Arqueología en Extremadura y Andalucía
Arqueología en Extremadura y Andalucía
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digital por cortesía del editor (Servicio de Publicaciones del Consejo Superior de Investigacio-
nes Científicas. Madrid) y de los herederos del autor, con la paginación original].
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© De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia
1Plin. III 14. Ptol. II 4, 10. Fue Municipium cesareo (M. I. Henderson, Iulius Caesar and Latium in Spain,
JRS 32, 1942, 6; Cfr. también CIL XIV 2.613: Municipium Concordia Iulia Nertobriga).
[-234→235-] lleva una ofrenda. A espaldas de Diónysos la pantera intenta subir por una escala a
una parra alta. Delante de Diónysos y el satyrillo se ve un Eros que desciende por otra escala de
otra parra y echa los racimos en una cesta. A su lado hay un templete que cobija la imagen de
Pan. Luego, hacia la izquierda, sigue otro Eros. Después otro más que parece descender también
de una viña alta. A mano derecha de la pantera, dos angelotes pisan la uva en una cuba cuadran-
gular. Luego sigue otro Eros alado junto a una pilastra coronada por una crátera.
En la faja tercera, que corre por bajo de la descrita, alternan vides altas, arborescentes, con
máscaras báquicas sobre pedestales. En total cuatro, dos de rostro lampiño y dos barbado. Cada
una de ellas lleva un tyrso con ínfulas.
Las otras dos zonas extremas (del borde y de la base) desarrollan unos roleos de pámpanos
con racimos que parten, las de arriba, de dos cráteras, y las de abajo de dos grandes hojas. El
borde superior y el inferior lo forma una decoración de hojitas. Las cuatro zonas van separadas
unas de orlas por globulillos o perlitas esféricas.
El tema principal, el de la zona segunda, es una variante más del tan corriente de la vendimia
(2), pero en su forma tardía, la del siglo III y primera mitad del IV. Sus paralelos, singularmente
en sarcófagos, son numerosísimos; sería locura pretender citarlos todos. Baste recordar para los
angelotes pisando la uva en el «lenós», el de Cagliari datable entre el 310 y el 320 (3); el del
Museo de Bonn (4), fechable entre el 250 y el 270; la tapa de Porto Torres, de hacia el 220 (5); el
de Oporto, que yo daté a mediados del siglo III (6); el de Santa Constanza, en el Vaticano; el de
Iunius Bassus, del 359; el del Laterano n. 181, etc. Para los niños trepando por la escala podrían
aducirse también numerosos paralelos, como el de Vila Franca de Xira, hoy en el Museo de
Belem (7), fechable hacia mediados del siglo III; el de San Lorenzo (8), de época severiana; y
más de cuya enumeración hacemos gracia al lector. Pero no hemos de dejar en el olvido el ya
aludido n. 181 del Museo de Lateranense por tratarse de una. pieza datable, probablemente,
hacia el 360. Ello aparte pinturas y sobre todo, mosaicos de los siglos III y IV, tanto paganos
como cristianos.
La franja tercera, la de las máscaras, tiene paralelos amplísimos que van desde los recipien-
tes argénteos augústeos y julio-claudios (9), que parecen haber sido los verdaderos prototipos
del modius de Fregenal, hasta los sarcófagos, como los de la catedral de Cagliari o el de Pisa
(Camposanto), ambos de fines del siglo III.
Tantos paralelos, lejos de aclarar el problema de su datación, lo complican. Hemos de recu-
rrir a pormenores más limitados para acercarnos a una cronología menos vaga. Estos son las
gráfilas de puntos y las hojas vueltas de su dos bordes, temas corrientes en pateras de Egipto del
siglo IV (10) y en otras obras similares de procedencia distinta o desconocida, como en la gran
bandeja del tesoro de Mildenhall, hoy en el British Museum (11).
