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0 lanuel Puig
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Muy señor mío
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BEATRIZ VITERBO EDITORA W(IAS
Manuel Puig nació en 1932 en
General Villegas, provincia de
Buenos Aires, y murió en
Cuernavaca, México, en 1990. A
los cuatro años vio, con su padre
y desde la cabina de proyección,
La novia de Frankenstein. Guiado
por su madre, continuó con la
pasión por el cine durante toda su
infancia. A los veintitrés años
ASIA
[FIAR
obtuvo una beca para el Centro
Sperimentale di Cinematografía en
Roma, donde cursó dos años y
trabajó como asistente de
dirección. Escribió tres guiones
tempranos y de esa escritura
surgió, por desvío, su primera
novela La traición de Rita
Hayworth (1968). A esta novela
siguieron Boquitas Pintadas
(1969), The Buenos Aires Affair
(1973), El beso de la mujer araña
(1976), Pubis angelical (1979),
Maldición eterna a quien lea estas
páginas (1980), Sangre de amor
correspondido (1982) y Cae la
noche tropical (1988). Sin
embargo, contra su propia
decisión de abandonar el cine,
Puig volvió a él como guionista
para la adaptación de su novela
Boquitas Pintadas (Dir. Torre
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TrHete golondrinas 1m:<ho.
Arcor del sen
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Triste golondrina macho
Amor del bueno
Muy señor mío
FICCIONES
INIA
Manuel Puig
Triste golondrina macho
Amor del bueno
Muy señor mío
Edición al cuidado de
Graciela Goldchluk y Julia Romero
HARTA AER BO. EDITORA
Biblioteca: Ficciones
Diseño de tapa: Claudia del Río
Foto de solapa: Gentileza de Carlos Puig
Primera edición: octubre de 1998
O Herederos de Manuel Puig
O Beatriz Viterbo Editora
San Lorenzo 817, 82 A
Rosario, Argentina
[.S.B.N.: 950-845-071-1
Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723
Impreso en Argentina
Triste golondrina macho
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y o a
Prólogo
Julia Romero
Con Triste golondrina macho nos adentramos nueva-
mente en el universo del deseo, de las expectativas, de
las frustraciones, del vampirismo, de la represión, pero
ahora con la recurrencia a una tradición gótica.
La acción transcurre a comienzos del siglo XIX, en “una
modesta pero acogedora cabaña” donde dos mujeres, en-
carnación de estereotipos femeninos, esperan, y un hom-
bre, el seductor abatido por su suerte amorosa irrumpe
en la casa de ambas. Pero entre la “Hermana Mayor” y la
“Hermana Menor”, el fantasma de una hemana suicida,
Flavia, es el único que posee un nombre propio y una
identidad definida.
A partir de esos móviles, la espera de las mujeres se
transmuta y la búsqueda del significado perdido, nos dice
Puig, se encuentra tal vez en la realización de lo que
proyecta la propia mente, en la voz interior.
Si la estética del melodrama había sido la matriz ge-
nérica que atravesaba toda su obra, en este texto teatral,
Puig recurre a una estética surrealista asociada a la del
cuento de hadas. Ambas, emparentadas por la “mirada
fantástica” que confina y destierra los personajes a la fa-
talidad del destino, se trastocan y se invierten, son el blan-
co de una crítica que ahora de forma alegórica se desliza
con toques de humor, ya anunciados desde el título.
Si los cuentos de hadas planteaban el problema de la
existencia humana, el texto de Puig les brinda un home-
naje, pero seduciendo al lector desde la identificación,
como en todos sus textos, para llevarlo de la representa-
ción de aquellos conflictos característicos de ese género
maravilloso (conflictos edípicos, rivalidades fraternas,
renuncia a las dependencias infantiles) cuyo propósito
era codificar una identidad y una moral, hacia su cuestio-
namiento y una nueva pedagogía.
Inserta en esa nueva estética que Puig comienza a en-
sayar hacia fines de la década del setenta, esta obra es
una muestra de la madurez del escritor como dramaturgo.
La obra fue publicada sólo en Italia, bajo el título Tris-
te rondine maschio y la cura de Ángelo Morino, (Turín,
Einaudi, 1988), pero resistente a su fijación en la escri-
tura, el texto, que ya contaba con cuatro reescrituras an-
teriores en español, continuó modificándose. La que
ahora presentamos es una versión que Puig realizó
después de la edición en italiano, es decir inédita, con
significativos cambios hacia el final.
Agradezco a Néstor Ponce, quien ha colaborado a de-
tectar los cambios producidos en el cotejo de la versión
publicada en italiano y la versión inédita en español.
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PRIMER ACTO
Modesta pero acogedora cabaña, con profusión de detalles
femeninos. Podría ser la casa de la abuela de Caperucita
Roja. Estamos a comienzos del siglo XIX, en tierras frías.
A la derecha una puerta da al exterior, a la izquierda otra
puerta da a un cuarto. A la extrema derecha el fogón cam-
pesino, más a la izquierda una mesa, y más aún algunos
bancos y un baúl, éste más cercano al proscenio.
(Escenario, iluminación y actuación deberían crear una
atmósfera de cuentos de hadas)
HERMANA Mayor: (Ovillando con su hermana, después de
una pausa, sentadas en el centro de la escena) ¿En qué
estás pensando?
HERMANA MENOR: En cosas hermosas, como tú quieres que
piense.
HERMANA Mayor: ¿Cuáles, por ejemplo?
HERMANA MENOR: No sé, tu pregunta me las hizo olvidar.
HERMANA Mayor: En el panaderito guapo... no pensabas,
porque sé que no te gusta.
HERMANA MENOR: (irónica) Hmmm, pensaba en las almas
castigadas, las del fondo del pantano, a ellas les puedo
contar todo.
11
HERMANA Mayor: ¿Y a mi no?
Hermana Menor: Las almas ahogadas del barro y agua
podrida ya están acostumbradas a la desgracia.
HERMANA Mayor: ¡No te me burles! Soy tu hermana mayor
y mi deber es ayudarte a crecer sana, ahuyentar esas
sombras que quieren tocarte.
HERMANA MENOR: Y yo voy a ayudar a tu hijito a crecer sano,
(sin ironía) voy a ahuyentar las sombras que quieran
tocarlo.
HERMANA Mayor: (Levantándose, encinta, cargando con
dificultad su peso) Siento que se mueve, me acaricia la
entraña, estoy segura de que también él piensa en cosas
hermosas.
HERMANA MENOR: (Con miedo real) ¡No camines! ¡puede
caérsete de cabeza, y romperse!
HERMANA Mayor: (Acostumbrada al pensamiento agorero de
la hermana menor) Tú levantarás los pedazos con una
pala... y yo lo encolaré, quedará intacto.
HERMANA MENOR: Mejor es que te fueras ya a la aldea, la
comadrona te dijo que no esperases más del domingo.
HERMANA Mayor: Y hoy es sábado, falta un día. (Tomándose
la barriga) Y fue un sábado que él me lo regaló.
HERMANA MENOR: El pintor muerto de hambre, no era guapo
ni hablaba bien.
HERMANA Mayor: El muerto de hambre llegó una tarde,
(imitando voz de hombre hosco) “en el pueblo me dijeron
que desde acá se veía mejor el pantano, para pintarlo”.
HERMANA MENOR: (Irónica, con una punta de sadismo) En
una pared pintó a un hijito que llora porque no tiene padre.
En otra pared a ti, que no quisiste marcharte con él. Yo lo
vi cuando se iba, con la cabeza gacha, le pedi que lo
pintase otra vez al niño, muerto, para que no llorase más,
pero él me contestó que ya no tenía tiempo.
HERMANA Mayor: Los niños lloran por llorar, y eso les
fortifica los pulmones.
12
HERMANA MENOR: Anoche pensé que si morías en el parto,
yo no podría contarle al niño por qué no quisiste ir con el
padre, a pesar de quererlo tanto.
HERMANA Mayor: No te dije la razón, porque no la sabía.
HERMANA MENOR: ¿Y ahora sí la sabes?
HERMANA Mayor: (Se sienta, retoma el ovillado) No podía
obligarlo a vivir para siempre al borde del agua sucia.
HERMANA MENOR: Te quedaste para cuidarme a mí.
HERMANA Mayor: No fuiste la razón principal. Yo no me podía
ir de aquí, quiero a mis matorrales, aunque estén llenos
de espinas, y a mis nubes negras. Nadie los quiere.
HERMANA MENOR: A mi tampoco nadie me quiere.
HERMANA Mayor: (Divertida) El panadero es el muchachón
más perseguido por las putitas de la aldea, y la comarca
toda.
HERMANA MENOR: Él me cuenta que gana las carreras de
potros montado en pelo, y que amasa en una hora todo el
pan que otros amasan en dos, y se mira la musculatura
encantado de ser como es, y después me mira a mí con
los mismos ojos. Como un músculo suyo más. Y le digo
que no lo soy, pero ni me escucha, seguro de que un día
voy a contraerme a su antojo.
HERMANA Mayor: Pero es muy bello...
HERMANA MENOR: Está contento consigo mismo, se quiere
como es, un pobre aldeano.
HERMANA Mayor: También te quiere a ti como eres.
HERMANA MENOR: Pero yo no me quiero como soy, estoy
segura de que lejos de mí, aunque no sepa dónde, empieza
un camino para recorrer, y llegar a un lugar... mejor.
HERMANA MAYor: Donde todo es claridad.
HERMANA MENOR: O donde todo es misterioso, una penumbra
que permite dormitar en pleno día.
HERMANA Mayor: (Levantándose disgustada, deja el ovillo)
¡Esas son palabras de aquélla!, ¡las estás repitiendo sin
saber lo que significan!
HERMANA MENOR: No hables así, como si estuviera viva y
pudiera hacerte mal. (También se levanta, va hacia la ven-
tana) Va a nevar, el puente esta noche va a desplomarse
bajo el peso de la nieve. Y no podrás llegar a la aldea. Vete
ya.
HERMANA Mayor: Ella también habría tenido miedo de mi
parto. Te llenó la cabeza de pajarracos negros, antes de
colgarse de aquel árbol.
HERMANA MENOR: El árbol ya no está más, mandaste
voltearlo, y se volvió leña para el invierno. A nosotras nos
dará calor, y al niño, gracias a ella.
HERMANA Mayor: Gracias a quienes lo hacharon con enorme
fatiga. Los suicidas son egoístas, entristecen la vida de
los vivos. Pero a mi ella no me va a entristecer. Y a ti
tampoco.
HERMANA MENOR: Hay que rezar por los suicidas, son
castigados por Dios, y están alli atragantados en el tondo
del pantano. (Se oye un trueno)
HERMANA Mayor: Es ella, te saluda, o no, está eructando.
HERMANA MENOR: Murió de tristeza, al saber que yo...
HERMANA Mayor: Tú nada, un día te casarás con el
panaderito y serás feliz.
HERMANA MENOR: Le conté al panadero lo que dijo el médico,
que tengo un corazón muy débil, y no me lo creyó.
HERMANA Mayor: Ella se mató porque no quería a nadie.
HERMANA MENOR: Al verte feliz con aquel de la cara de muerto
de hambre se dio cuenta de lo muy desgraciada que era
ella, y que era yo.
HeErMANA Mayor: Mentira, yo era feliz antes de llegar el
muerto de hambre, ya tenía a quien querer.
HERMANA MENOR: Pero nadie te quería a ti.
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HERMANA Mayor: No es cierto, tú me querías, a tu modo, y
me quieren los patos de la laguna.
HERMANA MENOR: Del pantano.
HeErmMANA Mayor: Y ahora me va a querer mi niño. Y ya
pasará otro caminante, y se quedará conmigo, o se irá.
HERMANA MENOR: Si ese caminante que vendrá te pregunta
por mí cuéntale lo que dijo el médico, que una emoción
fuerte puede matarme. Yo no soy como tú, yo sí me iría
con él. Yo sola no tengo significado.
HERMANA Mayor: Eso no suena a mi hermana la muerta,
¿de dónde lo has sacado?
HERMANA MENOR: Se me ocurrió a mí. Después que murió...
ella, quise tener a alguien vivo en mi cuarto, aunque fue-
se tan sólo una planta, que respirase junto a mí... Me
gustaban tanto esas hojas de la orilla del pantano, con
raices en el agua misma, que metí la mano, con asco,
para arrancar una...
HERMANA Mayor: (Burlona) Y un muerto te mordió la mano.
HERMANA MENOR: Conseguí sacar una planta. La lavé y la
puse en una jarra llena de agua limpia. La llevé a mi cuarto
frente a la ventana para que tuviese la luz mejor. Yo le
hablaba a las hojas y las acariciaba, pero la planta empezó
a marchitarse. Entonces la eché de nuevo al agua sucia,
debajo de esa capa de niebla que parecía asfixiarla. Pero
no, la planta un día despuntó fresca, renovada. Y el
pantano que yo odio se entiende con la planta, se hacen
bien, tienen un dulce significado el uno para el otro. Ese
significado busco yo, nadie lo tiene para mi.
HERMANA Mayor: No es cierto, nacemos solos y morimos
solos. A lo largo encontramos a quien nos acompaña, por
momentos. Y eso es todo. Y está bien asi.
HERMANA MENOR: No es cierto, nacemos de alguien, nos
arrancan de alguien que nos atesora.
HERMANA Mayor: Pero hay que aprender a bastarse a sí
mismo, eso es dejar de ser niño.
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HERMANA MENOR: ¡No! nacemos de alguien y vamos a
fundirnos en alguien. Yo estoy toda llena de heridas, me
arrancaron de alguien y estoy sangrando, el aire frío se
me clava en las llagas, hasta que alguien venga a cubrirme,
con aquella capa de niebla. (Se oye un galope a lo lejos)
HERMANA Mayor: Oigo el trote de un caballo muy lejos.
HERMANA MENOR: Se acerca.
HERMANA Mayor: Quien sea por lo menos tiene un caballo,
el otro era apenas un caminante.
HERMANA MENOR: (Mirando por la ventana) Está cruzando
el puente, sí, es un hombre. Y trae montura, no cabalga
en pelo como el panadero.
HERMANA Mayor: Lo esperaba pero no tan pronto, todavía
no estoy lista... para servirlo, o servirme de él.
HERMANA MENOR: La compañía de mujeres te aburre, así
que no hay solución.
HERMANA Mayor: Hoy sí quería compañía de mujer, una
que supiese de partos. Hoy querría tanto hablar con
mamá.
HERMANA MENOR: Murió del corazón hace muchos años. (Se
oye golpear a la puerta) Pido al cielo que te guste, y te
lleve de aquí. Y que sea buen padre para el niño. (Vuelven
a golpear)
HERMANA Mayor: Ábrele rápido, o se nos va.
HERMANA MENOR: Dile enseguida que sufro del corazón.
HERMANA Mayor: Rápido boba, o se nos escapa.
HERMANA MENOR: (Abriendo) ¿A quién busca el señor?
Jinete: (Joven y bien parecido) Amarré mi caballo a su
árbol, disculpe la insolencia.
HERMANA Mayor: El camino muere aquí, debe haberlo
tomado por equivocación.
JINETE: Hace mucho frío, ¿me permite pasar?
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HERMANA Mayor: Así es, señor. No sufra más.
JINETE: (Entrando, aterido, se sacude el abrigo en las es-
paldas, cruzando las manos por delante) Gracias...
HERMANA Menor: Usted viene del pueblo y tendrá que
volverse, esta casa está al borde de un pantano que nadie
pudo jamás cruzar.
JINETE: (Autosuficiente, con un dejo de superioridad) En la
plaza mayor me lo contaron, y que a veces aquí se admiten
pensionistas.
HERMANA Mayor: Viene a pintar la laguna. Se le ve que es
artista.
JINETE: ¿Usted cree?
HERMANA Mayor: Sí, y puede quedarse. El lugar es
maravilloso, a ciertas horas se borra el horizonte y no se
sabe lo que es agua y lo que es cielo.
HERMANA MENOR: Todo es color gris sucio, por eso.
JINETE: No soy pintor, soy apenas un viajero.
HERMANA MENOR: Que viene a quedarse quieto.
JINETE: Si.
HERMANA MENOR: ¿Por qué? ¿Tal vez aquel camino que
empezaba fuera de usted, lejos de usted, termina aquí?
JinETE: (Muy seriamente) No, al contrario, es aquí, alejado
de todo lo para mi valioso, que empiezo mi camino, pero
por dentro mio.
HERMANA MENOR: ¿Pero por qué aquí?, ¿le pareció encon-
trar por fin... un significado?
JINETE: No, el significado que busco está dentro mio, o no
existe.
HermMaANA Mayor: (Levemente burlona) Trataremos de ser lo
más discretas posible y no distraerlo, ¿verdad pequeña?
(La hermana menor no responde) Pequeña...
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HERMANA MENOR: (No ha prestado atención a lo que dice la
hermana, ha continuado con sus ojos puestos en el joven
displicente) ¿Qué dices?
JINETE: (a la mayor, sin prestar atención a la menor) Puedo
instalarme en el establo.
HERMANA Mayor: El establo está sin techo, pero ahora estoy
un poco fatigada, más tarde arreglaremos todos los
detalles.
HERMANA MENOR: Digame señor, dentro suyo ¿hay luz o no?
JINETE: Total tiniebla, por eso no veo a nadie, por mucho
que se me acerque.
HERMANA MENOR: Y por eso busca la luz.
JINETE: Todo lo contrario. No hace mucho tiempo que logré
entrar en la oscuridad, y nunca me sentí mejor.
HERMANA Mayor: Pero alcanza muy bien a ver ese jamón
colgado, no le quita los ojos de encima
JINETE: Es verdad, me muero de hambre. ¿Puede ponerlo
todo en una misma cuenta?
HERMANA Mayor: Claro. (Tomándose la barriga) Yo se lo sirvo.
HERMANA MENOR: ¡No! tú estás cansada, ¿no convendría que
te retirases, por un rato?
HERMANA Mayor: (Con satisfacción de ver a la menor
interesada en alguien) Estás en lo cierto... Yo tengo que
descansar. (A él) Ella se ocupará de todo. Estoy... usted
comprenderá.
HERMANA MENOR: (Volviendo a caer en su habitual pesimismo)
¿De veras no te sientes bien?
HERMANA Mayor: Calma, por amor a Dios. Hay pan fresco,
(con picardía) por supuesto, nunca falta quien lo traiga, e
hidromiel. O vino, ¿qué prefiere?
HERMANA MENOR: El vino es mejor, más oscuro, no deja pasar
la luz.
JINETE: Hidromiel. Ya tengo demasiado sueño.
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HERMANA Mayor: (Retirándose, caminando con dificultad)
Con permiso... (sale por la puerta de la izquierda)
JINETE: (A la menor, dando casi una orden, al mismo tiempo
que toma asiento, sin saludar a la mayor). El pan me gus-
ta bien horneado. Pero si es de pan cruda no importa,
hoy comería lo que fuese.
HERMANA MENOR: (Buscando el pan, etc.) Usted dice que en
la oscuridad no ve a nadie. Si yo cierro los ojos oigo la voz
de mi hermana muerta, y después los pasos de ella que
se acercan, aunque venga pisando la nieve. Después abro
los ojos y la veo.
JINETE: ¿Su hermana muerta? No será ésta, ¿verdad?, la
que espera un niño.
HERMANA MENOR: (Sirviéndole la bebida) Usted es compasivo,
teme como yo que ella sufra en el parto, y muera. Por eso
ya la prefiere saber muerta ahora.
JINETE: (Bebiendo) Gracias...
HERMANA MENOR: (Señalando la puerta de la izquierda) Esta
es mi hermana mayor. La otra tenía apenas veinticinco
años.
JINETE: Me contaron que si las muchachas de la aldea a
los dieciocho no se casan se enferman, les crece musgo
en los pulmones.
HERMANA MENOR: Sí, es el aire que les llega del pantano, las
pone tristes, y mueren tísicas.
JINETE: En la aldea parecen ocultar otras historias. Nadie
quiere hablar.
HERMANA MENOR: Están apenados, no quedan casi
jovencitas, las que no mató la tisis fueron estranguladas
por el pastor de cabras.
JINETE: ¿Quién era él?
HERMANA MENOR: Un hombre horrendo, mataba a las
doncellas que lo rechazaban.
19
JiNETE: Prefiero pensar que a su hermana no la mató el
pastor. Fue el musgo, ¿verdad?
HERMANA MENOR: No, ella me dijo que quien tenía los pul-
mones ahogados de musgo era el mundo. Y se mató. Ella
era diferente. Es diferente.
JinNeETE: (Interesado, sin burlarse, pero al mismo tiempo con
distancia) La muerte no la cambió...
HERMANA MENOR: No, mantiene las convicciones de antes, y
con más fuerza aún.
JINETE: Ahora sabe más que antes.
HERMANA MENOR: Y eso la hace sufrir más. Es terrible la
muerte.
JINETE: ¿Por qué?
HERMANA MENOR: Sólo una persona que esté viva y ame
mucho a quien murió, puede aliviarle los dolores en el
más allá.
JINETE: ¿Dolores físicos, o de los otros?
HERMANA MENOR: ¡Físicos!, esos son los peores. Y claro, de
los otros también.
JINETE: Pero usted se los alivia.
HERMANA MENOR: Cuando se vuelven tan intensos que ella
no los puede soportar más... me pide auxilio.
JINETE: ¿De qué manera?
HERMANA MENOR: Al parecer ese alivio lo puede dar una
sola persona, aquella a quien el muerto más ama en el
mundo de los vivos. Mi hermana me cuenta que por
momentos el sufrimiento se le vuelve insoportable y es
sólo entonces que logra hacerse oír por mí. Si en ese
instante yo dejo todo y pienso en ella, su dolor cesa.
JINETE: ¿De qué modo piensa en ella?
HERMANA MENOR: La recuerdo, con eso basta. Porque cuando
los vivos se olvidan de los muertos, sobre todo de las
20
muchachas, ahí es que el pastor de cabras las corre y las
alcanza en el infierno.
JINETE: ¿También el murió?
HERMANA MENOR: Sí, cuando lo descubrieron trató de esca-
parse por el pantano, y se ahogó. Lo vieron desaparecer
bajo la superficie, pero el cadáver no fue hallado. Se su-
pone... que murió.
JINETE: ¿Y su hermana lo ve... en el infierno?
HERMANA MENOR: El infierno... es un modo de decir. Sé que
ella sufre, sin aire en el fondo del pantano. No tengo valor
para preguntarle a mi hermana... esos detalles, le hablo
de cosas alegres, para distraerla, rememoro cosas del
pasado, de cuando ella me llevaba a pasear a la aldea, y
me compraba sólo cosas inútiles, según mi hermana
mayor.
JINETE: Un día... ármese de valor, y pregúntele de ese barro
del pantano. Contar eso tal vez a ella la alivie, más que
los recuerdos gratos.
HERMANA MENOR: Tal vez...
JINETE: ¿Fue por suicidarse que calló al infierno... o tam-
bién por algo más?
HERMANA MENOR: (Nerviosa) No sé... ¡O sí que sé! Está
castigada injustamente, es pecado el suicidio pero ella no
sabía lo que hacía, fue un momento de arrebato.
JINETE: Se lo preguntaré, a ella misma, si la encuentro.
HERMANA MENOR: ¿Dónde?
JINETE: No en el infierno, no pienso morirme. Pero sí en la
oscuridad, cuando usted dijo que estaba en el fondo del
pantano reconocí el lugar, por la falta de luz.
HERMANA MENOR: Pero usted no sufre.
JINETE: Hace ya un tiempo que no.
HERMANA MENOR: Usted es tan diferente de todos a quienes
conozco. Cuénteme, ¿por qué es que no sufre?
21
JINETE: No me comprendería. Es una niña aún, (Bosteza)
y tengo sueño. es
HERMANA MENOR: Es que le di vino.
JINETE: No se lo pedí.
HERMANA MENOR: Se lo di para que hablase. Me urge saber
quién es usted.
JINETE: Anoche no dormi...(cayendo de sueño) y ahora este
truco suyo...
HERMANA MENOR: ¿Qué pesadilla le impidió descansar ano-
che?
JineTE: Estuve en el burdel del pueblo, simplemente... Son
las únicas mujeres que me interesan, porque no dan
sorpresas...(se toma la cabeza con las manos, apenas se
sostiene.) No me di cuenta que era vino, pensando en...
(cae dormido)
HERMANA MENOR: ¡¡¡¿¿¿En qué???!!!
JINETE: (Levantando por un segundo la cabeza y volviendo
a caer dormido) Pensando en...
HERMANA MENOR: Conteste...(él se agita en sueños, movido
por un fuerte ronquido) No me dejes sola, conmigo misma...
Mi hermana mayor me pide que piense en cosas muy
hermosas, para ahuyentar las sombras que quieren
tocarme... Pero a la cabeza no me vienen más que cosas
feas... No quiero acordarme de aquella puntada en el
corazón, la que mata, después de quitar el aire. Son unos
pocos segundos, que parecen siglos, y dan tiempo para
despedirse de todas las cosas queridas... pero yo no tengo
a nadie de quien despedirme... (va hacia la puerta de la
derecha, la abre de par en par) Si tan sólo la otra me
necesitase, en este momento... entonces yo pensaría en
ella... (se oye un viento arremolinado y creciente) y le
aliviaría los dolores... ¡Flavia, yo no te olvido!... (el viento
decrece, no hay respuesta alguna, finalmente la hermana
menor cierra la puerta) Cosas hermosas... [empieza a
pasearse por el cuarto) lejos de mí, hay un camino que
empieza y lleva... ¿adónde?
22
Fiavia: (Pálida y ojerosa, envuelta en su sudario, con un
ramo de flores en las manos que la entorpece pero que
evidentemente no puede soltar. de aire muy dolorido se
yergue de pronto por detrás del jinete, su trato es afectuo-
so pero de potencial diabólico). Por el momento te quedas
aqui... (la hermana menor salta asustada) pues yo te
necesito...
HERMANA MENOR: (Con cierto temor) Ay... gracias a Dios ¡él
es quien te manda! (se le abalanza para abrazarla)
FLavia: (Retrocede) Ya sabes... siempre unos pasos de dis-
tancia...
HERMANA MENOR: Pero... ¿cuándo entraste?
FLavia: Me hice pequeña y me colgué de la capa de él. Te
he dicho que por puertas cerradas no consigo entrar. (De
pronto se toma el pecho) Ay... ay...
HERMANA MENOR: Pobrecita mia... (hace gesto de acercarse
pero Flavia la detiene con un gesto)
Fiavia: (Con dolores internos muy fuertes) Si, tuya... De ti
dependo... piensa en mi exclusivamente, cierra los ojos y
no veas más que mis ojos, en ti clavados, se clavan en ti
como la boquita hambrienta de un bebé en el pecho de su
madre. Yo fui un poco tu madre cuando eras pequeña,
ahora eres tú quien me ampara, en el pensamiento.
HERMANA MENOR: (Con los ojos cerrados) El dolor... ¿está
pasando?
FLavia: Sí... ya. El pastor de cabras estaba casi a punto de
alcanzarme, pero no más...
HERMANA MENOR: ¿Está vivo?, ¿o te persigue por el infierno?
FLavia: (Evasiva) Hmmm... hoy quieres preguntarme algo
nuevo ¿verdad?, quieres saber dónde está, o... dónde
estaba, ensañado... mi dolor.
HERMANA MENOR: Tú no querrás hablar de eso.
Fuavia: Hoy fue atroz, por primera vez sentí dentro del
pecho crecerme un diablo, del lado izquierdo.
23
HERMANA MENOR: Dentro del corazón...
FLavia: Sí, primero era una lágrima ardiente, quemaba sin
lástima, una gota hirviente de hierro derretido, que cre-
ció y tomó la forma de una daga, filosa, hasta no caber
más dentro y traspasarme el corazón y las costillas. Esa
daga candente era el diablo mismo, quería quemarme y
reducirme a polvo. Ay, ay... si tú me olvidases yo me
volvería polvo, y el viento me podría diseminar por los
cuatro rumbos de la brújula y ya no me recogerías nunca
más. entera, en tu pensamiento... sé que a algunas muer -
tas les pasó eso. Muertas que no tienen en el mundo quien
las quiera.
HERMANA MENOR: (Con los ojos cerrados) Ya están tus ojos
mirándome muy abiertos. Ellos, tus ojos, ven que estás
ocupando toda la bóveda de mi pensamiento, es un cielo
estrellado, titilando, temblando de piedad y amor por ti,
a quien la suerte maltrató de modo tan injusto.
FLavia: Tú tal vez no lo percibas pero entre muchas estrellas
blancas, de amor a mí, se han encendido otras pocas,
nuevas, (curiosa) rosadas, encantadoras.
HERMANA MENOR: Velan por nuestro sobrino que está por
nacer, tal vez.
FLavia: (Maliciosa, sonriendo) No...
HERMANA MENOR: Yo sólo pienso en ti, en este momento...
Fiavia: (El tono va volviéndose amargo) Pero en lo
recóndito, sin saberlo, has permitido una entrada. El
tiempo nos dirá de quién se trata.
HERMANA MENOR: Perdóname, no lo sabía.
FLavia: Si es un hombre, dímelo ya.
HERMANA MENOR: (Señalando al jinete dormido) Ese acaba
de llegar, apenas si hemos cambiado unas palabras, no
puede ser él.
Fiavia: (Ganando tiempo) La barriguda te mintió, no quería
quedarse aqui, sola. Fue el tipo quien la abandonó a ella.
24
(Mira a diestra y siniestra, buscando una interpretación a
lo que está sucediendo con su hermana menor)
HERMANA MENOR: No, él quería llevarla, el muerto de ham-
bre, yo lo oí cuando se lo pedía; hasta de rodillas se puso.
FLavia: (Evidentemente inventando) Disimulaba delante
tuyo, su intención era dejarla tirada por el medio del
camino, cuando ella estuviese demasiado cansada para
seguir.
HERMANA MENOR: ¿Y por qué iba a hacer algo semejante?
FLavia:(Soltando risa sarcástica) Ella se lo merecía, por
egoista. Siempre quería hacer su voluntad, y consumirlo,
tragárselo como un bocado sabroso y caliente. Pero por él
no hacía nada. Y así fue que el macho quiso vengarse.
HERMANA MenNOR: Ella dice que eras tú quien no sabías
querer, y que por eso...
Fiavia: (La interrumpe) ¡¡¡Mentira!!!
HERMANA MENOR: ... por eso te aburriste de la vida ...
FLavia: (Furiosa) ¡¡¡No!!! es ella quien no sabe. Querer a
alguien es estar dispuesta a todo, a quemarse integra de
deseo, a carbonizarse y desaparecer como aquel puñado
de cenizas que se lleva el viento, y eso con tal de
demostrarle al hombre amado a todo a lo que estás dis-
puesta. Entonces él ya no te verá más como una fiera de
la selva, que trata de arrancarle jirones de su preciosa
carne, para alimentarse. Te verá como se ve una cama
limpia y mullida, tibia, después de una jornada de trabajo
agotador.
HERMANA MENOR: ¿Pero y si él después deja que tus cenizas
se dispersen para siempre? En la aldea envenenan las
ratas y los perros sarnosos y después les prenden fuego.
FLavia: No eres ni una rata ni una perra sarnosa.
HERMANA MENOR: Recuerda lo que dijiste de esas muertas
que tú conoces, a las que nadie quiere. Polvo.
Fuavia: Hay que jugarse el todo por el todo.
25
HERMANA MENOR: Quiero decir que si él no llega a querer-
me, no me recogerá en su pensamiento, y me perderé para
siempre, ceniza de rata o de perro sarnoso.
Fiavia: (Diabólica, destructiva) Y cada grano de polvo su-
fre por su propia cuenta, mirando hacia abajo, hacia el
infierno, una misma se vuelve una infinita polvareda de
sufrimiento, mirando boca abajo, (llena de envidia) mien-
tras para otros siguen brillando más y más estrellas ro-
sadas en el cielo.
HERMANA MENOR: No te pongas así... Si tan sólo pudiese
acercarme y darte una caricia.
FLavia: Está prohibido, nunca más podría presentárteme
aquí. Me basta con que pienses en mi.
HERMANA MENOR: Sólo en ti.
Fuavia: Lo malo es que él ya te gusta, no me lo niegues.
HERMANA MENOR: No lo sé.
FLavia: Confiesa, estás muerta de curiosidad por saber todo
de él, su historia, sus gustos, sus esperanzas. Y deseas
que sea desgraciado, para tú poderle dar la felicidad que
ansía.
HERMANA MENOR: Lo acabo de conocer...
FLavia: Y ya está sellado el destino.
HERMANA MENOR: (Tratando de defenderse) No... si él no me
quiere... (imitando involuntariamente el tono y el gesto de
la hermana mayor) ya pasará otro caminante, y se quedará
conmigo, o se irá.
FLavia: Nada de eso, no te resistas, lo has estado esperando
toda tu vida, es todo lo que deseabas, te encantan su
mirada, su pelo, su voz. Nada en él te resulta menos que
perfecto. Tú vives tiritando junto al frío de un pantano, y
ahí a pocos pasos se te ha encendido de pronto una fogata,
acércatele.
JINETE: (Despertando) Perdón... me quedé dormido...
parece. (La muerta le resulta invisible e inaudible, sólo se
dirige a la hermana menor)
26
HERMANA Menor: La culpa fue mía, por servirle vino.
JINETE: Incluso soñé... me despertaron voces, como si usted
estuviese hablando con alguien.
Fiavia: (A la hermana) No le preguntes con quién soñó.
HERMANA MENOR: (A él, llevada por una torpeza irrefrenable)
No le voy a preguntar con quién soñó.
JINETE: Mejor así, porque no lo recuerdo.
FLavia: Tonta de capirote.
JINETE: O si... ahora me vuelve a la mente. (Su expresión
se ensombrece) Un mal sueño.
HERMANA MENOR: ¿Es muy perseguido por las pesadillas?
JINETE: Cuántas preguntas.
FLavia: Déjalo que se las arregle solo.
HERMANA MENOR: Quería ayudarlo, dentro de mis modestas
posibilidades, a ahuyentar los malos sueños.
JINETE: ¿Por qué habría de ayudarme? Tal vez yo no lo
merezca.
HERMANA MENOR: Debe ser... porque si un día necesito yo
ayuda, se la podré pedir, a cambio.
Fiavia: No le preguntes si soñó con otra mujer.
JINETE: Sonñaba con una mujer, que me hizo mucho mal.
FLavia: (Sarcástica) Ya lo sé, porque lo trató bien.
HERMANA MenNOR: (Mira a la muerta sin comprender lo que
ha dicho) Usted la amó. ... ¿y ella? No comprendo por qué
ella no.
JineTE: Me quiso, y mucho.
FLavia: No le demuestres tanto interés. Además a él, le
molesta que lo quieran.
HERMANA MENOR: (Cómicamente torpe) ¿Le molesta que lo
quieran?
27
JINETE: Para responder a esa pregunta tendría que con-
tarle mi vida entera.
HERMANA MENOR: Es lo que quiero escuchar.
JINETE:Mi verdadera existencia empezó cuando conocí a
esa mujer. Yo vivía con mi padre, ya anciano y muy
enfermo, él no me tenía mas que a mí en el mundo. Pero
abandoné todo, al pobre viejo, amigos, trabajo, a mi novia
de infancia, por seguir a la otra. Ella abandonó a su
esposo. a una hijita, su casa en el cerro con jardines
colgantes. Nos amábamos de manera irracional, sin lími-
tes.
HERMANA MENOR: ¿Dónde se escondieron?
JINETE: No recuerdo cómo era el lugar. No veía a nadie
más que a ella. Ella ocupaba el campo visual integramen-
es
Fiavia: Eso me gusta. Por fin un hombre valiente.
HERMANA MENOR: Pero dicen que nacemos y morimos solos.
A lo largo encontramos a quien nos acompane, por
momentos. Y eso es todo. ... ¿O no?
JINETE: Yo no acepto más acompañantes.
Fuavia: Él ahuecó las manos, para que la felicidad no se le
escapara, como el agua, y ni una gota se escurría, porque
apretaba los dedos con toda su fuerza.
HERMANA MENOR: (A él) Empezaron a dolerle las manos, de
tanto crisparlas.
JINETE: Sí, en última instancia es con las manos... que se
retiene a alguien. Pero fallé.
HERMANA MENOR: De usted no dependía todo.
JINETE: ¿Qué está diciendo? En mi caso sí.
FLavia: Te lo dije, (irónica) él es especial.
JINETE: No me puede comprender, usted no ha vivido.
HERMANA MENOR: Pero me agradaría ayudarlo. Es huésped
de una casa... pretendidamente buena.
28
JINETE: Pasaron meses, cada amanecer anunciaba el mis-
mo deleite, y se producía, pero uno de esos días iba a
resultar inevitablemente el último. Podía suceder cual-
quier desgracia, un huracán podía pasar y arrebatárme-
la. Y además... ella era mortal. El miedo llegó a quitarme
el sueño, hasta que una madrugada me levanté más an-
gustiado que nunca. Ella seguía durmiendo, di unos pa-
sos hacia la puerta, y en un espejo vi el hueco que mi
cabeza había dejado en la almohada, me sorprendió, ¿yo
había estado en ese cuarto toda la noche?, ¿yo existía,
después de todo?, ¿no era sólo ella la que ocupaba el es-
pacio integro de la vida?
HERMANA MENOR: Usted existía.
JINETE: Ella abrió los ojos y se sobresaltó, me dijo que yo
nunca la había mirado de esa manera.
HERMANA MENOR: Y existian también su padre, y su novia,
y los demás, verdad?
JINETE: Ante todo existía yo. Un desconocido para mí
mismo, alguien cruel, capaz de abandonar a seres
queridos, o no sé, tal vez yo era alguien con derecho a
vivir. Soy indigno de que nadie me tenga en cuenta, y los
demás también son indignos de que yo los tenga en cuenta.
No doy nada ni pido nada.
Fravia: En otras palabras, se había empezado a cansar, de
ella.
HERMANA MENOR: (A Flavia cometiendo una indiscreción
delante del jinete) ¡No!
FLavia: (Burlona) Está bien, se cansó de amar.
HERMANA MENOR: (Al jinete) ¡No, usted sería incapaz de sacar
a una mujer de su hogar y después cansarse de ella!
JINETE: Si tú, chiquilla, me hubieses dicho lo contrario,
que sí soy capaz de eso, habríamos empezado a enten-
dernos. Está visto que entre nosotros no hay diálogo
posible.
29
Fiavia: Dile una mentirilla, que te gustó su facha pero no
el resto, y que es inútil seguir hablando porque él está
yerto por dentro, ¡échalo!
HERMANA MENOR: (Mira a Flavia reprobándola. Al jinete) Su
juicio sobre mí... me suena un poco precipitado...será
mejor que el tiempo se encargue... de darme a conocer.
Mientras tanto instálese, en esta humilde cabaña.
JINETE: Tal vez sería mejor que no. Las voy a molestar. Si,
eso es, mejor me voy.
FLavia: ¡Ábrele la puerta, verás que no se va!
HERMANA MENOR: (Al jinete) Si usted se va mi hermana mayor
va a regañarme, dirá que lo traté mal, que no sé recibir.
JineTE: Entonces mejor será despedirme de ella.
HERMANA MENOR: (Viéndose perdida, no sabe qué táctica
adoptar, mira a Flavia implorante) ¿De veras se va?
FLavia: Dile que no hay necesidad de despedirse, que se
vaya de inmediato, porque tú lo que quieres es alegría en
la casa, que por eso enciendes el fogón de la cocina, y
cuelgas cortinas de colores, y prestas oido a quien dice
una palabra bondadosa.
HERMANA MENOR: (Mira a la hermana, recapacita un instante,
hace el esfuerzo enorme de decir lo que no siente, al Jinete)
No hay necesidad de tal despedida, puede irse. Yo cada
mañana, ni bien me levanto atizo la lumbre del fogón,
porque odio el frío. Y descorro las cortinas ¡de colores,
festivas! para que entre luz. Y también... y también... (mira
a la hermana para que le dicte el resto)
FLavia: (Pronta al rescate) Presto oído a...
HERMANA MENOR: ¡Sí! Y también presto oído... al canto de
algún pajarito que se acerque al pantano. Amo la alegría,
los gestos amables. Lo demás no me interesa.
JINETE: (Algo intrigado por la actitud nueva de la muchacha)
Lo demás es como es, y no como querría ser. ¿Preferirías
que te dijese que soy un dechado de virtudes?
30
HERMANA MENOR: Ya que me tuteas yo también. Hay algo
más que te querría decir... y es... (trata de concentrarse
en vano) y es... (mira a Flavia)
FLavia: Que hay hombres más íntegros, cuyas manos no
se cansan de retener el agua...
HERMANA Menor: (A Flavia) ... y ni una gota se escurre...
¿verdad?
JINETE: (Sin entender nada) ¿De qué hablas?
HERMANA MENOR: Hmmm... me hablo a mí misma, yo
también tengo un camino interno que recorrer.
JineTE: (No muy convencido) Hmmm, yo tengo derecho a
alejarme del mundo, porque ya lo he conocido, tú no. Me
cuesta creer en tus palabras.
HeERMANA MENOR: En el mundo hay gentes como tú y otras,
diferentes, que me contagian las ganas de vivir. Al principio
creí que tú eras asi, imposible de tratar sólo en apariencia,
y que arañando un poco la superficie saldría algo mejor...
vivo.
FLavia: No tenías por qué hablar mal de los muertos.
HERMANA MENOR: Por aquí pasa poca gente, y no obstante,
cuando una oportunidad falla, sé resignarme. Asi es, no
me queda más remedio que hacerme buena compañía a
mí misma.
JINETE: Me retiraré entonces, sin más.
FLavia: Va todo perfecto, ahora ábrele la puerta, verás que
no se irá.
HERMANA Menor: (Va hacia la puerta y abre) Lo siento
mucho, porque la tarde está fría, y se cierne una tormenta
de nieve.
JiNETE: (Con cierta incerteza, da dos pasos hacia la puerta)
Copiosa, de larga duración.
HERMANA MENOR: La noche entera.
31
JINETE: Parto ya, entonces. (Se acerca a la puerta, con cier-
ta duda) ¡Ah, olvidaba pagarle lo que comi!
HeErMANA MENOR: No nos. debe nada, además el vino fue
una imposición.
JiNETE: (Desde la puerta) Gracias... Y adiós... (va a salir y
se da vuelta una vez más para quitarse el sombrero que
acaba de colocarse, como saludo) Pequeña...
HeErMANA MenOR: (Explotando) ¡No! (corriendo a la puerta)
no te vayas, nada de lo que te he dicho es cierto.
FLavia: ¿Cómo puede ser hermana mía y al mismo tiempo
tan tonta?
HERMANA MENOR: ¡¡No me resigno a que partas, ni para el
pueblo ni para dentro de ti mismo y si me escuchas estoy
segura de convencerte!
JINETE: ¿De qué?
HERMANA MENOR: De traerte a la luz, conmigo. Te voy a
querer tanto hasta convencerte de... de que... de que yo...
(Flavia le hace enérgica seña de contenerse)
JINETE: ¿Tú qué?
Fiavia: (Aleccionándola) De que yo te voy a dejar marchar,
te quiero tanto que no me importa sufrir por tu ausencia,
lo importante es que sigas tu camino y encuentres esa
paz, esa respuesta que tanto ansias...
HERMANA MENOR: (Con terquedad) Te voy a convencer de
que no necesitas marcharte, porque esa respuesta que
tanto ansías... está... está... en mi.
JINETE: Yo me habría animado a marcar una cita, contigo,
un día no lejano, si hubieses dicho otra cosa.
HERMANA MENOR: ¿Cuál?
