Corral, R. (2014) - Introducción A La Psicología
Corral, R. (2014) - Introducción A La Psicología
Roberto Corral
Temas:
1. La búsqueda de sí mismo.
2. Epistemología y Psicología.
3. Conocimientos de primer orden: Psicología popular o del sentido común.
4. Conocimientos de segundo orden: Psicología como disciplina.
5. Conocimientos de tercer orden: Psicología como ciencia.
6. Enfoque Histórico-Social.
1- La búsqueda de sí mismo.-
Los seres humanos somos organismos peculiares. Como los animales, necesitamos
mantener relaciones de intercambio y contacto con el mundo físico para garantizar la
vida y el desarrollo de los individuos y la especie. Sin embargo, a diferencia de los
animales que se adaptan a sus ambientes y utilizan lo que el medio les ofrece, los
humanos transformamos y adaptamos el medio a nuestras necesidades mediante el
trabajo. También tenemos relaciones con nuestro propio cuerpo, que también
transformamos y adaptamos a nuestras necesidades y deseos. Nos interesan otros seres
humanos, como sujetos peculiares iguales a nosotros. De hecho, la identidad de cada
persona pasa por la comparación con sus otros iguales. De esta forma, el ser humano es
el único organismo vivo que le interesa conocerse a sí mismo, entrar en relación con su
propia subjetividad y las de los demás humanos, “mirarse por dentro”. Nos damos
cuenta de nuestra existencia psicológica y la de los demás, tratamos de nombrarla con
diferentes palabras, identificar estas características en cada uno de nosotros y en los
demás. Tenemos nombres para los procesos que identificamos: pensamientos, ideas,
percepciones, emociones, sentimientos, memoria, imaginación, y otros. Estos procesos
son ideales: no son “cosas” en el sentido ontológico del término. De esta manera, a lo
largo de nuestra historia como seres vivos, hemos acumulado ciertos saberes acerca de
nosotros mismos, que se difunden y trasmiten en las culturas que creamos y en las que
existimos.
Estos conocimientos y saberes los hemos denominado desde hace siglos como
Psicología, de las palabras griegas “psiqué”, que significa más o menos “alma” o
“espíritu”; y “logos”, que quiere decir conocimiento o saber. La cultura griega también
acuñó la máxima “conócete a ti mismo” como principio para vivir plenamente. Sin
embargo, la Psicología no es un conjunto simple de conocimientos o saberes. Entran en
ella diversas definiciones de cada proceso, diferentes formas de identificarlos y por
supuesto, diferentes formas de controlarlos. Sabemos que cometemos errores en nuestra
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vida cotidiana, padecemos la aparición de emociones que no quisiéramos, como la ira o
el miedo, pensamos ideas fijas que quisiéramos apartar de nosotros y no podemos, y así
otras formas de descontrol durante toda nuestra existencia individual. Sabemos además
que podríamos controlar estos efectos indeseables, o comprender sus causas, con más
conocimientos sobre nosotros mismos. Esta búsqueda de conocimientos dura toda la
vida de la persona, porque sabemos que no podemos “ser” sin “conocer”, y este proceso
no es simple ni ocurre de una vez y por todas, sino que es paulatino, cada período de la
vida nos ayuda, si sabemos aprovecharlo, a construir nuevos conocimientos sobre
nosotros mismos y los demás.
De esta forma, hemos ido construyendo la Psicología. Pero no hay una sola Psicología,
sino que existen varias, dependiendo de sus alcances, funciones y propósitos. En primer
lugar, la Psicología como ciencia ha sufrido considerables modificaciones y variaciones.
Estas diferencias están relacionadas con sus propias características como ciencia,
durante un lento y complicado proceso de construcción. El primer aspecto que ha
afectado la construcción de esta ciencia no se refiere a sus propios contenidos, sino a
otro tipo de consideraciones. ¿Por qué es una ciencia? ¿Cuál es su objeto? ¿Qué valores
supone? ¿Cuál es el criterio de verdad para sus conocimientos? Antes de comenzar su
estudio es imprescindible responder estos tópicos, en especial, la dimensión
epistemológica desde la que se construye la ciencia.
2- Epistemología y Psicología.-
La Epistemología es una rama de la Filosofía que estudia los métodos para confirmar la
veracidad de nuestros conocimientos. Todas las ciencias requieren de esta reflexión,
para fundar sus propuestas en verdades operativas o creíbles. El conocimiento es el
resultado de una relación entre tres componentes: un objeto, que es lo que se quiere
conocer; un método, que es la forma en que se va a conocer y por supuesto, los criterios
de veracidad; y finalmente el propio sujeto que conoce, agente de la intención de
conocer. Por ejemplo, si un biólogo quiere conocer un nuevo tipo de planta, o un físico
quiere comprender un efecto específico de la luz, es necesario establecer una relación
entre el objeto declarado –la planta o el efecto de la luz-, el sujeto que quiere conocer –
para qué quiere conocer, qué va a hacer con ese conocimiento-, y finalmente un método
–observar, experimentar. En el caso de las Ciencias Sociales, como la Psicología y la
Pedagogía, ocurre igual. Solo que en estas ciencias se presenta un problema adicional:
ni las plantas, ni los efectos de la luz dependen de un sujeto, son objetos por su propia
definición. Sin embargo, en las Ciencias Sociales el objeto suele ser otra persona, igual
a la persona que quiere conocer. Además, con qué método conocer. Las personas no son
seres pasivos para el sujeto que conoce; por el contrario, interactúan, hablan, se resisten,
cambian sus posiciones. Por otra parte, cómo “entrar” en la mente de otra persona, si sus
procesos son ideales y no pueden ser identificados directamente. Esta discusión
comenzó hace más de un siglo, en los albores de los primeros estudios de la Psicología,
generando una crisis de identidad que no ha terminado.
