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El Llamamiento Eficaz

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EL LLAMAMIENTO EFICAZ

(1)
A. A aquellos a quienes Dios: Ro. 8:28, 29.
B. Ha predestinado para vida: Ro. 8:29, 30; 9:22-24; 1 Co. 1:26-28; 2 Ts. 2:13,
14; 2 Ti. 1:9.
C. Tiene a bien en su tiempo señalado y aceptable: Jun. 3:8; Ef. 1:11.
D. Llamar eficazmente: Mt. 22:14; 1 Co. 1:23, 24; Ro. 1:6; 8:28; Jud. 1; Sal 29;
Jun. 5:25; Ro. 4:17.
E. Por su Palabra: 2 Ts. 2:14; 1 P. 1:23-25; Stg. 1:17-25; 1 Jun. 5:1-5; Ro. 1:16,
17; 10:14; He 4:12.
F: Y Espíritu: Jun. 3:3, 5, 6, 8; 2 Co. 3:3, 6.
G. Sacándolos del estado de pecado y muerte en que están por naturaleza y
llevándolos a la gracia y la salvación por Jesucristo: Ro. 8:2; 1 Co. 1:9; Ef. 2:1-
6; 2 Ti. 1:9, 10.
H. Iluminando de modo espiritual y salvador sus mentes, a fin de que
comprendan las cosas de Dios: Hch. 26:18; 1 Co. 2:10, 12; Ef. 1:17, 18.
I. Quitándoles el corazón de piedra y dándoles un corazón de carne: Ez. 36:26.
J. Renovando sus voluntades y, por su poder omnipotente, induciéndoles a
querer hacer lo bueno, y llevándoles eficazmente a Jesucristo: Dt. 30:6; Ez.
36:27; Jun. 6:44,45; Ef. 1:19; Fil. 2:13.
K. Pero de modo que acuden a él con total libertad, habiendo recibido por la
gracia de Dios la disposición para hacerlo: Sal 110:3; Jun. 6:37; Ro. 6:16-18.
EL LLAMAMIENTO DEL EVANGELIO Y EL LLAMAMIENTO
EFICAZ
¿CUÁL ES EL MENSAJE DEL EVANGELIO? ¿CÓMO LLEGA A SER EFICAZ?
Cuando Pablo habla acerca de la manera en que Dios trae la salvación a
nuestra vida, dice: «A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó,
también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó» (Ro 8: 30). Aquí
Pablo nos indica un orden definido en el cual nos vienen las bendiciones de la
salvación.
Aunque hace mucho tiempo, antes de la creación del mundo, Dios nos
«predestinó» para ser sus hijos y para ser transformados conforme a la imagen
de su Hijo, Pablo señala el hecho que en el momento de la realización de su
propósito en nuestra vida Dios nos «llamó» (aquí en este contexto, es Dios el
Padre el que está claramente a la vista).
Luego Pablo inmediatamente menciona la justificación y la glorificación,
mostrando que estas vienen después del llamamiento. Pablo nos dice que hay un
orden definido en el propósito salvador de Dios (aunque no se menciona aquí
cada aspecto de nuestra salvación). De modo que empezaremos nuestro estudio
de las diferentes partes de nuestra experiencia de la salvación con el tema del
llamamiento.
Cuando Pablo dice: «A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó,
también los justificó» (Ro 8:30), está indicando que ese llamamiento es un acto
de Dios. Es específicamente un acto de Dios el Padre, porque él es el que
predestina a las personas para «ser transformados según la imagen de su Hijo»
(Ro 8: 29).
Otros versículos describen de forma más completa lo que es este llamamiento.
Cuando Dios llama a las personas en esta forma poderosa, las llama «de las
tinieblas a luz admirable» (1ª P 2: 9); los llama a «tener comunión con su Hijo
Jesucristo» (1ª Co 1:9; Hch 2: 39) y a «su reino y a su gloria» (1ª Ts 2: 12; 1ª P
5:10; 2ª P 1: 3).
Las personas que Dios ha llamado son «llamados a ser de Jesucristo» (Ro 1:6,
RVR 1960). Han sido «llamados a ser santos» (Ro 1:7; 1ª Co 1:2), y han entrado
en un reino de paz (1ª Co 7: 15; Col 3: 15), libertad (Gá 5:13), esperanza (Ef.
1:18; 4:4), santidad (1ª Ts 4: 7), sufrimiento paciente (1ª P 2: 20-21; 3: 9), y vida
eterna (1ª T. 6: 12).
Estos versículos indican que este no es un simple llamamiento humano
desprovisto de poder. Este llamamiento es más bien una especie de
«convocatoria» de parte del Rey del universo y tiene tanto poder que puede
obtener la respuesta que está pidiendo en el corazón de las personas. Es un acto
de Dios que garantiza una respuesta, porque Pablo especifica en Romanos 8:30
que los que fueron «llamados» fueron también «justificados».
Este llamamiento tiene la capacidad de sacarnos del reino de las tinieblas y
llevamos al reino de Dios de forma que podamos estar unidos en completa
comunión con él: «Fiel es Dios, quien los ha llamado a tener comunión con su
Hijo Jesucristo, nuestro Señor» (1 Ca 1:9).
Nos referimos con frecuencia a este acto poderoso de Dios como llamamiento
eficaz, para distinguirlo de la invitación general del evangelio que es para todas
las personas y que algunas personas rechazan. Con esto no queremos decir que
la proclamación humana del evangelio no participa. De hecho, el llamamiento
eficaz de Dios viene por medio de la predicación humana del evangelio, porque
Pablo dice: «Para esto Dios los llamó por nuestro evangelio, a fin de que tengan
parte en la gloria de nuestro Señor Jesucristo» (2ª Ts 2: 14).
Por supuesto, hay muchos que oyen el llamamiento general del mensaje del
evangelio y no responden. Pero en muchos casos el llamamiento del evangelio se
hace tan eficazmente mediante la obra del Espíritu Santo en el corazón de las
personas que estas responden, y podemos decir que han recibido un
«llamamiento eficaz»:
Podemos definir el llamamiento eficaz de la siguiente manera: El llamamiento
eficaz es un acto de Dios el Padre, por medio de la proclamación humana del
evangelio, en el que convoca a las personas a que acudan a él de manera tal que
responden en fe salvadora.
Es importante que no demos la impresión de que las personas serán salvas
por el poder de este llamamiento aparte de una respuesta voluntaria de ellas al
evangelio (vea el capítulo 35 sobre la fe personal y el arrepentimiento que son
necesarios para la conversión). Aunque es cierto que el llamamiento eficaz
despierta y genera una respuesta en nosotros, debemos insistir siempre en que
esta respuesta tiene que ser una respuesta voluntaria, espontánea, en la que la
persona individualmente pone su confianza en Cristo.
Por eso es tan importante la oración para una evangelización eficaz. A menos
que Dios obre en el corazón de las personas para hacer eficaz la proclamación del
evangelio, no habrá una respuesta salvadora genuina. Jesús dijo: «Nadie puede
venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final»
(Jn 6: 44).
Un ejemplo del llamamiento del evangelio eficaz lo vemos en la primera visita
de Pablo a Filipos. Mientras Lidia escuchaba el mensaje del evangelio «el Señor le
abrió el corazón para que respondiera al mensaje de Pablo» (Hch 16: 14).
A diferencia del llamamiento eficaz, que es por completo un acto de Dios,
podemos hablar en general del llamamiento del evangelio el cual viene por
medio de la comunicación humana. Este llamamiento del evangelio se ofrece a
todas las personas, incluso a aquellos que no lo aceptan. A veces nos referimos a
este llamamiento del evangelio como el llamamiento externo o el llamamiento
general. Por el contrario, el llamamiento eficaz de Dios que es el que en realidad
genera una respuesta espontánea en la persona que lo oye se le llama a veces
llamamiento interno.
El llamamiento del evangelio es general y externo y con frecuencia lo
rechazan, mientras que el llamamiento eficaz es particular, interno y siempre es
eficaz. Sin embargo, esto no disminuye la importancia del llamamiento del
evangelio, porque es el medio que Dios ha establecido a través del cual vendrá el
llamamiento eficaz. Sin el llamamiento del evangelio, nadie podría responder y
ser salvo.
«¿Cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel
de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique?» (Ro 10:14).
Por tanto, es importante que entendamos exactamente lo que es el llamamiento
del evangelio.
LOS ELEMENTOS DEL LLAMAMIENTO DEL EVANGELIO
En la predicación humana del evangelio deben aparecer tres elementos
importantes:
UNA EXPLICACIÓN DE LOS HECHOS CONCERNIENTES A
LA SALVACIÓN.

Todo el que acude a Cristo para obtener salvación debe tener al menos un
entendimiento básico de quién es Cristo y de cómo satisface nuestras
necesidades de Salvación. Por tanto, una explicación de los hechos concernientes
a la salvación debe incluir al menos lo siguiente:
1. Todas los seres humanos son pecadores (Ro 3: 23).
2. La paga por el pecado es la muerte (Ro 6: 23).
3. Jesucristo murió para pagar el castigo por nuestros pecados (Ro 5: 8)
Pero entender estos hechos e incluso estar de acuerdo en que son ciertos no
es suficiente para que la persona sea salva. Debe haber una invitación para una
respuesta de parte del individuo a fin de que se arrepienta de sus pecados y
confié personalmente en Cristo.
UNA INVITACIÓN PARA RESPONDER A CRISTO DE
FORMA PERSONAL EN ARREPENTIMIENTO Y FE.

