Una perspectiva del fracaso escolar ligada a la convivencia en la escuela:
Generalmente, y durante muchos años, algunas miradas profesionales se han centrado en los
“alumnos problema”, en el bajo rendimiento, el desinterés por aprender, los problemas de conducta,
la violencia entre pares o la inadaptación a las normas escolares y los conflictos con los profesores.
¿Cuáles son los aspectos que hacen posible o no la enseñanza y el aprendizaje en los adolescentes?
(importante interrogante que desde la psicología no se había planteado con anterioridad).
Muchas de las intervenciones llevadas a cabo, fueron en base a discursos pedagógicos y
psicológicos que se especializan en definir déficits individuales y que poco se cuestionan a sí mismos
(paradigma médico hegemónico-paradigma de la simplicidad).
Asimismo, llevar a cabo evaluaciones de las capacidades de los sujetos con relación a una
media, determinar si las conductas particulares se acomodan a lo que la escuela puede
aceptar.
“Se olvida la responsabilidad de las instituciones escolares de buscar la manera de encontrarse con
ellos”.
Ahora bien, cuando el FRACASO ESCOLAR es concebido como:
Una problemática educativa, siendo así efecto de la relación entre el sujeto y la escuela, y ya
no exclusivamente como déficit individual de quienes aprenden, las zonas de sombra de la
comprensión de los problemas comienzan a cobrar visibilidad:
Pedagogías y metodologías de enseñanza
Concepciones de aprender y enseñar
Climas institucionales
Modalidades de convivencia institucional
Diferencias socio-culturales de las comunidades de alumnos/as
Entonces, reconocer las situaciones de fracaso escolar en adolescentes no implica solo analizar
individualmente a los “sujetos con problemas”, sino comprender que los sujetos, en forma individual
o grupal, inmersos en situaciones educativas, institucionales, pueden encontrarse en “problemas” a
partir de un desencuentro básico.
La ESCUELA como un lugar ajeno para muchos, de lenguaje y códigos poco comprensibles o
carentes de sentido, es un lugar de otros que a menudo se propone con sus normas e ideales
pensados, deseados y sostenidos por otros.
Actualmente, la escuela se puebla de adolescentes que la cuestionan explícita e implícitamente.
Siendo esto último uno de los factores que ha complejizado la demanda a la escuela.
-Muchos adolescentes esperan hallar modos diferentes de aprender y convivir que los que se les
proponen.
En cuanto al DOCENTE, las contradicciones que se multiplican, los malestares que recorren los
diversos espacios institucionales, ponen en cuestionamiento la función del docente tal como fue y es
concebida.
Se presentan exigencias y demandas hacia el docente que se profundizan y complejizan.
Muchas veces pedidos de respuesta ante situaciones sociales que exceden las posibilidades
de los mismos.
¿Es entonces posible enseñar si no se generan las condiciones para poder hacerlo?
Las nuevas SUBETIVIDADES ADOLESCENTES también plantean otros modos de
relacionarse/vincularse entre ellos mismos y los adultos; distintas formas de poder que cuestionan la
tradicional convivencia en las instituciones educativas, el sentido de autoridad, la manera de
establecer el orden y la disciplina y definir las normas escolares.
La violencia en la escuela: algunas consideraciones
Considerada como problemática, en particular en América Latina. Actualmente se habla del
incremento de la violencia física e incluso psicológica (entre niños/as, adolescentes, entre estos y
docentes o padres), entre todos los miembros de la comunidad educativa.
¿Cuáles son los tipos de manifestaciones de violencia? Existen otros modos más allá de la
violencia física, muchos de ellos ocultos y naturalizados.
-Marginación, pobreza, discriminación, vulneración de los derechos humanos, falta de oportunidades
educativas, sociales y laborales, entre otros. VIOLENCIA SIMBÓLICA.
El concepto de violencia simbólica abre un espacio para comprender y problematizar procesos
“habituales” en la comunicación e interacción interpersonal e institucional. “Producciones de sentido
y orden sociales determinados”.
Este mismo anudamiento entre violencia simbólica, lenguaje y legitimación, será útil para
comprender varios aspectos de la institución escolar como productora de subjetividad.