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Era un problema epistemológico: ¿qué tipo de ciencia puede ser la Psicología, sobre qué
criterios construirla y para qué sería ciencia? La salida a la crisis, o su continuidad en un
plano más refinado, está marcada por la discusión epistemológica contemporánea que
afecta a las ciencias en general y muy especialmente a las Ciencias Sociales. Esta
discusión se realiza en todos los frentes científicos: en la definición de ciencia, en los
criterios de validez y verificación, en la estructura conceptual, en la intención y
propósito de la ciencia, en los métodos válidos para su investigación, en sus
aplicaciones prácticas y en la selección de conocimientos para la enseñanza y el registro
histórico. A los efectos de esta introducción es necesario una presentación mínima de
los modelos epistemológicos que se debaten en la actualidad, por supuesto, según el
criterio del autor y con la intención de una descripción somera, no una discusión.
Desde los griegos se diferenciaban dos tipos de ideas acerca de la realidad: la doxa
(opinión) y el episteme (conocimiento). Las opiniones se reconocían como personales,
subjetivas y formulaciones de la creencia individual; el conocimiento representa una
opinión impersonal, común a todas las personas, verificable a través de ciertas acciones
uniformes, y por supuesto, exponentes de la realidad de las cosas del mundo. Nadie
genera un conflicto por declarar una preferencia o una opinión, por ejemplo, el sabor de
helado favorito o el criterio sobre las intenciones de otra persona. Pero algo bien distinto
es afirmar una verdad científica, como por ejemplo en aritmética dos más dos es cuatro,
y esto no depende de la opinión o la preferencia de nadie. Asumir la producción de
conocimientos desde este enfoque supone varias definiciones adicionales. El propósito
de cualquier ciencia es la explicación, demostrar qué es la realidad y por qué es así y no
de otra manera. La necesidad de explicación obliga a un enfoque determinista: existen
causas primarias de las cuales cualquier objeto de la realidad es efecto y resultado. Si
pudiéramos reproducir y hacer actuar las causas, podríamos hacer surgir el objeto
estudiado.
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afirmación se hace estable, trascendente, no afectado por el tiempo o la historia, en
resumen, se hace ley: no puede ocurrir de otra manera. La cualidad distintiva y
necesaria de todo conocimiento es su objetividad, que se interpreta como la supresión o
limitación de la subjetividad del sujeto que conoce. Objetividad significa verdad para
cualquier sujeto, independientemente de sus características individuales en cuanto
sujeto, pero no significa verdad absoluta, en tanto todo conocimiento tiene un carácter
parcial, y puede ser completado, mejorado, extendido. Así sabemos que la ley de
gravedad es universal, pero no se cumple en todas partes. En una nave espacial no
funciona, porque no existe un objeto cercano que ejerza su fuerza de atracción sobre los
cosmonautas.
La otra cualidad que debe cumplir todo conocimiento para ser considerado verdadero es
su replicabilidad o repetición: una vez conocida su causa y las condiciones en que
aparece, puede ser replicado, reproducido a voluntad por cualquier sujeto. Todo
conocimiento para que sea verdadero, debe ser simultáneamente objetivo y replicable.
La ley de gravedad es objetiva: no depende de ningún sujeto; y es replicable: cuantas
veces se ensaye en las mismas condiciones, ocurrirá el mismo efecto.
Algunas corrientes psicológicas se alinearon con esta propuesta epistemológica, que hoy
continúan actuando en áreas experimentales y en los espacios profesionales. Uno de sus
efectos más considerables ha sido el énfasis que coloca en los procesos llamados
cognoscitivos, relacionados con la solución de problemas y la representación de la
realidad, como la percepción, el pensamiento y el lenguaje. Esta separación se continúa
con fines didácticos, aunque existen otras posiciones.
Si una persona expresa que está triste, no existe ninguna manera objetiva de confirmarlo
como hecho. Lo más que puede hacerse es aceptar la declaración y tratar de comprender
sus causas desde las visiones de la persona que habla. Podríamos explicar
psicológicamente a una persona por su historia: las condiciones de vida, el tipo de
familia, los estudios realizados, los accidentes de su desarrollo, pero ninguna de estas
dimensiones serían absolutas, porque cada persona puede alcanzar el control de sus
determinantes y dominar su propio desarrollo, escapando así del fatalismo de las causas.
Los métodos son variados y responden a tradiciones a veces muy distantes. En cualquier
variante son métodos que requieren la interpretación (llamada hermenéutica) del
fenómeno a partir del acto de comunicación entre sujetos. En este caso lo que se revela
no es el contenido mismo de la comunicación, sino los significados que se expresan en
estos contenidos. Un enfoque fenomenológico busca sobre todo las intenciones de los
sujetos, los ordenadores que aplica para vivenciar el fenómeno, y que no son
necesariamente conscientes ni tan siquiera subjetivos.
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Las corrientes fenomenológicas en la Psicología son múltiples y a veces muy diferentes.
Generalmente destacan los procesos afectivo-motivacionales, como las emociones, los
sentimientos y la motivación, más centrados en el carácter personal de la subjetividad.
Los métodos que utiliza son los mismos de los enfoques anteriores, pero con la cualidad
de que sus resultados son provocaciones para el cambio y no conocimientos
permanentes. Siempre privilegia los métodos que intentan acompañar y dirigir el
cambio de la realidad, insertándose en esta dinámica. Su vocación es emancipadora:
comprender los límites de la realidad, sus formas de cambio, para controlarlos y
trascenderlos.
Algunas corrientes psicológicas se han alineado con esta posición, aunque a los fines de
este texto se prioriza el Enfoque Histórico-Social como exponente más claro de su
expresión.
