Resumen Final Socio
Resumen Final Socio
La realidad social es un todo que es estudiado desde distintas perspectivas. La sociología, como
otras ciencias del hombre, estudia las acciones humanas y sus consecuencias. Para comenzar a
diferenciar a la sociología del resto de las ciencias sociales primero debemos prestar atención a las
divisiones entre los distintos cuerpos de conocimiento:
- Historia: trata de las acciones que tuvieron lugar en el pasado y solo eso, mientras que la
sociología se concentra en acciones actuales o en las cualidades generales de las acciones que no
cambian con el tiempo.
- Ciencias políticas: examinan principalmente las acciones que se refieren al poder y al gobierno.
- Economía: se ocupa de las acciones vinculadas con el uso de los recursos y la producción y
distribución de productos.
- Derecho: le interesan las normas que rifen el comportamiento humano y la manera en que tales
normas se formulan, se hacen obligatorias y se ponen en rigor.
Esta división a simple vista nos hace pensar que la sociología es una suerte de ciencia residual que
recoge lo que el resto de las ciencias sociales ha descuidado. Pero esto no es así. La realidad
social no puede dividirse en antropología, economía o historia. Es decir, las diferencias entre las
disciplinas académicas no reflejan la división natural del mundo humano. Es por el contrario, la
división del trabajo entre los académicos que se ocupan de las acciones humanas lo que se
proyecta sobre el mapa mental del mundo humano que llevamos en nuestras mentes y después
desplegamos en nuestros actos.
Lo que diferencia a las ciencias del hombre unas de otras es la perspectiva cognitiva desde donde
las acciones humanas son contempladas, exploradas y descriptas por los académicos y en los
principios para ordenar y organizar la información generado por el cuestionamiento.
Por eso podemos decir que lo que identifica a la sociología y la distingue del resto de los cuerpos
de conocimiento es el hábito de considerar las acciones humanas como elementos de
elaboraciones más amplias, de una disposición no aleatoria de los actores, que se encuentran
aprisionados en una red de dependencia mutua. Intereses como elaboraciones, redes de
dependencia mutua, condicionamiento recíproco de la acción, expansión o limitación de la libertad
de los atores son los que moldean el objeto de indagación sociológica.
A continuación Bauman trata el conflicto entre sociología y sentido común. Este conflicto, que en
otras disciplinas es ajeno, se genera a partir de que ambos (sociología y sentido común) tienen un
objeto de estudio, un lenguaje que es bastante similar. Dicho de otra forma, toda la experiencia que
proporciona la materia prima para las conclusiones de la sociología es la experiencia de la gente
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común en la vida común y cotidiana. Por eso el sociólogo está condenado a permanecer en ambos
lados de la experiencia que pretende interpretar: adentro y afuera.
Trazar el límite entre el conocimiento sociológico y el sentido común es una cuestión importante
para la identidad de la sociología como cuerpo coherente de conocimiento; y por eso los sociólogos
le prestan más atención que otros científicos.
3) El modo en cada cada uno procede para explicar la realidad humana. El sentido común
tiene la tendencia de entender las acciones humanas como una consecuencia de la acción
intencional de alguien. La sociología se opone a la visión del mundo personalizada ya que sus
observaciones parten de abstracciones, redes de dependencia, y no de actos individuales. Cuando
pensamos sociológicamente intentamos explicar la condición humana a través del análisis de las
múltiples redes de interdependencia humana: esa dura realidad que explica tanto nuestras
motivaciones como los efectos de su realización.
Este capítulo intenta responder las siguientes preguntas: ¿qué utilidad tiene la teoría social para los
historiadores? ¿Que utilidad tiene la historia para los teóricos sociales?
Un diálogo de sordos
Los historiadores y los sociólogos no siempre han sido buenos vecinos. En efecto, son vecinos
intelectuales: ambos (al igual que los antropólogos sociales) se ocupan de la sociedad considerada
en su conjunto y de toda la gama del comportamiento humano.
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Podemos definir la sociología como un estudio de la sociedad humana, con énfasis en las
generalizaciones sobre su estructura y desarrollo. La historia se define mejor como un estudio de
las sociedades humanas en plural, destacando las diferencias entre ellas y también los cambios
que han tenido lugar en cada una de ellas a lo largo del tiempo. Los dos enfoques son
complementarios: solo comparando una sociedad con otra podemos descubrir en qué sentido es
única. Los cambios se estructuran y por ello las estructuras cambian.
Puede ser útil ver las diversas disciplinas como diferentes profesiones e incluso como subculturas,
con sus lenguajes, valores y mentalidades o estilos de pensamiento propios, reforzados por sus
respectivos procesos de preparación o socialización. Los sociólogos se preparan para anotar o
formular reglas generales, a menudo haciendo a un lado las excepciones. Los historiadores
aprenden a prestar atención a los detalles concretos a expensas de los patrones generales.
Cien años más tarde, la relación entre historia y teoría social era menos simétrica de lo que fue
durante la Ilustración. Los historiadores iban apartándose no solo de la teoría social, sino también
de la historia social.
Ese alejamiento de lo social puede explicarse de varias formas. En primer lugar, fue en ese periodo
cuando los gobiernos europeos comienzan a ver la historia como un medio de impulsar la unidad
nacional, como medio de educación de la ciudadanía o como un medio de propaganda política.
Una segunda explicación del regreso a la política es intelectual. La revolución historia asociada con
Ranke fue, sobre todo, una revolución de las fuentes y los métodos, un viraje del uso de las
historias o "crónicas" anteriores hacia el uso de los registros oficiales de los gobiernos.
En resumen, la evolución histórica de Von Ranke tuvo una consecuencia social imprevista pero
muy importante. Como el nuevo enfoque "documental" funcionaba mejor para la historia política
tradicional, su adopción hizo que los historiadores del siglo XIX fueran más estrechos y, en cierto
sentido, incluso más anticuados que sus predecesores del siglo XVIII en la elección de sus temas.
Algunos rechazaban la historia social porque no se podía estudiar "científicamente". Otros
historiadores rechazaban la sociología por la misma razón, porque era demasiado científica, en el
sentido de que era abstracta y general y no dejaba margen para los aspectos singulares de los
individuos y los acontecimientos.
Durkheim murió en 1917, Weber en 1920. Por diversas razones, la siguiente generación de
teóricos sociales se apartó del pasado.
Los economistas eran arrastrados en dos direcciones opuestas. Algunos reunían datos estadísticos
sobre el pasado con el objeto de estudiar el desarrollo económico, especialmente los ciclos
comerciales. Otros economistas tendían a distanciarse cada vez más del pasado hacia una teoría
económica "pura", según el modelo de la matemática pura. Psicólogos estaban adoptando métodos
experimentales que no se podían aplicar al pasado. Abandonaron la biblioteca por el laboratorio.
De manera similar, los antropólogos sociales descubrieron el valor del "trabajo de campo" en otras
culturas, en contraste con la lectura de las descripciones hechas por viajeros, misioneros e
historiadores.
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También los sociólogos abandonaron su sillón en el estudio y empezaron a extraer cada vez más
sus datos de la sociedad contemporánea. Las encuestas pasaron a ser la espina dorsal de la
sociología estadounidense. Los sociólogos generaban así sus propios datos y consideraban el
pasado "en gran parte irrelevante para la comprensión de cómo la gente llegó a hacer lo que hizo".
Hay varias explicaciones posibles para ese viraje hacia el estudio del presente a expensas del
pasado. Para la formación de las nuevas identidades disciplinarias era necesario independizarse
de la historia y de los historiadores.
Por otra parte, un historiador de las ideas podría destacar una tendencia intelectual, el ascenso del
"funcionalismo". Siguiendo el modelo del universo físico, o del cuerpo humano, la sociedad era
vista como un sistema en equilibrio.
Irónicamente, los antropólogos sociales y los sociólogos estaban perdiendo interés por el pasado
justamente cuando los historiadores estaban empezando a producir una especie de respuesta a la
demanda de una "historia natural de la sociedad".
Turner decía "es preciso considerar todas las esferas de la actividad del hombre, ningún
departamento de la vida social puede entenderse aislado de los demás". Además, su
contemporáneo Robinson, defendia la "nueva historia", una historia que se interesa por todas las
actividades humanas y utiliza ideas de la antropología, la economía, la psicología y la sociología.
No hubo periodo en el que los historiadores y los teóricos sociales perdieran contacto por completo.
La tendencia de un propósito común entre teóricos e historiadores sociales ha continuado en los
últimos años. Antropólogos sociales dan una dimensión histórica a sus estudios. Sociólogos
británicos han resucitado el proyecto de una "historia filosófica", en el sentido de una historia del
mundo en la tradición de Smith, Marx y Weber, apuntando a "discernir diferentes tipos de sociedad
y a explicar las transiciones de un tipo a otro".
Hay razones obvias para la relación cada vez más estrecha entre la historia y la teoría
social. La aceleración del cambio social prácticamente impuso a éste a la atención de sociologos y
antropologos. Demógrafos, economistas y sociólogos encontraron que estaban estudiando el
cambio en el tiempo, es decir, historia.
Mientras tanto ha habido un desplazamiento masivo del interés de historiadores de todo el mundo
de la historia política tradicional (narración de las acciones y la política de los gobernantes) a la
historia social. A muchas personas les resulta cada vez más necesario hallar sus raíces y renovar
sus vínculos con el pasado, en particular, con el pasado de su propia comunidad.
Para complicar aún más la situaciones, hay más tipos de teoría compitiendo por la atención que
nunca antes. Por ejemplo, ahora la teoría literaria invade el territorio de historiadores, sociólogos y
antropólogos sociales. Vivimos una época de límites borrosos y fronteras intelectuales abiertas,
una época que a la vez estimula y confunde.
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El propósito de este capítulo es considerar el uso que los historiadores han hecho o hacen del
aparato conceptual creado por los teóricos sociales.
El papel social
Uno de los conceptos más centrales de la sociología es el del "papel social", definido según los
patrones o las normas de conducta que se esperan de quien ocupa determinada posición en la
estructura social. Las expectativas son con frecuencia, pero no siempre, las de los iguales, de los
que están al mismo nivel.
Pero, es posible que diferentes grupos tengan expectativas incomparables respecto a la persona
que juega determinado papel, lo que conduce a lo que se conoce como "conflicto de papel" o
"tensión de papel".
En muchas sociedades, desde la Grecia antigua hasta la Inglaterra isabelina, las personas tuvieron
conciencia de los papeles sociales contemporáneos; a menudo vieron el mundo como un escenario
donde "cada hombre desempeña muchos papeles durante su vida". Pero los teóricos sociales
llevaron esas ideas más lejos.
Sexo y genero
Hace algunos años habría resultado sorprendente hablar de la división entre hombres y mujeres
como ejemplo de la división de los papeles sociales. Si la idea de que la masculinidad y la
femineidad son "construidas" socialmente nos parece evidente, el cambio se debe al movimiento
feminista.
Por otra parte, el feminismo ha hecho una enorme contribución indirecta a la escritura de la historia
de la generación pasada. La historia de las mujeres ofrece una nueva perspectiva sobre el pasado.
Familia y parentesco
El ejemplo más obvio de una institución formada por un conjunto de papeles mutuamente
dependientes y complementarios entre sí es la familia. En los últimos años, la historia de la familia
se ha convertido en uno de los campos de la investigación historia de crecimiento más rápido y ha
conducido a un diálogo entre historiadores, sociólogos y antropólogos sociales en que cada grupo
ha aprendido de los demás y también obligado a los demás a revisar sus supuestos.
La familia no es solamente una unidad residencial sino también una unidad económica y legal. Y lo
más importante, es una comunidad moral, en el sentido de un grupo con el cual sus miembros se
identifican y al que están emocionalmente unidos. Esa multiplicidad de funciones plantea
problemas porque es posible que no coincidan las unidades económica, emocional, residencial y
otras.
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La controversia sobre la fecha de aparición de la familia nuclear en Inglaterra expresa diferentes
visiones del cambio social. Por un lado, está la tesis de que los cambios económicos,
especialmente el surgimiento del mercado y los comienzos de la revolución industrial, transforman
las estructuras sociales, incluyendo las familiares. Por el otro, está el argumento de que las
estructuras sociales son sumamente elásticas, y de que el ascenso de Europa occidental en
general y de Inglaterra en particular, debe explicar por el "ajuste" entre las estructuras sociales
preexistentes y el capitalismo.
Comunidad e identidad
El concepto de comunidad ha ido desempeñando una parte cada vez más importante en la
escritura histórica en los últimos años.
Los estudios que ponen el énfasis en la relación entre la comunidad y su medio ambiente, evitan
los peligros de tratar al pueblo como si fuera una isla e ignorar la relación entre el análisis a nivel
micro y el macro. Entonces el término "comunidad" es a la vez útil y problemático. Es necesario
liberarlo del paquete intelectual donde forma parte del modelo consensual y durkheimiano de
sociedad.
No se puede dar por sentado que todos los grupos están permeados por la solidaridad; las
comunidades deben ser construidas y reconstruidas. No se puede dar por sentado tampoco que
una comunidad es homogénea en sus actitudes y que está libre de conflictos.
Clase
Para Marx, una clase es un grupo social con una función particular en el proceso de producción.
Las diferentes funciones de esas clases hacen que tengan intereses en conflicto y que tiendan a
pensar y actuar de manera distinta. Por eso, la historia es la historia de la lucha de clases.
Estatus
Max Weber distingue las "clases", que define como grupos de personas cuyas oportunidades en la
vida estaban determinadas por la situación del mercado, de los "estados" o "grupos de estatus",
cuyo destino era determinado por el estatus o el honor que les otorgan los otros.
El debate entre Weber y Marx se complica aún más por el hecho de que ambos estaban tratando
de responder a distintas preguntas sobre la desigualdad. Marx estaba interesado en valores y
estilos de vida.
Movilidad social
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Igual que "clase", la movilidad social es un término familiar para los historiadores. Menos familiares
son quizás algunas de las distinciones establecidas por sociólogos. La primera es entre
movimientos hacia arriba y hacia abajo por la escala social. La segunda distinción es entre
movilidad en la vida de un individuo (intrageneracional) y movilidad en varias generaciones
(intergeneracional). La tercera es la distinción entre movilidad individual y movilidad de grupo.
En la historia de la movilidad social hay dos problemas principales: cambios en la tasa de movilidad
y cambios en sus modos. Las preguntas cruciales sobre la movilidad social en determinada
sociedad son sin duda relativas. Una pregunta principal a hacer acerca de la movilidad social se
refiere a sus modos, es decir, a los diversos caminos hacia la cima y a los diferentes obstáculos
que encuentran los potenciales escaladores.
Otro medio de ascenso social en la Europa de la modernidad era imitar el estilo de vida de un
grupo situado más arriba en la escala social, dedicándose al "consumo suntuario".
Bourdieu sostiene que "el poder económico es ante todo y sobre todo el poder de distanciarse de la
necesidad económica; es por eso que siempre está marcado por la destrucción de riqueza, el
consumo suntuario, el derroche y todas las formas de lujo gratuito". El derroche visible es, en
realidad, un medio de transformar capital económico en capital político, social, cultural o
"simbólico".
El consumo suntuario no es sino una estrategia para que un grupo social muestre su superioridad
sobre otro. Por otra parte, esa forma particular de comportamiento es mucho más que una
estrategia de ese tipo. La verdadera razón por la que algunas personas compran muchos objetos
de lujo es para mantener la imagen de sí mismos.
Reciprocidad
Patrocinio y corrupción
El patrocinio puede definirse como un sistema político basado en relaciones personales entre
desiguales, entre dirigentes y sus seguidores. Cada una de las partes tiene algo que ofrecer a la
otra. Los clientes brindan a los patrones su apoyo político, y también su diferencia expresada en
una variedad de formas simbólicas (sumisión, respeto, etc); los patrones, por su parte, ofrecen a
los clientes hospitalidad, empleos y protección. Así es como logran transformar riqueza en poder.
Poder
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El examen del patrocinio y la corrupción nos ha conducido al problema del poder. El poder no solo
se ejerce en situaciones de conflicto, sino que también el conflicto hace más visible su distribución.
Michel Mann sostiene que "las sociedades están formadas por múltiples redes de poder
socioespaciales que se superponen y se intersectan", y distingue cuatro fuentes de poder:
ideológica, económica, militar y política.
Un estudioso del poder debe examinar no sólo las estructuras políticas sino también la "cultura"
política. Este término puede definirse como los conocimientos, las ideas y los sentimientos políticos
presentes en un momento y lugar determinados. Incluye la "socialización política", es decir, los
medios por los que esos conocimientos, ideas y sentimientos se transmiten de una generación a
otra.
Una implicación del enfoque más antropológico del poder es que el éxito o el fracaso relativo de
determinadas formas de organización política (como la democracia), en diferentes periodos o
regiones, resultará incomprensible sin un estudio de la cultura mayor. Otra implicación es la
necesidad de tomar en serio los símbolos, de reconocer su poder en la movilización de apoyo
político.
Michael Foucault fue uno de los primeros en abogar por el estudio de la "micropolítica", es decir, el
ejercicio de poder en una gran variedad de instituciones de escala reducida, incluyendo cárceles,
escuelas, hospitales, familias.
Centro y periferia
Un enfoque más positivo y constructivo de la periferia podría ser el de analizarla como una región
que favorece la libertad y la igualdad, analizarla como una frontera para el refugio.
Hay buenas razones para analizar la relación entre centros y periferias en términos tanto culturales
como económicos y políticos. Se podría afirmar que los hombres y las mujeres que viven a ambos
lados de una frontera, tienen más en común entre ellos, que con sus respectivos centros.
Hegemonía y resistencia
Uno de los problemas planteados por el uso de los conceptos "centro" y "periferia" es el de la
relación entre ambos: ¿es una relación de complementariedad o de conflicto? Algo similar ocurre
con los términos "cultura de élite" y "cultura popular". Una posibilidad es reemplazar los términos
"élite" y "popular" por "dominante" y "subordinada", a fin de analizar la relación entre las dos
culturas en términos de "control social" o "hegemonía cultural".
"Control social" es la expresión sociológica tradicional para describir el poder que la sociedad
ejerce sobre los individuos por medio de la ley, la educación, la religión, etc. El uso del término ha
llegado a ser "una etiqueta para lo que una clase le hace a otra", que considera los valores de la
clase dominante, sea nobleza o burguesía, como si fueran los de toda la sociedad.
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La idea de Gramsci, con el concepto de hegemonía cultural, era que la clase dominante no
gobierna por la fuerza (o en todo caso, no por la fuerza solamente) sino por la persuasión.
La persuasión era indirecta: las clases subalternas aprenden a contemplar a la sociedad a través
de los ojos de sus gobernantes debido a su educación y también a su lugar en el sistema.
Sería útil introducir en este análisis dos conceptos: "violencia simbólica" y "negociación". El primero
refiere a la imposición de la cultura de la clase dominante a los grupos dominados y,
especialmente, al proceso por el cual esos grupos dominados son obligados a reconocer la cultura
dominante como legítima y su propia cultura como ilegítima. Por otro lado, el término "negociación",
utilizado para analizar los regateos que se presentan entre los abogados y sus clientes, ha sido
adaptado para referirse al proceso de toma y daca entre elites y grupos subalternos. En general,
los menos privilegiados no rechazaban los valores dominantes, sino que "los negocian o modifican
a la luz de sus propias condiciones existenciales". Aunque, alternativamente las clases subalternas
podían escoger la resistencia antes que la negociación. La estrategia adoptada es defensiva,
apropiada para una posición de subordinación, pero es resistencia de todos modos.
Movimientos sociales
Podría ser útil distinguir entre dos tipos de movimiento social, según sea un movimiento que
esencialmente inicie un proceso de cambio o que reaccione contra cambios que ya están
ocurriendo.
Más común es, sin embargo, el tipo de movimiento social "reactivo", especialmente los
movimientos populares de protesta contra cambios sociales o económicos que amenazan con
destruir una forma de vida tradicional.
Mentalidad e Ideología
Los problemas políticos de dominación y resistencia nos llevan de regreso al reino de la cultura, a
las cuestiones del ethos, la mentalidad y la ideología. Es imposible entender el funcionamiento del
sistema sin comprender las actitudes y los valores de los participantes. Por lo tanto, se podría
afirmar que es imposible escribir historia social sin introducir la historia de las ideas, a condición de
entenderla como la historia de las ideas de todos, y no de los pensadores más originales de un
periodo determinado.
"Ideología" es un término empleado con muchas definiciones. Mannheim hizo una distinción útil
entre dos conceptos. El primero, llamada la concepción "total" de la ideología, sugiere la existencia
de una asociación entre un grupo particular de creencias o de visión del mundo y un determinado
grupo o clase social. El segundo, la concepción "particular" de la ideología, es la idea de que los
pensamientos o sus representaciones pueden ser utilizados para mantener un determinado orden
social o político.
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Comunicación y recepción
El estudio de la ideología conduce al de los medios por los cuales las ideas se difunden, es decir,
de la comunicación. Inspirados por Hymes, Fishman y sus colegas, algunos historiadores están
trabajando en la historia social del lenguaje, sus cambiantes formas y sus diversas funciones.
Además, los sociolingüistas han escrito mucho sobre el uso del lenguaje como símbolo de estatus.
Y los teóricos literarios han hecho sus contribuciones más importantes, destacando el papel del
lector y el "horizonte de expectativas" en la construcción del significado.
Oralidad y textualidad
Podemos afirmar que el medio oral, escrito o dibujado es parte del mensaje. Entonces, los
historiadores deben tomar en cuenta cada vez que examinan una pieza de información.
La comunicación oral tiene sus propias formas, sus propios estilos. En el curso de la transmisión
oral, los mensajes se adaptan a las necesidades de los receptores en un proceso que incluye
simplificación, selección y asimilación de lo desconocido a lo conocido.
También la escritura es investigada, cada vez más, como un medio con cualidades y limitaciones
particulares. La escritura estimula la abstracción y la conciencia de alternativas.
Mito
Para llevar la discusión más lejos, podría resultar útil introducir el término "mito". Los historiadores
utilizan ese término para referirse a historias falsas. Comparar ese uso con el de los antropólogos,
teóricos literarios o psicólogos, podría resultar esclarecedor.
En todo caso, es importante tener conciencia de que las narraciones escritas y orales, incluyendo
las que los narradores consideran como la verdad sin adornos, incluyen elementos de arquetipo,
estereotipo y mito.
Algunos críticos dirían que la historia escrita es una forma de las "ficciones" y los "mitos" de que se
ha hablado. También sociologos y antropologos han afirmado cosas similares en relación con la
"construcción textual de la realidad".
Hacia 1780 el sistema feudal mantenido por Inglaterra se mostraba resquebrajado. Este sistema
económico, social y político se basaba principalmente en la agricultura de parvos rendimientos,
actividad comercial escasa, y limitada circulación monetaria. En él, una gran masa de campesinos
eran sometidos en servidumbre a una casta de guerreros y clérigos que basaban su poder en la
propiedad de la tierra.
Hacia el mencionado año, la agricultura se encontraba preparada para cumplir tres tareas
fundamentales en la era de la industrialización: 1) aumentar la producción y productividad para
alimentar a una población no agraria en rápido y creciente aumento. 2) proporcionar un vasto y
ascendente cupo de potenciales reclutas para las ciudades y las industrias. 3) suministrar un
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mecanismo para la acumulación de capital utilizable por los sectores más modernos de la
economía.
Inglaterra tenía una economía fuerte y un estado agresivo como para apoderarse de los mercados
de sus competidores. Además poseía una industria admirable y una coyuntura económica que se lo
permitía: la industria algodonera y la expansión colonial. El comercio colonial había creado la
industria algodonera y continuaba nutriéndola, se desarrolló así un gran comercio de esclavos,
provenientes de África. Inglaterra había colocado infinidad de mercados en todo el mundo,
logrando el triunfo del mercado exterior sobre el interior. Y, dentro de la creciente marea de
exportaciones, la importancia mayor la adquirían los mercados coloniales situados en el exterior.
Los nuevos inventos que revolucionaron la industria algodonera (como las maquinas de hilar) eran
relativamente sencillos y baratos y compensaban en seguida sus gastos de instalación con una
altísima producción. Además presentaba otras ventajas: toda la materia prima provenía de afuera,
por lo cual su abastecimiento podría aumentarse con los drásticos procedimientos empleados en
las colonias: la esclavitud y la apertura de nuevas áreas de cultivo.
La economía inglesa dependía del algodón: si esta prosperaba, la economía también, si decaía,
languidecía esa economía. Fue así que hacia 1830 la industria algodonera suscito los mayores
problemas de crecimiento. Esta crisis tuvo graves consecuencias sociales: creo miseria y
descontento. La explotación del trabajo que mantenía las rentas del obrero a un nivel de
subsistencia, permitiendo a los ricos acumular beneficios de la industrialización, suscitaba el
antagonismo del proletariado.
Después de 1815, las ventajas del algodón se vieron cada vez mas neutralizadas por la reducción
del margen de ganancias: 1ro: la revolución industrial y la competencia causaron una baja en el
precio del articulo terminado pero no en los diferentes costos de la producción. 2do: luego de 1815
el ambiente general de los precios era de deflación, o sea que las ganancias padecían una ligera
baja.
Se necesitaba detener el retroceso de las ganancias y de todos los costos el que más podía
comprimirse era el de los salarios, sustituyendo los caros obreros expertos por mecánicos mas
baratos y por la competencia de la maquina. Así la industria se veía obligada a mecanizarse, a
racionalizarse y a aumentar su producción.
En este contexto que aparece el ferrocarril, cuya capacidad para abrir caminos hacia países antes
separados sería una gran ventaja tanto para el transporte de personas como para el de
mercaderías. El ferrocarril permitió un amplio crecimiento de otras dos industrias: la del hierro y la
del carbón.
Mientras que las sociedades feudales y aristócratas se lanzaron a malgastar el gran caudal de
dinero acumulado gracias a la revolución industrial, la clase media constituyo un grupo de
ahorradores que se enriquecían a la par que la población se empobrecía.
-Revolución agrícola británica: se produjo entre el s XVIII y mediados del XIX, periodo durante el
cual se produjo un incremento de la productividad agrícola, lo cual genero un aumento
extraordinario de la población, que se traslado a la ciudad constituyendo la mano de obra para la
revolución industrial.
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Entre los factores citados para explicar el desarrollo de la revolución agrícola se encuentra el
cercamiento, que dejo desempleados a muchos campesinos que ya no podían acceder a los
terrenos comunales, pertenecientes ahora a un propietario.
-Revolución burguesa: nombre con el que se conoce el proceso de cambios históricos que tuvo
como consecuencia la ruptura con el antiguo modo de producción feudal y la implantación del
nuevo modelo de producción capitalista, en el que la burguesía tendría el papel hegemónico.
Europa se vio conmocionada por dos revoluciones con estas características: la Revolución
industrial y la Revolución francesa.
Toca ahora el turno a la otra gran revolución. Su escenario será Francia. Buscando en primer lugar
un fundamento de que sea ése precisamente el país donde sucede, Hobsbawm cree encontrarlo
cuando afirma que "el conflicto entre el armazón oficial y los inconmovibles intereses del antiguo
régimen y la subida de las nuevas fuerzas sociales era más agudo en Francia que en cualquier otro
sitio". Afirmación ésta que, como se veía, debe interpretarse en clave económica y de lucha de
clases. Por ello, en la interpretación de la situación se trata de forzar los antagonismos de clase. Se
pinta así a la nobleza como detentador del poder económico y, junto con ella aunque en menor
medida, al clero (del que se dice el dato erróneo de que "hacia 1780...todos los obispos eran
nobles" ,a la vez que ignora al bajo clero, a veces en la miseria), mientras que más adelante, al
recoger los datos de propiedad del suelo, resulta que la nobleza tenía la quinta parte de la tierra y
el clero tan sólo un 6%. Se refiere a los intentos de reforma de Turgot como motivados por un
deseo de racionalizar el y de reforzar a la monarquía (cfr.p. 108) —es decir, de consolidar el
dominio oligárquico—, cuando, siendo ésta una verdad a medias, el motivo que urgió a esos
intentos era la casi ya consumada banca-rota estatal, a la que se alude más adelante (cfr. pp. 111-
112). Incluso el fundamento mismo que da queda en cierto entredicho como verdad completa
cuando afirma que "la victoria sobre Inglaterra (en la guerra de Independencia norteamericana) se
obtuvo a costa de una bancarrota final, por lo que la revolución americana puede considerarse la
causa directa de la francesa" (p. 112).
Es cierto que, por diversas circunstancias, Francia era la nación más propicia para sufrir una
revolución. Decir, sin embargo, que, el tercer estado triunfó frente a la resistencia unida del rey y de
los órdenes privilegiados, porque representaba no sólo los puntos de vista de una minoría educada
y militante, sino los de otras fuerzas mucho más poderosas: los trabajadores pobres,
especialmente de París, así como el campesinado revolucionario" (p. 116) es simplista,
desenfocado en varios puntos, y, en lo referente al "campesinado revolucionario", sencillamente
falso. La "minoría educada militante era quien tenía la verdadera fuerza revolucionaria —y el poder
cuando la Revolución triunfó—, y quien manejaba a las masas aprovechándose del centralismo
francés y de que París era la mayor ciudad de Europa: la Revolución se hizo en París, y París la
exportaba al resto de Francia. Tampoco parece fijarse aquí en el mundo intelectual, a pesar de que
Hobsbawm, lo analiza correctamente (cfr.pp. 113-114). Y, además el tercer estado triunfó, porque
encontró frente a sí una nobleza resquebrajada. Más de un noble pertenecía al bando
constitucional; Hobsbawm, que prefiere ver a la nobleza como bloque compacto, parece ignorarlo,
y cuando cita a Mirabeau, lo califica de "ex-noble" (p. 116). Queda marginada, como otra causa que
contribuyó al triunfo revolucionario, la personalidad —poco decidida y más bien de escasa voluntad
— de Luis XVI: la tendencia de esta obra es dar la menor relevancia posible —con muy pocas
excepciones— a las personas singulares.
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Mayor protagonismo es concedido a las masas. Lo cierto es que, como suele suceder en las
revoluciones, hubo masas, pero también es cierto que, en la Revolución francesa, sólo un pequeño
porcentaje de franceses intervino activamente. Hobsbawm no afirma lo contrario, pero es la
impresión que deja al leer estas páginas. Así pues, cuando afirma que "la contra-revolución (contra
el antiguo régimen) movilizó a las masas de París, ya hambrientas, recelosas y militantes... y la
caída de la Bastilla extendió la revolución a las ciudades y los campos de Francia" (p. 118). Lo más
cierto es que, cuando actuaron masas, actuaron sobre todo en París. En las demás ciudades la
actividad revolucionaria fue mucho más limitada. Y en el campo, las revueltas populares solían
tener signo anti-revolucionario, como en la Vendeé. No es esta la visión de Hobsbawm. Ve los años
de la "Grande Peur" como el triunfo de un campesinado revolucionario levantado en armas, y
comenta que las revoluciones campesinas "son movimientos amplios, informes, anónimos, pero
irresistibles" (p. 118). La realidad es que triunfó la anarquía, porque en muchos casos habían huido
los propietarios importantes y faltaba la protección pública, convirtiéndose muchas fincas en tierra
de nadie y el campo en dominio de algunas bandas, que en más de una ocasión resultaron ser
auténticos forajidos con disfraz de "revolucionario". En cuanto a las masas urbanas, estas eran
agitadas y movidas por focos localizados en los "clubs" revolucionarios, sobre todo los jacobinos.
Para Hobsbawm las masas van más allá "de los burgueses que las utilizan" (p. 119) ¿Por qué
entonces no triunfaron éstas sobre la burguesía? La respuesta que da es que "les faltaba identidad
de clase": la revolución es vista como tránsito hacia otra del "proletariado" todavía inmaduro (cfr. p.
120). "La única alternativa frente al radicalismo burgués... eran los 'sans culottes', un movimiento
informe y principalmente urbano de pobres trabajadores, artesanos, tenderos, operarios, pequeños
empresarios, etc" (p. 121) (en ese "etcétera" habría que incluir también a delincuentes). Hobsbawm
mismo aclara que no presentaban "verdadera alternativa", para añadir que "fue un fenómeno de
desesperación" (p. 122) lo que es más lógico de explicar como fruto de una exaltación, con buena
dosis de irracionalidad, fenómeno que no es extraño a las revoluciones. Parece tratarse aquí de
acercar los episodios revolucionarios a la lucha de una clase explotada —inmadura, sin solución,
pero clase— contra otra opresora. Por eso, concederá a los "sans-culottes" un protagonismo
autónomo y a partir de ahora se referirá al "sans-culottismo" como a algo con identidad e ideas
propias. Al referirse por ejemplo a la caída de los girondinos dirá que la causa fue "un rápido golpe
de los 'sans-culottes'"(p. 128) cuando sería más correcto decir que el golpe fue de los jacobinos,
que utilizaron a aquellos.
El aparato legal de los nuevos dirigentes es contemplado con una notable falta de objetividad. El
examen de las constituciones revela demasiado las simpatías de Hobsbawm, por los más
radicales.
Afirma también que el feudalismo "no se abolió finalmente hasta 1793" (p. 119) refiriéndose a la
abolición de las "leyes feudales", algo que en la realidad fue poco más que un golpe de teatro que
ni siquiera tenía aplicación... porque no se sabía a qué disposiciones precisas afectaba. Otro
ejemplo sirve para ilustrar este desenfoque: "señala que la Constitución Civil del Clero (era) un mal
interpretado intento de destruir, no a la Iglesia, sino su sumisión al absolutismo romano" (p. 123).
Aparte de desconocer la naturaleza de la Iglesia, no es precisamente una mala interpretación ver
en la génesis de esa ley un espíritu alimentado por pensadores como Voltaire, que vaticinaba, unos
veinte años antes de su muerte, que la Iglesia Católica en Francia no duraría más de veinte años.
El fanatismo radicalizador que suelen desatar las revoluciones pasado un primer período también
alcanzó a ésta, y así llegó el Terror. Resulta sorprendente el esfuerzo de Hobsbawm por ensalzar y
justificar este periodo: para él era un esfuerzo sobrehumano por salvar la República. De entrada, la
juzga necesaria por el acoso a que se sometía al nuevo régimen: además de la presión exterior (en
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realidad, en este momento las monarquías europeas estaban todavía a la expectativa), en junio de
1793, sesenta de los ochenta departamentos de Francia estaban sublevados contra París"(p. 130)
(aquí ha desaparecido la escena del "campesinado revolucionario" antes aludido). Por tanto —
continúa— "durante aquel heroico periodo, el dilema era sencillo: o el Terror con todos sus defectos
desde el punto de vista de la clase media, o la destrucción de la revolución, la desintegración del
Estado nacional, y probablemente la desaparición del país" (p. 131). Las hipótesis no se pueden
comprobar, pero el dilema planteado es difícil de sostener; parece más sostenible lo contrario, es
decir, que pocos esfuerzos desintegradores como este periodo ha conocido Francia, e incluso la
propia Revolución, que vio en la guillotina a muchos más revolucionarios que enemigos de la
República. Tampoco se entiende la necesidad del Terror, dentro del esquema de Hobsbawm, si de
verdad "el régimen era una alianza entre la clase media y las masas obreras" (p. 134) (nótese que
la composición que da de los "sans culottes" no coincide con esas "masas obreras"), su primera
tarea fue "movilizar el apoyo de las masas" (p. 131), y su constitución era "la primera genuinamente
democrática" (p. 132). Con tal supuesto apoyo popular, es difícil entender la gravedad de las
amenazas y la necesidad ("con todos sus defectos desde el punto de vista de la clase media" :
¿quiere decir que no desde el del "proletariado"?) de hacer rodar tantas cabezas.
Además, para Hobsbawm, el precio que se pagó no fue tan alto: 17.000 ejecuciones en 14 meses,
aparte de que haya habido "represiones conservadoras" peores. Desde luego, "ejecuciones
oficiales" no quiere decir ejecuciones reales, y es lógico pensar que éstas fueron bastantes más.
Además, no resulta sencillo poner un ejemplo de "represión conservadora" más sangrienta, y
menos en un periodo de tiempo tan breve. Insinuar, como aquí se hace, que lo fue la de 1848 es
dar un dato falso. Y ninguna ha pasado a la Historia con un nombre tan significativo: el Terror.
