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[Publicado previamente en: Archivo Español de Arqueología 30, n.º 96, 1957, 233-244.

Versión
digital por cortesía del editor (Servicio de Publicaciones del Consejo Superior de Investigacio-
nes Científicas. Madrid) y de los herederos del autor, con la paginación original].
© Herederos de Antonio García y Bellido
© De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia

Viaje arqueológico por Extremadura y Andalucía


Antonio García y Bellido
[-233→]
Extremadura y Andalucía guardan siempre sorpresas y novedades de interés para el arqueólogo
por breves que sean los intervalos de sus visitas. Ahora ofrezco unas cuantas notas producto de
mis últimos viajes, en general referentes a objetos inéditos o virtualmente desconocidos, ya por el
recóndito lugar de su publicación, ya por lo somero del estudio a que dieron origen, ya por la
insuficiencia gráfica con que fueron publica-dos. Casi todas son piezas romanas, algunas cristiano-
romanas o visigodas, pero en su totalidad de interés y en algunos casos de importancia.
De entre los frutos de nuestro ultimo viaje hemos tenido que apartar para lugar especial el ja-
rrón broncíneo de la colección que en Badajoz ha sabido formar don Fernando Calzadilla, pieza
que comienza ya a aclarar aspectos de la cultura indígena antes sumamente nebulosos. Remiti-
mos al lector a las páginas de este mismo número de Archivo Español de Arqueología, donde se
da a conocer y se estudia tan extraordinario objeto.
MODIUS DE FREGENAL DE LA SIERRA (figuras 1 a 4).—Bronce fundido. Por el interior es
liso, pero no porque tenga chapa o forro, sino porque está fundido en una pieza. El fondo fue
aparte. Se va haciendo más grueso conforme se acerca a la base. El grosor del borde de la boca
es de sólo un milímetro. Parte de las hojas y otros pormenores fueron recubiertos de plata, que
aún se conserva en ciertos lugares. El resto debió de ir dorado, pero de ello no han quedado
testimonios. Pátina verde oscura, casi negra, con zonas rojas cobrizas. Tiene manchas de óxido
verde claro en forma de rodetes irregulares. Mide de alto 13,5 era. Su forma es la de un cubilete
de dados. La boca mide 13 cm. de diámetro y la base 11,3 cm. En el tercio inferior alcanza su
mayor estrechez. Ha perdido el fondo. Pesa actualmente 581 gr. y su capacidad equivale a 1,620
litro, lo que hace en medida romana exactamente tres sextarii (cada sexiarius es 0,54 1.), o la
mitad de un congius (=3,25 L).
Fue hallado en 1868 en Fregenal de la Sierra, en el sitio llamado Ruinas de Valera o Valera
la Vieja, emplazamiento de la antigua Nertobriga Concordia Iulia, al S. de la provincia de Ba-
dajoz (1). Con él aparecieron otros varios: «cinco o seis de la misma forma, según noticia que
del hallazgo dio la persona que donó éste al Museo. A pesar de las gestiones hechas por la Co-
misión de Monumentos, no hubo posibilidad de adquirirlos. Uno había sido destruido por los
trabajadores que los encontraron y de otro no pudo averiguarse cuál fuera su paradero» (T. Ro-
mero de Castilla luego citado). El conservado pasó al Museo Arqueológico de Badajoz por do-
nación de don Luis de Velasco, Marqués de Riocavado, antes de 1896, fecha del Inventario de
Romero de Castilla.
Es pieza ya publicada pero no estudiada con el detenimiento que merece. Fue incluida (sin
ilustración gráfica) en el Inventario de los objetos recogidos en el Museo Arqueológico de la
Comisión Provincial de Monumentos de Badajoz, Badajoz, 1896, 79, número 36; la dio a cono-
cer gráficamente J. R. Mélida: Cat. Mon. Badajoz, Madrid, 1925, I. 400, número 1.612; luego J.
Álvarez Sáez de Buruaga la comentó en Mundo ilustrado, Madrid, año 30, núm. 98 (octubre de
1951). El desarrollo de nuestra figura 4 ha sido hecho por mí ante el original y sobre fotografías

1Plin. III 14. Ptol. II 4, 10. Fue Municipium cesareo (M. I. Henderson, Iulius Caesar and Latium in Spain,
JRS 32, 1942, 6; Cfr. también CIL XIV 2.613: Municipium Concordia Iulia Nertobriga).

