Cuadernillo Charles Pierce La Teoría de Los Signos
Cuadernillo Charles Pierce La Teoría de Los Signos
Uno de los puntos más destacados de la semiótica de Peirce es su peculiar concepción del
signo. Las reflexiones que hace al respecto son bastante complejas, de modo que, para facilitar su
comprensión, nosotros nos esforzaremos en presentarlas de manera simplificada, pero sin quitarles
lo esencial.
Peirce aplica al signo la triada lógica que ya había utilizado para indagar el resto de la
realidad.
La función del signo –afirma Peirce– consiste en ser “algo que está en lugar de otra cosa bajo
algún aspecto o capacidad. El signo es una representación por la cual alguien puede mentalmente
remitirse a un objeto. En este proceso se hacen presentes tres elementos formales de la triada a
modo de soportes y relacionados entre sí: el primero es el “representamen”, relacionado con su
“objeto” (lo segundo) y el tercero, que es el “interpretante”.
- El representamen es la representación de algo; o sea, es el signo como elemento inicial de
toda semiosis.
Siendo el representamen la expresión que muestra alguna cosa (la que aparece como signo),
casi siempre es fruto del artificio o de la arbitrariedad de quienes lo crean, como sucede con las
lenguas. Según Peirce, el representamen se dirige a alguien en forma de estímulo, como lo que está
“en lugar de otra cosa” para la formación de otro signo equivalente que será el interpretante.
A veces, las propiedades expresivas del representamen son ambiguas y originan sentidos e
interpretaciones diversas.
En resumen, el representamen es simplemente el signo en sí mismo, tomado formalmente en
un proceso concreto de semiosis, pero no debemos considerarlo un objeto, sino una realidad teórica
y mental.
- El interpretante es lo que produce el representamen en la mente de la persona. En el fondo,
es la idea del representamen, o sea, del signo mismo. Peirce dice que “un signo es un representamen
1
que tiene un interpretante mental”.
Esto significa que el interpretante es la captación del significado en relación con su
significante; en definitiva, el interpretante es siempre otro signo y, por lo tanto, algo le agrega al
objeto del primero. Y como dentro del modelo triádico la gestación semiósica es continua, el
1
Col. Papers 2.274, ES 148; de Semiótica, Ed. Einaudi, op. cit.
45
“interpretante” puede estar constituido por un desarrollo de uno o más signos. Peirce distingue el
“interpretante inmediato” del “interpretante dinámico”, según la función que desempeña en el
proceso de la semiosis.
El “interpretante inmediato” es aquel que corresponde al significado del signo, a lo que él
representa; mientras que el “interpretante dinámico” es el efecto que el interpretante produce en la
mente del sujeto, es la cadena de repercusiones en la mente del sujeto. Pongamos este ejemplo: si le
digo a un amigo: “Gané la lotería”, el interpretante inmediato es la idea que él se hace en ese
instante de la expresión “ganar la lotería”; en cambio, el interpretante dinámico es el efecto que
produce la frase que escucha. Ese efecto son otras ideas o signos, tales como “¡Qué suerte la tuya!”,
“Yo nunca me saco nada”, “¿No estará mintiendo?”.
No hay que imaginar al interpretante como una persona que lee el signo, sino que se trata
únicamente de la repercusión de dicho signo en la mente. La noción de interpretante, según Peirce,
encuadra perfectamente con la actividad mental del ser humano, donde todo pensamiento no es sino
la representación de otro: “El significado de una representación no puede ser sino otra
representación”.
- El objeto es aquello a lo que alude el representamen y –dice Peirce–: “Este signo está en
lugar de algo: su objeto”. Debemos entonces, entender por objeto la denotación formal del signo en
relación con los otros componentes de este. A este objeto, Peirce lo denomina “objeto inmediato”
porque está dentro de la semiosis: debe distinguirse del “objeto dinámico” o “designatum”, que está
fuera del signo y es el que sostiene el contenido del representamen: “Debemos distinguir el Objeto
Inmediato, que es el Objeto tal como es representado por el signo mismo, y cuyo Ser es, entonces,
dependiente de la Representación de él en el Signo; y, por otra parte, el Objeto Dinámico, que es la
Realidad que, por algún medio, arbitra la forma de determinar el Signo a su Representación”.
