas a la mala fe, a la conducta dolosa de los liti­gan­tes, si se les
permitiera modificar las cuestiones que llevaron al debate. Viendo per­
didas algunas de ellas, las abandonarían para formu­lar otras diversas
que pudieran favorecerlos.

La ley, sin embargo, admite que se modifique la litis cuando se


trata de excepciones supervenientes, es decir, de aquellas que han
nacido después de producidos los escritos de demanda, contestación,
réplica y dúplica. El artículo 273 dice: “Las excepciones superve­
nientes se harán valer antes de la sentencia y dentro del tercer día de
que tenga conocimiento la parte. Se substanciarán por cuerda sepa­
rada y sumariamente; su resolución se reserva para la definitiva”.

En este caso, le es lícito al demandado modificar los términos de


su defensa, haciendo valer dichas excepciones. Es justo que así lo
haga, ya que no pudo tener conocimiento de las excepciones al con­
testar la demanda; se restringiría su derecho natural de defensa si se
le prohibiese llevarlas al debate.

También puede modificarse la litis mediante el desistimiento


parcial que las partes hagan de las acciones o excepciones formuladas
por ellas. En opinión del maestro García Rojas, también debe consi­

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Catecismo de derecho procesal civil 195

derarse como un caso de la modificación de la litis lo previsto en el


artículo 307.

Acción de enriquecimiento ilícito

Entre las acciones personales de las que de manera especial se ocupa


el Código, figura ésta. El artículo 26 previene: “El enriquecimiento
sin causa de una parte, con detrimento de otra, presta mérito al per­
judicar para ejercitar la acción de indemnización en la medida en que
aquélla se enriqueció”.

Esta acción está fundada en un principio de derecho natural o,


si se quiere, de equidad. Consiste en que todo enriquecimiento reali­
zado a expensas o con perjuicio de una persona ha de tener una causa
jurídica, una causa que los justifique y le otorgue moralidad. Cuando
no se llena esta condición el enriquecimiento es ilícito y el perjudi­
cado debe ser indemnizado.

La acción se ejercita en la vía sumaria de acuerdo con la frac­­ción


xiii del artículo 430, que dice: “Se tramitarán sumariamente […] xiii.

La responsabilidad civil que provenga de causa extracontractual…”

Para ejercitar esta acción hay que tener en cuenta los artículos
1882 a 1895 del Código Civil, que se refieren a ella en lo que concierne
al derecho sustantivo. El primero de esos artículos formula el prin­
cipio general que sirve de base a la acción: “El que sin causa se enri­
quece en detrimento de otro, está obligado a indemnizarlo de su
empobrecimiento en la medida en que se ha enriquecido”.

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Ficha núm. 37

Concepto clásico de la excepción, concepto moderno, diversas


clases de excepción

Explique cuáles son las excepcio­nes dilatorias

L a palabra excepción, opinan algunos, proviene de las voces


latinas excepiendo o execapiendo, que significan “desmem­
brar”. Según esa opinión, nuestra palabra excepción significa “destruc­
ción de la acción”.

El Digesto señala que la excepción es: “La manera de oponerse a


la acción para destruirla, contradiciendo la intención y oponiéndose
a la condenación.”

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198 Eduardo Pallares Portillo

En las Institutas se define la excepción como “El derecho del de­


mandado para no ser condenado.”

Doctrina de la excepción

La excepción en el derecho romano. La excepción nació en el periodo


formulario del derecho romano. Desempeñó una gran fun­ción, que
consistió en atemperar los rigores y las injusticias del dere­cho civil,
protegiendo a los demandados contras las exigencias de sus acree­
dores, en muchos casos contrarias a la equidad, a la buena fe y a los
principios de lo que ahora llamamos derecho natural. Gracias a ella,
los pretores pudieron realizar una labor de humanización de la legis­
lación romana, que se hizo patente en el llamado edicto perpetuo.

La excepción consistió en una cláusula que se insertaba en la


fórmula que el Magistrado concedía al actor. Mediante ella se autori­
zaba a los Jueces o a los árbitros para absolver al demandado, si éste
lograba probar alguna circunstancia de hecho, por la cual sería injusto
condenarlo.

Ortolán suministra los detalles que explican la naturaleza y el


porqué de la excepción:

Podría suceder que la acción que el actor solicitaba del magistrado estu­
viese legítimamente fundada en el derecho civil, que la intención que­
dara aprobada ante el juez, y que la condenatio, según el rigor de este
derecho, debiese ser pronunciada contra el demandado, y que, sin

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Catecismo de derecho procesal civil 199

embargo, de acuerdo con determinadas circunstancias tomadas en con­


sideración por el pretor, por los senados consultos, o por ciertas leyes
especiales, tal condenación fuese considerada inicua o, por lo menos,
improcedente, “saepe enim accidit ut quis jure civili teneatur, sed iniquum sit
eum judicio condemnari” (Gayo, IV: 116). El pretor, en casos semejantes,
no entraba en lucha abierta con el derecho civil, sobre todo si las cir­
cunstancias particulares invocadas en favor del deman­dado habían sido
negadas y era necesario probarlas. En este caso entre­gaba al demandante
la acción solicitada por él, pero en seguida de la intentio agregaba una
cláusula accesoria que subordinaba la condenación a la condición de
que en el caso particular tal circunstancia excepcional no existiera. Por
ejemplo, si el demandante actuaba en virtud de una estipulación por la
cual le habían sido prometidos diez mil sestercios, y, por su parte, pre­
tendía el demandado alegar que por acto posterior le había sido perdo­
nada la deuda, o bien la promesa le fue arrancada por dolo: como el
pacto no era, según el derecho civil, una causa de nulidad de semejantes
obligaciones, la acción existía y el pretor debería darla. La intentio, por
tanto, se formulaba de esta manera: “Si paret Numerium Negidius Aulo
Agerio X millia dare oportere”, pero agregaba inmedia­tamente después,
como nueva condición: “Si inter Aulo, Agerium et Numerium Negidium non
conveniten es pecunia petetur”, o bien, para el caso de dolo: “Si in care nihil
dolo malo Aulo Agerio fac tum sit neque fiat”. De esta manera, el juez no
debía condenar sino: 1. Cuando lo alegado por el demandante era la
intentio había quedado probado. 2. Cuando lo alegado por el deman­
dado en la cláusula accesoria no era cierto. Así la condenación, que ya
era condicional, llega a ser doblemente: la intentio es una condición
afirmativa, “Si paret”; y la cláusula accesoria es una condición negativa:
“si non”, “si nihil”. Esta cláusula se llama excepción (exceptio), porque
excluye para un caso dado lo que ha sido puesto en la intentio [Legislation
Romaine, II-533].

Algunas veces la cláusula de que se trata se agregaba a la condenatio,


como sucedía en la exceptio quod facere potest, cuya fórmula era ésta:

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200 Eduardo Pallares Portillo

Aulo Agerio Numerium Negidium duntaxat in id quod facere potesta


condemna, lo que explica las definiciones que de la excep­ción nos lega­
ron los jurisconsultos Ulpiano y Paulo en los siguientes términos:

Exceptio dicta est quiasi quoedam exclusi, quae opponi actionis cukusque rei solet,
ad excludendum in quod in intentionem condemnationen cadeductum est.

Exceptio est conditio quae modo eximit reum damatione, modo minuit
damnationem [Dig. 44-1 de excep. 2, pr. F. Ulpiano y 22 f Paul].

La excepción ha sido llamada así porque es una especie de exclusión


que se opone durante la instancia a la demanda formulada contra uno,
para el efecto de destruir la intentio del demandante y evitar la condena­
ción [Ulpiano].

La excepción es una alegación que en ciertos casos sustrae enteramente al


demandado a la condenación y en otros la disminuye [Paulo].

En ese mismo título del libro iv del Digesto se enuncia la división


de las excepciones en perpetuas o perentorias, temporales o dilato­
rias y personales o reales. Entre estas últimas se incluyen la de cosa
juzgada, la de mala fe del deudor, juramento hecho en juicio por el
demandado y el pacto de no pedir.

El fragmento 8 del mismo título dice que está permitido utilizar


varias excepciones aunque sean de naturaleza diferente; el 9 formula
el siguiente principio, contrario a la doctrina de la jurisprudencia mo­
derna: “No se considera que admite la justicia de la demanda en cuanto

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Catecismo de derecho procesal civil 201

al fondo, quien utiliza excepciones”. El fragmento 20 contiene la sen­


tencia de Paulo relativa al origen de éstas: “Las causas de las excep­
ciones son, o porque se ha hecho lo que se ha debido hacer (como
cuando el deudor demuestra que ha pagado la deuda), o porque el
adversario ha hecho lo que no debía hacer (cuando el actor ha vio­
lado el contrato), o porque no ha hecho lo que debía hacer (no haber
protestado la letra de cambio).”

En el libro iv, título xiii, fragmento 1 de las Institutas, Justiniano


las definió como sigue: “Nos resta tratar de las excepciones. Las excep­
ciones son medios de defensa establecidos en favor de los deman­
da­dos, porque sucede frecuentemente que una demanda ante los
tribunales sea justa en sí misma, y, sin embargo, injusta respecto de la
persona contra quien se ejercite la acción”.

En el fragmento 7 dice que las excepciones “derivan su eficacia


de las leyes y de las ordenanzas que se incluyen en el número de las
leyes, o de la jurisdicción del pretor”.

Entre las defensas que podía oponer el demandado se hizo una


distinción de suma importancia.

Había —dice Hugo Alsina— circunstancias que obraban en favor del


demandado por sí mismas (ope jure) y que, en consecuencia, el juez
podía tomarlas en cuenta de oficio; otras, en cambio, obraban solamente
a instancias del demandado (ope exceptionis) y constituían para éste un
verdadero derecho (op. cit., p. 9).

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202 Eduardo Pallares Portillo

En el procedimiento justinianeo, la excepción no es otra cosa —dice


Hugo Alsina— que la oposición que el demandado hace a la deman­
dada, sea que se niegue la deuda, sea que diga que la ha pagado o que
no está obligado a su pago porque es nula.

Los romanistas dividen las excepciones del derecho romano en:


civiles, que eran las que derivaban del derecho civil; honorarias, las que
tenían su fuente en el derecho pretorio; personales, que sólo podían
ser opuestas por todos los obligados; perentorias, las que podían ser
opuestas en todo tiempo, mientras existía el derecho en que se funda­
ban, y dilatorias, que sólo tenían fuerza en cierto tiempo. También
distinguían las que se apoyaban en la equidad y las que tenían su
razón de ser en el orden público.

Hay que anotar que aun en el caso de que se declarase proce­


dente una excepción simplemente dilatoria, el actor perdía definiti­
vamente el litigio.

La excepción en el derecho canónico. Los canonistas distinguieron la


defensa de la excepción. Aquélla consistía en la simple negación del
hecho o del derecho; ésta, en una alegación formulada por el deman­
dado, en que, sin desconocer el derecho del actor, hacía valer un
hecho o un derecho que retardaba el ejercicio de la acción o la excluía
definitivamente. Clasificaron las excepciones en procesales y mate­
riales, dilatorias materiales y perentorias materiales. Las dilatorias
tenían que oponerse antes de la contestación de la demanda, excepto
las supervenientes o la de incompetencia absoluta, que en todo tiempo

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Catecismo de derecho procesal civil 203

eran admisibles. Las perentorias se hacían valer al contestar la demanda


o después, durante el curso del proceso, pero antes de citación para
definitiva.

La excepción en el derecho español. Hugo Alsina formula el siguiente


resumen a este respecto:

Los antiguos españoles adoptaron la terminología romana y así llama­


ron defensas a todo medio empleado por el demandado para oponerse
a la demanda, aun refiriéndose a las excepciones.

El título x del Fuero real trata de las “defensiones”, pero en la ley vii
habla de las “excepciones perentorias” y en el texto se refiere a las
“defensiones”.

La ley vii, título 3o. de la Partida 3a., establece que el demandado debe
contestar categóricamente reconociendo o negando la demanda. La ley
viii del mismo título dice que el demandado puede oponer “defensio­

nes ante sí, que ha pagado o fecho aquello que los demandadores les
ficieren pleito que nunca gelo demandase”. La ley ix del mismo título
se ocupa de las defensiones que alcanzan el pleito y no lo rematan y que
en latín llama dilatorias, “que tanto quiere decir como alongaderas”.
La ley xi dice que el demandado puede oponer también otras defen­
sas, para probar que el testimonio del testigo que presente el actor no
debe ser recibido o que la carta (documento) en que funda su demanda
es falsa y también las defensas que en latín llama perentorias, “que tanto
quiere decir como amparamiento que remata el pleito”, las que pueden
oponerse antes de la contestación de la demanda o después de dada ésta.

En La Novísima Recopilación, la ley 1, título vii, libro xi, se manda


que si el reo quería oponer excepciones de incompetencia del Juez,

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204 Eduardo Pallares Portillo

alegando litispendencia o cualquier otra “declinatoria”, que lo hiciera


dentro de nueve días, contados desde el fin del término de la carta de
emplazamiento, y que además tuviera el reo otro de veinte días para
oponer y alegar “cualesquiera excepciones y defensiones perentorias de
cualquier calidad que sean”.

Los prácticos españoles distinguían entre las defensas propiamente dichas


y las excepciones dilatorias y perentorias. Las dilatorias que enumeran
son las siguientes: 1º. Excepciones contra la persona del Juez (recusación,
incompetencia de jurisdicción); 2º. Excepciones contra la persona del
actor (falta de personería); 3º. Excepciones por razón de la persona
del demandado (falta de personería, carencia de abogado, término
para for­mar el inventario, etcétera); 4º. Excepciones por razón de la
demanda misma (oscuro libelo, improcedencia de la acción, petición en
día inhábil, quebrantamiento de las formas del procedimiento). Por
excepciones perentorias se entendían las defensas que, sin destruir la
acción, le oponían un derecho que le privaba de sus efectos. La defensa
propiamente dicha era la negación de la demanda (desconocimiento de
los hechos o del derecho), en tanto que la excepción importaba su reco­
nocimiento, pero desconociéndole efectos jurídicos. Los autores enu­
meran las siguientes: cosa juzgada, prescripción, destrucción de la cosa
debida, compensación, pago, novación, transacción, remisión o quita,
error, engaño, miedo, fuerza, simulación, nulidad de la obligación,
prohibición de la ley, falta de causa ilícita, etcétera.

Las excepciones dilatorias podían oponerse antes de contestar la


demanda y en forma sucesiva, con lo que los litigantes de mala fe
dilataban indefinidamente los juicios. La ley ix, título 3, partida 3,
atribuye a los Jueces la facultad de fijar, cuando lo estimasen con­
veniente, un plazo dentro del cual el demandado debía oponer y pro­
bar todas sus excepciones. En el Ordenamiento de Alcalá, título vii,

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Catecismo de derecho procesal civil 205

ley única, se ordena que el demandado conteste la demanda dentro


del plazo de nueve días de notificada y en el título viii, ley única, se
fija el plazo de veinte días para que el demandado, después de haber
contestado la demanda, reconociéndola o negán­dola, oponga sus
excepciones “perjudiciales y perentorias”, lo que hace suponer para
algunos que también comprendían las dilatorias, aun­que más bien
parece que se refieren a las defensas generales. La ley ix, título vii, de
la Novísima Recopilación, dice que “si el reo quiere oponer excep­
ciones de incompetencia del Juez, alegando pendencia o cualesquiera
otra declinatoria, que la ponga y la pruebe dentro de nueve días con­
tados del fin del término de la carta de emplazamiento”.

Las perentorias, en cambio, se oponían en general al contestar la de­


manda, pero las leyes permitían alegar algunas con carácter de previas y
especial pronunciamiento. La ley 8, título 5, del Espéculo estableció
que las excepciones perentorias de cosa juzgada, pacto de no pedir y
prescripción, podían ser opuestas antes de contestar la demanda. La ley
235 del Estilo dispuso que las excepciones perentorias se opondrían
“después” de contestada la demanda, salvo las de cosa juzgada, transac­
ción y juramento decisorio, que podían oponerse “antes” de la contes­
tación. Las leyes 3 y 11, título 3, partida 3a. permitieron proponer, antes de
contestar la demanda, las excepciones perentorias de pago, pacto de no
pedir, falta de edad, condición servil en el testigo que presentó el deman­
dante para probar lo que pedía, falsedad de la carta que presentase el
demandante para probar sus pretensiones y otras semejantes. El título 8,
ley única del Ordenamiento de Alcalá, dispuso, como hemos visto, que
las excepciones perentorias se alegasen después de la contestación de la
demanda.

La Ley de Enjuiciamiento Civil de 1855, en su artículo 237, estableció


que sólo serían admitidas como excepciones dilatorias: 1º. La incompe­

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206 Eduardo Pallares Portillo

tencia de jurisdicción; 2º. La falta de personalidad en el demandante o


en su procurador; 3º. La litispendencia en otro juzgado o tribunal
competente; 4º. El defecto legal en el modo de proponer la demanda;
5º. El arraigo del juicio. De acuerdo con el artículo 238, si el deman­
dado oponía excepciones dilatorias antes de contestar la demanda, debía
alegarlas a un mismo tiempo y en un mismo escrito, pero en cuanto al
término no establecía una disposición general, de modo que era dis­tinto
en los diferentes juicios. Si el demandado no oponía las excepciones
antes de contestar la demanda, podía alegarlas en la contestación, pero
en este caso no suspendían el curso de la causa, es decir, perdían su
efecto dilatorio. En la contestación a la demanda el demandado deberá
hacer uso de las “excepciones perentorias que tuviere” (artículo 542.
Estas excepciones y la reconvención se discutirán al propio tiempo y en
la misma forma “que la cuestión principal del pleito”, y serán resueltas
con ésta en la sentencia definitiva (artículo 554). Se exceptúa la excep­
ción perentoria de cosa juzgada, cuando sea la única que se objete a la
demanda, en cuyo caso, si el demandado lo pide, podrá decidirse por
el trámite de los incidentes.

La nueva Ley de Enjuiciamiento Civil (año 1881) ha seguido el mismo


régimen, porque sólo distingue entre excepciones dilatorias (artículo
532) y excepciones perentorias (artículo 542). Estas últimas se identifi­
can con las defensas de fondo. No obstante, hay algunos artículos donde
se apunta, deliberadamente o no, la distinción entre defensa y excepcio­
nes, dentro de los elementos de la contestación del demandado. Así, el
artículo 544 (igual al 254 de la ley anterior) parece distinguir entre
“excepciones” y cuestión principal, en la cual habría de incluir, con las
del actor, las alegaciones de hecho del demandado, relativas a la preten­
sión en que la acción consiste; mientras el artículo 548, párrafo 2º.,
vuelve a referirse al objeto principal del pleito con un contenido de
excepciones y pretensiones, por lo que debe entenderse que esa expre­
sión, “cuestión principal” no tiene un significado específico para referir­
se a otro medio de defensa distinto de las excepciones, sino que
ambos se confunden.

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Catecismo de derecho procesal civil 207

La mayoría de los jurisconsultos modernos sólo consideran ver­


daderas excepciones, o sea, aque­llas que se fundan en un derecho que
el demandado tiene en contra del actor, y que puede ejercitar, sea
como excepción en el juicio en el que es demandado o como acción
en juicio inverso que él pueda pro­mover en contra del demandante.
Por ejemplo, las excepciones de nulidad de la obligación por vicios
del consentimiento tales como el error, la violencia, el dolo; la nuli­
dad de la obligación, por ser contra­ria a las leyes del orden público y
a las buenas costumbres, etcétera.

Excepción en el derecho moderno. Excepción, dice Escriche, “es las


exclusión de la acción, esto es, la contradicción o repulsa con que el
demandado procura diferir, des­truir o enervar la pretensión o de­
manda del actor”. Agrega que las Leyes de Partida llaman defensión a
la excepción, porque toda excep­ción es una defensa, pero no toda
defensa es excepción, en sentido propio.

