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Reflexión sobre el Amor Divino

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ORACIÓN DEL DÍA

3 de noviembre de 2024

• Silenciamiento – Disposición interior


(Relajo mi cuerpo, respiro lentamente. Saboreo silenciosamente el encuentro contigo, Jesús. Descubro tus señales en todo y
en todos. Me dejo sorprender por tu bondad. Invoco al Espíritu Santo. Al final de la jornada repaso el paso de Dios por mi día).

Jesús, aquí estoy para estar contigo a solas. A mí me gusta estar a tu lado y agradarte. Señor Jesús, en este domingo, tu
Palabra nos habla de AMOR, ese Amor que abarca todos los mandamientos en uno. Bien sé que no hay amor más grande
que amarte y entregarme a ti y a todos mis hermanos sin cálculos, ni medidas, ni mediocridades. Un amor a ti y a mis
hermanos como dice una canción… hasta la locura. Jesús, no puedo tocarte, pero sé que estoy en sus manos. No puedo
comprenderte totalmente, pero te amo con todo mi corazón. No hay otra cosa más importante que amarte y amar a mi
prójimo como a mí mismo. Ven e ilumina mi oración para viva de acuerdo a lo que creo. Jesús, te necesito para poder vivir lo
que me pide el Evangelio de hoy. No existe otro camino, para ser un seguidor de Jesús, que el del amor y el del servicio. Amar
quiere decir servir, servir es amar y el amor de Dios está orientado a lograr una transformación en mí. Gracias, Señor, por el
don de la fe y la gracia de tu amor. Te doy gracias por enseñarme a amar, sabiendo que no sólo necesito amar a aquella
persona que menos quiero, sino que también puedo amar al que lo necesita.

Evangelio según san Marcos 12, 28b-34

En aquel tiempo, uno de los letrados se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál es el primero de
todos los mandamientos?” Jesús le contestó: “El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro
Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con
toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No
existe otro mandamiento mayor que éstos”. Le dijo el escriba: “Muy bien, Maestro; tienes razón
al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la
inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo vale más que todos los
holocaustos y sacrificios”. Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: “No estás
lejos del Reino de Dios”. Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas. Palabra del Señor.

• Canción escuchada respuesta al Evangelio: “Hasta la locura” – Maurilio Suárez y el grupo Méssia

Me puede faltar todo en la vida. Hasta la locura te amo Señor,


Me puede faltar hasta la vida. ya no quedan dudas en mi corazón,
Pero nunca quiero que me falte, de que te amo, de que te amo, Señor. (2)
el deseo de amarte, hasta el final.
Tú eres todo lo que tengo,
Quiero amarte hasta el extremo, todo lo que sueño y cuanto pienso
sin reservas darme por entero, y mi corazón te lo entregado,
como los que se han enamorado, desde siempre mi amado, hasta el final.
yo te canto mi amado, hasta el final.
Hasta la locura te amo Señor… (3)

• Meditación – Reflexión

En Dios el AMOR se identifica con UNIDAD. El amor en Dios no es una relación entre dos seres, sino identificación absoluta
de todos con Él. Hoy cambiamos de escenario. Jesús lleva ya unos días en Jerusalén. El letrado que se acerca hoy a Jesús,
no demuestra ninguna agresividad, sino interés por la opinión del Rabí. La pregunta tiene sentido, porque la Torá contiene
613 preceptos. Para muchos rabinos todos los mandamientos tenían la misma importancia, porque eran mandatos de Dios
y había que cumplirlos solo por estar mandados. Para algunos el mandamiento más importante era el sábado. Para otros el
amor a Dios era lo primero. Aunque Jesús responde recitando la “Shemá”, da un salto en la interpretación, uniendo ese
texto del Deuteronomio, que hablaba solo del amor a Dios, con otro del Levítico que habla del amor al prójimo. El amor a
Dios fue un salto de gigante sobre el temor al Dios, amo poderoso y dueño de todo. En el A.T. el amor a Dios debía ser
absoluto, “sobre todas las cosas”. El amor al prójimo era relativo, “como a ti mismo”. Según la Torá, era perfectamente
compatible un amor a Dios y un desprecio absoluto, no solo a los extranjeros sino también a amplios sectores de la propia
sociedad judía a quienes creían rechazados por el mismo Dios. Según Jesús la palabra mandamiento tiene que dar un cambio
radical y significar algo muy distinto cuando la aplicamos a Dios. Dios no manda nada. Dios pone en la esencia de cada
criatura el plano, la hoja de ruta para llegar a su plenitud. En Juan los dos mandamientos se convierten en uno solo: “que
se amen unos a otros como yo les he amado”. Jesús no dice que le amemos a él ni que amemos a Dios ni que ames al prójimo
como a ti mismo, sino que ames a los demás como Él los ha amado. El cambio no puede ser más radical. Aún no nos hemos
dado cuenta de esta novedad. Dios no es un ser separado de mí, al que debo amar, sino el amor que me permite sentirme
uno con todos.