Esta “realidad que arbitra” no forzosamente debe ser sólo el referente al estilo saussureano,
sino que puede incluir otros significantes conocidos por nuestra mente y que ya forman parte del
bagaje cognoscitivo, engrosando de esta manera el espesor del “objeto”.
Sin embargo, no debemos pensar que el Objeto Dinámico sea fuente de conocimiento. No
puede serlo, porque la realidad en cuanto tal no dice nada a nuestra mente si ésta no posee ya
algunos otros signos de donde recabar otros conocimientos.
La tríada del signo se puede graficar con un triángulo:
Objeto
Representamen Interpretante
Un signo, o representamen, es cualquier cosa que existe para alguien en lugar de otra
cosa, sea cual fuere su acepción o ámbito. El signo va dirigido a alguien y crea en la
mente de esta persona otro signo equivalente, o quizás más desarrollado. El signo que
se crea lo llamamos interpretante del primer signo. Este signo existe por alguna razón,
el propio objeto. Tiene sentido por ese objeto, no en todas sus acepciones, sino
enfocado a una clase de idea particular a la que alguna vez me he referido como el
2
terreno de la representación.”
Recordemos que, para Peirce, los tres elementos de la tríada del signo no son entes
independientes, sino que se trata de relaciones o funciones para explicar la realidad viva de cada
semiosis. Esto tiene sus consecuencias en toda la cadena semiótica. En efecto, la función de
interpretante en un determinado signo puede cambiar de valencia y convertirse en representamen
de otro signo en otra semiosis. Puede suceder que a un signo, por ejemplo, la foto de un deportista,
se le cambie de valor sígnico con la intención de usarla para denotar otra cosa.
Notemos, además, que estos tres aspectos son “lógicos o formales”; solo existen en la mente
del sujeto en el momento concreto de percibir el signo. La distinción o separación de cada momento
es meramente mental, porque en la práctica la tríada no se puede separar: constituye un mismo
proceso.
Podemos darnos cuenta, entonces, que el signo –según Peirce– es ante todo una categoría
mental, es decir, una idea mediante la cual evocamos un objeto, con la finalidad de aprehender el
mundo o de comunicarnos. En este juego se produce la “semiosis”, que es un proceso de inferencia
propio de cualquier persona. La semiótica es la teoría de la práctica semiótica; de allí que el “signo”
constituya el núcleo de ese estudio teórico.
Para concluir, digamos que de esta idea de signo se desprende también el concepto de
semiosis infinita. En efecto, según Peirce, el interpretante de un signo refleja siempre los hábitos
mentales de la persona que entra en contacto con el representamen o, dicho de otra forma, traduce
las reacciones del individuo ante la provocación y el estímulo del signo, denotando sus
comportamientos y experiencias. Se alude aquí a la necesaria relación que existe entre la recepción
del signo y los hábitos culturales de los perceptores, sus experiencias previas de los objetos y de las
cosas del mundo. Los individuos, en el momento de leer un signo, lo interpretan a partir de lo que
ya tienen formado en su mente, es decir, las ideas, las valoraciones sociales, las visiones de la
realidad y los prejuicios que, por cultura, costumbres o tradición poseen de antemano. A partir de
allí se van generando nuevas configuraciones. Es este proceso el que da lugar a una “semiosis
infinita", es decir, a una continua sucesión de producción de signos mediante la cual los sujetos van
pensando la verdad de las cosas y del mundo. La acción del conocimiento humano, cuya base es la
actividad sígnica, nos coloca dentro de una cadena sin fin de mediaciones que nos remiten de signo
en signo, entrelazando un lenguaje con otro, arrastrándonos en la corriente de una semiosis
tumultuosa en el río llamado “cultura”. Como afirma un estudioso:
“Puesto que tanto el objeto como el interpretante de cualquier signo son forzosamente
también signos, no es de sorprender que Peirce afirmara que todo este universo esté
3
sembrado de signos, y se pegunta si no estará compuesto exclusivamente de signos”.