Por su técnica se asemeja mucho en la aplicación de nielados y pasta vítrea al jarro (proba-
blemente de taller egipcio) que hoy guarda la colección de Dumbarton Oaks (12)» idéntico, a su
vez, a otro jarro del Louvre (13). Compárese con la copa argéntea del [-235→236-] Museo de
Alejandría, datada (14) en el siglo II y relacionada con los sarcófagos de Tarquinia, Treveris y
Constantinopla, a más del mosaico de Uthina.
El modius de Fregenal es un ejemplo más de la tendencia en época constantiniana a recordar
el arte de la época augústea, patente en otros monumentos de la misma época, sobre todo en los
retratos.
SÁTIRO EBRIO DE JEREZ DE LOS CABALLEROS (Badajoz) (fig. 5).—El Museo Arqueoló-
gico de Badajoz guarda aún inédita una pieza portante desde hace ya acaso veinticinco años.
Trátase del sátiro ebrio de nuestro figura 5. Es de mármol rosáceo y mide 1,77 m. de longitud,
0,62 de anchura y el relieve destaca del plano como unos 35 cm. La pieza se halla fraccionada
en cuatro grandes trozos que casan bien, aunque algunos fueron malamente unidos con cemento
y se han vuelto a desunir. Procede de Jerez de los Caballeros, al sur de la provincia de Badajoz,
en tierras que antiguamente fueron de la Baetica. Fue adquirida par la Comisión Provincial de
Monumentos y entregada al Museo en fecha que ignoramos, pero que hubo de ser anterior a
1939. Tiene el número 581 del Invent. Gral. En mi última visita se me dijo que había sido
hallada hacia el año 1928 ó 1930. Ello explicaría el silencio de Mélida en su Catálogo Monu-
mental de la Provincia de Badajoz, impreso en 1925.
Jerez de los Caballeros hubo de ser la antigua Seria Fama Iulia de Plin, III 14. Sus dos cog-
nómenes —pero sobre todo el de Iulia— son típicamente cesáreos, por lo que no parece impo-
sible haya sido una colonia latina de César (1).
1 Ver M. I. Henderson: Iulius Caesar and Latium in Spain JRS 32, 1942, 6 s.
2 P. von Bienkowski: Die Darstellungen der Gallier in der hellenistischen Kunst, Viena, 1908, 38 ss. fig.
50; K. Schumacher: Germanendarstellungen4, Maguncia, 1935, lám. 34 ss. Recuérdese también un bron-
cecito del British Museum publicado por G. M. A. Richter en The Sculpture of the Greeks, New York,
1950, 67 fig. 117. Véase también A. Ippel. Guss und Treibarbeit in Silber, 97 Winckelmannsprogramm.
Berlín, 1937.
sobre el suelo sin más comodidades que un, aún henchido, pellejo de vino sobre el cual cuelga
(más que descansa) su cabeza. Nuestra pieza, como la de Zaragoza, no es pues, un gigante, sino
una versión humorística y paralela de los tipos creados por las gigantomaquias, amazonomaquias
o persomaquias helenísticas de los que los escultores coetáneosderivaron la actitud general, mas
con otro significado. El gigante, la amazona o el persa, yacentes y muertos de las grandes epope-
yas míticas de Grecia, fueron replicados en el tema dionisíaco y convertidos en sátiros incontinen-
tes e incontenidos que, derrumbados por la embriaguez, duermen peladamente su embotamiento y
saturación en una laxitud física muy semejante a la de la muerte. Es también la misma actitud con
que se solía representar a Sueno ebrio y, al fin de cuentas, la que, con más dignidad y comedi-
miento, solían adoptar figuras como la de Ariadne dormida o ninfas en siesta o bacantes fatigadas
en reposo. Personajes todos —y ello no es pura casualidad, ciertamente— del thiasos báquico. El
parentesco del fauno de Zaragoza (hoy en su Museo) con otros (por ejemplo, Reinach, Sculp. I
404, número 1698; 409, número 1722) es evidente pues proceden de un mismo prototipo helenísti-
co. El sátiro ebrio de Jerez de los Caballeros es escultura algo ruda y muy inferior a la de Zarago-
za. Su anatomía está poco cuidada y más parece un relieve que una escultura de bulto. En su labra-
do no ha habido ayuda de trépano, al menos ostensiblemente. Nada de ello es bastante para inten-
tar darle una data precisa u orientadora. No cabe decir sino que ha de ser de época imperial y que
acaso cupiera pensar en el siglo I de la Era, pero todo ello con las naturales reservas.