Robespierre, principal protagonista de este periodo, es visto por Hobsbawm como un idealista recto
e íntegro (cfr. pp. 133-34). Todos los rasgos señalados son positivos, apareciendo como modelo de
honradez quien en realidad era egocéntrico, neurótico y acomplejado por una mal disimulada sífilis,
que no vacilaba en pasar por la vida de quien se manifestara o sólo pareciera contrario a sus idas.
Su caída, en palabras de Hobsbawm, provocó un "desbarajuste económico y de corrupción" (p.
131), y fue pronto lamentada por las "masas jacobinas" (cfr. p. 137), provocando un "acoso
reaccionario" de la aristocracia. También justifica la condena de sus propios camaradas: la de
Danton, por ejemplo, porque éste "había proporcionado cobijo a numerosos delincuentes,
especuladores, estraperlistas y otros elementos corrompidos y enriquecidos" (p. 135).
El Terror acabó con la llegada del Termidor. Robespierre cayó y acabó donde había llevado a
tantos: en la guillotina. ¿Por qué cayó? Hobsbawm señala varias causas: "las exigencias
económicas de la guerra le enajenaron el apoyo popular" (p. 135), "la clase media jacobina atacó a
derecha e izquierda" (pp. 134-35), y otros motivos que hicieron que Robespierre quedara solo.
Resulta difícil, si se toman en sentido estricto, hacer compatibles estas razones. Es un esfuerzo por
evitar una realidad que no concuerda con su visión: Francia estaba harta del Terror y el fanatismo
revolucionario agotado. Así lo supieron ver hasta los mismos jacobinos, con la excepción del
obstinado Robespierre. Por eso quedo éste solo, y cayó.
Poca atención merece para Hobsbawm lo que sucedió después. Para él no es más que el esfuerzo
estabilizador burgués (cfr. p. 137), aunque resulta difícil considerar a Napoleón como un elemento
"estabilizador". Se detiene a considerar lo que en su opinión impidió el triunfo reaccionario: el
ejército. Considerado como "el hijo más formidable de la República jacobina" (p. 138) —sin querer
ver que debía su consistencia a los profesionales que procedían del ejército real—, es retratado
con una idealización desfiguradora: "se desdeñaba la verdadera disciplina castrense... y los
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ascensos por méritos (los hubo) producían una simple jerarquía de valor"(p. 138); "ganaba sus
batallas tan rápidamente que necesitaba pocas armas" (p. 139). De todos modos, se le reconocen
limitaciones —insuficiencia de intendencia y mandos—, a la vez que se acepta el particular talento
militar de Napoleón. A éste Hobsbawm lo considera como la figura ideal para la consolidación
burguesa. "Napoleón —añade— sólo destruyó una cosa: la revolución jacobina, el sueño de
libertad, igualdad y fraternidad y de la majestuosa ascensión del pueblo para sacudir el yugo de la
opresión" (p. 143). Es una afirmación significativa, pero no acertada. Cuando llegó Napoleón la
"revolución jacobina" ya estaba enterrada, y antes aún lo estaban la libertad, la igualdad, y la
fraternidad, víctimas, como muchos franceses, de la guillotina.
El balance de todo este periodo es, para Hobsbawm, la creación de una "fuerte clase media de
pequeños propietarios, políticamente avanzada y económicamente retrógrada, que dificultará el
desarrollo industrial, y con ello el ulterior avance de la revolución proletaria" (p. 133). Han
transcurrido muchos años, y con ellos la industrialización francesa, pero la augurada "revolución
proletaria" ha sido lo que no ha avanzado. La visión de un acontecimiento histórico —aquí, la
Revolución Francesa— desde una perspectiva cargada de prejuicios motivados por razones
ideológicas, sólo puede desembocar en una apreciación parcial con juicios erróneos, y a unas
conclusiones que la misma Historia se encarga de desmentir.
Es cierto que, a pesar del esfuerzo de los vencedores por conservar el viejo régimen absolutista, la
sociedad evoluciona hacia una configuración distinta, lo que necesariamente deberá chocar con
ese esfuerzo. Resulta por ello acertado Hobsbawm cuando dice que "detrás de estos grandes
cambios en política hubo otros en el desarrollo económico y social" (p. 205). Lo que no resulta tan
legítimo es partir de esta realidad para considerar estos conflictos, de manera estereotipada, como
una lucha social generalizada, internacional; y esto es lo que parece deducirse de la visión que
ofrece Hobsbawm (pp. 201-206), que relega los factores locales a elementos secundarios.
Elementos internacionales los hubo, y quedan bien identificados. Por un lado, está la Santa
Alianza, resolutiva, por ejemplo en la España de 1823. Por otro, un elemento conspirador de
actuación nacional pero con contactos supranacionales, que representan sociedades secretas
como masones y carbonarios, que constituye un elemento impulsor decisivo de las revueltas y, en
algún caso como el español, de pronunciamientos militares. Es acertado así señalar que las
revoluciones de 1830 marcaron la separación, en las filas liberales, entre moderados y radicales;
Hobsbawm lo interpreta, en la jerga panfletaria que a veces asoma en esta obra, como que, al
hacer estos la revolución, aquellos "los traicionaron", reprimiendo a "las izquierdas" (p. 214). El
protagonismo no corrió a cargo de una clase obrera organizada, por la sencilla razón de que ésta
no exista. Hobsbawm no lo niega: "Todavía no existía una clase trabajadora revolucionaria, salvo
en Inglaterra" (p. 209) donde, por otra parte, no hubo revolución. Llama la atención, en ésta y en
otras afirmaciones, la axiomática calificación de la clase trabajadora, cuando la considera con
identidad de clase, como socialista y revolucionaria.
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El error está en querer considerar estas revoluciones como populares en el más pleno sentido del
término. Precisamente por no serlo fracasaron, salvo que los revolucionarios contaran con el apoyo
del ejército. Caracteriza las revoluciones de 1830 como "de barricadas", aparte de parecer una
extrapolación de lo ocurrido en Francia y algún foco aislado más a toda Europa, no obliga a deducir
que toda la masa popular estuviera tras ellas. Los presupuestos ideológicos de Hobsbawm le
hacen verlo de otra manera: "con el progreso del capitalismo, el "pueblo" y el "trabajador pobre" —
es decir, los hombres que levantaron las barricadas— se identificaron cada vez más con el nuevo
proletariado industrial como la clase trabajadora. Por tanto, un movimiento revolucionario proletario-
socialista empezó su existencia" (p. 214); "Cuando las revoluciones estallaban, el pueblo,
naturalmente, se sumaba a ellas" (p. 231). Una vez más parece que el proletariado es
revolucionario y socialista por el hecho de serlo, al menos cuando hay masas. Hobsbawm se
detiene a examinar los movimientos proletarios urbanos (pp. 221-27), en un análisis certero pero de
consecuencias exageradas; decir que a principios del s. XIX "la clase trabajadora o la revolución
urbana y socialista aparecían como peligros reales en la Europa occidental" (p. 224) parece
desorbitado: la realidad fue más modesta, y más aún la componente específicamente socialista. En
el examen de la Europa campesina (pp. 227-30) también hay tendencia a tomar muy alegremente
por revolución lo que no pasó de ser una revuelta campesina, fenómeno frecuente en la historia de
la Europa oriental.
Los resultados fueron escasos: sólo triunfó —y gracias al fuerte componente nacionalista, lo que se
silencia— en Grecia. No pueden exagerarse los resultados, y Hobsbawm debe conformarse con
magnificar los símbolos: el filohelenismo "representó un papel análogo para reunir a las izquierdas
europeas en aquel bienio al que representaría en 1936-39 la ayuda a la República española" (p.
213). Por lo demás, parece que sólo en Francia —y con reservas— pudo hablarse de intento de
revolución. Hobsbawm describe bien los hechos, pero no puede decirse lo mismo al evaluar los
resultados: hay contradicciones (pp. 219-20: se enfrió el internacionalismo —no se da la razón—;
pp. 230-38: se aclara el panorama revolucionario y aparecen los inicios del internacionalismo,
resultaría cierto si admitiese que el primer "internacionalismo" tenía poco de proletario), y afirmar
que "las condiciones (para la espontánea agitación de masas) no se daban fuera de Inglaterra y los
Estados Unidos" (p. 231) sumen en la perplejidad a quien compruebe que estas dos naciones
gozaron de una particular tranquilidad social en esa época.
Habría que esperar para ver triunfar una revolución de signo socialista. Para Hobsbawm, quien no
ahorra elogios hacia esa causa, el significado estaba claro: faltaba "liberar" Europa.
Nisbet Rorbert (1969) La formación del pensamiento sociológico. Capitulo 1: ¨Primera parte:
ideas y contextos¨.
Ideas- elementos de la sociología europea, ideas que persistieron a través de la época clásica de la
sociología moderna y llegan hasta el presente.
• Continuidad, deben aparecer tanto al comienzo como en las últimas fases del periodo en
cuestión y misma importancia.
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• Distintivas, participar de aquellos rasgos que vuelven a una disciplina notoriamente
diferente de otras.
• Deben ser ideas en todo sentido. Una idea es una perspectiva, un masco de referencia,
una categoría, donde los hechos y las concepciones abstractas, la observación y la intuición
profunda forman una unidad.
1) COMUNIDAD: alude a los lazos sociales caracterizados por cohesión emocional, profundidad,
continuidad y plenitud. En la comunidad prevalece el lazo de reciprocidad.
Antítesis: SOCIEDAD: refiere a los vínculos de gran escala, impersonales y contractuales que se
han multiplicado en la modernidad. Prevalece el lazo de impersonalidad.
2) AUTORIDAD: estructura un orden interno de una asociación, ya sea política, religiosa o cultural,
y recibe legitimidad por sus raíces en la función social, la tradición o la fidelidad a una causa.
Surgida directamente de una función y asociaciones sociales.
Antítesis: PODER: fuerza militar o política o identificación con la burocracia administrativa. Plantea
el problema de la legitimidad.
El iluminismo (s. XVII y XVIII) tenía como objetivo la liberación del individuo a los lazos sociales
antiguos y la liberación de la mente de las tradiciones que la tenían encadenada. Reino la
convicción universal en el individuo naturalmente racional. Fue así que comenzó a constituirse la
noción de individuo, ausente durante la Edad Media (en la cual regia el orden feudal, que sumía a
la servidumbre a gran cantidad de hombres).
Hacia el s XIX, sin embargo, tuvo lugar una reacción contra el individualismo. Así como el
racionalismo individualista se había afirmado contra el corporativismo y la autoridad medieval, en el
s XIX ocurre lo inverso: la reacción del tradicionalismo contra la razón analítica, del comunalismo
contra el individualismo, de lo no racional contra lo puramente racional.
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Liberalismo, radicalismo y conservadorismo.
Las ideas que interesan es posible entenderlas, analizando los contextos ideológicos donde
aparecieron por primera vez. 3 grandes ideologías, del S XIX y comienzos del S XX
LIBERALISMO: (referentes: Locke y Smith) Respecto del eje individuo/ sociedad, el liberalismo
resalta la importancia y la devoción por el individuo y en especial por sus derechos políticos, civiles
y cada vez más sociales. La autonomía individual es para el liberal lo que la tradición para el
conservador, y el uso del poder para el radical. Los liberales del S XIX conservaron la fe del
Iluminismo en la naturaleza autosuficiente de la individualidad.
Por otra parte los liberales: Aceptaban la estructura fundamental del estado y la economía (no
consideraban a la revolución base indispensable para la libertad) y tenían la convicción de que, el
progreso residía en la emancipación de la mente y del espíritu de los lazos religiosos y
tradicionales que los unían al viejo orden.
RADICALISMO: Su objetivo es la conquista, purificación y uso ilimitado del poder político (hasta
incluir el terrorismo), en pro de la rehabilitación del hombre y las instituciones. Respecto del eje
individuo/ sociedad, aquí (en contraposición con el liberalismo) el acento recae sobre la sociedad,
quien debe hacer uso del poder como medio para que la liberación racionalista y humanitaria del
hombre de las tiranías y desigualdades que lo acosaron por años, incluyendo la religión.
Comte admiraba a los conservadores y de ello derivo su apreciación por la Edad Media: el
medialismo es el modelo real de su utopía sociológica. Aunque él infundio en sus venas la sangre
del positivismo en reemplazo del catolicismo, es indudable su admiración por la estructura de la
sociedad medieval y sus deseos de restaurar, mediante la ciencia, sus características esenciales.
En Durkheim, también se encuentran algunas tesis del conservadorismo en sus nociones de:
conciencia colectiva, el carácter funcional de las instituciones e ideas, las asociaciones intermedias
y su ataque al individualismo.
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disciplinas; organizacionalmente como estructuras corporativas; y culturalmente como
comunidades de estudiosos que comparten ciertas premisas elementales.
Podemos pensar una disciplina como una construcción intelectual, una especie de artefacto
heurístico. Una disciplina define no sólo algo sobre lo cual se piensa, y cómo se piensa, sino
también aquello que cae fuera de su esfera de alcance. Afirmar que la sociología es una disciplina
es, entre otras cosas, afirmar que no es economía o historia o antropología. La sociología tiene un
campo diferente de estudio, una serie diferente de métodos, un acercamiento diferente al saber
social.
La sociología en cuanto a disciplina fue elaborada más o menos durante el periodo entre 1880 y
1945. Todas las figuras principales del campo en ese periódo intentaron escribir al menos un libro
cuya intención era definir la sociología como disciplina.El último libro importante, en ésta tradición
fue el escrito en 1937 por Talcott Parsons, The Structure of Social Action, un libro de gran
importancia en nuestro legado. En la primera mitad del siglo veinte, las diversas divisiones de las
ciencias sociales se establecieron a sí mismas y recibieron reconocimiento como disciplinas.
Reflejaban tres segmentaciones en objeto de estudio; había la segmentación pasado/presente que
separaba a la historia idiográfica de la tríada nomotética de economía, ciencia política y sociología.
Había la segmentación civilizado/otro o europeo/no europeo que separaba a todas las cuatro
disciplinas anteriores de la antología y los estudios orientales. Había la segmentación relevante
sólo, así se creía para el mundo civilizado moderno de mercado, Estado y sociedad civil que
construían respectivamente los ámbitos de la economía, la ciencia política y la sociología. Las
diversas disciplinas hace ya mucho han sido institucionalizadas como organizaciones corporativas.
La institucionalización de una disciplina es una vía de preservar y producir prácticas. Las
organizaciones de estudiosos intentan buscar disciplinar no el intelecto sino la práctica.
La sociología en cuanto a cultura, como una comunidad de estudiosos que comparten
ciertas premisas. Ésta puede continuar enriqueciéndose sólo si se transforma.
El legado
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Aquí Marx dice como sección del Manifiesto Comunista: "La historia de toda sociedad existente
hasta ahora es la historia de la lucha de clases"(Marx y Engels 1948,9). El resto de la obra de Marx
está constituida por la elaboración de la historiografía de la lucha de clases, el análisis de los
mecanismos de funcionamiento del sistema capitalista y las conclusiones políticas que uno debe de
extraer de este marco de análisis. Todo esto constituye al marxismo, es un doctrina y un punto de
vista analítico que han estado sujetos a grandes controversias dentro y fuera de la comunidad
sociológica.
Marx se equivocó al argumentar que la lucha de clases no es el único, o ni siquiera el primario,
origen del conflicto social. Se han ofrecido diversos sustitutos: grupos de status, grupos de afinidad
política, el género, la raza. Una actividad tan central para la práctica de los sociólogos es el sondeo
de opinión. Si pensaramos que todos responderían las preguntas de un modo idéntico, tendría
poco sentido hacer el sondeo. Cuando se obtienen las respuestas correlacionamos las respuestas
con una serie de variables básicas, tales como el status socioeconómico, ocupación, sexo, edad,
educación,etc. Que tendrán que a dar diferentes respuestas a estas preguntas. El paso de la
variación al conflicto no es muy grande, y por lo general quienes intentan negar que la variación
conduce al conflicto son sospechosos de querer desenteder una realidad obvia por razones
puramente ideológicas.
Todos somos marxistas en la forma diluida que denominó el AXIOMA NÚMERO 2 de la cultura de
la sociología: Todos los grupos sociales contienen subgrupos que se escalonan según jerarquías y
que entran en conflictos entre sí. Y claramente es una dilución severa el marxismo. Aquí Weber,
tiene una explicación de la existencia del orden a pesar del conflicto.
Se identifica Weber como anti-Marx, que insiste sobre explicaciones culturales en oposición a las
explicaciones económicas y que insiste en la burocratización más que en la acumulacion como la
fuerza motriz central del mundo moderno. Pero el concepto clave de Weber que funciona para
limitar el impacto de Marx , o al menos para modificarlo seriamente, es la legitimidad. Weber está
interesado en el fundamento de la autoridad. "La creencia en la legitimidad", en este punto, Weber
esboza sus tres tipos puros de autoridad o dominación legítima: legitimidad basada en
fundamentos racionales, legitimidad basada en fundamentos tradicionales y legitimidad basada en
fundamentos carismáticos. Para Weber la autoridad tradicional es la estructura del pasado y no de
la modernidad. La imagen que Weber nos ofrece es la de que la autoridad es administrada por un
equipo, una burocracia.
Se dice que la burocracia es "imparcial", es decir, que toma sus decisiones según la ley, razón por
la cual esta autoridad es denominada racional-legal por Weber. Ciertamente, Weber admite que, en
la práctica, la situación es un poco más complicada. Sin embargo, si ahora simplificamos a Weber,
tenemos una explicación racionable para el hecho de que los Estados sean usualmente ordenados,
es decir, que las autoridades sean generalmente aceptadas y obedecidas, más o menos o hasta
cierto grado. Denominaremos el AXIOMA NÚMERO 3, que puede ser enunciado del siguiente
modo: En la medida en que los grupos/Estados sostienen sus conflictos, ello acontece mayormente
porque los subgrupos de menor rango conceden legitimidad a la estructura de autoridad del grupo,
basados en que esto permite al grupo sobrevivir, y los subgrupos ven ventajas de largo plazo en la
supervivencia del grupo.
La cultura de la sociología que todos compartimos, fue la más fuerte en el periodo de 1945- 1970,
contiene tres proposiciones simples -la realidad de los hechos sociales, la perenidad del conflicto
social, la existencia de mecanismos de legitimación para contener el conflicto - que conforman una
base mínima coherente para el estudio de la realidad social. Cada una de éstas proporciones
representa a la "sociología clásica".
Este conjunto de axiomas no es un modo sofisticado y mucho menos adecuado de percibir la
realidad social. Es un punto de partida, que la mayor parte de nosotros ha internalizado y que
opera principalmente al nivel de las premisas no cuestionadas que son asumidas más bien que
debatidas. Esto es a lo que Wallerstein denomina "la cultura de la sociología".
20
Toda religión tiene un lado por el que sobrepasa el círculo de las ideas propiamente religiosas, y
por ahí el estudio delos fenómenos religiosos proporciona un medio para volver a plantear
problemas que sólo han debatido los filósofos.
Se sabe que los primeros sistemas de representaciones que el hombre se ha hecho del mundo y
de si mismo son de origen religioso. Si la filosofía y las ciencias han nacido de la religión es porque
la religión, a su vez, ha comenzado haciendo las veces de ciencia y de filosofía. Los hombres no
solo le deben la materia de sus conocimientos, sino también la forma según la cual dichos
conocimientos son elaborados.
Existe un cierto número de nociones esenciales que dominan toda nuestra vida intelectual; son
aquellas que los filósofos, a partir de Aristóteles, llaman categorías del entendimiento: nociones de
tiempo, de espacio, de género, de causa, de sustancia, de personalidad, etc. Cuando se analizan
metodológicamente las creencias religiosas primitivas, volvemos a encontrarnos en el camino, de
forma natural, con las principales de estas categorías. Ellas han nacido en la religión y de la
religión; son producto del pensamiento religioso.
Las representaciones religiosas son representaciones colectivas que expresan realidades
colectivas; los ritos son maneras de obrar que nacen solamente en el seno de grupos reunidos, y
que están destinados a suscitar, mantener o renovar ciertos estados mentales de esos grupos.
Pero en ese caso, si las categorías tienen un origen religioso, deben participar de la naturaleza
común a todos los hechos religiosos: deben ser, ellas también, realidades sociales, productos del
pensamiento colectivo.
No es mi tiempo lo que está organizado así, es el tiempo tal como es objetivamente pensado por
todos los hombres de una misma civilización. Tal organización debe ser colectiva. Todas las cosas
se clasifican en el tiempo, tienen su origen en la vida social. Las divisiones en días, semanas,
meses, años, etc., corresponden a la periodicidad de los ritos, fiestas y ceremonias públicas. Un
calendario expresa el ritmo de la actividad colectiva al mismo tiempo que tiene como función
asegurar su regularidad.
Lo mismo sucede con el espacio. Como ha demostrado Hamelin, el espacio no es ese medio
impreciso e indeterminado que imaginaba Kant pura y absolutamente homogéneo, no serviría para
nada y ni siquiera podría ser aprehendido por el pensamiento. La representación espacial consiste
esencialmente en una primera coordinación que se introduce en los datos de la experiencia
sensible. Pero esta coordinación sería imposible si las partes del espacio fuesen cualitativamente
equivalentes, si realmente se pudieran sustituir unas por otras. Para poder disponer espacialmente
las cosas, es preciso poder situarlas de forma diferenciada.
El espacio no podría existir como tal si no estuviera, como el tiempo, dividido y diferenciado. Todas
esas distinciones vienen delos diferentes valores afectivos que se atribuyen a las regiones. Y como
todos los hombres de una misma civilización conciben el espacio de la misma manera, es preciso
evidentemente que también les sean comunes esos valores afectivos y las distinciones que
dependen de ellos, lo que implica casi necesariamente que son de origen social.
Una vez admitida esta hipótesis, el problema del conocimiento se plantea sobre nuevas bases.
Hasta ahora, sólo se tenían presentes dos doctrinas. Para unos, las categorías no pueden
derivarse de la experiencia: ellas le son anteriores lógicamente y la condicionan. Se las
representan, pues, como productos simples, irreductibles, inmanentes al espíritu humano en virtud
de su constitución originaria. Por eso, dicen de ellas que son a priori. En cambio, para otros serían
construcciones, hechas de pedazos y fragmentos, y el artífice de estas construcciones sería el
individuo.
Reducir la razón a la experiencia es hacer que se desvanezca, pues supone reducir la
universalidad y la necesidad que la caracterizan al estado de puras apariencias, de ilusiones que
pueden ser cómodas en la práctica, pero que no corresponden a ninguna realidad en las cosas:
es, pues, rehusar toda realidad objetiva de la vida lógica que las categorías tienen por función
regular y organizar.
Tales son las dos concepciones que se mantienen enfrentadas desde hace siglos; y si el debate se
eterniza es porque los argumentos que intercambian son sensiblemente equivalentes. Si la razón
sólo es una forma de experiencia individual, ya no existe la razón. Si se le reconocen los poderes
que ella se atribuye, pero sin dar cuenta de ellos, parece que se la coloca fuera de la naturaleza y
21
de la ciencia. En cambio, si se admite el origen social de las categorías se hace posible una nueva
actitud que, en nuestra opinión, permitiría escapar a estas dificultades encontradas.
La proposición fundamental del apriorismo es que el conocimiento está formado por dos clases de
elementos, irreductibles entre sí como dos capas distintas y superpuestas. Nuestra hipótesis
mantiene íntegramente este principio. En efecto, los conocimientos que se denominan empíricos,
los únicos que los teóricos del empirismo han utilizado siempre para construir la razón, son
aquellos que la acción directa de las cosas suscita en nuestros espíritus. Estos son, pues,
estados individuales, que se explican enteramente por la naturaleza psíquica del individuo. Por el
contrario, si, como pensamos, las categorías son representaciones esencialmente colectivas,
traducen ante todo estados de la colectividad: dependen de la manera en que ésta esté constituida
y organizada, de su morfología, de sus instituciones religiosas, morales, económicas, etc. La
sociedad es una realidad sui generis; tiene características propias que no vuelven a encontrarse, o
que no se encuentran bajo la misma forma, en el resto del universo.
El procedimiento mismo por el que se forman las unas y las otras acaba de diferenciarlas. Las
representaciones colectivas son el producto de una inmensa cooperación que se extiende no sólo
en el espacio, sino también en el tiempo; para construirlas, una inmensa multitud de espíritus
diferentes ha asociado, mezclado y combinado sus ideas y sus sentimientos; largas series de
generaciones han acumulado allí su experiencia y su saber. En la medida en que participa de la
sociedad, el individuo se supera naturalmente a sí mismo, tanto cuando piensa como cuando
actúa.
Este mismo carácter social permite comprender de dónde viene la necesidad de las categorías. Se
dice de una idea que es necesaria cuando, por una especie de virtud interna, se impone al espíritu
sin que la acompañe.
Si bien la sociedad es una realidad específica, es, pese a ello, un imperio dentro de un imperio;
forma parte de la naturaleza, dela que es la más alta manifestación. Las relaciones fundamentales
que existen entre las cosas -precisamente aquellas que las categorías tienen por función expresar-
no podrían, pues, ser esencialmente diferentes según los reinos de la realidad.
La teoría del conocimiento parece pues llamada a reunir las ventajas contrapuestas de las dos
teorías rivales, sin sus inconvenientes. Conserva todos los principios esenciales del apriorismo;
pero, al mismo tiempo, se inspira en ese espíritu de positividad que el empirismo se esfuerza por
satisfacer. Para saber de qué están hechas estas concepciones, que no hemos hecho nosotros, no
Es suficiente con interrogar a nuestra propia conciencia; hay que fundar toda una ciencia, ciencia
compleja que sólo puede avanzar lentamente, por un trabajo colectivo.
Durkheim: Las reglas del método sociológico
El método no tiene nada de revolucionario, es en cierto sentido conservador, considera los hechos
sociales como cosas cuya naturaleza no podemos modificar a voluntad.
Denominación racionalista (ni materialista ni espiritualista): el objetivo principal es extender a la
conducta humana el racionalismo científico.
Proposición básica del método según la cual los hechos sociales deben tratarse como si fueran
cosas. No quiere decir que los hechos sociales son cosas materiales, sino que son cosas como las
cosas materiales, aunque de otra manera. Es mantener frente a ellos una actitud mental
determinada; abordar su estudio partiendo del principio de que ignoramos por completo lo que son,
y que no podemos descubrir sus propiedades características ni siquiera desde la introspección más
atenta. Es preciso que, al penetrar en el mundo social, el sociólogo tenga conciencia de que
penetra a lo desconocido.
Otra proposición presenta los fenómenos sociales como exteriores a los individuos.
Siempre que se combinan elementos diferentes y de ellos resultan, por el hecho mismo de su
combinación, otros elementos nuevos, es preciso comprender que estos últimos pertenecen, no al
ámbito de los elementos, sino al del todo formado por su unión. Aplicando este principio a la
sociología, se admite que, la síntesis sui generis que constituye toda sociedad produce fenómenos
nuevos, distintos a los que acontecen en las conciencias solitarias, tales hechos específicos
residen en la sociedad misma que los produce y no en sus miembros. Es en este sentido que son
exteriores a las cc individuales.
22
Así queda justificada la separación establecida entre la psicología y la sociología. Los hechos
sociales se diferencian de los hechos psíquicos porque tienen otro sustrato, no evolucionan en el
mismo medio ni dependen de las mismas condiciones. Los estados de la cc colectiva son de una
naturaleza diferente a la de los estados de cc individuales. Y la mentalidad de los grupos no es la
de los individuos, tiene sus propias leyes. Para comprender cómo la sociedad se representa a sí
misma y al mundo que la rodea, es necesario considerar la naturaleza de la sociedad y no la de los
individuos particulares. Los símbolos bajo los cuales piensa cambian según ella es. En ningún caso
puede la sociología tomar prestada de la psicología alguna de sus proposiciones para aplicarla a
alguno de los hechos sociales. El pensamiento colectivo en su totalidad, debe ser estudiado en sí
mismo y por sí mismo.
Hechos sociales: consisten en maneras de hacer o de pensar, y se los reconoce por la
particularidad de que son susceptibles de ejercer influencia coercitiva sobre las conciencias
individuales. Lo extraordinario de la coacción social se debe al prestigio del que están investidas
ciertas representaciones. Las creencias y las prácticas sociales actúan sobre nosotros desde
afuera. Todo lo que es real tiene una naturaleza definida que se impone y en el fono esto es lo que
tiene de singular el concepto de la coerción social, pues implica que las maneras colectivas de
actuar o de pensar tienen una existencia propia. El individuo las encuentra ya formadas y no puede
modificarlas a su voluntad. No hay duda de que el individuo participa en su formación.
Pero, para que haya un hecho social, es preciso que varios individuos hayan combinado su acción
y que de esa combinación resulte un producto nuevo. Y como esa síntesis tiene lugar fuera de
cada uno de nosotros, tiene necesariamente como efecto el fijar, instituir fuera de nosotros ciertas
maneras de obrar y ciertos juicios que no dependen de cada voluntad particular.
La palabra institución refiere a todas las creencias y todos los modos de conducta instituidos por la
comunidad; puede entonces definirse la sociología como la ciencia de las instituciones, su génesis
y su funcionamiento.
La sociología sólo pudo nacer cuando se presintió que los fenómenos sociales, pese a no ser
materiales, no dejan de ser cosas reales que ameritan estudio. Hubo que entender que existen de
manera definida, que tienen una manera de ser constante, una naturaleza que no depende de lo
arbitrario individual y que de ella derivan relaciones que son necesarias.
Principio fundamental: la realidad objetiva de los hechos sociales.
Desde un principio Marx plantea en su texto, que para la existencia de una acumulación capitalista,
fue necesaria una acumulación originaria previa, dado que es necesaria para la producción
capitalista, una masa de capital abundante en propiedad de los capitalistas.
Así es como hace la analogía entre la acumulación originaria y el pecado original. Mientras que Eva
muerde la manzana y lleva el mal al resto de los humanos, la acumulación originaria es el causante
del sistema capitalista, es el que da comienzo. Da por descontado la existencia en este proceso de
la esclavitud, apropiación, violencia.
Opone a la acumulación originaria del cuento en el que se incluye a dos grupos de personas,
aquellas trabajadoras y ahorristas y el otro grupo, en el que holgazanes derrocharon su tiempo y su
riqueza de tal forma que solo les quedó su fuerza de trabajo por vender.
El capital, no es la mercancía, ni el dinero, el capital se produce cuando los dueños de la
mercancía y el dinero, propuestos a explotar ese valor, se encuentran con obreros libres que solo
tienen para vender su fuerza de trabajo. Obreros doblemente libres. Por un lado no son medios de
producción, como eran los esclavos, pero tampoco cuentan con medios de producción. Son libres y
desheredados.
Esta disociación de los medios de producción para con los productores directos es la llamada
acumulación originaria, que se irá ampliando a medida que el sistema capitalista esté en marcha.
Es fundamental en este sistema, es fundadora.
Para que este proceso suceda, se le quitó a la servidumbre todas las garantías que el señor feudal
le otorgaba, así como al señor feudal se le quitó toda su riqueza. La servidumbre sin medios de
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producción y sin garantías se vio obligada a vender su fuerza de trabajo. La esclavitud pasó de ser
esclavitud a explotación capitalista.
En la etapa previa, en realidad, la servidumbre había casi desaparecido. Lo que quedaban eran
campesinos libres que trabajaban la tierra. Trabajaban la tierra para los terratenientes y eran
verdaderos asalariados. La característica principal era la división del suelo en la mayor cantidad de
tributarios posibles. El señor feudal era más poderoso cuanta más gente trabajaba en su tierra.
Para fines del siglo XV se produce una gran alza del precio de la lana, y el campo se vuelve tierra
para ovejas. Esto es el desencadenante de un proceso de apropiación de las distintas tierras,
feudales, comunales, públicas y de la iglesias. Además la suba de las rentas y la caída del precio
de la labranza hacía imposible a los campesinos sostenerse.
Pueblos campesinos empezar a desaparecer, a ser sostenidos por mucha menos gente, mientras
que muchas de esas personas iban a trabajar como proletariados a las ciudad, convirtiéndose en
capital. Todo esto a pesar de las leyes que defendían a los campesinos.
La Reforma en el Siglo XVI le da impulso a este proceso, ya que muchas de sus tierras fueron
expropiadas tomando el mismo camino. En el siglo XVIII se borra el derecho de propiedad comunal
de los jornaleros del campo, estos usurpados sin ninguna ley que lo avale, sin más que violencia,
reivindicando la propiedad privada.
Por último la revolución gloriosa entregó los dominios públicos a terratenientes y capitalistas.
Este proceso está avalado por los burguesas para poder convertir las tierras en sectores
productivos agrícolas, así como también desheredar la mayor cantidad de gente posible y ponerla a
trabajar como proletariado en las ciudades. Da nacimiento también a la bancocracia.
Para fines de este proceso en el siglo XVIII, la ley es también parte de este avance del capitalismo.
Proceso que pone la tierra en manos de unos pocos.
Se produce entonces un crecimiento de las ciudades, del mercado, una mayor coacción para con
los trabajadores, quienes además no ganan lo necesario para satisfacer sus necesidades.
Con respecto a los nuevos hombres libres, estos no podían adaptarse con la misma velocidad que
eran lanzados al mercado, por lo que se originó una gran cantidad de mendigos y vagabundos, que
fueron perseguidos mediante legislaciones en su contra, que los consideraban delincuentes a
voluntad.
Condenas como la esclavitud, azotes o el asesinato eran algunas. Eran obligados a tener licencia
de vagabundo o bien a trabajar. Es decir que luego de su expropiación, los ex campesinos eran o
bien llevados a la explotación, o bien maltratados por ser vagabundos, pero sin intención alguna.
Así y todo a fuerza de educación y costumbre esto se volvería una ley natural. Los obreros son
manipulados en función de la ley de la oferta y la demanda del trabajo.
Por otra parte las pagas eran realmente bajas, tal es así que ponían en peligro la continuidad de la
industria. Los salarios podían ser manipulados según lo que fuese conveniente. Mientras tanto, las
coaliciones de obreros estaban prohibidas.
La figura del arrendatario en Inglaterra, da origen al capitalista. Básicamente se trata de una
persona que explota obreros asalariados en el campo, y que paga una renta al terrateniente.
Con la reforma agraria y las distintas expropiaciones, aumenta su ganancia casi sin gastos.
Por última los contratos a largo plazo, hizo que mientras la depreciación de la moneda reducía los
salarios, los arrendatarios no tuviesen que pagar un precio mayor por la tierra, por lo que la
ganancia era mayor.
A pesar de la menor cantidad de mano de obra en el campo, la producción seguía siendo igual o
mayor, ya que se produjeron mejoras en las técnicas de cultivo, mayor cooperación, concentración
en los medios de producción, etc. Así como los jornaleros empiezan a producir más para los
arrendatarios que para ellos mismos. Este último, se ve obligado a comprar mercancías, ya que su
nueva condición de vida no le basta para autoabastecerse. Su consumo pasa a formar parte del
capital. Mientras antes podían autoabastecerse produciendo cosas, ahora todo se lo han arrancado
y se lo venden.
Antes su producción favorecía a las familias del campo, ahora al empresario.
Así entendemos que la expropiación, además de generar mano de obra y material de trabajo para
el capital, sino que genera el mercado interior. Crece la diferenciación entre la industria y la
agricultura. La destrucción de la producción de las familias le da firmeza a este mercado interior.
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También algunos campesinos empiezan a trabajar manufacturas y dejan la agricultura en un
segundo plano.
El capitalista industrial tiene un desarrollo más rápido que el del arrendatario. Artesanos lograron
convertirse en pequeños capitalistas que con la explotación del proletariado se volvió incontenible.
En lo que se cuenta como apropiación cuenta la esclavización, el saqueo del oro y plata de
América, el saqueo a las Indias Orientales, las colonias etc. Tras ello las guerras comerciales.
Tiene como protagonistas a España, Portugal, Francia, Inglaterra y Holanda.
El crédito es un símbolo del sistema capitalista, y es una gran palanca de la acumulación originaria.
Es dinero que se utiliza para generar capital, sin los riesgos que significa la inversión. También lo
es la bolsa y el crédito internacional, que ubica grandes deudas en los países competidores en el
mercado.