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2 Antonio García y Bellido: Viaje arqueológico por Extremadura y Andalucía

y calcos parciales. La proyección cilíndrica ha deformado ligeramente en el dibujo la zona


segunda y, sobre todo, la tercera. Consta de cuatro fajas o zonas, la segunda más
ancha que las demás. En esta última se desarrolla un tema báquico protagonizado por
amorcillos vendimiadores y presidido por Diónysos sentado, al que un satyrillo le [-233→234-]

[-234→235-] lleva una ofrenda. A espaldas de Diónysos la pantera intenta subir por una escala a
una parra alta. Delante de Diónysos y el satyrillo se ve un Eros que desciende por otra escala de
otra parra y echa los racimos en una cesta. A su lado hay un templete que cobija la imagen de
Pan. Luego, hacia la izquierda, sigue otro Eros. Después otro más que parece descender también

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de una viña alta. A mano derecha de la pantera, dos angelotes pisan la uva en una cuba cuadran-
gular. Luego sigue otro Eros alado junto a una pilastra coronada por una crátera.
En la faja tercera, que corre por bajo de la descrita, alternan vides altas, arborescentes, con
máscaras báquicas sobre pedestales. En total cuatro, dos de rostro lampiño y dos barbado. Cada
una de ellas lleva un tyrso con ínfulas.
Las otras dos zonas extremas (del borde y de la base) desarrollan unos roleos de pámpanos
con racimos que parten, las de arriba, de dos cráteras, y las de abajo de dos grandes hojas. El
borde superior y el inferior lo forma una decoración de hojitas. Las cuatro zonas van separadas
unas de orlas por globulillos o perlitas esféricas.
El tema principal, el de la zona segunda, es una variante más del tan corriente de la vendimia
(2), pero en su forma tardía, la del siglo III y primera mitad del IV. Sus paralelos, singularmente
en sarcófagos, son numerosísimos; sería locura pretender citarlos todos. Baste recordar para los
angelotes pisando la uva en el «lenós», el de Cagliari datable entre el 310 y el 320 (3); el del
Museo de Bonn (4), fechable entre el 250 y el 270; la tapa de Porto Torres, de hacia el 220 (5); el
de Oporto, que yo daté a mediados del siglo III (6); el de Santa Constanza, en el Vaticano; el de
Iunius Bassus, del 359; el del Laterano n. 181, etc. Para los niños trepando por la escala podrían
aducirse también numerosos paralelos, como el de Vila Franca de Xira, hoy en el Museo de
Belem (7), fechable hacia mediados del siglo III; el de San Lorenzo (8), de época severiana; y
más de cuya enumeración hacemos gracia al lector. Pero no hemos de dejar en el olvido el ya
aludido n. 181 del Museo de Lateranense por tratarse de una. pieza datable, probablemente,
hacia el 360. Ello aparte pinturas y sobre todo, mosaicos de los siglos III y IV, tanto paganos
como cristianos.
La franja tercera, la de las máscaras, tiene paralelos amplísimos que van desde los recipien-
tes argénteos augústeos y julio-claudios (9), que parecen haber sido los verdaderos prototipos
del modius de Fregenal, hasta los sarcófagos, como los de la catedral de Cagliari o el de Pisa
(Camposanto), ambos de fines del siglo III.
Tantos paralelos, lejos de aclarar el problema de su datación, lo complican. Hemos de recu-
rrir a pormenores más limitados para acercarnos a una cronología menos vaga. Estos son las
gráfilas de puntos y las hojas vueltas de su dos bordes, temas corrientes en pateras de Egipto del
siglo IV (10) y en otras obras similares de procedencia distinta o desconocida, como en la gran
bandeja del tesoro de Mildenhall, hoy en el British Museum (11).
Por su técnica se asemeja mucho en la aplicación de nielados y pasta vítrea al jarro (proba-
blemente de taller egipcio) que hoy guarda la colección de Dumbarton Oaks (12)» idéntico, a su
vez, a otro jarro del Louvre (13). Compárese con la copa argéntea del [-235→236-] Museo de

2 Cfr. las escenas de amorcillos de la Casa de los Vettii de Pompeya.


3 Hanfmann: The Sanson Sarcophagus in Dumbarton Oaks, Cambridge Mass. 1951, II 179 núm. 945
figura 66; G. Pesce: Sarcofagi romani de Sardegna, Roma, 1957, lám. 1.
4 Hanfmann, ut supra, II 476 núm. 470 fig. 45.
5 G. Pesce, ut supra, 105 núm. 59 fig. 121.
6 Esculturas romanas de España y Portugal, Madrid, 1949, núm. 270 lám. 217. Hanfmann, loc. cit. II 176
núm. 51 fig. 51 lo supone de hacia el 280.
7 Véase mi Esculturas Romanas de España y Portugal, núm. 269 lám. 213.
8 G. Rodenwaldt, Der Klinensarkophag von San Lorenzo, JAI 45, 1930, 116 ss.
9 Tesoros de Hildesheim, Boscoreale, Berthouville, Pompeya, Arras, Bavay, Opztropatka, etc.
10 H. Schlunk: Kunst der Spätantike in Mittelmeerraum. Berlin, 1939, lám. 28.
11 J. W. Brailsford: The Mildenhall Treasure, Londres, 1947, lám 1. Véase también T. Dohrn, Spätantikes
Silber aus Britannien, Mitteilungen des Deutschen Arch. Instituts, 2, 1949, 67 ss.
12 G. M. A. Richter: Catalogue of Greek and Roman Antiquities in the Dumbarton Oaks collection, Har-
vard Univ. Press Cambridge, Mass. 1956 lám. 17.
13 De Ridder: Catal. Bronzes, II núm. 2.765,, lámina 99. Reproducido también por Richter, en el citado
catálogo junto al ejemplar catalogado. Richter, alude a otro ejemplar más oriundo de Egipto, publicado
por Rubensohn en el Arch. Anz. 1905, 69, figura 4.

