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Blair - Sophie Lam

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«Me gustan las rosas rojas porque me recuerdan a la muerte».

SOPHIE LAM
Título: Blair (Obsesiones enfermizas)
Copyright: ©Sophie Lam
Primera edición: Junio 2024
Diseño de Portada: Claudia Medina Hernández
Ilustraciones: Claudia Medina Hernández
Diseño interior: Generador de imágenes de Microsoft Designer
Todos los derechos son reservados

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su


incorporación a un sistema informático, ni su trasmisión en cualquier forma o
medio, sin permiso previo de la titular del copyright. La infracción de las
condiciones descritas puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.
Los personajes, eventos y sucesos presentados en esta obra son ficticios.
Cualquier semejanza con personas vivas o desaparecidas es pura coincidencia.
Este libro es para todos aquellos que quieren ser
amados incondicionalmente.
(Para
escanear solo entre a Spotify y en el buscador presione el símbolo de la cámara)
Advertencia de contenido
Todo lo descrito en esta novela es ficción y no es la representación a
ninguna persona, lugar, creencia o hecho real. Hay violencia de forma explícita,
temas sensibles, lenguaje inapropiado, descripciones gráficas, uso de drogas y
sustancias tóxicas, palabras vulgares, dependencia y apego emocional,
trastornos mentales, abuso sexual y fetiches sexuales. Si eres menor de edad o
eres sensible a esta clase de lecturas, este libro tal vez no sea el adecuado para
ti. El único propósito de esta novela es entretener. Se recomienda no seguir
ninguna de las actitudes, ni creencias de los personajes.
Finalmente, deseo que disfrutes de este libro y ames tanto como yo, la
creación de este mundo lleno de personas malvadas y de amores oscuros y
enfermizos
Capítulo 0
DESCONOCIDO

L
a conocía desde los ocho años.
Ella siempre estuvo rodeada de esos chicos que solo la
querían para dañarla.
Sus ojos siempre estuvieron en mí, pero ocurrió algo que
ocasionó que todo se descontrolara.
No fui consciente de su naturaleza hasta que cumplió
diecisiete años, sin embargo, lo que hizo aquel día fue la
prueba de que ella era como yo.
Ese día estuvo muy rara, normalmente me ignoraba, no
sabía la razón, pero luego cuando necesitaba de mí me
buscaba y me suplicaba compañía. Solo que aquella tarde,
tras escaparse de su casa, comenzó a perseguirla. Ella no
vio cuando presencié lo que esa otra mujer produjo.
La acosó lentamente, con sus ojos merodeando,
buscando una forma de distraerse, de salir de ese trance en
el que deseaba dañarlo. Ella ya no era una niña buena, en
realidad nunca lo fue. Cuando el cervatillo se camufló entre
las personas, mi chica se detuvo detrás. A pocos
centímetros, sintiendo su respiración entrecortada,
escuchando como el corazón de su presa se detenía de a
poco y luego se agitaba; mientras todos a su alrededor
ignoraban el hecho de que una filosa navaja mariposa,
estuviera entrando y saliendo a una velocidad
impresionante del costado derecho de esa moribunda
infeliz.
Entre el bullicio de la gente pasó desapercibida. También
fue ejemplar su actuación, la manera magistral en la que los
guantes negros sostenían el arma y se deslizaba dentro y
fuera de la carne; cómo sus ojos se quedaban clavados en
el cuello sudado, mientras el cabello húmedo de su trofeo
ondeaba en todas direcciones por el aire lluvioso de esa
tarde.
La sangre comenzó a manchar ese vestido rojo tan
atractivo, con un hermoso escote. Luego se vio mucho más
hermosa, colorida y sobre todo olorosa. El olor a sangre
podía percibirlo a kilómetros de distancia, y su sabor tan
extraño me producía cosquillas en el estómago. Estaba
enamorado de esa sensación, y ella comenzó a actuar justo
como yo. Yo fui quien le enseñó todo, yo fui quien la
convirtió en mi asesina.
Para cuando se escuchó el primer grito informando a
todos que algo había ocurrido, mi bonita no estaba por los
lares. Se había esfumado y había conseguido un asesinato
perfecto. Sin huellas, sin marcas, sin cámaras, al aire libre y
con cientos de testigos que nunca podrían identificarla.
Elevé una sonrisa maliciosa.
Aquello había sido el principio del caos que nos
destruiría.
Capítulo 1
BLAIR

Uno nunca sabe cuándo encontrará a la persona que


amará por el resto de su vida. Mi madre solía contarnos que
se enamoró de papá a primera vista. Fue cuando eran niños
y ambos asistían al jardín de infancia. Eran mejores amigos,
inseparables, pero ocurrió algo en sus corazones y
terminaron flechados el uno por el otro. Pero yo no pensaba
en ello, me asustaba perder mi independencia, que dejara
de ser yo para satisfacer a alguien más.
Aquel sábado estuve toda la mañana sentada bajo el
gran árbol de cerezo, expectante ante la visita de nuestra
tía, una empresaria que se la pasaba viajando por todo el
mundo con su rico esposo. Jena era la mujer más excéntrica
que podrías conocer, le gustaba vestir con ropas de
diseñadores famosos y siempre tenía colgando del cuello
varios diamantes. Por supuesto, todo esto era gracias a su
fabuloso marido. De él solo sabía que tenía un hijo, el cual
nunca había aparecido por nuestras vidas ya que su madre
tenía la custodia. Pero aparentemente a ella le ocurrió algo
y ahora su padre estaba a cargo de un joven rebelde.
Recuerdo que cuando era más niña y ellos venían de
visita a nuestra casa en la enorme ciudad, siempre traían a
Kaia, mi prima, hija de ambos, no como este nuevo chico. A
pesar de ello, mi madre había dicho que debíamos tratarlo
como nuestro primo y acogerlo como si realmente
perteneciera a la familia.
Cuando llegaron levanté el rostro del césped y les eché
un vistazo rápido. Ladee mi cabeza. Parecían sacados de
una película. Jena estaba discutiendo con su hija porque no
quería bajarse del auto, le gritaba que dejara de llorar, que
ya no era una niña. Por otro lado su marido sacudía el
hombro de su hijo y éste simplemente pasaba de él. Había
algo que no estaba bien con ellos, pero intentaban ocultarlo.
Mi madre salió unos minutos después y fue a recibirlos.
Solo estábamos ella y yo porque mi padre había ido de
compras con Judith, mi hermana mayor. Ese día me di
cuenta que mi vida iba a cambiar por completo.
Su nombre resultó ser Elijah King, un chico de veinte
años. Es cinco años mayor. Despreocupado, rebelde y
siempre con una estúpida sonrisa en el rostro.
Eva —mi madre— se había quedado hablando con Jena
sobre algunos asuntos que no debíamos escuchar. Kaia ni
siquiera me habló, no sabía qué había ocurrido con ella,
antes era más risueña y siempre quería jugar. Y ahora
siempre que nos visitaba se alejaba de todos y se refugiaba
en su música. Intenté hablarle previamente de ir a ese
lugar, pero me miró con un semblante serio y algo confuso;
era como si quisiera decirme algo pero tuviera miedo de
hacerlo.
Dejé pasar aquello y salí como de costumbre hacia ese
sitio. Nadie de mi familia sabía que yo visitaba a una
persona con la que hablaba dos o tres horas semanales
sobre mis problemas. Se supone que una chica de quince
años no debe tener preocupaciones, pero en aquel entonces
estaba llena de ellos, sobre todo de mis más oscuros
miedos.
Lo que no esperé fue que Elijah me siguiera y se quedara
esperando debajo del edificio hasta que saliera. Lo peor era
que me vio junto a mi psicólogo, solo que él no lo sabía
porque a Mason no le gustaba utilizar la bata blanca, y la
forma no tan profesional en la que sacudía mis hombros
resultaba bastante intrigante.
—Así que este señor mayor es tu pequeño secreto,
monstruo —había murmurado cerca de mi oído.
Se inclinó hacia mí con sus manos metidas dentro de los
bolsillos de su pantalón y al separarse sonrió con su
característica burla.
—No es mi novi…
Chillé, apretando mis manos con rabia.
Ni siquiera supe por qué me había molestado que dijera
eso. Tal vez me asustó que me descubriera teniendo citas
con Mason, o la razón de mi enfado fue que me susurrara
ese «Monstruo».
Como sea, Mason no dejó que terminara esa frase y
terminó contestándole:
—Si te gusta, creo que deberías invitarla a salir, no
insinuando cosas sin fundamento. Puedo enseñarte algunos
trucos de seducción si prometes guardar nuestro secreto.
Pero aquello solo empeoró todo.
—Entonces sí que tienes un secreto —sonrió.
Mason se despidió de nosotros, quizás pensó que no
podía hacer nada más por mí. Su mirada de arrepentimiento
me insinuó que sabía que había agravado el asunto con
Elijah y solo le quedó huir y dejarme sola con el chico del
que anteriormente le había hablado.
Cuando quise darme cuenta, estaba en el rascacielos
más grande de la ciudad. Me gustaba ir allí la mayor parte
del tiempo, la entrada era permitida a todo público porque
en su interior tenían un complejo de restaurantes y un
centro comercial. Solo los más raros subían trece pisos para
escuchar el ruido de las consolas de aire acondicionado de
enormes toneladas. Pero allí estábamos nosotros, apoyados
en el muro que separaba el edificio de un gigantesco
precipicio.
—Han pasado dos horas monstruo. ¿Piensas decir alguna
palabra?
—No me llamo monstruo, Elijah —me quejé, poniendo
mis ojos en blanco—. Solo vine aquí para decirte que no te
contaré nada de mi vida.
—Pensé que me habías traído para arrojarme al vacío y
así llevarme a la tumba tu extraño secreto.
Se había burlado nuevamente de mí.
Lo odiaba. Solo estaba metiéndose en mi vida, en mis
asuntos.
—Eres tan molesto.
Le di la espalda y pensé en marcharme, pero él
repentinamente agarró mi mano y me detuvo para que lo
mirara. Sus ojos grises me veían fijamente, me exploraba y
buscaba algo en mí. Me ponía incómoda su cercanía.
—Te contaré mi secreto —confesó—. A cambio me dirás
por qué visitas a ese psicólogo.
—¿Lo sabías? —dije sorprendida.
Elijah se encogió de hombros.
—Cuando te hablé al oído me fijé en su maletín. Su
nombre acompañado de “Dr” fue una buena pista. —Estaba
boquiabierta, después de todo había resultado ser bastante
observador—. ¿Aceptas entonces mi propuesta?
Me extendió su mano y giró un poco su cabeza. Su
cabello desordenado apuntaba en todas direcciones y le
creaban un raro flequillo que lo hacía parecer un chico
agradable.
Terminé asintiendo sin tomar su mano. Hizo un
movimiento con ella mientras movía su boca en una mueca
bastante graciosa y luego la dejó reposar al lado de su
cuerpo.
—Bien —dijo—. La razón del por qué estoy aquí es
porque mi madre se suicidó cuando era un niño. Mi padre
siempre tuvo mi custodia, pero nunca me atendió, prefería
dejarme en un orfanato. Era dueño de ese lugar, pero
terminó cerrándolo. Fue entonces que me metió a un
internado para deshacerse otro tiempo de mí hasta hace
una semana.
—¿Qué ocurrió? —soné interesada.
—Me expulsaron definitivamente por algunas locuras que
hice. —Se rascó la cabeza, intranquilo—. Y si no me
equivoco, ellos se quedaron hablando con tu madre para
que me acoja en su hogar algunos meses.
—¡No hay espacio en mi casa para alguien más! —solté a
la defensiva.
—Creo… —Se inclinó hacia mí y colocó un mechón de mi
negro cabello detrás de mi oreja. Tomó las puntas y
jugueteó con ellas a medida que su boca se arrimaba a mi
oído— que tendrás que aguantarme, monstruo.
Lo empujé y dio algunos pasos en reversa.
Mi corazón se agitó, me había puesto nerviosa.
La forma en la que mordió y pasó su lengua por ese arito
en su labio inferior me hizo experimentar una sensación
abrumadora, nueva, y eso me estremecía.
—Lo veo en tu rostro, sé lo que estás pensando.
—Eres un creído. Me voy.
—No puedes irte, tenemos un trato —tarareó como si de
una canción se tratase mientras movía su dedo índice de un
lado a otro—. Dime Blair, ¿cuál es tu problema?
Dudé.
Luego tragué en seco. ¿Podía confiar en él? ¿Podía saber
mi mayor temor?
—Quizás te lo cuente algún día —murmuré sin dejar de
mirarlo—. Pero ahora no puedo, no estoy preparada para
que alguien más lo sepa. Así que te pregunto… ¿Puedes
proteger mis visitas con Mason?
—Solo si me prometes una cosa.
Y entonces murmuró esa frase que dio el inicio a nuestro
final.
Capítulo 2
BLAIR

Conocí a Mason de la forma más extraña posible. Ese día


había ido al área de natación del instituto. No sé
exactamente desde cuando mi madre me había anotado en
el equipo de nado, pero en mis ínfimos recuerdos me veía
como de cuatro o cinco años. A esa edad por lo general se
aprenden técnicas para sobrevivir en el agua, a flotar,
pedalear y buscar algún punto de salida. Siempre me gustó
ese deporte y cuando aprendí el estilo crol de frente me
creía una súper estrella.
A medida que fui creciendo, aumentaron mis habilidades
y logré ganar algunas medallas en competiciones entre
institutos. Las pocas personas con las que me relacionaba
pertenecían al equipo de nuestra escuela. En total éramos
cuatro, Laura, Matt y dos chicas que se unieron casi a
finales del curso. Laura era la única persona con la que me
unía en ese entonces, su cabello rubio rizado era tan
hermoso que todos los chicos siempre querían salir con ella.
Su sonrisa también era perfecta, pero más allá de eso,
disfrutaba de su amistad.
Con el tiempo Laura había llegado a conocerme y me
permitió también saber todo sobre ella. Se podía decir que
era mi mejor amiga y prácticamente la única. Las personas
solían dejarme a un lado porque evitaba relacionarme con
ellos y solo me concentraba en los libros, la música y
algunos pequeños animales. Pero aquella tarde, luego de
que el timbre se escuchara en cada rincón del instituto mi
voz interna me obligó a trasladarme a la piscina. Allí
descubrí que Darling, la mejor amiga de Laura, se estaba
besando con el chico que me gustaba.
No supe muy bien qué ocurrió después pero desperté en
el sofá de una casa cerca de una pequeña chimenea. Allí fue
cuando conocí a Mason, él me salvó y me trasladó hacia su
domicilio, sabiendo incluso que yo era solo una cría de
quince años y él un adulto responsable; y que si mis padres
o alguien nos hubiese visto pensarían lo equivocado y
terminarían denunciándolo por abuso infantil.
Pero ese no era nuestro caso. Mason nunca cruzó la línea
que divide lo profesional, además, yo era una niña, no tenía
el pensamiento que un hombre como él necesitara y menos
podría satisfacer sus necesidades. Aquel día tuve que
esperar largas horas hasta que mi uniforme se secara.
Estaba manchado de un líquido rojo que intuimos que era
sangre. Mi cuerpo tenía varios golpes y cortadas por lo que
imaginamos que esa sangre era mía. También nos
preguntamos sobre la persona con la que discutí, podía
haber estado herida como yo o tal vez en una situación
peor.
—¿Cómo llegué aquí? —le dije un poco agitada.
Él caminó hacia mí con un vaso que desprendía un humo
casi transparente. Me asusté y me pegué aún más al sofá
en el que me encontraba.
—Me llamo Mason Schwartz, estaba de paso por tu
escuela —murmuró, su voz fue suave, gentil. Me extendió el
vaso y un poco temblorosa lo tomé—. Es té, puede relajarte
un poco.
—¿Quién eres? —Dejé el vaso en el suelo. No iba a beber
su contenido, tampoco podría levantarme y echar a correr.
No conocía nada de Mason por lo tanto no sabía que tan
peligroso era en ese instante.
—Ya te dije mi nombre…
Se quedó esperando unos segundos a que mencionara el
mío.
—Blair —sisee.
—Blair, yo soy el psicólogo de tu instituto. Como dije
antes estaba de paso por allí luego de que terminara mi
última sesión con uno de los estudiantes.
—¿Puedes mostrarme una acreditación o un contrato de
trabajo?
Él sonrió y se alejó algunos minutos. Lo vi rebuscando en
unos archivos que tenía encima de un armario de madera.
Cuando regresó me extendió algunos papeles.
Los tomé.
—¿Satisfecha?
Asentí. Había dicho la verdad.
—No te llevé a un hospital o se lo informé a alguien más
porque no tengo idea de lo que sucedió y antes de hacer
cualquier cosa quería hablar contigo.
Fue entonces que descubrí todo mi atuendo manchado.
Era sangre y todavía conservaba ese olor a hierro.
—No sé qué sucedió, lo juro —titubee asustada por la
sangre—. Solo vi a una chica besándose con el chico que me
gusta.
—Está bien, cálmate. ¿Quieres que avise a tus padres? —
Negué con la cabeza mientras tragaba mi saliva.
Mason buscó un poco de ropa. Era una camisa blanca
demasiado ancha y larga. Me indicó donde quedaba el baño
y fui hacia allí. Parecía que tenía un bonito vestido una vez
que me coloqué su atuendo. Después echó mi ropa en la
lavadora y mientras veía el agua enjabonada dar vueltas en
círculo con mi uniforme, pensaba una forma de encontrar
una solución a lo que había pasado.
Pero nada llegaba a mi mente.
Era como si me hubiesen extirpado mis recuerdos y no
existiera nada más que vacío.
—Quiero ayudarte Blair, haremos que descubras qué
pasó hace unas horas.
—No tengo dinero para pagar las sesiones —admití y
Mason negó con diversión.
—No necesito tu dinero, solo me reconfortará saber por
qué ocurrió ese suceso.
Lo pensé. Me tentaba la idea de que alguien profesional
pudiera escucharme y entender mis problemas.
Aunque esa noche no sabía que tanto se agravarían.
—Está bien, pero nadie de mi familia puede saberlo. Al
menos no hasta que descubra lo que pasó.
Después de un largo espacio en el que ninguno dijo
nada, y que otra vez volvía a tener mi ropa limpia puesta
me despedí de Mason, no sin antes concertar la primera de
muchas sesiones que tendríamos juntos.
Cuando llegué a mi casa recibí un sermón por haber
tardado tanto. Hice caso omiso a las palabras de mi madre y
corrí a encerrarme a mi habitación. Quería pensar, intentar
recordar por qué me desmayé. Pero nada conseguí, o
bueno, obtuve una buena siesta hasta más o menos las
cuatro de la mañana. Desperté con el cuerpo sudado y la
boca reseca. Las gotas de sudor bajaban de forma
constante por mi pecho llegando casi a formar una pequeña
marca en las sábanas. Mi corazón latía apresurado,
bombeando tanta sangre que creí que moriría en cualquier
segundo.
Esa noche comenzaron las pesadillas y con ellas mis
temores crecieron y llegaron a convertirme en una chica
aún más introvertida y miedosa de lo que ya era.
Y de pronto cesaron con la llegada de Elijah. Cuando
descubrió mis salidas con Mason y quiso indagar el por qué
visitaba a un psicólogo, creí que mi mundo acabaría pero
fue todo lo contrario.
Elijah se volvió ese punto ciego que buscas cuando
necesitas tranquilidad, cuando quieres escapar de la
realidad. Él era más que mi primo, lo veía como mi mejor
amigo, sabía que sería el único que no me defraudaría, no
como Matt. Era por eso que Elijah siempre tendría un lugar
importante en mi corazón.
Con el pasar de los días nuestra relación se fortaleció a
tal punto que éramos uno solo. Pensábamos igual y cuando
le ocurría algo su dolor era también el mío. No supe en qué
momento comencé a verlo de forma diferente, o cuando
esas cosquillas volvieron a aparecer en mi organismo. Pero
nunca le dije nada, o más bien no lo hice hasta unos meses
después, cuando comenzó a salir con una chica de la ciudad
y tan solo podía hablarme de ella.
Era lógico que le gustara, ambos tenían veintiún años, yo
solo dieciséis. Ella era encantadora, ideal para él. Su cabello
negro tan largo como el mío, sus ojos de bonitos colores
azules y esa contagiosa sonrisa le fascinaban. Sin embargo,
ese día no pudo calmar la ansiedad que me estaba
consumiendo. Elijah era ese tipo de chico que te bajaría la
luna si la quisieras, y se me partía el corazón cada vez que
se echaba su perfume y salía con alguna camiseta que yo le
había comprado para verse con ella.
Me reuní con Laura en una cafetería. Debíamos hablar
sobre un próximo campeonato en el que si resultábamos
campeonas ascenderíamos en los puestos, y quedaríamos
como finalistas para un torneo internacional del próximo
año, como representación de nuestro país. También quería
contarle lo que me estaba ocurriendo, era la primera vez
que sentía todo lo que él me provocaba, ni siquiera cuando
me gustó Matt llegué a experimentar lo que Elijah producía
en mí.
Laura era mi amiga y me había jurado que no conocía
que a Darling le gustara Matt.
Le creí.
—Tal parece que no te emociona la competición —dijo
como una hora después cuando terminó de explicarme todo
sobre esa oportunidad.
—No es eso —contesté y aparté mi vista de ella para
dejarla en un mismo punto por varios segundos—. Creo que
me he enamorado de alguien prohibido.
—Te gusta Elijah, ¿verdad? —preguntó pero sonó más
como a una afirmación. Ella me conocía tan bien, pudo
incluso notarlo en ese momento—. No es algo que nadie
sepa, todos en el equipo son conscientes de que algo ocurre
entre ustedes, pero se la pasan criticando porque son
primos. Yo les dije que solo eran primos políticos, pero sabes
cómo son ellos.
Hice una mala cara.
—Es que él solo me ve como un pequeño monstruo y su
novia es tan hermosa.
Laura en ese instante pegó un golpecito en mi frente.
—¿Eres tan tonta que no te has dado cuenta de que esa
chica es muy parecida a ti?
En realidad nunca lo había pensado, pero luego de
examinar cada detalle de ella admití que Laura tenía razón.
Pero podía ser una simple coincidencia.
—¿Cuándo es que volverá con su padre?
—Dentro de dos años —contesté.
Pero había mentido, solo que ni yo misma lo sabía
cuando se lo dije a Laura.
Nosotros teníamos fecha de caducidad.
Capítulo 3
BLAIR

Continuaba recibiendo mensajes de ese tipo cada día. Al


comienzo eran más inofensivos, pero en ese año, cuando
cumplí diecisiete, se volvieron grotescos y me preocupaban
cada vez más.
La vida había cambiado drásticamente, y ahora siempre
recordaba las palabras de mi madre cuando nos decía a Jud
y a mí «Hijas pequeñas, problemas pequeños, hijas grandes,
problemas gigantes». Continuaba ocultándole algunos
secretos a mi familia, aunque ya se habían enterado de mis
visitas con Mason. No por mí, sino por la directora de la
escuela que les informó a mis padres sobre la pelea con
Darling.
Según su testimonio estaba llena de cólera, había gritado
que ella soltara a Matt y antes de que alguno de los dos
procesara la información, agarré una de las sillas de metal
en las que se sentaba nuestro entrenador y se la lancé por
la cabeza a ella. Afortunadamente no le ocurrió nada grave,
solo un leve golpe en la rodilla. Luego caí inconsciente en el
suelo, provocando la sangre que Mason había visto en mi
ropa y los rasguños en mi piel.
De esta forma, mis padres asustados porque estuviera
volviéndome una chica agresiva o descontrolada
sentimentalmente, aceptaron lo que la junta de profesores
les propusieron y Mason dejó de ser un secreto.
En el instituto nos pusieron un castigo, obligándonos a
escribir en un pizarrón mil veces las palabras «lo siento» y
nos hicieron prometer que ningún altercado como ese
volvería a ocurrir. Pero el destino era caprichoso y decidió
que Matt comenzara a interesarse en mí, a pesar de que
mis ojos para ese momento solo miraban a Elijah.
Este último había terminado con su novia luego de diez
meses de relación. La razón era desconocida porque ni
siquiera a mí quiso contármelo; pero según los rumores que
se esparcían por los salones, Cristina había dejado su
noviazgo con Elijah porque él no dejaba de hablarle sobre
mí.
Y es que durante ese tiempo que ellos estuvieron juntos,
Elijah estuvo la mayor parte del tiempo conmigo. Cada vez
hacíamos más cosas juntos y las risas no faltaban. Siempre
me descontrolaba cuando salíamos en las tardes e íbamos a
comer hamburguesas con papas, para después acostarnos
con la barriga inflada a escuchar música mientras leíamos
alguno de mis libros. Sabía que a él no le interesaban
mucho los libros, pero me gustaba cada vez que tenía la
oportunidad de decirme que quería hacer todo lo que a mí
me hiciera feliz.
Ambos lloramos con Prohibido, uno de los libros más
polémicos y fascinante que había leído. Quizás también nos
afectó un poco más por el contenido de esa historia, que no
era similar a nuestras vidas, pero me hacía recordar que él
era mi primo y que nada podía ocurrir entre ambos.
A veces lloraba lamentándome por haberme enamorado
de él. No tenía idea de cuando sucedió o cómo, pero desde
que nos conocimos nuestros mundos se fusionaron y todo
dejó de existir para solo ser nosotros dos. Si lo pensabas,
era interesante la forma en la que coincidimos, existen
millones de personas en el mundo y una gran cantidad en
esa ciudad. Vi a lo largo de los años a cientos de chicos
guapos, que me hablaban para tener citas, pero ninguno
llegó a interesarme hasta que apareció él.
Elijah sacudió todo de mí y me hizo ver que las cosas
más sencillas podrían ser hermosas, que un beso en la
mejilla podría crear un campo eléctrico que nos impulsaba a
hacer algo más, que un atardecer juntos se convertiría en
algo impredecible lleno de magia; que esos momentos en
los que coincidíamos en la casa y nos mirábamos sin
maldad serían los más entrañables y que cada susurro
acompañado de caricias en las noches mientras sollozaba,
sanarían cada vez más mi alma.
Por eso me pareció un poco extraño que Cristina hubiese
terminado con él, porque entre nosotros no había nada más
que aquello que yo imaginaba en mi mente. Elijah me veía
como su pequeño monstruo, como su pequeña prima a la
cual debía proteger de los chicos malos. Quise salir con Matt
para olvidarlo, por eso acepté unas cuantas citas con él,
después de todo, Matt llegó a ser mi interés amoroso por un
largo tiempo antes de que King apareciera para derribarlo
todo.
Lo leí como tres veces en ese instante desde la pantalla
de bloqueo. Me encontraba en una heladería de la ciudad
con Matt, era nuestro tercer mes de noviazgo y habíamos
decidido salir a celebrarlo. Aproveché a que él necesitó ir al
lavabo y deslicé la pantalla para pulsar el teclado. Me quedé
mirando la bandeja de mensaje, todos eran números
desconocidos con varias conversaciones de esa persona.
Mi familia estaba consciente de que alguien vigilaba mis
movimientos, que me espiaban y por eso siempre se ponían
nerviosos cuando salía a cualquier lugar. Denunciamos esos
números pero no encontraron ningún remitente, esa
persona se deshacía de las tarjetas durante un corto
período de tiempo y comenzaba a utilizar otras. Intenté
cambiar mi SIM en varias ocasiones pero esa persona volvía
a obtener mi número.
Nunca le había respondido nada durante ese último año,
pero comenzaba a temer por mi seguridad y la de mi
familia. Sabía que debía hacer algo, pero escribirle a un
acosador no era la opción idónea. A pesar de estar al
corriente sobre el peligro que significaría entablar una
conversación con él, me llené de valor y teclee:
Todo comenzó a darme vueltas. La respiración se me
entrecortaba, mi cabeza parecía una pelota girando,
mirando en todas direcciones para encontrar a esa persona.
Pero nadie tenía un teléfono en la mano, nadie me miraba,
todos parecían estar sumidos en su mundo, pero a la vez mi
mente gritaba que todos eran sospechosos.
Una gota de sudor corrió por mi frente y se deslizó
lentamente hasta la punta de mi nariz. Solo escuchaba un
molesto pitido que me forzó a llevar mis manos a los oídos.
Necesitaba escapar de allí, quería que el ruido cesara.
Mis labios se resecaron, no me di cuenta en qué
momento comencé a respirar por la boca, hiperventilando.
Me levanté exaltada cuando una mano se posó en mi
hombro. Rápidamente me levanté y le pegué un puñetazo
en la cara al desconocido. Él llevó sus manos a su nariz y
me miró con el rostro estupefacto, su semblante confuso.
Entonces me di cuenta de que se trataba de Matt, de que le
había dado equivocadamente. Avergonzada tomé mi bolso y
salí corriendo del lugar.
Al huir, mis pies apresurados se enredaron con los de un
chico y ambos caímos al suelo. Nuestros cuerpos se
precipitaron de tal forma que él en un intento de que no me
magullara llevó su mano detrás de mi espalda. Nuestros
ojos se mantuvieron mirando fijamente al otro. El azul de su
iris me petrificó al instante y cuando su espalda rebotó en el
suelo y mi pecho reposó en el suyo, esbozó una pícara
sonrisa. Le sonreí también al reconocerlo.
Era él.
El chico que aparecía en mi vida cuando tenía algún
problema, el que me ayudaba a salir de ellos.
—¿Querías matarme? —susurró con un tono juguetón
mientras acomodaba mi vestido.
Aun seguíamos en la misma posición, su mirada me tenía
hipnotizada, ni siquiera recordaba cómo se veía.
—Hola de nuevo, desconocido.
Me levanté y le extendí la mano para que la tomara, solo
que me quedé mirando sus tatuajes y la ropa que meses
atrás le había dicho que le quedaba genial.
—Veo que seguiste mi consejo —murmuré cuando se
irguió y le señalé con el dedo índice su chaqueta de cuero y
sus pantalones mezclilla ajustados.
—Siempre sigo las instrucciones de mi chica. —Besó el
dorso de mi mano con detenimiento, sin dejar de
observarme con cuidado.
—Siempre haces lo que te da la gana. —Me quejé
arrugando mi entrecejo—. ¿Por qué desapareciste?
Pero antes de que pudiera responderme ese chico, Matt
salió del establecimiento y agarró mi mano con ferocidad.
—¿Qué ocurrió allá adentro? ¿Por qué me golpeas y
huyes para verte con este tipo? —soltó con repulsión, aun
con su mano en su nariz.
Él sonrió y lo miré como si esto fuera uno de nuestros
juegos.
—Matt hablemos después. —Lloriquee, pero se quedó
quieto en su lugar—. Solo me sentí agobiada porque recordé
que salías con Darling y ella…
Dejé de hablar, dejando escapar algunas lágrimas de mis
ojos y salí huyendo; dejándolos a ellos dos solos.
Como a las dos de la mañana me desperté. Todos
estaban durmiendo, pero yo tenía un enorme dolor de
cabeza. Todavía me mantenía pensando en ese desconocido
que me enviaba mensajes. Ni siquiera había revisado el
teléfono desde que llegué a la casa en la tarde; tan solo me
encerré en mi habitación hasta que la música me permitió
olvidarme del mundo por unas horas.
En esas horas extrañé realmente a Elijah.
Pero Jud dijo que no había llegado a la casa desde la
mañana.
Caminé descalza por todo el pasillo, toda la casa se
mantenía oscura y con un silencio abrumador. Las cortinas
de las ventanas del pasillo danzaban de un lado a otro por
el aire tan frío de la madrugada. Mis padres dormían en la
última habitación de la casa, Jud en la primera y la mía
quedaba entre el baño y el cuarto de mis padres.
Además de tener un poco de sed, una de las razones por
la cual me dirigí hacia la cocina era porque pasaba por la
saleta. Allí dormía Elijah, en un sofá cama bastante grande
que su padre le había comprado. De todos, era el que
menos tenía privacidad, pero no le hacía falta para convivir
aquí.
Me serví un vaso de agua y comencé a beberlo con la
cabeza semi agachada, mi mirada estaba centrada en la
cafetera encima de la meseta. Sacudí la cabeza al darme
cuenta que Elijah era un signo de interrogación andante.
Habíamos ido a la escuela juntos, cuando le conté sobre mi
cita con Matt se esfumó sin decirme nada y aún no había
llegado a la casa. Ni siquiera tuvo que reaccionar así,
cuando salía con Cristina siempre lo apoyé, pero él nunca
vio aceptable que saliera con alguien como Matt. Decía que
no era bueno para mí y que tarde o temprano terminaría
haciéndome daño.
Cerré los ojos momentáneamente, y dejé que mis
recuerdos viajaran a ese día que Elijah y yo nos conocimos.
De pronto unas manos, sus manos comenzaron a trazar un
camino por mi cintura que iba ascendiendo pausadamente
hasta mi nuca. Me gustaba la sensación de cosquilleo en mi
estómago, de cómo todo mi organismo reaccionaba ante su
toque suave y caliente. Lo imaginé mordiendo su labio
inferior, saboreando ese aro plateado que no dejaba de
mostrármelo cada vez que tenía oportunidad. Detallé su
piercing en la ceja derecha, con esas pirámides brillantes
que lo hacían lucir muy intimidante.
Sus dedos juguetones se deslizaron hacia mis senos. Los
masajeó a su antojo, apretándolos con tanta fuerza que
causó un ligero dolor. Después tomó uno de mis pezones
por encima de mi pijama y lo rozó; provocando que mi zona
baja se humedeciera un poco más. Todo lo que él me estaba
haciendo era nuevo para mí, todas esas malditas emociones
me tenían en el precipicio de un acantilado. Y entonces,
cuando su mano descendió, tanteando mi piel, provocando
un fuego en mí, abrí los ojos tras el impacto de alguien
girándome.
—¿Te estabas tocando, pequeño monstruo?
Me quedé paralizada, dejé que mi mente fluyera y
terminé pensando en él. Joder, estaba frente a mí, me había
visto. Mi cara se calentó al instante y debió ponerse
colorada.
—No —dije seria.
—Murmuraste mi nombre Blair —su tono era más serio.
Su mirada cambió y ahora me estaba examinando de arriba
abajo—. Dime por qué me deseas.
Él dio un paso hacia mí y colocó sus manos a ambos
lados de la meseta. Su respiración alcoholizada se mezcló
con la mía, era agitada, grotesca.
—No te deseo, somos primos.
Tragué saliva cuando su nuez de Adán bajó en su
garganta. Luego apretó sus manos en la meseta, dejando
blancos sus nudillos.
—Pero yo no puedo fingir que no me he fijado en ti —
susurró cerca de mi oído, plantando sus manos en mis
brazos.
Los apretó solo un poco y mi boca se entreabrió
deseando más.
—No puedo ocultar que me muero un poco cada vez que
ese estúpido Matt te toca. —Agitó su cabello y con un poco
de fuerza me impulsó hacia arriba y me sentó en la meseta
—. Quiero que me digas que me deseas a mí, monstruo.
—No lo hago —mascullé entre dientes.
Elijah sonrió burlón, mordió su labio inferior y abrió mis
piernas con mucha agilidad. Entonces, inclinó su cabeza
hacia mi manojo de nervios y con su dedo corazón apartó
mi braguita para deslizarlo por mi centro. Mi humedad
terminó delatándome. Lo deseaba, lo quería, hace mucho
tiempo quería que esto ocurriera entre nosotros.
—Tengo sed, pequeño monstruo.
Asentí con la boca semi abierta y lo vi ensanchar su risa
a medida que bajaba hacia mi humedad. Me estremecí
cuando su lengua raspó mis labios, tan caliente, tan
adictiva. Su dedo continuó en mi abertura y poco a poco lo
enterraba, haciendo movimientos hacia la parte superior de
mi vagina, mientras su lengua se sacudía de forma circular
en mi clítoris.
Yo nunca había tenido alguna experiencia de este tipo
con algún hombre, todo era relativamente nuevo ya que
muchas veces había fantaseado con él; y sin mentir, la
realidad sobrepasó la ficción. Quería estar con Elijah, no
quería a Matt, ni siquiera me apetecía hacer algo cuando
me lo pedía; siempre terminaba enojándose cuando le
inventaba alguna excusa.
Enredé mis dedos en su cabello y lo apreté cuando
intensificó sus sacudidas. Gemí desesperada, él gruñó al
escucharme. Yo ni siquiera sabía que gemía, pero lo que
estaba haciendo no me dejaba otra opción que descargar
toda mi satisfacción mediante esos ínfimos sonidos.
—Creo que viene alguien —dije, pero había sido
demasiado tarde.
Mi madre prendió el interruptor y nos atrapó de la peor
forma posible.
Fue esa noche que todo se acabó.
Fue cuando él desapareció de mi vida dejándome con el
corazón hecho pedazos.
Capítulo 4
BLAIR

¿Alguna vez has hecho algo tan malo que aunque intentes
olvidarlo, no puedes?
Vivir en una familia donde todos parecen ser perfectos a
veces es agobiante, mucho más cuando tu vida se ve casi
arruinada por un tortuoso error del pasado. La imagen de
niña buena se esfuma y todo lo que hay a tu alrededor son
críticas, insultos y en el caso mío, la lástima de mis padres.
Después de que mi madre nos atrapara a Elijah y a mí a
punto de concebir el acto en el que dos personas se
entregan en carne y alma, mi vida se volvió un martirio.
Recuerdo que ese día no salí más de mi habitación cuando
ella se quedó conversando con mi primo, de seguro sobre el
error que casi cometíamos. No me quedó más remedio que
dormirme, solo que cuando desperté a la mañana siguiente
Elijah había desaparecido, y ellos no me dieron alguna
explicación, solo dijeron: «Es momento de que tu primo
regrese con su familia».
Y entonces todo a lo que me acostumbré, lo que me
hacía realmente feliz se esfumó. No culpé a nadie más que
a mí, porque fui yo quien provocó aquello, fui yo quien cruzó
la línea, fui yo quien lo alejó. Todos en la familia decidieron
guardar ese desliz en un baúl y nunca más se tocó el tema,
era como si nunca hubiéramos vivido con Elijah, como si
todo hubiese sido producto de mi imaginación.
Solo que yo no podía olvidar esa noche y menos todo lo
que me hizo sentir durante tantos meses. Me resigné a salir
con Matt o cualquier otro chico, por supuesto nuestra
ruptura no lo afectó, pero todo ocurrió de la forma más
civilizada posible. No éramos amigos, y ya no teníamos
tanta interacción puesto que me salí del equipo de natación.
En la última competición tuve una fractura en el codo,
producida por una lesión al recibir esos huesos un fuerte
impacto con la barrera de la piscina. La recuperación duró
alrededor de diez semanas y aunque tomé las sesiones de
fisioterapia para mejorar el rango de movimiento y
fortalecer esa zona afectada, los doctores dijeron que no
podría nadar más.
Esa noticia me entristeció, estuve unas cuantas semanas
sin comer y casi no dormía. Nunca imaginé cuan doloroso
sería que se te arrebatara lo que más te gustaba de una
forma tan atroz. Jud comenzó a andar más conmigo, se
había propuesto hacerme sentir bien y cada vez que tenía
tiempo íbamos al cine o charlábamos largas horas en un
puesto de antigüedades de la ciudad.
Algunas cosas mejoraron, ya en mi mente no existía
Elijah, también dejé de visitar a Mason ya que debía
mudarse algún tiempo a otro país por cuestiones de trabajo.
Mi único problema para ese entonces era elegir la carrera
apropiada para comenzar la Universidad. Existían miles de
variantes, pero tras pensarlo durante varios días y
conversarlo con mis padres, opté por Literatura. Era
perfecta, siempre me habían gustado los libros, y conocer
acerca de la profundización del lenguaje, el arte y la
comunicación, sería una excelente vía para mantenerme
siempre distraída.
Esos eran los puntos positivos, pero también estaban los
crueles que obligaron a toda la familia a dirigirse a un nuevo
hogar. Después de haber vivido la mayor parte de nuestras
vidas en esa ciudad, tendríamos que movernos a un nuevo
pueblo. La razón de esa decisión era desconocida para mí,
pero sabía que ellos me estaban ocultando algo y terminaría
descubriéndolo.
Llevaba algo confuso en mi mente, era un mismo suceso
que se repetía una y otra vez cada noche en mis sueños.
Sabía que todo estaba en mi subconsciente, pero una rara
sensación de realidad me abrumaba. Durante unos meses,
las pesadillas aumentaron y eran cada vez más sangrientas,
también lo hicieron los mensajes de ese desconocido; quien
no se limitaba a escribirme una y otra vez que ya era casi la
hora perfecta para hacerme parte de su vida.
Al menos, yendo a ese pueblo perdido en las montañas,
podría escapar de todos, podría comenzar una nueva vida,
podría dejar de ser el agobio de mi padre y la frustración de
mi madre. Podría comenzar a obtener buenas notas
nuevamente, a dejar de aislarme y hacer cosas raras, podría
volver a ser una chica normal.
Ayer, mi hermana y yo, pasamos la tarde entera
haciendo las maletas de la mudanza. Miles de recuerdos
quedarían atrás, amigos, vecinos, hasta la hermosa ciudad
que nunca llegué a recorrer completa.
A veces eran necesarias estas decisiones tan drásticas si
no querías ser la vergüenza de la familia Bennett.
Dean Bennett era un hombre extremadamente drástico,
no era un mal padre, pero nos sobreprotegía. Sus reglas
existen desde que comenzaron las sátiras y las peleas en la
casa. La primera y más importante era que no podíamos
tener secretos entre nosotros, muy en el fondo sabía que
nos lo decía por las veces en que fallé ocultándoles mis
visitas con Mason, la pelea con Darling, mis sentimientos
por Elijah, e incluso las pesadillas que aún tenía.
La segunda incluía las relaciones amorosas, donde
nuestros novios tendrían que demostrar que
verdaderamente nos querían y no que solamente quisieran
un poco de diversión. A papá nunca le había gustado el
libertinaje, por eso desde que se enteró de mi pequeño
momento con Elijah, no había tenido novio y ni siquiera
había dado mi primer beso. Con Matt nunca ocurrió, y no es
que viviera en la época de las cavernas, pero no me sentía
preparada para tener algo tan íntimo como un beso, con él.
La tercera regla la había impuesto nuestra madre, Eva.
No es la Eva que le provocó a Adam caer en la tentación,
pero mantenía su esbelta figura. Era una mujer exigente
pero divertida, amorosa con su familia pero una fiera si les
hacen daño a sus hijas. Mamá era trabajadora y se desvivía
por cumplir cada deseo de nuestro padre. Su regla consistía
en que el problema de uno, era el conflicto de todos y
bueno, está demás decir quién metió la pata hasta el fondo
para que acabáramos desapareciendo del mapa.
Judith, era mayor que yo por cuatro años, tenía la chispa
que me faltaba para hablar con las personas y desconocía
claramente de la palabra discreción. Era alta, pelirroja
natural y tenía algunas que otras pecas sobre la nariz.
Todavía era un misterio para mí entender por qué mi
hermana era pelirroja cuando todos en la familia éramos de
cabello negro y que, a excepción de ella y mamá, nuestro
padre y yo, teníamos unos bonitos ojos azules.
Con Jud no solo había hecho mis mayores locuras, sino
que también se convirtió en mi confidente. Era todo lo que
tenía después de perder a Laura. Un día simplemente dejó
de ir al instituto, cuando fui a su casa para preguntar por
sus ausencias, me encontré una casa precintada por la
policía y algunos agentes vigilando por los alrededores por
un presunto asesinato.
La cuarta regla la añadimos ella y yo, era simple y
aunque sonara disparatada, ambas estuvimos de acuerdo
en ponerla. Acordamos nunca fijarnos en el chico que le
gustara a la otra y mucho menos en ser novias de nuestros
ex.
Ese día, mientras mis padres estaban en Dark —el
pueblo al que nos mudamos—, Jud y yo nos manteníamos
expectantes en una cafetería de nuestra antigua ciudad.
Ella bebía de su cappuccino y se reía de cada chiste malo
que hace su YouTuber favorito mientras que yo observaba
una y otra vez el mensaje que me habían enviado. Mis ojos
estaban rojos porque no había podido dormir en toda la
noche y ya comenzaba a sentirme agotada, aun así, no
podía dejar de mirar la pantalla de mi móvil.
Llevaba unos veinte minutos leyendo una y otra vez la
conversación que tuve con el desconocido.
Seré lo que tú quieras que sea.
Esas fueron las palabras que escribió cuando le pregunté
por su género.
¿A qué clase de persona en su sano juicio se le ocurriría
seguirle el juego a un sujeto que llevaba años viéndote
desde lejos?
Por supuesto me hacía esa pregunta a mí misma, ni
siquiera podía intentar ser normal, no me salía. Yo era así y
las conversaciones con esa misteriosa persona me
provocaban miedo, angustia pero también curiosidad.
Desde que Elijah desapareció todo lo que me quedó fue esta
persona, quien sabía cada pequeño detalle de lo que me
ocurría; porque nunca dejó de vigilarme. Era lógico que no
debiera continuar escribiéndole, pero esos mensajes a diario
comenzaron a afectarme y apareció un leve destello de
interés.
Locura, tal vez.
Si alguien se enterase de esos mensajes secretos entre
nosotros, de seguro estaría encerrada de por vida y no
volvería a tener la aprobación de mi familia para
absolutamente nada. Les había engañado al ocultarles la
frecuencia con la que continuaba recibiéndolos diariamente.
No sabía qué me ocurría, pero esos instantes en los que me
metía a la cama y me cubría con la sábana para
responderle, se habían convertido en los más emocionantes.
Bufé.
Ni siquiera habíamos salido de la ciudad y yo ya estaba
rompiendo una de las reglas.
«Genial» Pensé.
Desvié mi vista al otro lado del cristal, mis ojos captaron
la calle siendo transitada por varios vehículos que se
movían en todas direcciones. El semáforo en rojo dándole
paso a los transeúntes para cruzar la calle, el sonido de los
cláxones y también el ruido que hacían las máquinas de
café; el olor que se esparcía por los alrededores. Todo era
normal, todos continuaban haciendo lo mismo cada día.
Me percaté de que un hermoso y negro cuervo no
apartaba sus ojos de mí, o más bien de las pequeñas
migajas de pan que sobresalían de mi plato. Sonreí. Me
cautivaban los animales, pero había algo extraño en mi
reciente fascinación por los cuervos. Nunca me había fijado
en ellos más de lo que estudiamos en el instituto, que son
extremadamente oportunistas, que se alimentan de
carroña, de insectos, de frutas y de animales pequeños.
Además de que son muy inteligentes.
Pero no era eso lo que me atraía de ellos, no. Había algo
más, algo que no podía recordar, algo que los vinculaba a
alguien. ¿Pero a quién?
—¿No estás emocionada? Pueblo nuevo, amigos nuevos,
novios nuevos, vida nueva.
Salí de mi trance para ver a Judith. En un año había
tenido seis novios, nada serio, solo los conocía, salían un
par de días, se besaban, tenían sus momentos más íntimos
y finalmente se aburría de ellos. Por supuesto mamá y papá
desconocían de esto y yo no sería la ideal para contarles
cada aberración que hacía mi hermana con los hombres.
Creo que había hecho el Kama Sutra entero y por la cara de
babosos que se les quedaba a los chicos cuando ella los
dejaba, debía ser buena en la cama.
—Blair, el mundo no se va a acabar ¿entiendes? —Sonreí
y le quité el móvil para ver qué hacía—. ¡No! No Blair.
—Wow. Estoy anonadada. ¿Quién es?
Ella me arrebató el aparato, acomodó su cabello y luego
me dio una mirada siniestra. Obviamente sabía lo que veía
pero me había asombrado que estuviera observando eso en
un lugar público.
—No es nadie.
—¿Alguien que conozca? —insistí, alzando una ceja con
malicia.
—Matt —respondió hundiendo sus cejas, como si todavía
le afectara lo que hicieron.
Por supuesto que me enfadé cuando me lo dijo. Me
desilusioné por completo, esperaba cualquier cosa de ella
menos que se acostara con el chico que estuve saliendo por
varios meses. Lo nuestro no tenía ningún sentido, pero al
ser mi hermana debía respetar que él estuvo antes
conmigo. En realidad no sabía de quién había sido la culpa,
y aunque dejamos de llevarnos por un largo periodo, nos
reconciliamos y decidimos formalizar nuestra última regla.
La vi mordiendo la funda de su teléfono un poco ansiosa.
A ella no le gustaba hablar de Matt, decía que fue una
equivocación, un error que no volvería a cometer, pero en el
fondo sabía que de todos los chicos con los que se había
acostado, era Matt por el que realmente llegó a tener
sentimientos.
Sus estándares eran complicados, la había visto con
chicos buenos y elegantes pero esos no le atarían lo
suficiente. Prefería a ese arrogante que se cree que tiene al
diablo cogido por los cuernos solo porque su padre es
dirigente de la ciudad, y hace fiestas clandestinas sin venir
a cuentas cada vez que quiere cogerse a una chica. Si es
guapo, había que admitirlo, su tamaño, los músculos, esos
ojos tan expresivos y la sonrisa de «Caíste» eran cualidades
que lo convirtieron en la celebridad de estos lares.
—Jud…
En el momento que iba a responderle, sonó mi móvil,
indicándome que tenía un mensaje nuevo. Lo leo sin
desbloquear la pantalla y sonrío sin ninguna explicación.
Hola bonita, llegó el momento para conocernos.
Ese fue el mensaje que encendió el fuego entre nosotros.
Capítulo 5
BLAIR

Un nudo se hizo en mi garganta con esa simple lectura.


Era otro número desconocido.
Luego envió una foto, la abrí sin miedo a lo que pudiera
contener y para mi sorpresa eran rosas, botones de rosas
rojas acomodados en un bonito ramo.
Mis manos temblaron un poco. ¿Cómo sabía que me
gustaban las rosas? Miré nuevamente a mi hermana y puse
el móvil boca abajo en la mesa. Ella me miró, queriendo
descubrir por qué había reaccionado así, solo que no podía
contarle mi secreto; así que opté por continuar la
conversación que estábamos teniendo antes sobre Matt.
—Está bien, ve con él —dije y ella se quedó con una cara
muy chistosa. Esa que pones cuando no entiendes algo, sin
embargo no me reí—. De seguro hará una fiesta, deberías
verlo por última vez.
—¿No te molesta?
No.
Esa era la verdad.
—Lo de nosotros fue pasajero, nada que no se pueda
superar. —Ella giró su cabeza un poco para mirar a la
puerta. Estaba desconcentrada completamente—. Lo digo
en serio, si te gusta Matt realmente, puedes salir con él.
—No me gusta Matt, y no voy a verme con él.
Jud continuó hablando, pero dejé de escucharla cuando
ese chico pasó por delante de mí. Había algo en él que me
intrigaba, sus ojos azules estaban posados sobre mí. Mi
corazón dio un pálpito, todo estaba ocurriendo en cámara
lenta. Pensé en dónde lo había visto antes, o si quizás era
un compañero de mi antiguo Instituto, pero no podía
reconocerlo.
Sus pies se movían de una forma que podía parecer
hasta tortuosa, caminaba en dirección a nosotras, con sus
manos dentro de los bolsillos de su apretado pantalón. Sus
piernas lucían fuertes al igual que sus brazos, que tenían
unos tatuajes bastante peculiares. Su cuello también estaba
lleno de ellos, eran rosas rojas acompañadas de diferentes
símbolos y signos de la muerte, tal vez relacionado con el
satanismo.
Su rostro era hermoso, con un semblante serio y una
mirada tan penetrante que se estaba convirtiendo en un
problema. Y el problema era que no podía dejar de mirarle.
Sabía que debía dejar de hacerlo, que eso era inapropiado,
pero me gustaba hacerlo y por muy retorcido que sonara,
algo me decía que él también tenía curiosidad en mí. Jamás
me había cruzado con alguien que despuntara ese interés
repentino, no desde que conocí a Elijah.
Estaba dispuesta a levantarme, llenarme de valor y
preguntarle su nombre, porque… ¿Cuáles eran las
probabilidades de que encontraras al amor de tu vida en
una cafetería? «Joder, me estoy escuchando como mamá».
Pensé. Sacudí mi cabeza para alejar esos pensamientos,
también dejé de observarlo, no quería que pensara que era
una rarita y mucho menos que se burlara de mí por la baba
que de seguro estaba reflejada en mis labios.
Miré a Jud, y para cuando volví a dirigir mi mirada hacia
él, como arte de magia había desaparecido.
Lo busqué un par de segundos aun con la sensación de
familiaridad, pero al no hallarlo volví a mi plática con Judith.
—Me apetece salir esta noche —murmuró enrollando su
cabello rojizo en su dedo índice—. ¿Nos escapamos una
última noche?
—Nuestros padres llegarán para el atardecer, es una
misión imposible.
Hice un gesto con mi mano para que ella no hablara en
ese momento.
Había recibido otro mensaje.
Pensé si debía responderle algo, pero no quería indagar
más por el momento. Él seguía siendo un enigma, y yo tenía
muchas preguntas que no quería conocer las respuestas.
Coloqué el móvil en la mesa nuevamente y al instante volví
a recibir un mensaje, luego otro. Parpadee dos veces
seguidas y agarré el aparato para leer con rapidez sus
letras.
—También quiero salir —dije decidida.
Si hoy iba a ser mi última noche en la ciudad, la
aprovecharía al máximo.
Salir de fiestas no era algo que me caracterizara, no me
gustaba el ambiente tan cargado de adrenalina y hormonas
que siempre existía. Pero haría una excepción, la primera
razón, porque quería que mi hermana se divirtiera por
última vez en la ciudad; y la segunda, para despejar mi
mente del desconocido. Sabía que si me quedaba encerrada
en mi cuarto no me concentraría para hacer absolutamente
nada.
Habíamos llegado a esa discoteca cerca de las once de la
noche. Nos dejaron pasar porque Jud conocía al chico de la
puerta. El lugar estaba abarrotado y esa ola de calor que me
sucumbió cuando se abrieron las puertezuelas me causó
una sensación de rigidez. Mi hermana tuvo que darme un
leve empujón para que caminara. Pasamos casi a hurtadillas
entre la gente, todos estaban tan atónitos en sus mundos
que ni siquiera se daban cuenta cuando los hacíamos a un
lado para avanzar.
Judith encontró a un par de amigos y se quedó hablando
con ellos, yo me alejé solo un poco para no interrumpirlos y
decidí observar mejor las instalaciones. Mi cabeza giró en
todas direcciones admirando las luces moradas, azules y
rojas. Quedé ciega por unos segundos cuando la bola
gigante en el centro de la pista me hipnotizó. No era que
nunca hubiese salido a una discoteca, pero había algo en
ese sitio que me resultaba habitual; era como si lo hubiese
visitado antes. Pero no, jamás había ido allí, quizás solo
estaba teniendo esa sensación de apego por alguna noticia
que salió en el periódico.
Todos sabían que en Neon Club, era donde se hacían las
mejores fiestas y after party.
Me aparté de mi hermana casi sin darme cuenta y
empecé a caminar por el lugar, perdiéndome entre la
multitud. Recibí un par de pisotones en los zapatos y uno
que otro jalón de cabello en el trayecto hacia la barra.
Sonreí aliviada al percatarme de que una de las banquetas
estaba libre. Corrí prácticamente hacia ella y acomodé mi
espalda en el diminuto espaldar. El bartender me vio de
inmediato y ladeo su cabeza con cierto asombro, luego se
apresuró a llegar hacia mí y me sirvió en una copa una
cerveza.
—Invita la casa —titubeó. Parecía asustado.
—No, gracias. No tomo alcohol.
Enarcó sus cejas en sorpresa, lucía confundido.
—Mira, puedes hacer lo que quieras, pero no ocasiones
otra pelea.
Y antes de que pudiera decirle algo me dio la espalda y
volvió a sus labores con los demás clientes.
Mi cara debía ser todo un poema. ¿Qué significaba eso
que había dicho? Quise preguntarle, pero no me prestaría
atención con todas las personas atosigándolo. Repetí varias
veces su frase en mi mente, no tenía sentido nada. Quizás
me confundió con alguien más, bien dicen que todos
tenemos un gemelo perdido por el mundo; aunque sería
mucha coincidencia que la mía viviera en mi propia ciudad.
Miré una, dos, tres veces la copa sudada por la fría
cerveza, las pequeñas burbujitas chispeantes que subían y
bajaban me estaban llevando a un trance en el que solo
podía fijarme en ellas. Deslicé mi dedo índice por el filo de
la copa y me detuve cuando sentí una presencia a mi
alrededor. Conocí el perfume al instante y cuando su mano
se posó dura y gélidamente en mi hombro, me tensé.
—No creí que fuera a encontrarte justo aquí Blair.
Era Matt.
—Es mi última noche en la ciudad. —Su vista estaba más
allá de mis ojos. Se estaba comiendo con la mirada a mi
hermana—. Eres increíblemente idiota.
—Oh, vamos Blair… Nosotros no teníamos nada en
común, y si me fijé en ti fue porque quería probarte. Pero
cuando te rehusaste a besarme entendí que no buscábamos
lo mismo.
—Solo eras mi crush, pero tristemente resultaste ser un
imbécil más.
Llevó sus manos a su pecho y las cruzó fingiendo un
gesto de dolor.
Sonreí con sorna.
—Patético.
—Eso no es lo que gemía tu hermana cuando me la
estaba follando en tu cama, mientras tú andabas
revolcándote de seguro con tu fastidioso primo.
Apreté mis puños en mi ropa. ¿Cómo era que él sabía
eso? Aparté mis ojos hacia Jud y la hallé riéndose mientras
bailaba con un chico. En el momento que nos vio borró
cualquier rastro de felicidad en su semblante y como si se
tratase de una cámara lenta, la vi dirigiéndose hacia
nosotros.
Fue entonces que me di cuenta que ella le había contado
el secreto de nuestra familia a un desconocido con el que
tenía sexo casual.
Mi pecho latió desenfrenado, me sentí en peligro. En
realidad lo estaba, porque si a Matt le daba por hablar con
los demás sobre mi error, aún más con las influencias de su
padre y su renombre dentro del equipo, mi vida estaría
acabada.
Y no importaría que ya no viviera en esta ciudad.
Mi mente comenzó a nublarse, miles de pensamientos y
palabras ofensivas se repetían una y otra vez. Una
escurridiza gota de sudor descendió desde mi frente, la vi
bajar pausadamente hasta la punta de mi nariz. Fue
entonces que cerré mis ojos por un leve mareo y cuando los
volví a abrir deslicé mi lengua y absorbí la gota,
disfrutándola.
Matt quiso decir algo cuando Jud estuvo frente a
nosotros, pero coloqué mi mano entre sus labios y la
introduje en su boca. Forcejeé un poco para que la abriera
ampliamente. Sus ojos se abrieron sorprendidos, pero lo
hizo un poco más cuando mis dedos tantearon dentro de su
cavidad hasta que obtuve su lengua. La arrastré fuera,
estaba viscosa y con un leve olor a menta y justo cuando
intentó zafarse de mi agarre, alcancé con mi otra mano la
copa de cerveza. Sentí como el cristal se rompía durante el
impacto con la barra y al notar esa filosa punta que se había
quedado, no lo pensé dos veces y la pasé transversalmente
por su alargamiento.
Cuando vi la sangre y los gritos del bartender avisando a
la seguridad del lugar, todo lo que hice fue correr para
escapar de allí. Mis pies se movían apresurados entre el
gentío, sentía que en cualquier minuto caería y me
atraparían. ¿Qué había ocurrido? Desde lejos escuchaba los
gritos de mi hermana, pero yo no iba a detenerme, tenía
que huir, debía llegar a la casa, esconderme bajo la sábana
y suplicar para que esto fuera un sueño.

A las cuatro de la mañana papá estaba acomodando


nuestras maletas en el auto, mientras nuestra madre nos
entregaba unos sándwiches de jamón para desayunar en el
camino. Lo bueno de todo era que nuestro equipaje ya
estaba instalado en nuestra nueva casa, y nada más que
llegáramos solo debíamos asistir a nuestro primer día de
Universidad. Judith estaba a mi lado, no quiso hablar de lo
que había ocurrido en nuestra escapada a esa discoteca y
yo tampoco persuadí en el tema. Para ambas debía haber
sido un acontecimiento un poco traumático. Por suerte no
supimos nada más de Matt y los guardias de seguridad ni
siquiera nos buscaron.
El viaje en el auto estaba resultando más agotador de lo
que pensaba, llevábamos alrededor de cuatro horas de viaje
y aún no llegábamos a Dark. Jud dormía en mis muslos, mi
padre conducía a una velocidad espantosamente lenta, mi
madre tenía apoyada su cabeza en la ventanilla y yo,
trataba de evitar vomitarme en el asiento. Siempre los
viajes tan largos tenían ese efecto en mí.
Imité lo que hacía mi madre y me puse a observar el
paisaje a través de la ventana.
—Deberías descansar también —dijo mi padre captando
toda mi atención—. Llegaremos en una hora.
—Estoy bien —le dije mientras mis ojos se cerraban y
volvían a abrirse con el impacto de la brisa en mi cara—. Me
gusta mirar el paisaje.
De cierta forma no le había mentido, estaba exhausta,
pero lo que estaba viendo me relajaba y me mantenía
alejada de cualquier pensamiento. Estábamos pasando por
una larga carretera recta en la que a ambos lados sólo se
divisaban enormes pinos. Observé pequeñas aves
emigrando de sus nidos, alzando su vuelo en lo alto del
cielo. También me gustaba el resplandor del sol en mi cara
unido a la brisa mañanera.
Unos quince minutos después vi un cartel con un gran
letrero, «Bienvenidos a Dark». A pesar de que pasamos un
poco rápido pude divisar la diminuta frase que estaba
debajo del letrero: «Pueblo de acción». Giré la cabeza hacia
el cartel y comprobé que lo mis ojos vieron fue real, la
palabra acción estaba tachada y un poco más abajo habían
puesto asesinos. Podía leerse claramente «Bienvenidos a
Dark, pueblo de asesinos».
Negué rotundamente, de seguro estaba paranoica por las
horas que me faltaban de sueño.
Alcancé una botella de agua y busqué en la cartera de mi
madre un par de somníferos para conciliar el sueño.
Lo último que vi fue la silueta de un hombre vestido de
negro sacando su pulgar para hacer autostop. Sus ojos me
miraron fijamente, y me quedé atónita viendo como se
hacía más pequeño en la lejanía mientras me quedaba
dormida.
Capítulo 6
BLAIR

Abrí los ojos con una sonrisa forzada en mis labios.


Jud tenía un donut en la boca mientras se ponía unos
ajustados pantalones de mezclilla. No sabía cuánto tiempo
había dormido pero ya estábamos estacionados frente a la
Universidad. Pasé mi mano por la cara y traté de
espabilarme un poco, lo conseguí cuando mi hermana metió
deliberadamente en mi boca un pastelito de queso y me
orientó con los ojos que me cambiara de ropa.
—Vamos Blair, debes darte prisa —murmuró como pudo
ya que estaba pasando una camisa por su cabeza y a la
misma vez tragaba su donut.
No sabía cómo podía hacer tantas cosas.
Miré a través de los empañados cristales y vi a muchos
jóvenes que parecían salidos de revistas de modas. Las
chicas llevaban vestidos elegantes y tacones, los chicos
usaban smoking de diferentes colores. Algunos se bajaban
de sus lujosos autos mientras que otros caminaban bajo la
lluvia con sus paraguas. Eso me hizo pensar que a pesar de
ser un pueblo en las montañas, la apariencia seguía siendo
primordial.
Mi madre me observó y me orientó que me vistiera, por
supuesto iba a hacerlo, no estaba entre mis fantasías que
todos me vieran con la ropa que usualmente me ponía para
estar cómoda en casa. Al quitarme las prendas, mi cuerpo
se tensó y un escalofrío recorrió mi espalda baja. La
temperatura era de veinte grados según lo que marcaba mi
teléfono. Busqué mi blusa favorita de mangas largas y con
cierres a presión, unos pantalones campana y par de botas
de cuero negras. Hice una coleta alta en mi cabello, tomé
otro pastelito y agarré la sombrilla que me extendió mi
padre.
—Estoy lista —habló Judith pasando su mano por encima
de mí para abrir la puerta.
—Yo también —respondí sonriente mientras papá besaba
la frente de Jud y mamá recitaba su discurso de no hablar
con desconocidos, sacar buenas notas, agradarle a los
profesores y no ponernos nuevamente en ridículo.
Eso último había sido una indirecta para mí, era obvio.
Fui la primera en salir del coche y al hacerlo, el viento
frío congeló mis mejillas. Debía acostumbrarme al clima
húmedo y amoratado de este lugar cuanto antes. Me giré y
les sonreí por última vez a mis padres y luego caminé hasta
la entrada de la Universidad. Jud se me había adelantado y
como si estuviera en algún tipo de película y ella fuera el
típico popular de la escuela, se giraba y le miraba el trasero
a cada chico que pasaba por su lado. Luego me hacía una
seña y yo negaba sonriente mientras esquivaba algunos
charcos que se habían hecho por el acúmulo de agua.
Ella me alcanzó y me abrazó torpemente con un brazo,
haciendo que mi sombrilla saliera volando. Le di una mirada
asesina a mi hermana y salí corriendo tras la sombrilla.
Nada mejor para iniciar el día que una buena carrera en el
centro del campus. Ya podía escuchar a la gente hablando
de mí y susurrando lo rara que era. Eso no me importaría si
no hubiera hecho algo horrible, pero en mi condición actual
lo único que pedía era pasar desapercibida.
Me agaché para tomar la sombrilla pero de la nada,
desapareció de mi vista.
Sólo veía unos negros y limpios zapatos de hombre.
Aún agachada, mi vista subió lentamente por la ropa
elegante de ese hombre y cuando mis iris hicieron contacto
con los suyos, casi sentí un colapso mental con la mirada
tan gélida que trasmitía. Agarraba mi sombrilla cerrada con
una de sus manos y con la otra sostenía la suya propia,
cubriéndose así de algunas gotas de lluvia.
—Gracias —dije levantándome y tomando mi sombrilla.
La jalé hacia mí pero él no la soltaba, solo intensificaba
su agarre. La atrajo a su pecho con una fuerza sobrehumana
y me arrastró hacia él con el fuerte tirón. Una de mis botas
quedó encima de su zapato, la retiré rápidamente e intenté
alejarme de él pero solo conseguí que me pegara más a su
pecho, ocasionando que nuestras respiraciones se volvieran
una sola y que nuestros labios estuvieran a pocos
centímetros de rozarse.
Me congelé en el lugar.
Él me dio una sonrisa ladeada y miró cómo mis manos
habían salido de mi sombrilla para quedar encima de su
camisa. Las quité al instante y me separé de él. Por suerte,
la lluvia había cesado y a pesar de que estaba muy
nerviosa, sabía que no debía asustarme. Sus ojos verdes no
dejaban de mirarme, era como si me estuviera evaluando,
como si buscara algún tipo de defecto en mí. Otra vez
sonrió, solo que esta vez me mostró sus más que perfectos
y blancos dientes.
No dijo nada, sólo volvió a dejar la sombrilla en el suelo,
me dio la espalda y siguió caminando.
La tomé y un poco confusa lo miré.
Estaba más que claro que ese hombre era un total
arrogante y engreído. Mi mente pensaba en alguna razón
lógica para que ese tipo hubiese actuado tan
estúpidamente.
Al menos ya sabía que en Dark no iba a encontrar
personas como yo.
Seguí observándolo sin saber por qué y me percaté de
que una chica con un hermoso vestido estampado azul
corría hacia él. Ella me miró, él hizo lo mismo y luego los
perdí de vista cuando mi hermana se detuvo frente a mí.
—¿Quién es? —preguntó con una sonrisa de oreja a oreja.
Al parecer el peliblanco era interesante para Judith.
—¿Tengo cara de saber quién es él? —le dije de mala
forma, alzando una ceja.
No iba a formar una discusión pero debía dejarle claro
que estaba enfadada ya que por su culpa todos me miraban
de forma rara, como si fuera un delito que le hubiese
hablado a ese chico.
—Dios, Blair, lo siento. Solo fue un accidente —sonrió
tomándome del brazo y le correspondí la sonrisa. Tampoco
era para tanto… ¿no?—. Es el dios albino. Quiero tu
autógrafo Blair, ni siquiera hemos entrado y ya tienes todos
los ojos encima de ti.
—¡Oh sí! Es genial ser el centro de atención —murmuré
con sarcasmo—. Quiero dar un recorrido por el pueblo y
encontrar algo —mencioné a unos pasos de entrar en el
establecimiento—. No voy a ir a clases hoy.
—¿De nuevo vas a ese lugar? —preguntó dudosa de mi
respuesta, pero tomó mi silencio como un «Sí»—. Nunca voy
a comprender tu afán con ese tipo de lugar. Ninguna
persona normal le gustaría pasar más de diez minutos allí…
La dejé hablando sola y salí nuevamente a la calle. Todo
el lugar parecía desierto, el aire tan frío quemaba la punta
de mi nariz y las nubes se amontonaban en el cielo, de
seguro volvería a llover. Miraba las altas casas que parecían
extrañas y silenciosas, como si no hubiera nadie dentro,
pero sabía que no era así. Podía verlos escondidos detrás de
las cortinas, asomando solamente las cabezas. Me
contemplaban y aunque no escuchaba lo que criticaban,
debía ser algo sobre mí. No es que me creyera el ombligo
del mundo pero al ser un pueblo pequeño, suponía que
todos debían conocerse y ver una cara nueva merodeando
debía ser raro.
En silencio, me dirigí colina abajo buscando inquieta ese
lugar. Me había guiado por carteles que tenían el mapa de
Dark. Verdaderamente era pequeño. Sólo había un bar, una
Universidad, una High School, una cafetería, un concentrado
de casas y algunas que estaban alejadas en lo profundo del
bosque y las montañas.
Me detuve frente al único lugar donde podía ser yo,
donde podía sentirme libre, donde sentía que todos mis
pecados habían sido perdonados.
El cementerio.
Una sonrisa se expandió en mis labios al ver desde fuera
el hermoso campo verde, con lápidas, flores, rocas y
algunas tumbas con un decorado de enredaderas. Este
claramente no era un lugar para los vivos, pero aquí, me
sentía más viva que nunca. No sabía por qué había creado
un vínculo afectivo con la soledad y la paz de estos lugares,
pero solo aquí podía recapacitar y pensar claramente.
Avancé y mi corazón comenzó a acelerarse cuando pasé
mi mano sobre la primera lápida del estrecho sendero. Un
cosquilleo recorrió toda mi piel y me sentí vigilada. Las
ráfagas de viento, cada sonido amplificado de un modo
tenebroso pero bello, el crujir de las ramas de los árboles al
ser pisadas y los montones de hojas en los rincones, hacían
este lugar aún más interesante.
Decidí sentarme bajo un enorme sauce, saqué mi celular
y lo conecté a mis audífonos, mi plan era simple, dormiría
bajo la sombra del árbol hasta que despertara o hasta que
la lluvia me hiciera correr. Unos minutos después, en los que
me perdí con las voces de 5 Seconds of Summer, decidí
cerrar los ojos y dejar que el tiempo pasase.
Me levanté sobresaltada al sentir unas ligeras cosquillas
en la piel de mis brazos. Solté un grito ahogado cuando fui
consciente de que muchas lombrices estaban arrastrándose
hacia mi cuello. Con el corazón a punto de salirse de mi caja
torácica vi cómo se precipitaban al suelo muchos pétalos de
rosas rojas y unas mariposas negras muertas. Me asusté y
observé bajo mis pies.
«¡Qué mierda!»
Pensé.
Entonces sentí ojos sobre mí, y me atreví a levantar la
mirada, impactándome con el chico que estaba justo en mis
narices. Era mucho más alto que yo, de cabello negro
rebelde que se escapaba de la capucha gris que llevaba
puesta. Tenía unos ojos azules oscuros, que me observaban
detalladamente. Su cara era varonil, su mandíbula y
pómulos estaban bien marcados. Sus labios estaban
rosados, casi violetas por el clima gélido. Sonrió y luego
suspiró, arrojando todo el humo de su cigarro sobre mi cara.
«Otro idiota más».
—¿Estás perdida? —curioseó quitándome una lombriz
que tenía en el cabello. Di un salto y evité asustarme de
más.
Ni siquiera sabía por qué estaba temerosa, a mí no me
asustaban esos insignificantes bichos.
La voz de ese chico era muy profunda, sexy. Parecía ser
rebelde aunque no creía que tuviera mi edad. Me quedé
callada, todo en él parecía familiar, vi que en el dorso de sus
manos tenía varios tatuajes de rosas y podían notarse otros
a lo largo y ancho de su cuello. Me preguntaba si todo su
cuerpo estaría teñido en tinta.
Ignorando el hecho de que el desconocido supo cómo
atraer mi atención, recogí mi bolso del suelo, guardé mi
móvil y los audífonos y le di la espalda caminando en
dirección contraria a él.
—¿No te han enseñado a responder cuando te hablan? —
inquirió caminando a mi lado con sus manos en los bolsillos
del pantalón. Sacó algo de uno de ellos y comenzó a
desempaquetarlo—. ¿No puedes hablar, pero si espiarme?
Lo escuché reír mientras introducía en su boca un
cuadrito de chicle.
—No te estoy espiando —musité mientras admiraba la
forma en la que se movían sus labios cuando sonreía y
mascaba el chicle.
—Lo haces —soltó divertido quitando la capucha de su
cabeza—. Me miras con el rabillo del ojo desde esa otra
cafetería en la ciudad. —Me apuntó con su dedo índice y
luego se detuvo frente a mí. Llevó sus manos a los bolsillos
nuevamente y se inclinó hacia mi rostro—. ¿Cómo te
llamas?
Me quedé en silencio durante varios segundos. Así que
después de todo él era el de la cafetería. ¿Pero qué hacía
aquí? ¿Me reconoció?
Me di una bofetada mental. No podía creerlo. Estuve a
punto de interesarme en un idiota.
—¿Por qué tendría... —No continué hablando porque él
embutió en mi boca otro cuadrito de chicle.
Lo mordí y salió de su interior un líquido con sabor a
fresa. Luego lo escupí en sus zapatos, él abrió su boca
ligeramente, negando con una sonrisa.
—Además de agresiva, maleducada. —Hizo un ruido con
su lengua y ladeo una sonrisa traviesa—. ¿Eres así con
todos?
—No hablo con desconocidos —le respondí y continué
caminando, me imitó y continuó a mi lado. Al parecer no
podría escapar de él tan fácilmente.
—Siento interferir en esa loca idea de no hablar con
desconocidos, pero creo que fallaste desde el momento que
dijiste que no me espiabas.
Sonrió y mantuve mi gesto serio, intimidante.
No iba a dejar que un lindo chico de ojos azules se
burlara de mí.
—Por cierto, soy Damon.
Damon, un nombre, cinco letras.
Un chico que sabía que me iba a llenar de problemas,
comenzando con mi hermana.
Capítulo 7
BLAIR

Estado: de mal en peor.


Huir de clases no había resultado para nada bien, o
bueno, hubiese sido la escapada perfecta si Damon no
hubiera interferido en mi relajación. Ni siquiera entendía por
qué tuvo esas confianzas para gastarme una broma tan
pesada y luego como si nada, pretendió que íbamos a iniciar
una conversación. Era notable que no me entendía, de otra
forma, se las hubiera pensado dos veces antes de
molestarme.
Lo dejé atrás en el instante que recibió una llamada
telefónica y que por los gestos que hizo, no era una de las
que te invitaban a una deliciosa cena, más bien, era una
llamada más irritante que un grano en el trasero.
La cuestión era que cuando lo perdí de vista, me
escabullí entre algunas personas que transitaban por el
paso de peatones y luego de unos segundos, me adentré en
la única cafetería del pueblo.
Al entrar, el sonido de las campanas avisó al mesero que
había un nuevo cliente. A pasos relajados se acercaba a mí
con una carta y luego de sonreírme descaradamente y de
presentarse, me llevó hasta una mesa al fondo, pegada a
una ventana. Le agradecí por su amabilidad y luego de ojear
la carta, le pedí un café expreso doble. Necesitaba con
urgencia que el agotamiento desapareciera.
Mientras mi orden era preparada, me deleité observando
todo a mi alrededor. Era un establecimiento muy bien
estructurado y la decoración tan hogareña te hacía creer
que te encontrabas en la cocina de tu casa. Había varias
personas sonriendo y haciendo chistes en grupo, parecían
ser estudiantes y en la mesa que estaba pegada a la pared,
al lado de la barra, se hallaban una pareja de ancianos.
Ambos estaban tomados de las manos y la forma tan
bonita en la que sonreían me hacía pensar si alguna vez yo
pasaría por lo mismo. Realmente admiraba a esas parejas
que llevaban casados más de cuarenta años porque
actualmente, cómo va el mundo, después de diez años ya
se encuentran estresados y comienzan a recurrir a las
peleas y la infidelidad.
—¿Puede subir el volumen del televisor? —le pido
amablemente al mesero y él saca el control remoto
asintiendo.
—Disfrute de su orden señorita —murmuró una vez que
llevé la taza a mis labios. Asentí y continué observando la
noticia.
La periodista se encontraba batallando con la fría
ventisca en algún lugar de la ciudad, detrás de ella estaba
un pequeño niño de cabellos oscuros. Sus pequeñas
manitos agarraban con fuerza la tela roja del traje de un
joven. Sus ojitos se cerraban con fuerza mientras las
lágrimas escapaban y recorrían sus rojizas mejillas. Su grito
ensordecedor era escalofriante. ¿Qué había sucedido allí?
Dejé de prestar atención al entorno y me centré en la
periodista que iba a comenzar a hablar.
—Matt Smith era un joven universitario que luego de
regresar de una fiesta fue atacado por un animal. Todo
sucedió muy cerca de su casa, por lo que su hermano, quien
salía a jugar, lo encontró y se aterró al verlo fallecido. —
Mientras ella seguía hablando sobre el caso, una mujer
corrió hacia el pequeño y se lo llevó fuera del lugar. La
cámara hizo zoom en el chico y casi escupo el café al ver
que habían censurado la parte superior del cuerpo, pero que
por fallos del camarógrafo, se podía apreciar la cabeza
ensangrentada del joven cerca de un árbol. Eso no podía
haberlo hecho un animal. Y lo peor, era que esa misma
noche Jud y yo estuvimos con él—. Es el tercer asesinato en
menos de una semana, por favor, les pedimos a todos que
se mantengan aislados en sus casas para evitar otro
desafortunado incidente.
—¿Blair? —Obtuvo mi atención mi hermana—. ¿Qué
haces aquí? Pensé que estarías en ese lugar.
Eso último lo dijo en un tono bajo.
—¿Y tú? —le dije al observar que andaba con algunas
chicas y que ellas le hacían señales para que fuera hasta la
mesa en la que se habían sentado—. Creía que estabas en
la Universidad.
—Ahora las alcanzo —vociferó mi hermana y se sentó
frente a mí. Miré el televisor pero el mesero lo había
apagado—. Las clases no duran doce horas, ¿sabes? —
ironizó y sonreí. Realmente había perdido la noción del
tiempo—. Tengo algo que contarte…
—Yo también. —Tomé la delantera, lo que había visto me
había puesto muy nerviosa—. Matt fue asesinado —
cuchichee, ella pareció no sorprenderse por la noticia—. ¿No
te preocupa? Nosotras estuvimos con él horas antes de que
muriera, podrían pensar que somos sospechosas, o que
escapamos a este pueblo para cubrir el asesinato.
—Nosotras nos fuimos de la fiesta y él estaba bien, ni
siquiera quiso poner una denuncia contra nosotras cuando
lo golpeaste. Si le ocurrió algo la policía se encargará de
encerrar a su agresor.
¿Lo había golpeado?
Entonces la sangre, su lengua…
¿Fue todo mi mente?
—Pero fue horrible. —Llevé mis manos a mis ojos,
cubriendo mi rostro, sintiendo como mis lágrimas
comenzaban a ocupar parte de mi rostro.
—Lo fue, pero nosotras no tenemos nada que ver, no
hables con nadie sobre esto. Y deja de actuar como si
estuviera sermoneándote.
Yo la escuchaba, pero no procesaba lo que me decía, mi
mente estaba divagando en el asesinato de Matt y que por
más que dijeran que lo hizo un animal, sabía que estaban
mintiendo.
El miedo comenzaba a fluir por mis venas, no podía ser
cierto que otra vez estuviera en peligro.
No quería creer que él lo hubiese matado, que me
hubiese encontrado.
—¿Me estás escuchando? —Sentí la mano fría de Judith
sobre la mía y la aparté de inmediato un poco paranoica—.
¿Qué te pasa?
—Nada. —Llevé mis manos debajo de la mesa y sin que
se diera cuenta empuñé la tela de mi pantalón—. ¿Qué
decías de esas chicas?
—No debes preocuparte Blair, todo está bien —dijo muy
despacio observándome fijamente—. Aquí no corremos
peligro —asentí intentando mantenerme serena.
Sin esperarlo, mi teléfono me envía la notificación de que
tenía un mensaje nuevo e ignorando el sonido casi irritante,
continué observando a Judith.
—¿No vas a contestar? —me preguntó alzando una ceja y
negué subiendo mis manos nuevamente a la mesa.
—No es nada importante —respondí y levanté mi mano
obteniendo la atención del mesero. Esta vez le pedí un
carajillo y Judith ordenó una gaseosa—. ¿Una bebida fría con
este clima?
—No intentes cambiar de tema Blair. —Sonreí, después
de todo mi plan de escapar de su interrogatorio no funcionó
—. Cuenta todo si no quieres que enloquezca.
En ese momento odié no tener el móvil en vibrador.
—No hay mucho que contar —admití y le sonreí al
mesero cuando trajo nuestros pedidos—. Es ese chico de
hace años, que todavía no tiene nada mejor que hacer que
enviarme mensajes y yo que también me aburro mucho le
contesto como si fuéramos amigos —ironicé esa última
parte.
—¿Y ya? —se quejó y me reí, ni para contar una historia
era creativa.
—Sí. —Ella me arrebató el móvil y encendió la pantalla.
Mi intento de evitar que leyera falló en el instante que su
cara se desfiguró cuando hizo una mueca—. La cafeína es
una droga, bonita. Si quieres tener malos vicios acércate a
mí. —Un nudo se hizo en mi garganta cuando escuché el
tono en el que Judith leyó—. Misterioso, romántico y un poco
psicópata. Totalmente tu tipo.
Sí, mi hermana no podía estar bien de sus cabales.
Volví a leer los mensajes y mi vista fue a parar más allá
de la ventana. No solo estaba hablando con un desconocido,
sino que me estaba siguiendo. No pude visualizar nada
salido de lo común, ni siquiera había alguien mirando hacia
aquí. Un cosquilleo se formó en mi estómago cuando mi
mente repitió sus últimas palabras… «Acércate a mí».
Negué inmediatamente y miré a mi hermana. Había tomado
la decisión de no escribirle más, en mi estado de paranoia
comenzaba a creer que sí era un psicópata obsesivo que
venía tras de mí.
En un abrir y cerrar de ojos, ya no estábamos solas en la
mesa, las amigas de Judith se nos habían unido. Ahora que
las tenía en frente pude observarlas mejor y no comprendí
qué hacía mi hermana con tipas como ellas. No eran como
nosotras, esas chicas tenían un aire de superioridad que
llegaba hasta el cielo, de seguro siempre andaban
maquilladas y luciendo un vestido nuevo cada día. Debían
ser de las que les hacían berrinches a sus novios cuando se
les negaba algo y por supuesto, eran de una familia
adinerada, al menos la castaña que no dejaba de sonreír
falsamente.
—Vimos que demorabas y decidimos unirnos a ustedes
—comentó la castaña sonriente hacia mi hermana—. Soy
Nerea y ellas son Saray y Lucía.
—Hola, soy Blair, la hermana de Judith —contesté un
poco cortante.
Después de unos segundos incómodos en los que
prácticamente no hablamos y sólo nos miramos, la chica
que se llamaba Lucía recibió una llamada y se excusó para
hablar en privado. En esos momentos que no estuvo, noté
que no dejaba de mirarme y entendí que podía sentirse
presionada con mis ojos encima de ella cuando
seguramente estaba teniendo una conversación importante
con alguien.
Antes de apartar la mirada, me cercioré de lo que pensé
con anterioridad y comprobé que tenía razón. Lucía era alta
y su piel era tan blanca como la de la familia Cullen en
Crepúsculo. Su cabello azabache estaba a unos centímetros
de rozar sus hombros, tenía un cuerpo delineado y estaba
completamente segura que con cualquier ropa se le
marcarían las curvas que tenía. Su cara, al contrario de
Nerea era más perfilada y sin mucho exceso de pintura.
La otra chica, Saray, era más pequeña y lo que más
resaltaba en ella era su cabello largo y ondulado, aunque
también cabía destacar que sus ojos negros eran muy
expresivos y hasta en cierto punto atemorizantes. Al
contrario de las otras dos, ella parecía ser de las personas
que no les importaba que una bomba exterminara el mundo
por su apariencia despreocupada y quizás divertida.
Apostaría lo que fuera a que Saray era el guasón del grupo.
Nerea era una castaña bonita, pero opacaba sus
cualidades con tantas capas de maquillaje en su rostro.
Supuse que medía lo mismo que yo, aunque era un poco
más alta y debía estar rozando el metro con setenta y dos.
—Buenas noticias Nerea. —Llegó Lucía y se sentó
nuevamente mirando solamente a su amiga—. Hablé con
Liam y todo está listo para esta noche. Nos reuniremos en la
casona cerca del lago.
Mi hermana y yo nos miramos sin entender nada pero no
íbamos a preguntar, simplemente porque no eran nuestros
asuntos.
—¡Genial! —exclamó Saray y nos miró fijamente sin
pestañear. Ella seriamente me daba miedo—. ¿Les apetece
una fiesta de iniciación por el nuevo semestre?
—Paso —respondió mi hermana sin darme un segundo a
procesar la pregunta de Saray—, pero creo que sería buena
idea que te les unieras Blair. Ellas son buenas chicas, y
Lucía va en tu año, podrían ser amigas. —Jud me codeó para
que dijera algo y solo pude afirmar con la cabeza.
—No me apetecería mucho una fiesta ahora, pero
supongo que será imposible negarme, ¿verdad?
Terminé diciendo y ellas se miraron al unísono, luego me
observaron y finalmente Nerea habló.
—No es una fiesta grotesca Blair, digamos que es una
reunión de un par de chicos a los que les gusta divertirse,
romper un par de reglas mientras bebemos y por supuesto
para aprovechar y conocer personas interesantes. —La
escuché, pero no terminé de procesar toda la información—.
Nos reunimos casi siempre en un lugar distinto porque Liam
es un poco excéntrico y tiende a hacer juegos fascinantes,
amiga.
Lo que menos quería era una fiesta cada dos por tres.
Me vi en la obligación de rechazar su propuesta y
extrañamente se decepcionaron.
—Es una lástima, pensamos que podrías encajar en
nuestro pequeño círculo. Estamos seguras de que cuando
conozcas a Liam te agradará, además de que es nuestro…
—Se quejó Lucía y casi pude notar como sus labios se unían
haciendo un puchero cuando Saray le dio un codazo—. No
aceptamos a cualquiera Blair, pero tú nos trasmites buena
vibra. —Reformuló su frase mientras sobaba su piel.
¿Liam?
¿Quién era él y por qué parecía ser el rey de la fiesta?
—Mi hermana irá —concluyó Judith por mí—. Tienes que
dejar de ser tan asocial, Blair.
—Estás de broma, ¿cierto? —susurré para que solamente
ella me escuchara mientras pellizcaba su muslo.
—Suéltame que nos están mirando —murmuró sin
separar mucho sus labios y cuando la dejé suspiró aliviada
—. Por favor, necesito que salgas con ellas solo esta noche
para yo hacer algo más sin que nuestros padres sospechen.
—Su súplica me dejó boquiabierta. ¿Qué estaba planeando
ella?
—Me deberás una y muy grande, Jud —volví a susurrarle
y ella sonrió acompañando a las demás chicas.
—Como dije, ya tienen a su nueva chica de fiestas.
—¿A qué hora? —pregunté a las demás y escuché la risa
triunfal de mi hermana. A veces la odiaba.
—A las diez de la noche —contestó Nerea.
Justo en ese instante, antes de que pudiera decir algo, la
puerta de entrada de la cafetería se abrió, resonando las
campanas por todo el lugar nuevamente. Entró un chico en
jeans negros, zapatillas deportivas y su torso desnudo. Tenía
su pecho y ambos brazos con tatuajes, que parecían ser
extraños tribales. Me quedé observando su rostro, era
hermoso. Lucía enojado y de su labio inferior salía sangre.
Sus ojos marrones interactuaron con los míos cuando quitó
de ellos, su lacio, castaño y húmedo cabello.
Mi mente no procesaba nada en ese momento. Estaba
raramente inquieta. Se veía tan adolorido, pero a la misma
vez emanaba esa posesividad y misterio que al parecer era
típico de este pueblo. Pasó por mi lado, ignorando cualquier
cosa al alcance de sus ojos y fue directamente a la barra.
Entrelazó sus dedos en el cabello y cerró los ojos
mientras esperaba su pedido. Antes que pudiera darme
cuenta, venía de regreso. El aroma a café llegó a mis fosas
nasales cuando pasó por mi lado y se perdió tras la puerta.
Mi cabeza giró indiscretamente y me sentí como una niña
pequeña que miraba a su juguete preferido.
Él tenía algo que me parecía singular.
Otra vez este sentimiento de cercanía.
¿Qué estaba ocurriendo conmigo y cada chico extraño
que veía?
Capítulo 8
BLAIR

Un chasqueo de dedos frente a mis ojos, hizo que saliera


del trance al que ese desconocido me había llevado. Jud me
miraba expectante, casi podría leer su mente: «Es
hermoso». Y sí, en efecto lo era. No sabía qué me llamaba
más la atención, si su fornido cuerpo con tatuajes o su
rostro confundido y ensangrentado. Sea como fuere, aquel
chico misterioso había ocasionado un sentimiento de
confusión en mi organismo.
—Tierra llamando a Blair... ¿Me recibes? —Se burló mi
hermana y Lucía se rió entre dientes. Nerea me miró como
si estuviera enfadada y Saray simplemente estaba
disfrutando del momento.
—¿Qué me decías? —respondí intentando cambiar de
tema, pero al parecer ellas necesitaban seguir
abochornándome después de que me quedara como boba
mirando a ese chico.
—¿Quieres un pañuelo para la baba? —dijo Nerea y quise
callarla de una bofetada—. ¿En serio? ¿Aiden Pierce?
—¿Aiden? —musité confundida—. ¿Lo conoces?
Pregunta idiota. Obviamente lo conocía y al parecer no le
caía bien.
—Tiene dieciocho, está estudiando Literatura, como tú
¿no? —Comenzó a explicar Nerea y yo solo podía unir los
hilos. Era de mi edad, estudiaba lo mismo que yo y como si
no fuera poco sentía que ya nos habíamos conocido en otra
vida—. Es solitario, y no habla con casi nadie. Solo
profesores, es muy introvertido.
—¿Te rechazó? —solté indiscretamente y noté cómo
Lucía codeaba a Saray cuando intentó reír.
—No, no tuve la oportunidad de acercarme a él —
respondió Nerea entre dientes—. Lo vi solo dos veces en el
Instituto, luego yo entré a la Universidad. Pero le gustaba
mucho fumar bajo un árbol del campus y cuando intenté
invitarlo a tomar un café simplemente me ignoró —soltó un
quejido al aire y se cruzó de brazos—. El idiota ni me miró a
los ojos —dijo y me sentí extraña, a no ser que hubiese
alucinado, Aiden y yo coincidimos miradas—. Pero bueno,
ahora tengo novio y no pienso cambiarlo por un chico como
él.
—¿Pero te gusta? —insistió Lucía mirándome y negué. Sí
me parecía atractivo, pero no iba a confesarles mis gustos a
esas chicas que acababa de conocer.
—Demasiado idiota —dijo Jud y la miré confundida. ¿Mi
hermana estaba excluyendo a un hombre?—. No es del tipo
que le gustan a Blair.
¿En serio estás diciendo eso?
Oh dios, que mal me conoce.
—Sin embargo… —Jugó con su cabello—. Hay un chico
con el que lleva escribiéndose algunos años que la tiene
loquita.
Fruncí el ceño y la miré como si acabara de decir la
mayor estupidez. ¿En serio? Dios, permítame cambiar de
hermana por unos minutos y así poder acabar con esta
idiota que no puede guardarse un solo secreto.
Bufé.
—¿Nos vamos ya? —hablé y saqué algunos billetes de mi
bolsillo para pagar mi cuenta, estaba nerviosa—. Tengo que
terminar de ordenar mi habitación.
Ella asintió y antes de que nos marcháramos Nerea me
recordó el lugar donde nos encontraríamos.
Le sonreí apáticamente y salimos de la cafetería.
La tarde transcurrió tranquila. Puse a todo volumen la
música en mi habitación mientras decoraba las paredes,
acomodaba mi ropa, zapatos y guardaba los accesorios.
Siguiendo algunos vídeos de YouTube, armé una mini
biblioteca y coloqué todos mis libros. Los ordené por
géneros, romance, policíaco, erótico, misterio, novela juvenil
y alguno que otros de terror. Al terminar hidraté mi piel con
un buen baño de agua caliente y a los minutos, mi cuerpo
cayó rotundo en el centro de la cama.
Había llegado la hora de descansar.
—¡Te encontré! —se escuchó una cínica y burlona voz a
mis espaldas.
—¿Cómo supiste que estaba aquí? —dije temblando
mientras su respiración recorría mi cabello hasta la parte
trasera de mi nuca.
—Vives en un pueblo pequeño Blair, Dark será tu
perdición. —Me giró hacia él, chocando mi pecho con el
suyo.
Alzó mi mirada y no pude ver nada. Sin ninguna
explicación, estaba hablando con una persona sin rostro.
—¡No escaparás de nuevo! —gritó y el filo de un
destornillador quedó clavado en la parte trasera de mi
cabeza. Comencé a sangrar, pero aun así, seguía de pie,
tratando de luchar. No quería rendirme. Tenía que vencerlo.
—¡No por favor! —grité y retrocedí tratando de huir de él.
—No habrá un mañana Blair.
Cuando quise darme cuenta, una bala impactó en el
centro de mi frente y me abalanzó desde un gigantesco
puente, lentamente caí en el fondo de un profundo, oscuro y
frío lago.
—¡No!—grité y me senté exaltada en la cama, las gotas
de sudor corrían por mi canalillo.
—¿Otra vez la misma pesadilla? —La voz de mi madre
me sorprendió. Estaba poniendo alguna ropa mía dentro del
armario.
Me lancé a su pecho y lloré desconsoladamente. Otra vez
se repetía el mismo sueño, pero con cada noche que pasaba
las atrocidades que ese hombre sin rostro me hacía eran
peores.
¿Y si sabía que estaba en Dark?
¿Y si venía a buscarme y cumplía lo que prometió en mi
mente?
Los brazos de mi madre me rodearon y me sentí
tranquila, la respiración aún salía entrecortada pero poco a
poco se estabilizó.
—Él me encontrará mamá. Va a matarme —sollocé en su
pecho y ella acarició mi cabello suavemente.
—Blair, es solo un sueño que llevas teniendo hace años
—murmuró cerca de mi oído y me relajé al escuchar su voz,
sentía que nada me iba a ocurrir si mi madre estaba a mi
lado—. Ahora que estamos en este pueblo, debemos buscar
un nuevo terapeuta que nos ayude. Mason sigue fuera del
país y la comunicación con él se ha debilitado.
—Lo sé, pero no quiero contarle de nuevo mi vida a otro
psicólogo. —La miré por unos segundos sin decir nada y
luego pronuncié—. No quiero que más personas sepan de
mis absurdos ataques de pánico y mi ansiedad.
—No te preocupes cariño, es por tu bien. Tu padre y yo
nos encargaremos de ponernos en contacto con Mason,
pero si fallamos, buscaremos al mejor psicólogo del pueblo.
¿Estás de acuerdo? —asentí mientras secaba una
escurridiza lágrima y me levantaba de la cama para
alcanzar mi celular y ver la hora.
—¡Mierda! ¿Cuánto he dormido? —exclamé sacando unos
pantalones y una camisa del armario—. Solo quería
descansar una hora y terminé durmiendo cinco.
Me quejé mientras me vestía y observaba a mi madre
mirarme sin entender nada.
—Tu hermana nos contó sobre sus nuevas amigas y la
pequeña reunión que tendrán. —Bien, al menos Judith había
hecho algo bien y me ahorró una explicación—. Prepararé
una merienda para que vayas con el estómago lleno.
—No hará falta —murmuré untando un poco de colonia y
luego alcancé mi bolso—. ¿Puedo tomar el auto familiar? Es
que ya voy tarde.
—Está bien, tu hermana se adelantó para que no se
preocuparan los demás.
Me detuve frente al espejo y permanecí de pie unos
segundos, observándome. En realidad, soy una mujer
bonita. Mi rostro es delicado, mis pómulos son ligeros, una
nariz recta y bien proporcionada, una barbilla ligeramente
puntiaguda, ojos azules con pestañas abundantes, mis
labios están llenos de carne y mi cabello es largo y negro. Mi
cuerpo no es muy delgado, pero tampoco muy corpulento.
Ancha de caderas con un par de senos pequeños pero
levantados. Mi culo es redondo y parado, mis piernas son
largas y ejercitadas por todas las sentadillas que hacía para
tener el trasero en forma.
Luego miré a mi madre y le di un beso cuando me
extendió las llaves del coche. Bajé con mucha prisa las
escaleras, saqué el auto del garaje y me subí en él. Mis
dedos golpearon levemente el volante. Salí de mi casa
mientras escuchaba un poco de música clásica. Estaba
nerviosa, y no era para más. Iba a verme con totales
desconocidos para disfrutar de una fiesta que en realidad no
me interesaba.
Avancé por un pequeño sendero en el bosque, estaba
oscuro y los ruidos extraños de los animales me asustaban,
por unos segundos pensé en el animal que atacó a Matt y
mis instintos gritaron que regresara a casa. Sin embargo no
lo hice y avancé por la pequeña calle llena de naturaleza a
ambos extremos. El viento hacía que los altos y fuertes
árboles danzaran provocando un sonido tenebroso pero a la
vez reconfortante. Sin esperarlo, el auto se detuvo y casi al
mismo tiempo, escuché un estruendo.
«¡Joder, no!»
Había pinchado una goma.
Me bajé del auto cerrando la puerta y con el celular
alumbré la goma trasera. «¡Qué mierda!» Pensé. Se había
perforado con una oxidada trampa para osos. Me agaché y
traté de sacarla pero era imposible. Mis manos se
ensuciaron con el óxido naranja y mis zapatos se
mancharon por los bordes de barro.
«¡Genial!» Gritó mi mente con sarcasmo.
¿Ahora qué haría? La única solución era llamar a mis
padres pero no sabía cómo explicarles dónde estaba y
tampoco podrían venir por mí ya que me había llevado la
única forma de transportación. Además que no sería
conveniente que supieran que en vez de reunirnos en una
casa normal, lo hacíamos a mitad del bosque. Miré la hora y
llevaba diez minutos de retraso, di unos pasos hacia
adelante y me di cuenta que no estaba tan lejos. La casona
estaba alumbrada y con la luz del móvil podía tomar lo
esencial y avanzar unos metros hasta llegar a ese lugar.
Mis pies se movían deprisa en el sendero, mi corazón
retumbaba en mi pecho y mis ojos no apartaban la vista del
suelo, para así no pisar alguna otra trampa o tropezar con
alguna roca. Mis zapatos eran un desastre pero sabía que no
podía hacer nada hasta que llegara a la casa. Por la falta de
visión y de atención a lo que tenía delante, no me di cuenta
que había alguien más caminado hasta que literalmente la
atropellé y cayó a la tierra.
—¿Estás bien? —Le extendí la mano y ella la tomó.
Esa chica de cabello blanco me miraba sonriente. Sentí
que la había visto, pero no recordaba en dónde. Tenía
untado un perfume de hombre alrededor de su cuello y
ropa. Su conjunto era un elegante vestido rojo con algo de
escote.
—En realidad no —admitió—. Creo que mi vestido se ha
rasgado y me hice una herida en la rodilla.
—Lo siento mucho. —La ayudé a levantarse y agaché mi
mirada avergonzada—. No conozco el camino y estaba muy
distraída pensando en mis cosas.
—Tranquila, a todos nos pasa alguna vez. —Seguimos
caminando y comenzamos una extraña conversación. No
entendía por qué todos aquí eran tan extrovertidos a la hora
de conocer a alguien. ¿O era yo la rara?—. Soy Lexy Gilbert.
¿Vas a la fiesta de Liam también?
—Eh... sí. En realidad no quería venir, pero mi hermana y
sus amigas fueron tan insistentes que acepté.
—Nadie puede obligarte a nada, si viniste es porque en el
fondo querías.
Su sinceridad era un asco, pero creo que tenía razón.
—En parte tienes razón, sentía curiosidad de saber cómo
eran sus fiestas.
Además de que tenía la extraña necesidad de saber qué
más conocía Nerea sobre Aiden.
—La curiosidad no es buena en todos los casos —
murmuró esquivando un charco de agua.
—¿Siempre eres así? —La miré levantando una ceja,
realmente aquí todos tenían la habilidad de estresarme.
—¿Así cómo? —respondió Lexy moviendo su cabello a un
lado.
—Nada, olvídalo. —Me rendí, no valía la pena hacerle
entender que a veces no era necesario ser tan sincero—.
Supongo que no es tu primera vez aquí.
—En realidad soy una de las fundadoras de esta fiesta
junto a mi hermano Liam. Si Nerea quiso que fueras parte
de esto, es porque tienes lo que mi hermano busca.
—¿Y qué es lo que busca tu hermano? —pregunté
mientras observaba cada vez más cerca los destellos de las
luces de la casona.
—No es necesario que sepas eso ahora. ¿Cómo te
llamabas? Creo que lo olvidé. — Puso un mechón de cabello
detrás de su oreja y me sonrió.
—No te lo he dicho —le dije seria. Comenzaba a pensar
que había sido una mala idea venir aquí—. Soy Blair.
Las luces frente a nuestros ojos se hicieron cada vez más
intensas. Era una mansión, una escalofriante y abrumadora
mansión de tres pisos. Estaba rodeada de bosque, en la
entrada había algunos coches estacionados. Entramos luego
de unos segundos y nos recibieron esos ojos verdes que
había visto en la mañana.
Él llevaba una camisa a cuadros, lentamente se detuvo
frente a mí y me miró con la expresión más fría que había
visto en toda mi vida.
Incluso más que Aiden.
Pensé que mi corazón iba a saltar fuera de mi pecho por
lo nerviosa que me había puesto.
En ese instante até cabos y comprendí que Lexy era la
chica que vi en la mañana a su lado.
Salí de mi estado de shock cuando Liam se acercó a mi
oído y susurró.
—Será una noche entretenida, Blair.
Capítulo 9
BLAIR

Aun con su respiración rozando la punta de mi nariz, vi


como curvaba sus labios en una sonrisa que no sabría cómo
describir.
Parecía estar satisfecho de verme y eso lo demostraba
cuando sus ojos se dirigían a Nerea. Ella le sonría un poco
tímida y luego, toda su atención volvía hacia mí. Lexy, sin
embargo, había cambiado un poco su actitud, me había
dado una mirada despectiva y luego caminó hasta Liam, lo
agarró del brazo y antes de que pudiera decir o hacer algo,
se lo llevó por un estrecho y oscuro pasillo.
—Lo siento por esa extraña bienvenida —murmuró Nerea
bloqueando con su cuerpo el camino por donde se habían
ido los peliblancos, consiguiendo que me concentrara
solamente en ella—. Pero no te quedes ahí mujer, ven y
siéntate conmigo. Todavía tenemos unos minutos hasta que
llegue mi novio, así que te hablaré un poco sobre lo que
haremos.
Asentí y caminé tras de ella hasta que la vi sentarse en
unos cojines negros que estaban en el suelo haciendo un
círculo. Imité su acción y estuvimos unos segundos en
silencio en los que solo la veía sonreír. Aproveché la calma
que había y divagué desde mi posición por la habitación.
Parecía ser solo una mansión abandonada, las paredes
tenían varias humedades y en algunas de ellas había
colgados algunos cuadros, de al parecer una familia. Eran
dos niños que se encontraban sentados en el césped,
parecían felices, detrás de ellos había un hombre
sosteniendo la mano de una mujer.
—Eran los antiguos dueños de esta casa, no sabemos
mucho de ellos, simplemente desaparecieron hace años y
nunca más volvieron —dijo Nerea captando toda mi
atención—. La casa lleva abandonada más de cuatro años,
si todavía se mantiene en pie es porque nosotros nos hemos
encargado de reparar algunas imperfecciones. —Asentí en
respuesta y seguí mirando el lugar, dándome cuenta que
tenía razón, los pocos muebles que lograba ver parecían ser
bastante nuevos—. Solo hemos habitado algunas
habitaciones, entre ellas la cocina, la sala, el baño y una de
los cuartos del segundo piso.
Entonces comprendí por qué todo estaba tan tétrico y
oscuro, solo me preguntaba con qué motivo habían hecho
todo esto. No creía que esta fuera la primera vez que hacían
alguna fiesta aquí, solo que no lograba comprender con qué
intención me mentirían sobre los cambios de lugar cada vez
que se reunían. Como sea, eso no tenía que importarme
mucho. Dejé de mirar el pasillo por el que Liam y Lexy se
marcharon y volví mi vista a Nerea, que parecía ansiosa por
seguir hablando.
—Normalmente nos divertimos bastante, pero hoy no
planeamos hacer nada salido de lo común por ser la primera
vez para ti. —Ella llevó su mano debajo del sofá y sacó una
lista—. Ellos no querían que te enteraras tan rápido de
nuestros juegos pero es importante que sepas que aquí
todos tenemos un tornillo suelto —murmuró eso último y
luego me extendió el papel donde habían anotado algunos
nombres y oraciones que me detuve a leer—. Todo lo que
hacemos debe ser confidencial.
Lo primero que leí fueron algunos nombres entre los que
estaban el de las chicas, también incluían el de algunos
chicos y… «¡Qué!» El nombre de Damon estaba en la lista.
¿Qué tendría él que ver con esto? Luego me percaté de los
dichosos juegos, no parecían ser nada del otro mundo, la
botella, beer pong, siete minutos en el armario, reto o
verdad, eran los típicos juegos que estabas acostumbrada a
ver en las películas.
—Paul y Adrien siempre se encargan de traer las bebidas
y preparar algunos aperitivos, ahora deben estar cargando
un poco de leña para la chimenea. Las chicas están arriba
preparando la habitación por si bebemos de más y
necesitamos hospedarnos aquí esta noche. —Nerea sostuvo
mis manos y me miró seriamente, como si me fuera a
confesar su mayor secreto—. Nadie sabe lo que hacemos
aquí Blair, y nadie puede enterarse o nuestros padres
tendrían la peor opinión de nosotros, aún más de Liam.
—¿Por qué Liam? —murmuré soltándome de su agarre y
rápidamente limpié el dorso de mis manos en mi ropa, sus
manos estaban sudando mucho—. ¿Qué ocurre con él?
—Liam es el genio aquí, su personalidad y su forma de
pensar son totalmente distintas a cualquier chico que
conocerás en el pueblo. Parece tener nuestra edad, y
aunque no le guste hablar mucho de ello porque se
conserva como un jodido dios, tiene casi treinta años —
musitó en un hilo de voz mientras me miraba a los ojos—. Y
sobre guardar el secreto es por lo que involucra que Liam
esté reuniéndose con algunos universitarios.
»Nuestros padres son muy estrictos, para ellos tenemos
que ser los mejores en todo, el ejemplo perfecto es este
pequeño pueblo, aquí no ocurre nada que ellos no sepan
porque de cada familia fundadora se conformó un sagrado
equipo que lucha y vigila por la seguridad y la estabilidad de
este lugar. Nada de drogas o novios que no sean escogidos
por ellos, tenemos que sacar las mejores notas, no podemos
asistir a fiestas ya que allí solo van desinhibidos y
pervertidos.
De cierta forma la entendía, no sabía que tan estrictos
podían ser los pueblerinos, pero sin duda nunca hubiese
imaginado tantas prohibiciones, mucho menos cuando
todos nosotros éramos mayores de edad.
—Por eso nos ocultamos aquí y nos divertimos sin ser
juzgados.
Escucharla me hizo entender que no era tan excéntrica
como pensaba, simplemente ocultaba su verdadero ser ante
las personas para no defraudar a sus padres. Me pregunté si
todos pensaban igual que Nerea, si demostraban ser unas
personas que realmente no eran. Mis pensamientos fueron
interrumpidos cuando escuché el timbre, era un sonido
escalofriante, de esos que ponen en las películas de terror.
Observé a Nerea y vi como sonreía con alegría y algo de
lujuria se reflejaba en sus ojos. Me quedé ensimismada
cuando dejó caer los cojines a un lado y se levantó
rápidamente.
—Ya llegó mi chico —dijo sonriente, dirigiéndose a la
puerta.
Cuando la abrió, el frío se hizo presente, haciendo que el
aire provocara ruidos extraños al chocar con las maderas
viejas de la casa. Algunas hojas amarillentas entraron y
visualicé como el cabello de Nerea danzó de forma inquieta
con el viento. El ambiente olía a lluvia, al parecer caería una
gran tormenta; de esas con las que te asustas de pequeña y
tienes que esconderte bajo las sábanas. Un trueno hizo eco
en la lejanía del bosque y el relámpago iluminó el rostro
serio del novio de Nerea.
Damon.
—Un poco mayorcito para llegar tan tarde… ¿No? —
murmuró Nerea enroscándose en su cuello.
Él se apartó y apretó sus puños mientras caminaba en
dirección a mí. Pasó por mi lado, no sin antes dedicarme una
mirada temerosa y a la vez cálida. Un escalofrío recorrió mi
cuerpo cuando sus ojos azules penetraron las órbitas de los
míos, y luego cuando enroscó mi cabello en su dedo índice
provocó que mi voz se quebrara.
Damon estaba diferente a cuando me halló en la tarde,
ahora tenía un aire de prepotencia que no soportaba.
Me soltó sin más y caminó por el pasillo sin dejar de
hacer ademanes con sus manos, lo seguí con la mirada
porque aunque no me interesara en lo absoluto, estaba
curiosa por saber qué lo tenía tan enfadado y también
quería dejarle claro que no podía tener esa cercanía
conmigo cada vez que me viera.
—Ese que acaba de ignorarme es Damon Waldorft. Es
divertido —resopló con desdén—, no sé qué pudo haberle
ocurrido para que esté de tan mal humor.
No supe por qué pero me provocó un poco de pena ver la
decepción de Nerea, ella lo estaba esperando ansiosa para
que se comportara como un idiota sin siquiera darle un
beso.
—Damon llegó hace un mes al pueblo, ¿sabías? —sonrió
pero ya no tenía ese brillo que la hacía relucir—. Es un poco
extraño la verdad, siempre solitario, fumando y metiéndose
en problemas con las familias fundadoras. Recuerdo que las
ojeras le llegaban a los pies —sonrió—, nos conocimos una
tarde en la que lo echaron de nuestra Universidad por
atentar contra un profesor. Intercedí con mi madre y
aminoré los daños que pudieran caerle por su falta de
respeto. Me lo agradeció con una cita y… No sé realmente
en que momento comencé a sentir cosas por él, pero estoy
jodidamente enamorada de ese desastre.
No supe que decirle, la verdad era que no conocía a
Damon pero por las cosas que ella había dicho, no debía ser
una buena compañía. Al menos fue bueno que Nerea se
desahogara conmigo sobre su relación con él. Sé que
llevaban poco tiempo, pero después de presenciar la escena
anterior y apreciar su reacción, no creía que fuera la
primera vez que sucediera.
Con cada minuto que pasaba, suponía que me había
equivocado con la primera impresión que tuve de esa chica.
—Una vez, entró a mi habitación escondido de mis
padres y en pleno acto sexual, mi madre nos descubrió. —
Justo en ese momento sentí que mi corazón se detenía, una
especie de Deja Vu sucumbió mis recuerdos, dejándome
atónita—. Lo mejor fue cuando mi padre le iba a disparar
con la escopeta y él antes de escaparse por la ventana le
gritó «Que te follen viejo amargado». —Hizo una pausa
sobando su piel e inconscientemente pasé mi mano por su
rostro, secando esa traicionera lágrima que se le había
escapado—. ¿Una persona puede enamorarse de otra en tan
poco tiempo?
—El amor es algo confuso —le dije siendo
condescendiente pero no iba a fingir hipocresía—. Sé que no
soy nadie para opinar y que apenas nos conocemos, pero él
y tú son completamente diferentes. Quizás ahora no te des
cuenta, pero cuando transcurra un tiempo entenderás que
mereces algo mejor que un tipo que siempre anda en peleas
y que es tan canalla que no puede darles la cara a tus
padres.
—Tienes razón, no eres nadie para opinar. No sabes nada
de él, así que no hables como si fuera el peor ser humano —
soltó furiosa y solo pude levantarme con una sonrisa de
lado.
No estaba dentro de mis planes iniciar una discusión
absurda, y menos con ella que parecía estar totalmente
ciega por Damon.
—¿Crees que puedas decirme cómo llegar a la cocina? —
musité observándola fijamente, por un segundo pensé que
me estaba ignorando por ser sincera, así que volví a hablar
—. Quiero un poco de agua, Nerea.
—Por ese pasillo hasta el final, luego gira a tu derecha. —
Me apuntó y caminé lentamente dejándola atrás. La vi de
reojo y noté que estaba afligida y a punto de llorar.
Me encontraba tan absorta en mis pensamientos y tan
embriagada con la oscuridad del pasillo que no me di
cuenta que choqué con el pecho duro y caliente de una
persona. De no ser por sus manos fuertes y cuezas que me
rodearon, hubiera caído al suelo. Noté inmediatamente esa
rosa tatuada en el dorso de su mano y supe que se trataba
de Damon.
Él me abrazó fuertemente como si hubiera necesitado
eso hacía mucho tiempo y al sentir su respiración pesada
rozando en mi cabello, una extraña sensación de cercanía
se arremolinó en mi mente como un tortuoso recuerdo.
Absorbí su perfume que estaba impregnado en el cuello de
la camisa y en su piel mientras lo sentía apretándome con
más fuerza.
—¿Cómo estás pequeña? —murmuró separándose de mí,
dejándome aún más anonadada. Ni siquiera entendía por
qué actuaba como si fuésemos amigos—. ¿Por qué estás
aquí?
—¿Pequeña? —musité mostrándole una sonrisa burlona
—. ¿Qué clase de loco eres? —Damon se cruzó de brazos y
sonrió de igual forma, solo que esta vez, su expresión
denotaba cinismo y misterio.
Parecía extrañamente divertido, como si no hubiera
estado como una cafetera hirviendo hacía unos minutos.
—No me hables así Blair, estoy siendo amable contigo —
susurró deslizando su dedo índice por mi labio inferior,
luego me sostuvo del mentón, ocasionando que mi boca se
abriera ligeramente ante su toque.
Me aparté de inmediato mientras abofeteaba su mano.
—No vuelvas a tocarme, no vuelvas a hablarme…
¿entiendes? —protesté sin abrir mi boca prácticamente—.
Deberías darle un poco más de atención a tu novia antes de
estar coqueteando conmigo.
—Como quieras Blair Bennett, seré diferente contigo. —
Me enseñó sus dientes y por un momento sentí la maldad
emanar de su cuerpo. Ver aquella sonrisa y la forma en la
que sus ojos me miraban ocasionó que perdiera la
respiración por unos segundos—. Solo recuerda que tarde o
temprano volverás a mí.
—Imbécil —susurré en su oreja y antes de que pudiera
separarme, me agarró de la cintura, haciendo que
rápidamente cambiáramos de posición.
Mi espalda quedó apoyada en la pared mientras que
Damon puso ambas manos a cada lado de mi cuerpo,
acorralándome.
—Vuelve a decir eso y te demuestro que tan imbécil soy,
pequeña —masculló agarrando mi mentón acercando mi
rostro al suyo. Luego pasó su lengua por mis labios,
separándolos y cuando creí que me iba a besar, se alejó con
una sonrisa de satisfacción—. Algún día me suplicarás para
que no me detenga.
Y entonces me dio la espalda y simplemente caminó en
dirección contraria a mí mientas sacaba una caja de cigarro
de su pantalón. Decidí ignorar lo que acababa de suceder,
hasta el hecho de que supiera mi nombre sin habérselo
dicho, porque no valía la pena pensar en eso, desde que
escuché lo que Nerea dijo de Damon, entendí que era solo
un fuck boy de manual y que podía hacer cualquier cosa con
tal de llevarse a otra mujer a la cama. Caminé con pasos
apresurados entre las sombras, necesitaba con urgencia
sentir el agua fría bajando por mi garganta. Me detuve
cuando mis ojos fueron testigos de algo que quizás no debía
haber visto.
¿Qué demonios estaban haciendo ellos?
Lexy le estaba chupando el dedo corazón a Liam. Ella
estaba tan perdida lamiendo el dedo de su hermano
mientras que él tenía los ojos cerrados apoyando su espalda
completamente en la pared. Su rostro estaba magullado y
con notorios golpes ensangrentados. No sabía que había
pasado pero algo me decía que el mal genio de Damon
provocó esto. Liam hizo una mueca de dolor cuando tocó su
labio y luego lo limpió suavemente, una gota de sangre
cayó en el suelo casi al mismo tiempo que Lexy acunó el
rostro de él en sus manos.
¿Pero qué mierda hacen?
El cabello de Liam estaba hecho un desastre, se
encontraba un poco desgreñado y las puntas apuntaban en
todas direcciones. Sus ojos trasmitían ira y rencor. Cerró su
puño y golpeó repetidas veces la pared mientras Lexy
intentaba calmarlo, pero al parecer, lo que probaba no
parecía funcionar. Retrocedí para darles espacio y no
interrumpir, pero como tenía tan buena suerte, mi celular
comenzó a sonar, y no tenía un tono de unos segundos
como las personas normales. ¡No! Yo tenía casi un minuto
de la canción Make you beautiful de One Direction.
Di un brinco y rápidamente intenté ponerlo en silencio
para escapar del lugar.
Eso iba a hacer, hasta que el contenido del mensaje me
dejó estática.

Ni siquiera pasó por mi cabeza responder ese mensaje,


mucho menos cuando sabía que provenía de esa persona,
solo que esta vez había actuado como si fuese alguien más.
Normalmente él no me insinuaba ese tipo de cosas. Salí de
mi trance cuando vi a Lexy pasar por mi lado con mucha
rapidez, como si sintiera vergüenza de que los hubiera visto.
Intenté imitar su acción para volver con los demás, pero
sabía que eso iba a ser imposible, mucho más cuando sentí
la respiración de Liam sobre mi nuca.
Me giré rápidamente encontrándome con esos ojos
verdes tan amenazadores.
Mis ojos bajaron apenados por todo su cuerpo y observé
como sus botas se movieron unos pasos hacia mí. Sus
piernas eran largas y fuertes, tanto que creía que de una
patada me dejaría inconsciente unas largas horas. Subí la
mirada lentamente hasta su torso superior, su espalda tan
ancha y sus brazos estaban bien tonificados y ahora con su
camisa hecha un desastre noté el enorme tatuaje de un león
dibujado en su pecho.
Tragué el nudo que se había hecho en mi garganta
cuando me obligo a mí misma a retroceder. En un abrir y
cerrar de ojos estoy con las manos apoyada contra la pared,
sin escapatoria, rodeada por todo él. Volví a mirarlo a la
cara y noté como desató esa intrigante mezcla de tonos que
iban desde castaño claro a blanco con un lacio perfecto,
llegando su cabello por unos centímetros más allá de sus
hombros. Su cara era varonil, con rasgos bien definidos, con
un carnoso labio inferior que todavía sangraba. Sus ojos
verdes tenían un brillo inteligente y con asomo de maldad.
—Deberías tener más cuidado en el bosque, bonita.
Podrías tener un accidente —murmuró acercando su boca a
mi nuca.
—¿Me estás amenazando? —le digo acercándome más,
quería demostrarle que no le temía.
—Posiblemente —dijo y agarró unos mechones de mi
cabello como si le diera asco tocarme—. ¿Cómo puede
preocuparse por ti? —bufó—. Pareces un hombre.
En un primer momento quedé descolocada con lo que
había dicho, luego mis dudas se aclararon y entendí que sus
heridas habían sido ocasionadas por Damon. Sin darme
cuenta cerré mis puños un poco enfadada, ¿por qué él lo
golpeó? Ni siquiera había cruzado tres palabras con ninguno
como para llegar a este punto. La sangre llegaba a mi
cabeza y no me dejaba pensar con claridad. Joder, nunca
había experimentado este sentimiento de repulsión por
alguien, pero él, tenía el poder de hacer que me doliera la
cabeza muy rápido.
—Y tú pareces una chica —sonreí cínicamente—. ¿Qué
hombre tiene el cabello tan largo en este tiempo? ¿Te estás
hormonando también para un cambio de género? —solté
burlonamente.
Sabía que lo que había dicho no tenía sentido, pero
misteriosamente su semblante cambió. Me reí en su cara, se
veía muy gracioso enfadado.
—Deberías aprender a comportarte como una mujer de
verdad. —Elevó su labio superior y agarró mi cara con
mucha brusquedad, estaba siendo muy rudo, tanto que
dolía—. Mírate. Sin una gota de maquillaje, con esa coleta
que nunca te sueltas. Vestida como una monja del siglo
XVIII. Puedo apostar que nunca has besado a un chico.
Saboreó sus labios y supuse que por la forma en la que
me alejé de su boca le di a entender que tenía razón.
—Te equivocas tanto conmigo —susurré tratando de
enmendar mi acción.
—¿A quién has besado Blair? —dijo divertido, mordiendo
sus labios al mismo tiempo que pasaba su mano por mi
mejilla.
—¿Desde cuándo a quién beso o no se volvió un tema de
tu interés?
Di media vuelta para marcharme a la sala, pero él me
jaló del brazo y me lanzó contra la pared. Me acorraló con
ambos brazos en los extremos de mis hombros. Miraba su
pecho descubierto para evitar observarlo a los ojos. Liam
me tomó de la barbilla y alzó mi rostro mientras esbozaba
una sonrisa de enemistad.
Traté de calmar mis inquietas manos que temblaban y
sudaban sin control.
Ni siquiera entendía por qué de repente estaba tan
nerviosa.
—Déjame Liam.
—¿A qué no te atreves Blair? —susurró a escasos
centímetros de mi boca.
Todo esto parecía divertirle, solo que no iba a darle la
satisfacción de obtener lo que quería.
—¿A qué? —Él se acercó silenciosamente a mi pecho, y
luego subió lentamente por mi cuello hasta el lóbulo de mi
oreja. Su respiración comenzó a afectarme y mi corazón
retumbó dentro de mi caja torácica, agonizándome.
—Demuéstrame que sabes besar —dijo con su gruesa
voz.
Mi estómago dio un vuelco, aun así, me mantuve firme y
con cara de asco. No era normal que una chica de dieciocho
años no hubiese dado su primer beso, aunque tenía claro no
sería con ese imbécil.
—No voy a besarte a ti —musité alejándolo de mi cuerpo.
—Lo sabía. —Alzó sus manos como si se estuviera
rindiendo—. Ya veo por qué lo tienes tan loco, eres solo
suya, ¿no?
—¿Terminaron el momento romántico?
Se escuchó una voz masculina cerca de nosotros. No era
Damon, era un chico desconocido, un salvador que me
ahorraría golpear aún más a Liam. Lo empujé y miré con un
gesto agraciado a esta nueva persona y acto seguido
caminé apresurada para encontrarme con los demás. Giré
por un momento y otra vez estaba esa risa burlona en su
rostro. ¡Agh! ¿Cuánto se podía llegar a odiar a una persona?
—Descuida Blair, tampoco quería besarte —siseó,
manteniendo mi paso—. Solo quería comprobar una cosa.
—Hizo un sonido raro con su boca y se adelantó dejándome
atrás.
Al llegar nuevamente a la claridad, me encontré a Nerea
encima de las piernas de Damon. Llevaba perezosamente
un cigarrillo a su boca sin prestarle atención a lo que ella le
decía. No sabía si era mi imaginación pero él miraba a Lexy,
y no era una mirada normal, era intrigante. Ella, por su lado,
observaba a Liam y él, mantenía su pose de todopoderoso
mientras me miraba con el ceño fruncido.
En los restantes cojines estaban cuatro personas más.
—Ahora que estamos todos, es momento de comenzar —
habló Nerea y todos le prestaron atención—. Primero quiero
presentarles a Blair, creo que algunos ya tuvieron la
oportunidad de hablar con ella —sonrió y noté que lo hizo
con hipocresía, supongo que ella y yo nunca nos llevaríamos
bien mientras estuviera tan ciega por Damon—. Blair, ellos
son Lexy y Liam, son hermanos como ya sabías. —Ellos al
unísono sonrieron y luego volvieron a sus antiguas poses—.
Frente a ti están Lucía, Say, Adrien y Paul.
—Hola, mucho gusto de conocerlos Adrien y Paul —dije y
no pude evitar notar el gesto de asco de Damon. ¿Por qué
tenía que reaccionar siempre así?—. Con los demás ya he
tenido el placer de hablar —solté sarcástica observando a
Liam.
—Yo soy Damon, Blair —intervino arrojando la colilla de
cigarro al suelo. Noté la tensión entre Liam y él y la forma
en la que se miraban, luego sonrió.
Fruncí el ceño, ¿Por qué hacía como que no me conocía?
¿Por qué todos eran tan extraños?
—Ya que Nerea olvidó presentarme, lo hago yo —
culminó.
—¿Entonces qué haremos hoy? —Inquirió Lucía mirando
con un poco de lujuria a dos chicos en específico—. Alguno
que deje a Blair con la boca abierta por favor, lo más
divertido siempre será ver las reacciones de los iniciantes.
Sin saber por qué todos comenzaron a reírse mientras
me miraban.
No era tonta, y después de todo lo que ya me habían
contado sobre este tipo de reuniones, y luego de ver el
comportamiento de Liam, era fácil adivinar qué tipo de
locuras hacían ellos aquí.
—Reto o verdad creo que está bien para iniciar la noche
—dijo Liam finalmente mientras saboreaba sus labios y los
mordía. Todos lo miraron con rostros curiosos pero
terminaron aceptando la proposición de él.
—¿Sabes qué es follar Blair? —soltó Damon de repente.
Lo miré descolocada y vi como sacó a Nerea de sus
piernas, mientras apoyaba su cabeza en sus manos al
mismo tiempo que me escrutaba fríamente con sus ojos.
Ella agarró nuevamente su mano, celosa.
Los demás lo notaron, era imposible no hacerlo.
Damon se había propuesto destruirme, y esa noche dio
inicio a su partida.
Capítulo 10
BLAIR

Todos nos quedamos en silencio.