Es a partir de aquí que se genera la semiosis infinita. Leamos estas citas de Peirce:
2
lbidem, n° 228.
3
Sebeok, Thomas, en AA.VV.: El signo de los tres, Ed. Lumen, Barcelona, España. 1989, p.
29.
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La semiótica
“Un signo, o representamen, es algo que, para alguien, representa o se refiere a algo en
algún aspecto o carácter. Se dirige a alguien, esto es, crea en la mente de esa persona
un signo equivalente, o tal vez, un signo aún más desarrollado. Este signo creado es lo
que yo llamo el interpretante del primer signo. El signo está en lugar de algo, su objeto.
Está en lugar de ese objeto no en todos los aspectos, sino sólo con referencia a una
suerte de idea, que a veces he llamado el fundamento del representamen. (…)
La palabra Signo seré usada para denotar un Objeto perceptible, o solamente
imaginable, o aun inimaginable en un cierto sentido. (…) Un signo puede tener más de
un Objeto.” (228)
“Para que algo sea un signo, debe “representar’, como solemos decir, a otra cosa,
llamada su Objeto, aunque la condición de que el Signo debe ser distinto de su Objeto
es, tal vez, arbitraria.” (230)
“El Signo puede solamente representar al Objeto y aludir a él. No puede dar
conocimiento o reconocimiento del Objeto. Esto es lo que se intenta definir en este
trabajo por Objeto de un Signo, vale decir: Objeto es aquello acerca de lo cual el signo
presupone un conocimiento para que sea posible proveer alguna información adicional
4
sobre el mismo.” (231).
4
Peirce, Charles S., La Ciencia...op. cit.
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Se trata de una división del signo que toma en cuenta su triple relación: consigo mismo, con
el objeto al cual alude y con el interpretante.
“Un billete de banco es un sinsigno cuyo legisigno establece su equivalencia con una
cantidad exacta de oro: pero a partir del momento en que la réplica se estudia como
provista de características cualisígnicas (la filigrana, la numeración), también en un
cualisigno y, por lo tanto, irreproducible como tal. Se objetará que el oro es cualisignoa
causa de su rareza, y en cambio el billete se ha convencionalizado como dotado de
valor, por arbitrio legisígnico; pero es que también el billete es cualisigno a causa de su
rareza, y también el oro se ha convencionalizado como parámetro de valor de una
manera arbitraria (podría llegar a ser abandonado como patrón, y sustituido por el
uranio).”5
5
Eco, Umberto. Signo, Ed. Labor, Barcelona, España, 1994, p. 56.
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sino representámenes (signos con algún soporte) que se relacionan con el objeto desde diferentes
puntos de vista. En cambio, en otra vertiente de problemas, es sobre todo el tema del iconismo el
que sigue provocando polémicas, ya que el pensamiento de Peirce no es del todo claro al respecto.
Peirce dice que “el único modo de comunicar directamente una idea es por medio de un
ícono”, lo cual equivale a afirmar que todo ícono es una imagen mental, o sea, algo que existe en el
interior de la persona, a manera de imágenes, de esquemas, de formas y colores de las cosas. El
conocimiento humano –según Peirce– se genera siempre mediante una relación de signos, de modo
que también un ícono es un producto mental, construido mediante la relación de percepciones
sígnicas y operando con ellas. Es lógico, entonces, que él considere ícono no sólo una fotografía,
sino también una onomatopeya o un diagrama. Los diagramas son íconos, porque representan una
equivalencia proporcional, un espacio lógico, precisamente aquel que se forma en la mente acerca
del diagrama mismo. Como vemos, su concepción de iconismo es muy particular y parece que, en
el fondo, Peirce maneja dos conceptos de iconismo. El primero es el que se caracteriza por ser una
percepción mental común a cualquier elaboración sígnica durante el proceso de conocimiento
humano: entonces, en rigor de lógica, según Peirce, el cuadro de un caballo no es un ícono sino un
índice que atrae nuestra atención sobre el animal allí representado, pero por comodidad –afirma él–
se suele extender también a la cosa representada.