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Alejandría, datada (14) en el siglo II y relacionada con los sarcófagos de Tarquinia, Treveris y
Constantinopla, a más del mosaico de Uthina.
El modius de Fregenal es un ejemplo más de la tendencia en época constantiniana a recordar
el arte de la época augústea, patente en otros monumentos de la misma época, sobre todo en los
retratos.
SÁTIRO EBRIO DE JEREZ DE LOS CABALLEROS (Badajoz) (fig. 5).—El Museo Arqueoló-
gico de Badajoz guarda aún inédita una pieza portante desde hace ya acaso veinticinco años.
Trátase del sátiro ebrio de nuestro figura 5. Es de mármol rosáceo y mide 1,77 m. de longitud,
0,62 de anchura y el relieve destaca del plano como unos 35 cm. La pieza se halla fraccionada
en cuatro grandes trozos que casan bien, aunque algunos fueron malamente unidos con cemento
y se han vuelto a desunir. Procede de Jerez de los Caballeros, al sur de la provincia de Badajoz,
en tierras que antiguamente fueron de la Baetica. Fue adquirida par la Comisión Provincial de
Monumentos y entregada al Museo en fecha que ignoramos, pero que hubo de ser anterior a
1939. Tiene el número 581 del Invent. Gral. En mi última visita se me dijo que había sido
hallada hacia el año 1928 ó 1930. Ello explicaría el silencio de Mélida en su Catálogo Monu-
mental de la Provincia de Badajoz, impreso en 1925.
Jerez de los Caballeros hubo de ser la antigua Seria Fama Iulia de Plin, III 14. Sus dos cog-
nómenes —pero sobre todo el de Iulia— son típicamente cesáreos, por lo que no parece impo-
sible haya sido una colonia latina de César (1).

Representa a un sátiro desnudo, ebrio y yacente. Su cabeza ha llegado sumamente dañada. Se


han perdido las facciones. El pelo, largo y alborotado, se derrama desordenadamente en abanico
por el suelo. La oreja, puntiaguda del lado derecho, visible en nuestra ilustración, denuncia su
carácter faunesco, despejando la duda de su identificación, ya que el aspecto general induce, en
el primer momento, a creerlo un gigante muerto según prototipos de todos conocidos, pues es
evidente que se halla en la línea general de las piezas de Venecia y Nápoles.
Sin embargo, no coincide con ellas ni con las réplicas y variantes de bárbaros caídos, tan fre-
cuentes en bronces (2). Sus parentescos son otros, como corresponde a su significado. Ello se acla-
rará más si recordamos la figura yacente no ha mucho descubierta en una villa romana de Zarago-
za (Caesar Augusta) y publicada por A. Beltrán en esta misma Revista (23, 1950, 502 ss.
[-236→237-] figuras 8-10). Trátase de un sátiro desnudo que duerme profundamente su beodez

14 A. Adriani: Le gobelet en argent du M. d'Alexandrie, sin lugar, 1939.

1 Ver M. I. Henderson: Iulius Caesar and Latium in Spain JRS 32, 1942, 6 s.
2 P. von Bienkowski: Die Darstellungen der Gallier in der hellenistischen Kunst, Viena, 1908, 38 ss. fig.
50; K. Schumacher: Germanendarstellungen4, Maguncia, 1935, lám. 34 ss. Recuérdese también un bron-
cecito del British Museum publicado por G. M. A. Richter en The Sculpture of the Greeks, New York,
1950, 67 fig. 117. Véase también A. Ippel. Guss und Treibarbeit in Silber, 97 Winckelmannsprogramm.
Berlín, 1937.