Damon jugaba con su cabello con una mano mientras
que con la otra, llevaba una y otra vez un cigarro a su boca.
En ese momento no pude observar nada más que no
fueran sus ojos azules, me miraba sin pestañear, sin
siquiera demostrar alguna otra emoción que no fuera enojo.
¿Pero por qué lucía enojado? Él tampoco pudo apartar sus
ojos de mí, teníamos como un fuerte magnetismo que nos
impedía salir del trance al que nos habíamos llevado. Ambos
tratábamos de intimidarnos, queriendo comprobar quién de
los dos era más dominante.
Y por supuesto, yo no iba a perder.
—Damon. ¿Por qué preguntas eso? —Nerea habló de
repente pero ni siquiera eso permitió que nosotros
saliéramos de la batalla en la que nos habíamos sometido—.
¡Hey! ¿Qué pasa con ustedes dos? —dijo un poco más
alterada mientras zarandeaba el brazo de Damon.
Damon no dijo nada, sólo apartó la mirada sonriendo,
imité su acción y cuando vi que toda la atención estaba
sobre él, solté una larga bocanada de aire. La tensión y toda
la adrenalina que me había provocado una simple pregunta
me puso muy inquieta. No fue en sí la pregunta, sino que
fue él quien la hizo.
¿Por qué se comportaba de esa forma?
«Es tan idiota». Pensé.
—Entonces estábamos hablando de jugar reto o verdad,
¿no? —Intervino Say levantándose con un poco de rapidez
—. Iré a buscar las botellas, los papeles también están
dentro del tazón y la habitación está lista para la pareja
ganadora.
—¿De qué hablan? —la interrumpí cruzándome de brazos
—. ¿Qué se supone que es esto? —bufé soltando una risa
burlona.
Suspiré y luego tragué la saliva que se había acumulado
en mi boca.
Debía admitir que me daba cierta curiosidad saber qué
era lo que ellos hacían, pero tenía claro que cuando
terminara esta noche, no iba a volver a saber nada más de
ninguno. Suficiente tenía con mis problemas.
—Muy bien, hagamos esto de una buena vez —murmuré
y noté la alegría por parte de algunos y como era de
esperarse, el desespero de otros—. Solo recuerden que
como soy nueva no tengo pareja.
—Eso no será un problema, esta noche empezaremos de
cero —musitó Liam y todos lo atendieron con mucho interés.
Observé a Saray llegando con las botellas de alcohol y un
tazón lleno de papeles. Liam vació el contenido del tazón y
luego lo extendió hasta el centro de nosotros—. Los chicos
pondremos las llaves de nuestros coches aquí adentro y una
de las chicas también lo hará. Luego las demás con los ojos
vendados van a tomar una llave y la persona a la que
pertenezcan, será su pareja en este día.
Aquello sonaba una locura incluso para mí.
¿Qué pasaría si me tocaban las llaves de Liam, Damon o
alguna chica?
No iba a ser parte de esto si uno de ellos sería mi pareja
en la noche.
Pero al parecer, la única que no estaba de acuerdo era
yo, ya que los demás comenzaron a dejar sus pertenencias
dentro del tazón. La chica que dio el paso al frente para ser
elegida por otras chicas fue Lucía. Las demás se
encontraban muy ansiosas, Lexy miraba a su hermano,
luego a Paul. Saray se mordía los labios cuando Liam la
miraba, Nerea por supuesto deseaba estar con Damon, pero
él, por más raro que pareciera, no apartaba sus ojos de mí.
—Todos hemos jugado reto o verdad alguna vez, ¿cierto?
—siseó Lexy abriendo una de las botellas para después
darse un largo trago—. Bien, esto es igual, cuando estén las
parejas, cada uno se enfrentará a tres rondas, de cada una
de ellas habrá un ganador, esta persona le pondrá un
castigo al perdedor. Cuando solo queden dos, tendrán que
subir a la habitación y pasarán la noche juntos.
Esta vez la que agarró la botella fui yo. Sabía que nadie
podría obligarme a hacer algo que yo no quisiera, pero el
simple hecho de pensarlo me asustaba. Todavía podría
retractarme de jugar e intentar huir de la mansión, pero con
el mal tiempo que hacía afuera, iba a coger una neumonía
antes de que llegara a la casa. Así que estaba decidido,
perdería contra mi oponente, cumpliría mi castigo y luego
esperaría a que la tormenta hubiese pasado para irme de
aquí.
La primera en meter la mano fue Nerea, creo que era la
más nerviosa y la que necesitaba cuanto antes tener la
seguridad de que Damon perdiera el juego antes de que
hiciera cualquier locura. Tenía los ojos vendados, su pulso
temblaba mientras movía las llaves dentro del tazón. Los
demás estaban expectantes, bueno, casi todos. Damon no
dejaba de mirarme y eso me ponía los pelos de punta. No
sabía qué tanto examinaba pero sinceramente se estaba
volviendo un poco obsesivo.
El grito de Paul me hizo mirar a Nerea quien estaba
viendo la llave que obtuvo.
—Espero que no te moleste que te robe a tu chica por
esta noche, Damon —musitó Paul observándolo, él solo le
indicó con las manos que era toda suya.
El rostro de Nerea palideció.
La siguiente chica en escoger fue Saray, me sentí un
poco aliviada cuando ella resultó ser la pareja de juego de
Liam, aunque me puse un poco inquieta y hasta nerviosa
con el desencanto en la mirada del peliblanco. El círculo se
había reducido y todo estaba entre Adrien y Damon, sea
como fuere, Damon no podía jugar conmigo, todos se
habían dado cuenta de la forma en que me miraba y la
tensión para nada agradable que existía entre nosotros.
—Ahora yo —le quité el tazón a Lexy quien no estaba
muy alegre y dejé que me pusieran la venda en mis ojos.
Luego introduje mi mano dentro y moví las llaves de un
lado a otro, sentía la textura, el olor metálico
impregnándose en mi piel. El sonido que provocaban los
choques de las llaves contra el cristal era angustiante.
Finalmente agarré uno de los llaveros y rápidamente quité
la venda de mis ojos. Un suspiro exacerbado salió de mi
boca cuando él agarró mi mano y me miró con un hilo de
malicia.
No podía ser cierto.
—Esto es mío y al parecer tú también lo eres por esta
noche, pequeña —susurró Damon en mi oído ocasionando
que un irritante cosquilleo se aposara en la zona de mi
estómago, luego se sentó a mi lado sin dejar que esa
sonrisa se esfumara de su rostro.
Lo odiaba.
—Entonces ustedes y yo seremos el trío de la noche —
masculló Lexy sonriendo, mirando a Lucía con una expresión
que irradiaba felicidad—. Ahora bien chicos, quien no diga la
verdad, bebe, quien no cumpla el reto, pierde
automáticamente y bebe. ¿Entendido?
Los primeros en jugar fueron Saray y Liam. Supuse que él
quiso que ella pensara que podía ganarle, pero resultó lo
contrario. Say no pudo decir cuál era su mayor secreto y
terminó bebiendo de la botella de alcohol para después
someterse a cumplir el reto de Liam, que por supuesto no
podía ser uno normal. Él había decidido que Saray se
desnudara y se moviera encima de su zapato hasta que
terminara la ronda.
Aquello era antihigiénico, asqueroso y aunque me
costara negarlo, un poco excitante y depravado.
Damon me observó y creo que notó el rubor que tenía en
mis mejillas gracias a la escena que ella estaba dando.
Aparté mi mirada cuando su mano acarició la parte baja de
mi espalda y me dio un fuerte apretón en esa zona. Aquello
me había provocado un extraño hormigueo en mi vagina y
no sabía si lo que estaba sintiendo era correcto, mucho
menos dejar que él me tocara. Tomé distancia cuando Nerea
nos miró, había llegado su turno y parecía como si le
estuviera pidiendo aprobación a Damon para jugar, por
supuesto que él no se inmutó.
—¿Verdad o reto, Nerea? —le dijo Paul muy confiado. Él
era un chico agradable, de buen aspecto físico pero que
lamentablemente no era mi tipo. No digo que no fuera
bonito, pero pensaba que tenía un poco de sobrepeso para
mí.
—Verdad.
—¿Crees que Damon sienta algo por Blair?
Y justo en ese momento tocí, me atoré con mi propia
saliva y tocí repetidas veces. Pero como si no fuera poco,
Damon se apresuró a alzar mis manos para que tomara aire
y pasó su mano por mi espalda. Yo no podía ver nada más
que no fuera el rostro de todos admirando lo que estaba
pasando entre nosotros.
—Creo que la pregunta se responde por si sola ¿no? —
musitó ella con una sonrisa muy triste, creo que no fue
buena idea que viniera aquí.
La siguiente ronda la volvió a ganar Nerea ya que Paul
fue incapaz de cumplir el reto que ella le puso. Creía que
siendo todos tan cercanos hubieran accedido a lo que
planteaban, después de todo un beso con alguien de tu
mismo sexo era algo normal hoy en día. Minutos después
observé a Saray quien estaba mordiendo sus labios
mientras seguía moviéndose encima de Liam y éste
observaba con lujuria lo que ella hacía. Luego llegó el turno
de Lexy que literalmente decidió perder y tuvo que beberse
la botella completa de alcohol en cinco minutos. Lo hizo sin
poner oposición, solo que cuando la última gota se deslizó
por su garganta, cayó desmayada en el suelo.
—Ahora es nuestro turno, Blair —anunció Damon
sonriente—. ¿Verdad o reto?
Había decidido tomar el mismo camino que Lexy, así que
solo me rendiría y aceptaría mi castigo, solo esperaba que
no fuera algo tan retorcido como lo que Liam le propuso a
Saray, porque entonces ni loca lo iba a cumplir. Por
supuesto mis planes no podían salir del todo bien, justo
antes de que dijera alguna palabra, Damon acercó sus
labios a mi oreja, su aroma tan varonil me embriagó, sus
susurros me hicieron cerrar los ojos.
Dios, estaba perdiendo el control.
—¿Me besarías Blair? —susurró para que solo yo pudiera
escucharlo. Giré mi rostro hacia el suyo y sin darme cuenta
lo cerca que estábamos, nuestros labios rozaron provocando
otra vez ese irritante hormigueo en mi estómago.
—No —dije de igual forma intentando que no se notara lo
preocupada que estaba. De cierta forma dije la verdad y no
fue hasta ese entonces que me di cuenta que mi error había
hecho que ganara la ronda. ¡Demonios!—. ¿Reto o verdad,
Damon?
—Me gustan los retos, hay que hacer esto más divertido
—murmuró en la misma posición, alcanzando la botella que
estaba a su lado para después llevarla a su boca—. Elijo
reto, pequeña —murmuró y su aliento alcoholizado penetró
mis fosas nasales dejándome un poco mareada.
—Te reto a dejarme en paz de por vida —musité en su
oído, sentí el murmullo de los pocos que todavía seguían
atentos al juego, esto se había convertido en algo muy
vergonzoso.
—No creo que pueda hacer eso —susurró de igual forma
y lamió con total descaro el lóbulo de mi oreja—. He perdido
el juego, ahora espero mi castigo, bonita.
La cara de Nerea era un poema, estaba asustada, debía
pensar que me cogería a Damon, pero ni por un momento
se me había pasado eso por la mente. Era raro de explicar
pero podía sentir mucha tensión entre nosotros. Yo no era
culpable de que Nerea tuviera un pésimo gusto con los
hombres, solo no quería que me miraran como si fuera una
buscona o me metieran en fantasías raras como tríos u
orgías.
Adrien y Paul disimulaban un poco, pero lo que concierne
a Damon, parecía que me estaba desnudando con la
mirada. Estaba angustiada y mis instintos hicieron que me
levantara del suelo, necesitaba huir de ahí con urgencia.
—Voy a tomar un poco de agua. —Me excusé con todos y
caminé nuevamente por el pasillo. Había comenzado a
llover, era un torrencial de agua muy fuerte, los truenos
eran abrumadores, no dudaba que quitaran la electricidad
hasta que pasara el diluvio.
Me cercioré que nadie me hubiera seguido hasta allí y
cuando estuve dentro de la cocina, apoyé mi cuerpo en la
puerta del refrigerador mientras cerraba los ojos y trataba
de normalizar mi respiración. ¿Esto era normal en el pueblo?
Quizás yo no era tan rara como pensaba. Di un brinco
cuando escuché cómo crujía una puerta a pocos
centímetros. El viento tan frío entró congelando parte de mi
rostro, haciendo que mi piel se erizara. Por un momento
pensé en gritar, luego sentí que ninguna palabra salía de mi
boca. Era él.
Aiden.
Entró a la cocina por la puerta trasera. Vestía unos shorts
cortos que dejaban ver sus piernas fuertes y musculosas y
una sudadera gris con capucha. Se quitó los zapatos
mojados y los dejó a un lado de la puerta. De su cabello
castaño caían algunas gotas de agua. La herida de su labio
estaba ligeramente abierta. Sacudió su cabeza mientras se
apoyaba en el marco de la puerta, sin mirarme, actuaba
como si fuera invisible. Se veía un poco exhausto por lo que
pensé que quizás estaba haciendo ejercicio... Pero, ¿quién
corría a esas horas de la noche y con ese aguacero? Bajé la
guardia por un momento y me acerqué sigilosamente a él.
Cuando abrió sus ojos, noté lo triste de su mirada. Él se
quitó la capucha y los pequeños rizos húmedos cayeron
sobre sus orejas.
—¿Qué haces aquí? —Su voz fría y aterradora me dejó
sin palabras en ese instante. Era la primera vez que
hablábamos, que estábamos tan cerca. Pestañee repetidas
veces, esto debía de ser un sueño, uno del que prefería no
despertar.
Pasé saliva intentando mantenerme tranquila. Aiden no
era como los chicos del pueblo, no solo físicamente, él era
solitario, con un aire misterioso y escalofriante que sin saber
por qué, me estaba atrayendo a él. Necesitaba
tranquilizarme, no quería demostrarle cuanto me afectaba
su cercanía. Caminé un poco más hasta estar a pocos
centímetros de su cuerpo y solo entonces pude apreciar sus
hermosos labios. Aiden era más alto que yo, así que me vi
obligada a mirar hacia arriba para detallar su rostro a la
perfección.
—¿Y tú? —le dije para que supiera que no me intimidaba.
Aiden sonrió y juro que por un instante vi algo de Damon
en él. Retrocedí en mis pasos y me dirigí al refrigerador,
había dos botellas de agua, ambas casi terminadas. De igual
forma alcancé una y la abrí para llevarla a mi boca que
raramente estaba más seca de lo normal. Antes de que
pudiera hacerlo, él me la arrebata y eleva su labio superior
en una hermosa sonrisa.
—¿Beberás los gérmenes de los demás? —dijo
acercándose a mí, extendiéndome su botella de agua—.
Toma la mía, está sellada.
—Gracias, parece que es mejor idea beber tus gérmenes.
—Aiden esbozó una sonrisa mientras abría la botella de
agua y la llevaba a mis labios.
¿Por qué todo lo que hacía me parecía hermoso?
Él apoyó sus manos en la meseta mientras se impulsaba
para sentarse en ella. Mis ojos recorrieron cada uno de sus
movimientos, estaba anonadada, era tan sexy que sentía
imposible no pensar una y mil lujurias con él en ese
momento.
—¿Está rica? —Su pregunta me deja un poco
descolocada. ¿Qué tipo de pregunta era esa después de
todo?
—Supongo —murmuro pasando mi lengua por mis labios.
Tenía tantas cosas por preguntarle, quería saber tanto de él,
que no entendía por qué me hablaba del agua.
—¿Puedo probar?
Asiento y mi sorpresa se hace mayor cuando lo que
prueba son mis labios. Desliza sus deliciosos labios sobre los
míos y los saborea. Sacó su lengua y chupó primero mi labio
inferior, luego el superior, luego los mordió y al final su
curiosa lengua comenzó a explorar cada zona de mi
cavidad. Cerré los ojos dispuesta a continuar. Entonces sentí
su mano sobre mi rodilla y mi respiración se aceleró, pero
no me moví. Quería más. Lentamente la subió hasta llegar a
la cara interna de mis muslos y los masajeó tortuosamente.
Sus dedos ascendieron hasta mis bragas y los noté ahí, tan
calientes. Pero de repente se separó de mi humedad y
volvió a su posición en la meseta.
Me miró, sentí el deseo en sus ojos. No podía creer que
un beso y un simple tacto me hubiesen llevado casi al
colapso.
—Te desnudaría aquí mismo.
—¿Qué? —Retiré la botella de mi boca.
—Veo la forma en la que me miras linda, aleja esos
pensamientos de tu mente, no te harán bien.
¿En serio? ¿Todo había sido una jugada de mi
imaginación?
Pero se había sentido tan real, la suavidad de sus labios,
la forma tan sensual en la que me acarició.
Debía dejar de imaginarme cosas.
—¿Qué querías hacerme, linda? —habló mirándome
curioso pero a la vez con prepotencia.
—¿Siempre eres tan egocéntrico? —rebatí, por mucho
que me atrajera no iba a dejar que pensara que era superior
a mí.
—¿Siempre eres tan obvia Blair? —murmuró lamiendo
sus labios y sentí que en ese instante mi corazón latió más
rápido de lo normal.
—¿Cómo sabes mi nombre?
—¿Responderás siempre una pregunta con otra?
—Dime —le pedí mientras le extendía su botella de agua.
—Pueblo pequeño. Sé muchas cosas. —Me tensé en el
lugar. Lo vi morder sus labios para después bajarse de la
meseta. Su pecho chocó con mi espalda, sus manos sobre
las mías, su respiración en mi oreja, sus piernas intentando
separar las mías con una agilidad increíble—. ¿Me dirás
entonces qué haces aquí? —Me estremecí al escuchar su
gruesa voz tan cerca de mi oído.
Quise huir, golpearlo, pero él presionó su agarre y me
mantuvo cautiva. Tampoco le respondí, no tenía intención
de hablar más con él, luego pensé en que si seguía su juego
obtendría que me dejara, aunque no sabía si era eso
exactamente lo que quería.
—¿Si te digo prometes soltarme? —dije en un tono no
muy convincente. Aiden acercó aún más su rostro al mío y
su respiración caliente en mi nuca provocó que mis manos
comenzaran a sudar.
—Quizás —murmuró pegando su cuerpo más al mío,
podía hasta sentir su zona sensible rozando con mi trasero.
Esto estaba mal, ni siquiera sabía por qué estaba pensando
en su cuerpo. Bajé mi vista y me di cuenta que los tatuajes
del dorso de su mano eran muy parecidos a los de Damon,
solo que él en vez de rosas, tenía diferentes tribales.
—¿Sí o no? —musité en un último intento para calmarme.
—Solo te resta intentarlo —rió y el tacto en mi piel unido
a su gruesa voz me estremeció. Luego pensé en las
palabras de Nerea cuando me dijo que él no hablaba y que
era introvertido.
No tenía ni idea de quién era Aiden, y yo no sabía si
quería descubrirlo.
—Es un club de lectura, ya sabes, leemos, hablamos y
luego nos vamos —dije, y ni yo misma me había creído la
mentira que había dicho, mucho menos después de haber
visto a lo que realmente se dedicaban esos chicos con sus
juegos depravados.
—Y por eso hay una morena desnuda follándose el
zapato de un chico, otra chica está borracha en el suelo y
otros dos se están comiendo a boca. —Me quedé en
silencio. Estaba nerviosa y mis manos sudaban. Aiden lo
notó y comenzó a reír—. No sé si es que soy muy viejo,
aunque creo que no porque tengo la edad tuya, pero eso es
todo menos un club de lectura. ¿Qué hace una chica como
tú aquí, Blair?
Me giró en la dirección contraria, quedando mis senos
rozando su pecho. Me acostó ligeramente en la meseta con
mis manos extendidas, entrelazando mis dedos con los
suyos. Acercó su rostro al mío, deslizando sus labios por mi
cuello, dejando un camino húmedo hasta el lóbulo de mi
oreja.
—¿Te pongo nerviosa, Blair? —masculló dándome esa
sonrisa coqueta. Negué con la cabeza, mintiendo
nuevamente y al parecer se dio cuenta ya que dejó escapar
una carcajada—. De acuerdo, veremos si puedes mantener
lo que dices. —Comenzó a acariciar mis labios suavemente,
haciendo que mi cuerpo se tensara con cada movimiento de
sus dedos sobre mi piel.
—¿Por qué haces esto? —le pregunté un poco incómoda,
hasta en cierto punto temerosa. Aiden comenzaba a
asustarme.
—¡Ah! —gruñó fuertemente y se separó rápidamente de
mí—. La gente quiere ser amada y aceptada en todo el
mundo, Blair, pero a veces somos monstruos y nos vemos
obligados a escondernos bajo la sombra de alguien peor que
nosotros.
—Estás loco. —Lo empujé ocasionando que cayera al
suelo y aprovechando su flacidez salí corriendo,
dirigiéndome nuevamente con los chicos.
Cuando llegué a la sala, me encontré solamente a
Damon, quien no estaba para nada contento. Por alguna
razón no podía apartar la mirada de él. Se levantó del sofá y
caminó con agresividad hacia mí. Tomó mi mano y la apoyó
en la pared. Su rostro quedó a escasos centímetros del mío.
Comenzaba a odiar esto, desde que pisé esta casa no había
dejado de ser acosada por ellos.
—¿Te perdiste en los pocos metros que hay de la cocina
aquí? —musitó enojado. Ni siquiera entendía por qué estaba
tan posesivo conmigo.
—¿Y a ti que te importa? —le grité intentando zafarme de
su agarre, necesitaba escapar de esta casa cuanto antes.
—¿Por qué eres tan arisca, Blair? —murmuró llevando
ambas manos a mi rostro, como si estuviera acariciando mis
mejillas.
—¿Por qué insistes en que parezca que somos cercanos,
Damon?
—Solo quiero cuidarte Blair.
La lluvia se hacía cada vez más intensa y las gotas sobre
mi cuerpo hacían que me sintiera muy bien. Estaba sentada
en una roca, en lo más profundo del cementerio de la
ciudad. Solo así podría olvidar lo que hice, nunca me
perdonarían este error, nadie lo olvidaría jamás. Solo había
un camino seguro para mí y era desaparecer.
—Al fin te encuentro, Blair. —Era mi hermana, se veía
agitada y con el cabello empapado. Venía corriendo hacia
mí, lucía preocupada y la entendía, solo que no estaba
preparada para contarle la verdad—. ¿Por qué escapaste de
casa?
—No puedo más Jud. —Me lancé sobre sus muslos y me
acurruqué un poco—. Hice una cosa horrible hoy en la
escuela —confesé un poco asustada por su reacción. Una
parte de mí sentía que ella no iba a comprenderme, otra
solo pensaba que se preocuparía y hasta intentaría hablar
con mis padres para que no volviera a perder el control.
—¿Qué hiciste Blair? —dijo muy preocupada, el agua
había mojado cada parte de nuestra ropa y se había
camuflado con mis lágrimas que no dejaban de salir a
borbotones de mis ojos.
—Maté a Darling. No pude evitarlo, su voz, sus gritos, su
sola presencia hicieron que no pudiera parar —sollocé
horrorizada sobre su pecho, ella intentaba calmarme con
sus palmadas suaves en mi espalda.
—Tenemos que decírselo a mamá y papá. —Alcé mi
rostro y la observé detenidamente mientras secaba mis
lágrimas.
—No —le dije con mucho miedo—. Me internarán en una
clínica, me mantendrán como una zombie con todas las
pastillas que me suministrarán.
—Pero no estás bien —murmuró ella y eso solo me hizo
sentir peor. Había asesinado a una chica—. ¿Dónde dejaste
su cuerpo?
—Lo dejé en el baño de la escuela. —Tragué saliva—. La
ahogué en la taza del baño y la dejé tirada en el suelo.
—¿Qué? ¿Estás loca Blair? Tus huellas están en su cuerpo
ahora. Eres mayor de edad, puedes ir a la cárcel.
—¿Crees que no lo sé? Por eso me escapé, para no
causarles problemas.
De repente todo lo que vi fue oscuridad. Mis ojos se
cerraron de a poco y mi hermana cayó a mi lado de igual
forma. Lo único que percibí fue la silueta de una figura
humana frente a nosotras.
—Te cuidaré Blair Bennett.
Suspiré con tristeza al evocar esos sucesos. Esa fue una
de las razones para que termináramos huyendo de la
ciudad, por eso es que era la desilusión de mi familia, por
eso no tenía y ni necesitaba nuevos amigos. ¿Quién sería
amigo de una asesina? De todas las formas que existían
para asesinar yo había elegido una muy traumática.
Las palabras de Damon habían hecho que recordara
nuevamente aquello que durante tanto tiempo había
intentado superar.
Por alguna razón comencé a llorar frente a él, nunca
hubiera querido hacer eso frente a él, podría usarlo en mi
contra algún día, podría imaginarse cuál era mi debilidad. Y
eso no era justo. No fui consciente de lo que sucedió
después, pero sus manos me rodearon, abrazándome con
fuerza. No supe cuánto tiempo nos quedamos así, pero no
me sentía bien. Solo quería escapar, llegar a mi cama,
esconderme bajo la colcha y llorar sin que nadie me
escuchara. Sin importarme la lluvia o donde se habían ido
los demás chicos, empujé a Damon y salí huyendo de la
mansión.
El viento era insoportable pero eso no impedía que mis
pies corrieran por todo el bosque, tropecé con algunas
ramas de los árboles y caí al suelo repetidas veces
ensuciando mi cuerpo con el barro. Todo estaba oscuro y no
ayudaba mucho el aire cargado de lluvia y hojas de los
árboles. Mi ropa era un desastre, sentía que no llegaría ni
siquiera a mi auto que estaba a pocos metros de la
mansión. Entonces, no pude respirar bien. Mi pecho
comenzó a doler y quedé de rodillas en el suelo. Mis manos
agarraron mi ropa mientras mis hombros subían y bajaban
con cada corta respiración que daba.
Giré mi cabeza al escuchar unos pasos apresurados.
Sus zapatos llenos de barro y hojas pegadas se
detuvieron frente a mí. Sus frías manos alzaron mi rostro y
me asusté. Era él. El hombre sin rostro. Estaba aquí. Había
venido a matarme. Sacó un pañuelo, le untó algún líquido y
luego lo colocó sobre mi boca y nariz. Grité y pateé su
abdomen pero fue en vano, mis ojos se cerraban y mi
cuerpo caía lentamente sobre su pecho.
—Shh... Mañana será un lindo día, mi pequeña muñeca.
Capítulo 11
BLAIR

Un delicioso aroma a café y pan tostado llegó a mis fosas


nasales.
Inspiré profundamente por última vez antes de abrir los
ojos a la par que remoloneaba sobre una superficie suave,
esponjosa.
Se sentía tan bien que mi cuerpo se alivianaba y creía
que me encontraba saltando de un lado a otro en una nube
de algodón. Podía incluso escuchar una música suave en el
fondo con la que algunos animales pequeños jugueteaban
por los alrededores a mi paso. Se respiraba tranquilidad,
todo se había convertido en una escena mágica.
Pero de pronto mi cabeza latió con mucha fuerza, mis
labios estaban resecos y noté un ligero ardor en mis rodillas.
Respiré una y otra vez, obligándome a abrir los ojos. La luz
fue cegadora y esos puntitos brillantes en el techo hicieron
que mi estómago se revolviera. Todo a mi alrededor
comenzó a dar vueltas.
¿Qué había ocurrido?
¿Dónde estaba?
Lo último que recordaba era haber escapado de los
brazos de Damon.
Luego todo se volvía confuso.
¿Cómo fue que desperté aquí?
—¡Mamá! —La voz chillona de Judith retumbó en mis
oídos, llevé las manos a mis ojos y la observé, se veía
preocupada pero a la misma vez estaba feliz—. ¡Al fin
despertó! —gritó eufórica.
En ese momento comencé a cuestionarme cuánto había
dormido y más importante, qué había ocurrido. Analicé mi
cuerpo y me sentí bien, solo tenía algunos ardores que me
provocaban las pequeñas heridas que tenía en mis piernas.
Cuando la realidad volvió completamente a mí, me cercioré
de que estaba en mi habitación, con mi estantería, con las
diminutas mariposas revoloteando sobre mi pijama de
flores.
Solté un quejido de dolor cuanto intenté levantarme, no
fue hasta ese momento que me percaté del moretón que
tenía en mi brazo derecho. Jud, con delicadeza me ayudó a
sentarme en la cama, hice una mueca cuando el escozor en
la parte baja de mi espalda continuaba con esos incómodos
latigazos, era como si me estuvieran azotando en esos
momentos.
—Nos asustaste, hija. —Mi madre dejó caer el delantal en
un rincón de la habitación y corrió literalmente hacia mí. Se
sentó a mi lado y comenzó a pasar su mano por mi cabello
—. ¿Qué sucedió Blair?
Toqué mi cabeza y el dolor que sentí al pestañear se
intensificó hasta llegar a la zona de mis sienes. Intenté
recordar algunos sucesos de la noche anterior pero como si
me hubiesen borrado los recuerdos, nada llegaba a mi
mente. Era una sensación incómoda y que raramente no era
la primera vez que me ocurría. Había veces que salía con mi
hermana a hacer cualquier lugar y cuando intentaba
recordar o visualizar lo que viví, simplemente todo estaba
negro, como si nunca hubiese compartido esos instantes
con ella, o al menos parte de ellos.
—Anoche cuando venía de regreso me cogió la tormenta,
el auto se estropeó en el camino. Estaba asustada, porque
él estaba allí. Cuando me atrapó, todo se volvió negro —
confesé un poco histérica, mamá observó a mi hermana con
un hilo de preocupación, sabía que ambas hablaban a
escondidas de mí sobre mis lapsus de memoria.
—¿Anoche? —dijeron las dos casi al unísono—. Eso fue
hace tres días. Esa noche no apareciste por casa —comenzó
a hablar mi madre intentando que entendiera lo que
sucedió, pero solo estaba consiguiendo que me confundiera
más—. Estuviste dos días en el hospital, hubo un chico que
no se separó un solo momento de ti, muy amable, por
cierto.
—Fue Damon, el novio de Nerea —musitó mi hermana
extendiéndome una de las tostadas, la tomé porque el olor
a pan caliente había ocasionado un terremoto en mi
estómago—. Te encontró en medio del bosque, el auto
estaba estrellado contra un árbol, tú estabas dentro.
¿Damon? ¿Qué? No recordaba nada de eso. ¿Tuve un
accidente?
Las miré confundida, realmente no comprendía la
situación en la que me encontraba. Dejé a un lado mi
desayuno y miré a través de los cristales de la ventana de
mi habitación, el sol apenas salía y la brisa mañanera era
tranquilizadora. Necesitaba asentar mis recuerdos, ni
siquiera había bebido tanto como para perder el control del
auto ¿Y qué auto? Definitivamente el de la familia no era.
—Damon te llevó al hospital bajo la tormenta, pasó los
últimos dos días contigo —Jud sonrió mientras mi madre
seguía acariciando mi cabello—. Ni siquiera fue a su casa a
descansar, durmió esas noches a tu lado en una de las
incómodas butacas. Mamá hasta le preguntó si había sido
su culpa que te estrellaras contra el árbol, es que de verdad
se preocupó por ti.
—Blair, los doctores dicen que estás en perfecto estado,
los golpes no fueron graves y solo tendrás algunos
hematomas por unos días, pero… —Toda mi atención estaba
ahora en mi madre, lucía preocupada pero a la vez
temerosa—. ¿Te sientes bien para ir a la Universidad? —
asentí, aparte de pequeños dolores por todo el cuerpo, y
mis pequeñas lagunas de memoria, me sentía estable para
enfrentarme al nuevo semestre. Pero tenía que descubrir
qué había pasado realmente esa noche—. Eso es bueno.
Miré el pequeño reloj que había en la mesita de noche y
faltaban alrededor de veinte minutos para comenzar el
primer turno de clases: Química. Observé que Jud ya estaba
vestida, y luego miré que encima del escritorio había ropa
preparada para mí. Mi madre me ayudó a levantarme y
después de dar algunos pasos en los que me dolió todo el
cuerpo, llegué hasta la ropa y caminé al baño. Con el paso
de los minutos me iba adaptando a la sensación y se me
hacía mucho más fácil andar. Después de una rápida ducha
me apresuré y me puse unos pantalones negros ajustados
con una blusa de tirantes rosa y encima una chaqueta
negra.
Cuando estuve en el primer piso noté como ellas estaban
hablando en un tono muy bajo en la cocina, sin embargo, no
presté atención. Llegué a la isla y agarré una manzana,
luego sostuve la mano de Jud y la jalé mientras le daba una
mordida a la fruta. Mi madre le hizo un tipo de seña a mi
hermana y luego ella asintió caminando a mi lado hasta la
puerta.
—No dejes que tu hermana conduzca Jud —murmuró
mamá acompañándonos a la puerta, la miré sonriente
mientras le daba otra mordida a la manzana—. No
queremos que ocurra otro accidente.
Agarré una sombrilla por si también llovía pero después
de haber visto el espléndido sol que se asomaba por mi
ventana, dudé que se formara otra tormenta. Hacía un
hermoso día, uno de los tantos que extrañaba de mi antigua
ciudad. La añoranza me atrapó cuando observé a papá
durmiendo en el sofá, debía estar cansado. Con el cambio
de hogar tenía que viajar diariamente hasta nuestra antigua
ciudad para trabajar.
—Blair. —Vi a mi madre una vez que puse mis pies fuera
de la casa—. Cuando veas a Damon, invítalo a cenar. Quiero
agradecerle adecuadamente por cuidarte.
¿Es en serio?
«¡Ay mamá!»
Si supieras en verdad el tipo de hombre que es Damon,
no me querrías ver cerca de él.
Sin embargo, le sonreí y asentí en respuesta.
Las calles estaban abruptas de personas. Al parecer en
este pueblo las personas eran diferentes a las que estaba
acostumbrada. Recordaba que el primer día, todos
cuchicheaban y se mantenían dentro de sus casas, pero
esta vez los veías abrazándose, riendo, hablando. Más de
tres pueblerinas nos vieron extraño y comenzaron a
cuchichear.
Jud no lo notó porque estaba hartándome con sus
interminables historias de tres días que estuve ausente.
Pese a eso, yo estaba expectante de todo lo que ocurría a
mi alrededor. El hombre de la esquina apagando la farola,
dos ancianas entrando a la tienda a comprar el pan, los
universitarios presumidos pasando por nuestro lado en sus
lujosos autos. Y... había algo más, pero no estaba segura
que fuera cierto del todo, tenía el absurdo presentimiento
de que alguien nos estaba siguiendo, podía notar su mirada
fija sobre nosotras.
—En unas semanas será treinta y uno de octubre.
¿Saldremos verdad? —dijo mi hermana y otra vez sentí esa
presión en mi pecho que me indicaba que algo no iba bien.
Desde que salimos de la casa sentí esa presencia tras de
mí. Vigilándome, observando cada uno de mis movimientos.
Giré mi cabeza un poco y solo vi un grupo de chicas con sus
carpetas en las manos. En la acera del frente no había
nadie. Pero entonces, escuché unas hojas secas ser pisado y
a continuación un alarido de una de esas chicas. Rodé mi
cabeza preocupada y comencé a reír al darme cuenta que
una de ellas había sido atropellada por un niño en
monopatín.
Olvidando el tema de la absurda persecución, seguimos
caminando y constantemente Jud me repetía si saldríamos
por Halloween. No me apetecía salir, las fiestas no eran lo
mío y menos después de comprobar lo locos que estaban
todos los jóvenes de aquí. Sabía que Damon les había
contado algo a los médicos y a mi familia y ahora era el
gran héroe para ellos, pero no creía que todo hubiese
ocurrido como dijo.
Era imposible que no recordara absolutamente nada de
esa noche.
—Creo que algunos chicos se reunirán en la casa de un
profesor para montarnos una fiesta a lo grande —murmuró
pasando su mano por mi hombro y sonrió, casi de inmediato
me alejé, la presión en mis hombros me provocó un poco de
incomodidad.
—No iré y esta vez no te cubriré.
Judith iba a comenzar a reprocharme cuando mi teléfono
comenzó a sonar.
Puse un dedo sobre mis labios indicándole que hiciera
silencio. Era un número desconocido. Ya había dejado varias
llamadas perdidas, pero no las tomé por mi estado de
inconsciencia. Así que esta vez descolgaría la llamada y
escucharía su voz.
La voz de la persona con la que había estado chateando
por tanto tiempo.
Esto era de locos.
Pasaron algunos segundos en los que ninguno dijo nada.
Esa persona solo daba fuertes respiraciones mientras
caminaba, parecía tranquilo. Traté de prestar atención a lo
que escuchaba del otro lado pero solo percibía voces de
transeúntes. Así que supuse que estaba en la calle. Percibí
el sonido de las campanas de la panadería por la que
habíamos pasado hace minutos, eso se me hizo un poco
raro. Miré hacia atrás pero no notaba nada extraño, las
mismas chicas estaban conversando, algunos perros
estaban jugando en el césped y en la acera contraria a la
nuestra, había un chico, pero no tenía un teléfono, ni
siquiera movía los labios.
—Ten cuidado en la vía, Blair —habló y quedé suspendida
en una burbuja. No creía que fuera su voz real, parecía
como si tuviera una tela sobre la bocina, ocasionando que
saliera mucho más gruesa y ronca, pero algo era seguro, el
desconocido era hombre.
Puse un pie en la calle y el sonido del claxon de un
camión me sacó del trance al que él me había llevado. Jud
tomó mi brazo y me jaló fuertemente hacia la acera. Casi
dejé caer el teléfono al suelo del susto que me llevé, de no
ser por mi hermana hubiera sido atropellada. Realmente no
estaba en mis días buenos. El conductor me había gritado
con todas sus fuerzas, pero yo seguía embobada, el sonido
del claxon también se escuchó al otro lado de la línea. Él
estaba cerca de mí. Miré a todos lados y esta vez solo
observé a muchas personas a mi alrededor, preguntándome
si me encontraba bien.
Mi vista curiosa, atravesó la manada de caminantes y
observé a lo lejos un chico con un abrigo negro con
capucha. Alzó el teléfono, luego colgó la llamada y lo guardó
en el bolsillo. Lo perdí de vista cuando dobló la esquina.
Corrí desesperada para atraparlo, tenía muchas preguntas,
pero al llegar a donde creía que se encontraba, solo había
un callejón sin salida y completamente abandonado.
Guardé el móvil y mientras me hacía miles de preguntas
sobre lo que acababa de pasar, caminé con Judith hacia la
Universidad. Ella se había asustado mucho, pero no dejó de
interrogarme sobre la llamada o porqué corrí tan de
repente. Le dije que estaba bien, que no me hiciera más
preguntas y que solamente se callara por unos minutos.
Cuando llegamos a la entrada de lo que se convertiría en
nuestra cárcel por ocho horas, percibí muchas miradas
sobre mí, incluso más que el primer día en que llegamos.
Intenté no hacerles caso a esas chicas que me miraban
como si fuera una zorra y caminé con la cabeza en alto por
todo el campus. Pero eso se me hizo imposible cuando un
grupo de ellas pasaron por nuestro lado y murmuraron cerca
de mí esas estupideces que comenzaron a calentarme la
cabeza.
—El profesor Gilbert le sonrió.
—De seguro anda provocándolo.
—Blair Bennett es sinónimo de puta barata.
—Y el novio de una chica anda detrás de ella, de seguro
ya se ha acostado con todos.
Mi hermana agarró mi muñeca y me impulsó para que
caminara más deprisa hasta que saliéramos de esa zona de
fieras. Debía confesar que las palabras que dijeron me
dolieron, ni siquiera habían hablado conmigo para saber
cómo era y ya alguien estaba esparciendo rumores sobre
mí.
—No les hagas caso —susurró Jud entrelazando su mano
con la mía.
—No lo hago —confesé—. No he tenido tiempo de
conocer a ningún profesor, así que supongo que
comenzaron con rumores falsos, y el chico es Damon,
supongo que todos están al corriente de esas noches en las
que me cuidó.
—¿Tú y él…?
—¡No! —exclamé con repulsión, pensar en Damon me
daba hasta nauseas—. Ni siquiera entiendo por qué hizo
todo eso, no hablamos nada especial para que se
preocupara y actuara tan impulsivamente.
—A veces solo necesitas entender que hay personas que
aunque no lo sepas se preocupan de una forma enferma por
ti —musitó mi hermana de repente y antes de que pudiera
responderle algo, sus amigas nos interceptaron.
Las tres me miraban muy extrañas, hasta cierto punto
creí que se sentían apenadas por lo que ocurrió noches
atrás. Saray ni siquiera me había mirado, suponía que debía
ser muy vergonzoso para ella saber que la vi desnuda
haciendo ese acto indecente con Liam. Nerea parecía
enfadada conmigo pero a la vez no dejaba de sonreírme,
estaba al corriente que debía odiarme, solo que su
reputación y estatus eran más importante que tener una
discusión conmigo por su novio. De Lucía no recordaba
mucho más que su mirada curiosa vagando por los labios de
Lexy. Por cierto, ¿dónde estaba ella?
—¡Blair! —La voz de Nerea retumbó en mis oídos—. Aquí
estás al fin, tu hermana me estuvo dando detalles de tu
estado. ¿Cómo te encuentras ahora?
—Bien, gracias por preocuparte —dije seria, quería que
notara que estaba incómoda con esta conversación—. Por
cierto... ¿Dónde fueron ese día? De repente todos
desaparecieron y me quedé a solas con Damon.
—Liam decidió continuar el juego sin ti, así que los
perdedores terminamos yéndonos. Él y Lucía fueron los que
disfrutaron de la habitación a solas —dijo Nerea y sentí un
poco de incomodidad en el rostro de Lucía, como si no
hubiese quedado satisfecha por haber pasado esa noche
con el peliblanco—. Yo me quedé esperando a Damon en mi
auto pero nunca apareció. —Eso último lo dijo un poco
decepcionada—. ¿Él te acompañó al hospital esa noche,
verdad?
—Fue una suerte que Damon estuviera por allí, ni
siquiera recuerdo cómo llegué al auto suyo —musité y
aparté la mirada de ella—. Nerea, ¿has visto a Damon en
estos últimos días?
—¿Ocurrió algo con él? —su voz se quebró un poco,
estaba muy nerviosa, las chicas también se dieron cuenta
del estado de ella.
—¿Algo como qué? —Alcé una ceja un poco confusa—.
Solo quiero verlo para agradecerle su ayuda.
—Lo siento, creo que ando un poco paranoica contigo.
Desde que apareciste en el pueblo Damon se ha alejado
mucho de mí —murmuró y la entendí un poco, verla a ella
en esta situación, me hizo pensar en mis celos con él—, ya
ni siquiera contesta mis llamadas y cuando voy a su casa no
me responde. Ayer mismo creo que vi la silueta de él con
otro chico, parecía que estaban discutiendo, por eso no
quise molestarlo y me fui.
—Por mí no tienes que preocuparte Nerea, yo no estaría
con el novio de una amiga —respondí sincera, después de
todo, sentía más repulsión por Damon que algún tipo de
deseo.
—Lo sé, pero es que esa noche te miró más a ti que a mí
en el mes que llevamos saliendo —dijo un poco cabizbaja—.
Él nunca se ha preocupado tanto por alguien como lo hizo
contigo, Blair.
—Tranquila, ¿sí? —le pedí amablemente mientras nos
separábamos un poco de las demás, que no supe cuando
dejaron de prestar atención a nuestra conversación para
centrarse en las suyas propias—. Yo te dije lo que pensaba
de él, deberías buscar a alguien mejor, no debes aguantarle
nada a ningún hombre. Damon es un cabrón contigo, todos
lo hemos visto, pero sé que nadie escarmienta por cabeza
ajena, así que piensa bien que es lo que quieres para tu vida
y luego actúa —ella sonrió con sus ojos cristalizados y luego
me dio un abrazo. Mis manos no se movieron de ambos
lados de mi cuerpo ya que me había aprisionado. Cuando
me soltó, le sonreí—. Y Nerea… deberías respetarte un
poquito más.
—Creo que deberíamos ir entrando a clases —murmuró
ella caminando nuevamente hasta las chicas. Tener esta
conversación con ella fue satisfactorio, ahora suponía que
pensaría un poquito en sí misma—. Nos vemos a la hora de
almuerzo en la cafetería. Debemos planear algo para esa
fiesta.
Nos despedimos y cada una tomó un camino diferente
por las escaleras y pasillos del centro. Yo me dirigía al tercer
piso donde tendría mi primera materia. Las clases de
Química eran la asignatura extra que había pedido a mi
gusto. Fue difícil escogerla, siempre había sido más de
letras, pero había llegado un poco tarde y la matrícula
estaba completa, así que tuve que elegir entre Física
cuántica, Matemáticas avanzada y Química.
Entré al aula con algunos de mis compañeros empujando
para tomar asiento, para al final, acabar sentándome en la
última mesa de la hilera de la derecha, donde no había nada
más que no fuera una larga y verde pared estilo hospital. No
entendía por qué había tanto revuelo. Tampoco comprendía
por qué la mayoría de la inscripción del grupo era mujer.
Parecían como si estuvieran siendo hormonadas.
No me había dado cuenta de lo extraño de la situación
hasta que lo vi entrar a él.
Liam.
Vestía muy diferente a la última vez que lo vi. Unos
pantalones rojos ajustados, con una camisa de cuadros rojos
y cuello V, doblaba hasta los bíceps. Sus zapatos eran de
cuero y tacón. Su cabello blanco y largo estaba recogido en
un moño con dos palitos chinos. Sostenía una maleta en un
brazo y en el otro llevaba algunos portafolios.
—Buen día alumnos, para los que me conocen y para los
que no, soy su profesor Liam Gilbert y les doy una hermosa
bienvenida a la asignatura... —sonrió y todas «sin exagerar»
todas las chicas suspiraron—. Química.
En ese momento comprendí a qué se referían las chicas
de hace rato. Dios mío, Liam, el chico con el que estuve una
noche en esa mansión, al que vi burlarse y pedirme que lo
besara, el hombre que hizo que una de sus alumnas se
desnudara frente suyo, era mi profesor de Química. Abrí los
ojos grandemente cuando pasó por mi lado y su perfume
tan varonil inundó mis fosas nasales. Esto era mucho para
procesar en tan poco tiempo.
¿Acaso las demás lo sabían? Pero qué pregunta, por
supuesto lo sabían, eso explicaba por qué Nerea me habló
de esa forma de Liam y por qué les ocultaban a sus padres
esos encuentros nocturnos con él.
Una arcada me hizo hacer un ruido extraño.
—¡Señorita Bennett! —escuché su voz y cuando miré al
frente, me encontré con la parte baja de su pantalón. Alcé
mi cabeza rápidamente y noté su rostro serio—. ¿Se
encuentra bien?
Mi respuesta fue interrumpida por el sonido de la puerta
abriéndose nuevamente. Todos levantaron la vista y miraron
en esa dirección. Aiden se encontraba apoyado en el marco
de la puerta, su pie estaba ligeramente asentado en la
pared, sostenía una libreta en la mano derecha y tenía un
lápiz en la oreja. Mantenía el mismo aire de chico solitario e
introvertido, totalmente distinto a como fue conmigo esa
noche. No hizo contacto visual con nadie. Solo observaba un
lugar dónde sentarse y ese lugar lo encontró a mi lado. El
único asiento vacío.
Caminó hasta el espacio vacío y se sentó minutos
después, sin siquiera pedir permiso o disculpas por llegar
tarde e interrumpir al profesor. Dejó caer la libreta sobre la
mesa y me observó, dedicándome una de esas sonrisas
llenas de prepotencia. En ese momento pensé en lo
vergonzoso que estaba resultando volver a verlo, todos los
recuerdos se amontonaron en mi cabeza y quise
desaparecer.
Dejé de pensar cuando nuestro profesor nos miró a
ambos con el entrecejo fruncido.
—Bien —dijo Liam—. Al parecer tenemos un chico malo
en el grupo. —Se alejó de nuestra mesa y caminó hasta el
buró—. Señor Pierce... ¿Verdad? —él asintió—. Que sea la
última vez que llega tarde a mi clase. —Alcanzó una tiza y
comenzó a escribir en el pizarrón mientras hablaba—.
Hidrocarburos saturados. Serie Homóloga. Propiedades
físicas de los alcanos. Estructura.
El silencio fue sepulcral, Las chicas parecían disgustadas.
Sin embargo, yo estaba un poco ida.
Aiden me miró nuevamente y sonrió.
—¿No piensas dejar de mirarme? —susurró anotando el
sumario en el papel.
—¿No que tú no hablabas? —dije a la defensiva en un
tono muy bajo—. Todos piensan que eres mudo, ¿te divierte
engañar a las personas?
—¿De nuevo, Blair? —me respondió dejando caer el lápiz
en la mesa, sus ojos marrones me miraban con un brillo
especial, debía admitir que ahora en la claridad, Aiden lucía
mucho más hermoso.
—¿De nuevo qué, Aiden? —No pensaba quedarme
callada, también sabía jugar a su juego.
—¿Sabes mi nombre, Blair? No recuerdo habértelo dicho.
—Me miró y trazó una sonrisa de medio lado—. ¿Has estado
preguntando por mí?
—Pueblo pequeño. Sé muchas cosas —murmuré
elevando una sonrisa de medio lado, él sonrió cínicamente,
estaba expectante a su próximo movimiento.
—Esas son mis palabras —se quejó acercando sus labios
a mi oreja, su proximidad me ponía extrañamente nerviosa.
—Lo sé —dije firme.
—¿Saldrás en Halloween? —cambió de tema y su
interrogatorio me tomó por sorpresa. ¿Me estaba invitando
a salir?
—¿Acaso te importa?
Por supuesto yo no podía responderle sin estar a la
defensiva.
—Para nada. —Se acercó lentamente a mi oído y susurró
—. Recuerda que las brujas, lobos, vampiros, zombis e
híbridos, salen a cazar ese día. Habrá sangre Blair, no quiero
que te veas manchada.
—¿Qué mierda dices? —grité y sin darme cuenta me
había levantado de la silla. Todos los estudiantes, incluido
Liam, giraron hacia mí. Ellos parecían confundidos y yo una
completa demente.
—¿Con quién habla señorita Bennett? ¿Sucedió algo? —
musitó Liam con el rostro serio, sus manos estaban
manchadas del polvo blanco de la tiza.
—Solo algo que dijo Aiden, lo siento.
Los gestos serios y fríos cayeron con aún más fuerza
sobre mi cuerpo.
—Todos saben que Aiden no habla por su enfermedad. No
intente burlarse del chico o tendrá graves problemas —siseó
Liam y cuando miré a Aiden, éste había bajado la cabeza
como si estuviera muy ofendido.
—Pero... —intenté explicarme pero Liam no me dio
opción y me interrumpió.
—Pero nada, vuelva a su asiento y preste un poco de
atención a la clase.
Lo hice y fulminé con la mirada a Aiden. ¿Por qué les
mentía a todos? ¿Por qué solo hablaba conmigo? Decidí
ignorarlo, concentrarme en la clase, olvidar todo lo que
hablamos, incluso esa sonrisa que me ponía tan nerviosa.
Por supuesto él no quería dejarme tranquila, se giró
nuevamente hacia mí, luego de cerciorarse que nadie lo
estuviera viendo y colocó la palma de su mano izquierda
sobre mi libreta, impidiéndome escribir.
—¿No sabes guardar secretos, Blair?
Capítulo 12
BLAIR

Decidí solamente ignorarlo, Aiden no iba a hacer que


perdiera la poca cordura que me quedaba con su actitud de
mierda. Él pareció entender que me molestaba su presencia
y eso solo lo provocó para que continuara jodiéndome. No
podía armar otro escándalo, de igual forma, nadie me
creería, Liam me metería en problemas con el decanato de
la Universidad, Aiden se saldría con la suya y todos me
verían como una loca. Hiciera lo que hiciera, el destino me
perseguía e iba a encargarse de que las personas
conocieran mi verdadero ser.
—El siguiente trabajo es evaluativo. Será la nota para
pasar de semestre, lo haremos en dúos —continuó Liam
mientras Aiden me observaba. Su vista fija sobre mi cuerpo
hacía que mi corazón latiera rápidamente. Era como si él
esperase que yo dijera algo para distraerlo—. He hecho una
lista con las parejas, al ser una matrícula impar, uno de
ustedes tendrá que trabajar conmigo.
Todos hicieron silencio, las chicas se miraron entre sí, al
parecer todas querían trabajar con el profesor, todas
excepto yo. No me veía en una habitación a solas con él
investigando, no después de saber las cosas pervertidas
que le gustaba hacer, no después de haberlo retado y hasta
insultado aquella noche. Reiteré para mí misma lo mismo
que pensé cuando lo vi aparecer tras la puerta aquel día, lo
mejor para mí sería alejarme de él.
Aiden notó el ambiente tenso que se había hecho en la
clase, su divertida risa apareció nuevamente mientras
frotaba su cabello y me observaba con descaro. Ambos
sabíamos que nadie iba a querer estudiar con él por su falsa
enfermedad, y siendo sincera, prefería discutir con él, antes
que seguir siendo la comidilla de los demás si debía hacerlo
con Liam.
—Yo puedo trabajar con usted, profe —intervino Lexy, ni
siquiera me había dado cuenta que asistía a esta clase.
Ella sonrió divertida mientras observaba directamente la
bragueta del pantalón de Liam.
Me dio asco solo pensar lo que esos dos hacían. Era
inadecuado e incumplía cualquier regla del pueblo, y de la
sociedad en general.
No sabría decir por qué, pero había un aura de poder y
sumisión entre ellos que era extraña. Aunque no dudaba
que Liam le hubiese insinuado cosas depravadas a ella.
Me sorprendí y ella también cuando el peliblanco rechazó
su propuesta.
—No Lexy, quiero que sea Blair la que comparta sus
investigaciones conmigo —y justo en ese momento, la
impotencia y las ganas de pedir alguna explicación fueron
mayores que cualquier otra cosa que hubiera deseado. Ni
siquiera nos soportamos, no entendía para qué malgastar su
tiempo conmigo—. Usted compartirá algunas tardes con el
señor Pierce.
Liam se giró y comenzó a anotar en un papel algo que no
llegaba a leer por la lejanía. Una sonrisa de medio lado se
dibujó en su rostro, era imposible que nadie hubiera visto
eso. El maldito se estaba aprovechando de su poder como
profesor para hacer lo que deseara. Involuntariamente
observé a Aiden, quería ver su reacción y como era de
esperarse, estaba serio. Su rostro no denotaba ninguna
emoción, ni siquiera me miraba, solo dibujaba en la carátula
de la libreta un cuchillo con manchas rojas y lo que se
suponía que era sangre, había un charco al lado del cuchillo.
—¿Cómo quieres que me comunique con un mudo? —
Lexy se levantó del asiento y alzó su voz aún más alto que
el grito que pegué yo con anterioridad.
Decir que eso me molestó fue poco, y cuando creí que
Aiden iba a decir algo al respecto, simplemente elevó su
labio superior en una retorcida y maniática sonrisa.
—Número uno, es un compañero de clases y merece
respeto —musitó Liam dejando escapar una bocanada de
aire mientras la observaba. Su rostro estaba serio, como si
realmente le hubiera molestado el comentario de ella, hasta
podía ver una vena hinchándose en su cuello—. Dos, no voy
a permitir que me alce la voz y tres, si puede escribirse por
WhatsApp con alguien mientras deja de prestar atención a
mi clase, creo que podrá comunicarse con su compañero de
igual forma, o escribiéndose en un papel. Las variantes son
múltiples.
—No haré mi trabajo con él —volvió a quejarse
cruzándose de brazos, yo por mi parte, no dejaba de
observar la reacción de Aiden, aunque fuera algo absurdo
porque ni siquiera se inmutó, solo seguía dibujando en el
papel con mucha más fuerza que antes.
—No pienso tener una discusión por algo en lo que no
tiene autoridad —siseó Liam entre dientes, miré su cuello y
parecía que su vena iba a explotar en cualquier segundo.
Antes de que el asunto subiera un poco más de tono, el
timbre sonó y los alumnos comenzaron a salir, blasfemando
una que otra obscenidad sobre la supuesta preferencia de
Liam hacia mí. Sabía que estaban errando, pero al final, era
lo que se estaba comentando por los alrededores desde que
él me sonrió aquel día en la entrada. Pero bueno,
poniéndome en sus lugares, yo creería que solo era la
“afortunada” de la semana, la nueva a la cual el guapo
profesor quiere cogerse. Ya luego me olvidaría y se centraría
en alguna otra, pero como dije, eso lo pensaría yo si fuera
ellas.
Guardé mis cosas en la mochila y salí al pasillo. Había
demasiada gente, muchos olores regados en el aire y entre
ellos el asfixiante sudor de los jugadores de fútbol. Detrás
de ellos venían las porristas, con sus uniformes azules y
esos lazos del mismo color en las coletas. Eran como el
ganado de todos los jugadores, todas rubias y con olores a
colonias caras, viéndolas tan acicaladas, me cuestioné por
qué Nerea no era parte de ellas.
Al doblar por la primera curva para subir las escaleras e
ir a mi siguiente turno de clases, tropecé con los zapatos de
cuero de una persona conocida. Aiden estaba con su pierna
extendida mientras lanzaba una y otra vez una pelota de
tenis contra la pared del frente. Realmente no tenía
intenciones de detenerme y empezar una conversación tan
agradable como las que acostumbrábamos, así que lo
ignoré y seguí caminando. Esta vez coloqué en mis oídos
mis audífonos y me sumergí con una de mis canciones
favoritas actualmente.
You have my heart
We'll never be worlds apart
May be in magazines
But you'll still be my star
Baby, 'cause in the dark
You can't see shiny cars
And that's when you need me there
With you I'll always share
Because.
—Sabes que cantas realmente mal. ¿No? —susurra luego
de pasar su mano por mi espalda baja y haberme sacado los
audífonos de las orejas.
El teléfono que llevaba en las manos, cayó al suelo y
justo ahí, solo podía pensar en que no se hubiera roto la
pantalla.
Me agaché para recogerlo pero él se me adelantó. Mis
ojos se perdieron al instante en los tatuajes de su cuello.
Sabía que podría encontrarme con cualquier persona en la
Universidad, pero nunca imaginé que justamente fuera a
verlo a él.
Damon.
Tomó mi mano y me llevó velozmente dentro de la
primera aula que vio. Un suspiro escapó de mi boca cuando
examiné el local. El departamento de profesores de
Ciencias. Me arrastró hasta una zona que no sabía que tenía
la habitación, y me jaló hasta que nos escabullimos por un
pequeño rincón del estante de libros de los profesores. Mi
cuerpo rebotó en el metal cuando me solté bruscamente de
su agarre. Me crucé de brazos y él saboreó sus labios, hasta
que no vi su mirada fija en mis pechos, no fui consciente de
que me estaba mirando esa zona. En ese minuto, los
nervios comenzaron a actuar como mi peor enemigo, la
zona en la que estábamos era cerrada y muy limitada, y
aunque Damon se encontraba a cierta distancia de mí,
podía sentir su respiración sobre mis mejillas. Su risa
agonizándome.
—¿Qué haces aquí Damon? ¿Para qué me encerraste
aquí? —solté a la defensiva.
Él hizo un ruido extraño con su boca mientras negaba
con la cabeza, acercándose cada vez más a mí. Su vista
bajó y se centró en la luz que provenía de mi teléfono.
—¡Devuélvemelo! —Extendí mi mano y ésta se quedó
suspendida en el aire mientras veía como Damon observaba
mi fondo de bloqueo.
—Bonito fondo de bloqueo, pequeña —murmuró e
inconscientemente sonreí, verdaderamente era lindo mi
fondo, o sea, ¿a quién no le gustaban las rosas rojas?
—¿Eres sordo? —le dije ignorando completamente su
halago.
—¿Eres tan maleducada?
Estaba comenzando a odiar esta manía tan tonta de que
siempre mis conversaciones con los chicos se basaran en
preguntas sin respuestas.
—No respondas una pregunta con otra. —Retrocedí en
mis pasos cuando vi a Damon haciendo contacto visual
conmigo. Su mirada era tan fría, tan aterradora.
—¿No es lo que tú acostumbras a hacer Blair? —sonreí,
¿cómo era posible que Damon me conociera tanto?
—¿Qué quieres?
—Nada en especial, solo caminaba de un lugar a otro,
intentando encontrarte. —Movió mi móvil de un lado a otro
y luego lo guardó dentro de sus pantalones con una sonrisa
que desee borrar de su rostro—. No quería que te enteraras
así, pero nunca me dejas otra opción, volví a la Universidad.
—No sé si te has dado cuenta, pero lo que hagas o dejes
de hacer, no me importa —musité seriamente mientras le
quitaba una telaraña que tenía en el cabello.
—Creí que después de haberte salvado y preocupado por
ti, me tratarías diferente —masculló como si se sintiera
herido.
—¿Y qué pretendes? —le cuestioné con una sonrisa
burlona—. ¿Qué será lo próximo? ¿Aparecerte en mi casa,
presentarte a mis padres y decirles que eres mi novio? —
bufé y observé una de las puntas de mi móvil sobresaliendo
del pantalón de Damon.
Aproveché ese momento en el que se quedó descolocado
con mis palabras e intenté arrebatarle lo que era mío, pero
él fue demasiado rápido y me esquivó. Sin darme cuenta,
me acorraló contra la estantería, puso a ambos lados de mi
cintura sus manos y se aferró a mí. Su cuerpo estaba
rozando el mío, su respiración mentolada entraba por mis
fosas nasales, podía sentir la fuerza que aplicaban sus
manos en mi piel. La sensación no era desagradable y
aunque no quise que él lo notara, lo hizo y sus labios
formaron una descarada risita.
—Nada me gustaría más que hacer eso. —Jugó un poco
con los mechones de mi cabello sin dejar de mirarme con
esos ojos azules que me estaban poniendo muy inquieta—.
Todavía estoy esperando mi castigo por ser un chico malo.
Cerré mis ojos inconscientemente, ¿por qué eso me
había resultado ser tan excitante?
—Solo suéltame, Damon —murmuré pero él en vez de
hacerme caso, lo que hizo fue dejar sus labios a pocos
centímetros de los míos.
—Oblígame, Blair. —Una de sus manos tomó mi barbilla,
obligándome a mirarlo directamente a los ojos.
Tragué saliva intentando mantenerme tranquila. Su
pulgar se deslizó por mis labios, abriéndolos un poco. Lo
escuché jadear mientras su aliento me embriagaba y las
caricias de sus manos me hacían cerrar los ojos como una
chica débil.
—Te devolveré tu teléfono si me haces un pequeño favor
—sonrió y esta vez acarició mi mejilla derecha—. Por cierto,
Nerea me dijo que preguntaste por mí. ¿Para qué Blair?
—Oh, eso... No es nada.
Entonces, su mano agarró con fuerza mis mejillas
quedando mis labios en una forma extraña. Su respiración
chocaba con la mía y juraba que si decía una sola palabra,
iba a sentir la textura de su boca sobre mis ribetes.
—No me mientas, Blair —masculló y mordió su labio
inferior cuando nuestras pieles rozaron.
—¡No estoy mintiendo! Pero... Si me das el móvil, podría
decírtelo —le dije ocasionando la misma sensación de hace
unos segundos, solo que en ese instante me resultó mucho
más placentera.
Comenzaba a preguntarme qué se sentiría ser besada
por Damon Waldorft.
—¿Juegas conmigo, pequeña? —gruñó.
—¿Lo haces conmigo, pequeño?
Un pequeño jadeo escapó de mi boca cuando Damon
enfatizó su agarre.
—Eres realmente graciosa —dijo separando sus labios de
los míos—. Entonces es un trato —asentí como los
muñequitos que ponen en las partes delanteras de algunos
coches—. ¿Qué cantabas?
Su pregunta me toma por sorpresa. Creí que me daría el
teléfono después de decirle un par de mentiras, luego yo
saldría corriendo del despacho y lo perdería de vista por un
tiempo. Pero debía darme cuenta cuanto antes que las
cosas con este chico no iban a ser tan fáciles. Estuve a
punto de decirle «¿Y a ti que te importa?» pero me contuve.
—Una canción —respondí y él soltó una carcajada.
—Bravo Blair, ese era el detalle que me faltaba para
comprender —sonrió burlonamente—. ¿Qué canción es?
—Es el cóver de Umbrella de Rihanna, pequeño —le dije
con la intención de burlarme de él, pero al parecer conseguí
lo contrario ya se comenzó a mostrarme sus perfectos,
alineados y blancos dientes.
Él da un paso hacia mí y yo doy otro paso hacia atrás.
¿Otra vez? Damon da otro paso y yo intento hacer lo mismo
pero me doy cuenta que no soy un fantasma para traspasar
la estantería. Estaba atrapada, no podría escapar de él.
—Quiero que nos veamos en la noche. A las once. En el
callejón que hay a dos cuadras de tu casa.
Quise preguntarle por qué sabía dónde vivía, pero luego
recordé que había ayudado a mi madre a llevarme a la casa.
—¿Qué? Estás loco si piensas que me veré contigo a esas
horas. —Agitó su mano con el teléfono delante de mis ojos,
como indicándome que era la forma en la que lo
recuperaría.
Cuando va a responderme, escuchamos las voces de
Liam y... ¿Lexy?, entrando al despacho. Damon pegó su
cuerpo al mío, puso su dedo índice sobre mis labios y me
obligó a callar.
Sin saber muy bien por qué, le obedecí.
—¿En serio, con Aiden? —oigo que pregunta Lexy.
—¿Acaso es importante? Sabes que ya tienes el máximo
en esa evaluación —responde Liam, cerrando con llave el
despacho.
¡Oh no! No podían hacer lo que yo creía y menos aquí
frente a nosotros.
—¿Seguro? —murmura ella quitando los palillos chinos
del cabello de Liam, enroscando sus dedos en ellos.
—Seguro —aclara Liam—. Ven, sube en la mesa, abre
bien las piernas para mí y déjame ver que llevas hoy bajo la
falda.
¡Joder! Esto no podía estar pasando.
No me apetecía escuchar lo que suponía que esos dos
iban a hacer, tampoco era buena idea que Damon los viera.
Aunque no les estaba prestando mucha atención, sus ojos
estaban fijos en mí. Admirándome.
—Tranquila pequeña, dejémosles que se diviertan —
susurra en mi oreja.
Me ericé cuando su labio húmedo rozó con mi lóbulo.
Instantes después no se escuchó nada más que el sonido
de las bocas y las lenguas de ellos dos al colisionar. Damon
tomó mis caderas y me giró para que observara cómo Lexy
estaba sentada sobre la mesa y Liam manoseándola. Mi
respiración se agitó y Damon sonrió desde su altura.
Me pasó la mano por la cintura y me arrimó más a él.
—¿Excitada? —me pregunta y dudo en responder.
Lo miré sin decir ni una sola palabra. Debía pensar que
estaba tan húmeda por ver estas escenas, y tenía razón,
desde la noche en la que vi a Saray con Liam, comprendí
que me excitaban las cosas peligrosas, aun así, no pensaba
responder a su pregunta. Pero entonces sus ojos se clavaron
aún más en mí y sus labios se abrieron con delicadeza, casi
pegándose con los míos.
—¿Te excita más leer que esto? —insiste acariciando mis
pechos, mis ojos se cierran y mi respiración se vuelve
agitada cuando su mano baja hasta el dobladillo de mi blusa
y se escabulle debajo.
¡Joder! Oh dios, me estaba excitando él, él y él.
Otra vez asentí, pero él no me creyó. Sonrió y movió su
cabeza al verme tan alterada. Tomó mi cabello y me giró
para que volviera a observar a los otros dos por la rendija.
Lo que veía me excitaba aún más. Liam estaba desnudo, su
impresionante espalda se contraía a medida que Lexy le
chupaba la polla. Con una mano la impulsó a ella. ¡Oh dios!
Esto no estaba bien. Cuando pensé que nada podría
empeorar, Damon empujó mi cuerpo aún más sobre la
estantería y sentí un pequeño bulto rozando en el centro de
mi trasero. Agarró mis caderas con fuerza y me pegó más a
él.
—¿Te gusta lo que ves? —susurró en mi oído y luego
lamió el lóbulo de mi oreja.
Me gusta lo que siento, Damon.
—No... —lo escucho sonreír y entre susurros añado—. No
me parece bien que estemos mirando.
—¡Júrame que si te toco ahora no estarás mojada! Esto
es excitante, Blair.
—Es mi profesor.
Hace un gesto afirmativo mientras pasea su lengua por
mi oreja, luego susurra:
—Daría todo lo que tengo porque fueras tú la que
estuviera encima de esa mesa. Pasaría mi lengua por todo
tu cuerpo, hasta llegar a tu deliciosa feminidad, la metería
allí y luego te follaría bien duro mi pequeña muñeca.
«¿¡Pero qué coño había dicho este hombre!? »
Estaba insultada, quería marcharme de ese lugar y no
me importaba que nos atraparan espiándolos. Solo que
también deseaba seguir viendo todo, sintiendo como mi
vientre se deshacía cuando su respiración en mi nuca y su
brazo lleno de tatuajes apretando mi muslo lograban que
me desinhibiera un poco más. Entonces, el recorrido de sus
manos se detuvo cuando me giró nuevamente y sin pedir
permiso, pasó su lengua por mi labio inferior, luego el
superior, luego los chupó y finalmente me dio un suave y
delicado mordisco.
No me moví.
No podía respirar.
Al ver que mi respiración se agitaba, volvió a sacar su
lengua mientras levantaba un poco mi pierna y comenzaba
a moverse lenta pero tortuosamente. Inconscientemente,
abrí mi boca. Quería más. Sus pupilas se dilataron y sabía
que las mías podían estar incluso peores que las suyas. Sin
saber muy bien lo que estaba haciendo y por qué, fui yo la
que introdujo mi lengua en su boca.
Damon sonrió y con pericia continuó besándome, mordió
mis labios bruscamente mientras sus manos se apoderaron
de mi culo y lo apretó a su gusto.
El beso se hizo cada vez más salvaje y posesivo, me
estaba dejando guiar por sus labios, esos que eran tan
gruesos, suaves y que se estrellaban húmedos contra los
míos. Olvidándome de todo, respondí a sus exigencias y
enseguida sentí que era yo la que apretaba sobre su duro
pecho en busca de algo más.
Ni siquiera me conocía, pero en ese momento no sentía
culpa, solo tenía la extraña necesidad de querer mucho más
con él.
¿Qué estás haciendo, Blair?
¡Tu primer beso!
¡Damon!
Ignoré las voces en mi cabeza, sabiendo que luego me
arrepentiría, pero estaba decidida a dejarme guiar por el
deseo. En algunos minutos, nos besamos en silencio
mientras escuchábamos los gemidos y las penetraciones de
Liam, unido a los jadeos desesperados de Lexy. Mi cuerpo
tembló al contacto con su duro pecho. Las manos de Damon
apretaron mi trasero mientras continuaba con sus
movimientos sobre mi ropa. Instantes después, se separó y
susurró:
—¿Nos vemos a las once?
Moví la cabeza, negando.
La calentura no se había ido de mi cuerpo pero ya
comenzaba a arrepentirme de lo ocurrido. Pensé en Nerea y
aunque no la consideraba mi amiga como dije, le había
prometido, casi jurado que nunca pasaría nada con su
novio.
Había mentido mucho ese día.
—Te odio Damon —susurré sobre sus labios, él volvió a
morderlos y cuando me alejé repentinamente, la fricción de
sus dientes en mi piel, ocasionó una ligera herida.
—Sé dónde vives. Si no estás a esa hora en el callejón,
iré a buscarte —murmuró y se llevó la sangre de mi boca
con su dedo para después saborearla.
—No.
—¿Siempre me llevarás la contraria?
—Dame mi teléfono.
—Hoy en la noche. Ya que al final no me dijiste para que
me buscabas, no mereces que te lo entregue ahora —dice al
fin y sin hablar y un poco perturbada, lo miro.
¿Qué demonios estoy haciendo?
¿Qué rayos estoy sintiendo?
Capítulo 13
BLAIR

No supe exactamente cuánto tiempo había pasado hasta


que sentí una mano sobre mi hombro. Me sobresalté y abrí
mis párpados rápidamente.
Por un segundo creí que si iba a la cafetería, saltándome
todas las clases y con la música a máximo volumen en mis
oídos, podría estar tranquila y pensar en todo lo que había
ocurrido. Por supuesto estaba equivocada, después de todo,
era un pueblo pequeño y a donde quiera que fuera, siempre
habría alguien cerca.
En este caso, Lucía, que me miraba con el entrecejo
fruncido.
—¿Estás bien? —murmura de pie a escasos centímetros
de mí.
Rasqué mi cabeza pensando si sería buena idea decirle lo
que había sucedido hacía algunas horas con Damon,
aunque esa sería mi mayor estupidez ya que si le decía algo
a Lucía, en minutos se iba a enterar Nerea.
Lo mejor era callar.
—Sí, solo estaba pensando —le digo guardando los
audífonos en mi bolso para después mirarla fijamente.
—¿Es cierto que hablaste con Aiden? —murmura
cubriendo su boca con las manos como si no quisiera que
nadie la escuchara hablando de él.
—Aiden no habla, ¿lo olvidaste? —decidí responderle eso,
no quería que después me hiciera muchas otras preguntas
que no sabría y no quería responder.
—Es que algunas chicas de la clase de Liam están
diciendo que tú y él parecían muy cercanos, que no dejaban
de mirarse y hasta coqueteaban. —Alcé una de mis cejas.
Por cosas como estas prefería estudiar en mi casa con un
profesor privado, odiaba los rumores que se hacían en las
escuelas.
—No creo que debas hacerle caso a todo lo que escuches
Lucía —respondí sincera y noté como ella se sentaba frente
a mí—. ¿No viniste a hablarme de Aiden verdad?
Había optado por no revelar el pequeño secreto de
Aiden. Antes de llegar a este lugar, volví a encontrarme con
él, solo que en ese momento se mantenía a pocos metros
del departamento de Ciencias, lanzando su pelota de tenis
contra la pared. Me observó con el rostro serio cuando me
vio salir de esa habitación con Damon, no supe cómo se
encontraría este último, pero yo tenía toda la ropa estrujada
y los labios hinchados después de ese candente beso.
Algo dentro de mí me hizo sentir confundida, mucho más
cuando los ojos de Aiden me miraron con cierta lástima.
Después no supe lo que hice pero sin pensarlo me dirigí
hacia él, con la intención de explicarle lo que sucedió, pero
ni siquiera pude decir una palabra, simplemente me vio con
un rostro espeluznante y sin hablarme me dio la espalda y
se alejó de mí. Su dualidad se estaba convirtiendo en algo
interesante: otra vez había dejado de hablarme.
—¡Blair! —La voz de Lucía me sacó de mis pensamientos
—. En realidad quería hablar contigo a solas, quería pedirte
que no le cuentes a nadie lo que pasó conmigo y Lexy en la
mansión —murmuró un poco tímida y para calmar un poco
sus nervios asentí, no estaba entre mis prioridades ir
contándole a todos los gustos de cada persona—. Fue solo
parte del juego, a mí no me gusta ella.
—No tienes que darme explicaciones Lucía, tú puedes
hacer con tu vida lo que quieras —le dije sincera, realmente
no me interesaba si se besaba hoy con una chica y al día
siguiente andaba coqueteando con un hombre.
Ella se quedó en silencio y yo imité su acción.
Unos minutos después en los que no estábamos
haciendo nada más que mirar por la ventana, decidí
marcharme de la cafetería, pero cuando me levanté, sentí
una fuerte presión sobre mis hombros que me obligó a
sentarme de nuevo.
Conocía esa fuerza.
Ladee mi cabeza para observar a dicha persona y ella me
sonrió, era mi hermana, quien venía con compañía.
—Tenemos todavía algunos días para ir de compras y
preparar nuestros disfraces —exclamó Nerea dejando sus
cosas sobre la mesa y al mismo tiempo se sentó cerca de
mí.
Judith ocupó su lugar a mi lado.
Sabía que ahora me tocaría escucharlas hablar sobre los
preparativos de esa fiesta y yo no estaba preparada para oír
las palabras vestidos, talla, fiesta, chicos y mucho menos
novio. Rodé los ojos hacia la máquina de refrescos y
visualicé a Saray quien estaba comprando algunos, detrás
de ella se había hecho una pequeña cola y por muy absurdo
que pareciera, Aiden estaba ahí, con las manos dentro de
sus bolsillos, esperando su turno para comprar.
—Al fin llegas —habló Nerea en dirección a Saray quien
venía con las manos llenas de botellas de agua saborizadas.
Estaba demasiado sonriente y sus ojos tenían un brillo que
no le había visto antes—. ¿Qué sucedió? ¿Por qué tienes esa
cara de felicidad?
Después de todo no había sido la única en percatarse de
la felicidad repentina de Say.
—No todos estamos deprimidos y llorando por las
esquinas por un novio que no nos hace caso. —¡Auch! Eso
tuvo que haber dolido—. Lo siento Nerea, solo no quiero que
me arruines el día con tu mal genio —se disculpó y luego
miró a Lucía colocando las botellas sobre la mesa—. Al fin
mis padres me dejaron irme a vivir contigo, esta tarde
quieren que vayas a la casa, necesitan hablar con nosotras.
—Será divertido, después de clases hablamos con ellos y
preparamos la mudanza —dijo Lucía, sus ojos estaban
brillando—. ¿Quieren ayudarnos en el tema de la mudanza?
—No, gracias —dije cortante. No es que no quisiera
ayudar, pero después de nuestra mudanza, las cajas y el
polvo, volver a hacer lo mismo no era el plan idóneo para mi
día—. Tengo algunas cosas que hacer después.
Algunas horas compartiendo con estas chicas y ya me
habían coronado como la aburrida del grupo. Cogí un
bocado de la hamburguesa que había comprado, ellas
todavía seguían hablando de las cosas buenas que traería
que vivieran juntas. Según Saray ahora podrían usar la casa
de Lucía para las reuniones del Club. Nerea, por su parte,
estaba intentando hablar sobre la fiesta de Halloween, de la
cual mi hermana no dejaba de insistirme para que fuera.
Cuando alcé la vista, casi me atraganto, no sabía si
estaba alucinando pero lo estaba viendo a dos mesas detrás
de nosotras, caminando cada vez más decidido hacia aquí.
—¿Van a hacer algo dentro de una semana? Debemos
acordar el día en el que saldremos todas de compras —
volvió a insistir Nerea y mi hermana me codeó cuando fue
consciente de lo que ya yo había visto.
De inmediato dejé de comer, bajé la cabeza avergonzada
y me imaginé que me había ruborizado por el calor de mis
mejillas. Esos pequeños y fugaces instantes se amontonaron
en mi mente cuando vi a Damon Waldorft acercarse
lentamente a nosotras mientras silbaba con su
desgarradora voz.
Cuando Nerea notó su presencia, sonrió y dejó que se
sentara a su lado, pero como siempre, Damon la ignoró y se
puso frente a mí, martirizándome con esa sonrisa de boca
cerrada tan característica de él.
—¿Por qué has tardado tanto? —le dice ella poniendo uno
de los mechones de su cabello tras la oreja.
—Estaba evaluando algo —indica, serio, luego recostó su
espalda en la silla y deliberadamente llevó su cabeza hacia
atrás, soltando un gruñido que me hizo ponerme más
nerviosa de lo que ya estaba—. ¿Alguna objeción? —
murmuró manteniendo su posición.
—Aiden a las menos cuarto —dijo Lucía lanzando una
patada debajo de mi silla, todas me miraron con una
sonrisa, bueno, no todos, Damon solo elevó una sonrisa
cínica mientras doblaba su cuello para mirar al castaño.
Aiden venía con el refresco que había comprado con
anterioridad en una mano y en la otra tenía una mochila
adornada con varias calaveras. Paseaba con su sonrisa
estridente por el centro de la cafetería y en una fracción de
segundos, me observó y luego sus ojos mieles se posaron
en Damon.
Él desvió rápidamente sus ojos, su rostro no anunciaba
interés alguno en esa mirada furtiva. Aiden pasó por nuestro
lado y se sentó en una mesa cerca de la ventana.
Solo.
—Aiden Pierce —se escuchó la voz de Damon, parecía
desinteresado en el asunto—. Menudo idiota.
—¿Lo conoces? —pregunté sin saber por qué me causaba
tanta curiosidad, en ese momento la vergüenza que sentía
estando frente a Damon y su novia luego de que nos
hubiésemos besado se esfumó.
—¿Te interesa Aiden, Blair? —me cuestionó apoyando sus
brazos en la mesa, alzando una de sus cejas mientras
miraba fijamente mis labios.
—¿Te molesta? —le respondí cruzándome de brazos,
haciendo que se alzaran mis senos.
En ese momento recordé que eso mismo sucedió dentro
del departamento de Liam y supe que Damon también lo
hizo, esa sonrisa burlona me lo demostró.
Jud golpeó mi silla con su pie, la miré y luego me di
cuenta que nuevamente estaba actuando a la defensiva con
Damon frente a todas.
Es que no podía evitar no comportarme así frente a él, es
que Damon tenía algo que me hacía enfurecer, mi cuerpo se
calentaba cuando lo tenía cerca.
Miré de reojo a Aiden, que ahora contemplaba algo fuera
de la ventana. Movía la boca muy deprisa, sin abrir casi sus
finos labios perfectos. Tenía la mirada perdida. Claramente
estaba hablando solo.
—Es hermoso —comenté y hubo una ligera tensión en la
mesa. Debían haberse sorprendido de que lo halagara—.
Creo que quiero conocerlo más.
Esto último lo dije mirando a Damon, no sabía que
estaba intentando, pero estaba dando resultado.
—Hermoso es poco, es perfecto —dijo Saray mientras
soltaba una risita tonta—. Si te gusta deberías decírselo,
aunque ve preparada para un posible rechazo.
—Aiden debería estar detrás de una vitrina para que
pudiéramos apreciarlo constantemente —Jud no se quedó
atrás y dio su visión sobre Aiden—. No sabía que te gustara
él Blair, pensé que querías conocer al chico de los mensajes
misteriosos.
—No me apetece hablar de ese idiota ahora —contesté
mirando fijamente a mi hermana—. ¿Aiden irá a la fiesta? —
pregunté mientras mi vista se dirigía hacia él, podía sentir la
respiración acelerada de Damon.
—¿Quién sabe? Quizás vaya y se quede en la oscuridad
bebiendo la noche entera —habló Saray mirándolo también
—. Aunque… ¿Si no habla con nadie, para qué iría? Además,
¿cuál es tu interés? Pensé que no te gustaban ese tipo de
eventos.
—He cambiado de opinión —les dije con una sonrisa
mientras veía a Aiden agarrando nuevamente su mochila—.
De tanto escucharlas hablar sobre esa fiesta, me ha dado
mucha curiosidad saber cómo será.
—En serio Blair —interfirió Nerea—, es guapísimo, por
supuesto, pero no pierdas tu tiempo con él. Aiden no sale
con nadie, no habla con nadie, no mira a nadie. Creemos
que ninguna chica cumple sus estándares —dijo eso último
con desdén.
Aiden se levantó y salió como alma que lleva el viento
fuera de la cafetería. Caminaba rebotando una y otra vez la
pelota en el suelo. Lo seguí con los ojos hasta que pasó por
la puerta blanca en el fondo. No me iba a quedar con las
dudas de saber qué podría suceder si nosotros habláramos
decentemente, así que tendría que preguntarle
directamente si él iría a la fiesta, más que todo porque
necesitaba una excusa para explicarle lo que ocurrió con
Damon.
Aunque no sabía por qué tenía que darle explicaciones a
un chico con el que solo había tenido el mínimo de palabras.
Quizás es porque te gusta.
Sí, eso creo.
Pero también sientes curiosidad por Damon.
Bufé. Esa vez mi conciencia se había equivocado.
—Creo que voy a marcharme ahora, tengo algo que
hacer. —Recogí mis cosas y me levanté de la mesa.
—¿Ya te vas, Blair? —Damon puso sus manos sobre las
mías y enarcó una de sus cejas.
—¿Alguna objeción? —le respondí de la misma forma que
él le habló a Nerea.
Damon sonrió de medio lado y me lanzó una de sus
pícaras miradas llenas de deseo.
Segundos después, abandoné la mesa.
Algunos chicos me miraron cuando salí por la puerta
ancha de la universidad. Me preguntaba si había hecho algo
malo para que todas las miradas estuvieran siempre encima
de mí. Decidí ignorarlos y caminé de regreso a casa, con un
refrescante aire lleno de pequeños puntos blancos cayendo
sobre mi rostro.
Sonreí, estaba comenzando a nevar.
El viento gélido me cortó la punta de la nariz y las
mejillas.
—Genial —murmuré sobando mi piel.
El regreso a casa fue tedioso y aburrido, como siempre.
Mi ingeniosa mente decidió pasar por el callejón en el que
Damon había dicho que nos veríamos. Bajé unas escaleras
rápido y en silencio. Cerré los ojos por un momento
recordando aquel día en el que hablé con ese hombre sin
rostro. El clima, la tranquilidad, la soledad, todo me
recordaba al día en que nos conocimos. Ni siquiera podía
aludir bien cómo sucedieron las cosas, solo tenía una
inmensa laguna negra en mi mente en donde giraba una y
otra vez el cuerpo de ese hombre y su cara sin rostro.
Entonces, algo captó mi atención. Escuché un horrible
crujido que se produjo cuando ese encapuchado alcanzó a
un chico y lo agarró del cuello. Él sostenía un cigarrillo. Le
dio una calada sin siquiera mirar a ese hombre. Me quedé
paralizada, un poco nerviosa por lo que fuera a hacer. El
encapuchado sacó un cuchillo de la parte trasera de su
pantalón y comenzó a deslizarlo por el rostro del chico. Él
empezó a chillar mientras el filo cortaba su mejilla. Arrojó el
cigarrillo al suelo y sonrió para luego pasar su lengua por la
piel de su víctima, se estaba bebiendo su sangre sin ningún
pudor.
De un momento a otro él giró su cabeza hacia mí y sus
ojos se encontraron con los míos. Estaba aterrorizada, lo
peor, era que ya nos conocíamos y que no podía hacer
nada, ese chico era Paul. Él lo estaba torturando y yo no
podía hacer nada, tenía miedo, pero a la vez observar lo
que le hacía provocaba un sentimiento de satisfacción en mi
organismo. Quise irme, dejar que todo siguiera su ritmo,
pero mis ojos querían mirar. Entonces me pregunté... ¿No
quieres salvarlo por miedo o no quieres porque te gusta los
ves?
Un ligero revuelo en el estómago me sucumbió, cerré los
puños y seguí mirando sin pestañear.
El encapuchado era alto, llevaba unos pantalones negros,
unas zapatillas de deporte y un abrigo negro que dejaba ver
las puntas de su cabello. Él comenzó a apuñalar las piernas
de Paul, impidiendo que pudiera salir corriendo. Sus gritos
fueron altos y llenos de terror, se estaba desangrando y yo
solo podía imitar la enorme sonrisa psicópata que adornó el
rostro de su asesino. Una vez que Paul estuvo en el suelo,
con sus manos sobando su piel, el encapuchado comenzó a
silbar.
Era un sonido terrorífico pero a la vez emocionante.
—¡Por favor, no me mates! —escuché a Paul suplicar, sus
ojos derramaban pesadas lágrimas. En una corta fracción de
tiempo, crucé miradas con ellas—. Te daré todo el dinero
que llevo, hasta puedo conseguirte más, pero no me hagas
daño. —Él se echó a reír mientras llevaba los labios del
chico a su boca y los mordía sin piedad.
—No necesito dinero, solo me divierto —confesó y giró
hacia mí. Me pegué a la pared y recé para que no me
hubiera visto—. Quiero que llores más, suplica todo lo que
quieras por tu vida.
—Te lo suplico —se echó a llorar mientras él apuñalaba
una y otra vez su pecho.
—Esto está siendo aburrido... ¿Qué tal si te quitamos lo
que utilizas para aprovecharte de las chicas?
Esta vez el asesino comenzó a desvestirlo mientras le
daba unas bofetadas para que se mantuviera quieto. Soltó
botón por botón hasta que Paul se quedó en bóxer. Luego
bajó a sus piernas y comenzó a cortar los tendones de sus
tobillos. Él ya no hacía por levantarse, ya ni chillaba, debía
haber comprendido que ese era su fin.
Luego ascendió a su pecho y retiró la camisa,
sumergiéndola en el enorme charco de sangre que se
estaba acumulando en el suelo. Tomó uno de sus testículos,
encajó la punta del cuchillo y en un rápido y sucio
movimiento rasgó toda la piel que recubría esa zona,
dejando ver la capa fibrosa de tejido conjuntivo blanco,
denso y elástico.
Saboree mis labios al ver cómo Paul gritaba
deshaciéndose en el suelo.
Me encantaban sus alaridos y la forma tan mediocre con
que me miraba.
Me di cuenta que el encapuchado llevaba guantes,
«Chico inteligente». Pensé. Se sentó al lado de Paul y
acarició su rostro mientras lo veía llorar. Rápidamente
comenzó a soltar sangre por su boca y oídos cuando su
agresor jugó con el filo del arma dentro de su tímpano y
dibujó algunas letras en su lengua.
Paul hacía pequeñas arcadas como si se estuviera
ahogando.
Me incliné un poco, intentando ver el rostro del asesino,
pero me fue imposible por la capucha.
Él le susurró algo en el oído, luego estiró la piel del
abdomen y comenzó a dibujar algo. Cuando terminó, tomó
la porción de piel que extrajo y la guardó en una bolsita de
plástico. Se levantó y caminó en sentido contrario a mí. Una
vez que estuvo a punto de subir las pequeñas escaleras, se
detuvo y se giró hacia mi dirección, alzando un pequeño
trozo de papel. Lo dejó caer en el suelo como si quisiera que
yo lo recogiera y se perdió entre las sombras, dejando atrás
el reciente cadáver.
Esperé alrededor de media hora hasta cerciorarme que
ese hombre no iba a volver y luego me acerqué al trozo de
papel, lo recogí y no creí lo que mis ojos fueron testigos.

Iré a por ti también.


Espero que hayas disfrutado, bonita.
Contigo no seré tan condescendiente.

Salí corriendo por donde mismo había venido. Mi pecho


subía y bajaba, él me había visto, vendría a por mí. Su
amenaza era clara. Pero si no quería dejar testigos, ¿por qué
dejarme escapar? Con la garganta seca de tanto correr me
detuve frente a la puerta de mi casa, me apoyé en el marco
y traté de recobrar la respiración. Estaba confusa y
asustada.
Todo lo que había ocurrido me hacía recordar
nuevamente a algún hecho de mi pasado, pero no estaba
segura de qué.
Ni siquiera supe cómo llegué a mi habitación, creí que
fue suerte que mis padres no estuvieran en casa. Mi
corazón ya se había tranquilizado aunque mi mente no
procesaba muy bien lo sucedido. No me asustó ver cómo lo
asesinaba a sangre fría, pero me aterrorizaba estar
amenazada por esa misma persona que fue capaz de matar
frente a un testigo y marcharse tan tranquilamente como si
nada hubiese pasado.
Dejé caer la bolsa de la universidad en la silla del
escritorio y miré a través de la ventana. Allí recién me di
cuenta de que ya había anochecido. ¿Debía contarle a
mamá y a papá lo sucedido? ¿Debería contárselo a la
policía?
Algunas horas más tarde, la casa estaba nuevamente en
su apogeo. Jud escuchaba música en la sala mientras mamá
preparaba la cena. Me acerqué a ella por la espalda y la
abracé mientras movía la salsa de los espaguetis.
—Te quiero mucho mamá —sollocé sobre la espalda de
mi madre mientras la rodeaba con mis brazos.
—¿Y esta muestra de afecto tan repentina? ¿Qué hiciste?
—me cuestiona ella mientras se gira hacia mí con una
sonrisa.
—¿Tengo que hacer algo malo para decirte lo mucho que
me importas? —musité acunando su rostro en mis manos.
En realidad estaba cometiendo un delito y también había
incumplido varias de las reglas de convivencia de la casa,
pero no quería que nadie lo supiera, ni mi hermana.
—Tienes razón. —Besó mi frente y se giró nuevamente
hacia el fogón—. Deberías darte una ducha y quitarte la
ropa de la universidad, estamos esperando visita —me dijo
con una sonrisa y ni siquiera supe por qué pensé en ellos,
en él.
—¿Visita? ¿Quién? ¿Vienen Kaia y Elijah? —dije sonriente
al punto de dar saltitos en el lugar aunque no quise que se
notara mucho mi entusiasmo.
Mi madre no pudo abrir la boca y el timbre ya estaba
sonando.
Corrí emocionada hacia la puerta. De inmediato perdí los
ánimos que fueron sustituidos por inmensas ganas de
vomitar. Aunque no podía negar que a pesar de todo estaba
entusiasmada con su presencia. ¿Qué hacía aquí y por qué
vestía tan sexy el maldito demonio? Damon llevaba una
camisa blanca y una chaqueta de cuero negro por encima,
unos jeans ajustados y unas botas tres dedos por encima de
los tobillos. El cabello estaba desordenado, tenía un enorme
reloj de pulsera en la mano derecha y algunos anillos en su
mano izquierda junto con un enorme ramo de rosas rojas.
¿Por qué estaba aquí con esas flores?
—Buenas noches Blair —susurra dando un paso hacia mí.
—¿Qué haces aquí? —le digo alzando mi ceja derecha,
retrocediendo un paso de él.
—¿Ya andamos a la defensiva? —murmuró y dejó escapar
una risilla—. ¿Tanto odio me tienes, bonita?
—Tu sola presencia me molesta —le dije entre dientes
mirando el ramo de rosas.
—¿Te gustan? —me dijo extendiéndome el ramo.
—No quiero rosas y ya te puedes marchar. —Empujé la
puerta tratando de cerrarla, pero como era de esperarse, él
la sostuvo con su mano libre y sonrió.
—No he dicho que sean para ti. —Mi fuerza se debilitó
cuando lo vi acercándose lentamente a mi rostro—. Rojas,
hermoso color. ¿Verdad?
—¿Te gusta el rojo? —musité un poco nerviosa, siempre
que Damon estaba cerca, mi mente gritaba peligro.
—En las rosas sí. Las rosas rojas me recuerdan a la
muerte.
Capítulo 14
DAMON

Me costaba creer en los finales felices porque los cuentos


que me contaban, la caperucita roja terminaba matando al
lobo y después se lo comía. Sabía que estaba destinado a
hacer muchas cosas increíbles desde que era un niño, por
eso me costaba creer que ella estuviese aquí. Unas horas
antes de verla huyendo de esa mansión, bajo la lluvia y
cegada completamente, yo estaba delante de mi teléfono,
conversando nuevamente con esa única persona que podía
ayudarla.
No sabía por qué, pero Blair se había colado en mi vida
sin ninguna razón, por casualidad, pero se había instalado
para cambiarme plenamente.
Respiré profundo al sentir la punta de sus dedos rozando
mi mejilla suavemente bajo la lluvia. Estaba asustada. No
podía reconocerme. Parecía como si tuviese miedo a estar
cerca de mí.
Y eso era ilógico.
Necesitaba protegerla de todos, incluso de mí, pero mi
parte egoísta siempre quería besarla, tomarla con fuerza de
la muñeca y ponerla sobre mi duro cuerpo. Siempre estaba
necesitado de ella, siempre tenía enormes ganas de
retenerla a mi lado.
—Me parece increíble que sigas mirándome así —siseó
ella jugando sin compasión con mi labio inferior.
—Otra vez tú —dije con una sonrisa.
—Siempre soy yo contigo, Damon.
Y sin esperarlo me dio una patada en la boca del
estómago, dejándome sin aire y caí en el suelo.
Se levantó, luciendo mucho más alta que yo desde esa
posición y dejó su zapato presionado sobre mi cuerpo. Solté
una carcajada que la hizo reír también y luego como si no le
importara quien fuera yo, afincó aún más su peso en mí,
provocándome cierto dolor.
—Necesito llamar a alguien —dijo y buscó su móvil
mientras me echaba una mano para que me pusiera de pie.
Solo que una vez que su llamada fue atendida, soltó mi
mano provocando que mi trasero impactara
estrepitosamente en la tierra mientras se alejaba por el
sendero, casi corriendo, en dirección a mi auto.
Sin pensarlo la seguí y pude escuchar parte de su
conversación mientras me murmuraba que le cediera las
llaves de mi coche.
Lo hice y continué escuchando su diálogo.
—Necesito que vuelvas cuanto antes a la ciudad, volví a
tener esas pesadillas. —Ella se quedó en silencio mientras la
otra parte le decía algo, luego volvió a hablar, solo que esta
vez estaba más alterada—. No me importa donde estés, y si
es así al menos escríbeme por email antes de que ocurra
otra tragedia.
Entonces, en un abrir y cerrar de ojos, todo se volvió
borroso para mí. Un pitido no salía de mi mente y tan solo
podía mirarla a ella con los ojos cerrados y su cuerpo
tendido casi en su totalidad sobre el volante. Inconsciente
luego de haber estrellado el coche contra un árbol en la
oscuridad del frondoso bosque.
—¿Damon? ¿Te encuentras bien? —Su dulce voz me
atrajo nuevamente a la realidad. Mi vista estuvo difusa por
unos segundos, hasta que luego pude ver a una Blair
enfadada y tratando de cerrar la puerta donde aún seguía
de pie.
Me reí y ni siquiera supe por qué.
Me gustaba verla así, nerviosa.
Me quedé sin hablar durante unos segundos en los que
solo la escuchaba quejarse en voz baja, mientras, mis ojos
la observaban con cautela, se veía hermosa incluso con su
cabello despeinado y la mancha de salsa de hamburguesa
que se cayó en su blusa cuando comía en la cafetería. Sus
labios se movían de una forma hipnotizante, esos mismos
labios que me encantó besar a escondidas. Eran suaves y la
fricción de su piel con la mía resultaba una combinación
maravillosa. Es que todo en ella era perfecto, desde sus
inseguridades y miedos del pasado, hasta esa pícara sonrisa
que solo me daba algunas veces.
Dirigí mi vista a las escaleras cuando vi bajar a un
hombre fornido con un traje azul algo holgado, intuí que era
su padre, su rostro parecía estar exhausto. Nos observó y
caminó con un gesto serio hacia nosotros. Supuse que ahora
sería mi turno de presentarme adecuadamente ante su
familia y decirles lo feliz que estaba de que hubieran
cuidado tan bien de mi pequeña todos estos años.
—¿Así que tú eres Damon? —Sacó lentamente una mano
de su bolsillo y mientras yo asentía, me la extendió para
luego estrecharla con una sincera sonrisa—. Te doy las
gracias en nombre de toda la familia por cuidar de Blair en
el hospital —murmuró él atrayendo a su hija con la otra
mano poniéndola mucho más cerca de mí.
—No debe preocuparse. Soy un caballero y su hija era
una damisela en apuros —le dije poniendo el ramo de rosas
detrás de mi espalda—. Su hija es mi mayor prioridad en
estos momentos.
—Entonces estás aquí presentándote formalmente como
su novio, ¿verdad?
¿Novios? Casi se me salen los ojos de la sorpresa, sin
embargo, la reacción de Blair fue aún mejor. Su carita de
santurrona se dirigió al suelo y apretó los puños sobre su
pantalón, como si estuviera recordando lo que sucedió entre
nosotros.
—Realmente es el primer chico que mi pequeña trae a
casa y nos gusta lo poco que conocemos de ti, Damon.
—¡No es mi novio! —¡Boom! Ahí llegó mi chica explosiva.
No pude evitar arreglar mi cabello mientras reía un poco.
Por supuesto que Blair tenía que saltar a la defensiva
negando cualquier cosa que sucediera a nuestro alrededor
—. Simplemente es un des… desconocido.
¿Por qué tartamudeas muñeca?
—Es una lástima hija, realmente este chico me agrada —
le dijo su padre en un tono bajo que pude escuchar
claramente. En ese momento quise decirle: «Tranquilo
suegro, a su hija le falta muy poco para ser completamente
mía», pero no lo hice para seguir aparentando ser el chico
perfecto—. Además, no se pueden negar los genes,
nacerían unos hermosos niños de ojos azules.
Segundos después vi como ella lo regañaba con la
mirada. Me gustó admirar esa escena, realmente nunca me
había puesto a pensar en mi futuro con Blair, mucho menos
en nuestros hijos, pero si se diera la oportunidad —que se
va a dar—, me encantaría ver a un pequeño Demian
correteando por toda la casa, o a una pequeña princesa
trepándose en los brazos de su papi. Solo pensar en eso me
provocó fuertes corrientes en la piel.
—Como dijo su hija, solo somos desconocidos —hablé
mirándola directamente a los ojos. Ella volvió a agachar la
cabeza sonrojada—. Pero Judith me habló sobre la cena a la
que me habían invitado y no quería ser descortés, por eso
vine.
Te aseguro querida Blair, que me comportaré de la forma
que necesitas frente a tus padres. Yo sé todos tus secretos y
solo mientras yo lo decida, podrás vivir tu vida como la
chica buena y respetable que todos piensan.
—¡Damon! —exclamó Jud quitando la música de Rock
que tenía puesta desde que llegué—. No sabía que habías
llegado.
Le sonreí a esa loca pelirroja y descubrí el ramo de rosas
que tenía en la espalda. Judith todavía mantenía esa aura
de superioridad que la caracterizaba y que pocos éramos
conscientes de ello. Era una chica inteligente, divertida, con
la que podías hablar de todo sin temor a que pensaras que
estabas loco. Judith no era la mejor de las hermanas, solo
que hasta el momento no me había preocupado su
egocéntrica actitud.
—Lo comprendo —le dije entregándole las rosas mientras
sonreíamos con complicidad—. Esa música tan alta, tú
bailando y moviendo la cabeza como un demonio —musité
un poco burlón sin mirar a Blair, algunas veces necesitaba
que ella creyera que no era el centro de mi mundo—. Te
traje estas rosas.
—Me divertí mucho contigo en la tarde —confesó ella
olfateando las rosas, Blair todavía seguía a una pequeña
distancia de nosotros, al contrario de su padre que ya se
había marchado hacia la cocina.
Decir que todo esto sucedió espontáneamente, sería
mentirme. En la tarde, luego de que Blair se marchara para
perseguir a Aiden, me vi obligado a tener una pequeña
conversación con su hermana, a solas. Le expliqué muy
discretamente a Jud que su hermana me gustaba y que
quería estar con ella, por supuesto ese fue el momento en
el que me habló de Nerea y por motivos personales, no
pude decirle mis verdaderas causas para seguir con ella,
pero le insinué que iba a dejarla cuando estuviera seguro
que Blair solamente sería mía. Allí fue cuando accedió para
ayudarme a darle un poco de celos a su hermana. Sabía que
lo iba a disfrutar, justo como ella hizo cuando creyó que
había sentido algo en el momento que comentó que el
idiota de Aiden le parecía atractivo.
—Se está haciendo tarde, creo que debería tomar una
ducha —habló, mirándonos por encima de los hombros, ni
siquiera le prestamos atención.
Al parecer mi brillante plan estaba dando sus frutos
porque se marchó soltando aire por su boca.
Judith tomó mi brazo y me llevó a través de un pasillo del
primer piso. Algo que era característico de todas las
viviendas de este pueblo, eran sus enormes casas y casi
todas de más de un piso. Jud me enseñó todas las
habitaciones, incluidas las de gimnasio, cuartos de
huéspedes y aunque me sorprendió que no hubiesen
cuartos de baños en esta ala, una parte de mí se alegró,
después de todo, Blair estaba tomando una ducha.
Nos detenemos en una zona oscura de la casa, Jud se
colocó frente a mí y me observó con esos ojos saltones muy
expresivos. A diferencia de Blair, ella siempre lleva su
cabello naranja suelto, es largo y ondulado. Sus ojos me
recorrieron completamente y supe al instante lo que
buscaba. Ella era una persona muy fácil de descifrar, aún
más cuando conocía toda su vida.
—No ocurrirá Judith —murmuré pasando por su lado para
recostarme unos segundos en la pared mientras me fumaba
un cigarrillo—. Por cierto, bonita forma de fingir cariño.
—¿De qué hablas? —zumbó ella y casi al mismo tiempo
que expulsaba el humo del cigarro, soltaba una carcajada.
—Olvídalo, solo háblame de lo que quieres —le dije
sincero, no valía la pena perder tiempo en tonterías.
—¿Irás a la fiesta de Halloween? —Alcé una ceja
sonriente, era un insulto para mí que me preguntara eso—.
Por supuesto que sí, qué pregunta la mía. Después irás a tu
casa. ¿No?
—No lo sé —sisee dándole otra calada a mi cigarro—.
Hoy puedo decirte que sí, en unas horas que no y tal vez el
día de la fiesta, termine durmiendo en uno de los cuartos de
esta casa —sonreí cínicamente—, con tu hermana. Soy un
hombre impredecible, cariño.
—Gracias por la aclaración. —Jugó con algunos
mechones de su cabello mientras miraba sus zapatos, lucía
muy intranquila, como si no estuviera consiguiendo lo que
deseaba—. Solo quisiera dormir contigo y desayunar juntos
en la mañana. Extraño sentir el calor de un hombre.
—Gracias por la invitación. Te prometo que me lo pensaré
—le respondí pero ni de coña iba a volver a cometer los
mismos errores del pasado, esos mismos que me llevaron a
perder a mi chica una vez.
Mientras ella siguió hablando, comenzaron a entrar
algunos mensajes en mi móvil. Otra vez él. ¿No se cansaba
de ser tan patético? Arrojé lo que quedaba del cigarro por la
ventana y moví mi cuello de tal forma que se escuchó un
traqueteo de este. Normalmente era un hombre con mucha
paciencia, incluso en situaciones que ameritaban sacar un
cuchillo y degollar a cualquier estorbo, pero él, simplemente
me sacaba de mis cabales.
—¡Tienes que hablar con el psiquiatra Damon! Estás aquí
por tu bien. Pueden curarte, hijo —la voz tan dulce de mi
madre entró por mis oídos, pero con la misma salió. Ni ella,
ni nadie, me iban a hacer cambiar.
—¿Por qué es tan importante para ti, madre? ¿Acaso un
monstruo puede ser tratado, curado y rehabilitado?—le
cuestioné intentando acercarme a su rostro, pero ni siquiera
pude dar un paso por los garrotes que tenía en mis piernas.
Ella también se alejó, como si me tuviera miedo.
—Nuestra vida, la mía y la de tu padre ha sido una
mierda. No te culpamos, pero no podemos ignorarlo. ¿No
quieres salir de todo esto y ser feliz? —murmuró
mostrándome unas fotos de nuestra casa, parecíamos
felices, aunque eso era solamente otra más de nuestras
mentiras.
Ellos no iban a perdonarme nunca lo que les hice.
—Nacimos para luchar y alcanzar la felicidad, y quién
sabe lo que es... ¿Acaso tú lo sabes? La felicidad es como
esas películas de terror, uno cree que esa persona es el
asesino y cuando llega el final, resulta que no era —
mascullé entre dientes arrojando todos esos falsos
recuerdos al suelo.
Esa mujer comenzó a llorar mientras tomaba el bolso que
había dejado encima de una mesa de metal, en la blanca y
vacía habitación del psiquiátrico. Cuando estuvo a punto de
salir, me levanté y caminé hasta donde las cadenas me
dejaban y entonces le grité:
—Soy un monstruo de carne y hueso, mamá. Ella no
escapará de mí. Si no me mantienen encerrado, haré lo que
sea para satisfacer mis necesidades, la necesito a mi lado.
Carajo. ¿Por qué había recordado eso?
¿Por qué otra vez esa mujer comenzaba a amenazar
nuestras vidas?
—¡Mierda! —exclamé con la garganta seca. Él no podría
atreverse a hacer eso. ¿A qué mierdas estaba jugando?
—¿Qué ocurre Damon? —susurra Judith y cuando estuvo
a punto de tocar mi piel la miré con los ojos bien abiertos y
rápidamente comprendió que no debía hacer eso.
—No es nada, tranquila preciosa —contesté sonriendo,
pero en realidad sí pasaba mucho. Si él hacía algo, no solo
se metería en problemas, también me incluiría a mí y eso no
lo iba a permitir. De igual forma, no era momento para
preocuparme de esa mierda, había venido con un propósito:
Blair—. De hecho, si ocurre algo, necesito ir al baño.
—Te conozco Damon, y no va a funcionar —masculló y
me limité a asentir—. En la segunda planta, giras a la
derecha y vas al tercer pasillo y en la cuarta puerta a la
izquierda encontrarás el baño. No tiene pérdida.
—¿Es el único cuarto de baño en toda la casa? —
pregunté dudoso y la vi negar con una sonrisa que me decía
que sabía lo que estaba planeando.
—Por supuesto que no, en ese mismo pasillo están
nuestras habitaciones, cada uno tiene un baño propio —eso
último lo dijo como una clara advertencia de que no podía
husmear donde no me correspondía, pero justamente eso
era lo que pretendía hacer.
—Entiendo. Ahora creo que subiré. ¿Las únicas escaleras
son las del salón?
—No. Sigue recto por este pasillo y a tu derecha
encontrarás las otras que te pueden llevar a la segunda
planta —luego sonrió y se acercó a mi oído para susurrarme
algo—. Solo algo Damon, la habitación de mi hermana es la
primera y de seguro anda cantando, lo hace realmente mal
—me reí para mis adentros, Judith siempre sería una maldita
hija de puta.
—No te preocupes, te aseguro que no le prestaré
atención a eso.
El tiempo pasaba con lentitud, ya habían transcurrido
más de diez minutos en los que había subido los escalones
y estaba con la espalda apoyada en la puerta de la
habitación de Blair. Mi corazón latía desbocado por la
ansiedad que me daba tener que contenerme. El sonido del
agua cayendo en la bañera me estremeció. Ella estaba ahí,
desnuda, mojando su delicada piel. Mis deseos fueron
mayores que la cordura y acabé girando el picaporte,
adentrándome en su habitación. Cerré la puerta con pestillo
y cuidadosamente deslicé mis dedos por el bordillo de la
cama.
En la esquina derecha estaba una pequeña blusa rosada
con una fresa en su extremo derecho y un diminuto short de
nylon del mismo color. En la otra esquina de la cama se
encontraba un pequeño juego de sujetador y tanga. Ambos
de un tamaño reducido y de color rosa pastel. La escuché
cantar mientras extendía mi mano por sus bragas y las
tomaba. Las palpé, enloqueciéndome con la delicadeza de
la tela. Luego la llevé lentamente a mi nariz y olfatee su
parte interna. Mis labios se entreabrieron y un pequeño
suspiro salió de mi boca. Dejé nuevamente su ropa interior
encima de la cama cuando sentí cómo la ducha era cerrada.
Supuse que mi muñeca ya saldría para vestirse.
La mejor vista que nunca creí ver estaba saliendo por la
puerta de esa habitación. Venía con una toalla en su cabello
recién lavado y su cuerpo estaba completamente desnudo.
Saboree y mordí mis labios al observar sus curvas, tenía
unos pequeños senos bien parados, un tatuaje en el costillar
derecho que llegaba a sus protuberantes caderas. Su
intimidad era pequeña y demasiado hermosa con sus
sobresalientes vellos negros. Sus piernas fuertes pero
femeninas.
—Realmente tuve que venir a buscarte... ¿No Blair? —Ella
rápidamente quitó la toalla de su cabello y la colocó
alrededor de su cuerpo lleno de gotas de agua. Lentamente
noté cómo mi miraba bajaba de una manera muy
traicionera hacia su pelvis—. Sin palabras, pequeña. —
Sacudí mi cabeza y luego, con las manos dentro de los
bolsillos del pantalón me acerqué silenciosamente a ella,
quedando muy cercano a su rostro.
—¿Qué haces aquí? —preguntó muy desconfiada
aferrándose a esa molesta toalla que cubría su cuerpo—.
Esta es mi habitación y estás invadiendo mi privacidad.
—Si quieres te digo que me confundí de cuarto y quizás
no te sientas tan mal, pero la verdad es que deseaba verte.
—Mi mano fue a parar a su cintura y la pegué un poco más
a mi piel hasta sentir la fricción de sus labios junto a los
míos—. ¿Puedes creerme si te digo que extraño tus labios?
Capítulo 15
BLAIR

Sentí cómo me agarró con fuerza de la muñeca para luego


tirarme a la cama quedando mi cuerpo semi descubierto
debajo de él. Vi en su rostro una expresión de victoria
mientras se daba cuenta que me encontraba perpleja, sin
saber que decir o hacer. Aprovechó mi situación y tomó mis
manos dejándolas a la altura de mi cabeza para luego
entrelazarlas junto a las suyas y así rozar nuestras
intimidades. Al menos Damon estaba vestido, pero en mi
situación podía sentir cada sucio movimiento que ese
hombre daba encima de mi pelvis.
Sus labios se acercaron lentamente a los míos y comenzó
a acariciarlos. Mi respiración estaba acelerada y sentía un
leve cosquilleo en mi intimidad. Sus ojos me evaluaban con
un brillo inteligente y suspicaz. Cuando quise darme cuenta,
su lengua estaba recorriendo cada centímetro de mi cavidad
bucal mientras movía sus caderas simulando embestidas.
Mis manos fueron a parar a su cuello y me aferré a él,
provocando que mis uñas se clavaran de más en su piel
mientras sentía las pequeñas mordidas que me daba. No
sabía lo que estaba haciendo, ni siquiera entendía por qué
me estaba dejando llevar, pero tenía que detenerme, esto
no estaba bien.
—Extrañaba realmente tu deliciosa boquita —dijo al
separarnos para morder mi labio inferior ocasionando que
liberara un quejido de placer.
—Damon… —murmuré sobre su boca una vez que sus
manos comenzaron a bajar por mi cintura.
—No sabes las ganas que tengo por hacerte mía y
analizándote de una manera profunda, afirmaría casi con
seguridad que no eres virgen. —Deslizó su lengua por mis
labios y luego sonrió—. Y a mí me encantan las niñas
traviesas y perversas de mente.
Nuestras respiraciones chocaban constantemente. Un
bulto en su pantalón comenzaba a rozar sobre mi toalla
causándome un respingo bastante notorio. Mis mejillas
ardían y sabía que me había sonrojado.
—¡Damon detente! —chillé con dificultad mientras me
movía para intentar zafarme pero solo conseguí empeorar
más la situación.
Una de sus manos agarró mi cuello con violencia
mientras la otra abrió mis piernas y comenzó a acariciarme
la parte interior de mi muslo.
—Yo que tú no me movería, estás rozando mucho más
nuestras intimidades, pequeña —dijo con cierta satisfacción
en su voz.
Cerré mis ojos esperando que tuviera un poco de piedad
y me soltara, pero lo que sentí segundos después, fue cómo
sus gruesos labios se posaban sobre los míos provocando
un éxtasis de placer irreversible. Instantáneamente abrí mis
ojos y una parte de mí quería separarse de Damon. La chica
mala que llevaba en el interior, quería que él quitara de
buena vez su ropa y me follara. Esa misma parte quería que
perdiera mi virginidad con un chico experimentado como él.
Así que simplemente me quedé estática y cedí, provocando
esos tan codiciados labios rojizos que tenían a media
universidad loca. Lentamente noté cómo Damon se separó
de mí y se levantó para dirigirse a la puerta de la
habitación, dejándome completamente excitada y
avergonzada en esa cama.
—Tus padres deben estar esperando por nosotros en la
sala. ¿Te espero o voy caminando?
Noté una sonrisa amable pero totalmente satisfactoria en
su cara.
Me levanté aún más avergonzada y tomé la ropa encima
de la cama. Le di la espalda y fui al baño sin decir una
palabra. Cuando regresé, él se puso delante de mí, nuestras
respiraciones todavía estaban aceleradas. Sus brazos
estaban cruzados sobre su pecho. Nunca nadie me había
tocado tan bien como Damon, ni siquiera él, mi gran error, o
bueno, uno de los tantos que cometí.
—Escucha bien lo que tengo que decirte Damon Waldorft.
—Me acerqué a él y lo vi ladear su cabeza mientras me
sonreía—. No invadas nunca más mi espacio personal. No
intentes parecer que somos cercanos, no quiero que te
equivoques más. Puedes jugar con cuanta chica se te venga
en gana, pero conmigo no.
Él no dijo nada pero ya no tenía duda de que su dualidad
era lo más impresionante que hubiese visto nunca. Me
quedé paralizada observando cómo apretaba su mandíbula
y metía sus manos en los bolsillos. Despacio se acercó un
poco más a mí, bajé la mirada a su pecho porque me
atemoricé un poco.
Sus labios se dirigieron a mi oído y rozaron lentamente
con el lóbulo de mi oreja.
—¿Quién rompió tu corazón Blair? ¿Por qué te niegas a
sentir?
Y esas simples preguntas me derribaron e hicieron que
mi corazón se hiciera añicos.
Capítulo 16
BLAIR

Mi madre había insistido en que Damon me ayudara a


poner la mesa mientras ellos terminaban de preparar la
cena. Judith estaba tomando una ducha, así que
nuevamente estábamos él y yo solos. El comedor era
amplio, en la pared que daba a la calle había una enorme
ventana de cristal por la que entraba un frío aire invernal.
Damon notó que mi piel estaba erizada y la cerró. Pasamos
un rato en silencio mientras terminábamos de poner en la
enorme mesa de mármol, los platos, cubiertos y vasos.
Damon seguía con su postura implacable y fría; y realmente
lo prefería así.
Erguidamente caminó hasta la cocina y comenzó a traer
varias ollas con deliciosa comida casera. Mamá había
preparado espaguetis con tomate, pero también había
queso, jamón, aceitunas y chorizo. Unos minutos después,
todos estábamos reunidos en la mesa. Jud no dejaba de
mirar a Damon y él, no disimulaba ni un poco su ignorancia
hacia ella. Debía admitir que de cierta forma me gustaba
que sus ojos solo estuvieran sobre mí, me hacía sentir
especial, aunque sabía que después de cumplir su propósito
ya me olvidaría.
Un poco más calmada, sentada frente a mis padres, me
puse a pensar en la locura que casi cometo. Es que era
ilógico si lo pensabas bien, porque después de tanto tiempo
esperando el momento idóneo para perder mi virginidad,
¿por unas simples provocaciones se la iba a entregar a un
hombre que no sabía ni que intenciones quería conmigo?
Definitivamente no estaba en mis cinco sentidos cuando me
dejé llevar por sus caricias, solo que no dejaba de rondar en
mi mente una sola pregunta: ¿Por qué no me hizo suya?
Por todo lo que sabía de Damon, hubiese pensado que le
importaría una mierda que mi familia estuviera abajo,
pensando las mil maravillas sobre él y se hubiera propasado
conmigo. Pero como siempre estaba equivocada y ahora
muy desubicada, todo él era un misterio para mí y después
de esos pequeños momentos en los que habían pasado
cosas de las que no estaba orgullosa, me comenzaba a
cuestionar si podría confundir mis sentimientos hacia él.
—Damon —dijo mi madre sacándome de mis cavilaciones
—. Puedes probar todo lo que quieras, he cocinado
especialmente para ti.
Él le sonrió y llevó sus ojos hasta el jamón, hizo una
mueca disimulada y luego se echó algunos trocitos de
chorizo con queso. Me quedé observándolo detalladamente,
se estaba sirviendo con una estética perfecta y por sus
gestos, intuí que no le gustaba el jamón. Sonreí, eso era
algo bueno, ya que así tendría más para mí. Él me miró y
me extendió el plato de jamón, como si me hubiese leído la
mente y supiera que era lo que me gustaba.
—¿Siempre eres tan tímido? —siguió preguntando mi
madre, la miré y luego observé a Damon.
Dios mío, si supiera lo que él y yo estábamos a punto de
hacer hace un momento no pensaría eso.
—Mamá, solo déjalo cenar. Debe sentirse incómodo con
tantas preguntas —aclaré mi garganta luego de la
respuesta, Damon me sonrió burlonamente. ¿Qué demonios
pensó?
—En realidad, señora, con su permiso, quisiera pedirle un
favor —murmuró enredando los fideos en el tenedor, me
quedé observando los movimientos como si me estuviera
hipnotizando.
¿Por qué estaba nerviosa?
—Claro muchacho y si me lo permites, yo también quería
pedirte algo —dijo ella mirando a mi padre como si esperase
su aprobación.
Mientras, yo seguía masticando y disfrutando de mi
comida, hasta que casi me atraganto cuando escuché lo que
Damon comenzó a decir. Tocí y un trozo de jamón cayó en
su mejilla. Él no evitó reírse por mi desliz y mientras sacaba
un pañuelo de su pantalón, me miraba muy detalladamente.
«¡Dios, qué vergüenza!» Susurré en mi interior mientras
Damon se limpiaba la mejilla.
—Su hija Blair, es un poco introvertida con sus
compañeros, no le gusta andar con las chicas y siempre
está deambulando como zombie por los pasillos del centro.
—¿Pero quién se creía que era para andar hablando así de
mí? Alcé una ceja y lo miré con los ojos bien abiertos,
expectantes a sus próximas palabras—. En las próximas
semanas se hará una fiesta por Halloween en la casa de una
compañera, que es la hermana de un profesor de la escuela.
—Oh no, no me gusta por donde va esto—. Blair se negó a
asistir, pero todos queremos que ella se presente.
—No pueden obligarme si no quiero ir a esa fiesta —
musité mirando a mis padres mientras observaba esa
sonrisa que algunas veces deseaba que se esfumara del
rostro de Damon—. De igual forma, yo dije que quizás fuera,
no era necesario que hablaras por mí, Damon.
—No te preocupes Damon, mi hija irá —murmuró mi
madre y en ese instante comencé a preguntarme de qué
lado estaba mi familia—. Con dos condiciones —él asintió y
esperó unos segundos a que mamá terminara de tragar—.
La vienes a buscar y la traes sana y salva.
—¿Y la segunda? —cuestioné observando el rostro de mi
madre quien miraba a mi padre como pidiendo aprobación
para seguir hablando.
—Verás Damon, creemos que eres un buen hombre para
nuestra hija y a pesar de que no podemos hablarte con lujo
de detalles, queremos que acompañes a Blair en sus visitas
con un especialista —solté una bocanada de aire, no podía
creer lo que estaba escuchando. ¿Cómo eran capaces de
contarle mis inseguridades a un desconocido?—. Su padre
trabaja a la hora de la consulta y yo iré de viaje por unas
semanas.
—No mamá, él no. Damon no tiene que saber. —Me
levanté de la silla ocasionando un chirrido—. Si accedí a
verme con un psicólogo es porque creo que sería lo mejor
para mí. No necesito un escolta que me cuide.
—Blair, tu padre lo aprobó —se quejó mi madre
manteniendo el mismo timbre de voz bajo—. El psicólogo es
hombre y aunque tenemos buenas referencias sobre él en
cuanto a su profesionalidad, creemos que lo mejor es que
tengas la compañía de un joven que se preocupa por ti. —Ni
de coña iba a permitir eso—. No necesitas que hablemos
sobre el incidente con Mason…
Odiaba que siempre sacara ese tema de por medio en
cada discusión. Ni siquiera había ocurrido nada con él, pero
ellos insistían en que mis visitas a altas horas de la noche y
mi desenfreno por verlo casi todo el tiempo se debían a
algún romance entre nosotros.
—Por eso quiero pedirte que en el tiempo que no esté
aquí, dejes que Damon te cuide tan bien como lo hizo esas
noches.
Me levanté de la mesa muy disgustada. Me giré para
marcharme pero mi hermana sostuvo mi brazo para que no
me moviera.
La sonrisa de Damon se ensanchó, ni siquiera podía creer
como se ganó la confianza de mis padres tan rápido, a tal
punto que dejaran mi seguridad en las manos de él. Por más
que quisiera hacer algo para evitar esos momentos que me
vería obligada a pasar con Damon, no podía. Mi madre no
era ciega y siempre me había protegido, así que si ella creía
que lo mejor para mí era esto, entonces cumpliría su
voluntad.
—Me encargaré personalmente de su hija. —Él se puso
de pie y se inclinó para limpiar un poco de la salsa que
había quedado en mis comisuras labiales. Su acción me
tomó por sorpresa y aunque en otro momento me hubiera
puesto nerviosa, ahora lo que sentía era impotencia—.
Cuidaré de su hija, es un placer que confíen en mí.
Pasaremos bonitas experiencias juntos.
Aléjalo mamá, él es peligroso.
—¿Eres hijo único Damon? —murmuró mi padre
observándolo.
—En realidad, tengo cinco hermanos —musitó Damon
pasando su dedo índice por el borde del vaso—. Dos de ellos
murieron junto a mis padres, una trágica historia que me
pone demasiado sentimental. —Lo vi llevar su dedo pulgar a
sus ojos, daba la idea de que se estaba secando alguna
lágrima, pero… ¿Por qué me pareció verlo reír?—. Mi
hermano mayor vive en otro país, solo respira por su trabajo
y cuida de mi hermana con la que no tengo ningún tipo de
contacto. Con el menor de todos hace mucho tiempo no
cruzo una palabra. —Pude notar por milésimas de segundos
una sonrisa macabra en sus labios, como si no le doliera o
importara la tragedia que vivió o estaba viviendo, fue
cuando entendí que mi percepción no fue errónea—. Así que
se podría decir que estoy solo en el mundo.
—Ya no estás solo Damon, ahora nos tienes a nosotros —
murmuró mi padre poniendo su mano encima del hombro
de él.
Tiempo después, en el que continuaron hablando sobre
temas triviales, en los que pasé momentos vergonzosos por
culpa de Damon —quien no dejaba de recordarme con
indirectas lo que había pasado en la habitación—, sentí una
cierta amabilidad y dulzura por su parte. Era como si
estuviera experimentando algún sentimiento nuevo, aunque
rápidamente su dualidad aparecía y se transformaba en el
hombre frío y cínico de siempre. Cuando terminamos de
cenar, entre todos recogimos la mesa, él y Jud fregaron los
platos mientras mis padres me hablaban en la sala sobre
mis modales y la forma en la que debía tratar a Damon.
Viera como lo viera, ese hombre había llegado para
quedarse en mi vida.
—Estuvo deliciosa la comida, señora Bennett —le dijo el
demonio de ojos azules a mi madre mientras la rodeaba con
sus brazos y le daba dos besos en sus mejillas.
—Eres bienvenido a regresar cuando gustes, las puertas
de nuestra casa estarán siempre abiertas para ti. —Mi padre
palmeó su hombro y ambos sonrieron con cierta satisfacción
—. Ya eres otro de la familia, y recuerda lo que hablamos
sobre esos nietos, Damon.
Traté de olvidar ese molesto comentario y me concentré
en cerrar la puerta. Damon se despidió besando mi frente y
luego me abrazó delante de mis padres, recordándome
nuestro encuentro de las once. Me sentí bien jodida por no
poder insultarlo o siquiera golpearlo por su repentina
muestra de afecto y me limité solamente a sonreír con
hipocresía. También tenía que hacer lo posible para que él
no supiera nada sobre mis sueños y mis miedos con ese
hombre sin rostro que me perseguía.
Me desperté de golpe sentándome en la esquina de la
cama con un extraño dolor en el pecho, o más bien, me
sentía raramente nerviosa. Me levanté y eché un poco de
agua fría en mi cara. Miré el reloj encima del cabecero de la
cama y eran un poco más de las dos de la madrugada. ¡Por
el Altísimo! Damon. Solo podía pensar en Damon y en el
encuentro que no tuve con él.
Un sentimiento de culpabilidad comenzó a invadirme de
la nada, no sabía por qué me sentía así, ni siquiera debía
preocuparme porque él hubiese ido por gusto a ese callejón.
Pero… ¿Por qué tenía esa angustia en mi pecho?
Respiré repetidas veces muy despacio mientras miraba el
techo blanco con estrellas, necesitaba encontrar una forma
para conciliar el sueño. Después de una hora ya había
intentado desde contar ovejas, hasta beberme un vaso de
leche caliente, pero nada había funcionado. Mis ojos
estaban muy abiertos, mi mente perdida en Damon, en sus
caricias, sus besos, en la forma tan sensual que tenía para
persuadirme.
Puse la almohada sobre mi boca y grité, intentando que
mi voz quedara atrapada en la tela.
Antes de volver a la cama, me acerqué a la ventana para
cerrarla. Había comenzado a llover y las gotas estaban
salpicando el suelo. El viento azotó mi rostro cargado de
agua, miré a través del cristal polarizado y me sentí un poco
más tranquila cuando observé el agua bajando rápidamente
por las calles. No sabría cómo explicarlo, pero era una
sensación liberadora, me gustaba ver como la lluvia
arrastraba las hojas de los árboles y pequeños restos de
basura. Mi vista se dirigió hacia el jardín del vecino, tenía la
extraña sensación de estar siendo vigilada.
Entonces lo vi.
El encapuchado.
Estaba apoyado en el árbol del jardín del vecino, sus
manos dentro del abrigo gris. Usaba un paño que tapaba
todo su rostro excepto sus ojos, aunque a la distancia que
estábamos, no podía identificar el color de ellos. Esta vez
estaba en jeans negros, me observaba directamente a los
ojos. ¿Cuánto tiempo estuvo parado ahí? ¿Cuánto tiempo
llevaba mojándose?
El agua comenzó a hacer un camino por mi mejilla
izquierda mientras lo miraba sin pestañear. Entonces, entré
en una crisis existencial. El encapuchado que me advirtió en
el tráfico, no era el mismo que vi en el callejón. El que tengo
enfrente es el asesino de Paul y aquel por lo poco que vi,
era más alto y un poco más robusto. Aunque los dos
parecían ser peligrosos y muy retorcidos y justamente eso
era lo que tanto me atraía de ellos.
Me alejé de la ventana y la cerré, la imagen de ese chico
se esfumó cuando los recuerdos con Damon regresaron a
mí. Encendí la radio para escuchar un programa de música
que siempre ponían en la madrugada, me acosté en la cama
y cubrí mi rostro con la colcha, luego cerré los ojos y no
supe exactamente a qué hora me dormí.
Los primeros rayos de sol entraron a través del cristal,
despertándome. Segundos después, la alarma que indicaba
el comienzo del día, comenzó a retumbar en mis oídos.
Luego de unos minutos en los que estuve en el baño, me
vestí y bajé las escaleras, preparada para salir a la
universidad.
Volví a hacer mi rutina diaria, alcancé unas tostadas y las
llevé a mi boca mientras buscaba mi bolso para salir casi
corriendo. Solo que esta vez, me encontré a mis padres un
poco nerviosos en el sofá, frente al televisor.
Mi madre estaba secando con un trapo la vasija mientras
atendía curiosa la información que trasmitían. Mi padre
estaba fumando un cigarro con el periódico a un extremo
del sofá y mi hermana —que ya estaba lista para salir de la
casa—, tenía sus piernas a la altura de los hombros,
mientras se mecía de adelante hacia atrás en un sillón.
Parecían preocupados y cuando notaron mi presencia, sus
rostros cambiaron, como si intentaran ocultarme lo que los
tenía agonizando.
—¿Qué sucede? —pregunté curiosa mientras me paraba
detrás del sillón. Ellos mantuvieron silencio y solo me
indicaron con las manos que escuchara las noticias.
—Nuevamente un homicidio en el pequeño pueblo de
Dark. La tragedia nos ha alcanzado, esta vez con la pérdida
de Paul Hernández.
«Oh no». Murmura mi mente mientras mordía mi labio
inferior.
Observé con detenimiento las fotos que pasaban por la
pantalla y en efecto era él.
—No podemos seguir fingiendo que nada está pasando.
La muerte de este joven equivaldría al cuarto asesinato y
solo estamos iniciando la semana. El asesino hasta el
momento, deja a sus víctimas en el sitio de muerte y les
talla en la piel una especie de corazón. Ha tenido un lapsus
de enfriamiento de cuatro días entre cada muerte.
Nombre: Desconocido.
Apellidos: Desconocido.
Apodo: Killer Heart
Sexo: Masculino.
Peso: Desconocido.
Edad: Desconocida.
País: Desconocido pero está residiendo en el norte de
Canadá.
—Está acusado de asesinar a más de doscientas
personas en menos de dos años en las provincias de
Ontario, Quebec, Nueva Escocia, Yukón y ahora ha
comenzado sus masacres en Dark. Es altamente peligroso,
no deja testigos, no deja huellas dactilares ni pruebas de
ADN, cubre su rostro con una capucha, tiene tendencias
psicópatas, asesina a sangre fría, es un destripador, solo se
lleva de cada asesinato la piel de su víctima con una
pequeña silueta en forma de una mitad de corazón. Sus
víctimas son hombres y mujeres de diecisiete a veintitrés
años, que enfrentaron algún delito o se vieron vinculados en
un algún aspecto negativo de sus vidas. Este asesino
muestra grandes dotes en el ámbito médico, psicológico.
»Hasta que no sea capturado, habrá toque de queda a
partir de las seis de la tarde hasta las seis de la mañana,
según lo establecido por el Sheriff del pueblo. Rogamos
precaución y cuidado. ¡Confiemos en las fuerzas especiales!
—Fuerzas especiales mi trasero. La policía siempre llega
tarde cuando se le necesita —gritó Judith desde la cocina
mientras se servía una taza de café. Estaba tan absorta con
la noticia que ni siquiera me di cuenta en qué momento se
levantó del sillón.
—Calla esa boca Jud —le reclamó mamá y ella asintió
solamente para que no le dijera nada más, pero en el fondo
sabía que tenía razón. La policía muchas veces no era
confiable.
—Lo que digas, pero sabes que es verdad —murmuró ella
y yo me quedé paralizada en mi misma posición. ¡Era él! El
hombre sin rostro, el encapuchado.
—Dejemos de hablar sobre eso —mamá me miró y notó
que estaba afectada. De inmediato apagó la televisión y se
paró frente a mí—. Todo va a estar bien, yo me iré hoy, pero
tienes personas que te cuidarán.
Asentí para que todos estuvieran un poco más calmados
y luego salí hacia la universidad. En clases no podía dejar de
pensar en qué se debía sentir cuando estabas muerto.
Supuse que nada, pero sería intrigante mezclar placer con
dolor mientras morías. A veces me preguntaba por qué
solamente me excitaban las cosas que provocaran dolor,
por qué me gustaba ver el sufrimiento de los demás.
El turno de clases de Química, nos lo pasamos
conversando y algunos durmiendo. Liam no se apareció por
allí, tampoco lo hizo Aiden y por suerte no me había topado
con Damon por los pasillos. No estaba preparada para tener
una conversación con él.
De pronto, sentí una extraña mirada sobre mí, rodee el
salón con mis ojos y no percibí nada extraordinario. Todos
mantenían sus actividades comunes. Otra vez me sumergí
en mis pensamientos y observé cómo mis manos
comenzaron a sudar y mi corazón latió a un ritmo
descontrolado cuando pensé en ese asesino.
El timbre sonó y con él terminó el último turno de clases.
Regresé a casa y no salí más de la habitación hasta el
siguiente día.
O más bien, mantuve la misma rutina aburrida las
siguientes tres semanas.
Y después, en esa fiesta todo tomó un rumbo
escalofriante y sangriento.
Capítulo 17
BLAIR

Las chicas estaban esperándome a la salida.


