Capítulo Siete de LETRA POR LETRA
Capítulo Siete de LETRA POR LETRA
Lo que sucede con la escritura permite ubicar lo que sucede con la estructura del
inconciente (estructurado como un lenguaje):
es que la palabra relacionada con éste no tiene sustento en la fijeza de las cosas del
mundo…todo lo que haya de fijeza es la que se puede encontrar en lo escrito como
contemporáneo, no previo ni posterior (ninguna sustancialidad)
Un lenguaje: la fórmula invita a admitir que hay lenguajes y la toma en cuenta de este
plural (designado, por otra parte, por Lacan en un comentario de su fórmula1) repercute
1
Lacan, El saber del psicoanalista, Conferencias en La Chapelle, Saint-Anne, en este caso la del 4 de
noviembre de 1971, inédita. Algunos lo consideran parte del seminario 19, “O peor…”:
“El inconsciente, he dicho, esté estructurado como un lenguaje ¿cuál?. ¿Y por qué dije un lenguaje?. Porque
en cuestión de lenguaje ya empezamos a conocer algo de eso. Se habla de lenguaje-objeto, en la lógica,
matemática o no. Se habla de metalenguaje. Hasta se habla de lenguaje, desde hace un tiempo, en el nivel de
la biología. Se habla de lenguaje hasta por los codos.
Para empezar, digo que si hablo de lenguaje es porque se trata de rasgos comunes que se encuentran en
lalengua (“la relación de cada sujeto con la lengua materna”, Molina dixit); lalengua, aún estando sujeta a
una muy gran variedad, tiene no obstante, constantes. El lenguaje del que se trata, tal como me tomé el
tiempo, la preocupación, la molestia y la paciencia de articularlo, es el lenguaje en el que se puede
diferenciar al código del mensaje, entre otras cosas. Sin esta distinción mínima no hay lugar para la
palabra. Es por esto que cuando introduzco estos términos, los titulo "Función y campo de la palabra…"
sobre el enunciado y da valor de deíctico al un. Sólo que, además de que no se encuentra,
en Lacan, una lista establecida de los lenguajes, no se sabe tampoco, entre aquellos que se
puede intentar alinear en una hoja de papel, cuál es aquél que estaría en la postura de ser
ese lenguaje susceptible de responder por la estructura del inconsciente (sin embargo en la
conferencia citada él dice que es ese lenguaje conformado por los elementos constantes,
rasgos comunes que se extraen de lalengua y que articulados permiten distinguir código
y mensaje, lo cual da lugar a la función de la palabra y su estructura de ficción donde la
producción de verdad no tiene amo ni depende de referencias lineales basadas en
proposiciones V o F).
¿Es acaso, el defecto de esta designación tan acentuado como pretendo?. Hay en efecto, en
Lacan, numerosas indicaciones que conciernen a ese lenguaje; pero, justamente, esta
pluralidad constituye una dificultad: ¿Se dirá ‘¿acaso, que se trata del lenguaje tal como lo
describe un Jakobson? ¿O del álgebra lacaniana? ¿De la teoría de los conjuntos? ¿Del
lenguaje de la topología?’
(para la palabra es la función) "y del lenguaje" ( para el lenguaje es el campo). La palabra, la palabra define
el lugar de lo que se llama la verdad. Lo que marco, desde su entrada, para el uso que quiero hacer de ella, es
su estructura de ficción, es decir, también de mentira. En verdad, viene al caso decirlo, la verdad no dice la
verdad (al menos no la verdad a medias) más que en un caso: es cuando dice "miento". Es el único caso en el
que se está seguro de que no miente porque ella es supuesta saberlo. Pero de Otro modo (Autrement), es decir
de Otro modo con A mayúscula, es muy posible que diga de todos modos la verdad sin saberlo (no hay
metaverdad, no hay lo verdadero sobre lo verdadero). Es lo que intenté marcar con mi S mayúscula,
paréntesis de A mayúscula, S (A/) [A mayúscula barrada], precisamente, y tachada. Eso, al menos eso, no
pueden decir que no es en todo caso un saber, para los que me siguen, que no esté en lo que habría que tomar
en cuenta para guiarse, aunque fuese, a corto plazo Es el primer punto del inconsciente estructurado
como un lenguaje (un lenguaje que pone en juego la palabra ficcional y una dimensión de la verdad que no se
soporta en ninguna exterioridad garante). El segundo, ustedes no me esperaron — les hablo a los
psicoanalistas— ustedes no me esperaron para saberlo, porque es el principio mismo de lo que hacen desde
que interpretan. No hay interpretación que no concierna... ¿a qué?... Al lazo de lo que, en lo que oyen, se
manifiesta en palabra, el lazo de esto con el goce. Puede ser que lo hagan de algún modo, inocentemente, a
saber, sin darse cuenta nunca que no hay una interpretación que quiera decir nunca otra cosa, pero finalmente,
una interpretación analítica siempre es eso. Ya sea beneficio secundario o primario, el beneficio es de goce. Y
eso está totalmente claro… que la cosa surgió de la pluma de Freud, no inmediatamente, porque hay una
etapa, está el principio del placer, pero en fin, está claro que lo que lo sorprendió un día es que, se haga lo
que se haga, inocente o no, lo que se formula, se haga lo que se haga ahí, es algo que se repite.
"La instancia, dije, de la letra..'', y si uso instancia, es como para todos los empleos que hago de las palabras,
no sin motivo, es que instancia resuena también en el nivel de lo jurídico, resuena también en el nivel de la
insistencia, donde hace surgir ese módulo que definí del instante al nivel de cierta lógica (instante de ver).
Esta repetición, es ahí donde Freud descubre el Más allá del principio del placer (entonces, el segundo punto
es un lenguaje que pone en juego una palabra que tiene lazo con el goce, y ese beneficio de goce es algo que
se repite)”
También en la Conferencia en Lovaina, 13 de octubre de 1972: “…yo he dicho que, así, en su momento, “el
inconsciente está estructurado como un lenguaje”; después de eso me vi forzado a apoyar, a decir que ahí,
eso quería decir que el lenguaje está antes (antes del inconciente) —¿pero acaso era eso lo mismo de lo que
hablaba cuando dije que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, con la manera resumida con la
que acabo de tratar de hacérselos vivir?—, y luego, que después he dicho que el lenguaje era la condición
del inconsciente. Lo que es divertido, es que jamás se presta atención a lo que yo digo, absolutamente jamás,
porque el lenguaje, eso no tiene nada que ver con un lenguaje.”
Pero ¿qué modo de la topología? La riqueza, aquí como en otras partes, estorba. ¿Cómo
proceder, entonces, al desciframiento de la fórmula de otra manera que no sea por una
elección sometida a los prejuicios o inclinaciones del lector?
Como la duda invita a la abstención, daremos a ésta su alcance positivo concluyendo que el
inconsciente está estructurado como ese lenguaje que no es posible, por el momento,
designar.
¿Pero una apuesta es una idea tirada al voleo que no requiere de ninguna
sustentación?...