Cuando el Nuevo Testamento habla de personas que alcanzan la salvación lo


hace en términos de una respuesta personal a una invitación de Cristo mismo.
Esta invitación está bellamente expresada, por ejemplo, en las palabras de
Jesús:
Vengan A Mí Todos Ustedes Que Están Cansados Y Agobiados, Y Yo
Les Daré Descanso. Carguen Con Mi Yugo Y Aprendan De Mí, Pues Yo
Soy Apacible Y Humilde De Corazón, Y Encontrarán Descanso Para Su
Alma. Porque Mi Yugo Es Suave Y Mi Carga Es Liviana (Mt 11: 28-30).
Es importante dejar bien en claro que estas no son solo palabras pronunciadas
hace mucho tiempo por un líder religioso del pasado. Se debe animar a cada
oyente que no es cristiano que escucha estas palabras a tomar esas palabras
como palabras de Cristo Jesús que él está pronunciando en ese mismo momento,
y que lo está haciendo individualmente. Cristo Jesús es un Salvador que está
ahora vivo en el cielo, y cada persona que no es cristiana debiera pensar que
Jesús le está hablando, y diciéndole: «Vengan a mí todos ustedes y yo les daré
descanso» (Mt 11: 28).
Esta es una invitación personal genuina que busca una respuesta personal de
cada uno que la escucha.
Juan también habla acerca de la necesidad de una respuesta personal cuando
dice: «Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron. Mas a cuantos lo
recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios»
(Jn 1: 11-12). Al enfatizada necesidad de «recibir» a Cristo, Juan también
apunta a la necesidad de una respuesta individual. A los que se encuentran
dentro de una iglesia tibia que no se dan cuenta de su ceguera espiritual el Señor
Jesús vuelve a extender su invitación que requiere una respuesta personal: «Mira
que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y
cenaré con él, y él conmigo» (Ap 3: 20).
Por último, solo a cinco versículos de donde termina toda la Biblia, hay otra
invitación de parte del Espíritu Santo y de la iglesia a acudir a Cristo: «El Espíritu
y la novia dicen: "¡Ven!"; y el que escuche diga: "¡Ven!" El que tenga sed, venga; y
el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida» (Ap 22: 17).
¿Pero qué es lo que está involucrado en la respuesta de acudir a Cristo?
Aunque eso lo explicaremos de forma más completa en el capítulo 35, es
suficiente que notemos aquí que si nosotros vamos a Cristo y confiamos en él
para salvamos de nuestros pecados, no podemos seguir aferrándonos al pecado,
sino que debemos estar dispuestos a renunciar al pecado en sincero
arrepentimiento.
En algunos casos en las Escrituras se menciona juntos el arrepentimiento y la
fe cuando se están refiriendo a la conversión inicial de un individuo. (Pablo dijo
que él dedicaba su tiempo a «A judíos y a griego les he instando a convertirse a
Dios y a creer en nuestro Señor Jesucristo» Hch 20: 21). Pero en otras ocasiones
solo se habla de arrepentimiento de pecados y se da por supuesta la fe salvadora
como el factor acompañante (en su nombre se predicarán el arrepentimiento y el
perdón de pecados a todas las naciones [Lc 24: 47; Hch 2: 37-38; 3: 19; 5: 31; 17:
30; Ro 2: 4; 2ª Co 7:10]).
Por tanto, toda proclamación genuina del evangelio debe incluir una
invitación a tomar la decisión consciente de renunciar a los pecados personales y
acudir a Cristo con fe en busca de perdón por los pecados. Si se descuida
cualquiera de ellas la necesidad de arrepentirse de los pecados o la necesidad de
confiar en Cristo en cuanto al perdón-, no hay una verdadera y completa
proclamación del evangelio.
¿Pero qué es lo que se les promete a los que acuden a Cristo? Este es el tercer
elemento del llamamiento del evangelio.
NOTA: Para un estudio más completo de la necesidad de tener
tanto un arrepentimiento genuino como una fe genuina. Y un
estudio de la cuestión de si alguien puede ser salvo si «acepta a
Jesús como Salvador. ¿Pero no como Señor?
UNA PROMESA DE PERDÓN Y DE VIDA ETERNA.

Aunque las palabras de invitación personal que pronunció Cristo contienen


una promesa de descanso y de poder para llegar a ser hijos de Dios, y de
participación en el agua de la vida, es bueno hacer bien claro lo que Jesús
promete a los que acuden a él en arrepentimiento y fe.
Lo primero que encontramos prometido en el mensaje del evangelio es la
promesa de perdón de pecados y de vida eterna con Dios: «Porque tanto amó
Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se
pierda, sino que tenga vida eterna» Gn 3: 16). Y en la predicación que Pedro hace
del evangelio, dice: «Por tanto, para que sean borrados sus pecados,
arrepiéntanse y vuélvanse a Dios» (Hch 3: 19; 2: 38).
Junto con la promesa del perdón y de la vida eterna está la seguridad de que
Cristo aceptará a todos los que acuden a él en arrepentimiento y fe sinceras
buscando salvación: «Al que a mí viene, no lo rechazo» Gn 6: 37).
LA IMPORTANCIA DEL LLAMAMIENTO DEL EVANGELIO
La doctrina del llamamiento del evangelio es importante porque si no hubiera
ese llamamiento del evangelio nadie podría ser salvo: «¿Y cómo creerán en aquel
de quien no han oído?» (Ro 10: 14).
El llamamiento del evangelio es importante también porque por medio de él
Dios se dirige a nosotros en la plenitud de nuestra humanidad. Él no nos salva
«automáticamente» sin buscar una respuesta de todo nuestro ser. Más bien,
dirige el llamamiento del evangelio a nuestro intelecto, nuestras emociones y
nuestra voluntad.
Habla a nuestro intelecto explicando los hechos de la salvación en su Palabra.
Habla a nuestras emociones dirigiéndonos una sentida invitación personal
para que respondamos. Habla a nuestra voluntad pidiéndonos que oigamos su
invitación y respondamos voluntaria y espontáneamente en arrepentimiento y
fe, a que nos decidamos a volvemos de nuestros pecados y recibir a Cristo como
Salvador y descansar nuestros corazones en él para salvación.
(2)
A. Este llamamiento eficaz proviene exclusivamente de la gracia libre y especial
de Dios, no de ninguna cosa prevista en el hombre, ni por ningún poder o
instrumentalidad en la criatura: 2 Ti. 1:9; Tit. 3:4, 5; Ef. 2:4, 5, 8, 9; Ro. 9:11.
B. Siendo en esto enteramente pasivo, al estar muerto en delitos y pecados, hasta
que es vivificado y renovado por el Espíritu Santo; 1 Co. 2:14; Ro. 8:7; Ef. 2:5.
C. es capacitado de este modo para responder a este llamamiento y para recibir
la gracia que éste ofrece y transmite, y esto por un poder no menor que el que
resucitó a Cristo de los muertos: Ef. 1:19,20; Jun. 6:37; Ez. 36:27; Jun. 5:25.
(3)
A. Los niños escogidos* que mueren en la infancia son regenerados y salvados
por Cristo por medio del Espíritu, quien obra cuándo, dónde y cómo
quiere: Jun. 3:8. Así lo son también todas las personas escogidas que sean
incapaces de ser llamadas externamente por el ministerio de la Palabra.
EL LLAMADO EFICAZ
Cuando era un niño mi madre me solía llamar desde la ventana para que
viniera a cenar. Por lo general iba la primera vez que me llamaba, pero no
siempre. Si me demoraba, me volvía a llamar una segunda vez, por lo general con
un tono de voz más elevado.
Su primer llamado no siempre era efectivo; no lograba el efecto buscado. Su
segundo llamado solía ser efectivo; corría hacia adentro de la casa.
Hay un llamado de Dios que es efectivo. Cuando Dios ordenó la creación del
mundo, el universo no titubeó antes de cumplir con dicha orden. El efecto
deseado por Dios en la creación se hizo realidad. De mismo modo, cuando Dios
llamó a Lázaro de su tumba, Lázaro respondió viniendo a la vida.
Hay también un llamado eficaz de Dios en la vida del creyente. Es un llamado
que produce el efecto buscado. Teólogos de la Reforma enseñan que el llamado
eficaz está relacionado con el poder de Dios para regenerar al pecador de su
muerte espiritual.
También suele ser conocido como la "gracia irresistible". El llamado eficaz se
refiere a un llamado de Dios que por su poder y autoridad soberana produce el
efecto, o el resultado, buscado u ordenado. Cuando Pablo nos enseña que
aquellos a quienes predestina, los llamó, y aquellos a quienes llamó, justificó, se
está refiriendo al llamado eficaz de Dios.
El llamado eficaz de Dios es un llamado interior. Es el trabajo secreto de
avivamiento o regeneración logrado en las almas de los escogidos por la obra
sobrenatural inmediata del Espíritu Santo.
Efectúa u obra el cambio interior en la predisposición, la inclinación, y el
deseo del alma. Ninguna persona siente la inclinación de venir a Dios antes de
recibir el llamado de Dios eficaz e interior y todos los que son eficazmente
llamados tienen una predisposición hacia Dios y le responden en la fe. Vemos,
entonces, que la fe en sí misma es un regalo de Dios, habiendo sido entregada
en el llamado eficaz del Espíritu Santo.
La predicación del evangelio representa el llamado externo de Dios. Este
llamado es audible tanto para los escogidos como para los que no han sido
escogidos. Los seres humanos tienen la capacidad de resistir y de rechazar este
llamado externo. No responderán en la fe al llamado externo hasta que este
llamado externo venga acompañado del llamado interno eficaz del Espíritu
Santo. El llamado eficaz es irresistible en el sentido que Dios en su soberanía
producirá el efecto deseado. Esta obra soberana de la gracia es resistible en el
sentido de que podemos resistirla por causa de nuestra naturaleza caída, y de
hecho la resistimos; pero es irresistible en el sentido de que la gracia de Dios
prevalece sobre nuestra resistencia natural.
El llamado eficaz se refiere al poder creativo de Dios por medio del cual somos
traídos a la vida espiritual. El apóstol Pablo escribe: y él os dio vida a vosotros,
cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis
en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la
potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre
los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de
nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos
por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás (Efesios 2: 1-3).
Nosotros que en otro tiempo fuimos hijos de ira, y estábamos espiritualmente
muertos nos hemos convertidos en "los llamados" por virtud del poder y la
eficacia del llamado interior de Dios. En su gracia, el Espíritu Santo nos ha dado
la vista para ver lo que no queríamos ver y el oído para escuchar lo que no
queríamos escuchar.
RESUMEN
1. Los llamados humanos pueden ser eficaces o ineficaces.
2. Dios tiene el poder de llamar eficazmente para que los mundos existan, los
muertos resuciten, y las personas pasen de la muerte espiritual a la vida
espiritual.
3. Las personas pueden escuchar el llamado externo de Dios en el evangelio y
rechazarlo. Pero el llamado interno de Dios es siempre efectivo. Siempre
produce el resultado deseado.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Ezequiel 36:26-27, Romanos 8:30, Efesios 1:7-12, 2 Tesalonicenses 2:13-14, 2
Timoteo 1:8-
(4)
A. Otros, que no son escogidos, aunque sean llamados por el ministerio de la
Palabra y tengan algunas de las operaciones comunes del Espíritu: Mt. 22:14;
Mt. 13:20, 21; He 6:4, 5; Mt. 7:22.
B. Como no son eficazmente traídos por el Padre, no quieren ni pueden acudir
verdaderamente a Cristo y, por lo tanto, no pueden ser salvos: Jun. 6:44, 45,
64-66; 8:24.
C. Mucho menos pueden ser salvos los que no reciben la religión cristiana, por
muy diligentes que sean en conformar sus vidas a la luz de la naturaleza y a la
ley de la religión que profesen: Hch. 4:12; Jun. 4:22; 17:3.
LLAMAMIENTO Y REGENERACIÓN
LLAMAMIENTO

El llamamiento puede definirse, en general, como el acto de gracia de Dios por


el cual invita a los pecadores a aceptar la salvación que Se ofrece en Cristo Jesús.
Tanto puede ser interno como externo.
EL LLAMAMIENTO EXTERNO

La Biblia habla o se refiere a esto en varios pasajes. Mateo 28:19 y 24:14.