Al parecer ya todas sabían que iría a la absurda fiesta y
me esperaban para comprar los disfraces. Aún quedaban
cuatro horas para el toque de queda y por supuesto, la
fiesta se haría de forma ilegal. Según Nerea, ahora sería
más divertido ya que seríamos prófugos de la justicia.
Cuando íbamos a mitad de camino, mi cuerpo sintió
nuevamente la presencia de alguien observándome. Sus
ojos estaban encima de mí, evaluando cada movimiento.
Las chicas se me habían adelantado y yo seguía mirando a
todos lados para ver que encontraba. Pensé que todo había
sido una pérdida de tiempo, quizás alguna de mis
paranoias, pero cuando giré mi vista de nuevo al frente, mi
cabeza chocó con el duro pecho de él.
Damon.
—Tenemos que hablar, muñeca —susurró Damon
sacando sus manos de los bolsillos.
Me quedé mirándolo con el ceño fruncido. ¿Todo este
tiempo había sido él el que me había estado vigilando? No
pude apartar mis ojos de su ropa, estaba realmente guapo y
eso era algo que normalmente yo no diría, pero viendo
cómo estaban avanzando las cosas entre nosotros y el
cariño que le tenía mi familia, quise creer que eran razones
para que mi sentimiento cambiara.
A pesar que en esas tres semanas ambos estuvimos
completamente ausentes en la vida del otro.
Fue como un respiro de paz, y aunque al comienzo la
estaba disfrutando, llegué a sentir que faltaba algo en mis
días.
Solo que no me di cuenta de que ese algo era él.
—Ahora no puedo. Salí con las chicas —musité en un
tono bajo intentando que me dejara ir, ese no era el
momento para hablar de lo que sea que quisiera decirme—.
Deberías hablar con Nerea, ha estado preocupada por ti el
día entero.
—No me importa Nerea, Blair. ¿No te has dado cuenta
todavía? —me dice tomando mis brazos con su entrecejo
fruncido—. Ella no me preocupa ahora, si no tú.
—No juegues conmigo Damon —le digo en un intento de
frenar lo que sea que estuviera pensando, tampoco me
gustaba que estuviera utilizando a Nerea.
—No lo hago, pero si necesito que hablemos —murmura
agarrando con mucha más fuerza mi brazo.
—Ya dije que ahora no puedo. —Fui a dar un paso para
alejarme, pero él me jaló de la mano hacia su pecho.
—¡Vamos! ¡No tengo todo el maldito día! —murmuró a
pocos centímetros de mi rostro y luego me hizo caminar
detrás de él hasta la parte trasera de la cafetería que
frecuentamos.
Damon me lanzó contra la pared y saboreó sus labios con
esa sonrisa en su rostro a la que ya estaba acostumbrada.
Estaba muy furioso, la forma en la que me miraba lo
delataba.
—¿Qué ocurrió esa noche de la cena?
—¿Qué ocurrió de qué, Damon?
—No fuiste.
—Dije que no iría.
—Por lo menos tienes palabra, pero... —Hizo una pausa y
enredó mi cabello en uno de sus dedos—. ¿Tan poco
importante es tu teléfono?
—Si no me lo das, pediré dinero y me compraré otro —
murmuré pegándome un poco más a su cuerpo, él se dejaba
y de cierta forma me gustaba—.Ya te dije que no voy a
seguir hablando contigo.
—Evita decir que no somos cercanos, por favor —se burló
con una retorcida sonrisa en el rostro que me provocó un
enorme cosquilleo en el estómago.
—Es que no lo somos —dije seriamente para que me
creyera, pero sabía que mis palabras no tendrían validez,
mucho menos después de lo que casi ocurre entre nosotros.
—¿No lo somos Blair? —Damon parecía asustado,
enfadado, cínico, feliz, tenía una mezcla de emociones que
no había visto nunca a la misma vez en él—. ¿Pensabas lo
mismo cuando nos besamos? ¿Dime qué sentiste cuando
estaba encima de ti en tu cama? Tú estabas desnuda bajo
mi cuerpo, estoy seguro que podía hacer cualquier cosa que
quisiese que te dejarías, porque sientes lo mismo que yo.
Joder muñeca, admítelo.
—¿Admitir qué Damon?
La voz de Nerea nos interrumpió, estaba cruzada de
brazos y su ceño estaba fruncido.
—¡Nerea! —exclamé separando mi rostro de Damon.
Menuda pillada.
Rápidamente me alejé de Damon y controlé los
sentimientos que había ocasionado repentinamente él en
mí. Sentía que estaba en problemas, su novia, podría haber
escuchado todo y quizás lo malinterpretó. Normalmente en
situaciones incómodas, mi mente se las ingenia para
inventar algo de último momento y salir del dilema, pero
esta vez era diferente. En ese momento solo estaba
paralizada en el callejón, con las manos apoyadas en la
pared mientras mis ojos iban de ella hacia Damon.
Él por el contrario, no demostraba ninguna emoción,
actuaba como si Nerea fuera una desconocida que solo
estaba metiendo sus narices donde no la habían llamado.
Entendía la confusión que ella debía sentir y hasta tenía esa
extraña sensación de explicarle lo que vio. De cierta forma,
me ponía en su lugar y me odiaba a mí misma por decirle
algo un día y actuar completamente diferente al otro. Sabía
el dolor que se sentía cuando el ser que decías amar, te
clavaba un puñal por la espalda. Todo lo que ella estaba
pensando, yo también lo pensé, solo que en mi caso perdí el
control y terminé cometiendo un crimen.
La única solución evidente era confesarle la verdad,
decirle lo que había ocurrido entre Damon y yo.
Tenía que decirle que él me hacía dudar de mis palabras.
—Nerea... —volví a repetir muy débilmente, las palabras
se amontonaron en mi mente pero no lograba pronunciar
ninguna. Era como si me hubiesen anestesiado la lengua—.
Lo siento —titubeé al fin, ella me miró con los ojos
entreabiertos, Damon por su parte, acomodó su camisa y
peinó su cabello desparramado.
Suspiré, sabía que la situación era muy incómoda.
—Te estuve llamando todo el día. ¿Dónde estabas Damon
y por qué lo sientes Blair? —murmuró ella finalmente
dirigiéndose a Damon—. ¿Qué es lo que Blair tenía que
admitir?
—Lo siento Nerea. Tuve algunos problemas que resolver
y te quería dar una pequeña sorpresa en la que Blair me
ayudaría, pero nos descubriste hablando y creo que se
arruinó — masculló Damon caminando hacia ella con una
sonrisa.
En ese momento que ninguno me miraba, respiré
aliviada y luego volví a mi momento de tensión cuando ella
me miró y enredó sus manos alrededor del cuello de
Damon.
—Damon... —dijo con la voz entrecortada mientras le
daba muchos besos a él en los labios. Mi pecho se apretó
cuando él no la separó—. Hagamos algo, me iré y terminen
su conversación como si nada hubiese pasado. Amo las
sorpresas y más si vienen de ti.
Me quedé perpleja y fascinada al ver cómo él le dio la
vuelta a todo el asunto y consiguió que una ruptura,
terminara en un intento de sorpresa fallida. Había visto una
visión de Damon que no había considerado antes. Él
siempre había sido tan manipulador, calculador, mentiroso,
cínico... Pero por otra parte vi cómo su temperamento
cambió y se enfrentó a otros sentimientos que seguramente
nadie había conseguido en él.
—Estaremos en la tienda mística una cuadra más
adelante. Las chicas quieren que esa bruja les lea la mano.
No demoren mucho y vayan allá. —Sus ojos viajaron de mí
hacia él—. Y tú, no te escaparás nuevamente, quiero que
escojas el modelito que más sexy le quede a tu novia.
Ella le dio un beso casto en los labios y salió corriendo
hacia la calle principal. Damon y yo nos miramos por un
segundo, nuestros gestos volvieron a ser fríos e
indiferentes. Sacó de su bolsillo una caja de cigarros y
extrajo uno. Lo prendió y le dio una calada sin siquiera
mirarme. Se acercó a mí, poniéndome nerviosa nuevamente
y arrojó el humo sobre mi rostro justo como lo hizo la
primera vez que nos vimos. Lamí y mordí mi labio inferior
cuando lo tuve más cerca y en un arrebato repentino, hice
que arrojara el cigarro al suelo, lo agarré violentamente del
brazo y lo acorralé en la pared como él acostumbra
hacerme.
Comencé a besarlo con lentitud y delicadeza, sus labios
seguían cerrados, sin responderme, pero me permitió
continuar; mordí su labio inferior, tiré de él y lo escuché
gruñir. De inmediato llevó las manos a mi cuello y hundió
sus dedos en mi cabello, lo agarró sin dañarme, solo para
separarme de él y me miró con sus ojos azules muy
oscurecidos. Noté cómo su lengua se adueñó de mi boca
jugando con ella.
Rodeé su cuello para mantenerlo fijo, para que no se le
ocurriera separarse por ningún motivo y me abandoné a
aquel frenesí improvisado y desenfrenado que su arrebato
me provocaba; por momentos su beso era brusco, pero
delicioso y con cada embestida que su lengua me daba,
sentí un delicioso cosquilleo en el vientre; el placer que me
producía junto con el dolor de su brutal boca, provocaba una
tensión que logró que se me contrajeran los músculos de la
pelvis. No sabía por qué, pero siempre que estábamos solos,
nuestros cuerpos, nuestras bocas, como imanes,
terminaban unidas.
Me separé una vez que sentí que necesitaba un poco de
aire, Damon me miró como si no se creyera lo que acababa
de ocurrir.
—Wow muñeca, eso fue… —No terminó la frase pero a
cambio me agarró por la cintura y volvió a darme otro beso.
No podría explicar por qué lo besé en primer lugar, pero
cuando vi a Nerea cerca de él no me sentí bien—. ¿Es
importante ella para ti? —me pregunta una vez cuando su
boca se aleja de la mía.
—No tengo por qué contestarte —le dije seriamente
caminando en dirección a la calle principal—. Deberías
empezar a buscar ese regalo sorpresa en el que nos metiste
a ambos.
—No más mentiras Blair —gruñó él agarrando mi mano
fuertemente a unos pasos de entrar en el tráfico de
peatones—. Si no quisieras estar conmigo no me hubieses
besado de esa forma tan necesitada y le hubieras dicho a
Nerea la verdad, pero tú eres como yo Blair.
—¿Por qué me haces esto? —le pregunté mirando
fijamente sus ojos.
—No hago nada que tú no desees, solo quiero que liberes
a tu verdadero ser. —Él dio unos pasos más hacia mí,
retrocedí hasta que mi espalda chocó con la pared
nuevamente.
—¿Quién eres Damon? —le cuestioné con cierto interés
en mi mirada.
—Digamos que soy alguien que está muy interesado en
la mente humana y me entretiene saber lo que piensas,
cómo actúas, tus secretos, miedos —dijo mientras
acariciaba con el dorso de su mano mi mejilla.
Ese simple tacto me erizó la piel.
—¿Y vas bien en eso? —le dije cerrando los ojos mientras
me dejaba llevar por la sensación tan abrumadora que me
provocaba sentir su piel junto a la mía—. ¿Por qué yo?
—Los secretos algunas veces hacen a una persona más
interesante. —Su boca se acercó lentamente a mi oído
mientras su mano seguía acariciando mi piel. —¿Qué
pasaría si te contara todo?
—Solo eres un mujeriego que quiere llevarme a la cama
—susurré de igual forma llevando mis manos a su cuello,
necesitaba tocar los tatuajes que tenía en esa zona.
—Entonces, seré ese tipo de hombre para ti —dijo
poniendo su mano sobre la mía, afincó la palma de mi mano
en su cuello y la deslizó hasta su boca. Nuestros ojos nunca
dejaron de mirarse, mi corazón estaba dando brincos dentro
de mi pecho.
—Me enfureces tanto Waldorft —le digo apartándome
completamente de él. ¿Desde cuándo tenía tantos cambios
de humor?—. No conoces ni la mínima parte de mí pero aun
así, sigues insistiendo en querer estar a mi lado. Yo no soy
buena Damon, no mereces una mujer como yo.
—¿En algún momento me has escuchado decir que yo
soy bueno, Bennett? —musitó elevando su labio superior y
luego acercó nuevamente su boca a la mía, quedando a
centímetros de rozarse—. ¿Quieres que me quede contigo?
¿Quieres que solo sea tuyo?
—No —respondí sin pensarlo.
—¿Estás segura, bonita? —murmura él deslizando su
lengua por el centro de mis labios.
—Sí —dije y me obligué a tranquilizarme, unas simples
palabras no podían hacer que mis piernas temblaran.
—¿Siempre responderás con monosílabos? —Se burló de
mí y no pude evitar sonreír.
—¿Qué parte de que te alejes de mi jodida vida no has
entendido? —le grité, empujándolo lejos. Necesitaba estar
sola, sin este hombre a mi alrededor provocando tormentas
eléctricas en mi mente.
—¡Maldita sea Blair! Te juro que algunas veces odio tu
jodido carácter de mierda —gritó cuando estuve a varios
pasos de él.
—El sentimiento es mutuo —mascullé entre dientes
girando mi cabeza para que me observara.
—De acuerdo pequeña, jugaremos a esto —farfulló
pasando por mi lado, manteniendo mi mismo paso—. Solo
no olvides que mis ojos estarán en ti solamente esta noche.
—Claro que no, Damon —pronuncié con sarcasmo—.
Deberías mirar a tu novia, ella sí que vale la pena, yo no.
Y volvió a hacerlo.
Se acercó a mí, puso sus labios sobre mi boca y luego
susurró:
—El problema es que ya me aburrí de ese juguete.
Abrí la boca estupefacta y él se burló, adelantándose y
saliendo a la calle principal. ¿Un juguete? ¿Acababa de decir
que era su nuevo pasatiempo?
El viento frío me voló el cabello mientras caminaba por la
acera contraria a Damon. La canción Hate You de Jungkook,
que se adaptaba como ninguna otra en el momento,
retumbaba en mi cabeza. So I’m gonna hate you, I’m gonna
hate you, paint you like the villain that you never were. I’m
gonna blame you, for things that you don’t do.
Esa parte de la letra no salía de mi cabeza y lo único que
podía hacer, era asentir ante la cruda realidad.
Me detuve para cruzar la calle. El semáforo estaba en
rojo. Un joven caminó justo a mi lado, sonreía coquetamente
y parecía divertirse conmigo. Damon se giró y le dio una
mirada amenazante, él captó la amenaza y tomó otro
camino. Sonreí para mis adentros, ver a Damon celoso me
pareció lo más tierno que pudiese haber pensado. Volví a su
lado y caminé mirando su mano, él se dio cuenta y la abrió
como insinuando para que se la tomara.
Por supuesto no lo hice y continué andando hasta que
me detuve frente a la casa de esa bruja.
La puerta del portal estaba abierta cuando llegamos, allí
había algunos drogadictos tirados en el suelo con algunas
jeringuillas a los lados. Otros andaban pidiendo dinero a las
personas que esperaban ser atendidas. Una vez que abrí la
mampara, las crucé y caminé por un sendero de grava
bordeado por pequeñas macetas con palmas muy altas.
Había cortinas a ambos lados del camino, a intervalos
regulares y equidistantes. Daban la impresión de haber sido
colocados así para ocultar que se encontraba detrás.
Tras unos metros de conducción por la oscuridad, entré
en un patio perfectamente circular. Me detuve por unos
segundos y admiré con atención la espléndida casa que
yergue en el centro. Era muy hermosa. Sentí que con cada
minuto que pasaba, la aprensión en mi pecho se hacía
mayor. En realidad, no me interesaba esa reunión, no creía
en ese tipo de cosas, aunque debía de admitir que me
resultaba divertido ver como las personas siempre
confiaban en lo que otros les decían. Las puertas negras con
adorno de oro pulido estaban flanqueadas por cuatro
miradores gigantes protegidos por pilares tallados en
piedra. La estructura de la casa estaba formada por bloques
gigantes de piedra caliza y unos frondosos laureles cubrían
la fachada.
Miré las decenas de ventanas correderas en voladizo y
las lujosas cortinas que colgaban de todas ellas. Me sentí
tentada de ver la expresión de Damon, pero la voz de mi
hermana me lo impidió. Cuando ya estuvimos dentro, me
quedé boquiabierta con la decoración del salón. El cuarto
estaba herméticamente cerrado y de color negro. Solo había
un sofá bastante grande para los acompañantes y una mesa
en el centro con dos sillas; una a cada extremo de la mesa.
La llamada bruja, estaba sentada con un montón de cartas y
un gato negro a su lado. Vestía completamente de negro,
sus joyas eran del mismo color, al igual que sus uñas que
estaban pintadas de negro, incluidos sus labios y cabello.
—Bienvenidos sean los dos —sonrió amablemente y su
mirada se centró en mí justo como las de los demás.
—Hola —atiné a decir.
—Tus amigas quieren que te ayude —murmuró ella
barajeando las cartas mientras miraba en mi dirección.
¿Qué tipo de broma era esta?
Giré mi vista a Damon y lo vi al lado de Nerea, sonriendo
mientras la acunaba en su pecho. Un sentimiento extraño
me invadió y no pude evitar traquear mis dedos. ¿Por qué
me molestaba verlos juntos? No debería importarme él.
—Les aseguro que soy de gran ayuda para los que
escuchan mis palabras —sonrió y asentí solamente para
seguirle el juego.
Decidí sentarme, al fin y al cabo, no tenía nada que
perder.
—¿A qué le temes querida? —dijo observándome
mientras continuaba barajeando las cartas y las ponía en
forma de abanico sobre la mesa.
—En realidad, no sé ni qué hago aquí... Creo que
deberíamos irnos —musité mirando a mi hermana.
—¿No quieres escucharme? —pregunta esa mujer
poniendo su mano encima de la mía. Estaba tan fría que
parecía un cadáver.
—Siendo sincera, no creo en estas cosas —sonrío un
poco nerviosa por todos los ojos que me observaban.
—Todos piensan parecido a ti hasta que descubren que
hay razón en mis palabras —dice ella mirando hacia Damon,
luego me mira a mí y después se concentra en las cartas.
—Está bien. —Volví a sentarme no muy convencida—. ¿Y
qué va a decirme exactamente?
Se queda en silencio y me orienta con las manos que
escoja algunas cartas. Sentí curiosidad por las que estaban
a los extremos y el centro, así que tomé dichas cartas,
incluidas dos que sobresalían un poco más que las demás.
Ella comenzó a ordenarlas. Observé el rostro de las chicas y
todas estaban sonrientes y ansiosas por saber qué me diría
la bruja. En un primer momento mantuvo una mirada
tranquila que luego se volvió un remolino de emociones.
Parecía preocupada y consternada.
—Entonces tú tienes varios problemas en tu vida —dijo
acariciando el pelaje de su gato negro mientras me
observaba con el rostro serio—, hay una sombra oscura que
te persigue y un ángel que te cuida.
—¿Me quiere vender algún horóscopo y salimos ya de
esta farsa? —le digo mientras me pierdo en los cambios de
color que toma el pelaje del gato cuando ella lo acaricia.
—No juego con las personas. Yo las ayudo y realmente
veo que tiene serios inconvenientes en su vida. —Se cruzó
de brazos y luego me extendió la primera carta que escogí
—. En un primer momento pensé que todo giraría en torno a
su enfermedad, pero luego comprobé que su mayor peligro
está rondándola. ¿Te sientes atraída por esa persona
verdad?
—No sé de qué me habla —mascullé un poco confusa.
—Lo sabes, algo muy diferente es que no se quiera dar
cuenta. Pero no podrás avanzar si esto no se soluciona —me
miró fijamente sin decir nada por unos segundos—. Estarás
en una lucha contaste entre la luz y la oscuridad. Las cartas
me dicen que la luz, es ese ángel que no ha dejado de
cuidarte ni un solo momento, tiene su pasado que es oscuro
y tenebroso, pero es tu alma gemela. Muchas veces puede
ser irracional y guiarse por sus emociones. Y el segundo, la
oscuridad; tratará de llevarte al olvido, sacará lo peor de ti,
jugará contigo y te someterás a él.
—Si eso es cierto, parece que mi vida tomará un rumbo
interesante. —Elevé una sonrisa sin creerme las estupideces
que ella decía.
—Esos dos seres, serán tu perdición. Con el primero
conseguirás esa compenetración máxima que hará que
desees pasar el resto de tu vida con él. Y el segundo, es una
persona con la que perderás siempre, te sentirás conectada
con él, tanto, que las fuerzas de la química escaparán de la
razón y siempre les impedirá tener un final feliz. Hasta que
cierto día se agotarán y entonces ocurrirá lo peor.
—¿Qué? ¿Me suicidaré? —dije en forma de broma pero
pareció que ninguno se lo tomó muy bien ya que me
miraron despectivamente.
—El diez de espadas representa el dolor y el comienzo de
la tragedia. Estarás en una situación de abuso de poder,
una relación dispareja, donde nunca tendrás el control —
murmuró y esta vez fue esa mujer la que sonrió tan
tenebrosamente que me negué a pensar que solamente yo
fui la que se asustó—. Pero son solo mentiras... ¿No? Así que
no tienes nada que temer.
—Demasiado tarde —susurró Jud desde atrás.
—Y dime... —Mis emociones estaban a flor de piel.
Mientras ella hablaba, no dejé ni un segundo de pensar en
tres personas, sus memorias venían constantemente a mi
mente, las palabras de esa mujer se repetían una y otra vez
y no dejaba de encajar a cada uno de esos hombres con las
características que ella había mencionado. Realmente me
puso nerviosa—. ¿Sabes quiénes son la luz y la oscuridad en
tu vida?
—No estoy muy segura —respondí sincera mientras
observaba a Damon, él también me miró y me sonrió
dulcemente.
—Tienes que descubrirlo y antes de que sea tarde,
alejarte de ellos —balbuceó mientras recogía la baraja de
cartas—. Tienes que encontrar una forma de recuperar el
control sobre tu corazón, o el resultado será devastador.
Cuando salimos de la casa de la bruja, las chicas
incluyendo a Damon, iban delante dirigiéndose a la primera
tienda de disfraces. Yo, por mi parte, no dejaba de pensar
en las palabras de esa mujer, en la lucha de poderes a la
que se refería. Me encontraba afrontando una montaña de
sensaciones que no sabría si en el futuro me harían bien.
Por un lado sentía que él era mi ángel aunque estuviera a
muchos kilómetros de distancia de mí, pero las cosas
comenzaban a complicarse cuando cavilaba en el demonio,
solo podía ser el hombre sin rostro. Indecisa, vacilé, y
terminé apresurándome hasta llegar a donde ellos se
encontraban.
Para nuestra sorpresa, en las escaleras del porche de la
tienda, estaba sentado Adrien. Lucía un poco mejor que
aquel día en la fiesta. A decir verdad, se veía muy bien.
Rubio natural, ojos marrones, alto, fuerte, vestía bien, tenía
buena familia. Sin novia.
Y sí, me había tomado el tiempo de preguntar sobre
todos o casi todos los chicos con los que me relacioné ese
día.
—Señorita Bennett. —Se levantó asombrado y me
observó. Las chicas sonrieron por su educación, mientras
que Damon no pudo resistirlo y soltó una carcajada.
—Hola Adrien —le sonreí y recordé aquella noche en la
mansión en la que obligó a Lexy a beberse la botella de
alcohol ella sola—. ¿Qué haces por aquí?
—Esperando a mi hermana, vino de visita con su
prometido y quiere acompañarnos a la fiesta de Halloween
—sonrió un poco apenado y eso me dio cierta gracia,
aquella noche parecía desinhibido de sí mismo—. Así que
me tocó hacer de niñera mientras ella busca algún conjunto.
—Te ves un poco cansado —le dije mientras veía a todos
los demás entrando a la tienda—. ¿Todo bien?
—No tuve una buena noche, solo eso —le devolví la
sonrisa y estuve dispuesta a dejarlo atrás para entrar a la
tienda, pero él tomó mi mano e hizo que me detuviera—.
¿Te gustaría tomar un té, un café, ir a cenar o simplemente
conversar un poco conmigo?
Bajé la cabeza un tanto apenada. Nunca ningún chico me
había invitado a salir. ¿Si aceptaba se podría considerar
como una cita?
—Me apetece la idea. Luego nos ponemos en contacto y
vemos el día y la hora —le dije con una sonrisa de boca
cerrada.
Me acerqué a él y le di un beso en la mejilla para
después caminar hacia la tienda. Con el rabillo del ojo, miré
hacia los cristales de la ventana y allí estaba él: Damon
Waldorft. Se encontraba de pie, observándome divertido,
sus manos en los bolsillos de sus pantalones.
Le sonreí antes de cruzar la puerta para después
encontrármelo pacientemente sentado en un sofá.
—Ustedes dos no se verían bien juntos —se acercó por
mi espalda, susurrándome—. ¿Sabes por qué?
—Si tú lo dices debe ser cierto... ¿Verdad? —le dije
viendo como las demás chicas se estaban probando varios
vestidos—. ¿Por qué según tú no me vería bien al lado de un
hombre tan guapo como Adrien?
—Por un simple detalle que seguramente no te has dado
cuenta —me dice con una sonrisa y se acerca sigilosamente
hacia mí, hasta colocarse detrás de mi espalda—. Porque
Adrien no soy yo.
—Damon —exclamó Nerea mostrándole un sexy conjunto
de marinera—. ¿Qué te parece? —gritó.
Él se fue y por un momento pude sentirme aliviada.
Sólo cuando se alejó de mí, pude respirar y reír ya que al
parecer se había puesto celoso y verlo actuar tan posesivo
conmigo me gustaba.
«Después de todo, sí que sería una noche entretenida».
Pensé y me dirigí al primer probador.
Capítulo 18
DAMON

La primera tienda que visitamos fue una boutique que se


especializaba solo en vender ropa Victoria Secret. Las
vendedoras se lanzaron casi corriendo encima de las chicas,
dándoles la bienvenida y hablándoles de los nuevos trajes
que habían llegado para esa fecha tan especial.
Yo me mantenía sentado en el enorme sofá de cuero
blanco, apoyando mi mandíbula en una de mis manos,
mientras observaba continuamente los disfraces que me
mostraba Nerea. Aburrido era la palabra que me definía en
esos momentos. Opté por espiar que hacían las demás y
todas estaban en una misma vitrina. Discutían
absurdamente por saber a quién le quedaría mejor el disfraz
de ángel de la muerte, sonreí para mis adentros, no quería
que se ofendieran pero claramente ese conjunto había sido
hecho para Blair.
Y solo entonces cuando volví a pensar en Blair, me di
cuenta que no estaba con las demás. Me levanté del sofá y
dejando a Nerea conversando con Judith, dispuse a darle un
breve recorrido al lugar. La boutique era enorme, constaba
de dos pisos llenos de ropa y varios maniquíes, vitrinas con
algunas joyas y estantes con carteras, mochilas, zapatos y
maquillaje femenino. Sería un hermoso lugar al que me
encantaría venir alguna vez a solas con Blair solo para darle
todos los caprichos que me pidiese.
Subí las escaleras lentamente y me di cuenta que en la
parte de abajo era donde vendían los disfraces, mientras
que aquí, se encontraban los mismos trapos que siempre se
veían por los cristales. O sea, los baratos del montón que
nadie usaba. Al final del salón, estaba ella, hablando
cordialmente con un hombre canoso pero elegante.
Me escondí detrás de la mampara de uno de los
probadores y comencé a escuchar lo que decían.
—Eres muy hermosa. —Ese hombre le agarró las manos y
le dio una media vuelta.
¿Por qué demonios la miraba de esa forma?
Intenté mantenerme tranquilo, no había sucedido nada
salido de lo común.
—Gracias, solo quisiera saber si pudiera alquilar o tener
un préstamo para poder usar uno de los conjunto —
murmuró Blair en un tono bajo mientras observaba
cuidadosamente las expresiones de ese hombre.
—Lo siento querida, los conjuntos son limitados y solo se
venden —musitó él, dándole la espalda mientras continuaba
contando algunos billetes encima del mostrador—. ¿Tienes
problemas financieros?
En ese momento quise salir de donde me encontraba y
gritarle: «Y a ti que te importa», pero me contuve porque no
quería que Blair se sintiera avergonzada. Apreté mis puños
mientras veía la etiqueta de uno de los conjuntos, casi mil
dólares costaban unas prendas de segunda mano. Si eso era
así, los precios de los que se estaban probando Nerea y las
demás debían estar por cielos.
Yo sabía que la familia Bennett no tenía un capital tan
alto como los habitantes de este pueblo y que debieron
utilizar sus ahorros para mudarse aquí, así que quizás ellas
no podrían comprase un atuendo tan caro como las otras, y
si lo hacían, solo podrían pagar uno.
Tenía que hacer algo para que ella no se sintiera inferior.
—Necesitaré un ángel de la muerte que me acompañe en
la noche. —Caminé pausadamente hasta ella y me detuve a
su lado, apreciando esos hermosos ojos azules que me
miraban confundidos y estupefactos—. ¿Puede
acompañarnos a la primera planta? He visto un conjunto
que quedaría muy bien con ella.
—Ella no tiene dinero para pagarlos y nosotros no
hacemos actos de beneficencia —murmuró el que quizás
fuera dueño de la tienda sin contemplarme siquiera.
Bufé, a veces el mundo me obligaba a actuar de una
forma que no quería.
—¿Me ha escuchado decir que ella lo pagará? —le
pregunté y llevé mis manos a los bolsillos sacando mi
tarjeta de crédito. Cuando intento observar a Blair me doy
cuenta que ha desaparecido. Hice un ademán con mi mano
cuando al fin obtuve la atención del dueño—. Por su culpa,
esa chica ha bajado avergonzada. ¿Trata a las personas por
la cantidad de dinero que tienen? —mascullé elevando mi
labio superior mientras guardaba nuevamente mi tarjeta—.
Hace un momento parecía no importarle que ella pudiera
pagar el disfraz y hasta la estaba desnudando con la
mirada. —Me apoyé deliberadamente en el mostrador e hice
que me viera a los ojos—.Va a bajar y se va a comportar con
esa chica como si fuera una actriz famosa, la va a perseguir
por todos los roperos y le va a hacer sentir como la reina
que es.
Él soltó una carcajada como si no estuviera tomando en
serio mis palabras y aproveché también para reírme con
suficiencia. Cuando vi que continuó contando su asqueroso
dinero, caminé muy despacio mientras silbaba esa melodía
que siempre llegaba a mi cabeza en momentos de
desesperación y me coloqué detrás de él. Mis manos
estaban dentro de mis bolsillos y cuando ese hombre se dio
la vuelta para darme la cara, no emití ninguna emoción.
Cruzó sus manos mientras alzaba una de sus cejas, como si
estuviera esperando a que dijera algo y al ver que no lo
hacía, decidió hablar él.
—Es mejor que bajes y le digas a tus amigas que se
marchen —dijo y ladee mi cabeza negando—. El local ya
cerró.
—¿De verdad quiere que haga eso? —murmuré sin
moverme de mi lugar, solamente me incliné hasta quedar a
pocos centímetros de su cuerpo—. Ni siquiera han
comprado sus vestidos —musité buscando en el fondo de
mis bolsillos una herramienta con la que me gustaba jugar
algunas veces. La saqué y se la mostré, su rostro estaba
confundido—. ¿Sabes qué es? —asintió y sonreí, ni siquiera
se imaginaba cuáles eran sus usos—. Entonces está al
corriente que no me voy a ir de aquí sin que mi chica tenga
su vestido, ¿verdad? —le susurré y en un rápido movimiento
rodeé su cuello con una pequeña cuerda.
Comenzó a defenderse, intentaba golpear mi cuerpo con
absurdos movimientos que me eran muy fáciles de esquivar.
Su actitud me daba mucha gracia, era tan patético que no
merecía la pena que malgastara mi tiempo con él. Cuando
noté después de unos minutos que su rostro comenzaba a
ponerse rojo y que se veía en la obligación de sacar su
lengua en un intento para respirar, llevé mi boca a su oreja
y le susurré muy despacio.
—Si no quieres morir aquí mismo, vas a bajar y harás
todo lo que te dije —solté una leve risa juguetona cuando lo
vi asentir repetidas veces—. Y por cierto, ya no vamos a
pagar, le regalarás a cada una de ellas el disfraz que pidan.
¿De acuerdo? —Movió su cabeza en un gesto afirmativo y lo
solté antes de que perdiera la conciencia.
—Estás loco —balbuceó llevando su mano a su cuello
mientras se sobaba la piel.
—Cosas peores me han dicho —le dije divertido mientras
caminaba nuevamente a las escaleras—. Nada de llamar al
Sheriff o alguna otra trampa, se dónde vives y tu hija… —
hice una pausa como si estuviera pensando en su nombre—.
Es muy pequeña para quedarse sin familia.
—Solo no vengan más por aquí después de esto —asentí,
todavía quedaban algunas tiendas más en el pueblo que de
seguro nos tratarían mejor.
Bajé las escaleras mientras guardaba la cuerda
nuevamente en el bolsillo y divisaba a Blair. Estaba
hablando con su hermana, ambas tenían el entrecejo
fruncido, como si estuviesen discutiendo. Me acerqué por
atrás de ella y tomé de improvisto su mano, alejándola un
poco de las demás, consiguiendo así poder estar a solas
unos minutos.
—Ese hombre cambió de opinión y les va a regalar lo que
elijan para la fiesta —suspiré cerca de su oído y pude notar
el rubor que todavía tenía en las mejillas—. Quiero que seas
mi diabla en la noche.
—¿Qué le dijiste que cambió de opinión? —musitó ella
elevando su ceja, por supuesto que Blair no podía solo
quedarse callada y acatar una petición.
—Solo le hice entender de una forma muy discreta que
ya obtuvo suficientes ganancias en este día y que tener una
muestra de bondad no le vendría mal —dije observando
como el señor canoso de antes, se acercaba a nosotros, su
costosa y dulce colonia de gente rica llegó a mis fosas
nasales.
Involuntariamente lo miré con las manos dentro de mis
bolsillos.
—¿Puede venir conmigo, señorita? —habló sin dejar de
mirarme con mucho temor, su actitud era muy chistosa—.
Quiero enseñarles algunos conjuntos que le quedarían
geniales a sus amigas y a usted.
—Para ella el disfraz de ángel de la muerte, el más
pequeño que tenga, quiero que le quede bien ajustado —le
dije y después les di una sonrisa de boca cerrada. Sonreí
mientras idealizaba cómo se marcarían sus senos y las
curvas de su cuerpo cuando usara el conjunto.
La vi yéndose al lado de ese hombre y luego él comenzó
a buscar diversos conjuntos que se los entregó a las demás.
No tenía idea de lo que estaban hablado, pero Jud estaba
pagando en efectivo, el disfraz de enfermera, miré girando
un poco la cabeza al tipo y él rechazó su dinero con una
sonrisa. Lucía tomó el brazo de Blair y la empujó para que
se probara algunos conjuntos más, aunque ella sabía que
tenía que llevarse el que pedí en exclusividad.
Sus ojos interactuaron con los míos y sé que notó la
lujuria y el deseo que sentía por ella en esos momentos.
Lucía le llevaba cientos de disfraces al vestidor, los cuales le
vi ponerse y sonreír alegremente. De repente, sentí unos
leves toques en el cristal a mi espalda, me giré y
rápidamente mi gesto cambió.
Era él.
Salí sin que se dieran cuenta y caminé hasta la parte
trasera de la tienda. Él me siguió con sus manos dentro del
abrigo y como siempre, usando esa capucha enorme que lo
caracterizaba. Cuando lo tuve de cerca, prendí un cigarrillo
e inspiré con rapidez.
—Damon —su voz era como un grano en el trasero.
Molesta, irritante.
—Te dije que te marcharas de la ciudad. ¿No fui lo
suficientemente claro? —murmuré expulsando el humo de
mi boca.
—Me estoy divirtiendo hermano, hace mucho tiempo no
lo hacía.
—No juegues con ella, idiota.
Arrojé el cigarrillo por la mitad y lo miré directo a los ojos.
Sabía desde el momento que lo conocí que me traería
problemas. Solo que no supe el grado de intensidad que
tenía su locura hasta que lo vi cerca de Blair.
—¿No es lo que llevas haciendo tú todo este tiempo?
Sonreí.
Maldito egocéntrico que se cree que puede dominarme
por creer que ella es mi debilidad.
—Me hartaste.
Un golpe limpio y seco cayó en el centro de su nariz. Se
tambaleó un poco y comenzó a sangrar. Alzó su mano para
golpearme también, pero solo me bastó con enseñarle algo
con lo que volvía a tener el control. Ni siquiera podía creer
que pensara que iba a conseguir algo con ella. Me
molestaba la gente que subestimaba mi inteligencia, mi
hermano era una de esas personas, un estorbo que no hacía
nada más que copiar todas mis acciones y luego actuaba
precipitadamente, metiéndome en problemas. Prueba de
ello fue la inesperada muerte de Paul.
—Tienes una semana para marcharte de mi vida, de su
vida, de este pueblo —hablé dándole la espalda, dispuesto a
regresar dentro de la tienda.
No podía dejar a las chicas solas con ese hombre por
mucho tiempo.
—¿Y de qué sirve eso, Damon? Da igual lo que digas.
Ellas están viniendo. Veamos qué tan fuerte puede afrontar
Blair a los fantasmas del pasado, y como tú podrás
sobrevivir a la locura de tu otra mitad.
Una sonrisa se expandió en sus labios.
—¿Qué hiciste hijo de puta? —le grité agarrando el cuello
de su camisa mientras lo lanzaba a la pared con mucha
fuerza.
—¿Para qué decirte si ya lo sabes?—sonrió y lo solté sin
premeditación. Se sacudió a sí mismo y me dio la espalda,
sin moverse del lugar.
—Deja a Blair en paz, ella es mía. Es mi juego, mis reglas
—mascullé entre dientes dándole la espalda también. Todo
lo que podía sentir era el aire entrando y saliendo de sus
pulmones—. ¿Por qué intentas desafiarme?
—El alumno puede superar al maestro —murmuró.
—No cuando el alumno actúa impulsivamente —reí
burlonamente—. En esta cadena de alimentación tienes que
ser organizado e ir a cazar directamente a la víctima.
¿Quién se piensa que es? ¿Ganarle a Damon Waldorft en
su propio juego?
—Mantén a Blair siempre en la mira, te aseguro que
cuando vea la sorpresa que le preparé, no volverá a ser la
misma. ¿Quizás y vuelva la chica de la que te enamoraste?
—Enamorar, amar, es un sentimiento que no digo,
porque no lo siento. No me importa lo que le pase a esa
mujer. Haz lo que quieras y como quieras. Pero no camines
por el puente sin comprobar que las cuerdas puedan
sostenerte. ¿De acuerdo?
—Me encanta cuando intentas mentirte a ti mismo y te
pones en modo sarcástico filosófico. ¿Te funciona con las
chicas cierto? —se burló de mí, el desgraciado se estaba
burlando de mí.
—Adiós hermano. —Alcé mi brazo y lo moví mientras
caminaba nuevamente a la tienda.
—Solo recuerda que la chica de ojos turbulentos será tu
perdición y la de ella.
Lo ignoré.
Ella, especialmente ella no iba a joderme la vida.
En las siguientes boutiques la situación fue similar: nos
recibían amablemente y luego las vendedoras las saturaban
con conjuntos. Todo ese tiempo nos tomó más de cuatro
horas en las que no dejé de observar a Blair y enmarcar mi
próximo movimiento de juego. Definitivamente esto era
excitante.
Antes mis días eran insípidos, sin ninguna pizca de
emoción. La misma monotonía hasta que ocurrió el
inesperado encuentro y comenzó la nueva línea imaginaria
de mi partida.
—Esta es la última tienda, no tendrán tiempo después
para ducharse, maquillarse y estar listas para cuando las
pase a buscar —les dije con desgano, comenzaba aburrirme
de estar sentado en un sofá mientras ellas se probaban ropa
que no iban a comprarse porque ya habían elegido sus
disfraces.
Al final, todas entraron en diferentes probadores y
comenzaron a tantear con algunos atuendos que les
alcanzaban las señoras. Mis labios querían hacer puchero de
las ganas que tenían por traspasar la puerta y plantarle un
beso en la nuca a mi muñeca. Ladee mi cabeza mientras me
dejaba consumir por mis demonios y en un rápido y ágil
movimiento, me adentré en el probador.
Le hice una señal a ella con los dedos para que
mantuviera silencio y me obedeció.
—No tienes que probarte nada más. Lo que elegí quedará
perfecto en tu cuerpo —le susurré sin darme cuenta que
estaba a punto de quedarse en ropa interior. Mis ojos
bajaron llenos de lujuria por todo su cuerpo y ella lo notó,
sin embargo, no hizo nada, comenzaba a pensar que le
gustaba provocarme—. ¿Dejarás el rosa por el rojo de
encaje? —Mordí mi labio inferior cuando mis ojos
descendieron lujuriosos hacia la fina tela—. ¿No está muy
depravado? ¿Con quién quieres usarlo? Esa lencería tan al
descubierto es para una ocasión especial.
—Demasiadas preguntas ¿no crees? —me dijo ella dando
pasos decididos hacia mí.
Sin dejar de mirarla llevé mi mano al pestillo de la puerta
y la cerré. No quería ningún tipo de interrupción.
—Entonces respóndelas una a una —le di una sonrisa
pícara pero ella mantuvo su gesto serio.
«¿A quién intentas engañar pequeña?»
—También se jugar a tu juego Damon —susurró llevando
sus dedos a sus labios sin dejar de mirarme un solo
segundo.
No tenía ni idea de lo mucho que llevaba planeando esto.
—Demuéstrame.
Ella sonrió y me mostró un montón de bragas y sostenes
de encaje, encaje fino, grueso, transparentes y algodón.
Escogió un conjunto de encaje rojo transparente mientras se
quitaba el que tenía puesto. Todo el recorrido de su vagina a
sus pies fue en cámara lenta. Apoyé mi espalda en la puerta
mientras mordía mis labios y me deleitaba con la exquisitez
de su carne. Sé que pretendía y lo estaba consiguiendo. La
maldita estaba logrando que tuviera una erección. Y ojalá
fuera solo eso, con la excitación, crecían las ganas de lanzar
su cabeza contra la pared y follármela bien despacio y
profundamente.
Sus ojos viajaron por todo mi cuerpo mientras sus manos
exploraban su cintura hasta llegar a su sostén y retirarlo.
Empujé mi mejilla con la lengua y flanquee un poco el
cuello. Su busto era perfecto, cabía perfectamente en la
palma de mis manos.
Inconscientemente llevé mi mano derecha al bulto en
mis pantalones y lo apreté mientras un pequeño gruñido
escapó de mis labios.
—Vas por muy mal camino si sigues así, muñeca —
apunté sintiendo el dolor que crecía en mi polla. Las ganas
crecían y no sabía cómo retenerme por más tiempo.
—¿Por qué dices eso, pequeño?
Y esas simples palabras irónicas fueron las que
terminaron volviéndome loco.
La agarré de la coleta y la lancé contra el espejo. Su
respiración quedó marcada en el cristal. Pegué mi cuerpo al
de ella y moví suavemente el pulgar por sus labios. Mi
cuerpo tenso sobre el de ella bloqueaba cualquiera de sus
movimientos. Dejé de jugar con sus labios y mordí
ligeramente su cuello mientras la palma de mi mano
quedaba estampada en la blanca piel de su trasero. Blair dio
un pequeño grito que se extinguió cuando mi puño se cerró
alrededor de su cuello. No la apreté fuerte, solo quería
demostrarle quién tenía el control entre los dos.
—No te muevas —dije trazando un camino con mi dedo a
través de su columna vertebral—. Todavía no era el
momento. Todavía no quiero que te entregues a mí.
—Yo nunca me acostaría contigo, Damon —solté una risa
burlona.
¿Por qué seguía mintiéndose?
—¿Y por eso te desnudas frente a mí? ¿Por eso te
comportas como una zorra? —murmuré apretando el agarre
en su cabello. No supe si fueron mis palabras o mi tacto
sobre su piel, pero me encantó escuchar ese gemido
exacerbado que escapó de su boca.
—No es nada que no hayas visto ya.
Sonreí.
—Pero aún no lo he probado, aún no te he marcado, aún
no te he demostrado lo bueno que es Damon Waldorft en la
cama.
—Pero ese el problema, no quiero que me demuestres
nada. Realmente no sé por qué hice esto.
Y ahí mismo, en ese justo momento, entendí que no
estaba pensando en mí, si no, en él.
—¿Ahora quién eres Blair?
—¿Qué? —me dijo confundida y sin esperar algo más de
ella la solté, como había dicho, todavía no había llegado
nuestro momento.
—Olvídalo muñeca. Solo no hagas cosas de las que luego
podrías arrepentirte. Yo tengo autocontrol, pero los demás
no son como yo —murmuré extendiéndole su ropa sin dejar
de apartar mis ojos de ella.
—No uses ese tono de lástima conmigo, Damon —musitó
mientras se ponía nuevamente la ropa.
Bufé.
—¿Por qué? ¿Te recordé a él? —Me alejé lentamente—.
Solo hazme un favor. No pienses en ese idiota cuando estés
conmigo.
—¿Cómo...
No dejé que terminara la frase, sabía lo que iba a
preguntarme.
—Sé muchas cosas de ti, te lo dije, me gusta saber sobre
la mente humana. Pero tranquila pequeña, ese sólo será
otro secreto que guardaré por ti. —Besé su frente, dejándola
anonadada y catatónica en el lugar. Salí cuando creí que
nadie me iba a ver pero antes, le susurré—. Tú eres como
yo, Blair. Sólo tienes que dejarte llevar.
Capítulo 19
BLAIR

«Tú eres como yo, Blair. Sólo tienes que dejarte llevar».
Aquellas palabras no salieron de mi cabeza y eso se
convirtió en un problema.
Hacía más de una hora que habíamos llegado a la casa.
Papá le dio la mano a Damon, mamá le dio un beso en las
dos mejillas y yo, pues yo intenté escapar de él. Damon era
un hombre peligroso, me di cuenta de eso desde el primer
minuto en que cruzamos miradas.
Tenía esa característica de los chicos malos de los libros,
esa que te envuelve por su carácter, esa que te obsesiona
hasta que caes rendida a sus pies. No supe exactamente
cuándo Damon llegó a mi vida, pero desde que
intercambiamos la primera palabra, me la pasaba
preocupada, inquieta.
Me había demostrado que sabía muchos de los secretos
de mi pasado, algunos que no podía dejar atrás.
Los pocos deseos de ir a esa fiesta se esfumaron, no
estaba entusiasmada. ¿Debía tener miedo? No dejaba de
rondar por mi mente lo que Damon podría hacer con esa
información. Quizás chantaje, diversión, amenaza... ¿Por eso
había estado tan cerca de mí? Y la mejor pregunta... ¿Cómo
sabía tanto de mí? ¡De él! También estaba el estúpido regalo
que me había comprado y su irracional nota. ¿Se podía ser
más imbécil? Tuve que fingir una sonrisa de agradecimiento
cuando se lo contó a mis padres, por supuesto ellos
desbordaban felicidad.
Damon se había ganado el cariño y respeto de mis
padres.
Observé por última vez el vestido blanco con faja y
collares negros, adornado con calaveras y alas blancas,
luego miré el disfraz de Cupido que me había regalado
Lucía. ¡Elecciones! La vida siempre estaba llena de ellas.
¿Pero cuál decisión era la correcta? Debía optar por ser el
ángel de la muerte de Damon y satisfacer su nota o
agradecer el obsequio de una amiga. Judith me había dicho
que sería bueno que me alejara de Damon por un tiempo,
hasta que él se decidiera y terminara con Nerea. Sabía que
tenía razón, y que la decisión más sensata era esa, pero mi
mente decía una cosa y mi corazón gritaba otra.
10 minutos.
Diez minutos restaban para que el timbre sonara y
volviera a aparecer frente a mí esos ojos azules que tenían
la habilidad de volverme dócil. También estaba mi hermana,
que parecía un correcaminos de su habitación a la mía,
preguntándome cada un minuto: "¿Qué te falta?" "Joder,
Blair. Siempre tengo que esperar a que termines". "Estoy
optando por no salir más contigo". Y en parte tenía razón,
soy de las personas que se demoran largas horas para
vestirse y maquillarse, aún más ese día que debía retocar la
sangre en mi rostro y alisar mi cabello.
De un tirón cerré la puerta para que no me molestara
más y caminé hasta la estantería al lado de la ventana. Me
agaché y abrí el cuarto cajón, quité el fondo falso y saqué
un bote de amitriptilina, tomé dos de esas pastillas y
raramente me sentí lista para una gran velada. Mi madre
me había prohibido que tomara estas pastillas, según ella
podría enfrentar mi enfermedad y la ansiedad con la ayuda
de un especialista.
Yo no estaba tan segura de eso, mucho menos cuando
Damon estaba cerca de mí.
El tiempo pasó con rapidez y antes de que terminara de
colocar el tacón en mi pie, escuché a Damon elogiando a
Jud desde la sala. Apresurada me detuve frente al espejo,
apliqué un poco de perfume y bajé con rapidez. El reflejo
mío frente al espejo era sensacional, me sentía poderosa y
con muchas ganas de bailar. Nos despedimos de nuestros
padres y cuando salimos a la calle, mis ojos se toparon con
un gigantesco SUV crossover negro.
Suspiré.
Algo que siempre me había gustado eran los autos y este
era uno de mis preferidos.
Damon nos abrió la puerta trasera y nos acomodamos al
lado de Lucía. Él iba junto a Nerea, podía ver cómo me
miraba por el espejo retrovisor, mis mejillas se calentaron
con esa simple ojeada que le dio a mi cuerpo. Cuando el
auto salió disparado en la carretera, cerré los ojos y solo
dispuse a escuchar la conversación de mi hermana con
Lucía, ellas estaban hablando de Say, quien ya había ido
hace algún tiempo para la fiesta con la supuesta excusa de
querer ayudar en los preparativos, pero todos sabíamos que
era por su pequeña afición con Liam Gilbert.
Luego se pusieron frenéticas halagando a Damon
mientras que yo admiraba el paisaje a través de la ventana.
Todo estaba tan desierto, ninguna voz se escuchaba en las
calles, ni siquiera dentro de las casas había música. Las
personas del pueblo se habían tomado muy en serio el
toque de queda mientras que nosotros estábamos
expuestos ante un peligroso asesino en serie. Intenté
mantenerme tranquila, sabía que nada iba a ocurrirme si
me mantenía cerca de las chicas.
Pasados unos minutos, esa tensión que sientes cuando
alguien no aparta la vista de ti, se arremolinó en mi cuerpo.
Dirigí mis ojos al frente y mantuve mi rostro serio cuando lo
vi sonreírme. No podía negar que se había lucido. Sin
especular, podía asegurar que si hacían una competencia
de disfraces, él ganaba solo por enseñar su cuerpo.
Damon había pintado su piel de rojo y sus uñas de negro
bastante largas. Sus piernas fuertes y depiladas estaban
adornadas por unas cintas negras que cuando caminaba,
hacían que se salieran sus venas. Esto mismo pasaba con
las cintas que apretaban sus antebrazos y muñecas. No
llevaba ningún tipo de tela en su pecho, por lo que se
realzaban sus tatuajes y las decoraciones de calaveras que
parecían hacer juego con mi disfraz. Sus ojos tenían un
maquillaje oscuro que combinan a la perfección con el color
de sus ojos, al igual que su cuello que estaba
completamente pintado de negro, cubriendo en su totalidad
sus tatuajes. Sus labios estaban pintados de negro y su
cabello se mantenía con ese estilo desordenado.
Me fijé en varias cosas durante el trayecto. Una de ellas
fue el delicioso perfume de Damon que tenía hipnotizada a
más de una. La segunda fue más una sorpresa.
Normalmente en este día se decoran las casas con
calabazas, luces, guirnaldas, juguetes con aspecto de
cadáveres, lobos, brujitas, vampiros, los niños iban de casa
en casa diciendo dulce o truco; pero todo estaba apagado. Y
no solo me refería a la oscuridad de las calles, sino, a que ni
una sola melodía había escuchado.
Cuando el auto al fin aparcó, todo lo que nos rodeó
fueron árboles. Las hojas se movían con el viento y
provocaban ese sonido tenebroso. A unos pocos pasos
estaba la casa de Lexy y Liam. ¡Menuda casa! Se asemejaba
mucho a las características de aquella mansión. Gigantesca,
espeluznante, devastadora. Todos nos bajamos de la
furgoneta. Lucía y Jud se adelantaron, detrás iban Damon y
Nerea. Un poco más alejada, estaba yo, intentando caminar
con los tacones por el incómodo suelo rocoso.
Ni una vez se giró hacia mí.
«¿Eso era bueno verdad?»
Llegamos a la puerta y tocamos el timbre.
Sabíamos que era raro que nos escucharan con la alta
música, así que insistimos un poco más. En lo que
esperábamos, pensé en la suerte que tenían al vivir
apartados de todos. De no ser así, estuviéramos tras las
rejas por una noche y con una multa por no respetar la ley.
Segundos más tarde, la música se detuvo. Fue el momento
oportuno para presionar otra vez el botón del timbre. El
sonido de esa macabra risa se escuchó por todo el lugar
acompañado de un espeluznante grito. Apenas se abrió la
puerta, apareció Lexy rota en llanto. Su maquillaje estaba
corrido y se notaba ansiosa.
—Say, ella... —dejó de hablar y se lanzó a mis brazos. Me
sorprendí e intenté comprender qué podía haber pasado.
—¿Qué le ocurre a Say? —murmuré con la voz
entrecortada aun sin poder entrar a la casa.
—Ella... —volvió a detenerse y me miró con tristeza—. La
encontramos muerta en la cocina —musitó sin dejar de
expulsar esas pesadas lágrimas de sus ojos.
—¿Qué? ¿Estás bromeando verdad? —Mi pecho se
apretó, no podía ser cierto. Saray no podía haber muerto, no
así, no en una fiesta que apenas habíamos disfrutado.
La agité un poco de los brazos para que reaccionara, me
estaba poniendo un poco histérica al percibir que nadie
hacía nada. Lexy negó derramando otra lágrima.
—Tiene un cuchillo clavado en el abdomen. No hemos
tocado nada, Liam está llamando al Sheriff.
La aparté a un lado y me adentré en la casa. Con el
corazón en la mano, caminé entre la multitud sudorosa.
Rápidamente me di cuenta que la distribución de las
habitaciones era igual a la de aquella mansión, así que
simplemente seguí el oscuro pasillo abarrotado en chicos y
en efecto, al doblar a la derecha me encontré con la cocina.
Desesperada vi un tumulto de personas alrededor de un
espacio lleno de sangre y me acerqué con rapidez. Allí
estaba ella, tirada con un cuchillo clavado en el estómago.
Tenía sangre en sus oídos, labios y nariz además de todos
los hematomas esparcidos en su piel.
Iba a sugerir que se marcharan de la casa antes de que
llegara la policía, pero entonces observé algo que llamó mi
atención. Con sutileza me acerqué a ella y me agaché. Tomé
uno de sus cachetes y los apreté con fuerza.
—¿En serio Saray? —La apreté con mucha más fuerza
mientras zarandeaba su rostro—. Hacerte la muerta no es
gracioso, idiota. —Ella no reaccionaba y a causa de esto,
apreté aún más sus mejillas.
Un chillido escapó de sus labios y comenzó a reír.
—¿Cómo me descubriste? Todo estaba planeado para
que te asustaras —dijo todavía riendo mientras se sentaba
en el suelo manchado en sangre falsa.
—Me decepcionas Say —murmuró Lexy con una sonrisa
de oreja a oreja a pocos centímetros de nosotras—. Te
advertí que eras muy mala y que te descubriría.
—En realidad me lo había creído —confesé sincera—.
Pero entonces observé que la barriga de Say subía y bajaba,
además de que por ínfimos segundos, sonrió. Ya cuando
estuve más cerca caí en cuenta sobre el olor de la supuesta
sangre y supe que era todo menos eso.
—¿Y el cuchillo? —replicó ella—. Da mucho miedo, tenías
que haberlo creído.
—Por favor, me he visto millones de tutoriales en You
tube sobre disfraces caseros —dije victoriosa.
—Eres más inteligente de lo que creía. —Say se acercó a
mí y me abrazó—. Bienvenida a la fiesta, ángel de la
muerte.
¿Recuerdan al comienzo sobre el tema de las elecciones?
Pues sí, decidí vestirme como Damon había dicho. Sus
palabras fueron claras y aunque lo odié en ese momento
más que a nadie en el mundo, acaté sus órdenes. El vestido
me quedaba estupendamente, y el maquillaje algo grotesco
que había untado en mi rostro me hacía lucir bastante
desinhibida.
Cuando quise darme cuenta, me encontraba sola en la
cocina, apoyada con cierta comodidad en la meseta. Todos
se habían marchado y ni siquiera supe en qué momento.
Giré mi vista hacia la puerta trasera y recordé aquella noche
con Aiden. ¿Qué había sido de él en estas semanas? ¿Vino a
la fiesta?
Sonreí recordando aquella tonta alucinación mientras
sonaba una muy excitante canción desde la sala, My baby.
Las paredes de color verde pálido y la mesa decorativa
de caoba en la cocina, había sido sembrada de telarañas
falsas, y las bombillas del candelabro del techo se
cambiaron por luces negras. Maniquíes realistas de zombis
bebés estaban metidos en las esquinas y nos miraban
desde la puerta trasera. La casa estaba llena como había
esperado. Había docenas de personas que se conocían,
algunos amistosos, otros no.
Me serví algunas bebidas una vez que me quedé
completamente sola y comencé a deambular por la fiesta,
reuniéndome con desconocidos y haciendo pequeñas
conversaciones, admirando la espeluznante decoración que
parecía recrear una película de terror. Debía admitir que
Lexy se había asegurado de hacer todo lo posible con las
decoraciones de su fiesta para que fueran tenebrosas. La
sangría se colocó en un caldero de brujas gigante, la salsa
de queso había sido moldeada en la forma de una calabaza,
e incluso los entremeses parecían cuchillos ensangrentados
y dedos cortados.
Afuera, la gente se escabullía hacia el bosque —era
grande, cubierto de hierba, con hileras de arbustos que
envolvían el muro de piedra que rodeaba la mansión—, para
jugar a los escondidos con retos, también habían habilitado
una habitación para que los ganadores de los retos pasaran
algunos minutos en el paraíso. El DJ tocaba en el mirador
cubierto de telarañas, vestido con un traje azul brillante.
Me detuve unos minutos a pensar en lo que había dicho
aquella mujer que me leyó las cartas y en pequeñas
fracciones de tiempo vinieron a mi mente ellos tres. El
primero me ponía nerviosa como ninguno, era misterioso y
la forma en la que me besaba me llevaba al cielo y luego
me bajaba al infierno, el otro era tenebroso, con esa mirada
fría que no sabías descifrar. Y el tercero, el hombre del que
me enamoré perdidamente, gentil, apasionado y que sin
dudas daría su vida por mí.
Volví a la cocina con la intención de estar unos minutos a
solas, sin toda esa música retumbando en mis oídos y me
apoyé en la pared con los ojos mirando hacia la puerta
trasera. Mi mente me jugó una mala pasada y lo vi
nuevamente frente a mí. Pestañee repetidas veces
intentando que desapareciera y al ver que mis intentos eran
inútiles, tomé un vaso de alcohol que habían dejado en la
meseta y lo bebí de un sorbo. El movimiento de sus labios
se volvió algo hipnótico.
Mi mente paseó en diversas dimensiones imaginando
una y mil formas de besarlo.
Dudé si realmente estaba alucinando.
Las pastillas que tomé tenían otros efectos. Alcancé otro
vaso y lo tragué de una sola.
Lo detallé por completo y un revuelo en mi estómago me
hizo vacilar de querer caminar hacia él. Su cuerpo tatuado,
como el de Damon, estaba cubierto por una camisa rota, las
mangas estaban subidas hasta sus codos. Tiene pintado
encima de su ojo izquierdo una estrella, y debajo alguna
especie de crucifijo, el cabello estaba desparramado y
húmedo. Sus piernas estaban cubiertas por un ajustado
pantalón de mezclilla.
Saboreó su boca y me quedé perpleja pensando en la
suavidad que podían tener. El superior era fino mientras que
el inferior tenía la suavidad y las capas de carne necesarias
como un rico elixir. Pensé en morderlo y causar una
pequeña herida, con él me gustaba ser desenfrenada.
No supe exactamente qué pasó por su cabeza, pero sacó
aquella extraña camisa que llevaba, dejando expuesto sus
marcados abdominales. Tragué saliva y lo vi reírse por mi
nerviosismo. Parecía divertirse conmigo, como siempre.
Intenté caminar en reversa sin apartar mi vista de sus
tetillas. «¡Oh dios mío!»
Un poco excitada sentí mi espalda chocar con el mueble
donde al parecer guardaban los vasos y platos. Aiden sonrió
mientras llevaba su dedo índice a sus labios y lo deslizó por
toda esa textura.
Su gesto fue divertido pero luego clavó su vista en mis
labios y se acercó decidido hacia mí.
Me tensé en el lugar y unas ganas locas por tocarlo me
consumieron.
«¡Quiero tocarlo!»
¡Vas a tocarlo!
—Aiden —solté nerviosa al concebir su respiración
colisionando en mis labios—. ¡Realmente viniste!
—Quería verte, lo admito —susurró llevando sus dedos
hasta los mechones de cabello mío que estaban enredados
en los cuernos de diablo.
Todos mis sentidos se pusieron en alerta y aproveché la
cercanía de su cuerpo para aspirar el perfume que emanaba
de su cuello. Aiden deslizó su lengua por sus labios y luego
dejó escapar una risa juguetona mientras se acercaba a mi
oreja. Miré con destreza sus ojos marrones y luego pasé la
punta de mis dedos por sus pezones. Él giró la cabeza
mientras me admiraba como si fuera un trofeo.
Ni siquiera sabía si esto era real pero la sensación de
tenerlo cerca se sentía como una maldita droga.
—¿Me respondes solo una cosa? —susurró en mi oído
dejando escapar un sexy gruñido que removió diferentes
emociones dentro de mí. Alcé la vista y sonreí un poco
mareada—. ¿Estás ebria? —negué y sin darle permiso, me
tomó de las caderas y me alzó en el aire—. ¡Rodéame con
ellas!
En ese momento el mundo a mi alrededor se detuvo,
como lo hizo mi respiración y mi capacidad para pensar.
Todo estaba en una pausa tortuosa. Colocó sus manos en mi
trasero y me impulsó hacia arriba, provocando que mis pies
se enrollaran en su cintura. Me aferré a su pecho como si
fuera un bebé mientras que Aiden caminó hacia la mesa y
me sentó en ella.
—¿Dos tragos y ya te perdí? —rió con esa elegancia en
su gruesa voz.
—No sé qué me pasó. Esas bebidas debieron tener algo
—confesé mientras él me ofrecía de su vaso.
—¿Quieres un poco del mío? —murmuró elevando su
labio inferior mientras me extendía la bebida y me hacía
recordar a aquella vez en la mansión, cuando me cedió su
botella de agua.
Lo agarré sin pensarlo y lo bebí rápidamente. Era de esos
vasos grandes de café, pero yo no me había dado cuenta
que estaba lleno hasta desbordarse. Le sonreí al ver su
hermoso rostro. Pequeños destellos de luces de colores
aparecían frente a mis ojos, Aiden parecía un ángel,
extrañaba verlo y hablar con él. No sabría explicar lo que
ese chico me hizo pero la atracción que sentía por él era tan
extraña.
—Es la primera vez que estás tan feliz y no eres tan
idiota —farfulló quitándome el vaso vacío de las manos.
—¿Idiota como tú? —le dije a la defensiva mientras hacía
un puchero.
—Rectifico, es la primera vez que te veo feliz, idiota y
niña de cuna siempre serás —dijo acariciando con
delicadeza mi rostro.
—Aiden —susurré intentando acercarme un poco más a
sus labios.
—Dime Blair —masculló él llevando sus manos hasta mis
hombros. Su imagen era borrosa, pero estaba consciente de
que lucía hermoso.
—No logro entender por qué no hablas con nadie y
conmigo sí. ¿Te gusto?
Como estúpida abrí mi boca arrepentida de lo que le dije.
Él se quedó callado y me sonrió de una manera diferente.
Caminó hasta una pequeña silla y se sentó con las piernas
entreabiertas.
—Ven, siéntate en mis piernas. —Sin vacilar, me acerqué
y antes de sentarme sobre él, titubeé un poco. Rodó los ojos
y me tomó de las caderas, sentándome a horcajadas sobre
su regazo. Era demasiado tosco, varonil. Bajó su vista hasta
mis senos y alzó su mano como si fuera a tocarme pero se
detuvo—. ¿Puedo?
Calculé por milésimas de segundos en qué situación me
encontraba y en qué me beneficiaría después mis futuros
actos. Admiré la oscuridad y tranquilidad de la cocina
mientras que afuera se oía mucho ruido. Escuché mi
corazón y algunas misteriosas cosquillas que vagaban en mi
vagina. Yo quería tocarlo, pero que él me tocara, era mucho
más excitante.
—Dime primero lo que te pregunté —volví a insistir
sintiendo como su respiración se empinaba con la punta de
mi nariz.
—¿No crees que ahora eso no es importante? —Me afincó
más a su entrepierna, haciendo que notara un ligero bulto
en sus pantalones.
—¿Por qué me pides permiso para tocar cuando puedes
hacerlo? —le dije y luego mordí mi labio inferior. Sabía lo
que estaba haciendo y las consecuencias que podrían traer
mis actos, pero en ese instante no quería pensar en eso,
solo necesitaba sentir su piel junto a la mía.
—No quiero hacer nada sin tu consentimiento ahora,
porque cuando me des acceso a ti, no pararé —gruñó,
sosteniéndome con fuerza del cuello.
El éxtasis de placer irreversible nubló mis sentidos.
—Hazlo.
Esa simple orden provocó su propia desgracia.
Capítulo 20
BLAIR

Enfado, depresión, pastillas y alcohol, nunca habían sido


una buena mezcla y eso era lo único que había hecho en la
noche.
Quizás y solo por eso, me vi involucrada en situaciones
desesperadas que requerían acciones desesperadas. A
pesar de no tener el mayor vínculo con Aiden, de ni siquiera
haber tenido una conversación amistosa, lo deseaba. El
recuerdo de la primera vez que lo vi entrando a la cafetería,
su labio roto, sus nudillos ensangrentados, su ropa
deportiva, su misterio, eran algunos de los factores que
hicieron que quisiera follar con él, hoy.
Tal vez me arrepentiría, o tal vez no.
Una noche de locura la tiene cualquiera... ¿verdad?
Además, sería solo sexo, no es como si me fuera a
enamorar y me deprimiera porque él no sintiera lo mismo. Y
sí, le entregaré mi primera vez. Romperé las idioteces que
siempre había pensado acerca de la tan preciada primera
vez, y seré suya, solo esperaba que valiera la pena, después
de todo, había sido el primer chico después de él que me
atrajo en demasía.
—Blair... —murmuró sosteniendo mi rostro fuertemente
con una de sus manos y no logré evitar sentirme tan
caliente cuando me afincó aún más sobre su entrepierna.
Me retorcí un poco en su pecho y envolví mis manos
alrededor de sus hombros, susurrándole en su oído bien
despacio:
—Será nuestro pequeño secreto. Nadie necesita saberlo.
Ahora bésame, por favor.
Alzó mi rostro y su mirada me intimidó de un momento a
otro antes de hacer lo que le pedí. Frotó sus labios contra
los míos, mordisqueó su labio inferior y lo trazó con la punta
de mi lengua. Luego la deslicé dentro de su boca y le di un
beso ávido. Saboree su sabor: alcohol y algo de menta por
el chicle. Excitante. Mis piernas se envolvieron alrededor de
su cuerpo, mis manos acariciaron su cabello.
Agarré el pelo de su nuca sin piedad, esperando sentirlo
temblar de dolor. Mordí su labio hasta que gimió en mi boca
y sentí un sabor a hierro. Lamí la sangre que goteaba, mi
lengua se deslizó sobre su barbilla y su boca, saboreando el
violento sabor. Enredó una mano en mi cabello y tiró con
tanta fuerza que mi cuero cabelludo dolió, mientras que la
otra mano apretó mi dolorido trasero. Sentí la dureza en sus
jeans mientras se presionaba contra mí, esa deliciosa polla
esperándome.
Liberé un brazo de su hombro y deslicé mi mano hacia
abajo por todo su pecho hasta su entrepierna, sonreí cuando
lo encontré duro bajo su apretado pantalón. Su pene saltó
contra mi mano al primer toque y lo apreté con ganas. El
mordió sus labios, terminando nuestro primer beso. Su
respiración estaba descontrolada mientras murmuraba
contra mi boca, diciéndome lo mucho que deseaba follarme.
Su polla estaba tan dura contra mi mano que supe que
decía la verdad. La respuesta de mi cuerpo al escucharlo fue
desenfrenada, mis pezones duros, mi vagina palpitando y
los jugos empapando mis bragas.
Nuestro silencio se rompió cuando otros dos chicos
entraron con dos botellas de alcohol mientras se besaban.
Aiden me miró, luego me levantó de sus piernas y se acercó
a los otros dos, echándoles. Antes de venir a mí, agarró una
de las botellas de reserva de la familia Gilbert, cerró la
puerta y dejó abierta dos ventanas para tener un poco de
ventilación.
—¿Dispuesta a hacer todo lo que te pida? —habló y luego
curvó su labio superior mientras caminaba nuevamente
hacia mí.
Él abrió la botella y el corcho salió por los aires. Se dio un
largo trago y luego me la extendió. La cogí e hice lo mismo.
¿Sabes cuándo has tomado tanto que ya no sientes los
grados de alcohol bajando por tu garganta? Bueno, así me
encontraba yo, con un espléndido mareo y unas ganas locas
de ser penetrada, ya me daba lo mismo si era con él,
Damon o hasta el demonio de Liam.
Mi perra pervertida ha vuelto.
«Sí».
—¿Qué es exactamente lo que haremos? —le devolví la
botella y volvió a beber.
—No será sexo común —sonrió—. En realidad no tengo
sexo normal. Me gusta ligar el dolor con el placer, por eso,
no seré bueno, tampoco quiero que lo seas. Hazme sangrar,
yo haré lo mismo contigo —prometió soltando una
desgarradora risa que erizó cada centímetro de mi piel.
Suspiré. Me sorprendieron esas palabras. Y sí, estaba
anonadada porque eso sería una puta locura, no supe por
qué pero comenzaba a cuestionarme si todas las veces que
lo había visto sangrando de su labio era por alguna pelea o
porque había tenido sexo con alguna chica.
—Aiden... Yo... —musité en voz baja sin saber muy bien
como decirle que aún ningún hombre me había desflorado.
—Lo sé, me lo has confirmado, pero no te preocupes,
ahora será mucho más divertido.
Después de eso ninguno dijo nada. Agarré la botella y me
di dos tragos. Quería estar lo suficientemente ebria para no
sentir dolor alguno y disfrutar al máximo. Nos compartimos
la botella otro rato mientras nos besábamos y se vaciaba. Di
un brinco cuando rompió el vidrio contra el suelo y luego lo
presionó en mi pierna haciendo que mi piel se abriera y
comenzara a sangrar. Debía ser una masoquista de mierda
porque en vez de sentir dolor o quejarme, me gustaba ver
como la sangre bajaba por mi pierna.
—Necesito preguntarte algo —habló de pronto y asentí
con los labios entreabiertos—. ¿Qué harás después de esto?
—Me iré a bailar. Supongo —mordí mis labios cuando
afincó el pico de la botella.
Lo empujé hacia atrás para que se sentara en el sofá, sin
darme cuenta de que él seguía haciendo presión en mi
muslo con el vidrio. Un camino de sangre bajó por mi pierna
mientras Aiden retrocedía. Se acomodó en el asiento y yo
quedé a horcajadas en sus muslos. Ambos hicimos una
pausa, sin aliento. Gotas de sangre brotaron de mi herida,
una vista satisfactoria. Su mano agarró mi cabello
apretándolo cruelmente. Su pecho estaba agitado, el calor
irradiaba de su piel mientras me acercaba lentamente de
nuevo a sus labios, sin permitir distancia entre nosotros. Se
estiró y se secó el labio sangrante con el dorso de la mano,
mirando la mancha roja con una pequeña sonrisa.
—Tócame. Necesito tus manos sobre mí.
No sabía que fuera a gustarme tanto eso, ni siquiera
había pasado nada extraordinario entre nosotros y mi
cuerpo se desinhibía con cada caricia exacerbada.
Aiden limpió mi sangre y se concentró por pequeños
lapsus de tiempo en el filo, apuntando a otra parte de mi
cuerpo. Su atención se fijó en mi pecho, ese que quiso tocar
antes y que no lo hizo. Agarré sus manos y las puse sobre
ellos, mis pezones endureciéndose por su tacto. Aiden dejó
salir un gemido bajo, sus palmas se adentraron en mi
vestido y cubrieron mi carne.
Me apretó.
Gentil y duro, amasando, torturando.
—Desnúdate. Quiero sentirte sobre mi piel —su voz fue
profunda, casi gruñendo.
—Hazlo tú —le ordené también y antes de que pudiera
decir algo más, sacó el vestido dejándome en ropa interior.
Como un enviciado que hubiera sido privado a espiar a la
chica, cogió mis senos con brusquedad y pellizcó mis
pezones.
Gemí de placer cuando él bajó su cabeza y chupó un
pezón, su lengua tentando, jugando y sus dientes
mordisqueando. Tiré mi cabeza hacia atrás y grité mientras
le clavaba mis uñas en el cuello. Tan fuerte que salían
pequeños puntos rojos. Mi pecho empujó hacia adelante, mi
cuerpo gritó porque me comiera. Aiden golpeó mi pezón de
adelante hacia atrás. Mis bragas se mojaron aún más. «No
pensé que fuera a desear tanto estar con un chico». Pensé y
él liberó ese pezón y se concentró en el otro. Agarré su
cabeza y arañé su cuero cabelludo cuando mordió sin
piedad mi piel magullada.
Inhalé una bocanada de aire del perfume que llevaba en
el cuello y deslicé la lengua por las heridas antes
ocasionadas. Sus dientes ejercieron presión sobre mi pecho
y grité por el indicio de dolor que comenzaba a salir dentro
de mí. Se detuvo y me observó. Alcanzó nuevamente el pico
de la botella y lo presionó en mi cuello.
Aiden tragó saliva y como una niña seguí el camino de su
nuez de Adán con mis ojos. Rajó mi piel suavemente,
haciendo ligeras heridas que no sangraban tanto como las
de mi muslo. Ardió al contacto, pero estaba tan perdida en
su rostro que el escozor fue insignificante.
—Eres muy diferente a como me imaginé —atinó a decir
mientras seguía cortándome sin dejar que esa sonrisa se
borrara de su rostro.
—¿Cómo me imaginabas? —susurré sobre sus labios
volviendo a tirar de ellos, haciendo que la herida de antes
volviera a abrirse y sangrara.
Lamí y chupé con fervor su líquido vital y saboree mis
labios cuando me apartó, frenético.
—Olvídalo, ahora solo comprendo algunas cosas —
murmuró tocando su labio, decidí no pensar en lo que había
dicho porque no era el momento para joderme la cabeza
con preguntas y dudas.
Sus ojos viajaron hasta mi braga y deslizó su mano por la
cara interna de mis muslos. Aiden chasqueó la lengua
mientras tomó por un momento un respiro profundo y ágil.
Reí y me levanté de su regazo antes de tirar mis bragas por
mis piernas. Él agarró mi culo, atrayéndome más cerca.
Frotó sus labios sobre mi vientre, sus dedos fueron a mi
vagina, haciendo que me estremeciera como el demonio.
—Siéntate sobre la mesa —ordena y me alejo, más que
deseosa porque su boca estuviera ahí, comiéndome.
Caí sobre la esquina de la mesa y abrí mis piernas
ampliamente. Gruñó otra vez ante la vista de mi coño.
Separó los labios de mi sexo, exponiéndome hasta que el
aire frío tocó cada parte de mí. Miré hacia la ventana y
dios… una alucinación repentina hizo que mi corazón se
agitara. Había visto por milésimas de segundos el rostro
malhumorado de Damon a través del cristal. Crisis. ¿Por qué
carajos mi mente pensó en él?
—Rosada y tan linda —susurró y luego hizo un ruido con
su garganta.
Frisó los labios de mi sexo con sus dedos antes de bajar
su cabeza y lamerme, su lengua viajando del agujero al
clítoris. Lo hizo sin prisas, dulce y luego brusco, como si
estuviera saboreando su fruta prohibida. Enredé mis muslos
alrededor de su cabeza mientras me aseguraba en la
esquina de la mesa con una mano. Su lengua me penetró.
Mi cuerpo se estremeció con cada respiro, el éxtasis
llegando más rápido. Aiden incrementó su ritmo, mordiendo
mis labios vaginales, sacando un grito de mi boca.
Gemí cuando su boca se adueñó de uno de mis pezones,
su calidez y los movimientos circulares que hacía con su
lengua obligaron a mis aureolas a endurecerse y a que
quedaran en pequeños picos; con la otra mano dio suaves
masajes a mi otro pezón y luego le dio la misma atención
con su boca. Una de sus manos seguía torturándome, sin
dejar de moverse bruscamente en mi hinchado clítoris.
—Estoy cerca —sisee delirante cuando empecé a sentir
ese hormigueo en mi vientre con mucha más intensidad.
Él volvió a bajar a mi vagina y comenzó a mover su
lengua de un lado a otro sobre mi clítoris, las vibraciones
viajaban a través de mí y mis nervios se encendieron,
empujándome hasta el borde. Sentí como el clímax se
aproximaba, mis paredes internas se contrajeron y disfruté
al ver como él chupaba y tragaba mis jugos.
—¡Aiden! —su nombre salió de mis labios en un
estrepitoso chillido. Él gruñó contra mi intimidad. Se inclinó
de nuevo para un segundo round de sexo oral, pero lo
detuve—. Quiero chuparte la polla.
Sus ojos me miraron sorprendidos y rápidamente se
desabrochó el cinturón. Me bajé de la mesa y me agaché
para ayudar, tirando de la mezclilla una vez abierta. Mi boca
se hizo agua cuando vi que era de esos hombres que no
utilizaba ropa interior. Su polla era tan grande que
imaginaba que no cabría completa dentro de mi boca. Era
gorda, gruesa, larga, el glande un poco violeta por la
tensión acumulada. Sus testículos eran de tamaño normal,
rosados, deliciosos. Lamí mis labios imaginando su sabor.
Sin dejar pasar un segundo más, lo lancé hacia atrás y
quedó apoyado en la mesa.
Me puse de rodillas y sin vacilar, lo tragué tanto como
pude. Saboree su líquido pre seminal y admiré lo caliente
que estaba su polla. Se sacudió y tembló cuando envolví mi
mano alrededor, masajeando su longitud mientras chupaba
su glande.
—Joder nena, lo haces muy bien —gruñó llevando su
mano a mi cabello, estaba marcando su propio ritmo. Mis
ojos observaron su rostro y quise gemir al verlo tan
extasiado y necesitado—. ¿Segura de no haber tenido
práctica antes?
La chupé otra vez y comenzó a jadear, mientras
intensificaba el ritmo e impulsaba sus caderas hacia
adelante y hacia atrás simulando embestidas. Acaricié sus
testículos mientras hundía mi boca hasta la punta de su
polla que empujaba la parte superior de mi garganta.
—Eso nena, chupa mi polla gruesa —Sus dedos se
enterraron más profundo, haciendo que lo tragara todo—.
Tómala. Es tuya.
Le di una última chupada larga y saqué su miembro de
mi boca para montarlo a horcajadas. Aiden me miró
sorprendido y no evitó reír como un degenerado. No entendí
su ataque de risa y las dudas comenzaron a arrastrarme
nuevamente a su mente. Su expresión cambió de
atormentada a comprensión nuevamente. Se recuperó
rápidamente y mordió su labio inferior mientras movía mis
caderas.
—Te necesito, quiero que me folles salvajemente —dije
desesperada por sentirlo.
Él siseó de placer, su cabeza cayendo hacia atrás
mientras sus ojos se cerraban. Sin esperarlo, me dio una
fuerte bofetada mientras seguía riendo como un maniático.
Cogió mis caderas y comenzó a moverme de arriba a abajo.
Me lo estaba follando con empujes lentos y superficiales.
Mis senos rebotaron mientras me impulsaba, mi respiración
jadeante uniéndose a la de él. Aiden agarró mi culo y tiró de
mí hacia abajo con fuerza, forzándome a gritar. Giró sus
caderas como si estuviera buscando una penetración más
profunda. Mi clítoris se frotó contra la piel por encima de su
polla, tocando los lugares delicados en mi interior.
—Necesito más espacio. Acuéstate en el suelo. Quiero
follar esa vagina bien duro —me ordenó y acaté su petición
rápidamente.
Enredó sus brazos alrededor de mi cintura y usó su otra
mano para soportar mi peso, agarrando mi trasero. Me
levantó y me acostó con delicadeza en el suelo. Me enterró
su longitud de nuevo y apreté mis músculos, presionando
sobre su dureza. Gimió apretando los dientes, seguido por
una embestida profunda y dolorosa que me hizo gritar.
—Eres una chica muy traviesa, nena. —Empujó más
profundo, golpeando sus caderas y haciendo mecer mis
senos—. Te azotaré bonita, no has sido una chica buena.
Mereces un castigo por mentirme.
Aiden palmeó mi muslo exterior, el picor se deslizó a
través de mi vagina, poniéndome incluso más húmeda de lo
que ya estaba.
—Joder Blair, ¿tanto te gusta ser azotada? —asentí.
Él balanceó su brazo y su palma conectó con mi culo,
una palmada dura y firme. Tiré mi cabeza hacia atrás,
gritando de placer, retorciéndome.
—Oh, Aiden. Fóllame, hazlo duro. Se siente tan bien.
—Tómala. —Otro azote impactó en mi trasero con mucha
más intensidad—. Toma mi jodida polla.
Comenzó a empujarme cada vez más fuerte y rápido.
Agarré su cara y lo besé. Él envolvió mi coleta en su mano,
alzándome y besándome con la misma intensidad. Su
lengua empujó mis labios, follando mi boca de la misma
manera que su pene estaba follando mi feminidad. Mi
cuerpo se arqueó, mis dedos vagando por sus tetillas, por
su brazo lleno de tatuajes mientras sus embestidas me
obligaban a correrme. Mi orgasmo me golpeó en el interior.
Me corrí tan duro que chorree por mi entrepierna.
Aiden volvió a mirarme con asombro.
—Blair, eres una de esas... —gruñó sobre mi boca sin
dejar de follarme, mis ojos se cerraron dejándome arrastrar
por mi segundo orgasmo.
—¿Esas? —susurré muy bajo mientras clavaba mis uñas
en su espalada.
—Una puta desquiciada por el sexo —se rió
descaradamente sin apartar su boca de la mía—. ¿Te gusta
que te den duro verdad?
—Me gusta lo que sentí contigo —le digo al fin,
intentando que continúe con sus satisfactorias embestidas.
Presioné mis dedos en sus hombros, inclinando mis caderas
para encontrar su próximo empuje—. Me encanta como me
follas con esa polla tan grande y gruesa.
Cuando vi su rostro, me di cuenta que hacía muecas, las
venas salían de su cuello, su cara se tensó y puedo jurar
que deseaba correrse en ese instante.
—Me correré en tu boca. —Salió de mi intimidad y
bombeó su pene dentro de mi boca.
Saqué la lengua y la deslicé por la parte baja de su
miembro mientras él jadeaba y el delicioso semen
comenzaba a inundarme. Gruñó mientras se vaciaba,
haciéndome enloquecer.
—Gracias... —susurró, mis ojos viajaron a los suyos,
conectándose como una sola entidad—. He conseguido más
de lo que esperaba hoy. —Se movió y comenzó a vestirse
nuevamente. Acarició mi mejilla y me orientó que me
arreglara—. En la segunda planta, hay dos baños en los
extremos. Lávate si quieres.
—¿Ya te vas? —le digo mientras rasgaba un mantel y lo
amarraba en mi pierna. Él no me miró, su rostro volvió a
serme indiferente.
—¿Irás a bailar verdad? —murmuró terminando de pasar
la hebilla de su pantalón.
—¿No hablaremos de esto? —musité en un tono bajo
llegando a su lado.
—Fue solo sexo Blair. Sexo duro, rico. Lo disfruté. —
Cuando terminé de vestirme, se acercó a mí, besó mi frente
y susurró en mi oído—. Nos vemos por ahí, bonita.
Lo vi salir y mezclarse entre la multitud. Caminé en
sentido contrario a él, saliendo al jardín, pensando que
estaría vacío; pero fue todo lo contrario, la fiesta se había
extendido hacia las afueras. Chicos borrachos en los
rincones, otros fumando, y yo, tratando de encontrar a
algún conocido que pudiera sacarme de ese lugar.
El malestar de mi cuerpo había vuelto y me sentía muy
mal conmigo misma por lo que había hecho.
Al lado de un árbol frente a la ventana de la sala, vi a
Say. Su disfraz era tan sencillo que era la única en la fiesta
vestida así: Una sábana blanca. ¿Quería parecer un
fantasma? También tenía el inconveniente de que en la
parte delantera tenía una mancha de sangre por la bromita
de antes, pero ahora no se le veía porque estaba de
espaldas. Saqué el teléfono y decidí enviarle un mensaje
para que no se moviera del lugar en lo que llegaba a ella. Le
di en «Enviar» y caminé con rapidez hacia el árbol.
—¡Joder, lo siento! —dice una voz masculina y un
segundo después siento como un líquido frío empapó la
parte delantera de mi vestido.
—No hubieras chocado si no estuvieras mirando mi
escote —mascullé empujándolo a un lado.
—Lo siento, en verdad lo siento mucho. —Se incorporó y
se alejó de mí.
Suspiré y seguí mi camino hasta Saray, quien estaba
riendo con dos chicos.
Puse mi mano sobre su hombro y cuando se giró, la
sonrisa de mis labios se borró completamente.
Era ella.
Darling.
Capítulo 21
BLAIR

Abrí la puerta del baño de chicas y me adentré en él.


Estaba desolado allí.
Mi cara quedó frente al espejo, mi reflejo era
espeluznante. Me encontraba devastada, estresada,
deprimida. El cabello desgreñado y el rímel bajando por mis
mejillas a causa de las lágrimas. Eché un poco de agua en
mi rostro y cerré los ojos en busca de algo de paz.
A los segundos sentí el pequeño ruido que indicaba la
llegada de una nueva persona. Apresurada entré al último
retrete, no quería que nadie me viera así de rota. No quería
que todos estuvieran indagando sobre mi estado de ánimo.
Solo necesitaba estar sola y dejar que mis lágrimas se
llevaran todo mi pesar.
La puerta volvió a abrirse y creí que el lugar estaba
nuevamente desierto.
Suspiré y decidí salir, pero entonces escuché los pasos
de unos zapatos de tacón y algunas risitas.
Me quedé en el lugar y presté atención a las voces que
me resultaban muy familiares.
—¡Ganaste!
En ese instante lo reconocí. Era él, el que acababa de
abandonarme como un juguete viejo y usado. El que me
había dado la excusa más idiota para terminar nuestra no
relación, ya que ni siquiera podía llamarlo novio porque la
verdad era que manteníamos algo extraño. Admitía que
sentía atracción, pero no estaba enamorada. ¿Entonces por
qué me dolía tanto su ruptura?
Y en realidad sabía las razones, él se convirtió en la
distracción que mi mente necesitaba para olvidar por un
tiempo a Elijah; y pensé que lo había conseguido pero
estaba tan equivocada. Los sentimientos no pueden
cambiar en un abrir y cerrar de ojos, y yo ya le había
entregado mi corazón a ese pequeño monstruo.
—Nadie puede resistirse a ti, cariño —murmuró una chica
en un tono bajo pero que se entendía claramente.
Cerré mis ojos e intenté recordar esa voz, sabía que la
había escuchado muchas veces, pero no recordaba dónde.
—Blair fue demasiado fácil. —Lo próximo que sentí
fueron jadeos y el sonido extraño que se hace cuando los
labios chocan.
Una lágrima escurridiza escapó de mis ojos y bajó
lentamente por mi mejilla mientras recordaba los últimos
meses al lado de Elijah, a todas esas veces que lo miraba
indecisa, que necesitaba decirle que me había enamorado.
Pero eso solo ocurrió en mi mente, porque mientras él me
veía como su adorable prima y salía con chicas mucho más
grandes, yo me limitaba a fingir tener un mínimo de
atracción por otra persona.
—¿Quieres tu premio, hermoso? —murmuró ella soltando
una risa juguetona.
Nadie debía decirme lo que iban a hacer, estaba más que
claro.
—Yo tomo mi premio siempre que quiero.
¡Pam!
Un golpe en la piel de la chica.
«No puedo esperar a que te sientas preparada para
entregarte a mí, Blair. Mejor terminemos».
¡Idiota!
Me subí al retrete y me asomé por encima.
Mis ojos se abrieron grandemente al ver con quién
estaba.
Ellos habían jugado conmigo y yo con él, y eso me
enfurecía en demasía.
Media hora después de escuchar sus gemidos y el roce
de sus pieles, él se marchó y ella abrió la llave del
lavamanos para echarse un poco de agua en su sudada piel.
Salí encolerizada y me detuve tras su espalda. Cuando abrió
los ojos, se asustó un poco y luego sonrió. Eso me enfadó
aún más.
¡Menuda hija de puta!
—Eres una puta desquiciada Darling —exclamé soltando
fuertes bocanadas de aire por mi nariz.
—Entonces... ¿ya te enteraste? —musitó con desgano,
como si no le importara una mierda lo que estaba sintiendo.
—¿Sobre qué? ¿De que él solo estuvo conmigo por una
apuesta? ¿De qué nunca me quiso? ¿De qué siempre
fingiste que te importaba nuestra relación? —No lloré. No
tenía ganas de demostrar debilidad por esa escoria. Solo
esperaba ansiosa su respuesta para no actuar de manera
precipitada.
—Eres realmente la persona más estúpida que he
conocido —dijo dándome la espalda—. Si te sirve de algo, él
no me gusta, solo estaba cumpliendo las órdenes de una
chica que quiere saber qué tanto escondes para tener a ese
demonio a tus pies.
No entendí a qué se refirió con eso último, pero si de algo
estaba segura era de que no apuntaba a Matt. Dejé de
vacilar y sentí el contacto de su cabello alrededor de mis
manos de forma evidente. La jalé con toda la fuerza que no
sabía que tenía mientras golpeaba su abdomen con la
rodilla. Darling intentó defenderse, pero fue en vano, yo
esquivaba cada uno de sus golpes. La puse de rodillas y
luego la lancé bruscamente al suelo. Me trepé en su
abdomen y con el puño cerrado, la golpeé. La sangre de su
nariz y de sus labios se hizo presente y eso sólo sirvió para
que con mis uñas, arañara su perfecta piel.
De un momento a otro, me pateó en el pecho. Me quedé
sin aire por unos segundos en los que ella lloraba por las
heridas de su rostro. Sonreí cínicamente, me levanté y con
pasos espaciosos, llegué nuevamente a Darling. La agarré
del cabello y la arrastré hasta el primer retrete. Ella
comenzó a suplicar que no lo hiciera, pero eso solo me
incentivaba a querer hundirla más deprisa. Se resistía
empujando con sus manos la taza, pero fue inútil. A los
segundos, su rostro se mojó con el color amarillento del
agua, Darling comenzaba a desesperarse y trataba de
luchar por su vida.
Estuvimos así unos cuantos minutos hasta que dejó de
luchar.
Saqué su cabeza del agua y la solté en el suelo un poco
asustada. ¿La había matado? No sabía, pero tampoco quería
descubrirlo. Y entonces salí de aquel reducido espacio y con
algunos nervios corrí hacia mi casa. Quería refugiarme bajo
la manta y olvidarlo todo.
Había matado a Darling.
O eso era la lo creía.
Estaba de pie frente a ella. Podía sentir el frío recorriendo
mi cuerpo. Mis manos tan gélidas que parecían témpanos
de hielo. Mi vista se volvió borrosa por unos segundos, en
los que a mi alrededor no había nada más que una sombra
del pasado.
La persona con la que ella mantenía una grata
conversación se separa por unos instantes y me sonríe.
Era Lucía.
—¡Hey nena! ¡Qué bueno que apareces! ¿Dónde has
estado? De repente todos se dispersaron y me quedé sola
hasta que después encontré a...
Sus palabras se escuchaban de fondo, no le prestaba
atención. Mi vista estaba fija en las cicatrices del rostro de
Darling, en sus labios sonrientes. «Debe estar burlándose de
mí» Pensé. ¿Pero qué coño? ¿Cómo estaba viva? ¿Por qué?
Ella me miró y se acercó a mi oído, luego me respiró
lentamente mientras deslizaba una larga uña por mi cuello.
—¿Blair me estás escuchando? ¿Qué te pasa? Estás
pálida.
¿Acaso no ve? ¿Acaso no se da cuenta que una sombra
está a mi lado? Un destello de aquel día volvió a
sucumbirme. Me tensé, la sangre... él.
—¿Qué quieres Darling? —le pregunté con el ceño
fruncido.
Ella soltó una carcajada y luego comenzó a peinar mi
coleta. Mi cabeza comenzó a palpitar un poco. ¿Por qué no
decía nada? Terminó de hacerme una trenza y luego bebió
un sorbo de su vino. Tomó una fuerte bocanada de aire y
después sacó de su canalillo, una cuchilla de afeitar. La
tendió en su muñeca y la deslizó lentamente. El líquido rojo
bajaba por su brazo mientras me miraba y susurraba:
—Quiero morir delante de ti esta vez, Blair.
Comenzó a hacer pequeñas heridas profundas a lo largo
de todo su brazo. Luego se detuvo. Rió. Me miró y puso la
cuchilla en forma vertical.
—Será doloroso —susurré cuando inició el nuevo trazo en
su brazo.
Ahora la sangre salía a borbotones, su piel se abría, los
coágulos de sangre eran sorprendentemente grandes.
«¿Esto era suicidio?»
—¡Detente Darling! —grité y miré a Lucía con los ojos
desorbitados—. ¡Ayúdame!
Lo próximo que sentí fue unos brazos rodearme mientras
lloraba. El calor que emanaba de su pecho era
reconfortante. Acarició mi espalda mientras me apretaba
con sutileza. Era un hombre. Era él y por más raro que se
sintiera, sabía que estaba segura en sus brazos, porque solo
cuando estaba a mi lado sentía que mi vida no corría
peligro.
—¡No llores! No aquí. No donde ellos te están viendo. —
Mis ojos estaban empañados, pero eso no me impidió notar
esa sonrisa que lo caracterizaba. No sabía por qué, tampoco
cuándo, ni cómo, pero Damon estaba aquí. Conmigo,
sosteniéndome en sus brazos—. ¿Qué sucedió Lucía? —le
escuché decir pero solo me mantuve con la cara acurrucada
en su pecho. Aspirando su delicioso aroma.
—¡No lo sé! Apareció de repente frente a nosotras. Tenía
la mirada ida en Saray. Luego se quedó paralizada, empezó
a gritar un nombre y a pedir ayuda.
—Darling —le escuché decir por lo bajo—. También la oí
—suspiró y me apretó con más fuerza contra su pecho—.
¿Dónde están los demás?
—Nerea anda bailando allá adentro. Lexy se perdió hace
mucho tiempo y su hermana está besándose allí... con un
tipo —murmuró ella cruzándose de brazos—. ¿Dónde
estabas tú?
—Eso no es de tu incumbencia. Yo me ocuparé de Blair a
partir de ahora.
Damon se giró. Su fuerte y ancha espalda quedó frente a
mis ojos. Contoneó su cabeza y me indicó con sus ojos que
subiera a su espalda. Moví mi cabeza de un lado a otro, él
sonrió. Fruncí el ceño al darme cuenta que el cuerpo de la
sombra había desaparecido. ¿Qué había sido esto?
¿Alucinación? ¿De nuevo? Say y Lucía estaban calladas, solo
me observaban, lo observaban.
—¿No quieres que te lleve? —sonrió poniéndose en
cuclillas indicándome que subiera a su espalda—. ¿Puedes
caminar entonces?
Su voz me sorprendió. No era la misma prepotente de
siempre. Se escuchaba preocupado. ¡Preocupado por mí!
—Estoy bien. Solo quiero ir a casa —musité sin mirarlo a
los ojos, todavía no podía creer lo que había sucedido—.
¿Puedes llamar a Jud? Debemos llegar juntas.
Damon tomó mi mano y caminamos un poco hasta que
nos separamos de esos curiosos ojos que no dejaban de
evaluarnos. Aun así, podía observarlas en la lejanía. Él se
detuvo frente a mí, soltó mi mano y cruzó las suyas
mientras mordía por unos segundos la cara interna de sus
mejillas.
—Tu hermana se está divirtiendo... ¿Por qué no puedes
hacer tú lo mismo? —me dijo en un tono bajo, muy
cauteloso.
—Ya te lo dije, no me gustan las fiestas. No me gusta
tomar, no me gustan las personas, no me gusta nada —
suspiré agobiada, no debía haber venido aquí.
—Eso es poco creíble, muñeca —sonrió alzando una de
sus cejas con curiosidad—. Vamos, sé más creativa e
inventa algo mejor.
—Dije la verdad.
—¿En serio Blair? —de repente su tono de voz cambió,
ahora parecía molesto por algo—. Por eso estás tan ebria
que no puedes dar un paso y luego otro, por eso estabas
alucinando con esa chica, por eso te perdiste más de una
hora en sabe el diablo qué lugar. —Silencio, ninguno pudo
pronunciar alguna palabra—. Entiendo, debe ser que
cumpliste todas tus malditas metas de la noche y ya quieres
irte. ¿Disfrutaste tu noche?
—Sí —respondí sincera y él se carcajeó con cierta
diversión.
—Eso es realmente genial pequeña, pero debes entender
que los demás no tenemos la culpa de tus problemas. —Y
de nuevo estaba ahí el chico apaciguadle de antes—. Piensa
en tus amigas, en tu hermana. Ellas están bailando,
bebiendo, no se están quejando por todo y decidiendo
volver a casa.
—No tienes idea de lo que hablas. No sabes nada de mi
vida para entender cómo me siento —mascullé entre
dientes sintiendo la ira recorrer mis venas.
—Se todo de tu jodida vida —exclamó poniendo sus
brazos a ambos lados de mis hombros mientras apretaba
esa zona con fuerza.
—¿Me estás acosando, Damon Waldorft?
Él me miró fijamente, sus ojos intimidándome y
poniéndome nerviosa. Descruzó sus brazos y dio dos pasos
hacia mí. Llevó su mano a mi mejilla y la acarició. A
diferencia de mí, Damon tenía su piel tibia. Cerré los ojos y
me dejé llevar por su tacto. Tan delicado, tan diferente al de
Aiden. Su brazo viajó a través de mi cuello y luego se
deslizó por mi cintura, quedándose ahí. Me apretó por unos
segundos y luego me pegó a él.
Me di cuenta de tres cosas en ese momento.
Una, había follado con Aiden y tenía un cincuenta por
ciento de arrepentimiento.
Dos, Damon me volvía loca.
Y tres, me encontraba entre la espada y la pared, porque
mi cuerpo sentía que solo estaba bien a su lado, y que todos
los demás se volvían insignificantes con su presencia.
—Blair... —me dijo en un tono calmado.
—¿Qué? —murmuré sintiendo su respiración en mis
labios. Lentamente me acercaba a ellos. Quería besarlos.
—Todos nos están mirando y yo tengo novia.
Nuevamente sentí la desilusión haciéndose dueña de mi
ser.
—Tú comenzaste tocándome —le dije en un tono bajo, no
quería ser escandalosa—. ¿A qué juegas Damon? ¿A ignorar
a tu novia para fingir que me quieres y luego sacármela en
cara?
—¿Y qué quieres que haga? —musitó en un tono más
alto, se estaba enfadando de nuevo—. Dime que la deje y lo
haré.
—Déjala.
Segundos después de decir eso, mi pecho se apretó.
¿Qué demonios había pasado por mi mente?
Incliné mi cabeza a un lado y miré su mano izquierda.
Tenía sangre en sus nudillos. ¿Había peleado? «Damon no es
peligroso. Él te protege». Me repetía constantemente para
eliminar de mi mente aquellos pensamientos enajenados.
—¿Qué te sucedió? —cambié de tema rápidamente.
Él supo de qué hablaba al instante. Sin embargo, se
quedó callado y comenzó a caminar en sentido contrario a
mí.
Lo seguí y no me importó que las chicas nos vieran, que
Nerea me viera.
Damon caminaba encolerizado. Parecía que de su cuerpo
iban a salir llamas. Íbamos sin rumbo alguno, solo nos
movíamos hacia el interior del bosque. La música cada vez
se hacía menos audible. Los árboles y los sonidos extraños
nos hacían frente. Pensé en encender la linterna para no
perderlo de vista, pero recordé que Damon todavía tenía mi
celular.
Los tacones comenzaban a resultar incómodos y ligados
con el mareo de las pastillas y la bebida, podría caer en
cualquier momento. El camino comenzó a hacerse estrecho
y algo fangoso. Me detuve cuando el taco de los zapatos se
sumergió en el barro. Maldije por lo bajo a Damon. Y para
colmo, se me había perdido. No me quedaba de otra,
tendría que llamarlo, o regresar a la fiesta y ocultarme entre
la multitud.
—¡Damon!... ¡Espera!... ¡Damon!
No respondió y tampoco quería intentarlo más. Mi cabeza
daba demasiadas vueltas como para caerle atrás a un chico.
Me agaché y me quité los tacones. Los dedos de mis pies se
hundieron en el barro y sonreí. Tan frío, tan sucio. Alcancé
los zapatos y avancé nuevamente en dirección a la fiesta.
—¡Damon eres un idiota! —grité espontáneamente
observando el cielo—. ¿Por qué eres así conmigo...eh? Te
odio tanto que no tienes idea.
Y entonces, las lágrimas comenzaron a salir de mis claros
ojos. Había pasado la etapa de beber como loca, la del
mareo, ahora estaba en lamentaciones y llantos, luego me
quedaría vomitar y dormir. Pero era divertido, me resultaba
entretenido pasar por todo eso.
Cerré los ojos y comencé a cantar al escuchar la voz de
Ariana Grande y su canción Dangerous Woman. Mis piernas
se movieron por inercia al igual que mis caderas. «Quiero
bailar». «Quiero pegarme a ti». Al haber perdido la visión,
choqué con la rama de un árbol y caí al suelo. Abrí los ojos
lentamente y las luces se adaptaron a mi entorno mientras
una silueta humana frente a mí aparecía frente a mí.
—Damon...
Le saqué la lengua y el negó con la cabeza.
Todavía estaba enfadado y no entendía el por qué.
Cogió mis brazos con brusquedad y me alzó hasta que
colocó mi cuerpo en sus hombros, de forma tal que mi
cabeza daba justamente en su espalda baja.
—¿Con quién estuviste hoy Blair? —me preguntó y sabía
a lo que se refería.
Entonces no había alucinado con él en la ventana
mientras Aiden y yo…
«No, no podía ser real».
—Nadie en especial.
—Claro —dijo y aunque no lo estaba viendo, podía jurar
que sonreía.
—¿No me crees? —Su respuesta fue una fuerte y
estrepitosa palmada en mi trasero. Chillé y eso pareció
gustarle—. Te queda genial el conjunto que compré para ti.
—No me diste opción —murmuré recordando su nota.
—La tenías. Solo que decidiste complacerme —sonreí,
tenía razón. Quería vestirme como él y ser el centro de
atención de la fiesta.
—Era más sencillo complacerte esta noche que soportar
tus visitas por la casa —mentí, en realidad ya no me
importaba que fuera por allí y les hablara a mis padres.
No supe en qué momento me di cuenta, pero no dejaba
de pensar que siempre que me ocurría algo, estaba Damon
para ayudarme.
—¿Tanto odias mi presencia? No creo que me odies
cuando sabes que guardo tu secreto Blair. ¿Qué pasaría si
tus padres se enteran de que no has visto al especialista
que ellos buscaron para que mejoraras con tus pesadillas?
Damon conocía un poco de mis pesadillas, tuve que
decírselo cuando mi madre insistió en que él me
acompañara a esas sesiones con un desconocido. Hablé con
él, le expliqué mi relación con Mason —el cual me había
escrito por email unos días después de llegar al pueblo—, y
que solo él podría ayudarme. Damon estuvo de acuerdo, y
ni siquiera puso alguna traba o pidió algo a cambio.
Luego de eso no tocamos más el tema, hasta ahora.
—Te odio Damon —mascullé y otra palmada recayó en mi
trasero.
Chillé cuando su mano se quedó allí y comenzó a
acariciar mi adolorida piel.
—Cada te odio, será un soy tuya —pronunció y me reí.
—No soy tuya... Bájame, quiero bailar —titubeé
moviéndome encima de su cuerpo con intranquilidad.
—Eres todavía esa niña —dijo con un tono mimoso
mientras entraba por la puerta de la cocina—. Bailemos
juntos, Blair.
Me bajó de sus hombros y descalza, caminé a su lado
hasta la sala donde se encontraban todos los jóvenes
moviendo sus sudorosos cuerpos. Me paró frente a él y me
miró directamente a los ojos. Estaba nerviosa, no sabía
cómo actuar con tantas personas mirando a nuestro
alrededor. La música comenzó a fluir y de repente solo
éramos él y yo. Habían desaparecido todos los demás.
Comencé a mover mis caderas, subiendo y bajando
mientras deslizaba mis manos por su pecho y entrepierna.
Luego me giraba y restregaba mi trasero en su centro. Pude
sentir sus manos tomándome fuertemente de la cintura y
afincándome a él, haciendo que la sensación se
intensificara. De espaldas, subí mis manos a su cuello y lo
acaricié mientras que las suyas, se mantenían acariciando
el vaivén de mis caderas. Sus labios rozaban mi nuca y su
respiración me erizaba la piel. Con esas sutiles caricias,
podía sentir el calor que incrementaba en nuestros cuerpos.
Sus manos empujaron mi cuerpo hacia el suyo y solté un
pequeño jadeo al sentir algo duro chocar con mi trasero. Al
mismo tiempo, sus labios se deslizaron por todo mi cuello,
me moví inconscientemente y le di acceso a más. Lo
escuché gruñir en mi oído, a los segundos se separó de mí,
tomó mi mano y me jaló para comenzar a caminar. Otra vez
los ojos de Nerea y sus amigas recayeron en mí. Debían
estar insultándome, pero realmente en esta sensación de
éxtasis me importaba una mierda. Mi cabeza estaba hecha
un caos mientras subíamos las escaleras a la segunda
planta. Llegamos a la primera habitación, la cual abrió y
rápidamente hizo que entráramos.
Sin perder tiempo me lanzó contra la pared y me besó.
Sus labios jugaban con los míos mientras su lengua danzaba
y se entrelazaba con la mía. Mis brazos automáticamente
subieron a su cuello y los de él bajaron a mi trasero,
impulsándome a subir a su cintura. Mis dedos se enredaron
en su cabello mientras sus dientes estiraban mi labio
inferior bruscamente. Bajé mis manos por su pecho,
desatando esa hebilla en forma de calavera, quedando
completamente descubierto ante mí. Acaricié la suavidad de
la piel sobre sus tatuajes y luego me bajé para poder hablar.
—Me encantan tus tatuajes.
No me dejó terminar y volvió a unir sus labios con los
míos, haciéndome sentir miles de sensaciones por todo mi
cuerpo.
Esta vez sus manos comenzaron a acariciar mis piernas,
sintiendo nuevamente el calor que se instaló en mi vientre.
Saqué mi lengua y la deslicé por su labio inferior, luego por
el superior y luego los mordí con la misma intensidad que la
que él puso con anterioridad. Pude sentir su excitación en
mi feminidad, sus manos subiendo por la cara interna de
mis muslos hasta llegar a mi ropa interior.
—Oh mierda Blair. ¿Estás mojada por tu demonio?
Quise ignorar lo jodidamente sexy que se escuchó eso,
pero por más que lo intenté, no lo conseguí. Tenía razón,
estaba muy mojada y caliente. Su tacto delicado pero
brusco a la vez estaba haciéndome perder la cordura.
Hizo a un lado mis bragas mientras bajaba su bóxer y
comenzó a empujar suavemente.
—Damon, espera...
Sentí como una de sus manos viajó a mi coleta y me
inclinó hacia abajo para que lo viera. La luz de la ventana
incidió en su gruesa polla. «Oh, mierda».
—¿Qué sucede? —susurró sobre mis labios en un tono
demandante—. ¿No quieres sentirme, pequeña?
—No quiero hacerlo aquí. No hoy.
Lo empujé un poco y me dirigí a la puerta. Tomé la
manija y salí con el corazón palpitando muy deprisa.
No caminé ni siquiera dos pasos cuando su mano me jaló
y me mantuvo de nuevo acorralada en la pared. Su cabello
estaba desordenado y sus ojos seguían mirándome con esa
mezcla de deseo e ira.
—Mi autocontrol pende de un hilo, pequeña. —Su mano
derecha quedó al lado de mi rostro, mientras que sus labios
hacían fricción con los míos—. ¡No puedes dejarme así!
—¿Por qué no? Creo que puedes metérsela a Nerea
también.
—Oh muñeca, estás tan equivocada. ¿Recuerdas lo que
hablamos del autocontrol? —Se rió burlonamente mientras
inclinaba su pierna hacia la herida de mi muslo, afincándose
bruscamente causándome nuevamente un poco de dolor—.
Yo sé contenerme hasta cierto punto, pero hoy me
demostraste que tú no.
Me quedé en silencio.
¿Me había visto con Aiden?
¿Se refería a eso?
Damon ladeó una sonrisa y luego relamió sus labios
inconscientemente.
—¡Blair! ¡Esto si es una sorpresa!
Esa voz hizo que nos separáramos y pude ver cómo esa
chica se nos acercaba. Damon también la miró, no era una
alucinación, ahora estaba segura.
—Darling —dije impresionada y algo asustada—. ¿Tú
también la ves Damon?
—Maldito infeliz —lo escucho susurrar por lo bajo—. ¿Qué
te trae por aquí Darling?
—Hola Damon. Ya sabes, vacaciones de otoño.
—¿Y justamente tenías que venir aquí?
¿Qué carajos está pasando aquí?
¿Estos dos se conocen?
¿No está muerta?
¿Qué fue lo que me pasó hace rato?
¿Era ella realmente la de allá abajo?
—Me hablaron del pueblo, de sus vistas, de sus hombres
—sonrió mostrándome sus dientes, ni siquiera me movía, no
podía, estaba muy asustada—. Además de que creí ver hace
unos días cuando llegué, a Blair. Hoy lo confirmé. Es genial
volver a verte, vieja amiga.
Estaba sin habla.
No sabía que decir.
No sabía qué hacer.
Ella era real.
Ella estaba aquí.
—Lo siento por haber interrumpido lo que fuese que
estaban haciendo. Pero continúen, no se detengan por mí.
—Darling —atiné a decir—. ¿Estás bien?
Ella sonrió debajo de ese traje de fantasma. Era
impresionante, estaba disfrazada como Say. ¿Realmente
había alucinado? No podía ser coincidencia. Pero entonces
me fijé en su brazo y estaba intacto. Nada de sangre, nada
de heridas. Solo una pequeña pulsera dorada.
—Estoy mejor que nunca y Elizabeth quería que ya
supieras sobre ella, Blair —dijo con la voz rasposa.
¿Elizabeth? ¿Quién era esa chica?—. Nos vemos más tarde.
—Miró a Damon y le sonrió de medio lado—. Ahora iré a
entretener a tu novia, Damon.
Observé a Damon mientras sentía a Darling alejándose.
Él me reconfortó con su mirada, como si estuviera tratando
de calmarme, como si lo que acababa de suceder hubiera
sido su culpa. Solo cuando bajó su mirada al suelo y apretó
sus puños haciendo ademanes, entendí que Damon si
estaba vinculado a mi vida después de todo.
Solo tenía que descubrir su verdadero interés en mí.
«Estás resultado demasiado interesante».
Pensé.
—Ella es... —lo interrumpí y sonreí.
—Solo un fantasma del pasado —concluí.
Capítulo 22
BLAIR

Solos.
Otra vez quedamos solos en el desolado pasillo. Decir
que estaba en shock sería poco para todas las emociones
que sentía. No dejaba de pensar en esa pequeña plática que
ellos tuvieron, parecían muy cercanos, sin mentir, como si
hubiese vivido gran parte de su vida, juntos. ¿Pero cómo?
Era cierto que yo no me cercioré de que Darling estuviese
muerta, porque cuando la vi inconsciente en el suelo mi
mente y mis pies se pusieron de acuerdo para escapar.
Tampoco regresé más a ese lugar, Judith me había dicho
que lo mejor era contárselo a nuestros padres y escapar.
Y eso fue lo que hicimos.
Miré a Damon quien recostó su espalda en la pared y me
atrajo a él con una mano. Ninguno dijo nada, solo nos
mirábamos atentamente. Yo no sabía qué decirle y aunque
le hiciera miles de preguntas, las esquivaría cambiando de
tema.
—No tienes que preocuparte por ella. No representa un
peligro para ti —me dijo sosteniendo con fuerza mis manos
que no dejaban de temblar.
El miedo estaba nublando mi mente, no podía ir a la
cárcel.
—¿Qué tanto sabes de ella, de mí y por qué? —pregunté
frunciendo el ceño. Solté su mano y di un paso atrás.
Damon sólo sonrió.
—¿Estaría bien que te dijera eso?
Di un paso hacia él, mirándolo intensamente.
—Sí.
Pasó su mano por su cabello y negó con la cabeza.
—Tal vez en otras circunstancias te lo cuente. Hoy no —
musitó curvando sus labios y entendí que estaba haciendo
lo mismo que yo cuando me negué a acostarme con él.
—Vengativo —susurré cruzándome de brazos.
Él iba a abrir la boca para hablar cuando unos chicos se
nos acercaron.
—¿Eres Damon, verdad? —asintió. Sus ojos seguían fijos
en mí. Actuaba de manera tan cortante con ellos que
parecía no importarle lo que tenían que decirle—. Una tal
Darling, dice que el momento de diversión terminó.
Esta vez sus ojos viajaron al chico pelirrojo. No sabía qué
significaba ella en su vida, pero le molestaba. Fue entonces
que comencé a cuestionarme si Darling estaba aquí por
Damon o por mí.
—Los astutos mantienen a todos atendiendo raramente
el éxtasis —pronunció el rubio que lo acompañaba.
¿Qué quería decir eso?
Damon lanzó un golpe a la pared y luego tomó de la
camisa a ambos chicos. Los alzó un poco ocasionando que
le salieran unas prominentes venas del cuello y en ambos
brazos. Apretaba su mandíbula y respiraba agitadamente.
—¿Dónde está la puta esa? —gritó y hasta yo me
intimidé, nunca lo había visto tan encolerizado.
—Allá abajo, lo está esperando en la puerta de entrada.
Segundos después, los soltó. Aquellos chicos borrachos y
drogados, salieron corriendo escaleras abajo. No me
gustaba ver a Damon así, parecía otro. Estaba salvaje, lleno
de ira. Me le acerqué e intenté tomar su brazo pero lo que
recibí fue un fuerte manotazo que me lanzó contra la pared.
—¿Qué te pasa? —siseé sobando mi piel caliente—. ¡Sólo
intentaba ayudarte!
—¿Recuerdas cuando me dijiste que no querías la caridad
de nadie y menos la mía? —me preguntó con el rostro serio,
estaba actuando muy indiferente conmigo. No entendía
nada.
—Sí. No comprendo Damon.
—Piensa un poco Blair —murmuró dándome la espalda—.
No puedes creer que siempre las cosas serán como tú
quieras. —Mi pecho se contrajo, estaba sintiendo un
pequeño dolor que nunca antes había experimentado—. No
necesito la ayuda de nadie.
¿Te duelen sus palabras?
No.
Él bajó las escaleras rumbo a la puerta principal. No dijo
nada más, no me miró, no sonrió. Era como si esas palabras
se hubieran llevado al Damon que conocía y hubieran
puesto a un hombre frío y sin sentimientos.
«Ella le importa».
Gritó mi mente haciéndome perder la poca cordura que
me quedaba.
Necesitaba seguirlo, saber qué mierda significaba eso
que le dijo. Caminé a un paso rápido hacia las escaleras. Me
detuve en el barandal, dándome cuenta que había
desaparecido. Resoplé y continué bajando. Los iba a
encontrar, debía hacerlo.
—¿Has visto a Damon? —le pregunté a Lucía, ella ni
siquiera me miró. No me escuchó, o no quiso hablarme.
Lucía seguía bailando bien pegada con ese chico. Parecía
que estaba drogada. Sus ojos y mejillas mantenían un color
rojo. Su piel estaba caliente en el momento que la toqué.
Volví a insistir, sólo que esta vez, la jalé del brazo—. ¿Todo
bien?
—¡Fabuloso Blair! —dijo entre risas, moviéndose contra
mi cuerpo—. ¿Puedo besarte? —susurró en un tono bajo
mientras sus manos me rodeaban.
—¿Qué dices? —La alejé un poco y sostuve su cara—.
¿Dónde están las demás? ¿Por qué estás sola?
—No estoy sola —susurró acercándose a mi oído—. Estoy
contigo y con... —Se giró hacia el chico pero había
desaparecido—. ¿Uh? Bueno, no era mi tipo de igual forma.
¡Maldita sea! No podía dejarla así. No en esa situación en
la que cualquiera podría aprovecharse de ella. «Damon,
Darling». Susurré mientras salía con Lucía a por un poco de
aire. Nos alejamos de la fiesta hasta que la música se oyó lo
suficientemente lejos. No me di cuenta en qué momento
dejé de sentir ese mareo rico para volver a estar sobria.
Lucía no dejaba de reír y rascarse los ojos. Minutos después
nos sentamos en un suelo rocoso con muy poco césped.
Ella a mi lado pero con la cabeza sobre mis muslos.
—Relájate y duerme un poco. Luego volveremos con los
demás —le dije con la intención de que descansara hasta
que se le pasara la borrachera.
—¿Blair? —Alzó la cabeza y me observó con esos
expresivos ojos—. Te mentí en algo hace unos días.
—¿Qué sucede? —Cerré mis ojos y recosté mi cabeza al
árbol que tenía a mis espaldas, debía aprovechar también
este momento para pensar en todo lo que estaba
sucediendo a mi alrededor.
Volví a mirarla cuando no dijo nada. En ese momento
sonrió y luego giró la cabeza. Ella era bonita. Tenía esa
elegancia sin creerse superior y esa normalidad sin ser
inferior. Quizás, en otras circunstancias, hubiéramos sido
amigas de verdad.
—No me gustan los chicos. —Mordí la cara interna de mi
mejilla, para evitar sonreír. No hacía falta que ella me
explicara eso, yo ya me había dado cuenta, desde el
momento que tuvo esas miradas con Lexy—. Soy más de
vaginas —sonrió y también me reí por la forma tan graciosa
en la que lo dijo—. Desde esa noche no he hablado mucho
con Lexy, sé sobre las cosas que pasan por su mente, pero
planeo acercarme a ella cuando se celebre el funeral de
Paul —musitó en un tono bajo, me sentí mal por ella, de
seguro la quería mucho—. No he hablado con nadie de eso,
pero me duele mucho sentir algo por una chica que tiene
sus ojos puestos en alguien aún más loco que cualquier
persona de este pueblo. —Sus ojos se cristalizaron y
comenzaron a derramar pesadas lágrimas—. Ella era un
poco alocada, pero nos queríamos, fuimos felices pero
siempre estuvo Liam.
—Puedes desahogarte conmigo Lucía —le dije
acariciando su cabello, realmente la veía sufriendo mucho
por esa chica.
—No tengo nada de qué hablar, Blair, no quiero seguir
pensando en lo que pudo ser y no sucedió. —No supe por
qué, pero en ese momento todos mis sentidos gritaron un
solo nombre—. Ella también lo quiere a él, como mismo lo
hace Saray y Nerea. Todas están ciegas por Liam y hacen
todo lo que él les pida. —Abrí mi boca para decir algo pero
rápidamente volví a cerrarla—. Por cierto, felicidades. Ya
conseguiste que Damon esté libre.
—¿Qué? —le dije meneando mi cabeza un poco confusa.
—De ti y de Damon —murmuró Lucía mirándome con el
rabillo del ojo—. Dejó a Nerea hace unos minutos y no sabes
cuánto me alegro de su sufrimiento. Damon bajó las
escaleras súper rápido, la tomó del brazo apartándola de
nosotras y le dijo que no quería saber nada más de ella. —
Abrí mis ojos incrédula, realmente lo había hecho, Damon la
había dejado por mí—. ¿No lo sabías? —negué—. Oh, lo
siento.
—¿Qué es lo que sientes Lucía? —le cuestioné luego de
que me mirara tan aprensiva.
—Damon le dijo que se le iba a confesar a esa chica.
Pensamos que eras tú por cómo bailaron y todo el rollo que
tienen desde que se conocen —masculló ella mientras que
yo alzaba las cejas con cierta sorpresa. ¿Confesión?
—Siento decepcionarlas, pero las únicas palabras que
tengo con Damon son de odio. Quizás y tengas que
agradecerle a esa chica —dije observando las estrellas,
pensando en Darling.
—¿Qué chica? —soltó ella con una sonrisa de oreja a
oreja.
—Darling —musité sin dejar de mirar el cielo—. Pensé
que la conocías.
—Oh, no, no, no —murmuró Lucía moviendo sus manos
muy nerviosa—. Darling nos dijo que es su prima. No están
saliendo juntos.
Fruncí el ceño. ¿Primos? Hasta donde tenía entendido,
Damon habló de padres y hermanos. Nunca dijo nada de
primos.
—Pero... ¿Por qué querías ver a Nerea sufrir? Es una
buena chica.
—Blair, ¿en serio piensas que Nerea es una buena chica?
—dijo tan seria que me hizo pensar en la respuesta que
podría darme—. No deberías asistir a esas fiestas. Todavía
estás a tiempo, ya para nosotros es tarde.
—¿Por qué? ¿Qué no me han contado? ¿Qué ocurre en
sus vidas?
Volvió a acostarse sobre mis muslos. Suspiró y pensó por
un momento si hablar o no.
—¿Nunca te has preguntado por qué un profesor hace
fiestas con un par de estudiantes?
—¿Supervisión? —le dije haciendo una mueca con mis
labios.
—No seas ingenua. Sería supervisión si nos
encontráramos en la biblioteca a una hora decente, no a las
once de la noche en mansiones abandonadas. —Se echó a
un lado como si fuera a vomitar, pero aguantó el ácido—.
Liam escogió a Nerea hace mucho tiempo, follaron, se
picaron, fueron millones de veces en las que ella posó
desnuda frente a él mientras otros tipos, hacían con ella lo
que quisieran. —Me quedé pensando por un segundo en lo
que había dicho y no pude creerme lo que escondía la carita
santa de Nerea—. En la mitología, Anu es la diosa de la
fertilidad. Liam comenzó a hacer esas fiestas con la ayuda
de Nerea y su hermana para buscar a esa diosa. No sé muy
bien cuál es la historia de su vida, pero él busca algo en
específico en las chicas. Si no lo encuentra, las desecha.
—¿Y qué es lo que busca? —le pregunté sentándome en
el suelo rocoso para después mirarla atentamente.
—Nadie lo sabe, ni Nerea. Solo sé que sale con las
chicas, se las folla y luego las deja.
Escucharla decir eso me hizo recordar aquella noche en
la que lo vi todo golpeado, ahora todo parecía encajar.
Damon lo había golpeado porque se enteró de lo que hizo
con su novia.
—Pero también hay chicos en las reuniones. ¿Se acuesta
con ellos también? —Lucía soltó una carcajada seguida de
una arcada. Luego de que se calmara, habló.
—Adrien y Paul solo son una tapadera para las nuevas
como tú. Ellos también siguen órdenes de Liam. El trato con
ellos es que no se meten con las chicas hasta que Liam las
haya probado —me miró y echó a reír sin ningún motivo—.
Bueno, Paul ya no.
Me encogí de hombros y rasqué mi cabeza.
—¿Y Damon?
—Damon no tiene nada que ver en esto. Nerea fue quien
lo llevó al grupo el mismo día que a ti. Ahora que se
separaron, creo que no irá más. Además de que Liam no lo
permitiría.
Me sorprendieron todas las líneas de esas oraciones.
Liam... Realmente muy interesante. Respiré hondo y me
atreví a preguntar algo más.
—¿Todas ustedes han follado con Liam?
—Sí, excepto Lexy, al ser hermana de Liam, ella solo lo
hacía con Paul.
—Deberíamos regresar —sugirió ella levantándose un
poco temblorosa—. La fiesta apenas comienza y quiero
disfrutarla al máximo.
Asentí sonriente y me levanté. Caminamos durante un
rato en silencio. No fue incómodo, al contrario, creo que me
había dicho demasiado. La música nos hizo frente de nuevo
y con ella el tumulto de personas. Unos chicos nos
extendieron latas de cervezas y comenzamos a beber
sentadas en la escalera. Después de tanto tiempo, mis ojos
seguían buscando a Damon. ¿Dónde se había metido? Lucía
cantaba y al mismo ritmo volvía a embriagarse. Yo seguía
sus pasos.
—¡A la mierda todo! ¡Quiero divertirme! —grité vaciando
un vaso de sangría sobre mi ropa y después me bebí otro
que le cogí a una chica que pasaba por mi lado.
Lucía se quedó boquiabierta. «¡Dios mío!». Habrá
pensado. Ella tomó mi mano y nos levantamos para bailar.
El sudor, el calor, nuestros cuerpos rozando, todo era
demasiado surreal para mi vida. En un momento
determinado, mis ojos viajan hasta el bosque y noté a un
hombre vestido completamente de negro. Con una capucha.
Se movía de un árbol a otro observándome. No le vi la cara
entera pero podía asegurar que estaba sonriendo. Entonces
sentí un líquido caliente sobre mis pechos. Lucía había
vomitado.
Se separó de mí y se limpió con el dorso de la mano,
tambaleándose.
Miré mi escote y tenía restos de comida, y varios licores.
¡Y apestaba! Suspiré y cuando volví mi vista al
encapuchado, había desaparecido. Le digo a Lucía que me
espere, que iría en busca de un cuarto de baño para
enjuagarme. Ella asintió y con rapidez me abrí paso en el
atestado vestíbulo. Subí las escaleras y probé abrir todas las
puertas del pasillo pero estaban cerradas. Caminé hasta la
habitación que me había llevado Damon, rezando porque
tuviera cuarto de baño independiente. Entré y para mi
mayor desgracia, no estaba solo.
Se encontraba él, tumbado en la cama, con una chica
peliblanca encima de su regazo, cubriéndole la boca
mientras la penetraba agresivamente.
La chica me miró y es en ese momento que logré
identificarla. Lexy. Lo que más me sorprendió fue verlo a él,
penetrándola, gruñendo y gimiendo. «¡Qué barbaridad y
que puto asco!» Los deseos de expulsar todo lo que había
digerido me sucumben y termino votando todo sobre la
alfombra de bienvenida.
—Lo siento. Solo venía al baño. No quiero molestar.
Él sonrió y me observó con una expresión que no logré
descifrar. Ninguno dijo nada, así que simplemente salí de
allí, cerré la puerta y me recosté en ella unos segundos.
¿Era real lo que había visto? Decidí bajar a la cocina y
lavarme allí. Suponía que sería más fácil ver jóvenes
borrachos que otra escena como esa. Llegué hasta el
fregadero con bastante facilidad. La habitación se
encontraba vacía, aunque había dos personas hablando tras
la puerta que daba hacia el bosque. Alcancé una toalla y la
mojé. Mientras la pasaba por mis senos, prestaba atención a
la sombra de esos dos.
Conocía la voz de ella, pero no escuchaba muy bien la de
él.
—Ha resultado más divertido de lo que pensé.
Me enfureció volver a escuchar a Darling. ¿Esa otra
persona era Damon? Quise acercarme, pero si lo hacía, me
escucharían y me tratarían como entrometida. Así que me
quedé a unos pasos de ellos, intentando captar lo que podía
por el ruido de la música.
—¿Es en serio? Damon resultó mucho más fácil de lo que
creía. Ha cambiado, lo vi en sus ojos.
Otro tiempo de silencio. ¿Es que él no hablaba? Mordí mis
labios cuando fui consciente que esta otra persona no era
Damon. Estaba intrigada. ¿Darling jugando con Damon? Eso
era demasiado irreal.
Él es el que juega.
—Blair también caerá. El mensaje que ella le dejó Damon
fue claro. O hace lo que le pidió o su preciada muñeca
pagará las consecuencias.
Ahora se escuchaban risas por parte de ella.
La otra persona se mantenía en silencio.
Me asomé por la ventana con cuidado para no ser
observada y vi sus siluetas. Ella seguía vestida de fantasma
y él, desde donde estaba, solo se observaban unas botas
negras llenas de fango. A mi mente vino el hombre
encapuchado que me vigilaba desde el bosque.
Tragué en seco.
—Solo quiero jugar con ella. Tengo que desquitarme todo
lo que me hizo. Por esa estúpida perdí mi figura. Estas
cicatrices las tendré toda la vida. Lo menos que merezco es
poder decidir de qué forma verla sufrir.
—¡No!
Fue un "No" seco, sin ningún tipo de sentimientos, sin
ninguna forma de descifrar quién lo dijo. De pronto, la
puerta se abrió y a su paso entraba Darling. Me escondí y
esperé a que el chico entrara, pero no lo hizo. Cuando ella
había desaparecido y yo pude asomarme en la puerta, él ya
se había marchado. Corrí nuevamente entre la multitud
tratando de encontrarla. La sangre me subía a la cabeza a
medida que cerraba los puños y volvía a abrirlos.
¿Matarme? ¿Mensaje? ¿Juego? La idea en mi mente era
clara. La mataría antes de que se le ocurriera hacerme algo.
Y esta vez, me aseguraría de no dejar cabos sueltos.
Los cuerpos sudorosos me hicieron frente y con ellos las
chicas. Jud sonreía y tomaba mientras Nerea bailaba
moviendo las caderas contra Lucía. Iba a escapar, no podía
perder de vista a Darling, pero mi hermana me jaló y
comenzó a darme vueltas. En ese momento los deseos de
vomitar volvieron, incluyendo un inmenso mareo que hacía
por dejarme tirada en el suelo. Le dije que se detuviera, por
suerte me hizo caso. Me alejé para recobrar mi vitalidad,
hasta fatiga me había ocasionado su jueguito.
—¿Te has divertido? —murmuró acercándose a mi cuerpo
—. Te dije que había llegado el momento en el que nos
conoceríamos, Blair.
Escuché una gruesa voz tras de mí, no creí que fuera su
voz real, más bien parecía que estaba usando algún tipo de
artefacto que cambiaba su tono. Él pegó su espalda con la
mía. Intenté observarlo pero todo me daba vueltas. Solo vi
que vestía de negro y usaba capucha. Sus manos estaban
dentro de los pantalones. Mi pulso se aceleró cuando fui
consciente de sus palabras, no cabía duda de que este
hombre era el desconocido de los mensajes.
—No mucho —respondí intentando mirarlo pero no
conseguí nada, todo a mi alrededor daba vueltas—. ¿Quién
eres y de qué me conoces?
—Eres tan graciosa Blair. Deberías temerle a tu asesino,
no hablar con él —murmuró rozando los dedos de su mano
con los míos. Sabía que debía estar nerviosa, pero no podía,
no cuando tenía esta extraña sensación de familiaridad con
él.
—¿Me matarás? —zumbé en un tono que solo él podría
escuchar.
—No hoy... Pero te he estado observando desde las
sombras y no te veo contenta. ¿Algo que te moleste?
—¿Ahora serás mi ángel de la guarda?
Él soltó una carcajada y no pude evitar sonreír también.
¿Han escuchado el dicho de que mientras más peligroso
más excitante? Pues así me encontraba yo, sumergida en
un éxtasis de placer al hablar por fin con la persona que
estuve testeándome durante años.
Intenté girarme ahora que había recobrado la visión pero
él me lo impidió.
—No lo hagas si no quieres que desaparezca —me
advirtió con la voz un poco más gruesa y decidí acatar su
orden.
—¿Eres con quien he estado hablando los últimos meses?
—le pregunté rozando la yema de mis dedos en su piel.
Está áspera pero tenía algunas partes suaves, eran como
pequeñas protuberancias que no se notaban si no le
prestabas atención.
—Digamos que solo soy un admirador de la belleza
humana. —Sentí como se giraba, haciendo que su pecho
duro rozara con mi espalda. El calor que emanaba de su
cuerpo era fascinante, sus manos fueron a parar a mis
hombros e hizo presión en esa zona mientras acercaba su
respiración alcoholizada a mi oído.
—¿Me estás diciendo hermosa? —susurré sintiendo como
mis piernas estaban temblando de la emoción.
—Lo eres, preciosa. —Parpadeé como estúpida y tomé su
brazo. Él me dejó. Me sentí bien. Raramente no me
asustaba.
—¿Quieres hacer lo mismo que aquella vez, Blair? —
susurró en mi oído y rápidamente lo solté. No entendí a qué
se refirió pero nada bueno podría salir de su boca.
—¿Eh?
—Sabes a lo que me refiero. ¿Quieres matar realmente a
Darling?
¿Por qué? ¿Por qué últimamente todos sabían de mi vida?
—No preguntaré cómo lo sabes. Supongo que me tienes
estudiada —respondí sincera sin importarme una mierda
que estuviera hablando con un asesino—. Pero sí, deseo no
verla más.
—No quiero que hagas nada tú —susurró otra vez en mi
oreja, su respiración caótica me hacía cerrar y abrir los ojos
repetidas veces—. No quiero que ensucies tus manos con
ella. Yo lo haré. Solo dime... ¿Quieres que sufra?
—Quiero ver sus intestinos sobre mi cama —le dije
bromeando pero por su respuesta se lo tomó en serio y yo
no iba a fingir que no me gustaba lo que le pedí.
—De acuerdo muñeca. ¿Es la que viste como fantasma?
—Sí.
—Tendrás noticias muy pronto.
—¿Estás bromeando cierto? —susurré en un último
intento para escuchar su voz.
Me giré y ya no había nadie. ¿Era real lo que pasó? ¡Sí! Él
la matará y si lo hace, le deberé un favor. Una chispa de
curiosidad y sadismo se encendió en mí. Quería ver su
muerte. Quería escuchar su llanto, observar sus lágrimas,
saborear su sangre. Cerré los ojos por un momento y
cuando los volví a abrir, mi sonrisa se esfumó. Liam estaba
frente a mí. Sus manos en los bolsillos, el cabello blanco
cayendo sobre sus hombros con ese terrible olor a sudor.
Sonrió, pero no habló hasta pasados unos minutos.
—¿Subimos y tenemos una charla amistosa? O si
prefieres puedo obligarte.
Mierda.
Los labios de Liam formularon una sonrisa, como la de
hacía algunos minutos y me congelé. El miedo estaba
fluyendo por mis venas.
—Lástima. Lo haremos por las malas.
Capítulo 23
BLAIR

Sonrió. Tragué en seco. Di un paso atrás. Él se acercó de


nuevo.
—¿No crees que ha sido una noche magnífica?
Silencio.
No pude decir nada.
Era como si me hubieran cortado la lengua. Solo estaba
un poco atemorizada por lo que había visto, no era como si
todos los días vieras a dos hermanos teniendo sexo. Liam
ladeó la cabeza hacia su derecha, alzó sus cejas y tomó mi
muslo, apretando con fuerza mi herida.
—Parece que no fui el único que se divirtió —sonrió
mientras se arrugaba la piel alrededor de sus ojos—, bonita
herida, Blair.
Palmeé su mano, apartándolo. Realmente era alto y muy
intimidante. Todavía mantenía su cuerpo con algunas gotas
de sudor, pero no parecía cansado. Las mangas de su
camisa blanca estaban recogidas y con algunas manchas
rojizas. El pecho descubierto con algunos rasguños.
—Eres demasiado asqueroso —farfullé con mucho asco.
—Sí —relamió sus labios y apretó mi herida. La sangre
volvía a salir y el dolor se incrementaba un poco. Su voz
áspera y helada me dejó paralizada en el lugar—. Dime
Blair... ¿Sabes guardar secretos?
Volvió a hacer presión en mi muslo abriendo un poco más
mi herida. Un chillido liberador escapó de mis labios cuando
su mano salió de mi piel.
—No le hagas daño —habló una tercera voz a mi espalda.
A pesar de que no la veía, sabía que era ella—. Luego
hablaremos más calmados con Blair.
—¿Qué haces aquí? —titubeó Liam haciéndome a un
lado, luego se acercó bruscamente a Lexy y la agarró con
violencia por el cabello—. Te ordené que te alejaras de mí
hoy. ¿Tan difícil es de entender?
—No, pero sabes que a tu club especial le gusta jugar —
murmuró ella intentando soltarse de su agarre, pero no
podía, Liam seguía reteniéndola con mucha más fuerza, su
vena del cuello volvió a hincharse.
—De acuerdo —gruñó y la soltó rápidamente haciendo
que su cuerpo se tambaleara un poco.
—Ya van a comenzar —dijo ella tocando su cabeza—. No
se demoren, solo faltan ustedes.
Lexy se fue y otra vez volví a quedarme a solas con Liam.
Mis ojos se centraron en el verde de los suyos, y en realidad
me atemorizaban. No sabía lo que estaba pasando por su
cabeza, pero no tenía intenciones de descubrirlo. Hasta el
momento todo lo que sabía de ese hombre es que era un
completo demente y que tenía demasiados fetiches
asquerosos en esa podrida mente.
—Escucha lo que haremos Blair Bennett. —Agarró mi
mano y comenzó a caminar hacia el segundo piso—. Nos
reuniremos con los demás y daremos una buena partida.
Luego, sin trampas, tendremos nuestra conversación. No
intentes escapar. No hay ninguna salida —susurró cerca de
mi oído sin soltarme la mano.
Me mantuve en silencio, tarde o temprano tendría que
darle frente a los hechos. Cada segundo caminábamos más
deprisa. Su cabello volaba por los aires ligado con el aroma
que lo caracterizaba. Mi mano sudaba bajo la de él. Por más
que intentaba estar tranquila, Liam me asustaba. Las
escaleras a la terraza nos hicieron frente y con ellas la
oscuridad y el silencio. No quería preguntar qué haríamos
allí, no pretendía escuchar la respuesta. Muy pronto observé
una pequeña fogata y los demás chicos alrededor. Algunas
miradas recayeron en nosotros cuando nos vieron llegar.
Estaban todos. Nerea y Lucía juntas, con las manos
agarradas como si fuesen pareja. Jud se había traído al chico
con el que estuvo la mayor parte de la noche. Say estaba de
espaldas hablando con alguien más. Lexy estaba sola, con
la mirada perdida en el cielo. Y... Damon. Él también estaba
allí, recostado a la pared. El cabello cayendo sobre sus ojos
mientras sus brazos se mantenían cruzados en su pecho. No
pude evitar mirarlo, quería ir a su lado y hacerle tantas
preguntas, quería besarlo y abrazarlo, estaba espantada y
solo cuando me encontraba rodeada por sus brazos, sentía
que no corría peligro.
—¡Al fin están aquí! —exclamó Nerea con una sonrisa, su
rostro estaba rojo, como si hubiese llorado por mucho
tiempo.
Me miró con rabia y luego apartó sus ojos.
En ese momento Saray se giró y con su repentina acción,
quedó al descubierto el rostro de su acompañante. Darling.
Mi corazón dio un vuelco y se encogió en mi pecho. «¿Está
aquí por Damon o por mí?» Me cuestioné y luego intenté
tranquilizarme cuando Liam me soltó. Caminé hacia mi
hermana mientras todos se colocaban alrededor de la
fogata formando un círculo. Liam se sentó a mi lado y
Damon frente a mí. Él no me miraba, no decía nada, desde
el momento en el que bajó esas escaleras, un nudo se hizo
en mi garganta.
Quería saber qué era lo que tanto le afectaba.
—Es momento de comenzar —habló Liam y las demás
sonrieron—. ¿Hace falta explicar las reglas del juego?
Lexy asintió y luego giró su cara hacia Lucía.
—De acuerdo. Para los nuevos y para los que no,
comenzarán, "Los mensajes sangrientos" —una sonrisa
apareció en su rostro cuando sus ojos se fijaron en los míos
—. Un juego que consiste en anotar anónimamente
cualquier ocurrencia en un trozo de papel.
—Luego —Nerea la interrumpió y ella le dedicó una
sonrisa para que continuara hablando—, todos los papeles
doblados se meten aquí. —Señaló un tazón—. Se mueven y
cada uno aleatoriamente escoge uno. Lo leen en voz alta y
en ese momento tienen que descubrir quién escribió el
mensaje. Si lo adivinan, no tienen que hacer nada, pero si
fallan, deben realizar el reto o la persona que lo escribió es
libre de hacerte lo que dice en el papel en un plazo de
veinticuatro horas.
—Luego de ese plazo, todo quedará olvidado —aclaró
Liam y yo sonreí atónita.
Tenía que ser una puta broma.
—¿Qué está prohibido escribir? —pregunté alzando una
ceja, llevándome las miradas de más de uno.
—Esa es la belleza de nuestro juego —murmuró sacando
un cigarro y después lo llevó al fuego para encenderlo—.
Todo está permitido.
Todavía no entendía que satisfacción les daba este juego.
¿Cualquier cosa? ¿Hasta asesinar? ¿Guardarían ellos el
secreto? Pronto cada uno se separó con una hoja de papel y
comenzaron a escribir. Me levanté y apoyé mi trozo de
papel en la pared, alcé mi puño y escribí lo que más
deseaba en el momento. Segundos después cada uno puso
el mensaje dentro del tazón y con una tapa encima, los
papeles comenzaron a saltar como si fuesen palomitas de
maíz. Apreté mis puños esperando que ellos no hubieran
sido tan duros con sus palabras, anhelando que no tuvieran
el mismo pensamiento mío.
Extendieron el tazón hacia la entrepierna de Jud. Ella
sonrió y tomó un mensaje. ¡Suerte hermanita! Su sonrisa se
esfumó en segundos, observándonos a todos.
—¿Y bien? ¿Leerás el mensaje? —insistió Nerea haciendo
una mueca con su boca.
—El mensaje dice... —habló con voz firme, relajada—.
Camina alrededor de la terraza luego de haber tomado una
botella de alcohol.
El viento helado azotó los cabellos de Judith contra el
rostro de Lucía. Suspiró por unos segundos y debió pensar
como yo, que eso era una puta locura. Judith cerró sus
puños estrujando el papel con una de sus manos y llevó sus
ojos hacia el rostro de Nerea.
«¿Había sido ella?».
—Tengo una pequeña duda sobre este juego —interrumpí
antes de que Jud dijera algo—. ¿Cómo sabemos si la
persona que elegimos, escribió o no el papel?
—La primera solución es que debemos confiar en
nosotros mismos —dijo Lexy con una sonrisa—. La segunda,
es que si alguien miente, quién realmente haya escrito el
mensaje, debe decirlo. Entonces le daremos un castigo,
cada uno a esa persona. ¿De acuerdo?
—¿Fuiste tú Nerea? —habló Jud y ella negó sonriente—.
¿Y ahora qué debo hacer? —musitó con los ojos fijos en
Liam.
Él le hizo una señal al acompañante de ella quien se
levantó y buscó una botella de alcohol. Luego se la entregó
a Jud y ella la alcanzó temblorosa.
—Cuando termines de tomarla completa, debes caminar
por el precipicio —farfulló Liam subiendo su pierna derecha
a la altura de sus hombros mientras la rodeaba con sus
brazos—. No vas a saber quién escribió el mensaje, pero la
persona que lo hizo quedará satisfecha porque tuvo un buen
espectáculo.
—¡No! —grité—. Eres un completo lunático. ¿Entiendes
que puede perder el equilibrio y caer en el abismo? ¡Puede
morir! —dije intentando que ellos comprendieran la
gravedad de este juego, pero como siempre, a nadie parecía
importarle.
—Blair. —Colocó sus manos sobre las mías, en ese
momento una corriente eléctrica recorrió mi espina dorsal—.
Este es el juego, si ocurre algo, diremos que fue el asesino
en serie.
—¿Te escuchas? —murmuré incrédula, ni siquiera podía
creer lo que decía—. ¿Cómo puedes jugar con la vida de una
persona? ¡Están todos locos! ¡Yo me marcho de aquí!
—Hermana, es sólo un juego, no me ocurrirá nada —me
dijo Judith sobando mis manos, pero ni de coña iba a estar
aquí para ver la muerte de ella—. Lo prometo —susurró.
—No pienses que te haré caso —le dije seriamente—.
¡Nos vamos! Esta fiesta se salió de control hace mucho
tiempo.
Me levanté del suelo y tomé el brazo de Judith. Intenté
caminar hacia la salida pero ella me detuvo. La observé
abriendo la botella de alcohol y luego la bebió como si fuese
agua.
—No eres mi madre para cuidarme —exclamó con una
sonrisa mientras seguía bebiendo el líquido de la botella—.
Es sólo un juego, deberías divertirte y dejar de lamentarte
por todo.
Judith se giró y caminó hasta el pequeño muro. Se subió
encima y continuó bebiendo mientras caminaba alrededor
de la terraza. Cerré mis ojos, no podía, no quería ver la
muerte de mi hermana. Observé a Damon y esa sonrisa
siniestra se mantuvo en él mientras la acechaba
tambalearse. Unos segundos después, mi hermana alzó la
botella vacía. Había cumplido su reto. Había salido
victoriosa. Me eché hacia atrás unos pasos para poder
controlarme, mi corazón estaba latiendo a ritmos
discordantes dentro de mi pecho, todos mis instintos habían
permanecido en alerta. Cerré mis puños cuando la vi
caminar hacia el círculo. Jud estaba ebria. Suspiré y me
adelanté hacia ella. Luego la abofeteé.
Nunca había golpeado a mi hermana, tampoco tenía
pensado hacerlo, y ahora, no podía creer que lo hiciera. Fue
un bofetón fuerte y ruidoso, dado con toda mi fuerza. Jud
colocó sus manos en su mejilla y se quedó callada. La piel
me ardía mientras notaba su tranquilidad. Intenté calmar mi
respiración y la reparé con atención, podía escuchar el
murmullo de los demás, también esa molesta sensación de
que te están vigilando.
—Nunca vuelvas a poner una mano encima de mí —dijo
con un rostro serio mientras se sentaba en las piernas de
aquel chico, ella estaba muy borracha, ni siquiera sabía lo
que decía.
—¿Esto es en serio? —dije con voz agitada mientras
todos nos miraban—. Pusiste tu vida en peligro por un
absurdo juego de locos. ¡Vamos a casa por favor!
—¿Soy yo la que hace que todavía no puedas irte? —
asentí extendiéndole mi mano para que la tomara—.
Entonces puedes marcharte, no me voy a mover de aquí.
Me estoy divirtiendo.
Damon sonrió y luego borró esa sonrisa de su rostro
cuando lo observé.
—Muy bien —musité volviendo a sentarme al lado de
Liam, mis manos hacían ademanes de la impotencia. Por
más que quería irme no podía hacerlo, no podía dejarla a
ella aquí, sola e indefensa—. Que continúe el maldito juego.
Luego fue el turno de Lucía para tomar un papel. Todos la
mirábamos curiosos y podría decir que yo más. No dejaba
de pensar en ella y Lexy, en todas las veces que se
sometieron a estos juegos, o peor, las veces en las que se
acostaron con Liam. Hacía un momento hubiese pensado
que esa chica estaba realmente mal, pero ahora parecía
otra, también cabía destacar que se encontraba bajo los
efectos del alcohol.
Agarró uno de los papeles y nos miró a todos sin dejar
que esa sonrisa burlona se esfumara de su rostro.
—¿Esto es real? —se preguntó a sí misma y volvió a reír
—. ¿Quién puede ser tan predecible?
—Veo que sabes quién lo escribió —comentó Liam
girando su cabeza hacia un lado—. Oh nena, hazlo divertido
—murmuró él pasando su lengua por sus labios mientras la
observaba, ella asintió y me observó lentamente,
analizándome. Luego hizo lo mismo con Nerea. Sonrió y
relamió sus labios. ¿Qué mierdas decía ahí?
—De acuerdo, dejaré que ustedes mismos me digan de
quién se trata. Primero les haré una anécdota, luego leeré el
mensaje y después se darán cuenta de lo estúpida que fue
esa persona.
—Habla —aclamó Damon, se notaba impaciente, creo
que todos nos habíamos dado cuenta de a quienes
involucraba esa nota.
—Tranquilo Damon, tú comienzas siendo el protagonista
de la noche —sonrió cínicamente mientras sus ojos viajaban
de él hacia Nerea y después a mí—. Digamos que cuando
llegamos aquí, un chico venía acompañando a su novia.
Luego decidió ir a la cocina a por un vaso de agua y cuando
regresó, ya no era el mismo. Enfurecido tomó a su novia, la
humilló delante de sus amigas, terminó su relación con ella
porque supuestamente se iba a declarar a otra mujer. —
Observé a Damon y noté cómo sonreía con diversión, yo, al
contrario, estaba sintiendo mucha vergüenza—. Creo que
todos sabemos quién es esa otra mujer... ¿Cierto? —Por
primera vez, el viento dejó de correr. Sólo se escuchaba el
crujir de la madera al ser quemada y los latidos desbocados
de mi corazón. Esta situación me acababa de hacer un
manojo de nervios—. Y entonces, caemos en este lugar,
este momento, este juego. ¿Cómo puede alguien ser tan
descarado y escribir esta basura?
—Deja ya el melodrama y acaba de leer Lucía —le pedí
alzando mi voz. No, ella no podía saber lo que yo había
escrito.
—¿Interesada Blair? —susurró Liam divertido y lo fulminé
con la mirada—. De acuerdo, bonita, no tenía intención de
interrumpir el momento romántico.
Bufé observándolo retorcidamente.
—Escuchen y decidan quién escribió la nota: Blair o
Nerea —entonces volvió a reír—. Lo siento, es que es
demasiado gracioso. —Nerea agarró la nota y la arrugó en
sus manos, nos miró a todos abriendo muchos sus ojos—.
Ahí tienen su respuesta. No fallé después de todo y gracias
a dios no lo hice. —Hizo una mueca de asco—. ¿Saben que
sería tener la polla de Damon en mi garganta? —Una risilla
traviesa se me escapó de los labios. Lucía tenía razón,
Nerea había sido demasiado predecible—. "Damon, quiero
tu polla en mi garganta" —dijo burlonamente imitando la
voz de Nerea.
—Chicas —le escuché decir a Adrien, todos giramos en
su dirección—. ¿Tanto drama para esto? —negó con la
cabeza repetidas veces—. Todos sabemos lo patética que es
Nerea y lo buena que está Blair, es normal que Damon la
prefiera a ella.
Todos nos quedamos en silencio, fui testigo al ver como
Nerea bajaba su cabeza y dejaba escapar algunas lágrimas.
Pasaron algunos minutos y terminó el turno de Lucía y el
acompañante de Jud. Esta vez sería el momento de Say. Ella
alcanzó un trozo de papel, lo abrió y como todos los demás,
parecía saber de quién se trataba el mensaje.
—Hablaré sin rodeos. "Contaré tu mayor secreto". Es un
poco injusto porque todos tenemos nuestros secretos...
¿No? Pero bueno, en estas últimas horas me he enterado de
algunas cosas y mi respuesta va hacia Darling. Tú escribiste
esto.
—Eres tan rastrera. ¡Me encanta! —dijo Darling mientras
enroscaba un mechón de su cabello en sus dedos—. Pero
no, no fui yo la que escribió el mensaje.
La voz tan irritante de Darling fue interrumpida por la de
Lexy. Ella acomodó su cabello y luego le tendió una mano a
Say para tomar la nota.
—Quiero incumplir una regla —musitó con la voz
entrecortada. Parecía ansiosa—. Fui yo la que escribió la
nota. Por eso quiero que elijas si me cuentas tu mayor
secreto a mí o a todos —murmuró con los ojos brillosos.
—Todos —dio una sonrisa de medio lado—. De igual
forma, no es nada del otro mundo —sonrió y miró a Liam,
luego a su hermana—. Mi mayor secreto es que me muero
de las ganas por follarte a ti y a tu hermano.
—Eso fue muy inesperado. —Liam la tomó de la mano y
la sentó en su regazo haciendo que sin querer, su cabello
chocara con mi rostro—. ¿Les molesta que me la folle
mientras el juego continúa?
—Dije con los dos, no solo contigo —musitó ella mirando
a Lexy. Mi rostro debía ser un poema, a la misma vez tenía
muchos deseos de reírme, ¿entonces si Lexy aceptaba ellos
tres iban a follar frente a nosotros?
—Entonces perderás tu única oportunidad de probarme
de nuevo —aclaró el peliblanco deslizando su lengua por el
cuello de Saray.
Ella cerró los ojos como intentando calmarse, aunque
viéndola así, le sería un poco difícil.
—No me importa —masculló e inmediatamente Liam la
levantó de sus piernas.
—Como tú quieras. —La sacó de su entrepierna y Say
volvió a sentarse en su lugar. Segundos después, fue el
turno de Lexy y luego el mío. Me di cuenta que sólo
restaban cuatro papeles. ¿Serían los más peligrosos estos?
Lo leí en mi interior y me alegré por unos instantes.
Debía ser él. Pero entonces miro a mi alrededor y cualquiera
pudo haber escrito esas palabras. ¿Y si fallaba? ¿Sería
sometida?
—"Te quiero desnuda, con tu cuerpo lleno de sangre,
atada y adolorida a una silla. Deseo plasmar tu belleza en
un lienzo" —murmuré con la vista fija en Damon, debía ser
él, estaba segura.
Los observé a todos nuevamente y ninguno me revelaba
ninguna emoción con las que pudiera descubrirlos. Debía
tener algo claro: Si fallaba, sería sometida. Si acertaba, me
lamentaría si él no me sometiera.
—No tenemos todo el día Blair.
Nerea como siempre tan oportuna.
—Damon —lo observé y negó. En ese momento un nudo
se hizo en mi garganta. ¿Había fallado realmente? ¿Quién lo
escribió entonces? Vi a Liam con la cabeza ligeramente
hacia atrás y los ojos apuntando directamente hacia mí.
—Fallaste Blair —dijo y esbozó una estridente sonrisa que
me recorrió completamente, el miedo se estaba metiendo
dentro de mi mente. Ahora no solo tendría que hablar con
él, sino que tenía que dejar que él me dibujara—.
Terminemos el juego aquí.
—¡No! —dije repentinamente tratando de obtener un
poco más de tiempo, noté la sorpresa en los ojos de los
demás—. No es justo que los demás no hubiesen tenido la
oportunidad de jugar. ¿Verdad?
—De acuerdo —susurró él cerca de mi oído, mis ojos
estaban fijos en Damon, quien parecía que no le importaba
lo que estaba pasando—. Es mi turno, hagamos esto rápido.
Mi noche vuelve a ser divertida.
Tomó un papel. Lo leyó. Acertó y luego llegó el tazón a
las manos de Damon. Sus ojos se veían furiosos y sabía que
lo estaba. Agarró la hoja, y lentamente sus pupilas se
achicaron. Una sonrisa iluminó su rostro mientras sus ojos
me buscaban con desespero.
—¿Y no podías decírmelo a mí? —Caminó hacia mí y se
colocó detrás de mi espalda, sus manos me rodearon
mientras extendía la nota frente a mis ojos para que
solamente yo la leyera. Mis nervios apuntaron en diferentes
direcciones, estaba feliz de que él supiera que yo fui quien
escribió eso—. ¿Tenías que hacerlo así?
Sacó el mechero y encendió un cigarrillo, comenzó a
aspirarlo mientras el humo del cigarro rebotaba en mi
cabello y sus dedos helados recorrían mi piel en busca de
calor. Él rió de improvisto y mi corazón dio un vuelco,
palpitando con fuerza. Joder, es hermoso. Puso la nota
frente a mí nuevamente, encendió el mechero y lentamente
se fueron esfumando mis palabras frente a mis ojos.
—Lo haré —respondió, relajándose mientras me
acurrucaba en su pecho caliente, esa sensación de
seguridad me encantaba cuando estaba cerca de Damon.
Luego se separó de mí y observó a Nerea—. Mis
sentimientos nunca fueron reales hacia ti. Pero te agradezco
por pasar un buen tiempo a mi lado, sin embargo, espero no
volver a cruzar ninguna palabra contigo.
Las lágrimas de Nerea bajaban por sus mejillas e
impregnaban su vestido.
«¿Qué fue lo que hiciste Damon?»
«¿Por qué demonios la humilló frente a todos?»
—Por fin llegó mi turno. En fin, veamos qué sorpresa me
dejaron —dejé de mirar a Damon para centrarme en la piel
morena de Darling—. ¿En serio? ¡Qué bonita dedicatoria
Blair! Pero no creo que lo consigas.
—¿Qué dices? ¿Eres idiota? —farfullé esbozando una
sonrisa. No podía creer que pensara que fui yo cuando
claramente todos vieron que lo que yo escribí Damon lo
descubrió—. Dios, creo que sí que eres idiota. No escribí tu
papel.
Ella mordió sus labios y golpeó el suelo. Se maldijo y
luego miró a la nada.
—Fuiste demasiado inteligente. Lo admito —dijo con toda
tranquilidad mirando a la nada. No sabía si se estaba
refiriendo a mí o alguna otra persona—. Bueno, tendré que
cuidarme de ti.
—¿Qué decía tu nota Darling? —le dijo Saray con el
entrecejo arrugado.
—"Te mataré" —rió entre dientes—. Si me ocurre algo,
recuerden que fue su preciado asesino en serie.
Capítulo 24
BLAIR