Esta apuesta no es tan extraña como puede parecer a primera vista. Así, A. Koyré demostró
que la generalización rigurosa de la oposición lenguaje objeto-metalenguaje que efectúa la
teoría de los tipos de Russell (Lenguaje-objeto: el lenguaje del que se habla;
Metalengujaje: el lenguaje con el que se habla del objeto lenguaje) prorroga la vigencia de
la paradoja misma que trataba de evitar, (pues la proposición fundamental de esta teoría, la
que plantea que “toda proposición debe ser del tipo superior a su objeto” (El catálogo –
proposición- de todos los catálogos que no se incluyen a sí mismo –objeto-), no puede
pertenecer, ella misma, a ningún tipo, (siendo justamente que su pertenencia a un tipo, en
esta teoría, forma parte intrínsecamente de la definición misma de la proposición3). Al
prohibir los enunciados que tratan sobre todas las proposiciones, la teoría de los tipos se
prohibe el enunciado, ese enunciado mismo, que la funda (el enunciado abarcador de la
totalidad). La apuesta lacaniana (La apuesta: "no hay metalenguaje", no hay un garante
exterior al lenguaje objeto, éste se las tiene que arreglar solito) encuentra entonces con qué
apuntalar su pertinencia allí mismo donde se adoptó un partido contrario (La teoría de los
tipos sostiene que sí "hay metalenguaje" 4). No por ello deja de ser una apuesta que sólo
2
Por ejemplo en “Subversión del sujeto”: "Partamos de la concepción del Otro como lugar del significante.
Todo enunciado de autoridad no tiene allí más garantía que su enunciación misma, pues es inútil que lo
busque en otro significante, el cual de ninguna manera podría aparecer fuera de ese lugar. Lo que formulamos
al decir que no hay metalenguaje que pueda ser hablado, o más aforísticamente: que no hay Otro del Otro."
(pag 773 ESCRITOS II)
3
Alexander Koyré, “Epiménides, el mentiroso”
4
LACAN EN EL SEM XIV (23-11-66):
"fórmula que parece ir propiamente a lo contrario de todo lo que es dado, si no en la experiencia, al menos en
los escritos de aquellos que tratan de fundar la función del lenguaje. Por lo menos, y en muchos casos, éstos
muestran en el lenguaje alguna diferenciación de la cual encuentran bueno partir, partiendo por ejemplo de un
lenguaje-objeto, para, sobre esta base, edificar cierto número de diferenciaciones (por ejemplo el
metalenguaje). El acto mismo de tal operación parece precisamente implicar que para hablar del lenguaje se
tendrá su alcance si se siguen rigurosamente sus consecuencias (como en todo lo que tiene
estructura de ficción el valor de lo dicho no se sostiene en una referencia directa a un
elemento con valor de V o F, sino en la consistencia que tenga el encadenamiento de
elementos).
viene,
en el lugar de lo que se dice no ser, (“esto no es metalenguaje, es lenguaje con estructura
como la del inconciente…o sea palabra ficcional”, “esto no es una pipa, es un dibujo”,
“esto no es el significante reprimido ‘huevo’, es ‘chocolate’”)
algo que está en una relación de vecindad metonímica con lo que no es (el significante
“metalenguaje” es vecino del significante “palabra ficcional”, el significante “pipa” es
vecino de dibujo -que en Magritte tiene valor de significante-, el significante “huevo” es
vecino de “chocolate”…y en todos los casos con el retorno de la supuesta cosa del
mundo sofocada/“reprimida”… ¡se produce la inexistencia de tal cosa del mundo! (ya
sea el garante de una totalidad de la batería significante llamado metalenguaje, ya sea el
objeto que algunos usan para fumar, ya sea el chocolate en el escritorio que tanto inquietaba
a la analista ).
usa algo que no lo es, o que, de alguna manera, lo envolvería de un orden distinto que lo que lo hace
funcionar"
5
Arriesgo a decir que es lo que sucede en el ejemplo de Patricio Burton escuchando la discontinuidad que
produce en el discurso mileísta la pregunta “¿cuántos perros son?”: no alcanza con transcribir ese
significante escuchado, es necesario escribirlo articulando ese enunciado con otros en diversas viscisitudes del
discurso, al punto que “¿cuántos perros son?” deviene escritura, deviene letra que mediodice una verdad más
potente que la que surge de cualquier argumentación sobre la posición de Milei
Es que ese retorno no es más que letra (ahí donde se esperaría la emergencia de la cosa
posta, todo lo que producimos es una letra; y la letra excede a lo opinable de cualquier
afirmación en tanto toca el silencio de la pulsión)
Así, de la misma manera que en Wittgenstein el rechazo de la teoría de los tipos sólo toma
cuerpo al destacar la oposición entre el decir y el mostrar, en Lacan es la oposición entre la
palabra y el escrito la que viene en el lugar del par lenguaje-objeto / metalenguaje (del
par con el que se aborda la cuestión ¿es posible gobernar el lenguaje a la hora del
deseo?). No decimos con esto que esta oposición sea esencial (no se trata de “agua” vs
“aceite”; el obsesivo usa la escritura como una esencia que podría gobernar a la palabra y la
histeria a la palabra como aquello que podría neutralizar la consecuencia de la letra… en
ambos casos se rechaza la dialéctica entre la eficacia ficcional de la palabra y la
estructura esencialmente localizada que ofrece el escrito 6) .
He aquí, por ejemplo (para citar algo que esté en las antípodas del carácter “acuñado” de las
fórmulas precedentes) una observación muy “hablada” en que Lacan comenta el trabajo del
matemático René Thom: “Si mi amigo René Thom llega tan fácilmente a encontrar cortes
de superficies matemáticas complicadas, algo como un dibujo, un rayado, en fin algo que
él llama tanto una punta, (como) una escama, un fruncido, un pliegue, y a hacer de eso un
6
Un ejemplo de esta dialéctica se encuentra en la película “La caza” de Vinterberg (2012):
Escena 1
En un pueblito danés Lucas, el maestro que aún no sabe que está por ingresar a una pesadilla, discute por
teléfono con su ex mujer. En el fragor de la discusión la nombra, "Kirsten", y su perra ladra, como cada vez
que percibe ese sonido cuya huella impresa vincula con la persona que fuera su ama. Y uno, espectador
puesto en lector de un discurso, se distrae con una pregunta: ¿acaso hay ex para los perros?.
Escena 2
Inmediatamente la trama discursiva nos vuelve a la atención. La pequeña Klara, alumna de Lucas pero
también hija del mejor amigo de éste, está inmersa en su asunto: controlar la distancia entre las líneas. A
veces son las de las baldosas, en este caso: las que dibujan los barrotes de una ventana... Una nueva, breve
distracción de espectador lector: si el pequeño Hans tenía “su tontería” ligada a caballo (‘pferd’), la pequeña
Klara parece tenerla ligada a líneas (¿‘linje’?).
Escena 3
El hermano adolescente de Klara irrumpe con sus amigos pletóricos de hormonas e interrumpe el asunto de la
nena. Entre risotadas le muestran una imagen porno en una tablet: “mirá Klara, una caña dura gigante”. Es un
instante, luego desaparecen en su cuarto a ocuparse de sus propios asuntos.
Para el espectador de la película “La caza” (Thomas Vinterberg, 2012) la secuencia quizás pase anodina en
contraste con lo que enseguida se desencadenará...
uso tan verdaderamente cautivante; si, en otros términos, hay una cosa que existe, tal que
se pueda escribir x que satisface la función x, sí, si él hace eso con tanta facilidad, no
quiere decir que no persistirá en esto, mientras no haya justificado de un modo exhaustivo
aquello con lo que, pese a todo, está efectivamente forzado a explicarles, a saber el
lenguaje común y la gramática para todos, (que no persistirá en esto) una zona que llamo
zona del discurso y que es aquella sobre la cual el discurso analítico arroja una viva luz”7
El escrito, entonces, ocuparía este lugar mismo que sería el del lenguaje-objeto.
