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MONTEALEGRE
Montealegre se sitúa en el extremo occidental de la provincia de León, a unos ochenta kiló-
metros de la capital, en un vallejo que desciende del puerto de Manzanal hacia la cubeta del
Bierzo, al borde la antigua vía romana de Braga a Astorga (Itinerario n.º 18 de Antonino o Via
Nova”) y cerca de La Silva. Las ruinas de San Juan Bautista, antiguo monasterio de San Martín
de Montes, fueron declaradas Bien de Interés Cultural por la Junta de Castilla y León en octu-
bre de 1993 y se encuentran a unos cuatro kilómetros del poblado, accesibles por un camino
en parte asfaltado. Si lamentable es su contemplación, entre escombreras de carbón e invadi-
do por el matorral, más triste resulta comprobar que su actual e irreversible ruina se ha pro-
ducido paulatinamente desde fechas relativamente recientes. A principios de este siglo se con-
servaba la estructura muraria, según testimonia Gómez-Moreno en su Catálogo Monumental,
quien sólo señala el deficiente estado de la cubierta. La Guerra Civil afectó al edificio, que
sufrió después el desplome de sus bóvedas, como puede observarse en la fotografía publicada
por Gaya Nuño en 1961. Fue adquirido por la Diputación leonesa con la intención de trasla-
dar sus restos, hecho que desgraciadamente no se produjo, por lo que el descarnado edificio
quedó expuesto tanto a las inclemencias del riguroso clima de la zona como a la codicia de
los furtivos, que en el curso de la pasada década han acelerado aún más su desaparición. Hoy
día no podemos sino constatar su pérdida. Afortunadamente, varias piezas escultóricas proce-
dentes de Montealegre escaparon a la rapiña, al ser trasladadas en 1954 a Astorga, donde
consta su presencia en el Museo de los Caminos ya en 1963, donde fueron depositadas por
don Augusto Quintana.
Conocemos la existencia del monasterio de San Martín de Montes al menos desde 946,
cuando su abad Piniolo asiste como confirmante al concilio de Irago. Por donación de Fer-
nando II del 10 de julio de 1165 pasó el monasterium dictum Sanctum Martinum de Montibus a depen-
der de los canónigos del monasterio de Santa María de Poibueno y su prior Martín. No fue
éste, sin embargo, su destino definitivo, ya que en 1203 y tras algunas disputas entre el abad
de Poibueno, Rodrigo, el obispo de Astorga (a quien pertenecía el de Poibueno) y el abad de
Carracedo –que tenía pretensiones sobre San Martín de Montes–, que duran los dos años
siguientes, el monasterio pasó a depender de la Orden Militar de los Hospitalarios de San Juan
de Jerusalén, cambiando poco después su advocación por la de San Juan de Montealegre. El
motivo de discordia era, para la sede asturicense, el de la jurisdicción del monasterio, que re-
caía en el obispado desde la donación de Fernando II, y la no consulta del abad de Poibueno
al obispo al cederlo a los hospitalarios. La disputa se resolvió en sendas concordias de 24 de
enero y 30 de diciembre de 1204, en las que se estipula que la sede asturicense recibiese de
los sanjuanistas de Montealegre, en compensación por las rentas que iba a dejar de percibir,
una cuarta parte de todas las heredades de dicho cenobio “excepto la propia iglesia del monas-
terio con su molino y las viñas y prados a ella contiguos”. La Orden de San Juan mantuvo la
mayor parte del dominio, con los bienes que poseía San Martín en Turienzo de los Caballe-
ros y Salas, entre otros. En 1205 ingresa en San Juan de Montealegre Rodrigo, que fuera abad
de Poibueno, y ello posiblemente al no conseguir que su monasterio de origen pasase como
era su deseo a los hospitalarios, y quizás para evitar las pretensiones del abad de Carracedo,
Amigo. El monasterio cisterciense berciano renunció definitivamente a dichas reclamaciones
a cambio de ciertas heredades hospitalarias en Sorriba (Bierzo) y, para evitar ulteriores pro-
blemas, ambas partes delimitaron las lindes de San Martín de Montes y la Granja de San
Vicente, propiedad de Carracedo en Montealegre. En diciembre de 1233, dentro del acuerdo
entre la Orden Hospitalaria y el obispo de Astorga sobre competencias y repartos de derechos
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de la iglesias sanjuanistas en la diócesis, se expresa que la ecclesia Sancti Martini de Montibus det
episcopo procurationem et alia que dare consuevit. Aunque en 1204 aparece citado un comendador de
la bailía del Bierzo y San Martín de Montes, en 1283 éste ultimo dependía de la encomienda
de Puente de Órbigo.