Oscuridad.
Silencio.
Miedo.
Liam se encontraba rebuscando algo entre las montañas
de objetos y ropa esparcidos por el suelo, la cama y el
clóset. Yo me mantenía en silencio sentada en una esquina
de la habitación. No supe en qué momento llegamos aquí,
todo pasó muy rápido luego de que Darling hablara. "Te
mataré". Si me ocurre algo, recuerden que fue su preciado
asesino en serie. ¿Estaba dando por hecho que iba a ser
asesinada? Mi mente no dejaba de dar vueltas pensando en
lo que había hablado con ese desconocido, ¿y si él era uno
de los chicos que estaba en el juego?
Debía calmarme, estaba volviéndome paranoica.
Jugamos alrededor de diez personas, era imposible que
descubrieran quien escribió la nota, porque una misma
persona pudo haber puesto dos papeles en vez de uno.
Unos segundos después, algunos chicos se levantaron y se
dirigieron a la puerta con los rostros serios, ahora es que
comenzaban a ver la gravedad de su absurdo juego. Otros,
como Darling y Damon, se fueron acercando a la barandilla,
les di una última mirada ya que luego, una mano gélida
agarró la mía y a una velocidad impresionante llegamos a la
misma habitación donde lo vi horas antes.
—¡Mierda! —gritó Liam desesperado—. ¿Dónde rayos los
puso? —Llevó sus manos a su cabeza y comenzó a dar
vueltas en círculo mirando todo a su alrededor.
Agarré un cuadro que tenía a un lado y pasé mi dedo
sobre el cristal. El polvo manchó mi piel y dejó al
descubierto una extraña fotografía. La apreciaba mientras
escuchaba cómo caían los objetos del armario al suelo.
Observé a Liam y no lograba comprenderlo, qué le ocurrió
para que cambiara tanto, parecía tan feliz en la foto.
—¿Qué buscas? Quizás pueda ayudarte. —Al parecer mis
palabras le dieron gracia ya que soltó una carcajada. Detuvo
lo que estaba haciendo y comenzó a hacerse una coleta
mientras me observaba—. ¿Qué sucedió contigo? ¿Por qué
te ves tan arrogante? —le dije a la defensiva, ni siquiera
sabía por qué me estaba preocupando por él.
Se acercó a mí y se puso a mi altura. Tomó el cuadro y lo
dejó sobre la mesilla de noche, luego comenzó a evaluarme.
Sus ojos recorrían todo mi cuerpo con diversión, hubo unos
segundos en los que sus pupilas se dilataron como si
estuviese pensando en algo más mientras miraba fijamente
la herida de mi pierna. Caminé con pasos decididos hacia él
y coloqué mis manos en sus hombros, cuando obtuve
nuevamente su atención me asusté, esos ojos verdes me
trasmitieron mucho rencor.
—No me gusta que toquen lo que es mío. ¿De acuerdo?
—farfulló dándome la espalda.
—De acuerdo —musité volviendo en dirección a la puerta
—. Dime eso por lo que me trajiste aquí y así te dejo en paz
con lo que es tuyo —una sonrisa ladeada se formó en su
rostro mientras su mano regresaba a su posición inicial.
—Eres demasiado interesante Blair —dijo con total
tranquilidad mientras me recorría de pies a cabeza.
—No tengo todo el día y estoy cansada —murmuré
apartando mi vista de sus ojos—. Si te refieres a guardar el
secreto, lo haré. No quiero ser la causante de que se arruine
su asquerosa relación.
Volvió a sonreír mientras quitaba un bulto de ropa de una
silla. Hice una mueca mientras agarraba el pomo de la
puerta. Lo giré y no sé abrió. «¡Maldito idiota!» Estaba
atrapada con él. Apoyé mi frente en la madera mientras
suspiraba. Lo próximo que sentí fue el tacto delicado de su
mano sobre mi nuca, se movió despacio mientras apartaba
los pequeños pelos de mi piel. Su respiración caliente chocó
en mi cabello provocando que percibiera algunas cosquillas.
—Tengo la llave guardada —susurró muy cerca de mi
oreja—. Te dije que no podrás escapar.
—Dime dónde está. —Me giré y ese simple movimiento lo
aprovechó a su favor para poner sus manos a ambos lados
de mi rostro para acorralarme—. No estoy para tus
tonterías.
Su respiración avanzó a través de mi piel haciendo que
mis vellos se pusieran de punta. Tomó mi cabeza y la inclinó
sobre la puerta, aprisionándome. Con sus pies hizo que
abriera los míos. No intenté moverme. Su cuerpo robusto
me lo impedía. Intenté patearlo pero eso sólo sirvió para
que me apretara con más fuerza.
—Tal vez, más tarde te diga dónde está —siseó y luego
lamió el lóbulo de mi oreja con total descaro—. Pero eso
conlleva un precio.
Solté una carcajada y él retiró su mano. Lo miré
fijamente mientras acariciaba con mucha dulzura los
aruñazos que tenía en su cuerpo.
—Perdiste la llave. ¿Verdad? ¿Era eso lo que buscabas? —
Él me miró fijamente, sin comprender, sin gustarle que lo
hubiese descifrado—. ¿Te ayudo o prefieres hacerlo solo? —
Alcé una ceja y él negó orgullosamente—. Sólo recuerda que
tienes demasiado reguero.
—No sé de qué hablas —se excusó dándome la espalda.
Por fracciones de segundos pensé en agarrar el búcaro que
estaba a pocos pasos de mí y romperlo en su cabeza, luego
esa voz en mi mente me susurraba que no cometiera una
estupidez—. Sólo quiero mantenerte cautiva.
—Está bien. Haré como que te creo —murmuré
caminando hacia la cama, luego deslicé mi dedo índice por
el bordillo.
De improviso agarró mi muñeca y me arrastró hasta la
silla. Con los ojos fijos en los míos obtuvo una soga y
comenzó a atar mis piernas a las patas de la silla. Lo miraba
con un poco de temor, pero a la vez me estaba gustando la
sensación de estar siendo atada. Curvé mis labios en una
sonrisa y dejé que terminara su trabajo, no pensaba poner
resistencia.
—No intentes nada de lo que luego puedas arrepentirte
—rezongó apretando el amarre de mis manos, una gota de
sudor bajó por su frente siguiendo un camino recto hasta la
punta de su nariz.
—¿Por qué? —susurré sin dejar de reírme, él no iba a
intimidarme más de lo que lo hizo el hombre sin rostro—.
¿Me matarás?
—Blair... —alargó mi nombre en un tono tan sensual que
me provocó un cosquilleo en el abdomen.
—¿Si Liam?
—No sabes ni la cuarta parte de quién soy. No juegues
con mi inteligencia. —Se levantó del suelo y se sentó en la
cama, frente a mí, sin dejar de mirarme un solo segundo—.
No me llamo Damon y mucho menos Aiden. Eres una chica
que lo tiene todo, pero yo puedo encargarme de que todo lo
que amas, quede fuera de tu alcance.
—¿Es una amenaza idiota? —Moví mis manos intentando
liberarme de las ataduras.
—Digamos que si te comportas bien, seré como quieres
que sea. Si me desobedeces, te haré daño. —Los ojos
verdes de Liam estaban llenos de horror y su intensidad me
mantenían paralizada—. Ahora... —Se separó y buscó entre
sus gavetas una pequeña y fina daga—. Vamos a cumplir el
juego que fallaste.
—Suéltame Liam —me quejé jalando mis ataduras, mis
muñecas comenzaron a doler por la fuerza en la que había
apretado los nudos.
—¿O si no qué? —se burló de mí mordiendo su labio
inferior.
—No bromeo, te acusaré a la policía por secuestro,
violencia y violación —dije todo tan rápido y sin pensarlo
que no supe si lo que había soltado había sido otra de mis
tonterías.
—¿En serio Blair? ¿Serás capaz de hacer todo eso? —
mantuvo todo el tiempo ese tono divertido en su voz—. ¿Y
después qué le dirás a la policía? Te recuerdo que estamos
en toque de queda. Yo muy bien podría decir que eres mi
novia y que sólo estabas furiosa porque me encontraste con
otra en la cama.
—Cínico —mascullé entre dientes con mucha rabia.
—Gracias —me dijo divertido.
Se acercó a pasos lentos hacia mí. Puso la daga en el
suelo y sonrió observando mi disfraz. Sus manos se
dirigieron hacia la tela, la acarició suavemente y luego
comenzó a retirarla de mi cuerpo. Se detuvo al apreciar mi
sujetador transparente. Mordió sus labios para luego
deshacerse de ellos. Detallé un punto en el techo. No le
miraría, no quería recordarlo luego. Las frías yemas de sus
dedos acariciaron mis pezones y los muy traicioneros
comenzaron a erizarse ante el tacto salvaje de Liam.
Lentamente siguió deshaciéndose de mi ropa, un escalofrío
me recorrió cuando su tacto se concentró en el costado de
mi cuerpo.
—Una piel admirable —dijo acariciando esa zona muy
suavemente—. ¿Qué significa el tatuaje?
No hablé. No lo miré, no iba a contarle el significado tan
especial que tenía la única cosa que me ataba a ese
hombre. Él tampoco hizo nada, de repente sentí una ligera
punzada de dolor en mi hombro. No supe en qué momento
tomó la daga y la encajó en mi piel. Su otra mano rozaba las
pequeñas heridas en la carne de mi cuello.
—No diré nada —musité aguantando las ganas de gritar.
—Dios. ¿Cómo puedes estar tan deliciosa? —susurró
pasando su lengua por los coágulos de sangre que se
formaban en mi hombro.
En ese momento llegaron a mi mente recuerdos con
Aiden, con Damon. Quería mantenerlos conmigo y olvidar a
este demente, debía luchar conmigo misma para resistirme
a la sensación. No podía ser tan masoquista, no podía
gustarme lo que estaba sintiendo. Liam se apartó con la
daga, la sangre bajaba por mi brazo y el dolor
incrementaba. Él posicionó una silla frente a mí y se sentó
apoyando sus brazos, de forma cruzada sobre el respaldar.
—Ya encontré lo que quiero —dijo fríamente alcanzando
un lápiz y un papel—. ¡Quédate así! ¡Mírame con esa
expresión tan distante!
Sus ojos se llenaron de oscuridad. A mi mente solo
acudía la imagen de un depredador a punto de cazar.
Estaba completamente desnuda frente a Liam,
ensangrentada y atada a una silla. Mi corazón se detuvo
cuando observo cómo desataba su cabello y tomaba el
lápiz. No podía dejar de detallarlo. Era un hombre hermoso y
ahora estaba tan serio y concentrado en lo que hacía que
me resultaba difícil creer que hacía segundos estuviera
burlándose de mí.
—¿En qué piensas? —pronunció de repente sacándome
del trance al que me había llevado.
—¿Eh? En nada —mentí, últimamente todo lo que hacía
era mentir.
—No me mientas —murmuró alzando el lápiz mientras
cerraba uno de sus ojos y me miraba—. Tu expresión
cambió.
—Tú también cambiaste —rebatí y él detuvo lo que hacía
para mirarme con una sonrisa en su cara.
—¿Por qué lo dices? Sigo siendo el mismo.
—No lo sé. Estás más relajado, más centrado en el papel
que en mí —respondí sincera mientras observaba cómo
volvía a dirigir sus ojos hacia el papel.
—¿Y te molesta? —me preguntó en un tono bajo.
—No. Me agrada que no pienses en mí.
—¿Realmente?
—Sí.
Una hora más tarde, lo veo sentarse con entusiasmo
frente a mis piernas. Miré hacia la hoja y noté el contorno de
mi cuerpo en la silla. Mi cabello estaba desgreñado en una
coleta alta, seguía con mis ojos claros y mi pequeña nariz.
Luego pasé a mi cuerpo desnudo, mis pequeños senos, mi
cintura con el tatuaje, las bragas y las piernas atadas. Me
encontraba paralizada viendo cómo detalló las heridas de
mi cuerpo, cómo no dibujó mis labios. Y fue entonces en el
que me cuestioné el por qué no lo hizo. Liam volvió a
mirarme y algo tímida lo hice también. Sonrió de manera
socarrona e hice lo mismo para no demostrarle lo nerviosa
que me ponía.
—¿Por qué no tengo labios? —le pregunté alzando una
ceja con diversión.
—Si los tienes.
—Sabes a lo que me refiero —pestañee y pasé mi lengua
sobre mi piel.
Liam se puso de rodillas frente a mí y con la yema de sus
dedos acarició mis labios. Podía jurar que el tacto de su piel
me hizo temblar un poco. Su mirada esta vez estaba llena
de intriga y deseo, un hormigueo avanzó por todas mis
terminaciones nerviosas hasta llegar a mi zona íntima.
—¿Recuerdas el beso que me negaste? —susurró a pocos
centímetros de rozar nuestras bocas—. Por eso no puedo
dibujarlos.
—Lo haré —dije sin más.
—¿Lo harás? —su tono era confuso pero a la vez
victorioso.
—Si me respondes dos preguntas. —Lo escucho carcajear
mientras sus ojos no salen de mis labios. Entonces la
distancia entre nosotros se acorta. Si decidía hablar, su
boca rozaría con la mía. No sentía que respirase, yo
tampoco lo hacía—. Aléjate —le pido y lo veo negar.
—Oblígame —tomé una respiración profunda cuando
habló—. ¿Estás nerviosa?
—No.
—Yo sí estoy nervioso —sonrió y se alejó dejándome en
evidencia—. Te escucho —su voz hizo que sintiera cosquillas
en mi estómago.
—¿Por qué mantienes una relación amorosa con tu
hermana? ¿Te da satisfacción follar con ella? —le dije y noté
la curiosidad que le causó mi pregunta. Por un momento
pensé que no me iba a responder, pero como siempre,
estaba equivocada.
—Digamos que Lexy sabe todo de mi vida. Ella siempre
ha estado conmigo, es la única que me ha visto pasar por
momentos desagradables y no se ha ido de mi lado —dijo,
pasando su mano por la sangre que se estaba secando en
mi piel—. Una vez leí un libro en el que dos primos se
enamoraron. ¿Por qué dos hermanos no pueden sentir lo
mismo?
—No lo sé —dije con sarcasmo—. Quizás porque está
mal, nadie aprobaría una relación así, ni siquiera podrán
tener hijos —soltó una carcajada y no pude evitar sonreír
también. Liam me miró con un brillo en los ojos que nunca
antes le había visto. Ahora parecía ser él mismo, parecía
feliz.
—No pienso tener hijos con Lexy. Y no estoy enamorado
de ella. Solo es sexo. Ambos estamos de acuerdo en follar
por placer, por soledad, por enojo, desespero. Todo menos
amor.
—¿Y te has enamorado? —le pregunté y quise darme una
bofetada.
«¿Por qué carajos dije eso?»
—No. No creo que haya nacido para sufrir de esa
enfermedad —respondió seriamente sin mirarme—. Sólo me
divierto y cumplo las metas que me trazo.
—¿Soy una meta en este momento?
—Sí. —Me estremecí y vi cómo sus cabellos blancos
azotaban su rostro con el aire que estaba entrando por la
ventana—. Recuerdo mi primer beso con ella. Lexy había
llegado bajo la lluvia, estaba llorando y para dejar de
escuchar sus lamentos, la abracé. En un acto simultáneo y
sin premeditación, nuestro espacio se acortó y sucedió.
—¿Y estás seguro de no amarla? Deben asegurarse de
controlar sus sentimientos si no quieren que alguien más los
descubra.
Se quedó callado por primera vez y comenzó a
desatarme. Cuando obtuve mayor movilidad, me vestí y me
senté en la cama. Liam se acercó a mí y acunó su rostro en
mi hombro.
—¿Qué te afecta? —dije.
—Por primera vez en mi vida, me arrepiento de algo que
iba a hacer.
Tragué saliva. Mis miedos se esfumaron y un éxtasis de
nerviosismo me sucumbió. No supe cuánto tiempo
estuvimos así, sin decir nada. No podía formular una
palabra, me sentía atrapada en sus emociones.
—¿Qué querías hacer Liam? —musité intentando mirar su
rostro que seguía apoyado en mi hombro.
—Es algo que no es bueno que sepas —me dijo sin
moverse un centímetro de mí.
—¿Me ibas a hacer daño? —le cuestioné, esta vez
perdida en sus ojos verdes.
Liam se inclinó hacia mí y besó mi mejilla. Sacó la llave
del bolsillo de sus pantalones y me la entregó.
—Eres libre de irte.
¿Por qué si podía salir quería quedarme?
¿Por qué tenía la extraña sensación de necesitar
abrazarlo?
¿Qué te ocurre Liam Gilbert?
—Dejaremos esa segunda pregunta para otro encuentro,
Blair —dijo muy débilmente sin mirarme.
—¿Puedo quedarme contigo? —susurré mientras tomaba
sus manos, estaban tan o más frías que las mías—. ¿Puedo
dormir a tu lado hoy?
«¿Pero qué has dicho?»
«¿Dormir con tu enemigo?»
¿Era realmente Liam un enemigo? No sabía nada de él.
Podía estar sufriendo, o que necesitara a alguien a su lado.
Podía ser que por eso se refugiara en las caricias de su
hermana. O podía que estuviera jugando tan bien que
hubiese hecho que cayera en sus garras.
—No estoy diciendo que quiera acostarme contigo. Solo
no quiero llegar a casa. Esta será la única vez —le aclaré
porque en verdad lo menos que necesitaba era follar con él.
—De acuerdo.
Lo vi levantarse e ir al cuarto de baño. Escuché el agua
correr y supe que se duchaba. Miré mi cuerpo, sudoroso,
ensangrentado, con un ligero olor a vómito. Quería
ducharme también, pero por otra parte, me negaba a
hacerlo con él. No era lo adecuado. Recorrí nuevamente la
habitación con mis ojos y realmente estaba muy
desordenada. Parecía una idiota oliendo la ropa para saber
si estaba sucia o no para luego doblarla y colocarla en el
armario. Cuando todo quedó despejado, intenté encontrar
unas sábanas nuevas para la cama.
«Ni pienses que dormiré donde mismo follaste con Lexy».
Pensé.
El armario era enorme, dividido en tres secciones. En la
primera estaba la ropa de color, en la segunda solo blanco y
negro. En la tercera los zapatos; me sorprendí al ver la
cantidad que tenía. Rasqué mi cabeza y comencé a abrir
cajones. En el primero relojes y perfumes. En el segundo
corbatas. El tercero tenía medias. Comenzaba a perder las
esperanzas de encontrar ropa de cama.
«¿Las guardaría aquí?»
Froté mis sienes antes de abrir la cuarta gaveta. ¡Y
bingo! Había dado con algunas sábanas blancas y fundas
para almohadas. Saqué dos y sin darme cuenta, cayó al
suelo un pequeño libro. Lo cerré para ponerlo en su lugar
cuando resbaló hacia mis pies un diminuto frasco con un
líquido dentro. Miré hacia arriba cuando vi que él sostenía el
frasco. Me asusté por un momento y luego relajé el ceño.
Liam lucía fresco y limpio, con un aroma a shampoo de
vainilla. Una toalla adornaba su cintura mientras que en su
pecho había fragmentos de agua.
—Lo guardaré por ti —dijo sonriente acercándose a una
caja fuerte que ocultaba detrás de la ropa en blanco y
negro. Por desgracia no pude ver los dígitos, pero algo era
seguro, lo que sea que tuviera ese frasco, era importante
para él.
—No sabía que leyera —le dije intentando sacar un poco
de provecho de lo que acababa de ver.
—No lo hago —admitió y sonreí, por supuesto que no lo
hacía, solo tenía un fondo falso en ese libro para guardar el
frasco.
—Entiendo, era solo un escondite —murmuré sonriente
mientras me acercaba a él—. ¿Y qué es?
—Dime algo. ¿Qué es lo que más odias? Algo tan malo
que no puedas soportarlo.
—Llorar —contesté rápidamente—. ¿Y tú?
—Que toquen lo que es mío. Creo ya habértelo dicho.
—Lo siento.
—Está bien, no importa. Puedes darte una ducha —me
pidió y automáticamente observé mi cuerpo, estaba hecha
un desastre—.Yo haré la cama.
Asentí y caminé al baño. El agua fluyendo a través de mi
cuerpo fue sensacional. Toda la suciedad iba siendo
arrastrada. Las heridas ardieron un poco pero luego me
adapté a la sensación. Cuando cerré la llave y sequé mi
cuerpo, caí en cuenta que no tenía nada que ponerme. Salí
un poco avergonzada, encontrándome sobre la cama unas
bragas nuevas y una camisa mangas largas, blanca. El
rostro de Liam se alteró, la sensualidad dominándolo. Reí.
No era la primera vez que veía a una chica desnuda, mucho
menos cuando me vio hace algunos minutos, pero debía
admitir que su reacción fue muy inusual.
—Eran de Lexy, ahora son tuyas —me dijo viendo como
me ponía las bragas—. Son nuevas —aclaró y sonreí, ya eso
lo sabía por la etiqueta que le había quitado.
—Gracias. ¿Me quedan bien? —di una media vuelta
mostrándole mi cuerpo semidesnudo.
—¿Cuándo te volviste tan descarada? —sonrió
cruzándose de brazos, recostándose en la cama.
—¿Entonces no te gusta? —hice un pequeño puchero y él
sonrió ladino.
—No, nada —murmuró y sabía que mentía, pero quería
continuar con su juego.
—¿Nada? —le cuestioné haciéndome la asombrada.
Me tiré en la cama boca abajo, mis glúteos rebotando en
el colchón. Reí al escuchar un gruñido de Liam. La cabeza
comenzó a darme vueltas, necesitaba relajarme y dejar que
el día terminara. Sin embargo, mi mente seguía insistiendo
en querer más contacto con él. Tan impredecible.
—Ya casi es invierno, Blair. Deberías cubrirte un poco —
dijo con una voz nítida e impresionante—. No saques
todavía al animal que llevo dentro.
—Liam...
Su cuerpo cayó en la cama estrepitosamente. Me giré y
lo observé atentamente. ¿Realmente era peligroso? Sus
manos estaban cruzadas debajo de su cabeza, su torso
estaba desnudo y la parte baja cubierta en la colcha. ¿Se
había puesto calzoncillos?
Obvio que sí, Blair.
—Deja de mirarme y duerme —me dice cuando se da
cuenta que no dejo de admirarlo.
—Pareces mi padre —le dije juguetona.
—No soy tu padre, pero puedo convertirme en uno. —
Giró su cabeza hacia mí y automáticamente hice lo mismo
pero observando el techo.
—¿Es una amenaza? —susurré mientras sentía esa
aprensión en mi pecho, notaba que mi corazón estallaría en
cualquier momento.
—Quizás.
Nuevamente silencio. No esperaba algo así, pero
tampoco me importó. Sus enormes brazos me rodearon
mientras su cabeza se apoyó en mi pecho.
Dejé que lo hiciera, hacía mucho tiempo que no sentía el
calor de alguien sobre mí. No había nada que decir y me
alegraba que no hubiera un ambiente incómodo.
Muy por el contrario, el silencio se había convertido en
algo que nos caracterizaría.
Capítulo 25
DESCONOCIDO

Había sido una noche interesante, no podía negarlo.


Fue increíble verla con esa ropa, apreciar su sonrisa,
disfrutar por momentos de su calor y aroma. A veces
intentaba olvidar por qué me obsesioné con ella, por qué
me afectaba tanto su existencia.
Las primeras horas en la fiesta transcurrieron normal,
casi aburridas, sin ningún color. Por supuesto eso cambió
cuando vi a ese idiota tocando lo que sólo me pertenecía a
mí. Me gustó mirar cómo Blair se desenvolvía, haciendo
todas las cosas que le enseñé en el pasado.
Fue divertido vigilarla desde el bosque. Fue excitante
tocarla y hablarle. Sabía todo de Blair y tanto para ella como
para mí, no era bueno que Darling viviera, aunque sabía
que ella solo era el títere de alguien más. Por eso decidí
matarla, porque no quería que mi muñeca se ensuciara las
manos con una basura como Darling. Pero iba a ser
demasiado aburrido degollarla y sacar sus intestinos, así
que una grandiosa idea fluyó por mi mente mientras iba
paso a paso hacia mi presa. ¿Por qué asesinar a una, si
podía hacerlo con dos? Toda la información que necesitaba
de Darling, la retenía en mi mente, a nadie le importaría si
desapareciera.
Y esa otra chica, definitivamente no era buena para Blair.
También moriría.
Ya había mantenido unas cuantas conversaciones con
Darling, sin embargo, esta última, fue la que acabó con su
existencia. ¿Creer en la labia de un mentiroso? Solamente
podía ser ella y su amor absurdo hacia mí. Y como había
predicho, mi presa se encontraba con su amiga, en la
ciudad, detrás de una vieja casa abandonada. Sonreí y besé
sus mejillas. Estaban heladas por las bajas temperaturas,
pero no me importó. Esta era una hora aceptable para jugar.
Ningún fisgón, nos favorecía la oscuridad y lo mejor, podían
gritar lo que desearan que nadie las escucharía.
—¿Las hice esperar mucho, señoritas? —pregunté
agarrándolas a cada una del trasero mientras el aroma de
sus perfumes llegaban a mis fosas nasales.
—Te dije que no te arrepentirías de este reencuentro —
susurró Darling a su amiga. Ella sonrió y la besé en sus
delgados labios mientras la morena se encargaba de
acariciar cada zona sensible de mi cuerpo.
—No sé por qué estoy haciendo esto, Blair es importante
para mí y te quiere —murmuró la otra separándose de mí,
pero no se lo iba a poner fácil, tenía decidido acabar con
cada miembro del círculo—. No se lo merece —susurró y la
callé mordiendo fuertemente su labio superior, justo como
se lo hacía en el pasado.
—Shh. ¿Me deseas? —susurré acariciando su mejilla y
cuando asintió elevé mi labio superior—. Con eso me basta.
Nadie tiene por qué enterarse.
Esas palabras bastaron para que pusiéramos nuestros
pies en la casa. La madera crujió un poco y el viento gélido
hizo un ruido espeluznante por todo el lugar. Ellas temblaron
y las arrimé más a mi piel. Ni siquiera podía creer lo fácil
que estaba resultando todo, ambas confiaban en mí por el
pasado que nos unía, solo que no tenían idea de lo mucho
que había cambiado en este tiempo y lo fascinante que me
resultaba asesinar a sangre fría.
Caminamos despacio hasta el sótano y entramos a una
de esas oscuras habitaciones. Darling encendió la linterna
de su teléfono y la puso sobre unas maderas apiladas.
Algunas ratas corrieron sobre nuestros zapatos mientras
ellas desempolvaban una antigua cama medieval. Yo había
estado aquí una hora antes para preparar todo a mi gusto y
por supuesto, esta no era la habitación del terror, tampoco
tenía pensado follar con ellas como se los había prometido.
—Iré a por unas botellas de alcohol —ellas se miraron y
asintieron mientras se miraban y sus ojos divagaban hacia
sus bocas. Sabía que habían bebido mucho en la fiesta y
que posiblemente cayeran desmayadas antes de que se
dieran dos tragos más—. Las castigaré si comienzan la
fiesta sin mí.
Rieron y lo último que vi antes de salir, fue cómo unían
sus labios en un apasionado y devastador beso mientras se
desvestían y lanzaban las prendas al suelo. Entré a la
habitación contigua a esa y chasquee mi lengua cuando
aprecié todo a mi alrededor. Había colocado cada cosa en
un sitio específico para que estuviera perfecto, la
iluminación, el incienso, la baja melodía. En el fondo del
cuarto había una gran caldera con agua hirviendo. Estaba
seguro que sus cuerpos se ajustarían perfectos a la
amplitud cuando las obligara a bañarse en esa agua
caliente.
Encendí un cigarrillo y aspiré lentamente, imaginando
cómo el humo se dispersaba entre la oscuridad. Luego,
cuando terminé, agarré la botella de whisky que había
comprado con anterioridad y eché un par de somníferos
dentro. Dado el hecho de que ellas y yo teníamos un pasado
y hasta en cierto momento fueron importantes para mí, no
quise golpearlas hasta que perdieran el conocimiento.
Cuando volví a poner un pie en la habitación donde
estaban las chicas, me sorprendí al encontrármelas en pleno
sesenta y nueve. Ambas gimiendo y anhelando ese tan
deseado orgasmo. Puse la botella en el suelo y las agarré a
ambas por el cabello. Hice que rápidamente se levantaran y
me mostraran sus sucios y sudorosos cuerpos. Gimieron
ante el contacto y sus bocas se abrieron suplicantes. Abrí la
botella y aprovechando que todavía se encontraban con sus
bocas abiertas comencé a llenárselas con el alcohol. Ambas
estaban bebiendo grandes dosis y eso era lo menos que
esperaba de estas señoritas.
—Bebamos por este fabuloso encuentro —musité y les
extendí esta vez la botella para que tomaran a su antojo.
Los efectos de esa droga serían rápidos. Yo también
debía ser rápido para arrastrarlas a cada una a la caldera
hirviente. La primera en caer fue ella. Solté una carcajada y
Darling percibió lo que había ocurrido. Intentó golpearme,
pero fue en vano, la frágil paloma, cayó en los brazos de su
captor. Con su cabeza en mi hombro izquierdo y su cuerpo
inerte, comencé a arrastrarla. Tomé una bocanada de aire,
no sabía cuánto pesaba la condenada. Apoyé su cuerpo en
el metal caliente y luego la lancé sin premeditación al agua.
Di un salto cuando salpicó un poco sobre mis zapatos.
Luego tuve que correr para sacar su cabeza quemada y
amarrar sus brazos a unos tubos que había en los extremos.
—Ahora sí que perdiste tu figura, querida —reí
cínicamente e hice el mismo proceso de traslado con mi
otro cervatillo.
Coloqué una silla a una distancia prudente de ellas y me
senté apoyando mis brazos en el respaldar. Encendí otro
cigarro y exhalé mientras esperaba a que despertaran. A los
segundos, unos desgarradores gritos retumbaron en todo el
lugar. Les mostré mis dientes en una perfecta sonrisa
mientras terminaba de fumar. Ver la complejidad de sus
caras sin entender absolutamente nada de lo que haría y al
mismo tiempo escucharlas quejándose de dolor, se convirtió
en un sentimiento tan tranquilizador, aunque sabía que
tendría problemas ya que ellas no cumplían con el patrón de
mis víctimas.
—¡Maldito hijo de puta! ¿Cómo confié en ti de nuevo? —
gritó histérica tratando de zafarse, giré mi cabeza mientras
sonreía y movía mi dedo índice de un lado a otro.
—¿Arde? ¿Quema? ¿Duele? —dije esperando ansioso su
respuesta, parecía histérica, muy diferente a la actitud que
tenía frente a mi chica.
—¡Sácame de aquí! —gritó horrorizada.
—Creo que no —farfullé caminando hacia ellas para darle
la vuelta a la caldera de agua—. De igual forma, no durarán
mucho tiempo más.
Me acerqué un poco más hasta pegarme a ellas y
comencé a tejer una trenza con sus cabellos de diferentes
colores. Era increíble ver las erupciones que se habían
hecho en sus cuerpos. Necesitaba esto, quería salir de la
absurda monotonía en la que estaba, reteniéndome a mí
mismo para intentar ser un buen hombre para Blair. Pero no
podía ocultar el alma de destripador que vive en mi interior,
porque cuando pasaba mucho tiempo retardando mis
crímenes, solo conseguía ser mucho peor cuando me
liberaba.
—Sabía que estabas enfermo, pero nunca creí que tanto
—murmuró la angelical chica al lado de Darling, la peor
mentirosa de todas.
—No lo provoques —musitó Darling sin dejar de hacer
muecas con su boca—. Sabes lo que es… —y entonces se
mantuvo en silencio sin terminar la frase.
—¿Qué soy Darling? —susurré con cinismo. Ella se
mantuvo en silencio—. ¡Dime! —grité encolerizado.
—Deberías vigilarlo más —dijo al fin cambiando
totalmente de tema. En un primero momento no entendí a
qué se refirió y eso la hizo sonreír—. Creo que ya se te
adelantó con Blair.
—¿En serio? —solté con sarcasmo una vez que acerté en
sus pensamientos—. No sabía nada. ¿Y qué más ocurrió con
él, Darling? —le pregunté llevando mi mano a las ampollas
que se estaban haciendo en su rostro.
—¿Te duele que se la haya follado él? —Apreté mis
puños. Claro que dolía. Ella era solo mía.
Sólo yo podía tocarla.
—Me divirtió ver cómo Aiden jugaba a superarme. ¿En
serio piensas que puede ser rival contra mí? —Abofeteé su
rostro un par de veces hasta que salió sangre de su labio.
Esto se estaba convirtiendo en una venganza personal.
Ella cerró los ojos y dejó que golpeara su cara un poco
más. Todos siempre tenían una idea errónea de mí. Era
cierto que amaba enfermamente a Blair, pero eso no
significaba que fuera mi debilidad. Ella solo le dio vida a mi
juego. Ella solo iluminó mis días grises con sus ingeniosas
ocurrencias.
—El mensaje ya fue dado y... ¿adivina qué? —se rió y
luego tosió expulsando sangre de su boca—. Si me matas, el
nuevo juego dará inicio, él ya casi tiene la confianza de Blair
y Elizabeth está deseosa de conocerla.
—Eso hará mucho más divertido todo esto —le dije
alzando una ceja para que no notara que esas palabras me
habían preocupado. Mierda, mierda y más mierda. Sabía a
quién se refería con él, y ese hombre no podía estar cerca
de Blair—. Ahora, dejemos de hablar y observa lo que te
haré después.
Vi a la otra chica que se mantenía silenciosa. Sus ojos
expresivos y llenos de lágrimas lograron hacerme
estremecer de placer.
—¿Qué ocurre hermosa? —Tomé su mentón y lo apreté
con fuerza—. ¿Habías olvidado lo loco que estoy?
—Nunca —atinó a decir sin mirarme a los ojos—. Solo no
olvides cuando me mates, que fui yo la que te ayudó a
sacer la mejor versión de ti. —Mordí mi labio inferior
recordando aquellos momentos en el viejo internado
abandonado de este pueblo—.Todavía puedo ayudarte a
recuperarla.
Mis labios se curvaron en una sonrisa cínica.
—¿Ayudarme? —asintió con un hilo de esperanza en sus
pupilas—. Muy bien, tienes cinco minutos de mi atención. Si
no logras convencerme, alimentaré mis malos hábitos.
—Ella, no te quiere, su corazón no es tuyo, nunca lo fue y
ahora está con otra persona y no me refiero a Aiden.
—Error. —Me acerqué a una estantería de madera y
alcancé un hacha. Sus pupilas se dilataron cuando vio
aquella arma—. Blair no tiene por qué quererme aún. —
Desaté uno de sus brazos y lo extendí sobre el borde de la
caldera—. Un pequeño consejo, muerde tus labios para que
de alguna forma equilibres el dolor.
—¡No! —chilló—. Antes de venir aquí la vi escaparse con
él, fueron a su habitación. Todos sabemos que ella caerá
ante la tentación.
Una ligera punzada en la ingle hizo que mordiera mis
labios. ¿Mi Blair durmiendo en los brazos de otro chico? ¿Por
qué? ¿En qué momento me volví tan ciego que no me
percaté?
—No sé si quiera seguir escuchando —mascullé dejando
el hacha caer en el suelo.
—¿Tienes miedo de perderla? —interrumpió Darling
haciendo que nuevamente mi sangre volviera a arder.
—Nunca ha sido mía. No tengo intención te tomar un
papel que no me pertenece —le dije mirándola a esos ojos
tan cristalinos.
—Eres tan...
Fue entonces que alcé el hacha y en un rápido y ágil
movimiento, trocé el antebrazo de la chica. «Menudo filo
tiene». Pensé y sonreí mientras recogía esa parte de su
cuerpo y la arrojaba al agua. Sus gritos, sus ojos mirándome
con horror, eran lo que siempre había buscado y con lo que
hacía tanto tiempo nadie me complacía.
—Ahora sí quiero escuchar su nombre —curvé mis labios
en una retorcida sonrisa mientras veía la sangre saliendo de
su brazo—. ¿Me dices por favor? —le pregunté en un tono
juguetón.
Saboree mis labios al observar su líquido vital hacer un
camino hacia la salida. La canción Demons comenzaba a
sonar en la hermosa atmósfera que habíamos creado. Al ver
que no decía nada y que ya volvía a apetecerme escuchar
más lamentos, agarré su lengua con mis dedos y la apreté
fuertemente mientras acercaba el hacha a su boca.
—Si no quieres hablar, supongo que no necesitarás más
tu diminuta lengua. —Dejé escapar una carcajada mientras
las lágrimas empañaban sus ojos—. ¿Prefieres que el corte
sea de arriba hacia abajo o de un lado a otro? —chilló y la
solté para que hablara.
—Espera, lo diré, es Liam —titubeó sin poder pronunciar
bien las palabras—. Ellos se ducharon juntos y ella le pidió
dormir con él. Escuché cómo le confesaba su amor.
—¿Tengo que creer todo o solo una parte, querida? —
Rasqué mi cabeza, era imposible que Blair hiciera tal cosa
mucho menos cuando tenía sentimientos por otro chico.
—Te dije la verdad. Ahora llévame al hospital por favor —
suplicó intentando detener el sangrado, por supuesto eso
era una misión imposible dado el hecho de que su otra
mano estaba prisionera con las cadenas.
—Cuando yo te dije por favor, no hablaste... ¿Por qué
debería hacerte caso yo ahora?
—Te lo suplico, no quiero morir... —susurró mi nombre y
me encantó escuchar el tono que aplicó.
—No quieres morir, yo no quiero que me mientas —decía
pasando el hacha por el centro de la trenza, ocasionando
que las hebras de sus cabellos cayeran en el suelo—. ¡Las
cosas no siempre son como uno quiere!
Agarré su lengua y lentamente la corté. Su garganta
expulsó un gratificante augurio que me provocó hacerla
sufrir más. Volví a alzar el arma y la clavé en su cabeza. Una
última lágrima se deslizó de sus negros ojos. Un extraño
éxtasis de satisfacción me sucumbió.
Amaba esto y sabía que cuando empezaba, no podía
detenerme luego.
—Es tu turno Darling —silbé pasando alrededor de ella,
podía sentir el miedo con el que me miraba. De seguro
pensó que no sería capaz de asesinarla—. Contigo seré
diferente, a ti te dejaré elegir de qué forma prefieres morir.
—Quiero escuchar mis opciones.
Quedé fascinado con su respuesta. Ella siempre tenía
algo interesante que decir.
Era una lástima que ya fuera valiosa.
—No me arrepiento de haber conocido a una perra tan
inteligente como tú —le di una sonrisa recordando aquella
vez que me traicionó para ayudar a ese malnacido.
—Eso es un halago viniendo de tu parte.
—Gracias.
La inteligencia es mi fuerte. Me encantaba admirar la
belleza humana, me gustaba apreciar cómo de ingenua era
cada persona. Me gustaba cuando aparecían varios seres
inferiores que intentaban parecerse a mí, cometiendo
siempre ese grave error de principiante, porque esa era una
tarea en la que siempre fallarían.
—Tienes tres opciones. Número uno, morir como tu
preciada amiga. Número dos, mutilarte frente a mí, las
partes del cuerpo que yo elija —hice una pausa acariciando
su piel magullada, ella soltó un quejido cuando clavé una de
mis uñas en su rostro—.Y tres, mi favorita, dejar que abra tu
abdomen y arranque tus intestinos con mis propias manos.
—Me sorprendiste, realmente innovador. ¿Tanto odio me
tienes? —farfulló prepotentemente.
—Elige de una vez porque si lo hago yo será peor,
Darling —musité ignorando su pregunta.
—¿Tan insignificante fui para ti? —murmuró mirándome
con esos ojos que no denotaban ninguna emoción en mí.
—Fuiste, eres y serás como el excremento que te
encuentras por la calle y estás loco por limpiar. —Ella
entreabrió la boca para hablar, pero la callé poniendo uno
de mis dedos en sus labios—. ¿Recuerdas el día que nos
conocimos en esa fiesta? Te dije que no necesitaba
compañía, que me gustaba estar solo, con mi dolor. Pero te
pegaste como una garrapata a un perro y por esa
insistencia es que te follé. Solo eso Darling. No confundas
ganas con amor.
—¿Por qué ella? ¿Qué rayos tiene Blair para que todos
estén detrás de ella? —alzó su voz y la abofeteé
fuertemente.
—Silencio. Yo estoy hablando en voz baja —sonreí, a
veces pensaba que todas las horas en las que intenté
enseñarla en el pasado sobre mí habían sido en vano—.
¿Puedes hacer lo mismo?
—Pero dime joder. ¿Por qué no puedes amarme? Todo
esto lo hice por ti.
—Mi pasado con Blair viene desde nuestra niñez. Ella me
ayudó mucho para que no me hundiera en ese mar de
desesperación. Me hizo crecer sin darse cuenta. Me
enamoré de ella sin quererlo. A causa de mi muñeca
comenzaron mis juegos. Pero no me importa porque ella es
como yo. Ella me ama aunque no lo sepa todavía. Y tú eres
solo un estorbo en nuestras vidas.
Cuando alcé la mirada y me enfrenté nuevamente a
Darling, aprecié las enormes gotas que se acumularon en
sus ojos. Me gustaba ver a las personas sufrir, me
emocionaba descubrir sus debilidades, sus miedos, sus
gustos. Me apasionaba eliminar lo que más amaban.
—Quiero que cumplas la promesa que le hiciste a ella —
la observé con un poco de confusión y a la misma ves con
diversión.
—¿Me seguiste en la fiesta?
«Que pregunta más tonta, por supuesto que lo hizo».
—Tenía que verte. Te amo —una carcajada salió
libremente de mis labios, era la cosa más estúpida que
había escuchado hoy.
—Patética.
Sin pensarlo mucho, coloqué en mis manos unos guantes
y luego comencé a asfixiarla. Mis brazos hacían presión en
su cuello, eliminando los intentos fallidos que hacía para
respirar. Sin darme cuenta, comencé a descargar todo mi
odio, toda mi frustración en su piel. Los ojos se me
nublaron. Suspiré mientras recobraba la visión, dándome
cuenta de que ya no quedaba vida en ese cuerpo. Observé
sus saltones ojos abiertos y los escupí. Al fin me había
deshecho de las malas hierbas. La desaté y la coloqué en el
suelo. Saqué el hacha de la cabeza de la otra chica y la
posicioné en su abdomen.
Corté su piel y fue una sensación extrema. La sangre
manchando mis manos y mi ropa. Su piel abriéndose en
dos. Sus ojos mirándome con su última expresión de terror.
Todo era fabuloso. Estaba disfrutando el momento más que
nunca. Con mis manos abrí más su piel hasta que me hundí
en su cuerpo. Agarré lo primero que toqué y lo jalé con
fuerza hacia el exterior. Gotas de sangre salpicaron en mi
cara y algo más se reventó en su interior.
Todo estaba listo para Blair.
Ahora comenzaba todo.
Blair sería mía, solamente mía.
Capítulo 26
BLAIR

Habían pasado varios días desde que amanecí al lado de


Liam, en su cama. Aquella noche no pude dormir
prácticamente nada, creo que él tampoco lo hizo. Se la pasó
acariciando mi espalda mientras que yo le susurraba la
historia que compartí con Aiden y Damon en la fiesta. No
me pregunten por qué lo hice, porque no sabría qué
responder, pero en ese espacio de tiempo me sentí muy
bien a su lado. Sonará bastante idiota, pero fue la mejor
noche desde que llegamos a Dark. No supe en qué
momento me quedé dormida, pero cuando abrí mis ojos en
la mañana estuve observándolo hasta que despertó y me
lanzó la almohada en la cara.
Su camisa me quedaba extremadamente larga y ancha,
pero eso no fue impedimento para que bajáramos al primer
piso. Preparamos el desayuno, conversamos un poco sobre
cosas triviales de la vida y algo que no puedo negar es que
me reí demasiado, después de todo, Liam no parecía
peligroso, solo que —citando sus palabras textuales—, le
gustaba disfrutar del sexo siempre que su polla tuviera una
erección. Luego de eso, lo ayudé a limpiar cada rincón de la
casa. Expulsamos a varios chicos que seguían durmiendo y
vomitando por los rincones. Cuando estuvimos a punto de
terminar, Lexy se nos unió. Ella había pasado la noche
fuera, supuse que con Lucía.
Liam y yo nos habíamos dado cuenta de los chupetones
y marcas que no eran las mismas que él le había dejado.
Pero a ella no pareció importarle que su hermano la viera y
a él, mucho menos. Me dejó en la casa alrededor de las
once de la mañana. Ese día, él me justificó en la
Universidad. Con mi familia todo estaba fluyendo de
maravilla. Mis padres estaban más comprensivos de lo
normal, como si alguien hubiera hablado con ellos. También
me informaron que Judith les había dicho que se iba unos
meses fuera de la ciudad porque una amiga de la cual no
tenía ni la menor idea, le ofreció una beca en una
Universidad de Estados Unidos.
Esa misma mañana, pegué un grito de horror. Mis manos
fueron a mi boca cuando encontré tripas y algunos órganos
sobre las sábanas de mi cama. Luego me reí con mucha
satisfacción, ese desconocido lo había hecho. Cumplió con
su palabra y ahora le debía un favor. Sin Darling en mi
camino, todo estaba aparentemente normal. Pero aún había
algo que me incitaba a averiguar más sobre los secretos
que abundaban a mi alrededor.
Por un lado tenía a Damon y Darling. Tendría que
averiguar el significado de esa nota, aunque ya no tuviera
ningún valor. También estaba Aiden y su pequeño secreto
de por qué solamente hablaba conmigo. Por último, Liam. Él
causaba cierta intriga en mí. También estaba ese frasco
¿Qué contenía? Y lo más importante ¿Por qué lo ocultaba?
En el resto de los días me los pasé estudiando,
escuchando música. Todo lo que fuese necesario para sacar
de mi mente a Damon y ese error que cometí al tener sexo
con Aiden. Fue mucha suerte no tropezarme con ellos por
los pasillos de la escuela o de camino a casa. Un solo día vi
a Damon bajo un árbol del campus leyendo un libro. Él no
me vio. Luego, no fue más a la Universidad, era como si se
lo hubiera tragado la tierra.
Con Aiden fue diferente. Lo veía cada maldito día
sentado a mi lado, sólo que me ignoraba. En todo ese
tiempo, el único que se me acercó fue Liam. Es que hasta
las chicas con las que solía juntarme se distanciaron. Ellas
por el contrario, andaban más unidas que nunca,
tomándose fotos y subiéndolas a sus redes sociales. Liam
me decía que estaban celosas porque ellas necesitaban la
atención de algún chico y ninguno se la daba.
Y después fue lunes otra vez. Ya nos acercábamos a las
rectas finales del primer semestre y con ellas venían los
exámenes. También teníamos que entregar el dichoso
trabajo que había orientado Liam. La suerte era que ya no
me afectaba tanto hacerlo con él. Hasta me agradaba la
idea. Mamá se marchaba al día siguiente a un balneario.
Papá seguiría trabajando. Entonces, estaría completamente
sola, de no ser por las inesperadas visitas que se
avecinaron.
Llevé otra palomita de maíz a mi boca mientras veía una
película. Mi vestimenta era un desastre, pero estaba
justificada porque era domingo. De pronto, escuché unos
ligeros toques en la madera de la puerta. Me levanté con el
plato de palomitas, me puse las pantuflas y abrí.
Literalmente escupí lo que estaba comiendo cuando lo vi.
Guau. Tremendo cambio que había pegado. Él vestía unos
pantalones cortos y una camisa blanca con cuadros negros.
El cabello peinado hacia los lados. Perfumado y con una caja
de bombones en sus manos.
—Adrien —musité mirando cómo me observaba de arriba
hacia abajo. Seguí el recorrido de su mirada y me di cuenta
el espantoso vestuario con el que lo había recibido—. ¿Qué
te trae por aquí?
—¿Recuerdas la cita que íbamos a tener y que nunca
sucedió? —asentí penosamente, también le mentí, ni
siquiera recordaba esa cita. Todos estos días en lo único que
había pensado se llamaba Damon, Aiden, Liam y en la
desaparecida de mi hermana que no había llamado ni una
sola vez para decir que estaba bien, aunque sea—.
¿Podemos dar una vuelta por la ciudad? —me dijo con una
sonrisa.
¿Cómo podría resistirme a tal encanto?
Miré la hora y eran casi las cuatro de la tarde.
—En pocas horas dan el toque de queda —le dije
mientras llevaba otra palomita de maíz a mi boca—. No
quiero problemas en la casa y tampoco con el Sheriff, ya
sabes lo que les pasó a esos chicos.
Lo que trataba de explicarle, era que en los últimos días,
como siempre, seguía sin respetarse el decreto que había
puesto la ley de Dark. El famoso asesino seguía matando y
todos estaban más que asustados. Cerca de aquí, por la
casa de Lucía, se encontraron dos cuerpos de dos chicas.
Según habían dicho en las noticias, sus rostros estaban
desfigurados, así que no podrían hacer una rueda de
reconocimientos con los familiares. Luego informaron que
esas chicas no eran del pueblo, ya que ninguna familia
había reportado ninguna pérdida reciente o alguna
desaparición.
—Regresaremos antes de las seis —me dijo casi
suplicando mientras unía sus manos y me miraba fijamente
a los ojos—. Lo prometo.
Dudé por unos segundos, pero terminé aceptando. No
pasaría nada malo por salir unas horas. Subí y me puse algo
más decente para la ocasión. Me peiné adecuadamente y
unté algo de colonia. Salí de la casa con mucho cuidado
para que mi padre, quien estaba roncando literalmente en
su habitación no se despertara. Adrien caminó a mi lado por
las desiertas calles del pueblo, hasta pasamos por un
parque que juro que en todo el tiempo que llevaba aquí,
nunca lo había visto. Nos sentamos en unos bancos, respiré
profundo cuando el viento frío azotó mi rostro. Miré hacia
Adrien mientras movía mis piernas de adelante hacia atrás
y lo vi sacar de una mochila que no me di cuenta que
llevaba, una botella de alcohol y un vestido de novia.
—¿Quieres beber? —su pregunta me toma por sorpresa,
últimamente había roto demasiadas reglas de convivencia y
lo único que hacía era beber.
—No, no bebo a estas horas del día —negué su gesto y
detuve el movimiento de mis piernas para mirarlo—. ¿Puedo
preguntarte algo?
—Claro, para eso vinimos —musitó un poco sonriente—.
¿Conocernos un poco más? —asentí ante su pregunta.
—¿Vas a casarte? —le apunté al vestido y él elevó una
ceja con diversión.
—No es mío —murmuró y la apartó de mi vista
guardándolo nuevamente en la mochila.
—¿Y de quién es? —volví a preguntarle. En realidad, era
solo una pregunta para sacar algún tema de conversación,
aunque me daba cierta curiosidad saber por qué llevaba un
vestido de novia en la mochila.
—De mi hermana. Te hablé de ella aquella vez. —Lo
recordé vagamente, debía admitir que aquel día no le presté
mucha atención por andar pensando solamente en Damon
—. Está de visita con su prometido, vinieron porque él
quería celebrar la boda en este lugar —lo vi reír con sorna—.
¿Tiene que estar loco, cierto?
—Bueno —sonreí con gracia, ya que después de todo
Dark había resultado bastante acogedor—, supongo que
tendrá algún encanto.
—No lo entiendes Blair —habló sin mirarme a la cara, sus
ojos estaban fijos en sus zapatos—. Ella no se encuentra
bien del todo, hace años no venía aquí y justo lo hace para
casarse con ese chico, del cual lo único que sabemos es que
su padre es muy adinerado.
—¿Quieres hablar de ello? —le dije y se dio un trago de
alcohol, al parecer sí que necesitaba desahogarse.
—No hay mucho que contar, ni siquiera yo lo entiendo. —
Volvió a pegar sus labios a la botella y luego sonrió, aunque
no era una risa alegre, más bien era la más triste que había
visto en él desde que lo conocía—. Él no vivía aquí, pero
ahora ella no deja de hablar de su perfecto novio y de una
chica que es su amiga, y cuando le pregunté por el nombre
de esa chica simplemente me dijo que eso no era de mi
incumbencia —se rió para sí mismo y luego me miró—. Y sé
que miente, mi hermana no tenía amigas aquí.
—No sé qué decirte Adrien —mascullé acariciando el
dorso de su mano con premura.
Sonrió y frotó mi cabello suavemente.
Luego bebió de nuevo.
Adrien era un chico bueno, o eso me había demostrado
hasta ahora.
—¿Sabes que te pareces un poco a ella? —odiaba esas
preguntas retóricas en las que nunca sabías que responder,
así que me quedé en silencio y me limité a escucharlo—. La
única diferencia es que tú eres mucho más hermosa. —
Sonreí por ese intento de coqueteo—. ¿Cómo te va la vida
Blair?
—Supongo que bien —y ese fue mi momento para
expulsar una larga y profunda bocanada de aire—. Rodeada
de amores, estudios, problemas. Lo normal en nuestra edad.
—Creo que sí —admitió frotando su cabello, haciendo
que esos mechones rubios apuntaran aún más en todas
direcciones—. ¿Por qué dejaste de ir a las reuniones?
—No es lo mío —dije dirigiendo mi mirada al cielo, las
nubes grises se amontonaban encima de nosotros—. Y
también porque ya no está mi hermana para obligarme.
—También es verdad. —Nos reímos por ese comentario,
hablar de Judith me hizo ponerme un poco sentimental,
nunca habíamos pasado tanto tiempo separadas, ni siquiera
cuando mi madre me dejaba en la casa de nuestra tía y se
marchaba con ellas unas horas—. Fue lo mejor, aunque me
resulta gracioso que después que te marchaste tampoco ha
ido Damon y Liam no deja de hablar de ti con las chicas
nuevas, sólo espero que no hayas caído en el hechizo
Gilbert.
—¿Hechizo Gilbert? —le dije un poco confundida.
—Así le llamo a todas chicas que se emboban con él, que
tienen relaciones sexuales, digamos por un día máximo y
luego son olvidadas —escucharle decir eso me hizo soltar
una pequeña carcajada. Si supiera la noche que pasé con él
sin que ocurriera nada, además de todas las otras veces en
las que nos hemos visto solo para hablar—. Hasta ellas
olvidan lo que hicieron para no parecer tan patéticas.
—Entonces debo decir que no caí en el hechizo Gilbert —
murmuré con una sonrisa pensando en ese demente de
cabellos blancos que hace un mes no podía ni ver—. Sólo
somos buenos amigos.
—Liam no es amigo de nadie —saltó a la defensiva—.
Siempre recuérdalo, si todavía está a tu alrededor, es
porque le interesas.
Eso que dijo, no me sorprendió. Si unía las palabras de
Lucía con las que me acababa de decir Adrien, obviamente
Liam quería acostarse conmigo y descubrir si tenía eso que
tanto buscaba en las mujeres. Pero es que yo no tenía otros
ojos hacia él, más que de amigos. Pasó otro rato más y ya
estaba frente a la puerta de mi casa nuevamente. Adrien
caminó hasta las primeras escaleras y me giré para
despedirlo.
—Fue divertido salir contigo —le comenté uniendo mis
manos mientras lo veía sonriente.
—Y más cuando me resbalé con el charco y me empapé
el trasero —volví a reír cuando dijo eso, definitivamente ese
instante en el que cayó en el suelo nunca lo olvidaría.
—Eso fue lo mejor —admití sin dejar de reírme, él imitó
mi acción.
—Permíteme salir de nuevo contigo —me pidió
amablemente y bajé mi mirada al suelo. No quería
engañarlo porque era un buen chico, pero si salía de nuevo
con él sería como amigos, Adrien no era mi tipo—. Quiero
llevarte a tomar helado.
—¿Puede ir tu hermana? —le pregunté abriendo mis ojos
muy emocionada—. Quisiera mucho conocerla y hablar con
ella.
—Sí, eso sería genial —dijo no muy convencido. Sabía
que esperaba algo más de mí, pero como dije, soy fan
número uno del peligro y sabía que con Adrien no iba a
obtener más que un simple misionero en la cama—. Bueno,
nos vemos mañana.
Besé su mejilla y luego moví mi mano de un lado a otro
hasta que él dobló la calle. Iba a cerrar la puerta cuando
escuché algunos ruidos extraños, seguidos por silbidos. Miré
a mi alrededor y no vi a nadie. Luego observé la hora y
faltaba un minuto para las seis. Aquel sonido seguía
incrementándose y ahora le seguían pisadas. Silbido.
Pisada. Crujido. Llanto. Risas. Presioné mis sienes y cerré los
ojos tratando que se detuviera. No podía gritar o papá me
escucharía, pero tampoco sabía qué sucedía y quería
averiguarlo. ¿Era mi mente?
Comencé a llorar en silencio, todavía de pie frente a la
puerta. De pronto, vi una sombra moverse de una acera a
otra. Mis pies se movieron solos siguiendo sus pasos. Se
detuvo detrás de un árbol. Llegué y me llené de valor al ver
que no se trataba de una alucinación. Era humano. Era real.
Mis dedos temblaron unos centímetros alejados de su
abrigo. Él se giró y sin esperármelo, me abrazó. Sus manos
calientes me rodearon y me apretaron contra su pecho. Dejé
de respirar por unos segundos. ¿Quién era este tipo?
Entonces, su olor, sus lágrimas cayendo en mis hombros y
su tacto delicado, me hicieron pensar en una sola persona.
Él.
—Extrañaba verte Blair —susurró en mi oído muy
lentamente. Su voz era un detonante y sabía que con su
presencia cerca de mí, la bomba explotaría muy pronto—.
¿Por qué te fuiste? ¿Por qué huiste de mí?
Al escuchar sus palabras, al comprender el tono que
utilizó, me hizo entender, que realmente era él. «Lo tienes
superado Blair». Me dije a mi misma. Pero todo se fue al
carajo cuando tomó mi cara y unió nuestros labios. Esos
labios que tanto había extrañado, con los que había soñado
más de una vez. Esto estaba mal, no debía suceder. Ni
siquiera debía plantearme besarlo. Pero es que él sabía
cómo hacerlo. Era genial sentir su lengua sobre mi boca, sus
dientes sobre mi piel.
Entrelacé mis dedos en su cabello y lo apreté por la
inmensa necesidad que me había ocasionado volver a verlo.
Agarré con mis dientes su labio inferior y lo mordí tan fuerte
hasta que escuché un jadeo de su parte. Salió un poco de
sangre que chupé y saboree como si fuera el líquido más
sabroso del mundo. Él me lanzó contra el árbol, alzó mis
manos y abrió un poco mis piernas, metiendo la suya en
medio, presionando mi zona íntima. Sus dedos presionaban
con fuerza mis muñecas mientras su boca devoraba la mía.
Su otra mano llegó a mi cuello y me apretó con gentileza.
Sonreí.
En un movimiento rápido y aprovechando que debilitó su
agarre, lo tomé del cuello y lo puse en mi antigua posición.
Sus manos fueron esta vez a mi cintura y me atrajo a él
mientras abría un poco sus piernas. Su cabello cayó sobre
sus ojos y los hice a un lado. Amaba ver las hermosas
esmeraldas que tenía como ojos. Me detuve por un instante
para cerciorarme que realmente era él y volví a sonreír.
Sostuvo mi mano que todavía se encontraba en su rostro y
la llevó a sus labios, la pasó por su labio inferior lentamente
mientras respiraba como sólo él sabía. Luego depositó
varios besos a lo largo de mi brazo hasta que llegó
nuevamente a mi boca.
—¿Cómo sabes dónde vivo? —dije separándome
lentamente, todavía no podía creerme que lo tuviera
enfrente. ¿Por qué había vuelto? ¿Por qué de nuevo sentía
que estaba perdiendo toda mi estabilidad emocional?
—Te he vigilado —murmuró sobre mis labios sin dejar de
apartar sus manos de mi rostro—. ¿Cómo te fue la cita con
ese chico? ¿Te gusta?
—Bien —respondí sin mucha dilación—. Es un gran chico.
¿Te molestaría que me guste? —eso último lo dije porque
quería molestarlo.
—Si te gustara, cosa que creo poco probable porque no
es tu tipo, iría a dónde está él y le susurraría "Está contigo,
pero en quien piensa es en mí"—susurró cada palabra
lentamente en mi oído ocasionando que cada maldito vello
de mi cuerpo reaccionara ante su voz.
—¿Tan creído te lo tienes? —sonreí besándolo
nuevamente, él no tenía ni la mínima idea de cuánto lo
había extrañado todo este tiempo.
—¿Sabes que por más que lo intenté no he podido
olvidarte? —musitó llevando un mechón de mi cabello
detrás de mi oreja.
—Yo tampoco —confesé, pero él no pareció creerme del
todo.
—No me mientas —murmuró mirándome fijamente con
esos ojos grises que tenían la capacidad de hacerme
enloquecer—. Sé que sientes algo por un chico.
—¿Cómo sabes eso? —Alzó una ceja como diciéndome lo
que era más que obvio—. Dios, Judith. ¿Desde cuándo
hablan y por qué te contó sobre Damon?
—No importa desde cuando hablo con tu hermana —me
dijo y no pareció enojado por lo que le mencioné sobre
Damon, al contrario, se sonrió—. Sólo dime que al menos él
se parece a mí.
—Digamos que lo que más común tienen es su rara
forma de ser posesivos conmigo —curvé mis labios dándole
una sonrisa juguetona—. Aunque sabes que nadie puede
igualarte. —lo rodeé con mis brazos haciendo que nuestras
respiraciones se hicieran una sola—. Puedes estar feliz con
saber que sólo me he enamorado de ti.
—Todavía lo estás —aseguró y me agarró de las nalgas
impulsándome hacia arriba, mis piernas se enrollaron
alrededor de su cintura y un calor tremendo se forma en mi
vagina con ese simple tacto.
—Tienes razón. Todavía te amo, Elijah.
Capítulo 27
BLAIR

Aquella mañana me había levantado más ansiosa de lo


normal. Judith corrió hacia mis brazos y comenzó a besar
mis mejillas mientras cantaba la canción de cumpleaños. Y
sí, era mi cumpleaños número dieciséis. La noche anterior la
habíamos pasado en el tejado de la casa, comiendo algunas
hamburguesas mientras hablábamos de los preparativos de
mi cumpleaños. Salté literalmente de la cama y salí
corriendo por el pasillo, yo huyendo de Jud, y ella,
persiguiéndome para hacerme cosquillas en la barriga.
Mamá nos intersectó en la cocina. Nos detuvimos y antes de
que se pusiera a pelear, acatamos su orden y con el corazón
acelerado, nos sentamos en la isla a desayunar.
Luego siguió el juego de «Atrápame si puedes». Corrí
riendo hacia el jardín y le di la vuelta a la casa. La había
dejado atrás, tenía mucha ventaja para esconderme y darle
un buen susto, o eso quería hacer hasta que la sentí
lamentándose. Giré en mis pasos y la encontré tirada en el
suelo, con un raspón en la rodilla. Hizo una mueca de dolor
cuando apretó su herida para sacar unas astillas de madera
de su piel, cuando la fui a ayudar, alguien más se adelantó.
Era una mujer alta, rubia, con unos labios rojos y unos ojos
azules preciosos. La reconocí al instante. Siempre con su
ropa cara y perfumes importados. Mi tía, la hermana de
mamá, estaba por primera vez después de un año en
nuestra casa.
Esta vez vino ella sola, sin Kaia, sin su esposo. Supuse de
alguna forma que solo estaba de pasada para verificar que
mi primo estuviera bien. Elijah se había adaptado
perfectamente al entorno, a la ciudad, a sus gentes, era
como si siempre hubiese vivido aquí. Nuestra relación era
cada vez más cercana, casi inseparables, y me gustaba de
cierto modo pensar que nunca se alejaría de mí.
Jena levantó a Judith con una de sus manos y noté como
después se limpió la palma en una toallita que sacó de su
cartera. Luego vi a la tía Jena acercarse a mi rostro, me
quitó una hoja de la cara y murmuró algo ladeando su
cabeza.
—¿Tu madre está en la casa? —dijo cruzándose de brazos
sin dejar de apartar un segundo esa mirada tan fría de
nosotras.
—Hola a ti también, tía Jena —le dije y tomé a Jud de la
mano. La empujé para que caminara hacia otro lugar,
alejado de esa mujer tan insoportable. Aun desde lo lejos
podía escuchar sus quejas hacia mí.
—Muchacha malcriada —le escuché decir, pero no le hice
caso alguno, ahora lo que debía hacer era curarle la rodilla a
mi hermana antes de que nuestra madre nos regañara por
dañar nuestra piel.
Nos sentamos en una roca que había debajo de la
ventana de la cocina, miré unos segundos si había alguien
dentro y cuando comprobé que todo estaba despejado,
agarré una toallita de secarse las manos y la rasgué con mis
dientes para vendarle la pierna a Judith y evitar el sangrado.
No pasó mucho tiempo cuando escuchamos algunos pasos
dentro de esa habitación. Le hice una señal a mi hermana
para que mirara conmigo y escuchara lo que le diría esta
vez Jena a mamá. Jud y yo hicimos una apuesta. Ella dijo
que vendría a llevarse a Elijah y yo refuté diciendo que solo
pasaba para comprobar cómo se encontraba.
—Elijah ha estado aquí mucho tiempo, ellos deben
extrañarlo —dijo Judith alzando una ceja con curiosidad—.
¿Dónde está él ahora?
—De seguro salió con su novia, cualquier cosa menos
estar aquí en mi cumpleaños —le dije en un tono muy bajo
para que no nos escucharan.
—¿Por qué dices eso? —murmuró sin mirarme, sus ojos
estaban perdidos en nuestra tía—. ¿De nuevo pelearon?
—Ayer discutimos porque me dijo que mi cumpleaños no
era tan importante como para tenerlo detrás de mí el día
entero —me quejé, Elijah me hacía enfadar a veces con sus
comentarios hirientes—. Así que debe estar con su hermosa
novia sabelotodo y perfecta en una bellísima cita.
—Suenas muy celosa —se rio en mi cara, burlándose—.
Él no es así, de seguro tendría algo importante que hacer.
Después no dije nada más, ella tampoco lo hizo, mucho
menos cuando Elijah entró en la cocina, escondiendo algo
detrás de su espalda. Pareció tomarlo por sorpresa ver a
Jena y a mi madre conversando a solas. Intentó salir, pero
ya lo habían visto y lo hicieron ir frente a ellas. Su rostro
cambió casi de inmediato y esas venas en sus brazos y
cuello se hicieron presentes. Yo lo conocía, estaba enfadado.
—Allí está él —cuchicheó Judith soltando aire por su
boca.
Y allí estaba él.
Sin esperarlo, él se giró hacia la ventana e hizo contacto
visual conmigo. Nos quedamos mirándonos algunos
segundos que me parecieron infinitas horas. Esos ojos
verdes parecían tan tristes y a la vez tan llenos de ira. Todo
en él irradiaba posesividad, astucia y malicia. Lo vi curvar
sus labios y fui consciente de que los latidos de mi corazón
estaban acelerados, no sabía qué hacer, ni siquiera podía
hablar. Todo él me mantenía permanentemente colgando de
la luna, ensimismada.
—Ustedes dos están enamorados —susurró mi hermana
apoyando sus manos como si fuese un perrito en el marco
de la ventana.
—¿Qué? ¿Por qué lo dices? —murmuré todavía sintiendo
esa calentura en mis mejillas.
—Se sonrió cuando te miró —terminó diciendo ella, luego
me miró y se burló de mi por lo roja que se encontraban mis
mejillas.
Volví a observar y escuché a Jena diciéndole a nuestra
madre lo que tanto Jud y yo esperábamos ansiosas por
escuchar.
—Eva —le dijo Jena a mi madre poniendo a Elijah frente a
ella—. ¿Qué tal se ha comportado Elijah? Nuestros proyectos
se han alargado y queremos pedirte que nuestro hijo se
quede un poco más de tiempo.
Mi madre iba a decir algo, pero ella la interrumpió.
—Sé que acordamos que sería solo un año, pero las
cosas nos están yendo bien ahora, y Elijah a pesar de ser
mayor de edad es un poco rebelde, y con ustedes está
controlado.
Miré a Jud y no pude evitar ponerme nerviosa.
—Yo también quiero quedarme —Elijah habló,
sorprendiéndome, ya que sus iris nunca dejaron de coincidir
con mi mirada—, no sé qué haría sin mi pequeño monstruo.
Mi madre sonrió, y finalmente terminó asintiendo.
—Un joven enamorado es fácil de persuadir, y este
muchachón esta perdidamente enamorado de su novia.
No.
En realidad, no era de ella.
A ella no le decía monstruo.
A ella no la miraba como a mí.
Y luego, en ese siguiente año, todo cambió.
Al comienzo todo seguía como de costumbre. Íbamos a la
escuela juntos, él hacía sus chistes malos y yo me reía sin
saber por qué. Salíamos a caminar en las tardes y en las
noches nos poníamos a inventar historias en el tejado
mientras mirábamos las estrellas. Hubo un tiempo que no
podía dormir sin que Elijah me hablara en el oído, nunca me
di cuenta que se había vuelto importante para mí.
Elijah fue el único que nunca me ignoró, que siempre
estaba para mí y que no tenía ojos para más nadie que no
fuera yo. Sentía que nuestros abrazos ya no eran sólo el
roce de pieles, era más que eso. Todo en nosotros emanaba
sentimientos. Él comenzó a hablarme diferente, a tratarme
con gestos delicados y coquetos. Yo comencé a observarlo
mientras dormía, mientras comía, cuando se duchaba.
Amaba cada parte de él. Me fascinaba verlo sin camisa por
la casa, mostrando esas bolas plateadas en sus pezones,
viendo como mordía el aro plateado en su boca. Tenía
necesidad de ver cómo tomaba agua para deleitarme
viendo cómo bajaba por su garganta. Me enamoré de cada
minúscula parte de Elijah y eso era algo, que se me hizo
imposible de ocultar.
Mi corazón sólo latía por él, sólo me maquillaba para él.
Compré ropa para tentarlo y quizás así, besarlo. Pero nada
ocurría. Tal vez y eran cosas de mi mente.
Eso cambió esa noche.
A la mañana siguiente mi padre por primera vez me
abofeteó. Después de ese día, no supe nada más de Elijah.
Después del supuesto asesinato de Darling, cuando nos
mudamos aquí, sentí que podría tener un nuevo comienzo.
Mis planes eran los de concentrarme en los estudios, en mi
soledad, en la misma monotonía diaria. Pero no sabía lo que
me tenía preparado el destino. No sabía que iba a conocer a
un chico que me haría perder la paciencia en el cementerio.
No tenía idea que iba a follar con el rarito del pueblo. No me
imaginaba que iba a ir a reuniones clandestinas, en las
cuales el líder, buscaba algo más que juegos con las chicas.
Con Elijah aparentemente fuera de mis pensamientos y
con nuevos caminos trazados, mis días se habían convertido
en menos turbios. Todo, hasta que decidió aparecer. Hasta
que la cagué y volví a besarlo. Hasta que todo lo que
pensaba que estaba olvidado, volvió a resurgir de las
cenizas. Elijah había vuelto, y no estaba dispuesta a dejarlo
ir de nuevo.
El frío tocó mi rostro y me hundí en su pecho.
Llevábamos más de tres horas afuera, sentados bajo el
árbol. Acompañados por la oscuridad de la noche. Tentados
a pecar. Tres horas en las que ninguno dijo nada, sólo besos,
caricias, palabras de aliento.
—¿Cuándo te irás? —le susurré mientras sentía sus
caricias en mi cabello.
—¿Ya quieres que me vaya? —murmuró sarcástico—. He
venido para quedarme, Blair.
—No quiero que te alejes más de mi vida —le pedí
mirándolo a los ojos, mi cuerpo, mi mente gritaban su
nombre, hasta ese momento no fue consciente de cuanto lo
había extrañado—. Te quiero aquí, conmigo.
—Aquella vez no funcionó, Blair —farfulló soltando una
bocanada de aire.
Lo recorrí con los ojos y mordí mi labio inferior
inconscientemente, él estaba tan cambiado. Ahora estaba
mucho más fuerte, con tatuajes y piercing nuevos. Su voz
seguía siendo tan gruesa y tranquilizadora como antes.
—Aquella vez sólo éramos unos niños —musité acunando
su rostro en mis manos—. Bueno, yo, tú ya eras un anciano.
—Un anciano bien bueno.
—Creído —sonreí un poco.
—Hermosa —murmuró sobre mis labios mientras me
daba algunos cortos besos.
—Elijah. —Me senté en su regazo e hice que me mirara
fijamente, no sabía lo que iba decir, ni siquiera estaba
segura, solo tenía claro que desde que lo vi todos los demás
chicos desaparecieron de mi mente—. ¡Es en serio!
¡Intentémoslo! Podemos luchar contra mi familia y la tuya si
se oponen.
Él hizo silencio y me levantó de sus piernas. Se puso de
pie y me tendió la mano para que yo hiciera lo mismo.
Comenzamos a caminar por los alrededores, sin hablar.
—No es tan fácil pequeño monstruo. Las cosas han
cambiado en estos años. Tú cumplirás diecinueve. Yo tengo
veinticuatro.
—¿Qué importancia tiene la edad? —murmuré un poco
enfadada, todavía podía recordar como si fuese hoy mismo,
el día en el que me dijo que para el amor no existía la edad
—. ¿Ahora eres hipócrita?
—No tiene nada que ver, ni siquiera sé por qué dije eso
—dijo moviendo su cabello con su mano—. Pero yo… —hizo
una larga pausa que tomé como que estaba dudando en
contarme algo más.
—¿Tú qué? —le dije frunciendo el entrecejo.
—Vine por tres razones aquí —musitó seriamente
mientras caminábamos cada vez más cerca hacia mi casa—.
Tengo un contacto en este pueblo que me debe un favor y
he venido a cobrárselo, también necesitaba verte a ti
porque estás en peligro.
—¿De qué mierdas estás hablando? —le grité furiosa.
—Lo sé, debí explicártelo antes de todo lo que pasó
ahora —se excusó y quiso tomarme de la mano, pero la
aparté—. También hay algo más, estoy saliendo con otra
mujer.
—Típico de ti —le grité cruzando la calle, estaba a pocos
segundos de llegar a mi casa—. ¿Vigilarme a mí? —exclamé
sarcástica mientras elevaba mi labio superior—. En serio me
haces reír.
—Es la hermana de Adrien, con el que tuviste tu cita —
soltó todo tan rápido que me quedé paralizada en mi lugar.
Esto tenía que ser una jodida broma.
—Buenas noches Elijah —mascullé entre dientes, no iba a
dejar que él notara que me había afectado lo que dijo.
Luego entré a mi casa, mamá me recibió con la cena en
la mesa, mi cabeza estaba tan caliente en ese momento
que ni siquiera me había dado cuenta que había regresado
de su viaje. La saludé con desgano y subí las escaleras con
las lágrimas saliendo de mis ojos. Me asomé por la ventana
que daba a la calle y él todavía estaba allí. Observando la
casa, cuando pasó un rato y vio que no tenía intenciones de
darle la cara nuevamente, se fue caminando rumbo al
oeste.
Otra vez estaba sola.
Otra vez había abierto las heridas que tanto me costó
cerrar.
Otra vez volvía a amarlo.
Capítulo 28
BLAIR

No dormí prácticamente nada esa noche.


La imagen de Elijah y sus últimos minutos a mi lado
seguían en mi mente. No dejaba de cuestionarme cómo era
posible que hubiese vuelto a verme, ni siquiera estaba al
corriente que sabía que nos habíamos mudado a este
pueblo, luego recordé sus palabras y comprendí que todo
este tiempo había estado recibiendo la ayuda de mi
hermana. Con el sueño alterado, me desperté a las seis de
la mañana del jueves. Como una media hora antes, escuché
la puerta de la sala abrirse y cerrarse. Debían ser Eva y
Dean. Papá se iría al trabajo hasta el día siguiente y mamá
se va a correr como cada mañana desde que llegamos a
Dark.
Aproveché la situación y me di una ducha tórrida, luego
preparé la mochila y salí rumbo a la Universidad. El frío era
incesante y lo único que llevaba encima era una franela
negra. Estaba preparada para contraer un resfriado.
Mientras caminaba por las vacías calles, podía escuchar
desde afuera, el noticiario mañanero reproduciéndose en
algunas casas. El del tiempo dijo que habría una tormenta
de nieve para el miércoles próximo en la tarde y que estos
días habría algunas lluvias. «Genial». Pensé mientras dejaba
marcada la planta de los zapatos en la reciente nieve. Me
alarmé cuando interrumpieron las noticias para informar
sobre el asesinato de las chicas que encontraron en la casa
abandonada.
Dijeron que sus muertes no coincidían con el patrón que
seguía el asesino, eso me hizo pensar en el desconocido, yo
estaba casi completamente segura que él no era el mismo
encapuchado que me había estado vigilando días atrás y
que por supuesto, no era el que asesinó a Paul. La misma
pregunta no dejaba de rondar en mi cabeza, ¿dos asesinos
en Dark? Eso era de locos, aunque no sabía de qué me
sorprendía si la prueba más evidente de que este pueblo no
es normal, era el cartel de bienvenida en las afueras. Pero
volviendo al asesinato de las chicas, el Sheriff había
decidido trasmitir las fotos de la escena del crimen con dos
motivos, el primero era que necesitaban cerciorarse que
ellas no fueran mundanas de Dark y la segunda, para
incentivar a los jóvenes para que dejaran de hacer fiestas y
reuniones clandestinas.
Pensé en Judith por un momento, pero eso sería
imposible, dado el hecho que se fue de la ciudad a la
mañana siguiente de la fiesta. Sabía que la otra persona era
Darling, sus intestinos sobre mis sábanas semanas atrás,
eran una prueba más que clara. Todavía recordaba el mal
olor que me provocó ver sus tripas manchando mi cama.
¿Sería yo cómplice de los asesinatos si llegaran a saber eso?
Salí de mis pensamientos cuando puse mis piernas dentro
de la Universidad y vi el ajetreo que se había formado.
Todos murmuraban mientras me miraban, algunos hasta me
señalaban con sus dedos. ¿Qué demonios había ocurrido
ahora?
Intenté no prestarles mucha atención ya que de seguro
me estaban poniendo a parir con alguna otra mentira sobre
mis supuestos romances con algunos chicos y simplemente
caminé indiferente por sus lados. Los pasillos se me hicieron
enormes, cada segundo que avanzaba, podía ver como más
y más chicos se reunían en grupitos, me miraban con
indiferencia y volvían a hablar cosas que no entendía por el
tono tan bajo que aplicaban. Mi cabeza comenzó a
palpitarme con fuerza, una corazonada de que algo horrible
había sucedido se estaba arremolinando en mi mente.
Salí del trance cuando encontré la puerta del laboratorio
de química cerrada. Había un papel pegado y decía: "Las
clases se impartirán en el aula tres del cuarto piso. Atte.
Liam Gilbert". Genial, me tocaría subir escalones para llegar
a tiempo. En el tercer piso intersecté con la mirada apática
de Aiden. Seguía ignorándome desde aquella noche. Tenía
ganas de tomarlo del brazo y decirle: «Está bien. Tuvimos
sexo, fue genial, pero no tienes que evadirme por todos
lados que nos veamos. No me voy a morir por saber que te
quieres coger a otra mujer».
Pero como dije, solo eran ganas, si él había tomado la
decisión de esquivarme, yo haría lo mismo. De igual forma
fue solo sexo, nosotros nunca hemos tenido más que
atracción física, no era como con Damon que me envolvía
con sus palabras y me hacía sentir esa complicidad tan
excitante. Algo parecido ocurría con Elijah, pero no quería
pensar en él ahora. Volví a mirar a Aiden y me di cuenta que
llevaba un pantalón rasgado y como siempre, sus nudillos
estaban con heridas.
Me le quedé mirando mientras subía las escaleras y
recordé cómo me entregué a él. Supuse que se dio cuenta
de la pequeña mentira que le dije y con la cual viví muchos
años, pero no me importaba, porque prefería pensar que sí
perdí mi virginidad con él antes de joderme la cabeza
intentando recordar el rostro con el chico que realmente
estuve. Leves cavilaciones, momentos que parecían
extraños deja vu viajaban a mi mente y recordaba por
escasos segundos sucesos de mi vida que parecían sacados
de una película. No podía negar que me gustó ver cómo
reía, hablaba y me desnudaba. Amé experimentar
sensaciones que no había vivido antes o que simplemente
no recordaba.
Alejé esos pensamientos cuando comencé a sentirme
incómoda. Aiden entró al aula y antes de que pudiera seguir
su ejemplo, me detuve cuando vi a Damon, de pie, afuera
del aula. Pensé pasar de largo, ignorarlo, pero eso sería algo
tonto porque conociéndolo, me molestaría. Entonces, hice lo
más coherente y sencillo, me detuve frente a él y dejé que
hablara. Cuando su mirada se hizo una sola con la mía los
nervios comenzaron a atacarme nuevamente, cada vez que
estaba a su lado me sentía raramente bien, como si él y yo
ya nos hubiésemos conocido antes.
—Hola Blair —dijo seriamente. Estaba diferente, ya no
tenía esa aura de «vas a ser mía pequeña». Lo sentía
distante, hasta podría jurar que no quería hablar conmigo y
que si lo hacía era por necesidad.
—Hola Damon —atiné a decir en el mismo tono que él,
sin parecer lamentable—. ¿Sucede algo? Has estado
desaparecido mucho tiempo —en estos últimos días que no
había sabido nada de él me sentí rara, como si algo
importante faltara en mi vida—. No sabía nada de ti.
—¿Y te has preocupado en averiguar qué me ocurría? —
Se cruzó de brazos y su espalda rebotó en la pared, lucía
cansado, con dos bolsas debajo de sus ojos como si no
hubiese dormido en días.
—No —respondí sincera, con todos los últimos
acontecimientos de mi vida, lo único que quería era un
tiempo para mí misma, necesitaba pensar—. He decidido
alejarme de todo lo que me haga mal.
—¿Te hago mal? —dijo sarcástico, pero a la vez con ese
tono de indiferencia que tanto odiaba.
—Sí —murmuré dudando de mis palabras, creí que era la
ocasión oportuna para alejarlo antes de que confundiera
más mis sentimientos.
Su loción a perfume llegó a mi nariz, sus ojos recorrieron
mi cuerpo. Sus labios se abrieron ligeramente. Tenía una
expresión de: «Hemos cambiado de sentimientos, Blair».
—De acuerdo. Sólo quería entregarte tu móvil. —
Entonces el vio que llevaba otro guardado en el bolsillo del
pantalón y ladeó su cabeza—. Pensé que lo necesitarías.
Me lo entregó y se fue sin decir alguna palabra más.
Dejé que todo fluyera normalmente y alejando los
sentimientos que pude sentir por Damon, entré al aula.
Todos estaban en sus asientos habituales, las chicas
estaban poniéndose varias capas de maquillaje para
impresionar a nuestro profesor, otros estaban lanzándose
pelotas hechas de papel y por supuesto, quedábamos Aiden
y yo, que supurábamos enojo, decepción y grandes deseos
de desaparecer por días. Me senté a su lado como siempre,
su mirada estaba fija en el lápiz, lo movía de un lado a otro,
impaciente.
—Aiden —le susurré mientras llegaban los demás y se
sentaban en sus lugares—. ¡Aiden! —volví a insistir—.
¡AIDEN! —grité y al fin me miró—. ¿Qué sucede contigo?
¿Por qué no me hablas desde aquello?
Liam entró.
Me guiñó un ojo haciendo que todos me miraran como un
bicho raro y luego tomó una tiza entre sus dedos. Comenzó
a apuntar el sumario en la pizarra mientras hablaba sobre el
trabajo para pasar de semestre.
—Blair —dijo Aiden sin ganas—. Déjame en paz.
¿Qué mierdas fue eso? Primero Elijah y su compromiso
con la hermana de Adrien. Después Damon con su distancia,
ahora Aiden mandándome a la mierda ¿Qué falta? ¿Liam
declarándoseme? Fruncí el ceño y volví a insistir.
—¿Qué coño te sucede Aiden Pierce? —él respiró hondo y
comenzó a escribir sin prestarme atención.
—Explícame la diferencia entre Nerea y tú —dijo sin
muchas ganas y me quedé mirándolo sin entender
absolutamente nada.
—¿Qué? —murmuré con curiosidad, pero a la vez dudosa
—. Existen miles de diferencias entre todas las personas. ¿A
qué viene todo esto?
—¿Esa es tu respuesta final? —asentí—. Pensé que serías
diferente. Creí por minúscula que fuera la oportunidad que
no serías como ellas.
Puse los ojos en blanco y comencé a preocuparme.
¿Qué había hecho?
¿A qué se refería?
—Explícame porque te juro que no te entiendo —le dije
intentando que me mirara a los ojos, pero él seguía
escribiendo lo que Liam ponía en la pizarra.
—Tienen varias similitudes —dijo al fin formando una
sonrisa en su rostro—. Ambas son idiotas, tienen de cerebro
un grano de frijol. ¿Cómo puedes estar enamorada de un
hombre que no te hará bien? —exclamó y sentí un poco de
rabia en su tono de voz.
—¿Estás... —me interrumpió antes de que terminara esa
frase.
—No. Ni siquiera lo digas —entonces si no estaba celoso,
no podía entender lo que realmente le ocurría—. Sólo me
molesta que te dejes utilizar y que creas en todas las
palabras bonitas que te dice. —Su cabeza giró en mi
dirección y mientras cruzaba sus brazos me miró fríamente
—. Los hombres mienten para obtener lo que quieren.
Actúan como a ti te gustaría que fuesen contigo sólo para
ganar algo a cambio. No seas estúpida y abre los ojos de
una vez, Blair Bennett.
Sus palabras me habían dejado en un estado de shock.
¿Qué tanto sabía de mi vida para hablarme así?
—Si me dices esto, es porque fue exactamente lo que tú
hiciste para llevarme a la cama... ¿No? —Realmente
esperaba que su respuesta fuera negativa y no sólo
escuchar que me utilizó como un simple juguete, del que
obtuvo satisfacción y luego se aburrió.
—Fue exactamente lo que hice —confesó y pude jurar
que mi pecho se apretó—. Me acerqué a ti. Estudié tus
puntos débiles, supe con facilidad qué era lo que veías
atractivo de mí y entonces, lo usé a mi favor. —Alzó una de
sus cejas con total diversión y luego continuó hablando—.
No te lo tomes a mal, yo siempre supe que no sentías nada
por mí ya que tú todavía lo amas a él.
—¿Eh? —fue lo único que salió de mi boca. Todavía no
asimilaba sus palabras: Supe con facilidad qué era lo que
veías atractivo de mí y entonces, lo usé a mi favor.
—Blair, no me engañaste y no intentes engañarte a ti
misma —murmuró devolviendo su vista al frente—. Todavía
estás enamorada de Damon y fue con él con quien perdiste
tu virginidad, no conmigo.
Las pequeñas mini Blair colapsaron dentro de mi mente y
casi de inmediato volví a sentir ese molesto dolor de
cabeza, solo que ahora abarcaba la zona de mis ojos y la
parte trasera de mi cráneo. ¿Por qué demonios Aiden diría
algo como eso? ¿Damon? No podía ser cierto, yo no conocí a
Damon hasta que llegamos a Dark, sería imposible que mi
primera vez hubiese sido con él, mucho menos cuando él
nunca estuvo cerca de mí cuando yo todavía vivía en mi
otra ciudad. Unos segundos después, dejamos de hablar
cuando Liam comenzó a dictar el proyecto del trabajo. No lo
escuché, mi mirada se apagó y se centró en algún punto
fuera de la Universidad.
—Ya saben, tienen hasta el jueves para terminar el
trabajo —decía Liam en un tono bastante tranquilo—. El
tema de cada uno es diferente, por supuesto. Pueden
investigar en los libros, internet o cualquier otro medio que
deseen. El informe debe estar escrito a puño y letra y lo
más importante es el medio de enseñanza con el que se
apoyarán para la exposición. Eso es todo, nos vemos el
viernes.
Todos comenzaron a recoger sus libros y fueron saliendo
del aula. Aiden iba como una flecha, quise perseguirlo para
aclarar todo esto, ese chico tenía muchas cosas que
decirme que por algún motivo había estado ocultando. Por
supuesto lo hubiese conseguido, si Liam no me hubiera
llamado.
—¿Tienes interés de realizar el trabajo, Blair? —preguntó
él mientras guardaba en su maletín algunas hojas, todavía
no me había mirado. Inhalé algo angustiada.
—Claro —dije rápidamente para salir del aula—. Dime el
día, la hora y en donde nos reuniremos.
Él sonrió ladino, como si lo que hubiese dicho fuera una
proposición indecente.
—En la tarde, nos vemos en mi casa —murmuró y deslizó
su mano por mi mejilla, su palma estaba realmente caliente.
Asentí y salí corriendo de allí. Debía encontrar a Aiden y
hablar con él. ¿Qué fue todo eso de antes? Tenía que
explicarme. Debía hacerlo. Salí a la calle y el frío dio de
nuevo en mi rostro. A lo largo de la calle, casi en la esquina,
iba Aiden. Su mochila colgando de un hombro, su cabello
volando de un lado a otro. Corrí para alcanzarlo y cuando
doblé la primera curva, me escondí pegada a la pared. Él
estaba hablando con otra persona. No se le veía el rostro,
pero era un poco más alto que él.
—Ya me detuve —dijo Aiden sacando un cigarro de una
caja que guardaba en el bolsillo de su pantalón—. No quiero
problemas contigo y mucho menos con el otro loco que está
obsesionado con esa chica.
Hubo un receso en el que ninguno dijo nada. ¿De quién
estaban hablando? Me asomé nuevamente y vi el puño de
Aiden golpeando el muro con mucha impotencia, como si la
otra persona le hubiese hecho enfadar. ¿Siempre hacía
esto? ¿Por eso siempre estaba lastimado? Debía dejar de
hacerme preguntas tontas y concentrarme en su
conversación.
—¿Recuerdas nuestra última conversación? —dijo la otra
persona en un tono que pude escuchar. Mis sentidos se
pusieron en alerta, yo conocía esa voz, estaba segura de
que era él. ¿Desde cuando hablan ellos dos?—. No entiendo
qué haces aquí todavía, te dije que Blair es cosa mía.
—Escucha Damon —le pidió Aiden como si estuviera
preocupado realmente por Damon—, ella ha cambiado, ya
no es la misma de antes. Supérala. Hemos hecho
demasiadas estupideces por esa mujer.
¿Había escuchado bien? Aiden, alias, soy introvertido y
nada más hablo con Blair, estaba manteniendo una
conversación misteriosa con Damon. ¿Y por qué hablaban
de mí como si me conocieran desde hace mucho tiempo? Se
giraron en una posición que podía verlos perfectamente a
los dos. En efecto eran Aiden y Damon. Los causantes de
que tuviera un sin fin de emociones en mi estómago. La sola
presencia de ellos, ocasionaría un terremoto. Siempre pensé
que no se conocían, pero al parecer eran hasta cercanos y
entonces, después de todo, no resulté ser la única
mentirosa.
Por unos minutos miré cómo Damon mantenía su pose
relajada mientras se fumaba un cigarro. Su cabello estaba
tan salvaje y desordenado que parecía acabado de
despertar. Sus ojos no parecían estar mirando nada en
particular. Sólo lucían perdidos en el limbo, escuchando las
palabras que salían de la boca de Aiden. Los observé con
detenimiento, observando la preocupación en el rostro de
Aiden y la tranquilidad en los ojos de Damon. Eran polos
opuestos, uno con sentimientos, el otro sin gota de ellos.
Aiden quien parecía ser el peor de todos los hombres, el
callado y despreocupado, resultó estar muy afligido con lo
que sea que le sucedía a Damon, mientras que este, seguía
con la misma fría y arrogante actitud que me trasmitió
desde que nos conocimos.
—¿Crees que me preocupa que ese imbécil haya venido?
—Se dignó a hablar Damon, ahora estaba enfadado, sus
pupilas dilatándose—. Si está aquí no es para nada bueno.
—Sólo aléjate, no quiero que te ocurra nada —le pidió
Aiden tratando de agarrar su mano, pero Damon se la
abofeteó—. Ella es para él, así lo quisieron.
—¿Me dices eso luego de que trajiste a Darling de vuelta
a la ciudad y avisaste a esa loca de nuestra posición? —
masculló Damon con ira, yo estaba inmóvil en mi lugar, no
podía procesar lo que estaba escuchando. ¿Todo este
tiempo ellos la conocieron?—. Todo se jodió por tu culpa,
otra vez ella está en peligro y nuevamente soy yo el que va
a cuidar su trasero.
—Pero... ¿No te das cuenta del peligro que corres? —Un
ceño fruncido por la preocupación se hacía presente en su
rostro.
—Joder Aiden, no lo entenderías —refutó Damon
frunciendo el entrecejo—. Nunca lo has hecho, sólo
márchate antes de que Blair sepa la verdad y descubra que
tú eres el causante de su sufrimiento.
Y en ese instante quise caer de boca en el suelo y
romperme todos los dientes. ¿Qué coño acababa de
escuchar? ¿Quién era la persona a la que Aiden le temía?
¿Quién me haría daño? ¿Por qué Damon me protege?
¿Siempre lo había hecho? El dolor incesante de cabeza se
hizo presente, una capa blanca se formaba en mis ojos,
comencé a ver borroso y mi cuerpo se tambaleaba de un
lado a otro de lo mareada que me sentía. Apoyé ambos
brazos en la pared y respiré lentamente, tratando de
estabilizarme, de repente, sentí mi cuerpo desvanecerse en
el suelo.
Cuando caí, no me dolió. Miré como pude hacia arriba y
alguien me había aguantado la cabeza para que el impacto
fuera menor. Mi vista siguió su recorrido hasta Damon y
Aiden. Ellos me vieron. Cerré los ojos bien despacio,
mientras escuchaba un pitido en el oído y veía lentamente a
Damon acercándose a mí. Arrojó su cigarro y de pronto,
todo era oscuro. No veía nada.
—¿Qué sucedió? —gritó Damon, comencé a llorar viendo
que todo a mi alrededor era oscuridad total—. ¡¿Quién
mierdas eres tú?! ¿Qué le hiciste a Blair?
Entonces pasé de los brazos de esa chica, al calor de la
piel de Damon. Me acogió en su pecho y me susurró que
todo estaría bien. Secó mis lágrimas y me cargó en brazos.
—Solo caminaba por aquí y vi que se estaba sintiendo
mal —murmuró, su voz era muy aguda—. En el momento
que iba a caer corrí y la sostuve de la cabeza. Sólo eso. No
sé qué le pasó.
—Puedes irte —le pidió Damon alzando su voz—. Yo me
ocuparé de ella a partir de aquí.
—¡No! —exclamó la chica—. Hay que llevarla al hospital,
te acompañaré.
—¡Aiden! Ven y ayúdame —gritó Damon—. ¡Busca un
auto! ¡No me importa si tienes que robarlo!
—Damon... Mi cabeza... Duele... —murmuré en un hilo de
voz, no me sentía nada bien.
—Tranquila Blair. Yo siempre te protegeré.
Capítulo 29
BLAIR

No sabía si era de día o de noche.


No tenía idea de la hora que era.
Tampoco sabía si habían pasado semanas, días, horas,
minutos desde que llegué al hospital. Todo lo que podía
sentir era el incesante golpeteo de mi corazón contra mi
pecho y el dolor que tenía en la columna vertebral. Intenté
moverme para tratar cambiar de posición, pero esas tibias
manos, me lo impidieron.
—No puedes moverte —escuché la voz de Aiden. ¿Qué
hacía aquí?—. El doctor vendrá pronto, tampoco intentes
quitarte las vendas que tienes en los ojos.
No quise ser irresponsable y me quedé quieta. Pero
realmente estaba en una posición súper incómoda. Boca
abajo, con las manos extendidas hacia atrás y con algún
tipo de venda en los ojos que me impedía ver la luz del sol.
Exhalé relajada, tratando de entender qué me había
ocurrido. ¿Estaba ciega? ¿Ya no vería nada nunca más?
Sentí que las manos de Aiden dejaron mi cuerpo. Lo
escuché caminar hacia algún punto de la habitación, como
siempre estaba sin hablar, aunque sabía muy bien lo que
debía estar haciendo. Quizás estuviera con su zapato
apoyado en la pared, cruzado de brazos y pensando en
algo. Quizás me estuviera mirando, o tal vez, se hubiese ido
y me encuentre sola, pero eso era poco probable porque no
sentí la puerta abrirse.
—¿Por qué estás aquí? ¿Y Damon? —me atreví a
preguntarle sin mover un solo músculo de mi cuerpo más
que los de la lengua.
—Damon fue a la cafetería, le dije que se tomara un café.
Estuvo toda la noche cuidándote —dijo como si no tuviera
deseos de hablarme.
—¿Toda la noche? —pregunté confundida—. ¿Cuánto
tiempo llevo aquí?
—Casi dos días —musitó exhalando gran cantidad de aire
—. Tu padre vino a visitarte ayer y le pidió a Damon que
velara por tu seguridad, ya que él tenía una reunión muy
importante hoy a la que no podía faltar.
—¿Qué me pasó? ¿Por qué no recuerdo nada de esos dos
días? —Él se quedó callado y yo comenzaba a alterarme, lo
último que recuerdo son las palabras de Damon antes de
perder el conocimiento—. ¡Dime Aiden!
Suspiró agobiado.
—Cuando te vimos, caíste en el suelo. Te traíamos aquí,
pero te desmayaste en el trayecto. Te han hecho algunas
pruebas —murmuró un poco bajo—. El doctor dijo que daría
los resultados cuando despertaras.
No podía analizar los hechos con claridad. No entendía lo
ocurrido. ¿Dónde estaba el maldito doctor que no llegaba?
Sin esperarlo, la puerta se abrió y se escucharon voces y
algunos pasos. Aiden pasó por mi lado y acomodó mi mano
derecha, que se había salido de la camilla.
—Ya despertó —comentó Aiden con desdén.
—¿Ya despertó? —escuché la voz de Damon y sonreí
inconscientemente—. ¿Por qué no has llamado al doctor? —
gritó eufórico y luego sentí pasos que se dirigían hacia mí.
—Yo lo buscaré —musitó una chica, debía ser la misma
que vi antes de desmayarme.
Por unos segundos la habitación se quedó en silencio.
Alguien se sentó a mi lado y supuse por su loción, que ese
alguien era Damon. Sostuvo mi mano y la acarició
dulcemente. Su respiración parecía afectada, era como si
realmente esta situación le molestara.
—¿Cómo te sientes pequeño? —bromeé e imaginé una
de sus risas cínicas.
—Eres tan tonta, Blair. ¿Qué te ocurrió? ¿Por qué nunca
me dijiste que estabas enferma? —arrastró la silla hacia la
camilla y comenzó a acariciar mi rostro con mucha dulzura.
—Yo pregunté primero —ignoré sus preguntas y decidí
continuar bromeando.
Bufó.
Sonreí.
—Estoy cansado, preocupado, me duele la espalda por
dormir en esta silla —dijo todo tan rápido que no me dio
tiempo a procesar sus palabras—. No he comido y
posiblemente me vuelvan a expulsar de la Universidad por
mis ausencias.
—Lo siento —murmuré—. Todo esto es mi culpa.
—Lo es. —¿Lo era? Yo esperaba que dijera que no, que
era su culpa, pero al parecer Damon desconocía la palabra
comprensión—. Pero fui yo quien decidió todo esto. Tú no
me obligaste.
Una brisa fría chocó con la planta de mis pies cuando
abrieron una ventana. Un escalofrío me recorrió
completamente. Otra vez estábamos en silencio. No sabía
que decir. No podía hablarle a ninguno. Los dos me
ocultaban cosas, pero los dos estaban aquí.
—Aiden... —esperé respuesta por su parte, pero al no
recibirla, continué hablando—. ¿Por qué me mentiste?
—A veces es bueno ocultar la verdad para no hacer un
daño peor —masculló él con un tono de voz completamente
diferente al que antes había usado conmigo, ahora estaba
siendo él mismo, sin mentirle a nadie.
Cuando finalmente pensé algo coherente para rebatirle,
escuché las voces de aquella chica y el que quizás fuera el
doctor.
—¿Cómo te sientes Blair? —murmuró un hombre.
—Estoy... bien —confesé intentando moverme, pero
nuevamente unas manos me lo impidieron.
—Eso es magnífico —terminó diciendo él—. Ya veo que
estos chicos han seguido al pie de la letra mis indicaciones.
—¿Qué le ocurrió doctor? —saltó Damon,
interrumpiéndolo.
—Blair ha sufrido un desprendimiento de la retina parcial
bilateral. Lo hemos reparado con retinopexia neumática.
—¿Qué es eso? ¿Me quedaré ciega para siempre? —
susurré un poco agobiada.
—Lo que tienes es una ceguera psicosomática —dijo
calmado. Su voz me aliviaba de lo suave que era—. Lo que
te acaba de suceder es algún traumatismo por estar
expuesta a un estrés intenso. No hay causa biológica que
origine la falta de visión. Casi siempre ésta tiene un origen
emocional.
¿Estrés intenso?
La verdad es que no lo habría pensado así, pero tenía
toda la razón. Antes de venir aquí, ya vivía en agonía, aquí
se incrementó todo con las mentiras, los engaños y mis
tormentos amorosos. Deseé por milésimas de segundos,
olvidar toda mi vida y comenzar de cero. Sin un pasado
perturbador, sin amores imposibles, sin muertes sin sentido.
—¿Entonces puede irse a casa? —habló la chica en un
tono preocupado.
¿Quién demonios era ella?
—Sí, pero necesita comer, sus desmayos fueron a causa
de un cuadro anémico — hubo un silencio sepulcral en la
habitación durante unos segundos—. Le suministramos lo
necesario y puede vivir como antes y con respecto a su
ceguera, debe mantener esta postura para que el gas
presione la retina y la fije en su lugar, y si realiza algún
movimiento, recuerde que la cabeza siempre debe estar
mirando a los pies.
—¿Qué tiempo estaré ciega? —pronuncié débilmente.
—El tiempo es indefinido, pero normalmente suelen
recuperarse en una semana.
Asentí y los chicos me ayudaron a levantarme. Noté que
Damon le decía a Aiden que saliera, pero no entendía el por
qué. Luego le susurró algo a la chica y finalmente me quedé
a solas con ella.
—¿Qué sucede? ¿Por qué se fueron? —parecía una idiota,
estática y con la cabeza agachada.
Patética.
—Hola Blair, soy Cristina, pero puedes decirme Cris. —
Bueno, al menos ya conocía el nombre de ella. Le sonreí y
esperé a que respondiera mis anteriores preguntas—. Ellos
salieron para que pudiera ayudarte a cambiarte. Aunque
creo que no era necesario suponiendo que sales con ellos.
—¿Qué? —ahora si me sentía como si me hubiera caído
un cubo de agua fría encima—. ¿Por qué dices que salgo con
esos dos?
—¿Enserio no lo hacen? —dijo confundida—. Pensé que
tenían una relación. Ambos se preocuparon mucho cuando
estuviste inconsciente, Damon un poco más.
Suspiré mientras alzaba mis brazos y dejaba al
descubierto mi ropa interior. Cris me ayudó a ponerme algo
que olía demasiado bien. Era el detergente de mamá.
Hicimos lo mismo con los pantalones y luego me sentó en la
cama para poder peinarme.
—Cris, gracias por cuidar de mí en estos días sin siquiera
conocerme —musité sintiendo las vibraciones de sus dedos
en mi cabello al ser tejido.
—En realidad te conozco un poco —confesó y millones de
preguntas se acumularon en mi mente—. Ellos no dejaron
de hablar de ti y hasta tuvieron una pequeña discusión para
saber quién te ayudaba a ponerte la ropa de hospital.
—¿En serio? ¿Me vieron desnuda? —Moví mi cuerpo
como si sintiera vergüenza y ella rió.
—¿Adivina quién te cambió al final? —dijo entre risas
mientras terminaba de tejer una trenza.
—Supongo que... ¿Tú? —farfullé dudosa.
—No, en realidad fue Damon. Yo tuve que salir corriendo
porque Elij... —hizo silencio y cambió repentinamente de
tema—. Damon se portó muy bien contigo.
—Pero es un mentiroso de mierda —confesé y de pronto
entraron nuevamente ellos. Venían hablando con el doctor
sobre mi alta médica.

Mi casa me recibió sola y sombría. Aiden le dijo algo a


Damon y luego se fue junto con Cris. Damon había insistido
en pasar la noche conmigo. Debería estar preocupada
porque me había estado mintiendo acerca de su vida, pero
me sentía tranquila y protegida su lado. Me acompañó hasta
mi habitación, preparó una tina de agua caliente en el baño
y luego bajó hasta la cocina. Dijo que prepararía una cena
para mí. Esos detalles, esa forma de cuidarme, me traían un
poco alegre. Desde Elijah nadie me había cuidado así, nadie
se había preocupado y protegido como él lo hizo.
Llevó una bandeja hasta la cama y me dio cada
cucharada de comida que contenía la misma. Me reí con los
cuentos extraños que hacía, a tal punto que volví a escupir
en su cara algo de comida. Aquello le dio gracia y lo que
había sido un accidente, se convirtió en una guerra de
comida. Obviamente fui la perdedora. La cama se había
convertido en un desastre y eso no tenía que verlo para
saberlo. Damon se levantó y comenzó a sacar ropa de mi
armario. Le ayudé para que supiera en qué lugar guardaba
cada cosa.
Mi cabeza siempre estuvo mirando hacia abajo, sabía
que cuando saliera de la ceguera, pasaría a un estado
crítico de dolor de cervical. Me siguió hasta el baño y me
lanzó un poco de agua para que comprobara que estaba
perfecta. Le había dicho que saliera, que yo sola podía
ducharme. Según él, se había ido, pero todavía podía sentir
su respiración, agitándose cada vez más mientras me
quitaba la ropa.
—Si quieres me ayudas y dejas de estar mirando como
un pervertido —le dije cuando un broche de la blusa se me
enredó en el pelo. Damon soltó una carcajada.
—¿Sabías que estaba aquí y aun así dejaste que te viera,
Blair? —susurró en un tono bajo muy sensual.
—¿Por qué no? No es algo que no hayas visto antes.
Le dije y sentí su cuerpo frente al mío. Sus manos
subiendo lentamente por mi cintura hasta llegar a mi
cabeza y desatarme el cabello. Lanzó mi ropa a un lado y se
agachó para zafar los botones del pantalón, pausadamente
lo fue retirando. Deseaba ver su rostro en estos momentos,
quería saber si estaba excitado, si me deseaba, si quería
besarme tanto como yo quería besarlo a él, aunque eso se
convirtiera en la mayor estupidez. Se detuvo cuando las
yemas de sus dedos se enroscaron en la fina tela que eran
mis bragas. Soltó un suspiro y luego fue acercando
lentamente su nariz hasta esa zona.
No lo detuve.
Lo quería.
¿Qué haces Blair? ¿Y Elijah?
Fue en ese instante que me alejé antes de que las cosas
se salieran de control. Todo había cambiado. Ya no podía
seguir jugando con él. No lo merecía. Nadie merecía ser la
segunda opción de nadie.
—¿Qué sucede? —dijo poniéndose de pie. Sus rodillas
hicieron un sonido extraño y luego caminó hacia mí.
Retrocedí y casi caigo sentada dentro de la bañera, de no
ser porque me jaló hasta su pecho.
Capítulo 30
DAMON

La miré por unos segundos, analizando todo a nuestro


alrededor. ¿Qué se supone que hacía aquí? Exacto, podía ser
la maldita culpa por haber desencadenado estos momentos
de estrés en ella. Quizás escuchó todo lo que Aiden y yo
hablamos. ¡Oh vamos! Claro que lo hizo. También tenía
presente la llegada de Elijah. Ella estaba receptiva con
todos. Nuevamente él la tenía donde quería. ¿Por qué? ¿Por
qué no acababa de darse cuenta que ese hombre no la
quiere? Joder Blair, nadie te va a amar como yo. Llevé mis
dedos a su cabello y deshice la trenza que tenía hecha. Se
movió intranquila sobre mi pecho, queriendo alejarse.
—Sé que debo contarte algunas cosas. Lo haré —prometí
y realmente no mentía, había decidido dejar de mentirle a
ella—. Ahora solo báñate.
Me alejé e iba a salir en ese momento, de no ser porque
ella me llamó. Dio pasos ciegos a través del lugar,
buscándome. Al encontrarme, con las manos temblorosas,
hizo un recorrido hasta mis mejillas y se detuvo ahí.
—Dame una sola razón para volver a confiar en ti —
murmuró pasando las yemas de sus dedos por diferentes
lugares de mi rostro.
—No necesitas hacerlo, Blair —murmuré embriagándome
con la textura tan fina de las palmas de sus manos—. No
soy alguien en quien debas confiar.
—¿Por qué? ¿Qué hiciste? —continuó preguntándome
mientras bajaba el recorrido de sus manos hasta mi cuello,
—He hecho demasiadas cosas malas en mi vida y de
ninguna me arrepiento —susurré cerca de su oído, luego la
sostuve con mis brazos y comprobé que se había erizado.
—¿Quién es Aiden en tu vida? —me preguntó y supe en
ese momento que no podía seguir ocultándole cosas.
—Es mi hermano —exclamé.
Me giré, chocando nuestras espaldas. Blair rozó su mano
con la mía y recordé aquel momento como si fuera hoy,
aquel día en la fiesta en el que intentó descubrirme. Su
calor, su valentía, su temperamento. Ella no podía saber
qué tanto significaba en mi vida.
—¿Por qué nunca lo dijeron? —dijo entrelazando sus
dedos con los míos.
—No estamos orgullosos de serlo. Aiden tiene su mundo
y es completamente diferente al mío —farfullé cerrando mis
ojos, dejándome llevar por lo que ella estaba provocando en
mí—. Pero él insiste en querer ser como yo.
—¿Y cómo eres, Damon?
—Soy de todo menos una buena persona —dije
apoyando mi frente en la pared que tenía en frente.
—No te creo, conmigo no eres así —susurró y de pronto
me giró. Quise alzar su rostro y besarla. Quise contarle todo
sobre el mundo podrido del que venía, pero no iba hacerlo
ahora—. En estos momentos que no puedo verte, me
recuerdas a una persona.
—¿Elijah? —dije sin más, esperando una respuesta
positiva de su parte, por supuesto estaba pensando en él,
me odio a mí mismo por haber hecho que ellos dos fuesen
cercanos.
—¿Elijah? ¿Cómo sabes de él?
—Blair, esta conversación no tiene mucho sentido.
—Dime.
—Quizás, algún día, te cuente yo mi historia.
La solté y di un paso fuera del baño cuando volvió a
hablar.
—¿A esto te referiste aquella vez cuando me dijiste que
no te comparara con él? —suspiré—. ¿Te referías a Elijah,
Damon?
Me giré con la sangre estancada en mi cerebro, tomé sus
manos y con desespero la recosté en la pared. Alcé su rostro
con mi pulgar y devoré sus labios. Necesita callarla, no
podía escuchar más sobre Elijah, ella siempre había sido
mía y por mucho que se estuviera confundiendo con ese
hombre, algún día se daría cuenta de todo lo que había
hecho por ella.
—No digas su nombre —susurré estirando su labio
inferior—. Tú eres mía Blair. Yo llegué primero que Elijah.
—Damon...
Y antes de que siguiera hablando, la agarré de las
caderas y la alcé. Blair enredó sus piernas en mi cintura
mientras volvía a besarla. Sus labios separaron los míos con
mucha facilidad. Su boca se movía a un ritmo demandante,
como si quisiera esto desde antes. Yo, por supuesto, le
seguía sin poner objeción. Era como todos los besos que
siempre nos habíamos dado. ¿Qué digo? Esto... no sé si se
debía llamar beso, era una avalancha de emociones. Podía
sentir sus hormonas alborotadas en la manera que movía su
lengua dentro de mi cavidad. Podía igualar su deseo al
morderle los labios y sentir sus jadeos.
Incluso, después de estar hospitalizada, sin comer lo
suficiente, su aliento era exquisito. Sus labios siempre tan
suaves y rosados. Su respiración pesada ligándose a la mía,
nuestras pieles calientes. Aquel beso tan repentino, pasó a
ser más efusivo. Sus dedos entrelazando mi cabello, mis
manos haciendo presión en su piel, guiándola en un
movimiento ágil hacia esa zona.
—Detente...
Susurró sobre mis labios. Aún la mantenía en brazos, aún
impulsaba sus caderas en un movimiento ágil hacia mi
polla. Ella trataba de resistirse, pero la condenada lo estaba
disfrutando tanto como yo. Mi dureza se hizo mayor y al
tenerla en ropa interior, viendo y oliendo su esencia,
incrementaron mis deseos por follármela. Blair era
consciente de mi presencia y yo era consciente de lo mucho
que le apetecía este momento.
—En serio Damon —dijo jadeante mientras mis labios
hacían contacto con su cuello—. Para... Debo bañarme.
—¿Realmente quieres eso? —le susurré en el oído. Mi voz
salió ronca y profunda.
—Damon —pronunció con un detenimiento perplejo—,
creo que necesitaré ayuda para bañarme.
Sonreí. Estiré nuevamente su labio inferior mientras la
bajaba y le quitaba el sujetador. Ella me ayudó con sus
bragas.
—Voy a desnudarme Blair. También quisiera un poco de
ayuda —dije ladino y me encantó ver la sonrisa de mi
muñeca.
Llevé sus manos hasta mi torso y delicadamente la guié
para que desabotonara cada botón de la camisa. Cuando
estuve expuesto frente a ella, sus fríos dedos hicieron
contacto con mis músculos. El recorrido continuó hasta la
zona más baja. Retiré el pantalón, quedándome en bóxer. La
tomé de la mano, jalándola hacia mí, mientras apoyaba la
espalda en la pared. Dejé que explorara todo lo que
quisiese, hasta que sus escurridizos dedos, llegaron al bulto
que yacía sobre la única prenda que llevaba encima. Lo
apretó. Gemí. Sonrió. Mordí mis labios.
—Oh mierda —gruñí sobre sus labios.
—Oh dios —susurró mordiendo mi boca.
Cerré los ojos mientras ella caminaba en reversa hacia la
bañera. En un acto simultáneo, ambos caímos dentro. Blair
debajo de mí y yo, con toda mi dureza apuntando hacia su
entrada.
—Maldigo esta tela —susurré juguetón mientras
enredaba mis dedos en sus bragas.
Ahora ambos estábamos completamente desnudos, la
tenía frente a mí, mientras enjabonaba su espalda con una
esponja. Me causaba un poco de gracia verla todo el tiempo
con la cabeza agachada.
Sonreí cínicamente, la tenía a mi completa merced, podía
hacer lo que quisiera con ella sin que pusiera alguna queja.
Pero ese, nunca había sido mi plan.
¿Qué tanto podía tardar una persona en recordar?
¿Y qué pasaría conmigo cuando supiera la verdad?
Sólo sería lo más insignificante.
Capítulo 31
BLAIR

Su espalda rebotó en el colchón de mi cama. Damon me


observaba atentamente. Olvidé todo por completo. Eliminé
a Aiden, a Elijah y hasta a Liam de mis pensamientos. Ahora
sólo seríamos Damon y yo. Sus ojos desprendían un brillo
que me tenía intranquila. Desde aquella noche en la que
bailamos y casi me hacía suya, no lo había visto tan
interesado en algo. Apoyó su espalda en el respaldar y
acomodó su cabeza en la pared. Su sonrisa era la total
muestra de victoria. Damon me iba a tener y yo no iba a
poner objeción, lo deseaba. Quité la liga que llevaba en mi
cabello y lo dejé libre para él. Sabía que le gustaba.
Sin pensarlo, corrí a la puerta y la cerré. Sabía que nadie
estaba en casa, pero necesitaba tener toda la privacidad
con él. Era mi noche, mi momento y no lo olvidaría jamás.
Como una gata fui llegando hasta su entrepierna y me subí
a horcajadas. Lo tomé en un acto sin premeditación por el
cuello y lo apreté hasta ver esa sonrisa cínica que me
encantaba. Sin dejarlo hablar, sin siquiera dejarlo pensar,
mis labios se unieron a los de él.
Me tomó de la cintura con total agilidad y me puso en su
centro. Quería que lo sintiera y dios... ¡Sí que lo estaba
sintiendo! Por inercia, comencé a moverme sobre su ropa
mientras Damon agarraba mi rostro con brusquedad y me
pegaba más a él, eliminando cualquier centímetro de
distancia entre ambos. Liberé mi mano de su cuello cuando
en un hábil movimiento, agarró las dos y las sostuvo tras mi
espalda. Su pecho duro se pegó al mío, rozando nuestras
pieles, haciendo que mis pezones se endurecieran ante el
tacto.
Estiré su labio inferior y lo retuve un tiempo mientras lo
succionaba. No era nada fácil hacerlo con su pesada mano
en mi mandíbula. Entendí que era él, el que quería llevar el
control. Pero no, no quería que Damon me follara.
Necesitaba follarlo yo a él. Por el momento, dejé que hiciera
conmigo lo que quería. Poco a poco su agarre se debilitó y
nuestros labios comenzaron a moverse lentamente. Solté un
jadeo cuando su lengua se movió de forma circular y con
ayuda de sus labios, succionaba la mía. Gruñí en su boca
cuando levantó sus caderas y su dura erección rozó en mi
centro.
Dejó mis labios por un momento y metió su dedo pulgar
en mi boca. Lo chupé como si se tratase de su polla. Mis
ojos se cerraron cuando sus caricias fueron a parar a mi
cuello. Deseaba tocarlo, acariciar su piel desnuda, pero el
condenado todavía me tenía sin poder mover mis manos.
Dio una mordida suave cerca de mi nuca y arrastró sus
dientes lentamente para soltarme. Aquel acto hizo que mi
zona más sensible se humedeciera con más intensidad.
—¡Déjame tocarte, por favor! —dije suplicante, con mis
ojos cerrados.
—No bonita —susurró en mi oído y luego mordió con
delicadeza el lóbulo de mi oreja—. Te has portado muy mal
Blair. ¿Por qué piensas en Damon estando conmigo?
¿Qué?
Abrí los ojos y un poco reacia a mirarlo, lo hice. Mi cara
fue la de total asombro cuando vi su sonrisa, esa que no
daba casi nunca. Me agarró del cuello y me lanzó contra las
sábanas, quedando él a horcajadas sobre mí. Hizo mi
cabello a un lado y se acercó lentamente a mi oído.
—Llegué sin pensarlo a tu vida, y desde ese día que
cruzamos nuestra primera palabra, sentí una corriente
eléctrica. —Su respiración era un tormento que me impedía
concentrarme en sus palabras. Ni dios sabía cuánto lo había
extrañado—. No sabes por todo lo que he tenido que pasar
para llegar a ti de nuevo, para retenerte a mi lado. —
Succionó mi lóbulo y lo sentí sonreír cuando jadeé por la
excitación que me provocaba—. ¿Por qué insistes en fijarte
en otro cuando soy yo al que no puedes olvidar? ¿Cuánto
tiempo hemos perdido Blair? —Sus manos comenzaron a
bajar por mi cintura, apretando deliberadamente algunas
zonas que me traían mucho placer—. ¿Recuerdas por qué te
hiciste ese tatuaje? ¿Le has contado a alguien lo que
significa para nosotros?
Su mano me sostuvo de la barbilla y me alzó para que lo
mirara fijamente a los ojos. Él se veía tan dominante encima
de mí, tan perfecto que no podía dejar de observarlo con los
ojos de una niña que le acababan de dar su primer beso. No
entendí qué demonios pasaba, pero no quería pensar. Era
imposible no amarlo.
—¿Quieres que te recuerde quién es el hombre que te
hace temblar? —gruñó sobre mis labios, apretando mi cuello
con brusquedad.
—Recuérdamelo. Necesito tu polla dentro de mí —dije
como pude—. Te amo... Elijah.
Me besó y las cosas comenzaron a salirse de control. Por
unos segundos, sus labios eran condescendientes y
sensibles. De un momento a otro, soltó al demonio que
llevaba dentro y comenzó a matarme silenciosamente. Los
succionaba con posesividad, demostrándome que en mi
puta vida volvería olvidarlo. Su lengua se hizo paso en mi
cavidad y gemí desesperada cuando las bolas de su piercing
hicieron contacto con mis papilas gustativas.
En todo ese arrebato de pasión, mis manos jugaban son
su cabello, bajando con delicadeza por los tatuajes de su
cabeza. Mientras Elijah succionaba ambos labios, yo hacía
un recorrido hacia sus tetillas. Sus piercing me tentaban a
tocarlos, a saborear su sabor metálico. Los rocé con
simpleza y sentí que mi cuerpo se debilitaba con las
corrientes eléctricas que despegaban nuestras pieles.
Otra vez era mío.
Otra vez caminábamos sobre lava ardiente.
Y lo peor, era que no me importaba quemarme.
Sus labios trazaron un camino cálido hacia mi cuello. Fue
bajando a medida que con sus manos rasgaba la fina blusa
que me cubría. La punta se su nariz, rozó con mi aureola.
Me arquee en el instante que sus manos atraparon ambos
senos y su boca se apoderó de uno. El contacto frío de su
piercing, ligado a su saliva caliente, era una combinación
que no podía soportar. Elijah podía ser muchas cosas, pero,
sobre todo, era un hijo de puta que sabía lo que hacía. Él
sabía cómo follar a una mujer.
—Dime pequeña... ¿Quieres que te demuestre cuánto te
he extrañado? —asentí sin ninguna duda, mi respiración
caótica no me dejaba pensar con claridad.
Tragué saliva cuando su mano sostuvo una de las mías y
la llevó hasta su entrepierna. Mis labios se secaron al
instante y él se percató de mi reacción ante tal
monstruosidad ya que comenzó a reír. Sin pedirle permiso,
me hice paso entre la tela que separaba mi mano de su
polla y jadeé cuando lo sentí. La saqué para poder verla.
Saboree mis labios al sentirla tan caliente, dura y un poco
púrpura por sus deseos. No dejé de mirarla un segundo,
rozando mi pulgar por su glande, escuchando sus jadeos y
viendo cómo su líquido pre seminal se hacía presente.
—Quiero sentirte, necesito probarte. Déjame recordarte
Elijah —susurré acercando mi cabeza a su polla, metiéndola
en mi boca.
—Joder pequeña, quiero tomar los centímetros que faltan
—pidió jadeante. Asentí y lentamente comenzó a
penetrarme, llegando su glande a mi garganta, causando
una arcada—. ¡Aguanta para mí, Blair! Sólo disfruta de todo
lo que te pertenece.
De un momento a otro, hizo a un lado mis bragas y
comenzó a rozar la yema de sus dedos en mi clítoris. Gemí a
la vez que penetraba mi boca y jugaba despiadadamente
con mi vagina.
—Solo quiero saber algo pequeña. —Detuvo lo que hacía
y se colocó detrás de mi espalda, abrazándome—. Dime por
qué sigues soñando conmigo.
Me levanté exaltada de la cama y con el corazón agitado
caminé hacia el baño. Eché un poco de agua fría en mi
rostro y me miré en el espejo. No podía creer que otra vez
volviera a soñar con ellos. Había pasado una semana desde
que Damon se quedó conmigo y desde ese día, comenzaron
mis pesadillas.
Damon aparecía en mis sueños y trataba de conseguir
ese acto con él. Luego, de repente, cambiaban cuerpos,
voces, acciones y mi mente imaginaba a Elijah. Aquel día no
ocurrió nada. Damon me bañó y luego me llevó a la cama.
Prefirió dormir en el piso a quedarse quieto en la misma
cama que yo. No entendí sus razones tan absurdas, pero las
respeté. En el resto de esa semana, no me dejó en paz.
Siempre andaba conmigo, siempre cuidándome y como de
costumbre, mi padre le agradeció.
En esos días, se fue mi estrés y poco a poco volví a
recuperar la visión. Para mi sorpresa, Damon me acompañó
a la casa de Liam y como si fuese mi guardaespaldas, me
vigiló hasta que el trabajo final fuese hecho. Algunas veces
sus acciones me daban cierta ternura. Damon había sido
muy condescendiente conmigo desde que nos conocimos. Y
también estaba esa conversación extraña con su hermano
que preferí no tocar por un tiempo para no recaer en mi
estrés.
Comencé a escribirle nuevamente a Mason en las noches
para afrontar mis sueños, el asesino sin rostro y algunos
detalles que sólo él sabía. Le conté sobre lo emocional que
me sentía, sobre mis idas y venidas respecto a las lagunas
de memoria que al parecer tenía. Dijo que podría presentar
algún cuadro de amnesia por algún suceso que mi mente
hubiese querido borrar. Justo después de que leyera eso,
mis pesadillas se vieron transformadas en sueños que no
tenían explicación. En ellos siempre aparecían Damon y
Elijah, usurpaban mi piel, me dejaban al borde del colapso,
después me sumergía en un enorme lago, nadaba hasta las
profundidades y hallaba a un niño. Sentía miedo, no quería
despertar sin salvarlo, sabía que soñaba, por eso me llenaba
de valor y arrastraba a ese chico fuera del agua. Lo salvaba.
Ese mismo suceso dejaba un extraño sentimiento de
vacío y familiaridad en mí.
La siguiente semana comenzó relativamente bien.
El lunes, me levanté luego de ese sueño y caminé hacia
la Universidad. El recibimiento fue algo inesperado pero
acogedor. Lucía se acercó a mí y me abrazó por algo que no
entendí. Pasamos la clase de biología riendo y hablando
sobre viejos días. Se disculpó por separarse y correspondí su
tregua. En la cafetería crucé miradas con Aiden y luego me
ignoró sentándose en el mismo asiento cerca de la ventana.
Al final, no expulsaron a Damon, pero no se acercaba a
mí cuando estaba a mi alrededor Lucía o Aiden —y en este
último tiempo, Lucía no se separaba de mí—. En verdad fue
algo bueno. Así me mantenía alejada y trataba de poner en
orden mis sentimientos. Sentí miradas sobre mí en el resto
del día y no comprendí el por qué, hasta que Nerea se
acercó a nosotras.
—Lo siento Blair —dijo tomándome desprevenida. Me
abrazó fuertemente y por primera vez, sentí que sus
palabras fueron sinceras, aunque no comprendiera el por
qué.
—¿Qué sientes exactamente Nerea? —comenté
confundida, observándola atentamente, viendo cómo sus
ojos se cristalizaban mientras intentaba hablar.
—Lo de Judith —confesó y mi mundo comenzó a
desmoronarse en segundos—. Ella... —la interrumpí.
—¡No! —grité en medio del pasillo, todos los miedos que
tuve semanas atrás, aquellas miradas extrañas, mi
corazonada, no podía ser cierto—. ¡Ni siquiera te atrevas a
decirlo! —golpeé uno de los casilleros, aguantando los
deseos de llorar, eliminando de mi mente esos
pensamientos, esas mentiras.
Observé a Damon al final del pasillo y quise correr hacia
él, hacia mi lugar seguro, donde todos los miedos se
esfumaban; pero él no me había visto. Caminaba apurado,
persiguiendo a alguien. Avizoré en la dirección que Damon
se dirigía y lo vi siguiendo a esa chica: Cris. Me olvidé de
ellos en el momento que una mano se posó sobre mi
hombro y comenzó a calmar mi agitada respiración.
—Tranquila Blair. Se hará justicia por ella —dijo Lucía y la
miré indiferente—. La policía se encargará.
En ese instante comencé a llorar afligida, recordando
cada uno de los momentos con Jud. Volví a vivir el instante
que dieron esa noticia por la televisión y atacó a la
defensiva a los policías.
—No —sollocé—. Mi Jud no, ella simplemente no pudo.
¡Jud no podía haber muerto!
—Lo siento tanto Blair —dijo Nerea y ambas me
abrazaron mientras lloraba sobre sus cuerpos—. Ella era uno
de los cadáveres que encontraron en esa casa.
La habían asesinado tan cruelmente. En una caldera,
atada, con un hacha encajada en la cabeza. ¿Pero por qué?
Jud no había hecho nada malo. Miles de momentos junto a
mi hermana pasaron en cámara lenta. ¿Había sido el
asesino? ¿El desconocido? ¡No! Él sólo debía matar a
Darling, no a mi pequeña e indefensa Jud. Devastada, me
aparté de ellas y salí corriendo hacia mi casa. Debía hablar
con papá, saber si sabían lo de Jud y si era así, no les
perdonaría jamás que me hubiesen mentido. «Judith se fue
al extranjero. Estudiará allá por un tiempo».
Estaba cegada por la ira. Intenté calmarme para no tener
otro desprendimiento, pero… ¡A la mierda todo! ¡Era mi
hermana la que murió! Era a Jud a la que jamás volveré a
ver porque ese asesino de mierda me la arrebató. Cuando
llegué a la casa, como siempre, estaba vacía. Me sentí más
sola que nunca en ese momento. Calmé mi llanto y busqué
en el clóset de papá, entre sus tantas botellas de alcohol,
alguna que pudiera estabilizarme. Llamé a Adrien y se
asustó al sentirme tan rota. No le di explicaciones y fui
directo al grano.
—¿Sabes quién venda metanfetamina? —La línea quedó
muda. Bufé y lancé la botella que tenía en mis manos—.
¡Habla joder! —grité.
—Blair, ¿Qué sucede? —espetó asustado.
—Adrien, sólo necesito un poco de droga. Sólo eso —dije
más calmada.
—¿Dónde estás? —me quedé en silencio, no quería ahora
un puto héroe que viniera a salvarme, solo necesitaba pasar
por todo mi dolor yo sola.
—¿Dime si lo harás o no? —farfullé con la voz ronca—.
Para si es no, buscarla por mis propios medios.
—Te la llevaré. Sólo dame diez minutos —suspiró y sentí
un tirón de puertas, él estaba viniendo hacia mí.
Colgué y busqué otra de las bebidas de mi padre. Dejé
ese destrozo y bajé a la sala. No iba a esperar eternamente
por Adrien y si no llegaba en cinco minutos, me iría.
Comencé a beber y los grados de alcohol bajando por mi
garganta me hicieron hacer varias muecas. A los segundos,
varios toques se escucharon. Me levanté un poco
temblorosa y la abrí. Él estaba serio, con el mismo rostro de
un demonio. Me intimidó por instantes, pero luego recordé
todo lo que estaba pasando y era él, el que debería
temerme. Su cabello estaba recogido en una coleta, su ropa
era un desastre junto a sus manos.
—¿Qué haces aquí? No tengo deseos de hablar —le dije a
punto de cerrar la puerta en su cara, pero la retuvo con sus
fuertes manos.
—No quiero hablar, Blair —murmuró dejándome
desconcertada, ahora que lo veía bien, parecía afectado por
algo, incluso tenía un pequeño rastro de barba, nada
grotesco, algo de un par de días.
—Entonces no entiendo qué haces aquí —señalé
mientras bebía de la botella.
—¿Quieres ir a algún lugar? —continuó y dudé por unos
segundos, luego decidí aceptar, de igual forma si me veía
en peligro, podría afrontar mejor los hechos.
—Quiero olvidar todo el día de hoy Liam. ¿Tienes algo
que me haga olvidarme del mundo?
—Tengo algo mucho mejor —susurró y agarró mi mano
sacándome fuera.
Sostuvo mi muñeca mientras caminaba agitado. Algunas
gotas de sangre caían de sus nudillos al suelo. Nunca lo
había visto así. Al parecer también tenía problemas.
Subimos a su coche y comenzó a conducir en silencio.
Ninguno dijo nada y no hacía falta. Liam entendía mi dolor y
era mejor no hablar. Yo no sabía qué le sucedía, pero no
tenía muchos deseos de averiguarlo.
Estacionó el auto en la carretera y me hizo bajar. Caminó
frente a mí y lo seguí. Había mucha maleza y árboles
frondosos. No sabía dónde estaba, pero era bonito, detrás
del inmenso bosque, había grandes montañas. En la cima se
podía ver las nubes y me las imaginaba humedeciendo las
rocas.
—¿Dónde estamos Liam? —pregunté cuando nos
detuvimos cerca de una pequeña cabaña.
—Este es mi lugar secreto Blair —confesó—. Nadie ha
venido nunca aquí, o no si están conscientes.
Sus palabras y su tono de decirlas me asustaron.
Comenzaba a creer que había sido una pésima idea venir
aquí con él. Me extendió su mano para que la tomara, pero
me negué. Retrocedí en mis pasos y tropecé con la rama de
un árbol. Caí al suelo y él se arrodilló frente a mí
—¿Qué sucede Blair? ¿Tienes miedo? —dijo cínicamente
manteniendo esa sonrisa siniestra en su rostro—. Porque
deberías.
Liam tuvo razón, solo que en ese instante no estaba lo
suficientemente cuerda como para percibirlo.
Capítulo 32
BLAIR