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sobre el suelo sin más comodidades que un, aún henchido, pellejo de vino sobre el cual cuelga
(más que descansa) su cabeza. Nuestra pieza, como la de Zaragoza, no es pues, un gigante, sino
una versión humorística y paralela de los tipos creados por las gigantomaquias, amazonomaquias
o persomaquias helenísticas de los que los escultores coetáneosderivaron la actitud general, mas
con otro significado. El gigante, la amazona o el persa, yacentes y muertos de las grandes epope-
yas míticas de Grecia, fueron replicados en el tema dionisíaco y convertidos en sátiros incontinen-
tes e incontenidos que, derrumbados por la embriaguez, duermen peladamente su embotamiento y
saturación en una laxitud física muy semejante a la de la muerte. Es también la misma actitud con
que se solía representar a Sueno ebrio y, al fin de cuentas, la que, con más dignidad y comedi-
miento, solían adoptar figuras como la de Ariadne dormida o ninfas en siesta o bacantes fatigadas
en reposo. Personajes todos —y ello no es pura casualidad, ciertamente— del thiasos báquico. El
parentesco del fauno de Zaragoza (hoy en su Museo) con otros (por ejemplo, Reinach, Sculp. I
404, número 1698; 409, número 1722) es evidente pues proceden de un mismo prototipo helenísti-
co. El sátiro ebrio de Jerez de los Caballeros es escultura algo ruda y muy inferior a la de Zarago-
za. Su anatomía está poco cuidada y más parece un relieve que una escultura de bulto. En su labra-
do no ha habido ayuda de trépano, al menos ostensiblemente. Nada de ello es bastante para inten-
tar darle una data precisa u orientadora. No cabe decir sino que ha de ser de época imperial y que
acaso cupiera pensar en el siglo I de la Era, pero todo ello con las naturales reservas.

SELLO DE PANADERO (fig. 6).—La colección de don Fernando Calzadilla, en Badajoz, de la


cual ya hemos publicado varias piezas [-237→238-] importantes en esta Revista, algunas de ellas
en el número que el lector tiene en su mano, posee una pieza interesante, circular, de barro, con
figuras en hueco; es decir, un molde negativo para obtener por impresión su positivo. De éste
procede la figura adjunta. Representa cuatro bustos infantiles simbolizando las cuatro estacio-
nes, según sus atributos corrientes: Hiems, cubierto, con los ánades y la caña; Ver, con la cesta
de frutos; Aestas, con el haz de espigas, y Autumnus, con la canasta llena de racimos y una vid

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(1). Nuestra pieza mide de diámetro entre 120 y 125 mm. De su origen sólo sabemos que fue
adquirida hacia 1952-53 como procedente de Mérida, donde apareció cerca de un viejo molino a
orillas del Guadiana.
Estos discos son relativamente abundantes en todo el mundo romano. En la Península han
surgido varios ejemplares más. Aunque algunos sirvieron para decorar vasos cerámicos (2), en
su mayoría son moldes de pastelero destinados a ornar con ellos panes o tortas especialmente
hechas para ser consumidas en fiestas familiares (aniversarios, felicitaciones, victorias electora-
les, obtención de alguna magistratura local, bodas, nacimientos), religiosas e incluso oficiales
(consagración de algún templo, conmemoración, de acontecimientos importantes) (3). Los
ejemplares españoles más valiosos son los del Museo de Córdoba, que suman una veintena,
algunos con inscripciones (4).

ESTELA EMERITENSE DE AFRANIA (fig. 7).—Es del tipo corriente en Mérida (1). Mármol
Ancho en la base, 48 cm. Fue hallada casualmente en el derribo de una pared de la actual en-
trada a la Alcazaba, en 1954, por el señor García Gil, que la llevó a los porches [-238→239-] de la
huerta de la misma Alcazaba, donde hay trozos de dos estelas más del mismo tipo. Se le restauró
el ángulo izquierdo, que va rayado en nuestra figura. La inscripción dice en letras actuarias:

1 Para el tema de las cuatro estaciones ver: Hanfmann op. laud., cap. VI y ss. Recientemente también: Fr.
Matz, Ein römisches Meisterwerk der Jahreszeitensarkophag Badminton-New York, 19 Ergänzungsheft
del JAI, Berlin, 1958.
2 Dechelette: Les vases céramiques ornés de la Gaule Romaine, París, 1904, II 235 y ss. G. Mestwerdt:
Röm. Germanisches Korrespondenzblatt, 1, 1908, 14 ss.
3 Recordemos los de Ostia (unos 400 discos), publicados por Pasqui, Not. Sc., 1906, 357 ss. Véanse tam-
bién el trabajo do Drexel, Crustulum et mulsum, Röm. Germ. Korrespondenzblatt, 9, 1916, 17 ss.; De-
onna, Anzeiger für Schweitz. Altertumsk. Nueva serie, 21, 1919, 87 ss. Pero principalmente Alföldi, Ton-
model und Reliefmeidaillons aus den Donaulander, Dissert. Pann. II núm. 10, 1938, 312 ss.
4 Samuel F. de los Santos Gallego: Moldes de barro romanos, Actas y Mem. Soc. Antrop. Etnol. y Preh.,
24, 1949, 62 ss.