Todas las personas poseen una curiosidad desde muy temprano por conocer, identificar
y eventualmente controlar su propia psique. El niño pequeño siente experiencias que no
puede nombrar, y los adultos le enseñan cómo nombrarlas. Así aprendemos que ciertas
vivencias son de miedo, que suponen no solo una emoción sino además un
comportamiento asociado: vivimos angustia, indecisión, desagrado, pero al mismo
tiempo nos paralizamos, no podemos movernos, o por el contrario, huimos sin
considerar a veces de qué estamos huyendo. Otras vivencias son placenteras, y
queremos extenderlas en el tiempo todo lo que podamos, porque nos resultan
agradables, nos relajan y distienden. Cuando estamos en la escuela sentimos el esfuerzo
de realizar una operación matemática o resolver un problema: también se puede vivir
como desagradable, pero si logramos la solución, la vivencia se cambia por una
satisfacción agradable. Por esto, ninguna emoción, sentimiento, pensamiento o
percepción es fija o estable, está cambiando continuamente. Más allá de estas
experiencias, tenemos otra cualidad, todavía más interesante y profunda: podemos
recrear, recordar, traer al presente nuestras experiencias a través de la memoria, y
analizarlas ya sin los efectos inmediatos de la experiencia. De esta forma podemos
pensar, reflexionar, planificar, ver futuros posibles. También podemos olvidar, y es otra
de las funciones más importantes junto al recuerdo. Los animales están presos del
presente; los seres humanos podemos “viajar” en el tiempo con nuestros procesos de
memoria y planificación. Otra de nuestras cualidades fundamentales es la
comunicación: podemos hablar, intercambiar, conectar con otros seres humanos y
aprender de ellos incluso experiencias que no hemos vivido personalmente. Dos
personas que dialogan están construyendo un mundo en común, participando de un
proceso colectivo aunque sus experiencias y opiniones individuales puedan ser
diferentes. Finalmente, nos damos cuenta y reflexionamos acerca de nuestros propósitos
y deseos, ordenamos nuestras acciones en la dirección de alcanzar nuestras metas, y nos
juzgamos continuamente si no las alcanzamos, o nos alegramos si lo logramos. Durante
la vida de una persona es necesario afrontar todo tipo de acontecimientos: el duelo, la
pérdida, las frustraciones, los abandonos, pero también las alegrías, los placeres, las
satisfacciones. Cada acontecimiento tiene una expresión a nivel de la subjetividad
personal, pero son diferentes de persona a persona. Lo que hace reír a unos hace llorar a
otros.
Estas experiencias son comunes a todas las personas, pero a lo largo de la vida van
constituyendo una sabiduría personal para entenderse a sí mismo y a los demás. No
existe peor experiencia que no saber qué nos ocurre, realizar acciones que no
reconocemos como propias, no tener cómo nombrarlas y lo más grave, no saber cómo
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controlarlas. A veces nos enfrentamos a problemas que no sabemos cómo solucionar,
reflexionamos o acudimos a otros para recibir ayuda, comprensión, apoyo. Aquí se
manifiesta lo que hemos denominado Psicología del sentido común. Todos sabemos
algo de nosotros mismos, pero la profundidad de este conocimiento depende de las
experiencias que hemos vivido, y se produce de manera más o menos espontánea.
Algunas personas son especialmente buenas en recopilar, analizar y sistematizar estas
experiencias personales y colectivas, y actúan aconsejando a los demás, ayudando a
clarificar emociones, resolver problemas, visualizar futuros, comprender y controlar
nuestras psiques.
Más interesante aún son los espacios profesionales que elaboran y utilizan estas formas
de conocimiento para sus producciones. Por ejemplo, los artistas y literatos necesitan
estos conocimientos, y elaboran para sus propias creaciones, saberes acerca de los
personajes de sus historias, o del público que imaginan contemplará sus obras, para
mantener una comunicación y hacer creíble el producto de su imaginación. Las personas
que ejercen profesiones vinculadas con la atención a otras personas, desde los médicos
hasta los sacerdotes, logran este tipo de discernimiento para comprender los estados de
ánimo de las personas que tratan, y la mejor forma de hablar con ellas. Algunas
personas mayores, que han vivido una larga vida llena de experiencias notables, logran
acumular muchos conocimientos psicológicos sobre los demás y sobre sí mismos.
En especial, los profesores generan ideas y creencias acerca de sus estudiantes, de sus
posibilidades y aprendizajes, y estas ideas influyen en sus evaluaciones y consejos. Por
eso es que la relación profesor-estudiante resulta una interacción compleja y difícil de
prever en todas las situaciones. A veces, desde la óptica del profesor, consideramos la
evaluación como una acción objetiva, pero siempre está atravesada por estas creencias
sobre el estudiante, aunque el profesor no esté consciente de ello. De aquí la
importancia de una vigilancia personal sobre nuestras propias creencias epistemológicas
en el espacio educativo.
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De hecho, todos tenemos algo de esta Psicología del sentido común o popular, y la
utilizamos más o menos con nosotros y con los demás. Criamos a nuestros hijos,
enseñamos a nuestros estudiantes, aconsejamos a los jóvenes, curamos a nuestros
enfermos, atendemos a nuestros ancianos, apoyamos a nuestros amigos, odiamos a
nuestros enemigos, amamos a nuestras parejas, y en todos los casos nos esforzamos por
entenderlos, comprenderlos, ayudarlos.
Sin embargo, la Psicología del sentido común presenta algunos problemas. En primer
lugar no es sistemática, y depende mucho de la experiencia vivida por las personas. En
segundo lugar, está influida por la cultura en que se vive, que legitima algunas maneras
privilegiadas de comprender y aun, de atender a los demás. En tercer lugar, si se quiere
utilizarla para ayudar a las personas, no tiene muchas garantías de éxito, o no es posible
someterla a una investigación para ver su efectividad. Otro problema consiste en que se
logra de manera muy espontánea y a través de variadas prácticas sociales. También sus
afirmaciones muchas veces pueden ser contraproducentes para lograr una buena ayuda.
Por último, puede ser muy contradictoria, afirmando ideas que en la práctica se niegan.