Liam puso sobre una mesa —muy polvorienta y con


telarañas— su teléfono e hizo que le entregara el mío. Me
miró con cara de quien no tiene amigos y caminó por el
pasillo de la pequeña cabaña. Había soltado su cabello y
quitó la camisa de su torso, exhibiéndose ante mí. Regresó
con dos botellas y un paquete con algunas cápsulas. Las
colocó encima de la mesa y se sentó frente a mí.
Aparté la mirada y me centré en los puntos blancos que
comenzaban a cubrir la tierra. Estaba sentada cerca de la
ventana, con las piernas dobladas sobre el sofá y mi mentón
apoyado en una de mis manos. Me encontraba fascinada
viendo cómo se movían los árboles con el viento y cómo la
nieve comenzaba a teñir su superficie. Recordé que en
tiempos atrás, yo me encontraba correteando con Jud,
viendo su sonrisa vanidosa, sus ojos enfurecidos por
siempre perder en los juegos, la visualicé llorando por Matt.
Y eso era lo que más me dolía. No iba a verla más.
Me sentía como la mierda y las ganas de buscar a ese
desconocido y matarlo con mis propias manos iban en
aumento. Pensé en sus palabras y mordí mi labio con
nerviosismo. Eres tan graciosa Blair. Deberías temerle a tu
asesino, no hablar con él. Sentí asco de mí misma por
siquiera sentir admiración u atracción hacia él.
«No eres mi asesino, yo seré la tuya» Formulé en mi
mente mientras secaba mis lágrimas.
Había excluido de mis pensamientos a Aiden, al final
comprendí que sólo tenía deseos de follármelo por su
misterio. Misterio que acabó cuando supe que era hermano
de Damon, aunque eso todavía me impacientaba. Ellos
estaban hablando de mí y sobre un chico el día que tuve ese
ataque de estrés. Luego traté de ignorar la situación porque
pensé que me sería más fácil sobrellevarlo.
Y porque querías estar cerca de Damon y no verlo como
un mentiroso de mierda.
Sí, eso también.
Pero ahora no pensaba en él de la misma forma. ¿Y si
sólo es atracción física? Me sentía confundida con lo que
sentía y más después de verlo correr detrás de Cris como su
perrito faldero. Aquella situación me había desestabilizado
por completo. Quizás por eso me afectaba más la muerte de
mi hermana, porque él no estuvo para ayudarme cuando
más lo necesitaba. Cerré mis ojos por el eminente
descontrol de mi organismo e intenté ralentizar mi
respiración, estaba comenzando a hiperventilar. De repente,
mi vista se nubló y me vi obligada a apoyar mi cabeza en el
apoyabrazos.
—¡Esto es una puta locura, Damon! —le grité llevando
mis puños a su pecho, golpeándolo.
Él sostuvo mis puños y los dejó pegado en su piel. Su
acción me dejó inestable. Mis ojos subieron a su rostro y
comprobé lo serio que se encontraba. Sabía que le afectaba
tanto o más que a mí esta situación. Liberó una de mis
manos con delicadeza y las subí lentamente a su mejilla. Mi
palma se adaptó a la perfección a la forma de su cara. Lo
acaricié después de tanto tiempo y volví a sentir mi corazón
latir acelerado.
—Blair, he hecho todo lo que ha estado en mis manos
para salvarte... —hizo una pausa y dejé que hablara. Sus
labios se movían de una forma tan atónita que me tenían
hipnotizada—... para salvarnos.
—Pero ese es el problema, no quiero que me salves más.
Ya dejé de ser esa niña buena con cara de ángel —él sonrió
ante aquello, pero me mantuve con mi pose fría.
En un ágil movimiento me tomó de la cintura y me hizo
girarme, quedando mi espalda apoyada en la pared. Solté el
aire que había retenido y observé sus ojos, esos ojos azules
que tanto me volvían loca. Apoyó su mano derecha a unos
centímetros de mi rostro y la otra alcanzó la mía para
llevarla a su pecho. Justo en la parte del corazón.
—¿Lo sientes? —asentí como una tonta al ver lo rápido
que latía—. Yo nunca te he mentido, Blair. —Llevó la mano
que tenía apoyada en la pared a mi pecho y comprobó lo
nerviosa que me encontraba—. Tú me salvaste ese día, yo
estoy haciendo lo mismo por ti.
—Ya no soy la misma, Damon —volví a repetirle y él negó
—. Ya no hay nada de bondad en mí. Puedo jurarte que, si
me encuentro a una persona desangrándose y que puede
salvarse, la dejo morir, o hasta podría causarle un poco más
de dolor.
—No Blair. Yo sé que todavía eres esa niña —tomó mi
rostro y lo acunó en su pecho—. Y por mucho que me
gustes, no voy a dejar que pagues los mismos errores que
yo. —Soltó una bocanada de aire y luego sonrió con
diversión—. ¿Ves lo ridículo que me veo diciendo esto?
Negué, no iba a dejar que cambiara de tema.
—He asesinado, mentido, robado y amenazado —le
recordé y el me interrumpió diciendo "Hemos hecho todo
eso juntos". Sonreí—. Me gusta ser quién soy, no quiero
cambiar, pero tú me importas y no quiero que mis errores te
perjudiquen.
¿Qué había sido aquello? ¿Por qué se había sentido tan
real? Sus palabras, mis actos, todo era tan extraño.
Comencé a sentirme mareada y apoyé mi cabeza en el
cristal de la ventana. Debía estar alucinando. No recordaba
hasta este momento esas escenas. Podían ser juegos de mi
mente o quizás había descubierto algo de mi pasado. Un
pasado en el que estaba Damon.
¿Qué carajos pasó?
Lo que sea, lo averiguaremos.
—Blair —escuché su voz y giré de inmediato. Había
olvidado por completo dónde estaba y con quién—. No he
dejado de mirarte un solo segundo y no dejo de
preguntarme en qué estabas pensando.
—¿De verdad te importa lo que me suceda Liam? —Me
acomodé recta hacia él.
—En realidad, no me importa lo que te suceda, pero si
atrajo mi curiosidad — confesó y apreté mi mandíbula—.
¿Por qué no te asustaste antes de entrar aquí?
También había olvidado ese pequeño detalle de nuestro
encuentro. Sonreí al recordar sus palabras nuevamente.
¿Qué sucede Blair? ¿Tienes miedo? Porque deberías. Por un
momento me asusté, debía admitirlo, luego me calmé y
dejó de importarme cualquier cosa que quisiera hacerme.
¿Hasta matarte?
Hasta matarme.
Mi respuesta ante su amenaza fue una sonrisa de medio
lado. Aproveché su desconcierto y me subí a horcajadas
sobre él. Alcancé un tronco que estaba a unos centímetros
de mí y lo coloqué en su cuello. Podía morir en sus manos,
pero al menos, podíamos jugar un poco. Liam pareció
sorprenderse y sin miedo alguno, llevó algunos mechones
que se habían salido de mi coleta hasta detrás de mi oreja.
«—¿Entramos? —asentí levantándome de su cuerpo y
ayudándolo a pararse también, aunque negó mi ayuda para
seguir con su moral de hombre alta.
La cabaña nos había recibido con su grata y calurosa
bienvenida. Era pequeña, completamente de madera, con
una chimenea encendida, una enorme alfombra en el suelo
—que podía jurar que era piel de algún animal por la
suavidad—, y algunos muebles esparcidos por el lugar.»
—Simplemente no te veo rostro de un asesino en serie —
dije burlándome de él. Llevó sus manos a su pecho como si
se sintiera ofendido y luego sonrió—. ¿Por qué estás herido
y por qué tú ropa es un asco?
Se levantó de la silla y alcanzó dos vasitos pequeños de
una estantería. Trajo consigo también, las dos botellas y el
paquete de cápsulas. Se sentó frente a mí y otra vez volví a
girarme en su dirección, sólo para observarlo
detalladamente. En un escaso espacio que había entre mis
piernas cruzadas y las de él, dejó lo que había traído.
—Juguemos reto o verdad, Blair —propuso e hice una
mueca. Para mí ese era un juego de niños y algo absurdo
mucho después de haber comprobado en lo que terminaban
todos los juegos con Liam—. Pero no el que todos
conocemos, lo haremos con mis reglas.
Sus palabras hicieron que un escalofrío me recorriera
completamente y creí que después de algunas horas de
tristeza, era la primera vez que mi mente imaginaba algo
divertido y excitante. Intenté alcanzar una de las botellas
para abrirla y probarla, pero Liam me la arrebató. Alzó mi
barbilla para que lo mirara y se mantuvo en silencio por
unos segundos.
—Desde tu ceguera has estado diferente, no sólo
conmigo, también con tus compañeros y pretendientes —
eso último lo dijo como si estuviera celoso—. Nos has
evitado a todos por causas que no me interesan, pero hoy
te vi decaer de una forma espantosa —confesó y noté la
sinceridad en sus palabras—. Me preocupé al verte tan
dolida, tan rota, al percatarme cómo mirabas a Damon
yéndose con esa otra chica. —Cerré mis ojos en ese instante
por la molestia de escuchar su nombre y Liam me ordenó
abrirlos—. Me pediste algo que te hiciera hacer sentir bien
Blair, pero te daré algo mejor.
—Hagamos lo que quieras. Estoy dispuesta a todo —le
dije y sonrió, imité su acción porque en realidad, si iba a
hacer cualquier cosa que me propusiese.
—¿Pensé que no te gustaba? —habló con altanería y le
correspondí con mi frialdad.
—No me gustas Liam, no eres mi tipo de chico —admití
sinceramente, en realidad Liam no me gustaba, pero tenía
algo, no sé qué, que me volvía loca, como aquella noche en
la que dormimos juntos—. No me gusta cómo luce tu
cabello, ni tu rostro —creo que me había pasado de la raya
y comenzaba a afectar su orgullo como hombre—, pero me
atrae tu cuerpo, y la forma en la que consigues lo que
quieres con tus ojos.
En cierto momento tuve que recargarme en el
apoyabrazos del sofá ya que Liam se acercaba con un hilo
de intriga y arrogancia en sus pupilas. Comenzaba a
sentirme nerviosa porque lo peor que podía hacer una mujer
era afectar el ego de un hombre. Los pone posesivos y con
ganas de demostrar cuán buenos son en algo.
¿Pero era lo que querías no?
Hacer lo que él quisiera para olvidar.
Puta conciencia. Si quería hacer lo que quisiera, pero no
así, no cuando todavía pensaba en mis problemas. Para eso
tenía que beber y no recordar nada. Me levanté del sofá
haciendo que él volviera a erguir su cuerpo y me mirara
lleno de deseo e ira. ¡Oh sí! Sí había herido su orgullo. Fruncí
mi ceño tratando de comprender qué pasaría después y lo
relajé cuando comenzó a hablar.
—Digamos que yo opino lo mismo de ti, Blair —murmuró
elevando su labio superior mientras enroscaba las hebras de
su blanco cabello en sus dedos—. No eres exactamente la
persona que más me guste del mundo, pero quiero
comprobar algo.
Eso me tensó, pero volví a sentarme frente a él. Abrió las
dos botellas y a la que le faltaba algo de líquido, la rellenó
con el sobrante. Rompió el paquete de cápsulas y echó una
en cada vaso, luego le siguió la combinación de alcohol.
—Hay tequila, vodka y whisky en esta botella —señaló la
que más tenía—, en la otra sólo tequila —asentí y continuó
hablando—. Cada cápsula contiene una droga muy fuerte
que te hará desaparecer del mundo, en el tiempo que los
efectos estén en tu sistema —sonrió—. Podrás alucinar,
tendrás ganas de gritar, llorar, sonreír, follar o hasta matar.
—Eso último me había puesto los pelos de punta—.
Jugaremos verdad o reto y no siempre será verdad. Cada
tres verdad, hay un reto. —No podía negar que la forma en
que lo decía, casi en susurro, me estaba gustando—. Solo
estamos tú y yo, sin teléfonos para evitar interrupciones,
escondí las armas blancas por si tu loca cabeza le da por
degollarme —me reí y él sonrió al verme así—. Si creo que
me mientes, tomas, si no quieres hacer el reto, tomarás y
cuando no resistas más droga en tu organismo, te obligaré y
te... —lo interrumpí con una sonrisa en mi rostro.
—Déjame adivinar... ¿Me harás tomar? —él negó
divertido y luego sus claros ojos se oscurecieron.
—No Blair, no te haré tomar. —Llevó mi mano a su polla e
hizo que lo apretara. Estaba a mitad de una erección,
rápidamente me aparté—. ¡Te follaré!
—Ajá. —Esa tontería que dije ni se podía considerar
respuesta, salió de mis labios a causa de lo nerviosa que me
sentía.
Después de todo no sería tan mala idea este juego.
Distraería mi mente, pasaría un buen rato con Liam y podría
aprovechar y sacarle algo de información sobre el extraño
frasco que cayó de su libro y que extrañamente no salía de
mi cabeza.
¿Podía ser otro tipo de droga?
No lo sé Rick, parece falso.
—De acuerdo, comencemos. —Tomó el vasito entre sus
dedos y me lo extendió. ¿Tan seguro estaba de qué bebería?
—. ¿Verdad o reto Blair?
—Verdad. —Comenzaría con lo fácil y lo más obvio. O
sea, en este juego todos piden verdad en la primera ronda.
—El día que jugamos en la terraza, Damon supo con
claridad que el papel que le tocó, lo habías escrito tú. —Oh
sí, claro que recordaba aquel juego, en el que le di una
bofetada a mi hermana. El día que la vi por última vez—.
¿Qué decía exactamente la nota, que se puso tan feliz?
—¿Es en serio? —Me negué y él sonrió extendiéndome el
trago—. Eso es algo privado Liam.
—La pregunta es sencilla, hay peores. Tú decides si
comienzas a beber ahora o esperas un poco más. —Y su risa
tan cínica fue la causante de que comenzara a hablar.
—Bien —suspiré—. La nota decía: «Quiero que me folles
como mismo Liam se folló a Lexy en su escritorio».
Mis palabras causaron cierto asombro en su rostro, pero
no sé enfadó, Liam se carcajeó como un demente y sabía
por qué lo hacía. ¿Qué hacían dos alumnos en el despacho
de un profesor? O también podría preguntarse por qué no lo
acusamos en la dirección. Y la verdad, es que me importaba
una mierda la vida de esos dos. En aquel momento yo
estaba muy concentrada disfrutando de las caricias de
Damon y lo que estaba provocando en mi cuerpo con sus
besos.
—No intentaré preguntar qué hacían allí —sonrió y puso
su cabello a ambos lados de los hombros—. ¿Se excitaron?
—Es sólo una pregunta, no intentes pasarte de listo —le
respondí y me preparé para interrogarlo yo—. ¿Verdad o
reto Liam?
—Verdad. —Asentí ante su respuesta y comencé a
formularme alguna pregunta que valiera la pena saber la
verdad.
—¿Qué contiene el frasco que encontré aquel día en tu
habitación? —mascullé entre dientes suplicando que me
contestara y que no se animara a beber.
Liam ladeó su cabeza y se sorprendió por mi pregunta.
Creo que en su jodida vida hubiese imaginado que
recordara aquel momento. Sin contestar, tragó el líquido y
sostuvo con sus dientes la cápsula, luego la mordió.
—La contestaré, pero no ahora —murmuró mostrándome
el líquido que tenía en la lengua, luego se lo tragó—.
Inténtalo más tarde cuando no tengas una gota de
conciencia.
—¿Es tan horrible que quieres que lo olvide estando
drogada? —le cuestioné alzando una ceja—. Las personas
deberían saber que cuando a alguien se le niega algo, es
cuando más desea tenerlo, o en este caso, saberlo.
—Digamos que te lo confesaré cuando compruebe algo
en ti —sus palabras hicieron eco en mi mente, ¿por qué no
dejaba de verlo tan jodidamente sexy?
—¿Qué buscas en mí? ¿Es por la diosa Anu verdad? —
Otra vez volvió a sorprenderse. Entendió que sabía más de
lo que debía, pero no pareció afectarle.
—Tres preguntas y sólo te correspondía una verdad —
alegó haciendo la misma estrategia que yo—. ¿Verdad o
reto?
—Reto —dije y sin haberlo hecho o no, bebí de mi vaso y
rompí la cápsula con mis dientes, bebiendo el amargo
líquido.
—Oh Blair, esa sí fue una mala elección —se carcajeó,
puso los vasos en el suelo y jaló mis piernas hacia él,
sentándome a horcajadas—. ¿Te había dicho que los efectos
son inmediatos y que no son los mismos en todas las
personas?
Asentí y lo vi sacar debajo del sofá, un pequeño alicate
de uñas.
¿Qué mierdas quería que hiciera con eso? ¿Cortarme las
uñas?
No creí que esa risa fuera para que nos cortáramos la
cutícula.
—¿Preparada?
No, no lo estaba.
Ni en ese momento, ni ahora.
Capítulo 33
BLAIR

Los efectos de lo que sea que hubiese tomado me habían


puesto a ver el doble. Sabía que no estaba en mis cabales
cuando se cruzó por mi mente la absurda idea de cumplir su
reto. A pesar de que no tenía idea de lo que querría hacer
con un alicate de uñas, suponía que lo peor sería ser su
manicure. Sonreí divertida y lo tomé. Comencé a jugar como
una niña pequeña que no ve el peligro en lo que hace y
deslicé la parte activa del instrumento por mi piel. Solté un
quejido cuando me corté. Lo miré sorprendida y agradecí
por recorrer mi piel de forma superficial y no intensificar el
movimiento.
—Todavía estás a tiempo de beber, —Señaló el vaso— y
dejar el reto —propuso, pero negué divertida.
Aquella droga me había puesto raramente feliz y con
deseos de todo. Quería bailar, tomar, comer, desnudarme,
saciar una loca sed por probar la sangre humana, fumar,
besarlo, hacerle el mejor oral que le hubieran hecho en su
puta vida y luego, cabalgarlo como una desquiciada.
Realmente no eres tú ahora mismo, Blair.
Por primera vez estamos de acuerdo en algo.
—Si insistes —sonrió y recogió su cabello en un moño
alto—. Te reto a que me beses mientras deslizas el filo del
alicate por mi hombro —una sonrisa juguetona apareció en
su rostro—. Quiero que lo hagas con todas tus fuerzas,
necesito sentir dolor... Auch — se quejó cuando clavé las
dos puntas en su pecho desnudo.
—Por un momento pensé que el dolor sería para mí —
confesé y lo vi negar, poniendo su mano sobre la mía,
hundiendo lentamente la parte activa en su piel—. ¡Basta,
Liam! —Intenté sacar el alicate, pero sólo logré que me
acercara a sus labios en un rápido jalón.
—¡Oh vamos, bonita! Pensé que te divertías —alegó
soltando mis manos. Me agarró fuertemente de las caderas
y me sentó a horcajadas sobre él. Acomodó mi cabello sobre
mis hombros y sonrió al verme tan despistada. Mis manos
fueron a parar a su abdomen y me paralicé al sentirlo
contraído, duro, dejándome percibir esos cuadros—. Sé que
no soy tu tipo, tú tampoco eres el mío. Pero no estamos
pasando por un buen momento, sólo necesitamos
distraernos. Además, será solamente hoy.
Ahogué un suspiro cuando escuché lo que dijo. El maldito
además de ser hermoso, sabía que palabras usar para
convencer. Tenía claro mis sentimientos y a quién amaba,
pero esas personas me habían abandonado y el único que
me buscó, aunque fuera para relajar su dolor, fue él. Así que
acepté. Jugaríamos su juego.
Sin que se lo esperara, obtuve nuevamente el alicate y lo
presioné en su musculoso brazo. Con mi otra mano sostuve
su mandíbula y uní nuestros labios. Devoré su boca como si
mi vida dependiera de ello. Al mismo tiempo clavaba las dos
puntas y las arrastraba por su blanca piel. Un leve sabor a
alcohol, ligado con un chicle de menta, me consumió. Liam
sabía besar y lo hacía de forma demandante y posesiva. No
se quejó ni un solo momento por el dolor que pudiese estar
sintiendo, simplemente agarraba mi trasero y lo apretaba
con deseos.
Cuando llegué hasta su muñeca, me detuve y con el
rabillo del ojo me percaté de toda la sangre que cubría su
brazo y que goteaba sobre mi ropa. Con cada agarre salía
más, pero eso no parecía importarle, aquello le daba placer
y lo veía en su ímpetu y verdadera necesidad al besarme.
Gemí cuando sus manos subieron por mi blusa y sus
yemas frías tocaron mi cálida piel. Liam se tragó mi gemido
e intentó quitar mi sostén, pero lo detuve y lo miré a los
ojos para que entendiera mi negación. En un acto
premeditado, sus dientes atraparon mi labio y mordió duro,
haciéndome sangrar, recordándome mis juegos con Elijah.
Lo eliminé de mi mente en el momento que su lengua
comenzó a moverse de forma circular, estremeciéndome,
excitándome de una forma irresistible. Liam había
continuado lo que yo empecé, pero su forma era más
desenfrenada y yo la estaba disfrutando.
—¿Así que después de tanto logré encontrarte? —Aquel
chico me giró en un veloz movimiento, me hizo retroceder
hasta la pared y colocó ambas manos en los extremos de mi
cara—. ¿Sabes cuánto tuve que hacer para saber tu
ubicación?
Negué con la cabeza. Yo no conocía al tipo que tenía
frente a mí, pero tampoco iba a asustarme. A mi suerte,
pero para su desgracia, hoy no había sido uno de mis
mejores días y si se metía en mi camino, las pagaría.
—Aleja tus sucias manos de mí —escupí cuando intentó
tocar mi rostro—. ¿Quién eres? —dije metiendo mi mano en
el bolsillo para sacar unas tijeras. No eran la gran arma que
digamos, pero si sabías usarlas, ocasionaban mucho dolor.
Él acercó su rostro al mío y comenzó a oler el aroma de
mi cuello. Me quedé quieta, apuntando el filo de las tijeras
en su omóplato. No se inmutó, ni siquiera se alejó. Aquel
chico hundió sus labios en mi cuello y dejó un beso casto,
rápido.
—¿Realmente no me recuerdas Blair Bennett? —habló y
retrocedió sonriendo con preocupación, pero a la vez frío y
sin corazón.
Lo detallé a la perfección y en realidad era hermoso. Alto,
el cabello castaño oscuro, y algo largo con algunas
ondulaciones en las puntas. Sus ojos eran marrones. Su
ropa era ajustada y negra. Tenía tatuajes desde su hombro
hasta la punta de los dedos. Su cuerpo no era lo más divino
pero lucia fuerte. Sus labios eran finos al igual que su nariz.
—¡Espera! —exclamé al recordarlo—. ¿Eres el chico que
ha estado vigilándome hace unos días?
Suspiró y sonrió. Guardé las tijeras sin saber por qué y
dejé la tensión a un lado. Yo lo había visto muchas veces
siguiéndome, observándome, sonriendo como un loco y
anotando cosas en una libreta.
Supuse que sería algún seguidor.
—Hoy no te fue nada bien en las prácticas. —Comenzó a
caminar y lo seguí. Su personalidad me estaba atrayendo
como el azúcar a las hormigas.
—Entonces si eras tú después de todo —dije confirmando
las pocas dudas que me quedaban sobre que él fuese esa
persona—. Después de mi lesión ya no he podido hacerlo
bien.
—¿Quieres hablar de ello? —propuso y asentí.
Caminamos un buen rato sin decir nada. Comenzaba a
oscurecer cuando nos detuvimos en un puente a las afueras
de la ciudad. Me tensé al pisar nuevamente el lugar.
Sostuve algunas lágrimas por lo que había sucedido cuando
era una niña y lo miré con cierta curiosidad.
—¿Qué hacemos aquí? —inquirí cuando se sentó en el
barandal. Observé el precipicio y en verdad es alto. De igual
forma, seguí sus pasos.
—Es un lugar bonito, aunque triste ¿No es cierto? —me
miró y apreté mis puños en el barandal.
Le otorgué la duda con mi silencio mientras veía lo
pequeño que se notaban algunos barcos pesqueros bajo
nosotros, cómo volaban las aves buscando refugio en los
árboles. Vi cómo el sol se ocultaba detrás de los edificios, a
lo lejos. Tenía mucho tiempo que no pasaba por allí, el
recuerdo me abrumaba y la culpa me consumía.
—Al fin puedo conocerte en persona, Blair —dijo con
cierta burla en sus palabras—. ¿No me temes?
—¿Debería? —sonreí—. Solo creo que eres una oveja
confundida —le dije para que entendiera que no iba a
continuar tolerando sus acosos.
—Nunca confíes en nadie, y menos en la apariencia de
una oveja. Esa oveja puede ser el lobo feroz disfrazado.
Atento y sediento por matar. —Sus palabras revolvieron un
poco mi estómago, pero lo ignoré observando el horizonte.
—Nunca comprendí que vio él en ti con tal de arruinar la
poca vida que le quedaba —confesó y alcé mis cejas al no
entender nada—. Debo disculparme por algunas burradas
que he hecho, pero sólo eran para asegurarme de lo que
pienso hacer.
—¿Siempre eres así?
—¿Así cómo? —iba a hablar, pero no me dejó—. Da igual.
¿Me contarás sobre tu mal humor de hace un rato? —asentí.
—Desde los cinco años, mis padres me inscribieron en
clases de natación —suspiré, nunca le había contado esta
historia a nadie, pero sería bueno hacerlo con un total
desconocido—. Mi agilidad y destreza para nadar, cada día
se hacía mayor. Los profesores estaban encantados
conmigo y yo estaba feliz al ver el orgullo en los ojos de mis
padres. —Tomé una bocanada de aire y bajé mi mirada al
agua, no quería observarlo—. Las prácticas incrementaron y
aunque me sentía cansada seguí practicando. Llegué a ser
la mejor nadadora en metros planos en un rango de niños
superior a mí. Me sentía tan feliz con mis ocho años por
haber ganado esa copa y varias medallas como no tienes
idea —solté una risa acompañada de una lágrima—. Ese
mismo día ocurrieron cosas en mi familia que no debí ver y
aterrada, escapé. Era de noche y había mucho frío. —Abracé
mis brazos como si hubiese sido ayer—. Imagina a una niña
llorando, sola, asustada entre la oscuridad, huyendo de los
autos, de las personas que la veían con preocupación y
lástima; aquello ni siquiera me importaba. No supe cómo
llegué aquí, pero sucedió. Fue entonces que vi un coche,
venía a toda velocidad hacia mí. Cerré mis ojos y los volví a
abrir al sentir el impacto del auto con el mar. —En aquel
instante comencé a llorar y no me vi con las fuerzas
necesarias para continuar.
—¿Qué más ocurrió Blair?
—Bajé por unas escaleras de madera. —Apunté el lugar,
pero ya habían construido escaleras de cemento—. Y me
lancé al oscuro mar. Subí a la superficie varias veces para
tomar el suficiente aire y ayudándome de las luces del auto,
llegué a él. —Ese chico tomó mi cabeza y la apoyó en su
hombro, dándome consuelo—. Había tres personas. —Rompí
en llanto y dije mis últimas palabras titubeando—. ¡No pude
salvarlos a todos! ¡Ni siquiera podía con ellos! —grité
afligida.
—Al menos salvaste a uno de ellos. No te culpes, eras
sólo una niña.
—¡Pero era la mejor nadadora! ¡Podía salvarlos a todos si
hubiera sido más fuerte…
—¿Quieres escuchar lo que tengo que decirte ahora? —
dijo interrumpiéndome—. Realmente espero que algún día
superes la lesión que tuviste hace un año —sonrió de lado y
apoyó sus manos en mi espalda—. Sólo espero, que, si lo
haces, sea en el cielo, o en el infierno. En algún lugar donde
no pueda verte más.
Lo miré con sorpresa y terror y él sólo sonrió,
derramando una lágrima de su ojo izquierdo. Sin esperarlo,
colocó la capucha negra en su cabeza y su rostro se
oscureció. Antes de que pudiera bajarme, sus manos
aplicaron una fuerza en mi espalda y mi cuerpo comenzó a
descender. La caída fue ruidosa y el impacto mayor lo sentí
en mi espalda. Me hundía poco a poco y aunque deseaba
subir a la superficie, no podía por la enorme y creciente
corriente. El agua entraba por mi boca y mi nariz, me
estaba ahogando mientras él seguramente se marchaba.
Cuando comprendí que no iba a salir viva, cerré mis ojos y
me dejé hundir.
La dureza de sus músculos era impresionante y sentir
cómo me tocaba se había convertido en una yaciente
fantasía. Sus manos comenzaron a subir a mi cuello y me
apretó levemente. Aquella acción, ligada con lo que había
imaginado a causa de la bebida y la droga, causaron que
me sintiera asfixiada. Mi organismo entendió que el acto de
Liam era agresivo y que atentaba contra mi vida, por eso,
sin dudarlo, sostuve el alicate y lo clavé en sus clavículas.
Rasgando su piel, ocasionado que gruñera de dolor.
—¡Detente! —gruñó, pero no lo hice. Seguí deslizando el
filo por todo su pecho, causando una profunda y sangrienta
herida. Lloré al verlo quejarse y me fascinó la bipolaridad
que tuve. Pasé de excitación a melancolía. Y después, una
extraña satisfacción por su dolor. Noté cómo observó mis
ojos oscurecidos por la ira y apartó mis manos de su cuerpo,
lanzándome al suelo—. ¡Qué mierdas te pasa Blair! ¿Querías
matarme? —le escuché decir con la voz llena de ira.
Dentro de todos los recuerdos, volvió a aparecer el
hombre sin rostro, pero ahora, aunque no lo recordaba a la
perfección, sabía quién era. Me aterroricé al percatarme de
lo cerca que siempre había estado. Llevé mis rodillas a mi
pecho y las abracé. Liam goteaba sangre, pero eso no le
importó y caminó hacia a mí. Me abrazó y luego levantó mi
rostro para que lo mirara.
—¿Qué te afectó de esa manera, bonita? —habló casi en
susurro—. Realmente no sabía que fueses tan agresiva —
sonreí y Liam secó mis lágrimas—. ¿Me cuentas?
Oh no, no iba a contar todo de nuevo.
—Mejor cuéntame tú qué buscas en las mujeres que
siempre las haces a un lado cuando no encuentras lo que
quieres —le dije en el mismo tono con el que me habló con
anterioridad.
Todavía trataba de calmarme, no podía creer que hubiera
sido Aiden todo este tiempo. La conversación que tuvo con
Damon en la calle aquel día apareció en mi mente como un
tortuoso recuerdo. Solo márchate antes de que Blair sepa la
verdad y descubra que tú eres el causante de su
sufrimiento. Todo este tiempo Damon lo supo y no fue capaz
de contármelo. Mis puños se cerraron y el dolor comenzó a
cegarme, solo quería hacerle causarles dolor a ellos.
—¿Sabes que si te cuento puede que tenga que matarte
después? —murmuró Liam sacándome de mis
pensamientos.
—Me harías un favor, créelo —Liam sonrió ante mi idiotez
y no creí que hablaría tan fácil, pero lo comenzó a hacer.
Después de todo, la droga no sólo me había afectado a mí.
—¿Nunca te ha gustado tanto un personaje de un libro,
una película o alguien que conoces que quieras parecerte a
él? —negué con simpleza y eso pareció decepcionarlo—.
Antes de seguir, quiero que sepas que no soy estúpido y
que, si te cuento toda esta locura, es porque sé que no lo
recordarás al día siguiente —asentí y ambos sonreímos
cómplices—. Respondiendo a mi pregunta, yo si lo hice. No
es que me haya enamorado de ese hombre ni nada por el
estilo, pero su locura, su forma de ver la vida me fascina.
—¿De quién me hablas exactamente? —Sus manos
sostuvieron las mías y me puso sobre su regazo. Luego se
levantó con mi cuerpo encima, ocasionando que me
manchara con su sangre y nos sentó nuevamente en el
sofá.
—Fue una película que vi hace mucho. No me preguntes
quién fue el director o el nombre de los artistas —sonrió
divertido—. Sólo sé que yo también quiero hacer mi propio
perfume —lo interrumpí antes de que continuara.
—¡Ah! —exclamé con sorpresa moviéndome sobre su
entrepierna—. ¿Hablas del loco que se obsesionó con la
virginidad de las chicas y las mataba para extraer su
esencia y con ella hacer el perfume más delicioso del
mundo?
—Parece que no fui el único que le gustó la película —
ambos sonreímos, pero él más—. La diferencia, es que yo no
busco vírgenes y no las mato. Una vez estuve con una chica
y terminé asfixiándola con mi fuerza bruta. Cuando la tuve
muerta en mis brazos, la acosté en el suelo y esperé una
hora para asimilar lo ocurrido. Luego lamí su coño y el sabor
era exquisito. Alcancé un recipiente y adentré sus fluidos.
Desde ese día me he vuelto loco buscando nuevamente ese
olor, ese sabor —acercó mi cuerpo más al suyo y sentí su
creciente erección—. Puedo asegurarte que, si tú eres esa
chica, tengo grandes propósitos contigo.
—¿Cómo cuáles? —Me moví inconscientemente sobre su
erección. Liam jaló mi cabello y lo hizo hacia atrás, dejando
expuesto mi cuello. Lo mordió y un jadeo salió de mis labios
—. Pensé que no te gustaba.
—Solo reza porque tú no tengas lo que busco —sonrió
maniático—. Si es así, no correrás la misma suerte que las
demás. Perderás tu libertad, te haré olvidar cada maldito
detalle que recuerdes de tu relación con Damon y Aiden y
sólo te someterás a mí.
—Estás demasiado loco —solté una carcajada, pero no
pareció agradarle—. Yo sí no mentí cuando te dije que no
eras mi tipo. Ten seguro, que, si follo contigo ahora, será
para olvidarlos a ellos.
—¡No Blair! —Me lanzó sobre el sofá y se colocó encima
de mí, tomándome del cuello. Me reí en su cara disfrutando
sus reacciones y eso sólo sirvió para enfadarlo más—. Si
consigo en ti lo que llevo buscando tantos años, serás mía.
—Tomó mi rostro y deslizó su lengua por mis labios—.
Solamente mía.
Y no mintió.
Estaba metida en un lío enorme.
Y esas palabras fueron solo el comienzo.
Capítulo 34
BLAIR

Agarró mi mandíbula con ira y unió nuestros labios


nuevamente. No me esperaba estar sintiendo esas
cosquillas en mi cuerpo y la necesidad de ser poseída por él.
Ambos teníamos los ojos abiertos, observando las
reacciones del otro. Liam me veía con frialdad, tratando de
demostrarme que ahora que accedí a él, nada sería como
antes. Agarró mi cabello y lo apretó mientras su mano se
apoderaba de mi cintura y me impulsaba para que sintiera
su erección. Mis manos se apoderaron de su cuello y quise
marcar mi propio ritmo, pero Liam necesitaba rudeza y
efusividad. Su pecho duro presionó el mío y manchó aún
más mi blusa. Me aferré a él y jadeé en su boca, disfrutando
lo que me hacía sentir.
Cerré mis ojos cuando sus manos comenzaron a subir por
mi abdomen y se detuvieron en la zona antes de los senos.
Con sus dientes retuvo mi labio inferior y lo estiró
lentamente. Sonrió y debilitó el agarre de mi cabello,
llevando esa mano a mi mandíbula y siguiendo el ritmo del
beso como él quería. Nunca fue lento o cuidadoso. Liam me
penetraba con su lengua y los roces afables de nuestras
pieles, la fricción, era sumamente abrumadora. Todavía con
la respiración agitada, detuve nuestro beso y lo miré a los
ojos. Había una pregunta que quería hacerle, una que
comenzó a consumirme desde que me buscó horas antes.
—Tú ya sabes de mis problemas y el motivo del por qué
estoy haciendo esto —le hablé de forma despectiva
señalando nuestros cuerpos—. Pero yo no sé lo que te tiene
o tenía mal y quiero saberlo.
Se recompuso en el sofá y pasó su mano por el cabello,
desatándolo nuevamente.
—No es algo importante y no quiero que influya en esto
—dijo con el mismo tono en el que yo había hablado con
anterioridad.
—Pero quiero saberlo —confesé y comencé a hacer un
recorrido con mis dedos por su abdomen.
—Es por Vic... —Sentí que le costaba hablar, pero lo
incité luego de tomarnos otra cápsula —…Victoria —dijo al
fin—. Ella era esa chica —Me mantuve en silencio y
comprendí que esa loca obsesión de Liam y su búsqueda de
olores y sabores se debía a ella—. Después de su muerte
nada ha sido igual. Traté de encontrar lo que sentía por ella
en varias personas, pero no es igual Blair, nadie puede
superar a Vicky.
Y la atmósfera que se había formado en un instante, se
rompió al hablar de su amor del pasado. Creí por un
momento que había metido la pata —pero hasta el puto
fondo—, pero Liam me jaló de la muñeca y envolvió mi
cintura con sus brazos. Me presionó en su pecho como si me
hubiera extrañado desde hace mucho tiempo y no me dejó
liberarme. Llevó sus labios a mi nuca y comenzó a
debilitarme con la caliente y lenta respiración. Sus labios se
dirigieron a mi cuello y me besó con efusividad. Liam
parecía otro; ahora estaba relajado, amable y sus caricias
no se comparaban con las de antes. Separó finalmente
nuestros cuerpos y me dio una sonrisa que no supe
descifrar. Al mismo tiempo, comenzó a llorar mientras
acariciaba mi cabello.
—Todavía están ahí —susurró y no comprendí a qué se
refería—. Tu cabello sigue siendo tan blanco mi amor...
Esas palabras me hicieron caer en cuenta que Liam
estaba alucinando, pero no hice nada. Decidí ser la mujer
que él amaba para que al fin la dejara ir y olvidara ese
sentimiento de culpa. Aunque eso se había convertido en
algo peligroso ya que podría matarme pensando en Victoria.
Pero como había dicho con anterioridad, no estaba en mis
cabales y no me importaba tomar ese riesgo.
—Vicky, mi Vicky. Te he extrañado tanto en todo este
tiempo... —murmuró acunando mi rostro en sus manos, su
tacto era tan delicado que me hacía pensar que estaba
frente a otra persona—. ¿Cómo volviste? ¿Sabes todo lo que
hecho por encontrarte de nuevo? —preguntó con sus ojos
fijos en los míos, sin dejar un segundo de acariciar mis
mejillas con sus pulgares—. No tienes ni la mínima idea con
cuántas mujeres me he acostado para volver a sentirte. Y te
lo digo como si no me importara nada, pero te fallé con
Lexy. —Sus labios se acercaron lentamente a los míos y
respiró sobre ellos repetidas veces de manera constante—.
Tú me faltabas y ella comprendía mi dolor, y sus caricias y
mimos me hicieron tratarla como a ti; porque una parte de
mí deseaba que Lexy fuese como tú —admitió y tragué el
pesado nudo que tenía en mi garganta, nunca hubiese
pensado en el dolor que este hombre había estado sintiendo
—. Eso me carcomía el cerebro día a día, porque nunca
nadie podrá suplantar tu lugar. Ni sus besos, ni caricias, ni el
sexo tenían comparación contigo mi amor. Sé que no puedo
reclamarte nada porque por mi ira, por toda mi mierda es
que te alejé. Pero ahora estás aquí, con vida, conmigo. Soy
un puto egoísta por dejar que mi hermana sienta algo más
por mí, pero lo prefiero así antes que se enamore como tú
de otro y me abandone.
Me quedé helada escuchando sus palabras y con el dolor
que las pronunciaba. No había duda que Liam había amado
y ama mucho a Victoria. En ese momento que lo vi llorar
sobre mis muslos, sintiendo la culpa que todavía no salía de
su alma, quise abrazarlo. Pero Liam se adelantó primero.
Emitió una risa baja llena de frustración y felicidad y besó
mi vientre. Sus lágrimas se ligaron con la sangre de su torso
y comenzaron a caer sobre mis piernas.
—Liam yo... —comencé a hablarle pretendiendo darle
consuelo y hacerlo entender que Victoria no estaba, que
todo había sido una alucinación—… Vicky se fue, estás
conmigo, con Blair.
En un arranque de agresividad me tomó de cuello y me
lanzó al suelo, sacándome de su cuerpo. Apretó su agarre
en mi piel y sentí que no podía respirar bien, me estaba
ahogando y no pensaba hacer nada, solamente cerré mis
ojos e intenté disfrutar la situación. Me observó con asco y a
la misma vez con dolor. Comprendí que volvió a
reconocerme o eso quería creer.
—En tu puta vida Blair, vuelvas a mencionar el nombre
de esa zorra —gruñó con la voz ronca—. No sé lo que dije y
no me interesa saberlo, pero por si ocurre alguna obra de tu
Dios y mañana lo recuerdas, evita indagar en la mierda.
—No lo recordaré y tu secreto morirá conmigo —confesé
—. Vick... —me detuve cuando casi me fulmina con la
mirada—. Ella te hacía feliz y quiero que la recuerdes al
menos hoy. —Mis palabras le causaron confusión y sorpresa.
Agradecí que no me interrumpiera—. Te juro que en
nuestros estados no sabemos ni lo que hicimos hace media
hora. Sigamos con nuestro juego. Fóllame pensando que soy
ella.
—Realmente estás loca Bennett —sus palabras
acompañado de su risa me interrumpió y me hizo reír a mí
también.
Sentí una punzada en el vientre cuando me besó allí y
cuando me dijo loca. Raramente me había gustado más de
lo normal. Lo vi asentir y con un hilo de sangre en mi labio
por el golpe de antes, volví a besarlo. Nuevamente todo
tomaba el rumbo caliente y excitante que necesitábamos.
Ambos mentíamos y ocultábamos nuestros sentimientos,
pareciendo unos jodidos psicópatas enfermos.
Capturé su labio inferior y lo mordí simulando mis juegos
con Elijah. Lo solté cuando atrapó el mío y lo succionó,
luego con una destreza increíble, hizo lo mismo con los dos.
Giró mi rostro y comenzó a dejar besos húmedos mientras
con una fuerza tipo Hulk, rasgó mi blusa.
—Te haré llegar al cielo Elijah —logré susurrar sobre sus
labios.
Subió al lóbulo de mi oreja y sentí su respiración agitada
en esa zona. Su nariz me rozó, estremeciéndome.
Comenzaba a amar esta situación entre ambos. Se sentía
libre y sin ningún tipo de rencor o preocupación.
—Y yo te haré bajar al infierno, Victoria. —Lamió mi
lóbulo y luego lo mordió con delicadeza.
Escuchar el nombre de la mujer que Liam amaba, me
excitó mucho más y comenzaba a desesperarme por
sentirlo en lo más profundo de mí. Lo rodeé por el cuello
cuando se levantó y comenzó a caminar hacia la única
habitación de la cabaña. Sus hombros estaban calientes y
su piel desprendía un ligero olor a sangre coagulándose que
me tenían locamente enferma. Se apoyó en la pared de
madera de la habitación y me besó con una efusividad
embelesadora.
En un movimiento experto, me alzó y enrosqué mis
piernas en sus hombros. Mis manos sostuvieron su cabello
mientras él, con las yemas de sus dedos, desabotonaba mi
pantalón y con mi ayuda, lo bajó hasta las puntas de mis
nalgas. Hizo a un lado mis bragas y pasó su pulgar por mi
centro. Gemí y él sonrió cuando me notó tan húmeda y
preparada. Con agilidad, llevó su lengua a mi feminidad y
comenzó a separar mis labios vaginales con su saliva. Sus
brazos me apretaron contra sí y comencé a moverme contra
su boca, sintiendo cómo su lengua penetraba mi interior.
Liam comenzó a dejar lamidas, mordiscos y besos suaves
y sonoros. Se me escapó un jadeo de satisfacción al sentir
cómo destrozaba mi clítoris con sus movimientos circulares
mientras me embestía con su lengua. Liam era fabuloso
dando sexo oral, de eso no cabía duda. Grité el nombre de
Damon cuando la primera oleada del orgasmo me
consumió. Quise mutilarme por siquiera pensar en él.
Tragué la saliva espesa que tenía retenida cuando me
bajó hasta su cintura y me lanzó a la cama. El colchón
suave y esponjoso me dio la bienvenida. Se colocó con
delicadeza sobre mí y con su fuerza bruta comenzó a retirar
mi pantalón. Quité el destrozo que había hecho con mi blusa
y lo lancé a alguna parte de la habitación. Sus manos
subieron hasta los tirantes de mi sujetador y en un simple
movimiento lo bajó. Saqué el sostén mientras él dejaba
besos húmedos por mi abdomen hasta el bordillo de mis
bragas.
A partir de ese instante dejé de pensar. Encima de mí se
encontraban los hombres más hermosos del mundo. Lo vi
por primera vez, sonriendo, su cabello negro azotando mi
pelvis. Luego subió y mi Damon se convirtió en mi mayor
deseo. Esa vez fui yo la que sonrió cuando apreté su cuello
lleno de tatuajes. Sus grandes y largos dedos se metieron
en mi boca mientras la suya devoraba con ansias mis
pezones. Con ansias y desesperada chupaba sus dedos
mientras su otra mano apretaba con fuerza mi otro pecho y
sus dientes marcaban su territorio en mi aureola.
Abofeteé su rostro y lo giré, quedando esta vez encima
de él. Con la palma de la mano abierta, recorrí su pecho
lleno de tatuajes. Besé sus pezones perforados y jalé ambos
piercings con mis dientes. Mi mano se dirigió a su
entrepierna y metí mis dedos dentro de su pantalón. Jadeé
sobre su piel al sentirlo tan duro y caliente. Volví a mirarlo y
Elijah había desaparecido. Otra vez volvía a ser el hermoso
hombre de ojos verdes y cabello blanco. Solté una carcajada
al notar el cambio y que en realidad no me había afectado.
Quería hacerlo con Liam. Ese era el propósito, eliminarlos a
ellos.
Retiró mis bragas e hice lo mismo con su pantalón y
bóxer. Su polla quedó vertical, en dirección a su pecho.
Apenas agarré su miembro, Liam soltó un jadeo y yo me
tensé. Mi estúpida mente comenzó a compararlo con lo que
ya había visto y probado y no sé parecían en nada. Elijah
tenía una polla grande, gruesa, con dos perlas movibles.
Aiden no es la exageración, pero podía defenderse muy
bien. Mi Damon tiene un grueso glande y largo falo. Y Liam,
era... extraño. Mediano, pero con una pequeña inclinación
hacia el lado izquierdo. Pero, aun así, estaba deliciosa y la
necesitaba.
—¿Tienes preservativos? —lo escuché sonreír. Extendió
su mano hacia la mesa de noche y sacó un paquete. Lo
rasgó y me deleité observando cómo de apretado quedaba.
Me sostuvo de las nalgas y las abrió. Me apoyé en su
pecho mientras lentamente me penetraba. Solté un suspiro
ahogado cuando lo sentí por completo. Liam jadeó tomando
mis pechos, alzando sus caderas, profundizando la
embestida. Comencé a moverme de arriba a abajo,
impulsándome con las rodillas que descansaban en la cama.
Me lo estaba follando rápido y me encantaba lo que estaba
ocasionando en su rostro. La lujuria, las ganas por tomar el
control. Pero no lo dejé. Coloqué mi mano en su cuello y lo
apreté, me incliné a sus labios y lo besé mientras mis
caderas se movían con vida propia de adelante hacia atrás.
Suave pero brusco, tocando mi zona débil, haciéndome
llegar al éxtasis.
Liam lo notó y me lanzó contra el colchón. Agarró mis
piernas, poniéndome en cuatro y pegó una fuerte nalgada.
Mis manos agarraron las sábanas para evitar gritar por lo
bien que se sintió.
—Oh Vic... ¡Joder no! —gritó y por un momento me
asustó—. ¡Te follaré a ti Blair! —y escuchar esas palabras
salir de su boca, causaron un pálpito en mi interior y la
necesidad de sentirlo creció.
Sus manos agarraron mi cintura y me penetró en una
fuerte y rápida embestida. En ese momento no evité los
deseos de gritar por el dolor que me causó pero que amé.
Me cogía duro, y cuando menos lo esperé, introdujo un dedo
en mi culo y en ese instante me enloquecí. El placer que
sentía no podía describirlo, pero sí demostrarlo con hechos.
Me movía a su propio ritmo y jadeaba su nombre repetidas
veces. El maldito nos haría llegar al orgasmo y todavía no
quería detenerme.
—Te lo confieso Blair. Eres tú —susurró en mi oído, mis
dedos buscaron mi clítoris y mientras Liam me follaba, me
masturbaba—. Desde que metí mi lengua en tu coño sentí el
sabor y tu olor me volvió loco, maldita puta. —Me dio una
nalgada más fuerte e intensifiqué los movimientos en mi
botón—. No sabes cuánto estoy amando sentir tu cuerpo,
sentir cómo reaccionas a mí. —Sus gruñidos estaban
logrando que me corriera—. ¡Oh Mierda! ¡Córrete conmigo
Blair! —y sus palabras fueron como un detonante. Cerré mis
ojos mientras las gotas de sudor corrían por nuestro cuerpo.
—¡Oh Liam! —gemí sin aguantarlo contra las sábanas,
mordiéndolas.
Liam puso ambas manos sobre mis caderas y comenzó a
bombear fuerte, haciéndome llegar al cielo y bajar al
infierno con los fuertes estragos. Su pelvis golpeaba mis
nalgas y estas se movían. Ambos jadeábamos y nos
movíamos al compás. Por momentos sentía que iba a llegar
y eso acababa cuando Liam sonreía deteniéndose para
hacerme sufrir. Pero luego volvía peor que antes, dándome
exactamente en esa zona. Hubo un momento en que dejé
de moverme y grité su nombre. Creo que uno de los mejores
orgasmos de mi vida estaba sucediendo en esos instantes.
Liam también disminuyó el ritmo y recostó su pecho en mi
espalda cuando comenzó a expulsar todo su semen.
Nos quedamos estáticos por unos minutos, tratando de
estabilizar nuestras respiraciones. Nuestros cuerpos
temblaban por la manera en que nos habíamos follado. La
cama se hundió cuando Liam se acostó a mi lado y me hizo
recostarme en su pecho. Besó mi frente y comenzó a peinar
mi cabello. Su acto me puso inquieta, aunque lo disfrutaba,
solo que no estaba adaptada a sus caricias, luego de que
Aiden me hubiera mandado a por una ducha para lavarme.
Sonreí irónica, ni yo misma sabía lo que había pasado.
—Creo que drogada y borracha, soy mejor en la cama —
solté con una risilla divertida.
—Creo que tendré suficiente tiempo para averiguarlo —
farfulló, pero no le presté atención. Quizás si me sentía sola
algún día, volvería a buscarlo.
—¿Duermes conmigo o prefieres hacerlo en tu casa? —Lo
miré y suspiré.
—Llévame a mi casa. Es tarde y mis padres deben estar
preocupados —le pedí y asintió.
Comencé a vestirme nuevamente cuando caí en cuenta
que mi pantalón era un asco por la sangre y mi blusa estaba
destrozada en un rincón. Liam se rió de mí y buscó una de
sus anchas camisas. Me la extendió y besó mi frente.
—¿Sabes que no soy ella no? —le dije por la forma en
que me estaba tratando. Liam negó y me cogió de la
cintura, pegándome a él.
—Sé que no eres Victoria, Blair. Eres mejor que ella y a
partir de este momento, sólo mía.
Su amenaza había sido recibida a la perfección.
Y Damon sería el encargado de acatar su orden.
Capítulo 35
BLAIR

—Vengo a buscarte en la mañana, Blair —le escuché decir


a Liam mientras abría la puerta de mi casa con una sonrisa.
Mi cabeza daba vueltas después de la larga y agotadora
noche, también influyó el largo viaje con paradas
intermedias hasta llegar aquí, más de una vez tuve que
sacar la cabeza de la ventanilla para vomitar. Todo lo que
había tomado, toda la droga, se estaba moviendo de un
lado a otro en mi estómago. ¿Saben ese sentimiento de
asco, pero a la misma vez placer? Bueno, así me sentía yo,
asqueada por los movimientos del auto, pero al mismo
tiempo estaba extasiada por lo que hice con Liam. Mis ojos
hacían por cerrarse y mis labios estaban resecos. No podía
pensar con claridad y sabía que al amanecer me iba a
arrepentir de algunas cosas.
Liam me dio una sonrisa sincera y le respondí con un
guiño de ojo. Se mantuvo como una estatua frente a mí
hasta que la llave giró en el picaporte y la puerta se abrió.
Cuando entré, lo observé por los cristales de la ventana, iba
caminando, alejándose de la casa. Subí las escaleras y sus
palabras no dejaban de dar vueltas en mi cabeza. «Eres tú,
Blair». ¿Qué pensaba realmente ese chico? Había sido sólo
sexo. Sin sentimientos, sólo atracción física para olvidarnos
de nuestros problemas.
Y mira que funcionó. Los olvidaste.
Lo sé.
Agradecí al cielo porque mi padre estuviera durmiendo y
no esperando con los ojos abiertos como un búho en el sofá
de la sala. Si iba a darme un sermón, sería mejor en la
mañana; cuando estuviera en mis cinco sentidos. Apoyé
ambas manos en la puerta de mi habitación y tomé una
respiración profunda, luego la abrí y noté algo diferente.
Había un aroma extraño. Olía a colonia de hombre y sudor.
Cerré los ojos y me dejé guiar por los alrededores. Mis
mejillas se calentaron y podía jurar que se habían
enrojecido. No podía ser otra persona que él.
En un rincón al lado del armario, había una sombra
humana. Sentado en una silla, sin camisa, marcando su
pack de cuadros, sus tatuajes y piercing, me asusté al ver
esos ojos achinados mirarme desde su barriga. Nunca me
iba a acostumbrar al cambio que había dado Elijah. Bajé
lentamente a su ombligo, mordí mi labio inferior sutilmente
mientras observaba los colmillos y la lengua que tenía
tatuada en esa zona.
No quería saber de él.
No ahora.
—Oh por dios. —Me caí tranquilamente en el suelo, con
los dedos enredados en el cabello—. ¿Qué haces aquí?
Mi corazón se apretó y mis lágrimas comenzaron a correr
por mis mejillas. No supe por qué estaba llorando, ni
siquiera tenía ganas, pero mis lágrimas salían a borbotones
sin ninguna excusa. Vi como me miraba, su ceño fruncido
intentando comprender por qué aparecía tan tarde en mi
casa y llena de sangre. Frente a mí, estaba mi primer amor,
un hombre que se encargó de hacerme ver lo bonito de la
vida, también fue el causante de que cayera en la
oscuridad.
Me preguntaba si quizás hubiese funcionado, tal vez si
Damon no se hubiera interpuesto en nuestras vidas, si mis
padres no nos hubiesen negado nuestro amor, si la distancia
no nos hubiera separado, quizás estuviésemos juntos.
Cuando me besé con él aquel día bajo ese árbol, todo
dentro de mí se removió, la euforia por tocarlo e intentar
algo más que besos y caricias me cegó, luego fueron todos
esos sueños con Damon y él, mi subconsciente luchando
por uno de ellos. ¿Y si estaba equivocada, y si nunca fue
Elijah? Mi mente estaba jugando conmigo creando esos
escenarios que me mantenían vinculada a Damon,
haciéndome pensar en que justamente él, había estado en
cada momento importante de mi vida.
—Blair... —Elijah venía hacia a mí, no dudó en rodearme
con sus fuertes brazos—. ¿Dónde estabas? He estado toda
la maldita noche esperándote. ¿Por qué hueles así? ¿Y esa
ropa?
Levanté mi vista y lo miré, secando mis lágrimas. Por un
momento sus palabras causaron un rastro de alegría que
me conmovió, pero luego mis ojos se oscurecieron y lo
observé con odio. Todo lo que sentía por él era unilateral,
por eso iba a casarse, por eso nunca más volvió a
buscarme, me sentía destrozada, humillada, desesperada,
pero, aun así, no podía dejar de quererlo. Elijah era una
parte importante de mi pasado y por más que intentara
olvidarlo sería imposible, todo él me marcó en su momento
como mismo Damon lo está haciendo ahora.
—No finjas preocupación y vete de mi casa. —Aventé
sobre él mis puños, pero los sostuvo con rudeza.
Me ignoró y siguió acercándose a mí. Me agarró la pierna
y me tiró en su dirección, dejándome bajo su cuerpo.
Sostuvo con una mano, mis muñecas sobre mi cabeza y con
la otra tomó mi mandíbula para que lo observara fijamente.
Moví mi cuerpo para tratar de desatarme, pero sólo
conseguí un fuerte apretón.
—Me vas a responder todo lo que te pregunté, monstruo
—gruñó sobre mis labios.
Con el forcejeo, los botones de la camisa que estaba
usando se abrieron y él me penetró con sus fríos ojos. Miró
mi abdomen desnudo y acercó sus labios hacia esa zona
hasta que dejé de respirar. Absorbió mi olor y probó cómo
sabía. Lentamente arrastró sus labios hasta el tatuaje de mi
costado y besó en esa zona. Cerré mis ojos recordando
aquel día, sabía que había sido porque él me lo pidió, pero,
entonces por qué sentía que fue con alguien más, que ni
siquiera entendía completamente el significado de esas
rosas. Parecía que escondían un secreto.
—Quiero explicarte muchas cosas, quiero que las
entiendas y comprendas mi perspectiva, pero necesito que
seas paciente Blair. —Mantuvo su agarre mientras besaba
mi piel—. Te contaré todo cuando llegue el momento. Antes
no puedo hacer nada, por tu seguridad. Ten claro que tú
eres mía y por más que intentes olvidarme, no lo
conseguirás. Trabajé incesantemente para que nunca
dejaras de amarme.
Esta vez me solté tranquilamente de sus manos y me
senté unos pasos alejada de él. Pero como era costumbre, el
magnetismo de nuestros cuerpos fue mayor y su cuerpo se
pegó al mío. Suspiré al poder sentir cada músculo de Elijah.
La rodilla derecha había quedado en medio de mis piernas y
sin premeditación la empujó hacia arriba, ocasionando que
soltara un gemido, todavía mi zona íntima estaba sensible
después del fuego que surgió entre Liam y yo.
—¿Por qué desapareces siempre? ¿Por qué dices que
estoy en peligro? ¿Quién quiere hacerme daño? ¿Realmente
me amas? —solté todas esas preguntas rápidamente como
si me quedaran pocos segundos de vida.
—Irremediablemente te amo, mi pequeño monstruo —
dijo y acarició mis labios con sus dedos. Llevé mi vista a sus
ojos y luego los bajé a su boca, mordiendo mi ribete inferior
suavemente—. Me encanta cuando tienes miedo, cuando
estás celosa —continuó cambiando su tono a uno más
provocador y sensual—. Tu corazón se acelera, tu piel se
eriza y me entregas ese aroma que hace que quiera follarte
una y otra vez.
No dije nada, pero mi sonrisa se lo dijo todo, aunque
debía admitir que sus palabras me asustaron un poco. No
tenía miedo por mi vida, temía por la de él. De igual forma,
no iba a caer con tres o cuatro palabras bonitas que me
dijera, no iba a ceder tan fácilmente. No con él.
—Nada mal King —dije con sarcasmo, él frunció su ceño
e iba a hablar, pero se retractó—. ¿Qué? —insistí.
—¿No me crees? —Mi mente todavía necesitaba procesar
esa confesión.
Quería creerle, necesitaba hacerlo, pero no lo haría.
Observé la ventana evitando cualquier rastro de contacto
visual con Elijah. Él se separó y pensé que había
comprendido mi silencio. Segundos después, apretó su
mandíbula y golpeó la pared fuertemente. El cuadro que
colgaba se movió y dejó caer un trozo de papel. Elijah lo
agarró y rápidamente fui a su dirección. A pesar que no era
nada importante, no quería ligarlo a él con Damon.
Su ceño se frunció y comenzó a respirar agitado. No
entendía el porqué de su reacción. Ese papel sólo llevaba
escrito lo que Darling le mandó a decir a Damon tiempo
atrás —Y sí, me dediqué a escribirlo para, de alguna forma
entender qué significaba y por qué Damon se encolerizó.
Pero fue una misión fallida—. Elijah sostuvo la hoja con sus
dedos pulgar e índice y la extendió hacia arriba cuando la
fui a agarrar.
—¿Quién escribió esto? —preguntó tratando de controlar
su respiración, era como si entendiera el significado de esas
palabras.
—¡Qué te importa! —le dije de mala forma intentando
alcanzar lo que era mío.
Caminó con pasos largos, haciéndome retroceder hasta
la pared y puso la nota frente a mis ojos. Luego volvió a
alzar su mano y sonrió con sorna.
¿Qué carajos le pasaba ahora?
—¿No lo sabes verdad? —continuó con una risilla, me
estaba poniendo muy nerviosa su cambio de actitud—.
Dime el nombre de la persona, Blair.
—No lo sé y ya no me importa —mentí, no valía la pena
volver a revivir el pasado.
—Lamentablemente para ti, durante los próximos días,
tal vez semanas, meses, años, te importará —suspiró hondo
y relajó su ceño—. Mañana después de la Universidad, te
recojo y vivirás conmigo. —Abrí mi boca en sorpresa y Elijah
puso un dedo impidiéndome hablar—. No será una huida de
romance Blair, sólo te protegeré. No haré nada indebido, lo
prometo. Pero ten algo claro, cuando estemos allí, no irás
más a la Universidad, no pasarás por el Cementerio, no
tendrás internet, ni tarjetas para llamar. A partir de mañana,
vivirás como un ave encerrada dentro de la casa que
compraré para ambos.
—Ni una mierda —le grité y soltó una carcajada—. ¡Vete
de mi casa Elijah!
—No era una proposición pequeño monstruo, te estaba
informando —murmuró en un tono que no supe descifrar si
hablaba en serio o solo bromeaba—. Será difícil, lo sé, pero
lo haremos por tu bien. Te ayudaré Blair, saldremos
adelante. Sólo déjame guiarte en esta oscura y tenebrosa
tormenta.
Parecía una niña pequeña y susceptible. Con cada
palabra que decía mis lágrimas salían a borbotones. Ni
siquiera entendía a qué se refería, pero causaba mucha
agonía en mi pecho.
—No te entiendo Elijah, lo siento, pero no logro entender
qué es lo que ocurre —susurré secando una gota pesada
que se había estancado en el ala de mi nariz.
Sus manos me sostuvieron, rodearon mi cintura y me
pegaron a él. Mi cabeza se hundió en su pecho mientras
susurraba en mi oído que todo estaría bien.
—Mentiroso.
Le susurré y lo sentí negar. Tomó mi mano y me guió
hasta la mesa de estudio que había en la habitación y me
indicó que me sentara en la silla. Se detuvo detrás de mí y
colocó ambas manos por mis hombros. Luego extendió el
papel sobre la mesa y me indicó que lo leyera. Dudé por un
momento, pero al final decidí hacerlo.
—Los astutos mantienen a todos atendiendo raramente
el éxtasis —pronuncié aún sin entender la frase.
—¿Realmente no entiendes nada? —Arrugué las cejas y
negué, días atrás había leído esa nota de adelante hacia
atrás, intentando descifrar las palabras o quizás descubrir
un mensaje secreto, pero lamentablemente solo eran
palabras sin sentido.
—¡La mataré! —exclamó deslizando su dedo índice por el
papel.
—¿Qué? —dije sin entender todavía a lo que se refería.
—Eso es lo que dice el mensaje Blair. "La mataré" —
Entreabrí los labios ensimismada—. Es un código de
palabras que sólo lo sabemos cinco personas. Y al parecer
tú sabes quién es una de ellas.
Cuando terminó de hablar, me di cuenta de lo poco que
conocía a Elijah y a Damon. También surgieron nuevas
dudas sobre ellos. Si sólo cinco personas sabían de ese
código, entonces ¿Damon y él se conocían? De repente se
arremolinaron en mi mente los recuerdos del día en el que
tuve mi ceguera y al fin todo parecía encajar. Aquel día
descubrí que Aiden era hermano de Waldorft y que ambos
estuvieran hablando de mí sobre un peligro. ¿Se referían a
Elijah? ¿Aiden era la cuarta o quinta persona que conocía el
código? Tenía que ser eso ya que Darling y Damon eran dos,
Elijah el tercero y él…
—Entiendo —interrumpí mis pensamientos y le respondí
mirándolo a los ojos.
—Blair... —murmuró Elijah sosteniendo mi mentón con
suavidad.
—¿Qué? —le dije a la defensiva, ya me estaba hartando
de tantas mentiras.
—¿En serio tu respuesta después de escuchar lo que te
dije fue un mísero entiendo? —dijo con la expresión más fría
que nunca le vi antes—. Creo que no te importa lo suficiente
tu vida.
Y en ese momento mordí mi lengua para no decirle todo
lo que tenía pensado. Pero me mantuve en silencio al ver la
tristeza con que dijo aquellas palabras. Nos quedamos
callados, sólo mirando nuestros ojos marchitos.
—¿Quién escribió el papel Blair? —volvió a repetir.
Él se preocupa realmente por ti.
¿Y si sólo juega?
Quémate a su lado si ese fuera el caso.
—Yo lo escribí, porque una chica se lo dijo a alguien —
musité alejando mi rostro de sus manos.
Bueno, en realidad habías dejado a papi Damon con una
erección terrible, discutieron, llegó Darling, se enfurecieron
y sus amigotes terminaron diciéndole que alguien te
mataría.
¿Siempre eres tan idiota?
Sólo pienso lo que no te atreves a decir, Blair.
Cállate.
—¿Quién lo dijo y a quién? —farfulló con un tono
demandante.
—No los conoces —le dije intentando cerciorarme que en
realidad él no estuviera ligado a la vida de aquellos tres.
Su mirada cayó en mis ojos. Me alejé de él, caminando
en círculos por la habitación. Me aclaré la garganta evitando
el momento en que le hablara de Damon. No entendía por
qué me costaba hablar de otros hombres con Elijah. Antes
de que estos estúpidos sentimientos se apoderaran de
nosotros siempre crecimos como primos, podía expresarle lo
que quisiera, en un final, nunca propasamos los límites.
—Darling, una antigua compañera de la escuela, se lo
dijo a... —hice una pausa y Elijah alzó su ceja derecha,
parecía asombrado de escuchar ese nombre—… a un chico.
Pero ella murió hace unas semanas, junto con Jud.
—¿Darling murió? —preguntó alzando su tono de voz
gravemente.
¿Qué? ¿Qué mierdas había dicho Elijah? ¿En serio me
había preguntado por la muerte de una extraña en vez de
por su prima?
—¿Ella era uno de los cinco? —le dije intentando calmar
mi respiración, no quería creerlo, pero al ver su reacción al
escuchar el nombre de Darling, comprendí que sí se
conocían.
—Sí y supongo que el chico era Damon ¿No? —habló con
cierto desinterés.
Un nudo se formó en mi garganta y me costó tragar la
saliva que se había acumulado. En ese momento confirmé
algunas de mis dudas. Supuestamente Elijah era el peligro,
Damon el chico dulce que intentaba protegerme y Aiden el
hombre lúcido que alejaba a su hermano de las brasas del
infierno. Suspiré al recordar la muerte de Judith y otra vez
mi cuerpo se rompió. Mi corazón se hizo añicos y mis
lágrimas volvieron a cubrir mis mejillas. Elijah acarició los
lados de mis brazos y me dio una sonrisa triste.
Respiré hondo.
—¿Ese idiota te hizo daño? —Aparté sus manos en ese
instante y sequé mis lágrimas, ofendida.
—¿Eres tan imbécil para preguntarme por otro hombre
cuando estoy devastada por la muerte de la única hermana
que tenía? —le grité llevando mis manos a mí pecho,
golpeándome levemente—. ¡Lárgate!
—La verdad, es que no te quiero hacer daño y no quiero
que te hagan más daño del que te han hecho ya —bufé ante
sus palabras. Él se tensó—. Recuerda siempre Blair, que tu
peor enemigo es tu mente porque conoce todos tus miedos,
tus debilidades.
Él no dijo nada más y se quedó mirándome unos
segundos que me parecieron eternos.
Luego agarró su sudadera y abrió la ventana. El aire frío
del reciente invierno azotó mi rostro y causó un respingo.
Observé el cabello de Elijah, moviéndose de un lado a otro y
en un abrir y cerrar de ojos, había desaparecido. Corrí hacia
la ventana y lo vi levantándose ágilmente. Comenzó a
caminar con las manos dentro de los bolsillos, sin mirarme,
sin hablar. Sólo se observaba el humo que salía de su boca
al suspirar.
Algunas dudas se habían resuelto.
Otras, le dieron un nuevo sentido a la historia.
¿Quiénes eran esas cinco personas, a que código se
refirió él, y por qué parecía que yo tenía algo que ver con
todo ello?
Capítulo 36
BLAIR

Animals resonaba en toda la habitación. Agarré la


almohada y la puse sobre mi rostro intentando conciliar el
sueño. El ruido se hacía cada vez más molesto así que estiré
mi mano para tomar el teléfono, pero el movimiento
exagerado de mis caderas hizo que cayera al suelo. Con el
estruendo terminé abriendo los ojos y un pitido comenzó a
taladrarme los oídos.
Al incorporarme, me vi en el espejo y tenía una pequeña
herida debajo de la barbilla. Saqué el botiquín de primeros
auxilios y coloqué un algodón embebido en alcohol. Desde
abajo, escuché los toques de la puerta que amenazaban con
ocasionarme un derrame cerebral. Los golpes cesaron
cuando mi padre abrió la puerta y comenzó a hablar con
alguien. Era la primera vez que me levantaba con tanto
ruido.
Liam.
Sí, también pensé eso.
Ignoré por completo el hecho de que Liam estuviese
esperando por mí —queriendo cumplir su palabra—, y me
metí en la ducha. El agua caliente se llevó todas las
impurezas de una noche devastadora. Tardé alrededor de
diez minutos. Cuando salí, busqué encima de la mesa una
tableta de pastillas para el dolor de cabeza y tomé dos. Mis
ojos captaron el papel que había escrito y rápidamente
volvieron a mi mente las palabras de Elijah.
«La mataré».
Busqué en el armario unos jeans negros ajustados, una
camisa blanca con unos letreros en rojo en la parte
delantera, una chaqueta de cuero negro y mis zapatillas
Nike. Esta vez decidí cambiar mi peinado usual con coleta y
dejé mi cabello suelto. Unté un poco de base y algo de rímel
para ocultar mi rostro demacrado. Tomé el bolso y metí una
libreta en la que anotaría todas las clases del día —si no me
quedaba dormida, por supuesto—. Suspiré antes de bajar
las escaleras para encontrarme con mi padre y de seguro
Liam.
Bajé con la cabeza agachada por si mi padre me daba
algún reproche, pero raramente todo estaba en silencio. La
puerta se mantenía abierta por la luz que incidía en el piso
de madera. Podía escuchar respiraciones agitadas y algunos
golpecitos en el marco de la puerta.
No podía ser posible.
Sí, sí podía ser.
Ellos tuvieron que notar la sorpresa en mi cara. Mi ceño
se frunció y llevé mi dedo índice a mi boca, mordiendo
levemente mi uña. No supe por qué me puse nerviosa, pero
lo estaba. Damon, Liam y Elijah. Los tres estaban parados
en el porche de mi casa, mi padre los observaba serio desde
dentro.
Damon usaba unas zapatillas Adidas blancas con un
pequeño decorado rojo en la parte posterior. Sus pantalones
eran negros con pequeñas roturas en las rodillas —
obviamente le quedaban demasiado ajustados—. Su torso
estaba cubierto por un pullover blanco con un letrero en
negro que decía la misma marca de sus zapatos y por
encima una chaqueta roja.
Guau...
Ni que lo digas.
Mi vista viajó a Elijah, quien se encontraba con una mano
apoyada en el marco de la puerta, dejando relucir el
gigantesco Rolex. Él vestía en conjunto, sus zapatillas,
pantalón, camisa y chaqueta, eran negras y de una marca
que no conocía. Elijah tenía tatuajes, pero no en la gran
magnitud de Damon quien estaba casi completamente lleno
de ellos, sin embargo, logré distinguir un poco de los que
tenía dibujados cerca de su cuello. Lo observé y me miró
como si me estuviera retando. Estaba enfadado y podía
comprenderlo.
Por último, visualicé a Liam y... ¡Demonios! El cabrón
sabía cómo vestirse para volver locas a las mujeres. Sus
botas de cuero marrón daban el toque sexy y provocador al
outfits que había elegido. Un pantalón gris oscuro con
algunos pliegues y una camisa holgada blanca cubrían su
blanca piel. Había colocado un colgante sencillo en su
cuello. Su cabello blanco estaba recogido en un moño y en
su centro puso dos palillos chinos.
—¿Hola? —dije aún con la sorpresa en mi rostro.
Ellos mantuvieron sus caras serias, impotentes.
Estás tan nerviosa...
Y en efecto lo estaba.
Mis manos no dejaban de sudar sobre mi regazo y mis
ojos viajaban de un extremo a otro. Ellos seguían en silencio
y mi paciencia se agotaba. No entendía qué hacían aquí tan
temprano en la mañana.
—Elijah... —siseó mi padre observándolo.
—¿Me dejas a solas con ellos papá? —supliqué y terminó
cediendo a mi petición luego de devorar con los ojos a
Elijah. Supuse que todavía no lo perdonaba.
Caminé hasta la esquina de la calle. Podía sentir sus
quejas y risas sarcásticas, de seguro se ignoraban, pero
podía jurar que se observaban con el rabillo del ojo. No
quería reírme, pero lo estaba haciendo sin que se dieran
cuenta. Realmente era demasiado gracioso ver a tres
hombres celosos.
Cuando me detuve, aun dándoles la espalda, lo primero
que escuché fue el sonido de un puño golpeando con
violencia la gruesa madera. Un escalofrío recorrió mi
cuerpo, haciéndome estremecer, idealizando de quién
podría ser ese estruendo. Cerré los ojos por un momento y
luego me giré en sus direcciones, observando los nudillos
ensangrentados de Liam. Al contrario de Elijah —que se
mantenía con una tranquilidad aplastante—, y de Damon —
que estaba enfadado, pero lo sabía controlar—, Liam tenía
un semblante que podía describirse como siniestro.
El estómago se me hundió y no comprendí por qué. Un
mal presentimiento sucumbió mis entrañas. «Estás
perdida». Gritaba constantemente mi mente. Realmente no
había hecho nada indebido, pero nada me salvaría de dar
explicaciones. Dentro de mi mente, lancé una plegaria al
cielo para que me dejaran ir sin la necesidad de hablar.
—¿Pueden explicarme qué hacen los tres aquí? —dicté
con voz dominante. Se miraron para ver cuál de los tres
hablaba y al ninguno decir una palabra, pregunté
directamente—. Dime Damon.
—Muñeca. —Dio un paso hacia mí y tomó mi mano. Me
solté al instante, recordando cómo ayer, prefirió seguir el
trasero de Cristina antes que venir hacia mí—. Necesito que
hablemos. Es momento de explicarte algunas cosas.
—Bien —dije seca y observé a Elijah—. ¿Y tú? Pensé que
anoche dejamos las cosas claras. —Mis ojos viajaron
involuntariamente a los rostros de Damon y Liam y como
me lo imaginé, estaban confundidos—. ¿Te sientes bien
Liam?
El sarcasmo de mi voz no pasó desapercibido y una
sonrisa cínica se esbozó en los labios de Elijah y Damon.
Liam, al contrario, alzó una ceja y no dijo nada en ese
momento.
—¿Ya les contaste que me perteneces Blair? —Cubrí mi
rostro frustrada por unos segundos, no podía creer que en
realidad él estuviera diciendo eso delante de ellos dos.
—No somos nada Liam —solté un suspiro—. Pensé que
sabías diferenciar entre sexo y amor.
—Fui claro contigo, bonita —esbozó una sonrisa de medio
lado y se acercó a mi oído, a tal punto que lo que dijera,
sólo lo entendería yo—. Eres mía, quieras o no.
Me quedé petrificada por unos segundos y cuando se
alejó, sentí que podía respirar tranquila. Elijah sabía lo que
había ocurrido entre Liam y yo, había sido demasiado
evidente. Pero Damon, él se notaba decepcionado. No me
importó y di un paso hacia atrás. No quería hablar nada más
con ellos.
—Espero que disfrutes de ellos —pronunció Damon antes
de darse media vuelta para irse.
—Damon... —le dije mirando al suelo, no sabía por qué
me estaba doliendo tanto ver como se alejaba de mí.
Sentía que lo estaba perdiendo.
¿Por qué desde ese tipo de alucinación se me hacía tan
difícil mirarlo a la cara?
Quise levantar mis ojos y encontrarme con esa mirada
azul que siempre me había vuelto tan insegura, pero no lo
conseguí. Damon se giró y me dio una sonrisa cínica para
luego continuar caminando. Me sentía como la mierda. No
quería hablar con Damon, pero me rehusaba a perderlo por
alguien como Liam. Y entonces, cuando pensé que nada
podía ir peor... Pasó.
Ni siquiera lo creía.
Elijah llevó su mano a mi trasero y me acercó a su
cuerpo. Liam, por su parte, tomó mi mano y me jaló hacia
él. Ladee mi cabeza intentando procesar lo que estos dos
idiotas hacían. Me quejé de dolor cuando sentí estirarse la
piel bajo mi antebrazo. Me estaban tratando como si fuese
un objeto.
—¡Liam! ¡Elijah! —grité hasta que me soltaron. Se
quedaron observándose, retándose con la mirada—.
¡Idiotas, paren ya!
—Tiene razón Blair. —dijo Elijah poniéndome tras su
espalda—. ¿Por qué no intentas relajarte un poco Liam?
Animó con sarcasmo mientras prendía el reproductor y
comenzaba a sonar Let the world burn. Sabía que lo hacía a
propósito. Él mejor que nadie comprendería lo que
significaba esa canción para nosotros, ya que erróneamente
se la dediqué. La melodía retumbaba con fuerza en mis
oídos, mientras todo a mi alrededor se volvía blanco. Solo
éramos Elijah y yo.
—Vámonos Blair —siseó Liam agarrando mi mano
violentamente.
—No Liam —me quejé intentando soltarme de su agarre.
—Tu no mandas bonita —carraspeó con la garganta y se
giró en mi dirección mientras me jalaba—. No fue broma lo
que te dije, quieras o no, me perteneces.
No me movía.
Apenas dio algunos pasos, los zapatos resbalaban por el
suelo mojado.
Estaba inquieta y a la vez asustada, no podía asimilar el
tipo de embrollo que me metí al ligarme con Liam.
—¿Sabes algo escuincle? —habló Elijah tranquilamente
caminando a nuestro lado—. Blair, no es un objeto del cual
puedes tirar y joder a tu antojo. Así que... —Se paró frente a
Liam haciendo que ambos nos detuviéramos—... la sueltas
ahora que estoy de buenas y te vas a darle clases a esos
niños o... —Liam lo interrumpió, soltando mi mano y
agarrando violentamente a Elijah del cuello.
—¿O qué idiota? —intentó alzarlo, pero fue en vano.
Elijah era realmente grande y mucho más fuerte y agresivo
que Liam
—Increíble. Eres mucho más idiota de lo que pensé —
musitó y antes de que el otro pudiera decir algo, su puño
quedó marcado en la mejilla de Liam.
Arregló su ropa mientras dejaba al peli blanco sobando
su piel y se dirigió a mí. Entrelazó sus dedos con los míos y
alzó nuestras manos mientras dirigía su mirada a Liam.
—Me iré con ella ahora —sonrió, como si estuviera
marcando su territorio—. No la busques más. Haz como
Damon y desaparece de su vida.
Apenas bastó ver las cejas del peli blanco elevarse, sus
ojos verdes admirándonos con odio y dispuestos a un
segundo round, sus labios apretados sin saber qué decir
para irse de allí. La tensión había incrementado, pero me
sentía segura con Elijah.
—Te veo mañana, o más tarde —prometió el de los ojos
verdes con todo el descaro en sus palabras.
Lo último que vi de él, fue su silueta moviéndose en
dirección contraria a nosotros. Mi mirada buscó la de Elijah y
al encontrarla, sentí un inmenso hoyo negro de tranquilidad.
Caminamos con nuestras manos entrelazadas hasta que
subimos a su auto. Hice silencio, no quería hablar, o no
todavía. Mis ojos admiraban el camino por el que
transitábamos —la carretera estaba helada y los pinos
alrededor estaban cubiertos de nieve—. Dibujé en la
ventanilla una rosa de la que caían gotas de sangre e
involuntariamente pensé en Damon y su obsesión por la
muerte. Jugué con mis manos al recordarlo, me sentía
inquieta al saber que se había marchado y que no había
hecho el intento siquiera para ir tras de él. Luego miré a mi
acompañante y sonreí al verlo tan serio conduciendo.
Sus mejillas se habían enrojecido por el frío aire de
invierno. Estaba colérico y raramente eso me encantaba.
Dejé escapar una bocanada de aire antes de enfrentarlo.
—¿A dónde me llevas? —hablé, pero no lo miré, mis ojos
seguían perdidos en el camino. No dijo nada, simplemente
condujo con el rostro serio, apretando su mandíbula—. ¿Vas
a ignorar lo que te pregunté?
—Puede ser. —Aquello me hizo reír. Otra vez volvía a ser
Elijah, el mismo chico irónico de siempre.
—Ya se aproxima el trece de diciembre —continuó
hablando, solo que esta vez sonrió con sorna, sabía a lo que
se refería, pero no iba a darle el gusto de ponerme inquieta.
—¿Y? —murmuré siendo indiferente.
—Tu cumpleaños, monstruo —farfulló elevando una
sonrisa juguetona en sus labios.
Lo sabía, pero en serio odiaba mis cumpleaños desde
que cumplí dieciséis. Aquel día con él lo cambió todo. A
partir de ese día nunca volví a pensar y ver a otros como a
él.
—Qué bien —anuncié con ironía.
—¿Qué haremos ese día? —siguió preguntando sin dejar
de atender el camino en la carretera.
—No haré nada. No estoy para celebraciones —dije
tratando de recordarle la muerte de Judith.
—Al parecer no puedes superarlo. —Torcí los labios para
no comenzar otra pelea, pero en serio me jodía que se
refiriera a mi hermana como algo insignificante.
—¿Odiabas a Judith? —le pregunté, pero fue en vano, él
me había ignorado rotundamente.
Volvió a hacer silencio y sin darme cuenta, había
estacionado el auto. Estábamos en las afueras del pueblo,
cerca de la ciudad donde vivía, frente a una casona. Se
inclinó sobre mí y quitó el cinturón de seguridad. Se bajó del
auto y me abrió la puerta para que siguiera sus pasos.
—Vamos. No tenemos todo el día —ordenó con un tono
de voz demandante.
—¿Y esto? —dije poniendo un pie fuera del auto, me
refería exactamente a qué mierdas hacíamos en este lugar,
frente a esa casa abandonada.
—¿Recuerdas algo de la conversación que tuvimos
anoche? —Me encogí de hombros y lo miré para después
asentir.
—Supongo que sí —confesé, en realidad todo estaba
confuso dentro de mi mente, pero todavía había pequeños
acontecimientos que se quedaron guardados en mi
subconsciente.
—Entonces recuerdas el momento en el que te dije que
compraría una casa y que vivirías allí conmigo ¿No? —solté
una carcajada, no podía creer que él pensara que me iba a
meter en una casona abandonada a las afueras del pueblo.
—Como un ave encerrada —cité sus propias palabras y
sonrió con diversión.
—Exacto —exclamó tomando mi mano haciéndome
caminar por la tierra húmeda hacia la entrada.
Bufé.
—Déjame adivinar... ¿Es esta? —murmuré esquivando
una rama.
—No —contestó muy serio, al parecer lo que fuera que
hiciéramos aquí, es muy importante—. Sólo hicimos una
pequeña parada para explicarte algunas cosas.
—Cosas como... —alargué la última vocal esperando su
respuesta.
—¿Qué es el código de los cinco y por qué te involucra?
Había llegado el momento de conocer la verdad.
Y quizás, saberlo, solo empeoró todo.
Capítulo 37
BLAIR

La casona era como un cementerio en la noche: oscura,


vacía, contaminada con el olor a humedad, a excrementos
de animales y un poco de polvo.
Deslicé mis dedos por las páginas de un libro que se
encontraba en una pequeña estantería y me percaté de
algunas marcas en ciertas hojas. Era como si alguien las
hubiera apretado hace tiempo con mucha fuerza. Elijah se
encontraba abriendo las ventanas del lugar donde
estábamos. Todo era demasiado antiguo y ahora, con la
poca luz que incidía, se podía observar pintoresco. Las
paredes estaban garabateadas con acuarelas azules y
amarillas, con dibujos de payasos con sonrisas alegres,
excepto uno. Ese tenía la sonrisa invertida, demostrando
enojo.
—¿Te ocurre algo? —le dije al verlo con un brazo
extendido en las inmensas ventanas de madera y cristal,
mirando a la nada.
—Son muchos recuerdos aquí —admitió deslizando su
dedo índice por el marco de la ventana.
Abrió aún más las cortinas del despacho y se sentó
encima del escritorio. Todavía no entendía qué vínculo tenía
Elijah con Damon y qué demonios era ese lugar, pero no
quería presionarlo demasiado, si me había traído hasta aquí,
suponía que era para realmente decirme la verdad.
—Cuando tenía quince años, puse mis pies por primera
vez en este lugar —Elijah había decidido hablar, y no tenía
pensado interrumpirlo—. Mi recibimiento fue un pequeño
cachorro peludo —soltó una risa y sonreí al verlo feliz—.
León —susurró—, así se llamaba. ¿Te has preguntado qué es
este lugar, Blair?
—Espero que puedas explicármelo tú —dije manteniendo
un rostro indescifrable.
—Hace más de cincuenta años, fue el escondite de varios
científicos corruptos que hacían pruebas de alto riesgo con
mujeres. Pero tiempo después, la propiedad quedó desierta
y mi padre se la compró al gobierno con algunos sobres
extras de dinero. —Tomó un lápiz polvoriento y comenzó a
girarlo en su propio eje—. Mi padre era un hombre viejo,
millonario, y aburrido, su nuevo pasatiempo en aquel
tiempo, fue inaugurar un orfanato.
—¿En aquel tiempo tu madre seguía a su lado? —me
atreví a preguntar caminando pausadamente hacia él.
—No. Mi madre fue una de las mujeres que raptaron y
con las que hicieron experimentos. De ahí venía la
insistencia de mi padre con este lugar —tomó una bocanada
de aire y luego decidió continuar hablando, sabía lo duro
que debía ser para él contarme todas estas cosas—. Cuando
obtuvo este establecimiento, fue muy sencillo atraer
personas. Niños de todas las edades llegaban diariamente a
las puertas de la residencia.
» Entonces, como te iba diciendo cuando inicié la
historia, puse mis pies por primera vez, a los quince años.
Habían pasado varios meses desde la inauguración, pero
mensualmente se hacían fiestas para que los huérfanos se
divirtieran. Ese día, corrí por todos los alrededores con León
y por cosas del destino, me perdí —eso último me hizo
soltar una carcajada.
—¿Lloraste mucho antes de encontrar a papi? —me burlé
de él y al comprobar que había sido una pésima idea decir
eso, me prometí a mí misma no decir otra estupidez.
—¿Quieres llorar y no necesariamente de miedo? —había
captado la indirecta, sin embargo, me mantuve en silencio,
no quería iniciar algo de lo que luego podía arrepentirme.
—Continúa —dije cortante.
—Bien —esbozó una sonrisa burlona—. Recuerdo que
bajé unas escaleras, pero en vez de llegar a la recepción,
descubrí un pasillo oscuro. No sabía a dónde llegaría, pero
no dejé de caminar. —Él estaba hablando como si otra vez
estuviera viviendo aquellos momentos, lucía muy nostálgico
—. Al final, visualicé dos puertas. Una estaba totalmente
asegurada, mientras que la otra, se mantenía abierta de par
en par. Entré y sabía que algo extraño pasaría cuando León
comenzó a ladrar. Escondido dentro de un armario, se
encontraba un niño de trece años aproximadamente. Estaba
cubierto de sangre y en el suelo yacían algunas codornices.
Recuerdo perfectamente su sonrisa maníaca —se rió para sí
mismo y luego me miró—. ¿Sabes de quién te hablo, Blair?
—¿Damon? —dije lo primero que vino a mi mente,
aunque sabía que cabía la posibilidad de que fuera otra
persona.
—Sí Blair, Damon era ese niño —musitó seriamente y
abrí mi boca ligeramente para hablar.
—¿Qué sucedía con él? ¿Por qué estaba allí? —cuestioné
un poco confusa, no entendía que hacía Damon en un lugar
como este.
—Te contaré, aunque sé que me odiaré luego —confesó y
por el brillo de sus ojos, intuí que decía la verdad.
—¿Por qué lo dices? —Alcé mis cejas con curiosidad—.
¿Es algo malo?
—Para mí lo es, porque veo en tus ojos que ya no soy el
único hombre —murmuró acariciando mi rostro con sus
bruscas manos—. ¿Lo amas?
—Yo... —titubeé. Elijah sostuvo mi mano y con una
sonrisa me incitó a continuar—. No sé qué siento por él.
Era increíble como todo lo que sentías cambiaba de un
momento a otro. Antes gritaba y me enfadaba con los que
negaban mi amor por Elijah, pero luego llegó Damon y todo
se fue al demonio. Eso era absurdo. Pero realmente no
entendía lo que Waldorft me hizo sentir y me aterraba
hacerle frente a la realidad y descubrir que lo amaba. Que
los amaba.
—No importa pequeño monstruo. —Acarició mis mejillas
con compasión—. En aquel momento que vi a Damon, supe
que seríamos grandes amigos. Y lo más gracioso, es que así
ocurrió. —Si no lo escuchaba de él, no lo creería. ¿Ellos dos
amigos? Tenía que estar bromeando—. Investigué por
simple curiosidad en los papeles de registro de mi padre y
descubrí que Damon había quedado huérfano luego de un
accidente automovilístico en el que perdieron la vida sus
padres. Según los documentos, la tragedia lo había dejado
un poco trastornado y hacía cosas que no eran propias para
un niño de su edad.
—Como asesinar animales... — En ese instante llegaron a
mi mente sucesos que pensé haber soñado pero que ahora
se volvían más reales.
«—¿Lo sientes? —asentí como una tonta al ver lo rápido
que latía—. Yo nunca te he mentido, Blair. —Llevó la mano
que tenía apoyada en la pared a mi pecho y comprobó lo
nerviosa que me encontraba—. Tú me salvaste ese día, yo
estoy haciendo lo mismo por ti».
—Exacto. Pasó algunos meses en terapia con varios
psicólogos y siempre decía lo mismo: «Blair». Y justo en ese
momento, quedé con cara de ¿WTF? ¿Quién mierdas es
Blair? En aquel tiempo no te conocía y no pensaba hacerlo.
Mi padre todavía no se había casado con tu tía y no fue
hasta cinco años después que nos vimos por primera vez.
Lo observé sin entender lo que me decía.
—¿Me conocías antes de quedarte en mi casa años
atrás? —musité dudosa, lo vi asentir y sentí mi pecho
apretándose. Los recuerdos de aquella vez viajaron a mi
mente y recordé la forma tan cínica en la que me sonreía.
—No en persona, pero viví mucho tiempo escuchando de
ti, de lo hermosa que eres, de tus habilidades dentro del
agua, que, a pesar de tener ocho años, fuiste capaz de
salvarle la vida a un niño.
—¿Yo verdaderamente hice eso? —Mi cabeza comenzaba
a doler y sentía leves mareos, todos los recuerdos que había
tenido días atrás comenzaban a tener sentido. Empezaba a
entender quién era realmente.
—Salvaste a Damon y creo que desde ese instante
comenzó su dependencia hacia ti —confesó y mi corazón
dio un vuelco. ¿Por qué Damon nunca me dijo esto antes?
—¿Estás loco? —murmuré incrédula, no podía creer lo
que escuchaba—. ¡Tan sólo tenía ocho años y ni siquiera
recuerdo bien lo que me dices!
—Tranquilízate —pidió amablemente y acaté su orden—,
él también era un niño de once años, escuálido. Dos años
después desde que llegó, nuestro círculo de amigos creció.
En la cabecera y como líder, se encontraba una niña. —
Observé cómo sus ojos se iluminaron al hablar de ella—. En
aquel entonces, tenía quince años la pelirroja, pero
lamentablemente murió hace unos días. —Sus palabras
sonaban como una taladradora rompiéndome el cerebro. No
podía ser cierto lo que estaba pensando—. En el segundo
puesto, estaba Damon. Él siempre fue el más sanguinario y
violento de todos, pero hacía sus juegos con tanta destreza
y suspicacia que nadie nunca sospechaba de él. Luego me
encontraba yo. El hijo rico, con poder y miles de conocidos
que podrían ser de ayuda alguna vez. Desde afuera estaba
Elizabeth, solo venia algunas veces, como yo, ya que su
hermano se hizo cargo de ella. Por último, la más pequeña,
nuestra consentida, Darling.
El detonante había estallado en mi cabeza y me había
puesto a convulsionar. Ni por un mísero segundo pude
imaginarme que todos ellos se conocieran, que Damon y
Elijah fueron amigos, que la loca de Darling fuera la
consentida del grupo. Y entonces estaba ella, Elizabeth,
había escuchado ese nombre, pero… ¿Quién era ella? Y la
pelirroja. Por minutos pensaba que podía ser Jud, pero luego
desistía de esa idea. Mi hermana no había estado en un
orfanato.
—Ustedes son el código de los cinco —susurré con la
certeza en mis palabras.
—Si pequeña, nosotros somos ellos. Nosotros inventamos
ese código para distraer a los guardias, a mi padre, a las
familias que acogieron a la pelirroja, a Elizabeth y Darling.
—De un momento a otro, Elijah soltó una carcajada y luego
negó con la cabeza—. Puedes llamarnos locos o lo que
quieras, pero amábamos asesinar a los animales. Nos
gustaba ver su sangre correr, nos fascinaba escuchar sus
lamentos, observar cómo se retorcían de dolor. Pero todo se
salió de control y Damon tuvo su primera víctima humana.
Lo encubrimos entre todos y con algo de poder, convencí a
su familia actual que lo adoptara. No supe nada más de él y
mi contacto sólo se mantuvo con Darling.
—¿Te acostaste con Darling? —solté eufórica.
—No, ella sólo era una muy buena amiga. A la que
siempre le conté mi mayor secreto —musitó observándome.
—¿Puedo saberlo?
—¡Tú! Tú eras mi mayor secreto. Fueron tantas las horas
que pasaba escuchando tu nombre, tus hazañas, viendo
bocetos de tu rostro, que, lentamente y sin querer, un fuego
interno iba creciendo por ti, haciendo que mi interés fuera
mayor. Estaba enamorado de ti mucho antes de conocerte
—confesó y sentí mi corazón latir acelerado—. Darling
también conocía tu rostro y fue una sorpresa aquella tarde
cuando me escribió y me dijo que te había visto, que
estabas en su instituto. Le ordené que te vigilara, que me
enviara fotos, que me dijera cada maldito detalle de cada
persona con la que te relacionabas hasta que yo llegué a tu
vida. Ella me contó sobre Matt. ¿Lo recuerdas? —asentí con
vergüenza—. El chico con el que saliste solo para olvidarme.
Me volví loco cuando supe que te besabas con él, que se
tocaban y que quería hacerte suya. —Su respiración
comenzaba a agitarse a medida que pensaba en aquellos
sucesos—. Le pedí a Darling que lo sedujera, que jugara con
él y que lo alejara de ti. Para ese instante comenzabas a
enamorarte un poco de mí.
—Y así ocurrió —terminé por él con un poco de decepción
por Matt, por mí—. No me acosté con él Elijah. Y sí, Darling
jugó conmigo, me hizo sentir la persona más miserable del
mundo. Todo por tu culpa —siseé sintiendo como las
lágrimas se acumulaban en mis ojos.
—Lo siento. No tenía idea del mal que hacía. Pero, ¿No te
das cuenta, después de todo este tiempo, que me
obsesioné contigo? —No solamente él se obsesionó,
también lo hizo Damon, él era tan solo un niño, no debía
crear esa dependencia enfermiza hacia mí—. Fui egoísta por
no pensar en ti, por no dar la cara y presentarme como un
hombre, pero no podía, aunque quisiera.
—¿Por qué? —le grité y mis lágrimas comenzaron a salir
—. Por tu culpa viví todos estos años pensando que había
asesinado a una chica, por tu culpa tenía sueños donde me
asesinaban de las maneras más atroces posibles, por tu
culpa me mudé a este jodido pueblo. Tú te alejaste de mí,
me dejaste indefensa.
—Pequeño monstruo. —Puso sus pies en el suelo y se
acercó a mí, tomó mi cintura y me apretó con fuerza—. No
sabes cuánto lo siento, pero de cierta forma, fue lo mejor.
¿Recuerdas que comenzaste a salir con Matt cuando él era
novio de tu hermana? Judith lo sabía Blair y cuando le
contaste tus sospechas sobre sus engaños, ella sólo te
apoyó.
—¿Qué demonios hablas Elijah? —Lo empujé y retrocedí
unos pasos.
—La pelirroja es Judith, tu hermana adoptiva. —Aquello
sonó como un jarro de agua fría en mi espalda. No creía que
mis sospechas fueran ciertas. Pero, ¿Por qué me mintió?—.
Desde pequeña, siempre has sido una niña enfermiza, tus
padres siempre se han preocupado por tu salud y temen
porque algún día empeores y te pierdan. Por eso, decidieron
adoptar a una niña, pero no cualquiera, debía ser unos años
mayor. Judith siempre aparentó ser menor, pero era cuatro
años más grande, así que no tuvimos que falsificar sus
documentos. Y de esa forma ella llegó a tu vida. ¿Recuerdas
cuando me preguntaste si yo la odiaba? —asentí—. No la
odio Blair, pero me duele que haya muerto y por eso evito
hablar de ella y me centro en otras personas. Judith era la
chica más inteligente que conocí. Y también la más loca —
sonrió—. Ella siempre supo que era el reemplazo tuyo para
sí te metías en problemas, tus padres no se sintieran solos.
Jud te quiso y por eso siempre te cuidó y nunca te dijo
cuándo olvidaste que ella salía con Matt, porque eras feliz.
Estaba sentada muy erguida en el sofá, pero los ojos
seguían dilatados, llorosos, como si fueran discos negros.
Estaba desconcentrada, devastada.
—Cuando ocurrió lo de Darling, Jud nos avisó y nos
pusimos todos en alerta. Odié que le contara a Damon, ya
que él había perdido rastro de ti, pero al saber la noticia, se
mudó semanas antes para Dark. Tuvimos una que otra
pelea, nada muy relevante. Él continuó acercándose a ti,
persuadiéndote, enamorándose aún más. —Sus palabras
me devastaban, no podía creer que todo este tiempo mi
vida fuera una mentira, que todos ellos siempre supieron
todo y nunca me lo contaron—. Judith quería alejarte de él,
por eso hizo que fueras a esa fiesta donde conociste al
demente de Liam, pero para nuestra mala suerte, Damon
salía con una chica. Me jodía que el destino siguiera
uniéndolos, pero no podía hacer nada, no podía volver a ti.
En algún momento y por causas que desconozco, Darling
volvió hacia ti. La pequeña estaba cegada por el odio y el
dolor que le ocasionaste. Realmente tengo que agradecerle
a su asesino por quitarle la vida. No sabes de lo que era
capaz.
—Se defenderme, Elijah —hablé, tratando de estabilizar
mi respiración.
—Cuerpo a cuerpo, pero no con armas —recalcó
haciéndome entender las palabras de Damon cada vez que
me decía que me protegía—. Y Darling había aprendido
demasiado en los últimos tiempos. Por eso me asusté con la
nota, porque no me perdonaría que algo te ocurriese.
—Pero ya está muerta, ya no hay peligro. Todos mueren a
mi alrededor —siseé derramando una lágrima traicionera.
—Todavía estás en peligro Blair. No intentes comparar los
celos de una mujer rencorosa, con la obsesión de un
hombre sádico y su igual.
—¿Te refieres a Damon?
—Sí Blair. Voy a proteger tu vida con la mía si es
necesario.
—No —grité con energía—. No creo que Damon sea un
peligro y no necesito que alguien más muera por mí. Pero
necesito tu ayuda.
—Te escucho —dijo con la voz ronca, decidido a hacer
cualquier cosa que le propusiese.
—Judith murió por mi culpa y eso nunca me lo perdonaré
—quise seguir hablando, pero mis lágrimas me lo impedían.
La mano de Elijah acarició mi espalda por unos minutos y
cuando me sentí preparada, hablé—. ¡Ayúdame a encontrar
a su asesino! Quiero matarlo con mis propias manos.
No sabía la fuerza que habían tenido mis palabras.
Desconocía de la tristeza que me consumiría después.
Capítulo 38
BLAIR

Elijah había dado su veredicto, un «no» rotundo que me


había dejado patidifusa. Ya ni siquiera valía la pena
enfadarme con él, al final siempre intentaría hacerme
convencer de que estaba equivocada y terminaríamos en la
misma encrucijada. Así que debía hacer todo por mí misma,
porque con o sin su ayuda, encontraría al asesino de mi
hermana.
Por eso ni chisté.
Yo misma me encargaría de matarlo con mis propias
manos.
En un instante en el que Elijah se entretuvo mirando los
alrededores y recordando sus momentos con los otros
cuatro, le di una excusa barata y sigilosamente escapé.
Observé la hora en el reloj de pulsera y eran casi las dos de
la tarde. Comenzaba a formarse una pequeña tormenta que
no demoraría en caer. Cuando dejé lo que había sido un
orfanato, largué un suspiro de alivio como si me hubieran
sacado de los hombros el doble de carga que Atlas.
Deambulé hasta salir del bosque y cuando puse mis pies en
la carretera principal, saqué mi dedo pulgar con la
esperanza de que alguien me recogiera. Estuve parada
alrededor de media hora en la que decidió detenerse un
camión de exportación de refrescos. Sonreí agradecida
mientras el tipo me abría la puerta del copiloto.
—¿A dónde va? —había preguntado el camionero
mirando atentamente al frente.
Ni siquiera sabes a dónde vas, Blair.
Sólo quiero distraer mi mente y esta vez, sin drogas
alucinógenas.
—¿A dónde se dirige usted? —pregunté con una sonrisa
amable, no quería parecer fresca, pero quería cerciorarme
que me llevara lejos de aquí.
—Bar-Restaurant Illions —murmuró tendiéndome la mano
para que subiera.
—Hacia allí me dirijo también —respondí con una sonrisa
y me senté a su lado en el cómodo vinil.
El camionero sonrió y de seguro pensó que era una
adolescente que había escapado de casa y que no tenía
ningún lugar para quedarse. Si ese fuera el caso, tenía un
poco de razón. No quería llegar a casa por el momento
porque sabía que cuando lo hiciera, interrogaría a mis
padres por tantas verdades que me habían ocultado. Quizás
y sólo por eso estaba sentada al lado de un desconocido,
que podía matarme y tirarme bajo un árbol en unos cuantos
trozos o podría ahogarme miserablemente en las aguas
podridas de los alcantarillados; pero como mi cabeza estaba
como una cafetera al explotar, no me importaba tomar
ciertas cautelas.
¿Alguna vez han visto esas películas donde existen los
ángeles? Pues raramente sentía que uno me estaba
extendiendo la mano para llegar a la luz en el momento que
el camión frenó frente al restaurante. Le agradecí
infinitamente al conductor por el favor y sin dejar pasar un
segundo más, entré por la puerta ancha. Me sorprendí al
descubrir los extraños horarios del lugar. De once de la
mañana a cuatro de la tarde un restaurante, de seis de la
tarde a ocho de la mañana un bar - restaurant. Sin dudarlo
metí las manos en los bolsillos anhelando tener efectivo
para tomar algunos tragos. Sonreí al tocar varios billetes y
caminé decidida hacia la barra.
—Un ron cola, doble. —Me senté e hice mi pedido al
bartender. Éste asintió y comenzó a preparar mi trago sin
dejar de mirarme un solo segundo.
—¿Eres nueva por aquí? —me preguntó extendiéndome
la bebida. Lo miré incrédula y negué—. ¿Puedes decirme al
menos tu nombre?
—Para ti… —hice una pausa y traté de medir el tono y la
forma en que le hablaría—... soy solo una clienta.
Terminé diciendo y me largué a una mesa en el fondo
que gracias al cielo se había vaciado. Cinco buches de ron
ya me habían puesto a ver el doble. Me agarró una especie
de virus de la felicidad que fue contaminándome lenta pero
poderosamente, hasta que terminé melancólica perdida.
Extendida sobre la mesa, rozando con la yema de mis dedos
el pequeño cubo de hielo, cantando, llorando y riendo hasta
que se me agotó el resuello.
Todo estaba en una aparente tranquilidad hasta que lo vi.
Damon.
Sentado unas mesas frente a mí, con sus dedos
entrelazados en su cabello. No me había visto y agradecí
por ello. Pasó su dedo índice por el borde del vaso y luego
prendió un cigarrillo. Miré curiosa por todo el lugar en busca
de algún cartel que dijera que estaba prohibido fumar, pero
en el bar se permitía. Me incliné levemente para detallarlo
completamente y darme cuenta de qué demonios tenía en
mi cabeza que no podía decidirme por alguno. Por lo menos
cuando estaba con Elijah no pensaba tanto en Damon y
cuando estaba con Damon, mi cabeza se volvía un laberinto
sin saber qué camino tomar para llegar al final.
El humo salió de su boca y sonreí inconscientemente al
verlo tan atractivo, todavía vestido con la ropa Adidas.
Había escuchado que, si miras fijamente a una persona,
ésta, por la ley de la atracción, termina encontrando tu
mirada. No pude hacer verdadera la frase ya que una chica
pasó por mi lado, golpeó mi cabeza sin darse cuenta y al
tener dos tragos de más, la silla se resbaló y caí de boca en
el suelo.
Ella me ayudó a levantarme y se disculpó por su torpeza.
Asentí sobando mi mentón y satisfecha ya que no se rajó la
piel. De vuelta con Damon, caí en cuenta que la chica que
me golpeó, fue dirigida hacia él. Ladee mi cabeza al verla
rodearlo y besar su cuello provocativamente. Algo dentro de
mí se comprimió y unos deseos inmensos de vomitar se
hicieron presentes. Sin embargo, llevé mi mano a mi boca y
sostuve el ácido. Cuando la peliblanca se sentó frente a él,
tomó su mano y comenzaron a balbucear cosas que no
entendía.
Damon acarició la piel de la mejilla de ella y luego aspiró
nuevamente su cigarro. Ver aquella escena me tenía
completamente devastada. ¿Pero quién era yo para
prohibirle algo cuando yo misma me alejé por ir detrás de
Elijah? Eso sería algo razonable y adecuado para este
momento, pero como mi mente veía doble e imaginaba
personas gigantes por los efectos del alcohol, caminé
decidida hasta su mesa.
Cuando llegué mi corazón se aceleró demasiado y mi
respiración se volvió trabajosa. Apreté mis puños y traté de
exhalar con tranquilidad. No sabía que haría, pero no me
faltaban ganas para darle un beso en los labios a Damon y
demostrarle a esa mujer quién era la que tenía el control. En
el momento que su vista interceptó con la mía, sentí que
podía asesinarme. Aquellos ojos azules me penetraron tan
fríamente que comprendí que nada estaba bien entre
nosotros y que por más que quisiera no podía montar una
escena de celos porque ni siquiera éramos novios.
Lo miré con el rostro más gélido que alguna vez pude
poner y luego dirigí mi vista hacia la chica. La examiné esta
vez detalladamente, mordí mis labios de la inseguridad al
comprobar lo hermosa que era. Su cabello era blanco, las
facciones de su cara eran finas, con unos pómulos salientes,
ojos marrones, alta, bien favorecida por todo su cuerpo.
Ideal para él, si yo no lo quisiera.
Lástima que ese hombre es tuyo.
Y si ella no lo sabe, se lo dejaremos claro.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Damon de manera
cortante, dándole las últimas caladas al cigarro.
¿Cómo piensas enfrentarte a ese demonio?
—Vine a conocer a tu amiga —mi voz sonó entera y
agradecí que no sospechara que estaba borracha perdida.
Damon sonrió y negó con la cabeza. Sabía que me
estaba viendo como una completa patética pero como era
notorio, con los grados de alcohol que tenía en el cuerpo, no
podía pensar con coherencia. Sin deleitarme me senté a
horcajadas sobre sus muslos, mirando en dirección a la
susodicha, ella parecía desinhibida del mundo, como si le
diera lo mismo lo que hiciera o no con Damon.
—Ella... —Movió mi cabello desgreñado hacia un lado y
comenzó a oler mi piel—… es Victoria —terminó diciendo.
En ese instante la poca lucidez que me quedaba brilló
entre la oscuridad.
Ese nombre.
Él.
No.
Ni siquiera podía vincular a Damon con el pasado turbio
de Liam.
Victoria estaba muerta.
¿Y si es ella?
No. En el mundo, ¿cuántas Victorias no existían?
—¿De dónde eres Victoria? —le pregunté evadiendo las
sensaciones que me producía la lengua de Damon en mi
cuello, el desgraciado me estaba matando con las
sensaciones que estaba provocando en mi cuerpo.
—De Ontario —masculló y elevó una sonrisa—. Ahora…
¿Podrías dejarme hablar con Damon? —dijo Victoria
observando como mis ojos se abrían y se cerraban
continuamente por todo lo que me está haciendo sentir él.
—¡Pídelo por las buenas y quizás me lo piense! —dije
juguetona apoyando mis manos en la mesa. Damon se
separó y observó la escena con una sonrisa, al parecer
nunca me había visto celosa y eso le gustaba.
—¿Quién te crees que eres idiota? —masculló
cínicamente alzando una ceja con prepotencia.
—Soy la mujer de Damon Waldorft, el hombre al que
rodeaste, besaste y que, si no llego, te lo follabas.
—El alcohol es malo ¿sabes? —ironizó con una sonrisa de
medio lado.
—¿Porque tú lo dices? —farfullé curvando mi labio
superior.
—¿Te dolió lo que viste Blair? —esa vez habló Damon. Me
tensé sobre sus muslos—. Déjame aclararte algo, no eres mi
mujer, ni siquiera alguna zorra que me follo. No eres nada
Blair Bennett. Ese lugar lo perdiste hace mucho tiempo.
—¡No te creo! —mascullé, girándome completamente
hacia él, entrelazando mis manos alrededor de su cuello—.
Sé que significo en tu vida, sé que te salvé hace años, sé de
tu desequilibrio emocional. Sé que me amas Damon.
Sus dedos se colocaron encima de los míos y hubo una
especie de cortocircuito que me estremeció. Tenía la
necesidad imperiosa de que me rodeara con sus fuertes
manos y apretara mi cintura. Quería sentirme menos sola o
simplemente disfrutar de lo que siempre me había negado.
Para mi desilusión, sus manos fueron a parar a mi cuello y lo
apretó con fuerza mientras sonreía cínicamente.
Comenzaba a asustarme, aunque la situación no me
desagradaba del todo.
—Estamos solos ahora Blair —susurró sobre mis labios
dejando escapar una risa juguetona que me estremeció
completamente.
Le di una sonrisa de boca cerrada, sin saber y sin poder
qué decir. Damon me hizo girar para darme cuenta que la
tal Victoria había desaparecido y que sólo estábamos él y
yo. Juntos, en la oscuridad de una taberna, ebrios y por lo
menos yo, con unos deseos insaciables por sentirlo muy
dentro de mí.
—¿Crees que sea legal todo lo que planeo hacerte? —
susurró sobre mis labios, soltando poco a poco el agarre de
mi cuello.
—No lo creo —murmuré cambiando de roles, siendo yo la
que tenía el control ahora sobre su cuerpo. Mi mano estaba
agarrando fuertemente su cuello, mientras mis dientes
estiraban con desenfreno su labio inferior.
Él suspiró y luego rió cínicamente.
—Has cambiado muñeca. ¿Ya no te cohíbes? —Sus ojos
brillaron con diversión.
—¿De qué forma? —La necesidad por escucharle decir
exactamente lo que los dos queríamos me impidió detener
algunos movimientos sobre su ropa, estaba muy excitada.
No supe por qué, pero verlo cerca de otra mujer me
encendió, yo no podía perder a Damon, yo no quería
perderlo.
—Vaya, vaya —su sonrisa creció dejándome apreciar dos
grandes hoyuelos—. ¿Por qué tanta necesidad de sentirme
Blair?
—Solo quiero saber si después de esto, volveré a verte —
murmuré, algo muy dentro de mí me decía que, si Damon
era el desconocido, no podría perdonarlo y me vería
obligada a alejarme de él para no asesinarlo como mismo lo
hizo con mi hermana.
—Te amo —mi sorpresa fue grande al oírlo, más que
cuando me estaba estrangulando.
¿Habías escuchado bien?
De la nada, una loca idea inundó mis pensamientos y
antes de pensarlo dos veces, me levanté e hice que Damon
hiciera lo mismo. La música dentro del lugar se escuchaba
perfectamente alta y justamente se reproducía una de mis
canciones preferidas y que extrañamente me hacía pensar
en la persona que tenía justamente enfrente: Animals.
Sonreí y tomé a Damon de la mano para dirigirnos a un
lugar apartado y oscuro.
Mi cuerpo se deslizaba bien pegado al suyo. Las manos
de mi demonio se posaron en mi trasero y comenzó a
apretarme mientras marcaba su propio ritmo. El roce de
pieles, el calor, el sudor, nuestros alientos alcoholizados me
estaban excitando demasiado. Quería tener sexo ahora. De
pronto, sus manos subieron a mi cintura y comenzaron a
hacer un recorrido hasta mi monte de Venus, luego
regresaban a mi cintura y volvían a bajar, haciendo así un
movimiento tortuoso y difícil de evitar.
—Espero que no te incomode que quiera algo más que
un baile contigo —susurró mientras que una juguetona
mano se escabullía por debajo de mi ropa mientras que la
otra rozaba las puntas de mis nalgas. Yo, por mi parte,
deslicé las yemas de mis dedos hasta su pantalón y sonreí
al comprobar que tenía una sobresaliente erección—. Ah
Blair... Si no te detienes ahora, juro que arrancaré tu ropa
aquí mismo —susurró con su voz ronca en mi oído.
—Eso sería pecado Damon. —Apreté su polla sacando un
gemido de sus labios, ocasionando que me excitara más y
que por consecuencia, él también lo hiciera.
—Uno que haría arder el puto cielo. —En ese momento
me giró hacia él, tomándome fuerte de las caderas, uniendo
nuestras respiraciones, haciendo rozar nuestros labios—.
¿No crees que ya es hora para que yo disfrute? —dijo
desabrochando mi pantalón.
Metió su mano en mi vagina y sus dedos escurridizos se
hicieron paso entre mis pliegues hasta que me penetró.
Entonces, sin previo aviso me aventé a sus labios y lo
besé desenfrenada. Mordí su labio inferior hasta que le dejé
una marca. Gruñó en mi boca y con una fuerza que no sabía
que tenía, me cargó y caminó por el oscuro pasillo.
Entramos en una habitación que resultó ser un apartado VIP
y sin esperarlo me sentó en la mini barra. Como un animal
lanzó todo al suelo, las copas se hicieron añicos, luego
volvió a reír de esa forma tan descarada mientras se
acercaba a mis labios moviendo sus dedos que se
encontraban llenos de mis fluidos.
—He esperado toda mi vida para esto —dijo quitando mi
blusa, dejándome en sostén—. Y te aseguro, que nunca más
te dejare escapar.
La lujuria me cegó.
Pero Damon había tenido razón.
Hubiera deseado no haber vuelto a escapar.
Capítulo 39
DAMON

La habitación estaba a oscuras y completamente gélida.


Minutos antes, la había dejado en el centro de la cama
moviéndose intranquila mientras me acercaba por el lateral.
A este punto, los dos estábamos completamente seguros de
lo que haríamos y pasara lo que pasara, lo disfrutaría.
Sonreí al observar su ropa interior. Bajo esas capas de tela
se encontraban dos hermosos senos con pezones
puntiagudos y una hermosa y apretada vagina. No sabría
decir si eran mis ojos, pero pareciese que su piel brillaba
entre tanta oscuridad. Sus ojos azules me examinaban con
curiosidad.
Extendí mi mano cuando llegué a su lado y acaricié su
piel. Un gruñido se escapó de mis labios al sentir su
suavidad. Su piel erizándose y sus ojos cerrándose ante el
tacto me la ponían aún más dura. Sus iris viajaban a las
mías y me sonreía con ingenuidad y malicia.
¡Oh dios, si supieras todo lo que hemos hecho juntos!
Desabroché el cinturón, Blair deslizó sus ojos y observó
tranquilamente cómo llegaba al suelo. «Necesito tus manos
sobre mi cuerpo, Blair». Dije y mi voz salió ronca. Sus casi
expertas manos tiraron de mi calzoncillo. Comenzó a besar
mi piel haciendo que soltara leves gemidos causados por el
roce de sus labios. Estaba completamente desnudo y con
una erección de los mil demonios apuntando a su boca.
Ahogué un gruñido cuando sus pequeñas manos rodearon
mi polla y sonrió.
Blair era hermosa, perfecta a mi cuerpo, a mi persona, a
mi ser. Ella era la única que calmaba mis demonios. Tan
jodidamente sexy que con tan solo agarrar su cintura
provocaba una catástrofe. Todavía recordaba la primera vez
que gimió mi nombre, cuando todavía era ella, y no es que
hubiera dejado de serlo, pero había una parte de ella que se
reusaba a saber de mi existencia. A veces quería regresar el
tiempo y volver a aquella época en la que saltaba sobre mi
polla luego de haber asesinado. Llenos de sangre, lágrimas,
sueños frustrados.
Lógico, tú no lo sabes.
Poco a poco he estado dándote pistas, señales de que
somos el uno para el otro.
—Esto es especial muñeca —hablé captando toda su
atención, haciendo que dejara de chuparme la polla para
que observara mis ojos—. Quiero que cuando te corras, me
mires a los ojos, no los cierres por nada de este mundo,
necesito ver que todavía te hago sentir lo más valioso de la
vida —le susurré entre besos.
Sus piernas me envolvieron y pegó mi erección a su
intimidad provocando un gemido por parte de ambos.
¡Joder! Debería ser ilegal lo que me pasaba con ella. Llevé
mis labios a los suyos y comenzamos un tortuoso beso. Su
pequeña boca se abría dejándole espacio a mi traviesa
lengua. Mordió mi labio inferior en el momento que llevé
mis manos a su vagina y acaricié su clítoris. Esto sin dudas
era un beso con hambre, con deseo. Blair agarró mi cuello y
me acercó aún más a ella, llevando un poco del control que
le permitiría. Al separarnos descubrí sus labios hinchados y
sus ojos cerrados como un corderito indefenso.
—No pretendo ser dulce, Blair —susurro sobre sus labios
mientras deslizo mis dedos ágilmente por su cuello—. Te
dije que te haría el amor, pero a mi forma.
—Hazme tuya, es solamente lo que pido —murmuró y me
estremecí al ver sus ojos divagando curiosos por mi
abdomen.
Sin previo aviso la lancé sobre las almohadas mientras
buscaba con desesperación algo para atar sus manos. Vi
que su espalda se acomodó en el respaldar de la cama y
sonrió con malicia al descubrir unas cintas fosforescentes en
una de las gavetas de las mesitas. Blair soltó un grito agudo
cuando las cintas incidieron en su monte de Venus.
—¿Qué haces? —susurró en el momento que empecé a
amarrar sus manos a los tubos de la cama. Me di cuenta
que había sobrado una cinta y sin pensarlo la coloqué en
sus ojos.
—No mirarás, no tocarás. Sólo sentirás. Me sentirás —
sonreí y la azoté, sólo que esta vez con mi mano.
Abrí sus piernas de forma exagerada y metí mis dedos en
su vagina. Siempre había amado la forma en la que gemía y
esta, sin duda, había sido sensacional.
—Realmente sigues siendo la misma sucia de siempre
muñeca. ¡Mírate! Toda mojada para mí —mordí mi labio
inferior al verla mover sus caderas en busca de más
contacto, haciendo que mis dedos la penetraran más
profundo.
—Por favor... —lloriqueó moviendo sus caderas mientras
que con la otra mano acariciaba su clítoris.
—¿Qué? ¿Qué quieres? —Sin dejarla hablar, solté su
clítoris y dirigí mis labios a sus senos, atacándolos sin
compasión.
—Hazme tuya —termina respondiendo con dificultad a
medida que su vagina se contrae necesitada—. ¡Fóllame
Damon!
Escuchar eso, causó espasmos en mi interior y
verdaderamente quería hacerla mía, pero todavía no era el
momento. Saqué mis dedos de su vagina y llevé mi boca
hasta allí. El recibimiento fue caliente. Sus labios vaginales
se habían pegado levemente y los separé lentamente con
mi lengua, deleitándome con el sabor de sus fluidos. Los
mordí con delicadeza minutos antes de comenzar a deslizar
mi lengua de arriba hacia abajo mientras mi pulgar
desgarraba deliciosamente su clítoris.
—Oh sí muñeca, mójate así. Hazlo más —dije para
después continuar embistiéndola con mi lengua.
Me separé en el momento que agarré su pezón y lo
mordí. Blair estaba dejando que hiciese con su cuerpo lo
que me apeteciera.
Apoyé nuevamente mis labios sobre su clítoris y lo besé
pausadamente, necesitaba conquistarlo y dominarlo al igual
que todo su cuerpo. Esto era el puto paraíso, mi cara entre
sus muslos, mi lengua recorriendo cada centímetro de su
sexo, besándolo y haciéndolo mío. Sus gritos de placer
hicieron que quisiera venirme sin siquiera haberla
penetrado con mi polla. Gruñí al sentir sus paredes
vaginales contraerse gustosas a mi alrededor. ¡Oh sí! Otro
orgasmo. Su espalda se arqueó y su cuerpo intentó escapar
de mí, pero no la dejé y esperé a que se relajase.
Quería que estuviese preparada para lo que se
avecinaba.
Blair abrió su boca al sentir que me acomodé entre su
feminidad y lentamente comenzaba a penetrarla. Cuando
entró completamente me sentí victorioso y deseé tener una
cámara para dejar plasmado ese hermoso recuerdo.
Otra vez volvía a ser mía y ahora nadie más la tocaría.
—Muñeca —digo enterrando mi cara en su cuello
mientras la comenzaba a follar lenta y tortuosamente—.
Nunca más vuelvas a dejar que otro hombre te toque. Tú
siempre has sido mía Blair y ya es momento de que el rey
retome su reinado —terminé diciendo para darle una
estocada fuerte y placentera.
—Oh Damon, más rápido, más duro —gimió en mi nuca
mientras sus uñas se entierran en mi espalda.
—¿Realmente quieres eso? —pregunto mientras acelero
las embestidas, sintiendo cómo la cama choca con la pared
—. ¿Así?
Y amé su respuesta.
Un devastador orgasmo volvió a apretarme causándome
dolor y placer al mismo tiempo. Todavía no quería terminar.
Necesitaba disfrutar completamente de ella. Sonreí cuando
la vi calmada y luego de unos segundos volvió a agitarse. La
imagen ante mí era realmente caliente, podía sentir cómo
mi polla se perdía dentro de ella mientras observaba sus
pechos moverse, sus ojos intentando ver de más y su boca
abriéndose y diciendo obscenidades. Llegó el momento en
que sus gemidos fueron amortiguados por mi brazo, el cual
Blair mordía fuertemente. Aquello me excitaba más, amaba
cada vez que mi loca sanguinaria me causaba dolor.
Besé su cuello mientras mantenía movimientos lentos o
bien lentos, tratando de tocar cada punto en su interior. Al
encontrar su zona débil comencé a aumentar mis estocadas
y no faltó mucho para volver a atormentarme con sus
estragos. Echó su cabeza hacia atrás y trató de zafarse.
Sabía que esto iba a ser inolvidable pero no tenía idea de
cuánto.
—Damon lo siento —sus palabras me abrumaron. ¿Por
qué sonaban a despedida?
—Ahora no muñeca. Tendremos tiempo para hablar de
todo, te lo prometo —mascullé sin dejar de embestirla con
fuerza.
Y entonces sucedió lo que esperé. Blair gritó cuando mis
caderas comenzaron a ir más rápido. Mi brazo en su cintura
hizo que se ajustara más a mi cuerpo y finalmente mis
caderas tomaron una velocidad increíble hasta que la llené
de todo mi semen. No me importaba llenarla de mí, no me
preocupa no haber usado preservativo. Solté sus ataduras y
la recosté sobre mi pecho, acariciando su cabello,
esperando a que nuestras respiraciones volvieran a ser
como antes.
—Damon, eso fue... —hizo una pausa como intentando
buscar las palabras correctas y antes de que dijera algo, la
interrumpí.
—La gloria —culminé por ella sintiendo cómo nuestros
pechos bajaban y subían agitados—. Duerme ahora bonita,
ya tendremos tiempo para arreglar todo a nuestro
alrededor.
No dijo nada y me agradó ver cómo se acurrucaba sobre
mi pecho, en busca de calor. La observé respirar
pausadamente hasta que mis ojos se cerraron
involuntariamente.

Cuando abrí los ojos me encontraba completamente solo


en la cama. Golpeé repetidamente el colchón y reprimí todo
lo que esa trigueña loca me hacía sentir. Levanté mi trasero
de la cama, me vestí y salí corriendo de ese lugar. Esto no
era lo que había esperado. Después de ese momento tan
apoteósico, esperaba despertar a su lado y explicarle todo
lo que nos involucraba, necesitaba hacerle entender que lo
que siento por ella no es una obsesión enfermiza como me
hace creer Elijah.
Aunque debía admitir que muy en el fondo lo esperaba.
Esto debía ser lo suficientemente vergonzoso e incómodo
para ella, pero también estaba esa cosa rara del: «lo siento»
que no me dejaba pensar en paz. ¿Qué significaba eso?
¿Sabía quién yo era? Era eso o que solo me utilizó para
cerciorarse de lo que quería para volver con el hijo de puta
de Elijah.
No podía imaginarme que todos estos años hubiera
hecho hasta lo imposible por hacerla recordar, para que
viniera de la nada un enfermo obsesionado a arrebatármela.
Desde el día que descubrí quién era realmente Elijah King,
juré protegerla con mi vida, así muriera en el intento.
Vale. Basta de todo esto.
Si me centraba en aquel mal nacido no conseguiría nada.
Cristina fue clara conmigo aquella tarde: «Él es un tipo
peligroso y está detrás de Blair. Mantente alejado, pero a la
vez cerca. No dejes que sus ojos te engañen, esos ojos
están manchados de sangre».
Como los míos.
Por eso aquello sonaba hasta estúpido. ¡Sí! Lo admitía, el
tipo todo músculo, con algunos tatuajes descabellados y
piercing sabía lo que hacía, pero aquí el puto amo, el
protagonista de cualquier historia era yo. Mi hermano
intentó jugar y perdió, Liam corrió con su misma suerte y
Elijah lo hará también. No me importaba si tenía que sumar
otro cadáver a mi espalda.
Suspiré abriendo la puerta de mi apartamento y
entrando.
—¿Estas son horas de llegar? —murmuró ella caminando
espaciosamente hacia mí.
—Ahora no, Victoria —farfullé alejándola de mi cuerpo,
sus vagos intentos por seducirme no harían que cambiara
de parecer.
—Dejaste tu cuarto abierto... —habló y algo dentro de mí
se encendió—. Por cierto, bonitas fotos, ropa, mapas, rosas
y miles de cosas más que tienes de Blair —dijo ella, mi
insoportable compañera de piso caminando hacia mí con un
pequeño short y una blusita.
Victoria era extremadamente guapa.
Y ella estaba completamente consciente de eso.
Nuestra historia inició en el momento que comenzó a
huir de mí. Hace años, cuando todavía vivía en Yukón y me
divertía por allí, la encontré. Estaba aburrido, solo y con
unos deseos insaciables por asesinar. Mi última víctima
había sido dos días atrás, una pelinegra hermosa. Pero
entonces la vi a ella, saliendo a las tantas de la madrugada
de un centro de relajación —trabajaba allí—. Ni siquiera tuve
que pensarlo dos veces para comenzar a seguirla. Victoria
había notado mi presencia y apresuró su andar para
meterse en un tenebroso callejón. Para mi sorpresa, la
trigueña en aquel entonces, se quedó apoyada en la pared,
esperándome. Su acto fue tan idiota que decidí darle unos
minutos más antes de deshacerme de ella.
«—No fue muy inteligente de tu parte detenerte cuando
claramente sabes que te sigo.
—Y no fue muy prudente de tu parte hablar cuando te
estoy grabando. —Ambos sonreímos y en un ágil
movimiento lancé su teléfono a un lado.
—Realmente tonta.
Susurré en su oído. Su cuerpo atlético estaba frente a mí,
mi mano rodeaba su cuello y la otra mantenía aprisionada
sus manos tras su espalda.
—Solo quiero informarte algo —aclaró y le presté
atención antes de estrangularla—. Llevo dos años
haciéndome pasar por muerta cuando la que murió
trágicamente fue mi hermana. ¿No crees que sería
demasiado sufrimiento para mis padres descubrir que su
otra gemela fue asesinada por un loco asesino?»
El resto de la conversación pasó a la historia en el
momento que le perdoné la vida. No fue por lástima o
remordimiento ante su pregunta, digamos que me agradó
que tuviera agallas y porque me serviría para satisfacerme.
Victoria era lo más cercano que tengo a una amiga, ya que
después de Elizabeth, me había rehusado a abrir mis
sentimientos con alguna otra mujer. Siempre me escuchaba,
me daba sus consejos, follábamos, pero, sobre todo,
seguíamos siendo dos personas que mantenían sus
sentimientos a un lado.
—Así que simplemente... ¿pensaste que me quedaría
viendo cómo te follabas al amor de tu vida? —Eso último
había sido dicho con ironía y me negué a pensar que
estuviera celosa—. El plan no era ese —dijo dejándose caer
en el sofá, mirando la tele.
—Entonces... ¿Cuál era el plan? —Me senté a su lado y le
hablé en un tono divertido.
—¿En serio idiota? —reprochó— Acordamos que me
llamarías cuando la encontraras, chocaría con ella para que
me siguiera con la vista y se diera cuenta de mis
provocaciones y suponiendo que, si se ponía celosa e iba
hacia ti, te harías el orgulloso hasta que consiguieras
llevártela a la cama. ¿Estoy bien no?
Aunque su plan tenía algo de razón, también contaba con
algunas fallas. Por ejemplo, yo no quería solo llevármela a la
cama, nunca supuse que se pondría celosa, sabía que lo
haría. Mi plan más bien vendría siendo que cuando
despertáramos, le contaría toda la verdad. Le diría que soy
un peligroso asesino que ha matado a miles de mujeres en
varios estados de Canadá. Le confesaría que no me
arrepentía porque cada una de esas chicas me recordaba a
ella y en esos momentos mi corazón estaba inestable por su
lejanía. Le diría que sufría de una enfermedad momentánea
y entonces la abrazaría y le susurraría que siempre estaría a
su lado y que mi mayor deseo era morir después de ella,
porque sin ella yo no era nadie.
Ya que por ella es por quien vivía.
Capítulo 40
BLAIR

¿Qué has hecho Blair?