La deuda pública, permite a los gobiernos hacer gastos extraordinarios, pero que a la larga son un
recargo en los tributos, ya que el gobierno no tiene respaldo para pagar dichas deudas. El sistema
de tributo sobre bienes primarios vuele al obrero sumiso y aplicado.
Finalmente, una vez realizada la acumulación originaria, nace la aplicación tecnológica de la
ciencia, los métodos de la explotación de la tierra, el comercio internacional y mercado mundial. Así
también la miseria, a opresión.
El trabajo enajenado.
Con la misma Economía Política, hemos demostrado que el trabajador queda rebajado a mercancía, a la más
miserable de todas las mercancías; que la miseria del obrero esta en razón inversa de la potencia y magnitud
de su producción; que el resultado necesario de la competencia es la acumulación del capital en pocas
manos, es decir, la más terrible reconstitución de los monopolios que por último, desaparece la diferencia
entre capitalistas y dividida en dos clases de propietarios y obreros desposeídos.
La economía política parte del hecho de la propiedad privada, pero no lo explica. Capta el proceso material
de la propiedad privada, que esta recorre en la realidad, con fórmulas abstractas y generales a las que luego
presta valor de ley. No comprende estas leyes, es decir no prueba como proceden de la esencia de la
propiedad privada.
El obrero es más pobre cuanta más riqueza produce, cuanto más crece su producción en potencia y en
volumen. El trabajador se convierte en una mercancía tanto más barata cuantas más mercancías produce. La
desvaloración del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas. El
trabajo no solo produce mercancías; se produce también a sí mismo y al obrero como mercancía, y
justamente en la proporción en que produce mercancías en general.
Todas estas consecuencias están determinadas por el hecho de que el trabajador se relaciona con el
producto de su trabajo como un objeto extraño. Partiendo de este supuesto es evidente que cuanto más se
vuelca el trabajador en su trabajo, tanto más poderoso es el mundo extraño, objetivo que crea frente a si y
tanto más pobres son el mismo y su mundo interior, tanto menos dueño de sí mismo es.
Consideraremos ahora más de cerca la objetivación, la producción del trabajador, y en ella el extrañamiento,
la pérdida del objeto, de su producto.
El trabajador no puede crear nada sin naturaleza, sin el mundo exterior sensible. Esta es la materia en que su
trabajo se realiza, en la que obra, en la que y con la que produce.
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La Economía Política oculta la enajenación esencial del trabajo porque no considera la relación inmediata
entre el trabajador (el trabajo) y la producción. Ciertamente el trabajo produce maravillas para los ricos,
pero produce privaciones para el trabajador. Produce palacios, pero para el trabajador chozas. Produce
belleza, pero deformidades para el trabajador.
La relación inmediata del trabajo y su producto es la relación del trabajador y el objeto de su producción . La
relación del acaudalado con el objeto de la producción y con la producción misma es solo una consecuencia
de esta primera relación y la confirma. Consideraremos más tarde este otro aspecto.
Hemos considerado el acto de la enajenación de la actividad humana práctica, del trabajo, en dos aspectos:
1) la relación del trabajador con el producto de trabajo como objeto ajeno y que lo domina. Esta relación es,
al mismo tiempo, la relación con el mundo exterior sensible, con los objetos naturales, como con un mundo
extraño para él y que se le enfrenta con hostilidad. 2) la relación del trabajo con el acto de la producción
dentro del trabajo. Esta relación es la relación del trabajador con su propia actividad, como con una actividad
extraña, que no le pertenece, la acción como pasión, la fuerza como impotencia, la generación como
castración, la propia energía física y espiritual del trabajador, su vida personal como una actividad que no le
pertenece, independiente de él, dirigida contra él.
Mediante la enajenación, la conciencia del hombre que el hombre tiene de su género se transforma, pues,
de tal manera que la vida genérica se convierte para el en simple medio. El trabajo enajenado, por tanto:
-Ha de ser genérico del hombre, tanto de la naturaleza como de sus facultades espirituales genéricas, un ser
ajeno para él, un medio de existencia individual. Hace extraños al hombre de su propio cuerpo, la naturaleza
fuera de él, su esencia espiritual, su esencia humana.
-Una consecuencia inmediata del hecho de estar enajenado el hombre del producto de su trabajo, de su
actividad vital, de su ser genérico, es la enajenación del hombre respecto del hombre. Si el hombre se
enfrenta consigo mismo, se enfrenta también al otro.
En “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” Weber estudia los orígenes del capitalismo
vinculados con la religión protestante.
La reforma protestante ocurre en el siglo XVI y tiene como personajes destacados a Lucero y
Calvino. Es en el Calvino y las sectas calvinistas donde Weber se concentra.
Rechaza las visiones de la historia que la reducen a historia económica o historia de las ideas, no
es ni idealista ni materialista. Por eso se opone a la visión marxista unicausal que reduce al origen
del capitalismo en una determinada organización material: relaciones de producción donde entran
en juego la propiedad de los medios de producción.
Para Weber un fenómeno histórico tiene múltiples causas. La causalidad entonces es:
. Múltiple: por ello el científico para comenzar su análisis debe recortar el objeto de estudio, es
decir, elegir algunas causas. Aquí hay un papel subjetivo del científico, donde hace un juicio de
valor eligiendo qué causas considera más importantes. Luego deberá exponer su estudio
26
contrastando su hipótesis en los hechos, es decir, mediante una prueba empírica. Esto hace a la
objetividad de la ciencia.
Sin embargo el objeto de estudio no se agota, tiene múltiples causas que son estudiadas por
distintos científicos.
. Probable: la ciencia social estudia regularidades. No se puede establecer una causalidad exacta,
sino una hipótesis causal.
Si bien puede haber causas económicas, políticas o tecnológicas, Weber elige la ética protestante
como un factor causal que contribuye al desarrollo del capitalismo en Occidente en el siglo XVI. Los
fenómenos religiosos pueden ser motor de un sistema económico, y no solo fenómenos
superestructurales derivados de la estructura económica material del capitalismo. Así refuta la
validez del materialismo histórico como teoría.
Este ascetismo intramundano es el que Weber relaciona con el origen del capitalismo en
Occidente. Individuos que buscaran la ganancia se pueden encontrar en distintos momentos de la
historia. Pero individuos persiguieran la ganancia como un fin en si mismo, es decir, para
aumentarla a través del cálculo, el ahorro y la reinversión son característicos del capitalismo.
Hay una gran influencia en los preceptos calvinistas sobre el comportamiento de los empresarios
capitalistas:
. Otro dogma establecía que era imposible saber si un individuo estaba predestinado o no, se
consideraba una herejía pretender el conocimiento de Dios.
27
Estos dogmas generan angustia en los seguidores del protestantismo, por eso algunas sectas
calvinistas reformulan estos dogmas: si bien son ciertos, se pueden acceder a ciertos signos que
aportan pistas de quien posiblemente esté predestinado a la salvación. Si un protestante predica
una fuerte fe, ese en un signo de posible salvación. Y además el hecho de que sea exitoso en su
oficio (seriedad, rigor) se asocia con la posible predestinación al paraíso.
Esta flexibilización en el dogma de salvación hace que este ascetismo intramundano torne
comprensibles el comportamiento metódico, ordenado y entusiasta en el trabajo de los empresarios
capitalistas.
La conducta humana muestra nexos y regularidades. Sin embargo, hay algo que es propio
solamente de la conducta humana, al menos en sentido pleno: el curso de regularidades y nexos
es interpretable por vía de comprensión. Una comprensión de la conducta humana obtenida por la
interpretación contiene ante todo una evidencia cualitativa específica, de dimensión singular.
28
Unidad 2
BORDIEU, P. (2004) El baile de los solteros. La crisis de la sociedad campesina en el Bearne.
Capítulo 4 "El campesino y su cuerpo" y Conclusiones
El autor comienza dando una descripción de lo que es el baile con la idea de establecer una
correlación entre la vocación por el celibato y la residencia en los caseríos, intentando determinar si
este se debe al hecho de residir en el pueblo o en los caseríos, y las características económicas,
sociales y psicológicas inherentes a ello (siendo que estas podrían actuar sobre el mecanismo de los
intercambios matrimoniales)
Por ende, se busca comprender por qué el
Mientras que en la sociedad de antaño el campesino está intrínsecamente
matrimonio era un asunto de familia, ahora la desfavorecido en esta competición y por qué
búsqueda de la pareja es algo que pertenece se muestra tan poco adaptado en los
a la iniciativa del interesado encuentros entre los sexos.
En el baile de Navidad, se encuentran en el centro de la pista una docena de parejas bailando con
mucha soltura los bailes de moda. Son ante todo estudiantes, alumnos de los institutos o colegios
privados de la ciudad. Entre las chicas que bailan hay varias procedentes de los caseríos más
remotos y alejados, peinadas y vestidas muy elegantes. Todas tienen aspecto de ciudadanas. De pie,
el borde de la pista, se encuentra un grupo de espectadores, de más edad, observando en silencio.
Son los solteros, aquellos que no bailan nunca.
Los modales y la indumentaria son algo que los demás, y en particular las mujeres, perciben
inmediatamente como símbolo de la condición económica y social La hexis corporal, es ante
todo, signum social
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ESTO RESULTA ESPECIALMENTE CIERTO PARA EL CAMPESINO: Lo que se llama “aspecto
campesino” es, sin duda, un residuo irreductible del que no logran desprenderse.
En las relaciones entre los sexos, entonces es la hexis corporal lo que constituye el objeto primero
de la percepción, a la vez en sí misma y a título de signum social: si es un poco torpe, y va mal
vestido, el campesino es percibido como poco sociable y hosco, patoso, gruñón, poco amable con
las mujeres, etc.
Al verse en semejante situación, al campesino no le queda más remedio que interiorizar la
imagen de sí mismo que se forma en los demás, por mucho que se trate de un estereotipo.
Acaba percibiendo su cuerpo como cuerpo marcado por la impronta social, como cuerpo
acampesinado, que lleva el cuño de las actitudes y de las actividades disociadas a la vida
campesina.
POR ENDE, SE SIENTE INCOMODO CON EL Y LO PERCIBE COMO ESTORBO: al concebirse como
cuerpo de campesino tiene una percepción negativa
La toma de conciencia de su cuerpo es para él la ocasión privilegiada de la toma de conciencia de su
condición campesina
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De esta forma, al condición económica y social influye sobre la vocación al matrimonio,
principalmente, a través de la mediación de la conciencia que los hombres adquieren en esa
situación.
EL CAMPESINO QUE TOMA CONCIENCIA DE SI MISMO TIENE MUCHAS POSIBILIDADES DE
CONCEBIRSE COMO CAMPESINO EN EL SENTIDO PEYORATIVO.
Las normas culturales que regulan la expresión de los sentimientos contribuyen a dificultar el
dialogo Por ejemplo, el afecto entre los padres y los hijos se expresa mucho más con actitudes y
gestos concretos que con palabras.
Todo lo que pertenece al ámbito de la intimidad, de la “naturaleza”, esta proscrito en las
conversaciones. Aunque le gusta participar, como protagonista o mero oyente, en las
conversaciones salaces, el campesino es de una discreción total en lo que refiere a su propia vida
sexual y, sobre todo, afectiva.
Que las mujeres sean mucho más capaces y más rápidas de adoptar los modelos culturales urbanos,
tanto corporales como indumentarios, se debe a:
1- Están mucho más motivadas que los hombres, porque la ciudad representa para ellas la
esperanza de emancipación: las mujeres aspiran con fervor a una vida ciudadana.
2- Las mujeres, por su formación cultural, están preparadas para fijarse en los detalles
externos de la persona, en todo lo que se refiere al “aspecto”. Se da por sentado que
poseen el monopolio del criterio del gusto
En consecuencia, mientras los hombres, debido a las normas dominantes en su primera educación,
padecen una especie de ceguera cultural (en el sentido que los lingüistas hablan de “sordera
cultural”) en lo tocante al “aspecto”, desde la hexis corporal hasta la cosmética, las mujeres están
mucho mejor preparadas para percibir e integrar en su comportamiento los modelos ciudadanos,
tanto en lo que respecta al vestir como a las técnicas del cuerpo.
Es normal que la joven campesina asocie la vida urbana a un tipo determinado de indumentaria,
peinados, signos, etc. Lo cual compone, en su opinión, un signo de liberación.
Ella solo ve su lado bueno, por ello se comprende que copie aquellos signos externos de su
condición, es decir, lo que sabe de ella.
31
Las chicas adopten también unos modelos de relación entre los sexos y un tipo de hombre
ideal que es el polo opuesto del campesino “acampesinado”
De esta forma, percibido como una mutilación social, el celibato determina en muchos casos una
actitud de dimisión y de renuncia, consecuencia de la falta de expectativas de futuro a largo plazo
Sin embargo, el celibato es una oportunidad privilegiada para experimentar la calamidad de la
condición campesina.
EL CELIBATO DE LOS HOMBRES ES ALGO QUE TODOS VIVEN COMO EL INDICIO DE LA CRISIS
MORTAL DE UNA SOCIEDAD INCAPAZ DE GARANTIZAR A LOS MAS INNOVADORES Y A LOS MAS
INTRÉPIDOS LA POSIBILIDAD DE PERPETUAR EL LINAJE.
“Las chicas ya no quieren venir al campo” Los juicios emitidos por la sociología espontanea son
partidistas y unilaterales. Sin duda, la constitución del objeto de investigación como tal presupone
también la selección de una faceta determinada. Pero dado que el hecho social se plantea como
pluralidad infinita de facetas, ya que sea cual sea este se presenta como un entramado de
relaciones que hay que desmadejar una por una, esa selección no puede aprehenderse como tal,
considerar provisional y superarse mediante el análisis de otras facetas.
La primera tarea de la sociología consiste, tal vez, en reconstituir la totalidad a partir de la cual
cabe descubrir la unidad de la conciencia subjetiva que el individuo tiene del sistema social y de la
estructura objetiva de este. El sociólogo trata, por una parte, de reaprehender y comprender la
conciencia espontanea del hecho social, una consciencia que, por esencia, no se replantea, y por
otra parte, de aprehender el hecho en su propia naturaleza, gracias al privilegio que le proporciona
su situación de observador que renuncia a “actuar lo social” para pensarlo.
ASI, PUES HA DE RECONCILIAR LA VERDAD DEL DATO OBJETIVO QUE SU ANALISIS KE HA
PERMITIDO DESCUBRIR Y LA CERTEZA DE QUIENES LO VIVEN
Las ciencias sociales se debaten con una serie de pares de conceptos que tienden a hacernos ver
el mundo social de manera dicotómica e invitan a los investigadores a colocarse de un lado o de
otro. Estas formas de pensar binarias resultan catastróficas para la comprensión y la explicación de
fenómenos sociales complejos.
32
Ø Idealismo/Materialismo → el idealismo consiste en reducir toda la existencia al pensamiento,
mientras que el materialismo es la doctrina según la cual no existe más sustancia que la materia.
Esta forma binaria trata de oponer una realidad mas “superficial” ( falsa) a una realidad mas “
verdadera”( dura o determinante)
- Problemática constructivista
Ø Esta herencia y esta trabajo cotidiano abren un campo de posibilidades para el futuro
La acción en tanto que es histórica, se sedimenta y se objetiva en una exterioridad que pesa sobre
lo existente y que le abre un futuro real. Los individuos y los grupos se sirven de palabras, objetos,
reglas, instituciones, legados por las generaciones anteriores y los transforman a la vez que crean
otros nuevos. Estos recursos objetivados, exteriores a los individuos, limitan su acción, al tiempo
que ofrecen puntos de apoyo a dicha acción. Estas realidades sociales están constituidas
especialmente por formas de sensibilidad de percepción de representación y de conocimiento. Los
constructivismos son nuevas formas de realismo que se distinguen de las formas clásicas de
33
positivismo en que cuestionan lo dado y dejan margen a una diversidad de realidades cuyas
relaciones deben ser objeto de reflexión.
Existen tres autores fundamentales que han tratado de crear un puente entre lo objetivo y lo
subjetivo o lo colectivo y lo individual, concediendo cierto predominio a las estructuras sociales y a
los aspectos macrosociales de la realidad.
Ø NORBERT ELIAS → Para Elías las ciencias sociales se distinguen de las naturales en dos
grandes propiedades especificas relacionadas 1) Sus “ objetos” son al mismo tiempo “sujetos” que
tienen representaciones de su vida en la sociedad 2) Los investigadores también forman parte del
objeto de estudio. Esto le conduce a definir la postura del investigador de las ciencias sociales en
una dialéctica entre el distanciamiento y el compromiso. Distanciamiento porque el investigador que
busca el rigor debe desmarcarse de las ideas preconcebidas. Compromiso porque para
comprender como funcionan los grupos humanos es indispensable acceder a la experiencia intima
que los hombres tienen de su propio grupo y de otros grupos. Por otro lado para superar la
oposición entre individuos y sociedad, Elías propone entonces que utilicemos las armas de la
historia y observa que tras los sustantivos que empleamos, consideramos automáticamente que
existen sustancias, es decir, cosas visibles y tangibles. Por lo tanto recurriendo a la historizacion,
en función de las épocas y las sociedades, la representación de la identidad de las personas, varia
en relación entre referencia al nosotros y al yo. Este proceso es social, en la medida que
caracteriza las estructuras de personalidad asociadas a los tipos de relaciones entre los hombres
que actualmente predominan en el ámbito occidental. Así el individuo no se considera una entidad
exterior a la sociedad, ni la sociedad una entidad exterior a los individuos, por lo que la sociedad no
se concibe como una simple suma de unidades individuales, ni como un conjunto independiente de
actos individuales. Para Elías el objeto de estudio de la sociología son los individuos
interdependientes. El concepto de individuos se refiere a hombres interdependientes, pero en
singular, y el concepto de sociedad a los hombres interdependientes, pero en plural. Es decir que
existe un tejido de interdependencias en cuyo interior el individuo encuentra un margen de acción
individual y que al mismo tiempo impone límites a su libertad de elección. Estas también intervienen
en la formación de estructuras internas de personalidad. Así el individuo se verá inserto toda su
vida en una serie de redes de relaciones preexistentes que frecuentemente son fruto de una larga
historia y que contribuirán a modelar sus formas de sensibilidad y pensamiento.
A través de esto, introduce la noción de hábito, esto es para Elias, una impronta social sobre la
personalidad, un producto de diferentes configuraciones en cuyo seno actúa el individuo. Las
formas de interdependencia comprenden las formas de relación que van desde las más macro a las
mas micro con vistas de superar la oposición. La idea de interdependencia tiende a dar la primacía
del todo frente a las partes en el estudio de una unidad social, mientras que la noción de
configuración se refiere a una figura global siempre cambiante.
Concede un lugar central a la historicidad, los hombres, sus modos de relación y las formas de
sensibilidad que conllevan son productos históricos, cuyas características varían en función de las
épocas. La historia de las sociedades humanas no está orientada a un fin predeterminado, para él,
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la historia de la humanidad se origina en múltiples proyectos, pero sin proyecto y se dirige a
múltiples finalidades, pero sin finalidad.
Es la unión del habitus y del campo, lo que aparece como mecanismo principal de producción del
mundo social, Bourdie especifica aquí, el doble movimiento constructivista de interiorización de lo
exterior y de exteriorización de lo interior. Por lo tanto el habitus es las estructuras sociales de
nuestra subjetividad, que inicialmente se constituyen en virtud de nuestras primeras experiencias
(habitus primario), y más tarde, de nuestra vida adulta (habitus secundario). Es la forma en que las
estructuras sociales se graban en nuestra mente y nuestro cuerpo por interiorización de lo exterior.
Entonces define a esta idea como un sistema de disposiciones, perdurables y
transponibles .disposiciones, es decir, inclinaciones a percibir, sentir, hacer y pensar de una
determinada manera, interiorizadas e incorporadas, casi siempre de forma inconsciente.
Perdurables porque aunque estas puedan modificarse durante nuestras experiencias, están
fuertemente enraizadas y se resisten al cambio. Transponibles porque las disposiciones adquiridas
a merced de ciertas experiencias tienen efecto sobre otras esferas de la experiencia. Por último
sistema porque estas disposiciones tienden a estar unificadas. Cada habitus individual combina de
manera específica una diversidad de experiencias sociales, está constituido por principios
generadores, ya que debe aportar distintas respuestas en las diversas situaciones a partir de un
conjunto limitado de pautas de pensamiento y de acción.
Por otro lado los campos constituyen el momento de exteriorización de la interioridad. Se refieren a
la forma en que son concebidas las instituciones como configuraciones de relaciones entre actores
individuales y colectivos. El campo es una esfera de la vida social que ha ido cobrando autonomía
a través de la historia. Cada campo es al mismo tiempo un campo de fuerzas, caracterizado por
una distribución desigual de los recursos, por una correlación de fuerzas entre dominados y
dominantes, y un campo de luchas en la que los agentes sociales se enfrentan para conservar o
transformar esta correlación de fuerzas. Al mismo tiempo, también denomina, campo de poder al
lugar donde entran en relación campos y capitales, es ahí donde se enfrentan los dominantes de
diferentes campos, un campo de luchas por el poder entre los que detentan distintos poderes .Cada
campo se caracteriza por relaciones de competencia entre sus agentes y por mecanismos
específicos de capitalización de sus recursos legítimos.
Para Bourdie la realidad social es también un conjunto de relaciones de significado, que tiene
dimensión simbólica, para él, las representaciones y el lenguaje participan en la construcción de la
realidad social. Este es el caso de que lo denomina “los efectos de la teoría”, es decir, los efectos
que puede tener una teoría filosófica/sociológica sobre el mundo social, estos efectos implican que
los agentes se apropian de elementos de esta teoría y que esta puede apoyarse en las
instituciones. Y aquí es donde interviene la noción de violencia simbólica. Las diversas formas de
dominación deben estar legitimadas, es decir, cobrar un sentido positivo
35
La idea de dualidad estructural puede expresarse de diferentes maneras, puede proponer que las
propiedades estructurales de los sistemas sociales son a la vez condiciones y resultados de las
actividades realizadas por los agentes que forman parte de estos sistemas. Se trata de una visión
circular, cuyas dimensiones estructurales son a la vez anteriores a la acción como sus condiciones
y posteriores como sus productores. La única realidad empíricamente captable de lo estructural es
su actualización en la acción y la interacción. Al mismo tiempo cabe la idea de dualidad estructural,
desde otro ángulo, en el sentido de que lo estructural siempre constriñe y posibilita al mismo
tiempo, y por lo tanto, remite conjuntamente a las nociones de constreñimientos y competencia.
La competencia se entiende como todo aquello que los actores conocen de manera tacita o
discursiva, sobre la circunstancias de sus actos y de los demás, y que utilizan en la producción y
reproducción de la acción. Esta competencia pone en relieve la capacidad reflexiva de los agentes,
es decir son capaces de comprender lo que hacen, al mismo tiempo en que lo hacen. Por lo tanto
giddens distingue laconciencia discursiva que remite a todo aquello que los actores pueden
expresar de manera verbal y la conciencia practica que comprende todo aquello que los actores
conocen tácitamente, sin poder expresarlo, directamente de manera discursiva.
También hace referencia a los criterios de credibilidad, utilizados por los actores para dar cuenta de
lo que hacen y criterios de validez a los que se refieren los investigadores de las Cs sociales para
apoyar los resultados de sus trabajos o juzgar la de los demás.
Por otro lado, se encuentra muy crítico respecto al evolucionismo, ya que uno de los peligros del
evolucionismo es lo que denomina “la visión unidireccional” que comprime una sola línea de la
evolución general de las sociedades humanas.
Las explicaciones funcionales pasan por alto, según él, la competencia y la actividad funcional de
los actores, por lo tanto recurre a las nociones de “sistema social” “integración sistemática” e
“integración social”. El sistema social se define como la formación de modelos regularizados de
relaciones sociales, concebidas como practicas preconcebidas. La integración social designa lo que
es propio de las situaciones de interacción, es decir, la reciprocidad entre actores en las
circunstancias de copresencia. Y la integración sistemática extiende su ámbito, expresando la
reciprocidad entre actores y colectividades en condiciones espacio temporales más amplios, más
allá de la copresencia.
PETER BERGER Y THOMAS LUCKMANN → Parten del individuo y sus interacciones, teniendo en
cuenta el conocimiento de la vida cotidiana y de activación en las situaciones cara a cara.la
realidad de la vida cotidiana tiene pautas tipificadoras en función de las cuales los otros son
aprendidos y tratados en los intercambios cara a cara Para ellos la sociedad es una producción
humana, una realidad objetiva, es decir, exteriorizada, independiente de los actores que la
producen, como objetivada constituida por mundos de objetos separados de los sujetos .Es
también una realidad subjetiva , interiorizada a través de la socialización . Esta socialización se
36
define como la instalación congruente y extensa de un individuo en el mundo objetivo de una
sociedad o de un sector de la misma
La institunalizacion se manifiesta cada vez que las clases de autores efectúan una tipificación
reciproca de las acciones habituales. Las instituciones adquieren cierta solidez y estabilidad a
través de la historia, a través de fenómenos de cristalización de las tipificaciones y los hábitos y de
su sedimentación a lo largo del tiempo.
Además las instituciones deben especializarse en un proceso de división del trabajo y los propios
actores desempeñan, en función de cada institución, roles sociales diferenciados. Estos además
requieren de legitimaciones, es decir formas simbólicas que les confieran valor.
AARON V. CICOUREL → Ha orientado sus trabajos hacia una sociología cognitiva, esta atestigua
un triple interés por el lenguaje, el significado y el conocimiento. En el centro de sus investigaciones
se hallan las nociones de
Procedimientos interpretativos para articular las ideas y relacionarlas con lo que concierne al
procesamiento de la información
Competencia interaccional que permite precisar las relaciones entre los procesos cognitivos, la
aparición de contextos y los vocabularios de descripción.
Muestra que, en sus actividades cognitivas, los actores y los investigadores se ven obligados a
apoyarse en procedimientos interpretativos comunes por lo tanto, el investigador no puede hacer
objetivas sus observaciones mas que explicitando las propiedades de los procedimientos
interpretativos. De esta forma la pretensión objetiva científica implica, un imperativo de reflexibilidad
sociológica.
Para Cicourel una microsociologia no puede pretender estudiar la interacción social como un
producto local y autosuficiente, de la misma manera que los teóricos de la macrosociologia no
puede ignorar los procesos microsociales ya que cada nivel utiliza como puntos de apoyo
elementos tomados del otro nivel. Los miembros de un grupo o de una sociedad han creado sus
propias teorías y métodos para llevar a cabo esta integración y sus actividades cotidianas
incorporan este sentido. Esto puede definirse como resumen, siendo estos modos de
procesamiento de la información que transforman micro acontecimientos, en macro estructuras.
MICHEL CALLON Y BRUNO LATOUR → estos autores retienen principalmente dos principios
El principio de simetría que significa que de dos mismos tipos de causa deben explicar las
creencias “verdaderas” y “falsas”
Para los autores la construcción social de la ciencia incluye factores, dimensiones y niveles muy
heterogéneos que no pueden ser captados por concepciones epistemológicas que dan por sentado
la ciencia, la verdad y la razón.
En este contexto, un hecho, sería un enunciado que no es negado por los pares opuestos. Por lo
tanto la construcción de un hecho moviliza varias prácticas, así como técnicas y objetos, que son
materializaciones de debates anteriores.
37
La noción de traducción se halla en el centro de su dispositivo teórico. Los actores constantemente
están traduciendo sus lenguajes, sus problemas, sus intereses en otros. Es a través de este
proceso como se construye y descontruye el mundo se estabiliza y desestabiliza. Las cadenas de
traducción son modificadas por diferentes actividades a fin de establecer alianzas , asociaciones
entre actores , y la aparición de portavoces de estas asociaciones.
La noción de red se refiere al establecimiento de relaciones entre personas y los objetos. Se trata
de reabrir cajas negras cerradas por los actores. La red es el resultado más o menos solidificado
del proceso de traducción y de cierre de cajas negras. Así las nociones de traducción y red ofrecen
una vía para salir de la oposición macro/micro.
Giddens - Las nuevas reglas del método sociológico – crítica positivista a las sociologías
interpretativas
Las cs sociales fueron moldeadas cuando los avances de las cs naturales confluyeron con los de la
tecnología post XVIII. Considero a Comte y Marx como las más destacadas influencias sobre el
desarrollo posterior de las ciencias sociales (sociología y la antropología y la economía e historia).
La influencia de Comte es fundamental; se la ve proyectada en los escritos de Durkheim. Marx tuvo
rechazo hacia Comte, el marxismo continuó oponiéndose. Tanto Comte como Marx consideraban
la extensión de la cs al estudio de la conducta humana en sociedad como resultado directo de la
marcha progresiva del entendimiento humano hacia el hombre mismo. El fin del misterio y el fin de
la mistificación es lo que anticipaban y perseguían. A medida que aparecieron elementos
positivistas en los escritos de Marx, se los puede categorizar, junto a Comte, como los que trataron
de crear una cs de la sociedad que reprodujera, en el estudio de la vida social humana, la misma
especie de iluminación y poder explicativo que mostraban las cs naturales. En este aspecto, la cs
social debe ser considerada como un fracaso.
Primordial: reconstruir el proceso por el cual las certezas de la cs natural fueron atacadas en el XX.
Hubo un intento de sostener la pretensión de que el conocimiento de las cs naturales, debería
considerarse el ejemplo de todo lo que puede ser apreciado legítimamente como conocimiento. En
lo que concierne a la filosofía de las cs naturales, la línea principal es: el rechazo de la idea de una
primera filosofía expresa una ruptura con la epistemología del XIX y con el modelo del
conocimiento científico.
Las cs sociales deberían dejar de cobijarse en las naturales. Cualquier aproximación a las cs
sociales que procure expresar su epistemología y ambiciones en similitud directa con las de las cs
de la naturaleza está condenada al fracaso en sus propios términos, y sólo puede concluir en un
entendimiento limitado de la condición del hombre en sociedad. Concebidas como un proyecto por
Comte y Marx, las cs sociales habrían de ser develadoras y barrer los prejuicios de épocas
pasadas para reemplazarlos por una autocomprensión racional. Lo que aparece como una
resistencia del público lego frente a los hallazgos de las cs sociales es despertada por teorías o
descubrimientos científicos que conmueven o perturban el sentido común. Ej: aceptar que el mundo
es esférico y no plano.
La diferencia entre la sociedad y la naturaleza es que esta no es obra del hombre, no es producida
por el hombre. Los humanos transforman la naturaleza, y esa transformación es a la vez la
condición de la existencia social y fuerza motriz del desarrollo cultural. La naturaleza no es una
producción humana; la sociedad si. Es creada y recreada por los participantes, en cada encuentro
social. Acontece por la acción de seres humanos. Solo llega a ser posible porque cada miembro
(competente) de la sociedad es un teórico social práctico. La captación de los recursos utilizados
38
por los miembros de la sociedad para generar interacción social es una condición para que el
científico comprenda su comportamiento en la misma forma que esos miembros.
El acento puesto en universos de significado permite que el principio de la relatividad del
significado y la experiencia se convierta en un relativismo atrapado dentro de un círculo lógico e
incapaz de abordar los problemas de la variación del significado.
Trataré de demostrar cómo es posible sostener un principio de relatividad al tiempo que se rechaza
el relativismo. Se logra escapando a la tendencia a tratar los universos del significado como
autosuficientes, o carentes de mediación.
La conciencia de sí fue considerada siempre, en las escuelas de teoría social, inclinadas al
positivismo. La comprensión de uno mismo está conectada integralmente con la comprensión
de los otros. La intencionalidad, en el sentido fenomenológico, debe ser considerada como algo
que depende necesariamente de las categorías comunicativas del lenguaje, que a su turno
presuponen formas definidas de vida. La comprensión de lo que uno hace solo se torna posible
comprendiendo, o sea, pudiendo percibir, lo que hacen otros, y viceversa. Es una cuestión de
semántica antes que de empatía; y reflexividad, como propiedad distintiva de la especie humana,
depende, integralmente, del carácter social del lenguaje.
Indicaré por qué los argumentos desarrollados en el presente estudio difieren de los que
caracterizan a esas tradiciones de la teoría social.
39
Se abre camino la sociología psicológica que busca estudiar lo social individualizado, es decir, lo
social refractado en un cuerpo individual que tiene como particularidad traspasar instituciones,
grupos, escenas, campos de fuerza y de luchas diferentes, es estudiar la realidad social bajo su
forma incorporada, interiorizada.
Transferencia y latencia.
Los trabajos de Bourdieu dan por obvia la idea de transferibilidad o de transposición y el carácter
“generalizable” de los esquemas o disposiciones socialmente constituidos. Para verificar que
efectivamente hubo transferencia se deberá estudiar precisamente un modo de socialización y ver
los efectos de socialización que se consideran generalmente, en el medio de los sociólogos de la
educación, duraderos y transferibles.
Tomada de la psicología piagetiana, la noción de transferibilidad suscita hoy en día la desconfianza
creciente de una parte de los psicólogos contemporáneos. Pero es sobre todo el proceso de
generalización abusiva el que constituye el problema esencial subyacente el uso de tal noción. En
40
efecto, lo que da problemas es la idea según la cual los esquemas o las disposiciones serían todos
y en toda ocasión transferibles y generalizables.
El efecto de transferencia se explica por la analogía de las situaciones pasadas y presentes:
mientras que construyeron una parte de sus disposiciones en ciertas situaciones, los individuos las
ponen en práctica en situaciones análogas.
Lo singular y plural.
La aprehensión de lo singular como tal, es decir, el individuo como producto complejo de diversos
procesos de socialización, obliga a ver la pluralidad interna del individuo: lo singular es
necesariamente plural.
Las ciencias sociales, han mantenido por largo tiempo una visión homogeneizadora del individuo
en sociedad. Se han centrado en buscar su visión del mundo, su relación con el mundo o “la
fórmula generadora de sus prácticas (hábitus)”. Y, en verdad, nada de eso constituye una
disposición social general que dé razón de los comportamientos domésticos, amistosos, amorosos,
alimentarios e indumentarios de un mismo individuo.
Ahora bien, no se trata de resolver de una vez por todas, a priori, la cuestión (del grado) de la
unicidad o de la pluralidad del actor individual, sino de preguntarse cuáles son las condiciones
socio-históricas que hacen posible la producción de un actor plural o de un actor caracterizado por
una profunda unicidad.
La coherencia de los hábitos que puede haber interiorizado cada individuo, dependerá de la
coherencia de los principios de socialización a los que fue sometido. Cuanto más un individuo ha
sido colocado, simultánea o sucesivamente, en el seno de una pluralidad de contextos sociales no
homogéneos, y algunas veces incluso contradictorios, y cuanto más esta experiencia ha sido vivida
de manera precoz, más se está en presencia de un individuo con un patrimonio no homogéneo ni
unificado de disposiciones, de hábitos o de capacidades, que varía según el contexto social en el
que debe evolucionar.
La generalidad de lo singular.
La sociología psicológica no se opone en absoluto a los enfoques estadísticos. Para comprender lo
social en su estado plegado, individualizado, se debe tener un conocimiento de lo social en su
estado desplegado. Esto es, para dar razón de la singularidad de un caso se deben comprender los
procesos generales de los que este caso no es más que el producto complejo.
41
La sociología psicológica aspira a articular de manera cada vez mas fina la economía psíquica con
los marcos de la vida social. Tal estudio supone dotarse de herramientas conceptuales y
metodológicas adecuadas.
La sociología a escala del individuo o sociología psicológica se inscribe en la antigua tradición
sociológica que, Durkheim a Nobert Elias y pasando por Halbwachs, aspira a vincular de manera
cada vez más fina la economía psíquica con los marcos de la vida social. Tal estudio supone dotar
de herramientas conceptuales y metodológicas adecuadas.
Para legitimarse podrá preguntarse cuál/es razón/es empuja/n al sociólogo a estudiar lo social a
escala individual. Fuera de la dinámica propia del campo sociológico, que explica que tal interés
progresa hacia la autonomía científica de la disciplina. Es evidente que esta sociología responde a
una necesidad histórica de pensar lo social en una sociedad fuertemente individualizante. En
términos en el que el hombre puede ser concebido cada vez más como un ser aislado, autónomo,
dotado de razón , “sin apego ni raíces”, opuesto a la “sociedad” contra la cual él defenderá su
“autenticidad” radical, la sociología tiene el doble deber de develar la producción social del individuo
y de mostrar que lo social no se reduce a lo colectivo o a lo general, sino que yace en los pliegues
mas singulares de cada individuo.
