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La Influencia Europea en Santo Domingo

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Unidad 2.

Influencia europea en la colonia de Santo Domingo, siglos


XV y XVI.
1.1. Primeros contactos. Transformaciones y permanencias en la
ocupación del territorio.
1.2. La Ciudad Colonial de Santo Domingo como arquetipo del diseño
urbano en América.
1.3. Los cambios en la cultura y las nuevas tipologías arquitectónicas.
1.4. Evolución estética: del gótico isabelino al renacimiento.
1.5. La influencia árabe en la vivienda colonial de Santo Domingo.
1.6. Articulación entre el espacio urbano y la arquitectura.
1.7. Materialidad y tecnología constructiva.
1.8. Casos de estudio.

1. Primeros contactos. Transformaciones y permanencias en la ocupación


del territorio.
La ocupación del territorio de la isla de la Hispaniola, actualmente compartida por República
Dominicana y Haití, comenzó con la llegada de los europeos en el siglo XV. Los primeros contactos
se dieron con la llegada de Cristóbal Colón en 1492, quien reclamó la isla en nombre de España y
estableció la primera colonia europea en el Nuevo Mundo.

A medida que los europeos se establecían en la isla, comenzaron a transformar el paisaje y la


sociedad. Se construyeron ciudades, se introdujeron cultivos europeos y se importaron esclavos
africanos para trabajar en las plantaciones. La economía de la isla se basaba en la producción de
azúcar, tabaco y café, que eran exportados a Europa.

Estas transformaciones tuvieron un impacto significativo en la población indígena de la isla, que


sufrió epidemias de enfermedades europeas y abusos por parte de los colonizadores. Muchos
indígenas murieron o fueron desplazados de sus tierras, lo que llevó a una disminución de su
población y cultura.

A pesar de los cambios provocados por la colonización europea, algunas aspectos de la cultura
indígena lograron sobrevivir y se mezclaron con las tradiciones europeas y africanas. La música, la
comida y la religión son ejemplos de elementos que se han fusionado para crear una identidad
única en la isla.

En la actualidad, la isla de la Hispaniola sigue siendo un lugar de contrastes, donde la pobreza y la


desigualdad coexisten con la riqueza y la modernidad. Sin embargo, la historia de los primeros
contactos, las transformaciones y las permanencias en la ocupación del territorio han dejado una
huella imborrable en la isla y en sus habitantes.
2. La Ciudad Colonial de Santo Domingo como arquetipo del diseño urbano
en América.
La Ciudad Colonial de Santo Domingo es considerada como uno de los mejores ejemplos de diseño
urbano en América, ya que refleja la influencia de la arquitectura española y la planificación
urbana de la época colonial.

La Ciudad Colonial fue fundada en 1498 por Bartolomé Colón, hermano de Cristóbal Colón,
convirtiéndose en la primera ciudad europea en el continente americano. Su trazado urbano sigue
el modelo español de cuadrícula, con calles estrechas y empedradas que convergen en una plaza
central, en este caso, la Plaza Mayor.

Además, la Ciudad Colonial cuenta con numerosos edificios históricos de arquitectura colonial,
como la Catedral Primada de América, el Alcázar de Colón y la Fortaleza Ozama, que son ejemplos
de la influencia española en la construcción de la época.

La conservación y restauración de la Ciudad Colonial ha sido clave para mantener su valor histórico
y cultural, convirtiéndose en Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1990. Este
reconocimiento ha impulsado la preservación de su arquitectura y el desarrollo sostenible de la
zona, manteniendo su encanto colonial y atrayendo a turistas de todo el mundo.

En resumen, la Ciudad Colonial de Santo Domingo es un claro ejemplo de diseño urbano en


América, que combina la planificación española con la belleza arquitectónica de la época colonial,
creando un lugar único y lleno de historia que sigue siendo un referente en la actualidad.
Construcciones y edificios icónicos de la Ciudad colonial de Santo Domingo]

1. Catedral Primada de América: Es la primera catedral construida en América, de estilo gótico y


ubicada en la Plaza de la Catedral. Fue construida entre 1521 y 1541.

2. Alcázar de Colón: Es un palacio construido por Diego Colón, hijo de Cristóbal Colón, en 1510. Es
considerado el edificio más antiguo de América.

3. Fortaleza Ozama: Es una fortaleza construida en 1502 por Nicolás de Ovando, gobernador de la
isla, para proteger la ciudad de los ataques de piratas y corsarios.

