El Son en Mexico Historia
El Son en Mexico Historia
Investigación documental realizada para la materia de danzas tradicionales mexicanas del grupo 301 por los
aprendientes
Melchisedec Gamaliel Salas Licona
David Larios Arellano
Aridaí fuentes Santiago
Ganen Gabriel Mérida Córdoba
Giovan Aldebarán Valdez Muñoz
Melchisedec Gamaliel Salas Licona.
Mónica Belén Leines Isidro
Flor Beatriz Hernández Almora
Orígenes Prehispánicos
Antes de la llegada de los españoles, las culturas indígenas como los mayas y los aztecas ya
practicaban una variedad de danzas rituales en honor a sus divinidades. Estas danzas eran parte esencial de
sus prácticas religiosas y festividades
Influencia Colonial
Con la llegada de los españoles en el siglo XVI, las tradiciones indígenas sufrieron una transformación
significativa. Los conquistadores introdujeron sus propios bailes y coreografías, que se mezclaron con las
danzas prehispánicas y las tradiciones africanas traídas por los esclavos. Durante la evangelización, los
indígenas adaptaron sus bailes a la nueva realidad religiosa, reemplazando a sus divinidades por santos y
vírgenes.
Mestizaje y Consolidación
El mestizaje cultural dio lugar a una fusión de estilos, resultando en bailes mestizos que combinaban
elementos prehispánicos y europeos. Bailes como el jarabe tapatío, el huapango y la jarana son ejemplos
emblemáticos de esta mezcla.
Cada región de México desarrolló su propio repertorio de bailes folclóricos, reflejando la geografía y la historia
del país. Esta diversidad se manifiesta en danzas como la danza de los viejitos en Michoacán, la danza de los
concheros en el centro de México, y el son jarocho en Veracruz
Hoy en día, la danza folclórica mexicana es una forma de preservar la cultura y las tradiciones populares. Se
ha convertido en una herramienta para la identidad nacional y la promoción turística
El son es uno de los géneros musicales más representativos y diversos de México. Su evolución y variedad
reflejan la riqueza cultural del país.
La evolución del folclor mexicano es un viaje fascinante a través del tiempo y la cultura. Este proceso ha sido
influenciado por una mezcla de tradiciones indígenas, europeas y africanas, reflejando la rica diversidad
cultural de México.
El son no solo es música, sino también una forma de expresión cultural que incluye danza y poesía. En
muchas comunidades, el son es parte integral de las festividades y rituales, funcionando como un medio de
comunicación y cohesión social
Orígenes y Evolución
El son tiene sus raíces en la época colonial, cuando se comenzaron a mezclar las tradiciones
musicales indígenas, africanas y españolas. A finales de la época colonial, surgieron los “sonecitos de la
tierra”, piezas bailables interpretadas por orquestas de cuerda que incluían coplas cantadas con intención
lírica y picaresca
Diversidad Regional
El son se ha desarrollado de manera distinta en varias regiones de México, dando lugar a subgéneros con
características propias:
Por su riqueza, difusión y popularidad, el son, más que cualquiera otra, es la manifestación más
representativa de la música tradicional mexicana. Este género se halla ampliamente difundido en el territorio
nacional en una importante variedad de estilos regionales que constituyen una expresión de diferentes zonas
geográficas y culturales del país. No obstante, esta diversidad, es posible establecer ciertos rasgos comunes
tanto en sus orígenes como en sus características musicales, líricas y dancísticas que justifican su
denominación como género y lo distinguen de otras expresiones de música tradicional mexicana como las
músicas indígenas, la canción, el corrido o la música norteña.
Cabe mencionar que la palabra “son” es un nombre genérico con el que históricamente se han reconocido
distintos géneros de música popular alrededor de México. Es por esto por lo que tenemos sones huastecos,
jaliscienses, istmeños, etcétera.