Divide las excepciones en perentorias o perpetuas, dilatorias,


declinatorias (en las que niega al Juez competencia para conocer de
un litigio); mixta o anómala, que participa al mismo tiempo de la
naturaleza de la dilatoria y de la perentoria, como son las de cosa
juzgada y transacción, que pueden oponerse antes de contestar la de­
manda o después; personales, que sólo pueden oponerse por deter­
minadas personas y no por todos los interesados en el negocio litigioso
(beneficio de competencias y pacto de no pedir a uno de los deudores

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208 Eduardo Pallares Portillo

solidarios); real, que es contraria a la personal, y prejudicial, la


que impide el principio del pleito porque hace valer una cues­­tión
prejudicial.

Caravantes sigue el mismo camino que Escriche: “Por excepcio­


nes se entiende el medio de defensa o la contradicción o repulsa con
que el demandado pretende excluir, dilatar o enervar la acción o
demanda del actor”. La palabra excepción proviene de excepiendo
o excapiento, porque la excepción siempre desmiembra o hace perder
algo de la acción.

E. Garssonet dice:

La acción corresponde al demandante, las defensas son los diversos


medios que el demandado le opone: sea que niegue pura y simplemente
el derecho del demandante; sea que señale algún vicio de la demanda o
que se niegue a responder hasta la expiración de cierto término o hasta
la realización de determinada formalidad; sea, en fin, que tomando la
ofensiva, presente, a su vez, una demanda que tendrá por efecto, si es
admitida, suprimir o atenuar la condenación que lo amenaza. Se llama
más especialmente defensa la negación del derecho del demandante.
Cuando el demandado, sin entrar en el fondo de la demanda, critica en
su forma o pretende retardar su examen, se dice que invoca una
excepción.

Como nota a este texto, agrega:

Se llama también excepción, pero en un sentido muy amplio y aun


inexacto, a los medios de defensa que pueden ser opuestos a la demanda.

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Catecismo de derecho procesal civil 209

Se dice así: excepción de cosa juzgada, y es también en ese sentido como


está tomada la palabra excepción en las fórmulas clásicas: El Juez de la
acción es Juez de la excepción; tanto dura la acción, tanto dura la excep­
ción” [t. I, p. 650].

Según él, tiene mucha importancia distinguir las defensas de las


excepciones por las diferentes consecuencias procesales que cada una
de las dos produce, y, con este motivo, entra al fondo del problema:
“¿Dónde acaba la excepción?, ¿dónde comienza la defensa? El derecho
romano y la antigua jurisprudencia prestan poca ayuda en esta mate­
ria, y los textos del derecho actual están muy lejos de resolver todas las
cuestiones que surgen con este motivo…” En seguida expone de qué
manera operaba la excepción en el derecho romano, luego da a cono­
cer la opinión de mano, y más adelante la de Pothier, que distingue
las excepciones dilatorias que sólo buscan obtener un plazo, y las
peren­torias, que tienden a que se deseche las demanda.

Divide estas últimas en perentorias, en cuanto a la forma, por las


cuales se desecha una demanda irregular; y en cuanto al fondo, por
las cua­les, “sin entrar en el mérito de la demanda, se quiere probar
que el demandante no tiene derecho de formular. La excepción que
deriva de la nulidad del emplazamiento es perentoria en la forma; la
que deriva prescripción o de una transacción celebrada anteriormente
es peren­toria en cuanto al fondo”. Garssonet rechaza esta doctrina, y
con­cluye diciendo: “Las excepciones no son hoy sino medios opues­
tos a las demandas, para quedar dispensados de contestarlas hasta
que se haya vencido un término o se haya cumplido una formalidad”.
Enun­cia entre ellas la cautio judicatum solvi, la de incompetencia, el

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210 Eduardo Pallares Portillo

lla­mamiento a un tercero que ha garantizado el pago de la deuda, la


excepción de nulidad del procedimiento, y la de comunicación de
las cuentas. En el derecho francés, el concepto de excepción es sui generis,
y no puede servirnos para interpretar los preceptos de la ley mexicana,
inspirados, hasta la fecha, en las doctrinas de la escuela clásica. Entre
los jurisconsultos modernos, Carnelutti es el más radical: niega implí­
citamente que la excepción sea un ente jurídico (derecho, acto jurídico,
expectación jurídica, facultad jurídica, etcétera), al convertirla en una
mera razón, en la que se apoya la discusión de la pretensión formu­­
lada por el actor. No hay ley que esté de acuerdo con este punto
de vista.

Todos los códigos consideran a la excepción como algo que tiene


reali­dad jurídica y que constituye un medio de defensa puesto en
juego por el demandado. Carnelutti tuvo que llegar a este extremo,
porque niega que las acciones civiles tradicionales sean verdaderos
derechos, y las convierte también en “razones” en las que el actor
funda su pre­tensión. Así, cuando en un juicio el demandante ejercita
la acción reivindicatoria y el reo contesta oponiendo la excepción de
prescrip­ción, tanto una cosa como otra son meras “razones” en las
que ambos litigantes fundan, aquél su pretensión y éste la discusión
de tal preten­sión. Repito que no hay ley que esté de acuerdo con este
punto de vista, que tiene como resultado hacer sufrir a la acción y
a la excep­ción una capitis diminutio máxima.

Los preceptos que establecen las excepciones de pago, prescrip­


ción, nulidad, caducidad, incapaci­dad, fraude, etcétera, no las consi­

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Catecismo de derecho procesal civil 211

deran meros razonamientos que formulen los litigantes para sostener


sus puntos de vista, sino realida­des jurídicas con determinadas carac­
terísticas. El error de Carnelutti consiste en servirse (para definir las
acciones y las excepciones) de situaciones legales en las cuales no exis­
te lo que se trata de definir, lo que me parece absurdo. Si quiero saber
en qué consiste un nacimiento, no he de considerar los casos en que
no hay tal na­cimiento sino un mero aborto, porque es evidentemente
disparatado. Algo análogo hace Carnelutti. Sostiene que las acciones
y las excepciones son “razones”, porque en los tri­bunales acontece
con frecuencia que, cuando se hacen valer por el actor y el demanda­
do, respectivamente, no existen en la realidad. Si el demandante dice
que exige de equis la entrega de un inmueble por ser dueño de él, y
por tal concepto ejer­cita la acción reivindicatoria, esta última no es
nin­gún ente jurídico, sino una mera razón, porque puede suceder
que el actor no sea dueño de la cosa. En este caso, la acción reivindi­
catoria, o sea, el derecho de exigir la entrega del bien, no existe, por
tanto no puede servir para formular una definición de la acción.

Los preceptos que definen las excepciones no las consideran


meras razones, sino situaciones jurídicas determinadas. La excepción
de pago supone el cumplimiento de la obligación exigida por el actor;
la de prescripción, el transcurso del tiempo fijado por la ley; la de
nulidad por defectos formales, la omisión de algunas de las formali­
dades exigidas por la ley; y así sucesivamente, todo lo cual demuestra
que la doctrina de Carnelutti es insostenible legalmente.

Hugo Alsina ha hecho un estudio muy extenso y documentado


sobre el concepto de excepción en su Revista de Derecho Procesal, año

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212 Eduardo Pallares Portillo

vii, primera parte, pp. 3-58. En él dice: “En resumen, la palabra


excepción tiene tres acepciones: a) en un sentido amplio, designa
toda defensa que se opone a la acción; b) en un sentido más restrin­
gido, comprende toda la defensa fundada en un hecho impeditivo o
extintivo (de la acción); c) en sentido estricto, es la defensa fundada
en un hecho impeditivo o extintivo, que el Juez pide tomar en cuenta úni­
camente cuando el demandado lo invoca”. Distínganse las excepciones que
sólo llevan al debate cuestiones de orden procesal de las que van al
fondo mismo del derecho material, y analizan la naturaleza jurídica
material de la excepción que consiste en un derecho de impugnación
“dirigido a la anulación de la acción”.

Nuestra legislación se ha inspirado en la doctrina clásica y consi­


dera excepciones todas las defensas que se oponen contra una acción.

En nuestro derecho, encontramos las excepciones dilatorias y las


perentorias. Son dilatorias las que tienen por objeto demorar o impedir
la entrada en pleito; no destruyen sino aplazan la pretensión del actor.
Perentorias son aquellas que el demandado dirige para conseguir su
abolición o la terminación del litigio, destruyendo la acción del actor.

Las primeras las encontramos generalmente en nuestras leyes sus­


tantivas; las segundas, en el derecho adjetivo, salvo el caso del Código
de Comercio, donde se encuentran ambas reunidas.

Las excepciones dilatorias siguen el artículo 35 del Código de


Pro­cedimientos Civiles y son las siguientes:

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Catecismo de derecho procesal civil 213

1. La incompetencia del Juez

2. La litispendencia

3. La conexidad de la causa

4. La falta de personalidad o capacidad del actor

5. La falta de cumplimiento del plazo o de la condición a que


esté sujeta la acción intentada

6. La división

7. La excusión

8. Las demás a que diesen ese carácter las leyes

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Ficha núm. 38

Explique cómo se clasificaron las excepciones y el sentido de cada


uno de los términos de la clasificación

S e dividen en tres grupos:

Dilatorias. Son las que solamente dilatan el proceso o el ejercicio


de la acción.

Perentorias. Mediante ellas se obtiene una sentencia que absuelve


al demandado, no sólo de la instancia sino también de la acción;
destruyen a ésta.

Mixtas. Los jurisconsultos clásicos consideraban tales a las que


podían oponerse, sea como dilatorias o como perentorias; incluían
en este grupo las de cosa juzgada y transacción.

215

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216 Eduardo Pallares Portillo

Personales. Sólo pueden ser opuestas por determinadas personas


de las que figuran en una misma relación jurídica y son demanda­
das en el juicio. Por ejemplo: se demanda a varios deudores mancomu­
nados y uno de ellos opone excepción de incapacidad, o de perdón de
la deuda hecha a favor de él exclusivamente. Tales excep­ciones tienen el
carácter de personales, porque no favorecen a todos los deudores.

Reales. Son contrarias de las anteriores porque pueden oponerse


por todos los obligados. Por ejemplo: pago, nulidad de la obligación,
prescripción, etcétera.

Procesales. Las que se fundan en un vicio en el proceso. Ejemplos:


incompetencia, falta de capacidad del actor o del demandado,
etcétera.

Materiales. Las que conciernen a la sustancia de los derechos


controvertidos.

De previo y especial pronunciamiento

Son aquellas que paralizan el curso del juicio mientras no se resuelva


la procedencia de aquéllas. Si se declara admisible, el juicio queda
paralizado.

Son excepciones de previo y especial pronunciamiento en los


juicios ordinarios: la incompetencia del Juez, la falta de capacidad

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Catecismo de derecho procesal civil 217

procesal del actor, o la falta de personalidad de sus representantes, la


litispendencia y la conexidad de las causas.

Estas dos últimas excepciones se encuentran enunciadas, y expli­


cados su naturaleza y efectos, en los artículos 38 a 42, que deberán ser
analizados debidamente.

En los juicios sumarios sólo dan lugar a artículos de previo y


especial pronunciamiento las excepciones de incompetencia y falta de
capacidad procesal y de personalidad.

La ley enuncia las siguientes excepciones dilatorias, además de


las anteriores: la falta de cumplimiento del plazo o de la condición a
que está sujeta la acción intentada, la de división, la de excusión y las
demás a las que la ley da este carácter.

Para comprender en qué consisten estas excepciones, hay que


consultar los siguientes artículos del Código Civil:

a) Respecto del plazo, los artículos 1953 a 1960.

b) Respecto de la falta de cumplimiento de la condición, los ar­


tículos 1938 a 1952.

c) Respecto de la excepción de la expedición de división, los ar­


tículos 1985 y 1986, que declaran que los deudores simplemente
mancomunados y no solidarios sólo están obligados a pagar una

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218 Eduardo Pallares Portillo

parte de la deuda, parte que se supone igual para todos ellos. Por
consecuencia, si un deudor mancomunado es demandado por la
totalidad, tiene derecho a oponer la excepción de división.

d) La de excusión es la que conceden los artículos 2814 y 2815


del Código Civil, que dicen:

Artículo 2814. El fiador no puede ser compelido a pagar sin que previa­
mente sea reconvenido (léase demandado) el deudor y se haya hecho
la exclusión de sus bienes.

Artículo 2815. La excusión consiste en aplicar todo el valor libre de los


bienes del deudor al pago de la obligación, que quedará extinguida o
reducida a la parte que no se ha cubierto.

Entre las excepciones dilatorias que no están previstas específica­


mente en el artículo 35, pero sí lo están por otras leyes, hay que men­
cionar: la excepción de orden que conceden al fiador los artículos
2814 y 2822 del Código Civil, consistente en que el fiador no puede
ser demandado antes de que lo sea el deudor principal; la que otorga
el artículo 1735 del Código Civil, que previene “… los acreedores y
legatarios no podrán exigir el pago de sus créditos y legados, sino
hasta que el inventario haya sido formado y aprobado, siempre que se
forme y apruebe dentro de los términos señalados por la ley, salvo
en los casos previstos en los artículos 1754 y 1757, y aquellas deudas
sobre las cuales hubiera juicio pendiente al abrirse la sucesión”.

Los artículos 1754 y 1757 se refieren a las deudas mortuorias, a


las relativas a los gastos de conservación y administración de la heren­
cia y a las alimenticias.

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Catecismo de derecho procesal civil 219

Se llaman deudas mortuorias las provenientes de los funerales y


de los gastos de última enfermedad.

También es excepción dilatoria la consistente en la falta de capa­


cidad del demandado, o en su indebida representación. Está consi­
derada como tal por el Código Federal y Procedimientos Civiles, y
puede hacerse valer de oficio por el Juez por referirse a un presupuesto
procesal (artículo 47).

Las leyes de moratoria dan nacimiento a una excepción dilato­


ria, que consiste en que el deudor no puede ser demandado mientras
no se levante la mortuoria.

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Ficha núm. 39

¿Cuándo tiene lugar el litisconsorcio?

¿Cuántas clases de litisconsorcio hay?

¿A qué problemas da lugar el litisconsorcio?

¿Qué normas pueden servir de orientación para resolver dichos


problemas?

Litisconsorcio

1. El litisconsorcio tiene lugar cuando en el proceso intervienen


varios actores, varios demandados o ambos al mismo tiempo.

2. Para que haya litisconsorcio propiamente, es indispen­sable


que la pluralidad de las partes tenga lugar en el mismo plano proce­

221

Segunda parte.indd 221 10/03/2015 01:36:39 p.m.


222 Eduardo Pallares Portillo

sal, o sea, que no estén algunas subordinadas a otras, como sucede en


la intervención adhesiva.

3. El litisconsorcio puede ser necesario o facultativo. El primero


existe cuando la ley así lo exige y también cuando la relación jurídica
materia del litigio no pueda ser resuelta válidamente sin la citación a
juicio de las diversas personas que figuran en dicha relación. Ejemplo
de esto último se encontrará en las acciones communi dividendo, familiae
erciscundae y finium regundorum.

4. El Código de Procedimientos para el Distrito federal no ha


re­glamentado el litisconsorcio, lo que constituye un vacío importante.

5. El litisconsorcio puede ser activo, pasivo o mixto. Es activo


cuando hay varios actores; pasivo cuando hay varios demandantes, y
mixto cuando concurren las dos cosas a la vez.

6. El litisconsorcio necesario lo impone algunas veces la ley por


razones de economía procesal y no porque jurídicamente sea forzoso.

7. El litisconsorcio da lugar a problemas difíciles de resolver:


a) relaciones procesales entre los litisconsor­tes; b) sus relaciones con
la parte contraria; c) competencias del Juez cuando los litisconsortes
tengan diverso domicilio y la competencia se determine por razón del
domicilio; d) efectos que producen el desis­timiento, la confesión, la
aceptación de la demanda, la transacción y demás actos de disposi­
ción de los derechos litigiosos llevados a cabo por uno de los litiscon­
sortes, en los derechos procesales de los demás; e) efectos que produce

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Catecismo de derecho procesal civil 223

la rebeldía de unos de los litisconsortes en el proceso común y de la


cosa juzgada.

8. Pueden servir de guía para resolver dichos problemas las dis­


posiciones de la ley alemana sobre el particular, que se transcriben:

61. Los litisconsortes se considerarán en sus relaciones con la parte con­


traria y mientras no resulte otra cosa de los preceptos del derecho civil
o de los de esta ley, como litigantes separados, de manera que los actos
de cada litisconsorte no redundarán en provecho ni en perjuicio de
los demás.

62. Cuando la relación jurídica litigiosa haya de ser resuelta de modo


uniforme para todos los litisconsortes o cuando el litisconsor­cio sea
necesario por cualquier causa, los litisconsortes contumaces en algún
término o que dejen transcurrir algún plazo, se considerarán repre­
sentados los comparecientes.

Los litisconsortes contumaces deberán ser llamados para que interven­


gan en las actuaciones subsiguientes.

63. El derecho de impulsar el procedimiento corresponde a todos los


litisconsortes; cuando uno de ellos cite a la parte contraria para alguna
actuación deberá citar también a sus colitigantes.

9. El litisconsorcio se determina en parte por los preceptos de la


ley sustantiva o, lo que es igual, no sólo tiene importancia procesal.

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Ficha núm. 40

Explique el concepto de capacidad procesal

Doctrinas de Chiovenda, Carnelutti y Manuel de la Plaza

Disposiciones legales sobre capacidad

Capacidad procesal

“L a capacidad procesal es la idoneidad de la persona para


actuar en juicio, inferida de sus cualidades personales”
(Carnelutti, op. cit., t. II, p. 25). En general, los jurisconsultos entien­
den por capacidad procesal la facultad de comparecer ante los tribu­
nales en demanda de justicia o, lo que es igual, ejercitando el derecho
que concede el artículo 17 de la Constitución.

225

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226 Eduardo Pallares Portillo

La noción de capacidad se funda en la cualidad de las personas,


es decir, en su modo de ser, considerada independientemente de su
posición en la sociedad. Cuando esas cualidades sean trascendentes
para el efecto jurídico del acto, en el sentido de que al mudar dicha
cualidad tal efecto se produzca o no, o bien se produzca de mane­ra
distinta, nos encontramos ante un fenómeno relativo a la capacidad.
La persona dotada de las cualidades necesarias para determinar el
efecto jurídico de un acto, cuando concurran los demás requisitos
del acto, se llama capaz respecto del acto; cuando, por el contrario,
faltan esas cualidades, se le denomina incapaz. Capacidad es, por
tanto, la posesión por el agente de las cualidades necesarias para que
un acto (procesal) produzca un efecto jurídico determinado (Siste­
mas, II, p. 154). Afirma que, siendo la cualidad un concepto relativo,
para lo más y para lo menos, al lado de ella hay que consi­derar la
hipercapacidad y la hipocapacidad. Analiza la capacidad proce­sal res­
pecto de las partes, de los funcionarios, empleados judiciales y de
los terceros (id., p. 157). La semicapacidad consiste en la facultad
de comparecer ante los tribunales y hacer promociones en ellos, pero
a condición de estar asistido por otra persona (id., p. 28).

“La capacidad procesal —dice Chiovenda— es la facultad de reali­


zar actos procesales en nombre propio o por cuenta de otro.” Equivale
a la legitimación en el proceso, que no hay que confundir con la legi­
timación en la causa (Instituciones, II, p. 296). Dice el jurisconsulto
italiano que la capacidad procesal se manifiesta de tres maneras: por
la representación, por la asistencia y por la autorización; al respecto,
formula algunos principios:

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Catecismo de derecho procesal civil 227

a) La autorización no debe confundirse con la representación.