1 Véase mi libro Esculturas romanas de España y Portugal, Madrid, 1949, concretamente los números
289, 290 y 291.

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DMSAFRANIAP OLLONI
A N N. L X V R S I A I L A N A
m A R I T O. B E N E M E R I T O
H.S.E.S.T.T.L

Representaba el busto hasta media cintura del difunto, que tienen en la mano izquierda un
rollo (o un pájaro?) y la derecha sobre el pecho. A ambos lados de la hornacina columnas estria-
das con baquetas de relleno en su tercio inferior. Falta toda la parte superior de la estela. Parece
ser de mediados del siglo II.

ALGUNAS PIEZAS EMERITENSES DE ARTE VISIGODO (figuras 8 a 16).—Sabido es que todo


el arte monumental que llamamos visigodo es, en realidad, la manifestación postrera del arte
clásico; en él nada o muy poco es atribuíble a los
visigodos, a no ser el hecho de florecer ya tras su
entrada en nuestra historia. Sabido es también
que, aunque sus testimonios aparecen en toda la
península, es la región extremeña y andaluza la
más rica en ellos, singularmente la primera, de
donde proceden las piezas de que vamos a dar
cuenta ahora.
A) Canecillo (figs. 8, 9 y 10) que estuvo
empotrado en lo alto del muro del porche que se
alza en el patio de la Alcazaba de Mérida. Este
canecillo mostraba su cara al exterior, en la
que se veía la cabeza de toro de frente de nuestra
fig. 8. Ante el temor de su deterioro por el
tiempo el señor García Gil, apoderado del
Patrimonio Artístico Nacional en la localidad,
tuvo el buen acuerdo de mandar extraerlo en
octubre de 1956. Entonces aparecieron a ambos
lados sendas figuras de animales alados, un grifo
(fig. 9) y un cuadrúpedo (fig. 10). Sus dimen-
siones son 0,29 m. de longitud por 0;23 de ancho
y 0,21 de altura. Damos ahora a [-239→240-]

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[-240→241-] conocer esta importante pieza gracias a la generosidad, y con el permiso, del señor
García Gil.

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Antonio García y Bellido: Viaje arqueológico por Extremadura y Andalucía 9

Recuerda muy de cerca los motivos animales de los relieves de Chellas, en el Museo de Car-
mo, en Lisboa. Pero no tanto los de San Pedro de Nave y Quintanilla de las Viñas, con los que,
empero, no cabe negar también ciertas relaciones. Nuestra pieza podría datarse con las de Lis-
boa, es decir, hacia mediados del siglo VII (1).
B) También debemos a la amabilidad del señor García Gil las fotografías y noticias referen-
tes a ln pilastra de nuestras figuras 11 a 14. La hermosa y bellísima pieza en mármol azuloso y
de una longitud de 2,32 m., fue hallada casualmente por don Tomás Sanchís Carrillo, en la capi-
lla de la Piedad de Mérida, capilla hoy cerrada y en restauración. Apareció sirviendo de dintel
en la puerta de la sacristía. Estaba enlucida y recibida con cal. Es interesante subrayar que el
lugar del hallazgo dista sólo 100 metros de la Alcazaba. El hallazgo advino en noviembre de
1957. El señor García Gil se hizo cargo de ella y la depositó en el porche interior de la Alcaza-
ba. Sus temas principales son simples combinaciones de cuadrados semejantes a los enrejados
de antepechos y canceles, como los conservados en el Museo de la misma Mérida. El Museo de
Badajoz tiene otra pilastra con un tema igual en una de sus caras. Parece ser que la que ahora
nos ocupa hubo de formar parte del mismo edificio, suntuoso y espléndido, de donde proceden
sin duda los pilares hermanos del aljibe de la Alcazaba o Conventual emeritense. Esto nos da
pie para mostrar otras dos magníficas piezas.
C) Guárdanse también en el museíto al aire libre que, sin propósito especial, se va formando
en el encantador porche interior de la Alcazaba. Las dos (figs. 15 y 16) son iguales en su orna-
mentación. Fáltanles el capitel y algo más. Lo conservado mide en una 1,60 y en otra 1,80. Los
motivos ornamentales que animan bellamente sus tres caras hállanse ya en otras piezas herma-
nas de la misma localidad, aunque en diversas asociaciones. Las piezas parece ser que fueron
sacadas de la Alcazaba en tiempos de las excavaciones del señor Serra Ráfols, hacia 1948 o
1949, Formaban parte de la bóveda del aljibe.

