0% encontró este documento útil (0 votos)
27 vistas11 páginas

Ateneo Nuevo

Cargado por

Laura Pessacq
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
27 vistas11 páginas

Ateneo Nuevo

Cargado por

Laura Pessacq
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 11

CAPITULO 1

LAS SOCIEDADES HUMANAS Y EL AMBIENTE: En primer lugar, veamos qué es el


ambiente. Según esta visión, es un elemento pasivo, un “telón de fondo” para las actividades
humanas que se sirven de sus recursos. Sin embargo, el ambiente es algo mucho más rico y
complejo, que surge como producto de la interacción entre los sistemas naturales y los
sistemas sociales.
El sistema social incluye todo acerca de las personas, su organización política y económica, así
como su cultura, religión, tecnología, etc. Los ecosistemas o sistemas naturales están
integrados por sus elementos bióticos y abióticos. Lo que surge de la interacción entre ellos es
algo nuevo, diferente, que llamamos AMBIENTE.
La palabra interacción aquí es clave porque supone que ambos sistemas, social y natural, se
influencian y modifican mutuamente, en primer lugar, existe una relación que va desde un
ecosistema al sistema social, esto significa que cada cultura tiene que ajustarse a lo que le
ofrece el ecosistema. La segunda relación, va desde el sistema social hacia el natural. Y
podemos llamarla relación de impacto; implica que toda cultura transforma el entorno natural,
pues: después de utilizar los materiales de los ecosistemas, los devuelve como desechos y
modifica o reorganiza el ecosistema existente, para satisfacer sus necesidades de la mejor
manera posible.
Utilizamos aquí la palabra impacto ambiental como sinónimo de cualquier alteración llevada a
cabo por el hombre en el medio natural y cuyos efectos pueden ser tanto positivos como
negativos. La tecnología es el instrumento a través del cual cada sociedad interviene en el
entorno. Por ejemplo: Es el caso de los inuit (mal llamados esquimales) consideramos a este
tipo de sociedades como “atrasadas”, sin embargo, desde su vestimenta y viviendas hasta su
alimentación revelan una extraordinaria adaptación a un clima hostil con temperaturas
extremadamente bajas. Sus viviendas, llamadas iglú, están manufacturadas con nieve
endurecida que es un excelente aislante térmico pues contiene muchas burbujas de aire. Sus
paredes interiores están recubiertas de pieles de foca que evitan la pérdida de calor. Cuando
en el siglo XX, una sociedad “más avanzada” como la canadiense decidió “ayudarlos”, se
generaron varios problemas. Les construyeron casas calefaccionadas con una diferencia de
temperatura de 30 a 40 °C respeto del exterior y, por lo tanto, las enfermedades pulmonares no
tardaron en incrementarse exponencialmente. La sedentarización a la que se los obligó,
también cambió su dieta alimentaria provocando un aumento en el número de cánceres,
problemas de hipertensión y dentarios. La tecnología empleada por una sociedad, más allá del
grado de sofisticación que tenga, revela también la relación que ella establece con la
naturaleza. Si respeta sus ciclos de renovación o si los violenta extrayendo lo más rápido
posible sus recursos. No es lo mismo ingresar a una selva con una motosierra para hacer una
tala selectiva de algunos ejemplares de interés, que hacerlo con una topadora que arrasa
indiscriminadamente con todo tipo de árbol.
LA PERCEPCION DE LA NATURALEZA A LO LARGO DE LA HISTORIA HUMANA: Cada
sociedad humana interacciona con los ecosistemas de una manera específica. Algunas lo
hacen respetuosamente y logran verdadera armonía con la naturaleza, mientras que otras
producen desequilibrios y destrucción. Entonces, resulta erróneo hablar genéricamente de la
interacción del “hombre” con la “naturaleza” y, más aún, decir que el “hombre es malo con ella”.
Cada cultura tiene una percepción determinada de los ecosistemas con los que interactúa. Esta
percepción es como el color del cristal a través del cual los observan y tiene un papel central en
la forma en que esa sociedad interpreta y procesa la información que recibe desde los
ecosistemas. Luego, de acuerdo a la interpretación que realice, tomará determinadas
decisiones que, a su vez, conducirán a ciertas acciones que pueden afectar más o menos a los
ecosistemas.
Entonces resulta importante, para entender la actual crisis ambiental, conocer cuál es la
percepción dominante que hoy se tiene de la naturaleza y cuándo y cómo surgió.
Los recolectores-cazadores
El rol del hombre prehistórico no era demasiado diferente al de otras especies animales.
Probablemente observaba con pavor ciertos procesos naturales que acontecían a su alrededor
(tormentas eléctricas, inundaciones, terremotos, erupciones volcánicas, etc.) y le resultaban
incomprensibles. Comía, pero también era comido por otras especies. No tenía un hogar
porque la caza y la actividad recolectora (de frutas, vegetales, raíces, carroña, etc.) lo tenían en
permanente movimiento.
Pero su sentimiento de reverencia por la naturaleza no impidió que comenzaran a dejar
algunas huellas importantes en ella. Tuvo mucho que ver en ello la domesticación del fuego.
Existen evidencias de que fue controlado por el Homo erectus. Este fue un paso trascendental
porque permitió la expansión del género humano hacia zonas más frías y la ingesta de
alimentos cocidos que hubiesen sido imposibles de digerir crudos. Pero además produjo uno de
los primeros impactos ambientales ya que comenzó a alterar el paisaje. Esto fue el resultado de
quemar la vegetación para cercar las presas. Esta técnica de caza, asociada con cambios
climáticos, exterminó grandes herbívoros como los mamuts, los perezosos gigantes, los
rinocerontes lanudos, etc.
El uso del fuego fue un factor muy importante para la formación de áreas de pastos (sabanas)
con un número reducido de árboles resistentes, como las acacias y mimosas. En Argentina,
resultado del uso del fuego como herramienta de caza, quedaron los pastizales pampeanos y
chaqueños.
los agricultores y pastores
Hace unos 12.000 años en algunas regiones del planeta comenzó la primera Revolución
Agrícola o Revolución del Neolítico. Aquí el hombre se inició en las tareas agrícolas, muy
probablemente hayan sido varios los factores, como la extinción de especies comestibles y los
cambios climáticos. La Revolución Neolítica supuso una selección de diversas especies
vegetales en las que se detectan algunas características beneficiosas: la rapidez de
crecimiento, el alto rendimiento, el gusto agradable, la falta de toxicidad. La domesticación de
animales fue simultánea a la de las especies vegetales y también fue guiada por ciertos
atributos como el rendimiento (en carne, leche, cuero y lana) y la docilidad. Ovejas, cabras y
cerdos fueron los primeros en ser domesticados, a excepción del perro, adoptado por los
cazadores como compañero de caza. Luego siguieron vacas y caballos, y llamas.
Mientras los cazadores-recolectores del Paleolítico tomaban lo que la naturaleza les ofrecía
espontáneamente, los agricultores del Neolítico obtenían su alimento interviniendo sobre la
naturaleza.
Aun cuando la Tierra y sus frutos eran sagrados para las sociedades de este período histórico,
lo cierto es que esa visión no pudo evitar que en esta época se iniciaran ciertos impactos
ambientales negativos que se fueron agudizando a lo largo de los siglos:
- Pérdida de biodiversidad: los agricultores con sus toscos arados y los pastores con el