Aquélla se lleva a cabo por una sola vez, mientras que ésta es continua
y subsiste durante todo el procedimiento.

b) La capacidad procesal puede no coincidir con la capacidad


general de obrar (capacidad civil), como sucede en los siguientes
casos: el menor que ha cumplido 15 años puede comparecer en los
juicios relativos al contrato de trabajo, el incapaz puede impugnar en
nombre propio su matrimonio.

c) La rebeldía del representante produce la rebeldía del


repre­sentado.

d) Parte en el proceso, en sentido formal, es el representante y no


el representado.

El Código vigente es muy parco en esta materia. Le consa­gra los


artículos 44 a 48, y establece lo siguiente:

Artículo 44. Todo el que, conforme a la ley, esté en pleno ejercicio de


sus derechos civiles, puede comparecer en juicio.

Artículo 45. Por lo que no se hallan en el caso del artículo anterior,


comparecerán sus representantes legítimos o los que deban suplir su
capacidad conforme a derecho. Los ausentes e ignorados serán repre­
sentados como lo previene el título xi, libro i del Código Civil.

Artículo 46. Los interesados y sus representantes legítimos podrán com­


parecer en juicio por sí o por medio de procurador bastante.

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228 Eduardo Pallares Portillo

Artículo 47. El tribunal examinará la personalidad de las par­tes bajo su


responsabilidad; esto no obstante, el litigante tiene derecho de impug­
narla, cuando tenga razones para ello. Contra el auto en que el Juez
desconozca la personali­dad del actor, negándose a dar curso a la demanda,
se da la queja.

Artículo 48. El que no estuviere presente en el lugar del juicio, ni tuviere


persona que legítimamente lo represente, será citado en la forma pres­
crita en el capítulo iv de este título, pero si la diligencia de que se trata
fuere urgente, o perjudicial la dilación, a juicio del tribunal, el ausente
será representado por el Ministerio Público.

Los artículos del 49 al 53 se ocupan del gestor judicial y de los


litisconsortes. Sus disposiciones se examinan en los capítulos corres­
pondientes a estas materias.

Artículo 54. Mientras continúe el pro­curador o representante común


en su cargo, los emplazamientos, notificaciones y citaciones de todas clases
que se le hagan, tendrán la misma fuerza que si se hicieren a los repre­
sentados, sin que les sea permitido pedir que se entienda con éstos.

Muchas de las cuestiones relativas a la capacidad proce­sal corres­


ponden a la doctrina civil, y por esto sólo expongo algunos casos de
difícil solución.

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Ficha núm. 41

Representación unitaria

L a representación unitaria es obligatoria cuando dos o más


personas ejercitan la misma acción u oponen la mis­ma
excepción (artículo 53).

La representación unitaria consiste en que las partes estén repre­


sentadas procesalmente por una misma persona; de esta manera se
impide que cada una de ellas obre por separado, lo que produ­ci­
ría promociones diversas, aun contrarias, y confusión en el proce­
dimiento. También se funda en el principio de economía.

La representación unitaria está reglamentada por el artículo 53,


que dice:

229

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230 Eduardo Pallares Portillo

Siempre que dos o más personas ejerciten una misma acción, u opongan
la misma excepción, deberán litigar unidas y bajo una misma represen­
tación. A este efecto deberán, dentro de tres días, nombrar un procura­
dor judicial que los represente a todos, con las facultades necesarias
para la continuación del juicio; o elegir de entre ellos mismos, un repre­
sentante común. Si no nombraren procurador ni hicieren la elec­ción
de representante, o no se pusieren de acuerdo en ella, el juez nom­brará
al representante común escogiendo a alguno de los que hayan sido pro­
puestos; y si nadie lo hubiera sido, a cualquiera de los interesados.
El procurador nombrado tendrá las facultades que en su poder le hayan
concedido. El representante común tendrá las mismas facultades que si
litigara exclusivamente por su propio derecho, excepto de las de tran­­
sigir y comprometer en árbitros; a menos de que expresamente le fueren
conferidas por los interesados.

El representante común se distingue del procurador en que


aquél ha de ser forzosamente una de las partes, mientras que el pro­
curador puede ser un extraño. Además, el representante tiene por
ministerio de ley amplias facultades para continuar el juicio. El procu­
rador sólo tiene las que expresamente se le conceden en el poder.

Aunque el artículo 53 únicamente restringe las facultades del


representante en el sentido de que no puede transigir ni comprome­
ter en árbitros, debe entenderse que tampoco le es permitido desis­tir
de la acción ni allanarse a la demanda.

La Corte ha interpretado el artículo 53 en el sentido de que las


partes que han nombrado procurador o representante no pueden
apelar de una resolución que les sea adversa ni ejercitar el derecho
de acción en el juicio.

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Catecismo de derecho procesal civil 231

Efectos de la procuración judicial

Consisten en que tanto activa como pasivamente se considera que los


actos del procurador son ejecutados por su representado o se han
entendido con él. Así se colige del artículo 54:

Mientras continúe el procurador o representante común en su encargo,


los emplazamien­tos, notificaciones y citaciones de todas clases que se le
hagan tendrán la misma fuerza que si se hicieren a los representados, sin
que le sea permitido pedir que se entiendan con éstos.

Además, la naturaleza misma de la procuración tiene el mencionado


efecto.

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FICHA NÚM. 42

¿Quién es el gestor judicial?

S e llama gestor oficioso judicial a la persona que, sin ser


representante legal ni convencional de otra, defiende en
juicio sus derechos.

¿En qué casos se admite la gestión oficiosa?

Se admite cuando, tratándose de un ausente que no tenga per­sona


que lo represente, sea urgente practicar una diligencia que le con­
cierna. Se admite tanto respecto al actor como al demandado (ar­
tículo 50).

233

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234 Eduardo Pallares Portillo

¿En qué se funda?

La gestión oficiosa se funda en la presunción de que el dueño del


negocio ratificará los actos del gestor por convenir así a sus intereses.
Si el dueño del negocio no los ratifica, éstos serán nulos con perjuicio
de la contraparte. Para indemnizarla de los daños y perjuicios, la ley
sólo admite al gestor oficioso si otorga fianza bastante a juicio del
Juez, que responda al pago de aquéllos. Es requisito esencial para la
validez de los actos del gestor que el dueño del negocio los ratifique,
porque de lo contrario serán nulos. Todo lo relativo a la gestión oficiosa
deberá interpretarse restrictivamente, por ser aquélla excepcional.

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Ficha núm. 43

Las actuaciones judiciales

L as palabras actuación judicial tienen dos significados:


a) los actos realizados por el órgano judicial en ejercicio
de sus poderes jurisdiccionales y b) la constancia escrita de dichas
actividades y de sus resultados.

Explique los principios que rigen a las actuaciones judiciales

1. Las constancias escritas deberán escribirse en español.

2. Está prohibido emplear abreviaturas y raspar frases equivoca­


das. Los errores que en ellas se cometan deberán rectificarse poniendo

235

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236 Eduardo Pallares Portillo

una línea delgada sobre la frase errónea y salvándose al fin de la cons­


tancia respectiva el error. En la práctica se usa el siguiente proce­
dimiento: La letra “T” quiere decir testado; las letras E. R. quieren
decir “entre renglones”; la palabra “vale” significa que la frase puesta
entre renglones es la válida. Ejemplo: T. Agosto No vale, quiere decir
que la palabra agosto, sobre la cual se ha puesto una línea del­gada, no
se debe tener en cuenta.

3. Todas las actuaciones deben estar autorizadas con la firma del


secretario, bajo pena de nulidad.

4. Sólo son eficaces las que se practican en días y horas hábiles.

5. Son hábiles todos los días del año, excepto los domingos, días
de fiesta oficial y aquellos en que están cerrados los tribunales por
vacaciones otorgadas a los empleados. Las horas hábiles son las que
median entre la salida y la puesta del sol.

6. Tratándose de determinados juicios, la ley habilita las horas y


los días inhábiles para impedir que sufran daños irreparables los inte­
resados. Dichos juicios son los de alimentos, impedimentos de ma­
trimonio, servidumbres legales, interdictos posesorios y diferencias
domésticas.

7. Los Jueces pueden habilitar los días y las horas inhábiles, pero
el artículo 64 exige hacerlo por urgencia de la causa, que en el auto se
expresen las diligencias que hayan de practicarse y la razón por la cual
se decretó la habilitación respectiva.

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Catecismo de derecho procesal civil 237

8. El artículo 67 impone a los secretarios la obligación de foliar


los expedientes, rubricar todas sus hojas y poner en el fondo del cua­
derno el sello del juzgado.

9. Las actuaciones son nulas cuando falte a ellas un elemento


esencial, de tal manera que produzca la indefensión de alguna de
las partes.

10. La nulidad de una actuación sólo puede hacerse valer en la


actuación subsecuente, pues de lo contrario queda revalidada de pleno
derecho, con excepción de la nulidad por defecto de emplazamiento.

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Ficha núm. 44

Sentencia

L
incidentes.
a sentencia es la resolución del Juez que decide sobre
los puntos controvertidos, sea en lo principal o en los

a) Constituye un acto jurisdiccional por virtud del cual el Estado


cumple la misión de impartir justicia, o, como dicen los jurisconsul­
tos, “constituye la prestación positiva de la jurisdicción”. Satisface por
tanto el derecho que tienen los habitantes de la república, en los tér­
minos del artículo 17 constitucional.

b) Da nacimiento a la preclusión máxima del juicio, que consiste


en que no sea posible ya examinar y decidir de nuevo las cuestiones

239

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240 Eduardo Pallares Portillo

controvertidas en la instancia en que el fallo se pronuncie, aunque sí


puedan serlo en instancia ulterior.

c) En algunas legislaciones, como en la francesa, la sentencia pro­


duce la hipoteca judicial a favor del actor que haya triunfado; en
otras, como en la inglesa, constituye un precedente que deberá ser
tenido en cuenta en los juicios futuros en los que se decidan casos
iguales o análogos al sentenciado. Por este motivo es fuente de derecho.

d) Como acto jurídico, es un mandato complementario del gene­


ral y abstracto contenido en la ley. Para lograr este resultado, el Juez
realiza lo que en el derecho se llama “subsunción del hecho en la
norma”. Couture explica el concepto de subsunción como sigue:
“La subsunción no es sino el engarce o enlace lógico de una situación
jurídica particular, específica y concreta, con la previsión abstracta,
genérica e hipotética realizada de antemano por el legislador”. En otras
palabras: la ley formula una hipótesis y ordena que cuando el caso en
ella comprendido tenga lugar, se cumplan determinadas obligaciones
que impone o nazcan ciertos derechos. Por ejemplo, el artículo 395
del Código Civil supone que una persona ha adoptado a otra, y en
esto consiste la hipótesis. Si se realiza ese supuesto, la ley ordena que
el adoptante tendrá, respecto a la persona y los bienes del adop­tado,
los mismos derechos que tienen los padres en relación con la persona
y los bienes de los hijos.

La subsunción consiste en examinar si en el caso sometido a la


decisión del Juez existen los hechos supuestos en la norma y que

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Catecismo de derecho procesal civil 241

constituyen su hipótesis. En caso afirmativo, el Juez resuelve el litigio


mandando que se cumpla con la norma; en caso contrario, absuelve
al demandado.

e) Los autores clásicos afirmaban que la sentencia puede conside­­


rarse una operación lógica, un verdadero silogismo, en el que la pro­
posición mayor sería la norma; la menor, los hechos litigiosos, y
la conclusión, la parte resolutiva de la sentencia. Actualmente, se
abandona este punto de vista y se afirma que el contenido de la sen­
tencia es más complejo y no sólo está formado de numerosos razo­
namien­tos, juicios y operaciones mentales, sino también “de simples
impre­siones, creencias o incluso típicos actos de voluntad”.

f) Además de las operaciones lógicas, la sentencia contiene un


acto de voluntad del Juez. Se discute mucho sobre este punto. Algunos
jurisconsultos afirman que el Juez en su sentencia no hace sino apli­­
car la ley y por esta circunstancia no obra por voluntad propia, sino
por voluntad ajena, de lo que infieren que en la sentencia no hay acto
de voluntad de Juez sino del legislador. “El Juez —decía Montesquieu—
sólo es la boca que pronuncia las palabras de la ley.” Desde este punto
de vista, el juzgador es un ente que aplica la ley como puede hacerlo
un matemático cuando resuelve un problema de álge­bra o de aritmé­
tica, en cuya operación sólo actúa su inteligencia, pero no su volun­
tad. Las corrientes más modernas del pensamiento jurí­­dico rechazan
este punto de vista, y afirman que en la sentencia no sólo hay volun­
tad de la ley sino la del Juez que se hace manifiesta al interpretar
y aplicar la ley, ya en un sentido, ya en otro, e incluso al crear un

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242 Eduardo Pallares Portillo

derecho para el caso concreto, cuando éste no está previsto en la ley.


En otras palabras, la sentencia, como se ha dicho, es una fuente de
derecho, lo que demuestra que hay en ella algo más que la ley
preexistente.

g) La sentencia también puede ser considerada como el acto pro­­


cesal que termina el juicio, en sus diversas instancias, y que lo hace en
una forma normal. Esta manera de estimarla se funda en la doctrina
de que el juicio puede concluir por otras maneras irregulares o anor­­
males, como el desistimiento, el allanamiento a la demanda, la tran­
sacción, etcétera.

h) Algunos jurisconsultos afirman que sólo son sentencias las que


tienen fuerza decisoria y concluyen los juicios declarativos. Les niegan
tal carácter a las que se pronuncian en los ejecutivos.

En el derecho mexicano no es posible sostener este punto de


vista, porque cuando el Juez declara procedente la vía ejecutiva debe
fallar sobre los derechos de las partes.

i) Clasifican las sentencias los jurisconsultos en sentencias de


con­dena, declarativas, constitutivas, preservativas, dispositivas, defini­­
tivas, interlocutorias, totales, parciales, estimatorias, desestimatorias,
firmes y no firmes, absolutorias de la instancia. Las totales resuelven
todas las cuestiones litigiosas, mientras que las parciales dejan de resol­­
ver algunas de ellas. Las estimatorias declaran procedente la acción;

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Catecismo de derecho procesal civil 243

las desestimatorias obran en sentido contrario; las firmes no pueden


ser revocadas; las absolutorias de la instancia dejan de resolver las
cuestiones controvertidas para que se examinen en nuevo juicio,
haciendo la reserva de los derechos del actor.

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Ficha núm. 45

Principios que rigen las sentencias

1. Deben ser congruentes consigo mismas y con las cuestiones


controvertidas.

2. No deben decidir más de dichas cuestiones ni menos de ellas,


a no ser que absuelvan de la instancia al demandado.

3. Los Jueces están sujetos al principio contenido en el artículo


18 del Código Civil y 83 del Procesal. Aquél dice: “El silencio, la
oscuridad o insuficiencia de la ley no autoriza a los Jueces o tribunales
para dejar de resolver una controversia”. El 83 previene: “…los Jue­ces y
tribunales no podrán, bajo ningún pretexto, aplazar, dilatar ni negar
la resolución de las cuestiones discutidas en el pleito”.

245

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246 Eduardo Pallares Portillo

4. Deben estar fundadas en la ley, en las costumbres jurídicas


cuando la ley lo autorice, en la interpretación de aquélla o en los
principios generales de derecho (artículo 14 constitucional y 1 del
Código Civil).

5. Se dice que en las sentencias hay exceso de poder cuando en


ella el Juez concede más de lo que se pide o resuelve sobre cuestiones
que no han sido materia de la litis.

6. Hay efecto de poder cuando no deciden todas las cuestiones


controvertidas, salvo el caso que absuelvan de la instancia.

7. Los Jueces no pueden revocar sus propias sentencias, pero sí


pueden aclararlas o complementarlas a petición de parte y en los tér­
minos que previene el artículo 84 del Código de Procedimientos
Civiles, que deberá consultar el estudiante.

8. En el Código anterior existía el recurso de aclaración de sen­


tencia, que fue suprimido por el Código vigente. Se ha discutido
en la Suprema Corte si el medio previsto en dicho artículo 84 consti­
tuye un verdadero recurso o no. En opinión del suscrito no lo es,
porque la sentencia sólo se considera debidamente integrada cuando
ha sido aclarada. No tiene dicho recurso por objeto su confirmación,
revocación o modificación, como acontece en los verdaderos recursos.

9. Por regla general, las sentencias únicamente obligan a las par­


tes que han litigado, porque de otra manera se violarían en contra de

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Catecismo de derecho procesal civil 247

quien no ha figurado en el litigio, la garantía de audiencia judicial.


Excepcionalmente producen efectos contra terceros las pronuncia­das
en los juicios del estado civil (artículo 93).

10. Después de pronunciadas no pueden ser modificadas las sen­


tencias firmes, es decir, aquellas contra las cuales no es posible legal­
mente interponer ningún recurso, excepto en los siguientes casos: las
pronunciadas en los juicios de alimentos, en vía de jurisdicción
voluntaria, en los interdictos y en los juicios relativos al estado de inter­
dicción de una persona. Estas excepciones se justifican: tratándose de
las relativas a alimentos, pueden ser modificadas porque los alimentos
son debidos en relación con las necesidades del acreedor alimentista y
a las posibilidades del deudor, respectivamente. Como estas dos cosas
pueden variar con el tiempo, es necesario que los fallos susodichos
también sean modificables. Con respecto a las pronunciadas en vía de
jurisdicción voluntaria, cabe decir que no habiendo contienda en
ellas, no se viola la garantía de audiencia judicial al variar el fallo.

Las pronunciadas en los interdictos sólo conciernen a la pose­


sión provisional, pero no prejuzgan las cuestiones relativas a la posesión
definitiva, ni menos a la propiedad. Por esta razón pueden ser modi­
ficadas en los juicios en los que se trata de estas dos cosas.

Las que declaran el estado de interdicción de una persona tam­


bién son modificables porque el estado de enfermedad mental, dipso­
manía, afición a las drogas, etcétera, pueden desaparecer, y con ellos
la interdicción declarada en la sentencia.

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248 Eduardo Pallares Portillo

11. Los fallos deben resolver no sólo la cuestión principal sino


también la relativa a los daños y perjuicios y monto de los frutos, de
acuerdo con lo que previene el artículo 85.

La sentencia como documento

La sentencia puede ser considerada un documento; debe llenar los


siguientes requisitos: estar firmada por el Juez que la dictó y por el
secretario que la autoriza. Ha de ser clara, precisa, pero no está sujeta
en su redacción a los formulismos que exige el Código de Pro­
cedimientos Civiles de 1884. El actual sólo requiere los siguientes:
artículo 82. Quedan abolidas las antiguas fórmulas de las sentencias, y
basta con que el Juez apoye sus puntos resolutivos en preceptos legales
o principios jurídicos, de acuerdo con el artículo 14 constitucional.
El artículo 81 exige que sean claras, precisas y congruentes con las
demandas y las contestaciones, y con las demás prestaciones dedu­­
cidas oportunamente en el pleito, condenando y absolviendo el deman­
dado y decidiendo todos los puntos litigiosos que hayan sido objeto
del debate. Cuando éstos hubieren sido varios, se hará el pronun­
ciamiento respectivo.

El artículo 86 previene que las sentencias deben tener el lugar, la


fecha y el Juez o tribunal que las pronuncie, los nombres de las partes
contendientes y el carácter con que litiguen, así como el objeto
del pleito.

A su vez, el artículo 85 exige que cuando hubiere condena de


frutos, intereses, daños o perjuicios, se fijará su importe o se establece­

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Catecismo de derecho procesal civil 249

rán, por lo menos, las bases con arreglo en las cuales deba hacerse la
liquidación.

La sentencia es un documento público que hace prueba plena


y, por regla general, sin título jurídico del que dimanan derechos y
obligaciones.