En México, se llama son a una gran diversidad de estilos de música y baile de carácter profano y festivo que
ha cultivado la población, predominantemente mestiza, que habita a lo largo de las costas del Golfo y de las
costas meridionales del Pacífico, en las vertientes de la Sierra Madre Oriental y la Sierra Madre Occidental. A
pesar de su variedad, todos estos estilos o subgéneros regionales comparten algunas características básicas:
a) Los sones son interpretados casi siempre por grupos y raras veces por un solo músico. Los instrumentos
de esos conjuntos son básicamente de cuerda y percusión. Todos los integrantes tocan algún instrumento y
generalmente todos cantan, aunque suele haber uno que destaca como voz solista.
b) La poesía cantada en los sones se compone invariablemente de coplas o poemas breves que encierran
dentro de sí una idea completa, es decir, que para tener sentido se bastan a sí mismos. Pueden tener entre
tres y diez versos (cuartetas, quintillas, décimas...) y son generalmente octosílabos. Su temática incluye el
amor y descripciones de mitos, leyendas, personajes, paisajes y animales, así como acontecimientos políticos
y religiosos. Un buen ejemplo de coplas en quintillas es este fragmento de El Sentimiento, conocido son de la
región huasteca:
Con tristeza y sentimiento
las lágrimas se me ruedan,
porque manera no encuentro
de hacer que mis labios puedan
dominar tu pensamiento.
Quisiera verte y no verte,
quisiera hablarte y no hablarte,
quisiera darte la muerte
y la vida no quitarte,
para no dejar de verte.
Muchas de estas coplas provienen de la España del siglo XVI, aunque también existen varias de inspiración
local y de origen más reciente. Sin embargo, no todas las líneas que se cantan en los sones han sido
previamente escritas, pues muchas veces se improvisan versos en los que el trovador hace alarde de su
ingenio, imaginación e, incluso, de su resistencia física.
c) El son es un género musical estrictamente ligado al baile social, no a la danza ritual. En estos bailes suelen
intervenir una o más parejas que ejecutan zapateados sobre tarimas que, además, complementan y realzan la
parte rítmica de la música. Las coreografías varían en cada región. Sin embargo, como lo describe Ricardo
Pérez Monfort en su libro Avatares del nacionalismo cultural:
Casi siempre el zapateo comienza con el primer acento musical. Cuando el trovador entona su pregón se
pasa al escobilleo. Posteriormente se ataca con mucha fuerza en los tacones y las plantas de los pies cuando
los instrumentos repican, pero la suavidad reaparece en el paseo cuando se escucha la cantada. El coqueteo
y el acecho son partes imprescindibles del baile. Muchos son los sones que animan a las parejas a echarse
ojitos e incluso hasta imitar el cortejo de algunos animales como el gallo y la gallina o el palomo y la paloma.
Sin embargo, el baile del son no permite el contacto. Ya lo decía aquella frase de un son jarocho: "Es el baile
más decente, pues no se baila abrazado."
d) En cuanto a sus características netamente musicales, puede decirse que el son se rige por los patrones de
la música occidental. Armónicamente se trata de música tonal en el sentido más básico de la palabra, pues
emplea casi exclusivamente las progresiones elementales de las escalas tonales. El ritmo de casi todos los
sones utiliza compases compuestos como 3/8, 3/4 o 6/8, a los cuales a veces se añade el de 5/8. Son muy
pocos los sones escritos en compases simples. Aunque varias de las melodías originales pertenecieron a
cantos populares traídos por los españoles, dichas tonadas han sufrido tal cantidad de modificaciones que hoy
poco o nada tienen que ver con sus antepasadas peninsulares. Además, es común que cada cantante haga
variaciones melódicas en un estilo muy personal, lo cual hace que a veces la melodía de un mismo “son”
suene muy diferente en versiones de intérpretes distintos, aun pertenecientes a la misma región. La estructura
del son, basada en la alternancia de coplas y partes instrumentales, suele combinar una introducción con un
canto o el desarrollo de un tema melódico, un estribillo que se repite entre canto o tema y un remate final.