El silencio documental se instala hasta que en el siglo XVI, según Cosmen Alonso, se citan,
aunque no precisan, importantes reformas en la iglesia de San Juan de Montealegre, que
dependía de la encomienda hospitalaria de Puente de Órbigo. A partir de la centuria siguien-
te se señalan en la iglesia tres altares –aunque únicamente el de la capilla mayor tenía ara– y
tres retablos dorados. Pascual Madoz, a mediados del siglo XIX, refiere la propiedad y provi-
sión de la iglesia por la encomienda de San Juan de Jerusalén. Con la supresión de los priora-
tos de las órdenes militares, en 1870 abandonan los Hospitalarios el monasterio y en 1873, ya
como parroquia, San Juan de Montealegre pasó nuevamente a depender del obispado de
Astorga. Por testimonios orales sabemos que la última romería celebrada en San Juan tuvo
lugar en 1911.
Del antiguo monasterio permanecen in situ restos de la fábrica de su iglesia, cuyo estudio
puede ampliarse con la documentación publicada por Gómez-Moreno; también analizaremos
aquí los restos escultóricos, trasladados y recogidos hoy en el Museo de los Caminos de Astorga.
Ruinas de la iglesia de San Juan de Montealegre
E
L CUERPO DE LA IGLESIA, cuyo ancho alcanzaba los descritos como “cuadrados con medias columnas bien
16 m, se componía de tres naves separadas por for- gruesas” por Gómez-Moreno, un tramo añadido de nave y
meros apuntados y transepto no destacado en plan- la espadaña que aún hoy se alza en lo que fue el hastial
ta. Se cubrían hasta su ruina las naves con armadura de occidental, son fruto de la importante reforma sufrida por
madera y el crucero con cubierta ochavada de madera. el edificio en el siglo XVI, que respetó parcialmente la estruc-
Tanto este crucero como los pilares que separaban las naves, tura de la nave así como la cabecera. Nave y espadaña se
Estado actual del conjunto
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Vista desde el sudeste de la
iglesia. Estado en 1991
Vista desde el sudeste de la
iglesia. Estado en 1997
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Planta
Alzado sur. Espadaña Alzado sur. Cabecera
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Sección transversal
Interior del ábside de la epístola en 1991 La cabecera en 1991
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La cabecera en 1997
levantaron en mampostería de pizarra con refuerzo de Desaparecida ventana del ábside mayor, en una fotografía de 1991
sillares en las esquinas. En el muro meridional se abría la
portada, en la cual y a decir de Gómez-Moreno “imítanse
billetes y aun algo de disposición románica”.
Es la cabecera triple la estructura románica más intere-
sante y mejor conservada del edificio. Levantada en per-
fecta sillería con huellas de labra a hacha y abundantes
marcas de cantero, presenta ábsides laterales semicircula-
res y semioctogonal interior y exteriormente el mayor,
separados de la nave por torales hoy perdidos. Se cubrían
los ábsides laterales con bóvedas de cuarto de esfera en
parte conservadas y realizadas en sillarejo dispuesto en hila-
das perfectamente horizontales, mientras que nada queda
de la curiosa bóveda de cinco paños que cubría el ábside
central, cuyos dos nervios mediales se unían antes de lle-
gar a la clave del arco. La presencia, en la fotografía publi-
cada por Gómez-Moreno, de arcos formeros y columnas
acodilladas en los pilares –de los que quedan vestigios–
certifica que las naves laterales recibieron en origen bóve-
das de crucería.