La substitución por la que la oposición escrito/palabra ocupa el lugar del par lenguaje-
objeto/metalenguaje ratifica el carácter no eliminable de la palabra: hay palabra en el
defecto del metalenguaje, justamente allí donde desfallece para decir lo verdadero
sobre lo verdadero (allí donde el escrito, la escritura en juego en el S’ del retorno de lo
reprimido, llama, como en el caso de la fórmula de la trimetilamina, a un desciframiento
que no deje dudas sobre la verdad… sólo hay palabra y lectura – “la palabra no crea la
escritura tanto como la lee” , Lacan clase 8 sem 9-, palabra que en su trama ficcional
produce una verdad que no puede más que mediodecirse).
Sin embargo, esto, que nos alejaría de la lógica al presentar un abordaje de la verdad que no
la reduce al bi-valor Verdadero/Falso (definitivamente nos aleja), esto que entonces se
prestaría fácilmente para que se haga de la palabra el objeto de un culto (ante tanto
relativismo una palabra que busca ponerle el cascabel al gato) (el caso no carece de
precedentes y hasta en el mismo psicoanálisis) recibe en Lacan el contrapunto necesario
para impedir, si se puede, semejante resbalón.
Así, la lógica como ciencia viene en apoyo para ese contrapunto. Como “ciencia del real”
(Lacan) la lógica muestra que no hay acceso a un real (ese resto que nos hace pensar en
esencias reprimidas que se escabullen) sino por la puesta en juego de letras minúsculas. Tal
es su sesgo desde Aristóteles.
Ante este modo de entender la palabra donde lo que se escabulle es mejor localizado con
una articulación de letras, se concluye que la escritura no puede haber estado después del
lenguaje (la letra como mero auxiliar de la palabra), ni tampoco antes (el escrito como el
lugar donde residiría la verdad esencial) sino contemporáneamente
Y en esto la experiencia de la lógica encuentra a la experiencia analítica en la medida en
que se sepa localizar que la definición restringida de la palabra a la que obliga la
7
“El saber del psicoanalista” (3/2/72)
8
“Subversión del sujeto…”, pag 773 Escritos II. Términos subrayados por mí
9
En el seminario 17: “che, aquí hay un más allá… leámoslo” => en ese aquí lo que hay es escrito: “"Siempre
sostengo que no hay metalenguaje. Todo lo que se puede creer que es del orden de una búsqueda del meta en
el lenguaje, es simplemente, siempre, una cuestión sobre la lectura"(lectura de la letra que está en juego en
lo que para Russel sería lenguaje-objeto) (reunión del 17/6/70, pag 205 de Paidos)”
experiencia analítica (lo que, durante un tiempo, se dijo con el “eso habla”) conduce
ciertamente a admitir no sólo que no hay en el ser hablante función de la palabra más que
en un campo de lenguaje sino también, más precisamente todavía, y más limitativamente,
que sólo hay palabra en el punto de contemporaneidad de la escritura con el lenguaje.
Lo que sucede con la escritura permite ubicar lo que sucede con la estructura del
inconciente estructurado como un lenguaje (es que la palabra relacionada con éste no
tiene sustento en la fijeza de las cosas del mundo… todo lo que haya de fijeza es la que se
10
Seminario IX (17/1/62) (clase 8): “en la raíz del acto de la palabra hay algo, un momento en el que ella se
inserta en una estructura de lenguaje (el acto de palabra se sostiene en la estructura de un lenguaje que no
es el del código de las golondrinas, el del símbolo hic et nunc: “Porque incluso si apareciese entre las
golondrinas algún cacique que, embuchándose el pez simbólico ante las otras golondrinas (…) faltaría algo
para hacer un universo “golondrinizado”. Este “algo” completa el símbolo para hacer de él el lenguaje.
Para que el objeto simbólico liberado de su uso se convierta en la palabra liberada del hic et nunc, la
diferencia no es de la calidad, sonora, de su materia, sino de su ser evanescente donde el símbolo
encuentra la permanencia del concepto. Por la palabra que es ya una presencia hecha de ausencia, la
ausencia misma viene a nombrarse en un momento original”. Pag 266 Escritos I), y que esta estructura de
lenguaje, en tanto que está caracterizada en este punto original, yo trato de circunscribirla, de definirla
alrededor de una temática que, de manera figurada, se encarna, está comprendida, en la idea de una
contemporaneidad original de la escritura y del lenguaje mismo” (la escritura hace del lenguaje algo que
no es de las golondrinas)
11
Platón, Cratilo. Más tarde, las consonantes, symphona, suenan "con", y entonces... ¡no solas!
9 J. Lacan, íbid., seminario del 19 de febrero de 1974.
12
J. Lacan, Gp. cit., seminario del 10 de enero de 1962. Clase 7
puede encontrar en lo escrito como contemporáneo, no previo ni posterior, ninguna
sustancialidad)
Así, conviene descubrir, poner a la luz, cuál fue la conjetura de Lacan sobre este punto,
pues es la única vía susceptible de esclarecer lo que ocurre con la estructura del
inconsciente. Si yo no vacilo en señalar aquí esta vía como única, es porque esta veta no
cesó de ser retomada en la serie de los seminarios. Así, doce años después de L'
Identification: “Es del lado de la escritura donde se concentra aquello en que intento
interrogar lo que ocurre con el inconsciente cuando digo que el inconsciente es algo en el
real”13 (y no en la realidad sustancial de las cosas: tratamos con un decir que no se
legitima en un orden objetivable que trasciende lo simbólico, por ello toda la fijeza a la que
podemos aspirar es a la de lo escrito, que no es previo al lenguaje –escritura donde reside la
verdad trascendental- ni posterior –escritura auxiliar de la verdad que reside en las
palabras), y aún, en ese mismo seminario (que, por otra parte, tiene por título un chiste
ingenioso por homofonía), esta situación de lo escrito como pasaje obligado: “Sin lo que
hace que el decir llegue a escribirse, no hay medio de que yo les haga sentir la dimensión
cuyo saber inconsciente subsiste”14
De una manera bastante inhabitual en él, Lacan presentó esta conjetura como un
“descubrimiento” que él habría hecho. He aquí este texto de Lacan que será enseguida
estudiado punto por punto y luego interpretado:
“la estructuración del lenguaje15 se identifica (si se puede decir) con la localización de la
primera conjugación de una emisión vocal con un signo como tal (“esos elementos del
lenguaje que vienen a nombrar a un signo”, pag 150) -es decir con algo (este algo es el
fonema que surge de la conjugación; y eso es la base para lo que aún no se armó: "buitre",
por ejemplo => ya en el fonema tenemos lenguaje dirigiéndose al objeto…) que, ya, se
refiere a una primera manipulación del objeto (esa conjugación/lenguaje destruye la cosa
del mundo dejando sólo un trazo, un uno). La hemos llamado "simplificadora” (a esta
primera manipulación) cuando se trató de definir la génesis del trazo (¿origen de la
escritura?).
