0% encontró este documento útil (0 votos)
43 vistas6 páginas

Resumen Catequetica Tema # 3. La Catequesis.

Cargado por

Roberto Fuentes
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
43 vistas6 páginas

Resumen Catequetica Tema # 3. La Catequesis.

Cargado por

Roberto Fuentes
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 6

CAPÍTULO III

EL CATEQUISTA

1. LA IDENTIDAD Y LA VOCACIÓN DEL CATEQUISTA

110. «También en la constitución del cuerpo de Cristo hay variedad de miembros y de ministerios. Uno
mismo es el Espíritu, que distribuye sus diversos dones, para el bien de la Iglesia, según sus riquezas y
la diversidad de los ministerios» (LG 7). En virtud del Bautismo y la Confirmación, los cristianos se
incorporan a Cristo y participan en su oficio sacerdotal, profético y real (Cf. LG 31, AA 2); son testigos
del anuncio del Evangelio con la palabra y con el ejemplo de la vida cristiana; pero algunos «también
pueden ser llamados a cooperar con el Obispo y los sacerdotes en el ejercicio del ministerio de la
Palabra»1. En el conjunto de los ministerios y de los servicios, con los cuales la Iglesia lleva a cabo su
misión evangelizadora, el «ministerio de la catequesis»2 ocupa un lugar relevante e indispensable para
el crecimiento de la fe. Este ministerio introduce a la fe y, junto con el ministerio litúrgico, engendra a los
hijos de Dios dentro de la Iglesia. Por lo tanto, la vocación específica del catequista tiene su raíz en la
vocación común del pueblo de Dios, llamado a servir al plan salvífico de Dios en favor de la humanidad.

111. Toda la comunidad cristiana es responsable del ministerio de la catequesis, pero cada uno según
su condición particular en la Iglesia: ministros ordenados, personas consagradas, fieles laicos. «A
través de ellos, en la diversidad de sus funciones, el ministerio catequético ofrece de modo pleno la
palabra y el testimonio completo de la realidad eclesial. Si faltase alguna de estas formas de presencia,
la catequesis perdería parte de su riqueza y significación»3. El catequista pertenece a una comunidad
cristiana y es una expresión de la misma. Su servicio es vivido dentro de una comunidad que es el
sujeto principal de acompañamiento en la fe.

112. El catequista es un cristiano que recibe un llamado particular de Dios, aceptado en la fe, ese
llamado lo capacita para el servicio de la transmisión de la fe y para la tarea de iniciar en la vida
cristiana. Las causas inmediatas para que un catequista sea llamado a servir a la Palabra de Dios son
muy variadas, pero todas son mediaciones que Dios, a través de la Iglesia, usa para llamar a su
servicio. Para este llamado, el catequista participa de la misión de Jesús que conduce a sus discípulos
a la relación filial con el Padre. Sin embargo, el verdadero protagonista de toda auténtica catequesis es
el Espíritu Santo que, mediante la profunda unión nacida del catequista con Jesucristo, hace que los
esfuerzos humanos sean efectivos en la actividad de la catequesis. Dicha actividad tiene lugar dentro
de la Iglesia: el catequista es testigo de su Tradición viva y mediadora que facilita la inserción de los
nuevos discípulos de Cristo en el cuerpo eclesial.

113. En virtud de la fe y de la unción bautismal, en colaboración con el Magisterio de Cristo y como


servidor de la acción del Espíritu Santo, el catequista es:

a. Testigo de la fe y custodio de la memoria de Dios; al experimentar la bondad y la verdad del


Evangelio en su encuentro con la persona de Jesús, el catequista guarda, nutre y da testimonio
de la nueva vida que se deriva de Él y se convierte en un signo para los demás. La fe contiene la
memoria de la historia de Dios con las personas. Custodiar esta memoria, despertarla en los
demás y ponerla al servicio del anuncio es la vocación específica del catequista. El testimonio de
la vida es necesario para la credibilidad de la misión. Reconociendo sus debilidades ante la
misericordia de Dios, el catequista nunca deja de ser el signo de la esperanza para sus
hermanos;

b. maestro y mistagogo que introduce al misterio de Dios, revelado en la Pascua de Cristo; como
icono de Jesús maestro, el catequista tiene la doble tarea de transmitir el contenido de la fe y
conducir al misterio de la fe misma. El catequista está llamado a comunicar la verdad sobre el
hombre y sobre su vocación suprema, abriendo al conocimiento de Cristo y, al mismo tiempo,
introduciendo en las diversas dimensiones de la vida cristiana, enseñando los misterios de la
salvación contenidos en el depósito de la fe y celebrados en la liturgia de la Iglesia;

