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Alejandro Llano, Aprender A Vivir

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Alejandro Llano: aprender a vivir y a corregir

La vida es una añadir, no un repetir, diría Alejandro Llano (1943-2024). Así fue la vida de este
gran filósofo español que acaba de fallecer a los 81 años, un añadir constante a su vida cual
vector tenso hacia una finalidad: la vida lograda, con sus idas y vueltas. Búsqueda de la
excelencia personal animada por el pensamiento y el amor. Vida hacia afuera, volcada en el
bien de la persona amada, buscando hacer el bien al prójimo en todas las dimensiones de la
vida social. Sus reflexiones sobre la cultura contemporánea, la filosofía política, la ética, la
teoría del conocimiento, la metafísica son una muestra de la amplitud de sus inquietudes
intelectuales. Hacía camino al andar y ayudó a muchos a transitar por los caminos de la
filosofía y los de la vida, en sus expresiones prosaicas.
En mi formación universitaria (antes y ahora), la obra de Alejandro Llano me ayudó a
moverme por el ámbito de las Humanidades. Empecé con su manual de Gnoseología continué
con bastantes de sus libros que han sido referencia, principalmente, en los campos de la
filosofía política y la ética. Sus indagaciones sobre la cultura, la universidad y los vaivenes de la
sociedad me han dejado ideas refrescantes para ir por la vida no tan a tientas. Sus ensayos me
abrían horizontes nuevos para la reflexión. A la sombra de sus libros me fui formando.
Conversé con él en unas pocas ocasiones, en la Universidad de Navarra y en la
Universidad de La Sabana en Bogotá a dónde asistí a un Congreso sobre Albert Camus. En esta
ocasión él fue el invitado principal. Como de costumbre, sereno, sugerente, agudo, amable.
Junto a su hermano Carlos Llano (1932-2010) -otro grande de la filosofía y del management
contemporáneo- hizo una buena dupla. Se llevaban muy bien y colaboraban en publicaciones
conjuntas. Por ejemplo, escribieron un ensayo denominado Paradojas de la ética empresarial.
Un escrito que suele ser lectura habitual para mis alumnos de Ética de negocios en la Udep.
Presenta una visión integral de la ética empresarial en todas sus dimensiones: la perspectiva
de las normas (qué debo hacer), la dimensión de la acción humana encaminada a la
consecución de los bienes (qué quiero hacer, qué quiero llegar a ser) y la disposición habitual
del obrar humano encarnado en las virtudes morales.
Sabía estar allí en donde aparecían las inquietudes humanas. A finales de los años 80
del siglo pasado tomaba nota de la nueva sensibilidad social que empezaba a tomar rostro
propio, metiéndose en la complejidad social tratando de ver caminos para enrumbar la riqueza
de la fuerza creadora de los seres humanos. Frente al paradigma de la certeza, basado en
mecanismos de control, planeamientos estratégicos de sistemas cerrados y leyes de la historia,
propició más bien el paradigma de la confianza, abierto a la esperanza, a la novedad de la
libertad y a la sana sorpresa. Puro sentido común, ciertamente, pero oscurecido en nuestro
tiempo por el movimiento arrollador de los sistemas informáticos que quieren enjaular a la
realidad.
Al igual que Pascal, Alejandro Llano tenía muy claro que en nuestro quehacer social
hemos de saber armonizar el espíritu de geometría -gestión de la cantidad y control de los
procesos- con el espíritu de finura -calidad, comprensión, empatía-, de tal modo que el llegar a
todos, propio de la geometría, haga juego con el dirigirse a cada uno, manifestación exquisita
del espíritu de finura.
Alejandro Llano, un gran filósofo; más, un entrañable maestro de vida: descanse en
paz.

Francisco Bobadilla Rodríguez


Lima, 2 de octubre de 2024.

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