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Evolución del Derecho Internacional Bélico

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Nombre: Kevin Reinaldo Fernández Tortello

Comentario # 1
Fecha: 24 de marzo de 2021

EL DERECHO INTERNACIONAL PUBLICO ANTE EL FENÓMENO BÉLICO.

Según Acosta (2011) afirma que el derecho internacional humanitario es una rama o sector
específico del derecho internacional público; esto es, un conjunto de principios y normas
internacionales para la protección de las víctimas de los conflictos armados. Nos encontramos, pues,
en presencia de una rama del ordenamiento jurídico internacional referida a un sector específico de
la realidad internacional. A lo largo de toda la historia de la humanidad se puede comprobar que el
recurso a la guerra era admitido como un medio de solución lícito de los conflictos existentes entre
los Estados. Sin embargo, la situación descrita cambió a partir de 1945 cuando el uso de la fuerza
fue proscrito por una norma imperativa del derecho internacional publico (artículo 2.4 de la Carta
de las Naciones Unidas). Así, en el derecho internacional público contemporáneo rige el principio
de prohibición del uso de la fuerza en las relaciones internacionales.

Según Hernández campos (S.F) expresa que ordinariamente, una guerra entre tribus o grupos
primitivos es, en esencia, una vendetta, un acto de venganza; como tal, es una reacción contra la
violación de ciertos intereses, una reacción contra lo que se considera un entuerto. Probablemente la
vendetta constituyó la forma originaria de la reacción socialmente organizada contra un entuerto, es
decir, la primera sanción organizada de manera social, En suma, la vendetta era una represalia
justificada contra otra tribu debido a un agravio. Así, en el Derecho intertribal (que podría
calificarse de Derecho Internacional público de la época) se halla un antecedente de la guerra justa.
El Derecho intertribal se basaba fundamentalmente en el principio de la guerra justa. Thomson,
refiriéndose a las guerras entre las tribus maorí es, dice que toda guerra tiene en apariencia una
causa justa. El motivo puede haber sido de poca importancia, pero era legítimo. Esto es típico de
las guerras entre los pueblos primitivos. La evolución del Derecho Internacional Público ha
conservado esta noción.

Según Hillman (2010), afirma que la guerra es una de las primeras actividades sociales del ser
humano y tal vez sea una de las últimas. Existen evidencias históricas que la guerra organizada
existe desde finales de la era del paleolítico. La guerra es tan antigua como la civilización. En 5.600
años de historia escrita se han registrado 14.600 guerras.

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Immanuel Kant señalaba que “el estado en que los hombres viven en paz unos junto a los otros no
son natural; la guerra es el estado natural del hombre”, Emmanuel Lévinas manifestaba que “el ser
se revela así mismo como guerra”. Según la opinión de estos autores podemos inferir un factor
común y tácito sobre los conflictos beligerantes y es que la guerra era vista como un acto normal
para el ser humano. Si un conflicto es visto como un acto cotidiano de la civilización. Las ciencias
del derecho entrarían en escena cunado los actos inmersos en una guerra eran visto injustos.

Desde el punto de vista normativo, la guerra ha sido vista por el derecho internacional público
atreves dos pilares fundamentales: Derecho sobre empleo de la fuerza (Ius ad bellun) y el derecho
de la guerra (ius in bellum).

Según Bassam (2013) afirma que el ejemplo clásico de ius ad bellum fue el realizado en España en
el siglo XV por la que se justificó el hacer la guerra y dominar a los indígenas americanos a pesar
de que los mismos nada habían hecho contra la corona española, llegándose a la conclusión que las
costumbres bárbaras (fundamentalmente los sacrificios humanos) justificaban una acción armada.
Esto y muchos otros ejemplos posteriores dejaron en evidencia que prácticamente cualquier
argumento podría servir para ejecutar una acción armada, por lo que quedó desacreditada como una
vía jurídica con arreglo a los principios de justicia.