pisoteo y el ramoneo de sus animales comenzaron a avanzar sobre la rica diversidad
natural. Así, la pluralidad de ecosistemas y paisajes fue dando paso al cultivo y cría de
no más de cincuenta especies de vegetales y animales en los que centramos nuestro
interés y que hoy son la fuente de nuestra alimentación.
- Reducción de la base alimentaria: en comparación con la amplísima gama de frutos,
animales, semillas, raíces, que los recolectores-cazadores consumían, las sociedades
de este período tenían un menú mucho más pobre que solía carecer de ciertos
nutrientes básicos y propició la aparición de algunas enfermedades como el kwashiorkor
(debido a la falta de proteínas), la ceguera y el beriberi (por falta de vitaminas A o B
respectivamente).
El Neolítico también tendrá profundo impacto en la organización social. Las tareas agrícolas
permitieron acopiar alimentos que disminuyeron los desplazamientos en su búsqueda, que
antes debían realizar los cazadores-recolectores. Solo siguieron trasladándose periódicamente
los agricultores de algunas zonas boscosas, que despejaban una pequeña área mediante la
tala y quema de los árboles, la cultivaban durante dos o tres años (hasta que los rendimientos
comenzaban a decrecer) y luego elegían otro lugar, donde realizaban la misma operatoria. De
esta forma la tierra no se agotaba. Este paso de la trashumancia al sedentarismo inició un lento
proceso de urbanización de las socie dades humanas, que aún hoy continúa. Con él los
hombres empezaron a sentirse como “naturales” de determinado lugar y se esbozará el sentido
de pertenencia a un territorio.
UN LARGO PROCESO DE DIVERSIFICACIÓN Y URBANIZACIÓN
La ciudad es una invención humana que comenzó a delinearse en el Neolítico. Primero las
aldeas, luego los poblados y finalmente las ciudades fueron ámbitos que propiciaron contactos
más fluidos y continuos, así como el intercambio de bienes y servicios. Todo ello enriqueció a
las sociedades humanas y favoreció el desarrollo de grandes civilizaciones. A medida que se
produjo este proceso de urbanización y las ciudades crecieron, se requirió de un nuevo tipo de
organización.
Las actividades de nuestra especie se hicieron más diversificadas y complejas gracias a
nuevos descubrimientos como la rueda, la palanca, la escritura y el manejo de nuevos
materiales, como los metales. Además de agricultores, hicieron su aparición artesanos de muy
variada índole (panaderos, albañiles, ceramistas, carpinteros), comerciantes, escribas,
curanderos, que producían artículos o prestaban algún tipo de servicio requerido por la
población. La mudanza del campo a la ciudad no solo produjo cambios en la organización
social y en los estilos de vida de las sociedades, sino que comenzaron a manifestarse una serie
se perturbaciones ambientales en forma cada vez más notoria.
La deforestación
Las ciudades comparten una clara avidez por diferentes materiales y energía que toman del
entorno aledaño, tuvieron necesidad de madera para construir casas, templos y barcos, para
cocinar y calefaccionar, para alimentar la industria metalúrgica, cerámica, vidriera y de ladrillos
e incluso para calentar el agua de los baños públicos del sofisticado Imperio Romano. La
superficie boscosa de nuestro planeta progresivamente empezará a retroceder frente a la
apetencia de madera de nuestra especie. La deforestación dejaría una de las primeras
advertencias a la humanidad sobre los riesgos de sobrepasar ciertos límites ecológicos
(SUMERIOS)
Quedó para la historia una dura lección: cuando una cultura ha traspasado los límites
ecológicos, los daños ambientales empiezan a presionar al sistema cultural para que cambie.
Cuando el sistema cultural no logra encontrar el camino para modificar sus conductas, su
destino puede ser la propia desaparición.
Lamentablemente no aprendimos la lección, pues las duras consecuencias sufridas por los
sumerios se volverían a repetir de diferentes maneras a lo largo de la historia. Los bosques han
sido la base de la prosperidad de muchos pueblos porque resultaban imprescindibles para
muchas actividades para las que no existían sustitutos, pero también la causa de su
decadencia cuando aquellos no supieron cuidarlos.
Otra causa de la disminución de los bosques fue el avance de la agricultura. En Europa,
gracias a nuevas técnicas de roturación del suelo y al uso de los animales de tiro, esa actividad
se intensificó y con ella la tala de bosques para obtener nuevas tierras de labranza, en el siglo
X ya son notables los efectos de la deforestación en varias zonas. También el pastoreo de
animales incidió en el proceso de deforestación en épocas muy lejanas. Las cabras de los
pastores griegos devoraban arbustos y trepaban a los árboles para comer sus hojas,
destruyendo los bosques.
Pero, así como hubo culturas que no hicieron un uso adecuado de los recursos naturales,
degradándolos o agotándolos hasta precipitar su propia caída, hubo otras que demostraron un
conocimiento y maestría en el manejo de los ecosistemas realmente notables, los incas.
LA GRAN RUPTURA: EL RENACIMIENTO
Llegamos a un punto de suma importancia en esta historia. Estamos hablando del
Renacimiento, un amplio movimiento cultural que se inicia en Italia en el siglo XIV y continúa en
los siglos XV y XVI. Durante este período comenzará a gestarse una percepción de la
naturaleza muy diferente a la que se había tenido en todas las etapas anteriores. El
Renacimiento simboliza la reactivación del conocimiento y el progreso, tras siglos de
predominio de la mentalidad dogmática de la Iglesia que había tenido una profunda influencia
en aspectos fundamentales de la vida de millones de personas, como por ejemplo su
educación.
El mundo se ensanchó en esta época. Los navegantes europeos se lanzan a investigarlo y
descubren que era algo así como un tercio más grande de lo que pensaban por sobre todas las
cosas, que existía un nuevo continente: América.
Los hallazgos científicos y técnicos, el descubrimiento de nuevas tierras y la fecundidad
artística de la época dieron confianza al hombre renacentista, que acrecentó su orgullo e
individualismo.
Esto supuso una modificación radical de la percepción europea de la naturaleza. Ya no era la
obra sagrada de Dios, sino un gigantesco mecanismo de relojería cuyas piezas y leyes de
funcionamiento debían ser estudiadas. El objetivo de ese conocimiento era lograr su dominio a
fin de explotarla para nuestro propio beneficio. El mundo había sido desencantado y la hora de
su explotación feroz había comenzado.
Cuando los conquistadores europeos llegaron a América su actitud contrastó notablemente con
la de esos pueblos. Los españoles fueron voraces extractores de metales preciosos, generando
una intensa contaminación en los alrededores de las minas por el polvo que se producía y el
mercurio empleado en la extracción de los metales. Miles de indígenas que fueron obligados a
trabajar en ellas sucumbieron intoxicados. Los españoles prefirieron introducir sus cultivos y
ganado, desdeñando los que existían en América. Esto provocó impactos ecológicos muy
importantes, como el crecimiento explosivo del ganado vacuno y equino que terminó en
muchos lugares con las pasturas naturales, o la invasión de flora exótica. Tampoco respetaron
el excelente andamiaje agrícola de pueblos como los incas: en muchos casos los forzaron a
abandonar o les destruyeron los cultivos en terraza y mataron a miles de llamas.

LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
La Revolución Industrial implicó una de las mayores transformaciones socioeconómicas,
tecnológicas y culturales de la historia de la humanidad. Se desarrolló con gran fuerza en el
siglo XVIII en Inglaterra, luego se extendió a Europa. Este supo encarnar el nuevo paradigma:
maximizar los beneficios económicos, obteniendo el mayor beneficio de la naturaleza en el
menor tiempo posible.
Para ello se desarrollaron instrumentos concretos como lo fueron las nuevas invenciones
tecnológicas: el motor a vapor, los telares mecánicos, el telégrafo y los ferrocarriles, que
hicieron posible la producción en serie de los más diversos productos y su traslado a los
lugares más alejados, iniciando un proceso de extracción masiva de recursos naturales para
satisfacer una demanda industrial en continua expansión.
La forma de percibir el entorno y de vivir cambió, profunda y aceleradamente, a partir de este
momento. Se inició un conjunto de transformaciones que irán perfilando al mundo tal cual hoy
lo conocemos:
- El proceso de urbanización se acentuó, las ciudades se convirtieron en un polo de
atracción para la gente del campo porque las incipientes industrias crearon numerosos
puestos de trabajo. Con el transcurso del tiempo serán el símbolo de la oportunidad de
empleo, de educación y de intercambio cultural, pero, al mismo tiempo, su
contaminación se irá haciendo más concentrada y peligrosa.
- Se empezó a utilizar en forma intensiva la energía, el carbón y posteriormente otros
combustibles fósiles como el petróleo y el gas natural, sustituyeron gradualmente a
fuentes de energía como la leña, la hidráulica, el animal y la humana.
El crecimiento demográfico se acelera: la paulatina mejora en los estándares de vida y los
descubrimientos científicos redujeron las tasas de mortalidad, por lo que a partir del siglo XVIII
comienza un proceso de crecimiento de la población mundial inédito, que continúa hasta
nuestros días.
- Se produce la división internacional del trabajo: cada ecosistema del mundo se orienta a
la producción de determinados elementos necesarios para el mercado internacional.
Así, la variedad agropecuaria irá siendo reemplazada por los monocultivos de
exportación y la ganadería intensiva, la explotación forestal para obtener maderas duras
reemplazará a las áreas boscosas naturales, la minería degradará el suelo para obtener
minerales estratégicos, etc.
- La naturaleza ya no será vista como un todo orgánico, sino que se la desmembrará
sistemáticamente por los análisis de las distintas especialidades científicas que se
reparten sus porciones.