4. Puerta del Conde: Es una puerta de la muralla que rodeaba la ciudad en la época colonial. Fue
construida en el siglo XVII y es considerada un símbolo de la independencia dominicana.

5. Iglesia de San Francisco: Es una iglesia construida en el siglo XVI, de estilo renacentista, con una
fachada de piedra tallada.
Estos son solo algunos ejemplos de las construcciones y edificios icónicos de la Ciudad colonial de
Santo Domingo, que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1990.
Historias para la construcción de la arquitectura dominicana (1942-2008)

Capítulo 2

Los Espacios de Europa en América: Arquitectura y Urbanismo 1492-18844.

Arq. Eugenio Montás.

Transformación territorial

Los pobladores que encontraron los descubridores en 1492 constituían ramales de etnias arahuacas que ocuparon las islas del archipiélago que
comienza en la desembocadura del Orinoco y termina en la península de La Florida. Sus asentamientos sirvieron de guía a la nueva ordenación
del espacio: poblaciones de emigrantes, se levantaban junto a las aldeas taínas.

La primera fue La Isabela, denominada en honor de la reina castellana que patrocinó al navegante ligur. Asumió su protagonismo encabezando
un corredor diagonal de fortalezas, villas desde el norte de la isla La Española hasta la costa sur, donde en 1498 se fundó la que fue la primera
capital de las Indias Occidentales. En sólo seis años, un puñado de hombres había acometido la empresa de transformar la geografía y la historia,
el tiempo y el espacio. El Nuevo Mundo aparecía contabilizado en la cartografía. El Primer Almirante, el de las carabelas minúsculas del
Descubrimiento, fundó La Isabela en su segundo viaje, año de 1493. Esta expedición constaba de diecisiete naves en las que viajó todo un séquito
de pobladores que sobrepasaba el millar, entre ellos el sacerdote benedictino Boil y el médico Álvarez Chanca; Diego Colón, hermano del Primer
Almirante, y numerosos artesanos en el arte de construir que acometieron la tarea de identificar canteras y tallar sillares y basas de columnas
cilíndricas.

También carpinteros y albañiles para labrar vigas y puntales; fabricar entrepisos y estructuras de tejados. Buscaron en los alrededores de aquel
asentamiento el "barro útil" o "arcilla de los alfareros" para construir ladrillos, tejas y envases utilitarios para la vida doméstica. Unos y otros
organizaron cuadrillas para construir muros de tapiería y mampostería, desconocida por los nativos, quienes fueron utilizados como mano de
obra casi esclava.

Como puede verse, la génesis de la arquitectura dominicana, tal como se viene exponiendo en el presente libro, se inicia con determinados
ensayos donde se contemplan los códigos urbanos de finales del siglo XV. La expedición colombina combinaba así la utopía, la empresa de
dominio y el ideal imperial de los Reyes Católicos fundamentado en la cristianización. En la isla La Española, entre la fundación de 1493 y la
Nueva Isabela en 1498, transcurrieron los primeros años.
Durante el tercer viaje exploró las costas sudamericanas probablemente debido a que penetró el mar de las Antillas junto a la isla que denominó
La Trinidad en la desembocadura del Orinoco. Este culminó en una calamidad: el encierro de Colón en una prisión cuyos muros mamposteados
eran los de un torreón construido junto al acantilado oriental del río Ozama en la ciudadela denominada Nueva Isabela.

El último viaje, acompañado de su hijo Hernando, lo llevó de Santo Domingo (donde se le impidió desembarcar) a Veragua y la costa
centroamericana, recalando finalmente en el norte de Jamaica en un lugar denominado Sevilla la Nueva (Santa Ana), una playa despejada y llena
de recuerdos, donde puede ser rescatado gracias al inconcebible y arriesgado viaje en canoa protagonizado por Diego Méndez, quien atravesó el
mar desde Jamaica a La Española en pocos días, cosa que le permitió al Gran Almirante ser testigo de la ciudad que construía Ovando en la
margen del poniente occidental. Durante un mes se alojó en la calle Las Damas o de La Fuerza, en una la casa propiedad del Gobernador Ovando:
año de 1504.

