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Jean Auguste Dominique Ingres

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Ingres fue vivamente criticado por los neoclásicos por su estilo seco e irregular que

convierte sus cuadros en «ininteligibles». Obtiene el Gran Premio de Roma en 1801 con Los
Embajadores de Agamenón. En 1806 viaja a Roma y desalentado por la mala acogida que
tenían en París sus envíos sucesivos de obras, permanece en Italia hasta 1824. Veinte
años mayor que Delacroix, fue el primero en comprender la importancia de
experimentaciones formales originales, pero demasiado temprano para un público anclado
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todavía en la tradición neoclásica. De su último envío de Roma, el cuadro Júpiter y Tetis
(1811), se ridiculizó el arcaísmo antiquizante y la línea serpentina. En el Salón de 1819,
Ingres había puesto las bases de su estilo exponiendo La gran Odalisca, pintada en 1814
para Carolina Murat junto con otro desnudo, hoy desaparecido, que le valió la reprobación
de la crítica. La audacia suprema residía tal vez en el hecho de presentar en el Salón un
desnudo femenino desprovisto de todo pretexto mitológico o histórico, y además de gran
formato.

Jean Auguste Dominique Ingres


Neoclasicismo
10 marzo 2012

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Índice del artículo

1. Hacia la modernidad
2. La burguesía triunfante
3. Variaciones sobre el tema del desnudo
4. El taller de Ingres

Hacia la modernidad
La obra de Jean-Auguste Dominique Ingres (1780-1867) ha sido interpretada como el
La gran odalisca, 1814, Ingres (París, Museo del Louvre). Consciente de enfrentarse a la
símbolo de la perfección formal del clasicismo académico, opuesto a las experiencias
historia, Ingres propone su versión de un tema tratado numerosas veces en pintura, el de la
románticas de Eugène Delacroix. En Francia, el debate entre neoclásicos y románticos fue
mujer desnuda recostada. Sus modelos son: la «Venus de Urbino» de Tiziano para la idea
muy encendido. Ingres se encuentra dividido entre dos valores contradictorios: la elección
general; la pose de «El Día» en la tumba de Juliano de Médicis de Miguel Ángel, pero
del impulso creador personal y la obligación de someterse a las reglas clásicas. A menudo
también la gracia y la expresión de «Madame Recamier» de su maestro David. Por otro
presentado como un dogmático partidario de la doctrina académica, en realidad, desde 1806
lado, Ingres tiene en cuenta la creciente fascinación del público por el exotismo oriental,
tema que se había puesto muy de moda. Pero mientras Delacroix hace del desnudo un tema
romántico, Ingres mantiene en él una noble pureza clásica. El pintor goza del favor de un
crítico como Théophile Gautier pero también de la hostilidad de un Théophile Thoré,
reprochándole «haber buscado solo la belleza en sí misma, sin ningún tormento social, sin
preocuparse de las pasiones que agitan a los hombres, ni del destino del mundo.»

Obsesionado por el emblemático Rafael y por el arte antiguo, defensor del predominio de la
línea sobre el color, Ingres se había liberado desde hacía mucho tiempo de la influencia de
su maestro David por medio del recurso a los arcaísmos, explorando los jarrones griegos,
los mosaicos bizantinos, los frescos del Trecento y del Quattrocento, las miniaturas
medievales o las pinturas de Van Eyck, dando a sus fuentes de inspiración (sobre todo a
sus escenas históricas) una extraordinaria amplitud. Por todo ello, en los años 1820-1830,
su arte presentaba una asombrosa e inaccesible versatilidad. En Florencia, donde reside
desde 1820 à 1824, Ingres se inspira todavía más de Rafael, y en 1824 envía una gran
pintura de historia El voto de Luís XIII: opuesta por la crítica a las Masacres de Scio de
Delacroix del mismo año, la obra fue bien acogida por la Academia y tuvo un gran éxito de
El voto de Luís XIII, 1824, Ingres (Montauban, catedral Notre-Dame). Esta obra fue
público, lo que decide Ingres regresar a París y crear un taller donde van a formarse varios
encargada en 1820 por el Ministerio del Interior para la catedral de Montauban, ciudad natal
artistas.
de Ingres. En un tema que relaciona el mundo real con la visión celestial, el artista se
inspira claramente de Rafael, que representaba para Ingres la alianza perfecta entre
realismo e ideal. La composición, estructurada en dos registros, evoca «La Madonna de
Foligno» y «La Madonna Sixtina«, pero aquí la dulzura de las Vírgenes de Rafael es
sustituida por una nobleza un poco altanera no desprovista de voluptuosidad, de una Virgen
moderna físicamente presente pero a la vez distante. Lo colores densos, con estridentes
rojos y amarillos, sugieren la influencia de pintores manieristas florentinos como Pontormo.