JINETE: Que no te importaría mi ausencia, porque nada
podemos construir entre ambos sin antes recorrer yo mi
camino, y encontrar esa respuesta, esa paz que tanto
ansío.
32
FLavia: ¡Mis propias palabras!
HERMANA Menor: ¡No! la medida de mi amor la puede dar
solamente mi desesperación... Si te marchases aunque
fuera por unas horas... mi corazón no resistiría. La mera
posibilidad de no volver a verte me ahogaría más que toda
el agua negra del pantano.
FLavia: ¡Así lo pierdes!, es preciso esperar, permitirle que
se vaya.
JINETE: Eres muy niña, y sólo ves tu lado de las cosas. Es
inútil, no has ni siquiera empezado a comprenderme.
Tendrías que haberte dado cuenta de que era preciso
esperar. Porque es preciso que me vaya.
FLavia: ¡Ya no queda duda!, ¡es a mí a quien él busca! ¡Soy
yo la respuesta que tanto ansía!
HERMANA MENOR: (A Flavia, en voz baja) ¿Qué tonterías
dices?
FLavia: Cuéntale todo, dile que soy yo quien lo comprende...
¿de qué sirve que te encapriches en conquistarlo, si ya es
mio?
HERMANA MENOR: (A él, no sabiendo qué decir) De pronto,
no encuentro las palabras adecuadas.
FLavia: ¡Pero yo sí! Dile todo, que existo, aunque muerta
existo. Sirve para algo una vez en tu vida y transmitele
mi... mi... ¡mi amor!
HERMANA Mayor: (Irrumpiendo de pronto, avanza a los
tumbos tomándose el vientre) Ay, mi querida... no estoy
bien.
HERMANA MENOR: Es el niño...
HERMANA Mayor: ¿Estás segura de que hoy es sábado?
HERMANA MENOR: Creo... no sé... hoy ha sido un día tan
especial, ya no recuerdo.
HERMANA Mayor: (Al jinete) Usted sí lo sabrá, acaba de llegar
del mundo.
33
FLavia: Y para allá se vuelve, ¡conmigo!
JINETE: Es sábado, si.
HERMANA Mayor: Aquí huele raro.
JINETE: ¿No es el olor habitual del pantano?
HERMANA Mayor: No...
JineETE: Es verdad, al llegar no lo sentí, ahora sí. Parece
azufre, la pestilencia del diablo.
Fiavia: (A la hermana menor) Ves, por lo menos ya me está
oliendo.
JINETE: Bastaría traer una ristra de ajos, para espantar al
demonio.
HERMANA MENOR: (A la mayor) ¿Dónde está guardado el ajo?,
hoy hasta de eso me olvidé...
HERMANA Mayor: (Tomándose el vientre) Me temo que haya
otras urgencias mayores...
HERMANA MENOR: Y la tormenta se avecina, mira, ya está
nevando.
JINETE: ¿Puedo ayudar en algo?
HERMANA Mayor: Sí... podría llevarme al pueblo, en su
caballo.
HERMANA Menor: Antes de que el puente se desplome bajo
el peso de la nieve.
JINETE: Ya mismo, si es preciso.
FLavia: (Fingiendo bondad) Y nosotras dos nos quedaremos
rezando por el niño y su madrecita.
HERMANA MENOR: (Desafiante) Yo iré con vosotros.
HERMANA Mayor: No, tú quédate, para mantener el fuego
encendido, la casa tibia para mi regreso, en uno o dos
días.
HERMANA MENOR: ¿Tú crees?... yo sola...
34
HERMANA Mayor: Sí, te lo ruego..: y ayúdame ya a juntar lo
que debo llevar conmigo... (Va hacia su cuarto)
HERMANA MENOR: (Al jinete) Tardo apenas un momento,
perdone que lo deje solo.
JINETE: Vaya nomás.
FLavia: (Viendo a la hermana menor que sale. Para sí.) Esa
tonta no sabe qué enemiga se ha echado, hasta ahora la
protegi porque me convenía, pero ya que no va a tener
más tiempo para pensar en mí... no pierdo nada con
eliminarla.
JINETE: (Para sí, pensando en la menor) Qué rara es, mejor
no acercársele mucho a una joven así.
FLavia: (Al jinete) Si me pudieses oír te diría lo que ella no
sabe o no se atreve a contar.
JINETE: (Para sí mismo) Qué pena tener que irme, hay algo
que me agrada en esta casa, profundamente. Pero la
muchachita me lo impide, ella me obliga a irme.
FLavia: (Rondándolo) Aunque no me oigas, te voy a cantar
unas verdades. Me gustas porque tienes unos divinos ojos
celestes, y porque tus mejillas me recuerdan aquellas
manzanas que me comía con tantas ganas, especialmente
si eran las robadas a mis hermanas. Y tus rizos me
enloquecen, para intentar arrancártelos, con los dientes.
Hmmm, pero alto ahi. No me gusta ni tu egoísmo ni tu
modo de darle vuelta a las cosas, eres un complicado y
un necio, y la chiquilla tonta te quiere encontrar remedio
a todo, pero tú no lo tienes, eres así y nadie te cambiará.
Claro que eso, sólo una muerta se atreve a admitirlo, las
que están vivas se lo pasan mintiéndose a si mismas,
creyendo que van a poder transformar un animal en un
ser humano. ...Un hombre puede también resultar un ser
humano, pero si llega una hembra tonta y lo mira como a
su macho, él está perdido, se vuelve una fiera más, de la
selva oscura. Una fiera bella, que no me pertenece más
que a mí, ¿no lo crees?, me perteneces... porque soy la
única que te comprende... sólo yo recojo los mil pedazos
en que estás deshecho, y te doy amparo. ... No te disculpo
35
pero te comprendo... No me importa si naciste así o si te
echó a perder quien te amamantó... Eres... así.
JINETE: Qué pena tener que marcharme... Pero la niña me
miró como una fiera mala, a la que se le perdona cual-
quier cosa.
FLavia: (Dando un grito) ¡¡¡Gracias!!! (en tono más bajo) Por
declararme tu amor.
HERMANA Mayor: (Entrando con un atado en la mano y una
capa sobre los hombros, seguida por la hermana menor)
La nevada está arreciando. (La hermana menor va hacia
la derecha donde se encuentran cocina y alacena, busca
la ristra de ajos)
JINETE: No tema, tengo el brazo fuerte y la sostendré. Con
la mano libre llevaré las riendas, a todo galope.
HERMANA MENOR: (Blandiendo los ajos y abriendo la puerta
de la derecha) ¡Que salga el demonio de esta casa!
Fiavia: (Retrocediendo inevitablemente, la tempestad se
vuelve más fuerte aún) ¡Traidora! ya te arrepentirás de lo
que estás haciendo... Me vengaré...
HERMANA MaYor: ¡Deja de sacudir esos pobres ajos!
HERMANA MENOR: Estoy echando a la mala gente...
Fiavia: (Ya a punto de ser tragada por la oscuridad del
exterior) Y si con mis manos no basta traeré otras, las del
pastor de cabras, para retorcerte bien el pescuezo...
¡Traidora! Ayyyyyyyyyy.... (Es tragada por la oscuridad)
JINETE: Extraño... se acabó aquel olorcito...
HERMANA Mayor: (Señalando a la hermana menor) Según
me dice, ella logra hablar con una finada...
HERMANA MENOR: No es cierto.
HERMANA Mayor: Pero eso me has dicho... (al jinete) Con
una hermana nuestra que falleció...
JINETE: Tal vez sea un modo de hablar consigo misma, con
el demonio que todos llevamos dentro.
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HERMANA MENOR: No pierdan un minuto más... No creo que
consigan llegar hasta la aldea...
JINETE: No teman, soy buen jinete.
HERMANA Mayor: (Saliendo) Vamos ya...
HERMANA MENOR: (Colocando la ristra de ajos en el atado de
la hermana) Y lleva esto, que los proteja durante el via-
je... Y mucha suerte... (abraza a la hermana, ésta parte
con el Jinete)
HERMANA MENOR: (Quedando sola, cierra la puerta y corre a
buscar una traba grande de madera para atrancar la puer-
ta, lo mismo hace con las ventanas.) Pensemos en cosas
hermosas... nada más que en cosas hermosas... como dice
mi hermana buena... Un niño robusto que crece sano y
sonriente... un pastel muy rico que les preparo para cuan-
do cumpla años... un potrillito blanco que le regalo para
cuando sea capaz de montar solito... y otro jinete se me
aparece por detrás de esa loma que no deja ver el cemen-
terio de la aldea... desde lejos lo reconozco, viene a bus-
carme, me envuelve en la capa que era color... ¿de qué
color era la capa?... ¿o no tenía?... ¡claro que no tenía!
¿entonces por qué se me ocurrió que traía una capa?...
(al recordar involuntariamente a Flavia se estremece de
horror) ¡La muerta dijo que él traía una capa! Y si no pien-
so rápido en otra cosa se me va a aparecer... pero dijo que
por puertas cerradas no podía pasar... (se oye un chirrido,
la tapa de un baúl que se encuentra en el proscenio empie-
za a levantarse, aparece una mano horripilante de hombre
monstruoso, luego la figura atroz del Pastor de Cabras,
cha retrocede aterrorizada, se lleva la mano al corazón)
¡¡No!! ¡No se me acerque..!
PASTOR DE CABRAS: (Siniestro en su forma de hablar como en
su apariencia externa) No me temas, criatura, soy un sim-
ple pastor de cabras... (se oye la risa demoníaca de Flavia
provenir del baúl abierto, el Pastor de Cabras tiende la
mano, del interior del baúl surge ahora la mano de Flavia,
el Pastor le da la mano y la ayuda a salir) Tu dulce
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hermana me ha conducido hasta ti, para conocerte final-
MENTE
FLavia: (Saliendo con dificultad del estrecho baúl) Sí, él me
va a ayudar en la por otra parte fácil tarea de trasladarte
al otro mundo...
HermMANA MENOR: (Retrocediendo) No... no...
FLavia: En casa donde hay ajos no puedo entrar, a menos
que me abran la puerta. Pero en casa sin ajos...
PASTOR DE CABRAS: Qué cuello tan delicado, habría que
tratarlo con gran cuidado... apretar tan sólo con mis dos
grandes... pulgares, tan ásperos... ¿me perdonas? son los
callos ¿sabes? ¡me han salido callos de tanto quebrar pes-
cuezos!
HERMANA MENOR: No... ustedes están muertos... no pueden
tocarme...
FLavia: Él no está muerto, ha estado escondido todo este
tiempo al borde del pantano.
PASTOR DE CABRAS: (Ríe) Espiándote...
HERMANA MENOR: Están muertos los dos, lo sé porque no
echan sombra en el piso. Ni siquiera pueden rozarme...
(Se toma la garganta) el cuello.
FLavia: Pero... ¿y tu corazoncito frágil?, te olvidas de él...
¡te mataremos del susto! (Se oye a lo lejos un estruendo)
PASTOR DE CABRAS: El puente... se acaba de desmoronar
nuestro querido puentecito... la casa ha quedado aislada
por días y días...
HERMANA MENOR: ¡Cosas hermosas, cosas hermosas!, el
niño, el potrillito, el pastel de cumpleaños, el jinete...
FLavia: (Acercándose con el Pastor a la hermana menor) El
jinete es un macho despiadado, que te ha dejado para
siempre...
HERMANA MENOR: No... mi hermana buena decía que tú eras
el ser más envidioso que había sobre la tierra, y si me
38
quieres ver muerta es porque sabes ¡sí! es eso, sabes que
él va a volver por mí, y te retuerces de rabia...
FLavia: Y aunque vuelva, ¿qué me importa, si te encuentra
muerta?
PASTOR DE CABRAS: Déjame criaturita, que apoye los pulga-
res sobre tu ternura de virgen, nunca maté a nadie así,
estrangulándole el alma... dame ese gusto, mi amor, dé-
jame que te asesine de puro miedo...
HERMANA MENOR: (Cubriéndose el rostro con las manos)
¡¡¡Nooooo!!! (Cae desmayada. Flavia se le acerca y le escu-
cha el corazón)
PASTOR DE CABRAS: ¿Reventó?
FLavia: El corazón sigue latiendo...
PASTOR DE CABRAS: No por mucho tiempo. ...Pero ¿y si ella
muere?, no habrá más ser vivo que te evoque.
FLavia: ¡Eso se verá! Ya no acepto más migajas de la suerte,
no quiero más vivir en el pensamiento de una hermana
enclenque. ¿Por qué conformarme con migajas? Quiero
vivir en el pensamiento del hombre que amo ¡o nada!
(pausa) ¡Por qué tengo que ser yo la desgraciada, la
suicida, la mala! ¡no es justo! voy a luchar, como todo el
mundo... ¡para ser amada!
Fin DEL PRIMER AcTo
39
SEGUNDO ACTO
El mismo escenario. Los tres personajes están en la mis-
ma posición, es decir la Hermana Menor desmayada en el
suelo, a su lado de rodillas Flavia escuchándole los lati-
dos del corazón y a algunos pasos de pie el Pastor de Ca-
bras. Se retoma la acción sin más.
FLavia: Los latidos se hacen esperar cada vez más... (rego-
cijada) entre uno y otro...
PASTOR DE CABRAS: Lástima no poder aprovechar de este
irrepetible instante... para alguna travesura.
FLavia: Pronto va a morir y sé que no te apetece la carne
helada.
PASTOR DE CABRas: Ábrele apenas un poco la blusa, para
mirarle los pechitos, mientras estén tibios.
FLavia: ¡Imbécil! ... con tu asqueroso deseo la estás
reanimando.
PASTOR DE CABRAS: No puedo evitarlo, soy un seductor
incorregible.
FLavia: (Mirándolo con poco disimulado desprecio) Si no es
del miedo... habrá que matarla de otro modo... ¿pero cuál?
PASTOR DE CABRAS: (Oyendo un lejano rumor de cabalgadu-
ra) No es posible... alguien cabalga hacia aqui.
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FLavia: (Poniéndose de pie rápidamente, va hacia la ventana
cerrada, espía por una rendija) ¡Que un rayo los parta!
(Distinguiéndolos) Son ellos... ¡no habían pasado el puente
aún!
PASTOR DE CABRAS: Si tan sólo la virgenzuela no despertase...
morirían de frío a la intemperie, la casa está
herméticamente cerrada por dentro.
Fiavia: (Con estentórea carcajada) Y en vez de un
nacimiento habría más de un deceso... (el trote del caballo
se acerca)
PASTOR DE CABRAS: Basta con que ella no vuelva en sí... por
unas Cuantas horas.
FLavia: Una noche helada acabaría con la parturienta... y
un día sin comer para acabar también con él...
(reaccionando bruscamente) ¡No, a él yo lo quiero vivo!
PASTOR DE CABRAS: Insensata...
FLavia: ¡¿Tú qué sabes del amor espiritual?! Él ya ha
comenzado a pensar en mí, la suicida misteriosa. Como
una semillita está germinando en su imaginación mi nom-
bre, Flavia... Pronto me eligirá una cara, y una piel, la
cara ideal, la piel ideal. Decidirá que soy irresistible, y
como nadie en el mundo de los vivientes... perfecta.
Perfecta, porque estoy por siempre fuera de su alcance...
Perfectísima (ríe)... porque estoy muerta.
PASTOR DE CABRAS: Acabarás por estropearlo todo.
JinNeTE: (Golpeando desde afuera) Abre... somos nosotros...
PASTOR DE CABRAS: [(Amenazante) No se te ocurra desper-
tarla...
FLavia: Te llamé para que me ayudases, no para darme
órdenes.
PASTOR DE CABRAS: Arréglate sola entonces.
FLavia: Pues vete.
JINETE: (Desde afuera) Tu hermana no está bien, ¡abre de
una vez!
41
PASTOR DE CABRAS: (A Flavia) No me voy, no antes de verle
los pechitos, sé que esta noche los va a mostrar.
FLavia: ¡Pero no a ti!
PASTOR DE CABRas: Perdona, (fingiendo humildad) se me
olvidó que sólo tú triunfas en el amor (de pronto burlón),
¡espectro que eres!
FLavia: ¿Cómo hacer para despertarla?
PASTOR DE CABRAS: Yo le abro la blusa... con sumo cuidado...
HERMANA Mayor: (Con poco aliento, desde afuera) Por favor...
somos nosotros... abre, ¡no tengas miedo!
PASTOR DE CABRAS: (A Flavia) Apártate un poquito... que
quiero ayudarte... a despertarla...
Fiavia: (Haciéndose a un lado) Pues entonces ya... ¡y de
prisa! (le abre la blusa a la hermana menor) Regálate la
vista... ya que más no puedes.
Pastor: (Hincándose junto a la muchacha desmayada, des-
nudándole el pecho) Pero si son dos rosas, y apuesto a
que dan perfume... (hunde su hocico entre los pliegues
abiertos de la blusa, vuelve a levantar la cabeza, chasquea
la lengua) Y saben a néctar...
JINETE: (Golpeando fuertemente) ¡Pero qué esperas! ¡¡¡Abre
de una vez por todas!!!
HERMANA Menor: (Empezando a reaccionar, debido a los
golpes en la puerta y al hocico del Pastor)... ¿Qué...?
¿»quién llama?... (al abrir los ojos no descubre a los dos
fantasmas porque estos rápidamente se han hecho a los
lados)
HERMANA Mayor: (Desde afuera, al borde del colapso) ¡Abre...
que no soporto más... abre, por lo que más quieras!
HERMANA MENOR: (Incorporándose con dificultad) Perdona...
si... ya abro... (retira con dificultad la traba de la puerta)
Discúlpenme... mil disculpas...
HERMANA Mayor: (Entrando desfalleciente) ¿Por qué no
abrías?... ¿quién creías que era?
42
HERMANA MENOR: Es que ... me quedé dormida.
HERMANA Mayor: Sí, y al oír golpear pensaste como siempre
lo peor... (casi sin aire para hablar) que era algún criminal.
HERMANA MENOR: No...
HERMANA Mayor: Aquel pastor de cabras por ejemplo.
HERMANA MenOR: No, el pastor está muerto... de eso no me
cabe duda...
JINETE: La criatura va a nacer ya... (a la menor) me temo
que tú misma tendrás que asistir a tu hermana. (La mayor
está al borde de sus fuerzas, se apoya en el Jinete)
HERMANA Mayor: Y usted caballero también... (él trata de
sostenerla, finalmente la levanta en brazos)
HERMANA MENOR: Yo... no tengo miedo de ayudar ¡pero no
sé qué es lo que tengo que hacer!
JINETE: Y la verdad es que yo tampoco.
HERMANA Mayor: Por favor lléveme a mi cama... (a la her-
mana menor) y tú calienta agua rapidito... (la menor va al
fogón y aviva las llamas con una pantalla después de co-
locar una olla sobre el fuego) del resto yo me encargo, he
visto algún parto por ahí... (a la menor) el tuyo mismo... y
sé cuáles indicaciones dar... Ay... ay... pero no crei... que
doliese tanto...
JINETE: Recostada se aliviará... (a la menor) Ábreme la puer-
ta del cuarto por favor.
HERMANA MenNOR: (Dejando de apantallar el fuego va rápi-
damente a abrir la puerta) De inmediato... (a la mayor) Y
quédate tranquila, que yo... (temblando y castañeteándo-
le los dientes) yo... lo esto- toy... Tra-tranquila.
HerMANA Mayor: Bastará con que hagas lo que te indique.
JineTE: (Muy nervioso) De ese modo yo tampoco... tengo...
tengo... no digo miedo, pero digamos.... temor. (Ya entran-
do al cuarto) No, nada de eso, quédese tranquila que las
sabremos asistir.
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HERMANA Mayor: (Quedando sola en escena, con la excep-
ción de los dos muertos que ahora vuelven a desplegar
manos y cabellera) (Para sí misma, tratando de darse va-
lor) Eso mismo... quédate tranquila, que te sabremos asis-
tir... (vuelve a apantallar el fuego)
FLavia: (Al pastor) Esos quejidos tan profundos... no anun-
cian nada bueno.
PASTOR DE CABRAs: Concuerdo en todo... (la menor trata de
no oír las palabras de los muertos pero no lo logra)
FLavia: Cuando una parturienta se queja de ese modo es
que el pergenio no tiene la cabeza apuntando a la salida
¡Está atravesado! y no logrará salir nunca...
PASTOR DE CABRAS: Una muy interesante situación... que
concluye ¿cómo?
Fiavia: El pergenio desesperado al no lograr salir lastima
a la parturienta, (muy divertida) y uno acaba con el otro.
HERMANA MENOR: (Apantallando el fuego, en un intento
desesperado por ahuyentar a los muertos) Un niño sano...
un potrillito... un pastel de cumpleaños... un caminante...
(pausa) Un muerto de hambre que vuelve, un padre para
el niño, un fogón encendido... una casa llena, repleta de...
alegría.
Fiavia: ¡De luto! de niebla, de frío, una parturienta muer-
ta con el niño dentro...
HERMANA MENOR: Un niño sano... una madre dándole el
pecho... el fogón encendido... una muchacha que espe-
ra... un jinete que llega...
FLavia: ¡Un jinete que parte! una estúpida chiquilla que
no supo hablarle y se queda sola, junto al pantano,
creciéndole musgo en los pulmones...
HERMANA MENOR: (Haciendo la olla con un trapo y llevándola
al otro cuarto) Un jinete que llega, una casa donde se lo
espera, la bondad del destino, dos mujeres, ¡vivientes!...
que lo necesitan, un niño... ¡viviente! que pronto va a llo-
rar bien fuerte...
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FLavia: Porque se está ahogando...
HERMANA MENOR: (Entrando al cuarto, a los muertos) Un niño
que llora por llorar, (sacando fuerzas de flaquezas) porque
eso... ¡le fortifica los pulmones! (cierra la puerta tras de sí)
FLavia: (Quedando sola con el Pastor) Uhmmm... (llena de
resentimiento) eso está por verse...
PASTOR DE CABRAS: No es tan mansita como creías...
FLavia: (Vehemente) ¡Se les va a morir!, ¡se les va a morir!
PASTOR DE CABRAS: (Imitando burlonamente a Flavia) “¡Se les
va a morir!, ¡se les va a morir!”
FLavia: (Furiosa) ¡¿Cómo te atreves a burlarte?! De mí, que
fui deseada en la vida, a mí todo puerco libertino de la
aldea me perseguía, mientras que de ti hasta la más fea
huía corriendo.
PAsTOR DE CABRAS: Oye belleza, no basta desear la
destrucción, a la destrucción hay que planearla fríamente,
y después ¡concretarla!
Fiavia: (Compartiendo de pronto el sentimiento del Pastor)
Y después... contemplarla ¡santa, sublime, divina des-
trucción! Mis hermanas en ruinas, el mundo en ruinas.
PASTOR DE CABRaAs: (Ambos en éxtasis creciente) Destruc-
ción... tan bello vocablo.
Favia: Asolamiento... Devastación...
PASTOR DE CABRAS: Exterminio... Daño...
Favia: Aniquilamiento... Demolición...
PASTOR DE CABRAS: Estrago... Destrozo...
FLavia: Daño...
PasTOR: ¡No! Daño ya lo dije yo... Repetir no vale.
FLavia: Entonces... ¡muerte!
PASTOR DE CABRAS: De acuerdo, pero aunque el vulgo asi lo
piense, no es mucho más fácil hacer el mal que el bien.
Trabajemos.
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FLavia: (Paseándose como una fiera enjaulada) Habrá que
matarla... ¿pero cómo?
PASTOR DE CABRAS: De miedo... no se nos quiso morir... ¡perra!
FLavia: Pensemos...
PASTOR DE CABRAS: Pero con el cerebro, no con nuestros
genitales, tan rencorosos ellos.
FLavia: Rencorosos los tuyos. Los míos nunca me dominaron.
PASTOR DE CABRAS: El diablo me libre de una enemiga frigi-
da.
Fiavia: (Herida en lo más íntimo) ¿Qué insinúas?
PASTOR DE CABRAS: No gastemos energías en rencillas.
Uhmmm, si de algún modo pudiésemos servirnos de él...
del malhadado jinete.
FLavia: Pero sin hacerle mal.
PASTOR DE CABRAS: (Irónico) Por supuesto... [empiezan a oírse
quejidos más y más fuertes de la hermana mayon Ja - ja -
jaaa!!! (el pastor ríe demoníacamente del sufrimiento de la
hermana mayor)
FLavia: (Satánicamente ríe entre dientes) Ujm-jm-jm...
PASTOR DE CABRAS: Creo que tienes razón... viene atravesado...
FLavia: Se le va a morir, se le va a morir.
PASTOR DE CABRAS: Me parece que si...
FLavia: Concentrémonos... y emitamos la onda mental más
venenosa...
PASTOR DE CABRAS: Concentrémonos... (se oye un “ay” más
penoso y estentóreo)
FLavia: Una onda que sea cicuta pura.
PASTOR DE CABRAS: Concentrémonos más aún. (De pronto se
oye una palmada y el clásico llanto de un niño recién
nacido, pletórico de energías)
Fiavia: (Revolcándose en su impotencia) Maldito sea...
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PASTOR DE CABRas: Maldito. Pero no perdamos más tiempo,
pensemos...
FLavia: Es a la menor que hay que eliminar...
PASTOR DE CABRAS: Tendríamos que valernos de él... de la
ayuda de él... ¿pero cómo?
Fiavia: (Mirando con desprecio al pastor) Él sí tendría
manos para estrangularla.
PASTOR DE CABRAS: Pero él no la odia.
FLavia: ¡Pero tampoco la desea!
PAsTOR DE CABRAS: Él podría matarla de pena.
FLavia: Claro... al abandonarla...
PASTOR DE CABRAS: Pero ella ahora tendrá que cuidar del
niño, tendrá la mente ocupada unos días por lo menos.
No, aunque él se fuese hoy mismo ella no moriría de pena.
FLavia: Mala suerte la mía, es verdad, él de pena no la va
a matar...
PASTOR DE CABRAS: Y quién sabe lo que está ocurriendo en
esa cabecita de él, tan llena de vericuetos... acaba de sentir
la vida, palpitando en sus manos... ha de estar excitado.
Fiavia: No todo hombre es vulgar y puerco como tú.
PASTOR DE CABRAS: Si... él acaba de traer un ser a la vida, en este
momento se siente... omnipotente, y generoso, quiere dar.
FLavia: Se siente generoso... Quiere dar de beber al se-
diento, dar de comer al hambriento.
PASTOR DE CABRAS: Pero también está el hambriento... y se
la va a servir como una papa en el plato, calentita, la va a
ensartar en su tenedor y se la va a tragar, enterita. (Irónico)
Un delicado acto de amor.
Fuavia: No sigas, que me produces profundo asco... Él no
es de esos.
PASTOR DE CABRAS: Él es de los peores... de los que conocen
los secretos del placer, por eso yo lo odio tanto, él es todo
lo que yo querría haber sido.
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FLavia: Te escucho... (profundamente tocada en su curiosi-
dad) ¿qué es eso de los secretos del placer?
PASTOR DE CABRAS: Si, este es un universo injusto,
despiadado, donde hay seres que encarnan ¡el horror!... y
eso me tocó ser a mi... un ser horrible a quien nadie podía
querer... mientras que hay otros que...
Fiavia: (Interrumpiéndolo) Él aparece y quien lo ve recuerda
de pronto que en el mundo existe el deleite. El deleite de
ser como él, o el deleite de besarlo a él...
PASTOR DE CABRAS: Él no necesita ser hábil, tener pericia
alguna, le basta con saber que es él... el deleite.
FLavia: Pero necesita saber besar... acariciar.
PASTOR DE CABRAS: No.
Fiavia: Pero puede besar mal.
PASTOR DE CABRAS: No, a la torpeza la origina el temor de no
agradar, de no ser amado.
FLavia: Entonces él podría dar placer... aún a quien nunca
antes conoció el sentido de esa palabra.
PASTOR DE CABRAS: Sí, él podría inundarte del mayor delei-
te... ahogarte de goce, matarte de placer.
FLavia: No te entiendo.
PASTOR DE CABRAS: (Oyendo que salen del cuarto la hermana
menor y el Jinete) Calla... (el Pastor toma fuertemente de
la mano a Flavia y la obliga a esconderse, para permitir a
los dos jóvenes hablar en la intimidad, pero permanecen
observando la acción sin perder detalle, con avidisima
curiosidad)
HERMANA MENOR: (Precediendo al jinete. Exhala un profun-
do suspiro.) Todavía me cuesta creerlo... (jubilosa) El peli-
gro ya pasó... y ambos están bien.
JINETE: (También muy aliviado, sonriente) Nunca hubo pe-
ligro... sólo en tu imaginación.
HERMANA MENOR: Es posible.
AR
JINETE: (Mostrándole las manos) Mira estas manos... yo
quiero mirar las tuyas...
HERMANA MENOR: (Mostrándole las manos) Míralas...
JINETE: Hace un momento estaban ensangrentadas,
parecian sucias, daban miedo, podían ser las manos de
dos criminales... Pero bastó un chorro de agua caliente
para lavar al niño, y al lavarlo a él, también nuestras
manos quedaron limpias, ...y al sacarlo con sumo cuida-
do, nuestras manos también quedaron secas... y las ma-
nos deben estar secas para acariciar mejor, (dejándose
envolver por un súbito erotismo) mientras que los labios
acarician mejor si están húmedos... (reaccionando) Pero
no sé por qué estoy diciendo todo esto...
HERMANA MENOR: Porque ya no hay peligro... de nada. El
peligro ni siquiera existe ya en tu imaginación.
JINETE: ¿Y en la tuya?
HERMANA MENOR: (Demora un momento en contestar) Tengo
sed... (va hacia el cántaro de agua que se encuentra entre
otra utilería del fogón) de agua, ¿tú quieres hidromiel, o
vino?
JINETE: Agua, igual que tú.
HERMANA MENOR: (Sirviendo el agua para ambos) Qué bue-
na la estrella que hoy te trajo a esta casa. (Le alcanza el
agua)
JINETE: (La acaricia, titubea un momento) Es cierto. (La besa
en la frente con ternura y prolongadamente) Y si no me
equivoco, algún día voy a volver.
HERMANA MENOR: Pero no te puedes ir, te necesitamos.
JINETE: Ya no me necesitan más. Por eso seguiré mi cami-
no.
HERMANA MENOR: Tu camino empieza en mi... No tengo más
dudas al respecto, y no sé por qué tú las tienes.
JineTE: (Muy firme) Pero las tengo. Algún día, si me es po-
sible, regresaré. Eres pura y bella, un encanto de niña...
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HERMANA MENOR: Has dejado el caballo a la intemperie...
habría que entrarlo al establo.
JINETE: Sí, pero al amanecer partiré.
HERMANA MENOR: (Ya casi sin fuerzas para intentar retenerlo)
El puente se desmoronó.
JineTE: La luz del alba me dirá cómo cruzarlo. Algún modo
habrá. (La mira un momento con fijeza, después sale)
FLavia: (Dejando su escondite, a la hermana menor, la cual
ha quedado sin saber qué hacer en el medio del escenario)
Algún modo habrá... de no dejarlo salir. (La Hermana
menor la mira con profunda desconfianza, sigue una pausa)
(con falsa humildad) Tengo que pedirte perdón, por haber
sido... áspera contigo. Es que, sabes, yo nunca me
enamoré en la vida, y ahora me sucede, sólo puedo amarlo
a través de ti... No temas, él ni me ve ni me oye, y yo sólo
podré seguir viéndolo y oyéndolo mientras tú lo retengas
a tu lado. (Viscosamente humilde) De eso... antes no me
había dado cuenta.
HERMANA MENOR: (Con sequedad, ha perdido la confianza
en Flavia definitivamente) Partirá, es imposible evitarlo.
FLavia: (Falsa) Sé que ya no significo para ti... lo que an-
tes. Claro... me creías mejor, pero tienes que pensar en lo
triste de mi destino, no tuve nada en la vida, y tú aún
puedes tenerlo todo... Pero hoy a lo largo de la jornada he
aprendido mucho. Ante todo... que él te pertenece, por-
que estás viva. Y estás viva porque has tenido el valor de
existir, a pesar de todo sufrimiento, mientras que yo fui
cobarde... y me mate.
HERMANA MENOR: Estoy viva, pero he perdido lo único que
me interesó conquistar en este mundo.
FLavia: Yo no sabía lo que era amar, y por eso todo se me
confundió en la cabeza... Sólo ahora me doy cuenta de
que tengo que ayudarte a retenerlo, porque yo no existo
más que en tu pensamiento. Y si quiero verlo a él, tienes
que estar siempre tú presente.
HERMANA MENOR: (Muy desconfiada) Me estás proponiendo
compartirlo.
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FLavia: ¡No! Sólo unos breves instantes más, al comienzo
de vuestro gran amor. A partir del momento que él te haga
suya, y faltan pocos minutos para eso, ya no lo tendrás
más que a él en el pensamiento, y para siempre. Yo no
volveré más a asomarme al mundo de los vivos. Pero sé
generosa, y déjame estar presente todavia... esos instantes
de que te hablé.
HERMANA MENOR: No habrá nada entre él y yo. Su decisión
está tomada.
FLavia: Te digo que no... Hay un modo de obligarlo a
quedarse.
HERMANA MENOR: Ninguno.
FLavia: Antes no me quisiste escuchar y te fue mal. Ahora
ya no te queda otra salida que escucharme, ¿qué pierdes
con eso? De todos modos lo consideras ya fuera de tu
alcance.
HERMANA MENOR: Lo está.
FLavia: Cuando él entre... finge un desmayo.
HERMANA MENOR: ¿Y con eso?
FLavia: Finge un desmayo, y una terrible asfixia...
HERMANA MENOR: ¿Cómo?
FLavia: Finge haberte quedado sin aire... Y él te dará su
aliento, boca a boca.
HERMANA MENOR: ¿Y sentiré sus labios sobre los míos?
FLavia: (Oyendo al Jinete acercarse) ¡Atención, ya vuelve!
(se hace a un lado)
JineTE: (Entrando) Pobre animal, lo había olvidado totalmente.
HERMANA MENOR: No me estoy sintiendo bien.
JINETE: ¿Qué tienes?
HERMANA MENOR: Me está... faltando el aire. Temo
desmayarme.
JineTE: (Se le acerca) ¿Puedo hacer algo?
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HERMANA MENOR: Ay... (él la sostiene en los brazos) No ten-
go... aire... (finge desmayarse en los brazos de él)
JINETE: ¿Qué es esto?... (la levanta en brazos y la lleva a
un rústico sofá) Pe... pequeña ¿qué tienes?
HERMANA MENOR: (Con los ojos cerrados, fingiendo ahogarse)
Ai... aire... (él titubea y finalmente acerca sus labios a los
de ella, la muchacha se agita como luchando porque el aire
entre en sus pulmones) Ah... ah... ¿qué haces?... ¿es que...
me estoy muriendo?
JINETE: No... No te asustes. Te estoy... besando. (Vuelve a
aplicar su boca sobre la de la muchacha para darle aire)
HERMANA MENOR: (Finge reanimarse) Ah... ah..
JINETE: ¿Estás mejor?
HERMANA MENOR: No lo sé...
JINETE: Sí, estás mejor... Siento tu corazón acelerado pero
no enfermo.
HERMANA MENOR: (Recostada) No te alcanzo a ver claramen-
te... por un momento pensé que era el pastor de cabras
quien... me hablaba.
JINETE: Dijiste que murió.
HERMANA MENOR: A veces él salta de pronto de los
matorrales, chorreando agua podrida, y me toca... Hasta
me besa... y más todavía.
FLavia: (A la hermana menor) Ni yo lo habría dicho mejor.
¡Sigue!
JINETE: No te entiendo, ¿ha estado él, escondido en el pan-
tano, todo este tiempo?
HERMANA MENOR: A veces me parece que sí... Porque se me
acerca, y del terror no puedo correr, como en las pesadillas,
las piernas no me responden, y él me alcanza, y me hace
lo que quiere.
JINETE: Pero entonces eres su cómplice, ¿por qué no lo
has denunciado?
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HERMANA MENOR: Porque no sé si es verdad, que está vivo.
JINETE: ¿De qué se alimenta?, (con una punta de celos)
¿eres tú quien le lleva comida?
HERMANA MENOR: Á veces estoy segura de que es sólo una
visión. Y otras veces dudo.
JINETE: Pero algo en él... te atrae, entonces. (Silencio de la
hermana menor)
FLavia: Dile que no sabes... Parece que le están entrando
celos, (entusiasmada) ¡alabado sea el diablo!
JINETE: ¿Por qué no respondes?
HERMANA MENOR: Es que no quiero mentirte...
JINETE: Dime una cosa... esto... ¿es verdad o imaginación,
para ti? (la besa muy voluptuosamente) ¿Es placer... o qué?
(sigue silencio de la muchacha)
FLavia: Dile que te salve del pastor muerto, que te traiga a
la vida como lo trajo al niño...
HERMANA MENOR: Tú... trajiste a la vida... a un ser nuevo,
que luchaba contra la muerte. Tal vez... pudieses hacer
lo mismo conmigo, arrancarme de las manos del pastor
de cabras.
JINETE: ¿Me crees capaz de tanto?
Fiavia: ¡No contestes!, déjalo suspendido en la duda.
JINETE: Sí, yo sentí el corazoncito del niño, palpitar en mis
manos, ansioso de vida... Y lo mismo el tuyo... acelerado,
porque no puede más esperar... para empezar a vivir...
(Flavia y el Pastor no resisten y dan un paso hacia la pare-
ja, se detienen y permanecen escuchando, pendientes de
cada palabra)
HERMANA Menor: Mi corazón palpita, pero ¿y mis labios?
JineTE: (Vuelve a besarla) Son una invitación.
HERMANA MENOR: ¿A qué?
JINETE: A iniciar... un nuevo camino.
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HERMANA MENOR: No quiero ver más sombras... surgir de
los matorrales, chorreando agua podrida.
JineTE; (Empieza a quitarle la ropa) ¿Qué quieres ver?
HERMANA MENOR: Yo no conozco más que este paisaje, tú si
has visto otros.
JINETE: No los quiero recordar...
HERMANA MENOR: No los recuerdes entonces, (no sabe cómo
seguir) porque yo... yo... (hace señas a Flavia para que la
ayude a continuar)
FLavia: (Dictándole) ... porque finalmente estoy empezando
a ver un lugar nuevo.
HERMANA MENOR: Porque estoy empezando a ver un lugar
nuevo. Y si quieres tú lo podrás ver también.
JINETE: ¿Es de tu agrado?
HERMANA MENOR: SÍ...
JINETE: ¿Estás tú sola?
FLavia: No, estás tú solo.
HERMANA MENOR: Tú solo.
JINETE: (Empieza a besarle todo el cuerpo, a medida que la
desviste lentamente) Te escucho... (Flavia nota que el
Pastor de Cabras no se controla más y quiere arrojarse
sobre la muchacha, hace entonces un extravagante
movimiento de manos y una cortina irreal pero no traslúcida
cae, ocultando de la vista del Pastor de Cabras —y del
público— la acción que sigue; el Pastor de Cabras intenta
protestar pero Flavia le hace señal de silencio para poder
escuchar) Estoy yo solo. (No hay respuesta) Te escucho...
FLavia: Yo te lo dicto, y tú se lo repites al oído. ... ¿Lista?
HERMANA MENOR: SÍ...
FLavia: Ahí va... En la penumbra de una arboleda antigua
hay una casa, parece tallada en la piedra. La puerta de
entrada es muy alta, abierta de par en par, y es una casa
que nunca se vendrá abajo. Adentro no hace frío, miro
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hacia arriba y el techo es tan alto que no se alcanza a ver,
y es entonces que desciende un ave, que no es de rapiña.
Es una golondrina macho, sombría. Por los ventanales
entra luz tibia del sol y las alas le empiezan a brillar; o se
vuelven oscuras, alas tornasoladas que aletean muy
suavemente, y me veo obligada a seguir mirando porque
ese vuelo es un encanto. Ya entonces me doy cuenta de
que es la golondrina del paraíso, porque tú se lo dices, le
hablas, y la golondrina de pronto se asusta, te teme, no
sé por qué... Ah sí, ahora lo sé...
HERMANA MENOR: Ahora lo sé... (pausa)
JINETE: (Sensualmente) Niña... no te creí capaz de decir
cosas así. ... Pero ¿qué tienes? Estás temblando.
FLavia: Tú la miras con severidad, y la golondrina se va de
ahí, porque es un ave emigrante.
HERMANA MENOR: ... un ave emigrante.
JINETE: ¿Esta mirada mía es de severidad?
HERMANA MENOR: No, me estás sonriendo.
JINETE: (La sensualidad empieza a crecer en la pareja) Es
muy hermosa esa casa, tallada en la piedra. Y es verdad
que nunca se derrumbará, allí encontraré refugio mientras
viva.
FLavia: Estás nuevamente solo, pero contento. Recorres los
salones, te asomas a un patio, hay flores inmensas, de
todos colores, buscas la que tenga el perfume más dulce,
la hueles, y pronto te duermes, a la sombra de pétalos
gigantes. Y sé que mientras no despiertes estarás ...
HERMANA MENOR: Mientras no despiertes estarás...
JINETE: Sí... estaré... ¿dónde?, ¿cómo?, habla...
FLavia: Estarás a mi alcance.
HERMANA MENOR: A mi alcance.
JINETE: ¿Pero y si despierto? eso no depende de mi
voluntad.
FLavia: No... ya lo sé...
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HERMANA MENOR: Y ahi está el peligro.
JineTE: (Empieza a sentir un placer creciente) Pero es un
peligro... lejano, sé que no despertaré, mientras te tenga
así abrazada.
HERMANA Menor: (Su placer empieza a crecer también) Si
me sueltas... puede volver el pastor de cabras... (éste se
agita malévolamente)
Fiavia: (Íntimamente conmovida) En el jardín duermes,
amante mío, y eres feliz, como yo quiero que lo seas. Es lo
único que me importa.
HERMANA MENOR: [Entrecortada por un placer calmo y
rotundo) Que seas feliz es lo único que me importa.
JINETE: (También entrecortado) ¿De ti no te importa?
HERMANA MENOR: Es la dicha, que me importe sólo de ti.
JINETE: ¿Sólo de mi?
HERMANA MENOR: Sólo de ti.
JINETE: ¿O la dicha es simplemente... que ya no te impor-
te más de ti misma?
Fiavia: Dile que no lo sabes.
HERMANA MENOR: No lo sé.
FLavia: Excelente.
HERMANA MENOR: No lo sé... no lo sé...
FLavia: Y ahora no lo dejes despegarse de tus brazos,
porque en tal caso él despertará. Y tú volverás a ser tú
misma. ...Y fatalmente él te verá tal cual eres: la miedo-
sa, la que nadie quiere porque nada vales. Pero esto no se
lo repitas, claro.
JINETE: Es tan fuerte esta dicha... que no creo que pueda
tener fin, porque sólo se mide en términos de infinito,
como el espacio de las estrellas.
HERMANA MENOR: Para eso es preciso... que no me sueltes,
que tu cuerpo siga diciéndomelo.
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JINETE: No temas por eso, porque yo mismo no puedo de-
tenerme, aunque quisiera.
HERMANA MENOR: No sé por qué... recuerdo en este instante
aquellas muchachas que morían... con los pulmones
ahogados de musgo.
PASTOR DE CABRAS: No le recuerdes a otras mujeres... deja
que piense que tú eres la única, y pídele... sólo una cosa...
que no se detenga.,.
JINETE: Otras muchachas... no las recuerdo...
HERMANA MENOR: (Con real dificultad para respirar) Es que...
una más se está ahogando... (con dificultad creciente)
aunque no sé quién es...
FLavia: Si él no se detiene... volverás a respirar... hondo...
HERMANA MENOR: No... (casi sin aire) te detengas...