Valgan algunos ejemplos: en nuestra cultura parece ser una afirmación de la Psicología
del sentido común que los castigos aplicados a los niños para impedir una conducta
indeseable son métodos efectivos y de inmediato resultado. A pesar de las advertencias
de educadores y especialistas, esta idea sigue manteniéndose como una verdad
operativa, aunque muchas personas lo nieguen. Incluso en las escuelas se aplicaba como
un método educativo, práctica que afortunadamente ha disminuido y se rechaza en el
presente. Y sin embargo, las investigaciones científicas afirman lo contrario: el castigo
es la peor manera de aprender, y además, a veces lo que se aprende es exactamente lo
contrario de lo que se quiere formar.
Otras ideas se refieren a las tradiciones familiares: por ejemplo, la afirmación de que la
inteligencia se hereda de padres a hijos, o que las habilidades para determinadas
actividades profesionales también se heredan, ideas que son simplemente desacertadas.
O a veces se piensa y se aplica que la mejor manera de formar valores o trasmitir
conocimientos es la repetición incesante de una idea, una declaración, una afirmación;
por el contrario, si no se apela a una comunicación efectiva, que tome en cuenta lo que
las personas pueden comprender o recibir, esta práctica es también contraproducente.
Por último, la idea de que las personas nacen de alguna manera ya preparadas para ser,
por ejemplo, “buenas o malas”, sin tomar en cuenta que cada uno de nosotros está
insertado en una red de comunicaciones e influencias múltiples, que sancionan, dirigen,
definen, qué es bueno o malo, y de las cuales seleccionamos ejemplos y modelos, con
los que somos capaces de cambiar nuestras ideas, pensamientos y hasta emociones a lo
largo de nuestras vidas.
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control y crecimiento para las personas. Por supuesto, esta Psicología del sentido común
no es desechable: muchas veces logra una comprensión sorprendente de los seres
humanos, como se puede leer en biografías y buena literatura, en las reflexiones de los
ancianos sabios o en las intuiciones de personas dotadas, que permanecen como los
buenos ejemplos de esta forma de pensar.
En la universidad de las Artes se ofrecen cursos de Psicología a los futuros artistas para
comprender los procesos psicológicos de la creatividad y la producción artística. En
muchos momentos, instituciones y programas estatales de formación de cuadros
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solicitan cursos de Psicología, como parte de su preparación. Estos cursos son diversos,
como diversos son sus objetivos. Dependiendo de su propósito pueden ser más extensos
o breves, dedicarse a algunos temas o abarcar todo el contenido de la Psicología,
enfatizar en los conceptos teóricos o las prácticas interventivas, centrarse en alguna
manifestación de la subjetividad o en alguna característica o proceso psicológico.
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Objeto de estudio.-
Cada persona tiene determinadas vivencias personales que sólo ella conoce, que forman
parte de su individualidad. A lo largo de la historia se le ha dado a dichas vivencias
diferentes nombres: por ejemplo, decimos que tenemos emociones, también hablamos
de sentimientos, de pensamientos, de imaginación, (¿quién no sueña despierto?),
hablamos de la memoria, (¿qué es la memoria? ¿Es vivir cosas pasadas nuevamente?)
Desde la Psicología, las hemos agrupado en un sistema coherente y le hemos llamado
subjetividad individual.
Pero aquí surge un problema: lo que estudiamos es algo que no sabemos si existe o no
en otros, porque es individual y sólo nosotros mismos podemos dar fe de su presencia
en nuestro interior. Sabemos que pensamos, sentimos, imaginamos, pero cómo saber si
los demás lo hacen, o cómo comprender, si aceptamos que lo hacen, qué están pensando
o sintiendo. ¿Cómo resolver esta problemática?
Una de las maneras de enfrentar este dilema es a través del comportamiento visible para
otros. Las personas no solo tienen procesos ideales, cerrados para los demás, sino que
generalmente lo expresan en determinadas conductas. Se mueven, se dirigen a
determinados objetos, hablan de sí mismos, comparten sus emociones, alteran sus
sistemas corporales (sudan, se enrojecen, lloran, ríen). Todas estas manifestaciones
externas y visibles pueden ser el lenguaje con que podemos leer la subjetividad de los
otros. Así podemos inferir de lo que las personas hacen, de sus obras, y puede ser
registrado, lo que piensan o desean. Por supuesto, en este caso es necesario precisar o
por lo menos explicitar por qué se hace una inferencia u otra, porque no siempre la
misma conducta expresa las mismas vivencias, por tanto, la inferencia debe apoyarse en
un método científico o al menos una teoría reconocida para que sea válida.
Por último, debemos mencionar que no todo lo que constituye la subjetividad de los
seres humanos se encuentra asequible de manera directa a lo que conocemos de
nosotros mismos; existen determinados contenidos y procesos de la subjetividad que
nosotros no sabemos que los tenemos o los aplicamos. Cuando resolvemos un problema
matemático no tenemos conciencia clara de cómo estamos pensando y generalmente la
solución llega repentinamente, sin saber muy bien cómo sucedió. Es el caso del
pensamiento. Realizamos acciones con diferente grado de automatización, como las
habilidades y los hábitos, sin tener mucha conciencia o ninguna de su ejecución hasta
que ocurre una equivocación y tenemos que detenernos. También aparecen como
ejemplos las intuiciones, que se desarrollan a nivel inconsciente, y aparece para un
observador externo y aun para el propio sujeto como una adivinación pura. En este
grupo están los olvidos inexplicables, los aparentes errores, las emociones súbitas y sin
razón, en los cuales se están dando procesos psicológicos no conscientes y que también
van a formar parte del objeto de estudio de nuestra ciencia psicológica. Por tanto
aceptamos otra manifestación de la subjetividad que está fuera del alcance inmediato de
la conciencia personal. Algo similar a lo que ocurre en el estudio psicológico de los
animales, donde es posible identificar algún tipo de hecho ideal, propio de su especie,
pero que no logra ser consciente porque tal formación no existe en los animales.