Otro concepto más específico de ícono tiene que ver con aquel signo que genera en el
individuo una imagen semejante a las cosas representadas. Sin embargo, lo que produce semejanza
no es el objeto, sino la construcción sígnica convencional. Así, por ejemplo, el caballo del cuadro se
relaciona con su objeto no por una semejanza física entre la imagen y el animal, sino por una
“homología proporcional”, es decir, debido a la similitud de proporciones, en donde cada punto de
la figura está colocado en el mismo orden que corresponde al objeto representado y cuya
convención semiótica aceptamos.
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Milford, Pennsylvannia
12 de octubre de 1904
Mi querida Lady Welby:
No ha pasado un solo día desde que recibí su última carta en el que no haya
lamentado las circunstancias que me impidieron escribir ese mismo día la carta que estaba
intentando escribirle, no sin haberme prometido a mí mismo que eso debería estar hecho
pronto. […]
Pero quería escribirle acerca de los signos, que en su opinión y en la mía son
cuestiones de gran consideración. Creo que más en mi caso que en el suyo. Puesto que, en
mi caso, el más alto grado de realidad sólo se alcanza por medio de signos, esto es,
mediante ideas tales como las de Verdad, Justicia y el resto. Suena paradójico, pero cuando
le haya explicado mi teoría de los signos en su totalidad lo parecerá menos. Creo que hoy le
explicaré los esbozos de mi clasificación de los signos.
Usted sabe que apruebo especialmente la invención de palabras nuevas para nuevas
ideas. No sé si el estudio que llamo Ideoscopia puede considerarse una idea nueva, pero la
palabra Fenomenología se usa en un sentido muy diferente. La Ideoscopia consiste en la
descripción y clasificación de las ideas que pertenecen a la experiencia ordinaria, o que
surgen de modo natural en conexión con la vida ordinaria, sin considerar su validez o
invalidez o su psicología. En la búsqueda de este estudio, después de tan sólo tres o cuatro
años de investigación, fui conducido tiempo atrás (1867), a clasificar todas las ideas en las
tres clases de Primeridad, Segundidad y Terceridad. Esta especie de clasificación es tan
desagradable para mí como lo es para cualquiera, y durante años me esforcé por
menospreciarla y refutarla; pero hace tiempo que me ha conquistado por completo. Tan
desagradable como es atribuir tal significado a los números, y sobre todo, a una tríada, es
no obstante tan desagradable como verdadero. Las ideas de Primeridad, Segundidad y
Terceridad son suficientemente simples. Dando al ser el más amplio sentido posible como
para incluir tanto ideas como cosas, e ideas que imaginamos tener así como ideas que
realmente tenemos, definiría la Primeridad, la Segundidad y la Terceridad como sigue:
La Primeridad es el modo de ser de aquello que es como es, positivamente y sin referencia a
ninguna otra cosa.
La Segundidad es el modo de ser de aquello que es como es, con respecto a una segunda
cosa, pero con independencia de toda tercera.
La Terceridad es el modo de ser de aquello que es como es, en la medida en que pone en
mutua relación a una segunda cosa con una tercera.
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La ciencia de la semiótica
Charles Sanders Peirce
Buenos Aires, Nueva visión, 1974 (fragmentos)
228. Un signo, o representamen, es algo que, para alguien, representa o se refiere a algo en
algún aspecto o carácter. Se dirige a alguien, esto es, crea en la mente de esa persona un signo
equivalente, o, tal vez, un signo aún más desarrollado. Este signo creado es lo que yo llamo el
interpretante del primer signo. El signo está en lugar de algo, su objeto. Está en lugar de ese objeto,
no en todos los aspectos, sino sólo con referencia a una suerte de idea, que a veces he llamado el
fundamento del representamen. "Idea" debe entenderse aquí en cierto sentido platónico, muy
familiar en el habla cotidiana; quiero decir, en el mismo sentido en que decimos que un hombre
capta la idea de otro hombre, en que decimos que cuando un hombre recuerda lo que estaba
pensando anteriormente, recuerda la misma idea, y en que, cuando el hombre continúa pensando en
algo, aun cuando sea por un décimo de segundo, en la medida en que el pensamiento concuerda
consigo mismo durante ese lapso, o sea, continúa teniendo un contenido similar, es "la misma idea",
y no es, en cada instante del intervalo, una idea nueva.