FRAGMENTO NEOÁTICO DE ITÁLICA EN EL


MUSEO ARQUEOLÓGICO DE SEVILLA (fig.
17).—Fue hallado en excavaciones oficiales, du-
rante la campaña de 1935 y entregado al Museo
de Sevilla en 1939. Inv. Gral. 837. Es una pieza
de mármol fino de 15 cm. de altura. Parece hizo
parte del pie de un candelero a juzgar por el bor-
de conservado, que toma el sesgo de otro lado
como correspondiente a un pie de sección trian-
gular equilátera. A esta deducción corresponde
también al género del relieve conservado: una
dama con velo que aparta discretamente con la
mano izquierda. Sin duda hizo parte, como
acertadamente me sugirió la señorita Chicarro,
secretaria del Museo Arqueológico de Sevilla, de
una pieza neoática. En efecto, sus paralelos
pueden verse en la figura de Hera del altar
neoático arcaizante de Villa Albany, en el puteal
con los doce dioses, también arcaizante, que fue
hace tiempo de la misma colección romana, hoy
en el Museo capitolino, y en otros [-241→242-]

1 Véase recientemente F. de Almeida: «Pedras visigodas de Lisboa», RevGuim. 68, 1958, 117 ss.

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10 Antonio García y Bellido: Viaje arqueológico por Extremadura y Andalucía

ejemplares de la misma especie neoarcaizante. La labor en nuestro ejemplar es exquisita, como


corresponde a los copistas e imitadores neoáticos. Era pieza inédita

ESTELA EMERITENSE DE LUTATIA LUPATA (figura 19.)—Fue hallada en Mérida en 1956 en


la, necrópolis romana del sector del Cerro de San Albín, al E. de la ciudad. Apareció vuelta boca
abajo, a lo que debe, sin duda, su excelente conservación. Es de mármol fino. Tiene una altura
de 58 cm. y un ancho de 35 (1). Es, acaso, la obra romana más interesante en su género entre las
halladas no sólo en la Península, sino también en el resto del mundo romano, pues ilustra clara-
mente el instrumento musical llamado pandurium, del cual hablaremos luego. Ello aparte del
encanto que el monumento produce, tanto por su arte corno por su intención, bien patente en el
epígrafe.
Trátase de una estela funeraria de forma conocida por otros varios ejemplares emeritenses (2):
una hornacina de arco rebajada, apoyado en dos pilastras de capitel corintio libremente interpre-
tado. El arco está moldurado. A sus dos lados, en el área de las enjutas, surgen dos acroteras sin
ornamento alguno, pero de la forma acostumbrada. En la parte inferior la inscripción, que enca-
beza esta página.
Las capitales son de bellos y elegantes rasgos actuarios, que indican, juntamente con las
fórmulas funerarias de comienzo y fin, una data aproximadamente flavia. D. M. S. es in-
dependiente gramaticalmente del nombre de la difunta, que va en nominativo. También es in-
dependiente, y va igualmente en nominativo, el de la dedicante. El texto nos da a conocer el
nombre y la edad de la niña que vemos tocando el laúd: Lutatia Lupata, de dieciséis años
cuando le sorprendió la muerte. La dedicante se llamaba como la difunda, Lutatia, y de
cognomen Severa. La coincidencia del nomen hace sospechar si la palabra «alumna» ha de tener
aquí un sentido más familiar que docente. Yo me inclino, sin embargo, por el segundo, pues en
caso contrario se hubiese hecho constar aquel vínculo familiar. Habría que pensar, pues, que
Lutatia Lupata era discípula de la dedicante Lutatia Severa, y que ésta, al morir la niña, le
dedicó el monumento, en el cual la hizo representar tocando el pandurium. La identidad del
nomen habría que atribuirlo, pues, a pura casualidad, o bien a alguna relación no sanguínea;
Lutatia Severa pudo haber sido liberta de la familia, aunque es raro tampoco se haga constar (3).

1 La pieza fue dada a conocer recientemente en una Guía de Mérida por M. Almagro, Mérida, 1957, 114.
2 Véase a este respecto mi libro Esculturas romanas de España y Portugal, Madrid, 1949, números 278 y
ss. láms. 233 ss. Aquí mismo publicamos en la figura 7 otro ejemplar más.
3 Lutatius -a, es nomen más bien raro en la Península, donde el CIL sólo registra cinco o seis casos, uno
de ellos dudoso, de Mérida precisamente, les demás de la Tarraconensis y uno de la Baetica. Del
cognomen Lupata sólo se registra un caso próximo, el de Lupatus, también de Mérida (CIL II 525). (El
Lupatus CIL II 4.969, 32 se dice de fuera de España.) Abundan empero los Lupus y Lupa. ¿Habría que
pensar quizá en una raíz indígena? (Vide Palomar: La onomástica personal prelatina de la antigua
Lusitania. Salamanca, 1957, 80.) Severa (Severus) es cognomen muy frecuente en La Península.