Es difícil predecir en lo que en un contexto específico va a “pasar” sobre cada individuo, y lo que de
múltiples hábitos incorporados por él, va a ser desencadenado por tal contexto. El individuo está
multi-socializado y multi-determinado para que pueda ser consciente de sus determinismos.
es evidente que esta sociología responde a una necesidad histórica de pensar lo social en una
sociedad fuertemente individualizante.
42
El interés teórico de la sociología por la naturaleza del orden social se combina con el interés
práctico por parte de los considerados nocivos para el individuo y la sociedad. Quiere saber por qué
la gente actúa de manera reprobable.
En los últimos años, el acercamiento a estos fenómenos ha puesto el eje de la cuestión en la
interacción entre los presuntos malhechores y quienes hacen esas presunciones. Asi surgio la
“teoría del etiquetado”. De esta teoría, son tres los temas que merecen especial atención:
43
3-El dilema moral de la teoría de la desviación
Definir algo como desviado o como problema social vuelve innecesaria la demostración empírica y
nos protege del descubrimiento de que nuestros preconceptos son erróneos.
Los científicos muchas veces quieren que parezca que la combinación de sus teorías sociológicas,
evidencias y juicios éticos no son más que una simple cuestión de definiciones, especialmente los
comprometidos fuertemente con ciertos valores políticos y morales. Querer disfrazar de ciencia sus
valores probablemente sea porque saben la ventaja retórica contemporánea que implica no tener
que admitir que lo que uno está haciendo es “solo un juicio moral” y pretendan entonces que se
trata de un hallazgo científico. Intentaran alzarse con esa ventaja para presentar sus posiciones
morales como axiomas que puedan pasar a formar parte de los presupuestos de su teoría,
investigaciones y dogmas políticos sin ser cuestionados.
Nuestros principios éticos y nuestros juicios, si bien tienen un papel en nuestro trabajo científico,
deberían cumplir un rol diferente en cada una de las diversas actividades que constituyen la labor
del sociólogo. Cuando elegimos los temas de estudio tenemos en cuenta las consecuencias que
pueden tener nuestros descubrimientos para los problemas éticos que nos preocupan.
Queremos descubrir si nuestros juicios iniciales eran correctos, qué posibilidades de acción se
abren para nosotros y los otros actores en esa situación y cuánto bien puede hacer el conocimiento
que esperamos reunir. Cuando decidimos el curso de acción que seguiremos en base a los
hallazgos, y cuando decidimos a quien debemos brindar nuestro conocimiento, los compromisos
éticos dominan claramente nuestras elecciones.
Finalmente, a veces empezamos por lo que queremos hacer y las personas a las que queremos
ayudar para, en función de eso, elegir nuestros temas y métodos de estudio.
La teoría de la interacción presta atención al modo en que los actores sociales se definen unos a
otros y definen su entorno. Prestan especial atención a las diferencias de poder a la hora de definir,
al modo en que un grupo logra ese poder y hace uso de él para definir el modo en que otros grupos
serán vistos, comprendidos y tratados. Las elites, las clases gobernantes, los jefes, los adultos, los
varones (los grupos de mayor poder en gral) conservan el poder tanto a través del control del modo
en que la gente define el mundo, sus elementos y posibilidades, como a traes de formas mas
primitivas de control social. Pueden utilizar medios mas primitivos para establecer su hegemonía,
pero el control basado en la manipulación de las definiciones y las etiquetas funciona mejor y
cuesta menos: la gente con poder lo prefiere. El ataque a la jerarquía debe comenzar con un
ataque a las definiciones, etiquetas y nociones convencionales de quién es quién y qué es qué.
La historia nos ha empujado cada vez más en dirección a los modos de control disfrazados que se
basan en la regulación de las definiciones y etiquetas que se le aplican a las personas. Ejercemos
el control acusando a la gente de actos desviados de todo tipo. Cuando estudiamos el modo en que
los cruzados morales hacen las reglas y como las aplican a cada caso en particular los encargados
de hacerlas cumplir, estamos estudiando el modo en que los poderosos conservan su lugar:
estudiamos algunas formas de opresión, y los medios por los cuales la opresión alcanza su estatus
de algo “normal”, “cotidiano” y legítimo.
La teoría de la desviación es el puntapié para considerar la importancia moral de la sociología
contemporánea.
44
figurativa. Nació en Silesia en 1897. Cursó sus estudios en filosofía, sociología y medicina. Trabajó
como docente en las universidades alemanas de Heidelberg y Fráncfort. Con la llegada de los
nazis al poder tuvo que huir, por su origen judío, a Francia. Elias murió en Ámsterdam en 1990.
Este sociólogo tuvo una juventud dura. En 1940 falleció su padre y su madre fue asesinada en
Auschwitz. El dolor lo dejó existencialmente varado, lo que desembocará en una reflexión intensa
sobre el tema de la muerte. El proceso de civilización fue el libro que le abrió las puertas a la fama.
Norbert Elias estableció una relación entre el poder y el conocimiento y su aplicación a un aspecto
histórico. Su obra ha ejercido cierta influencia en autores como Michel Focault.
En La soledad de los moribundos Norbet Elias realiza un análisis de las formas de entender este
proceso natural en la cultura occidental durante el S.XX.
LA SOLEDAD DE LOS MORIBUNDOS
Este ensayo parte de la premisa de que solo para el ser humano es difícil morir. Esto no ha sido
siempre así. Los comportamientos han ido cambiando a medida que lo hacía la sociedad. Se han
ido construyendo, de esta forma, en cada etapa de la historia unas actitudes y rituales
determinados.
En la Antigua Roma, por ejemplo, la población se divertía viendo luchar y morir a gladiadores en el
coliseo, es decir, gente moría ante los ojos de muchos espectadores. Lo mismo pasaba en la Edad
Media, donde enfermedades como la peste provocaban diariamente muertes. Por las calles los
cadáveres en descomposición eran habituales. Para los literatos románticos la muerte no era algo
por lo que sentir temor, era un deseo, el camino para alcanzar el infinito tan deseado.
La llegada de la industrialización provocó un cambió en la sociedad, la cual pasó a convertirse en
“sociedades orgánicas”, con más y cada vez más individualizadas leyes. Esto dio lugar a la
aparición de un nuevo “yo” que tiene la necesidad de llenarse con nuevos estilos de vida: el
consumo.
El anciano en la actualidad padece un aislamiento que en las sociedades preindustriales no se
daba. Si bien antes moría rodeado en familia, ahora lo hace rodeado de médicos y enfermeras o en
una residencia de ancianos, asegura el autor.
Los avances técnicos y tecnológicos han aumentado la esperanza de vida, haciendo que la muerte
resulte más lejana que antes. Esto ha convertido al nuevo “yo” en un individuo que busca la eterna
juventud, creando así un tabú sobre la muerte.
Norbert Elias expone cuatro posibilidades para afrontar este suceso inevitable: la forma más
antigua pensando que existe una vida posterior, reprimir la idea de la muerte, pensar que otros
mueren pero uno mismo nunca lo hace y, la última, mirar de frente a la muerte.
Los padres son más reacios a explicarles a sus hijos el hecho de morir y los niños, en la mayoría
de los casos, nunca han visto un cadáver. Las actitudes hacía la muerte y los moribundos no son
accidentales. Son peculiares de sociedades en un determinado estadio de desarrollo y con una
estructura específica.
La muerte es un espejo de la vida. Se vive de forma solitaria y, luego, se muere en soledad.
La literatura de un pueblo siempre el reflejo de su vida más profunda. Gramsci parte de ese criterio
para descubri las señales de un deplorable retardo nacional. La batalla cultural, no está separada
de la batalla social y política. Ambas constituyen un complejo único, pues difícilmente seria
concebible una cultura avanzada dentro de una sociedad atrasada.
Equivale a definir su historicidad, ayuda a indagar los elementos ético-emotivos de su universalidad
intemporal. Propone elementos computables para una estética y crítica marxista
La teoría que la sustenta no podrían juzgarse prescindiendo de su exteriorización o de los
condicionamientos histórico-sociales en cuya virtud existe, puesto que ninguna actividad humana
puede ser pensada fuera de la sociedad. El individuo, no es un simple reflejo pasivo del contorno
social.
Todo individuo y toda actividad suya, no puede ser pensada fuera de la sociedad, de una sociedad
determinada”.
45
Tales circunstancias sólo pueden descubrirse en el momento de la proporciona el conjunto de los
datos históricos y la medida precisa de los condicionamientos que vinculan el fenómeno literario
con el proceso cultural y la sociedad toda.
La batalla cultural, no podría alcanzar sus objetivos sin meterse en la intimidad de las cosas, y el
mérito del marxismo consiste en juzgar las ideologías, los sistemas y los productos culturales
desde adentro, en su complejidad desconcertante. La crítica marxista correría el riesgo de
transformarse en una pura sociología determinista y, el caso de la crítica artísticoliteraria, de
equivocar sus fines o desnaturalizarlos en una unilateralidad externa. Adquieren capital importancia
para el pensamiento marxista contemporáneo, contribuyen a delinear los elementos de una crítica
literaria planteando su problemática y soluciones metodológicas.
Estas notas asumen un sabor argentino. Tenemos enunciada aquí, la importancia decisiva de la
batalla cultural en un país que necesita consolidarse nacionalmente, que está obligado a constituir
su unidad nacional por el instrumento de la cultura. Un “nuevo arte” solo supone un criterio de
modernidad, complacido en la formación de algunos artistas individuales; una “nueva cultura”, en
cambio, exige una política cultural, una transformación de los elementos de ideología colectiva de
la sociedad. Lo que Gramsci nos enseña, a no encarar la batalla por la nueva cultura como un
problema ético de meras reconvenciones al pasado, sino como un problema político, unido a la
batalla general por la transformación de la sociedad.
La cultura no constituye un añadido a la política; sino que ella misma es política
Corroboraciones sobre el retardo argentino: entrega un método de validez general, enriquecido por
una contribución creadora en el campo de la metodología política de la cultura. A partir de aquí
podemos transitar los caminos que llevan a la reconstrucción de una literatura nacional de acentos
populares. Esa literatura debe arrancar de lo que el país es, de sus tradiciones populares, de sus
sentimientos, atrasos.
La cuestión de la lengua
Las relaciones entre los intelectuales y el pueblo-nación deben ser estudiadas teniendo en cuenta: -
la lengua escrita y usada por los intelectuales en sus relaciones, y -el aspecto de la función
cumplida por los intelectuales italianos en la Cosmópolis medieval por el hecho de que el Papado
tenía su sede en Italia.
Del latín vulgar surgen los dialectos neolatinos en Italia, en toda el área europea romanizada: latín
literario se cristaliza en el latín de los doctos, de los intelectuales, en el “latín medio” que no puede
ser de comparado con una lengua hablada, nacional, históricamente viviente, aunque tampoco
debe confundirse con una jerga o una lengua artificial como el esperanto.
Hay una separación entre el pueblo y los intelectuales, entre el pueblo y la cultura. Los libros
religiosos están escritos en latín medio, las discusiones religiosas se le escapan al pueblo, la
religión es el elemento cultural: el pueblo ve los ritos, pero no puede seguir las discusiones y los
desarrollos ideológicos que son el monopolio de una casta.
Lengua vulgar se remonta en Francia a los orígenes de la lengua. Latín era la lengua de la iglesia.
Las predicas para los laicos se hacían en francés. Siglo IX, ordenaron a los sacerdotes instruir al
pueblo en la lengua del pueblo. Los predicadores eran los directores públicos de la conciencia de
los individuos y de la muchedumbre, todo y todos pasaban bajo su censura.
Cuando el pueblo vuelve a tomar importancia aparecen los escritos en lengua vulgar.
Cuando comienza el florecimiento del latín vulgar, el pueblo no podía leer los libros y tenía vedada
la participación en el mundo de la cultura. Las Comunas favoreció el desarrollo del latín vulgar y la
hegemonía intelectual de Florencia le dio unidad y creó un latín vulgar ilustre.
Este es el florecimiento elaborado por los intelectuales de la vieja tradición: es florentino por su
vocabulario y por su fonética, per es latín por su sintaxis. La caída de las Comunas y el
advenimiento del principado, la creación de una casta de gobierno separada del pueblo, hace
cristalizar este latín vulgar. El italiano fue nuevamente una lengua escrita y no hablada, de los
doctos y no de la nación. Hubo en Italia dos lenguas doctas, el latín y el italiano, y este último
acabó por tener supremacía en el siglo XIX al separarse los intelectuales laicos de los
eclesiásticos.
46
Parece importante fijar el siguiente punto: la cristalización del latín vulgar ilustre no puede ser
separada de la tradición del “latín medio” y representa un fenómeno análogo. Después de un breve
paréntesis, hubo una reabsorción de la función intelectual en la casta tradicional, en la que los
elementos singulares eran de origen popular.
Se entiende la lengua como elemento de la cultura de la historia general y no manifestación
destacada de la “nacionalistas” y de la “popularidad” de los intelectuales.
“la teoría de los dos mundos separados: el del latín que se extingue en manos de los doctos y el del
neolatín que surge y se aviva, debe ser reemplazada por la teoría de la unidad latina y de la
continuidad permanente de la tradición clásica”. Significa que la nueva cultura neolatina sentía en
buena medida los influjos de la cultura procedente, pero no que haya existido una unidad “popular-
nacional” de cultura.
Me parece justo remontar el surgimiento del “latín medio al primer brote de literatura cristiana latina,
pero el modo de exponer la génesis me parece vago y arbitrario.
La literatura de un pueblo siempre el reflejo de su vida más profunda. Gramsci parte de ese criterio
para descubrí las señales de un deplorable retardo nacional. La batalla cultural, no está separada
de la batalla social y política. Ambas constituyen un complejo único, pues difícilmente seria
concebible una cultura avanzada dentro de una sociedad atrasada.
Equivale a definir su historicidad, ayuda a indagar los elementos ético-emotivos de su universalidad
intemporal. Propone elementos computables para una estética y crítica marxista La teoría que la
sustenta no podrían juzgarse prescindiendo de su exteriorización o de los condicionamientos
histórico-sociales en cuya virtud existe, puesto que ninguna actividad humana puede ser pensada
fuera de la sociedad. El individuo, no es un simple reflejo pasivo del contorno social. Todo individuo
y toda actividad suya, no puede ser pensada fuera de la sociedad, de una sociedad determinada”.
Tales circunstancias sólo pueden descubrirse en el momento de la proporciona el conjunto de los
datos históricos y la medida precisa de los condicionamientos que vinculan el fenómeno literario
con el proceso cultural y la sociedad toda. La batalla cultural, no podría alcanzar sus objetivos sin
meterse en la intimidad de las cosas, y el mérito del marxismo consiste en juzgar las ideologías, los
sistemas y los productos culturales desde adentro, en su complejidad desconcertante. La crítica
marxista correría el riesgo de transformarse en una pura sociología determinista y, el caso de la
crítica artístico-literaria, de equivocar sus fines o desnaturalizarlos en una unilateralidad externa.
Adquieren capital importancia para el pensamiento marxista contemporáneo, contribuyen a delinear
los elementos de una crítica literaria planteando su problemática y soluciones metodológicas. Estas
notas asumen un sabor argentino.
Tenemos enunciada aquí, la importancia decisiva de la batalla cultural en un país que necesita
consolidarse nacionalmente, que está obligado a constituir su unidad nacional por el instrumento de
la cultura. Un “nuevo arte” solo supone un criterio de modernidad, complacido en la formación de
algunos artistas individuales; una “nueva cultura”, en cambio, exige una política cultural, una
transformación de los elementos de ideología colectiva de la sociedad. Lo que Gramsci nos
enseña, a no encarar la batalla por la nueva cultura como un problema ético de meras
reconvenciones al pasado, sino como un problema político, unido a la batalla general por la
transformación de la sociedad. La cultura no constituye un añadido a la política; sino que ella
misma es política Corroboraciones sobre el retardo argentino: entrega un método de validez
general, enriquecido por una contribución creadora en el campo de la metodología política de la
cultura. A partir de aquí podemos transitar los caminos que llevan a la reconstrucción de una
literatura nacional de acentos populares. Esa literatura debe arrancar de lo que el país es, de sus
tradiciones populares, de sus sentimientos, atrasos.
La cuestión de la lengua
Las relaciones entre los intelectuales y el pueblo-nación deben ser estudiadas teniendo en cuenta: -
la lengua escrita y usada por los intelectuales en sus relaciones, y -el aspecto de la función
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cumplida por los intelectuales italianos en la Cosmópolis medieval por el hecho de que el Papado
tenía su sede en Italia. Del latín vulgar surgen los dialectos neolatinos en
Italia, en toda el área europea romanizada: latín literario se cristaliza en el latín de los doctos, de los
intelectuales, en el “latín medio” que no puede ser de comparado con una lengua hablada,
nacional, históricamente viviente, aunque tampoco debe confundirse con una jerga o una lengua
artificial como el esperanto. Hay una separación entre el pueblo y los intelectuales, entre el pueblo
y la cultura. Los libros religiosos están escritos en latín medio, las discusiones religiosas se le
escapan al pueblo, la religión es el elemento cultural: el pueblo ve los ritos, pero no puede seguir
las discusiones y los desarrollos ideológicos que son el monopolio de una casta. Lengua vulgar se
remonta en Francia a los orígenes de la lengua. Latín era la lengua de la iglesia. Las predicas para
los laicos se hacían en francés.
Siglo IX, ordenaron a los sacerdotes instruir al pueblo en la lengua del pueblo. Los predicadores
eran los directores públicos de la conciencia de los individuos y de la muchedumbre, todo y todos
pasaban bajo su censura. Cuando el pueblo vuelve a tomar importancia aparecen los escritos en
lengua vulgar. Cuando comienza el florecimiento del latín vulgar, el pueblo no podía leer los libros y
tenía vedada la participación en el mundo de la cultura. Las Comunas favoreció el desarrollo del
latín vulgar y la hegemonía intelectual de
Florencia le dio unidad y creó un latín vulgar ilustre. Este es el florecimiento elaborado por los
intelectuales de la vieja tradición: es florentino por su vocabulario y por su fonética, per es latín por
su sintaxis. La caída de las Comunas y el advenimiento del principado, la creación de una casta de
gobierno separada del pueblo, hace cristalizar este latín vulgar. El italiano fue nuevamente una
lengua escrita y no hablada, de los doctos y no de la nación.
Hubo en Italia dos lenguas doctas, el latín y el italiano, y este último acabó por tener supremacía en
el siglo XIX al separarse los intelectuales laicos de los eclesiásticos. Parece importante fijar el
siguiente punto: la cristalización del latín vulgar ilustre no puede ser separada de la tradición del
“latín medio” y representa un fenómeno análogo. Después de un breve paréntesis, hubo una
reabsorción de la función intelectual en la casta tradicional, en la que los elementos singulares eran
de origen popular. Se entiende la lengua como elemento de la cultura de la historia general y no
manifestación destacada de la“nacionalistas” y de la “popularidad” de los intelectuales“la teoría de
los dos mundos separados: el del latín que se extingue en manos de los doctos y el del neolatín
que surge y se aviva, debe ser reemplazada por la teoría de la unidad latina y de la continuidad
permanente de la tradición clásica”. Significa que la nueva cultura neolatina sentía en buena
medida los influjos de la cultura procedente, pero no que haya existido una unidad
“popularnacional” de cultura. Me parece justo remontar el surgimiento del “latín medio al primer
brote de literatura cristiana latina, pero el modo de exponer la génesis me parece vago y arbitrario.
El núcleo aceptable del freudismo es la exigencia de estudiar los contragolpes morbosos que tiene
toda construcción de un “hombre colectivo”, de todo “conformismo social”, de todo nivel de
civilización, en las clases que “fanáticamente” hacen del nuevo tipo humano que hay que alcanzar
una “religión”, una mística. Hay que estudiar si el freudismo no tenía que cerrar el periodo liberal, el
cual se caracteriza por una mayor responsabilidad de grupos seleccionados en la construcción de
“religiones” no autoritarias, espontáneas, libertarias. El freudismo es una “ciencia” más aplicable a
las clases superiores. También la religión se siente menos como causa de remordimientos en las
clases populares. Se plantea el problema de si es posible crear un “conformismo”, un hombre
colectivo, sin desencadenar en alguna medida el fanatismo, sin crear tabúes, críticamente, como
conciencia de una necesidad libremente aceptada porque “prácticamente” reconocida como tal, por
un cálculo de medios y fines que hay que educar.
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sociedad grande o pequeña, de la que no constituyen sino imágenes parciales. Entonces habría,
memorias individuales y si se quiere, memorias colectivas. En otros términos, el individuo
participaría de dos tipos de memoria. Pero, según se participe de una o de otra, adoptaría dos
actitudes muy diferentes e incluso contrarias. Por un lado, los recuerdos se sitúan en el marco de
su personalidad, o de su vida personal: incluso, considera los recuerdos que comparte con otros
solamente desde la perspectiva en que se distingue de ellos. Por otro lado, en ciertos momentos
podría comportarse simplemente como miembro de un grupo que contribuye a evocar y conservar
recuerdos impersonales, en la medida en que estos interesan al grupo. Si a menudo estas dos
memorias se interpenetran, en particular si la memoria individual puede, para confirmar algunos de
sus recuerdos, para precisarlos e incluso para llenar algunas de sus lagunas, apoyarse en la
memoria colectiva, situarse en ella, confundirse momentáneamente con ella, no deja de tener tu
propia vida, y este aporte exterior es asimilado e incorporado progresivamente en su propia
sustancia. Por su parte, la memoria colectiva envuelve a las memorias individuales, pero no se
confunde con ellas. Se desenvuelve según sus propias leyes, y si ciertos recuerdos individuales
penetran a veces en ellas, cambian de aspecto desde el momento en que se vuelven a colocar en
un conjunto que ya no es una conciencia personal.
La memoria individual no está completamente aislada y cerrada. Para evocar su propio pasado, un
hombre tiene a menudo necesidad de apoyarse en los recuerdos de otros. Se sirve de puntos de
referencia que existan fuera de él y que están fijados por la sociedad. Más aun, el funcionamiento
de la memoria individual solo es posible gracias a esos instrumentos que son palabras y las ideas,
que el individuo no ha inventado y que toma prestados de su medio. Llevo conmigo un bagaje de
recuerdos históricos, que puedo enriquecer por la conversación o por la lectura. Pero se trata allí de
una memoria prestada que no me pertenece.
En efecto es posible distinguir dos memorias: una interior o interna, o bien una memoria personal y
memoria social. Diremos más exactamente: memoria autobiográfica y memoria histórica. La
primera se seviría de la segunda, porque al fin de cuentas nuestra vida forma parte de la historia en
general. Pero, sin dudas, la segunda sería más extensa que la primera. Por otro lado, nos
representaría el pasado de manera resumida y esquemática, mientras la memoria de nuestra vida
nos presentaría un cuadro más continuo y denso.
Recuerdos confusos.
Los grupos de los que formo parte en distintas épocas van cambiando. Considero el pasado desde
sus puntos de vista. Es necesario, pues, que a medida que me comprometo más en estos grupos, y
participo más estrechamente en su memoria, mis recuerdos se renueven y se completen.
Para que la memoria de los demás pueda reforzar y completar la nuestra es necesario que los
recuerdos de estos grupos tengan alguna relación con los acontecimientos que constituyen mi
pasado. En efecto, cada uno de nosotros es al mismo tiempo miembros de varios grupos o más o
menos vastos.
No creemos que lo que subsiste son imágenes estrechamente hechas que se alojan en nuestro
pensamiento, sino que en la sociedad se hallan todas las indicaciones necesarias para reconstruir
las partes de nuestro pasado que nos representamos de manera incompleta y confusa, o que
incluso, creemos enteramente surgidas de nuestra memoria.
Marcos lejanos y medios próximos
Quizás debamos admitir que la historia nacional sea un resumen fiel de los acontecimientos más
importantes que han modificado la vida de una nación. Se distingue de las historias locales,
provinciales, urbanas, por el hecho de no retener sino los sucesos que interesan al conjunto de los
ciudadanos, o, si quiere, de los ciudadanos en tanto miembros de nación.
Normalmente la nación está demasiado alejada del individuo para lograr que éste no considere a la
historia de su país como un marco muy vasto con el cual su historia tiene pocos puntos de
contacto.
Si se entiende por memoria histórica la serie de acontecimientos de los que la historia nacional
mantiene el recuerdo, ni ella ni sus marcos representan lo esencial de lo que llamamos memoria
colectiva.
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Pero, entre el individuo y la nación existen otros grupos, más restringidos, que también tienen su
propia memoria y cuyas transformaciones repercuten más directamente sobre la vida y el
pensamiento de sus miembros.
Y cada hombre está inmerso, al mismo tiempo o sucesivamente, en diversos grupos. Cada uno de
estos se segmenta y se estrecha en el tiempo y el espacio. En el seno de estas sociedades se
forman las memorias colectivas que conservan durante cierto lapso el recuerdo de acontecimientos
que solo tienen importancia para ellas y que interesan tanto más a sus miembros cuanto menos
numerosos son.
Oposición final entre la memoria colectiva y la historia.
De todo lo que precede se sigue que la memoria colectiva no se confunde con la historia y que la
expresión “memoria histórica” no está felizmente escogida, puesto que asocia dos términos que se
oponen en numerosos puntos. Sin dudas, la historia es la recopilación de los hechos que han
ocupado más espacio en la memoria de los hombres. En general, la historia no empieza sino en el
punto en el que termina la tradición, momento en el que se apaga o se descompone la memoria
social.
La memoria colectiva se distingue de la historia al menos en dos aspectos. Es una corriente de
pensamiento continuo, de una continuidad que no tiene nada de artificial, porque solo retiene del
pasado aquello que está todavía vivo, o que es capaz de vivir en la conciencia del grupo que lo
conserva. Cuando un periodo deja de interesar al periodo que le sigue, no es el mismo grupo el que
olvida una parte de su pasado: en realidad, hay dos grupos que se suceden. La historia, en cambio,
divide la sucesión de siglos en periodos y da la impresión de que en uno y otro todo se renueva.
La historia, que se sitúa fuera de los grupos y por encima de ellos, no duda en introducir divisiones
simples en la corriente de los hechos, fijándolas de una vez y para siempre. Haciendo esto,
obedece a una necesidad dialéctica de esquematización. Parece considerar a cada periodo como
un todo, independiente en gran medida del que le precede y del que le sigue, porque tiene una
tarea no esté acabada, mientras que determinadas situaciones nacionales, políticas o religiosas no
hayan desarrollado todas las consecuencias que desde el inicio conllevaban, tanto los jóvenes
como los adultos se confinaran en el mismo horizonte, a pesar de las diferencias de edad.
En cambio, en el desarrollo continuo de la memoria colectiva no hay líneas de separación
claramente marcadas, sino limites irregulares e inciertos. El presente (lo que interesa a la sociedad
hoy) no se opone al pasado como cuando se distinguen dos períodos históricos, porque el pasado
no existe más. Mientras que para el historiador, ambos períodos son igualmente reales. La
memoria de una sociedad se extiende hasta donde alcanza la memoria de los grupos por los que
está compuesta.
La historia, cuadro de acontecimientos; las memorias colectivas, fuentes de tradiciones.
En efecto, existen muchas memorias colectivas. Esta es la segunda característica que las distingue
de la historia. La historia es una y puede decirse que no hay más que una historia. Pero no hay
memoria universal. Toda memoria colectiva tiene por soporte un grupo limitado en el espacio y en
el tiempo.
Consideremos ahora el contenido de estas memorias colectivas múltiples. No diremos que, a
diferencia de la historia, la memoria colectiva no retiene sino las similitudes. Para que se pueda
hablar de memoria, es necesario que las partes del periodo sobre el que se extiende estén
diferenciadas en alguna medida. Cada grupo tiene su historia. Se distinguen allí, figuras y
acontecimientos. Pero lo que sorprende, es que en la memoria sigue siendo lo mismo, y toma
conciencia de su identidad a través del tiempo.
La historia es un cuadro de los cambios, y es natural que ella crea que las sociedades cambian sin
cesar, porque fija su mirada sobre el conjunto y casi no hay año en el que, en una región de este
conjunto, no se produzca alguna transformación.
Quienes escriben la historia, y destacan sobre todos los cambios, las diferencias, comprenden que,
para pasar de uno a otro, es necesario que se desarrolle una serie de transformaciones de las que
la historia solo percibe la suma o el resultado final. Ese es el punto de vista de la historia, porque
ella examina a los grupos desde afuera y abarca un periodo de tiempo bastante largo. Al contrario,
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la memoria colectiva es el grupo visto desde adentro, y durante un periodo, que nos sobrepasa la
duración media de la vida humana, siendo muy a menudo inferior a ella.
Apuntes Internet:
Como puede observarse la teoría de la memoria individual de Halbwachs acentúa su dimensión
colectiva y , por eso hace una exposición de los ámbitos colectivos en los que dicha memoria
individual se halla implicada. Estos ámbitos generan una memoria colectiva y sus marcos colectivos
de la memoria son también los marcos de la memoria individual. Son la familia, la religión y la
clase social. Así, los individuos articulan su memoria en función de su pertenencia a una familia,
una religión o una clase social determinada.
Pero hay otros, de carácter más general, que son el espacio, el tiempo y el lenguaje. Es decir que,
cuando se recuerda, se recuerda por medio de las claves específicas que se corresponden a los
grupos en los que o sobre los que se esté recordando, pero también por medio de la aceptación
implícita de marcos más amplios que prescriben determinadas configuraciones básicas sobre el
espacio, el tiempo y el lenguaje. Recordar implica, así también, asumir una determinada
representación de la temporalidad, la espacialidad y el lenguaje.
Cuando la posibilidad de un individuo de acceder a un recuerdo depende del grupo en el que se
inserta, aparece el asunto de definir, dentro de la problemática de la memoria, un tópico clásico de
la sociología: la relación entre individuo y sociedad. Es decir, saber si el sujeto de atribución de los
recuerdos será un sujeto colectivo o individual. La respuesta de Halbwachs no se terminó de definir
hacia un sujeto colectivo, más bien propuso una salida intermedia. Dejó del lado de los individuos la
facultad de alojar las marcas del pasado; pero los imposibilitó de ejercer la acción del recuerdo;
buscar una imagen del pasado y traerla al presente es una tarea que sólo puede hacerse a través
de los marcos y estos marcos son sociales por definición.
El sujeto individual permanece así como poseedor de sus recuerdos, es una suerte de “almacén”,
pero sólo puede acceder a ellos por medio por una operación que implica tomar el punto de vista
del grupo: “Podemos perfectamente afirmar que el individuo recuerda cuando asume el punto de
vista del grupo y que la memoria del grupo se manifiesta y se realiza en las memorias individuales”
De esta manera, si se admite la dependencia de los otros, se presenta el problema de que un
mismo individuo puede pertenecer a distintos grupos y si –como sostiene Halbwachs– los marcos
son propios de cada grupo, cambiar de grupo implica cambiar de marcos y por consiguiente de
recuerdos. Así, cada conjunto de personas más o menos consolidado brindará marcas con las que
se podrá recuperar alguna parte específica del pasado.
Sin dudas esta idea es muy valiosa, en primer lugar, porque expropió a la memoria de la
exclusividad individual a la que estaba sometida. Pero por otro lado, porque intenta explicar la
existencia, dentro de una misma sociedad, de diferentes relatos sobre el pasado; cada grupo
construye su pasado a partir de los recuerdos de sus miembros y a su vez posee los marcos que
posibilitan recuperar sólo ciertos hechos.
Otro de los ejes de la teoría de Halbwachs que también significó un gran aporte al pensamiento de
la memoria colectiva fue la afirmación de que los recuerdos no son revividos sino reconstruidos.
Según Halbwachs la acción de los marcos sociales, de los cuales los individuos nunca pueden
escapar, ni aún cuando se encuentren solos, son los que moldean el pasado. Esta memoria
colectiva, constituida por la presencia de los otros, es también una actualización y reconstrucción
del pasado; el pasado entonces para Halbwachs nunca vuelve puro, sino que es modificado debido
a la tensión que el presente genera sobre el acto de recordar.
Esta afirmación tiene la tarea de posicionar a los marcos como elementos fundamentales del
recuerdo. Los marcos sociales de la memoria representan seguramente un avance fundamental en
la búsqueda por dar cuenta de un fenómeno mnemónico innegables: la influencia de las
comunidades en la memoria de los individuos. La idea de estructuras que orientan el proceso de
rememoración es indudablemente un constructo que tiene infinitas utilidades teóricas.
La oposición entre amor y sociedad va cambiando a lo largo del tiempo. El sufrimiento amoroso
genera en la actualidad una cantidad casi infinita de material explicativo, cuya meta es comprender
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el fenómeno, pero también extirpar sus causas. La organización social del sufrimiento amoroso
parece haberse modificado desde lo más profundo. La autora intentara explicar la naturaleza de tal
transformación mediante un análisis de los cambios atravesados por tres aspectos del yo: la
voluntad(como queremos algo), el reconocimiento (como construimos nuestro sentido del valor
propio) y el deseo (que deseamos y como).Si la sociología oyera las voces de las personas que
buscan al amor, llegarían muchos quejidos y gruñidos.
Nuestra cultura insiste en que son consecuencia de alguna inmadurez o falencia psíquica.
Por esto existen muchos manuales de autoayuda que permiten enseñarnos a “manejar mejor la
vida amorosa, trayendo a nuestra consciencia los modos que inconscientemente provocan nuestros
fracasos”
A partir de la cultura Freudiana podemos situar, que nuestras experiencias pasadas explican las
causas de la atracción sexual y que las preferencias amorosas se conforman durante los primeros
tiempos de vida en función del vínculo entre el niño y sus padres. Las experiencias tempranas de
pérdida, por dolorosas que fueran, se ven reactualizadas durante la vida adulta para poder
dominarlas. Así se instaura la idea de que los tormentos amorosos son una experiencia inevitable y
autoinflingida. Por esta razón la psicología clínica desempeño un papel fundamental en la difusión
de la idea de que el amor y sus fracasos se explican en función de la historia psíquica del sujeto y
por lo tanto se encuentran en su esfera de control. Por lo tanto, los tormentos del amor hoy se
inscriben en el yo, su historia personal y su capacidad de autoconfigurarse.
Justamente porque vivimos en una época en que reina la idea de la responsabilidad individual, la
vocación sociológica no perdió su importancia, a los sufrimientos de nuestra vida emocional les dan
forma ciertos órdenes institucionales. No se trata entonces de un problema ligado a una infancia
disfuncional o una falta de autoconocimiento psíquico, si no a un conjunto de tensiones y
contradicciones culturales que actualmente estructuran la identidad y el yo.
A partir de las ideologías feministas, las cuales vienen cuestionando la idea de amor romántico, el
cual no es fuente de felicidad, trascendencia, ni autorrealización. El mismo constituye una de las
principales causas de la brecha existente entre varones y mujeres, así como obligan a la mujer a
aceptar y “amar” su propia sumisión, ante la dominación masculina. El poder masculino es tal ,
porque las jerarquías y desigualdades de género se desarrollan y reproducen en la manifestación y
experiencia de los sentimientos románticos y a la vez estos sentimientos sustentan otras
diferencias de poder más amplias (económicas y políticas).
La autora intenta delinear un marco que permita identificar las causas institucionales del sufrimiento
amoroso, demostrar que los motivos que hacen del amor un elemento central para la identidad y la
felicidad, son casi los mismos que lo determinan como un aspecto difícil de la experiencia: en
ambos casos, se trata de los modos de instucionalizacion del yo y la identidad en la época
moderna. Muchos de nosotros sentimos malestar o ansiedad insistente, conflictos, inquietud ,
insatisfacción en relación al amor. Esto se debe a que el amor contiene, refleja y amplifica el
“atrapamiento” del yo en las instituciones de la modernidad (las cuales están configuradas por
relaciones económicas y de género). Por lo tanto cuando nos enamoramos o nos entristecemos
estamos utilizando recursos y viviendo situaciones que no hemos construido nosotros mismos
como plantea Marx:
“Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias
elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente,
que existen y transmiten el pasado”.