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Ficha núm. 46

Presentación de documentos

I nterpretación de los artículos 96 y 98 del Código de


Procedimientos Civiles. Para determinar el sentido y el
alcance de dichos artículos, hay que tener en cuenta:

a) Sus antecedentes históricos

b) De qué manera han sido entendidos por los jurisconsultos


que han comentado las leyes de los que aquéllos proceden

c) La clase de normas jurídicas a las que pertenecen

251

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252 Eduardo Pallares Portillo

d) la interpretación que mejor se acomoda a su contenido, en el


sentido de hacerlo eficaz.

Antecedentes legislativos de los artículos 96 y 98

Están conformes los jurisconsultos en que los artículos de que se trata


tienen como antecedente remoto la Ley Primera, título 3, libro xi
de La Novísima Recopilación, cuyo texto en lo conducente es el
siguiente:

Ordenamos y mandamos que antes que el actor que viene a nuestro


Consejo, o a cualquiera de nuestras Audiencias a promover pleito, se le
dé carta de emplazamiento, si viniera en persona, hay que presentar
su demanda, y poner su caso de Corte; y se entiende que puede pro­
bar su demanda por escritura, las presenta luego con la información del
caso de Corte…: y que si no presentare las escrituras, no goce de ellas, ni
le sean recibidas después; y que asimismo jure y declare, que quiere y
entiende usar de ellas como de buenas y verdaderas, y que no son falsas
ni fingidas ni simuladas; pero si después en la prosecución del pleito
dijere y jurare que halló nuevamente escrituras que cumplan la guarda
de su derecho, y que antes no se supo de ellas, o no las pudo haber, que
en el juramento le sean recibidas.

Basta comparar el contenido de esta ley con los artículos 96 y 98


para convencerse de que ella es el antecedente de los mismos.

Las frases subrayadas demuestran la voluntad explícita del legis­


lador, de que los documentos que deban acompañarse a la demanda
en su carácter de fundatorios de la acción, y que no se acompañan, no
pueden ser tenidos en cuenta por el Juez para motivar su sentencia.

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Catecismo de derecho procesal civil 253

Esas normas pasaron de la Novísima Recopilación a las leyes pro­


cesales españolas de las que fueron tomadas por el legislador mexi­
cano. Así se infiere de la lectura de los artículos 504 y 506 de la ley
hispánica del 1 de abril de 1881, cuyo texto es igual al de los ar­tículos
96 y 98. La cita que más adelante haré de un texto de Cara­vantes
evidenciará la génesis histórica que apuntamos.

¿De qué manera los jurisconsultos españoles interpretan los


artículos 504 y 506?

Sin discrepancia alguna, los entienden en el sentido de que la


documentación fundatoria de la acción que no acompaña a la deman­
da y que no se encuentre prevista en las excepciones formuladas en el
artículo 506 no debe ser admitida como elemento de prueba, si se
presenta posteriormente, ni de base para moti­var la sentencia.

A fin de comprobar lo anterior, se transcriben textos de dos juris­


consultos clásicos y de tres modernos, no aduciendo mayor número
de autoridades por no creerlo necesario y para no cansar al lector.

Emilio Reus dice:

La disposición de este artículo es en parte una sanción penal. De poco


hubiera servido que la ley impusiera a las partes la obligación de acom­
pañar desde un principio los documentos en que funden su derecho
o que designasen el archivo en que se encuentren, si no los tuvieren a
su disposición, si no hubiera impuesto esa sanción por falta de cumplimiento

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254 Eduardo Pallares Portillo

de tal mandato. La ley 1, título ii, libro xi de la Novísima Recopilación,


disponía que “si no se presentasen las escrituras, no goce de ellas ni le sean
recibidas después”, precepto que reprodujo la regla primera del artículo
48 del Reglamento Provisional y que ha sancionado la nueva Ley de
Enjuiciamiento como sancionó la antigua” [Ley de Enjuiciamiento
Civil, t. I, p. 500].

Caravantes dice:

No basta comprender en la demanda las diferentes cláusulas y los requi­


sitos que llevamos expuestos para que se halle formalizada con arreglo a
la ley; es necesario además acompañar a ella los documentos que ates­
tigüen o justifiquen los particulares referidos para la mejor instrucción
del juez y del litigante contrario. Por eso dispone el artículo 225 de la
nueva Ley de Enjuiciamiento que además de lo que queda prescrito en
el artículo anterior deberá acompañar el actor con la demanda: 1º. los
documentos en que se funde su derecho… La disposición que prescribe
el acompañar a la demanda los documentos en que se funde su dere­
cho… se hallaba sancionada anteriormente por la Ley Primera, Título
Tercero, Libro Undécimo de la Novísima Recopilación, para los casos de
Corte, y por la Ley Segunda Título Séptimo, Libro Undécimo citado,
se hallaba dotada por el artículo 48 de la Ley de Enjuiciamiento Mer­can­
til, se hizo general para todos los casos por el artículo 48 de Reglamento
Provisional… No cumplirá pues el demandante con la prescripción de
la ley, y en su consecuencia, no le serán admitidos con posterioridad a la demanda
los documentos que, aun cuando los poseyeran, hubieran podido adquirirlos por
diligencias particulares y judiciales. Así se deduce de la cláusula si no los
puede haber” con que indica la Ley recopilada los documentos que puede
presentar el actor después de la demanda, y así mismo la cláusula si no
los tuviese a su disposición de que se vale la Ley de Enjuiciamiento
en su artículo 225 al prescribir lo que deberá hacer el actor en tal
caso respecto de dichos documentos” [t. III, pp. 37-40].

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Catecismo de derecho procesal civil 255

Jaime Guasp dice:

Pero son, en cambio, extraordinariamente interesantes los efectos que


en esta ocasión se pueden producir. No, naturalmente, los efectos de la
presentación, que se reducen a permitir que el documento despliegue,
más adelante, su natural fuerza probatoria, sino los efectos del incum­
plimiento del precepto, esto es, de la no presentación… Lo que se
produce en tal caso es pues tan sólo la preclusión de la facultad de la parte
a utilizar posteriormente sus documentos fundamentales; es decir, exis­
te la imposibilidad legal de que, salvo las excepciones del artículo 506
(iguales a las que previene nuestro artículo 98), sean dichos documentos
empleados como medio de pueba. Hablando con todo rigor, esto no es negar
la admisibilidad del documento, sino su fundamentación: por ello, no
hay inconveniente en permitir que sean introducidos, con tal de que
no sean tenidos en cuenta en el momento de elaborar la decisión. Las reglas
generales en este punto pueden, por tanto, enunciarse así: en principio,
las partes deben acompañar a la demanda y contestación los documentos
fundamentales; si no lo hacen, el juez puede denegar, respecto a tales
documentos, la práctica de la prueba documental, porque no son enten­
dibles los documentos presentados después, salvo los casos del artículo
506. Ahora bien, si se admitieran (formalmente), el artículo 504 no
queda infringido siempre que los documentos no se tengan en cuenta
en la decisión (Comentarios a la Ley de Enjuiciamiento Civil, t. II,
Vol. I, primera parte, p. 191).

Menéndez y Pidal dice:

Documentos que deben acompañarse a la demanda y contestación: Si­


guiendo el sistema informador, de los antiguos procesos itálico-canó­nicos
y del derecho común, la Ley de Enjuiciamiento Civil acepta el principio

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256 Eduardo Pallares Portillo

de la preclusión [el autor subraya], en virtud del cual la norma marca el


momento procesal en que debe tener lugar cada actividad de las partes,
siendo ineficaz si llega a realizarse después. Por esta razón, la presentación
de documentos se halla en nuestro ordenamiento sujeta a minuciosas
reglas que desenvuelven el principio indicado [Derecho Procesal Civil,
p. 844].

Manuel de la Plaza dice, en la página 173 de su obra Derecho


procesal civil español:

De intento hemos dejado para el final lo relativo a los documentos


que deben acompañarse a la demanda [el autor subraya] porque, como ya
antes se dijo, su falta de presentación nada tiene que ver con la validez
o invalidez de la relación procesal, sino con el resultado que mediante
su presentación se pretende obtener; es decir, si se presentan a des­
tiempo, como ha dicho reiteradamente la jurisprudencia, los tribuna­

les no podrán tomarlos en consideración ni fundar en ellos su fallo

[cita diversas sentencias en apoyo de esta tesis].

Carácter de las normas jurídicas de que se trata

Distinguen los jurisconsultos dos clases de normas jurídicas, a saber:

a) Aquéllas cuya participación puede ser apartada por la volun­


tad autónoma de los particulares y que sólo tienen por objeto suplir
dicha voluntad cuando no existe o es deficiente. Las llaman nor­
mas dispositivas, relativas o supletorias.

b) Normas contrarias a las anteriores, cuya aplicación no puede


ser aludida por convenio, por consentimiento tácito o expreso de los

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Catecismo de derecho procesal civil 257

interesados, o en alguna otra forma. Son las llamadas normas impera­


tivas o absolutas. En todo caso el Juez está obligado a aplicarlas cuando
son pertinentes.

Los artículos 96 y 98 pertenecen a ese segundo grupo por dispo­


sición expresa del artículo 55, que previene: “Para la tramitación y
resolución de los asuntos ante tribunales ordinarios, se estará a lo
dispuesto en este código, sin que por convenio de los interesados
puedan renunciarse los recursos ni el derecho de recusación, ni alte­
rarse, modificarse o renunciarse las normas de procedimiento”.

La frase “estará a lo dispuesto” que usa este precepto claramente


da a entender que tanto el Juez como los litigantes han de acatar lo
prevenido en el Código en todo lo concerniente a la tramitación y
resolución de los juicios, de lo que se sigue que no hay manera de
eludir la aplicación de los artículos 96 y 98.

La peor interpretación

La peor interpretación que puede hacerse de una ley es aquella que


conduce a no obedecerla, a pasar sobre sus preceptos terminantes, ya
que es absurdo suponer que el legislador la expidió para que no tuviese
eficacia de ningún género.

Tal cosa puede acontecer cuando no se obedecen los principios


de la interpretación sistemática y se deja sin efecto una norma para

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258 Eduardo Pallares Portillo

aplicar otra diversa relacionada con ella, cuyo sentido debe limi­
tarse en la forma indispensable para que las dos tengan vigencia.
Como se sabe, la interpretación sistemática consiste en considerar la
ley un todo coherente, lógico y unitario, y relacionar sus preceptos en
forma armónica. Lo sensato y práctico es tratar de conciliar los diver­
sos preceptos de un código y no ponerlos en pugna para dejar sin
efecto alguno de ellos.

De acuerdo con esta interpretación, cuyo valor jurídico nadie


discute, se llega a la siguiente conclusión en el caso que se estudia: el
Juez no debe admitir como prueba documental rendida en el curso
de un juicio y posteriormente a la presentación de la demanda los
documentos que debieron acompañarse necesariamente a ésta como
fundatorios de la acción, porque al obrar así se resta toda eficacia
jurídica a los artículos 96 y 98 del Código de Procedimientos Civiles
y se deja de aplicar la ley con notoria violación del artículo 14
constitucional.

Se violaría además el artículo 278 en su parte final, que no per­


mite al Juez admitir las pruebas que están prohibidas por la ley,
prohibición terminantemente enunciada en el artículo 98.

Se violaría igualmente el artículo 270, que limita la facultad


del Juez para mejor proveer, en el sentido de que no es lícito usar de
ella con violación del principio de igual trata que se debe dar a
las partes.

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Catecismo de derecho procesal civil 259

Por último, si el Juez admite como prueba los documentos de


que se trata, su resolución es nula de acuerdo con lo que previene el
artículo 8 del Código Civil, según el cual los actos ejecutados contra
el tenor de las leyes prohibitivas son nulos. Ya queda dicho que el
artículo 98 contiene una prohibición.

La nulidad en este caso puede ser declarada mediante el juicio


de amparo debidamente preparado por la reparación constitucional.

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Ficha núm. 47

¿Qué se entiende por exhorto?

E l oficio que un Juez o tribunal libra a otro de igual categoría a


la suya en que le pide practique alguna notificación, embargo
o, en general, cualquier clase de diligencia judicial, que ha de llevarse a
cabo dentro de la jurisdicción del Juez o tribunal exhortado.

El exhorto toma el nombre de despacho cuando el oficio lo libra


un Juez o tribunal a otro de inferior categoría a la suya y sobre el cual
ejerce autoridad.

¿En qué se basa la obligación de cumplimentar los exhortos o


despachos que la ley impone a los Jueces o tribunales?

Como la República Mexicana está constituida en Estado federal para


que cumpla sus fines, es necesario obligar a las autoridades de las

261

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262 Eduardo Pallares Portillo

diversas entidades políticas a cumplir ciertas prestaciones; de otra


manera, la justicia encontraría serios obstáculos para su realiza­ción.
Concretamente, el artículo 121 constitucional establece dicha obliga­
ción, como se demostrará al estudiar lo relativo a la ejecución de
sentencias pronunciadas por los tribunales de las diversas entidades
federativas.

¿Por qué se da el nombre de exhorto o carta rogatoria al mencio­


nado oficio?

Porque antes era costumbre poner al pie de él la siguiente frase: “Por


lo expuesto exhorto y requiero a usted y de mi parte le encarezco se
sirva diligenciar el presente, seguro de mi reciprocidad cuando por
usted fuese requerido”. Además, el verbo exhortar quiere decir indu­
cir de palabra o por escrito a hacer algo.

¿Cuáles son las principales normas que rigen los exhortos?

Son las siguientes: a) Por regla general deben ser cumplimentados a


las 24 horas siguientes a su recepción; b) un tribunal puede encomen­
dar a otro de inferior categoría del mismo partido el cumplimiento de
una diligencia si por razón de la distancia fuese más obvio que este
último la practique; c) en los despachos y los exhortos no es necesaria
la legalización de las firmas de los funcionarios, a menos que la exija la
ley del tribunal requerido. Los tribunales pueden acordar que los des­
pachos y exhortos se entreguen para hacerlos llegar al Juez exhortando
a la parte interesada que hubiese solicitado la práctica de la diligencia.

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Catecismo de derecho procesal civil 263

¿Por qué ley se rigen los exhortos que se remiten al extranjero?

Por el artículo 301 del Código Federal de Procedimientos Civiles.

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Ficha núm. 48

¿Qué se entiende por notificación?

E l acto procesal por el cual se da a conocer a las partes o a ter­


ceros el contenido de una resolución judicial.

¿Cuántas clases de notificaciones hay?

Las enuncia el artículo 111 y son las personales, las que se llevan a cabo
por medio de cédula, las que se hacen por edictos, por el Boletín
Judicial, por correo y por telégrafo.

¿En qué casos procede la notificación personal?

En los siguientes: a) la primera que se hace en el juicio en las diligen­


cias preparatorias; b) cuando se trata del traslado de la demanda o

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266 Eduardo Pallares Portillo

emplazamiento a juicio, c) cuando se notifica el auto en que se cita


para absolver posiciones o reconocimiento de un documento; d) cuando
se ha dejado de actuar en el proceso por más de dos meses; e) cuando se
notifica un requerimiento, f) cuando se trata de un caso urgente a
juicio del Juez (artículo 114).

¿Qué diferencias hay entre la primera notificación que se hace en


el juicio diversa del emplazamiento y relativa a éste?

La diferencia principal consiste en que si se trata del emplazamiento


y no se encuentra al demandado, hay que dejarle citatorio para que
espere dentro de las 24 horas siguientes, mientras que si se trata tan
sólo de la primera notificación, no es indispensable ese requisito
(artículos 116 y 117).

¿En qué casos es legal notificar a la persona en el lugar que tra­


baja e incluso en el lugar donde se encuentra aunque no sea su
domicilio?

En el caso a que se refieren los artículos 118 y 119.

¿Cuándo procede la notificación por edictos?

En los casos previstos por el artículo 122.

¿Qué se entiende por edictos?

Las publicaciones que se hacen en el Boletín Judicial y en algún perió­


dico de circulación de una resolución judicial con el objeto de darla
a conocer al interesado.

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Catecismo de derecho procesal civil 267

¿Cuándo procede la notificación por cédula?

En los casos previstos en los artículos 116 y 117.

¿Qué debe contener la cédula?

Un documento autorizado por el secretario, que debe contener: la reso­


lución judicial que va a notificarse, la fecha de la notificación, el lugar
en que se hace, la persona que la hace, el nombre del juicio en que se
pronunció, el del juzgado que la manda hacer y el de la persona a
quien se entrega la cédula. Si se trata del emplazamiento a juicio, la
cédula debe contener un extracto de la demanda, pero sólo en el caso
de que no sea necesario dejar las copias de la misma al demandado.

¿Cuándo procede la notificación por medio del telégrafo o del


correo?

En los casos previstos en los artículos120 y 121.

¿En qué tiempo deben hacerse las notificaciones?

En el que fijan los artículos 110 y 123.

¿Qué cargas impone la ley a las partes y a los terceros respecto a


las notificaciones?

El actor está obligado a designar el domicilio del demandado, sin


cuyo requisito no se admitirá la demanda. Tanto él como el demandado

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268 Eduardo Pallares Portillo

deben mencionar la casa que señalan para oír notificaciones, bajo la


sanción de que, si no lo hacen, las notificaciones surtirán sus efectos
por el Boletín Judicial.

Los terceros están obligados a ser testigos de la notificación en el


caso previsto en el artículo 119, bajo pena de multa.

¿Cuándo procede la notificación por medio del Boletín Judicial?

En el caso previsto en el artículo 123, o sea, cuando los interesados o


sus representantes o abogados (autorizados para oír notificacio­nes)
no se presentan al juzgado a ser notificados personalmente por el se­
cretario el día en que sale publicado en el Boletín Judicial el nom­bre
del juicio en que se pronunció la resolución, ni tampoco lo hacen en
el siguiente hasta las 12 horas.

¿En qué casos las notificaciones son nulas?

Cuando no se llevan a cabo con todos los requisitos de ley.

¿La nulidad de que se trata es relativa o absoluta?

Es relativa y se convalida en la forma que previene el artículo 76.

¿Basta para que se convalide que la parte se manifieste conoce­


dora de la resolución extrajudicialmente?

No basta, porque ese conocimiento debe constar en autos, pero el


conocimiento extrajudicial constituye una prueba de la conducta

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Catecismo de derecho procesal civil 269

procesal de las partes que los Jueces deben tener en cuenta para pro­
nunciar su sentencia.

¿En qué forma se hace valer la nulidad de las notificaciones?

Mediante un incidente de nulidad.

¿En qué casos dicho incidente es de previo y especial


pronunciamiento?

En los casos previstos en el artículo 78, o sea, cuando se trata del


emplazamiento a juicio y de la notificación de los autos para recono­
cimiento de firma o absolución de posiciones, y en los demás casos en
que la ley lo ordene expresamente.

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Ficha núm. 49

Término

E n su acepción más general y un tanto equivocada, el término


se confunde con el plazo; dentro del rigor científico deben
distinguirse. Por término ha de entenderse el día y en algunos casos
también la hora en que debe practicarse un acto procesal. El plazo
es el tiempo formado por varios días dentro de los cuales las partes
o el Juez pueden ejercitar sus derechos o facultades procesales o cum­
plir también sus obligaciones y cargas del mismo género. No es posi­
ble identificar el término de prueba, por ejemplo, con el día y la hora
señalados por el Juez para la práctica de una ins­pección judicial.

La doctrina ha formulado la siguiente clasificación de los térmi­


nos procesales:

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272 Eduardo Pallares Portillo

a) Legales: los que fija la ley.

b) Judiciales: los fijados por el Juez.

c) Convencionales: los cuales determinan las partes de común


acuerdo en el procedimiento convencional o en los convenios o tran­
sacciones que someten al Juez para su aprobación.

d) Prorrogables: son aquellos cuya duración puede ser aumen­tada


por el Juez.

e) Improrrogables: los que no pueden ampliarse.

f) Dilatorios: aquellos que deben transcurrir para que el acto pro­


cesal pueda ejercitarse válidamente. Por ejemplo, se fija un término
en la sentencia para que el demandado la cumpla. Sólo después de
transcurrido, el actor podrá pedir la ejecución forzosa.

g) Preclusivos: son aquellos plazos en los que deben realizarse los


actos procesales, bajo la sanción de que no se precluya el derecho a
realizarlos fuera del plazo.

h) Perentorios: aquellos que transcurridos impiden la resolución


in integrum, si el acto que debió ejercitarse dentro del plazo no se ejer­
citó. Se distinguen los preclusivos en que tratándose de éstos, sí es
posible dicha restitución como un beneficio concedido al litigante
cuando por causas de fuerza mayor no pudo ejercitar el acto.