El ábside central presenta aún dos hornacinas al inte-
rior, en los paños extremos del semioctógono, enmarcadas
por arcos ciegos moldurados con sucesión de caveto, abi-
lletado y bocel, que apoya en las impostas mediante pie-
zas semicirculares. Al exterior, este ábside central y los
laterales apoyan en un zócalo moldurado con un caveto
entre dos boceles, muy desarrollado el inferior. Los para-
mentos externos de los ábsides laterales eran lisos, con una
ventana de medio punto abocinada en el eje, mientras que
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el central articulaba sus paños con dos niveles de gruesas
impostas decoradas con abilletado. En el piso intermedio
así determinado se abrían tres ventanas, una por paño,
compuestas por estrecha saetera y jambas molduradas con
triple baquetón escalonado en los derrames interno y exter-
no. Al exterior el arco se decoraba con triple fila de bille-
tes. La ventana correspondiente al paño central había des-
aparecido en 1991 y las otras dos han sido presa de la
rapiña recientemente.
Señalemos, por último, la presencia de restos pictóri-
cos, de cronología imprecisa, conservados en la bóveda
aún en pie del absidiolo norte. Sobre un fondo blanco se
desarrollan motivos geométricos ordenados en frisos super-
puestos, con trazos negros y ocres, alternando los rombos,
damero, sogueados y especie de ovas. Al suroeste del tem-
Ábside del evangelio, en 1991 plo, al otro lado del camino, se aprecian restos de una
necrópolis, con la presencia de una tumba excavada en la
roca, parcialmente colmatada.
Nada queda en Montealegre de la decoración escul-
tórica del edificio. Algunas de las piezas visibles en las
fotografías de principios de siglo fueron recogidas por
don Augusto Quintana en el Museo de los Caminos de
Credencia y relieve del ábside norte Astorga, donde están depositadas. De otras, sin embargo,
desconocemos su paradero (Díaz Carro afirma se encuen-
tran “dos columnas en un jardín particular de Ponferrada”).
En el piso bajo del Palacio de Gaudí se encuentran recogi-
dos cuatro capiteles, dos mochetas y un canecillo proce-
dentes de Montealegre, que pasamos a describir:
Pareja de capiteles de fajón o formero: ambos en granito y de
idénticas medidas (0,33 m de altura de la cesta; 0,51 m
de anchura en el frente; 0,33 m de anchura en las caras
laterales y 0,37 m de diámetro de la base), presentando
decoración en el frente y caras laterales. Posiblemente
coronasen las columnas de los arcos fajones que daban
paso a los ábsides. En el primero aparece, en una de las
caras cortas, un desproporcionado personaje vestido con
manto de pliegues tubulares y paralelos, que porta en su
diestra un báculo. Le acompañan, completando la deco-
ración de la cesta, un total de quince bustos masculi-
nos distribuidos en dos filas, en los que son comunes sus
rasgos de ojos globulosos y almendrados, rictus de los
labios de comisuras caídas, peinados a cerquillo de me-
chones paralelos y nariz achatada. Todos muestran un
cierto hieratismo, producto quizá de la tosquedad de la
talla. Iconográficamente no cabe duda se trata de una
representación de la comunidad monástica, con su abad
al frente.
En el otro capitel vemos representados dos de los
temas recurrentes en la plástica románica. En uno de sus
laterales, sobre un fondo vegetal de acantos, se desarrolla
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Pinturas murales
del ábside norte
la escena de Sansón (Jueces 14, 5-6) o David (1 Samuel Estado actual del ábside septentrional
17, 34-35) desquijarando al león. El personaje aparece
cabalgando al león e introduciendo su mano derecha
entre sus fauces. En el ángulo de la cesta y bajo un cogo-
llo vegetal aparece un segundo león, cuya cola pasa entre
sus cuartos traseros y cae sobre su lomo, afrontado al de
Sansón. Completan la decoración del frente del capitel
hojas de acanto y florones. En el otro ángulo aparece un
personaje en visión frontal, ataviado con túnica, que
lleva su desproporcionada mano derecha sobre su pecho,
mientras introduce la otra en las fauces del león que llena
la cara lateral. La actitud del león no es agresiva sino que
parece someterse al personaje. Pese a la rudeza de la talla
y la desafortunada composición creemos poder asociar
esta imagen de sometimiento del felino con el pasaje de
Daniel (Daniel 6, 16-25). Encontramos así en el mismo
relieve y en dos escenas distintas, mensajes que simboli-
zan el poder de la fuerza divina, representada por los
personajes bíblicos, sobre el mal, identificado con el
león. Estilísticamente los rasgos de los personajes son
idénticos a los del capitel anterior, evidenciando una
misma factura.