La idea de la autora es hacer con el amor lo que Marx hizo con la mercancía: demostrar que o
producen y configuran ciertas relaciones sociales concretas, que circula en un mercado donde los
actores compiten en desigualdad de condiciones y que algunas personas tienen mayor capacidad
que otras para definir los términos en que serán amadas. Sostiene que (teniendo en cuenta la
modernidad): En primer lugar, lo “nuevo” no sea el sufrimiento amoroso en sí mismo, sino modos
de vivirlo. En segundo lugar, desde la sociología no nos interesan tanto las acciones y los
sentimientos singulares e individuales, como las estructuras en función de las que se organizan
dichas acciones y dichos sentimientos.
Considera al amor como un microcosmos privilegiado para dar cuenta de los procesos de la
modernidad.
¿Qué es la modernidad?
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Marx , Weber , Durkheim y Simmel tratan de comprender el sentido de la transición del
“viejo mundo”(religión, comunidad , orden y estabilidad), al “nuevo mundo”(cambio
arollador, la secularidad, la disolución de los lazos comunales, la reivindicación de la igualdad y la
incertidumbre constante sobre la identidad).
La sociología intenta comprender, cuál puede ser el sentido de la vida tras la muerte de la religión.
El advenimiento de la modernidad, abrió un abanico de posibilidades emocionantes, pero también
representó una serie de riesgos contra la capacidad de vivir una vida plena de sentido.
Desprovistos de las fantasías que permitían soportar las miserias de la vida, íbamos a vivir la
misma sin valores, sin compromiso alguno, sin el fervor de lo sagrado y el orden de los
mandamientos divinos y sobre todo sin las ficciones que nos dan consuelo y embellecen nuestra
existencia. Tal efecto embriagador se manifiesta en el amor de manera más evidente que en
ninguna otra esfera.
En términos históricos, el amor gozaba de un poder de seducción muy importante, justamente
porque ocultaba y a la vez embellecía las profundas desigualdades que yacían en el centro mismo
de las relaciones de género (inferioridad social de las mujeres, acompañada con la devoción
absoluta de los hombres frente a ellas en la esfera amorosa).
En cambio la “hipermodernidad” (periodo posterior a la Primera Guerra Mundial), marca una
radicalización de las tendencias sociales inscritas en la modernidad temprana y modifica, en
algunos casos de raíz la cultura del amor y la economía de la identidad de género que esta
contiene (libertad sexual e igualdad de género).
Este aspecto dual y escindido del amor en tanto fuente de trascendencia existencial constituye la
característica principal de la cultura romántica contemporánea. Poner en acto las identidades de
género y las consiguientes luchas implica poner en acto los dilemas y ambivalencias culturales e
institucionales de la modernidad (se organizan en torno a motivos como el de la autonomía, la
autenticidad, la igualdad, la libertad y la autorrealización). El estudio del amor es un elemento
central para el estudio del núcleo y las bases de la modernidad. El amor romántico heterosexual
constituye una de las mejores esferas para dar cuenta de tal ambivalencia en la modernidad,
porque en los últimos 40 años se registró una radicalización de la igualdad y la libertad en el
vínculo amoroso, así como una escisión profunda entre la emocionalidad y la sexualidad. En dicho
amor se encuentran enmarcadas las dos revoluciones culturales más importantes del s.XX (la
individualización de los estilos de vida y la intensificación de los proyectos de vida emocionales; y la
economización de las relaciones sociales o la utilización generalizada de los modelos económicos
para configurar el yo y sus emociones).
El sexo y la sexualidad se han desvinculado de las normas morales y se han incorporado en el
ámbito individual de los proyectos y estilos de vida, mientras que la gramática cultural del
capitalismo ha penetrado ampliamente en el dominio de las relaciones románticas heterosexuales.
La situación del sujeto moderno es al mismo tiempo de naturaleza emocional y económica,
romántica y racional. El proceso moderno de elección de pareja va incorporando y combinando
progresivamente las aspiraciones emocionales y las ambiciones económicas. Por esta razón el
texto se centra más en el amor heterosexual que en el homosexual ( ya que contiene una negación
de los elementos económicos que sustentan la elección del objeto amoroso, pero a la vez fusiona
la lógica emocional con la económica)
Desde la sociología y la historia se ha planteado numerosas veces que el amor, sobre todo en las
culturas protestantes, funcionó como una fuente de igualdad de género al estar acompañado por
una potente validación de las mujeres .A través del mandamiento religioso amar a la esposa, las
mujeres registraron una elevación en su propio estatus y mejoraron sus posibilidades de tomar
decisiones en pie de igualdad con los hombres. Según la autora el amor romántico supone un
desafío contra el patriarcado y la institución familiar del momento. Plantea que aquello que hace de
amor una fuente crónica de malestar , desorientación e incluso desesperanza sólo puede
explicarse en términos sociológicos mediante la compresión del núcleo cultural e institucional de la
modernidad. El análisis crítico que expone, del amor es a partir de las condiciones de la
modernidad, desde una perspectiva modernista desembriagada (la cual reconoce la destrucción y
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miseria que produjo la modernidad occidental , pero acepta que sus valores fundamentales –
emancipación política, racionalidad, individualismo, pluralismo moral e igualdad- no han sido
superados por ninguna alternativa visible)
La sociología desde sus orígenes tuvo como vocación principal desenmascarar los fundamentos
sociales de los pensamientos. No existe oposición entre lo individual y social, por que el contenido
de los pensamientos, los deseos y conflictos internos presentan una base institucional y colectiva.
Gran parte del disgusto y la decepción que causa el matrimonio, por ejemplo tiene que ver con que
dicha institución estructura las relaciones de género y combina la lógica emocional con la lógica
institucional (marca la distancia entre el deseo de una fusión o una igualdad sin distinción de
género y la puesta en acto de los roles de género). El hecho de que seamos entidades psicológicas
(que nuestra psicología ejerza tanta influencia en nuestro destino) es en sí mismo un hecho
sociológico.
Desde sus orígenes la sociología tiene como principal objeto de estudio las formas colectivas de
sufrimiento, como la desigualdad, la pobreza, la discriminación , las enfermedades , la opresión
política, los conflictos armados y las catástrofes naturales. Las experiencias de abandono y amor
no correspondido son tan fundamentales en nuestro relato biográfico como otras formas de
humillación social (de naturaleza política y económica).
Stolcke, Verena: Gloria o maldición del individualismo moderno según Louis Dumont
Partiendo de una reconstitución de sus perspectivas metodológica y teórica, referida a la relación
entre individuo y sociedad. Dumont utiliza un abordaje comparativo y estructural, donde busca
mostrar que el individualismo, al mismo tiempo que se presenta ideológicamente como opuesto a la
jerarquía típica de sistemas como las castas indianas, mantiene propiedades lógicas semejantes en
lo que se refiere a la relación entre los valores y las practicas socialmente “englobadas” y veladas.
Profundizó en el análisis de la sociedad india para separarse de la sociedad europea moderna y
tener así otra cosmovisión del mundo. Plantea la diversidad cultural y al mismo tiempo busca
romper con la mirada coloniarizadora. Dumont dedicó su vida al estudio comparativo de grandes
civilizaciones, desplegando su análisis al nivel de las ideologías, sistemas de ideas-valores que
dotan a los distintos modos de convivencia humana de significados contrastantes. Para
comprender las cambiantes concepciones del individuo, pone en perspectiva el individualismo
occidental observándolo desde el holismo que caracteriza el sistema de castas en la India
tradicional. Este ambicioso programa comparativo, lo conduce a una crítica metodológica y
epistemológica de la antropología social y sociología convencional, lo cual desemboca en una
suerte de perspectivismo comparativo (o sociología comparativa). Ésta última constituye una
alternativa metodológica para confrontar el problema de la relación entre individuo y sociedad,
marca indeleble de la modernidad. Dumont quería estudiar fenómenos culturales distintos de los
que pudiese encontrar en Europa. Sería el sistema de castas de la India tradicional que se
transformará para Dumont en la imagen espejo que le ayudaría a identificar e interpretar la
singularidad de la ideología moderna occidental. Dumont realizó su primera expedición de trabajo
de campo trasladándose al sur de la India en 1949. Luego, durante los años setenta desplaza su
atención de la India a Europa, como una decisión metodológica y epistemológica estratégica. Era
preciso poner diferentes civilizaciones en perspectivas una con respecto a otra. Holismo y jerarquía
versus individualismo, igualdad y libertad. El contraste que Dumont descubre entre la India y la
modernidad occidental reside precisamente en el lugar que asignan respectivamente al individuo en
relación con la sociedad. La cosmovisión europea del mundo, es a partir de la dicotomía sociedad-
individuo. Pero, la sociedad India no se basa en dicha dicotomía. La sociedad es vista como un
conjunto de castas, donde ser miembro de una casta es ser miembro del todo. La sociedad India se
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engloba a partir de la división y estructura de las castas. Contrariamente a esto, el ordenador de la
sociedad europea, es el individuo (ordena, jerarquiza, niega lo social). A partir de este individuo se
compone lo social; es éste quién lee lo social, lo comprende, le da un significado. En su primera
etnografía de una sub-casta en el sur de la India, muestra que la referencia al individuo está
subordinada, es residual (no ausente). Aquel constituye su destino religioso individual, sólo
saliendo del sistema de castas. Esta primera experiencia etnográfica le revela que en la India, la
casta es el vínculo social determinante, se encuentra en la base de las relaciones sociales y
pertenece al dominio de la organización social. El sistema de castas se define por la sumisión de
los deseos de sus miembros a una jerarquía de carácter religioso. En otras palabras, la India
cuenta con una estructura jerárquica divida en castas, aceptada por cada uno de sus integrantes,
en relación a su lugar en la tierra dado por su dios. La jerarquía, es la clave de la representación
colectiva del sistema de castas, que está ordenada por la oposición “puro/impuro”. El principio de
jerarquía es omnipresente en el sistema de castas. Para Dumont, la jerarquía no se refiere a la
realización de la desigualdad política o económica. Él introduce dicha noción en dos sentidos
distintos, aunque relacionados. En un nivel social concreto, en la India prevalece la jerarquía de
castas que obedece al principio de relatividad estructural. En un plano superior, externo a las
castas, está la jerarquía como valor trascendente que envuelve al anterior. El sistema de castas se
rige por una ideología “holista”, en la medida en que el orden normativo le asigna el valor supremo
a la totalidad social, por encima del individuo a quien ignora. Es este nivel de jerarquía en cuanto
principio unificador de los sistemas de castas, cuya legitimidad deriva de su inscripción en un orden
trascendental, que se contrapone al principio unificador individualista moderno, el cual dota
contrariamente, al individuo de un valor trascendental y absoluto en su afán de minimizar lo social,
suprimiendo el hecho de la apercepción sociológica del individuo. El individualismo es el valor
cardinal de las sociedades modernas. El surgimiento de éste significará simultáneamente la
ceguera de lo social. La ideología moderna es individualista en la medida en que valora al individuo
como sujeto moral, independiente y autónomo, e ignora o subordina la totalidad social. Según esta
configuración de ideas-valores, el individuo posee atributos como la igualdad y la libertad. Este
individuo moderno se entiende como sujeto emancipado de lo social, libre de todo orden colectivo e
igual a todos los demás seres humanos. Este individualismo es nominalista, en la medida que dota
de realidad al individuo, ignorando las relaciones sociales en las que está invariablemente
atrapado. En este universo individualista liberal pareciera no tener cabida la jerarquía en el sentido
dumontiano, ya que el individuo libre es el valor supremo. La ideología moderna al disociar el valor
de las ideas y de los hechos, descompone la relación con el todo, con aquella totalidad social en
que las ideas y los hechos están inscriptos en realidad. El individuo y su voluntad arbitraria
aparecen como valor trascendental, de modo que, la totalidad social englobante es expulsada,
desconocida. Luis compara dichas culturas, no para ver cuál es mejor o peor, sino para dar cuenta
de que pese a que cada una de ellas tenga ideas y formas de funcionamiento diferentes, ambas
funcionan. Una a partir de la jerarquía de castas y otra con el individuo como centro de atención.
Ambas tienen conflicto.
Unidad 3
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nuevos comportamientos de desesperación; la persistencia de identidades sociales que ligan el
presente con varios siglos de memorias culturales, más allá de las características adquiridas en las
diversas regiones, dan cuenta de fenómenos que no pueden explicarse integralmente desde las
concepciones oficializadas en las ciencias sociales y el análisis político.
“El pueblo de los americanos no es susceptible de ninguna forma de civilización. No tiene ningún
estímulo, pues carece de afectos y de pasiones. Los americanos no sienten amor, y por eso no son
fecundos. Casi no hablan no se hacen caricias, o se preocupan de nada y son perezosos…
incapaces de gobernarse, están condenados a la extinción” E. Kant.
Michel Foucault considera que este texto de Kant coloca las bases de una reflexión filosófica sobre
una actualidad, como planteo de pertenencia a un presente, a “un determinado nosotros, a un
nosotros que se enraíza en un conjunto cultural característico de su propia actualidad”
En la heterogénea y conflictiva composición social, étnica y cultural del virreinato del Perú,
conformada a través de casi tres siglos de dominio español, la rebelión de Túpac Amaru tuvo
características integradoras. Consciente de que enfrentaba una sociedad radicalmente distinta, no
cabía ya a finales del siglo XVIII una mera restauración del Tahuantinsuyo y por ello intentaba
amalgamar a los criollos, negros, mestizos, indios en una sola nación, donde no se excluía a nadie
por razones de color. En esta confluencia social, Túpac Amaru busco la incorporación de los
criollos hacendados y comerciantes. La influencia de la religión católica fue significativa; en varios
lugares recibió el apoyo del bajo clero y en bandos y proclamas la crítica contra la riqueza, se
amparaba en preceptos del cristianismo primitivo.
Capaces de sobrevivir en la memoria colectiva a pesar del hostigamiento o la represión, dan cuenta
de la existencia de una línea histórica nacional-popular en casi todos nuestros países. Línea
histórica que recupera las tradiciones culturales populares, las luchas de emancipación y
resistencia, los intentos y aspiraciones autonomistas, las identidades sociales y regionales
procesándose en articulaciones mayores.
En el mismo periodo que Hegel va madurando su sistema filosófico, Simón Bolívar lidera la
epopeya de la emancipación americana. Son dos contemporáneas que piensan el pasado, el
presente y el futuro desde latitudes y perspectivas disimiles. Y en tanto Hegel define a esa parte de
América como pueblos sin historia, incapaces de contarse entre los elegidos que aportan al
despliegue universal del Espíritu, Bolívar junto a Artigas, Hidalgo o Morelos, entre otros líderes
latinoamericanos, buscaban convertirlos en protagonistas de una historia independiente.
Hegel piensa y escribe en el espacio político-cultural de los reinos germanos que aún no han
logrado unificarse como una nación y afrontan los desafíos expansivos de Inglaterra y Francia.
Identificado con los conceptos liberales de la razón, la libertad, la ley, es consciente de que la
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Alemania de su época precisa incorporar en la nueva filosofía el tema de la guerra y las
contradicciones, y una visión diferente de la misión del estado y del progreso. Hegel fundamenta
que la libertad individual es realización de una unidad superior al mero accionar individualista y, en
esa perspectiva, no puede ser el Estado una simple derivación de un contrato para la protección de
la vida y la propiedad individual, cuando en más de una ocasión critica, el Estado tiene legitimidad
para exigir sacrificio de aquello que precisamente según el planteo contractualista debe garantizar,
la propiedad y la vida.
Para Hegel el desarrollo del Espíritu Universal deja de lado a América que, junto con África y las
islas del Pacifico, son pueblos “naturales” para quienes la potencia que en el hombre de Occidente
se transformó en energía creadora, se resuelve sin más en impotencia. Incapaces de alcanzar
cualquier forma de civilización, impotentes para ser protagonistas de la historia universal, esa parte
de la humanidad se considera no-histórica.
La crisis de la emancipación ha hecho aflorar las aspiraciones de autonomía de las capas criollas
acomodadas; pero también pone en cuestión las bases del poder económico y social, del
verdadero sistema de castas sobre el cual se asentaban tanto el poder colonial como los privilegios
de las clases nativas de origen blanco.
En el mes de mayo de 1895, Max Weber inicia su carrera académica de la universidad de Friburgo
con una exposición sobre “el Estado Nacional y la política económica alemana”. Por ese entonces
Alemania alcanzaba su acelerado desarrollo industrial que en poco más de tres décadas había
transformado sustancial la estructura social del nuevo imperio, resquebrajando el poder político y
económico de los junkers y dando origen a poderosos grupos de burguesía industrial y financiera
junto a un extenso proletariado.
Por otro lado las corrientes nacional-liberales con vocación expansiva buscaban la consolidación
capitalista y la unidad social de la nación bajo predominio burgues, para transformar a Alemania en
una potencia mundial. Identificado ideológicamente con estas tendencias y asentándose en un
erudición de altísimo nivel, Weber va a desarrollar el más sofisticado planteo critico que el
pensamiento político liberal formulara al marxismo.
La actualización del pensamiento jurídico-político liberal que realiza Max Weber desde mediados de
la década de 1890, será uno de los pilares básicos de las corrientes de las ciencias sociales
desarrolladas en el siglo XX. Así, en la confrontación alemana de ese periodo, se estructuran las
dos principales matrices que han de estar presentes en el debate académico y político occidental,
en especial luego de la declinación que sufrirá el liberalismo económico con la crisis de 1930.
José Martí. La verdadera libertad de los indígenas, los negros, los sometidos, fue el sustento
principal de su pensamiento. Una matriz latinoamericana y popular susceptible de dar respuesta a
la historia desde una concepción no excluyente de lo humano porque “un progreso no es verdad
sino cuando invadiendo las masas penetra en ellas y parte de ellas”. En el marco de estas
coordenadas conceptuales, Martí despliega durante dos décadas las líneas más sustantivas de una
vertiente nacional- popular que aborda múltiples y complejos problemas desde una perspectiva
integral, capaz de superar los espacios latinoamericanos y penetrar en los conflictos internos de las
naciones centrales.
Mientras tanto en Argentina, luego de varias décadas de enfrentamiento de las oligarquías porteñas
y del interior contra las alternativas federales, ha logrado consolidarse un régimen republicano con
57
aspiraciones modernizantes articulado con los intereses neocoloniales de Inglaterra y fuertemente
excluyente de las mayorías sociales.
En argentina, la intransigencia de Hipólito Yrigoyen había logrado la ley Sáenz Peña y en 1916
accede al gobierno en las primeras elecciones libres con voto masculino de la historia del país. Los
descendientes de la inmigración europea de fines de siglo, los orilleros y la pampa gringa del litoral,
vuelcan su apoyo a este nuevo liderazgo. En una sociedad que atraviesa un acelerado proceso de
transformación, donde parte importante de la población es aun extranjera, se van conformando
conflictivamente, durante el primer gobierno yrigoyenista, las líneas de un programa con vocación
social que enfrenta el dominio oligárquico y conservador.
Desde los comienzos de los años 20 y en el transcurso de la década del 30, mientras los
pensadores de la Escuela de Frankfurt se enfrentaban al nazifascismo, en América Latina se van
desplegando, a través de distintas experiencias, los contenidos fundamentales de una matriz
nacional-popular autónoma. Con un sentido decididamente antagónico, en su concepto de “lo
nacional” respecto del racionalismo aberrante con vocación imperial que se estaba consolidando en
Alemania, Italia y Japón; y también de los racionalismos “democráticos” que en Inglaterra, Holanda,
Francia, Bélgica, o los Estados Unidos fundamentaban la legitimidad de sus propias vocaciones
imperiales.
La brutal contraofensiva que se despliega sobre América Latina al promediar el decenio de los
setenta generó, entre otras consecuencias, una grave desarticulación social y la degradación de
una parte mayor de las identidades políticas que en décadas anteriores habían cuestionado, con
mayor o menor radicalidad los proyectos conservadores y neocoloniales.
58
Afirmar que las grandes corrientes de las ciencias humanísticas y sociales están intrínsecamente
vinculadas con proyectos históricos y políticos de vasto alcance, supone concebirlas como
sistematizaciones conceptuales que influyen, fundamentan o explicitan tales proyectos y que, por lo
tanto, están siempre preñadas de política aun cuando pretendan ser portadoras de una inapelable
objetividad científica.
Las sucesivas particiones del conocimiento social, que en las últimas cuatro o cinco décadas dieron
lugar a una profusión de “ciencias” parcializadas, son hijas de una de las versiones dominantes en
las ciencias sociales. Principalmente el liberal-funcionalismo formula el requisito de establecer
compartimientos estancos, divisiones del saber susceptibles de desarrolles autárquicos, sin
considerar la vertebración de cada una de esas particularidades con los otros fenómenos que, en
muchos casos, inciden de manera decisiva sobre el especifico problema de estudio.
El análisis crítico de las corrientes de pensamiento desde una óptica global “transdisciplinaria”
susceptible de dar cuenta de la incorporación de los fenómenos sociales e históricos, desde una
determinada idea de totalidad. En rasgos muy generales, entendemos por totalidad una mirada que
no solo contemple en sus principales tendencias los factores y contradicciones que juegan en una
sociedad determinada sino, además las articular de estos procesos en su relación con otras
sociedades, con la dinámica internacional en su momento histórico dado.
En tal sentido, las formulaciones teóricas están inmersas en contextos culturales, son expresión de
épocas históricas particulares y se vertebran con las mentalidades predominantes en diferentes
capas de la población de un país. Mentalidades y sentido común entendidos como la incorporación
socializada de patrones culturales que actúan como referentes de la vida cotidiana y base para la
construcción de los consensos políticos. Así los límites entre las distintas formas del conocimiento,
entre los diversos modos de percepción de la realidad, se hacen más difusos.
Matrices y paradigmas.
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soluciones a una comunidad científica y conlleva teorías, métodos, y normas de investigación casi
siempre inseparables entre sí.
Matrices y epistemes.
No obstante las dificultades para aprehender el concepto de episteme utilizado por Foucault, es
válido interrogarnos acerca de las relaciones del concepto de matrices con esa idea. Foucault
señala que en la episteme no interesan las eventuales conexiones internas que obedezcan a una
especie de armonía preestablecida; importa sobre todo, remarcar las discontinuidades, las
rupturas, la dispersión que caracteriza al campo epistemológico predominante en un periodo de la
historia.
A partir de estas nociones, consideramos posible afirmar que en el marco de una misma episteme,
pueden convivir distintas concepciones o matrices de pensamiento.
Tal como lo corroboran diversos autores latinoamericanos, es posible detectar como una constante
del pensamiento europeo de los últimos siglos esa idea más profunda que las propias epistemes
acerca de la superioridad occidental. De la incuestionada primacía de sus idearios en tanto las
únicas formas validas, como la culminación de las expresiones de lo humano; debemos
interrogarnos acerca de las características de la otra episteme que se constituye en nuestro
continente luego de la conquista. De esas otras ideas existentes en América Latina, que se van
conformando a partir de la experiencia traumática del dominio occidental. Las que se procesan
desde esas culturas acosadas, las que hundiendo sus raíces en los ancestros precolombinos y en
los acervos de la esclavitud negra, también muestran su permanencia, mestizadas y enriquecidas,
a través de estos siglos, a pesar del hostigamiento y las derrotas. Las que emergen en grandes
movilizaciones de masas, en movimientos reivindicativos de la dignidad y las identidades
populares. Se trata de ver cuál es el potencial teórico, las concepciones autónomas inmersas en
esos códigos ignorados, los significantes que expresan esas voces silenciadas.
“Esas relaciones gestadas dentro del Estado-nación serían dilucidadas bajo la categoría de
colonialismo interno designando una estructura prolongada de relaciones sociales de dominio y
explotación entre grupos culturales heterogéneos dentro de sociedades duales o plurales
(González Casanova, 1965). Según esto, las clases o grupos dominantes nativos, representados
en América Latina por los sectores criollos, ejercen un control colonial sobre el resto de los grupos
sociales preexistentes a la formación del Estado-Nación. De esta forma, se configura una
estructura social colonial en donde los sectores hegemónicos dominan culturalmente y explotan
materialmente a los pueblos indígenas, reproduciendo internamente las dinámicas coloniales
globales asociadas a modalidades específicas de acumulación de capital”. Colonialismo interno es
según el sociólogo boliviano Félix Patzi el proceso social según el cual se asignan recursos,
oportunidades de vida y ciudadanía real bajo criterios de exclusión o inclusión análogos a los de la
colonia y, por lo tanto, raciales y étnicos. Este término, desarrollado por el mexicano Pablo
González Casanova y otros, fue utilizado también por Robèrt Lafont para referirse a la situación
económica y política de Occitania durante el siglo XX, y lo popularizó en su libro Sur la France
(traducido como Por una teoría de la nación). Se caracteriza por las siguientes características:
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•Desposesión industrial, bloqueo colonizador, destrucción del capitalismo regional y proletarización
de las regiones.
•Primacía de las industrias extractivas sobre las de transformación
•Desposesión del terreno agrícola
•Desposesión de los circuitos de distribución, salvo que intervenga en los estatales e
internacionales
•Desposesión de los recursos turísticos
•Crisis demográfica
Últimamente, pero, el término se usa, de manera más cuidadosa, para la situación de los varios
pueblos indígenas (sobre todo amerindios sudamericanos) que ven como su tierra es explotada por
sus estados y los trata como sujetos de una colonia. Texto:
a). Ciclo colonial:
En el periodo colonial formal, la polarización y jerarquía entre culturas nativas y cultura occidental
se valió de la oposición entre cristianismo y paganismo como mecanismo de disciplinamiento
cultural. Esto implicaba la culpabilización y destierro del hereje o de todo aquel sospechoso de
serlo (y eso incluía a la mayoría de indios y mestizos) a un mundo pre-social y subhumano de
exclusión y clandestinidad cultural.
b). Ciclo liberal:
Introduce el reconocimiento de la igualdad básica de todos los sere humano, pero en un contexto
como el de la sociedad oligárquica del siglo XIX: el proceso de individuación y ruptura con
pertenencias corporativas y comunales, el cual se legitima en los supuestos derechos asociados a
la imagen ilustrada del ciudadano. Renovado esfuerzo de exclusión basado en la negación de la
humanidad de los indios.
c)
En 1952, se inaugura el ciclo populista. Cabe destacar entre los hechos generadores de violencia,
el que una minoría criolla de origen occidental monopolice desde hace siglos el poder del Estado y
la capacidad rectora y ordenadora sobre el conjunto de la sociedad, al ser dueña privilegiada de
dispositivos estatales y espacios de poder social que le permiten dictar unilateralmente normas de
convivencia que adquieren fuerza compulsiva para el conjunto de la sociedad. La invasión y el
saqueo de templos, la “muerte de los dioses” y la brutal agresión a todos los aspectos de la
sociedad indígena, no solo implicaron solamente la destrucción de una estructura simbólica y un
ordenamiento ético-político. Junto con los dioses llegaron plagas desconocidas. En la otra cara de
la medalla, estos episodios nos muestran el carácter de la resistencia indígena, que vincula
estrechamente una dimensión política (armada o negociada) de la lucha, con la defensa de un
orden simbólico y una cosmovisión cultural, que se plasman en el ejercicio de prácticas rituales y
“costumbres” ancestrales, de las cuales se extrae permanentemente la fuerza moral y la legitimidad
para cuestionar al orden colonial. A partir del siglo xvii, la escisión entre el mundo indígena y el
mundo español hallará también expresión en el plano jurídico, mediante la emisión de un conjunto
de normas “protectoras”para los nativos, que en 1680 se convertirán en un corpus de derecho
general: la Recopilación de las Leyes de Indias. Esta legislación consideraba al mundo colonial
como dividido en dos entidades: la Republica de Españoles y la Republica de Indios y se inspiraba
en antiguos preceptos de derecho medioeval. Esto, para lo indios, la idea de la dos repúblicas llego
a plasmar la compleja visión de su propio territorio como jurisdicción o ámbito de ejercicio del
propio gobierno. Si la derrota material no podía revertirse, al menos se les tenía que reconocer a
los vencidos el derecho a conservar lo que quedaba de sus territorios y a acogerse al fuero
especial de la legislación indiana, como súbditos directos del rey de España. Pero a cambio de ello,
los indios habrían accedido a cumplir con las prestaciones rotativas de fuerza de trabajo, el pago de
tributos e incluso incorporar en su panteón a los dioses extranjeros. Lo que para Europa eran
medidas inspiradas en el nuevo sentido humanista de la Ilustración, en las colonias se convertirían
en nuevas e “ilustradas” maneras de negar la humanidad de los indios. Puesto que no fue posible
la restauración del mundo, lo que ocurrió fue, la repetición o reactualización del hecho colonial.
Todos los puntos de escolarizar, acuartelar, colonizar almas, y demás, se cumplirían de la mano no
de extranjeros, sino de “nacionales” criollos y mestizos que tomaran las riendas de las nuevas
repúblicas a partir de 1810-1825. La Ley de Indias fue reemplazada por la masacre de indios.
Existe la visión común de que la cultura, en 1953, indígena es un obstáculo para el progreso social.
61
Por lo tanto, los derechos humanos del indio solo se reconocen cuando deja de ser indio y asume
los rasgos del ciudadano occidental: propietario, escolarizado, mestizo, productor y consumidor
mercantil, etc.
Prologo y Conclusión
Se intentará exponer una posible historia de la política, la historia de los pueblos que son los
actores políticos, y el pensamiento o la filosofía política que los ha inspirado.
Por lo general, estas historias siguen dentro de ciertos marcos que las limitan: por eso, se
plantea romper con estos marcos para de-construir y formular un relato sobre nuevas bases
La filosofía política del centro (de Europa y EEUU) es sumamente restringida en su problemática:
estudia solo sus propios asuntos, de manera tradicional y en función de su propia práctica política.
Todos los restantes espacios geopolíticos son simplemente desdeñados, no investigados. Cree
que, tratando sus problemas, ya ha construido una filosofía política adecuada para todo el mundo.
SU ENFERMEDAD EUROCENTRICA LE LLEVA A PENSAR QUE SU PARTICULARIDAD ES LO
UNIVERSAL.
Resulta ridícula e ideológica la clasificación de los hechos históricos en una historia mundial
ordenada por unas Edades antigua, medieval y moderna (propuesta totalmente eurocéntrica y sin
ninguna fundamentación científica)
6- El colonialismo teórico, mental, de las filosofías políticas de los países periféricos (la otra
cara del eurocentrismo de los países geopolíticamente centrales), que leen e interpretan por
lo general, las obras de la Modernidad política europea desde la territorialidad postcolonial,
dentro de la problemática de los filósofos del centro, sin advertir la visión metropolitana de
62
esta hermenéutica, y no realizando una lectura crítica de la metrópolis colonial. NO HAN
LLEGADO AL “GIRO DESCOLONIZADOR”
7- El no incluir a América Latina en la Modernidad desde sus orígenes, ya que ha sido
(para bien o para mal) participe principal de la historia mundial de la política moderna.
PARA ELLO, HABRIA QUE REDEFINIR EL CONCEPTO DE MODERNIDAD
Todo esto cobra especial relevancia por la importancia que los grupos laticos o hispanos
(comunidades de origen latinoamericano) tienen hoy en la política interna del Imperio
norteamericano. EL GIRO DESCOLONIZADOR ES UNA NOVEDAD HISTORICO-FILOSOFICA
MUNDIAL
En el fondo estamos contra el colonialismo teórico de la filosofía política tal como se plantea en
América Latina, por lo que abogamos por tomar en serio el “giro descolonizador” en el que está
empeñada desde hace decenios la filosofía de la liberación, insistiendo en la necesidad de partir
de nuevas bases en nuestra reflexión, que no pueden ser meramente imitativas o de
comentadores autorizados de la filosofía política europeo-norteamericana, que
necesariamente es muy diferente en la práctica, en la institucionalización y en la percepción de la
normatividad de los principios de la política.
Ante la presencia de civilizaciones antes apartadas, gracias a los medios de comunicación y a las
múltiples instituciones de contacto, es necesario tener una visión histórico-mundial para que la
nueva generación incorpore en su perspectiva cotidiana a las otras civilizaciones o culturas, y sepa
situar a la propia en ese contexto.
63
carácter histórico e intereses que promueve. El orden simbólico que atraviesa al Neoliberalismo, se
comporta como un dispositivo racional que aparenta promover diversas formas de subjetividad.
Cuando se trata del orden simbólico del lenguaje, se deben distinguir dos dimensiones distintas. En
primer lugar, hay que señalar la “dependencia y subordinación” del ser hablante con respecto a la
constitución del sujeto. El ser humano es capturado por el lenguaje para volverlo un sujeto. Tal
dependencia del sujeto, debe distinguirse de la dominación construida de una forma socio-histórica.
Son dos vertientes de lo simbólico que, obedecen a lógicas distintas. La primera dependencia
simbólica es ineliminable y constitutiva del sujeto. La segunda, es susceptible de distintas
transformaciones epocales.
Lo que le otorga especificidad al Neoliberalismo es que es el primer régimen histórico que intenta
por todos los medios alcanzar la primera dependencia simbólica, afectar tanto los cuerpos como la
captura por la palabra del ser vivo en su dependencia estructural. En este aspecto, el
Neoliberalismo necesita producir un “hombre nuevo” engendrado desde su propio presente.
La política, ahora más que nunca, debe oponerse al “crimen perfecto” del Neoliberalismo, que en
su despliegue contemporáneo intenta, en su dominación socio-histórica, tocar y alterar
severamente el lugar del advenimiento del sujeto en el campo del lenguaje.
Actualmente el Neoliberalismo disputa el campo del sentido, la representación y la producción
biopolítica de subjetividad.
La novedad del Neoliberalismo radica en: la capacidad de producir subjetividades que se
configuran según un paradigma empresarial, competitivo y gerencial de la propia existencia. Es la
“violencia sistémica” del régimen de dominación: no necesitar de una forma de opresión exterior, y
en cambio lograr que los sujetos se vean capturados por una serie de mandatos e imperativos,
donde se ven confrontados en su propia vida, en el propio modo de ser, a las exigencias de lo
“ilimitado”.
Desde muy temprano, las vidas deben pasar por la prueba de si van a ser aceptadas o no, en el
nuevo orden simbólico del Mercado. Éste funciona como un dispositivo que se nutre de una
permanente presión que impacta sobre las vidas, marcándolas con el deber de construir una vida
feliz y realizada.
Las epidemias de depresión, el consumo adictivos de fármacos, las patologías de responsabilidad
desmedida, el sentimiento irremediable de “estar en falta”, el “no dar la talla”, la asunción como
problema personas de aquello que es un hecho estructural del sistema de dominación, no son más
que las señales de que el Capitalismo contemporáneo nace tal como lo confirma la cultura
norteamericana con la primacía del yo y los distintos relatos de “autorrealización” formulados para
sostenerla.
Ya no se trata de la clásica alienación, ahora el neoliberalismo se propone fabricar un “hombre
nuevo”, sin legados simbólicos, sin historias por descifrar, sin interrogantes por lo singular e
incurable que habita en cada uno.
La Hegemonía es la lógica constitutiva de la política y no simplemente una herramienta de la
misma. No es una voluntad de poder, ni un deseo de adueñarse del espacio de la representación
política.
El poder neoliberal es una dominación que se disimula como consenso, una dominación que se
presenta más como una dependencia a una serie de dispositivos que conforman a la subjetividad
que como una sumisión impuesta. También se presenta como una dependencia inerte a
determinados mandatos, que si bien no son explícitos, son eficaces. Es lo que llamamos
corrientemente la “naturalización” del poder neoliberal.
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Los líderes, elecciones, participación en instituciones políticas, medios de comunicación, etc., no
expresan la Hegemonía ni la representan, son parte de la misma.
Es la política, el único lugar posible donde se puede dar combate al proyecto de deshistorización y
desimbolización que el Neoliberalismo comporta. Sin ella, no habría nada que oponer como
hegemonía al régimen del capital. El Neoliberalismo es la primera fuerza histórica que se propone
tocar, alterar, y volver a producir al sujeto, intentando eliminar así su propia constitución simbólica.
La idea de Lacan es que el capitalismo ha logrado introducir una nueva relación entre la falta y el
exceso, una nueva relación entre el carácter insaciable del deseo humano y el exceso del goce.
Esta nueva relación hace que podamos captar que en el siglo XXI ha surgido un nuevo tipo de
subjetividad neoliberal: “el empresario de sí mismo”. No alguien que tiene una empresa, sino que
gestiona su propia vida como un empresario de sí mismo, como alguien que está todo el tiempo en
relación consigo mismo y en su relación con los otros, concibiendo, gestionando, organizando su
vida como una empresa de rendimiento. Ser empresario de sí mismo ya no es trabajar para el otro,
tal como lo describía Marx bajo la forma de explotación de la fuerza de trabajo, es explotarse a uno
mismo en la culminación del rendimiento y en la obtención del plus de goce.