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Catecismo de derecho procesal civil 273

i) Ordinarios: los que la ley establece para la generalidad de los


casos, y extraordinarios para determinados casos de excepción.

El Código vigente establece las siguientes disposiciones respecto


a los términos judiciales:

Artículo 129. Los términos judiciales empezarán a correr desde el día


siguiente a aquel en que se hubiere hecho el emplazamiento o
notificación.

Artículo 130. Cuando fueren varias las partes y el término común, se


contará desde el día siguiente a aquel en que todas hayan quedado
notificadas.

Artículo 131. En ningún término se contarán los días en que no pue­


dan tener lugar actuaciones judiciales.

Artículo 132. En los autos se harán constar el día en que comienza a


correr los términos y aquel en que deben de concluir.

Artículo 133. Una vez concluidos los términos fijados a las partes, sin
necesidad de que se acuse rebeldía, seguirá el juicio su curso y se tendrá
por perdido el derecho que dentro de ellos debió ejercitarse; salvo los
casos en que la ley disponga otra cosa.

Artículo 134. Siempre que la práctica de un acto judicial requiera cita­


ción de personas que estén fuera del lugar del juicio, para que concurran
ante el tribunal, se debe fijar un término en el que se aumente al fijado
por la ley un día más por cada cuarenta kilómetros de distancia o frac­
ción, que exceda de la mitad, salvo que la ley disponga otra cosa expre­
samente. Si el demandado residiere en el extranjero, el juez ampliará el

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274 Eduardo Pallares Portillo

término del emplazamiento, a todo el que considere necesario, aten­didas


las distancias y la mayor o menor facilidad de las comunicaciones.

Los términos que por disposición expresa de la ley o por la naturaleza


del caso no son individuales, se tienen por comunes para las partes.

Artículo 136. Para fijar la duración de los términos, los meses se regula­
rán por el número de días que les correspondan, y los días se enten­
derán de veinticuatro horas contadas de las veinticuatro a las
veinticuatro.

Artículo 137. Cuando este código no señale términos para la práctica


de algún acto judicial, o para el ejercicio de algún derecho, se tendrá por
señalados los siguientes:

1. Cinco días para interponer el recurso de apelación de sentencia


definitiva;

2. Tres días para apelar autos;

3. Tres días para la celebración de juntas, reconocimientos de firmas,


exhibición de documentos, dictamen de peritos; a no ser que por cir­
cunstancias especiales creyere justo el juez, ampliar el término, lo cual
podrá hacer por tres días más;

4. Tres días para todos los demás casos.

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Ficha núm. 50

Concepto de costas judiciales

S e entiende por tales los gastos que sean necesarios, no


los superfluos, para tramitar y concluir el juicio. En la
legis­lación mexicana comprenden los honorarios de los abogados
que patrocinan a las partes, los de peritos que intervienen en el jui­
cio, las cantidades que se paguen a los testigos para indemnizarlos por
el tiempo que pierden para poder declarar, los gastos de viaje cuando
sea necesario hacerlo a fin de diligenciar en exhorto fuera del lugar
del juicio, y, en general, todos los que sean indispensables para la
conclusión del proceso. Los jurisconsultos insisten en que se trate de
gastos indispensables y no inútiles o excesivos.

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276 Eduardo Pallares Portillo

En algunas legislaciones, las costas comprenden también el pago


de los honorarios a funcionarios judiciales por sus servicios en la
admi­nistración judicial, pero en el artículo 17 constitucio­nal se
prohíbe expresamente el pago de esa clase de costas.

No quedan comprendidas en ellas las gratificaciones que es nece­


sario dar a los secretarios actuarios para que practiquen diligencias
o hagan notificaciones, ni las que cobran los escribientes de los juz­
gados para hacer copias simples o certificadas de determinadas
actuaciones.

La condenación en costas puede ser facultativa para el Juez u


obligatoria. Es facultativa en los casos en que el litigante haya proce­
dido con temeridad o mala fe, a juicio del juzgador.

Es obligatoria en las siguientes circunstancias que determina el


artículo 140:

La condenación en costas se hará cuando así lo prevenga la ley, o cuando,


a juicio del juez, se haya procedido con temeridad o mala fe.

Siempre serán condenados:

I. El que ninguna prueba rinda para justificar su acción o su excepción,


si se funda en hechos disputados;

II. El que presentare instrumentos o documentos falsos, o testigos falsos


o sobornados;

III. El que fuere condenado en los juicios ejecutivo, hipote­cario, en los


interdictos de retener y recuperar, y el que intente alguno de estos jui­

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Catecismo de derecho procesal civil 277

cios si no obtiene sentencia favorable. En estos casos la condenación se


hará en la primera instancia observándose en la segunda lo dispuesto
en la fracción siguiente;

IV. El que fuere condenado por dos sentencias conformes de toda con­
formidad en su parte resolutiva sin tomar en cuenta la declaración sobre
costas. En este caso, la conde­nación comprenderá las costas de ambas
instancias.

¿Qué se entiende por litigante temerario o de mala fe?

Escriche llama litigante temerario el “que no tiene justa causa por liti­
gar”; por esta razón debe ser condenado al pago de las costas, pero el
Código parece apartarse de este punto de vista y distingue la temeri­
dad de la mala fe. Ésta última cuando el litigante obra, sea como actor
o como demandado, teniendo conocimiento de que no le asiste el
derecho que pretende tener, mientras que la temeridad sólo existe
cuando sostiene pretensiones evidentemente infundadas.

El Tribunal Superior del Distrito Federal, en ejecutoria pronun­


ciada por la Cuarta Sala, publicada en la página 191 del índice gene­
ral del año de 1954 de los Anales de Jurisprudencia, dice sobre la
temeridad:

José Chiovenda, en su obra La condena en costas, página 409, párrafo


319, dice: Litigio temerario es aquel en que la injusticia es absoluta por
estar hasta en la intención misma del que litiga; la temeridad consiste en
tener conciencia de la injusticia, o sea, de no tener razón. La intención
del que litiga escapa por su propia índole a toda investigación directa,
y ha de buscarse solamente no en presunciones derivadas de la natu­
raleza misma del litigio. Cuando la pretensión deducida o la resistencia

Segunda parte.indd 277 10/03/2015 01:36:40 p.m.


278 Eduardo Pallares Portillo

a ella sean tan infundadas, tan evidentemente infundadas a juicio de


todos, incluso al litigante mismo —aun tomada en cuenta la ceguera que
produce el interés en el asunto—, diremos que tal litigante es temerario.
Se presupone que litiga sabiendo que no tiene razón, pues aunque
pudiera creer lo contrario, es suficiente para ello que la falta de fun­
damento para litigar sea tal, que el no verla baste a atribuirle culpa
tan alta que puede equiparse al dolo. La temeridad es pues característica
del mismo litigio…

Demetrio Sodi, en su Nueva Ley Procesal, p. 155, dice: “La teme­


ridad consiste, desde el punto de vista del litigio, en la indiscutibili­
dad por parte del que litiga”. La Suprema Corte de Justicia, en el
tomo xxix del Semanario Judicial de la Federación p. 808, asienta: “Para
resolver en justicia acerca de la temeridad, es conveniente partir de la
connotación de esa palabra; al efecto, el Diccionario de la Real Academia
Española por temerario entiende al imprudente que se expone y se
arroja a los peli­gros sin meditado examen de ellos, o el decir, hacer o
pensar alguna cosa, sin fundamento, razón o motivo”.

De la exposición anterior deduzco las siguientes consecuencias:

a) La mala fe del litigante consiste en saber que no le asiste el


derecho o la pretensión que hace valer en el juicio, sea como actor
o demandado, o, lo que es igual, en que ejercita una acción u opone
excepción y sabe, al hacerlo, que carecen de fundamento legal y no
están amparadas por la justicia. Para entender este concepto, cabe
traer a colación el artículo 806 del Código Civil, que considera posee­
dor de mala fe al que conoce los vicios del título por virtud del cual
posee, y poseedor de buena fe al que los ignora.

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Catecismo de derecho procesal civil 279

b) No hay diferencia tajante entre la temeridad y la mala fe. Chio­


venda no las distingue, y al parecer sólo se trata de una diferencia de
grado. La mala fe se convierte en temeridad cuando es evidente e
indiscutible que al litigante no le asiste el derecho ni la justicia.

c) Tanto una como otra deben examinarse con un criterio obje­


tivo por la imposibilidad de penetrar en la conciencia del litigante y
descubrir en ella la intención con que ha ido al juicio, esto es, si úni­
camente ha obrado por ignorancia o con pleno conocimiento de que
la acción ejercitada por él o las excepciones que hizo valer carecen de
fundamento legal.

d) Dicho criterio objetivo consiste en examinar el proceso y com­


probar la procedencia o improcedencia de las pretensiones del litigante
vencido y hasta qué punto son manifiestas o discutibles. No importa
que el litigante haya obrado por ignorancia al hacer valer una preten­
sión carente de fundamentos legales, porque la ignorancia inexcusa­
ble es equivalente, como dice Chiovenda, al dolo en este caso, y por
tal razón procede la condena en costas.

e) Los autores del Código suprimieron el concepto de teme­ri­


dad porque no es necesario. Basta que el litigante obre de mala fe
para que deba ser condenado en las costas. Si su mala fe llega hasta la
temeridad, tal circunstancia no modifica la situación procesal de que
se trata.

Condena en costas al vencedor

El vencedor puede ser condenado en las costas si ha promovido el


juicio sin necesidad, porque el demandado no haya desconocido

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280 Eduardo Pallares Portillo

su derecho ni exista prueba de que no quiera cumplir la obligación


a su cargo. También incurre en la misma sanción en los casos en que,
durante el juicio, haya presentado documentos o testigos falsos, o
estos últimos sobornados. Igual debe resolverse cuando ha incurri­
do en la plus petitio.

Hugo Alsina dice a este respecto:

Casos en que procede condenar en costas al vencedor.

En diversas situaciones debe cargar el vencedor con las costas. En primer


lugar, aun cuando su demanda sea acogida, debe pagar los gastos del
juicio cuando aquélla no ha sido necesaria para el reconocimiento de su
derecho; por ejemplo, en la acción declarativa de reconocimiento de
un instrumento privado que el demandado desconoce [Flasson et Tissier,
3, p. 137; Goldschmidt, p. 214]. En el pago por consignación, las costas
son a cargo del demandado, cuando la consignación se declara válida;
pero son a cargo del actor si el demandado se allana a la misma, si bien
negando que se hubiera opuesto al pago y aquél no probó esta
circunstancia.

Hemos visto que el exceso en la petición (plus petitio) puede determinar


en ciertos casos la imposición de costas al actor (se trata de los casos
plus petitio por razón de la cuantía de lo que se demanda, y no por razón
de tiempo o lugar). Pero advertimos también en ella la oportunidad que
cuando no exista suma líquida, sin que el actor la estime para los efec­
tos de la demanda, no se incurre en plus petitio o, salvo que la petición
resulte evidentemente exagerada. Así, en la demanda por daños y per­
juicios, las costas forman parte de la indemnización, y se imponen al
demandado, aunque la estimación sea elevada, si éste ha desconocido
todo derecho, o aunque reconozca su responsabilidad, si ha negado al­
gunas partidas de la indemnización reclamada” (Tratado teórico-práctico
II, p. 754).

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Catecismo de derecho procesal civil 281

Compensación de las costas

La doctrina moderna admite que las dos partes pueden ser conde­
nadas al pago de costas y que en este caso opera la compensación. Los
jurisconsultos ponen como ejemplos los siguientes: cuando el actor
no triunfa totalmente, cuando se declaran procedentes tanto la acción
principal como la contrademanda, cuando se declaran improcedentes
la demanda y las defensas del demandado. En ningún caso debe con­
denarse al demandado cuando hizo valer la excepción de plus petitio y
fue declarada procedente.

Algunos otros principios relativos a la condenación en costas

a) la imposición de costas sólo procede respecto a las partes en


sentido sustancial porque únicamente a ellas afecta la sentencia. Sin
embargo, cuando las partes en sentido formal promueven un inci­
dente en que se discute su personalidad procesal, pueden ser conde­
nadas en las costas si son vencidas.

b) Algunos jurisconsultos opinan que no proceden las costas a


favor del litigante que es abogado en su propia causa, pero Alsina es
de opinión contraria y la Suprema Corte de Justicia ha resuelto que
el abogado que trabaja para defenderse tiene derecho a las costas.

c) La ley no establece beneficio alguno a favor de los incapaces en


el sentido de que no puedan ser condenados en las costas del juicio,
pero quedan a salvo sus derechos contra sus representantes legales por
la responsabilidad en que haya incurrido al no defender eficazmente
los intereses de aquéllos.

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282 Eduardo Pallares Portillo

d) En algunas legislaciones, como la argentina, se establece el


principio general de que el vencido debe pagar las costas, pero la con­
denación no debe hacerse siempre que el Juez encuentre méritos para
ello, que demuestren que el litigante tuvo motivos bastantes para actuar
en el juicio en la forma en que lo hizo. La jurisprudencia de tribuna­
les argentinos ha encontrado una serie de casos en que se aplica este
principio.

e) La condenación en costas no sólo procede por lo que se refiere


al juicio en lo principal, sino también a los incidentes.

f) El derecho de exigir el pago de costas lo concede la ley a la


parte y a sus representantes legales, pero no a los abogados. Sin em­
bargo, en algunas legislaciones se permite que se subroguen el abo­
gado y los procuradores en el derecho de cobrar las costas para hacer
efectivos sus honorarios.

Casos de condena en costas no previstos en el artículo 140

a) El artículo 508 previene que todos los gas­tos y costas que se


originan en la ejecución de una sentencia, correrán a cargo del que
fue condenado en ella.

b) El artículo 263 ordena: “Cuando no procesa la declinatoria,


debe pagar las costas causadas el que la promovió…”

c) En los juicios de lanzamiento, el demandado debe pagar las cos­tas


conforme con el artículo 492, que previene: “Si el recibo [de las rentas]

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Catecismo de derecho procesal civil 283

es de fecha posterior o la exhibición del importe de las pensiones se


hace fuera del término señalado para el desahucio, también se dará
por concluida la providencia de lanzamiento, pero se condenará al
inquilino al pago de las costas causadas”.

d) Cuando se declara improcedente la demanda de responsabili­


dad civil que se entabla contra un funcionario judicial por faltas o
delitos cometidos en el desempeño de sus funciones, porque en este
caso el artículo 736 ordena que se impongan las costas al demandan­
te, pero si se declara procedente la acción, las pagará el demandado.

Costas, daños y perjuicios

Como queda dicho, las costas no son sino los gastos que es necesario
hacer para la tramitación y conclusión del juicio. No deben confun­
dirse con los daños y perjuicios que éste produce en el patrimonio
económico o en el patrimonio moral del demandado. Supóngase el
caso de que el reo haya propalado la venta de un inmueble que no
podrá llevar adelante porque un tercero promueve en su contra deter­
minados juicios y convierta al bien en litigioso. En este caso, es evi­
dente la diferencia que separa las costas de los daños y perjuicios.
La ley reconoce en el artículo 34 que se refiere al desistimiento de la
acción o de la demanda, que cuando tiene lugar obliga al actor a
pagar no sólo las costas, sino los daños y perjuicios producidos por el
proceso. El artículo 169 obliga al Juez a pagar los daños y perjuicios ori­
ginados por el hecho de que no haya suspendido los procedimien­tos
tan luego como expida o reciba una inhibitoria de competencia o

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284 Eduardo Pallares Portillo

se promueva ante él una declinatoria. El artículo 302 impone la


misma sanción al litigante que, habiendo obtenido término extraor­
dinario de prueba, no rinde sin justa causa las pruebas que hubiere
propuesto.

También cabe distinguir la condena en costas de la multa que en


determinada circunstancia se impone al litigante por haber hecho
una promoción improcedente. Por ejemplo, si no justifica la causa de
recusación cuando interpone un recurso de queja improcedente o
una declinatoria de jurisdicción.

La sentencia que condena en costas es constitutiva

No declara la existencia de un derecho preexistente a la demanda,


porque la obligación de pagar en costas nace durante el proceso, y
tiene su origen en dicha sentencia. Así lo reconocen todos los juris­
consultos modernos. Sin embargo, a esta doctrina se le puede obje­
tar que el artículo 2118 del Código Civil considera como uno de los
capítulos de la responsabilidad civil proveniente del incumplimiento
de las obligaciones la relativa al pago de costas. Si tiene tal carácter, la
sentencia no será constitutiva, sino declarativa.

No es necesario reclamar en la demanda el pago de las costas

Los autores clásicos sostuvieron lo contrario, pero la doctrina moder­


na se ha apartado de este punto de vista, teniendo en cuenta el carác­
ter constitutivo de la sentencia que impone al perdidoso el pago de
las costas. Hugo Alsina dice a este respecto: “La doctrina procesal

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Catecismo de derecho procesal civil 285

moderna enseña que las costas deben aplicarse de oficio, porque


son un accesorio de la sentencia y no se hallan vinculadas a la rela­
ción substancial”. Cita en apoyo de este principio a Kisch, Nazar
Lascano, Goldschmidt, Sechi, t. ii, p. 316. Es de la misma opinión:

La obligación de las costas no surge de la litis, dando lugar a un crédito


eventual o condicional; por ello no puede hablarse durante el pleito de
un crédito de un derecho a las costas. Sólo en el momento de fallarse
sobre la demanda, esto es, cuando se determina la condena, nace no sólo
el derecho del vencedor a las costas sino el deber del juez de conde­
nar al derrotado en las mismas, y sólo de la condena ya pronunciada nace
el derecho y la obligación de las costas.

Por eso hemos visto que el Juez debe pronunciar ese punto de
oficio, y que la sentencia es siempre constitutiva, en punto a la con­
dena en las costas, porque no declara un derecho preexistente, sino
que lo constituye como derecho previsto al propio tiempo de ejecu­
toriedad [Instituciones, 3-335].

Una resolución que el Juez puede dictar de oficio en el momento


de fallar es la condena en las costas del vencido, porque esa condena
se produce por el hecho de que se decide la actuación de la ley en
favor de una parte, la cual no debe sufrir los gastos de la ac­tuación de
la ley, en cuyo caso resultaría ésta incompleta y sería incier­to el valor
económico de los derechos (id., p. 55).

Incidente de costas

Las costas se liquidan mediante un incidente cuya tramitación es muy


sencilla. Se reduce a un escrito al que se acompaña la planilla respec­

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286 Eduardo Pallares Portillo

tiva. Se corre traslado de él a la contraria para que objete la planilla,


y de inmediato se pronuncia sentencia, que es aplicable en el efecto
devolutivo (artículo 141).

Los problemas relacionados con el incidente:

a) ¿Está obligado el Juez a aprobar la planilla cuando no lo objeta


el interesado?

b) ¿Cómo se prueban aquellas partidas relativas a conferencias u


otras gestiones que no consten en los autos?

Respecto al primer punto, el silencio del condenado en las costas


no implica forzosamente su aquiescencia a pagarlas. La preclu­sión
que en este caso se produce sólo tiene como resultado la pérdida del
derecho de objetar la planilla, pero no la declaración de volun­tad de
estar conforme con ella.