Raíces peninsulares
Al igual que la población que le dio origen, el son es un género mestizo. Sin embargo, puede afirmarse
que la raíz principal de esta expresión cultural, surgida entre los siglos XVIII y XIX, se encuentra en la música
tradicional española que los conquistadores importaron al Nuevo Mundo. Aquellos aventureros, además de los
artesanos, comerciantes y clérigos que llegaron poco después, trajeron consigo los romances , los villancicos,
la música militar, la música religiosa y las danzas que estaban en boga en la España del siglo XVI. Pero más
que otros géneros musicales, fueron las seguidillas, tonadillas, boleras y otras expresiones del folclor de
provincias como Extremadura, Castilla, Murcia y, sobre todo, Andalucía —con sus peteneras, malagueñas,
fandangos, jarabes gitanos y tangos gitanos— las que contribuyeron en mayor medida en la génesis del son
mexicano. Muchas de estas melodías fueron traídas a la Nueva España por grupos itinerantes de teatro ligero
y se popularizaron en varias regiones del país. En esas zonas, dichas tonadas inspiraron la creación de
piezas musicales a las que se dio el nombre de sonecitos de la tierra o sonecitos regionales, los cuales
constituyeron los antecedentes inmediatos del son propiamente dicho. Como lo apunta Jas Reuter en su libro
La música popular de México.
Las alabanzas a Cristo y a la Virgen en las capillas y en las imponentes iglesias-fortalezas que surgieron a lo
largo del siglo XVI en la Nueva España, y la música profana, bailable o lírica, interpretada entre españoles y
criollos tanto en sus juergas como en la corte virreinal durante todo ese siglo, servían de unión, a veces
nostálgica, con la Madre Patria. Sin embargo, la distancia, la memoria, la influencia de todo lo nuevo, hicieron
que esa música española fuera cambiando poco a poco en melodías y armonías, en ritmos, instrumentos y
textos.
Es el origen común de este género musical lo que explica, al menos parcialmente, que existan varios sones
emparentados en distintas zonas del país, como es el caso de las diversas piezas llamadas La Malagueña, La
Petenera, El Fandango, El Pajarillo, El Palomo, La Sirena, El Huerfanito, Los Panaderos, Las Poblanas, El
Gallo o El Toro, entre otros, algunas de las cuales se encuentran en casi todas las regiones donde se cultiva el
son. Dicho parentesco se percibe, además del nombre, en la similitud de sus melodías, acompañamientos y
en los versos. Por otro lado, resulta muy interesante observar que algunos de los subgéneros o palos del
flamenco español —género que, en cierto modo, tuvo un desarrollo paralelo al del son mexicano y con el que
comparte varias de sus raíces— también lleven nombres como malagueña, petenera o fandango.
Sin embargo, la música española no constituyó la única materia prima del son. Desde el siglo XVI, los
españoles comenzaron a traer a la Nueva España grandes contingentes de esclavos negros cuya presencia
dejó huella en la música, sobre todo en la que se producía en las regiones subtropicales del país,
particularmente en los actuales estados de Veracruz y Guerrero. Aunque la influencia africana sobre el son es
menos obvia que la española, aportó ciertos elementos sutiles que le otorgaron un sabor muy peculiar al
género que nos ocupa, sin los cuales se alteraría completamente su carácter actual. Estos elementos se
traducen sobre todo en el uso muy extendido de la síncopa y el canto responsorial, en la riqueza rítmica, en el
tempo de mucha música, en la velocidad con que se cantan las coplas en algunas piezas y en cierta cadencia
que suelen presentar los sones pertenecientes a las regiones con mayor influencia negra.
Conviene señalar que, aunque el elemento indígena seguramente contribuyó en la gestación del son, su
influencia es aparentemente tan sutil que, salvo en el caso de subgéneros muy específicos el son huasteco,
entre algunos otros, resulta muy difícil precisar qué rasgos autóctonos se hallan presentes en el gran género.
los sones rituales del maíz, denominados canarios, sones alegres y se tocan para “dar alegría en el corazón”.