Lucas 14: 16-24 Hechos 13:46. 2. a Tesalonicenses 1:8. Juan 5:10. Consiste en la
presentación y ofrecimiento de salvación en Cristo a los pecadores, juntamente
con una tierna exhortación a aceptar a Cristo por fe para obtener el perdón de los
pecados y la vida eterna. Según esta definición contiene tres elementos,
llamados:
1) Una presentación de los hechos e ideas del Evangelio;
2) Una invitación a arrepentirse y creer en Cristo Jesús;
3) Una promesa de perdón y salvación.
La promesa es siempre condicional: Su cumplimiento puede esperarse
solamente por medio de la verdadera fe y el arrepentimiento.
LLAMAMIENTO UNIVERSAL

El llamamiento externo es universal en el sentido de que viene a todos los


hombres a quienes se predica el Evangelio. N o está limitado a ninguna edad ni
nación ni a cualquier clase de hombres, y es hecho al degenerado del mismo
modo que al elegido Isaías 45:22. 55: 1; Ezequiel 3:19; Joel 2:32; Mateo 22:3-8-
14; Apocalipsis 2:17.
Naturalmente, este llamamiento por venir de Dios, es de gran significado. El
llama a los pecadores en realidad, desea tiernamente que acepten la invitación, y
con toda sinceridad promete vida eterna a los que se arrepientan y crean.
1. LLAMAMIENTO FORMAL:

Números 23:19; Salmos 81:13-16; Proverbios 1:24; Isaías 1:18-20; Ezequiel


18:23 y 33:11; Mateo 23:33; 2." Timoteo 2:13. En el llamamiento externo Dios
mantiene su demanda al pecador. Si el hombre no acepta la llamada, rechaza la
demanda de Dios y aumenta por consiguiente su culpa.
Este es también el medio señalado por el cual Dios junta a los elegidos de
todas las naciones de la tierra. Rom. 10:14-17 y debería juzgarse como una
bendición para los pecadores, a pesar de que pueda convertirse en una
maldición. Isaías 1: 18:20; Ezequiel 3: 18-19; Amos 8:11; Mateo 11:20-24 y 23-
37. Finalmente sirve también para justificar la condenación de los pecadores. Si
ellos menosprecian la' oferta de salvación su culpa se hace más clara, Juan 5:39 y
40; Romanos 3:5-6-19.
2. LLAMAMIENTO INTERNO:

Aunque distinguimos dos aspectos del llamamiento de Dios, es realmente uno.


El llamamiento interno no es otra cosa, en realidad, sino el llamamiento externo
hecho efectivo por la operación del Espíritu Santo. Viene siempre al pecador por
medio de la Palabra de Dios, cuidadosamente aplicada por la operación del
Espíritu Santo. 1." Corintios 1:23-24. En distinción del llamamiento externo es
una llamada poderosa que tiene como resultado la salvación, Hechos 13:48; 1."
Corintios 1:23-24.
Además es un llamamiento sin arrepentimiento o cambio por parte de Dios, y
nunca es quitado. Romanos 11:29. La persona llamada será salva con toda
seguridad. El Espíritu opera por la predicación de la Palabra de Dios
persuadiendo de un modo efectivo, por lo tanto la persona llamada atiende la voz
de su Dios. Se dirige a su buena comprensión iluminada por el Espíritu Santo
para que el individuo sea consciente de ella. Se dirige siempre a un final cierto.
Es el llamamiento a la comunión con Jesucristo, 1.a Cor. 1:9. A la bendición
heredada, l." Pedro 3:9; a la libertad, Gálatas 5:13; a la paz, 1.a Corintios 7:1,-; a la
santidad, 1.a Tesalonicenses 4:7; a una esperanza, Efesios 4:4; a la vida eterna, 1ª
Timoteo 6:12 y al Reino y gloria de Dios, 1.a Tesalonicenses 2:12.
REGENERACIÓN

El llamamiento divino y la regeneración están mutuamente en la más estrecha


relación. Con respecto a la regeneración hay varios puntos dignos de considerar:
SU NATURALEZA

La palabra «regeneración» no se usa siempre en el mismo sentido. Nuestra


Confesión la usa en un sentido muy amplio que incluye hasta la conversión. En
este punto de nuestro estudio tiene un significado un poco más restringido. En su
significado más estricto denota el hecho divino por el cual se implanta en el
hombre el principio de la nueva vida, el cual gobierna la disposición del alma
santificada.
En su sentido más amplio designa, además de lo antedicho, el nuevo
nacimiento, o sea la primera manifestación de la nueva vida. Es un cambio
fundamental en la vida y en el gobierno del alma, por consiguiente afecta todo el
hombre, 1.a Corintios 2:14; 2.a Corintios 4:6; Filipenses 2:13; 1." Pedro 1:8, el
cual se ejecuta en un momento, y no por un proceso gradual, como la
santificación. Por ella pasamos de la muerte a la vida 1 Juan 3:14. Es una secreta
e inescrutable obra de Dios que nunca es percibida directamente por el hombre
sino que puede conocerse solamente por sus efectos.
SU AUTOR

Dios es el Autor de la regeneración. La Escritura la presenta como la obra del


Espíritu Santo, l." Juan 13; Hechos 16:14; Juan 3:5-8. En contra de los Arminianos
nosotros mantenemos que es una obra exclusiva del Espíritu Santo y no en parte
una obra del hombre. No hay ninguna cooperación entre el hombre y Dios en la
obra de regeneración, como la hay en la conversión.
La regeneración, en el sentido más estricto de la palabra, es la implantación de
la nueva vida en el alma, por tanto es una obra directa e inmediata del Espíritu
Santo. Es una obra creativa, un milagro de Dios, por lo cual el Evangelio no puede
ser usado como instrumento en este sentido.
Es cierto que Santiago 1: 18 y 1ª Pedro 1:23, parecen probar que la
predicación del Evangelio es usada como un instrumento de la regeneración,
pero estos pasajes se refieren a la regeneración en un sentido más amplio,
incluyendo el nuevo nacimiento y sus frutos. En este sentido más inclusivo la
regeneración es realizada sin duda por el instrumento de la Palabra.
SU LUGAR Y NECESIDAD EN EL ORDEN DE LA SALVACIÓN

La Escritura no deja duda en cuanto a la necesidad absoluta de la


regeneración, antes lo afirma en los más claros términos, Juan 3:3, 5, 7; 1.a
Corintios 2:14; Gálatas 6: 15.
Esto se saca del hecho de que somos por naturaleza muertos en nuestras
culpas y pecados y debemos ser dotados con una nueva vida espiritual para
poder gozar del favor divino y la comunión con Dios. La cuestión que se levanta
algunas veces es: ¿Cual de las dos cosas es primera, el llamamiento o la
regeneración?
Puede decirse que en el caso de adultos el llamamiento externo precede o
coincide con la regeneración en el sentido más estricto. La regeneración, como
implantación de la nueva vida precede al llamamiento interno, pero el
llamamiento interno precede a la regeneración en su sentido más amplio, o sea
en el de nuevo nacimiento.
Encontramos este orden indicado en el caso de conversión de Lidia Hechos
16:4. «Entonces una mujer llamada Lidia que vendía púrpura en la ciudad de
Tiatira, temerosa de Dios, estaba oyendo (llamamiento externo); el corazón de la
cual abrió el Señor (regeneración en su sentido estricto); para que estuviese
atenta a lo que Pablo decía (llamamiento interno)».
TEXTOS PARA APRENDER DE MEMORIA

PASAJES QUE PRUEBAN EL LLAMAMIENTO EXTERNO

1. Marcos 16:15-16. «Id por todo el mundo... el que creyere y fuere bautizado
será salvo, más el que no creyere será condenado».
2. Mateo 22:14. «Porque muchos son los llamados más pocos los escogidos».
3. Hechos 13:46. «Entonces Pablo y Bernabé usando de libertad dijeron: A
vosotros a la verdad era menester que se os hablase la Palabra de Dios:
pues que la desecháis y os juzgáis indignos de la vida eterna he aquí nos
volvemos a los gentiles.
LLAMAMIENTO A LOS RÉPROBOS

1. Proverbios 1:24-26, «Por cuanto llamé y no quisisteis. Extendí mi mano y


no hubo quienes escuchasen. Antes desechasteis todo consejo mío y mi
reprensión no quisisteis»
2. 1ª Pedro 3: 19-20, «En el cual también fue y predicó a los espíritus
encarcelados: los cuales en otro tiempo fueron desobedientes, cuando una
vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, cuando se aparejaba el
Arca en la cual pocas: es a saber 8 personas fueron salvas por agua».
3. Véanse también las palabras de Mateo 22:-1-8-14; Lucas 16-24.
SERIEDAD DE ESTE LLAMAMIENTO

1. Proverbios 1:24¬26 (véase párrafo b)


2. Ezequiel 18:23-32. ¿Quiero yo la muerte del impío? dice el Señor Jehová.
¿No vivirá si se apartare de sus caminos? «Que no quiero la muerte del que
muere, dice el Señor Jehová, convertíos pues y viviréis,
3. Mateo 23:37, ¡Jerusalén! Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas: a
los que son enviados a ti. Cuántas veces quise juntar tus hijos, como la
gallina sus polluelos, debajo de sus alas y no quisiste»
LA NECESIDAD DE LA REGENERACIÓN.