JINETE: No puedo detenerme... (ambos fantasmas, pro-
yección de la muchacha, también empiezan a debilitarse y
tambalear)
HERMANA MENOR: A... alguien se ahoga... Pero no importa,
tú quedarás para siempre refugiado en ese lugar que tanto
te gusta.
PASTOR DE CABRAS: (A Flavia) Ya se nos muere... ¿Y qué he-
mos ganado, nosotros dos, pobres espectros? (Va perdien-
do fuerzas, y se acerca a tientas al baúl)
Favia: (También perdiendo fuerzas) No lo sé... no lo pude
evitar...
PASTOR DE CABRAS: Tenías que hacer el mal.
FLavia: Nunca supe hacer otra cosa... (divide su velo y su
ramo de flores en dos partes, hace un gesto similar al que
bajó la cortina, esta vez en sentido inverso, y la cortina se
levanta mostrando a la hermana menor tal vez muerta,
con los brazos en cruz y asido a ella el Jinete, mirándola
azorado, desmelenado, sin camisa; Flavia coloca junto a
la Hermana Menor la parte de velo y flores que le corres-
ponden)
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JINETE: (A la hermana menor, inerte) ¿Por qué callas? Dime
algo... ya que tu cuerpo también ha cesado de hablar-
me... No tengas miedo... no te abandonaré, no, no saldré
más de esa casa tallada en la piedra...
PASTOR DE CABRAS: (Metiéndose en el baúl) ¿Por qué habré
nacido asi? Mis historias siempre terminan del mismo
modo, con una niña muerta en los brazos... y no es eso lo
que esperé siempre de la vida... (Desaparece)
FLavia: (Al Pastor, mientras se dispone a volver al baúl) ¿Y
mis historias qué? ¿acaso son más alegres? Mira... él no
piensa en mí, no sabe que fueron mis palabras las que él
amó. (Vuelve al baúl, pero queda observando desde allí la
acción, transida de nostalgia por el mundo real)
JINETE: No es posible... no... ¿qué es esto?, ¿cómo pudo
suceder? (Se oye el llanto apacible, de hambre, del niño)
HERMANA Mayor: (Desde el otro cuarto, canturreando) Niñi-
to bonito... niñito chiquito... nacido en el día de hoy...
Niñito querido... pedazo de cielo... (de canto va pasando a
recitado) mi pecho te doy... (se vuelve a oír, pero ya más
quedo, el llanto casi gozoso ahora del niño) Viniste a este
mundo, un día de frio... mas siempre al abrigo estarás...
Cariño y cuidado yo te daré siempre... razón de mi vida
serás...
Fiavia: (Deteniéndose) Un momento... me parece que muer-
ta... muerta no esta...
PASTOR DE CABRAS: Pues yo me voy, por hoy ya tuve una
ración bien abundante de rechazo, que en realidad es lo
que más me apetece de este mundo. Tú Flavia, en cam-
bio, eres más complicada. Aguántatela. Y hasta la próxi-
ma. (Se va) [ Flavia se encoge de hombros)
HERMANA MENOR: Ay... ay...
JINETE: (Recobrando esperanzas) Respiras ¿verdad?, yo
siento que respiras.
HERMANA Menor: (Con dificultad para hablar) Si, respiro,
mi amor. Y no te asustes, sólo te pido que vayas de inme-
diato a preparar tu caballo, para marcharte.
58
JINETE: (Extrañadísimo) ¿Qué dices?
HERMANA MENOR: (Respirando algo mejor) Ve a ensillarlo,
además... debo estar un minuto a solas.
JINETE: (A pesar suyo) Como quieras... vuelvo enseguida.
(Sale)
FLavia: (A la hermana menor) Te creí muerta.
HERMANA MENOR: Es cierto, casi muero... pero ese animal
extraño que parecía en un momento masacrarme, después
me devolvió algo ... una alegría que había perdido desde
que mi madre dejó de amamantarme. Yo soy así,
incompleta, si no voy pegada a otro.
FLavia: Uhm... ¿qué te traes entre manos?
HERMANA MENOR: Tú te traes medio ramo de flores marchi-
tas. (Arroja a un lado las flores que Flavia le acaba de
dar.) Yo en cambio me traigo una consigna.
FLavia: No, desde ya me niego.
HERMANA MENOR: No te niegues, a él lo compartiremos y
seremos felices los tres. Antes de que muera su deseo por
mi... prefiero morir yo, pero si tú me ayudas ese deseo no
se apagará nunca.
FLavia: Ah, si yo estuviera viva, no dependería de una
insensata como tú.
HERMANA MENOR: Pero estás muerta, y si quieres seguir
asomándote al mundo de los vivos, dependerás para siem-
pre de mi.
FLavia: (Perentoria) Si lo quieres conservar tendrás que
obedecerme en todo.
HERMANA MENOR: Sólo obedeceré en lo que convenga. Hoy
aprendí muchas cosas.
Jinete: (Entrando) El caballo está aterido de frío, no creo
que resista una larga travesía.
HERMANA MENOR: No es necesario que vayas lejos. (Le hace
señas a Flavia para que prosiga.)
59
FLavia: (Al Jinete) Cuando decidas detenerte déjanos sa-
ber dónde estás y te comunicaremos si puedes venir a
vernos o no. ;
JineTE: (Que no puede oír a Flavia. A la hermana menor.)
¿Por qué me miras así?, ¿qué te sucede?
HERMANA MENOR: Cuando decidas detenerte... déjame sa-
ber dónde estás, y te comunicaré si puedes venir a vernos
o no.
JINETE: Has cambiado, ya no sientes lo mismo por mi.
FLavia: Dile que se vaya, y miéntele, invéntale un trágico
secreto de familia que te impide dejarlo estar aqui.
HERMANA MENOR: (Al Jinete) Un secreto de familia que no
puedo revelar, me impide darte más explicaciones... Vete
ya, antes de que el corazón se me parta de dolor.
JINETE: Entonces me sigues queriendo.
FLavia: No nos exijas más palabras. Vete ya.
HERMANA MENOR: (Al Jinete) No me exijas más palabras.
Vete ya.
JINETE: Adiós, mi amor. Desde la aldea te mandaré un
mensaje, volveré a la vida cuando vuelva a verte. (La besa
y la abraza, sale.)
HERMANA MENOR: Gracias, Flavia.
FLavia: Gracias a ti, pequeña...
HERMANA MENOR: Es nuestro para siempre.
FLavia: En realidad es mío, pero por hoy ya discutimos
demasiado.
HERMANA Mayor: (Desde el otro cuarto) Niñito bonito... ni-
ñito chiquito... nacido en el día de hoy... Niñito querido...
pedazo de cielo... mi pecho te doy... Viniste a este mundo
un día de frio... mas siempre al abrigo estarás... Cariño y
cuidado, yo te daré siempre... razón de mi vida... serás...
TeELÓN FINAL
60
Amor del bueno
Melodrama
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Prólogo
Graciela Goldchluk
Ambientada en México en los años cuarenta, la obra
nos cuenta una historia poblada de seres que se juegan
la vida en cada gesto, tanto en la amistad como en el
amor. Sin ninguna distancia que ponga en tela de juicio
este auténtico melodrama, Puig se entrega a la experiencia
del homenaje: “Yo como autor desaparezco, mi estilo no
importa [...] Lo que he hecho es buscar una estructura
teatral que sirva de apoyo a las canciones, las cuales van
a resultar el núcleo poético de la obra”. La obra está
pensada, entonces, para resaltar un tipo de canciones
populares creado por José Alfredo Jiménez, el bolero
ranchero: “Toda la última producción de José Alfredo
Jiménez me deslumbró totalmente, me parece un gran
músico y un gran poeta. Me llamó la atención el potencial
dramático que tiene cada una de sus canciones”. La idea
del homenaje está también en el título del long-play de
Lucha Villa: Homenaje a José Alfredo Jiménez, al que
pertenecen la mayoría de las canciones incluidas, ya que
esta cantante y actriz era la destinada a interpretar el
papel de Maru, escrito para ella.
El título proviene de un verso del bolero “Un mundo
raro”, que Puig incluyó en la novela que estaba escribiendo
simultáneamente con este proyecto, El beso de la mujer
araña, y resulta toda una declaración de principios. El
mundo raro del bolero es el del desborde producido por la
pasión, la elección del título sugiere lo mismo que la trama
de la obra: que la única clasificación aceptable es entre
amores pobres, mezquinos, pacatos, y amores sublimes,
generosos, desmesurados hasta el sacrificio o el crimen.
Esta historia de amor desmesurado es al mismo tiempo
una historia de buen amor entre Manuel Puig y México.
Pero, como en todo melodrama, la fatalidad se interpuso
63
postergando indefinidamente la representación y
extraviando alguna versión del texto que se perdió entre
las manos de los productores y de sus amigos, lectores
privilegiados. Con esta publicación intentamos cumplir
un compromiso que quedó trunco, porque como canta
Maru: “tenemos una cita que cumplir/ y no la va a
impedir/ la muerte...”
Nota sobre el texto
El texto que se publica es una reconstrucción paciente
a partir de manuscritos fechados en 1974, que contó con
varios colaboradores: Nélida Sastre aportó su trabajo de
desciframiento; Carlos Puig puso a disposición la discoteca
de Manuel Puig y sus conocimientos sobre boleros; René
Campos colaboró con observaciones pertinentes y
finalmente Sandra Lorenzano hizo la “segunda voz”.
Cuatro años de trabajo con manuscritos de Manuel Puig
me permitieron interpretar los signos usados en las
distintas etapas de elaboración, pudiendo descifrar dónde
se insertaban los agregados o cuál era la opción preferida
entre algunas anotadas. Entre esos signos, se encontraban
expresiones destacadas para ser modificadas con
posterioridad, espacios que Puig llenaba provisoriamente
y señalaba para conversar con sus amigos de México en
busca de un giro más localista o de una expresión del
mismo tenor que la apuntada, pero que se adaptara mejor
a la situación dramática. Sandra Lorenzano asumió la
dificil tarea de “emprolijar” el texto allí donde Puig lo había
dejado indicado, aportando su voz mimetizada en la voz
de Maru, de Chula o de Jaime, cuando era requerido. A
todos y en especial a Sandra, muchas gracias.
64
PRIMERA PARTE
ESCENA PRIMERA
A telón bajo se oye una música de mariachis lejana. Se
levanta el telón y se ve a través del telón semi transparente
que hay detrás una taberna merendero, modesta. A la
extrema izquierda está la comunicación con la cocina, los
platos se pasan por el espacio abierto que deja una puerta
de vaivén que se levanta hasta un metro del suelo
solamente. Por encima de la puerta hay una tabla sobre la
que se depositan los platos, y que puede levantarse de
lado para entrar a la cocina. A continuación de este espacio
de comunicación de la cocina con la sala, está el mostrador
con la caja registradora, detrás de la cual está siempre el
Patrón. Después vienen las mesas. A la derecha la salida
a la calle. Cerca de la salida está el grupo de mariachis.
Son sólo ejecutantes, no hay quien cante. Sirven las mesas
dos meseras, Chula y Maru. Chula es una mujer de edad,
con cabellos grises, muy malhumorada, pero simpática en
su franqueza. Maru es una mujer muy guapa, de unos
cuarenta años. La duración del número de los mariachis
está dividida en unas tres partes: la primera a telón bajo
es la más larga, sirve para que se haga silencio en la sala
y se empiece a concentrar la atención; la segunda es algo
más corta y va sobre el telón especial que se va haciendo
más y más transparente, a la manera de un fade-in, hasta
que se levanta totalmente el telón especial; la tercera par-
65
te es la más corta, sólo entonces y con iluminación normal
se empiezan a mover los personajes, es decir los Parro-
quianos que están comiendo, alguno que está junto a la
barra, el Patrón que marca boletas junto a su caja regis-
tradora, y las dos meseras que van y vienen con los platos.
PARROQUIANO I: (Al terminar la música) Un trago para los
músicos, patrón. Y va a mi cuenta.
Chuza: (Al Parroquiano.) Revísate bien los bolsillos antes,
que ayer no te alcanzó para mi propina. (A los demás
Parroquianos, viendo que les dan propina a los mariachis.)
Y todos ustedes no se olviden que tenemos buen postre,
pero hay que pagarlo, así que atención con la cooperacha
ésa, que la música alegra pero no alimenta.
Maru: Que hay chongos zamoranos y arroz con leche, y si
les parece poco también duraznos en dulce, y ate.
PARROQUIANO II: Oye, Maru, antes del postre a mí me traes
mi pozole, si no es molestia, mi reina.
Maru: Perdona, manito, pero se me olvidó decirte que ya
no queda.
PARROQUIANO II: Entonces... (Mirando el papelito en que
figuran los platos del día.) ...Cecina con guacamole, y
rapidito.
Maru: (Sin aire de disculpa.) Se acabó.
PARROQUIANO Il: Entonces... la birria.
Maru: No queda. Si quieres te traigo el pollo con mole,
que es lo único que hay.
PARROQUIANO Il: Pero es lo más caro, mi reina.
Maru: Si no lo quieres te traigo el postre. Hay flan
napolitano, chongos zamoranos y arroz con leche, y si te
parece poco también duraznos en dulce, y ate.
PARROQUIANO III: (En la mesa de al lado.) Esta vieja tiene
un genio, que si me caso con ella no necesito suegra.
Maru: Yo no me caso ni contigo ni con nadie...
66
PARROQUIANO III: Que no te vendría mal, para cambiarte el
humorcito.
Maru: Yo no me caso con nadie, pero sí me vendo... por
un milloncito de pesos.
PARROQUIANO II: Quítate unos cuantos ceros, y discutimos
el negocio.
Maru: Si ni te alcanza para un triste pollo con mole.
PARROQUIANO II: Ándele, pues, un pollito. Y después
hablamos de lo otro.
Maru: Ya estuvo bueno, ¿quieres frijoles?
PARROQUIANO II: Claro, si vienen con tus amores. (Maru va
a la izquierda a ordenar el plato.)
Chuza: Los de tu abuela de Dolores.
PARROQUIANO I: Aquí no habrá buen servicio si no casamos
a estas dos viejas. Amargadotas que andan las solteronas.
PARROQUIANO Il: Ei, patrón, usted que anda viudo, ¿por qué
no le echa los perros a la mayor, que ya está en edad de
merecer?
PaTróN: No me hablen cuando estoy haciendo cuentas. (No
levanta la vista de sus papeles.)
ChuLa: No me enredo con mugrosos ni por el millón que
pide la Maru.
PATRÓN: Gracias, Chula, por lo de mugroso.
ChuLa: No lo digo por usted, patroncito, bueno... aunque
usted también es hombre.
PATRÓN: Y eso con tu permiso.
ChuLa: Y si es hombre, ya algo de mugre se trae.
PARROQUIANO III: (Al que Maru en ese momento trae un
postre.) ¿Y tú de veras quieres quedarte señorita?
Maru: Soltera soy, pero señorita no te lo puedo jurar.
PARROQUIANO II: Así me gustan las viejas, que no les guste
mentir.
67
Maru: Claro que yo no miento, y por eso te lo digo, ...los
gallos que conocí me han quitado la gana de volver a
cacarear. ;
PARROQUIANO l: Tú te pones dulce nada más que cuando
cantas. (Al Patrón) Ei, patrón, dígale que nos cante algo,
que hace días que no nos hace oír nada.
Parrón: Si ella quiere les canta, si no, es inútil que yo le
ruegue.
PARROQUIANO Il: Sí, ándale, Maru, y te perdonamos todo.
ChuLa: Te lo pido yo, hijita. Así se callan esta bola de viejos.
Maru: Ándele, mariachi, que de algo va a servir... pa' que
se callen. (Canta.)'
Se me acabó la fuerza de la mano izquierda...
voy a dejarte el mundo para ti solito.
Como al caballo blanco le solté la rienda,
a ti también te suelto, y te me vas ahorita.
Y cuando al fin comprendas
que el amor bonito lo tenías conmigo,
vas a extrañar mis besos
en los propios brazos de la que esté contigo.
Vas a sentir que lloras
sin poder siquiera derramar tu llanto.
Y has de querer mirarte
en mis ojos claros que quisiste tanto,
que quisiste tanto, que quisiste tanto.
Cuando se quiere a fuerza rebasar la meta
y se abandona todo lo que se ha tenido,
como tú traes el alma con la rienda suelta
ya crees que el mundo es tuyo
y hasta me das tu olvido.
Y cuando al fin comprendas
que el amor bonito lo tenías conmigo,
' En el manuscrito sólo se indica que Maru canta. La canción es
“Te solté la rienda”, y fue seleccionada del disco doble de Lucha
Villa: Homenaje a José Alfredo Jiménez, de la discoteca de Ma-
nuel Puig.
68
vas a extrañar mis besos
en los propios brazos de la que esté contigo.
Vas a sentir que lloras
sin poder siquiera derramar tu llanto.
Y has de querer mirarte
en mis ojos claros que quisiste tanto,
que quisiste tanto, que quisiste tanto.
Se me acabó la fuerza y te solté la rienda...
Después de aplausos a la canción de Maru.
CHuLa: Y ahora echen mano a la servilleta, que por algo se
las puse, y límpiense bien los bigotes y a casa que ya es
hora de cerrar.
PARROQUIANO II: Tráeme la cuenta, Chula.
Chua: (Mirando a Parroquiano Viejo.) A uno que conozco
no hay que preguntarle lo que comió para hacerle la
cuenta, basta mirarle los bigotes sucios.
PARROQUIANO VieJO: Tú, Chula, también tienes bigotes y
nadie te los malquiere.
CHULA: ¿Me dejarías quitar un antojo?
PARROQUIANO VIEJO: A ti y a mi ya se nos pasó la época de
los antojos.
ChHuLa: ¿Me lo dejas quitar o no?
PARROQUIANO ViEJO: Pues ándale, ¿qué quieres de mi?
ChuLa: Esto. (Le toma la servilleta de la mano y le limpia-
con fuerza los bigotes.) Hace años que tenía ganas de
hacerlo, viejo feo. (Los demás ríen.) Y dóblame la propina
que me la merezco.
PARROQUIANO II: (Está en otra mesa con un cuate, son de
mediana edad.) Yo por ti no me dejo limpiar los bigotes,
pero por la otra ahoritita.
Maru: La otra a la basura la barre, no la peina, y hablan-
do de barrer, ándele ya, a pagar que es hora de darle a
esto una barrida.
69
Chuza: (A un cliente que está con la cabeza gacha oculta
entre la manos, solo en una mesa colocada en un extremo,
ha estado de espaldas a la platea, no se lo ha notado hasta
ahora.) Y usted, que este no es el rosario, para quedarse
dormido. (El cliente alza la cabeza, es un joven de unos
veintisiete años, bien parecido, pobremente vestido.) Sí, a
usted le hablo.
Joven: No estaba dormido.
ChuLa: Es hora de cerrar, ya aquí le puse su cuenta hace
rato. (Le señala el papel que está retenido debajo de una
botella de cerveza.) Son siete pesos con ochenta, fueron
tres las cervezas ¿no? ...¿o fueron cuatro?
JOVEN: No recuerdo.
ChuLa: Si no recuerda es que fueron cuatro.
Joven: No importa... De todos modos...
Chuta: De todos modos... son ocho pesos con cincuenta.
Joven: De todos modos... no le puedo pagar, no tengo
dinero.
ChHuLa: ¡¿Cómo que no tiene dinero?! Ándele, busque por
los bolsillos, que acá no estamos para bromas.
JOVEN: Le he dicho que no tengo ni un centavo.
ChHuta: (Casi gritando.) ¿Y qué ha venido a hacer aquí? ¿A
reirse de mí? Habráse visto descaro... (A Maru, que está
haciéndole la cuenta a otro cliente, de pie junto a su mesa.)
¡Maru! Oyete esto... ¡El joven no tiene con qué pagar!
Maru: (A su cliente.) Espéreme un momento... (A Chula.)
¿Qué andas gritoneando tú, dulzura?
ChuLa: (A Maru que se le acerca, en voz muy alta.) Que ya
me ha pasado que un hambriento se me viniera acá y no
me pagara, pero acá la cosa ni lástima que me da, porque
el joven no sólo cenó sino que se tomó cuatro o cinco
cervezas. Cinco...
Maru: (Que ha notado algún rasgo desusado en el rostro
del Joven.) No grites, que no soy sorda. (Al Joven.) ¿Cómo
me arregla usted esto?
70
Joven: No tengo nada que decirle, más que siento
molestarlas.
ChuLa: ¿Pero es que este hombre nos vio la cara de bobas?
Maru: (A Chula.) Hazme un favor. (Dándole la boleta.)
Ciérrale la cuenta a la mesa seis, que yo hablo con el
caballero.
ChuLa: Si me encuentras por aquí a un caballero, háblale
cuanto te venga en gana. (Le arrebata la boleta de la mano
a Maru y después de fulminarlo con la mirada al Joven se
dirige a la mesa seis.)
JOvEN: (a Maru.) Gracias.
Maru: Tiene razón de enojarse la Chula, le toca pagar a
ella lo que coman en la mesa que sirve.
Joven: ¿Es ella quien debe pagar?
Maru: Claro. Y yo no le haría escándalo si pudiera ponerlo
a lavar los trastes, o a lavar el piso. Pero ya tenemos
alguien para eso. No le puedo quitar la chamba al viejito
que está adentro en la cocina, que lo necesita más que
usted, y no pide cerveza... (Mirando la botella.) ...De la
más cara.
Joven: Haga lo que se tiene que hacer en un caso así, yo
no tengo experiencia, es la primera vez que me atrevo. No
sé, llame a la policía.
Maru: ¿Usted me ve cara de alguien que llama a la policia?
JOvEN: No.
Maru: Usted no es de aquí del distrito.
Joven: No, soy de una ranchería, por las Mil Cumbres.
Maru: ¿Y por qué no se quedó allá?
Joven: Vine a buscar trabajo.
Maru: ¿Qué trabajo?
Joven: Cualquier trabajo.
Maru: Usted no tiene facha de hacer cualquier trabajo.
71
Joven: Es cierto. Tenía pretensiones, pero me fue de la
patada. Y maldigo el momento en que me vine a esta
pinche ciudad.
Maru: (Ofendida.) Con volverse ya está todo resuelto. Pero
este pendiente ¿cómo lo resolvemos?
JOVEN: ¿Usted es de aqui?
Maru: Sí, y a mucha honra. ¿Pero qué tiene que ver?
Joven: ¿Usted nunca vino por mis lares?
Maru: No, nunca he salido de acá. ¿Pero por qué no se
vuelve si México no le va?
Joven: Porque me da vergúenza volver, de esta manera.
(Indica la pobreza de su aspecto.)
Maru: Si lo quieren lo van a recibir como sea.
JovEN: Se ve que nunca se ha avergonzado de usted misma.
Maru: No crea, alguna vez... me pasó.
Joven: Entonces tiene que entender lo que le he dicho.
Pero quiero preguntarle una cosa ¿cómo es que habiendo
nacido aquí, alguna vez tuvo ganas de cantar?
Maru: Pero qué...
Joven: (La interrumpe, Maru quiere defenderse pero él«no
le da tiempo.) Porque usted canta bien, de veras. Pero lo
que le quería decir es que yo, la primera vez que canté,
fue de alegría, de estar en mis sierras, que si usted las ve
no lo puede creer lo bellas que son, están ahí para que
las miren, como una hembra, la más linda del mundo,
que está ahi para que uno la quiera. Mis sierras no son
de nadie, son de cualquier color, todo el día están
cambiando. Lástima que no las pueda ver.
Maru: Un momento. ¿Usted dijo que canta?
JOVEN: Algo.
Maru: Y eso es lo que vino a hacer a la Capital.
JOVEN: Así es.
72
Maru: (A los guitarristas.) Eh... guitarreros, parece que
aquí me ha salido la competencia.
Joven: No, por favor. No tengo ganas de cantar, esta noche.
Maru: ¿Qué es lo que le cantó a su sierra? o voy a creer
que la cerveza le hizo hablador.
ChuLa: Maru, que ya es hora de cerrar, ¿qué ideas te traes?
ya a mi se me parten las piernas.
Maru: Cállate tantito. (Al Joven.) Si canta algo le van a
dar cooperacha.
JOVEN: ¿Usted cree?
Maru: (4 los guitarreros.) Ándele pues.
Joven: (Mirándola a Maru canta con total sinceridad, con
el firme propósito de convencerla de lo que está diciendo.)?
No vale nada la vida,
la vida no vale nada.
Comienza siempre llorando
y asi llorando se acaba,
por eso es que en este mundo
la vida no vale nada.
Bonito León Guanajuato,
su feria con sus jugadas,
allí se apuesta la vida...
y se respeta al que gana.
Allí en mi León Guanajuato
la vida no vale nada.
Camino de Guanajuato
que pasas por tanto pueblo,
no pases por Salamanca
que allí me hiere el recuerdo.
Vete rodeando veredas,
no pases porque me muero.
2 Nuevamente, ia canción sólo se encuentra indicada de modo
general. Hemos elegido “Camino de Guanajuato” teniendo en
cuenta la situación dramática y el carácter del personaje.
73
El Cristo de tu montaña
del cerro del Cubilete,
consuelo de los que sufren
adoración de la gente.
El Cristo de tu montaña
del Cerro del Cubilete.
Camino de Santa Rosa
la Sierra de Guanajuato
alli nomás tras Lomitas
se ven dolores y nardos.
Yo allí me quedo paisanos,
allí en mi pueblo adorado.
Al terminar la canción sigue un instante de silencio,
respetuoso, debido a que los presentes se han quedado
sorprendidos ante las dotes del Joven; en seguida siguen
aplausos entusiastas.
Maru: No se quede así, amigo, diga gracias a su público.
Joven: (Ha cambiado su actitud distante y levemente
altanera, está trabado por la emoción de los aplausos.)
Gracias...
Patrón: (Quien durante la canción ha salido de atrás de la
caja para acercarse.) Lo felicito, muchacho... ¿es invitado
tuyo, Maru?
Chuta: Por el momento es invitado mío.
Maru: Chito, Chula... (Al Patrón.) No, es nuevo por acá,
pero tendría que venir todas las noches ¿verdad que sí?
PATRÓN: Si él quiere...
Maru: Claro que quiere.
PATRÓN: Le podemos dar la comida y lo que le echen a la
gorra es para él. Si no tiene otra chamba mejor, claro.
Maru: Pronto va a cantar en la radio, pero faltan todavía
algunas semanas. (Guiñando el ojo al Joven.) ¿No es así?
Joven: Bueno, si...
74
CHuLa: ¿Y usted patrón le va a pagar la cena sola o la
cerveza también?
Maru: (Cortándola.) Pero primero nos vamos a presentar
¿no? Este es mi patrón, don Chente, ¿y usted?
JOVEN: Me llamo Jaime... Jaime Martínez. Para servirle.
(Se dan la mano.)
Maru: Y yo soy Maru.
Joven: Mucho gusto en conocerla. (Se dan la mano, ella
no contesta.)
PATRÓN: Me da gusto que haya música, porque aquí la
noche que Maru está de malas pulgas... ni modo. Y a los
briagos que quieren cantar la Chula los corre, así que
usted me cae en el plato.
PARROQUIANO III: ¿Y aquí no atiende más nadie o qué?
Maru: Ya va, ¿qué es lo que habías pedido?
PARROQUIANO III: Dos cafés, y ya mejor que te ocupes de
servir, porque a cantar ya no hay que rogarte más, que ya
tenemos quien nos cante.
PARROQUIANO VieJo: Verdad que bueno, que eso de andar
rogando ya me tenía cansado.
PARROQUIANO III: Aunque a mí me gustaba como cantaba la
Maru.
PARROQUIANO ViEJO: A mí me parece que canta mejor el
chavo.
ChuLa: Como la Maru no canta nadie, y ya paguen que es
hora de cerrar.
PARROQUIANO VIEJO: Yo te pago pero que se cante otra el
chavo, así le damos sus quintos.
Maru: Claro que va a cantar, pero con la condición de que
ya le echen a la gorra. El es profesional, no como yo que
no les cobro.
PARROQUIANO III: Tienes que cantar tú también, así este
viejo sangrón entiende lo que le digo.
75
A 1AWI ado: ARRANCA
NY VACIA Ay LANA Nido Al A A A di A A ds e
Maru: Está bien, pero mientras tú anda cobrando las
cuentas, que ya es harto de noche, y que nadie deje de
echar en la gorra.
ChuLa: Te la vas a volar que no les pase la gorra.
Jaime: Mejor cante usted sola, que canta más lindo que
nadie.
Maru: Usted ya está trabajando, así que no le esquive el
bulto a la chamba. ¡Guitarrero! vamos, que hay que poner
corazón...
Sigue dúo. Mientras Chula va cobrando todas las mesas.
Él la señala a Ella dándole pie a empezar.
. ELLA: Corazón, corazón...
Yo te quiero gritar
que la dejes
y empieces tu vida
con otro cariño...
corazón, corazón...
(Ella lo señala a ÉL.)
EL: Yo te quiero gritar
sin reproches
que todas las noches
se encuentra con alguien
y tú en el olvido...
Dúo: Yo te quiero explicar que el amor
tiene cosas de veras muy crueles,
te tendrás que llenar de valor
o si no... conmigo te mueres...
ELLA: Es muy triste
mirarlo con otra
y luego en sus brazos
decir que la quiere,
corazón... corazón...
76
A A AN AMARA NL SUIZA,
tenemos que irnos
tal vez a la fuerza
con otras mujeres...
Dúo: Yo te quiero explicar que el amor
tiene cosas de veras muy crueles,
te tendrás que llenar de valor
o si no, pues conmigo te mueres...
(Aplausos, el público exige bis.)
(El la señala.)
ELLA: Corazón, corazón...
(Ella a ÉL.)
Yo te quiero gritar...
Que la dejes...
Y empieces tu vida...
Con otro cariño...
Corazón... corazón...
Yo te quiero gritar...
Sin reproches...
Que todas las noches...
Se encuentra con alguien...
Y tú en el olvido...
Yo te quiero explicar que el amor
tiene cosas de veras muy crueles,
te tendrás que llenar de valor,
y si no, ...conmigo te mueres.
ES Es muy triste
El
ELLA: Mirarlo con otra
ÉL: Y luego en sus brazos
Eta: Decir que la quiere...
Dúo: Corazón... corazón...
ELLA: No podemos perder la vergúenza
ÉL: Tenemos que irnos...
ELLA: Tal vez a la fuerza...
ÉL: Con otras mujeres...
Dúo: Yo te quiero explicar que el amor
tiene cosas de veras muy crueles,
te tendrás que llenar de valor,
y si no... pues conmigo te mueres...
La clientela aplaude entusiasmada.
PARROQUIANO III: (Al Parroquiano Viejo.) A mí me gustan los
dos.
CHuLa: Sí, empatado, así no se discute más y todo el mun-
do a la calle, que por los poquitos quintos que han dado
ya no da el burro para más. (4 Maru.) Lo de este plato es
para los cantantes.
Maru: Gracias, Chula.
Chuta: (Entregando el dinero al Patrón que está en la caja
ya poniéndose la chaqueta.) Y con esta es una noche
menos.
PATRÓN: Ya en la tumba descansarás, Chulita.
ChuLa: Si de eso estuviera segura, ...pero ni modo. Hay
que esperar hasta entonces.
Maru: (Que ha estado contando el dinero. A Jaime.) Aquí tiene,
es poquito, pero si mañana viene temprano sacará más.
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Jaime: Por lo menos la mitad tendría que ser para usted.
Maru: Tonteras. Yo nunca les paso el plato. Y además...
Para qué negarlo, me gustó cantar de a dos.
JAIME: A mí también.
ChuLa: (Le saca de la mano a Jaime algunas monedas.) El
patrón no me pagó las tres cervezas, así que esto es para
mi. Y no le cobro la propina, bueno, porque somos
compañeros de chamba.
JAIME: Gracias, Chula.
ChuLa: Dale las gracias a la otra, que sí se lo merece.
JAIME: Gracias, Maru. ¿Puedo llamarla así?
Maru: Claro, ¿de qué otra forma?
ChuLa: (Ya los Parroquianos se están yendo.) Bueno, de
una vez, Maru, levantemos las sillas que ya se me parten
las piernas de estar parada.
JAIME: Si quiere yo lo hago.
ChuLa: Como quiera, pero mire cómo lo hacemos noso-
tras. Aquí las cosas se hacen bien o no se hacen.
Maru: Chulita, tú cállate y vete a tu casa, si él me ayuda
yo puedo levantar las mesas sola.
Chuta: (Al Patrón, en voz baja.) Mi traguito, patrón. (A
Jaime.) ¿Y usted de veras la va a ayudar o sólo va a mi-
rar?
Jaime: (Tomándola en broma.) Le prometo que la ayudaré.
ChuLa: Entonces, me voy. Gracias, Maru. (Tomándose el
trago de un golpe.) Hay que cuidarse del frío.
Maru: Ándale pues.
ChuLa: Nos vemos mañana.
Maru: (A Jaime) Fíjese cómo levanto los manteles, así, se
pliegan, y se echan al piso, claro, antes va poniendo to-
dos los platos en este carro. Después se levantan las si-
llas... (Va haciendo lo que indica.) ...Y se ponen sobre la
79
mesa. El viejito de la cocina después recoge todo y lava el
piso. Y los trastes.
Jaime: (Colocando los platos y vasos de una de las mesas
en el carro y después plegando el mantel de esa misma
mesa) Tengo que cuidarme de no tirar nada, porque me
están temblando las manos.
Maru: ¿Qué le pasa?
Jame: Nada, los aplausos. Mire. (Le extiende las manos,
temblorosas.)
Maru: ¿Hacía días que no comia? (Siguen haciendo todo el
trabajo mientras hablan.)
JAIME: No, hasta ayer comí todos los dias. Estuve en un
hospital, porque no se vaya a creer que estuve esperando
conseguir chamba de cantante sin hacer nada. Trabajé
de albanil unos días, y después cargando bolsas en el
ferrocarril, cuando necesitaban gente, pero no aguanté, y
cai enfermo.
Maru: ¿De qué?
JAIME: De nada, enfermo del fracaso, de nada más. En el
hospital me querían seguir revisando, una vez que me
pasara la debilidad, pero...
Maru: (Lo interrumpe.) Entonces sí estuvo sin comer.
JAIME: Bueno, sin comer no aguanta nadie... Comiendo
poco, digamos.
Maru: ¿Y?
JAIME: No aguanté más en ese pabellón, ni se podía dor-
mir a la noche. Y ayer me levanté y me fui.
Maru: ¿Y ahora está bien?
JAIME: Como un toro. Con cuatro días comiendo sin parar
ya se me pasó todo. El de la cama de al lado me pasaba la
comida de él, porque no le gustaba.
Maru: Si podía comer lo del hospital, lo de acá no le
parecerá tan malo.
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JAIME: La verdad, es que ni el gusto le tomé esta noche a
la cena, estaba tan amargado...
Maru: Con esas monedas le alcanza para desayunar
mañana, y comer, y a las ocho ya le damos acá la cena.
JAIME: Sí, ya eso no será problema.
Maru: Donde dormir, claro, debe tener, ...¿o no?
JAIME: No...
Maru: Eso sí es problema...
Jaime: (Mirándola a los ojos) Sí. (Sigue una pausa
embarazosa para ambos.)
Maru: El viejito duerme en la cocina, pero tiene un catre.
JAIME: Yo podría dormir acá. (Señalando la sala) En un
rincón...
Maru: Sí, pero después que baldea se enfría mucho acá, y
está muy húmedo...
Jaime: Donde usted vive, ¿no me alquilarían un lugar? Yo
mañana les pago.
Maru: (Después de una breve pausa) Yo vivo sola. Tengo
un cuarto, nada más. Es una vecindad, y no hay ningún
cuarto vacio.
JAIME: Ni modo, entonces.
Maru: Además, el lugar es muy humilde.
JAIME: Eso no importa.
Maru: Mi cuarto, quiero decir. Es muy humilde, y pequeño.
Jaime: Eso no importa.
Maru: (Otro breve silencio) Si se conforma...
JAIME: Aunque sea por esta noche. (Mirándola fijo, se le
acerca un paso.)
Maru: No está lejos de aquí, unas pocas cuadras.
Jame: (Le toma la mano.) Gracias...
81
Telón transparente. Anuncio de época.
ESCENA SEGUNDA
Chuta: (Es la tarde, apenas oscurece; Chula está bajando
las sillas y poniendo manteles limpios sobre las mesas,
habla al Patrón que está como de costumbre detrás de la
caja.) Yo no me quejo por falta de propinas, de eso no,
cuanta más gente venga mejor.
PATRÓN: ¿De qué te quejas entonces?
Chuta: Bueno, de que hay más trabajo.
PATRÓN: Pero, Chula, si hay más clientes tendrás más
trabajo, y de ahí vendrán las propinas, ¿es que eso no lo
comprendes?
ChuLa: Bueno, me quejo de que Maru llega ahora tarde
todos los días, de eso me quejo, seré mala compañera de
andarme quejando, pero peor compañera es ella, que me
deja todo a mi para hacer.
PATRÓN: Pero todas las noches ella y Jaime te levantan las
mesas y tú te vas a casa.
Chuta: Ah, sí, pero eso es mucho más fácil. Y bueno, qué
tanto, lo que a mí no me gusta es trabajar sola. Antes con
Maru platicábamos bien rico, y ahora, mire usted con
quién tengo que platicar...
Maru: (Entrando apresurada, se la nota muy animada, lle-
na de energías) Quihubo...
PATRÓN: (A Maru) Quihubo...
Maru: (Mientras corre a colocarse el delantal. A Chula.)
Ay, salúdame, Chulita, no seas mala...
Chuta: (Entre dientes) Quihubo...
Maru: Perdóname, te lo ruego, te prometo que es la última
vez que llego tarde...
ChuLa: Sabe Dios en qué habrás andado...
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Maru: (Mirando que el Patrón no la oiga, en efecto éste está
enfrascado en sus cuentas, toma las manos a Chula.) Estoy
muy feliz, tengo muchas cosas que contarte...
ChuLa: ¿Por qué llegaste tarde?
Maru: Ves ese paquete... es una camisa y una corbata
para Jaime, preciosas son.
Chuza: ¿Con el dinero tuyo... o con el dinero tuyo?
Maru: Déjame que te cuente... hoy sucedió el milagro. Tú
sabes que yo quería que viera a un médico, porque a veces
no está bien, de golpe está muerto de cansado, y en
seguida se le pasa y es un toro de fuerte, y siempre así
con esas cosas raras. Y bueno... hoy fue por fin al médico...
¡y no le encontró nada! Era el mismo médico que lo hizo
internar en un hospital, y Jaime tenía miedo de ir a verlo,
porque del hospital se escapó un buen día, y no volvió
más... Pero qué importa, ¿no? lo bueno es que está sano,
no tiene nada, nada... lo que tiene es que alimentarse
bien, y hacer buena vida... y...
Chuta: Y tú de eso te encargas.
Maru: ¡Híjoles! que sí me encargo. ...Pero Chula, esto tiene
que alegrarte. (Abrazándola.) Vamos, dime algo lindo...
ChuLa: (La aparta y sigue arreglando las mesas.) ¿Qué te
puedo decir? ...que no te ilusiones demasiado.
Maru: (También ella arreglando las mesas.) Pero por qué...
Ah, y no te conté lo mejor...
Chuta: (Escéptica.) Adelante con lo mejor...
Maru: Que a la salida del médico estaba tan contento...
que se fue solito, sin que yo le dijera nada, a uno que
representa artistas y puede conseguirle algún otro trabajo.
ChuLa: Ya cantar acá le parece poco...
Maru: Soy yo la que no quiere que se quede acá estancado,
él tiene que conseguir cosas mejores.
ChuLa: ¿Y no te da miedo?
Maru: ¿Qué?
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ChHuLa: Que se olvide de ti.
Maru: No seas lechuza.
ChHuLa: Maru, hay algo que me dice... que ese chavo no es
para ti.
Maru: ¿Porque es unos años más joven? tonteras, mujer...
Chuta: No, no es eso, hay algo en él... que no me gusta.
Maru: A ver... ¿qué?
CHuLa: No sé, yo no soy quién para juzgar, pero no me
gusta. Allá arriba... (señalando el cielo.) ...sabrán si es
bueno o malo. ;
Maru: Chula, alguna vez tenía que tocarme la suerte.
Chuta: Tú eres como yo, mujer sin suerte. Somos iguales.
Maru: De veras eres lechuza.
ChuLa: Maru, tú eres la única amiga que tengo, y no te
puedo engañar. Yo estoy segura... de que allá arriba... (se-
ñalando el cielo) ...saben cómo somos, aguantadoras, fuer-
tes... y por eso nos mandan todos los golpes, porque sa-
ben que somos como de fierro, que nada nos va a voltear.
A las otras, a las débiles, a ellas sí les mandan lo bueno,
una casa, un hombre bueno, hijitos lindos, porque allá
saben que a esas cualquier golpe las mata. Los golpes...
son para nosotras.
Maru: Que la boca se te haga chicharrón.
ChuLa: Ojalá me equivoque, pero si no te digo a ti lo que
siento, ¿a quién si no? Y como no quiero que sufras, por
eso te pido... una cosa nada más: que no te ilusiones.
Porque si me equivoco y todo anda bien, más contenta
estarás todavía... y si algo anda mal, bueno... ni modo,
sufrirás menos.
Maru: Pero es que yo no puedo evitarlo... ya estoy
ilusionada, no te lo puedo negar... Pero dime, Chula,
¿acaso tú nunca te ilusionaste? Yo sé bien que si...
ChuLa: Ya ni me acuerdo.
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Maru: Cómo que no... Habla, cuenta algo, ¿o te pone tris-
te el tema?
CHuLa: Sí que me pone triste. Es que aquel hombre me
salió tan caro...
Maru: Pero lo querías de veras.
CHuLa: Antes que él viniera yo tenía mi hogar, dos hijos,
...y tiré todo por la borda, para irme con él. Tú lo sabes.
Maru: ¿Y cuando lo recuerdas, no te queda nada bueno
adentro? ¿O te arrepientes de todo lo que hiciste por él?
ChuLa: (Ensimismada, no responde a la última pregunta.)
Yo nunca había sabido lo que era... vivir, hasta que él
apareció. Después... ya fue demasiado tarde.
Se oye una música acompasada, a lo lejos, la iluminación
del recinto cambia, todo queda en la oscuridad excepto Chu-
la, a la que ilumina desde arriba un potente foco. El mo-
mento es de total irrealidad, Maru y el Patrón se acercan a
ella y la transforman al quitarle el delantal y la cabellera
gris y cubrirla con una capa y mostrar un peinado impeca-
ble tirante —la Elvira Ríos de los años 30—, le alcanzan
también un cigarrillo en larga boquilla, se lo encienden.
Chua: (Canta con emoción contenida, profundamente
evocativa.)
Era una noche azul,
bañada por la luna...
era una noche azul,
azul como ninguna,
cuando dijiste tú
adoro este momento,
cuando te tuve en mí,
en mí pero muy dentro...
Ya no podré olvidar
tus ojos y tu boca,
tal vez no vuelva a amar
a amar con ansia loca...
Acuérdate mi amor,
de aquella despedida,
85
yo no quería partir
pero era mi deber...
seguir la vida.
Empiezo a recordar
y acabo por decir
¡maldito abismo!
qué gano con sonar...
volvernos a encontrar...
ya no es lo mismo.
Era una noche azul,
bañada por la luna,
era una noche azul
azul como ninguna...
Acuérdate mi amor
de aquella despedida...
yo no quería partir
pero era mi deber...
seguir... la vida...
La luz disminuye, Maru y el Patrón despojan a Chula de
sus galas, se retorna a la realidad.