c. acompañante y educador de los que le confió la Iglesia; el catequista es experto en el arte del
acompañamiento, tiene habilidades educativas, sabe escuchar y entrar en las dinámicas de la
maduración humana, se hace compañero de viaje con paciencia y con sentido de gradualidad,
con docilidad a la acción del Espíritu, en un proceso de formación, ayuda a los hermanos a
madurar en la vida cristiana y a caminar hacia Dios. El catequista, experto en humanidad, conoce
las alegrías y las esperanzas del hombre, sus tristezas y angustias (Cf. GS 1) y sabe cómo
relacionarlas con el Evangelio de Jesús.

2. EL OBISPO ES EL PRIMER CATEQUISTA

114. «El Obispo es el primer predicador del Evangelio con la palabra y el testimonio de vida» y, como
principal responsable de la catequesis de la diócesis, tiene la función principal, junto con la predicación,
de promover la catequesis y preparar sus diversas formas necesarias para los fieles siguiendo los
principios y directrices emitidas por la Sede Apostólica. El Obispo, además de la valiosa colaboración
de las oficinas diocesanas, puede contar con la ayuda de expertos en teología, en catequética y en
ciencias humanas, así como de centros de formación e investigación en el campo de la catequesis. La
preocupación del Obispo por la actividad de la catequesis lo invita a:

a. Cuidar por la catequesis que directamente tiene que ver con la transmisión del Evangelio y con la
custodia del depósito de la fe;
b. asegurar la inculturación de la fe en el territorio dando prioridad a una catequesis eficaz;
c. elaborar un proyecto global de catequesis que esté al servicio de las necesidades del pueblo de
Dios y en armonía con los planes pastorales diocesanos y las directrices de la Conferencia
Episcopal;
d. suscitar y sostener «una auténtica pasión por la catequesis, una pasión que se encarne en una
organización adecuada y efectiva, que ponga en acción las personas, los medios, las
herramientas y también los recursos necesarios»;
e. velar para que «los catequistas estén debidamente preparados para su tarea, de tal manera que
conozcan totalmente la doctrina de la Iglesia y aprendan técnica y prácticamente las leyes
sicológicas y las disciplinas pedagógicas» (CD 14);
f. revisar cuidadosamente la calidad de los textos y las herramientas para la catequesis.

El Obispo debe sentir la urgencia, al menos en los tiempos fuertes del Año litúrgico, particularmente en
la Cuaresma, de convocar al pueblo de Dios en su Catedral para impartir la catequesis.

3. EL PRESBÍTERO EN LA CATEQUESIS
115. El presbítero, como primer colaborador del Obispo y por su mandato, como educador en la fe (Cf.
PO 6), tiene la responsabilidad de animar, coordinar y dirigir la actividad catequística de la comunidad
que se le ha confiado9. «La referencia al magisterio del obispo en el único presbiterio diocesano y la
obediencia a las orientaciones que cada pastor y las Conferencias episcopales emanan en materia de
catequesis para el bien de los fieles, son para el sacerdote elementos que ha de valorar en la acción
catequística»10. Los sacerdotes pues, disciernen y promueven la vocación y el servicio de los
catequistas.

116. El párroco es el primer catequista de la comunidad parroquial. Los deberes propios del párroco y
en general de los presbíteros en este campo son:
a. Dedicarse con empeño competente y generoso a la catequesis de los fieles confiados a su cuidado
pastoral, aprovechando cada oportunidad que ofrece la vida parroquial y el entorno sociocultural para
proclamar el Evangelio;
b. cuidar el vínculo entre la catequesis, la liturgia y la caridad, dando importancia al domingo como día
del Señor y de la comunidad cristiana;
c. despertar en la comunidad un sentido de responsabilidad hacia la catequesis y discernir las
vocaciones específicas al respecto, expresando gratitud y promoviendo el servicio ofrecido por los
catequistas;
d. prever la organización de la catequesis, integrándola en el proyecto pastoral de la comunidad, con la
colaboración de los mismos catequistas, involucrándolos en las diversas etapas de análisis,
programación, elección de herramientas, la puesta en marcha y la evaluación;
e. asegurar la conexión entre la catequesis en la propia comunidad y el programa pastoral diocesano,
evitando cualquier forma de subjetivismo en el ejercicio del sagrado ministerio;
f. como catequista de catequistas, cuidar la formación de estos, dedicando a esta tarea el máximo
cuidado y acompañándolos en el crecimiento de la fe; además, valorando el grupo de catequistas como
contexto de comunión y corresponsabilidad necesario para una formación auténtica.