La Suprema Corte así lo ha resuelto. También ha decidido con


mucho acierto que no es necesario probar la celebración de las jun­
tas o de gestiones extrajudiciales hechas por el abogado, cuando las
dos cosas hayan sido necesarias para la terminación y conclusión del
juicio. La prueba de presunciones actúa en este caso debidamente
de acuerdo con el arbitrio judicial.

¿Puede ser condenado en las costas el Ministerio Público?

El artículo 582 del Código Federal de Procedimientos Civiles previene


que el Ministerio Público no puede ser condenado en las costas cuando

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Catecismo de derecho procesal civil 287

interviene como representante de la Federación; pero el Código de


Procedimientos del Distrito Federal y Territorios no estatuye nada
sobre el particular. Siendo parte el Ministerio Público ha de ser con­
siderado como tal en lo relativo al pago de costas, y, por tanto, quedar
sujeto a los mismos principios que rigen a las demás partes. Sin em­
bargo, el punto es dudoso, porque aquél obra siempre por motivos de
orden público y de interés social. Además, no debe olvi­darse que no
siempre interviene en los juicios civiles ejercitando una acción. Por
lo contrario, en muchos casos lo que hace son funciones consultivas
para proteger a los incapacitados o a los ausentes e ignorados.

[Consúltense los capítulos relativos a la Ley Orgánica en el ar­


tículo 4 constitucional].

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Ficha núm. 51

¿Cuáles son los diversos significados de la palabra jurisdicción?

S on los siguientes: a) por su raíces etimológicas, significa


decir el derecho. En el derecho romano, los pretores
tenían la jurisdicción porque al mismo tiempo podían expedir
normas de carácter general y abstracto, desempeñando las funciones
de unos legisladores, y declaraban el derecho negado o controvertido
en los casos litigiosos, actuando entonces como Jueces. b) En su acep­
ción más general, significa “el poder o autoridad que tiene alguno
para gobernar o poner en ejecución las leyes”. c) En su sentido propio,
es la potestad concedida a los tribunales para administrar justicia,
o sea, para conocer de los asuntos civiles, criminales, laborales o admi­

289

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290 Eduardo Pallares Portillo

nistrativos, y decidir o sentenciarlos con arreglo a las leyes. d) El terri­


torio sobre el cual se ejerce la jurisdicción. e) La sede del tribunal.

¿Cuáles son las diferencias entre la función jurisdiccional y la


función legislativa?

Mientras la ley es un conjunto de normas de carácter general y abs­


tracto y la función del legislador es expedir dicha clase de normas, la
del Juez es declarar y aplicar el derecho en casos particulares. En otras
palabras, el legislador expide las leyes y el Juez las aplica.

¿Cuáles son las diferencias entre la función ejecutiva y la judicial,


o lo que es igual, en qué se distingue el acto administrativo del
judicial?

Los autores modernos no se han puesto de acuerdo sobre este punto,


e incluso hay algunos que niegan que exista una diferencia sustancial
entre esos conceptos. Los autores clásicos que propugnaban doctrinas
sostenidas por la tradición resolvían el problema fácilmente. Según
ellos, el poder legislativo expide las leyes, el ejecutivo las ejecuta y el
judicial las aplica en los juicios civiles o criminales. No profundiza­
ban, por tanto, en el problema.

Como son muchas y muy variadas las doctrinas que se han formu­­
lado para explicar la naturaleza jurídica de la jurisdicción, sólo se
expondrán las más interesantes.

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Catecismo de derecho procesal civil 291

Doctrina del derecho subjetivo

Según ella, la jurisdicción es la actividad de un órgano del Estado que


provee a la protección del derecho subjetivo violado o amenazado
(Manfredin, Simonvelli, Caravantes).

Doctrina del derecho objetivo

Consiste en sostener que la jurisdicción es la actividad de los órganos


del Estado que tiene como fin hacer que se cumpla el derecho obje­­
tivo cuando éste no es obedecido. Chiovenda es partidario de esta
doctrina, y afirma que el carácter principal de la jurisdicción consiste
en que el órgano jurisdiccional se sustituye a la actividad individual,
sea para declarar el derecho o para ejecutarlo. Según Carnelutti, la
jurisdicción es la función pública que tiene por objeto la justa compo­­
sición de los litigios para con ello lograr la paz social.

Alsina define la jurisdicción en los siguientes términos: “Es la


potestad conferida por el Estado a determinados órganos para resolver
mediante la sentencia las cuestiones litigiosas que le son sometidas y
hacer cumplir sus propias resoluciones”.

¿Cuáles son las clases de jurisdicción?

Histórica y doctrinalmente se han distinguido las siguientes:

1. La civil, ejercida por los órganos del Estado.

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292 Eduardo Pallares Portillo

2. La eclesiástica, a cargo de los tribunales de la Iglesia, que tenía


jurisdicción principalmente en las cuestiones relativas al estado civil,
a los eclesiásticos y monjes.

3. La temporal, o sea, la civil ya definida.

4. La militar, para conocer de los delitos cometidos por


militares.

5. La civil, que es la que se ejerce en juicios en los que se contro­


vierten cuestiones pertenecientes al derecho civil.

6. La penal, cuyo fin es la aplicación de la ley penal.

7. La laboral, relacionada con los litigios que surgen entre los


trabajadores y las empresas y patrones por la aplicación de la ley
del trabajo.

8. La fiscal, relativa a los juicios que nacen por la aplica­ción de


las leyes fiscales.

9. La administrativa, que es la concerniente a la aplicación de las


leyes administrativas.

10. La local, que es tributo de los veintinueve estados de la Fede­


ración mexicana.

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Catecismo de derecho procesal civil 293

11. La federal, que corresponde a los tribunales de la Federación.


En el derecho español anterior a la Constitución de 1812, existían
tantas jurisdicciones cuantos fueros especiales reconocían las leyes.

Existían, además, la propia, la delegada y la retenida, que se


expli­can en otras fichas.

¿Qué se entiende por jurisdicción forzosa o natural?

La que pertenece a un Juez o tribunal por virtud de las normas gene­


rales que presiden su institución.

¿Qué se entiende por jurisdicción prorrogada?

La que tiene un Juez, no a causa de las normas generales que presi­


den su institución, sino por actos u omisiones de las partes que im­
pliquen que ellas se sometan a su jurisdicción.

¿Cuántas clases de prórrogas hay?

1. La expresa. 2. La tácita. 3. La que deriva de la reconvención, conexi­


dad de las causas, y del principio de atracción. 4. La de causa a causa,
de territorio a territorio, de cantidad a cantidad, de grado a grado, de
persona a persona.

Antiguamente había la de tiempo a tiempo, la cual presuponía


que la jurisdicción podía ser delegada, pero ahora ésta ya no existe.

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294 Eduardo Pallares Portillo

¿Cuándo hay prórroga tácita?

En el caso previsto en el artículo 161.

¿Cuándo hay prórroga expresa?

En los casos previstos en el artículo 152.

¿Cuándo hay prórroga por razón de la cuantía?

Cuando por mandato legal un Juez conoce de un juicio por cuantía


menor del que en principio le corresponde conocer. Así sucede en los
casos de tercería y reconvención de acuerdo con el principio de que
el que puede lo más puede lo menos, pero el que puede lo menos no
puede lo más (artículos 160 y 161).

¿En qué consiste la prórroga de lugar a lugar?

Cuando se atribuye el Juez una competencia por razón del lugar de


la cual carece. Está autorizada expresamente por el artículo 149. Ejem­
plo: un Juez es incompetente por razón del domicilio del demandado
—en el caso de una acción personal— y se prorroga su competencia
porque el demandado no la objete mediante la declinatoria o la
inhibitoria.

¿Cuándo tiene lugar la prórroga por razón de grado?

Cuando las partes prorrogan la competencia del tribunal de segunda


instancia para que conozca del juicio en única instancia en los térmi­
nos del artículo 149.

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Ficha núm. 52

¿Qué se entiende por competencia?

L a potestad de un Juez o tribunal para conocer de determi­


nado juicio o negocio.

¿Qué relaciones hay entre la competencia y la jurisdicción?

La competencia presupone la jurisdicción porque la competencia es


una porción de ella. No puede haber competencia sin jurisdic­
ción, pero sí puede haber jurisdicción sin aquélla. La jurisdicción
es el género; la competencia, la especie. Ésta no es sino la manera
como la jurisdicción se distribuye entre los órganos jurisdiccionales.

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296 Eduardo Pallares Portillo

¿De qué manera se distribuye o determina la competencia?

De los siguientes modos: Por razón de territorio, por razón de la cuan­


tía, por razón de la materia, por razón del grado, por razón de las
personas, por razón de la prevención, por razón de la vinculación per­
sonal, por prórroga de la competencia.

¿En qué casos son competentes los tribunales por razón del
territorio?

En los casos previstos en el artículo 156, que comprenden los llama­


dos fuero de contrato, de los bienes muebles e inmuebles y del domi­
cilio del demandado, de las sucesiones hereditarias, del concurso de
la tutela, del divorcio y diferencias conyugales. Todos estos fueros
forman la competencia territorial.

¿Cuál es la competencia por razón de la cuantía?

La que tienen los Jueces de paz para conocer los juicios hasta por la
cantidad de $200.00; los menores de $200.00 hasta $2 500.00, y los
civiles de $2 500.00 en adelante.

¿En qué casos se determina la competencia por razón de la


materia?

Los Jueces de primera instancia son los únicos competentes para


conocer de la jurisdicción voluntaria, del estado y capacidad de las
personas y de los interdictos, de acuerdo con lo que previenen

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Catecismo de derecho procesal civil 297

los artículos 158 y 159 del Código de Procedimientos Civiles y el 66


de la Ley Orgánica de los Tribunales.

¿En qué casos se determina la competencia por razón del grado?

En los casos previstos en los artículos 58, 59 y 63 de la Ley Orgánica


de los Tribunales.

¿Cuándo tiene lugar la competencia por razón de la persona?

Tratándose de los Jueces pupilares, de acuerdo con lo que previene el


artículo 70 de dicha ley, según el cual compete a dichos Jueces conocer
de los asuntos que afectan a las personas e intereses de los menores
y demás incapacitados sujetos a tutela.

¿En qué consiste la competencia por razón de la prevención?

Tiene lugar cuando, siendo varios Jueces competentes para conocer


de un juicio, el primero que conoce del juicio es el que asume la com­
petencia frente a los demás, pero éstos pueden volver a ser competen­
tes en los casos en que aquél se excuse de conocer del juicio o sea
recusado.

¿En qué casos la competencia se produce por vinculación


procesal?

En los casos de tercería, medios preparatorios del juicio, providencias


precautorias, reconvención, en los términos que determinan los ar­
tículos 160 a 162, que el estudiante analizará.

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298 Eduardo Pallares Portillo

¿Existe en la actualidad la jurisdicción delegada?

Respecto de la jurisdicción delegada, hay que decir que no existe con


el mismo sentido que antes existía, cuando el monarca delegaba en los
tribunales la potestad real de hacer justicia, y un tribunal podía hacer
otro tanto en relación con otro tribunal. La delegación podía hacerse
incluso a particulares. En la actualidad se entiende por tal la que
ejerce un Juez o tribunal cuando cumplimenta un exhorto, des­pacho
o carta rogatoria. En estos casos no hay propiamente una dele­gación o
cesión de jurisdicción, porque el Juez exhortado obra por virtud de su
propia jurisdicción.

¿Qué se entendía por jurisdicción retenida?

La jurisdicción administrativa, en tanto que se pensaba que el monarca


retenía una porción de su suprema jurisdicción y la delegaba en los
tribunales, la necesaria para que éstos administrasen justicia (Consúl­
tese a Caravantes, t. I, p. 199).

¿Qué se entendía por jurisdicción acumulativa y qué por


privativa?

El citado jurisconsulto las define como sigue: “Jurisdicción acumu­


lativa, a la que también se llama preventiva, es la facultad que tiene
un Juez de conocer de ciertos asuntos a prevención con otro, o no
obstante tener otro Juez igual facultad para conocer de los mismos, o
bien la facultad que reside a la vez en dos (o más) Jueces para conocer

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Catecismo de derecho procesal civil 299

de un mismo asunto, considerándose competente el que se hubiese


anticipado en su conocimiento (Ley 2, título 16, libro 6, Nov. Rec.).
La jurisdicción privativa es la que ejerce un Juez con exclusión de los
demás. En realidad no se trata de dos especies de jurisdicción, sino de
competencia.

¿Qué se entiende por jurisdicción de primer y segundo grado?

La jurisdicción es de primer grado cuando la sentencia que se pro­


nuncia en virtud de ella está sujeta al recurso de apelación, de tal
manera que el Juez que la pronuncia es el primero que conoce
del juicio. La jurisdicción de segundo grado es la que ejerce el tri­
bunal de apelación, que conoce por segunda vez del juicio.

¿Hay además jurisdicciones de otros grados?

En la actualidad ya no las hay en la legislación mexicana, pero sí exis­


tió en el pasado la de tercer grado, que era la relativa al recurso de
súplica, y en los tribunales eclesiásticos hasta de 4o. y 5o. grado (Con­
cilio Tridentino, Sec. 24, cap. 20 de Reforma y 15, 16, tít. 3, parte 1a.
y leyes 1a., 2a., 4a., 6a., 7a., del tít. 4o., libro 2o.)

¿El recurso de apelación extraordinaria y el juicio de amparo


abren una nueva instancia y producen un nuevo grado de
jurisdicción?

No lo hacen porque mediante ellos se inicia un nuevo juicio en el que


la materia litigiosa es distinta a la del juicio anterior, e incluso en el

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300 Eduardo Pallares Portillo

amparo aparece una nueva parte que es el Ministerio Público, y el ór­


gano jurisdiccional deja de ser Juez para convertirse en demandado.

¿Cuál es la naturaleza jurídica de la jurisdicción?

Es un poder-deber mediante el cual se realiza la función pública de


administrar justicia sobre un territorio determinado. Hay que subra­
yar en esta definición: 1. Que es un poder dimanado de la soberanía
del Estado; 2. Que no es un derecho subjetivo, sino una potestad
inherente al Estado; 3. Que es al mismo tiempo una obligación
im­puesta por la ley al órgano del Estado que ejerce la soberanía; 4. Que
no tienen esa potestad las personas de los Jueces o Magistrados, sino
el órgano jurisdiccional que integran; 5. Que está vinculada a deter­
minado territorio, más allá del cual se extingue la jurisdicción.

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Ficha núm. 53

Enuncie y explique algunos principios generales relativos a la


competencia

1. Para conocer válidamente de una causa se requiere jurisdicción.

2. Los particulares no pueden atribuir competencia al Juez que


carece de jurisdicción.

3. Un tribunal inferior no puede promover cuestiones de compe­


tencia a su superior, pero sí puede hacerlo a un tribunal de mayor
categoría que pertenezca a otra jurisdicción.

4. La competencia por razón del domicilio es la preferente.

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302 Eduardo Pallares Portillo

5. La competencia por razón de cuantía se determina no por lo


que realmente deba al demandado, sino por lo que el actor le exige
en la demanda.

6. Fuera de su jurisdicción, el Juez es un particular.

7. Se desobedece impunemente al que administra justicia fuera


de su territorio.

8. Los tribunales están obligados a no admitir demandas que no


correspondan a su competencia.

9. Tan luego como un Juez o tribunal recibe oficio inhibitorio,


está obligado a suspender sus procedimientos.

10. Los actos ejecutados por un Juez que ha sido declarado in­
competente son nulos de pleno derecho.

11. La incompetencia sobrevenida no priva al Juez de la original


que tuvo para conocer del juicio, cuando emplazó al demandado
(perpetuatio jurisdictionis).

12. El demandado no debe seguir el fuero del actor, sino éste el


de aquél.

13. El que promueve una declaratoria no puede usar de la inhi­


bitoria, sea al mismo tiempo o después. Otro tanto cabe decir del que
usa de la inhibitoria.

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Catecismo de derecho procesal civil 303

14. La jurisdicción es improrrogable; la competencia es


prorrogable.

15. Ha de tener jurisdicción para conocer el Juez a quien se


someten las partes para que la sumisión sea eficaz.

16. El Juez de la acción es Juez de la excepción y de la


reconvención.

17. En la duda, la competencia cede a favor del demandado.

18. La continencia indivisible de la causa origina competencia.

19. El Juez que es competente para lo principal lo es para lo


accesorio.

20. Declarada la incompetencia se produce la nulidad de las


actuaciones judiciales practicadas por el Juez incompetente.

21. No reconoce competencia el Juez que cumplimenta un


exhorto.

22. El Juez que conoció de un juicio es competente para ejecutar


la sentencia pronunciada en dicho juicio.

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Ficha núm. 54

Prórroga de la competencia y conflicto de competencia

¿Qué se entiende por prorrogar la competencia?

E s el acto por el cual las partes amplían la competencia que la


ley concede a los tribunales, atribuyéndoles la necesaria para
conocer de un negocio determinado del cual, sin la prórroga, no
podrían conocer. La prórroga puede hacerse por sumisión expresa
o tácita.

¿A qué principios está sujeta la prórroga?

A los siguientes:

a) La competencia es prorrogable, no así la jurisdicción.

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306 Eduardo Pallares Portillo

b) No se pueden prorrogar las competencias ratione materiae


porque se consideran de orden público.

c) El artículo 149 establece que únicamente puede prorrogarse la


competencia por razón del territorio y la que consiste en pedir al tri­
bunal de segunda instancia que conoce de apelación contra una inter­
locutoria se avoque al conocimiento del juicio en lo principal.

d) La sumisión consiste en la “renuncia clara y terminante al


fuero que la ley concede y en designar con precisión al Juez a quien
se someten las partes” (artículo 152).

La sumisión tácita se produce por los siguientes actos:

1. Por el hecho de que el demandante ocurra al Juez entablando


su demanda. 2. Cuando el demandado contesta la demanda o recon­
viene al actor. 3. Cuando el que ha promovido una cuestión de
competencia desiste de ella. 4. Cuando se entabla una tercería, o si un
tercero, por cualquier motivo, “viniere al juicio” (artículo 153).

¿Qué debe entenderse por venir al juicio?

No vienen al juicio los testigos, los abogados ni los peritos que inter­
vienen en el mismo, sino aquellas personas que ejercitan el derecho
de acción procesal, haciendo promociones que producirán efectos,
sea respecto del juicio o respecto del fondo de las cuestiones
debatidas.

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Catecismo de derecho procesal civil 307

¿En qué otros casos tiene lugar la prórroga de pleno derecho?

En los casos de litispendencia y de conexidad de la causa, con arreglo


a los artículos 38 y 42.

¿Qué se entiende por jurisdicción?

Los que surgen entre dos o más Jueces o tribunales que pretenden cono­
cer de un juicio o se nieguen a conocer del mismo. Se dividen, por
tanto, en positivos y negativos.

¿A qué principios están sujetos los conflictos de competencia y, en


general, las cuestiones de competencia?

a) Los conflictos de competencia no deben confundirse con los de


jurisdicción. Las disposiciones del Código de Procedimientos Civi­les
del Distrito Federal se refieren a las primeras pero no a las segun­das.
Estas últimas se encuentran reglamentadas en el Código Federal de
Procedimientos Civiles y son los que surgen entre los Jueces civiles y
los federales, entre las juntas de conciliación y arbitraje y los tribu­
nales en general, entre los tribunales de un Estado y los de otro, o con
los del Distrito Federal y Territorios.

¿De qué manera se plantean y resuelven las cuestiones de


competencia?

Por inhibitoria o por declaratoria. La primera consiste en el oficio


que el Juez que se estima competente dirige al que está conociendo de
un juicio para que se abstenga de seguir conociendo de él y le remita
los autos respectivos. El litigante que promueve la inhibitoria se inten­

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308 Eduardo Pallares Portillo

tará ante el Juez competente, pidiéndole que dirija oficio al que estima
no serlo, para que se inhiba y remita los autos.