Por último, la subjetividad como objeto se puede alterar en formas que hacen inviable o
muy difícil la vida psicológica y hasta la existencia biológica del ser humano. En este
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caso hablamos de la enfermedad, del trastorno, del problema de salud mental, de la
discapacidad, y otros accidentes. La subjetividad en estos casos no siempre aparece
como algo que está deforme o ausente, y que se tiene que recuperar o rehabilitar; a
veces es necesario comprenderla desde su propia realidad y no tacharla simplemente
como un error o una enfermedad.
El objeto de estudio es la subjetividad, pero ¿de dónde viene esa subjetividad?, ¿por qué
llega a ser así?, ¿siempre existió? El pensamiento religioso algunas veces afirma que
buena parte de esa subjetividad es divina, un don de Dios. Ahora, desde la Psicología
científica actual se manejan cuatro grandes explicaciones:
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como las Neurociencias y la Neuropsicología, que se dedican a estudiar estas causales
en conjunción con otras, son componentes esenciales de la Psicología.
La causa psicológica: Los seres humanos son seres activos, que cambian sus mundos
de acuerdo con sus intereses. Esta simple afirmación para la Psicología es vital:
hacemos el mundo a nuestra imagen y semejanza psicológica. Las personas vivimos
deseos, perseguimos sueños, elaboramos motivos, formulamos metas, y controlamos
nuestras acciones para llegar a nuestros fines. Somos capaces de prever obstáculos y
resolver problemas en nuestro provecho. Así, podemos sobreponernos a las influencias
biológicas y ambientales, y superar sus limitaciones. Las personas que sufren alguna
discapacidad física pueden superar sus efectos a partir de una determinación personal;
de la misma manera, las personas excluidas o socialmente discriminadas pueden superar
las agresiones del ambiente que las margina. Los seres humanos alcanzamos algún tipo
de autonomía en nuestras preferencias, intenciones, acciones y previsiones. Somos
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emprendedores, y continuamente estamos modificando las causas que determinan
nuestras subjetividades. Esta dirección ha creado para la Psicología científica
importantes líneas de investigación: cómo las personas “escapan”, o mejor modifican,
estas limitaciones y se sobreponen a ellas, cómo las personas elaboran sus propósitos y
sus agendas para actuar, cómo solucionan conflictos, cómo toman decisiones, cómo
elaboran sus propias imágenes de sí mismos y los demás, cómo se juzgan y valoran, en
síntesis, la importancia de la autonomía o autogobierno para alcanzar la plenitud de la
existencia. El ser humano se crea a sí mismo continuamente.
Todas las categorías señaladas son cualidades subjetivas, por lo tanto describen,
explican, extienden, el objeto de estudio de la Psicología. Al mismo tiempo, no pueden
considerarse como descripciones de validez general: existen diferentes teorías
psicológicas que aunque mantienen en líneas generales estos conceptos, los definen y
utilizan de maneras diferentes. La Psicología, para un científico de ciencias más estables
como la Física o la Química, no ha alcanzado aun la madurez científica como para
establecer un cuerpo único de conceptos y categorías válido para cualquier teorización o
práctica profesional. Lejos de ser un obstáculo a su desarrollo, ha resultado en una
característica favorecedora de su avance. En la Psicología contemporánea se está
produciendo un efecto de integración de las distintas tendencias que llevará a
contextualizar sus producciones. Los conceptos deben asumirse como miradas
peculiares, como las visiones de un holograma científico que puede cambiar de acuerdo
con la perspectiva y las intenciones del observador. Algo similar ocurre con el
establecimiento de leyes de cumplimiento absoluto: tal propósito es muy relativo para la
Psicología. Se puede hablar de tendencias, regularidades, comportamientos normales,
representaciones generales, pero nunca tendrán validez absoluta, porque el ser humano
es activo, y puede cambiar la realidad y sus leyes, así como su subjetividad a partir de
las mismas leyes que crea.
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identifican y clasifican los tipos de respuestas que los sujetos producen con
determinadas características psicológicas previamente definidas o que permiten
prever la aparición de estas características en un tiempo futuro. Cualquier
respuesta a una prueba o test psicológico se compara con determinadas normas y
da como resultado un diagnóstico actual o previsible. A veces no existen normas
muy precisas, sino que depende de la experiencia y pericia del profesional que
las evalúa. Estas pruebas se diseñan en las más diversas formas: van desde
pruebas de “papel y lápiz” con preguntas para responder, frases para completar,
o imágenes para interpretar, hasta dibujos, juegos, dramatizaciones y otras
formas más activas. También existen pruebas de diagnóstico computarizadas.
Para estos métodos se han construido también complicados sistemas de
clasificación de las características psicológicas hipotetizadas, de confirmaciones
de validez, y tablas de normas que ocupan la actividad de muchos psicólogos
profesionales. Es probablemente la dimensión que más tiempo requiere en la
actividad profesional, no solo por las complicaciones de su ejecución sino por la
responsabilidad personal del psicólogo y por las consecuencias éticas de sus
resultados.