Capiteles de ángulo: pareja de capiteles tallados por dos de
sus caras, evidenciando que coronaban columnas acodilla-
das, posiblemente las de ángulo que recibían los nervios
cruceros. Poseen idénticas dimensiones (0,33 × 0,33 m de
alto y ancho de la cesta y 0,26 m de diámetro en la base)
y ambos son vegetales. Uno se decora con dos pisos de
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hojas carnosas, lobuladas y con profundas acanaladuras.
Coronan la cesta, bajo los cuernos del ábaco y rematando
una gran hoja del mismo tipo dos volutas anilladas. El otro
capitel, excelentemente conservado, repite idéntico esque-
ma, variando el tipo de flora. Vemos aquí dos pisos de hojas
apalmetadas y carnosas de puntas vueltas, gruesos bordes,
trenzados y rematados en caulículos anillados en las supe-
riores, e interior lobulado.
Pareja de ménsulas: de 0,67 m de largo, 0,27 m de alto y
0,215 de grosor. Bellamente labradas en cuarcita con mar-
cas de hacha, presentan perfil de nacela cuyo frente se
decora con sendas cabezas masculinas finamente labradas
de cabellos descubriendo las orejas, ojos almendrados y
expresivos, rictus de los labios, marcadas arrugas en la
Capitel, en el Museo de los Caminos de Astorga frente y sobre los pómulos y un fino acabado de la super-
ficie. Son, sin duda, los elementos escultóricos más cuida-
dos de entre lo conservado. Un bocel entre dos listelillos
remata una de las aristas de las piezas, precisamente por la
cara que daría al exterior, demostrando además carácter de
ménsulas, preparadas para recibir un dintel o tímpano, lo
que las identifica como parte de una portada del edificio,
aunque resulta problemático determinar que procediesen
de la meridional, a tenor de las fotografías publicadas por
Gómez-Moreno y Gaya Nuño.
Completan las piezas procedentes de Montealegre
un modillón (0,8 × 0,33 × 0,28 m) decorado con un per-
sonaje desnudo, barbado y obsceno que sostiene un barri-
lillo sobre su espalda y realiza una mueca grotesca con
su boca.
Gómez-Moreno, en su visita al edificio, recogió la exis-
tencia del “primitivo soporte del altar, cilíndrico, abierta
Capitel, en el Museo de los Caminos de Astorga
encima su caja para reliquias, y con letrero rudísimo y con-
sumido, del que puede leerse esto:
SE FRE DEM TAD…
SCE MaRTE…
SCI MARTINI…
También Huidobro, hacia 1950, afirmaba que “consér-
vase sosteniendo el ara una inscripción que nos dice que
allí estuvieron reliquias de Santa Marta y San Martín”.
Hoy, como casi todo el conjunto, el tenante y la mesa de
altar han desaparecido.
Las estructuras arquitectónicas parecen llevar la crono-
logía de San Juan de Montealegre a un momento tardío
del siglo XII o los inicios del XIII, pudiendo pensarse que la
construcción del edificio románico se acometió una vez
instalada la orden de los hospitalarios, es decir, en la pri-
mera década del siglo XIII.
Capitel vegetal, en el Museo de los Caminos de Astorga Texto: JMRM - Planos: MSR - Fotos: JMRM/JNG
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Capitel vegetal, en el Museo de los Caminos de Astorga Mocheta, en el Museo de los Caminos de Astorga
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