Ese malestar del siglo XXI es precisamente el que se determina de este modo: el acceso de sujetos
a maneras del plus de gozar, que tienen que ver con un rendimiento de sí mismos que los pone
más allá de sus propias posibilidades.
El Neoliberalismo no solo fabrica a sujetos que deben ser empresarios de sí, sino que también se
fabrican deudores. De modo que, el reverso de este empresario de sí es precisamente un deudor
que está frente a un acreedor frente al cual no va a poder jamás cancelar la deuda. Las deudas,
son las nuevas formas de subjetivar al sujeto en la época neoliberal del Capitalismo. El secreto del
capitalismo es la subjetividad, y el verdadero botín de guerra del Capitalismo contemporáneo es el
sujeto.
El capitalismo ha logrado para su reproducción ilimitada, para su extensión planetaria, intervenir,
modular y producir una nueva subjetividad.
• Diferencia entre sujeto y subjetividad.
La diferencia entre el sujeto del inconsciente y la denomina subjetividad, por la filosofía, es una
cuestión clave.
El nuevo malestar, propio del Capitalismo de rendimiento y goce, donde la sexualidad, el trabajo y
el deporte, han hecho una amalgama en la que el sujeto está todo el tiempo más allá de sus
propias posibilidades, mucho más allá de lo que es posible para él sostener.
Al haberse roto la relación establecida por Marx entre el Capital y el trabajo, ya no se explota al
trabajador para extraer plusvalía, sino que, más bien se lo condena a producir “plus de goce”. Esta
es la verdadera conclusión del discurso capitalista. Se trata de una nueva forma de explotación que
genera un in-empleado que no produce plusvalía en la relación capital- trabajo, pero si produce
plus de goce.
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de dos niños argelinos, de 13 y 14 años, que matan a su compañero de juegos por ser europeo; o
el de inspector europeo que torturaba argelinos, pero que extendió dicha práctica a su familia. En
todos estos casos se puede notar la manifestación mental de toda la tensión y violencia ejercida
por la usurpación francesa en aquella época.
En esa guerra diversos fenómenos psiquiátricos, trastornos del comportamiento y del pensamiento
han cobrado importancia tanto entre los actores de la “pacificación” como dentro de la población
“pacificada”. Esto no debería resultar raro, ya que la colonización ya se presentaba como una gran
proveedora de los hospitales psiquiátricos. Desde el colonialismo se encontraban con la dificultad
de curar correctamente al colonizado, es decir, de hacerlo totalmente homogéneo en un medio
social de tipo colonial. La guerra de liberación nacional del pueblo argelino, también se ha
convertido en un terreno favorable para el surgimiento de trastornos mentales. Son trastornos que
persisten durante meses, atacando fuertemente al yo y dejando casi siempre como secuela una
fragilidad prácticamente perceptible a simple vista. La lucha de un pueblo por su liberación lo
conduce a rechazar o a hacer estallar las supuestas verdades instaladas en su conciencia por la
colonización.
En suma, los condenados de la tierra –las masas rurales excluidas de los beneficios del sistema
colonial– utilizarán la violencia para descolonizarse y construir una nación digna y soberana. Este
nuevo mundo debe basarse en un hombre nuevo, no el europeo ni el africano, no el blanco ni el
negro.
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enseña aprende al enseñar y quien aprende enseña al aprender. Cuanto más críticamente se
ejerza la capacidad de aprender tanto más se construye y desarrolla lo que vengo llamando
"curiosidad epistemológica", sin la cual no alcanzamos el conocimiento cabal del objeto. Eso es lo
que nos lleva, por un lado, a la crítica y al rechazo de la enseñanza "bancaria", por el otro, a
comprender que, a pesar de ella, el educando que está sometido a ella no está predestinado a
perecer; pese a la enseñanza "bancaria", que deforma la creatividad necesaria del educando y del
educador, el educando sujeto a ella puede, no por causa del contenido cuyo "conocimiento" le fue
transferido, sino por causa del propio proceso de aprender, hacer, como se dice en lenguaje
popular, de tripas corazón y superar el autoritarismo y el error epistemológico del "bancarismo".
1. Enseñar exige rigor metódico
Su tarea es no sólo enseñar contenidos, sino que debe enseñar a pensar correctamente. Tener
autocrítica. Se percibe la importancia del papel del educador, el mérito de la paz con que viva la
certeza de que parte de su tarea docente es no sólo enseñar los contenidos, sino también enseñar
a pensar correctamente. Enseñar, aprender e investigar lidian con esos dos momentos del ciclo
gnoseológico: aquel en el que se enseña y se aprende el conocimiento ya existente y aquel en el
que se trabaja la producción del conocimiento aún no existente. La "dodiscencia" -docencia-
discencia- y la investigación, indivisibles, son así prácticas requeridas por estos momentos del ciclo
gnoseológico.
2. Enseñar exige investigación
No hay enseñanza sin investigación ni investigación sin enseñanza. Al enseñar, el educador busca,
indaga, investiga, comprueba y haciendo esto educa.Pensar acertadamente, desde el punto de
vista del profesor, implica tanto el respeto al sentido común en el proceso de su necesaria
superación como el respeto y el estímulo a la capacidad creadora del educando. Implica el
compromiso de la educadora con la conciencia crítica del educando cuya "promoción" desde la
ingenuidad no se hace automáticamente.
3. Enseñar exige respeto a los saberes de los educandos
Debe de respetar los saberes con que llegan los educandos. La escuela no es partido. Ella tiene
que enseñar los contenidos, transferirlos a los alumnos. Una vez aprendidos, éstos operan por sí
mismos.
4. Enseñar exige crítica
En la diferencia y en la "distancia" entre la ingenuidad y la crítica, entre el saber hecho de pura
experiencia y el que resulta de los procedimientos metódicamente rigurosos, no hay para mí una
ruptura, sino una superación. La superación y no la ruptura se da en la medida en que la curiosidad
ingenua, sin dejar de ser curiosidad, al contrario, al continuar siendo curiosidad, se hace crítica. Al
hacerse crítica, al volverse entonces, me permito repetir, curiosidad epistemológica, "rigorizándose"
metódicamente en su aproximación al objeto, connota sus hallazgos de mayor exactitud. No habría
creatividad sin la curiosidad que nos mueve y que nos pone pacientemente impacientes ante el
mundo que no hicimos, al que acrecentamos con algo que hacemos.
5. Enseñar exige estética y ética
La práctica educativa tiene que ser, en sí, un testimonio riguroso de decencia y de pureza. La
enseñanza de contenidos no puede darse alejada de la formación moral del educando. Educar es
sustantivamente formar.
6. Enseñar exige la corporificación de las palabras en el ejemplo
El profesor que realmente enseña, es decir, que trabaja los contenidos en el marco del rigor del
pensar acertado, niega, por falsa, la fórmula farisaica, del "haga lo que mando y no lo que hago".
Quien piensa acertadamente está cansado de saber que las palabras a las que les falta la
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corporeidad del ejemplo poco o casi nada valen. Pensar acertadamente es hacer acertadamente.
No existe el pensar acertado fuera de una práctica testimonial que lo redice en lugar de desdecirlo.
Al profesor no le es posible pensar que piensa acertadamente cuando al mismo tiempo le pregunta
al alumno si "sabe con quién está hablando".
7. Enseñar exige riesgo, asunción de lo nuevo y rechazo de cualquier forma de
discriminación
Es propio del pensar acertado la disponibilidad al riesgo, la asunción de lo nuevo que no puede ser
negado o recibido sólo porque es nuevo, así como el criterio de rechazo a lo viejo no es solamente
cronológico. Lo viejo que preserva su validez o que encarna una tradición o marca una presencia
en el tiempo continúa nuevo. También el rechazo definitivo a cualquier forma de discriminación
forma parte del pensar acertadamente.
El problema que se me presenta es que comprendiendo como comprendo la naturaleza humana,
sería una contradicción grosera no defender lo que vengo defendiendo. La gran tarea del sujeto
que piensa acertadamente no es transferir, depositar, ofrecer, dar al otro, tomado como paciente de
su pensar, el entendimiento de las cosas, de los hechos, de los conceptos. La tarea coherente del
educador que piensa acertadamente es, mientras ejerce como ser humano la práctica irrecusable
de entender, desafiar al educando con quien se comunica y a quien comunica, a producir su
comprensión de lo que viene siendo comunicado. No hay entendimiento que no sea comunicación
e intercomunicación y que no se funda en la capacidad de diálogo. Por eso el pensar
acertadamente es dialógico y no polémico.
8. Enseñar exige reflexión crítica sobre la práctica
El pensar acertadamente sabe, por ejemplo, que no es a partir de él, como un dato dado, como se
conforma la práctica docente crítica, sino que sabe también que sin él ésta no se funda. La práctica
docente crítica, implícita en el pensar acertadamente, encierra el movimiento dinámico, dialéctico,
entre el hacer y el pensar sobre el hacer. El saber que indiscutiblemente produce la práctica
docente espontánea o casi espontánea, "desarmada", es un saber ingenuo, un saber hecho de
experiencia, aI que le falta el rigor metódico que caracteriza a la curiosidad epistemológica del
sujeto. El pensar acertadamente que supera al ingenuo tiene que ser producido por el mismo
aprendiz en comunión con el profesor formador. Por otro lado, es preciso insistir otra vez en que
tanto la matriz del pensar ingenuo como la del crítico es la propia curiosidad, característica del
fenómeno vital.el momento fundamental en la formación permanente de los profesores es el de la
reflexión crítica sobre la práctica. Es pensando críticamente la práctica de hoy o la de ayer como se
puede mejorar la próxima. Cuanto más me asumo como estoy siendo y percibo la o las razones de
ser del porqué estoy siendo así, más capaz me vuelvo de cambiar, de promoverme, en este caso,
del estado de curiosidad ingenua al de curiosidad epistemológica. La asunción que el sujeto hace
de sí en una cierta forma de estar siendo es imposible sin la disponibilidad para el cambio; para
cambiar, y de cuyo proceso también se hace necesariamente sujeto
9. Enseñar exige el reconocimiento y la asunción de la identidad cultural
Es interesante extender un poco más la reflexión sobre la asunción. El verbo asumir es un verbo
transitivo y puede tener como objeto el propio sujeto que así se asume. Yo asumo tanto el riesgo
que corro al fumar como me asumo en cuanto sujeto de la propia asunción.
La cuestión de la identidad cultural, de la cual forman parte la dimensión individual y de clase de los
educandos cuyo respeto es absolutamente fundamental en la práctica educativa progresista, es un
problema que no puede ser desdeñado.
Tiene que ver directamente con la asunción de nosotros por nosotros mismos.
El aprendizaje de la asunción del sujeto es incompatible con el adiestramiento pragmático o con el
elitismo autoritario de los que se creen dueños de la verdad y del saber articulado.
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A veces ni se imagina lo que puede llegar a representar en la vida de un alumno un simple gesto
del profesor. Lo que puede valer un gesto aparentemente insignificante como, fuerza formadora o
como contribución a la formación del educando por sí mismo.
«Todas las tesis sobre el problema indígena, que ignoran o eluden a éste como problema
económico-social, son otros tantos estériles ejercicios teóricos, —y a veces sólo verbales—,
condenados a un absoluto descrédito. No las salva a algunas su buena fe. Prácticamente, todas no
han servido sino para ocultar o desfigurar la realidad del problema». La cuestión indígena arranca
de nuestra economía. Tiene sus raíces en el régimen de propiedad de la tierra. Cualquier intento de
resolverla con medidas de administración o policía, con métodos de enseñanza o con obras de
vialidad, constituye un trabajo superficial o adjetivo, mientras subsista la feudalidad de los
«gamonales». El «gamonalismo» invalida inevitablemente toda ley u ordenanza de protección
indígena. La derrota más antigua y evidente es, sin duda, la de los que reducen la protección de los
indígenas a un asunto de ordinaria administración. El carácter individualista de la legislación de la
República ha favorecido, incuestionablemente, la absorción de la propiedad indígena por el
latifundismo. La situación del indio, a este respecto, estaba contemplada con mayor realismo por la
legislación española. Pero la reforma jurídica no tiene más valor práctico que la reforma
administrativa, frente a un feudalismo intacto en su estructura económica. La apropiación de la
mayor parte de la apropiación comunal e individual indígena está ya cumplida. La experiencia de
todos los países que han salido de su evo feudal nos demuestra, por otra parte, que sin la
disolución del feudo no ha podido funcionar, en ninguna parte, un derecho liberal. La suposición de
que el problema indígena es un problema étnico se nutre del más envejecido repertorio de ideas
imperialistas. El concepto de las razas inferiores sirvió al Occidente blanco para su obra de
expansión y conquista. La degeneración del indio peruano es una barata invención de los leguleyos
de la mesa feudal. González Prada no se encontraba exento de su esperanza cuando escribía que
la «condición del indígena puede mejorar de dos maneras: o el corazón de los opresores se
conduele al extremo de reconocer el derecho de los oprimidos, o el ánimo de los oprimidos
adquiere la virilidad suficiente para escarmentar a los opresores». La Asociación Pro-Indígena
(1909-1917) representó, ante todo, la misma esperanza, aunque su verdadera eficacia estuviera en
los fines concretos e inmediatos de defensa del indio que le asignaron sus directores, orientación
que debe mucho, seguramente, al idealismo práctico, característicamente sajón, de Dora Mayer. La
tendencia a considerar el problema indígena como un problema moral encarna una concepción
liberal, humanitaria, ochocentista, iluminista, que en el orden político de Occidente anima y motiva
las «ligas de los Derechos del Hombre». La suerte de los indios no varió sustancialmente.
Más evidentes posibilidades de éxito que la prédica liberal tenía, con todo, la prédica religiosa. Esta
apelaba al exaltado y operante catolicismo español mientras aquella intentaba hacerse escuchar
del exiguo y formal liberalismo criollo.
69
La población del Imperio Inkaico, conforme a cálculos prudentes, no era menor de diez millones. La
Conquista fue, ante todo, una tremenda carnicería. El Virreinato estableció un régimen de brutal
explotación. La codicia de los metales preciosos orientó la actividad económica española hacia la
explotación de las minas que, bajo los inkas, habían sido trabajadas en muy modesta escala, en
razón de no tener el oro y la plata sino aplicaciones ornamentales y de ignorar los indios, que
componían un pueblo esencialmente agrícola, el empleo del hierro. Establecieron los españoles,
para la explotación de las minas y los «obrajes», un sistema abrumador de trabajos forzados y
gratuitos, que diezmó la población aborigen. Esta no quedó así reducida sólo a un estado de
servidumbre –como habría si los españoles se hubiesen limitado a la explotación de las tierras
conservando el carácter agrario del país–, sino, en gran parte, a un estado de esclavitud. No
faltaron voces humanitarias y civilizadoras que asumieron ante el Rey de España la defensa de los
indios.
Pero, en ese tiempo inquisitorial, una gran voz cristiana, la de fray Bartolomé de Las Casas,
defendió vibrantemente a los indios contra los métodos brutales de los colonizadores. No ha habido
en la República un defensor tan eficaz y tan porfiado de la raza aborigen. El indio puede ser
indiferente a todo, menos a la posesión de la tierra que sus manos y su aliento labran y fecundan
religiosamente. La propagación en el Perú de las ideas socialistas ha traído como consecuencia un
fuerte movimiento de reivindicación indígena. Por primera vez, el gobierno se ha visto obligado a
aceptar y proclamar puntos de vista indigenistas, dictando algunas medidas que no tocan los
intereses del gamonalismo y que resultan por esto ineficaces. Por primera vez también, el problema
indígena, escamoteado antes por la retórica de las clases dirigentes, es planteado en sus términos
sociales y económicos, identificándosele ante todo con el problema de la tierra. La solución del
problema del indio tiene que ser una solución social. Sus realizadores deben ser los propios indios.
A los indios les falta vinculación nacional. Sus protestas han sido siempre regionales. Esto ha
contribuido, en gran parte, a su abatimiento. Un pueblo de cuatro millones de hombres, consciente
de su número, no desespera nunca de su porvenir. Los mismos cuatro millones de hombres,
mientras no sean sino una masa inorgánica, una muchedumbre dispersa, son incapaces de decidir
su rumbo histórico.
70
El problema agrario se presenta, ante todo, como el problema de la liquidación de la feudalidad en
el Perú. Esta liquidación debía haber sido realizada ya por el régimen demoburgués formalmente
establecido por la revolución de la independencia. Pero en el Perú no hemos tenido en cien años
de república, una verdadera clase burguesa, una verdadera clase capitalista. La antigua clase
feudal –camuflada o disfrazada de burguesía republicana– ha conservado sus posiciones. La
política de desamortización de la propiedad agraria iniciada por la revolución de la Independencia –
como una consecuencia lógica de su ideología–, no condujo al desenvolvimiento de la pequeña
propiedad. La vieja clase terrateniente no había perdido su predominio. La supervivencia de un
régimen de latifundistas produjo, en la práctica, el mantenimiento del latifundio. Sabido es que la
desamortización atacó más bien a la comunidad. Y el hecho es que durante un siglo de república,
la gran propiedad agraria se ha reforzado y engrandecido a despecho del liberalismo teórico de
nuestra Constitución y de las necesidades prácticas del desarrollo de nuestra economía capitalista.
Nadie ignora que la solución liberal de este problema sería, conforme a la ideología individualista,
el fraccionamiento de los latifundios para crear la pequeña propiedad.
COLONIALISMO = FEUDALISMO
Que el régimen colonial español resultara incapaz de organizar en el Perú una economía de puro
tipo feudal se explica claramente. No es posible organizar una economía sin claro entendimiento y
segura estimación, si no de sus principios, al menos de sus necesidades.
71
Una economía indígena, orgánica, nativa, se forma sola. Ella misma determina espontáneamente
sus instituciones. Pero una economía colonial se establece sobre bases en parte artificiales y
extranjeras, subordinada al interés del colonizador. Su desarrollo regular depende de la aptitud de
éste para adaptarse a las condiciones ambientales o para transformarlas.
El colonizador español carecía radicalmente de esta aptitud. Tenía una idea, un poco fantástica, del
valor económico de los tesoros de la naturaleza, pero no tenía casi idea alguna del valor económico
del hombre.La práctica de exterminio de la población indígena y de destrucción de sus instituciones
-en contraste muchas veces con las leyes y providencias de la metrópoli- empobrecía y desangraba
al fabuloso país ganado por los conquistadores para el Rey de España, en una medida que éstos
no eran capaces de percibir y apreciar. La persecución y esclavizamiento de los indios deshacía
velozmente un capital subestimado en grado inverosímil por los colonizadores: el capital humano.
La codicia de los metales preciosos
EL COLONIZADOR ESPAÑOL
La incapacidad del coloniaje para organizar la economía peruana sobre sus naturales bases
agrícolas, se explica por el tipo de colonizador que nos tocó.Mientras en Norteamérica la
colonización depositó los gérmenes de un espíritu y una economía que se plasmaban entonces en
Europa y a los cuales pertenecía el porvenir, a la América española trajo los efectos y los métodos
de un espíritu y una economía que declinaban ya y a los cuales no pertenecía sino el pasado. Tal
vez las únicas falanges de verdaderos colonizadores que nos envió España fueron las misiones de
jesuitas y dominicos. Ambas congregaciones, especialmente la de jesuitas, crearon en el Perú
varios interesantes núcleos de producción.
Los jesuitas asociaron en su empresa los factores religioso, político y económico, no en la misma
medida que en el Paraguay, donde realizaron su más famoso y extenso experimento, pero sí de
acuerdo con los mismos principios. En una época guerrera y mística, se encargaron de salvar la
técnica de los oficios y las artes, disciplinando y cultivando elementos sobre los cuales debía
constituirse más tarde la industria burguesa.
Conforme al concepto legal de la institución, el encomendero era un encargado del cobro de los
tributos y de la educación y cristianización de sus tributarios. Pero en la realidad de las cosas, era
un señor feudal, dueño de vidas y haciendas, pues dis-ponía de los indios como si fueran árboles
del bosque y muertos ellos o ausentes, se apoderaba por uno u otro medio de sus tierras.
En el Perú la revolución había triunfado por la obligada solidaridad continental de los pueblos que
se rebelaban contra el dominio de España y porque las circunstancias políticas y económicas del
mundo trabajaban a su favor.
72
La revolución no podía prescindir de principios que consideraban existentes reivindicaciones
agrarias, fundadas en la necesidad práctica y en la justicia teórica de liberar el dominio de la tierra
de las trabas feudales. La República insertó en su estatuto estos principios. El Perú no tenía una
clase burguesa que los aplicase en armonía con sus intereses económicos y su doctrina política y
jurídica. Pero la República -porque este era el curso y el mandato de la historia- debía constituirse
sobre principios liberales y burgueses. Sólo que las consecuencias prácticas de la revolución en lo
que se relacionaba con la propiedad agraria, no podían dejar de detenerse en el límite que les
fijaban los intereses de los grandes propietarios. Por esto, la política de desvinculación de la
propiedad agraria, impuesta por los fundamentos políticos de la República, no atacó al latifundio. Y
-aunque en compensación las nuevas leyes ordenaban el reparto de tierras a los indígenas- atacó,
en cambio, en el nombre de los postulados liberales, a la "comunidad''. La nueva política
comprendía un conjunto de medidas que significaban la emancipación del indígena como siervo.
Pero como, de otro lado, dejaba intactos el poder y la fuerza de la propiedad feudal, invalidaba sus
propias medidas de protección de la pequeña propiedad y del trabajador de la tierra. La aristocracia
terrateniente, si no sus privilegios de principio, conservaba sus posiciones de hecho. Seguía siendo
en el Perú la clase dominante. La revolución no había realmente elevado al poder a una nueva
clase. La burguesía profesional y comerciante era muy débil para gobernar. La abolición de la
servidumbre no pasaba, por esto, de ser una declaración teórica. Porque la revolución no había
tocado el latifundio. Y la servidumbre no es sino una de las caras de la feudalidad, pero no la
feudalidad misma.
Entre nosotros el caudillo y el gobierno de los militares han cooperado al desarrollo del latifundio.
Un examen siquiera superficial de los títulos de propiedad de nuestros grandes terratenientes,
bastaría para demostrar que casi todos deben su haber, en un principio, a la merced de la Corona
española, después a concesiones y favores ilegítimos acordados a los generales influyentes de
nuestras falsas repúblicas. Desde la promulgación del Código Civil se entró en el Perú en un
período de organización gradual. Casi no hace falta remarcar que esto acusaba entre otras cosas
la decadencia del militarismo. El Código, inspirado en los mismos principios que los primeros
decretos de la República sobre la tierra, reforzaba y continuaba la política de desvinculación y
movilización de la propiedad agraria. El Código Civil no es sino uno de los instrumentos de la
política liberal y de la práctica capitalista. No obstante el Código, la pequeña propiedad no ha
prosperado en el Perú. Por el contrario, el latifundio se ha consolidado y extendido. Y la propiedad
de la comunidad indígena ha sido la única que ha sufrido las consecuencias de este liberalismo
deformado.
Los dos factores que se opusieron a que la revolución de la independencia planteara y abordara en
el Perú el problema agrario -extrema incipiencia de la burguesía urbana y situación extrasocial,
como la define Echeverría, de los indígenas-, impidieron más tarde que los gobiernos de la
República desarrollasen una política dirigida en alguna forma a una distribución menos desigual e
injusta de la tierra. Durante el período del caudillaje militar, en vez de fortalecerse el demos urbano,
73
se robusteció la aristocracia latifundista. Asumió en el Perú la función de clase burguesa, aunque
sin perder sus resabios y prejuicios coloniales y aristocráticos. Fue así, en fin, como las categorías
burguesas urbanas -profesionales, comerciantes- concluyeron por ser absorbidas por el civilismo.El
poder de esta clase - civilistas o "neogodos"- procedía en buena cuenta de la propiedad de la tierra.
En los primeros años de la Independencia, no era precisamente una clase de capitalistas sino una
clase de propietarios. Su condición de clase propietaria -y no de clase ilustrada- le había
consentido solidarizar sus intereses con los de los comerciantes y prestamistas extranjeros y
traficar a este título con el Estado y la riqueza pública. La propiedad de la tierra, debida al
Virreinato, le había dado bajo la República la posesión del capital comercial. Los privilegios de la
Colonia habían engendrado los privilegios de la República.El poder de la clase política de la
República procedía en buena cuenta de la propiedad de la tierra (feudalismolatifundista). Los
políticos y caudillos eran por lo general, dueños de grandes haciendas.
Mientras que el latifundismo serrano mantenía un nivel muy atrasado en su sistema de producción,
el latifundismo costeño, orientado a los intereses de los capitales británicos y estadounidenses, se
hallaba más desarrollado tecnológicamente, aunque su explotación reposaba todavía sobre
prácticas y principios feudales.
A pesar que la tendencia en la República era desaparecer la comunidad indígena para dar pase a
las propiedades individuales, sin embargo, no hubo una política más incisiva al respecto. La
comunidad sobrevivió, si bien a duras penas. Luego, un intelectual de tendencia liberal como
Manuel Vicente Villarán reclamó la protección de las comunidades frente al latifundismo. Sin
embargo, la defensa más consistente vendría de parte de los intelectuales socialistas como
Hildebrando Castro Pozo, autor del interesante estudio Nuestra comunidad indígena.
LA “COMUNIDAD” Y EL LATIFUNDIO
La defensa de la comunidad indígena, asumida por muchos pensadores como Castro Pozo, no
reposaba en principios abstractos de justicia ni en sentimentalismos tradicionalistas, sino en
razones concretas de orden económico y social..La comparación de la "comunidad" y el latifundio
como empresa de producción agrícola, es desfavorable para el latifundio. Dentro del régimen
capitalista, la gran propiedad sustituye y desaloja a la pequeña propiedad agrícola por su aptitud
para intensificar la producción mediante el empleo de una técnica avanzada de cultivo. La
industrialización de la agricultura, trae aparejada la concentración de la propiedad agraria. La gran
propiedad aparece entonces justificada por el interés de la producción, identificado, teóricamente
por lo menos, con el interés de la sociedad. Pero el latifundio no tiene el mismo efecto, ni responde,
por consiguiente, a una necesidad económica.
EL RÉGIMEN DE TRABAJO.
-SERVIDUMBRE Y SALARIADO
Al sobrevivir en el Perú el latifundio feudal, sobrevivía también la servidumbre, bajo diversas formas
y distintos nombres. La diferencia entre la agricultura de la costa y de las sierra, era que la primera
tenía un nivel técnico más desarrollado, pero no más. Ambas seguían teniendo el carácter feudal o
semifeudal. Métodos feudales aplicados eran el yanaconazgo y el “enganche”. El yanaconazgo
consistía en que un campesino o yanacona laboraba en las tierras de un propietario recibiendo a
cambio de su trabajo una parte de la producción. El enganche era un sistema aplicado en la costa,
por el cual se contrataban trabajadores o braceros dándoles anticipos en dinero, pero por lo
74
general, esa deuda tendía a crecer, quedando el trabajador prácticamente atado al contrato, sin
poder disponer de su libertad.
En la costa, el trabajador de la tierra fue, además del indio, el negro esclavo y el coolíe chino. En la
sierra, exclusivamente el indio. El terrateniente costeño admitía, aunque muy atenuado, el régimen
del salario y del trabajo libre. En cambio, en la sierra, el poder del terrateniente era prácticamente
absoluto y mantenía el feudalismo en toda su dimensión
El desarrollo del cultivo agroindustrial de la costa peruana (caña de azúcar y algodón) se debía al
interés del capital británico y norteamericano en esos productos. Los mejores valles de la costa
estaban sembrados de caña y algodón y conformaban inmensos latifundios, mientras que los
cultivos alimenticios ocupaban una extensión mucho menor y estaba a cargo de pequeños
propietarios y arrendatarios.
Todo ello, pese a que el suelo del Perú no producía todo lo que la población necesitaba para su
subsistencia y se hacía necesario importar trigo. Problema éste que no fue resuelto por el Estado,
más afanado en hacer una política de subsistencias.
Lo que nos muestra que la economía del Perú es una economía colonial, pues su movimiento y su
desarrollo estaban subordinados a los intereses y necesidades de las grandes potencias.
PROPOSICIONES FINALES
1. El carácter de la propiedad agraria en el Perú se presenta como una de las mayores trabas del
propio desarrollo del capitalismo nacional.
5. En la sierra, el feudalismo agrario sobreviviente se muestra del todo inepto como creador de
riqueza y de progreso. Los latifundios tienen una producción miserable.
6. La razón de que esa situación de los latifundios serranos no se debía solo a lo difícil de las
comunicaciones, sino más que nada al gamonalismo (caciquismo latifundista).
QUIJANO, ANÍBAL (2014) “Colonialidad del poder. Eurocentrismo y América Latina”. En: De
la dependencia histórico-estructural a la colonialidad/descolonialidad del poder. CLACSO,
Buenos Aires.
75
los ejes fundamentales de ese patrón de poder es la clasificación de la población mundial sobre la
idea de raza, una construcción mental que expresa la experiencia básica de la dominación colonial
y que desde entonces permea las dimensiones más importantes del poder mundial, incluyendo su
racionalidad específica, el eurocentrismo.
La idea de raza no tiene antecedentes históricos antes de América, que fue donde se situó como
referencia a supuestas estructuras biológicas diferenciales entre conquistadores y conquistados. Se
fundaron relaciones sociales en base a dicha idea, con lo que surgieron identidades nuevas como:
indios, negros, mestizos, entre otros. Y los términos español y portugués (más tarde europeo),
comenzaron a tener connotación racial. De acuerdo a las relaciones de dominación, se
determinaron jerarquías, lugares y roles sociales, lo que significó que la raza e identidad racial
fuesen instrumentos de clasificación social para la población. Para los colonizadores, el color fue
establecido como rasgo fenotípico y emblemático para determinar una categoría racial; ellos se
autodenominaron como blancos.
De ahí que la idea de raza sirviera como legitimación a las relaciones de dominación impuestas por
la conquista, lo cual significó que los pueblos sometidos fuesen situados en una posición de
inferioridad respecto a sus rasgos fenotípicos, descubrimientos mentales y culturales.
En el proceso de constitución histórica de América, todas las formas de control y de explotación del
trabajo y de control de la producción-apropiación-distribución de productos fueron articuladas
alrededor de la relación capital-salario (en adelante capital) y del mercado mundial. Quedaron
incluidas: la esclavitud, la servidumbre, la pequeña producción mercantil, la reciprocidad y el
salario. Todas eran histórica y sociológicamente nuevas. En primer lugar, porque fueron
deliberadamente establecidas y organizadas para producir mercaderías para el mercado mundial.
En segundo lugar, porque no existían sólo de manera simultánea en el mismo espacio / tiempo,
sino todas y cada una articuladas al capital y a su mercado, y por ese medio entre sí. En tercer
lugar, y como consecuencia, para colmar las nuevas funciones cada una de ellas desarrolló nuevos
rasgos y nuevas configuraciones histórico-estructurales. En la medida en que aquella estructura de
control del trabajo, de recursos y de productos consistía en la articulación conjunta de todas las
respectivas formas históricamente conocidas, se establecía, por primera vez en la historia
conocida, un patrón global de control del trabajo, de sus recursos y de sus productos.
Bajo la idea de raza, fueron asociadas a la naturaleza de los roles y lugares en la nueva estructura
global de control del trabajo, raza y división del trabajo, estructuralmente asociados . El Sistema de
división racial del trabajo se mantuvo a lo largo de todo el período colonial
”Los blancos” ganaron una privilegiada posición con América para el control del oro, plata y otras
mercancías producidas por medio del trabajo gratuito de indios, negros y mestizos ,su ventajosa
ubicación en la vertiente del Atlántico les otorgó una ventaja decisiva para disputar el control del
tráfico para el mercado mundial .Se impulsa un nuevo proceso de urbanización, expansión del
tráfico comercial, formación de un mercado regional. Fue Europa quien desarrolló el sistema de la
relación capital-salario, mientras, en cambio, todo el resto de las regiones y poblaciones
incorporadas al nuevo mercado mundial (por colonización o en vía de), permanecían básicamente
76
bajo relaciones no-salariales del trabajo. En las regiones no-europeas el trabajo asalariado se
concentraba casi exclusivamente entre blancos. Los indios y negros, por ser una raza inferior, se
los trataba de forma precaria y no existía salarios para ellos. Se da la concepción de que el trabajo
pagado era privilegio de los blancos. La colonialidad ligada a este capitalismo que emergió de ella,
determinó la geografía social del capitalismo. El capital mundial fue, desde la partida,
colonial/moderno y eurocentrado.
”Ya en su condición de centro del capitalismo mundial, Europa no solamente tenía el control del
mercado mundial, sino que pudo imponer su dominio colonial sobre todas las regiones y
poblaciones del planeta, incorporándolas al ‘sistema-mundo’ que constituía su patrón de poder”.
Para tales regiones, aquel proceso implicó una re-identificación histórica, pues desde Europa les
fueron atribuidas nuevas identidades geoculturales. Fue la incorporación de tan diversas y
heterogéneas historias culturales a un único mundo dominado por Europa lo que determinó y
propició esta intersubjetividad. Europa concentró bajo su hegemonía el control especialmente del
conocimiento (represión intelectual). Todo ese proceso implicó a largo plazo una colonización de
sus perspectivas cognitivas de los modos de producir u otorgar sentido a los resultados de la
experiencia material o intersubjetiva, del imaginario, del universo de relaciones intersubjetivas del
mundo, de la cultura en suma.
LA CUESTIÓN DE LA MODERNIDAD
Con esta visión de etnocentrismo, los europeos occidentales se pensaron así mismos como los
modernos de la humanidad, lo impresionante es que fueron capaces de difundir y de establecer esa
perspectiva histórica como hegemónica. Es erróneo pensar en esta pretensión eurocéntrica de ser
la exclusiva productora y protagonista de la modernidad.
¿Qué sucedería entonces con las llamadas altas culturas? (China, India, Egipto, Grecia, Maya-
Azteca). No es correcto atribuirle a las culturas no-europeas el carácter míticomágica, desarrollaron
grandes cálculos en la astronomía, arquitectura, tecnologías, etc. ¿Qué es lo realmente nuevo
respecto de la modernidad?. Dussel ha propuesto la categoría de transmodernidad como
alternativa a la pretensión eurocéntrica de que Europa es la productora original de la modernidad,
tiene lugar la transmodernidad, no solo en Europa sino en todo el mundo que se configura a partir
de América. Fenómeno nuevo que ingresa a América y la hace ser parte de la modernidad, se crea
una intersubjetividad de todos los pueblos que se van integrando en el nuevo patrón de poder
mundial. Y esos cambios llevan a la constitución de una nueva subjetividad que en lo colectivo se
transforma en una intersubjetividad. Percepción del cambio histórico, la historia puede ser percibida
ya no solo como algo que ocurre, sea por algo natural o por decisiones sobrenaturales, sino como
algo que puede ser producido por la acción de las gentes (decisiones, intenciones, cálculos)
77
pensamiento europeo y a las experiencias y necesidades del patrón mundial de poder capital,
colonial/moderno, eurocentrado, establecido a partir de América.
CAPITAL Y CAPITALISMO
EVOLUCIONISMO Y DUALISMO
La experiencia histórica demuestra sin embargo que el capitalismo mundial está lejos de ser una
totalidad homogénea y continua. Al contrario, como lo demuestra América, el patrón de poder
mundial que se conoce como capitalismo es, en lo fundamental, una estructura de elementos
heterogéneos, tanto en términos de las formas de control del trabajo-recursos productos (o
relaciones de producción) o en términos de los pueblos e historias articulados en él. En
consecuencia, tales elementos se relacionan entre sí y con el conjunto de manera también
78
heterogénea y discontinua, incluso conflictiva. Así, cada una de esas relaciones de producción es
en sí misma una estructura heterogénea.
