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Acritudes Preferencias y Opiniones Politicas

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ESTA ES UNA TRADUCCIÓN NO OFICAL DE:

Dalton, R. (2013): "La naturaleza de las creencias de las


masas". En Citizen Politics: Opinión Pública y Partidos
Políticos en las Democracias Industriales Avanzadas. CQ
Press. Capítulo 2, Pp.15-36.
QUEDA PROHIBIDA SU DIFUSIÓN.

Los Angeles Times publicó un artículo sobre una encuesta de opinión


pública en la que se ponía a prueba el conocimiento de los estadounidenses
de la cultura popular frente a la política.1 La encuesta reveló que más
personas podían nombrar a dos de los siete enanitos de Blancanieves que a
dos miembros del Tribunal Supremo de Estados Unidos. Más
estadounidenses conocían el nombre de la autora británica de los libros de
Harry Potter que el del Primer Ministro de Gran Bretaña. Más gente conocía
los nombres de los Tres Chiflados que los de los tres poderes del gobierno de
Estados Unidos.
Este artículo y muchos otros similares ilustran el continuo debate sobre
las capacidades políticas de los ciudadanos democráticos: su nivel de
conocimiento, comprensión e interés por la política. Para que los votantes
tomen decisiones significativas, deben saber algo sobre los temas y
comprender las opciones disponibles. La gente también necesita un
conocimiento suficiente de cómo funciona el sistema político si quiere influir
en las acciones del gobierno. En resumen, para que la política democrática
tenga sentido, los ciudadanos deben tener al menos un nivel básico de
conocimientos políticos.
Estudiar el nivel de sofisticación del público también mejora nuestra
comprensión de los datos de opinión pública presentados en este libro. ¿Con
qué profundidad de conocimiento y convicción se sostienen las opiniones?
¿Representan las respuestas a las encuestas de opinión pública valoraciones
razonadas de los temas o juicios precipitados de individuos que se enfrentan
a un entrevistador en la puerta de su casa? Es frecuente oír tachar al público
de desinformado (sobre todo cuando la opinión pública entra en conflicto
con las propias opiniones del orador). A la inversa, el público no puede ser
más sabio que cuando apoya la posición de uno. ¿Podemos juzgar los
méritos de una u otra postura basándonos en las pruebas empíricas de las
encuestas de opinión pública?
Los debates sobre las capacidades políticas del público son una de las
principales controversias en la investigación del comportamiento político.
Esta controversia implica suposiciones sobre qué nivel de sofisticación se
requiere para que las democracias cumplan sus ideales políticos, así como
diferencias a la hora de evaluar si el público cumple estas suposiciones.
16 Capítulo

-----1: Recurso de Internet --------------------------------------------------

El superciudadano
Los teóricos políticos han sostenido durante mucho tiempo que la
democracia sólo es viable cuando el público tiene un alto grado de
información y sofisticación política. John Stuart Mili, John Locke, Alexis de
Tocqueville y otros escritores consideraban estas características del público
como requisitos para el éxito de la democracia. La mayoría de los teóricos
también afirmaron que la gente debe apoyar el sistema político y compartir
un compromiso con ideales democráticos como el pluralismo, la libre
expresión y los derechos de las minorías (véase el capítulo 12). De lo
contrario,las élites sin escrúpulos podrían manipular a un público
desinformado y poco sofisticado. En cierto sentido, estos teóricos
propusieron un modelo de superciudadano: para que la democracia
sobreviva, el público debe ser un modelo de virtud cívica.
Este ideal del superciudadano democrático se ilustra a menudo con
ejemplos extraídos de una tradición popular sobre la sofisticación de los
estadounidenses.2 Tocqueville (1966) alabó la implicación cívica y política
de los estadounidenses cuando describió Estados Unidos en el siglo XIX. En
los primeros Estados Unidos los votantes supuestamente anhelaban los
estimulantes debates políticos de las campañas electorales y acudían en masa
a mítines políticos. Las reuniones de los ayuntamientos de Nueva Inglaterra
se convirtieron en un ejemplo legendario del espíritu político
estadounidense. Incluso en la frontera, existía la costumbre de que las
conversaciones en torno al barril de galletas del almacén general
demostraban un profundo interés por la política.
La historia pintó un cuadro menos positivo del público en muchas
naciones europeas. A diferencia de Estados Unidos, el derecho al voto llegó
tarde a la mayoría de los europeos, a menudo con retraso hasta principios del
siglo XX. Las instituciones aristocráticas y las tradiciones deferentes de la
política británica limitaban la participación pública más allá del acto de votar
y restringían severamente el tamaño del electorado elegible. En Francia, los
excesos de la Revolución Francesa suscitaron dudas sobre las características
de la participación masiva. La inestabilidad del sistema político francés
supuestamente produjo un sentimiento de "incivismo" (falta de compromiso
cívico), que llevó a la gente a evitar los debates políticos y la participación.
Alemania fue el ejemplo más gráfico de lo que puede ocurrir cuando la
opinión pública carece de normas democráticas. Bajo l o s gobiernos
autoritarios que imperaron durante el Segundo Imperio (1871-1918), se
enseñaba a la gente a ser vista y no escuchada. La República de Weimar
(1919-33) fue un breve y turbulento interludio en la historia no democrática
de Alemania, pero la fragilidad de las normas democráticas contribuyó a la
desaparición de ese sistema y al ascenso del Tercer Reich de Hitler en 1933.
La democracia alemana ha florecido gracias al desarrollo de una sólida
cultura democrática en la República Federal de posguerra. Estas experiencias
históricas reforzaron la creencia de que es necesario un público sofisticado,
implicado y democrático Para que la democracia tenga éxito.
La naturaleza de las 17

El ciudadano poco sofisticado


El inicio de las encuestas científicas de opinión pública en las décadas de
1950 y 1960 brindó la primera oportunidad de ir más allá de las ideas de
filósofos y comentaristas sociales. Por fin fue posible contrastar con la
realidad las elevadas teorías sobre el ciudadano democrático. Se consultó
directamente a los propios ciudadanos.
En contraste con las imágenes clásicas celebradas en la teoría
democrática, las encuestas de opinión pública presentaban una imagen poco
halagüeña del público estadounidense. La sofisticación política parecía estar
muy lejos del modelo del superciudadano. El interés y la implicación política
de la mayoría de la gente apenas iban más allá de votar ocasionalmente en
las elecciones. Además, parece que los estadounidenses no entienden mucho
de política. No estaba claro que la gente basara sus decisiones de voto en
evaluaciones racionales de los candidatos y sus posiciones temáticas. En su
lugar, las lealtades habituales a los grupos y las consideraciones
personalistas parecían determinar las elecciones de la mayoría de los
votantes. El trabajo más importante en este campo resumía estos resultados
de la siguiente manera:

Nuestros datos revelan que ciertos requisitos comúnmente asumidos


para el buen funcionamiento de la democracia no se cumplen en el
comportamiento del ciudadano "medio" Muchos votan sin implicarse
realmente en las elecciones.... El ciudadano no está muy
informado sobre los detalles de la campaña... En cualquier s entido
riguroso o estricto, los votantes no son muy racionales. (Berelson,
Lazarsfeld y McPhee 1954, 307-10)

El estudio The American Voter (Campbell et al. 1960), que marcó un


hito, corroboró estas primeras conclusiones al documentar la falta de
sofisticación política y de comprensión ideológica del electorado
estadounidense.
En un influyente ensayo sobre los sistemas de creencias de las masas,
Philip Converse (1964) expuso los criterios para medir la sofisticación
política. Como se muestra en la figura 2.1, Converse afirmó que debería
haber una estructura básica en el núcleo de las creencias políticas
individuales. Un marco ideológico como el liberalismo o el conservadurismo
proporciona presumiblemente esta estructura, al menos en los niveles más
altos de sofisticación. Además, debe haber un condicionante entre las
posturas temáticas. Por condicionante se entiende una fuerte concordancia
entre las creencias básicas de una persona y las posturas sobre cuestiones
concretas. Una persona que es liberal en un tema se espera que sea liberal en
otros, y las opiniones sobre un tema deben ser ideológicamente (o al menos
lógicamente) coherentes con otras creencias. Por último, Converse afirma
que las opiniones sobre una cuestión deben ser relativamente estables a lo
largo del tiempo, de modo que los votantes tengan creencias duraderas que
guíen su comportamiento. El resultado global debería ser un sistema de
creencias estrechamente estructurado como el que se muestra en la figura.
Al poner a prueba este modelo, Converse llegó a la conclusión de que la
mayoría de los estadounidenses no cumplían estos c r i t e r i o s . En primer
lugar, la mayoría de la gente no juzgaba los fenómenos políticos en
18 Capítulo

Modelo de sistema de creencias estructurado

Las primeras investigaciones afirmaban que las posturas sobre los temas
debían estar interconectadas y vinculadas a valores fundamentales para que
los ciudadanos tomaran decisiones coherentes y razonables.

--4.
.
opinión sobre Opinión sobre
un tema un tema

Principio
Estructurador
(ideología)

--4.
Opinión
Sobre un Opinión sobre
tema Un tema

términos ideológicos, como liberalismo/conservadurismo o


capitalismo/socialismo. En general, la gente no estaba familiarizada con
términos como liberal o conservador, y apenas una décima parte de los
estadounidenses utilizaban conceptos ideológicos para estructurar sus
sistemas de creencias. En segundo lugar, Converse sólo encontró una débil
relación entre cuestiones que aparentemente estaban conectadas. Por
ejemplo, las personas que consideraban que los impuestos eran demasiado
altos estaban a favor de aumentar el gasto en muchos programas específicos
del gobierno. En tercer lugar, las creencias no eran estables a lo largo del
tiempo; muchas personas parecían cambiar de opinión de forma aleatoria
entre elecciones. La falta de estructura, restricción y estabilidad llevó a
Converse (1970) a concluir que los investigadores de la opinión pública a
menudo estudian "no actitudes", es decir, que muchas personas
aparentemente no tienen opiniones informadas ni siquiera sobre cuestiones
de interés político perpetuo.
En The American Voter, Angus Campbell y sus colegas declararon que el
electorado "es casi completamente incapaz de juzgar la racionalidad de las
acciones del gobierno; sabiendo poco de las políticas concretas y de lo que
ha conducido a ellas, el electorado de masas no es capaz ni de valorar sus
objetivos ni la idoneidad de los medios elegidos para asegurar esos
objetivos" (1960, 543). Otros estudios no tardaron en demostrar que muchas
personas no sabían nombrar a sus representantes electos, d e s c o n o c í a n
las instituciones de gobierno y no entendían l a mecánica del proceso
político.
La imagen del votante estadounidense había caído a un nuevo mínimo, y
recientes investigaciones afirman que poco ha cambiado (por ejemplo,
Lewis-Beck et al. 2008;
La naturaleza de las 19

Caplan 2007). Varios estudios sostienen que la información política no ha


mejorado con el tiempo y puede estar disminuyendo porque los jóvenes
están cada vez menos interesados e informados sobre política (Delli Carpini
y Keeter 1996; Wattenberg 201 la, cap. 3). Por ello, un estudio reciente
plantea una pregunta provocadora:

Los votantes no saben mucho, no son conscientes de lo poco que


saben, no son especialmente hábiles a la hora de obtener la información
que necesitan y no pueden recordar la información una vez que l a han
aprendido. El problema se agrava porque los políticos y los grupos de
interés ocultan información de forma activa, porque las cuestiones son
a menudo lo bastante complejas como para dejar perplejos a los
expertos y porque hay un gran número de asuntos importantes...
¿Cómo es posible que la democracia tenga éxito cuando depende de las
decisiones de unos votantes que saben tan poco? (Oppenheimer y
Edwards 2012, 32-33)

La imagen del ciudadano poco sofisticado parecía igualmente aplicable a


los europeos occidentales. Más allá de la participación electoral, la
implicación política en Europa era a menudo menor que en Estados Unidos
(Almond y Verba 1963; Verba, Nie y Kim 1978). Los europeos también
carecían de opiniones bien formadas sobre las cuestiones más acuciantes del
momento (Converse y Pierce 1986, cap. 7; Butler y Stokes 1969). Por
ejemplo, el 60% de los británicos de los años sesenta no reconocían los
términos izquierda y derecha aplicados a la política. Y los signos
reveladores de la falta de actitudes -la débil vinculación entre las opiniones
sobre temas relacionados y la gran inestabilidad de las opiniones a lo largo
del tiempo- eran evidentes.
Otras investigaciones plantearon dudas sobre el compromiso del público
con la tolerancia política y otros valores subyacentes al proceso democrático
(Stouffer 1955; McClosky y Brill 1983; Barnum y Sullivan 1989). La gente
apoyaba los ideales democráticos en abstracto, pero no cuando se aplicaban a
grupos políticos que les desagradaban, como comunistas, nazis, ateos y no
conformistas políticos. Una vez más, la realidad empírica no parece estar a la
altura del ideal democrático.

Teoría elitista de la democracia


Tras constatar que la mayoría de la gente aparentemente no cumple los
requisitos de la teoría democrática clásica, los politólogos se enfrentaron a
una paradoja: la mayoría de los individuos no son "buenos" ciudadanos
democráticos y, sin embargo, democracias c o m o l a s de Estados Unidos y
Gran Bretaña han existido durante generaciones. Poco a poco, los
académicos desarrollaron una teoría elitista de la democracia para
interpretar estos resultados de las encuestas de forma positiva (Berelson et al.
1954, 313-23; Almond y Verba 1963, cap. 15).
Esta teoría elitista convertía las supuestas limitaciones del público en una
fortaleza de la democracia. Sostenía que la política podría resultar inviable si
todas las personas estuvieran activas en todos los asuntos en todo momento.
Todavía estaban frescas las imágenes de las fuerzas centrífugas que
destruyeron la República de Weimar y generaron preocupación por los
posibles efectos de una participación excesiva. Estos autores
20 Capítulo

sugieren que el ciudadano modelo "no es el ciudadano activo; es el


ciudadano potencialmente activo" (Almond y Verba 1963, 347). En otras
palabras, la gente debe creer que puede influir en el gobierno y volverse
activa si el asunto es lo suficientemente importante. Sin embargo, pocos se
darán cuenta de este potencial. El equilibrio entre la acción y la acción
potencial presumiblemente garantiza que las élites políticas tengan suficiente
libertad para tomar las decisiones necesarias sin perder de vista el interés
público.
Otro elemento de esta teoría elitista hace hincapié en la heterogeneidad
del público. "Algunas personas están y deberían estar muy interesadas en la
política, pero no todo el mundo lo está o necesita estarlo" (Berelson et al.
1954, 315). Desde esta perspectiva, la capacidad de respuesta del sistema
político está asegurada por un núcleo de ciudadanos activos y élites políticas,
dejando al resto del público felizmente desinformado y poco implicado. La
mezcla entre votantes implicados e indiferentes garantiza supuestamente
tanto la estabilidad como la flexibilidad de los sistemas democráticos. La
teoría elitista de la democracia se basa en la realidad de la vida política, o al
menos en las pruebas fehacientes de las encuestas. Sin embargo, es una
teoría de la democracia muy poco democrática. La teoría sostiene que "el
ciudadano democrático... debe ser activo, pero pasivo; implicado, pero no
demasiado implicado; influyente, pero deferente" (Almond y Verba 1963,
478-79). Los valores y objetivos de la democracia se ven oscurecidos, al
menos parcialmente, por una montaña de datos de encuestas.
Aceptando este nuevo credo, algunos analistas defendieron una versión
extrema de este modelo, dando a entender que el aumento del activismo
ciudadano era antidemocrático y políticamente desestabilizador. Como
afirmaron sin rodeos Thomas Dye y Harmon Ziegler (1970, 328),

“La supervivencia de la democracia depende del compromiso de las élites


con los ideales democráticos más que de un amplio apoyo a la democracia
por parte de las masas. La apatía política y la no participación de las masas
contribuyen a la supervivencia de la democracia. Afortunadamente para la
democracia, las masas antidemocráticas suelen ser más apáticas que las
élites”.

Si una ciudadanía solidaria y quiescente garantiza el buen


funcionamiento del sistema político, ¿no es prácticamente un deber del
individuo mantenerse al margen? ¡Hurra por sentarse en el sofá y ver la
televisión! De hecho, cuando el público empezó a desafiar a las élites
políticas durante las turbulentas décadas de 1960 y 1970, algunos politólogos
advirtieron que la democracia requería un público de seguidores que no
cuestionara demasiado a las élites políticas (Crozier, Huntington y Watanuki
1975). Argumentaban que demasiada democracia podría amenazar el
proceso democrático. Más recientemente, Fareed Zakaria, presentador de un
programa de entrevistas de la CNN los domingos por la mañana, ha afirmado
que padecemos un exceso de democracia (Zakaria 2003).
Creo que la teoría elitista pasa por alto las complejidades del proceso
democrático y adopta una visión poco sofisticada de las pruebas. Por
ejemplo, esta teoría ignora las incoherencias que también existen entre las
élites políticas. Los miembros del Congreso de los EE.UU. aprueban
habitualmente límites presupuestarios formales y luego actúan para eludir
esos mismos límites en la siguiente ley; en una votación aprueban medidas
estrictas para controlar la delincuencia, y en la siguiente se niegan a prohibir
las armas de asalto.3
La naturaleza de las 21
Tales incoherencias en el comportamiento de las élites se tratan como
ejemplos de la complejidad de la política, pero los mismos patrones en la
opinión pública se consideran signos de una sofisticación limitada. Además,
la crítica elitista de las capacidades del público ha sido cuestionada por
motivos tanto normativos como empíricos.4 El panorama de las capacidades
del público no es ni mucho menos tan sombrío como el que pinta la teoría
elitista de la democracia. De hecho, Arthur Lupia (2007) argumentó
provocativamente que el elitismo de los investigadores contribuye a su
imagen negativa del público. A medida que han aumentado nuestros
conocimientos científicos, también lo ha hecho nuestra comprensión de
cómo la gente toma decisiones políticas.

Sofisticación política reconsiderada


Me baso en varios puntos para rebatir las descripciones anteriores de un
público poco sofisticado. Los profundos cambios sociales y políticos en las
democracias industriales avanzadas han aumentado las capacidades políticas
de los ciudadanos. Además, la investigación ha enriquecido nuestra
comprensión de cómo piensa la gente sobre los asuntos políticos. Cada punto
merece atención.

Movilización cognitiva
Aunque el público de la década de 1950 (y anteriores) tenía habilidades y
recursos políticos limitados, el público actual es diferente. Un proceso de
"movilización cognitiva" ha elevado el nivel general de sofisticación política
del público (Dalton 2012a; Inglehart 1990). Este proceso tiene dos partes
diferenciadas: la capacidad de adquirir información política y la capacidad
de procesarla.
Una o dos generaciones antes, el ciudadano medio tenía un acceso
limitado a la información. Antes se podían leer periódicos o revistas, pero
esto podía resultar exigente, sobre todo para un público con escasa
formación. Sobre todo en Europa, la calidad de los diarios y la cobertura de
las noticias eran desiguales, y muchos periódicos de masas eran poco más
que hojas de escándalo. Además, la información llegaba días o incluso
semanas después de los hechos reales. Hoy en día, la oferta y variedad de
noticias políticas es casi ilimitada; se trata de una evolución relativamente
reciente.
La expansión de los medios de comunicación de masas, especialmente la
televisión, es el ejemplo más claro de este cambio (Norris 2000; Prior 2007).
En 1950, la televisión era todavía una novedad para la mayoría de los
estadounidenses y un lujo para la mayoría de los europeos. Sólo había
televisores en la mitad de los hogares estadounidenses, en menos del 10% de
los de Gran Bretaña y Francia y en menos del 5% de los de Alemania
Occidental. La expansión de la propiedad de televisores en las dos décadas
siguientes produjo una creciente dependencia de la televisión como fuente de
información política. En las elecciones estadounidenses de 1952, el 51% del
electorado utilizó las noticias de televisión como f u e n t e d e información.
En 1960 la cifra había aumentado en torno al 90%.
22 Capítulo
En 1961, sólo el 50% del público de Alemania Occidental dependía de la
televisión para obtener información política, pero en 1974 los alemanes
también habían alcanzado el nivel del 90%. Las tendencias británica y
francesa presentan pautas similares.
A medida que aumentaba el número de telespectadores, también lo hacía
la cantidad de información política que ofrecía el medio. El telediario
nocturno de media hora de duración no empezó a emitirse hasta 1963. Desde
entonces, la tecnología y el interés de los telespectadores han aumentado la
proporción de la programación televisiva dedicada a las noticias y los
asuntos políticos. Hoy en día, la información es instantánea y se difunde a
escala mundial. La mayoría de los estadounidenses tienen acceso a las
noticias 24 horas al día, 7 días a la semana: CNN, FOX, MSNBC, C-SPAN y
otros canales por cable crean un rico entorno mediático. Markus Prior (2007)
demuestra que la ampliación de la oferta mediática ha aumentado el
consumo total de información política, pero también ha incrementado la
desigualdad en la información política entre los más y los menos interesados.
Los que están interesados pueden encontrar noticias las 24 horas del día; los
que no lo están ven Los Simpson durante la hora de las noticias.
Además de la información de la televisión, muchas personas leen
periódicos y revistas, escuchan noticias en la radio, utilizan Internet, se unen
a grupos de debate en línea o se enteran de política por sus amigos. Aunque
muchos politólogos critican los programas de " noticias blandas", c o m o los
talk shows o Jon Stewart y The Daily Show, estos programas también
pueden ser valiosas fuentes de información (Baum y Jamison 2005). La
gente tiene acceso a un abanico de información que habría sido inimaginable
hace una generación. El aumento de la cantidad y la calidad de la
información p o l í t i c a proporcionada por los medios de comunicación
debería mejorar la concienciación política.
Existen tendencias similares en la mayoría de las democracias industriales
avanzadas. Los canales por cable y satélite amplían las opciones disponibles,
que van desde las cadenas nacionales a las de las naciones vecinas, pasando
por un sinfín de noticias y programas de información gubernamental. El
papel político de los medios de comunicación también ha aumentado. Por
ejemplo, hasta las elecciones de 1964 el gobierno británico prohibió a la
BBC difundir noticias electorales durante el periodo de campaña. Ahora la
cobertura televisiva es una parte central de la mayoría de las campañas
modernas (Norris et al. 1999). Igualmente dramático e importante,
especialmente para los ciudadanos más jóvenes, es el aumento de las fuentes
de noticias basadas en Internet en la última década.
La tabla 2.1 presenta el uso de diversas fuentes de información para
conocer la actualidad.5 Como han demostrado muchos otros estudios, las
noticias de televisión son la fuente de información más utilizada, citada por
cerca del 90% del público en cada uno de los cuatro países. Es significativo
que la segunda fuente de información más utilizada sea la conversación con
amigos y colegas. Las personas somos animales sociales y buscamos
información entre nuestros amigos. Mientras que la circulación de otros
medios de comunicación de masas -periódicos y revistas impresas-
disminuye, el uso de Internet como fuente de información aumenta
notablemente. Dos tercios de los estadounidenses afirman r e c u r r i r
regularmente a Internet, y esta fuente es ahora la más utilizada entre los
jóvenes (Pew 2012a).
La naturaleza de las 23

Fuentes de información
La televisión sigue siendo la fuente de información más común, pero el uso de Internet es
aumentando especialmente en Estados Unidos.
ESTADO GRAN
S BRETA FRANCI ALEMANIA
UNIDOS ÑA A
Noticias de radio y 87 93 95 96
televisión
TV/radio 62 63 67 66
informes
detallados
Amigos y colegas 82 83 77 87

Internet 67 49 37 48
Periódicos 64 72 62 85
Revistas 44 48 48 51
Libros 32 42 33 37
Fuente: Encuesta Mundial de Valores (2006---08). La pregunta se refería al uso semanal por
separado de cada f u e n t e d e información; el gráfico presenta el porcentaje de los que han
utilizado cada fuente.

Los politólogos están divididos s o b r e si la expansión de la televisión (y


ahora de Internet) como fuente de información es un auge o una maldición
para el proceso democrático (por ejemplo, Prior 2007; Norris 2000). Algunos
estudiosos sostienen que la televisión tiende a trivializar la información,
dando más importancia al entretenimiento y al drama que a la sustancia y
creando un clima de opinión negativo. Internet está inundado de
desinformación inédita, así como de abundante información fiable. Otros
investigadores t i e n e n una imagen idílica de una época anterior y lamentan
la disminución de lectores de periódicos, especialmente entre los jóvenes.
Algunas de estas preocupaciones están bien fundadas. Yo creo, sin embargo,
que los beneficios de la era de los nuevos medios de comunicación superan
los límites. La televisión puede crear un mejor sentido del proceso político al
permitirnos a todos asistir a las deliberaciones legislativas, ver a los
candidatos en campaña y vivir la historia de primera mano. Observar por
televisión un importante debate parlamentario o ver en directo la investidura
presidencial pone a los ciudadanos en contacto directo con su gobierno y les
hace comprender m e j o r cómo funciona la democracia. Internet
proporciona acceso a una abundancia de información inimaginable salvo en
los primeros episodios de Star Trek. La televisión, Internet y otras fuentes
modernas de información tienen un gran potencial positivo y negativo, y el
objetivo de las políticas democráticas debería ser maximizar los beneficios
positivos y minimizar los negativos.
Una provocadora señal del cambiante clima informativo procede de un
estudio de opinión sobre asuntos de política exterior. Matthew Baum (2003)
descubrió que la opinión pública prestó más atención a la Guerra del Golfo
Pérsico de 1991 que a Vietnam o Corea en una fase similar de estos
conflictos.
24 Capítulo

Mucha gente aprendía sobre política a través de fuentes tradicionales, como


los periódicos y las noticias de las cadenas de televisión, pero en la nueva era
de la información de hoy otros aprenden a través de programas de "noticias
blandas", de Internet, de sus amigos o de otras fuentes. Esta es la nueva era
de la información en la que vivimos.
Además de los medios de comunicación o las redes de amistades, las
experiencias de nuestra vida cotidiana nos proporcionan una gran cantidad
de información políticamente relevante. Los gobiernos desempeñan ahora un
papel importante en la sociedad, y lo bien o mal que funcionen proporciona
información política importante. Por ejemplo, si la economía va bien, es
probable que los votantes apoyen a los gobernantes. Del mismo modo, el
gobierno gestiona la mayoría de las escuelas, establece normas sanitarias,
administra los programas familiares y sociales, protege el medio ambiente y
cubre nuestras necesidades de transporte. Cuando un viajero observa que las
carreteras se están deteriorando (o mejorando) o los padres observan mejoras
(o deterioro) en las escuelas de sus hijos, se trata de hechos políticos
significativos. Vivimos en un entorno rico en información, y la información
políticamente relevante está fácilmente disponible.
Igualmente importante es el hecho de que la expansión de las fuentes de
información ha sido paralela a una mayor capacidad de los ciudadanos para
procesar la información política. Un proceso de movilización cognitiva
significa que más personas disponen ahora de los recursos y habilidades
necesarios para enfrentarse a las complejidades de la política y tomar sus
propias decisiones políticas. La ampliación del acceso a la información
política brinda una oportunidad a la ciudadanía, pero esta abundancia de
noticias puede ser sólo una cacofonía ruidosa a menos que s e sepa procesar
la información. Por lo tanto, también es necesario que el público desarrolle
habilidades políticas.
El cambio más visible en las competencias políticas es el nivel educativo.
Las sociedades industriales avanzadas requieren un electorado más culto y
técnicamente sofisticado, y la riqueza moderna ha ampliado las
oportunidades educativas (véase el capítulo 1). En consecuencia, el cambio
en el nivel educativo desde los años 50 hasta hoy es asombroso. En 1952,
casi dos tercios de los estadounidenses tenían menos de un diploma de
secundaria, y sólo una décima parte tenía algún tipo de educación
universitaria. En 2012, aproximadamente dos tercios tienen estudios
universitarios. Cambios paralelos están transformando los públicos europeos.
En la Alemania Occidental de la posguerra, el número de personas que sólo
tenían estudios primarios superaba al de los que tenían un diploma de
enseñanza secundaria (Mittlere Reife) en una proporción de cinco a uno.
Hoy en día, el número de alemanes con mayor nivel educativo duplica al de
los que tienen menos.
La relación entre los años de escolarización y la sofisticación política no
es uno a uno, pero la investigación muestra que la educación está vinculada
al nivel de conocimiento, interés y sofisticación política de una persona (Nie,
Junn y Stehlik-Barry 1996; Sniderman, Brody y Tetlock 1991). Aún más a
favor, los científicos sociales han descubierto que el coeficiente intelectual
del ciudadano medio ha aumentado de forma constante durante el último
siglo en prácticamente todas las naciones en las que se dispone de datos a
largo plazo (Flynn 2007; Pinker 2011, 650-60). En 2010, el estadounidense
medio tenía un coeficiente intelectual 18 puntos s u p e r i o r al de 1950.
Según estos datos, cada vez somos más inteligentes. Este aumento se debe a
muchos factores, como la mejora de la alimentación y la salud, pero un
factor importante ha sido la expansión de la educación y del marco para
pensar sobre el mundo.
La naturaleza de las 25

En términos políticos, Samuel Popkin (1991, 36) sugirió que el


aumento de los niveles educativos también incrementa la amplitud de los
intereses políticos de los ciudadanos, aunque no aumente en la misma
medida los niveles generales de conocimiento político o de restricción de
temas. Una duplicación del nivel educativo del público puede no duplicar
el nivel de sofisticación política, pero debería producirse algún aumento.
En la larga historia de las democracias, los electorados contemporáneos
son claramente los más educados, lo que debería contribuir a crear un
electorado más sofisticado y un nuevo estilo de política ciudadana.
Otro cambio social relacionado tiene que ver con la situación social y
política de la mujer. En los años 50, una proporción significativa de mujeres
se había criado antes de que las mujeres recibieran su derecho al voto
(Francia retrasó la emancipación de las mujeres hasta 1945). Muchas
mujeres estaban al margen de la política, por elección o por normas sociales
(véase el capítulo 6). Incluso en las encuestas de opinión pública de los años
50, las mujeres solían remitir a los entrevistadores a sus maridos o
manifestaban menos interés por la política (Converse 2007, 311-12). Esto ha
cambiado drásticamente con el tiempo, ya que las mujeres han aumentado su
nivel educativo a un ritmo más rápido que los hombres y han votado a un
ritmo mayor que ellos. Este proceso aumentó la movilización cognitiva de
esta mitad del público. En Estados Unidos, la incorporación de los
afroamericanos a la política y la sociedad fue igualmente transformadora
para estos ciudadanos.
Philip Converse (1972, 1990) escribió que la atención política es un
indicador más importante de las habilidades políticas del público que la
educación. Como reflejo y refuerzo de la tendencia general de
movilización cognitiva, el interés político ha aumentado en nuestras
cuatro naciones principales durante el último medio siglo (véase la figura
2.2).6 El interés por las campañas puede variar de unas elecciones a otras,
pero en general ha tendido a aumentar. El interés político ha crecido de
forma más constante en la República Federal de Alemania, en parte
debido a la movilización cognitiva y en parte a la resocialización de la
nación hacia la democracia. En Gran Bretaña, Francia y la mayoría de las
democracias occidentales se sigue más de cerca la política (Vassallo
2011, 38-42). El interés de los estadounidenses por las campañas ha
seguido erráticamente una ligera tendencia al alza, con algunas
variaciones según la intensidad de las elecciones presidenciales. En
general, los públicos contemporáneos están más interesados en la política
que las generaciones anteriores.

Elección racional frente a elección razonable


En las décadas transcurridas desde que las primeras encuestas de opinión
pública generaron sus imágenes negativas del público, hemos aprendido
mucho sobre cómo la gente procesa la información y toma decisiones
políticas (y no políticas). Esta investigación ha despojado los estándares
idealizados de la teoría democrática clásica y las racionalizaciones de la
teoría democrática elitista.
En lugar de esperar que se tomen decisiones racionales, sofisticadas y con
pleno conocimiento de causa, algo que probablemente rara vez ocurre en la
mayoría de los aspectos de nuestras vidas, los investigadores se centraron en
cómo la gente toma decisiones razonables en la mayoría de los casos. La
gente toma decisiones políticas de f o r m a habitual, ya sea votando en unas
elecciones, donando fondos a un grupo político o participando en un debate
político.
26 Capítulo

Interés politico

En general, el interés político ha aumentado con el tiempo.

100

80

-o
Cl)
ü5
60
Cl)

"E
Cl)
Ol
Cll
"E
Cl) 40
Cl)
c..

20
Leyend
a

1955 1965 1975 1985 1995 2005 2015

Fuentes: Estados Unidos, 1952-2008, American National Election Studies; Gran Bretaña, 1949-
53, Gallup (1976a), 1963-79, British Election Studies, 1997-2011 British Social Attitudes Survey;
Alemania Occidental, 1952-2009, encuestas del lnstitut für Demoskopie, Allensbach; Francia,
1953 y 1978, Charlot (1980), 1962, Gallup (1976b), 1978-2007, French Election Studies.

Pocas personas cumplen las expectativas ideales de los teóricos de la


democracia a la hora de evaluar racionalmente toda la información que
podría entrar en tales elecciones, pero, no obstante, las personas toman
decisiones políticas reales. Shaun Bowler y Todd Donovan (1998, 30)
sugieren que esta conclusión lleva a una forma diferente de pensar sobre el
papel de los ciudadanos: "Los votantes, por utilizar una analogía, pueden
saber muy poco sobre el funcionamiento del motor de combustión interna,
pero saben cómo conducir. Y mientras que podríamos decir que los primeros
estudios sobre el voto se centraban en la ignorancia de los votantes sobre el
motor, los estudios más recientes prestan más atención a la capacidad de
conducir".
La investigación cognitiva ha descrito cómo las personas toman
decisiones en su vida, y esta investigación parte de una visión diferente de la
información política. Hay demasiada información en el mundo para que las
personas puedan retener toda la que experimentan. The Economist informaba
recientemente de que una persona media lee unos 10 megabytes (MB) de
material al día, escucha 400 MB al día y ve un MB de información cada
segundo. La memoria humana es limitada, y
La naturaleza de las 27

la mayor parte de la información sobre nuestras vidas, nuestra comunidad, la


política y otras experiencias vitales no se retiene. Por eso, al igual que los
politólogos se quejan de los escasos conocimientos de la población sobre
política, los economistas afirman que la gente necesita saber más sobre
economía, los científicos naturales lamentan nuestro limitado conocimiento
de la ciencia y los geógrafos señalan los vacíos en nuestro conocimiento del
mundo.7 Pero adquirir "información completa" es una tarea de enormes
proporciones, especialmente para la política, que a menudo es secundaria
con respecto a las preocupaciones vitales inmediatas.8 Casi todas las
decisiones de la vida se basan en información parcial, por lo que la
investigación sobre el comportamiento humano debería centrarse en cómo
las personas toman decisiones razonables con información incompleta.
Temas Públicos. La investigación cognitiva destaca varios métodos que
los ciudadanos pueden utilizar para tomar decisiones razonables con
información incompleta (Oppenheimer y Edwards 2012, caps. 7-8). En
primer lugar, en lugar de s e g u i r todas las cuestiones, la gente concentra su
atención en unos pocos temas de interés personal. El electorado total se
divide en varias temáticas públicas que se solapan parcialmente (Converse
1964). Formar parte d e un tema público implica que la gente dedica
atención al tema y tiene preferencias más informadas. Muchos agricultores,
por ejemplo, siguen de cerca la política agrícola del gobierno mientras que
prestan escasa atención a los programas de renovación urbana. Los padres de
niños en edad escolar pueden interesarse p o r l a política educativa,
mientras que los ancianos s e interesan por la Seguridad Social. Los
principales temas públicos suelen existir para cubrir temas de interés general,
como la política económica, los impuestos y los programas sociales básicos.
En el otro extremo, sólo unas pocas personas siguen con regularidad
cuestiones de ayuda exterior, comercio internacional o agricultura. Muy
pocos ciudadanos se interesan por todos los temas, pero la mayoría son
miembros de al menos un tema público. Parafraseando a Will Rogers, "Todo
el mundo es sofisticado, sólo que en temas diferentes".
El concepto de temas públicos influye en nuestra concepción de la
sofisticación política. Cuando la gente define la política según sus propios
intereses, suele aparecer un sorprendente nivel de sofisticación política.
David RePass (1971) documentó un alto nivel de voto racional cuando los
ciudadanos identificaban sus propios intereses. Del mismo modo, la
investigación demuestra que los miembros de un público interesado en una
cuestión tienen más probabilidades de seguir la cobertura mediática de la
cuestión, recabar información sobre la cuestión, mantener preferencias
estables y utilizar estas preferencias como base de la elección del voto
(Hutchings 2003; Krosnick 1990; Feld man 1989). Por lo tanto, la b a j a
coherencia en las opiniones sobre un tema y la baja estabilidad de las
opiniones a lo largo del tiempo no significan que el electorado sea poco
sofisticado; la explicación alternativa es que no todos los ciudadanos se
interesan por todos los temas e intentan mantenerse informados sobre ellos.
Algunos politólogos consideran que los temas públicos son una
característica negativa de la política porque la proliferación de temas
públicos va en contra de la elaboración de políticas basadas en un marco
ideológico amplio y coherente. La razón es que los intereses políticos en un
área no se juzgan frente a los intereses en otras áreas políticas. La
fragmentación política es potencialmente problemática, pero esta crítica
puede ser exagerada. Si las personas limitan sus intereses temáticos, no
significa que no puedan juzgar estas cuestiones utilizando un marco político
amplio; los diferentes grupos de intereses temáticos aún pueden emanar de
un conjunto de valores subyacentes comunes. Además, Robert Lane (1962,
1973) señaló las consecuencias negativas
28 Capítulo

de un sistema de creencias demasiado estructurado, por ejemplo, el


dogmatismo y la intolerancia (también Dahl 1971). De hecho, algunas de las
críticas populares al Congreso se centran en las opiniones estrechas y
polarizadas de las élites de los partidos, que socavan l a posibilidad de
aprobar leyes con un amplio atractivo público. En algunos casos, por lo
tanto, los asuntos públicos pueden beneficiar al proceso democrático.

Cognición política. Los estudios de psicología política aportan una nueva


comprensión de la cognición política. Las investigaciones que se centran en
la capacidad del público para recordar información específica pasan por alto
la forma en que las personas procesan la información. Las investigaciones
más recientes sugieren que, en lugar de memorizar acontecimientos o
detalles concretos, un proceso cognitivo más habitual consiste en evaluar la
nueva información y actualizarla acorde a información previa de si un tema o
candidato concreto gusta o no (Lau y Redlawsk 2006; Schwarz y Bohner
2001; Lodge y McGraw 1995). Por ejemplo, es poco probable que recuerde
toda la información que ha oído sobre la reforma sanitaria promulgada por el
gobierno de Obama, pero e s o no significa que no tenga opiniones sobre el
tema. Cada vez que uno lee una noticia o escucha algo de un amigo,
actualiza su impresión general sobre si este tema o un candidato es bueno o
malo para gente como tú. Así que los estudios sobre la capacidad del público
para recordar información específica sólo presentan una imagen parcial de
cuánta información utilizan los ciudadanos para tomar decisiones políticas.
La investigación en psicología política también sostiene que los sistemas
de creencias están estructurados de forma diferente a como se suponía
anteriormente. En lugar de considerar que los sistemas de creencias
interconectan estrechamente una gama diversa de actitudes políticas, como
Converse propuso originalmente, existe una estructura vertical (o red) de
creencias dentro de ámbitos políticos específicos, como se ilustra en la figura
2.3. Los valores básicos de un individuo están vinculados a orientaciones
políticas generales; las opiniones sobre cuestiones específicas se derivan de
una o más de estas orientaciones generales (Conover y Feldman 1984). Por
ejemplo, las actitudes hacia los programas gubernamentales de ayuda a las
minorías pueden reflejar orientaciones generales que el individuo puede
tener sobre el papel del gobierno y las actitudes hacia las minorías. Al mismo
t i e m p o , incluso si las opiniones sobre cuestiones específicas están
fuertemente vinculadas a orientaciones políticas más amplias, las relaciones
entre las opiniones sobre cuestiones específicas pueden ser débiles porque
las cuestiones pueden no estar directamente vinculadas entre sí. Por lo tanto,
este modelo carece del vínculo directo entre las opiniones sobre diferentes
cuestiones que se postula en el modelo del votante estadounidense (véase la
figura 2.1).
Además, las actitudes concretas incluidas en estas estructuras pueden
variar de una persona a otra. Las creencias de algunas personas incluirán
sólo una parte pequeña de la estructura de la figura 2.3, como los temas de la
izquierda. Otras estructuras de creencias pueden incluir un subconjunto
diferente de temas y orientaciones generales. Así, esta literatura suele
identificar estructuras cognitivas específicas que son relevantes para
subconjuntos de cuestiones, como la política exterior, las políticas raciales o
las evaluaciones de candidatos.9 Así, aunque las personas no sean
sofisticadas en todos los temas políticos, pueden tener creencias lógicas y
estructuradas dentro de ámbitos específicos que les permitan gestionar la
toma de decisiones políticas.
La naturaleza de las 29

Los estudios actuales sugieren que los sistemas de creencias no están


estrechamente limitados, sino que proporcionan una estructura flexible para
vincular las cuestiones de relevancia con los intereses individuales.

Principio
de
estructurac
ión

... ....
Orientaci Orientaci Orientación
ón general ón general general

..
Tema
"►
Tema Tema Tema Tema
específi específi específ específ
ico específico
co co ico

Heurística. Un tercer aspecto de la elección razonable es que la gente


utiliza "atajos" o "heurísticos" para simplificar la toma de decisiones
(Sniderman, Brody y Tetlock 1991; Lupia y McCubbins 1998;
Barker y Hansen 2005; Lau y Redlawsk 2006; Lupia 2007). Samuel
Popkin (1991, 218) escribe que "el uso de atajos informativos es ...un
hecho ineludible de la vida, y ocurrirá independientemente de lo
educados que seamos, de la cantidad de información que tengamos y
de lo mucho que pensemos". Un heurístico proporciona pistas
políticas sobre cómo la gente -que es como si misma- debe ver los
temas políticos o los partidos y es un atajo informativo para recopilar
y procesar información.
Las personas pueden recurrir a una gran variedad de heurísticos.
Los grupos sociales son una fuente habitual de pistas políticas (véase
el capítulo 8). Muchas cuestiones políticas implican conflictos entre
grupos sociales de clase, religiosos, étnicos o de otro tipo. Los
vínculos o sentimientos hacia un grupo social pueden servir de
orientación a la hora de abordar cuestiones políticas. Los
trabajadores franceses de la siderurgia, por ejemplo, pueden preferir
programas de bienestar social más amplios porque el sindicato
sugiere que así
30 Capítulo

benefician a trabajadores como ellos, y votan a un partido de izquierdas que


el sindicato respalda (y que presumiblemente representa los intereses de los
trabajadores). En cambio, una católica bávara puede seguir el consejo de su
pastor de apoyar las ayudas públicas a las escuelas religiosas y votar al
candidato de la Unión Social Cristiana. Las referencias de grupo son también
una base común de evaluación de los partidos. Cuando los conflictos sociales
son destacados y los partidos adoptan posturas claras a l r e s p e c t o , l a s
características sociales pueden proporcionar pistas eficaces para seguir la
política. Puede que la gente no explique sus preferencias políticas con
argumentos ideológicos sofisticados o haciendo referencia a propuestas
legislativas concretas, pero en general siguen haciendo elecciones políticas
razonables.
La identificación con un partido es un heurístico aún más poderoso que
las señales de grupo social (véase el capítulo 9). Muchas personas
desarrollan en una etapa temprana de su vida un apego duradero hacia un
partido político que creen que representa mejor sus puntos de vista. Los
partidos son actores centrales en la política democrática, por lo que la
mayoría de los fenómenos políticos pueden juzgarse en referencia a los
partidos. Dado que en la mayoría de las elecciones hay que elegir entre
varios partidos, es obvio que el apego a un partido puede simplificar la
elección del voto. En Europa Occidental, donde los partidos actúan como
unidades cohesionadas, el voto de los partidos en diferentes temas es un
atajo eficaz y eficiente para decidir el voto. La heterogeneidad de los
partidos estadounidenses disminuye el valor político del voto partidista, pero
la complejidad de las elecciones americanas hace que el partido sea una
valiosa clave de voto cuando hay que decidir entre una larga lista de
candidatos federales, estatales y locales. La identificación con un partido
también puede influir en la evaluación de los líderes políticos y de las nuevas
cuestiones políticas. Si los votantes no están seguros sobre un tema, las
claves partidistas pueden sugerir dónde están sus intereses. Si está viendo a
un miembro del Congreso por televisión, puede predecir lo que va a decir
dependiendo de si hay una D o una R después de su nombre. Es más
probable que un asunto apoyado por el partido de uno le beneficie, mientras
que las políticas del partido de la oposición son sospechosas. En resumen,
debido a su valor heurístico, la identificación partidista suele considerarse el
hilo conductor entre el ciudadano y el proceso político.
Las orientaciones izquierda/derecha (o liberal/conservadora) son otra
fuente potencial de pistas políticas. La mayoría de las personas no expresan
opiniones ideológicas sofisticadas, pero pueden situarse dentro de una
amplia familia ideológica (Jacoby 1991; Fuchs y Klingemann 1989). La
orientación izquierda/derecha proporciona un marco para evaluar los objetos
políticos. Cuando un individuo describe a un candidato como demasiado
liberal o a otro como demasiado conservador, está utilizando un atajo para
conocer las opiniones de los candidatos sobre cuestiones concretas y
evaluarlos en función de ello.
Algunas personas pueden confiar en los medios de comunicación para
obtener pistas políticas. Los periódicos anuncian sus apoyos editoriales antes
de las elecciones y dan consejos editoriales sobre los temas del día. Ver la
FOX o la MSNBC da pistas sobre lo que piensan los republicanos o los
demócratas, igual que leer un periódico laborista o conservador en Gran
Bretaña da pistas políticas claras. Del mismo modo, los apoyos de grupos
sociales, grupos políticos y cargos electos respetados pueden ser una
heurística eficaz. Si uno es ecologista y el Sierra Club respalda un tema, esto
proporciona valiosas pistas sobre el contenido d e l tema. Otras personas
acuden a su familia o amigos en busca de consejo político, o se enteran de
las opciones políticas por sus compañeros de trabajo.
La naturaleza de las 31

De hecho, el mundo está lleno de pistas políticas que los individuos


pueden elegir. Experimentos de Arthur Lupia y Mathew McCubbins (1998)
demostraron que cuando los individuos obtienen información de una fuente
política de confianza, pueden tomar decisiones razonables que reflejen su
propio interés.
La tabla 2.2 ilustra algunos de los diversos criterios que se utilizan para
emitir juicios políticos. En el proyecto Acción Política (Barnes, Kaase, et al.
1979) se pidió a personas de Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania que
describieran los puntos buenos y malos de dos de los principales partidos
políticos de su país. Sólo un pequeño porcentaje empleó activamente
conceptos ideológicos para juzgar a los partidos. Esto no significa, sin
embargo, que el resto de individuos carezcan de juicios políticos. Alrededor
del 40% de los estadounidenses, británicos y alemanes evaluaron a los
partidos en función de su alineación con grupos sociales. Aún más personas
juzgaron a los partidos por su organización y competencia política. Casi la
mitad de las respuestas citaron criterios políticos específicos. El criterio más
amplio y más frecuentemente utilizado, juzgar a los partidos por la
naturaleza de los tiempos, evalúa a los partidos por la marcha de la economía
y la nación. Al igual que el Presidente Ronald Reagan sugirió que los
votantes se preguntaran si están mejor que hace cuatro años, ésta puede ser
una base significativa de evaluación. He calculado una aproximación de
estas categorías para el Estudio de las Elecciones Nacionales
Estadounidenses de 2004 y el Estudio de los Medios de Comunicación
Alemanes de 1994, y ambos muestran la continua diversidad de las imágenes
de los partidos.10

Evaluaciones de los partidos

CRITERIOS PARA ESTADOS UNIDOS GRAN BRETAÑA ALEMANIA OCCIDENTAL


PARTES 1975 2004 1974 1974 1994
JUZGADORAS
Conceptos ldeológicos 21 20 21 34 14

Grupos sociales 40 37 41 45 42
Organizaciones de 49 48 35 66 69
partidos

Políticas Públicas 45 43 46 53 51
Naturaleza de los 64 28 59 86
tiempos
Personalidades 40 11 18 38 32
políticas
Valores intrínsecos/ 46 40 65 49 41
otros
Sin contenido 14 22 18 6 21
Total 319 249 303 377 270
Fuentes: Political Action Study, 1974-75; 2004 American National Election Study; 1994
Klingemann German Media Study.

Nota: Los totales superan el 100% porque era posible obtener respuestas múltiples; los puntos
temporales posteriores de Estados Unidos y Alemania son estimaciones porque el sistema de
codificación no era totalmente coherente con la encuesta anterior.

Naturaleza de los tiempos: Considerar si la época es buena o mala para una persona. Una
persona puede conectar al Partido en el poder con la fortuna o desgracia del país.
32 Capítulo

Algunos investigadores siguen mostrándose escépticos sobre la capacidad


de la heurística para igualar los estándares de la toma de decisiones
"racional". Michael Delli Carpini y Scott Keeter (1996), por ejemplo,
señalan que la heurística a veces puede dar una orientación incorrecta y está
sujeta a la manipulación de las élites (véase también Popkin y Dimock 1999;
Kuklinski y Peyton 2007). En cambio, los experimentos de Richard Lau y
David Redlawsk (2006) y Lupia y McCubbins (1998) son mucho más
positivos sobre el valor de la heurística para alcanzar los resultados
deseados. Así pues, el debate continúa. La perspectiva de la elección
razonable sostiene que las personas toman decisiones bastante buenas, no
perfectas.

La sabiduría de la elección democrática


¿Bastan unas buenas elecciones para que la democracia tenga éxito?
Debemos ser escépticos a la hora de fijar unas expectativas democráticas
demasiado bajas. Sin embargo, otras características de la democracia tienden
a atenuar el problema potencial de tomar sólo decisiones razonables.
Aunque los escépticos puedan citar un resultado electoral individual como
ejemplo del fracaso del público en general, la democracia es un proceso
continuo. A veces, los electores eligen mal o toman decisiones b a s a d a s en
impresiones erróneas. Pero toda actividad humana está sujeta a esta
imperfección. Uno de l o s contrapesos de la democracia es que las
decisiones no son permanentes. Si un político no rinde cuentas, puede ser
expulsado en las siguientes elecciones. Si los partidos demuestran que no
son dignos de confianza para cumplir sus promesas electorales, su apoyo
puede desvanecerse en futuras elecciones. De hecho, la investigación
experimental demuestra que la experiencia repetida jugando a un juego
mejora las decisiones que toman los individuos (Lupia y McCubbins 1998) y
aumenta la fiabilidad en la heurística (Lau y Redlawsk 2006, 242-44). La
democracia tiene éxito no porque no cometa errores, sino porque es un
sistema dinámico capaz de corregirlos. Algunos incluso podrían decir que
los votantes muestran una mayor capacidad para hacer esos juicios
retrospectivos y cambiar sus opciones de voto que los políticos electos, que
mantienen sus opiniones de forma más persistente incluso ante un contexto
político cambiante.
Quizás aún más importante, las elecciones son una decisión colectiva de
todo el electorado, y deberíamos juzgar la democracia por sus resultados
colectivos más que por las elecciones individuales que componen estos
resultados. Las decisiones colectivas de las elecciones suelen ser mejores
que los juicios individuales de cualquier individuo porque acumulan la
información y los conocimientos de toda la comunidad. Algunos votantes
pueden estar sesgados en una dirección y otros en la contraria; algunos
evalúan una cuestión política y otros utilizan criterios completamente
distintos. Sin embargo, cuando se acumulan, la información total aportada a
la decisión colectiva mejora los resultados respecto a cualquier individuo
individual, aunque sea totalmente "racional". El libro de James Surowiecki
The Wisdom of Crowds (2004) está repleto de ejemplos fascinantes de cómo
las decisiones colectivas pueden ser mejores que las de los individuos qu e
contribuyeron a la decisión: desde conjeturas sobre cuántas gominolas hay
La naturaleza de las 33

en una jarra a quién debería ser presidente. Del mismo modo, los estudios
demuestran una estrecha relación entre las preferencias colectivas del
público y los cambios posteriores en las políticas públicas (véase el capítulo
11 de este libro). La toma de decisiones colectivas a través de las elecciones
es otra explicación de por qué las democracias pueden ser eficaces incluso
cuando algunas personas tienen una información y un compromiso limitados.

Política y ciudadanos
Empezamos preguntándonos qué espera la democracia de sus ciudadanos
y si la sociedad contemporánea cumple estas expectativas. La teoría elitista
de la democracia fija expectativas muy altas: la gente debe estar plenamente
informada para tomar decisiones políticas calculadas racionalmente.
Algunos de los escépticos sobre la capacidad del público siguen siéndolo
hoy en día (Kinder 2007; Converse 2007; Cf. Oppenheimer y Edwards 2012;
Lupia 2007). Los electorados democráticos nunca cumplirán estas
expectativas teóricas ideales, lo que lleva a afirmar que su insuficiencia
socava el proceso democrático. Pocos seres humanos pueden igualar estas
elevadas expectativas, incluso entre los profesores de ciencias políticas.
Pero la democracia ha perdurado durante más de dos siglos, y una ola de
democratización se ha extendido por todo el mundo desde principios de la
década de 1990. Por lo tanto, no tiene mucho sentido argumentar que la
democracia requiere un ideal que nunca se cumple. Esta conclusión no
significa que hayamos renunciado a un público democrático rebajando
nuestras expectativas. Por el contrario, reconoce que las personas aportan sus
experiencias vitales y sus conocimientos a sus decisiones políticas, pero de
maneras distintas a las que inicialmente suponíamos. Incluso Thomas
Jefferson, que era un sofisticado pensador político, valoraba las capacidades
básicas del ciudadano común: "Expón un caso moral a un labrador y a un
profesor. Si Jefferson pensaba que un labrador podía tomar decisiones tan
bien como un profesor, quizá la democracia no esté en peligro (un buen tema
para debatir con un profesor).
Piense en este problema en términos personales. Cuando usted compra un
coche o un televisor de pantalla plana, o toma una decisión política, rara vez
dispone de toda la información de un experto en automóviles, electrónica o
política. Además, incluso los expertos discreparán sobre cuál es el mejor
coche, televisor o candidato. Algunos consumidores seguirán un modelo de
elección racional de evaluación consciente y detallada de las alternativas.
Leerán Consumer Reports e investigarán como si estuvieran preparando un
examen de abogacía. Pero la mayoría encontraremos otros medios de
equilibrar los costes y beneficios de la toma de decisiones para llegar a una
elección razonable basada en nuestras necesidades.
¿Cómo toma la gente decisiones razonables cuando se trata de política?
En este capítulo se sostiene que las personas pueden recurrir a diversos
métodos para tomar sus decisiones. Muchas personas centran su atención en
unas pocas cuestiones de especial interés en lugar de intentar dominar todos
los temas. El electorado, por tanto, se compone de temas públicos que se
solapan, cada uno de los cuales juzga la acción del gobierno en función de
políticas diferentes.
34 Capítulo

Las fuentes de información y las bases de evaluación también varían


dentro del público. Algunos ciudadanos, pero sólo una minoría de ellos,
juzgan la política según un amplio marco ideológico. Son muchos más
los que utilizan pistas políticas, como grupos sociales o la simpatía hacia
un partido, para guiar su comportamiento. Limitando sus intereses
temáticos y recurriendo a atajos informativos, el votante medio puede
equilibrar los costes y beneficios de la participación política y seguir
tomando decisiones políticas razonables. Tal vez la mejor descripción
proceda de Jon Krosnick (1990, 82), quien sostiene que las personas son
inevitablemente "perdedores cognitivos" que encuentran atajos o heurísticos
para tomar decisiones políticas satisfactorias en lugar de buscar un conjunto
completo de información relevante.12
Varios estudios muestran la diversidad de los procesos de toma de
decisiones dentro del público. La investigación demuestra que los individuos
cognitivamente movilizados utilizan más a menudo criterios ideológicos o
posiciones temáticas a la hora de tomar decisiones políticas; los menos
educados utilizan más a menudo referencias de grupo u otras claves políticas
para tomar sus decisiones (Dalton 2012a; Sniderman et al. 1991). En ambos
casos, las decisiones pueden reflejar ampliamente los intereses de los
individuos. De forma similar, Arthur Lupia (1994) estudió la votación sobre
iniciativas de seguros en California y descubrió que un pequeño público
atento estaba bien informado sobre las iniciativas y tomaba decisiones
adecuadas a sus intereses expresados. Además, muchos votantes utilizaron
referencias de los grupos -como qué propuestas apoyaba Ralph Nader y
cuáles el sector de los seguros- que también condujeron a elecciones de voto
racionales. Se trata de una toma de decisiones pluralista en la práctica.
Este modelo pluralista tiene varias implicaciones para nuestro estudio de
la opinión pública. No debemos interpretar las opiniones inestables o
incoherentes sobre un tema como prueba de que los votantes carecen de
actitudes. Las preguntas de las encuestas son imprecisas; los intereses
temáticos del público son especializados; y una compleja mezcla de
creencias puede estar relacionada con una sola cuestión. Además, debemos
ser sensibles a la diversidad y complejidad de la política de masas. Los
modelos simples de comportamiento político que suponen un electorado
homogéneo pueden ser teóricamente elegantes y empíricamente
parsimoniosos, pero también poco realistas. Reconociendo que la gente
funciona basándose en criterios y motivaciones diversos, deberíamos intentar
modelar esta diversidad, en lugar de adoptar teorías demasiado generalizadas
de la política ciudadana. Por último, no debemos subestimar el potencial de
cambio. Como se documenta en este capítulo, los ciudadanos de las cuatro
naciones examinadas en este libro han cambiado fundamentalmente durante
la posguerra. La opinión pública refleja un proceso dinámico, y debemos
evitar las visiones estáticas de un público inmutable (o inmutable).
Al mismo tiempo, no debemos pecar de sobrestimar la sofisticación de la
ciudadanía. A veces el público mantiene opiniones desacertadas o mal
informadas, y algunos ciudadanos permanecerán ignorantes de todos los
asuntos políticos. Tal es la naturaleza imperfecta del comportamiento
humano. Pocos individuos merecen la calificación de ideólogos plenamente
sofisticados. La lección importante no es ignorar o menospreciar los variados
criterios que los ciudadanos utilizan realmente al abordar la política.
Además, cuando los votantes toman una mala decisión, o cambian las
condiciones, pueden tomar nuevas decisiones en las siguientes elecciones.
La naturaleza de las 35

La cuestión última, por tanto, no es si el público cumple los estándares


ideológicos máximos de la teoría democrática clásica, sino si el público tiene
una base suficiente para la acción política racional. Expresado en estos
términos, y basándome en las pruebas presentadas en este capítulo, soy
optimista sobre las capacidades políticas de la sociedad contemporánea.

Lecturas recomendadas
Converse, Philip. 1964. La naturaleza de los sistemas de creencias en los
públicos de masas. En Ideología y descontento, ed. David Apter. New
York: Free Press.
Delli Carpini, Michael, y Scott Keeter. 1996. What Americans Know about
Politics and Why It Matters. New Haven: Yale University Press.
Friedman, Jeffrey, y Shterna Friedman, eds. 2012. La naturaleza de los
sistemas de creencias reconsiderada. London: Routledge.
Norris, Pippa. 2000. Virtuous Circle: Political Communications in
Postindustrial Societies. Cambridge, Reino Unido: Cambridge University
Press.
Oppenheimer, Danny, y Mike Edwards. 2012. Democracy Despite Itself:
Por qué un sistema que no debería funcionar funciona tan bien.
Cambridge, MA: MIT Press.
Popkin, Samuel. 1994. The Reasoning Voter, 2ª ed. Chicago: University of
Chicago Press.
Prior, Markus. 2007. Post-Broadcast Democracy: How Media Choice
Increases Inequallty in Political Involvement and Polarizes Elections.
Nueva York: Cambridge University Press.
Sniderman, Paul, Richard Brody y Philip Tetlock. 1991. Razonamiento y
elección. New York: Cambridge University Press.

Notas
1. "Conocemos a Bart, pero Homer nos suena a chino", Los Angeles Times,
15 de agosto de 2006, A14.
2. Hubo, por supuesto, voces discrepantes. Walter Bagehot (1978), Joseph
Schumpeter (1943) y Walter Lippmann (1922) criticaron duramente al
ciudadano medio, afirmando que la gente estaba muy lejos del ideal
teórico.
3. Por ejemplo, un candidato a las elecciones a gobernador de Texas de
2006 señaló que la legislatura de Texas aprobó una vez por unanimidad
una moción en honor del estrangulador de Boston. Un legislador
patrocinó el proyecto para demostrar que sus colegas votaban proyectos
de ley sin leerlos. Para otros ejemplos de incoherencias de las élites,
véase Arnold (1990).
36 Capítulo

4. Una fuente de debate ha sido metodológica, centrándose en cómo se


mide la sofisticación. Para un análisis de estos puntos, véase Kuklinski y
Peyton (2007). Otras investigaciones han cuestionado las pruebas de que
las élites son más tolerantes políticamente que el público en general
(Jackman 1972; Sniderman et al. 1991).
5. La pregunta se refería a las fuentes que la gente utiliza "para
e n t e r a r s e de lo que pasa en el país y en el mundo". Aunque no se
limita explícitamente a la política, los resultados son similares a l o s de
las preguntas q u e indagan específicamente sobre las fuentes de
información política (Dalton 2008, cap. 2).
6. Las preguntas británicas, alemanas y francesas miden el interés general
por la política, y las preguntas difieren de un país a otro. La pregunta
estadounidense se refería al interés por las campañas. Debido a las
diferencias en la redacción de las preguntas, los niveles absolutos de
interés político no deben compararse entre países; para tales
comparaciones, véase Jennings y van Deth (1989).
7. Los que critican el nivel de conocimientos del público suelen ignorar
hallazgos paralelos entre los grupos de élite. Por ejemplo, Michael
Zimmerman (1990, 1991) descubrió que los directores de periódicos y
los políticos electos mostraban un conocimiento limitado sobre hechos
históricos y científicos.
8. Para sorpresa de algunos profesores de ciencias políticas, la política es
sólo una parte de la vida de las personas. Cuando la Encuesta Mundial
de Valores 2006-08 preguntó a los estadounidenses qué era muy
importante en sus vidas, la política estaba al final de la lista: familia (95
por ciento), amigos (60 por ciento), religión (47 por ciento), ocio (38 por
ciento), trabajo (33 por ciento) y política (16 por ciento). Del mismo
modo, la política fue mencionada por el 12% de los franceses, el 10% de
los alemanes y el 9% de los británicos.
9. Esta literatura es bastante diversa en sus aplicaciones (por ejemplo,
Sniderman, Brody y Kuklinski 1984; Peffley y Hurwitz 1985; Miller,
Wattenberg y Malanchuk 1986; Hurwitz y Peffley 1987).
10. Las comparaciones temporales son inexactas porque se utilizaron
diferentes procedimientos de codificación en los estudios más recientes,
pero ilustran los patrones generales que probablemente surgirían. Las
categorías de ideólogo y naturaleza de los tiempos proceden de Lewis-
Beck et al. (2008, cap. 10), y codifiqué las demás respuestas a partir de
los códigos maestros de la ANES. Los resultados alemanes se basan en
el reanálisis de los datos de Klingemann (1998).
11. Citado en Surowiecki (2004 ), 267.
12. La confianza del público en varios atajos en la toma de decisiones -
comportamiento de satisfacción- es común a los responsables de la toma
de decisiones en los negocios y el gobierno (Cyert y March 1963). Sin
embargo, los teóricos sobre la Democracia elitistas denigran al público
cuando adoptan este modelo para las decisiones políticas.
14 Stanley Feldman
ESTA ES UNA TRADUCCIÓN NO OFICIAL DE:
Feldman, S. (2003). “Values, ideology, and
Valores, ideología y estructura de
the structure of political attitudes”. En D. O.
las actitudes políticas Sears, L. Huddy , & R. Jervis (eds.), Oxford
handbook of political psychology. New
York: Oxford University Press. Pp. 477–508.
Actitudes políticas, valores e ideología QUEDA PROHIBIDA SU DIFUSIÓN.

Sería difícil, si no imposible, contar el número de actitudes políticas que


una persona desarrolla a lo largo de su vida. Figuras políticas, grupos,
políticas gubernamentales y propuestas políticas son sólo algunos de los
elementos potenciales del panorama político que las personas pueden llegar
a evaluar. Aunque muchas de estas actitudes podrían ser interesantes de
estudiar por sí solas, una gran parte de la investigación en psicología
política se ha dedicado a encontrar las fuentes de estructura de las actitudes
políticas. Dada la complejidad de la política, la ambigüedad de gran parte
de la información política y los niveles relativamente bajos de
conocimiento político entre los ciudadanos, sería fácil creer que estas
actitudes no están estructuradas y son relativamente impredecibles. Aunque
todavía existe un debate considerable sobre la magnitud típica de la
estructura de las actitudes políticas, se estima que las evaluaciones políticas
de la gente son, al menos, algo predecibles y las relaciones entre ellas
superan con creces el azar. Hay muchas fuentes potenciales de estructura que
probablemente interactúan de forma compleja. El partidismo, por ejemplo,
proporciona a muchos una línea de base para evaluar a los candidatos a
cargos políticos y las políticas que proponen. Del mismo modo, las
identidades de grupo social pueden permitir a las personas determinar qué
es lo que más conviene a su grupo.
Centrarse en la estructura de las actitudes políticas plantea naturalmente la
cuestión del papel de la ideología. Las referencias a la ideología han abundado
en los debates políticos de los últimos trescientos años. El lenguaje y la retórica
de políticos y periodistas sugieren a menudo que las evaluaciones de la política
deberían organizarse en torno a una dimensión izquierda-derecha o liberal-
conservadora. Muchos modelos de comportamiento electoral y competencia
partidista han asumido que los partidos y los votantes pueden situarse en algún
espacio ideológico simple (Downs, 1957).
Aunque políticos, filósofos y científicos sociales discuten a menudo sobre
política como si estuviera organizada en una única dimensión izquierda-
derecha, 50 años de investigación sobre opinión pública demuestran que un
modelo unidimensional de ideología es una mala descripción de las actitudes
políticas para una abrumadora proporción de personas (Kinder, 1998). Esta
conclusión no es simplemente el resultado de investigaciones basadas en
encuestas sobre actitudes (véase, por ejemplo, Converse, 1964). Incluso los
estudios de entrevistas en profundidad demuestran que la gente rara vez utiliza
ninguna

477
478 COMPORTAMIENTO P O L Í T I C O D E LAS MASAS

norma simple y general para evaluar la política (Hochschild, 1981; Lane,


1960).
Las pruebas de la existencia de una estructura ideológica entre las
actitudes políticas dependen en parte del enfoque de la investigación. Cuando
se calculan las correlaciones entre las actitudes políticas -típicamente
preferencias temáticas o sobre temas-, prácticamente siempre hay alguna
prueba de coherencia ideológica. Aunque la magnitud de estas correlaciones
varía considerablemente de un estudio a otro y de un país a otro (véase
Knutsen, 1995a, para un buen resumen), el patrón de relaciones entre las
preferencias temáticas es generalmente coherente con una dimensión
tradicional izquierda-derecha. Sin embargo, incluso cuando las correlaciones
alcanzan el nivel de 0,5 (como ocurre a veces en Europa, pero raramente en
E E . U U .), menos del 25% de la varianza en las posiciones sobre temas se
explica por un factor izquierda-derecha.
Aunque las correlaciones entre actitudes pueden ser coherentes con una
dimensión ideológica, no demuestran que la gente utilice activamente la
ideología para estructurar esas actitudes. En un estudio clásico, Converse
(1964) argumentó enérgicamente que la dimensión liberal-conservadora no era
una fuente importante de restricción de actitudes para la mayoría de los
estadounidenses. La mayoría de personas no podían definir adecuadamente los
términos liberal y conservador, y sólo un pequeño grupo de personas parecía
utilizar el continuo liberal-conservador en sus evaluaciones de candidatos y
partidos políticos. El análisis de datos de otros países apoya la misma
conclusión. Por ejemplo, Dalton (2002) informa de que en los datos recogidos
en 1974-75 sólo el 21% de las personas de Estados Unidos y Gran Bretaña
utilizaban conceptos ideológicos para evaluar a los partidos políticos, mientras
que el 34% de los alemanes occidentales lo hacían.
Cuando se les pregunta, muchas personas están dispuestas a situarse en
escalas que representan el continuo izquierda-derecha o liberal-conservador.
Y estas autoubicaciones ayudan a predecir las preferencias políticas (Jacoby,
1991). Sin embargo, las pruebas sugieren que las autoposiciones ideológicas
no reflejan necesariamente el uso de conceptos ideológicos. Conover y
Feldman (1981) descubrieron que la autocorrelación liberal-conservadora en
Estados Unidos era en gran medida una función de las actitudes hacia grupos
sociales y políticos destacados. Por lo tanto, es posible que las personas utilicen
etiquetas ideológicas sin tener un conocimiento práctico de la lógica de una
ideología política.
Aunque es bastante fácil imaginar, desde una perspectiva psicológica,
cómo es que los individuos no utilizan la ideología para entender la política,
esto crea dificultades significativas para la política. Si las actitudes políticas no
están generalmente estructuradas por ninguna ideología común, ¿cómo se
comunican los líderes políticos con el público? En ausencia de ideología, es
difícil para los candidatos juzgar qué posturas atraerán a la mayoría del
electorado. Es aún más difícil ver cómo pueden organizarse los partidos
políticos sin alguna base coherente para distinguirse unos de otros. La política
no parece "funcionar" sin alguna estructura que permita que amplios conjuntos
de políticas vayan de algún modo de la mano. Y la representación democrática
puede depender de que la gente entienda algo de esa estructura. Si un simple
continuo ideológico no es un buen modelo para entender cómo la gente
Valores, ideología y estructura de las actitudes políticas 479

organiza sus actitudes políticas, ¿existe alguna alternativa que pueda servir de
base para la comunicación y la competencia políticas?
Un enfoque potencialmente valioso del problema de la organización de
actitudes que no ha recibido suficiente atención en la literatura de la psicología
política se basa en la formación de los valores. Los teóricos e investigadores
en filosofía, antropología, sociología y psicología llevan mucho tiempo
discutiendo el papel de los valores en la vida humana (véase Rohan, 2000, para
una revisión). Como normas generalizadas, se supone que los valores son "los
criterios que la gente utiliza para seleccionar y justificar acciones y para
evaluar a las personas (incluyendo el si mismo) y los acontecimientos"
(Schwartz, 1992, p. 1). Rokeach (1973) comenzó su gran estudio sobre los
valores afirmando que "me resulta difícil concebir cualquier problema que
pueda interesar a los científicos sociales que no implique profundamente los
valores humanos" (p. ix).
Muchos investigadores han sostenido que los valores son el fundamento
último de las actitudes. Bem (1970) describió cómo las actitudes surgen de un
razonamiento de tipo silogístico que conduce, finalmente, a algún valor. El
modelo de pluralismo de valores de Tetlock (2000) asume que "en todos los
sistemas de creencias políticas subyacen valores últimos o terminales que
especifican los estados finales de la política pública. Estos valores -que pueden
adoptar formas tan diversas como la eficiencia económica, la igualdad social,
la libertad individual, el control de la delincuencia, la seguridad nacional y la
pureza racial- funcionan como la base de los sistemas de creencias" (p. 247).
Los valores tienen características que parecen prestarse al análisis de las
actitudes y el comportamiento políticos. Se supone que los valores son
relativamente pocos en número, desde luego mucho menos que el número de
actitudes que puede tener una persona. Por lo tanto, podrían proporcionar una
base para reducir la complejidad de los juicios políticos y para crear coherencia
entre las actitudes. Por otra parte, todas las discusiones sobre valores sugieren
que son más numerosos que la única dimensión ideológica que se suele utilizar
para entender el conflicto político. Es posible que las actitudes políticas
estructuradas por valores no presenten una estructura unidimensional simple.
Además, muchos teóricos sostienen que los valores no existen de forma
aislada, sino como sistemas. Si realmente existe una organización de los
valores de las personas, esto puede proporcionar una estructura aún más simple
para las actitudes políticas y una base subyacente para la ideología política.
Por último, también se supone que los valores son relativamente estables, una
propiedad necesaria para que actúen como estándares de evaluación
permanente. Las prioridades de los valores pueden cambiar lentamente con el
tiempo, como puede ser necesario para las personas que se adaptan a un
entorno no constante. Sin embargo, deben ser lo suficientemente estables como
para dar estabilidad a las evaluaciones y al comportamiento.
La estructura de los valores, las relaciones generales entre ellos, pueden
ser fundamentales para el desarrollo de teorías sobre actitudes políticas. Esta
posibilidad también pone de relieve una diferencia importante en los enfoques
utilizados habitualmente por los politólogos y los psicólogos. Gran parte de la
investigación que utiliza valores como predictores de actitudes políticas suele
incluir uno o más valores que se consideran más relevantes para las actitudes
estudiadas. Esto es especialmente cierto en las ciencias políticas. Los
psicólogos se han preocupado mucho más
480 M A S P O LI T I CA L B E H A V I O R

por identificar toda la gama de valores humanos y las relaciones entre esos
valores. El estudio de los valores, aunque ha producido un gran número de
investigaciones interesantes, se han omitido importantes efectos de los valores
en las actitudes políticas. Y lo que es quizá más importante, la comprensión de
la estructura global de los valores y los sistemas de valores que puede arrojar
luz sobre la naturaleza de la estructura de las actitudes y la ideología.
Otra forma en que los valores pueden ser útiles para comprender los
procesos políticos es estableciendo un vínculo entre los niveles social e
individual. Los investigadores no sólo han tratado de estudiar los valores de las
personas, sino también de establecer patrones de valores diferentes en las
distintas sociedades. Además de la variación de valores entre los individuos de
una sociedad, parece haber diferencias medias en las prioridades de valores
entre las personas que viven en distintas sociedades. Una cuestión interesante
es si las diferencias de valores entre sociedades son simplemente una función
de otras características identificables o si los valores sociales ejercen una
influencia constante en los valores individuales. La existencia de valores
sociales también tiene implicaciones para las fuentes de la estructura
subyacente a las actitudes políticas.

Definiciones de valores

A pesar de décadas de investigación, la definición y operacionalización de los


valores sigue siendo uno de los principales problemas a los que se enfrentan
los investigadores. Y para que los valores sean útiles en las explicaciones de
otras cogniciones políticas, es necesario distinguirlos claramente de
constructos como las actitudes y las creencias. No es una tarea fácil en la
investigación de la opinión pública, ya que todas las cogniciones -incluidos los
valores- deben inferirse a partir de respuestas a estímulos, típicamente
respuestas verbales.
¿Cómo distinguimos los valores de otras cogniciones, como las creencias
y las actitudes? Como señala Bem (1970), los valores son, como las actitudes,
fundamentalmente evaluativos y, en contraste con las actitudes, son
relativamente pocos y más centrales. Dos definiciones de destacados
investigadores de los valores dan una buena idea del uso contemporáneo del
constructo. Según Rokeach (1973), un "valor es una creencia duradera de que
un modo específico de conducta o estado final de existencia es personal o
socialmente preferible a un modo opuesto o inverso de conducta o estado final
de existencia. Un sistema de valores es una organización duradera de creencias
relativas a modos de conducta o estados finales de existencia preferibles a lo
largo de un continuo de importancia relativa" (p. 5). Para Schwartz (1992), "los
valores (1) son conceptos o creencias, (2) pertenecen a estados finales o
comportamientos deseables, (3) trascienden situaciones específicas, (4) guían
la selección o evaluación de comportamientos y acontecimientos, y (5) están
ordenados por importancia relativa. Los valores, así entendidos, difieren de las
actitudes principalmente en su generalidad o abstracción (rasgo 3) y en su
ordenación jerárquica por importancia (rasgo 5)". (p. 4).
En principio, pues, la distinción entre actitudes y valores es clara.
Valores, ideología y estructura de las actitudes políticas 481

Las actitudes se refieren a evaluaciones de objetos específicos, mientras


que los valores son normas mucho más generales que se utilizan como base
para numerosas evaluaciones específicas en distintas situaciones. Como afirma
Rohan (2000) "cuando el constructo de los valores se considera en términos de
una estructura cognitiva abstracta productora de significado, la división entre
las prioridades de los valores y las evaluaciones de entidades específicas parece
amplia de hecho" (p. 258). Aun así, si esa división es potencialmente lo
bastante amplia como para crear una distinción apreciada, no es necesariamente
cierto que la brecha sea siempre tan amplia en todos los casos. ¿A qué nivel de
generalidad se convierte una actitud en un valor?
Dado que los valores se refieren a un modo de conducta preferible o a un
estado final deseable, es probable que un individuo evalúe positivamente un
número considerable de valores, sin dar a ningún valor una evaluación
inequívocamente negativa. Por lo tanto, es habitual hablar de prioridades de
valores: la aprobación relativa de unos valores con respecto a otros. Las
personas pueden pensar que, considerados individualmente, la ambición, el
éxito, la responsabilidad y la justicia social son valores deseables. Sin embargo,
una persona puede dar más prioridad a la ambición y al éxito, mientras que otra
puede considerar más importantes la responsabilidad y la justicia social.
La idea de que los valores se ordenan en términos de prioridades plantea
dos cuestiones importantes. En primer lugar, si la mayoría de los valores se
evalúan positivamente, es probable que muchas evaluaciones específicas
requieran la resolución de conflictos entre valores (véase Tetlock, Peterson y
Lerner, 1996). Las "actitudes y comportamientos específicos se guían no por
la prioridad dada a un único valor, sino por compensaciones entre valores en
competencia que están implicados simultáneamente en un comportamiento o
actitudes'' (Schwartz, 1996, p. 2). En segundo lugar, si las personas deben
priorizar una serie de valores, esto sugiere que puede ser mejor pensar en
términos de sistemas de valores. Es posible que los valores no existan aislados
unos de otros, sino que, debido a los posibles conflictos entre ellos, estén
vinculados en algún tipo de configuración general. Si los valores existen dentro
de sistemas generales y a menudo entran en conflicto entre sí, la investigación
centrada en un pequeño número de valores puede pasar por alto los conflictos
y tensiones que, según Tetlock y Schwartz, son fundamentales en la dinámica
de los valores.

Primeras aproximaciones a los valores

La teoría y la investigación sobre los valores se desarrollaron en el siglo


XX en la intersección de la filosofía, la antropología, la sociología y la
psicología. La falta de acuerdo sobre la identificación de los valores humanos
dio lugar a instrumentos de medición (e investigación) que, por lo general, no
eran comparables. Los investigadores utilizaron enfoques muy diferentes en su
estudio de los valores. Aunque se produjeron muchas investigaciones
interesantes, cada contribución permaneció relativamente aislada.
Por ejemplo, basándose en el trabajo de Spranger, Types of Men (1928),
Allport, Vernon y Lindzey (1960) desarrollaron el instrumento Study of Values
(la primera versión se publicó en 1931).
Su medida intentaba captar seis grandes orientaciones de valores basadas en
tipos ideales de personas: la persona teórica, la persona económica, la persona
estética, la persona social, la persona política y la persona religiosa. Antes de
los años setenta, ésta era probablemente la medida de valores más utilizada.
Partiendo de una perspectiva muy diferente, Morris (1956) desarrolló una
medida basada en 13 "formas de vivir" presentadas como descripciones en
párrafos que se valoraban en función de lo que le gustaba o no a cada sujeto.
La amplia gama de tipos de valores permitió utilizar la medida en diversas
culturas (Braithwaite y Scott, 1991). A p a r t i r de muestras de estudiantes de
Estados Unidos, Mortis pudo reducir la información de las 13 valoraciones a
cinco factores básicos: contención social y autocontrol, disfrute y progreso en
la acción, retraimiento y autosuficiencia, receptividad y preocupación
simpática, y autoindulgencia.
Un tercer ejemplo, procedente de la sociología, es el estudio Variations in
Value Orientations de E Kluckhohn y Strodtbeck (1961). Esta investigación
exploró las diferencias de valores entre las "culturas" del suroeste de Estados
Unidos. Los investigadores realizaron entrevistas estructuradas a muestras de
indios americanos, hispanoamericanos, mormones y granjeros de Texas y
Oklahoma. Las medidas se diseñaron para analizar cinco grandes orientaciones
de valores definidas p o r las preguntas:
(1) ¿Cuál es el carácter de la naturaleza humana innata? (2) ¿Cuál es la relación
del hombre con la naturaleza? (3) ¿Cuál es el enfoque temporal de la vida
humana?
(4) ¿Cuál es la modalidad de la actividad humana? y (5) ¿Cuál es la modalidad
de la relación del hombre con los demás hombres? (Kluckhohn & Scrodtbeck
1961, p 11). Su investigación se centró en encontrar orientaciones de valores
características dentro de cada comunidad y en explorar las diferencias entre las
comunidades.