¿Qué demonios has hecho?
Mi teléfono marcaba las ocho de la noche del doce de
diciembre.
Había pasado todo el día así, caminando de un rincón a
otro de la casa. A veces me sentaba en el sofá mirando a la
nada mientras mordía mis uñas y trataba de entender qué
demonios pasó por mi cabeza para hacer lo que hice. El
rostro de esa chica y de Damon no salía de mi mente. Y eso
era lo peor, no quería pensar en él, ni en nada de lo que
ocurrió entre nosotros. No iba a decir que me arrepentía
porque me estaría mintiendo a mí misma, ¿pero ahora cómo
iba a mirar a Damon si resultaba ser el asesino de mi
hermana?
Después de procesar toda la información que me había
brindado Elijah sobre ellos, tenía claro que Damon era
peligroso y que de seguro tenía los mismos instintos
psicópatas que yo, pensé repetidas veces en la posibilidad
de que fueran paranoias mías, pero los hechos eran pruebas
más que claras para convalidar mi teoría. Todos los
recuerdos desde que llegamos a este pueblo flotaban en mi
mente de manera constante, de primero estaba el chico que
hacía autostop a la entrada de Dark, su capucha negra y su
dedo pulgar hacia arriba mientras sonreía, sería algo que
nunca olvidaría y que de seguro no era una coincidencia.
Luego estaba nuestro primer encuentro en el cementerio.
¿Por qué fingir que no nos conocíamos? Damon siempre
supo quién era yo, siempre estuvo consiente de mi pasado,
de mis miedos, él sabía que yo lo había salvado aquella
noche y me mintió. Me ocultó la verdad de todo, nunca me
dijo que su propio hermano era el causante de mis
pesadillas en las noches, ni siquiera tuvo las agallas de
confesarme que él y yo ya habíamos estado juntos antes,
que fue mi primera vez.
Todos me habían mentido.
Y yo también les mentí a ellos.
En algunos momentos me relajaba y pensaba en la forma
de persuadir a mi padre para que confesara lo que sabía.
Dean y Eva me habían mentido en varios aspectos y eso no
se los perdonaría fácilmente. Mi madre se sorprendió al
descubrir que no había dormido en casa, pero no dijo nada.
Al parecer papá había hablado con ella sobre mi «primo»,
en ese momento esperé de todo menos lo que ella hizo.
¿Hablar? ¿Contarme la verdad ahora?
—Toma —habló Eva extendiéndome una taza de té. Tomé
una respiración profunda tras otra hasta que me mantuve
calmada—. El clima está helado —insistió al ver que no
tomaba la taza.
Fingí una sonrisa y la agarré.
—Hace mucho que no hablábamos —murmuré y le di una
probada al agua hirviendo—. Ni siquiera nos hemos reunido
para hablar de la muerte de Judith.
Agachó su cabeza y asintió.
—Lo lamento mucho —se disculpó agachando la cabeza,
pero no le creí nada—. ¿Cómo te sientes?
—Mal —admití y vi como sus ojos me vieron sorprendidos
—. Toda mi vida ha sido una mentira y lo sabes.
—¿Qué te dijo tu padre? —saltó a la defensiva. Sus
pupilas se dilataron, demostrando el temor en ellas,
admitiendo toda la culpabilidad.
—Nada. Dean no ha abierto su boca para nada. Ni
siquiera asistimos al entierro de Jud. —Me levanté alzando la
voz—. Él le pagó a una funeraria para que se encargara de
todo. ¿Sabes cómo me hace sentir eso? —negó y sonreí
sarcástica—. Claro que no lo sabes.
—Blair... ¿Qué es lo que sabes exactamente? —me
preguntó ella ignorando todo lo que le había dicho sobre mi
hermana.
En ese momento mantuve silencio y todos los recuerdos
de la mañana en la que desperté al lado de Damon
volvieron a mi mente. Acababa de abrir los ojos por la
incesante vibración de un teléfono a mi lado. Mi cabeza
todavía dolía por la resaca, pero eso no me impidió que
viera la pantalla. Elijah lo estaba llamando, pero eso no fue
lo peor, lo pero vino después cuando vi la foto de ellos dos,
iluminada en la pantalla. Todavía mantenían la
comunicación, todavía eran cercanos.
—Que Judith no era mi hermana, que... —me detuve. No
podía hablar sobre Damon, Aiden y Liam. Ellos tenían sus
secretos. Suyos. No míos.
—Todo es un poco complicado hija —dijo resistiendo las
lágrimas que hacían por salirse de sus ojos.
Quería que mi padre también estuviera aquí, que diera la
cara y que no fuera un cobarde. Pero lastimosamente se
había marchado al trabajo desde la mañana y no regresaría
hasta pasadas las diez. Por otra parte, estaba mi madre, se
mantenía firme frente a mí, pero con cada minuto que
pasaba sus lágrimas se hacían presentes y sentía que una
parte interior de ella se derrumbaba.
—¿Quién soy mamá? —titubeé con un creciente dolor
que se afloraba en mi pecho.
—Eres mi hija, nuestra hija. —Alcé una ceja dándole a
entender que su respuesta no serviría para nada—. Blair, lo
hicimos todo por tu bien.
—Está bien, eso no me importa ya —confesé tomándola
de las manos, dándole entender que podía confiar en mí,
que no iba a culparla por nada—. Sólo quiero saber la
verdad, necesito sentir que no he estado viviendo en una
burbuja.
—Hija... —susurró ella, podía sentir la lástima en sus ojos.
—¡Habla madre! —Me levanté alzando mi voz y ella dio
un respingo.
—¡Estás enferma! —exclamó y mi corazón se detuvo por
un instante. Elijah me lo había confesado el día que fuimos
a la casona, pero escucharlo de mi madre era totalmente
diferente.
—¿Qué tengo? ¿Por qué siempre lo ocultaron? —farfullé
volviendo a sentarme a su lado. Ella tomó mis manos y las
apretó débilmente.
—Amnesia disociativa. Cuando despertaste en el hospital
luego de aquel terrible accidente en el que casi te ahogas,
los doctores dijeron que presentabas amnesia, originada por
ese acontecimiento traumático que produjo la incapacidad
de que recuerdes algunas cosas importantes de tu vida —
suspiró y tomó una bocanada de aire para continuar
hablando—. Te llevamos con varios doctores con la
esperanza de que empleando la hipnosis y las entrevistas
con fármacos pudieras avanzar.
—¿Quién eres?
Era la voz de un hombre. Llevaba varios minutos
haciéndome preguntas que no sabía responder.
—¿Quién eres tú? —dije.
—Mason, me llamo Mason y soy tu doctor.
—He… —susurré sintiendo como mi corazón bombeaba
con rapidez—. Creo que he recordado una conversación con
Mason, mamá.
En ese momento tiré mi cabeza hacia atrás y me sentí la
persona más inservible del mundo. A mi mente vinieron
vagos recuerdos de la noche que pasé con Liam y las
«alucinaciones» que me provocaron esas drogas. Después
de todo si habían pasado, sólo que las había olvidado y
ahora entendía el por qué.
Por eso te olvidé, Damon.
—¿Y Elijah? —sorbí mi propia mucosidad y mantuve los
ojos cerrados esperando su respuesta.
—Él es el hijo de Henry King, un millonario que ha
dedicado su vida a encontrar los causantes de la muerte de
su esposa —escuchaba cada palabra de mi madre y al
mismo tiempo se reproducían las que Elijah me había dicho
aquel día—. Tu padre fue el abogado asignado para
defender a William Torne, uno de los descabellados
científicos. Dean sobornó al juez y Torne salió ileso. Por
supuesto King lo supo y juró vengarse de tu padre. Tiempo
después, William fue hallado muerto en su habitación.
—¿Por eso siempre huimos? —Abrí los ojos y la observé
detenidamente. Por milésimas de segundos pensé que lo
hacían por mí, para que yo pudiera escapar de mi pasado,
pero al final, resultó que solo se protegían ellos de sus
errores. Nadie podría saber el odio y el asco que sentía por
mi familia en esos momentos.
—Siempre acabamos en una nueva ciudad por ti Blair. No
sabemos exactamente desde cuándo, pero siempre que
estamos en un lugar por mucho tiempo mueren personas
cercanas a nuestra familia, todas mueren después de que
hay cambios en ti. —Mordió su labio mientras secaba una
lágrima y me observaba con lástima—. Sueles olvidar lo que
haces, y Mason dijo que mientras no supiéramos con
exactitud que estaba ocurriendo, lo mejor sería escapar.
También nos protegíamos de la familia King —confesó y
sentí mi mundo arder.
» ¿Recuerdas cómo llegó Elijah a nuestras vidas? —asentí
—. Al comienzo todo estaba muy bien, nos mantuvimos
serenos cuando vimos que ese hombre estaba casado con
mi hermana. No sabíamos cómo reaccionar o qué hacer
para que Elijah se fuera de nuestras vidas, estábamos al
volvernos locos, porque teníamos la certeza de que solo era
cuestión de tiempo para que su padre atacara. Pero no lo
hizo y pasaron los años y vimos lo equivocados que
estábamos con ese muchacho. Solo que… Dean los
encontró casi al tener relaciones sexuales y tu padre no iba
a permitir que nuestra sangre se viera vinculada con la de
esa familia. Así que, mientras él viajaba de nuevo con su
padre, nosotros nos mudábamos nuevamente de ciudad.
—Mi padre nos separó, ¿por qué? —Mi madre titubeó con
la mirada, era como si hubiese algo más, solo que le daba
miedo decirlo—. ¿Y siempre será así? ¿Siempre viviremos de
esta forma tan miserable? Huyendo del pasado, de los
errores de papá —le cuestioné frunciendo mi entrecejo.
—Lo siento mucho Blair. No mereces nada de esto.
—¿Qué sentirían si les dijera que amo a Elijah? —Mi
madre se levantó del asiento y alzó su dedo apuntándome.
—Ni siquiera lo pienses —alzó su voz—. Tu padre no lo
aprobaría.
—A pesar de que nunca confiaron en mí, de que me
jodieron la vida, creo que no son nadie para decidir qué
debo hacer o no con Elijah —sequé una escurridiza lágrima
y me levanté dispuesta a ir a mi habitación.
Eva tomó mi mano y se acurrucó en mis piernas por un
rato. Las dos comenzamos a llorar como unas magdalenas.
Cuando todo parecía estar calmado, llegó papá y corrió a
por el mando del televisor. Nos asustamos un poco ya que
todavía no era hora que estuviera en casa. Le hicimos un
hueco en el sofá y mientras se sentaba cambiaba de canal.
—¿Qué sucede papá? —hablé nerviosa.
—Lo han capturado —dijo atento a las noticias—. Al fin
tienen a Killer Heart.
Ensimismada observé la pantalla del televisor y vi cómo
esposaban a una persona. Tenía la cabeza cubierta con un
saco negro con el que era imposible verle el rostro. Usaba
pantalones mezclilla y una camisa blanca llena de sangre.
Sus manos tenían barro y coágulos sanguíneos.
Un oficial golpeaba con su bastón al encapuchado. El
chico tropezó con una roca y cayó al suelo. Lo levantaron de
mala gana y comenzó a subir una tribuna frente a la iglesia.
Mis ojos se aguaron cuando volví a vivir el momento en el
que ese chico asesinó a Paul frente a mis ojos, una lágrima
corrió por mi mejilla al recordar cómo lloraba arrepentido
sobre la sangre del chico. Necesitaba ver su rostro, quería
cerciorarme que no había cometido un error en acostarme
con Damon.
En la tribuna estaba un hombre gordo con un antifaz que
cubría solamente sus ojos y unos mini shorts de cuero
ajustado, haciendo que sobresaliera la inmensa barriga. Al
otro lado había una guillotina, preparada para decapitar al
chico. Lo colocaron en el centro de la madera y giraron la
cámara televisiva hacia el Sheriff del pueblo.
—Hace varios días habíamos capturado al causante de
tanto sufrimiento en la ciudad. Después del juicio, se decidió
que fuera decapitado frente a cámaras internacionales.
Nada va a justificar las muertes de nuestras hijas, pero esto
incentivará para hacer lo correcto.
El alcalde se acercó al llamado Killer Heart y posó sus
manos sobre la capucha. Alrededor de la tribuna había
varias personas del pueblo, todos gritaban consignas y
anhelaban que descubrieran el rostro del asesino. Cuando el
saco fue tirado de su rostro, sentí que mi corazón se detenía
con cada segundo. Miré a mis padres y estaban tan o menos
sorprendidos que yo. Sin saber qué iba a hacer
exactamente, me levanté del sofá y agarré mi bolso.
—¿A dónde vas? —gritó Eva asustada.
—Quiero acabar con todo —les dije y salí corriendo hacia
la iglesia que, por suerte, quedaba a cinco minutos si
atravesaba el bosque.
El sol se ponía, el reloj marcaba más de las siete. El aire
corría victorioso, como si supiera que un alma iba a danzar
con él dentro de unos minutos. Los sonidos de los animales
comenzaban a escucharse, pero eso no me impediría llegar
a ese lugar y salvarlo. Ni siquiera yo podría creer que él
fuera un asesino. El mundo estaba de cabeza.
Seguí caminando en el oscuro bosque y mientras más
me acercaba al lugar, más insegura y preocupada me
sentía. De repente, un silbido comenzó a escucharse unos
pasos detrás de mí. El crujir de las hojas era discordante ya
que no llevábamos el mismo ritmo al caminar. No me giré,
no podía hacerlo. Sabía que esto no era uno de mis ataques
en los que visualizaba un tipo sin rostro, que me mataba
una y otra vez. Sabía que ese silbido, esos pasos eran reales
y que tarde o temprano me alcanzarían.
—Detente Blair.
Su voz sonó como música para mis oídos. Estaba aquí. Él
podría ayudarme para que no asesinaran a alguien
injustamente. Me detuve para mirarlo, pero la escena frente
a mis ojos, detuvo mi corazón. Él llevaba en su mano la
cabeza de una chica, mientras el cuerpo se arrastraba por
toda la tierra.
—¿Qué has hecho? —mi voz apenas salió en un ligero
susurro.
Él no me miraba, sus ojos seguían sobre la chica. Giró su
cabeza y automáticamente tapé mi boca de la impresión.
Era Nerea. Dejó caer la cabeza y sacó del bolsillo trasero
una pistola. Rápidamente apuntó a mi cabeza y me ordenó
llevar las manos al aire para después comenzar a caminar.
—¿A dónde vamos? Si vas a matarme hazlo ahora —grité
sintiendo el cansancio en mis piernas.
—Tranquila bonita. No planeo matarte, pero si vas a venir
conmigo. —Al llegar nuevamente a la carretera, caminamos
unos segundos más y nos topamos con un auto. Me obligó a
entrar y luego cerró la puerta con seguro.
—No quiero hacerte daño Blair. Eres demasiado hermosa
para eso, pero no dudaré un segundo en jugar contigo.
¿Recuerdas? —dijo sentándose en el asiento del conductor,
arrancando el auto—. ¿Recuerdas cómo nos divertimos?
—Asqueroso, demente. ¿Qué demonios quieres idiota?
Mi corazón ardía cada vez que observaba su cara y esa
sonrisa del demonio.
—Por ahora sólo necesito que seas una buena nena y
hagas silencio —habló y con la culata de la pistola me
golpeó en la cabeza.
Poco a poco mis ojos se cerraron y la oscuridad me
recibió victoriosa. Antes de perder totalmente la conciencia,
él susurró: «Esta será nuestra nueva vida, bonita».
Capítulo 41
BLAIR

Sentía cada parte de mi cuerpo arder.


Dolía como si hubiese pasado un día entero siendo
golpeada por un látigo.
Abrí los ojos lentamente y me topé con el techo blanco y
un espejo inmenso en el centro. Lo que vi me aterrorizó.
Mi imagen era espeluznante.
Desnuda, con chupones en diferentes partes del cuerpo,
mi cabello estaba desgreñado y en la zona de mi tatuaje,
tenía varias cortadas. No supe cuándo pasó o si me dolió,
pero estaba segura de quién lo había hecho. ¡Él! Sentí algo
de alivio al no verme atada, al menos así, podría armar un
plan de escape.
Mi corazón se aceleró al recordar cómo giró la cabeza de
Nerea y luego dejó caer su cuerpo. Ella no merecía morir.
Luego no dejé de pensar que, si ella no se hubiera
involucrado con él, si no hubiese cedido a sus juegos, nada
le hubiera ocurrido.
Suspiré para calmarme y comencé a observar la
habitación donde me encontraba. La reconocí al instante. Ya
había estado aquí. Seguía estando igual de desordenada,
con polvo y algunas telarañas. Tenía cuatro ventanas, dos
cerradas con un pequeño candado y las otras se
encontraban abiertas, con cortinas negras —que parecían
grises por la suciedad—. El escritorio mantenía los papeles y
cuadernos, la estantería ya no tenía libros, parecían haber
sido sustituidos por jarrones antiguos.
Al girar mi vista hacia el otro lado, me encontré con la
mirada curiosa y cínica de él. Primero escupió en una lata,
luego expulsó los restos del humo que se encontraba en sus
pulmones y finalmente lanzó al agua, propulsándola con los
dedos, la colilla de cigarro. Al verlo tan relajado, comencé a
convencerme de que muchas de las preguntas que iba a
hacerle en este instante, tendrían respuesta.
—¡AH! —Jadeé cuando sentí que la colilla de otro cigarro
quemaba mi piel.
—¡Ya despertaste del todo bonita! —Rió ese hijo de puta
alargando sus palabras con mucha emoción. Intenté decirle
algo, pero no sería conveniente, sólo lo empeoraría—.
¿Cómo te sientes? —dijo con ironía.
Se levantó de la silla y se paró frente a mí, recostando su
espalda en la estantería, con sus brazos cruzados sobre su
pecho, casualmente. Sus ojos verdes me miraban con
diversión, como si no me hubiera secuestrado, como si no
me hubiera impedido salvarlo a él, como si no me hubiese
mostrado a Nerea muerta hace unas horas.
—¿Cómo quieres que me sienta Liam? —Una sonrisa
torcida se formó en sus labios, dejando aparecer dos
hoyuelos.
—Realmente excitante volver a escuchar mi nombre salir
de tus labios, bonita.
—¿Por qué haces esto? ¿Qué quieres de mí?
—Típicas preguntas de películas. —Volvió a burlarse, pero
esta vez con una carcajada—. Hago esto porque es divertido
jugar contigo, pero sobre todo con Damon. ¿Qué quiero de
ti? —se preguntó a sí mismo llevando su dedo índice a su
mentón mientras lo sobaba—. ¡Fácil! Eres mía. Lo dejé claro
la noche que encontré en ti la esencia que tanto buscaba.
Mis ojos rodaron a un lado al recordar aquella noche.
Había sentido tanto dolor por la muerte de mi hermana, por
la indiferencia de Damon al seguir a Cristina, por la soledad
que me ocasionaba Elijah y por el desprecio de Aiden. Aquel
día me sentía sola, triste, deprimida, con deseos de cometer
una locura. Pero nunca imaginé esto. Ni por un sólo segundo
pasó por mi mente la idea de acostarme con un loco,
psicópata, obsesionado con los fluidos de las vaginas. Aquel
día pensé que sólo bromeaba, pero no tenía ni la más
remota idea que llegaríamos a esta situación. Secuestrada,
golpeada y todo porque Liam pensaba que encontró en mí
lo que perdió con Victoria.
—¿Me violaste? —Tragué en seco con temor a su
respuesta. Él sonrió y negó.
—No quiero follar con una muerta Blair, aunque no te
niego que sería demasiado excitante. Sólo dejé tu cuerpo
marcado, para que siempre recuerdes a quién le
perteneces.
No seas brusca Blair. No demuestres emociones, sólo
continúa su juego.
—¿Por qué tendría que ser divertido jugar con Damon? A
él no le importo.
—¿Por qué intentas mentirme, bonita? —negó con la
cabeza mientras llevaba sus dedos a mi feminidad y
comenzaba a separar mis labios vaginales—. Sé tu pasado
con Damon y entiendo por qué el chico se obsesionó tanto
contigo, pero hay algo que no acabo de comprender... ¿Por
qué él te odia ahora?
Él dejó caer su dedo medio en mi centro y dio leves
movimientos, casi al penetrarme. Los sacó al sentirme
húmeda y con una sonrisa saboreó mis fluidos.
—Deliciosa.
—Quizás Damon me odie porque soy tuya ¿no? —Liam
sonrió para sí mismo.
Se aventó hacia mí y sostuvo mi cuerpo en sus brazos.
Besó mi frente y comenzó a caminar hacia la puerta.
—¿Es tu cumpleaños cierto?
¿Cómo él sabía eso? Ni siquiera hablamos de nuestras
vidas aquella noche. Fruncí mi ceño con curiosidad, pero a
la vez furiosa. ¡Qué gran día para cumplir años!
—Sí. Un día genial para estar encerrada —agregué con
ironía.
—Tranquila. La cena está lista, después, tengo algo
divertido para ambos.
Al llegar al primer piso, me encontré con una mesa de
seis personas, pero con sólo dos asientos, uno a cada
extremo. Un mantel azulado la decoraba. Encima había todo
tipo de manjares: pollo, cerdo, uvas, manzanas, arroz,
marisco, mayonesa, tomates, rábano, jugos de naranja,
guayaba y sandía, plátanos fritos, guisantes. Me preguntaba
en qué momento cocinó todo y lo alistó en la mesa.
Pudo haberlo hecho Lexy.
Oh sí, Lexy. ¿Qué habrá sido de ella?
—Todo es para nosotros. Cortesía de Saray.
—¿Qué? —dije asombrada. Hacía mucho que no la veía a
ella o algunas de las otras chicas.
—¿Si la recuerdas no? —habló llevando algo de cerdo a
su boca.
—Sí —admití e hice lo mismo que él. Mi estómago rogaba
por algo de comida y no podía negar que todo se veía
realmente apetecible—. ¿Puedo hacerte una pregunta?
—¿Una sola? —sonrió cínicamente—. Pensé que tendrías
varias inquietudes.
Ignoré el hecho de su arrogancia y fui directo al grano.
—¿Qué sucedió aquel día en el que nosotros...
—¿Follamos? —culminó por mí, sentí que algo se revolvió
en mi interior—. No entiendo la pregunta, bonita.
—¿Por qué ese día estabas golpeado, enfurecido?
¿Derribarse una pared por Victoria? —Dejó de comer
soltando el tenedor. Al parecer mi último comentario había
sido un poco inadecuado.
—Ahorrémonos hablar de ella, no viene al caso. —Agarró
un pan y lo mordió—. Aquel día salí de la Universidad y me
encontré con dos personas, una vendría siendo tu ser
amado, la otra, la prometida de tu otro amor —sonrió
meneando la cabeza—. Pobre Damon... ¿No?
Liam tragó, sus ojos me observaban con curiosidad.
—¿Adivinas por qué?
—Dímelo tú —le sonreí tomando un vaso de agua.
—Digamos que estaba en el lugar equivocado en el
momento equivocado. Iba a seguir de largo, pero
innecesariamente observé cómo ella se detenía al lado de
Damon y le sonreía a Cristina.
—¿Victoria? —murmuré.
—¿Sabías que estaba viva? —alzó su voz enfadado.
—No sabía que era ella exactamente, conocía su nombre
y que era cercana a Damon, pero no que era tu Victoria.
—No es mía Blair. No fue de esa perra de la que me
enamoré. En un juego de gemelas, intercambiaron nombres,
personalidades, ropas y decidieron que Verónica se acostara
conmigo. ¿Sabes cuánto tiempo llevo recordando el
momento en el que la maté? ¿Creyendo que asesiné a la
mujer que amaba cuando fue a su hermana? —Sin saber por
qué, comenzaba a tener un poco de pena por él—. Cuando
la volví a ver, pensé que era un espejismo o las ganas que
tenía de tenerla frente a mí ya que se conmemoraba otro
año de su muerte, pero todo se fastidió cuando Cristina se
marchó y tu amor la lanzó contra la pared para devorarle la
boca.
Dejé de respirar. A pesar de que una parte de mí sabía
que tenían algo, otra se negaba a aceptarlo.
—Mientes.
Liam meneó la cabeza.
—No miento, Blair. ¿Comprendes todo lo que un beso me
hizo sentir? Miserable, olvidado, inestable. ¡Me volví loco por
esa mujer!
—Y ella ni siquiera te contó la verdad —dije un poco
decepcionada poniéndome en su lugar.
—Pero no estoy triste, bonita. Le partí la cara a Damon y
taché esa tenebrosa parte de mi pasado. Victoria no existe
más porque ahora te tengo a ti. Tú eres mejor que ella.
—No soy ni seré su sustituta —suspiré levantándome de
la mesa para llegar a su lado—. Todavía la amas Liam.
—¡No! —gritó agarrando mi muñeca y aventándome lejos
de él—. ¡Vamos! Se acabó el momento de charla.
—Me lastimas Liam —le dije al ver cómo sujetaba mi
muñeca y me jalaba para que lo siguiera—. ¿A dónde me
llevas?
Estábamos bajando unas escaleras hacia el sótano. El
pasillo estaba casi oscuro en su totalidad de no ser por
algunos candelabros. Había algunas puertas abiertas en los
extremos del pasillo, dejando ver en su interior baúles y
cajas polvorientas. Mientras avanzábamos, comenzaban a
escucharse gritos, lamentos, quejidos de algunas mujeres.
Me tensé al percibir el sufrimiento de esas chicas. ¿Acaso
terminaría como ellas?
—Jugaremos un poco Blair —dijo saboreando sus labios al
ver cómo brincaban mis pechos desnudos.
Nos detuvimos frente a una puerta de metal que se abrió
de una fuerte patada por parte de Liam. Los sollozos de las
chicas se extinguieron cuando lo vieron a él. Mis ojos se
desorbitaron al verlas a ellas encadenadas a la pared.
Saray, Lucía y... Lexy. Todas estaban desnudas, con
moretones viejos y algunos nuevos formándose. Sus
cabellos estaban sucios, grasosos, pegados a las cadenas.
—Hola niñas —habló Liam cerrando la inmensa
habitación del sótano, dejándome ir a un rincón—. No seas
descortés Blair, saluda a tus amigas.
No emití ningún sonido, no podía siquiera mirarlas a la
cara. ¿Cuánto tiempo llevaban ahí? ¿Cuánto habían sufrido
en manos de ese demente? Mientras él iba hacia ellas y
recorría con sus manos sus cuerpos, decidí inspeccionar la
habitación en busca de alguna vía de escape.
El lugar era enorme, con un pequeño bombillo en el
centro del techo que dejaba apreciar las monstruosidades
que a simple vista no se veían. En un rincón había un
sarcófago, hachas, garrotes, un tipo de rueda extraña. En
otro lado había una especie de hierro gigante, una barra que
se encontraba pegada a la pared, un cepo, sillas. Me
aterricé al comprender para qué eran los objetos. Alcé mi
vista y casi grité al descubrir en un punto cardinal de la
habitación, una jaula flotante. Moví mi cabeza intentando
procesar todo cuando observé pequeños objetos metálicos a
mi lado, también había un cinturón de castidad y un tipo de
máscara extraña.
Llevé mis manos a los ojos e intenté pensar en que no
estaba viviendo nada de esto. Debía ser otro sueño.
—De acuerdo, es hora de comenzar a jugar —cuando
Liam volvió a hablar, lo observé y caí en cuenta que había
desatado a las chicas de la pared. Las tres estaban
abrazadas en un rincón de la habitación.
Quise correr hacia ellas, abrazarlas y dejar que el destino
decidiera por nosotras. Necesitaban apoyo tanto o más que
yo. Se veían asustadas, indefensas, miserables. Sin
embargo, no hice nada. Me quedé estática en mi lugar,
como una cobarde.
—Expliquemos las reglas del juego, Blair... —sonrió y se
puso en una posición en la que podía vernos a las cuatro—.
Lamentándolo mucho, ellas morirán. —Apuntó a las chicas
alzando una ceja—. Y tú, bonita, serás la encargada de
elegir de qué forma deseas que ocurra.
—Vete a la mierda Liam.
Se rió un poco.
—Es eso u ocupar su lugar.
—¿Por qué Liam? —dije yendo a su lado—. Allí está tu
hermana. ¿No sientes nada por ella? ¿No te aterra saber que
nunca más la verás?
—¿Recuerdas el día que me preguntaste sobre Lexy?
¿Recuerdas lo que te dije? —sonrió—. Lexy es mi hermana,
sabe casi todo de mi vida, excepto que soy un desquiciado
que siente placer al matar. Ella siempre ha estado conmigo
y yo estaré junto a ella cuando muera. Mientras esté
pasando por el destino que tú le otorgues, yo estaré a su
lado —sonrió para acercarse a mí y susurrar sobre mis
labios—. Quiero que sea ella la primera en morir.
—No seré partícipe de tu locura, idiota.
Tomó mi mentón con fuerza, apretando lo
suficientemente fuerte hasta que hice una mueca de dolor.
—No me provoques, bonita. —Me soltó haciendo girar un
poco mi rostro—. Y otra vez volviendo a arruinar tu loca idea
de amor con Damon, debo confesar que él me dio la opción
de hacer elegir a alguien por la muerte de otra persona.
—¿Qué tanto conoces de Damon? —inquirí con el temor a
su respuesta. Si realmente Damon le dijo eso, entonces él
también había asesinado—. Estoy segura de que mientes.
—¿Segura? —Pasó su dedo índice por el contorno de mis
labios—. ¿Qué sentirías si te dijera que después de todo nos
hicimos amigos?
—Basta de idioteces, Liam. —La puerta se abrió de
repente y entró él. Me moría de la vergüenza en ese
instante, estaba desnuda, con marcas por todo el cuerpo,
pero, sobre todo, aterrorizada al volverlo a ver—. Hola
muñeca.
—Damon...
—¿Sorprendida bonita?
Mi cara iba del rostro de Damon al de Liam.
—¿Cómo? ¿Por qué?
Observé a Damon y mientras yo le demostraba toda mi
inseguridad y asombro al verlo, él me veía con odio.
Nuestros ojos se conectaron de inmediato, él notó la
confusión en mis pupilas al entender que no comprendía lo
que sucedía y las ganas que tenía por pedirle una
explicación. Liam mantenía una actitud extraña, no lo intuí,
pero en verdad llegaba a confundirme.
—¿Fue divertido hacerme pasar por idiota? —le grité a
Damon sin miedo a morir, mis lágrimas salían sin remedio y
mojaban mis mejillas—. ¿Sabías que estaba aquí?
Damon abrió demás sus ojos al escucharme.
—¡Sí! —confesó—. Yo...
—¡Cállate! —le advertí, estaba destrozada. Si antes tenía
miedo era porque no lo vería de nuevo, todo desapareció
cuando comprendí que él era partícipe de toda esta mierda
de Liam.
—Muñeca, sé que no entiendes nada, pero no hagas una
locura. —Tragué con dificultad al escuchar que me llamara
de aquella manera una vez más—. Haz lo que te pidió Liam.
Luego yo mismo me encargaré de asesinarte.
—¿Duele ver cómo el hombre que amas desea acabar
con tu existencia? —la voz burlona de Liam resonó en la
habitación.
—Calla, Liam —pidió él.
—¡Mírame a los putos ojos y dime si ves dolor! —Lo reté
y fue mi momento de reír—. Te confieso algo Liam, prefiero
morir en tus manos que no en las de un mentiroso de
mierda.
—Eso suena muy tentador, pero lamentablemente
tenemos un trato.
—¿Qué trato? —Me dirigí a ambos a ver cuál se dignaba
a hablar.
—Él me entrega a Victoria y yo te entrego a él —sonrió
tomando a Lexy de la mano.
—¿Es en serio? —Y por primera vez Lexy intervino. Se
notaba nerviosa, pero, aun así, habló—. Liam, nos has
tenido dos semanas hablándonos sobre el odio que sientes
por esa tipa muerta, investigaste a Blair y descubriste sus
puntos débiles, hiciste una alianza con Damon porque para
todos está más que claro que ella siempre elegirá a Elijah.
Son unos idiotas por enamorarse, no merecemos morir
porque Blair le haya entregado su corazón a otro hombre
que no sea Damon, no merecemos sufrir porque Victoria te
haya engañado y esté enamorada de Damon.
—¡Cállate zorra! —gritó Damon sacando del bolsillo
trasero de su pantalón una pistola. Le disparó en la pierna
haciendo que cayera al suelo.
—Gracias Damon, realmente me estaba hartando su
desafortunado discurso —se burló Liam sonriente—. Ahora
Blair, te explicaré para qué funcionan cada uno de mis
juguetes, presta atención, porque elegirás uno para cada
chica, comenzando con mi hermana.
Asentí.
—La doncella de hierro o sarcófago, tiene dos puertas
con clavos en su interior que penetran al cerrarlas en el
cuerpo de la víctima —hizo una pausa mientras caminaba
alrededor de la habitación—. El hacha es muy simple —
admitió—. ¡Sólo es para cortarle la cabeza! —luego sonrió y
alcanzó el garrote—. Esta maravilla en la que un tornillo
hace retroceder el collar de hierro hasta asfixiar a las
víctimas, es una de mis favoritas. —De la nada observó un
rincón del cuarto—. ¡La jaula colgante! Ah... Es uno de los
más horrorosos, digamos que una de ellas pasará el resto
de su vida, desnuda, pasando hambre, sed, frío,
quemaduras en el verano hasta que se convierta en
cadáver.
» Otro de mis favoritos es la cuna de Judas, la víctima es
izada y descendida sobre la punta de la pirámide, de tal
forma que el peso repose sobre el punto situado en el ano,
vagina, bajo el escroto o bajo el coxis —sonrió al verme
aterrorizada ante la descripción de cada instrumento—. El
aplasta cabezas es fácil de usar, la barbilla se coloca en esa
barra de ahí, —La señaló— y el casquete es empujado por
tornillos. Primero se destrozan los alveolos dentarios, luego
la mandíbula hasta que el cerebro se escurre por la cavidad
de los ojos.
—Ya basta Liam —interceptó Damon—. Que escoja el que
desee, de igual forma, no las verá morir.
—Está bien... —habló infantilmente—, pero por favor...
Escoge para alguna la silla de interrogatorio. —Liam solo
jugaba conmigo, con ellas y yo no dejaba de aterrorizarme
por lo que estaba a punto de hacer—. ¿Y bien? ¿Qué
elegiste?
Me costaba hablar, pero debía hacerlo. De igual forma
iban a morir. Y ni siquiera éramos tan amigas. Eran ellas o
yo.
Y supiste elegir bien.
—Para Lexy quiero la silla que tanto te gusta —sonreí
pensando que eso le iba a desagradar, pero fue todo lo
contrario—. Para Say el aplasta cabezas y para Lucía el
sarcófago.
—Para protegerlas tanto hace unos minutos, elegiste las
más sanguinarias.
—Me gusta la sangre porque me recuerda a la muerte —
confesé mientras observaba a Damon. Él sonrió levemente.
—Feliz cumpleaños, Blair.
Habló mientras sentaba a Lexy en la silla. Al instante
comenzó a gritar. No sabía por qué hasta que caí en cuenta
que el asiento tenía cientos de púas de hierro que se
estaban clavando en todo su cuerpo.
Capítulo 42
BLAIR

—¡Ya basta! Deja los lloriqueos —zanjó Liam acercándose


a Say.
Había visto cómo Lexy se desangraba por las heridas
ocasionadas por la silla, lloré junto con ella cuando la sangre
salía por su boca mientras intentaba decir sus últimas
palabras: «Yo si te amé, Liam Gilbert». Aquello me dolió
porque nunca habría imaginado que Liam sería capaz de
hacer lo que hizo.
Horrorizada corrí hacia la puerta, necesitaba escapar,
huir de esta cruel realidad. Para mi mala suerte, Damon me
lo impidió golpeando fuertemente mi mejilla. Caí redonda en
el suelo mientras los veía reír. Lucía también había muerto.
Hasta el momento fue la que más me dolió. Escuchamos sus
gritos y lamentos cuando la metieron dentro del sarcófago.
Ni siquiera podía imaginarme qué sintió cuando cada una de
esas púas de hierro se enterró en cada centímetro de su
cuerpo.
—¡Átala a esa silla y ve a buscar a la otra zorra! —dijo
Liam. Damon hizo una mueca y amarró mis manos al
respaldar del asiento. No sentí muy fuertes las ataduras y
gracias a eso, vi una vía de escape—. Ahora bonita, presta
atención a Saray.
Liam puso su barbilla sobre la madera que yacía desde la
pared y comenzó a girar unos tornillos. La maquinaria
bajaba cada vez más rápido hacia el cuero cabelludo de
Saray. Ella gritaba horrorizada y yo miraba asombrada
mientras trataba de desatar mis amarres y huir. El arco de
hierro rozó su cabeza y comenzó a hacer presión. Sus gritos
se hacían insoportables y rápidamente comenzó a sangrar
por la boca. Justo como había dicho Liam, sus alveolos
dentarios estaban destrozados.
Aparté la mirada cuando comenzaron a sobresalir sus
ojos y me centré en mi liberación. Esperé a que Liam
estuviera entretenido y en el momento justo, me levanté y
corrí hacia la libertad. Avancé por todo el pasillo huyendo de
Liam y esperando no encontrarme con Damon y Victoria.
Caí al suelo al tropezar con unas cajas y al levantarme,
encontré los limpios zapatos de Damon. Cuando estuve
frente a él, sin dudarlo, me golpeó con la culata de su arma
en la cabeza y volví a desmayarme.
Desperté de nuevo cuando me dio una brisa fría, en ese
instante mi cuerpo dolía más. Estaba en el sofá de la sala,
con algo suave debajo de mi cabeza. Me moví un poco y me
quejé cuando el dolor en esa zona regresó. Miré a mi
alrededor y estaba completamente sola, lloré en silencio
esperando no ser escuchada. De la nada, percibí a alguien
acariciando mi cabello y cuando dirigí mi vista hacia la
persona que lo hacía, mi corazón latió con rapidez. Su
cabello negro estaba desordenado, sus nudillos sangraban
como aquella única vez que lo vi pelear con Aiden, sus ojos
azules me miraban con impotencia y tristeza.
—¿Estás bien? —preguntó acariciando mi cuello, me miró
a los ojos y se mantuvo serio.
—Es increíble que me preguntes eso cuando eres el
causante de todo mi dolor —me quejé y él acunó mi rostro
entre sus manos.
—No espero que lo entiendas ahora, pero todo lo estoy
haciendo por ti, por nosotros. —Moví mi cabeza negando,
intenté decir algo, pero me detuvo acariciando mi labio
inferior con su dedo—. Nuestro trato es que yo te mato a ti y
él asesina a Victoria. Tenemos que ver sus cuerpos inertes
para así terminar con todo esto. —Mi corazón se estremeció
ante su tacto—. Pero yo nunca sería capaz de hacerte daño.
Por eso necesito que confíes en mí y hagas cada cosa que te
diga. Juro por mi vida que te protegeré muñeca —repitió eso
último y lloré con más fuerzas al escucharlo.
—¿Por qué debería creerte a ti? Tú no tenías nada que
ver con Liam. ¿Quién eres Damon Waldorft?
—Escúchame bien Blair Bennett porque no lo repetiré —
pidió—. Yo hice que decapitaran a Aiden, él no es el asesino
en serie, soy yo. Yo soy el causante de la muerte de Darling
y de Judith. Yo soy el que te escribía mensajes anónimos
mucho antes de que llegaras a Dark. Yo te salvé aquella
noche que te desmayaste al recordar sucesos de tu pasado,
yo sé que sufres de amnesia y lo que haces. —Llevó sus
manos a las mías. Escucharlo me puso helada y afligida.
» Cuando miro mi vida y todos mis crímenes, creo que
eres lo único en lo que acerté. Vi el mundo caer ante tus
ojos y ahí comprendí que todos mis arrepentimientos y las
cosas que jamás podría olvidar se debían a ti. —Sus
palabras en esos momentos no me hicieron feliz, al
contrario, me causaron mucho dolor y no sabía por qué—.
Espero que algún día recuerdes cuando acabaste con mi
alma y tomaste todo de mí, porque sé que en lo más
profundo todavía guardas nuestros secretos, aquellos
momentos en los que nos vimos por primera vez, cuando
nos besamos y te hice mujer por primera vez. Quiero que
recuerdes cada segundo bonito que pasaste a mi lado. Te
amo Bennett —susurró sobre mis labios.
Ese pudo haber sido el peor día de mi vida, mi
cumpleaños, pero tenerlo a él frente a mí, oír cómo salían
cada una de esas palabras de su boca, hacía que todo
cambiara. Una parte de mí lo amaba, la otra lo odiaba, pero
la primera se aferraba a creerle ciegamente.
—Escucha bien el plan Blair, no puede haber fallos —
asentí y él sonrió—. Hoy a las diez saldremos con ustedes a
las montañas. Estarán vendadas de los ojos y sus manos
atadas a la espalda. Tendrán que correr ciegamente para
escapar, pero las montañas están llenas de árboles con
ramas filosas que accidentalmente pueden acabar con sus
vidas —hizo una pausa y tomó mis mejillas—. Nosotros les
dispararemos cuando estén a cierta distancia, pero yo lo
haré cuando vea que harás impacto con un árbol. En ese
instante Blair, debes actuar lo mejor que puedas. No lo
recuerdas, pero yo tengo muy buena puntería y no te
lastimaré, pero le haremos creer a Liam que sí. Ante sus
ojos morirás. ¿De acuerdo?
—¿Y si él quiere comprobar mi cadáver?
—Y lo hará, sólo que, en ese justo momento,
accidentalmente Victoria escapará y él tendrá que elegir en
verificar tu muerte o asesinarla a ella.
—Y él irá tras de ella...
—Exacto —sonrió—. En ese momento te estará
esperando un auto en la carretera, te llevará a un lugar
seguro. Allí nos encontraremos después, muñeca.
Lo que me estaba confesando era algo de lo cual ya
había perdido las esperanzas y, sin embargo, me hizo feliz
escucharlo. Podríamos tener un nuevo comienzo, juntos.
—¿Dónde está Liam? —comenté y sus ojos viajaron hasta
mi cuerpo.
—Resolviendo asuntos pasados con Victoria. Salieron
hace más de dos horas a la caseta en la que ustedes
estuvieron juntos también. —Eso último lo dijo con
decepción.
—Damon... Necesito que me hables de ti, de Aiden. ¿Por
qué asesinas? ¿Cómo nos conocimos? ¿Qué pasado es el
nuestro?
—Sabía que tarde o temprano llegaría este momento —
dijo—. He hecho cosas que ni siquiera puedo describir, Blair.
—Agachó su cabeza y luego me miró fijamente a los ojos—.
Nací en el seno de una familia adinerada, era el tercer hijo
del matrimonio arreglado entre los padres de mis padres.
Mis hermanos eran gemelos, unos preciosos niños rubios de
ojos azules. Mi madre tenía adoración con ellos y a mí me
dejaban solo en un rincón. En aquel momento no sabía que
era un bastardo, ella le fue infiel a mi padre y del fruto de
esa aventura de una noche nací yo.
Su labio tembló un poco, pero eso no le impidió seguir
hablando.
—Ambos lo sabían y por eso me trataban como la
mierda. Crecí solo, alejado del amor de mis padres y quizás
sólo por eso, comencé a enfocarme en otras cosas que eran
inadecuadas para mi edad. Idealicé un loco plan en el que
diariamente ponía en la comida de mis hermanos veneno.
Un día sin ninguna explicación amanecieron muertos y ni
siquiera podrías imaginar la alegría que me dio saberlo —
soltó una carcajada, no veía remordimiento en su mirada—.
Lo peor vino después, tenía once años y detestaba verles la
cara a esos idiotas, necesitaba salir de ellos también. En
una tarde en la que iríamos de compras, jugué con los
frenos del auto. Había estudiado cada centímetro de la
carretera por la que iríamos y sabía que esa cuerva en el
puente sería brutal.
—Entonces cayeron al agua y yo, yo te salvé... —hablé
sin poder respirar bien.
—No te adelantes, muñeca —sonrió cínico—. Cuando casi
llegábamos al punto exacto en el que mi padre debía aflojar
la velocidad, comencé a hablarles de todo el asco que me
hacían sentir, de cómo disfruté todos esos años estudiando
miles de formas para matarlos, deseando probar su sangre
y cagarles la tumba una vez muertos. —Aquello me hizo
reír, él también lo hizo—. Sí, lo sé, así de infantil era. Pero
bueno, el resultado de mi charla fue un fuerte bofetón de mi
padre, el cual sirvió para que el volante girara sin remedio a
las barandillas del puente y accidentalmente caímos al
agua. —Puso sus dedos en mis muslos y me acarició—.
Quería morir y casi lo hago por el absurdo cinturón de
seguridad, pero tú saltaste y me salvaste. ¡Y sólo eras una
niña!
—Era la mejor nadadora del país con mi corta edad, pero
no tenía fuerza necesaria para salvarlos a ellos, lo siento.
—¡No lo sientas! Terminaste lo que yo empecé, muñeca.
—Aquello me hizo sentir como la mierda. Fui la causante de
la muerte de sus padres.
—Pero yo no quería. —Mis ojos se cristalizaron y mis
lágrimas poco a poco cayeron como dos gotas de agua
pesadas.
—¿Recuerdas ese día? —Negué con la cabeza mientras él
secaba mis lágrimas.
—Pero quiero hacerlo...
—Está bien. Cierra los ojos, despeja tu mente y
lentamente visualiza el puente, el río, las luces del auto,
cómo descendía e impactaba con las pequeñas olas.
Recuerda cómo inflaste los cachetes mientras golpeabas el
cristal de la ventana de mamá y ella te decía que me
salvaras a mí. ¿Lo recuerdas Blair?
El estado de tranquilidad en el que me encontraba,
visualizando cada instante que narraba Damon, era
horroroso. Un ligero dolor de cabeza comenzó a
atormentarme en el momento que idealicé a esa mujer
señalándome que salvara a su hijo. Pero entonces, dejé de
respirar en el instante que vi a mi padre. Comencé a
hiperventilar, mi pulso era inestable y mi corazón se iba a
salir del pecho.
—¡Hey! Tranquila. ¿Qué sucedió? ¿Qué viste? —habló
Damon tranquilizándome con su dulce voz.
—Recordé la razón de por qué escapé de la casa. Tengo
miedo, Damon. —Llevé mis rodillas paralelas a mi pecho y
las abracé con mis manos—. Vi a mi padre violando a Kaia,
mi prima. Fue horrible ver cómo penetraba a una niña de mi
edad, yo escuché sus lamentos y gritos cuando ese
malnacido desgarraba su interior. —Mi llanto se hacía cada
vez más abundante, tanto que ya no sabía cómo podía
hablar—. No hice nada, sólo lo vi y salí corriendo con miedo
a que me hiciera lo mismo que a ella.
—Ya Blair —me dijo y me abrazó fuertemente—. No
podías hacer nada, eras una niña. Es normal que tuvieras
miedo.
—¡No Damon! —le grité—. Kaia me vio huir. ¿Sabes qué
se siente volver a vivir el momento en el que sus pequeños
ojos interactuaron con los míos con la esperanza de que
pudiera ayudarla? Y en vez de hacer eso, escapé como una
cobarde.
—¡Tranquilízate muñeca! ¡Respira! —me dijo en el
momento que sentí que no podía obtener aire.
—No puedo...
—Si puedes —susurró y aunque no estaba en mi mejor
momento, no me negué cuando unió su boca con la mía.
El roce de sus labios fue más que un simple beso, me
estaba acariciando el alma, me estaba salvando con
premura. Damon era un demonio con el alma de un ángel.
Al separarnos lo observé atentamente y noté cómo acarició
mis mejillas.
—Todo estará bien.
—No lo sé, Damon.
—¡Hey! —Tomó mi mentón y lo alzó hasta que mis ojos
hicieron contacto directo con los de él—. Estaremos juntos,
nunca te dejaré.
Asentí.
—¿Quieres seguir hablando o prefieres descansar un
rato?
—Háblame de todo.
Dentro de mi interior sabía que nada iba a acabar como
él quería.
Necesitaba saber la verdad de mi vida.
Capítulo 43
BLAIR

—Cuando salimos del agua, nos miramos y sin decir


ninguno alguna palabra, te seguí hasta tu casa. Estuve una
noche completamente contigo, escuchando los cuentos que
nos hacía tu madre, vi cómo te dormiste primero que yo y
cómo desperté sin ti. En la mañana tus padres me estaban
llevando a un orfanato que habían abierto a unos kilómetros
de la ciudad. Allí pasé algunos años de mi vida en los que
conocí personas geniales.
—El código de los cinco —susurré y asintió con
curiosidad.
—¿Lo sabes? —asentí—. Claro. ¡Elijah!
—Sí.
—Allí conocí a Elijah, cuando eso no tenía un sólo rastro
de tinta en su cuerpo, ni siquiera piercing, lucía delgado y
siempre estaba acompañado de su perro. Judith era la líder
del código, esa mujer sí que era inteligente —sonrió—,
aunque Elizabeth siempre fue la más tenebrosa y sádica.
Darling era la más pequeña y nuestra consentida. Luego se
desquició un poco cuando se obsesionó conmigo y una
venganza hacia ti porque yo no correspondí sus
sentimientos. Pero como todo no podía ser color de oro,
asesiné. Era una chica hermosa, su cabello negro, ojos
azules, alta, muy parecida en esos aspectos a ti. Los chicos
se asustaron y Elijah se las ideó para que a todos nos
adoptaran y nos excluyeran del asesinato. Ahí es donde
entra Aiden, el chico introvertido de la familia Pierce.
—¿Entonces no eras hermano de Aiden?
—No, su familia me adoptó para que su hijo creciera
acompañado y no se sintiera solo por los tantos viajes que
tenían ellos. Pero el idiota quiso ser como yo y comenzó a
estudiarme, a encapricharse con cada cosa que me gustaba
y ahí te conoció a ti —sonrió con malicia—. Desde siempre
he tenido un altar para ti, con fotos, cabellos, números de
teléfonos, lugares frecuentes, amigos, enemigos, y Aiden lo
descubrió. Leyó cada cosa que había escrito en un pequeño
diario y comenzó a asesinar mujeres y hombres de mi
mismo patrón, sólo que él les quitaba una pequeña porción
de piel en forma de corazón y yo simplemente les hacía
diferentes marcas.
—Entonces fue él quien asesinó a Paul —Damon asintió y
una ligera corriente eléctrica recorrió mi espina dorsal.
Aiden había escrito esa nota en la que supuestamente
iba a matarme. ¡Dios! Yo amé ver cómo él destrozaba su
cuerpo, me gustó ver la sangre correr y sentir la adrenalina
de una clara amenaza. No podía creer que me hubiera
acostado con él y mucho menos que lo hubiese disfrutado.
También recordé cuando estuvimos nuevamente en ese
puente, cuando me lanzó al vacío y casi morí ahogada.
¿Quién me salvó?
Creo que eso ya no importa.
—¿Quién me vigilaba en las noches? ¿Tú o él?
—Supongo que ambos. Aiden no te amaba, sólo se
obsesionaba con las cosas que a mí me apasionaban. Pero
al final el canalla logró acostarse contigo.
—Él, Liam y tú —le confesé en caso de que no supiera.
—¿Elijah no?
—No.
—Mejor —dijo victorioso—. ¿Alguna otra pregunta? —
Observó el reloj y eran casi las diez.
—Muchas —aclaré—. ¿Por qué asesinaste a Judith?
Suspiró. Al parecer le costaba hablar.
—Aquella noche te vi con Aiden y las ganas de hacerte
daño me consumían. Luego bailamos y me pediste que
asesinara a Darling, lo hice sin pudor. Ella se había
convertido en un estorbo. Pero trajo consigo a Judith y se
me complicó un poco todo. Las chicas habían creído que
realmente haríamos un trío y lastimosamente para ellas,
terminaron en un acto lésbico. Todavía mantenía en mi
cabeza tu acto con Aiden y tu hermana me remató
diciéndome que te habías quedado con Liam en su
habitación. No tienes idea de cómo me sentí, así que por
simple despecho la maté.
Escucharlo decir aquello tan fríamente me causó
estragos en el estómago. Lloraba con fuerza y sentimiento.
Ella sólo intentó defenderse de él poniendo mi nombre de
por medio, no tuvo necesidad de asesinarla. Con cada
acción que se revelaba, tenía más claro cuál iba a ser mi
final.
—Estoy bien —le dije apartando sus manos de mi rostro
mientras yo secaba mis lágrimas y me hacía más fuerte—.
Te prometo que esto es lo último, pero necesito que seas
sincero... ¿Por qué te aliaste a Liam?
—El día siguiente de la muerte de Jud... —escucharlo
decir su nombre me dolía. Estaba frente a su asesino y no
podía hacer nada. Quería matarlo con mis propias manos,
pero esa otra parte de mí deseaba quererlo—… Cristina me
había llamado. Me advirtió sobre Elijah y sus sentimientos
hacia ti. Aunque esos sentimientos ya los sabía desde el
momento que me envió a un estado y a Darling al mismo
tuyo —sonrió—. Cris me dijo que Elijah vino aquí, a romper
su matrimonio con Cris y lo consiguió. Ahora ella volvió a la
vida de mierda que tenía, pero por suerte le queda su
hermano.
» King regresó para llevarte, porque te ama y quiere que
seas feliz. Pero bueno, me salí un poco del tema —se burló
de sí mismo—. Liam escuchó cada maldito detalle de
nuestra conversación y luego todo empeoró cuando
apareció Victoria y la besé —escucharlo decir que había
besado a alguien más, ya no me dolía tanto—. Peleamos un
poco y luego se fue con la clara amenaza de que te mataría.
Pasaron algunos días en los que pude convencerlo de que te
odiaba y lo que deseaba era matarte y entonces se le
ocurrió el grandioso trato. Y así es como acabamos aquí, en
esta situación.
Iba a seguir haciéndole preguntas, pero la puerta
retumbó con brusquedad, haciéndome saltar sobre el
asiento. Damon llevó su dedo índice a su cabeza dándome a
entender que recordara todo nuestro plan. Luego se dirigió
a la cerradura y entraron ellos dos. Liam y Victoria.
—Siento interrumpir su momento romántico, pero
debemos continuar —habló con la ironía que lo
caracterizaba.
Le hizo una seña a Damon y de inmediato me levantó
con brusquedad del sofá y apresó mis manos tras mi
espalda. Liam tenía a Victoria de la misma forma, aunque
ella se veía un poco más demacrada de yo. El infeliz la
había torturado gravemente. Rápidamente salimos de la
casa y comenzamos a caminar por el bosque sin poner
resistencia.
El aire hacía que los árboles danzaran ocasionando un
silbido tenebroso. Estaba descalza y podía sentir cada
pinchazo que daban las ramas al romperse debajo de mis
pies. Los animales hacían un buen coro que acompañaban
las risas macabras de Damon y Liam.
El frío se hacía cada vez más abundante y con la ropa
que llevaba puesta sentía que me congelaría y moriría de
una hipotermia. De repente, nos detuvimos frente a las
altas montañas colmadas en nieve. Ellos nos giran para que
los observemos y después de unos segundos de silencio,
Damon decidió hablar.
—Comenzaremos la cacería —habló burlonamente y no
podía creerme cuánto había cambiado en unos minutos—.
Sean libres de escapar, nosotros las encontraremos.
Nos dieron un leve empujón y rápidamente mis pies se
movieron como si tuvieran vida propia y comenzaron a
escapar de las garras de aquellos dementes. Victoria tomó
un rumbo diferente al mío y le agradecí internamente. Así,
al menos, mi única salida para huir de ellos tendría efecto.
Claro, si Damon no me había mentido.
Sin esperarlo, caí al suelo y vi cómo Damon me pateó
para que me levantara. Jadeé del dolor y tras mirarlo con
todo el desprecio de mi alma, continué corriendo. Mi cuerpo
sudaba frío, mi labio temblaba y me sentía cada vez más
fatigada. Sentía que en cualquier minuto iba a desmayarme.
—¿Realmente me creíste, bonita? —gritó y me tensé. Ya
no me decía muñeca y su voz ya no sonaba
condescendiente.
Mis pies se detuvieron, no podía más. Había corrido
mucho y él era demasiado rápido. Hacía frío, mucho frío. Me
lancé al tronco del alto pino y dejé que la nieve comenzara
a cubrirme por completo.
Estás en peligro.
¡Escapa Blair!
Huye.
¡Él te matará!
Esa voz incesante en mi cabeza me estaba volviendo
loca. ¿Cómo pude confiar en él? Siempre estuvo tan claro.
Ese día, la sangre en sus nudillos, su labio roto. No debí
creerle, no debí dejar que mis sentimientos interfirieran.
Caí. Ahora quería rendirme.
Me quedé en silencio, expectante. Mis ojos se
ensancharon cuando lo vi. Era un oso. Un gigantesco oso
pardo, sediento por mi sangre. Abrió su boca mientras se
sostuvo en sus dos patas y cuando creí que todo iba a
acabar, escuché tres disparos. Una bala tras otra impactó
en el pecho del animal. Se asustó y salió huyendo.
Él hacía hasta que los animales le temieran.
Él ras un monstruo.
—Casi te pierdo, bonita. —Se arrodilló dejando la pistola
a un lado—. Debía haberlo matado —sonrió cínicamente
mientras secaba mis lágrimas—. ¿Te encuentras bien?
¿Me encuentro bien? ¿Cómo podía siquiera preguntar
eso? Él jugó con mi mente, me hizo creer en cada una de
sus mentiras. ¿Ahora se preocupaba por mí? No le creí, solo
era otro de sus juegos.
Yo solo era su diversión.
—Te hice una pregunta Blair. —Tomó mi rostro e hizo que
observara sus oscuros ojos. Él saboreó sus labios—. ¡¿No
quieres que me enfade verdad?!
Lo escupí. Ensucié su cara con la poca saliva que había
acumulado. Tenía asco. ¿Cómo pude acostarme con él?
¿Cómo pude haberme enamorado de un asesino?
—Me hartas, bonita. —Tomó mi cabello con brusquedad y
me levantó de la nieve—. Jugaremos un nuevo juego —rió
descaradamente—. Cuando escuches un disparo, correrás —
dijo mientras ataba mis ojos con una tela negra. Luego hizo
lo mismo con mis manos—. La única regla es que —hizo una
pausa—. Si te atrapo... ¡Morirás!
Capítulo 44
BLAIR

Había llegado el momento de poner en práctica nuestro


plan, aunque en estas circunstancias, no sabía si realmente
él iba a cumplirlo. Tenía miedo de morir.
Escuché el estruendo, mis pies comenzaron a moverse
por sí solos. No podía ir tan deprisa. Estaba en un bosque,
de noche, podía chocar con cualquier tronco, encajarme
cualquier rama. De una forma u otra, iba a morir.
—Recuerda siempre Blair... ¡Solo son humanos que
luchan por vivir, pero al final, mueren!
Negué con frenetismo al escuchar eso y más al sentir
que sus palabras habían sonado reales. De pronto, me
paralicé, habían sido dos disparos. Quité la venda de mis
ojos y observé el lugar. No pude ver mucho por la oscuridad,
pero si observé cómo caía el cuerpo de Victoria en el suelo.
Para asegurarse que realmente estaba muerta, Damon
corrió hacia él y Liam efectuó otros tres disparos más.
Antes de que me vieran, coloqué nuevamente la venda y
me escondí detrás de un árbol. Podía sentir sus pasos
apresurados llegando hasta mí. Se detuvieron y sentí un
alivio hasta que observé un par de botas a cada lado de mi
cuerpo. Eran ellos.
—Lo siento Blair —susurró Damon y quise golpearle tan
fuertemente por haberme mentido.
—Esta vez la suerte está de tu parte, o bueno... eso creo
—se carcajeó Liam—. Estás rodeada de árboles, y por
supuesto de nosotros. Morirás cuando yo quiera —avisó
apuntándome con la pistola—. Pero todavía puedes salir
viva de aquí. —Damon me miró tratando de que me
calmara, pero no lo iba a conseguir—. Y la única forma es
que intercambies tu vida por la de este imbécil. —Apuntó a
Damon y le disparó rozando su hombro—. ¿En serio
pensaste que creí todo ese cuento de que la odias? —
Chasqueó su lengua y rió—. Sólo quería ver hasta donde
serías capaz de hacerme pasar por idiota y casi lo logras de
no haber sido por Victoria. La muy zorra te traicionó y me
contó tus planes. Para que veas que no se puede confiar en
nadie Damon —se burló de él.
—Esta vez, escojo yo —habló Damon dándole un
puñetazo a Liam—. Mira cómo serán las cosas Liam... Ella y
yo, viviremos, tú morirás.
Liam limpió su labio ensangrentado y sonrió cínicamente.
Luego apuntó su otra arma y le disparó a Damon en la
pierna. Él se agachó del dolor mientras Liam se levantaba
victorioso. Damon jadeaba en el suelo mientras Liam me
apuntaba con su pistola en la cabeza.
—¡No Liam! —grité y traté de socorrer a Damon, pero el
peliblanco me jaló del cabello, impidiéndomelo.
—Elige Bennett porque si cambio de idea, los mataré a
los dos —su voz fría me desconcertó.
Sin verlo venir, Damon se levantó y sacó un cuchillo de
no sabía dónde y comenzó a apuñalar a Liam por diferentes
partes de su cuerpo. Éste cayó al suelo desangrándose
mientras Damon me avizoraba para que corriera.
—El auto está a diez minutos de aquí. Corre como si no
hubiera un mañana, Blair. Yo te alcanzaré en minutos.
Antes de que pudiera decir algo, una bala impactó en el
pecho de Damon, cerca de su corazón. Llevó su mano a su
pecho y me miró soltando una lágrima de su ojo izquierdo.
—¡NO! —grité con las lágrimas rondando por mi rostro
cuando sentí a Damon caer sobre mi pecho. Se estaba
muriendo y no podía hacer nada—. ¡NO TE MUERAS DAMON!
¡NO AHORA! —supliqué tratando que me dijera algo, sin
embargo, lo único que escuché fue la risa estridente de
Liam.
—Corre Blair, huye por los dos. Todavía hay tiempo para
ti, muñeca.
—¡NO! ¡No me iré de aquí sin ti!
—¡CORRE BLAIR! —gritó dándome un leve empujón
mientras apuntaba directamente a la cabeza de Liam—.
¡HAZLO AHORA, MUÑECA!
Y lo hice en el momento que escuché el impacto de dos
balas. No me atreví a mirar hacia atrás, no quería saber si
Damon había muerto. Corrí a través del bosque, corrí sin
rumbo, corrí por miedo, corrí por ambos, corrí por ser libre.
Avancé entre los árboles, sentí las ramas rasgar mi vestido,
rasgar mi piel, haciéndome sentir aún con más vida. Mis
pies no soportaban tantas piedras, tanto dolor.
—Blair. —Un temblor es lo que sentí, no quise parar, no
quería parar—. ¡Pequeño monstruo! —El aire escapa de mis
pulmones al sentirlo.
Verlo correr al igual que yo, con la misma intensidad, con
el mismo fin, hizo que mi corazón se acelerara. Sentí una
gota caer por mi rostro pensando que era lluvia, pero solo
eran lágrimas descontroladas al reencontrarme con él.
—¡ELIJAH! —grité como último aliento, me detuve y lo vi
correr aún más, disparos se escuchan a lo lejos. Elijah, sin
despegar su vista de mí, me atrapó entre sus brazos y me
abrazó.
—Mi Blair, mi vida —susurra en mi oído—. Todo está bien,
el auto está allí. —Me apuntó y vi su coche a unos metros—.
¿Y Damon?
—Se quedó allí con Liam. No sé si están muertos —le dije
mientras lloraba sobre su pecho.
«Espero que algún día recuerdes cuando acabaste con mi
alma y tomaste todo de mí».
Sus palabras vinieron como un horrendo recuerdo y me
lamenté por la decisión que había tomado.
¡Damon no podía haber muerto!
Llegamos al auto, Elijah me sentó y me acomodó en el
asiento. No podía dejar de llorar, estaba en un estado en el
que no respiraba bien, en el que todo me aterraba y sólo
deseaba despertar.
—Espera aquí, lo buscaré.
Asentí y lo vi yéndose entre los árboles. Lloré
desconsoladamente pensando que también lo iba a perder a
él. Recordé cada momento a su lado y comprendí que fue el
único que nunca me mintió y que siempre me abrió su
corazón. Pasaron algunos segundos cuando sentí un
portazo. Elijah entró sin decir una palabra. A mi lado, detrás
de mi ventanilla, estaba él. Damon. Golpeado, mal herido,
pero, aun así, el cabrón conservaba la sonrisa. Bajé la
ventanilla desesperada y tomé su mano.
—¿Qué esperas? ¡Entra! —le supliqué llorando, él negó
rotundamente.
—No muñeca, tal vez nos tomemos un tiempo —confesó
y sentí mi mundo desmoronarse en cuestiones de segundos.
—¡NO! ¡SUBE DAMON! HAY QUE LLEVARTE AL HOSPITAL
—le grité encolerizada.
—Solo quiero que sepas algo Blair, nunca me olvides, así
me odies y grites por lo que estoy a punto de hacer.
De repente sentí los motores del auto rugiendo.
Miré a Elijah, luego a Damon y vi como los dos asintieron.
—¿Qué? No, no, no... ¡Elijah detén el auto! —Él me ignoró
y besó mi frente—. ¡ELIJAH DETÉN EL AUTO POR EL AMOR
DE DIOS!
—Léela cuando puedas —fueron sus últimas palabras
antes de que el auto tomara la carretera. Saqué la cabeza y
vi cómo se apoyaba en un árbol para luego marcharse.
Cuatro meses después.
Tomé como costumbre sembrar rosas rojas en el balcón.
Me encantaba ver cómo florecían rojas y vivas,
recordándome a él, al rojo de la sangre. Damon se mantenía
en mis pensamientos como una espina clavada en el
corazón. Cada día recordando sus ojos azules mirarme con
cinismo, escuchando todas las veces que me dijo que me
amaba, cómo me admiraba y me hacía sentir importante.
Ni siquiera nos tiramos alguna foto, nunca salimos a ver
un maratón de películas románticas, nunca nos dimos la
mano. Sólo me quedaban mis recuerdos que poco a poco se
irían y terminaría olvidando. Pero gracias a Elijah lo
conservaré como el tesoro y propiedad más preciada. Toda
mi vida quedó escrita en mi diario. Quizás y así, cuando me
sintiera derrotada, pudiera ver un nuevo comienzo como
quiso mamá, recordando a las personas que más amé.
Mi nuevo hogar era un pequeño apartamento en la
ciudad de Los Ángeles, alejada de mi familia, de Dark. Sólo
cuidando mi nueva posesión y mi recuerdo más importante
de Damon. Elijah me ayudó mucho en estos últimos meses.
Detrás de toda su corpulencia, escondía un hombre
amoroso que se preocupaba todavía por mí. Decidí ser
solamente su amiga, no me sentía bien para dar ese paso y
comenzar una vida a su lado. No porque no lo amara,
porque lo hacía, sino, porque también me enamoré de
Damon y no quería que sintiera o pensara que lo usaba
como su sustituto, ya que nunca lo fueron.
«—Algún día volveremos a vernos, Blair Bennett —
susurró Elijah sobre mis labios.
Por un segundo quise pedirle que se quedara, que no se
fuera, que superáramos esto juntos, que sí podíamos, pero
le estaría mintiendo. Ambos terminaríamos sufriendo por
nuestros pasados. Además, yo debía acostumbrarme a una
nueva vida sin mis padres, sin Judith, sin Damon. Y yo ya
tenía nuevos asuntos que resolver. Así que simplemente
fingí una sonrisa y dejé que se marchara cuando abordé mi
vuelo con destino a Los Ángeles.
—Adiós Elijah.
—Adiós Blair».
Y ahí, en medio de la luz del atardecer, entre sollozos y
lamentos, entendí que esta sería mi vida ahora.
¿Por cuánto tiempo?
No lo sabía.
Sólo necesitaba sanar y renacer nuevamente.
La puerta del apartamento se abrió dando un portazo.
Di un brinco al salir de mis memorias, cerré mi diario y
giré mi vista hacia él.
Mason.
Capítulo 45
BLAIR

La puerta del apartamento se abrió dando un portazo. Di


un brinco en mi lugar y cerré el diario que tenía frente a mí.
Me giré rápidamente hacia la dirección del estruendo y me
quedé mirándolo fijamente. ¡Oh mierda! Había olvidado
completamente que él había dormido conmigo.
Disimuladamente escondí mi diario detrás del muro de la
ventana y le sonreí a ese desconocido.
—¿Te he despertado? —murmuró con una hermosa
sonrisa mientras dejaba un plato lleno de donuts de vainilla
en el escritorio.
—No —susurré un poco apenada. Algunos recuerdos de
la noche anterior llegaron a mi cabeza y justo cuando me
visualicé encima de él, besándolo, la vergüenza fue aún
mayor—. Son casi las seis de la tarde, he dormido
demasiado. ¿Por qué todavía estás aquí?
Él se quedó en silencio y sonrió de medio lado mientras
alcanzaba un donut.
—No sería muy educado de mi parte marcharme sin
despedirme de ti —habló con un tono galante, mis ojos
recorrieron el recorrido de su dedo índice sobre una fina
capa de nata sobre el donut y sin esperármelo, embarró mis
labios—. La noche se me hizo demasiado corta, dulzura.
Me quedo paralizada cuando su atlético cuerpo avanzó
hasta quedar muy cerca del mío, mi respiración se agitó un
poco cuando sus bruscas pero finas manos me sostuvieron
del mentón y lentamente comenzó a lamer mis labios para
llevarse la espuma de la nata.
Todos los sollozos y lamentos que enfrenté hace unos
minutos mientras escribía en mi diario sobre Damon, se
disiparon en el aire. Ahora de seguro tenía las mejillas
coloradas y la respiración me era insuficiente. Me fastidiaba
que por primera vez quería beber y no recordar nada, pero
extrañamente todo lo que hice con ese chico estaba
pasando por delante de mis ojos como una cinta de película
antigua.
—Tenemos el tiempo suficiente para hacer esto —
murmuró separándose de mí, luego me alcanzó un donut y
me indicó con sus manos que le diera una probada—. Ahora
quiero que hablemos sobre lo que hiciste anoche, dulzura —
inquirió y sentí que el bocado que había mordido se quedó
en el medio de mi garganta.
—Solo follamos, ¿no? —titubee débilmente tragando la
comida.
—¿No recuerdas lo que hiciste antes de eso? —preguntó
alzando una ceja divertido.
—Refréscame la mente —propuse y sonrió sentándose de
una forma muy cómoda frente a mí.
El castaño comenzó a contarme algunos detalles desde
que me vio entrando en ese bar. Casi de inmediato mi
cerebro reaccionó y como si estuviera en un túnel del
tiempo, regresé hasta el momento exacto en el que mis pies
salieron de mi apartamento hacia ese bar.
«Habían trascurrido cuatro meses desde aquella masacre
en el oscuro bosque de Dark. La oscuridad, los gritos, el
miedo de perder a Damon se convirtió en pesadillas diarias
que me atormentaban más que las que tenía cuando era
una niña. Hasta los días de hoy no sé si él sobrevivió, sí
pudo pedir ayuda, o tan siquiera donde estaba viviendo en
el caso de que estuviera vivo. Por eso, sin muchas
esperanzas empecé a escribir en mi diario cada momento
con Damon, para no olvidarlo a él, ni sus locuras, para que
su esencia estuviera viva. También me tocó enfrentarme a
mis sentimientos, ya que luego de saber toda la verdad,
comprendí que Damon siempre fue el primero, pero
irremediablemente, también me había enamorado de Elijah.
Eso fue algo doloroso, porque aparte de que estuve
viviendo en una mentira constante, tuve que asimilar que
no podía estar con él, si Damon no volvía a mí. Llámenme
egoísta, pero cada uno de ellos era un mundo
completamente diferente y mientras uno me brindaba
confort y un lugar donde descansar y alejarme de los
problemas, el otro me incitaba a pecar, a desatar mis más
oscuros demonios sedientos por la sangre. Y sí, tarde me di
cuenta que siempre la del problema fui yo, a mí me gusta
ser quien soy y gracias a Damon pude florecer como una
bella rosa.
Sin embargo, pensé por un tiempo que el dolor por su
pérdida me cambiaría y me formaría como una persona de
bien y no una loca mental, pero me había equivocado.
Ahora sin ningún tipo de temor, podía salir a la calle y
continuar el bello legado que me había dejado mi loco
sangriento demonio. Me había jurado mantener el miedo
entre los ciudadanos de L.A, Killer Heart no había muerto ya
que su relevo era yo e indudablemente me encontraba con
demasiada energía y pensamientos oscuros que me
llevarían al peor de los mundos.
Hoy me había propuesto asesinar a mi primera víctima
sin la ayuda de mi compañero de juegos, así que sin
pensarlo mucho me di una corta ducha de agua fría y
arreglé mi cuerpo para verme como una jodida diosa. La
vida en la ciudad era completamente diferente a la que viví
en ese pueblo y ahora, sin ataduras que me frenaran, tenía
la libertad para satisfacer mis necesidades como
depredadora. Cuando estuve lista, sin esperármelo, tuve
una recaída y comencé a llorar pensando cómo hubiesen
sido las cosas si yo no lo hubiese olvidado. Me plantee
descansar y comenzar lo que sea que haría otro día, pero
entonces recordé a Elijah y sus últimas palabras antes de
despedirse de mí en el aeropuerto y solo por eso, decidí
llamarlo.
No pasaron ni cinco minutos y la llamada fue atendida.
—¿Cómo estás monstruo? —indagó y suspiré pensando
en lo que le iba a decir, desde su línea se escuchaba una
música baja un poco melancólica.
—Elijah —escuché su risa traviesa—. ¿Crees que pueda
llegar a ser feliz? —le pregunté trazando un camino en mi
vestido con mi dedo índice—. ¿Crees que puedo comenzar a
salir con otro chico?
Silencio. Él no dijo absolutamente nada, tan siquiera
respiró pesadamente contra la bocina poniéndome un poco
nerviosa. Comencé a mover mis piernas de forma
intranquila y dejé escapar un suspiro cuando escuché el
impacto de un objeto de cristal contra la pared o el suelo.
No entendía qué le molestó exactamente de mi pregunta,
pero sabía que, si él estuviese frente a mí, no hubiese
tenido el valor para preguntarle eso y simplemente me
hubiera lanzado a sus brazos en busca de afecto.
Pero quería una respuesta, necesitaba escuchar, aunque
fuese una pequeña mentira que hiciera que me sintiera bien
que podía rehacer mi vida, aunque el tiempo de duelo ni
siquiera hubiera terminado. Aunque yo sabía que él no me
diría eso, Elijah siempre era directo y después de
prometerme que nunca más me mentiría, sabía que no lo
haría, así fuera para hacerme sentir mejor.
—No puedo decidir por ti Blair, pero todo en la vida se
supera —comenzó—. Así como llegamos a olvidar a un ex
que no hizo más que estorbar en nuestras vidas, así como
creemos que la felicidad es para siempre y terminas
hundiéndote en el lodo, podrás superar a Damon —
murmuró y sentí mi estómago contraerse, había pasado
mucho tiempo desde que volví a escuchar ese nombre salir
de la boca de alguien—. Cada persona supera la muerte de
forma diferente y si otros se la pasan llorando y
lamentándose, ¿por qué tú no puedes divertirte de forma
diferente?
—Umm.
—Yo pienso así pequeño monstruo, porque sé que no
estás preparada para una relación con nadie ya que ningún
hombre va a ocupar el lugar tan inmenso que tiene Damon
dentro de tu corazón.
—Creo que me voy por la segunda opción, pero no por el
sexo —admití—. En estos momentos es en lo último que
pienso.
—¿Entonces qué quieres hacer? —me cuestionó un poco
intrigado.
—Jugar con los hombres y luego asesinarlos —solté un
poco irónica.
Él soltó una carcajada.
—¿Qué bien, no? —hice un sonido con la boca como
afirmación—. Es un buen plan, sales, los seduces, luego los
llevas a un lugar apartado y los sacrificas.
—¿No me dirás que es una locura? —pregunté un poco
confundida.
—¿Serviría de algo? —me quedé en silencio y él continuó
hablando—. Exacto, harás lo que quieras porque de alguna
forma, sientes que, actuando así, él está contigo.
—Creo que esta conversación no está yendo a ningún
lado —musité—. Luego hablamos Elijah —le dije y finalicé la
llamada.
Lancé el teléfono a la cama y salí de mi casa dispuesta a
tomar un taxi que me llevara al mejor bar de toda la ciudad.
Después de quince minutos de trayecto, me detuve frente a
un local con un enorme letrero luminoso que tenía escrito
Red Demon; ni siquiera tengo que decir en qué me hizo
pensar ese dichoso cartel. Luego dirigí mi vista hacia la
puerta y cuando la abrí me encontré con unos escalones
que llevaban a una planta baja. Nunca había visitado ese
sitio, pero parecía un lugar agradable, un poco excéntrico,
pero totalmente apartado de la ciudad y con rincones
demasiado acogedores para que las personas se sientan a
gusto.
No había caminado ni siquiera unos cuantos pasos y ya
sentía que amaba ese lugar. La música estaba demasiada
alta y esas parejas bailando tan cerca aumentaban de forma
irracional mi libido. Eché una mirada a lo largo y ancho del
local, intentando buscar rostros fascinantes y que, por
supuesto estuvieran solos, lo menos que quería era una
pelea tonta con alguna novia celosa. Visualicé a tres chicos
en diferentes extremos, el primero estaba en una mesa
cerca de los baños públicos, bebía de su copa y miraba el
teléfono repetidas veces. Hice una mueca descartándolo, a
pesar de que tenía las características que buscaba, no me
provocaba nada más que lástima. Según mi experiencia,
acababa de ser dejado por su novia y estaba intentando
superar las penas con el alcohol o le habían dado plantón.
El segundo chico estaba en la barra, el aire tan
misterioso que tenía me cautivaba, estaba vestido con un
traje rojo y el gran reloj que llevaba en su muñeca me hacía
pensar que tenía dinero. Al contrario del primero, su vista
estaba centrada en la pista de baile, sus ojos viajaban de
pareja en pareja. Continué el recorrido de su mirada y se me
escapó una risa cuando me percaté que no era a las chicas
a quien se comía con la mirada. En menos de un minuto
desistí de él ya que sus gustos nunca serían los mismos que
los míos y dirigí mis ojos hacia el tipo que estaba apoyado
en el barandal del segundo piso.
Era alto y sin lugar a dudas me estaba mirando fijamente
mientras me alzaba su copa con una sonrisa retorcida. Le
sonreí de igual manera y fui caminando hacia la barra para
ordenarme un Gin tonic, quería hacerme un poco la
interesante ahora que había logrado captar su atención y la
forma más factible para atraerlo hacia mí, sería ignorándolo
un poco. Cinco minutos después cuando estaba bebiendo de
mi copa, sonreí para mí misma cuando mano un poco
brusca presionó sobre mi hombro.
Me giré y para mi sorpresa, la vista era aún mejor.
Alardeé un poco sobre mi reciente éxito al conseguir que me
buscara mientras lo detallaba a la perfección. Su cabello era
castaño oscuro y a pesar de la poca iluminación, logré ver
algunas mechas un poco más claras. Su rostro no tenía ni
una arruga o rastro de vello, sus ojos tenían un color verde
muy profundo y la forma en la que sonreía era tan cínica
que irremediablemente me hizo compararlo con Damon. El
chico que tenía frente a mí era guapo, tanto, que en esos
pocos minutos que habíamos estado solo mirándonos, había
logrado confundirme haciéndome pensar en mi demonio.
Lo icónico era que yo lo conocía.
Solo que nunca espere encontrarlo de nuevo y mucho
menos había querido jugar un poco con él.
—¿Estás bien? —murmura sacándome del trance al que
me había llevado.
—Eh, sí… —solté rápidamente y volví a mirarlo—. Es que
te pareces mucho a una persona.
—Creo que empezamos mal si me dices eso —farfulló
sentándose a mi lado mientras fija sus ojos en mí. Su
mirada es intensa, atractiva, desafiante, pero tiene ese
cinismo que solo le había visto a mi Damon.
¿Por qué no me había percatado de eso antes?
—Lo siento, no quise que me malinterpretaras —
rectifiqué llevando mis ojos a sus prominentes pómulos,
luego al mentón tan marcado y finalmente me centré en
esos labios tan carnosos que, sin ser exagerada, tenían un
color rosáceo muy tentador—. Hola de nuevo Mason.
Le apreté la mano que me había extendido y le di una
sonrisa de boca cerrada. Sin saber por qué mis ojos bajaron
hacia sus dedos para comprobar si tenía algún rastro de
tinta, pero para mi mala suerte, ni siquiera le vi un tatuaje
en las piernas o el cuello.
Él no es Damon.
—¿No crees que hace demasiado calor aquí? —susurro
cerca de su oído y luego deslizo la punta de mi lengua
sutilmente por su cuello. Cuando vuelvo a mi posición trago
todo mi coctel y le pido al barman una botella de bourbon—.
¿Qué ocurre? ¿Te asusté? inquirí, pero lo que hizo me dejó
muy sorprendida. Mason se levantó de su silla y agarró mi
mano haciendo que diera una media vuelta—. ¿Qué haces?
—¿Sabes bailar, Blair? —respondió mi pregunta con otra
colocando sus manos en mi cintura aproximando su cuerpo
mucho —pero mucho—, al mío—. ¿Qué? ¿Te asusta bailar
conmigo?
Su tono me contagió un poco de felicidad y sin medir el
tiempo comenzamos a mover nuestros cuerpos con lentitud.
La canción que comenzó a reproducirse es Dangerous
Woman. La letra y la melodía me hizo recordar a Damon y la
única vez que bailamos esa misma canción en la fiesta de
Halloween.
No puedo permitirme disfrutar esto.
—Lo siento, no sé bailar este tipo de música —le miento
y me separo de su cuerpo, solo que Mason no me dejó y
volvió a aprisionarme contra su pecho.
—Solo déjate llevar por mí —susurra en mi oído con el
mismo tono sensual que antes yo había usado.
Sus manos viajaron hasta mi cintura y con suavidad
comenzó a mover su pelvis contra la mía, lo hizo tan lento y
tan bien que era inevitable no sentirse atraída por él. Luego
de un rato así, nuestras frentes comenzaron a brillar por el
sudor, me sentía un poco mal conmigo misma por excitarme
con un simple baile, de hacerlo con la persona que conocía
desde que era una niña y solo en ese momento entendí que
Mason no era fácil de persuadir. Necesitaba impresionarlo y
la única forma que se me ocurrió, estaba segura que me
llevaría a un maldito desastre.
Mis manos abandonaron su cuello y con delicadeza tomé
su rostro para unir nuestros labios en un furtivo beso. Sus
labios eran tan suaves y tenían un sabor dulce combinado
con alcohol que no esperé sentir. Nuestro beso era
desesperado, mi lengua estaba acariciando su boca,
probando cada parte de él, mientras que sus dientes tiraban
y succionaban mis labios. Parecíamos dos fieras a punto de
comerse. Me costaba admitirlo, pero Mason sabía besar y la
forma en la que me agarraba por el cuello y llevaba el ritmo
de nuestro demandante beso era sensacional.
Recorrí con mis manos su espalda hasta aprisionar muy
fuerte sus nalgas. ¡Oh dios! Eran grandes y duras, algo que
no era mi corazón comenzó a palpitar a un ritmo
discordante y sentí como mi piel comenzaba a humedecerse
por el tacto de Mason sobre mí. Podían llamarme loca, pero
todo en él me recordaba a Damon y me hacía cuestionarme
si realmente necesitaba asesinarlo o simplemente podía
convertirlo en el sustituto de mi chico.
Después de todo, Mason conocía cada secreto de mi
vida.
—¿Vamos a mi casa? —le pregunto totalmente excitada y
con unas ganas terribles de follármelo.
—¿Estás preparada para sentirme?
Capítulo 46
OMNISCIENTE

Tiempo pasado…
Hasta el siglo XVIII, eran comunes en el mundo los
matrimonios arreglados, donde los novios eran
seleccionados por un tercero en vez de ellos mismos. En la
actualidad, ya no eran tan comunes, solo en algunos países
que desarrollaron esta práctica continuaba dentro de
algunas familias reales y otro gran grupo que pertenecía a
la Iglesia de Unificación. Las creencias de la Iglesia de la
Unificación se basaban en la Biblia y se explicaban en el
texto “El principio divino”. La familia Waldorft creía
fielmente en la ceremonia de bendición de la Iglesia de la
Unificación, una boda entre los mismos miembros de la
familia, la unión de los mismos genes sanguíneos de una
generación a otra.
Los primeros en practicar estos votos fueron dos
hermanos, que fueron obligados a contraer matrimonio por
sus padres. De esa aberración de la naturaleza, nacieron
dos niños, una mujer y un hombre que en el futuro se
encargarían de cumplir su destino. Crecieron con la
convicción de que cuando cumplieran veinticinco años,
unirían sus cuerpos en carne y alma para continuar con el
legado familiar. Una vez que llegó el día que tanto habían
esperado, para el que se habían preparado desde que
nacieron, la chica huyó despavorida, ella no entendía y no
quería seguir con lo que sus padres y hasta su hermano la
estaban obligando.
Escapando de la cruel realidad, se refugió entre los
brazos de un hombre, el más hermoso que ella había visto.
Él le enseñó el lado bonito y trágico del amor, esas pocas
semanas a su lado le bastaron para comprender que quería
pasar toda su vida al lado del ser que la rescató del abismo.
Ellos se entregaron mutuamente y se dieron el amor que
tanto necesitaban. Damián —como se llamaba—, estaba
completamente enamorado de ella, pero sabía que su vida
no iba a estar a su lado, porque Belisa era un ángel que no
merecía manchar sus alas con la sangre que goteaba
constantemente de sus manos.
Así fue como una noche, luego de hacerle el amor a su
amada, recogió todas sus pertenencias y luego de darle un
beso en la frente a ella, se marchó. Damián no quería que
Belisa supiera sobre sus genes, temía que ella no lo
entendiera y antes de que ocurriera lo peor, escapó como
un cobarde, sin dejar una nota, sin decirle lo que sentía.
Simplemente desapareció. Cuando ella fue consciente de lo
que había ocurrido, creyó que era un castigo de dios por no
cumplir con la trascendencia familiar e insultó de todas las
formas posibles a ese hombre que la dejó desnuda en su
cama y que lamentablemente nunca más apareció.
Con un rostro mustio y la vergüenza acumulándose
continuamente en el rubor de sus mejillas, volvió a su casa.
Sus padres la recibieron felices y antes de que se le
ocurriera hacer otra locura, la obligaron a casarse con su
hermano. Él estaba feliz de contraer matrimonio con Belisa,
y no era para menos. Ambos, eran rubios, de unos
hermosos ojos azules valientes, pero erróneamente
hermanos. Ella creía en el amor y necesitaba amar a su
nuevo esposo, quería olvidar a su primer amor, el que
escapó como un cobarde. Ermes —su hermano—, solo
necesitaba que sus padres se sintieran orgullosos. Ambos
tenían un pensamiento diferente, pero una meta en común,
ellos debían crear a sus nuevos sucesores.
Llevaban muchas noches intentándolo, pero Belisa no
quería, le suplicaba que parara, que le dolía, que sentía
asco por hacer eso, pero Ermes seguía con su posición dura
e inquebrantable. Las gotas de sudor corrían por su cuerpo
con cada embestida que arremetía en el interior de su
esposa. Esa noche se percató de un pequeño hilo de sangre
que recorría la entrepierna de Belisa, asustado de lo que le
pudo haber hecho, la metió al coche con brusquedad y la
llevó al hospital.
Ella no sentía nada más que un fuerte dolor en su pecho
que le impedía siquiera respirar, él, por otra parte, solo
estaba atento a las caras de los doctores y a la máquina de
ultrasonido. Sin esperarlo, recibieron la grandiosa noticia.
Belisa estaba embarazada, ella esperaba un bebé. Ermes
fue feliz por unos cortos minutos, hasta que les informaron
el tiempo de gestación, fue solo entonces que se dio cuenta
que ese hijo no era suyo. La ira comenzó a fluir por sus
venas, no podía creer que su mujer le hubiese sido infiel, no
podía entender en qué momento ocurrió si él siempre
estaba a su lado. Luego comprendió que fue aquella vez en
la que su hermana escapó.
Los doctores dijeron que necesitaba hacer reposo y que
evitaran mantener relaciones sexuales por un tiempo. Por
supuesto que Ermes mantuvo una sonrisa todo el tiempo en
su rostro, fingiendo felicidad, pero cuando ambos pusieron
sus pies nuevamente en la casa, Belisa no supo hasta ese
momento la fuerte golpiza que él le daría. Así fue como
inició una pequeña rivalidad en la familia Waldorft para que
su primogénita abortara el feto que estaba latiendo en su
interior. Belisa sacó las agallas que no sabía que tenía y
decidió tener ese bebé, ella lo amaría como a ningún otro
hijo, porque ese pequeño sería la prueba viviente de las
noches apasionadas que pasó con Damián.
Cinco meses después, se escuchó el llanto de un varón
retumbando por todo el hospital. Cuando ella lo miró, una
lágrima escapó de sus ojos, Damon —así se llamaría su
primogénito—, tenía todo su cuerpecito morado, sus ojitos
cerrados mientras lloraba incesantemente. Era hermoso y
algunas facciones de su carita, le hicieron recordar al padre,
en ese momento pensó en qué hubiera ocurrido si las cosas
fueran diferentes. ¿Damián estaría allí con ella? Belisa notó
la mirada cargada de odio de Ermes hacia su hijo, más no le
dio importancia, ella se encargaría de darle lo que su esposo
quería siempre y cuando fingiera amar a su sobrino y
actuara como su padre.
Las cosas no cambiaron mucho en el transcurso de los
años, una vez que sus padres murieron, Belisa pensó que la
locura terminaría, pero al parecer estaba equivocada. Su
hermano había hecho un juramento y prometió cumplirlo.
Mientras que Damon crecía solo en el jardín de la casa,
ensuciando sus manos con el fango y recolectando
mariposas, su madre era sometida a largas secciones
involuntarias de sexo. Después de varios intentos, unos
meses después, les informaron que estaban esperando dos
niños, un par de gemelos de diferentes sexos. Ellos serían
los verdaderos portadores del apellido Waldorft, ahora todo
se había complicado para el pequeño Damon.
Capítulo 47
DAMON

Me mantengo sentado en las escaleras del porche de la


casa, mi cabeza está apoyada en el muro y me obligo a mí
mismo a relajar mi respiración. Había pasado la tarde entera
correteando con Emily y Eros, mamá nos había prometido
unas chocolatinas al ganador de la competencia. Minutos
antes de la carrera, mi madre me había dicho que los dejara
ganar, que yo tenía trece años y mis hermanos solo cinco,
por supuesto acaté su orden, para mí nada me hacía más
feliz que ver la sonrisa de mamá, esa que pocas veces me
daba.
Normalmente, cuando mi padre estaba cerca, todo el
cariño, los mimos, literalmente toda la atención de ellos
estaba dirigida a mis hermanos. Desde que tengo
conciencia, no recuerdo un solo momento bonito con ellos,
todo lo que gira a mi alrededor soy yo, mis juegos con los
animales y la soledad. Algunas veces me preguntaba si ellos
me querían, yo también soy su hijo, también merezco un
poco de su amor, pero siempre que me acerco para intentar
obtenerlo, lo que recibo a cambio son los gritos de mi madre
y las golpizas de mi padre.
Mi piel está marcada con los látigos de ese hombre, mi
mente está celosa por lo que esos niños tienen y que yo
siempre he deseado. Ahora mientras intento recobrar mi
aliento, ellos están felicitando a mis hermanos, tomándolos
de los cachetes mientras les entregan esos chocolates. Eros
me mira y le sonrío un poco sofocado, luego lo veo caminar
a pasos decididos hacia donde estoy. En el trayecto tropieza
con mi balón de fútbol y comienza a llorar cuando se raspa
la rodilla. Me levanto para ir a socorrerlo y cuando llego a él,
mi padre me toma del cuello de la camisa y me lanza
fuertemente contra el suelo.
—¿Por qué dejas tus jodidos juguetes tirados en cualquier
parte? —me gritó, pero en ese momento no sabía qué
responderle, solo podía pensar en el dolor que estaba
sintiendo en costillar derecho luego de haber impactado con
una roca—. ¿Por qué siempre intentas hacerles daño a
nuestros hijos? —volvió a blasfemar mientras acunaba en su
pecho a Eros y yo llevaba mi mano a mi cuerpo adolorido—.
Todo va estar bien príncipe, papi te va a cuidar —murmuró
en un tono bajo observando a mi hermano.
Cuando nuestra madre fue consciente de lo que ocurrió,
corrió rápidamente hacia nosotros y si en algún momento
pensé que me abrazaría y me susurraría que todo estaría
bien, me estaría mintiendo. Ella me miró y noté la tristeza
en sus ojos, luego la vi acariciando a su hijo. Emily llegó
hasta mi lado y me abrazó, no puedo decir que disfruté de
eso, yo no quería su cariño, yo solo quería que mis padres
notaran mi presencia, quería que me amaran tanto como a
los gemelos. Sin pensarlo empujé a la niña y sonreí
curvando mi labio superior cuando comenzó a llorar.
Con una mano en mi costillar, dejé a mi padre
gritándome que volviera hacia ellos y a mi madre sollozando
por lo que había ocurrido. Los gemelos comenzaron a llorar
y yo solo empezaba a disfrutar de sus quejidos, a partir de
este momento, ninguno de ellos sería mi familia. Cuando
estuve lo suficientemente alejado de todos, me metí al
invernadero de Ermes, caminé pausadamente deslizando
mis dedos por sus plantas, ideando una forma de hacerlo
sufrir también a él.
Era consciente que un niño de mi edad no debería estar
pensando en incendiar un invernadero, mucho menos en
causarle dolor a su familia, pero había algo en mi cuerpo, en
mi corazón que me incitaba a hacerlo. Sentía que la
sensación sería abrumadora y disfrutaría como nunca de
sus gritos. Pensé por un momento lo que iba a hacer y no
desistí de mi idea, iba a quitarles a ellos lo que más querían.
Desenfrenado comencé a arrancar todas las plantas,
pisando con mis pies descalzos la tierra, arruinando la
hermosa decoración.
No dejaba de reírme mientras hacía todo ese destrozo, lo
estaba disfrutando y comenzaba a preguntarme por qué no
lo había hecho antes. Una vez que puse un pie fuera del
invernadero, mis ojos se topan con un indefenso animal
durmiendo a las orillas de la sombra de un árbol. Era el gato
de Belisa, un negro y feo gato que me hacía la vida
imposible con sus ronroneos cada mañana en mis piernas y
sus maúllos a la hora de la cena. Sin pensarlo mucho, me
acerqué sigilosamente hacia el felino y lo agarré
bruscamente. Acaricié desde su cabeza hasta la cola todo
su pelaje mientras me dirigía nuevamente al invernadero.
Sus pequeñas patitas se movían de un lado a otro
intentando arañarme mientras lo sostenía con fuerzas del
cuello. Gruñí cuando una de sus uñas se clava en mi piel y
sin ningún pudor estiro el brazo arrancándome un trozo de
piel en el movimiento. Esa sensación de dolor y placer a la
vez me provocó enormes deseos de apresurar la cirugía que
le esperaba a Karu. Mientras veía la sangre salir de mi
brazo, mi agarre se hacía mucho más tosco y brusco con la
otra. Solté una carcajada cuando los ojos comenzaron a
hincharse y sacaba la lengua en busca de aire. Debilité mi
fuerza una vez que encontré lo que tanto buscaba.
Amarré al gato en una mesa donde Ermes tenía algunos
instrumentos para podar las plantas y mientras escuchaba
los maullidos de Karu, alcanzaba las enormes tijeras. Con
una mano apreté fuertemente el hocico del animal para
debilitar sus quejas mientras que con la otra cortaba
rudamente sus orejas. La sangre comenzó a salir a
borbotones y sentir como el líquido manchaba mis manos y
algunas gotas salpicaban en mi rostro, me estremeció. Lo
que estaba experimentando era extremo, divertido,
relajante. No sentía culpa por lo que estaba haciendo, al
contrario, estaba disfrutándolo tanto que tenía que repetirlo
otra vez.
Luego de ver la tristeza y el dolor en los ojos del felino,
llevé las tijeras hacia su pecho y clavé una de las puntas en
el centro. Por el sonido que hizo supuse que le rompí algo en
su interior, quizás un par de costillas. Con una sonrisa
demoníaca deslicé el arma hacia su vientre, ver como su
piel se abría, dejándome observar como salía su roja sangre,
ocasionó que mi corazón latiera con mucha más fuerza. Una
vez que vi como sus ojitos verdes se cerraban, empuñé las
tijeras y las clavé en sus ojos, tratando de sacarlos de sus
órbitas.
Diez minutos después, su corazón dejó de latir, lo lancé
junto con el destrozo que había hecho con las plantas y salí
de ese lugar con una enorme sonrisa en mi rostro, dispuesto
a buscar un pomo de gasolina que Belisa tiene guardado
debajo de la meseta y el mechero que usan para prender el
fogón. Cuando entro a la casa, no veo a nadie en la parte de
abajo, eso me emociona, de seguro andan mimando a los
gemelos. Aprovecho el silencio y agarro lo que necesito,
luego salgo nuevamente sin ser visto y me dirijo al
invernadero.
Rocío sobre las plantas y el cuerpo todavía caliente del
gato la gasolina y una vez que todo está colmado de ese
sofocante olor, deslizo mi dedo por el mechero y lo lanzo al
suelo. El fuego apareció rápidamente, por fracciones de
segundos pensé en quedarme adentro, una parte de mí
quería disfrutar al sentir mis pulmones luchando por
oxígeno, pero otra necesitaba vivir, vivir para volver a
asesinar, vivir para verlos sufrir a ellos. Solo quería vivir
para no sentirme solo.
Con las brasas llegando casi a mis zapatos, salgo del
lugar y me detengo alejado del peligro, pero con una vista
inigualable de la situación. A los minutos veo salir a Ermes,
lleva sus manos a la cabeza y mira a todos lados como si
estuviera buscando a algún culpable. Me escondo un poco
detrás de la pared y sonrío al ver como se lanza al suelo y
niega rotundamente sin creer lo que acaba de suceder.
Luego miro mis manos y el color rojo secándose lentamente
me enloquece. A mi mente llega una y otra vez diferentes
formas para deshacerme de los gemelos, dudo en hacerlo,
pero luego recuerdo todo lo que sufrido por ellos y las ganas
aumentan.
Ellos serán mis próximas víctimas.
—Damon. ¿Qué has hecho? —Unas manos calientes me
toman de los hombros y me sacuden con brusquedad. Sus
ojos me miran, pero yo no veo nada a través de ellos, solo
observo mi reflejo y las ansias por matar—. Tu padre no se
puede enterar de lo que has hecho, nos mataría a ambos.
—Antes de que él me toque nuevamente, yo ya habré
clavado otras tijeras en su cuello, mamá —mascullé y sentí
el miedo fluyendo por sus venas, podía imaginarme cada
latido acelerado de su corazón.
—Tengo que hacer algo contigo antes de que te salgas de
control —musitó agarrando mi mano, jalándome velozmente
hacia la puerta trasera de la casa—. Ve y recoge todas tus
cosas, en la noche iremos a dar un paseo, mi niño.
Y con esas palabras entendí que nada volvería a ser
como antes y que a partir de ahora si quería que ocurriera
algo bueno en mi vida, tendría que hacerlo yo, así hubiese
mucha sangre de por medio.
Capítulo 48
DAMON

La maleta se me hacía pequeña para toda mi ropa, había


guardado hasta los pequeños soldaditos de plomo —mis
únicos juguetes—, que sabía que nunca más volvería a usar.
Un niño de mi edad debería estar correteando con sus
amigos, escalando árboles y montando casitas de campaña
simulando ser un boyscout, no sintiendo constantemente el
rechazo de sus padres, sometiéndose a las palizas que su
progenitor le propicia sin motivo evidente y sobre todo y
más novedoso, ansiando volver a oler la sangre. Desde el
segundo que mi madre me jaló dentro de la casa y que me
obligó a lavarme las manos y cambiarme de atuendo, desde
ese instante comprendí que yo no era como los otros niños,
que yo no sentía aprecio por los seres vivos a mi alrededor y
que hasta comenzaba a sentirme necesitado de explorar un
poco más allá de los animales.
Hace un tiempo los profesores del colegio comenzaron a
hacerme preguntas que para mí no tenían ningún tipo de
sentido. Ellos estaban preocupados porque normalmente los
niños a mi alrededor siempre están juntos, dibujando y
hasta comiéndose los mocos, pero yo siempre me he
distanciado de todos. Una vez les dijeron a mis padres que
mi comportamiento introvertido se debía a mi coeficiente
intelectual, en ese momento ni siquiera sabía de qué
hablaban, pero luego me hicieron algunas pruebas y resultó
que mi inteligencia estaba por encima de la media. En un
primer momento sentí un poco de orgullo por parte de mis
padres, no todos los días le dicen a uno que su hijo es un
cerebrito que se aburre de la enseñanza propia de su edad.
Después de eso, tanto los profesores como mis padres,
decidieron que debía tomar clases privadas para que mi
comportamiento y mi forma de pensar no afectaran a los
otros niños. Otra vez volvía a distanciarme de todos y
sinceramente, ya no me afectaba tanto. Había pasado
mucho tiempo así y la soledad se había convertido en mi
mejor compañía. Mi madre se había hecho muy buena
amiga de la familia Schwartz, ellos tenían dos hijos, el varón
estaba estudiando en el extranjero en un internado privado
y la niña, vivía con sus padres. El señor Schwartz fue el
hombre que ellos habían contratado para darme clases
particulares junto a su hija. Mi madre y él tenían un tipo de
alianza y aunque no entendí muy bien a qué se refirieron
aquella vez, le escuché a Belisa decirle que me protegiera si
algo malo ocurría con mi familia.
Aquello no debió importarme, ni siquiera tuve que
ponerle atención, porque con nueve años, no debe
preocuparte nada más que no sean los animados que
trasmiten por la televisión, pero lo que ocurrió fue
totalmente diferente. Una llama curiosa crecía en mi interior
y me incentivaba a investigar y registrar entre las cosas de
mi maestro. No sabía que buscaba, ni siquiera tenía idea de
qué haría si encontraba algo que involucrara a mi familia,
pero ahí me hallaba yo, comportándome como un bicho
raro, satisfaciendo mi instinto de depredador. Una tarde
tuve que esconderme debajo del escritorio cuando entró mi
madre con el señor Schwartz a la habitación, ella estaba
discutiendo con él, aunque su tono de voz me decía que no
estaba molesta con mi maestro, si no con alguien más.
Belisa le dijo muy asustada, casi en un hilo de voz y a
punto de desarmarse y comenzar a llorar, que unas
personas los habían encontrado y que si Ermes no les
pagaba el dinero que les debía nos matarían a todos,
incluyendo a los conocidos de ellos. Ahí fue cuando me di
cuenta que otra vez mi familia había puesto en peligro a
gente inocente y que ahora no solo se trataba de mi
sufrimiento, sino que también del de una indefensa niña
que todavía juega a las muñecas en la sala y que, en
cuestión de tiempo, puede ver a sus padres morir.
La idea era muy descabellada y hasta impropia para mi
mente, por eso no hice nada, no lo hablé con nadie, no
tomé ninguna acción, ni siquiera le pregunté a mi madre a
qué se refirió cuando le dijo a mi maestro que nos matarían
a todos. Intenté comportarme como un niño de nueve años
común, o eso quise hasta que el que hago llamar padre
continuó con sus abusos excesivos y me obligó a hacer
cosas que nunca antes hubiese querido. El primer paso fue
destruir su invernadero y asesinar a sangre fría a la mascota
de la familia. El segundo y definitivo iba a ser la muerte
trágica de mis adorables e indefensos hermanos.
Si ellos no me querían, iba a encargarme de que lo que
más aman desapareciera para siempre.
La suerte llegó a mí como una ráfaga de verano cuando
los escuché discutir afuera de mi cuarto. Mientras terminaba
de guardar mi ropa, Belisa le gritaba que otra vez habían
recibido una carta en la que supuse que los estaban
amenazando con nuestras vidas. Sonreí cuando mi mente
formuló un siniestro plan, en el cual mis lindos hermanitos
volarían al cielo y mis padres comenzarían a temerles en
demasía a esas personas. Me detuve frente al espejo y
cambié mi rostro a uno triste y totalmente arrepentido de
sus actos, mientras dividía mi cabello en dos y lo dejaba
caer a ambos lados de mi rostro.
Salí al pasillo cargando la pesada maleta y fingí dolor
cuando caí torpemente al suelo para que ellos notaran mi
presencia. De inmediato me miraron e hicieron silencio,
habían dejado de hablar de sus problemas y por primera
vez, después de tanto tiempo, pude ver cierto nerviosismo
en mi madre. Vino hacia mí con mucha rapidez, me levantó
del suelo y me acunó en su pecho con fuerza. Mis pequeños
ojitos hicieron contacto con mi padre, quien se mantenía
como un témpano de hielo, con sus manos dentro de los
bolsillos mientras admiraba la escena.
—¿A dónde van a estas horas, mujer? —preguntó Ermes
caminando hacia nosotros mientras agarraba con una mano
mi pesada maleta.
Mi madre no dijo nada, por supuesto que ella no iba a
decirle que yo incendié su lugar preferido y que me
encontró con las manos llenas de sangre. Sabía que no iba a
hacerlo porque muy en el fondo sentía que Belisa se
preocupaba por mí. Rápidamente y sin que ella se diera
cuenta, presioné con fuerza mi mano libre en los golpes que
tenía en mis costillas y cuando el dolor se hizo presente,
obligué a mi mente a recordar cada suceso traumático de
mi infancia. Necesitaba llorar, fingir inocencia, quería que
mi padre se enterara de todo lo que hice, pero sin dejar de
quedar como una víctima.
—Lo siento mucho, mamá —sollocé sobre su pecho
mientras mis pesadas lágrimas impregnaban la tela de su
ropa—. Yo no quería que el gatito muriera, solo estaba
jugando con él, pero me aruñó y dejé caer el mechero al
suelo —le dije sin dejar de llorar, ella me decía en el oído
que me tranquilizara, que todo estaría bien, sin embargo,
sabía que mi padre no pensaba igual, su ceño fruncido y su
respiración agitada me incentivaban a echarle más leña al
fuego—. Intenté rescatarlo, lo juro, pero todo el lugar estaba
quemándose y me dio mucho miedo.
—Tranquilo Damon, todo estará bien ahora —susurró mi
madre abrazándome tan fuerte como nunca antes lo había
hecho. Luego se separó y sus ojos divagaron hasta
encontrar la mirada de mi padre—. Lo llevaré unos días con
la familia Schwartz —murmuró mi madre levantándose del
suelo mientras tomaba mi manita. Levanté un poco la
mirada y fui testigo de cómo mi padre tomaba la maleta y
caminaba hasta las escaleras—, ellos te van a cuidar muy
bien mi príncipe.
Asentí absorbiendo mi propia mucosidad mientras
caminaba de la mano con mi madre, luego ella se adelantó
para decirle algo a mi padre que ya se encontraba abriendo
la puerta de la entrada. Pasé mis manos por los ojos y me
giré indiscretamente hasta la puerta que se había abierto en
silencio y me percaté de los dos estorbos que me miraban
mientras se chupaban los dedos. Emily tiene el cabello
desgreñado y su batica de dormir está con restos de vómito,
Eros, al contrario, está sin ropa, solo con un calzoncillo y su
jirafa favorita bajo el brazo. Sabía que mis hermanos no
tenían la culpa de nada en mi vida, y sentía que ellos me
querían, pero yo no podía decir lo mismo. No tendría
remordimientos cuando les arrancara los latidos de su
corazón.
—No quiero volver a ver a este engendro nuevamente en
mi casa —farfulló Ermes agarrando bruscamente a mi
madre del brazo impulsándola para que saliera—. Y tú. —Me
agarró del cuero cabelludo y me alzó en peso rudamente—.
Si vuelvo a verte cerca de mí, juro por mis dos hijos que te
encierro en el sótano hasta que no puedas suplicar más.
—¡Suéltalo Ermes! —gritó mi madre despavorida
corriendo hacia mí para separarme de él—. Es solo un niño,
¿acaso no lo puedes entender? —replicó—. Está en la edad
de experimentar, ¿o no recuerdas lo que nosotros hacíamos
con trece años? —él intentó decirle algo, más mi madre no
se lo permitió—. Damon se irá unas semanas hasta que
nosotros resolvamos nuestros problemas y cuando vuelva,
comenzarás a tratarlo mejor. ¡Es nuestro hijo, por el amor
de dios!
—Nunca, pero nunca, vuelvas a decir que esa cosa es mi
hijo —blasfemó Ermes empujándonos a ambos fuera de la
casa—. Ya no voy a fingir amor por tu infidelidad. Mi destino
es cuidar a esas dos criaturas divinas que están allá arriba.
—Señaló con el dedo hacia las escaleras mientras hablaba
—. No seguiré haciéndome cargo de ese bastardo.
Escuchar eso fue como una bomba de tiempo que estaba
esperando el segundo exacto para detonar. En ese
momento todas sus crudas palabras se amontonaron en mi
mente causándome un dolor de cabeza enorme. Ermes no
es mi padre, por eso siempre me ha tratado como una
escoria, por eso siempre me han alejado, y mi madre, que
debía amarme mucho más al saber que estaba siendo
despreciado, solo lo apoyó y se comportó como una cobarde
que dejó que todo este tiempo él abusara emocionalmente
de mí.
—Solo desaparezcan… —murmuró Ermes dando un
portazo.
En los días siguientes, todo parecía normal, no supe nada
más de mi madre luego de que el señor Schwartz me
acogiera en su casa y tampoco tenía deseos de volver a
verla. Todo el rencor y algunos sentimientos negativos
comenzaban a florecer en mi interior. Día tras día me la
pasaba ingeniando una que otra forma de hacerlos sufrir, ya
no se trataba del cariño que no me dieron, ahora también
estaba la cobardía de esa mujer y las mentiras de ambos
por ocultarme la verdad sobre mi nacimiento. Una sola
pregunta rondaba por mi mente en esos momentos en los
que me encontraba solo en mi nueva habitación: ¿Habré
sido realmente un error? Y luego surgían muchas más
inquietudes que sabía que no me podía responder nadie.
¿Por qué nadie me quiere?
Ni siquiera aquí, en esta nueva casa, donde se suponía
que me iban a cuidar la estoy pasando bien. Mi madre le
había contado a mi maestro lo que había ocurrido en el
invernadero y este hombre, aterrado de que volviera a
pasar un desafortunado accidente, le pidió a su hija que se
mantuviera alejada de mí. Su esposa, quien pensé que me
daría mejor trato, solo me dejaba una bandeja con una
mínima cantidad de comida, que la empujaba con una vara
por debajo de la puerta como si tuviera algún tipo de
enfermedad contagiosa. Las cosas no habían cambiado
mucho, seguía estando solo, la única diferencia es que no
me golpeaban, pero con cada segundo que pasaba sabía
que ellos se ponían más paranoicos por mí.
—¿Por qué mis padres no quieren que hable contigo? —
salí de mis pensamientos cuando escuché por primera vez
esa dulce voz. Sin embargo, no la miré y tampoco se me
cruzó por la cabeza responderle—. Damon, ¿cierto? —me
preguntó y solo llevé mis piernas a la altura de mis hombros
para luego abrazarme a ellas—. ¿Qué sucede contigo?
La niña, hasta el momento que me giré y la vi estaba a
pocos centímetros de mí. Curvé mi cabeza mirándola con un
poco de extrañeza, ¿por qué una chica como ella estaría
hablando conmigo? Cerré un poco mis ojos mientras
pensaba en una buena razón para que a ella la mantuvieran
oculta de mí cuando posiblemente fuera esa chica la que
representara un peligro a mi alrededor. Es mucho más alta
que yo, su cabello es caoba y cae rebeldemente sobre sus
hombros, debe tener alrededor de doce años o quizás más.
Siento mis mejillas un poco calientes cuando mi vista baja a
su pecho y descubro que no lleva sostén.
Un poco avergonzado cubro mis ojos y escucho una risita
proveniente de ella. A los segundos sus manos van hasta las
mías y las quita con simpleza. Todavía me niego a abrir los
ojos, nunca he visto una chica mayor que yo, a no ser mi
madre, mis antiguas maestras y algunas mujeres que veía
con Ermes en la madrugada, haciendo las mismas cosas
que él observaba en la televisión cuando mi madre no
estaba. No me sentía nervioso ahora, solo un poco
avergonzado porque todo esto era nuevo para mí y no sabía
qué hacer o qué decir sin dejar mi mirar los puntos rectos
que se le marcan debajo de la blusa.
—¿Quieres tocarlas? —murmuró ella agarrando una de
mis manos—. Todavía me están creciendo y por eso están
pequeñas.
Abrí nuevamente mis ojos y sin ningún temor moví mi
mano sobre la piel de ella. La sensación fue realmente
agradable, es tan suave como un algodón de azúcar y tan
pequeña que se adaptan perfectamente al tamaño de mi
mano. Relamí mis labios que estaban un poco secos y luego
sentí sus dedos enterrándose en mi cabello. No sabía
exactamente lo que estaba haciendo, pero sin dudas, la
sensación estaba provocando que algo raro se
desencadenara en mi cuerpo, específicamente en mi polla.
—Todavía no me has dicho por qué te tienen alejado,
pequeño —musitó mordiendo sus labios, sentí como se
endurecía aún más mi sexo. Lo que estaba sintiendo era
completamente nuevo y me provocaba cierta satisfacción.
—Incendié una parte de mi casa y asesiné al gato —dije
sin más y separé mi mano de su pecho para intentar
descubrir qué es lo que me había pasado—. ¿Por qué
dejaste que te tocara? Somos unos niños.
—¿Y los niños no pueden experimentar y hacer las cosas
con las que se divierten los adultos? —su respuesta fue un
poco llamativa, no esperaba que ella respondiera algo así—.
Y respecto a lo que hiciste, no es la gran cosa, si te soy
sincera, a mí no me dejan relacionarme con otros niños
porque me tienen miedo.
—¿Qué hiciste tú? —le pregunté mirando esa
complejidad en sus ojos que no fue visible para mí hasta
ahora. Sus ojos, esos hermosos ojos de dos colores me
estaban viendo fijamente—. Nunca había conocido a alguien
con un ojo marrón y el otro verde —confesé y la vi sonreír.
—Me gusta quemar cosas, Damon. Mis padres dicen que
estoy enferma y que está mal quemar a mis amigos con la
ropa puesta —escuchar eso me agradó, me hizo pensar que
había otras personas como yo y que no tendría que tener
miedo de ser quien soy—. Pero a mí me gusta escucharlos
gritar. Y mis ojos son así porque tengo heterocromía
completa.
—¿Cuántos años tienes? —le dije un poco a la defensiva,
no me adaptaba a que ella estuviera hablando conmigo.
—Cumplo dentro de dos meses catorce. ¿Y tú?
—Yo tengo nueve —sonreí cuando se asombró con lo que
dije, luego se distanció un poco de mí—. Supongo que no
soy lo que esperabas.
—No es eso, solo que pareces más grande, eres tan serio
y distante que no aparentas tu edad —me dijo sincera y le
creí—. Y eres realmente alto para tener nueve años, estoy
segura que en cinco años estarás realmente fuerte.
¿Quieres ser mi amigo, Damon?
—Yo no tengo amigos y no quiero uno —le dije con la voz
un poco ronca luego le di la espalda nuevamente.
—Entonces seré tu primera amiga —murmuró ella
tomando mi mentón para después hacer que la observara—.
Te voy a enseñar todo lo que sé, te lo prometo.
De repente la vi levantándose y segundos después había
llegado a la puerta, imité su acción y agarré su mano
cuando estuvo a punto de marcharse. Sentí mi corazón
latiendo a un ritmo acelerado, muy similar a cuando
destrocé el cuerpo de Karu, sin embargo, no me trasmitía
las mismas emociones. Antes, estaba eufórico, con deseos
de tener mucha más sangre, pero ahora lo que ella me está
provocando es totalmente diferente, es una mezcla extraña
de afecto y negación en la que no quiero que me deje solo,
pero a la vez la necesito fuera de mi campo visual.
—Volveré cuando mis padres se hayan dormido —susurró
y sin premeditación sus frías manos acunaron mi caliente
rostro.
—Espera… —musité cuando ella se desprendió de mí al
sentir pasos cerca. Sabía que tenía que dejarla ir, no quería
meterla en problemas, pero antes de hacerlo, solo
necesitaba saber una cosa—. ¿Me dices tu nombre?
—Soy Elizabeth Schwartz.
Y ahí, catatónico en mi posición, viendo como ella huía,
entendí que la bomba de emociones que Elizabeth había
provocado en mí, repercutiría gradualmente en mi futuro.
Capítulo 49
DAMON

Describir mi relación con Elizabeth sería un poco difícil, ella


no solo es la única mujer con la que hablo, sino que también
se ha convertido en una obsesión que me ha hecho caer en
el mejor de los infiernos. En dos meses cumplo once años y
ella había prometido que para ese día mi mayor deseo sería
cumplido. En todo este tiempo que hemos estado viviendo
juntos en la casa de su padre, me he podido dar cuenta del
trato tan diferencial entre su familia y la mía. El señor
Schwartz ya no me trataba como antes, tampoco su mujer,
ambos estaban más comprensivos luego de que mi madre
hablara una tarde con él por teléfono. Ahora me permitían
estar cerca de su hija y hasta nos hablaba sobre su niñez, la
que, según él, fue mucho peor que la nuestra.
Él, además de ser un excelente maestro, es un
reconocido psicólogo que está atendiendo personalmente a
su hija, la cual heredó sus genes. Una tarde, de intruso,
entré en su habitación de estudio y revolqué algunos
papeles en los que pude leer algo acerca de la bipolaridad y
episodios de oscuridad de Elizabeth. Todo lo malo que ella
hacía se debía a su enfermedad, por eso mi maestro no la
juzgaba, al contrario, solo intentaba ayudarla porque él
sabía mejor que nadie lo que ella estaba sufriendo.
Equivocadamente, también metí mis manos y mis ojos
donde no debí y encontré varios archivos y fotos de una
clínica en donde estaban experimentando con niños
menores de quince años diferentes trastornos mentales que
salían en edades tempranas, con el fin de eliminarlos a la
mayor brevedad para que esas personas crecieran y
actuaran correctamente en el futuro.
Una de las fotografías estaba marcada con un círculo rojo
alrededor de una cama donde había una niña con las
piernas encadenadas y en la parte de atrás había un
nombre, mi nombre estaba escrito con tinta roja y al lado
tenía una dirección. Mi respiración se aceleró cuando vi
aquello, sin embargo, no pude hacer nada más ya que en
ese instante el señor Schwartz me descubrió y me pidió que
fuera a jugar con su hija y que olvidara lo que había visto.
Un poco temeroso asentí, pero de ninguna forma iba a
olvidarme de eso, aquella imagen tan atroz de esa niña
sufriendo encerrada lo recordaría siempre, mucho más si mi
nombre estaba ligado a ella.
Unos días después, le había comentado a mi confidente,
mi amiga y mi compañera de locuras lo que había visto, le
expliqué cada mínimo detalle para que me ayudara a
descubrir exactamente qué estaba sucediendo. Yo confío en
Elizabeth, a ella le he contado absolutamente todo de mi
infancia, sin excluir el odio que les tengo a mis padres y mis
hermanos. Bobby —como le digo cariñosamente a Elizabeth
—, comprendió mi dolor y en vez de decirme algo que me
molestara, me ayudó a sacar lo mejor de mí. Justo como lo
había prometido, me enseñó sus manías y la forma tan
dolorosa para causarles dolor a otros. También me habló
sobre algunos demonios que tiene dentro de su mente, que
son los causantes de que ella siempre quiera hacer cosas
malas.
Debía admitir que los días junto a Bobby se me hacían
más fáciles y entretenidos, en las mañanas tomábamos
nuestras lecciones de clases y en pequeños intervalos de
tiempo —en los que su padre se perdía unos minutos para
hablar por teléfono—, podía disfrutar de su hermosa sonrisa
y las bromas pesadas que hacía. Una vez salimos castigados
ambos por echarle pegamento a la silla donde su madre
estaba pelando ajos, la pobre mujer arruinó su vestido y
tuvo algunas quemaduras en la piel por nuestra travesura. A
la hora de almuerzo nos escapábamos a nuestro lugar
secreto que se encuentra en el desván lleno de polvo y allí
hablábamos sobre nuestros sueños y más de una vez
repetimos lo que ocurrió la primera vez que nos vimos.
Tocar la piel de Elizabeth me elevaba a tan altos niveles y
me hacía sentir cosas que nunca pensé que fueran tan
deliciosas.
En las tardes, como era costumbre en esa casa, nos
bañábamos y luego nos sentábamos frente al televisor a ver
algún documental del mundo animal. Aunque en una de
esas tardes, cuando nos quedamos temporalmente solos en
la casa, ya que sus padres fueron a visitar a los míos,
aprovechamos para investigar sobre la fotografía que había
visto. Mientras ella vigilaba por la ventana del estudio, yo
me dedicaba a registrar cada gaveta del lugar. Pensé que
todo había sido en vano y que el señor Schwartz había
cambiado o escondido bien los documentos, pero como si
fuera algún tipo de magia divina, descubrí una carpeta con
información clasificada según el nombre de la misma.
Me quedé patidifuso cuando no solo vi mi nombre en una
lista, sino también el de algunos niños, tanto hembras como
varones que iban a ingresar en la clínica de experimentos
para enfermedades mentales. Lo primero que cruzó por mi
cabeza fue mi madre, ella no iba a permitir eso, yo no tengo
ninguna enfermedad para estar encadenado como un
animal. Tuve que devolver todo a su lugar cuando Elizabeth
me dio la señal de que sus padres estaban estacionando el
auto en el garaje y que en menos de cuatro minutos
estarían dentro de la casa. Rápidamente salimos huyendo
del estudio, en ese momento no me importó una mierda lo
que pensarían de mí, pero necesitaba respuestas y como
sabía que no me las darían porque soy solo un niño, me vi
obligado a recurrir a lo que me estaba apasionando en el
momento.
—¿Por qué mi nombre está en esta foto? —le pregunté
lleno de ira al señor Schwartz, él no se intimidó como
supuse, tan solo pasó por mi lado y me arrebató la
fotografía, guardándola en su bolsillo—. He dicho que exijo
una explicación —exclamé tomándolo de la camisa desde la
espalda y cuando se giró para encararme, nuestros ojos
conectaron inmediatamente—. Hable —musité y él puso sus
manos sobre mis hombros, hasta ese momento no me había
dado cuenta de que, para mi edad, era demasiado alto,
tanto, que con unos centímetros más lo sobrepasaba.
—A los chiquillos malcriados no tengo que darles ninguna
explicación —dijo con la voz ronca, estaba enfadado por mi
intromisión, lo sabía—. Tu madre viene a buscarte en una
semana, ya resolvieron todos sus problemas y están listos
para llevarte a tu nuevo hogar.
Esa respuesta no era lo que esperaba, yo no quería irme
de aquí, no quería estar lejos de mi Bobby. Aun afligido y
con la sangre caliente recorriendo todo mi cuerpo, atravesé
con mis ojos a Elizabeth, ella vio cuando alcancé un par de
audífonos que estaban a mi lado y con esa simple acción
entendió lo que quería hacer. Curvé mi labio superior y
pensé en la vez que nos habíamos divertido ahorcando al
fastidioso perro de la vecina con una soga y ahora, solo para
asustar, utilizaría mi nueva arma para conseguir la
información que quería.
Sigilosamente pasé por el costado de mi maestro y me
coloqué detrás de Elizabeth, su aroma a canela me
enloqueció y ese pequeño sonido que salió de sus labios fue
más que suficiente para entender que tanto ella como yo,
disfrutaríamos esto. Miré fijamente a la familia Schwartz y
me deleité al notar como siguieron el recorrido de mis
manos con los audífonos hasta el cuello de su preciada hija.
Curvé mi cabeza y solté una bocanada de aire apretando
con toda mi fuerza y cuando me percaté de que el material
era resistente y que podía ponerme un poco más brusco,
incrementé mi fuerza. Ellos casi de inmediato comenzaron a
gritar y a pedirme que no hiciera una locura, pero cada una
de sus palabras se convertía en una tentadora promesa
para continuar.
—¡Eres un monstruo Damon! —gritó la mujer llevando
sus manos al pecho, no era la primera vez que escuchaba
esas palabras así que no me dolieron tanto como la primera
vez que se lo escuché decir a mi madre cuando veíamos
una película de terror y cogí a Emily para hacerle lo mismo
que el asesino—. Deja a mi pobre niña, por favor.
Sonreí, luego bufé. Su pobre niña, como ella dice, está
disfrutando esto tanto o más que yo.
—Primero quiero saber todo y si me lo dicen prometo
soltarla —mascullé y noté el terror en los ojos de su padre.
—Llama ahora mismo a su madre, dile que venga
inmediatamente —exclamó él mirando a su esposa—. Hay
que llevarlo antes de tiempo a la clínica.
—Todavía no me dices nada… —murmuré y continué
apretando el cuello de Elizabeth, solo que ahora con mis
manos.
—Estás enfermo, tienes la misma enfermedad que tu
padre —murmuró y curvé una sonrisa, Ermes no era mi
padre y si él estaba enfermo, mucho mejor—. Tu madre y yo
llevamos mucho tiempo buscando un lugar para ti Damon,
un sitio donde puedas ser feliz.
—¿Y eso a ti por qué te importa? —dije a la defensiva
viendo como llegaba su mujer mucho más asustada que
antes con el teléfono.
—Damián —interrumpió ella poniendo el móvil en altavoz
—, Belisa quiere hablar contigo.
—Tranquila, lo tengo todo controlado —musitó él sin
dejar que mi madre dijera nada. ¿Por qué actuaban así?
¿Qué está ocurriendo realmente?
—No le cuentes nada Damián, todavía no es momento de
que nuestro hijo se entere —dijo mamá con la voz rota,
estaba llorando, pero yo no le presté tanta atención a eso,
más bien me quedé procesando lo que dijo: “nuestro hijo”.
Sin darme cuenta, había soltado a Elizabeth y Damián
Schwartz, mi padre, le estaba sobando su piel magullada.
Retrocedí en mis pasos, respirando con dificultad,
tropezando con algunos muebles, no podía ser cierto. Casi
caigo al suelo cuando sentí mi cabeza dando vueltas, estaba
comenzando a marearme, algunos puntos negros
comenzaron a parpadear frente a mí. No sabía lo que me
estaba pasando, pero tenía muchos deseos de vomitar y
sentía que no podía respirar bien. Miré por última vez a
Elizabeth y la vi corriendo hacia mí, lo último que sentí
antes de cerrar mis ojos, fueron sus suaves manos tomando
mi cabeza y acunándome en su pecho.
Había tomado por costumbre sentarme frente a la
ventana en las tardes. Me gustaba ver cómo los carros iban
de un lado a otro en la carretera, cómo las aves cantaban
mientras se escondían en los postes de la luz. También
pensaba en la farsa de familia que tengo, en Elizabeth, en
qué estaría haciendo, si me piensa, si me busca, si se ha
dado cuenta que me encerraron como un animal en una
habitación con barrotes en las ventanas. Aquella tarde
cuando me caí en su pecho y perdí el conocimiento,
comprendí que lo único bueno que me había ocurrido era
tener a Elizabeth como hermana, luego pensé en las cosas
que hacíamos a escondidas y lo mucho que me gustaba la
sensación. Sin embargo, todavía soy un niño y aunque
algunos piensen que no se diferenciar lo que está bien y lo
que está mal, yo sabía que no podía seguir obsesionándome
con ella, porque lleva la misma sangre de mi padre y ante
los ojos de todos, eso era inhumano.
Unos días después, vi por primera vez a mi padre, no
necesitaba sus palabras, pero quería que me dijera por qué
hizo todo mal, por qué me ocultó de todos y nunca
reconoció que era su hijo. Pero entonces, me encuentro con
un hombre lleno de furia, con un rastro de sangre en sus
nudillos, todo me hacía pensar en que había peleado. Me
horroricé e intenté tranquilizarlo, pero sus palabras tan
crudas me convirtieron en un monstruo. Sin pensarlo lo
golpeé con mi frente y cuando detallé un hilo de sangre en
su piel, vinieron corriendo hacia mí dos hombres con batas
blancas y sin pensárselo dos veces, me inyectaron algo en
el brazo.
Luego de eso, sentí que caí, no dolió, pero hizo que
perdiera la conciencia. Desperté con mis pies encadenados
y mi cuerpo lleno de golpes. No entendía qué ocurría y solo
me bastó gritar. Quería ser escuchado o al menos, despertar
del tenebroso sueño. Así llevé muchos días en los que no
comí, no me bañé, no hablé con nadie, no hice nada. Mi
cabello estaba creciendo rápidamente al igual que las uñas
de mis manos y pies. Se había acumulado algo de suciedad
bajo mi cuello. El picor intenso me estaba matando. Sentía
que en cualquier momento me volvería loco y comenzaría a
hablar con las mariposas que se posaban cerca de la
ventana.
La habitación donde me habían encerrado era amplia,
demasiado limpia y blanca completamente, pero tenía
buena iluminación gracias a la ventana que estaba a unos
pasos de mí. Mis piernas se mantenían atrapadas en unas
esposas con cadenas de metal que me dejaban caminar
hasta cierta distancia. Una tarde, sin esperarlo, la rejilla que
había bajo la puerta se abrió y vi cómo dejaban una bandeja
con comida y un vaso con agua. Corrí desesperado hacia la
comida y cuando menos lo esperé, caí estrepitosamente en
el suelo. Las cadenas eran largas, pero no lo suficiente. Tuve
que rasgar mis tobillos y escupirlos para ver si así podía
salir de las esposas y alcanzar la bandeja.
Mis gritos eran desgarradores y el dolor era cada vez
menos soportable, sin embargo, logré estirar un poco mi
piel mientras me lanzaba al suelo y me arrastraba para
tomar lo que tanto necesitaba. Lo conseguí y lloré cuando
sólo vi un mísero trozo de pan duro. Al otro lado de la puerta
se escucha la risa estridente de otra persona. Le grité con la
esperanza de que me respondiera, pero sólo oí cómo se
marchaba lentamente. Me senté nuevamente en una
esquina de la habitación y mientras sollozaba, comía el
pedazo de pan. Un charco de sangre se estaba formando en
el suelo a causa de la herida que yo mismo me había
ocasionado.
Otros días más pasaron y con ellos sentí que la oscuridad
me consumía, así estaba viviendo, siendo pinchado cada
cierto tiempo, viendo cómo me ponían un cinturón en la
cabeza y me daban descargas eléctricas que me dejaban
adolorido durante semanas. Y entonces, apareció ella, mi
Elizabeth logró escaparse de sus padres y me trajo comida
verdadera, me la dio por la ventana junto a unas fotos de
mis padres en un cementerio. Lo primero que quise
preguntarme era qué hacían allí, luego me mostró las fotos
de mis hermanos gemelos convulsionando en el suelo. La
miré incrédulo, Bobby lo había hecho, siguió al pie de la
letra lo que tanto habíamos hablado antes y ahora ya no
quedaba nada de vida en el cuerpo de mis hermanos.
Ahora mis padres pensarían que la muerte de Emily y
Eros fue ocasionada por los hombres que los perseguían y
se verían en la obligación de huir y solo esperaba que al
menos, me sacaran de este infierno y me llevaran con ellos.
Antes de ver como Elizabeth se marchaba, le pedí que se
cuidara y que nunca dejara de pensar en sí misma, que,
aunque yo la estuviera pasando mal, ella tenía que ser más
fuerte que todo eso. Aquella fue la primera noche que dormí
bien a pesar del incesante frío y los mosquitos. Dos días
después, me informaron que recibiría la visita de mi madre
ya que me había negado a hablar con el psiquiatra, según
ellos, solo mi madre podría calmarme y hacerme entrar en
razón.
—¡Tienes que hablar con el psiquiatra Damon! Estás aquí
por tu bien. Pueden curarte, hijo —la voz tan dulce de mi
madre entró por mis oídos, pero con la misma salió. Ni ella,
ni nadie, me iban a hacer cambiar.
—¿Por qué es tan importante para ti, madre? ¿Acaso un
monstruo puede ser tratado, curado y rehabilitado? —le
cuestioné intentando acercarme a su rostro, pero ni siquiera
pude dar un paso por los garrotes que tenía en mis piernas.
Ella también se alejó, como si me tuviera miedo.
—Nuestra vida, la mía y la de tu padre ha sido una
mierda. No te culpamos, pero no podemos ignorarlo. ¿No
quieres salir de todo esto y ser feliz? —murmuró
mostrándome unas fotos de nuestra casa, parecíamos
felices, aunque eso es solamente otra más de nuestras
mentiras. Ellos no van perdonarme nunca lo que les hice.
—Nacimos para luchar y alcanzar la felicidad, y quién
sabe lo que es... ¿Acaso tú lo sabes? La felicidad es como
esas películas de terror, uno cree que esa persona es el
asesino y cuando llega el final, resulta que no era —
mascullé entre dientes arrojando todos esos falsos
recuerdos al suelo.
—Damián va a llevarse a Elizabeth del país —murmuró
ella y solo hasta ese momento entendí lo que significaba
eso—. La van a becar en el mismo internado que a su
hermano. —Alcé una ceja cuando escuché eso, no conocía
al hermano de Elizabeth, pero me quedaba la duda de si
también sería como nosotros, si sería también mi hermano.
—No voy a dejar que se la lleven —le grité enfadado—.
Elizabeth es lo único que quiero en mi vida y si la alejan de
mí, me encargaré de hacerles a ustedes algo peor de lo que
les ocurrió a sus adorables hijos—. Aquello había lastimado
a mi madre, lo sabía, pero solo esperaba que comprendiera
también mis deseos.
—Es lo mejor para ambos, no podemos permitir más
locuras en nuestra familia. — Esa mujer comenzó a llorar
mientras tomaba el bolso que había dejado encima de una
mesa de metal, en la blanca y vacía habitación del
psiquiátrico. Cuando estuvo a punto de salir, me levanté y
caminé hasta donde las cadenas me dejaban y entonces le
grité.
—Soy un monstruo de carne y hueso, mamá. Ella no
escapará de mí. Si no me mantienen encerrado, haré lo que
sea para satisfacer mis necesidades, la necesito a mi lado.
Capítulo 50
DAMON