La combinación de los factores anteriores fue aumentando la presión humana sobre los
ecosistemas. No solo por la extracción cada vez mayor de recursos naturales sino también por
la creciente cantidad y variedad de desechos que arrojamos a ellos. La enorme capacidad de
transformación de la realidad material de la ciencia y la tecnología y sus indudables éxitos en
resolver problemas de hambruna, acorralar enfermedades, achicar las distancias, mejorar
nuestras comunicaciones, etc. Les dieron a las sociedades que ingresaron a la Revolución
industrial una fe inquebrantable en ella. En todo este proceso se va gestando lo que llamamos
el Hombre tecnológico, caracterizado por su confianza en el progreso indefinido y en la
capacidad de la tecnología para resolver cualquier problema que surja del desarrollo industrial.
Varios sucesos han ido golpeando el ego de este hombre tecnológico y poniendo a prueba su
fe en la ciencia y la tecnología. Los espacios urbanos fueron los primeros en manifestar la
intensa contaminación que generaba el capitalismo industrializado. En contextos geográficos y
climáticos que la favorecían, la contaminación fue dejando una estela de enfermedad y muerte,
y los accidentes en los que estaban involucradas sustancias químicas comenzaron a ser cada
vez más frecuentes. Los hábitats naturales fueron cada vez más asediados por la búsqueda de
nuevas tierras agrícolas, el crecimiento urbano y la extracción de recursos.
Nuestra percepción de una naturaleza, siempre a nuestra disposición y capaz de recibir todos
los impactos humanos, comienza a cambiar. En 1962 se publica el libro Primavera Silenciosa,
donde se
denunciaban los efectos ambientales perjudiciales de los pesticidas, fundamentalmente del
DDT, en la fauna. Su nombre alude a la muerte de los pájaros por ingerir insectos y semillas
contaminados. Su trascendencia fue tal en el público, que está considerado uno de los
responsables de la aparición de los movimientos ecologistas e inició una discusión pública que
terminó con la prohibición del uso del DDT en Estados Unidos.
La carrera del hombre tiene límites y ellos están marcados por los límites propios de la
naturaleza. Por último, en los años sesenta surgen una variedad de movimientos sociales
contraculturales como el hipismo, los movimientos ecologistas, feministas, estudiantiles, por los
derechos civiles, que ponen en la picota los valores tradicionales y visibilizan los problemas
ambientales en los países desarrollados.
Todas estas vertientes terminaron de perfilar una crisis que no solo es ambiental, sino
civilizatoria. El modelo de desarrollo moderno pone de manifiesto una manera de ver la
naturaleza, de producir, de consumir y de relacionarnos entre los seres humanos que no solo
está dejando detrás a un planeta enfermo, sino a una parte de la humanidad viviendo en la
opulencia y, a la otra, en la miseria.