4. EL DIÁCONO EN LA CATEQUESIS
117. La diaconía de la Palabra de Dios, junto con la liturgia y la caridad, es un servicio que los diáconos
ejercen para hacer presente en la comunidad a Cristo que se hizo servidor por amor (Cf. Lc 22,27; Flp
2,5-11). Además de ser admitidos en la predicación homilética, están llamados a dar «solícita atención
a la catequesis de los fieles en las diversas etapas de la existencia cristiana, de forma que les ayuden a
conocer la fe en Cristo, a reforzarla con la recepción de los sacramentos y a expresarla en su vida
personal, familiar, profesional y social»11. Los diáconos participarán en los programas de la catequesis
diocesanos y parroquiales, especialmente en lo que respecta a las iniciativas relacionadas con el primer
anuncio. También están llamados a anunciar «la Palabra en su eventual ámbito profesional, ya sea con
palabras explícitas, ya sea con su sola presencia activa en los lugares donde se forma la opinión
pública o donde se aplican las normas éticas (como en los servicios sociales, los servicios a favor de los
derechos de la familia, de la vida etc.)»12.

118. En algunas áreas, la catequesis realizada por los diáconos es particularmente valiosa: en el
ejercicio de la caridad y la familia. Su acción puede desarrollarse entre privados de la libertad,
enfermos, ancianos, jóvenes con dificultades, inmigrantes, etc. Los diáconos tienen la tarea de integrar
en la actividad catequística esas dificultades presentes en las comunidades para animar a todos los
creyentes a una verdadera práctica de la caridad. Además, los diáconos permanentes, que viven el
matrimonio por su singular estado de vida, están particularmente llamados a ser testigos creíbles de la
belleza de este sacramento. Ellos, con la ayuda de sus esposas y posiblemente de sus hijos, pueden
participar en la catequesis de las familias y en el acompañamiento de todas aquellas situaciones que
requieren especial atención y delicadeza.

5. LOS CONSAGRADOS AL SERVICIO DE LA CATEQUESIS


119. La catequesis representa un terreno privilegiado para el apostolado de las personas consagradas.
De hecho, en la historia de la Iglesia, se cuentan entre las figuras más dedicadas a la animación de la
catequesis. La Iglesia convoca, de manera particular, a las personas de vida consagrada a la actividad
de la catequesis, en la cual su contribución original y propia no puede ser remplazada por sacerdotes o
laicos. «Primer objetivo de la vida consagrada es el de hacer visibles las maravillas que Dios realiza en
la frágil humanidad de las personas llamadas. Más que con palabras, testimonian estas maravillas con
el lenguaje elocuente de una existencia transfigurada, capaz de sorprender al mundo»13. La primera
catequesis que desafía es la vida misma de las personas consagradas que, viviendo el radicalismo
evangélico, son testigos de la plenitud que la vida en Cristo hace posible.

120. Las particularidades del propio carisma se valoran más cuando algunos consagrados asumen la
tarea de la catequesis. «Manteniendo intacto el carácter propio de la catequesis, los carismas de las
diversas comunidades religiosas enriquecen una tarea común con unos acentos particulares, muchas
veces de gran hondura religiosa, social y pedagógica. La historia de la catequesis demuestra la vitalidad
que estos carismas han aportado a la acción educativa de la Iglesia»14, especialmente para aquellos
que han escogido su ideal de vida en la catequesis. La Iglesia se fortalece con ese servicio y espera
que siempre se renueve el compromiso en este campo.