¿Cómo se tramitan las inhibitorias?

En los términos del artículo 166.

¿Qué se entiende por declinatoria?

La excepción dilatoria que pone el demandado al hacer valer la incom­


petencia o falta de jurisdicción que emplazó a juicio.

¿Cómo se tramita la declinatoria?

La interposición de una declinatoria da lugar a un artículo de previo


y especial pronunciamiento, y se tramita de acuerdo con los artículos
262 y 263.

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Ficha núm. 55

¿Quiénes pueden recusar?

S ólo las partes legalmente constituidas. No lo pueden


hacer las partes en el sentido material que no lo sean en el
sentido formal. Hay disposiciones especiales para los albaceas, los sín­
dicos y cuando existe pluralidad de litigantes (artículo 175).

¿Quiénes pueden ser recusados?

Los Jueces, los Magistrados y los secretarios. No pueden serlo el


Mi­nisterio Público, los asesores ni los empleados inferiores.

¿En qué tiempo debe hacerse la recusación?

A diferencia de la ley española, la nuestra no exige que se haga en el


primer escrito ni tan luego como el litigante tenga conocimiento

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310 Eduardo Pallares Portillo

del impedimento. Deberá hacerse desde que se fijó la controversia


hasta antes del auto de citación para sentencia o hasta antes de que
comience la audiencia de pruebas. Ya comenzada no puede recusarse,
a menos que hubiere cambio en el personal. Lo mismo tiene lugar
respecto al auto de citación para sentencia (artículos 178 y 179).

¿En qué procedimiento no es admisible la recusación?

1. En las diligencias preparatorias. 2. Al cumplimentar un exhorto.


3. En los actos de mera ejecución, pero sí en los de ejecución mixta.
4. En las diligencias que les encomiende otro Juez o tribunal. 5. En los
actos que no importen jurisdicción ni conocimiento de causa.

¿Cuándo puede recusarse en el juicio ejecutivo y en la vía de


apremio?

Hasta que se haya practicado el embargo, hecho el desembargo en su


caso o fijada la cédula hipotecaria (artículo 178).

¿En qué casos no es admisible la recuperación?

Cuando se ha declarado improcedente la promovida con anteriori­


dad, a menos que haya cambio en el personal del tribunal o juzgado
(artículo 183), o cuando no esté fundada en la existencia de algún
impedimento o se hiciere fuera de tiempo o en proceso donde no
cabe la recusación (artículos 184, 171 y 178).

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Catecismo de derecho procesal civil 311

¿Qué efectos produce la promoción de la recusación?

Cuando no debe desecharse de plano tiene el efecto de suspender la


jurisdicción del Juez mientras se tramita y resuelve el incidente de
recusación, pero siempre sin perjuicio de continuar el procedimiento
ejecutivo (artículo 180).

¿Qué efectos produce el que se declare procedente la recusación?

Los determinan los artículos 181 y 191.

¿Qué requisitos debe llenar el escrito en que se interpone la


recusación?

a) Los mismos que exige la ley para el escrito de demanda; b) que se


exprese con toda claridad y precisión la causa de recusación que
se hace valer; c) que se acompañe al escrito con el billete de depó­­­sito
que exige el artículo 189. Sin estos requisitos, se desechará de plano
la recusación.

¿Cómo se tramitan las recusaciones?

Mediante un incidente en que son admisibles todos los medios de


prueba y en que se puede obligar al Juez a absolver posiciones (artículos
186 y 187).

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312 Eduardo Pallares Portillo

¿Son nulas las actuaciones practicadas por el Juez que debió


inhibirse?

La ley no declara la nulidad implícita ni explícitamente. Los juriscon­


sultos sostienen que no son nulas (véase Jaime Guasp).

¿Qué sanción se aplica al Juez que conoce de un juicio que está


impedido de conocer?

La Ley Orgánica de los Tribunales lo castiga con tres días de sueldo,


por primera vez, y con suspensión del cargo oficial de cinco a treinta
días sin goce de sueldo, en caso de reincidencia (artículo 346).

¿Quiénes deben conocer del incidente de recusación?

Los tribunales que fijan los artículos 190 y 192 del Código y 47 y 49
de la Ley Orgánica de los Tribunales.

¿Qué excepción al principio dispositivo tiene lugar en el incidente


de recusación?

La de que el recurrente no puede desistirse en ningún tiempo de la


recusación interpuesta (artículo 182).

¿Qué deberá hacerse cuando todos los Jueces de una jurisdicción


territorial están impedidos de conocer de un juicio?

Conocerán del mismo los de la jurisdicción más inmediata (artículo


360 de la Ley Orgánica).

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Catecismo de derecho procesal civil 313

¿Qué deberá hacerse si todas las salas del ramo estuvieran impe­
didas de conocer un juicio?

Pasará el asunto al conocimiento de las Salas del otro ramo, y si tam­


bién éstas se agotaran, se integrará una sala especial en los términos
del artículo 361 de la Ley Orgánica.

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Ficha núm. 56

¿Cuántos medios preparatorios del juicio reglamenta el Código


de Procedimientos Civiles?

1. El conocido tradicionalmente con el nombre de acción ad


exhibendum; 2. Medios preparatorios del juicio ordinario; 3. Medios
preparatorios del juicio ejecutivo; 4. El depósito de las personas como
medio preparatorio; 5. Medios preparatorios del juicio arbi­tral;
6. Preliminares de la consignación.

¿Los medios preparatorios forman parte de la jurisdicción


voluntaria?

En los tribunales mexicanos se les ha incluido en dicha jurisdicción,


pero sin fundamento legal porque el Código no los incluye. Además,

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316 Eduardo Pallares Portillo

forman parte del juicio que preparan y la acción ad exhibendum,


como su nombre lo indica, inicia un verdadero juicio. Finalmente, la
parte contra la que se promueve no acude al proceso voluntariamen­
te, sino obligada. Sin embargo, el depósito de los menores, incapa­
citados y huérfanos está incluido en la jurisdicción voluntaria en el
artículo 939, pero no se lleva a cabo como acto pre­paratorio del juicio
sino como diligencia autónoma.

¿Cuál es el fin de la acción ad exhibendum?

Obtener la exhibición de determinadas cosas porque la identificación


de las mismas es indispensable para que el actor pueda intentar legal­
mente el juicio que prepara.

¿Procede respecto a bienes inmuebles?

No procede porque es fácil conocerlos sin necesidad de que sean


exhibidos.

¿En qué casos procede dicha acción?

1. Cuando se necesita conocer la cosa mueble sobre la cual se va a


intentar una acción real; 2. Cuando un acreedor que tiene derecho
a elegir entre dos cosas pide su exhibición para hacer la elección;
3. Cuando las personas se creen con derecho a una herencia, sea como
herederos o como legatarios, piden la exhibi­ción del testamento
con objeto de cerciorarse de si tienen ese derecho; 4. En el caso de

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Catecismo de derecho procesal civil 317

evicción en que el vendedor puede exigir al compra­dor y éste a aquél


la exhibición de los títulos de propiedad de la cosa vendida; 5. Cuando
se intentan ejercitar las acciones procedentes del contrato de socie­
dad o de la copropiedad y un socio o comunero exige la exhibición de
los documentos o cuentas de la sociedad o de la copropiedad.

¿Ante qué Juez debe intentarse la acción ad exhibendum?

Ante el Juez que sea competente para conocer del juicio principal que
se prepara (artículo 162).

¿La acción ad exhibendum es real o personal?

Es personal, a pesar de que puede ejercitarse contra cualquier posee­


dor del documento o la cosa que ha de exhibirse, pero como no deriva
de un derecho real, no se la puede considerar entre las reales.

¿Qué requisitos debe llenar el escrito en que se promueve la


acción ad exhibendum?

Se debe expresar en él la necesidad de la exhibición y el juicio que con


ella se prepara. Sin estos requisitos, el Juez no debe admitir la demanda
(artículo 194).

Si la persona que fue condenada a la exhibición se niega a hacerla,


¿de qué manera se procederá en su contra?

En la forma prevenida en el artículo 200, que tiene el defecto de no


haber previsto el caso en que dicha persona no sea la que se

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318 Eduardo Pallares Portillo

demandará en el juicio subsecuente. En este supuesto, ¿no podrá


procederse en contra de ella por los medios de apremio que menciona
ese artículo? En concepto del autor, sí se podrá hacerlo conforme
a los principios generales relativos al poder de coerción de que gozan
los tribunales.

¿Es eficaz la acción ad exhibendum en los casos de evicción?

No lo es, porque mientras ella se tramita y concluye puede concluir el


juicio de evicción. Además, en este juicio podrá el demandado, sin
necesidad de acudir a dicha acción, obtener durante el término de
prueba la exhibición de los títulos.

¿De qué otras maneras se prepara el juicio ordinario además de


la acción ad exhibendum?

De dos maneras: 1. Pidiendo a la persona que será demandada


la declaración acerca de un hecho relativo a su personalidad o a la
calidad de su posesión o tenencia (frac. i del artículo 193); 2. Pidiendo
el examen de testigos para probar en el juicio que quiere prepararse
para probar una acción o una excepción.

¿Qué condiciones exige la ley para que se pueda preparar el juicio


mediante declaración de testigos?

1. Si se trata de los que presente quien va a ser actor en el juicio futuro,


que éste no puede iniciarse luego por depender la acción de plazo o
de condición no cumplidos. 2. Que los testigos sean de avanzada

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Catecismo de derecho procesal civil 319

edad, estén en peligro de perder la vida o próximos a ausen­tarse a un


lugar en el que sean tardías o difíciles las comunicaciones.

¿Cómo se rinde la prueba de testigos?

Con citación de la parte contraria.

¿Se pueden rendir otras pruebas diferentes de la confesional o


testimonial fuera de juicio?

No se pueden rendir judicialmente, lo que demuestra la necesidad de


reformar el Código en este particular, porque la práctica ha demos­
trado que en muchos casos es de todo punto indispensable llevar a
cabo la pericial o la de inspección judicial antes de que se inicie el
juicio, y así lo autorizan algunas legislaciones. Como ejemplo de esa
necesidad, puede ponerse el de los daños que se producen en las
casas en ocasión de las nuevas construcciones.

¿Se pueden producir otras pruebas antes del juicio sin acudir a los
tribunales?

Se puede hacer mediante un notario, a quienes la ley autoriza


hacerlos.

¿Qué pruebas pueden producirse ante ellos?

La confesional, la pericial y la de inspección de lugares.

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320 Eduardo Pallares Portillo

¿Qué valor tienen esas pruebas?

Son ineficaces considerada cada una en su naturaleza particular,


porque violan el principio del contradictorio a los notarios, funcio­
nes judiciales que no pueden desempeñar.

¿De qué manera se prepara el juicio ejecutivo?

1. Por confesión de la deuda rendida ante actuario, siempre que


se llenen todos los requisitos que exige el artículo 201. 2. Por recono­
cimiento de la firma del documento privado que contenga deuda
líquida y de plazo cumplido, practicado ante el actuario de acuerdo
con lo que previene al artículo 202. 3. Por reconocimiento de la
misma clase de documentos que se haga ante la fe de un notario
público. 4. Liquidando judicialmente en forma sumarísima la
deuda que conste en un documento público o privado reconocido
(artículo 204).

¿En qué casos procede el depósito de personas?

En los siguientes: 1. Cuando el marido quiere demandar a su esposa.


2. Cuando ésta quiere demandar a aquél. 3. Cuando la mujer menor
de edad necesite suplir el consentimiento de sus padres para contraer
matrimonio. 4. Cuando los menores incapacitados sujetos a patria
potestad o tutela sean maltratados por sus padres o tutores o reciban

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Catecismo de derecho procesal civil 321

ejemplos perniciosos de ellos, o sean obligados a cometer actos ilí­


citos. 5. Los huérfanos o incapacitados que se hallen abandonados
(artículo 939).

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Ficha núm. 57

Providencias precautorias

S on medidas preventivas, de seguridad, que se conceden


al acreedor para que pueda hacer valer en juicio sus dere­
chos. Los autores modernos las analizan con el nombre de acciones
preventivas o de cautela. Nuestras leyes y los autores clásicos las
llaman providencias o medidas precautorias. En nuestro derecho
son dos: el arraigo y el embargo precautorio. Al arraigo le consagro
un capítulo especial; el precautorio está sujeto a las siguientes
normas:

a) Puede pedirlo quien va a intentar una acción real o personal.

b) Se puede pedir contra la persona que será demandada.

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324 Eduardo Pallares Portillo

c) La necesidad de la precautoria consiste en que: 1. Haya temor


de que se oculten o dilapiden los bienes sobre los cuales va a ejercitarse
la acción real. 2. Cuando, tratándose de acción personal, el deudor
no tuviere otros bienes que aquellos cuyo embargo se solicita, y haya
temor de que los oculte o enajene. Cabe decir, respecto a este requi­
sito, que los tribunales han interpretado mal la ley porque siempre
exigen prueba de que, en efecto, el demandado va a ocultar o dilapi­
dar los bienes. El Código no exige esa prueba, lo que debe existir es
el temor, cosa distinta de la ocultación o dilapidación misma.

d) Para que proceda el embargo, es necesario que se demuestre el


derecho de pedirlo y la necesidad que haya de que se conceda.
La prueba puede consistir en demostrar que el promovente es acree­
dor de la persona que será demandada. Los testigos han de ser cuando
menos tres.

e) El embargo puede ser decretado tanto como acto anterior al


juicio como providencia dentro del juicio.

f) Si la providencia no se funda en título ejecutivo, solamente se


despachará si el que la solicita cauciona suficientemente el pago de los
daños y perjuicios que aquélla ocasione.

g) La providencia se decreta sin audiencia de la parte contra


quien se decreta.

h) Rigen respecto al embargo precautorio las mismas normas rela­


tivas a los embargos en general pero en este caso el Juez nombra al
depositario.

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Catecismo de derecho procesal civil 325

i) Cuando se solicite el secuestro precautorio, se expresará el


valor de la demanda que va a entablarse o el de la cosa que se reclama,
designándola con toda precisión. En todo caso, el Juez fijará la canti­
dad por la cual se despacha la precautoria.

j) La precautoria quedará sin efecto si la persona contra la que se


despacha consigna el valor u objeto reclamados, da fianza bastante a
criterio del Juez o demuestra poseer bienes raíces suficientes para res­
ponder del éxito de la demanda.

k) Ejecutado el embargo precautorio, la persona que lo obtuvo


deberá entablar su demanda dentro del tercer día; si no lo hace se
revocará aquélla de plano cuando lo pida el demandado. Si el juicio
que ha de iniciarse hubiera de seguirse en otro lugar, el Juez aumen­
tará el plazo de tres días, señalando uno más por cada cuarenta
kilómetros.

l) La precautoria puede ser reclamada por la persona contra


quien se despachó, en cualquier estado del juicio anterior a la senten­
cia ejecutoria para cuyo efecto se le notificará dicha providencia
en caso de no haberse ejecutado con ella o su representante legítimo.
La reclamación se substanciará sumariamente y en ella podrá hacerse
valer, bien que no había necesidad de promover la precautoria por
no existir el peligro que presupone, o bien que quien la obtuvo carece
de derecho para promoverla por no ser acreedor del demandado.

m) También puede reclamar la precautoria un tercero, cuando


sus bienes hayan sido objeto del secuestro. La reclamación se ventilará

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326 Eduardo Pallares Portillo

por separado y en juicio sumario. Esta reclamación no debe confun­


dirse con la tercería excluyente de dominio, que también puede pro­
mover el tercero.

n) El embargo precautorio se verificará sin que esté presente la


persona contra la cual se dicta. Puede pedirse ante Juez diverso del
que conocerá del juicio principal, en cuyo caso, una vez practi­cado
el embargo, se remitirán los autos al Juez que debe conocer dicho
juicio.

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Ficha núm. 58

Arraigo

E l acto de arraigar a una persona. En su segunda acepción, la


palabra arraigar se refiere a providencia precautoria que se
decreta en contra del demandado cuando hay temor de que se ausente.
Está regida por los artículos 235 y 242, que establecen lo siguiente:

a) Puede pedirse como acto prejudicial o cuando ya el juicio está


en curso, tanto en primera instancia como en segunda.

b) Si se solicita al presentarse la demanda, no es necesario fundar


la necesidad del arraigo ni el derecho de pedirlo. En este caso, el Juez
de plano, al admitir la demanda, ordena el arraigo.

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328 Eduardo Pallares Portillo

c) Cuando se promueve el arraigo antes del juicio y por medio de la


providencia precautoria, es obligatorio probar la necesidad de pedirlo
y el derecho de obtenerlo. La prueba deber ser documental o testimo­
nial. En este último caso, la ley exige cuando menos tres testigos
idóneos.

d) La ley no dice qué requisitos deben llenarse cuando el arraigo


se pide después de que se ha iniciado el juicio, pero es de suponerse
que entonces rige lo preceptado para el caso de que se solicite al pre­­
sentar la demanda. El Juez debe acordarlo de plano.

e) Si, después de obtenido el arraigo como providencia precauto­


ria y antes de iniciarse el juicio, no se presenta la demanda dentro del
tercer día, el arraigo deberá levantarse sin más trámites, quedando
responsable quien lo obtuvo de los daños y perjuicios que se hayan
causado “por no haber promovido el juicio”.

La ley está mal redactada en este punto, ya que el hecho de


que el actor no presente su demanda después de tres días de obtenido
el arraigo no perjudica al demandado. El perjuicio se causa por el
mismo arraigo y esto explica que la ley formule el principio general
de que la persona que promueve y obtiene una providencia precautoria
es responsable de los daños que la providencia cause al ejecutado.

f) El arraigo puede pedirse no sólo en contra del deudor, sino


también en contra de los apoderados, albaceas, gerentes, administra­
dores de bienes ajenos, etcétera. Si el deudor es incapaz, entonces no
procede en su contra, sino de su representante legítimo.

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Catecismo de derecho procesal civil 329

g) El arraigo consiste en prevenir al demandado que no se ausen­


te del lugar del juicio sin dejar representante legítimo, suficientemente
instruido y expensado para responder de las resultas de aquél. Más
tarde veremos cuál es el sentido de esta fórmula jurídica, de acuerdo
con la interpretación que de ella han hecho la jurisdicción y la
doctrina.

h) Para que proceda el arraigo, es necesario que exista el temor de


que se ausente u oculte la persona que será demandada. Contra­
riamente a la práctica de los tribunales, la ley no exige que efecti­
vamente se vaya a ocultar o ausentar el demandado. La frase “hubiere
temor” que emplea el artículo 325 claramente se refiere a un hecho
psíquico y no a una realidad objetiva. Claro está que el temor
debe fundarse en algo y que por eso la Ley exige la prueba de tal
fundamento.

i) Es Juez competente para conocer del arraigo el que lo sea para


el negocio principal. En caso de urgencia, puede dictarla el del lugar
donde se halle la persona que será arraigada. Si el juicio se encuen­­
tra en grado de apelación, el arraigo deberá solicitarse al Juez de
primera instancia y no al tribunal superior.

j) La persona que quebrante el arraigo será castigada con la pena


que corresponde al delito de desobediencia a un mandato legítimo
de autoridad pública, sin perjuicio de que por los medios de apremio se
le obligue a volver al lugar del litigio. El Juez puede ordenar a la policía
que aprehenda al arraigado y lo conduzca a dicho lugar. Naturalmente,

Segunda parte.indd 329 10/03/2015 01:36:42 p.m.


330 Eduardo Pallares Portillo

para ello será necesario librar exhorto al Juez que corresponda, en el


caso de que el demandado se encuentre fuera de la jurisdicción del Juez
que decretó el arraigo.