¿Qué hay más destruido, más borrado, que un objeto (pipa) si es del objeto del que el trazo
surge (¿algo del objeto pipa inspira un trazo?) [si es] algo del objeto que el trazo retiene,
justamente su unicidad? (todo lo que queda del objeto es un puro trazo que, sustituyendo a
13
Lacan, Les non-dupes errent (otra homofonía: “Los no incautos yerran”/”Los nombres del padre” –
Seminario XXI). Seminario inédito del 21 de mayo de 1974
14
Lacan, íbid., seminario del 19 de febrero de 1974. (Seminario XXI)
15
En el seminario, un momento después de este pasaje citado dirá que la estructura del lenguaje está dada por
los fonemas: "la fonematización como tal, la estructura del lenguaje". Recordar que los fonemas son los
que permiten distinguir las palabras, por caso: /d/ y /t/ permiten distinguir "dos" de "tos". Un fonema ya es
una conjugación de emisión vocal y signo. Un paso más y eso implica palabra que destruirá al objeto
dicho objeto, se cuenta por “uno”). El borramiento16, la destrucción absoluta de todas sus
otras emergencias, de todas sus otras prolongaciones, de todos sus otros apéndices, de
todo lo que puede haber de ramificado, de palpitante (pasaje de la tridimensión a la
bidimensión) , y bien, esa relación con el objeto en el nacimiento de algo que se llama aquí
el signo (se destruye la supuesta garantía del mundo de las cosas como sustento de la
verdad, todo lo que tenemos es el signo… cambiamos de fijeza), en tanto nos interesa en el
nacimiento del significante, es efectivamente el preciso lugar en el cual nos hemos
detenido, y es en torno de lo que no carece de promesas donde hemos hecho, si se puede
decir, un descubrimiento, pues yo creo que lo es: esta indicación de que hay-digamos en un
tiempo, en un tiempo localizable, históricamente definido- un momento en que algo
(marcas-signos) está ya ahí, para ser leído, leído con lenguaje cuando no hay todavía
escritura (parece paradojal: ¿cómo podría leerse lo que todavía no está escrito?). Es por
la inversión de esa relación, de esa relación de lectura del signo, como puede nacer luego
la escritura (la lectura hace nacer al escrito) en tanto ella puede servir para connotar la
fonematización” 17.
Después de haber citado el monumental trabajo de Février, Lacan invita a sus oyentes de
entonces a remitirse a él: “Ustedes verán desplegarse allí con evidencia algo cuyo
dinamismo general, cuyo resorte, yo les indico, porque de alguna manera no está
despejado, y está en todas partes presente”18. Es decir que este resorte se encuentra en
16
Recordar clase 4 del seminario IX: “Este uno como tal, en tanto que marca la diferencia pura, es a él que
vamos a referirnos para poner a prueba, en nuestra próxima reunión, las relaciones del sujeto con el
significante.
Será preciso en primer lugar que distingamos el significante del signo, y que mostremos en qué sentido el
paso {pas} que está franqueado es el de la cosa borrada {effacée}. Las diversas effaçons (factuborradura),
si ustedes me permiten servirme de esta fórmula, por la que surge el significante, nos darán precisamente los
modos mayores de la manifestación del sujeto
(…) pondremos a la prueba de una substitución, a esas S y S’(de la fórmula lineal de la metáfora), por el uno
en tanto que, justamente, esta operación es completamente lícita. Y ustedes lo saben mejor que nadie, ustedes,
para quienes la repetición es la base de vuestra experiencia: lo que constituye el nervio de la repetición, del
automatismo de repetición para vuestra experiencia”
17
Lacan, L’ Identification, seminario del 10 de enero de 1962 (clase 7)
18
Ibid., seminario del 12 de diciembre de 1961. Error, es la reunión del 20/12/61, clase 6 página 19:
"Verán allí desplegarse con evidencia algo, cuyo resorte general les indico porque de alguna manera no está
despejado y que está presente en todas partes, esto es que, prehistóricamente hablando, si puedo expresarme
así — quiero decir en toda la medida en que los pisos estratigráficos de lo que encontramos atestiguan una
evolución técnica y material de los accesorios humanos — prehistóricamente, todo lo que podemos ver de lo
que sucede en el advenimiento de la escritura, y por lo tanto en la relación de la escritura con el lenguaje, todo
estado latente en el texto de Février. Ahora bien, se va a tratar, precisamente, de la
escritura como una función latente en el lenguaje mismo (esperando en el lenguaje ser
leída para volverse escritura... en ese punto la letra tiene apariencia de venir después del
lenguaje, y sin embargo es contemporánea de éste, lo que hay antes del lenguaje es pura
marca natural que no hace signo para nadie… es que si no hay lenguaje no hay un
alguien)19.
¿Cuál es entonces, ese resorte general de la historia de la escritura? Lacan nota primero que
el material que iba a constituir la escritura se encontraba ya allí, presente
anteriormente a la puesta en práctica del escrito (puesta en práctica que sucede cuando se
lee lo que estaba allí esperando). Ciertamente no todo el material, pero esta restricción no
anula el hecho enunciado. No se sabe muy bien a qué podían corresponder esas marcas
diversas (por cierto: ¿qué hace que esas marcas resulten significativas, portadoras de alguna
pretensión de corresponder a un significado?... lo cierto es a partir de allí dejan de ser
marcas en lo natural, hay un salto discontinuo que las deja como estando en el lenguaje a la
espera de ser leídas) que no son todas pictográficas puesto que, en la época magdaleniense,
es por el contrario su aspecto geométrico abstracto lo que impresiona a los observadores 20.
Si se han expresado numerosas y a menudo extravagantes interpretaciones en lo que
concierne a esas marcas, nos contentaremos aquí con la comprobación de su existencia, una
existencia anterior, entonces, a la invención de la escritura; y allí donde una escritura se
encontró emplazada se ven esas mismas marcas recuperadas en la escritura y para la
escritura. A partir de esto la cuestión del origen de la escritura es la de esta recuperación
misma (pasaje de naturaleza a cultura que da la idea de que la cultura se perdió en la
naturaleza y es recuperada…al modo de Tarzán)
sucede de la manera siguiente, cuyo resultado les doy aquí muy precisamente planteado, articulado ante
ustedes, todo sucede de la manera siguiente "
19
Vease nota 17.
20
Se consultará sobre esto Maxime Gorce, “Les pre-ecritures et l'evolution des civilisations”, Klincksieck
ed., Paris, 1974. Sobre la preexistencia de las marcas (vuelvo al punto: ¿qué hace que esas marcas dejen
pertenecer a la naturaleza anodina y correspondan a algún significado?) se encontrará una confirmación
reciente en C.Chadefaut, "Egypte pharaonicque: de l'expression picturale a l'ecricure egyptienne", en
Ecritures, Ed.Le Sycomore, Paris, 1982, p.87.