EL NUEVO DUALISMO
Un Estado-Nación es una suerte de sociedad individualizada entre las demás. Entre sus miembros
puede ser sentida como identidad. Sin embargo, toda sociedad es una estructura de poder. Estado
nación es una estructura de poder a la vez que es producto del poder. La formación de Estados-
naciones fue paralelo a la imposición de la dominación colonial en América. Comenzó con la
colonización interna de pueblos con identidades diferentes, pero que habitaban los mismos
territorios convertidos en espacios de dominación interna. En cada uno de los casos de exitosa
nacionalización de sociedades y estados en Europa, la experiencia es la misma: un importante
proceso de democratización de la sociedad es la condición básica para la nacionalización de esa
sociedad y de su organización política en un Estado-nación moderno.
Los indios no eran parte de la población incorporada al espacio de dominación colonial britano-
americana. Por eso mismo, cuando se inicia la historia del nuevo estado nación llamado Estados
Unidos de América del Norte, los indios fueron excluidos de esa nueva sociedad. Más adelante sus
tierras fueron conquistadas y los sobrevivientes fueron colonizados. A mediados del s. XIX
Tocqueville encontró que ese mecanismo básica de nacionalización (gente de diversos orígenes
cultural y étnicamente iban convirtiéndose paulatinamente en ciudadanos estadounidenses y
adquiriendo una nueva identidad nacional) era la apertura de la participación democrática. Pese a
ello negros e indios se les impedía participar, el proceso de construcción nacional se vería limitado
por esta segregación.
A primera vista, la situación en los países del llamado Cono Sur de América Latina (Argentina,
Chile y Uruguay) fue similar a la ocurrida en Estados Unidos. En estos tres países, también la
población negra fue una minoría, y los dominantes de los nuevos países del Cono Sur
consideraron, como en el caso de E. Unidos, necesaria la conquista de territorios que los indios
poblaban y el exterminio de estos como forma expeditiva de homogeneizar la población nacional y
de ese modo facilitar el proceso de constitución de un Estado-nación moderno, a la europea .El
caso de Argentina: Gran concentración de tierras, es decir, en lugar de una sociedad democrática,
lo que se constituyó fue una sociedad y Estado oligárquicos. la población migratoria (en buenos
aires era un 80% de población europea) no encontró una sociedad con estructura, historia e
identidad suficientemente densas y estables, para incorporarse e identificarse con ella.Tanto en
Chile y Uruguay, los migrantes europeos encontraron una sociedad, un Estado, una identidad lo
suficientemente fuerte y constituidos. El proceso de homogeneización, fue llevado a cabo en los
79
países del cono sur a través de la eliminación masiva de indios, negros y mestizos, no por medio
de la descolonización de las relaciones sociales y políticas
Toda democratización posible en América Latina debe ocurrir como una descolonización y como
una redistribución del poder. La dominación es el requisito de la explotación, y la raza es el más
eficaz instrumento de dominación que, asociado a la explotación, sirve como el clasificador
universal en el actual patrón mundial capitalista.
80
Unidad 4
Procuramos ofrecer una presentación crítica de las múltiples formas en que diversas generaciones
de científicos sociales han estudiado al Estado en la Argentina desde la década de 1960 hasta la
actualidad. Responder al por qué desde 1960 autores provenientes de diversas ciencias sociales
de la Argentina suelen afirmar que, tras el derrocamiento en 1955 del segundo gobierno de Perón
se produjo una modernización de la producción de esas disciplinas, fundamentalmente en el ámbito
de las Universidades nacionales, en instituciones públicas, así como en espacios académicos
privados.
Los factores que incidieron en ese proceso de renovación se atribuyen, por un lado, a cambios
políticos operados entre 1955 y 1966 en las universidades y su relación con el Estado y la política
nacional, que favorecieron una mayor autonomía en la producción del conocimiento. Y por otro
lado, a una intensa interlocución institucional de los intelectuales locales con la agenda de los
debates internacionales de las cs.sociales a novedosas formas de organización académica y de
profesionalización, participación en programas públicos de desarrollo, acceso a nuevas fuentes de
financiamiento nacional e internacional, entre otros determinantes.
Intentaremos someter a un conjunto amplio de textos a una pregunta para la cual no fueron
necesariamente creados: ¿Cómo aparece (re)presentado el Estado en ese análisis? Lo que se
ofrecerá es una sintética caracterización, en seis grandes grupos, de enfoques, autores y textos
desarrollados en el último medio siglo.
Desde este punto de vista, las formas y contenidos de lo estatal eran representadas como
resultado de la incidencia de unas lógicas macro-sociales procedentes de otras esferas sociales,
tales como la estructura de clases, el modelo de acumulación económica o la participación de la
producción nacional en la economía-mundo.
81
A pesar de reconocer la eficacia e influencia de otros factores sociales externos sobre el Estado,
estas perspectivas tendieron a representarlo en términos de un actor todopoderoso, un instrumento
clave en el proceso de formación de una economía nacional y la generación de condiciones
políticas y educativas que lograsen el dominio sobre las clases subalternas y consolidar un orden
capitalista dependiente del exterior
Se centra en la producción historiográfica producida desde 1990 en adelante por Chiaramonte. Sus
estudios atienden a la configuración de las soberanías políticas en el Rio de la Plata entre 1810 y
1840, y permiten conocer la formación y dinámica de unas unidades políticas que terminaron
siendo eficaces en el proceso de constitución del Estado y la nación argentina en la segunda mitad
del siglo XIX, esto es, las “ciudades”, “estados”, “estados rioplatenses”, “estados provinciales”. En
este sentido, su aporte al conocimiento de nuestro objeto radica en que ofrece un enfoque que se
delimita en aquellas interpretaciones retrospectivas que presentan los relatos de una nacionalidad
argentina esencialmente dada a comienzos del siglo XIX y que, como consecuencia de conflictos
facciosos debió esperar medio siglo hasta lograr su inevitable destino y proyecto en un Estado
nacional unificado.
La democracia ya no era considerada un fenómeno superficial, carente de historia propia, sino una
forma política e institucional que debía ser construida activamente por los ciudadanos, dirigentes y
partidos políticos.
82
los dos gobiernos del presidente Carlos Menem (1989-1999). A diferencia de lo ocurrido en las
décadas anteriores, aquí identificamos el despliegue de un debate en un escenario radicalmente
diferente, en el que habían ganado consenso político las perspectivas neoliberales que pregonaban
el carácter prescindente o subsidiario de la esfera estatal.
Hay otra serie de contribuciones que comprenden al Estado como una institución que resulta de la
objetivación de proyectos ideológicos y políticos de los grupos o clases dirigentes. Dichas
perspectivas han sido sumamente productivas al analizar los orígenes y consolidación del Estado
Nacional argentino durante el llamado “orden conservador” o “régimen de ochenta”.
El estado aquí es reconocido como el escenario natural del ejercicio de la política, como una
institución que tiene por protagonistas las ideas y practicas públicas de los “notables”, y es también
visto como una herramienta fundamental destinada a concretar los proyectos civilizatorios en el
territorio de un “país nuevo”.
Para estos autores el Estado es expresivo, ante todo, de los proyectos y del gobierno de las elites;
por eso, esta historiografía de lo estatal se caracteriza como una mirada desde arriba.
Dentro de este conjunto de estudios del Estado “desde adentro” es posible encontrar distintos
intereses y problemáticas. Por un lado, se cuentan aquellos que se concentran en el estudio de las
políticas sociales, sus instituciones y funcionarios, principalmente de las áreas de salud y
83
educación, manteniendo una interlocución con el debate académico metropolitano sobre orígenes y
desarrollo de las políticas sociales y del Estado de Bienestar en Europa y Estados Unidos. Por otro
lado, también están los que reflexionan sobre la configuración de instituciones, dispositivos y
agentes de control social, especialmente en relación con las áreas de justicia, salud y policía.
• Personalizar al Estado. El Estado son las normas que lo configuran y determinan, pero
también son las personas que producen y actualizan sus prácticas cotidianas dentro de sus
formaciones institucionales y en interlocución con esas normas. En este sentido, sí creemos
que es necesario personalizar al Estado. Para la definición de agendas, modos de
intervención y producción de resultados son tan importantes las normas como las personas
que participan del Estado desde (o encarnado) ciertas funciones y estatus sociales más o
menos definidos de la llamada “función pública”. Pero también es necesario desde un
análisis del Estado identificar aquellas categorías y personas o poblaciones formalmente
exteriores a aquel y con las que los agentes estatales generan infinidad de intercambios
cotidianos que inciden en la orientación y curso de sus representaciones y prácticas.
84
de observación identificando tensiones que se expresan en el Estado y que no se derivan
solo de las determinaciones emergentes de una estructura social clasista. Allí intervienen
otras lógicas sociales: profesionales, regionales, corporativas, internacionales, etc.
• La esfera estatal nunca está aislada sino que está en permanente contacto con actores no
estatales, privados y de otros ámbitos estatales. Estas interacciones le brindan a la política
pública algunos de los elementos simbólicos y materiales que intervienen en su definición, y
simultáneamente condicionan, facilitan y obstaculizan su ejecución. Si el Estado es,
entonces, el resultado siempre permanentemente desafiado desde adentro y desde afuera
por diferentes determinaciones sociales, es necesario prestar tanta atención a lo que ocurre
dentro como fuera de él, asumiendo incluso que la distinción entre lo que a priori no sería
definido como propiamente estatal es un resultado históricamente dado, que a menudo
adquiere formas socialmente difusas.
Los autores de este libro invitan a percibir la complejidad de los recorridos, intenciones y prácticas
de los agentes estatales y su inscripción en contextos específicos. Lo que se intenta es
descomponer a la categoría e institución “Estado argentino” en un esfuerzo por descubrir la
multiplicidad de racionalidades, intereses e intenciones presentes en la creación y actuación de las
agencias y los sujetos que las componían y componen.
Se trata de tomar conciencia de las numerosas vías de acceso al Estado para lograr un mejor
conocimiento empírico y trans-disciplinario de su historia, sus agentes, sus ideas, sus proyectos,
las personas a las que afecta y a las que convoca.
También, se trata de ver a los funcionarios como mucho más que actores que representan roles
estrictamente ajustados a lo que sostiene la normativa explicitada formalmente. Enfocar en el
análisis a los hombres y mujeres que cotidianamente producen representaciones y prácticas
correspondientes a esa esfera social que llamamos “estatal”. De allí que las preocupaciones que
aquí proponemos pensar estén centradas en torno a lo que se llamara “Rostro humano del Estado”,
para centrarnos en la actividad de los sujetos concretos que habitan y dan vida al estado, que son
el estado.
85
García Linera: El estado en transición. Bloque de poder y punto de bifurcación
Lo que llamamos Estado es una relación o, mejor, una estructura de relaciones políticas
territorializadas y, por tanto, es un flujo de interrelaciones y de materializaciones pasadas de esas
interrelaciones referidas a la dominación y legitimación política. Esta relación-Estado siempre es un
proceso histórico político en construcción, en movimiento, en flujo. Pero hay momentos de su
historia en los cuales este devenir se mueve en un marco de procedimientos, jerarquías, y hábitos
relativamente previsibles y acotados, esos son los momentos de la “estabilidad” de la relación-
Estado. Pero, cuando todo esto pierde su anclaje estructural primordial, hablamos de los momentos
de “transición” de una estructura de relaciones políticas de dominación y legitimación a otra
estructura, es decir, a otra forma de relación-Estado.
Estado como relación material de dominación y conducción política: se entiende al Estado, por una
parte, como una correlación política de fuerzas entre clases sociales con capacidad de influir, en
mayor o menor medida, en la implementación de decisiones gubernamentales.
Por otra, como maquinaria donde se materializan esas decisiones en normas, reglas, burocracias,
presupuestos, jerarquías, hábitos, es decir, como institucionalidad.
Estado como relación de legitimación política: el Estado es entendido como idea colectiva, como
sentido común de época que garantiza el consentimiento moral entre gobernantes y gobernados.
Estas tres dimensiones o caras del mismo orden estatal, en momentos de cambio de forma de
contenido social del Estado, presentan transformaciones diferentes en su profundidad y velocidad,
dependiendo del momento o etapa de la crisis de Estado (o revolución social) que se está
atravesando. Esquemáticamente, podemos resumir que toda crisis estatal atraviesa cuatro etapas
históricas:
El momento del desvelamiento de la crisis de Estado: que es cuando el sistema político y simbólico
dominante, se quiebra parcialmente, dando lugar a un bloque social políticamente disidente, con
capacidad de movilización y expansión territorial de esa disidencia, convertida en irreductible.
De consolidarse esa disidencia como proyecto político nacional imposible de ser incorporado en el
orden y discurso dominante, se da inicio al empate catastrófico, que ya habla de la presencia de
una propuesta de poder capaz de desdoblar el imaginario colectivo de la sociedad en dos
estructuras políticas-estatales antagónicas.
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Renovación o sustitución radical de elites políticas, mediante la constitución gubernamental de un
nuevo bloque político que asume la responsabilidad de convertir las demandas contestatarias en
hechos estatales desde el gobierno.
Punto de bifurcación o hecho político-histórico a partir del cual la crisis de Estado, la pugna política
gobernadora de desorden social creciente, es resuelta mediante una serie de hechos de fuerza que
se consolidan duraderamente un nuevo, o reconstituyen el viejo, sistema político, el bloque de
poder dominante, y el orden simbólico de poder estatal.
En síntesis, podemos decir que la transición estatal se presenta como un flujo de marchas y
contramarchas, flexibles e interdependientes, que afectan las estructuras de poder económico, la
correlación de fuerzas políticas, y la correlación de fuerzas simbólicas, la transición estatal habla de
la construcción de una nueva correlación de fuerzas o bloque dominante en el control de la toma de
decisiones político-económica del país; pero a la vez, de la persistencia y continuidad de antiguas
prácticas, de antiguos núcleos de poder interno que reproducen aun partes del viejo Estado.
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conduce a que los rasgos de cada uno de ellos y de cada sociedad tengan un enorme influjo sobre
el tipo de democracia pasible de consolidarse, o sobre la consolidación o fracaso de la democracia
a largo plazo.
Es un error asociar el Estado con el aparato estatal, o el sector público, o la suma de las
burocracias públicas, que indudablemente son partes del Estado, pero no constituyen el todo. El
Estado es un conjunto de relaciones sociales que establece cierto orden en un territorio
determinado, y finalmente lo respalda con una garantía coercitiva centralizada. Muchas de esas
relaciones se formalizan mediante un sistema legal provisto y respaldado por el Estado. El sistema
legal es una dimensión constitutiva del Estado y del orden que este establece y garantiza en el
territorio dado. Es un orden, en el sentido en que compromete múltiples relaciones sociales en base
a normas y expectativas estables.
La ley, incluyendo los patrones de habituación que conduce la expectativa de que ésta se aplicará
regularmente, es un elemento constitutivo del Estado: es la parte que proporciona la urdimbre
regular y subyacente del orden social que existe en un territorio determinado.
Existe todavía otra dimensión del Estado: la ideológica. El Estado pretende ser, y normalmente se
piensa que es, un <Estado para la nación>. El Estado alega en diversas formas que es el creador
del orden que discutimos anteriormente. Nosotros vemos que ese orden es desigual en todas las
sociedades, aun cuando desde el vértice del Estado se sostenga que resulta igual para todos los
miembros de la nación.
Desde la perspectiva que estoy proponiendo, la ciudadanía no se reduce a los confines de lo
político. La ciudadanía entra en juego, por ejemplo, cuando en una relación contractual, cualquiera
de las partes que sienta que tiene motivos de queja legítimos, cuenta con la posibilidad de recurrir o
no a una entidad pública legalmente competente, y de la cual puede esperar un trato justo, para
que intervenga y falle en ese caso.
Argentina, Brasil y Perú (al igual que otros países de AL) no están atravesando solamente una
grave crisis social y económica, sino que están sufriendo también una profunda crisis de sus
Estados. Una crisis que existe en las tres dimensiones mencionadas: la del Estado como un
conjunto de burocracias capaces de cumplir con sus obligaciones con eficiencia; la de la eficacia de
la ley; y la de la credibilidad de que los organismos estatales orienten sus decisiones hacia el bien
común.
Tamaño e influencia relativa del aparato estatal: En los países recientemente democratizados el
Estado es demasiado grande, y eso conduce a numerosas consecuencias negativas. Pero, en este
contexto, el antónimo de grande es “magro”, es decir, un conjunto eficiente y menos poderoso de
organismos públicos, que esté en capacidad de crear bases de igualdad social y de generar las
condiciones para alcanzar tasas de crecimiento económico adecuadas para lograr mantener el
progreso en las áreas de la democracia y de la igualdad social. Un Estado magro es aquel que
puede afianzar las bases democráticas.
Por otro lado, un Estado fuerte, independientemente del tamaño de sus burocracias, es aquel que
establece eficazmente la legalidad sobre el territorio que le pertenece, y que así también es
percibido por la mayoría de la población.
En este ensayo me limitaré a discutir algunos temas relacionados con la crisis del Estado en las
tres dimensiones que identifique anteriormente. En esas situaciones, los Estado ineficaces
coexisten con esferas de poder autónomas y basadas también en un territorio. Los Estados se
vuelven ostensiblemente incapaces de promulgar regulaciones para la vida social que sean
eficaces a lo largo de sus jurisdicciones y de sus sistemas de estratificación. Las provincias o
distritos situados en la periferia de los centros urbanos nacionales, normalmente más duramente
afectados por las crisis económicas y dotados de burocracias más débiles, crean sistemas locales
de poder que tienden a llegar a extremos de conducción violenta, personalista, abierta a toda
suerte de prácticas violentas y arbitrarias. En muchas democracias emergentes la eficacia de un
orden nacional representado por la ley y la autoridad del Estado se desvanece en cuanto uno se
aleja de los centros urbanos nacionales. Pero incluso allí se evidencia también la evaporación
funcional y territorial de la dimensión pública del Estado.
Se trata de áreas en las cuales existe una presencia prácticamente nula de la dimensión territorial
del Estado tanto como de la funcional. En estas regiones, hay elecciones, gobernadores y
legisladores, pero que no son más que maquinarias personalistas, dependientes de las ventajas
que puedan extraer de los organismos locales. Los gobiernos locales funcionan en base a
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fenómenos tales como el personalismo, amiguismo, prebendalismo (ganar mucho haciendo poco),
clientelismo, etc.
La presencia de estos circuitos de poder se repite en el centro de la vida política nacional,
comenzando con el Congreso. En general, los intereses de los legisladores de estas áreas son muy
acotados: mantener el sistema de dominación privatizada que los eligió y canalizar hacia ese
sistema tantos recursos estatales como sea posible.
Debemos recordar que en un orden democrático que funcione apropiadamente la legitimidad es
universalista: cualquiera puede invocarla con éxito, independientemente de su posición en la
sociedad.
Régimen y Estado: Por el primero se entiende “el conjunto de patrones que determina la forma y
los canales de acceso a las posiciones gubernamentales, las características de los actores
admitidos y de los excluidos de ese acceso, y los recursos y estrategias que ellos pueden usar para
alcanzarlo”. La definición de estado es más problemática, pero contrala opinión mayoritaria, lo que
planteo lleva a la conclusión de que adjetivos como “democrático” y “autoritario” son pertinentes no
solo para el régimen, sino también para el Estado.
Para mí, siempre que un sistema legal incluya los derechos y garantías del constitucionalismo
occidental, y existan poderes públicos con la capacidad y disposición de imponer esos derechos y
garantías incluso contra otros poderes públicos, el Estado y el orden que él ayuda a implantar y
reproducir son democráticos. La legalidad del Estado democrático esta entera, “cierra” su circuito
con la aplicación universalista de sus reglas.
Como una forma política eficaz en un territorio determinado, la democracia está necesariamente
vinculada a la ciudadanía, y ésta sólo puede existir dentro de la legalidad de un Estado
democrático. La universalización total de la ciudadanía es un ideal al que se acerca, en mayor o
menor grado de proximidad, las democracias realmente existentes. Un Estado que no es capaz de
hacer valer su legalidad sustenta una democracia con baja intensidad de ciudadanía.
Este concepto alude específicamente la esfera política democrática, o poliarquía. En las áreas con
poca presencia (territorial y funcional) del Estado, por lo general, se cumplen las condiciones
políticas específicas para la existencia de una poliarquía. Por lo general, los individuos pueden
votar sin coerción directa, el conteo de sus votos se realiza limpiamente, en principio pueden crear
casi cualquier tipo de organización y expresar sus opiniones sin censura, así como transitar
libremente dentro y fuera del territorio nacional. Sin embargo, los campesinos, habitantes pobres,
indígenas, las mujeres y demás, muchas veces no logran un trato justo de la justicia, o no pueden
obtener los servicios de los organismos estatales a los que tienen derecho, o no están libres de la
violencia policial, etc. Esas son restricciones “extrapoliárquicas”, pero políticamente relevantes;
ellas connotan la ineficacia del Estado como ley, la reducción de ciertas garantías y derechos
constitutivos de la ciudadanía.
Por eso una definición política de democracia debe tomar en cuenta la pregunta de hasta qué punto
se ejerce realmente la ciudadanía en un territorio determinado.
89
Otra solución temporal de los gobiernos desesperados por conseguir fondos ha sido el incremento
de los impuestos y de los precios de los servicios públicos. Pero estas medidas fomentan la
inflación y tienen graves consecuencias.
Introducción.
Una burocracia pública no es un tipo ideal de organización que realiza o no diversas tareas; una
burocracia pública es lo que hace. Es un resultado de la política y está determinada por la
naturaleza y los contenidos de las políticas públicas que implementa. Es, al mismo tiempo, la
expresión material del Estado -percibido como un aparato institucional concreto y el brazo ejecutor
que implementa sus políticas. Es también uno de los atributos del Estado, y su instrumento
principal para conseguir y mantener sus otros atributos de "estatidad". No es el resultado de un
proceso racional de diferenciación estructural y especialización funcional, ni su desarrollo sigue un
diseño planificado y coherente. Más bien, su formación generalmente describe un patrón sinuoso,
errático y contradictorio en el que pueden observarse rezagos de varias estrategias y programas de
acción política.
Las burocracias públicas son la contraparte concreta de la noción ideal abstracta del Estado, visto
como la principal instancia para la articulación de relaciones sociales, o como el tejido conjuntivo
que mantiene a la sociedad unida. La mayoría de las burocracias modernas se formaron como
parte del proceso de construcción estatal que ocurrió en Europa, Estados Unidos y América Latina
principalmente durante el siglo XIX, con las excepciones de Inglaterra y Francia, en cuyos casos
este proceso ocurrió con anterioridad. A su vez, la formación estatal puede ser entendida como un
componente de un proceso más amplio de construcción social, en el cual, gradualmente, otros
90
componentes también se fueron constituyendo: la construcción de la nación (entendida como
sentimientos de pertenencia compartidos y ampliamente difundidos dentro de un territorio), la
ciudadanía, un sistema de relaciones de producción, el mercado, la estructuración de clases
sociales y la consolidación de un "pacto" de dominación política.
Hasta cierto punto, el Estado encarna la expresión material de esta compleja formación social.
La fórmula que simbolizó el proceso de formación estatal y que dio contenido esencial a la agenda
pública se expresó en el lema "orden y progreso", que por otro lado señaló la necesidad de
establecer (1) quiénes se convertirían en miembros legítimos (y quiénes serían excluidos) del
nuevo modo de organización capitalista que se gestaba; y (2) qué reglas de juego deberían
institucionalizarse para que las transacciones económicas se volvieran estables y previsibles,
promoviendo de ese modo el desarrollo de las fuerzas productivas a través de la articulación de los
factores clásicos de producción (tierra, trabajo y capital) y, por lo tanto, según la visión de la época,
harían posible el progreso indefinido.
Productividad.
La productividad burocrática puede definirse como la capacidad de la burocracia para generar valor
público. Moore (1998) identifica al éxito en el sector público con la realización de actividades
estatales que agreguen valor para el público, tanto en el corto como en el largo plazo.
Los servicios y la regulación nunca han sido bien medidos, tanto en ciencias económicas como en
otras disciplinas. Por ejemplo, en muchos países en desarrollo, la escuela pública provee a sus
estudiantes pobres un almuerzo gratis además de sus programas educacionales rutinarios. Medida
exclusivamente sobre la base de estos últimos, la eficiencia de estas escuelas seguramente será
menor que la de escuelas que no ofrecen tales servicios. O, para presentar otro ejemplo, es difícil
evaluar el desempeño de las agencias reguladoras en términos del grado de control que ejercen
sobre el nivel de precios, la seguridad de los servicios regulados, la sujeción de las empresas a
planes de inversión comprometidos, la calidad del servicio, la competitividad en el mercado y otros
aspectos relacionados a la actividad de las empresas que regulan. Sea como fuere, los esfuerzos
más recientes para identificar indicadores de productividad burocrática han progresado
notablemente.
Contexto.
Nuestro modelo asume que la fisonomía del aparato estatal y sus niveles de desempeño están
íntimamente relacionados con las características del contexto social y político que enmarca su
actividad. La información contextual se refiere concretamente a la existencia de una agenda de
políticas y a la naturaleza de la estructura social en la coyuntura histórica bajo análisis.
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A medida que el gobierno toma posiciones vis-a-vis temas socialmente relevantes contenidos en su
agenda, aumenta la probabilidad de que se cree una nueva agencia para resolver una cuestión
dada, o que se asignen recursos adicionales a agencias ya existentes. Los esfuerzos para llevar a
cabo proyectos, iniciativas y prioridades gubernamentales conducen, dentro del aparato estatal, a
arreglos organizacionales y estilos de gestión múltiples, cuya naturaleza es, en gran medida, el
resultado de cómo se resuelven los conflictos sociales dentro de esta arena institucional.
Recursos.
Siguiendo esta línea argumental, debemos considerar a continuación los recursos empleados por la
burocracia (probablemente la expresión más tangible de su existencia) para realizar su misión. Las
variables de esta dimensión nalítica incluyen la naturaleza de los diversos tipos de recursos: su
volumen, capacidad, adaptabilidad, pertinencia y posibilidades de articulación, tomando en cuenta
los fines perseguidos. Así, el aparato estatal puede concebirse como un sistema de producción que
combina sus recursos mediante formas y proporciones variadas, definiendo de esta forma una
determinada "función de producción" destinada a lograr una particular "función de objetivos".
En consecuencia, hay dos formas en las que puede ocurrir una inconsistencia entre la función de
objetivos y la función de producción. Primero, cuando los factores de producción (infraestructura,
personal, gastos operativos) son inadecuados para la tarea en cuestión; segundo, cuando la
composición de recursos humanos (la combinación de personal gerencial, profesional, técnico y no
especializado) no es la correcta. Muchos años atrás (Oszlak 1972) propuse la expresión "síndrome
sobra-falta" para referirme a esta existencia simultánea de fuerza de trabajo supernumeraria
(usualmente para ciertas tareas rutinarias) y personal insuficiente para desarrollar otras funciones
críticas, lo cual crea deformidad burocrática.
Normas.
Las combinaciones de recursos no son fortuitas: responden a una serie de normas que establecen
principios para la acción y proveen instrumentos legítimos para asegurar que las actividades que
llevan a cabo las agencias burocráticas estén en línea con esos criterios. Básicamente, este
sistema opera a través de tres mecanismos que siguen una secuencia analítica (pero no temporal),
ya que mantienen una cierta relación jerárquica donde una sucesión de normas cada vez más
concretas van traduciendo directivas inicialmente abstractas y difusas.
Un primer mecanismo apunta a asegurar que el producto de la burocracia se corresponda con las
demandas sociales y sea congruente con los objetivos institucionales. Al aplicar este mecanismo,
se fijan fines, se establecen prioridades, se aprueban objetivos, y se transmite este conjunto
normativo a la estructura organizacional en su conjunto. En esencia, provee directrices de acción
para decidir qué actividades serán requeridas para producir el tipo, volumen y alcance de la
producción de valor público. Por ejemplo, entre otros: el tipo y volumen de los servicios provistos, la
incursión en actividades empresariales, el grado de intervención en la regulación de actividades
económicas y sociales, o el alcance de la función represiva.
Los otros dos mecanismos tienen un carácter más instrumental. Uno de ellos sirve para evaluar las
diferentes estrategias de acción política y formular políticas y planes, que a nivel operacional
traducirían las amplias directrices y opciones, dando contenido al sistema normativo. El
planeamiento, los métodos y procedimientos administrativos, y las políticas de asignación de
recursos son algunos de los principales instrumentos de este tipo. El tercer y último mecanismo
consiste en el sistema de sanciones, que establece el dominio para el ejercicio de la autoridad y
provee los medios para asegurar su aplicación, regulando así las relaciones superior-subordinados.
92
Representa, por lo tanto, el instrumento que aplican aquellos que poseen autoridad para
asegurarse que las actividades se conducirán de acuerdo a los objetivos y procedimientos
predeterminados.
El marco normativo puede también contener a los patrones culturales en los que opera la
burocracia, que pueden prevalecer dentro de la sociedad en general o en agencias o unidades
específicas.
Estructuras.
Cuanto mayores sean los niveles de diferenciación, especialización e interdependencia, más alto
es el grado de complejidad e incertidumbre de la administración pública y, consecuentemente,
mayor la necesidad de establecer apropiados mecanismos de articulación e integración.
La interdependencia puede ser (1) de tipo jerárquico, en cuyo caso los individuos reciben órdenes
de superiores y/o las dan a subordinados, constituyendo de tal manera una red de relaciones de
autoridad; (2) de tipo funcional, definida como la red de relaciones normativas/técnicas resultantes
del intercambio de información o la aplicación de conocimiento a bienes materiales; ó (3) de tipo
presupuestario (o de intercambio de recursos), en cuyo caso la interdependencia se basa sobre la
asignación competitiva entre unidades de recursos materiales y financieros originados en una
misma fuente.
Comportamiento.
93
Después de todo, es la actividad de seres humanos, manifestada en su comportamiento, lo que
determina el nivel y la calidad de los productos resultantes de su acción organizada. Así pues, la
eficiencia y efectividad de la actividad burocrática dependerá, en un sentido inmediato, de las
conductas de los empleados públicos, pero tal conducta estará simplemente exteriorizando el
conjunto de variables contextuales, normativas y estructurales que estimulan ciertas percepciones,
generan actitudes y determinan orientaciones diferenciadas hacia la acción.
El poder de la burocracia se ha comparado usualmente con el que ejercen otros actores políticos y
económicos, ya sean partidos políticos, el parlamento, la presidencia, los sindicatos, los grupos
corporativos empresariales, y otros.
Las variables tecnológicas y culturales subsumen a la mayoría de los determinantes inmediatos del
comportamiento burocrático. La consideración conjunta de estas dos variables es relativamente
frecuente en la literatura especializada, a la luz de la creciente preocupación por la transferencia de
tecnologías administrativas cuyos criterios de racionalidad suelen ser incongruentes con aquellos
prevalecientes en los países receptores.
94
Segundo, cualquier organización compleja intentará eliminar fuentes de incertidumbre que operan
sobre su núcleo tecnológico, ya que la legitimidad y supervivencia de la organización depende
fuertemente del funcionamiento continuo y eficiente de tal tecnología.
Las variables culturales también ejercen una influencia homogeneizante sobre el comportamiento
burocrático. Las formas en las que se percibe y categoriza la realidad, las creencias en términos de
la eficacia de ciertos instrumentos para lograr objetivos, los criterios de legitimidad prevalecientes,
las actitudes hacia la autoridad o las orientaciones hacia el tiempo son elementos que,
conjuntamente, tienden a estandarizar las percepciones interpersonales sobre lo que debe hacerse
o cabe esperar en una situación dada -reduciendo así la incertidumbre en la interacción-. Por
supuesto, debe efectuarse una distinción entre la cultura organizacional dentro de las burocracias y
la cultura prevaleciente en la sociedad, ya que difieren frecuentemente. En efecto, cada cultura
posee su propia visión respecto a los deberes de los funcionarios públicos, y la legitimidad de sus
roles está fuertemente impregnada por este elemento cultural.
A finales de los años cincuenta, Dill (1958) distinguió cuatro grupos contextuales potencialmente
relevantes para definir y lograr objetivos organizacionales en empresas del sector privado: (1) los
clientes (tanto distribuidores como usuarios); (2) los proveedores de materiales, trabajo, capital,
equipo y espacio de trabajo; (3) los competidores por mercados y recursos; y (4) los grupos
regulatorios, incluyendo a las agencias gubernamentales, sindicatos y asociaciones empresariales.
Hay dos dimensiones contextuales que aparecen como particularmente relevantes para el caso de
las unidades burocráticas "eslabonadas" por procesos de implementación de políticas: el carácter
específico de las clientelas burocráticas y la naturaleza del régimen político. El primero es
importante a la luz de las demandas, apoyos y legitimidad que pueden proveer a las diversas
agencias según su desempeño. A su vez, diferentes regímenes políticos también pueden implicar
marcos normativos y estilos gerenciales diferentes, con altas probabilidades de que ciertas áreas
de política -y por tanto, ciertas agencias- sean favorecidas a expensas de otras. Observemos más
detenidamente la forma en que estos parámetros limitan la dinámica interna de las agencias
estatales, impactando así en su productividad.
Cada agencia estatal compite por ganar posiciones dentro de un espacio de políticas; en este
proceso define su "territorio" o "ámbito funcional". Una sensibilidad "territorial" muy aguda
usualmente afecta el comportamiento burocrático y el nivel de conflicto entre las agencias. Como
resultado de esta pugna entre agencias por la construcción y el mantenimiento de ámbitos
95
funcionales, la fisonomía del sector público se transforma permanentemente mediante expansiones
y contracciones "fronterizas". Como fuente de legitimidad y poder de las agencias, los clientes
juegan un rol fundamental en la definición de los términos y resultados de esta pugna. La
efectividad de su rol dependerá, entre otras cosas, de diversas circunstancias: su origen social, su
número, su capacidad de articular intereses, su proximidad y control de las agencias burocráticas y
su relevancia en términos de los patrones de acumulación de capital y dominación política
prevalecientes. En este sentido, la clientela puede valerse de recursos de poder similares a los
discutidos previamente en esta sección.
Para concluir esta sección, pueden agregarse algunos comentarios finales. En primer lugar, un
análisis más profundo de las restricciones mencionadas nos permite afirmar que las tecnológicas y
culturales parecen estar más fuertemente vinculadas con el desempeño y la productividad
burocrática, mientras que las restricciones clientelísticas y políticas tienen como preocupación
compartida el tema del poder. Claramente, la tecnología y la cultura afectan directamente la forma
en que se organiza la función de producción burocrática -una cuestión central para intentar
identificar las razones de su bajo desempeño-. A su vez, la preocupación por el poder es inherente
a su relación con las clientelas (donde la captura burocrática parece ser el principal resultado) y a
las interacciones con el régimen político, donde los problemas de orientaciones de políticas y
estilos de gestión son de crucial importancia. Sugeriríamos tomar esta hipótesis, y las
observaciones que siguen, como futuros temas de la agenda de investigación.
Un tercer aspecto que cabe destacar es la creciente homogeneidad de países con contextos
históricos y sociopolíticos diferentes, como resultado de la amplia difusión de modelos y fórmulas
para el fortalecimiento institucional del sector público promovida por organizaciones financieras
multilaterales y agencias de cooperación bilateral.
96
Cuarto, en aquellos países con alta inestabilidad política y frecuentes cambios en la naturaleza de
los regímenes políticos, los "retrasos" institucionales en el constante proceso de readaptación
tienden a volverse crónicos. Muy a menudo, su influencia es tal que las configuraciones resultantes
son mixtas, diferenciándose particularmente de los casos "puros" sugeridos por una tipología
particular.
Un quinto punto, estrechamente relacionado con el anterior, es que incluso las caracterizaciones de
los regímenes políticos deben ser cuidadosamente testeadas antes de avanzar en comparaciones
entre experiencias nacionales concretas. Difícilmente pueda sostenerse que las democracias
establecidas en América Latina, Europa del este, Asia o África son de un mismo tipo. Las
diferencias son múltiples: el grado de consolidación de un sistema de partidos, la influencia
remanente de los militares, la relativa hegemonía del ejecutivo frente a otros poderes y actores
políticos; la difusión del prebendalismo, el poder político de fuerzas militares irregulares (narcos o
guerrillas), el peso político de los sindicatos de empleados públicos, entre otros.