Con Diego Colón, Virrey y Segundo Almirante, se inaugura un período de consolidación de la política de los Reyes Católicos para aquel universo
de territorios que crecía día a día y cuya administración se llenaba de complejidades. Para 1511, se crea el Tribunal de Apelaciones, la Audiencia
Real con proyección continental. Concomitantemente se consolidaban poblaciones en lugares estratégicos de la isla La Española. Entre 1492 y
1520 se sucedieron tres fases de la política territorial de los Reyes Católicos. La primera puede denominarse la década colombina; la segunda el
período ovandino, encabezado por el Comendador de Lares, Mayor de Alcántara; y la tercera, un virreinato elemental e inestable encabezado
por Diego, quien construyó un palacio paradigmático en la historia de la arquitectura americana.

La década colombina está relatada en las crónicas contenidas en las cartas del Primer Almirante. La primera de estas cartas se inicia con las
siguientes palabras: "Señor, porque sé que habréis placer de la grand victoria que Nuestro Señor me ha dado en mi viaje, vos escribo esta, por la
cual sabréis como en 33 días pasé a las Indias con la armada que los llustrísimos Rey e Reina nuestros señores me dieron donde yo fallé muy
muchas islas pobladas con gente sin número, y de ellas todas he tomado posesión por sus cabezas con pregón y bandera real extendida, y no me
fue contradicha". En una nota referente a La Isabela, enaltece su puerto y valora su naturaleza en función de su entorno que estima de buena
calidad por sus aguas y riquezas de la comarca.

Sin embargo, éstas y las demás fundaciones colombinas creadas en la banda territorial que se extiende desde el norte hasta el sur, hasta la
Ciudad del Ozama, así como los municipios establecidos por Ovando, quince en total, no pudieron sobrevivir su propio tiempo ni su propio
espacio. Ya en 1650, una relación escrita por un canónigo señalaba que sólo quedaban cinco ciudades y cuatro villas: "El Arzobispado de esta isla
Española comprende toda la isla en que hay al presente cinco ciudades y cuatro villas de las cuales iré diciendo el estado presente que tienen lo
mas breuemte que pudiere”.1 Esta tendencia venía de viejo.
El vizcaíno Juan de Echagoian, oidor de la Real Audiencia de Santo Domingo, presentó en 1568 una Re- lación a Felipe II donde consigna el
proceso de despoblación: "pueblos con tan poca gente, que ya no pueden llamarse así".

¡Hay más! Leónidas García Lluberes reproduce en su obra Crítica Histórica determinados datos en una "relación" y un "memorial" redactados
para 1518. Se refiere a la asamblea de procuradores reunidos por los padres Jerónimos en el convento de San Francisco. Cita particularmente el
testimonio de Hernando de Gorjón, vecino de Azua, consignando una declaración que se refiere al despoblamiento insular con los siguientes
testimonios: "que cuando en 1502 vino a la isla halló poblados tres pueblos é donde a tres o cuatro años se poblaron con los dichos tres hasta
quince más; todos con mucha gente de vezinos, tratantes e trabajadores en minas é grangerías. Que puede haber seis años se despobló la villa
de Santa Cruz de Magua por la poca gente, é se juntó con la villa de la Buenaventura. De cinco años acá se despobló la villa de Lares de Guahaba,
é se pobló la villa de Puerto Real. También se despobló la villa de Yáquimo que era puerto de mar con mucha gente, é della é de la villa de la
Verapaz, que también era muy gran pueblo, se hizo un pueblo que se dice Santa María del Puerto, a donde dicen la Yaguana que puede haber
dos años é dos meses. También ha oído hablar que se despuebla poco a poco la villa de Santiago, pueblo de los mejores é mas antiguos, é se pasa
a la villa de Puerto Plata. Y todos los pueblos que se hicieron de dos, están casi despoblados respecto de como estaban antes, é lo mismo sucede
a los que no se han juntado con otros.

"La causa de esta despoblación es haber poca gente para trabajar é entender en grangería". "Los 12 pueblos que quedan son los más de tan poca
gente, que ya no pueden llamarse pueblos, é que va a deshacerse Santiago".

"La Buenaventura era buen pueblo, é no es hoy la mitad de lo que era. Generalmente no hay una décima parte de españoles que solía en la isla.
La Concepción se va despoblando".