CAPITULO 2
UN PLANETA DE TODOS, UN MUNDO DE POCOS.
Uno de los debates más intensos que se ha dado en torno a la crisis ambiental planetaria está
referido a la cuestión de si los humanos somos demasiados como para que el planeta pueda
sostenernos. Frente a esta realidad existen diferentes posturas:
Primera postura: según la cual mientras la población crece a un ritmo geométrico (2, 4, 8, 16,
32...), los alimentos lo hacen a un ritmo aritmético (2, 4, 6, 8, 10...), es decir, en una forma
mucho más lenta. De manera que el control estricto de la natalidad es lo único que impedirá
una catástrofe pues es la superpoblación la que acicatea la pobreza y la degradación
ambiental.
Segunda postura: Sostiene que el problema básico no es el demográfico sino la injusta
distribución de los recursos, resultado de un sistema económico muy poco equitativo. Según
este argumento, hay suficientes recursos para alimentar a la población actual, por lo que las
hambrunas no son consecuencia de la superpoblación, sino de las desigualdades existentes
entre los países.
El modelo económico capitalista ha sido llevado por la globalización de los mercados a casi
todos
los rincones del planeta.
El modelo capitalista insta a un consumo exacerbado de todo tipo de bienes, no solo de
aquellos
necesarios, sino también de otros de dudosa utilidad cuya “necesidad” es creada por la
publicidad. La estrategia comercial se ha sofisticado de tal manera que convence a los
consumidores de que es necesario comprar lo que en realidad son simples consumos
superfluos y suele crear una profunda frustración en aquellos que no pueden acceder al
“festival de consumo” que se les propone.
El imperio del consumo Por Eduardo Galeano. AGREGAR
El consumismo de los países más desarrollados se sostiene con la extracción de una cantidad
de recursos naturales que provienen, no solo de sus propios territorios, sino de todo el mundo.
Esto ha causado el agotamiento o degradación de muchos de ellos y, además, genera una
enorme cantidad de desechos, que en muchos casos ha producido problemas de carácter
planetario, como el agujero de la capa de ozono o el cambio climático.
La “polución de la pobreza margina y degrada a los individuos, quienes no están en
condiciones de asumir compromiso alguno para evitar la destrucción ambiental.
Como podemos apreciar, ambos extremos –la escasez extrema o la ostentosa opulencia–
están
dañando a los sistemas naturales.
De manera que para evaluar el impacto ambiental de una sociedad, son varias las cuestiones a
tener en cuenta. No basta solo con considerar la cantidad de habitantes que posee, sino que
deben estimarse sus niveles de consumo y qué tipo de tecnología emplea. Un parámetro que
integra estos aspectos y nos da una idea aproximada del impacto ambiental de un país es la
llamada huella ecológica, que representa el área total requerida para el suministro regular de
todos los recursos biológicos necesarios para ese país. Para estimar esta demanda se unifican
todas las demandas de biorecursos en una unidad común denominada hectárea global (gha),
es decir, una hectárea hipotética que incluye la suma de todas las áreas de superficie del
mundo utilizadas para satisfacer las necesidades de productos biológicos de un país (región,
personas, actividades). Otro parámetro que se tiene en cuenta es la biocapacidad, es decir, la
capacidad de un área específica –biológicamente productiva– para generar un abastecimiento
regular de recursos renovables y de absorber los desechos resultantes de su consumo. De la
comparación de ambos valores se deduce que, si la huella ecológica es mayor que la
biocapacidad, se genera un “déficit ecológico”.
¿Cómo es posible tal exceso de consumo? Algunos países utilizan, además de los recursos
propios, los de otros territorios conocidos como “fantasmas” de los que importan una enorme
cantidad de bienes y también toman lo que pertenece al futuro, dejando ecosistemas
degradados para las generaciones futuras.