PATRÓN: Las siete van a ser, mujeres... Hoy no terminan
con sus chismes de viejas, ya estoy viendo. Y hay gente
afuera esperando.
Maru: Ándele patrón, que ya va a estar todo.
ChHuLa: Hoy al que pida la copa le voy a traer el café prime-
ro, y de postre la sopa, no tengo la cabeza en su sitio. (Al-
guien golpea a la puerta donde está el cartel de “Cerrado”.)
Maru: (Hace señas de que todavía no es hora.) Está cerra-
do, ¿no ve el cartel?
Chuta: (Viendo que el hombre sigue insistiendo.) A éste lo
corro yo. (Va a la puerta.) Hombre, que todavía no es hora.
(Señalando el cartel que dice “Cerrado”.) No ve...
Hombre: (Interrumpiéndola.) No vengo a cenar, es algo
urgente, ¿aquí trabaja un tal Jaime Martínez?
Maru: (Desde adentro, se adelanta a contestar, intrigada.) Sí...
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Hombre: ¿Podría hablar con alguien encargado?
Maru: Entre, ¿de qué se trata?
HomBRrE: ¿Ustedes trabajan con él? Necesito hablar de algo
muy importante.
Maru: Él no llega hasta dentro de una hora, puede
esperarlo si quiere...
Hombre: No, justamente he venido a esta hora porque sé
que entra más tarde.
Maru: (Intuyendo algo realmente serio.) Yo... soy su mujer,
puede hablar conmigo. (Al Patrón.) Me permite, patrón...
PATRÓN: Sí, pero no te entretengas demasiado.
Maru: (Llevándolo hacia el extremo derecho de la escena,
el más alejado de la caja, y por consiguiente del Patrón.)
Lo escucho.
HomBRE: Yo soy el médico que vio hoy a su... marido.
Maru: (A Chula que está cerca y se dispone a alejarse para
no escuchar.) No te vayas, quédate aquí.
Hombre: Lo que tengo que decirle es muy confidencial.
Maru: No importa que ella escuche, hable no más.
HomBRE: Tengo muy malas noticias que darle.
Maru: Hable, por favor.
Hombre: Ese muchacho... está gravemente enfermo. Él dejó
como única seña este local, y quería hablar con alguien
de su familia, por eso estoy aquí.
Maru: Siga...
Homare: Él no debe saber que yo he venido. No debe saber
lo grave que está. Nada le haría más daño. Lo que necesita
es cuidados, que lo vigilen, que se alimente mucho, que
descanse.
Maru: ¿Pero qué tiene? ¿no hay un tratamiento que hacerle?
Hombre: Sí, transfusiones, cuando esté muy debilitado,
porque el mal está en la sangre. Con suerte puede vivir
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dos, tres, cuatro años, pero necesita que se lo cuide, que
se lo vigile.
Maru: ¿Nada más?
HomBRE: Sí, y que tenga muchos deseos de vivir.
Maru: ¿Pero está seguro de que no hay más nada que hacer?
Hombre: No hay dudas. Ya esto lo supimos por los análi-
sis del Hospital antes de que se nos fuera. Cuando hoy
volvió a verme, pude por fin saber a dónde dirigirme. Y
aquí estoy.
Maru: Yo no lo creo. Esto es una broma. (Levantando pre-
sión.) ¡Usted se está burlando!
ChuLa: Vamos, Chava... tranquilizate. El señor...
HomBRE: (La interrumpe.) Esta es mi tarjeta, puede
llamarme en estas horas. Si no al teléfono particular.
Maru: (Tomando la tarjeta.) Perdone usted.
HomBRE: Los análisis, radiografías, todo está en mi gaveta
en el archivo del hospital. No se los traje porque hay que
evitar que el enfermo los vea, o que los encuentre, si un
familiar los esconde.
Maru: Lo comprendo perfectamente. Pero él hoy me mos-
tró su receta, para unos medicamentos...
HomBRE: Son reconstituyentes, nada más. Trate de que
los tome... pero no son un remedio.
Maru: El remedio no existe...
Chuta: (Con dificultad para expresar su pena.) Quien lo
cuide no le va a faltar...
HomBRE: Y sobre todo hay que mantenerlo optimista, y
activo, sin caer en fatigas, claro está.
Maru: (Con la cabeza gacha, sin animarse a mirarlo.)
Váyase ya, por favor. Tengo miedo de que lo encuentre.
HomBRE: Por supuesto.
ChuLa: Espere que le traigo una copita...
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Hombre: No, mejor, me voy ya.
Chua: (Yendo a buscar la botella y copas.) Él no viene
hasta las ocho. Los tres necesitamos algo fuerte.
Maru: Déjalo ir, Chula. Tengo miedo de que llegue.
Chuta: (Al Patrón.) Póngalas en mi cuenta, «tres copas. (A
Maru.) Tú te callas, yo necesito este trago. (Al Hombre.)
Tome, y gracias de haberse venido hasta aquí.
Maru: Si, perdoné, me había olvidado de agradecérselo.
(El Hombre toma su copa.) Y de no haberle dicho a Jaime...
nada de esto.
Chuta: (Ya se ha tomado su copa.) Empina, Chava, que te
hará bien. :
HomBRE: No tienen nada que agradecerme. (Se pone el
chambergo y con una inclinación de cabeza.) Buenas
tardes. (La inclinación la repite ante Chula y sale.)
CHuLa: Buenas tardes. (Maru toma su copa y después la
arroja contra el suelo.)
Telón transparente permite ver a Chula que continúa arre-
glando las mesas mientras se oye a lo lejos el tema de
“Maldito abismo”.
ESCENA TERCERA
Habitación de Maru, a la izquierda una cama de bronce,
algo maltratada por el tiempo, por la ventana que está a la
derecha, frente a la cama, empieza a entrar la luz del
amanecer. En la cama, del lado de las candilejas está Maru,
a su lado Jaime profundamente dormido. Maru en cambio
está sentada casi con la cabeza sobre el respaldo, fumando,
la mirada denota una angustia incontenible. Jaime empieza
a moverse, las cortinas descorridas dejan entrar la luz, y
lo está despertando.
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JaAlme: ¿No duermes?
Maru: No...
JAIME: ¿Te pasa algo?
Maru: (Tratando de ocultarlo todo, con cariño.) No, ...me
desperté, y no me pude dormir más.
JAME: Es que te olvidaste de cerrar la cortina, a mi también
me despertó la luz.
Maru: No, yo la descorrí, no quería estar tan a oscuras.
JalME: ¿Por qué tienes miedo de estar a oscuras? Estoy yo
contigo...
Maru: No, no era miedo.
JAIME: Entonces...
Maru: A lo mejor tenía ganas de mirarte cómo dormías.
Jaime: (No aceptando el tono romántico que propone Maru,
ve muchos puchos de cigarro en el cenicero.) Has estado
fumando horas... A ti algo te pasa.
Maru: (Mintiendo.) Es que... han sido muchas emociones
juntas. Primero lo que te dijo el médico. Y cuando llegas-
te al trabajo, ...la otra buena noticia, fue un día de mu-
chas emociones.
Jaime: Algo me estás ocultando...
Maru: (Alarmada.) ¿Por qué dices eso?
JaIme: Tienes miedo de que me vaya mal en la prueba, o
no me presente.
Maru: (Aliviada.): Tonto... no, es que estoy nerviosa. La
alegría a veces quita el sueño. Estoy segura de que te van
a tomar en ese teatro, ni bien te escuchen la voz. Pero es
que faltan tan pocas horas para la prueba...
JAIME: Y en vez de dejarme descansar, me despiertas con
esa luz.
Maru: (Muy enamorada, es la primera vez que se muestra
totalmente entregada.) Es que quería verte, dormías tan
90
profundamente... Pensé enseguida volver a cerrar la cor-
tina, pero quería seguir mirándote. Parecías tan calmo,
tan a gusto... tan contento con lo poquito que te puedo
dar... (El saca un cigarro del atado.)
JAIME: Dame fuego. (Ella se lo enciende con su cigarro.) No
me gusta que te preocupes por mi.
Maru: (Canta.)
Amanecí otra vez... entre tus brazos,
y desperté llorando... de alegría,
me cobijé la cara... con tus manos,
para seguirte amando... todavía.
Te despertaste tú... casi dormido,
y me querías decir... no sé qué cosa,
pero callé tu boca con mis besos,
y así pasaron muchas, muchas horas.
Cuando llegó la noche
apareció la luna,
y entró por la ventana,
qué cosa más bonita
cuando la luz del cielo,
iluminó tu cara...
Yo me volví a meter... entre tus brazos,
tú me querías decir,
no... no sé qué cosas,
pero callé tu boca... con mis besos,
y así pasaron muchas... muchas horas.
Amanecí otra vez... entre tus brazos...
Ella durante la canción lo tiene abrazado como a un niño,
como protegiéndolo, y hacia el final pone su mejilla contra
la de él; seguirán los aplausos del público durante los
cuales ella seguirá con la mirada llena de ternura, mejilla
a mejilla; cesando los aplausos ella buscará los labios de
él, quien ha permanecido serio y preocupado durante la
canción; él esquiva los labios de ella, se levanta, solamente
vestido con sus pantalones de piyama, vuelve a encender
otro cigarrillo, esta vez con sus cerillos, se pasea nervioso.
Maru: No andes descalzo, vas a tomar frio. (Pausa, él no
contesta.) El piso está helado.
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JAIME: No soy un niño, ...no me hables como a un niño.
Maru: A los niños les ua andar descalzos, pero después
se enferman.
Jame: (Dándole la espalda, mirando por la ventana.)
Chava... nosotros tenemos que hablar.
Maru: Dime...
Jae: (Siempre de espaldas.) Yo... no te merezco.
Maru: (Con mucho miedo.) No entiendo lo que dices.
Jae: Yo no valgo nada. No merezco que te preocupes por
mí. Veo que estás pensando en que yo pueda llegar a
alguna parte, pero te equivocas si confías en mí.
Maru: Yo confío en ti.
Jae: Haces mal. Yo... hoy estoy aquí, y mañana quién
sabe dónde. Tú eres una mujer muy buena... y yo no soy
bueno como tú.
Maru: ¿Por qué dices eso?
JAIME: Porque es asi.
Maru: (Se oyen perros peleando.) ¿Qué miras?
Jae: (Por primera vez se vuelve y la mira de frente.) Yo
soy como un perro de esos de la calle, que han recibido
tantos palos que no saben más que chumbar, y hasta
muerden la mano que les alcanza algo para comer.
Maru: Los perros que encuentran una casa, ahí se quedan.
Jaime: Algunos no, tienen que volver a la calle, y a mí me
pasa eso... A mi hay veces que algo me hierve por dentro,
y no aguanto... si se me antoja algo, si se me antoja irme
lejos, si se me antoja una mujer... no aguanto, y dejo todo...
y me voy detrás. Es más fuerte que yo, es algo que llevo...
en las venas te diría. Porque algo adentro me hierve, algo
me dice que tengo que hacerlo ya o ...nunca más. Que la
vida es ya... o nunca más.
Maru: ¿No será... que te has cansado de mi?
JAIME: No, no me entendiste.
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Maru: ¿Pero hay algo aquí... que te moleste?
JAIME: ...SÍ.
Maru: (Después de una breve pausa.) ¿Qué es?
JAIME: Que te estés engañando. Que me creas mejor de lo
que soy. (Sigue un silencio.) Quiero descansar, ¿te moles-
ta si cierro las cortinas? Mañana es la prueba.
Maru: No, ciérralas, claro... (Jaime las cierra, la habitación
está casi en la oscuridad, se alcanzan a ver los ojos
angustiados de ella, expresan su gran pena: y
desorientación.)
JAIME: Trata de dormir. No fumes más.
Maru: Si, ahorita me duermo.
El vuelve a acostarse pero no la toca, se pone boca abajo,
con la cabeza mirando en la dirección contraria, evitando
la continuación del diálogo.
ESCENA CUARTA
Con las notas de un piano que ensaya un número revisteril
se van encendiendo las luces. Ocho muchachas en shorts
levantan la pierna al mismo tiempo. Estamos en el
escenario de un teatro donde se ensaya, no hay decorados,
sólo el piano, cerca del extremo derecho. Aquí es posible
adelantar el motivo de conga que después se desarrollará
en el cuadro o escena número seis, o simplemente dar un
motivo de gimnasia rítmica.
Pianista: (Hombre de unos cincuenta años, canoso, agra-
dable.) Un, dos, tres... un, dos, tres... un, dos, tres... (Si-
gue todo lo que sea necesario.)
CorisTa: (Mientras sigue la rutina tomadas las ocho de los
brazos.) Maestro, ya está suave...
Pianista: Ahorita están tomando el ritmo, y hay que seguir
hasta que se les fije bien.
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OTRA CorIsTA: (Siguiendo la rutina, está en un extremo, la
sigue una rubia en el grupo.) Mejor siga, maestrito, porque
si la gúera me suelta me caigo redondita al piso.
Pianista: Una vez más todo completo y ya...
Oca: (Es la vedette rumbera, entra en shorts especia-
lísimos, temperamental, acubanada, lleva turbante.) Oye,
chico, que con oírte ya estoy cansada yo, cómo será esta
pobre gente. (A un Traspunte.) Tú, ve al bar y tráeme un
roncito doble, y a la cuenta de la empresa.
TRASPUNTE: Doña Olga, que está prohibido traer alcohol.
Ya me han regañado.
Oca: Pues yo no voy a esperar un minuto más a tu patrón
de boca seca. Andale, que si no me voy ya mismo.
Pianista: (Deja de tocar, al Traspunte.) Anda pues, que yo
te autorizo.
Oca: (Al Pianista.) Tu empresario, chico, está muy errado
si cree que voy a hacerle el número así como está.
PIANISTA: ¿Cuál es el problema?
Oca: Que no me largue al escenario asi en frío, necesito
que el público sienta que estoy por aparecer... pero yo, mi
viejo, no me le aparezco así no más, tiene que haber un
clima, un suspenso, y después que la platea sufre un
poquito, ahí entonces sí les sale la Olga... (Expresión de
éxtasis.)
PranisTa: (Haciendo unos acordes fúnebres.) Tienes toda la
razón...
Oca: Tú ríete, ...que verás que salgo con la mía.
Aparecen Jaime y Maru, él está algo mejor vestido, ella sin
lujos pero de una sobriedad elegante, muy 40's, se los ve
tímidos.
Ona: Pero la cosa es que no se me ocurre una idea, y si
espero que ustedes se inspiren estoy bien frita.
Pianista: (Viendo a Jaime, que no se atreve a avanzar.)
Entre, hombre...
94
JAIME: Buenas, maestro.
Pianista: (Le da la mano, sin levantarse.) No soplan buenos
vientos, me han dicho que después de todo, no toman
más hombres para coro...
JAIME: Ni modo, entonces...
Pianista: (Que ha visto de buen grado la aparición de Maru.)
¿Quién es tu compañera? Hazla pasar...
Jaime: (Ya Maru sé está adelantando.) Chava... este es el
maestro Lucero.
Maru: Mucho gusto, maestro.
Pianista: El gusto es mío, ...y siento no tener mejores
noticias.
JAIME: Mi... compañera también canta.
PianisTA: Sí, pero desgraciadamente ya no tomamos más
voces, porque la empresa prefiere aumentar el cuerpo de
baile.
Maru: Pero, ya que está aqui, ¿por qué no oye a Jaime?
PranisTA: Pero es que de nada vale, aunque sea Caruso...
Jaime: Tiene razón el maestro, Chava, de él no depende y
ya hizo lo posible.
Maru: (Al Pianista.) Pero es que puede servir para otra
vez, por favor...
Oca: (Que no le ha quitado los ojos de encima a Jaime.)
Pues, chico, un poco de atención no se le niega a nadie...
(Al Traspunte que le trae la copa.) Todos necesitamos un
estímulo. (Mirando la copa.) ¿No?... Asu salud, y cántenos
bonito.
Pianista: (A Jaime.) Como usted quiera...
Jaime: Toque algo... (coqueteándole a Olga) bonito.
Pianista: (Comenzando con acordes muy delicados. A Maru.)
Tome asiento, señora. (A Jaime.) ¿Esta la sabe?
Jame (asiente con la cabeza, canta.)
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Está nervioso, trata de cobrar valor mirando a Maru, que
está en el extremo izquierdo sentada.
Poco a poco
me voy acercando a ti,
poco a poco...
la distancia sewa
haciendo menos...
yo no sé si tú vives
pensando en mí,
porque yo sólo pienso
en tu amor y en tus besos.
(A la altura de este verso Jaime comienza a dirigir la canción
a Olga, de pie casi en el extremo derecho.)
Qué bonito es querer
como quiero yo...
qué bonito entregarse
todito completo.
Yo no sé ni pregunto
cómo es tu amor,
pero a ti como a mi
no nos cabe en el cuerpo...
(A la altura de este verso Jaime se da cuenta de que está
descuidando a Maru y vuelve a dirigirse a ella.)
No me digas
que no sufriste...
que no extrañaste
todos mis besos...
No me digas
que no lloraste
algunas noches
que estuve lejos...
Poco a poco
me voy acercando a ti...
(A la altura de este verso Jaime no resiste la tentación y
vuelve a dirigirse a Olga, hasta el final.)
96
Poco a poco ;
se me llenan los ojos de llanto,
qué bonito es llorar
cuando lloro así
con tu amor,
junto a ti
y adorándote tanto...
Aplausos de las Coristas, de Olga y demás personas en
escena. :
Pianista: Muy lindo, muchacho...
Oca: Linda la idea que se me está ocurriendo...
EMPRESARIO: (Que ha aparecido a poco de empezada la
canción, grueso, de baja estatura, con sombrero de hongo
y todos los atributos físicos del empresario; se ha mantenido
detrás de Olga durante toda la canción, sin que nadie lo
note.) ¿Qué están tramando a mis espaldas?
Oca: Contigo quería hablar... ¿No es sensacional mi
descubrimiento? (Le acaricia la mejilla a Jaime.)
EMPRESARIO: No hay nada sensacional en este mundo que
trabaje gratis.
Oca: Oye, es justito lo que yo necesito para abrir mi
número, un chavo bien guapo que cante algo suave... (Em-
pieza a entusiasmarse.) En una noche tropical, con la luna
sobre el mar, claro, cantando algo que diga que una mu-
jer bellísima lo tiene trastornado, algo bien original... y
entonces aparezco yo.
EmPRESARIO: Pero, Olguita, ya el presupuesto está cerrado.
Oca: Pues lo abres, que este chico es debutante y te
cobrará repoco... Y a ensayar mañana mismo, que la gira
empieza el lunes, y para el debut sabes tú bien que quiero
esto funcionando como un reloj.
EMPRESARIO: De acuerdo. Pero tú entonces me renuncias a
la entrada en el burro amaestrado, que me cuesta más
que una corista. Y a las plumas nuevas de avestruz, y
trato hecho.
97
Onca: Trato hecho. A ver... me puedes teñir de negro las
plumas rojas del show viejo. (A Jaime, tomándolo del bra-
zo.) ¿Verdad que el negro me va a favorecer, papucho?
JAIME: (Encantado, y nada incómodo con la situación.) Es
usted la que va a favorecer al color.
EMPRESARIO: Pero usted, mi cuate, se tiene que conformar
con lo que pueda darle, que es bien poco.
Oca: Vamos a tu oficina, ya... (A Jaime.) Venga, guapo...
(Se va del brazo del Empresario.)
Jaime: (A Maru.) Me esperas un momento... ¿o prefieres
entrar a la oficina?
Maru: No, mejor me voy, la Chula está sola para atender a
todos.
Jaime: Un día no le hace nada, espérame un momento.
Maru: No, Jaime... y buena suerte... (Se le acerca y le da
un rapidísimo beso en la mejilla.)
JAIME: Gracias. (Maru sale.)
Pianista: (Tocando unos acordes.) Chicas... se acabó el
recreo, y se largó... un, dos, tres... un, dos, tres... (Las
Coristas vuelven a empezar la rutina, Jaime se queda
mirando a Maru que se va.)
ESCENA QUINTA
La taberna, todas las mesas están ocupadas, se ve a Chu-
la y al Patrón atendiéndolas, nerviosos.
PATRÓN: (Junto a una mesa, tomando una orden y gritando a
la cocina.) Marchen tres quesadillas, y dos caldos de pollo.
ChuLa: (Malhumorada viene de la cocina cargando dos
platos humeantes, el lápiz infaltable en la oreja, dirigién-
dose al Patrón mientras va hacia la mesa donde de-
positará los platos.) Allá no se oye, cuándo me lo va a
entender, están todas las sartenes fríe que te fríe, patrón.
98
(Retira platos de otra mesa y los lleva al extremo izquierdo
del set donde está la comunicación con la cocina.)
Patrón: Yo por ayudarte a ti, y todavía te quejas...
PARROQUIANO: (A Chula.) Chula... ¿Para cuándo las aguas
que te pedi?
ChuLa: (Volviendo con otros platos para otra mesa.) Ya va...
no tengo cuatro manos. Qué culpa tengo yo si la otra no
llega...
Patrón: Pideles tú, Chula, las tres quesadillas y los dos
caldos de pollo que yo mientras sirvo las copas de la mesa
cuatro.
ChuLa: Usted patrón me enreda más que me ayuda, detrás
del banco va a estar más mono, ándele.
PATRÓN: Eh, Chula, que ya está suave...
Maru: (Entra apresurada de la calle, con la misma ropa
con que la hemos visto en la escena anterior. Va a colocarse
el delantal.) Perdone, patrón. Es la primera y última vez,
se lo aseguro.
CHuLa: Sí, y a mí que me parta un rayo. (Va a pasar una
orden por el hueco.)
PATRÓN: (A Maru.) Nada, hija, pero de prisa a la cuatro tres
quesadillas y dos caldos de pollo. (Va a preparar al banco
tres copas que lleva en seguida a una mesa.)
Maru: (4 Chula, junto al hueco mientras ésta recoge allí
platos humeantes y se dirige a una de las mesas.) ¿Y es-
tas aguas?
ChuLa: Al gúero que está con la gorda. Mala facha te traes.
Maru: (A Chula, de lado para que no la oigan, mientras de
prisa lleva las dos aguas.) Quiero hablarte.
Chuza: (4 otra mesa.) ¿Y usted qué me pedia?
PARROQUIANO II: ¿Qué les queda de postre?
ChuLa: Para eso hay tiempo, hijo, ya enseguida te digo.
(Le recoge los platos y los lleva al hueco, donde ya ha lle-
gado Maru.)
99
Maru: (Por el hueco, antes de que llegue Chula.) Tres
quesadillas y dos caldos de pollo.
CHuLa: ¿Qué te pasa, mujer? ¿No:anduvo la prueba?
Maru: La prueba anduvo bien, muy bien. Pero yo con
Jaime, lo mío con él, se acabó todo.
Chuta: Tal vez sea mejor, Chavita. Alégrate, ya sabías que
eso no tenía arreglo.
Maru: Pero es que tú no sabes una cosa... Espero a un
niño.
Chuta: Hija de Dios...
Maru: Anoche estaba por decirselo... y no me animé.
ChHuLa: Tienes que decírselo.
Maru: No, Chula, no estaría bien. Yo a él no le importo
nada, y ahora que está feliz con su contrato, yo no le puedo
echar todo a perder.
ChuLa: Haces mal, se lo tienes que decir. Si no se lo dices
tú se lo digo yo.
Maru: Por lo que más quieras, ni una palabra.
PARROQUIANO: Patrón, ¿pidió mis quesadillas?
PaTRÓóN: Sí, ya va... ¡Muchachas! ¿dónde se meten?
PARROQUIANO: Si no hay comida por lo menos un poco de
música. Ei, Maru...
Chua: Ándele, Maru, cántales algo mientras se arregla esto.
Maru: (A los Parroquianos, volviendo a la sala.) Esta no-
che tal vez no esté mi compañero, mejor se esperan hasta
mañana... ”
PATRÓN: Vamos, guitarreros si hay alguno, ataquen sin
miedo, que la muchacha va a cantar, de castigo que vino
tarde.
ChuLa: (Del hueco, al descubrir la orden triplicada.) Y a no
quejarse por falta de servicio, que aqui hay nueve
quesadillas y seis caldos de pollo, quién se los va a co-
mer, no sé... (Se oyen guitarras.)
100
Maru: Patrón, un traguito por favor.
PATRÓN: Claro, m'hijita. (Le sirve, Maru toma, todo esto con fon-
do de orquesta, Maru saca fuerzas de flaquezas y canta.)
Maru: (Canta.)
Cuando te hablen de amor
y de ilusiones,
y te ofrezcan un sol
y un cielo entero,
si te acuerdas de mí
no me menciones,
porque vas a sentir
amor del bueno.
(En este momento Jaime aparece en la puerta. Mirando a
Jaime.)
Y si quieren saber...
De tu pasado,
es preciso decir... una mentira
di que vienes de allá,
de un mundo raro,
que no sabes penar,
que no entiendes de amor,
y que nunca has llorado...
JAIME: (Ataca, entrando al local.)
Porque yo donde voy,
hablaré de tu amor,
como un sueño dorado...
Y olvidando el rencor,
no diré que tu adiós
me volvió desgraciado...
Y si quieren saber
de tu pasado,
es preciso decir
otra mentira...
Maru: (Ataca, cantando.)
Les diré que llegué
101
de un mundo raro,
que no sé del dolor,
que triunfé en el amor,
y que nunca he llorado...
Maru y Jamme: (A dúo.)
Y si quieren saber
de mi pasado,
es preciso decir
otra mentira...
les diré que llegué
de un mundo raro...
Maru: (Sola.)
Que no sé del dolor...
Jame: (Solo.)
Que triunfé en el amor...
MARU y JAIME:
Y que nunca he llorado...
Siguen aplausos, Jaime la toma de la mano para agrade-
cer los aplausos de los parroquianos, Maru antes de cesar
los aplausos se desprende despechada y va al rincón de
la izquierda que tal vez tiene puerta de vaivén y así da
más intimidad a la acción que allí se desarrolla.
JAME: (La sigue, la ve profundamente angustiada, ella le
da la espalda, él le toma la mano, ella la retira.) ¿Qué
sucede?, ¿por qué no te quedaste en el teatro? Aquí se
podrian haber arreglado una noche sin ti.
Maru: (Tratando de aparentar calma.) No tenía caso. (Se
va oscureciendo la sala y queda iluminado sólo el rincón
izquierdo.)
JAIME: Yo quería que en el teatro te probaran a ti también,
puede abrirse una vacante, y ya sabrían que tú sabes
cantar.
Maru: ¿Cuándo empieza la gira?
102
JAIME: La semana próxima, y no sabes una cosa: la
rumbera insistió en que yo abra con una canción su
número más importante, y el empresario aceptó...
Maru: Te felicito...
JAIME: No me pueden pagar más que un mínimo, porque
ya tenían el presupuesto hecho... ¿pero qué importa,
verdad? De todos modos alcanzará para que vengas
conmigo, la empresa paga mi hotel y de mi sueldo sacamos
para tus gastos.
Maru: No, mejor me quedo...
JAIME: Tienes que venir, me darás más confianza. Yo pago
tu cuarto de hotel, y estarás tranquila, no tendrás que
estar atada a mi. Pero te tendré cerca.
Maru: Habla claro, Jaime. ¿Cómo quieres que vayamos,
como buenos amigos?
JAIME: Tú sabes cómo soy... Lo mejor es que vayamos así,
sin compromisos ¿no?
Maru: Sí, es mejor... Cada uno libre de hacer lo que quie-
re, si no te entendi mal...
JAIME: No vale la pena que te ates a mi. Ya te lo dije, tú
eres demasiado para mi...
Maru: ¿Demasiado qué?
Jaime: Demasiado buena... (Con fuerza.) Y a mí no me gusta
sentirme menos, y basta. (Tratando de recuperar la calma.)
Si quieres venir, ...como amigos de verdad, me darás una
gran alegría.
Maru: Gracias, Jaime. Pero creo que no voy a ir.
Jaime: Piénsalo, por favor. Prométemelo.
Maru: Prometido.
JAIME: ...Otra cosa ¿Se enojará el patrón si esta noche me
voy más temprano?
Maru: No, supongo que no... ¿por qué?
Jamme: Me pidieron... Si esta noche podía reunirme con
103
algunos de la compañía, para hablar más... de mi núme-
ro.
Maru: Ah...
JAIME: Quieren buscar mi canción... elegirla.
Maru: ¿En el teatro?
Jaime: No, en casa de Olga.
ChuLa: (Entrando con platos sucios, ve que se habla de
algo serio.) Perdonen que interrumpa.
Maru: (Agarrándole los platos.) Espérame tantito, Chula.
ChuLa: No te preocupes, ya están todos servidos, y si no...
que esperen.
Maru: Gracias, Chula. (A Jaime.) ¿Quién es Olga?
JAIME: La rumbera, tú sabes...
Maru: Y te verás con ella sola, claro, para trabajar mejor.
JAIME: No sé si estará sola, de eso no se habló.
Maru: ¿Y a qué hora te espera?
Jaime: En cuanto me desocupe.
Maru: Te pido un favor, Jaime.
JAIME: Dime.
Maru: Esta noche estoy muy nerviosa. Y te ruego que te
vayas ahorita, me encargo yo de disculparte con el patrón.
Jaime: No lo tomes así.
Maru: En otro momento hablaremos, Jaime. Pero ahora
por favor... quítate de mi vista.
Jaime: Está bien... (Sale por la sala, que está en la
penumbra, Maru destruida se parapeta contra el mueble
divisorio de la cocina.)
Chuta: (Viene al rincón izquierdo inmediatamente al ver que
Jaime ha salido del local sin saludar a nadie.) ¿Qué pasa,
Chavita?
104
Maru: Le dije que se fuera.
ChuLa: ¿Nada más? ¿no le contaste de aquello?
Maru: No, no sabe nada, y nunca lo va a saber.
CHULA: ¿Qué vas a hacer?
Maru: Que todo quede en la nada. (Tomándola a Chula
por los hombros.) Porque aquí no pasó nada, y tú nunca
supiste nada.
ChHuLa: ¿Y lo vas a perder?
Maru: Ya somos dos los' desgraciados, Chula, me parece
que con eso alcanza.
Chuta: Yo atiendo las mesas, Chavita, te traigo una silla
si quieres.
Maru: No, ...lo que me preocupa es él, que nadie lo cuide...
ChHuLa: Preocúpate por ti, hija. Que lo mereces más. (Sale.)
Queda sola Maru en el rincón, muy iluminado, el resto pasa
a estar en la total oscuridad, se oye una música de fondo.
Maru: (Canta.)
Pídele a Dios,
que no te haga llorar
allá donde te fuiste.
Pídele a Dios...
que no te haga infeliz,
que no te vuelva triste.
Yo ya te perdoné,
y El te va a perdonar,
tranquilamente...
yo te quiero mirar,
viviendo en un altar,
una vida decente...
Pidele a Dios...
que nunca, nunca,
te abandone...
pidele a Dios...
que siempre, siempre,
te perdone...
105
que te encuentres al fin,
en este mundo cruel,
la vida soñada,
que yo te oiga reir,
aunque ya para ti
no valga nada...
Pidele a Dios...
que nunca, nunca,
te abandone...
pidele a Dios...
que siempre, siempre,
te perdone...
que te encuentres al fin,
en este mundo cruel,
la vida soñada,
que yo te oiga reír,
aunque ya para ti
no valga nada...
pidele a Dios...
pidele a Dios...
Se pasa al siguiente cuadro sin disolvencia, el apagón es
total.
ESCENA SEXTA
De la oscuridad en que queda sumido el escenario se pasa
a un deslumbrante cuadro “Tropical-déco”, todo resuelto
en blanco, negro y plateado. Hay motivos de palmeras, tal
vez una escalinata de extremo a extremo del escenario.
Rumberas año 39 ondulan al compás de una canción entre
rumba y bolero, como era el gusto de la época. Jaime
impecable en su smoking blanco, en lo alto de la escalera
empieza su canción. Lo rodea el grupo de rumberas, todas
en blanco, plateado y negro. Al término de la canción
irrumpe la vedette, cuya aparición es anticipada por una
aceleración del ritmo. Ahora el compás es de conga, Olga
baila, la animación sube al máximo, luego el ritmo vuelve
a decrecer y Jaime cierra el número repitiendo su estribi-
llo.
106
Sin que la música cese, y mediante la caída del bastidor
transparente que se opaca, se forma una cola de coristas,
Olga, Jaime, y otras figuras que resultan ser los invitados
a casa de Jaime. La música ha vuelto a su ritmo de conga.
De ese modo, sin solución de continuidad, pasamos a otro
decorado.
ESCENA SÉPTIMA
Sala de estar de un departamento art-déco, elegantísimo,
despojado de adornos como es su característica. Sobre una
mesa de mármol, un bowl de cristal con calas. Botellas y
copas de champagne, la fiesta está en pleno auge, los
invitados se agitan al compás de la conga. Termina ésta y
todos aplauden y van a buscar su copa.
Oca: (Ya cambiada.) ¡Más champagne, que quiero hacer
otro brindis!
EMPRESARIO: (Mientras alguien le sirve.) ¡Brinda por mí
alguna vez, que sin mi nadie estaria lo contento que está!
Oca: Pues, chico, que de billetes los bancos están llenos,
pero curvas como las mías ¿dónde las vas a encontrar?
Jamme: Yo sí, brindo por mi empresario, porque... ya me
aumentó el sueldo!
EMPRESARIO: Jaimito, te dije que lo ibamos a hablar...
Oca: (Al empresario.) Pero si quieres que se brinde por
ti... tiene que haber una razón, mi cielo.
EMPRESARIO: (Brindando.) Entonces brindo por mí, que le
aumenté el sueldo a mi nuevo descubrimiento...
Oca: Descarado... que lo descubri yo, y por suerte tengo
testigos. (Le da un beso en la boca.)
Topos: ¡Por nuestro empresario!
EMPRESARIO: ¡Por él!
Topos: ¡Salud!
107
PiaNIsTa: (Entrando, y detrás de él, Maru, vestida sencilla
pero elegantemente.) Veo que llegamos a tiempo...
Oca: (Que no ha reconocido a Maru, que se ha quedado
un poco atrás.) ¡Y ahora sí un brindis merecido! (Levan-
tando la copa.) Bebo a la salud de nuestro director musical...
Topos: ¡Salud!
Pianista: (A Jaime.) Mira a quién te traigo...
JaAIme: Maru... pasa... (Contento de verla.) ¿Cómo estás?
Maru: Bien, ...y te felicito por...
Pianista: (La interrumpe.) Fui yo que la vi en la platea, y ni
bien cayó el telón corrí para no dejarla escapar a la salida.
Maru: Él insistió en que viniera, yo no quería...
JAIME: Pero por qué... nada me podría haber alegrado más.
(A los demás.) No sé si la recuerdan, mi gran amiga Maru.
Oca: La recuerdo muy bien... (Le da la mano con
desconfianza.) Bienvenida a nuestra fiesta. (Pasándole el
brazo a Jaime por el hombro.)
PIANISTA: Fue Maru la que insistió aquel día en que
probáramos a Jaime. El del susto se quería salir antes de
entrar. :
EMPRESARIO: Entonces aquí se impone otro brindis, ¡por la
insistencia de nuestra nueva amiga!
Maru: [Recibiendo una copa en su mano.) Vieja amiga...
Oca: (Con mala intención.) ¡Y gracias por habernos
regalado al astro! Ahora es nuestro.
Topos: ¡Salud!
Olga se va a llenar su copa y desde el lugar donde queda
con un grupo de la compañía, observa a Jaime y Maru.
JAIME: Pero ven, Maru, siéntate. Cuéntame cómo has
andado.
PianIsTAa: Yo los dejo que platiquen. (Tomándoles las copas.)
Denme sus copas que se las lleno. (Va hacia donde está el
champagne.)
108
Maru: Estuviste muy bien, el público salió encantado con-
tigo. j
JAIME: (A alguien que ha puesto muy alto un disco.) Bájala
tantito, por favor. (Lo complacen.) Qué alegría tenerte aquí,
...nO sabes las cosas que tengo para contarte. Está ya
casi firmado un contrato para grabar discos... hasta se
habla de hacer cine. Y bueno, lo de la radio ya está
arreglado de palabra.
Maru: (Muy contenta.) Es un sueño.
JAIME: No, es realidad. Y hay que hacer números, y calcular
fechas, y elegir lo mejor, :mponer condiciones. (Señalando
al Pianista que llega con las dos copas llenas.) Él es el
único en quien confío, pero está tan ocupado, mi cuate...
(Al Pianista.) Siéntate con nosotros...
Pianista: Ustedes tienen que hablar de sus cosas...
Maru: No, venga con nosotros, por favor.
JAIME: Maru, ni bien te vi entrar se me ocurrió una idea:
tú eres una mujer con los pies en la tierra, y en quien
confío ciegamente. Y yo necesito alguien que me ayude,
que se encargue de mis cosas, que me aconseje...
Maru: Pero yo de estas cosas no sé nada.
PianisTAa: Todo lo que tiene que hacer... es defender a Jai-
me. Estar de su parte.
JAIME: Necesito alguien que me recuerde lo que tengo que
hacer, a qué hora es la prueba del sastre, los ensayos,
todo, porque de veras estoy completamente mareado con
esto que está sucediendo.
Maru: No, Jaime, necesitas alguien más capacitado.
Pianista: Yo estoy de acuerdo con él, lo que necesita es
alguien de total confianza.
JAIME: ¿Qué te parece? ¿aceptas?
Maru: No sé, tengo que pensarlo.
Jaime: Es que hay momentos que me siento tan débil... a
veces a la mañana me despierto y pienso en todo lo que
tengo que afrontar, y me siento sin fuerzas.
109
Maru: ¿Te alimentas bien, Jaime?
JAIme: Es que a veces hasta me olvido de desayunar, y en
la calle me parece que las piernas no me sostienen...
Maru: Entonces si necesitas a alguien.
Oca: (Desde donde está.) Oye, tú, está bueno ya de
apartes, aquí estoy con mi copa vacía y nadie me la viene
a llenar.
JAIME: Sí, Olga, ya voy, pero es que tengo cosas importantes
que platicar aqui...
Oca: (Sube el volumen de la música.) Qué platicar... esta
es una fiesta, y si no hay ruido no hay fiesta.
Jaime: Mira, yo estoy muy cansado, si no te llevaría a un
cabaret para que tengas bulla, pero esta noche no, me
tienes que disculpar. Y baja tantito el volumen, te lo ruego.
Ona: Está bien... (Baja el volumen.) Te esperamos a que
termines, pero no te tardes...
PranisTA: Yo te sirvo la copa, Olguita, por eso no te inquietes.
JAME: (Le tira un beso con la mano y vuelve a dirigirse a
Maru.) Qué gusto, Maru... (Le toma las manos amistosa-
mente.) No te imaginas cómo necesito de amigos.
Maru: Cuéntame de este piso, es tan bello, ¿quién vive aquí?
JAIME: Pues quién va a ser... yo.
Maru: Pero Jaime...
JAIME: Sí, ya sé, ¿de dónde saco el dinero? Pues se lo prestó
un amigo a Olga, y bueno... Olga se peleó después con él
y ahora se lo tiene que devolver, ella tiene otros lugares
donde ir, eso no le falta... y yo me quiero quedar con el
piso.
Maru: Pero el alquiler estará carísimo.
JAIME: Y qué... Si firmo los contratos de que se habla hasta
un día lo voy a comprar a este piso, si puedo...
Maru: ¿No será demasiado lujo?
110
Jae: No, a las pocas horas de estar acá... por primera
vez en mi vida sentí que había llegado a mi casa.
Maru: A mí hasta me da lástima sentarme en este sillón,
me parece que lo ensucio...
JAIME: Tonteras. Tú te mereces este sillón y hasta un trono.
Tienes que volverte un poco loca, Maru, como yo... Hace
bien a la salud ¿sabes?
Maru: Es posible que sí...
JAIME: ¿Y qué decides? ¿aceptas trabajar para mí?
Maru: Si me necesitas, creo que sí, Jaime.
Jaime: (Entusiasmado.) Sería perfecto. A mediodía tú
podrías llegar, me despiertas, y empezamos el día de
trabajo.
Maru: Lo que más me preocupa es que te desayunes. Pero
una cosa ¿esta Olga no te hará problema?
JAIME: No, yo sé ponerla en su lugar. Además estará muy
claro que esto contigo es un contrato de trabajo.
Oca: (Que ha estado observando los términos amistosos
y aún ambiguos en que se desarrolla la conversación de
Jaime y Maru, se acerca a ellos.) Distinguido público, yo
de esta fiesta ya me he hartado, porque el dueño de casa
ni nos pela.
EMPRESARIO: Olguita, tú no entiendes lo que es encontrarse
dos amigos después de mucho tiempo... Imaginate si
tuviéramos la suerte de no vernos algún tiempo cuántas
cosas tendríamos que decirnos después.
Oca: (Buscando su abrigo.) Como nunca tuve esa suerte,
no entiendo ni mu de lo que dices, mi pelón... Y ahora si,
abur...
Jaime: Como quieras, Olga.
Onca: (A los demás.) Y si alguien me quiere seguir, la pri-
mera vedette Olga Quintero los invita a un cabaret, ¡a
divertirnos!
Grupo: ¡Vamos! ¡A la carga! ¡En marcha!
JAIME: ¿Pero es que ustedes no se cansan nunca?
Oca: Oye tú y tus fatigas, nosotros todavía queremos farra
y ahí vamos. (Suena el timbre, Olga está cerca de la puerta,
abre, es un grupo de gente muy elegante entre los que se
destaca una muchacha bellísima, una típica socialité de la
época, satinada y turbanteada, boquilla en ristre.)
Bienvenidos, unos llegan y otros se van. (Jaime se ha puesto
de pie, no quita los ojos de encima de la recién llegada.)
EMPRESARIO: (Presuroso.) Pero qué sorpresa, ya creía que
no venian.
Uno DE LOS CABALLEROS RECIÉN LLEGADOS: Pero veo que ya la
fiesta se acaba.
OLGa: Así es, caballero, nos vamos todos a un cabaret. Al
Waikiki mismito.
LA BELLA RECIÉN LLEGADA: Qué pena, una casa tan bonita y
ya tenemos que dejarla.
EMPRESARIO: Pero si nos aceptan la invitación, la fiesta va
para el Waikiki.
Jaime: Un momento... No veo por qué, la fiesta puede se-
guir aqui...
La BELLA: (Adelantándose, ha notado la mirada de Jaime.)
Irene Dolores Araujo y Peña. (Le extiende la mano.)
Jaime: (Se la besa.) Un honor tenerla en mi casa. Adelante.
(El grupo entra.)
La BeELLa: Me encantó su actuación. Le auguro un gran
porvenir.
Oca: (A su grupo.) ¿Pues que ustedes se quedan o vienen
conmigo?
JAIME: Quédense, por favor... Y pongan música. (Al
Pianista.) Tú, ayúdame a servir algo a nuestros'invitados.
Oíca: ¿Pues que se quedan o se van? (Con furia creciente
al ver el interés de Jaime en la recién llegada.)
EmpPRresaRIo: Podríamos quedarnos, Olguita, quiero que
conozcas al señor Robledo.
112
La BELLA: No se imaginan lo arrepentido que está de no
haber invertido en su show, ¿verdad, Esteban?
Ona: Pues si quieren quedarse allá ustedes, yo aquí no
estoy ni un solo minuto más... (Da media vuelta, y da un
portazo tras de sí.)
EmpPRresaRIO: (A los recién llegados.) Deben perdonarla, son
los nervios del debut.
JAIME: (Tras un silencio embarazoso, a La Bella,
alcanzándole una copa.) ¿De veras le gustó el show?