Aquel territorio geográfico con numerosas y pequeñas aldeas dispersas, ocupadas por pobladores nativos, mantenían determinado equilibrio con
distritos amplios que gobernaban los caciques. Todavía en nuestros días pueden apreciarse caseríos vernaculares similares a los de aquellos
tiempos. En ellos rige una atmósfera de naturaleza pura donde la vivienda es una estructura precaria alejada de los requerimientos
indispensables para la vida civilizada que llegaba del continente europeo, del viejo mundo. El entorno comunitario se movía dentro de una
dinámica donde la alimentación apenas traspasa el plano de las necesidades primarias y donde la salud y la educación no constituían un hábito
distinto a los que se manejan sobre la base de costumbres centenarias.

El descubrimiento fue, en su primera fase, una aventura de marinos en cuya cúspide había un hombre predestinado. Apreciaban la tierra desde
los horizontes del mar. Convivían con los vientos alisios, con las mareas; las olas y masas de nubes blancas. Para aquellos marineros, la tierra fue
una línea, una ribera que acusaba densidad, dimensión, promesa, alimento, agua dulce, madera. Se movían siguiendo arrecifes, golfos y
ensenadas. Aquellos que llegaban, descubrían. Los nativos capitulaban sorprendidos. Los descubridores actuaban impulsados por la dinámica
creada por el oro y por la gloria.

El Caribe que Colón conoció existía desde antes de su tiempo ocupado por grupos nómadas o sedentarios. El rastro de estos grupos ha sido
explorado desde la costa del centro y sur del continente y en las islas antillanas, sugiere haber sido un territorio único afectado por variaciones
en los niveles del mar desde muchos siglos antes. Así, los habitantes del Amazonas, el Orinoco y el Magdalena tuvieron fácil acceso a las islas y
viceversa.

A estos milenarios enclaves fue donde recayeron en la legendaria travesía de 1492 las tres pequeñas naves con apenas ochenta y siete
tripulantes y en una segunda expedición en septiembre de 1493, llegando sus 17 ó 19 navíos al final de su ruta, el 30 de noviembre de ese mismo
año.

El primer enclave colombino, parte de la saga del primer viaje, tuvo lugar en un sitio que fue llamado La Navidad junto a la aldea del cacique
Guacanagarix. Un reciente estudio de Kathleen Deagan, brillante arqueóloga obsesionada con los estudios colombinos, identificó un lugar
denominado En Bas Saline donde estudió un asentamiento taíno. Durante seis años revisó el lugar que fue excavado extensivamente. La
arqueóloga considera que el mismo estuvo ocupado antes y después del contacto con los europeos. El estudio advierte que: "Nuestros
resultados, organizados bajo un nivel de análisis doméstico que enfatiza las construcciones taínas de género y clase, sugieren que hubo pocas
modificaciones a la práctica social tradicional taína durante el período posterior al contacto, y que la mayoría de estos cambios estuvieron
relacionados con actividades del dominio de varones no-élite taínos. Esto sugiere que los papeles de género relativamente no especializados
entre los taínos, así como la naturaleza claramente diferenciada de sus clases sociales, pudieron haber servido como factores mitigantes en la
ruptura de la practica cultural bajo la dominación espanola”.

La Isabela: primera casa de Colón

El último y más preciso estudio arqueológico de La Isabela fue llevado a cabo por José María Cruxent. Demostró que la región de aquel centro
urbano estaba rodeada de aldeas taínas. Aquel enclave medieval creado por Colón ha sido estudiado por otros, pero la increíble y extensa
investigación iniciada por Cruxent permitió identificar detalles nunca antes registrados. Fui testigo y actor de este capítulo, así como de la
integración al mismo de la indispensable Kathleen Deagan, de la Universidad de La Florida, cosa que puso a la disposición del equipo que
trabajaba allí, la alta tecnología de aquel centro universitario. Los resultados y la disciplina de ambos científicos dieron por resultado dos libros y
varios artículos publicados en revistas del nivel del National Geographic Magazine. La Isabela es, sin dudas, el antecedente inmediato de lo que
fue la ciudad de Santo Domingo, la Nueva Isabela creada por Bartolomé Colón. Cuando todo terminó allí, sus moradores se trasladaron desde el
río Bajabonico en el norte, al río del Ozama en el sur. Deagan y Cruxent explicaron el fenómeno con las siguientes palabras: "By early 1498, the
artisans, craftspeople, and soldier of La Isabela, had relocated to Santo Domingo, and their kilns, forges, and wa- terwheels were abandoned. The
remains left behind at La Isabela reflected not only the hopeful design for a New Iberia but also the collapse of that project and the expectations
upon which it was based".6 Fundada entre 1493 y 1494, citamos la descripción de Fray Bartolomé de Las Casas, actor y relator de la historia de la
colonización: "Había allí muy buena piedra de cantería, y para hacer cal, y tierra buena para ladrillo y teja, y todos buenos materiales, y es tierra
fertilísima y graciosísima y bienaventurada". Escribe Las Casas: "Puso Colón suma diligencia en edificar luego Casa para los bastimentos y
municiones de la armada e Iglesia y Hospital y para su morada una casa fuerte, según se pudo hacer; y repartió solares, ordenando sus calles y
plaza, y avecindáronse las personas principales, y manda que cada uno haga su casa como mejor pudiere; las casas públicas se hicieron de piedra,
las demás cada uno hacía de madera y paja, y como hacerse podía".