EL DESARROLLO SUSTENTABLE
Está claro que el crecimiento indefinido en un planeta con recursos finitos (que tienen un límite)
es un imposible. Pero también es indudable que existen millones de personas excluidas que
deben incrementar el consumo de recursos naturales para satisfacer sus necesidades básicas.
Entonces, ¿cómo salvar a las ballenas o los bosques, pero también a la gente que tiene
amenazada su propia subsistencia?
Para conciliar ambas cosas es indudable que los países desarrollados deben reducir su
desmedido consumo. Se ha propuesto un modelo de desarrollo alternativo conocido como
desarrollo sustentable (o sostenible). Fue formalizado por primera vez en 1987.
Se define como desarrollo sustentable a “aquel que satisface las necesidades humanas del
presente sin poner en riesgo la satisfacción de las de generaciones futuras”. Es decir que
somos
una especie de inquilinos planetarios, que debemos mantener la casa en buenas condiciones
para entregarla a los inquilinos que nos sucederán. Hemos redescubierto un concepto que
resultaba natural para muchos pueblos aborígenes americanos, como lo demuestra uno de sus
proverbios: “No heredamos la tierra de nuestros ancestros, la tomamos prestada de nuestros
hijos.”
Un desarrollo verdaderamente sustentable:
- Busca que los recursos sean explotados racionalmente de manera que le demos tiempo
a la naturaleza para auto regenerarse y depurarse
- Promueve la solidaridad intrageneracional, para que todas las sociedades actuales
puedan alcanzar una vida digna. Pero tampoco olvida la solidaridad intergeneracional o
diacrónica para que las generaciones futuras puedan satisfacer sus necesidades.
- Busca mejorar la calidad de vida de las personas, entendida ya no como una mera
acumulación de bienes materiales, sino como el derecho a vivir en un ambiente sano y
en condiciones democráticas que aseguren el respeto de los derechos humanos, la
participación ciudadana y el desarrollo del potencial que todo ser humano tiene.
- Está claramente orientado a lo local, buscando fortalecer los recursos humanos y
naturales de cada región, a fin de arraigar a las personas a su tierra y evitar el éxodo a
los grandes centros urbanos
- Valoriza los saberes tradicionales, alentando la diversidad cultural, y pondera el papel
de la cultura de los pueblos originarios y el de la mujer.
De manera que el desarrollo sustentable considera la integración armónica de las dimensiones
sociales, económicas y ambientales en un ámbito político democrático que promueva la
participación ciudadana.
El desarrollo sustentable es un concepto que nos marca el rumbo hacia el cual deberíamos
orientarnos como sociedad humana, aunque todavía es muy general y hasta ambiguo. Estamos
frente a una emergencia de larga duración para la que no existen soluciones fáciles: no hay
“diez maneras sencillas de salvar el planeta”, ni nada por el estilo.

También podría gustarte