6. LOS LAICOS CATEQUISTAS


121. Los laicos a través de su inserción en el mundo ofrecen un valioso servicio a la evangelización: su
propia manera de vivir como discípulos de Cristo es una forma de proclamación del Evangelio.
Comparten todas las formas de compromiso con otras personas, impregnando las realidades
temporales con el Espíritu del Evangelio: la evangelización realizada por ellos «adquiere una nota
específica y una peculiar eficacia por el hecho de que se realiza dentro de las comunes condiciones de
la vida en el mundo» (LG 35). Los laicos, que dan testimonio del Evangelio en diferentes contextos,
tienen la oportunidad de interpretar los hechos de la vida de una manera creyente, de hablar de Cristo y
de los valores cristianos, de dar razones de sus elecciones. Esta catequesis, por así decirlo,
espontánea y ocasional, es de gran importancia porque está relacionada inmediatamente con el
testimonio de la vida.

122. La vocación al ministerio de la catequesis surge del sacramento del Bautismo y se fortalece con la
Confirmación, sacramentos por los cuales el laico participa en el oficio sacerdotal, profético y real de
Cristo. Además de la vocación común al apostolado, algunos fieles se sienten llamados por Dios para
asumir el papel de catequistas en la comunidad cristiana, al servicio de una catequesis más orgánica y
estructurada. Este llamado personal de Jesucristo y la relación con Él son el verdadero motor de la
acción del catequista: «Desde este conocimiento amoroso de Cristo es de donde brota el deseo de
anunciarlo, de evangelizar, y de llevar a otros al sí de la fe en Jesucristo»15. La Iglesia despierta y
discierne esta vocación divina y confiere la misión de catequizar.

123. «Sentirse llamado a ser catequista y recibir de la Iglesia la misión para ello, puede adquirir, de
hecho, grados diversos de dedicación, según las características de cada uno. A veces, el catequista
sólo puede ejercer este servicio de la catequesis durante un periodo limitado de su vida, o incluso de
modo meramente ocasional, aunque siempre como un servicio y una colaboración preciosa. Sin
embargo, la importancia del ministerio de la catequesis aconseja que en la diócesis exista,
ordinariamente, un cierto número de religiosos y laicos, estable y generosamente dedicados a la
catequesis, reconocidos públicamente por la Iglesia, y que —en comunión con los sacerdotes y el
Obispo— contribuyan a dar a este servicio diocesano la configuración eclesial que le es propia»16.

LOS PADRES: SUJETOS ACTIVOS DE LA CATEQUESIS


124. «Para los padres cristianos la misión educativa, basada como se ha dicho en su participación en la
obra creadora de Dios, tiene una fuente nueva y específica en el sacramento del matrimonio, que los
consagra a la educación
propiamente cristiana de los hijos»17. Los padres creyentes, con su ejemplo diario de vida, tienen la
capacidad más atractiva de transmitir a sus hijos la belleza de la fe cristiana. «Para que las familias
puedan ser cada vez más sujetos activos de la pastoral familiar, se requiere “un esfuerzo evangelizador
y catequístico dirigido a la familia”, que la oriente en este sentido»18. El mayor desafío en este caso es
que las parejas, padres y madres, sujetos activos de la catequesis, superen la mentalidad tan común de
delegar a otros, según la cual la fe está reservada a los llamados especialistas de la educación
religiosa. Esta mentalidad a veces es favorecida por la misma comunidad que fatigosamente trata de
organizar la catequesis con un estilo familiar y a partir de las mismas familias. «La Iglesia está llamada
a colaborar, con una acción pastoral adecuada, para que los propios padres puedan cumplir con su
misión educativa»19, convirtiéndose así en los primeros catequistas de sus hijos.

PADRINOS Y MADRINAS, COLABORADORES DE LOS PADRES.


125. En el proceso de iniciación a la vida cristiana, la Iglesia invita a repensar la identidad y la misión
del padrino y de la madrina, como apoyo en el compromiso educativo de los padres. La tarea de los
padrinos es «mostrar con amigable familiaridad al catecúmeno la práctica del Evangelio en la vida
individual y social, ayudarlo en las dudas y ansiedades, dar testimonio y cuidar el desarrollo de su vida
bautismal»20. Se tiene la conciencia de que a veces la elección de los padrinos no está motivada por la
fe, sino por costumbres familiares o sociales: esto ha contribuido en gran parte a la degradación de
estas figuras educativas. En vista de la responsabilidad que conlleva este papel, la comunidad cristiana
debe presentar, con discernimiento y espíritu creativo, cursos de catequesis para los padrinos, eso les
ayudará a redescubrir el don de la fe y su pertenencia eclesial. Aquellos que son indicados para este
rol, con frecuencia algunos de ellos experimentan un despertar de su fe bautismal e inician un camino
renovado de compromiso y testimonio. Cualquier rechazo a llevar a cabo esta tarea podría tener
consecuencias negativas que ameritan ser evaluadas con gran atención pastoral. En los casos en los
que no existan las condiciones objetivas21 para que una persona realice esta tarea de padrino es
necesario dialogarlo previamente a la elección de acuerdo con las familias y con el discernimiento de
los pastores y se pueden escoger los padrinos entre los agentes pastorales (catequistas, educadores,
animadores) ya que son testigos de fe y presencia eclesial.