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La niña está representada tocando un instrumento de cuerdas del tipo llamado pandura y
pandurium (gr. πανδούριον), de donde se derivaron en la Edad Media no solo las formas, sino
también los nombres de la pandurina, bandurria, bandola, bandolón, pandero, mandola, mando-
lina, etc. El laúd y la guitarra son también de la misma familia, aunque esta última recibió su
nombre de la kythara griega, a cuya [-242→243-] estirpe pertenecen los panduria (4). El instru-
mento está aquí perfectamente representado: consta de una caja de forma acorazonada, un largo
y grueso mástil y un clavijero. Parece tener sólo cuatro cuerdas, aunque esto en monumentos de
esta clase no es determinante. La niña lo toca a la manera con que hoy se taña una guitarra o ban-
durria e inclina la cabeza ligeramente, como escuchando abstraída los suaves matices melódicos
que sus dedos van arrancando a las cuerdas. Su mirar vago y soñador parece seguir tras las ondas
armónicas que se pierden en el vacío. Una tenue sonrisa nos dice el encanto en que se halla sumi-
do el delicado, el sensible espíritu de Lutatia. Aunque el escultor no es excepcional ha sabido des-
asirse aquí de la rutina de su labor para llegar a crear una verdadera obra de arte; a expresar en
mármol algo muy cercano a lo que con pinceles llegaron a recoger y fijar siglos después un Botti-
celli o un Leonardo. La misma suave manera de esculpir, la misma buscada y consciente ligereza
en la labra, que ha evitado toda incisión hiriente entregándose de lleno al juego vaporoso de claros
y oscuros, acompañan a maravilla y subrayan la dulce expresión de Lutatia. Si a todo ello se añade
que la obra ha llegado a nosotros intacta, sin un solo rasguño, se comprenderá que me atreva a te-
nerla como una de las piezas antológicos de la escultura romana de España.
Lutatia Severa fue, probablemente, su maestra.
Esta le enseñaría lo que entonces era básico en un
espíritu bien formado: gramática, rhetorica en todos
sus aspectos, métrica y música (5). Para representar a
la bella y tierna Lutatia Lupata se prefirió el laúd al
volumen, porque tal vez destacase en el tañir, pero
también, quizás, porque la música tenía un valor
simbólico funerario muy propio (6).

CAPITEL DE LAS HORAI Y ESTACIONES DEL


MUSEO ARQUEOLÓGICO DE SEVILLA (figs. 18 y
20-25).— Desde tiempo imprecisable la magnífica
colección clásica de los Duques de Medinaceli
guardaba un bellísimo capitel historiado que podía
verse hasta hace unos años coronando una fuente
en uno de los patios abiertos del interior del palacio
llamado «Casa de Pilatos», en Sevilla. En 1953, el
actual Duque de Medinaceli tuvo la gentileza,
digna de su prosapia, de regalar al Museo Arqueológico de Sevilla algunas de las mejores piezas
de su colección (1) y, entre ellas, el capitel del que ahora voy a ofrecer las nuevas fotografías

4 Para este instrumento véase H. J. W. Tillard, Instrumental Music in the Roman Age, JHS 27, 1907, 163
ss.; y más recientemente Fr. Behn: Musikleben im Altertum und Frühen Mittetalter, Stuttgart, 1954, 94 s.,
con bibliografía. El instrumento se tiene como oriundo de Assyria o de Egipto, pero no aparece en e
mundo clásico hasta el siglo IV a. de J. C. En los sarcófagos romanos lo vemos alguna vez, como, p. e.,
en los del British Museum, Museo de Nápoles, Laterano, Arlés (Mus. Lapidaire) y Cerdeña.
5 Cfr. Quint. 1 4, 4, tum neque citra musicen grammatice potest esse perfecta, cum ei de metris rhythmis-
que dicendum est. Véase también Sen. ep. 88, 3.
6 Ver a este respecto Fr. Cumont: Recherches sur le symbolisme funéraire des Romains, París, 1943, 149,
169 y cap. IV. Véase también del mismo: Lux Perpetua, París, 1949, 8 y 255.

1 El torso desnudo con clámide, el ara famosa de Guadix (antigua Acci), con la dedicatoria isiaca. (Ambos
estudiados recientemente por mí en Esculturas Romanas de España y Portugal, Madrid, 1949. números
205 y 397, respectivamente) y la parte inferior de una estatua de Bacchos, o tal vez Apollo, publicada