1. Jeremías 13:23. ¿Mudará el etíope su pellejo, o el leopardo sus manchas?


¿Así también podréis vosotros hacer bien estando habituados a hacer mal?
2. Juan 3:3, 7, «Respondió Jesús y le dijo: «De cierto de cierto te digo, el qua no
naciere otra vez, no puede ver el Reino de Dios». «No te maravilles de que
te dije os es necesario nacer otra vez».
LA PALABRA DE DIOS Y LA REGENERACIÓN.

1. Santiago 1:18. «El de su voluntad nos ha engendrando, por la palabra de


Verdad, para que fuésemos primicias de sus criaturas».
2. 1ª Pedro 1:23. «Habiendo sido renacidos, no de simiente corruptible, sino
de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para
siempre».
PARA ESTUDIO BÍBLlCO ADICIONAL

1. ¿Es el llamamiento la obra de una persona de la Trinidad, o de todas tres? 1.


A Corintios 1:9; 1ª Tes. 2: 12; Mat. 11:28; Lucas 5:32; Mat. 10:20 y Hechos
5: 31, 32.
2. ¿Se emplea en la Biblia la palabra regeneración?
3. Tito 3:5. ¿Qué otros términos se usan para expresar esta idea? Juan 3:5, 7, 8;
Corintios 5: 17; Efesios 2:5; Colosenses 2:13; Santiago 1:18 y 1 Pedro 1:23.