El ballet propuesto por la lectura de Allouch es una modulación entre naturaleza y
cultura: separa el material de la estructura acéfala
En el comienzo de la escritura está esta separación (que es la condición de
posibilidad de lo que acaba de ser designado como “recuperación”) entre el
material que va a servir a la escritura (con apariencia de natural) y el lenguaje cuya
estructura no sabida (una instancia cultura acéfala, sin gobierno de nadie) está sin
embargo en acción en el blabla cotidiano. Así, ciertos términos del lenguaje nombran los
objetos que algunos de los elementos del material figuran pictográficamente. Lenguaje;
objetos y signos, tres polos de una especie de ballet (esta formulación de Allouch es la
lectura de lo que Lacan expresa en la sexta reunión, 20/12/6121)
El dibujo del buitre es desde ya siempre una marca (ése es nuestro piso, antes de eso
nada sabemos ni nos interesa: la cosa del mundo queda destruida por el trazo)
El ya ahí22 del material no es poca cosa: una cosa es un buitre (pura naturaleza perdida) y
otra cosa es el dibujo de un buitre; una cosa es el junco florecido y otra el dibujo del junco
florecido...; una cosa es una galleta y otra el.... Si bien estas dibujos remiten
pictográficamente al objeto son, pese a ello, de un orden distinto que él (naturaleza vs
cultura). El hecho es patente cuando se nota que obedecen, como dibujos, a convenciones
que corresponden al dibujo o a aquello para lo que el dibujo ha sido producido. El dibujo es
siempre ya necesariamente infiel, figurativamente, al objeto. Pero que haya ahí dos órdenes
diferentes (signo vs cosa del mundo) es, precisamente, lo que va a permitir el arreglo -el
zurcido, en el sentido de la costura- o, para decirlo de otra manera, la puesta en relación.
La puesta en relación, el primer tiempo del ballet comienza con esto: el nombre del objeto
puede ser tomado para designar lo que lo representa (a la cosa del mundo)
pictográficamente (pero entonces el nombre, como el dibujo/marca/signo son los dos polos
que están del lado de “cultura”). Del dibujo de un buitre (signo) puede decirse (lenguaje):
“esto es un buitre”; del de una galleta: “esto es una galleta”. Hay un equívoco que vuelve
posible esta puesta en relación (la relación entre la relaciones signo/cosa del mundo, más
cercana a la letra y lenguaje nominante/cosa del mundo, más cercana a la palabra).
El ejemplo de Magritte
Ha sido subrayado, muy pertinentemente, por Magritte en ese cuadro de 1926 del que
presentamos aquí una reproducción [que preferimos a otra versión a la vez más tardía y más
compleja pues si el primero, como lo observa Foucault, “Sólo desconcierta por su
simplicidad”23, será esta simplicidad misma la que resultará expresiva].
21
“lo que podemos ver de lo que sucede en el advenimiento de la escritura, y por lo tanto en la relación de
la escritura con el lenguaje, todo sucede de la manera siguiente, cuyo resultado les doy aquí muy
precisamente planteado…”
22
Es fundamental no perder de vista la idea de salto discontinuo, porque por ejemplo en la reunión sexta del
seminario 9 (20/12/61) Lacan dice algo que da a entender un evolucionismo que él mismo no promueve: “Se
habla de ideograma o de ideografismo, ¿qué quiere decir? Lo que vemos siempre, cada vez que se puede
hacer intervenir esta etiqueta de ideograma, es algo que se presenta como, en efecto, muy próximo a una
imagen (acá imagen implica cosa del mundo, naturaleza) , pero que se vuelve ideograma (marca-signo, ya
del lado de la “cultura” levistrausseana) a medida que pierde, que borra cada vez más este carácter de
imagen”
23
M. Foucault, Ceci n'est pas une pipe,
24
(El texto de esta imagen dice, debajo del dibujo, “esto no es una pipa” (refiere a la relación
“marca-signo/cosa del mundo”), y más abajo: “Esta imagen que hace pensar
inmediatamente en una pipa (donde “pipa” por más que pretende remitir a la cosa del
mundo nos dice que igual estamos intermediados por la relación “lenguaje nominante/cosa
del mundo”), demuestra muy bien, gracias a las palabras que la acompañan, que es un
obstinado abuso de lenguaje el que haría decir: “Esto es una pipa”) (es que las palabras, al
descalificar al dibujo, pretenden que podría haber un acceso directo a la cosa del mundo:
“esto sí es una pipa”… y no: tampoco a través de la nominación tenemos línea directa con
la cosa del mundo)
Un paso más: ese lenguaje nominante, que tampoco tiene continuidad con la cosa del
mundo aunque tenga aspecto de etiqueta adherida a ella, puede simbolizar una pipa sin
apelar al dibujo: es separando la función ficcional de la palabra de la escritura, y
usando a ésta para realizar una composición de letras
Si se admite, como lo sugiere su vecindad en el espacio del cuadro, que el deíctico apunta a
la figura a la que sigue inmediatamente (en el orden habitual de la lectura), entonces, en
efecto, se reconocerá la verdad de la leyenda: el dibujo de la pipa no es una pipa. Sin
embargo, cuando exhibiendo el dibujo de una pipa yo interrogo a cualquiera y le pregunto:
“¿Qué es esto?”, la respuesta “Una pipa” no deja de producirse. La debilidad mental de la
respuesta no hipoteca para nada su verdad: es una pipa (sólo que ya no es tan seguro qué es
una pipa), en efecto, y tanto más cuanto que su presentificación en el simbólico (el
momento en el que se efectiviza la presencia de eso nombrado pipa sin necesidad de traer
la cosa) pasa por el zig-zag, por el ardid, de una presentación imaginaria (apelando al
dibujo). Ahora bien, se puede mostrar que ese pasaje no es obligatorio para una puesta en
presencia con el objeto del deseo (construcción gramatical rara: entiendo que dice que
cuando se trata del objeto del deseo la simbolización puede obviar el dibujo… apelando a
la escritura).
24
Texto y dibujo de manos de Magritte. Tomado de Avec Magritte, de Louis Scucenaire, E. Lebeer
Hossmann, Bruselas, 1977, p.89. El comienzo de esta "tira comica" de Magritte fue publicado en La
revolution surrealiste, n° 12, del 15 de diciembre de 1929, con el segundo manifiesto del surrealismo.
X. - Estás solo en el desierto.
Tienes un aparato de radio de transistores.
Quieres fumar (aquí será clave que esta falta se vivencie como privación, un real, y no
como frustración, un daño imaginario25).
¿Cómo te las arreglas? (si esa falta del fumar es privación, el objeto con el que se las
arregle será simbólico)
Y: ¿¿¿…???.
25
A pesar de las apariencias el lazo entre la necesidad y la cosa del mundo que vendría a saciarla no se define
con la frustración, o sea: con el hacerme una imagen del modo en el que estoy necesitado (“ay, si yo
consiguiera una pipa se resolvería mi problema”). La falta se vuelve una plomada que cae siempre en el
mismo lugar y de la que no se puede decir más que siempre la misma letanía “me falta fumar”. Privación
Pones la picadura en la pipa.
Tomas la lente y la pones al sol.
La enfocas en la picadura.
Enciendes el tabaco de la pipa.