En nosotros el amor es una cualidad que puedo tener o no tener. En


Dios el amor es su esencia. Si dejara de amar dejaría de ser. Lo que
queremos decir cuando hablamos del amor a Dios o del amor de Dios
no tiene nada que ver con lo que queremos significar cuando
hablamos del amor humano. El amor humano es siempre una
relación entre dos. El amor de Dios es la identificación de dos. De
este amor es del que habla el evangelio. Una vez más el lenguaje nos
juega una mala pasada. La palabra “amor” es una de las más
manoseadas del lenguaje. Intentar llegar a Dios con nuestros
conceptos es inútil. La manera de trascender el lenguaje, es la
vivencia. Solo la intuición puede llevarnos más allá de todo discurso.
Solo amando sabrás lo que es el amor. El amor es consecuencia de
un conocimiento, pero no racional. Es inútil que nos empeñemos en
explicar por qué debemos amar a los demás. Este amor solo llegará
después de haber experimentado la presencia en nosotros del Amor que es Dios. Lo mismo que llamamos vida a la fuerza
que mantiene unidas a todas las células de un viviente, podemos llamar AMOR a la energía que mantiene unidos a todos
los seres de la creación. Si descubro que la base de todo ser es lo divino, descubriré la “razón” del verdadero amor. Todos
los místicos de todas las religiones, de todos los tiempos han llegado a la misma vivencia y nos hablan de la inenarrable
felicidad de sentirse uno con el Todo y fuera del tiempo. Esa sensación de integración total es la máxima experiencia que
puede tener un ser humano. Una vez llegado a ese estado, el ser humano no tiene nada que esperar. Fíjense hasta qué
punto demostramos nuestro despiste, cuando seguimos llamando “buen cristiano” al que va a misa, confiesa y comulga,
solo porque tiene asegurada la otra vida. Ser cristiano no es el objetivo último del hombre, solo un medio para llegar a
amar.

No debo comerme el coco tratando de averiguar si amo a Dios. Lo que tengo que examinar es hasta qué punto estoy
dispuesto a darme a los demás. Solo eso cuenta a la hora de la verdad. El amor teórico, el amor que no se manifiesta en
obras y actitudes concretas, es una falacia. Ya lo decía Juan en su primera carta: “Si alguno dice que ama a Dios, a quien no
ve, y no ama a su prójimo, a quien ve, es un embustero y la verdad no está en él”. Pero es imprescindible que nos examinemos
bien. No debemos confundir amor con instinto. Si apartamos de nuestro amor a una sola persona todo lo demás es
egoísmo. El amor planteado desde la razón no tiene sentido, porque la razón nunca te llevará a amar con el amor que nos
propone Jesús. Tampoco podemos entenderlo como mandamiento que obliga desde fuera con normas o preceptos.
Aprender a amar es la tarea más importante para todo ser humano. La religión debía ser un instrumento que me permitiera
desplegar esa capacidad de amar. Nadie puede sustraerse a la necesidad de crecer en humanidad. Pues ser más humano es
ser capaz de amar más. Todo lo demás será tarea inútil. Jesús ha dado la razón profunda de por qué hay que amar a Dios.
«Amarás a Dios, porque es tu Padre, porque él te quiere». El descubrimiento de Dios/Abbá descubre también quiénes son
los demás. Por eso los dos mandamientos son «semejantes»; en el fondo, son el mismo. Éste es el genio de Jesús, que al
revelar a Dios revela al ser humano. La Ley no es el poder ni la sumisión, sino el amor. El mundo no se mueve por el Amor
creador. La primera conversión del cristiano es creer que “Dios me quiere”, a mí, personalmente, como las madres quieren
a sus hijos. Este «convencimiento íntimo» es el centro de la fe. El amor a Dios no es ni puede ser mandamiento, Dios no
obliga, nos ha hecho libres. El amor es respuesta: me siento querido y quiero. Los que creen esto son la Iglesia.
• Palabras del Papa

Para conocer a Dios nuestro intelecto, la razón es insuficiente. Dios se conoce totalmente
en el encuentro con Él, y para el encuentro la razón no basta. Hace falta algo más: ¡Dios
es amor! Y sólo por el camino del amor puedes conocer a Dios. Amor razonable,
acompañado de la razón. ¡Pero amor! '¿Pero cómo puedo amar lo que no conozco?';
'Ama a los que tienes cerca'. Y esta es la doctrina de los dos mandamientos: El más
importante es amar a Dios, porque Él es amor; Pero el segundo es amar al prójimo, pero
para llegar al primero debemos subir los escalones del segundo: es decir, a través del
amor al prójimo llegamos a conocer a Dios, que es amor. Sólo amando razonablemente,
pero amando, podemos llegar a este amor. Es por eso que debemos amarnos los unos a
los otros, porque el amor es de Dios y quien ama ha sido engendrado por Dios. Para
conocer a Dios hay que amar (Papa Francisco, 8 de enero de 2015).

• Acción de gracias, alabanzas, peticiones…


• Padrenuestro – Comunión (Si es posible, poder comulgar).

• Oración para después de la comunión: “Dios es amor” - José Javier Pérez Benedí

No encontramos las palabras de pan, de amor, de alegría,


para definir a Dios. misericordia y perdón. Es un mismo mandamiento
San Juan, el Evangelista, sin posible división.
nos dice “DIOS ES AMOR”. El Padre Dios ama a todos Amar a Dios y no al prójimo
sin ninguna distinción sería pura ilusión.
Dios es gracia desbordante, y desea que sus hijos
entrega, regalo, don. vivamos en “comunión”. Señor, que la Iglesia asuma
Nos da luz, calor y vida, que “amar es su vocación”.
como el más brillante sol. Por eso Jesús proclama Haz que todos nos amemos
la auténtica religión: y danos tu bendición.
Como buen Padre, a sus hijos “Amar a Dios y al hermano
Dios reparte una ración de verdad, de corazón”.

• Oración mariana poniéndonos en manos de la Buena Madre.


(Puede ser la Salve, Ave María, Acordaos…).

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