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obtenidas por mí gracias a la amabilidad de don Juan Laffita y doña C. Fernández Chicarro, di-
rector y secretaria, respectivamente, del Museo [-243→244-] Arqueológico de Sevilla. Todas
estas piezas ingresaron en el Museo el 23 de noviembre de 1933 (2). La pieza es de mármol
blanco y mide de alto 36 cm. Fue utilizada como maceta y por ello ahuecada en su núcleo y per-
forada en su base para dejar salir el agua. Su procedencia se desconoce, pero dado el estado en
que ha llegado a nosotros, sin restauraciones ni repasos, es muy posible sea hallazgo español,
probablemente de Italica, donde la aparición de una pieza así no desdice en absoluto de los
demás hallazgos, siempre de excelente calidad como es sabido. Estaba muy sucia de moho. Hoy
ha sido cuidadosamente limpiada en el Museo y nuestras fotografías, tomadas tras su limpieza,
son más claras que las precedentes por tal motivo. Conviene advertir que es ahora cuando se pu-
blican sus seis lados, pues hasta el presente sólo se había dado a conocer uno (3).
Su bibliografía es muy breve. Creo que fue dado a conocer por mí en una obrita de estudian-
te: Arquitectura Romana de España, Madrid, 1929, lámina 5 A. Después lo volví a estudiar con
más detenimiento en mi obra Esculturas Romanas de España y Portugal, antes citada, núm.
414, lám. 295. Últimamente la señorita Fernández Chicarro rindió cuenta de su ingreso en el
Museo en MMAP, 14, 1953, 60-70, dando de él una reproducción en la figura 45.
No merece la pena volver a describirlo ni dar sus paralelos más obvios. Una y otra cosa hice
ya en mi libro citado. Y, aunque podrían ciertamente aducirse más concomitancias, ello no haría
variar su clasificación dentro de las tradiciones neoáticas, ni tampoco modificar en lo esencial
su vaga adscripción cronológica al siglo I y aun más al II de la Era, ya propuesta en mi estudio
anterior. Abogan también por ella las lengüetas de su ábaco, tema corriente en los entablamen-
tos del siglo I (4). Sin embargo, precisando algo más sobre sus figuras y su composición, cabría
añadir que se trata de las tres Horai combinadas con las representaciones alegóricas de las épo-
cas fecundas del año por sendos Erotes o amorcillos. Pero no de las cuatro estaciones normales,
sino de sólo las tres esencialmente frugíferas. Es decir: la Primavera (Ver), el Verano (Aestas) y
el Otoño (Autumnus), con exclusión de Invierno (Hiems), por ser período éste en el que la tierra
no da frutos. Los Erotes, concordando con las Horai, son, pues, sólo tres y cada uno lleva consi-
go los atributos de la estación fértil que representan.
Respecto a su composición adviértase que las Horai y los Erotes forman sendas series inde-
pendientes. El escultor alternó sus figuras sin reparar en que los pequeños Amorcillos resultaban
del mismo tamaño que las ya adultas muchachas, símbolo de las Horas. Esta discrepancia, este
error, es muy propio del modo de componer de los adaptadores neoáticos, que tomaban sus mo-
delos de uno u otro repertorio sin parar en diferencias de cánones y estilo. A. propósito del esti-
lo, adviértase que nuestro escultor, mientras para concebir las figuras de las Horai siguió en sus
formas y gestos (andar de puntillas, plegado de paños, movimientos automáticos, rígidos o an-
guloso de brazos y piernas, etc.) gustos arcaísticos, los Amorcillos traducen en su naturalidad
soltura de movimientos y gracia expresiva, el sentimiento helenístico de que proceden y el arte
franco y sincero que supo comprender, como ningún otro hasta el Renacimiento italiano, el so-
berano encanto y la. gracia tierna del desnudo infantil.

EL «BUEN PASTOR» DEL MUSEO DE LA CASA DE PILATOS (figs. 26 a 28).—Conocida es de


todos la magnífica colección de estatuaria clásica logró reunir en Sevilla la Casa Medinaceli.
Ahora se han decidido sus dueños a instalar las piezas dispersas en unas salas habilitadas como
museo, en una de las alas del suntuoso patio. Allí han colocado también una de las esculturas
más notables y más difíciles de gozar hasta ahora de la colección. Me refiero al Buen Pastor del

hace años por los señores Gómez Moreno y J. Pijoan, Materiales de Arqueología Española, Madrid,
1912, número 8.
2 MMAP en lugar luego citado.
3 Una comparación entre las figuras 18 y 24 muestra lo mucho que ha sufrido esta bellísima pieza en el
corlo espacio de un cuarto de siglo.
4 Cfr. F. Toebelmann: Römische Gebälke, Heidelberg, 1923. Véase también m articulo en AEAra 24,
1951, 124 ss.

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que últimamente di una mala imagen (la única posible entonces) con ocasión de estudiar las dos
piezas similares de Gador (1). Ya advertimos entonces que tenía mal restaurada la mano izquier-
da. Ahora, al exponerla convenientemente, se ha tenido el buen acuerdo de quitar la falsa restau-
ración. Ofrecemos aquí en las figuras 26 a 28 las fotografías qué de la pieza logramos gracias a
las facilidades dadas por el conservador de la colección don J. González Moreno. Pueden servir
de complemento gráfico a mi trabajo citado. Su altura total es de 86 cm.

[-244→Láminas-]

1 AEArq. 23, 1950, 10 fig. 7.

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