Los Sones de Costumbre, en la actualidad, integran un conjunto de variantes genéricas e instrumentales que
tienen como elemento común un contexto de ejecución: los rituales y ceremonias denominados Costumbre.
Sones de Costumbres
Los Sones de Costumbre tienen su antecedente en las prácticas musicales empleadas en los rituales
prehispánicos relacionados con la producción de maíz. En varias descripciones realizadas por los primeros
cronistas novohispanos, la música y la danza aparecen como un elemento ligado a los rituales de ofrenda
agradecimiento a las divinidades que intervienen en la generación, cuidado y obtención de este cereal. Se
agradece a los señores de la tierra, a los señores de la lluvia, del aire y a la propia divinidad del maíz, por
brindar el alimento primordial para el mantenimiento de los hombres. Siendo el maíz la principal fuente nutricia
de los pueblos indios que actualmente habitan en la región Huasteca, varias expresiones musicales y
dancísticas, que son parte del conjunto de rituales y ceremonias conocidas como Costumbre, son fruto de la
veneración a este cereal y a las divinidades que hacen posible su producción.
Los primeros misioneros llegados a territorio mexicano implementaron un proceso de evangelización que tenía
entre sus objetivos eliminar los rituales y las prácticas musicales realizados por los pueblos indios. Los
misioneros consideraban que la música tenía un carácter diabólico y que era un mecanismo que ayudaba a
mantener sus creencias y supersticiones, es decir, su cultura. Como una estrategia para acabar con dichas
prácticas se inculcaron distintas formas europeas de enseñanza musical. Éstas tenían la finalidad de encauzar
el gusto por las artes musicales de los oriundos de América a los rituales católicos. De esta manera, se
trajeron diversos instrumentos y se importaron géneros y formas musicales occidentales vigentes en aquella
época. Así, rabeles, arpas, vihuelas, guitarras, flautas, chirimías y, posteriormente, violines adquirieron
presencia en la Huasteca convirtiéndose en instrumentos de uso corriente en la vida cotidiana de los pueblos
indígenas de la región.
Los instrumentos, géneros y formas musicales, introducidas por los españoles se mezclaron con las culturas
indias y también con las prácticas musicales de los esclavos negros traídos de África. Así, durante la época
colonial, la música en México se configuró con elementos de estas tres culturas, constituyendo una diversidad
de variantes regionales. En la región Huasteca, dichas expresiones musicales fueron tomando carta de
naturalización entre los distintos pueblos indígenas y comunidades rurales mestizas a lo largo del período
colonial y del México independiente. Este proceso se fue particularizando al interior de esta región, dando por
resultado un conjunto de variantes musicales. Muchas de ellas se ligaron a los distintos ciclos ceremoniales
de los pueblos indígenas, organizándose en torno a una cosmovisión mesoamericana vigente al día de hoy.
Este proceso explica sumariamente el conjunto de variantes musicales e instrumentales que conforman los
denominados sones de Costumbre.
Como ya se mencionó, el son floreció en varias zonas del país, en muchas de las cuales fue adquiriendo
rasgos locales bien definidos. Aunque la clasificación actual de esta música por regiones varía ligeramente en
algunos de los autores que han profundizado en el tema, podemos establecer al menos seis modalidades
como las más representativas del género: los sones de Tierra Caliente, los sones jaliscienses, los sones de la
Costa Chica y Tixtla, los sones istmeños, los sones jarochos y los sones huastecos.