Milton Rokeach

No cabe duda de que la investigación sobre los valores en los últimos 30 años
se ha visto enormemente influida por la obra de Milton Rokeach, especialmente
en psicología. Su libro de 1973 La naturaleza de los valores humanos supuso
un enorme impulso para el estudio empírico de los valores. Rokeach dedicó el
primer capítulo de su libro a una cuidadosa discusión conceptual de los valores
y los sistemas de valores. Su medida de los valores ayudó a normalizar la
investigación empírica. Se generalizó su uso en psicología y ha servido de base
para instrumentos de valores posteriores. También llevó a cabo una serie de
estudios que demostraban las propiedades de su medida de los valores, el
impacto de los valores en las actitudes y el comportamiento, y los procesos de
cambio de valores. Como cualquier revisión de la literatura sobre valores desde
1973 demostrará fácilmente, la conceptualización y medición de los valores de
Rokeach ha sido una gran inspiración para los investigadores.
Una de las principales contribuciones de Rokeach fue poner de relieve
la estructura global de los sistemas de valores. Los valores no existen de
forma aislada, y rara vez una actitud o comportamiento es función de un
solo valor.
Valores, ideología y estructura de las actitudes políticas 483

Rokeach no trataba simplemente de estudiar algunos valores, su objetivo era


identificar todos los valores principales que existen en las culturas humanas.
Abordó este problema partiendo de la base de que los valores eran
relativamente pocos. ¿Cuán pocos? Rokeach nunca da una respuesta precisa a
esta pregunta, ni proporciona un mecanismo claro para obtenerla. Rokeach
sugirió que el número de valores humanos debería estar relacionado con las
necesidades biológicas y sociales básicas, aunque no siguió realmente esta
línea de razonamiento. La identificación del número de valores por parte de
Rokeach estaba, en última instancia, íntimamente ligada a su desarrollo de una
medida de los valores. De hecho, aunque Rokeach dedicó mucha atención a la
conceptualización de los valores y los sistemas de valores, fue su medida de
los valores la que acabó teniendo un mayor impacto. La medida de valores de
Rokeach consistía en realidad en dos medidas, construidas para distinguir
e n t r e valores instrumentales y terminales.1 Cada medida incluía una lista de
18 valores, a cada uno de los cuales se le asignaba u n a etiqueta corta de una
o dos palabras con una aclaración adicional entre paréntesis, por ejemplo:
libertad (independencia, libre elección). En consonancia con la idea de que:
todos (o casi todos) los valores se evalúan positivamente, se pide a los sujetos
que "los ordenen por orden de importancia para usted, como principios rectores
de su vida" (Rokeach, 1973, p. 27). Con ello se intenta evitar el problema de
que los sujetos califiquen todos los valores como muy importantes para ellos,
con lo que se obtiene poca varianza. Investigaciones posteriores han empezado
a evaluar las ventajas y los inconvenientes de utilizar procedimientos de
clasificación como éste para medir las prioridades de los valores (ver Alwin &
Krosnick, 1985).
En retrospectiva, parece extraño que Rokeach utilizara procedimientos tan
ad hoc para desarrollar sus m e d i d a s d e valores, ya que lo que le
preocupaba era aprovechar toda la gama de valores que s e pueden encontrar
entre todas las personas en todas partes. Dada la gran cantidad de trabajo que
Rokeach dedicó a la medición y el estudio de los valores, el desarrollo
"intuitivo" de la lista de valores en su medida final debe considerarse una
limitación importante. Deja claramente abierta la posibilidad de que su medida
de valores no sea completa, y los investigadores no tardaron en sugerir
omisiones que aumentarían significativamente el número de valores que un
encuestado tendría que clasificar (véase Braithwaite y Law, 1985).
Aunque probablemente era deficiente en muchos aspectos, es difícil
sobrestimar la contribución de Rokeach. Proporcionó una conceptualización
clara de los valores y los sistemas de valores. Su medida fue ampliamente
utilizada en psicología y se convirtió en la base de otras medidas de valores.
Su investigación demostró la utilidad de examinar los efectos de grandes
sistemas de valores en actitudes y comportamientos. Otros investigadores han
utilizado las bases que él construyó para mejorar el estudio de los valores.

Shalom Schwartz

Si Rokeach motivó gran parte de la reciente investigación psicológica sobre


los valores, el trabajo de Shalom Schwartz parece estar convirtiéndose en el
nuevo estándar para los investigadores en psicología.
484 M A S S P O L IT I CA L B EHA V lOR

Aunque yo me centraré en su teoría y medición de los valores, Schwartz se


interesa de forma más general por los efectos de los valores en las actitudes y
comportamientos, los orígenes de los valores en las experiencias compartidas
y únicas de las personas, y las diferencias transculturales en las prioridades de
los valores.
Dado el interés de Schwartz por las diferencias transculturales en los
valores, la primera tarea que se propuso fue especificar y probar una estructura
universal de valores. Aunque éste también era uno de los objetivos originales
de Rokeach, la ausencia de una teoría operativa de la estructura de valores en
su investigación le impidió saber si lo había logrado.2 Schwartz comienza
desarrollando una teoría que especifica los tipos de valores que deberían
encontrarse en todas las sociedades humanas (véase Schwartz & Bilsky 1987,
1990). Para ello, retoma la observación de Rokeach de que los valores deben
surgir de las necesidades biológicas y sociales básicas. Schwartz razona que
subyacen a los valores específicos un número menor de objetivos o
motivaciones. En concreto, argumenta (1992) que "los valores representan, en
forma de objetivos conscientes, tres requisitos universales de la existencia
humana a los que todos los individuos y sociedades deben responder: las
necesidades de los individuos como organismos biológicos, los requisitos de
la interacción social coordinada y las necesidades de supervivencia y bienestar
de los grupos" (p. 4). Aunque muchas personas han sugerido que los valores se
basan en un conjunto de necesidades o motivaciones humanas universales,
Schwartz ha intentado construir una teoría exhaustiva de los valores
especificando estas necesidades.
Utilizando este marco, y muestras extraídas de 20 países, se derivaron 1O
tipos motivacionales de valores.3 Estos tipos de valores pretenden representar
motivaciones u objetivos humanos básicos. Los valores individuales (libertad,
igualdad) derivan su significado de la motivación que representan. Para
identificar estos tipos de valores, Schwartz utilizó 21 de los valores de Rokeach
y añadió otros extraídos de estudios sobre valores realizados fuera de Estados
Unidos. En la tabla 14.1 se muestra el conjunto de 1O tipos de valores y los
valores individuales que contiene cada tipo. Los tipos de valores son más
generales que los valores individuales de la medida de Rokeach. De hecho, los
valores individuales que utilizaba Rokeach se convierten en indicadores del
tipo de valor para Schwartz. Por ejemplo, mientras que Rokeach consideraba
la libertad y la independencia como valores distintos, para Schwartz ambos son
indicadores del tipo de valor autodirección.
El modelo de Schwartz reduce simultáneamente a 10 el número de tipos
de valores fundamentales y aumenta el número de valores individuales. La
medida del valor de Rokeach incluía 18 valores terminales y 18 instrumentales.
La medida de Schwartz incluye 54 (o más) e l e m e n t o s d e valor
individuales. Aunque el aumento del número de elementos de valor parece
incoherente con la idea de que debería haber un número relativamente pequeño
de valores, Schwartz se centra en los 10 tipos de valores y se preocupa menos
por el número de elementos individuales. Dado que clasificar una lista de 54
valores sería extremadamente difícil, si no imposible, se pide a los encuestados
que clasifiquen cada valor individualmente en una escala que va desde 7, "de
suma importancia", pasando por 0, "no importante", hasta -1, " opuesto a mis
valores".
Valores, ideología y estructura de las actitudes políticas 485

Cuadro 14.1
Tipos de valores y elementos de Schwartz

L Autodirección: pensamiento y acción independientes (creatividad, libertad, elección de


objetivos propios, curiosidad, independencia).
2. Estimulación: variedad, novedad, desafío (una vida variada, una vida emocionante, atreverse).
3. Hedonismo: placer, gratificación (placer, disfrutar de la vida)
4. Logro: éxito personal mediante la demostración de competencia (ambicioso,
exitoso, capaz, influyente).
5. Poder: estatus social, prestigio, dominio y control (autoridad, riqueza, poder
social, preservar mi imagen pública, reconocimiento social).
6. Seguridad: seguridad, armonía, estabilidad de la sociedad (orden social, seguridad
familiar, seguridad nacional, reciprocidad de favores, limpieza, sentido de
pertenencia, salud)
7. Conformidad: contención de las acciones, inclinaciones e impulsos que puedan
perjudicar a los demás y violar las expectativas o normas sociales (obediencia,
autodisciplina, cortesía, respeto a los padres y a los mayores).
8. Tradición: respeto, compromiso y aceptación de las costumbres e ideas que la propia
cultura o religión imponen al individuo (respeto a la tradición, humilde, devoto,
aceptar mi parte en la vida, moderado).
9. Benevolencia: preocupación por el bienestar de las personas cercanas en la
interacción cotidiana (servicial, leal, indulgente, honesto, responsable, verdadera
amistad, amor maduro).
10. Universalismo: comprensión, aprecio, tolerancia y protección d e l bienestar de
todas las personas y de la naturaleza (amplitud de miras, justicia social, igualdad,
mundo en paz, mundo de belleza, unidad con la naturaleza, sabiduría, protección del
medio ambiente).

La conceptualización de los valores de Schwartz es interesante porque


parece sugerir cómo se organizan los sistemas de valores. Al entender los tipos
de valores en términos de necesidades humanas y sociales básicas, es capaz de
especificar las relaciones entre los 1O tipos de valores: qué tipos de valores
son más compatibles y cuáles son más opuestos. Por ejemplo, la benevolencia
y el universalismo deberían ser compatibles, ya que ambos reflejan (diferentes
aspectos de) orientaciones prosociales. Por otro lado, el universalismo y el
poder deberían ser opuestos, ya que el poder implica la acumulación de
dominio individual y el control de los recursos, mientras que el universalismo
se preocupa por proteger el bienestar de todas las personas. Estas relaciones
sugieren que los elementos de valor individuales deberían disponerse en un
espacio bidimensional, en el que los 10 tipos de valores emergen como áreas
con valores compatibles uno al lado del otro y valores opuestos.
Para probar este modelo de estructura de valores, Schwartz tomó las
correlaciones entre las puntuaciones de cada valor y las analizó utilizando
un algoritmo de escalado multidimensional. Como se muestra en la figura
14.1, una configuración bidimensional de los 54 valores de 40 muestras
tomadas de 20 países muestra el patrón (en gran medida) esperado. Los
valores individuales se distribuyen por el espacio, que se divide como un
pastel en 9 trozos, uno de los cuales se divide a su vez en dos: los tipos de
valores de tradición y conformidad.
SEGURIDA POTENCIA
ACEPTANDO D CONSERVAR
MI PARTE EN *IMAGEN PÚBLICA
LA VIDA PODER SOCIAL
AUTORIDAD

RIQUEZA
Moderado NA'l'IONAl
SEGURIDAD SENTID SOCIAL
O DE
TRADICIÓN PERTENEN
-
RECOGNICI
CIA
ÓN
RESPETO
RECIPROCACIÓN
DE FAVOR
LOGROS
OBE *LIMPIAR
DIEN
TE

DEVOOT PARA -ORDEN SOCIAL


TRADICIÓN *AMBICIÓN
HONOR SALUDABLE-
*INFLUENCIAL
SELF -ÉXITO
*DETACHMEET ,
DISCIPLINA
"'CAPAZ
HEDONISMO
Pt.l!ASlllU!-

BENEVOLENCIA P:NJOY:niG Z:IF.S:*

EONEST*
--
Di :t.l:FE TRUE- JU!:SPl!:C'l'
EX-C'I-T.ING LIPE-

ESTIMULACIÓN
RG:IV G,. *SE:tl"?tn. FR SBJ VARIED-LIPE:

-c "OOSUG -DARING
"'W::tSDOM Oi'lll GOA!.S

MUNDO DE *CR&A'l'rn.TY
s=- -:nmaPl!:::m:lmff
*COR.l:ODS
nmER liJUU,lQNY* PROT2C'l "*

awnttONMEN'I' 'UNrl'Y WI AUTODIRECCIÓN


NA'l't!RX *l'REEDOM
UNIVERSALISM
O EQUAL:tff# BROADA
iam>ltt>

Figura 14,1. Análisis basado en un algoritmo de escalado multidimensional. (Agradezco a Shalom Schwanz
su permiso para reimprimir la Figura 2 de Schwartz, 1994).
Valores, ideología y estructura de las actitudes políticas 487

Es importante reconocer que las líneas que dividen el espacio en los tipos
de valores no son una función del análisis, sino más bien una interpretación de
la solución de escalado multidimensional. Esto significa que, empíricamente,
los tipos de valores son una inferencia de la agrupación de los valores
individuales en el espacio bidimensional. Mientras que la ubicación de los
elementos individuales en el espacio es una función de las correlaciones
observadas entre las valoraciones de cada uno, la división del espacio en los
tipos de valores es conceptual y otros investigadores podrían dividir el espacio
de forma diferente. Por ejemplo, los ángulos que definen los tipos hedonismo
y estimulación son relativamente pequeños en comparación con los ángulos
que definen los tipos universalismo y benevolencia. ¿Son el hedonismo y la
estimulación tipos de valores distintos, o deberían los grupos de valores de este
espacio representar un único tipo? Como señala Schwartz (1992),
Lo que esto significa es que las líneas de partición en los SSAs [Siglas
por su nombre en ingles, Smalles Space Analyses, -Análisis del Espacio
Mínimo] representan decisiones conceptualmente convenientes sobre
dónde termina un tipo de motivación y dónde empieza otro. Dado que el
conjunto de valores representa un continuo de motivaciones, la
ubicación exacta de las líneas de partición es arbitraria. Los valores que
se encuentran cerca de una línea de partición expresan una combinación
de los objetivos motivacionales relacionados asociados con los tipos de
valores a ambos lados de esa línea de partición. (p. 45)
Un espacio bidimensional también puede definirse mediante dos ejes que
se cruzan en el centro del espacio. Schwartz propone dos dimensiones que
sugieren una comprensión aún más sencilla de la estructura general de valores.
Una dimensión, que va desde la autodirección y la estimulación en un extremo
hasta la seguridad, la conformidad y la tradición, se denomina apertura al
cambio frente a conservación. La segunda, trascendencia frente a promoción
personal, se sitúa en u n ángulo de aproximadamente 90 grados respecto a la
primera y tiene los tipos de valores universalismo y benevolencia en un
extremo y logro y poder en el otro. Como explicaré con más detalle en breve,
esta solución bidimensional ofrece una forma interesante de ver la estructura
de los valores y la posible relación entre los valores y los procesos sociales y
políticos fundamentales.
Es evidente que se necesita mucha más investigación para validar la
conceptualización de Schwartz de la estructura de valores y determinar si se
trata, de hecho, de un modelo universal de valores. Schwartz presenta algunos
resultados que sugieren que los 10 tipos de valores pueden no ser del todo
universales. El modelo sólo se reproduce parcialmente en varias muestras de
China, y en ellas aparecen algunos otros tipos de valores. Sin embargo, es
demasiado pronto para saber si se trata sólo de problemas de muestreo o si se
replicará con otras muestras chinas y en otras poblaciones. También es difícil
saber si las variaciones entre culturas son el resultado de verdaderas
variaciones culturales en la estructura de los valores o de problemas a la hora
de traducir el instrumento de valores a otros idiomas.
diferentes idiomas.
La conceptualización de Schwartz tiene la ventaja de basarse en un
análisis de las motivaciones subyacentes a los valores, de modo que la
conceptualización resultante es menos ad hoc que las anteriores.
488 M AS S P O LITI C A L B E H A V l O R

La hipotética base motivacional de los tipos de valores también debería


facilitar la generación de hipótesis que relacionen los tipos de valores con
actitudes y comportamientos específicos. El número relativamente pequeño de
tipos de valores también significa que los modelos de actitudes políticas
basados en valores pueden reducir la complejidad de tales explicaciones a 10
o menos tipos de valores o incluso a dos dimensiones subyacentes.
Por otra parte, es menos apreciable cuál es el estatus de los valores
individuales en esta conceptualización. Consideremos, por ejemplo, el tipo
de valor universalismo. Incluye los valores individuales de igualdad, unidad
con la naturaleza, mundo en paz y otros. Su proximidad en el espacio
bidimensional es el resultado de que la gente los valore de forma similar.
Así, es probable que si alguien valora mucho la igualdad, también valore
mucho el mundo en paz. Una medida del tipo de valor universalismo se
basaría en la suma de las puntuaciones de una persona respecto a estos
distintos valores. Sin embargo, es posible que las actitudes específicas se
predijeran mejor por uno u otro de estos valores individuales que por el tipo
de valor global del universalismo. Por ejemplo, las actitudes hacia el gasto
en bienestar social podrían estar fuertemente predichas por la igualdad, pero
no por el mundo en paz. ¿Hasta qué punto deberían interesarse los
psicólogos políticos por la relación entre las actitudes políticas y valores
definidos con mucha precisión como la igualdad o tipos motivacionales más
generales como el universalismo?

Valores, actitudes políticas y razonamiento político

Numerosos estudios de investigación han encontrado pruebas de la relación


entre los valores y las actitudes políticas. Se necesitarían muchas páginas sólo
para enumerar los estudios publicados que han presentado datos sobre esta
cuestión. La calidad de estas pruebas varía considerablemente. En algunos
casos no son más que correlaciones bivariadas entre un valor y una actitud, sin
controles estadísticos de otras variables. En otros casos, se estiman modelos
multivariantes complejos que controlan muchas otras variables y tienen en
cuenta el error de medición. Dado que es probable que los valores estén
correlacionados con muchos otros factores que podrían predecir las actitudes
políticas, es difícil confiar en los resultados basados únicamente en
correlaciones.
Aunque sólo se tengan en cuenta los estudios multivariantes, se estima
que hay pruebas abundantes de que los valores y las actitudes están
relacionados. La investigación ha demostrado efectos consistentes de los
valores en las preferencias políticas (Feldman 1988; Peffley & Hurwitz,
1985; Pollock, Lilie, & Vittes, 1993; Zaller, 1992), actitudes hacia grupos
sociales (Biernat, Vescio, Theno, & Crandall, 1996; Kinder & Sanders,
1996; Sagiv & Schwartz, 1995), acción política (Borg, 1995; Gundelach,
1995), y políticos y partidos (Knutsen, 19956; Mil ler & Shanks, 1996).
A pesar de la evidencia empírica colectiva, seguimos teniendo pocas
pruebas sistemáticas de las relaciones entre muchos de los valores que
teóricos como Rokeach y Schwartz han propuesto y las actitudes políticas.
Valores, ideología y estructura de las actitudes políticas 489

La mayoría de estudios que examinan los efectos de los valores, normalmente


eligen a un número reducido (quizá sólo uno) de valores y se estiman sus
efectos sobre las actitudes políticas. Un estudio de las actitudes hacia el
bienestar social podría incluir valores como la igualdad y el individualismo,
mientras que un análisis de las actitudes hacia el aborto podría centrarse en los
valores religiosos y la tradición. Las especificaciones de los valores y su
medición suelen variar considerablemente de un estudio a otro. Rara vez se
incluye una batería completa de valores (o tipos de valores) como los de
Schwartz. Así pues, los datos sobre la relación entre valores y actitudes
políticas se acumulan de f o r m a fragmentaria, arrojando poca luz sobre los
efectos más amplios de los valores.
Schwartz (1996) argumentó que su estructura bidimensional de 10 tipos
de valores predice que las actitudes deberían estar relacionadas con todo el
conjunto de tipos de valores en un patrón claramente identificable. Las
correlaciones de las actitudes con los valores deberían aumentar y disminuir
uniformemente a través de los valores adyacentes. Schwartz aporta pruebas de
este patrón con datos sobre cooperación, elección de voto y contacto
intergrupal. Por ejemplo, la disposición declarada de los profesores de escuelas
públicas israelíes (judíos) a tener contacto con árabes israelíes correlacionan
más positivamente con el tipo de valor universalismo (r = 0,40) y los va1ores
de autodirección adyacentes (r = 0,32). Las correlaciones disminuyen y son
negativas con un coeficiente máximo de - .41 con el tipo de valor tradicional,
y correlaciones de - .31 y - .19 con los valores adyacentes de seguridad y
conformidad respectivamente. Aunque este análisis presenta de nuevo sólo
correlaciones simples entre los valores y las variables dependientes sin ningún
control estadístico, sugiere que la predicción de actitudes a partir de un sistema
de valores probablemente sea mejor y más informativa que las predicciones a
partir de uno o varios valores individuales.
Por desgracia, todavía hay poca teoría que especifique cómo deberían
relacionarse los valores o las estructuras de valores con las actitudes políticas.
El modelo de Schwartz proporciona predicciones sobre los patrones de
correlaciones de las actitudes con sus 10 tipos de valores, una vez que identifica
los tipos de valores que deberían tener las correlaciones más positivas y más
negativas con cada actitud concreta. Aunque puede haber una fuerte intuición
sobre estas relaciones, no hay ninguna teoría que genere tales predicciones.
Como señaló Rokeach (1973), "los valores que tienen las personas se conciben
como la explicación de las actitudes que tienen (y los comportamientos que
tienen), pero ¿qué valores subyacen a qué actitudes (y comportamientos), y por
qué? En esta fase de la teoría y la investigación, sencillamente no sabemos lo
suficiente sobre la naturaleza de los valores y cómo determinan las actitudes y
el comportamiento como para responder satisfactoriamente a preguntas de este
tipo" (pp. 120-121).
Los investigadores tampoco han prestado suficiente atención a las
condiciones en las que los valores estarán fuertemente relacionados con las
actitudes políticas. La mayoría de los estudios examinan relaciones simples
sin probar ninguna contingencia que pudiera influir en la magnitud de la
relación. Un factor sobre el que existen algunas pruebas es la sofisticación
política. Aunque puede ser plausible suponer que la conexión entre valores
y actitudes debería ser lo suficientemente sencilla como para requerir poca
sofisticación, Zaller (1991, 1992) ha argumentado que la relación entre
valores y actitudes políticas dependerá de los niveles de sofisticación política.
490 MASS PO LITI CAL BEHAVI O R

Los menos sofisticados serán incapaces de relacionar las pistas de los


mensajes políticos que reciben con sus valores y, por tanto, no lograrán
establecer relaciones sólidas entre sus valores y actitudes.
Aunque Zaller demuestra que las relaciones entre los valores y las
actitudes se refuerzan con el aumento de la sofisticación política, Pollock, Lilie
y Vitres (1993) sugieren que el efecto moderador de la sofisticación puede
depender de la naturaleza de las actitudes. Siguiendo a Carmines y Stimson
(1980), distinguen entre cuestiones "difíciles" y "fáciles". Las cuestiones
fáciles tienen "referentes literales que evocan directamente valores morales o
económicos" (Pollock, Lilie y Vitres, 1993, p. 30). Son cuestiones "simbólicas"
que probablemente resulten familiares a la mayoría de la gente. En
consecuencia, se comprenden fácilmente y se relacionan con valores
importantes.
Las cuestiones difíciles, aquellas que son más técnicas y menos familiares,
requieren que las élites políticas las enmarquen en términos de valores y que
la gente tenga niveles suficientemente altos de sofisticación política para
entender esos marcos. Por lo tanto, deberíamos encontrar relaciones sólidas
entre las cuestiones fáciles y los valores que no estén moderadas por la
sofisticación y conexiones más tenues para las cuestiones difíciles que surjan
sólo para aquellos que sean políticamente sofisticados.
Pollock, Lilie y Vittes aportan algunas pruebas de estas hipótesis,
basándose en un análisis de las actitudes hacia la energía nuclear (un tema
difícil) y los "temas fáciles" del aborto, la quema de banderas y la
homosexualidad. Constatan que la relación entre los valores y las actitudes
hacia la energía nuclear es sustancialmente mayor para los que puntúan alto en
implicación política que para los que puntúan bajo. Sin embargo, los efectos
de los valores siguen siendo en general estadísticamente significativos incluso
entre los que tienen una implicación baja. En cambio, hay pocas pruebas de
que la relación entre los valores y las actitudes hacia los temas fáciles se vea
afectada por los niveles de implicación. Este estudio sugiere que el papel de la
sofisticación en la relación entre valores y actitudes es algo complejo. Los
análisis de la influencia de los valores deben tener en cuenta los atributos de
las actitudes políticas objeto de estudio, así como la naturaleza del discurso de
las élites y la presentación de las cuestiones en los medios de comunicación.
Otro factor que puede influir en la relación entre valores y actitudes es la
base motivacional de las actitudes. Algunos teóricos de las actitudes han
propuesto modelos de las funciones psicológicas de las actitudes (Katz, 1960;
Smith, Bruner y White, 1956). El modelo de Katz sugiere que hay cuatro
funciones principales de las actitudes: utilitaria, defensiva del ego, de
conocimiento y de expresión de valores. La función utilitaria implica la
maximización de las recompensas y la minimización de los refuerzos
negativos; la función ego-defensiva sirve para proteger al ego de las amenazas
y los impulsos; la función de conocimiento sirve para dar significado y
comprensión del entorno; y la función valor-expresiva ayuda a expresar los
valores básicos y el autoconcepto. Investigaciones recientes sugieren que las
funciones a las que sirven las actitudes pueden influir en la relación entre
valores y actitudes (Kristiansen & Zanna, 1998; Maio & Olsen, 1994, 1995).
Valores, ideología y estructura de las actitudes políticas 491

En concreto, las actitudes que expresan valores deberían mostrar conexiones


mucho más fuertes con los valores que las actitudes que cumplen otras
funciones.
Dos estudios de Maio y Olson demuestran la importancia de la función
de la actitud. En el primer estudio, sobre actitudes hacia el tabaco (Maio y
Olson, 1994), midieron la función de la actitud utilizando un enfoque de
lista de pensamientos (véase Shavitr, 1990). Encontraron relaciones
significativas entre varios valores y actitudes entre personas con actitudes
de valores-expresivas, pero ninguna relación con actitudes utilitarias. En el
segundo estudio, manipularon las funciones de las actitudes hacia el cáncer
haciendo resaltar las razones expresivas o utilitarias de los valores para
donar a la investigación del cáncer. Como era de esperar, Maio y Olson
encontraron diferencias sustanciales en los predictores de las actitudes en
las dos condiciones, con una de las dimensiones de valor de Schwartz -
aumento del valor propio frente a autotrascendencia- correlacionada con
las actitudes en la condición de expresión de valores, pero no en absoluto
en la condición utilitarista.
El enfoque functiona1 de las actitudes podría suponer una contribución
potencialmente importante para comprender m e j o r el papel de los valores en
la política. Necesitamos saber cuándo las actitudes políticas cumplirán una
función primaria de expresión de los valores fundamentales. Ciertas actitudes
pueden ser más propensas a funcionar de esta manera, y puede haber
condiciones en las que la función de expresión de valores sea más importante.
La distinción entre las funciones expresivas de valor y las utilitarias parece
especialmente crítica para la política, ya que una de las principales
controversias en la literatura sobre comportamiento político y opinión pública
ha sido la influencia relativa del interés propio frente al "simbolismo" en las
actitudes políticas. El interés propio debería asociarse con actitudes que
cumplen una función utilitaria. Aunque no está tan claro, es probable que las
actitudes simbólicas tengan un carácter más expresivo. En la medida en que
esta distinción tenga sentido, las actitudes simbólicas deberían estar
fuertemente predichas por los valores. Y, dadas las dificultades para vincular
el interés propio y las actitudes políticas {Sears y Funk, 1991), es
especialmente probable q u e l a s actitudes políticas cumplan una función de
expresión de valores para muchas personas.

Valores e ideología política

En la sección anterior se han revisado las evidencias sobre la relación entre los
valores y las actitudes políticas específicas. Si la mayoría de la gente no piensa
en política en términos ideológicos, los valores pueden permitir a las personas
organizar sus evaluaciones políticas de forma relativamente coherente. Pero
también es necesario considerar cómo la estructura de estas actitudes se
relaciona con el conflicto político en la sociedad. Si la gente recurriera a un
gran número de valores o si la gente variara significativamente en su uso de
los valores, la complejidad resultante haría que las relaciones entre el público,
los partidos y los políticos fueran tenues. De hecho, este es el atractivo del
constructo de la ideología: permite una comunicación fácil entre los políticos
y el público y proporciona una base para
492 COMPORTAMIENTO POLÍTICO DE MASAS

la organización de los partidos políticos. Por lo tanto, es importante mirar más


allá de las simples relaciones entre valores y actitudes para ver si los valores
pueden proporcionar este nivel más general de estructura para las actitudes
políticas.
Varios investigadores han intentado establecer conexiones entre los
valores y la ideología política argumentando que determinados valores pueden
constituir la base misma de las diferencias entre ideologías. Rokeach presentó
un modelo sencillo de ideología basada en valores en The Nature of Human
Values. Comenzó argumentando que las cuatro principales ideologías del siglo
XX -socialismo, comunismo, fascismo y capitalismo- se entienden mejor desde
una perspectiva bidimensional. Según Rokeach, la desigual distribución del
poder en toda sociedad dará lugar a propuestas contrapuestas para abordar los
problemas sociales y económicos. La naturaleza de estos conflictos se
expresará en términos de diferentes niveles de satisfacción con el grado de
libertad y desigualdad de la sociedad. Así pues, las principales diferencias entre
ideologías deberían definirse por las prioridades que se otorgan a los valores
clave de la libertad y la igualdad.
Basándose en esta lógica, Rokeach argumentó que las dos dimensiones
subyacentes a las ideologías modernas están formadas por estos dos valores.
Este modelo bidimensional arroja cuatro celdas creadas por las altas y bajas
prioridades atribuidas a cada valor. El socialismo se sitúa en la celda de la alta
igualdad y la alta libertad, mientras que el fascismo se encuentra en la celda de
la baja igualdad y la baja libertad. El comunismo ocupa la celda de alta
igualdad y baja libertad y el capitalismo está en la celda de baja igualdad y alta
libertad.
Para probar este modelo, Rokeach (1973) realizó un análisis de contenido
de muestras de los escritos de los principales representantes de estas cuatro
posiciones ideológicas. El análisis de contenido contabilizó las menciones
positivas y negativas de todos los valores terminales e instrumentales,
incluyendo la libertad y la igualdad. Este análisis proporcionó un apoyo
considerable al modelo de R o k e a c h , ya que la clasificación de los valores
en los escritos seleccionados coincidía con las predicciones en cada caso.
Además del análisis de contenido de los líderes políticos, Rokeach
también midió las prioridades de valores de muestras de estadounidenses y sus
preferencias presidenciales en 1968. A diferencia de los análisis de contenido
de los valores de las principales figuras ideológicas, las prioridades de valores
de los partidarios de los distintos candidatos presidenciales podían ordenarse
fácilmente en una única dimensión izquierda-derecha. Esto fue posible porque
todos los grupos otorgaban una alta prioridad a la libertad (entre 1 y 4 entre los
18 valores terminales). Lo que les distinguía era la prioridad que concedían a
la igualdad. Los partidarios de candidatos liberales como Robert Kennedy,
Eugene McCarthy y Hubert Humphrey situaban la igualdad casi al principio
de la lista, mientras que los partidarios de los candidatos conservadores,
Richard Nixon, Ronald Reagan y George Wallace, la situaban mucho más
abajo. Basándose en estos resultados, Rokeach argumentó que e l espacio
ideológico bidimensional podría reducirse a una dimensión cuando hay poca
variación en uno de los valores (en este caso, la libertad).
Las conclusiones de Rokeach sobre el impacto de la igualdad en la
elección de candidatos anticiparon una gran cantidad de investigaciones que
demuestran la importancia de este valor para las actitudes políticas. Los
estudios realizados en Estados Unidos han demostrado que
Valucs, la idcología y la estructura de las actitudes 493

la igualdad es un importante factor predictivo de las actitudes de bienestar


social (Feldman, 1988; Feldman & Steenbergen, 2001; Kluegel & Smith,
1986), las actitudes raciales (Kinder & Sanders, 1996; Sears, Henry, &
Kosterman, 2000), y la evaluación de candidatos (Miller & Shanks, 1996).
Verba y sus colegas (1987) demostraron la centralidad de la igualdad en la
política en Estados Unidos, Suecia y Japón. La investigación en Europa
encuentra efectos sustanciales de la dimensión tradicional izquierda-derecha,
que a menudo se interpreta (al menos en parte) como un reflejo del valor de la
igualdad (véase Knutsen, 1995a).
Aunque el modelo de dos valores de Rokeach es una forma parsimoniosa
de explicar las ideologías políticas modernas, presenta problemas importantes.
En primer lugar, el significado de valores como la libertad y la igualdad puede
cambiar de un entorno a otro. La libertad, en particular, es un valor difícil de
precisar en abstracto. Para un capitalista, la libertad es la ausencia de coerción,
especialmente por parte del gobierno. Para un socialista, la libertad consiste en
poder alcanzar sus objetivos, lo que puede requerir esfuerzos gubernamentales
para eliminar barreras como la pobreza y el racismo. Por tanto, los adeptos a
todas las ideologías pueden valorar la libertad siempre que l a interpreten a
su gusto.
En segundo lugar, aunque Rokeach obtuvo pruebas coherentes con su
modelo a partir de un análisis de los escritos de las principales figuras y teóricos
políticos, las clasificaciones de valores de los partidarios de estas ideologías no
son coherentes con las principales predicciones. La conclusión de Rokeach de
que, en Estados Unidos, sólo la prioridad concedida a la igualdad está
relacionada con las variaciones en la ideología puede ser sensata: sin una
historia de apoyo significativo ni al comunismo ni al fascismo, el debate
ideológico se reduce a una única dimensión que opone el socialismo (o, en
EE.UU., el liberalismo) al capitalismo (conservadurismo). Sin embargo, el
papel de la libertad debería surgir en un contexto en el que estuvieran
representadas las ideologías comunista y fascista. Este fue el objetivo de un
estudio realizado en Inglaterra por Cochrane, Billig y Hogg (1979). A partir de
muestras de activistas y simpatizantes locales de los partidos laborista,
conservador, comunista y del Frente Nacional, estos investigadores obtuvieron
clasificaciones de valores utilizando la medida de Rokeach de 18 valores
terminales. En consonancia con las conclusiones de Rokeach, la igualdad fue
el valor más discriminatorio tanto entre los activistas como entre los
simpatizantes. Sin embargo, la libertad no discriminaba e n absoluto en l a
muestra de simpatizantes, y las diferencias en la muestra de activistas no
coincidían con las predicciones de Rokeach.
Braithwaite (1982, 1994, 1997) ha propuesto otro enfoque de la relación
entre valores e ideología. Empezó intentando corregir las limitaciones del
modelo de dos valores de Rokeach, pero ha producido u n relato bastante
diferente. Tras modificar la medida de los valores de Rokeach para incluir más
valores sociales/políticos, Braithwaite analizó factorialmente las respuestas a
esos valores y obtuvo dos dimensiones relativamente no correlacionadas. La
primera, denominada "armonía e igualdad internacionales", incluye los
valores "una buena vida para los demás", "gobierno del pueblo", "cooperación
internacional", "progreso social y reforma social", "un mundo en paz", "un
mundo de belleza", "dignidad humana", "igualdad de oportunidades", "mayor
igualdad económica" y "preservación del medio ambiente".
494 MAS S PO Ll TIC AL BE HA V l O ll

entorno natural". El segundo factor, la fuerza y el orden nacionales, se mide


por la "grandeza nacional", el "desarrollo económico nacional", el "Estado de
derecho" y la "seguridad nacional". Estos dos factores de valores sociales se
combinaron después con valores más personales para crear dos dimensiones
algo más amplias, "armonía" y "seguridad" (Braithwaite, 1997).
Braithwaite muestra que estos dos factores están relacionados con
distintos valores personales y están relativamente poco correlacionados (en
realidad, algo correlacionados positivamente). Sin embargo, como señala
Schwartz (1994), la falta de correlación entre los factores puede ser un artefacto
metodológico. Dado que casi todos los valores tienden a recibir puntuaciones
positivas, se observan muy pocas correlaciones negativas entre cualquier par
de elementos de valor. Por lo tanto, todas las escalas basadas en puntuaciones
de elementos de valor tendrán alguna correlación positiva inducida entre ellas.
Pueden parecer no correlacionadas o incluso correlacionadas positivamente
cuando la "verdadera" correlación entre los constructos podría ser bastante
negativa.
Hay otros problemas con las pruebas que Braithwaite presenta para estos
factores de valor. Uno de los argumentos más interesantes de Rokeach era que
la propia estructura de la ideología requería un modelo bidimensional: las
ideologías no pueden ordenarse adecuadamente en una sola dimensión. Sin
embargo, prácticamente todas las pruebas de las que informa Braithwaite
muestran que ambas dimensiones de valores están correlacionadas con las
actitudes políticas y la elección del voto. La dimensión de armonía e igualdad
internacional está siempre negativamente correlacionada con las actitudes y el
comportamiento conservadores, y el factor de fuerza y orden nacional está
positivamente correlacionado. En efecto, estas dos dimensiones de valores
siempre se reducen a una única dimensión ideológica.
La representación bidimensional de Schwartz ofrece otra perspectiva de la
ideología política que parece realmente prometedora. Recordemos que,
además de los 10 tipos de valores que Schwartz identificó, también demostró
que dos ejes parecen ajustarse a la configuración general de valores: apertura
al cambio frente a conservación y trascendencia frente a promoción personal.
Schwartz (1994) señala que estas dos dimensiones se corresponden con dos
dimensiones de la ideología. La primera, que él denomina liberalismo clásico,
"se refiere a si el gobierno debería dedicarse más a proteger y cultivar las
libertades individuales y los derechos civiles o a proteger el statu quo de la
sociedad controlando las desviaciones desde dentro o a los enemigos desde
fuera" (p. 39). Esta dimensión ideológica debería estar más estrechamente
relacionada con la apertura al cambio frente a la dimensión del valor de
conservación. La segunda dimensión ideológica, el igualitarismo económico,
"se refiere a si el gobierno debe dedicarse más a promover la igualdad
redistribuyendo los recursos o a proteger la capacidad de los ciudadanos de
conservar la riqueza que generan p a r a fomentar el crecimiento económico y
la eficiencia" (p. 40). La dimensión de valor trascendencia frente a promoción
personal debería estar más estrechamente vinculada al igualitarismo
económico.
Existen algunas pruebas de que estas dos dimensiones de valores están
asociadas a otros constructos fuertemente relacionados con las actitudes
políticas. Varios investigadores (Altemeyer, 1998; Rohan & Zanna, 1996) han
descubierto que el autoritarismo de derechas está fuertemente relacionado con
Valores, ideología y estructura de las actitudes políticas 495

la dimensión de apertura al cambio frente a la de conservación. Sus


correlaciones positivas más fuertes son con los tipos de valores de conformidad
y tradición, y su correlación más negativa es con los valores de autodirección
y estimulación. A1temeyer también aporta pruebas que sugieren que la
orientación a la dominación social (Sidanius y Pratto, 1999) está relacionada
con l a dimensión de promoción personal frente a trascendencia.
El modelo bidimensional de valores de Schwartz también sugiere algunas
variaciones interesantes en estas dos dimensiones. Por ejemplo, la
trascendencia está representada por valores de los tipos universalismo y
benevolencia. Aunque similar en muchos aspectos, el universalismo tiene un
alcance más amplio en comparación con la benevolencia, que se centra más en
el grupo. Del mismo modo, Schwartz observa que, en el otro extremo de esta
dimensión, los valores de poder suelen entrar más en conflicto con la
benevolencia y el universalismo que los valores de logro. Así, ligeros cambios
de orientación en este espacio bidimensional pueden dar lugar a diferentes
orientaciones políticas y preferencias ideológicas. La estructura bidimensional
subyacente de la conceptualización de Schwartz puede proporcionar una base
útil para reflexionar sobre el conflicto político y social en la sociedad.

Estabilidad y primacía de los valores

Para que los valores ayuden a estructurar las actitudes políticas, es


necesario que sean más estables que las actitudes y que la causalidad vaya
de los valores a las actitudes. Si se descubriera que los valores son temporal
o situacionalmente inestables, o si hubiera pruebas de que los valores están
significativamente influidos por las actitudes, sería difícil argumentar que los
valores desempeñan un papel central en la organización de las actitudes
políticas. Como mínimo, nuestra comprensión de la relación valores-
actitudes se complicaría sustancialmente. Desgraciadamente, hay muy
pocas pruebas empíricas que proporcionen respuestas firmes a estas
preguntas críticas.
Todos los teóricos de los valores han asumido que éstos son relativamente
estables. Unos valores completamente estables serían disfuncionales para las
personas, incapaces de enfrentarse a los cambios del mundo que les rodea. La
cuestión crítica es cuánta inestabilidad temporal debe observarse antes de que
los valores pierdan su condición de normas perdurables que conforman
actitudes y comportamientos.
Rokeach (1973) presentó medidas de estabilidad para sus medidas de
valores calculando correlaciones de orden de rango para cada instrumento
durante periodos de varias semanas (y durante un año en un caso). Una
correlación perfecta de orden de rango indicaría que un individuo ordenó los
18 valores exactamente de la misma manera en los dos puntos de medición. En
general, las correlaciones medias se situaron entre 0,7 y 0,8 para los valores
terminales. Dado que estas correlaciones de orden de rango se calculan para
cada individuo, es p o s i b l e examinar la distribución de la estabilidad entre
los individuos. Mientras que la mayoría de los sujetos de estos estudios
mostraban niveles bastante altos de estabilidad, otros eran significativamente
más inestables. Por supuesto, es posible (incluso probable) que parte de esta
inestabilidad se deba a un error de medición. Sin embargo, Rokeach señaló que
parte de la variación
496 MAS S l' O LI T I C A L B E H A V I O R

en la estabilidad estaba relacionada con las características de los sujetos: sexo,


edad, capacidad intelectual y liberalismo.
Estos resultados sugieren que existe un grado sustancial de estabilidad
en la configuración general de los valores. ¿Qué ocurre con los valores
individuales? Rokeach comprobó las correlaciones test-retest para cada
valor calculando los coeficientes de correlación de Pearson para dos de las
medidas de valores. Estas correlaciones variaron sustancialmente, desde
0,45 para "responsabilidad" y 0,51 para "sentido del logro" hasta 0,71 para
"igualdad" y 0,88 para "salvación". La única correlación superior a 0,71 fue
la de "salvación", y la mayoría de las correlaciones se situaron en el
intervalo de 0,6. Los valores individuales muestran así una mayor
inestabilidad. Así pues, los valores individuales muestran una mayor
inestabilidad que el conjunto de las clasificaciones. Debería haber más
error de medición en los valores individuales que en las clasificaciones y
orden de los valores, por lo que estos resultados no son del todo
sorprendentes. ¿Qué podemos concluir entonces sobre la estabilidad de los
valores a partir de resultados como éste? Podríamos estar satisfechos con
correlaciones de clasificación-orden para sistemas de valores en torno a 0,8.
¿Debería preocuparnos encontrar correlaciones para valores individuales de
sólo 0,6?
Las pruebas sobre la estabilidad de otras medidas de valores individuales
son limitadas, especialmente en el caso de muestras nacionales representativas.
Dichas pruebas requieren que se incluyan medidas de valores en los estudios
de panel. Incluso cuando se dispone de estos datos, las conclusiones parecen
variar sustancialmente. Por ejemplo, utilizando una medida tipo Likert de
cuatro ítems de apoyo a la igualdad de oportunidades en los Estudios
Electorales Nacionales (NES) estadounidenses, McCann (1997) informa de un
coeficiente de estabilidad (estandarizado) sorprendentemente bajo de 0,41 para
un intervalo de dos años (1990-92). El coeficiente de estabilidad para una
medida de cuatro ítems de "tradicionalismo moral" es mucho mayor, de 0,84.
Sheng (1995), utilizando los mismos datos pero añadiendo dos indicadores
adicionales de igualdad de oportunidades, informa de una estabilidad no
estandarizada de 0,81. La estimación de la estabilidad del tradicionalismo
moral es de 0,41 para un intervalo de dos años (1990-92).4 Su estimación de la
estabilidad del tradicionalismo moral es de 1,00. Ambas estimaciones tienen
en cuenta el error de medición (aleatorio y sistemático).
Está claro que necesitamos muchas más pruebas empíricas sobre la
estabilidad de los valores. También necesitamos reflexionar más sobre cómo
de estables deben ser los valores y qué tipo de medidas se utilizan. Los
resultados de Rokeach muestran diferencias sustanciales entre la estabilidad de
los sistemas de valores (clasificados) y los valores individuales. Cada una de
las medidas es un único ítem con una frase muy corta. Las preguntas utilizadas
en la NES son afirmaciones con las que los encuestados están de acuerdo o en
desacuerdo (por ejemplo: "En realidad no es un gran problema que algunas
personas tengan más oportunidades en la vida que otras"). ¿Deberían ser más
fiables las medidas de valores construidas a partir de múltiples afirmaciones
como éstas que los ítems individuales? ¿O el contenido de las afirmaciones las
hace más susceptibles a los cambios a corto plazo?
¿Cambian sistemáticamente los valores a largo plazo? Rokeach (1973)
dedicó mucha atención a esta cuestión. Utilizando un método que
proporcionaba retroalimentación a los sujetos sobre las discrepancias entre sus
prioridades de valores declaradas y su autoconcepto (el método de
confrontación de valores), Rokeach p u d o observar cambios sistemáticos en
las prioridades de valores y actitudes.
Valores, ideología y estructura de las actitudes políticas 497

Otros (por ejemplo, Kristiansen y Hotte, 1996) han observado que esta
manipulación parece producir cambios bastante pequeños en los valores.
Es difícil encontrar pruebas fehacientes sobre el cambio de valores a
largo plazo, ya que para ello es necesario volver a entrevistar a las personas
a lo largo de un intervalo de tiempo considerable. Es mucho más fácil
comparar las prioridades de valor a lo largo del tiempo utilizando muestras
independientes, pero la interpretación de los cambios observados en datos
como éste no está clara. Por ejemplo, Rokeach y Ball-Rokeach (1988)
descubrieron que la clasificación de la igualdad en las muestras nacionales
de EE.UU. disminuyó significativamente desde finales de los sesenta hasta
principios de los ochenta. Aunque argumentaron que esto era el resultado
de cambios en el entorno político y en el discurso de las élites, no hay forma
de probar empíricamente tal hipótesis con datos como éstos.
McCann (1997) aporta algunas pruebas de un cambio sistemático en
los valores. Utilizando los datos del panel NES de 1990-92, demostró que
las personas que votaron a Bill Clinton en 1992 aumentaron su apoyo a la
igualdad de oportunidades y disminuyeron su apoyo al tradicionalismo
moral. Los que votaron a George Bush cambiaron sus prioridades de valores
en la dirección opuesta. A falta de otros estudios como éste, es difícil saber
hasta qué punto estos resultados son generalizables.
Además de la estabilidad, los valores también deben ser exógenos a las actitudes.
Si los valores estuvieran significativamente influidos por las actitudes, sería
difícil considerar los valores como una base para la organización de las
actitudes. Y puesto que la mayoría de los estudios sobre los efectos de los
valores en las actitudes comienzan asumiendo que los valores son
causalmente anteriores a las actitudes, las pruebas significativas de la
endogeneidad de los valores ponen en duda las conclusiones de esos estudios.
Al igual que con la estabilidad de los valores, la mejor forma de examinar la
relación causal entre valores y actitudes es con datos de panel.
El examen de McCann (1997) de los datos de panel de la NES proporciona
cierto apoyo a la exogeneidad de los valores. A pesar de encontrar que el apoyo
a la igualdad de oportunidades y el tradicionalismo moral se veían
significativamente afectados por las preferencias de voto presidencial, McCann
mostró que las preferencias temáticas de los votantes no tenían un efecto
significativo sobre estos dos valores. Por otra parte, en 1992 hubo efectos
significativos de los valores sobre una serie de preferencias de voto, incluso
manteniendo constantes los valores de dos años antes. Por tanto, aunque estos
valores parecen estar influidos por las preferencias por los candidatos
presidenciales (o algún aspecto de la campaña electoral), no hay pruebas de
que los valores sean endógenos a las preferencias políticas, en este único
estudio.
Otros investigadores están más preocupados por la exogeneidad de los
valores. Seligman y Katz (1996) presentan pruebas en una serie de estudios de
que los sistemas de valores pueden no ser tan estables como muchos suponen.
Los sujetos completaron primero una clasificación de valores similar a la de
Rokeach. A continuación, después de evaluar las actitudes hacia un tema
(aborto, medio ambiente) (junto con material de relleno), los sujetos ordenaron
los valores por segunda vez. A la mitad de los sujetos se les dieron las mismas
instrucciones generales para clasificar los valores, mientras que a la otra mitad
se les pidió que hicieran la clasificación en función de sus sentimientos sobre
el tema. Seligman y Katz descubrieron que la correlación entre estas dos
clasificaciones e r a
498 MAS S PO L l TIC AL BE HA V [ O R

sustancialmente más baja cuando se pedía a los sujetos que expresaran sus
valores en función de la cuestión que en la condición general. Las
correlaciones entre varios de los valores y las preferencias temáticas también
fueron mayores en la condición temática.
Este estudio sugiere que las prioridades de valor pueden estar influidas por
factores contextuales en lugar de ser estructuras estables. Sin embargo, es
difícil saber a partir de estas manipulaciones si estamos observando verdaderos
cambios en las prioridades de valores o cambios en los valores declarados que
se deben a las características de la demanda de los estudios. Dado que se pide
a los sujetos que clasifiquen los valores en función de sus sentimientos hacia
el tema, existen fuertes presiones para que sean coherentes. Además, Seligman
y Katz añadieron dos o tres valores estrechamente relacionados con el tema a
la lista de valores terminales de Rokeach. Es muy probable que estos valores
adicionales se vean afectados por las presiones de coherencia, y hay indicios
de que una parte importante del cambio de valores registrado se debe a estos
elementos adicionales.
Hay razones para preocuparse por las relaciones causales entre valores y
actitudes. Como sugieren Kristiansen y Zanna (1994), en el enfoque funcional,
las actitudes pueden cumplir no sólo una función de expresión de valores, sino
también una función defensiva del ego. Los valores pueden ser una forma
importante de que las personas justifiquen sus actitudes y comportamientos.
Desde esta perspectiva, los valores pueden ser tanto una función de las
actitudes como su causa. Se trata claramente de un área en la que se necesita
más investigación. La mayoría de los trabajos sobre valores parten del supuesto
de que los valores influyen en las actitudes, pero no a la inversa. Por el
momento, hay pocas pruebas sólidas que respalden esta suposición.

Valores sociales e individuales

En un esfuerzo por explicar la estructura de las actitudes políticas, los


psicólogos políticos se han centrado naturalmente en l a s prioridades de
valores de los individuos. De hecho, psicológicamente, los valores existen
como construcciones mentales. Sin embargo, existe una larga tradición en las
ciencias sociales que ha intentado explicar ciertas características de las
sociedades basándose en los valores sociales compartidos. Gran parte de los
primeros trabajos sobre este tema se basaban en la simple observación de
comportamientos y actitudes sociales (véase Lipset, 1979, para un buen resumen
de este enfoque en el caso de EE.UU.). Más recientemente, un número
creciente de investigaciones cuantitativas ha examinado las diferencias en los
valores culturales y sus efectos en los procesos psicológicos y el
comportamiento. Para los psicólogos políticos, esta investigación plantea la
interesante posibilidad de utilizar los valores para vincular l o s niveles micro
y macro de análisis. En l a medida en que los valores sociales (o las condiciones
sociales, económicas y políticas en general) determinen las prioridades de l o s
individuos, las relaciones entre el comportamiento político individual y las
condiciones sociales serán más claras. Los valores sociales compartidos
también nos ayudarían a comprender cómo se organizan los valores
individuales y las actitudes políticas.
Para tener pleno éxito, es necesaria una clara conceptualización de los valores
sociales y de las formas en que se conforman y mantienen.
Valores, ideología y estructura de la política Actitudes 499

Sin embargo, ésta tema adolece actualmente de una laguna importante en la


bibliografía. Los valores sociales o se dan por sentados para examinar sus
consecuencias 5 o se miden mediante niveles medios de prioridades de valores
en muestras (normalmente) pequeñas. Y aunque los investigadores han
utilizado diversos medios para explorar las diferencias interculturales en los
valores, en realidad no han explorado sistemáticamente cómo surgen esas
diferencias. Como resultado, gran parte de la investigación en este ámbito
tiende a ser más descriptiva que teórica. A pesar de ello, es importante
considerar si las prioridades de valores de las personas pueden variar de una
cultura a otra y de qué manera. Dado el gran número de estudios sobre este
tema, es imposible siquiera intentar revisar esta literatura en el espacio
disponible en este capítulo. Mi objetivo es plantear algunas cuestiones clave y
sugerir cómo esta investigación puede ayudar a comprender la forma en que
se estructuran las actitudes políticas.
Sin lugar a dudas, la dimensión central de los valores en la literatura sobre
valores transculturales ha sido el individualismo-colectivismo. El interés por
la naturaleza y las consecuencias del individualismo se remonta al menos a la
Revolución Francesa. Los argumentos de que la política y la sociedad en
Estados Unidos han estado dominadas por el individualismo empezaron a
surgir poco después de la fundación de la nación (sce Lipset, 1979;
Tocgueville, 1954). Las pruebas empíricas que parecían respaldar esta
observación procedían en 1980 de las investigaciones de Geert Hofstede. A
partir de entrevistas autocumplimentadas a trabajadores de 40 países que eran
empleados de una gran multinacional, Hofstede extrajo cuatro dimensiones de
valores sociales: distancia de poder, aversión a la incertidumbre, masculinidad
e individualismo. Según Hofstede (1980), el individualismo "describe la
relación entre el individuo y la colectividad que prevalece en una sociedad
determinada" (p. 213). Según la definición de Oyserman, Coon y
Kemmelmeier (2002), "el elemento central del individualismo es la suposición
de que los individuos son independientes unos de otros", mientras que "el
elemento central del colectivismo es la suposición de que los grupos vinculan
y obligan mutuamente a los individuos". (pp. 4-5).
El análisis de Hofstede de los datos sobre el lugar de trabajo produjo una
clasificación de las 40 naciones según su medida del individualismo. Como
era de esperar, Estados Unidos era el país con mayor individualismo, aunque
Australia y Gran Bretaña obtuvieron puntuaciones ligeramente inferiores. Los
tres países siguientes fueron Canadá, los Países Bajos y Nueva Zelanda. Los
países más colectivistas eran Venezuela, Colombia, Pakistán, Perú y Taiwán.
En general, los países occidentales industrializados obtuvieron las
puntuaciones más altas en individualismo, especialmente los de herencia
británica. Los países más colectivistas eran los de Sudamérica y Asia. El
análisis de Hofstede proporcionó a los investigadores una guía de naciones
altamente individualistas y colectivistas que podría servir de base para la
investigación de las consecuencias del individualismo.
Independientemente de que las sociedades se diferencien más o menos en
el individualismo, se trata de un valor con especial importancia para la
psicología política. Desde la revolución industrial, el individualismo se ha
vinculado al deseo de movilidad social y al apoyo a la economía de mercado.
El individualismo también debería contribuir a configurar la forma en que las
personas responden a la pobreza y la desigualdad. Individualistas
500 M AS S P O LI T l CA L ll E H A V l O R

creen que las personas son, en última instancia, responsables de sí mismas y,


por tanto, la sociedad no debería acudir e n ayuda de los necesitados. Los
colectivistas, e n cambio, ven al individuo, ante todo, como un miembro del
grupo social y alguien cuyo bienestar depende del bienestar y las acciones del
grupo.
Los supuestos de que las naciones difieren en niveles de individualismo y
de que la clasificación de los países en individualismo/colectivismo puede
identificarse claramente han sido cruciales para gran parte de la literatura sobre
valores interculturales. Recientemente, Oyserman, Coon y Kemmelmeier
(2002) han puesto a prueba estos supuestos de forma rigurosa, realizando un
amplio metaanálisis de estudios que incluían comparaciones de medidas de
individualismo/colectivismo para Estados Unidos y al menos otro país. En
general, sus conclusiones respaldaron estos supuestos, pero con importantes
salvedades. En muchos casos, las diferencias entre países eran menores de lo
previsto. Y había una diversidad considerable entre los países asiáticos: Las
muestras chinas eran bastante bajas en individualismo, mientras que las
japonesas y coreanas eran significativamente más altas.
La relación entre los valores sociales y los valores individuales también
requiere mucha atención. No es querido que siempre haya una relación uno-a-
uno entre los valores culturales que caracterizan a una sociedad y las
prioridades de valores de las personas en esa sociedad. Para hacer la distinción
más clara, Triandis et al. (1985) introdujeron los términos idiocentrismo y
alocentrismo para describir los valores a nivel de persona correspondientes al
individualismo y al colectivismo. Triandis y sus colegas constatan que, a nivel
individual, el idiocentrismo y el alocentrismo no están necesariamente
fuertemente correlacionados de forma negativa, a pesar de que el
individualismo y el colectivismo se consideran extremos opuestos de un mismo
continuo a nivel social.
La dificultad de pasar del nivel cultural al individual puede ser la razón
por la que las medidas de individualismo en los estudios de actitudes políticas
en Estados Unidos suelen tener un poder explicativo más débil de lo esperado
(sec Feld man, 1988; Feldman & Steenbergen, 2001, Sears, Henry &
Kosterman, 2000; pero compárese Kindcr & Mendelberg, 2000). En estos
estudios es el valor de la igualdad el que tiene un mayor impacto en las
actitudes de los estadounidenses hacia la política de bienestar social y la raza.
Aunque estos resultados puedan parecer incoherentes con la afirmación de que
Estados Unidos, como sociedad, es particularmente individualista, es posible
que estas dos conclusiones sean bastante compatibles: si el individualismo es
un valor ampliamente compartido en Estados Unidos, puede haber poca
varianza real que explique las diferencias en las actitudes políticas. De hecho,
Feldman y Zaller (1992) descubrieron que las referencias al individualismo
estaban muy extendidas en las preguntas abiertas sobre las políticas de
bienestar social, incluso entre las personas que apoyaban esas políticas. Es
posible que aprendamos más sobre la influencia del individualismo en las
actitudes políticas de la investigación transnacional que de los estudios
realizados en un solo país (especialmente en uno con un alto grado de
individualismo). Hay alguna evidencia de que las diferencias en los niveles
medios de apoyo al individualismo están asociadas a variaciones en el gasto en
bienestar social en las sociedades occidentales industrializadas (Smith, 1987).
Valores, ideología y estructura de las actitudes políticas 501

Un intento diferente de vincular las condiciones sociales y los valores


procede del extenso trabajo de Ronald Inglehart. Partiendo de simples
suposiciones sobre l a socialización de las prioridades de valores, Inglehart
(1977, 1990) desarrolló un modelo de cambio de valores asociado a la
transición de la escasez económica a la relativa opulencia. Inglehart basó su
modelo en dos supuestos: la hipótesis de la escasez, según la cual los valores
se desarrollan en respuesta a condiciones de escasez, y la hipótesis de la
socialización, según la cual los valores se forman durante los años anteriores a
la edad adulta y son relativamente resistentes al cambio después de esa etapa.
La estructura de su modelo se elaboró aún más mediante la teoría jerárquica de
los valores de Abraham Maslow (1952), que postulaba que las personas
persiguen objetivos básicos, desde las necesidades de subsistencia hasta la
necesidad de orden, pertenencia y sociabilidad, autoestima y, por último,
necesidades de autorrealización. Sólo cuando se satisfacen las necesidades de
orden inferior, los individuos se dirigen a las necesidades de orden superior que
les suceden. En el marco de Inglehart, la privación económica en la época
preadultos produce una concentración en las necesidades de sustento y
seguridad que conduce al desarrollo de valores burgueses o materialistas. La
ausencia de privaciones económicas permite prestar atención a necesidades de
orden superior, lo que da lugar a valores posburgueses o posmaterialistas. A
medida que aumenta la seguridad económica en una sociedad, cada vez más
jóvenes deberían desarrollar valores postmaterialistas y el relevo generacional
debería hacer que estos valores prevalezcan cada vez más en la sociedad.
Inglehart ha medido estos valores haciendo que la gente ordene
(parcialmente) grupos de cuatro valores. Su primera medida se basaba en un
único grupo de cuatro: mantener el orden en la nación, dar a la gente más voz
en las decisiones del gobierno, luchar contra la subida de precios y proteger la
libertad de expresión. Se supone que el primer y el tercer ítem reflejan valores
materialistas, y el segundo y el cuarto valores postmaterialistas. En estudios
posteriores se emplearon hasta 12 ítems. El uso de ítems que se referían
directamente a las condiciones económicas (luchar contra la subida de precios,
mantener un alto nivel de crecimiento económico, mantener una economía
estable) ha llevado a algunos (Clarke & Dutt, 1991; Duch & Taylor, 1993) a
argumentar que la proporción de valores materialistas en una sociedad es una
función de las condiciones económicas a corto plazo más que de las prioridades
de valores estables. Aunque este debate aún no se ha zanjado, parece claro que
las mediciones de los valores postmaterialistas responden al menos en cierta
medida (y quizá sustancialmente) a las fuerzas a corto plazo.
Incluso entre los que están de acuerdo en que se está produciendo un
cambio de valores, la naturaleza de ese cambio es objeto de cierta controversia.
Flanagan (1982, 1987) ha argumentado que el modelo de Inglehart oculta dos
modelos diferentes de cambio: uno que pasa de los valores económicos a los
no económicos y otro que pasa de los valores autoritarios a los libertarios.
Braithwaite, Malckai y Pittelkow (1996), utilizando la reinterpretación de
Braithwaite del modelo libertad/igualdad de Rokeach, sostienen que el cambio
de valores se interpreta mejor como un cambio de valores de seguridad a
valores de armonía.
¿Cuáles son las consecuencias de este cambio de valores? La
investigación original de Inglehart (1977) se centró en las protestas
estudiantiles y los desafíos a la autoridad política.
502 ¡MASS PO LIT! CAL BE.HAVIOR

Investigaciones posteriores se han ocupado de cuestiones como el medio


ambiente y el apoyo a los partidos "verdes", la energía nuclear y el papel de la
mujer en la sociedad. Las correlaciones entre los valores postmaterialistas y
estas cuestiones son casi siempre positivas, aunque su magnitud varía
sustancialmente. Por ejemplo, Dalton (2002) señala que las correlaciones entre
los valores postmaterialistas y el apoyo a los grupos antinucleares oscilan entre
0, 09 y 0,26 e n Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania occidental,
con una correlación de 0,01 en Alemania oriental. Los resultados son muy
similares para el apoyo a los grupos de defensa de los derechos de la mujer en
los países elegidos. Se trata de correlaciones relativamente bajas, y no hay
control de otros factores políticos o sociales que puedan estar correlacionados
tanto con los valores como con las preferencias. Los valores postmaterialistas
sí predicen la elección del voto en los países de Europa occidental, aunque la
relación suele ser más débil que para la dimensión tradicional izquierda-
derecha (Knutsen, 1995b). Afortunadamente, en muchos de estos estudios sólo
se presentan diferencias porcentuales o simples correlaciones, lo que dificulta
determinar la fuerza que tendrían los efectos de estos valores en modelos
multivariantes bien especificados.
Aunque la teoría y la investigación de Inglehart han recibido su cuota de
crítica, han tenido una gran influencia en la ciencia política, especialmente en
los estudios sobre las actitudes políticas, la participación y el voto en Europa.
Inglehart ha trabajado, quizás más que ningún otro teórico del valor, para
desarrollar una teoría del cambio de valores que pueda ayudar a comprender la
dinámica de la política en las naciones industrializadas. Una comparación
empírica de la dimensión materialista/postmaterialista del valor de Inglehart con
el modelo estructural de Schwartz podría ayudar a integrar dos grandes líneas
de investigación sobre la dinámica transnacional de los sistemas de valores
(una en ciencia política y otra en psicología).
Concluyo esta sección con un ejemplo interesante de cómo el estudio de
los valores sociales puede arrojar luz sobre los procesos sociales y políticos.
Utilizando datos sobre valores que ha recopilado en muchas naciones,
Schwartz (1997) exploró los efectos potenciales del comunismo en los valores
sociales. En concreto, comparó muestras de profesores de escuelas públicas y
estudiantes universitarios de 9 países de Europa del Este con muestras
comparables de 11 países de Europa Occidental. Todas las muestras se
obtuvieron entre 1989 y 1993.
Schwartz descubrió grandes diferencias de valores en varios ámbitos
importantes. Todas las muestras de Europa del Este eran más conservadoras
(sus valores de conformidad, tradición y seguridad) que todas las muestras de
Europa Occidental. Las muestras de Europa del Este también tenían una media
más alta de valores de jerarquía (poder) que las muestras de Europa Occidental,
aunque las diferencias no eran tan pronunciadas. Por el contrario, las muestras
de Europa del Este eran más bajas en valores de autonomía afectiva
(estimulación) y autonomía intelectual (autodirección) y, curiosamente, en
valores igualitarios (universalismo y benevolencia). Como en el caso de los
valores conservadores, las nueve naciones de Europa del Este tenían medias
más bajas en valores igualitarios que cada una de las naciones de Europa
Occidental. Estas diferencias parecen resistir simples controles de variables
como la religión y el desarrollo económico.
Valores, ideología y estructura de las actitudes políticas 503

Las pautas de valores de Europa del Este no se ajustan a las expectativas sobre
las sociedades "socialistas", aunque, como sostiene Schwartz, pueden ser
consecuencia de regímenes autoritarios.
Como señala Schwartz, el mejor diseño para examinar los efectos de los
distintos sistemas políticos en los valores sociales sería disponer de muestras
repetidas a lo largo del tiempo en países que experimentan cambios en los
sistemas políticos. A falta de tales estudios, datos como éste pueden aportar
pruebas importantes de las consecuencias de las estructuras sociopolíticas en
los valores y, en última instancia, en las actitudes necesarias para fomentar la
democracia. Dado que es probable que los más jóvenes sean los más afectados
por los cambios en los sistemas políticos, incluso las muestras de después del
cambio político deberían ser útiles, ya que los valores de los más jóvenes
deberían ser cada vez más diferentes de los de las personas mayores.

Conclusiones: Valores, política e ideología política

Incluso una revisión de esta longitud debe ser bastante selectiva, y hay una
gran cantidad de investigación sobre valores que no he podido discutir. Mi
objetivo ha sido sugerir cómo los valores pueden ayudar a los psicólogos
políticos a comprender la estructura de las actitudes políticas. La búsqueda de
la organización de las actitudes ha sido una de las principales preocupaciones
de la investigación en ciencia política y psicología. Aunque no hay un único
enfoque para este problema que sea suficiente, en la actualidad existe una
cantidad sustancial de evidencia de que los valores son una fuente importante
de estructura para las actitudes políticas. He revisado algunas de estas
evidencias, pero también he intentado mostrar cómo las teorías e
investigaciones recientes pueden hacer avanzar mucho más nuestra
comprensión. Los psicólogos han realizado importantes contribuciones al
estudio de los valores desde la publicación del libro de Rokcach en 1973. Sin
embargo, los psicólogos políticos a menudo ignoran este trabajo e incorporan
los valores a su investigación de forma fragmentaria. Para muchos propósitos,
esto puede ser suficiente. Los descubrimientos de que la igualdad es un
predictor importante de las actitudes de bienestar social (Feldman, 1988) o que
el individualismo no es un predictor importante de las actitudes raciales
(Kinder y Mendelberg, 2000) son descubrimientos importantes por derecho
propio. Pero hay razones para creer que prestar atención a estructuras de valores
más amplias puede ser aún más fructífero.
La relación entre los valores es especialmente importante cuando pasamos
de la comprensión de actitudes específicas a la organización de actitudes y la
ideología. Encontrar una estructura simple y subyacente a los valores puede
proporcionar una base para vincular las prioridades de los valores individuales
y sociales a los conflictos sociales y políticos fundamentales. Éste es uno de
los aspectos prometedores d e l a teoría de los valores de Schwartz. Al vincular
los valores a las necesidades y motivaciones humanas básicas, Schwartz
establece una forma sistemática de pensar en la relación entre los valores. La
estructura bidimensional evidente en las asociaciones entre los valores puede
sentar las bases de un modelo de ideología basado en los valores.
504 M A S S P O Ll T l C AL B E H A V I O R

Una mayor atención a una teoría de la estructura de valores y una medida más
exhaustiva de los valores puede tener un valor considerable para la psicología
política.
Como he subrayado a lo largo de este artículo, aún quedan muchas
cuestiones por resolver en torno al uso de los valores en la investigación de la
psicología política. Sabemos muy poco sobre la estabilidad de los valores y
hasta qué punto son exógenos a las actitudes políticas. Necesitamos aprender
más sobre las condiciones en las que los valores están más fuertemente
relacionados con las actitudes. Las teorías de los valores nos dan muy poca
orientación para predecir qué valores estructurarán determinadas actitudes
políticas. Se necesita mucho más trabajo para determinar el valor definitivo de
los valores para la psicología política.

ll.. Notas

l. Los valores instrumentales se refieren a " modos de conducta'' mientras que los valores
terminales implican "estados finales de la existencia". En general, las investigaciones
posteriores no han corroborado esta distinción (véase Schwam., 1992).
2. Además, prácticamente todos los análisis de Rokeach se realizaron con muestras
procedentes de Estados Unidos. Evidentemente, esto le impidió evaluar cualquier variación
cultural en la estructura y la tienda de valores.
3. La lista comenzó con ocho tipos, se amplió a once y s e r e d u j o a diez cuando
uno de ellos -la espiritualidad- no apareció en el análisis.
4. McCann informa de un coeficiente de estabilidad no estandarizado de 0,49.
5. Las diferencias a priori en los valores sociales se derivan a veces de observaciones
generales de las características sociales (basadas quizá en estudios antropológicos) o de uno
de los pocos estudios cuantitativos sobre las diferencias de valores entre países,
principalmente el trabajo de Hofstede (1980).

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Psicología Política, Vol. 31, No. 3, 2010
doi: 10.1111/j.1467-9221.2010.00764.x Traducción no oficial y de uso
exclusivo para la asignatura. Queda
prohibida su difusión.

Valores personales básicos, valores políticos


fundamentales y voto: Un análisis longitudinal
Shalom H. Schwartz
Universidad Hebrea de Jerusalén

Gian Vittorio Caprara


Universidad de Roma "La Sapienza

Michele Vecchione
Universidad de Roma "La Sapienza

En este artículo teorizamos que los valores políticos expresan valores personales básicos
en el ámbito de la política. Ponemos a prueba una serie de hipótesis que especifican
cómo la estructura motivacional de los valores básicos conecta y da coherencia a los
valores políticos fundamentales. También verificamos la hipótesis de que los valores
políticos básicos median en las relaciones de los valores personales básicos con el voto
demostradas en investigaciones anteriores. Se parte de los valores personales básicos, los
valores políticos básicos y el voto de los adultos italianos antes (n = 1699) y después (n =
1030) de las elecciones nacionales de 2006. Los valores básicos explicaron una varianza
sustancial en cada uno de los ocho valores políticos (22% a 53%) y predijeron
significativamente el voto. Las correlaciones y una proyección MDS de las relaciones
entre los valores básicos y los valores políticos respaldaron la hipótesis de una
estructuración coherente de los valores políticos básicos por parte de los valores básicos.
Los valores políticos fundamentales mediaron totalmente las relaciones de los valores
básicos con el voto, apoyando una jerarquía causal de valores básicos -valores políticos-
y voto.
PALABRAS CLAVE: Valores personales, valores políticos, pensamiento político, voto

Muchos estudios de las últimas décadas han examinado las actitudes


políticas del público en general y cómo se relacionan entre sí (por ejemplo,
Feldman, 1988; Judd, Krosnick y Milburn, 1981; Zaller, 1992). Se ha propuesto
una dimensión ideológica izquierda-derecha o liberal-conservadora para
estructurar el pensamiento político y reducir la complejidad de la información
política (Conover y Feldman, 1981; Jacoby, 1995). Sin embargo, la estructura
del pensamiento político trasciende la división izquierda-derecha o liberal-
conservador (Converse, 1964; Feldman, 1988).

421
0162-895X © 2010 Sociedad Internacional de Psicología Política
Publicado por Wiley Periodicals, Inc., 350 Main Street, Malden, MA 02148, EE.UU., 9600 Garsington Road, Oxford, OX4
2DQ,
y PO Box 378 Carlton South, 3053 Victoria Australia
422 Schwartz et al.

Es probable que no haya una única dimensión ideológica que organice las
actitudes políticas (Kinder, 1998). Para ello se necesita una concepción
multidimensional de la ideología (Ashton et al., 2005; Heath, Evans y Martin,
1994).
Ha habido pocos intentos sistemáticos de investigar qué subyace a las
diversas actitudes políticas del electorado (Ashton et al., 2005; Peffley &
Hurwitz, 1985). Feldman (2003) señaló que "un enfoque potencialmente valioso
del problema de la organización de actitudes que no ha recibido suficiente
atención... se basa en el constructo valor" (p. 479). Muchos han asignado un
papel central a los valores como organizadores de las evaluaciones políticas (por
ejemplo, Feldman, 2003; Gunther & Kuan, 2007; Knutsen, 1995a; Rokeach,
1973; Schwartz, 1994). Sin embargo, los estudios empíricos son escasos y se han
centrado en gran medida en un conjunto único o limitado de valores. No han
tenido en cuenta cómo se relacionan sistemáticamente las actitudes políticas con
todo el sistema de prioridades de valores básicos (Feldman, 2003). Para ello es
necesario validar una teoría que identifique a un conjunto exhaustivo de valores
personales básicos así como la estructura de la relaciones entre ellos (Schwartz,
1992, 2006). Éste es el primer objetivo del presente estudio.
Una de las razones de la ausencia de investigaciones sobre la posible
organización de las actitudes políticas por valores personales básicos puede ser el
origen intelectual y disciplinario diferente de los estudios de las actitudes
políticas y de los valores personales básicos, la ciencia política y la psicología
social, respectivamente. Los estudiosos de estas dos disciplinas han tenido en
mente tipos de valores bastante diferentes.
Los politólogos se centran principalmente en las actitudes en el ámbito
político que denominan "valores políticos fundamentales", como el
igualitarismo, las libertades civiles, el etnocentrismo y el papel del gobierno (por
ejemplo, Converse, 1964; Goren, 2005; Hurwitz y Peffley, 1987). Estos estudios
infieren los valores políticos fundamentales de las personas a partir de preguntas
sobre el grado de acuerdo sobre cómo debería funcionar el gobierno o la
sociedad. La mayoría de los intentos de identificar principios ideológicos
generales que puedan limitar y organizar estos valores políticos se centran en el
liberalismo-conservadurismo. Sin embargo, a partir del estudio seminal de
Converse (1964), hay poco apoyo para esta única fuente de restricción (Hurwitz
& Peffley, 1987; Kinder, 1983). Los investigadores reconocen que los valores
políticos fundamentales son interdependientes (por ejemplo, Gunther y Kuan,
2007; Knutsen, 1995b). Sin embargo, los avances hacia la identificación de un
conjunto coherente de principios que los limiten y estructuren han sido limitados.
Nosotros tratamos de llenar este vacío.
Los psicólogos sociales se centran en los valores personales básicos,
definidos como representaciones cognitivas de objetivos transsituacionales
deseables (Rokeach, 1973; Schwartz, 1992). Los valores personales básicos se
miden en términos de su importancia como principios rectores en la propia vida
de las personas. Los individuos tienen un sistema jerárquico relativamente
estable de prioridades de valores (por ejemplo, seguridad > poder = hedonismo
> conformidad).
Valores personales básicos, valores políticos y voto 423

Los valores personales básicos sirven como normas para juzgar todo tipo de
comportamientos, acontecimientos y personas. Se expresan en todos los ámbitos
de la vida y, por tanto, subyacen a todas las actitudes y opiniones (Rokeach,
1973; Schwartz, 2006). Los valores personales básicos son más abstractos y
fundamentales que los valores políticos básicos. Schwartz (1994) argumentó que
los conjuntos de valores personales básicos subyacen a las ideologías y actitudes
políticas. 1
Nuestra primera hipótesis es que los valores personales básicos organizan y
dan coherencia a los valores políticos fundamentales. La búsqueda de valores
básicos lleva a las personas a favorecer las ideologías o políticas que pueden
promoverlos en un contexto social determinado. Las personas que atribuyen una
gran prioridad a los valores de seguridad y poder, por ejemplo, tienden a
favorecer las políticas nacionalistas porque el nacionalismo promete
aparentemente una mayor seguridad y porque expresa objetivos de poder.
Creemos que los valores personales básicos influyen en la elección política a
través de su influencia en los valores políticos fundamentales. Por lo tanto,
nuestra hipótesis es que los valores políticos fundamentales median en la
relación entre los valores personales básicos y el voto. Estudios anteriores han
examinado modelos jerárquicos en los que las creencias políticas generales
median en las relaciones de los valores políticos básicos con las preferencias
políticas (por ejemplo, Hurwitz y Peffley, 1987). Hasta donde sabemos, éste es el
primer estudio que examina un modelo jerárquico en el que los valores políticos
fundamentales median en las relaciones de los valores personales básicos con el
comportamiento político.
Para verificar nuestras hipótesis, adoptamos la teoría de los valores básicos
de Schwartz (1992, 2006). La teoría identifica 10 valores personales básicos y
especifica una estructura integrada de relaciones motivacionalmente compatibles
y conflictivas entre estos valores. Esta estructura nos permite plantear la
hipótesis de cómo los valores personales básicos organizan y limitan los valores
políticos fundamentales de forma integrada. Antes de explicar las hipótesis,
presentamos brevemente las conceptualizaciones de los valores políticos básicos
y de los valores personales básicos y describimos los resultados pertinentes que
relacionan los valores básicos con el voto.

Valores políticos fundamentales

Los valores políticos fundamentales son principios normativos generales y


creencias sobre el gobierno, la ciudadanía y la sociedad (McCann, 1997). Sirven
como puntos focales para tomar posiciones en un entorno político por lo demás
confuso. Converse (1964) los consideraba "una especie de pegamento para unir
muchas actitudes y creencias más específicas" (p. 211). Subyacen a actitudes,
preferencias y evaluaciones específicas en el ámbito de la política, dándoles así
cierto grado de coherencia y consistencia (Feldman, 1988; Hurwitz y Peffley,
1987).

1
Esto se corresponde con la afirmación de Converse (1964) de que las actitudes y creencias específicas
en el ámbito político se derivan de "valores superiores" más abstractos y fundamentales que las limitan
424 Schwartz et al.
No existe un consenso claro sobre el número y el contenido de los valores
políticos fundamentales en las democracias modernas, ni tampoco una teoría que
ayude a identificar el universo de los valores políticos. Feldman (1988) identificó
tres valores políticos fundamentales: igualdad de oportunidades, individualismo
económico y libre empresa. McCann (1997) especificó dos (igualitarismo y
tradicionalismo moral); Heath, Jowell y Curtice (1985) dos (libertario/autoritario y
socialista/laissez-faire); Goren (2005) cuatro (valores familiares tradicionales,
igualdad de oportunidades, tolerancia moral y papel del gobierno); Jacoby (2006)
cuatro (libertad, igualdad, seguridad económica y orden social); y Ashton et al.
(2005) dos (regulación moral/libertad individual, compasión/competencia). El
patriotismo ciego no se ha etiquetado como valor político fundamental, pero
también se ajusta a la definición de McCann (1997) mencionada anteriormente.
Para probar nuestras hipótesis, seleccionamos ítems para medir los
siguientes seis constructos que engloban los enumerados anteriormente y que
pueden considerarse valores políticos fundamentales.

Ley y orden: aplicación y obediencia de la ley, protección contra las amenazas


al orden social.

Moral tradicional: valores religiosos y familiares tradicionales frente a


estilos de vida más nuevos y permisivos.

Igualdad: distribución igualitaria de oportunidades y recursos.

Libre empresa: mínima intervención del Estado en la economía,


individualismo económico.

Libertades civiles: libertad para que cada cual actúe y piense como
considere más oportuno.
Patriotismo ciego: apego incondicional e intolerancia a las críticas
contra el propio país.

Valores personales básicos

La teoría de los valores de Schwartz (1992) identifica diez amplios valores


personales que se derivan de los requisitos universales de la existencia humana.
Estos valores pueden abarcar toda la gama de valores motivacionales distintos
reconocidos en todas las culturas (Schwartz, 2006). A continuación se enumeran
los valores, cada uno de ellos definido en función de los distintos objetivos
motivacionales que expresa.

Poder: estatus social y prestigio, control o dominio sobre las personas y los
recursos.

Logro: éxito personal mediante la demostración de competencia de acuerdo


con las normas sociales.
Hedonismo: búsqueda de placer y gratificación de uno mismo.
Valores personales básicos, valores políticos y voto 425
Estimulación: elección de actividades emocionantes, novedosas y del reto en
la vida.

Autodirección: pensamiento y acción independientes: elegir, crear, explorar.

Figura 1. El continuo motivacional de 10 valores personales básicos con elementos ejemplares y dos
dimensiones resumidas.

Universalismo: comprensión, aprecio, tolerancia y protección del


bienestar de todas las personas y de la naturaleza.

Benevolencia: preservación y mejora del bienestar de las personas con las


que se está en contacto personal frecuente.

Tradición: respeto, compromiso y aceptación de las costumbres e ideas


que la cultura tradicional o la religión proporcionan.

Conformidad: contención de las acciones, inclinaciones e impulsos que


puedan molestar o perjudicar a los demás o incluso violar las
expectativas o normas sociales.

Seguridad: seguridad, armonía y estabilidad de la sociedad, de las


relaciones y de uno mismo.