Aún pueden visitarse las canteras de La Isabela. También admirarse fragmentos arquitectónicos de sus edificios y recordar sus constructores, las
órdenes dictadas por el Almirante y sus expediciones tierra adentro hasta llegar al Valle de la Vega Real que él bautizó y donde, pocos años
después, fundara Nicolás de Ovando la Villa de la Concepción, en cuyo Convento Dominico estudiara Fray Bartolomé y donde alcanzara sus
grados religiosos y sus votos, al mismo tiempo que se sembraba caña de azúcar por vez primera; se construían ingenios; se abrían minas de oro;
se implantaba la esclavitud; y se declaraban las libertades, por boca de Fray Pedro de Córdoba en La Vega o por Montesinos en Santo Domingo.

La geografía de la región de La Isabela fue multiplicada por los estudios arqueológicos de Cruxent. A partir de 1987 (ver gráficos elaborados por
Deagan-Cruxent) tal como ha sido descrito por ambos arqueó- logos, se incorporó un conjunto compuesto de tres asentamientos: El Castillo de
La Isabela, que constituye la población testimonial; Las Coles, localizado a lo largo de la bahía hacia el oeste, fuera de la población fortificada;
asentamiento que se utilizaba para la producción de alimentos agrícolas debido a la fertilidad de sus suelos, siendo además ricos en arcilla. Allí
fueron descubiertas estructuras artesanales para la producción de "pottery kilns", objetos domésticos de barro, ladrillos y tejas. Las aldeas taínas
existentes en el lugar serían un tercer eslabón del conjunto. El Castillo y su organización espacial fueron sometidos a una tomografía intensiva,
pudiéndose identificar los cimientos de los componentes urbanos de aquella fundación, cuya importancia histórica extraordinaria requiere de
iniciativas que aún no han sido acometidas. Cruxent descubrió por lo menos 5 estructuras fundamentales: la casa de Colón, la alhóndiga almacén,
la iglesia, el polvorín y la torre. De todas estas estructuras resalta en importancia la casa de Colón, que a pesar de los factores negativos que han
atentado contra su sobrevivencia, firmes permanecen sus cimientos.

Saber leer la arquitectura constituye un ejercicio fácil cuando nos acercamos a los remanentes funda- cionales de aquel rectángulo casi sagrado.
El mismo se yergue insólito. La mampostería relata como debió haber sido la morada del Primer Almirante: un salón para múltiples funciones en
la planta baja y recámaras en la segunda; el umbral de la puerta principal en el lado corto del rectángulo junto al muro ensanchado que indicaba
una posible torre de observación. Envolviendo el rectángulo de la casa, la curva de un muro de tapia denunciaba los procedimientos
improvisados (una cerca de seguridad) que fueron utilizados para levantar esas primeras estructuras urbanas en aquel lugar que pocos años des-
pués desapareció por abandono. Los arqueólogos encontraron una gran cantidad de objetos (clavos; ladrillos; tejas para cubrir los techos o
tejados, etc.). Llama la atención un emblema tallado en piedra, objeto minúsculo y evocador cuyo dibujo, aquí reproducido, identifica un castillo
con tres torres que los arqueólogos identifican con la simbología heráldica de Castilla.

Las viviendas de los pobladores se esparcían en varias zonas, de acuerdo con la interpretación de aquel enclave casi medieval, entre las cuales se
destacan la zona residencial de personajes importantes; una zona central para viviendas comunes; y una plaza.

En aquel promontorio llano, dominado por los vientos atlánticos del norte, nacía la historia de la arquitectura europea en América.

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