La gran difusión del son jarocho se debe a que, igual que el mariachi, también entró en los círculos del poder y
la comercialización. Por fortuna, en la actualidad somos testigos de un resurgimiento del género que
promueven auténticos exponentes regionales que intentan separar esta música de la utilización comercial y
festivalera en la que había caído
Los grupos de son jarocho se componen habitualmente de arpa, requinto jarocho guitarrita de cuatro cuerdas
punteadas con una púa y jaranas. La jarana ofrece el ritmo básico; el arpa da la armonía de las notas graves,
mientras que las cuerdas agudas producen constantes trinos y variaciones de la melodía, y el requinto toca en
contrarritmo una variación de la melodía. En Tlacotalpan se estila el uso de un pandero hexagonal, y en la
región de Los Tuxtlas el arpa ha desaparecido y se emplea gran variedad de jaranas, la más pequeña de las
cuales recibe el nombre de mosquito. Los cantantes emplean una entonación muy aguda, algo áspera, y
utilizan toda una serie de gritos e interjecciones de aliento y alegría.
Entre los sones jarochos más conocidos se encuentran La Bamba, El Siquisirí, La María Chuchena, La
Lloroncita, El Chuchumbé, El Toro Sacamandú y El Pájaro Cú.
El son jarocho es un género musical tradicional de la región del Sotavento, que abarca el sur de Veracruz, así
como partes de Oaxaca y Tabasco. Este género es conocido por su ritmo alegre y su combinación de música,
danza y poesía.
El son jarocho es la música típica de la región del Sotavento veracruzano. Se caracteriza por la alternancia de
melodías instrumentales y melodías cantadas llamadas pregones. Es un género musical con una carga
identitaria muy importante tanto en la lírica como en la instrumentación y tiene influencias de la música
caribeña, la música barroca española y otros géneros musicales propios de México. Los sones son de origen
popular y se reinterpretan de acuerdo al gusto de cada conjunto jarocho; también los pregones asociados con
cada son pueden modificarse por cada intérprete y la improvisación es un elemento indispensable.
Las jaranas —guitarras que varían tanto en su tamaño como en su registro musical— son el instrumento
principal de los conjuntos jarochos tradicionales, aunque el arpa, el güiro, el marimbol, el violín y el cajón se
han ido integrando a los sonidos jarochos. Un elemento indispensable del son es el sonido del zapateado
sobre la tarima, lo que liga la parte musical con la parte dancística y con la expresión comunitaria de la
música: el fandango.
Orígenes y Características
El son jarocho tiene sus raíces en la época colonial, resultado del mestizaje entre las culturas española,
indígena y africana. Se interpreta principalmente en los fandangos, fiestas comunitarias donde la música y el
baile son protagonistas.
Instrumentación
Los instrumentos típicos del son jarocho incluyen:
Jarana jarocha: Una pequeña guitarra de ocho cuerdas.
Requinto jarocho: Una guitarra más pequeña que se toca con un plectro.
Arpa jarocha: Un arpa grande que añade una base melódica.
Pandero jarocho: Un tambor de mano.
Quijada: Mandíbula de burro que se raspa para producir sonido
Danza y Poesía
El baile asociado con el son jarocho es el zapateado, donde los bailarines golpean una tarima de madera con
sus zapatos, creando un ritmo percusivo que acompaña la música2. La poesía cantada en el son jarocho
suele ser improvisada y se basa en versos y décimas1.
Algunas canciones emblemáticas del son jarocho incluyen:
La Bamba: Probablemente la más conocida internacionalmente.
El Cascabel
La Bruja
El son jarocho no solo es una expresión artística, sino también una forma de preservar y celebrar la identidad
cultural de la región.
¿Qué es el fandango?
El fandango es la forma en la que el son se expresa en las comunidades del sur de Veracruz. Es una fiesta
que puede organizarse en relación con eventos sociales, políticos o religiosos y a la que normalmente asiste
toda la comunidad. En el fandango tiene que haber bailadores, músicos y versadores, además del público.
Los fandangos se originaron entre el siglo XVII y XVIII como una forma de entretenimiento popular en las
rancherías y ejidos alrededor de México. Con el paso del tiempo, el término comenzó a relacionarse
exclusivamente con las fiestas del Sotavento y con el son jarocho. El fandango se volvió un elemento más de
la cultura jarocha y ha permanecido hasta nuestros días como una de las tradiciones culturales más
importantes del estado de Veracruz.