La BeELLa: Mucho.
Jaime: ¿Qué le gustó más, y qué le gustó menos?
La BELLA: Me gustó todo, especialmente usted, como a todos
los presentes.
Jaime: Muchas gracias... (Llevándola hacia el extremo
opuesto a donde está Maru sola.) Pero platíqueme más,
debe haber habido algo que no le convenció, o que se pueda
mejorar... me interesa mucho su opinión.
La BELLA: Pues, no sé, tal vez el defecto es que usted apa-
rece poco.
JAIME: ¿Qué música le gusta para bailar?
La BELLA: Todas.
JAIME: A ver, un poco de música, pongan algo bueno...
(Alguien pone un disco pero muy bajo, es la conga.)
Pianista: (Notando que Maru ha quedado sola, va hacia ella.)
¿Dónde está su copa? ¿no está tomando nada?
Maru: (Señalando su copa llena, en una mesita junto al
sillón.) Sí, gracias, todavía tengo.
Pianista: (Se sienta junto a ella.) ¿No le gustan las
celebraciones?
Maru: SÍ...
Pianista: Pues tómese un traguito, ayuda a ponerse en
clima.
113
Maru: Tiene razón. (Toma la copa en la mano.) A veces
hace falta.
PianIsTA: (Mientras Maru toma un trago.) Brindemos por su
nuevo trabajo, y por la carrera de Jaime.
Maru: Salud. (Brindan y terminan la copa.)
Jaime: (Desde su rincón con La Bella.) Pero suban un poco
esa música, que tengo muchas ganas de bailar.
InvrrapO: A tus órdenes... (La sube.)
JAIME: ¿Pero no hay otra cosa que esa conga?
La BELLA: A mí me encanta la conga...
CORISTA INVITADA: Sí, vamos, que es lo más sabroso...
JaiMe: ¿No están ya hartos de eso? (Algunos ya empiezan
a desatarse.)
Maru: (Reaccionando desde el otro extremo.) No, a mí
también me gusta un chorro.
OTRA CORISTA: Vamos, Jaimito... un, dos, tres, ¡conga!
Maru: (Uniéndose a la alegría creciente.) Sí, vamos todos...
un, dos, tres, ¡conga! (Maru baila con mucha gracia, la
ponen a la cabeza de la fila.) A bailar todos, que a esta
noche... ¡La tenemos que celebrar!
Topos: Un, dos, tres... ¡Conga!
Fin DE La PRIMERA PARTE
114
SEGUNDA PARTE
ESCENA OCTAVA
ProDuUcTOR: (Se pasea nervioso.) No, Maru, esto Jaime no
me lo puede hacer, que se niegue a repetir unas pocas
tomas, ya es imperdonable.
Maru: Por teléfono me prometió que venía, me lo aseguró.
ProDUCTOR: Por suerte se acaba esta película, porque si no
me vuelvo loco ¡Cuatro películas con él! Cuatro torturas.
Pero Maru: ¿es que no se da cuenta de lo que nos hace?
Maru: Él es así, inútil tratar de cambiarlo, pero hoy ven-
drá, tenga fe.
ProDucTOR: Sí, vendrá ¿pero a qué hora? ¿en qué estado?
Si repetimos esta escena es porque cuando la filmó estaba
borracho.
Maru: O tal vez enfermo, Jaime es tan... tonto, que prefie-
re cualquier cosa a confesar que está enfermo, o bueno,
cansado.
PropucTor: Jaime está sano.
Maru: Sí... pero no es tan fuerte como aparenta.
PRODUCTOR: Yo no entiendo a este muchacho, hace dos años
estaba tirado en la calle y ahora gana lo que quiere, le
115
sobra fama, tiene una esposa guapa y que lo quiere, un
hijito precioso ¿por qué no cuida todo lo que la suerte...
le ha regalado?
Maru: Regalado no, Jaime se merece todo lo que tiene. A
usted le ha dado dolores de cabeza, pero también mucho
dinero. Sus películas son éxito seguro.
PropucTor: Maru, usted no me lo creerá, pero la renovación
del contrato... ya no me interesa.
Maru: ¿Qué me quiere decir?
PRoDUCTOR: Que prefiero que Jaime firme con otro
productor.
Maru: ¿Lo ha pensado bien?
Probucror: Estoy totalmente decidido. Pero, escúcheme...
de qué me vale hacer buen negocio si vivo en ascuas. Por
suerte hoy se termina esta maldita película.
PIANISTA: (Entra.) ¿No hay noticias?
Maru: No, pero ya no debe tardar. ¿Dónde están todos?
Pianista: En la cafetería. (La acaricia. Al Productor.) Señor
productor, he tenido una idea. Ya todo mundo está listo,
pero con tanto café se me van a poner morenas las gúeras
y yo le propongo esto.
Propucror: (Escéptico.) ¿Qué?
PianIsTAa: Que filmemos más metraje de las muchachas, y
con eso podemos cubrirnos, en los momentos que Jaime
está más flojo ni modo, cortamos a las muchachas.
ProDucToRr: Perfecto, si él no está de acuerdo, fue su culpa,
porque aqui lo hemos esperado ya... (Mira su reloj.) ...Cinco
horas.
PiaNIsTA: ¡Qué Jaime! Se habrá entusiasmado en la pista.
(Al terminar de decir “pista” se da cuenta de su indiscreción,
Maru lo fulmina.)
PRODUCTOR: ¿Qué pista?
Maru: Tonteras...
116
Pianista: Modos de decir...
ProDUCTOR: Aquí hay gato encerrado. (Al Pianista.) Vamos,
desembucha, qué pista es esa.
Maru: Ya no hay remedio, díselo.
PianisTAa: Es que Jaime... ahora está interesado en correr,
en pista.
ProDUCcTOoOR: ¿Qué, en coches de carrera?
Maru: Si... tal como lo oye.
PRODUCTOR: Y me lo tenían callado... Pero ve lo que le digo,
Maru ¡este cuate Jaime está loco! ¿y a usted no le preocupa
eso? ¿que se mate un día?
Maru: Sí, yo creí que ya estaba acostumbrada a todo, pero
cuando lo vi subir a esa Maserati, se me fue la tripa.
ProDUCTOR: Y esto se lo aseguro a usted: ningún productor
lo va a contratar sin una cláusula que prohiba las carre-
ras de auto.
Maru: El dice que es lo único que ahora lo divierte, la
velocidad.
Pianista: Perdón, Maru, se me escapó.
Maru: No te preocupes, ya nuestro amigo aqui tenía una
decisión tomada.
ProDucTOoR: Así es. Con Jaime no quiero más pleito.
Maru: Pobrecito, es como si necesitase siempre estar al
borde del vértigo, y claro, sentir que lo domina.
PropucTor: (Se oye un coche estacionar.) Ahi está.
Maru: (Al Pianista.) Llama a todos, por favor.
Pianista: (Corriendo.) Ya traigo a todos.
IRENE: (La bella socialité entra, es la esposa de Jaime, muy
señora y elegante.) Buenas tardes.
PRroDUcTOR: Buenas tardes.
Maru: Cómo está, señora.
y17
IRENE: Maru ¿no está aqui mi marido?
Maru: Lo estamos esperando desde esta mañana.
ProDucToR: Calcule, Irene, “llevamos seis horas con un
batallón de gentes que me cobran hasta la fracción de
segundos, y el señor no aparece.
IRENE: Anoche no vino a dormir a casa.
Maru: Pero esta mañana me telefoneó, por lo menos
sabemos que no le ha pasado nada.
IRENE: Yo ya no soporto más esta vida. Y ahora con su
último berretín.
Maru: Ya el señor aquí lo sabe
IrENE: (Al Productor.) ¿Pero no es ya el acabóse? Dígame si
AO.
Empieza a entrar el equipo de filmación, maquilladoras,
etc., y las muchachas del cuerpo de baile, con soireés 30's
de lamé y pelucas platinadas.
Propuctor: Vamos a filmar sin él, y con estas tomas, se
terminó la película, y mi asociación con Jaime.
Pianista: (Que vuelve con el equipo.) Jefe, la gente acá dice
que lo espera a Jaime, hasta la noche, sin computarle las
horas extras a partir de... (Mira el reloj.) ...Las seis. Lo
hacen por Jaime.
ProDucTor: Claro, por mí no.
Maru: Usted sabe cómo es Jaime, los sabe conquistar.
IRENE: Sí, con regalos y derroches. (Al Productor.) Lo
comprendo a usted, porque yo también estoy harta de
esto. Sí, todos lo adoran, porque no lo conocen tal cual
és;
Maru: Señora, si usted supiera...
IRENE: ¡¿Qué?!
118
Maru: (Está a punto de hablar de la enfermedad de Jai-
me.) Usted no sabe...
IRENE: ¡¿¿Qué es lo que no sé?!
Maru: (No sabe qué decir.) Toda la miseria... que vivió
Jaime, le cuesta olvidarla.
IreNE: Usted lo consiente demasiado, si a él le cuesta
olvidar su miseria, no tiene que hundirnos en ella a mí y
a mi hijo. Yo esto no lo soporto más, me divorciaré y si del
hijo no le importa, mucho mejor, porque no lo va a ver
más...
PropucrTor: Pero, por favor, el divorcio nos arruinará, no
tiene que saberse, el público no iría al cine.
IRENE: Su imagen de hombre de familia no me interesa.
Usted termina su contrato ¡y yo terminaré el mío!
JaAme: (Entra, ya vestido de smoking para la escena.
Sonriente.) Qué es esta discusión, mientras se pelean entre
ustedes yo me salvo del regaño...
PRODUCTOR: ¡Jaime! por fin.
JAIME: Y ya listo para filmar, y ponerle broche de oro a
nuestro éxito máximo.
PianIsTAa: ¡Equipo! (Golpeando las manos.) Listos todos que
filmamos. Luces, a ver, maquillaje para Jaime.
Jaime: (4 Irene.) Tengo mucho que explicarte, Irene. (Le
hace una caricia.)
IRENE: (Baja la cabeza.) Te espero en casa, Jaime, no son
de buen gusto las explicaciones en público.
Jaime: (Le besa la mejilla.) Para allá voy no bien
terminemos.
IRENE: Me cuesta creerte.
Jae: Iré para allá.
IRENE: (Conteniendo su furia.) Está bien. (Sale.)
Jae: (Mientras la maquilladora lo retoca.) Maru ¿está bien
la corbata?
119
Maru: (Lo mira de todos los ángulos.) Sí, perfecto,
guapisimo.
PRODUCTOR: Y esta vez con mucho sentimiento, Jaime.
Mientras Jaime toma su puesto en el decorado que figura
una calle de Nueva York estilizada, de noche, la
maquilladora lo retoca.
Jaime: De acuerdo.
Pianista: Todos listos... Cámara ¿listo?
CAMERAMAN: Listo.
PRODUCTOR: Silencio.
PraNIsTA: ¿Listo play back?
TÉCNICO DE SONIDO: Listo.
PRODUCTOR: ¡Play back! (Se empieza a oír un sonido previo
a la música del play back.) ¡Cámara! ¡Acción!
Suena la música mexicana típica de “Las ciudades”, Jaime
con su galera puesta se pasea por la calle, melancólico, se
le cruza unan muchacha de soirée, después otra, y otra,
mientras la música toma compás de jazz lento, Jaime canta,
las mujeres lo adulan, lo acarician pero van
desapareciendo, frívolas, termina Jaime solo en la calle de
Nueva York. ;
Te vi llegar... y senti
la presencia de un ser desconocido.
Te vi llegar... y senti
lo que nunca jamás había sentido.
Te quise amar... y tu amor
no era fuego, no era lumbre.
Las distancias apartan las ciudades,
las ciudades destruyen las costumbres.
Te dije adiós... y pediste
que nunca, que nunca que nunca te olvidara.
Te dije adiós... y senti
120
de tu amor otra vez la fuerza extraña.
Y mi álma completa se cubrió de hielo,
y mi cuerpo entero se llenó de frio.
Y estuve a punto de cambiar tu mundo...
de cambiar tu mundo por el mundo mío.
Te dije adiós... y pediste
que nunca, que nunca que nunca te olvidara.
Te dije adiós... y sentí
de tu amor otra vez la fuerza extraña.
Y mi alma completa se cubrió de hielo,
y mi cuerpo entero se llenó de frío.
Y estuve a punto de cambiar tu mundo...
de cambiar tu mundo por el mundo mío.
PRoDUCTOR: ¡Corten! ¡Perfecto!
PiaNisTa: Magnífico, Jaime.
JAIME: ¿La repetimos?
PropucTor: No hace falta. Quedó perfecto.
Jaime: Bueno, se acabó la charla ¡y a brindar por el éxito!
PRODUCTOR: A ver, que traigan unos tragos del bar, todo
por mi cuenta.
JAIME: No ¡la idea fue mía! Tú ya pagaste de más, si es que
me explico...
PrianisTa: (A un asistente.) Corre al bar que nos manden
algo.
Jaime: De lo que se les antoje, pero mejor vamos todos
para allá, así cada uno pide lo que quiere.
CorisTA: Yo quiero un viejito millonario, con soda y hasta
hielo.
CorisTA Il: Yo un ranchero o un industrial, da lo mismo,
pero servidito puro, con sal y limón.
Jamme: Pidan que yo les pago lo que sea.
CorisTAs: Gracias, chulón.
CorisTA HI: A ti, ni sal ni limón te echaría.
121.
Maru: Pelada.
Jaime: Ándele pues, que ya voy con ustedes.
Maru: Jaime, un momento.* '
JAIME: ¿Te gustó la escena?
Maru: Mucho, pero Jaime, te ruego una cosa: vete a casa
ya, no bebas, ni te demores con nosotros. En tu casa te
están esperando.
Jae: Tengo ganas de festejar, y luego me voy a la casa.
No sabes cómo está quedando el coche ¡como una bala!
Maru: No, Jaime. Mira, yo no te lo dije antes para que
filmaras tranquilo. Pero tu mujer antes de que llegaras,
dijo muchas cosas, estaba furiosa, aseguró que se iba de
tu casa y se llevaba al niño.
Jaime: (Enojado.) ¿Y por qué no me lo dijiste antes?
Maru: Si vas inmediatamente llegarás a tiempo.
Jaime: (Decidiendo ir.) Si se han ido, no te lo perdonaré
nunca.
Maru: Háblale con calma, por favor no pierdas el control,
que te arrepentirás.
Jaime: Yo te llamo aquí, desde la casa al llegar, porque es
posible que te necesite.
Maru: Jaime, los cuates del equipo van a cenar todos
juntos y yo prometi ir.
JAIME: No son momentos para babosadas, te ruego que
esperes mi llamada... (Muy enfadado.) Es lo menos que
puedes hacer...
Maru: Está bien...
Jaime: Y discúlpame con los muchachos. (Sale corriendo.)
Aparece el pianista con una botella y dos copas en las
manos.
122
PeDro: (Pianista.) Esto es para ti.
Maru: (Muy apurada.) No te hubieses molestado. Yo iba
para el bar.
PeDro: Es que prefería brindar contigo a solas.
Maru: Buena idea, Pedro.
PeEDRo: Salud, Maru.
Maru: Salud.
PeDRro: Por ti, que has hecho posible que se terminara la
película.
Maru: Pero si todos me echan las culpas de lo que pasa.
El productor, Jaime, su mujer, los tres están corajudos
hoy conmigo.
PEDRO: Yo no estoy corajudo contigo. (Le toma la mano.)
Qué bueno que vamos a cenar todos juntos, y mañana no
hay ya prisa de nada. Esta noche me gustaría platicar
contigo, pero largo y muy serio.
Maru: Sírveme otra, ándele.
PeDRo: (Le sirve y se sirve.) De veras, y bueno, que, te lo
digo ya, Jaime... no merece que te sacrifiques tanto. (Bebe,
Maru no.)
Maru: Me parece que alguien me lo dijo ya una vez.
Pbro: (Le toma la mano.) Te hablo muy en serio. Tienes
que pensar en ti un poco, no, qué poco, tienes que pensar
mucho en ti. Y en lo que más te convenga.
Maru: (Levantando la copa.) Salud, Maru, por lo que más
te convenga.
Pero: Y vamos ya, que nos esperan.
Maru: Yo todavía tengo que esperar un llamado.
PeDro: Qué llamado ni qué tanto... Ya todo el equipo se va
a celebrar, ándale que nos van a dejar detrás.
Maru: Lo siento, Pedro, de veras tengo que quedarme. Si
me dices dónde van yo me les uno más tarde.
123
PeDRo: ¿Pero de veras me lo prometes que vienes?
Maru: Te lo prometo. (Le da un beso leve en la boca.)
PeDro: (Contento.) En la Hostería del camino a Toluca ¿la
recuerdas?
Maru: Ahorita voy.
PeDro: (Le da otro beso igual, se ve que es la primera vez
que lo hacen.) Te quiero mucho, Maru.
Maru: Ándale... que se van a ir sin ti. (Pedro se va, ha
dejado botella y copas, Maru se sirve otra, levanta la copa.)
¡Salud, Maru! Por tus éxitos en el amor... (El alcohol la
sacude emocionalmente, se oye una música muy queda,
Maru canta.)
Oí tu voz... muy lejos de mi vida
y tuve que llorar después de oirte.
Sentí tu amor... más cerca de mi vida,
pero sentí dolor dentro de mi alma triste.
Yo sé que volveremos a encontrarnos
nuevamente.
Tenemos una cita que cumplir
y no la va a impedir
la muerte.
Oí tu voz...
muy lejos de mi vida
y tuve que llorar
después de oirte.
Sentí tu amor...
más cerca de mi vida,
pero senti dolor
dentro de mi alma triste.
Yo sé que volveremos a encontrarnos
nuevamente.
Tenemos una cita que cumplir
y no la va a impedir
la muerte.
Oi tu voz...
muy lejos de mi vida
y tuve que llorar
después de oirte.
124
Sentí tu amor...
más cerca de mi vida,
pero senti dolor
dentro de mi alma triste.
Oí tu voz...
Terminada la canción Maru se para en el escenario,
reflexiona un: momento, como sintiéndose frente a su
destino, y de pronto apagan las luces (algún farolito de
script girl.) y toma su abrigo para salir, ya ha dado unos
pasos cuando se oye el teléfono. Titubea, no sabe si
responder o no. Atiende.
Maru: Bueno... Sí, dime... No, Jaime, no puedo ir ahora...
ROQUE: ¿Pero por qué la dejaste ir?... ...¿Y a dónde
fue?... ¿Y el niño?... Si, sí, voy enseguida, salgo ya.
ESCENA NOVENA
Casa de Jaime. Es la misma sala art-déco en que se desa-
rrolló la escena séptima. Las luces son tenues, junto a uno
de los sillones hay un cochecito de niño. Jaime junto al
niño, con bata, pero vestido por debajo.
JAIME: Duérmete, cariñito. Duérmete ya ¿No quieres cerrar
esos ojitos? ¿Te gusta tu casa? Es bien tuya, hijito mio,
está a tu nombre ¿sabes? y las deudas son nada más que
de tu papito. Él con tenerte a ti ya está contento. (Suena
el timbre de la calle, Jaime va a abrir.)
Jaime: (Abriendo a Maru.) Ven a verlo, se está durmiendo...
Maru: No hables tan fuerte. (Va a ver al niño.)
Jamme: Por suerte estás aqui.
Maru: ¿Qué pasó?
Jae: Te lo puedes imaginar...
Maru: Qué guapo es este chamaquito ¿se te porta bien?
125
JAIME: Ya su nana le dio de comer, y ahorita se duerme.
Maru: Cuéntame todo, Jaime.
Jaime: Llegué y estaba Irene empacando. Discutimos...
Llegué hasta pedirle perdón.
Maru: Como un gran favor...
Jaime: Maru, no te pongas contra mí, de veras, trata de
entender... Quería llevarse al niño, pero se lo arrebaté. Y
aqui lo tengo, a mi ninito.
Maru: ¿Y ahora qué piensas hacer?
Jaime: Luchar por que no me lo saque... Y si ella quiere
volver... pues que vuelva.
Maru: ¿Has estado sin venir algunas noches?
Jaime: No te lo voy a negar.
Maru: Pero eso es imperdonable, tienes que prometerle
que nunca más sucederá.
JAIME: No creas que hay otra mujer. Fue más que nada
parranda... Y mi coche de pista que es una flecha blanca.
Maru: ¿No la quieres, Jaime?
JAME: (Después de breve pausa.) Sí, la quiero... pero no la
siento ¿cómo te puedo explicar?... no la siento mía. Lo
único que he sentido mío en mi vida... es a este
chamaquito, a él sí. Ni el dinero, ni los aplausos, nada
me parece que es cierto... porque no duran, hoy los tengo,
mañana quién sabe... pero él... (Vuelve junto al niño, y
Maru también.)
Maru: Y es tan bonito.
Jaime: Tú no puedes entender, no has tenido hijos... (Maru
se siente abofeteada.) Eso no se puede saber... Si no se
vive en carne propia. (El niño se queja.)
Maru: No hables fuerte, que se tiene que dormir...
JAIME: (Al niño, haciendo girar un carillón.) Duérmase, mi
ángel... (Se oye el carillón.).
126
Una casita al pie de la montaña
un arroyo que corra por el campo
un sol que alumbre siempre mi mañana
y una luna que brille en la noche
mientras canto.
Un cariño que entienda mi cariño
una guitarra fiel que me acompañe
una copa de vino y un amigo
que platique de amor y respete el dolor
sin que me engañe.
Eso quiero tener
para darle mi adiós a la gran ciudad
yo la quise querer
pero siempre encontré
alguien que me hizo mal.
Por eso busco al pie de la montaña
y el arroyo que corre por el campo;
por eso quiero el sol de la mañana
que me ayude a vivir sin que sienta morir
dentro del alma.
Una casita al pie de la montana...
Maru: Jaime, tengo que hablarte de algo...
JaAime: (En voz baja, para no despertar al niño.) Si son
consejos, no...
Maru: No me puedo quedar mucho rato, me están espe-
rando la gente del equipo. Y Pedro.
Jame: (Pausa breve.) Cásate con él, Maru...
Maru: Pero cómo sabes...
Jaime: Se le nota a la legua que está enamorado de ti ¿ya
te lo propuso?
Maru: Sí, hace meses, pero lo rechacé, y ahora ha vuelto a
mostrarse muy guapo conmigo. Y me dijo que esta noche
me quería hablar...
Jaime: Si te importa mi opinión... te digo que... me gusta
la idea. Pero si puedes seguir trabajando conmigo, claro.
Maru: ¿Y si no?
127
JAIME: Maru, ¡por favor! En este momento no me puedes
dejar tirado. Tengo el nuevo contrato que discutir. Pienso
sacarle mejores condiciones todavía que en el anterior...
Maru: Ante todo, Jaime, basta de relajos, para que tu mujer
vuelva.
JAme: No te preocupes. Esta vez va en serio. (Mirando la
cuna.) Y él me va a ayudar. Ahora es a él que tengo que
defenderlo.
Maru: Si te lo propones estoy Sceuia de que todo tiene
remedio todavía.
JAIME: ¿Sabes una cosa? El otro día descubri... que estoy
echando panza. Así que de mañana en adelante mi vida
cambia totalmente: levantarse temprano, gimnasia,y
trabajo, y nada más.
Maru: Júramelo. (Suena el teléfono, se miran.)
JAIME: ¿Tú esperas llamado?
Maru: No.
JAIME: Entonces no contesto.
Maru: Tal vez sea Irene, contesta, Jaime, por favor.
JAIME: Bueno... Sí, soy yo. (Muy alegre.) ¡Quihubo! (Maru
está intrigada.) ¿Y cuándo lo prueban?... ¿Y las bujías ya
están a punto?... ¿Ahorita?... ¿Y quién lo va a pilotear?...
Entonces, ...entonces voy yo... sí, voy para allá enseguida.
Maru: ¡Jaime!
JaME: (Sigue por teléfono.) Tardo unos minutos...
Maru: ¡Jaime! no, por favor...
JaME: (Al teléfono.) Si, ahí le voy, ándele... (Cuelga.)
Maru: Estás loco...
Jaime: Maru, Maru, reinita mía. (Le da un beso en la meji-
lla y va a buscar su abrigo.) De rodillas, mi reina, quédate
aquí un rato, te lo pido por favor.
Maru: Me espera Pedro...
128
Jaime: Un rato, y ya vuelvo.
Maru: Pero estás loco de remate ¿Y si viene Irene?
Jaime: No le abras a nadie, pones el pasador por dentro y
nadie podrá entrar, a mí nomás me abres.
Maru: Yo me voy.
JAIME: (Ya con el abrigo, le hace mimos.) Es un favor que
nunca me lo voy a olvidar. Sí... ¿eh? ¿sí? Es que muero
por probar ese cochecito ¿verdad que me esperas? Unos
minutos ¿si? ¿qué haría yo sin ti? ¿eh? ¿a quién le debo
todo? ¿eh? ¿a mi guapita? (La besa en la mejilla.)
Maru: Pero si me acabas de prometer...
JAIME: (La interrumpe.) Cuanto más tarde en irme, más
tardo en volver... (La vuelve a acariciar.) Y no te olvides de
correr el pasador ni bien yo salga.
Maru: Vuelve pronto.
Jaime: Claro, mi reina... Hasta luego. (Se va, Maru va ha-
cia el niño, se arrodilla para mirarlo mejor, apoya su cabe-
za sobre la cuna sin atinar a nada más.)
ESCENA DÉCIMA
El Merendero. Es la tarde entrada, la misma luz de la
segunda escena, cuando Chula pone las mesas. En el vidrio
de la ventana se lee —escrito en blanco— HOY CERRADO
POR FIESTA. Están colgando guirnaldas del centro del
salón Chula y el Patrón, Chula parada en una silla, el
Patrón le alcanza las guirnaldas.
PATRÓN: Cuelga una más de este lado y otra de este.
ChuLa: Ya está bueno, que me mareo acá arriba.
ParrÓóN: No, bien lleno, va a dar más alegría.
ChuLa: (Hosca.) La alegría hay que llevarla adentro, qué
tanta guirnalda, con guirnaldas no se arregla nada...
129
Patrón: (Alcanzándole otra.) Ahora bájate de ahi y me cuel-
gas esto de aquella punta.
Chuza: (Se baja de la silla con dificultad.) ¿Por qué no se
sube usted?
PATRÓN: Ya te dije que me mareo.
ChuLa: Pero haga la prueba, si se cae yo lo ayudo a
levantarse.
ParróN: No, prefiero yo levantarte a ti. Ándele, súbete. (Le
acomoda la silla.)
Chuta: (Subiendo.) Si me pasa algo, me va a tener que
pagar por buena. (O nueva.)
ParrónN: (Le alcanza guirnalda.) ¿Pero es posible que ni
hoy te dejes de quejar? ¿No estás contenta que se
compromete tu amiga?
Chuta: Claro que estoy contenta.
PATRÓN: Pero demuéstralo, por amor de Dios.
ChHuLa: (Colgando la guirnalda.) Ah... me da vergúenza estar
contenta.
PATRÓN: Ya así está bien... (Chula suspira aliviada.) ...De
este lado. Ahora falta el otro.
CHULA: Ah no... ¡Ya no doy más!
Pebro: (Entra, muy elegante, con flor en el ojal.) Pero qué
bonito está esto, oye...
PATRÓN: Pues para usted, mi cuate.
ChuLa: Más que nada para la Maru. ¿Y fijaron ya la fecha...
o si?
PeDRro: Ella decide, cuando ella quiera yo estoy listo.
Chuta: (Bajando de la silla.) Usted no tiene mucho tiempo
que perder, no sé si me explico. Y oiga ¿no me colgaría
esta última, que yo ya estoy frita?
Patrón: (Alcanzándosela a Pedro.) Ésta, Don Pedro.
130
Pero: Cómo no. (Se sube a la silla con cierta dificultad.)
Chua: (Sentándose a descansar.) Está ágil Don Pedro, para
su edad...
PeDro: Te ayudo y encima me choteas.
ChuLa: ¿Y Maru cuándo llega? ¿Por qué no vino con usted?
Pero: (Cuelga guirnalda y se baja.) Quiso antes pasar
por el teatro.
PATRÓN: ¿Y cómo anda la temporada?
PeDro: Bastante bien, si Jaime no aprovecha esta
oportunidad, ya está perdido.
ChuLa: Pero el público lo aplaudió mucho, el día que yo lo
vi.
PeEDRo: El problema no es el público, es la empresa. Nadie
quiere contratarlo porque saben que él trae lío, que hay
días que no aparece, o que aparece pedo. Fue Maru la
que le rogó a este empresario que lo tomara, Jaime llevaba
cerca de un año sin trabajar desde que terminó la última
película. Y después esa gira, en que se ganó el odio de
todos los empresarios de provincia. Mejor ni hablar.
PATRÓN: Qué cuate más loco, ¿y la mujer, y el chamaco, ya
no los ve más?
Pero: No, perdió toda la chance. Está solo Jaime, si no
es por Maru ya lo habrian comido los piojos.
ChuLa: Y ahora que ella se case los piojos lo van a pelar
¿pero por qué tarda tanto esa tonta?
PeDro: Es que quería asegurarse que el primer show
arrancaba bien. Ya el segundo de la noche no importa, ya
Jaime está en el teatro y ahi se aguanta, lo difícil es que
llegue al teatro... sobrio.
PATRÓN: Yo hace tiempo que no lo veo ¿Va a venir esta
noche?
PeDro: Eso es lo que tenía preocupada a Maru, porque
cuando lo invitó le dijo que no podía, y ella tiene miedo...
131
Chuta: (Lo interrumpe.) ...Que él lo tome a mal, lo del ca-
samiento.
PeDRo: Así es. Yo no comprendo, a veces lo trata como un
niño, como un niño enfermo de cuidado.
Chuta: Es que ella es muy buena, Don Pedro. Eso es todo,
compréndala.
Entra grupo de teatrantes, cinco CoRIsTAS y amigos.
CorisTA l: ¿Es aquí el reventón?
CorisTa Il: Si está el novio, claro ¡felicidades, lucerito!,
¡qué chulo estás!
CorisTA III: ¡Esta noche desmadre y medio vamos a hacer!
¿Para cuándo los confites!
Pbro: Pronto, cualquier día de éstos, y ahi otra vez de
fiesta, gúera.
CorrsTA MI: ¡Y más desmadre todavía!
ChHuLa: (Al Patrón, viendo las Coristas con mal ojo.) Chicas
serias de familia, se nota de lejos.
Llega otro grupo.
PATRÓN: Aquí debe estar la Maru.
CHuLa: No... no está.
Grupo: ¡Buenas! ¡el novio! ¡pero qué rechulo! ¿y que todavía
están en seco?
PeDro: Adelante, adelante, todos.
Chuta: (Al Patrón.) Qué gente timida la del teatro.
PATRÓN: Y todos abstemios.
ChuLa: Tengo miedo que pase algo, Don Chente ¿por qué
no viene esta bendita?
PATRÓN: Ya va a venir, tú siempre como lechuza.
Pebro: (4 Chula y el Patrón.) Ya vamos escanciando algo,
¿qué les parece?
132
PATRÓN: A sus órdenes. Empezamos con un tequilazo y
después Dios dirá ¿ta bien?
Pebro: Ándele pues. (Viendo a los músicos afuera.) Y
ustedes adentro también. (Chula y el Patrón empiezan a
servir.)
Chuta: (Ofreciendo tragos a las Coristas.) ¿Té de azahar o
limonada?
CorIsTA 1: Pero si son todas las copas iguales...
ChuLa: Cómo se ve que tus padres nunca te sacan de
fiesta...
CorrsTA Í: Seguro que es tequila...
CHuLa: ¿Quién te enseño esa palabra?
PATRÓN: (Viendo aparecer a Maru.) ¡Y aquí está la novia!
Grupo: ¡Viva!
ChHuLa: (Al Patrón.) Ay Dios, qué alivio...
PATRÓN: Ya te decía yo...
Maru: ¡Quihúbole! (Va a abrazar a Pedro.)
Grupo: ¡Buenas! ¡Qué guapa estás! ¡El amor te sierita
mucho!
Maru: Gracias, guapos. (A Pedro.) ¿Y cómo está el
condenado a muerte?
PEDRO: Esperando a su verdugo. (La besa.) ¿Cómo estás,
linda? ¿Quedó todo bien?
Maru: Los dejé cuando ya empezaba la función. Todo en
calma.
PeDRo: ¿Y Jaime viene más tarde?
Maru: De aquí a que termine el segundo show va a estar
cansado. Te manda un abrazo.
ChuLa: (Abrazando a Maru.) ¿Qué dices, mana? Te hiciste
esperar, como siempre, menos mal que tus mesas no ten-
go yo que atenderlas ¿te acuerdas?
133
Maru: Cómo no me voy a acordar...
PATRÓN: ¿Y a mí no me das un abrazo?
Maru: ¡Jefecito! Venga un abrazote.
Patrón: Era hora de que te decidieras, ya creí que te me
quedabas.
Maru: Tardona pero segura.
ChuLa: (Señalando a Pedro, mordaz, aunque cariñosa.) No
sé para qué se iba a apurar. (Significando que Pedro no
vale la pena.)
PeDrRo: Más vale maña que fuerza, Chulita. (Se sirven de
las bandejas que pasan Chula y el Patrón.).
CHuta: Sí, para desatar un nudo. O para zurcir una media.
PeDro: Chula, te juro que te la voy a tratar bien a tu cuata,
como ella se lo merece. (Los mariachis empiezan a tocar
algo.)
PATRÓN: Oye, Maru, me recuerda cuando tú estabas aquí y
nos cantabas, ¿por qué no nos cantas algo?
Maru: Sí, jefecito, cómo no le voy a cantar.
Pero: Pero si me dejas, Maru, antes te quiero cantar yo
algo a ti, y (riéndose, a Chula) pa' que me oigan también
por ahí cerca. (Hace señas al mariachi de levantar el ritmo.)
Patrón: Ándele, Don Pedro...
Pedro canta con mucha jovialidad, en un cierto momento,
hacia el final busca a Maru y termina la canción mejilla a
mejilla.
Canto al pie de tu ventana
pa' que sepas que te quiero,
tú a mí no me quieres nada
pero yo por ti me muero.
Dicen que ando muy errado
que despierte de mi sueño,
pero se han equivocado
134
porque yo he de ser tu dueño.
¡Qué voy a hacer
si de veras te quiero!
¡Ya te adoré
y olvidarte no puedo!
Dicen que pa' conseguirte
necesito una fortuna,
que debo bajar el cielo
las estrellas y la luna.
Yo no bajaré la luna
ni las estrellas tampoco,
y aunque no tengo fortuna
me querrás poquito a poco.
¡Qué voy a hacer
si de veras te quiero!
¡Ya te adoré
y olvidarte no puedo!
Yo sé que hay muchas mujeres
y que sobra quien me quiera,
pero ninguna me importa
sólo pienso en ti, morena.
Mi corazón te ha escogido
y llorar no quiero verlo,
ya el pobre mucho ha sufrido
ahora tienes que quererlo.
¡Qué voy a hacer
si de veras te quiero!
¡Ya te adoré
y olvidarte no puedo!
Grandes aplausos.
Maru: Gracias. mi rey, y ahora yo te voy a cantar otra.
(Suena el teléfono, el Patrón va a atender.) Pero no sé con
qué contestarte tan lindo...
ChuLa: Ya te dejaste convencer, mensa, esas cosas no se
resuelven con palabras...
PATRÓN: (Desde el teléfono.) Maru, es para ti.
Maru: (Yendo al teléfono. A Pedro.) Espérame tantito. (Al
teléfono.) Bueno, sí, ... SOy yo ... no es posible ... ¿pero y
135
qué puedo hacer yo? ... No, yo no voy ... Dale café, dale
algo, un golpe... No, no, no me esperen... Ni modo, piense
de mí lo que quiera... No, perdone, no quise decirle eso,
pero no'me espere... No. Buenas noches. (Cuelga. Muy
preocupada vuelve al grupo.)
PeDRo: ¿Qué ha pasado?
Maru: Jaime... no salió al saludo final, entre su número y
el final estuvo bebiendo.
PeDrRo: ¿Y el segundo show?
Maru: No lo quiere hacer, está en el camarín, borracho.
PeEDRo: ¿Y el empresario qué dice?
Maru: Que esta vez no se la perdona, y le corta el contrato
y le hace pagar daños y perjuicios. Si es que yo no voy...
PEDRO: ¿Y qué vas a hacer?
Maru: Nada, quedarme en mi fiesta.
Chuta: Bien hecho, manita.
Pero: (Abrazándola.) Gracias, querida.
Chuza: (A Pedro, para cortar la conversación no dar tiempo
a Maru a reflexionar.) Pero usted sabe, todo eso que nos
anduvo diciendo, a mí no me convenció, pero si me lo
canta de nuevo a lo mejor le encuentro algún sentido.
PATRÓN: Sí, que nos cante de nuevo.
Gruro: ¡Si! ¡Bis! ¡Bis!
Mariachis arrancan y Pedro repite la canción, cuando se
está acercando el final busca con la vista a Maru. Entre el
grupo de los invitados Maru se ha mezclado ofreciendo
copas y la hemos notado preocupada y pensativa. De golpe
ha decidido irse. Pedro interrumpe la canción, los mariachis
siguen sin advertir lo que sucede. Pedro mira la puerta
abierta.
Fade out.
136
ESCENA ONCE
Camarín de Jaime, casi adyacente a bambalinas y más
allá a un decorado, para número charro, que apenas se
entrevé. Jaime echado en su diván. Fuera del camarín, en
bambalinas, se ve al Empresario y gente del show, que
todavía no ha empezado.
EmPRESaARIo: (Es el mismo del primer acto, está frenético.
Habla al Traspunte.) ¿Pero es que no se te ocurre una
sola idea?
TRASPUNTE: Pues nadie lo puede reemplazar, mi jefe.
EMPRESARIO: Eso también yo lo sé, no tengo necesidad de
preguntártelo.
TRASPUNTE: Pero digame, jefe ¿levantamos el telón o no?
EMPRESARIO: Pero pedazo de zopenco, qué dices.
TRASPUNTE: Pero como faltan cinco minutos pa” la hora...
(Entra Maru de carrera.)
EMPRESARIO: ¡Ay, gracias a Dios que has caido!
Maru: ¿Dónde está?
EmPREsaRI0o: (Señalando el camarín.) Ayúdanos, por favor.
Maru: Usted espéreme callado.
EMPRESARIO: ¿Pero qué hago Maru? ¿Devuelvo el dinero al
público?
Maru: Ya están en la sala... Espéreme tantito y ordene
una taza grande de café bien fuerte. (Golpea a la puerta,
nadie responde, entra al camarín, cierra la puerta tras de
sí.) Jaime... Jaime...
Jaime: Qué haces aqui... (Sigue echado en el diván, no
levanta la cabeza para mirarla.)
Maru: Qué haces tú ahí echado, digo yo...
Jaime: (Despechado.) Yo también estoy de festejo.
137
Maru: (Lo da vuelta para mirarlo en la cara.) Mírame en la
cara, por favor.
JAIME: ¿Qué? ¿No te divertias en tu fiesta?
Maru: Jaime, si no sales a escena... estás terminado.
Nunca nadie te va a contratar... y tendrás que pagar a la
empresa un dineral.
Jaime: (Borracho.) Lo importante en la vida son los ami-
gos... y hoy tenía que brindar por ti... Cuando los amigos
se nos van, hay que despedirlos bien... aunque no se lo
merezcan.
Maru: Ya ordené un café fuerte para que te despiertes...
JAIME: Si... para ver más claro todavía qué ingratos tengo
cerca mio.
Maru: Cómo puedes decir eso...
JAIME: Cuando más te estoy necesitando...
Maru: Cállate, por favor, que son años que me he dedicado
a ti... pero yo tengo una vida también, Jaime, alguna vez
tengo que ocuparme de mi. ¿O no te entra eso en la cabeza?
Hay un hombre muy bueno esta vez, que me quiere...
JAME: (La interrumpe.) ¿Y quién te dice que yo no te quiero?
Maru: Jaime...
JAIME: Yo te quiero... de la sola manera que sé querer... Y
en el momento que lo siento de veras te lo puedo
demostrar, si no, no. Porque chueco no soy. Porque yo al
corazón no lo mando a querer, como haces tú. Y ahí sí soy
más limpio que tú, porque nunca le miento a nadie.
Maru: Yo no miento... Pedro es muy bueno.
JaAIme: Pero tú me quieres a mí. (La abraza.)
Maru: Si me quieres, vas a hacer un esfuerzo, y actuar
esta noche.
JAIME: No, ahora mismo nos vamos, ya estoy harto de todo
esto.
138
TRASPUNTE: (Con el café, golpea la puerta.) El café, señora.
Maru: Un momento. (A Jaime.) Toma un poco de café, te
dará fuerzas.
JAIME: No, y no me insistas más, nos vamos ahora.
Maru: Pero es el fin de tu carrera y tendrás que pagarle, y
dinero ya no tienes.
JAIME: No me importa.
Maru: Mira, déjame hablar tantito con el empresario.
Alguna solución tiene que haber.
Jae: No quiero estar solo... ni un minuto. Vámonos ya.
Maru: Un instante, y ya vuelvo. (Le abraza, le acaricia la
frente, su piedad es más fuerte que todo. Sale.)
EMPRESARIO: (Que está entre bambalinas y la ve salir.) ¿Qué
dice Jaime?
Maru: Nada...
EMPRESARIO: Pero, Maru, me van a quemar el teatro, ya les
hemos tocado tres veces la obertura ranchera, y si no sale
el charro me linchan.
TRASPUNTE: ¿Qué hago con el café, señora?
Maru: ¿Pero no hay nadie en el elenco que pueda cantar
ranchera, aunque sea el primer número?
EMPRESARIO: Oye... tú... tú cantas ¿verdad?
Maru: ¿A quién señalas? ¿Estás loco?
EMPRESARIO: ¡Pronto! (Al Traspunte.) Que se desvista una
corista y le de el traje a Maru.
Maru: Está loco, yo jamás...
Empresario: Por lo que más quiera, mientras Jaime puede
reaccionar, y usted me salva la función.
Maru: Pero yo... (Traen traje y la empiezan a vestir.)
EMPRESARIO: Y tráiganle algo para la cabeza, algo del número
final, que así no puede salir...
139
Maru: Pero me van a tirar con lo que tengan.
EMPRESARIO: No importa... Te atajas.... (Mirándola cómo
queda.) Espléndida, vamos, ándele ya...
Mediante algún movimiento de escena especial, el decorado
ranchero que sólo se entreveía pasa a ocupar todo el
escenario. Hay cantantes en escena, de coro. Entra Maru,
canta.
Préndeme fuego si quieres que te olvide
méteme tres balazos en la frente
haz con mi corazón lo que tu quieras
y después, por amor, declárate inocente.
Haz a un lado tu orgullo y tus encantos
yo te voy a querer de todos modos
porque soy superior con mi cariño
al amor que te traigan entre todos.
Si vas atrás del mar,
atrás del mar... ahí te sigo
si vas al cielo azul,
al cielo azul... yo voy contigo.
Préndeme fuego si quieres que te olvide
méteme tres balazos en la frente
haz con mi corazón lo que tu quieras
y después, por amor, declárate inocente.?
Aplausos frenéticos.
EMPRESARIO: ¡Reina mía! ¡Soberbia!
Maru: ¿Por qué aplauden tanto?
EMPRESARIO: ¡Aplauden a mi descubrimiento! A quién va a
ser... Y tú hijita me haces todos los números que te co-
rresponde.
Maru: Voy a ver a Jaime, él tal vez ya esté mejor.
“La canción “Declárate inocente” fue seleccionada de Homenaje
a José Alfredo Jiménez, como las anteriores.