La teoría especifica además una estructura de relaciones dinámicas entre los


10 valores. La figura 1 representa esta estructura como un continuo motivacional
circular. Este continuo motivacional refleja la compatibilidad y el conflicto entre
los distintos valores. Cuanto más se aproximen dos valores alrededor del círculo,
más compatibles serán sus motivaciones y, por tanto, más probable será que
puedan alcanzarse mediante la misma acción o expresarse a través de la misma
actitud. Cuanto más alejados estén dos valores, más conflictivas serán sus
motivaciones y, por tanto, menos posibilidades habrá de alcanzarlos a través de la
426 Schwartz et al.
misma acción o expresarlos en la misma actitud. Esta estructura integrada de
valores significa que cualquier comportamiento o actitud que sea especialmente
congruente con un valor básico (por ejemplo, la libre empresa con el poder)
también debería ser congruente con los valores adyacentes del círculo (seguridad
y logro), pero en conflicto con los valores opuestos (universalismo, benevolencia
y autodirección). Así, toda la estructura integrada de valores se relaciona
sistemáticamente con otras variables.
Además de la compatibilidad motivacional y el conflicto entre valores, la
estructura circular de los valores personales básicos refleja otras diferencias entre
valores que también son relevantes para la forma en que los valores básicos
constriñen los valores políticos básicos. Así, Schwartz (2006, 2009) aporta
pruebas de que los valores de la mitad inferior del círculo (Figura 1) se basan en
la necesidad de evitar o controlar la ansiedad y la amenaza y de protegerse a si
mismo. Los valores de la parte inferior derecha hacen hincapié en evitar el
conflicto, la imprevisibilidad y el cambio mediante la sumisión y la aceptación
pasiva del statu quo. Los de la parte inferior izquierda hacen hincapié en superar
las posibles fuentes de ansiedad mediante el dominio o la admiración. Por el
contrario, los valores de la mitad superior del círculo están relativamente libres
de ansiedad y expresan crecimiento y autoexpansión. Los de la parte superior
derecha hacen hincapié en promover el bienestar de los demás. Los de la parte
superior izquierda hacen hincapié en la experiencia autónoma y autoexpresiva.
Para simplificar la reflexión sobre el círculo de valores personales básicos,
Schwartz describió los valores como dispuestos en las dos dimensiones que
también se muestran en la figura 1. En una dimensión, los valores de apertura al
cambio (autodirección, estimulación) se oponen a los valores de conservación
(seguridad, conformidad, tradición). Los primeros fomentan el pensamiento, los
sentimientos y la acción independientes, y la receptividad al cambio, mientras
que los segundos abogan por la autorrestricción sumisa, la conservación de las
prácticas tradicionales y la protección de la estabilidad. En una segunda
dimensión, los valores de autotrascendencia (universalismo, benevolencia) se
oponen a los valores de realce personal (poder, logros). Los primeros enfatizan la
aceptación de los demás como iguales y la preocupación por su bienestar,
mientras que los segundos fomentan la búsqueda del propio éxito y el dominio
sobre los demás. Los valores del hedonismo se sitúan entre la apertura al cambio
y los valores de automejora porque comparten elementos de ambos.
Las pruebas de la teoría de los valores personales básicos en más de 220
muestras de 74 países respaldan ampliamente tanto el contenido de los 10 valores
como la estructura de las relaciones entre ellos (Schwartz, 2006). Esta estructura
motivacional de los valores personales básicos es la clave para comprender la
estructura de los valores políticos básicos de los individuos. 2 Este es el primer
estudio que examina las relaciones entre los valores políticos fundamentales y
los valores personales básicos.

2
Para simplificar, a veces nos referiremos a las dos dimensiones descriptivas en lugar de a valores
personales básicos específicos. Sin embargo, los valores que constituyen los polos de estas dimensiones
no son igualmente relevantes para la política. Además, pares alternativos de dimensiones, derivados de la
rotación de los ejes del círculo, proporcionan descripciones igualmente válidas del continuo motivacional.
Una dimensión que oponga universalismo y autodirección a poder y seguridad, por ejemplo, capta una
oposición motivacional especialmente relevante para la política.
Valores personales básicos, valores políticos y voto 427

Investigación que relaciona los valores personales básicos con la elección política

Los valores personales básicos han predicho la elección política en distintos


contextos culturales y sistemas políticos (Barnea, 2003; Barnea & Schwartz,
1998; Caprara, Schwartz, Capanna, Vecchione, & Barbaranelli, 2006). Barnea
(2003) descubrió que los valores personales discriminaban entre los que
apoyaban a los distintos partidos políticos en cada uno de los 14 países
democráticos. Los valores específicos que discriminaban a los simpatizantes de
los partidos dependían del tema en cuestión entre los partidos del país. En todos
los casos, los valores que discriminaban procedían de lados opuestos del círculo
motivacional de valores. En Hungría, por ejemplo, en la década de 1990, la
cuestión central se refería a la preservación de la moral y los estilos de vida
tradicionales frente a la rápida modernización (Swain, 1992). En consecuencia,
los valores personales básicos que más discriminaban eran la tradición y la
conformidad frente a la estimulación, el hedonismo y la autodirección (cf. Figura
1). En Australia, donde los partidos diferían mucho en cuanto a igualitarismo
económico frente a libre empresa (Hughes, 1998), los valores personales clave
eran universalismo frente a poder. Cada uno de los 10 valores discriminaba
significativamente en al menos cuatro países. Esto subraya la importancia de
tener en cuenta toda la gama de valores humanos cuando se intenta comprender
las actitudes políticas (cf. Feldman, 2003).
En las elecciones italianas de 2001, por ejemplo, los votantes de centro-
izquierda atribuyeron mayor prioridad a los valores de universalismo y
benevolencia; los votantes de centro-derecha dieron mayor prioridad a los
valores de poder, logro, seguridad y conformidad (Caprara et al., 2006; Caprara,
Schwartz, Vecchione y Barbaranelli, 2008). Estas diferencias son congruentes
con el énfasis de las ideologías de izquierdas y liberales en la igualdad, la
solidaridad y la justicia social, y con el énfasis de las ideologías de derechas y
conservadoras en el éxito individual y el orden social. Los valores básicos
explicaron una proporción sustancial de la varianza en el voto, mientras que las
variables de personalidad de los Cinco Grandes rasgos (Big Five en ingles) y las
características sociodemográficas de género, edad y nivel educativo hicieron
contribuciones marginales.
Estos estudios utilizaron el voto pasado o la intención de voto futuro para
medir la decisión de voto a un partido. Esto debilita las inferencias sobre los
valores básicos como influencias causales en el voto. El voto pasado es
problemático porque el propio voto puede influir en los valores políticos básicos
(McCann, 1997). La intención de voto es problemática porque puede diferir del
voto real, especialmente si cambia la situación política (Jowell, Hedges, Lynn,
Farrant y Heath, 1993). El presente estudio amplía la investigación anterior
midiendo los valores básicos antes de unas elecciones y el voto poco después de
las elecciones. Así, predecimos el voto posterior con valores anteriores.
428 Schwartz et al.

Los valores políticos básicos influyen en la relación entre los valores personales
básicos y el voto

Para explicar la conclusión de que los valores personales básicos predicen el


voto, los investigadores argumentan que la gente tiende a votar a partidos o
coaliciones cuyos líderes y políticas que perciben como susceptibles de promover
o proteger sus propios valores personales. Esta explicación asume que las
personas pueden valorar implicaciones coherentes para sus valores personales en
la retórica y las acciones de los líderes y los programas de los partidos. Sin
embargo, muchas personas pueden ser incapaces de comprender tales
implicaciones. Puede dificultar esta tarea tanto las limitaciones cognitivas como
la disponibilidad de la información relacionada con los valores.
En ocasiones son dudosas las implicaciones que pueden tener las políticas
para los valores. ¿Cuáles son, por ejemplo, las implicaciones de una reducción de
impuestos? ¿Aumentaría o disminuiría la seguridad o la justicia? Además, los
candidatos que compiten entre sí pueden apelar al mismo valor básico para
justificar ideas y acciones contradictorias (por ejemplo, invocar la "paz" para
justificar una acción militar u oponerse a ella). Por otra parte, deducir las
implicaciones del discurso político en los medios de comunicación para los
valores básicos de cada uno requiere prestar mucha atención y analizar muchos
mensajes complejos, confusos e incluso intencionadamente oscuros. Las
personas pueden carecer de la perseverancia necesaria para prestar atención a los
mensajes o de la capacidad analítica para discernir sus implicaciones para los
valores básicos (Gordon y Segura, 1997; Zaller, 1992).
Una forma alternativa de entender la relación entre los valores básicos y el
voto es ver los valores personales básicos como mediados por valores políticos
básicos y actitudes políticas más específicas. Los valores personales básicos son
creencias abstractas sobre objetivos deseables que trascienden las situaciones
concretas (Rokeach, 1973; Schwartz, 1992). Subyacen a las normas y actitudes
que se aplican en situaciones concretas (Feather, 1995; Schwartz, 1977). Las
normas y actitudes expresan múltiples valores básicos de lados opuestos de la
estructura motivacional circular. Tanto los valores básicos congruentes como los
opuestos conforman y limitan las normas y actitudes. Por ejemplo, los valores de
universalismo, autodirección, estimulación y hedonismo subyacen a la
disposición a aceptar inmigrantes, mientras que los valores de seguridad,
tradición y conformidad subyacen a la oposición a esta actitud política
(Schwartz, 2006).
Dado que las normas, las actitudes y los valores políticos fundamentales son
más específicos que los valores personales básicos, es más fácil percibir las
implicaciones de la retórica y las políticas para ellos que para los valores básicos.
Como hemos argumentado, las normas, actitudes y valores políticos
fundamentales que atraen a los individuos están en gran medida condicionados
por los valores personales básicos más abstractos, fundamentales y estables que
los sustentan. Por lo tanto, pueden mediar en las relaciones de los valores básicos
con la elección política.
Valores personales básicos, valores políticos y voto 429
La idea de que las actitudes y las normas median en las relaciones de los
valores básicos con el comportamiento existe desde hace mucho tiempo (por
ejemplo, Kahle, 1983; Rokeach, 1973; Schwartz, 1977). Se denomina jerarquía
valor-actitud-conducta. Los pocos estudios que la han puesto a prueba se han
limitado a los ámbitos del medio ambiente y del consumo. Los tres estudios
midieron el comportamiento y valores a través de respuestas manifestadas en el
mismo cuestionario (Homer y Kahle, 1988; Jayawardhena, 2004; Shim y
Eastlick, 1998). La presente investigación es la primera que prueba la jerarquía
valores-actitudes-conducta y que mide la conducta en un momento posterior.
También es la primera prueba en el ámbito de la política.

La investigación actual

La presente investigación pone a prueba tres hipótesis generales:

1) La estructura motivacional circular que organiza las relaciones entre los


valores personales básicos también organiza y da coherencia a los valores
políticos fundamentales.
2) Tanto los valores personales básicos como los valores políticos
fundamentales predicen sistemáticamente la elección de voto.
3) Los valores políticos básicos median en el efecto de los valores personales
básicos sobre la elección del voto.

Para verificar estas hipótesis, desarrollamos una escala para medir los
valores políticos fundamentales. A los seis definidos anteriormente, añadimos
dos actitudes políticas destacadas en las elecciones italianas de 2006, el contexto
de este estudio: la intervención militar extranjera y la aceptación de inmigrantes.
La primera se entendía en gran medida como referida a la guerra de Irak y la
segunda como referida a los inmigrantes étnicamente diferentes (ITANES, 2006;
Ricolfi, 2002). Añadir estas actitudes al estudio nos permitió examinar si la
estructura de los valores personales básicos también organiza las relaciones de
las actitudes políticas específicas del contexto con los valores políticos básicos.
Para simplificar nuestra narración, nos referimos a ocho valores políticos básicos
aunque los dos que añadimos son actitudes políticas más específicas.
La primera hipótesis se basa en la suposición de que los valores políticos
fundamentales expresan valores básicos en el ámbito político. Por lo tanto, las
asociaciones de los valores políticos fundamentales entre sí y con los valores
básicos deberían reflejar las oposiciones y compatibilidades motivacionales entre
los valores básicos. Así, la estructura motivacional de los valores personales
básicos proporciona una estructura coherente a los valores políticos
fundamentales. Cada valor político debería relacionarse positivamente con un
conjunto de valores básicos en un lado del círculo motivacional de valores básicos
y negativamente con un conjunto de valores básicos en el lado opuesto (véase la
Figura 1).
Para generar hipótesis que especifiquen los valores personales básicos que
subyacen a cada valor político, nos preguntamos si el valor político expresa o
promueve la consecución de los objetivos definitorios de cada valor básico o si
430 Schwartz et al.
entra en conflicto con la expresión y preservación de estos objetivos. Los análisis
conceptuales conducen a las siguientes hipótesis sobre los valores
motivacionalmente opuestos que se relacionan positiva y negativamente con
cada valor político. 3
(1.1) Moral tradicional: positiva -tradición, conformidad y seguridad porque
preservar las normas, creencias y modos de comportamiento tradicionales
proporciona certidumbre y evita el cambio; negativa-hedonismo, estimulación,
autodirección y universalismo porque se opone a la libre elección individual de
cómo pensar y comportarse y es intolerante con lo que es nuevo y diferente.
(1.2) Patriotismo ciego: positivo: seguridad, conformidad, tradición y poder,
porque el apego acrítico y la identificación con el propio país proporcionan una
sensación de certeza y superioridad; negativo: universalismo, autodirección,
estimulación y hedonismo, porque el patriotismo ciego es intolerante con los
grupos externos y entra en conflicto con la libre expresión individual.
(1.3) Ley y orden: positivo-seguridad, conformidad y tradición porque la ley
y el orden protegen contra la perturbación amenazadora y ansiógena del orden
social; negativo-autodirección, universalismo, estimulación y hedonismo porque
hacer hincapié en la ley y el orden restringe la libertad individual y desalienta la
tolerancia de las diferencias.
(1.4) Intervención militar extranjera: positiva-seguridad, conformidad,
tradición y poder porque dicha acción militar protege contra fuentes externas de
peligro y cambio y lo hace a través del poder dominante; negativa-universalismo
y benevolencia porque favorecen encontrar formas no agresivas de manejar los
problemas y se oponen a acciones que puedan dañar a otros.
(1.5) Libre empresa: positivo-logros y poder porque el individualismo
económico permite la búsqueda sin trabas del propio éxito y riqueza; negativo-
universalismo y benevolencia porque permite la explotación de los demás y
elimina la regulación gubernamental que puede proteger a los débiles.
(1.6) Igualdad: positivo-universalismo y benevolencia porque la igualdad
expresa la preocupación por el bienestar de los demás; negativo-poder y logros
porque la igualdad entra en conflicto con permitir a los individuos perseguir sus
propios intereses incluso a expensas de los demás.
(1.7) Libertades civiles: positivo-universalismo y autodirección porque
favorecer la libertad de pensamiento y acción de los individuos requiere alta
tolerancia y baja ansiedad respecto a todas las ideas; negativo-poder, seguridad y
tradición porque la libertad busca que cada uno actúe y piense como considere
oportuno, arriesga ideas y comportamientos amenazadores inesperados que
violan las tradiciones.
(1.8) Aceptar inmigrantes: positivo-universalismo, benevolencia,
autodirección y estimulación porque aceptar inmigrantes expresa preocupación
por su bienestar y puede exponer a la gente a ideas y comportamientos nuevos y
excitantes; negativo-seguridad, tradición y conformidad porque esto puede
aumentar la inseguridad física y desafiar las ideas, normas y prácticas

3
Para complementar los breves razonamientos que ofrecemos para cada hipótesis, consideremos la
congruencia de los valores políticos fundamentales con las definiciones de los valores personales
básicos y con sus fundamentos dinámicos descritos anteriormente.
Valores personales básicos, valores políticos y voto 431
tradicionales.
Todas las correlaciones hipotetizadas entre los valores personales básicos y
los valores políticos fundamentales se ajustan a la estructura motivacional de los
valores básicos. Confirmarlas respaldaría la afirmación de que la estructura de
motivación coherente que organiza los valores básicos también organiza las
relaciones entre los valores políticos fundamentales. Las hipótesis implican
relaciones positivas sustanciales entre la ley y el orden, el patriotismo ciego y la
moral tradicional: La base común en los tres valores de conservación frente al
universalismo y los tres valores de apertura al cambio deberían vincularlos entre
sí. Las hipótesis también implican relaciones negativas sustanciales de estos
valores políticos con la aceptación de inmigrantes porque los mismos valores
básicos subyacen a esta última en sentido contrario.
Las hipótesis sugieren que la oposición entre universalismo y valores de
poder, en particular, subyace y une los valores políticos fundamentales de
igualdad y libertades civiles y los relaciona negativamente con la libre empresa.
Esto implica que el principal conflicto motivacional que guía estos valores
políticos es el interés propio frente a la preocupación por los intereses de los
demás. La intervención militar se relaciona positivamente con la ley y el orden,
el patriotismo ciego y la moral tradicional y negativamente con la aceptación de
inmigrantes porque, como ellos, se basa en los tres valores de conservación. Su
fundamentación en los valores de poder frente al universalismo y la benevolencia
la vincula a la libre empresa.
Este conjunto de hipótesis sugiere que no hay una única dimensión
ideológica global, como izquierda-derecha, que organice este variado conjunto
de valores políticos básicos (Fuchs y Klingemann, 1990). Más bien, la estructura
circular de los 10 valores básicos estructura las actitudes políticas fundamentales.
Por tanto, esperamos que los valores personales básicos expliquen más
variaciones en cada uno de los valores políticos fundamentales que la ubicación
en el eje izquierda-derecha.
Verificamos las hipótesis jerárquicas y mediadoras de "valores personales
básicos-valores políticos fundamentales-voto" en el contexto de las elecciones
nacionales italianas de abril de 2006. En esas elecciones, la coalición de centro-
derecha, encabezada por Silvio Berlusconi, hizo hincapié en la libertad
individual, la economía de mercado y el espíritu empresarial como formas de
generar riqueza y proporcionar a las personas los recursos necesarios para
proteger su seguridad (por ejemplo, Caciagli y Corbetta, 2002). También hacía
hincapié en la seguridad nacional, el gobierno limitado y los valores familiares
tradicionales. Por el contrario, la coalición de centro-izquierda, encabezada por
Romano Prodi, hacía hincapié en la justicia social, la igualdad y la tolerancia de
la diversidad y abogaba por un Estado del bienestar. Teniendo en cuenta estas
políticas de las coaliciones italianas, formulamos una hipótesis sobre los valores:
(2a) Atribuir importancia a los valores de seguridad, tradición,
conformidad, poder y logro lleva a votar por el centro-derecha. Es probable que
las políticas que prometen un gobierno nacional fuerte y comprometido con la
seguridad, los valores familiares tradicionales y una economía de mercado
competitiva promuevan los objetivos de estos valores básicos, especialmente los
de seguridad, tradición y poder.
432 Schwartz et al.
(2b) Atribuir importancia a los valores de universalismo, benevolencia y
autodirección lleva a votar por el centro-izquierda. Es probable que las políticas
que hacen hincapié en la justicia, la igualdad, la tolerancia y la preocupación por
el bienestar de los demás promuevan los objetivos de estos valores básicos,
especialmente del universalismo.
Investigaciones anteriores sobre la intención de voto futura y pasada de los
italianos en otras elecciones respaldaron hipótesis similares (Caprara et al., 2006;
2008).
En cuanto a los valores políticos fundamentales, planteamos la siguiente
hipótesis:
(2c) Valorar la libre empresa, la ley y el orden, la moral tradicional, el
patriotismo ciego y la intervención militar llevan a votar al centro-derecha. Esto
se deriva de las políticas de centro-derecha que fomentan una economía de libre
mercado con una intervención mínima del gobierno, favoreciendo la ley y el
orden por encima de la libre expresión y la diversidad, haciendo hincapié en los
valores familiares tradicionales, basándose en el nacionalismo italiano y
favoreciendo la demostración de poderío militar (Caciagli & Corbetta, 2002).
(2d) Valorar la igualdad, las libertades civiles y aceptar a los inmigrantes
lleva a votar por el centro-izquierda. El énfasis político del centro-izquierda en
la tolerancia de la diversidad, la igualdad y la justicia promueve estos valores
fundamentales. Además, el centro-izquierda propuso revocar una ley aprobada
por el gobierno de derechas que había dificultado la inmigración.
La tercera hipótesis, según la cual los valores políticos fundamentales
influyen en los efectos de los valores básicos sobre el voto, se basa en la idea de
que el discurso político suele girar en torno a cuestiones relacionadas con los
valores políticos fundamentales. A partir de las posturas de los partidos sobre
estas cuestiones, los votantes pueden deducir el posible impacto de la elección de
un partido concreto sobre sus valores políticos básicos. Suponiendo que los
valores políticos fundamentales sean expresiones de valores personales básicos,
los valores políticos sirven de vínculo entre los valores básicos y el voto. Los
votantes que reconocen conscientemente las implicaciones de las posiciones de
los partidos para sus valores políticos fundamentales también pueden percibir
implícitamente (normalmente no conscientemente) las implicaciones de la
elección de partido para alcanzar o proteger los valores básicos que subyacen a
estos valores políticos.
Investigaciones anteriores han demostrado que los valores personales
básicos median en gran medida los efectos de las variables demográficas sobre el
voto (por ejemplo, Caprara et al., 2006, 2008). Si los valores políticos
fundamentales median en los efectos de los valores básicos, ambos deberían
mediar plenamente en los efectos de las variables demográficas. En la presente
investigación ponemos a prueba esta expectativa.
Valores personales básicos, valores políticos y voto 433

Método

Encuestados y procedimientos

Los datos se recogieron en dos oleadas. Aproximadamente un mes antes de


las elecciones nacionales italianas de abril de 2006 (T1), 1.699 encuestados
rellenaron un cuestionario que medía los valores básicos, los valores políticos
fundamentales, la ideología izquierda-derecha, las variables demográficas y la
intención de voto. Aproximadamente un mes después de las elecciones (T2),
1.030 de estos encuestados (el 61% de la muestra T1) rellenaron el mismo
cuestionario y comunicaron su voto. Los datos fueron recogidos por estudiantes
de psicología de una universidad de Roma. Cada estudiante recogió datos de seis
personas distribuidas equitativamente por sexo y edad. Se informó a los
estudiantes de los objetivos generales del estudio y se les explicó cómo
administrar los instrumentos. 4
A continuación se presentan las características sociodemográficas de esta
muestra de conveniencia. La primera cifra corresponde a T1, la segunda a T2:
Sexo 45%/44% varones; edad media 44,8/44,1 años (DE = 17,6/17,8); ingresos
anuales "<5.000 euros" (3,4/3,0%), ">80.000 euros" (8.0/7,1%), renta modal
"15.000 a 29.000 euros" (24,0/24,4%); educación: primaria 7,3/6,5%, secundaria
10,4/9,7%, bachillerato 44,1/46,2%, universidad 38,2/37,5%. Todos los
abandonos en T2 se debieron a que algunos estudiantes no continuaron la
investigación o no se pusieron en contacto con los encuestados por segunda vez.
Los abandonos no difirieron significativamente de los encuestados en T2 en
ninguna variable sociodemográfica.

Medidas

Valores personales básicos. El Cuestionario de Valores Personales (PVQ:


Schwartz, 2006) midió los valores básicos. El PVQ incluye 40 breves
descripciones de diferentes personas que coinciden con el sexo de los
encuestados, cada uno de los cuales describe los objetivos, aspiraciones o deseos
de una persona que apuntan implícitamente a la importancia de un valor. Por
ejemplo: "Para él es importante escuchar a las personas que son diferentes a él.
Incluso cuando no está de acuerdo con ellos, quiere entenderlos" describe a una
persona que considera importantes los valores del universalismo. De tres a seis
ítems miden cada valor. Para cada descripción, los encuestados indican lo
parecida que es la persona a ellos mismos en una escala que va de "muy parecido

4
Evaluamos los efectos de la agrupación de los encuestados dentro de los entrevistadores calculando
los efectos de diseño para cada uno de los ítems. Para 78 de los 80 ítems de valores básicos y
políticos, los efectos de diseño fueron pequeños (<2), lo que sugiere que no es necesario tener en
cuenta la agrupación en los datos durante la estimación (Muthén & Sartorra, 1995). Como
comprobación adicional, repetimos los análisis de las relaciones entre los valores básicos y los
valores políticos utilizando la matriz de covarianza interna agrupada que no se ve afectada por la
agrupación de los datos. Los resultados fueron prácticamente los mismos que los que se presentan a
continuación.
434 Schwartz et al.
a mí-6" a "nada parecido a mí-1". Los valores de los encuestados se deducen de
los valores implícitos de las personas que describen como similares a ellos.
Los análisis multimétodo-multirrasgo de los 10 valores medidos con el PVQ
y con la Encuesta de Valores de Schwartz (Schwartz, 1992) confirman la validez
convergente y discriminante de los índices del PVQ (Schwartz, 2006). Las
fiabilidades internas de los valores personales básicos son necesariamente bajas
porque los pocos ítems que miden cada uno pretenden cubrir la amplitud
conceptual del valor más que una idea central (por ejemplo, el universalismo
incluye la tolerancia y la preocupación por la naturaleza y por los débiles, la
tradición incluye tanto la autorrestricción como la fe). Los coeficientes de
fiabilidad alfa en T1 en el estudio actual oscilaron entre 0,58 (tradición) y 0,83
(logro). A pesar de algunas fiabilidades bajas, hay pruebas sustanciales de que
los índices PVQ son válidos. 55 Las correlaciones oscilaron entre 0,65
(benevolencia) y 0,75 (logro y hedonismo).
Valores políticos fundamentales. Nos basamos en los ítems propuestos por
Feldman (1988), McCann (1997), Jacoby (2006), Gunther y Kuan (2007), y
Schatz, Staub, y Lavine (1999) para medir los valores políticos fundamentales de
igualdad, libre empresa, moral tradicional, ley y orden, patriotismo ciego y
libertades civiles. Escribimos nuevos ítems para la aceptación de inmigrantes y la
intervención militar, utilizando un lenguaje que reflejaba los términos del debate
en el discurso político italiano. En la Tabla 1 se enumeran los 34 ítems
seleccionados para este estudio. Las respuestas fueron completamente en
desacuerdo-1, un poco de acuerdo-2, algo de acuerdo-3, muy de acuerdo-4, y
completamente de acuerdo-5.
Para evaluar si los 40 ítems de la escala inicial daban lugar a factores
distintos para cada uno de los ocho valores políticos, dividimos la muestra T1
aleatoriamente en dos submuestras (N = 849 y 850). Primero realizamos análisis
factoriales exploratorios en ambas submuestras, empleando la factorización del
eje principal como método de extracción. Utilizamos la rotación Promax oblicua
porque asumimos que los valores políticos fundamentales están correlacionados.
Para determinar cuántos factores retener, consideramos la replicabilidad y la
interpretabilidad de la estructura factorial. Siguiendo a Everett (1983), utilizamos
las correlaciones entre las puntuaciones factoriales calculadas a partir de los
coeficientes de puntuación factorial en cada submuestra aleatoria para que
sirvieran como coeficientes de comparabilidad factorial. Los coeficientes de
comparabilidad factorial superaron el criterio de replicabilidad de 0,90 (Everett,
1983) para los ocho primeros factores (todos >,97). La extracción de nueve
factores produjo factores no replicables. La interpretabilidad de la solución de
ocho factores (véase más adelante) también apoyó la retención de ocho factores.

5
Por ejemplo, en estudios realizados en diferentes países, los valores básicos, medidos con el PVQ,
se relacionaron según la hipótesis con el comportamiento hacia los derechos humanos, la violencia
interpersonal, las actitudes hacia la guerra, las cinco grandes variables de personalidad, la
orientación de dominación social, el autoritarismo de derechas, la edad, el género y la educación
(Burr, 2006; Cohrs, Moschner, Maes y Kielmann, 2005; Cohrs, Maes, Moschner y Kielmann, 2007;
Knafo, Daniel y Khoury-Kassabri, 2008; Schwartz y Rubel, 2005; Wach y Hammer, 2003). Incluso
la tradición, el valor con menor fiabilidad, correlacionaba con varias de estas variables, tal y como
se había hipotetizado.
Valores personales básicos, valores políticos y voto 435
Para validar los resultados, se estimó un modelo exploratorio en la primera
submuestra y un modelo factorial confirmatorio en la segunda submuestra. El
análisis exploratorio sugirió eliminar seis ítems. 6 La solución de ocho factores
explicaba el 50,4% de la varianza total de los 34 ítems restantes. La Tabla 1
presenta los valores propios de los factores extraídos y las cargas de los ítems
tras la rotación. Las cargas sugieren que el Factor I mide la ley y el orden (9,8%
de la varianza total), el Factor II la moralidad tradicional (7,5%), el Factor III la
igualdad (5,8%), el Factor IV la intervención militar (6,8%), el Factor V la libre
empresa (5,2%), el Factor VI las libertades civiles (5,2%), el Factor VII el
patriotismo ciego (5,7%) y el Factor VIII la aceptación de inmigrantes (4,5%).
A continuación, realizamos un análisis factorial confirmatorio en la segunda
submuestra (n = 850), utilizando la estimación de máxima verosimilitud en el
programa MPLUS (Muthén y Muthén, 1998). El modelo de medida asignó los 34
ítems a los ocho factores latentes identificados en el análisis factorial
exploratorio. Este modelo produjo un buen ajuste: c2 (499) = 1714,83, p < .001;
RMSEA = .054 (.051, .056); SRMR = .059.
El chi-cuadrado significativo reflejaba el gran número de encuestados. Todos los
ítems cargaron significativa y sustancialmente (>,40) en su factor latente
previsto, lo que respalda la validez convergente de las escalas. El mismo modelo
también se ajustó a los datos de la muestra T2, c2 (499) = 2100,78, p < 001;
RMSEA = .056 (.053, .058);
SRMR = .058. La Tabla 2 presenta las intercorrelaciones, los coeficientes de
fiabilidad alfa y la fiabilidad test-retest de las ocho escalas.

6
Para más información, póngase en contacto con los autores.
436 Schwartz et al.
Tabla 1. Análisis factorial exploratorio de los valores políticos fundamentales
Factores

I II III IV V VI VII VIII


Ley y Orden
32. Medidas políticas para aumentar la seguridad .55 .02 -.02 .24 .07 -.01 -.07 .06
debe promoverse en este momento, aunque
pueda significar sacrificar la libertad de los
ciudadanos
33. La policía debería tener más competencias .50 .08 .00 .06 .01 .08 .05 - .12
para protegernos mejor contra la
delincuencia
34. Debe limitarse la libertad de expresión de
las personas que amenazan a la sociedad .59 .03 -.01 - .01 - .04 - .09 .06 -.06
35. Lo más importante para nuestro país es
mantener la ley y el orden .44 .10 .00 .08 - .03 .19 .13 -.10
36. Es correcto que el gobierno tome medi-
.88 -.05 - .01 - .04 - .05 .00 -.05 -.02
das restrictivas de las libertades civiles
para garantizar la seguridad ciudadana
37. Hay que preservar el orden a toda
.76 - .03 - .02 - .10 - .03 .01 .02 .13
costa, aunque ello pueda mermar las
libertades civiles
38. Sería una buena idea limitar la libertad de
.82 .00 -.01 -.08 .04 -.10 - .06 .04
expresión si puede garantizar más orden
Moral tradicional
7. Este país tendría muchos menos
.05 .74 .08 -.05 .10 -.08 .04 .07
problemas si se hiciera más hincapié en
los lazos familiares tradicionales
8. Es sumamente importante defender -.03 .83 -.02 .00 -.01 - .01 .07 .05
nuestros valores religiosos y morales
tradicionales
9. Las parejas homosexuales deben tener los
.04 -.51 .14 -.13 .15 .09 .06 .16
mismos derechos que los matrimonios
10. El derecho a la vida debe estar -.05 .72 - .03 - .15 .10 .06 -.03 - .03
garantizado por ley desde el momento
de la concepción.
11. Los nuevos estilos de vida contribuyen .11 .54 .09 -.01 .01 -.10 - .04 - .06
al desmoronamiento de nuestra socieda
Igualdad
12. Si las personas recibieran un trato más .02 .03 .74 - .05 .06 .02 -.01 .06
igualitario en este país, tendríamos
muchos menos problemas
13. Nuestra sociedad debe hacer todo lo -.04 - .01 .70 .08 .07 .14 -.11 -.05
necesario para que todo el mundo tenga
las mismas oportunidades de triunfar
16. El gobierno debería hacer más para -.01 -.05 .73 - .06 - .05 - .11 .05 .04
garantizar una distribución equitativa
de los recursos entre ricos y pobres
17. El gobierno debe asumir la responsabili- -.04 .07 .43 .02 -.17 .09 .00 -.08
dad de proporcionar asistencia sanitaria
gratuita a todos los ciudadanos
Intervención militar extranjera
27. Ir a la guerra es a veces la única solución a .02 - .14 - .05 .68 .13 -.07 .00 .03
los problemas internacionales
Valores personales básicos, valores políticos y voto 437

Tabla 1. (cont.)
Factores

I II III IV V VI VII VIII


28. La guerra nunca está justificada .08 .08 .09 -.65 .07 -.06 .10 .02
29. Italia debería aportar fuerzas a esfuerzos .01 .08 .09 .58 .01 -.06 .04 .02
internacionales de mantenimiento de la paz
30. Italia debería unirse a otras naciones .03 .01 .07 .79 -.04 -.08 .02 .03
democráticas en enviar tropas a luchar contra
regímenes peligrosos
31. Cualquier acto está justificado para luchar .23 .01 .01 .50 .06 .13 .04 -.05
contra el terrorismo
Libre empresa
2. Sería una buena idea privatizar todos las -.03 .13 -.10 .04 .68 .12 -.02 .10
las empresas públicas
3. Cuanto menos se involucre el gobierno en -.01 .03 .09 -.07 .57 -.01 -.06 -.03
las empresas y la economía, mejor será
este país
4. Debería haber más incentivos para la .05 .04 -.03 -.02 .62 .09 -.05 -.13
iniciativa individual aunque ello reduzca
igualdad en la distribución de la riqueza
5. Toda la educación secundaria y universitaria -.06 -.07 -.02 .05 .67 -.14 .09 .04
deberían hacerse privadas en lugar de
estar controladas y apoyadas por el
gobierno
Libertades civiles
24. Es sumamente importante respetar la .08 - .05 - .02 - .16 .03 .72 -.04 -.01
libertad de las personas para ser y creer
lo que quieran
25. Lo más importante para nuestro país es .03 .01 .07 .06 -.05 .68 - .03 .11
defender las libertades civiles
26. El derecho a la libertad individual es -.13 - .06 .06 .06 .06 .67 .14 -.11
inviolable y debe mantenerse a toda
costa
Patriotismo ciego
21. Es antipatriótico criticar a este país -.01 - .05 - .01 - .10 .04 -.05 .82 -.06
22. Es un deber de todos los ciudadanos -.01 .19 .05 .06 -.06 .11 .64 .06
honrar al país
23. Apoyaría a mi país esté bien o mal .03 .04 -.08 .00 -.06 .06 .82 .08
Aceptar a los inmigrantes
18. Las personas que vienen a vivir aquí
desde otros países suelen hacer de Italia .04 - .02 - .01 .04 .00 -.09 .11 .90
un lugar mejor para vivir.
19. Las personas de otros países que vienen a
vivir aquí suelen quitar el trabajo a los .13 -.12 .09 -.12 .14 -.18 .22 -.43
italianos.
20. Las personas que vienen a vivir aquí
desde otros países enriquecen la vida .08 -.06 .07 -.12 .03 .06 -.05 .59
cultural de Italia
Nota. Los valores propios de los factores no rotados fueron: 9.04, 3.40, 2.14, 1.59, 1.47, 1.20, 1.14,
1.04.
438 Schwartz et al.

Tabla 2 Correlaciones entre factores, alfa de Cronbach y fiabilidad prueba-repetición


de los valores políticos fundamentales

TM BP LO MI FE EQ CL AI Test-Retest
Coeficiente
s
Moral tradicional 1.00 .65 .66 .43 .34 -.05 -.14 -.48 .81
Patriotismo ciego .76 1.00 .70 .66 .46 -.10 -.07 -.47 .78
Orden público .63 .65 1.00 .69 .43 -.14 -.24 -.49 .72
Intervención militar .55 .55 .77 1.00 .63 -.38 -.29 -.48 .76
Libre empresa .29 .36 .55 .49 1.00 -.38 -.26 -.25 .68
Igualdad -.02 -.05 -.18 -.34 -.43 1.00 .58 .35 .63
Libertades civiles -.13 .05 -.25 -.22 -.28 .61 1.00 .33 .59
Aceptar inmigrantes -.54 -.30 -.45 -.43 -.24 .39 .34 1.00 .74
Alfas de Cronbach .80 .80 .85 .78 .74 .77 .78 .68
Nota. Los coeficientes situados por debajo de la diagonal proceden del modelo exploratorio (n =
849), los situados por encima de la diagonal proceden del modelo confirmatorio (n = 850). Los
coeficientes de fiabilidad alfa de Cronbach se basan en la muestra T1 (n = 1699), las fiabilidades
test-retest en la muestra T1-T2 (n = 1030).

Ideología izquierda-derecha. Utilizamos un ítem estándar para medir esta


ideología (Knutsen, 1997): "Teniendo en cuenta sus ideas políticas, ¿se definiría
usted como de extrema izquierda-1, izquierda-2, centro-izquierda-3, centro-4,
centro-derecha-5, derecha-6, extrema derecha-7." La media fue de 3,72 (DE =
1,49) para el 91% de los participantes que respondieron.
Voto. Medimos la elección política en T2 preguntando a los participantes a
qué partido votaron en las elecciones de abril de 2006: El 35,9% (n = 370) votó a
partidos de centro-derecha y el 50,4% (n = 519) a partidos de centro-izquierda.
Excluimos de los análisis a 42 encuestados (4,1%) que votaron a otros partidos,
65 (6,4%) que no votaron y 34 (3,3%) que no informaron de su voto.

Resultados

Los valores personales básicos como organizadores de los valores políticos

La hipótesis 1 proponía que la estructura motivacional circular que organiza


los valores personales básicos también organiza y da coherencia a los valores
políticos. La hipótesis para cada valor político especificaba un conjunto de
valores básicos que se esperaba que se relacionaran positivamente con el valor
político y otro conjunto, motivacionalmente opuesto, que se esperaba que se
relacionaran negativamente. La confirmación de las hipótesis específicas
respaldaría la opinión de que el círculo motivacional que organiza los valores
básicos organiza las relaciones entre los valores políticos fundamentales.
La Tabla 3 muestra las correlaciones de Pearson entre los valores personales
básicos y los valores políticos fundamentales. Centramos los valores básicos en
las puntuaciones medias de cada persona para corregir las diferencias
individuales en el uso de la escala, como se hace habitualmente (véase Schwartz,
2006). De 48 asociaciones hipotéticas, 47 fueron significativas (todas p < .01).
La única excepción fue que los valores de poder no se correlacionaron con
Valores personales básicos, valores políticos y voto 439

438
Tabla 3. Valores políticos básicos: Correlaciones con los valores personales básicos y varianza explicada por varios
predictores
Valores básicosValores políticos básicos
Moral Patriotismo Ley y Intervención Libre Igualdad Libertades Aceptar a
tradicional ciego Orden militar empresa civiles los
inmigrantes
Seguridad .48** .43** .39** .30** .15** -.02 -.08* -.37**
Conformidad .45** .35** .30** .21** .12** -.03 -.08* -.27**
Tradición .53** .37** .32** .20** .14** -.05 -.21** -.26**
Benevolencia -.04 -.12** -.20** -.24** -.20** .23** .18** .20**
Universalismo -.19** -.27** -.33** -.40** -.39** .43** .32** .36**
Autodirección -.38** -.34** -.30** -.21** -.17** .06 .19** .25**
Estimulación -.40** -.28** -.23** -.14** -.03 -.07* .03 .23**
Hedonismo -.36** -.25** -.21** -.11** -.06 -.08* .03 .09**
Logros -.15** -.04 .02 .11** .14** -.19** -.11** -.06
Poder -.07* .04 .12** .23** .27** -.33** -.26** -.08*
Varianza explicada por: 53% 42% 36% 30% 22% 30% 27% 30%
Valores básicos
Edad/Género/Educación/ 15% 14% 13% 8% 4% 1% 1% 6%
Ingresos (sin mediación de (1%) (2%) (2%) (1%) (1%) (1%) (0%) (0%)
valores básicos)
Ideología izquierda-derecha 9% 8% 12% 14% 13% 9% 5% 16%

Schwartz et al.
Nota. N por pares = 1668-72 debido a casos perdidos. *p < .01; **p < .001.
440 Schwartz et al.

patriotismo ciego. Estas correlaciones apoyan firmemente la idea de que la


estructura motivacional que organiza los valores básicos también organiza las
relaciones entre los valores políticos fundamentales.
Para mostrar gráficamente la estructura global de las relaciones entre los
valores políticos fundamentales y los valores personales básicos, realizamos un
análisis de escala multidimensional (MDS). Como entrada, utilizamos una matriz
de correlaciones de Pearson entre los 10 valores personales básicos y los ocho
valores políticos fundamentales. El programa PROXSCAL de SPSS 15.0 creó
proximidades a partir de los datos y luego realizó un MDS ordinal sobre los
valores transformados en z, utilizando distancias euclidianas.
La figura 2 presenta el análisis MDS. Las líneas discontinuas rodean los
valores políticos fundamentales; los valores personales básicos quedan fuera. En
primer lugar, es importante señalar que los 10 valores personales básicos
mantienen su orden motivacional teórico en el sentido de las agujas del reloj,
desde la benevolencia hasta la tradición. La inclusión de los valores políticos
fundamentales en el análisis no modifica la estructura motivacional de los valores
personales básicos. 7 Esto sugiere que las relaciones de los valores políticos
fundamentales entre sí y con los valores personales básicos son compatibles con
la estructura motivacional que organiza los valores básicos. A continuación
señalamos lo que estas ubicaciones revelan sobre la estructuración de los valores
políticos fundamentales.
La moral tradicional, el patriotismo ciego y la ley y el orden están muy
correlacionados entre sí (Tabla 2) y son predichos por los mismos valores
básicos (Tabla 3). Se agrupan en la parte izquierda de la figura 2. Sus
correlaciones con los valores básicos sugieren que la oposición entre los tres
valores de conservación que predicen positivamente estos tres valores políticos
básicos y los tres valores de apertura al cambio (incluido el hedonismo) que los
predicen negativamente estructura estos valores políticos. Su asociación negativa
compartida con los valores de universalismo también apunta a una motivación
subyacente común. La ubicación de la aceptación de la inmigración a la derecha
de la Figura 2 revela que su motivación subyacente es opuesta a la de estos tres
valores políticos fundamentales. Se correlaciona más positivamente con el
universalismo, la autodirección y la estimulación, y más negativamente con los
tres valores de conservación.
La ubicación de los valores políticos fundamentales de la igualdad, las
libertades civiles y, en sentido inverso, la libre empresa en la Figura 2 indica que
la preocupación por los demás es la principal base motivacional de los dos
primeros y el interés propio la principal base motivacional de los últimos. La
importancia relativa del universalismo frente a los valores de poder determina en
gran medida las posturas de los individuos respecto a estos tres valores políticos
fundamentales. Las libertades civiles se correlacionan más positivamente con los
valores de autodirección y más negativamente con los valores de tradición que la

7
En comparación con la orientación del círculo motivacional de la Figura 1, su orientación en la
Figura 2 está invertida hacia la izquierda y girada 90 grados en el sentido de las agujas del reloj. El
orden de las relaciones entre los valores personales básicos es el mismo.
Valores personales básicos, valores políticos y voto 441

igualdad, como se refleja en la Figura 2. Esto apunta a la autonomía y la libertad


frente a la convención como base motivacional añadidas de las libertades civiles.

1.0
Autotrascendencia
Benev
Univer
Igualdad
Conservadurism

0.5
Tradit

Conforme CivlLibr

Secur
AccpImg
TrdnMor

Apertura al cambio
0.0
BlndPatr
SelfDir
LawOrd
MilInt

FreeEnt
Estimulante
-0.5

Hedon
Poder Logro

Mejora personal
-1.0
-0.6 -0.3 0.0 0.3 0.6

Figura 2. Análisis multidimensional de ocho valores políticos fundamentales y diez valores


personales básicos (Tensión 1 = .063).
Valores políticos fundamentales: TrdnMor = Moral Tradicional, BlndPatr = Patriotismo Ciego,
LawOrd = Ley y Orden, MilInt = Intervención Militar Extranjera, FreeEnt = Libre Empresa,
AccpImg = Aceptación de Inmigrantes, CivlLibr = Libertades Civiles, Equality = Igualdad.
Valores Personales Básicos: Tradit = Tradición, Conform = Conformidad, Secur = Seguridad,
Power = Poder, Achiev = Logro, Hedon = Hedonismo, Stimul = Estimulación, SelfDir =
Autodirección, Univer = Universalismo, Benev = Benevolencia
Por último, las correlaciones de la intervención militar extranjera (Tablas 2 y
3) y su ubicación en la Figura 2 sugieren que, al igual que la ley y el orden, el
patriotismo ciego y la moral tradicional, se basa en los tres valores autoprotectores
de conservación. Como ellos, y en contraste con la aceptación de los inmigrantes
y las libertades civiles, también entra en conflicto con el universalismo y los
valores de autodirección que fomentan la tolerancia hacia los demás que son
diferentes.
442 Schwartz et al.

Además, la intervención militar está vinculada a la libre empresa por su


motivación compartida de controlar y dominar frente a la de promover el
bienestar de los demás, lo que se refleja en sus correlaciones positivas con el
poder y negativas con el universalismo.
La antepenúltima fila de la Tabla 3 muestra la proporción de varianza que
los 10 valores personales básicos explican conjuntamente en regresiones
separadas para cada valor político básico. La varianza explicada oscila entre el
22% (libre empresa) y el 53% (moral tradicional). La antepenúltima fila muestra
la varianza explicada por las cuatro variables sociodemográficas (edad, sexo,
ingresos y educación) por separado. Entre paréntesis, en la fila siguiente, figura
la varianza explicada por estas variables que no está mediada por los valores
personales básicos (es decir, la R incremental2 al añadir las variables
sociodemográficas a las regresiones después de los valores básicos).
Evidentemente, los valores básicos mediaron casi toda la varianza de los valores
políticos básicos explicada por las variables sociodemográficas.

Valores personales básicos frente a ideología de izquierdas y derechas

La comparación de la antepenúltima y la última fila de la Tabla 3 revela que


los valores personales básicos explican sustancialmente más varianza que la
ideología de izquierda-derecha en cada uno de los valores políticos
fundamentales, desde casi dos a más de cinco veces más varianza. Para evaluar
con más detalle el poder predictivo relativo de la ideología de izquierda-derecha
y los valores básicos, realizamos una regresión de cada valor político básico
sobre ambos, introduciendo una vez la ideología en un primer bloque seguida de
los valores básicos en un segundo bloque y una vez en el orden inverso. La
varianza media añadida explicada por los valores básicos tras introducir la
ideología de izquierda-derecha fue del 21% (entre el 13% de libre empresa y el
38% de moralidad tradicional). La varianza media añadida explicada por la
ideología después de introducir los valores básicos fue del 4% (rango: 1%-
libertades civiles a 6%-aceptación de inmigrantes). En resumen, la dimensión
ideológica fue menos eficaz que los valores personales básicos a la hora de
explicar los valores políticos fundamentales.
Un revisor sugirió que la dimensión izquierda-derecha podría ser más
relevante para los valores políticos de los sofisticados. Para evaluar esta
posibilidad, repetimos los análisis anteriores en submuestras separadas de
encuestados con algún nivel de estudios universitarios (N = 640) y con menos
estudios (N = 1.035). Tanto la ideología izquierda-derecha como los valores
básicos explicaban más varianza en los valores políticos básicos entre los que
tenían más estudios. La ideología izquierda-derecha explicaba entre el 15 y el
23% de la varianza de los ocho valores políticos en la submuestra con más
estudios (M = 17%) y entre el 3 y el 11% en la submuestra con menos estudios
(M = 7%). Sin embargo, los valores personales básicos fueron mejores
predictores en ambas submuestras. Los valores básicos explicaron una media del
30% de la varianza de los valores políticos en la submuestra con mayor nivel
educativo cuando se introdujeron en primer lugar (rango 25-41%). La izquierda-
derecha añadía una media de sólo el 5% cuando se introducía en segundo lugar
Valores personales básicos, valores políticos y voto 443

(rango 1-9%). En la submuestra de menor nivel educativo, los valores básicos


explicaban una media del 26% (rango 17-42%) y la izquierda-derecha añadía una
media de sólo el 3% (rango 1-6%).

Los valores personales básicos y los valores políticos


fundamentales como predictores del comportamiento electoral

Valores básicos. Se calcularon correlaciones entre los valores básicos T1


centrados y el voto T2 (codificado 0 para centro-derecha y 1 para centro-
izquierda), controlando el sexo, la edad, los ingresos y la educación. Los
resultados sobre el voto replicaron las asociaciones encontradas en
investigaciones que medían el voto pasado o la intención de voto futuro.
Según la hipótesis, cuanta más importancia atribuían los individuos a los
valores de universalismo (.31, p < .001), benevolencia (.12, p < .001) y
autodirección (.11, p < .001), más probable era que votaran al centro-
izquierda. Cuanta más importancia atribuían a los valores de seguridad (-,19, p
< .001), tradición (-,17, p < .001), conformidad (-,12, p < .001), poder (-,12, p
< .001) y logro (-,08, p < .05), más probable era que votaran al centro-derecha.
Para estimar el efecto total de los valores básicos sobre el voto, calculamos
una regresión logística binaria para el voto dicotómico. Introducidos en un
primer bloque, la edad, el sexo, la educación y los ingresos que no predijeron el
voto (Nagelkerke R2 = .01 p > .10). Añadir valores básicos (no centrados) mejoró
sustancialmente la explicación (D Nagelkerke R2 = .19 p < .001). 8 Tres valores
contribuyeron significativamente (p< .001): universalismo, tradición y seguridad.
También realizamos análisis separados para los que tenían algún nivel de
estudios universitarios (N = 302) y los que tenían menos (N = 529). Como era de
esperar, los valores tenían una mayor validez predictiva en el grupo con más
estudios, ya que deducir las implicaciones de las políticas para los valores
básicos de uno requiere de una considerable capacidad analítica, (D R2 =.28
frente a .17).
Valores políticos fundamentales. Las correlaciones entre los valores
políticos fundamentales de T1 y el voto de T2, controlando por sexo, edad,
ingresos y educación, fueron todas significativas (p < .001). Según la hipótesis,
el voto al centro-izquierda se correlacionó con la igualdad (,38), las libertades
civiles (,21) y la aceptación de inmigrantes (,45). El voto al centro-derecha se
correlacionaba con la ley y el orden (-0,41), la moral tradicional (-0,42), la libre
empresa (-0,47), la intervención militar (-0,51) y el patriotismo ciego (-40).
Para estimar el efecto total de los valores políticos básicos sobre el voto, los
introdujimos en un segundo bloque después de las variables demográficas en
una regresión logística binaria. Los valores políticos fundamentales se sumaron
significativamente a las variables demográficas en la predicción del voto (D
Nagelkerke R2 = .54 p < .001). Así pues, los valores políticos fundamentales

8
Nagelkerke R2 se escala de la misma manera que R2 de la regresión OLS, pero no es, estrictamente
hablando, una medida de la varianza explicada (Cohen, Cohen, West, & Aiken, 2003; Hosmer &
Lemeshow, 2000).
444 Schwartz et al.

predijeron con mucha más fuerza que los valores personales básicos.

Los valores políticos básicos como mediadores del efecto


de los valores personales básicos sobre el voto

Como primera prueba de la hipótesis 3, introdujimos los valores personales


básicos en la regresión tras los valores políticos básicos. No contribuyeron a la
predicción (DNagelkerke R2 = .002 p > .95). También realizamos este análisis
sin las dos actitudes políticas específicas del contexto de las elecciones italianas
(intervención militar y aceptación de inmigrantes). Los valores personales
básicos siguieron sin contribuir a la predicción (D Nagelkerke R2 = .002 p > .95).
Así pues, los valores políticos fundamentales mediaron totalmente los efectos de
los valores personales básicos sobre el voto.
En los análisis anteriores se utilizó la regresión múltiple. Un modelo de
ecuaciones estructurales (SEM, Bollen, 1989) proporciona una prueba global de
la jerarquía causal valores básicos-valores políticos-voto. 9 Los valores políticos
fundamentales, los valores básicos y la decisión de voto se incluyeron como
variables manifiestas. Las puntuaciones factoriales del modelo factorial
exploratorio sirvieron para medir los valores políticos fundamentales. Las
puntuaciones medias no centradas de los ítems que indexan cada valor personal
básico sirvieron para medirlo.
Dado que la decisión de voto era dicotómica, obtuvimos estimaciones
adecuadas de los parámetros con estimadores de mínimos cuadrados ponderados
con errores estándar robustos y estadísticos de prueba chi-cuadrado ajustados a la
media y la varianza (Muthén, 1978). En el modelo hipotetizado, cada valor
básico afectaba a los ocho valores políticos fundamentales, que a su vez
contribuían directamente a la elección política, mediando la influencia de los
valores básicos. Los efectos directos de los valores básicos sobre la elección
política se fijaron en cero. Se permitió que los diez valores básicos estuvieran
correlacionados, al igual que los ocho valores políticos fundamentales. El
apéndice presenta las estimaciones completas de los parámetros y una matriz de
correlaciones entre todas las variables del análisis SEM. El modelo estructural
arrojó un buen ajuste a los datos: c2 (8df) = 4,15; p = 0,84; CFI = 1,00, RMSEA
= 0,00, WRMR = 0,15.
Los ocho valores políticos básicos explicaron el 62% de la varianza del voto
y mediaron completamente los efectos de los valores básicos. Como se muestra
en la última fila del apéndice, seis valores políticos contribuyeron de forma
independiente a explicar el voto: La igualdad y la aceptación de inmigrantes
predecían el voto al centro-izquierda; la libre empresa, la moral tradicional, la
intervención militar y las libertades civiles predecían el voto al centro-derecha.

9
Preferimos el SEM al enfoque de regresión para detectar la mediación porque la regresión
requeriría especificar una serie de pasos separados para cada valor político central, mientras que el
SEM permite una prueba simultánea de los caminos hipotetizados y proporciona tanto pruebas
formales de significación de los efectos indirectos (mediados) como estimaciones directas de su
tamaño.
Valores personales básicos, valores políticos y voto 445

El resultado para las libertades civiles (b= -,14) invirtió su correlación de


orden cero (r =,21) y contradijo las posturas políticas de las dos coaliciones. Las
libertades civiles están muy correlacionadas con la igualdad (r = 0,63). Como la
igualdad está en el modelo, la b de libertades civiles se refiere al aspecto de las
libertades civiles no relacionado con la igualdad. Ese aspecto es el énfasis en la
libertad frente a la intrusión del gobierno en la vida de los individuos y frente a la
imposición de restricciones para acomodar los intereses de otros grupos. La
coalición de centro-derecha defendió esta visión de la libertad. Esto puede
explicar el inesperado resultado para las libertades civiles. En apoyo de esta
interpretación, cuando se elimina la igualdad como predictor, las libertades
civiles ya no predicen el voto por el centro-derecha.
Los resultados del análisis estructural que figuran en el Apéndice revelan
que las proporciones de varianza en los ocho valores políticos fundamentales
explicadas por los valores personales básicos fueron similares a las proporciones
de los análisis de regresión. El patrón de betas que relaciona los valores básicos
con los valores políticos fue similar al patrón de correlaciones de las regresiones
(véase Tabla 3). Sin embargo, cuando dos valores básicos adyacentes en el
círculo motivacional se correlacionaban con un valor político, sólo uno de ellos
mostraba una beta sustancial debido a su redundancia motivacional. Examinamos
los efectos directos de los valores personales básicos sobre el voto y los efectos
indirectos mediados a través de los valores políticos básicos utilizando la prueba
de significación aproximada de Sobel (Sobel, 1982). Estas pruebas no revelaron
efectos directos pero sí efectos indirectos significativos para cinco valores
básicos (todos p < .001): universalismo, poder, seguridad, conformidad y
tradición. Así pues, el análisis SEM también indica que los valores políticos
básicos mediaron totalmente la influencia de los valores personales básicos en la
elección política. 10

Debate

Estructuración de los valores políticos básicos por valores personales básicos

Ocho valores políticos, extraídos de la literatura politológica y del discurso


político en Italia, explican una varianza sustancial en el voto. Estos valores
políticos, a su vez, se explicaban por los valores personales básicos. Además, la
estructura motivacional circular que organiza los valores personales básicos
parece dar coherencia motivacional a los valores políticos centrales y se expresan
en el ámbito político a través de los valores básicos.
Antes de analizar cómo los valores básicos estructuran los valores políticos,
hay que considerar la posibilidad de que sus asociaciones se deban a la medición
de ambos por la auto-respuesta en la misma sesión T1. ¿Quizá el deseo de los

10
También realizamos un modelo SEM excluyendo las dos actitudes políticas específicas del
contexto político italiano (intervención militar y aceptación de inmigrantes). El ajuste del modelo
fue: Chi cuadrado (8) = 3,85, p = .87, CFI = 1,00, RMSEA = .00, WRMR = .17. Los seis valores
políticos básicos explicaron el 57% de la varianza en el voto y mediaron completamente los
efectos de los valores básicos.
446 Schwartz et al.

encuestados de declarar valores políticos y básicos coherentes infló las


intercorrelaciones? De ser así, cabría esperar correlaciones más débiles entre los
valores básicos de T1 y los valores políticos fundamentales de T2. Sin embargo,
estas correlaciones fueron casi idénticas a las de las dos medidas de T1. De las
48 asociaciones hipotéticas, 47 fueron significativas (p < .01). Además, la
correlación media en el periodo T1-T2 fue sólo 0,01 más débil que en T1. Por
tanto, es dudoso que las correlaciones de T1 de los valores políticos
fundamentales con los valores personales básicos estén muy infladas, si es que lo
están.
La proyección gráfica MDS (Figura 2) de las relaciones entre los valores
básicos y los valores políticos fundamentales y el patrón de correlaciones entre
ellos revelan su estructura motivacional compartida. Estos resultados sugieren
que la estructura coherente de motivaciones que organiza los valores básicos
también estructura los valores políticos fundamentales. La oposición
motivacional de los valores de seguridad, conformidad y tradición a los valores
de autodirección, estimulación y hedonismo también subyace a los valores
políticos fundamentales de ley y orden, patriotismo ciego y moral tradicional,
produciendo coherencia entre ellos. Dar poca prioridad a los valores del
universalismo también subyace a estos valores políticos y conduce a sus
asociaciones mutuamente positivas. Aceptar inmigrantes expresa el conjunto
opuesto de prioridades sobre estos siete valores personales básicos. Por tanto, se
basa en motivaciones opuestas a la ley y el orden, el patriotismo ciego y la
moralidad tradicional, y se correlaciona negativamente con ellos.
La estructuración de los tres valores de conservación frente a los tres de
apertura implica que la ley y el orden, el patriotismo ciego y la moral tradicional
se basan motivacionalmente en la ansiedad y el miedo a la incertidumbre, la
amenaza y el cambio, la preocupación por proteger el yo y evitar la inseguridad
(Schwartz, 2006). La asociación negativa de estos valores políticos con los
valores del universalismo implica una falta de preocupación por el bienestar de
los que están fuera del grupo. Los contenidos de estos valores políticos expresan
precisamente este tipo de motivaciones. Hacen referencia a la protección de uno
mismo y del grupo ampliado frente al desorden y el peligro que suponen la
delincuencia, las minorías disruptivas y poco convencionales y los nuevos estilos
de vida y creencias, y a la creencia de que el país debe proteger frente a las
amenazas.
Como se ha señalado, la aceptación de inmigrantes expresa, en sentido
inverso, el mismo conjunto de valores personales básicos que los tres valores
políticos con los que correlaciona negativamente. Sus fundamentos
motivacionales implican que la aceptación de inmigrantes refleja una baja
ansiedad, un bajo miedo a la incertidumbre y una visión del cambio y la
diversidad como fuentes potenciales de ganancia, crecimiento y autoexpansión, y
que lleva a una preocupación por el bienestar de los demás, incluso de aquellos
que son muy diferentes de uno mismo (Schwartz, 2006). Los ítems que miden la
aceptación de inmigrantes expresan claramente sus motivaciones basadas en
valores. Afirman que los inmigrantes (implícitamente, personas cuyos diferentes
estilos de vida y comportamiento impredecible pueden introducir cambios) son
una fuente de beneficios más que una amenaza para la sociedad.
Valores personales básicos, valores políticos y voto 447

Los resultados sugieren que los valores políticos de igualdad, libertades


civiles y -en sentido inverso- la libre empresa expresan la oposición motivacional
del universalismo y la benevolencia frente a los valores de poder y logro. Esto
implica que la principal cuestión motivacional relevante para estos valores
políticos es la preocupación por los intereses de los demás frente al interés
propio. Las asociaciones especialmente fuertes con el universalismo sugieren que
los intereses de los demás fuera del propio grupo son los más pertinentes. Las
asociaciones con los valores de poder indican que estos valores políticos
contrastan la disposición a explotar a los demás en beneficio propio con el
sacrificio de los propios intereses en beneficio de los demás.
Los ítems de igualdad expresan sus motivaciones subyacentes refiriéndose a
dar beneficios a "todos", "ricos y pobres", "todos los ciudadanos", aunque esto
pueda reducir los beneficios propios. Los ítems de libre empresa expresan un
ideal opuesto, reduciendo las intervenciones del gobierno para perseguir el
interés propio individual aunque algunos sufran. Además de la preocupación por
los demás, los puntos sobre las libertades civiles expresan la oposición entre la
autodirección y los valores tradicionales al hacer hincapié en el respeto y la
protección de la singularidad individual, incluyendo implícitamente a quienes
tienen creencias y estilos de vida no tradicionales.
Los análisis indican que la intervención militar extranjera expresa una
combinación de las motivaciones de los valores de seguridad y poder frente a los
valores de universalismo. Esto sugiere que el apoyo a la intervención militar
extranjera se basa en la ansiedad y se centra en la autoprotección y la prevención
de pérdidas. Además, sugiere que la búsqueda del interés propio sirve para
justificar la realización de una acción militar aunque pueda despreciar o
perjudicar el bienestar de los demás.

Valores personales básicos y la dimensión ideológica izquierda-derecha

Fuchs y Klingemann (1990) describieron el esquema izquierda-derecha


como un sistema taxonómico global y eficaz para comprender, ordenar y
almacenar información política, utilizado tanto por las élites como por las masas.
Por lo tanto, comparamos en qué medida los valores personales básicos frente a
la dimensión ideológica izquierda-derecha estructuran los ocho valores políticos
fundamentales. Los valores básicos explicaban sustancialmente más varianza en
cada uno de los valores políticos que la auto-ubicación izquierda-derecha. Esto
es válido tanto para las submuestras con mayor como con menor nivel educativo.
Sin embargo, esta comparación de valores básicos e ideología puede no ser
precisa. Comparamos ocho valores, cada uno de ellos indexado por una escala,
con un único ítem izquierda-derecha. Tal vez un indicador multitemático más
fiable de la ideología habría dado mejores resultados. Por otra parte, este
indicador de un solo ítem se utiliza habitualmente en la investigación, y el
discurso cotidiano en Italia se refiere a partidos de "izquierda" frente a los de
"derecha".
448 Schwartz et al.

Nuestros resultados no indican que las personas utilicen conscientemente sus


valores personales básicos para pensar sobre política del mismo modo que
utilizan izquierda-derecha. Los valores básicos pueden proporcionar la base
motivacional inconsciente que limita y organiza los valores políticos
fundamentales. Por el contrario, la auto-ubicación izquierda-derecha puede
resumir de forma descriptiva las posturas de los individuos y los partidos sobre
cuestiones políticas.

Valores personales básicos-Valores políticos básicos-


Comportamiento político: Jerarquía causal

Varios estudios anteriores demostraron que los valores personales básicos se


relacionan sistemáticamente con el voto. Ninguno, sin embargo, pudo probar la
causalidad, porque midieron los valores y el voto pasado o la intención de voto
futuro en la misma sesión. El presente estudio, al medir los valores en T1 y el
voto en T2, proporciona la primera prueba clara de que los valores personales
básicos pueden tener un impacto causal en el voto. La relación causal entre los
valores básicos y el voto fue indirecta. Los valores políticos básicos mediaron
completamente los efectos de los valores básicos sobre el voto. Este hallazgo
apoya la idea de que los votantes pueden inferir más fácilmente el impacto de la
elección política en sus valores políticos fundamentales que en sus valores
personales básicos. La edad, el sexo, la educación y los ingresos no explican
ninguna variación adicional en el voto y casi ninguna en los valores políticos.
Esto refuerza la opinión de que los valores de las personas, más que su posición
social, son ahora los determinantes más importantes de la decisión de voto a un
partido.
Limitaciones e investigación futura

La medida en que los valores políticos median en los efectos de los valores
básicos sobre el voto puede depender del tiempo transcurrido antes de la
votación. En este caso, el intervalo fue de sólo un mes aproximadamente. En
intervalos más largos, y especialmente si las circunstancias cambian, los valores
políticos pueden ser mediadores menos adecuados de los efectos de los valores
personales básicos. Los valores básicos son menos vulnerables a las variaciones
situacionales que los valores políticos. Por lo tanto, a medida que aumenta el
intervalo o cambian las circunstancias, es más probable que los valores políticos
que influyen en el voto hayan cambiado en el momento de la votación. De ser
así, los valores políticos podrían mediar en los efectos de los valores personales
básicos sobre el voto en menor medida de lo que lo hicieron aquí. De hecho, en
intervalos más largos, los valores personales básicos podrían incluso predecir el
voto con mayor eficacia que los valores políticos. La investigación para evaluar
estas posibilidades tiene una importancia práctica para predecir el
comportamiento electoral a lo largo de periodos de tiempo prolongados.
Valores personales básicos, valores políticos y voto 449

Esta investigación sólo estudió unas elecciones nacionales. Se desconoce la


generalización de las asociaciones entre los valores personales básicos y los
valores políticos fundamentales. Nuestro razonamiento sugiere que los valores
básicos estructuran y dan coherencia a los valores políticos en todos los
contextos políticos. Además, los valores políticos particulares deberían expresar
los mismos valores básicos en todos los contextos. Lo que probablemente varíe
entre contextos políticos son los valores políticos particulares más relevantes
(véase Barnea, 2003). Un estudio transnacional está investigando estos supuestos.
Los valores políticos fundamentales de este estudio se encuentran entre los
valores fundamentales más destacados de la literatura de ciencias políticas. Otros
valores políticos importantes son la seguridad económica, el postmaterialismo, el
humanitarismo y el bienestar social. La investigación debería estudiar cómo la
estructura motivacional de los valores personales básicos constriñe y da
coherencia a estos y otros valores políticos. La investigación también debería
estudiar las actitudes políticas singularmente relevantes para el discurso en
diferentes países. Las actitudes relevantes en el contexto italiano, hacia la
aceptación de inmigrantes y hacia la intervención militar extranjera, se sumaron
sustancialmente a la predicción del voto por valores políticos básicos más
abstractos. Vincular dichas actitudes a valores personales básicos ayudará a
aclarar su significado motivacional y sus relaciones con los valores políticos
fundamentales.
Lo ideal sería abordar las cuestiones de este estudio con muestras nacionales
representativas y no con la muestra de conveniencia utilizada aquí. Nuestra
muestra era más culta, más rica y más urbana que la población italiana. Por lo
tanto, es alentador que los resultados relativos a la cuestión central de la
estructuración de los valores políticos fundamentales por la estructura
motivacional de los valores personales básicos se replicaran tanto en las
submuestras con mayor como en las de menor nivel educativo. También cabe
destacar que el género, la edad y el nivel educativo sólo influyeron
marginalmente en el voto de la población general en las elecciones italianas de
2006 (Maraffi, 2007). Por lo tanto, es posible que la falta de representatividad de
nuestra muestra no haya distorsionado gravemente las inferencias de este estudio
sobre los efectos en el voto.
450 Schwartz et al.

Conclusión

Esta investigación contribuye a la comprensión de la elección del voto a un


partido. Los valores personales básicos sirven de anclaje para los valores
políticos fundamentales y, a través de ellos, influyen indirectamente en el
comportamiento de voto. Cuando se tuvieron en cuenta los valores básicos y los
valores políticos, diversas variables sociodemográficas que reflejan la ubicación
social de las personas no tuvieron ningún impacto adicional sobre el voto. Esto
refuerza la opinión de que las diferencias individuales son cruciales para
comprender las elecciones políticas. Estudiar los valores personales básicos de
los individuos puede suponer una ventaja adicional para entender la política. Las
prioridades de valores básicos son más estables y menos vulnerables al impacto
de la actualidad que las actitudes, valores y opiniones políticas. Por consiguiente,
el cambio en los valores personales básicos puede seguir los cambios más
fundamentales y a largo plazo en la atmósfera política.
Y lo que es más importante, esta investigación permitió comprender mejor
la organización del pensamiento político. Los diversos valores políticos se basan
en una estructura motivacional global. La estructura coherente de motivaciones
compatibles y opuestas que organiza los valores personales básicos en un continuo
motivacional circular parece estructurar también las relaciones entre los valores
políticos fundamentales. Esto puede explicar cómo y por qué los valores
políticos se relacionan entre sí como lo hacen.
Al reconocer las bases motivacionales que apoyan y se oponen a cada valor
político básico, los líderes políticos podrían comunicarse más eficazmente con
sus partidarios y con el público en general. Es probable que la mayoría de la
gente no sea consciente de los vínculos de sus opiniones políticas con sus valores
personales básicos, porque las personas rara vez son conscientes de cómo les
influyen sus motivaciones. No obstante, los resultados apoyan la afirmación de
que los valores personales básicos proporcionan un fundamento crucial para las
ideologías políticas (Feldman, 2003; Schwartz, 1994).

AGRADECIMIENTOS

La correspondencia relativa a este artículo debe dirigirse al profesor Shalom


H. Schwartz, Department of Psychology, The Hebrew University of Jerusalem,
Mount Scopus, Jerusalem 91905, Israel. Correo electrónico: msshasch@
mscc.huji.ac.il o [email protected]

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452
Anexo

Estimaciones de los parámetros del análisis SEM de las relaciones entre los valores políticos
fundamentales, los valores personales básicos y el voto
Valores políticos fundamentales
Valores Moral Patriotismo Ley y Intervención Libre Igualdad Libert Aceptar a
personales tradiciona ciego Orden militar empresa ades los
básicos l civiles inmigrantes
Seguridad .26** .34** .34** .23** .08 .01 .01 -.28**
Conformidad .06 .10* .05 .02 .09 -.05 .06 -.09
Tradición .49** .32** .31** .13* .21** .04 -.16** -.09
Benevolencia .04 .00 -.09 -.06 .02 .05 -.09 .07
Universalismo -.22** -.17** -.25** -.27** -.26** .49** .36** .37**
Autodirección .01 -.03 .00 .01 .02 -.02 .12* .01
Estimulación .02 .11* .07 .01 .14* .01 -.04 .09
Hedonismo -.14** -.11* -.10* -.07 -.12* .03 .04 -.04
Logros .04 -.06 .03 .02 .01 .03 .06 -.10
Potencia -.03 .05 .03 .15** .17** -.13** -.07 .09
Varianza explicada por 52% 41% 35% 20% 18% 31% 24% 27%
Valores personales básicos
Camino al voto -.28** .06 -.07 -.20** -.25** .33** -.14* .20**
Nota. N = 877 debido a la falta de datos. Todos los parámetros proceden de la solución estandarizada. *p < .01; **p < .001.

Schwartz et al.
196 COMPORTAMIENTO POLíTICO Y ELECTORAL

cuestionada. En cualquier caso, parece prudente mantenerlo como una


fuente posible de variación de los valores políticos de los individuos.
Finalmente, otro agente de socialización secundaria que puede
transformar los valores políticos transmitidos en la socialización primaria
son los compañeros: tanto los compañeros de trabajo, como los amigos,
los parientes, etcétera. Es lo que los anglófonos denominan peer group o
grupo de iguales. La fuerza de este agente de socialización estaría en su
credibilidad y en la alta frecuencia de los contactos.
El gráfico 5.4 trata de agregar los diversos antecedentes de los valo-
res políticos que se han enumerado en este apartado.
r--------------1 Anduiza, E., y Bosch, A.
1
~--¡r---------rJ
Socializaciones 1
(2004). “Identificación
1 1 1 con un partido y voto”.
' ..
1 1
En Comportamiento
VALORES
Político y Electoral.
PREPOLÍTICOS Editorial Ariel. Pp.
196-203.
Clase social subjetiva
Religiosidad
1
Identidad nacional •
,, 1

POSICIÓN
SOCIAL
VALORES POLÍTICOS
1--~> VOTO

Clase social Ideología izquierda-derecha


Denominación religiosa Identificación con un partido
Origen Nacionalismo

GRÁFICO 5.4. Los val.ores políticos y su entorno.

El gráfico clarifica que los valores políticos de los individuos provie 0

nen sobre todo de la socialización primaria, pero sobre ellos también ac-
túan el resto de los procesos de socialización, los cambios en su posición
social y sus valores prepolíticos.
Teniendo ya identificados los antecedentes de los valores políticos,
en los siguientes apartados nos dedicaremos a estudiar el efecto que ejer-
cen sobre el voto cada uno de los valores políticos más relevantes: prime-
ro la identificación con un partido, después la ideología izquierda-dere-
cha y finalmente el nacionalismo.

3. Identificación con un partido y voto

Uno de los valores políticos que se transmiten en el proceso de socia-


lización es el de una cierta simpatía ---o un sentimiento de identificación
Avances en psicología política, Vol. 39, Suppl. 1, 2018
doi: 10.1111/pops.12476
ESTA ES UNA TRADUCCIÓN NO OFICIAL
Y QUEDA PROHIBIDA SU DIFUSIÓN

La división ideológica entre izquierda y derecha: Relatos


históricos y perspectivas contemporáneas
Gian Vittorio Caprara
Universidad Sapienza de Roma

Michele Vecchione
Universidad Sapienza de Roma

La izquierda y la derecha se consideran construcciones sociales que sirven para orientar y vincular a las
personas con las opciones políticas durante los dos últimos siglos, principalmente dentro de las democracias
liberales occidentales establecidas. Sus contenidos y funciones, sin embargo, no han sido invariables en todos
los sistemas políticos, sino que se han conformado en gran medida de acuerdo con las características
distintivas de las sociedades y de los sistemas políticos en los que operaban. Así pues, no se puede evitar
abordar la izquierda y la derecha bajo una perspectiva histórica para dar sentido a sus diferentes expresiones
y apreciar mejor sus funciones. Hallazgos recientes han demostrado que las diferencias individuales en
rasgos de personalidad, valores básicos y valores políticos fundamentales explican una parte significativa de
la preferencia por la izquierda y la derecha en diversos sistemas políticos. Se ha argumentado que la relación
entre las diferencias individuales de personalidad y las preferencias políticas se han ido desarrollado en
escenarios de elección a lo largo del tiempo en las que las disposiciones y prioridades de valores de las
personas podían responder a ofertas políticas contingentes. El tiempo y las oportunidades del acceso al voto
hicieron posible el establecimiento de identidades ideológicas distintivas que, en última instancia, encuentran
sus raíces en la personalidad de las personas. Los nuevos hallazgos documentan la función que la izquierda y
la derecha pueden seguir desempeñando en la predicción de las preferencias políticas y en la síntesis de las
actitudes políticas como posturas sociales estables que dan cuenta del encuentro entre personalidad y
política.
PALABRAS CLAVE: personalidad, ideología izquierda-derecha, democracia, relato histórico

El declive de los factores socioestructurales como determinantes de las preferencias políticas y


la aparición de cuestiones centradas en la persona ha supuesto un cambio sorprendente para las
democracias contemporáneas. Las divisiones sociales tradicionales, como la religión, la clase
social, la ocupación, los ingresos y la educación, influyen menos en la orientación política que en el
pasado (por ejemplo, Dalton y Wattenberg, 2000; Jansen, De Graaf y Need, 2011; Van der Brug,
2010), como consecuencia de la secularización de las sociedades y el acceso de la mayoría de los
ciudadanos a unas condiciones de vida dignas.
Es probable que esto no ocurra en el mismo grado en todos los contextos políticos, donde el
funcionamiento de la institución democrática es el resultado de diferentes vicisitudes y contingencias
actuales. Tampoco debemos pasar por alto los graves peajes que la pobreza, las divisiones raciales y
la exclusión social pueden imponer a la plena realización de la democracia, incluso en los países
más ricos (Manza y Brooks, 1999; McCarty, Poole y Rosenthal, 2006).

49
0162-895X VC 2018 Sociedad Internacional de Psicología Política
Publicado por Wiley Periodicals, Inc., 350 Main Street, Malden, MA 02148, EE.UU., 9600 Garsington Road, Oxford, OX4 2DQ,
y PO Box 378 Carlton South, 3053 Victoria, Australia
50 Caprara y Vecchione

Sin embargo, la preocupación por los derechos de los individuos y la plena expresión de su
personalidad parece ser una característica única de la oferta política que atrae las preferencias de
los ciudadanos, tanto más cuanto más libertad alcanzan para expresar sus necesidades y
aspiraciones (Inglehart & Welzel, 2005).
Las brújulas tradicionales de la navegación política, como las identificaciones partidistas y las
ideologías políticas, parecen menos restrictivas que en el pasado, sobre todo en las democracias
multipartidistas, donde los partidos políticos cambian de nombre y de circunscripción, forman
coaliciones y respaldan programas políticos que apenas se distinguen, mientras que las divisiones
ideológicas parecen mucho menos claras que antes (Noel y Therien, 2008; Torcal y Montero,
2006). Al mismo tiempo, los medios de comunicación han ejercido una influencia decisiva en el
sostenimiento de la acción de las élites políticas al moldear las preferencias de los ciudadanos y
situar la personalidad de los líderes en el centro de las estrategias dirigidas a generar y mantener su
consenso.
Así, el término "personalización" se ha aplicado ampliamente para referirse al importante
papel que la personalidad de los líderes y las imágenes que transmiten al electorado pueden
desempeñar a la hora de atraer las preferencias de los ciudadanos, más allá de los partidos y las
ideologías tradicionales (McAllister, 2007).
En realidad, la investigación de las últimas décadas ha demostrado que las características de
personalidad de los ciudadanos no son menos importantes que las personalidades de los líderes a la
hora de explicar sus elecciones y su comportamiento en el ámbito de la política. Mientras que los
medios de comunicación ayudan a los políticos a ampliar su atractivo y a elaborar sus imágenes de
formas más deseables para los votantes, la educación superior y el ejercicio de los derechos
democráticos han elevado el nivel de las aspiraciones de los ciudadanos sobre el funcionamiento de
la democracia y han hecho que los ciudadanos sean más exigentes y críticos a la hora de expresar
sus visiones del mundo y sus prioridades (Dalton, 2014). Es probable que cuanto más lleven los
ciudadanos sus necesidades, disposiciones, creencias y valores a la arena política, más influyan sus
personalidades en la agenda política.
Hallazgos anteriores demuestran la contribución de los rasgos básicos de la personalidad a las
preferencias políticas (por ejemplo, Caprara, Barbaranelli, & Zimbardo, 1999; Gerber, Huber,
Doherty, & Dowling, 2011; Jost, 2012; Mondak, 2010) y señalan el papel de los valores básicos a
la hora de forjar y organizar una variedad de valores y principios específicos en el ámbito político
(Feldman, 1988; Goren, 2013), como la igualdad, las libertades civiles y el papel del gobierno
(Schwartz, Caprara & Vecchione, 2010; Schwartz et al., 2014; Vecchione, Caprara, Schoen,
González Castro y Schwartz, 2012).
Sin embargo, la descripción anterior se basa principalmente en los resultados obtenidos en
democracias occidentales consolidadas como Alemania, Italia, el Reino Unido y Estados Unidos.
Por lo tanto, cabe preguntarse hasta qué punto se producen los mismos fenómenos en todo el mundo
en concomitancia con la difusión de la democracia.
De hecho, cuanto más se tiene en cuenta la diversidad de las condiciones de vida, las
tradiciones, las formas de pensar y los estilos de relacionarse de las personas en todo el mundo,
más nos vemos obligados a revisar la concepción occidental tradicional de lo que realmente
importa en las opciones políticas y de lo que realmente puede ayudar a hacer realidad la
democracia.
El estatus de las ideologías políticas amplias ha sido objeto de controversia durante mucho
tiempo (Bell, 1960). Asimismo, el papel de las ideologías de izquierda-derecha como herramientas
útiles para que las personas se orienten en política ha sido objeto de crecientes críticas,
especialmente en Europa, entre influyentes científicos sociales (Giddens, 1994) y columnistas que
afirman que pertenece al pasado, así como de escepticismo entre los políticos cuyas plataformas
reflejan más conveniencias y coaliciones pragmáticas que divisiones ideológicas tajantes.
Entre los estudiosos que adoptan posiciones más sólidas sobre la base de resultados empíricos,
algunos creen que las divisiones ideológicas tradicionales como izquierda/derecha y
liberal/conservador deberían complementarse con otros constructos, como valores básicos y
principios políticos fundamentales (Goren, 2013), o que dos dimensiones, económica y cultural,
La división ideológica entre izquierda y 51
servirían mejor para estructurar las opiniones políticas de los ciudadanos que una única dimensión
ideológica (Feldman & Johnston, 2014; Kriesi, Grande, Lanchat, Dole, Bornschier, & Frey, 2006;
Malka, Soto, Inzlicht, & Lelkes, 2014). Otros, por el contrario, creen que las divisiones izquierda-
derecha y liberal-conservador siguen siendo cruciales para permitir a los ciudadanos navegar por el
mundo político (Gries, 2014, 2016; Jost, 2012; Jost, Federico, & Napier, 2009).
Ciertamente, cabe preguntarse hasta qué punto las divisiones ideológicas que hunden sus raíces
en un pasado lejano pueden seguir explicando las nuevas características de la política actual y operar
invariablemente en países cuyas trayectorias hacia la democracia han sido muy diferentes. De hecho,
el contexto político ha cambiado enormemente, y la política se ha hecho no menos global que la
economía, reflejando el funcionamiento de las políticas la interdependencia de sus economías y
culturas. Asimismo, cabe preguntarse por las razones del gran número de ciudadanos que se
abstienen de expresar sus opciones políticas, así como por las causas de la aparición de nuevos
partidos que rechazan cualquier asociación con los partidos y las ideologías tradicionales. No obstante,
seguimos considerando las divisiones tradicionales como la izquierda y la derecha como
construcciones sociales que pueden servir a la democracia en la medida en que permiten a las
personas expresar sus aspiraciones y manifestar sus individualidades.
Resultados anteriores han demostrado que las ideologías políticas de izquierdas y derechas
pueden servir como recipientes a través de los cuales se organizan las inclinaciones, valores y
preferencias de los individuos y encuentran expresión en la acción política de los mismos. En
concreto, hemos demostrado que los rasgos básicos de personalidad pueden explicar la orientación
política más que los factores sociales tradicionales (por ejemplo, Caprara, Schwartz, Capanna,
Vecchione y Barbaranelli, 2006; Caprara, Schwartz, Vecchione y Barbaranelli, 2008). Del mismo
modo, hemos demostrado que los valores básicos median plenamente la contribución de los rasgos
a los valores políticos fundamentales, que en última instancia se convierten en preferencias de voto
en gran medida a través de la mediación de la ideología política de izquierda/derecha (por ejemplo,
Caprara & Vecchione, 2013; Caprara, Vecchione, & Schwartz, 2009; Schwartz et al, 2010, 2014;
Vecchione, Caprara, Dentale, & Schwartz, 2013).
Sin embargo, la izquierda y la derecha no operan de forma invariable en todos los contextos
políticos, ni sus contenidos son invariables a lo largo del tiempo. En este sentido, la suposición de la
invariabilidad de la izquierda y la derecha en las distintas políticas puede considerarse una
limitación importante de los debates anteriores y actuales sobre su utilidad (Caprara y Vecchione,
2013, 2017).
El propósito de la presente contribución es profundizar en las funciones de las ideologías
políticas de izquierda y derecha y en sus fundamentos psicológicos bajo la premisa de que no deben
pasarse por alto las importantes diferencias históricas y contextuales.
Para ello, en primer lugar abordaremos los principales contenidos y trayectorias de la división
izquierda/derecha a lo largo de la historia de las principales democracias occidentales. Los relatos
históricos, aunque breves, y la especial atención prestada a las democracias occidentales son
fundamentales para comprender la relevancia real de las divisiones de izquierda y derecha, apreciar su
función y dar sentido a sus diferentes expresiones. De hecho, se han producido cambios
significativos a lo largo del tiempo en las características de la izquierda y la derecha, y las distintas
trayectorias explican sus diferentes expresiones entre los distintos sistemas políticos. A continuación
nos centraremos en los fundamentos psicológicos de la división ideológica de la izquierda y la
derecha. Por último, presentaremos nuevos hallazgos que corroboran aún más las funciones actuales
de las ideologías de izquierda y derecha y que ponen de relieve la importancia de sus fundamentos
psicológicos. En concreto, vamos a abordar cuatro grandes cuestiones que siguen siendo objeto de
debate sobre hasta qué punto los clivajes ideológicos tradicionales, como la división
izquierda/derecha, siguen siendo útiles para navegar por la complejidad de la política:
52 Caprara y Vecchione

1) si la dimensión tradicional izquierda-derecha puede seguir sirviendo para organizar el


conocimiento político de los ciudadanos y explicar su elección política en los distintos sistemas
democráticos;
2) el grado en que la distinción ideológica entre izquierda y derecha puede atribuirse a rasgos
básicos de la personalidad que predisponen a los individuos a valores y preferencias políticas;
3) el grado en que la izquierda y la derecha se refieren a patrones similares de valores y principios
políticos en los distintos sistemas democráticos; y
4) hasta qué punto la distinción ideológica entre liberales y conservadores es paralela en función y
contenido a la que existe entre izquierda y derecha.