La reestructuración del son, impulsada especialmente durante el gobierno de Miguel Alemán Valdés, se vio
apoyada por múltiples frentes. Las expresiones culturales jarochas se daban a conocer a través del cine
mexicano con películas como Huapango y Sólo Veracruz es bello de 1948, y con el surgimiento de grandes
estrellas como Andrés Huesca, Lino Chávez y su Conjunto Medellín y el Conjunto Tlalixcoyan de los
hermanos Rosas, éste último presentándose en exclusividad con el ballet folclórico de Amalia Hernández.
Los elementos más icónicos de la cultura jarocha se acoplaron para ser consumidos de forma masiva y el
espíritu del Sotavento fue sustituído por jarochos de trajes blancos y bailes estilizados. Las coplas eternas y la
improvisación de los fandangos fueron sustituidas por éxitos radiales —como la Bamba— con versos y coros
tradicionales. Muchos músicos del Sotavento migraron a las grandes ciudades de México aprovechando la
popularidad del género y el sur de Veracruz se fue quedando sin talentos, sin tradición y sin fandango.
Territorialmente, el Sotavento es toda esa franja costera de lomeríos y sabanas que se extiende a partir de la
depresión de la Sierra Madre Oriental y la Sierra de Juárez. Sus tierras llanas arrancan en la porción media
del estado de Veracruz, el noreste de Oaxaca y el oeste de Tabasco; interrumpidos apenas por ese macizo
montañoso que se levanta en la sierra de los Tuxtlas.
Por las planicies, de huizaches, pastizales y selvas; cruzan innumerables vías líquidas de proverbial añoranza:
el Papaloapan, el Coatzacoalcos y el Grijalba más allá de la Chontalpa de Tabasco, son sólo algunas de los
muchos torrentes fluviales que hacen generosa la flora y la fauna del Sotavento.
Por estos dilatados llanos de bajiales cenagosos, florecieron los Olmecas, nuestra cultura madre y los nahuas
del Valle creyeron encontrar el terrenal Tlalocan que se ubicaba al oriente. Esta tierra fue puerta de entrada
para la conquista, la religión, la imprenta, el orden colonial y el español como nueva lengua. Por estas
sabanas inmensas la negritud, nuestra tercera raíz, al mezclarse con la sangre india y la española, dio lugar a
una de las culturas más representativas de México: la cultura jarocha
Sones huastecos
Florecen en una amplia zona conocida como La Huasteca que abarca la gran planicie costera del
noreste de México y algunas regiones de la Sierra Madre Oriental, que abarcan a los estados de Tamaulipas,
Veracruz, Hidalgo, San Luis Potosí, Querétaro, Guanajuato, Puebla y hasta Nuevo León.
Como La Huasteca es un área poblada por diversos grupos indígenas que mantienen muchas tradiciones
ancestrales, el huapango parece acusar una influencia autóctona, que se percibe no sólo en el vigor de sus
acentos rítmicos sino, además, en algunas letras que muestran un tratamiento muy particular de los animales
y la naturaleza. Sin embargo, como también ocurre con el son jarocho, es posible establecer un parentesco
cercano entre el huapango y las seguidillas, jotas y fandangos españoles.
Otra coincidencia entre el son huasteco y el jarocho —y otros sones regionales— es el papel tan importante
que tiene en ellos la improvisación tanto musical como lírica y, aunque existen coplas tradicionales bien
conocidas, son raros los trovadores que escriben y compilan sus versos.
El huapango tampoco ha podido escapar a las intenciones comercializadoras y simplificadoras de los medios
de comunicación, aunque al ocupar una zona tan vasta del país, esta expresión también ha logrado mostrar y
recuperar infinidad de variantes dentro de su propia localidad.