4. Experimentar: Se identifica con la introducción de determinadas variables
artificiales en un proceso psicológico para observar cómo el sujeto lo asume y
modifica su acción y sus resultados. Generalmente se utiliza para evaluar los
límites del sujeto, sus posibilidades y sobre todo para identificar los cambios que
se producen en sus procesos psicológicos. A través de este método se puede
formar o deformar un objeto o fenómeno, para identificar las relaciones de causa
e influencia de determinado factor. Por ejemplo, se puede probar un nuevo
método de enseñanza, aplicándolo a dos grupos, uno de experimentación y otro
de control, que no sufre ningún cambio, y después se comparan sus resultados,
como es práctica frecuente. Lo mismo con un nuevo juego, o el efecto de un
estímulo como un color o un sonido, o una práctica de entrenamiento deportivo,
o una nueva forma de publicidad, y al final, evaluar cuánto o cómo esta nueva
variable modifica a los sujetos en sus ideas o sus acciones. Esto no es diferente a
otras ciencias. Sin embargo, existe una diferencia crucial, que radica en la ética
muy rigurosa que se debe seguir con el experimento psicológico, ya que se
aplica a seres humanos. Ningún método de la investigación psicológica puede
dañar la vida, los derechos, el bienestar o la autoestima de los sujetos
investigados. Por ejemplo, para estudiar el sistema nervioso humano y su
funcionamiento no podemos diseccionar el cerebro de una persona, ni aplicarle
dosis peligrosas de medicamentos o de tratamientos invasivos; no podemos
provocar estados de pánico en un grupo para estudiar sus reacciones ante este
tipo de situación; ni podemos provocar un trastorno de personalidad en una
persona sana para estudiar sus posibles métodos de mejoramiento. Incluso esta
prescripción debe cumplirse aun cuando los organismos de investigación sean
animales. De aquí que el estudio de la subjetividad humana tenga determinadas
particularidades que hacen de la Psicología una ciencia compleja en sus métodos
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de investigación e intervención, y siempre en todos los casos debe contarse con
el conocimiento y aceptación del sujeto antes de experimentar con él, e incluso
detener el experimento si consideramos que le está afectando.
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Pero no solo transforma sus ambientes, sino que en el intento, está obligado a
transformarse a sí mismo. Transforma su cuerpo, exigiéndole acciones poco naturales
(como ocurre con las prácticas deportivas y algunas prácticas artísticas como la danza),
transforma su mente, exigiéndole precisiones y alcances que van más allá de su dotación
biológica (la construcción del oído musical, el dominio del lenguaje por ejemplo, como
veremos más adelante), sus procesos psicológicos de base (reestructura su memoria, sus
maneras de pensar e imaginar para anticipar el futuro). Una intención –la
transformación del ambiente- lleva a otra necesaria y complementaria –la
transformación de sí mismo.
El segundo postulado revela que la actividad transformadora del ser humano está
mediatizada por instrumentos. La actividad humana se caracteriza para cualquier
observador por el uso de herramientas, como se descubre en los análisis antropológicos
y arqueológicos de la historia humana. Sin embargo, un análisis más detallado revela
que no es el uso mismo, sino la creación, producción y registro de los instrumentos lo
que diferencia al ser humano de cualquier otro ser vivo desde que apareció sobre la
tierra. Un instrumento requiere utilizar un objeto natural –o construir uno artificial- para
usos no naturales, no previstos por su naturaleza, inventados por el ser humano. Por
ejemplo, los primeros humanos utilizaron herramientas tomadas de la naturaleza
(piedras, ramas de los árboles, fuego), pero para fines propios e inventados por él (matar
una presa, alcanzar un fruto, cocinar los alimentos). Lo importante no es que los utilice
(está demostrado que en determinadas condiciones algunos animales, en especial los
primates, son capaces de usar instrumentos), sino que los guarda para sí, para usarlo en
próximas ocasiones, los perfecciona, los hace propios. Cualquier instrumento objetiva la
acción humana, el propósito y las capacidades personales de los hombres que los usan y
los construyen.
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nuevos propósitos con los mismos instrumentos, obliga a cada generación a aprender los
instrumentos de sus antecesores para no tener que comenzar desde cero.
De esta asunción Vygotski planteará la ley psicogenética del desarrollo: todo proceso
psicológico aparece dos veces; primero como actividad conjunta con otra persona y
solo después como dominio personal, como proceso individual. Así, el más profundo
núcleo del ser humano, la determinación originaria de su subjetividad aparece
primero en una relación social, relación con los otros, y durante el desarrollo se
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transforma paulatinamente en capacidad personal y autodominio del
comportamiento.
El dominio del comportamiento es y será siempre la historia del dominio del
comportamiento. Para Vygotski, la tesis de la historicidad como principio explicativo
es la piedra angular de cualquier análisis psicológico, la “calzada real” hacia la
comprensión de los procesos psicológicos y su eventual control. De nada vale la
observación, la práctica o el experimento que no tomen en cuenta la historia del proceso
a estudiar o transformar. Existen al menos cuatro historias a develar en el surgimiento
del ser humano: la historia filogenética, la historia de la especie humana, su filiación
con especies próximas, los recursos genéticos incorporados a su constitución biológica,
la forma en que estos recursos se expresan y las relaciones entre estos recursos
entendidos como potencialidades y sus realizaciones en condiciones específicas; la
historia social, la historia colectiva de la sociedad humana, de hecho, la dimensión
determinante en última instancia de la aparición de la subjetividad, de sus características
y las peculiaridades de su existencia; la historia ontogenética, como historia personal
de un individuo, las marcas de su evolución; y finalmente, la microhistoria como
historia de un proceso específico en la evolución personal. Todas estas historias se
cruzan, se fertilizan una a otra para crear un sujeto único e irrepetible en su
personalidad. Pero al mismo tiempo, permiten comprender las vías de su modificación y
perfeccionamiento, porque solamente insertando cualquier acción de modificación -por
ejemplo un nuevo instrumento-, en la secuencia de esas historias puede alcanzar
resultados efectivos.
Aunque por limitaciones espaciales estos puntos aparecen en una secuencia, en realidad
todos son expresiones diferentes del mismo fenómeno; no existe ninguna primacía
temporal o valorativa de uno sobre otros. El ser humano es el productor y resultado de
una actividad que es simultáneamente transformadora, marcada por una historia y
determinada socialmente.
Existía un espacio profesional idóneo para confirmar estas tesis, el medio “ecológico”
para probar la teoría, sus supuestos y conceptos, y llegar hasta la aplicación: la
Educación. Los espacios educativos muestran las condiciones adecuadas para un
experimento de transformación psicológica. Por esta circunstancia, muchas veces el
enfoque histórico-social se interpreta como una teoría de la Instrucción o de la
Educación, de la Psicología Educativa o Cognoscitiva: no es aceptable ni por el
propósito, ni por las demás áreas de aplicación donde posee un valor reconocible.