EL SERVICIO DE LOS ABUELOS EN LA TRANSMISIÓN DE LA FE


126. Junto con los padres, los abuelos , especialmente en ciertas culturas, juegan un papel particular en
la transmisión de la fe a los más jóvenes22. También la Escritura cuenta cómo la fe de los abuelos es
un testimonio para los nietos (Cf. 2 Tim 1,5). «La Iglesia ha prestado siempre una atención particular a
los abuelos, reconociendo que constituyen una gran riqueza desde el punto de vista humano y social,
así como desde el punto de vista religioso y espiritual»23. Ante la crisis de las familias, los abuelos, que
a menudo tienen mayores raíces en la fe cristiana y un pasado rico de experiencias, se convierten en
puntos de referencia importantes. Con frecuencia muchas personas deben a sus abuelos su iniciación a
la vida cristiana. La contribución de los abuelos es pues importante en la catequesis tanto por el mayor
tiempo que pueden dedicar a ello como por su capacidad de animar a las nuevas generaciones con su
afecto. Su sabiduría es, muchas veces, decisiva para el crecimiento de la fe. La oración de súplica y los
cantos de alabanza de los abuelos apoyan a la comunidad que trabaja y lucha por la vida.

LA GRAN CONTRIBUCIÓN DE LAS MUJERES EN LA CATEQUESIS


127. Las mujeres desempeñan un papel valioso en las familias y comunidades cristianas, ofreciendo su
servicio como esposas, madres, catequistas, trabajadoras y profesionales. Tienen como ejemplo a
María «modelo de aquel afecto materno, con el que es necesario estén animados todos los que en la
misión apostólica de la Iglesia cooperan para regenerar a los hombres» (LG 65). Jesús con sus
palabras y gestos enseñó a reconocer el valor de la mujer. De hecho, las quiso con él como discípulas
(Cf. Mc 15,40-41) y confió a María Magdalena y a otras mujeres la alegría de llevar a los Apóstoles el
anuncio de su resurrección (Cf. Mt 28,9-10; Mc 16,9-10; Lc 24,8-9; Jn 20,18). De igual manera, la
primera comunidad, sintió la necesidad de hacer suya la enseñanza de Jesús y acogió como un don
precioso la presencia de las mujeres en la obra de la evangelización (Cf. Lc 8,1-3; Jn 4,28-29).

128. Las comunidades cristianas están constantemente animadas por el genio femenino por lo que se
reconoce como esencial e indispensable su contribución en la realización de la vida pastoral. La
catequesis es uno de estos servicios que lleva a reconocer la gran contribución ofrecida por las
catequistas que con dedicación, pasión y competencia se dedican a este ministerio. En sus vidas
encarnan la imagen de la maternidad, sabiendo testimoniar, incluso en momentos difíciles, la ternura y
la dedicación de la Iglesia. Con sensibilidad particular son capaces de comprender el ejemplo de Jesús:
servir en las pequeñas cosas como en las grandes, actitud de quien ha entendido completamente el
amor de Dios por el ser humano y encima lo prodigan al prójimo cuidando de todos y del mundo.

129. Apreciar la sensibilidad específica de las mujeres en la catequesis no significa eclipsar la presencia
igualmente significativa de los varones . De hecho, a la luz de los cambios antropológicos, es necesario
este reconocimiento. No se puede prescindir de las dos presencias, masculina y femenina para un
crecimiento humano y espiritual saludable. Por tanto, la comunidad cristiana debe mejorar tanto la
presencia de las catequistas, cuyo número es de considerable importancia en la catequesis, como la de
los catequistas, que desempeñan un gran papel sobre todo para los adolescentes y jóvenes. En
particular, se debe apreciar la presencia de jóvenes catequistas , que dan una gran contribución de
entusiasmo, creatividad y esperanza. Ellos también están llamados a sentirse responsables en la
transmisión de la fe.

También podría gustarte