(1). Nuestra pieza mide de diámetro entre 120 y 125 mm. De su origen sólo sabemos que fue
adquirida hacia 1952-53 como procedente de Mérida, donde apareció cerca de un viejo molino a
orillas del Guadiana.
Estos discos son relativamente abundantes en todo el mundo romano. En la Península han
surgido varios ejemplares más. Aunque algunos sirvieron para decorar vasos cerámicos (2), en
su mayoría son moldes de pastelero destinados a ornar con ellos panes o tortas especialmente
hechas para ser consumidas en fiestas familiares (aniversarios, felicitaciones, victorias electora-
les, obtención de alguna magistratura local, bodas, nacimientos), religiosas e incluso oficiales
(consagración de algún templo, conmemoración, de acontecimientos importantes) (3). Los
ejemplares españoles más valiosos son los del Museo de Córdoba, que suman una veintena,
algunos con inscripciones (4).
ESTELA EMERITENSE DE AFRANIA (fig. 7).—Es del tipo corriente en Mérida (1). Mármol
Ancho en la base, 48 cm. Fue hallada casualmente en el derribo de una pared de la actual en-
trada a la Alcazaba, en 1954, por el señor García Gil, que la llevó a los porches [-238→239-] de la
huerta de la misma Alcazaba, donde hay trozos de dos estelas más del mismo tipo. Se le restauró
el ángulo izquierdo, que va rayado en nuestra figura. La inscripción dice en letras actuarias:
1 Para el tema de las cuatro estaciones ver: Hanfmann op. laud., cap. VI y ss. Recientemente también: Fr.
Matz, Ein römisches Meisterwerk der Jahreszeitensarkophag Badminton-New York, 19 Ergänzungsheft
del JAI, Berlin, 1958.
2 Dechelette: Les vases céramiques ornés de la Gaule Romaine, París, 1904, II 235 y ss. G. Mestwerdt:
Röm. Germanisches Korrespondenzblatt, 1, 1908, 14 ss.
3 Recordemos los de Ostia (unos 400 discos), publicados por Pasqui, Not. Sc., 1906, 357 ss. Véanse tam-
bién el trabajo do Drexel, Crustulum et mulsum, Röm. Germ. Korrespondenzblatt, 9, 1916, 17 ss.; De-
onna, Anzeiger für Schweitz. Altertumsk. Nueva serie, 21, 1919, 87 ss. Pero principalmente Alföldi, Ton-
model und Reliefmeidaillons aus den Donaulander, Dissert. Pann. II núm. 10, 1938, 312 ss.
4 Samuel F. de los Santos Gallego: Moldes de barro romanos, Actas y Mem. Soc. Antrop. Etnol. y Preh.,
24, 1949, 62 ss.
1 Véase mi libro Esculturas romanas de España y Portugal, Madrid, 1949, concretamente los números
289, 290 y 291.
DMSAFRANIAP OLLONI
A N N. L X V R S I A I L A N A
m A R I T O. B E N E M E R I T O
H.S.E.S.T.T.L
Representaba el busto hasta media cintura del difunto, que tienen en la mano izquierda un
rollo (o un pájaro?) y la derecha sobre el pecho. A ambos lados de la hornacina columnas estria-
das con baquetas de relleno en su tercio inferior. Falta toda la parte superior de la estela. Parece
ser de mediados del siglo II.
[-240→241-] conocer esta importante pieza gracias a la generosidad, y con el permiso, del señor
García Gil.