229. Como consecuencia del hecho de estar cada representamen relacionado con tres cosas, el
fundamento, el objeto y el interpretante, la ciencia de la semiótica tiene tres ramas. La primera es
[…] la gramática pura. Tiene por cometido determinar qué es lo que debe ser cierto del
representamen usado por toda inteligencia científica para que pueda encarnar algún significado. La
segunda rama es la lógica propiamente dicha. Es la ciencia de lo que es cuasi-necesariamente
verdadero de los representámenes de cualquier inteligencia científica para que puedan ser válidos
para algún objeto, esto es, para que puedan ser ciertos. […] La tercera rama, la llamaré retórica
pura, imitando la modalidad de Kant de conservar viejas asociaciones de palabras al buscar la
nomenclatura para las concepciones nuevas. Su cometido consiste en determinar las leyes mediante
las cuales, en cualquier inteligencia científica, un signo da nacimiento a otro signo y, especialmente,
un pensamiento da nacimiento a otro pensamiento.
alguna con su carácter como signo. Cualquier cosa, sea lo que fuere, cualidad, individuo existente o
ley, es un ícono de alguna otra cosa, en la medida en que es como esa cosa y en que es usada como
signo de ella.
248. Un índice es un signo que se refiere al Objeto que denota en virtud de ser realmente
afectado por aquel Objeto. […] En la medida en que el índice es afectado por el Objeto, tiene,
necesariamente, alguna Cualidad en común con el Objeto, y es en relación con ella como se refiere
al Objeto. En consecuencia, un índice implica alguna suerte de Icono, aunque un icono muy
especial; y no es el mero parecido con su Objeto, aun en aquellos aspectos que lo convierten en
signo, sino que se trata de la efectiva modificación del signo por el Objeto.
249. Un Símbolo es un signo que se refiere al Objeto que denota en virtud de una ley,
usualmente una asociación de ideas generales que operan de modo tal que son la causa de que el
Símbolo se interprete como referido a dicho Objeto. En consecuencia, el Símbolo es, en sí mismo,
un tipo general o ley. […] En carácter de tal, actúa a través de una Réplica. No sólo es general en sí
mismo; también el Objeto al que se refiere es de naturaleza general. Ahora bien, aquello que es
general tiene su ser en las instancias que habrá de determinar. En consecuencia, debe
necesariamente haber instancias existentes de lo que el Símbolo denota, aunque acá habremos de
entender por "existente", existente en el universo posiblemente imaginario al cual el Símbolo se
refiere. […]
Representar
273. Estar en lugar de otro, es decir, estar en tal relación con otro que, para ciertos propósitos,
se sea tratado por ciertas mentes como si se fuera ese otro. Consecuentemente, un vocero, un
diputado, un apoderado, un agente, un vicario, un diagrama, un síntoma, un tablero, una
descripción, un concepto, una premisa, un testimonio, todos representan alguna otra cosa, de
diversas maneras, para mentes que así los consideran. Cuando se desea distinguir entre aquello que
representa y el acto o relación de representar, lo primero puede ser llamado el "representamen" y lo
segundo la "representación". […]
Signo
303. Cualquier cosa que determina a otra cosa (su interpretante) a referirse a un objeto al cual
ella también se refiere (su objeto) de la misma manera, deviniendo el interpretante a su vez un
signo, y así sucesivamente ad infinitum.