Un día, un día para cumplir once años, un día para


mudarnos a otra ciudad, un día para morir. Había pasado
mucho tiempo desde que dejé de ser un niño inocente, la
vida me había hecho madurar demasiado pronto y se
estaba encargando de enseñarme a elegir entre el bien y el
mal. Supongo que para las personas lo más preciado es
escuchar el latido incesante de sus corazones, ese que
constantemente te está gritando que estás vivo, pero para
mí, lo más importante era mi hermana, mi Elizabeth, y
desde que la alejaron de mí, mis latidos se apagaron,
condenándome a estar muerto en vida.
Aquel tiempo que pasé dentro de esa clínica fue un
infierno, estaba sufriendo en carne propia las torturas de
personas que estaban experimentando con mi dolor, una
forma para evitar que se desarrollaran en los adolescentes
—principalmente—, genes como MAOA y el CDH13, o como
me dijeron de forma despectiva, los genes del guerrero o
asesino serial. Y es que sonaría hasta estúpido, porque
¿cómo un niño podría experimentar este tipo de emociones?
Las personas, de casi prácticamente el mundo entero,
intuyen que los asesinos son personas mayores de edad,
con problemas psicológicos y emocionales que los impulsan
a tomar acciones tan drásticas, pero en la vida real, también
hay niños y adolescentes —como yo—, que les excita hacer
cosas indebidas, que nos corroe la malicia y que amamos
experimentar situaciones de riesgo en los que pongamos en
peligro la vida de otros.
Mi padre biológico hizo sus intentos fallidos para
explicarme por qué había tomado sus decisiones y en vez
de fraternizarme con él, todo lo que quería era alejarlo.
Según lo que me dijo, prefirió alejarse aquella noche de mi
madre porque tenía miedo de hacerle daño algún día ya que
en ese entonces sus genes —los mismos que me regaló el
día que me concibieron—, estaban en su apogeo y todavía
no sabía cómo controlarlos. Comentó que nunca supo que
Belisa había quedado embarazada y que, si en algún
momento él lo hubiera sabido, no la hubiese abandonado,
porque sabía que su enfermedad pasaba de generación en
generación, murmuró que le hubiese gustado enseñarme a
controlar mis impulsos y retener un tiempo más lo que
estaba experimentando actualmente.
Ese día mamá estaba a mi lado, me trataba como un
cachorro mal golpeado y acariciaba continuamente mi piel
magullada mientras Damián me contaba como enfrentó sus
demonios y se convirtió en un hombre de bien, me dijo que
yo era más fuerte que todo esto y que me ayudaría justo
como lo estaba haciendo con Elizabeth al separarla de mí.
Según él —que había estudiado psicología y exactamente se
enfatizó en nuestra enfermedad—, si mi hermana y yo nos
uníamos, podríamos llegar a hacer cosas de la que luego
nos arrepentiríamos. Aquello me hizo pensar en todos los
días que ella escapaba de su casa y viajaba hasta la mía
para envenenar la comida de mis hermanos. Mentiría si
dijera que me encuentro arrepentido porque realmente no lo
estuve cuando me lo contó y ahora tampoco cargo con un
peso en mi conciencia, y podría jurar que mi Bobby, donde
quiera que esté, recuerda con regocijo todo lo que hicimos.
Así que, por primera vez, estuve de acuerdo con él, me
dolía la idea de que nos separaran, pero era eso o permitir
que mi Elizabeth pasara por lo mismo que yo el tiempo que
estuve encerrado en esa clínica. También me contó que
tenía otro medio hermano, y aunque no me dijo su nombre,
me habló maravillas sobre el único hijo que no tenía nuestra
peste. Ese chico, algunos años mayor que yo, vive en el
extranjero desde su niñez y está estudiando lo mismo que
su padre para ayudar a más personas como nosotros. Ese
día vi en sus ojos el orgullo que sentía por su hijo y me
alegré que al menos uno de nosotros haya nacido bien,
porque yo tenía claro que no iba a detener mis masacres y
con mi inteligencia, me las idearía para asesinar sin ser
descubierto por las autoridades.
Hace una semana, mientras escuchaba hablar a Belisa
con Ermes, me adentré en el estudio de este último y
hurgué en su laptop, no pretendía registrar sus carpetas
ocultas, más bien quería estudiar con detalles cómo
ocasionar un accidente de auto. Mientras grababa en mi
retina todas las imágenes y las maniobras necesarias para
cortar los frenos, escuchaba los gritos de Belisa rogándole a
su marido que recogiera sus pertenencias para largarnos a
otra ciudad. Un poco tarde me había enterado que mi
“familia” estaba siendo vigilada por unos tipos a los cuales
Ermes le debía dinero, ese estorbo se endeudó en una
corrida de toros y la gente a la que le tenía que pagar se
enfadó y le prometió que pagaría con sangre su robo. Tanto
“mis padres”, como yo en el momento que me enteré,
pensamos que solo eran habladurías, y todavía mantengo
ese pensamiento, aunque ellos no opinan lo mismo luego de
echarles la culpa a esos tipos por la violenta muerte de mis
hermanos.
Anoche, mientras ellos estaban durmiendo plácidamente
en su habitación, yo bajé al garaje con los instrumentos
necesarios y jugué con los frenos del coche. Sonreí cuando
acabé e imaginé mientras subía nuevamente las escaleras a
mi habitación, la cara que pondrían cuando se dieran cuenta
que estaban a pocas horas de reencontrarse con sus
angelitos. Ahora ellos están guardando todas las maletas en
el maletero, mientras que yo estoy sentado en el asiento
trasero, con mi cinturón colocado y preparado para afrontar
mi muerte. Estaba seguro que se convertiría en la
experiencia más satisfactoria de toda mi corta vida.
También me reí al recordar la excusa de mamá: «Iremos de
compras, Damon». No soportaba que pensaran que no era
consciente de los problemas. Y eso siempre fue su talón de
Aquiles, después de estudiar cada centímetro de la
carretera principal, sabía que esa curva en el puente sería
brutal.
—¿Se siente bien estar huyendo de personas que los
consideran lo más insignificante? —me burlé de ellos y vi a
mamá girarse para enfrentarme mientras Ermes solo me
observó por el espejo retrovisor. Estábamos casi en el punto
exacto donde él tenía que disminuir la velocidad para doblar
en la curva del puente—. Huir de los fantasmas no les hará
recuperar a los gemelos.
—No sabes lo que dices, hijo —murmuró mi madre
estirando su mano hasta mi rodilla, me aparté rápidamente,
no quería que ellos tuvieran este tipo de reacción,
necesitaba que supieran cuanto dolor me han hecho sentir,
a pesar de que sabía que ellos la estaban pasando mal por
sus otros hijos—. ¿Ya pensaste que quieres de regalo por tu
cumpleaños?
—Quiero verlos sufrir —admití y sentí la tensión que se
estaba creando cuando me escucharon—. Ya que no disfruté
correctamente el dolor de sus infantes, quiero experimentar
la sensación de agonía en sus cuerpos.
—Damon, ¿por qué dices eso? —farfulló ella en un hilo de
voz.
—Yo maté a sus hijos y ahora estamos a punto de morir
nosotros —confesé y sonreí luego de admirar sus cambios
de humor.
La tensión se había desatado, me quedé en silencio
cuando Ermes comenzó a gruñir enojado mientras golpeaba
constantemente el volante. Belisa, por otro lado, estaba
arrugando el forro del asiento con la fuerza con la que
agarraba la tela. Supongo que ninguno había esperado que
su otro hijo fuera el causante del dolor que estaban
sintiendo. Miré como si nada hubiese ocurrido a través de la
ventanilla y la abrí para que la brisa impactara en mi cara,
el aire estaba cargado de lluvia, el cielo estaba gris, casi
negro y todo a nuestro alrededor estaba ennegreciéndose.
—No saben cuánto he esperado este día, he estudiado
muchas formas para matarlos, deseado probar sus sangres
y luego enterrarlos y cagarles encima de las tumbas una
vez muertos —confesé tranquilamente viendo como Ermes
intentaba frenar el auto y este no respondía—. Olvidaba
decirles que ese día es hoy.
Mi madre frunció el ceño en cuanto escuchó esas
palabras, podía leer claramente su rostro y descifrar su
expresión dudosa y a la vez temerosa. También detallé un
poco de decepción de su parte, de seguro pensó que luego
de tantas horas hablando conmigo junto a mi verdadero
padre, yo cambiaría como él. Pero estaba equivocada y
ahora se lo estaba demostrando, los monstruos no nacen,
los monstruos son creados y yo estaba dispuesto a llevarme
conmigo a cada persona que me lastimara.
—¿Qué hiciste malnacido? —gritó Ermes girándose hacia
mí dejando libre el volante. Me reí ladinamente cuando
desabrochó su cinturón y alzó su mano propinándome un
fuerte bofetón—. Nos has llevado al infierno.
En un abrir y cerrar de ojos el camino se estrechó y todo
lo que había delante de nosotros era el barandal de un
puente. Aprecié minuciosamente cada detalle a nuestro
alrededor, las luces amarillentas de los focos delanteros del
auto incidían en la madera antigua, el miedo que emana de
los cuerpos de ellos me llena de adrenalina, estaba
completamente seguro que el paisaje de este momento era
lo más bello que nunca antes había visto. Todo estaba
desierto, no se escuchaba ningún otro ruido que no fuese el
de las pequeñas olas chocando con las piedras. Pero
entonces, vi algo que no tenía que estar allí, esa pequeña y
frágil niña de cabellos negros no tenía por qué ser testigo
de nuestra tragedia.
Me quedé mirándola por escasos segundos de tiempo y
noté que sus mejillas estaban llenas de lágrimas, no sabía
por qué estaba sola en una calle tan peligrosa, mucho
menos cuando ni siquiera debía pasar los diez años. Mi
mente olvidó por completo lo que estaba ocurriendo y solo
podía pensar en las razones para que ella estuviera tan rota
en un lugar como este, de seguro y se había perdido y
estaba asustada por no encontrar a sus padres. Cuando
volví a la realidad, me di cuenta que el auto iba
directamente hacia ella, en ese momento mis demonios
comenzaron una confrontación en la que discutían sobre el
bien y el mal.
Estaba luchando internamente, debía elegir entre
obligarla a ella a dejar de vivir o permitirle seguir
respirando. Al final ganaron los ángeles, me estiré cuanto
pude ya que el cinturón de seguridad se había atascado y
alcancé el volante, lo giré todo lo que pude para no dañar a
esa pequeña muñequita que estaba sufriendo sin darse
cuenta de todo lo que se avecinaba y cuando conseguí lo
que me propuse, el estruendo fue instantáneo. Habíamos
destrozado la vieja madera y el auto estaba volando por los
aires esperando a caer en el oscuro mar. En esos pocos
segundos recordé una vez en la que la feria había llegado a
la ciudad y nos subimos a una ruleta donde se podía ver
todo desde lo alto de la cabina giratoria. Esa sensación de
cosquilleo en el estómago, era lo mismo que estaba
percibiendo actualmente.
Luego me sucumbió el vértigo cuando el coche impactó
con el agua y rápidamente nos comenzamos a hundir ya
que todas las ventanillas estaban abiertas. Sentí el agua
mojando mis zapatos mientras me deleitaba con los gritos
de mi madre y los gruñidos pesados de Ermes intentando
quitarle el cinturón a ella. Belisa, por el contrario, trataba de
zafarme a mí, pero no iba a poder, no sabía si era
casualidad o simplemente el destino, pero la hebilla de mi
cinturón estaba trabada y a no ser que la cortaran, no iba a
ser posible escapar. Me quedé inmóvil viendo como el agua
estaba sobrepasando mi cuello, Belisa le gritó a Ermes que
me ayudara segundos antes de que su cabeza estuviera
cubierta por el agua.
No entendí por qué lo estaban haciendo, ellos tenían
oportunidad de salir antes que la presión del mar fuera peor
y las puertas quedaran apresadas, pero en vez de eso se
mantuvieron a mi lado intentando ayudarme. Sin
esperármelo, sentí unos pequeños golpecitos en el capó del
auto, no podía creer lo que estaba viendo, la pequeña
muñequita estaba aquí abajo, inflando sus cachetes para
retener todo el aire que sus pequeños pulmones le
permitieran. Esa niña estaba intentando salvarnos, verla tan
inocente, reflejada todavía por la luz de los focos en el
oscuro mar, me hizo pensar en que deseaba vivir, porque
todavía había personas que sin conocerme estaban
dispuestas a ayudarme.
Tocí y tragué mucha más agua cuando no dejé de
respirar, de un fuerte jalón Ermes arrancó el cinturón de
seguridad que casi me lleva al otro mundo y cuando fui
libre, vi la manito de la niña extendiéndosela a mi madre,
ella afligida le señaló que me rescatara a mí y esa pequeña
sin pensarlo subió de nuevo a la superficie para obtener aire
y bajó ayudándome a escapar por la ventanilla. Agarré con
fuerza su mano y la ayudé a nadar también para llegar
cuanto antes a la tierra, pero antes de hacerlo visualicé por
última vez la linda estampa familiar y la tragedia que
después de tanto tiempo al fin estaba terminando.
Una vez que pusimos nuestros pies en las rocas, la miré
sorprendido mientras intentaba recobrar mi respiración. Ella
también luchaba por obtener aliento, pero nunca dejó de
mirarme con esos hermosos ojos azules que me trasmitían
todo tipo de sentimientos en esos segundos. No podría
explicar todo lo que estaba sintiendo, pero una parte de mí
no quería separarse de ella, era como un fuerte magnetismo
que ni el Universo podría deshacer. Esa pequeña que antes
estaba llorando y que parecía ser muy débil, no solo se
lanzó al vacío con una valentía que ni yo mismo tendría,
sino que también me salvó de las garras del infierno.
—Todavía podemos ayudarlos —musitó y me embriagué
al escuchar su dulce voz. En ese momento yo ya no
pensaba en mis padres, ni siquiera me importaban, solo
podía admirar la belleza de mi heroína.
—Ya son comida de peces —atiné a decir y la tomé de la
mano para ayudarla a llegar a la orilla. Hasta ese momento
no me di cuenta de lo bajita que se veía a mi lado, pero de
igual forma, ella se había ganado toda mi admiración.
—¿Por qué no quieres ayudarlos? ¿Y por qué no lloras por
ellos? —preguntó exprimiendo su cabello que era muy largo
y negro. Yo tan solo le sonreí, me hacía mucha gracia su
timbre de voz, además de que disimulaba muy bien su
preocupación.
—Ellos tenían que morir, y tú me ayudaste —le respondí
y vi un poco de temor en sus ojos, sin embargo, no se
distanció de mi ni corrió para alejarse por estar hablando
con un extraño—. ¿Cómo te llamas? —me llené de valor y
por primera vez intenté socializar con alguien.
—Blair. —Movió sus pequeños labios y luego le sonreí.
Nunca había escuchado ese nombre, pero sabía que, a
partir de este instante, jamás lo olvidaría.
—¿Y qué haces aquí Blair? ¿Huiste de casa? —le pregunté
mientras subíamos unas escaleras de madera que había a
un costado del puente.
—Escapé de mi padre, estaba haciéndole algo muy feo a
mi prima Kaia —susurró y vi como sus ojitos se
entristecieron, a tal punto que creí que comenzaría a llorar.
—¿Quieres que te acompañe a tu casa?
—Sí, y voy a decirle a mamá que nos lea un cuento para
dormir —murmuró tomando mi mano con mayor fuerza
mientras caminábamos completamente mojados por la
vacía carretera que separa mi ciudad de un pequeño
pueblo.
Esa noche fue la primera en mi vida en la que me sentí
como si realmente estuviera en familia. No sabía las causas
que llevaron a esa pequeña a escapar de su padre, pero no
me pareció un mal hombre, al contrario, me trató como si
fuera su hijo y me acobijó en el sofá mientras la señora de
la casa me traía un vaso de leche caliente con chocolate.
Ambos se sentaron a nuestros lados y comenzaron a
susurrarnos bonitas frases de consuelo. También fui testigo
de cómo Blair lloraba mientras les decía a sus padres que
no pudo salvar a los míos, me sentí un poco mal en ese
momento, no por mi familia, sino por el sufrimiento que le
estaba causando a la única persona que no se lo merecía.
Después de un rato, me mostraron la habitación donde
dormiría y solo me limité a mantener mi rostro serio, debía
fingir que todo esto me dolía para cuando avisaran a la
policía y sacaran el auto con los frenos cortados, poder
actuar como una víctima más de las personas a las que mis
padres les debían dinero. Me agradó saber que pasaría la
noche entera al lado de Blair, que compartiríamos la misma
cama y que la vería dormir para despertarme al día
siguiente e intentar hablar más con ella, y quizás jugar. Su
madre nos dio un beso en la frente luego de que ambos
bostezáramos y nos leyó un lindo cuento en donde el
príncipe era muy malo y se convertía en uno bueno para
conseguir el amor de la princesa.
A mí nunca me habían leído un cuento, solo me
conformaba con escuchar a mi madre hablarles a mis
hermanos, pero ahora sentía que al lado de esta familia que
me había acogido, podría cambiar y finalmente ser bueno
como el príncipe del que hablaba esa mujer. Cuando Eva —
así se llamaba la madre de Blair—, apagó las luces del
cuarto al vernos aparentemente dormidos, abrí mis ojos y
me giré hacia mi pequeña heroína, ella también me miró y
sonrió sin malicia cuando besó mi mejilla. Mi corazón palpitó
acelerado, lo que ella me provocaba era muy similar a lo
que sentía cuando tocaba a mi hermana, solo que Blair, no
era ella, es mucho mejor.
La tomé de los hombros y la acuné en mi pecho para que
durmiera tranquilamente y olvidara lo que vivió, sabía que
posiblemente sus padres nos llevarían a la mañana
siguiente a un psicólogo para enfrentar el trauma, pero no
me importaba responder unas cuantas preguntas siempre
que tuviera a esta niña cerca. Blair es como mi talismán,
como mi piedra filosofal que, en vez de destruirme, me hace
mejor. Ahora, mientras la veía cerrando sus ojitos para caer
en un rotundo sueño, me estaba planteando nuevas metas
en la vida, todo lo que necesitaba tenía un nombre.
Y ese nombre.
Es Blair.
Capítulo 51
DAMON

En un año y medio ocurren demasiadas cosas, tantas que


cuando pones la cabeza en la almohada te das cuenta que
esos quince o veinte minutos antes de dormir se hacen
demasiado cortos. Cada noche pensaba en lo mismo, en
ella, en su sonrisa tan angelical, también me preguntaba
cómo estaría viviendo, si la pasó bien en sus cumpleaños, si
todavía me recuerda. A la mañana siguiente de despertar
en su cama, sus padres me informaron que me llevarían a
un lugar tranquilo y apropiado para mí. Así fue como me
despedí de Blair, sin siquiera poder darle un beso en la
mejilla o decirle mi nombre, porque sí, todo había ocurrido
tan deprisa que no tuve tiempo de decirle como me llamo.
En el trascurso del viaje, la señora Bennett me dijo que a
partir de ese día viviría en un orfanato que habían abierto
recientemente en las afueras de un pueblo, fueron varias
horas de trayecto, estaba cansado porque habíamos salido
muy temprano y cuando el sol comenzó a despuntar sus
primeros rayos, visualicé la hermosa estampa de cintas
policiales y grúas sacando un coche el mar. Ella se tensó y
comprendió al instante que lo que le había contado su hija
era exactamente lo que estaba viviendo en ese entonces.
Me pidió que mirara el paisaje contrario con total disimulo
para que no tuviera que enfrentarme nuevamente a la
muerte de mi familia y accedí solo para mantenerla
tranquila.
Después de dejarme en la puerta del orfanato, viendo
como una mujer con un traje de monja me llevaba dentro
mientras ella se marchaba con un hombre corpulento y un
poco mayor, no volví a verla más y supuse que esa sería la
última vez que sabría de Blair a no ser que actuara
diferente. Como era de imaginarse, estuve mucho tiempo
encerrado en una habitación completamente aislada de
otros niños porque en mi expediente decía que estaba
pasando por un shock postraumático y que podría atentar
contra los demás en un repentino brote de esquizofrenia.
Esto lo descubrí unos meses después cuando el psicólogo
que me estaba atendiendo y me propinaba drásticos
medicamentos salió de la consulta y en unos pocos
segundos sin él, obtuve la información.
Ese primer año fue un completo desastre, todos seguían
recluyéndome como si fuera a contagiar a los demás con
alguna pandemia, tenía que limitarme a ver a algunos
chicos correteando en el patio, mientras que yo no podía
salir hasta que ellos estuvieran en sus habitaciones. Solo en
esos momentos era que comía, me duchaba en los baños
colectivos y jugaba con algunos animales en el jardín. Es
que hasta las clases que nos daban eran independientes, a
mí me atendía un hombre que se encargaba de enseñarme
todas las materias que necesitaba mientras que a ellos los
educaban diferentes personas que estaba seguro que eran
más amables que el que me tocó a mí. Una de las tantas
tardes en las que me encontraba aburrido, salí al área de
caza que era prohibida para todos —ya que era una zona
militar—, y le disparé con una escopeta de perles a varias
codornices.
Esa fue la primera vez después de tanto tiempo que vi un
rastro de sangre. Luego de prometerme mejorar para estar
con Blair, la monotonía me consumió y me vi obligado a
sacar nuevamente mis instintos depredadores. Debía
admitir que la sensación fue satisfactoria, recordé lo bien
que se sentía y también amontoné en mi mente esos
pequeños momentos en los que hacía este tipo de cosas
con Elizabeth. Algunas veces me preguntaba qué habría
sido de ella, a estas alturas estaba a punto de cumplir
dieciséis y de seguro hasta novio tendría. No sé por qué
pensé en eso, pero me hubiese gustado estar con ella
cuando algún canalla le rompiera el corazón.
Luego de unos minutos en los que no dejé de hacerme
preguntas que nadie podría responderme, tomé en ambas
manos mis trofeos y dejando un diminuto rastro de sangre,
caminé por un oscuro pasillo dentro del orfanato. Aquella
área era prohibida para nosotros, solo podían ir los
trabajadores y el dueño del lugar, y solo por eso, se había
convertido en mi lugar secreto. Allí tenía varios dibujos de
Blair, la había pintado como la recordaba, con sus cabellos
mojados, resaltando siempre sus ojos azules y sus perfectos
labios. Vagos recuerdos llegaron a mi mente de las sesiones
que tenía con el psicólogo donde trataba de persuadirme
para hacerme hablar sobre el accidente automovilístico y yo
solo mencionaba el nombre de mi pequeña muñequita.
Una vez que lancé a un rincón los cuerpos de esos
animales, me vi en la obligación de esconderme ya que
había sentido ruidos que se dirigían hacia mí, No podía
darme el lujo de que me regañaran, mucho menos cuando
tanto mis manos como mi rostro estaban manchadas de ese
color rojo. Intenté mantenerme tranquilo hasta que los ojos
de ese niño flacucho me recorrieron completamente. Él se
asustó al verme a mí, y su amigo guardián, no dejó de
ladrar un solo segundo, de seguro ambos me veían como
una amenaza. Le sonreí cínicamente y él, actuó totalmente
a como me lo esperé al tenderme un pañuelo para que me
limpiara.
Después de ese día, Elijah —así se llama el chico del
perro—, se hizo mucho más cercano a mí, me sorprendí
cuando me enteré que era el hijo del dueño y director del
orfanato y quedé boquiabierto cuando me confesó que a él
también le gustaba hacerles daño a los animales, a todos,
menos a su compañero León. Con los días la confianza
incrementó y no solo le conté lo que le hice a mi familia,
sino que también le hablé sobre Blair, sobre lo grandiosa
que es, sin dejar de lado su belleza. Le mostré mis dibujos y
coincidió conmigo en que tenía unas hermosas perlas azules
como ojos. Con Elijah sentía que mi vida estaba tomando un
nuevo rumbo y que no estaba tan solo, ese chico se
convirtió en el hermano que nunca quise, en mi amigo, en
mi compañero de juegos, en mi confidente y sobre todo en
un aliado que había prometido nunca dejarme solo.
—Hoy llegan nuevos huérfanos —me informó Elijah,
ambos estábamos fumando unos cigarros detrás de un
muro que separa los límites del orfanato con el bosque—.
Pude registrar en los papeles de mi padre y hay dos chicas
que pasaron por un momento traumático junto a sus
familias, una vio como dos hombres asesinaban a sus
padres y la otra estuvo secuestrada y en medio de la redada
le dispararon a su hermano.
—¿Viste las fichas médicas? —le pregunté curioso, hace
mucho tiempo estábamos esperando que llegaran nuevos
chicos—. ¿Sabes en que ala las van a poner?
—No son peligrosas —confesó y sentí un poco de
decepción mientras expulsaba el humo del cigarro—. Así
que después de unos días de tratamiento podremos verlas
por los alrededores.
—No creo que me interesen —admití y él se quejó. Elijah
había tomado la manía de buscarme una chica con la que
pudiera tener sexo, decía que ya estaba en la edad de
experimentar esa sensación tan placentera, pero yo siempre
me negaba porque mi mente todavía pensaba en Blair—. Si
quieres culpar a alguien, cúlpame a mí por obsesionarme de
esa pequeña muñeca.
—Tu pequeña muñeca está poniéndole cada vez más
empeño a la natación. —Sacó un teléfono móvil de su
bolsillo y me mostró algunas fotos de Blair, en unas estaba
mirando a cualquier lugar mientras escurría su cabello, en
otras estaba sentada en el borde de la piscina y luego
estaban en las que sonreía mirando a sus compañeros—. No
creo que pueda seguir espiándola, viejo. Mi padre está
conociendo a una mujer y no me deja salir con tanta
frecuencia de la casa.
—Tranquilo, siempre te estaré agradecido por seguirla y
contarme su rutina en este último año —musité arrojando la
colilla de cigarro a un montón de hojas que estaban apiladas
a unos metros de nosotros—. ¿Ella te ha visto? ¿Le has
hablado de mí?
—No, siempre está vigilada por sus padres, ni siquiera la
dejan relacionarse con otros niños —musitó tendiéndome la
mano para ayudarme a levantar del suelo—. La
sobreprotegen mucho Damon.
Caminamos sin hablar durante unos minutos en los que
no dejé de mirar las fotos de Blair en el móvil. En todo este
tiempo ha cambiado mucho, su cabello está más largo y
más negro, creo que ha crecido un poco y por los puntos
que se marcan en su bikini, juraría que ha comenzado a
desarrollar su cuerpo. Mi pequeña se está convirtiendo en
toda una mujercita y yo me había propuesto reencontrarme
con ella solo para decirle mi nombre. No sabía cómo lo
haría, ni siquiera tenía un día fijo, pero antes de que
desaparezca definitivamente de mi vida, esa niña y yo nos
conoceríamos.
—No hagas nada tonto en un tiempo, la gente nos está
vigilando porque últimamente han encontrado muchos
caminos de sangre dentro del orfanato —advirtió Elijah
cuando cruzamos la puerta del centro, me gustaba que al
fin me hubiesen concedido la libertad para transitar y
comunicarme con los demás, pero él tenía razón, en estos
últimos días hemos sobrepasado nuestros límites con esos
animales—. Si descubren lo que hacemos, mi padre te
encerrará de nuevo y a mí me prohibirá verte.
—Seré un buen chico —fue lo último que le dije antes de
subir unas escaleras que me llevarían a la biblioteca. Elijah
tomó un camino diferente, él tenía que volver a su casa.
Capítulo 52
DAMON

Dos semanas después, conocimos a las chicas que Elijah


había mencionado, a primera impresión parecían
inofensivas pero una vez que hablamos con ellas y que nos
contaron lo que realmente había ocurrido con sus familias,
mi forma de verlas cambió. Judith, una pelirroja natural
hermosísima, había ayudado a un tipo que le había
prometido una mejor vida que la que su hermano le daba si
fingía estar secuestrada. Nos contó que había accedido
porque ese hombre era amigo de su hermano y le gustaba
como la tocaba y la sentaba sobre sus piernas cuando iba
de visita a la casa. También nos dijo que cuando su única
familia fue a rescatarla porque se negó a pagar el secuestro,
él los encontró teniendo relaciones sexuales.
En ese momento mi mandíbula quería caerse de mi
rostro porque Judith solamente tiene quince —es un año
mayor que yo—, y no la veía preparada ni tan desarrollada
para estar con un hombre. Entendimos que lo que les había
contado a los psicólogos fue mentira porque solo intentaba
proteger a ese tipo que la ultrajó. Nunca existió una redada,
solo que cuando su hermano le empezó a caer a golpes a
ese hombre mucho mayor que ella, temió por la vida de
ambos y en un arrebato desesperado agarró el arma de
fuego de su chico y le disparó a bocajarro a su familia. Su
historia me conmovió, a esa loca pelirroja no le tembló el
pulso para asesinar a la única persona que la cuidó hasta
sus últimos instantes de vida.
También tuvimos la oportunidad de conocer sobre la
infancia de esa otra hermosa niña que casualmente tiene la
edad de Blair. Esa sola cifra removió algo dentro de mí y
sentí que le tomaría mucho cariño a Darling porque
verdaderamente no merecía lo que sufrió. A su corta edad
fue testigo del asesinato de sus padres, vio como dos
hombres los amarraban a unas sillas de su propia casa y les
cortaban el cuello delante de ella. Cuando la vimos llorar, un
pedazo de mi corazón se contrajo y sin saber por qué la
abracé. Supuse que todo el cariño que sentía por esa
pequeña se debía a la bondad que se asemejaba con la de
Blair. Vi el dolor de sus ojos y pensé solo por unos minutos
qué hubiera sucedido si en vez de Darling hubiese sido
Blair, seguramente estuviera mucho más destrozada y yo
daría mi vida y todo lo que tengo para curarla.
Entre los cuatro habíamos creado un vínculo que me
asustaba, éramos inseparables y lo que le sucedía o le
atormentaba a uno era el problema de todos. Elijah y yo
habíamos hecho una especie de unión con Darling y la
tratábamos como si fuera nuestra consentida, nos
desvivíamos para que su sonrisa no se esfumara, porque a
pesar de que trataba de ocultar su sufrimiento, sabíamos
que no había superado completamente su trauma. Una
tarde robamos unos dulces de la cocina para hacer que
dejara de llorar ya que extrañaba a su mamá y no se
adaptaba a la estadía en el orfanato. Aunque yo le cogí
mucho amor a esa pequeña, mis instintos apuntaban más a
Judith, esa pelirroja loca compartía cierta inteligencia como
yo y sus dotes sádicos me encantaban. Mientras que Elijah
actuaba como un hermano mayor para Darling, Judith y yo
nos divertíamos a escondidas de los demás.
Hasta que nuevamente apareció Elizabeth con una visita
sorpresa y puso todo de cabeza. Mis nuevos amigos se
volvieron cercanos a ella, y no era para menos, Bobby tenía
lo que amábamos y no dudaba en mostrarlo. Me contó que
su hermano se había quedado con su custodia y que vivían
juntos, pero que se mudarían a la ciudad próxima a
nosotros. Aquello fue la gloria, Elizabeth podría venir a
visitarnos y divertirnos de la forma que solo nosotros
sabíamos.
Hicimos un juego para hacer nuestros días mejores y al
ser los tres un poco mayorcitos y con ideas más claras y
pensamientos sucios, comenzamos a elegir chicos y chicas
que convivían con nosotros, teníamos que jugar con ellos,
hacerles creer que éramos sus aliados, brindarles apoyo en
momentos de debilidad y luego abusar descaradamente de
ellos. Judith consiguió enamorar a uno que le teníamos
puesto el ojo encima por creerse mejor que los demás y
cuando el descarado quiso propasarse con ella, mi loca
pelirroja casi le emputa la polla con un cuchillo jamonero.
En el otro lado de la balanza, estaba yo y mis intentos
fallidos por conseguir algo más que insultos de la elegida
por Judith. Aquella chica era demasiado linda, su cabello
negro rebelde rebotaba en su espalda cuando caminaba y
esa mirada angelical me volvía un poco maniaco. Mi cabeza
estaba volviéndose loca comparándola constantemente con
Blair, aunque en realidad no tenían mucho en común más
que algunas características físicas, pero mi mente
continuaba insistiendo en que se parecía a ella y mi lucha
por conquistarla se volvió un reto, una prueba para ver si
era capaz de enamorar algún día a la chica que me tenía sin
dormir desde los catorce años.
—¿Cuándo dejarás de evadir mis miradas? —le pregunté
a la pelinegra mientras apoyaba mi espalda en la pared y
cruzaba mis brazos.
—¿Cuándo dejarás de ser tan latoso? —contraatacó ella
cerrando su libro, estábamos en la biblioteca—. ¿No te
cansas de obtener un no por respuesta?
—El que persevera triunfa —atiné a decir sentándome en
la esquina de la mesa—. Y si no consigo lo que quiero por
las buenas, lo hago de una forma que estoy seguro que no
te gustará.
—Eres un hablador —farfulló poniéndose de pie, aquella
respuesta me molestó, esa mujer tenía la habilidad para
sacarme de quicio—. Si me sigues molestando hablaré con
el director para que te vuelvan a encerrar en tu celda.
—¿Quién coño te crees que eres? —inquirí rabioso
agarrándola con brusquedad de la muñeca—. Ahora tendrás
el privilegio de ver cómo obtendré lo que quiero.
Esa idiota no era para nada mi Blair, esta es una chiquilla
creída que piensa que está muy buena. La sangre caliente
corre por mis venas y una nube comienza a nublar mi
conocimiento. Otra vez había pasado mucho tiempo desde
que no olía la sangre y unas enormes ganas de hacerle daño
para callar de una maldita vez todas sus quejas comenzaron
a atormentarme. Desde la muerte de mi familia no he
atentado contra ninguna otra vida humana, solo animales,
pero como dije, esta pelinegra testaruda había terminado de
llenar la copa que separa mi cordura de los genes asesinos.
—Suéltame, me estás haciendo daño —suplicó y sonreí
satírico para agarrarla con más fuerza.
La hice seguirme hasta mi lugar secreto y cuando nos
encerramos dentro de esa habitación, la lancé al suelo y
mientras veía como intentaba gritar para pedir ayuda, yo
buscaba desesperado algún objeto que me sirviera más
adelante. Tapé su boca con mi mano izquierda y la pegué a
mi cuerpo mientras con la otra mano me encargaba de
tocar y acariciar sus pechos levantados y sus exuberantes
caderas. Respiré cerca de su nuca y luego aspiré su aroma
que olía a miedo y desesperación ligado con excitación.
Mordí su cuello tan duro como pude, quería intentar que mis
dientes chocaran a través de su piel. Un grito escapó de su
boca, pero se debilitó casi al instante.
La tenía completamente a mi merced, sabía que ella era
mayor que yo por unos años, pero su tamaño me era
indiferente al igual que su fuerza. En estos momentos no
importaba la diferencia de edad, sino quien tenía mayor
poder sobre el otro y por supuesto, la pelinegra estaba
esperando silenciosamente a que decantara mi veredicto.
La hice caminar en la misma posición hasta que sus pechos
grandes chocaron con la pared, luego llevé mi mano libre a
su trasero y lo levanté. Sonreí al recordar los intentos
fallidos de Elijah buscándome una mujer para que
experimentara mi sexualidad.
—Voy a quitar mi mano de tu boca —musité en un tono
bajo mientras movía algunos mechones de su cabello—, si
se te ocurre gritar de nuevo, te prometo que te mato antes
de haber comenzado mi diversión. ¿Entendiste? —gruñí y
dejé escapar una risilla traviesa cuando la vi asentir.
La liberé como prometí y agradecí que se quedara
callada, realmente no quería hacer una locura antes de
probarla. Bajé mis manos lentamente por su cintura
sintiendo como su piel temblaba y su respiración se agitaba.
Volví a revivir mi infancia con Elizabeth cuando yo
acariciaba sus pechos y ella me tocaba y frotaba sus manos
en mi polla. Negué divertido pensando en que en aquellos
momentos mi hombría no estaba tan desarrollada como
ahora, por supuesto sabía que todavía podía crecer más,
pero estaba muy agradecido con la genética que me había
tocado.
—¡Alguien que me ayude! —gritó la estúpida chica
golpeando repetidas veces la pared. Traqueé mi cuello y
bajé la saya que cubría su piel—. ¡Por favor, alguien que me
ayude! —lloriqueó mientras mis dedos se adueñaban de su
sexo.
—Shh… —susurré un poco juguetón—. Voy a aprender
contigo muchas cosas hoy dulzura. —Agarré con una mano
su cuello y lo apreté muy fuerte mientras que la otra
acariciaba ese punto débil que tanto había leído en los libros
—. No seré muy malo, lo prometo.
—¡Suéltame! —exclamó lanzando un cabezazo que
impactó duramente en mi clavícula.
—En serio no tenías que haber hecho eso —susurré
lanzándola al suelo, algunas cajas vacías que había en unos
estantes cayeron sobre su cuerpo. Mientras ella intentaba
levantarse, tuve el tiempo justo para alcanzar una pita de
pescar que salió de una de esas cajas—. Quería hacer esto
diferente, te lo juro.
—No hagas una locura, chico —murmuró ella
arrastrándose hasta pegar su espalda en el estante,
quedándose sin ningún lugar para moverse.
—No quería —me defendí alzando una ceja mientras le
sonreía—, pero tú me obligaste.
Avancé hasta arrodillarme y quedar a su misma altura y
enredé la fina cuerda en su cuello. Por supuesto puso de su
parte e intentó liberarse continuamente, pero después que
golpee su cabeza con la pared, se mantuvo más tranquila
centrándose en la sangre que salía de su ceja y olvidándose
de que me había colocado tras su espalda. Comencé a
apretar y estirar la pita, mi respiración se aceleraba y la
adrenalina se ligaba con la libido que había sentido minutos
antes. La preciosa chica estaba luchando por sobrevivir sin
saber que todos sus intentos eran en vano. Su rostro
comenzó a enrojecerse y en cuestiones de minutos, dejó de
mover sus manos. Me detuve cuando dejó de respirar y
admiré la belleza de sus ojos abiertos todavía mirándome
con terror.
Había asesinado a mi primera víctima humana, lo había
disfrutado como un demente y ahora, sabiendo qué se
siente arrebatarles los latidos de los corazones a las
personas, no pensaba parar; aun sabiendo en el terrible
problema en el que me metería si alguien ajeno a mis
amigos descubría lo que había hecho.
Capítulo 53
DAMON

Mi cabeza se sentía vacía, mis ojos permanecían


observando la linda estampa familiar mientras intentaba
estabilizar mi respiración que me tenía en una profunda
agonía. Le sonreí a mi nueva madre cuando ella me
extendió un folleto vacacional. Debíamos elegir entre los
cuatro nuestro destino para el verano, Aiden quería irse a
Francia a retratar las palomas en un famoso parque, mi
nuevo padre y su mujer discutían con él ya que ellos habían
optado por ir al Amazonas. Luego estaba yo, viéndolos
actuar tan naturalmente, mientras me preguntaban a dónde
me gustaría ir a mí, cuando la verdad era que lo único que
deseaba y quería era encontrar a esa chica que estaba a
pocos kilómetros de aquí.
Mi vida había tomado un rumbo diferente desde aquella
tarde en la que asesiné sin ningún pudor a Catara. No me
asusté de lo que hice, sin embargo, mis ojos se oscurecieron
al pensar que ya no tendría oportunidad para conocer a
Blair. Con pasos lentos pero decididos encontré a las chicas
que estaban hablando con Elijah muy sonrientes. Sus
rostros cambiaron al instante cuando me vieron, Judith
corrió a alcanzarme cuando me apoyé en una pared ya que
mi vista estaba borrosa, Darling iba a avisar al enfermero
del orfanato, pero le pedí que me dejaran hablar, que me
encontraba bien. Por suerte me hicieron caso y luego de
estar varios minutos en silencio después de haberles
contado lo que hice, Elijah intervino.
«—Sabíamos que tarde o temprano perderías el control
—masculló moviendo nerviosamente sus dedos sobre la
mesa—. ¡Demonios Damon! ¿Qué vamos a hacer ahora?
—No me voy a entregar —farfullé decidido mirando todo
a mi alrededor—. Tengo algunas horas hasta que descubran
el cuerpo, y antes de que eso pase, me fugaré de aquí.
—Iré contigo —exclamó Darling, aquella pequeña por
más que lo ocultara, se había encaprichado conmigo y me
dolía que llorara cuando me veía junto a otras chicas.
—Ni de coña Darling —le hablé un poco fuerte, no iba a
dejar que la vincularan a ella con todas mis mierdas—. Te
quedarás con Elijah, él te cuidará mejor que yo, te lo
aseguro.
—Pero yo quiero ir contigo —volvió a repetir poniendo
sus manos sobre mi rostro, las aparté de un bofetón y me
dolió ver la reacción tan dolorosa que tuvo—, Damon…
—Hablaré con mi padre, él puede ayudarnos —intervino
Elijah pasando por alto mi agresividad—. A él no le conviene
que su prestigioso centro se vea envuelto en un crimen,
estoy seguro que podrá hacer algo por ti.
La idea era ridícula, aquel hombre no estaría dispuesto a
ayudarme a escapar y ocultar un cadáver, por supuesto que
no. Me levanté sobresaltado y arrojé todo lo que había sobre
la mesa al suelo, luego llevé mis manos a mi cabello y lo
apreté con brusquedad. Estaba maniático, no sabía que iba
a hacer, pero tenía que salir de toda esta mierda y estar un
paso más cera de Blair, no iba a permitirme perderla antes
de conocerla.
—Tranquilízate Damon —murmuró la pelirroja sobando mi
espalda—. Si cae uno, caemos todos —me dijo tomándome
de la barbilla para que la observara fijamente—. No te
ocurrirá nada, diré que lo hice yo.
—¡NO! —gruñí agarrando sus manos con fuerza para
apartarla de mí—. Estoy harto de que otros arreglen y se
inculpen de mis cagadas. No voy a dejar que otra vez
aparten a las personas que quiero por mis errores, ustedes
no van a ser otra Elizabeth.
—¿No habían dicho que venían varias familias a conocer
algunos niños para adoptarlos? —le preguntó Judith a Elijah,
no sabía lo que estaba pensando esa loca pelirroja, pero sea
lo que fuese, de seguro era algo bueno. Cuando él asintió, la
vimos sonreír menando la cabeza con picardía—. Listo —
pronunció victoriosa—. ¿Quién se va a encargar de darles el
recorrido a esas familias por las instalaciones?
—La novicia Son Soles es la que siempre lo hace. ¿Por
qué? —le preguntó Elijah alzando una ceja.
—¿Cuánto puedes robarle a tu padre para llegar a un
acuerdo con ella? —volvió a hablar la pelirroja y sonreí, ya
comprendía a qué se refería. Cuando vio mi sonrisa
entendió al instante que la había descifrado y que estaba de
acuerdo con lo que iba a sugerir.
—Mucho, sé dónde guarda la llave de la caja fuerte de su
despacho.
—Perfecto, porque tú serás el encargado de pagarle para
que en vez de presentarles a esa gente otros niños, nos
muestre a nosotros —hablé después de un rato y Judith me
codeó al notar que le había quitado su momento estelar—.
Llenarás unas fichas falsas dando aspectos positivos de
nosotros y cuando esa gente vea que somos unos ángeles,
nos marcharemos de aquí.
—Es una locura, pero puede funcionar —admitió Elijah
sonriente mientras acunaba la cabecita de Darling en su
pecho—. Hablaré con ella y veré los listados de petición de
adopción, rellenaré algunas fichas y si todo sale bien,
mañana en la mañana cada uno estará yéndose lejos de
aquí».
Aquel día marcó un antes y un después en mi vida,
recuerdo como los tres huérfanos nos dimos las manos
cuando vimos entrar a muchas personas a un local
reservado. Nos miraron sonrientes, parecían muy felices, yo
lo estaba más, a pocos pasos de mí se encontraban los
padres de Blair, luego algo se quebró dentro de mí cuando
los vi acariciando el cabello rojizo de Judith mientras le
regalaban algunos juguetes. Me rompió el corazón haber
sido testigo de eso, miles de preguntas se formularon en mi
mente. ¿Por qué ella y no yo? ¿Por qué no me reconocieron?
¿Me ignoraron? ¿Y Blair? Intenté calmarme cuando sentí
otras manos separándome de Darling, frente a mí estaba un
hombre en traje y a su lado una señora en un hermoso
vestido. Ambos me miraban sonrientes y me hacían
preguntas que no respondí al ver como Judith se marchaba
con la familia que debería ser mía.
Después de ese día, pudimos vernos una vez más antes
de que el destino nos separara para siempre. Elijah nos
confesó que su padre había encontrado el cuerpo frío de la
chica y que prometió no levantar cargos contra nosotros ya
que ella no tenía a nadie más en el mundo. Sin embargo, le
pidió a nuestro amigo que se distanciara de nosotros antes
de que pasara algo peor. Esa tarde en el patio trasero,
creamos un código que solamente nosotros sabríamos para
mantenernos comunicados si las cosas no salían como
queríamos. Nos inventamos unos nombres falsos para
enviarnos las cartas que estarían en clave, a Elizabeth se le
había ocurrido la idea de formar un mensaje uniendo las
iniciales de cada palabra que escribiéramos.
Nada podía salir mal, mucho menos ahora que tenía a
una aliada en la familia Bennett, una chica que daría la vida
por mí y que me ayudaría a acercarme a Blair. Nos
despedimos con un fuerte abrazo y nos llamamos divertidos
por nuestros nombres falsos: Elijah había elegido Ken,
porque decía que alguien que le gustaba nunca dejaba de
ver los animados de la Barbie, Judith decidió llamarse
Catara, cuando la escuché no evité sonreír, hasta en sus
últimos minutos a mi lado me hizo feliz, ese nombre era el
de la chica que asesiné, uno que nunca olvidaría. Darling
cambiaría a Dami, me había susurrado que era como un
diminutivo de mi nombre y justo en ese momento me
confesó que me quería. De último estaba yo, que después
de pensarlo mucho, preferí que todos me dijeran D, no
quería otro nombre que no fuese el mío, todos tenían que
conocer la verdadera identidad de Damon Waldorft.
Pasaron algunos años en que no los he vuelto a ver. Al
principio es verdad que manteníamos el contacto, las cartas
eran casi semanales, al igual que las súplicas de Darling
para que fuera a buscarla y la trajera conmigo. Con el
tiempo todo fue encajando en su lugar y comenzamos a
distanciarnos, lo último que supe de Elijah era que había
cumplido veinte años y que estaba completamente
enamorado de una chica que no sabía todavía de su
existencia, nunca me dijo su nombre, pero me mostró a
cambio los piercings que se había colocado en su rostro.
Al mismo tiempo, recibí cartas de nuestra pequeña
consentida, me decía que estaba viviendo en una linda
ciudad que yo ya conocía bien ya que allí viví toda mi vida,
también hablaba sobre su nueva familia y lo mucho que la
querían, aunque no se adaptaba a ese trato ya que nadie
iba a suplantar a sus padres. Otra vez volvió a decirme que
se había enamorado de mí y que estaba dispuesta a hacer
cualquier locura con tal de volver a verme. Yo le expliqué
que era solo una niña y que nunca la vería de forma
diferente porque mi corazón ya pertenecía a otra. Desde
que le confesé esas palabras, no supe nada más de ella, al
contrario de mi pelirroja favorita, que continuamente me
escribía cómo la pasaba alrededor de esa gente y no dejaba
ni un solo segundo de hablarme de Blair.
Me vi en la necesidad de decirle qué significa Blair para
mí y cuanto había repercutido en mis decisiones, ella, en un
acto que no esperé, me confesó que Blair estaba enferma.
En un accidente perdió parte de su memoria, Judith me
estuvo explicando acerca de la amnesia y no era para nada
algo bonito. Sin embargo, sabía que existía algo más, no era
solamente la amnesia, ella actuaba de forma rara varias
veces, sus padres lo sabían y ocultaban sus rastros. Todo
parecía indicar que Blair era como una mínima parte de mí.
Y eso me encantaba.
Por eso los señores Bennett adoptaron a Judith, ellos no
querían que ella fuera una sustituta de su hija, no, al
contrario, deseaban que mi pelirroja la alentara y le hiciera
recordar cuan maravillosa es su vida, querían que Judith
fuera el sustento de Blair, impulsarla a hacer amigos,
simplemente que actuara como una verdadera hermana y la
amara siempre para cuando ellos le faltaran a Blair, ella no
se sintiera sola. Lo que ninguno sabía, era que a mí no me
importaba que mi pequeña me hubiese olvidado, hasta me
alegraba que en su memoria ya no estuvieran aquellos
momentos traumáticos, porque todo lo que iba a hacer en el
futuro, sería volver a iniciar. El Universo me estaba dando
una nueva oportunidad para rehacer con mi nueva familia y
yo no pensaba desaprovechar la oportunidad para
acercarme a Blair.
Y luego me encuentro yo, con dieciocho años, mucho
más alto que antes, con más músculos por las horas que
paso en el gimnasio y frente a un saco de boxeo, con el
cabello rebelde azotando mis ojos y algunos que otros
pequeños tatuajes que he ido haciendo en mi cuerpo. Hasta
el momento son pequeños dibujos que no tienen ningún
significado, ni siquiera recuerdo cuando me los hice, solo sé
que salí una noche con mi hermano a una fiesta y los dos
acabamos tatuándonos; aunque en el futuro, sí quería llenar
mi cuerpo de tinta, pero lo haría cuando en realidad tuviera
un motivo que quisiera recordar eternamente. Ahora bien,
¿Cómo ha sido mi vida en estos últimos años?
La familia Pierce, es la típica estampa de un matrimonio
trabajador, el señor Pierce, es el que siempre está dispuesto
a tomar las decisiones de alto riesgo, el que no deja de
sonreír cuando está cerca de su mujer y el que se muere por
hacerla feliz; aunque no se da cuenta que no le presta la
atención necesaria a su hijo. Su esposa, no es una ama de
casa como todos pensarían, es una mujer decidida y
demasiado testaruda, ambos trabajan juntos y la gran
mayoría del tiempo se la pasan en viajes de negocios en el
extranjero; viéndose en la necesidad de dejar a su hijo con
niñeras o vecinos. Luego viene Aiden Pierce, un chico que
desde su infancia ha tenido que vivir solo, rodeado de
objetos materiales que no le aportaban lo que realmente él
quería. Sin darse cuenta, sus padres lo habían obligado a
ser un hombre silencioso, tímido, capaz de hacer cualquier
cosa con tal de tener un poco de atención de ellos.
Él me hacía recordar un poco a mí en el pasado y solo
esperaba que no se convirtiera en el monstruo que todos
piensan que soy. El tiempo que estábamos todos en familia,
intentábamos estar lo más cerca posible, haciendo viajes
juntos, hablando sobre la escuela, algunas novias y siempre,
en cuanto mis nuevos padres tenían la oportunidad, me
pedían que enseñara a su hijo a ser como yo. Aquellos
señores no sabían lo que decían y no les iba a dar el gusto
de ver como su primogénito caía en la oscuridad a la que yo
me sometí, sin embargo, Aiden escuchó varias veces lo que
ellos me pedían y decidió empezar a actuar como yo solo
para que sus padres también se sintieran orgullosos de él.
Cada uno tenía su propio estilo a la hora de buscar
chicas, o vestirse, pero al final del camino, si ponías la
suficiente atención, terminabas dándote cuenta que Aiden
no era más que una imitación. Él tenía la manía de sonreír
con la misma malicia que yo, también intentaba utilizar mis
mismos métodos con las chicas; recuerdo aquella noche en
la que nos hicimos los tatuajes —unos con los que casi nos
matan, porque al contrario de mí, que me hice pequeños
muñequitos, Aiden decidió llenarse el brazo izquierdo, desde
su hombro hasta la punta de los dedos con extraños tribales
—, en la que yo me reencontré con Judith en un club y él
intentó ligar con la de las bebidas. Aquella noche fue
extraña, no sabría cómo explicar por qué hice eso, pero
terminé perdiendo mi virginidad con la pelirroja.
Me había dejado llevar por su lindo escote y la amistad
que teníamos de años, además de que yo estaba muy
borracho y ella también; y debía admitir que me dejé
engatusar por sus palabras: «No vamos a perder nuestra
amistad, solo la reforzaremos. Después yo misma te
ayudaré a enamorar a Blair». Accedí porque llevaba mucho
tiempo desde mis nueve años reteniendo el momento, y
necesitaba explotar por primera vez y no vi mejor
oportunidad que hacerlo con la mujer que compartía los
mismos instintos que yo y que me enseñaría a ser un buen
amante para estar preparado cuando hiciera mía a Blair;
después de todo, mi pequeña todavía tenía quince años y
no estaba lista para enfrentar a un demonio como yo.
Luego de unos días, en los que viajé constantemente a la
ciudad donde vive Blair —ya que nosotros residíamos en
una enorme casona cerca de un lago en un pequeño pueblo
llamado Dark—, para estudiarla más a fondo y obtener otros
objetos materiales que su hermana me daba, descubrí a
Aiden indagando curiosamente entre mis pertenencias.
Aquel chico había encontrado por así decirlo mi pequeño
santuario donde tenía todos mis dibujos de Blair, algunas
hebras de cabello, fotos, cartas que nunca le envié, hasta
sus juguetes y medallas. Me interrogó y me preguntó a qué
se debía mi obsesión con una niña, sin embargo, yo no le di
ninguna explicación y simplemente le dije que se
mantuviera alejado de mis cosas si no quería acabar mal.
Aquello no se lo tomó nada bien, pero no me dio mucha
guerra, tan solo siguió siendo Aiden, el mismo chico
introvertido que faltaba a clases y que había repetidos
varios cursos porque no le gustaban las personas. Mi
hermano es mayor que yo por tres años, aunque su
apariencia tierna y esa piel tan envidiable que tiene, lo
hacen parecer menor. Por eso no le afectaba repetir los
cursos de clases, ya que sus compañeros no notarían el
cambio y al no hablar con ellos, todos, a excepción de los
directores y su familia, pensaban que tenía la edad
promedio de todos los alumnos.
Las siguientes semanas se convirtieron en una continua
repetición de un día tras otro. Nuestros padres tenían una
importante reunión de negocios al otro lado del mundo y
otra vez nos dejarían solos. Antes de marcharse, decidieron
sacarnos una foto junto a dos niños más que no
conocíamos, pero según ellos, serían nuevos en nuestra
familia. En ese momento Aiden y yo nos miramos y por
primera vez creo que leímos nuestras mentes y
definitivamente no íbamos a dejar que otros intentaran
llenar el vacío que nuestros padres nos habían dejado;
suficiente teníamos con aguantarnos a nosotros mismos. Así
fue como decidí saltarme mi código —en el que solo
asesinaría a mujeres con las características parecidas a Blair
—, y terminé acuchillando a esos dos chicos para luego
lanzarlos al lago cerca de la casona.
Algo que no debía ocurrir era que fuera descubierto por
Aiden, pero no me quedó más remedio que contarle a esa
garrapata que no se separaba de mi culo, las cosas que me
gustaba hacer y el muy tonto en vez de asustarse o decirles
algo a sus padres, calló y simplemente se marchó. Desde
aquella vez en la que mi pelirroja había decidido llamarse
como mi primera víctima, entendí que me fascinaba tener
un recuerdo de mis crímenes, algo que no me hiciera olvidar
nunca la persona que me gusta ser. Por eso saqué la foto
que nos tomamos con nuestros padres y la puse en un
cuadro, colgándola en la pared. En esos días en los que ellos
no estuvieron en casa, me distancié de Aiden, al igual que él
lo hizo de mí. En el fondo estaba agradecido, después de
tanto tiempo ese chico había decidido hacer algo más
productivo en sus días y comenzó a investigar a una chica
que le atraía.
Por otro lado, yo estaba un poco cansado de esperar a
que el tiempo pasara para volver a encontrarme con Blair,
sabía que era solo una niña que quizás no me recordaría y
solo por eso, estaba esperando a que tuviera diecisiete
años. Ese día haría mi primera aparición en su vida y le
haría conocer lo mucho que me interesa. Pero mientras ese
momento llegaba, debía volcarme en mis pasiones, unas
que me hacían la existencia más placentera. Las mujeres, el
sexo y las masacres se habían convertido en mi pan de cada
día. Había desarrollado la absurda manía de asediar a mis
víctimas —todas con la apariencia similar a mi muñeca—,
luego las engatusaba, les daba el mejor sexo de sus vidas y
finalmente terminaba asesinándolas de la misma forma,
siguiendo mi propio patrón y arrebatándoles un pedazo de
piel en forma de rompecabezas.
Para mí todo era un maldito juego, desde que me
convertí en el asesino más buscado en varios estados del
país, mi diversión creció, así mismo, incrementaron mis
formas para cometer mis crimines y los cuidados que debía
tener para no ser descubierto. Mis medidas eran simples,
siempre usaba guantes para evitar que mis huellas
dactilares estuvieran marcadas en las pieles de las chicas,
no besaba en los labios primeramente porque mi boca y mis
besos solo le pertenecen a Blair y segundo para que mis
fluidos salivales no se vieran ligados en otra boca. Además
de que siempre utilizaba protección con esas mujeres para
evitar cualquier rastro de semen en sus vaginas y por
supuesto, para protegerme de cualquier infección.
A dos meses de cumplir mis diecinueve años, salí a la
calle, de madrugada, con la incesante necesidad de sumar
otro cuerpo a mi lista de cadáveres. Aiden no estaba cerca
de mí desde hacía muchas semanas atrás y eso me daba
cierta ventaja para evitar que presenciara cualquier cosa
inadecuada. Saqué un cigarro de la caja que guardaba en mi
chaqueta y lo llevé a mi boca una vez encendido. Aspiré con
demasía mientras transitaba por las oscuras calles de la
ciudad de Yukón, llevaba dos días de enfriamiento desde mi
última víctima y la abstinencia comenzaba a atormentarme.
Tarde me di cuenta que una vez que pruebas la sangre,
luego no puedes parar, era como una especie de vampiro,
solo que yo si podía salir en días soleados, mi piel no se
quemaba o brillaba cuando incidían los rayos del sol, no
clavaba mis colmillos en el cuello de esas chicas, pero sí
que disfrutaba probando el sabor metálico de la sangre de
algunas.
Sonrío para mis adentro cuando veo a una chica,
demasiado hermosa y con unas curvas envidiables,
despidiéndose de unos chicos que la habían acompañado
hasta la puerta. Leí el enorme letrero y caí en cuenta de que
era trabajadora de ese centro de relajación donde hacen
masajes holísticos o había venido a que otros tocaran su
cuerpo y le dieran su final feliz. La curiosidad se hizo mayor
cuando observé la hora, eran casi las tres de la madrugada,
muy tarde para que una preciosura como ella estuviera en
la calle. Ni siquiera tuve que pensarlo dos veces para
comenzar a seguirla. Arrojé la colilla de cigarro en un
basurero y metí mis manos dentro de los bolsillos de mi
sudadera mientras la recorría con la mirada.
Algo dentro de mí me decía que me había visto, lo noté
cuando apresuró su caminar y que equivocadamente se
adentró en un callejón muy inapropiado. La oscuridad iba a
ser testigo de todo. Coloqué mis guantes rápidamente y
saqué un pomito de alcohol que siempre llevaba en el
bolsillo trasero del pantalón, me unté un poco en los
guantes y luego busqué mi pequeña y filosa daga. Quedé
totalmente descolocado cuando vi a la trigueña apoyada en
la pared, buscando algo en su cartera mientras me
esperaba. Sonreí. Esa mujer es demasiado idiota por no
escapar o tiene unos ovarios enormes por querer
enfrentarme. Su acto fue tan inusual que decidí darle unos
minutos más antes de deshacerme de ella.
—No fue muy inteligente de tu parte detenerte cuando
claramente sabes que te sigo —le dije en un tono juguetón
pasando mis manos por su cabello sedoso. Ella solamente
sonrió y esa actitud tan tocapelotas comenzó a cabrearme.
—Y no fue muy prudente de tu parte hablar cuando te
estoy grabando. —Ambos sonreímos, ella porque debió
pensar que se había salido con la suya y yo porque cada
cosa que ella hacía me descolocaba más. En un ágil
movimiento lancé su teléfono a un lado y noté su frustración
cuando la pantalla se quebró.
—Realmente tonta —susurré en su oído. Su cuerpo
atlético estaba frente a mí, mi mano rodeaba su cuello y la
otra mantenía aprisionada sus manos tras su espalda.
—Solo quiero informarte algo —aclaró y le presté
atención antes de estrangularla—. Llevo dos años
haciéndome pasar por muerta cuando la que murió
trágicamente fue mi hermana. ¿No crees que sería
demasiado sufrimiento para mis padres descubrir que su
otra gemela fue asesinada por un loco asesino?
—¿A cuántos asesinos te has enfrentado antes? —me
digné a preguntarle apretando más mi agarre, ella ni
siquiera se defendía, era como si le gustara—. Porque debo
informarte que esa basura que dijiste no conmueve a nadie,
y en mi caso, solo me incita a degollarte para disfrutar como
espectador número uno de la tragedia de tus padres —eso
último lo dije en un tono más calmado mientras deslizaba el
filo de la daga por su cuello.
—¿Puedo pedir un último deseo antes de morir? —
susurró en mi oído con un tono de voz que me decía que la
condenada estaba divirtiéndose con todo esto en vez de
temerme.
—Hoy seré tu genio de la lámpara —farfullé soltándola,
sabía que no iba a escapar y mucho menos gritar por su
vida, y me lo dejó aún más claro en el momento que la
tormenta que eran sus ojos me desestabilizó.
—Ya que insistes en dañar a mis padres, deseo que me
folles y me asfixies hasta matarme, justo como le hizo mi
novio a mi hermana —soltó descaradamente pasando su
lengua por su labio superior.
Al escucharla, todos mis sentidos se pusieron en alerta,
entendí que mi cuerpo reaccionaba ante las personas como
yo y que, en vez de querer matarlas al instante, me gustaba
conocerlas, estudiarlas hasta que comprendiera sus mentes
y después —solo después—, las destrozaría. Me volqué en la
encrucijada del destino esa noche, tenía el presentimiento
que lo que empezó como un intento de asesinato, se iba a
convertir en una hermosa y sangrienta amistad; después de
todo, esta era la primera vez que le perdonaba la vida a
alguien.
Capítulo 54
DAMON

Me sentí como un puto desquiciado en cuanto aquella


chica me agarró por el cuello mientras me cabalgaba sin
nada de vergüenza. Me podían llamar exagerado, pero
después de aquella vez en la que Judith me dio el mejor
sexo de mi vida, nadie la había superado hasta hoy. Mis ojos
querían salirse de mis cuencas cuando ella me abofeteaba y
luego se dejaba abofetear. Después de haber pasado como
una hora en un bar de ambiente, donde solo había
homosexuales que no dejaban de comernos con la mirada,
decidimos montar nuestra propia fiesta privada y terminé
marchándome con ella hasta su casa.
Casi quise matar a la rata que tenía como mascota
cuando me saltó al pecho y comenzó a darme pequeños
mordiscos. Victoria —así se llama—, con total descaro
comenzó a hacerme un striptease sin música ya que no
quería despertar a sus padres que dormían en la habitación
de al lado. Me había burlado de ella cuando me dijo eso,
¿realmente iba a dejar que la asesinara, en su propia
habitación luego de follar? Su salvación es que tenía nuevos
planes para ella, no iba a exponerme de esa forma, sin
embargo, iba a disfrutar del sexo que la gemela me iba a
dar. Cuando acabamos nuestra loca sesión de sexo, en la
que todavía quería más, pero necesitaba recomponerme, la
miré y noté que tenía muchas preguntas todavía por
hacerme.
—¿Así que no besas a nadie en los labios? —murmuró
acostándose sobre mi pecho. Llevé mis manos a su cabello
y comencé a acariciarla. En todos estos años había
aprendido a ser un cabrón en el sexo, y luego me convertía
en el romántico que todas querían. Asentí ante su respuesta
y se giró para mirarme a los ojos—. ¿Has besado a alguien
alguna vez?
—A mi media hermana —le dije estirando sus finos labios
hasta mi boca, tentándola, aunque ambos sabíamos que no
iba a besarla—, aunque nunca la he considerado así —
admití—. Elizabeth es mi amiga, una de las mejores y nunca
me vas a escuchar referirme a ella como alguien de mi
familia. —Ella levantó las cejas, curiosa y entendí lo que
estaba pensando, no tenía que darle explicaciones, pero se
las daría—. No me he acostado con ella, tampoco han sido
muchos besos, solo unos pocos que nos dábamos a
escondidas.
—¿Tan mal besaba que desististe de probar otros labios?
—inquirió Victoria esbozando una sonrisa burlona.
—Era un niño cuando eso sucedió, luego conocí a mi
persona especial y hasta que no esté con ella, mis labios no
los probará nadie más —confesé y agradecí que no me
preguntara nada más durante unos minutos en los que se
dedicó a ofrecerme un delicioso sexo oral—. ¿Ahora me
contarás tu historia Victoria? —gruñí cuando sus dedos se
enredaron en mi polla y comenzó a bombearla.
—No hay mucho que contar —farfulló sentándose en la
cama sin dejar de acariciar mi hombría—. Tenía una
hermana, que se enamoró de mi novio, un tipo rudo y
demasiado loco que vive en el pueblo de Dark. Yo me cansé
de sus celos posesivos y le dije a mi hermana que si tanto lo
quería actuara como yo y tuviera una relación con Liam —
hizo una pausa cuando metió mi polla hasta su garganta,
mordí la mejilla interna de mi cara para evitar gemir—. Pero
un día me descubrió follando con otro hombre y como no lo
busqué para explicarle nada, pero Verónica si se apareció en
el pueblo para verlo, se la desquitó con ella y terminó
asfixiándola mientras follaban.
—¿Y cómo es que sabes eso? —musité con la respiración
agitada, si continuaba chupándola así iba a conseguir que
me corriera antes de tiempo.
—Digamos que me gusta el voyeur y esa noche decidí
ver mi propia película porno con mi ex novio y mi hermana,
aunque no sabía que iba a terminar tan dramáticamente. —
Solté un gruñido dejando escapar un poco de semen en su
boca y luego me reí de lo interesante que estaba resultando
esta chica—. Vi cuando Liam hacía cosas raras con Verónica
una vez que ya estaba muerta, y luego fui testigo al ver
como la enterraba en el patio de su casa.
—¿Y qué dijeron tus padres? —volví a preguntarle con
mucha curiosidad.
—Se lo informaron a la policía y luego de un mes sin
ningún resultado, cerraron el caso y le echaron la culpa al
asesino en serie —habló sacando un preservativo de su
mesita de noche.
—Genial —farfullé con sarcasmo—. Algún día tendré que
conocer a ese Liam por inculparme de una muerte que no
cometí. —Ambos nos reímos al escucharme decir eso y acto
seguido cerré mis ojos cuando Victoria se penetró con mi
polla flácida—. ¡Joder nena! —gruñí cuando volví a tener
todo duro entre mi entrepierna, ella sonrió y sin que se lo
esperara, la puse en cuatro patas para tomarla a mi gusto.
Algunas semanas pasaron y con ellas se fue la
desconfianza que podía quedar entre Victoria y yo. Me
quedé asombrado conmigo mismo al percatarme que no
solo le perdoné la vida, sino que se convirtió en la primera
mujer que repitió conmigo, aceptando mis reglas sobre los
besos y yo aceptando las suyas de vivir juntos. Al comienzo
no quería porque creí que se estaba equivocando con sus
sentimientos, lo menos que quería era otra Darling que
estuviera enamorada de mí; luego me hizo entender sus
causas y el por qué deseaba salir de entorno de sus padres,
alegando que podíamos tener o no una noche de pasión,
pero, sin embargo, lo que ella buscaba era a un loco
compañero de piso con el cual divertirse. Así fue como
Victoria llegó a ocupar un lugar importante en mi vida, no
solo era mi amiga y una gran consejera, sino que también
me propiciaba de buen sexo algunas noches tormentosas.
Aiden ni siquiera dijo nada cuando la vio aquella mañana
salir en bragas de mi habitación, aquel chico estaba
demasiado centrado en la conquista que lo tenía embobado
hacía muchas semanas atrás. Así mismo como él no se
entrometía en mis cosas, yo hacía lo mismo con su vida,
ambos respetábamos nuestro espacio e intentábamos
actuar lo más civilizadamente posible. Algo diferente ocurrió
con mis padres, que cuando vieron a Victoria viendo una
película conmigo en la sala, saltaron como locos a mis
brazos, dejando sus maletas en un lado y comiéndome a
besos de la felicidad. Ambos estaban esperando hacía
mucho tiempo que les presentara a alguna chica y yo no
sería el que les quitara la emoción de pensar que mi amiga
era mi novia.
Y cuando crees que todo va bien y que nada ni nadie
arruinará tu felicidad, aparece el karma con su mierda de
equilibrio y te da en toda la cara dejándote con mucho
dolor. Aquella tarde, el código de los cinco había decidido
reunirse después de tanto tiempo, todos nos las habíamos
ideado para reencontrarnos a pesar de que sabíamos que si
el padre de Elijah lo descubría nos haría la vida imposible;
pero bueno, la ilusión era lo último que quería perder y
aunque no lo admitiera, tenía deseos de ver a esos niños
que fueron parte importante de mi vida en algún momento.
Llevábamos algunos días preparando ese encuentro y como
sabía que posiblemente Aiden y Victoria no querrían
perdérselo, los invité antes de que ocasionaran un problema
mayor. Ella con sus berrinches y mi hermano con su
carácter de mierda que estaba seguro que me seguiría.
Nos fuimos a una cafetería, mi cabeza era un caos en ese
instante y mi pecho dolía solamente al pensar que
escucharía un poco de Blair. Era irónico que estuviera tan
obsesionado con Blair, y que al mismo tiempo estuviera
rodeando con mi brazo los hombros de Victoria mientras
acudíamos a la cita. Sin embargo, las razones para actuar y
pensar de esa manera eran porque todavía mi pequeña no
estaba preparada para nuestro encuentro y yo necesitaba
exponerle al mejor de los hombres y no uno que no supiera
complacerla en todos sus caprichos. Al reunirnos con todos,
descubrí como era de imaginarse, las miradas salidas de
mis celópatas chicas, juraría que si no estuviéramos en un
lugar público saltaran una encima de las otras para jalarse
de los moños. Y no es que sea un creído, pero sé cómo
actuar para que todas queden insatisfechas de mí.
—Les presento a Victoria, mi novia. —Mordí mis carrillos
cuando ella me pisó el pie y para evitar reírme porque me
iban a descubrir la mentira, besé su cabeza y le planté la
mano en el culo—. Nena, ellos son Elijah, Darling y Judith.
Falta Elizabeth, pero supongo que no pudo venir. —Todos,
respectivamente después de que mencioné sus nombres se
levantaron y le dieron un beso en ambas mejillas.
—¿Y él quién es? —Señaló Darling mirando a mi hermano
con mucha curiosidad, aunque él ni siquiera hacía el intento
por encajar con nosotros.
—Aiden Pierce, mi hermano favorito. —Elijah soltó una
risilla al captar mi ironía, él sabe lo que ocurrió en mi
pasado con mi familia y demás está decir que no me llevo
bien con los que tienen algún parentesco conmigo.
—¿Y tu hermano también tiene novia? —preguntó Judith
con mucha curiosidad.
Los demás se rieron cuando mi sombra ni se inmutó por
el cumplido de la pelirroja y yo solo negué un poco
divertido. Si algo había aprendido de Judith era que no le
importaba ser juzgada por los demás, ella siempre iba de
frente y decía lo que pensaba, aunque después se le
avecinara una puta avalancha. Nos sentamos segundos
después y ordenamos algo para comer, en todo ese tiempo
las chicas comenzaron una especie de conversación en la
que parecían demasiado cercanas, algunas veces cuando
las veía sonreír me daba a entender que eran amigas de
toda la vida; aunque de un momento a otro Darling se
distanció y solo se concentró en su teléfono.
Me disculpé con ellas un segundo y caminé en dirección
al baño, necesitaba expulsar todo el jugo de piña que había
ingerido cuanto antes. Cuando abrí la puerta me encontré
con Elijah escurriendo la gotita, me vio y sonrió sin decirme
nada. Su actitud era muy extraña, pero intenté no darle
tanta atención porque creí que se debía a todo el tiempo
que llevábamos sin vernos. Antes de que saliera, le quité un
pedazo de papel que sobresalía de su pantalón y lo coloqué
detrás de mi espalda. No pensaba husmear en sus cosas,
pero quería divertirme un rato como en los viejos tiempos
intentando intimidarlo.
—Viejo, dame eso —murmuró levantando sus cejas un
poco enfadado. ¿Por qué reaccionaba así?
—Oh vamos Ken… —utilicé mi modo juguetón moviendo
el papel encima de mi cabeza—. ¿Tienes miedo que venga
la Barbie a regañarte? —Su entrecejo se frunció dejando
salir una arruga.
—No estoy jugando Damon —anunció y sentí su voz un
poco cargada de ira—. Dame la maldita fotografía antes de
que… —lo interrumpí antes de que terminara esa maldita
amenaza y miré la foto con curiosidad.
—¿Puedes explicarme por qué demonios tienes una foto
comprometedora de Blair? —Todo comenzó a darme vueltas
en el instante que esas palabras salieron de mi boca.
Mi sangre comenzó a hervir y estaba seguro que había
perdido la capacidad de hablar y de pensar de forma
coherente. Ese hijo de puta seguía vigilando a mi pequeña y
no me había informado de nada y cuando lo descubro
intenta ocultármelo como la rata de alcantarilla que es. Por
más que intentó decirme algo y mantener su mirada en la
mía, no pudo y maldije su cobardía ya que me dio
exactamente la respuesta que no deseaba.
—Voy a matarte, hijo de puta —le advertí lleno de ira,
mis ojos debían estar rojos y a pesar de que intentó dejarme
atrás subiendo esas escaleras, lo detuve dándole un solo
puñetazo en el centro de la nariz—. ¿Cómo pudiste? —le
grité con rabia tomándolo del cuello de la camisa, me
desesperaba que no se defendiera y que ni siquiera hiciera
el intento por explicar lo que mi mente estaba pensando.
—¡Mierda, Damon! —exclamó mi hermano llegando hacia
nosotros, miré sobre sus hombros y comprobé que las
chicas seguían hablando—. Déjalo, cualquier cosa es
insignificante si se trata de un amigo.
—Amigo ni mierdas —solté expulsando gran cantidad de
aire para tranquilizarme, luego liberé a Elijah de mi agarre
—. Un amigo no te oculta que se está comportando como un
pedófilo de mierda sacándole fotos desnudas a una niña.
—¿La misma niña que tú tienes en millones de fotos en la
habitación no? ¿La misma de la que guardas sus cabellos y
objetos personales, verdad? —farfulló Aiden con sarcasmo,
aquel chico no sabía que terreno estaba pisando.
—No es lo mismo —respondí satírico—. Yo me mantengo
oculto esperando el momento oportuno para conocerla, este
hijo de puta me engañó todo este tiempo yendo tras ella —
bufé y sus ojos se volvieron brillosos, como si se estuviera
arrepintiendo—. ¡Responde Elijah! ¿Te gusta Blair? —Asintió
con la cabeza y mis neuronas comenzaron a explotar en ese
maldito instante—. Escúchame bien King, te prohíbo que
sigas adelante, ella está destinada para mí.
—¡No tienes ningún derecho a prohibirme nada! ¡Es mi
vida Damon! Y tengo el derecho de enamorarme de quien
yo quiera, así te pierda como amigo. Tú tienes novia, sin
embargo, yo no he podido rehacer mi vida porque cuando
estábamos en el orfanato, me metiste en la puta cabeza lo
perfecta y maravillosa que es esa niña. —Escucharlo solo
me ponía peor—. He aguantado todos estos años, sabiendo
que posiblemente la estuviera cagando por no confesarte
que me había obsesionado con Blair, pero lo que me hiciste
sentir por ella fue mucho más grande y luego cuando
comprobé que todo era cierto, me enganché como un jodido
pervertido que solo espera el momento adecuado para
correrse en la ventana mientras la mira.
La ira que me atravesó en ese instante, escuchándolo
decir esas barbaridades, no se comparó con ninguna
tragedia que haya vivido antes. Ese idiota que una vez
consideré amigo no es más que un enfermo mental y podía
ser el peor egoísta del mundo, pero mi pequeña no va a
experimentar qué es el amor con nadie más que no sea
conmigo. Lancé un puñetazo a su cara y sonreí cuando
comenzó a salir sangre de su labio. Aiden no iba a
separarnos, de eso estaba seguro y muy en fondo se lo iba
a agradecer porque iba a matar a Elijah con mis propias
manos. Esquivé una de sus patadas y agarré su pierna
haciéndolo perder el equilibrio, luego lo empujé y me subí
encima de su pecho cuando su espalda rebotó en el suelo.
Cuando dejó de defenderse y su cara estaba a un
segundo de hacerse mierda, llegaron las chicas corriendo
para separarnos. Miré a mi alrededor y nadie más estaba
viéndonos, ni siquiera el estorbo que tenía por hermano
estaba allí. Victoria me acunó en su pecho intentando
calmarme mientras que Darling limpiaba la sangre que
cubría todo el rostro de ese imbécil. Cuando los ojos de
Judith me buscaron los esquivé, si esa pelirroja me había
traicionado también y estaba ayudando a ese hijo de puta
con su hermanita, no me temblaría el pulso para matarla.
—¡No vuelvas a acercarte a mí pedazo de mierda! —le
dije con toda la rabia y la impotencia acumulada a Elijah,
luego miré a Judith y esta vez fue ella la que apartó su
miranda caminando hasta su amigo—. Tú y yo tendremos
una conversación —le dije a la pelirroja apuntándola con mi
dedo—, y si me entero que ayudaste a esta escoria, no
vivirás para contarlo.
—Tranquilízate D —musitó Victoria intentando calmar a
mis demonios—. Vámonos y hablemos de esto en la casa —
puntualizó y asentí, no quería saber más de esos idiotas.
—¿Dónde está mi sombra? —le pregunté, ella sabía que
me refería a Aiden—. Da igual, ya encontrará su camino a
casa.
—No sé si sea algo malo contarte, pero dijo que tenía
que hablar con alguien especial para él —murmuró Victoria
mientras salíamos de la cafetería.
—No es malo, es mucho peor que eso —acallé soltando a
Victoria y fui corriendo literalmente hacia donde Blair
practica su deporte. Miré la hora y debía estar al salir y si
ese estorbo que tengo como sombra se le ocurrió ir a
buscarla no iba a dudar en darle también su merecido—.
¡Espérame en casa! —logré gritarle a la gemela luego de
dejarla atrás.
Tomé el camino más corto y avancé por un callejón que
casi nadie transitaba porque estaba lleno de residuos. Le di
una patada a uno de esos botes azules de materia prima y
vi como salían los papeles volando. Saqué un cigarrillo de
mi camisa e inhalé profundamente mientras me maldecía
por dejar que las cosas que salieran de control e incumplir
una de mis reglas. Hace tiempo me había prometido no
perseguir a Blair hasta que tuviera diecisiete años y
estuviera lo suficiente mayorcita para enfrentarme, y hoy, si
mis sospechas eran ciertas, me iba a ver en la obligación de
intervenir para que mi puta sombra no hiciera una locura.
Me detuve cuando vi a Aiden interceptando a Blair, por
un momento olvidé todo y solo me fijé en ella. Las fotos que
recibía no tienen comparación con la realidad, está mucho
más alta y con más volumen en su cuerpo. Sus senos cada
vez están más grandes y su trasero crece como una jauría
de caníbales hambrientos. Me impresionó un poco que no
tuviera a sus padres cuidándole el trasero como siempre
hacen, pero lo que me dejó totalmente descolocado fue la
valentía de Aiden para hablarle, sabiendo que él odia a las
personas. Decidí quedarme quieto y solo espiarlos, deseaba
saber de qué sería capaz mi hermano y si actuaría como
tanto blasfemaba cuando me veía hacer cosas indebidas.
Estábamos a una distancia prudente en la que ellos no me
veían, pero yo sí que podía escucharlos.
—¿Así que después de tanto logré encontrarte? —habló
Aiden y giró a Blair en un veloz movimiento, la hizo
retroceder hasta la pared y colocó ambas manos en los
extremos de su cara—¿Sabes cuánto tuve que hacer para
saber tu ubicación?
Ella negó con la cabeza, por supuesto que no sabía y de
seguro ni conocía a mi hermano, pero el muy tonto estaba
haciéndose el listillo y quería ver hasta qué punto era capaz
de llegar con tal de imitarme. Si alguien alguna vez me
preguntara qué es lo que más odio, con facilidad diría que
las jodidas personas que no tienen una puta personalidad y
basan su existencia en ser la copia de otra persona.
—Aleja tus sucias manos de mí —farfulló Blair cuando él
intentó tocar su rostro. Una sonrisa comenzaba a formarse
en mi rostro, admiraba demasiado a esa chica y ver su
templanza para enfrentar a un sociópata era increíble—.
¿Quién eres? —dijo metiendo su mano en el bolsillo trasero
de sus pantalones, me sorprendí cuando sacó unas tijeras.
¿Qué demonios piensa hacer con ellas?
Él acercó su rostro al de ella y comenzó a oler el aroma
de su cuello. El maldito estaba aspirando la piel de mi
amada, comenzaba a preguntarme por qué todos intentan
quitarme lo que solo me pertenece a mí. Por unos segundos
pensé que Blair se asustaría o echaría a correr, pero abrí
ligeramente mi boca cuando la vi quedarse quieta,
apuntando el filo de las tijeras en el omóplato de Aiden. Y
mi hermano, al haber aprendido un poco de mí, ni siquiera
se inmutó. Aquel chico hundió sus labios en el cuello de mi
pequeña y dejó un beso casto, rápido.
—¿Realmente no me recuerdas Blair Bennett? —habló y
retrocedió sonriendo con preocupación, pero a la vez frío y
sin corazón. ¿Qué demonios significa eso? ¿Ellos han
hablado antes?
—¡Espera! —exclamó y supuse que lo había recordado—.
¿Eres el chico que ha estado vigilándome hace unos días?
Suspiró y sonrió. Blair guardó las tijeras y sin saber por
qué, sentí que habían dejado la tensión a un lado.
—Hoy no te fue nada bien en las prácticas —comenzó a
decir Aiden caminando fuera del callejón y lo seguí cuando
mi muñeca también lo hizo.
—Entonces si eras tú después de todo —dijo confirmando
sus dudas, pero haciendo una montaña de problemas en mi
mente. ¿Por qué mierdas Aiden no me había dicho que la
conocía?—. Después de mi lesión ya no he podido hacerlo
bien.
—¿Quieres hablar de ello? —propuso y me tensé cuando
la vi asentir.
Caminaron un buen rato sin decir nada y yo los seguí
siendo un puto ninja. Comenzaba a oscurecer cuando se
detuvieron en un puente a las afueras de la ciudad. Me
tensé al pisar nuevamente el lugar. ¿Por qué demonios la
había llevado ahí? Vi como Blair aguantaba algunas
lágrimas mientras apretaba sus puños, yo me escondí como
un cobarde cerca de unos arbustos y me dediqué a mirarlos
y escuchar con atención.
—¿Qué hacemos aquí? —inquirió cuando se sentó en el
barandal, observó el precipicio y sentí como vagos
recuerdos se apoderaban de mi mente. ¿Ella también lo
habrá recordado?
—Es un lugar bonito, aunque triste ¿No es cierto? —La
miró y Blair apretó sus puños en el barandal. Al fin había
comprendido lo que estaba intentando hacer ese idiota y ni
de coña iba a permitirle que le hiciera recordar el pasado
que una vez me escuchó contarle—. Al fin puedo conocerte
en persona, Blair —dijo con cierta burla en sus palabras—.
¿No me temes?
—¿Debería? —sonrió—. Solo creo que eres una oveja
confundida. —No entendí por qué dijo eso, pero decidí
mantenerme al margen.
—Nunca confíes en nadie, y menos en la apariencia de
una oveja. Esa oveja puede ser el lobo feroz disfrazado.
Atento y sediento por matar. —Sus palabras revolvieron un
poco mi estómago, pero lo ignoré con alevosía—. Nunca
comprendí que vio él en ti con tal de arruinar la poca vida
que le quedaba —confesó y quise salir de mi escondite y
enfrentarlo por siquiera referirse así de mí—. Debo
disculparme por algunas burradas que he hecho, pero sólo
eran para asegurarme de lo que pienso hacer.
—¿Siempre eres así?
—¿Así cómo? —Iba a hablar, pero no la dejó—. Da igual.
¿Me contarás sobre tu mal humor de hace un rato? —asintió
y me senté en el suelo para prestarle atención también.
—Desde los cinco años, mis padres me inscribieron en
clases de natación. —Suspiró y al mismo tiempo sentí algo
en mi estómago, sabía que lo que sea que dijera me iba a
hacer verla como una pequeña indefensa, necesitada de un
hombre que la proteja—. Mi agilidad y destreza para nadar,
cada día se hacía mayor. Los profesores estaban encantados
conmigo y yo estaba feliz al ver el orgullo en los ojos de mis
padres. —Tomó una bocanada de aire y bajó su mirada al
agua, al parecer no quería observarlo—. Las prácticas
incrementaron y aunque me sentía cansada seguí
practicando. Llegué a ser la mejor nadadora en metros
planos en un rango de niños superior a mí.
» Me sentía tan feliz con mis ocho años por haber ganado
esa copa y varias medallas como no tienes idea. —Soltó una
risa acompañada de una lágrima, me estaba doliendo verla
tan afectada—. Ese mismo día ocurrieron cosas en mi
familia que no debí ver y aterrada, hui. Era de noche y había
mucho frío, —Abrazó sus brazos y apreté mi pecho con
fuerza, era la primera vez que escuchaba el por qué huyó
aquella noche, sabía que no debía enfadarme, pero me
ponía un poco incómodo que estuviera confiando en un
desconocido en vez de mí aquella noche.
» Imagina a una niña llorando, sola, asustada entre la
oscuridad, huyendo de los autos, de las personas que la
veían con preocupación y lástima; aquello ni siquiera me
importaba. No supe cómo llegué aquí, pero sucedió. Fue
entonces que vi un coche, venía a toda velocidad hacia mí.
Cerré mis ojos y los volví a abrir al sentir el impacto del auto
con el mar. —En aquel instante comenzó a llorar y quise
salir corriendo a abrazarla porque mi pequeña recordaba
todo lo que había ocurrido.
—¿Qué más ocurrió Blair?
—Bajé por unas escaleras de madera, —Apuntó el lugar,
pero ya habían construido escaleras de cemento, me sentí
un poco tonto porque yo había pensado que había saltado al
precipicio—, y me lancé al oscuro mar. Subí a la superficie
varias veces para tomar el suficiente aire y ayudándome de
las luces del auto, llegué a él. —Aiden tomó su cabeza y la
apoyó en su hombro, dándole consuelo, el que debía darle
yo—. Había tres personas. —Rompió en llanto y dijo esas
últimas palabras titubeando, me sentía muy afligido al
descubrir lo mal que lo pasó y lo bien que me lo ocultó—.
¡No pude salvarlos a todos! ¡Ni siquiera podía con ellos! —
gritó afligida.
—Al menos salvaste a uno de ellos. No te culpes, eras
sólo una niña.
—¡Pero era la mejor nadadora! ¡Podía salvarlos a todos si
ella...
—¿Quieres escuchar lo que tengo que decirte ahora? —
dijo interrumpiéndola—. Realmente espero que algún día
superes la lesión que tuviste hace un año —sonrió de lado y
apoyó sus manos en su espalda. Me tensé, él no sería capaz
de hacer eso—. Sólo espero, que, si lo haces, sea en el cielo,
o en el infierno. En algún lugar donde no pueda verte más.
Lo miró con sorpresa y terror y él sólo sonrió,
derramando una lágrima de su ojo izquierdo. Sin esperarlo,
colocó la capucha negra en su cabeza y su rostro se
oscureció. Antes de que pudiera llegar a ellos, sus manos
aplicaron una fuerza en su espalda y el cuerpo de Blair
comenzó a descender. La caída fue ruidosa y el impacto
mayor debió sentirlo en su espalda. Corrí hacia las
escaleras, pensando que Aiden la salvaría luego de hacer
esa tontería, pero el hijo de puta se estaba marchando sin
siquiera haberme visto.
Mi sombra estaba dejando morir a mi chica, que se
hundía poco a poco por la espantosa lesión que no la dejaba
nadar. Mientras bajaba los escalones de tres en tres, la veía
a ella intentando subir a la superficie, pero no podía por la
enorme y creciente corriente. El agua comenzó a entrar por
su boca y su nariz, se estaba ahogando mientras él se
marchaba. Joder, no iba a dejar que algo malo le ocurriera
nunca a esa chica. Sin pensarlo me lancé al mar y mientras
veía como mi pequeña se rendía cerrando sus ojitos para
dejarse hundir, nadé tanto como pude para salvarla. Una
vez que la puse sobre la tierra, después de haber luchado
contra la corriente, me prometí que le arrancaría lo más
valioso a ese hombre. Iba a sufrir el tormento que se le
avecinaba, primero serían sus padres y luego terminaría con
él.
Y cuando Damon Waldorft hace una promesa, no hay
dios que venga a cambiarla. Aiden Pierce sería consciente
del jodido error que cometió.
Capítulo 55
DAMON

Había pensado muchas veces en la descripción de una


noche perfecta, nunca le había dado sentido desde aquella
vez en la que dormí al lado de Blair, pero hoy, hoy puedo
decir que mi noche es perfecta. Después de darle
respiración asistida a mi muñeca y hacerla expulsar toda el
agua que había ingerido, detuve un coche —después que
había caminado con ella en mis brazos—, y le pedí que nos
llevara al hospital de su ciudad. En el trayecto sonreí como
un tonto al verla a ella mirarme con esos ojos azules tan
expresivos, no estaba asustada y no tenía ningún daño en
su cuerpo, sin embargo, prefería que un doctor se cerciorara
de eso. También divagaron esos pequeños minutos cuando
uní mi boca con la suya, aunque no quería que sucediera así
nuestro primer beso, siempre iba a recordar ese momento
en que sus labios se abrieron un poco para recibir los míos.
Las enfermeras nos recibieron y la subieron a ella en una
camilla para trasladarla a una habitación mientras a mí me
hacían algunas preguntas rutinarias y me pedían mi DNI
para hacerme cargo de los gastos hospitalarios. Les informé
que solo era un amigo y que necesitaban informar a su
familia, que mi nombre no era importante y por lo mismo no
les dejé ninguna identificación. Me permitieron pasar a verla
ya que Blair no dejaba de preguntar por mí, accedí, por
supuesto que lo hice, pero sabía que debía marcharme
pronto antes de que llegaran sus padres y me hicieran
preguntas que no sabría cómo responder. Cuando llegué al
lado de Blair y vi que le estaban poniendo una boquilla para
pasarle oxígeno me alarmé un poco, corrí hasta la persona
que la estaba atendiendo y me explicó que estaba bien y
que lo dejara hacer su trabajo.
Cuando salió de la habitación, me senté en una butaca a
su lado y tomé su manita sin dejar de acariciarla, detallé su
rostro y algunas risillas escapaban de mi boca cuando ella
también me sonrió. Mi noche era perfecta porque todo el
tiempo que paso con Blair se convertía en lo mejor que
podría vivir, a pesar de su accidente. Mi pequeña intentó
recomponerse en la cama, pero para que no hiciera
esfuerzos, fui yo quien se pegó más a ella. La vi quitarse la
boquilla de la boca y sin esperarlo, besó mi mejilla
provocando que todo mi cuerpo se pusiera en alerta. Esto
no podía estar ocurriéndome a mí, no a un tipo que toda su
vida ha sido una mierda.
—¿Me recuerdas? —me atreví a preguntarle una vez que
coloqué algunos de sus mechones detrás de sus orejas.
—Eres el chico que me salvó —murmuró y algo dentro de
mí se oprimió. Blair todavía recordaba lo que sucedió hace
siete años, pero lamentablemente había olvidado mi rostro
y ahora soy solo una nueva cara que la salvó de una terrible
muerte—. Gracias.
—No tienes que agradecerme nada pequeña, cualquiera
hubiese hecho lo mismo en mi lugar. —Esta situación estaba
resultando un poco incómoda para mí—. Ahora debo irme,
no quiero estar aquí para cuando lleguen tus papás.
—No quiero que te vayas —musitó apretando mi mano
con poca fuerza—. Siento que te conozco. ¿Cómo te llamas?
—Soy solo un desconocido para ti, pero me llamo Damon
Waldorft —le dije y besé su frente, decirle al fin mi nombre
me había puesto eufórico, una sensación que casi nunca
experimentaba—. Y no nos conocemos del todo, pero si
quieres podemos seguir viéndonos, pero ahora debo
marcharme.
—¿Y cuándo volveremos a vernos? —insistió y mi corazón
palpitó acelerado, esa pequeña se estaba interesando en
mí.
—Yo me encargaré de buscarte, solo no olvides mi
nombre hasta que ese día llegue —susurré en su oído y
luego me erguí para dirigirme a la puerta—. ¿Lo prometes?
—la vi asentir y antes de que dijera algo más, me fui como
un cobarde de allí.

Horas después, estaba de regreso en la casona del lago,


el pueblo de Dark me recibió con su frío y con las silenciosas
personas. Caminé tranquilamente por las desoladas calles
mientras sonreía como un demente y pensaba en esa niña
que con cada día que pasaba se incrustaba peligrosamente
en mi cuerpo. Luego concentré mis fuerzas en Aiden, en ese
idiota que no pensó en las consecuencias que traerían sus
actos. Había algo que siempre nos diferenció a los dos, yo
estudio a mis víctimas antes de asesinarlas, pero mi sombra
lo hace todo impulsivamente y si no cambia, en el futuro
estará lleno de problemas.
Un mes después de lo ocurrido, intenté hacerle creer a
Aiden que nada había sucedido y que nunca me enteré de lo
que le había pasado a Blair y de la misteriosa persona que
la salvó. Sus padres habían pagado al periódico nacional
para poner una noticia para mí, o bueno, para el hombre
misterioso que salvó a su hija. Me estaban agradeciendo de
forma pública por mi acto y dejaron claro que estaban en
deuda conmigo. No demostré ninguna emoción cuando mi
sombra lanzó aquella tarde el periódico sobre mis narices, y
solo me resigné a esperar un día más para que llegaran
nuestros padres. Después de tantos días pensando en lo
que iba a hacer con ellos, y la forma más adecuada para
vengarme de ese idiota, había llegado a una clara solución.
Salí como ráfaga que trajo el viento de mi habitación y
bajé por la escalera en forma de caracol que conecta un
piso con el otro hasta que me topé con Victoria. A ella
también le había ordenado algunas cosas, le había pedido
que se hiciera pasar por una periodista y le hiciera una
visita a Damián Schwartz, necesitaba saber dónde estaba
Elizabeth, después de tanto tiempo, mi Bobby tenía que
volver a mi lado y disfrutar de lo que ella me había
enseñado a mí. La última vez había dicho que se mudaría
con su hermano, cerca de mí, pero nunca más apareció.
Había llegado el momento de unir fuerzas y dejar de
cohibirnos por nuestros genes y Victoria estaba dispuesta a
ayudarme a traer de vuelta a mi bicolor favorita. La jalé por
la muñeca hasta que salimos de la casona y estuvimos lo
suficientemente alejados de cualquier entrometido, luego la
solté y la miré un poco curioso, habían pasado dos semanas
desde la última vez que la vi.
—Dime que todo salió bien Victoria. —Ella dio un paso
hacia mí y dejó que una sonrisa iluminara su rostro—. Bien,
ahora cuéntame todo lo que averiguaste.
—Primero, tu padre se mantiene muy bien para su edad
—lo halagó y sonreí porque tenía razón, después de todo, de
tal palo, tal astilla—. Su mujer falleció hace tres días, un
ataque al corazón según entendí, y sus dos hijos vinieron al
entierro. —Agarró mi mano y la puso boca arriba mientras
buscaba algo en sus bolsillos—. Conocí a Elizabeth, y creo
que si la vieras no la reconocerías —murmuró poniendo en
la palma de mi mano un relicario—. Me dijo que te lo
entregara, y que la dejaras florecer correctamente, que ella
sería la que te buscara a ti cuando todo estuviese a punto
de comenzar.
—¿Y ya? ¿Solo te dijo eso? —me quejé, no entendía ni
mierdas a lo que se refirió Elizabeth, pero si era su petición,
por supuesto la respetaría—. ¿No me estás ocultando nada
verdad?
—No Damon, te digo la verdad —bufó un poco cabreada,
yo no tenía motivos para desconfiar de Victoria—. Eso fue
exactamente lo que pidió que te dijera, al parecer tu media
hermana está ideando algo muy loco y no quiere incluirte en
sus problemas.
—Conociéndola como la conozco, lo que está pensando
hacer repercutirá en su futuro, así que no debo
preocuparme por ahora —terminé diciendo para luego darle
la espalda a Victoria y dirigirme al lugar por el cual levanté
mi culo de la cama—. Vigila a la sombra mientras no estoy,
debo encargarme de algo que llevo posponiendo hace un
mes.
La vi asentir y mientras avanzaba hacia la ciudad vecina,
podía sentir la mirada de Victoria sobre mí. Con el paso del
tiempo, se me había hecho costumbre moverme de un lugar
a otro con total facilidad, Dark es un pueblo pequeño
comparado con la ciudad donde vive Blair, el viaje
caminando demoraría alrededor de seis horas sin parar,
mientras que, en un auto, o en este caso, la moto que estoy
a punto de robar, diría que una hora o quizás dos. Le saqué
el dedo corazón a esa persona que se quedó sin habla y con
un casco que me impedía ver su rostro y aceleré tanto como
pude. El viaje se hizo corto mientras admiraba los árboles
tan altos y el cielo oscureciéndose dando paso a la noche.
La hermosa luna llena estaba comenzando a deslumbrar,
me agradaba esa sensación en la que parece que te está
persiguiendo cuando ni siquiera se mueve de lugar.
Dejé estacionada la moto y busqué por los alrededores
de la casa a esa loca pelirroja que me debía una
conversación y quizás una buena explicación. No sabía por
qué sospechaba de ella, porque si soy sincero, Judith
siempre ha sido más cercana a mí que a Elijah, pero cuando
se trata de Blair, simplemente no puedo pensar con claridad
y veo todo como si fuese un maldito problema. Así que
estaba en mí creer o no lo que sea que tuviese que
exponerme Judith sobre la foto y la obsesión de ese tipo con
mi pequeña. Aparté mis pensamientos cuando veo a la
pelirroja saliendo por una ventana, parecía que estaba
escapando o intentaba ser lo más silenciosa posible para
que nadie la escuchara. La seguí cautelosamente hasta que
la vi entrar a una cafetería y esperé pacientemente a que su
acompañante llegara.
Mis respuestas cayeron del cielo cuando el tipo con
nuevos tatuajes entró y las campanitas resonaron en todo el
lugar, apreté mis puños y mi cuerpo se tensó por la
impotencia. Esos dos seguían viéndose y no solo me
estaban ocultando sus encuentros, sino que también mis
sospechas sobre si Judith le estaba pasando información
sobre Blair, se estaba volviendo cada vez más cierta y ahora
no podría engañarme a mí mismo diciendo que son
paranoias. Los vi pedir unas bebidas sin decir todavía
ninguna palabra y me vi tentado a entrar y plantarles cara a
esos imbéciles, pero prefería quedarme en el anonimato ya
que de igual forma me iba a enterar de lo que hablarían y
cuando eso sucediera, tenía que pensar muy bien lo que
haría después.
—¿Qué quieres Elijah? —se animó a hablar Judith
apartando de sus labios ese enorme vaso de café.
—Por favor, no me ignores tú también —suplicó y bufé
ante el mínimo esfuerzo que hacía ella por corresponder esa
muestra de afecto—. Darling me entiende porque ella
también está enamorada, pero es solo una niña que no sabe
lo que quiere y mañana puede confundir sus sentimientos,
pero tú puedes ayudarme a que Damon vea que no estoy
arrepentido, pero que no quiero dejar de ser su amigo. Él
tiene que entender que nadie elige de quién enamorarse,
solo sucede.
—No voy a meterme en problemas por andar entre
ustedes dos —advirtió la pelirroja—. Si Damon llega a
enterase que estás viviendo con nosotros, que te he dejado
hablar con Blair mientras duerme, me matará. —Mordí mi
labio inferior muy fuerte. Mierda. Lo sabía, sabía que esa
puta mentirosa tenía algo que ver con esa foto—. Tienes
razón en lo que nadie elige de quien enamorarse, pero uno
si puede elegir cuando apartarse para que su amigo sea
feliz. Siempre supimos sobre lo que Damon siente por mi
hermana, y tú la cagaste pero bien al cruzar sentimientos
con ella. Ya no me pidas más ayuda, porque no te la daré, y
si lo mejor para todos es dejar de hablarnos, entonces a
partir de cuándo cruce esa puerta, actuaremos como unos
desconocidos.
—No te pongas así Judith, solo quiero que me entiendas a
mí también, joder —farfulló la mala imitación de Ken
haciendo a un lado las bebidas para luego tomar las manos
de ella—. Estoy viviendo con ustedes por un favor personal
de mi padre hacia la familia Bennett, no sé cuánto dure,
pero hay algo entre Blair y yo, puedo notarlo. Ella se está
enamorando de mí, lo sé. Así que lo menos que quiero es
que me entiendas y me prometas que le hablarás a Damon
sobre esto.
—No lo creo —respondió liberándose de su agarre—. Fui
clara cuando dije que no me involucraría en nada más que
tuviera el sello Damon, y creo que lo mejor es que te
marches de nuestra casa. Joder, tienes veinte años. No es
bueno lo que sientes por Blair, como tampoco es bueno lo
que Damon siente por ella, pero al menos tú pides consejos
y sabes ponerlos en práctica, así que, si realmente quieres
hacer algo por ti, deberías empezar por enamorarte de
verdad y no seguir alimentando una dependencia enfermiza
por alguien con quien nunca podrás ser feliz.
Iba a tomar todo lo que ellos hablaron como una bomba
de tiempo que comenzaría a sonar en mi interior cuando
menos lo esperara. Ellos me habían traicionado y la traición
se pagaba con sangre, aunque todavía no eran sus
momentos y quizás faltara mucho para que sus horas
finales llegaran, pero toda mi vida mantendría presente sus
errores y en el momento que menos se lo imaginaran, me
las cobraría. Salí de allí sin querer escuchar algo más y volví
al lugar donde había dejado la moto, antes de montarme en
ella, presencié la silueta de mi chica dando brincos en su
habitación mientras cantaba con el peine las canciones de
la Barbie.
Me quedé mirándola por un tiempo y luego arranqué
nuevamente hacia Dark.
Estaba en la sala, tenía una hora sentado con mis padres
hablando del último mes que estuvieron fuera, ellos
sonreían como si la vida se les fuera en ello, cuando
preguntaron por Aiden no supe qué responder hasta que
escuchamos algunos gemidos en su habitación. Yo conocía a
la perfección esos gemidos y sonreí burlón al imaginarme a
Victoria follando con mi sombra. Por supuesto no estaba
molesto, ni siquiera celoso, ambos teníamos claro nuestra
relación y si a ella le divertía cogerse a mi sombra, pues que
disfrutara mientras todavía estaba con vida. Cuando mis
padres vieron que él bajaba y que detrás venía ella, decir
que se sorprendieron fue poco, podría jurar que sus ojos se
saldrían de sus órbitas, sin embargo, no hice el intento por
parecer un novio cornudo, porque simplemente no lo era y
ya no había motivos para continuar fingiendo.
Me levanté del sofá y agarré a Aiden de la muñeca, mi
acto lo sorprendió y quizás pensó que lo iba a golpear por
haberse acostado con Victoria, pero todo lo que tenía en mi
mente era poner en práctica mi juego. Yo no podía incumplir
de nuevo mis propias reglas, así que, si quería hacer esto,
debía jugar con la mente de personas más débiles que yo,
para que actuaran de la manera que yo quería. Hice que mi
sombra se sentara en una silla mientras me servía un vaso
de agua y veía como sus marrones ojos me recorrían de pies
a cabeza. No estaba asustado, pero si lo notaba inquieto y
quizás un poco desesperado.
—Supongo que nunca dejarás de actuar como yo,
¿verdad? —le pregunté bebiendo mi agua, sintiendo como el
líquido baja por mi garganta—. Algún día te darás cuenta
que mi vida no es tan interesante como la que tú puedes
crear.
—Folla estupendo —farfulló ignorándome. Sonreí, si creía
que con eso iba a molestarme, estaba rotundamente
equivocado.
—Lo sé —le aclaré elevando mi labio superior—. Pero no
te traje aquí para hablar de Victoria, más bien quiero
proponerte algo y ver si realmente eres capaz de hacer lo
que yo hice. —Sus ojos se abrieron con sorpresa, sin
embargo, asintió y esperó a que le dijera mi juego. Con el
tiempo se me había hecho muy fácil hacer que Aiden
cediera a mis peticiones—. Con once años asesiné a mis
padres porque entendí que eran un estorbo, los tuyos
también lo son, ni siquiera están contigo tres días y ya están
recogiendo sus maletas para otro viaje. Eso, sin contar que
me prefieren a mí que no soy su hijo verdadero. —Su
mandíbula se tensó por lo último que dije—. ¿No crees que
deberías acabar con esa gente que nunca te quiso?
Sabía que lo había dejado en un punto donde no le
importaba nada, y si realmente actuaba como ese hombre
que arrojó a una niña de un acantilado, no tendría corazón
para asesinar a su única familia. Una vez que mi sombra
quedara desamparada, ya no tendría a nadie más a quien
recurrir, ni siquiera podría enviarles cartas a sus padres
porque al lugar donde los llevaría, no hay nada más que
oscuridad. Y ese, será su peor infierno, una persona como
Aiden nunca ha estado solo y cuando comience a
enfrentarse a eso, él solo se derrumbará y su conciencia se
lo comerá vivo por cometer el mayor error de su vida.
—Y por si no te queda claro, si no lo haces tú, lo haré yo
—mentí solo para presionarlo más ya que todavía no se
decidía—. Victoria debe estar ahora mismo sedándolos y
amarrándolos a los asientos. El tiempo corre y mis ansias
aumentan, hermano —farfullé dándole la espalda volviendo
a la sala, él me persiguió y jaló mi brazo con brusquedad,
haciendo que lo viera a los ojos.
—Lo haré yo —sentenció y se me adelantó.
Amaba cuando las cosas sucedían como quería.
Capítulo 56
DAMON

Una propuesta indecente.


Eso era.
Debía estar demasiado mal para proponerle eso a una
niña de diecisiete años, pero ya no podía aguantar más. No
podía hacer como que nada estaba pasando entre nosotros,
no después de que me reconoció hace un año y medio
cuando había salido con Victoria a comprar una nueva casa
donde vivir. Aquella mañana estaba mucho más contento de
lo normal porque se cumplían dos meses desde que Aiden
asesinó a sus padres frente a nuestros ojos, dos meses
desde que la culpa lo consumió y se obligó a sí mismo a
encerrarse en un manicomio hasta que estuviera
rehabilitado.
No sabía cuántos años pasarían hasta que lo volviera a
ver, pero de seguro serían muchos. Entonces, como iba
diciendo, aquella mañana Victoria y yo decidimos comprar
una nueva casa, o al menos alquilar un pequeño espacio en
la ciudad, donde pudiera tener a Blair vigilada y Vicky
pudiese divertirse con algunos chicos tontos. La casona
cerca del lago quedó desierta, solo nos llevamos lo esencial
para sobrevivir. Después de dos horas caminando y viendo
las gotas de sudor bajando por nuestras frentes, una señora
un poco grosera nos indicó la dirección de un apartamento
que estaban alquilando cerca de un parque muy transitado.
Luego de que hablamos con los caseros y firmamos el
contrato de alquiler, Victoria me invitó a una cena de
celebración. Accedí porque mi estómago estaba rugiendo
por la necesidad de probar un bocado y entonces, sin
esperármelo si quiera, la vi a ella. Blair estaba sentada en
una de las mesas familiares de esa cafetería, rodeada de
sus amigos del equipo de natación. Su cabello mojado
goteaba sobre la madera mientras movía su cabeza
negando alguna pregunta que le había hecho su
compañera.
Victoria chasqueó sus dedos frente a mis ojos y se burló
de mí ya que había caído en una especie de hechizo. Sin
dejar de mirarla un solo segundo, pasamos por su lado y me
le quedé viendo como un idiota. Noté las miradas pesadas
de sus amigas en mí, me veían con deseo, al contrario de
los chicos que estaban a punto de estallar. Blair ni siquiera
me notó, o eso pensé. Cuando nos habían traído nuestra
orden, Victoria me ordenó que girara mi cabeza y cuando lo
hice, casi me atoro con la bebida al observar a mi pequeña
muñeca tras de mí.
—Mis amigas no dejan de hablar de ti y me preguntaba si
querían unírsenos —murmuró ella uniendo sus dedos para
después llevarlos tras su espalda.
Sonreí. No sé por qué lo hice, pero escucharla decirme
eso me dio realmente mucha gracia.
—Eres muy atrevida para preguntarme eso —le respondí
lacónico—. ¿Y si mi acompañante fuera mi novia? ¿No crees
que le hubiese sentado mal tu comentario?
—Ya lo dijiste, no son novios —se mofó elevando sus
hombros. Yo no podía borrar la sonrisa de idiota de mi cara,
era la primera vez después de dos años que volvíamos a
hablar—. Además, se algunas cosas sobre las parejas y
ustedes claramente no son una.
—Esta chica me cae bien, Damon —habló Victoria tras
nosotros y ambos la miramos con curiosidad. Blair siempre
ha sido una niña especial y mientras crece, se vuelve aún
más perfecta—. Prometo que mi amigo te buscará y podrán
conversar de lo que quieran, pero hoy estamos de mudanza
y no podemos perder mucho tiempo.
Blair se quedó en silencio y miró en dirección a su grupo
de amigos. Noté como una de ellas la incitó con las manos
para que intentara convencernos, también me di cuenta de
que mi muñeca no estaba a gusto con lo que ellas le habían
pedido.
—Creo que debo marcharme —murmuró apenada
dándonos la espalda.
Un segundo antes de que sus pies se dirigieran
nuevamente a su mesa, la agarré de la muñeca y la hice
girar hasta que sus ojos me estuvieran mirando fijamente.
Cuando lo conseguí, rodeé su diminuta cintura con mis
manos y acerqué mi rostro a su oreja.
—Podemos hacer grandes cosas juntos, Blair Bennett —
susurré muy despacio y al separarme de ella pude notar que
su piel se había erizado.
—¿Cómo sabes mi nombre? No recuerdo haberlo dicho —
soltó a la defensiva ignorando el hecho de que su cuerpo
había reaccionado a mis caricias.
—Se muchas cosas y puedo enseñarte muchas otras si te
dejas guiar por mí. —Eso había sido una clara invitación que
sabía que no podría rechazar—. Ahora puedes volver con
tus amigos, pero no dudes ni un maldito segundo, que
volveré a buscarte.
Antes de que se marchara le arrebaté el teléfono móvil
que llevaba guardado en el bolsillo de su camisa a cuadros y
lo desbloquee. Por suerte no tenía contraseña, pero si un
lindo fondo de pantalla de rosas rojas. Me dirigí a la sección
de contactos y agregué mi número con total descaro, luego
me hice una llamada y registré “falsamente” su número, ya
que era más que obvio que lo tenía.
Ella se quedó atónita con mi atrevimiento, pero yo solo
podía reír ante tal acto. Victoria solo se cruzó de brazos y
terminó de admirar la escena.
—Mi número —murmuré cerca de su rostro—, ahora
podemos hablar siempre que quieras.
Ella miró mi nombre en la pantalla y juro que en ese
instante sentí un escalofrío atravesar mi espina dorsal. Sus
manos comenzaron a temblar un poco y aunque no
entendía el por qué, las agarré y le brindé tranquilidad.
—Yo… —musitó, su voz salió ronca—. Yo te conozco
Damon.
—Lo sé muñeca —le dije elevando la comisura derecha
de mis labios mientras ponía un mechón de su cabello tras
su oreja—. Espero que cuando nos volvamos a ver, no
asumamos esta especie de Deja Vu que llevamos teniendo
desde hace años.
Antes de que dijera algo más, dejé el dinero de la cuenta
en la mesa, tomé la mano de Victoria y caminamos hacia la
salida. Había dejado a Blair confundida, lo sabía, pero al
menos había conseguido que me recordara.
A partir de ese día, todo mejoró, o al menos, yo lo veía
así. Trabajé constantemente en ese último año para que ella
no me olvidara, cada día la seguía, le hablaba y hasta
pasábamos más del tiempo que alguna vez esperé, juntos.
Llegamos a tener tanta complicidad, que todo lo que
deseaba mi mente era atraerla a mi oscuro mundo, yo
quería que Blair fuera como yo. Tener nuestra propia historia
de amor basada en homicidios, sangre, sexo y quizás, en un
futuro, una linda familia con niños de ojos azules a los
cuales les enseñaríamos los secretos, que pasarían de una
generación a otra de asesinos.
—¿Por qué mierdas todavía no están los globos inflados?
—le grité a Victoria, quien todavía estaba decorando un
lugar que habíamos alquilado para celebrar el cumpleaños
de Blair.
Hace algunas horas me había llamado muy afligida ya
que no podría venir a verme ya que sus padres estaban un
poco asustados con el cambio que su hija había dado. Judith
tampoco ponía de su parte ya que los incentivaba a
retenerla en la casa para que su ángel Elijah la mantuviera
cautiva. Solo que ellos no sabían que una parte de Blair, la
que se había enamorado de mi si quería verme. Aquella
noticia me sentó muy mal, e intenté relajarme para no
cometer una masacre, pero gracias al infierno, mi chica
volvió a comunicarse conmigo y me dijo que haría cualquier
cosa para encontrarse conmigo.
—Debes calmarte, Damon —me pidió Victoria separando
sus labios de un globo rojo lleno de aire—. Ella vendrá y le
gustará todo esto que hemos hecho.
—¿Cómo puedes saber eso? —cuestioné satírico—. Ella
es diferente a todas las demás y no creo que una simple
fiesta con globos, música y un pastel de cumpleaños sea su
estilo.
—Blair es normal, tú la haces diferente sacando lo mejor
de ella —murmuró levantándose de la silla mientras
buscaba algo con la mirada—. Está en tu poder decidir qué
es lo mejor para una niña a la que solo le han prohibido
cosas.
—Mierda, destruye todo esto. Quémalo o has lo que te dé
la gana, pero no voy a darle como regalo de cumpleaños a
mi muñeca, una tonta fiesta —solté sin pensarlo y miré la
cara confundida de Victoria.
—¿Estás de broma, verdad? —se quejó caminando hacia
mí como una fiera—. Llevo más de tres horas decorando
este lugar, dos días tardé para convencer al dueño que nos
cediera el puesto de otra gente para estar aquí. —Alzó su
voz y comenzó a gesticular con sus manos—. No gasté todo
ese tiempo en vano para que vengas ahora a decirme que
no te parece lo suficientemente genial como regalo. ¡Joder,
Damon!
—No lo entiendes Victoria…
—Está hermoso Victoria, gracias —dijo una voz detrás de
nosotros, sorprendiéndonos—. ¿Por qué siempre quieres
darme lo mejor cuando las cosas más simples son siempre
mejores? —preguntó mirándome, esos ojos azules me
estaban traspasando el alma.
—Cualquiera en su sano juicio estaría loco por ti,
pequeña —le digo mientras me acerco a ella para tomarla
de las manos—. Mereces lo mejor y a veces me enfado
conmigo mismo porque sé que, aunque intente ser esa
persona que quieres, terminaré dañándote. Ojalá supiera
como renunciar a ti, Blair.
—¿Por qué tengo esa sensación de que estás a punto de
desordenar toda mi vida? —cuestionó entrelazando sus
dedos con los míos. Ese acto me tomó por sorpresa,
nosotros nunca habíamos pasado de las insinuaciones y las
risas tontas.
—Solo dime qué quieres que sea y lo seré por ti, mi
bonita muñeca. —Nuestro momento romántico fue
interrumpido por la tosecita falsa de Victoria tras nosotros.
Ambos la miramos con diversión, Blair un poco más ya que
no dejó de reír—. Saldremos unas horas y cuando
regresemos disfrutaremos de la sorpresa que seguro nos
prepararás Vicky.
—¡No soy tu criada maldito romántico! —exclamó cuando
sonaron las campanitas del lugar, indicando que había
abierto la puerta.
—¡Te queremos Vicky! —gritó Blair apretando mi mano
con fuerza.
Capítulo 57
DAMON

Mi cumpleaños había llegado y con él, las charlas


motivacionales de mi familia. Eva y Dean —mis padres—,
son dos personas maravillosas, pero innecesariamente
sobreprotectoras. Desde que era niña me han cuidado por
encima de sus posibilidades, en realidad no recuerdo mucho
de mi pasado, pero Judith —mi única hermana—, se ha
encargado de mostrarme lo bonito de cada uno de mis días.
A veces cuando observo nuestras fotos envidio un poco su
cabello rojo y largo, siempre que la veía me hacía recordar a
Midge, la mejor amiga de la Barbie. Pero luego mi madre me
hace ver que cada una es especial y que ambas debemos
querernos y cuidarnos.
Desde siempre me había gustado ver los alborotos que
se forman en las fiestas de cumpleaños, la emoción de
entrar a la habitación y descubrir que te habían preparado
una sorpresa, pero este año yo no quería eso. Estaba
aburrida de ver siempre las mismas fotos, Elijah había
desaparecido, ignorándome como de costumbre. Sin
embargo, yo conservaba un secreto, uno que solo yo
conocía, solo que a veces era tan aterrador que me daba
miedo sacarla a ella al mundo exterior. Pese a eso, me
mantuve firme, no era momento todavía, y aunque sabía
que ella posiblemente me estuviera viendo por ese
agujerito, no la dejaría tomar el control. Mi otra mitad
conocía mundos que eran extraños para mí, y mi familia lo
sabía, pero decidían hacerme pasar por una tonta que
todavía conservaba su amnesia, cuando realmente pasaba
por momentos en los que dejaba libre a mi otra
personalidad.
Mason me había ayudado a descubrirlo, dijo, que mi
trastorno de identidad disociativo comenzó a presentarse
luego del accidente que tuve de niña, como una reacción a
ese suceso traumático, para de esa forma evitar así los
malos recuerdos. Por eso, ella tiene control de mi otra
identidad de forma alternativa. Tiene patrones de habla, de
temperamento y de comportamiento diferentes a los míos.
Y por ello, no puedo recordar información que fácilmente
otros si harían, como acontecimientos cotidianos, cierta
información personal y acontecimientos traumáticos o
estresantes. Gracias a las terapias con Mason conseguimos
la integración de las identidades, para que al menos, así,
lograr la cooperación de mi otra mitad.
Hoy todos entraron en caos cuando dije que quería
celebrar mi cumpleaños con unos amigos. La actitud tan
recia de mi padre me obligó a escapar mientras ellos se
mantenían viendo una novela en la sala. Judith prometió
que me cubriría siempre y cuando no me metiera en
problemas.
Antes de salir de la casa, me miré al espejo, sentí su
presencia dentro de mí, gritándome que la dejara en
libertad. Lo hice, ellos eran sus amigos, no míos, después no
recordaría nada. Registré en una pequeña caja que mamá
guarda debajo de la cama y agarré unos cuántos billetes. En
otros momentos me hubiese sentido mal, pero después de
enfadarme con mis padres, había pensado que la mejor
forma para vengarme de ellos era cogiendo prestado un
poco de dinero. Era la primera vez que les robaba y a pesar
de que mi educación no consistía en eso, a veces me
gustaba hacer cosas malas, solo para sentir la adrenalina
corriendo por mis venas.
Había caminado una cuadra cuando me percaté de que
mi teléfono se había quedado conectado en mi habitación.
¡Demonios! Me reproché a mí misma no haberme dado
cuenta antes de mi flaqueo, ahora estaba propensa a que
mis padres me descubrieran y me encerraran en mi
habitación durante una semana. Lo peor era que no podía
dejar mi móvil y actuar normalmente, ya que en el buzón de
mensajes se encontraba la dirección donde tenía que ir para
encontrarme con Damon.
Solté unos cuantos improperios mientras retrocedía en
mis pasos y entraba nuevamente por la puerta trasera de la
casa. De puntitas avancé hasta mi habitación, pasando por
la sala que casualmente se encontraba vacía. No le presté
atención a eso y rebusqué en mi cuarto hasta que guardé el
teléfono en mi bolsita y dispuse a bajar nuevamente. Algo
que nunca esperé escuchar, fue lo que oí segundos antes de
poner nuevamente mis pies fuera de la casa. Dean y Eva
estaban discutiendo con Judith en un tono no muy amable.
Desde mi posición no podía verlos, pro si escuchar todas las
atrocidades que decían.
—No tenías que haber dejado que tu hermana escapara
Jud —le dijo mamá, se escuchaba totalmente preocupada.
—Blair estará bien, se con quien se reunirá y ellos la
cuidarán —murmuró mi hermana intentando convencer a
mis padres.
—No lo entiendes. Siempre has sido una cabezota Judith
—se quejó nuestro padre alzando un poco la voz.
—Lo entiendo muy bien. Demonios, Blair es una
adolescente y le están jodiendo la vida con tantas
prohibiciones —exclamó la pelirroja—. Mi hermana puede
tener la vida que ella quiera, aunque después lo olvide. Lo
importante es que nunca se entere de la verdad, ¿no?
—Comprende que su enfermedad es el menor de los
problemas —intervino mi padre, en ese momento me asomé
por una ventana y vi como ellos se sentaban cerca de la isla
de la cocina—. Hay tipos malos que nos buscan porque les
hice perder mucho dinero. No quiero que mi familia pague
por mi trabajo —eso último lo dijo casi en un susurro.
—¿Por qué nunca me lo habían dicho? —preguntó Jud
alzando una ceja.
—Porque, aunque no seas nuestra hija biológica, te
queremos como una —esa vez habló mi madre. Escuchar
cómo se decían esas cosas, saber que toda la vida me había
mentido y que nunca han confiado en mí, provocó que
algunas lágrimas traicioneras escaparan de mis ojos—. No
queremos que ustedes sufran nuestros errores Judith y si
algo llega a pasarnos, necesitamos saber que cuidarás a
nuestra pequeña.
—Es mi hermana y siempre la protegeré —prometió.
Sin querer escuchar algo más, me levanté de la tierra y
caminé con las manos dentro de los bolsillos de mi vestido
mientras las gotas saladas recorrían mis mejillas. ¿Por qué
siempre me habían mentido? No había razón para que me
vieran como alguien inservible, sí, Jud no es mi verdadera
hermana y a pesar de que puedo llegar a olvidar los
momentos junto a ella siendo esta chica, jamás renunciaría
a su compañía. Ella siempre ha velado porque nunca me
falte nada.
Apresurada caminé por las calles de la ciudad,
esquivando miradas y evitando a toda costa hablar con
desconocidos. Detestaba que se acercaran a mí hasta para
pedirme la hora; supongo que parte de culpa tienen mis
padres, por mantenerme la mayor parte del tiempo vigilada.
No podía negar que me sentía mal, pero no iba a dejar que
mi día se arruinara por las mentiras de otros; mucho menos
cuando Damon me estaba esperando para festejar mis
diecisiete años.
Siempre que pensaba en él venían pequeños diálogos a
mi cabeza y todo mi cuerpo reaccionaba de forma distinta
ante esos recuerdos. Aquella vez que lo había visto en la
cafetería, cuando se comportó tan descarado al agregar su
número, una especie de terremoto removió algunas cosas
en mi organismo. Cuando leí su nombre mi espíritu viajó al
pasado y me vi a mí misma en un lugar oscuro, donde solo
podía escuchar voces y entre todos esos tonos resaltaba la
de él. No sabía dónde estábamos, pero Damon me cuidaba
y no quería que nada malo me ocurriera.
Solo por eso le cedí un voto de confianza, porque yo no
podía estar loca y haber imaginado una historia con él. Sea
como fuere, comenzamos a testearnos cada noche, cada
día; sin exagerar, el contacto de Damon se volvió el más
frecuente en mis conversaciones de WhatsApp. En ese año
comenzó a crecer una chispa dentro de mí que me pedía
más cercanía con él, habían pasado algunos días solamente
desde que había cumplido quince años, era una niña, lo
sabía, pero había algo en Damon que llamaba mi atención.
No sabría decir si fue su atrevimiento por cortejarme o lo
extraño que resultaba que le atrajera yo y no mis amigas
mayores y experimentadas, pero comencé a sentir cosas
por él que nunca había reconocido. Así fue como Damon se
convirtió en mi primer amor, en el ladrón de mis sueños y
mis lágrimas repentinas. Es que todo me recordaba a él, mi
mente se la pasaba día y noche creando escenarios ficticios
en los que él y yo teníamos una vida de ensueño; aunque
después se arruinaba porque me levantaban o sonaba la
maldita alarma. No iba a ser fácil para mi familia saber que
su pequeña consentida se estaba enamorando de un chico
mayor y totalmente loco.
Le digo loco porque su mente es un Universo totalmente
desconocido que pocas personas tienen el privilegio de
conocer. Damon es totalmente diferente a todos los chicos
que conozco, es que su personalidad encaja perfectamente
con la mía. Ambos escondemos bajo nuestra apariencia de
ángel una persona oscura. Cada noche antes de cerrar los
ojos para dormir, le rezaba al cielo para no olvidarme de la
cara de Damon.
—¿Eres idiota? —gritó una mujer frente a mí, sacándome
de mis vacilaciones—. Has destrozado mi compra.
Miré al suelo sin decir nada y en realidad sí había
arruinado su compra. Los huevos estaban rotos y las cajas
de leche abolladas. Observé a mi alrededor y caí en cuenta
que estaba transitando por un callejón lleno de basura.
Siempre venía por aquí cuando quería tomar un atajo.
—Lo siento, estaba pensando y no presté atención al
camino —me disculpé, pero ella no pareció entenderlo y me
lanzó una bofetada. Llevé mi mano a mi rostro y acuné mi
mejilla caliente—. ¿Por qué hizo eso? Me he disculpado por
mi error.
—Si todo se resolviera con disculpas no hubiera presos
en las cárceles —farfulló recogiendo algunos tomates rotos
del suelo—. Y tienes suerte de que no llame a mi esposo.
—Creo que está exagerando la situación. ¿Cuánto costó
todo eso? —le pregunté y agarró mi muñeca con fuerza
cuando saqué algunos billetes—. ¡Suélteme!
Eso fue lo último que dije antes de que mi vista se
nublara y le propinara un fuerte empujón. La señora se
tambaleó un poco y cayó encima de unas bolsas de basura.
Respiré agitada, llevando mis manos a la cabeza y esperé a
que se recompusiera, pero no lo hacía. El tiempo pasaba y
se me hacía eterno mientras esa mujer no se movía del
suelo. El horror golpeó en mi pecho al ver esos ojos fijos
mirando el cielo, la sangre poco a poco comenzó a cubrir el
suelo rocoso. Asustada empujé con mi zapato el cuerpo de
esa mujer y cuando se giró, un grito escapó de mi boca al
descubrir que el cristal de una botella rota se había
incrustado en su nuca.
—¿Qué hice? —murmuré viendo su cuerpo sin vida tirado
en el suelo sobre un charco de su propia sangre.
Capítulo 58
BLAIR

Jodida mierda.
¿Qué había hecho? No sabía qué hacer y mi respiración
tan agitada solo estaba ayudando a que mi frustración
aumentara. Llevo mis manos a mi pecho y me doy ligeros
golpecitos mientras me acuclillo y apoyo mi espalda en el
cubo de basura. Mis ojos viajan una y otra vez hacia el
cuerpo sin vida de esa mujer. Tenía miedo de las
consecuencias de mi acto, había sido un accidente, pero
quién iba a creerme. Este día no debía haber sido así, mi
cumpleaños no puede estar rodeado de cosas horribles,
debía encontrar una salida.
Me recompuse nuevamente y con las manos un poco
temblorosas saqué mi teléfono y busqué el número de la
única persona que podría ayudarme. Damon me había
contado tiempo atrás que cuando tenía mi edad había
asesinado accidentalmente a una chica en un colegio en el
que estudió y que, si no llega a ser por sus amigos, su vida
hubiese empeorado. Por un lado, no quería vincular a nadie
en esta mierda, pero por el otro tenía tanto miedo que si no
tenía el apoyo de alguien iba a morir de un ataque al
corazón. Yo confío en Damon y estoy segura que no dejará
que nada malo me ocurra.
Eché una mirada al callejón mientras tecleaba el mensaje
y me cercioré de que nadie estuviese transitando por la
zona. La notificación de “mensaje recibido” aceleró aún más
mis pulsaciones, obligándome a respirar pausadamente ya
que comenzaba a tener ciertos mareos y deseos de vomitar.
No podía creer como de una escapada de casa para
encontrarme con el chico que me gusta, terminé asesinando
a una mujer, todo parecía muy irreal, pero sabía que estos
solo eran los efectos que yo provocaba. Pero entonces el
tono de llamada de mi teléfono, con la pantalla iluminada
mostrándome el nombre de Damon, me confirmaba que el
destino era una mierda.
—¿Dónde estás muñeca? —farfulló Damon muy agitado.
Yo no podía hablar, lo intentaba, pero simplemente las
palabras no salían de mi boca—. Joder Blair, estoy a punto
de puto colapso si no me hablas.
—Yo… —logré decir mientras miraba los ojos
blanquecinos de esa mujer—. No quise hacerlo.
—Shh, tranquila —me pidió él con un tono de voz más
calmado—. Harás lo que yo te diga y verás que todo saldrá
bien, pequeña. ¿Qué hay a tu alrededor?
—No quiero ir a la cárcel, Damon —lloriqueé quitando
con el dorso de mi mano unas cuantas gotas saladas que
bajaban por mis mejillas—. Todo lo que veo son cubos de
basura y al final del camino, la calle que separa el lugar
donde te encuentras de mí.
—¿Estás sola? —hice un ruido con mi boca indicándole
que sí—. Bien, ahora inhala y exhala lentamente mientras
buscas a tu alrededor algo con lo que cubrir el cuerpo.
Caminé de un lado a otro buscando cualquier cosa que
me sirviera, pero no encontraba nada y eso solo hacía que
me tensara más. Solté una larga bocanada de aire cuando
abrí uno de esos enormes cubos de basura y metí mis
manos para alcanzar unas bolsas negras que contienen
comida podrida. Hice una arcada como si fuera a vomitar y
me obligué a tragarme el ácido para no recaer aún más.
—¿Tienes algo? —preguntó Damon y sentí algunos pasos
pesados desde su línea. Volví a hacer un ruidito con mi boca
y me tranquilicé un poco cuando él siguió hablando—. Ahora
vas a cubrir a la mujer y la esconderás detrás de uno de los
cubos. Luego vendrás hacia mí y actuarás con normalidad
frente a Victoria.
—¿Y después qué? —musité mientras vierto el contenido
de las bolsas en el cubo de basura. El olor es demasiado
fuerte.
—Después nos encargaremos de limpiar el estropicio —
sentenció y asentí para mi misma mientras terminaba la
llamada.
Las palabras de Damon se repitieron una y otra vez en
mi mente mientras metía las piernas y la cabeza de la mujer
en las dos bolsas negras que no llegaban a ser tan grandes,
pero cubrían cada una la mitad del cuerpo. Luego empujé el
cadáver hasta el cubo de basura y lo escondí de forma tal
que nadie se percatara de que había un muerto detrás. Al
terminar alisé un poco mi ropa y suspiré repetidas veces
mientras me dirigía al local donde se encuentra Damon. Mi
vista giró varias veces hacia atrás y escuché esas voces en
mi cabeza aconsejándome.
La batalla que tenía en mi interior cesó cuando escuché a
Victoria reñirle a Damon que había puesto todo su esfuerzo
en una fiesta de cumpleaños que no se iba a dar. Ellos
todavía no sabían de mi presencia y juro que me quedaría
cientos de horas viéndolos discutir, pero necesitaba salir de
toda mi mierda primero. Interrumpo su conversación cuando
la voz de Damon cambia de tono, él estaba tan o más
nervioso que yo y eso me preocupaba; no quiero meterlo en
problemas y mucho menos vincular a más personas en un
crimen que solo me corresponde a mí.
—Está hermoso Victoria, gracias —dije intentando
mantener mi compostura—. ¿Por qué siempre quieres
darme lo mejor cuando las cosas más simples son siempre
mejores? —pregunté mirándolo fijamente. De seguro estaba
descolocado por mi cambio de humor.
—Cualquiera en su sano juicio estaría loco por ti,
pequeña —me dijo mientras se acerca a mí y me agarra de
las manos—. Mereces lo mejor y a veces me enfado
conmigo mismo porque sé que, aunque intente ser esa
persona que quieres, terminaré dañándote. Ojalá supiera
como renunciar a ti, Blair.
—¿Por qué tengo esa sensación de que estás a punto de
desordenar toda mi vida? —cuestioné entrelazando sus
dedos con los míos. Sentir su piel alivió mis demonios, todos
los miedos se esfumaron al sentir la piel caliente de Damon
sobre la mía.
—Solo dime qué quieres que sea y lo seré por ti, mi
bonita muñeca. —Nuestro momento romántico fue
interrumpido por la tosecita falsa de Victoria tras nosotros.
Ambos la miramos con diversión, yo un poco más ya que no
evité reír; aunque no sabría decir si por nerviosismo o miedo
—. Saldremos unas horas y cuando regresemos
disfrutaremos de la sorpresa que seguro nos prepararás
Vicky.
—¡No soy tu criada maldito romántico! —exclamó cuando
sonaron las campanitas del lugar, indicando que había
abierto la puerta.
—¡Te queremos Vicky! —grité apretando su mano con
mucha más fuerza.
Traté de alejar lo malo de este día y me concentré en lo
único bueno que me había ocurrido. Damon y yo pasamos
por el lugar donde había ocurrido el accidente y nos
percatamos del pequeño charco de sangre que había
quedado en suelo. En ese momento sostuvo con
brusquedad mi mano, causándome un ligero dolor y apretó
su mandíbula con fuerza. Me puse un poco nerviosa cuando
continuamos caminando, pero no quise preguntarle nada
para no molestarlo más. Lo que estaba haciendo por mí, ni
en un millón de vidas podría agradecérselo.
Entramos a una tienda —tres cuadras alejada del lugar
del incidente—, Damon miró todo a su alrededor, como si
estuviera buscando algo en específico. Yo también miré a
nuestro alrededor sin dejar de cuestionarme por qué
estábamos en una tienda de limpieza. De un segundo a otro
veo que me hace una seña con su ojo derecho y luego
sonríe espaciosamente alcanzando un pomo de la segunda
estantería. Camino muy cerca de él hasta que nos
detenemos en frente a la caja registradora. La cajera le
sonrió con picardía a Damon y este solo la ignoró
extendiéndole un par de billetes.
Al salir el aire tenía un olor diferente, olía a lluvia ligada
con desesperación. Mientras retrocedíamos en nuestros
pasos, no pude evitar observar a Damon. Luce muy seguro
de sí mismo y tiene un aspecto fresco que desborda
sensualidad y valentía. Debía estar realmente loca por estar
admirando la belleza de ese hombre en un momento como
este, pero sinceramente no podía evitarlo. Aparto mi vista
cuando sus ojos se encuentran con los míos, él se percata
de mi nerviosismo y lo veo elevar la comisura de sus labios
mientras acerca su boca a mi oreja.
—¿Tienes miedo? —susurró provocando que mis vellos se
pusieran de punta.
—Ahora mismo solo quiero terminar con esto y hacer una
locura contigo. —Mi comentario al parecer le divirtió ya que
soltó una carcajada.
—¿Qué sería más loco que deshacernos de un cadáver?
—cuestionó pasando su mano por encima de mis hombros,
la suerte es que ambos somos casi del mismo tamaño, sino
parecería su bastón—. Me sorprende que no estés asustada
como antes.
—Tengo miedo, pero no por lo que crees —le dije
rodeando su cintura con mi mano. Mi acto nos sorprendió,
aunque un poco más a él—. Tengo miedo de que todo salga
mal y te alejen de mí —admití.
—Nadie nunca me separará de ti Blair —confesó con el
rostro serio mirando al frente—. Toda mi existencia está
dedicada a ti, aun si tomas un tren y desapareces de mi
vida por diez años, yo correría tras el raíl hasta encontrarte.
—¿Por qué te gusto Damon? —me atreví a preguntarle y
lo sentí tensarse—. Soy solo una niña, podrías estar
enamorando a chicas de tu edad que te darán muchos más
placeres que yo.
—¿Por qué no celebraste tus diecisiete años como una
chica normal? —contraatacó y me quedé en silencio sin
saber cómo responder a su pregunta.
—Supongo que no quería lo típico —musité mordiendo la
parte interna de mi mejilla—. No quiero un tonto baile y
mucho menos estar rodeada de personas que no me
agradan solo para hacer bulto.
—Y por eso es que me gustas muñeca, porque no
encajas en los estereotipos. —El movimiento de sus labios y
la forma tan dulce de decirme muñeca me hipnotizaba—. Tú
eres como yo Blair.
—Ya sé que quiero hacer después de esto. —Cambié de
tema antes de que mi cara se pusiera roja y lo vi mirarme
con una sonrisa de oreja a oreja—. Hagámonos unos
tatuajes juntos.
—¿Por qué quieres exactamente eso? —dijo alzando su
ceja derecha.
—Hoy me enteré de muchas mentiras que me han
ocultado todos en mi familia y antes de que te olvide, quiero
tener grabado tu nombre en mi piel para siempre recordarte
—solté todo de pronto, casi sin respirar, a veces me costaba
demostrar mis sentimientos hacia otras personas.
—¿Recuerdas aquella tarde cuando te salvé de que un
auto ensuciara tu vestido con agua sucia? —asentí sin
entender a dónde quería llegar—. Días después me enteré
que el propósito del conductor era atropellarme a mí. ¿Y
sabes qué? —hizo una pausa mientras cruzábamos la calle
que nos separa del callejón—. No me arrepiento de haber
asesinado a su novia luego de provocarle mucho dolor
girando continuamente un gancho en su oído.
Me quedé sin habla, no porque le tuviera miedo a
Damon, sino porque me asombraba que fuera tan directo
conmigo. Sin embargo, todavía no entendía a qué punto
quería llegar con todo esto.
—Tengo muchos secretos también muñeca y no puedo
soltarlos todos de un golpe porque no estoy preparado. —
Nos detuvimos frente a los cubos de basura y él tomó mis
manos sin dejar de mirarme—. Solo quiero que sepas que
no soy un hombre bueno.
Sentí que mi corazón se detuvo cuando dijo eso, me
parecía irreal que alguien tan perfecto como Damon fuera
un asesino. Aunque pensándolo bien, más desquiciada estoy
yo, ya que eso es justamente lo que me unió a él. Amo su
locura, su perversidad, la forma tan extraña que tiene para
hacerme entender que soy su prioridad y que haría
cualquier cosa por mí.
—Supongo que eso es lo que más me gusta de ti —
confesé y aparté mi mirada rápidamente cuando mi corazón
comenzó a latir desbocado—. ¿Qué es eso? —lo interrogué
al ver que se agachó y comenzó a verter el líquido en el
suelo.
—Amoniaco líquido, servirá para eliminar este rastro de
sangre mientras nosotros nos llevamos el regalo —murmuró
pasando su mano por el suelo, lo miré y me pareció
demasiado atractivo ver su palma llena de sangre y el
cabello moviéndose de un lado a otro sobre la frente—. Listo
—exclamó—, ahora quédate aquí mientras busco un auto.
—¡Espera! —le grité—. ¿Lo robarás? —le pregunté y
luego me di cuenta de lo estúpida que me vi diciendo eso—.
Entonces lo haré yo.
—Ni lo pienses bonita —farfulló limpiando la sangre de su
mano en su pantalón.
—Lo haré y punto —declamé y pasé por su lado sin saber
cómo demonios iba a conseguir robar un auto.
Me apresuré hasta llegar a la acera y divisé algunos
autos que estaban estacionados a mi alrededor, también me
cercioré de que nadie estuviera prestando atención a lo que
iba a hacer y casi me da un paro cardíaco cuando veo a
Damon agarrar mi muñeca con rudeza. Me solté de su
agarre y me percaté de que había dejado en mi mano una
especie de navaja y unos guantes negros que coloqué al
instante. Justo en ese momento vi a una mujer adulta con
las llaves de su coche apuntando deliberadamente hacia el
seguro del mismo, solo nos separaban una calle transitada
con varios transeúntes apresurados. La vigilé lentamente,
mis ojos merodeando, buscando una forma hallarla, de
apoderarme de su propiedad.
Me uní a las demás personas hasta colocarme a pocos
centímetros detrás de ella. Allí, justo en ese instante dejé de
pensar, y sentí su respiración entrecortada mientras
escuchaba como el corazón se le detenía de a poco y luego
se agitaba; mientras todos a su alrededor ignoraban el
hecho de que una filosa navaja, estuviera entrando y
saliendo a una velocidad impresionante del costado derecho
de su cuerpo. Me apoderé de las llaves de su auto y entre el
bullicio de la gente pasé desapercibida.
La sangre comenzó a manchar el vestido rojo que había
colocado para este día, y mi rostro se pintó de esa tinta roja
también. Para cuando se escuchó el primer grito informando
a todos que algo había ocurrido, Damon me había
alcanzado. Se acercó a mi oído y respiró unos segundos
antes de decirme que estaba loca como una puta cabra. Y
después todo ocurrió demasiado rápido, me subí en el auto
y lo encendí, después me cambié al asiento de al lado. A
una velocidad increíble entramos al callejón y colocamos el
cadáver en la parte trasera, luego volvimos a subirnos y
mientras nos perdíamos de ese lugar, saqué mi cabeza por
la ventana y comencé a gritar eufórica.
El aire de la noche se sentía húmedo y frío, como había
previsto antes, llovió algunas horas en las que el agua
arrastró con cualquier rastro que pudiese quedar en aquel
callejón. El auto lo dejamos en un descampado y luego le
prendimos fuego. Como era de esperarse, no había ni un
alma en la calle por la fuerte tempestad, al contrario de
Damon y yo que nos encontrábamos en un granero
abandonado, con el cuerpo inerte de una mujer en el suelo.
—Todo está preparado —me comunicó él guardando su
teléfono, mientras yo pensaba en todo lo que había hecho,
él estaba hablando con uno de sus amigos para que nos
hiciera los tatuajes en unas horas—. Debemos darnos prisa
con ella.
—¿Y qué haremos? —pregunté pasando por su lado,
luego me agaché y llevé mis manos a los ojos de esa mujer
que todavía estaban abiertos mirando el techo—. Mierda, no
se cierran.
—Deja eso y ven aquí —me pidió y cuando lo hice me
topé con muchos instrumentos escondidos debajo del suelo
—. Para hacerlo más fácil la cortaremos en trozos y luego la
enterraremos en el cementerio.
—¿Y si un día lo descubren? —le pregunté horrorizada.
—No creo que después de bañar los huesos con ácido
clorhídrico descubran algo —musitó tranquilamente sacando
un hacha de su escondite. Pasó su dedo índice por la hoja y
admiré la pequeña herida que se hizo—. Además, el
cementerio es un lugar de muertos, nadie va a darse cuenta
de que esos tiesos tienen nueva compañía.
Escucharlo decir eso sin ningún tipo de remordimiento
me hizo sentir débil y miedosa. En esas fracciones de
segundos me plantee toda mi vida y los cargos que podrían
caerme por asesinato, robo y posiblemente desacato a la
autoridad. Había algo en él que me impulsaba a continuar
con todo esto, una parte de mi cuerpo quería sentir el olor
de la sangre en mis manos, el sabor metálico en mis labios.
No sabía la clase de persona en la que me estaba
convirtiendo, pero si de algo estaba segura era que
mientras estuviera con Damon, mi vida no correría peligro.
Pero la de él sí.
Yo también lo protegeré a él, así tengamos que alejarnos
para no dañarnos.
—¡Esto es una puta locura, Damon! —le grité llevando
mis puños a su pecho, golpeándolo.
Él sostuvo mis puños y los dejó pegado en su piel. Su
acción me dejó inestable. Mis ojos subieron a su rostro y
comprobé lo serio que se encontraba. Sabía que le afectaba
tanto o más que a mí esta situación. Liberó una de mis
manos con delicadeza y las subí lentamente a su mejilla. Mi
palma se adaptó a la perfección a la forma de su cara. Lo
acaricié después de tanto tiempo y volví a sentir mi corazón
latir acelerado.
—Blair, he hecho todo lo que ha estado en mis manos
para salvarte... —hizo una pausa y dejé que hablara. Sus
labios se movían de una forma tan atónita que me tenían
hipnotizada—... para salvarnos.
—Pero ese es el problema, no quiero que me salves más.
Ya dejé de ser esa niña buena con cara de ángel —él sonrió
ante aquello, pero me mantuve con mi pose fría.
En un ágil movimiento me tomó de la cintura y me hizo
girarme, quedando mi espalda apoyada en la pared. Solté el
aire que había retenido y observé sus ojos, esos ojos azules
que tanto me volvían loca. Apoyó su mano derecha a unos
centímetros de mi rostro y la otra alcanzó la mía para
llevarla a su pecho. Justo en la parte del corazón.
—¿Lo sientes? —asentí como una tonta al ver lo rápido
que latía—. Yo nunca te he mentido, Blair. —Llevó la mano
que tenía apoyada en la pared a mi pecho y comprobó lo
nerviosa que me encontraba—. Tú me salvaste ese día, yo
estoy haciendo lo mismo por ti.
—Ya no soy la misma, Damon —volví a repetirle y él negó
—. Ya no hay nada de bondad en mí —sonreí cínicamente—.
Puedo jurarte que, si me encuentro a una persona
desangrándose y que puede salvarse, la dejo morir, o hasta
podría causarle un poco más de dolor.
—No Blair. Yo sé que todavía eres esa niña. —Tomó mi
rostro y lo acunó en su pecho—. Y por mucho que me
gustes, no voy a dejar que pagues los mismos errores que
yo. —Soltó una bocanada de aire y luego sonrió con
diversión—. ¿Ves lo ridículo que me veo diciendo esto?
Negué, no iba a dejar que cambiara de tema.
—He asesinado, mentido, robado y amenazado —le
recordé y el me interrumpió diciendo «Hemos hecho todo
eso juntos». Sonreí—. Me gusta ser quién soy, no quiero
cambiar, pero tú me importas y no quiero que mis errores te
perjudiquen.
—Muñeca, todos tenemos un lobo malo y un lobo bueno
dentro de nosotros y solo gana el que tú alimentes —susurró
señalándome con su dedo índice—. Nosotros necesitamos
de la sangre como otros necesitan del alcohol —aseguró.
—¿Puedo preguntarte algo? —Sabía que lo que le diría
podría afectarme, pero estaba dispuesta a escucharlo—.
¿Por qué asesinas a mujeres?
Lo vi sonreír y mi mente idealizó al mismísimo diablo.
—Decidí que tenía que matar a algunas mujeres para
vengarme de todos los sufrimientos que me habían
causado. —Tragué en seco cuando su mano fue a parar a mi
cuello y me apretó con ferocidad—. Me gusta causar dolor,
mi pequeña muñeca.
Capítulo 59
DAMON