Recuerda muy de cerca los motivos animales de los relieves de Chellas, en el Museo de Car-
mo, en Lisboa. Pero no tanto los de San Pedro de Nave y Quintanilla de las Viñas, con los que,
empero, no cabe negar también ciertas relaciones. Nuestra pieza podría datarse con las de Lis-
boa, es decir, hacia mediados del siglo VII (1).
B) También debemos a la amabilidad del señor García Gil las fotografías y noticias referen-
tes a ln pilastra de nuestras figuras 11 a 14. La hermosa y bellísima pieza en mármol azuloso y
de una longitud de 2,32 m., fue hallada casualmente por don Tomás Sanchís Carrillo, en la capi-
lla de la Piedad de Mérida, capilla hoy cerrada y en restauración. Apareció sirviendo de dintel
en la puerta de la sacristía. Estaba enlucida y recibida con cal. Es interesante subrayar que el
lugar del hallazgo dista sólo 100 metros de la Alcazaba. El hallazgo advino en noviembre de
1957. El señor García Gil se hizo cargo de ella y la depositó en el porche interior de la Alcaza-
ba. Sus temas principales son simples combinaciones de cuadrados semejantes a los enrejados
de antepechos y canceles, como los conservados en el Museo de la misma Mérida. El Museo de
Badajoz tiene otra pilastra con un tema igual en una de sus caras. Parece ser que la que ahora
nos ocupa hubo de formar parte del mismo edificio, suntuoso y espléndido, de donde proceden
sin duda los pilares hermanos del aljibe de la Alcazaba o Conventual emeritense. Esto nos da
pie para mostrar otras dos magníficas piezas.
C) Guárdanse también en el museíto al aire libre que, sin propósito especial, se va formando
en el encantador porche interior de la Alcazaba. Las dos (figs. 15 y 16) son iguales en su orna-
mentación. Fáltanles el capitel y algo más. Lo conservado mide en una 1,60 y en otra 1,80. Los
motivos ornamentales que animan bellamente sus tres caras hállanse ya en otras piezas herma-
nas de la misma localidad, aunque en diversas asociaciones. Las piezas parece ser que fueron
sacadas de la Alcazaba en tiempos de las excavaciones del señor Serra Ráfols, hacia 1948 o
1949, Formaban parte de la bóveda del aljibe.
1 Véase recientemente F. de Almeida: «Pedras visigodas de Lisboa», RevGuim. 68, 1958, 117 ss.
1 La pieza fue dada a conocer recientemente en una Guía de Mérida por M. Almagro, Mérida, 1957, 114.
2 Véase a este respecto mi libro Esculturas romanas de España y Portugal, Madrid, 1949, números 278 y
ss. láms. 233 ss. Aquí mismo publicamos en la figura 7 otro ejemplar más.
3 Lutatius -a, es nomen más bien raro en la Península, donde el CIL sólo registra cinco o seis casos, uno
de ellos dudoso, de Mérida precisamente, les demás de la Tarraconensis y uno de la Baetica. Del
cognomen Lupata sólo se registra un caso próximo, el de Lupatus, también de Mérida (CIL II 525). (El
Lupatus CIL II 4.969, 32 se dice de fuera de España.) Abundan empero los Lupus y Lupa. ¿Habría que
pensar quizá en una raíz indígena? (Vide Palomar: La onomástica personal prelatina de la antigua
Lusitania. Salamanca, 1957, 80.) Severa (Severus) es cognomen muy frecuente en La Península.