Hasta mediados del siglo XIX la ciudadanía se construyó con muchas dificultades en torno a los
derechos civiles, especialmente asociada a los derechos de libertad y propiedad, mientras que los
derechos políticos estaban limitados a un sector muy pequeño de la población. Esta sociedad
poscolonial no contaba con partidos políticos, tenía una escasa participación de la sociedad civil y
no logró construir instituciones estables hasta mediados del siglo XIX. La salud era solo para los
sectores que podían pagarla, y la asistencia social estaba limitada a la caridad brindada por las
elites locales, por las instituciones religiosas y por la práctica de los curanderos.
En 1923 Bernardino Rivadavia creó la Sociedad de Beneficencia. Su función tuvo lugar en el marco
de las “reformas rivadavianas”. Esto significó un cambio profundo en la concepción de la
beneficencia, otorgándole un carácter laico en el cual el Estado habría de tener un rol institucional
permanente.
La Sociedad de Beneficencia fue una institución “paraestatal” con el propósito de cubrir las
necesidades de los sectores más desprotegidos. Si bien esta y sus filiales en el interior tenían una
fuerte relación con los estados provinciales y nacional (financiamiento), su accionar era autónomo y
quedó en manos de las mujeres de la elite, quienes se ocupaban de la administración del
presupuesto público que se les otorgaba y de las instituciones que estaban a su cargo.
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Luego de la consolidación del Estado Nacional, la Argentina se incorporó al mercado mundial
como productora de materias primas y como importadora de bienes industriales. Su economía
experimentó un crecimiento vertiginoso hacia finales del siglo XIX. Tres factores, tierra, capital y
mano de obra se pusieron en marcha a partir de una política clara del Estado a favor de la
integración de la Argentina al mercado mundial capitalista. Más allá de estos beneficios objetivos,
dichas políticas tuvieron también algunos efectos negativos en términos de salud pública y
ciudadanía social.
En este marco de expansión económica, la inmigración fue central para cubrir las necesidades de
una economía en crecimiento y de la organización comunitaria. Los primeros inmigrantes, por sus
prácticas previas, comenzaron a instaurar sistemas de protección social comunitarios, sean estos a
partir de la unión de trabajadores o por origen étnico, como serán las sociedades de italianos,
españoles o franceses. Estos procesos de asociacionismo vinculados a las prácticas de socorro
mutuo colaboraron en la difusión de un pensamiento solidarista durante la consolidación del Estado
Nacional.
Por su parte, el Estado, ante el empeoramiento de las condiciones de salud de amplios sectores de
la población, comenzó a plantearse la necesidad de accionar a favor de la salubridad. A las malas
condiciones laborales, el hacinamiento y las elevadas tasas de mortalidad infantil y materna, se les
sumó una serie de enfermedades infectocontagiosas que se propagaron en todas las grandes
ciudades del país.
Entre 1880 y 1920 la prédica higienista tránsito de la prevención de las epidemias a una postura
inclinada a la construcción de un sistema asistencias, esto es, la organización de instituciones de
asistencia, prevención, moralización y bonificación social. En 1880 se creó el Departamento
Nacional de Higiene.
A comienzos del siglo XX, en un contexto de conflicto social marcado por el desarrollo del
capitalismo en la Argentina que, trajo aparejado el vertiginoso crecimiento de la población por el
aporte inmigratorio, la urbanización y la creciente industrialización ligada al sector primario-
exportador, comenzó a gestarse un proceso de inclusión. En primer lugar, se incorporaron algunos
sectores de la sociedad a la vida política (Ley Saenz Peña), y en segundo lugar, aunque más
lentamente, se incluyeron derechos sociales como el acceso a la educación y a la salud pública a
finales del siglo XIX y se avanzó en algunos derechos para los trabajadores a inicios del XX.
La acción de los sindicatos, el estallido de huelgas, la presencia de grupos socialistas y anarquistas
en el espacio público fueron elementos que llamaron la atención y preocuparon a los políticos y al
gobierno, lo que puso en evidencia tanto las falencias de la organización del trabajo como la
ausencia de instituciones. La presión de las protestas sociales influyó en la elaboración de políticas
que intentaron integrar a los marcos del sistema a los sectores proclives a demandar. Las políticas
sociales se incorporaron definitivamente al centro de la agenda de lo estatal cuando los problemas
planteados por las relaciones de tipo capitalista amenazaban la cohesión social y su legitimidad
política.
En junio de 1943 se produjo el segundo golpe militar que interrumpió el sistema democrático. Esta
vez los protagonistas fueron un Grupo de Oficiales del Ejército que compartían una visión política
que tenía entre sus principios básicos el nacionalismo, la lucha anticomunista y una postura neutral
frente el conflicto bélico existente en esos años. El hombre más fuerte y reconocido de todo este
periodo fue Juan Domingo Perón (interventor del Departamento Nacional de Trabajo).
Desde los inicios de su gestión Perón, se abocó a ampliar sus áreas de incumbencia dentro del
gobierno y a lograr el apoyo del movimiento obrero. Con esos objetivos fue concentrando poder,
para lo cual creó un nuevo ámbito institucional: la Secretaria de Trabajo y Previsión. Desde allí
desplegó una forma diferente de ejercicio del poder y estableció una nueva relación entre el Estado
y los sindicatos.
Si bien desde comienzos de la década de 1940 la afiliación sindical creció, fue durante el
peronismo cuando los sindicatos se fortalecieron de manera significativa. Esto fue producto de una
legislación que los favoreció en términos de recursos monetarios y de poder político pero, además,
por adhesión importante y difícil de explicar del movimiento obrero a la figura de Perón en esos
años.
98
Una característica que tuvo en común el sindicalismo peronista, con el sindicalismo del periodo
anterior fue el reclamo por la atención a la salud y el desarrollo de formas de bienestar general para
sus afiliados.
El peronismo amplió la cobertura de las políticas sociales de la población. Estas se fueron
desarrollando desde diferentes agencias del Estado, y en especial, por medio de la fundación Eva
Perón. En el plano de la salud pública tubo una inherencia relevante tanto en la formación de
recursos humanos sanitarios, como en la construcción de hospitales y la entrega de bienes y
servicios asociados al bienestar y la salud.
Más allá de las diferentes valoraciones que se puedan realizar sobre políticas sociales, incluida la
sanitaria, desarrolladas durante el primer peronismo, lo que es significativo es el grado de
cristalización que tomaron las estructuras de asistencia social y que, en muchos casos, permitieron
su permanencia hasta el presente. De todos modos, a pesar de las diferencias planteadas con el
modelo de asistencia social anterior, el peronismo mantuvo algunas continuidades. Quizás la más
marcada fue la perdurabilidad de la fragmentación del sistema de salud. Sus acciones tendían a
diluir las diferencias sociales (cubriendo necesidades) en algunos casos, y brindar herramientas de
trabajo en otros. Estas prácticas se inscribían en el marco de la justicia social, sobre el cual se basó
la idea de ciudadanía durante el peronismo. Esta fue una de las formas que utilizó para satisfacer
las necesidades de los actores más postergados de la sociedad.
El proyecto planificado en los años peronistas, en el plano de la salud pública, se diferenció de los
anteriores ya que pretendió consolidar un sistema de salud integrado y sustentados en la acción del
Estado. Este proyecto fortalecía la idea de salud pública al mismo tiempo que procuraba integrar
los diferentes niveles de complejidad del sistema. Asimismo, el objeto de intervención pretendió
extenderse a varias regiones del país y de esta forma erradicar epidemias.
El Estado durante el peronismo dejó con niveles muy bajos o nulos, de protección social a los
trabajadores informales, al servicio doméstico o a los desempleados. Ello se explica en parte
porque el peronismo planificó y desarrolló su gobierno en un período donde dominaba el pleno
empleo y donde el sector informal de la economía no fue muy significativo.
Las circunstancias políticas y económicas por las que transitó el país desde 1955 (golpe de estado
que derrocó a Perón) fueron de una enorme inestabilidad. En el plano político, el derrocamiento de
Perón abrió la puerta de una de las etapas de mayor inestabilidad institucional y precariedad
jurídica que terminará en 1983 con la asunción de Raúl Alfonsín (1983-1989).
Durante el último cuarto del siglo XX se produjo en términos económicos un incremento del
comercio de bienes y servicios a escala mundial y una alta movilidad de los factores de la
producción que generaron nuevos desafíos. Avances tecnológicos, incremento en los niveles
educativos y la creciente inserción de la mujer en el mercado de trabajo, mejoraron la eficiencia y la
fuerza de trabajo.
Frente a todos estos cambios, algunos países menos desarrollados como Argentina, respondieron
abriendo sus economías y llevando a cabo reformas estructurales para aprovechar oportunidades
de crecimiento. Sin embargo, nuestro país sufrió una mala performance económica durante la
década de 1980, a la que debe añadirse el proceso hiperinflacionario de 1989, que fue el marco
necesario para la implementación de las políticas de reforma estructural impulsadas por los
organismos multilaterales de créditos.
El programa de convertibilidad implementado por Cavallo, ministro de Economía del presidente
Carlos Menem (1889-1999), no cumplió con el propósito central con el que fue implementado, de
terminar con la inflación. Durante el gobierno de Menem, el aumento de desempleo se hizo
evidente y, junto con las reformas laborales implementadas, llevó a un ascenso significativo de la
informalidad y de la precariedad en el mercado de trabajo. Esta tendencia alejó al país de su
historia previa de empleo formal con niveles elevados de registración en el sistema contributivo, y
fue degradando las bases del bienestar de la población llevando, en algunos casos, a la exclusión
social.
Entre las medidas de mayor alcance en el área de la salud se pueden identificar el deterioro del
sistema público de salud y la desregulación del sistema de obras sociales sindicales. La reforma en
el sistema de salud a nivel nacional significó el traspaso de los hospitales nacionales a las órbitas
99
provinciales y municipales. Pero sin los recursos correspondientes, esto trajo un empeoramiento de
los salarios y de la infraestructura sanitaria y de salud en el interior del país
En este sentido, el empobrecimiento de los sectores medios de la sociedad estuvo asociado al
agravamiento de las condiciones del mercado de trabajo, pero también, a la pérdida de servicios
básicos de subsistencia. Esto es expresado en menores niveles de educación, en una inserción al
mercado de trabajo más precaria, una pérdida de capital humano o una combinación de todas
ellas.
Las reformas estructurales implantadas en los noventa provocaron un aumento de la pobreza y de
la indigencia que, hacia el final del período, se cristalizaron y dieron forma a un sector importante
de marginados y excluidos de la sociedad. La misma marginalidad fue reproduciendo carencias que
comenzaron a transferirse a las generaciones futuras. Una clara señal de esto último es la pérdida
de la educación básica o la “cultura del trabajo”, medios indispensables para que los sectores de
más bajos recursos puedan desarrollar una vida económica y una inclusión social plena.
Las políticas implementadas implicaron una deconstrucción del concepto de ciudadanía social, que
comenzó a ser percibida ya no como un valor social sino como un producto de una
“responsabilidad individual” que cada persona debe ganarse.
El final del siglo XX encontró a la Argentina en una de sus coyunturas sociales y políticas más
difíciles desde el golpe militar de 1955. Esta situación término de la peor forma en diciembre de
2001 con un estallido social y la caída del gobierno de Fernando De La Rúa (1999-2001). La
sucesión de cinco presidentes en el término de dos años demostró, en parte, la fragilidad de las
instituciones y las dificultades que tuvieron los diferentes sectores políticos de reconstruir un orden
social totalmente resquebrajado.
Chiara, Magdalena (2019) "¿Es el territorio un "accidente" para las políticas de salud?
aproximación conceptual y reflexiones desde la investigación social" En Ciudadanías, nº 4,
ser semestre.
El trabajo propone introducir la perspectiva territorial para pensar las políticas de salud.
Teniendo en cuenta la complejidad inherente al sector, busca identifcar pliegues en los que la
política se de-construye y vuelve a construirse en territorios determinados. Partiendo de entender a
la salud como un “campo abierto”.
La “salud” como campo de estudio es amplio e involucra tres dominios vinculados entre sí:
1) el “estado de salud de la población” ; 2) la “estructura sanitaria (remite a los modos como se
organizan y asignan los recursos de distinto tipo) ; 3) el dominio de las “políticas de salud”.
SALUD COMO CAMPO ABIERTO
La Salud es uno de los sectores más complejos de la política social. La amplitud de los bienes y
servicios, la fortaleza de los mercados, la incidencia del avance tecnológico y la diversidad de
actores son algunos de los atributos que lo distinguen dentro de la “región” más amplia de los
servicios universales.
Definimos la “política de salud” como: el conjunto de intervenciones institucionalizadas del Estado
que tienen como objeto aquellos fenómenos y procesos necesarios para mantener la salud de la
población, reconociendo su capacidad para definir (y producir) los problemas, así como también
delinear las reglas de juego a través de las cuales estos son elaborados, involucrando acciones
relativas al mantenimiento de la salud individual o familiar y tambiénde aspectos que se relacionan
con la salud colectiva.
Se pone el foco en el sujeto, permite mirar la relación entre políticas de salud y territorio más allá de
aquel espacio donde se expresan los problemas y desarrollan las consecuencias de las políticas,
buscan iluminar sobre las condiciones singulares de producción y consumo de bienes y servicios
100
de salud, las tramas de relaciones que sostienen a las políticas y la dinámica de los actores que
preexiste (y se modela) en los territorios.
Lo que se busca en el trabajo es que a partir de conceptos “abiertos” sea posible construir
“puentes” con otros campos disciplinares para analizar en su complejidad los problemas que
enfrentan las políticas.
Lo sectorial y lo sanitario son dos aristas que competen al campo como características.
La lógica “sectorial” de regulación de las políticas públicas se rige por tres atributos:
1) principio de especialización
2) una dinámica intra e interorganizacional dominada por las Normas
3) organiza sus sistemas de justificación en el conocimiento científico-técnico.
La definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS):
El sector sanitario está compuesto por servicios sanitarios públicos y privados (incluidos los
servicios de promoción de la salud, prevención de la enfermedad, diagnóstico, tratamiento
yasistencia), las políticas y actividades de los departamentos y ministerios de salud, las
organizaciones no gubernamentales y los grupos de la comunidad que prestan servicios de salud y
las asociaciones profesionales.
Proponemos analizar salud como un “campo abierto” que presenta una complejidad singular;
siguiendo a Bourdieu:
Un campo de fuerzas, cuya necesidad se impone a los agentes que se han adentrado en él, y
como un campo de luchas dentro del cual los agentes se enfrentan, con medios y fines
diferenciados según su posición en la estructura del campo de fuerzas, contribuyendo de este
modo a conservar o a transformar su estructura.
Para pensar la “salud” desde el concepto de “campo”, se trata de regresar a la singularidad
buscando ilusidar la producción y consumo de bienes y servicios, sobre la especificidad de los
actores y sus relaciones que se ponen en relación con el territorio.
*Mantener la salud de la población supone producir y proveer servicios de lo que podríamos
denominar un “continuo” de promoción, prevención, diagnóstico, tratamiento, rehabilitación y
cuidados paliativos.
En las últimas décadas, la producción de los bienes y servicios en este campo ha estado
fuertemente tensionada por los avances tecnológicos y científicos, al mismo tiempo se fueron
elevando los umbrales de prestación y profundizando las desigualdades entre poblaciones y
territorios. A su vez, el fenómeno convive con el problema de la demanda de la población está
inducida desde la oferta de los servicios.
Pensar la “salud” dentro del campo de la política social, supone entender las políticas como
respuesta a la “cuestión social”; implica enfrentar la tensión entre: “promesa de igualdad” que opera
en el plano político y la “desigualdad” en el plano económico. Las políticas de salud pueden ser
vistas como un “campo de mediación” entre lo político y económico que se organiza en la
singularidad de cada territorio.
Desde este punto de vista, los problemas de salud expresan una “construcción histórica” que
encierra la contradicción y el conflicto entre la igualdad en el derecho a la salud y la desigualdad en
las condiciones.
101
La relación entre salud y territorio no es nueva en la política sanitaria. La idea de “control militar del
territorio” inaugura la presencia de la noción de “territorio” en los “Programas de
Erradicación de Enfermedades Transmisibles” en los años 50, esta idea persiste en los llamados
“programas verticales”. Luego de determinados cambios (ATA; APS; SILOS), la noción de territorio
es entendida como el espacio entre: “lo próximo” y “lo local”.
MÁS ALLÁ DE LO ESPACIAL: NOCIONES Y CONCEPTOS PARA PENSAR EL TERRITORIO.
A raíz de los procesos de urbanización, las aglomeraciones de personas y sus respectivos
problemas, es que el fenómeno de “territorio” adquirió relevancia como variable del análisis de los
problemas de salud y cobró jerarquía en las propuestas políticas.
En un contexto de segmentación y dualidad en las ciudades, la integración es el principal problema
que enfrentan las políticas públicas, se pone en evidencia las limitaciones de la lógica sectorial,
para abordar la desigualdad y la necesidad de considerar el territorio como algo más que aquel
“espacio” donde se despliegan las políticas.
En el texto se busca problematizar el concepto de territorio tomando los aportes de la geografía,
estudios urbanos y sociología.
Emerge el concepto de territorio entendido como un espacio social e históricamente producido, en
el que distintos flujos de relaciones articulan y tensionan recursos o servicios en un espacio
particular, donde las distancias físicas se ven relativizadas. Se trata de un ámbito complejo, virtual y
dinámico, maleable a los intercambios, las relaciones de poder y a la acción de los actores.
La territorialidad es el resultado de una relación dinámica entre los componentes sociales
(económico, cultural, institucional,de los saberes) que expresan determinadas relaciones de poder.
Territorialidad: es el conjunto de las relaciones que una sociedad (y los individuos de ella)
mantienen con la exterioridad y con la alteridad para satisfacer las propias necesidades con la
ayuda de mediadores con el fin de obtener la mayor autonomía posible, teniendo en mcuenta los
recursos del sistema.
El concepto no elimina la singularidad, sino que confiere al espacio nuevas formas y exige una
visión sistémica. Se trata de una aproximación nueva en el análisis de políticas públicas,
representando un giro en la manera de concebir y analizar las políticas de salud.
El territorio, a su vez de estar compuesto por extensiones, límites y obstáculos, se encuentra
compuesto por flujos, ejes y modos en los cuales se establecen las relaciones.
Profundizando este enfoque, se retoman dos aportes de la geografía de utilidad para el análisis de
las políticas de salud:
1) el modo de concebir lo “local” (lo local es percibido en oposición a lo global, es: el espacio íntimo,
lo familiar, cercano)
2) tiene en cuenta una “perspectiva relacional del territorio”. Lo local es percibido en oposición a lo
global, es: el espacio íntimo, lo familiar, cercano.
Por otra parte, la sociología discute el supuesto de congruencia entre “comunidad” y
“territorio”. Sostiene que la comunidad no necesariamente coincide con una unidad residencial; por
el contrario, debe ser reconstruida empíricamente sobre la base de las relaciones interpersonales.
Una comunidad es un conjunto de relaciones sociales significativas que definen y redefinen su
dimensión territorial, tejiendo dimensiones políticas y económicas en conjunto.
102
Estos autores, contrastando con las formulaciones clásicas cuestionan cualquier mirada ingenua
que asocie lo local a “lo íntimo” y desafían a desentrañar las complejidades en la delimitación de
territorios como objetos de intervenciones de políticas sanitarias.
La línea de aportes en geografía y estudios urbanos, refiere a la “perspectiva relacional del
territorio”, propone interpretar los fenómenos sociales y las demandas distinguiendo entre
“territorios de proximidad” y “territorios de conectividad”. La noción de “territorio de conectividad”
pone en evidencia la dificultad para demarcar fronteras precisas.
Por ende, el territorio no está predefinido para la política, sino que es objeto de apropiación,
construcción y disputa por sus actores sobre una trama de interacciones que le antecede y que
abona a la construcción de la territorialidad.
CONTRAPUNTOS DESDE LA INVESTIGACIÓN.
El recorrido en el campo de la geografía y de los estudios urbanos (así también como los
antropológicos y sociológicos), hace pensar en el territorio como algo más que el “escenario” en el
que se despliegan las políticas de salud y manifiestan sus resultados.
En este apartado se plantea una perspectiva diferente. Se invita a pensar en el territorio como
“variable independiente”.
Desde esta perspectiva se propone pensar la relación entre “políticas de salud” y “territorio”
evitando las miradas binarias y haciendo un aporte que pueda ir más allá de los análisis de los
casos, nos detendremos en el concepto de “escala” y así poner en tensión los atributos que
caracterizan al campo con las problemáticas del enfoque territorial.
La escala: puede definirse como una lente a la que recurre el investigador para acercarse a un
fenómeno a ser examinado: supone una identificación de los autores del proceso de la política
sanitaria y de los efectos territoriales, también de las prácticas y representaciones de los actores
involucrados sobre la política y sus efectos.
Gutiérrez reconoce distintos tipos de escalas:
A) escala como tamaño (cartográfica, magnitud, niveles de detalle)
B) escala como nivel jerárquico (local, provincial, nacional, global)
C) escala como nivel en una red (agentes que operan en distintos niveles e influencias)
D) escala como relación (cuando hay un cambio de escala, fenómenos, acontecimientos, procesos
y factores)
El concepto de escala nos aproxima a recortes de los objetos de investigación y plantea nuevas
preguntas acerca de las constituciones en territorios específicos. En las distintas escalas se
demarcan el alcance a problemas, se definen fronteras y se revelan actores; el territorio puede,
mostrar la yuxtaposición y articulación de diferentes escalas en el campo de la salud y la atención
médica.
A continuación se plantean cuestiones derivadas de la investigación en torno a preguntas en las
que el territorio interpela la forma de pensar la política sanitaria:
A) ACERCA DE LA DELIMITACIÓN DE LAS FRONTERAS
Se entiende el territorio como un espacio social e históricamente construido. La mirada que
devuelve la investigación acerca de la implementación, pone en evidencia dificultades para
delimitar fronteras precisas con independencia de la apropiación que hacen los actores sobre el
territorio.
103
Las justificaciones técnicas para delimitar recortes espaciales tensionan con otras dinámicas que
introducen los procesos de apropiación a través de los cuales, los actores construyen un territorio.
El territorio introduce otra perspectiva a la lógica sectorial desde la cual delimitar el “afuera” y el
“adentro” que pone la supuesta homogeneidad de la noción de comunidad.
Más allá de la necesidad de las políticas de instrumentar su cobertura geográfica, el enfoque
territorial muestra problemas para definir las fronteras. La dinámica del territorio pone de manifiesto
la existencia de fronteras a raíz de procesos de apropiacion y acumulacion de los actores que
rompen con las dinámicas de movilidad de la población de un determinado territorio.
B) ACTORES Y MECANISMOS DE LEGITIMACIÓN DE LA ACCIÓN PÚBLICA
Si entendemos “salud” como campo, resulta determinante la “posición” que ocupan los actores en
la estructura de relaciones.
Esta perspectiva pone atención sobre actores no previstos en el diseño que están ubicados en
zonas de interfaz entre el campo de las políticas de salud y de otras políticas. Al habilitar a otros
actores, se restituyen otras lógicas al momento de construir los problemas y en la forma como se
legitiman las instituciones estatales. La legalidad de las normas, la fuerza del conocimiento
científico-técnico y la imagen de la profesión médica tienden a diluirse como principios
organizadores en los sistemas de justificación de la acción pública en escalas más próximas a la
población, donde aparecen otras necesidades y problemas.
Las demandas de servicios de salud de la población se funden con tras (sociales y políticas) y en
ese contexto, los actores gubernamentales y de la gestión a nivel local y barrial deconstruyen y
reconstruyen las políticas. Ej: los punteros barriales suelen ser mediadores en determinados
territorios y su relación con el exterior y demás agentes.
C) LECTURA MULTIESCALAR DE LOS PROCESOS DE ATENCIÓN
Mantener la salud de una población determinada supone producir, proveer servicios a través de lo
que denominamos un “continuo” de promoción, prevención, diagnóstico, tratamiento, rehabilitación
y cuidados paliativos.
El enfoque territorial pone en discusión la perspectiva jerárquica de organización por niveles y
retoma al concepto de redes.
Desde esta perspectiva, los procesos de atención que tienen lugar, por ejemplo en un consultorio
barrial ponen en juego múltiples escalas: barrial, local, regional, provincial y nacional. Es decir que
las políticas, tienen la capacidad de habilitar otras escalas sobre un mismo espacio y así darse un
intercambio entre profesionales, como lo es la posibilidad de las interconsultas de especialistas.
Tanto revisar como visualizar distintos estudios ya realizados en otros niveles.
La práctica de la atención parece relacionarse con la noción de “territorio de proximidad” al centro
de salud y “puerta de acceso” al sistema.
La “coordinación asistencial” interpela al “territorio de la conectividad” o “territorio de la red”.
De este modo, en la práctica de los equipos de salud se movilizan distintas nociones de territorio.
UN FINAL PROVISORIO CON ALGUNAS PREGUNTAS
Pensar lo sectorial desde un enfoque territorial busca pliegues en donde la política se deconstruye
y vuelve a construirse en contextos singulares. Las preguntas planteadas refieren sobre las
relaciones (sociales y políticas), los recursos y los procesos de construcción de identidades que se
dan en el espacio donde se construye territorialidad.
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El territorio, es un fenómeno que las políticas contribuyen a construir (en diálogo y tensión) con los
fenómenos que las preceden. La perspectiva territorial hace una contribución singular dada la
capacidad que tiene el espacio de “atrapar” relaciones, recursos y conflictos.
Romper la ilusión científica que sostiene el diseño de las políticas y apelar a los aportes de las cs
sociales es una forma de interrogar procesos singulares de producción de las desigualdades, hacer
visibles las contradicciones y develar las dinámicas políticas facilitadoras al mismo tiempo que
operar como resistencia al cambio.
Se plantea la necesidad de construir una definición colectiva de un Sistema de Salud que garantice
el ejercicio de dicho sistema.
La salud; individual y colectiva: es entendida como el resultado de múltiples procesos
interaccionales (biológicos, ecológicos, económicos, sociales y culturales), dentro de una sociedad
y en un momento histórico determinado. La noción de salud, por ende corresponde a un
determinado modelo de país, reflejo de sus políticas sanitarias.
El artículo se rige bajo una filosofía que entiende a la independencia económica y a la soberanía
política como fundamentales para conquistar la Justicia Social, que los argentinos se merecen, con
una gran impronta del Estado a favor de los intereses populares.
Estrategia o la forma que de prepararnos para lograr lo que nos proponemos
Consecuentes con esta filosofía se evoca a Ramón Carrillo (Ex Ministro de Salud), quien hace seis
décadas construyó un sistema integrado de salud. Es fundamental lograr un acceso universal de
calidad: para lograr una cobertura universal.
En los últimos 50 años, la historia argentina y latinoamericana nos muestra como un sistema de
salud fragmentado y segmentado, logra aumentar las diferencias y ampliar la brecha entre ricos y
pobres, generando así mayores desigualdades. Bajo politicas de gobiernos neoliberales.
En el texto se tiene en cuenta el concepto de: “Sistema de salud” bajo la perspectiva de
Campo de Bourdieu, entendiendo el mismo como: un espacio de juego donde los agentes
despliegan una lucha por conquistar capitales. En el campo de la salud se encuentran los
trabajadores y los usuarios.
La estrategia central
Para el sector sanitario es vital avanzar hacia la definitiva instalación de un Sistema Nacional
Integral de Salud (SNIS) con el eje en el sector público y bajo la supervisión del Estado, para
garantizar sin distinciones una asistencia sanitaria calificada, libre y gratuita, garantizando un
Derecho Humano esencial. Políticas públicas de salud como tácticas o las herramientas para
transformar.
En el diseño de un Sistema de Salud aparecen como estrategias las Políticas Públicas de Salud,
que son los instrumentos para alcanzar dicho objetivo según la filosofía deseada. En nuestro caso
según los ejes conceptuales de un SNIS se tienen en cuenta por ejemplo: garantizar el acceso
universal del Derecho a la Salud, socialmente eficaz, equitativo, solidario y orientado a resolver
problemas de salud en la comunidad.
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Es fundamental que las políticas públicas se complementen entre sí para lograr un buen desarrollo.
A su vez las políticas públicas sanitarias deben atenuar los efectos de fragmentación del sistema
que genera inequidad.
Tres elementos de las políticas públicas de salud:
● En las decisiones está implícito el conflicto de intereses entre los actores involucrados
● Existe política pública cuando se la ejecuta. “De nada sirve reflexionar solo hacer”
● Las políticas públicas se relacionan con el alcance de lo público (autoridad y legitimidad)
Algunas aristas a tener en cuenta al formular Políticas Públicas en Salud (PPS)
Para que las PPS resulten instrumentos tácitos funcionales a consolidar un SNIS deben ser:
❖ Consistentes con la filosofía y la estrategia. En ocasiones, detrás de nobles objetivos se
esconden ideas que confrontan con los principios centrales. Ej: el programa nacer, posteriormente
llamado SUMAR.
❖ Socialización y adoctrinamiento. (Socialización: proceso por el cual un miembro aprende el
sistema de valores y normas de la organización al cual se incorpora; Adoctrinamiento: diseño
donde la organización socializa sus miembros para su propio beneficio). El conjunto de PPS deben
ser el resultado de miradas que apunten a problematizar situaciones.
❖ Complementarias y no competitivas. Para responder a una realidad compleja que superen la
fragmentación que impulsan determinados sistemas y políticas.
❖ Reducir las brechas y adecuarse a las realidades locales. Proponer líneas de trabajo que
reduzcan las brechas entre jurisdicciones y hacia el interior de cada una.
❖ Flexibilidad y promoción del ejercicio de la micro-política. Cualquier política que se ejecutará en
un futuro encierra la incertidumbre de los cambios contextuales que sobrevendrán. De la rigidez de
las PPS deviene la fragmentación y obturan espacios para el control social.
❖ Colaborar con el monitoreo. Instalar una cultura de supervisión dinámica de tareas.
Verificar los avances y generar los ajustes que sean necesarios. El diseño e instrumentación de
estos dispositivos es parte de las PPS.
Es necesario generar las bases de un sistema de salud que garantice y consolide los derechos de
los ciudadanos así como también asegure la sustentabilidad.
Las Políticas Públicas en Salud pueden y deben estar al servicio del objetivo central el cual: debe
responder a mejorar la calidad de vida de los pueblos.
El problema del Estado, su estatus ontológico y sus formas de comprensión, constituyen tópicos
que se alojan en las entrañas mismas de la filosofía y la teoría política.
Como para otros asuntos que preocupan a las ciencias sociales, la vida cotidiana puede
proponerse como un excelente contexto para pensar los posesos de representación social en torno
al fenómeno estatal; pero también como una escala a partir de la cual abordar las relaciones que
los actores establecen con sus figuras o mediaciones.
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Las políticas sociales permiten “acercarse” a la legitimidad como un problema de doble registró:
pretensión del orden político y como creencia de los sujetos. El primero se expresa claramente en
el discurso de las políticas estatales, en tanto este se ha concentrado históricamente en garantizar
la funcionalidad del modelo de acumulación y su convivencia con el imaginario democrático. El
segundo abordaje, inusual y más complejo nos envía al universo de las creencias, al de la
legitimidad como motivos para la obediencia y por ende, nos exige la construcción de categorías de
mediación entre ese discurso e intervenciones del Estado y las biografías, en las que aparece
imbricado una y otra vez.
La legitimidad como pretensión del orden político en el discurso de los programas sociales.
Todas las intervenciones del Estado enuncian explícitamente que aspectos de la vida de los
individuos es beneficioso transformar desde el punto de la racionalidad y conservación del orden.
Pero en particular los programas sociales, se estructuran y fundamentan a partir de los efectos que
deben lograr sobre “la vida” de sus “beneficiarios”.
Una hipótesis central de esta investigación sostiene que la experiencia de recepción de programas
sociales ha incidido en la transformación de los relatos identitarios de los sujetos. Pero la relación
entre experiencia e identidad no es autoevidente sino que, por el contrario, implica una serie de
decisiones teóricas y empíricas que es menester explicar.
La identificación se produce al constatarse la posesión de un atributo que define una clase (raza,
genero, etnia).
En suma, desde esta perspectiva la asistencia conlleva un fuerte impacto a nivel de la subjetividad,
es decir, en las opiniones, percepciones, evaluaciones y prácticas de los involucrados. No obstante,
la “descalificación social” en su máximo nivel de despliegue es solo una de las formas posibles que
toma la relación entre la población asistida por los servicios sociales y el resto de la sociedad.
Antes de este último estadio pueden distinguirse otros que se arman según estén dispuestos los
elementos que hacen al proceso.
En el caso argentino, los dispositivos que se producen y aplican en las intervenciones estatales
focalizadas implican tres tipos de operaciones concatenadas que pueden ser divididas
analíticamente del siguiente modo: 1) operaciones de demarcación del universo potencialmente
asistible: 2) operaciones de “clasificación” del receptor a partir de la definición de atributos y 3)
operaciones en virtud de las cuales se definen y dirigen “exigencias” al receptor.
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La noción de “experiencia de recepción” se constituyó en una suerte de “bisagra”, un modo de
mediación conceptual entre los niveles objetivo y subjetivo de la estatalidad y la legitimidad.
El eje de la maximización, en sus dos extremos, presenta dos posibilidades: o bien, que los
receptores utilicen los recursos en vistas de su capacidad de maximización que los actores no
maximicen utilidad tanto en su vinculación con el mundo de asistencia como en su rechazo.
La conflictiva-maximadora cubre la otra parte del espectro de receptores. Se trata de vecinos que si
bien reproducen el orden de la asistencia lo hacen de manera desafiante. Las prácticas y los
vínculos están animadas por una importante intencionalidad critica. En general, descreen de la
retórica de control y subvierten los mandatos de las contraprestaciones siempre que pueden. En
tanto el conflicto abierto sería muy costoso desde el punto de vista de la racionalidad estratégica
que anima su participación en los planes, estos receptores se conforman con ejercen su capacidad
crítica, proponiendo criterios de refocalización o de des-focalización y cambios en los programas y
en los modos en que el Estado interviene en el territorio.
La conflictiva-no maximizadora incluiría a los sujetos que, animados por un profundo rechazo
ideológico-político a todo lo vinculado al mundo de la asistencia, se oponen activamente a participar
en cualquier tipo de experiencia de recepción. Se dice que es “no maximizadora” porque la
categoría supone un pasaje de sistema de acción, y por ende, de racionalidad.
Si tuviésemos que sintetizar a grande rasgos las representaciones que se producen en torno al
Estado y que impregnan la tipología propuesta en el apartado anterior podríamos discriminar dos
núcleos o ejes: 1) su dinámica de presencia/ausencia y 2) las valoraciones sociales producidas en
torno a la provisión de servicios universales en el espacio barrial.
• Sobre la presencia (o ausencia) del Estado en la vida cotidiana. En este punto es posible
captar una doble lectura o significación a nivel del sentido común. Por un lado, puede
constatarse cierta idea o sensación de “presencia continua” del Estado, materializada en las
“ayudas” recibidas. En un contexto de alta pobreza y enorme vulnerabilidad el goteo
constante de un bien se amplifica exponencialmente.
108
públicos: las decisiones educativas y las orientaciones en materia de atención de la salud.
Respecto de las decisiones educativos pueden advertirse dos posiciones bastante definidas
entre los receptores entrevistados: quienes prefieren la escuela pública sosteniendo su
legitimidad a pesar del deterioro de la calidad y los problemas que ésta no puede o no sabe
resolver y quienes la consideran un espacio totalmente desvirtuado, mal conducido o
inconveniente para el proceso de formación de los hijos. En este caso, a pesar de los
magros ingresos de lo que dispone el hogar, se decide comprar la educación en el mercado.
El binomio madre-hijo ha sido y es punto de mira recurrente de la focalización. Buena parte de los
programas asistenciales de ayuda directa y sanitarios han tratado de internalizar en las rutinas de
las madres la necesidad de los controles médicos, la vacunación y de una alimentación adecuada.
En otras palabras, las decisiones en materia de salud permiten constatar con claridad el modo en el
que discurso de los planes ha impregnado el sentido común de la vida cotidiana: “tengo un chico
bajo peso”, “la leche baja para los chicos bajo peso”; estas expresiones aparecen recurrentemente
en las entrevistas como clasificación del tipo de problemas que pueden obligar a hacer
determinadas cosas a las madres o que las puede habilitar a recibir determinadas ayudas o
recursos. En efecto, la mayoría de los programas estudiados exigen una contraprestación en
materia de salud frente a la cual las madres quedan como responsables absolutas.
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