En el Semanario Judicial de la Federación pueden consultarse las


siguientes ejecutorias:

El apoderado que nombra el arraigo cesa en su representación


cuando este último vuelve al lugar del juicio. Si se ausenta sin nom­
brar un nuevo apoderado, quebranta el arraigo y por lo mismo debe
ser castigado con arreglo a la Ley (t. xxix, p. 1284). La providencia
del arraigo debe estimarse como una orden de permanecer durante el
curso del juicio en determinado lugar, bajo sanciones penales (informe
del año de 1933, p. 330).

De acuerdo con la fracción i del artículo 226 del Código de Pro­


cedimientos Civiles del estado de Sonora, de 23 de mayo de 1931, el
arraigo tiene por objeto impedir que una persona se ausente del lugar
donde ha de ser demandada, sin dejar apoderado instruido y expen­
sado que conteste la demanda, siga el juicio hasta su conclusión y
res­ponda del resultado definitivo. La prevención que se hace al
demandado para que no se ausente del lugar donde radica el juicio
lo obliga, en tanto que su presencia sea menester para que no obstru­
ya el curso del procedimiento, y dejando satisfecha esa exigencia,
puede el arraigado libremente entrar y salir de la población que se le
haya señalado como sitio de arraigo, pues de no ser así, se converti­

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Catecismo de derecho procesal civil 331

ría en una pena equivalente al confinamiento y daría a la providencia


precautoria de arraigo mayor amplitud, lo que sería contrario al texto
del artículo 11 de la Constitución general, que garantiza a todo indi­
viduo la libertad de viajar por el territorio de la república y mudar de
residencia sin requisito alguno; así es que si el demandado se aleja
del lugar del arraigo, y por su ausencia no dejó de practicarse diligen­
cia alguna, no puede decirse que el arraigo fue quebrantado, ni que
por lo mismo se haya desobedecido el mandato expedido por la auto­
ridad, y no existiendo un hecho delictuoso, la orden de aprehensión
que en tales condiciones se libre, violaría el artículo 16 constitucional
(t. xlvi, p. 2762).

No se quebranta el arraigo ni se incurre en el delito de desobe­


diencia a un mandato de autoridad legítima en el caso de que el arrai­
gado se ausente del lugar del juicio no por hecho libre de su voluntad,
sino para desempeñar los servicios que le estaban encomendados por
razón de su empleo, ya que aquel delito supone un franca actitud de
rebeldía que no existe en el caso de que se trata (t. xlvi, p. 2604).

El poder que debe otorgar el arraigado debe llenar los siguientes


requisitos: “justificación de estar suficientemente instruido y expen­
sado por el mandante para responder de las resultas del juicio” (Anales
de Jurisprudencia, t. xxv, p. 874).

En mi criterio, el arraigo es innecesario y anticonstitucional.


Es innecesario porque no es indispensable para continuar el juicio la

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332 Eduardo Pallares Portillo

presencia del demandado, ya que todas las diligencias de prueba


pueden efectuarse sin aquél. Además, si no comparece se sigue el jui­
cio en su rebeldía.

Es anticonstitucional porque limita la libertad con violación de


los artículos 11, 16 y 17 constitucionales, según se demuestra en el
capítulo relativo al depósito de las personas.

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Ficha núm. 59

Nulidades procesales

R igen respecto de ellas los siguientes principios:

1. No hay que aplicar, sin análisis previo, las normas del derecho
civil a las nulidades procesales, porque los actos procesales son de
naturaleza diferente a la de los actos civiles. En aquéllos predomina
el principio de preclusión procesal que está relacionado con la natu­
raleza íntima del proceso, mientras que en los civiles no existe la pre­
clusión. Además, los procesales son de trato sucesivo, mientras que
los civiles no siempre tienen este carácter. Finalmente, el proceso es
siempre de derecho público, mientras que muchos actos civiles perte­
necen al privado.

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334 Eduardo Pallares Portillo

2. Las normas del derecho civil pueden utilizarse para resolver


los problemas de la nulidad procesal, siempre que se cumplan las
siguientes condiciones: a) Que el problema de la nulidad no esté pre­
visto ni resuelto por la ley procesal; b) Que entre el sistema seguido por
la ley procesal y el seguido por la civil no haya diferencia tal que haga
poco racional aplicar el derecho civil en una materia que es incompa­
tible con el sistema procesal. Se supone que el legislador elabora las
leyes con unidad de criterio y no mezcla en ellas principios incompa­
tibles; c) Que no obstante las diferencias entre el acto civil declarado
nulo y el procesal correlativo haya entre ellos semejanza sustancial.

3. Se entiende por acto procesal nulo aquel que, no llenando los


requisitos de ley o faltándole alguno de los presupuestos legales, no
produce los efectos jurídicos que debiera producir.

4. No hay que confundir la nulidad con la ineficacia. Ésta puede


existir aunque el acto sea válido, como sucede en los que están suje­
tos a determinada condición que no se cumple. El acto no es nulo
porque sea ineficaz, es ineficaz porque es nulo. La nulidad radica en
que el acto se aparta del tipo legal respectivo o, lo que es igual, que
no se realiza con todos los requisitos de ley y ésta sanciona la irregula­
ridad con la ineficacia.

5. No todos los actos irregulares son nulos. Únicamente lo son


aquellos que la ley declara tales, sea de una manera directa y expresa
o implícitamente.

6. Con motivo del problema de las nulidades, se han discutido


las ventajas e inconvenientes del formalismo procesal. Se entiende

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Catecismo de derecho procesal civil 335

por formalismo procesal el sistema según el cual las formalidades


están fijadas de antemano por el legislador bajo pena de ineficacia del
acto procesal.

7. El formalismo procesal es necesario para mantener el desa­


rrollo ordenado del proceso y para que en éste se realice plenamente
la garantía de audiencia judicial.

8. El formalismo judicial no debe ser absoluto, y ha de estar


atemperado por las siguientes máximas: a) la forma es un simple
medio y no un fin; b) las nulidades procedentes de la falta de forma
son siempre odiosas. Deben restringirse; c) aunque el acto carezca de
las formas legales, será eficaz si ha cumplido el fin para el que se esta­
bleció; d) rige en el formalismo el principio de especificación.

9. Principio de especificación. Consiste en que no hay actos pro­


cesales nulos sin una ley que lo declare expresa o implícitamente.

10. Las nulidades procesales se hacen valer mediante el inci­


dente de nulidad, el recurso de apelación extraordinario y, en nues­
tro derecho, el juicio de amparo.

11. Existe un principio de equidad relativo a las nulidades proce­


sales: la parte que ha dado lugar a una nulidad procesal no puede
prevalerse de ella.

12. En los capítulos relativos a las actuaciones y a las notificaciones


se explicarán las normas jurídicas que rigen la nulidad de esos actos.

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Ficha núm. 60

¿Cuándo tiene lugar la suspensión del procedimiento?

T iene lugar cuando no puede continuar el proceso su


curso por diversas causas que en seguida se analizan.

Aunque los procesalistas distinguen la suspensión del proce­


dimiento de la interrupción del mismo, no hay entre los dos conceptos
una diferencia clara y precisa en que se base aquella diferenciación.

El jurisconsulto Jané Japiot, en su obra Traité elementaire de


procedure xiviles et comerciales, p. 545, dice: Debe evitarse confundir
la interrupción con la suspensión de la instancia. La instancia se
encuentra suspendida cuando ciertos acontecimientos independientes

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338 Eduardo Pallares Portillo

de la posición de las partes y de sus representantes, detienen el curso del


procedimiento [sin que concluya el proceso, hay que agregar, digo yo].
Así, antes o después de la iniciación de una instancia ante la jurisdic­
ción civil por daños y perjuicios, fundada sobre un crimen o sobre un
delito, se intenta una acción penal, en cuyo caso se suspende el ejer­
cicio de la acción civil mientras no se pronuncie sentencia definitiva
sobre la acción pública. La instancia civil no ha cesado de existir.
De la misma manera puede ser suspendida cuando se instruye
una demanda de negación de la paternidad. En estos casos no hay
lugar a renovar la instancia sino a continuar pura y simplemente el
procedimiento, después de que se notifique, si es necesario, el acto
que pone término a la suspensión, el fallo de la corte penal o la sen­
tencia del Juez correccional… Por el contrario, la instancia es interrum­
pida cuando las partes o sus representantes están en la imposibili­dad
de realizar otro acto jurídico, como consecuencia de un acon­te­­
cimiento que modifica su situación personal en tanto que ese
acontecimiento no haya terminado. Hay entonces solución de conti­
nuidad: la instancia debe ser formalmente renovada. Esta renovación
puede ser voluntaria o forzosa; en este último caso, da nacimiento
a una cuestión incidental. Hay lugar a la renovación de la instancia en el
caso de fallecimiento de una de las partes, y la constitución de un
nuevo procurador judicial, y cuando el oficial ministerial cesa en sus
funciones: en los dos casos es necesario volver a ponerla en
movimiento.

Estos puntos de vista del derecho francés no hacen ecuación con


lo que sobre la materia de que se trata exponen los jurisconsultos
españoles, italianos y alemanes, cuyas doctrinas no tienen el mérito

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Catecismo de derecho procesal civil 339

de ser claras y precisas. El procedimiento se suspende por las siguien­


tes causas:

a) Por fuerza mayor que haga imposible llevar a cabo las actuacio­
nes judiciales, como sucede cuando se producen terremotos, inunda­
ciones, guerras, etcétera; b) cuando por haberse denunciado un delito, el
proceso se paraliza, entre tanto no decide la jurisdicción penal sobre
la existencia del delito, si ésta tiene influencia sobre las cuestiones
litigiosas (véanse los artículos 345 del Código de Procedimientos
Civiles y 482 y 483 del Código de Procedimientos Penales); c) cuando
se da entrada a un incidente de previo y especial pronunciamiento,
pero en este caso sólo se suspenden las actuaciones en lo princi­
pal, pero continúan las relativas al incidente; d) cuando se recibe un
oficio inhibitorio. Mientras el tribunal de competencia no resuelva
cuál es el Juez que debe seguir conociendo del negocio, el proceso
queda en suspenso (véase el artículo 168 del Código de Procedimien­
tos Civiles); e) cuando de común acuerdo las partes piden, y el Juez
suspende, el procedimiento. Aunque nuestro Código no autoriza esta
causa de suspensión, en la práctica los tribunales la admiten; f) cuando
alguna de las partes recusa al Juez con causa (véase el artículo 180
del Código de Procedimientos Civiles); g) cuando el Juez se inhibe del
conocimiento del negocio por estar impedido para conocer del jui­
cio. Entre tanto no se califica la excusa, si alguna de las partes se
opone a ella, el proceso se suspende; h) en el derecho mexicano hay
una suspensión muy importante y es la que tiene lugar cuando alguna
de las partes promueve juicio de amparo contra actos realizados en el
juicio, porque entonces, la suspensión llamada provisional detiene el
proceso y la definitiva el acto reclamado.

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340 Eduardo Pallares Portillo

Los jurisconsultos consideran como casos de interrupción: a) incom­


petencia sobrevenida del Juez, en cuya hipótesis deben en­viarse los
autos al Juez que resulte competente; b) muerte de alguno de los liti­
gantes. El proceso queda interrumpido hasta que se nombre albacea
que represente a la sucesión del fallecido; c) porque cese la represen­
tación legal de alguna de las partes, siempre que sea ella inca­paz y no
pueda, por tanto, comparecer en juicio por sí misma. La inte­rrupción
dura mientras no se le nombre nuevo representante; d) incapa­cidad
sobrevenida de una de las partes. Las actuaciones se paralizan hasta
que se nombre representante legal que supla la incapacidad. En estos
tres casos, el Código de Procedimientos Civiles no previene que se
paralice o suspenda el procedimiento, pero es necesario hacerlo porque
de otra manera se producen situaciones nulas, ya que la capacidad
procesal de las partes es uno de los presupuestos procesales, cuya falta
dé lugar al recurso de apelación extraordinaria que nulifica la instan­
cia. Algunos jurisconsultos sostienen que también se interrumpe el
procedimiento cuando termina el poder del procurador judicial, pero
esta doctrina debe desecharse porque carece de fundamentos legales
en el derecho mexicano.

Las actuaciones judiciales practicadas durante la suspensión o


la llamada interrupción son nulas, con la salvedad de que aquéllas
pueden afectar a todo el procedimiento o sólo a una parte de él.
En algunos casos, como en los incidentes de recusación, la ley permite
que, a pesar de la suspensión, se continúe tramitando lo relativo al
embargo de los bienes practicados en el juicio (véase el artículo 180).

La suspensión puede ordenarse de oficio o de petición de partes,


según los casos.

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Ficha núm. 61

¿Cómo concluye el proceso?

E l proceso jurisdiccional puede concluir por algunos de los


siguientes medios:

a) Por el pronunciamiento de la sentencia definitiva que cause


ejecutoria cuando la acción ejercitada en el juicio es meramente
declarativa; b) por la ejecución de la sentencia definitiva que haya
alcanzado la autoridad de la cosa juzgada cuando las acciones ejerci­
tadas sean de condena, preventivas o ejecutivas.

Estas maneras de concluir el proceso se califican por los juriscon­


sultos de normales.

341

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342 Eduardo Pallares Portillo

Las anormales son:

c) Por conciliación

d) Por transacción

e) Por allanamiento de la demanda y cumplimiento por parte del


demandado de la prestación que le exige el actor

f) Por caducidad

g) Por desistimiento del actor

Explique las diversas formas como concluye el proceso

Conciliación. Se lleva a cabo cuando un tercero procura poner de


acuerdo a las partes respecto a sus mutuas pretensiones, y las dos
ceden algo de ellas, o bien el deman­dado reconoce los derechos del
actor, o éste los de aquél. La concilia­ción no es un contrato procesal,
aunque puede producirlo. Es el resultado de la intervención susodicha,
cuando ella logra su objeto. Tiene puntos de semejanza con la tran­
sacción, pero no se identifica con ella. Lo esencial del acto conciliatorio
consiste en que los litigan­tes se ponen de acuerdo para terminar el
juicio. En la legislación española, las diligencias de conciliación son
previas en la mayor parte de los juicios, en el sentido de que no pue­
den promoverse éstos sin haberse agotado aquéllas.

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Catecismo de derecho procesal civil 343

Lo mismo sucede en México, en los procesos que tramitan las


juntas de conciliación y arbitraje.

Transacción. La transacción es un contrato bilateral oneroso, con­


sensual y conmutativo, por medio del cual se pone fin a un juicio ya
existente o se previene uno futuro. Son notas esenciales de la transac­
ción las siguientes:

a) La de que los dos contratantes sacrifiquen en parte sus respec­


tivas pretensiones. Si el sacrificio que hace una de ellas es total, no
hay transacción.

b) Que tengan el ánimo de transigir, o sea, que renuncien par­cial­


mente a sus pretensiones con objeto de terminar un juicio existente o
evitar uno en lo futuro. Si la pérdida o sacrificio de los intereses de las
partes no tiene ese fin, el contrato podrá ser de donación o constituir
una quita o remisión total, pero no será una transacción.

c) El sacrificio debe ser mutuo y no exclusivo de una de las par­


tes. Estas notas esenciales se encuentran declaradas en el artículo
2944 del Código Civil, que dice: “La transacción es un contrato por
el cual las partes, haciéndose recíprocas concesiones, terminan la
controversia presente o previenen una futura”.

d) La transacción tiene para las partes que la celebran y sus causa-


habientes la autoridad de la cosa juzgada material y formal, pero
podrá pedirse su nulidad o recisión en los casos especialmente previs­
tos por la ley (artículo 2953).

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344 Eduardo Pallares Portillo

e) Por tener dicha autoridad, pone fin al juicio en lo que respecta


a su parte declarativa, y abre la vía de apremio al tenor de los siguien­
tes artículos del Código de Procedimientos Civiles. Artículo 533:
“Todo lo que en este título [el relativo a dicha vía] se dispone respecto
de la sentencia, comprende las transacciones, convenios judiciales y
los laudos que ponen fin a los juicios arbitrales”.

f) Las transacciones no tienen validez cuando versan sobre dere­


chos irrenunciables o se celebran por personas que carecen de poder
jurídico para celebrar la transacción.

La doctrina de las transacciones corresponde más al derecho civil


que al procesal. Por esta circunstancia no se profundiza más en ella.

Convenios judiciales

El juicio también puede concluir por un convenio judicial; acontece


con frecuencia que mediante él se otorga una transacción, pero hay
que advertir que no todo convenio es una transacción. De acuerdo
con los artículos 500 a 503 y 553 del Código de Procedimientos
Civiles, los convenios judiciales abren en la vía de apremio, de lo que
se infiere que ponen fin a la parte declarativa del juicio.

¿Qué debe entenderse por convenio judicial?

La ley no lo define y los autores más conocidos tampoco lo hacen.


En la práctica de nuestros tribunales, se consideran convenios judicia­

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Catecismo de derecho procesal civil 345

les aquellos que las partes celebran en un juicio y tienen relación


con él. Además, para gozar de fuerza ejecutiva, deben ser aprobados
por el juez que, mediante auto, condena a las partes a estar y pasar por
lo esti­pulado en el convenio en todo tiempo y lugar.

¿En qué consiste el desistimiento?

El desistimiento puede ser de la acción o de la instancia.

El primero consiste en la renuncia expresa que hace el actor del


derecho que hace valer en la demanda en contra del demandado.
El de la instancia consiste en abandonar el ejercicio de ésta y renun­
ciar a los derechos procesales que de ella dimanan.

El desistimiento está regido por los siguientes principios:

1. El desistimiento de la acción no requiere el consentimiento


del demandado, porque trae consigo la pérdida o renuncia del dere­
cho que hace valer en la demanda.

2. El desistimiento de la demanda exige el consentimiento del


demandado, porque no le conviene a éste ni es de justicia que quede
pendiente una controversia no iniciada por él. Si es su voluntad, el
juicio debe seguir adelante hasta terminarse en alguna de las formas
que autoriza la ley.

3. El desistimiento en cualquiera de sus especies es un acto de


declaración de voluntad que, por su propia naturaleza, debe ser puro

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346 Eduardo Pallares Portillo

y simple o, lo que es igual, no estar sujeto a plazo o a condición.


En caso contrario, es ineficaz.

4. El desistimiento de la demanda únicamente produce en con­


tra del actor la pérdida de la instancia y de los efectos procesales que
en ella se hayan producido en su favor. Por ejemplo, los que dimanan
de la presentación de la demanda y el emplazamiento a juicio.

5. En sus dos modalidades, el desistimiento obliga al actor no


sólo a pagar los gastos y costas del juicio, sino también (cosa excep­
cional) los daños y perjuicios producidos por el mismo juicio.

6. Para que el procurador judicial pueda válidamente desistir


necesita cláusula en el poder que así lo autorice. En cuanto a los
representantes legales, la ley procesal no contiene precepto expreso
que rija esta materia, pero de acuerdo con la doctrina debe conside­
rarse un acto de disposición o enajenación, y no de simple adminis­
tración, por lo cual requiere el consentimiento de la autoridad judicial
para ser válido.

7. Hay derechos irrenunciables respecto a los cuales no debe


darse el desistimiento. Por ejemplo, el derecho a percibir los alimentos,
los derechos de orden moral que dimanan de la patria potestad, y así
sucesivamente.

8. Es dudoso si el desistimiento vale por sí mismo o si es necesa­


rio que por auto firme sea aprobado. El autor se inclina por la primera
solución.

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Esta obra se terminó de imprimir y encuadernar
en abril de 2015 en los talleres de XX X XXXXX,
S.A. de C.V., Avenida 14 oriente 2827,
Colonia Humboldt, Puebla, Puebla, México, D.F.
Se utili­zaron tipos English 111 Vivace Bt de
68.2 puntos y Goudy Old Style de 14, 13, 12,
10, 9 y 8 pun­ tos. La edición consta de 2,000
ejem plares im­presos en papel couché mate 2
caras de 100 grs.

La digitalización de esta obra estuvo a


cargo del Centro de Documentación y
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Leyes.

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