Y puedes fumar26
La técnica, reiterada tres veces de ese don del objeto al Otro (A), de este reconocimiento
de una privación, es la del rebus de transferencia pero recorrido aquí, de alguna manera,
en sentido inverso (como si dijéramos: “de Racine a las marcas/signos dibujos de la rata y
el cisne”):
Pero estudiar ahora esta técnica (tomo este término en el sentido que Freud le da en su
estudio del chiste: la técnica del chiste es la vía primera para dar cuenta de él)
comprometería demasiado temprano y anticipadamente la cuestión de la escritura. Basta
26
Machieu Hebrard tuvo la gentileza de escribir este texto, en frances, para mi, (que aqui hemo sustituido por un texto diferente en
espanol... para que diga algo equivalente):
En lo que concierne a la articulación de estas dos series, todo ocurre como si no se pudiera
eliminar cierta ambigüedad (la ambigüedad que se da tanto con la nominación que produce
con el lenguaje como con la marca/signo: ¿remite o no a la cosa del mundo?27) sin la
intervención de la escritura (ojo: la escritura no resuelve la ambigüedad remitiendo a la
cosa del mundo correcta sino más bien produciendo la pérdida desde ya siempre de la cosa
del mundo: todo lo que tenemos es letra y lo que la palabra diga de ella, sin constituir ésta
su verdad última, ningún meta que dé garantías) .
Esta ambigüedad, que se duplica en el grafismo mismo (con la duplicación supongo que se
refiere a que no sólo no puedo decidir si remite o no a la cosa del mundo sino que en el
caso de que sí tenga conexión con ella, no sabría con cuál, si con una boca o si con un
recipiente), es la única susceptible de explicar por qué se pudo creer durante largo tiempo,
por ejemplo, que el ideograma (cuadradito guión en el centro) que escribe el verbo yue
figuraba pictográficamente una boca de la que salía un soplo de voz, para corregir luego,
como da cuenta un reciente estudio de Vandermeersch: en su grafía arcaica figura un
recipiente visto en un corte, lo que él llama el “porta-escrito”28. Pero lo notable es que, si
nos atenemos al grafismo solamente, es imposible decidir y Vandermeersch, con
motivos, produce todo un conjunto de otros ideogramas para demostrar lo bien fundado de
la identificación de (imagen de una U con líquido por la mitad y un guión arriba del
líquido) como una vista en corte del porta-escrito; apela, para decirlo con otras palabras, a
la escritura china en tanto ya constituida.
El sueño del ideograma o alfabestismo: supuesta relación directa “signo leído <-> cosa
del mundo”
No hay, en efecto, ningún medio de proceder de otra manera puesto que si alguna imagen
del objeto constituye signo (o sea: es muy tentadora la relación “signo – cosa del mundo”),
esto no es de ningún modo suficiente para que se pueda hablar de picto-grafía. Tal
27
Nótese que lo indecidible no sólo implica la pregunta “ este nombre, ¿ remite o no a la cosa del
mundo?”; “ este signo, ¿remite o no a la cosa?” . Además nos plantea este otro problema: ni nos podemos
recostar en una versión ingenua de lo que Magritte llamó “el abuso del lenguaje” (“tranqui, claramente el
signo pipa remite a la cosa del mundo y ya”) ni tampoco en la tranquilidad del juego de lenguaje que con su
humildad de alcance se desentiende de todo lo demás (“tranqui, esto es pura combinatoria de signos, aquí
no mete la cola la cosa del mundo”).
Es con este indecidible que Hans se estremece ante esa cosa del mundo que el lenguaje nomina caballo, pero
su tontería, la fobia, se la pesca no sin la combinatoria “wegen dem pferd > wägen”… .
28
Vandermeersch, “Ecriture et langue ecrite en Chine”, en Ecritures, ed Le Sycomore, Paris, 1982, p. 257 y
258.
“pictografía” participa de lo que Eliane Formentelli designó magistralmente como el
“sueño del ideograma”29, el de una escritura de signos que se revelaría tanto más
manifiestamente universal cuanto que se mantendría completamente fuera de la
maldición de Babel. Semejante sueño, que es como la otra cara del “prejuicio jeroglifista”,
se alimenta de la misma fuente de el alfabestismo; hace falta una aprehensión del escrito
decididamente enredada en el alfabestismo para que la aserción “esto no es una pipa”
aparezca, en el contorno que le da Magritte, tan descarada.
Así, tenemos, por una parte, que no es necesario pasar por el dibujo de una pipa para tener
que vérselas con una pipa como objeto en el sentido freudiano de este término, es decir
como objeto perdido (en tanto la letra que se extrae del inocente hablar también puede
componer una pipa enfrentándonos a que la cosa del mundo que pretendemos dibujar o
nombrar está perdida): este objeto, lo constituye el PIPA de “PI PAra labora oficial”. Por
otra parte, también esta aceptado que, cuando se trata de nombrar el dibujo de una pipa, no
deja de suscitar esta impresión de infamilier 30 (infamiliar) que nace del caracter indecidible
de tal nominación puesto que se puede decir, a propósito de este dibujo, tanto que “esto es
una pipa” (esto remite a la cosa del mundo) como que “esto no es una pipa” (esto no remite
a la cosa del mundo).
…¿No cabría decir que el psicoanálisis resuelve este indecidible produciendo la privación
de la cosa del mundo y elaborando la castración que conlleva que no hay más que una
localización vía letras y su único más allá: la función ficcional de la palabra para decir
lo que podamos de esa trama de letras?.
Bueno, pero acá Allouch pasa a hablar, no de la resolución del indecidible, sino de su
forzamiento a través de un abuso de lenguaje que lo desconoce (“esto es una pipa y
punto”):
La conjetura de Lacan requiere entonces de entrada una eliminación, un forzamiento de
este indecidible (que no es lo mismo que resolver el indecidible); supone que sea puesto en
juego su “desconocimiento sistemático” (P. Soury). Este desconocimiento es justamente lo
que Magritte llama “un obstinado abuso de lenguaje”, justamente eso que hace que se
llegue a decir, del dibujo de una pipa: “esto es una pipa”.
Pero en este forzamiento de lenguaje hay algo que no es tan ingenuo como para sostener la
cosa del mundo así sin más:
“Esto es una pipa” no es ojos que reconocen, es lenguaje que lee
En “esto es una pipa” no se trata de avalar la fidelidad del dibujo con la cosa del
mundo, sino de convertir la imagen en letra, la marca/traza/signo en letra
Ese tiempo es entonces aquel en que lo que pre-existe a la escritura como signos, marcas
o huellas llega a ser, con el lenguaje, hablando con propiedad, leído.
29
E. Formentelli, “Rever Pideogramme: Mallarme. Segalen, Michaux, Mace", en Ecritures, op.cit., p. 209 a
233.
30
Según la feliz traducción, al francés, del Unheimliche freudiano propuesta por J. Nassif.
En esta conversión hay inversión: LEER PRODUCE ESCRITURA, Y NO AL REVÉS
Que la puesta en relación consista en una “lectura del signo” quiere decir que existe una
lectura anterior a la escritura, que cierto “leer” precede al escrito.
Aquí retorna la posibilidad de que ese abuso de lenguaje sea ingenuo: nos llevará a la
pictografía
Imaginemos desarrollarse esta lectura como por sí misma en una ‘escritura” que,
entonces, no habría roto con esta lectura (no romper es mantener el “hay continuidad
entre signo leído y cosa del mundo”) sino que se atendría a la decisión de no hacer otra
cosa que prolongarla: tendremos entonces, con la idea de una escritura llamada
“pictográfica”, una de las figuras mayores del citado abuso.
'
31
Se consultará, entre muchos otros, el articulo de J. Bottero: “De l’aide memoire a recriture”,
La pictografía aparece así como el nombre del sueño de una escritura fuera de cifrado; se
reúne así al sueño de una escritura fuera del lenguaje elevando ciertamente a su manera,
pero del mismo modo, el carácter de escritura a la dignidad de lo que Michaux llama un
puro “punto inmóvil de evocación”32.