Para abordar estas cuestiones, aprovecharemos los datos empíricos disponibles de un reciente
estudio transnacional cuyo objetivo era investigar el papel de los valores en la conformación de las
preferencias políticas y la participación (Caprara et al., 2017; Caprara y Vecchione, 2015; Schwartz
et al., 2014; Vecchione et al., 2015).

Contenidos, electorados y trayectorias históricas de la ideología de izquierdas/derechas

Las ideologías se refieren a sistemas de ideas que pueden incluir suposiciones, creencias y
valores sobre la naturaleza humana y la sociedad. Difieren entre sí debido a puntos de vista
opuestos sobre cómo debe vivirse la vida y cómo debe ordenarse la sociedad.
Cuando son compartidas por grupos de individuos, las ideologías pueden proporcionar tanto
una interpretación del entorno como una prescripción para la acción colectiva respecto a cómo
debería estructurarse el entorno social. Las diferencias individuales en las ideologías reflejan el
grado en que afectan al razonamiento y la acción de las personas al ofrecer una sensación de
certidumbre, previsibilidad y control y al contribuir a sus identidades personales y sociales (Jost,
2017).
En la ciencia política, las ideologías se han considerado configuraciones de creencias y valores
sobre el gobierno de las sociedades que están relacionadas entre sí y unidas por algunas formas de
restricción, coherencia e interdependencia funcional (Converse, 1964; Gerring, 1997; Heywood,
2012). Conocer la posición que adoptan las personas sobre una cuestión permite predecir la
posición que adoptarán sobre otras cuestiones en función de su covariación. Así, pueden servir como
herramientas organizativas para estructurar el conocimiento y el comportamiento político de las
personas y como posturas amplias que explican y justifican de forma más o menos consciente
diferentes estados de los asuntos sociales y políticos (Jost, Federico y Napier, 2009).
Sin embargo, las ideologías políticas no son sistemas de conocimiento estáticos. De hecho,
distintas ideologías pueden dar significados diferentes a los mismos términos y acontecimientos y
movilizar acciones diferentes bajo los mismos principios en distintas épocas y contextos (Freeden,
2003).
El liberalismo, el socialismo y el fascismo han sido las principales ideologías que han
organizado e inspirado el conocimiento y la acción política en los siglos XIX y XX. Sin embargo, sus
expresiones, trayectorias y legados han sido muy diferentes en los distintos países, ya que la
instauración de la democracia condujo a la formación de coaliciones, que inevitablemente
conllevaron compromisos entre programas ideológicos opuestos.
En los sistemas democráticos en los que los ciudadanos eligen periódicamente entre
plataformas políticas competidoras que, en última instancia, acaban en el gobierno o en la
oposición, las ofertas políticas se han distinguido a menudo utilizando como criterio su posición con
respecto a un hipotético continuo ideológico derecha-izquierda en correspondencia con los escaños
que ocupan los partidos políticos y sus representantes en las asambleas parlamentarias. En un
principio, derecha e izquierda han reflejado las posiciones mantenidas por quienes defendían la
estabilidad frente a quienes perseguían el cambio, es decir, el interés de quienes se beneficiaban de
su riqueza y estatus frente a los intereses de la gente común que, en cambio, deseaba afirmar sus
derechos frente a los inmerecidos privilegios de los primeros y liberarse de la necesidad y la
La división ideológica entre izquierda y 53
servidumbre. Sin embargo, esto ocurrió sobre todo en los países europeos, donde los atributos que
solían referirse a ubicaciones en las Asambleas Parlamentarias se convirtieron en constructos
utilizados para referirse a conjuntos de ideas y plataformas relativas al gobierno y la ciudadanía.
Con el tiempo, las distinciones entre derecha e izquierda han cambiado y han pasado a reflejar
una variedad de combinaciones de ideales, que pertenecen tanto a la esfera privada, como a la
esfera pública de la política y a las esferas social y económica de la vida.
En el pasado, la derecha se ha asociado a menudo con visiones del mundo que respaldan
valores comunitarios jerárquicos tradicionales, mientras que la izquierda se ha asociado a menudo
con visiones del mundo que respaldan ideales igualitarios y progresistas (Bobbio, 1996).
Recientemente, la izquierda se ha identificado a menudo con programas políticos que pueden limitar
la libertad económica de los individuos pero que abogan por la máxima libertad en el ámbito de los
derechos individuales y civiles, mientras que la derecha se ha identificado a menudo con programas
políticos que pueden restringir las libertades de los ciudadanos en el ámbito de las costumbres y
hábitos para proteger los valores tradicionales pero que abogan por la máxima libertad en el ámbito
de los negocios y la economía.
Si se mira más de cerca, uno se da cuenta de que las diferentes concepciones de izquierda y
derecha operan en diferentes sistemas políticos como resultado de las diversas trayectorias
históricas a través de las cuales se produjo la consolidación de nuevas naciones y estados, mientras
que la difusión de la Revolución Industrial y el progreso de las ciencias allanaron el camino para la
modernidad y para la difusión de la democracia liberal. Como afirma Gerring (1998) "las ideologías
se construyen necesariamente sobre la historia de un país y sobre una comprensión ampliamente
compartida de esa historia" (p. 41). Así pues, las ideologías de izquierda y derecha deben
considerarse fenómenos dinámicos que permiten a los individuos anclar, simplificar y orientar su
juicio político de acuerdo con las divisiones comunes del mundo político en términos de gobierno y
oposición, partidarios y oponentes, nosotros y ellos. Como tales, contribuyen a otorgar estabilidad
y coherencia a las opciones e identidades políticas de los individuos a pesar de los continuos
cambios que se producen en su entorno político.
Es probable que lo que, en última instancia, define a las ideologías de izquierdas y de derechas,
explica la relevancia de sus distinciones y da sentido a sus diferentes expresiones en los distintos
sistemas políticos y épocas, son las funciones que pueden desempeñar para reunir a las personas y
orientar sus acciones de modo que estén al servicio del orden y el progreso social.

Orígenes y expresiones de la distinción: 1789-1914

Es común rastrear los orígenes de la distinción izquierda/derecha hasta las posiciones políticas
mantenidas por las distintas circunscripciones de la Asamblea Nacional Constituyente celebrada en
París en julio de 1789. Los que se sentaban a la derecha de la presidencia representaban los intereses
de la aristocracia y parte del clero y se preocupaban sobre todo por la defensa del Antiguo Régimen.
Los que se sentaban a la izquierda incluían a republicanos, liberales, demócratas y monárquicos que,
en diversos grados, reflejaban los ideales de la ilustración sobre la primacía de la razón y el derecho
de todos los seres humanos a la libertad y abogaban por un cambio de régimen profundo (Revelli,
2007). Desde entonces, los ideales de libertad, igualdad y fraternidad se han convertido en iconos de
la izquierda que se opone a la autoridad, la jerarquía y la obediencia. Estos ideales se extendieron
rápidamente por todo el mundo occidental, aunque las instituciones políticas necesarias para
sostener su realización estaban aún en pañales.
El contexto cultural en el que las primeras formas de pensamiento liberal-democrático se
convirtieron en plataformas políticas fue el de la Europa que presenciaba el ocaso de los gobiernos
absolutos, al comienzo de la Revolución Industrial, y en relación con el nacimiento del Estado-
nación moderno. En este contexto, las tradiciones nacionales y las condiciones económicas
desempeñaron un papel fundamental a la hora de configurar y distinguir las diversas orientaciones de
izquierda y derecha.
54 Caprara y Vecchione
En Francia, tras la Asamblea Nacional, podían identificarse tres orientaciones de izquierdas: la
liberal individualista, la republicana democrática y la izquierda igualitaria radical (Lefranc, 1973).
Del mismo modo, se podían identificar tres orientaciones de derechas tras la Restauración: la
absolutista y teocrática, nostálgica de los valores del pasado arquetípico; la liberal conservadora,
que incluía a propietarios y notables moderados; y la derecha autoritaria y populista (Remond,
1982).
Distinciones similares podrían encontrarse en otros países europeos que a lo largo del siglo
XIX desembarcaron gradualmente en las orillas del constitucionalismo y el parlamentarismo,
aunque por caminos diferentes y en momentos distintos. Esto ocurrió en concomitancia con las
grandes innovaciones resultantes de la Revolución Industrial y la extensión de los mercados, de la
mayor movilidad de las personas en respuesta a la nueva organización del trabajo, y de cambios
significativos en la distribución de la riqueza y en la estratificación de la sociedad.
Al principio, cuando los derechos políticos aún estaban limitados por los ingresos y la
educación, la libertad era el principal tema de contención y la principal reivindicación con respecto al
cambio político que enfrentaba a los liberales con los conservadores, a saber, los intereses de una
nueva burguesía del comercio y de la industria frente a los privilegios de la aristocracia.
Luego, los derechos sociales se convirtieron gradualmente en un tema de controversia y en la
principal reivindicación que se presentó para el cambio político y social, en concomitancia con el
surgimiento de la clase obrera como un actor político importante y con la difusión de los ideales
socialistas. La igualdad compitió con la libertad y representó una nueva fuente de divisiones y
realineamientos dentro de la izquierda y dentro de la derecha. Poco a poco, izquierda y derecha
pasaron a reflejar no sólo ideales diferentes, sino también los intereses de distintos grupos sociales,
aunque la ideología política siguió siendo durante mucho tiempo un asunto de minorías, con la
riqueza y la educación como requisitos que impedían a la mayoría de la gente tener voz en política.
Mientras algunos liberales abrazaban los ideales de la sociedad igualitaria y los intereses de los
desfavorecidos y se alineaban con la izquierda, otros liberales se alineaban con la derecha y con los
propietarios al defender la máxima libertad de mercado y celebrar las virtudes del éxito en los
negocios.
En última instancia, el creciente poder de la clase obrera y la expansión del sufragio relegaron
a gran parte de la izquierda a los ideales socialistas, mientras que los intereses del capital y la renta
se convirtieron en dominantes en la derecha.
A principios del siglo XX, las diferencias entre las diversas expresiones de las ideologías de
izquierda y derecha en Europa reflejaban sobre todo las trayectorias de los distintos países hacia la
consecución de la soberanía nacional, sus avances hacia la industrialización y las tensiones entre
capital y trabajo. Estas trayectorias eran paralelas a las nuevas estratificaciones encontradas en las
diferentes sociedades, con grandes masas de trabajadores y campesinos, una creciente clase media
y la llamativa concentración de la riqueza en unos pocos grupos privilegiados. La inclusión de la
burguesía en las instituciones gubernamentales, el despertar político del proletariado rural e
industrial y la consolidación de los sindicatos y de los partidos políticos en la representación y
gestión de los intereses contrapuestos de la sociedad condujeron a la extensión gradual del sufragio.
Al mismo tiempo, aumentaron el papel desempeñado por los Estados en el desarrollo y la regulación
de las economías nacionales.
La creación de partidos fue decisiva para reclutar y formar a activistas y líderes capaces de
elaborar y trasladar el discurso ideológico al público, gestionar los intereses en conflicto, orientar a
los votantes y establecer la agenda de la acción política.
A pesar de las diversidades, las pretensiones de cambio original frente a las de conservación de
quienes se sentaron a la izquierda y a la derecha en la Asamblea Nacional Constituyente francesa
de 1789 siguieron siendo el rasgo distintivo del paisaje ideológico europeo. En los años que
precedieron a la Primera Guerra Mundial, la extensión del sufragio en la mayoría de los países
europeos puso de manifiesto los intereses divergentes de los principales grupos de la izquierda y la
derecha, mientras que los crecientes movimientos obreros llevaron a las élites políticas a polarizar el
discurso político en torno a los intereses contrapuestos del capital y el trabajo.
La división ideológica entre izquierda y 55

En Gran Bretaña, liberales y laboristas asumieron el manto de la izquierda, mientras que tories
y conservadores representaban los intereses de la aristocracia y los propietarios, que, como en el
resto de Europa, se alineaban con la derecha. En Europa continental, los partidos socialistas
alcanzaron una especie de hegemonía entre los movimientos de izquierda en países como Austria,
Bélgica, Alemania y los países escandinavos, mientras competían con las tradiciones liberales y
republicanas en países como Italia, Francia y España. El socialismo era un gran paraguas bajo el
cual, en diferentes países, se podían encontrar marxistas revolucionarios, socialdemócratas y varios
tipos de socialistas utópicos, trabajadores rurales e industriales, intelectuales y todo tipo de pequeña
burguesía (Eley, 2002; Sassoon, 2014). Los liberales y republicanos se situaban a la derecha de los
socialistas, abogando también por el cambio, pero representando posiciones menos radicales, que
en los distintos países podían identificarse indistintamente como de centro-izquierda o de centro-
derecha, representando a diversos sectores de la burguesía, incluidos profesionales, industriales y
comerciantes. Los tradicionalistas de diversa índole y los defensores más acérrimos de las rentas y
la propiedad privada se alinearon con la derecha, a menudo más por razones de conveniencia que
de convicción.
La democracia en Estados Unidos, al otro lado del Atlántico, fue un experimento único en una
tierra de oportunidades donde la política se había librado antes de los prejuicios e impedimentos de
los antiguos regímenes y donde la división entre los principales partidos políticos -los demócratas y
los republicanos- encontraba poca correspondencia con las divisiones ideológicas de las diversas
corrientes de la izquierda y la derecha europeas. La Declaración de Independencia estadounidense
precedió a la Revolución Francesa, y América estaba completamente libre de cualquier nostalgia por
la monarquía, la aristocracia y las rentas feudales.
Las cuestiones en juego se referían a la autonomía de los estados y los límites del gobierno
federal y, a continuación, al modelo de Estado central más capaz de sostener y promover el
crecimiento y los intereses de Estados Unidos en todo el mundo, tanto en los mercados como en los
campos de batalla. Aparte de la autoridad del Rey, los privilegios aristocráticos y la lucha de clases,
los diferentes puntos de vista sobre el trabajo libre, el mercantilismo y el estatismo en la búsqueda
de la armonía social dividían a los republicanos de los demócratas en la época de Lincoln. Después de
la Guerra Civil, la ocupación y la geografía desempeñaron un papel importante a la hora de orientar
las preferencias políticas, inclinándose la mayoría de los votantes hacia los republicanos en los
estados del norte, donde la industria y el comercio avanzaban más rápidamente que en los estados
rurales del sur. La estabilidad de los nombres y símbolos de los dos partidos dominantes, el
Republicano y el Demócrata, hizo que la identificación partidista, más que la ideología, fuera un
factor determinante de las divisiones políticas entre las distintas clases y se transmitiera de una
generación a otra.
Las relaciones entre razas y la cuestión de la esclavitud siguieron siendo retos importantes a
los que tuvieron que enfrentarse los ideales de libertad e igualdad tanto de los demócratas como de
los republicanos, pero permanecieron durante mucho tiempo al margen del debate político, por ser
demasiado indigeribles y divisivos para la mayoría blanca de ambos partidos.
De hecho, una noción altamente racializada de la identidad nacional ha prevalecido durante
mucho tiempo en gran parte de la historia de Estados Unidos, planteando serios límites al
liberalismo estadounidense (Smith, 1997).
Mientras que la confianza en la superioridad del sistema constitucional estadounidense y el
patriotismo eran componentes básicos del ethos tanto de republicanos como de demócratas, las
principales cuestiones en liza se referían al crecimiento de la economía y al progreso de toda la
nación. Para ello era necesario conciliar las prioridades de las comunidades rurales tradicionales
con las de las comunidades urbanas en crecimiento, a fin de satisfacer las necesidades de los
trabajadores industriales y rurales y de los autónomos de la agricultura y el comercio, y conciliar
las aspiraciones de la gente corriente con los intereses de las grandes empresas (Gerring, 1998). A
pesar de la gran preocupación de los demócratas por los intereses de la gente y el igualitarismo,
pocos de ellos cuestionaban las virtudes del capitalismo y de la economía de mercado, ya que pocos
daban crédito a la lucha de clases. Del mismo modo, se percibía que el éxito y la riqueza de los
56 Caprara y Vecchione
individuos eran merecidos al ser producto del mérito, a pesar de la mayor confianza de los
republicanos en el libre mercado y las grandes empresas.
El marxismo ejerció una enorme influencia en la izquierda europea, pero fue relativamente
extraño a los ideales y plataformas de dos grandes partidos. En última instancia, había poco en
común entre la izquierda y la derecha europeas y las ideologías de los partidos estadounidenses.

A través de tres guerras


La Primera Guerra Mundial supuso el hundimiento de grandes imperios y desencadenó una
serie de turbulencias que desembocaron en la Segunda Guerra Mundial y continuaron después con la
Guerra Fría. En Europa, las vicisitudes de la izquierda y la derecha tras la Primera Guerra Mundial
reflejaron las desilusiones, las divisiones y las perversiones de los movimientos de masas que
acabaron en el ascenso de regímenes autoritarios en varios países. La omnipresente influencia del
marxismo sobre la izquierda europea no se tradujo en plataformas comunes entre las diversas
expresiones del socialismo. En realidad, el éxito de la revolución bolchevique en Rusia fue una
fuente importante de divisiones entre revolucionarios y reformistas, con los comunistas
persiguiendo la superación del capitalismo y los socialdemócratas persiguiendo su reforma.
Mientras que el éxito de la revolución en Rusia reforzó las esperanzas de los revolucionarios, los
reformistas se impusieron a menudo en las asambleas parlamentarias. Sin embargo, ambos
fracasaron en países como Italia y Alemania, donde todas las expresiones democráticas, tanto de
izquierda como de derecha, fueron derrotadas por el fascismo.
El marxismo siguió ejerciendo una notable influencia sobre la izquierda en las principales
democracias europeas supervivientes, como Bélgica, Francia y el Reino Unido, donde los
socialdemócratas se impusieron a los comunistas y se alternaron en el poder con gobiernos de
derechas. Los socialdemócratas tuvieron especialmente éxito en los países escandinavos, fueron
capaces de permanecer mucho tiempo en el gobierno, de demostrar la eficacia de las políticas de
bienestar y de promover el progreso económico y la equidad social.
Sin embargo, los grandes cambios que se produjeron en los rasgos nacionales de la izquierda y
la derecha en Europa entre las dos guerras no pueden trazarse de forma unificada. El fascismo fue
una mezcla autoritaria de conservadurismo de derechas y populismo de izquierdas que, allí donde
prevaleció, creó las condiciones para la formación de un bloque antifascista clandestino que incluía
a progresistas de izquierdas y moderados de derechas que seguían siendo leales a los principios
democráticos. Incluso allí donde sobrevivió la democracia liberal, hubo simpatías por el fascismo
tanto entre los partidos de izquierda como de derecha, ya que el socialismo que se estableció en la
Unión Soviética se veía como una amenaza potencial para el ascenso de los reformistas
socialdemócratas o liberales, no menos que para los conservadores.
Así pues, no es de extrañar que otras palabras como "radicales", "liberales", "progresistas",
"moderados", "conservadores" y "reaccionarios" se hayan asociado a menudo con la izquierda y la
derecha con diferentes significados en distintos momentos y contextos políticos. Estas palabras
sirvieron y siguen sirviendo para señalar las diversas expresiones, declinaciones y extremos de la
izquierda y la derecha en un hipotético continuo en el que los significados asignados a un polo
están condicionados a los significados que contingentemente se asignan al polo opuesto.
Las élites políticas formadas por notables, activistas de partidos y sindicatos y creadores de
opinión desempeñaron un papel fundamental en la orientación de unos electores que, en gran parte,
tenían escasa formación y cuyas preferencias políticas venían dictadas principalmente por su
posición en la sociedad, su ocupación y su afiliación religiosa.
La característica común de todas las corrientes de la izquierda ha sido la gran preocupación por
la igualdad y la equidad, que lleva a sus ideólogos a abogar por grandes intervenciones del Estado
para controlar los mercados y perseguir una justicia social integradora. La realización del Estado
del bienestar, en particular, ha sido un objetivo común de progresistas, reformistas sociales y
liberales situados en la izquierda. A medida que el electorado de la izquierda fue incluyendo un
segmento creciente de la clase media, como resultado del crecimiento de los empleados en el sector
público, la derecha afinó sus consignas para captar el favor de un amplio electorado entre
profesionales, hombres de negocios y empresarios cuyos intereses no podían ser representados o
La división ideológica entre izquierda y 57
subsumidos por los de los viejos rentistas y propietarios.
La agitación que afectó tanto a la izquierda como a la derecha en Europa tras la revolución de
octubre en Rusia y el colapso de la democracia liberal en Italia y Alemania no tuvo parangón en
Estados Unidos.
Sin embargo, la crisis económica de 1929 y la elección de F. D. Roosevelt fueron
acontecimientos importantes que sentaron las condiciones para una realineación de la política
estadounidense hacia un discurso común sobre la izquierda y la derecha en Estados Unidos y en
Europa. Aunque las diferencias superan en número a las semejanzas, el New Deal puede
considerarse el paralelo estadounidense de una política de izquierdas en la medida en que reconocía
la necesidad de que el Estado desempeñara un papel importante de apoyo a la sociedad cívica y
porque propugnaba la intervención del Estado para gestionar las crisis económicas graves y
contribuir a lograr una distribución equitativa de la riqueza y la seguridad entre los diversos
componentes de la sociedad.
En realidad, las ideologías de los partidos estadounidenses, que mantuvieron su propia
congruencia y continuidad a pesar de los importantes cambios a lo largo del tiempo, siguieron
teniendo poco en común con la izquierda y la derecha europeas. En Estados Unidos, el socialismo
era una idea vaga, ya que todo el marco ideológico marxista, consistente en el anticapitalismo y la
lucha de clases, atraía poco a la clase obrera estadounidense. Del mismo modo, la retórica fascista y
nacionalsocialista resultaba extraña para un país en el que el orgullo por la nación no tenía nada que
ver con las reivindicaciones nazis de una raza y un destino superiores. La desigualdad racial era un
problema real que podía socavar la credibilidad de la democracia estadounidense, pero en su mayor
parte se pasaba por alto y aún no era motivo de vergüenza, culpa, orgullo, lucha y realineamiento
político, como llegó a serlo más tarde. De hecho, hay que esperar hasta la segunda mitad del siglo
XX para encontrar similitudes sustanciales entre los programas de los principales partidos y
coaliciones de Estados Unidos y Europa.
En este sentido, otras democracias importantes y bien establecidas, como las de Canadá y
Australia, mostraron mayores similitudes con las divisiones entre izquierda y derecha que se dan en
Europa que Estados Unidos. Probablemente esto se deba a sus vínculos constitucionales con el
Reino Unido, aunque la ubicación ideológica de los principales partidos sólo era paralela en parte a
la del Reino Unido. En Canadá, de hecho, los liberales se alinearon primero con la izquierda, en
oposición a los conservadores, pero más tarde se desplazaron hacia el centro tras la fundación del
Nuevo Partido Democrático a su izquierda. En Australia, en cambio, los laboristas se alinearon con
la izquierda y se opusieron a los movimientos conservadores que más tarde dieron origen al partido
Liberal.
La Segunda Guerra Mundial creó las condiciones para dejar de lado los conflictos ideológicos
y unir los movimientos democráticos de izquierda y derecha de varios países europeos en un
esfuerzo común para derrotar al fascismo dirigido por Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión
Soviética. Después de la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, las divisiones ideológicas entre la
izquierda y la derecha revivieron con más fuerza que nunca en concomitancia con la división de
Europa y del globo en dos grandes esferas de influencia política en nombre de dos superpotencias.
Mientras que las democracias populares sancionaron la derrota de la democracia liberal en Europa
del Este, la Guerra Fría condujo a una nueva redefinición de la izquierda y la derecha en Europa
Occidental, ya fuera con respecto a los programas de los partidos o con respecto a sus electorados.
La extensión del sufragio universal a ambos sexos exigía ideologías capaces de satisfacer las
aspiraciones y preferencias de multitudes de votantes cuyas condiciones de vida estaban
profundamente transformadas por el progreso y los cambios de la economía y las sociedades en las
que vivían. La realización de la industrialización aceleró la modernización de las sociedades y vino
acompañada de la contracción del sector rural, la ampliación del sector terciario y del empleo
público, el crecimiento de los consumidores y el retroceso de los valores tradicionales. Las
condiciones de vida, la composición social y las demandas del electorado cambiaron en
consonancia con el aumento de la clase media. La radio y la televisión se convirtieron en poderosos
instrumentos de educación y persuasión, capaces de transmitir nuevos hábitos y de ampliar
enormemente el alcance de las ideas y los llamamientos políticos.
58 Caprara y Vecchione

La izquierda y la derecha proporcionaron criterios comunes para agrupar y distinguir a los


partidos políticos y un dispositivo común para orientar al electorado en toda Europa Occidental,
incluidos países como Grecia, Portugal y España, que no desembarcaron finalmente en las costas
de la democracia liberal hasta la década de 1970.
Las dos décadas que siguieron al final de la Segunda Guerra Mundial fueron tiempos de
recuperación de la guerra y de un crecimiento económico sin precedentes en los que la izquierda, en
el gobierno o en la oposición, desempeñó un papel destacado para lograr una mayor igualdad en la
sociedad en todas las grandes democracias europeas.
Los partidos comunistas, socialistas y socialdemócratas se identificaron explícitamente como
de izquierdas, acogiendo en su extremo posiciones más radicales contra la desigualdad y la pobreza
y estando a favor de políticas dirigidas a gobernar los mercados y a limitar las grandes propiedades
privadas.
Sin embargo, la superación del capitalismo ya no figuraba en la agenda de la izquierda, mientras
que los principales temas de controversia y distinción entre sus diversos partidos y entre las
distintas políticas eran: hasta qué punto debía controlarse una economía de libre mercado, cómo
podía lograrse el pleno empleo, la fiscalidad de la riqueza y hasta qué punto el gasto público debía
conceder un sistema ampliado de bienestar social.
Los partidos de centro, a la derecha de la izquierda, como la CDU (Christlich Soziale Union)
en Alemania y la DC (Democrazia Cristiana) en Italia fueron capaces de atraer a grandes
componentes del electorado, alcanzar el poder y permanecer mucho tiempo en el gobierno con
plataformas que apelaban al orden social, la colaboración interclasista y la eficacia del mercado y
que ocasionalmente podían inclinarse hacia la izquierda o la derecha según conveniencias
pragmáticas. Incluso los partidos de derechas que celebraban las virtudes del libre mercado no
podían evitar prever algunas formas de regulación del mercado, reducciones de los beneficios del
capital, límites a la propiedad de la tierra, al tiempo que reconocían la importancia de extender una
red de garantías de seguridad a todos los trabajadores para atenuar los conflictos sociales, aumentar
la productividad y promover la prosperidad económica.
Tanto para acceder al poder como para ser eficaces en la oposición en sistemas
multipartidistas, los partidos debían ser capaces de dirigirse a múltiples segmentos de la sociedad,
incluida una amplia clase media compuesta por autónomos, funcionarios públicos y trabajadores de
la industria y el campo, mucho más instruida e informada políticamente que en el pasado.
Dado que en la mayoría de los casos ningún partido podía obtener la mayoría de los votos y
garantizar un gobierno estable, las coaliciones eran inevitables y a menudo izquierda y derecha
pasaron a referirse a las plataformas de las coaliciones de centro-izquierda y centro-derecha.
En general, las plataformas de centro-izquierda asignaban al Estado un papel principal en el
control de los mercados y en la garantía de una vida digna para todos, eran más receptivas a la
ampliación de los derechos civiles y expresaban una gran preocupación por la protección del medio
ambiente y las condiciones de vida de las generaciones futuras. Las plataformas de centro-derecha,
en cambio, asignaban un papel político importante a la bajada de impuestos y a la reducción del gasto
público, al tiempo que se mostraban más receptivas a los intereses de las empresas privadas.
En Estados Unidos, la guerra contribuyó a que se reconociera la heroica contribución de la
Unión Soviética a la victoria y a que se reconociera la valentía de los socialistas y comunistas
europeos en la resistencia contra los movimientos fascistas. Algunos estadounidenses, entre ellos
obreros e intelectuales, ya simpatizaban desde hacía tiempo con la izquierda europea. Sin embargo,
las secuelas de la guerra hicieron del anticomunismo un principio común de los dos grandes
partidos, republicanos y demócratas, convirtiendo cualquier asociación entre la izquierda y el
socialismo y el comunismo en una fuente de vergüenza.
Liberal y conservador se convirtieron en términos populares para referirse a actitudes políticas
que podían asimilarse gradualmente, aunque de forma remota, a las de la izquierda y la derecha
europeas. Ambos términos no eran nuevos, pero fueron adquiriendo relevancia a partir de la década
de 1960 para captar lo que permanecía en el núcleo de las plataformas demócrata y republicana
(Gerring, 1998; Noel, 2013). Los liberales se convirtieron en los principales defensores de los
La división ideológica entre izquierda y 59
derechos civiles y humanos y de las políticas relacionadas con la justicia social y la inclusión. Los
conservadores se convirtieron en los principales defensores del capitalismo de libre mercado y del
Estado minimalista, así como de los valores familiares tradicionales y del patriotismo.
Mirando retrospectivamente la política de Europa Occidental y de Estados Unidos, se puede
decir que la suerte de la izquierda alcanzó su punto álgido entre los años 60 y 70, en concomitancia
con el éxito de los gobiernos socialdemócratas, la extensión del bienestar social y el renacimiento
de la militancia obrera en varios países europeos. Al mismo tiempo, los logros del movimiento por
los derechos civiles en Estados Unidos y los nuevos llamamientos de los movimientos feminista,
pacifista y ecologista, sobre todo entre los jóvenes, acompañaron una realineación del electorado
estadounidense a lo largo de un continuo ideológico liberal-conservador que parecía ser paralelo al
continuo ideológico europeo izquierda-derecha con más claridad que en el pasado. La raza, en
particular, se convirtió en uno de los principales motivos de división entre liberales y conservadores y
una de las principales razones de la realineación a favor de los republicanos del electorado blanco en
los estados del sur.
Desde entonces, los activistas liberales y de izquierdas han pasado gradualmente a desempeñar
un papel fundamental en todos los movimientos progresistas durante gran parte de la segunda
mitad del siglo en lo que respecta a los derechos laborales, civiles y humanos bajo las banderas del
pluralismo y la paz. Y esto siguió siendo así en las décadas posteriores, incluso cuando los graves
desafíos llevados a cabo por la globalización de la economía, el avance de las tecnologías y la
difusión de la automatización ejercieron un tremendo impacto en la organización del trabajo y la
distribución de la riqueza.
En realidad, desde principios de la década de 1980, las plataformas económicas
tradicionalmente de izquierdas se han visto gradualmente puestas a la defensiva por las dificultades
de diversos países para seguir ampliando las garantías de seguridad del Estado del bienestar, lograr
el pleno empleo y conceder salarios dignos sin dejar de ser competitivos en el mercado mundial.
El liderazgo de Margaret Thatcher y Ronald Reagan en la década de 1980, en particular, dio un
nuevo impulso a los conservadores/apelaciones de derecha a un ethos neoliberal en concomitancia
con el creciente declive de las economías socialistas existentes, con el creciente coste del gasto
público y con la creciente ineficacia de los Estados en la gestión de la economía.
La mayoría de los partidos de izquierda de Europa Occidental y los liberales de Estados
Unidos siguieron liderando el progreso en los ámbitos de los derechos civiles y humanos. Sin
embargo, los conservadores lograron un consenso creciente, sobre todo en Estados Unidos, al
defender los méritos de las virtudes públicas tradicionales, al tiempo que adoptaban una postura más
bien crítica hacia el cambio de valores asociado a una secularización excesiva de las sociedades.
En otras partes del mundo se pueden encontrar algunas similitudes con las vicisitudes de la
izquierda y la derecha en Europa, sobre todo en Sudamérica, donde la oposición entre liberales y
conservadores desde la época de su independencia a principios del siglo XIX sentó las premisas
para las posteriores distinciones entre izquierda y derecha. Mientras que los ideales de las
revoluciones americana y francesa permanecieron en el núcleo de muchos movimientos
independentistas, el progreso económico y el desarrollo social de la mayoría de los países se vieron
enormemente retrasados por la falta de capital e infraestructuras capaces de sostener la industria y
el comercio y se vieron agravados por la explotación y la miseria de grandes masas de población.
Aunque el esfuerzo por salvaguardar los intereses de los terratenientes y los comerciantes
prevaleció a menudo en las políticas de los gobiernos, las instituciones democráticas fueron frágiles
y a menudo suspendidas por golpes de estado militares y reaccionarios durante la mayor parte del
siglo XX. Así pues, no es de extrañar el atractivo de los ideales izquierdistas entre los muchos
"desposeídos" y de los intelectuales que señalaban al capitalismo como la principal causa de las
desigualdades y los conflictos en la sociedad. La destacada influencia de las ideas socialistas hizo que
el discurso político de la izquierda en países como Brasil, Chile, Bolivia y Uruguay fuera
especialmente cercano a la izquierda europea.
En otras partes del mundo, el fin de los imperios coloniales abrió la puerta al autogobierno a
multitudes cuyas visiones del mundo, valores, relaciones entre las personas y prácticas de gobierno
distaban bastante de los ideales que constituían la base de las democracias liberales occidentales y
sus instituciones. Los ideales de la izquierda parecían congeniar con los movimientos de liberación
60 Caprara y Vecchione
de África y Asia que luchaban por un cambio político que aportara más libertad, igualdad y justicia.
Sin embargo, el camino hacia la democracia resultó ser especialmente tortuoso, ya que las formas
autoritarias de gobierno a menudo sustituyeron a la dominación extranjera. La Unión Soviética
apoyó la mayoría de los movimientos radicales de izquierda en todo el mundo durante las cuatro
décadas de la Guerra Fría, mientras que Estados Unidos no dudó en sostener regímenes autoritarios
para luchar contra el comunismo en todo el mundo. Esto, sin embargo, llegó a su fin con la
disolución de la URSS.

¿El fin de la ideología?


Es probable que lo que siguió a la disolución de la URSS y al turbulento establecimiento de la
democracia en Rusia y en los países de Europa del Este que alcanzaron o recuperaron su soberanía
nacional haya contribuido significativamente al profundo replanteamiento de la izquierda y la
derecha en las últimas décadas.
Aunque la mayor parte de la izquierda había abandonado hacía tiempo la subversión del
capitalismo y abrazado la democracia liberal, era difícil evitar la asociación de sus plataformas
tradicionales con los fracasos de las economías planificadas, al igual que era imposible ignorar el
contraste de los ideales socialistas y comunistas con las miserables condiciones de libertad y
derechos de los ciudadanos en países donde los llamados partidos social-comunistas llevaban
mucho tiempo en el poder. Del mismo modo, era difícil para la mayoría, tanto de la izquierda como
de la derecha, evitar reconocer el tremendo coste de la transición al capitalismo para un gran
número de los llamados perdedores que, por edad, educación, conexiones o personalidad, no podían
beneficiarse de las ventajas de la economía de mercado.
Ciertamente, la globalización de los mercados, el creciente poder de las corporaciones
multinacionales, la creciente influencia del poder financiero, la mayor dependencia de la política
nacional de la economía internacional y el debilitamiento de los Estados como consecuencia de la
creciente influencia de los organismos supranacionales de control han sido otros de los principales
factores que han puesto en tela de juicio los tradicionales clivajes ideológicos, en particular en
Europa (Bastasin, 2007).
Mientras que los programas de la mayoría de los partidos europeos de izquierda y derecha
habían sido eminentemente nacionales hasta finales del siglo XX, la ampliación de la Comunidad
Europea y la adopción de un sistema monetario común afectaron inevitablemente al sistema fiscal,
el gasto público, la legislación laboral y las políticas de bienestar de los Estados miembros.
Gradualmente, la izquierda y la derecha han pasado a reflejar una variedad de combinaciones de
ideales que pertenecen tanto a la esfera privada y pública de la política como a las esferas social y
económica de la vida, que difieren significativamente de las de versiones anteriores y difieren
significativamente entre los distintos sistemas políticos.
Mientras que mayores garantías con respecto al trabajo, impuestos más altos para el capital y
nacionalizaciones han sido logros distintivos de la izquierda, podría ocurrir que también objetivos
tradicionales de la derecha como el trabajo libre, políticas fiscales más restringidas y privatizaciones
fueran finalmente respaldados por gobiernos de izquierda (Cazzola, 2010). Además, se ha producido
una notable coalescencia de los programas de la derecha y la izquierda en consonancia con la
formación de coaliciones de partidos que oponen centro-izquierda y centro-derecha, además de
derecha e izquierda. Mientras que en décadas anteriores la dirección de la realineación había sido
mayoritariamente de derecha a izquierda, a principios del nuevo siglo la dirección parecía ser
mayoritariamente al revés, con la izquierda retrocediendo, especialmente en lo que respecta a los
asuntos económicos. Bajo la presión de las contingencias, en gran medida independientes del
consenso del electorado, las coaliciones de centro-izquierda llegaron a reconocer el valor de la
iniciativa empresarial privada y los límites de la propiedad estatal, a apreciar la productividad, la
eficiencia y la competencia y, en última instancia, se vieron obligadas a revisar sus objetivos de
pleno empleo y generosas ampliaciones del bienestar social, incluida la cobertura integral de los
servicios sanitarios, la educación y las pensiones.
Además, la suerte de las coaliciones de centro-derecha no pareció mejorar ante los fracasos de las
economías neoliberales para mantener el crecimiento económico, crear empleo y reducir los
La división ideológica entre izquierda y 61
conflictos sociales.
La globalización y la integración europea han sido temas pendientes sobre los que las
posiciones de las distintas izquierdas y derechas no han sido homogéneas entre países, sino más
bien ambivalentes incluso dentro de los partidos de izquierda y derecha de toda Europa (Kriesi et
al., 2006; Van Der Brug & Van Spanje, 2009).
La mayoría de los ciudadanos aún no pueden evaluar las ventajas o desventajas de unas
políticas ecológicas más abiertas o protectoras para sus países, ya que los beneficios y costes podrían
variar significativamente de un país a otro en función de sus activos nacionales y del avance de la
industria y la tecnología.
Mientras que la globalización puede considerarse una fuente de oportunidades y amenazas
para empresarios y trabajadores, su evolución no es sólo un asunto nacional, sino que las políticas
de izquierda y derecha sólo pueden moderar sus consecuencias hasta cierto punto. Se pueden
encontrar partidarios y detractores de la integración europea a ambos lados del panorama ideológico,
pero sigue siendo difícil predecir su destino. El reciente referéndum sobre la salida de Gran Bretaña
de la Unión Europea ejemplifica las ambigüedades de los partidos y la sensibilidad del electorado
ante las amenazas mencionadas.
La aceptación de refugiados y la integración de inmigrantes son otros temas candentes difíciles
de gestionar dentro de los esquemas de las actuales versiones moderadas de centro-derecha y
centro-izquierda y que, en cambio, han sido fácilmente captados y puestos a su servicio por
movimientos radicales y antiestablishment tanto de derecha como de izquierda en todas las
democracias europeas.
Es probable que las narrativas ideológicas del pasado parezcan definitivamente inadecuadas
para afrontar la mayoría de los retos del nuevo orden global, mientras que los partidos tradicionales,
tanto de izquierda como de derecha, parecen en gran medida poco preparados para interpretar y
orientar las nuevas demandas y aspiraciones de los electorados.
El creciente porcentaje de ciudadanos que se abstienen de votar, la volatilidad de los
electorados, la insidiosa aparición de partidos en los extremos de la izquierda y la derecha, y el
rápido crecimiento de partidos que parecen imposibles de adscribir a ningún esquema ideológico
tradicional, como el Movimiento Cinco Estrellas en Italia, son elementos que reflejan el malestar de
la mayoría de las democracias europeas y que invitan a reexaminar las funciones que la izquierda y
la derecha pueden seguir desempeñando en las políticas democráticas.
Mientras que la formación de grandes coaliciones puede haber contribuido a difuminar las
tradicionales divisiones ideológicas en algunos países como Alemania e Italia, el crecimiento de
movimientos como Podemos en España y del Frente Nacional en Francia puede atestiguar que el
tradicional antagonismo entre izquierda y derecha sigue vivo.
Sin embargo, el éxito de un movimiento como La Republique en Marche, con la elección a la
Presidencia de la República Francesa de un líder como Emmanuel Macron que se sitúa
explícitamente más allá de la izquierda y la derecha es un acontecimiento sin precedentes que
atestigua la derrota de partidos como el Socialista y el Republicano que tradicionalmente han
representado a la izquierda y la derecha en el gobierno.
De hecho, los temas, tensiones y programas tradicionales de izquierda y derecha pueden
parecer obsoletos frente a los nuevos retos que plantean los cambios revolucionarios que se están
produciendo en la organización del trabajo y en la distribución de la riqueza, mientras que las
desigualdades que surgen aparecen en contraste con el creciente nivel de las aspiraciones de los
ciudadanos a alcanzar unas condiciones de vida dignas y a tener voz en el gobierno.
Así, no es de extrañar que muchas personas se nieguen a votar a partidos que perciben que ya
no son capaces de representar sus ideales e intereses (Caprara, Vecchione y Schwartz, 2012).
Tampoco sorprende el crecimiento de los llamados movimientos populistas, cuya fortuna depende
en gran medida de su capacidad para interceptar los miedos y la ira de los votantes tanto de
izquierdas como de derechas.
En Estados Unidos, las vicisitudes de liberales y conservadores son sólo en parte paralelas a
las de la izquierda y la derecha en Europa. Mientras que la división entre izquierda y derecha ha
permanecido en la sombra, especialmente entre el gran público, los llamamientos distintivos de los
liberales y de los conservadores se hicieron salientes en la segunda mitad del siglo XX en torno a
62 Caprara y Vecchione
cuestiones relacionadas sobre todo con la ampliación de los derechos civiles y con el papel del
Estado en la promoción de la justicia distributiva. Ser negro, en particular, se convirtió en un factor
muy poderoso de predicción de voto para los demócratas en Estados Unidos.
Gradualmente, sin embargo, la distinción se polarizó en torno a temas que en la mayor parte de
Europa eran menos divisivos, como el gasto militar, los matrimonios homosexuales, el control de
armas, el consumo de drogas, el aborto y la educación religiosa.
Se puede encontrar una correspondencia entre los conservadores estadounidenses y los europeos
de centro-derecha en materia de gobierno limitado y gasto público, pero hay mucho menos en
común con respecto a los valores familiares tradicionales y la fuerza militar. Del mismo modo, se
puede encontrar una correspondencia entre los liberales estadounidenses y el centro-izquierda
europeo en cuestiones que exigen una ampliación de las libertades en asuntos privados como el
aborto y el matrimonio homosexual, pero mucho menos con respecto a la educación religiosa y la
política exterior. 1
Sin embargo, al abordar la gran polarización ideológica de Estados Unidos en las últimas
décadas, no se pueden subestimar las diferencias entre los sistemas políticos multipartidistas
europeos y el sistema bipartidista estadounidense, donde el partidismo pro-republicano y pro-
demócrata ha subsumido en gran medida a la ideología a la hora de dirigir y generar la estabilidad
de las preferencias políticas de los votantes (Campbell, Converse, Miller, & Stoke 1960; Gerring,
1998; Miller & Shanks, 1996; Noel, 2013).
En este sentido, la creciente polarización ideológica de Estados Unidos se produjo
simultáneamente con el aumento de la importancia de las cuestiones culturales por encima de las
cuestiones económicas tradicionales (Abramowitz & Saunders, 2006).
El término "guerra cultural" se utilizó originalmente para referirse al conflicto entre las
diversas visiones del mundo que oponen a tradicionalistas/conservadores y progresistas/liberales en
cuestiones como el destino de la familia tradicional, el papel de la religión y la religiosidad en la
vida pública, y las decisiones que puede tomar la gente sobre su propia sexualidad (Hunter, 1991).
Más tarde, el mismo término se popularizó para referirse al creciente énfasis que tanto republicanos
como demócratas ponían en las cuestiones morales para atraer a votantes que distaban de sus
electorados y consignas económicas tradicionales.
Así, la expresión de los valores tradicionales fue decisiva para captar las preferencias
republicanas entre la clase baja, que antes se inclinaba por los demócratas, mientras que las
reivindicaciones sobre la libertad personal y el pluralismo conformaron el discurso demócrata y la
capacidad de atraer a los votantes de clase media y con estudios, que antes se inclinaban por los
republicanos (Frank, 2004).
No se puede decir, sin embargo, si la misma estrategia será eficaz para mantener al electorado
que llevó a Donald Trump a la Presidencia. En realidad, de acuerdo con la mayoría de los
comentaristas políticos, la elección de Trump fue imprevista, se produjo a pesar del apoyo reticente
de su propio Partido Republicano y fue posible gracias al realineamiento de grandes porciones de
clase trabajadora y media que habían abandonado a los demócratas.
En concreto, no se puede saber hasta qué punto la victoria de Trump reflejó sentimientos
difusos de protesta y rechazo más allá del consenso y la atracción, ni hasta qué punto el nuevo
estilo del presidente concordará con los valores culturales que contribuyeron a los logros anteriores
del Partido Republicano.
La ampliación de la distancia entre liberales y conservadores durante las últimas décadas
puede parecer contrastar con el acercamiento de las plataformas de centro-derecha y centro-
izquierda en la mayoría de los países europeos. En realidad, creemos que este contraste se debe
sobre todo a las diferencias sustanciales entre los sistemas políticos bipartidistas y multipartidistas y
a las distintas estrategias de los partidos para obtener el consenso de los votantes. Esto, sin
embargo, no excluye que las preferencias políticas de los votantes, tanto en Europa como en

1
También en este caso los significados de partidos de centro-derecha y centro-izquierda son recíprocamente condicionales.
En ambos casos, nos referimos a partidos que atraen a gran parte del electorado y suelen alternarse en el gobierno o
concurrir a grandes coaliciones dejando en el extremo a las expresiones más radicales de izquierda y derecha.
La división ideológica entre izquierda y 63
Estados Unidos, reflejen similitudes sustanciales en cuanto a su visión de la democracia y al
importante papel que desempeñan los valores personales en sus elecciones políticas.
El hecho de que en el pasado las preferencias de los votantes vinieran dictadas en gran medida
por sus posiciones sociales puede explicar por qué la izquierda y la derecha han estado más
polarizadas en Europa, donde el conflicto entre clases sociales era mayor que en Estados Unidos,
donde la movilidad social era mayor y las divisiones de clase menos conflictivas.
La identificación partidista entre republicanos y demócratas en Estados Unidos se basaba en
un ethos común y en puntos de vista comunes sobre el destino conjunto de la democracia liberal y
el capitalismo, mientras que la identificación de izquierda y derecha en Europa implicaba a menudo
ideales antagónicos sobre las formas deseables de gobierno y democracia.
El sustancial acercamiento entre la izquierda y la derecha europeas vino dictado por una
combinación de opciones pragmáticas tomadas por los principales partidos políticos y acompañada
de una convergencia del electorado en torno a prioridades de valores comunes. La necesidad de
atraer a la mayoría del electorado para alcanzar y mantenerse en el gobierno condujo a amplias
coaliciones, que atenuaron el carácter distintivo de los partidos políticos. La necesidad de reforzar
las coaliciones y de contrastar el creciente número de partidos que apelan a la insatisfacción del
electorado hacia los partidos tradicionales conduce a la contaminación recíproca de los ideales
liberales y reformistas sociales. Por último, una razón no menos importante, capaz de conectar todo
lo anterior, fue la necesidad de hacer frente a los crecientes puntos en común en el ámbito de las
prioridades de los votantes.
De hecho, en la mayoría de las democracias consolidadas europeas, los valores personales
demostraron tener un gran impacto a la hora de orientar las elecciones políticas, por encima de los
factores sociodemográficos tradicionales (Piurko, Schwartz y Davidov, 2011).
En Estados Unidos, la necesidad de atraer a la mayoría del electorado, en relación con el
declive de las afiliaciones de clase y las limitaciones de la economía global, empujó a demócratas y
republicanos a reforzar su carácter distintivo capitalizando las diversidades más que los puntos en
común.
La polarización, sin embargo, se produjo entre los partidos y las élites políticas, así como entre
los votantes más ricos y políticamente sofisticados, más que entre el público en general, que tendía
a adoptar posturas más moderadas y a mostrar creencias menos coherentes sobre las distintas
cuestiones políticas (Baldassari & Gelman, 2008). De hecho, la polarización se persiguió sobre
todo centrando la retórica política en torno a cuestiones éticas como el aborto, la igualdad de género
y la homosexualidad, dejando a menudo de lado las cuestiones económicas. Así, puede ocurrir que el
compromiso ideológico lleve a las personas a respaldar políticas contrarias a sus intereses
materiales o a sus inclinaciones espontáneas (Frank, 2004; Fraser, 2015; Johnston, Lavine y
Federico, 2016).
En este sentido, cabe suponer que competir por motivos éticos puede resultar más conveniente
y atractivo para el público en general que competir por cuestiones económicas, dado el impacto
impredecible de la economía global en la organización del trabajo, la distribución de la riqueza y la
regulación de los mercados. Del mismo modo, cabe suponer que los valores más directamente
asociados a puntos de vista morales alternativos son más restrictivos que las meras consideraciones
económicas.
Sin embargo, sigue siendo objeto de debate hasta qué punto la actual polarización de la política
estadounidense refleja las estrategias de los partidos o las profundas visiones morales de los
votantes (Fiorina, Abrams y Pope, 2005; Goren, Schoen, Reifler, Scotto y Chittick, 2016). En
cambio, no se puede dudar del papel destacado de los valores a la hora de dictar las preferencias
políticas de los ciudadanos en Estados Unidos como en Europa, a pesar de las divergentes
trayectorias de polarización ideológica. En este sentido, la relevancia de los valores a la hora de dictar
las preferencias políticas de los ciudadanos se corroboró ampliamente en los sistemas bipartidistas y
multipartidistas (Goren et al., 2016).
Las diferencias ideológicas son evidentes cuando se comparan las puntuaciones medias de los
votantes de izquierdas/liberales y de derechas/conservadores en valores básicos y valores políticos
fundamentales. Estudios realizados en diferentes países (Aspelund, Lindeman y Verkasalo, 2013;
Caprara et al., 2017; Piurko et al., 2011; Thorisdottir, Jost, Liviatan y Shrout, 2007) han
64 Caprara y Vecchione
demostrado que los votantes de izquierdas y liberales atribuyen mayor importancia a los valores de
autotrascendencia y apertura al cambio que los votantes de derechas y conservadores, que dan
mayor importancia a los valores de promoción personal y conservadurismo. Además, los datos de
varios contextos culturales (por ejemplo, Caprara y Vecchione, 2017; Schwartz et al., 2010) han
demostrado que los votantes de izquierda y liberales reciben puntuaciones significativamente más
altas con respecto a la igualdad, la aceptación de inmigrantes y las libertades civiles. Los votantes de
derechas y conservadores, en cambio, reciben puntuaciones más altas con respecto a la moral
tradicional, la ley y el orden, la libre empresa, el patriotismo y la intervención militar. Esto
concuerda con los perfiles tradicionales de izquierda y derecha, así como de votantes liberales y
conservadores.
Al mismo tiempo, sin embargo, los votantes de ideologías opuestas han mostrado coincidencias
sustanciales en el orden de importancia que han asignado a los valores básicos y a los principales
valores políticos. Los resultados del estudio transnacional que hemos llevado a cabo en 15
democracias han demostrado que, en la mayoría de los países examinados, tanto los votantes de
izquierdas/liberales como los de derechas/conservadores dieron prioridad a la autodirección sobre
los demás valores básicos. Del mismo modo, la igualdad y las libertades civiles fueron priorizadas
sobre los demás valores políticos tanto por los votantes de izquierda/liberales como por los de
derecha/conservadores de varios países (véase Caprara & Vecchione, 2015). Es probable que la
prioridad compartida asignada a la autodirección en el ámbito de los valores básicos atestigüe el
cambio de la mayoría de las sociedades modernas hacia el reconocimiento de la autonomía y la
libertad de los individuos (Inglehart y Welzel, 2005). Del mismo modo, la prioridad compartida
asignada a la igualdad y los derechos civiles atestigua el progreso del debate democrático hacia una
sociedad más justa.
Tanto los valores básicos como los valores políticos fundamentales explican la convergencia
sustancial de votantes de bandos ideológicos enfrentados, en torno a prioridades comunes antes y
más allá de presiones contingentes y conveniencias pragmáticas. Pocas personas en los sistemas
democráticos, independientemente de si se inclinan hacia la izquierda, la derecha, el liberalismo o
el conservadurismo, discutirían que toda persona es digna de autonomía y respeto, que la
democracia debe conceder a todos los ciudadanos derechos civiles, sociales y políticos
fundamentales y las condiciones que hacen que una vida merezca la pena. De hecho, el progreso de
la democracia ha llevado consigo más libertad en cualquier ámbito de la vida de un ciudadano y
más igualdad de derechos.
Sin embargo, lograr la combinación óptima de libertad individual y justicia social sigue
pareciendo una tarea ardua ante el crecimiento de las desigualdades de riqueza que se ha producido
en las últimas décadas, incluso dentro de los países democráticos (Piketty, 2013).
Así pues, las diferencias significativas en las actitudes relativas a cómo gestionar las
cuestiones políticas relevantes tienen motivos para persistir, mientras que las plataformas políticas en
liza pueden ser cruciales a la hora de buscar las soluciones más convenientes.
En el pasado, la izquierda y la derecha han servido para acotar las divergencias y los conflictos
dentro de los límites de las confrontaciones democráticas que, en última instancia, conducen a
reconocer los derechos de todos los ciudadanos a la libertad y al respeto, a pesar de la diversidad de
intereses de los distintos grupos sociales. Así, contribuyeron a orientar la acción de los gobiernos
en la dirección de políticas que dieron lugar al crecimiento económico y a la mejora de la sanidad y
la educación en la mayoría de los países.
Los contenidos de las plataformas tanto de la izquierda como de la derecha, sin embargo, han
cambiado a lo largo del tiempo mostrando diferencias significativas de un país a otro y se han
redefinido constantemente en respuesta a los cambios sociales y políticos, no menos que en
concomitancia con las posiciones adoptadas por unos y otros. No obstante, han servido como
constructos sociales y dinámicos que definen un espacio de aspiraciones, entre limitaciones y
oportunidades, y han ayudado a los votantes a elegir entre diversas opciones sobre cómo navegar
por dicho espacio en la búsqueda de la felicidad colectiva. Su dinamismo, en particular, les ha
permitido seguir satisfaciendo importantes necesidades de significado, coherencia y orientación, al
tiempo que se ajustaban y cambiaban continuamente en respuesta a las exigencias y los retos del
contexto y de los tiempos. Es probable que las funciones que la izquierda y la derecha han
La división ideológica entre izquierda y 65
desempeñado y aún pueden desempeñar al servicio del conocimiento, la identidad y la
autoexpresión de un ciudadano no sean menos importantes que sus contenidos.

Sobre las funciones de la ideología de


izquierdas/derechas

No cabe duda de la relevancia de la distinción izquierda/derecha en el discurso político de las


democracias occidentales. Los medios de comunicación, en particular, han desempeñado un papel
fundamental a la hora de hacer accesible esta distinción, ya que el uso de la izquierda y la derecha
por parte de la prensa, la radio, la televisión y, más recientemente, Internet, ha sido continuo y
generalizado. Así, la izquierda y la derecha han permitido a generaciones de ciudadanos navegar
por un espacio político formado por prioridades de valores y respaldar programas destinados a
alcanzar esos valores.
Sin embargo, merece la pena examinar detenidamente la propia esencia de la división
ideológica izquierda-derecha, dado el contraste entre las similitudes que se pueden encontrar en los
programas de partidos opuestos dentro de un mismo país y la diversidad de programas que pretenden
referirse a la misma posición ideológica en los distintos países. Para abordar los contenidos de la
distinción izquierda/derecha, es necesario examinar los principios y objetivos que la componen y
cómo éstos se trasladan a los programas políticos. Las circunscripciones -es decir, los grupos
sociales cuyos intereses están en juego- no son menos importantes.
Sin embargo, como se ha anticipado anteriormente, lo que más explica la relevancia de la
distinción izquierda-derecha y da sentido a sus diferentes expresiones en los distintos sistemas
políticos y épocas es la función que ejerce al unir a las personas, al satisfacer sus necesidades de
conocer, pertenecer y valorar en política y, por último, al dirigir sus acciones para que estén al
servicio del orden y el progreso social.
En este sentido, la izquierda y la derecha pueden considerarse construcciones sociales que
resumen una variedad de funciones, interpretativas y prescriptivas, y cuya autoridad deriva de las
necesidades de conocimiento, pertenencia y autoexpresión que satisfacen. Permiten a los
ciudadanos reconocer y organizar intuiciones, sentimientos y juicios sobre asuntos privados y
públicos.
Permiten que las personas se reconozcan y se unan, a pesar de las importantes diferencias
individuales y sociales. Justifican los esfuerzos de las personas y el coste que asumen para participar
en la acción política, añaden significado a las identidades sociales de los individuos y ofrecen
nuevos medios para expresar sus personalidades únicas.
Se ha hablado mucho de la función de la ideología política como herramienta cognitiva para
organizar el conocimiento político y, por tanto, para satisfacer la necesidad de los ciudadanos de
comprender y tomar decisiones sobre asuntos difíciles de entender y que a menudo no están
relacionados con su vida cotidiana (Lupia, McCubbins y Popkin, 2000; Sniderman, Brody y
Tetlock, 1991). Dado que las políticas cambian continuamente para adaptarse a las limitaciones y
oportunidades de diferentes contextos y épocas, la izquierda y la derecha han servido como atajos y
anclajes de estabilidad y coherencia para las creencias y elecciones de la gente, a través de los
territorios y bajo el atractivo de diferentes coaliciones y programas políticos.
También se ha hablado mucho de la función que puede desempeñar la ideología política para
satisfacer las necesidades de apego, pertenencia e inclusión social y para constituir identidades
sociales estables (Conover y Feldman, 1981; Devine, 2015; Huddy, 2013; Tajfel, 1978; Turner,
Hogg, Oakes, Reicher y Wetherell, 1987). Posicionarse en la izquierda o en la derecha, como en el
continuo liberal/conservador, permite a las personas orientarse y navegar a través de entidades y
señales sociales mientras filtran la información y organizan el conocimiento político en creencias y
actitudes coherentes (Malka y Lelkes, 2010). La identidad ideológica permite adoptar una postura
con respecto a las posiciones de los demás, comprometerse con una acción coordinada, tener la
sensación de que la propia voz cuenta y reforzar el sentido de realización personal. Al hacerlo, limita
la cognición y moviliza grandes cantidades de afecto (Iyengar, Sood y Lekes, 2012).
La identificarse con la izquierda o la derecha en la mayoría de los sistemas políticos europeos,
al igual que la identificarse como liberal y demócrata en Estados Unidos, permite a las personas
66 Caprara y Vecchione
mantener un sentido de coherencia a pesar de mantener actitudes opuestas en asuntos privados y
públicos. Del mismo modo, permite un sentido de estabilidad y congruencia a pesar de apoyar
políticas que son diferentes de un contexto a otro y que pueden cambiar de vez en cuando (Ellis y
Stimson, 2009, 2013).
La función expresiva de la ideología política se ha convertido en un tema importante, sobre
todo en las últimas décadas, en la medida en que las preferencias y elecciones políticas pueden
servir para reforzar y señalar a los demás aspectos importantes de uno mismo (Johnston et al.
2016). La izquierda y la derecha, de hecho, permiten a las personas expresar sus inclinaciones y
valores y extraer de las acciones conjuntas un sentido de realización personal que va más allá de la
pertenencia. Como parte de visiones del mundo más amplias, contribuyen a satisfacer necesidades
personales básicas, a dar sentido a la vida, la humanidad y la sociedad y a asignar un significado a
los propios esfuerzos y empeños que trasciende las preocupaciones seculares (Nilsson, 2014;
Tomkins, 1963).
En última instancia, no es sorprendente que las distinciones izquierda/derecha y
liberal/conservador sigan dominando el discurso político de las democracias occidentales, a pesar de
una serie de estudios que han demostrado la dificultad de trazar todas las variedades de actitudes
políticas en una única dimensión y, por tanto, de acomodar sus expresiones a lo largo de un mismo
continuo (por ejemplo, Ashton et al., 2005).
Recientemente, varios estudiosos han sugerido ir más allá de la división tradicional
izquierda/derecha o liberal/conservador, deconstruyendo las divisiones anteriores en dimensiones
económicas y culturales capaces de reflejar las diferentes fuerzas psicológicas sociales cuyas
combinaciones pueden dar cuenta de múltiples preferencias políticas mejor que una sola dimensión
ideológica (Feldman, 2013; Feldman & Johnston 2014; Kriesi et al., 2006; Malka et al., 2014;
Treier & Hillygus, 2009).
En Estados Unidos, la dimensión económica se ha referido sobre todo a la tensión entre el libre
mercado y la regulación estatal, mientras que la dimensión cultural se ha referido sobre todo a la
tensión entre la religiosidad tradicional y el laicismo (Feldman y Johnston, 2014).
En Europa, la dimensión económica se ha referido sobre todo a la tensión entre las actitudes a
favor del mercado y las actitudes en contra, mientras que la dimensión cultural se ha referido sobre
todo a las actitudes a favor y en contra de la integración europea y la restricción a la inmigración
(Kriesi et al. 2006; Van Der Brug & Van Spanje, 2009).
Es probable que se requiera una conceptualización multidimensional de la ideología política
para captar las creencias, valores y hábitos que desde distintos ámbitos de funcionamiento convergen
finalmente en una elección política como el voto.
Sin embargo, los hallazgos han demostrado que las posiciones políticas de la mayoría de los
sistemas multipartidistas en Europa están estructuradas en gran medida por una dimensión que
sirve a los juicios de expertos para trazar el mapa de la mayoría de los partidos europeos (Bakker et
al., 2015; Van Der Brug & Van Spanje, 2009). Esto puede deberse a la dinámica de las
instituciones representativas y del gobierno bajo la regla de la mayoría, donde la estabilidad del
gobierno requiere la estabilidad de las coaliciones y donde la ubicación en una sola dimensión
puede facilitar o restringir la alianza entre los partidos políticos. Del mismo modo, una dimensión
resumida puede seguir ayudando a los votantes a evaluar y distinguir las plataformas de los partidos
y a estructurar sus juicios sobre su oferta política, a pesar de que los sistemas de creencias del
público de masas puedan ser multidimensionales.
Cuando los votantes tienen que elegir entre gobierno y oposición, una opción dicotómica
puede seguir siendo funcional y óptima. La autoidentificación a lo largo de un gran continuo
macroideológico puede seguir sirviendo para simplificar las opciones políticas de la gente, cuando
los votantes tienen dificultades para captar las diferencias entre los programas de los partidos
competidores que declaran perseguir objetivos comunes como el crecimiento económico y el
bienestar de las personas.
Sin embargo, el continuum izquierda-derecha no es incompatible con las distinciones
culturales y económicas, ya que no impide que las personas situadas en los lados opuestos del
continuum gestionen sus opiniones sobre cuestiones concretas de formas diferentes. Más bien, deja
a las personas un amplio grado de libertad en cuanto a cómo organizar sus conocimientos y cómo
La división ideológica entre izquierda y 67
dar sentido a sus creencias, de la forma que mejor se adapte a sus propias experiencias y
personalidades. Como algunas etiquetas pueden corresponder a diferentes representaciones
mentales en distintos momentos y contextos, permiten a las personas mantener la estabilidad y la
congruencia y vivir en armonía consigo mismas a pesar de mantener prioridades y actitudes que, de
otro modo, parecerían contrastar entre sí.
Es probable que una conceptualización unidimensional de la ideología pueda servir como un
dispositivo multifuncional conveniente tanto para los políticos como para los ciudadanos a la hora
de organizar el conocimiento político, elegir entre aliados y adversarios, evaluar la responsabilidad
de los representantes, así como expresar las identidades individuales y sociales. Permite tanto a los
políticos como a los ciudadanos hacer frente a la complejidad y fomentar la confianza y la
inclusión.
Así, vemos a la izquierda y a la derecha, y a los liberales y conservadores, como
construcciones sociales cuya validez ha de evaluarse de acuerdo con criterios simbólicos y
ecológicos distintos de los psicométricos. Esto conduce a una mejor comprensión de los
fundamentos psicológicos de la izquierda y la derecha que hacen posible sus funciones.

Fundamentos psicológicos de la izquierda y la derecha

En las últimas décadas, varios estudios consideraban que la posición que las personas
ocupaban en la sociedad determinaban en gran medida el voto y la ubicación ideológica, sin
embargo, estos pueden fundamentarse en patrones coherentes de creencias interdependientes, que
se basan en gran medida en las disposiciones y los valores de las personas (Caprara y Vecchione,
2013). Los rasgos básicos, los valores básicos y los valores políticos fundamentales, en particular,
han demostrado ser responsables de una parte significativa de las preferencias políticas en varias
democracias acorde a nuestro programa de investigación (Caprara y Vecchione, 2017).
Los rasgos individuales básicos pueden considerarse expresiones de potenciales, en gran
medida heredados, que predisponen a las personas a manejarse en los distintos ámbitos de
funcionamiento y que, bajo las limitaciones y oportunidades de sus entornos, se desarrollan en
patrones coherentes y estables de experiencia y acciones que permiten distinguir a unas personas de
otras.
Existe un amplio consenso en la comunidad científica en postular cinco rasgos básicos (Digman,
1990; McCrae y Costa, 1999) -extraversión/energía, amabilidad, responsabilidad,
neuroticismo/estabilidad emocional y apertura a la experiencia- en el núcleo de las principales
tendencias conductuales y, por tanto, en adoptar el Modelo de los Cinco Factores (FFM, por sus siglas
en ingles, Five Factor Model) como marco común para organizar las diferencias individuales en una
personalidad.
Diversas fuentes y contextos han documentado la utilidad del modelo de los Cinco Grandes
(Big Five Model) para describir, distinguir, comparar y predecir los hábitos, las actuaciones y las
elecciones de las personas en distintos ámbitos de funcionamiento, incluida la política. La apertura
se ha asociado generalmente con una preferencia por la izquierda, mientras que la conciencia se ha
asociado con una preferencia por la derecha (Cap- rara et al., 1999, 2006, 2008; Gerber, Huber,
Doherty, & Dowling, 2011; Jost, 2006; Mondak, 2010; Schoen & Schumann, 2007).
La contribución de los rasgos básicos a las preferencias políticas, sin embargo, resultó
sustancialmente más débil en comparación con la contribución de los valores básicos, que median
en gran medida la asociación rasgo/ideología (Caprara et al., 2006, 2009).
Los valores básicos pueden considerarse representaciones cognitivas de objetivos deseables,
abstractos y trans-situacionales que sirven como principios rectores en la vida de las personas
(Schwartz, 1992). Dentro de una visión integral de la personalidad, los valores básicos operan
como tendencias a respaldar actitudes y a promulgar las acciones que se requieren para satisfacer
las necesidades biológicas y sociales, para sobrevivir, para convivir con los demás y, en última
instancia, para mantener una postura positiva hacia sí mismos y hacia los demás en la sociedad. Así
pues, los valores básicos crean un puente entre el funcionamiento de los individuos y de la sociedad
y son el resultado de la interacción de los potenciales individuales y las experiencias sociales
68 Caprara y Vecchione
(Caprara y Cervone, 2000; Hitlin, 2003).
A lo largo de los años ha surgido un amplio consenso en torno al modelo conceptual propuesto
por Schwartz (1992, 1994, 2006), que postula 10 valores distintos: poder, logro, hedonismo,
estimulación, autodirección, universalismo, benevolencia, tradición, conformidad y seguridad.
Estos valores se han situado en torno a un modelo circular, de acuerdo con su grado de
compatibilidad, y se han trazado en un espacio bidimensional en el que los valores relacionados
con la apertura al cambio (autodirección, estimulación) se oponen a los valores relacionados con el
conservadurismo (conformidad, tradición, seguridad), mientras que los valores relacionados con la
mejora de uno mismo (poder, logro) se oponen a los valores relacionados con la autotrascendencia
(universalismo y benevolencia).
Los resultados de varios estudios (por ejemplo, Barnea y Schwartz, 1998; Caprara et al., 2006;
Caprara et al., 2017) han demostrado que las diferencias individuales en las prioridades de valores
se asocian sistemáticamente con las preferencias políticas a lo largo del continuo izquierda-
derecha, como se anticipó anteriormente. La contribución de los valores a las preferencias políticas
fue sustancial incluso después de controlar los rasgos básicos y las variables demográficas (Caprara
et al., 2006).
Los votantes de izquierdas conceden más importancia a los valores de universalismo y
benevolencia que los votantes de derechas, que en cambio conceden más importancia a los valores
de tradición, conformidad y seguridad. Además, los votantes de izquierdas conceden más importancia
a los valores de autodirección que los votantes de derechas, que tienden a conceder más importancia
a los valores de poder.
Entre los votantes de izquierdas y de derechas, sin embargo, los valores de autotrascendencia y
conservación, que se centran en cómo los individuos se relacionan con otras personas y con la
sociedad en general, han resultado ser más relevantes para las opiniones y preferencias políticas que
los valores de automejora y apertura al cambio, más relacionados con preocupaciones egocéntricas,
como la protección y la mejora del yo.
Este patrón fue bastante coherente en todos los países en los que la autoubicación ideológica
izquierda/derecha demostró tener sentido. 2 Goren et al. (2016) informaron de resultados similares
con respecto a una amplia muestra de participantes estadounidenses. Los autores descubrieron que
los valores de autotrascendencia (aceptación y preocupación por otras personas) y los valores de
conservadurismo (resistencia al cambio social y estabilidad social) afectan a la autoubicación
ideológica liberal-conservadora, así como a las opiniones de los ciudadanos en los principales ámbitos
políticos, relacionados con cuestiones económicas, raciales, culturales y de política exterior.
Los valores básicos, sin embargo, no son los predictores más próximos de las preferencias
políticas. A pesar de que su efecto sobre el auto-posicionamiento ideológico es consistente y
generalizable en todos los países, su contribución fue menor que el conjunto de valores específicos
de una persona relacionados con cuestiones que están en el centro del discurso político, como la
distribución de la riqueza en la sociedad, las obligaciones de los ciudadanos o los límites de la
interferencia pública en asuntos privados. Estos valores políticos son distintos de los valores básicos,
tanto conceptualmente como en la forma de medirlos (véase Schwartz et al., 2010, para un análisis).
Mientras que los valores básicos expresan objetivos motivacionales amplios que se aplican en todos
los ámbitos y situaciones y se miden en términos de importancia como principios rectores en la
vida de las personas (Rokeach, 1973; Schwartz, 1992), los valores políticos fundamentales no se
aplican fuera del ámbito político y se miden en términos de acuerdo o desacuerdo con las políticas
y prácticas de los gobiernos.
Un estudio realizado en Italia (Schwartz et al., 2010) consideraba un conjunto de ocho valores
políticos, extraídos de las principales cuestiones en el centro de los debates y programas políticos
relacionados con las elecciones nacionales italianas de abril de 2006; a saber, la igualdad (la
distribución equitativa de oportunidades y recursos), la libre empresa (la participación del gobierno
en la economía), la moral tradicional (la preservación y protección de los valores religiosos y

2
Una notable excepción la encontramos en los países poscomunistas, especialmente en Ucrania y Eslovaquia, donde la
correlación entre valores e ideología era casi nula.
La división ideológica entre izquierda y 69
familiares tradicionales frente a estilos de vida más nuevos y permisivos), la ley y el orden (la
aplicación de la ley y la obediencia a la misma, con el objetivo de proteger a la sociedad frente a las
amenazas al orden social), el patriotismo ciego (el apego incuestionable a la propia patria), las
libertades civiles (la libertad de todas las personas para actuar y pensar como consideren más
apropiado), la aceptación de inmigrantes étnicamente diferentes (una disposición general a recibir y
acoger a personas necesitadas y que han huido de otros países), y la intervención militar extranjera
(el uso de fuerzas militares para proteger contra fuentes externas de peligro, para restaurar la
democracia o para evitar la escalada de un conflicto).
Los ocho valores políticos se relacionaron significativamente con el voto a las coaliciones de
centro-izquierda o centro-derecha en las elecciones italianas de 2006 y 2008. En concreto, la
valoración de la igualdad, las libertades civiles y la aceptación de los inmigrantes se asociaron con el
voto a las coaliciones de centro-izquierda. Estos valores políticos estaban claramente promovidos por las
políticas de la coalición de centro-izquierda, que hacían hincapié en la justicia social y la tolerancia de
la diversidad. Por el contrario, la valoración de la libre empresa, la ley y el orden, la moral
tradicional, el patriotismo ciego y la intervención militar se asociaron con el voto a la centro-
derecha.

Figura 1. Predictores de la ideología y el voto.

Estos resultados concuerdan con las políticas defendidas por el centro-derecha, que apelaba a la
economía de libre mercado con una intervención mínima del gobierno, reivindicaba la necesidad de
orden y estabilidad además de la libre expresión y la diversidad de ideas, hacía hincapié en los
valores familiares tradicionales, se basaba en el nacionalismo italiano y apoyaba la fortaleza militar.
Estas relaciones se investigaron más a fondo y se corroboraron en gran medida utilizando los
datos recogidos en el estudio transnacional mencionado (Caprara y Vecchione, 2017). La igualdad
fue el valor político más fuerte y consistentemente relacionado con la preferencia por una posición
ideológica de izquierdas (o liberal). Esto encaja con las ideas de Bobbio (1996) que señalan la
igualdad como la principal división entre la derecha y la izquierda en las democracias occidentales
establecidas. La moralidad tradicional, la ley y el orden, y la libre empresa eran los valores
políticos más fuerte y consistentemente relacionados con la preferencia por una posición ideológica
de derechas (o conservadora). En los países poscomunistas, sin embargo, las correlaciones fueron
sustancialmente más débiles y cercanas a cero para la mayoría de los valores políticos. Sólo la
moralidad tradicional mostró una correlación no despreciable con la autoubicación ideológica en
estos países. Esto es paralelo a los resultados obtenidos para los valores básicos, que han mostrado
escaso poder explicativo en las sociedades poscomunistas, y concuerda con estudios anteriores que
muestran un patrón diferente de relaciones en estos países entre la ideología y las características de
personalidad (por ejemplo, Aspelund et al., 2013; Duriez, Van Hiel y Kossowska, 2005; Kossowska
y Van Hiel, 2003; Piurko et al., 2011; Thorisdottir et al., 2007).
Así, tanto los valores básicos como los valores políticos fundamentales han demostrado predecir la
autoubicación ideológica. Estudios posteriores examinaron cómo se relaciona todo el sistema de valores
básicos con los valores políticos de ley y orden, moralidad tradicional, igualdad, libre empresa,
libertades civiles, patriotismo "ciego", intervención militar y aceptación de inmigrantes. Los resultados
mostraron que la estructura de objetivos motivacionales compatibles y conflictivos, que organiza los
valores básicos en un continuo circular, parece proporcionar una base psicológica que constriñe y
organiza los valores políticos básicos (Schwartz et al. 2010, 2014). Los valores de autotrascendencia
llevaron a asignar mayor valor a la igualdad, la aceptación de inmigrantes y las libertades civiles y
a asignar menor valor a la libre empresa y a la ley y el orden. Los valores de mejora o promoción
personal llevaron a valorar más la ley y el orden, la intervención militar y la libre em p r esa. La
apertura al cambio estaba relacionada con niveles más bajos de moral tradicional. Los valores de
conservadurismo llevaron a valorar más el patriotismo ciego, la intervención militar, la libre empresa
70 Caprara y Vecchione
y la moral tradicional y a aceptar menos a los inmigrantes.
Los datos empíricos disponibles también han demostrado que los valores políticos funcionan
como mediadores entre los valores básicos y las elecciones políticas. De hecho, después de tener en
cuenta los valores políticos, los valores básicos no contribuyeron a la predicción. Así pues, cabe
suponer que los valores básicos pueden afectar a valores específicos que se encuentran en el núcleo
del discurso político y, a través de ellos, afectar a las preferencias políticas. En conjunto, estos
resultados refuerzan nuestra confianza en la distinción izquierda/derecha como una herramienta
multifuncional para navegar por la política, cuya fuerza deriva de reflejar y mediar las
contribuciones de los componentes básicos de la psicología humana, probablemente a lo largo de la
vía descrita en la Figura 1.
Un nuevo estudio

Para seguir examinando hasta qué punto la autoubicación ideológica izquierda-derecha puede
organizar y resumir las opiniones y preferencias políticas en una amplia variedad de temas, hemos
realizado un nuevo estudio utilizando datos extraídos de nuestra investigación transcultural. El
estudio incluye mediciones del voto, la autoubicación ideológica y el conjunto completo de valores
básicos y valores políticos fundamentales que describimos anteriormente en este artículo. 3 Entre
los valores políticos, hemos añadido ítems que cubren la seguridad económica, excluidos en
análisis anteriores. Estos ítems se refieren a la importancia asignada a las garantías de empleo e
ingresos. Algunos ejemplos son: "La seguridad económica es el principal problema de nuestro país"
y "La mayor amenaza para nuestro país es el colapso de nuestra economía".
En nuestros análisis, nos hemos centrado en ocho países -Australia, Chile, Alemania, Italia,
Polonia, España, Reino Unido y Estados Unidos- que ofrecen una muestra de las diversas
trayectorias hacia la democracia y de las distintas vicisitudes de la izquierda y la derecha.
Seleccionamos estos países por ser representativos de polos en los que la izquierda y la derecha,
aunque en distinto grado, han servido para trazar ofertas políticas y han encontrado resonancia en
el discurso político actual. Italia, España y el Reino Unido son democracias multipartidistas
consolidadas que representan bien las vicisitudes contrastadas de la izquierda y la derecha en
Europa durante los dos últimos siglos. Alemania es un país cuya unificación reunió a ciudadanos
del Este y del Oeste que remotamente tienen una historia común de izquierda y derecha, pero que
sólo en las últimas tres décadas se han familiarizado con una democracia liberal multipartidista.
Polonia es una democracia multipartidista postcomunista en la que investigaciones previas (Piurko et
al., 2011) han mostrado variaciones significativas en los patrones de creencias que suelen asociarse
con la izquierda y la derecha en otras democracias. Australia y Chile representan sistemas
multipartidistas en los que la izquierda y la derecha han sido exportadas de Europa y siguen
vigentes en la cartografía de las ofertas políticas a pesar de las diferencias significativas en la
economía y en la cultura de ambas sociedades. La democracia estadounidense se diferencia de
todos los países anteriores en que es una democracia liberal bipartidista, en la que la izquierda y la
derecha sólo se han familiarizado con el gran público de forma moderada (Miller y Shanks, 1996).
Mientras que en Australia y Alemania se obtuvieron muestras nacionales representativas, en
los demás países se utilizaron muestras de conveniencia. En cada país, nos centramos en los
votantes de los dos principales partidos. En concreto, los partidos representados en cada país y el
número de votantes de cada uno de ellos son los siguientes fueron: el Partido Laborista (n = 115) y
el Partido Liberal (n = 70) en Australia, el Partido Demócrata Cristiano (n = 55) y el Partido de
Renovación Nacional (n = 103) en Chile, el Partido Socialdemócrata (n = 255) y los Partidos de la
Unión (CDU/CSU) (n = 306) en Alemania, el Partido Democrático de centro-izquierda (n = 226) y

3
Se utilizaron dos medidas de ideología. La primera medida era un ítem de autoubicación en la escala izquierda-derecha:
En cuestiones políticas, a veces se habla de "derecha" e "izquierda". ¿Cómo situaría usted sus opiniones en esta e s c al a,
en términos generales?". Las puntuaciones iban de 1 (izquierda) a 10 (derecha), sin etiquetas intermedias. La segunda
medida era un ítem de utoubicación en la escala liberal-conservadora: En cuestiones políticas, a veces se habla de
"conservadores" y "liberales". ¿Cómo situaría usted sus opiniones en esta escala, en términos generales?". Las respuestas
posibles eran: 1 (extremadamente conservador); 2 (conservador); 3 (ligeramente conservador); 4 (moderado/intermedio);
5 (ligeramente liberal); 6 (liberal); y 7 (extremadamente liberal).
La división ideológica entre izquierda y 71
el Partido del Pueblo de la Libertad de centro-derecha (n = 136) en Italia, la Plataforma Cívica (n =
318) y el Partido Ley y Justicia (n = 144) en Polonia, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE)
(n = 127) y el Partido Popular (PP) (n = 121) en España, el Partido Laborista (n = 154) y el Partido
Conservador (n = 58) en el Reino Unido, y el Partido Demócrata (n = 210) y el Partido
Republicano (n = 107) en Estados Unidos.
En primer lugar, calculamos las correlaciones del voto con la autoubicación ideológica,
utilizando tanto la escala izquierda-derecha como la liberal-conservadora. La Tabla 1 muestra los
resultados. Como puede verse, en cinco de los ocho países (Australia, Chile, Alemania, Italia y
España), la escala izquierda-derecha está más fuertemente relacionada con las opciones electorales
de los ciudadanos que la escala liberal-conservadora. En Polonia y Estados Unidos, por el
contrario, la escala liberal-conservadora es más predictiva del voto que la escala izquierda-derecha.
En el Reino Unido, la fuerza del efecto es aproximadamente la misma. Este patrón de correlación
sugiere que las ideologías de izquierda-derecha y liberal-conservadora se solapan sólo
moderadamente entre países. De hecho, la correlación entre ambas medidas sólo es alta en el Reino
Unido (r = 0,83). En los demás países, las correlaciones fueron sólo moderadamente altas ( 0,53 en
Austria, 0,57 en Estados Unidos, 0,52 en Italia, 0,68 en España) o relativamente pequeñas ( 0,27 en
Chile, 0,27 en Polonia), 0,35 en Alemania).