Dentro de la tradición clásica, Ingres continua a ejecutar obras para el Estado francés. Con
La apoteosis de Homero, para el techo de una de las salas del Museo Charles X y
presentada en el Salón de 1827, Ingres hace un intento de síntesis de Rafael y arte antiguo.
La interpretación austera y heroica que hace de este tema clásico revela sin embargo la
influencia de su maestro David; la presencia en el fresco de personajes como Rafael y
Mozart subraya el estrecho vínculo entre la Antigüedad clásica y la civilización europea
moderna.
La apoteosis de Homero, 1827, Ingres (París, Museo del Louvre). Rafael y la Antigüedad El martirio de san Sinforiano, Salón de 1834, Ingres (Autun, catedral). En este gran
clásica eran los grandes modelos del artista. Con esta obra Ingres quería rivalizar con el cuadro, Ingres se enfrenta a la violencia y al movimiento de la muchedumbre. Lo violento de
gran maestro y su fresco «La Escuela de Atenas«. El catálogo de la época lo describía así: la escena recuerda «La matanza de los Inocentes» de Guido Reni; las imponentes
«Homero recibe el homenaje de todos los grandes hombres de Grecia, de Roma y de los musculaturas y los audaces escorzos de algunas figuras se basan en el Juicio Final, la obra
tiempos modernos. El Universo lo corona, Herodoto quema incienso. La Iliada y la Odisea a de Miguel Ángel tan admirada por los románticos. Los perfiles abstractos y los volúmenes
sus pies. En la parte inferior, se encuentran los artistas y los autores contemporáneos como simplificados ponen de manifiesto la afición de Ingres por las esculturas y los vasos
si establecieran un vínculo con la época clásica. A la izquierda, el pintor Nicolas Poussin; griegos.
detrás figuran Corneille y un personaje que podría ser Mozart. Se puede reconocer también
a Shakespeare y a Tasso. A la derecha, Molière sostiene una máscara que simboliza las La mala acogida que tuvo el Martirio de san Sinforiano incita a Ingres a marcharse a Roma
artes de la escena, y detrás de él, Racine vestido de azul muestra una hoja de papel donde como director de la Villa Médicis, consagrándose casi totalmente y por razones financieras,
figuran los títulos de sus obras. Sentados a los pies del trono hay dos personajes que al retrato.
representan los textos que han inspirado el cuadro: a la izquierda, la Iliada viste de rojo,
llevando una espada que simboliza la guerra de Troya; a la derecha, la Odisea, exhibe un La burguesía triunfante
remo roto que evoca el arduo viaje de Ulises. Escrito en griego en los peldaños se lee: si
Si sus cualidades como pintor de historia no fueron muy apreciadas, Ingres fue reconocido
Homero es un dios, que sea reverenciado por los mortales / si no lo es, que se le tenga por
como uno de los más grandes retratistas de su tiempo. En los Salones en los que participó
uno.»
en la década de 1820, el artista velaba, y no solo para razones de «publicidad», en
introducir retratos, incluso a veces ejecutados varios años antes. La abundancia de retratos
en su obra, es su manera personal de considerar el tema moderno, porque pone de inmenso éxito, sobre todo gracias a la colaboración de escritores como Chateaubriand. En
manifiesto la creciente diferencia entre los criterios de la pintura de historia y la necesidad el retrato se pone de manifiesto la energía y la inteligencia de Bertin. En las gafas del
vital de representación que tenía la sociedad burguesa. Con el tiempo, y especialmente en modelo y también en el respaldo de la silla, se puede ver el reflejo de una ventana, un reflejo
sus retratos femeninos, Ingres reflejará la opulencia y los fastos del Segundo Imperio y su de luz como el que el pintor había visto en los cuadros de Rafael y en la pintura holandesa.
mundo lujoso y materialista. En sus retratos, Ingres proporcionaba a sus clientes el rango
de nobleza del que carecían y que tanto ambicionaban, pero también profundamente
realista, el artista partía de una observación precisa de su modelo, concebido como un todo
que englobara su expresión, su postura y su atuendo. Con el retrato de Monsieur Bertin,
Ingres quiso realizar una réplica del retrato de Baltasar de Castiglione de Rafael. Si el
retrato de Castiglione había conseguido encarnar a los ojos de la posteridad la idea del
humanismo y del Renacimiento, el de Louis-François Bertin, influyente director del periódico
Journal des débats, tenía que simbolizar el poder de la gran burguesía moderna y el de la
prensa.

Caroline Rivière, 1805, Ingres (París, Museo del Louvre). La pintura representa a la joven
modelo delante de un paisaje – el único retrato de Ingres pintado en plena naturaleza. La
pose denota una cierta rigidez. Lleva un vestido de un blanco virginal, unos guantes
amarillos demasiado grandes y una estola de piel, Mademoiselle Rivière mira el espectador
con una triste sonrisa apenas esbozada. La joven murió algunos meses después de la
realización de este retrato.

Monsieur Bertin, 1832, Ingres (París, Museo del Louvre). En 1799, después del ascenso al
poder de Napoleón, Louis-François Bertin, periodista y escritor, fundó con su hermano el
«Journal des débats» con el fin de defender las ideas conservadoras. El periódico tuvo un
Philibert Rivière, 1805, Ingres (París, Museo del Louvre). Los objetos que hay sobre la
mesa – un libro de Rousseau, partituras de Mozart y un grabado con la «Virgen de la silla»
de Rafael – caracterizan a Rivière como un hombre de una cierta cultura.

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