4. ¿El texto Tito 3:5, prueba que somos regenerados por el bautismo? Si no es
así, ¿cómo lo explicaría usted?
15. EL ARREPENTIMIENTO PARA VIDA Y SALVACIÓN
(1)
A. A aquellos de los escogidos que se convierten cuando ya son adultos, habiendo
vivido por algún tiempo en el estado natural: Tit. 3:2-5.
B. Y habiendo servido en el mismo a diversas concupiscencias y placeres, Dios, al
llamarlos eficazmente, les da arrepentimiento para vida: 2 Cr. 33:10-20; Hch.
9:1-19; 16:29,30.
(2)
A. Si bien no hay nadie que haga el bien y no peque: Sal 130:3; 143:2; Pr.20:9; Ec.
7:20.
B. y los mejores hombres, mediante el poder y el engaño de la corrupción que
habita en ellos, junto con el predominio de la tentación, pueden caer en
grandes pecados y provocaciones: 2 S. 11:1-27; Lc. 22:54-62.
C. Dios, en el pacto de gracia, ha dispuesto misericordiosamente que los
creyentes que pequen y caigan de esta manera sean renovados mediante el
arrepentimiento para salvación: Jer. 32:40; Lc. 22:31,32; 1 Jun. 1:9.
(3)
A. Este arrepentimiento para salvación es una gracia evangélica: Hch. 5:31;
11:18; 2 Ti. 2:25.
B. Por la cual una persona a quien el Espíritu hace consciente de las múltiples
maldades de su pecado: Sal 51:1-6; 130:1-3; Lc. 15:17-20; Hch. 2:37, 38.
C. Mediante la fe en Cristo: Sal 130:4; Mt. 27:3-5; Mr. 1:15.
D. Se humilla por él con una tristeza que es según Dios, lo abomina y se aborrece
a sí mismo, ora pidiendo el perdón y las fuerzas que proceden de la gracia: Ez.
16:60-63; 36:31, 32; Zc. 12:10; Mt. 21:19; Hch. 15:19; 20:21; 26:20; 2 Co. 7:10,
11; 1 Ts. 1:9.
E. Con el propósito y empeño, mediante la provisión del Espíritu, de andar
delante de Dios para agradarle en todo: Pr. 28: 13; Ez. 36:25; 18:30,31; Sal
119:59, 104,128; Mt. 3:8; Lc. 3:8; Hch. 26:20; 1 Ts. 1:9.
(4)
A. Puesto que el arrepentimiento ha de continuar a lo largo de toda nuestra vida,
debido al cuerpo de muerte y sus inclinaciones: Ez. 16:60; Mt. 5:4; 1 Jun. 1:9.
B. Es por lo tanto, el deber de cada hombre arrepentirse específicamente de los
pecados concretos que conozca: Lc. 19:8; 1 Ti. 1:13,15.
(5)
A. Tal es la provisión que Dios ha hecho a través de Cristo en el pacto de gracia
para la preservación de los creyentes para salvación que, si bien no hay
pecado tan pequeño que no merezca la condenación: Sal 130:3; 143:2; Ro.
6:23.
B. No hay, sin embargo, pecado tan grande que acarree condenación a aquellos
que se arrepienten, lo cual hace necesaria la predicación constante del
arrepentimiento: Is. 1:16-18; 55:7; Hch. 2:36-38.
EL ARREPENTIMIENTO
El mensaje principal de Juan el Bautista, que fue el heraldo de Jesús, era
"Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado".
Este llamado al arrepentimiento era una apelación urgente a los pecadores.
Nadie que se niegue a arrepentirse puede entrar en el reino de Dios. El
arrepentimiento es un requisito previo, una condición necesaria para la
salvación.
En la Escritura, el arrepentimiento significa "sufrir un cambio de mentalidad".
Este cambio de mentalidad no es un simple cambio de opiniones menores, sino
un cambio completo en la dirección de nuestras vidas. Implica un giro radical del
pecado a Cristo.
El arrepentimiento no es la causa de un nuevo nacimiento o regeneración; es
el resultado del fruto de la regeneración. Aunque el arrepentimiento comienza
con la regeneración, constituye una actitud y una acción que debe ser repetida a
lo largo de la vida cristiana. Como continuaremos pecando, se nos llama a
arrepentirnos al ser convencidos de pecado por el Espíritu Santo.
Los teólogos distinguen dos tipos de arrepentimiento. El primero es llamado
atrición. La atrición es un arrepentimiento falso o espurio. Comprende el
remordimiento causado por un temor al castigo o la pérdida de una bendición.
Cualquier padre ha comprobado la atrición en un hijo cuando lo descubre con las
manos en la masa. El niño, temiendo la paliza, grita: "Lo siento, ¡por favor no me
pegues!" Estas plegarias junto con algunas lágrimas de cocodrilo no suelen ser
signos de un remordimiento genuino por haber actuado mal. Fue el tipo de
arrepentimiento que exhibió Esaú (Génesis 27:30-46). Se lamentaba no por
haber pecado sino por haber perdido su primogenitura. La atrición, entonces, es
el arrepentimiento motivado por un intento de obtener un boleto que nos saque
del infierno o de evitar el castigo.
La contrición, en cambio, es el arrepentimiento verdadero y piadoso. Es
genuino. Comprende un remordimiento profundo por haber ofendido a Dios. La
persona contrita confiesa su pecado de manera abierta y completa, sin intentar
buscar excusas o justificarlo.
Este reconocimiento del pecado viene acompañado de una voluntad por hacer
una restitución siempre que sea posible y una resolución de abandonar el
pecado. Este es el espíritu que exhibió David en el Salmo 51. "Crea en mí, oh Dios,
un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí... Los sacrificios de
Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no
despreciarás tú, oh Dios" (Salmo 51: 10, 17).
Cuando le ofrecemos a Dios nuestro arrepentimiento en un espíritu de
verdadera contrición, Él nos promete perdonarnos y restaurarnos a la comunión
con Él. "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros
pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9).
RESUMEN
1. El arrepentimiento es una condición necesaria para la salvación.
2. El arrepentimiento es el fruto de la regeneración.
3. La atrición es un arrepentimiento falso motivado por el temor.
4. La contrición es un arrepentimiento verdadero motivado por el
remordimiento piadoso.
5. El arrepentimiento verdadero conlleva la plena confesión, la restitución, y
la resolución de abandonar el pecado.
6. Dios promete el perdón y la restauración a todos los que se arrepienten en
verdad.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Ezequiel 18:30-32, Lucas 24:46-47, Hechos 20:17-21, Romanos 2:4, 2
Corintios 7:8-12.
LA FE Y EL ARREPENTIMIENTO DEBEN APARECER JUNTOS
Podemos definir el arrepentimiento de la siguiente manera: El
arrepentimiento es una tristeza sentida de corazón por causa del pecado, una
renuncia al pecado, y un propósito sincero de olvidarlo y caminar en obediencia
a Cristo.
Esta definición indica que el arrepentimiento es algo que sucede en un
momento específico en el tiempo, y no es equivalente a una demostración de
cambio en el estilo de vida de la persona, El arrepentimiento, lo mismo que la fe,
es un entendimiento intelectual (que el pecado es malo), una aprobación
emocional de las enseñanzas de las Escrituras en cuanto al pecado (una tristeza
por el pecado y un aborrecimiento del pecado), y una decisión personal de
alejarse de él (una renuncia al pecado y la decisión de que se olvidará de ello y
que en su lugar llevará una vida de obediencia a Cristo).
No podemos decir que uno tiene que vivir ese cambio de vida por un tiempo
antes de que el arrepentimiento pueda ser genuino porque de lo contrario el
arrepentimiento se convertiría en una clase de obediencia que podríamos
cultivar para merecer la salvación por nosotros mismos.
Por supuesto, el arrepentimiento genuino resultará en una vida cambiada. Una
persona de verdad arrepentida empezará de una vez a vivir una vida cambiada, y
nosotros podemos llamar ese cambio de vida el fruto del arrepentimiento. Pero
no debiéramos nunca tratar de requerir que haya un período de tiempo en el
cual una persona vive una vida cambiada antes de que podamos asegurarle el
perdón. El arrepentimiento es algo que ocurre en el corazón e involucra a toda la
persona en una decisión de alejarse del pecado.
Es importante darse cuenta que la simple tristeza por nuestras acciones, o aun
el remordimiento profundo por nuestras acciones, no constituye un
arrepentimiento genuino a menos que vaya acompañado por una decisión
sincera de olvidarse del pecado que se ha estado cometiendo contra Dios.
Pablo nos dice: «A judíos y a griegos les he instado a convertirse a Dios y a
creer en nuestro Señor Jesús» (Hch 20:21). Dice que se regocijaba por la
experiencia de los corintios « no porque se hayan entristecido sino porque su
tristeza los llevó al arrepentimiento.
La tristeza que proviene de Dios produce el arrepentimiento que lleva a la
salvación, de la cual no hay que arrepentirse, mientras que la tristeza del mundo
produce la muerte» (2ª Co 7: 9-10). Una tristeza mundana puede involucrar gran
dolor por las acciones cometidas y probablemente también temor por el castigo,
pero no una renuncia genuina por el pecado ni un propósito firme de olvidarse
de él en la vida.
Hebreos 12: 17 dice que Esaú lloró a consecuencia de sus acciones, pero no se
arrepintió de verdad de lo hecho. Además, como indica 2ª Corintios 7: 9-10, aun
la tristeza verdadera es solo un factor que lleva al arrepentimiento genuino, pero
esa tristeza no es en sí misma una decisión sincera del corazón en la presencia de
Dios que habla de un arrepentimiento genuino.
Las Escrituras ponen el arrepentimiento y la fe juntos como aspectos
diferentes del acto de acudir a Cristo en busca de salvación. No es que una
persona primero se vuelve del pecado y a continuación confía en Cristo, ni que
primero confía en Cristo y luego se aleja del pecado, sino que ambas cosas
suceden al mismo tiempo.
Cuando acudimos a Cristo en busca de salvación de nuestros pecados,
simultáneamente nos estamos alejando de esos pecados de los cuales le estamos
pidiendo a Cristo que nos salve. Si no es así, el acudir a Cristo en busca de
salvación de nuestros pecados es improbable que seamos sinceros al acudir a él
o confiar en Él.
El hecho de que el arrepentimiento y la fe son dos lados diferentes de la
misma moneda, o dos aspectos diferentes del mismo suceso de la conversión, la
persona que genuinamente acude a Cristo en busca de salvación debe al mismo
tiempo soltarse del pecado al cual ha estado aferrándose y alejarse de ese pecado