Tabla 1. Correlaciones de la autoubicación ideológica izquierda-derecha y liberal-conservadora con el voto a los dos
principales partidos nacionales en ocho países

Izquierda- Liberal-Conservador
Derecha
Australia (N = 184) .63** .31**
Chile (N = 156) .60** .18*
Alemania (N = 532) .51** .31**
Italia (N = 354) .80** .46**
Polonia (N = 426) .32** .48**
España (N = 248) .73** .59**
Reino Unido (N = 212) .65** .66**
Estados Unidos (N = 296) .36** .54**
Nota. * p < 0,05; ** p < 0,01.

En segundo lugar, calculamos las correlaciones de Pearson de las escalas de autoubicación


ideológica con los valores básicos y los valores políticos fundamentales. Este análisis nos permitió
examinar en mayor profundidad hasta qué punto las distinciones ideológicas izquierda-derecha y
liberal-conservador se refieren a los mismos principios y prioridades en diferentes contextos políticos.
Como se muestra en la Tabla 2, el patrón de correlaciones entre los valores básicos y la autoubicación
ideológica a la izquierda o a la derecha del espectro político fue en gran medida paralelo a las
correlaciones con la autoubicación ideológica liberal-conservadora en cada uno de los países
examinados. De acuerdo con los resultados de estudios anteriores (por ejemplo, Aspelund et al.,
2013; Piurko et al., 2011; Thorisdottir et al., 2007), el universalismo y la autodirección tendían a
estar relacionados con una orientación de izquierda/liberal, mientras que los valores de
conservación (conformidad, tradición y seguridad) tendían a estar relacionados con una orientación
de derecha/conservadora.
Un resultado similar se observó en el caso de los valores políticos fundamentales, que
mostraron patrones similares de correlaciones con ambas medidas de ideología (véase la Tabla 3).
La valoración de la igualdad, la aceptación de los inmigrantes y las libertades civiles se asocian con
la preferencia por una ideología de izquierdas o liberal. Por el contrario, la valoración de la moral
tradicional, la intervención militar, la libre empresa, el patriotismo ciego y la ley y el orden se asocian
con la preferencia por una ideología de derechas o conservadora. Valorar la seguridad económica
también estaba moderadamente relacionado con la preferencia por una posición ideológica de
derechas o conservadora, aunque existe cierta variabilidad entre países en esta relación.
En tercer lugar, examinamos si los valores básicos, los valores políticos fundamentales y la
72 Caprara y Vecchione
autoubicación ideológica explicaban una varianza adicional significativa en el voto y si algún
conjunto de variables primaba sobre los demás. Para ello, utilizamos una regresión logística
múltiple, que nos permitió evaluar la contribución única de cada conjunto de variables. Como se
muestra en la Tabla 4, la autoubicación ideológica tuvo una contribución incremental significativa
al voto por los dos principales partidos nacionales, por encima de los valores básicos y los valores
políticos fundamentales. Y lo que es más importante, la contribución de la autoubicación ideológica
fue sustancialmente superior a la de los demás predictores en todos los países, excepto en Polonia,
donde los valores políticos fueron más predictivos que la ideología.
En cuarto lugar, evaluamos la similitud entre países en el patrón de correlaciones entre valores
políticos. La tabla 5 presenta la matriz de correlaciones en el Reino Unido, que puede considerarse
el prototipo de las democracias liberales establecidas. Comparamos estas correlaciones con las
observadas en los demás países. Se utilizó el coeficiente de congruencia de Tucker para evaluar la
similitud en la configuración de las correlaciones entre valores políticos. Los resultados mostraron
que el patrón de correlaciones encontrado en el Reino Unido era prácticamente idéntico (~,90) al
encontrado en la mayoría de los demás países, como Australia, Chile, Alemania, Italia, España y
Estados Unidos. Esto ocurría tanto en muestras representativas como en muestras de conveniencia.
Así pues, se puede sostener que la forma en que se interrelacionan los valores políticos tiende
a ser coherente entre países con historias y tradiciones políticas diferentes. Sólo en Polonia se
observaron pautas diferentes. El signo de las correlaciones entre la moral tradicional y la libre
empresa y entre la moral tradicional y la igualdad fue, de hecho, el opuesto al encontrado en los
demás países.
Sobre la división ideológica entre
Tabla 2. Correlaciones de los valores básicos con la autoubicación ideológica

Australia Chile Alemania Italia Polonia España REINO UNIDO EE.UU.

I/D L/C I/D L/C I/D L/C I/D L/C I/D L/C I/D L/C I/D L/C I/D L/C
Seguridad .34** .27** .17* .16* .25** .14** .25** .27** .12* .17** .05 .22** .26** .26** .15** .10
Tradición .10 .20** .15 .28** .30** .22** .14** .31** .19** .36** .29** .38** .30** .33** .23** .34**
Conformidad .27** .25** .18* .23** .21** .21** .18** .24** .06 .15** .15* .23** .26** .32** .19** .27**
Benevolencia -.05 -.10 .12 -.07 .06 .05 -.14** -.03 .04 .08 -.07 .00 -.06 -.03 .08 .08
Universalismo -.20** -.24** -.05 -.03 -.02 -.08 -.36** -.21** .01 .05 -.26** -.15* -.15* -.20** -.10 -.06
Autodirección -.11 -.19** .02 -.20* .04 -.11* -.11* -.20** -.02 -.01 -.13* -.07 -.07 -.10 .02 -.05
Estimulación -.01 -.17* .09 -.11 .00 -.11* -.08 -.19** -.08 -.19** .01 -.02 -.03 -.01 .14* .03
Hedonismo -.06 -.15* .08 -.11 .00 .01 .00 -.14** -.12* -.17** -.04 -.02 .02 .04 .02 -.02
Logro .12 .00 .09 -.01 .05 .09* .19** .06 -.11* -.14** .03 .06 .19** .22** .07 .02
Poder .26** .07 .10 -.01 .08 .04 .24** .13* -.12** -.11* .18** .16* .19** .21** .10 .01
Nota. I/D = izquierda-derecha; L/C = liberal/conservador. * p < 0,05; ** p < 0,01.

71
72
Tabla 3. Correlación de los valores políticos básicos con la autoubicación ideológica

Australia Chile Alemaniaa Italia Polonia España REINO UNIDO EE.UU.

I/D L/C I/D L/C I/D L/C I/D L/C I/D L/C I/D L/C I/D L/C I/D L/C
Moral tradicional .40** .46** .29** .33** .38** .34** .43** .48** .25** .42** .55** .57** .44** .54** .37** .46**
Ley y Orden .49** .48** .40** .27** .27** .28** .59** .50** .06 .27** .33** .41** .46** .56** .19** .16*
Libre empresa .32** .19** .19* -.03 .33** .21** .46** .36** -.09 -.34** .35** .31** .52** .56** .35** .42**
Igualdad -.37** -.36** -.18* -.12 -.20** -.05 -.49** -.32** -.03 -.01 -.28** -.22** -.43** -.48** -.12** -.20**
"Patriotismo "ciego .41** .46** .16* .08 .24** .22** .51** .49** .11* .23** .26** .29** .44** .52** .25** .25**
Libertades civiles -.43** -. 40**- -.22** - - -.51** -. 39**- -. 29**- -. 25**- -. 31**- -.11
.13 .10* .26** .22** .07
Intervención militar .35** .27** .12** -.12 .16** .06 .54** .44** .03 .06 .29** .19** .08** .10 .33** .40**
Aceptar a los inmigrantes -.28** -. 32**- -. 26**- -.23** -.53** -.36** .00 -. 18**- -. 24**- -. 51**- -.12*
.20* .29** .28** .44** .01
Seguridad económica .20** .23** .09 .12 .08 .14** -.05 -.01 .14** .18** .21** .20** .27** .30** .16** .15**
Nota. I/D = izquierda-derecha; L/C = liberal/conservador. a En el estudio alemán se omitió por error uno de los ítems sobre libertades civiles. Por lo tanto, este valor político se
excluyó en los análisis alemanes. * p < 0,05; ** p < 0,01.

Caprara y Vecchione
La división ideológica entre izquierda y 75

Tabla 4. Contribución única de la autoubicación ideológica, los valores básicos y los valores políticos fundamentales en la
predicción del voto a los dos principales partidos nacionales en ocho países

R incremental2

Autoubicación ideológica Valores Valores


políticos básicos
Australia (N = 184) .23** .06 .02
Chile (N = 156) .31** .06 .08
Alemania (N = 532) .14** .06** .03
Italia (N = 354) .30** .03* .02
Polonia (N = 426) .07** .12** .07**
España (N = 248) .21** .05* .02
Reino Unido (N = 212) .25** .05 .03
Estados Unidos (N = 296) .22** .04** .04
Nota. * p < 0,05; ** p < 0,01.

A este respecto, sólo se pueden hacer conjeturas sobre el impacto y las consecuencias de la
economía de mercado en los países poscomunistas y sobre la compatibilidad de las nuevas
desigualdades con los valores de una fuerte tradición católica.
Un alto grado de comparabilidad entre votantes con distintas preferencias políticas (es decir,
entre votantes de izquierdas y de derechas y entre liberales y conservadores) confirmó además que
los valores políticos se limitan unos a otros de forma estable y coherente.
Para resumir los resultados anteriores en relación con las cuestiones que hemos planteado
como premisa de nuestro análisis, se puede decir que la dimensión tradicional izquierda-derecha
todavía puede servir para organizar el conocimiento político de los ciudadanos y explicar sus
elecciones políticas. La izquierda y la derecha, de hecho, siguen resumiendo y mediando la
influencia que rasgos de la personalidad como los valores básicos y los valores políticos
fundamentales pueden ejercer sobre las elecciones políticas. Asimismo, izquierda y derecha se
refieren a patrones similares de valores y principios en los distintos contextos políticos. La
distinción ideológica entre liberal y conservador es paralela a la que existe entre izquierda y
derecha sólo de forma moderada y diferente según los países.

La izquierda y la derecha como resultado de la interacción de la


personalidad y los acontecimientos históricos y políticos

El par "izquierda y derecha" es una construcción social, interpretativa y prescriptiva, sobre el


gobierno y la ciudadanía cuyos contenidos y objetivos han servido para organizar el conocimiento
político, definir clivajes políticos y establecer identidades partidistas. A
Tabla 5. Intercorrelaciones entre los valores políticos fundamentales en el Reino Unido

1. TrdMor 2. LeyO 3. FreEn 4. Equ 5. BlnPa 6. CivLib 7. MilInt 8 . AccIm 9. EcSec


1. Moral tradicional 1.00
2. 2. Ley y Orden .82** 1.00
3. Libre empresa .69** .84** 1.00
4. Igualdad -.23* -.35** -.32** 1.00
5. "Patriotismo "ciego .74** .86** .82** -.34** 1.00
6. Libertades civiles -.15* -.33** -.13 .80** -.25** 1.00
7. Intervención militar .34** .23** .16* -.07* .35** .26** 1.00
8. Aceptar a los -.36** -.52** -.39** .76** -.47** .64** .09 1.00
inmigrantes
9. Seguridad económica .45** .54** .53** .01 .52** .27** .31** -.23** 1.00
Nota. TrdMor = Moralidad Tradicional; LeyOr = Ley y Orden; FreEn = Libre Empresa; Equ = Igualdad; BlnPa =
Patriotismo "Ciego"; CivLib = Libertades Civiles; MilInt = Intervención Militar; AccIm = Aceptación de Inmigrantes;
EcSec = Seguridad Económica. * p < .05; ** p < .01.
76 Caprara y Vecchione

A lo largo del tiempo, izquierda y derecha se han asociado a diferentes plataformas políticas, y
su alternancia en el gobierno ha acompañado a el desarrollo de la democracia liberal en diferentes
contextos sociales y bajo diferentes presiones.
Poco a poco, las funciones que la izquierda y la derecha ejercían en la organización del
conocimiento, en la construcción de la identidad social de los ciudadanos y en la expresión de sus
personalidades han pasado a ser no menos importantes que el carácter distintivo de sus contenidos.
A pesar de sus raíces y de las grandes vicisitudes ligadas a la historia europea de los dos
últimos siglos, sirvieron por igual para cartografiar las ofertas políticas, para simplificar y orientar las
opciones políticas de los ciudadanos y para atender su necesidad de pertenencia, de
autoidentificación y de expresión en otros continentes y, sobre todo, en sistemas multipartidistas.
El par "izquierda y derecha", en cambio, resultó ser relativamente marginal en un sistema
bipartidista como el de Estados Unidos, donde, entre otras cosas, la identificación con los partidos
Republicano y Demócrata podría cumplir las mismas funciones. Sin embargo, como se ha discutido
y mostrado anteriormente, se puede encontrar una correspondencia moderada entre ideologías de
izquierda y liberales y entre ideologías de derecha y conservadores, ya que patrones similares de
creencias y prioridades distinguen las plataformas de izquierda y liberales de las de derecha y
conservadores.
Las ideologías y las élites políticas han desempeñado un papel fundamental a la hora de
informar, educar y agregar las opiniones políticas de los ciudadanos, utilizando la izquierda y la
derecha y/o el liberalismo y el conservadurismo como criterios sumarios y claves para agregar y
distinguir sus plataformas políticas.
Además, los partidos políticos han desempeñado un papel influyente a la hora de organizar el
conocimiento político de los ciudadanos y de permitir a los políticos transmitir sus puntos de vista y
ejercer su liderazgo de acuerdo con procesos descendentes en los que las élites políticas enmarcan
la forma en que los ciudadanos deben abordar las cuestiones políticas. Los medios de comunicación
han reforzado aún más la distinción izquierda/derecha y liberal/conservador al difundir la mayor parte
de la información política. De hecho, la mayor parte de la información política transmitida por la
prensa y la televisión sigue interpretándose y transmitiéndose de acuerdo con las divisiones
ideológicas tradicionales, a pesar de la incierta ubicación política de muchos de los nuevos
movimientos políticos. Esto ha permitido convertir las inclinaciones personales en una disposición a
adoptar creencias y actitudes que conducen a la formación de una identidad política y social y a la
cristalización de posturas ideológicas estables.
El acceso a nuevas ideas, experiencias y hábitos facilitado por la educación, la comunicación y
los viajes ha ampliado los conocimientos de los ciudadanos sobre política, ha aumentado la
conciencia de sus derechos y ha elevado su nivel de expectativas sobre el funcionamiento de la
democracia.
En este sentido, uno de los principales descubrimientos de las últimas décadas es que las
ideologías políticas de izquierdas y derechas y liberales y conservadoras no sólo extraen su poder
de las visiones del mundo y las plataformas que los ideólogos y los partidos políticos transmiten a
los ciudadanos, sino que reflejan sobre todo cómo son y qué quieren los ciudadanos.
Los rasgos, los valores básicos y los valores políticos explican las preferencias políticas y la
participación cuanto más educadas están las personas y más informados están los ciudadanos a la
hora de tomar sus decisiones de acuerdo con sus opiniones y aspiraciones personales. Esto ocurre
en las democracias establecidas cuyas trayectorias hacia la democracia han estado marcadas por
puntos de inflexión similares, como la consecución del sufragio universal, la aplicación de políticas
de bienestar y la consecución de los derechos civiles. Estos logros conllevaron una gran
preocupación de todas las sociedades por el potencial y los derechos humanos, la libertad de los
individuos, el reconocimiento de los méritos, la eficiencia del mercado y la justicia social.
Esta afirmación puede parecer trivial, ya que situar la plena realización de la persona entre sus
objetivos primordiales y supeditar su funcionamiento a la voluntad de las personas es la sustancia
de la democracia. En realidad, tanto los ideólogos como las élites políticas han considerado hasta
La división ideológica entre izquierda y 77

hace poco a los ciudadanos como objetivos y mensajeros más que como agentes del discurso
político, prestando poca atención a los avances del conocimiento psicológico sobre el desarrollo y el
funcionamiento humanos, y han venido descontando en gran medida la importancia de la
personalidad de los individuos y de sus características distintivas.
Jost et al. (2009) han utilizado la imagen de las afinidades electivas para explicar la tendencia
de los ciudadanos a gravitar hacia ideas y opiniones que coinciden y resuenan con sus propias
necesidades, intereses y deseos. Estamos de acuerdo con esta línea de razonamiento y vamos más
allá al plantear que las diferencias individuales en la personalidad están en la base de la distinción
actual entre izquierda y derecha y entre ideologías liberales y conservadoras (Caprara y Vecchione,
2017). Los ciudadanos no llegan a la política como pizarras en blanco, sino que están equipados con
potenciales que les predisponen a ciertas elecciones, dentro de los límites de las opciones
disponibles. Dado que los ciudadanos críticos de las políticas democráticas pueden elegir entre las
alternativas que compiten entre sí las que más se ajustan a la actualización de sus interese, su
personalidad se convierte en el foco de causalidad donde mirar para entender sus elecciones.
Esto es especialmente cierto en el caso de las personas muy comprometidas con la política.
Numerosas pruebas sugieren que la relación entre la personalidad declarada y la orientación
ideológica es más fuerte entre los votantes sofisticados y los miembros de las élites políticas que
entre el electorado general, debido a sus mayores niveles de implicación y experiencia política.
Esto se ha demostrado no sólo para los rasgos y valores básicos (Caprara, Francescato, Mebane,
Sorace, & Vecchione, 2010), sino también para otras características de la personalidad (por ejemplo,
Federico, Fisher, & Deason, 2011; Federico & Goren, 2009; Federico, Hunt, & Ergun, 2009;
Putnam, 1973; Tetlock, 2005). Parafraseando a Converse (1964), es probable que los votantes
sofisticados estén más obligados que el electorado general a presentar una visión personal de sí
mismos que sea congruente con los ideales que defienden.
Los rasgos básicos de la personalidad y los valores básicos están arraigados en la biología
humana (Bakan, 1966). Los valores básicos, sin embargo, explican las elecciones políticas más que
los rasgos, ya que se basan principalmente en la cultura y explican mejor las experiencias sociales y
de aprendizaje que conducen a respaldar principios políticos coherentes y a tomar distintas
decisiones políticas (Jennings, Stoker y Bowers, 2009; Rico y Jennings, 2015). Los resultados de
nuestra investigación corroboran un modelo en el que los rasgos y valores básicos dan cuenta de
valores políticos importantes, que se resumen y canalizan mediante la ideología política hacia las
preferencias políticas. Mientras que los rasgos de personalidad y valores básicos pueden ejercer
influencias contrapuestas con respecto a cuestiones específicas relacionadas con asuntos culturales y
económicos, la ideología es crucial para superar las influencias contrapuesta. Así, puede ocurrir
que cuanta más relación haya entre el compromiso ideológico de las personas y la aprobación de
valores básicos que contrastan con sus disposiciones básicas, más acordes serán sus elecciones con
su identificación política y, por tanto, con sus valores y no con sus rasgos. Esto puede explicar por qué
las opciones políticas de los liberales en materia económica parecen ser más congruentes con sus
valores universalistas que con su apertura al cambio (openness) (Johnston et al., 2016).
Sin embargo, las ideologías de izquierda y derecha no operan de forma invariable en los
distintos países. La gran influencia de la identificación partidista en la política estadounidense
puede explicar la relevancia mucho menor de la ideología política en Estados Unidos, en
comparación con los demás países examinados. Más de 50 años de suspensión de la libertad
política, en cambio, pueden explicar la menor relevancia de la ideología de izquierda/derecha y
liberal/conservadora y el diverso patrón de relaciones entre valores políticos en países poscomunistas
como Polonia.
La izquierda y la derecha pueden tener poco sentido en los estados cuyo progreso hacia la
democracia siguió otros caminos distintos de los que hemos descrito anteriormente, desde los
privilegios feudales y los regímenes absolutistas hasta el establecimiento de asambleas
parlamentarias, pasando por la consolidación de los estados nacionales y la consecución universal de
los derechos políticos, en concomitancia con la difusión de los partidos políticos y la
diversificación de las ofertas políticas.
78 Caprara y Vecchione

Como ya se ha dicho, el par "izquierda y derecha" es una construcción social cuyo significado
y funciones están ligados a contextos históricos, geográficos y políticos específicos. Considerando
que los seres humanos están naturalmente dotados para ampliar su control sobre el entorno y
perseguir este objetivo en comunión con los demás, consideramos que la democracia liberal es la
forma de gobierno más deseable en la medida en que persigue la plena realización del potencial
humano al permitir la plena expresión de la individualidad de los ciudadanos. Siguiendo esta línea
de razonamiento, las vicisitudes de la izquierda y la derecha durante los dos últimos siglos pueden
considerarse el resultado de la emancipación gradual de un gran número de personas hacia la
consecución de unas condiciones de vida dignas. Esto ocurrió en concomitancia con su apropiación
gradual de valores cruciales para el desarrollo humano y el progreso de la democracia.
Como etiquetas como "izquierda" y "derecha" se han referido recurrentemente a plataformas
políticas distintivas que se fundamentaban en visiones del mundo diferentes, esto llevó a establecer
su correspondencia con predisposiciones y valores individuales específicos.
Las afinidades electivas, es decir, la correspondencia entre las diferencias individuales de
personalidad y las preferencias políticas, descansan en potencialidades que necesitan ser reconocidas,
expresadas y reforzadas a través de la práctica para poder ser actualizadas. Esto se ha producido a
través de los encuentros que se han desplegado a lo largo del tiempo entre las ofertas políticas
contingentes y las individualidades de los ciudadanos en condiciones en las que estos últimos se
apropian de los valores y hacen elecciones políticas de acuerdo con los valores que más aprecian.
En última instancia, la izquierda y la derecha sirvieron al desarrollo de la democracia en la
medida en que contribuyeron a posibilitar y orientar el encuentro de los ciudadanos con la política
de manera que sirviera para dirigir sus opciones hacia mejores formas de gobierno y ciudadanía.
Mientras que la izquierda y la derecha correspondían a familias de ideas y objetivos cuyos
contenidos estaban limitados por los contenidos de la otra, no menos que por las oportunidades y
limitaciones de los acontecimientos y contingencias históricas, su confrontación y alternancia en el
gobierno han ayudado a nutrir y desarrollar el discurso democrático, han contribuido a hacer la
política accesible a los ciudadanos y han aumentado su nivel de conciencia y compromiso políticos.
El tiempo y las condiciones adecuadas de estabilidad y continuidad fueron necesarios para
otorgar a la izquierda y a la derecha las funciones que han cumplido y siguen cumpliendo. Estas
condiciones incluían cosmovisiones y grandes ideologías que sirvieran como marcos de referencia e
inspiración para la transmisión de ideas y experiencias de una generación a otra, la apropiación de
valores democráticos en nombre de los ciudadanos, el establecimiento de partidos capaces de
agregar y representar las necesidades y aspiraciones de la gente, élites políticas capaces de liderar y
convertir los intereses y prioridades individuales y colectivos en plataformas políticas y gobierno
efectivo. Además, como se ha anticipado anteriormente, no hay que olvidar el importante papel que
han desempeñado y desempeñan los medios de comunicación a la hora de enmarcar, cartografiar y
debatir la mayoría de los acontecimientos políticos de acuerdo con el continuum y la división
izquierda-derecha.
Es probable que esta imagen se ajuste mejor a las políticas europeas, donde los residuos del
pasado feudal perduraron durante mucho tiempo y la lucha entre clases sociales ha sido
especialmente destacada durante varias décadas.
El mismo razonamiento se ajusta a la política estadounidense sólo hasta cierto punto, dado el
menor impacto de la lucha de clases y el mayor papel de la identificación partidista en un sistema
político en el que dos grandes partidos se alternan en el poder. Tampoco hay que pasar por alto que
la izquierda y la derecha entraron en el discurso político mucho más tarde que en Europa y a
menudo bajo la sombra de sus expresiones más controvertidas, como el comunismo y el fascismo.
El mismo razonamiento, en cambio, puede no aplicarse a las democracias recientes en las que
la izquierda y la derecha solo representan etiquetas sin historia ni raíces. En este sentido, los
resultados preliminares han demostrado el impacto limitado de la izquierda y la derecha en países
como Ucrania, Eslovaquia y Japón (Caprara et al., 2017). Por lo tanto, reiteramos nuestra creencia
de que al evaluar el estado real de las ideologías políticas de izquierda y derecha se deben examinar
en profundidad sus orígenes, sus vicisitudes en diversos contextos y, sobre todo, sus funciones.
La división ideológica entre izquierda y 79

El hecho de que, en la mayoría de las democracias establecidas que hemos examinado, la


izquierda y la derecha resuman en gran medida la principal contribución de los rasgos, los valores
básicos y los valores políticos corrobora la función que desempeñan para que las democracias
atiendan a las voces de sus ciudadanos.
Como se ha señalado anteriormente, los resultados de nuestra investigación han demostrado
que los votantes de izquierda y derecha coinciden en la primacía de valores políticos como las
libertades civiles y la igualdad. Otros resultados han demostrado que la autodeterminación (self-
determination) de las personas está muy interrelacionada con el nivel de democratización de los
países (Caprara y Vecchione, 2017; Inglehart y Welzel, 2005). En nuestra opinión, estos resultados
dan fe tanto del gran consenso que se ha alcanzado en el ámbito de los valores democráticos como
de la dependencia mutua del funcionamiento de la democracia y el desarrollo de la personalidad.
Al canalizar la contribución de rasgos, necesidades, valores y actitudes hacia las opciones
políticas, la izquierda y la derecha han seguido cumpliendo una importante función a la hora de dar
expresión a las opiniones de los ciudadanos, en llevar sus talentos a la arena política al servicio de
los esfuerzos colectivos, y en ampliar el control de los ciudadanos sobre la actuación de sus
representantes.
En ausencia de una izquierda y una derecha que vinculen sus promesas y opciones a valores
políticos distintivos, los políticos pueden cambiar fácilmente de una posición a otra y evitar
cumplir los compromisos previos con el electorado. Así, no es de extrañar que una parte creciente
de los no votantes esté formada por ciudadanos que siguen comprometidos ideológicamente con la
izquierda o la derecha, pero que se abstienen al no encontrar correspondencia ideológica en las
ofertas políticas actuales de los partidos, cuya identidad ideológica parece demasiado diluida
(Caprara et al., 2012). En efecto, la izquierda y la derecha no se corresponden únicamente a un
conjunto interdependiente de creencias asociadas a diferencias individuales que en diversos grados
dan cuenta de sus preferencias. En realidad, su dinamismo descansa en un patrón congruente de
rasgos, valores y actitudes que las personas perciben e informan como componentes importantes de
su identidad, de cómo se sienten consigo mismas y de lo que quieren ser y tienen que ser. Cuanto
más se interioriza el patrón distintivo de valores y actitudes de derecha e izquierda como parte del
propio yo, más operan como rasgos aprendidos y posturas ante la vida que permiten a las personas
distinguirse unas de otras y que pueden afectar a ámbitos de la vida distintos de la política (Carney,
Jost, Gosling y Potter, 2008).
Cuanto más operan la izquierda y la derecha como parte del sistema, más llegan a compartir
funciones reguladoras en el mantenimiento de la estabilidad, la continuidad y la coherencia entre las
diversas expresiones de la personalidad. Así, las limitaciones que unen las creencias y las opciones
políticas ya no proceden del exterior, sino de la necesidad de las personas de ser coherentes consigo
mismas, con sus propias visiones del mundo y con los valores de los que se deriva su propia
autoestima.
De hecho, los ciudadanos críticos participan en política en la medida en que su oferta es
congruente con el cumplimiento de los ideales de los que derivan su desarrollo y su autoestima.
Por todo ello, creemos que la izquierda y la derecha han contribuido significativamente y
pueden seguir contribuyendo a potenciar una ciudadanía crítica. Del mismo modo, creemos que gran
parte del debate actual sobre el fin de la ideología debe reorientarse por completo. Los
comentaristas que hoy se inclinan por reivindicar el sinsentido de la izquierda/derecha siguen
basando sus juicios en los estratos sociales y en los contenidos de las plataformas, pasando por alto
los determinantes psicosociales de lo que distingue a la izquierda y a la derecha y justifica su
persistencia.
Dado que la izquierda y la derecha se basan en las potencialidades y personalidades de los
ciudadanos, es decir, en sus inclinaciones, necesidades, valores, visiones del mundo, creencias y
actitudes, y sobre todo en su capacidad de acción, hay pocas esperanzas para las ofertas políticas que
se basan principalmente en mecanismos de persuasión de arriba abajo. Probablemente, los partidos
de izquierda y derecha que tienen problemas son los que se basan en construcciones anticuadas de
ideólogos que ya no son congruentes con las opiniones y expectativas de los ciudadanos.
80 Caprara y Vecchione

Conclusiones

En las últimas décadas, el progreso de la democracia liberal ha traído consigo cambios


significativos en las instituciones gubernamentales y las ofertas políticas en respuesta a las
crecientes demandas de más libertad, igualdad y justicia. En última instancia, ciertos valores que
constituyen el núcleo de las democracias occidentales establecidas, como la igualdad y las libertades
civiles, se han convertido en ideales comunes que deben alcanzarse en la mayoría de los países, a
pesar de la diversidad de tradiciones e instituciones políticas.
Sin embargo, una serie de hechos plantean interrogantes sobre la salud de la democracia de
tipo occidental y hasta qué punto puede representar un modelo adecuado de buen gobierno. Se
puede considerar que la insatisfacción difusa de los ciudadanos de las democracias establecidas con
su funcionamiento es el resultado inevitable del aumento de los niveles de aspiración, ya que nadie
echa realmente de menos las autocracias del pasado. En realidad, el declive de la participación
política de los ciudadanos y el creciente distanciamiento entre éstos y sus representantes chocan
con la creciente capacidad de los ciudadanos para ejercer el control sobre sus propias
circunstancias y llaman la atención sobre formas de malestar que merecen especial atención.
Mientras que la realización de la democracia requiere ciudadanos críticos cuya desvinculación es
un peaje que la democracia no puede permitirse, los partidos políticos tradicionales han mostrado
crecientes dificultades para obtener y mantener el consenso de los votantes, al tiempo que la
credibilidad de los políticos se encuentra a menudo en jaque o asediada por el descontento de los
ciudadanos.
En otro lugar hemos argumentado que la democracia se basa en gran medida en los valores y
habilidades de sus ciudadanos y que el progreso de los ciudadanos y la democracia son
recíprocamente condicionales (Caprara & Vec chione, 2017). En este artículo, nos hemos centrado
en la izquierda/derecha y en las ideologías liberal/conservadora como dispositivos que todavía
pueden ayudar a canalizar habilidades y a perseguir valores al servicio de un buen gobierno.
Abordamos la situación de las ideologías políticas de izquierda y derecha, centrándonos sobre todo
en las democracias occidentales establecidas y en las vicisitudes de una división que encuentra sus
orígenes en la Revolución Francesa y que se muestra sobre todo dentro de las fronteras de las
democracias occidentales. Abordamos las ideologías liberal y conservadora estadounidenses sólo
de forma subordinada, centrándonos sobre todo en lo que pueden tener en común con la izquierda y
la derecha. En este sentido, creemos que las instituciones democráticas que surgieron de la
Revolución Americana y las que se desarrollaron en Europa a lo largo de la década de 1900
muestran rasgos distintivos cuyas peculiaridades requieren nuestra más atenta consideración.
En particular, creemos que las diferencias superan a las semejanzas cuando se considera el
contenido de las divisiones ideológicas entre el gran público de ambos lados del Atlántico.
Intentamos hacer un breve recuento de las vicisitudes de la izquierda y la derecha en los países
europeos donde se desarrollaron y establecieron las primeras formas de parlamentarismo. A pesar
de las diversidades de las tradiciones culturales y nacionales y de las economías a finales del siglo
XIX, la izquierda y la derecha correspondían a construcciones sociales que servían para navegar por
la geografía política de las principales polis europeas como Francia, Alemania, Italia y Reino
Unido, pero no tenían paralelo en Estados Unidos.
Poco a poco, la izquierda europea pasó a representar los intereses de grandes masas de la
industria y de los trabajadores rurales, y su ascendiente liberal original fue en gran medida sometido
por los ideales socialistas. La derecha, que en un principio representaba los intereses de grupos
tradicionalmente privilegiados, como la aristocracia y el alto clero, se convirtió gradualmente en
defensora de los propietarios y de la nueva riqueza derivada de la industria y el comercio. La clase
social, los ingresos y la educación fueron los principales determinantes de las preferencias
ideológicas en concomitancia con la extensión del sufragio hasta el final de la Segunda Guerra
Mundial.
La división ideológica entre izquierda y 81

Esto ocurrió sobre todo en países donde la instauración de la democracia no se vio suspendida
por diversas formas de fascismo y totalitarismo, incluidos países extraeuropeos como Australia y
Canadá. A lo largo del tiempo, la izquierda y la derecha han ofrecido a los ciudadanos de los
sistemas políticos multipartidistas una brújula para organizar sus conocimientos y situarse en un
escenario político formado por "nosotros y ellos". La estabilidad y la exhaustividad han permitido a
la izquierda y a la derecha servir como herramientas para simplificar las opciones de los ciudadanos y
afirmar su identidad política dentro y fuera de las fronteras de los sistemas políticos nacionales. El
tiempo y los medios de comunicación han permitido que la izquierda y la derecha adopten los
rasgos de posturas estables ante la política que distinguen a unas personas de otras. En última
instancia, la izquierda y la derecha se han convertido en heurísticas comunes en todos los países
para rastrear las múltiples ofertas políticas de los partidos hasta puntos de vista políticos más
básicos, y así resumir, distinguir y comparar las diversas plataformas políticas de los gobiernos y de
sus oposiciones.
Probablemente, la identificación partidista ha desplegado la mayor parte de las funciones de la
izquierda y la derecha en el sistema bipartidista estadounidense. La longevidad única de los
partidos republicano y demócrata, de hecho, ha permitido reforzar el vínculo afectivo entre partidos
y votantes, transmitir el partidismo de una generación a otra y cristalizar un sentimiento de
pertenencia en la mente de la gente a través de símbolos y hábitos. Sobre todo en las últimas
décadas, la frecuente asociación entre liberal/conservador y republicano/demócrata ha llevado a una
polarización de la política estadounidense que se asemeja a la tradicional distinción entre izquierda y
derecha, aunque en un grado moderado.
Los resultados de un novedoso estudio ejemplifican la función que pueden ejercer las
ideologías de izquierda y derecha y liberales y conservadoras a la hora de resumir las opciones y
juicios políticos. Los mismos resultados muestran que el grado en que la izquierda y la derecha
cumplen esta función puede diferir significativamente entre países, dependiendo de las
características del sistema político y de la trayectoria del país hacia la democracia. En países como
Australia, Chile, Alemania, Italia y España, la autoubicación ideológica izquierda-derecha predijo
mejor el voto que la autoubicación liberal-conservadora. Lo contrario ocurrió en Estados Unidos y
en Polonia, mientras que en el Reino Unido no se encontraron diferencias sustanciales.
El moderado grado de correlación entre izquierda/derecha y liberal/conservador sugiere que no
se solapan y que sus significados no son invariables entre los distintos sistemas políticos. Sin
embargo, el conjunto de valores políticos que limitan y distinguen las ideologías de izquierdas y
derechas y las liberales y conservadoras en Estados Unidos no difieren sustancialmente de los de
las demás democracias examinadas. Los patrones que encontramos en Polonia, en cambio,
concuerdan con otros hallazgos (Bardi y Schwartz, 1996; Schwartz et al., 2014) que apuntan a la
peculiaridad de los países poscomunistas.
En conjunto, estos resultados corroboran nuestra opinión de que la ideología de
izquierda/derecha sigue mereciendo una cuidadosa consideración, como dispositivo para que los
ciudadanos naveguen por la política y para que los estudiosos aborden, predigan y comparen las
preferencias políticas entre países. Debido a su dinamismo, las ideologías de izquierda y derecha
resisten el paso del tiempo.
Somos conscientes de las limitaciones de las conclusiones anteriores, pero creemos que la
convergencia de las muestras representativas y las muestras de conveniencia a la hora de transmitir
imágenes similares merecen una consideración especial.
La investigación es especialmente necesaria hoy en día, ante los retos del nuevo orden político
mundial y el descontento difuso de los ciudadanos con sus representantes políticos.
El transformismo de los políticos es un viejo malestar de los sistemas multipartidistas, no
menos que el de los sistemas bipartidistas, que la izquierda y la derecha pueden ayudar a contrastar
permitiendo a los ciudadanos exigir a sus representantes el cumplimiento de sus promesas, tanto
más cuanto más permitan el anclaje de ofertas y plataformas políticas que resuenen con sus
prioridades de valores.
82 Caprara y Vecchione

Mientras que la aparición de organismos políticos supranacionales, como el Parlamento


Europeo, reúne a representantes de diferentes polos e intereses múltiples, la izquierda y la derecha
pueden representar el paraguas bajo el que converjan opiniones e ideales comunes y formen
plataformas comunes. Sin embargo, no cabe duda de que las tensiones que han enfrentado a
izquierda y derecha en el pasado están en gran medida superadas y que se necesitan nuevos
contenidos y plataformas para ampliar el bienestar de los ciudadanos, gobernar la economía y
mantener unas relaciones pacíficas entre las naciones.

AGRADECIMIENTOS

La correspondencia relativa a este artículo debe dirigirse a Gian Vittorio Caprara, Universidad
Sapienza de Roma, Via G. Carini 71, 00152 Roma, Italia. Correo electrónico:
[email protected]

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N.º 122, 2008, pp. 11-54

Confianza social, confianza política y satisfacción


con la democracia*
Social trust, political confidence, and satisfaction with democracy

José Ramón Montero


Universidad Autónoma de Madrid
[email protected]
Sonja Zmerli
Technische Universität Darmstadt
[email protected]
Ken Newton
University of Southampton
[email protected]

Palabras clave: Confianza Social, Confianza Políti- Keywords: Social Trust, Political Confidence,
ca, Satisfacción con la Democracia, Capital Social. Satisfaction with Democracy, Social Capital.

RESUMEN ABSTRACT

Este artículo analiza las relaciones entre tres varia- This article examines the relations among three
bles fundamentales dentro de la literatura sobre ca- crucial variables within the literature o social capital. It
pital social. En él se discuten la conceptualización y discusses the conceptualization of each of them and
operacionalización empírica de cada una de ellas y how to make them operational, and analyzes their
se examinan sus relaciones mutuas y el papel de al- mutual interactions and the role of other classical
gunas variables básicas, como el asociacionismo, en variables, such as voluntary associations, in their
sus orígenes. Los datos utilizados proceden de las origins. The survey data come from the Citizenship,

* Este artículo es una versión más amplia del capítulo incluido en el libro de Jan W. van Deth, J. R. Montero y Anders West-
holm (eds.), Citizenship and Involvement in European Democracies: A Comparative Analysis (Londres: Routledge, 2007). Que-
remos agradecer a J. W. van Deth y a A. Westholm sus valiosas observaciones; a Harriet Brinton, de Routledege, las facilida-
des concedidas para su traducción, y a dos anónimos evaluadores de esta Revista sus comentarios y sugerencias. Debemos
expresar también nuestro agradecimiento a Josep Ventura por su traducción; al Ministerio de Educación y Ciencia (SEC2000-
0758-C02-01) y a la Comunidad de Madrid y a la Universidad Autónoma de Madrid (2006-9/SMD/001) por su apoyo económi-
co; al Centro de Investigaciones Sociológicas por su colaboración para la realización de la encuesta, y al Centro de Estudios
Avanzados en Ciencias Sociales, del Instituto Juan March, por sus extraordinarias facilidades para la investigación.
JOSÉ RAMÓN MONTERO, SONJA ZMERLI Y KEN NEWTON

encuestas del proyecto Citizenship, Involvement, Involvement, and Democracy project, undertaken in
and Democracy (CID), realizadas en 12 países euro- 12 European countries between 1999 and 2002. The
peos entre 1999 y 2002. Los hallazgos empíricos ca- empirical findings run in the opposite direction to the
minan en dirección contraria a los de buena parte de patterns established in most of the literature regarding
la literatura en lo que hace a las relaciones entre the relationships between social trust and political
confianza social y confianza política, entre confianza confidence, between social trust and satisfaction with
social y satisfacción con la democracia y sobre el pa- democracy, and the arguments supporting the idea
pel de las asociaciones voluntarias para la creación that voluntary associations create both social trust
de confianza social y política. Las implicaciones de and political confidence. The implications of these
estos hallazgos son metodológicas y sustantivas. findings are both methodological and substantive.

José Ramón Montero


Doctor en Derecho por la Universidad de Santiago de Compostela. Actualmente es Catedrático de Cien-
cia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y en el Centro de Estudios Avanzados en Ciencias So-
ciales, del Instituto Juan March, también en Madrid.

He gained his doctorate in law at the University of Santiago de Compostela, and is currently Professor of
Political Science at the Autonomous University of Madrid and at the Center for Advanced Studies in the
Social Sciences at the Juan March Institute, also in Madrid.

Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Edificio de Ciencias Jurídicas, Políticas y


Económicas. 1.ª planta. C/ Marie Curie, n.º 1. 28049 Cantoblanco. Madrid (Spain).

Sonja Zmerli
Doctora en Ciencia Política por la Universidad de Mannheim. Actualmente es Investigadora en Ciencia
Política y Sociología en la Universidad de Tecnología de Darmstadt y en la Universidad Johann Wolfgang-
Goethe de Francfort (Alemania).

She gained her doctorate in political science at the University of Mannheim, and is currently Research
Fellow in Political Science and Sociology at the Darmstadt University of Technology and the Johann
Wolfgang-Goethe University in Frankfurt (Germany).

Ken Newton
Doctor en Sociología por la Universidad de Cambridge, es Profesor Emérito de Ciencia Política y Re-
laciones Internacionales en la Universidad de Southampton (Reino Unido) y Profesor Visitante en el
Wissenschaftszentrum Berlin für Sozialforschung (WZB) de Berlín (Alemania).

He gained his doctorate in sociology at the University of Cambridge, and is currently Professor Emeritus
of Political Science and International Relations at the University of Southampton (United Kingdom) and
Visiting Professor at the Wissenschaftszentrum Berlin für Sozialforschung (WZB), in Berlin (Germany).

12
CONFIANZA SOCIAL, CONFIANZA POLÍTICA Y SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA

LA CONFIANZA Y LA POLÍTICA

Cuando el filósofo político John Dunn (1993: 641) afirmaba que «la confianza mutua se en-
cuentra en el núcleo de todos los procesos políticos», reiteraba un tema que se remonta, al
menos, a Thomas Hobbes y a John Locke, y que nos ha llegado a través de los escritos de
Tocqueville, Simmel, Tönnies, Durkheim, Weber, Parsons, Coleman y Luhmann1. En fechas re-
cientes, el tema ha sido reformulado con fuerza por los autores de la escuela del capital social.
De acuerdo con ellos, la confianza social (social trust) es el elemento central en un complejo
círculo virtuoso en el cual un conjunto de actitudes, como la mutualidad, la reciprocidad y la
confianza, se asocian con la participación social y la implicación en asuntos comunitarios y cí-
vicos; éstos contribuyen a construir las instituciones sociales y políticas necesarias para unos
gobiernos democráticos y eficientes; y éstos, a su vez, crean las condiciones en las cuales
pueden florecer la confianza social y política. En el nivel individual, la confianza es la piedra an-
gular, la respuesta directa que se encuentra asociada a un clima de confianza social que per-
mite a los ciudadanos cooperar entre sí, construir una identidad común y perseguir objetivos
comunes. En el nivel estructural, unas organizaciones comunitarias efectivas, y en especial las
asociaciones voluntarias, constituyen un presupuesto esencial y necesario para construir las
instituciones sociales, económicas y políticas de la sociedad democrática moderna.

En este artículo nos centraremos en tres elementos cruciales de este amplio y complejo
conjunto de afirmaciones: la confianza social, la confianza en las instituciones políticas y la
satisfacción con la democracia2. Dentro de los objetivos exploratorios en los que queremos
mantenernos, nuestra meta es doble. En primer lugar, investigaremos las relaciones entre
la confianza social y la confianza política, por un lado, y entre la confianza social y la satis-
facción con la democracia, por el otro. Si la confianza social es un fundamento importante
de la política, quienes confían deberían ser más proclives a expresar confianza en sus ins-
tituciones políticas, los Parlamentos, los tribunales, los gobiernos, los ayuntamientos, las
policías y los partidos políticos. Y si la confianza social es también un cimiento relevante del
gobierno democrático, quienes confían socialmente deberían ser proclives a expresar sa-
tisfacción con los rendimientos de la democracia en su país. ¿En qué medida la confianza
social, la confianza en las instituciones políticas y la satisfacción con la democracia están
relacionadas? O, por el contrario, ¿es el ciudadano socialmente desconfiado también un

1 No es necesario ni posible citar el creciente volumen de trabajos sobre la confianza social. Para trabajos recientes de carácter

general, véanse Luhmann (1979); Gambetta (1988a); Hardin (1991, 1993, 1996, 1998, 2002); Putnam (1995, 2000, 2002); Misz-
tal (1996); Seligman (1997); Braithwaite y Levi (1998); Hollis (1998); Van Deth y otros (1999); Warren (1999); Sztompka (2000);
Dasgupta y Serageldin (2000); Edwards, Foley y Diani (2001); Dekker y Uslaner (2001); O’Neill (2002), y Uslaner (2002).

2 Dado que en castellano existe sólo una palabra, confianza, para recoger las inglesas trust y confidence, en lo sucesivo ad-

jetivaremos confianza con los términos social (para trust) y política (para confidence); a veces, para evitar confusiones, reco-
geremos también los términos anglosajones entre paréntesis.

13
JOSÉ RAMÓN MONTERO, SONJA ZMERLI Y KEN NEWTON

ciudadano políticamente desafecto y crítico, receloso de los líderes políticos, desencanta-


do con las instituciones políticas e insatisfecho con el funcionamiento de la democracia
(Norris, 1999; Putnam, Pharr y Dalton, 2000)? En segundo lugar, examinaremos las aso-
ciaciones entre esos tres elementos y algunas variables individuales básicas. Aunque las
relaciones causales no están claras, la teoría también afirma que la confianza social, la
confianza política y la satisfacción con la democracia tienen orígenes comunes en el apego
a la comunidad local y en la implicación en sus asuntos, sobre todo en la participación en
las asociaciones y organizaciones voluntarias3. Por lo tanto, en la última parte del artículo
revisaremos asimismo los orígenes de esos tres elementos. ¿Tienen vínculos comunes
con el compromiso con la comunidad local y la participación en ésta y sus organizaciones
voluntarias, o se desarrollan a partir de circunstancias diferentes?

Las investigaciones anteriores sobre estos temas sugieren que nuestros dos objetivos no
son en absoluto sencillos. A pesar de su larga y distinguida historia, la teoría que vincula
confianza social, implicación en la comunidad, pertenencia a organizaciones voluntarias,
confianza política y satisfacción con la democracia ha recibido un apoyo empírico sólo par-
cial e insuficiente, al menos en el nivel individual. Existen numerosos trabajos que conclu-
yen que la confianza social no está relacionada de forma intensa o consistente con la con-
fianza política o con la satisfacción con la democracia4. Estos trabajos ratifican la
conclusión de Kaase (1999: 13) de que «la relación estadística entre la confianza interper-
sonal (o social) y la confianza política es realmente pequeña». Por otra parte, ningún estu-
dio basado en encuestas recientes ha desvelado una asociación fuerte entre la confianza
social y la implicación cívica, o entre la confianza social y la pertenencia a asociaciones vo-
luntarias. Uslaner (2000-2001: 572 y 575), por ejemplo, no ha encontrado «ningún vínculo
entre la confianza social y la mayoría de formas de implicación cívica (...). A través de una
amplia variedad de encuestas, el mensaje es el mismo: en casi todos los casos, la confianza
social no es importante para la mayoría de formas de implicación cívica». Asimismo, Hooghe
(2003: 91-93) ha rechazado la idea de que la interacción con otros en una asociación vo-
luntaria lleve a niveles crecientes de confianza social generalizada. Algunos señalan que la
gente suele unirse a organizaciones porque, para empezar, confía en la organización
(Newton, 2001: 207; pero para un punto de vista diferente, véanse Putnam, 1993: 171-176,
y 1995: 666), mientras que otros sostienen que la participación en una organización puede
reforzar la confianza particularizada en gente como ellos mismos que se une a la organiza-
ción, pero no confianza generalizada en diferentes tipos sociales (Stolle, 2001).

3 Véanse Uslaner (1999: 128); Putnam (1995); Brehm y Rahn (1997); Stolle y Rochon (2001); Van Deth (1996); Torcal y Mon-

tero (1999: 182); Newton (1999a: 171-174), y Minkoff (2001).

4 Véanse Wright (1976: 104-110); Craig (1993: 27); Putnam (1995: 665); Orren (1997); Hall (1999); Newton (1999a: 179-180);

Newton y Norris (2000: 62-66); Newton (2001), y Delhey y Newton (2003).

14
CONFIANZA SOCIAL, CONFIANZA POLÍTICA Y SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA

Existe una cierta evidencia sobre la relación entre confianza social y pertenencia a una or-
ganización voluntaria. Pero es débil y desigual, significativa en algunos países, pero no en
otros; entre algunos grupos sociales, pero no entre otros, y para algunos tipos de organiza-
ciones, pero no para otros. La evidencia empírica no es tan robusta como para sostener los
argumentos de la teoría del capital social5. La evidencia es mayor, sin embargo, en lo rela-
tivo a la vinculación de la confianza social con las variables individuales que suele caracte-
rizar a los «triunfadores sociales», es decir, con la renta, el estatus social, la satisfacción
con el trabajo y la pertenencia a los grupos de la mayoría (Newton, 1999a; Delhey y New-
ton, 2003). Como escribe Putnam (2000: 138), «en prácticamente todas las sociedades, los
grupos desfavorecidos confían menos que los privilegiados, dado que probablemente los
últimos son tratados con mayor equidad y respeto». En este artículo, por lo tanto, espera-
mos encontrar que la confianza social esté asociada a indicadores de éxito y de bienestar.

Llegados a este punto, conviene formular una advertencia metodológica importante. Debe-
ríamos ser cuidadosos en distinguir entre investigación «de abajo arriba» en el nivel indivi-
dual, que tiene al individuo como unidad de análisis, e investigación «de arriba abajo»,
agregada, institucional o transversal, que compara países. La «hipótesis del “hacedor de
lluvia”» (Putnam, Pharr y Dalton, 2000: 26-27; Newton, 2001) sostiene que la confianza so-
cial y la confianza política deberían estar asociadas al menos en el nivel agregado de los
países, aunque puedan no estarlo en el nivel individual. En este artículo no tenemos espa-
cio para desentrañar todas sus interacciones, bien que debamos lidiar con las consecuen-
cias empíricas de la presencia o ausencia de una relación en el nivel individual o agregado
entre la confianza social y la política. De modo similar a como la lluvia cae tanto sobre los
justos como sobre los injustos, al margen de sus características individuales, un clima ge-
neral de confianza social puede beneficiar a todos los ciudadanos, con independencia de
que cada uno de ellos confíe socialmente o no. La confianza social es un recurso social o
colectivo y, hasta cierto punto, todos pueden beneficiarse de él, independientemente de
sus características individuales y de si en realidad confían o no.

La investigación «de arriba abajo» relativa a sociedades, instituciones o comparaciones


entre países subraya la importancia de la confianza social para la democracia en tanto en
cuanto encuentra una asociación con la confianza política6. Pese a ello, los estudios empí-
ricos basados en encuestas han podido hasta el momento hallar sólo relaciones débiles e
irregulares entre la confianza social y la confianza política. Aunque no hay razón para que

5 Véanse, por ejemplo, Van Deth (1996); Dekker y Van den Broek (1995); Brehm y Rahn (1997); Knack y Keefer (1997: 1281-

1283); Stolle y Rochon (2001); Torcal y Montero (1999); Newton (1999b y 2001); Whiteley (1999: 40-41); Booth y Richard
(2001: 50); Paxton (2002), y Uslaner (2002: 128-135).

6 Véanse Putnam (1993: 111-115); Knack y Keefer (1997); Inglehart (1997); Newton y Norris (2000); Newton (2001); Paxton

(2002); Uslaner (2002: 217-248); Rothstein y Stolle (2003), y Delhey y Newton (2003).

15
JOSÉ RAMÓN MONTERO, SONJA ZMERLI Y KEN NEWTON

en las ciencias sociales los resultados deban ser necesariamente verificados en el nivel in-
dividual, la ausencia de una fuerte asociación individual tiende a debilitar, más que a refor-
zar, la teoría del capital social. Dado que la base de datos que utilizaremos contiene indica-
dores más sensibles y fiables de confianza social que la mayoría de los estudios
anteriores7, investigaremos su asociación con la confianza política y la satisfacción con la
democracia para confirmar o descartar aquellos hallazgos previos. Pero, antes de hacerlo,
debemos comenzar con la presentación básica de los conceptos y medidas de la confian-
za social, de la confianza política y de la satisfacción con la democracia. Como destacare-
mos más adelante, una buena parte del problema depende de los detalles de conceptuali-
zación y medición de estos tres elementos.

LA CONFIANZA SOCIAL

La enorme importancia otorgada a la confianza social se corresponde con el desacuerdo


existente sobre su significado (Lewis y Weigert, 1985: 975; Misztal, 1996: 9). Después de
casi tres décadas de un trabajo teórico y empírico bastante intenso, el concepto continúa
impreciso y sigue estando confuso. Pretendemos mejorar esa situación proponiendo, en
primer lugar, una definición operativa de la confianza social; distinguiendo, en segundo lu-
gar, tres tipos distintos de confianza social y centrándonos en el que pensamos es más im-
portante en una sociedad moderna; y mostrando, por último, que las medidas que emplea-
remos son razonablemente fiables y válidas.

Russell Hardin (1999: 24) ha escrito que «no tiene mucho sentido discutir sobre el signifi-
cado esencial de la confianza: carece de un significado esencial. En su lugar, tiene una va-
riedad de significados que a menudo entran en conflicto». El mismo Hardin (1999: 26; cur-
sivas en el original) define la confianza social del modo siguiente: «Decir que yo confío en
ti en lo relativo a algún asunto significa que tengo razones para esperar que tú actúes de
acuerdo con mi interés respecto a dicho asunto, porque tienes buenas razones para ha-
cerlo, razones que se basan en mi interés... Tus intereses contienen mi interés». Por lo tan-
to, la confianza es «interés encapsulado» (véanse también Hardin, 1998: 12-15, y 2002:
cap. 1). En este sentido, puede decirse que existe confianza cuando A cree que B no le da-
ñará consciente o intencionadamente, en el peor de los casos, y que tratará de actuar en
su interés y protegerlo, en el mejor de los casos. Aquel enfoque y esta definición tienen el
mérito de estar cerca de la noción clásica de confianza como fidelidad y cumplimiento de

7 Hemos trabajado con las trece encuestas contenidas en el proyecto de investigación sobre Citizenship, Involvement, and

Democracy (CID), dirigido por Jan W. van Deth; para examinar las características de esas encuestas, realizadas en doce paí-
ses europeos entre 1999 y 2002, así como los objetivos o resultados de dicho proyecto, puede verse Westholm, Montero y Van
Deth (2007).

16
CONFIANZA SOCIAL, CONFIANZA POLÍTICA Y SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA

las promesas, y con su uso moderno como tener confianza o fe en los demás, y ser capaz
de depender de ellos: confío en las personas cuando creo que cumplirán su palabra y no
me asaltarán, engañarán, dañarán, mentirán o se aprovecharán de mí. Confiar significa
arriesgar mis intereses en manos de los demás. Esta concepción se acerca a la ya men-
cionada definición de Hardin (1998: 12-15) de confianza como «interés encapsulado», a la
sugerencia de Gambetta (1988b: 217) de que la confianza se construye sobre la creencia
de que los demás actuarán hacia nosotros de forma beneficiosa y no maliciosa, y a la su-
posición de Warren (1999: 311) de que la confianza implica intereses comunes y carencia
de malicia.

Existen tipos o dimensiones de la confianza social claramente diferentes (Uslaner, 2002:


52-56). La confianza particularizada en personas que conocemos es diferente de la gene-
ralizada, que se da en gente que nos es ajena. La confianza social es distinta de la con-
fianza política (Putnam, 1995; Newton, 1999a: 179-180; Uslaner, 2002: 54), y la confianza
en la gente es diferente de la confianza en las instituciones (Seligman, 1997). En este ar-
tículo prestaremos especial atención a la confianza generalizada, esto es, a la confianza
tenue (o thin) en personas a las que no conocemos, o no conocemos bien o puede que no
sean como nosotros. Éste es el tipo de confianza mejor adaptado a las circunstancias de
la ciudadanía en las heterogéneas e impersonales sociedades modernas, en las que los
vínculos débiles son importantes (Granovetter, 1973)8. La confianza particularizada, a ve-
ces conocida como confianza intensa (o thick), es más susceptible de hallarse en peque-
ñas comunidades, con contactos cara a cara.

A pesar de las controversias sobre la naturaleza y el significado de la confianza social, la


mayoría de estudios de encuesta ha solido utilizar la misma pregunta, o preguntas, para
medirla. La pregunta estándar es la siguiente:

«En general, ¿diría usted que se puede confiar en la mayoría de la gente o que nun-
ca se es lo bastante prudente cuando trata uno con los demás?».

Formulada por Elisabeth Noelle-Neumann y utilizada por primera vez en Alemania en


1948, esta pregunta ha sido empleada todos los años desde entonces, convirtiendo a Ale-
mania en el país con la serie temporal sobre confianza social más larga del mundo. La pre-
gunta fue adoptada por investigadores estadounidenses (incluyendo a Almond y Verba
[1963] en su trabajo sobre Civic Culture y en la encuesta sobre las elecciones presidencia-
les de 1960), y se ha extendido a todos los continentes como un indicador de confianza ge-

8 Para dos análisis distintos pero complementarios de las variedades de confianza, véanse Newton (1999b: 14-20) y Offe y

Fuchs (2002: 191-194).

17
JOSÉ RAMÓN MONTERO, SONJA ZMERLI Y KEN NEWTON

neral. Pese a ello, existe un cierto desacuerdo sobre si se trata de una pregunta acertada,
bien como medida de confianza particular o como medida de confianza generalizada. No
obstante, la evidencia muestra que funciona razonablemente bien. Analizando una encues-
ta que contenía más de una docena de preguntas sobre en quién o en qué confía la gente,
Uslaner (2000-2001: 575 y 2002: 54) descubrió que la pregunta de Noelle-Neumann apun-
taba a la confianza en extraños, y concluía que la pregunta mide de hecho la confianza ge-
neralizada9.

En muchas encuestas comparadas (como las World Values Surveys o los Eurobaróme-
tros), la cuestión estándar de confianza general es la única que se utiliza. Pero, en realidad,
Rosenberg (1956) había ideado un indicador de tres preguntas, consistente en la pregunta
original de Noelle-Neumann más otras dos (que abordaban, respectivamente, la disposi-
ción a ayudar y la justicia). Su formulación literal es la siguiente:

«¿Diría usted que la mayoría de las personas mira exclusivamente por su propio in-
terés o procura ayudar a los demás?».

«¿Cree usted que la mayoría de la gente se aprovecharía de usted si tuviera la


oportunidad o sería honrada?».

Rosenberg y otros han demostrado que las tres preguntas de este indicador forman una
sola medida de confianza y que sus resultados son razonablemente válidos y fiables10. De
ahí que hayamos empleado la escala de tres preguntas de Rosenberg en las encuestas del
proyecto CID, y pedido a los encuestados que valoren su confianza, o la falta de ella, en
una escala de once puntos (0-10) para cada una de esas preguntas11.

El análisis de componentes principales de las tres preguntas sobre confianza social reali-
zadas en los doce países y trece sociedades (con Alemania del Este como decimotercera

9 Existe alguna evidencia, aunque desde luego inconcluyente, de que la medida de confianza social se corresponde con la

probabilidad de que los ciudadanos actúen de un modo confiable. Un pequeño experimento, por el que se «perdieron varios
monederos con dinero» en distintas ciudades del mundo, mostró que los monederos eran más susceptibles de ser devueltos
a la policía en ciudades con un mayor nivel de confianza social, medido a través de la pregunta estándar; cf. Knack y Keefer
(1997: 1257). De forma similar, el experimento conducido por Yamagishi (1988) descubrió una acusada correspondencia entre
actitudes de confianza y un comportamiento acorde con éstas.

10 Aunque Rosenberg la denominó como «escala de misantropía», es claro que depende en gran medida de la confianza y
que hubiera podido también ser conocida como «escala de confianza». De hecho, el propio Rosenberg la llamó escala de la
«fe en la gente» en sus artículos de 1956 y 1957. Por otra parte, hay que mencionar que, en Estados Unidos, la General So-
cial Survey ha estado también utilizando el indicador con tres preguntas de Rosenberg, pero sólo con dos posibilidades de
respuesta (Sí/No); véanse Brehm y Rahn (1997: 1008) y Uslaner (2002: 68-74).

11 Para un indicador diferente, que emplea cinco ítems como indicadores de creencias sobre confianza, fe en la cooperación
y reglas o normas de interacciones sociales, cf. Evans y Letki (2006: 133 ss.).

18
CONFIANZA SOCIAL, CONFIANZA POLÍTICA Y SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA

sociedad) cubiertos en nuestro proyecto revela que el indicador es relevante en todos ellos
(tabla 1). El componente único —conocido aquí como «confianza general»— explica entre
un 59 y un 78 por ciento de la varianza, mostrando la existencia de una dimensión subya-
cente única y robusta. Por consiguiente, a pesar del argumento teórico sobre el concepto de
confianza social generalizada, el componente único que emerge de este análisis de las tres
preguntas de la escala de Rosenberg es un indicador apropiado y sencillo. La tabla 2 clasifi-
ca nuestras trece sociedades en términos de su puntuación media para las tres preguntas
de confianza. No presenta sorpresas. Los tres países nórdicos la encabezan, y los tres paí-
ses del Este de Europa, junto a España, Alemania Oriental y Eslovenia, se encuentran al fi-
nal, con Holanda, Suiza, Portugal y Alemania Occidental en la parte media de la tabla.

TABLA 1

Análisis de componentes principales de la confianza social en doce países europeos, 1999-2002a

Porcentaje
Confianza Disposición de la varianza
País general a ayudar Justicia Eigenvalue explicado

Alemania Occidental 0,86 0,90 0,88 2,33 78


Alemania Oriental 0,87 0,90 0,89 2,35 78
Dinamarca 0,80 0,82 0,83 2,01 67
Eslovenia 0,79 0,80 0,80 1,90 63
España 0,81 0,80 0,79 1,92 64
Holanda 0,76 0,79 0,81 1,86 62
Moldavia 0,76 0,87 0,86 2,08 69
Noruega 0,82 0,86 0,86 2,17 72
Portugal 0,87 0,87 0,85 2,23 74
Rumanía 0,79 0,84 0,84 2,03 68
Rusia 0,79 0,80 0,80 1,91 64
Suecia 0,80 0,82 0,81 1,98 66
Suiza 0,66 0,82 0,81 1,77 59

a Tanto en ésta como en las restantes tablas de este artículo, los datos proceden del proyecto sobre Citizenship, Involvement,
and Democracy; cf. Westholm, Montero y Van Deth (2007). Más particularmente, los datos españoles proceden de la encuesta
2450 del Centro de Investigaciones Sociológicas, realizada en marzo-abril de 2002 y en colaboración con la Universidad Autó-
noma de Madrid, a una muestra nacional de 4.252 entrevistas como parte del proyecto sobre Ciudadanía, implicación y de-
mocracia en España (CIDE); puede verse al respecto el libro de Montero, Font y Torcal (2006).

19
JOSÉ RAMÓN MONTERO, SONJA ZMERLI Y KEN NEWTON

TABLA 2.

Nivel medio y dispersión de la confianza social en doce países europeos, 1999-2002a

País Media Desviación típica N

Noruega 0,64 0,17 2.286


Dinamarca 0,64 0,17 1.639
Suecia 0,64 0,20 1.265
Holanda 0,63 0,15 1.639
Suiza 0,61 0,18 1.647
Portugal 0,54 0,19 1.003
Alemania Occidental 0,52 0,21 1.989
Eslovenia 0,45 0,19 989
Alemania Oriental 0,45 0,23 1.013
España 0,43 0,17 4.218
Moldavia 0,36 0,21 1.215
Rumanía 0,36 0,23 1.208

a La medida consiste en un índice aditivo (la media de valores válidos) basado en las tres preguntas sobre confianza social; el

índice va de 0 a 1. Los países están ordenados de acuerdo a su media de confianza social.

LA CONFIANZA EN LAS INSTITUCIONES POLÍTICAS

Estamos de acuerdo con los investigadores que sostienen que el término trust debería
reservarse para las actitudes hacia los individuos, y que el de confidence debería ser apli-
cado a las instituciones12. Mientras que la confianza social (trust) pertenece a la esfera pri-
vada y es una característica de las relaciones personales basadas en las experiencias y
los conocimientos de primera mano, la confianza política (confidence) pertenece a la esfe-
ra pública y política y se construye en base a fuentes secundarias, en especial a los me-
dios de comunicación de masas (Newton, 1999a: 179). En lo que queda del artículo segui-
remos, pues, ese criterio diferenciador entre la confianza (social) en la gente y la confianza
(política) en las instituciones.

En comparación con las incontables discusiones sobre el significado de la confianza social,


pocos analistas se han preocupado por el de la confianza política. En su sentido más am-
plio, se refiere a las valoraciones de las instituciones centrales del sistema político por par-
te de los ciudadanos (Lipset y Schneider, 1983; Magalhães, 2006; Denters, Gabriel y Tor-
cal, 2007). Parafraseando a Levi y Stoker (2000: 484-485), la confianza política supone una
evaluación positiva de los atributos más relevantes que hacen a cada institución digna de
confianza, como credibilidad, justicia, competencia, transparencia y apertura ante puntos

12 Véanse, por ejemplo, Luhmann (1979: 39, y 1988); Giddens (1990: 114); Seligman (1997: 16-22); Offe (1999: 44-45), y Har-
din (2000: 33-35). Para una posición contraria, Paxton (1999: 105-106).

20
CONFIANZA SOCIAL, CONFIANZA POLÍTICA Y SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA

de vista distintos. Y, extrapolando nuestro anterior tratamiento de la confianza social, la


confianza política en una institución conlleva la creencia de que ésta no actuará de una for-
ma arbitraria o discriminatoria que resulte dañina para nuestros intereses o los del país,
sino que nos tratará, a nosotros y a los demás ciudadanos, de una forma igualitaria, justa y
correcta. Como dispositivo conceptual, la confianza política ha sido diseñada como un indi-
cador de alcance medio del apoyo de los actores políticos responsables de cada institución
y los principios generales de la democracia en los que están basadas ciertas instituciones
en un sistema político específico (Listhaug y Wiberg, 1995: 299-302; Gabriel, 1995: 361).
Como han escrito Newton y Norris (2000: 53), «la confianza en las instituciones [es] el indi-
cador central del sentimiento básico de los ciudadanos sobre su sistema político».

Como indicador empírico, casi todos los estudios se suman a la práctica de las World
Values Surveys y del Eurobarómetro cuando utilizan la siguiente pregunta:

«Por favor, mire esta tarjeta y dígame, para cada una de estas instituciones, en qué
medida confía usted en cada una de ellas».

Los ítems varían de un cuestionario a otro. El del CID preguntaba sobre un conjunto de
diez instituciones públicas: la policía, los funcionarios, los tribunales, los ayuntamientos, los
partidos políticos, los políticos, el Parlamento, el gobierno y dos organismos internaciona-
les como la Unión Europea (UE) y la Organización de Naciones Unidas (ONU). Como
nuestro principal objetivo es la política nacional, hemos descartado la UE y la ONU y nos
hemos concentrado en las ocho instituciones políticas internas13. De modo similar a las
preguntas sobre confianza social, el cuestionario CID pedía a los encuestados que respon-
dieran a las preguntas sobre confianza política en una escala de once puntos, mientras
que las World Values Surveys y el Eurobarómetro utilizan una escala de cuatro puntos.

Un análisis de componentes principales de las respuestas a las ocho preguntas revela una
única dimensión en la mayoría de países (tabla 3)14. Parece, pues, que la confianza política
se encuentra completamente interrelacionada, de forma que la confianza en cualquiera de
las instituciones se repite en todas las demás15. En general, las cargas factoriales son rele-

13 Un análisis de componentes principales de todas y cada una de las diez instituciones (nacionales e internacionales) produ-
ce o bien un solo factor de confianza política, o dos de ellos, uno de los cuales depende intensamente de las instituciones in-
ternas y el otro de las internacionales; véase también Denters, Gabriel y Torcal (2007).

14 Suiza, Portugal y Alemania Occidental presentan resultados diferentes, puesto que surgen dos factores que se dividen cla-
ramente entre confianza en las instituciones políticas y el gobierno (los políticos, los partidos y el gabinete) y en las institucio-
nes públicas no políticas (tribunales, funcionarios, policía y ayuntamientos). Pero, dado que esos tres casos desviados se en-
cuentran en la línea fronteriza basada en el criterio de Kaiser (el primer factor explica entre un 52 y un 59% de la varianza y el
segundo sólo entre un 13 y un 1%), en este artículo trabajaremos con un solo factor.
15Este hallazgo es coherente con los resultados de otras investigaciones; véanse, por ejemplo, Listhaug (1998); Norris (1999:
222); Bouckhaert y Van de Walle (2001), y Christensen y Laegreid (2002).

21
22

JOSÉ RAMÓN MONTERO, SONJA ZMERLI Y KEN NEWTON


TABLA 3

Análisis de componentes principales de la confianza en las instituciones en doce países europeos, 1999-2002a

Alemania Alemania Dina- Eslo-


Confianza en instituciones Occidental Oriental marca venia España Holanda Moldavia Noruega Portugal Rumanía Rusia Suecia Suiza

Los políticos 0,76 0,72 0,84 0,84 0,81 0,88 0,83 0,83 0,79 0,83 0,80 0,86 0,77
El gobierno 0,82 0,88 0,85 0,83 0,77 0,86 0,86 0,85 0,75 0,85 0,73 0,85 0,79
Los partidos 0,78 0,81 0,81 0,84 0,81 0,87 0,85 0,82 0,80 0,86 0,71 0,82 0,74
El Parlamento 0,85 0,88 0,87 0,86 0,86 0,87 0,89 0,88 0,81 0,89 0,81 0,87 0,83
Los tribunales 0,70 0,76 0,69 0,78 0,75 0,70 0,87 0,74 0,72 0,83 0,75 0,71 0,72
Los funcionarios 0,79 0,83 0,73 0,79 0,81 0,80 0,86 0,81 0,75 0,86 0,82 0,76 0,76
La policía 0,60 0,72 0,57 0,72 0,64 0,65 0,73 0,64 0,57 0,73 0,74 0,62 0,66
Los ayuntamientos 0,71 0,70 0,71 0,70 0,62 0,69 0,75 0,74 0,56 0,74 0,68 0,72 0,69

Eigenvalue 4,56 4,98 4,64 5,08 4,65 5,06 5,53 5,04 4,19 5,46 4,59 4,87 4,43
Porcentaje de varianza explicado 57,00 62,00 58,00 64,00 58,00 63,00 69,00 63,00 52,00 68,00 57,00 61,00 55,00
KMO 0,88 0,90 0,87 0,89 0,88 0,91 0,91 0,90 0,85 0,91 0,90 0,90 0,87

a Las cifras son cargas sobre el primer componente. El criterio de Kaiser produce una solución unidimensional en todos los países excepto en Dinamarca. KMO es la me-
dida Kaiser-Mayer-Olkin, que indica hasta qué punto las variables incluidas en el modelo se ajustan a los criterios subyacentes. Los valores de KMO van de 1,0 (ajuste ex-
celente) hasta 0,5 o menos (ajuste pobre).
CONFIANZA SOCIAL, CONFIANZA POLÍTICA Y SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA

vantes y tienen el signo correcto, el porcentaje de varianza explicada es sistemáticamente


elevado y las medidas KMO muestran un excelente nivel de ajuste de las interrelaciones
entre las distintas instituciones. Es decir, los ciudadanos son consistentes y predecibles en
la confianza que manifiestan en diferentes tipos de instituciones públicas. Además, los ni-
veles de confianza en los diferentes países son en gran medida los esperados (tabla 4): los
más altos se encuentran en las democracias establecidas, especialmente en Holanda, Ale-
mania Occidental y Dinamarca, y los más bajos en las nuevas democracias, sobre todo en
Rumanía, Moldavia y Rusia. Ello otorga crédito a nuestras medidas de confianza política.

TABLA 4

Nivel medio y dispersión de la confianza política en doce países europeos, 1999-2002a

País Media Desviación típica N

Holanda 0,61 0,14 1.631


Alemania Occidental 0,60 0,15 1.989
Dinamarca 0,59 0,16 1.637
Suecia 0,55 0,17 1.257
Suiza 0,55 0,18 1.591
Noruega 0,52 0,17 2.273
Alemania Oriental 0,52 0,18 1.011
Eslovenia 0,49 0,21 983
España 0,47 0,18 4.101
Portugal 0,46 0,17 986
Rumanía 0,44 0,25 1.194
Moldavia 0,34 0,22 1.215
Rusia 0,33 0,21 1.723

a La medida consiste en un índice aditivo (la media de los valores válidos) basado en las ocho preguntas sobre confianza en

las instituciones. El índice va de 0 a 1. Los países se encuentran ordenados de acuerdo a su confianza política media.

LA SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA

La tabla 5 muestra la clasificación de los países incluidos en el proyecto CID en relación a


en nuestro tercer concepto, la satisfacción con la democracia. Existe un consenso general
sobre el mejor indicador para medir esta variable. La encuesta CID utiliza la pregunta habi-
tualmente empleada en las encuestas del Eurobarómetro, del International Social Survey
Programme (ISSP) y de las World Values Surveys, también en una escala de medida de
cuatro puntos. La pregunta dice así:

«En general, ¿está usted muy satisfecho, bastante satisfecho, no muy satisfecho o
nada satisfecho con el funcionamiento de la democracia en [nombre del país]?».

23
JOSÉ RAMÓN MONTERO, SONJA ZMERLI Y KEN NEWTON

TABLA 5

Nivel medio y dispersión de la satisfacción con la democracia en doce países europeos, 1999-2002a

País Media Desviación típica N

Dinamarca 0,68 0,21 1.615


Holanda 0,65 0,20 1.598
Suecia 0,63 0,20 1.241
Alemania Occidental 0,62 0,22 1.964
Noruega 0,57 0,19 2.186
Suiza 0,57 0,22 2.103
España 0,55 0,22 4.072
Alemania Oriental 0,45 0,24 989
Portugal 0,44 0,24 965
Eslovenia 0,42 0,22 942
Rumanía 0,32 0,24 1.161
Rusia 0,31 0,25 1.441
Moldavia 0,23 0,20 1.104

a La satisfacción con la democracia se mide en un escala de cuatro puntos con valores entre 0 y 1. Los países están ordena-

dos de acuerdo con su media de satisfacción con la democracia.

Los resultados son los que cabría esperar. Dinamarca, Holanda, Suecia y Alemania Occi-
dental encabezan la tabla, y Portugal, Eslovenia, Rumanía, Rusia y Moldavia la cierran; las
democracias consolidadas están al principio de la lista, mientras que las más jóvenes se
encuentran al final. Esta distribución no es sorprendente: la misma pauta está recogida en
muchos estudios a lo largo de las dos últimas décadas (Schmitt, 1983; Kuechler, 1991;
Klingemann, 1999). No obstante, frente al consenso general sobre la construcción de la
pregunta y la coherencia de los resultados, existe un cierto debate acerca de la relación de
esos resultados con el apoyo a la democracia. Muchos académicos han puesto en cuestión
la clásica distinción de Easton (1965: 267-268) entre apoyo específico y difuso, argumen-
tando que los ciudadanos no perciben la diferencia entre ambos tipos de apoyo y que no
distinguen entre el apoyo básico a la democracia y la evaluación del gobierno de turno, lo
que en términos empíricos significa que lo segundo puede ser interpretado como una ma-
nifestación de lo primero.

La confusión entre el apoyo a la democracia y la satisfacción con el rendimiento del gobier-


no ha llevado a algunos a utilizar indicadores inapropiados o a realizar inferencias erróneas
de los datos. De ahí que creamos importante distinguir entre la satisfacción con la demo-
cracia y las medidas de legitimidad (Gunther y Montero, 2004). La legitimidad puede ser
considerada como «la creencia de que las instituciones políticas existentes, a pesar de sus
defectos y fallos, son mejores que otras que pudieran haber sido establecidas» (Linz, 1988:

24
CONFIANZA SOCIAL, CONFIANZA POLÍTICA Y SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA

65). Por otra parte, la satisfacción política (Easton, 1965: 406) o, en el sentido negativo, el
descontento político se encuentran en otra dimensión, consistente en los juicios de los ciu-
dadanos sobre el comportamiento diario de los líderes políticos y el funcionamiento de los
procesos e instituciones gubernamentales (Kornberg y Clarke, 1992: 20). La satisfacción
con la democracia, por lo tanto, comprende el conjunto de percepciones relativas a la ca-
pacidad de un determinado sistema político para solucionar problemas considerados espe-
cialmente importantes. La satisfacción política, o su contrario, nace de la evaluación por
parte de los ciudadanos del rendimiento del régimen o de las autoridades, así como de sus
resultados políticos, y expresa su desagrado hacia un objeto social o político significativo.
En otras palabras, la insatisfacción política es un rechazo general de los objetos políticos
que no cumplen los estándares que los ciudadanos establecen para ellos (Di Palma, 1970:
30; Farah, Barnes y Heunks, 1979; Norris, 1999).

Mientras que la legitimidad democrática (o el apoyo difuso a la democracia) tiende a ser es-
table a lo largo del tiempo, la insatisfacción fluctúa de acuerdo con las políticas guberna-
mentales, la situación de la sociedad, el estado de la economía y el rendimiento de las
principales instituciones políticas. Y dado que se centra en los líderes políticos partidistas y
en los gobiernos que lideran, no es sorprendente descubrir que, manteniendo inalterados
el resto de factores, los ciudadanos que apoyan al partido que gobierna son más positivos
en sus valoraciones que quienes lo hacen a los partidos de la oposición.

CONFIANZA SOCIAL Y CONFIANZA POLÍTICA

Para examinar la asociación entre confianza social y confianza política, hemos realizado
correlaciones entre el factor extraído de la escala de confianza social de las tres preguntas
de Rosenberg y el factor obtenido de las ocho preguntas de confianza en las instituciones
públicas. Los resultados son tan inusuales como sorprendentes (tabla 6). En contraste con
prácticamente todos los numerosos estudios publicados hasta la fecha, y en contra de
nuestras propias expectativas, existe una correlación significativa entre la confianza social
y la confianza en las instituciones políticas. Estos resultados son, además, consistentes y
robustos: todas las correlaciones son significativas al 0,001, y son también elevadas en
casi todos los países, excepto en Alemania Oriental. Dada la falta de precedentes, estos
resultados son intrigantes. Y dada su potencial importancia teórica para la teoría del capital
social, vale la pena analizarlos en mayor profundidad.

¿Son estos resultados simplemente un artefacto estadístico originado por nuestro indica-
dor de confianza? Para eliminar esta posibilidad, hemos llevado a cabo un segundo con-
junto de correlaciones simples, esta vez entre el indicador de confianza social y la confian-

25
JOSÉ RAMÓN MONTERO, SONJA ZMERLI Y KEN NEWTON

TABLA 6

Correlaciones entre confianza social y confianza política en doce países europeos, 1999-2002a

País R de Pearson N

Noruega 0,39 2.151


Holanda 0,38 1.471
Rumanía 0,38 1.034
Dinamarca 0,37 1.519
Suecia 0,36 1.104
Suiza 0,32 1.185
Moldavia 0,29 1.040
Portugal 0,29 909
Alemania Occidental 0,28 1.916
Eslovenia 0,25 891
España 0,24 3.505
Rusia 0,23 1.298
Alemania Oriental 0,18 913

a Las medidas correlacionadas son los factores únicos obtenidos del análisis de componentes principales de confianza social

y de confianza en las instituciones. Todas las correlaciones son estadísticamente significativas a un nivel de 0,001. Los países
están ordenados por los coeficientes de correlación.

za en cada una de las diferentes instituciones políticas. Dado que ello arroja un total de 104
correlaciones simples (ocho instituciones en trece sociedades), no hemos reproducido
aquí los resultados por la falta de espacio. Pero basta decir que 97 de las correlaciones son
significativas al 0,001, cuatro lo son al 0,01, dos al 0,05 y sólo una no es significativa. Los
resultados difícilmente podrían ser más claros o más coherentes: parece existir una fuerte
asociación entre la confianza social y la confianza en las instituciones políticas en todas y
cada una de las trece sociedades cubiertas por el proyecto CID.