La niña está representada tocando un instrumento de cuerdas del tipo llamado pandura y
pandurium (gr. πανδούριον), de donde se derivaron en la Edad Media no solo las formas, sino
también los nombres de la pandurina, bandurria, bandola, bandolón, pandero, mandola, mando-
lina, etc. El laúd y la guitarra son también de la misma familia, aunque esta última recibió su
nombre de la kythara griega, a cuya [-242→243-] estirpe pertenecen los panduria (4). El instru-
mento está aquí perfectamente representado: consta de una caja de forma acorazonada, un largo
y grueso mástil y un clavijero. Parece tener sólo cuatro cuerdas, aunque esto en monumentos de
esta clase no es determinante. La niña lo toca a la manera con que hoy se taña una guitarra o ban-
durria e inclina la cabeza ligeramente, como escuchando abstraída los suaves matices melódicos
que sus dedos van arrancando a las cuerdas. Su mirar vago y soñador parece seguir tras las ondas
armónicas que se pierden en el vacío. Una tenue sonrisa nos dice el encanto en que se halla sumi-
do el delicado, el sensible espíritu de Lutatia. Aunque el escultor no es excepcional ha sabido des-
asirse aquí de la rutina de su labor para llegar a crear una verdadera obra de arte; a expresar en
mármol algo muy cercano a lo que con pinceles llegaron a recoger y fijar siglos después un Botti-
celli o un Leonardo. La misma suave manera de esculpir, la misma buscada y consciente ligereza
en la labra, que ha evitado toda incisión hiriente entregándose de lleno al juego vaporoso de claros
y oscuros, acompañan a maravilla y subrayan la dulce expresión de Lutatia. Si a todo ello se añade
que la obra ha llegado a nosotros intacta, sin un solo rasguño, se comprenderá que me atreva a te-
nerla como una de las piezas antológicos de la escultura romana de España.
Lutatia Severa fue, probablemente, su maestra.
Esta le enseñaría lo que entonces era básico en un
espíritu bien formado: gramática, rhetorica en todos
sus aspectos, métrica y música (5). Para representar a
la bella y tierna Lutatia Lupata se prefirió el laúd al
volumen, porque tal vez destacase en el tañir, pero
también, quizás, porque la música tenía un valor
simbólico funerario muy propio (6).
4 Para este instrumento véase H. J. W. Tillard, Instrumental Music in the Roman Age, JHS 27, 1907, 163
ss.; y más recientemente Fr. Behn: Musikleben im Altertum und Frühen Mittetalter, Stuttgart, 1954, 94 s.,
con bibliografía. El instrumento se tiene como oriundo de Assyria o de Egipto, pero no aparece en e
mundo clásico hasta el siglo IV a. de J. C. En los sarcófagos romanos lo vemos alguna vez, como, p. e.,
en los del British Museum, Museo de Nápoles, Laterano, Arlés (Mus. Lapidaire) y Cerdeña.
5 Cfr. Quint. 1 4, 4, tum neque citra musicen grammatice potest esse perfecta, cum ei de metris rhythmis-
que dicendum est. Véase también Sen. ep. 88, 3.
6 Ver a este respecto Fr. Cumont: Recherches sur le symbolisme funéraire des Romains, París, 1943, 149,
169 y cap. IV. Véase también del mismo: Lux Perpetua, París, 1949, 8 y 255.
1 El torso desnudo con clámide, el ara famosa de Guadix (antigua Acci), con la dedicatoria isiaca. (Ambos
estudiados recientemente por mí en Esculturas Romanas de España y Portugal, Madrid, 1949. números
205 y 397, respectivamente) y la parte inferior de una estatua de Bacchos, o tal vez Apollo, publicada
obtenidas por mí gracias a la amabilidad de don Juan Laffita y doña C. Fernández Chicarro, di-
rector y secretaria, respectivamente, del Museo [-243→244-] Arqueológico de Sevilla. Todas
estas piezas ingresaron en el Museo el 23 de noviembre de 1933 (2). La pieza es de mármol
blanco y mide de alto 36 cm. Fue utilizada como maceta y por ello ahuecada en su núcleo y per-
forada en su base para dejar salir el agua. Su procedencia se desconoce, pero dado el estado en
que ha llegado a nosotros, sin restauraciones ni repasos, es muy posible sea hallazgo español,
probablemente de Italica, donde la aparición de una pieza así no desdice en absoluto de los
demás hallazgos, siempre de excelente calidad como es sabido. Estaba muy sucia de moho. Hoy
ha sido cuidadosamente limpiada en el Museo y nuestras fotografías, tomadas tras su limpieza,
son más claras que las precedentes por tal motivo. Conviene advertir que es ahora cuando se pu-
blican sus seis lados, pues hasta el presente sólo se había dado a conocer uno (3).