140
EmpPresario: Escúchame, hija, antes que nada hablemos
de contrato, porque tú tienes tu lugar ahí, en escena, y
pronto serás una gran estrella.
Maru: Primero tengo que hablar con Jaime. Si él actúa
conmigo sí. Déjeme verlo, que me espera.
EMPRESARIO: No te espera, Maru. Te oyó cantar, y al termi-
nar tú se fue.
Maru: ¿Me oyó cantar?
EMPRESARIO: Sí, y al oír la explosión de los aplausos se fue.
Maru: ¿No dijo nada, dónde iba, nada?
EMPRESARIO: No, los aplausos del público lo hicieron son-
reir.
Maru: ¿Pero no dijo nada?
EMPRESARIO: Sí, que esos aplausos te esperaban, desde hace
tiempo, que te lo merecías. Y se fue, mientras tú saludabas
al público.
Maru: Se fue...
EmPREsaARIO: Pero ahora hablemos del contrato. (Se oye la
música del siguiente número.) No, pero antes busquemos
un traje para tu próximo número. ¡Traspunte! Por favor
el mejor traje que jamás se haya visto, para mi nueva
estrella ¡Maru... Soler! (La orquesta da grandes golpes de
percusión que auguran un superestrellato a la nueva diva.)
ESCENA DOCE
Merendero. Es el atardecer. Una mesera nueva por un lado
y Chula por otro están terminando de poner las mesas, en
silencio. El cartel CERRADO está puesto. Alguien golpea la
puerta, es Jaime, sumamente mal presentado, pálido.
ChuLa: Nq ve que todavía está cerrado. (El hombre insiste.)
Pero qué clase de zopenco... (Ahí reconoce a Jaime, va a
abrirle.) Jaime... eres tú.
Jane: (Entrando, con paso cansadísimo.) Me dejas entrar...
141
Chuza: Pero dónde te habías metido, no sabíamos nada
de ti.
JAIME: No había nada que saber.
ChuLa: Jaime, cómo eres. Hemos estado tan preocupados.
JAIME: (Que apenas se sostiene en pie de debilidad.) ¿Puedo
sentarme? (Se sienta.)
ChuLa: Claro. Pero no sabes Maru cómo te ha buscado...
Se ha vuelto loca, revolviendo cielo y tierra. ¿Me esperas
tantito? que me necesitan en la cocina... (Hace señas a la
otra mesera, va a la cocina, la otra le sigue, Chula vuelve
enseguida, mientras tanto Jaime ha dado un nostálgico
vistazo al local. De vuelta Chula.) Perdona, ahora si me
puedo sentar un minuto contigo. (Se sienta. La otra mesera
sale del local.)
Jaime: Tú siempre igual, Chula. Pero a mí, no me podrás
decir lo mismo...
CHuLa: ¿Un traguito, Jaime? ¿Sí o si?
Jaime: No me siento bien, tal vez sea lo que me hace falta.
Chua: (Va a buscar botella y dos copas.) Sabes lo bien
que le va a Maru ¿no?
Jaime: Ahora es Maru Soler. Por la calle a veces oigo la
radio de las casas que tienen una ventana abierta y me
llega la voz de ella que canta cosas alegres y a veces
tristes...
ChuLa: No te imaginas todos los ofrecimientos que tiene.
Jaime: Ya está filmando ¿verdad?
ChuLa: Sí, pobrecita. Todo el día filmando y a la noche el
teatro. Creo que nunca trabajó tanto en su vida. Y le au-
guran gran porvenir. Pero deberías verla, darle una sor-
presa. (Toman.)
JAIME: No. Está muy ocupada, y yo le traería un mal
recuerdo.
ChHuLa: ¿Nadie te cuida, Jaime?
142
JAIME: Se ve que no ¿verdad?
ChuLa: ¿Y de tu mujer qué sabes? ¿Y tu hijito?
JAIME: Yo lo podría ver, una vez por semana. Que es lo que
me permite el juez. Pero no quiero que vea al padre así...
ChHuLa: Maru lo ha visto.
Jae: (Contento.) ¿De veras? ¿Qué dice?
ChuLa: Que está hermoso. Que se te parece. Habló días
seguidos del chamaco.
JAIME: Qué daría por verlo...
ChHuLa: Pero cuidate un poco, te le presentas bien, y lo
ves...
JAIME: Ya no hay tiempo, Chula, algo me va a pasar, estoy
seguro.
CHuLa: No digas esas cosas.
JAIME: Es que me siento mal, nunca me sentí tan mal... Si
pudiera ver a mi hijito. Sabes Chula, yo he tenido tantas
cosas en mi vida, tuve la suerte de conocerla a Maru, de
triunfar, de tener casa, dinero, ...pero nada lo sentí mío,
todo sabía que lo iba a perder, todo, menos a mi hijito, a
él sí lo senti mio, mio. ...Y también a él lo perdí. Chula,
escúchame, a veces tengo la impresión de que soñé todo
y que no fue verdad, y quiero recordar la carita de mi
niño y no puedo, se me borra... Quiero cantarle como
antes, cuando le cantaba para que se durmiese, y ni me
acuerdo ya la letra. Era algo que decía, que le quería dejar
todo lo que yo no había tenido... (está muy emocionado,
casi llora, pero todo muy quedo, porque no tiene casi
fuerzas) en la vida.
Chuta: (Lo abraza, lo cobija como a un niño.) Descansa,
Jaime, descansa, que tienes tanta fatiga... Ya verás que
(Muy triste, porque sabe que miente.) ...Un día todo se arre-
glará, y lo volverás a ver.
Jae: (Casi sollozando como un niño.) Si pudiera recordar
esa canción, tal vez recordaría su carita.
143
ChuLa: Cálmate, cálmate, ya... (Se oye el acompañamiento
musical.) Tal vez yo la recuerde... (Canta.)
Una casita al pie de la montaña
un arroyo que corra por el campo...
Jaime: (Ya agonizante.) Sí, ahora lo veo... Y me voy a vestir
bien un día, tienes razón, Chula, y lo voy a ir a ver.
ChuLa: (Ve aparecer a Maru, en traje de filmación, muy
hermosa, le hace señas que allí está él ya agonizando.)
Mira, Jaime, aquí también está Maru, y las dos te vamos
a ayudar.
JAIME: Maru...
Maru: Si, Jaime, aquí estoy.
JAIME: Déjame que te vea...
Maru: Qué alegría verte, Jaime.
Jaime: Qué bonita estás, más bonita que nunca.
Maru: Vas a ver que todo se arregla.
JAIME: Te acuerdas, yo tenía razón, siempre te dije que
eras demasiado para mi... Maru, Maru... (Muere en brazos
de Chula.)
ChuLa: Hijo de Dios...
Maru: (Se arrodilla a abrazarlo, le pone mejilla a mejilla.)
No, por favor, no me dejes...
Chuza: Pobrecito, ahora ya no sufre más...
Maru: Chula, qué habré hecho para merecer tantas penas.
ChuLa: (Tratando de sobreponerse.) Antes de que tú
vinieras él me estuvo hablando, y cuando le pregunté por
qué no quería verte, por qué se escondía, me dijo que él
para ti era un mal recuerdo... Y ahora no tiene que ser
asi. Yo, Maru querida, yo te mentí un día. Cuando te dije
que maldecía el momento en que conocí a aquel hombre
¿te acuerdas?
Maru: ¿Y no era así?
144
ChuLa: No, aunque después de él todas fueron penas. Si
volviera a venir repetiría todos mis errores con tal de
llevarme adentro otra vez su recuerdo, como ahora.
Maru: Yo también tengo adentro un buen recuerdo, ahora
me doy cuenta.
ChuLa: Así tiene que ser. Si lo quisiste mucho, así tiene
que ser.
Maru: Sí, a mí también me quedó un buen recuerdo.
Se oye música de mariachis, es el tema “Corazón”, lo
primero que Maru y Jaime cantaron a dúo. El local se
ilumina con luces maravillosas y sobrenaturales, el rincón
donde están los tres se oscurece totalmente, empieza a
entrar gente al local muy alegre, luego los mariachis, son
todos los presentes aquella noche.
PARROQUIANO I: Que cante la Maru, a ver.
PARROQUIANO II: Y también el gallito.
PARROQUIANO III: ¿Y aquí no atiende más nadie o qué?
CHuLa: Ya va, ¿qué es lo que habías pedido?
PARROQUIANO III: Dos cafés, y ya mejor que te ocupes de
servir, porque a cantar ya no hay que rogar más, que ya
tenemos quien nos cante.
PARROQUIANO Il: Verdad que bueno, que eso de andar ro-
gando ya me tenía cansado.
PARROQUIANO III: Aunque a mí me gustaba como cantaba la
Maru.
PARROQUIANO Il: A mí me parece que canta mejor el chavo.
Chua: Como la Maru no canta nadie.
ParrónN: Van a cantar los dos. A ver rascatripas, pongan...
Corazón
145
Entran Maru y Jaime, cantan como en el primer cuadro
“Corazón”. Terminada la música de manera muy abrupta,
acordes antes de lo natural, se oscurece también el esce-
nario, todos quedan inmóviles en pose de regocijo, y sobre
ellos cae una leve luz espectral que va al fade out final.
TELÓN FINAL
146
Muy señor mío
Comedia musical
oli oñis2 uN
aun mibamod a
Prólogo
Graciela Goldchluk
En esta comedia musical ambientada en México en
1954, Manuel Puig se toma en broma muchos de los te-
mas que conforman núcleos conflictivos en sus novelas:
las fantasías, la identidad sexual, el amor, la pasión, el
autoritarismo y la represión. Todo es doble en el escena-
rio, partiendo de la interpretación del tango “Fea”, en la
que un ciego ve a su alrededor, pero se equivoca en todo.
La sucesión de situaciones inverosímiles desde el punto
de vista naturalista contrasta con la ubicación temporal
precisa y la descripción de ambientes bajos. Como un ex-
perimento con las posibilidades temáticas de los géneros,
Puig cuenta en clave de comedia ligera e inocente una
historia de crimen y prostitución, en la que una travesti
desenmascara a una espía fascista: “La literatura erótica
puede ser muy cursi también, no necesariamente el ro-
manticismo del siglo pasado puede caer en la cursilería
sino también la misma literatura socialista puede ser cur-
si”.
Manuel Puig escribió esta comedia en 1975 para la
actriz Carmen Salinas, y su estreno —que no llegó a con-
cretarse— se anunció incluso en los diarios, problemas
con el productor frustraron el proyecto. El personaje cen-
tral, Chicharrona, es “una mujer ultrarreceptiva, que a
cada estímulo responde de manera acorde, es decir que
si se la trata como bella actuará como bella, si se la trata
como vulgar se sentirá vulgar y actuará como vulgar; esta
tónica se mantendrá a lo largo de toda la comedia y será
el principal resorte cómico del personaje”. Es decir que
nos encontramos nuevamente frente a la imposibilidad
de definir una identidad, ya que cada personaje, no sólo
Chicharrona, serán según se los mire.
La parodia resulta el procedimiento central de esta co-
media en donde nada es lo que parece, los tangos se can-
149
tan en ritmo de bolero y hasta se escucha el eco de García
Lorca en un coro de marineros con espía: “yo cambio una
colt, / por una aspiradora, / mi baraka marcada, / por una
licuadora. / Mi kuego de ganzúas, / mi garrote con púas, /
cambio por una alfombra/ de pared a pared.”
150
PRIMER ACTO
ESCENA PRIMERA
La música de la obertura se continúa en un dulce lamento
de violín. Al levantarse el telón se ve la entrada de un
cabaret, el “Salón Veracruz”. La calle es convencionalmente
sórdida, hampa total. Hay un portero corpulento, vestido
con reminiscencias de Resortes. Estamos en 1954, arrasan
el chachachá y las faldas ajustadas, con profusión de
Lollobrigidas. Junto a la entrada toca el violín un ciego.
Está en los últimos acordes de una melodía muy lánguida.
CHICHARRONA: (Entra por la izquierda como una tromba,
intentando meterse en el cabaret.) Muy buenas,
simpaticón.
PorTERO: (Enganchándole un brazo con su brazo.) Párale
ahí, Chicharrona.
CHICHARRONA: (De nuevo intenta entrar.) Qué payaso mi
cuatacho.
PorTERO: Pícale, tengo orden de no dejarte pasar.
CHICHARRONA: (Con el dedo en alto como un orador.) ¿Por
qué la orden?, ¿desde cuándo la orden?, ¿de quién la
orden?
151
PorTeERO: (Haciendo enumeración con sus dedos.) ¿De
quién?, de la patrona. ¿Por qué?, por tapona y mantecosa.
¿Desde cuándo?, desde que la Lupita se murió. Con ella
te dejaban pasar porque aunque tú ahuyentabas a la
clientela ella la traiba de gúelta. (Aprovechando la
discusión el ciego violinista se introduce al cabaret sin que
lo vea el portero.)
CHICHARRONA: (Enumerando también ella con los dedos.)
¿Quién dice que ahuyento la clientela?, ¿por qué y desde
cuándo ahuyento a la clientela?
PorTERO: (Enumerando con los dedos, ahora enfáticamente.)
Lo dicen todos, por tapona y mantecosa, ni bien te ven.
CHICHARRONA: Esto es un complot de las lombricientas que
hay adentro, (señalando sus curvas) porque no tienen
Zigzag.
PORTERO: Ni modo, órdenes son órdenes.
CHICHARRONA: (Poniéndole algo en la mano.) Y mordidas son
mordidas.
PorTERO: Guárdatelo, que pronto te va a hacer falta. Si la
Gringa no te quiere, aquí, Chicharrona, tú ya no entras.
CHICHARRONA: A-dió no se encaje. Que confiancitas de
llamarme asi.
PorTERO: Es el único nombre que te conozco.
CHICHARRONA: Pos, digame Chicha, a secas. (Mirando para
arriba.) ¡Ay Lupita! ¿por qué me dejaste sola y en tan mala
compañia?
HamPóN: (Sacando del cabaret al ciego, dice al portero.) Ya
sabes que la Gringa no quiere limosneros aquí. Que sea
Púltima vez... (Vuelve a entrar.)
PorTERO: Descuide, que no se va a repetir.
Cieco: (Con ostentosa dignidad, enfático.) La culpa es mía,
por rebajarme a entrar donde no me merecen.
CHICHARRONA: (Subida en uno de los escalones de la entra-
da al cabaret, con inflexión culta en la voz.) Usted es sa-
bio. Ahí no se merecen que entre gente de catego.
152
Cieco: (Declamatorio y con ínfulas de lirismo.) Su voz me
es desconocida, pero aunque no puedo verla, ya casi me
la imagino.
CHICHARRONA: (Ofendida.) ¡¿Cómo se atreve?!
CieGo: Basta con oírle la voz para saber lo guapa que es.
CHICHARRONA: (Reaccionando favorablemente, es en efecto
una mujer ultrarreceptiva, que a cada estímulo responde
de manera acorde, es decir que si se la trata como bella se
sentirá bella y actuará como bella, si se la trata como vulgar
se sentirá vulgar y actuará como vulgar; esta tónica se
mantendrá a lo largo de toda la comedia y será el principal
resorte cómico del personaje.) ¿Mi voz?
CieGo: Que acaricia como el terciopelo, y claro está, como
su mirada.
CHICHARRONA: (Ensayando una mirada acorde.) ¿Mi mirada?
CieGo: Entre celeste y verde, como el mar. Y su cabellera
dorada, fronda que corona el largo talle flexible de la
palmera.
CHICHARRONA: (Que estaba parada en los escalones de la
entrada, ha bajado dos escalones pero vuelve a subirlos
para no perder altura, meneándose de manera acorde.)
¿Cómo sabe que soy alta?
CieGo: La imaginación no me engaña. Pero... qué lástima
no poder dedicarle una canción, sólo compongo para seres
desdichados, como yo.
CHICHARRONA: (Suponiéndose muy dichosa.) Aunque también
las bonitas sabemos lo que es sufrir. (Sinceramente asume
pose de gran trágica.)
CiecGo: Mi última canción se la dediqué a una fea.
CHICHARRONA: Pero ninguna que se anotara.
CieG0: Allá en lo más intimo, muchas habrán apreciado
mi homenaje. ¿Le gustaría escucharla?
CHICHARRONA: ¿Que no tiene otra, más propia?
153
Cieco: Es que me gustaría que usted... la entonara con su
voz. Yo le dictaré las palabras.
CHICHARRONA: ¿Y usted cree que yo voy a poder sentir...
(reacomodándose los rulitos de su peinado Gina) algo que
me es tan ajeno?
Cieco: Escuche... (Toca unos compases con su violín mien-
tras dicta una línea a Chicharrona, la música es la misma
que tocaba al comienzo del cuadro.) Procurando que el
mundo no la vea...
CHICHARRONA: (Repite cantando, incómoda porque no quiere
que nadie piense que habla de sí misma.)
Procurando que el mundo no la vea...
CIEGO:
...ahí va la pobre fea, entrando al cabaret...
CHICHARRONA:
...ahí va la pobre fea, entrando al cabaret...
(Su incomodidad aumenta.)
CieGO0: (Recitando ampuloso.)
...y a su paso, tanto hoy como mañana,
las burlas inhumanas, la hieren por doquier...
CHICHARRONA: (Conteniéndose, se resiste a entregarse a la
canción.)
...y a su paso, tanto hoy como mañana,
las burlas inhumanas, la hieren por doquier...
CIEGO:
...Cuando alguno le dice una torpeza
inclina la cabeza transida de dolor...
Aquí el Portero empieza a prestar atención y se ríe,
Chicharrona se indigna y se apresta a defenderse.
y piensa con amargo desencanto:
“¿Por qué se reirán tanto de mi fealdad, Señor?”
PorTERO: (Riendo.) ¡Esto sí que 'sta gúeno!
154
CHICHARRONA: (Con toda convicción, señalando al portero.)
“¿Por qué me reiré tanto de tu fealdad, sangrón?”
CieGo: (Corrigiendo.) Es “mi fealdad, Señor”.
CHICHARRONA: Una licencia poética, maistro.
CieGo: (Le sigue dictando pero ahora al oído.)
Una noche un pobre ciego...
CHICHARRONA: [(Cantando.)
Una noche un pobre ciego,
en la calle llorando la encontró,
y la fea, pobrecita,
la tragedia de su alma le confió...
Cada vez que la fea va a una fiesta,
en procura de olvido y distracción,
con el último acorde de la orquesta
en su alma agoniza otra ilusión...
Sus amigas ya todas se han casado
sólo ella está huérfana de amor,
pobre fea, y ayer le han encargado,
el ajuar de su hermana la menor.
En plena juventud ya estaba vieja,
nunca exhaló una queja
(dirigiéndose al portero, quien la ignora a partir de enton-
ces)
al ver tanta maldad;
soportando en su alma sola y mustia,
como una flor de angustia,
la cruz de su fealdad.
CieGO0: (Nuevamente recitando a viva voz, no pudiendo con-
tener más su emoción, casi sollozando.)
Para todos tenía una sonrisa,
fue noble, fue sumisa, su drama nadie vio;
pero fue tan pesada su cadena,
tan grande fue su pena...
que anoche se mató.
155
CHICHARRONA: (Contagiada por el ciego, en un crescendo de
patetismo.)
Para todos tenía una sonrisa,
fue noble, fue sumisa, su drama nadie vio;
pero fue tan pesada su condena,
tan grande fue su pena...
(duda)
que... anoche...
(decide cambiar la letra) *
se hizo la cirugía,
y esta mañana se casó.
Por la derecha.
Fabián: (Hampón pobre, guapo, de 25 años; entra corriendo
perseguido de pitadas de policía y abraza a Chicharrona,
justo en el momento en que esta intenta agradecer los
aplausos del público, se confunden en un abrazo,
Chicharróna no sabe de qué se trata pero está
agradablemente sorprendida, él lleva sombrero calado,
barba y bigotes; el fugitivo no cede su abrazo, Chicharrona
trata de agradecer los aplausos pero lo logra a medias,
porque el hombre no se lo permite; pasan dos policías y
solamente entonces Chicharrona se da cuenta de lo que
sucede.) Disimula, me andan siguiendo.
CHICHARRONA: Pa' qué disimular si me gusta...
Fabián: Chicha... (ya han pasado los policías, arrinconán-
dola para ocultarse, se quita la barba y el bigote postizos)
soy yo...
CHICHARRONA: ¡Fabián! (Novelesca.) El novio de mi mejor
amiga, y muerta por añadidura. Esto no está bien... lo
nuestro es imposible, terminemos antes de empezar... (Se
coloca en pose para otro beso.)
Fabián: Escúchame no hay tiempo que perder... esta no-
che me embarco clandestino, en un carguero.
CHICHARRONA: ¿Por qué te vas, Fabián?
Fabián: Es que me persigue por un lado la Chota y por
otro la Gringa...
156
CHICHARRONA: (Interrumpiéndolo.) ¡La Gringa! esa es capaz
de todo.
Fabián: ...y me tienes que hacer un favor, Chicharrona.
CHICHARRONA: (Saliendo de su actitud pasional se acomoda
la ropa y asume pose de quien escucha atentamente.)
Escupe.
FaBIán: Lupita te contó de su madrina, ¿verdad?
CHICHARRONA: Doña Eugenia, la vieja perra.
Fabián: No hables así, que se está muriendo.
CHICHARRONA: (Se santigua.) No sabía.
Fabián: Óyeme bien, la noche del atraco, Lupita llegó herida
hasta mi escondite, y antes de morir, me pidió que le
entregara a su madrina los recuerdos que tenía de ella;
aqui están, (se los entrega) son una medalla bendita, y
este relicario de lata. Pero yo nunca pude llevárselos,
porque la casa podía estar vigilada. Y hoy le hablé por
teléfono para ver cómo le haciamos, y me contestó la hija
que Doña Eugenia está muy mala, y que lo único que
pide antes de morir es que yo vaya y la perdone, por todo
lo que nos hizo a Lupita y a mi.
CHICHARRONA: Por culpa de esa ruca, la pobre Lupita se
petatió, que si te hubieran querido como novio ella nunca
se hubiera ido de la casa. (Reaccionando.) Aunque la neta.
no sé por qué la pusiste a trabajar en esto, tú que eres
tan celoso. Yo a los hombres no los entiendo.
Fabián: Chicha, de a buenas, Doña Eugenia está en el tran-
ce, ya ni reconoce casi, entonces... si tú le pides a algún
cliente tuyo, de confianza, que vaya y le entregue los re-
cuerdos de Lupita, como si fuera yo, y le dé un abrazo
antes que sea demasiado tarde, y la perdone... así se
muere tranquila. Ella no me vio más que en foto, porque
nunca me quiso recibir en la casa, así que será fácil
engañarla, con un cliente tuyo.
CHICHARRONA: Un cliente... (Preocupada.) Como anda el
abarrote, ¿tú crees que el violinista pueda servir?
157
Fabián: No, Chicharrona, te hablo en serio, Lupita desde
el cielo te lo va a agradecer, búscate a alguno que se
parezca a mi, así la pobre se muere en paz, sabiendo que
la perdoné.
CHICHARRONA: (Viendo que un marinero siniestro, con pata
de palo y parche sobre el ojo, le hace señas desde detrás
de un farol.) Oye, parece que me cayó un cliente, de
confianza no creo que sea, dime tú si puede servir.
Fabián: No, ése me busca a mi.
CHICHARRONA: (Resignada.) Allá tú... Yo respeto todos los
gustos, sobre gustos no hay nada escrito.
FABIÁN: ¿Qué estás diciendo?
CHICHARRONA: Que en gustos se rompen géneros y cada
quien se rasca con sus uñas.
Fabián: A ti te patina el chicharo.
CHICHARRONA: Y pues... cada loco con su tema. Y cliente
más cliente menos, ya vendrá otro, nunca falta un roto
para un descosido...
Fabián: No entiendes nada, es el Parche, (le hace señas al
marinero para que se acerque) por pocos pesos él te lleva
en su lancha hasta algún barco que zarpe.
PARrcHE: Ya es hora, compañero.
Fabián: (Presentándoselo.) Oye Chicha, este es el Parche.
Si alguna vez te encuentras en apuros él te puede ayudar
a salir del pais.
PARCHE: A sus órdenes, compañera.
Fabián: Y si tú, Parche, estás en un apuro, (bromeando,
palmeándole el trasero a la muchacha) la Chicharrona te
puede sacar de pobre.
Parche: Yo nunca pido favores a nadie, compañera. Para
eso le pago a alguna que me guste.
CHICHARRONA: (Tratando de no acusar el golpe recibido.) Muy
bien dicho, Parche, no hay que abusar de los amigos.
158
Fabián: (A Chicharrona.) Un abrazo, nunca más nos vere-
mos en la vida, el carguero se va a Sudáfrica. Así que este
es mi último encargo Chicha, por la Lupita lo tienes que
hacer, llévale mi abrazo a esa pobre viejita moribunda,
porque yo la perdoné. (La abraza nuevamente, se oye la
sirena de un barco.) Ah, y ten mi cartilla, para el que se
haga pasar por mí...
CHICHARRONA: Buena suerte, Fabián.
ParcHE: (Lo jala de un brazo alejándolo.) Andando
compañero.
CHICHARRONA: (Mirando los míseros recuerdos.) No te
preocupes que no faltará algún cliente, y bien guapo como
tú... (El Parche y Fabián salen de escena, por la derecha,
mientras que por la izquierda reaparece el ciego tocando
su violín, Chicharrona habla al ciego en tono
desesperanzado, sin fuerzas para enfrentar los problemas
que la agobian.) Quihúbole, maistro, ni se imagina los
líos en que me ando.
CieGO: (Ya cerca de ella.) Pero hija, ¿por qué me habla de
rodillas?...
CHICHARRONA: (Poniéndose en puntas de pie pero enseguida
desistiendo del intento.) Es que hice una promesa, voy a
caminar toda la noche así, hasta que levante un cliente.
CieGO: Pero, ¿qué está diciendo, muchacha?
CHICHARRONA: (Totalmente mareada por sus problemas.) Que
cada quien se rasca con sus géneros, porque en gustos se
rompen uñas, (totalmente desconcertada) ¿o no se dice
así?
CieGO: No le entiendo...
CHICHARRONA: Pos ni modo, cada gusto con su roto, porque
sobre locos no hay nada descosido.
159
ESCENA SEGUNDA
Sula de estar de una coqueta casa de Veracruz, con jardi-
nes, La decoración es totalmente femenina,
Vuarnxa: (Mujer de unos 50 años, muy coqueta,
exageradamente cuidadosa de sus modales: exacerbación
de la señorana elegante que aparece en las telenovelas.)
¿Se habrá ocultado ya el sol a las seis de la tarde? Porque
RO se si dejar las cortinas descorridas. Los nervios me
CORSUMER.
Puerta: (Muchacha de 20 años, muy bonita y curvilinea,
pero vestida de forma anitada, como su hablar) Ma-ami
¿por que te importa tanto ese seño-or?
Suaesxa: Quiero que encuentre la casa preciosa,
acogedora... Quiero que se quede... ¿No te gustaría tener
un muñequito nuevo para jugar con él?
Pura: Pe-ero si no lo canoces... ¿cómo sabes si te va a
ao a
Suasma: No hables más, alcánzame ese almohadón...
parque... bueno, nada, para qué contártelo,
Punta: ¿Que-e, ma-ami?
Buesa: Mi no puedes comprender... eres muy niña. Ah...
para que pedirte que me ayudes... Vete a jugar con el ga-
tito RESro... O con el canario.
Puerta: ¿Por que te trajiste a la sala mi mecedora donde
duermo a las muñecas?
Buesa: Pese a tu edad, esta vez tienes que hacer un es-
fuerzo y comprender.
Puesta: Ma-ami, tan chiquita ya no esto-oy.
Sucsxa: ¿Que quieres decir? ¿Que ya tengo una hija
erecida y que estoy vieja? ... Escucha, Lupita era huérfana
y desde pequeña la crie en esta casa, igual que a ti, que
Qres mi hija. Pero un día se escapó y nunca más la volvi a
ver, Y yo tuve la culpa. tal vez porque le prohibi ponerse
de novia con ese muchacho, Fabián, del que todos me
hablaban mal. que no trabajaba y vivia de noche, en el
hampa.
180
Pumra; 51 no me dejas tener no-ovio, a mí me va a pasar
algo tgua-al,
Eucma; ¿Y? Eres muy niña para eso, Me tienes a mí, a
tu madre; claro, sí yo me volviera a casar, entonces para
no quedarte sola, años después al crecer podrías buscar
novío, pero por el momento, ¡no!, y volvamos a lo
importante, Este muchacho, Fabián, síse ha quedado solo,
y yo sé que Lupita me va a perdonar desde el ciclo, sí yo
hago algo por €l, sí lo ayudo a enderezar su vida,
Puwra; Pe-ero se me hace que él no va a venir,
Euorma: Sabrás que para obligarlo urdí un engaño, Fingí
tu voz por teléfono y le dije que yo estaba por morír,
Pumwra; ¡Ma-ami! No se debe echar mentiras... porque te
crece una colíta,
Evcrma;: Cuando él llegue, dentro de un momento, voy a estar
en esta mecedora, postrada, en la penumbra. Tú abrirás
la puerta, lo traerás aquí, ¡y del resto me ocupo yo!
Punrra; Pero hay gente en la casa, qué van a decir...
Evcrma: (Severa) Arregla mejor esas flores y escúchame;
no debes decir a nuestras visitas que Fabián es un
muchacho de la calle, Al contrario, hay que presentarlo
como todo un caballero, Y con otro nombre, uhmmm...,
Julio, Es posíble que nuestras visitas se interesen en ayu-
darlo. Doña Lucrecía tiene empresas en México,
Puwra: (Para sí) No me gusta esa vieja, (4 la madre, mos-
trándole el arreglo floral.) ¿Mí arreglo sí te gusta?
Eucrma;: (Espantada.) ¡Qué veo! Quíta esas hojas
inmediatamente,
Punrra; ¿Ma-ami, por qué-e?
Evoema; ¿De dónde las sacaste?
Punrra; Crecen en un rinconcito, al fondo del jardín. Cuan-
do la hoja está tíernita se la doy al canario, y canta más
felíz que nu-unca,
Eucenia: [Mirando hacía arriba.) Ay, Lupita, Lupita... Era
161
ella quien cultivaba estas plantas. Qué criatura, tenía el
diablo adentro.
PuriTA: ¿Quieres masticar una?
EuceEnIa: ¡¡No!! Tú no sabes, es la terrible yerba de la ver-
dad. Y la verdad es un enemigo, hijita mía, el enemigo de
la mujer.
Lucretia: (Mujer autoritaria, tipo de vampiresa
centroeuropea, pero con fuerte acento italiano,
atractivamente otoñal, entra con Raúl, ambos con ropa de
montar.) ¿El enemigo de la muker? ¿Cuál de ellos?, hay
tantos.
Eucenia: Nada, Lucrecia... Hablaba de bueyes perdidos.
RaúL: (Galán convencional 50'*s, tipo Fernando Casanova.)
A ver, cuéntenos...
LucreTIA: (A Raúl entre dientes.) Bueyes perdidos...
pretendes que siempre se hable de ti. (4 Eugenia.) ¿Pero
quién es el tal enemigo de la muker?
EucenIa: (Pretendiendo ser muy ingeniosa.) Cuidadito, por-
que tal vez pueda ser... la curiosidad. (Volviendo a su tono
de amable anfitriona.) Pero, ¿cómo les ha ido de cabalgata?
LucrerIa: Espléndidamente.
EUGENIA: Quiero anunciarles que hoy llegará otro huésped
a casa, que espero sea de su total agrado.
LucrerIia: ¿Un caballero?
Eucenia: En efecto, Lucrecia.
Lucrertia: Lucretia (pronunciando Lucrisha)... como me
llamaban mis padres, en la mansión de Pensilvania.
EuceEnIa: Bien, (sin darle el gusto de repetir el nombre) este
señor cree venir por un rato, tal como llegaron ustedes,
de visita corta, pero haré lo imposible para que se quede
unos días como en el caso vuestro. ¿Verdad que no están
arrepentidos?
RaúL: (Mirando con oculta complicidad a Purita) No, nunca
mejores días, los más felices de mi vida.
162
Lucreria: Mi sobrino no exagera, (mirando de reojo a Purita.)
muy felices. Aquí en Veracruz he recordado días de mi
kuventud allá en Los Ankeles.
EuceEnia: ¿Dónde?
LucrerIa: En Kollywood.
Eucenia: Pues cuánto me alegro.
RaúL: El acento americano de mi tía a veces resulta dificil
de entender.
Eucenia: Todos los que fueron buenos con Lupita tendrán
aquí su casa, para siempre. Gracias a ustedes he sabido
algo de los días de mi Lupita en México, donde la
conocieron ustedes. En cambio este señor que espero la
conoció aquí mismo en Veracruz.
LucrerIaA: ¿De quién se trata? De alguien muy interesante,
por supuesto.
Eucenia: Por supuesto. Según Lupita, bastante conquis-
tador. Un muchacho de muy buenas familias, ya hace
semanas que esperaba su visita.
LucrerIa: (Encubiertamente inquisitiva.) ¿Y por qué no ha
venido antes?
EuceEnia: Digamos... líos de faldas. Tuvo que salir de
Veracruz un tiempo, una muchacha amenazó suicidarse
por amor a él.
LucreETtIA: ¿Y por eso se asustó?... Es un truco tan corriente.
Eucenia: Es que fueron cuatro las muchachas que lo ame-
nazaron, y de las cuatro mejores familias de Veracruz.
Lucreria: ¿Pero qué tendrá ese koven?, me muero por
conocerlo...
PuriTa: Ma-ami, ya es hora de que te arregles...
EuGEnIa: Sí, es verdad...
LucrerIa: Por nosotros no se preocupe, seremos kuiciosos.
RaúL: (A Lucretia.) Además debemos irnos, Purita prome-
tió acompañarnos al cine.
163
Lucreria: Pero yo antes quiero darle una okeada a este
fenómeno.
RAÚL: (A Lucretia.) La señora querrá hablar con él a solas, tía.
Eucenia: Es verdad, tendré que hablar un momento con él
a solas. Pero después estaré encantada de que lo conozcan.
Vamos hijita.
RaAuúL: Nosotros también debemos cambiarnos. Vamos tía.
EuGEnNIaA: Sí, que ya está por tocar el timbre nuestro
huésped. Nos vemos enseguida. (Se va con Purita, la cual
echa una mirada de recelo a Lucretia; suben las escaleras
que van a las recámaras.)
Lucreria: (4 Raúl, mientras se alejan Eugenia y Purita.)
Enciéndeme antes un cigarro, por favor... (El joven
obedece, cuando ya han salido las dos mujeres, continúa
Lucretia hablando a Raúl.) Que sea la última vez que te
entrometes en mis planes, aquí quien dirike la operación
soy yo.
RaúL: Tenemos que irnos de este lugar, (se ve a Purita que
en puntas de pie aparece detrás de una puerta para
escuchar) quién sabe quién sea este huésped, nos puede
reconocer y denunciarnos.
LucrertIa: Imbécil, te han dicho que es un hiko de familia.
Nosotros no conocemos kente decente. Hasta que yo no
termine de revisar la casa no nos iremos.
Raúl: Yo sí, hoy mismo.
LucreETIA: Qué poca memoria. ¿No recuerdas que te tengo
en mis manos? Si yo quiero... (Raúl intenta acariciarla.)
No me toques, ya todo eso terminó, además te pones
cariñoso sólo cuando te conviene, y recuerda que a esa
niña la debes interrogar, para eso...
Raút: (Interrumpiéndola.) Óyeme...
Lucreria: (Sin dejarlo hablar) ...para eso estás aquí, para
interrogarla solamente, que yo no sepa que se te ha ido la
mano, porque...
164
RaúL: (Trata de interrumpirla.) Déjame decir...
Lucrertia: (Sin dejarlo hablar.) ...porque ya sabes que
correrás la misma suerte que Lupita, otra que intentó
kugar conmigo. (Va a subir a su recámara.)
RaUL: ¿Qué?
Lucreria: (Con una espectacular media vuelta.) Kugar,
¡burlarse! (Sube asu recámara.)
Queda Raúl solo, apaga con rabia su cigarro, de detrás de
su escondite sale Purita.
Purrra: Oí todo lo que dijeron.
RaúL: Purita, déjame que te explique.
Purrra: Me hiciste chapuza, el pajarito engañó a su flore-
CILA
RaúL: (Le toma la mano.) No, tú siempre serás mi
campánula, la más chula de todas las flores. Durante el
día todos la creen un capullito cerrado, pero de noche se
abre para que el colibrí pruebe su néctar tan dulce.
PuriTa: Ya me imaginaba que no era nada tu tía...
RauúL: Pero no es por mi voluntad que estoy con ella, ¿no te...
Purrra: (Interrumpiéndolo.) Pero la querías besar, te vi aca-
riciándola, tú la quieres a ella, no a mí. Y si esta noche
no sacas a esa araña venenosa de mi jardincito, le voy a
contar todo a mi mamá.
RaúL: Purita, no le hagas. Esta noche tu colibrí quiere
revolotear otra vez por tu jardín, (acercándole los labios
en trompa) y con el piquito asi...
PurrTa: (Lo interrumpe.) No quiero volver a jugar, ya me
aburrí. Juega con tu tía al colibrí. Yo ahora con mi gatito
voy a jugar, porque es mío y nomás; y con el canario,
pobrecitos ya no juego nunca con ellos. Y si la cigúeña un
día me trae un muñequito, voy a jugar con él también.
RA ¿Qué dices.
165
PuriTa: Nada, que si esta noche no la sacas de aqui, le
cuento todo a mamá. Pero de todos modos a ti ya no te
quiero, porque te creció la colita de tanto decir mentiras.
Por fin me di cuenta.
RaúL: Pero tú comprendes que no la quiero, ¿verdad?
PurrTa: A mí ya nomás mi gatito y mi canario. (Sale furiosa.)
Queda solo Raúl, cae la tarde, a medida que avanza la
escena va oscureciendo, Raúl está desesperado, saca un
cigarro y enciende un cerillo, la orquesta muy fuerte empieza
los acordes de una canción, son tres notas fuertes,
correspondientes a los tres pasos que da Raúl para subir
sendos escalones hacia Lucretia, Raúl ensimismado no ha
encendido su cigarro, el cerillo le quema el dedo y de ahí
surge el Ay de la canción.
RauúL: (Canta.)
Ay, cómo es cruel la incertidumbre
si es que tus besos son de amor
o sólo son para engañar.
¡Ay! esta amarga pesadumbre,
si ella merece mi dolor
o yo la tengo que olvidar.
Si la vas a juzgar corazón,
nunca pienses que ella es mala,
si es valiente y te comprende,
no la pierdas corazón.
El dolor y el amor, corazón,
valen poco junto a ella,
si merece, más que eso,
da tu vida, corazón...
AD. al att al:
¡Ay! cómo es cruel la incertidumbre,
si es que tus besos son de amor
o sólo son para engañar.
¡Ay! esta amarga pesadumbre,
si ella merece mi dolor
166
o yo la tengo que olvidar.
Si la vas a juzgar, corazón,
nunca pienses que ella es mala,
si es valiente y te comprende,
no la pierdas corazón.
(4 esta altura de la canción se oye el timbre de la puerta
de calle, Raúl se ve obligado a terminar la canción a toda
velocidad.)
El dolor y el amor, corazón,
valen poco junto a ella,
si merece más que eso,
da tu vida, corazón...
Raúl sube a su cuarto corriendo, se choca en la escalera
con Eugenia, la cual corre a sentarse en la mecedora, no
sin haberse saludado gentilmente con Raúl, trae una manta
que coloca sobre sus rodilla, acomoda el almohadón detrás
de su cabeza; Purita aparece por la izquierda con un señor
vestido de traje a rayas, con chaleco, es la Chicharrona
disfrazada.
PurrTa: Por aquí, señor. (El cuarto está casi a oscuras.)
CHICHARRONA: (Con voz enronquecida por las circunstancias.)
Muy amable, señorita.
PuriTa: Mami lo espera, desde hace días...
Eucenia: (Exangúe, fingiendo no ver y tener apenas un hilo
de voz.) Hijita, ¿quién es...?
PuriTa: El señor Fabián, ma-ami.
Eucenia: No es posible, ¿se ha acordado de esta pobre an-
ciana...?
CHICHARRONA: Le traigo algo de Lupita, este pobre relicario
de lata que me entregó antes de morir, para usted. Y una
medalla.
Eucenia: Yo... pronto me iré a reunir con ella. No quiero
vivir más, de nada sirvo en este mundo, soy un estorbo
para todos, como lo fui para Lupita y para usted, Fabián.
167
CHICHARRONA: Se equivoca, todo está olvidado y perdonado.
EUGENIA: La tristeza me ha dejado inválida, casi ciega.
CHICHARRONA: (A Purita.) ¿Podría darle un abrazo a su señora
madre?, el último quizá...
PuriTa: Mami... ¿no oyes?
EuceEnia: Sí, hijo, acérquese. (Le extiende los brazos. Se
abrazan.)
CHICHARRONA: Todo está olvidado, ya puede usted irse
tranquila adonde quiera.
Eucenia: (Lo mira por primera vez, se sorprende.) Qué
diferente a la foto...
CHICHARRONA: Unos kilitos de más.
Purita: A mí me habían dicho que los disgustos adelga-
azan.
CHICHARRONA: Eso era antes. Los tiempos cambian.
EUGENIA: Ay... parece que me siento algo mejor...
CHICHARRONA: Qué bueno... Asi podrá salir de viaje muy
pronto.
Eucenia: Colóqueme por favor el relicario en el cuello y la
medalla...
CHICHARRONA: (Le coloca relicario y medalla, que desaparece
bajo el escote.) Qué lástima, una señora tan joven, con
tan buen cutis...
Eucenia: (Reaccionando favorablemente.) ¿De veras? Ay...
Purita, me parece que vuelve la fuerza a mis piernas...
(Intenta ponerse de pie.) La presencia de este joven ha
obrado el milagro... (Chicharrona se horroriza.)
Purira: Mami, no te esfuerces...
Eucenia: (En pie.) No, mi pobre corazón vuelve a latir...
(Fingiendo reconocer nuevamente objetos de la sala, camina
como una ex-ciega.)
CHICHARRONA: Para el corazón no hay como subir corriendo
168
las escaleras. Ejercitese tantito.
Purrra: Lo de mami no es el corazó-on, es puritito arre-
pentimiento.
CHICHARRONA: Pues, antes que se arrepienta de algo otra
vez, yo me voy.
Eucenia: (Ya casi en tono normal.) No, usted no puede
dejarnos. Sabemos, Fabián, que su vida no es fácil, que
necesita ayuda.
Purira: Mami dice que a usted lo va a enderezar de una
buena ve-ez.
CHICHARRONA: (Muy ofendida.) Señorita...
EucEnIa: Quédese con nosotros, unos días, aquí en casa hay
visitas de México, gente poderosa, que podrá ayudarlo.
CHICHARRONA: No, es que me están esperando...
EuceEnIa: Ahí vienen, no puede irse y recuerde, su nombre
es... Julio.
PurrtTa: (Despistada como de costumbre.) Bonito nombre,
¿verdad?
EucenIa: Enciende las luces, hijita.
Lucreria: (Bajando las escaleras irónica, refiriéndose a la
oscuridad en que se encuentran.) ¿Sería mucha pretensión
unirme a este alegre grupo?
EuceEnIa: No, al contrario, acérquese usted, Lucretia. (Purita
enciende las luces.)
CHICHARRONA: (Para sí con su voz de mujer.) ¡La Gringa! Estoy
perdida... (Reaccionando.) Perdido, quiero decir...