Tenemos ante nosotros, pues, una contradicción. Reiteremos una vez más que, contraria-
mente a los estudios anteriores, hemos encontrado una asociación estadísticamente signi-
ficativa y a menudo sustancial en el nivel individual entre la confianza social y la confianza
política. ¿Cómo cabe explicarla? La respuesta no parece encontrarse en la secuencia de
preguntas de los distintos cuestionarios CID. Aunque el orden de las preguntas puede afec-
tar en cierta medida a los resultados, es difícil creer que tenga un efecto tan fuerte16. Exis-
ten dos posibles explicaciones metodológicas para estos inusuales hallazgos.

16 El orden de las preguntas es generalmente consistente en el núcleo común de los cuestionarios de las 13 encuestas del
CID, bien que en algunos países varía de una encuesta a otra, y en algunas encuestas de una recogida de datos a otra. Pero
no es probable que dicha variabilidad entre encuestas y entre países explique los resultados sistemáticamente débiles y esta-
dísticamente no significativos de las asociaciones entre confianza social y confianza política en casi todas las demás encues-
tas realizadas con anterioridad a las de nuestro proyecto.

26
CONFIANZA SOCIAL, CONFIANZA POLÍTICA Y SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA

1. El número de indicadores. El cuestionario de las encuestas CID emplea, como ya sa-


bemos, la escala de confianza con tres preguntas de Rosenberg, de la cual hemos obteni-
do un solo factor. ¿Es ésta quizás una medida de confianza social generalizada mejor y
más sensible que la pregunta única de Noelle-Neumann utilizada en muchos otros estu-
dios? Además, hemos empleado cifras factoriales para las ocho preguntas sobre confianza
política, mientras que otros estudios han recurrido a un solo ítem del cuestionario, general-
mente la confianza en el Parlamento. Es probable, por lo tanto, que nuestras medidas sean
más refinadas y sensibles que otras.

2. La precisión de los indicadores. El cuestionario de las encuestas CID pedía a los en-
cuestados que expresaran sus respuestas sobre confianza social mediante una escala de
once puntos. Es probable que ello ofrezca una medida de confianza más precisa que las
habituales escalas de valoración, mucho más reducidas17. Como han escrito Krosnick y Fa-
brigar (1997: 144), «hay varias razones para creer que más puntos en la escala serán ge-
neralmente más efectivos que menos puntos. (...) Más puntos en la escala permiten al in-
vestigador hacer distinciones más sutiles entre las actitudes de los individuos hacia un
mismo objeto. Así, las escalas más amplias tienen el potencial de aportar información más
útil».

Aunque la falta de espacio nos impide investigar a fondo estas posibilidades, podemos al
menos efectuar algunas sugerencias sobre el número y la precisión de los indicadores. Al-
gunas encuestas (como las World Values Surveys, por ejemplo) emplean una sola pregun-
ta sobre confianza social y ofrecen a los encuestados la opción dicotómica «Sí/No» para
contestar18. Esas mismas encuestas codifican las respuestas a la preguntas sobre confian-
za política en una escala de cuatro puntos («mucho», «bastante», «poco» y «nada») y sue-
len limitarse a seleccionar como indicador de confianza política la relativa a la existente en
el Parlamento. ¿Es posible que la escala de puntuación de once puntos discrimine de for-
ma más sensible los distintos grados de ambos tipos de confianza, y que quizás el factor
de confianza social de tres preguntas y el factor de confianza política de ocho preguntas
sean mejores medidas que las preguntas únicas utilizadas en otros estudios?

Para comprobar esta posibilidad hemos reanalizado nuestros datos, pero ahora tratando
de que se aproximaran a los tipos de medidas y escalas de medición empleados en otras

17 Existe una explicación adicional. Dada la propensión natural de las escalas de once puntos, es concebible que los encuesta-
dos que se consideren a sí mismos tipos «promedio», o se vean como radicales en los límites de la sociedad y en la política,
hayan marcado los mismos puntos de forma sistemática en las distintas escalas y que, por consiguiente, hayan proporcionado
un cierto grado de asociación espuria a sus respuestas. Estamos agradecidos a Willem Saris por plantearnos esta posibilidad.

18 Como ya hemos indicado, la pregunta demandaba en qué medida puede confiarse en la mayoría de las personas o, por el
contrario, «nunca se es lo bastante prudente cuando se trata con los demás»

27
JOSÉ RAMÓN MONTERO, SONJA ZMERLI Y KEN NEWTON

encuestas. Hemos cambiado una variable cada vez, para así identificar mejor qué cambios
tienen qué tipo de efectos en los resultados. En primer lugar, hemos empleado la usual pre-
gunta de confianza social de Noelle-Neumann (en lugar del factor derivado de la escala de
tres preguntas) y la hemos correlacionado con el factor de la confianza política en las insti-
tuciones derivado de nuestras ocho preguntas, ambas con una escala de medición de
once puntos. En segundo lugar, hemos correlacionado la pregunta única de confianza so-
cial en una escala de once puntos y una única pregunta de confianza en el Parlamento,
también en una escala de once puntos. En tercer lugar, hemos recodificado nuestras esca-
las empleando la pregunta de confianza social en forma dicotómica y reduciendo la pre-
gunta única de confianza en el Parlamento a una escala de cuatro puntos similar a la usa-
da por las World Values Surveys19. Si es cierto que los indicadores y las escalas explican la
diferencia entre nuestros resultados y los otros, entonces cabría esperar que las correlacio-
nes entre confianza social y confianza política se fueran reduciendo cuanto más nos apro-
ximemos a las medidas menos refinadas y a las escalas de medición más reducidas de
otros estudios.

La tabla 7 muestra que eso es exactamente lo que pasa. Las correlaciones se reducen
de forma constante al desplazarnos desde las medidas más refinadas de la encuesta
CID (incluidas en la primera columna) hasta las menos refinadas (mostradas en la últi-
ma columna). Alemania Oriental es la única excepción a esta pauta. Aunque las correla-
ciones siguen siendo estadísticamente significativas en todos los casos de la última co-
lumna, en ocho de las trece sociedades cae hasta la mitad o menos de su tamaño
original.

Para comprobar nuestros resultados de modo diferente, hemos repetido finalmente el


análisis de los datos españoles, moldavos y rumanos. En estos países se recogieron da-
tos de confianza tanto de acuerdo con el formato completo del proyecto CID (la escala de
confianza de tres preguntas de Rosenberg y las ocho cuestiones sobre confianza en las
instituciones políticas, ambas en una escala del 0 al 10) como según el formato simplifica-
do de las World Values Surveys (una sola pregunta de confianza social, codificada
«Sí/No», y una pregunta de confianza política, codificada en cuatro puntos). Ello nos per-
mitirá comprobar los resultados de los dos conjuntos de indicadores contenidos en las
mismas encuestas y aplicados a los mismos encuestados, y hará también posible compa-
rar los respectivos resultados de cada una sin hacer demasiadas suposiciones acerca de
cómo aproximarnos a los resultados de las World Values Surveys simplificando las esca-
las de medición de la del CID.

19 Estamos agradecidos a Michael Braun (del Zentrum für Umfragen, Methoden und Analisen [ZUMA], de la Universidad de

Mannheim) por habernos proporcionado una importante ayuda en este aspecto.

28
TABLA 7

Correlaciones entre diferentes medidas de confianza social y confianza política en doce países europeos, 1999-2002a
Pregunta única de confianza Preguntas únicas de confianza Preguntas únicas y simplificadas
social y factor de confianza social y de confianza de confianza social y de
Escalas completasb políticac en el Parlamentod confianza en el Parlamentoe

CONFIANZA SOCIAL, CONFIANZA POLÍTICA Y SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA


País r de Pearson N r de Pearson N r de Pearson N r de Pearson N
Noruega 0,39 2.151 0,32 2.155 0,26 2.8231 0,21 2.231
Holanda 0,38 1.471 0,35 1.484 0,28 1.589 0,19 1.589
Rumanía 0,38 1.034 0,32 1.058 0,27 1.138 0,21 1.138
Dinamarca 0,37 1.519 0,34 1.542 0,30 1.620 0,24 1.620
Suecia 0,36 1.104 0,30 1.116 0,27 1.212 0,21 1.212
Suiza 0,32 1.185 0,25 1.241 0,18 1.432 0,14 1.432
Moldavia 0,29 1.040 0,25 1.079 0,20 1.162 0,18 1.162
Portugal 0,29 909 0,26 916 0,17 955 0,12 955
Alemania Occidental 0,28 1.916 0,22 1.919 0,21 1.965 0,14 1.965
Eslovenia 0,25 891 0,19 905 0,18 967 0,17 967
España 0,25 3.435 0,16 3.496 0,16 3.743 0,12 3.743
Rusia 0,23 1.298 0,15 1.323 0,15 1.636 0,11 1.636
Alemania Oriental 0,18 913 0,18 920 0,19 981 0,20 981
Correlaciones medias
ponderadasf 0,31 18.866 0,25 19.154 0,21 20.631 0,17 20.631
a Todas las correlaciones son estadísticamente significativas a un nivel de 0,001. Los países se encuentran ordenados de acuerdo a sus coeficientes en la columna de es-
calas completas.
b Las escalas completas se refieren a las cifras presentadas en la tabla 6, esto es, el factor de confianza social obtenido del indicador de tres preguntas de Rosenberg, ba-
sado en escalas de once puntos, y el factor obtenido de las ocho preguntas sobre instituciones públicas, también basado en escalas de once puntos.
c La pregunta única de confianza social y factor de confianza política se refiere a una sola pregunta sobre confianza social, con escalas de once puntos, y el factor obteni-

do de las ocho preguntas sobre confianza, basado también en escalas de once puntos.
d Las preguntas únicas de confianza social y de confianza en el Parlamento se refieren a una sola pregunta de confianza social, con una escala de once puntos, y una úni-

ca pregunta sobre confianza en el Parlamento, también con una escala de once puntos.
e Las preguntas únicas y simplificadas de confianza social y de confianza en el Parlamento se refieren a las medidas descritas en la nota (c) anterior, pero con la primera

dicotomizada y la segunda transformada en escala de cuatro puntos para asemejarse así a los indicadores contenidos en las World Values Surveys. En la pregunta sobre
confianza social, los valores del 0 al 6 fueron contados como 0, y los de 7 a 10 como 1. En la pregunta sobre confianza en el Parlamento, los valores entre 0 y 2 fueron con-
tados como 1, entre 3 y 5 como 2, entre 6 y 8 como 3, y entre 9 y 10 como 4.
f Las correlaciones medias ponderadas consisten en la suma de los coeficientes de cada país multiplicada por sus números de casos y dividida por el número total de casos.
29
JOSÉ RAMÓN MONTERO, SONJA ZMERLI Y KEN NEWTON

Las correlaciones mostradas en la tabla 8 confirman nuestras expectativas. Aquéllas de-


caen de forma constante a medida que descendemos desde las cifras de confianza más
refinadas y sensibles de la primera fila, hasta las más agregadas y menos matizadas mos-
tradas en la última fila. Por ejemplo, en el caso moldavo (primera columna), los datos del
CID muestran una correlación de 0,29 entre la confianza social y la confianza política; pero
la misma encuesta, utilizando una única pregunta y una escala de «Sí/No» para la confian-
za social y una escala de cuatro puntos para la confianza política en el Parlamento, mues-
tra una correlación de 0,15. De forma análoga, los resultados españoles caen desde un
0,25 a un 0,11. En el caso de España, vale también la pena subrayar que la recodificación
de los datos del CID para ajustarlos a las medidas de las World Values Surveys produce
unos resultados idénticos a los obtenidos por estas últimas encuestas en 1999, y son muy
similares a los de 1990 (tabla 9). Por consiguiente, es difícil evitar la conclusión de que
cuanto mejores sean los indicadores y las escalas empleados para medir los dos tipos de
confianza, más probable será que muestren una asociación más robusta20. Asimismo, el
hecho de que investigaciones previas no hayan mostrado una asociación consistentemen-
te fuerte entre ambos tipos de confianza parece ser debido a la combinación de indicado-
res pobres y de escalas de medición limitadas21.

20 En experimentos que emplean el enfoque Multi-Trait, Multi-Method en las preguntas sobre confianza social del CID, lleva-
dos a cabo para las encuestas piloto de la European Social Survey de 2002 en Gran Bretaña y en Holanda (que resultaron te-
ner exactamente los mismos indicadores), Saris y Gallhofer (2003: 10) descubrieron que en ambos países «la elección limita-
da a una escala de dos puntos es definitivamente peor (…) que la escala de once puntos en lo relativo a la validez».

21 Rothstein (2002: 320) informa de un experimento similar en cuatro encuestas suecas llevadas a cabo anualmente desde
1996, y con similares resultados positivos. Y Jagodzinski y Manabe (2004) dan cuenta de una comparación entre la pregunta
habitual de confianza social y la incluida en un módulo sobre religión del ISSP en 1998, en el que la pregunta contenía cuatro
ítems, que iban desde el positivo de «Casi siempre puede confiarse en la gente» hasta el negativo de «Nunca se es lo bas-
tante prudente cuando se trata con los demás»; sus resultados no son, sin embargo, concluyentes.

30
CONFIANZA SOCIAL, CONFIANZA POLÍTICA Y SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA
TABLA 8

Correlaciones entre diferentes medidas de confianza social y de confianza política en Moldavia, Rumanía y España, 2001-2002a

España Moldavia Rumanía

Medidas correlacionadas r N r N r N

Puntuación factorial de confianza social (tres ítems) y puntuación factorial de confianza política
(ocho ítems) 0,25 3.435 0,29 1.040 0,38 1.034
Sólo una pregunta de confianza social (con una escala de once puntos) y puntuación factorial
de confianza política (ocho ítems) 0,16 3.496 0,25 1.079 0,32 1.058
Sólo una pregunta de confianza social (con una escala de once puntos) y una sola pregunta
de confianza en el Parlamento (con una escala de once puntos) 0,16 3.743 0,20 1.162 0,27 1.138
Sólo una pregunta única de confianza social (con una escala de once puntos) y pregunta única
de confianza en el Parlamento (con una escala de cuatro puntos)b 0,15 3.743 0,20 1.162 0,25 1.138
Pregunta única de confianza social (en forma dicotómica) y puntuación factorial de confianza
política (ocho ítems) 0,11 3.400 0,17 1.056 0,23 1.052
Pregunta única de confianza social (en forma dicotómica) y sólo una pregunta de confianza
en el Parlamento (con una escala de once puntos) 0,12 3.634 0,15 1.136 0,18 1.132
Pregunta única de confianza social (en forma dicotómica) y sólo una pregunta de confianza
en el Parlamento (con una escala de cuatro puntos)b 0,11 3.634 0,15 1.136 0,17 1.132

a Todas las correlaciones son estadísticamente significativas a un nivel de 0,001.


b La pregunta de confianza en el Parlamento con una escala de once puntos fue reducida a cuatro puntos, según se describe en la nota (e) de la tabla 7.
31
JOSÉ RAMÓN MONTERO, SONJA ZMERLI Y KEN NEWTON

TABLA 9

Correlaciones entre confianza social y confianza en el Parlamento en España,


según las encuestas del proyecto CID y las World Values Surveys, 1981-2002a

Encuesta r de Pearsonb Tau de Kendallb N

Encuestas CID 2002 0,11** 0,10** 3.634


World Values Surveys
1999 0,11* 0,11* 1.109
1990 0,07* 0,06* 3.925
1981 –0,01 –0,00 2.106

a En todas las encuestas, la confianza social ha sido medida a través de la misma pregunta dicotómica. En las World Values

Surveys, la confianza en el Parlamento ha sido medida mediante una única pregunta, que emplea una escala de cuatro pun-
tos. En la del CID, la confianza en el Parlamento fue medida a través de una pregunta que emplea una escala de once puntos,
simplificada a una escala de cuatro puntos, según lo indicado en la nota (e) de la tabla 7.
b Los niveles de significatividad estadística son los siguientes: ** = 0,001; * = 0,01.

CONFIANZA SOCIAL Y SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA

Si la confianza social se encuentra asociada a la confianza política, ¿es posible enton-


ces que también lo esté con la satisfacción con la democracia?22. Los datos incluidos en
la tabla 10 confirman esta asociación en el nivel individual. De forma nada sorprendente,
existe una fuerte correlación entre la confianza política y la satisfacción con la democra-
cia, dado que se trata de aspectos del mismo tipo de apoyo político general. Pero los
coeficientes muestran también que quienes confían socialmente se sienten también más
satisfechos con la democracia. Aunque las cifras varían de forma sustancial de un país a
otro, son altamente significativas en todos los casos, excepto en Alemania Oriental23. Es
destacable, no obstante, que la asociación entre confianza social y satisfacción con la
democracia sea menor y menos consistente (un resultado que podría deberse en parte
al hecho de que la última se mide con una escala de cuatro puntos) que entre confianza
social y confianza política, y que además sus coeficientes sean menos homogéneos en-
tre países.

22 Véanse Putnam (1993) e Inglehart (1997: 180-187). Sin embargo, Uslaner (2002: 218) se pregunta si «las sociedades de-
mocráticas son sociedades que confían». Hay que destacar que tanto Uslaner como Inglehart basan sus conclusiones en da-
tos agregados comparados de varios países, no en el tipo de datos individuales de los que nos estamos ocupando en este ar-
tículo.

23 En España, donde el coeficiente (r de Pearson) alcanza el mismo valor que en Alemania Oriental, el elevado nivel de signi-
ficatividad estadística se debe probablemente al gran número de casos de su encuesta.

32
CONFIANZA SOCIAL, CONFIANZA POLÍTICA Y SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA

TABLA 10

Correlaciones de confianza social y confianza política con satisfacción con la democracia


en doce países europeos, 1999-2002a

Confianza social y satisfacción Confianza política y satisfacción


con la democracia con la democracia

País r de Pearson N r de Pearson N

Alemania Occidental 0,16 1.957 0,48 1.922


Alemania Oriental 0,10 974 0,49 901
Dinamarca 0,23 1.586 0,45 1.529
Eslovenia 0,14 931 0,39 862
España 0,10 3.924 0,39 3.404
Holanda 0,20 1.581 0,44 1.467
Moldavia 0,13 1.039 0,36 1.023
Noruega 0,21 2.162 0,45 2.079
Portugal 0,13 951 0,35 896
Rumanía 0,26 1.107 0,42 1.045
Rusia 0,11 1.358 0,35 1.131
Suecia 0,22 1.215 0,50 1.108
Suiza 0,19 1.482 0,40 1.236

a Todas las correlaciones son estadísticamente significativas en el nivel de 0,01 y, con la excepción de Alemania Oriental en

lo relativo a confianza social, también en el 0,001. La información sobre las medidas empleadas está recogida en las notas (a)
de las tablas 5 y 6.

Las conclusiones a esta parte del artículo son tan simples y directas como estadísticamen-
te claras. Las mejores medidas, por más fiables y refinadas, que tenemos sobre confianza
social, confianza política y satisfacción con la democracia muestran una estrecha relación
entre ellas en el nivel individual, y además de forma estadísticamente significativa. Hasta
este punto, nuestros resultados son coherentes con los argumentos de la teoría del capital
social, al menos en lo que hace al nivel individual de los ciudadanos.

CONFIANZA SOCIAL, CONFIANZA POLÍTICA Y SATISFACCIÓN


CON LA DEMOCRACIA: UN ANÁLISIS MULTIVARIADO

Hasta ahora hemos presentado sólo correlaciones bivariadas. ¿Hasta qué punto resisten
nuestros hallazgos la prueba más exigente de las regresiones multivariadas? ¿Y qué nos
dicen éstas acerca de los orígenes de nuestras variables dependientes? En la última sec-
ción de este artículo trataremos de dar respuesta a estas preguntas con tres regresiones
multivariadas básicas sobre confianza social, confianza política y satisfacción con la demo-
cracia. Para la selección de variables independientes hemos combinado consideraciones

33
JOSÉ RAMÓN MONTERO, SONJA ZMERLI Y KEN NEWTON

teóricas, empíricas y pragmáticas. Para empezar, hemos tenido en cuenta algunas explica-
ciones empíricas recientes de cualquiera de nuestras tres variables dependientes, la mayo-
ría haciendo uso de datos de encuesta en el nivel individual y analizando sólo esporádica-
mente todo el conjunto completo de relaciones recíprocas que estas variables pueden
tener entre ellas. Aunque los tipos de modelos y de variables operativas de esos estudios
son bastante dispares, muchos contienen un núcleo común para explicar las fuentes de
confianza social en el que al menos están incluidas las características de la personalidad y
de las experiencias vitales de los individuos. Entre ellas se encuentran las de la renta, el
estatus social, la pertenencia a un grupo mayoritario, la satisfacción con el trabajo, el opti-
mismo y los indicadores de felicidad subjetiva, bienestar económico, confianza económica
y satisfacción vital. Todas ellas conforman un síndrome habitualmente interconectado de
variables individuales, por lo que hemos seleccionado la satisfacción vital como un indica-
dor suficientemente expresivo de ellas. La participación en asociaciones voluntarias (la
pertenencia, el activismo o una medida compuesta) es también una variable individual de
la que frecuentemente se señala su estrecha relación con la confianza social, al igual que
los vínculos e identificaciones con un tipo determinado de comunidad24.

Respecto a los orígenes de la confianza política, los estudios recientes han solido centrar-
se en explicaciones basadas en el capital social o en la psicología social (incluida la con-
fianza social), de una parte, o en teorías políticas o institucionales (incluyendo variables in-
dividuales o agregadas, como la satisfacción con la democracia), de otra25. Finalmente, las
fuentes de satisfacción con la democracia han sido analizadas a través de una mezcla de
variables que han medido el voto y las preferencias partidistas, la confianza en el gobierno
y en los líderes políticos, las actitudes políticas de los ciudadanos y las características ins-
titucionales de sus países, el rendimiento económico y la valoración de las políticas públi-
cas, las expectativas de los ciudadanos y los años de democracia26.

En la selección de nuestras variables independientes también nos hemos mantenido en lí-


nea con la naturaleza exploratoria de este artículo. Dada la imposibilidad de realizar aquí
una explicación sistemática de las fuentes de la confianza social, la confianza política y la

24 Véanse, por ejemplo, Whiteley (1999), que añade algunas creencias normativas y códigos morales de los individuos;
Delhey y Newton (2003), que añaden satisfacción con la democracia, otros rasgos de la personalidad y redes de amigos; y
Freitag (2003), que añade valores morales y confianza en las instituciones políticas.

25 Véanse, por ejemplo, Listhaug y Wiberg (1995), que también añaden ideología, interés político, posmaterialismo y una me-
dida subjetiva de satisfacción con la propia vida; Newton y Norris (2000), que añaden activismo voluntario; Rohrschneider y
Schmitt-Beck (2003), que añaden valores políticos; y Brehm y Rahn (1997), que presentan un modelo estructural de confianza
en el gobierno, confianza social e implicación cívica.

26Véanse, por ejemplo, Clarke, Dutt y Kornberg (1993); Anderson (1998), que también tiene en cuenta la confianza social;
Anderson y Guillory (1997); Anderson y Tverdova (2001); y, desde un punto de vista complementario, Mishler y Rose (2001).

34
CONFIANZA SOCIAL, CONFIANZA POLÍTICA Y SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA

satisfacción con la democracia, nos hemos limitado a confirmar si en el análisis multivaria-


do se mantienen las relaciones excepcionalmente fuertes y consistentes entre esos indica-
dores que hemos encontrado antes, cuando examinamos las correlaciones bivariadas.
Para ello hemos recogido una selección de variables que cubren diferentes grados de im-
plicación en asociaciones, satisfacción con la vida, apego a la comunidad local (barrio o
pueblo) y al municipio, tamaño de la población en la que vive el encuestado y exposición a
la televisión. Como variables sociodemográficas hemos seleccionado educación, género y
confesión religiosa. Se trata, creemos, de variables que no necesitan de mayores precisio-
nes; sus valores medios están recogidos en la tabla 1127.

La tabla 12 muestra los coeficientes de la regresión de mínimos cuadrados ordinarios (Or-


dinary Least Squares [OLS]) sobre confianza social. Los resultados confirman nuestro ha-
llazgo previo de que la confianza social se encuentra asociada fuerte y consistentemente
con la confianza en las instituciones políticas en el nivel individual en todos los países del
proyecto CID28. Pero, contrariamente a lo que sostiene la teoría del capital social, la perte-
nencia a las asociaciones voluntarias aparece raramente de forma significativa, confir-
mando así los resultados de muchos otros estudios29. Sin embargo, la satisfacción con la
vida, el apego a la comunidad y la educación están asociados a la confianza social en la
mayoría de países. Parece claro que la gente educada, satisfecha y socialmente integrada
tiene mayores probabilidades de confiar y que, en consecuencia, tanto la confianza como
la satisfacción con la propia vida tienden a estar vinculadas a la educación y al estatus so-
cial30.

27 En las tablas 12, 13 y 14 hemos explorado, entre otras cosas, el efecto de tres aspectos distintos de la implicación social.
La tabla 12 representa la influencia de ser miembro en cualquiera de las asociaciones voluntarias incluidas en los cuestiona-
rios del CID. El impacto de la afiliación a distintos tipos de organizaciones es analizado en la tabla 13; cf. al respecto Badescu
y Neller (2007). Finalmente, en la tabla 14 presentamos los efectos de distintos componentes de la participación asociativa, a
saber, si el encuestado es miembro, ha participado en alguna actividad, ha donado dinero, ha llevado a cabo trabajo volunta-
rio y si tiene amigos personales dentro de una organización; cf. Morales y Geurts (2007). La satisfacción con la propia vida
consiste en una escala de once puntos que indica hasta qué punto el encuestado se encuentra, en general, satisfecho con su
vida. El apego a la comunidad y el apego al municipio consisten en escalas de once puntos que indican hasta qué punto el en-
cuestado siente apego hacia su vecindario o pueblo (una entidad social), por un lado, y hacia su municipio o localidad (una en-
tidad política), por el otro. El tamaño de la localidad abarca desde la rural hasta la gran ciudad (más de 500.000 habitantes). La
exposición a la televisión se basa en el número medio de horas por día que el encuestado dedica a ver la televisión.

28Para un análisis más amplio, que incluye a los 21 países de la primera ola de la European Social Survey, realizada en
2003, y que confirma esta fuerte y sistemática relación entre confianza social y confianza política en los niveles individuales,
pueden verse los trabajos de Zmerli (2004) y de Zmerli y Newton (2007).

29 Véanse, por ejemplo, entre muchos otros, Newton (1999a: 179-184; 2001: 211-212), y Newton y Norris (2000: 65) para la
falta de relación entre confianza social y confianza política; y Putnam (1995: 73), Stolle (1998: 522), Stolle y Rochon (2001:
131) y Torcal y Montero (1999: 184) para la asociación entre confianza social y pertenencia a organizaciones voluntarias;
véanse asimismo Freitag (2003: 957-958) y Whiteley (1999: 39) para hallazgos similares a los nuestros.

30Sobre estos puntos, véanse Brehm y Rahn (1997: 1019); Uslaner (2002: 84-86); Whiteley (1999: 39); Wuthnow (2002: 86), y
Delhey y Newton (2003: 110-111).

35
36

JOSÉ RAMÓN MONTERO, SONJA ZMERLI Y KEN NEWTON


TABLA 11

Estadísticos descriptivosa
Alemania Alemania Dina-
Occidental Oriental marca Eslovenia España Holanda Moldavia Noruega Portugal Rumanía Rusia Suecia Suiza

Variables M Dt M Dt M Dt M Dt M Dt M Dt M Dt M Dt M Dt M Dt M Dt M Dt M Dt

Confianza socialb 5,0 2,3 4,2 2,8 6,7 2,1 5,0 2,6 4,7 2,1 6,2 1,9 4,2 2,3 6,5 2,1 5,5 2,2 4,2 2,8 3,9 3,1 6,4 2,6 5,8 2,7
Confianza políticac 6,0 1,5 5,3 1,8 5,9 1,5 4,9 2,1 4,5 1,8 5,9 1,4 3,4 2,2 5,2 1,7 4,6 1,7 4,4 2,5 3,3 2,1 5,5 1,7 5,5 1,8
Satisfacción con democraciad 2,9 0,7 2,4 0,7 3,1 0,6 2,3 0,7 2,6 0,7 3,0 0,6 1,7 0,6 2,7 0,6 2,3 0,7 2,0 0,7 1,9 0,8 2,9 0,6 2,7 0,7
Satisfacción con vidad 7,9 1,7 7,1 2,0 8,1 1,8 7,7 1,8 7,5 1,8 8,0 1,3 4,7 2,6 7,6 1,9 7,5 1,5 5,3 2,8 4,5 2,7 8,1 1,8 8,2 1,7
Apego a la comunidade 7,5 2,3 7,3 2,4 6,7 2,7 7,4 2,8 7,7 2,3 6,6 2,3 7,9 2,6 6,4 2,8 7,9 2,2 8,4 2,5 6,6 3,3 7,0 2,7 6,5 2,7
Apego a la localidade 7,4 2,2 7,3 2,3 6,5 2,6 7,2 2,7 8,1 2,1 6,4 2,3 8,0 2,4 6,6 2,6 7,8 2,2 8,5 2,3 6,4 3,3 7,0 2,6 6,3 2,7
Tamaño de la localidadf 4,8 2,2 5,4 2,0 5,3 2,3 6,5 1,6 4,5 2,2 5,9 1,2 6,3 2,8 5,1 2,9 5,3 2,4 5,8 3,0 4,1 2,7 5,4 2,3 5,7 1,4
Nivel de educacióng 0,3 0,3 0,4 0,2 0,5 03 0,4 0,2 0,3 0,2 0,6 ,02 0,5 0,3 0,5 0,3 0,5 0,3 0,4 0,2 0,5 0,3 0,5 0,3 0,4 0,3
Exposición a la televisión 2,8 1,4 3,2 1,7 2,5 1,5 2,9 2,0 2,8 1,7 4,1 2,8 2,8 1,9 3,0 1,9 2,9 1,6 2,9 2,0 3,1 2,0 1,9 1,3 1,8 3,7
Edad 49,9 17,6 48,9 17,1 43,2 15,1 42,5 18,1 46,0 18,1 47,4 15,7 44,3 17,0 46,3 16,2 39,8 13,8 48,7 17,7 44,9 17,2 48,4 17,6 47,5 17,2

Pertenencia a asociaciones 65 51 93 53 42 86 20 88 43 20 25 90 65
Clubes deportivos y de tiempo
libre 38 23 51 22 16 45 5 45 20 3 3 43 38
Organizaciones de interés 36 29 87 33 25 75 14 78 15 16 21 85 36
Organizaciones socioculturales 21 9 26 15 15 25 4 16 8 3 3 21 21
Organizaciones religiosas 10 6 5 2 3 28 2 11 9 2 1 6 10
Implicación 68 54 94 63 49 90 20 96 58 20 28 92 68
Actividad 57 42 71 33 32 55 14 58 34 15 16 68 57
Donación 27 20 42 39 23 42 8 66 35 9 6 46 27
Trabajo voluntario 39 26 47 22 15 34 12 45 22 9 11 50 39
Amigos 58 42 56 36 30 35 14 49 43 15 17 74 58
Género (femenino) 56 53 49,8 61 52 53 54 51 53 51 55 51 56
Religión protestante 42 24 89 0 0 25 1 58 1 3 0 79 42
Religión católica 43 6 1 60 83 36 0 2 91 4 0 2 43
Religión ortodoxa 1 0 0 0 0 0 87 2 0 85 69 1
Religión musulmana 2 0 1 0 0 2 0 0 0 2 5 2
Otra religión 2 4 2 9 3 9 10 13 6 6 3 8 2
Ninguna religión 10 66 7 31 14 28 2 25 2 0 23 11 10

N máximo (no ponderado) 1.991 1.013 1.640 990 4.252 1.649 1.219 2.297 1.010 1.217 1.733 1.271 1.991

a Hasta la del tamaño de la localidad, las variables están expresadas en medias; la de la exposición a la televisión, en horas por día; la edad, en años; todas las demás, en porcentajes.
b De 0 (muy desconfiado) a 1 (muy confiado).
c De 0 (ninguna confianza) a 10 (mucha confianza).
d De 0 (muy insatisfecho) a 10 (muy satisfecho).
e De 0 (ningún apego) a 10 (mucho apego).
f De 1 (gran ciudad) a 9 (área rural).
g De 0 (mínimo) a 10 (máximo).
TABLA 12

Análisis de regresión múltiple de la confianza social en doce países europeos, 1999-2002a

CONFIANZA SOCIAL, CONFIANZA POLÍTICA Y SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA


Alemania Alemania Dina- Eslo-
Predictor Occidental Oriental marca venia España Holanda Moldavia Noruega Portugal Rumanía Rusia Suecia Suiza

Confianza política 0,30*** 0,23*** 0,31*** 0,16*** 0,20*** 0,32*** 0,21*** 0,28*** 0,28*** 0,25*** 0,23*** 0,30*** 0,23***
Satisfacción con la democracia 0,02*** 0,00*** 0,05*** 0,04*** 0,01*** 0,02*** –0,07*** 0,04*** 0,02*** 0,10*** –0,02*** 0,09*** 0,06***
Pertenencia a asociaciones 0,06*** 0,02*** 0,01*** 0,01*** 0,03*** –0,02*** 0,04*** 0,00*** –0,02*** –0,02*** 0,02*** 0,01*** 0,02***
Satisfacción con la vida 0,17*** 0,11*** 0,12*** 0,17*** 0,08*** 0,14*** 0,26*** 0,11*** 0,16*** 0,14*** 0,13*** 0,08*** 0,21***
Apego a la comunidad 0,08*** 0,01*** 0,03*** 0,04*** 0,04*** 0,11*** 0,09*** 0,07*** 0,12*** –0,01*** 0,08*** 0,07*** 0,11***
Tamaño de la localidad 0,05*** –0,09*** –0,01*** 0,01*** 0,06*** –0,02*** 0,02*** –0,01*** –0,04*** –0,01*** –0,02*** –0,04*** –0,03***
Exposición a la televisión –0,13*** –0,03*** –0,12*** 0,02*** –0,07*** 0,01*** –0,01*** –0,13*** 0,05*** 0,02*** 0,02*** –0,06*** –0,77***
Educación 0,09*** 0,08*** 0,05*** 0,13*** 0,09*** 0,08*** –0,04*** 0,06*** –0,01*** 0,05*** 0,08*** 0,10*** 0,05***
Edad 0,08*** –0,10*** –0,14*** –0,10*** –0,02*** –0,10*** –0,07*** –0,13*** 0,04*** –0,10*** 0,01*** –0,16*** –0,06***
Género (femenino) –0,01*** –0,03*** 0,03*** 0,03*** 0,01*** –0,00*** –0,01*** 0,04*** –0,03*** –0,01*** 0,04*** 0,04*** 0,02***
Confesión religiosab
Protestante –0,02*** –0,09*** R*** —*** —*** 0,00*** —*** R*** —*** –0,03*** —*** R*** 0,02***
Católica R*** –0,11*** —*** R*** R*** R*** —*** –0,04*** R*** 0,01*** —*** –0,06*** R***
Ortodoxa —*** —*** —*** —*** —*** —*** R*** –0,07*** —*** R*** R*** —*** —***
Musulmana 0,00*** —*** –0,02*** —*** —*** 0,01*** —*** —*** —*** –0,04*** 0,05*** —*** —***
Otra religión 0,02*** 0,06*** –0,00*** –0,03*** –0,06*** –0,00*** –0,04*** –0,03*** 0,00*** –0,15*** –0,00*** –0,05*** –0,00***
No religioso –0,01*** R*** 0,01*** 0,02*** 0,03*** –0,02*** –0,03*** –0,02*** 0,09*** —*** –0,01*** –0,01*** 0,00***

R 2 ajustado 0,166*** 0,079*** 0,191*** 0,118*** 0,120*** 0,212*** 0,174*** 0,246*** 0,125*** 0,177*** 0,109*** 0,179*** 0,214***
N 1.853*** 879*** 1.488*** 836*** 3.135*** 1.220*** 770*** 1.812*** 803*** 914*** 1.040*** 1.081*** 1.126***

a Las cifras son coeficientes de regresión no estandarizados. Los niveles de significatividad estadística son los siguientes: *** = 0,001; ** = 0,01; * = 0,05.
b En cada país, la categoría de referencia (R) está formada por la principal confesión religiosa. Las confesiones que carecían de casos suficientes han sido agrupadas bajo
la denominación de «otra religión».
37
JOSÉ RAMÓN MONTERO, SONJA ZMERLI Y KEN NEWTON

Ninguna otra variable tiene una presencia tan fuerte o tan consistente en todos los países. La
satisfacción con la democracia, la edad, el género y el continuo urbano-rural hacen aparicio-
nes esporádicas, y en ocasiones los signos cambian, subrayando la débil e irregular naturale-
za de los resultados. También hay que destacar que las regresiones explican sólo una parte de
la varianza de la confianza social: raramente consiguen dar cuenta de una quinta parte, y la
mayoría de veces el R 2 ajustado se encuentra entre un 12 y un 18 por ciento. Existen aso-
ciaciones estadísticas consistentemente fuertes entre confianza social, por un lado, y confian-
za política, satisfacción con la vida y apego a la comunidad, por otro, pero no resultan espe-
cialmente exitosas a la hora de explicar una parte significativa de la variación en la confianza
social. Pero estos resultados no son peores, y en muchos casos son algo mejores, que los ob-
tenidos por un buen número de los investigadores en este campo (Whiteley, 1999: 42).

Dada su relevancia en la literatura sobre el capital social, podemos echar ahora un segun-
do vistazo al papel desempeñado por las organizaciones voluntarias en la generación de
confianza social. Debe tenerse en cuenta para ello, en primer lugar, que hay muchos tipos
distintos de asociaciones voluntarias; como apuntan Stolle y Rochon (2001: 144), «espera-
mos que las asociaciones dirigidas a diferentes objetivos tengan efectos diferentes en el
desarrollo de capital social público». Y que, en segundo lugar, la afiliación es sólo una me-
dida de actividad voluntaria, por lo que quizás otros indicadores, como la participación en
actividades voluntarias o el desempeño de un trabajo voluntario en asociaciones, puedan
mostrarse más productivos en lo que a confianza social se refiere.

¿Hasta qué punto tienen las diferentes organizaciones y otras formas de implicación aso-
ciativa un impacto en la confianza social? Las tablas 13 y 14 proporcionan dos respuestas
más bien elocuentes31. En la tabla 13 hemos distinguido cuatro tipos de asociaciones vo-
luntarias (Badescu y Neller, 2007) según diferentes criterios. De acuerdo con Offe y Fuchs
(2002: 192-199), las organizaciones religiosas, socioculturales y de tiempo libre pertene-
cen a lo que ellos denominan «asociaciones secundarias o cívicas»; por consiguiente, de-
beríamos esperar que fueran mejores para generar confianza que las asociaciones «tercia-
rias» o de interés. De acuerdo con Stolle y Rochon (2001: 154-55), las asociaciones
culturales y de interés, por sus objetivos y su nivel de inclusividad, deberían ser especial-
mente efectivas produciendo confianza social. Además, las organizaciones religiosas son
tratadas de forma separada por quienes defienden que la confianza social se encuentra
asociada a los valores morales (Uslaner, 2002). Y, de acuerdo con Putnam (2000) y Stolle
(1998: 502), podríamos también esperar que las asociaciones que promueven las interac-
ciones cara a cara generaran confianza social en mayor medida que las formas de partici-
pación pasivas o mediadas.

31 Véase Morales y Geurts (2007) para un análisis más detallado.

38
TABLA 13

Análisis de regresión múltiple de la confianza social, incluyendo la pertenencia a diferentes tipos de asociaciones,
en doce países europeos, 1999-2002a

CONFIANZA SOCIAL, CONFIANZA POLÍTICA Y SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA


Alemania Alemania Dina- Eslo-
Predictor Occidental Oriental marca venia España Holanda Moldavia Noruega Portugal Rumanía Rusia Suecia Suiza

Confianza política 0,31*** 0,25*** 0,30*** 0,17*** 0,20*** 0,32*** 0,21*** 0,28*** 0,29*** 0,25*** 0,23*** 0,30*** 0,22***
Satisfacción con la democracia 0,01*** 0,02*** 0,05*** 0,04*** 0,02*** 0,02*** –0,07*** 0,04*** 0,02*** 0,10*** –0,01*** 0,09*** 0,07***
Pertenencia a
Clubes deportivos y de
tiempo libre 0,03*** 0,01*** 0,01*** 0,02*** 0,02*** 0,02*** 0,00*** 0,01*** 0,00*** 0,02*** –0,04*** 0,00*** 0,00***
Organizaciones de interés 0,00*** 0,01*** 0,01*** 0,00*** 0,03*** –0,02*** 0,04*** 0,00*** –0,02*** –0,01*** 0,02*** 0,00*** 0,00***
Organizaciones
socioculturales 0,07*** 0,03*** 0,02*** 0,02*** 0,02*** 0,01*** –0,01*** 0,02*** –0,01*** 0,01*** 0,03*** 0,04*** 0,02***
Organizaciones religiosas 0,03*** 0,06*** 0,01*** –0,04*** 0,07*** –0,00*** 0,03*** 0,02*** 0,03*** –0,04*** –0,04*** 0,02*** –0,02***
Satisfacción con la vida 0,18*** 0,08*** 0,12*** 0,17*** 0,07*** 0,13*** 0,26*** 0,10*** 0,15*** 0,14*** 0,13*** 0,07*** 0,20***
Apego a la comunidad 0,06*** 0,02*** 0,03*** 0,04*** 0,04*** 0,10*** 0,08*** 0,05*** 0,12*** –0,01*** 0,08*** 0,07*** 0,11***
Tamaño de la localidad 0,07*** –0,11*** –0,01*** 0,01*** 0,06*** –0,02*** 0,02*** –0,00*** –0,03*** –0,00*** –0,02*** –0,03*** –0,04***
Exposición a la televisión –0,21*** –0,05*** –0,09*** 0,02*** –0,07*** 0,02*** –0,01*** –0,14*** 0,05*** 0,03*** 0,02*** –0,04*** –0,92***
Educación 0,04*** 0,21*** 0,13*** 0,12*** 0,10*** 0,08*** –0,05*** 0,09*** –0,01*** 0,02*** 0,18*** 0,16*** 0,10***
Edad 0,06*** –0,15*** –0,12*** –0,10*** –0,03*** –0,11*** –0,07*** –0,13*** 0,04*** –0,10*** –0,00*** –0,15*** –0,07***
Género (femenino) –0,02*** –0,02*** 0,03*** 0,03*** 0,01*** –0,00*** –0,01*** 0,04*** –0,02*** –0,01*** 0,04*** 0,03*** 0,02***
Afiliación religiosab
Protestante –0,01*** –0,10*** R*** —*** —*** 0,01*** —*** R*** —*** –0,03*** —*** R*** 0,02***
Católica R*** –0,14*** —*** —*** R*** R*** —*** –0,04*** R*** 0,01*** —*** –0,06*** R***
Ortodoxa —*** —*** —*** R*** —*** —*** R*** –0,08*** —*** R*** R*** —*** —***
Musulmana 0,00*** —*** –0,00*** —*** —*** 0,01*** —*** —*** —*** –0,04*** 0,05*** —*** —***
Otra religión 0,03*** 0,04*** –0,02*** –0,02*** –0,07*** 0,00*** –0,04*** –0,04*** 0,00*** –0,16*** –0,01*** –0,05*** –0,01***
No religioso 0,01*** R*** 0,01*** 0,02*** 0,03*** –0,02*** –0,04*** –0,02*** 0,08*** —*** –0,01*** –0,01*** –0,00***
R 2 ajustado 0,159*** 0,104*** 0,204*** 0,118*** 0,134*** 0,203*** 0,172*** 0,235*** 0,122*** 0,175*** 0,110*** 0,180*** 0,203***
N 1.706*** 814*** 1.468*** 836*** 2.997*** 1.208*** 770*** 1.669*** 803*** 919*** 1.040*** 1.083*** 1.112***
a Las entradas son coeficientes de regresión no estandarizados. Los niveles de significatividad estadística son los siguientes: *** = 0,001; ** = 0,01; * = 0,05.
b En cada país, la categoría de referencia (R) está formada por la principal confesión religiosa. Las confesiones que carecían de casos suficientes han sido agrupadas bajo
la denominación de «otra religión».
39
JOSÉ RAMÓN MONTERO, SONJA ZMERLI Y KEN NEWTON

Sin embargo, ninguna de estas hipótesis es corroborada por coeficiente alguno en la tabla
13. Para cada organización y para cada país, los coeficientes son aproximadamente los
mismos que en la anterior tabla 12 —y, además, la mayor parte de ellos no son significati-
vos (excepto para España y Alemania Occidental). Con la excepción parcial del apego a la
comunidad, los efectos de otras variables no cambian de forma apreciable. Algo similar
ocurre con la tabla 14, que muestra los efectos de distintas formas de participación asocia-
tiva sobre la confianza social, desde la afiliación al trabajo voluntario, pasando por la pre-
sencia de amigos en asociaciones voluntarias. Con la excepción, de nuevo, de España y
Alemania Occidental, la contribución de estas formas de participación a la confianza social
es normalmente pequeña o insignificante. Sólo en esos dos países, Alemania Occidental y
España, la participación en asociaciones predice de forma considerable la confianza so-
cial. En el resto de los casos, no existe pauta alguna que sugiera que la interacción cara a
cara en diferentes tipos de asociaciones o mediante distintas formas de participación aso-
ciativa produzca o refuerce la confianza social.

Podemos ahora desplazarnos de la confianza social a la confianza política como variable


dependiente, y realizar con esta última el mismo análisis de regresión. Como puede com-
probarse en la tabla 15, la confianza social, la satisfacción con la democracia y el apego al
municipio aparecen en las ecuaciones de todos los países, pero la confianza social es
siempre significativa en el máximo nivel32. La fuerte asociación entre confianza social y
confianza en las instituciones políticas queda una vez más confirmada. La satisfacción con
la democracia es todavía más importante; pero sus elevados coeficientes no son más que
algo esperado, dado que, conceptualmente, ambas cuestiones se encuentran íntimamente
relacionadas33. El apego al municipio es la tercera variable con una presencia relevante en
las ecuaciones de todos los países. Resulta interesante el hecho de que, en lo relativo a la
confianza social, lo importante es el apego a la unidad social, la comunidad; pero, para el
indicador político de confianza, lo que cuenta es el apego a la unidad política, el municipio.
Ello sugiere que las variables sociales son sumamente importantes para la confianza so-
cial, mientras que las variables políticas lo son para la confianza política (Newton, 2001;
Anderson y LoTempio, 2002). Como Denters, Gabriel y Torcal (2007) dejan claro en un ex-
tenso análisis empírico de esta última, las explicaciones tanto socioculturales como políti-
cas de la confianza política tienen cierta capacidad explicativa, y deberían ser considera-
das complementarias en lugar de rivales; pero la fuerza explicativa del enfoque político es
considerablemente mayor.

32Por razones de espacio, no presentamos la regresión sobre la confianza política, que muestra que su asociación con el
apego a la comunidad es más débil que el apego al municipio.

33 Aunque Holmberg (1999: 113) ha argumentado que la relación entre la confianza en las instituciones políticas y la satisfac-
ción con la democracia es espuria, no parece ser el caso a pesar de su cercanía conceptual.

40
CONFIANZA SOCIAL, CONFIANZA POLÍTICA Y SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA
TABLA 14

Análisis de regresión múltiple de la confianza social, incluyendo diversas formas de implicación asociativa,
en doce países europeos, 1999-2002a

Alemania Alemania Dina- Eslo-


Forma de participación Occidental Oriental marca venia España Holanda Moldavia Noruega Portugal Rumanía Rusia Suecia Suiza

Implicación 0,06*** 0,02 0,03*** 0,02 0,04*** –0,03* 0,03* –0,02*** –0,02 –0,01 0,02 –0,01* 0,06**
Pertenencia 0,05*** 0,02 0,01*** 0,01 0,03*** –0,01* 0,03* 0,01*** –0,02 –0,01 0,02 0,01* 0,02**
Actividad 0,07*** 0,02 0,03*** 0,01 0,04*** 0,00* 0,03* 0,01*** 0,02 –0,02 0,01 0,01* 0,02**
Donación 0,06*** 0,04 0,03*** 0,01 0,03*** 0,01* 0,02* 0,02*** –0,01 –0,01 0,01 0,02* 0,02**
Trabajo voluntario 0,07*** 0,02 0,01*** 0,02 0,03*** 0,01* 0,01* 0,01*** 0,00 –0,02 0,02 0,03* 0,02**
Amigos 0,07*** 0,02 0,01*** 0,02 0,03*** 0,02* 0,02* 0,03*** –0,02 –0,02 0,01 0,02* 0,03**

a Estos resultados han sido obtenidos mediante análisis de regresión múltiple en los que las variables independientes restantes corresponden a las incluidas en las tablas

12 y 13. Las cifras son coeficientes de regresión no estandarizados. Los niveles de significatividad estadística son los siguientes: *** = 0,001; ** = 0,01; * = 0,05.
41
42

JOSÉ RAMÓN MONTERO, SONJA ZMERLI Y KEN NEWTON


TABLA 15

Análisis de regresión múltiple de la confianza en las instituciones políticas en doce países europeos, 2000-2004a

Alemania Alemania Dina- Eslo-


Predictor Occidental Oriental marca venia España Holanda Moldavia Noruega Portugal Rumanía Rusia Suecia Suiza

Confianza social 0,13*** 0,10*** 0,24*** 0,16*** 0,20*** 0,25*** 0,22*** 0,25*** 0,20*** 0,27*** 0,15*** 0,17*** 0,19***
Satisfacción con la democracia 0,25*** 0,29*** 0,27*** 0,31*** 0,26*** 0,25*** 0,34*** 0,31*** 0,22*** 0,29*** 0,25*** 0,35*** 0,25***
Pertenencia a asociaciones 0,02*** –0,00*** 0,02*** 0,01*** 0,01*** 0,02*** 0,03*** 0,02*** –0,00*** 0,02*** –0,01*** –0,01*** 0,01***
Satisfacción con la vida 0,03*** 0,03*** 0,03*** 0,03*** 0,05*** 0,02*** 0,08*** 0,08*** 0,03*** 0,10*** 0,08*** 0,06*** 0,00***
Apego a la comunidad 0,13*** 0,17*** 0,06*** 0,15*** 0,09*** 0,07*** 0,09*** 0,05*** 0,09*** 0,11*** 0,06*** 0,06*** 0,13***
Tamaño de la localidad –0,05*** –0,05*** 0,02*** –0,01*** –0,02*** –0,05*** 0,01*** –0,02*** 0,02*** –0,03*** –0,05*** –0,00*** –0,00***
Exposición a la televisión 0,10*** 0,07*** –0,06*** 0,05*** –0,02*** 0,00*** –0,11*** –0,03*** 0,13*** 0,10*** 0,03*** 0,01*** 0,01***
Educación 0,01*** –0,00*** 0,04*** 0,05*** 0,03*** 0,04*** 0,05*** 0,04*** 0,06*** –0,09*** –0,02*** 0,04*** 0,06***
Edad –0,07*** 0,07*** 0,05*** –0,13*** –0,05*** 0,00*** 0,02*** –0,03*** –0,06*** –0,06*** –0,14*** –0,04*** 0,03***
Género (femenino) 0,02*** 0,02*** –0,00*** –0,01*** 0,01*** 0,01*** –0,04*** –0,01*** 0,01*** 0,01*** 0,01*** –0,00*** –0,00***
Confesión religiosab
Protestante 0,01*** 0,05*** R*** —*** —*** 0,01*** —*** R*** –0,08*** –0,03*** —*** R*** –0,01***
Católica R*** 0,04*** —*** R*** R*** R*** —*** 0,01*** R*** 0,01*** —*** –0,00*** R***
Ortodoxa —*** —*** —*** —*** —*** —*** R*** –0,05*** —*** R*** R*** —*** —***
Musulmana 0,00*** —*** –0,01*** —*** —*** 0,03*** —*** —*** —*** –0,04*** 0,01*** —*** —***
Otra religión –0,02*** 0,01*** –0,03*** 0,01*** –0,03*** –0,01*** –0,01*** –0,00*** –0,05*** –0,12*** –0,03*** 0,00*** 0,03***
No religioso –0,02*** R*** –0,02*** –0,01*** –0,06*** –0,01*** 0,02*** –0,02*** 0,05*** —*** 0,01*** –0,02*** –0,04***

R 2 ajustado 0,349*** 0,313*** 0,298*** 0,243*** 0,225*** 0,306*** 0,219*** 0,316*** 0,217*** 0,273*** 0,211*** 0,321*** 0,270***
N 1.853*** 879*** 1.487*** 835*** 3.144*** 1.222*** 801*** 1.805*** 804*** 927*** 1.052*** 1.084*** 1.123***

a Las entradas son coeficientes de regresión no estandarizados. Los niveles de significatividad estadística son los siguientes: *** = 0,001; ** = 0,01; * = 0,05.
b En cada país, la categoría de referencia (R) está formada por la principal confesión religiosa. Las confesiones que carecían de casos suficientes han sido agrupadas bajo
la denominación de «otra religión».
CONFIANZA SOCIAL, CONFIANZA POLÍTICA Y SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA

Las regresiones de confianza social y de confianza política también difieren en que la sa-
tisfacción con la propia vida está íntimamente relacionada con la primera, pero no tanto
con la segunda. Donde Listhaug y Wiberg (1995: 319) encuentran un impacto positivo, aun-
que tenue, de la satisfacción vital en los niveles de confianza política, nosotros encontra-
mos una relación limitada a sólo la mitad de los países. Como en el caso de la confianza
social, la pertenencia a asociaciones voluntarias no está relacionada con la confianza.

El tercer conjunto de regresiones trata de la satisfacción con la democracia (tabla 16). Los
coeficientes vienen a contar la misma historia de resultados desiguales y dispersos, pero
con una diferencia significativa. Cuando son ejecutados diferentes modelos estadísticos de
satisfacción con la democracia (no mostrados por falta de espacio), tanto la confianza so-
cial como la confianza política aparecen en las ecuaciones como variables robustas si son
introducidas por separado. Pero cuando son incluidas en la misma ecuación (como en la
tabla 16), la confianza política es la única variable que retiene su fuerte asociación con la
satisfacción. De este modo, la confianza social está asociada con la confianza política, y la
confianza política se encuentra fuertemente vinculada a la satisfacción con la democracia.
Pero la confianza social no se encuentra asociada con la satisfacción con la democracia de
forma independiente de la confianza política. Ello sugiere que el efecto de la confianza so-
cial sobre la satisfacción con la democracia tiene lugar a través de la confianza en las insti-
tuciones políticas.

Las regresiones de satisfacción con la democracia muestran también otra diferencia intere-
sante. Mientras que la confianza social y el apego al municipio desaparecen en gran medi-
da, la satisfacción con la propia vida reaparece en diez de las trece ecuaciones. Los resul-
tados de las otras variables son, en general, dispersos e irregulares; y, de nuevo, el impacto
de las asociaciones voluntarias es insignificante (excepto en Portugal). Entre un 15 y un 30
por ciento de la varianza es explicado en cada país, y la mayor parte del mérito pertenece
al indicador de confianza política.

La asociación entre las tres variables queda resumida en el gráfico 1. Aunque las líneas
son meramente indicativas de asociaciones que son consistentemente significativas en to-
dos o en la mayoría de países incluidos en el proyecto CID, la imagen presenta una intere-
sante pauta de relaciones entre la confianza social y la confianza política, por un lado, y la
confianza política y la satisfacción democrática, por el otro. Las tres variables se encuen-
tran relacionadas, pero de diferentes formas directas e indirectas, y tienen sus orígenes en
combinaciones distintivas de circunstancias sociales y políticas. Confirmando las correla-
ciones analizadas en secciones previas de este artículo, el análisis multivariado muestra
que la confianza política es el indicador más importante para predecir la confianza social
en todos nuestros países. Mientras que la confianza política también tiene una relación sis-

43
44

JOSÉ RAMÓN MONTERO, SONJA ZMERLI Y KEN NEWTON


TABLA 16

Análisis de regresión múltiple de la satisfacción con la democracia en doce países europeos, 1999-2002a

Alemania Alemania Dina- Eslo-


Predictor Occidental Oriental marca venia España Holanda Moldavia Noruega Portugal Rumanía Rusia Suecia Suiza

Confianza social 0,0*** 0,00*** 0,08*** 0,05*** 0,02*** 0,05*** –0,05*** 0,05*** 0,04*** 0,10*** –0,02*** 0,08*** 0,11***
Confianza política 0,65*** 0,55*** 0,55*** 0,41*** 0,47*** 0,64*** 0,29*** 0,49*** 0,51*** 0,31*** 0,43*** 0,55*** 0,50***
Pertenencia a asociaciones –0,022** 0,00*** 0,01*** 0,00*** –0,01*** –0,03*** –0,01*** –0,00*** 0,04*** 0,03*** 0,00*** –0,02*** –0,00***
Satisfacción con la vida 0,13*** 0,26*** 0,14*** 0,06*** 0,02*** 0,11*** 0,16*** 0,09*** 0,06*** 0,18*** 0,11*** 0,10*** 0,11***
Apego a la comunidad 0,09*** 0,01*** –0,02*** 0,05*** 0,04*** 0,02*** 0,04*** 0,00*** –0,03*** 0,03*** 0,02*** 0,00*** –0,02***
Tamaño de la localidad 0,022** 0,01*** 0,01*** 0,08*** 0,01*** 0,00*** –0,04*** 0,03*** –0,12*** 0,03*** –0,01*** 0,03*** 0,04***
Exposición a la televisión –0,092** 0,01*** 0,00*** –0,04*** 0,05*** –0,06*** 0,04*** 0,02*** –0,05*** 0,03*** –0,02*** 0,02*** –0,03***
Educación 0,032** –0,00*** 0,06*** –0,01*** 0,05*** 0,03*** –0,02*** –0,02*** 0,05*** 0,04*** 0,04*** 0,05*** –0,00***
Edad 0,022** 0,06*** –0,06*** 0,12*** –0,01*** 0,08*** –0,04*** 0,09*** –0,02*** –0,12*** 0,28*** 0,12*** 0,08***
Género (femenino) –0,012** –0,03*** –0,06*** –0,00*** –0,02*** 0,00*** 0,04*** –0,01*** –0,03*** –0,01*** –0,00*** –0,02*** –0,00***
Confesión religiosab
Protestante 0,01*** 0,08*** R*** —*** —*** –0,01*** —*** R*** 0,05*** –0,07*** —*** R*** –0,01***
Católica R*** 0,08*** —*** R*** R*** R*** —*** –0,08*** R*** 0,01*** —*** 0,07*** R***
Ortodoxa —2** —*** —*** —*** —*** —*** R*** –0,00*** —*** R*** R*** —*** —***
Musulmana –0,012** —*** 0,03*** —*** —*** –0,02*** —*** —*** —*** 0,03*** 0,01*** —*** —***
Otra religión –0,012** 0,02*** 0,02*** –0,01*** 0,00*** 0,02*** –0,03*** –0,03*** 0,02*** 0,13*** –0,02*** 0,02*** 0,01***
No religioso –0,012** R*** –0,01*** –0,00*** –0,04*** –0,01*** –0,04*** –0,01*** 0,01*** —*** –0,02*** –0,01*** –0,04***

R 2 ajustado 0,2462** 0,297*** 0,234*** 0,175*** 0,152*** 0,209*** 0,175*** 0,220*** 0,148*** 0,218*** 0,181*** 0,281*** 0,179***
N 1.8532** 879*** 1.487*** 835*** 3.144*** 1.222*** 801*** 1.805*** 804*** 927*** 1.052*** 1.084*** 1.123***

a Las entradas son coeficientes de regresión no estandarizados. Los niveles de significatividad estadística son los siguientes: *** = 0,001; ** = 0,01; * = 0,05.
b En cada país, la categoría de referencia (R) está formada por la principal confesión religiosa. Las confesiones que carecían de casos suficientes han sido agrupadas bajo
la denominación de «otra religión».
CONFIANZA SOCIAL, CONFIANZA POLÍTICA Y SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA

GRAFICO 1

Confianza social, confianza política y satisfacción con la democracia

Apego a la comunidad Confianza social

Satisfacción con la propia vida Confianza política

Apego al municipio Satisfacción con la democracia

temática, consistente y robusta con la satisfacción con la democracia, la confianza social


está vinculada con esta última sólo a través de su asociación con la satisfacción vital, que a
su vez está asociada con nuestras tres variables dependientes (aunque mucho menos en
el caso de la confianza política).

En otras palabras, parece que la confianza social se encuentra fuertemente asociada a la


confianza política, y que la confianza política lo está con la satisfacción con la democracia;
pero la confianza social no está asociada con la satisfacción con la democracia indepen-
dientemente de la confianza política. Y mientras que el apego a la comunidad está relacio-
nado con la confianza social, es el apego al municipio el que acompaña a la confianza po-
lítica. Ninguno de nuestros indicadores de implicación en asociaciones voluntarias
desempeña un papel significativo o consistente en los modelos. Ni la pertenencia, ni la par-
ticipación, ni la donación de dinero, ni el desempeño de trabajo voluntario, ni el contar con
amigos en una organización voluntaria tienen impacto alguno en la confianza social (ex-
cepto en España y Alemania Occidental). La variable compuesta de participación asociati-
va, que combina todas estas medidas, funciona todavía menos (aunque de nuevo con las
excepciones española y alemana)34.

34 La excepcionalidad de los coeficientes de pertenencia a las asociaciones en Alemania Occidental y en España, incluidos
en las de las tablas 12, 13 y 14, puede deberse a distintos motivos. Los españoles pueden ser principalmente atribuidos a la
considerable amplitud de la muestra de la población. Los alemanes de la tabla 14 podrían estar originados por su menor tasa
de asociacionismo en comparación con la muy elevada existente entre los países occidentales (Morales y Geurts, 2007), lo
que habría impedido la aparición en ellos de efectos significativos. Y con respecto a los coeficientes relativos al impacto del ta-
maño de la localidad sobre confianza social de las tablas 12 y 13, podría ocurrir que las muestras de sus respectivas encues-
tas validen las expectativas de los supuestos teóricos del tamaño de la localidad, es decir, que la confianza particularizada es
mayor entre quienes viven en pueblos pequeños y más o menos aislados, mientras tiende a disminuir a medida que crece el
tamaño del hábitat urbano.

45
JOSÉ RAMÓN MONTERO, SONJA ZMERLI Y KEN NEWTON

CONCLUSIONES

La confianza social es considerada el elemento central en un complejo círculo virtuoso en


el cual un conjunto de actitudes, que incluyen la mutualidad, la reciprocidad y la confianza,
se encontrarían asociados con la participación en la comunidad y, especialmente, con la
pertenencia a asociaciones y clubes voluntarios, que, a su vez, estarían vinculados a la im-
plicación cívica y a la participación política democrática, lo que por su parte ayudaría a
construir las instituciones sociales y políticas necesarias para un gobierno democrático y
efectivo. La democracia y el buen gobierno crearían a continuación las condiciones en las
que la confianza social y la confianza política puedan florecer, permitiendo a los ciudada-
nos desarrollar su sentido de ciudadanía, promoviendo la implicación en la comunidad, el
compromiso cívico y la participación democrática, y completando así el círculo virtuoso.

Pero este círculo virtuoso presenta al menos dos problemas importantes. En primer lugar,
los numerosos estudios realizados en base a encuestas muestran que la participación en
organizaciones voluntarias está débilmente conectada con la confianza social generaliza-
da. Los mismos estudios señalan que, por lo general, la actividad voluntaria tiene una débil
relación con las actitudes y el comportamiento políticos, incluyendo la confianza en las ins-
tituciones políticas y la satisfacción con la democracia. Los resultados son prácticamente
los mismos si se adopta como medida de actividad voluntaria la pertenencia pasiva a una o
a varias asociaciones o si se selecciona un indicador más robusto de trabajo o de implica-
ción en ellas. Y aunque parece encontrarse evidencia a favor de los anteriores supuestos
teóricos, es normalmente débil, incompleta y ni de lejos lo suficientemente robusta como
para resultar convincente.

Los resultados de nuestra investigación confirman esta conclusión. Otorgan poco apoyo a
la afirmación de que la pertenencia a las asociaciones voluntarias crea confianza social
generalizada en los demás, y proporcionan una evidencia sólo mínima del vínculo entre di-
cha pertenencia y el apoyo a las instituciones políticas y la satisfacción con la democracia.
En este sentido, la pertenencia a las asociaciones voluntarias parece ser irrelevante para la
ciudadanía, la implicación política y la democracia. Pero ello no significa, desde luego, que
esas asociaciones sean irrelevantes para la democracia. Pueden tener un efecto reducido
sobre las actitudes sociales y políticas de los ciudadanos, así como en su comportamiento,
pero, en cuanto grupos organizados y capaces de movilizarse políticamente, pueden tener
un impacto considerable en la vida política, especialmente en las cuestiones políticas y en
las políticas públicas que afectan a sus intereses. De hecho, los estudios sobre las políticas
públicas y los grupos de presión sugieren que las asociaciones voluntarias tienen, efectiva-
mente, ese impacto y que desempeñan un papel enormemente importante en el gobierno
democrático, pero ésa es una historia diferente.

46
CONFIANZA SOCIAL, CONFIANZA POLÍTICA Y SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA

El segundo problema con la teoría que relaciona la confianza social con la confianza políti-
ca es que, casi sin excepciones y según numerosas investigaciones, una y otra carecen de
relaciones en el nivel individual. Muchos estudios, y hay una buena cantidad de ellos, han
concluido que es incierto que quienes confíen en sus conciudadanos sean también procli-
ves a confiar en las instituciones del gobierno democrático.

A este respecto, nuestros resultados son sorprendentes. Contrariamente a numerosos ha-


llazgos empíricos previos, hemos descubierto que la confianza social y la confianza políti-
cas están asociadas. El vínculo entre ellas es fuerte en todas nuestras trece sociedades y
mantiene su capacidad estadística y sustantiva cuando se incorporan otras variables en el
análisis de regresión. De hecho, en las regresiones sobre la confianza social de la tabla 11,
la confianza en las instituciones políticas es, con mucho, la variable más robusta en cada
ecuación en doce de las trece sociedades. Es un hallazgo sorprendente.

Dado que ningún estudio había mostrado con anterioridad una asociación fuerte o con-
sistente entre la confianza social y la confianza en las instituciones políticas, debemos ser
cautos al extraer conclusiones de nuestros excepcionales resultados. Existen algunas ra-
zones válidas, sin embargo, para tomarlos en serio. Es probable que los indicadores de
confianza empleados aquí sean más precisos, sensibles y fiables que la mayoría de los de-
más, en parte porque hemos utilizado una escala de medición de once puntos en todas las
preguntas.

Nuestros hallazgos tienen dos implicaciones. Metodológicamente, parece ventajoso em-


plear baterías escalables de preguntas y escalas de medición de once puntos (al menos
para la confianza social y la confianza política), aunque ello pueda hacer a las encuestas
más caras y costosas en términos de tiempo. En términos sustantivos, parece claro que la
confianza social y la confianza política se encuentran ciertamente asociadas en el nivel
individual, lo que es consistente con las hipótesis presentadas por los teóricos del capital
social, que esperan encontrar una asociación tanto en el nivel individual como en el nivel
agregado.

La existencia de un vínculo en el nivel individual entre confianza social y actitudes políticas


tiene también importantes implicaciones para los orígenes sociales de la ciudadanía y de
la democracia, pero no resultan del todo coherentes con la teoría expuesta al principio de
este artículo. Dicha teoría sostiene que la presencia de pautas agrupadas de actitudes so-
ciales y de comportamiento (como la confianza social generalizada, la pertenencia a aso-
ciaciones voluntarias y el apego a la comunidad) estará, a su vez, asociada con otro grupo
de actitudes y comportamientos políticos (como la solidaridad y la implicación cívica, la
confianza en las instituciones políticas y la satisfacción con la democracia). Aunque hemos

47
JOSÉ RAMÓN MONTERO, SONJA ZMERLI Y KEN NEWTON

encontrado algunas de esas asociaciones, las pautas no son ni tan ajustadas ni tan sim-
ples como predice la teoría. La evidencia sugiere que existen diferentes vías, aunque sola-
padas, que conducen a la confianza social generalizada, por un lado, y a las actitudes de
confianza hacia las instituciones democráticas, por el otro.

Básicamente, esas vías son tres. En primer lugar, la confianza social está sobre todo ligada
a la satisfacción con la vida y al apego a la comunidad local, pero también lo está a la con-
fianza en las instituciones políticas. A su vez, el apego a la comunidad y la confianza social
carecen de relación directa con la satisfacción con la democracia. En segundo lugar, la sa-
tisfacción con la democracia está íntimamente relacionada con la confianza política, la
cual, por su parte, no está vinculada con el apego a la comunidad, sino con el apego al mu-
nicipio. Y, finalmente, la satisfacción con la democracia no se encuentra directamente vin-
culada con la confianza social o el apego a la comunidad, aunque sí con un tercer factor en
común, la satisfacción con la vida, que parece yacer en el corazón de la red causal.

Por el momento, las implicaciones de estos hallazgos para los análisis empíricos sobre la
ciudadanía, la participación y la democracia deben ser establecidas con cautela. La conclu-
sión parece ser que las actitudes y comportamientos sociales forman un grupo de varia-
bles, mientras que las orientaciones y comportamientos políticos forman otro, con la satis-
facción con la propia vida relacionando a ambos. La teoría clásica tiene razón en algún
sentido, pero en otro está equivocada. La satisfacción con la democracia se encuentra prin-
cipalmente arraigada en condiciones políticas, mientras que la confianza social lo está en
condiciones sociales, con la satisfacción con la vida siendo una fuente común de ambas.
Después de todo, la confianza social no es la variable crucial que vincula la vida social con
la satisfacción con la democracia, aunque se encuentra íntimamente asociada con la con-
fianza en las instituciones políticas. La pertenencia a las asociaciones voluntarias no tiene
ninguna presencia en los modelos de confianza social o de confianza política.

El papel de la satisfacción con la vida como correlato tanto de la confianza social y de la


satisfacción con el funcionamiento de la democracia es la vez importante e interesante. Su
vinculación con la confianza estaba ya establecida en la literatura, pero no así sus correla-
ciones simultáneas con la confianza social y con la satisfacción con la democracia. La sa-
tisfacción con la vida puede ser tratada como una variable individual relacionada con otras
características individuales como la renta, un buen trabajo, una excelente educación y un
elevado estatus. Pero su vinculación con la satisfacción con la democracia sugiere que
puede ser también producto de variables sistémicas como las instituciones democráticas,
la estabilidad política, las políticas públicas, la ausencia de corrupción en los servicios pú-
blicos y la efectividad del Estado de Derecho. Una interpretación individual apunta a una
explicación ascendente, de abajo arriba, de la confianza social y de la satisfacción con la

48
CONFIANZA SOCIAL, CONFIANZA POLÍTICA Y SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA

democracia, mientras que una interpretación sistémica sugiere una explicación descen-
dente, de arriba abajo, y en términos de estructuras e instituciones sociales y políticas.

En este artículo no podemos responder si se trata de una explicación ascendente o des-


cendente (o de una mezcla de ambas), pero podemos al menos señalar con alguna segu-
ridad que las condiciones del funcionamiento y estabilidad de la democracia no parecen
estar tan íntimamente ligadas a las circunstancias de la vida comunitaria como sugiere la
teoría clásica. La implicación y la participación en la comunidad local pueden resultar su-
mamente beneficiosas tanto para la propia comunidad como para sus miembros indivi-
duales, pero su impacto en la democracia y en sus instituciones parece ser indirecto y
comparativamente débil.

(Traducción de Josep Ventura.)

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Polarización en España:
más divididos por
ideología e identidad
que por políticas públicas

EsadeEcPol Insight #18 Octubre 2020

AUTOR RESUMEN EJECUTIVO


Luis Miller
Científico titular del CSIC — En España lleva años creciendo la polarización afectiva e ideológica:
y vicedirector del Instituto de los partidos políticos españoles se encuentran cada vez más lejos en
Políticas y Bienes Públicos
su posición ideológica y territorial y los sentimientos de los votantes
de un partido hacia el resto están entre los más negativos del mundo.

— Sin embargo, estamos mucho más polarizados respecto a cuestiones


identitarias (ideológicas o territoriales) que respecto a políticas
públicas concretas. En los datos analizados aquí, la polarización
ideológica y territorial es entre dos y tres veces mayor que la
polarización en torno a los impuestos y la inmigración, unas seis
veces mayor que la polarización en torno a la sanidad pública y unas
quince veces mayor que la inexistente polarización en torno a los
servicios públicos.

— Respecto a las medidas a adoptar para frenar los contagios del


coronavirus, los datos disponibles de la primera ola de la pandemia
indican que las preferencias respecto a qué políticas son más
efectivas para combatir la pandemia no difieren entre distintos
grupos ideológicos.

— Los datos aquí mostrados tienen una implicación importante para


la mejora de nuestro debate público: hablar de políticas concretas
puede contribuir a rebajar una tensión que ha ido en aumento en
el ámbito ideológico y territorial, también en lo que se refiere a la
respuesta a la pandemia.
EcPol Insight Polarización en España: más divididos por ideología #EsadeEcPol
e identidad que por políticas públicas

España lleva más de dos años sin aprobar unos Presupuestos Generales del Estado. Ya antes de
2018, la polarización ideológica dificultaba el avance de los debates sobre políticas específicas,
decisiones de gasto o de inversión. El reto inusitado que supone la pandemia y su crisis económica
asociada no hace sino subrayar el rasgo central de esta polarización: tiene más tintes ideológicos
y territoriales que de políticas concretas, como servicios públicos, migración o impuestos.

Es cierto que las dos últimas generan más división en la opinión pública que la primera, y que
la cuestión fiscal se ha vuelto más divisiva en la última media década. Pero en ningún caso los
desacuerdos específicos alcanzan los niveles marcados por las divisiones ideológicas o sobre la
cuestión territorial.

¿De qué manera nos polarizamos?


La polarización puede surgir en forma de España se encuentra entre los países donde se
respuesta emocional hacia personas que da una mayor polarización afectiva del mundo
pertenecen a grupos distintos a aquellos con (Gidron y otros 2020) y que la polarización
los que nos identificamos. Recientemente ha aumentó considerablemente en varias de las
cobrado fuerza la idea de polarización afectiva, elecciones generales de las últimas décadas,
que responde a cuestiones identitarias y como las de 1996, 2004 o abril de 2019 (Miller
emocionales y que no siempre están asociadas y otros 2020).
con una división entre bloques ideológicos. Se
basa en las valoraciones que realizamos acerca
de los miembros de otros grupos (por ejemplo, España se encuentra entre los países
los votantes o simpatizantes de determinados donde se da una mayor polarización
partidos políticos) y a nuestras actitudes hacia afectiva del mundo
ellos por el mero hecho de su pertenencia a
un grupo (ideológicamente) similar o distinto
al nuestro (Westwood y otros 2018). Tradicionalmente, sin embargo, cuando
hablábamos de polarización generalmente
En Estados Unidos, tanto demócratas como nos referíamos a su componente ideológico,
republicanos consideran que los votantes del es decir, a la tendencia de los partidos
otro partido son hipócritas, egoístas y de mente políticos y ciudadanos que los apoyan a
estrecha, y no están dispuestos a relacionarse escorarse hacia posiciones extremas en las
socialmente con ellos (Iyengar y otros 2019). escalas tradicionales de izquierda-derecha
o de liberalismo-conservadurismo. Como ha
Por desgracia, la evidencia sobre la polarización mostrado Simón (2020) recientemente, la
afectiva en España es muy escasa y apenas polarización ideológica entre los partidos
contamos con varios estudios sobre elecciones españoles ha aumentado considerablemente
o años muy concretos. Aun así, sabemos que en lo que llevamos de siglo.

2
EcPol Insight Polarización en España: más divididos por ideología #EsadeEcPol
e identidad que por políticas públicas

Pero la ideología no solo se refleja en posturas más o menos conservadoras o progresistas, sino
que, en España, también se refleja en otras cuestiones como la polarización en torno a la cuestión
territorial que, de igual modo, ha aumentado en gran medida durante este siglo (Garmendia y
León 2020).

Esto quiere decir que los votantes de los distintos partidos, cuando son preguntados por estas
dos cuestiones en encuestas, tienden a mostrar posiciones más divergentes hoy que hace veinte
años. Esto es algo que no solo ha ocurrido en España, sino que ha sido documentado en otras
democracias occidentales, particularmente el caso de Estados Unidos, donde las encuestas del
Pew Research Center no han dejado de mostrar cómo ha ido aumentando la brecha entre un
partido Demócrata escorado cada vez más hacia posturas progresistas y un partido Republicano
que ha ido virando hacia posturas cada vez más conservadoras.

Los partidos políticos españoles se encuentran cada vez más lejos


en su posición ideológica y territorial

Por tanto, sabemos que los partidos políticos españoles se encuentran cada vez más lejos en
su posición ideológica y territorial y que los sentimientos de los votantes de un partido hacia el
resto son bastante negativos. Pero, ¿cómo se traslada esto al campo de las políticas concretas?
¿Están los españoles de distintas ideologías y adscripción partidista cada vez más lejos también
en las políticas que apoyan?

Para responder a estas preguntas voy a poner el foco en dos políticas que han polarizado las
opiniones en otros países: la política fiscal y la política migratoria, y las compararé con políticas que
generan mucho más consenso, como las relacionadas con el estado del bienestar. Por desgracia, los
datos que tenemos en España para estudiar este problema a lo largo del tiempo son escasísimos.

3
EcPol Insight Polarización en España: más divididos por ideología #EsadeEcPol
e identidad que por políticas públicas

Polarización en el apoyo a políticas


En España, los votantes de distintos partidos, como cabría esperar, tienen distintas opiniones
acerca de políticas concretas (sobre eutanasia, aborto, impuestos, migraciones, etc.). Lo que
nos interesa aquí es ver si sus opiniones son cada vez más distintas, es decir, si se han polarizado.
Son muchas las políticas sobre las que es posible polarizar, pero los impuestos suponen un ejemplo
clásico en el posicionamiento ideológico de distintos partidos y la inmigración ha sido una de las
banderas de la reciente polarización afectiva y los nuevos populismos.

Para mostrar la evolución de la polarización en estas dimensiones voy a utilizar las series del
Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) que miden la posición de los votantes de cada
partido político en diferentes políticas.

Por desgracia, la única serie mantenida hasta la actualidad por el CIS ha sido la de política fiscal,
mientras que para la inmigración solo tenemos datos hasta el 2017. Para cada tema muestro dos
gráficos, uno donde se ve el posicionamiento de cada partido para un año concreto y otro en el
que he calculado un índice de polarización en el apoyo a políticas, del mismo modo que se vienen
calculando los índices de polarización ideológica y territorial (Dalton 2008)

Polarización fiscal

El gráfico 1 muestra el porcentaje de votantes de cada uno de los partidos de ámbito nacional
que consideran que pagamos mucho en impuestos, es decir, que querrían menos impuestos, para
cada una de las elecciones desde 1986 (con la excepción de 1989). Desde mediados de la década
pasada se produce un aumento de la diferencia entre las preferencias fiscales de los votantes de
los diversos partidos.

Hasta ese momento pasaba algo curioso: cuando gobernaba el PSOE, los votantes del PP pensaban
que se pagaban demasiados impuestos pero, cuando gobernaba el PP, eran los votantes del PSOE
e IU los que creían que los impuestos eran excesivos. Esa alternancia de preferencias hacía que las
diferencias no fueran muy grandes. Sin embargo, a partir de la llegada de Ciudadanos y Podemos y,
especialmente, desde la llegada de VOX, esas diferencias se disparan. Por una parte, los votantes
de Podemos, PSOE e incluso Ciudadanos empiezan a dejar de considerar que pagamos muchos
impuestos y, por otra, los del PP aumentan ligeramente su rechazo a los impuestos, mientras que los
de VOX lo aumentan hasta cotas no vistas desde la llegada del PP al gobierno en los años noventa.

4
EcPol Insight Polarización en España: más divididos por ideología #EsadeEcPol
e identidad que por políticas públicas

Gráfico 1
El acuerdo
sobre impuestos
en España fue
considerable...
hasta 2015-16
% que considera
que “los españoles
pagamos mucho en
impuestos” según
recuerdo de voto

Fuente: Estudios de opinión


pública y política fiscal del
Centro de Investigaciones
Sociológicas

Para cuantificar este aumento de la polarización fiscal, en el gráfico 2 he calculado un índice con
una de las pocas mediciones cuantitativas que el CIS ha mantenido hasta este año.

La pregunta es la siguiente: “Algunas personas piensan que deberían mejorarse los servicios
públicos y las prestaciones sociales, aunque haya que pagar más impuestos, (en una escala de
0 a 10, estas personas se situarían en el punto 0). Otras piensan que es más importante pagar
menos impuestos, aunque eso signifique reducir los servicios públicos y prestaciones sociales,
(se situarían en el punto 10 de la escala).

Gráfico 2
Cómo ha
aumentado la
polarización en
torno al pago de
impuestos
Basado en la
escala “pagar más
impuestos” - “pagar
menos impuestos”

Fuente: Elaboración
propia a partir de los
estudios de opinión
pública y poítica fiscal del
Centro de Investigaciones
Sociológicas

5
EcPol Insight Polarización en España: más divididos por ideología #EsadeEcPol
e identidad que por políticas públicas

Y hay otras que se sitúan en posiciones intermedias. ¿En qué lugar se situaría Ud.?” El índice que
he calculado va también de 0 a 10, donde 0 significa que los votantes de todos los partidos tienen
la misma opinión y 10 que se sitúan en posiciones fiscales opuestas. Como ya intuíamos en el gráfico
1, la polarización se mantiene en niveles muy bajos hasta la llegada de los nuevos partidos para
dispararse, primero en el 2016 y, con incluso más fuerza, en este 2020.