Los conjuntos instrumentales que interpretan son huastecos se componen básicamente de violín, jarana y
guitarra quinta o huapanguera (guitarra grande con cinco órdenes de cuerdas generalmente dobles). Es muy
típico que el violín toque complicados adornos en los interludios instrumentales. La voz, que muestra un fuerte
resabio del cante andaluz, suele emplear característicos falsetes breves para alguna sílaba a la mitad de una
palabra o hacia el final de un verso.
El repertorio tradicional del huapango incluye sones como La Malagueña, La Petenera, El Querreque, El
Sacamandú, La Presumida, Las Poblanitas, El Caimán, La Rosa, El Fandanguito, La Huasanga y el Cielito
Lindo.
El son huasteco, también conocido como huapango, es un género musical tradicional de la región Huasteca,
que abarca partes de los estados de Veracruz, Tamaulipas, San Luis Potosí, Hidalgo, Querétaro y Puebla1.
Este género se caracteriza por su ritmo vibrante y el uso de falsete en el canto.
Instrumentación
El son huasteco se interpreta típicamente con un trío huasteco, que incluye:
Violín: Protagonista melódico del conjunto.
Jarana huasteca: Una pequeña guitarra de cinco cuerdas.
Guitarra quinta huapanguera: Una guitarra grande de ocho cuerdas1.
Características Musicales
Ritmo: El son huasteco se toca en compases de 3/4 y 6/8, lo que le da un ritmo ternario distintivo.
Falsete: Los cantantes suelen utilizar el falsete, una técnica vocal que añade un tono agudo y distintivo a la
música.
Improvisación: La improvisación es una parte esencial del son huasteco, tanto en la música como en la letra.
Danza
El baile asociado con el son huasteco es el zapateado, donde los bailarines golpean una tarima de madera
con sus zapatos, creando un ritmo percusivo que acompaña la música2.
Ejemplos Famosos
Algunos sones huastecos populares incluyen:
La Malagueña
El Querreque
La Huasanga
El Caimán1
El son huasteco es una expresión vibrante de la cultura huasteca y sigue siendo una parte vital de las
festividades y celebraciones en la región.
Danza y Poesía
El baile asociado con el son de Tierra Caliente es el zapateado, donde los bailarines golpean una tarima de
madera con sus zapatos, creando un ritmo percusivo que acompaña la música. La poesía cantada en el son
de Tierra Caliente suele ser improvisada y se basa en versos y décimas.
La música de Michoacán tiene variaciones según la zona en que se interprete. Por ejemplo, los sones tienen
dos variedades, calentanos y abajeños. El son calentano es una vigorosa expresión sonora de carácter festivo
que se interpreta, como su nombre indica, en la región de Tierra Caliente. Su instrumentación característica
está formada por uno o dos violines. También incluye una guitarra de cuerpo ancho conocida como “panzona”
o “túa” (a veces sustituida por una guitarra sexta) y un tambor de doble parche conocido como “tamborita”.
Algunas canciones emblemáticas del son de Tierra Caliente incluyen:
El Relámpago
La Gallina
El Gusto Federal
El son de Tierra Caliente es una expresión vibrante de la cultura de la región y sigue siendo una parte vital de
las festividades y celebraciones locales
Estos sones se interpretan en una vasta y calurosa región conocida como Tierra Caliente, compartida por los
estados de Guerrero y Michoacán. Uno de los rasgos más distintivos de estos sones es un empleo muy
peculiar de la percusión, que varía según la zona en que se toque. Además, en toda la región se cultiva un
tipo especial de son un poco más lento, al que se conoce como gusto, de posible origen sudamericano.
Algunos consideran al gusto como un género aparte.
Sones istmeños
Se les conoce en toda la zona del istmo de Tehuantepec en el suroeste del estado de Oaxaca, aunque
también es cultivado en ciertas poblaciones limítrofes de Chiapas. Este subgénero constituye una excepción
dentro del son mexicano, pues no cumple con varias de las características generales del son. Por un lado, sus
intérpretes principales son las bandas de pueblo —cuyos instrumentos principales son los metales— o la
marimba.