Lucreria: [Para sí, decepcionada.) ¿Qué le verán las
mukeres a este tipo?
EuGEnNIa: ¿Qué dicen ustedes? (Chicharrona hace señas de
que no ha dicho nada.)
Lucreria: Vi todo oscuro y creí que no estaban.
Purira: Mami tuvo un ligero malesta-ar.
169
Lucreria: Likero y también pasakero, uhmmm... Eukenia,
kamás le vi unos okos tan koviales.
EuceEnIa: Es que he tenido la alegría de recibir esta visita.
Julio, le presento a la señora Lucretia.
CHICHARRONA: (Le besa la mano.) Un honor, señora.
Lucreria: Pleased to meet you, Kulio. He oido mucho hablar
de usted.
CHICHARRONA: Para mí en cambio usted es una total
sorpresa.
EucEnIa: Y este es su sobrino, Raúl.
Raúz: (Dándole la mano.) Mucho gusto en conocerlo, Julio.
CHICHARRONA: (Víctima de un vahído de pasión por Raúl, con
su voz de mujer.) ¿De veras? (Se recupera y lo saluda del
modo más masculino posible.) Choque los cinco, amigo.
LucreTIa: Mi sobrino se quekaba de no tener un cuate,
para irse a la noche de kuerga.
CHICHARRONA: ¿Kuerga?
RaúL: Sí, como aquí todos se acuestan temprano, (mira a
Purita, esta reacciona con despecho) en la noche no sé
qué hacer.
CHICHARRONA: (Tratando de contener otro vahído.) Pues ya
tiene compañía, para lo que más le cuadre.
EuceEnIa: Pero no se queden ahí todos parados, tomen asiento.
LucrerIia: (Sentándose.) Encantada, Eukenia.
EuceEnia: (A Chicharrona.) Por favor...
CHICHARRONA: (Sentándose, confundida.) Eukeniada, enkanta.
RaúL: Perdón, yo había invitado a Purita al cine, y a ti
también, tía...
Lucreria: Más rico quedarme a platicar, ve tú si quieres.
RaúL: ¿Y usted, Purita? Podemos ver caricaturas, si
prefiere.
170
Purrra: (Airada.) No, gracias. (A Eugenia.) Ma-ami, si me
permites me retiraré a mi cuarto, siento una fuerte ja-
que-eca.
Eucenia: Tienes mi permiso, hijita.
CHICHARRONA: Cuánto lo siento... (Lucretia deja traslucir que
le agrada el mutis de Purita.)
Purrra: Con el perdón de uste-edes. (Se retira visiblemente
angustiada.)
RauúL: Entonces yo salgo; hasta más tarde...
CHICHARRONA: (Inconscientemente responde en tono femeni-
no.) Nos vemos, Raúl. (Corrigiendo la voz.) A ver si nos
echamos un pokarito esta noche.
RaúL: Si no sigo de malas. Hasta luego, mano. (Sale.)
LucrerTIa: (A Eugenia y Chicharrona. Las tres sentadas.)
No entiendo a la kente joven, siempre quekándose de todo.
CHICHARRONA: Usted habla como si no lo fuera.
Lucreria: Yo no soy quekosa.
CHICHARRONA: ¿De qué cosa habla?
Lucreria: No, digo que no soy quekosa, que no me queko
nunca.
CHICHARRONA: Yo me queko, tú te quekas, nosotros nos
quekamos, a-dió.
Lucreria: Pero qué muchacho este, le digo que yo no me
queko de nada.
CHICHARRONA: Ahh... No, lo que yo decía es que usted habla
de los jóvenes como si no lo fuera.
Lucreria: Usted es muy kentil.
Eucenia: ¿Verdad Lucretia, que Julio es un encanto?
CHICHARRONA: Pero dice que los jóvenes la aburrimos, y tiene
razón. No hay como la gente... digamos, que ha vivido ya
algo más.
171
Lucreria: (Acogiendo favorablemente la idea.) Usted quie-
re decir, kente ni koven ni vieka.
Eucenia: (Empezando a encantarse.) Gente ya experimen-
tada.
CHICHARRONA: En efecto. Sobre todo a la mujer, la
experiencia le sienta mucho.
LucreTIA: ¿Y por qué sobre todo a la muker?
Eucenia: (Piícara.) Yo diría que también al hombre.
CHICHARRONA: Pero es que el hombre sale a la calle, lucha
por el pan diario y no puede evitar el recoger experiencias.
Mientras que una mujer muy joven, en casa, encerrada con
sus cacerolas, ¿qué le puede contar a su marido cuando
él regresa en la noche?, ¿la radionovela que escuchó en
la tarde?, porque ¿qué otra cosa puede contarle la pobre...?
EuceEnia: Siga, lo escuchamos.
CHICHARRONA: Por eso, el hombre sueña con tener en su
hogar a alguien, que cuando él regresa en la noche, le
pueda contar algo interesante, de lo que sucede en esos
otros mundos que él no puede alcanzar. Y eso se lo puede
dar sólo una mujer ya no tan niña, una mujer hecha, que
haya vivido.
LucrertIa: Pero los hombres en keneral se van de boca por
una más koven.
CHICHARRONA: Ese error lo cometen los necios, que yo sepa.
EUGENIA: ¿Cree usted?
LucreTIa: También hay que considerar que la muker koven
es más fácil de engañar, se ilusiona con nada.
CHICHARRONA: Muy bien observado. Pero ahí está lo bueno,
lo que a todo hombre conquista, es precisamente que la
mujer, aunque ya puesta a prueba por la vida, siga dis-
puesta... al amor. Pero atención, no dispuesta a enamo-
rarse de un cualquiera, sino de alguien que se la merez-
ca, porque la vida la ha hecho madurar como un fruto, en
vez de marchitarla como a cualquier florecita de primave-
ra.
72
Eucenia: Qué lindas palabras, ¿no creen que merecen un
brindis?
Lucreria: Ya lo creo. Y con su licor, Eukenia, que no me da
kaqueca.
CHICHARRONA: (A Eugenia que se dispone a servir el licor en
tres de las copas que están ahí cerca.) ¿Preparado con sus
propias manitas? .
EuGENIa: Así es, (coqueta) cosas que una ha ido
aprendiendo, que la vida le ha ido enseñando.
Lucreria: Si algún día me lo permite, Eukenia, yo prepararé
también un licor.
Eucenia: (Tratando de ocultar su desagrado ante la
competencia surgida.) ¿Ah, si? ¿de qué?
Lucreria: (Confundida por la excitación.) De ¿cómo se dice?
ciliege... (Demasiado tarde se da cuenta de su indiscreción.)
Eucenia: (Haciendo gala de su erudición.) ¿Una fruta de
los Alpes italianos, verdad? parecida a lo que aquí
llamamos cereza.
Lucrertia: (Tratando de disimular el lapsus.) Not exactly.
CHICHARRONA: (Para sacar del paso a Lucretia.) Usted es
muy cosmopolita...
EuceEniIa: (Alcanzando las copas llenas.) Por supuesto, pero
ahora brindemos por la feliz estadía en la casa de nuestro
Julio, ¿verdad?
CHICHARRONA: Estadía de (mira el reloj) ...media horita.
LucrerIa: ¿Tan poco?
Eucenia: No, estadía de varios días... ¡Salud!
LucrerIa: Salud... por nuestro Kulio.
CHICHARRONA: (Muy preocupada.) ¡Salud! (Toman.)
Eucenia: Pero, Julio, cuéntenos más de sus ideas sobre la
mujer...
LucrerIa: Sí, con toda obketividad, diganos... ¿cómo debe
ser la muker?
173
CHICHARRONA: (Sintiéndose muy dueña de la situación, có-
moda, dada la devoción que le profesan las dos mujeres;
empieza fondo de orquesta, Chicharrona se pone de pie,
las dos mujeres están sentadas, Chicharrona con la copa
en la mano, que es en realidad un micrófono con hilo y
todo, canta.)
La mujer que al amor no se asoma,
no merece llamarse mujer,
es cual flor que no esparce su aroma,
es cual leño que no sabe arder...
La pasión tiene un mágico idioma
que con besos se debe aprender,
porque una mujer que no sabe querer
no merece llamarse mujer...
Lucreria: (También cantando por la copa-micrófono.)
Yo viví entre sombras dormida...
EucenIa: (Idem. Sentada.)
sin sentir la más leve emoción...
LucRETIA:
tú viniste y dikiste...
CHICHARRONA:
...¡queridal!...
EUGENIA:
...esa voz mi letargo quebró...
Chicharrona las toma de la mano y las lleva acompasa-
damente hasta el proscenio, se cierra la cortina intermedia
mientras cantan.
LUCRETIA:
... Ahora sueño y me aferro a la vida...
EUGENIA:
... Ahora mi alma comienza a querer.
LucreTIA y EUGENIA:
...porque una mujer
que no sabe querer,
no merece llamarse mujer...
174
CHICHARRONA:
Una mujer... debe ser...
EUGENIA:
...Soñadora...
LucrRETIA:
ACOQUEtaTES
CHICHARRONA: (Muy autoritaria)
--.¡¡¡y ardiente!!!
CHICHARRONA, LUCRETIA y EUGENIA:
...debe darse al amor,
con frenético ardor...
para ser... ¡una mujer!
LucrertIa: (Ya presa del frenesí. Casi hablando. Le arranca
el micrófono a Chicharrona.)
La muker que al amor
no se asoma...
no merece llamarse muker...
EucenIa: (Idem. Le arranca el micrófono a Lucretia.)
...es cual flor que no
esparce su aroma
es cual leño que no sabe arder...
LucreTIA y EucEnia: (Cantando nuevamente, mientras él
enciende un puro.)
La pasión tiene un mágico idioma
que con besos se debe aprender...
CHICHARRONA, LUCRETIA y EUGENIA:
...porque una mujer
que no sabe querer
no merece llamarse mujer...
Una mujer... debe ser...
175
EUGENIA:
; .. ¡soñadora!
LucrETIA:
... ¡coqueta!
CHICHARRONA:
...¡y ardiente!
Esto Chicharrona lo dice en tono totalmente femenino, llama
la atención por lo tanto de Lucretia, pero Chicharrona a
tiempo se corrige y se acomoda la bragueta en gesto muy
masculino que fascina a Lucretia.
LAS TRES:
...debe darse al amor
con frenético ardor...
para ser... ¡una mujer!
Para ser... ¡¡una mujer!!
Cae el telón.
ESCENA TERCERA
La misma sala, en la oscuridad, total silencio; aparece en
puntas de pie Chicharrona, con los zapatos en la mano,
que baja la escalera; su intención es escaparse de la casa,
pero está luchando con la cerradura de la puerta de la
izquierda —la misma por donde entró en su primera
aparición, que da al jardín— cuando oye pasos y se escon-
de detrás de un mueble. Por la escalera quien aparece ahora
en puntas de pie es Lucretia, vistiendo un suntuoso
negligée. Lucretia con su actitud siniestra de costumbre
echa una ojeada, no ve a nadie y se pone a revisar cajones.
Sus ademanes son de villana consumada, hunde los dedos
crispados en su cabellera. Chicharrona se ve obligada a
quedarse en su escondite. Lucretia no encuentra nada, si-
gue buscando cuando oye pasos que vienen de la escale-
176
ra. Es Purita que baja también en puntas de pie, tiene un
frasco en la mano. Lucretia se esconde en otro rincón de la
sala, opuesto al que sirve de escondite a Chicharrona.
Purita sale de la sala rumbo a otro cuarto —la cocina— y
Lucretia sube rauda las escaleras. Chicharrona que ha visto
todo también se va a escapar por la puerta de la izquierda
cuando reaparece Purita con un vaso grande y una jarra
de agua en la mano, bajo el brazo lleva el frasquito. Ya en
el medio de la sala deposita jarra y vaso sobre una mesi-
ta. Chicharrona la observa. Purita llena el vaso de agua,
abre el frasquito, saca una pastilla con la derecha y con la
misma mano se santigua, se lleva la pastilla a la boca,
luego el vaso de agua, traga la pastilla.
Purrta: ¡Una! (Saca otra pastilla, llena un vaso, se lleva la
pastilla a la boca, enseguida traga agua.) ¡Dos! (Repite la
operación con una tercera pastilla.) ¡Tres! (Chicharrona
empieza a alarmarse, Purita esta vez saca tres pastillas
juntas, las va a tragar.) ¡Y tres son seis! (Ya las va a tragar
cuando Chicharrona muy caballero sale al quite, le toma
de atrás el brazo.)
CHICHARRONA: (Muy hombre.) ¡Hija de Dios! ¡Alto ahí!
PurrTa: ¡Déjeme usted!
CHICHARRONA: ¿Se puede saber qué locura es esta..?
Purrra: (Intenta llevarse a la boca las pastillas, forcejeando
responde.) ¡Quién le manda entrometerse!
CHICHARRONA: (Le hace cosquillas y le hace soltar las
pastillas.) La providencia me manda, para que sepa...
PuriTa: (Rompe en llanto tapándose la cara.) Yo me quiero
morir...
CHICHARRONA: Señorita, hábleme con confianza, hágase de
cuenta que soy su padre... (Nota que Purita custodia con
la mano uno de los bolsillos de su bata de cama.) ¿Qué
está escondiendo ahí?
PuriTa: Déjeme en paz. Usted es un extraño para mi.
177
CHICHARRONA: (Le vuelve a hacer cosquillas y al soltar Purita
la mano le extrae del bolsillo una carta, la abre.) La carta
del adiós, ¿verdad? (Leyendo el sobre.) “Para Raúl”.
PurrTa: Sí, no quiero ver más a ese canijo... El cuando
juega siempre me hace trampa.
CHICHARRONA: (Saca la carta del sobre y lee.) “Muy señor
mío: Usted es un malo, los juegos que me enseñó son
indecentes y como mi mamá me va a regañar, me voy con
la Lupita para siempre. Muy atentamente, Purita” (Se
guarda la carta en el bolsillo. Deja el sobre encima de un
mueble.) Pobre niña inocente, ¿qué es lo que te han he-
cho?
Purrra: (Mientras habla toma el sobre y lo va recortando
como hacen los niños hasta que queda formado un corazón.)
Yo antes me divertia mucho con mi canario y mi gatito,
pero llegó el colibrí malo y me enseñó a jugar a que las
flores tienen un néctar y el colibrí las picotea porque es lo
único que le gusta comer y si no se muere de hambre...
(Rompe en llanto.) Y ahora además de colibrí va a venir a
jugar conmigo la cigúeña...
CHICHARRONA: ¿Pero qué estoy oyendo, hija del cielo?... ¿Y
él lo sabe, ese... tramposo...?
PurrTa: ...Es que a él también le gusta jugar con su tía.
CHICHARRONA: Pero dime, ¿él no te quiere?
PurrTa: No sé... yo creo que no...
CHICHARRONA: A ver, pórtate bien y cuéntame todo.
PuriTa: (La orquesta la acompaña muy dulcemente,
Chicharrona mientras escucha se reacomoda el atuendo.)
Mi canario ya no canta,
porque se ha ido él,
y sin él no vale nada,
mi arrumbada juventud.
El gato negro se aburre
viendo que sola estoy,
178
En un momento en que la orquesta sube el volumen
Chicharrona hace señas al director de que toque más des-
pacio porque la gente está durmiendo en la casa.
y por la puerta discurre
la esperanza de su voz.
Sueño con su regreso,
pero no ha de volver,
él es hombre de un beso,
yo soy una mujer.
Mi canario ya no canta
porque se ha ido él
y sin él no vale nada,
mi arrumbada juventud...
El gato negro se aburre
viendo que sola estoy,
y por la puerta discurre
la esperanza... de su voz...
CHICHARRONA: (Muy macho, protector.) Nada me conmueve
como el espectáculo del amor... Purita, debes hacer frente
a esto como la mujer que ya eres, (la Chicharrona se
compenetra del papel de protector) y aquí hay un hombre
para defenderte. Lo que necesito saber primero es qué
hace esa mujer aqui.
PurrTa: ¿Su tia?
CHICHARRONA: Sí, yo sé quién es, una pistolera, pero lo que
no sé es qué está buscando en esta casa. Y tú me tienes
que ayudar a averiguarlo.
PurrTa: Si es pistolera a mí me da miedo.
CHICHARRONA: ¿Cómo averiguar la verdad? Esa es la
cuestión.
PurrTa: Lupita... plantó una yerba que hace decir todo sin
que una quiera, pero mi mamá me mandó a arrancarla
del jardín.
CHICHARRONA: ¿Una yerba?
Purrra: Sí, si yo me tomara un té de esa yerbita contaría
O
que yo ya sé que lo del colibrí es un cuento. (Se tapa la
boca al darse cuenta que ha hablado demasiado.)
CHICHARRONA: Un té... Uhmm, Purita, si mañana tú
prepararas un té de esos... yo me encargo de servirlo...
PurrTa: Qué bueno es usted, señor Julio. Usted sí es un
hombre de a devis... Raúl es... un colibrí, comparado con
STE
CHICHARRONA: Nada, hijita. En gustos se rompen unas. Y
ahora vete a dormir, que mañana tienes que estar muy
despiertita. Mañana te toca hacer trampa a ti. (Purita lo
besa en la frente, se va agradecida, Chicharrona se siente
todavía en papel, queda sola y se acomoda la bragueta,
totalmente ensimismada en su rol.)
ESCENA CUARTA
La misma sala, de tarde. Sentadas Eugenia y Chicharrona.
Eugenia está muy acicalada. La presencia de “Julio” sin
duda la ha rejuvenecido. Julio le está encendiendo un
cigarro
EucEnia: No está bien que sea tímido, Julito, tiene que
hablar con la señora Lucretia.
CHICHARRONA: Me da pena pedir favores, Eugenia.
Eucenia: Pamplinas. Ella es persona de gran influencia y
creo que generosa. Me ha contado que en México tiene
grandes empresas. Le conseguirá un puesto espléndido,
(dulce hasta empalagar) que usted bien merece además.
CHICHARRONA: (Finalmente cediendo.) Uhmm, ¡está bien!
Cuando baje de su siesta le hablaré; eso sí, déjenos solos
un momento, delante de usted sería más difícil todavía.
Eucenia: Así me gusta... Ay, Julito, anoche no me podía
dormir, recordando sus palabras.
CHICHARRONA: No he dicho más de lo que honestamente sien-
to.
180
EUGENIA: Usted sabrá, las mujeres de cierta edad, ante la
avalancha de jovencitas guapas, nos sentimos...
desplazadas.
CHICHARRONA: Jovencitas guapas... pero sin nada que decir.
Eucenia: (Enfática.) Ah... eso, sin lugar a dudas.
CHICHARRONA: Imagínese usted, Eugenia, un muchacho
como yo, al que las vueltas de la vida llevaron a... no sé,
esconderse, refugiarse en un lugar solitario, entre la nie-
ve de Alaska.
EuGEnNIa: Siempre me encantaron esas casitas redondas
de hielo. Qué nido para un gran amor...
CHICHARRONA: Pero Eugenia, imagine a alguien como yo,
que no ha salido nunca de Veracruz y va a parar a esa
chocita, allí, aislado para toda la vida, sin conocer nada
del globo.
EuGeEnNIa: Solito...
CHICHARRONA: No, con una de esas jovencitas guapas...
Eucenia: (Completando la frase.) ...pero sin nada que decir.
CHICHARRONA: ¡Me moriría de aburrimiento! En cambio con
una mujer madura, plena de relatos, de historias íntimas...
¡qué diferencia!
Eucenia: (Contrariada, querría seguir hablando.) Me parece
que baja Lucretia, qué lástima...
CHICHARRONA: Esta noche soñaré que viajo a Alaska.
Lucreria: (Bajando la escalera, elegantísima, con una rosa
sobre el pecho.) ¿Interrumpo?, ¿me admiten?
Eucenia: Justamente, ha surgido un compromiso urgente
y tenía que dejar solo a Julio. ¿no le hará usted compañía
por un rato?
Lucreria: Con el mayor gusto, Eukenia.
EucenIa: ¿Me permite, Julito?
Lucreria: Qué lindo suena el diminutivo... Kuli...
181
CHICHARRONA: (La interrumpe.) No, no, no, a mí no me gus-
ta, me:.. me parece que me tratan como un niño.
Eucenia: Bien, los dejo un momento... Usted, Lucretia, haga
las veces de dueña de casa y entreténgame al huésped...
(Sale.)
Purrra: (Por el otro extremo interrumpiendo con una bandeja,
tetera, etc..) ¿No les caería bien un té?
CHICHARRONA: Pero qué excelente idea...
Lucreria: Yo en cambio preferiría un café.
PurrTa: (Aniñada a propósito.) ¿Me lo va a despreciar? Lo
hice con tanta ilusión...
CHICHARRONA: Yo creo que nadie se lo va a desairar. Uhmm,
qué aroma especial.
LucreErIa: ¿Qué clase de té es?
CHICHARRONA: Té... te quiero.
LucreEtIa: Qué bonito nombre... Sirvame una taza, Purita.
(Purita sirve una taza a cada uno.) ¿Y por qué... té quiero?
CHICHARRONA: Por más de una razón... porque cuando se
prueba se le quiere para siempre.
Lucreria: Gracias, Purita...
PurtTa: (Retirándose.) Con el permiso...
CHICHARRONA: (Olfateando el té.) Uhmmm... No he visto a
su sobrino, ¿por dónde anda?
LucreTIA: Tuvimos un altercado y sale todo el día para no
verme.
CHICHARRONA: (Disimuladamente inquisitiva.) ¿Pero dónde...
se la pasa?
Lucretia: No me haga hablar, en alguna cantina.
(Sirviéendose azúcar, cambiando el tema deliberadamente.)
Kulio... con Eukenia hablaba usted de Alaska, ¿piensa
viakar? (Toma té.)
CHICHARRONA: Es tan sólo un sueño... Pero lo que he dicho
182
a Eugenia, es que... si tuviera que refugiarme en un lugar
solitario, en las nieves de Alaska... (Finge tomar té.)
Lucreria: (Repitiendo las palabras de Eugenia no porque
las haya oído, sino porque ambas mujeres coinciden en su
imaginación romántica.) Siempre me encantaron esas
casitas redondas de hielo. Qué nido para un gran amor...
CHICHARRONA: Pero Lucretia, imagínese a alguien como yo,
que no ha salido nunca de Veracruz y va a parar a esa
chocita, allí, aislado para toda la vida, sin conocer nada
del mundo.
LucrerIa: Solito...
CHICHARRONA: No, con una de esas jovencitas guapas,
huecas...
LucrerIa: ...sin nada que decir...
CHICHARRONA: ¡Me moriría de aburrimiento! En cambio con
una mujer madura, plena de relatos, de historias íntimas...
qué diferencia.
Lucreria: (Cabeceando con los ojos cerrados.) Me siento
tan bien.
CHICHARRONA: ¿Entonces por qué cierra los ojos?
Lucreria: Estoy viakando a Alaska...
CHICHARRONA: ...tomada de mi mano... (Le toma la mano.)
Iueretia:::
Lucrertia: (El té le ha hecho efecto y empieza a decir la
verdad.) Ma che Lucretia... lo sono Lucrezia... come la
Borgia...
CHICHARRONA: Cuénteme... yo la escucho...
LucrerIa: Tengo mucho que contar... porque yo soy la más
peligrosa de todas las espías de la Italia fascista. Después
de la guerra me han buscado por todo el mundo... en vano.
Hay orden de captura para mi... en Italia, ¡Me quieren
FUCILLARE! Pero fúchila tu abuelita, que aquí yo soy la
Gringa... uhmm, me hago pasar por americana... y nadie
me encontrará kamás... llegué a este puerto como
183
polizonte, senza una liray ahora soy dueña de un salón
de baile en Mékico y otro aquí... y más todavía, dueña del
miedo de muchos inkenuos...
CHICHARRONA: (Algo intimidada.) Y... ya que es tan amable...
no me diría qué hace en esta casa.
LucrerIa: (El efecto del té la hace soñar. Oye a los camisas
negras que se acercan para reverenciarla.) Los soldados
del Duce me adoraban... no sabían que un capricho mío
les podía costar la vida... me bastaba con pasar un falso
informe... (Lucretia, en su delirio, oye el paso marcial de
los camisas negras, el escenario se oscurece, enseguida
aparecen cuatro jóvenes camisas negras encabezados por
un oficial de Mussolini —Raúl uniformado— que se acer-
can con paso marcial y entonando a coro las siguientes
estrofas, rinden pleitesía a la gran Lucretia.)
Coro:
Cosa m'importa se il mondo
mi rese glacial,
se d'ogni cosa nel fondo
non trovo che il mal...
Quando il mio primo amore
mi sconvolse la vita,
senza lusinghe del mondo
ramingo io vo",
e me ne rido beffando
el destino, ha-ha, cosi...
LucrerIa: (Canta el mismo motivo, muy displicente, no trata
de seducir a nadie, está llena de desprecio por todo, se
ama sólo a sí misma; mientras canta, el oficial da órdenes
a los camisas negras de ponerse en acción y de inmediato
uno trae una mesita con champagne en hielo y seis copas,
otro trae un tocador de teatro con lamparitas, otro una
banqueta y otro un perchero con boas, capas, etc.; la mesita
queda cerca del centro, el resto a la izquierda.)
Ser la más pérfida siempre
fue mi vocación,
ser la más buena es tan fácil,
184
¡vaya la emoción!
Destacarse por mala
tiene mucho más chiste,
¡seducir, traicionar y matar...
me divierte más!
Ir por el mundo muy mona
sembrando, ha-ha, ¡el mal!
Terminando estas estrofas Lucretia se dirige a su nuevo
tocador, se retoca peinado y agrega boa o capa a su
atuendo; mientras tanto los jóvenes cantan preparando el
brindis con champagne.
Coro:
Vivere, senza malinconia,
vivere, senza piu gelosia...
Senza rimpianti, senza mai piu
conscere cos'e l'amore...
cogliere il piu bel fiore,
goder la vita e far tacer il cuore...
Ridere, sempre cosi giocondo,
ridere, delle follie del mondo...
Vivere, finche c'e gioventu,
perche la vita e bella
e la voglio vivere sempre piu...
Lucreria: (Al terminar las estrofas Lucretia se vuelve a
acercar al grupo, con un primer gesto transforma su larga
boquilla en un puñal al apretar un botón secreto.)
¡Un punal,
es mi mejor amigo!
¡Por detrás,
ataco al enemigo!
Cuando yo siento el odio de todos
que me va envolviendo,
qué calorcito entra hasta el fondo
de mi corazoncito...
¡Ódienme,
pero ódienme con ganas!
¡verdes de bilis,
185
verdes como las ranas!
Ódienme,
que el odio es distracción,
que no les cuesta plata,
que al fin los mata...
(cogiendo la copa de champagne que le alcanzan)
¡uhmmm, qué satisfacción!
(Bebe de la copa, la orquesta empieza un ritmo ardiente,
marcado por tambores, Lucretia de su enorme anillo deja
caer un polvillo en cada copa, se produce efervescencia y
humo en las copas; Lucretia canta por primera vez en
actitud sexy, acaricia el mentón del oficial.)
Veneno...
al brindar yo te doy mi veneno,
si hueles la rosa de mi seno,
lo que hueles es sólo...
(aprieta algo de la rosa y sale un chorrito de spray)
¡veneno!...
(Se contonea.)
Veneno...
aunque tú como hombre des el pleno,
yo lo mismo después te enveneno...
mi oficio es ¡asi!...
Lucretia vuelve a su tocador a cambiar algo de su atuendo,
mientras tanto los camisas negras que habían caído
envenenados por el champagne ya se han puesto de pie y
forman una sillita de oro mientras cantan, moviéndose como
una carrozzella.
Coro:
Com'e delizioso andar...
sulla carrozzella,
sulla carrozzella...
sotto braccio alla mia bella...
A cassetta sta il cocchier,
ne ci perde d'occhio,
guarda dentro il cocchio,
poi sorride e chiude un occhio...
186
Il cavallo sa
dove deve andar,
se c'é una coppietta,
piano se ne va,
senza galoppar,
tanto non c'e fretta...
Lucreria: (Ya de nuevo en pie, después de haberse sentado
a su tocador, y agregado algo a su persona, se sube a la
sillita de oro y la pasean en triunfo mientras canta.)
Cuánto gusto me da ser...
espía fascista,
por naturaleza
traicionera, guapa y lista...
Al servicio del jerarca
que promete mucho,
pero que a la hora
no da nada... y friega mucho.
Qué placer me da
poder delatar
a un socialista,
también a un liberal
pero ¡ay qué divino!
...S1:'eS UN comunista...
Qué suerte la mía estar
a favor del malo,
que me paga bien
pero a los buenos
mata a palos...
Qué placer estar
al servicio de
un solo jerarca,
pero yo por qué
única he de ser
si son tres las parcas.
Cuánto gusto me da ser
¡espía fascista!
¡por naturaleza
traicionera, guapa y lista!
Se desvanecen los fantasmas de Lucretia.
187
Lucreria: (Volviendo a tomar su lugar en el sofá junto a
Chicharrona.) Estoy mareada de tanto champagne...
CHICHARRONA: ¿Se lo sirvieron bien helado, a su gusto?
LucreTIa: Siempre me lo han servido helado... si no los
mandaba a fucillare.
CHICHARRONA: Pero no hablemos del pasado, ni del futuro...
(Sugerente, tomándole la mano.) Hablemos del riguroso
presente...
Lucreria: (Sigue embriagada.) El presente... bah...
CHICHARRONA: Sí, por ejemplo, cuénteme qué hace en esta
casa...
LucrerIa: Me aburre hablar de negocios...
CHICHARRONA: ¿Negocios?
Lucrertia: Sí, aquí no me han traido más que negocios...
CHICHARRONA: ¿De qué... clase?
Lucreria: Un negocio muy importante... que finiquitar. Pero
hablemos de cosas más bonitas... de viakes, por ejemplo.
CHICHARRONA: Mi tema favorito... Alaska... chocita... largas
pláticas bajo la manta de pieles.
LucreTIa: Una manta de zorros azules.
CHICHARRONA: (Tomándole la mano y reclinándola.) La teñi-
mos del color que quiera... Pero bajo la manta hablamos,
hablamos mucho.
Lucreria: (Recostada.) ¿Y no tenemos frío?
CHICHARRONA: ¿Frio? Querida amiga... bajo una manta de
zorros hasta el camisón le va a molestar.
LucrerIa: Usted es muy picaro.
CHICHARRONA: Entonces no le gusto...
Lucreria: Le voy a decir la verdad, porque hoy no sé qué
me pasa que no puedo mentir. Y es que oí hablar cosas
muy excitantes de usted, aunque cuando lo vi... no me
pareció nada guapo. Pero después pensé, si con esa traza
188
conquista tanto algo debe tener escondido; y más toda-
vía, si las mukeres que llegan a conocerlo no se decepcio-
nan, después de todo lo que se han imaginado antes...
con tanta publicidad, es porque usted debe valer mucho...
pero, (caprichosa) quiero seguir bailando, ¿no le gusta el
baile?
CHICHARRONA: Por supuesto... y mientras bailamos,
hablamos...
Lucreria: La música me transporta... (Toma más té.) Qué
sed tengo... y un poquito de sueño.
CHICHARRONA: Si le gusta... yo le silbo la música al oído,
mientras usted me cuenta cosas...
LucreTIa: Si me promete no darme escalofríos con el
silbidito. (Le extiende la mano.)
CHICHARRONA: Se lo prometo... pero no se lo juro. (Se
levantan para bailar.)
LucrerTIa: Entonces... ¿sin kuramento?
CHICHARRONA: (La toma para bailar, reclinándola tipo tango.)
Pero con mucho sentimiento... (Empieza a silbar, el silbido
sale de la orquesta magnificado y dominando a los demás
instrumentos hasta que empieza el canto de Chicharrona,
Lucretia se ve atacada de escalofríos, Chicharrona canta
mientras baila pero se retoma el silbido de tanto en tanto,
con el consiguiente estremecerse de escalofríos de Lucretia.
Cantando.)
Dímelo al oído, tan sólo a mi,
que nadie se entere,
lo que me querés decir.
Dímelo al oido, tan sólo a mi,
te guardaré el secreto,
lo juro por ti.
(Silbido y escalofríos.)
Si yo sé que me querés,
si yo sé que me adorás,
y si no me lo decís
es porque no te animás;
189
puede ser que me equivoque,
puede ser que no sea así,
pero hay algo que te vende
y no me lo querés decir.
¿Por qué tenés que sufrir,
por qué tenés que penar,
si con una palabrita
todo se puede arreglar?
(Silbido y escalofríos.)
(Hablando.) ¿Qué has venido a hacer a esta casa? Cuén-
tame...
Lucretia: (Muy mimosa.) No, me aburre hablar de
negocios...
CHICHARRONA: [Cantando.)
Dímelo al oído, tan sólo a mi,
que nadie se entere,
lo que me querés decir.
Dímelo al oido, tan sólo a mi,
te guardaré el secreto,
lo juro por ti...
(Siguen pasos complicados de baile, Chicharrona usa el
cable del micrófono como una cuerda, y hace saltar a
Lucretia, como variación del tango. Vuelven a abrazarse,
pero avanzando el tango Lucretia se va adormeciendo.)
Si yo sé que me querés,
si yo sé que me adorás,
y si no me lo decis
es porque no te animás;
porque siempre que te miro
con los ojos vos me hablás...
y creés que con suspiros
todo se puede arreglar...
Es mejor que te decidas,
no esperés ni un rato más,
que los cortos en la vida,
siempre se quedan atrás...
190
CHICHARRONA: (Terminando la danza, todavía tomados en
una última y vistosa pose.) Tú que eres alta, no te puedes
quedar corta, cuéntame, ¿qué has venido a hacer aquí,
con ese Raúl?
Lucreria: (Casi dormida bostezando mucho.) No seas celo-
so, con Raúl ya todo terminó, de esta casa lo único que
me interesa es encontrar el... (Cae dormida en brazos de
Chicharrona.)
CHICHARRONA: (Recostándola en el sofá.) Amor mío...
despierta... (Reaccionando, muy enojada con su voz de
mujer.) Gringa puerca, labregona ¿te crees muy salsa, eh?
Gorreando en este jacal...
Lucreria: (Semi inconsciente.) Qué sueño... déjame dormir...
CHICHARRONA: (Nuevamente caballeresco.) Pero sí, tú sabes
que eres mi detalle, que te doy todos los gustos.
Lucreria: (Con los ojos cerrados, casi dormida.) Uhmmm,
no te aproveches de mi, que estoy tan débil... sé un
caballero. (Se duerme.)
CHICHARRONA: (Le coloca almohadón bajo la cabeza, se siente
tentado a actuar como un vil animal del sexo masculino.)
No, sería una cobardía... (Se arregla la corbata y sale
orgulloso de su entereza.)
ESCENA QUINTA
Calle, frente a la entrada, con importante verja y jardín,
de la casa de Eugenia. A la izquierda, un puesto de raspa-
dos, atendido por una pareja casi adormecida por el sol
del mediodía, a la derecha un puesto de fruta, atendido
por dos mujeres, también sentadas, abanicándose bajo la
pequeña lona que las protege del sol. Entra Eugenia en
escena por la derecha, cargada de enormes y lujosos pa-
quetes rematados con moños.
Eucenia: (A las vendedoras de frutas.) Buenos días, ¿qué
calor, verdad?
191
UNA MUJER: (Sin fuerzas casi.) Así es, Doña Eugenia.
MUJER 'SEGUNDA: Así es, señito. (Vuelven a su letargo.)
Eucenia: (Trata de sacar la llave de la bolsa, sin dejar la
enorme pila de paquetes, no lo logra; habla consigo.)
Maldita llave, ¿dónde estará? (Los paquetes están a punto
de caer, debe ser ridícula la pila de paquetes, y absurdo
que se mantengan apilados sin caerse, por lo cual deberán
estar asegurados por dentro de algún modo, sin que el
público se dé cuenta.) Pero estoy segura de que la puse,
¿será posible? (Sigue buscando.) Polvo, lápiz labial, re-
puesto de polvo, rizador de pestañas, pañuelo perfumado,
pañuelo de nariz, base de maquillaje, pero qué espanto,
repuesto de base de maquillaje, no es posible...
Lucreria: (Apareciendo por la izquierda, también cargada
de enormes paquetes, rematado el más alto por un enorme
moño, no ve a Eugenia porque los paquetes se lo impiden,
llega a la entrada, con la mano busca el timbre sin
encontrarlo.) Dove sara questo maledetto campanello?
EucenIa: (Al oírla se da cuenta de la situación, está entre la
espada y la pared, opta por solicitar la complicidad de
Lucretia.) ¡No, Lucretia! no toque el timbre...
Lucreria: (Finalmente viéndola, también sus paquetes se
bambolean sin.caer.) Pero Eukenia... también usted de
compras...
EuceEnIa: (Incómoda.) Sí... vaya coincidencia... Pero
Lucretia, se lo ruego, no toque el timbre...
LucreErtIa: (Oliendo algo raro.) Como usted lo ordene,
Eukenia...
EuceEnia: Es que... no encuentro la llave... y no quiero que
Purita abra y se entere...
Lucreria: Confíe en mí, (diabólica) seré discreta...
Eucenia: Estoy tan nerviosa, perdóneme usted. No estoy
acostumbrada a actuar así, a espaldas de mi hija...
Lucreria: Pero, vamos, cuénteme, desahóguese, ¿para qué
estamos las amigas si no?
192
Eucenta: (Dejando finalmente los paquetes en el suelo.) Ay,
es que he gastado tanto dinero...
Lucreria: Pero yo también, ya ve que no es la única...
Eucenia: Lucretia... gasté una fortuna en pieles...
Lucreria: (Reaccionando mal, huele algo tremendo.) ¿Pieles,
una señora que vive en Veracruz?
Eucenia: (En un ensueño feliz.) Una señora que se ha vuelto
loca y se va de viaje...
Lucreria: (Dejando a su vez la pila de paquetes.) Un
momentito... parece que esto es una epidemía, (ríe
nerviosa, la risa se vuelve histérica, después pasa a ser
demoníaca) ¿qué cree usted, querida... encantadora
Eukenia, que yo traigo en estos paquetes?
Eucenia: No sé... ¿cómo podría saberlo...?
Lucretia: (Diabólicamente irónica.) ¿Pues qué puede
comprar una dama en una ciudad tropical... sino mantas
de piel? ¿Acaso no es un artículo de primera necesidad?
EucenNta: (Todavía no sospecha nada.) Pero qué
casualidad...
Lucretia: (Su satanismo aumenta más y más.) Y por
casualidad... ¿no es a Alaska que usted viaka?
Eucenia: (Reaccionando al fin, yerta.) Si...
LucrertIa: Y en compañía de un caballero...
Eucenia: (Asumiendo el drama del engaño.) No, en compa-
nía de un... hipócrita.
LucreTia: De un seductor.
Eucenia: Que se ha burlado de nosotras... ¿Pero por qué
tanta perfidia, por qué?
Lucreria: Y mi sobrino que no está aquí, para defendernos.
EucEnIa: ¿Dónde está?
Lucreria: Anoche salió de kuerga y no ha vuelto. Estará
en alguna cantina el muy cobarde.
193
CHICHARRONA: (Aparece en la puerta, viniendo desde la casa.)
Buenos días, señoras. Veo que son ustedes inseparables.
Eucenia: (Con desprecio.) Usted...
CHICHARRONA: (Mirando paquetes.) Salía a tomar un poco
de aire, pero veo que necesitan un caballero para cargar
sus paquetes... (Abre la puerta.)
LucrerIa: A mí no se me acerque usted.
CHICHARRONA: ¿Pero qué es esto? ¿una cruda de té? (Mirando
a Eugenia, nota que lagrimea.) ¿Y esas lagrimitas? Si le
entró una basurita en el ojo yo se la quito con mi pañuelo...
(Saca pañuelo y cae al suelo la carta de Purita, color rosa,
la que guardó en su bolsillo la noche que Purita intentó
suicidarse.)
Lucreria: (Recogiéndola rápidamente.) Y esta es una carta
de muker... perfumada...
EuGeEnNIa: Mía no es...
CHICHARRONA: (Con gran energía varonil.) ¡No se atreva a
abrirla! (Quiere arrebatársela pero Eugenia se interpone.)
Eucenia: Léala, Lucretia, desenmascaremos a este canalla.
Lucreria: (Abre la carta y lee.) “Muy señor mío: Usted es
un malo, los kuegos que me enseñó son indecentes, y como
mi... (Chicharrona alcanza a arrancarle la carta a Lucretia.)
CHICHARRONA: (Muy macho.) Con qué derecho se inmiscuye
usted
Eucenia: Déjelo, Lucretia... Ya lo ve, no somos las únicas
burladas, hay otras víctimas... de este... perverso...
(Chicharrona se empieza a apabullar ante los ataques.)
Lucreria: (Con odio.) Muy señor mío...
Eucenia: ¡Hipócrita!
LucrertIa: ¡Perverso!
Eucenia: (Empieza a cantar.)
Hipócrita... sencillamente hipócrita...
194
LucrerIa: (También cantando.)
Perverso... te burlaste de mí...
Eucenia: Con tu savia fatal me emponzoñaste...
LucreETIA y EUGENIA:
Y sé que inútilmente me enamoré de ti.
Y sábelo, escúchame y compréndelo
no puedo, no puedo ya vivir.
Como hiedra del mal te me enredaste
y como no me quieres
me voy a morir...
CHICHARRONA: (Mientras orquesta sigue marcando el compás.)
Señoras... atención... orden... yo no he hecho nada...
ustedes malinterpretan...
HOMBRE DE LOS RASPADOS: ¿Pero qué pasa aqui..? (4 Lucretia
y Eugenia.) ¿Les han faltado al respeto? (Pasa un panadero
en bicicleta y otro vendedor ambulante; se paran a
escuchar.)
CHICHARRONA: Usted no sea metiche...
HOMBRE DE LOS RASPADOS: Yo hablo con el dueño del circo,
no con las fieras. Son las señoras quienes deben contes-
tar... (A ellas.) Yo las defiendo, si les han faltado al respeto...
Eucenia: No... es un asunto personal... quédese tranqui-
lo... (Vuelve a atacar con el canto.)
Hipócrita... sencillamente hipócrita...
LucRETIA:
Perverso... te burlaste de mí...
LucreETIA y EUGENIA:
Con tu savia fatal me emponzoñaste...
Y sé que inútilmente me enamoré de ti.
Y sábelo, escúchame y compréndelo
no puedo, no puedo ya vivir.
Como hiedra del mal te me enredaste
y como no me quieres
me voy a morir...
195
La reacción de Chicharrona es de caballero amedrentado,
pero al sentirse el centro de tanta pasión, empieza a sen-
tirse halagada, y se contonea al compás de la canción, en
el medio del escenario, mientras a un lado, cada una,
Eugenia y Lucretia le cantan acusándolo; pronto los
transeúntes, indignados, se unen al coro de desaprobación,
a lo cual Chicharrona responde con más garbo, aún en su
contoneo muy macho, y encendiendo un puro. Se le vuelve
a caer la carta y ante el horror de Lucretia y Eugenia la
hace un bollo y la tira con desprecio. El grupo de
transeúntes se vuelve casi amenazador, se acercan más y
más a Chicharrona, pero esta finge tocar su pistola bajo el
saco y todos vuelven a su lugar.
196
SEGUNDO ACTO
ESCENA PRIMERA
Cantina, al centro el espacio para hombres solamente, a
un extremo se entrevé el ladies” bar. Sentado en una mesa
del centro está Raúl, bebiendo. Apura su copa y mira la
botella, está vacía. Suena alterado pero no borracho.
RauL: Oiga, a ver, aviénteme otra igual.
MesEro: Sale y vale... ¿Igual dijo?