En España se ha producido en el último lustro un importante aumento


de la polarización en torno a las preferencias fiscales

Por tanto, al igual que la polarización ideológica, territorial y partidista, en España se ha producido
en el último lustro un importante aumento de la polarización en torno a las preferencias fiscales.

Polarización en torno a la inmigración

Como muestra el gráfico 3, hacia el año 2008 algo menos de la mitad de la población española
estaba de acuerdo con la afirmación de que el número de inmigrantes en el país era excesivo. Esto,
de nuevo, cambia a mitad de la última década, donde los que piensan que el número de inmigrantes
es excesivo han caído a niveles alrededor del 30%.

Por desgracia, la serie se corta en 2017 y no podemos medir el impacto de la llegada de VOX
en esta variable. Al contrario que ocurría en el caso de los impuestos, en España ya existía una
brecha entre partidos en la postura frente a la inmigración en la primera década del siglo XXI, con
más de treinta puntos de diferencia entre los votantes del PP e IU y con los votantes del PSOE
ocupando una posición más centrada y próxima a la media de la población.

Gráfico 3
La cuestión de la
migración plantea
desacuerdos
entre votantes de
distintos partidos
% que considera
“el número de
inmigrantes que
hay ahora mismo en
España es excesivo”
Fuente: Estudios de
actitudes hacia la
inmigración del Centro
de Investigaciones
Sociológicas
6
EcPol Insight Polarización en España: más divididos por ideología #EsadeEcPol
e identidad que por políticas públicas

El aumento de la polarización en torno al tema migratorio se ve con más claridad en el gráfico


4, donde presento el mismo índice de polarización que había calculado para los impuestos, pero
ahora para una batería de cuestiones relacionadas con la pregunta: “A la hora de permitir a una
persona extranjera venir a vivir a España, ¿qué importancia cree que debería tener cada uno de
los siguientes aspectos? Para contestar, utilice una escala de 0 a 10, en la que el 0 significa ‘nada
importante’ y el 10 ‘muy importante’.

Los españoles que piensan que el número de inmigrantes es excesivo


han caído a alrededor del 30% en la última década

La línea más gruesa del gráfico marca la evolución de la media y nos muestra que, en una década,
la polarización ha aumentado 0,5 puntos en una escala de 0 a 10. A modo de comparación, la
polarización fiscal aumentó alrededor de 0,6 puntos en el mismo período, aunque ha seguido
aumentando con posterioridad, como hemos visto.

Sin embargo, como se muestra en el gráfico 4, hay una de las características de los inmigrantes que
ya polarizaba a los votantes de los partidos en 2008 y que aumentó en casi un punto hasta 2017.

Gráfico 4
La polarización en torno a los requerimientos para aceptar migrantes ha aumentado en España
Importancia a la hora de permitir a una persona extranjera venir

Fuente: Elaboración propia a partir de los estudios de actitudes hacia la inmigración del Centro de Investigaciones Sociológicas

7
EcPol Insight Polarización en España: más divididos por ideología #EsadeEcPol
e identidad que por políticas públicas

Se trata de que los inmigrantes sean de un país de tradición cristiana. Esta pregunta esconde una
preferencia por un determinado tipo de inmigrantes (Latinoamérica o resto de Europa) frente a
inmigrantes procedentes del Magreb. En definitiva, vemos que la polarización en la primera década
de este siglo ya era más alta en el caso de la inmigración que en el de los impuestos y que, en algunos
casos, ha seguido aumentando considerablemente.

Los datos muestran una preferencia por la inmigración


de Latinoamérica y Europa frente al Magreb

Polarización sobre los servicios públicos

Pero no todos los temas de la agenda política se han polarizado en España. Uno de los temas donde
no solía existir apenas polarización era la sanidad pública. En el gráfico 5 muestro la respuesta a la
pregunta siguiente: “En su opinión, ¿la sanidad pública está mejor gestionada si lo hace...?”, donde
los entrevistados pueden responder “La Administración Pública” o “Las empresas privadas”. Como
se ve en el gráfico, los votantes de todos los partidos prefieren mayoritariamente que la sanidad
pública sea gestionada por la Administración Pública y no por empresas privadas.

La diferencia entre los votantes del PP y el PSOE se mantuvo constante antes y después de la
llegada de los nuevos partidos. Estos últimos no aumentan las diferencias, ya que Podemos se sitúa
por debajo del nivel de apoyo a la gestión por la Administración Pública que solía tener Izquierda
Unida y Ciudadanos prácticamente coincide con el PP en esta variable.ocupando una posición
más centrada y próxima a la media de la población.

Gráfico 5
La preferencia por
una gestión pública
de la sanidad domina
entre votantes de
cada partido
% que prefiere una
gestión sanitaria
pública en España

8
EcPol Insight Polarización en España: más divididos por ideología #EsadeEcPol
e identidad que por políticas públicas

Para medir la polarización en torno a la sanidad y los servicios públicos voy a utilizar dos preguntas:
“¿Está Ud. satisfecho/a o insatisfecho/a con el modo en que el sistema sanitario público funciona en
España?”, y “¿Podría decirme qué importancia concede Ud. a los servicios públicos en general?”. En
ambos casos los encuestados respondían en una escala de 1 a 10.

La polarización en torno a la sanidad y los servicios públicos


se ha mantenido baja en la última década

El gráfico 6 muestra que, al menos hasta el 2018 que es el año donde se cortan las series, estas cuestiones
no presentan niveles de polarización partidista importantes de acuerdo con el índice propuesto. En
ambos casos, la polarización en la última década es muy baja (por debajo de 1 en una escala de 0 a 10)
y se ha mantenido prácticamente constante. De nuevo, por desgracia, no podemos contar con datos
actualizados que nos permitan medir el posible efecto de VOX y de la pandemia actual.

Gráfico 6
El acuerdo en torno a los servicios públicos es muy alto en España
Importancia de los servicios públicos — satisfacción con el sistema sanitario

Fuente: Elaboración propia a partir de barómetros sanitarios y estudios de calidad de los servicios públicos
(Centro de Investigaciones Sociológicas)

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EcPol Insight Polarización en España: más divididos por ideología #EsadeEcPol
e identidad que por políticas públicas

¿Qué nos polariza más?

A modo de resumen, el gráfico 7 compara la polarización ideológica, territorial y en torno a las


distintas políticas consideradas en este trabajo -las barras representan la polarización en la
opinión pública (medida como la variación en las posiciones sobre estas cuestiones de los votantes
de los distintos partidos). El índice va de 0 a 10, donde 0 significa que los votantes de todos los
partidos tienen la misma posición sobre un tema y 10 que se sitúan en posiciones opuestas. Los
índices han sido calculados del mismo modo y para el mismo año 2017, último para el que existen
datos de todas las variables (con excepción de la territorial para la que el último dato es de 2016).

En 2017, la polarización ideológica y territorial era entre dos y tres veces


mayor que la polarización en torno a los impuestos y la inmigración

En el caso de la polarización ideológica se ha utilizado la escala clásica de izquierda-derecha,


para la territorial la pregunta “En relación con el sentimiento nacionalista catalán/vasco/gallego/
navarro/valenciano/canario, ¿podría decirme, por favor, dónde se colocaría Ud. en una escala de
1 a 10, en la que el 1 significa ‘mínimo nacionalismo’ y el 10 ‘máximo nacionalismo’?”

El resultado es muy claro, en el 2017, la polarización ideológica y territorial era entre dos y tres
veces mayor que la polarización en torno a los impuestos y la inmigración, unas seis veces mayor
que la polarización en torno a la sanidad pública y unas quince veces mayor que la inexistente
polarización en torno a los servicios públicos.

Gráfico 7
Ideología y cuestión territorial, las principales fuentes de polarización
Las diferencias en torno a impuestos han crecido en los últimos 3 años

Fuente: Elaboracíón
propia a partir de
datos del Centro
de Investigaciones
Sociológicas

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EcPol Insight Polarización en España: más divididos por ideología #EsadeEcPol
e identidad que por políticas públicas

Polarización durante la pandemia de covid-19


Los datos sobre impuestos nos indicaban que, al menos en esa variable, los votantes de los
distintos partidos políticos se habían situado en posiciones más extremas en este último año
marcado por la COVID-19. Pero, ¿cuál es el posicionamiento de estos con respecto a las medidas
que se han utilizado para evitar contagios? Para responder a esta pregunta voy a utilizar datos
de una encuesta realizada por el Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA-CSIC) durante
las primeras semanas del confinamiento de la primavera de 2020.

En la encuesta se preguntaba por las medidas consideradas necesarias tras el confinamiento,


en concreto, se pedía a los encuestados que situaran cada medida en una escala que va de 1
(“nada necesaria”) a 5 (“muy necesaria”), por lo que valores más altos implican un mayor apoyo
a las medidas. Esta encuesta no incluye preguntas sobre voto, pero sí sobre posicionamiento
en la escala ideológica, lo que nos sirve como aproximación a los votantes de cada partido. Los
resultados mostrados no cambian si consideramos cinco grupos o tres grupos ideológicos, así
que, por simplicidad, he dividido las respuestas en tres grandes grupos: izquierda (0-4 en la escala
de 0 a 10), centro (5) y derecha (6-10).

Gráfico 8
El acuerdo entre izquierda, centro y derecha en medidas contra la pandemia es variable
Media de cada grupo de votantes, y agregada

Fuente: Elaboración propia a partir del estudio ESPACOV del Instituto de Estudios Sociales Avanzados

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EcPol Insight Polarización en España: más divididos por ideología #EsadeEcPol
e identidad que por políticas públicas

El gráfico 8 muestra las ocho medidas consideradas para frenar contagios. Tanto el gobierno central,
como los autonómicos han empleado buena parte de las mismas, como “limitar los desplazamientos
de los ciudadanos”, la “utilización obligatoria de mascarillas y guantes”, “restringir el acceso a
espacios públicos, parques, playas, parques naturales”, “realizar controles sanitarios obligatorios
a la población”, “suprimir espectáculos, reuniones o encuentros cuyo aforo no permita mantener
la distancia social” o el “confinamiento selectivo solo de personas diagnosticadas y de alto riesgo”.

Otras no han sido utilizadas del mismo modo, como el “control de la población a través de sus móviles
(localización)” o “permitir a las fuerzas de seguridad acceder a los datos médicos personales”.
Curiosamente estas dos medidas son las que generan un mayor rechazo por parte de la población
en general.

Con respecto al tema que aquí nos ocupa, lo que vemos en el gráfico es que el apoyo a las distintas
medidas es similar por parte de todos los grupos ideológicos, algo que coincide con la escasa
polarización de las opiniones partidista en torno al sistema sanitario y los servicios públicos que
veíamos en el apartado anterior.

El grado de apoyo a las distintas medidas tomadas frente a la covid


es similar en todos los grupos ideológicos

El único tema donde sí se observa mayor divergencia según la ideología del entrevistado es en
el papel que deben desempeñar las fuerzas armadas. De hecho, otras preguntas contenidas en
esta misma encuesta muestran que los ciudadanos de izquierdas están menos dispuestos a que
la policía y el ejército intervengan de forma activa durante la pandemia.

¿Qué hacemos con la polarización?


Los datos y análisis presentados en este informe nos pueden dar algunas pistas sobre cómo
relajar el clima de polarización instalado en la política española. En primer lugar, una de las claves
de la polarización actual, en España y en otros países: las identidades (partidista, ideológica,
territorial) polarizan más que las políticas públicas (fiscal, migratoria). Esto quiere decir que,
como a veces se ha argumentado, hablar de políticas puede hacer rebajar una tensión que ha ido
en aumento cuando se apela a identidades, ya sean territoriales, partidistas o ideológicas.

El ejemplo de la pandemia es todavía más extremo. Al hablar de medidas concretas, y no de gestión


en general, la polarización parece incluso menor, por lo menos al principio de la pandemia. Por
tanto, la primera recomendación sería reducir el tiempo que dedicamos a hablar de identidades
y poner el foco en las políticas concretas a poner en marcha.

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EcPol Insight Polarización en España: más divididos por ideología #EsadeEcPol
e identidad que por políticas públicas

En segundo lugar, el giro del debate político hacia las políticas públicas es relativamente urgente
porque los pocos ejemplos para los que disponemos de datos a lo largo del tiempo muestran que
la polarización en algunas políticas también está creciendo de forma acelerada. Las políticas
del bienestar han tenido tradicionalmente un apoyo alto entre votantes de PP y PSOE en España.
En este sentido, los datos muestran que estas políticas siguen siendo espacios de “concordia”,
pues los ciudadanos muestran posiciones menos divergentes. Hay que hablar más de políticas
concretas no sólo para centrar el foco de la agenda política en cuestiones sustantivas que tengan
que ver con la gestión política, sino también porque, si los partidos se proponen seguir a la opinión
pública en esas cuestiones, pueden encontrar más espacio para el entendimiento.

Hablar de políticas puede rebajar una tensión que aumenta


cuando se apela a identidades

Por último, que existan espacios para el acuerdo en la opinión pública no quiere decir que éste
vaya a ser buscado por las élites políticas. Más bien, nos debería preocupar la posibilidad de que
sean las propias élites políticas las que vayan reduciendo los posibles espacios de concordia, como
podría ser el caso de la creciente polarización sobre los impuestos.

En tercer lugar, necesitamos muchos más datos y análisis para entender el proceso de polarización
política y social en España. Por desgracia, solo he podido construir una serie cuantitativa que
llegue hasta nuestros días y esta resulta especialmente reveladora. Lo interesante no es sólo
cómo de distintas son las opiniones de los españoles sobre distintos temas, sino si las posiciones
han ido cambiando a lo largo del tiempo, y para ello se necesitan unos datos que no existen. En
general, estamos a ciegas acerca de la evolución de las posiciones con respecto a las políticas
públicas por parte de la población española.

La paradoja a la que se enfrenta la sociedad española en la actualidad es que la polarización se


produce apelando a identidades partidistas y territoriales que no tienen una incidencia directa
sobre las condiciones de vida de la ciudadanía. Si la polarización impide avanzar en reformas y en
la puesta en marcha de políticas públicas que redunden en beneficio de la ciudadanía, la cuestión
que nos queda abierta como sociedad, por tanto, es para qué nos sirve la polarización política.

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EcPol Insight Polarización en España: más divididos por ideología #EsadeEcPol
e identidad que por políticas públicas

REFERENCIAS

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Party system polarization, its measurement, and its
consequences’, Comparative Political Studies (2008)

Garmendia, A. y León, S. 2020. “¿El fin del consenso territorial


en España?”. Informe sobre la Democracia en España 2019.
Fundación AlternativasGidron, N., Adams, J. & Horne, W.
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polarization in democratic polities (2020)

Miller, L., Rodríguez, D. & Santamaría, D. 2020. Electoral


competition and partisan affective polarization in Spain
(2020)

Simón, P. The Multiple Spanish Elections of April and May


2019: The Impact of Territorial and Left-right Polarisation,
South European Society and Politics (2020)

Westwood, S., Iyengar, S., Walgrave, S., Leonisio, L., Miller, L.


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of the primacy of partyism, European Journal of Political
Research (2018).

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Gidengil, E.,y Stolle, D. (2022). "Populism.
En Osborne, D., y Sibley, C. G. (Eds.) The
Cambridge handbook of political psychology.
Cambridge University Press. Capítulo 28, Pp.
28 Populismo 442-457.
Elisabeth Gidengil y Dietlind Stolle
ESTA ES UNA TRADUCCIÓN NO
OFICIAL.
QUEDA PROHIBIDA SU DIFUSIÓN.

28.1 Introducción populista en Occidente y en todo el mundo,


los politólogos siguen intentando explicar
Los antecedentes y las consecuencias de las quién se siente atraído por estos mensajes
distintas variantes del populismo han sido populistas. ¿Cuáles son las características de
objeto de considerable atención académica, las personas que alimentan el voto populista y
con más de 278.000 entradas sólo en Google cuya mentalidad es susceptible a la retórica
Scholar hasta abril de 2021. El interés populista?
académico es fácil de entender: los partidos Para identificar a las personas enamoradas
populistas están de nuevo en alza. En los del populismo, este capítulo se centra en dos
últimos 20 años, el porcentaje de votos de los medidas relacionadas de apoyo al populismo
partidos populistas ha aumentado del 7% al a nivel individual: las actitudes populistas y el
25% en todo el mundo y 17 populistas están voto a partidos populistas. El capítulo se
en el poder en todo el mundo (Meyer, 2021). desarrolla en las cinco secciones siguientes.
En general, los expertos coinciden en que la En primer lugar, se detallan los problemas
convergencia de las posiciones de los partidos que plantean las definiciones del populismo y,
en Occidente y el consiguiente consenso de a continuación, se analizan las medidas
las élites en torno a los beneficios de la resultantes de las actitudes populistas, con
globalización, la liberalización y la especial atención al anti-elitismo, la soberanía
integración económica han preparado el popular y la visión maniquea del mundo. Las
terreno para este reciente ascenso (Mair, siguientes secciones se centran en el voto
2005). La crisis financiera de 2008, las populista y analizan la falta de un conjunto
consiguientes políticas de austeridad y la coherente de predictores sociodemográficos,
desigualdad socioeconómica resultante así como los determinantes psicológicos del
abrieron la puerta a movimientos populistas apoyo a los partidos populistas, haciendo
que desafiaban este consenso (Berman, 2017). hincapié en las emociones y los rasgos de
Así, los movimientos populistas y los partidos personalidad.
resultantes se han expandido aprovechando
las dificultades económicas de quienes sienten
que están "perdiendo" con la globalización y
28.2 De la definición a la
apelando a la sensación de que las "élites" no
medición
entienden las preocupaciones de la "gente Las medidas político-psicológicas del
corriente" y de que el sistema político está populismo son tan diversas como sus
"amañado". Mientras estos macrodesarrollos definiciones. De hecho, ha habido mucha
crean el telón de fondo del renovado auge confusión, vaguedad y desacuerdo a la hora
de definir el populismo. El populismo se ha
visto como un movimiento de masas o una
Los autores agradecen a Joey Mitchell y Sophia Kamps forma distinta de movilización (Jansen, 2011);
su excelente ayuda en la investigación. un discurso (Laclau y Mouffe, 1985); una
ideología delgada (Mudde, 2004); una
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Populismo 443
anti-élite, que incluye sentimientos
estrategia u organización (Weyland, 2001); una antisistema dirigidos a los detentadores del
concepción de la democracia (Pappas, 2016; poder, anteriores o actuales, y opiniones
Urbinati, 2019) y muchos más. 1 Este desacuerdo contrarias a los expertos. Los populistas
sobre lo que constituye el populismo hace que su utilizan un lenguaje moral para condenar al
estudio empírico sea extremadamente difícil. poder político dominante.
Un aspecto importante del debate sobre la Mansbridge y Macedo argumentan
definición del populismo tiene que ver con la enérgicamente que no todas las variantes del
amplitud o estrechez con que debe interpretarse populismo hacen hincapié en que el pueblo
el concepto. Mientras que algunas definiciones se debe ser un actor soberano y gobernar
centran claramente en el populismo de la derecha directamente a través de plebiscitos y otros
radical (Norris e Inglehart, 2019), otras son lo medios populares. Del mismo modo, no todos
suficientemente amplias como para incluir tanto los movimientos populistas ven al pueblo
al Partido Populista fundado en 1891 en Estados como homogéneo, ni todos vilipendian a los
Unidos como un movimiento rural anti-élite foráneos vulnerables. Además, solo algunas
como a los actuales republicanos de Trump, así formas de populismo comparten un fuerte
como a partidos tan diversos como el Podemos enfoque en el nacionalismo o son
español y el Movimiento Jobbik por una Hungría abiertamente antidemocráticas, aunque
mejor (véase Mansbridge y Macedo, 2019; ciertamente muestran impaciencia con la
Zulianello, 2019). A efectos de este capítulo, nos deliberación democrática (Bødker y
centramos en la definición inclusiva amplia para Anderson, 2019). Muchos relatos sobre el
destacar aquellas características del populismo populismo también ponen de manifiesto
que se aplican a todas sus variantes. Consideramos diferencias en sus características dependiendo
el populismo como una ideología delgada que de si los populistas están en el poder o en la
conforma y define simultáneamente las opiniones oposición. La fuerte implicación del
de los ciudadanos, así como las estrategias de populismo cuando está en la oposición, "es que
movilización y el rumbo de los partidos y el pueblo es la mayoría, aunque injustamente
movimientos políticos. marginado e ignorado, cuando sus intereses
La definición mínima de populismo identifica deberían ser centrales en una democracia"
cuatro elementos centrales: (1) el pueblo (2) en (Mansbridge & Macedo, 2 0 1 9 , p. 61). Sin
una batalla cargada moralmente (3) contra (4) las embargo, una vez en el Gobierno, algunos
élites (Mansbridge & Macedo, 2019). Esta visión populistas parecen expandir su dominio
amplia del populismo no difiere mucho de la atacando las normas democráticas y
noción de una ideología fina que puede ampliando su poder ejecutivo mediante el
amoldarse a diversos objetivos políticos tanto de desmantelamiento de los controles y
la izquierda como de la derecha (Hawkins et al., equilibrios del poder político (Pappas, 2019).
2019; Mudde, 2017). La idea es abarcar las Hay un animado debate sobre si el
múltiples variantes del populismo centrándose en populismo como movimiento conlleva
el conflicto entre el pueblo y las élites como automáticamente al autoritarismo o al aprecio
núcleo del concepto. Todos los populistas, de un líder por encima de todas las demás
independientemente de su origen, sostienen que fuerzas y libre de controles institucionales
ciertos grupos de las élites son corruptos, no se (Urbinati, 2019). Algunos han destacado el
interesan por el bienestar del pueblo y buscan el hecho de que los populistas pueden revelar
poder para sus propios fines. Así, en el discurso problemas en el funcionamiento de la
populista encontramos un fuerte sentimiento democracia y poner de manifiesto sus
carencias en materia de representación,
1
Este conjunto de referencias procede de Wuttke et al. capacidad de respuesta y conexión con la
(2020).

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444 elisabeth gidengil y dietlind stolle

democracia y poner de manifiesto sus como corruptas y el pueblo como puro, y la


carencias en materia de representación, visión maniquea del mundo de dividir a los
gente corriente (Mudde y Rovira Kaltwasser, grupos en buenos y malos o de dentro y fuera.
2012). Aunque los populistas proponen Además, se hace especial hincapié en el pueblo,
soluciones fáciles a estas deficiencias que a que debería decidir y estar más a cargo de las
menudo implican líderes más fuertes sujetos a decisiones políticas, sin verse obstaculizado por
menos controles y equilibrios, las soluciones fuerzas de distracción que no tienen en cuenta
antidemocráticas no forman parte a priori de sus intereses. Sin embargo, dejamos la soberanía
todos y cada uno de los movimientos del pueblo, las ambiciones no democráticas, la
populistas (Mansbridge y Macedo, 2019). culpabilización de los grupos vulnerables, la
Por último, el populismo cultural o de creencia en la homogeneidad del pueblo y la
derechas, movimientos como los que se dan exclusividad, así como el uso del nacionalismo y
en Europa y Norteamérica suelen ser hostiles el enfoque en los bancos y las organizaciones
a los grupos minoritarios y se han dirigido financieras internacionales, fuera de la definición
contra ellos, -y contra las élites políticas actual de populismo y de la medición de las
cosmopolitas que los protegen- como los actitudes populistas, aunque brevemente
principales enemigos del pueblo. discutiremos el valor añadido de incluir estas
De hecho, han intentado redirigir la ansiedad y medidas en contextos nacionales específicos.
la ira de la gente hacia otros que reciben lo que
se percibe como un trato especial, como los
inmigrantes, los solicitantes de asilo, los 28.3 Dimensiones de las principales
beneficiarios de ayudas sociales y las personas actitudes populistas
de color, así como hacia las élites cosmopolitas
que se considera que apoyan a esos grupos.
Aunque la atención se sigue centrando en esas En general, una medida relativamente inequívoca
élites que aparentemente no se preocupan por del populismo a nivel individual es, por supuesto,
la gente como ellos, esta forma de populismo votar a un partido o líder populista, aunque ese
está vinculada al odio hacia diversos grupos voto podría no estar siempre motivado
marginados que no son reconocidos como únicamente por el sentimiento populista. La clave
parte del "pueblo" (véase también el capítulo para utilizar el voto populista como indicador del
21). Sin embargo, esta variante populismo es clasificar a los partidos populistas
antidemocrática, que acentúa la división entre en función de criterios claros (Norris, 2019). Sin
grupos internos y externos y amenaza los embargo, que un partido populista surja o entre en
derechos de las minorías, es sólo un tipo de el parlamento depende de un sinfín de razones,
populismo y no abarca todas sus formas. Por entre ellas la evolución histórica de los clivajes
su parte, los populistas de izquierdas o políticos, los sistemas electorales, el número de
socioeconómicos lamentan el creciente poder partidos en parlamento, el espacio político ocupado
de los bancos, las grandes empresas y las por los partidos existentes, y varias más. En
instituciones financieras internacionales y, en consecuencia, cualquier investigación
cierta medida, de Estados Unidos y la comparativa que utilice el voto populista debería
occidentalización de las sociedades. incluir las influencias institucionales y del
En resumen, el populismo tiene muchas sistema de partidos que determinan la fuerza del
variantes, pero las ideas centrales, válidas para voto populista.
todos ellos, se centran en el conflicto entre las Dado que un voto a un partido populista podría
élites y el pueblo, la contraposición de las élites no reflejar el grado de sentimiento populista en la
como corruptas y el pueblo como puro, y la población, los investigadores de encuestas han
desarrollado ítems para captar las actitudes
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Populismo 445
nacional se pueden utilizar escalas adicionales que
populistas en distintos países (véase Castanho reflejen atributos no esenciales del populismo,
Silva et al., 2020). Antes de examinar las como la soberanía popular, las actitudes hacia los
medidas más importantes de las actitudes grupos vulnerables y las actitudes hacia los
populistas, discutiremos los criterios que deben expertos.
utilizarse para determinar las mejores medidas. La definición mínima nos invita a limitar las
Las buenas medidas de las actitudes medidas básicas de las actitudes populistas a (1) el
populistas deberían distinguir las actitudes anti-elitismo, (2) la idea de que el pueblo es
populistas de otras estructuras, como la fundamental en la toma de decisiones y tiene algún
desconfianza política, el cinismo y la eficacia tipo de posición superior frente a las élites (pero sin
política (Wuttke et al., 2020, véase también llegar a medir el apoyo a la soberanía del pueblo
Geurkink et al., 2020). No solo deben abarcar los sobre otras instituciones), y (3) la visión maniquea
principales aspectos de la definición de del mundo. 3 Repasaremos estos aspectos
populismo y lograr una alta validez convergente, sucesivamente.
sino que también deben distinguir con éxito entre
populistas y no populistas, como se verifica
votando a partidos populistas (si existen), y
28.3.1 Anti-elitismo
funcionar en una variedad de contextos El anti-elitismo está relacionado con la visión
transnacionales (Castanho Silva et al., 2020). Se maniquea del mundo del populismo, en la que las
trata de expectativas muy elevadas, por lo que no élites son vistas como la contrapartida corrupta del
es de extrañar que el estudio de Castanho Silva et pueblo honrado y trabajador (Schulz et al., 2018).
al. que se basa en la revisión y prueba de siete Así, la élite política no tiene realmente nada en
escalas de actitudes populistas reveló que común con el pueblo y, lo que es más importante,
ninguna de las escalas empleadas actualmente en no comparte los valores e intereses de la gente
la investigación académica satisface todos estos (véase Mudde,2004; Taggart, 2000). Los populistas
criterios. Al final, no pudieron recomendar contraponen a los ciudadanos trabajadores y
ninguna de las escalas existentes por encima de respetuosos con la ley y a los políticos y élites
las demás. Sin embargo, determinaron que las corruptas y autocomplacientes (Mudde, 2004). Las
actitudes populistas medidas por Akkerman et al. mediciones del anti-elitismo están plagadas de
(2014), Castanho Silva et al. (2018) y Schulz et afirmaciones generales que no distinguen entre la
al. (2018) son las que presentan menos desconfianza política y el conflicto percibido entre
problemas. El desafío parece ser que las escalas el pueblo y las élites. Afirmaciones como "Los
que son internamente consistentes y tocan políticos [cargos electos] hablan demasiado y
dimensiones importantes del populismo a actúan muy poco" (Akkerman et al., 2014) suscitan
menudo son incapaces de capturar la gran niveles de acuerdo notoriamente altos. Otros ítems
variedad de populismos en todo el mundo. 2 derivados directamente de los debates en torno al
De nuestra lectura de la literatura sobre cómo populismo, como "Las diferencias políticas entre el
medir las actitudes populistas, llegamos a la pueblo y la élite son mayores que las diferencias
conclusión de que el mejor enfoque puede ser entre el pueblo" (Hauwaert et al., 2019), parecen
utilizar una escala de populismo amplia que captar el pensamiento de la población, pero no
capte las principales dimensiones de la definición captan la definición básica del populismo y quizá
de núcleo mínimo. Dicha escala debería sean demasiado torpes y complejos para una
funcionar mejor en una mayor variedad de encuesta en línea. En su lugar, los ítems deberían
contextos nacionales. Dependiendo del contexto
3
Sobre la selección de estas tres dimensiones, véase
2
Algunas medidas de actitudes populistas constan de varias también Castanho Silva et al. (2018). Sin embargo,
escalas (una para cada dimensión del populismo), mientras incluyen algunas medidas problemáticas, como
que otras producen una medida global de actitudes detallamos en el texto.
populistas (Castanho Silva et al., 2020).
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446 elisabeth gidengil y dietlind stolle
decisiones importantes. El peligro con esta dimensión
yuxtaponer las nociones de élite corrupta y
es que la mayoría de los ítems han sido demasiado
pueblo honrado y trabajador. Por último, las
amplios y generan un amplio apoyo en las encuestas o
mediciones del anti-elitismo deberían
van demasiado lejos al mencionar los referéndums y
centrarse en los políticos o las élites políticas,
otros aspectos de la democracia directa que no son
no en los gobiernos, ya que algunos gobiernos
abrazados por todos los tipos de populismo. Por lo
podrían ser populistas en el momento de la
tanto, somos escépticos respecto a indicadores como
encuesta.
"Los políticos del Parlamento [nacional] deben seguir
la voluntad del pueblo" (Schulz et al., 2018), ya que
28.3.2 La Centralidad del Pueblo suscitan un acuerdo generalizado como algo natural.
En su lugar, sugerimos ítems como "Los políticos no
El pueblo se considera central en el populismo tienen que pasar tiempo entre la gente corriente para
(por ejemplo, Taggart, 2000). De hecho, todas hacer un buen trabajo" (codificación inversa; Castanho
las definiciones de populismo se refieren al Silva et al., 2020), "Se debería preguntar a la gente
pueblo como principal grupo de referencia. Al siempre que se tomen decisiones importantes" (Schulz
fin y al cabo, el poder de movilización del et al., 2018) y "La gente, no los políticos, debería tomar
populismo se basa en hacer creer a la gente que las decisiones políticas más importantes" (Akkerman et
su influencia e importancia tienen un papel al., 2014). Tenga en cuenta que es importante incluir
importante y que se ha visto comprometido de ítems que tengan diferentes direcciones para evitar el
alguna manera y que otros se están beneficiando sesgo de aquiescencia (Castanho Silva et al., 2020).
de ello. Así, los populistas hacen hincapié en
que la gente es virtuosa e intrínsecamente
buena (Albertazzi y McDonnell, 2015). Taggart 28.3.3 Visión Maniquea del Mundo
(2000) desarrolló la idea de la “tierra querida”, Por último, una visión maniquea de la sociedad
una forma imaginaria que tienen los populistas subestima el marcado contraste entre el pueblo y la
de conectar con la gente mirando hacia atrás, a élite. La visión maniquea del mundo yuxtapone el
tiempos supuestamente mejores en los que la bien y el mal a sabiendas (Hawkins y Kaltwasser,
gente no estaba tan traicionada. Wirth et al. 2017). Esta visión implica un nivel de absolutismo
(2016, p. 10) describen cómo la referencia a la que contempla el mundo en términos de blanco y
tierra querida puede diferir según el contexto, negro y dramatiza las diferencias entre, por
refiriéndose, por ejemplo, a "América Central" ejemplo, grupos internos y externos, amigos y
o "La France Profonde" o a iconos populares enemigos (Wirth et al., 2016). Por ejemplo, en el
como el Boston Tea Party en Estados Unidos, contexto de unas elecciones, las personas que
Guy Fawkes en el Reino Unido y Wilhelm Tell apoyan al partido competidor o los propios líderes
en Suiza. del partido suelen ser descritos como malvados,
Al hacer hincapié en la centralidad del indignos de confianza, inmorales e incluso "el
pueblo, no vamos tan lejos como Schulz et al. mismísimo diablo". Hawkins describe cómo
(2018) y otros que incluyen la creencia en la Chávez habla de Venezuela como "un país
soberanía popular sin restricciones como verdaderamente fuerte y libre, independiente y
parte de esta dimensión del populismo (véase próspero" o, por el contrario, "un país reducido una
también Mohrenberg et al., 2019; Rovira vez más a la esclavitud y la oscuridad" (Hawkins,
Kaltwasser et al., 2017). Aunque se habla de 2009, p. 1043). Las medidas aquí deberían
sustituir a la "élite corrupta" por el gobierno aprovechar la tendencia más general a ver el mundo
directo del "pueblo honesto" (Huber y Schimpf, de dos maneras estrictamente opuestas y la
2017), esto no lo promueven todos los representación de los enemigos políticos como
movimientos populistas. Más bien, malvados. Elementos como "Puedes saber si una
destacamos aquí la idea de que la gente persona es buena o mala si conoces su política" o
debería participar más en la toma de "Las personas con las que no estoy de acuerdo
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Populismo 447

Curiosamente, la falta de un patrón claro de


políticamente no son malas" parecen aprovechar
factores sociodemográficos es evidente cuando
muy bien esta noción (Castanho Silva et al.,
se examina el voto populista. El problema aquí
2018). Estos ítems también deberían capturar la
es similar; muchos estudios basan su
disposición de cooperar más allá de las
teorización y análisis en explicar el voto
diferencias políticas, ya que una clara visión
populista de derechas en lugar del voto
maniquea del mundo no lo permitiría (Akkerman
populista en general. Esto conduce a resultados
et al., 2014). Resulta interesante que muchas de
que hablan mucho más de los partidos de
las escalas de actitudes populistas no incluyan
derecha radical que al fenómeno del populismo
medidas de la visión maniquea del mundo
global. La Psicología política todavía tiene que
(Castanho Silva et al., 2020).
crear conjuntos de datos transnacionales y
Por último, para captar plenamente las
estudios que capturen la naturaleza del
actitudes populistas a nivel individual, las
populismo como un fenómeno que hay que
personas que puntúan alto en cualquiera de las
explicar
dimensiones del populismo deberían puntuar alta
No obstante, utilizando un puñado de
en las tres dimensiones. Por ejemplo, si puntúan
estudios que incluían explícitamente varios
alto en las dimensiones de anti-elitismo y
tipos de partidos populistas, encontramos
centrismo popular, no deberían puntuar bajo en la
algunos resultados interesantes. El género es
visión maniquea del mundo. La cuestión es que
un buen ejemplo. Mientras que los estudiosos
los encuestados deben puntuar alto en las tres
de la derecha radical populista han encontrado
dimensiones del populismo para que la con-
pruebas relativamente sólidas y consistentes de
estructura pueda medirse con éxito. Sólo
que los hombres apoyan mucho más a estos
entonces el concepto de actitudes populistas
partidos que las mujeres (Spierings & Zaslove,
"representaría más que la suma de sus partes"
2015), este no es el caso cuando se incluyen
(Wuttke et al., 2020, p. 358).
partidos de la izquierda populista (Rooduijn,
2018; Santana & Rama, 2018). La edad no
28.4 Determinantes muestra un efecto claro. En cualquier caso, hay
una ligera relación negativa, según la cual las
sociodemográficos del populismo personas mayores suelen estar menos inclinadas
Medir las actitudes populistas es un reto, pero a votar a los populistas, pero no todos los
aún más difícil es resumir sus determinantes estudios lo confirman ni obtienen resultados
sociodemográficos. El reto se ve agravado por la significativos (Rooduijn, 2018; Spierings y
ausencia de una definición consensuada de Zasloff, 2015). Un estudio que solo analizó los
populismo y la falta de medidas comunes. partidos populistas de izquierda descubrió que
Algunos estudios recogerán necesariamente más los más jóvenes son más proclives que los
populismo de derechas o cultural, mientras que mayores a votar a los populistas (Santana y
otros se centrarán más en las variantes de Rama, 2018). Por último, vemos resultados
izquierdas o socioeconómicas, dependiendo de mixtos para la educación. De nuevo, el voto a
dónde se realice el estudio y qué medidas se la derecha populista se asocia con la falta de
utilicen. Las dos tendencias comunes que educación, pero el mismo efecto no se
encontramos en los estudios transnacionales mantiene para la izquierda populista
sobre actitudes populistas que utilizan elementos (Rooduijn, 2018). Sin embargo, otros estudios
de la definición básica fueron que las personas no encuentran relaciones consistentes con la
con empleos de mayor estatus y mayores educación (Pauwels, 2014). Esta pequeña
ingresos y educación tienden a no mostrar excursión muestra que el apoyo al populismo
actitudes populistas. Ninguna otra característica no está fuertemente determinado por las
social se asoció de forma consistente con características sociales. Los partidos populistas
actitudes populistas en todos los estudios. de izquierda y derecha son demasiado diversos
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448 elisabeth gidengil y dietlind stolle

como para poder identificar características pueden experimentar diferentes emociones


específicas que nos ayuden a explicar el simultáneamente (Marcus et al., 2000; véase también el
fenómeno del populismo tal y como se capítulo 9). Esto contrasta fuertemente con la
identifica aquí. Lo que mantiene unidos a los suposición de las teorías de valoración cognitiva de que
populistas puede ser simplemente una forma una secuencia de procesos cognitivos determina la
de pensar sobre el mundo. En consecuencia, emoción concreta que experimentamos en respuesta a
pasamos a analizar los determinantes un estímulo (Smith y Kirby, 2001). Mientras que las
psicológicos clave del voto populista. teorías de valoración cognitiva presuponen que las
personas experimentarán miedo o ira ante una amenaza,
28.5 Determinantes psicológicos la TIA espera que se experimenten ambas emociones.
del apoyo a los partidos populistas Lo que importa es qué emoción es más fuerte. Según
Marcus y sus colegas, esto tiene importantes
La investigación sobre los determinantes
consecuencias para el comportamiento. Si predomina el
psicológicos del apoyo a los partidos
miedo, es más probable que la gente busque
populistas se ha centrado sobre todo, aunque
información. y se vuelvan menos dependientes de sus
no exclusivamente, en el papel de las
predisposiciones ideológicas o apegos partidistas.
emociones y los Cinco Grandes rasgos de la
Como resultado, son más susceptibles a la persuasión.
personalidad. Los estudios se han centrado en
La ira, según estos autores, tiene los efectos contrarios:
un solo país o en un número reducido de
las personas se interesan menos por la información
países. Esto limita necesariamente la
nueva, descartan la información que contradice sus
generalización de los resultados obtenidos
predisposiciones y confían más en sus hábitos políticos
hasta la fecha. No obstante, se ha logrado un
establecidos.
importante avance en la comprensión de las
Marcus y sus colegas (Marcus et al., 2019;
raíces más profundas del atractivo de los
Vasilopoulos et al., 2019a) aplican este argumento
partidos populistas. Nuestro análisis se centra
al apoyo al ultraderechista Frente Nacional tras los
en Europa, ya que la mayoría de los estudios
atentados terroristas de 2015 en Francia. Se centran
sobre los conceptos básicos se han realizado
en dos predisposiciones: ideología y autoritarismo.
allí.
La hipótesis era que las personas que se volvieron
temerosas a raíz de los ataques confiarían menos en
28.5.1 Emociones y apoyo a los estas predisposiciones y prestarían más atención a
partidos populistas qué partido era más probable que pudiera hacer
frente a la nueva amenaza. En consecuencia, las
El papel de las emociones en el apoyo a los
personas que de otro modo estarían predispuestas a
partidos populistas ha atraído muy
votar al Frente Nacional tendrían menos
recientemente la atención de los estudiosos.
probabilidades de apoyar al partido porque era una
Ha engendrado un animado debate sobre qué
opción no elegida. Se esperaba que la ira tuviera un
emoción es clave: el miedo o la ira. Marcus y
efecto muy diferente. Los votantes enfadados se
sus colegas (Marcus et al., 2019; Vasilopoulos
redoblarían y confiarían aún más en sus
et al., 2019a, 2019b) se posicionan
predisposiciones habituales. Sus orientaciones
firmemente del lado de la ira. Desafían la
ideológicas conservadoras y su autoritarismo
suposición de que el miedo es clave para
reforzarían el atractivo del Frente Nacional.
generar apoyo a la extrema derecha y, en
Además, "si la amenaza se experimenta como un
cambio, argumentan que las personas que
ataque familiar a valores apreciados, entonces el
tienen miedo serán menos propensas a apoyar
FN, el partido que lleva mucho tiempo defendiendo
a esos partidos. Se basan en la teoría de la
la necesidad de defender los valores nacionalistas,
inteligencia afectiva (TIA), que sostiene que
probablemente resultará atractivo para los votantes
los sistemas afectivos gestionan cómo
enfadados" (Vasilopoulos et al., 2019a, p. 683). Los
reaccionamos emocionalmente y que se
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Populismo 449

autores descubrieron que, efectivamente, los centran en cómo las diferentes emociones dan
votantes enfadados eran más propensos a votar al forma a las interpretaciones de los
Frente Nacional, mientras que los votantes acontecimientos según las valoraciones
temerosos eran más propensos a votar en contra del asociadas a esas emociones: Dado que la visión
partido de extrema derecha. Es importante destacar populista del mundo tiene una fuerte resonancia
que, mientras que el miedo disminuía el efecto del con los elementos básicos de la ira, las ideas
autoritarismo y la identificación ideológica de populistas parecen ser excepcionalmente
derechas sobre el apoyo al Frente Nacional, el adecuadas para la expresión de la ira y para
enfado potenciaba su efecto. satisfacer las motivaciones específicas que
Jost (2019) ha discrepado de estas conclusiones desencadena. Por el contrario, las actitudes
sobre bases empíricas. Es crítico con la inclusión populistas no deberían verse afectadas por el
tanto del miedo como de la ira en el mismo miedo, porque la visión populista del mundo
modelo, argumentando que conduce a un efecto de está en desacuerdo con la valoración y las
supresión. Reanalizando los datos utilizados por tendencias de comportamiento que caracterizan
Vasilopoulos et al. (2019a), concluye que el miedo esa emoción" (p. 448). Queda por ver, sin
tiene un efecto positivo en el apoyo al Frente embargo, si sus hallazgos se extienden al apoyo
Nacional y que el efecto está mediado tanto por la a los partidos populistas en contraposición a las
ira como por el autoritarismo. No se trata actitudes populistas.
simplemente de un desacuerdo sobre la El estudio de Magni (2017) sobre el efecto
especificación del modelo. El desacuerdo gira en de la ira en el apoyo al UKIP en Gran Bretaña
torno a si "la ira constituye o no una valoración tras la crisis financiera cuestiona la idea de
emocional independiente, desencadenada por que la relación entre la ira y el apoyo a los
diferentes dimensiones de amenaza" (Vasilopoulos partidos populistas sea directa. Por el
et al., 2019b, p. 714). Dado que los datos son contrario, Magni argumenta que el efecto de
transversales, esta cuestión no puede resolverse la ira está condicionado a una baja sensación
empíricamente. Lo mismo ocurre con el estatus de eficacia política: las personas enfadadas
causal del autoritarismo. En su respuesta a Jost, solo son aptas para apoyar a los partidos
Vasilopoulos et al. (2019b) expresan su populistas cuando perciben que su propia
escepticismo de que el autoritarismo medie en el capacidad para influir en la política es
efecto del miedo. Su punto es que el autoritarismo limitada. Su argumento se basa en las teorías
es una disposición psicológica a largo plazo. Ya cognitivas de la emoción. Según estas teorías,
sea socializado o arraigado en la herencia genética, las personas experimentan emociones
es poco probable que se vea afectado por las diferentes en función de las valoraciones que
respuestas emocionales a corto plazo a la amenaza. suscita una situación determinada. En el caso
Mantienen su postura de que la ira modera el de la ira, las principales valoraciones son la
impacto del autoritarismo. frustración, la percepción de injusticia y la
culpabilización de otros por la situación
La investigación de Rico et al. (2017) sobre
(Kuppens et al., 2007). Magni sostiene que los
los fundamentos emocionales del apoyo al partidos populistas son capaces de atraer a los
populismo corroboran la idea de que la ira, y no el ciudadanos enfadados porque sus mensajes
miedo, es la clave del apoyo a los partidos contra las élites proporcionan "un objetivo
populistas. Utilizando una encuesta de panel de claro al que culpar" (p. 94) y prometen un
tres olas, descubren que los ciudadanos españoles remedio para remediar la injusticia de su
eran más propensos a apoyar el populismo si situación eliminando la causa de su
estaban enfadados por la crisis económica, frustración. De este modo, los partidos
mientras que tener miedo no tenía ningún efecto. populistas ofrecen "una vía de acción fuera
Rechazando la noción de que las emociones sólo del sistema para los ciudadanos que se sienten
son provocadas por valoraciones cognitivas, se
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populistas se han centrado normalmente en los


impotentes dentro del sistema" (p. 94). Y lo
que es más importante, su retórica también cinco grandes rasgos de la personalidad. Esta
sirve para "promover un sentimiento de elección no es sorprendente, dado que se
empoderamiento entre los ciudadanos considera que estos rasgos captan las dimensiones
ineficaces ofreciendo mensajes que celebran clave de la variación de la personalidad y se cree
el papel político de los ciudadanos de a pie" que están relacionados con actitudes y
(p. 95). Por otro lado, las personas que se comportamientos en una amplia gama de ámbitos,
sienten políticamente eficaces pueden incluida la política (Mondak, 2010; véase también
apaciguar su ira votando a un partido de la el Capítulo 5). Un supuesto clave en el que se
oposición mayoritaria. El análisis de Magni basan estos estudios es la noción de que debe
sobre el efecto de la ira en el apoyo al UKIP en haber una coincidencia entre la personalidad de
Gran Bretaña tras la crisis financiera apoya su un individuo y el partido. Según el modelo de
argumento de que los efectos de la ira congruencia de las preferencias políticas (Caprara
dependen de la sensación de eficacia política y Zimbardo, 2004), las personas eligen a los
de los votantes. Un análisis de mediación partidos en función de la concordancia entre los
causal da más peso a su argumento al objetivos y la imagen de un partido y sus propios
demostrar que la eficacia política de los rasgos de personalidad. En una línea similar, el
votantes es un factor determinante en el apoyo modelo de afinidad electiva se centra en "las
al UKIP fuerzas de atracción mutua que existen entre la
La investigación que vincula las emociones estructura y contenidos de los sistemas de
con el apoyo a los partidos populistas está en creencias y las necesidades y motivos
su infancia. Hasta la fecha, los estudios se han subyacentes de los individuos" (Jost et al., 2009,
basado en datos observacionales, lo que deja p. 308). Desde esta perspectiva, los votantes
un gran interrogante sobre cualquier buscarán un partido que satisfaga las necesidades
inferencia causal. Magni (2017) tuvo acceso a epistémicas y existenciales arraigadas en su
datos de panel, lo que proporcionó una base personalidad. Esto les llevará a elegir un partido
algo más sólida para inferir causalidad al cuya ideología coincida con su personalidad y
permitirle modelar el papel de la ira en el satisfaga sus necesidades psicológicas. Partiendo
aumento del apoyo al UKIP entre 2005 y de estos supuestos, los estudios han teorizado
2010. Sin embargo, como observan sobre la correspondencia entre los mensajes de
Vasilopoulos et al. (2019b), se necesitan los partidos populistas y cada uno de los cinco
experimentos que permitan inferencias grandes rasgos de la personalidad.
causales con un mayor grado de confidencia. Las puntuaciones bajas en simpatía se han
Al mismo tiempo, más estudios que utilicen relacionado teóricamente con el apoyo a los
datos observacionales podrían hablar de la partidos populistas. Este rasgo describe a
generalización (o falta de ella) de las personas confiadas, altruistas, amables, cariñosas
asociaciones detectadas hasta la fecha, que se y preocupadas por llevarse bien con los demás.
basan en solo dos partidos populistas de Bakker y sus colegas (2020) hallaron una
derechas. Estos estudios también podrían correlación negativa significativa entre la
ampliar la gama de emociones que podrían afabilidad y el apoyo populista en 11 de 15
estar vinculadas al apoyo a estos partidos más pruebas realizadas con muestras de 8 países.
allá de la ira y el miedo. Sostienen que la simpatía es el rasgo de los Cinco
Grandes que tiene más probabilidades de predecir
el apoyo a los partidos populistas porque su
28.5.2 Rasgos de personalidad mensaje contra el establishment resuena con la
Los estudios sobre el impacto de la personalidad de los votantes que puntúan bajo en
personalidad en el apoyo a los partidos este rasgo: "Un partido que afirma que no se,

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Populismo 451
relacionada con el apoyo a los partidos
puede confiar en el establishment político y populistas de derechas. La hipótesis es que la
que es deshonesto habla el lenguaje de estos necesidad de estructura y adhesión a las
votantes poco simpáticos" (Bakker et al., normas que caracteriza a las personas
2016, p. 316). Otros han argumentado que los concienciadas fomenta el conservadurismo y
mensajes de los partidos populistas deberían las actitudes negativas hacia los inmigrantes,
atraer a las personas que puntúan bajo en que son vistos como una amenaza para el statu
simpatía porque este rasgo está relacionado quo (Ackermann et al., 2018; Fatke, 2019;
con los prejuicios, las actitudes negativas Schoen y Schumann, 2007; Vasilopoulos y
hacia los grupos marginados y el sentimiento Jost, 2020). Sin embargo, la concienciación
anti-inmigración (Fatke, 2019; Kappe, 2015; podría inhibir el cambio de voto entre aquellos
Vasilopoulos y Jost, 2020). Mientras tanto, la que de otro modo podrían estar predispuestos a
retórica airada típica de los partidos popu- cambiar a un partido populista (Fatke, 2019).
listas es incongruente con las cualidades que Las conexiones potenciales entre el
componen la simpatía (Vasilopoulos y Jost, neuroticismo y la extraversión con el voto a
2020). partidos populistas son más difíciles de
También hay pruebas de que el apoyo a los distinguir. En el caso del neuroticismo, se ha
partidos populistas se asocia negativamente establecido un vínculo entre las emociones
con la apertura a la experiencia (Ackermann negativas que tipifican este rasgo y el apoyo a
et al., 2018; Vasilopoulos y Jost, 2020). Las partidos populistas. Algunos apuntan a la ira
personas con un alto nivel de este rasgo son (Fatke, 2019); otros, al miedo (Schoen &
curiosas, intelectuales, independientes y Schumann, 2007). El neuroticismo también se
abiertos a nuevas ideas. En consecuencia, ha relacionado con la falta de confianza
varios estudios han predicho que la apertura a política y con ver a los inmigrantes como una
la experiencia se correlacionará amenaza para la estabilidad de la sociedad
negativamente con el voto a partidos (Ackermann et al., 2018). En cuanto a la
populistas. Esto se basa en un vínculo entre la extraversión, "los populistas introvertidos
cerrazón y el sentimiento anti-inmigrante que parecen tan plausibles como los extravertidos"
aumentaría el atractivo de los partidos (Fatke, 2019, p. 139). Aun así, la extraversión
populistas para las personas con baja apertura podría fomentar el apoyo a los partidos
a la experiencia (Ackermann et al., 2018; populistas porque los extravertidos tienden a la
Kappe, 2015). Por el contrario, las personas dominación social y son propensos al
que puntúan alto en este rasgo pueden sentimiento anti-inmigración (Ackermann et
sentirse desanimadas por el tipo de mensajes al., 2018; Schoen y Schumann, 2007; véase
simplistas que caracterizan la retórica de los también el capítulo 21).
partidos populistas (Ackermann et al., 2018; Muchos de estos argumentos que relacionan
Vasilopoulos y Jost, 2020). Sin embargo, los Cinco Grandes con el voto a partidos
Fatke (2019) sostiene que la relación entre la populistas parecen plausibles, pero los vínculos
apertura a la experiencia y el voto a un pueden ser complejos. Por un lado, existen
partido populista podría ser en realidad varias vías causales posibles entre los rasgos
positiva, ya que puede hacer que los votantes de personalidad y la elección del voto. Por otro
estén más abiertos a cambiar su lealtad a un l a d o , los efectos de los rasgos pueden verse
nuevo partido. Además, las personas que moderados por otras predisposiciones. Los
puntúan alto en apertura pueden ser menos efectos mediadores son los que han recibido
reacias a un cambio radical hacia la derecha más atención. Los rasgos de personalidad son
populista (Vasilopoulos y Jost, 2020). predisposiciones estables a largo plazo que se
Varios estudios han sugerido que la forman por herencia genética y por la
concienciación estará positivamente socialización en la infancia y otras influencias
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452 elisabeth gidengil y dietlind stolle

ambientales tempranas (por ejemplo, véase el


capítulo 3). Como tales, se supone que sus positivamente con el voto a Marine Le Pen, líder
efectos sobre el apoyo a los partidos populistas del Frente Nacional de extrema derecha, en la
son sobre todo indirectos. primera vuelta de las elecciones presidenciales
Se han propuesto varias vías causales.Varios francesas de 2017, pero negativamente con el apoyo
estudios han investigado el papel del a Jean Luc Mélenchon, fundador del Frente de
autoritarismo y la orientación a la dominación Izquierda populista de extrema izquierda
social (SDO, por sus siglas en inglés Social (Vasilopoulos y Jost, 2020).
Dominance Orientation; Aichholzer y Además de autoritarismo y SDO, Vasilopoulos y
Zandonella, 2016; Bakker et al., 2016; Jost (2020) examinan el papel de las actitudes de
Vasilopoulos y Jost, 2020; Zandonella y justificación del sistema. La teoría de la justificación
Zeglovits, 2012). El autoritarismo de derechas del sistema presupone que las personas están
(RWA, por sus siglas en inglés Right-wing motivadas para considerar que los sistemas sociales,
authoritarianis) valora la obediencia, el respeto económicos y políticos existentes son justos y
a la autoridad, la conformidad con las normas legítimos (véase el capítulo 37). Como tal,
del grupo y la intolerancia hacia quienes no se representa "una inclinación inherentemente
ajustan a dichas normas (Duckitt, 1989; véase conservadora a preservar "cómo son las cosas"" (Jost
también el capítulo 11). La SDO, por su parte, se y Andrews, 2011, p. 1092). En consecuencia, las
caracteriza por una preferencia por la actitudes de justificación del sistema se
dominación y la desigualdad basadas en el correlacionaron negativamente con el voto a Le Pen.
grupo (Sidanius et al., 2001). Ambas Sin embargo, el efecto sobre el apoyo a Mélenchon
orientaciones parecen tener una afinidad natural fue positivo. Los autores lo atribuyen a la tendencia
con el apoyo a los partidos populistas de de la justificación del sistema a ser asociados con los
derechas. Sin embargo, los resultados son izquierdistas en Francia. Incluso teniendo en cuenta
contradictorios. La RWA y la SDO, junto con estas predisposiciones, los efectos de los rasgos de
la percepción de amenaza inmigratoria, median personalidad (véase más adelante) siguen siendo
en los efectos de la apertura a la experiencia y significativos, salvo que la amabilidad ya no se
la simpatía en el apoyo al Partido Liberal asocia positivamente con el apoyo al candidato
Austriaco (FPÖ), pero solo la RWA media el populista de extrema izquierda.
efecto de la concienciación (Aichholzer y Sorprendentemente, pocos estudios han
Zandonella, 2016). Además, la RWA no estaba examinado si las actitudes populistas median los
relacionada con el voto al FPÖ en un estudio de efectos de cualquiera de los rasgos de los Cinco
hombres jóvenes (Zandonella y Zeglovits, Grandes en el apoyo a los partidos populistas. 5 5
2012). En Estados Unidos, la amabilidad tuvo Ackermann et al. (2018) informan de que las
un efecto negativo en el apoyo al Tea Party, asociaciones negativas entre la apertura a la
incluso cuando se controló el autoritarismo experiencia y la agradabilidad y el voto al Partido
(medido por los valores de los encuestados de Popular Suizo y las asociaciones positivas con la
cómo fueron criados) y la ideología de concienciación y la extraversión solo están
derechas, pero el autoritarismo y la ideología mediadas en menor medida por las actitudes
de derechas mediaron los efectos de los otros populistas. Las actitudes negativas hacia la
rasgos de los Cinco Grandes (Bakker et al., inmigración son un mediador más importante. Sin
2016). 4 Por último, en Francia, el autoritarismo embargo, aunque su medida de las actitudes
y el SDO se asociaron populistas tiene en cuenta el anti-elitismo y la
creencia en la soberanía popular, no capta la

4
Los autores no pudieron examinar el papel del
5
autoritarismo a la hora de explicar las relaciones entre Para estudios sobre el efecto de las actitudes populistas en el
los Cinco Grandes y el apoyo al Partido de la Libertad apoyo a los partidos populistas, véanse, por ejemplo,
holandés y al Die Linke alemán por falta de una medida Akkerman et al. (2017); Van Hauwaert y van Kessel (2017).
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Populismo 453

creencia en la virtud de la gente corriente. La disponibilidad de datos. Algunos utilizan el


agradabilidad y la conciencia siguen teniendo un inventario de los diez rasgos de personalidad
efecto significativo incluso controlando las (TIPI; Bakker et al., 2016; Fatke 2019; Kappe,
actitudes populistas y de inmigración. 2015); otros utilizan versiones de 10 ítems
Un moderador clave de los efectos de rasgos (Aichholzer & Zandonella, 2016) o 15 ítems
de personalidad es la ideología: "los populistas de (Ackermann et al., 2018; Fatke, 2019) del
izquierdas y de derechas no son lo mismo, Inventario de los Cinco Grandes (BFI); otros
psicológicamente hablando" (Vasilopoulos y Jost, emplean el Inventario de los Cinco Factores del
2020, p. 1). Esta conclusión se basa en una NEO (NEO-FFI; Ackermann et al., 2018;
comparación de los efectos de los Cinco Grandes Schoen & Schumann, 2007) o el International
en el voto a Mélenchon y Le Pen en las Personality Pool-Five Factor Model (IPIP-
elecciones presidenciales francesas de 2017. La FFM0; Bakker et al., 2016) de 50 ítems. Esta
agradabilidad y la apertura a la experiencia se falta de estandarización puede tener
correlacionaron positivamente con el voto a consecuencias. Los resultados pueden diferir
Mélenchon, pero negativamente con el voto a Le entre los estudios porque las medidas utilizadas
Pen; la conciencia tuvo los efectos opuestos. Los fueron diferentes. Además, dado que cada rasgo
autores sugieren que estos patrones reflejan las se compone de seis dimensiones, las
diferencias entre el populismo inclusivo (de asociaciones con el apoyo a los partidos
izquierdas) y el excluyente (de derechas) en lo populistas pueden variar en función de las
que respecta a los inmigrantes y otros grupos dimensiones concretas que se hayan captado.
minoritarios. Sin embargo, esta conclusión se ve Como ocurre con los estudios sobre los
socavada por los hallazgos de Bakker et al. (2016, efectos de las emociones, se necesitan
2020), según los cuales la simpatía tiene un efecto experimentos para aumentar la confianza en las
negativo significativo en el apoyo a los partidos inferencias causales y estar más seguros de los
populistas tanto de izquierda como de derechay la mecanismos que vinculan los rasgos de los
derecha. El caso alemán es especialmente Cinco Grandes rasgos de la Personalidad con el
revelador, ya que hay dos partidos populistas: las apoyo a los partidos populistas. El experimento
personas que puntuaban bajo en simpatía se conjunto de Bakker y sus colegas (2020) es un
sentían atraídas tanto por el derechista AfD como raro ejemplo de un estudio que puede validar el
por el izquierdista Die Linke (Bakker et al., mecanismo causal propuesto, es decir, la
2020). Mientras tanto, la apertura a la experiencia susceptibilidad de las personas que puntúan
se asoció positivamente con el apoyo a Die Linke, bajo en simpatía a los mensajes antisistema.
negativamente con el apoyo al derechista Tea Los experimentos también podrían ayudar a
Party en Estados Unidos y sin relación con el comprender cómo el contexto político o
apoyo al derechista Partido de la Libertad (PVV) económico condiciona los efectos de los rasgos
en los Países Bajos (Bakker et al., 2016). Por el de personalidad (Bakker et al., 2016). También
contrario, la conciencia tuvo un efecto positivo en es necesario prestar más atención a la retórica
el apoyo al Tea Party y al PVV, pero ningún empleada por los distintos partidos populistas
efecto en el apoyo a Die Linke. Los efectos del para comprender cómo los cambios de énfasis
neuroticismo y la extraversión también variaron. afectan a la importancia relativa de los distintos
Claramente, se necesita más trabajo para rasgos (Ackermann et al., 2018). Por último, el
determinar si existen diferencias consistentes en modelo de congruencia (Caprara y Zimbardo,
las relaciones entre los Cinco Grandes y el voto a 2004) hace hincapié en la importancia del ajuste
partidos populistas de izquierdas frente a los de entre los rasgos de los votantes y los rasgos de
derechas. los líderes de los partidos, lo que sugiere que
Una cuestión que ha recibido poca atención debemos tener en cuenta a los líderes de los
es la medición de estos rasgos. Distintos estudios partidos para comprender plenamente la
utilizan diferentes medidas, en función de la
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454 elisabeth gidengil y dietlind stolle

relación entre los cinco grandes rasgos y el hallazgos se ven empañados por el uso de
apoyo populista. diferentes definiciones de populismo, problemas de
medición y efectos con- textuales. Hemos
28.6 Conclusión propuesto un enfoque más unificado para estudiar
el populismo. Utilizar una definición básica, un
En resumen, el populismo es un concepto conjunto de medidas común y un conjunto
muy fluido que los psicólogos políticos se resumido de determinantes psicológicos, así como
esfuerzan por distinguir del estudio de los emplear enfoques experimentales, puede ayudarnos
partidos de la derecha radical y la ideología a comprender con mayor profundidad la psicología
de la derecha radical, la insatisfacción con la política del populismo.
política y la desconfianza en las élites, y un
sentimiento general contra el establishment. Referencias
Hemos argumentado aquí que hay tres Ackermann, K., Zampieri, E., & Freitag, M. (2018).
dimensiones de las actitudes populistas que Personalidad y voto a un partido populista de derechas:
captan el fenómeno en cuestión cuando se Evidencia de Suiza. Revista Suiza de Ciencias
toman en conjunto: el anti-elitismo, la Políticas, 24(4), 545-565.
centralidad del pueblo y las visiones Aichholzer, J., y Zandonella, M. (2016).
maniqueas del mundo. El estudio Bases psicológicas del apoyo a los partidos de la derecha
comparativo de las actitudes populistas debe radical. Personalidad y diferencias individuales, 96, 185-
190.
simplificarse para que todas las versiones del
Akkerman, A., Mudde, C., & Zaslove, A. (2014).
populismo puedan captarse mediante el uso
¿Cómo de populista es la gente? Medición de las
de indicadores que abarquen estas tres
actitudes populistas de los votantes. Estudios Políticos
dimensiones. Otra opción es utilizar el voto a Comparados, 47(9), 1324-1353.
partidos populistas, pero esta medida podría Akkerman, A., Zaslove, A., y Spruyt, B. (2017).
ocultar el verdadero potencial del populismo ¿Nosotros el pueblo o nosotros los pueblos?
en la población. Por lo tanto, utilizar ambos Una comparación del apoyo a la derecha radical
tipos de medidas conjuntamente es populista y a la izquierda radical populista en los
Países Bajos. Revista Suiza de Ciencias Políticas,
probablemente la forma ideal de proceder al 23(4), 377-403.
análisis comparativo del populismo desde una Albertazzi, D., y McDonnell, D. (2015). Populistas en el
perspectiva psicológica. poder. Routledge.
Nuestro breve análisis de los factores Bakker, B. N., Rooduijn, M., y Schumacher, G. (2016).
sociodemográficos que predicen las actitudes Las raíces psicológicas del voto populista: Evidence
populistas y el voto populista indica que la from the United States, the Netherlands and Germany.
gente no se enamora del populismo por sus Revista Europea de Investigación Política, 55(2), 302-
420.
características sociales. El apoyo de la gente a
Bakker, B. N., Schumacher, G., & Rooduijn, M. (2020).
los partidos populistas no coincide con las
The populist appeal: Personality and anti-
divisiones económicas, generacionales o de establishment communication. The Journal of Politics,
género. Así pues, el populismo parece ser más 83(2). https://doi.org/10.1086/710014
bien una construcción psicológica que tiene Berman, S. (2017, 20 de diciembre). El populismo es un
antecedentes principalmente psicológicos. problema: Los tecnócratas elitistas no son la solución.
Hemos identificado dos importantes: las Foreign Policy. https://foreignpolicy.com/2017/
emociones, en particular la ira y la ansiedad, y 12/20/populism-is-a-problem-elitist-technocrats- arent-the-
algunos de los cinco grandes rasgos de la solution/
personalidad. Pero aquí tampoco parece haber Bødker, H., & Anderson, C. (2019). El tiempo populista:
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PAPEL ORIGINAL

Cómo la información sobre la opinión pública modifica la


opinión y el comportamiento de los políticos

Julie Sevenans1 ESTA ES UNA TRADUCCIÓN NO


OFICIAL.
QUEDA PROHIBIDA SU DIFUSIÓN
Aceptado: 22 de abril de 2021 / Publicado en línea: 27 de
abril de 2021
© El/los autor/es, bajo licencia exclusiva de Springer Science+Business Media, LLC, parte de Springer Nature 2021

Resumen
Numerosos estudios sobre representación sugieren que las élites políticas responden
a las preferencias expresadas por sus votantes, pero los especialistas en la materia
han reclamado investigaciones basadas en experimentos para demostrar los
mecanismos subyacentes. Este artículo responde a esta petición. Los resultados de
un experimento con parlamentarios belgas demuestran, por primera vez, que un
importante mecanismo que impulsa la receptividad es la adaptación de la opinión por
parte de las élites políticas. Al igual que los ciudadanos "de a pie" adaptan sus
opiniones cuando se enteran de cuál es la postura de su partido preferido sobre un
tema, los políticos actualizan su posición o preferencias cuando se enteran de que se
oponen a las preferencias de la mayoría de su electorado. Esto implica que la
receptividad de las élites implica menos discordancia entre las propias preferencias
de los políticos y las preferencias de los votantes de lo que se suele suponer.

Palabras clave: Representación política - Elites políticas - Opinión pública -


Capacidad de respuesta - Experimento de encuesta

¿Cómo influye la opinión pública en los responsables políticos? Más


concretamente, cuando se enteran de que la opinión de la mayoría de sus votantes
no coincide con la suya, ¿cómo llegan los políticos a adaptar sus decisiones políticas
en consecuencia? Por muy antigua que sea esta pregunta, sigue intrigando a los
politólogos (Wlezien, 2017). Por supuesto, es discutible si los políticos deben
responder a los deseos y demandas de los ciudadanos. Algunos sostienen que la
receptividad es deseable (siguiendo a Dahl, 1956); otros adoptan un punto de vista
burkeano sobre la representación y esperan que los políticos guíen a la opinión
pública, en lugar de seguirla (Mansbridge, 2003). Independientemente de la postura
normativa que se adopte, la receptividad de las élites a la opinión pública es un
componente clave del proceso democrático y merece una cuidadosa investigación
científica.

 Julie Sevenans
[email protected]
1
Departamento de Ciencias Políticas, Universidad de Amberes, Sint-Jacobstraat 2, 2000
Antwerpen, Bélgica
1802 Comportamiento político (2021) 43:1801-

La extensa literatura empírica sobre representación nos ha enseñado mucho sobre


la capacidad de respuesta de las élites (para una visión reciente y exhaustiva, véase
Beyer y Hänni, 2018). Sabemos que las posiciones de los políticos y los partidos -y
el resultado político que producen- suelen ser congruentes con la opinión pública,
aunque el público suele ser un poco más moderado que las élites (por ejemplo,
Arnold et al., 2012; Bafumi & Herron, 2010; Kuklinski, 1978; Lax & Phillips,
2012). Además, los análisis de series temporales han demostrado que los cambios
en las opiniones de los votantes preceden a los cambios en la toma de posición
política/producción de políticas (por ejemplo, Adams et al., 2004; Hakhverdian,
2012; Page & Shapiro, 1983; Soroka & Wlezien, 2010; Stimson et al., 1995;
Wlezien, 2004). Esto sugiere que la congruencia entre las masas y las élites no solo
se establece por el comportamiento de los ciudadanos -que simplemente eligen a los
políticos "adecuados" que comparten sus opiniones sobre política (Lau y Redlawsk,
1997; Miller y Stokes, 1963)- o que adaptan sus opiniones en respuesta a la política
(Broockman y Butler, 2017; Cohen, 2003; Lenz, 2009)-, sino también, al menos en
parte, por la capacidad de respuesta de las élites políticas. 1
Sin embargo, persiste la incertidumbre sobre los mecanismos subyacentes a la
receptividad de las élites. La literatura observacional se centra en los resultados
(como los resultados de las políticas, el comportamiento de los responsables
políticos en las votaciones nominales o los programas de los partidos), en lugar de
en el proceso completo de toma de decisiones de los políticos, lo que dificulta
comprobar cómo se produce la receptividad. Al teorizar sobre la cuestión, los
estudiosos de la representación parecen asumir en general que la receptividad es el
resultado de una compensación que hacen los políticos entre seguir sus propias
convicciones y actuar de acuerdo con lo que quiere el público (Lax y Phillips, 2009;
Stimson et al., 1995). Las élites se comportan de forma receptiva si este
compromiso -generalmente hecho con vistas a las próximas elecciones- se resuelve
a favor de los deseos del público. Una posibilidad alternativa que se planteó en el
estudio seminal sobre la representación de Miller y Stokes (1963), pero que desde
entonces ha recibido poca atención, es que la receptividad puede deberse a que los
políticos individuales alineen sus opiniones con las de sus votantes. No es necesario
hacer un difícil compromiso si las opiniones de los políticos pueden verse influidas
por lo que quieren los votantes, al igual que las opiniones de los votantes se ven
influidas por lo que dicen los políticos (Cohen, 2003; Lenz, 2009). La posibilidad
de que la receptividad implique un cambio de actitud conlleva graves
consecuencias. Si las élites son receptivas desde un punto de vista meramente
conductual, es probable que sigan intentando convencer a la gente de sus puntos de
vista, aunque convertir al público pueda requerir esfuerzos a largo plazo. Sin
embargo, si los políticos hacen suyas las preferencias del público, probablemente
revisen más a fondo sus objetivos políticos y, en última instancia, apoyen o incluso
refuercen las preferencias de la opinión pública. Examinar empíricamente este

1
Nótese que existe cierta ambigüedad en la bibliografía sobre cómo se conceptualizan y miden la
"receptividad" y la "congruencia" (para un amplio debate, véase Beyer y Hänni 2018). En línea con la
mayor parte de la literatura, vemos la receptividad como un proceso dinámico y causal en el que los
políticos acercan su comportamiento a lo que quiere la mayoría de los votantes. Idealmente, acaban
alineándose con las preferencias de esta mayoría, estableciendo así la congruencia.
Comportamiento político (2021) 43:1801- 1803

posible mecanismo es crucial si queremos entender qué significa realmente que los
políticos "actúen de forma receptiva".
Para abordar las cuestiones sobre los mecanismos que subyacen a la receptividad
de las élites a la opinión pública, este trabajo se basa en un experimento de encuesta
con las élites políticas. Este enfoque metodológico innovador permite observar la
línea de pensamiento de las élites en el mismo momento en que reciben y procesan
la información sobre la opinión pública. En concreto, evaluamos lo que piensan los
parlamentarios belgas de habla neerlandesa sobre una cuestión política, y cómo
piensan abordarla, tras informar a una mitad aleatoria de los parlamentarios sobre la
opinión de los votantes al respecto. Los resultados experimentales muestran, por
primera vez, cómo los políticos actualizan realmente sus propias preferencias en
respuesta a la información de los votantes sobre un tema, y cómo esto afecta a su
posterior comportamiento previsto en la elaboración de políticas. De forma
simétrica a cómo los ciudadanos de a pie tienden a alinear sus opiniones con las
posiciones del partido con el que se identifican, los políticos tienen en cuenta la
información de los votantes a la hora de reflexionar sobre un asunto. Esto explica en
parte el posterior comportamiento receptivo de las élites. En consecuencia, la
distinción a menudo utilizada entre "delegados", que siguen exactamente las
preferencias de los ciudadanos, y "administradores", que siguen sus propias
convicciones al tiempo que persiguen los intereses de los ciudadanos, podría ser
algo artificial y el comportamiento de los administradores podría estar más cerca
del de los delegados de lo que imaginamos.

Conceptualizar la "opinión pública”

Antes de pasar a nuestras expectativas teóricas, reflexionamos brevemente sobre los


diversos significados posibles de "opinión pública" y aclaramos cómo se
conceptualiza en este estudio. Al fin y al cabo, la opinión pública no existe
(Blumer, 1948). Hay varias formas de delimitar "el público" y de concebir sus
"opiniones", y esto tiene implicaciones sobre qué tipo de receptividad de las élites
se está midiendo. En este documento, la información sobre la opinión pública se
refiere a la información de encuestas sobre temas específicos acerca del electorado
de un partido político. Utilizaremos esta sección para justificar nuestras decisiones.
En primer lugar, una decisión importante es analizar específicamente la respuesta
de los políticos a la información sobre su electorado partidista en lugar de analizar
las opiniones de la circunscripción geográfica de un legislador -como es habitual en
los modelos estadounidenses de representación diádica (Miller y Stokes, 1963)- o
las opiniones del público en general, como hacen los estudios de representación
colectiva (Weissberg, 1978). La razón es que en los países europeos con sistemas
proporcionales, como Bélgica, los diputados consideran más importante representar
las preferencias políticas del electorado del partido que su distrito geográfico o el
conjunto de la población (véase, por ejemplo, Brack et al., 2012), a fin de
maximizar el número de votos para el partido a nivel nacional. Por lo tanto,
creemos que la estrecha relación entre los políticos y el electorado de su partido, en
los sistemas proporcionales, es equivalente al vínculo entre los políticos y su
distrito geográfico en los sistemas mayoritarios. En otras palabras, debemos
1804 Comportamiento político (2021) 43:1801-

centrarnos en el electorado del partido para acercarnos lo más posible a los estudios
estadounidenses sobre la "representación diádica". No es nuestra intención afirmar
que los diputados en sistemas proporcionales no se preocupan por su distrito
geográfico -dependen de él en última instancia para ser reelegidos y, por ejemplo,
prestan servicios a la circunscripción (Eulau y Karps, 1977)- o que no serían
sensibles en absoluto a la información de la opinión pública sobre la población
general (véase, por ejemplo, Ezrow et al., 2011). Nosotros solo afirmamos que el
electorado del partido es su principal grupo de referencia y, por tanto, el más
interesante para observar.
En segundo lugar, hacemos encuestas para medir cuál es la posición de la
mayoría del electorado de un partido sobre una cuestión política concreta.
Complementando una larga tradición de investigación sobre la receptividad en
relación a las tendencias generales de la opinión pública (distribuciones izquierda-
derecha o "estados de ánimo políticos" globales; véanse, por ejemplo, Stimson et
al., 1995; Adams et al., 2004; Ezrow et al., 2011), los estudiosos han destacado el
valor añadido de estudiar cuestiones específicas porque no siempre está claro cómo
debería traducirse una ideología amplia en una política específica (Lax & Phillips,
2012; Page & Shapiro, 1983; Soroka & Wlezien, 2005). La investigación ha
demostrado que los propios políticos consideran importantes las encuestas y las
organizan con regularidad (Eisinger, 2003; Geer, 1996; Kingdon, 1973); y que,
además, prefieren los datos de opinión pública sobre temas específicos a los datos
ideológicos generales, especialmente en el caso de temas importantes (Druckman &
Jacobs, 2006). Por lo tanto, tiene sentido observar cómo tratan las élites la
información sobre la opinión mayoritaria de un tema específico.
Conceptualizando la opinión pública como se ha descrito anteriormente, nuestro
primer objetivo es confirmar experimentalmente el hallazgo observacional de que
los políticos adaptan su comportamiento político cuando se enteran de que la
opinión pública se opone a su punto de vista. Replicar el efecto es un prerrequisito
para investigar nuestra segunda y sustancialmente más interesante pregunta: ¿se
debe (en parte) a cambios en la propia opinión de los políticos? En las siguientes
secciones, analizaremos la teoría y las pruebas existentes sobre la causalidad y los
mecanismos de la respuesta de las élites a la opinión pública.

La causalidad de la capacidad de respuesta de las élites

El éxito de la representación política no depende únicamente del comportamiento


receptivo de las élites políticas, por lo que la cuestión de la receptividad sólo es
pertinente en determinadas situaciones específicas. En primer lugar, esperamos que
los ciudadanos elijan a representantes que compartan sus preferencias y creencias
(Miller, 1999). Si los responsables políticos diseñan las políticas de acuerdo con las
preferencias que comparten con los votantes, éstas coinciden automáticamente con
lo que quieren los ciudadanos. Incluso si surgen nuevos problemas o suceden
acontecimientos inesperados -que aún no estaban incluidos en el cálculo electoral
de los votantes- es probable que la reacción de un representante bien elegido sea
similar a la de sus votantes. En consecuencia, el desacuerdo entre élites y votantes
es la excepción y no la regla (Uslaner, 1999). En segundo lugar, aunque los
Comportamiento político (2021) 43:1801- 1805
políticos adopten en algún momento una postura diferente a la de sus votantes, se
puede convencer a los ciudadanos para que adapten sus posiciones políticas a las
posturas de su partido o candidato preferido (Hill y Hurley, 1999). Sabemos, en
efecto, que las preferencias de las élites influyen en las de los ciudadanos, lo que
conduce también a la congruencia opinión-política (Cohen, 2003; Lenz, 2009). Sólo
en situaciones en las que estas dos opciones no funcionan -es decir, cuando la
congruencia no puede establecerse mediante el "voto correcto" o la "adaptación de
la opinión" por parte de los votantes- es necesario que los políticos respondan a los
votantes. Para ser claros, las tres vías causales son rutas legítimas hacia la
representación, pero solo la última implica que los políticos responden realmente a
los votantes (Butler y Nickerson, 2011).
Aunque ha sido difícil aislar empíricamente la vía causal de la "receptividad de
las élites", actualmente existe un relativo consenso en que las decisiones de las
élites (desde la mera toma de posiciones, pasando por comportamientos como la
votación nominal, hasta la elaboración de políticas reales) responden, al menos en
parte, a la opinión pública. La mayoría de las pruebas proceden de análisis de series
temporales que demuestran que los cambios en la opinión pública, que tienen lugar
entre elecciones (evitando la posibilidad de representación a través de la rotación
electoral), preceden (excluyendo la adaptación y los cambios de opinión del lado de
los votantes) a los cambios en decisiones de las élites (Wlezien y Soroka, 2016)

Fig. 1 Mecanismos de respuesta de las élites (basado en Miller y Stokes, 1963)

Ante la preocupación de que las variables omitidas o la endogeneidad puedan


confundir la relación causal entre la opinión pública y el comportamiento de las
élites en este tipo de investigación (Wlezien, 2017), los académicos han recurrido
recientemente a la investigación experimental sobre el tema. El estudio más
conocido es el experimento de campo pionero de Butler y Nickerson (2011).
Durante el período previo a una votación de la Cámara de Representantes del
Estado de Nuevo México sobre cómo gastar un superávit presupuestario inesperado,
los autores enviaron información de opinión pública sobre el asunto a la mitad de
los legisladores seleccionados al azar. Demuestran que los políticos que recibieron
la información tenían entre un 10 y un 30 por ciento más de probabilidades de votar
de acuerdo con la opinión pública que los legisladores que no recibieron la
información, lo que confirma la causalidad de la receptividad de las élites.
1806 Comportamiento político (2021) 43:1801-
Sin embargo, como señalan los autores, se necesita un diseño de investigación
diferente para comprender los mecanismos que impulsan estos efectos causales
(Butler y Nickerson, 2011). ¿Cómo llegan los políticos a adaptar su voto? Creemos
que los experimentos con encuestas son adecuados para explorar los detalles del
proceso que tiene lugar entre el conocimiento de la opinión pública (la
manipulación experimental) y la respuesta conductual (un voto real), porque los
factores intermedios se pueden medir (McDermott, 2002).