Subjetividades más bien homogeneizadas.
La FUERTE TENSIÓN entre:
a) la necesidad de reconocer y respetar las diferencias individuales, culturales, sociales con sus
modalidades de relación y códigos particulares.
b) el necesario ordenamiento institucional a través de normas que regulen la convivencia y el
ejercicio de la función específica de la escuela.
Los efectos de la violencia y el fracaso escolar:
Entendemos que la expulsión de un alumno/a de la escuela es una de las expresiones del fracaso
escolar (siendo estos, víctimas de las situaciones de violencia). Entendido como la imposibilidad de
sostener un encuentro escuela-adolescentes, de mantener un lazo social constituido e indispensable
para la formulación de proyectos individuales y comunitarios.
-En situaciones donde se ha dado el “estallido” en forma de violencia, gran parte de los docentes
aceptaban y promovían la aplicación de una regla institucional implícita “los alumnos que no son para
esta escuela deben reubicarse en otra”.
Lo cual tras estas palabras se oculta que “detrás del problema de conducta o aprendizaje
individual, se enmascara un problema institucional”.
La mirada individualizadora recorta al “alumno problema” del problema global, lo culpabiliza, lo
castiga como único responsable, ocultando la historia del conflicto y su complejidad. Quedando así
en la sombra la trama de relaciones entre pares, entre alumnos y adultos de la comunidad educativa.
RELACION ENTRE VIOLENCIA Y FRACASO ESCOLAR: es necesario una correlación de ambos y
la fundamental intervención ante situaciones de violencia (desde una posición distinta y mucho más
contextualizada), ya que estas últimas suelen afectar el despliegue de la función específica de la
escuela, la posibilidad de aprender y enseñar.
De la imposición de la disciplina a la producción de un orden democrático:
Entendemos que una educación en condiciones institucionales democráticas, centrada en la
participación de alumnas y alumnos, es condición indispensable para construir una escuela que
transforme las situaciones de conflicto y desarticule la violencia, que ofrezca el espacio escolar como
un lugar para ser apropiado por quienes son sus protagonistas.
Las experiencias llevadas a cabo por algunas escuelas medias, construyendo un sistema de
convivencia en este sentido, permiten delinear las siguientes conclusiones:
La convivencia armónica no se contrapone a la existencia de conflictos, siempre que
estos sean tomados, no sean ocultados o sofocados en forma autoritaria, siempre que se
permita su expresión y canalización produciendo aprendizajes significativos.
En la escuela se percibe generalmente que la mayor parte de los problemas se vinculan con
situaciones cuyas causas son externas a ella, pero pocas veces se visualiza su propia
intervención en la generación, facilitación o inhibición de los problemas.
Los problemas de la convivencia y en la tarea escolar pueden convertirse en situaciones
transformables por la escuela. Trabajo en equipo de profesores facilitando la creación
innovadora de soluciones.
La lógica del disciplinamiento habilita la expulsión de los alumnos. Sin embargo, una
escuela que se propone construir la convivencia: no es posible convivir sin considerar al otro
en sus necesidades, preferencias, límites; de esta forma las decisiones deben tomarse en
conjunto, no solo desde la autoridad.
Los problemas que soportan los alumnos en sus propios contextos de vida, pueden
encontrar en la escuela un ámbito para ser procesados en lugar de construir solo obstáculos.
Abordar entonces los problemas tanto individualmente como en conjunto.
Se hacen necesarias intervenciones que se alejen de visiones condenatorias y
moralizantes, y de mirada naturalizadora de la violencia. En cambio, lograr disponibilidad de
los adultos de la escuela para escuchar, clarificar situaciones para lograr una convivencia
armónica.
Se fortalecen los aprendizajes y la conformación de identidades grupales más fuertes y
relaciones más respetuosas en torno al trabajo de enseñar y aprender, con metodologías de
enseñanza más participativas, aprendizajes significativos, producciones conjuntas.
Es importante y necesario que los proyectos de convivencia aseguren la participación real
de alumnos y alumnas en su experiencia escolar cotidiana. “sentimiento de pertenencia”:
cuando se sientan parte, se disponen para cuidarla como espacio de encuentro y aprendizaje.