El estudio estaba iluminado con la tenue luz de una


bombilla chispeante. Después de estar unas horas
descuartizando el cuerpo de aquella mujer, nos trasladamos
al cementerio y como se lo expliqué a Blair, fuimos
enterrando cada pedazo de carne troceada en diferentes
puntos del campo santo. Hubiese preferido no tener que
involucrarla a ella en esto, pero después de comprobar que
ambos lo estábamos disfrutando, no me quedó más remedio
que divertirme con ella.
En el camino de regreso hacia el estudio de tatuajes, me
di cuenta de varias cosas. La primera y más evidente es que
estoy completamente obsesionado con esa mujer. La
segunda es más complicada, como un presentimiento; algo
muy dentro de mi ser me está gritando que todavía no es
nuestro momento y que con mi posesividad estoy
apresurando las cosas. De lo último que me di cuenta y a
pesar de que eso era como un sueño para mí, debo decir
que hubiese preferido que no sucediera. No quiero que la
niña que irradia luz se convierta en un monstruo lleno de
defectos. Y luego está la otra parte de mi cara que sonríe
como un jodido demonio, feliz de que ella sea como yo.
Me estaba volviendo loco.
—¿Estás segura de esto? —le pregunté con la voz un
poco ronca mientras veía al tatuador aplicando un poco de
vaselina en el costillar de Blair. Ella me sonrió y agarró mi
mano con fuerza—. ¿Por qué quieres exactamente esa
posición de las rosas?
—¿Ves aquí? —inquirió señalándose, me acerqué un poco
y noté unos trazos muy finos en las hojas de las rosas—. A
simple vista son rosas comunes, pero si prestas atención, el
delineado de las hojas forma un nombre. —Tragué en seco
un poco nervioso cuando soy consciente del nombre—. Tu
nombre, Damon.
—Me encanta —le dije sincero y besé su frente cuando el
tatuador sonrió de medio lado—. Aunque me sorprende que
sean rosas y no gatos en cestas —intenté bromear y al
menos conseguí una minúscula sonrisa de su parte.
—No, me gustan las rosas… las rosas rojas me recuerdan
a la muerte —repuso y asentí como un tonto ante la
conclusión que ella me estaba haciendo llegar.
Después de unos segundos el local quedó en un
tranquilizador silencio, solo se podía escuchar el martilleo
constante de la máquina de tatuar. Observé detalladamente
como su blanca piel tomaba colores más oscuros y me
sorprendió que no chillara cuando las pequeñas agujas
comenzaron a entrar y salir de su piel. Blair era valiente,
eso lo tuve claro desde el primer segundo en que sus ojos
encontraron el color azul de los míos.
Cuando llegó mi turno, mientras me acostaba en la
camilla y tiraba mi cuello hacia atrás para darle más visión
al chico, sentí que este momento tenía que ser aún más
especial y la única forma para lograrlo, era sellándolo con
sangre. Aun así, mi otra mitad estaba considerando que no
era correcto, pero yo me rehusaba a parar, mucho más
después de notar que cuando mi pequeña está cerca de mí
siento cosas extrañas y ahora que estaba consiguiendo ser
alguien importante en su vida, despegarme de su lado se
estaba convirtiendo en algo difícil de hacer.
Tres horas después, cuando el tatuaje de mi cuello
estuvo completamente terminado, comencé a manchar
algunas partes blancas que quedaban en mi torso y brazos.
Decidí que al igual que ella, mi cuerpo debía tener algunas
rosas rojas, para siempre recordar las palabras que mi
muñeca había pronunciado. En el proceso de retoque de
sombras, me percaté de varios instrumentos cortantes y
filosos que había en unos estantes. Mientras observaba el
brillo de ellos, llegué a la conclusión de que antes de que se
terminara la noche, debía confesarme y soltarle alguna de
mis verdades.
Blair es consciente de lo que me gusta, ella sabe que me
apasiona asesinar mujeres, pero no sabe que mi patrón para
ello es gracias a su hermosa apariencia. Necesito que sepa
que me gusta ser quien soy y que nunca cambiaré, así sea
porque ella me lo pida. Si me entiende, intentaré guiarla
entre las sombras de mi mundo, pero si decide alejarse,
dejaré que lo haga; aunque no prometo olvidar su esencia
tan exquisita.
—¿Puedes subir esa canción? —farfullé cuando
comenzaron a escucharse las primeras melodías de la
canción Animals—. ¡Oh mierda! Esto me llena de adrenalina
—exclamé y miré mis dedos que tenían una coloración
rojiza.
—¡Listo! —murmuró el chico quitándose los guantes.
Miré a Blair y le indiqué con los ojos que observara los
instrumentos que antes yo había visto encima de los
estantes. Ella sonrió y mientras me levantaba de la camilla
para distraer al tatuador, Blair se adueñó de las armas
blancas. La música continuó resonando en la habitación
mientras mis manos se movían al compás de la melodía
hasta que llegaron al cuello del tipo frente a mí. Traquee mi
cuello cuando se escuchó el estribillo e inconscientemente
mi vista fue a parar a través de la ventana.
La luna estaba aportando un poco de luz, iluminando la
hermosa escena que estábamos creando. El paisaje era
hermoso, la camilla quedó tumbada en el suelo cuando el
chico comenzó a patalear al percatarse de la falta de aire.
Los botes de tinta se esparcieron por el suelo y negué
rotundamente cuando me percaté de ese estropicio. Blair
gritó eufórica y en un limpio movimiento clavó un pequeño
cuchillo en la sien del tatuador. Algunas gotas de sangre
salpicaron en mi rostro ocasionando que se dibujara una
siniestra sonrisa. Definitivamente era una hermosa noche
para una pareja de enamorados, solo hacía falta para
hacerlo mejor unas cuantas botellas de alcohol y algunos
preservativos.
—Tenemos que ser cuidadosos —musité sacando el
cuchillo de la cabeza de ese tipo. Luego levanté la camilla y
con ayuda de Blair lo acosté boca arriba—. ¿Dispuesta a
hacer todo lo que te pida?
—A esto me refería con hacer una locura —murmuró
sonriente empuñando con fuerza un abre cartas—. Damon…
—habló de repente y detuve lo que estaba haciendo para
mirarla—. Lo que me ocurre contigo es lo más intenso que
he llegado a sentir por alguien y necesito que lo sepas,
porque quiero vivir mi vida contigo —aseguró dejándome
petrificado, no podía creer que mi pequeña se me hubiese
adelantado con esa confesión—. Y sé cuáles son los riesgos,
pero estoy dispuesta a tomarlos si puedo estar contigo.
—Si algún día me olvidas, ten por seguro que te
perseguiré hasta que me recuerdes y vuelvas a decirme
estas palabras, bonita —le dije atrayéndola a mi cuerpo. Mis
manos ensangrentadas acunaron sus mejillas y luego
deslicé mi dedo índice por sus labios para que saboreara el
sabor metálico de la sangre—. He tenido sexo con muchas
mujeres Blair, pero te puedo jurar que con ninguna he
sentido las ganas que tengo ahora por poseerte.
—Y yo quiero saber que se siente estar con un hombre
de verdad, sin tener que utilizar mis dedos. —Me reí con eso
último, pero no fue suficiente para que mi polla reaccionara
ante sus palabras.
Y entonces la besé. Lo hice con todas las ganas que
llevaba reteniendo mucho tiempo atrás. Sus labios se
sentían demasiado bien en los míos y su boca —aunque no
era experta dando besos—, me estaba dando el mejor beso
de mi vida. Me correspondió con fiereza, empujándome
poco a poco contra la pared mientras succionaba mi labio
inferior y jadeaba sobre mis labios cuando mis manos llenas
de sangre apretaban su parado trasero. Blair me estaba
dando el mejor beso de mi jodida vida y sabía que después
de esto, no iba a tener las fuerzas necesarias para alejarla
de mí.
Animals seguía escuchándose, la letra se compagina
exactamente con nuestra situación. El ambiente estaba
creado y guiándome por la perfección del momento, agarré
a mi muñeca del cuello y la apreté mientras succionaba su
lengua y la invitaba a que se trepara en mi cintura. Caminé
con ella en mi cintura y luego la senté en la camilla, al lado
del cadáver y me permití saborear su boca. Mi lengua buscó
la suya y la adoré tanto como merecía. Lamí, chupé y mordí
sus labios mientras mis manos acunaban su rostro. Luego
bajaron lentamente hasta su espalda baja para presionarla
más a mí. Sus pequeñas manos no se quedaron quietas y
comenzaron a despeinar mi cabello, luego trazó un recorrido
con las mismas por mi torso caliente.
La escuché jadear cuando nuestros cuerpos rozaron y
sonreí al recordar que acabábamos de tatuarnos y que
nuestras pieles estaban sensibles. Solté una bocanada de
aire llena de deseo y me separé unos centímetros de ella
para mirarla a los ojos.
—Quiero hacerlo, Damon. —Jadeó cuando tomé su mano
y la pasé por el rostro frío del tatuador. Ella en un acto de
total despreocupación, la dirigió a mi nariz y dibujó con la
sangre un camino que descendía hasta mis pezones—.
Tengo una idea… Desvístete.
Fruncí el entrecejo y me erguí para separarme de ella y
acatar su orden. Mientras lo hacía, observé como tomó el
cuchillo y lo clavó justo en el corazón del chico a su lado.
Profundizó en la herida y cuando la carne estuvo bien
abierta, unió sus manos y comenzó a acumular ese líquido
rojo. Relamí mis labios con una extraña excitación que me
provocaba verla así y en un abrir y cerrar de ojos, comenzó
a verter la sangre sobre mi pecho. Cerré los ojos dejándome
llevar por el placer y cuando no pude resistir más, me
abalancé sobre ella y sin ningún pudor tiré de su ropa para
exponerla ante mí.
En segundos ambos estábamos desnudos y cubiertos de
ese exquisito sabor, las piernas de Blair se encuentran
enrolladas en mi cintura, mientras que mis labios están
sobre los suyos, besándola y ella correspondiéndome. La
frialdad de la noche no se comparaba con el calor que salía
de nuestros poros. La suavidad de su piel me estremecía,
activando todas las feromonas de mi organismo. Sus manos
no se estaban quietas y amé la forma tan salvaje en la que
me estaba tocando. Sin dejar de besarla la acosté en el
suelo y cuando tuve una vista deslumbrante de ella, detuve
nuestro beso para mirar con lujuria sus perfectos senos.
—Me tienes demasiado enfermo, Blair Bennett —susurré
y no la dejé responder nada.
Volví a besar su boca y bajé casi de inmediato a su
cuello, me detuve unos segundos en esa zona limpiando
cada rastro de sangre y luego llevé mi lengua a sus pechos.
Sus aureolas rosadas estaban en punta y me volvió loco
sentirlas en mi boca. Tenían un sabor metálico, pero eran
tan suaves que el éxtasis que me provocó su piel me puso
más duro y deseoso.
—¡Mierda! —gimió cuando mi lengua la torturó y sonreí
con suficiencia. Esa noche me propuse darle todos los
orgasmos que de seguro nunca había experimentado.
—¿Te gusta esto? —cuestioné y asintió. Acaricié su
vientre con mi mano hasta llegar a la cinturilla de sus
bragas sin dejar de lamer sus pechos; me introduje poco a
poco hasta llegar a mi meta y abrirme paso entre sus
pliegues. La toqué con alevosía y la torturé con maldad—.
¿Y esto? —pregunté de nuevo.
—Me encanta lo que siento Damon, tanto que me
molestan esas cosquillas dentro de mí —confesó y logró que
mi ego creciera ya que estaba a punto de tener un orgasmo.
—Todavía no quiero que esas cosquillas se expandan,
pequeña —pedí y moví en círculos mi dedo medio,
abriéndola más con mi dedo índice y pulgar—. Voy a jugar
un poco contigo.
—¡Oh mi Dios! —gimió y quiso cerrar sus piernas, pero se
lo impedí con mi brazo.
Seguí acariciándola y haciéndola gozar, la humedad
rápido lubricó aquella zona e hizo que mis movimientos
fuesen más precisos y minutos después ella estaba
gimiendo mi nombre, moviendo sus caderas para buscar
más fricción hasta que explotó en el primer orgasmo de
aquella noche. Solo dejé que se recuperara unos minutos y
después mi boca ocupó el lugar de mis dedos hasta que se
corrió una vez; para ese momento yo ya estaba que
explotaba y juraba que, si no la penetraba cuanto antes,
explotaría.
Pero ella estaba gozando y yo lo hacía con su placer. En
lo que se recuperaba tomé mi polla y la bombeé, me maldije
en voz baja por no tener un condón, y a pesar de que sabía
que debía cuidarla de todo, no estaba pensando con la
suficiente claridad. Su braguita había desaparecido mucho
tiempo atrás, así que me acomodé entre sus piernas y me
introduje en ella con cuidado, estaba resbaladiza debido a
sus fluidos por lo que no me fue difícil estar dentro de ella.
Gruñí al sentir lo maravillosamente estrecha que se sentía y
ella gimió al sentirme a mi llenándola.
— Oh mierda, Damon —exclamó con la voz entrecortada.
—Nunca permitiré que te alejes de mí.
—¡Ah! —gimió cuando quiso decir algo, pero la embestí
para que callara.
Estaba apoyado con mis manos a los lados de su cuerpo
para no recargarme del todo en ella, con mis rodillas me
balanceaba de adentro hacia afuera e inicié la danza que
tanto me fascinaba hacer, aunque en esa noche logré
perfeccionarla. Blair cruzó sus tobillos justo por mi culo y
logró hacer la presión que ella deseaba en cada embestida
que le daba; el deslizamiento era fácil y apretado y la
presión en mis testículos amenazaba con formarse pronto,
algo que nunca me sucedió con otras chicas, pues siempre
era duro para correrme, pero con Blair todo se me
dificultaba.
Los pechos de Blair rozaban el mío y con ese roce, sus
pezones se mantenían en puntas y deseé tenerlos en mi
boca, aunque antes de lograrlo la besé. Su aliento estaba
frío de tanto jadear y sus labios resecos por el aire que se
filtraba por ellos. La humecté con mi boca y consentí a su
lengua; bajé de nuevo por su cuello hasta que llegué a sus
pechos y los chupé con ímpetu. Una de sus manos se hacía
a mi brazo con fuerza y la otra viajaba de mi espalda hasta
mis nalgas marcando el ritmo que tanto necesitaba.
La sentí contraerse y apretarme más, sus caderas
buscaron desesperadas mis embestidas y entonces gritó mi
nombre otra vez, demostrándome que estaba gozando de
mí. Las contracciones de sus espasmos me estrecharon de
una forma deliciosa y en segundos la estaba penetrando
con más fuerza y rapidez hasta que me vacié por completo
en su abdomen y gruñí su nombre. Minutos me tumbé a su
lado, jadeando por la falta de aire, viendo el destrozo a
nuestro alrededor y confirmando que estaba
completamente obsesionado con Blair y que nunca en mi
jodida vida iba a superarla.
Capítulo 60
DAMON

—Damon, despierta.
Su voz era hipnotizante. Era como esas de películas
románticas, en la que la chica te despierta dándote besos
en el cuello, te susurra los buenos días y te mete una
tostada en la boca... Solo que esta vez, Elizabeth me estaba
chupando la polla.
Y entonces me encontraba yo, dejándome llevar por lo
bien que se siente mi polla dentro de su boca, viendo cómo
deslizaba sus más que expertos y sumisos dedos por mi
longitud. Elizabeth satisfacía mis necesidades con
placenteros movimientos, sin necesidad de arruinar la
hermosa amistad que habíamos creado.
Ella se había enamorado de mí, siempre le hice ver las
consecuencias que traería ese acto, pero nunca pareció
importarle. Desde el primer momento fui claro y le advertí
que no la deseaba como mi mujer, le dije que simplemente
la quería para follar. No puso objeción. Elizabeth siempre
escuchó los rumores sobre mí.
«Damon es fascinante como amante».
Y en eso no se equivocaban. Sabía qué hacer para que
cada mujer cayera rendida a mis pies y se convirtiera en lo
que yo decidiera. La anterior a Elizabeth, era una trigueña
hermosa, sus ojos azules eran cegadores. La puta daba
buen sexo, pero cometió un error, me besó en los labios. Y
eso, era algo que le tenía prohibido a todas, excepto a Blair.
—Levántate Elizabeth —le pedí alzándola por los
hombros.
—¿Qué sucede D? —murmuró mirándome con un brillo
suspicaz en sus ojos. Ella sabía que todo podía torcerse en
cuestiones de minutos.
—Me voy, no sé cuando regrese o si alguna vez lo haga
—le confesé estirando mis brazos observando los rayos de
sol a través de la ventana.
La chica de cabellos cafés reposa su cabeza sobre mi
abdomen y recorre mi cintura con sus dedos. Sé que está
intranquila y temerosa, pero no puedo hacer nada por su
bienestar. Elizabeth nunca ha sido mi prioridad.
—Te irás a buscarla ¿Verdad? —masculló con el temor en
sus palabras. Sabía que no debía mentirle.
—Sí, ya ha pasado tiempo desde la última vez que la vi
—sonreí como un niño con inocencia—. Quiero saber cómo
está, si se alimenta bien, si todavía Elijah sigue viviendo con
ella, si dejó realmente esa otra parte de sí misma oculta, me
encantaría verla sonreír, salir a caminar dados de la mano,
besarla. Quiero comprobar que todavía me recuerda y que
después de tantos años, siga siendo la misma mujer de la
que me enamoré.
—Pero tú no eres así Damon, de este no es el hombre del
cual me enamoré. —Se levantó indignada, dándome la
espalda mientras se sentaba en el borde de la cama—. Tú
no hablas con nadie, no expresas tus sentimientos, sólo
utilizas a las mujeres para tus propios fines. No eres un tipo
romántico, al contrario, a ti no te gusta siquiera que te
dediquen canciones.
Elizabeth tenía un poco de razón. Siempre había sido
rudo, despiadado, frío, ególatra y un hijo de puta en todo el
sentido de la palabra, al cual no le importaba nada ni nadie
a excepción de Blair. Ella fue, es y será siempre mi jodida
debilidad.
—Si algún día volvemos a vernos, te prometo que te
invitaré a esa malteada que tanto me pediste —le susurré
en el oído para después marcharme de la oscura habitación
de hotel.
—¿Lo juras? —su pregunta me sorprendió, pero también
me hizo entender que siempre iba a tener el control.
—Siempre cumplo mis promesas.
Capítulo 61
DAMON

Recapitulemos.
La última vez que había visto a Blair fue cuando la llevé a
su casa luego de haber follado la noche entera como
animales. Después de ese día perdí su rastro ya que su
familia inició trámites para mudarse a un nuevo lugar; sitio
al que tiempo después me trasladé para tener un
acercamiento mayor hacia ella. Pero… ¿Qué sucedió para
que hasta estos momentos no quisiera volver a tenerla?
Iniciemos con Judith, esa pelirroja estorbosa la alejó de
mí ya que creyó que era una mala influencia para Blair.
Estuve casi un año tratando de hallarle la pista a la familia
Bennett que decidieron mudarse justamente al pueblo
donde viví. Tiempo después me enteré por la boca de
Darling, que la astuta pelirroja les había comido la cabeza a
los padres de Blair con el supuesto asesino en serie que
estaba dejando cientos de cadáveres en las ciudades. Por
esa razón es que escapaban de mí, ya que, a la mañana
siguiente de mi espléndida noche con mi muñeca, su frágil
piel quedó marcada y ella al no querer delatar las
atrocidades que hicimos, mintió diciendo que Killer Heart —
así me apodaron los de la televisión—, la había asediado en
un callejón y que logró escapar con vida.
De cierta forma eso fue ingenioso, ya que nunca llegó a
mencionar mi nombre, pero infelizmente, su familia llena de
miedo inició un absurdo juego en el que no se quedaban en
una ciudad por más de dos años. Cuando volví a ver a mi
pequeña, ya había transcurrido otro año y para mi
desgracia, Blair me había olvidado y se encontraba flechada
por el maldito de Elijah. Muerto del asco por la horrorosa
relación que habían teniendo, aumentaron mis masacres y
por ende el miedo de esa familia ya que, por imprudencia
mía, asesiné a varias chicas de la índole de Blair muy cerca
de su escuela. Entre ellas Laura.
Después de un tiempo Victoria terminó distanciándose de
mí ya que realmente estaba al punto del colapso con cada
acción que les vi tomar a Elijah y Blair. Judith se convirtió en
una traidora al estar de acuerdo en la relación ellos y si no
fuese por las pruebas contundentes que les había enviado a
Dean —el padre de mi muñeca—, ellos dos hubiesen hasta
mantenido relaciones sexuales.
Aquello no lo iba a permitir, no me vería la cara de idiota,
sin embargo, no pude mantener contacto con esa pequeña
pelinegra ya que mientras estudiaba e investigaba un poco
más sobre su trastorno, descubrí que la persona que es
portadora de la enfermedad, no olvida completamente a los
que conviven con ella, solo ignora las imágenes que vivió
con ellos. Por ejemplo, cuando su personalidad dominante
está al mando, por así decirlo, la otra observa
inconscientemente todo, como si estuviera en un pequeño
agujerito dentro de ella. Así que estaba consciente de que
todo lo que habíamos hecho ocurrió con su otra identidad, la
que solo deja salir cuando lo cree necesario. Y como no era
la dominante, era muy probable que hubiese olvidado sus
recuerdos y cada detalle de la noche en la que le hice el
amor, y por eso piensa que nunca ocurrió y que seguía
siendo virgen. Por la misma razón me sacó de su mente y
actualmente soy como otro desconocido común y corriente
que innecesariamente la vive atormentando en los sueños o
en deja vu.
La última vez que la vi me había contado sus pesadillas
en la que un asesino la empujaba de un puente y luego
arremetía contra ella una serie de disparos. En aquel
momento no quise contarle nada, pero por obvias razones
sabía que se refería a Aiden y luego de que Judith
convenciera a sus padres de que un loco asesino estaba
detrás de la única sobreviviente que logró escapar, las
paranoias de mi chica aumentaron. Aunque todo esto son
solo suposiciones, creí fielmente que lo mejor era alejarme y
por eso, para no perjudicar más su salud me mantuve en las
sombras observando como el cabrón de Elijah la enamoraba
y le mentía sobre ciertos aspectos de su vida.
Luego de un tiempo pude respirar en paz ya que gracias
al cielo alejaron a Elijah de la vida de Blair, aunque supuse
que él no se quedaría de manos cruzadas. Y, un poco antes,
cuando ella quiso olvidarse de ese idiota y comenzó a salir
con un chico popular de su escuela, sentí que casi perdía la
cabeza. Sin darse cuenta, la Blair sádica, comenzó a salir
con Matt, el que era novio de su hermana, o que, al menos,
se follaban de vez en cuando. En lo particular no me
interesaba la vida de ese patán, pero erróneamente escuché
los gemidos de una chica y antes de que pudiese pensar
con claridad, le caí a golpes a Matt. Después descubrí que
esa chica se trataba de la pelirroja y bueno, no quise
descargar mi furia en ella ya que sabía que todavía me
podría servir de ayuda, mucho más cuando tenía en mi
poder el pequeño secreto de que se acostaba con el chico,
que su tierna hermana utilizaba para darle celos a Elijah.
En ese mismo tiempo a Aiden le dieron el alta del
manicomio donde estaba y volvía a estar en las calles
actuando como mi maldita sombra.
El incidente mayor ocurrió cuando Blair intentó asesinar
a Darling por intentar acostarse con el chico que estaba
utilizando. En ese momento me odié, odiaba que no me
recordara y que pensara que cada patán que entrara de
alguna forma en su vida se convertiría en el dueño de su
corazón, cuando claramente ese lugar solo me correspondía
a mí. Cuando huyó despavorida y asustada hacia el único
lugar donde se sentía en paz, aproveché y utilicé mis armas
seductoras con la pequeña consentida de Darling para que
no pusiera alguna denuncia contra mi chica. Como las
palabras se las lleva el viento, y Darling no iba a dejar en
paz a mi muñeca, mucho menos cuando le destrozó el
rostro a base de golpes, me propuse protegerla, aunque
pusiera en peligro mi propia existencia.
Una vez que la encontré en el cementerio junto a su
hermana, las golpeé a ambas por la nuca y después de unas
horas en la que no dejó de llover, la pelirroja abrió sus ojos.
En ese instante, mientras Blair seguía inconsciente, le dije
detalle por detalle lo que haría para que todo lo que tenía
en mente se cumpliera. Ella aceptó y semanas después
comenzó a hacer su parte del trato para que Blair, estando
en el pueblo donde prácticamente había crecido, se
convirtiera en mi mayor posesión.
Ahora bien… ¿Saben esa sensación de desesperación,
alegría y a la misma vez templanza? Bueno, así comencé a
sentirme desde el minuto uno en el que le envié un primer
mensaje a Blair desde un teléfono pre pago años atrás. Dejé
de seguirla y continué cada uno de mis movimientos por vía
telefónica. Al principio es verdad que ni puto caso me hacía,
pero luego comencé a ver que se estaba interesando por mí
y ahí comenzaron las dudas. No sabía si era tan tonta para
hablar con un completo desconocido del cual no sabía ni las
intenciones que tenía para ella o estaba lo suficientemente
loca como para continuar mi juego.
Así estuvimos un par de años hasta que apareció mi
querida Elizabeth y otra vez mi mundo se fue de cabeza. No
podía creer que después de tantos años ella hubiese
regresado, mi Bobby me buscó como le prometió una vez a
Victoria y venía demasiado cambiada. En realidad, todo
había cambiado, tanto en ella como en mí. A pesar de que
nunca la vi como mi media hermana, en esos momentos
que la tuve en frente mucho menos. Elizabeth tiene
veintisiete años, y al contrario de mí, que con veintidós no
he logrado mi propósito más importante en la vida, ella si lo
consiguió.
Mi hermoso demonio logró convertirse en una de las
mujeres con mayor influencia en L.A, trabajando en una
editorial como correctora e ilustradora de libros policiacos,
mientras viajaba constantemente del pueblo a la ciudad. Sin
embargo, su afán por asesinar, el mismo que en nuestra
niñez me enseñó, continuó y al contrario de mí, se le
desarrolló aún más. Sus genes la llevaron a hacer diversas
masacres en las que sus víctimas eran parejas de amantes.
Me contó que los hacía asistir a diferentes lugares en los
que preparaba con meses de antelación su propio juego de
la muerte. Así mismo, se puso en contacto con su hermano,
quien después de varios años se convirtió en un excelente
psiquiatra; según Bobby, Mason deseaba reunirse con
nosotros y tener una charla de hermanos, cosa que
posiblemente nunca se diera.
Fue entonces, que por primera vez después de mucho
tiempo, mi mente no estaba constantemente pensando en
Blair y se concentró en Elizabeth y sus “aventuras”. Vivimos
unos días en mi apartamento, en la antigua ciudad, y si la
semana tenía solamente siete días, para nosotros eran
veinte, ya que nos encerramos de tal forma dentro de las
cuatro paredes de mi habitación, que lo único que hacíamos
era follar o planear algún juego. También hablamos sobre
ese relicario que me envió cuando murió su madre y me dijo
que no era nada importante, que solo quería que yo supiese
que algún día nos reencontraríamos. Cuando la escuché
decir eso, me percaté de que Elizabeth se había enamorado
irremediablemente de mí.
Al ser consciente de que no podría corresponder sus
sentimientos por más que me gustara follar con ella, elegí
marcharme y dejarla atrás, aunque sí cumpliría mi promesa
de llevarla a beber esa malteada que le había prometido la
noche anterior. Entonces, sin un rumbo fijo, volví al pequeño
pueblo de Dark. Allí me recibió una chica que se convertiría
en un boleto de salida por si me veía con la soga en el
cuello algún día. Nerea —así se llama—, se encaprichó
conmigo tan velozmente que no tuve la necesidad de
seducirla con alguna de mis virtudes. Una vez que me
instalé en una casa que alquilaban, me di el tiempo
suficiente para investigar a cada pueblerino y prepararme
para mi sangriento juego.
Días más tarde, corrí literalmente hacia la iglesia del
pueblo y le conté todos mis pecados al sacerdote, sabía que
todo quedaría en secreto de confesión, sin embargo, cuando
obtuve el perdón de dios, lo asesiné. Aquello fue muy
temprano en la mañana, no había ni un alma en las calles y
el frío se estaba haciendo casi insoportable. Después
recordé el día en el que la familia Bennett había comenzado
su rumbo en carretera, troté un poco esa mañana y me
detuve en el cartel de bienvenida del pueblo. Un poco
aburrido de tanto esperar, cambié el significado de las
palabras del cartel y después de unos minutos, apareció
frente a mis ojos el auto. Intenté hacer autostop, pero solo
conseguí la mirada curiosa de mi muñeca y sin una pizca de
fe, volví caminando nuevamente a mi casa.
Ese mismo día continué con mis mensajes anónimos y
horas más tarde decidí gastarle una broma a Blair para que
levantara animada de su hora de dormir en el cementerio. A
veces me causaba cierta gracia que no me recordara pero
que de forma inconsciente sí fuera a los lugares que alguna
vez visitó conmigo. Eso, y algunas actitudes que solo son
propias de mí, como la frialdad y el rechazo por el contacto
humano. Supongo que después de todo, sí que estábamos
hechos el uno para el otro.
A partir de ese día, comencé un divertido juego para ver
hasta qué punto mi muñeca me había olvidado, por
supuesto no esperé que regresaran algunos fantasmas del
pasado a joderme la vida y que mucho menos el cabrón de
Liam se obsesionara con Blair. Aiden también influyó de
cierta forma en mis decisiones y gracias a su enferma
persecución hacia mi persona, lo aproveché para que los
pueblerinos creyeran que era él el verdadero asesino.
Aunque de cierta forma si era uno, solo que mientras yo
asesino sin remordimiento, él sufre varios días por las
muertes de esas personas.
Su cercanía con Blair fue algo que me pareció curioso y
que a la vez detestaba. Ni siquiera me cabía en la cabeza
que ella comenzara a sentir atracción por un desinhibido
mental que solo quería utilizarla para verme sufrir a mí.
Aiden fue un poco toca pelotas y mentiría si dijera que casi
no arruina mis planes, pero afortunadamente supe utilizar
mis cartas y me deshice de ese estorbo. Esa misma noche
en la que estaban decapitando a mi sombra, el cabrón de
Liam secuestró a Blair y en un acto de total desesperación
me inventé una loca historia solo para protegerla.
Todo esto ocurrió ya que equivocadamente me besé con
Victoria en la Universidad donde fingía estudiar y él nos vio.
Aquel hombre se convirtió en un animal en cuestiones de
segundos y casi me parte la cara de no ser por Vicky que
decidió contarle la verdad. En mi defensa debo decir que la
besé porque estaba cansado de que mi mujer estuviera en
los brazos de otros hombres; primero Aiden, y luego el
canalla de Elijah. Sin embargo, comprendí que el mismo
amor obsesivo que le profeso a Blair, es el mismo que siente
Elijah, por dicha razón, decidí darle un voto de confianza y
dejé que el universo decidiera con cuál de los dos se
marcharía mi chica.
Me fastidiaba hasta la mierda que ella estuviera
enamorada de los dos, pero no podía ignorarlo u ocultarlo.
Una vez que Blair entendió que me amaba ya que fui su
primer amor, pero que también quería a Elijah, todo mi
mundo comenzó a desmoronarse. No supe el grado de
intensidad que traerían mis actos hasta que la vi llorar por
Elijah, no importa cómo sucedieron los hechos o de qué
manera se enamoraron, pero lo que empezó como una
pareja de asesinos, terminó convirtiéndose en un trío
enfermizo y obsesivo, en el cual, los dos machos alfas,
estábamos preparados para luchar hasta morir por la bella
omega.
Como sabía que tenía las de perder, ya que la vida de
Blair estaba de por medio, le pedí, casi suplicándole a Elijah
que la cuidara cuando yo no estuviera; porque, aunque no
sabía lo que iba a ocurrir, tenía el presentimiento que el loco
de Liam jugaría sucio y terminaría bien jodido. Antes de que
Blair despertara, cuando nos encontrábamos solos en la
casona donde Liam cometió sus masacres, aproveché y le
escribí una nota importante a mi muñeca, dependiendo de
esa nota, nos encontraríamos de nuevo en el futuro. Pero
como siempre, el destino es irracional y me tocó vivir de la
peor manera posible los mismos crímenes que había
cometido en mi corta vida. Sentí en carne propia el dolor y
la quemazón de una bala impactando en mi pecho, la
agonía de la mujer que amo creyendo que moriría, la
desfachatez del hombre que era mi amigo marchándose con
ella.
Todo estaba de cabeza.
Y sentí por milésimas de segundos que mi vida había
terminado.
Ya no habría más Damon y Blair.
Ya no más amor.
Perdería definitivamente mi propio juego.
Y entonces, cuando el cielo se cerró sobre mí y
comenzaron a caer esas pesadas gotas, apareció ella frente
a mí. Mi Elizabeth estaba llena de sangre y se veía muy
afligida intentando que mi cuerpo se recompusiera. Cuando
lo logró, me dijo algo en el oído que no pude entender bien,
y luego de eso, mi cuerpo dejó de funcionar y mis ojos se
cerraron en un profundo sueño.
Capítulo 62
DAMON

Tiempo presente…
Cuando desperté, no sabía ni la hora, ni el día en el que
me encontraba, Elizabeth había desaparecido y todo lo que
podía recordar era mi agujero de bala y la mirada cristalina
de Blair.
—¡Damon! Bienvenido... estaba deseando conocerte.
Me sorprendí al ver aquellos ojos verdes muy cerca de
mí. Es un chico que debe tener si acaso un poco más de mi
edad, cabello castaño oscuro, largo hasta la punta de las
orejas. Sus cejas son abundantes y tienen esa expresión de
poder conseguir lo que te propongas. Es alto y a pesar de
ser hombre, debo admitir que el chico sabe vestir, a pesar
de tener esa bata blanca por encima.
—Damon —dijo levantando la mirada de los papeles en
sus manos—. ¿Sabes por qué estás aquí? —Negué, luego
sonreí. Me sentía liviano, como si estuviera flotando. Volví a
reír.
Observé la habitación y en verdad me sentía relajado,
era como si el color blanco de las paredes extendiera sus
manos, las metiera dentro de mi cabeza, reuniera todo el
pasado, el estrés, Blair y lo expulsara de mi organismo. Sin
preocupaciones, sin pensamientos que me hicieran actuar
de manera precipitada, me sentía libre. Sin saber por qué,
se había ido de mi espalda todo el peso. Me sentía tan pero
tan liberado que cerré los ojos y sonreí como si tratara de
entender qué sucedía.
Pero... estallé en llanto.
No tenía claro por qué estaba llorando, sólo sentí ganas
de hacerlo como un loco. Fue liberador, tanto, que no me
importó que otro hombre me viera hacerlo. Lloré hasta que
los ojos se me achicaron y dolían de tanto secarlos. El
castaño me miraba serio y no dejaba de apuntar cosas en
una libreta.
—¿Quién eres? —pregunté tratando de sentarme en la
cama, pero fue casi imposible por la mano que tenía
entablillada al apoyabrazos.
Apreté mi puño derecho y sentí un ligero picor ligado con
dolor. Lentamente bajé la cabeza y traté de observarme. Mi
cabeza giraba, la habitación daba vueltas, me sentí
mareado.
—No te muevas, tienes un suero intravenoso —me avisó
sin cuestionar mi momento de locura y lo quitó rápidamente
—. Soy Mason Schwartz, tu psiquiatra.
—¿Psiquiatra? ¿De qué mierdas hablas? —grité
poniéndome de pie. Me tambaleé un poco, por lo que tuve
que apoyarme en la pared. ¡Oh mierda! Esto no puede ser
cierto—. ¿Dónde estoy?
—Tranquilo Damon, todo estará bien —dijo él tratando de
tranquilizarme.
Entré en un estado de ira en el que sólo quería arrancarle
la cabeza a ese doctorcito. ¿Qué había pasado? ¿Por qué
estaba aquí? ¿Por qué nadie habla? Cerré los ojos y me vi
nuevamente en el bosque, rodeado de árboles, gritos,
montañas, frío. Recordé la cabaña, el sótano, las chicas,
Blair. Había sangre, ella lloraba, vi cómo mueren. Río, no
siento compasión, me gusta ver el sufrimiento. Pero
entonces, Liam me ataca con violencia y caigo rendido en el
suelo. Lucho por mi vida y termino clavando un cuchillo en
su yugular. Blair corre, yo voy tras de ella, sin embargo, me
detengo. No puedo más, mi cuerpo duele y siento que me
muero con cada segundo. Elijah se acerca apresurado, me
tiende su mano, la aparto con brutalidad y le pido un favor:
—Sálvala a ella, yo todavía tengo algo que hacer.
Y después nada.
No recuerdo nada.
—Damon, relájate —susurró Mason frente a la cama. Giré
la mitad de mi cuerpo hacia él.
—¡No me digas más que me relaje! ¿Qué es esto? ¿Por
qué estoy aquí?
—Unos excursionistas te encontraron moribundo en los
límites del pueblo, te llevaron al hospital y luego te
remitieron aquí con trastorno por estrés postraumático,
depresión clínica con ataques de pánico y tendencias
asesinas.
—¡¿En serio piensan tenerme aquí?! —le grité lanzando
un cubo de medicinas al suelo—. Soy un adulto y me
marcho de este puto loquero.
—No puedes irte hasta que yo diagnostique que estás en
perfectas condiciones — habló tranquilamente y eso me
encolerizaba. ¿Por qué diablos me irritaba tanto?
—¿Y qué esperas? ¡Has el jodido papel que diga que me
encuentro bien! —Traté de caminar, pero mi cuerpo dolía
con demasía. Me observé y vi muchas suturas.
—Todavía no estás del todo bien físicamente y por el
camino que vamos, demorarás en estarlo mentalmente.
Mason avisó a un par de enfermeros, ellos vinieron
corriendo y me inyectaron algo. Intenté defenderme, pero
en cuestión de segundos, había caído sobre los brazos de
esos tipos.
Abrí los ojos cuando sentí voces femeninas a mi
alrededor. Observé el lugar y no había nadie. Solo estaba
yo, en una habitación blanca, con una sola cama, sin
ventanas, una puerta con una pequeña abertura para pasar
la comida y...
¿Qué era eso?
Escuchaba voces femeninas. Cambiaban cada diez
segundos, primero una niña, luego una estudiante
regañona, una mucama, una asesina, una stripper.
¿Quiénes eran?
—¿Juegas conmigo? —se escuchó la dulce voz de la niña.
Miré a mi alrededor y no la veía. ¿Me estaba volviendo
loco? Era eso ¿No?
—Estoy aquí. ¡Aquí abajo, Damon!
Seguí su pequeña vocecita y me topé con un pequeño
agujero en el rodapié de la habitación. Me agaché y traté de
observar quién estaba al otro lado. Y wow. No era una niña
o una mucama. Sólo era una jovencita, traumada y
posiblemente con distintas personalidades. Sin querer, otra
vez Blair volvió a mi mente.
Sin esperarlo, mi puerta se abrió, me senté rápidamente
en la cama, no quería que supieran que tenía algún vínculo
con la extraña. Ella podía servirme de diversión. Apreté mi
mandíbula cuando vi nuevamente a Mason, esta vez venía
solo, sin bata, sin libreta.
—Ahora que estamos sin cámaras y que ya terminé mi
turno de trabajo, es hora de hablar.
—Tú dirás... —le dije fríamente.
—¿Qué hiciste con Elizabeth? ¿Dónde la tienes? —lo noté
intranquilo, con miedo.
Sonreí.
—No sé de quién me hablas. —Esbocé una sonrisa
fingida y comencé a doblar la sábana.
—Sé quién eres Damon Waldorft, mandaste a la horca a
tu hermano para librarte de todo lo que has hecho, pero se
te olvidó un pequeño detalle. Yo.
—Todavía no entiendo quién eres. —Solté una carcajada
—. ¿Un doctor? ¿Un camello? ¿Un novio infeliz e inseguro? —
farfullé con gracia, por supuesto sabía quién era él y lo
importante que era Elizabeth en su vida.
—Por ahora sólo es importante que sepas que te tengo
vigilado y hasta que no me digas dónde tienes a mi
Elizabeth, no saldrás de aquí. —Escupió el suelo y sonrió—.
Te pudrirás aquí. Sin ver a Blair, sin saber cómo le va con
Elijah, sin saber sus pequeños secretos.
Sus palabras dolieron, más no hice nada. Yo elegí mi
propio camino el día que entendí que las oportunidades que
daba la vida debían aprovecharse al máximo y, sin
embargo, sólo intentaba cambiar el pasado.
La distancia y el tiempo, siempre habían sido nuestro
jodido caleidoscopio.
Capítulo 63
MASON

—¿Me estás escuchando, Blair?


No.
—Claro —respondió ella.
Hice una mueca y ladeé un poco mi cabeza para
sonreírle. Todavía me parecía un poco salido de lugar todo lo
que llegué a hacer la noche anterior. La imagen de
satisfacción en la expresión de Blair mientras cabalgaba
encima mío, aún estaba intacta en mi mente. Muchas cosas
tenían sentido ahora, incluso que no llegara a matarme. No
había sido por miedo, sino, porque quise ir un paso delante
de ella y terminé convenciéndola de que me diera una
demostración de lo que tanto anhelaba.
Resultado final: El tipo gay del bar terminó muerto.
Solía pensar que Blair era simple, básica, y aburrida. Ella
resultó ser lo opuesto: compleja, esencial e interesante y lo
más importante: la debilidad de Damon. No fue hasta ese
momento, teniéndola frente a mí, su mano cálida subiendo
mi camisa para rozar mis pezones con sus dedos, que me di
cuenta de la necesidad de llevarla justo donde Elizabeth y
yo habíamos planeado. Ambos necesitábamos pasar por la
abrumadora experiencia viendo a nuestro sádico hermano y
a la sanguinaria psicópata luchar por sus vidas.
De la misma forma en la que yo me sentí cuando
Elizabeth me dejó por continuar su hermosa locura con
Damon, yo iba a hacerle ver a ella, qué era no tenerlo más a
él. Sonreí para mí mismo, todavía me costaba entender que
mi padre no hubiera visto que mis hermanos y yo teníamos
más en común de lo que todos nos atrevíamos a admitir.
Damon es inteligente, con metas claras y planes casi
perfectos de no ser por Blair; siempre supe que ella
terminaría llevándolo a la muerte. Elizabeth es sanguinaria,
muy meticulosa y aunque algunas veces no logro entender
cómo lo consigue, me gusta ver la forma en la que se libra
de sus crímenes.
Luego me encuentro yo, el hermano sin aparentes genes,
el estudioso que enviaron lejos de los problemas para que
no le hicieran daño. El chico que estudió la psiquiatría solo
para entender un poco mejor la psiquis de mi familia y
volverlos aún peores. Ese soy yo Mason, un niño que creció
con la convicción de volver títeres a los demás solo usando
la mente. Nunca he tocado ni a una mosca, pero si he
jugado con la mente de los demás para que hagan
exactamente lo que quiero, así sea asesinar.
Y eso, me convierte en el mejor de mi familia, en el
asesino perfecto.
El plan anterior era muy diferente a lo que me obligaron
a hacer. En un principio solo debíamos atraer a la pareja de
enamorados hasta mi clínica y allí les haría un tratamiento
de electrochoques para que olvidaran gran parte de sus
vidas, ya luego todo iba a quedar en las manos de Elizabeth
para que jugara con Damon frente a Blair; pero todo se fue
a la mierda en cuanto esa chica comenzó a vincularse con
otros dementes. Damon flaqueo repetidas veces hasta el
punto de casi quedarse sin vida. De no ser porque mi
hermana lo salvó y lo trajo hasta mí, hubiese muerto.
Y ahí, justo después de que Elizabeth rematara al idiota
del peliblanco, escapó. ¿A dónde? No lo sabía, y por eso es
que todo tomó un giro inesperado. Sin mi hermana no podía
continuar con mi experimento y tan solo me quedaría
liberarlo ya que no tenía motivos para mantener cautivo a
mi hermano. Me disgustó saber que no me reconoció aquel
día que despertó, como también me irritó su prepotencia y
arrogancia. No había motivos para que él supiera donde
había ido Elizabeth, pero como dije anteriormente, no podía
liberarlo hasta que ella no apareciera.
Por eso me vi en la necesidad de acercarme más a Blair,
algo muy dentro de mi ser me decía que mi hermana iría
detrás de ella para acribillarla a puñaladas, y como no iba a
detenerla, mi única opción sería protegerla hasta que
pudiese tranquilizar a Elizabeth. No estaba en mis planes
follármela, ni mucho menos practicar tan precipitadamente
mi experimento, pero no me desagradó del todo. Blair era
exquisita, pero no era mi tipo, aunque sí tenía el poder para
volver loco a cualquiera.
—Leí tu diario mientras dormías. Y antes de que quieras
matarme por intervenir en tu vida y husmear en tu pasado,
quiero que conozcas un poco de mí —murmuré intentando
calmar la tensión que se había formado por esas simples
palabras—. Supongo que no conoces toda la vida de
Damon, yo tampoco, pero lo poco que sé de él podría
ayudarte a entender el por qué nos parecemos.
—¿Qué me dirás? ¿Qué son hermanos? —soltó con burla
y asentí sonriente.
—Sí Blair, Damon es mi hermano menor.
Ella sonrió, y no era esa puta sonrisa falsa de niña
perfecta que le daba a todo el mundo, era una sonrisa
torcida, pícara seguida de una lamida de labios que solo
llevó a mi imaginación a cosas mucho más sexuales que
una simple caricia.
—No solo te inventas un cuento sobre que asesiné a un
chico frente a ti, sino que también revisas mi diario y te
arbitras que eres hermano del único hombre que en mi vida
podré superar —bramó y agarró mi brazo—. ¿Me estás
jodiendo?
—Te contaré algo sobre Damon que seguramente no
sabes, pero después puedes comprobarlo tú personalmente
y cerciorarte de que lo que dije es cierto. —Solté su mano y
vi cómo me miraba expectante—. Antes de que conocieras a
Damon en Dark, él estaba realmente encantado con su
media hermana Elizabeth. Se follaron, posiblemente
volvieron a asesinar y luego tu querido amor la dejó
plantada en una habitación para ir detrás de tu culo. Ahora
bien, lo importante de todo esto es que nuestra dulce
hermana está furiosa ya que, por la obsesión de Damon
hacia ti, casi lo asesinan y Elizabeth no muy conforme de
compartir a su chico, va a matarte.
—¿Damon está vivo? —preguntó con un tono de voz
alegre y a la vez con sorpresa.
Nos miramos a los ojos, el sonido de los autos llenó el
silencio entre nosotros y mi mirada bajó a sus pechos,
expuestos bajo esa tela blanca transparente y mi
imaginación ya no necesitaba trabajar, tenía la realidad y la
mejor vista frente a mí. Sin embargo, me frené, la rabia que
sentía no era una que hubiera manejado antes y temía que
Blair saliera herida si me descontrolaba.
Cerré el espacio entre nosotros de un paso y ella alzó la
cara para mirarme. Su pecho subía y bajaba con cada
respiración, haciéndome notar esos dos puntos que quería
lamer y morder como loco. La agarré del cuello con fuerza,
no debía desviar mi atención hasta su cuerpo, esto no se
trataba de follarla, sino de dañarla.
—¿Te he dicho que mi loca hermana va a matarte y solo
me preguntas por Damon? —solté una carcajada cargada de
ironía—. Bien me dijo que eran tal para cual, ambos
enfermos el uno por el otro.
—No eres mi persona favorita en estos momentos Mason
—susurró sobre mis labios y sin dejar escapar esa
oportunidad, mordí su ribete inferior—. Así que dime donde
está Damon.
—Hablemos por unos segundos de Damon, Blair —
propuse y la senté a horcajadas sobre mí—. ¿Desde cuándo
surgió esa obsesión por él?
—Hagamos un trato Mason, te respondo lo que quieras,
pero a cambio me llevas con él. ¿De acuerdo? —asentí, de
igual forma era lo que tenía pesado hacer para salvarles el
culo a ambos—. Creo que un poco antes de los quince años.
—Ha asesinado.
—Lo sé.
—Ha manipulado a tantas personas solo para fines
personales.
—También lo sé.
—¿Y eso no te asusta? ¿No temes que lo haya hecho
contigo?
—¿Por qué debería temerle cuando yo me he convertido
en lo que él me enseñó?
—¿Entonces admites que disfrutas haciendo lo mismo
que Damon?
—¿Esto es alguna clase de terapia o algo? —se quejó
saliendo de mi entrepierna, dirigiéndose a la ventana.
—La costumbre del trabajo —me excusé y continué
observándola.
Capítulo 64
BLAIR

Mis pensamientos estaban en blanco.


No podía creer todo lo que Mason me había soltado, fue
un duro golpe enterarme de esa forma de lo poco que me
había dicho y aunque todo podía ser mentira, quise creerle.
Necesitaba ver a Damon, olvidar cada segundo que
apareció en mi mente y que creí que estaba muerto; aunque
también me hubiera encantado vivir en la ignorancia para
nunca enterarme que tenía otra loca hermana que estaba
obsesionada con él.
Damon era la única persona capaz de sacarme una
sonrisa y ponerme furiosa a la vez, era el hombre que me
había dado todo lo bueno del mundo y me había enseñado
las cosas malas que podemos hacer para divertirnos. Por
esas razones me parecía irreal que estuviese vivo, una parte
de mí nunca creyó que hubiese muerto ya que él era un
guerrero y siempre iba a luchar por sobrevivir. Pero mi otro
yo estaba aceptando la realidad ya que después de tantos
meses, parecía un poco ilógico que continuara aferrada al
pasado.
—Puedo llevarte ahora con él si lo deseas —murmuró
Mason acariciando mi cintura y solo en ese momento, el
asco se apoderó de mí.
—Creo que tengo un fetiche raro con los hermanos de
Damon —solté sarcástica pensando que Mason no lo
entendería, pero fue todo lo contrario, su enorme sonrisa
me lo confirmó—. Pero al final siempre vuelvo a los brazos
de él.
Anuncié cambiándome de ropa frente suyo, sus ojos me
recorrían de arriba abajo y aunque debería sentir un poco
de vergüenza, era todo lo contrario, de cierta forma me
daba un poco de morbo que Mason me mirara mientras
imaginaba a Damon encargándose de darle placer a mi
cuerpo.
—Eso será hasta un día dulzura y puedo asegurarte que
ese día no tarda en llegar. —Coloqué correctamente el
tirante de mi blusa y solo lo observé un poco curiosa por
saber a qué se refirió—. Ese día podrás llorar en mis brazos,
después de todo te conozco tanto como él —se mofó y solté
una carcajada mientras subía el zíper de mis pantalones.
—¿Por qué lloraría su muerte?
Él miró hacia la ventana y adoptó un semblante
diferente.
—¿En serio piensas mentirme? —habló sin mirarme—.
¿Acaso necesitas que te compre un espejo para que veas lo
hinchados que tienes los ojos de llorar? —Sus labios se
curvaron cínicamente y me miró satírico—. Apostaría mi
título como psiquiatra a que antes de que llegaras ya
estabas despierta, leyendo o escribiendo en tu diario
mientras llorabas por él.
Sonreí frunciendo el ceño.
—Necesito que dejes de evaluar cada acción que hago,
no me gusta que me examines como si fuera un trozo de
carne sin sentimientos —agregué untando un poco de agua
de colonia en mi cuello.
—Es algo que no puedo controlar, Blair, pero si no lo
sabes, es normal que llores por alguien tan importante que
marcó tu existencia. —Y ahí de nuevo volvió a animarme
con ese tonto tono lastimero—. Yo he llorado hasta por la
muerte de mis bonsáis, así que no estaría mal que lloraras
por un asesino.
Lo siguiente que pronuncié lo dije enfatizando cada
palabra:
—¿Matarás a Damon, señor sensible?
Él se encogió de hombros.
—No, yo no soy esa clase de asesino —musitó y me dejó
de piedra literalmente—. Y no creas que me ofendes
diciéndome sensible porque de hecho si lo soy, podría
pasarme horas llorando por mis arbolitos que mueren por el
mal cuidado que les doy.
—¿Entonces si eres un asesino? —le pregunté ignorando
su tonta afición por los bonsáis.
—Solo juego con la mente de las personas, si vieras la
cantidad de cosas que puedes obtener comprendiendo la
psiquis humana, hubiera más sexo y menos guerras.
Resoplé.
—En estos momentos me estoy preguntando quién
influenció al otro —pronuncié metiendo algo de dinero a mi
cartera para luego indicarle a Mason que se levantara de la
cama.
—¿Por qué tan curiosa? —preguntó caminando detrás de
mí en dirección a la salida.
—Porque me es curioso que ambos tengan los mismos
pensamientos, ya tú lo dijiste, Damon manipula a las
personas porque estudia sus mentes y tú eres muy parecido
a él en ese sentido.
—Ujum. —Hizo ese sonido con su boca y se adelantó
unos pasos delante de mí—. Pero todavía no entiendo a
dónde quieres llegar.
—¿Tan inteligente y no sabes que el hermano menor
siempre intenta copiar las acciones del mayor? —giré los
ojos en su dirección y no me alegró la retorcida sonrisa que
me dedicó.
—Damon sabe que soy su hermano, pero no conoce mi
rostro, como tampoco sabe lo que yo pienso y mucho
menos hemos tenido tiempo para una charla, así que
digamos que nuestras personalidades se deben a los genes
de mi padre.
Exhalé. Algo dentro de lo que dijo me hizo pensar en
Damon y en que nunca tuvimos oportunidad de hablar
sobre nuestras familias o tan siquiera tener una
conversación sobre nuestra relación. Todo lo que ocurrió
entre nosotros fue tan rápido, loco y divertido que no nos
dio tiempo para concentrarnos en lo que realmente
importaba: Nuestro futuro.
Bajamos las escaleras del edificio —donde estaba
viviendo hace meses—, muy deprisa. En todo el trayecto
hasta el primer piso sentí una presión extraña en el pecho,
como si estuviera nerviosa al lado de Mason, que, aunque
fuera un conocido, sentía que no lo conocía en absoluto. Es
que hasta le hice una de mis bromas que no dan nada de
risa y que por supuesto llegó a molestarlo un poco. En el
segundo piso saludé a la señora Haan y ella como siempre
me dio las bendiciones y me deseó una buena noche.
Desde que me mudé a esta ciudad y más
específicamente a este edificio, la señora Haan, una mujer
de alrededor de cincuenta años, se convirtió en mi referente
materno. Sabía algunas cosas del por qué dejé a mi familia
abandonada en un pueblo para independizarme
completamente, pero desconocía las razones que me
llevaron a actuar así. Algunas veces me quedaba a dormir
en su casa porque su hijo viajaba continuamente a otros
estados por temas de trabajo y me daba lástima que se
quedara sola rodeada de sus nueve gatos. No dormía tan
bien que digamos ya que el sofá tenía unos muelles salidos,
pero al menos sentía que tenía la compañía de alguien.
Dean y Eva a veces me llamaban para saber de mí, pero
sinceramente no los atendía ya que aún me sentía un poco
resentida por algunas de sus mentiras. Además de que le
confesé a mamá lo que hizo Dean a mi prima Kaia y ella
solo lo defendió alegando que estaba borracho y que
nuestra tía lo había perdonado ya que Elijah casi me violaba
a mí aquella noche. Discutimos mucho ese día por video
llamada ya que era incomprensible que todo quedara
resuelto de esa forma, sin embargo, decidí ignorarlos del
todo y terminé apartándolos de mi vida.

—¡Suéltalo todo o explotarás, dulzura! —exclamó Mason


sacándome de mis cavilaciones.
Miré a través de la ventanilla del taxi que habíamos
tomado con anterioridad y suspiré repetidas veces. Iba a
explotar literalmente si no le preguntaba algo que me tenía
pensando desde que me lo contó en la casa.
—¿Puedes contarme sobre sus padres? —le dije al fin y
eso pareció sorprenderle, por primera vez lo había dejado
sin palabras.
—Puedo decirte todo lo que sé, pero ¿no prefieres que
sea Damon en el que te lo cuente? —En parte lo que dijo
tenía su punto, pero yo quería saber lo que él tenía que
decirme para así intentar comprender después ambos
puntos.
—Cuando lo vea a él, también le haré la misma pregunta.
Mi respuesta pareció agradarle y cuando terminó de
indicarle una dirección al taxista, mi miró con un semblante
apacible.
—No hay mucho que contar sobre nuestro padre. Damián
era un tipo malo que conoció a la mujer indicada y decidió
cambiar luego de haberla perdido. —Comenzó a hablar y yo
atentamente le escuchaba sin interrumpir—. Y no te hablo
de mi madre, sino de la madre de Damon, ellos se amaban,
pero Damián prefirió alejarse para no hacerle daño ya que él
ya tenía creada su propia familia.
» Es exactamente lo que estás pensando, mi padre le fue
infiel a mi madre con la de Damon, pero al menos reflexionó
y volvió a casa donde lo estaba esperando su mujer con sus
dos hijos pequeños. Nunca le pregunté por qué no prefirió
luchar por su verdadero amor en vez de quedarse al lado de
una mujer que no amaba realmente, ya que tiempo después
entendí que su barrera para actuar de esa manera éramos
Elizabeth y yo. Pero no me quejo, ese hombre fue el mejor
padre para nosotros y siempre estaba enseñándonos las
cosas buenas y malas de la vida.
» Una vez hasta nos habló sobre Damon. Nos contó que
él no sabía que esa mujer había quedado embarazada y que
le dolió marcharse sin siquiera despedirse de ella. Dijo que
le hubiera encantado que sus tres hijos hubiésemos crecido
juntos, aunque también hubiera sido un problema ya que mi
madre y la de Damon no iban a compartir al mismo hombre.
Pasé muchos años sin verlo ya que desde niño estuve
viviendo en esta ciudad, al comienzo pensé que era solo por
el tema de los estudios, pero después me contaron que era
por mi hermana.
» Necesitaban separarnos porque Elizabeth había
adquirido los genes de nuestro padre y estaba
experimentando nuevas sensaciones que podrían haber
puesto en peligro mi vida. Intentaron mantenerla encerrada
mucho tiempo, hasta que Damon desarrolló también los
genes de Damián y entonces, por primera vez, él vio a su
padre, aunque en ese momento no lo sabía. No sé qué
ocurrió entre Damon y Eli ya que nunca me lo contaron,
pero sí sé que antes de saber que eran hermanos, ambos se
volvieron inseparables y hasta ella le juró amarlo
eternamente.
» No somos la mejor familia, Blair, pero tampoco la peor.
Luego de que mamá muriera, regresamos a nuestra antigua
casa y participamos en su entierro, allí papá nos contó un
poco más sobre la enfermedad que portaban mis hermanos
y dijo que la única forma de evitar que se siguiera
desarrollando, saldría de la voluntad que nosotros
sintiéramos por hacer el bien; algo que a ninguno se nos dio
ya que cada uno comenzó a ser peor que el otro. Unos años
después, cuando todos tuvimos aparentemente construida
nuestra vida, Damián murió y sorprendentemente para
nosotros, gran parte de su testamento estaba dedicado a
Damon, el único hijo que nunca vivió a su lado pero que
lamentablemente para nosotros, fue el que más amó.
» Allí también decía que una de sus últimas voluntades
era que Damon lo visitara al menos una vez en el
cementerio, y la otra era que nosotros tres, encontráramos
la felicidad que él no pudo tener. Hasta el día de hoy no
hemos podido cumplir lo que Eli y yo le prometimos, pero
muy pronto lo haremos, cada vez falta menos para que
llegue el final.
Se quedó en silencio cuando el auto se detuvo frente a
una hermosa clínica, pintada de un azul claro y con enormes
ventanales de cristal. Mason pagó la tarifa y se bajó del
auto esperándome en la acera. Y sí, al carajo la
caballerosidad de abrirte la puerta y darte la mano para
bajar. Me quedé pensando en todo lo que había escuchado
en el trayecto hasta aquí y no podía creerme lo que había
dicho, todo era demasiado irreal, incluso más de lo que me
tocó vivir a mí.
Vi a Mason girar la manija de la puerta y mientras subía
las pequeñas escaleras viendo como pasaba por un detector
de metales, un aire gélido erizó mi piel. Me giré un poco
paranoica, y justo en ese instante, la figura de una chica de
ojos de diferentes colores apareció frente a mí. Su mano fue
a parar a mi boca y la cubrió con un paño. Segundos
después sentí que caía sobre sus hombros y luego todo se
volvió oscuro.
—Que comience la cacería, hija de puta.
Capítulo 65
BLAIR

Cada parte de mi cuerpo dolía como si hubiese sido


golpeada por cuatro matones. Estaba temblando. El
ambiente se sentía frío y húmedo. Abrí los ojos y me hallé
con las manos y pies atados a una silla de metal. El cabello
desgreñado caía sobre mis ojos y me causaba cierta
molestia que no podía remediar por las ataduras. De pronto
recordé a Mason entrando a la clínica y a esa chica con ojos
de diferentes colores. Ella debía ser Elizabeth. ¡Demonios!
¿Mason me había mentido? ¿Este fue siempre su plan?
Mi corazón se aceleró al pensar en Damon y en la única
oportunidad que pude haber tenido de verlo antes de que
su loca hermana me secuestrara; eso, si en verdad seguía
vivo y el maldito de Mason no me engañó para traerme
aquí. Me sentía aturdida y muy mareada. Necesitaba saber
dónde estaba. Me desmayé luego de escuchar la risa de esa
bruja y temía porque a Damon le hubiese pasado algo. Era
algo ilógico ya que Elizabeth lo amaba, pero de igual forma
mi corazón dolía al pensar eso y supliqué para que no fuera
así, no iba a soportar ni siquiera la idea de imaginarlo mal.
Luché por abrir los ojos, mas no pude, sentía los brazos casi
dormidos y toda mi ropa estaba empapada.
La cabeza me punzaba y tuve la necesidad de quejarme,
sin embargo, callé cuando escuché unos jadeos de fondo, y
no eran jadeos de placer, más bien, eran personas
retorciéndose del dolor. Todo en mí se alertó, todo en mí
gritó peligro, todo en...
—¡Ahh! —jadeé cuando sentí que derramaron agua fría
sobre mí.
—¡Es hora de levantar, Blair! —soltó una carcajada esa
hija de puta, alargando las palabras con mucha emoción,
intenté decirle algo y no pude porque un paño amarrado en
mi boca me lo impedía.
—Es momento de comenzar a jugar, hija de puta —se
burló.
Logré abrir los ojos y me aterré por lo que vi. La chica
bicolor estaba metiendo mis pies descalzos dentro de una
palangana de agua mientras conectaba unas pinzas a la
corriente. «Oh no, eso iba a doler». El miedo me invadió
cuando acercó las pinzas a mi ropa mojada, esta chica iba a
torturarme sin darme la oportunidad de defenderme. Grité
cuando sentí la descarga eléctrica sobre mi cuerpo,
mientras que al mismo tiempo se escuchaban los lamentos
de otras personas y aunque ese alarido fue un poco bajo,
logré reconocerlo.
Era él.
Damon.
—¡Suéltala hija de puta! —oí que gritaron con dolor y
furia, intenté zafarme, pero no sirvió de nada. En ese
instante una lágrima traicionera corrió por mis mejillas, no
era una lágrima de dolor, sino de felicidad. A pesar de todo,
Damon estaba vivo, a pocos pasos de mí.
—¿Supongo que ya lo notaste, verdad Blair? —se mofó la
idiota—. Nuestro amado Damon sufriendo por ti —ironizó—.
Sé que mi hermano es demasiad inteligente, de hecho,
Mason es un poco más listo que Damon, pero... —aseveró y
sentí un picor en los ojos al escuchar como Damon gritaba
para que su hermana me soltara— ...ambos fueron
demasiado tontos. —De nuevo intenté zafarme, pero fue
imposible—. Damon no debió enamorarse de ti, él tenía que
amarme —murmuró satírica llevando sus manos a su pecho
con alevosía—. Y el tonto de Mason nunca debió plantearse
traicionarme. Ahora todos están en peligro.
Eso último lo dijo formando un puchero y luego se
carcajeó.
—¿Dónde está Mason? —Se quedó callada, puso un dedo
en su sien y simuló que pensaba. Mi mente suplicó porque
ella no le hubiese hecho nada, si lo que me había dicho
hasta ahora era cierto, Mason nunca me mintió y realmente
intentó salvarme.
—Debe estar reflexionando sus errores en otra
habitación. —Gemí con rabia al escucharla, quise decirle
muchas cosas y odié no poder hacerlo. La comisura de mi
boca dolía por el maldito paño que la dañaba e impedía que
hablara correctamente—. Pero tranquila, tendrás el tiempo
suficiente para reunirte con ellos, aunque primero te
contaré el final de esta historia.
Mis ojos se abrieron demás al oírla. Mason había dicho
que Elizabeth era peligrosa y que siempre salía ilesa de sus
crímenes, así que no debía pasarme de lista, necesitaba
hacer que creyera que me tenía donde quería. Sus ojos de
dos colores me miraron con rabia y luego de propinarme
una bofetada ruidosa y dolorosa, acomodó varios de mis
cabellos tras mis orejas.
—¿No reconoces este lugar? —dijo sentándose en una
silla frente a mí mientras jugaba con las pinzas
electrificadas. Negué y la miré retándola, Elizabeth se mofó
viéndome con una sonrisa siniestra y me dio otra descarga
en el abdomen—. Disfrutaré esto —se burló abriendo un
poco sus piernas cuando escuchó los gritos de Damon—.
Pensé realmente que reconocerías el ambiente tan hermoso
de Dark, no todos los días tienes la oportunidad de viajar en
primera clase hasta el pueblo que tanto amas —dijo
sarcástica, pero a mí no me dio ni puta gracia. ¿Estaba de
nuevo en Dark?
» Pero no eres la única aquí —explicó—. También está
Damon, Mason, y...¿Recuerdas a esos chicos con los que
iban de fiesta que el peliblanco no asesinó? —Mis ojos se
abrieron grandemente al escucharla. No podía ser cierto,
ellos no tenían la culpa de nada—. Pues también están en
alguna de las habitaciones de esta fábrica abandonada. —
Iba a decir algo, pero la muy zorra me interrumpió—. Lo sé,
lo sé, no era necesario traer a Adrien, Cristina y a ese pobre
que no rematé aquel día como les hice creer, pero... —Se
levantó de la silla y caminó en círculo hasta ponerse detrás
de mí—… lamentablemente para ellos, necesitaba tres
jugadores más.
» Puedo entender por qué los tienes locos. —Soltó con la
boca demasiado cerca de la mía, provocándome asco.
Elizabeth era muy guapa, con el cabello caoba y esos ojos
de diferentes colores capaces de atemorizar a cualquiera,
sin embargo, me daba asco—. Tan inocente y a la vez tan
sádica, con la apariencia de un ángel y las acciones de un
demonio. Eres todo lo que yo le enseñé a Damon. —Me
tensé al sentir sus manos en mis piernas y al recordar lo
que me dijo Mason sobre que ellos se habían acostado.
Como reflejo golpeé su cabeza con la mía, esa puta si quería
guerra, la tendría—. ¡Ah! ¡Hija de puta! —Se quejó.
A mí también me dolió, pero me quedó la satisfacción de
verla con dolor, aunque luego una bofetada de su parte me
aturdió e hizo que el paño en mi boca se zafara. Cerré los
ojos con fuerza por el escozor que me provocó y me fue
imposible no soltar algunas lágrimas.
—¡Si vas a matarme hazlo ahora, zorra! —intenté gritar,
pero me sentía muy débil—. Me atas porque sabes que solo
así evitarías que arrancara tu cabeza —espeté con rabia.
—Te equivocas, te ato para tenerte controlada y que no
intentes alguna estupidez antes de que comience el juego.
—Intentó agarrarme de nuevo, pero lo pensó mejor cuando
vio que acomodé las piernas en señal de recibirlo con una
buena patada en su centro—. Te explicaré las bases Blair.
Dentro de unas horas, los mismos hombres que me
ayudaron a traerlos a ustedes desde L.A, los colocarán en la
primera habitación. Allí comenzará la primera de cinco
pruebas de supervivencia, en las cuales, siempre morirá uno
de ustedes.
Comenzó a zafarme las manos cuando aparecieron dos
tipos que en mi vida había visto. Uno de ellos llevó mis
manos con brusquedad a mi espalda mientras el otro se
mantenía al lado de Elizabeth susurrándole algo. Su cara me
indicó que algo no iba bien y por milésimas de segundos
quise pensar que ese algo era Mason que se había
escapado. Sin embargo, no me dieron explicaciones y el tipo
que me tenía sujeta comenzó a empujarme para que
caminara por un oscuro y sucio pasillo.
Había muchas habitaciones a ambos lados y aunque no
podía ver el interior de las mismas, sabía que los demás
chicos estaban ahí, y de seguro en condiciones peores que
la mía. Sin esperarlo mi vista comenzó a fallarme y me sentí
adormecida. Cuando me giré me percaté de que la zorra de
Elizabeth me había inyectado otro sedante y antes de que
pudiera gritarle, me desmayé en los brazos de su matón.
Cuando desperté me sentí liviana como una pluma, mi
cuerpo no dolía como antes y hasta sentí una extraña
suavidad bajo mi cabeza. Miré hacia mi derecha y no vi
nada nuevo, solo cajas viejas y polvorientas y algunos
trozos de madera puntiagudos. Intenté levantarme ya que
no estaba atada, pero las caricias de unas manos sobre mi
cabello me lo impidieron. Un segundo después giré mi
cabeza hacia esa persona y como si nunca antes lo hubiera
visto, me alejé de él. El corazón se contrajo en mi pecho y
las ganas de abrazarlo fueron más fuertes que yo.
Mis lágrimas comenzaron a salir por sí solas y mis manos
viajaron a su pecho, luego descendieron a las heridas de
balas que casi hacen que lo perdiera y me detuve ahí. Era
Damon, realmente era él. Estaba vivo y me sonrió de una
forma abrumadora, muy distinta a todas las veces que me
dedicó una sonrisa. Sentí su corazón latiendo con
demasiada rapidez y comprendí que estaba tan o más
nervioso que yo. No sabía qué decirle o qué hacer, mi
estado emocional dependía de él y después de cuatro
meses pensando que había muerto en aquel bosque, verlo
ahora me desconcertaba.
Estaba atado por las piernas a unos grilletes que le
impedían moverse en la habitación, tenía el torso desnudo y
sus tatuajes parecían manchas negras por toda la suciedad
acumulada. Solté un suspiro cuando mis dedos trazaron un
recorrido por sus labios mientras mis ojos penetraron el azul
de los suyos. Esto era irreal. No podía estar siendo feliz
cuando nuestras vidas estaban en las manos de una loca y
sanguinaria mujer. Derramé una última lágrima y sin poder
resistirme al deseo planté mi boca contra la suya.
Necesitaba besarlo, quería poseerlo como tantas veces
soñé. Sus labios se abrieron apetitosos y comenzaron a
devorar los míos mientras su lengua se hendió en mi
cavidad y jugó con sutiliza con la mía. Su mano permaneció
agarrada alrededor de mi garganta mientras reclamaba mi
boca, su cuerpo presionado contra el mío, los grilletes de
metal que usaba se clavaban en mis piernas, y el dolor me
hizo querer aferrarme a él con más fuerza. Mis manos
agarraron sus hombros, luego arañaron su espalda, se
envolvieron alrededor de su cuello y lo empujaron contra mí
mientras nuestras lenguas se entrelazaban.
Mordió mi labio, se rió de mi jadeo y luego me besó de
nuevo. Fue una lucha entre nosotros por quién podría ser
más rudo, quién podría exigir más, como si estuviéramos
tratando de fusionar nuestros cuerpos. Le arañé el cuello,
decidida a romperle la piel, y se estremeció contra mí.
Agarré el pelo de su nuca sin piedad, esperando sentirlo
temblar de dolor. Mordí su labio hasta que gimió en mi boca
y sentí un sabor a hierro. Lamí la sangre que goteaba, mi
lengua se deslizó sobre su barbilla y su boca, saboreando el
violento sabor.
—Demonios, te extrañé tanto, muñeca —susurró sobre
mi boca mientras colocaba unos mechones de cabello tras
mi oreja—. Estaba deseoso por verte —admitió.
—Necesito creer que esto no es un sueño y que no
desaparecerás cuando me pellizque —bromee y ambos
sonreímos. Esto era demasiado hermoso, no sabía que
necesitaba tanto a Damon hasta que me vi de nuevo en sus
brazos.
—Esto no es un sueño muñeca, pero sí una bonita
pesadilla —murmuró llevando sus piernas a la altura de sus
hombros. Yo imité su acción.
—¿Qué sucederá Damon? —le pregunté.
—No lo sé con exactitud, pero si queremos ser libres,
debemos hacer lo que sea... ¿Entiendes lo que eso significa?
—Me miró alzando una ceja y aunque él estaba intentando
mantener la calma, sabía que estaba preocupado y que me
ocultaba la realidad.
—No me importa tener que matar para salir de aquí —le
aclaré y sonrió. Después de todo lo que habíamos vivido y
todo lo que había olvidado, lo menos que me preocupaba
era sumar un cadáver a nuestra lista de tiesos.
—Elizabeth me salvó la vida aquel día. —Comenzó a
explicarme y no tuve más remedio que escuchar su historia,
para la cual no estaba ni remotamente preparada—. Luego
desperté en un lugar extraño y conocí por primera vez a mi
hermano—. Mierda. Mason. ¿Debía contarle lo que sucedió
con su hermano?—. En realidad, ya lo conocía, solo que
nunca había tenido el placer de verlo cara a cara. Es un tipo
muy narcisista y de cierta forma me hace recordar a mí.
—¿Por qué estamos hablando de Mason? —le pregunté y
él frunció el entrecejo en sorpresa. Luego de unos segundos
lo relajó y no fue hasta el momento que volví a repetir mis
propias palabras que me di cuenta que había mencionado el
nombre de Mason sin siquiera él habérmelo dicho.
—Creo que después de todo sí que se conocieron —dijo
un poco apagado, era como si ya hubiese hablado con él
antes de mí—. No quiero que hablemos de Mason pequeña,
solo quiero que sepas esa otra parte que él te contó.
—Espera... —hice una pausa—. ¿Ustedes dos...hablaron?
—Cuando estábamos en el avión, Elizabeth nos separó
de ti y nos encerró en la zona de las maletas, allí tuvimos la
oportunidad de hablar más decentemente y aunque no me
lo esperé, me contó la forma tan rastrera en la que nuestra
hermana te secuestró. —Tragué en seco por la
incertidumbre y dirigí mi vista al frente—. Sé que Mason te
iba a llevar hacia mi "celda" para que pudiésemos tener
esta conversación y volver a reunirnos, pero Elizabeth no se
tomó muy bien su traición ya que, según ella, el plan de
ambos era hacerte sufrir a ti mientras yo lo veía todo.
» Luego me darían varias descargas en el cerebro y
olvidaría toda mi vida para empezar de cero con ella, pero
por un error de Mason, todo se salió de control. Después de
que Elizabeth me llevara a su clínica, desapareció y mi
apasionado hermano pensó que yo la había asesinado y
bueno, me retuvo varios días allí sin comer, ni beber agua.
Luego se enteró que Elizabeth no había desaparecido, solo
que cegada por el odio hacia ti, volvió a Dark y buscó el
lugar más recóndito para armar su juego. Entonces, según
lo que me dijo Mason, ustedes se conocían desde que eras
una niña, sabía quién tú eras porque nunca fuiste un secreto
para nosotros y desde ese instante estaba ayudando a
nuestra hermana, contándole en exclusividad cosas sobre ti
y tu otra identidad. Solo que después él vio algo en ti que le
hizo cambiar de parecer y solo por eso quiso que te
reunieras conmigo.
» Pero Elizabeth lo descubrió y por eso acabamos aquí.
Sé que mi familia es rara, pero no tengo la culpa del
ambiente en el que nos criamos, sin embargo, de lo que sí
me culparé la vida entera es de haberte incluido en todo
esto. Tú no merecías este final Blair, lo que yo siempre soñé
se está volviendo realidad y no me gusta, no me gusta ver
como mi bella flor se está marchitando por la locura de mi
media hermana. Mason sabía el plan anterior y me aseguró
que ella se va a regir por sus propias leyes y aunque en otra
situación me hubiese parecido excitante, estoy preocupado
por ambos.
—Vamos a salir de esta, lo sé —intenté animarlo
moviendo mis manos por cada uno de sus tatuajes—. Y
cuando todo se haya solucionado, nos divertiremos juntos
con ella.
—¿No lo entiendes Blair? ¿No comprendes que
posiblemente no haya un nosotros nunca más? —gritó y me
tensé, realmente estaba muy asustado y eso era algo
ilógico viniendo de Damon—. Ella hará que elijamos entre
nuestras peores pesadillas, jugará con nuestras vidas y
terminará obligándonos a tomar decisiones que en realidad
nos joderán, pequeña.
—Tiene que haber una solución —farfullé—. No puede ser
que después de todo me alejen de ti —le dije a punto de
llorar y él me extendió sus manos para que lo abrazara.
—No la hay, pero si las cosas empeoran y no hay otra
salida, necesito que hagas algo por mí. —Pidió y asentí para
posteriormente escuchar lo que me dijo.
Maldición.
Nada iba a pasar, pero si ocurría, iba a cumplir al pie de
la letra con lo que me pidió Damon.
—Lo haré, pero antes de que todo se salga de control,
quiero sentirte dentro de mí, una última vez.
—No esperaba menos de mi pequeña muñeca —sonrió y
me jaló hasta su entrepierna para volver a besarnos.
Estaba segura de que su deseo sería cumplido.
Capítulo 66
BLAIR

Cuando abrí los ojos, no sabía dónde estaba. Lo último que


recordaba era a Damon, follándome desesperado y luego
nada. Pestañeé un par de veces para adaptarme a la
claridad y cuando lo conseguí, mis ojos fueron conscientes
de un espantoso escenario. Ya no estábamos en la misma
habitación, esta era mucho más grande y... No estaba sola.
Los demás chicos, incluidos Mason, Adrien, Liam y Cristina
estaban a mi alrededor. Me percaté de que Damon llevaba
sus manos a su cuello e intentaba quitarse unas cadenas, al
mismo tiempo hice lo mismo y al darme cuenta de que
resultaba imposible, el pánico comenzó a apoderarse de mí.
Los demás comenzaron a gritar aterrorizados, pero yo
solo pude ver a Damon que me pedía que mantuviera la
calma. Mis ojos divagaron hacia Mason y me sorprendió que
no estuviera asustado, hasta me aterró un poco que se
quedara quieto solo sonriendo. Aparté la vista de él cuando
Cristina lanzó un grito agudo que nos hizo girar a todos en
dirección opuesta a la mía. Mi pulso comenzó a temblar
cuando vi a Adrien amarrado de manos y pies en una
superficie de piedra, su boca estaba amordazada con unas
cadenas que le impedían hablar y se encontraba
completamente desnudo. Tenía un mecanismo a ambos
lados de su cuerpo, paralelos a sus manos y al frente un
reloj.
Intenté moverme hacia él para ayudarlo, pero lo que
sería un intento de ayuda, se convirtió en el detonante que
puso en marcha el tiempo. El reloj comenzó a funcionar y un
péndulo gigante descendió desde el techo, moviéndose
rápidamente de un lado a otro sobre el estómago de Adrien.
Llevé mis manos a los ojos aterrorizada e intenté mirar a
Damon para que me indicara que debía hacer, pero él
estaba tan o más sorprendido que yo.
—¡Ayuda! —logró balbucear Adrien, pero nadie se movió.
Todos temíamos que Elizabeth hubiese instalado algún otro
mecanismo sobre nuestros cuerpos.
—¿Qué haremos? —farfulló Cristina suplicando por una
solución para salvar la vida de su hermano.
—No podemos hacer nada —intervino Mason—. Este es el
juego de ella y solo uno saldrá con vida. —Mason recorrió el
lugar con sus ojos y casi todos seguimos ese recorrido
percatándonos de algunas cámaras—. Elizabeth se divierte
así y mientras no descubramos como salir de cada una de
sus pruebas, moriremos.
—Oh mierda, tienes que estar jodiéndome —habló Liam
intentando quitarse la cadena del cuello.
—Yo que ustedes, me estaría quieto y pensaría muy bien
qué hacer —musitó Damon desde su rincón—. Todos
tenemos un candado en el cuello con el cual podemos
quitarnos las cadenas, solo necesitamos encontrar las
llaves.
—¡Mierda! ¿Por qué estoy aquí? —Se echó a llorar
Cristina y solo pude quedarme callada observando la
tranquilidad de los hermanos psicópatas.
De repente, un televisor se encendió dentro de la
habitación y apareció la imagen de Elizabeth. Estaba
sentada cómodamente en un sofá y a su lado se
encontraban los dos tipos de antes. Comenzó a sonreír
mirándonos a todos mientras jugaba con las puntas de su
cabello cobrizo. Después de unos segundos de absoluto
silencio por parte de ella, en los que el péndulo no dejó de
moverse y los alaridos de Adrien no cesaron, decidió hablar.
—Vamos directo al grano ya que mis lindos hermanos se
encargaron de hacer la introducción —musitó con una
sonrisa—. Soy gran aficionada de la serie cinematográfica
de terror Saw. Les explicaré un poco en caso de que no la
conozcan. Nuestro antagonista John Kramer sufre una
enfermedad terminar y comienza a capturar y torturar
personas que no aprecian sus vidas. Justo como ustedes —
blasfemó, su tono era uno burlón—. Damon intento acabar
con su vida desde que era un niño, Cristina comenzó a
ingerir sustancias tóxicas cuando su novio de tantos años la
abandonó, sufriendo convulsiones en las que casi pierde los
latidos de su corazón.
» Adrien, tu pasado fue asombroso, mutilaste tus piernas
incesantes veces solo para llamar la atención. Y luego
recaemos en Liam y Mason, no adoraron sus vidas lo
suficiente al traicionarme, —Miró a Mason haciendo una
pausa y luego dirigió sus ojos a Liam—, e intentar asesinar
al chico que volvió hermosa mi infancia. Y tú, Blair, demás
está decir por qué estás aquí. Entonces, serán cinco
pruebas, en las cuales uno de ustedes morirá, hasta llegar a
la última, luego el ganador podrá continuar con su aburrida
vida, mientras que los demás serán comida de gusanos. Sus
cuellos están atados a un mecanismo que hace que el
péndulo que está encima del estómago de su amigo se
mueva con mayor rapidez.
» Las seis llaves están juntas en un mismo sitio, y si se
preguntan cuál es, la respuesta es simple, en los orificios
que hay a ambos lados de las manos de Adrien. Solo
recuerden que si uno de ustedes intenta moverse el péndulo
cortará a la mitad al pobre chico, pero si no lo hacen, en
cuanto el reloj se detenga, se soltará un gas que los
envenenará y caerán uno a uno mientras ven la muerte de
su amigo. Ustedes deciden —continuó—, vivir o morir.
Capítulo 67
BLAIR

—En treinta segundos el péndulo se acercará lo suficiente


para tocar el cuerpo de Adrien, en sesenta segundos lo
cortará a la mitad. Para evitar el péndulo, lo que tienen que
hacer es insertar las manos de Adrien en los dispositivos a
su lado. —Elizabeth continuó hablando manteniendo el
miedo intacto en nosotros, sin embargo, Damon parecía
disfrutar del espectáculo—. Sus huesos se convertirán en
polvo, muy parecido al que tu hermana inhalaba. Es
momento de que tomen su decisión.
La trasmisión finalizó y los gritos de terror de Adrien
comenzaron a ser más y más agudos y escalofriantes
mientras veíamos el péndulo avanzando muy deprisa hacia
su piel. Las palabras de Elizabeth habían sido claras, para
sobrevivir, él debía morir y a no ser por Cristina, todos
estamos de acuerdo en la decisión que debíamos tomar. Era
su vida o las nuestras y aunque Adrien era un buen chico
que no tuvo nada que ver en la locura de la bicolor, iba a
dejar de vivir para salvarnos.
Nuestros cuellos estaban atados con unas cadenas que a
su vez se aferraban a una viga cerca de la pared. Las llaves
se encontraban en los dispositivos trituradores a ambos
lados del cuerpo de Adrien. La única forma de sobrevivir era
que uno de nosotros insertara las manos de él en los
conectores, que nos entregara las llaves que nos liberarían
y luego salir muy deprisa de la habitación antes de que el
gas venenoso nos exterminara.
—Si nos apuramos podemos salvarnos todos —exclamó
Cristina desde su posición—. Cada uno puede romperse una
de sus manos para extraer una llave, incluida la de mi
hermano y así liberarnos.
Damon y Mason soltaron una carcajada casi al unísono.
—Quedan menos de veintiocho segundos para que el
péndulo roce con el estómago de tu hermano, sesenta
segundos para que lo corte a la mitad, sesenta segundos
para que se detenga el mecanismo y entonces, moriremos
envenenados —intervino Damon hablando retorcidamente
—. Aunque nos dieran dos minutos más, no me detendría a
salvar la vida de otro, así que, si tú quieres hacerlo, quédate
de última —farfulló con odio y jaló la cadena de su cuello
para comenzar a caminar en dirección a Adrien.
Mientras lo veía caminar, mis manos fueron dirigidas a
mi cuello y las mantuve allí ya que no podía respirar bien.
La fuerza que estaba aplicando Damon para llegar a la
cama de piedra estaba provocando que los demás fuéramos
asfixiados por la presión de las cadenas en nuestros cuellos.
Damon me vio soltando una lágrima y no supe lo que pasó
por su mente, pero sin ningún pudor cogió las manos de
Adrien y las introdujo dentro del mecanismo. Los gritos
exacerbados del chico me causaron escalofríos, no podía ni
imaginarme el dolor que debía estar pasando sintiendo
como sus dedos eran triturados.
—¡Vamos! —gritó Damon—. Deja de lamentarte y
comienza a entregarme todas las llaves.
Tocí por la falta de aire mientras veía como el péndulo
comenzaba a rozar la piel de Adrien, rajándola y
permitiendo que la sangre saliera. No había escapatoria,
íbamos a morir, aunque lo intentáramos, el tiempo corría
muy rápido y el maldito de Adrien no cooperaba. Damon de
repente se enfureció y alzó su columna vertebral para que
el péndulo lo cortara aún más deprisa, era una puta locura
lo que estaba haciendo ya que eso nos acortaría más los
segundos, pero conociendo a Damon, era la única forma de
intimidarlo y nos alcanzara las llaves.
Adrien chilló y abrió sus ojos grandemente cuando la
sangre comenzó a salir a borbotones. Sin embargo, hizo lo
que Damon y yo pensamos y comenzó a triturarse las
manos mientras obtenía las llaves y mi chico nos las
lanzaba. Un poco desesperada probé con la primera pero
lastimosamente no era la de mi candado. Solté un
improperio al cielo y les cedí la misma llave a los demás
chicos que iban a tener la oportunidad de salir por la única
puerta abierta de la habitación antes de que el mecanismo
que instaló Elizabeth la sellara para siempre.
Uno a uno probó la llave y la sonrisa maquiavélica de
Mason me indicó que era él el que podría escapar. Mientras
tanto Damon continuó forzando a Adrien quien comenzaba
a desangrarse y al mismo tiempo nos mantenía a los demás
a punto de morir asfixiados. Observé a Mason y este me
sonrió con prepotencia, luego le dio un fuerte jalón a la
cadena de su hermano, tumbándolo al suelo y al mismo
tiempo comenzó a arrastrarlo muy cerca de mí para hacerse
cargo él mismo de las llaves faltantes.
Una parte de mí quería creer que no nos abandonaría y
se marcharía dejándonos morir, y gracias al cielo hizo lo que
debía hacer para salvarnos. Él mismo introdujo las manos
de Adrien en la trampa y las movió de forma tal que el chico
pudiera alcanzar las restantes llaves para que nos las
lanzara. Damon tomó mi mano y la apretó fuerte cuando el
péndulo había cortado la mitad del cuerpo del chico y sus
sentidos vitales estaban demasiados débiles para
responder. Dentro de treinta segundos moriríamos. Sin
esperarlo, Mason tiró al suelo otras cinco llaves y
desesperados las agarramos y comenzamos a probar una a
una para liberarnos.
Antes de que se acabara el tiempo todos a excepción del
pobre de Adrien, habíamos abandonado la habitación y
mientras Liam consolaba a Cristina quien no dejaba de llorar
despavorida, los hermanos Schwartz y yo observábamos
como el aire envenenado se expandía por cada rincón de la
cámara y el cuerpo de Adrien fue cortado en dos pedazos.
Cuando nos giramos para entrar en la siguiente prueba,
mis ojos se abrieron grandemente, nunca en mi vida había
visto semejante decoración, mucho menos cuando todos los
cuadros eran fotos mías de algunos de los momentos que
viví en Dark. Todos miramos cada punto del cuarto y
mientras otros estaban anonadados viendo fotografías mías
besándome con Damon en la recámara donde follamos,
otras de Aiden, con Liam, él y yo estábamos como
sincronizados mirando la gigante pecera con anguilas
eléctricas.
—Eso no se ve nada bien —me murmuró y Mason se
burló para luego decir.
—Tienes razón, la posición en la que Elizabeth les sacó la
foto te desfavorece mucho Blair. —Lo miré con cara de
quien tiene pocos amigos y le saqué el dedo del medio para
luego verificar cual era la trampa que la bicolor nos había
tendido—. No te pongas así dulzura, sabes que te ves
hermosa, mucho más cabalgando encima de mi polla.
Damon soltó mi mano casi de inmediato y caminó
embravecido hacia Mason. Alzó su puño derecho mientras
que con la otra mano sostenía la camisa de su hermano.
¡Mierda! Sabía que esto iba a ocurrir, miré a Mason
apretando con demasía mi mandíbula y caminé en dirección
a ambos para separarlos y arreglar el problema en el que
me había metido. Rocé con mi mano el dorso del brazo de
Damon y este me dio un empujón para que me separara de
ellos.
—Repite lo que acabas de decir y te parto la cara a
puñetazos —amenazó Damon sacándole una sonrisa
burlona a su hermano.
—¿Qué? —soltó con ironía mientras me miraba—. ¿No le
contaste a mi hermano la noche de pasión que tuvimos en
tu departamento en L.A?
—¡Cállate de una vez Mason! —le grité y dirigí mi vista
hacia Damon—. Pensé que estabas muerto, y su parecido
contigo me hizo cometer ese error.
—¿Error? —se metió Mason—. Eso dolió dulzura, no
decías lo mismo cuando me pedías que te diera más duro.
En un abrir y cerrar de ojos el puño de Damon hizo girar
la mandíbula de Mason y una parte de mí se sentía
agradecida, la otra estaba preocupada de la reacción de mi
chico y que lo que me pidió con anterioridad se fuera a la
mierda, aunque para eso ya era un poco tarde.
—Quería asesinarlo, te lo juro Damon, iba a convertirme
en tu reencarnación, pero fui débil y me acosté con él
pensando en ti —decidí decirle toda la verdad para acabar
de una vez por todas con esto—. Tuve orgasmos, claro que
sí, pero pensando en ti mi vida.
De un momento a otro la otra puerta se cerró y una
gigante cortina se desplegó hacia los lados mostrando un
mecanismo de metal, que se estaba acercando lentamente
hacia la pecera. Despacio comenzó a formar un círculo en el
fondo de la pecera. Damon soltó a su hermano y fijó su vista
en Liam, el idiota que provocó que la siguiente prueba
iniciara sin averiguar primero que era lo que debíamos
hacer.
—¿Eres idiota o qué carajos te pasa? —blasfemó Damon
mirando a Liam.
—Me cansan las discusiones familiares y mi mayor
prioridad es salir vivo de toda esta locura —musitó el
peliblanco mirando en todas direcciones como si sus cortas
neuronas le permitieran descubrir cómo funcionaba la
trampa.
—Perfecto, el imbécil será el que nos sacará de esta
habitación —hablé decidida viendo unos cables pelados en
el suelo y en un rincón unos pomos de alcohol—. Mierda,
¿cómo se supone que salgamos de esta prueba?
De pronto una luz se encendió iluminando el rincón
izquierdo de la habitación. Una especie de celda de cristal
estaba colgando del techo con una llave, a su lado había
otro televisor y nadie tenía que decirme que faltaba poco
para que la arpía de Elizabeth apareciera para darnos las
indicaciones de la prueba.
—Es un gusto verlos de nuevo —habló ella de repente,
ahora se encontraba en la mazmorra donde nos encerró a
Damon y a mí. Él y yo nos miramos y al menos yo recé para
que esa mujer no encontrara el bote que habíamos
escondido entre las cajas—. Iré directo al grano chicos —dijo
con fingido sarcasmo—, la habitación fue rociada con
alcohol y las paredes, como ven, son enormes fotos tejidas
que arderán si la poca electricidad de las anguilas impacta
contra los cables pelados que hay debajo de la pecera.
—¿Vamos a jugar a los churrascos ahora? —me burlé y
me ignoró.
—Para salir de aquí, solo deben esperar a que el
mecanismo debajo de la pecera termine de hacer el círculo
y que uno de ustedes introduzca su cabeza para evitar que
mis peces se salgan. ¿Fácil verdad? —musitó mirando
directamente a Damon con una sonrisa—. Luego, mientras
uno de ustedes es electrocutado por mis mascotas o
simplemente muere ahogado, los demás podrán tomar la
llave y salir sanos y salvos.
—¿Es en serio? —resopló Liam—. Nadie va a ser tan tonto
para cavar su propia tumba mientras los demás escapan.
Los hermanos y yo sonreímos con diversión y mientras
esperábamos que el tiempo avanzara dispusimos a terminar
de aclarar el tema pendiente. Le expliqué a Damon todo con
lujo de detalles y supuse que me entendió. De igual forma,
nosotros no éramos novios y no era que en este momento lo
fuéramos, por lo tanto, era libre de acostarme con el tipo
que quisiera. Mason también le dijo que solo pretendía
molestarlo y que era consciente de lo que nosotros
sentíamos, por supuesto intentó bromear al decir que
hiciéramos un trío, pero obviamente ambos rechazamos su
oferta, nuestros cuerpos solo pertenecían al contrario.
—Es momento —farfulló Mason y Damon agarró los
brazos de Liam llevándolo casi arrastras hasta la pecera.
Capítulo 68
BLAIR

Mi trabajo era mantener a Cristina retenida para que no


intentara una tontería mientras Mason golpeaba con el codo
el cristal provocando que se escurriera un poco del agua.
Luego, entre los dos metieron la cabeza de Liam dentro del
agua y me deleité al ver como intentaba zafarse
ocasionando algunas heridas en su cuello. Al mismo tiempo
infló sus cachetes para retener todo el aire que contenía en
sus pulmones e intentó sacar su cabeza ayudándose con las
manos. Cristina corrió hacia él cuando las anguilas
comenzaron a darle fuertes corrientes eléctricas en el
rostro. Gritó dos veces, pero cuando se dio cuenta que se
estaba tragando toda el agua, decidió quedarse quieto y
esperar definitivamente su muerte.
—Ahora coge a la chica y salgamos de esta mierda —
musitó Damon hablándole a su hermano. Él hizo lo que le
ordenaron y cargó a Cristina sobre sus hombros luego de
estampar su cabeza contra la pared para que se estuviera
quieta.
—Agh, que molesta. —Se quejó mientras caminábamos a
la siguiente prueba.
—No te desmayes, bonita, es hora de seguir —dijo
Damon apoyando a su hermano, verlos a los dos tan unidos
me hizo pensar en que si se hubiesen conocido desde niños
hubieran sido una pareja inseparable.
Un sonido lastimero escapó de la boca de Cristina, no era
capaz de pronunciar palabra y aunque debía sentir un poco
de lástima por ella ya que en el pasado me ayudó cuando
estuve enferma, todo lo que podía pensar era en salir de
este lugar así tuviera que matarla con mis propias manos.
—Esta vez serás testigo de un dolor similar al que pasó
tu hermano. —Su tono de voz fue cantarín, el psicópata
disfrutaba de lo que le hacía.
—Por la puta que me parió —blasfemó Damon al ver el
siguiente escenario. Mi reacción fue muy similar a la suya.
¿Qué demonios había pasado por la cabeza de Elizabeth
para recrear las jodidas películas de Saw?
Nos detuvimos en el centro de la mazmorra, estaba
parcialmente oscura y no había nada más que cuatro
cámaras —como si fueran tuberías de alcantarillado—, con
rejas y cada una de ella tenía un candado. Mason dejó a
Cristina en el suelo y ella quiso alejarse de nosotros, sin
embargo, el mayor de los hermanos la agarró de su negra
cabellera y apretó tanto su puño que parecía que le iba a
arrancar cada hebra de su cabello. La chica gritó
horrorizada y al mismo tiempo luchó para liberarse, pero
como era lógico, no lo logró.
—Pensé que solo le comías la cabeza a las personas y
que le dejabas el trabajo sucio a tus hermanos —ironicé y
sonrió curvando la comisura derecha de sus labios.
—He descubierto lo excitante que es esto y me gustaría
probarlo, aunque sea una vez en mi vida —murmuró
socarrón mientras se acercaba a Cristina y desgarraba su
camisa, la cabeza de ella cayó rendida, viendo al suelo para
así evitar que él viese sus lágrimas, para eludir que los ojos
de Damon y míos la notaran.
—Solo mátenme ya, malditos enfermos —susurró con
dificultad, cada vez que intentaba hablar la voz le salía
afónica.
—Créeme que lo haremos, pero antes me divertiré
contigo —aseguró y vi como agarraba una piedra filosa que
precisamente Damon le entregó y sin ningún pudor
comenzó a rasgar el pecho de Cristina.
Ella gritó, pero sus chillidos fueron neutralizados con la
mano sucia de Mason en su boca. Otra vez la maldita
pantalla del televisor se iluminó y salió Elizabeth para
darnos las indicaciones del próximo juego.
—Ya veo que serán muy divertidos los próximos dos
juegos. —Se burló intuyendo quien moriría en esta
habitación—. Damon, cariño, espero sinceramente que elijas
bien tu final o todo esto habrá sido en vano. Mason,
hermano, te subestimé y estoy totalmente orgullosa de que
te quieras convertir en lo que nuestros padres siempre te
prohibieron. Y... —Hizo una pausa y tomó una larga
respiración—. Blair, ¿crees que sea más fuerte el amor de
Damon hacia ti o los lazos que lo unen a su hermano y a mí?
Sonreí con cinismo y miré a Damon quien me contestó
con una simple sonrisa lo que yo ya sabía.
—Estos muros están rodeados de cuatro cámaras. —
Comenzó a decir ella obviando el hecho de que a Damon no
le temblaría el pulso para matarlos con tal de protegerme a
mí—. Las cámaras ofrecen salvación, sin embargo, para
llegar a ellas necesitan una llave, pero solo tres de las llaves
les servirán. Las llaves están en los frascos de vidrio que
cuelgan del techo. —Mientras ella hablaba, nosotros
mirábamos cada cosa que mencionaba cerciorándonos de
que tenía razón—. Pero deben apresurarse, porque una vez
que el reloj inicie, los explosivos en los rincones del lugar
van a detonar, con solo tres puntos de salvación. ¿Quién
será el que morirá?
El televisor se apagó y automáticamente comenzó a
correr el minuto que haría detonar las bombas. Desde el
punto de vista de cualquiera de nosotros, la decisión más
clara era asesinar a Cristina, aún más cuando desde que
empezó el maldito juego no había dejado de chillar y
lamentarse por todo. No la culpaba, mi antigua yo, la que no
tenía ni idea de lo que le excitaba o le disgustaba, estuviera
tan o más asustada que ella. Pero esta Blair le da igual
cualquier persona con tal de sobrevivir.
Mason fue el primero que agarró un tubo oxidado del
suelo y comenzó a romper cada frasco de cristal. Hizo un
poco de ruido y cuando los vidrios cayeron sobre nuestras
espaldas provocaron ciertos picores. Cristina se aferró a sus
piernas dispuesta a morir, cuando Damon me lanzó una de
las llaves. Probé en cada cámara y sonreí abiertamente
cuando la rejilla se abrió permitiéndome entrar. Me mantuve
sentada en el lugar observando como mi chico agarraba dos
de las otras llaves, mientras que su hermano se apropió de
la tercera.
Faltaba menos de veinte segundos cuando Damon le
propinó un fuerte golpe en la cabeza a Mason con el mismo
tubo oxidado de antes y lo dejó casi desmayado en el suelo.
No entendí por qué hizo eso, pero no era momento para
preguntarle, mucho menos cuando sus zapatos estaban
pisando la mano de su hermano para que soltara la tercera
llave. Damon me sonrió y agarró la muñeca de Cristina,
ayudándola a levantarse y en un abrir y cerrar de ojos,
ambos probaron las tres llaves que les iban a salvar la vida.
Una vez que todos estábamos a salvo, Mason se levantó
e intentó abrir alguna de nuestras cámaras para salvarse
también él, y aunque quise permitirle que entrara, sabía
que no podía hacerlo. No cuando solo uno de nosotros
cabíamos dentro, no cuando su propio hermano lo traicionó
para salvar a otra chica, no cuando posiblemente me
empujara para que las brasas de la explosión terminaran
con mi vida. Todo lo que podía hacer era cerrar los ojos para
no presenciar la muerte de alguien que llegó a influir tanto
en mi día a día y que se convirtió en un chico que me ayudó
a comprender mejor la realidad.
—¡Damon! —gritó Mason viendo los últimos diez
segundos en el reloj—. ¿Por qué demonios hiciste esto? —
Damon sonrió con demasía—. ¡Elizabeth, joder, soy tu
hermano! ¡Sácame de aquí!
—Siempre tuve el deseo de infligir dolor en otros, y de
que otros me infligieran dolor a mí —murmuró Damon con
los ojos rojos lleno de deseo e ira—. Siempre disfruté de
todo lo que me causó dolor, así como tu disfrutarás del error
que cometiste al tocar la preciosa piel de mi muñeca.
Mason me miró una vez más antes de que explotara todo
el lugar y sonrió antes de decirme:
—Siempre recuerda que la sobrevivencia es la del más
fuerte.
Lo próximo que escuché fue una horrenda explosión y el
cuerpo de Mason volviéndose pequeños fragmentos de
carne y sangre. Luego de unos minutos los tres salimos de
las cámaras tosiendo y con rastros de suciedad en nuestras
mejillas. Nuestros cuerpos estaban llenos de agua de las
alcantarillas de pasaban por debajo de la casona y el
espantoso olor a quemado me revolvía las entrañas. Corrí
literalmente hacia los brazos de Damon y Cristina hizo lo
mismo mientras veíamos la próxima puerta abrirse.
Salimos lo más deprisa de allí y antes de que pudiésemos
entender de qué se trataba la siguiente prueba, cerré la
puerta y todas las luces de la habitación se encendieron
mostrándonos un lugar extremadamente sucio, lleno de
sangre, roedores correteando por los espacios pequeños y
una tina bastante espaciosa en el medio de la habitación. La
tina estaba conectada a varios cables de electricidad y
estos a su vez estaban entrelazados a un mecanismo que
abría la siguiente puerta. La cuestión era saber qué
debíamos hacer para continuar y esta vez, sí o sí tendría
que morir Cristina.
—Hola chicos, sé que deben estar ansiosos ya que se
acerca la prueba final de mi pequeño juego. —De repente
apareció Elizabeth, solo que esta vez no hablaba detrás de
un cristal como de lo que separan una sala de interrogatorio
en comisaría—. Para abrir las seis cerraduras de la
habitación, los seis circuitos eléctricos que puse deben ser
cerrados. La única forma de hacerlo es descubrir cómo
conectar los seis cables a la bañera. Cierren los circuitos y la
puerta se abrirá; pero deben hacerlo rápido porque en tres
minutos una corriente eléctrica recorrerá la habitación
cerrando la puerta para siempre. ¿Quién será la brecha?
—¡Púdrete en el infierno idiota! —exclamó Cristina
suponiendo que ella sería la brecha que nos llevaría a
Damon y a mí a un paso de la libertad.
El tiempo dio inicio y en el mismo instante una cortina de
agua descendió desde el techo llenando la bañera hasta la
mitad. Damon y yo nos miramos y aunque si me dio un poco
de ternura ver como Cris abrazaba a mi demonio, ahora solo
podía sentir satisfacción al cerciorarme de que ella también
moriría dejándonos las puertas abiertas. Sin poner objeción,
se metió dentro de la tina y derramó sus últimas lágrimas
mientras Damon y yo conectábamos las pinzas
electrificadas en diferentes partes de su cuerpo. El cuerpo
de Cristina comenzó a tambalearse de un lado a otro
mientras pequeñas chispas destellaban a nuestro alrededor.
Sonreímos victoriosos cuando la carga aumentó abriéndose
así una por una de las cerraduras.
—¿Y ahora? —me animé a decirle un poco temerosa
mientras salíamos de la habitación en dirección al último
juego de Elizabeth.
—Ambos sabíamos que esto iba a ocurrir tarde o
temprano —comenzó a hablarme sin despegar mi cuerpo
del suyo. Mis lágrimas se adueñaron de mi rostro porque no
podía imaginarme mi vida sin Damon y el muy estúpido
estaba dispuesto a morir para que yo sobreviviera.
—Mierda no, debe haber alguna solución para que
salgamos los dos y acabemos con Elizabeth. No puedo
perderte de nuevo Damon. —Lloriquee sin dejar de golpear
su pecho con mucha agonía.
Mis ojos se cristalizaron de nuevo y enseguida las
lágrimas salieron al verlo, al pensar en todo lo que tuvo que
pasar en su vida hasta terminar así. Él también me escrutó
con la mirada e imaginé que debía sentirse igual que mal
que yo. Sin pensarlo más se acercó y con mucho cuidado
acarició con sus dedos mi vientre y luego mis labios, casi
toda la piel de mi estómago estaba contraída por sus
caricias y al pesar en la sensación de escozor que su tacto
me provocó, agradecí el poderlo sentirlo una vez más.
—¿Estaremos bien? —pregunté acariciando su cuello, me
miró a los ojos y rio sin gracia.
—Haré todo lo que esté en mis manos para que cumplas
lo que te pedí muñeca, no me importa dejar este mundo si
tú eres feliz. —Acunó mi rostro entre sus manos; sentí mi
cuero cabelludo erizarse. No iba a poder sobrellevar esto, ni
siquiera entendía por qué nos estábamos despidiendo—.
Perdóname porque no estaré en el momento más
importante de tu vida —pidió y negué intentando decir algo,
pero me silenció con uno de sus dedos sobre mis labios—.
Perdóname por no haber tenido el valor de cambiar para
tener una vida mejor. —Mi corazón se estremeció al
escucharlo—. Perdóname por ser un cobarde y nunca
pedirte que fueras mi novia, pero te juro a ti por mi vida,
que saldrás de aquí viva. Te lo prometo, muñeca —repitió y
lloré con más fuerzas al escucharlo.
—Saldremos los dos de aquí —aseguré y en ese
momento él negó indicándome que observara nuestra
última prueba.
Capítulo 69
BLAIR

Maldije una y mil veces a la puta zorra de Elizabeth. Ella


desde un comienzo sabía que nosotros seríamos los
finalistas de su juego, como también supuso que Damon
daría su vida por mí y por esa razón le pidió que pensara
bien las consecuencias de sus actos. Todo se había
convertido en un desastre, no debíamos terminar así. ¿Qué
sería sin mi Damon? Se acabaría todo, estaría destruida y
mi vida no tendría sentido.
—Eres un tonto Damon, no voy a dejarte aquí. —
Lloriquee y el sostuvo mi cara con sus manos para que lo
mirara fijamente—. No me importa lo que pienses, no voy a
ver como mi vida entera muere por salvar una causa
perdida. Ni siquiera sabemos si lo que planeaste dará
resultado. —Él secó mis lágrimas y sentí que la respiración
me faltó—. Si tú mueres, yo lo haré junto a ti —sentencié
con el corazón en la mano.
—Escúchame bien, Blair, porque necesito decirte esto —
pidió—. Cuando salgas de aquí quiero que te olvides de mí y
que solo centres tu vida en el regalo que te di. —Llevé las
manos a las suyas, escucharlo me hizo ponerme helada y
afligida—. Solo recuerda toda nuestra vida juntos y vive
tranquila, ignorando el pasado. —Sus palabras en esos
momentos no me hicieron feliz, al contrario, me dolieron
mucho y no sabía por qué.
» Si así lo quieres, puedes apoyarte en Elijah, sé que él te
ama y aunque ahora intentes negarlo, tú nunca lo has
olvidado —negué y él sonrió—. Yo también te amo mi
pequeña muñeca —susurró pegando su frente a la mía—.
Eres el pecado que nunca dejaré de cometer —soltó y juro
que mi corazón se detuvo al escucharlo—. Te juro que en
nuestra siguiente vida te buscaré y seré un mejor hombre.
El roce de sus labios fue más que un simple beso, era
como acariciarme el alma con alevosía, con angustia.
Prometiendo mucho, asegurándome todo. Demostrándome
porqué supo llevarme al peor de los infiernos, para salir
ambos quemados.
—Damon Waldorft eres un demonio, uno con alma de
ángel, por eso siempre me aferré a ti, a mi amor de niñez, al
hombre que en mi adolescencia revolvió cada una de mis
hormonas. Al que me hizo entender el significado del amor y
la obsesión. A ti Damon, por ser mi guardián, el chico cínico
que veló cada una de mis etapas y nunca se rindió. Por
hacer que en cada uno de mis recuerdos siempre estuvieras
presente, por amarme incondicionalmente y bajarme al más
oscuro infierno y deleitarme con los placeres que solo tú
sabías darme. Yo me enamoré de ti Damon.
—Por segunda vez eres testigo de las lágrimas de
Damon, unas que nunca nadie logró sacar. Para todos soy
psicópata, un asesino en serie que no siente amor por nadie
más que por sí mismo. Pero en los estudios científicos
olvidaron que el amor hacia la persona idónea puede
romper cualquier barrera. Y eso lo supe desde el minuto
cero que me salvaste Blair, desde que me embriagaste con
tu sonrisa e iluminaste mi alma con tu frescura. Soy una
persona por ti, porque eras mi sueño, mi única meta, mi
más grande tesoro.
—¡Ay! Pero que hermosos los dos declarándose. —Ambos
nos separamos al escuchar a Elizabeth burlarse—. Odio las
cursilerías, así que vamos a la última prueba debe
comenzar y el más fuerte sobrevivir. —Vi a Damon cerrar los
ojos con impotencia y lo escuché maldecir—. El ganador,
como prometí, nunca sabrá nada más de mí y podrá rehacer
su aburrida vida.
» Ahora bien, expliquemos esta última prueba. Como
pudieron darse cuenta, la habitación es completamente
blanca, y el único artilugio que contiene es una cámara de
agua donde uno de ustedes deberá sumergirse. Esta vez la
llave soy yo, solo cuando los signos vitales del valiente
estén extintos, la cerradura que impide que la habitación se
convierta en la tumba de ambos se abrirá.
—Solo prométeme que la dejarás en paz una vez que
cumpla tu maldito juego —gritó Damon mirando el televisor
por donde se veía el rostro de Elizabeth.
—Al contrario de ti Damon, yo sí cumplo mis promesas —
pronunció con rencor y reveló la cámara de agua, solo que,
en vez de agua, contenía un líquido marrón. Damon sonrió y
entendió a la perfección a lo que ella se refirió—. Malteada,
mi favorita —se burló la muy cínica—. Tienen dos minutos
para empezar a cumplir el reto o morirán ambos y... —soltó
una risa sarcástica—… creo que mi hermano no quiere eso.
Vi a Damon subiendo las pequeñas escaleras de la
cámara con mucha rapidez. Él estaba decidido a morir y yo
no podía permitir que eso sucediera. Seguí sus pasos e imité
cada una de sus acciones. Cuando se percató de mi loca
idea me empujó haciendo que cayera en el suelo y sin
poder evitarlo comencé a llorar nuevamente.
—Si morimos, al menos que sea juntos Damon —le
supliqué rota en llanto.
—Tú no vas a morir, pequeña —puntualizó seguro y lo
miré aterrada—. Es tu turno para cumplir tu promesa. —Me
miró serio y comencé a negar como loca. De ninguna
manera permitiría que algo le sucediera.
—Si tú mueres, yo muero —aseveré con convicción y
volví a subir las pequeñas escaleras para alcanzarlo—. Ya
perdí todo, así que entiende que no puedo vivir una vida sin
ti, sin el centro de mi Universo —dije y me aferré a él.
—Blair, tú eres mi única salvación —me susurró en el
oído y no lo comprendí, me separé de él y me besó. Lo hizo
como nunca y a pesar de sentir su amor en ese beso,
también sentí su miedo, su tristeza, su dolor, su...su muerte.
—¡No, no, no, no! —grité con lágrimas rodándome por el
rostro cuando llegó a la cúspide de la cámara, destapó la
cerradura y se hundió en la bebida que Elizabeth había
depositado allí—. ¡No, Damon! —imploré golpeando el vidrio
de la cámara—. ¡Por favor no! ¡No me hagas esto! —seguí,
gritando e intentando abrir la cerradura, pero
inevitablemente se había sellado y todo lo que podía ver era
a mi demonio ahogándose en la retorcida trampa de su
hermana—. ¡Dios no! ¡Te lo imploro! ¡No! —grité con todas
mis fuerzas y vi como sus ojos se ponían en blanco mientras
continuaba respirando e intentando hablar desde el fondo
de la cámara.
Él estaba muriendo frente a mí, de todas las muertes que
pudo tener, fue condenado a la más horrible; las lágrimas
brotaban de mis ojos como cascadas, aunque no hice
ningún sonido, no presté atención a lo que Elizabeth estaba
diciendo desde su lugar, solo vi como Damon estaba dando
sus últimos respiros. Aun así, seguí en la misma posición,
continué con la misma reacción, proseguí sin poder creer lo
que estaba viviendo. «¡Damon no podía haber muerto!» Me
negaba a aceptar que su propia hermana lo asesinó de la
forma más cruel, de la manera más sádica.
El infierno está vacío porque todos los demonios
están aquí.
Esas habían sido sus últimas palabras antes de que la
vida lo consumiera y me dejara con un enorme vacío en el
alma.
Damon había muerto y no había forma de poder
revertirlo.
Me había dejado con su mayor tesoro y con la esperanza
de poder cumplir lo que le prometí.
A pesar de que debía asimilar lo ocurrido, Demian, sería
mi curación.
Epílogo
DEMIAN WALDORFT

Muchos años después...


El tiempo siempre fue algo que pasó muy deprisa por mi
vida.
Otro año se había marchitado y con este llegó mi
cumpleaños veintidós.
Mamá está en la cocina, le sonríe al hombre que me
cuidó desde que nací, a mi padre. En realidad, Elijah no
tiene ningún parentesco conmigo, pero desde que mi
verdadero padre murió, él se encargó de cuidar de mi
madre y de mí. Me quiere como si fuese su propio hijo y
ama a mi madre incondicionalmente. A él le hubiese
encantado tener su verdadera familia, pero por así decirlo,
yo no fui un buen embarazo.
Blair —mi madre—, me ha contado cientos de veces la
historia de su vida y aunque todo en su mundo fue
demasiado loco, incluyendo su enfermedad, estoy orgulloso
de ella. Después de haber visto al hombre que amaba morir,
logró escapar y luego de conseguirlo, rebuscó entre las
cajas donde estuvo encerrada, un frasco que contenía el
semen de mi padre. Ni siquiera había superado la catástrofe
que le tocó vivir, pero uniendo las fuerzas que no sabía que
tenía, intentó comenzar un tratamiento para quedarse
embarazada, pero cuando fue al doctor, el especialista le
dijo que el semen "estaba caducado".
Aquello la había destrozado porque esa había sido la
última petición de mi padre, él le había pedido que su
legado no se perdiera, Damon necesitaba que todavía
existieran demonios en la tierra. Tiempo después, mi madre
comenzó a sentir náuseas, vomitaba cada cierto tiempo y
tenía un retraso de cinco semanas. Nadie debía decirle lo
que eso significaba, pero para salir de dudas compró cinco
pruebas de embarazo y realizó el test de cada una de ellas.
Blair es una mujer fuerte y yo lo soy aún más, ya que me
enganché como un koala a su eucalipto y sobreviví a
aquella tragedia que mis padres vivieron. Aquella noche que
confesaron su amor, me procrearon a mí. Dos años después
de mi nacimiento, mamá decidió salir de su encierro y buscó
la ayuda de un psicólogo para superar los daños que
pudieron quedarle. Fue allí donde decidió que nunca más su
otra identidad tomaría el control. Hubo una enorme
investigación y al ser ella la única sobreviviente todos
estaban dispuestos a animarla. Nunca reveló sus crímenes,
pero ofreció sus conocimientos para que otras personas
escribieran sobre la vida de mi padre.
Además, en ese tiempo, cuando yo no había nacido, se
celebró un juicio para que mi abuelo cumpliera los cargos
por haber abusado de una menor de edad. Kaia había
puesto una denuncia contra Dean y mi madre, con el apoyo
de mi abuela testificaron para que el fuera a prisión. Kaia se
recuperó de cada uno de los traumas que aun llevaba
consigo y aunque termino alejándose de la vida de todos, de
vez en cuando me visitaba y conversaba muchas horas con
papá Elijah.
Nana, también ayudó mucho a mamá. Nana, es la señora
que vive unos pisos más abajo de nosotros, ella es como
una abuela para mí y le estoy muy agradecido por cuidar de
mi mamá cuando yo todavía no podía hacerlo. El hijo de la
señora Haan murió por sobredosis y desde ese entonces
comenzó a vivir con nosotros, también en esos días Elijah
volvió con mi madre. No de una forma romántica, más bien
como el apoyo y consuelo que ella necesitaba.
Dean y Eva, hicieron las paces con mamá luego de que
mi abuelo saliera de la cárcel y aunque no viven con
nosotros, se mudaron a la misma ciudad nuestra y cada
domingo vamos a su hogar para degustar de las ricas cenas
que hace mi abuela. Cuando cumplí quince años, mi papá
Elijah decidió contarme la otra parte de la historia que mi
madre no había tenido el valor de decirme. Allí me enteré
sobre Elizabeth, la única sobreviviente de la catástrofe y la
única responsable de todas las muertes de ese día. También
me contó sobre su amor hacia mamá y como el caballero
que siempre quise para ella, me pidió su mano para
contraer matrimonio.
Por supuesto acepté, mamá había sufrido demasiado en
su vida, y Elijah es un hombre bueno que la protegería
siempre. Además, no me gustaba verla sola, lamentándose
a escondidas por la vida que no podía darme. Nuestra vida
se había convertido en la típica, cliché de películas, todos
éramos felices y vivíamos juntos, cuidándonos y amándonos
entre todos; excepto por mí.
A veces pensaba en esa mujer que me arrebató a mi
progenitor y aunque eran medios hermanos, la ira y la rabia
me hacían querer infringirle mucho daño. Sin embargo,
intentaba alejar esos pensamientos de mi cabeza porque
esa no había sido la educación que personas importantes
me habían enseñado. Y si algo tenía para sentirme
orgulloso, era la fidelidad y el respeto que le profeso a mis
mayores.
Soy un joven demasiado inteligente, toda mi vida
estudiantil la dediqué a sacar las mejores notas para
obtener la carrera que tanto anhelaba. Ahora me encuentro
cursando mi tercer año de Universidad como especialista en
enfermedades cancerígenas y desconocidas. Cuento
solamente con dos amigos, un tonto, pero loco chico de
cabellos rojos rizados llamado Juls y una hermosa mujer con
descendencia alemana llamada Farah. Con ellos he hecho
mis mayores locuras, incluida la de este día.
—Regresaré en la noche ma —le murmuré pasando por
su lado mientras chocaba palmas con el tipo todo
musculoso a su lado.
—¿Dónde vas D? —me preguntó mirándome con esos
ojos azules tan bonitos que tenían el poder de
desestabilizarme—. Estamos preparando una pequeña cena
antes de salir a la fiesta que prepararon tus abuelos.
—Es algo importante, ma. —Miré a papá Elijah para que
me ayudara a convencer a la testaruda de mi madre. Ellos
se miraron y mamá terminó resoplando para después
asentir. Yo sonreí victorioso—. Gracias, pa. Les prometo que
regresaré a tiempo.
Corrí en dirección a la puerta cuando escuché el timbre y
mientras saludaba a mis mejores amigos, pude escuchar
como Elijah le decía a mi madre que cada día me parecía
más a mi verdadero padre, a Damon. Aquello me hizo sentir
orgulloso, era la viva imagen de mi padre, pero sin tatuajes
y sin su locura, pero mantenía ese amor incondicional por
mi madre y las asfixiantes ganas por protegerla.
—Felicidades, a mi chico bueno —susurró Farah sobando
mi cabello de un lado a otro. Me quejé, odiaba que hiciera
eso, pero solo por hoy, no le reñí.
Luego miré a Juls y abrimos nuestros brazos para darnos
un fuerte abrazo mientras nos reíamos. La compenetración
que tenía con estos chicos sobrepasaba los límites de
cualquier tipo.
—¿Preparado para divertirnos hoy, santurrón? —habló y
cuando asentí escuché un chasquido detrás de mí y a
continuación el quejido de Juls—. Auch Tita. —Se quejó el
pelirrojo cuando mi madre le dio con la sartén.
—Nada de Tita, muchacho demente —pronunció mi
madre muy seria, pa estaba detrás de ella mirando todo—.
Escuchen bien los tres si no quieren que los agarre de las
orejas y las corte para hacer una sopa. —Me daba risa que
mamá todavía nos tratara como unos niños cuando ya
éramos mayores de edad, sin embargo, no podía reírme
porque entonces sí conocería la furia de Blair Bennett—.
Nada de alcohol, nada de clubes extraños, nada de andar y
responder mensajes de desconocidos y mucho menos de
hacer juegos extraños. ¿Entienden?
Abrió mucho los ojos cuando no respondimos y
asentimos cuando papá nos hizo una señal para que le
siguiéramos la corriente a la sobreprotectora madre que
tenía.
Una vez que salimos, tomamos un taxi y mientras Juls y
Farah hablaban como locos en la parte de atrás, yo atendía
el trayecto que estaba tomando el taxi. Íbamos en dirección
al próximo estado, les había pedido a mis amigos que me
acompañaran a visitar a una mujer con la cual necesitaba
hablar para sellar cualquier confusión en mi vida.
Le pagué al taxista y le pedí que me esperara con mis
amigos dentro por unos minutos. No pensaba tardar en lo
que venía a decir y viendo con lujo de detalles el aspecto de
la casa, posiblemente no hubiera nadie viviendo dentro. Aun
así, caminé por el camino de piedra muy lentamente
mientras intentaba calmar mi respiración y observaba unas
cuantas plantas secándose en el jardín.
Toqué el timbre una vez que estuve en el porche y nadie
respondió. Intenté una segunda vez y al no tener respuesta,
decidí tocar con mis nudillos en la puerta. Esperé unos
minutos, pero nadie salió a recibirme. Un poco
decepcionado empecé a caminar nuevamente hacia el
vehículo y cuando estuve a punto de salir de esa tétrica
propiedad, la puerta se abrió, mostrándome a una mujer de
cincuenta años, quizás más, en una silla de ruedas.
Esto no era lo que esperaba encontrar.
Volví a caminar hacia ella y me detuve frente a las
rueditas mientras la recorría completamente. Su piel está un
poco arrugada y blanca al igual que su cabello largo. Viste
un chándal rosado y sostiene en su mano un vaso de agua.
Cuando sus ojos penetran las órbitas de los míos, me
sorprendo al descubrir que son de dos colores. Ella se
asusta e intenta escapar de mí, pero la detengo y hago que
me mire fijamente.
—¿Sabes quién soy? —le pregunto un poco curioso
mientras frunzo mi entrecejo.
Sus manos comienzan a temblar y sus ojos me examinan
de arriba hacia abajo. Ella está nerviosa y aunque intento
ocultar mis nervios, yo también lo estoy.
—¿Damon? —titubea—. ¿Damon? —Vuelve a repetir
esbozando una sonrisa—. ¿Viniste para tomar la malteada
que me prometiste?
—No... No soy...
Ella me interrumpe.
—Discúlpame por todo Damon, la frustración porque la
prefieras a ella me hizo comentar muchas estupideces. —
Elizabeth continuó hablando sin reconocerme y una parte de
mí prefirió continuar con su demencia, de igual forma yo
había venido para conocerla y saber las causas del por qué
lo hizo y de una forma u otra, lo estaba haciendo—. Todavía
eres ese niño lindo sin ningún tatuaje, pero con la misma
mirada azul salvaje.
—Elizabeth... ¿Vives sola? —me atreví a preguntarle y
ella agachó su mirada.
—Nadie me quiere, mi Damon. Solo tú me has venido a
visitar después de los veintidós años más largos de mi vida.
—Hizo una pausa cuando sus lágrimas comenzaron a correr
por sus mejillas y sin saber por qué las sequé—. ¿Y ella?
—¿Mi madr... —negué con la cabeza para rectificarme a
mí mismo—. ¿Blair?
—Sí, ¿ella está bien?
Asentí.
—Sigue luchando contra los demonios que escaparon del
infierno.
—Lo siento mucho, Damon.
Suspiré.
—Yo también, Elizabeth.
Me acerqué a su oreja y muy despacio le susurré.
—Te perdono por todo, Elizabeth Schwartz.
Después de decir eso me giré arrojando la hoja de papel
con la dirección que me había conseguido Elijah y dispuse a
entrar al auto mientras escuchaba los lamentos y gritos
bajos de Elizabeth.
El trayecto de regreso lo pasé en silencio, solo mirando el
paisaje a través de la ventanilla. Siempre pensé en la
primera vez que viera a Elizabeth, creí que la odiaría y que
haría una estupidez para vengar la muerte de mi padre,
pero ahora que la conocí, entendí que no hay mejor castigo
que el ella está sufriendo. Sola, sin amigos, esposo, hijos o
siquiera algún animal que le haga compañía. Enferma y
aunque no me lo dijo directamente, todavía se siente
culpable por lo que ocasionó, incluso podría decir que su
locura se debe a eso.
Ahora puedo decir que solo le tengo lástima, porque ella
fue la que perdió su propio juego. Blair y Damon ganaron y
yo, como su legado viviente, me encargaré de cambiar mi
propio destino, ese que juiciosamente ellos habían decidido
para mí.
—Santurrón —me llamó Juls—. ¿Estás bien?
—Sí —respondí cortante—. ¿Vamos por unas cervezas?
—¿Y desobedecer a la Tita? —Me reí de su comentario y
le contagié mi risa a los demás.
—Oh venga, quiero celebrar mi cumpleaños a lo grande.
—Al club Las Vegas, por favor —intervino Farah hablando
con el conductor.
La historia de mis padres, había dado un giro total,
porque después de un amor obsesivo, ella encontró el
verdadero amor, mientras que él halló la paz interior que
tanto deseó desde pequeño. Y ahora yo, sin prejuicios, sin
pasado, sin rencores, sin secretos, sin miedos, sin
limitaciones, estaba preparado para enfrentar mi nuevo
mundo.
Uno lleno de pasión, amor, admiración y respeto.
Demian Waldorft, el Ángel que nació del fuego entre dos
demonios.
Extra
BLAIR

En aquel tiempo estábamos a punto de mudarnos a Dark,


recuerdo que ese día, antes de reunirme con mi hermana en
la cafetería, me había visto con Mason. Él llevaba mucho
tiempo lejos, en otro país, pero había visitado nuestra
ciudad porque repentinamente le había surgido un problema
allí. No dudó en llamarme cuando todo estuvo resuelto y fue
de esa forma que terminamos teniendo una charla en su
departamento.
—Quiero que tengamos esta última sesión antes de que
vuelva a L.A con mi hermana. —Mason no hablaba mucho
de su vida personal, pero a veces nombraba a su hermana
de la cual no sabía absolutamente nada.
Asentí.
—El asesinato de Matt, fuiste tú —dijo, y me quedé
pensando en su afirmación. Recordaba haber visto a Matt la
noche anterior, en la discoteca, luego miré mi reflejo en la
copa de vino de alguien a mi lado y todo se nubló a mi
alrededor—. Y aunque tenía ciertas dudas desde que
comenzamos a trabajar juntos, ahora estoy completamente
seguro de tu descripción.
—¿Qué quieres decir? ¿Cómo sabes que Matt murió, y
que… —Mi voz tembló un poco—… fui yo?
—Cuando llegué, la zona estaba precintada y aún el
cuerpo se mantiene frente a ese árbol. Me colé entre las
personas y escuché como decían que la última vez que lo
vieron fue saliendo de su casa para dirigirse a una fiesta. La
misma fiesta a la que segundos antes de entrar a mi
departamento dijiste que habías ido.
—Pero no puedes insinuar que fui yo.
—Blair, ¿qué recuerdas de la noche anterior?
—Había bebido, tuve una discusión con el bartender,
luego vi a mi hermana con Matt y después… —titubeé con
mis palabras, no estaba segura—… después no recuerdo
muy bien, solo que… Mi cuerpo estaba con rastros de
sangre.
—Hay alguien que te vio.
De repente entre en pánico.
—Me llamó, me envió las fotos del momento exacto en el
que estabas decapitando a ese chico con un hacha.
—¿Quién fue? ¿Estoy en peligro ahora?
—Ella se llama Eli, prometió no arremeter contra ti, pero
a cambio quiere que dejes de acercarte a D, o habrá
consecuencias atroces en el futuro.
—No sé quién es D, o porqué ella piensa que tengo algún
vínculo con él.
—Lo sabes —afirmó Mason—, y que no lo recuerdes
momentáneamente es porque tienes otra personalidad,
aunque por tu descripción la dominante es esta, la que
aparentemente es más sensata.
—No te entiendo —dije y llevé la uña de mi dedo índice a
mi boca—. ¿Estoy loca?
—No. —Se levantó de su asiento se acercó a mí,
colocándose a mi lado—. Verás, hay personas que tienen
personalidades únicas formadas por una compleja
combinación de diferentes rasgos. Los rasgos de
personalidad afectan a la forma en que las personas
entienden y se relacionan con el mundo, y la forma en la
que se ven a sí mismas. En el mejor de los casos, los rasgos
de personalidad de las personas les permiten adaptarse con
flexibilidad a su entorno cambiante, de esta forma pueden
establecer relaciones más sanas con los demás y mejoran
sus estrategias de afrontamiento. Tú perteneces a este caso.
» Las personas con trastorno de la personalidad tienen
un patrón de por vida en la que se ven a sí mismas y
reaccionan ante los demás de forma en la que la mayoría de
las veces, causan problemas. Tienden a tener problemas
para comprender las emociones y tolerar el sufrimiento
emocional, y actúan de forma impulsiva. Por lo que se les
dificulta relacionarse con los demás y causa graves
problemas en el entorno familiar.
» En tu caso, sientes que no padeces de esta
enfermedad porque la forma en la que piensas y actúas te
parece natural, y puede que en varias ocasiones pienses
que los demás son responsables de las dificultades a las que
te enfrentas, como lo ocurrido con Matt.
—Entonces quiere decir que mi amnesia se debe a esta
enfermedad… —dije y Mason asintió—. Pero… ¿Cómo sabes
que tengo este trastorno?
—Por tus síntomas Blair, llevo siendo tu terapeuta
muchos años. Mira, los trastornos se clasifican en tres
grupos o tipos, con características compartidas. Basados en
tu comportamiento eres del grupo B, tienen un patrón
disfuncional constante de pensamientos dramáticos,
demasiado emocionales o con conductas impredecibles. Tu
caso es el trastorno histriónico de la personalidad.
» Te explico, las personas con este trastorno, siempre
buscan atención. Son demasiado emocionales y fomentan
los sentimientos de atracción sexual para recibir atención.
—Sentí que mi corazón se oprimió en mi pecho, latía con
ritmos discordantes. Las palabras de Mason entraban por
mis oídos y rápidamente mi cerebro las procesaba
asintiendo en cada uno de los aspectos que él mencionaba,
era como si todas mis acciones comenzaran a encajar—.
Hablan de manera exagerada con opiniones firmes, pero sin
hechos o detalles que las sustenten.
» Se dejan llevar por los demás con facilidad, tienen
emociones superficiales que cambian rápidamente. Piensan
que sus vínculos con los demás son más estrechos de lo que
en realidad son. Este diagnóstico hecho por mí está basado
en la comparación de tus síntomas con las pautas del
Manual Diagnostico y Estadístico de Trastornos Mentales.
—¿No existe cura para esto? —murmuré, jugando
nerviosa con el dobladillo de mi camisa.
—El tratamiento lo comenzamos sin que te dieras cuenta
Blair, la terapia dialéctica conductual es lo que llevamos
haciendo más de un año, ya sea de forma presencial o por
vía telefónica. Lo establecido es solo uno, pero no te voy a
mentir, eres mi paciente favorita. —Lo vi sonreír, y solo esa
vez noté algo en su mirada que nunca antes había
presenciado. Mason me estaba viendo con otros ojos—.
Nosotros con la terapia hemos conseguido centrarnos en tu
comportamiento peligroso, controlar un poco tus emociones
y como relacionarte plenamente con otras personas.
» Además, te he orientado algunos medicamentos para
tratar este trastorno, aunque cundo lo hice fue para tratar
tu ansiedad, pero de igual forma surgen el mismo efecto ya
que se basan en ayudarte si te sientes ansioso, inquieto o
no puedes dormir. Blair, algo muy importante para que
mantengas un estilo de vida saludable es alejarte de las
drogas y el alcohol, ya que pueden empeorar los síntomas
del trastorno y afectar el funcionamiento del medicamento.
» Vas a seguir con tu vida cotidiana, solo debes recordar
que tu identidad dominante es esta, con la que estoy
hablando, y si sigues con los medicamentos y el tratamiento
no notaras el cambio hacia tu personalidad problemática.
—Entiendo, estoy, no sé, creo que ensimismada por todo
lo que has dicho. Necesito procesar todo esto y plantearme
quien soy realmente.
—No tengas miedo, todo estará bien. Siempre guardaré
tu secreto, dulzura.
Agradecimientos
Este proyecto comenzó con la idea de que cada uno de
los lectores disfrutara de un libro fascinante. Por ello, quiero
agradecerle primeramente a Dios, por ser siempre el motor
impulsor, y a ustedes, que leyeron el borrador que escribí
en la plataforma de wattpad y le dieron la aceptación que
siempre soñé para mis libros.
En todos mis libros dejo una parte de mí, por eso creí
conveniente que mi libro debía rozar con la perfección, así
que una tarde me animé a comenzar este proyecto de auto
publicación que no ha sido nada fácil, pero que me ha
encantado experimentar. Entonces quiero agradecerles a
todas esas personitas que estuvieron apoyándome con todo
el proceso creativo, dándole vida a este universo.
A mi familia, a los que quiero enorgullecer con mi trabajo
y esfuerzo.
A Claudia Medina, por crear una hermosa cubierta,
porque me he reído con nuestras ocurrencias y ha alegrado
mis días.
A mi grupo de amigas, Claudia, Kelly, Dalay, Daniela, Adri
y todas las chicas moradas, porque nunca dejaron de
animarme.
A Daniela, porque sin ti esto no hubiera sido posible.
Finalmente, gracias a todos.
Biografía
Liz Sophia Gil Lam, también conocida como Sophie
Lam, es una autora de origen cubano. Nació el 14 de
diciembre de 2001. En el 2018 ingresa a la Facultad de
Estomatología y ese mismo año escribió su primera novela
en la plataforma de Wattpad, siendo Blair su libro debut. Su
gusto y pasión por la literatura le fue inculcado desde muy
pequeña, y ha mostrado inclinación hacia los géneros de
Dark romance y Misterio. En sus tiempos libres ama
escuchar música, ver series y leer libros de romance y
misterio

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