a fin de acercarse a Cristo. De modo que ni el arrepentimiento ni la fe vienen
primero; tienen que aparecer juntos. John Murray habla de la «fe penitente» y del
«arrepentimiento creyente»:
Por tanto, es claramente contrario a la evidencia del Nuevo Testamento hablar
acerca de la posibilidad de tener verdadera fe salvadora sin haber tenido ningún
arrepentimiento del pecado. Es también contrario al Nuevo Testamento hablar
de la posibilidad de que alguien acepte a Cristo «como Salvador», pero no «como
Señor», si eso simplemente significa depender de él para salvación pero no
proponerse alejarse del pecado y ser obediente a Cristo a partir de ese momento.
Algunas voces prominentes dentro del cristianismo evangélico difieren de
este punto de vista, y argumentan que una presentación del evangelio que
requiere el arrepentimiento y fe es en realidad una predicación de salvación por
obras. Argumentan que la perspectiva que defendemos en este capítulo, que el
arrepentimiento y la fe deben ir juntas, es un evangelio falso de «salvación de
señorío».
Dice que la fe salvadora solo demanda confiar en Cristo como Salvador, y que
someterse a él.
Cuando Jesús dice a los pecadores: «Vengan a mí todos ustedes que están
cansados y agobiados, y yo les daré descanso», inmediatamente agrega:
«Carguen con mi yugo y aprendan de mí» (Mt 11:28-29). Acudir a él incluye
tomar su yugo sobre nosotros, sometemos a su dirección, aprender de él y sede
obediente. Si no estamos dispuestos a hacer ese tipo de compromiso, no hemos
puesto de verdad nuestra confianza en él.
Cuando las Escrituras hablan de confiar en Dios o en Cristo, frecuentemente
relacionan esa confianza con el arrepentimiento genuino. Por ejemplo, Isaías da
un testimonio elocuente que es típico del mensaje de muchos de los profetas del
Antiguo Testamento:
Busquen Al Señor Mientras Se Deje Encontrar, Llámenlo Mientras
Esté Cercano. Que Abandone El Malvado Su Camino, Y El Perverso Sus
Pensamientos. Que Se Vuelva Al Señor, A Nuestro Dios, Que Es
Generoso Para Perdonar, Y De Él Recibirá Misericordia. (Is 55: 6-7)
Aquí encontramos mencionados tanto el arrepentimiento del pecado como el
volverse a Dios para recibir perdón. En el Nuevo Testamento, Pablo resume así
su ministerio de proclamación del evangelio: «A judíos y a griegos les he instado
a convertirse a Dios y a creer en nuestro Señor Jesús» (Hch 20: 21). El autor de
Hebreos incluye como los dos primeros elementos en una lista de doctrina básica
«el arrepentimiento de las obras que conducen a la muerte, la fe en Dios» (He
6:1).
Por supuesto, a veces se menciona solo la fe como lo que es necesario para ir a
Cristo en busca de salvación (vea Jn 3: 16; Hch 16: 31; Ro 10: 9; Ef. 2: 8-9, et al.).
Estos son pasajes conocidos y hacemos hincapié en ellos a menudo cuando
explicamos el evangelio a otras personas.
Pero de lo que no nos damos cuenta con frecuencia es del hecho de que hay
otros muchos pasajes donde se menciona solo el arrepentimiento, porque se da
por supuesto que el verdadero arrepentimiento involucra también la fe para el
perdón de los pecados. Los autores del Nuevo Testamento entendieron tan bien
que el arrepentimiento y la fe genuinas tienen que ir juntos que a menudo
mencionan solo el arrepentimiento sabiendo que la fe va también incluida,
porque apartarse del pecado en una forma genuina es imposible sin volverse
genuinamente a Dios.
Por tanto, poco antes de que Jesús ascendiera al cielo, les dijo a sus discípulos:
«Esto es lo que está escrito: que el Cristo padecerá y resucitará al tercer día, y en
su nombre se predicarán el arrepentimiento y el perdón de pecados a todas las
naciones» (Lc 24: 46-47). La fe salvadora está implícita en «el perdón de
pecados», aunque no aparece mencionada explícitamente.
La predicación que encontramos recogida en el libro de Hechos muestra esta
misma pauta. Después del sermón de Pedro en Pentecostés, los oyentes
preguntaron «a Pedro y a los otros apóstoles: "Hermanos, ¿qué debemos hacer?"
[A lo que Pedro respondió:] "Arrepiéntanse y bautícese cada uno de ustedes en el
nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados"» (Hch2: 37-38).'
En su segundo sermón Pedro habló a sus oyentes de una forma similar: «Para
que sean borrados sus pecados, arrepiéntanse y vuélvanse a Dios, a fin de que
vengan tiempos de descanso de parte del Señor» (Hch 3: 19). Más tarde cuando
los apóstoles estaban siendo enjuiciados delante del Sanedrín, Pedro habló de
Cristo, diciendo: «Por su poder, Dios lo exaltó como Príncipe y Salvador, para que
diera a Israel arrepentimiento y perdón de pecados» (Hch 5: 31).
Y cuando Pablo estaba predicando en el Areópago de Atenas a una asamblea
de mósofos griegos, les dijo: «Dios pasó por alto aquellos tiempos de tal
ignorancia, pero ahora manda a todos, en todas partes, que se arrepientan» (Hch
17: 30).
También dice en sus epístolas: «¿No ves que desprecias las riquezas de la
bondad de Dios, de su tolerancia y de su paciencia, al no reconocer que su
bondad quiere llevarte al arrepentimiento?» (Ro 2:4), y habla del
«arrepentimiento que lleva a la salvación» (2ª Co 7: 10).
Vemos también que cuando Jesús se entrevista con hombres y mujeres les
requiere que se vuelvan de sus pecados antes de seguirle a él. Ya sea que hable
con un hombre joven y rico y le pida que deje sus posesiones (Lc 18: 18-30), o
que entre a la casa de Zaqueo y le hable de la salvación que había llegado a su
casa en aquel día porque Zaqueo había tomado la decisión de dar la mitad de sus
bienes a los pobres y devolver todo lo que había robado (Lc 19: 1-10), o hable
con la mujer en el pozo de Jacob y pidiéndole que llamara a su esposo Gn 4: 16), o
con Nicodemo y le reprendiera por su incredulidad rabínica y orgullo en su
propio conocimiento Gn 3: 1-21),Jesús siempre pone el dedo en la cuestión de
pecado que es más notorio en la vida de esa persona. De hecho, podemos
preguntar si alguien en los evangelios llegó alguna vez a la fe sincera en Cristo sin
arrepentirse de sus pecados.
Cuando nos damos cuenta de que la fe salvadora genuina debe ir acompañada
del sincero arrepentimiento del pecado, eso nos ayuda a comprender por qué
algunos predicadores del evangelio tienen hoy resultados tan inadecuados. Si no
se menciona la necesidad de arrepentirse de los pecados, en ocasiones el
mensaje del evangelio se reduce a «cree en Cristo Jesús y serás salvo» sin
ninguna mención del arrepentimiento para nada.' Pero esta versión aguada del
evangelio no demanda un compromiso firme y sincero con Cristo; y un
compromiso con Cristo, si es genuino, debe incluir la decisión a renunciar al
pecado.
Predicar la necesidad de fe sin arrepentimiento es predicar solo la mitad del
evangelio. Puede resultar en que muchas personas queden confundidas y
engañadas, pensando que han escuchado el evangelio cristiano y lo han probado,
pero no ha sucedido nada.
Puede que incluso digan algo como: «He aceptado a Cristo como Salvador
muchas veces, pero no me ha servido de nada». Sin embargo, nunca recibieron de
verdad a Cristo como su Salvador, porque él viene a nosotros en majestad y nos
invita a que le recibamos tal como él es, el que merece ser, y demanda que le
reconozcamos también como el Señor absoluto de nuestra vida.
Por último, ¿qué diremos acerca de la práctica común de pedir a las personas
que oren para recibir a Cristo como su Salvador personal y Señor? Dado que la fe
en Cristo de una persona debe incluir una auténtica decisión de la voluntad, es
con frecuencia de mucha ayuda expresar esa decisión en voz alta, y eso puede
tomar de manera muy natural la forma de una oración a Cristo mediante la cual
le hablamos de nuestro pesar por el pecado, nuestro propósito de renunciar al
pecado y nuestra decisión firme de poner nuestra confianza en él.
Una oración de esa clase expresada en voz alta no tiene poder para salvarnos
en sí misma, pero la actitud del corazón que representa constituye una
verdadera conversión, y la decisión de expresar esa oración puede con
frecuencia ser el momento en que la persona llega a la experiencia de la fe en
Cristo.
TANTO LA FE COMO EL ARREPENTIMIENTO CONTINÚAN A LO LARGO DE
LA VIDA
Aunque hemos estado considerando la fe inicial y el arrepentimiento como
dos de los aspectos de la conversión que aparecen al principio de la vida
cristiana, es importante darnos cuenta que la fe y el arrepentimiento no están
limitados al comienzo de la vida cristiana. Son más bien actitudes del corazón
que continúan a lo largo de nuestra vida como cristianos. Jesús les dijo a sus
discípulos que oraran a diario diciendo: «Perdónanos nuestras deudas, como
también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores» (Mt 6: 12), una
oración que, si es sincera, implicará tristeza diaria por el pecado y genuino
arrepentimiento. Y el Cristo resucitado le dice a la iglesia en La odicea: «Yo
reprendo y disciplino a todos los que amo. Por lo tanto, sé fervoroso y
arrepiéntete» (Ap 3: 19; 2ª Co 7:10).
En relación con la fe, Pablo nos dice: «Ahora, pues, permanecen estas tres
virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor»
(1ª Co 13: 13). Sin duda se está refiriendo a que estas tres permanecen ala largo
de esta vida, y probablemente también quiere decir que continúan por toda la
eternidad.
Si fe es confiar en Dios para todas nuestras necesidades, esta actitud nunca
cesará, ni siquiera en la vida venidera. Pero de todos modos, se indica claramente
que la fe continúa a lo largo de esta vida. Pablo también dice: «Lo que ahora vivo
en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por
mí» (Ga 2: 20).
Por tanto, aunque es cierto que la fe salvadora inicial y el arrepentimiento
inicial ocurren una sola vez en nuestra vida, y que cuando tienen lugar
constituyen la conversión verdadera, las actitudes del corazón de
arrepentimiento y fe solo comienza en la conversión.