Su bibliografía es muy breve. Creo que fue dado a conocer por mí en una obrita de estudian-
te: Arquitectura Romana de España, Madrid, 1929, lámina 5 A. Después lo volví a estudiar con
más detenimiento en mi obra Esculturas Romanas de España y Portugal, antes citada, núm.
414, lám. 295. Últimamente la señorita Fernández Chicarro rindió cuenta de su ingreso en el
Museo en MMAP, 14, 1953, 60-70, dando de él una reproducción en la figura 45.
No merece la pena volver a describirlo ni dar sus paralelos más obvios. Una y otra cosa hice
ya en mi libro citado. Y, aunque podrían ciertamente aducirse más concomitancias, ello no haría
variar su clasificación dentro de las tradiciones neoáticas, ni tampoco modificar en lo esencial
su vaga adscripción cronológica al siglo I y aun más al II de la Era, ya propuesta en mi estudio
anterior. Abogan también por ella las lengüetas de su ábaco, tema corriente en los entablamen-
tos del siglo I (4). Sin embargo, precisando algo más sobre sus figuras y su composición, cabría
añadir que se trata de las tres Horai combinadas con las representaciones alegóricas de las épo-
cas fecundas del año por sendos Erotes o amorcillos. Pero no de las cuatro estaciones normales,
sino de sólo las tres esencialmente frugíferas. Es decir: la Primavera (Ver), el Verano (Aestas) y
el Otoño (Autumnus), con exclusión de Invierno (Hiems), por ser período éste en el que la tierra
no da frutos. Los Erotes, concordando con las Horai, son, pues, sólo tres y cada uno lleva consi-
go los atributos de la estación fértil que representan.
Respecto a su composición adviértase que las Horai y los Erotes forman sendas series inde-
pendientes. El escultor alternó sus figuras sin reparar en que los pequeños Amorcillos resultaban
del mismo tamaño que las ya adultas muchachas, símbolo de las Horas. Esta discrepancia, este
error, es muy propio del modo de componer de los adaptadores neoáticos, que tomaban sus mo-
delos de uno u otro repertorio sin parar en diferencias de cánones y estilo. A. propósito del esti-
lo, adviértase que nuestro escultor, mientras para concebir las figuras de las Horai siguió en sus
formas y gestos (andar de puntillas, plegado de paños, movimientos automáticos, rígidos o an-
guloso de brazos y piernas, etc.) gustos arcaísticos, los Amorcillos traducen en su naturalidad
soltura de movimientos y gracia expresiva, el sentimiento helenístico de que proceden y el arte
franco y sincero que supo comprender, como ningún otro hasta el Renacimiento italiano, el so-
berano encanto y la. gracia tierna del desnudo infantil.
hace años por los señores Gómez Moreno y J. Pijoan, Materiales de Arqueología Española, Madrid,
1912, número 8.
2 MMAP en lugar luego citado.
3 Una comparación entre las figuras 18 y 24 muestra lo mucho que ha sufrido esta bellísima pieza en el
corlo espacio de un cuarto de siglo.
4 Cfr. F. Toebelmann: Römische Gebälke, Heidelberg, 1923. Véase también m articulo en AEAra 24,
1951, 124 ss.
que últimamente di una mala imagen (la única posible entonces) con ocasión de estudiar las dos
piezas similares de Gador (1). Ya advertimos entonces que tenía mal restaurada la mano izquier-
da. Ahora, al exponerla convenientemente, se ha tenido el buen acuerdo de quitar la falsa restau-
ración. Ofrecemos aquí en las figuras 26 a 28 las fotografías qué de la pieza logramos gracias a
las facilidades dadas por el conservador de la colección don J. González Moreno. Pueden servir
de complemento gráfico a mi trabajo citado. Su altura total es de 86 cm.
[-244→Láminas-]