Se ve aquí como la conjetura (la lectura hace del signo una letra pero no hay vínculo con la
cosa del mundo) permite zanjar la discusión en cuanto al estatus de ciertos modos
pretendidos “de escritura”; permite distinguir lo que corresponde al escrito de lo que es
imaginado en torno a él (imaginar la cosa del mundo) -y especialmente entre aquellos que
han palpado mejor que otros pues fueron marcados definitivamente por eso- hasta qué
punto la conclusión griega sobre el alfabestio iba a ser inevitable para quien fuera a
encontrarse en su continuación.
Se ve finalmente como un J. Derrida falla en la cuestión de la escritura al suponer una “archi-escritura” allí
donde hubiera podido, a lo sumo, hablar de una “archi-lectura” para nombrar esta lectura primera y
constituyente, en su oportunidad, del escrito.
Esta lectura del signo (“este dibujo es una pipa”) hace ya girar la relación con el objeto
(pipa) puesto que el mismo nombre (“pipa”) vale para el objeto y para ese trazo que lo
representa, ese trazo que, fuera incluso de toda figurabilidad, será, en el apres-coup de esta
lectura, identificable como un signo del objeto (donde el genitivo “del” indica la
continuidad con la cosa del mundo).
32
Citado por E. Formentelli, en Ecritures, Op.cit., p.213. El análisis presentado mas arriba vale
para el principio de la llamada escritura pictográfica. En los casos en que se habla prácticamente de
"pictografía", son puestos conjuntamente en acción otros modos de la escritura que hacen intervenir, de
hecho, otros principios. Así, se llegan a descifrar ciertos textos '‘pictográficos": el levantamiento del
indecidible corresponde entonces a la intervención de otros modos del escrito.
La lectura del signo objeta ya la idea de un isomorfismo del signo y del objeto.
La lectura del signo convirtiéndolo en letra implica un pasaje de la tri a la
bidimensión
En su seminario titulado “D’un Autre a l’autre”33, en ocasión de la sesión del 14 de mayo
de 1969, Lacan decía esto: “Un ser que puede leer su huella (lectura del signo)... esto basta
para que él pueda reinscribirse en otra parte que allí de donde la ha tomado (ese ser se
inscribe en otro lugar que en la tridimensión de donde tomó la huella… de hecho al leerla
“saca” a esa huella y se la lleva a la bidimensión)".
2do paso de la implantación del escrito (después de haber convertido el signo en letra)
No hay interdependencia (<->) entre el inscripto (el ser) y el inscriptor (el Otro)
Esta reinscripción “en otra parte” corresponde exactamente a lo que en 1962, al presentar
su “descubrimiento” sobre el origen de la escritura, Lacan llamaba “lectura del signo”34. El
texto de 1969 se prolonga así: “En esta reinscripción está el lazo que lo hace, desde ese
momento, dependiente de un Otro cuya estructura no depende de él”.
El no poder tutearse con la instancia (el Otro) que le dio poder de letra al signo implica
además vérselas con esa letra sin tener cómo interpretarla plenamente: “¿qué quiere de
mí?”
Esta prolongación corresponde entonces al segundo tiempo de la implantación del escrito.
Aquí aparece la aridez de ese cierre: se lo ve consistir, en efecto, en la instauración de un
lazo de dependencia sin interdependencia, de un lazo de este ser con un Otro o también de
una relación del Sujeto con el significante tal que al mismo tiempo la culpabilidad que
habita al Sujeto se le revela sin objeto (puesto que uno no se piensa culpable más que de
aquello sobre lo cual se imagina tener influencia: hay orgullo en la culpabilidad (como el de
Elmer lamentándose de que Nora se fue por su culpa) y entonces se disuelve allí pero no sin
que esta dependencia no recíproca, sin contrapartida, aparezca al Sujeto como lo que es,
a saber, persecutoria.
33
El título de este seminario debe, en efecto, escribirse de este modo
34
Cita del seminario IX: “las raíces de la estructura donde se constituye el lenguaje es (…) la lectura de los
signos, en tanto ellos aparecen antes de todo uso de escritura”
El 2do tiempo de la instauración del escrito: una inversión.
Luego de que llamé a un signo “pipa” (usando el nombre con el que había llamado
“pipa” al objeto), ahora ese signo vuelto letra “pipa” viene a escribir el nombre que
antes la convirtiera en letra
Dicho segundo tiempo es el de la “inversion de esta relación” instaurada por la lectura
del signo: la conjetura admite que allí donde un elemento del lenguaje había enlazado un
signo al nombrarlo con el nombre del objeto, es ahora este signo el que es considerado
como si escribiera este elemento del lenguaje que lo leía.
¿Cómo saber la efectividad de esa inversión por la cual nace el escrito del corte mismo que
ella realiza?. Para responder a esta pregunta conviene franquear el estrecho umbral que
escinde la presentación de la conjetura de aquello que propongo como su interpretación
obligada.
Aquí la respuesta: cuando el nombre que nombra al dibujo “pipa” no remite a la cosa del
mundo que se usa para fumar sino a otra cosa del mundo: “el pip para la hora”.
La homofonía hace perder la cosa del mundo en tanto demuestra que el trazo/huella/dibujo
“pipa” no tiene relación con esa cosa del mundo que está en la mano de mi abuelo
Esta diferenciación es tanto más esencial cuanto que puede ser en efecto “el mismo”
trazado el que es susceptible de ser encontrado en una posición (como dibujo) y en la otra
(como jeroglífico). Ahora bien, no hay más que una sola y decisiva manera de zanjar la
dificultad: estaremos seguros de que el signo (“pipa”, “buitre”) vale como escritura del
significante del nombre (“pipa”, “buitre”) cuando nos encontramos con el caso en que el
nombre (“pipa”) se relacione no con el objeto que correspondía primero al signo (la pipa
que ha de ser representada por Magritte) (en el tiempo 1 de la lectura del signo) sino con
otro objeto (por caso: el “pip para la hora”, o “nosotros, we, tres”) cuyo nombre es
homófono (a veces sólo en una parte) del nombre (“pipa”) con el cual ese signo era leído.
En la homofonía: el signo “pipa” ya no remite a una cosa del mundo sino a un puro nombre
(el nombre pasó a ser su objeto)
Se observa de inmediato que en ese caso, que es exactamente el del rebus de transferencia,
el signo ha tomado el nombre por objeto, ha tratado ese nombre como un significante en
su materialidad es decir en su literalidad (o sea: un objeto bidimensional).
Podemos darnos cuenta aquí cómo la conjetura de Lacan sobre el origen de la escritura es el
eje de su elaboración de las relaciones del Sujeto con el significante y con el objeto.
Esto, que puede parecer “teórico”, no es sin embargo abstracto, sino que toca a los datos
más concretos de la clínica. Si algún analizante articula, por ejemplo, una frase como
“agarrar el pecho: eso me divierte” (ca m’amuse, en francés), esto destaca una relación con
el pecho (la mamme, la mama) que no es la misma que la que habría estado implicada
por otra afirmación que, sin embargo, puede ser considerada equivalente; algo como: “No
es muy divertido agarrarle el pecho a este vejestorio que no cesa de declararse fatigada”.