Estas mismas actitudes deben continuar a lo largo del curso de nuestra vida
cristiana. Cada día debiera haber un arrepentimiento sincero de todos los
pecados que hemos cometido, y la fe en Cristo de que él suplirá nuestras
necesidades y nos fortalecerá para vivir la vida cristiana.
LA CAÍDA DEL HOMBRE, DEL PECADO Y SU CASTIGO
(1)
A. A pesar de que Dios creó al hombre recto y perfecto, y le dio una ley justa, que
hubiera sido para vida si la hubiera guardado, y amenazó con la muerte su
transgresión, el hombre no la honró por mucho tiempo: Ec. 7:29; Ro. 5:12a,
14, 15; Gn. 2:17; 4:25-5:3.
B. Usando Satanás la sutileza de la serpiente para subyugar a Eva y luego a través
de ella seduciendo a Adán, quien sin ninguna coacción, deliberadamente
transgredió la ley bajo la cual habían sido creados y también el mandato que
les había sido dado, al comer del fruto prohibido: Gn. 3:1-7; 2 Co. 11:3; 1 Ti.
2:14.
C. Lo cual agradó a Dios permitir, conforme a su sabio y santo consejo,
habiéndolo ordenado con el propósito de que fuera para su propia gloria: Ro.
11:32-34; 2 S. 24:1; 1 Cr. 21:1; 1 R. 22:22,23; 2 S. 16:10; Hch. 2:23; 4:27,28.
HOMBRE CREADO A IMAGEN DE DIOS
En el arte, el hacer imágenes es un ejercicio de belleza. La pintura, la
escultura, y otras artes suelen ser imitativas. Mediante nuestra creación
imitamos a los objetos de la vida real.
El artista principal es Dios. Cuando Dios diseñó el universo, dejó su sello sobre
él de manera tal que los cielos declaran su gloria y el firmamento nos muestra su
obra.
Cuando Dios hizo a las criaturas que habitan la tierra y el mar, creó una
criatura singular, hecha a su propia imagen. Génesis 1:26-27 nos dice: Entonces
dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza;
y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la
tierra, yen todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su
imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
Como la Biblia dice que fuimos creados a la imagen y semejanza de Dios,
algunos (en especial los católicos) han llegado a la conclusión de que existe una
diferencia entre ser a imagen y ser a semejanza de Dios. Pero la estructura del
lenguaje bíblico nos indica que la imagen y la semejanza se refieren a una misma
cosa.
Somos los iconos de Dios, criaturas hechas con la capacidad única de reflejar
el carácter de Dios, como si fuésemos un espejo.
El haber sido hechos a imagen de Dios suele entenderse como señalando el
sentido de que somos como Dios. Aunque Él es el Creador y nosotros sus
criaturas, y aunque Dios nos trasciende en esencia, en poder yen gloria, sin
embargo en cierto sentido somos como Él. Hay algún tipo de analogía entre Dios
y nosotros. Dios es un ser moral e inteligente. Nosotros también somos agentes
morales equipados con una mente, un corazón y una voluntad.
Estas facultades hacen posible que podamos reflejar la santidad de Dios,
santidad que fue nuestra vocación original.
La palabra hombre, cuando es utilizada en los pasajes de la Escritura como
"creó Dios al hombre a su imagen" (Génesis 1:27), significa "la humanidad".
Tanto el varón como la hembra de la especie humana han sido creados a imagen
de Dios. Parte de esta imagen comprende el llamado de la humanidad a gobernar
la tierra, a tener dominio sobre ella. Hemos sido llamados a cultivar, a llenar, y a
guardar esta tierra como los regentes de Dios. Hemos sido llamados a reflejar el
carácter del gobierno justo de Dios sobre el universo. Él nunca saquea o explota
lo que domina, sino que reina con justicia y bondad.
En ocasión de la caída de la humanidad, algo terrible ocurrió. La imagen de
Dios perdió su lustre. Nuestra capacidad para reflejar su santidad se vio tan
afectada que ahora este espejo está opaco.
La caída, sin embargo, no destruyó nuestra humanidad. Aunque nuestra
capacidad para reflejar la santidad de Dios se perdió en la caída, todavía somos
humanos. Todavía tenemos una mente, un corazón y una voluntad. Todavía
llevamos la marca de nuestro Creador sobre nosotros. Cristo es quien restaura la
plenitud de la imagen de Dios en los seres humanos. Él es, como lo declara el
autor de Hebreos, "el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia"
(Hebreos 1:3).
RESUMEN
1. Dios creó a los seres humanos -al varón ya la hembra- a su imagen y
semejanza.
2. Existe cierta analogía entre Dios y los seres humanos que hace posible la
comunicación entre ambos.
3. Los seres humanos, como Dios, son agentes morales con las facultades de
pensamiento y voluntad.
4. Los seres humanos han sido llamado a ejercer el dominio sobre la tierra.
5. En la caída, la imagen de Dios en los seres humanos se opacó.
6. Cristo es la imagen perfecta de Dios. Él nos está restaurando a la plenitud de
la imagen de Dios.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Génesis 9:6, Romanos 8:29, 1 Corintios 15:42-57, Colosenses 1:15.
SATANÁS
La figura de Satanás suele ser concebida como un fugitivo de una fiesta de
"Halloween", Se lo retrata vistiendo un ridículo traje rojo. Tiene espuelas,
cuernos, una cola, y lleva consigo un tridente.
Esta figura es motivo de ridículo entre quienes niegan el cristianismo bíblico.
En determinada ocasión le pregunté a mi clase de unos treinta estudiantes:
"¿Cuántos creen en Dios?" La mayoría de los estudiantes levantó su mano. Luego
pregunté: "¿Cuántos creen en el diablo?" Solamente se alzaron un de manos.
Un estudiante espetó, "¿Cómo puede una persona inteligente creer en el
diablo en los días que corren? El diablo pertenece a superstición, junto con los
fantasmas, los duendes y todo el reste de la parafernalia nocturna".
Yo le respondí: "Hay un origen muchísimo más fiable para creer en Satanás
que para creer en los duendes. Es posible que no estén convencidos de la
veracidad de la Biblia, pero sin duda que es un origen más fiable que los cuentos
de hadas".
Amontonar a Satanás junto con las brujas y los duendes implica violar las
reglas de un pensamiento serio y grave. Continué mi discusión con el estudiante
realizándole otra pregunta: "Si creemos que Dios es un ser invisible, y personal,
que tiene la capacidad de influenciar a las personas hacia el bien, ¿por qué
resulta tan increíble y tan difícil imaginar que existe un ser invisible, y personal,
que tiene la capacidad de influenciar a las personas al mal?"
Es posible que nuestro problema con respecto a Satanás radique en el hecho
de que estamos reaccionando a una caricatura y no al punto de vista bíblico
sobre él. En la Escritura, la palabra Satanás significa "adversario". Lo conocemos
como el diablo. Es una criatura angelical que, antes de la creación de la raza
humana, se rebeló contra Dios y que desde entonces ha luchado contra la raza
humana y contra Dios. Se lo llama el príncipe de las tinieblas, el padre de la
mentira, el acusador, y la serpiente. Este retrato no tiene nada que ver con el
adversario cómico, con cuernos, y un tridente, al que nos hemos acostumbrado.
Esa imagen, por lo menos en parte, surgió en la iglesia medioeval. Esta
caricatura de Satanás fue creada intencionalmente en la iglesia para poder
burlarse de él. La iglesia estaba convencida que era una estratagema efectiva
contra Satanás el insultarlo. Se consideraba que su parte más vulnerable era su
orgullo. El atacar su orgullo era visto como una manera efectiva para repeler su
ataque.
La noción bíblica, sin embargo, es mucho más sofisticada. Él se aparece como
un "ángel de luz". Esta imagen subraya la habilidad inteligente de Satanás para
manifestarse bajo la apariencia del bien. Satanás es muy sutil, seductor y astuto.
Sabe hablar con elocuencia; su apariencia es deslumbrante. El príncipe de las
tinieblas se viste con un ropaje de luz. La Escritura también nos habla de Satanás
como un león rugiente, buscando a quien devorar.
Cristo también es llamado un león, el León de Judá. Él es el redentor, el anti-
león y devorador. Ambas imágenes nos hablan de la fuerza.
¿Cómo deberá reaccionar, entonces, el creyente frente a Satanás? Por un lado,
Satanás es realmente temible. En 1 Pedro 5:8 se nos dice que "vuestro adversario
el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar". La
respuesta del creyente no debe ser, sin embargo, la del miedo. Satanás puede ser
más fuerte que nosotros, pero Cristo es más fuerte que Satanás.
La Biblia afirma que "mayor es el que está en vosotros, que el que está en el
mundo" (1 Juan 4:4). Satanás es después de todo una criatura. Es finito y
limitado. Está limitado en el tiempo y el espacio. No puede estar en más de un
lugar al mismo tiempo.
Nunca debe ser considerado igual a Dios. Satanás es de un orden superior a
los humanos, es un ángel caído. Pero no es divino. Tiene más poder que las
criaturas de este mundo pero su poder es infinitamente menor que el poder del
Dios todopoderoso.
RESUMEN
1. Satanás no debe ser comparado a las criaturas mitológicas.
2. Satanás es un ángel caído con poderes sofisticados para engañar, tentar y
acusar a las personas.
3. Satanás es una criatura finita sin los poderes y los atributos divinos.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Job 1:6-12, Mateo 4:1-11, Lucas 22:31, 2 Tesalonicenses 2:5-10, 1 Pedro 5:8-
11.
(2)
A. Por este pecado, nuestros primeros padres cayeron de su justicia y rectitud
original y de su comunión con Dios, y nosotros en ellos, por lo que la muerte
sobrevino a todos: Gn. 3:22-24; Ro. 5:12ss. 1Co. 15:20-22; Sal 51:4,5; 58:3; Ef.
2:1-3; Gn. 8:21; Pr. 22:15.
B. Viniendo a estar todos los hombres muertos en pecado, y totalmente
corrompidos en todas las facultades y partes del alma y del cuerpo: Gn. 2:17;
Ef. 2:1; Tit. 1:15; Gn. 6:5; Jer. 17:9; Ro. 3:10-18; 1:21; Ef. 4:17-19; Jun. 5:40; Ro.
8:7.
EL PECADO
El pecado puede ser ilustrado como un arquero que dispara una flecha y no da
en el blanco. No se trata, por supuesto, de inferir que es un asunto moral el no
dar en el blanco en las competencias de tiro al blanco. Lo que ocurre es que la
definición bíblica más sencilla para el pecado es "errar el blanco". En términos
bíblicos, el blanco que no se consigue no es un blanco relleno de paja; es el
blanco o la "norma" de la ley de Dios. La ley de Dios expresa su propia justicia y
es el estándar supremo para nuestro comportamiento. Cuando no damos en el
blanco de este estándar, pecamos.
La Biblia nos habla de la universalidad del pecado en términos de no dar
en el blanco de la gloria de Dios. "Por cuantos todos pecaron, y están destituidos
de la gloria de Dios" (Romanos 3:23).
Decir que "nadie es perfecto" o que "errar es humano" es reconocer la
universalidad del pecado. Todos somos pecadores y todos tenemos necesidad de
la redención.
El pecado puede definirse como "el no conformarse o el transgredir cualquier
ley de Dios, otorgada como la norma para las criaturas racionales". Hay tres
dimensiones cruciales en esta definición. En primer lugar, el pecado es la no
conformidad o el no poder cumplir plenamente algo. Constituye el no
cumplimiento de la ley de Dios. Un pecado de omisión es el fracaso de hacer lo
que Dios ordena. Si nos ordena amar al prójimo y no lo amamos, eso es pecado.
En segundo lugar, el pecado es definido como una transgresión a la ley.
Transgredir una leyes pasar por alto sus barreras, traspasar sus límites. Por eso
es que podemos describir al pecado como "una invasión al derecho de
propiedad". Caminamos por donde no se nos permite caminar. En este caso
hablamos de pecados por comisión, cuando cometemos acciones prohibidas por
Dios. Cuando la ley de Dios se pronuncia en términos negativos, "No harás tal o
cual cosa", y nosotros hacemos lo que no está permitido, pecamos.
En tercer lugar, el pecado es una acción realizada por criaturas que tienen uso
de razón. Por ser criaturas creadas a la imagen de Dios, somos agentes morales
libres. Porque tenemos una mente y una voluntad, somos capaces de realizar
acciones morales. Pecamos siempre que hacemos algo que sabemos que está mal,
y elegimos desobedecer la ley de Dios.
El protestantismo rechaza la diferencia clásica establecida en la teología
católica entre los pecados veniales y los pecados mortales. La teología católica
clásica define un pecado mortal como un pecado que "mata" la gracia en el alma
y requiere renovar la justificación mediante el sacramento de la penitencia. Un
pecado venial es un pecado de menor gravedad. No destruye la gracia salvífica.
Juan Calvino declaró que todo pecado contra Dios es un pecado mortal en
cuanto merece la muerte, pero ningún pecado es mortal en el sentido que
destruye nuestra justificación por la fe.
El protestantismo afirma que cualquier pecado es grave. Hasta el pecado más
pequeño es un acto de rebeldía contra Dios. Todos los pecados constituyen un
acto de traición cósmica, un intento fútil por destronar a Dios en su autoridad
soberana.
Sin embargo, la Biblia considera a algunos pecados más atroces que otros. Hay
grados de maldad del mismo modo que habrá grados de castigo en el tribunal de
la justicia de Dios. Jesús reprendió a los Fariseos por haber omitido cumplir con
las cuestiones más importantes de la ley, y reconvino a las ciudades de Betsaida y
Corazín diciéndoles que su pecado era peor que el de Sodoma y Gomorra (Mateo
11:20-24).
La Biblia también nos advierte sobre la culpa incurrida al pecar múltiples
veces. Aunque Santiago nos enseña que pecar contra una parte de la leyes pecar
contra toda la ley (Santiago 2: 10), cada transgresión particular añade más culpa.
Pablo nos previene de no atesorar ira para el día de la ira (Romanos 2:1-11).
Cada vez que cometemos un pecado estamos agrandando nuestra culpa y
nuestra exposición a la ira de Dios. Sin embargo, la gracia de Dios es mayor que
toda nuestra culpa junta.
La Biblia toma al pecado muy en serio porque toma a Dios muy en serio, y