Es así como Ruiz (2004) expone el Derecho Internacional Público contemporáneo de manera
mucho más explícita y codificada que en épocas pasadas, tiene a la guerra como objeto de su
regulación normativa en los dos aspectos clásicos, el ius in bello y el ius ad bellum. Históricamente,
son las reglas jurídico-internacionales del ius in bello, que limitan las conductas bélicas, las que han
aparecido en primer lugar, mediante tratados que comienzan a firmarse de forma generalizada desde
fines del siglo XIX. Es a partir de entonces cuando las convenciones de La Haya y de Ginebra
establecen jurídicamente las reglas sobre la exclusión de ataques a no combatientes, el buen trato a
los prisioneros o la prohibición de armas crueles y desproporcionadas, reglas que serían la base de
la actual regulación internacional de ese tipo de conductas como "crímenes de guerra". Junto a ello,
y sobre todo después de la Primera Guerra Mundial, también el Derecho Internacional
contemporáneo ha regulado de manera mucho más expresa y precisa que en épocas pasadas el ius
ad bellum, esto es, los motivos para iniciar o intervenir en una guerra jurídicamente lícita. Es a
partir de 1928 -con la firma del Pacto Kellogg-Briand, o Pacto de París, en el seno de la Sociedad
de Naciones- cuando se considera que el Derecho internacional condena el "recurso a la guerra para
la solución de los conflictos internacionales" y, por tanto, toda guerra de agresión. Simplificando
mucho, esta regulación jurídica, ha sido reforzada después de la Segunda Guerra Mundial por los
tratados que dieron lugar a los procesos de Nüremberg, que consideraron la agresión bélica como un

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"crimen contra la paz", y, sobre todo, por la Carta de Naciones Unidas y sus ulteriores desarrollos,
entre los que merecen mencionarse las Declaraciones de la Asamblea General de Naciones Unidos
sobre los Principios del Derecho Internacional (resolución 2625 [XXV], de 24 de octubre de 1970)
y la Definición de la Agresión (resolución 3314 [XXIX], de 14 de diciembre de 1974). Conforme a
esta nueva posición, desde el punto de vista del contenido, la legítima defensa se había convertido
en la justificación central y excepcional para intervenir en una guerra, y, desde el punto de vista del
procedimiento, se exigía el acuerdo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Olasolo (2014) argumenta que en vista del sufrimiento al que habían sido sometidos los cientos de
millones de víctimas que había provocado la Segunda Guerra Mundial (solo el número de muertes
se calcula en torno a los 50 millones), se reconoció por primera vez en la historia con un alcance
universal la naturaleza singular y única del ser humano, de la que emanan ciertos derechos
inalienables que todo Estado miembro de la sociedad internacional tiene la obligación de respetar y
garantizar. Este reconocimiento se produjo a través de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos adoptada el 10 de diciembre de 1948, que había sido precedida por la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre (adoptada meses antes), y que sería seguida por
el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales
de 1950. Un día antes, se había aprobado la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de
Genocidio. La amplia labor legislativa impulsada desde la Organización de las Naciones Unidas, el
Comité Internacional de la Cruz Roja, y la actividad jurisprudencial de los tribunales
internacionales penales de Núremberg y Tokio, en el período entre 1945 y 1950, provocó que una
parte muy importante de dicha normativa hubiera adquirido para principios de los años cincuenta
naturaleza consuetudinaria de ius cogens, y, por ende, el más alto rango normativo existente en el
derecho internacional.

En síntesis, decimos que las acciones beligerantes a sido motivo de controversia para grandes
pensadores de la historia de la humanidad, en un principio los actos de guerras eran visto como algo
cotidiano en el progreso de la sociedad no obstante las violaciones de derechos de los seres
humanos, motivo del origen del conflicto, no era materia de estudio transversal para las
civilizaciones humanas primitivas.

Al pasar de los años, el crecimiento poblacional, la generación de riquezas y la evolución industrial


del hombre aumentaron la sed de poder el espíritu de la codicia del hombre analógicamente es visto
como una actitud normal, tal cual es vista la guerra en las comunidades primitivas.

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Los actos bélicos se hicieron en grandes proporciones y con ello aumentaron exponencialmente las
cantidades de víctimas, la sociedad contemporánea ya retiraba las bambalinas del kilombo e
iniciaron los estudios de las causas y consecuencias de las guerras, de esta manera nace el derecho
internacional público con sus diversas ramificaciones como el derecho internacional humanitario.
Es por ello por lo que las guerras fue unos de los principales motivos por los cuales se sentaron
multitudinario organismos y personas expertas en materia de derecho.

Es menester resaltar que la guerra es una de las principales cartas de invitación a la planificación y
aplicación del derecho internacional público.

Metodológicamente mencionamos unos de los hechos más importantes que impulsaron la creación
del derecho internacional público, la aplicación de juicios internacionales precedidos por países con
diferentes doctrinas y leyes, la afloración de diversos organismos de cooperación internacional tales
como la Cruz Roja, la ONU, la Haya, la publicación de la Carta de los Derechos Humanos acogida
y suscrita por la mayor parte de los países del mundo dan fe que las guerras han sido base
fundamental para la instauración del Derecho Internacional Público.

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