35
Recordar el ejemplo de un supuesto Jung interpretando la fantasía de Sabina Spielrein de tener un hijo con
él que se llamase “Siegfried” como el héroe germánico al que Wagner le compusiera: “¿qué hace Sigfreude
entre nosotros?”.
“Sigfreude” en su homofonía indica que el objeto del deseo no es esa cosa del mundo llamada “Siegfried” ni
la llamada “Sigmund Freud” ni la llamada “alegría, gozo” (“freude” en alemán), pero tampoco otro objeto
del mismo registro, sino un real que se articula en esa trama de significantes
36
Esto es solidario de que la transferencia no se reduzca a lo simbólico
1) El mismo nombre que el lenguaje ofrece (“pipa”) vale tanto para el objeto como para el signo (se trate de
una traza o dibujo o marca)
2) Aquí hay una continuidad signo/objeto. El signo deja de ser mera marca en la tridimensión de las cosas,
(por caso un conjunto de trazos que surgen de la mano de un tipo llamado Magritte) y pasa a ser una marca
en Otro lugar (lo cual implica que el dibujo/marca quiere significar algo, pero a su vez esa significación no
reside en un supuesto sentido que vendría “adherido” a las cosas del mundo). Sin embargo, por un abuso de
lenguaje, no caben dudas de que el signo (“dibujo de la pipa”) remite a la cosa del mundo que suele estar en
la mano de mi abuelo cuando fuma tabaco)
3) Sucede “la magia” de la inversión: luego de que llamara al dibujo/signo “pipa” (usando el nombre con el
que en “1” había llamado “pipa” también al objeto), ahora ese signo vuelto letra “pipa” viene a escribir el
nombre que antes la convirtiera en una cuasi letra, o sea: un signo leído
37
Recordar: “algo que está en una relación de vecindad metonímica con lo que no es” (el significante
“metalenguaje” es vecino del significante “palabra ficcional”, el significante “pipa” es vecino de dibujo -que
en Magritte tiene valor de significante-, el significante “huevo” es vecino de “chocolate”…y en todos los
casos con el retorno de la supuesta cosa del mundo sofocada/“reprimida”… ¡se produce la inexistencia
de tal cosa del mundo! (ya sea el garante de una totalidad de la batería significante llamado metalenguaje, ya
misma como constituida por una serie de identificaciones de elementos de la cadena
hablada a los que toma en cuenta unos tras otros) ocupa el lugar de un análisis alfabético
de esta cadena (‘Wagner’-‘Der junge Siegfried’-‘Jung’’-Sig Freud’-‘freude’); el rebus de
transferencia sólo disocia el signo del objeto al cual estaba primitivamente ligado (para
hacerle escribir el nombre – homófono - de otro objeto) al poner en relación esta
escritura del signo (propongo considerarlo una “letra en potencia”) con la escritura
alfabética presentificada en el rebus de transferencia por homofonía. Ahora bien, esta
puesta en relación es una transliteración.
Entonces: transliterar es poner en relación la escritura del signo con la escritura alfabética.
En otros términos: es la operación que permite no perder la potencia de la letra
(“Sigfreude”) en lo que podría reducirse a un signo (“Siegfried”)
Al seguir la conjetura de Lacan en su lógica propia aparece así que la transliteración, que
escribe el escrito, es igualmente eso mismo que lo define. Lo transliteral es lo literal
mismo, su esencial efectividad (Wirklichkeit)
sea el objeto que algunos usan para fumar, ya sea el chocolate en el escritorio que tanto inquietaba a la
analista )”
38
“un hecho de lectura, es decir: de escritura de lo que es leído”
lleva el propósito de que se la comprenda, no ofrece a su traductor dificultades más grandes
que las que ofrecía a sus lectores la escritura jeroglífica de los antiguos.
(…) Comunicaré ahora un sueño en cuyo análisis la remodelación figural del pensamiento
abstracto desempeña un papel más importante. La diferencia entre esta interpretación del
sueño y la interpretación por medio del simbolismo puede precisarse mejor: en la
interpretación simbólica, la clave de la simbolización es escogida arbitrariamente por el
intérprete; en nuestros casos de disfraz lingüístico (el jeroglífico como un disfraz
lingüístico), en cambio, esa clave es de todos conocida (¡ojo con este restringirse
freudiano a uno sólo de los dos modos del desciframiento!39) y la procuran unos hábitos
idiomáticos arraigados. Si uno atrapa en la oportunidad justa la ocurrencia que viene al
caso, es posible resolver total o fragmentariamente los sueños de este tipo, aún con
independencia de las informaciones que pueda proporcionar el soñante”
* Tomo V, pag 359, “La interpretación”: En este caso no habla de jeroglíficos sino de
escritura china, y lo que dice contrabalancea el planteo de la interpretación por clave
conocida por todos: “Las incertidumbres todavía adheridas a nuestra actividad de
intérpretes del sueño proceden en parte del carácter incompleto de nuestro conocimiento,
que una progresiva profundización podrá salvar, y en parte dependen precisamente de
ciertas propiedades de los símbolos oníricos. Estos a menudo son multívocos, de modo que,
como en la escritura china, sólo el contexto posibilita la aprehensión correcta en cada
caso. Con esta multivocidad de los símbolos se enlaza también la capacidad del sueño para
admitir sobreinterpretaciones, para figurar en un solo contenido diferentes formaciones de
pensamiento y mociones de deseo, a menudo de naturaleza muy dispar”
39
Recordar este pasaje del inicio del capítulo 6, pag 119, de “Letra por letra”: “La criptografía distingue dos
sentidos de la palabra “desciframiento”. Dado un texto cifrado, el que desea leerlo se puede encontrar en dos
posiciones muy diferentes frente a ese texto; 1) o bien conoce el procedimiento de cifrado y dispone, por
ejemplo, de la clave y de los alfabetos a los que ésta remite en un sistema llamado “de sustitución” (ésta es la
idea criptográfica que está planteando Freud como la que él utiliza para evitar el capricho arbitrario de una
interpretación), o también de la figura que ha regulado la modificación del orden de las letras en un cifrado
por “transposición”. En general, resulta bastante sencillo, entonces, producir el desciframiento, pues el
receptor conoce las convenciones que sirvieron para el cifrado del lado del emisor (son esas
convenciones las que le permitirían a Freud interpretar “con independencia de las informaciones que pueda
proporcionar el soñante”). Por el contrario, 2) si resulta que el que quiere leer desvió la letra/carta del destino
previsto, entonces tendrá que descifrarla en otro sentido de la palabra: con frecuencia, deberá ubicar el
procedimiento de cifrado partiendo sólo del texto y reconstruir, una por una, el conjunto de las
convenciones (…) Hablaremos nosotros de “desciframiento” (…) porque se le hace soportar los dos sentidos
distinguidos más arriba (cfr.párrafo anterior: o sea descifrar con clave y descifrar sin clave); en un
desciframiento como el de los jeroglíficos, veremos en efecto estas dos formas de intervenir una tras otra.” Lo
que se desprenderá del siguiente párrafo de Allouch es el interés por la mentira que se inscribe en
“desciframiento”, en tanto “el carácter fundamentalmente mal hecho del lenguaje como tal”. Lo cual lleva a
plantear que con clave o sin clave lo fundamental es no confundir “desciframiento” con “transcripción”,
en tanto en el supuesto pasaje que produce el descifrar hay algo que falla, algo se pierde. Lo cual “no
impide efectos de verdad”