Mecanismos de respuesta de las élites

En su trabajo fundacional sobre la influencia de los votantes en el Congreso, Miller


y Stokes (1963) identificaron la receptividad de las élites como la "segunda vía de
control de las circunscripciones" (además de la primera vía, que no es central aquí
2
), véase la Fig. 1. Según Miller y Stokes, cuando los políticos conocen las
preferencias de los votantes, primero actualizan su percepción de las mismas.
Posteriormente, la receptividad de las élites puede producirse a través de dos
mecanismos. O bien los políticos adaptan su comportamiento directamente en
función de esta nueva información (mecanismo 1, representado por la flecha
continua), o bien adaptan sus opiniones, tras lo cual actúan en función de estas
nuevas actitudes u opiniones (mecanismo 2, representado por la flecha discontinua).
De hecho, "por respeto a los procesos por los que el actor humano logra la
congruencia cognitiva", Miller y Stokes plantean la posibilidad de que el
representante tienda "... a alinear su propia opinión con la del distrito" (1963, p.
51).
Desde 1963, se ha prestado poca atención a este segundo mecanismo, ya que
muchos estudiosos han descrito a los políticos como actores altamente estratégicos
con convicciones inquebrantables. Suponen que las preferencias de las élites son
exógenas y que éstas -en situaciones de desacuerdo con los votantes- se enfrentan a
la disyuntiva de obedecer las preferencias del público o seguir sus propias
opiniones. Por un lado, se suele argumentar que los políticos dependen de la
aprobación de sus votantes para ser reelegidos (Canes-Wrone et al., 2002). Esto
ofrece una fuerte motivación extrínseca para diseñar políticas acordes con (su
percepción de) la opinión pública (Stimson et al., 1995). Además, los políticos
pueden querer representar a los votantes por un sentido del deber (Kuklinski &
Elling, 1977). Por otro lado, se supone que las propias élites tienen opiniones firmes
y puede que no estén dispuestas a modificar sus opiniones personales (Poole, 2007).
Además, a los políticos podría preocuparles que un exceso de "cambios de opinión"
afectara a su credibilidad (Cayton, 2017). Esto da lugar a una disyuntiva, que
Stimson et al., ejemplarmente formulan de la siguiente manera: "Con ambas
preferencias sobre las opciones políticas y la necesidad de no querer salir de la
política de forma no deseada, el funcionario electo normalmente necesitará

2
El primer camino representa cómo los electores ejercen el control eligiendo a las élites que comparten
sus preferencias, lo que hemos denominado "representación a través del voto correcto". Las flechas
correspondientes a este camino (que empiezan con una flecha desde la actitud del votante hasta la actitud
del representante) no se muestran en la Fig. 1.
Comportamiento político (2021) 43:1801- 1807
equilibrar la preferencia personal frente a la conveniencia electoral" (1995, p.
544). Al pensar de este modo, los académicos dan a entender que la receptividad de
las élites se produce a expensas de las propias preferencias de los políticos. La
pregunta que caracteriza este sacrificio, en palabras de Lax y Phillips, es: "¿Hasta
qué punto representan a sus electores y hasta qué punto siguen su propio camino?".
(2009, p. 370).
Este enfoque conductual común de la receptividad de las élites contrasta
fuertemente con la forma en que los estudiosos suelen analizar la receptividad de
los ciudadanos a las élites políticas. Existen numerosas pruebas de que las
opiniones personales de los ciudadanos sobre cuestiones políticas son endógenas y
están influidas por la toma de posición de las élites (Broockman y Butler, 2017;
Cohen, 2003; Gabel y Scheve, 2007; Harteveld et al., 2017; Lenz, 2009). Las
explicaciones se encuentran aquí en la teoría de la identidad social (Tajfel, 1982).
Cuando las personas se identifican con un grupo y se categorizan a sí mismas como
miembros del grupo -por ejemplo, el grupo de simpatizantes de un partido político-
prefieren tener actitudes compartidas con el grupo. El desacuerdo se percibe como
algo cognitivamente desagradable, y una forma de resolver la disonancia cognitiva
que surge debido al desacuerdo con un grupo relevante es adaptar los propios
puntos de vista. Cuando se enteran de cuál es la postura de "su" partido o legislador
sobre un tema, los votantes mueven su propia opinión hacia la postura del partido o
legislador. Este proceso no requiere largos o extensos argumentos de las élites sobre
sus posiciones; los votantes aceptan las señales partidistas que se oponen a sus
propias opiniones incluso cuando estas señales apenas contienen justificación de la
posición de las élites (Broockman & Butler, 2017). Aun así, el cambio de actitud no
es necesariamente superficial: la información del grupo puede procesarse
sistemáticamente y seguir siendo persuasiva, por ejemplo si el receptor piensa que
las opiniones de los demás están bien pensadas (Wood, 2000).
Creemos que las élites políticas también podrían ser susceptibles de reaccionar
ante las actitudes y, por lo tanto, vemos motivos para resucitar el segundo
mecanismo de Miller y Stokes. Más concretamente, creemos que en el caso de los
políticos, la disonancia cognitiva puede producirse en dos frentes. En primer lugar,
no hay razón para que el efecto psicológico de pertenecer a un grupo e identificarse
con él no se aplique a los políticos. Los políticos también son "personas corrientes",
susceptibles a los mismos procesos y sesgos psicológicos humanos (Arceneaux et
al., 2018; Sheffer, 2018). Sus sentimientos de pertenencia al grupo podrían ser
incluso más fuertes que los de los ciudadanos: muchos políticos han sido firmes
partidistas toda su vida, y trabajar para el partido probablemente refuerza los
sentimientos de identificación partidista. Lo que otros simpatizantes del partido -
que constituyen un importante grupo interno de personas que "piensan como ellos"-
piensan sobre un tema, es probablemente importante para los políticos. Podrían
utilizar (inconscientemente) la información sobre este grupo de referencia relevante
para actualizar su propia posición. Podría pensarse que los políticos se resisten a
este efecto porque ya tienen opiniones sólidas y bien informadas. Sin embargo, la
investigación con ciudadanos ha demostrado que una mayor conciencia política (y
tener opiniones mejor informadas) no impide necesariamente que se produzca la
influencia del grupo. De hecho, produce una ambivalencia (Zaller, 1990). Por un
l a d o , las personas con opiniones firmes son menos fáciles de persuadir porque
confían en su propia argumentación y son más resistentes a la información nueva y
1808 Comportamiento político (2021) 43:1801-
contradictoria. Por otro lado, comprenden mejor la nueva información y reconocen
la disonancia cognitiva que surge cuando la mayoría de su grupo de pertenencia
discrepa de sus opiniones. Esto aumenta su motivación para resolver la disonancia
cognitiva, incentivándoles a reconsiderar su postura. Debido a esta lógica, los
políticos conscientes e inconscientes se ven influidos de forma similar por los
grupos relevantes (Gabel & Scheve, 2007). Los políticos tienen opiniones firmes,
pero también desean encarecidamente estar en línea con los votantes: tener
opiniones es fundamental para su trabajo y, por tanto, quieren tener las opiniones
"correctas". La motivación para resolver la disonancia cognitiva aumenta a medida
que esta disonancia tiene consecuencias negativas previsibles (Cooper & Fazio,
1984); lo que es cierto para los políticos que sienten que están continuamente
vigilados por los votantes y tendrán que rendir cuentas en las próximas elecciones.
Es poco probable que este efecto psicológico se produzca en respuesta a pistas
informativas débiles (como ocurre a veces con los ciudadanos desinformados).
Sabemos, por ejemplo, que los políticos tienden a descartar las opiniones de los
electores con los que no están de acuerdo -incluso si estos ciudadanos son de su
propio partido (Butler y Dynes, 2016)- porque están convencidos de que ellos
mismos entienden mejor la cuestión. Dicho esto, hay una gran diferencia entre las
opiniones de uno o unos pocos votantes, y las opiniones de todos los votantes (o al
menos: de una mayoría de ellos). La información de opinión tiene más potencial
persuasivo cuando es prototípica de las normas del grupo (Van Knippenberg y
Wilke 1992). La investigación ha demostrado, por ejemplo, que las protestas tienen
el potencial de persuadir a los políticos solo si un número suficiente de personas
sale a la calle: cuanto mayor sea el número, más probable es que los políticos estén
de acuerdo con los objetivos de los manifestantes (Wouters y Walgrave, 2017).
Nuestro estudio se ocupa de las preferencias de la mayoría de la propia base de
apoyo partidista de los políticos, que bien podría ser el grupo de votantes más
valorado por los políticos. En segundo lugar, además de la disonancia cognitiva
derivada del conflicto entre sus propias opiniones y las opiniones de sus electores,
los políticos pueden experimentar disonancia cognitiva derivada del conflicto entre
sus opiniones y su (eventual) comportamiento futuro (Cooper & Fazio, 1984). A
través de la experiencia, los políticos pueden saber que -por las razones estratégicas
antes expuestas (por ejemplo, el castigo electoral)- generalmente siguen a los
simpatizantes de su partido cuando actúan políticamente. Esto significa que los
políticos también aprenden que, cuando llega información de la opinión pública que
va en contra de su propia opinión, surgirá una fricción entre sus opiniones y sus
acciones futuras. Una solución cognitiva para que los políticos eviten esta
disonancia futura es anticiparse a ella y cambiar ya su propia opinión para estar en
consonancia con la de los votantes.
Por todas estas razones, parece plausible que la respuesta conductual de las élites
a la opinión pública v a y a precedida, al menos a veces, de cambios de actitud
también por parte de las élites. Cuando se enteran de que los votantes tienen
preferencias contradictorias, ¿adaptan primero las élites sus opiniones, resolviendo
así la situación de desacuerdo (y, por tanto, el desacuerdo entre los representantes y
su electorado es sólo a corto plazo)? ¿O se aferran a sus opiniones personales
originales y se limitan a cambiar su comportamiento? Esto es lo que pretendemos
averiguar.
Comportamiento político (2021) 43:1801- 1809
Dos consideraciones más merecen atención. En primer lugar, en el marco teórico
expuesto anteriormente, así como en el estudio empírico que se presenta a
continuación, el cambio de actitud es lo primero y precede a los cambios de
comportamiento en respuesta a la información sobre la opinión pública. Esto
significa que no tenemos en cuenta el posible escenario en el que un político cambie
de opinión después de haber actuado responsablemente. En otras palabras, no nos
fijamos en las decisiones posteriores de los políticos para alinear sus opiniones con
su comportamiento, sino sólo en el cambio de actitud que se produce directamente
tras conocer la opinión pública. Nuestra medida de la cantidad total de cambio de
opinión de las élites como consecuencia de la información de la opinión pública,
puede ser cauta o conservadora.
En segundo lugar, el proceso de receptividad de las élites difiere en parte entre
sistemas políticos. No prevemos que el mecanismo clave estudiado aquí -la
adaptación de las opiniones- dependa de ningún sistema político: suponemos que
los mecanismos psicológicos que hacen que los políticos adapten sus opiniones en
respuesta a la información de la opinión pública son universales. Sin embargo, el
procedimiento legislativo posterior difiere. En países como Estados Unidos, donde
los partidos políticos son relativamente débiles, los políticos pueden tomar sus
propias decisiones legislativas (de voto). Sin embargo, en los sistemas de partidos
fuertes, como Bélgica, esto funciona de otra manera. Las propuestas políticas se
debaten primero dentro del partido. Las opiniones individuales de los políticos
importan mucho en esta fase, porque las posiciones de los partidos no son fijas
(Adams et al., 2004; Ezrow et al., 2011): las construyen y debaten los políticos que
forman el grupo parlamentario del partido. Todos los políticos tienen la oportunidad
de intervenir en el debate. Pero una vez que se ha decidido la posición del partido,
la lealtad al partido entra en juego en la votación real y un político casi siempre
respeta la posición del partido (Depauw, 2003). Nuestro experimento de encuesta
tiene esto en cuenta utilizando la toma de posición de los políticos dentro del
partido como primera medida del comportamiento en la elaboración de políticas
(para un procedimiento similar, véase Butler et al., 2016). Además, medimos l a
intención de voto de los políticos en el parlamento. Aunque esta segunda cuestión
de comportamiento es menos realista -porque los políticos no deciden
autónomamente sus votos la mayor parte del tiempo-, seguimos pensando que es
informativa como indicador de cómo prefiere personalmente el político que vote el
partido. Los resultados pueden trasladarse a países donde los políticos son
realmente libres en su comportamiento de voto, como Estados Unidos.

Un experimento de encuesta

Para sacar a la luz la respuesta actitudinal y (pretendida) conductual de las élites a la


información sobre la opinión pública, llevamos a cabo un experimento de encuesta
con diputados de habla neerlandesa en Bélgica. 3 Se invitó a participar tanto a
diputados nacionales (federales) como regionales (flamencos), con tasas de
respuesta satisfactorias del 79% y el 77% respectivamente. En total, 151 políticos

3
Los archivos para replicar los resultados pueden encontrase en Dataverse:
https://dataverse.harvard.edu/dataset.xhtml?persi stentId=doi:10.7910/DVN/RTUBVV
1810 Comportamiento político (2021) 43:1801-
completaron personalmente el experimento de encuesta (en presencia de un
entrevistador). En esta sección describimos el diseño del experimento. Toda la
información práctica sobre la recogida de datos puede consultarse en el Apéndice en
línea 1.
En el experimento proporcionamos a la mitad de los políticos, elegidos al azar,
información de opinión pública sobre un tema, y luego observamos cómo pensaban
estos políticos sobre el tema (cambio de actitud) y cómo pensaban actuar al respecto
(cambio de comportamiento), en comparación con el grupo de control que no
recibió ninguna información de opinión pública. La selección de temas concretos es
importante. Sólo tuvimos en cuenta cuestiones políticas reales (y conocidas) que
pensábamos que preocuparían a los votantes y a los políticos y sobre las que
tendrían opiniones reales, en lugar de cuestiones ficticias (o nuevas), poco atractivas
o demasiado técnicas por las que nadie se preocuparía. Además, para poder
comprobar si los políticos están dispuestos a cambiar de opinión y comportamiento
en respuesta a la información de los votantes, queríamos identificar al menos unos
pocos temas en los que la postura de los políticos difiriera de la de su electorado,
creando así oportunidades para que las élites respondieran.
Los temas que finalmente seleccionamos cumplían los siguientes criterios:
sospechábamos que el partido no estaba de acuerdo con la propuesta política (pero
no lo verificamos a priori con nuestros políticos encuestados, ya que no queríamos
llamar su atención sobre estos temas en el periodo inmediatamente anterior al
estudio); sabíamos que una mayoría del 70 al 75% del electorado estaba de acuerdo
con ella, y que un máximo del 10% de los votantes indicaba no tener "ninguna
opinión" al respecto. Las opiniones de los electores del partido se midieron
mediante una encuesta representativa en línea con una muestra de ciudadanos
belgas de habla neerlandesa (a través de Survey Sampling International; N = 1.625).
El procedimiento completo que seguimos para identificar estas cuestiones se analiza
en el Apéndice 1 en línea. Las propuestas que elegimos para el experimento final
figuran en la Tabla 1.
Aunque intentamos encontrar propuestas políticas funcionalmente equivalentes
para todos los partidos, los temas son, en última instancia, diferentes, lo que hace
imposible comprobar si las diferencias en la receptividad de las élites entre partidos
se deben a las características de los partidos o de los temas. Por este motivo, sólo
nos centramos en las diferencias intrapartidistas (entre el grupo de tratamiento y el
de control). Nuestro principal interés radica en encontrar resultados similares entre
partidos -lo que permite generalizar los resultados a una amplia gama de partidos y
temas- más que en explicar las diferencias, algo que no podemos hacer aquí
(aunque el trabajo sobre las explicaciones condicionales de la receptividad es
también relevante, véase Beyer y Hänni, 2018).
Comportamiento político (2021) 43:1801- 1811

1810
Tabla 1 Opinión pública sobre las declaraciones políticas utilizadas en el experimento
Partido Tema Propuesta política % de acuerdo N
(electorado)

Verdes Ejecución de sentencias Todos los condenados deben cumplir su pena íntegra 73% 260
Socialistas Servicio mínimo de transporte público Si la NMBS está en huelga, debe seguir circulando un número mínimo de 74% 183
trenes
Demócrata-Cristianos Acumulación de mandatos Un diputado no puede ser alcalde al mismo tiempo 72% 193
Liberales Hablar neerlandés en la escuela Los colegios deberían obligar a los niños a hablar neerlandés también en el 73% 143
patio
Nacionalistas flamencos Redes de autobuses y tranvías Las líneas de autobús y tranvía con pocos pasajeros deben seguir operativas 74% 582

Comportamiento político (2021)


Extrema derecha Redes de autobuses y tranvías Las líneas de autobús y tranvía con pocos pasajeros deben seguir operativas 75% 264
Comportamiento político (2021) 1811

Tras haber seleccionado un tema por partido, confrontamos a los políticos con la
propuesta política específica de su partido en la encuesta de élite, diciéndoles a los
políticos Verdes, por ejemplo, que:
El [cumplimiento de las penas] es un tema que a veces llama la atención en
Bélgica. La gente tiene opiniones diferentes sobre la siguiente propuesta
política: "[Todos los condenados deberían cumplir su condena íntegra]".
(información específica del partido entre corchetes)
A esta introducción le siguió la manipulación experimental, en la que una mitad
aleatoria de los diputados de cada partido (el grupo de tratamiento, N = 78) recibió
información sobre la opinión de su electorado, mientras que la otra mitad de los
diputados del partido (el grupo de control, N = 73) no recibió ningún tipo de
información. 4 Mostramos como ejemplo el estímulo del partido de los Verdes:
Nuestro grupo de investigación M2 P (Universidad de Amberes), interesado
en saber qué piensa la gente sobre este asunto, ha realizado recientemente
una encuesta representativa a gran escala entre los ciudadanos flamencos.
Hemos constatado que una gran mayoría de los ciudadanos que declaran
votar a [el partido de los Verdes] están a favor de [obligar a los condenados
a cumplir la totalidad de su pena]. Más concretamente, parece que más del
70% de los votantes [del partido Verde] están de acuerdo/totalmente de
acuerdo con la propuesta política mencionada.
Después, tanto para el grupo de control como para el de tratamiento, evaluamos
la opinión de los políticos sobre el tema, su comportamiento previsto dentro del
partido y su intención de voto. Las preguntas concretas eran:

1. Nos interesa conocer su opinión sobre esta cuestión política. ¿En qué medida
está personalmente de acuerdo con esta propuesta?
0 (Totalmente en desacuerdo) a 10 (Totalmente de acuerdo)
2. Por todo tipo de razones es posible que los políticos, independientemente de su
propia posición sobre un tema, defiendan a veces otras posturas, o que adapten
su comunicación sobre el tema. ¿Comunicaría sobre la propuesta política en las
siguientes situaciones 5 y, en caso afirmativo, ¿qué posición adoptaría?
"El tema se debate durante una reunión interna del partido y se le pide su
opinión".
-3 (Argumento totalmente en contra) a 3 (Argumento totalmente a favor) O
no lo comunicaría
3. Imagina que la propuesta política se somete a votación en el Parlamento.
¿Participarías en la votación y, en caso afirmativo, qué postura adoptarías?

4
Una prueba de equilibrio confirma que la aleatorización tuvo éxito en características como el sexo, la
edad, la experiencia parlamentaria, el partido y el parlamento (regional/federal); véase el Apéndice 2 en
línea.
5
Pedimos a los políticos que juzgaran dos escenarios adicionales (sobre cómo se comunicarían con un
periodista y un votante respectivamente), pero como estos ítems no tratan sobre cómo los políticos
representan a los votantes de forma sustantiva no se discuten aquí.
1812 Comportamiento político (2021) 43:1801-1823

60
60

40
40
Frecuencia

Frecuencia
20
20

0
0

Fig. 2 Control de manipulación

(A) Votaría en contra de la propuesta política; (B) Votaría a favor de la


propuesta política; (C) No participaría en la votación

Basándonos en este diseño entre sujetos, podemos comprobar si los políticos del
grupo de tratamiento -que se enteraron de que muchos de sus votantes están de
acuerdo con la propuesta política- están más a favor de la propuesta ellos mismos
(receptividad actitudinal) y están más inclinados a argumentar (en el partido) o
votar (en el parlamento) a favor de la propuesta política (receptividad conductual)
que los políticos del grupo de control que no recibieron dicha información.
Independientemente de la condición experimental, las estadísticas descriptivas de
nuestras principales variables dependientes muestran que la propia opinión de los
políticos es, por término medio, de 3,98 (N = 151) y, por tanto, más bien contraria a
la cuestión. Por término medio, los políticos también se muestran "más bien en
contra" de la propuesta en una reunión interna del partido (la media es de 3,98).
-0,54 en una escala de -3 a 3; N = 149). Y con respecto al voto en el parlamento, 87
políticos tienen intención de votar en contra de la propuesta política (59%); 58
tienden a votar a favor (39%) y 3 políticos dicen que no participarían en la votación
(2%) (N = 148). Como esta última respuesta sólo se produjo unas pocas veces, y
como no estaba relacionada con una condición experimental específica, decidimos
mantener a esos tres encuestados fuera del análisis de la intención de voto.
Tras la medición de las variables dependientes, incluimos varias preguntas más
que nos permiten comprobar (1) si la manipulación tuvo éxito, (2) si el escenario se
percibió como realista (aumentando la confianza en la validez externa),
(3) si las propuestas políticas que seleccionamos, como pretendíamos, fueron
consideradas destacadas por los políticos y (4) si se caracterizaron por el
desacuerdo entre votantes y partidos. Discutiremos brevemente estos aspectos antes
de pasar a los resultados.
En primer lugar, comprobamos formalmente si los encuestados del grupo de
tratamiento se percataban del estímulo (comprobación de la manipulación) y si
mejoraba la precisión de su percepción de la opinión pública (en comparación con
el grupo de control). Después de todo, si los políticos del grupo de control también
eran conscientes de la opinión de los votantes -por ejemplo, debido a los efectos
previos al tratamiento en el mundo real (Slothuus, 2016)-, no tendríamos motivos
Comportamiento político (2021) 1813

Fig. 3 Comprobación del realismo


Realismo de las preguntas del escenario

60 40
Frecuencia
20
0

Muy poco realista Más bien poco realista Más bien realista Muy realista
Poco realista Neutro Realista

para esperar diferencias entre el grupo de control y el grupo de tratamiento.


Preguntamos a todos los políticos del grupo de tratamiento si podían recordar,
aproximadamente, qué porcentaje de los votantes de su partido estaría a favor de
la propuesta política.
A continuación, se pidió a los políticos del grupo de control que estimaran este
porcentaje. Los resultados son tranquilizadores: los políticos del grupo de
tratamiento percibieron claramente que alrededor del 70% de sus votantes estaban
de acuerdo con la propuesta política, mientras que las conjeturas sobre la opinión
pública en el grupo de control estaban muy repartidas, con un 50% de los políticos
pensando que la mayoría estaba en desacuerdo (véase la Fig. 2).
En segundo lugar, pedimos a los políticos que juzgaran, en general, hasta qué
punto les parecían realistas las preguntas del escenario hipotético. Los resultados se
muestran en la Fig. 3. La mayoría de los encuestados consideraron que las
preguntas eran al menos bastante realistas (68%), algunos se mostraron neutrales
(13%) y sólo el 19% dijo que las preguntas eran poco realistas. Para una encuesta
con diputados, que tienden a ser críticos con muchas preguntas, estos resultados son
reconfortantes. En el Apéndice en línea 6, mostramos que nuestros resultados no
difieren entre los encuestados que consideran realistas los escenarios y los que no
los consideran realistas.
En tercer lugar, justo después de que los políticos dieran su opinión sobre el
tema, les preguntamos qué importancia tenían, en su opinión, para que su partido
prestara atención al asunto en los próximos 12 meses, en una escala de 0 (muy poco
importante) a 10 (muy importante), lo que refleja la relevancia. En general, el 65%
de los encuestados de la élite consideran que las medidas a corto plazo sobre su
tema son entre moderadamente (5) y muy (10) importantes, lo que indica que las
propuestas que elegimos no son poco importantes, aunque tampoco son los temas
más importantes del momento, lo que está bien, ya que una repentina atención
pública sobre los temas perturbaría el montaje experimental. Sin embargo, existen
grandes diferencias de relevancia entre los temas. Por ello, en el Apéndice 7
demostraremos que los resultados no se ven afectados por las diferencias de
relevancia.
1814
Tabla 2 Estimación de la posición de los partidos
Partido Propuesta política Estimación de la posi- Importancia de ¿Desacuerdo partido-
ción del partido (0-10) la atención (0- votante? (en conjunto)
10)
Media SD N Media

Verdes Todos los condenados deben cumplir su pena íntegra 2.23 2.71 13 4.54 Sí
Socialistas Si la NMBS está en huelga, debe seguir circulando un número mínimo de 3.67 2.43 24 4.79 Sí
trenes
Demócrata-Cristianos Un diputado no puede ser alcalde al mismo tiempo 4.31 1.84 35 2.97 Sí
Liberales Los colegios deberían obligar a los niños a hablar neerlandés también en el 5.53 2.37 17 5.41 No
patio

Comportamiento político (2021)


Nacionalistas Las líneas de autobús y tranvía con pocos pasajeros deben seguir operativas 3.91 2.64 54 6.71 Sí
Comportamiento político (2021) 1815

Por último, al final del experimento se formuló una pregunta sobre la posición
del partido respecto a la propuesta política, en una escala de 0 (totalmente en
desacuerdo) a 10 (totalmente de acuerdo). Nos permite evaluar las distintas posturas
de los partidos, así como el grado de conocimiento de cada diputado sobre dicha
postura. Los resultados son desiguales, como puede verse en la Tabla 2.
En cuatro de los seis partidos, las respuestas de los diputados confirman que su
partido está en desacuerdo con la propuesta (estimación media inferior a 5 en una
escala de 0 a 10). Sin embargo, para el partido liberal y para el partido de extrema
derecha (populista), esto no es cierto y los diputados piensan (de nuevo por término
medio) que su partido está de acuerdo con la propuesta política, a diferencia de lo
que suponíamos basándonos en nuestra investigación preliminar. Además, como
muestran las desviaciones típicas de la Tabla 2, en todos los partidos existe una
variación notable a nivel individual en las estimaciones de los diputados sobre la
posición de su partido. Aparentemente, algunos diputados no son conscientes de la
posición discrepante del partido (o del grado de discrepancia del partido). Esto
ilustra que, dentro de los partidos ideológicamente coherentes, las posiciones
políticas concretas no siempre están claras. 6
Esta variación nos ofrece interesantes oportunidades de análisis. Implica que,
para la mayor parte de los diputados, nuestro experimento pone a prueba si la
información que dice que la opinión pública no coincide con la posición percibida
del partido tiene un efecto sobre las opiniones de los políticos o, en otras palabras,
si puede provocar un cambio de actitud (a menos que la opinión personal del
diputado difiera de la posición percibida del partido). Pero también nos permite
comprobar -para algunos diputados de todos los partidos, y para muchos diputados
de dos partidos (liberal y extrema derecha) en particular- si la información según la
cual la opinión pública coincide con la posición percibida del partido afecta a sus
actitudes. La cuestión es si la información confirma o refuerza sus actitudes previas
(de nuevo, a menos que la opinión personal del diputado difiera de la posición del
partido percibida). Dado que los diputados están distribuidos aleatoriamente entre el
grupo de tratamiento y el de control, esto no plantea problemas analíticos al
experimento (véase la prueba de equilibrio realizada con éxito en el Apéndice 2).
Simplemente incluimos la variable "posición percibida del partido" como
moderador (y como variable de control).

Resultados

En primer lugar, observamos que la información sobre la opinión pública puede


afectar a la propia opinión de los políticos. Dentro de un mismo partido, los
políticos que acaban de enterarse de que su electorado está a favor de una
propuesta, están más a favor de la propuesta que los políticos que no recibieron
dicha información. En la Fig. 4a se muestran los resultados de un análisis
multivariante en el que se controla por el partido político (variables ficticias) y por
la posición que cree el político que tiene su partido sobre el tema (véase el modelo

6
Obsérvese que estas diferencias no están relacionadas con nuestra manipulación experimental: las
estimaciones de la posición del partido del grupo de tratamiento no son significativamente más altas (ni más
bajas) que las estimaciones del grupo de control (t = -,52; p = 0,603).
1816 Comportamiento político (2021)

(a) Predicciones sobre la opinión de los (b) Efecto marginal del estímulo experimental
políticos

0 2 4 6 8 10
Moderador: percepción de la posición del partido

Efecto de la información a la opinión pública (b) IC superior


No Sí
Información a la opinión pública (95%) IC inferior (95%)

Fig. 4 Influencia de la información de la opinión pública en la propia opinión de los políticos.


Predicciones basadas en el M o d e l o 1 (a) y el Modelo 2 (b), Apéndice 3.

completo en el Apéndice 3, Modelo 1). La opinión personal de un político sobre un


tema es aproximadamente 1,5 puntos superior en el grupo de tratamiento (una
media de 4,72 en una escala de 0 a 10) que en el grupo de control (una media de
3,24). El efecto es sustantivo y se suma a un efecto estable y lógico de la posición
percibida del partido.
Se profundiza en el efecto incluyendo como moderador la posición percibida del
partido sobre el tema. Queremos saber si la información de la opinión pública tiene
efectos cuando el político cree que el público se opone a la posición del partido (y
no sólo cuando supone que ambas coinciden). El modelo completo se encuentra en
el Apéndice en línea 3 (Modelo 2); los efectos marginales se visualizan en la Fig.
4b. Vemos que el efecto de la interacción entre el estímulo experimental y “la
posición percibida del partido” es positiva y cercana a la significación estadística.
Esto significa que la información de la opinión pública tiene un mayor efecto
persuasivo en los políticos que piensan que su partido está a favor de la propuesta (y
en línea con la opinión pública), que en los que piensan que su partido está más
moderado o incluso en contra (y por tanto se opone a la opinión pública). Sin
embargo, esto no significa que no haya efecto en esta última situación: el gráfico
muestra que el efecto de la información de la opinión pública sobre la opinión de un
político empieza a ser significativo para los políticos que perciben que su partido
está más bien en contra (a partir del valor 2). De este modo, también se produce un
cambio de opinión (por ejemplo, los políticos pasan de una posición por debajo de
la mitad de la escala a otra por encima de la mitad). En conjunto, estos resultados
ilustran muy bien cómo los políticos no siguen ciegamente las señales de los
votantes, sino que sopesan la nueva información con sus propias predisposiciones.
La información de la opinión pública puede provocar tanto un cambio como un
refuerzo de la opinión, y este último suele ser un poco mayor.
El efecto se aplica a todos los partidos y sigue siendo significativo cuando se
excluye a un partido del análisis (hecho uno por uno para todos los partidos, véase
el Apéndice 8 en línea). Los efectos de interacción muestran, sin embargo, que los
políticos del partido verde adaptan su opinión sobre su tema un poco menos que los
diputados de otros partidos tras conocer que su electorado está a favor; mientras que
Comportamiento político (2021) 1817

Fig. 5 Influencia de la información de la opinión pública en el comportamiento interno de los políticos en


el partido y en el voto. Nota: predicciones basadas en los modelos 3 y 5, Apéndice 4.

los democristianos muestran un poco más de adaptación de opinión. Sólo podemos


especular sobre por qué se producen estas variaciones entre partidos en el cambio
de actitud. ¿Son los Verdes más ideológicos que los demás partidos, y los
Demócrata-Cristianos menos? ¿Hay algo particular en los temas que elegimos para
estos partidos (es decir, ejecución de sentencias y acumulación de mandatos)? ¿O es
este resultado una coincidencia, derivada del N relativamente bajo de los partidos
por separado? La segunda explicación parece plausible, ya que la Tabla 1 muestra
que los Verdes consideran a su partido más abierto en este tema que los Demócrata-
Cristianos. Pero el resultado bien podría ser una combinación de varias razones; lo
que sacamos de esto es que nuestro hallazgo sobre la receptividad actitudinal es
robusto, pero que su tamaño varía según los contextos. ¿Qué ocurre entonces con el
comportamiento previsto de los políticos en su partido y en el parlamento?
En primer lugar, nuestros resultados confirman lo que los estudios sobre la
receptividad de las élites suelen constatar: existe receptividad en el comportamiento
político. Las pruebas se muestran en la Fig. 5. Los políticos que recibieron la
información que decía que la mayoría de sus votantes estaban de acuerdo con una
propuesta política, son algo más propensos a argumentar a favor de la propuesta en
una reunión interna del partido (o al menos a presentar argumentos equilibrados;
valor medio de -0,28 en una escala de -3 a 3) que los políticos que no recibieron
dicha información (media de -0,78). Además, es claramente más probable que voten
a favor de la propuesta en el parlamento (aunque, como ya se ha comentado, esa
intención de voto es un poco artificial en ausencia de directrices del partido sobre
cómo votar). La probabilidad prevista de votar a favor de la propuesta política -y,
por tanto, en línea con lo que prefiere el 70% del electorado del partido- aumenta
sustancialmente cuando se proporciona información sobre la opinión pública: del
18% al 53%. Las predicciones se basan en los modelos completos 3 y 5 (Apéndice
en línea 4).
Por supuesto, la posición partidista percibida de un político también importa:
cuanto más piense un político que su partido está a favor de la propuesta, más
argumentará y votará este político a favor de la propuesta. Sin embargo, el efecto de
interacción entre la posición partidista percibida y el estímulo experimental no es
significativo en este caso (véase el apéndice 4, modelos 4 y 6). Independientemente
de que un político piense que su partido está a favor o en contra de una propuesta,
1818 Comportamiento político (2021)

recibir información de la opinión pública aumenta la probabilidad de argumentar a


favor de la propuesta internamente, y aumenta la probabilidad de un voto a favor
con unos 35 puntos porcentuales. Esto se aproxima a los altos niveles de cambio de
comportamiento registrados en el singular experimento de Butler y Nickerson
(2011). Obsérvese también que el efecto de la información de la opinión pública
sobre el comportamiento de voto de los políticos no depende de ningún partido
específico (véase el Apéndice 8 en línea).
La cuestión crucial es entonces hasta qué punto el efecto de nuestra
manipulación experimental sobre el comportamiento interno de los políticos en el
partido y sobre su comportamiento de voto está mediado por cambios en su propia
opinión (vía 2: receptividad actitudinal), y hasta qué punto hay un efecto directo de
la opinión pública sobre el voto (vía 1: receptividad meramente conductual). Para
ambas variables dependientes (comportamiento interno de los partidos y voto) se
elaboró un modelo con la condición experimental y la propia opinión (medida tras
el estímulo) como variables independientes (y con los controles habituales). Los
resultados (véanse los modelos 7 y 8 en el Apéndice 5 en línea) muestran que la
propia opinión de los políticos absorbe por completo el efecto del estímulo
experimental sobre el comportamiento interno de los políticos en el partido (ya no
hay un efecto directo; b = -0,117; E.S. = 0,221; p = 0,599); y que asume
parcialmente el efecto sobre la intención de voto (sigue habiendo un efecto directo
pero ya no es significativo; b = 0,993; E.S. = 0,644; p = 0,123). Combinando los
resultados de estos modelos con los modelos de efectos principales, el análisis de
mediación muestra que el efecto de la información de la opinión pública sobre el
comportamiento interno de los partidos está totalmente mediado por un cambio en
la propia opinión; y que el 58% del efecto de la opinión pública sobre el
comportamiento de voto de los políticos está mediado por un cambio en su propia
opinión. 7 Este resultado no es sorprendente. En una reunión interna del partido, los
políticos se limitan a defender su propia posición sobre el tema y hay menos
razones estratégicas para responder al público. Cuando se trata de una votación
formal, los políticos pueden sentirse más tentados de seguir a su electorado para
complacer a los votantes, incluso cuando esto va en contra de su propia opinión.
Aun así, la mayor parte de la receptividad de los políticos a las señales de los
votantes (cuando votan) obedece a un cambio de actitud y no puramente de
comportamiento.

Conclusión y debate

Mediante una encuesta-experimento, hemos intentado aislar la reacción de las élites


políticas a la información sobre la opinión pública. Los resultados refuerzan nuestra
confianza en los hallazgos observacionales sobre la capacidad de respuesta de las
élites, mostrando que los políticos que se enteran de que la mayoría del electorado
de su partido está a favor de un tema, son más propensos a argumentar a favor del
tema dentro de su partido, y a votar a favor del tema en el parlamento. Y lo que es

7
Calculado mediante el comando medeff de Stata.
Comportamiento político (2021) 1819

más importante, hemos descubierto que una parte sustancial de este efecto se debe a
lo que denominamos "receptividad actitudinal". De acuerdo con la teoría de la
identidad social, los políticos cambian sus propias opiniones para estar más en línea
con lo que piensa de un asu n to la mayoría de sus votantes, que son un grupo
interno relevante para ellos. Este efecto actitudinal es más fuerte cuando los
políticos piensan que la distancia entre su partido y sus votantes es menor, pero
también se produce cuando la información de la opinión pública se opone a la
posición percibida del partido. Sólo una pequeña parte de la receptividad es
puramente conductual, lo que significa que los políticos no están personalmente de
acuerdo con sus votantes, pero tienen la intención de votar de acuerdo con sus
deseos.
Aunque el efecto actitudinal no es muy grande -los políticos, por término medio,
se vuelven 1,5 puntos más favorables a una propuesta en una escala de 0 a 10-,
creemos que es sustancial. Para algunos políticos, implica que pasan el "punto de
inflexión" de estar más bien en contra a estar más bien a favor (por ejemplo, de 4,5
a 6). Otros pueden permanecer en el bando contrario y mostrarse sólo tibios ante la
propuesta (por ejemplo, de 2,5 a 4), pero aun así, parecen haberse vuelto más
moderados y quizá más dispuestos a considerar argumentos a favor de la propuesta.
Hay que tener en cuenta que a los políticos se les expuso a una sola información;
parece probable que las repetidas confrontaciones con esta información aumenten el
efecto.
Los resultados sugieren que la receptividad de las élites implica menos fricciones
psicológicas de lo que se suele suponer. Los académicos suelen describir a los
políticos electos como actores puramente estratégicos con preferencias estables, que
se enfrentan a la difícil disyuntiva de actuar de acuerdo con sus propias preferencias
y con las de los votantes. Esta idea de racionalidad se cuestiona aquí (y cada vez
recibe más apoyo también en otros lugares, véase, p o r ejemplo, Sheffer et al.,
2018). Demostramos que está en juego un mecanismo que reduce la dificultad de la
elección que hay que hacer, porque los políticos están parcialmente persuadidos
ellos mismos por la posición preferida de los votantes. Esto tiene consecuencias
porque aumenta la probabilidad de que un político intente convencer también a
otros de su nuevo punto de vista, en lugar de seguir intentando obtener apoyo para
s u antiguo punto de vista.
Una implicación importante para la teoría de la representación es que la
distinción a menudo utilizada entre políticos con una concepción del papel de
"delegado" y de "fideicomisario" puede ser algo artificial. Debido al efecto
persuasivo de la información de los votantes sobre las propias convicciones de un
político, la diferencia entre "seguir las preferencias de los votantes" y "seguir las
propias convicciones" llega a ser pequeña o incluso inexistente. Esto podría explicar
por qué los autoproclamados delegados, en estudios observacionales, rara vez
parecen ser más receptivos a los votantes que los fideicomisarios (véase, por
ejemplo, Önnudóttir, 2014).
Los resultados se han obtenido en el contexto belga, pero creemos que son
generalizables más allá de sus fronteras. Bélgica es el prototipo de muchos países
de Europa Occidental (sistemas proporcionales, partidos fuertes), y no hay motivos
por los que los patrones hallados aquí no puedan aplicarse también en otros países.
En realidad, la inclinación psicológica humana a sentirse vinculado al grupo al que
1820 Comportamiento político (2021)

uno pertenece, y a querer formar parte de él, es universal y, en ese sentido, las
conclusiones pueden incluso trasladarse a sistemas diferentes (por ejemplo, países
como Canadá o Estados Unidos), aunque es posible que los efectos de las actitudes
sean algo más fuertes en determinados contextos institucionales que en otros (en los
países europeos pequeños, por ejemplo, los diputados tienen menos personal y
asesores profesionales y, por tanto, pueden ser algo menos "estratégicos" que los
legisladores estadounidenses).
Es importante reconocer que la validez externa de nuestras pruebas
experimentales de encuesta es menor que la de los diseños experimentales de
observación o de campo. El proceso causal en el que nos centramos aquí no ocurre
de forma tan aislada en el mundo real, donde los políticos pueden hablar entre sí
mientras se forman opiniones y donde nuestros dos actores centrales -políticos y
votantes- ejercen una influencia recíproca entre sí. Además, las preguntas
experimentales de la encuesta sólo medían el comportamiento previsto en
escenarios hipotéticos. Son cuestiones que no podemos resolver aquí. Como aspecto
positivo, ya sabemos por la amplia bibliografía existente sobre la representación que
la capacidad de respuesta se da en el mundo real. El objetivo principal de nuestro
estudio no era establecer el efecto, sino complementar esta investigación
centrándonos en el mecanismo psicológico: el cambio de actitud. La investigación
mediante encuestas es el enfoque estándar en este caso; también es en el que nos
basamos para sacar conclusiones sobre el cambio de actitud de los ciudadanos en
respuesta a las señales de la élite (y ahí aceptamos estas limitaciones
metodológicas). Y lo que nos hace creer en nuestros resultados es el hecho de que
dos de los seis partidos estudiados cambiaron aparentemente de postura sobre su
propuesta política en el periodo anterior a las entrevistas con las élites. En primer
lugar, nos decepcionó saber que los diputados del partido liberal y del partido de
extrema derecha, en contra de nuestras expectativas, dijeron que su partido estaba
de acuerdo con la propuesta política que seleccionamos, lo que hizo que los
estímulos de los partidos fueran menos comparables de lo que se había previsto en
un principio. Pero, paradójicamente, esto también aumentó nuestra confianza en los
resultados: probablemente estábamos siendo testigos de la manifestación de
nuestras conclusiones en el mundo real.
Otras tres limitaciones merecen atención. En primer lugar, un lector crítico
podría argumentar que nuestros resultados podrían estar impulsados por la
deseabilidad social y, por tanto, reflejar un comportamiento estratégico. Sin
embargo, creamos cuidadosamente un contexto de entrevista (entorno privado,
garantía de anonimato,...) que animaba a los políticos a ser sinceros. Dada nuestra
buena reputación entre los encuestados de élite (los entrevistamos cada tres años y
nunca ha habido problemas de confidencialidad), saben que es seguro dar
respuestas sinceras. Curiosamente, además, muchos encuestados nos dijeron
durante las entrevistas que su objetivo no es seguir ciegamente lo que quiere el
público. En una época en la que los populistas están ganando terreno, muchos
políticos creen que su tarea es dirigir al público en lugar de escucharlo. Así lo
confirman los resultados de las encuestas, que muestran que los políticos creen que
deben ser fideicomisarios en lugar de delegados (véase el Apéndice 9). Esto
refuerza nuestra creencia de que la receptividad no se percibe como algo
socialmente deseable; y que hemos medido un reflejo posiblemente incluso no
Comportamiento político (2021) 1821

deseado de tener en cuenta al público en la formación de opiniones.


En segundo lugar, la naturaleza del efecto actitudinal que encontramos está
abierta al debate. Creemos que la información sobre la opinión pública tiene un
efecto informativo (como se demostró en la figura 2) y luego persuasivo sobre las
actitudes de los políticos. Sin embargo, nuestro estímulo puede haber tenido al
mismo tiempo algún tipo de efecto de cebado al aumentar la prominencia de las
"actitudes de los votantes" en la mente de los políticos como una consideración a la
hora de expresar sus propias opiniones. En un mundo ideal, pondríamos a prueba la
duración de los efectos de opinión o diseñaríamos un estímulo experimental más
amplio que incluyera estímulos competidores para desentrañar estas posibilidades.
Debido a las dificultades relacionadas con la investigación de élite, esto no fue
factible aquí.
Por último, debido a las graves limitaciones de tiempo, sólo pudimos presentar a
cada diputado un experimento de encuesta. Elegimos deliberadamente temas
equivalentes para los distintos partidos (relativamente destacados; clara mayoría de
opinión entre los votantes), pero esto hace difícil generalizar nuestros resultados a
otros tipos de temas. Parece plausible que las élites sean menos receptivas, por
ejemplo, en cuestiones más técnicas, o en cuestiones en las que el electorado del
partido esté más dividido. Dicho esto, estudiamos seis partidos diferentes, con
estímulos sobre cinco ámbitos políticos distintos, en dos niveles de gobierno
(regional/federal). Por tanto, los efectos que encontramos no fueron un golpe de
efecto único, sino que son aplicables a una variedad de contextos. Esperamos que
en futuras investigaciones se puedan estudiar distintos tipos de cuestiones y,
posiblemente, también distintos tipos de señales de opinión pública. Una cuestión
interesante es, por ejemplo, cómo responden los políticos a la información partidista
cuando, al mismo tiempo, reciben información sobre el público en general (el
votante medio).
Para terminar, concluimos que los cambios de actitud son un importante
mecanismo subyacente a la receptividad de las élites a la opinión pública. Por
supuesto, los políticos no siempre quieren ser receptivos: a veces están convencidos
de sus puntos de vista y consideran más importante explicar por qué se toman
determinadas decisiones que escuchar (véase, por ejemplo, Grose et al., 2015).
Además, a veces no pueden ser receptivos porque tienen percepciones inexactas de
la opinión pública (véase, por ejemplo, Belchior, 2014). Comprobamos que esto
también era cierto en este caso: muchos políticos del grupo de control desconocían
las preferencias de su electorado. Sin embargo, demostramos que si los políticos
belgas reciben información sólida sobre la opinión pública, actualizan estas falsas
percepciones. Esto, a su vez, no pocas veces les hace cambiar no sólo su
comportamiento, sino también sus propias actitudes sobre el tema político en
cuestión. El estado de ánimo natural de los políticos es ser bastante receptivos, pero
no pueden serlo si carecen de la información adecuada.
1822 Comportamiento político (2021)

Información suplementaria La versión en línea contiene material suplementario disponible en


https://doi. org/10.1007/s11109-021-09715-9.

Agradecimientos Me gustaría dar las gracias a los miembros de M2 P (Universidad de Amberes) y


Stuart Soroka (Universidad de Michigan) por sus útiles comentarios sobre versiones anteriores del
artículo.

Financiación Durante la realización de esta investigación, el autor fue investigador postdoctoral del
FWO (Fonds voor Wetenschappelijk Onderzoek Vlaanderen) en el grupo de investigación M2 P (Media,
Movements & Politics) de la Universidad de Amberes (Bélgica). Número de becario: 12X6218N.

Disponibilidad de los datos Los datos se recogieron en el marco del proyecto POLPOP. POLPOP es
un proyecto t r a n s n a c i o n a l que examina la precisión perceptiva de los políticos en cuatro países.
Fue iniciado por Stefaan Walgrave, de la Universidad de Amberes (Flandes, Bélgica). La financiación
flamenca procede de la Fundación Nacional de la Ciencia (FWO) con el número de subvención
G012517N. Las siguientes personas formaron parte del equipo flamenco de POLPOP: Stefaan Walgrave,
Julie Sevenans, Pauline Ketelaars, Karolin Soontjens, Kirsten Van Camp y Arno Jansen.

Declaraciones

Conflicto de intereses No hay conflictos de intereses.

Replicación El material para la replicación se publica en Dataverse:


https://dataverse.harvard.edu/dataset. xhtml?persistentId=doi:10.7910/DVN/RTUBVV.

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Comportamiento político (2021) 1825

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En Thomassen (ed.). The European
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TRADUCCIÓN NO OFICIAL.
QUEDA PROHIBIDA SU DIFUSIÓN

Introducción

Jacques Thomassen

1.1 INTRODUCCIÓN

El propósito de este libro es describir y explicar sistemáticamente los cambios


electorales que se han producido en una serie de países de Europa Occidental en
la segunda mitad del siglo XX. Como tal, pretende llenar un vacío evidente en la
investigación electoral comparada europea. A primera v i s t a , la investigación
electoral es una de las subdisciplinas mejor desarrolladas e integradas de la
ciencia política. Un número cada vez mayor de países cuenta con un programa
establecido de estudios electorales dirigidos académicamente, basado en
muestras probabilísticas nacionales del electorado. Entre finales de los años
cincuenta y principios de los setenta, se estableció un programa nacional de
estudios electorales en los países escandinavos, Gran Bretaña, Alemania y los
Países Bajos. Otros países europeos le siguieron más tarde.
Todos estos estudios sobre las elecciones nacionales tenían dos características en común:
● En primer lugar, desde el principio se establecieron como series
temporales, es decir, un núcleo de preguntas de encuesta que se repite en
cada elección.
● En segundo lugar, todos estos estudios electorales se basaban más o menos
en el mismo marco teórico y metodología, en parte basado en un enfoque
sociológico del comportamiento político desarrollado por Rokkan et al. y
en parte derivado de la llamada Escuela de Investigación Electoral de
Michigan.
Debido a estas raíces intelectuales comunes, la similitud de la mayoría de estos
estudios, tanto en sus características teóricas como metodológicas, es
sorprendente. Esta similitud sugiere un programa bien desarrollado de
investigación comparativa. Sin embargo, tal programa apenas existe. A pesar de
las raíces intelectuales comunes de la mayoría de los estudios electorales
europeos, la investigación comparativa es notablemente escasa (Thomassen
2000).
Básicamente, hay dos razones principales para realizar investigaciones
electorales comparativas (Thomassen 2000). La primera es la generalización: el
análisis comparativo abre la puerta a descubrir si las teorías desarrolladas en un
contexto son igualmente válidas en otro contexto.
2 Thomassen

Obliga a los estudiosos a formular proposiciones más generales, válidas más


allá de las circunstancias particulares de un único sistema político. Sin
embargo, hay una segunda razón para realizar investigaciones electorales
comparativas que es, como mínimo, igual de importante. Citando a uno de los
pioneros de la investigación electoral, Warren E. Miller (1994):
[La singularidad esencial de la ciencia política reside en la necesidad de comprender las
contribuciones, las funciones y el impacto de las instituciones políticas y de gobierno. En
e l estudio del comportamiento de la ciudadanía es, por supuesto, el impacto de
las instituciones sobre las actitudes y el comportamiento de los ciudadanos lo que reviste
un interés central.

El modo en que las disposiciones institucionales que rigen las elecciones afectan
a los votantes de un determinado sistema político sólo puede apreciarse
mediante la investigación comparativa. Sin la variación de los acuerdos
institucionales, es imposible saber cómo una determinada configuración de
instituciones estructura el voto, la opinión pública y la participación política. La
investigación comparativa ofrece la oportunidad de ver hasta qué punto las
relaciones a nivel micro están influidas por factores a nivel de sistema, hasta qué
punto existe una interacción entre el nivel macro y el nivel micro. Descubrir las
interacciones entre las variables a nivel macro y micro es el verdadero reto de la
investigación comparativa (Przeworski y Teune 1970).
Este segundo objetivo, y quizás el más importante, de la investigación
comparativa se descuidó en la mayoría de los estudios comparativos anteriores
sobre el comportamiento electoral, lo que los hace vulnerables a la crítica de
padecer un determinismo sociológico. En su cruzada contra lo que denomina
"modernismo" en la investigación del comportamiento político, Dunleavy
(1996) critica los programas de estudios electorales longitudinales por no tener
en cuenta el contexto político:
Una vez creada una serie de estudios coherentes y realizadas las encuestas de panel
longitudinales, estos investigadores disponían de conjuntos de datos que podían ser y
eran analizados como si estuvieran fuera del tiempo. Muchos de estos estudios se
basaban explícitamente en la premisa de que el contexto político de todo el periodo
"moderno" ha sido tan uniforme que hace innecesaria cualquier referencia cruzada
de detalle entre las respuestas de los votantes a las preguntas de la encuesta y su
entorno político inmediato.

En este libro intentaremos alcanzar ambos objetivos de la investigación


comparada. En primer lugar, desarrollaremos y pondremos a prueba un modelo
explicativo dinámico de la elección de partido, lo que permitirá una prueba
exhaustiva de la teoría de la modernización. Más adelante en este capítulo
explicaremos con más detalle esta teoría y sus implicaciones para el
comportamiento electoral. En pocas palabras, implica que, con el tiempo, el
poder explicativo del comportamiento electoral de variables estructurales más o
menos estables como la clase social y la religión cederá ante factores más
coyunturales. El modelo explicativo desarrollado en este libro permite describir
y explicar tanto el declive de la importancia de los factores tradicionales que
determinan la elección de partido como el posible aumento de la relevancia de
los factores que sustituyen a estos factores tradicionales.
Introducción 3

En segundo lugar, a lo largo de este libro veremos hasta qué punto las
diferencias en el contexto político-institucional, tanto entre países como dentro
de un mismo país entre distintas elecciones, afectan al comportamiento político
de los ciudadanos. Como veremos, se ha argumentado que la teoría de la
modernización se equivoca al suponer que los cambios en el comportamiento
electoral se deben a un proceso social autónomo, independiente del contexto
político-institucional. La explicación alternativa es que las diferencias en el
desarrollo del cambio electoral entre países y las fluctuaciones dentro de un
mismo país se deben enteramente, o al menos en parte, a diferencias o cambios
en el contexto político-institucional. En este libro nos enfrentaremos a ambas
explicaciones.
El progreso que se está realizando en comparación con los estudios anteriores
no es sólo una cuestión de progreso intelectual, sino también de disponibilidad
de datos. Durante mucho tiempo, la utilización de los datos existentes en la
investigación electoral comparativa entre países se ha visto obstaculizada por
una serie de problemas logísticos. Por mencionar sólo el más obvio: En algunos
estudios, la documentación escrita o incluso los cuestionarios no estaban
disponibles en inglés.
La toma de conciencia de estos problemas llevó a la iniciativa de crear el
Comité Internacional de Investigación sobre las Elecciones y la Democracia
Representativa (ICORE). Fue fundado a finales de la década de 1980, siendo sus
padres fundadores los directores de estudio de algunos de los programas
nacionales de estudios electorales más antiguos de Europa Occidental, en
particular Noruega, Suecia, Gran Bretaña, Países Bajos, Dinamarca y
Alemania.1 La mayoría de ellos se encuentran entre los autores de este libro. El
objetivo de ICORE es promover la investigación transnacional sobre el
comportamiento electoral y la democracia representativa. Una de las primeras
prioridades de ICORE fue superar los problemas logísticos que dificultaban el
uso de los datos existentes. Para resolverlos se c r e ó una Base de Datos
Electoral Europea, formada por todos los estudios electorales nacionales
documentados en inglés. Como resultado de estos esfuerzos, los datos de la
mayoría de los principales e s t u d i o s electorales europeos, d o c u m e n t a d o s
en inglés, están ahora disponibles en el Archivo Central de Colonia (Mochmann
et al. 1998). Para facilitar el estudio sistemático de las tendencias del
comportamiento electoral y sus correlatos entre países, se desarrollaron medidas
comparables a lo largo del tiempo dentro de los países para cada uno de nuestros
conceptos clave. Esta enorme inversión en tiempo y otros recursos permitió ir
más allá de las posibilidades de los anteriores estudios longitudinales
comparativos del comportamiento electoral.
En la siguiente sección daremos una primera impresión de los principales
cambios en el comportamiento electoral que se están produciendo en los países
de Europa Occidental. A continuación, presentaremos la teoría de la
modernización y los efectos que esperamos que tenga el proceso de
modernización en el comportamiento electoral de los ciudadanos. A
continuación explicaremos en qué medida el contexto político-institucional se
utilizará a lo largo de este libro como teoría explicativa adicional o alternativa
del cambio. Al final del capítulo explicaremos la estructura del libro. El
Apéndice 2 contiene una descripción detallada de la base de datos utilizada.
Introducción 7

otros- directamente implicados en el proceso de toma de decisiones políticas.


Como consecuencia, los ciudadanos tenderán a ser más, y no menos, activos
políticamente. Sin embargo, las formas convencionales de participación política
serán sustituidas por otras menos convencionales. Las actividades políticas
relacionadas directa o indirectamente con las elecciones perderán importancia
dentro del repertorio de acciones políticas (Barnes y Kaase 1979; Inglehart
1977; Fuchs y Klingemann 1995). Dado que la participación en las elecciones es
el elemento más esencial de la participación convencional, esta evolución
conducirá a una disminución secular de la participación.
En segundo lugar, la modernización individual conducirá a una orientación
cada vez más instrumental hacia la política. Los ciudadanos elegirán el modo de
participación política que mejor se adapte a sus fines. Sólo votarán cuando haya
una opción real, es decir, cuando les importe qué partido o partidos llegan al
poder, o cuando tengan claro que las elecciones son importantes para la
asignación del poder (Van der Eijk y Franklin, 1996). Esta orientación
instrumental implica que los votantes decidirán de una elección a otra si van a
votar o no. Tradicionalmente, la participación se basaba sólo en cierta medida en
un cálculo individual de la utilidad del voto, sino más bien en características
sociológicas como el sentido del deber ciudadano y la afiliación a un partido
(Kaase y Bauer-Kaase 1998). Sin embargo, el número de personas que se
identifican con un partido político concreto está disminuyendo y, debido al
proceso de individualización, la norma de que votar es un deber ciudadano está
menos impuesta por el control social (Ku¨ hnel y Fuchs 1998). Una orientación
más instrumental de los ciudadanos hará que la decisión de votar dependa más
de su valoración de la importancia del resultado de unas elecciones concretas.
Como se argumentará más adelante, esa importancia vendrá definida al menos
tanto por factores político-institucionales como por las características de los
votantes individuales. Una orientación más instru- mental hacia la política no
significa necesariamente que la participación disminuya. Sin embargo, podría
hacer que la paradoja del voto fuera más relevante para el mundo real de la
política. Si la decisión de los votantes de votar o no votar depende puramente de
orientaciones instrumentales, del cálculo de costes y beneficios individuales, los
costes de votar casi siempre serán mayores que los posibles beneficios,
convirtiendo el acto de votar en una actividad política irracional.2

1.5 LA EXPLICACIÓN DE LA ELECCIÓN DE PARTIDO

Se espera que los mismos aspectos del proceso de modernización que pueden
provocar un cambio en la participación política de los ciudadanos y un descenso
de la participación provoquen un cambio en los factores que determinan la
elección de partido por parte de los votantes. Debido a los cambios tanto en la
composición del electorado como en la relación entre la posición social y el
comportamiento electoral, la relación antaño fuerte entre estructura social y
política, entre posición social y elección de partido disminuirá. Por la misma
razón, ya no será evidente que la gente sea leal durante toda su vida a un partido
concreto. Las ideologías que reflejan las divisiones tradicionales se volverán
8 Thomassen

menos importantes como factor determinante de las actitudes políticas de los


ciudadanos y de su elección de partido. Los votantes decidirán de una elección a
otra a qué partido votarán, teniendo en cuenta los temas del momento, la
actuación del gobierno en funciones y su confianza en los líderes políticos.
Esto puede dar lugar a grandes fluctuaciones en los resultados electorales. Sin
embargo, esto no es necesariamente un signo de falta de interés político, sino
que nos recuerda al casi olvidado votante informado y racional de la teoría
democrática clásica (Dalton 1996).
Dado que las supuestas consecuencias del proceso de modernización
constituyen el marco conceptual y el principal principio organizador de este
libro, nos extenderemos en él con cierto detalle. El marco conceptual y el
principio organizador del libro se representan esquemáticamente en la Fig. 1.1.
Puede resultar evidente que este esquema no difiere mucho del embudo de
causalidad desarrollado en la tradición michiganiana de investigación electoral.
Sin embargo, esto se debe principalmente a la naturaleza general y
omnicomprensiva del marco de Michigan. Sería difícil pensar en cualquier
enfoque teórico o conjunto de variables que no encajara en este esquema
general. El esquema podría considerarse no sólo como un resumen exhaustivo y
teóricamente organizado de los principales conjuntos de variables, sino también
de los principales enfoques teóricos que surgen en la investigación electoral. La
suposición de que el comportamiento electoral de las personas está determinado
principalmente por su posición en la estructura social es el elemento principal
del enfoque político-sociológico de la investigación electoral, generalmente
asociado con la Escuela de Columbia de Berelson, Lazarsfeld y sus
colaboradores. En la bibliografía europea, la introducción seminal a Party
Systems and Voter Alignments de Lipset y Rokkan suele considerarse la base
teórica del enfoque político-sociológico. En este enfoque, la estructura de
clivajes se refleja en las diferencias en las orientaciones de valores. La posición
central de la identficación partidista como principal determinante de las
actitudes políticas, percepciones

Estructura social Predisposiciones a Factores a corto Variable


largo plazo plazo dependiente
• Religión
• Clase social • Identificación • Temas • Elección de
partidista • Evaluaciones partido
• Orientaciones de retrospectivas
valor • Líderes
• Orientacines políticos
ideológicas

Contexto político-institucional

Fig. 1.1. Marco conceptual


Introducción 9

y comportamiento político de las personas constituyen el elemento central de la


escuela psicológica política, o Escuela de Michigan, mientras que la idea de
un continuo ideológico, la dimensión izquierda-derecha como
mecanismo de ahorro de costes de información tanto para los votantes como
para los partidos políticos es el elemento central de la teoría económica
de la democracia de Downs. La evaluación de los partidos y los
candidatos en relación con las cuestiones políticas y la actuación del gobierno
son un elemento clave en cualquier modelo explicativo que asuma -si se
quiere evitar el vocabulario de la elección racional- que los
ciudadanos actúan instrumentalmente en función de sus propios fines
(Carmines y Huckfeldt 1996).
La teoría de la modernización puede traducirse en la hipótesis de que, con el
tiempo, el poder explicativo de las variables de este esquema causal se desplaza
gradualmente de izquierda a derecha en la Fig. 1.1. Esto equivale a decir que,
con el tiempo, un modelo sociológico será menos potente a la hora de explicar la
variación en la elección de partido, un destino que tiene en común con cualquier
otro modelo que tenga como columna vertebral las predisposiciones a largo
plazo. Al mismo tiempo, los modelos que hacen hincapié en las orientaciones
instrumentales de la política de partidos deberían tener más éxito con el tiempo.
Sin embargo, presentar estos diferentes enfoques como modelos que
compiten entre sí sería faltar a la verdad. La proposición básica es que los
conjuntos de variables situados más a la derecha en la Fig. 1.1, que controlan los
conjuntos de variables precedentes, se volverán gradualmente más potentes
como factores explicativos del comportamiento electoral. En términos
estadísticos: si consideramos la figura 1.1 como un modelo de regresión por
pasos, las variables situadas más a la derecha contribuirán gradualmente
más a la varianza explicada. En las partes restantes de esta sección
trataremos de subrayar este argumento general.
1.5.1 Estructura social y e l e c c i ó n d e partido
Como se ha señalado, el enfoque político-sociológico en Europa, la idea de que
las opciones electorales se basan en un número limitado de clivajes sociales, se
basa en gran medida en el famoso dictamen de Lipset y Rokkan de que "los
sistemas de partidos de la década de 1960 reflejan, con pocas pero significativas
excepciones, las estructuras de clivajes de la década de 1920" (Lipset y Rokkan
1967). Sostienen que los sistemas de partidos que surgieron en el momento de la
introducción del sufragio universal en los países de Europa occidental reflejaban
cuatro divisiones históricas, entre el centro y la periferia, entre el Estado y
la Iglesia, entre la agricultura y la industria, y entre el empresario y el trabajador,
y que casi sin excepción estos sistemas de partidos resistieron los
turbulentos acontecimientos políticos de la primera mitad del siglo. De
estas cuatro dimensiones históricas del conflicto, la clase social (empresarios y
trabajadores) y la religión (Estado e Iglesia) han sido las más importantes y
persistentes en la mayoría de los países de Europa Occidental.
Existe el convencimiento general de que la caracterización de Lipset y
Rokkan de los sistemas de partidos de Europa Occidental ya estaba perdiendo su
validez en el momento en que fue escrita. Ya en la década de 1950, es decir,
incluso antes de que Lipset y Rokkan publicaran su estudio seminal, se había
iniciado un debate sobre la importancia relativa de la división de clases para la
política. En 1958, Dahrendorf sostenía
10 Thomassen

que los conflictos de clase estaban disminuyendo al mismo tiempo que resultaba
más fácil resolverlos en las sociedades del bienestar. Al mismo tiempo, los
estudiosos estadounidenses en particular (incluido Lipset) sostenían que las
ideologías basadas en las divisiones de clase estaban desapareciendo o iban a
desaparecer, siendo el lema el fin de la ideología (Lane y Ersson 1999). Todavía
en la década de 1960, Kirchheimer (1966) desarrolló su conocido argumento de
que
En las condiciones actuales de difusión de las orientaciones laicas y de consumo de
masas, con líneas de clase cambiantes y menos evidentes, tanto los antiguos partidos de
clase y de masas como los partidos de masas confesionales se ven presionados para
convertirse en partidos populares globales.

Como ya se ha dicho, una de las hipótesis de este libro es que en la segunda


mitad del siglo XX las divisiones tradicionales, en particular la clase social y la
religión, han perdido importancia a la hora de elegir partido. Según la literatura
empírica, el resultado de esta evaluación no deja lugar a dudas. Los principales
estudios comparativos sobre esta cuestión (Dalton et al. 1984; Franklin et al.
1992) demuestran que se trata de una tendencia secular. Hay pruebas sólidas de
que el impacto de los clivajes sociales disminuyó sustancialmente de dos
maneras. En primer lugar, debido a un efecto de composición: el número de
personas integradas en un clivaje disminuye a causa del cambio social (el
ejemplo más elocuente es la disminución del número de católicos que asisten
regularmente a la iglesia). En segundo lugar, porque la relación entre la
pertenencia a un determinado segmento de la sociedad y la elección de partido
ha ido disminuyendo (por ejemplo, porque los católicos que siguen yendo a misa
ya no votan a un partido católico o democratacristiano (Kaase y Klingemann
1994).
Sin embargo, esta conclusión sobre el declive de la importancia de la
estructura de división social para la política electoral no es indiscutible. Todavía
en 1990 Bartolini y Mair sostenían que la hipótesis del partido congelado seguía
siendo válida (Bartolini y Mair 1990). Incluso más recientemente, la hipótesis
del declive de clase ha sido cuestionada en el contexto del estudio de las
elecciones británicas. Además, se ha acusado a los defensores del declive de la
importancia de los clivajes sociales de adoptar un enfoque sociológico-
determinista de la evolución de los clivajes políticos, descuidando la importancia
del contexto político-institucional para la politización de los clivajes sociales
(De Graaf et al. 2001). El cambio a largo plazo en el comportamiento electoral
se considera el producto de un cambio social secular gradual a largo plazo sin
referencia a las circunstancias políticas potencialmente fluctuantes (Curtice
2002: 164). En el contexto de las elecciones parlamentarias británicas se han
presentado algunas pruebas que sugieren que, a partir de 1970, la fuerza de
la relación entre clase y voto en Gran Bretaña ha fluctuado en consonancia con
la variable distancia política entre los partidos Conservador y Laborista
(Curtice 2002: 164; Evans 1999). Por lo tanto, según Curtice, en lugar
de buscar simplemente tendencias lineales a lo largo del tiempo, deberíamos
considerar las elecciones como acontecimientos independientes cuyo contexto
político debe medirse y cuyo impacto debe evaluarse. Esto coincide con
nuestro propio énfasis en el contexto político-institucional, al que volveremos
más adelante en este capítulo.
Introducción 11

Sin embargo, ciertamente en los años 70 todavía había más consenso sobre la
importancia decreciente de la estructura social para el comportamiento de voto
que sobre lo que la estaba sustituyendo. Se ha afirmado que los estudiosos del
comportamiento electoral estaban tan preocupados por los alineamientos
estables, por la estabilidad del comportamiento electoral, que asumían casi
instintivamente que el alineamiento debía ir seguido de un realineamiento según
las nuevas dimensiones del conflicto (Andeweg 1982). Sólo poco a poco se fue
desarrollando la idea de que el alineamiento no tiene por qué ir seguido de un
realineamiento, sino que puede ser una situación permanente (Dalton et al.
1984). En la literatura se han presentado un gran número de nuevos clivajes
posibles, como los clivajes entre trabajadores del sector público y privado, entre
propietarios e inquilinos y entre hombres y mujeres. Pero ninguna de estas
posibles líneas divisorias parece tener una importancia permanente (Franklin et
al. 1992; Rose y McAllister 1986).

1.5.2 I d e n t i f i c a c i ó n del partido


Sin embargo, un sistema de partidos estable y unas relaciones más o menos
estables entre los partidos políticos y los votantes no se basan necesariamente en
la posición social de los votantes. Se supone que la identificación partidista,
el concepto central en la tradición de Michigan de la investigación electoral,
tiene la misma función. La identi ficación partidista es una identi ficación
psicológica, afectiva y a largo plazo con el partido político preferido. Estos
vínculos partidistas son distintos de las preferencias de voto, lo que explica por
qué algunos estadounidenses votan al candidato presidencial de un partido al
tiempo que expresan su lealtad a otro partido. De hecho, es la independencia
conceptual del voto y la identi ficación partidista lo que confiere inicialmente a
esta última su significación teórica (Dalton 2000a). Sin duda, ésta es
precisamente la razón por la que en la década de 1970 el concepto de
identi ficación de partidos suscitó cierto escepticismo entre los investigadores
electorales europeos. Las respuestas a la pregunta sobre identi ficación de partido
parecían reflejar las intenciones de voto actuales más que un compromiso de
larga duración con un partido. Dado que en la mayoría de los países la
identi ficación de partido tendía a cambiar en paralelo a la elección de partido,
algunas de las virtudes analíticas más importantes del concepto aparentemente
no se aplicaban. En particular, el concepto de un voto normal c o m o línea de
base para la preferencia de partido de los individuos, convirtiendo la explicación
de las desviaciones de esta línea de base en una de las cuestiones empíricas más
importantes en cada elección, parecía un concepto trivial en el contexto de las
elecciones europeas (Thomassen 1976). Sin embargo, otros aspectos del
concepto resultaron más útiles. Las objeciones se aplicaban principalmente a la
dimensión direccional y mucho menos a la dimensión de fuerza de la
identficación con los partidos. Desde el principio se reconoció que l a f u e r z a
del partidismo era un importante predictor de las actitudes y el comportamiento
político de las personas, incluida la estabilidad de la elección de partido y la
participación. Los lazos partidistas ayudan a orientar al individuo hacia las
complejidades de la política y proporcionan un marco para asimilar la
información política, comprender los asuntos políticos y emitir juicios políticos.
Además, los lazos partidistas movilizan a los individuos para
12 Thomassen

participar en los partidos, las elecciones y los procesos de gobierno


representativo (Dalton 2000a).
Por qué la identificación partidista parece ser menos importante para los
votantes europeos que para los estadounidenses es un enigma interesante. Una
posible solución a ese rompecabezas podría ser el modelo funcional de
identificación partidista, desarrollado inicialmente por Shively. Éste explica el
desarrollo de la identificación partidista por la función del partido de
proporcionar claves políticas a los votantes que se sienten necesitados de
orientación porque deben tomar decisiones políticas en circunstancias confusas.
Al igual que la ideología en la teoría de la democracia de Downs, la
identificación de partidos es, en su opinión, un dispositivo de ahorro de costes,
que proporciona a las personas un atajo para todo tipo de decisiones, incluida la
decisión de a qué partido o candidato votar. Sin embargo, este atajo no lo
proporciona necesariamente la identificación de partidos. Otros atajos pueden
tener la misma función. Según Shively, los débiles vínculos directos con los
partidos políticos en la Europa de posguerra se han debido a la prevalencia de
fuertes vínculos con una clase o religión, que han obviado la necesidad de
vínculos directos con cualquier partido, per se. Si un votante es miembro
consciente de una clase social o religión, y si esa clase o religión está
representada por un partido político concreto, puede que no haya necesidad de
que el votante desarrolle ninguna identificación con un partido per se; esos
votantes pueden simplemente basar su elección electoral en su clase o religión.
El partidismo expresado, entonces, será sinónimo de voto y los partidos como
tales no servirán como guías para organizar el comportamiento (Shively 1979;
Thomassen 1976).
Una extensión lógica de este argumento podría ser que, una vez que la
importancia de la estructura de división tradicional disminuya y los votantes se
vean privados de su atajo tradicional, desarrollarán la identificación de partido
del mismo modo que sus homólogos estadounidenses. Sin embargo, es la misma
teoría funcional la que contradice esta predicción. Se supone que la necesidad de
un dispositivo de ahorro de costes de información está en función de las
habilidades políticas de los votantes. La modernización y, en particular, la
movilización cognitiva de los ciudadanos han aumentado drásticamente estas
aptitudes. Según Dalton, la espectacular difusión de la educación en las
democracias industriales avanzadas ha producido un cambio cualitativo en la
sofisticación política de los ciudadanos. Al mismo tiempo, estas sociedades han
experimentado una explosión de información a través de los medios de
comunicación. Ambos desarrollos han conducido a una disminución sustancial
de los costes de la información. Gracias a esta movilización cognitiva, cada vez
más votantes son capaces de enfrentarse a las complejidades de la política y
tomar sus propias decisiones políticas. Así, la necesidad funcional de señales
partidistas para guiar el comportamiento de voto está disminuyendo para un
número creciente de ciudadanos (Dalton 1984). Como consecuencia, deberíamos
esperar un descenso en el nivel de identificación partidista. Esta es la hipótesis
que pondremos a prueba en este libro. Sin embargo, como el argumento
derivado del modelo funcional de identificación de partidos es cualquier cosa
menos incontestable (Barton y Döring 1986), pondremos a prueba también los
supuestos subyacentes a nivel microeconómico.
Introducción 13

1.5.3 Orientaciones ideológicas y de valores


valores
La identificación partidista no es la única alternativa posible a los clivajes
sociales como base para unas relaciones más o menos estables entre partidos
políticos y votantes. Un argumento algo similar se aplica al papel de los valores.
Con el fin de aclarar el papel de las orientaciones de valores como posible fuente
de relaciones estables entre partidos y votantes, deberíamos discutir las
relaciones entre estructura social, valores y elección de partido con algo más de
detalle.
Nuestra reproducción de la teoría de los clivajes de Lipset y Rokkan podría
sugerir que las opciones electorales de las personas están definidas por la
pertenencia a un grupo, independientemente de sus orientaciones de valores. Sin
embargo, esta interpretación del modelo de clivajes es errónea. En opinión
de Lipset y Rokkan, las divisiones tradicionales, históricamente definidas,
entre diferentes intereses fueron la base para el desarrollo de diferentes
ideologías o Weltanschauungen (Lipset y Rokkan 1967). Para ellos, los
conflictos de grupo y los enfrentamientos ideológicos que los acompañan,
típicos de la política de masas en Europa occidental, no tienen tanto que
ver con las "ganancias y pérdidas específicas" de determinados grupos como
con las "concepciones del derecho moral y las interpretaciones de la
historia y el destino humano" (Knutsen y Scarbrough 1995: 494). Según
Knutsen y Scarbrough, el concepto de clivaje abarca tres fenómenos distintos.
En primer lugar, un clivaje tiene sus raíces en una división social
relativamente persistente que da lugar a grupos "objetivamente"
identificables dentro de una sociedad, según la clase, la religión, los
intereses económicos o culturales, o lo que sea. En segundo lugar, un clivaje
engloba algún conjunto de valores comunes a los miembros del grupo; los
miembros del grupo conocen una "vida común" en la medida en que
comparten la misma orientación de valores. En tercer lugar, un clivaje se
institucionaliza en alguna forma de organización, normalmente un partido
político, pero también en iglesias, sindicatos y otros grupos asociativos. Por
lo tanto, votar a un partido por intereses "objetivos" de grupo sin compartir
los valores del partido no constituye una política de clivjaes; tampoco votar a
un partido por valores compartidos sin ser miembro del grupo social asociado.
Las variables estructurales o las orientaciones de valores pueden
ofrecer explicaciones inteligibles del voto, pero no equivalen a
explicaciones de la "política de clivajes" (Knutsen y Scarbrough 1995: 494-5).
La orientación ideológica vinculada a la división de clases se concibe
tradicionalmente en términos de los conceptos de izquierda y derecha. Las
diferencias entre izquierda y derecha se reflejan en los conceptos
gemelos: igualdad y desigualdad económica y el papel del gobierno y el
mercado (Downs 1957; Knutsen 1995a). La segunda gran división que
consideraremos en este v o l u m e n , la religión, se refleja principalmente en el
papel de la religión y la iglesia en la sociedad y, en segundo lugar, en las
opiniones sobre cuestiones morales. Las orientaciones de valores relacionadas
con estos puntos de vista se reflejan en la distinción entre una orientación
de valores libertaria y una tradicional.
Aunque estas orientaciones de valores históricamente formaron parte de la
estructura de clivajes sociales, esto no quiere decir que deban perder su
significancia política cuando
14 Thomassen

los clivajes sociales que los sustentan sí lo hacen. Los clivajes políticos más o
menos estables pueden basarse directamente en estas orientaciones de valores
(Bartolini y Mair 1990; Rose y McAllister 1986). En general, las orientaciones
de valores de las personas se forman durante la adolescencia y son bastante
persistentes durante el resto de su vida (Inglehart 1977). En consecuencia, los
cambios en las orientaciones de valores entre la población en general sólo
cambiarán gradualmente y seguirán siendo importantes para la elección de
partido de las personas incluso cuando estas orientaciones de valores ya no estén
ancladas en la estructura social, o al menos lo estén menos. Por lo tanto,
esperamos que el impacto de las orientaciones de valores tradicionales -
controladas en función de las variables sociales- aumente gradualmente.
Debido a la persistencia de las orientaciones de valor durante la vida de las
personas, el cambio de valores se producirá principalmente por reemplazo
generacional. Este es uno de los principales elementos de la teoría del cambio de
valores de Inglehart. Su punto de partida es que las orientaciones de valor
relacionadas con la estructura de división tradicional han perdido gran parte de
su significancia en la segunda mitad del siglo XX. Las viejas generaciones de
votantes que han experimentado la crisis económica de los años 30 y la Segunda
Guerra Mundial, crecieron con la experiencia de que el bienestar material y la
seguridad son bienes escasos. En consecuencia, estos bienes tienen una gran
utilidad para ellos. La generación de posguerra creció con una experiencia
totalmente distinta. El bienestar material y la seguridad física son casi evidentes
para ellos. Esto no quiere decir que no aprecien estos bienes, sino que su
utilidad marginal es baja. Por eso están más abiertos a otros valores post-
materialistas. Por supuesto, las generaciones mayores también se han
beneficiado de la prosperidad y la seguridad crecientes tras la guerra, pero
esto ya no cambia esencialmente sus orientaciones de valores. La gente
tiende a apegarse a los valores en los que ha sido socializada durante su
adolescencia. Del mismo modo, las orientaciones de valores de las
generaciones más jóvenes no cambiarán fácilmente cuando sufran un revés
económico. Inglehart prevé una revolución silenciosa por la que las
generaciones materialistas serán sustituidas gradualmente por generaciones
con una orientación dominantemente postmaterialista. Esta revolución
conducirá a un realineamiento: los postmaterialistas basarán su elección
de partido en cuestiones relacionadas con su orientación de valores, como
las cuestiones medioambientales (Inglehart 1977).
La argumentación de esta sección conduce a dos hipótesis:
Hipótesis 1. El impacto independiente de las orientaciones de valor, es decir,
controlando el origen social, aumentará gradualmente;
Hipótesis 2. El impacto de las orientaciones de valores tradicionales basadas
en la división de clases y religiosa cederá gradualmente ante la dimensión
material-posmaterial del conflicto.
Un enfoque algo diferente de las orientaciones de valores hace hincapié en un
único continuo ideológico, la dimensión izquierda-derecha, como principal
fuente de estabilidad en las preferencias políticas de la gente, aunque no
necesariamente en la preferencia por un partido concreto. La distinción entre
izquierda y derecha como
Introducción 15

un importante principio de organización de la política tiene su origen en la


política francesa y sigue profundamente arraigado en la cultura política francesa.
En la época de la Revolución Francesa, los radicales se sentaban a la izquierda
del palco presidencial en las asambleas legislativas francesas, y los
conservadores a la derecha, dando lugar a las connotaciones políticas de los
términos. Desde las primeras tradiciones de la investigación electoral francesa
ha sido una cuestión importante hasta qué punto las orientaciones izquierda-
derecha proporcionan a los votantes franceses elementos de significado y
estabilización a largo plazo que son sustitutos eficaces de las lealtades
partidistas (Converse y Pierce 1986). Como alternativa al concepto central de
identificación partidista se presentó al menos la hipótesis de que los votantes
franceses estarían más inclinados a identificarse con una tendencia concreta, un
tramo particular en la dimensión izquierda-derecha, en lugar de con un partido
político concreto, como se suponía en la tradición de Michigan.
A lo largo de los años, varios autores han "afirmado que la dimensión
izquierda-derecha tiene un estatus superior omnicomprensivo dentro de la
jerarquía de los clivages" (Sani y Sartori 1983). Según este punto de vista, los
clivajes estructurales tradicionales han sido sustituidos en gran medida por uno
nuevo, que refleja los ideales políticos sustantivos de los votantes, captados en
gran medida por su posición en términos de izquierda y derecha (Van der Eijk y
Niemo¨ ller 1994). Van der Eijk y Niemöller (1992) interpretan el declive de la
influencia de los determinantes sociales del voto como un proceso de
emancipación política de los votantes como individuos que ahora pueden elegir
en función de sus propias preferencias y orientaciones, en lugar de limitarse a
expresar con su voto que forman parte de un determinado segmento de la
sociedad. Argumentan que el principal determinante político del voto, la
orientación ideológica izquierda-derecha de los votantes, no puede considerarse
un mero reflejo, o traducción política común, de su posición social. Al menos en
el caso de los Países Bajos, e n c u e n t r a n que la relación entre estructura
social e ideología, como el efecto de los ingresos en la ideología de izquierda-
derecha, es muy débil o incluso no es significativa en absoluto. Sustancialmente,
esto significa que no sólo la elección de partido, sino también las orientaciones
ideológicas de los votantes son en gran medida independientes de su ubicación
en la estructura social.
En contraste con el enfoque anterior, esta tradición de investigación electoral
suele asumir que tanto la competencia entre partidos políticos como las
identificaciones políticas a largo plazo de los ciudadanos pueden representarse
mediante un espacio unidimensional, el continuo izquierda-derecha. La
popularidad de este enfoque se debe sin duda al hecho de que ofrece un
instrumento manejable para poner a prueba la teoría de la elección racional en la
tradición downsiana, según la cual se supone que los votantes votan al partido
que se encuentra a la menor distancia de la propia ubicación del votante en el
continuo izquierda-derecha. El voto "racional" en la tradición downsiana podría
interpretarse como una consecuencia directa de la movilización cognitiva, como
un indicio de la emancipación de los votantes. Por lo tanto, al igual que
concluimos en el caso de las orientaciones de valores, deberíamos esperar un
aumento del impacto independiente de las orientaciones izquierda-derecha sobre
el voto, al menos inicialmente.

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