El postulado de la ley psicogenética permitía superar la división entre interno y externo,
al comprender el tránsito de uno a otro, no solo como génesis o inicio, sino como
condición permanente del hombre, de los procesos de subjetivación-objetivación de
sus cualidades psicológicas. Este tránsito era complejo: la subjetivación, a veces
nombrada interiorización o asimilación, no suponía una copia interna del proceso tal y
como acontecía en la relación con el otro y su ejecución material. Al transformarse en
un proceso ideal, cambiaba su estructura, sus formas de aplicación, se “personalizaba”
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en la medida en que se incorporaba como dominio personal. Esta observación,
confirmada en experimentos diseñados para este fin, definía la relación entre enseñanza
y desarrollo: en el hombre, la enseñanza comprendida como “técnica social del
conocimiento” impactaba el desarrollo genéticamente previsto de la especie y lo
desviaba en direcciones que no estaban determinados necesariamente por la filogenia; la
enseñanza “halaba” el desarrollo. Por ejemplo, la introducción de un instrumento
mediador –dibujar una imagen- en una actividad relativamente simple de un niño –la
memorización y recuerdo de palabras-, reestructuraba totalmente la actividad original y
producía un efecto de potenciación imposible de descubrir por otra vía. De aquí
Vygotski derivó sus conocidos conceptos de Zona de Desarrollo Próximo y Situación
Social del Desarrollo, que describían el tránsito externo-interno y sus cualidades, desde
una visión más general el primero y una más individual el segundo.
El estudio de los instrumentos debía ser un tema obligatorio para la evolución del
enfoque, y es en este tema donde Vygotski escribe “Pensamiento y lenguaje”, que
expone un cuidadoso análisis de la adquisición del lenguaje en el niño y las relaciones
estructurales y funcionales entre los dos procesos.
Vygotski planteó la definición de la unidad mínima del proceso que mantuviera sus
cualidades complejas, una tarea ya difícil por su exigencia metodológica. En el caso del
lenguaje, identificó el significado como esta unidad, y no la palabra (significante o
símbolo) o la definición personal, el sentido, pero solamente a los efectos de mostrar el
dominio paulatino del discurso por el niño y su relación con el pensamiento. Aceptaba
que para otros fines, esta descripción podía ser diferente y requerir otras unidades de
análisis. Así por ejemplo, la vivencia, como el fenómeno subjetivo específico podría ser
otra unidad, la actividad como expresión objetivada y vía de formación de la
subjetividad, la personalidad como unidad individual de procesos psicológicos, y
quedaba abierta la posibilidad de definir otras que no aparecían como objetos-cosas,
sino como recortes metodológicos adecuados a fines de investigación o de práctica. Otra
de las diferencias limitantes de la Psicología de la época era la división cognición-
afectividad: aquí propuso la consideración de su análisis en unidades que retuvieran
tanto una dimensión como la otra, y comprender las formas diferenciadas en que tal
integración se producía durante el desarrollo, “el principio de la unidad de lo cognitivo
y lo afectivo”.
Uno de las cuestiones vitales para el enfoque era la dimensión histórica: debía probar
sus propuestas en el análisis histórico. Un análisis histórico procede de dos formas: o
hace el recorrido inverso en la historia humana, develando cómo el proceso presente
nació de un proceso pasado demostrable, o se comparaban dos procesos presentes
diferenciados por una cualidad presumiblemente histórica. En el primer caso había que
rastrear y reconstruir -a la manera de los paleontólogos-, en los “fósiles” actuales las
formas primitivas; de hecho, muchas formulaciones de Vygotski son resultados de esta
búsqueda de instrumentos originalmente materiales en el pasado y que se convertían en
símbolos ideales, reducidos y automatizados en el presente. Sus evidencias mostraban
cómo cualquier proceso psicológico individual tenía su origen en una relación con el
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“otro”, o en una acción dirigida socialmente, o en la reestructuración de un proceso
biológico hacia fines elaborados culturalmente. Los recursos “mnemotécnicos”, apoyos
materiales para recordar alguna cosa, las señales que los hombres colocamos en el
entorno para dirigir nuestra propia conducta, las agendas donde planificamos nuestras
actividades diarias, todas son formas “fósiles”, reducidas y socialmente legitimadas de
acciones de control social antiguas, tanto en la filogenia como en la ontogenia.
En el segundo caso, era necesario comparar sujetos que mostraran las diferencias
históricas: para la filogenia, entre el hombre y el animal; para la sociogenia, entre el
hombre civilizado y el primitivo; para la ontogenia, entre el niño y el adulto; para la
microgenia, entre la normalidad y la patología (o fuera de la norma).
Una de las líneas relevantes para el enfoque se refería a la relación entre el organismo y
la psique, a la pregunta psicobiológica. En tanto el enfoque se declaraba materialista, la
base material de la psique, el sistema nervioso, aparecía como el candidato más
evidente de objetivación psicológica –sobre todo para las versiones más mecanicistas de
la Psicología, que lo extendían hasta su determinación-, o en su defecto era necesario
tomarlo en cuenta de forma relevante en las cuestiones de desarrollo infantil, enseñanza
y patologías. Vygotski no eludió el tema, por el contrario lo enfrentó con ideas
novedosas para su época que serían confirmadas en las investigaciones
neuropsicológicas posteriores. El sistema nervioso constituye efectivamente la base
material de la psique y determina la aparición y ejecución de procesos que de alguna
manera –hoy diríamos que están insertados en el programa genético- están previstos en
su propia constitución biológica. Sin embargo, durante la vida del individuo, estos
procesos naturales son reestructurados por la ejecución de actividades específicamente
humanas, definidas desde la actividad social del hombre y registradas en la cultura de
pertenencia. De la misma manera que la enseñanza halaba el desarrollo, la cultura
desvía, recompone, dirige, los procesos naturales, y construye con ellos nuevos procesos
de origen cultural, los llamados procesos psicológicos superiores. Estos también tienen
su base material en el sistema nervioso, pero no son estructuras anatómicas sino
funcionales –“órganos funcionales”- que se crean durante la vida del individuo y no se
trasmiten de manera biológica, sino cultural. Las investigaciones acerca de niños con
trastornos de aprendizaje mostraron que esta idea era fructífera, y aparece incorporada a
la práctica contemporánea.