RauL: Pos... si tiene otra más fuerte... ¡mejor!
Mesero: Pos entonces será igual...
ChHICHARRONA: (Entra, sigue disfrazada con su único traje
de hombre, mira buscando a alguien, justamente a Raúl,
al que se le acerca aliviada.) Compañero, por fin lo
encuentro.
RauL: Échate un trago conmigo, mano; siéntate... y
tutéame...
CHICHARRONA: (Sentándose.) Te he estado buscando por
todas parte...
RaúL: Es que tengo hartas penas y ando con ganas de
ahogarlas.
CHICHARRONA: De eso te quiero hablar... Purita me contó
todo...
197
RaúL: (Se sobresalta.) ¿Qué te contó?
CHICHARRONA: Algo que tú no sabes, y que vengo a contarte.
RaúL: (Al mesero.) Otro vaso, compa. (Abrazando a
Chicharrona, que se retuerce de excitación porque el
muchacho la fascina, pero debe disimular.) Tú eres a todas
emes, Julio. (La abraza más fuerte todavía.) Tú sí tienes
agallas, mi cuais y yo te necesito. De a tiro me siento
gacho. Me alegro reteharto verte aunque me descubras el
lado flaco.
CHICHARRONA: No hablemos de lados flacos, uhmmm...
RaúL: Anoche no llegué a dormir, ¿tú licaste a Purita?
CHICHARRONA:; Sí. Ella te necesita, Raúl. Va a tener un
chamaquito tuyo.
Rauút: No... (Apura el vaso.) ¿Y yo qué voy a hacer? Porque
yo... no soy dueño de mi vida...
CHICHARRONA: La Gringa si... ¿verdá?
RauL: (Se sobresalta.) ¿Cómo lo sabes?
CHICHARRONA: Yo te voy a ayudar derecho, Raúl. Pero tú me
tienes que decir por qué están en la cantera de Doña
Eugenia, ¿qué han ido a buscar alli?
RauL: (Se sirve otra copa.) No te puedo contar, porque si te
cuento:
CHICHARRONA: Si me cuentas la Gringa te truena...
RaúL: O me entrega a la policía...
CHICHARRONA: Ten fe en mi, caray. Si yo sé cuál es el punto
es posible que encuéntremos el modo de darle en la torre
a la Gringa.
RaúL: No, Julio. Ella sabe un secreto mío... y me tiene en
sus garras. Pero lo que sí puedo decirte es que a Purita la
quiero de a feo. (Llorando casi.) Es a la única mujer que
he querido en mi vida. (Se toma la copa.)
CHICHARRONA: (Tomando también.) Por ella...
RaúL: Purita es tal y como había soñado a la mujer que
198
una vez sería mi esposa. Y madre de mi prole. Inocente...
y tan chula la condenada...
CHICHARRONA: (Ve entrar dos prostitutas al ladies” bar.) Sí,
quedan pocas asi...
Raut: (Viendo a las prostitutas.) Compara a Purita con una
cafestasio
CHICHARRONA: (Para disimular.) Mujeres de la calle... me
repugnan...
RaúL: No, no pienses así... Las pobres qué no darían por
ser diferentes. Qué no darían porque un machín correcto
las quisiera...
CHICHARRONA: (Muy conmovida y cómicamente tratando de
ocultar su pena.) Tú las comprendes...
RaúL: Si, las conozco muy bien... Pero tienes lágrimas en
los ojos...
CHICHARRONA: Es que... me llega, no sabes...
Raúl: ¿Alguien de tu familia?
CHICHARRONA: (Tratando de refrenar sus ganas de llorar.) Is...
RaúL: ...¿Tu mamá?
CHICHARRONA: [Ofendida.) ¡Charros!... qué estás diciendo...
RauL: Perdón... ¿Quién entonces?
CHICHARRONA: Uhmmm... una carnala.
RaúL: Qué muina... ¿Carnala menor, o mayor?
CHICHARRONA: Uhmmm... gemela.
RAuúL: Qué lástima me dan, derecho... (Empieza a cantar.)
Amor de la calle,
que vendes tus besos,
a cambio de amor.
Aunque tú lo quieras,
aunque tú lo esperes,
él tarda en llegar.
199
(Chicharrona entre estrofas no puede contener ganas de
llorar, y pega chillidos terribles, Raúl la palmea para con-
solarla mientras sigue cantando.)
Tú olvidas tu pena
bailando y tomando,
fingiendo reir.
Y el frío de la noche
castiga tu alma
y pierdes la fe.
Amor de la calle,
que buscando vas cariño
con tu carita pintada
con tu carita pintada
y tu corazón herido.
Si tuvieras un cariño,
un cariño verdadero,
tú tal vez serías distinta
como igual a otras mujeres,
pero te han mentido.
Cuando ya has bebido mucho
vas llorando por la calle,
si el mundo te comprendiera
pero no saben tu pena.
Amor de la calle,
que buscando vas cariño
con tu carita pintada
con tu carita pintada
y tu corazón herido...
CHICHARRONA: Perdona mi falta de hombría.
RaúL: Los machos también sabemos llorar... que lo vayan
sabiendo.
CHICHARRONA: Raúl... se me ocurre algo. Sí, ya sé, esta es
la solución... Hay una vieja que conoce mucho a la Gringa
y que te puede decir algo re-gordo de ella. Si la Gringa
tiene un secreto tuyo... tú puedes tener un secreto de la
Gringa...
RaúL: ¿Cómo está eso?
200
CHICHARRONA: Si, mira, ya que se haga de noche, ...ve al
Salón “Meneíto”, ...allí te vas a topar con esta vieja, que
te va a contar todo...
RaúL: ¿Pero quién es esa?
CHICHARRONA: Mi carnala...
RaúL: N' hombre...
CHICHARRONA: No te digo...
RaúL: Cuando se haga de noche...
CHICHARRONA: SÍ...
RauúL: ¿Y ella cómo me va a reconocer?
CHICHARRONA: Llévate un clavel rojo en el ojal. Y ahora,
Raúl... mira por la puerta quién está esperándote...
RauúL: No... no es posible... (Se asoma, allí esta Purita.)
Gracias, Julio...
CHICHARRONA: Por un cuate, yo hago cualquier cosa...
Raul: (Haciendo entrar a Purita.) Mi amor...
PurrTa: Mi colibri...
Mesero: Aquí no pueden entrar mujeres...
Purrra: Yo no más soy una florecita y él es un pajarito...
Mesero: En ese caso, no hay fijón... (Chicharrona le hace
saludo de aprobación.)
Purita: (Cae el telón intermedio y queda con Raúl por
delante, canta.)
Mi canario ya no canta,
porque te has ido tú
y sin ti no vale nada,
mi arrumbada juventud.
RaúL: (Cantando.)
El gato negro se aburre
viendo que solo estoy
y por la puerta discurre
la esperanza de tu voz.
201
PurrITa:
Sueño con tu regreso,
sé que tú has de volver...
RAÚL:
...yo soy hombre de un beso,
tú eres una mujer.
PURITA y RAUL:
Mi canario otra vez canta,
vuelve mi juventud,
mi pena se vuelve santa,
porque has regresado tú...
Se van por la izquierda.
ESCENA SEGUNDA
Cabaret de mala muerte. En la pista cuatro parejas bailan
un acrobático y fogoso chachachá. Durante la ejecución del
número, llega Raúl y se sienta a una mesa junto a la pista.
El mesero le trae una copa y una botella. Terminado el
baile, mientras aplaude el público, aparece Chicharrona
como cabaretera, toda de negro y lentejuelas, en un intento
desesperado de parecer fatalísima.
CHICHARRONA: (Lejana, neblinosa, amarga.) Quihuvas,
guapo...
RauL: Qué hay... (Disimulando.) ¿Usted...?
CHICHARRONA: Si... (Señalándole el clavel del ojal.) ¿Y us-
ted? (Sentándose.) Con el permi...
RaúL: Pero si es igualita a su hermano.
CHICHARRONA: (Aparenta una personalidad distinta,
sangrona, irritable.) Al grano, compa, nada de enjuagues.
(Estira la mano y quita un vaso de otra mesa.) Y sirvame
un trago.
202
RAúL: (Tratando de congraciarse.) Por supuesto... (Le sirve.)
CHICHARRONA: Mi carnal me dijo que usted amerita... una
información.
RaúL: (Tomándole la mano, con sentimiento.) ¡Qué piocha!
Los dos van a ayudarme...
CHICHARRONA: (La mano de Raúl la excita sobremanera, trata
de sobreponerse.) ¿Y usted confía en mií?, ¿le parezco una
mujer... cabal?
RaúL: Algo me dice que sí...
CHICHARRONA: (Tomándole a su vez la otra mano, con su voz
de mujer frágil.) ¿Usted cree que si yo encontrara un buen
hombre, mi vida iba a cambiar...?
RaúL: De eso estoy seguro.
CHICHARRONA: (Reaccionando, retira las manos, vuelve a la
voz fatal.) Pero aquí estamos para hablar de otra cosa...
Raúl, (le vuelve a tomar las manos, delira, otra vez frágil)
no me mire así, no hacen falta explicaciones, ya sé lo que
está pasando entre nosotros, el famoso flechazo... pero es
imposible, es mejor que nuestro romance termine antes
de empezar... aunque hayamos nacido el uno para el otro...
Nos separa esa pobre chamaca que lo quiere reteharto y
el retoño que está por nacer.
RauL: (Sin saber cómo salir del paso.) Como usted
disponga...
CHICHARRONA: (Vuelve a su inicial business manner.) ¿Qué
es lo que quiere saber de la canija Gringa?
Raúl: Todo.
CHICHARRONA: Bástele saber que el gobierno italiano la
busca por criminal de guerra. Fue espía de Mussolini y
entró en México ilegalmente, huyendo de la chota.
RaúL: Ahora yo la tengo en mi puño.
CHICHARRONA: Sí, pero mi carnal quiere saber qué hacen
ustedes en ese cantón.
203
RaúL: Sí, ahora se lo puedo decir. Todo empezó en el De
Efe, la Gringa tiene allí un dancing.
CHICHARRONA: (Detectivesca.) Donde fichaba Lupita.
RaúL: Sí... uno como el de aquí. Yo cantaba, no sabía que
el local era una pantalla para tapar las otras actividades
de la Gringa. Una noche, ella me ordenó que llevara a
Lupita en el carro a una casa y que la esperara afuera,
hasta cualquier hora.
CHICHARRONA: (Reflexiva, entornando los ojos para pensar
mejor.) La famosa casa de Las Lomas.
RaúL: Y yo me quedé esperando, pasó el vigilante del
rumbo, platicamos un rato, aburridos los dos. Yo hasta
creo que me quedé súpito. Ni me imaginaba lo que estaba
pasando adentro.
CHICHARRONA: (Muy concentrada y a la Sherlock Holmes.)
Ya sé, Lupita era el cebo para armar una mesa de juego y
el dueño de la casa, el millonario, había aprovechado que
su esposa estaba de viaje.
RaúL: Los hombres de la Gringa, mientras Lupita lo entre-
tenía, tenían el encargo de robar un diamante de la espo-
sa. Pero el millonario se dio cuenta, Lupita gritó, yo cí y
me metí por el jardín para defenderla. Desde la ventana
vi que el millonario tenía una pistola en la mano y los
amenazaba con disparar si se movían, marcó el número
de la policía. Ahí fue que Lupita me vio y el millonario se
dio vuelta. Uno aprovechó y sacó la pistola y lo balaceó.
CHICHARRONA: Pero el millonario también disparó, fue él
quien se cargó a Lupita. (Mirando al público, orgullosa de
su conocimiento del caso.)
RaúL: Sí, pero nosotros pelamos gallo antes de que llega-
ran los azules.
CHICHARRONA: ¿Y Lupita?
RaúL: Insistió en que la dejara en un escondite donde sa-
bía que no le iban a caer. Fue la última vez que la vi, el
millonario murió sin recobrar el conocimiento y del dia-
mante ni el polvo.
204
CHICHARRONA: Lupita se lo había llevado y los otros también
se lo dijeron a la Gringa, pero no era verdad.
RauL: Eso es lo que nunca se pudo saber. Pero la cuestión
es que el único al que habían visto fue a mi, el vigilante
con el que había estado hablando aquella noche. Yo soy
al único que busca la chota. Y esa es toda la neta.
CHICHARRONA: (Incrédula.) Uhmm...
RaúL: Espero que me crea...
CHICHARRONA: (Entre sincera y sarcástica, al público.) Está
un poco enrollado el mitote, ¿no?
RaúL: (Siguiendo con el relato.) La Gringa se ha metido en
esa casa para buscar el diamante, después de buscarlo
en todos los lugares posibles. El famoso diamante “Estrella
matutina”.
CHICHARRONA: (Viendo que acaban de entrar, como tromba,
Eugenia arrastrando de la mano a Purita y Lucretia; las
mujeres miran buscando a alguien; es obvio que Purita ha
venido contra su voluntad; las tres mujeres visten
elegantísimas.) Y parece que lo sigue buscando.
Eucenia: (Que ha divisado a Raúl.) Raúl, ¿dónde está Julio?
Ayúdeme a encontrarlo.
RaúL: (Se pone de pie, a Eugenia y sobre todo a Purita.)
¿Qué andan haciendo aquí? (Mira después a Lucretia, que
está en segundo término, quien dirige el grupo es
obviamente Eugenia.)
PurrTra: (Mirando con celos a Chicharrona que no muestra
la cara.) Yo le dije a mi mamá que tú estarías aquí,
perdóname, pero es que no sabía qué hacer.
Lucretia: (A Raúl, llena de veneno.) Es a Kulio que
buscamos, no te inquietes.
RaúL: Es que no está aquí. Pero... ¡siéntense!
EuceEnia: No. Escúcheme. (Saca del bolso la carta de Purita,
muy arrugada.) O mejor lea esto. (Da la carta a Raúl.)
Lucreria: (Mientras Raúl lee y mira a Purita, comprendiendo
205
todo.) Tú, como sobrino debes obedecerme... ¡Te ordeno
que nos digas dónde está Kulio!
RaúL: (Enternecido, sabe que la carta es para él.) Purita...
PuriTA: Raúl...
RauúL: No te preocupes... Ya todo está por arreglarse...
EuceEnia: ¿Qué es lo que se arregla? ¡Ese canalla de Julio
se ha burlado de mi criaturita!
Lucreria: (Refiriéndose a Chicharrona.) Esa muker tiene
algo que me inquieta... ¿Quién es?
RaúL: (Empieza nuevamente el chachachá anterior, salen a
bailar los mismos que bailaron antes más otros
parroquianos.) No sé su nombre. (Chicharrona se desliza
hacia la pista y trata de confundirse con los bailarines,
bailando a su vez; trata de deshacer una pareja.)
Lucreria: Tú saber... nunca sabes nada.
Eucenia: No tolero más este lugar, llévenos de aqui, Raúl.
RauúL: Sí, claro, vámonos.
LucreTia: Un momentito... Raúl, sácame a bailar...
Eucenia: Se lo ruego, Lucretia, vamos ya.
LucrETIA: Tome asiento, Eukenia, por su propia
conveniencia, un instante solo. (4 Raúl.) Te ordeno, baila
conmigo.
RauL: Pero... ¿qué significa...
LucrerIa: (Interrumpiéndolo.) Que bailes conmigo he dicho.
(Salen a bailar, Lucretia lo empuja hacia donde está
bailando Chicharrona, para observarla de cerca.
Chicharrona trata de escabullirse; sigue un momento del
baile, similar al de la coreografía del principio de la esce-
na, en que las parejas todas giran y quedan frente a otros
compañeros.)
Eucenia: (Se ha sentado en la mesa de Raúl, con Purita;
mientras tanto dos marineros se les acercan, les hacen
señas de salir a bailar.) No, gracias, joven.
206
PARROQUIANo: Como de que no, órale guapa, vamos a re-
ventarnos un chachachá.
PARROQUIANO IT: (A Purita.) Y la hermanita menor, ¿tampoco
le hace a la bailada?
Purrra: (A la madre.) Mejor bailemos, mami.
PARROQUIANO: Ah, madre yjija... (Jala a Eugenia. Raúl nota
el inconveniente y se acerca, Purita le hace señas que no
intervenga, el incidente distrae a Lucretia y Chicharrona
aprovecha para acercarse a un nuevo parroquiano, el
Parche, que acaba de entrar.)
EuGeEnNIa: (No sabiendo cómo salir del paso.) Pero sólo una
pieza, señor... (Mientras tanto Chicharrona habla con el
Parche, evidentemente se le ha ocurrido una idea y en un
papelito escribe un mensaje que entrega al Parche.)
PARROQUIANO: Eso lo apalabramos después.
Al salir a bailar, Eugenia pasa junto a Chicharrona y nota
algo raro, Chicharrona se ve obligada a seguir bailando
para alejarse de Eugenia, pero así se acerca a Lucretia,
vuelve a escabullirse, el todo complicado por los pasos del
chachachá, que obligan a medias vueltas repentinas y
cambios de partner; todo se termina de complicar cuando
el Parche da equivocadamente el papel a otra mujer, esta
lee lo escrito en el sobre y lo pasa a otra y otra; sigue el
baile, Chicharrona se desespera, Lucretia la busca más y
más, está segura de que algo pasa con la chaparra
cabaretera a la que no logra mirar de frente, finalmente le
llega el mensaje, Lucretia lo lee y se llena de alegría, vuelve
a bailar con total felicidad, en pareja con Raúl. Chicharrona
se escabulle finalmente.
ESCENA TERCERA
Muelle del puerto de pescadores. A la derecha el agua, hay
un bote amarrado que apenas se entrevé; a la izquierda
una capilla del santo protector de los pescadores. También
un poste con farol. No hay nadie.
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LucrerIa: (Viene del cabaret, mira en derredor, habla para
sí.) Devessere qui... Quanta felicitá, madonna mia! ...(Al
cielo.) Grazie, madonnina... grazie di perdonarmi...
uhmmm (Saca de su bolsa el billete de Chicharrona, lo lee
a la luz del farol, con intenso amor.) “Muy señora mía: tan
señora y tan mía: huyamos, nos espera un barco que nos
llevará muy lekos, a Medio Oriente, donde todo es calmo
y romántico. Espérame kunto a la capilla de los
pescadores, esta noche misma zarpamos, tuyo, Kulio”
(Aprieta la carta contra su pecho.)
MARINERO l: (Aparece caminando, mira a Lucretia como
reconociéndola, aparece por otro lado Marinero II, se salu-
dan ambos con la mano, el Marinero II también mira a Lucre-
tia, esta asume actitud displicente, finalmente el Marinero
I le habla, creyéndola una prostituta; en efecto la asocia
con algún cabaret-prostíbulo.) Creo que a usté la conozco...
LucretIa: No me sorprendería...
MARINERO I: ¿Ónde nos licamos?
MARINERO Il: (Sentado pacíficamente en el malecón.) Beh...
LucreTrIA: En algún lugar de perdición, sin duda. Pero mi
pasado no importa, acabo de convertirme en una muker
diferente.
MARINERO II: (Entrando con otro, paseándose por el muelle.)
Ei... mira quien stá'hi...
MARINERO IV: Es la mera Gringa...
Lucreria: ¡No, no soy más la Gringa! Ustedes habrán oído
hablar mal de mí y lo que es peor aún, lo habrán creído...
Y lo que es mucho peor aún, ¡yo era muchísimo peor de lo
que decían!
MARINERO Il: (Desde el malecón, al Marinero I.) Cuidadete
con esa vieja, siempre anda armada...
LucrerIa: (Lo oye.) En efecto, esa es la leyenda de la
Gringa... (Saca una Colt de la bolsa, mete el dedo por el
aro del gatillo y revolea la Colt.) Pero no hay nada que
temer... Porque la Gringa ya no es más que eso... una
leyenda... (Risa siniestra. Se oye música. Canta.)
208
Dicen que hubo una aventurera
que un día se hartó del hampa,
cansada ya de ser artera,
de todas sus mañas y trampas.
CORO DE MARINEROS:
Pero a otra aventura
se dejó ella arrastrar,
¿cuál fue esa aventura?
LucReETIA:
¡La de tener mi hogar!
Yo cambio una colt,
por una aspiradora,
mi baraka marcada,
por una licuadora.
Mi kuego de ganzúas,
mi garrote con púas,
cambio por una alfombra
de pared a pared.
Coro:
Fue un hombre de verdad
quien la obligó a ese cambio...
LUucRETIA:
¡Mi amor al exterminio
sobra en un condominio!
(Sigue baile. )
Ante ciertas palabras,
me ponían piel de gallina,
si alguien decía “robemos”,
o simplemente “estafemos”
o en Navidad “asaltemos”,
o para mi santo “matemos”,
¡qué entusiasmo el mio!
¡qué ganas de robar!...
209
Coro:
¡estafar, asaltar y matar!
Sigue pequeño baile.
Coro:
Ya otra es su creencia,
ya se parece a todas...
LucRETIA:
¡Chau a la delincuencia,
buen día a las cacerolas!
Mis vicios olvidé...
Coro:
...pero otros adoptaste...
LucRETIA:
¡Su Mesa, Aurrerá,
Viana y Hermanos Vásquez!
Al terminar el número aparecen Chicharrona como hombre
y el Parche.
CHICHARRONA: ¡Mi amor! (La abraza, la reclina para besarla
pero mira a los demás.)
LucrerIa: ¡Kulio de mi corazón! ¡Kulio adorado!
CHICHARRONA: (Al tenerla abrazada la reclina como para
besarla pero mira a los demás.) Nos miran... sarta de
majes...
LucreTIa: No importa, Kulitito mio.
CHICHARRONA: Nanai... porque me enojo... el diminutivo no.
(La suelta.)
LucrerIa: ¡Qué hombre de carácter!
PARCHE: Señora... ya es l'hora de embarcarse...
CHICHARRONA: Si, mi amor, ese botecito te llevará hasta el
carguero griego que está en el muelle grande...
LucrerIia: Ese botecito... tan pequeño...
210
Parche: Es seguro, señora...
CHICHARRONA: Y hasta Beirut, todo será mar, cielo... y amor.
Lucreria: Sube tú, Kulio, primero.
CHICHARRONA: Escucha, mi amor. El Parche te llevará antes
a ti. Y una hora después me reuniré contigo.
LucrerIa: No, Kulio, sola no. Te espero a ti.
CHICHARRONA: (Muy enérgico.) Naranjas. Usted se va cuando
yo lo ordeno, ¿me entiende?
LucrerIa: (Muy femenina, frágil.) Pero Kulio...
CHICHARRONA: Nada de Kulio, usted me obedece, como mujer
que es, mujer guapa y ardiente, una crepa calientita y
dulce es mi mujercita, ¿no? (De nuevo muy malo.) Y se me
va ya, o si no dejamos todo por la paz... que si te conozco
ni me acuerdo...
Lucreria: Está bien, querido...
Parche: Por acá, señora...
Lucreria: Está bien, señor...
CHICHARRONA: En una hora estoy contigo, mi amor.
LucrerIa: (Muy mansa.) Pero no tardes más, Kulio mío.
CHICHARRONA: Hasta prontito...
LucrerIa: (Ya en el bote, que empieza a alejarse.) No te tar-
des... (Para sí.) Chau a la delincuencia...
CHICHARRONA: Qué dices...
Lucreria: Es una declaración de amor... a mi modo. (Se
aleja.)
CHICHARRONA: (Se limpia las manos.) Listo el asunto... Gringa
cochina...
MARINERO I: ¿Pa' onde la lleva el Parche?
CHICHARRONA: Al barco griego, último destino... Beirut...
MARINERO Il: Pero primera escala en Nápoles, ¿qué no?
211
CHICHARRONA: (Muy satisfecho.) En efecto, colega, en efec-
to... (Oyendo pitadas de policía.)
MARINERO l: La chota... mejor rajar de acá...
CHICHARRONA: ¿Qué andarán buscando?
MARINERO Il: (Siguiendo a Marinero 1.) Están detrás del
Parche, pero ya ves, siempre se les pinta. (Al Marinero 1.)
Vuélale... (A Chicharrona.) Ahí nos vidrios... (Salen por la
derecha.)
CHICHARRONA: (Intenta salir por la izquierda.) Mangos que
nos vidrios... (Se vuelve porque ve la policía en bicicleta;
ya están llegando, opta por esconderse en la puerta de la
capilla.)
Policía: (Son dos agentes, entran buscando, con linterna.)
Acá me pareció ver un bulto que se movía...
Poticia Il: (Más joven y avispado que el otro.) Tú ve por
ahí, (señalándole la derecha) yo checo por... (descubriendo
a Chicharrona que para disimular se ha hincado, pegada
a la puerta, en actitud de rezo; al compañero) eh... no te
vayas... (le hace señas, ilumina con la linterna a
Chicharrona.)
CHICHARRONA: (Fingiendo rezar.) ...y primero, virgencita
buena, es por ella que te pido perdón, perdónamela,
pobrecita, ella no era mala...
Poicía Il: Ei... usted.
CHICHARRONA: (Sigue rezando, fingiendo no oír.) ...ella no
era mala... Fui yo el cobarde que la llevó a la perdición...
PoLicía I: (Le toca el hombro.) Párese, hombre... ¿trae con
qué identificarse?
CHICHARRONA: (Fingiendo desesperación.) Por favor, mi cabo,
déjeme rezar por un alma penitente...
Poticía Il: ¿Qué anda haciendo por acá a estas horas?
CHICHARRONA: Buscaba un altar, para hincarme arre-
pentido...
e
Poticia: Usté ha de saber algo. órale. díganos ónde anda
el Parche...
CHICHARRONA: Usted busca al Parche, cabo... (casi llorando,
fingiendo apenas retener el llanto) pero yo busco a Dios...
Poticía 1: A ver, su cartilla, no le estoy diciendo...
CHICHARRONA: (Se oyen campanadas.) Shh... es la hora de
las santas ánimas... un poco más de respeto...
Poticía 11: Este será el bulto que viste... es un pobre diablo,
déjalo...
RoLiciasI::Bos: es que...
CHICHARRONA: (Se oye un órgano lejano; interrumpiendo al
Policía I, alentada por la comprensión del Policía II.) Oiga
usted eso, si no es como el quejido de un alma doliente...
(Canta.)
Plegaria que llega a mi alma
al son de lentas campanadas,
plegaria que es consuelo y calma
para las almas desesperadas.
(Los policías se quitan la gorra en señal de respeto,
Chicharrona se pone de pie para seguir cantando.)
El órgano de la capilla
embarga a todos de emoción,
mientras que un alma de rodillas
pide consuelo, pide perdón.
Poticía 1: Pero a mí tiene que enseñarme la cartilla, si no...
CHICHARRONA: (Interrumpiendo al policía, cantando ahora a
los gritos.)
¡Ay, de mí, ay señor!
¡Cuánta amargura y dolor!
Cuando el sol se va ocultando...
Poticías: (A coro.)
Una plegaria...
213
CHICHARRONA:
y se muere lentamente...
Poticías: (A coro.)
brota de mi alma...
CHICHARRONA:
...cruza un alma doliente
y llevo un rezo al atardecer...
PoLicías y CHICHARRONA: (Ya sugestionados totalmente, con
terror de ver aparecer las ánimas, hacen coro a bocca chiusa
durante unos compases.)
CHICHARRONA: (Retoma el canto.)
Murió la bella penitente,
murió, y su alma arrepentida,
voló muy lejos de esta vida,
se fue sin quejas, tímidamente.
Y dicen que en noche callada,
se oye un canto de dolor,
y su alma, triste, perdonada,
toda de blanco canta al amor.
PoLicías y CHICHARRONA: (Retoman el coro a bocca chiusa y
terminan el número en un respetuoso pianissimo.)
Cura: (Saliendo de la iglesia, cuya puerta hasta ahora ha
estado cerrada.) ¿Qué está pasando aquí?
CHICHARRONA: Estamos arrepentidos, padrecito...
Pouicía 1: (Avergonzado.) No, pasábamos por aquí... y este
señor...
Pouicía I: Pero pasábamos nomás y ya nos vamos... padre.
Cura: Que Dios los acompañe, hijos míos.
Poticía I: Muchas gracias, padre...
Poticía II: Gracias... (Se van.)
Cura: (A Chicharrona.) Y a ti, hijo... ¿te puedo servir en
algo?
214
CHICHARRONA: (Fingiendo una gran pena.) Sí, padre... creo
queisió%
Cura: Te escucho...
CHICHARRONA: Quiero encargarle mi alma y algo más... (Se
hinca.)
Cura: Habla...
CHICHARRONA: No, mejor sáquese un papel y anote porque
se le va a olvidar...
Cura: Tengo buena memoria...
CHICHARRONA: Bueno, entonces lo escribo yo, si le da
fojera...
Cura: Pero hijo...
CHICHARRONA: No es falta de respeto... Es que me doy cuenta
que mejor le dejo una confesión firmada, en caso de que
yo desaparezca... La vida de un ser inocente está en juego,
no sabe.
Cura: (Sacando de la sotana libreta y lápiz muy modernos.)
Dictame entonces...
CHICHARRONA: Yo, Fabián Ramirez, prófugo de la justicia
por muchas razones, stop, confieso haber participado en
el asalto de la casa deLas Lomas, en que desapareció el
famoso diamante “Estrella matutina”, stop.
Cura: Sigue, hijo.
CHICHARRONA: Pero padre, acá pueden oirnos, mejor se lo
digo al oido. (Sigue mímica de Chicharrona mientras habla
al oído al cura, gestos tales como sacar revólver de la car-
tuchera, disparar un tiro, caer muerto, manejar carro y
degúello.) stop, stop...
Cura: ¿Ya está?
CHICHARRONA: Un momento, padre, se me olvidaba el salu-
do, “abrazos, Fabián”.
Cura: ¿Y ahora que harás, hijo?
215
CHICHARRONA: Entregarme a la policía... o tirarme al agua,
porque no sé nadar. (Empieza la orquesta una tenue
melodía de fondo, “Mar”.)
Cura: El suicidio está condenado por el Señor...
CHICHARRONA: (Se pone de pie.) Si algo me pasa entregue
ese papel, se lo ruego...
Cura: Ve con Dios, hijo... él no te abandonará...
CHICHARRONA: Gracias, padre... (Se aleja. Chicharrona se
frota las manos satisfecha, pero ve que el cura la observa
y finge caminar cabizbaja.)
Cura: El Señor te ilumine... (Menea la cabeza y vuelve a
entrar a la iglesia.)
Se hace de día, al compás de la música pasan vendedores
ambulantes, que se instalan, los mismos de la escena
última del primer acto. Todo va acompañado de la música
apenas perceptible de “Mar”. Cuando se retoma el diálogo
cesa la música.
Poticía 1: (Reaparece con Policía ll y con un pescador, el
pescador trae en su red ropa mojada.) Usté no se frunza,
nomás díganos por onde se halló todo esto.
PescaDoR: Yo volvia en la madrugada, de pescar toda la
noche y vi algo que flotaba, le eché la red y lo que saqué
fue esto, un traje de hombre, una camisa, un moño... (Echa
al suelo ropa idéntica a la usada por Chicha en su personi-
ficación de hombre.)
Poticía 11: No hay duda que todo es del chaparro que vimos
y ahora vendrá a reconocerlo la señora que lo denunció
anoche en la jefatura, por corrupción de menores.
Eucenia: (Entra con ropa de dormir, la siguen Purita y Raúl.)
Sacarnos de la cama a estas horas, a quién se le ocurre...
(Al ver la ropa en el suelo.) No es posible...
PurrTa: (Al ver la ropa.) Ma-ami...
Pouicía 11: (A Eugenia.) ¿Reconoce esta ropa?
EuGEnNIa: Sí, es la ropa de Julio, quiero decir, ...Fabián.
216
Poticia 1: Todavía no hallan el cuerpo, pero la cartilla
estaba en la ropa y es d'él.
Eucenia: Entonces no hay duda de que se ahogó.
Purrra: (Abrazándose a Raúl.) Pobrecito, y todo por tratar
de ayudarme...
RaúL: Quién sabe qué pasó, o lo mataron o se suicidó.
EucEnIa: Querida, si se suicidó... contigo fue un canalla y
un cobarde: dejarte así ahora, sola con tu hijito...
Purita: Pero Ma-ami, lo único que hizo Julio fue tratar de
ayudarme, la carta a la cigúeñna la escribió Raúl.
EUGENIA: ¿Qué es lo que estás diciendo? (A Raúl, con odio.)
¿Usted...
Poticía 1: Pero aguante un segundo... (4 Raúl.) Su cara me
late... A ver sus papeles por favor.
Poticía Il: (Mientras tanto se ha congregado gente, son
marineros, etc..) Ya sé dónde le vimos la cara, hay orden
de aprehensión en su contra. Su foto está en la jefatura...
Pouicía l: Dese preso entonces... (Le pone esposas.)
PurrTa: Raúl, ¿qué fue lo que hiciste?
Eucenia: Esto ya es demasiado... ¿Y Lucretia?, ¿por qué
ha desaparecido?
Raul: Ella a estas horas ya estará lejos. Julio la subió a
un barco con destino a Nápoles, donde la policía italiana
la espera, por criminal de guerra.
Eucenia: Todos delincuentes, y yo que les di mi techo...
cómo me han pagado...
Pouicia 1: Pos jálenle todos pa” la jefatura, entonces...
Cura: (Saliendo de la iglesia.) ¿Qué está pasando aquí,
hijos mios?
Poticía 1: ¿Se acuerda, padre, de aquel chaparro que rezaba
anoche?
Cura: Si, claro.
217
Poticía 1: Pos se ahogó, y aquí hay un posible secuaz d'él,
prófugo de la justicia.
Cura: Un momento, se trata de un suicidio... Ese pobre
chaparro, perdón, ese pobre pecador, me ha dejado una
carta.
EuceEnia: Léala, padre, por favor. Porque yo no entiendo ya
nada.
Pouicía Il: (Mirando al público.) No creo que usted sea la
única que no entiende nada.
Cura: Tal vez esto aclare todo... (Da la carta al policía.)
Purrra: (A Eugenia, mientras el policía lee.) Mami, Julio se
sacrificó por nosotros, estoy segura...
EucenIa: (Al policía.) ¿Qué dice, agente?
Poticía IM: (Al otro policía.) Sácale las esposas. Este hombre
es inocente.
Purrra: (A Raúl.) Mi amor...
Poticía 1: (Arrebatándole la carta.) Primero la leo yo
también...
Poricía II: Señora, ¿trae usted encima... su relicario?
EuGEnIa: (Tocándose.) Si...
Poticía 11: Haga el favor de abrirlo...
EUGENIA: No, eso era de mi ahijada, nadie tiene derecho a
abrirlo...
Pouicía 1: (Que ya ha leído la carta.) Es una orden, señora.
EuGenNIa: No, deme una explicación.
Poticía 1: (A Eugenia.) Oiga esto: (Leyendo carta.) “Yo,
Fabián Ramírez, prófugo de la justicia por muchas razones
stop, confieso haber participado en el asalto de la casa de
Las Lomas, en que desapareció el famoso diamante 'Es-
trella matutina stop. Yo maté al dueño de la casa, en
defensa propia, pero el diamante no sé dónde está, lo
busqué por todas partes, menos en el relicario de la
madrina de mi novia Lupita, también muerta en el asal-
218
to, stop. Si se lo encuentran allí, la señora no tiene la
culpa porque ignora todo, yo mismo se lo colgué al cuello,
como recuerdo de su ahijada, stop. Que Dios me perdo-
ne, porque a Raúl, que no me acuerdo el apellido...”
RaúL: (Interrumpiéndolo.) Ese soy yo, Raúl Peralta.
Poticía I: (Sigue leyendo.) “...que manejaba el carro de los
asaltantes, a él ya lo perdonó Dios, porque el pobre no
sabía nada y lo llevamos engañado. stop, stop. Abrazos,
Fabián.”
Eucenia: (Sacándose el relicario.) En ese caso... (Lo abre,
saca diamante.) ¿Qué es esto?...
RauúL: El famoso diamante “Estrella matutina”.
Poticía 1: (Sacando las esposas a Raúl.) Perdone el
atropello, señor. Fue Fabián Ramírez el culpable de todo.
Purrra: ¡Raúl, estás libre!
RaúL: (Abrazándolo.) Y ahora mismo nos casamos, no se
vaya, padre...
Eucenia: Ah, no, no. Yo en estas trazas no voy a un
casamiento. Dejémoslo para la tarde.
PurrTa: ¿Está bien a las cinco, padre?
Cura: Cuando quieran, hijos...
Eucenia: No, no, a las seis y media, así me da tiempo de ir
al salón de belleza...
Purira: Pero mami, nosotros tan felices y él, (mirando en
la lejanía marina) a quien le debemos todo... no estará
con nosotros...
EuceEnia: Pobre Julio, quién sabe por qué hizo esto... Cómo
es la vida, nos da las mayores alegrías junto con las
mayores tristezas...
Purira: (Mirando al mar.) Se nos fue, el mar se lo ha llevado
para siempre...
RaúL: (Cantando.)
219
Mar, se nos fue...
dijo adiós en su azul lejanía.
Eucenia: (Cantando.)
Mar, sabes bien
cómo duele perder un amor.
Topos:
Siento que llevan tus olas,
vago rumor de tu voz,
pero me quedo en las sombras
con mi desesperación.
PURITA:
Mar, se nos fue,
dijo adiós en tu azul lejanía.
Topos:
Mar, sabes bien,
lo que duele perder un amor...
Topos: (Coro a bocca chiusa, mientras tanto ha aparecido
Chicharrona con su ropa de cabaretera pobre del primer
acto, mira al grupo de gente que canta sin atreverse a
uníirsele.)
VENDEDORES DE RASPADOS: ¿Y usté?, ¿por qué no canta?
(Chicharrona trata de desentenderse.) ¿Qué no tiene
corazón? (Chicharrona se une al coro a bocca chiusa.)
Topos CON CHICHARRONA TAMBIÉN:
Siento que llevan tus olas,
vago rumor de tu voz,
pero me quedo en las sombras
con mi desesperación...
Mar, se nos fue,
dijo adiós en tu azul lejanía,
mar, sabes bien
cómo duele perder un amor.
A medida que la canción llega a su término se va disgre-
gando la gente, sacan pañuelos y saludan al mar, como
220
despedida última a Julio; del brazo se van Purita y Raúl,
detrás Eugenia desconsolada, el Policía 1, etc.; quedan el
Policía II como de guardia, un Marinero y Chicharrona, quien
con su habitual facilidad para entrar en el clima que le
proponen los demás se siente triste por su propia desapa-
rición; suspira fuerte, ve al marinero y empieza a revolear
la bolsa para llamarle la atención.
Poticía IM: (Notando la actitud buscona de Chicharrona.) A
ver, ahí, circulando, circulando...
CHICHARRONA: ¿Yo qué hice? ¿no se puede respirar la brisa
marina? (Marinero se va.)
Poticía Il: A circular le digo...
LucreTia: (Apareciendo disfrazada de caballero
elegantísimo, con bastón, sombrero hongo, guantes.) Un
momento, la señorita está conmigo.
Pouicía II: Si es así, ni modo, perdone usté.
CHICHARRONA: (Acercándose al señor tratando de pasar por
prostituta de categoría.) Gracias, caballero. (Insinuante.)
¿Cómo le agradeceré su ayuda?
LucrertIa: Eso lo deko librado a su imakinación.
CHICHARRONA: ¿Y por qué no a la suya?
Lucreria: (Da cara al público.) No tengo mucha imakinación.
En cambio usted me parece que sí.
CHICHARRONA: El caballero es de origen italiano, ¿verdad?
LucrerIa: Se ve que es muker de mundo...
CHICHARRONA: ¿Sabe una cosa? Hoy hice una buena acción
y espero que la suerte me recompense.
Lucreria: ¿Y por qué la suerte?, ¿no me permite a mi
recompensarla? (Le ofrece el brazo.)
CHICHARRONA: (Le toma el brazo encantada.) Si usted insis-
te... Pero... le noto una cierta desconfianza en el mirar...
Lucreria: Es que una muker me hizo sufrir mucho una
vez.
221
CHICHARRONA: Pero a lo mejor otra la hace olvidar...
Lucreria: Si usted quiere intentarlo... Pero aunque la olvi-
de, no la perdonaré. Si me la encontrara por la calle la
ahorcaría con mis propias manos.
CHICHARRONA: Pero en vez de encontrarla a ella, me encontró
a mí.
LucrerTIa: Me parece que la suerte está hoy conmigo y no
con usted, Chicharrona.
CHICHARRONA: (Empezando a desconfiar.) Eh... sabe mi
nombre... ¿y usted cómo se llama?
LucrerIa: Llámeme simplemente... Muy señor mío. (Se saca
el sombrero y le cae la cabellera rubia sobre el rostro.)
TELÓN FINAL
222
ÍNDICE
TRISTE GOLONDRINA MACHO
Prólogo ..9
Triste golondrina macho ..11
AMOR DEL BUENO
Prólogo ..63
Amor del bueno ..65
MUY SEÑOR MÍO
Prólogo ..149
Muy señor mío ..151
Se terminó de imprimir en el mes de setiembre de 1998
en los Talleres Gráficos Nuevo Offset
Viel 1444 - Capital Federal
Nilsson, 1973) y a partir de allí,
retomó la escritura no sólo de
guiones, sino también de espectácu-
los musicales y obras de teatro.
Ha recibido, entre otros, el
Premio Agrigento de cinema-narra-
tiva en Italia (1986), el Premio de
Teatro Nelson Rodríguez en Río de
Janeiro (1988) y el Premio al Autor
por mejor obra argentina, Boquitas
Pintadas (1997).
Otras publicaciones
de Manuel Puig en
Beatriz Viterbo Editora
Bajo un manto de estrellas / El
misterio del ramo de rosas, 1997.
La tajada / Gardel, uma
lembranca, 1998.
Próximamente
Siete pecados tropicales / El beso
de la mujer araña (teatro) /
La cara del villano / Relatos
cinematográficos (“Sad Flowers of
Opium”, “Serena”, “Gratas
veladas de sociedad”, “Guión con
ballet”, “Claudia Muzio”) / Tango
Musik / Recuerdo de Tijuana
Con esta publicación ponemos a disposición de los
lectores tres obras queridas por Puig, Triste
golondrina macho, Amor del bueno y Muy señor mío:
tres obras de teatro inéditas hasta el momento.
Escritas como texto matriz de un espectáculo, cada
una de ellas permite una lectura gozosa desde el
punto de vista literario. Triste golondrina macho
(1989), publicada en italiano y modificada
posteriormente en castellano en esta versión que
rescatamos, demuestra la madurez dramática
alcanzada por Puig en su última etapa. Con esta obra
nos adentramos nuevamente en el universo del deseo,
de las expectativas, de las frustraciones, pero ahora
con el desarrollo de una nueva estética que le permite
incursionar en la tradición gótica y en los cuentos de
hadas. Tanto Amor del bueno (1974) como Muy señor
mío (1975), dos proyectos postergados cuya
representación llegó incluso a anunciarse en los
diarios, conforman un testimonio de la historia de
amor correspondido entre Manuel Puig y México.
Amor del bueno es un homenaje a las canciones de
José Alfredo Jiménez que se convierten, en palabras
de Puig, en “el núcleo poético de la obra”. El mundo
raro del bolero conduce el desarrollo de este auténtico
melodrama donde los personajes se juegan la vida en
cada gesto. En Muy señor mío, en cambio, Puig se
toma en broma muchos de los temas que conforman
núcleos problemáticos en sus novelas, como la
identidad sexual o el autoritarismo. La parodia
resulta el procedimiento central en esta comedia en
donde nada es lo que parece y los tangos se cantan
en ritmo de bolero.
BEATRIZ VITERBO EDITORA