304. Un signo es o bien un ícono, o un índice, o un símbolo. Un ícono es un signo que
poseería el carácter que lo vuelve significativo, aun cuando su objeto no tuviera existencia; tal como
un trazo de lápiz en un papel que representa una línea geométrica. Un índice es un signo que
perdería al instante el carácter que hace de él un signo si su objeto fuera suprimido, pero que no
perdería tal carácter si no hubiera interpretante. Tal es, por ejemplo, un pedazo de tierra que muestra
el agujero de una bala como signo de un disparo; porque sin el disparo no habría habido agujero;
pero hay un agujero ahí, independientemente de que a alguien se le ocurra o no atribuirlo a un
disparo. Un símbolo es un signo que perdería el carácter que lo convierte en un signo si no hubiera
interpretante. Es tal cualquier emisión de habla que significa lo que significa sólo en virtud de poder
ser entendida como poseedora de esa determinada significación. […]
Índice
305. Un signo, o representación, que se refiere a su objeto no tanto a causa de cualquier
similitud o analogía con él, ni porque esté asociado con los caracteres generales que dicho objeto
pueda tener, como porque está en conexión dinámica (incluyendo la conexión espacial] con el
objeto individual, por una parte, y con los sentidos o la memoria de la persona para quien sirve
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como signo, por la otra. Ninguna aseveración fáctica puede hacerse sin recurrir a algún signo que
sirva como índice. Si A le dice a B "Hay un incendio", B preguntará "¿Dónde?", como
consecuencia de lo cual A deberá forzosamente recurrir a un índice, aun cuando sólo quiera
referirse a algún lugar no definido del universo real, pasado y futuro. De lo contrario, s61o habrá
expresado que hay una idea tal como la de incendio, la cual no daría ninguna información, porque,
salvo que ya fuera conocida, la palabra "incendio" sería ininteligible. Si A señala con su dedo el
fuego, el dedo se conecta dinámicamente con el incendio, tanto como si una alarma de incendio
automática lo hubiera dirigido indicando dicha dirección; y, al mismo tiempo, promueve que los
ojos de B se vuelvan a esa dirección, que su atención se concentre en el incendio y que su
entendimiento reconozca que se ha dado respuesta a su pregunta. Si, en cambio, la respuesta de A
hubiera sido "A mil metros de acá, más o menos", la palabra "acá" es un índice, dado que tiene
exactamente la misma fuerza que si hubiera señalado un punto preciso del terreno entre A y E. Más
aún: la palabra "metros", aunque representa a un objeto de clase general, es indirectamente indicial,
dado que las varas métricas en sí mismas son signos de una norma oficial […]. Las letras de uso
común en álgebra que no presentan peculiaridades son índices. También lo son las letras A, B, C,
etcétera, asignadas a una figura geométrica. Los abogados y otros profesionales que se ven en la
necesidad de expresar algún asunto complicado con total precisión recurren a letras para distinguir a
los entes individuales. Las letras, cuando son usadas así, no son sino versiones mejoradas de los
pronombres relativos. Mientras que los pronombres demostrativos y personales son, tal como se los
usa generalmente, "índices genuinos", los pronombres relativos son "índices degenerados", dado
que, aunque en forma accidental e indirecta puedan referirse a cosas existentes, ellos en realidad se
refieren en forma directa, y sólo necesitan referirse a las imágenes mentales que las palabras
precedentes hayan creado.
306. Los índices pueden ser distinguidos de otros signos, o representaciones, por tres rasgos
característicos: primero, que carecen de todo parecido significativo con su objeto; segundo, que se
refieren a entes individuales, unidades individuales, conjuntos unitarios de unidades o continuidades
individuales; tercero, que dirigen la atención a sus objetos por una compulsión ciega. Pero sería
harto difícil, si no imposible, mencionar un índice que fuera absolutamente puro, o hallar algún
signo absolutamente desprovisto de cualidad indicial. Desde el punto de vista psicológico, la acción
de los índices depende de asociaciones por contigüidad, y no de asociaciones por parecido o de
operaciones intelectuales.
Símbolo
307. Un Signo (como se vio) que está constituido como signo mera o fundamentalmente por
el hecho de que es usado y entendido como tal, sea por el hábito natural o nacido por convención, y
con prescindencia de los motivos que originalmente llevaron a su selección.