Aunque la estructura musical sigue siendo la misma, o sea, la alternancia de coplas y partes instrumentales se
ha desarrollado la modalidad en que las coplas ya no se cantan, sino que también son tocadas por los
instrumentos, sólo que conservando el carácter cantábile y más suave de las partes antiguamente cantadas.
El ritmo prevaleciente es el de 3/4, muy valseado. Pero el son oaxaqueño tiene también otro rasgo que lo
distingue de sus parientes de las demás regiones: constituye un puente entre el son propiamente dicho y la
canción, ya que varios sones se cantan con acompañamiento de guitarra, pero ya no como música bailable,
sino como canción-vals. La ternura de sus coplas, la predominante tonalidad menor, la suavidad con la que se
interpretan, convierten a los sones-canciones de Oaxaca en una de las manifestaciones musicales más
amables de México.
Algunos de los sones istmeños más famosos son: La Martiniana, La Mediu Xhiga, La Petrona, La Llorona y,
por supuesto, La Sandunga.
Otros Sones
Sones tradicionales de Chiapas
Debido a que estos sones casi siempre son instrumentales, se acompañan con ingeniosas coplas cantadas
denominadas “gustos”. Hacen referencia a la actividad ganadera y a los trabajos desempeñados en las
haciendas o en el campo. Es común que tanto los sones como los gustos estén aderezados con gritos y
exclamaciones. No forman parte de la pieza, pero que sirven para darle un sabor particular.
Existen, por supuesto, muchas otras variedades regionales del son que se encuentran circunscritas a áreas
geográficas culturales más pequeñas, que sería imposible abordar con detalle en estas breves páginas. Entre
ellas podemos mencionar los sones de Río Verde y Cárdenas, en San Luis Potosí, los también llamados
abajeños de la región purépecha en Michoacán, los sones mixtecos de Oaxaca, los sones tabasqueños y
chiapanecos, y la jarana yucateca.
Notas
1. Debe recordarse que, en Cuba, uno de los géneros más populares de música para bailar también se llama
son, aunque no parece estar directamente relacionado con su homónimo mexicano.
2. Ricardo Pérez Monfort, Avatares del nacionalismo cultural. Cinco ensayos, cidhem/ciesas, México, 2000,
pp. 127-128.
3. Se les llamó romances a los cantos populares basados en poemas que narraban ciertos episodios de los
cantares de gesta medievales.
4. Jas Reuter, La música popular de México, Panorama, México, 1992, p. 38
5. La síncopa es un efecto rítmico que consiste en desplazar el acento del tiempo fuerte del compás para
hacerlo recaer en el débil
6. Dentro del ambiente de la música tradicional mexicana, suele llamarse vihuela a una pequeña guitarra de
cinco cuerdas y cuerpo abombado. No debe confundirse con el instrumento europeo del mismo nombre que
fue antecesor de la guitarra española
10. Las jaranas son pequeñas guitarras que varían tanto en tamaño como en número de cuerdas,
dependiendo de la región, y que suelen tener una función armónica y rítmica en la interpretación de ciertos
subgéneros de sones como los jarochos y los huastecos, entre otros. No deben confundirse con la jarana
yucateca que es una variedad especial de son que, como su nombre lo indica, es típica del estado de
Yucatán.
Bibliografía
LIEBERMAN, Baruj, Eduardo Llerenas y Enrique Ramírez de Arellano, notas a la colección de discos
Antología del son de México, Música Tradicional, México, 1985.
MOMPRADÉ, Elektra L. y Tonatiuh Gutiérrez, Danzas y bailes populares (Historia general del arte mexicano,
vol. 6), Hermes, México-Buenos Aires, 1976.
PÉREZ MONFORT, Ricardo, Avatares del nacionalismo cultural. Cinco ensayos, CIDHEM/CIESAS, México,
2000.
REUTER, Jas, La música popular de México, Panorama, México, 1992.