6.2. Enfoque histórico-cultural: los continuadores.-
Junto a Vygotski trabajaron varios colaboradores que asumieron la tarea de mantener
viva e incluso extender el enfoque histórico-social en sus aplicaciones y elaboraciones
conceptuales. Precisamente los dos más próximos se convirtieron en los representantes
de la Psicología soviética para el resto del mundo en la segunda mitad del S. XX y sus
ideas son de aplicación continua o reflexión actual en la Psicología contemporánea.
El primero a mencionar es A. Luria (1902-1977). Se dedicó especialmente a los temas
clínicos y a la relación entre el sistema nervioso y los procesos psicológicos. Se le
considera el fundador de la Neuropsicología y hasta hoy, sus pruebas neuropsicológicas
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son utilizadas en todo el mundo. Su idea principal continúa la propuesta de los “órganos
funcionales” y supera la discusión entre localizacionistas y no localizacionistas en la
consideración de la sede material de las funciones psicológicas. Para esto utilizó la
relación entre las funciones originales de las áreas nerviosas y los procesos psicológicos
que se instalan durante la vida del sujeto por su participación en actividades creadas
culturalmente. La tentación de localizar las funciones psicológicas en áreas específicas
del sistema nervioso o en unidades anatómicas o funcionales identificables
espacialmente fue siempre una constante de la Psicología. Para algunos, el
descubrimiento de tales áreas haría desaparecer todo vestigio de metafísica y
espiritualidad de la ciencia, y permitiría una intervención más efectiva. A pesar de esta
idea y de los esfuerzos para llevarla a cabo, el sistema nervioso se distanciaba cada vez
más de este molde: las funciones psicológicas parecían no tener un asiento específico,
sobre todo las más complejas. No existía una correspondencia entre sistema nervioso y
subjetividad, al menos para los procesos superiores más privativos del hombre, lo que
abría de nuevo la puerta a posiciones idealistas, o al menos dejaba en pie la
comprensión de la subjetividad en dos niveles irreconciliables: los procesos inferiores
localizados en el cerebro, y los procesos superiores, sin localización posible. Luria
manejó el concepto de órgano funcional, que se crea durante la vida del individuo por la
ejecución de una actividad externa diseñada culturalmente, y que para su realización
exitosa va conformando una ligazón funcional entre áreas del cerebro no vinculadas
genéticamente, pero potencialmente moldeables, que aportaban tareas y acciones
específicas: los pequeños “ladrillos” de una construcción original. Esta visión permitía
comprender por qué la afectación de determinadas áreas cerebrales no comprometía la
función psicológica de manera absoluta, cómo podía compensarse la pérdida de un
eslabón en la cadena funcional, y la plasticidad como cualidad del sistema nervioso. La
investigación neuropsicológica comenzó a aportar resultados vitales para el enfoque y
para la Psicología, y lo más significativo, sistemas de pruebas y metodologías de
intervención psicológicas que actuaban sobre la Fisiología del sistema nervioso. Otros
investigadores en otros lugares estaban llegando a conclusiones similares, pero se
mantenía una cierta división laboral entre psicólogos y neurofisiólogos en la actitud ante
sus resultados. Era posible influir en trastornos graves, en problemas que no tenían
definidas vías de intervención a través de una acción psicológica. Esta conclusión se
extendió prácticamente a toda intervención de trastornos que comprometían procesos
psicológicos específicos (deficiencias sensoriales o motrices), enfermedades genéticas y
hereditarias, y hasta los trastornos de aprendizaje, y tendría una notable influencia en la
Psicología Especial y la Psicología Educativa.
El otro discípulo con una propuesta relevante para la Psicología contemporánea fue A.
Leontiev (-1979). Más que una continuidad de las ideas de Vygotsky, su obra
representa una elaboración original de considerable efecto contemporáneo, que se
resume en la Teoría de la Actividad. Leontiev sometió a un análisis detallado, tanto
teórico como investigativo, las consecuencias del axioma de que todo proceso
psicológico tiene su origen en la actividad. Pero renunció al recorte tradicional de la
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Psicología entre sujetos activos y objetos de transformación, para comprender cómo la
actividad externa –material en su forma más simple- transita desde su realización
efectiva hasta un modelo ideal, en el cual el propio sujeto de la actividad aparece
incorporado, como parte del mundo y dueño de su labor transformadora. La diferencia
no está entre el sujeto y el objeto, sino entre el plano material y el plano ideal. Esta
comprensión le permitía elaborar el análisis estructural y funcional de la actividad,
entendida como un sistema complejo, con su propia génesis y una historia particular de
desarrollo.
La Teoría de la Actividad resultó un instrumento teórico poderoso, ya que permitía a
partir del estudio de la actividad concreta, inferir la construcción del modelo ideal de la
actividad y la subjetivación de las acciones materiales en acciones mentales, ideales.
Leontiev abordó desde esta perspectiva la filogenia general del psiquismo, las
cuestiones del reflejo psíquico y la formación de la imagen, el problema de la aparición
de la conciencia y la construcción de la personalidad desde la actividad. Elaboró
postulados para una Psicología general, y sus múltiples ideas tuvieron un efecto
considerable en las aplicaciones psicológicas y elaboraciones actuales.
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