también toma en serio a los seres humanos.
Cuando pecamos contra Dios, estamos violando su santidad. Cuando pecamos
contra nuestro prójimo, estamos violando su humanidad.
RESUMEN
1. El significado bíblico del pecado es errar el blanco de la justicia de Dios.
2. Todos los seres humanos son pecadores.
3. El pecado comprende el fracaso de no conformarse a algo (de omisión) y la
transgresión (de comisión) de la ley de Dios.
4. Solo los agentes morales pueden ser culpables de pecado.
5. El protestantismo rechaza la diferencia entre pecados mortales y veniales,
pero afirma que hay pecados más graves que otros.
6. Con cada pecado que se comete se incurre en mayor culpa.
7. El pecado viola a Dios y a las personas.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Romanos 2:1-11, Romanos 3:10-26, Romanos 5: 12-19, Santiago 1:12-15, 1
Juan 1:8-10.
(3)
A. Siendo ellos la raíz de la raza humana, y estando por designio de Dios en lugar
de toda la humanidad, la culpa del pecado fue imputada y la naturaleza
corrompida transmitida a toda la posteridad que descendió de ellos mediante
generación ordinaria, siendo ahora concebidos en pecado, y por naturaleza
hijos de ira, siervos del pecado, sujetos a la muerte y a todas las demás
desgracias –espirituales, temporales y eternas–, a no ser que el Señor Jesús los
libere: Ro. 5:12ss. 1 Co. 15:20-22; Sal 51:4,5; 58:3; Ef. 2:1-3; Gn. 8:21; Pr.
22:15; Job 14:4; 15:14.
EL PECADO ORIGINAL
Es un lugar bastante común escuchar la aseveración de que "la gente es
básicamente buena". Aunque se admite que nadie es perfecto, se minimiza la
malicia humana. Sin embargo, si las personas son básicamente buenas, ¿por qué
el pecado es tan universal?
Suele decirse que todo el mundo peca debido a la influencia negativa de la
sociedad. El problema es encuadrado dentro del entorno social y no dentro de
nuestra propia naturaleza. Pero esta explicación sobre la universalidad del
pecado no contesta esta pregunta: "¿Cómo fue que la sociedad se tornó corrupta
en primer lugar?"
Si las personas son buenas e inocentes cuando nacen, cabría esperar que al
menos un porcentaje de ellas permaneciesen buenas y sin pecado. Debería ser
posible encontrar sociedades no corruptas, donde el entorno haya sido
condicionado por la no pecaminosidad en lugar de haber sido condicionado por
la pecaminosidad.
Y sin embargo, hasta las comunidades más comprometidas con la justicia han
tenido que tomar provisiones para tratar con la culpa del pecado.
Como la fruta está universalmente corrupta, buscamos la raíz del problema en
el árbol. Jesús nos enseñó que un árbol bueno no puede producir fruta corrupta.
La Biblia enseña con total claridad que nuestros padres originales, Adán y Eva,
cayeron en el pecado.
De ahí en más, todos los seres humanos han nacido con una naturaleza
pecaminosa y corrupta. Si la Biblia no enseñara esto explícitamente, de todos
modos tendríamos que deducirlo racionalmente debido a la universalidad del
pecado.
Sin embargo la caída no es meramente una cuestión de deducción racional. Es
un punto en la revelación divina. Se refiere a lo que conocemos como el pecado
original. El pecado original no se refiere principalmente al primer pecado o el
pecado original cometido por Adán y Eva. El pecado original se refiere al
resultado del primer pecado la corrupción de la raza humana. El pecado original
se refiere a la condición caída en la que estamos ya cuando nacemos.
De la Escritura surge claramente que la caída tuvo lugar. La caída fue
devastadora. Cómo fue que sucedió es un tema abierto a la disputa aun entre los
pensadores de la Reforma. La Confesión de Westminster, de manera muy similar
a la explicación de la Escritura, explica este acontecimiento con sencillez:
Nuestros primeros padres, habiendo sido seducidos por la sutileza y la
tentación de Satanás, pecaron, al comer de la fruta prohibida.
Dios, de acuerdo con su sabio y santo consejo, permitió este su pecado,
habiendo decidido ordenarlo para su propia gloria.
Por consiguiente, la caída ocurrió. Los resultados, sin embargo, alcanzaron
mucho más que a Adán y Eva. No solo alcanzaron a toda la humanidad, sino que
diezmaron a la humanidad. Somos pecadores en Adán. No corresponde
preguntarnos: ¿Cuándo se convierte una persona en un pecador? Porque la
verdad es que los seres humanos nacen en un estado de pecaminosidad. Son
vistos por Dios como pecadores, por su solidaridad con Adán.
La Confesión de Westminster nuevamente expresa elegantemente los
resultados de la caída, en particular en su relación con los seres humanos:
Por este pecado cayeron de su estado original de justicia y comunión con
Dios, y murieron al pecado, completamente corruptos en todas las partes y
facultades del alma y del cuerpo. Como eran la raíz de toda la humanidad, la
culpa de este pecado, y la misma muerte al pecado, y la naturaleza corrupta se
imputó y se transmitió a toda su descendencia postrera por generación
ordinaria. A partir de esta corrupción original, por la cual estamos
completamente indispuestos, inhabilitados, y contrarios hacia el bien, y
completamente inclinados hacia el mal, es que proceden todas las transgresiones
presentes.
Esta última frase es crucial. Somos pecadores no porque pequemos, sino que
pecamos porque somos pecadores. Por eso es que David se lamenta: "En verdad,
soy malo desde que nací; soy pecador desde el seno de mi madre" (Salmo 51:5,
La Biblia, Versión Popular).
RESUMEN
1. La universalidad del pecado no puede ser explicada por factores sociales o
del entorno.
2. La universalidad del pecado es explicada por la caída de la humanidad.
3. El pecado original no se refiere principalmente al primer pecado, sino al
resultado de dicho pecado. .
4. Todas las personas nacen con una naturaleza pecaminosa o con un "pecado
original".
5. Todos pecamos porque somos pecadores por naturaleza.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Génesis 3: 1-24, Jeremías 17:9, Romanos 3: 10-26, Romanos 5:12-19, Tito
1:15.
(4)
A. De esta corrupción original, por la cual estamos completamente indispuestos,
incapacitados y opuestos a todo bien y enteramente inclinados a todo mal: Mt.
7:17,18; 12:33-35; Lc. 6:43-45; Jun. 3:3,5; 6:37,39,40,44,45,65; Ro. 3:10-12;
5:6; 7:18; 8:7,8; 1 Co. 2:14.
B. Proceden en sí todas las transgresiones: Mt. 7:17-20; 12:33-35; 15:18-20.
LA DEPRAVACIÓN HUMANA
Como mencionamos en el capítulo anterior, un tema común de debate entre
los teólogos radica en la cuestión de si los seres humanos son básicamente
buenos o básicamente malos. Esta cuestión gira en torno a la palabra
básicamente. Existe un consenso prácticamente universal de que nadie es
perfecto. Todos aceptamos la máxima de que "errar es humano".
La Biblia nos dice qué "todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios"
(Romanos 3:23). A pesar de este veredicto sobre las limitaciones de los humanos,
nuestra cultura, dominada por el humanismo, persiste en creer que el pecado es
algo periférico o tangencial a nuestra naturaleza. No obstante, tenemos fallas por
causa del pecado. Nuestros registros morales exhiben manchas.
Pero de algún modo pensamos que nuestra maldad reside en la periferia de
nuestro carácter, apenas lo roza, y nunca puede penetrar a nuestro centro
interior. Se supone, básicamente, que las personas son inherentemente buenas.
Después de haber sido liberado de su cautiverio en Iraq y haber
experimentado de primera mano la corrupción de los métodos de Saddam
Hussein, uno de los rehenes declaró: "A pesar de todo lo que padecí, nunca perdí
mi confianza en la bondad básica de las personas". Es posible que este punto de
vista descanse en parte en una escala variable de relativa bondad o maldad de la
gente.
Es obvio que algunas personas son más malvadas que otras. Al lado de
Saddam Hussein o Adolfo Hitler, cualquier pecador del montón se parece a un
santo. Pero si elevamos nuestra mirada hacia el estándar supremo de bondad -el
carácter santo de Dios- nos damos cuenta de que lo que se presenta como
una bondad en un nivel terrenal es corrupto hasta la cabeza.
La Biblia nos enseña la total depravación de la raza humana. La depravación
total significa la corrupción radical. Debemos tener cuidado de observar la
diferencia que existe entre la depravación total y la depravación completa. Ser
completamente depravados es ser tan malos como es posible ser. Hitler era
extremadamente depravado, pero podría haber sido todavía peor.
Yo soy un pecador. Pero podría pecar más a menudo y mis pecados podrían
ser más graves que los que peco en realidad. No hago cosas completamente
depravadas, pero sí soy totalmente depravado.
La depravación total significa que yo y todos los demás somos depravados o
corruptos en todo nuestro ser. No hay ninguna parte de nosotros que no haya
sido alcanzada por el pecado.
Nuestras mentes, nuestras voluntades, y nuestros cuerpos se han visto
afectados por el mal. Hablamos palabras pecaminosas, desarrollamos acciones
pecaminosas, tenemos pensamientos impuros.
Nuestros propios cuerpos padecen los estragos del pecado. Posiblemente la
expresión corrupción radical sea más feliz que la expresión "depravación total"
para describir nuestra condición caída. Utilizo la palabra radical no tanto como
sinónimo de "extremo" sino en el sentido de su significado original. La palabra
radical proviene de la palabra latina que significa "raíz".
Nuestro problema con el pecado es que está radicado en el centro de nuestro
ser. Cala en lo profundo de nuestros corazones. Debido a que el pecado está en lo
más profundo de nuestro ser y no simplemente en el exterior de nuestras vidas
es que la Biblia dice: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay
quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien
haga lo bueno, no hay ni siquiera uno (Romanos 3:10-12).
Por causa de esta condición se escucha el veredicto de la Escritura: estamos
"muertos en delitos y pecados" (Efesios 2: 1); hemos sido "vendidos al pecado"
(Romanos 7:14); hemos sido llevados "cautivos a la ley del pecado" (Romanos
7:23) y somos "por naturaleza hijos de ira" (Efesios 2:3). Solamente el poder
vivificador del Espíritu Santo puede sacarnos de este estado de muerte
espiritual. Es Dios quien nos vuelve a la vida mientras nos convierte en hechura
suya (Efesios 2: 1-10).
RESUMEN
1. El humanismo considera que el pecado se encuentra en el borde o la
periferia de la vida humana. Considera que los seres humanos son
básicamente buenos.
2. El cristianismo bíblico enseña que el pecado cala hasta lo más profundo de
nuestras vidas.
3. La depravación total no significa la depravación completa. No somos tan
malos como podríamos ser.
4. La corrupción radical subraya la pecaminosidad que alcanza hasta lo más
profundo de nuestros corazones.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Jeremías 17:9, Romanos 8:1-11, Efesios 2: 1-3, Efesios 4:17-19, 1 Juan 1:8-10.
(5)
A. La corrupción de la naturaleza permanece durante esta vida en los que son
regenerados: 1 Jun. 1:8-10; 1 R. 8:46; Sal 130:3; 143:2; Pr. 20:9; Ec. 7:20; Ro.
7:14-25; Stg. 3:2.
B. y, aunque aquella sea perdonada y mortificada por medio de Cristo, ella misma
y sus primeros impulsos son verdadera y propiamente pecado: Sal 51:4,5; Pr.
22:15; Ef. 2:3; Ro. 7:5, 7, 8, 17, 18,25; 8:3-13; Gá. 5:17-24; Pr. 15:26; 21:4; Gn.
8:21; Mt. 5:27,28.
LA CONCIENCIA HUMANA
Fue Jimmy Cricket quien dijo deja que tu conciencia sea siempre tu guía". Este
es un buen consejo si nuestra conciencia ha sido instruida por la Palabra de Dios
y dirigida por ella. Sin, embargo, si nuestra conciencia es ignorante de la
Escritura e sido cauterizada o endurecida por repetidos pecados, la Teología de
Jimmy Cricket puede ser desastrosa.
La conciencia juega un papel importante en la vida cristiana. Resulta vital, sin
embargo, que la comprendamos correctamente.
La conciencia ha sido descrita como una voz interior de Dios que nuestra
mente utiliza para acusarnos o excusarnos de los pecados. Incluye dos elementos
básicos:
(1) Una conciencia o realización interna del bien y del mal, y:
(2) Una habilidad mental para aplicar leyes, normas, y preceptos a situaciones
concretas.
En Romanos 2:15, Pablo nos enseña que Dios ha escrito Sin ley sobre el
corazón humano. La conciencia humana ha sido instruida por la revelación de la
ley de Dios, que Él ha implantado en el corazón humano.
Las personas tienen una responsabilidad moral de que su conciencia les dicte.
Es pecado actuar en contra de conciencia de uno. En la Dieta de Lutero declaró:
"Mi conciencia está cautiva de la Palabra de Dios porque hacer contra la
conciencia no tranquiliza ni estaría bien" La respuesta de Lutero demuestra dos
principios bíblicos importantes. En primer lugar, que la conciencia debe ser
instruida o "hecha cautiva" por la Palabra de Dios. La conciencia puede ser mal
enseñada o cauterizarse, o apagarse, por los pecados repetidos una vez tras otra.
El pecado habitual o la aceptación de la sociedad del pecado nos pueden
endurecer tanto que acallemos la voz de la conciencia y pequemos sin ningún
remordimiento.
Por otro lado, si nuestra conciencia nos convence de que algo es ilegal o
pecaminoso, aunque en realidad no sea pecaminoso, igualmente estaría mal que
lo hiciésemos. Hacer lo que consideramos mal, aunque no sea en realidad mal, es
pecar. Pablo nos enseña que cualquier cosa que no provenga de fe, es pecado
(Romanos 14:23). En dicha instancia, actuar en contra de la conciencia no nos
tranquilizaría ni estaría bien.
RESUMEN
1. La conciencia es una buena guía únicamente cuando ha sido instruida y
dirigida por Dios.
2. La conciencia es una voz moral dentro nuestro que nos acusa o nos excusa
de nuestras acciones.
3. Es un pecado actuar en contra de la conciencia.

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