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Artículos

La represa hidroeléctrica de Salto Grande:


gestión ambiental transfronteriza

Melisa S. Wilson 1

Marco jurídico ambiental Internacional


La Declaración de Estocolmo de 1972 establece que, en conformidad con la Carta de las
Naciones Unidas, los Estados tienen el derecho soberano de explotar sus propios recursos en apli-
cación de su propia política ambiental y la obligación de asegurarse que las actividades que se
lleven a cabo bajo su jurisdicción o control no perjudiquen al medio ambiente de otros Estados o
de zonas situadas fuera de toda jurisdicción nacional. Lo dicho, expresa una regla consuetudinaria
que puede considerarse el fundamento general de la prohibición de la contaminación transfron-
teriza, cuyo concepto está vinculado directamente al de daño (potencial o real), cuyo objetivo no
es simplemente la justa reparación sino la prevención y la distribución equitativa entre los Estados
de las cargas y beneficios de la utilización de los recursos medioambientales (Díez de Velasco,
2013).
La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho de los Usos de los Cauces de Agua
Internacionales para Fines Distintos de la Navegación, es el único acuerdo global que se centra en
la gestión de cauces de aguas internacionales, de su conservación y de su uso para fines distintos
de la navegación, como es el caso de la gestión de las represas. Esta Convención desempeña un
papel importante para la codificación de una serie de principios y normas que pueden servir como
directrices para establecer un régimen para la gestión de recursos hídricos compartidos (Unión
Internacional para la Conservación de la Naturaleza y de los Recursos Naturaleza [UICN], 2008).
En este marco se manifiesta la regla de buena vecindad -conforme al cual un Estado está obligado
a impedir en su territorio el ejercicio de actividades que puedan causar perjuicios en un Estado
vecino-, se ha ampliado su contenido prohibiendo los actos de contaminación transfronteriza

1 Licenciada en Relaciones Internacionales por la Pontificia Universidad Católica Argentina (Paraná), Maes-
tranda en Relaciones Internacionales. Integrante del Departamento de Medio Ambiente y Desarrollo (IRI -
UNLP). Miembro de Grupo de Jóvenes Investigadores (IRI - UNLP). [email protected]

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cuando causen daños sensibles, no sólo a terceros Estados sino más en general a áreas comunes
situadas más allá de toda jurisdicción nacional (Díez de Velasco, 2013).

La cuestión ambiental en los Estados fronterizos

El uso hidroeléctrico de los grandes ríos transfronterizos ha precedido a cualquier otro uso
en los tratados internacionales, superando la centralidad de la navegación, que normalmente es
el origen del derecho internacional fluvial (Comisión Económica para América Latina [CEPAL],
2021). El Régimen jurídico sobre la Utilización y participación equitativa y razonable del curso de
agua internacional en sus territorios respectivos estipula “el disfrute máximo compatible con la
protección adecuada del curso de agua, teniendo en cuenta los intereses de los Estados del curso
de agua que se trate”. Esto se sustenta en la noción de recursos naturales compartidos y el prin-
cipio de utilización equitativa, el cual implica tanto el derecho de cada Estado ribereño a participar
en la utilización del curso de agua internacional, como la obligación de cooperar en su protección
y aprovechamiento teniendo en cuenta los intereses de los demás Estados. Se impone la obliga-
ción general de cooperar mutuamente a través del intercambio, regular datos e información, de-
ber de notificación y consulta previa, y arreglo de controversias. La conservación, utilización y
aprovechamiento de los cursos de agua internacionales lleva implícita la idea de la cooperación
entre los Estados ribereños o la necesidad de establecer determinados límites al ejercicio de su
soberanía sobre las aguas que pasan por su territorio (Diez de Velasco, 2013: 814).
En 2015, la Asamblea General de Naciones Unidas estableció la Agenda 2030 con 17 Objeti-
vos de Desarrollo Sostenible (ODS) para hacer frente a las problemáticas internacionales, centrán-
dose en los ejes de sociedad, economía y ambiente. La CEPAL recomendó a América Latina y el
Caribe el diálogo regional entre múltiples actores, incluidos el Gobierno, la sociedad civil y el sector
privado para alcanzar el ODS 7 referido a Energía Asequible y no Contaminante (CEPAL, s.f.). Para
avanzar en esa línea se requieren políticas dirigidas a promover nuevos proyectos, sistemas para
almacenar grandes volúmenes de energía producidos de manera intermitente por las fuentes re-
novables, aprovechando los abundantes recursos naturales. Una de las políticas del sector de las
energías renovables que debería profundizarse en América Latina es la promoción de la inversión
de las instituciones financieras públicas nacionales. Para el año 2030 se proyectan en la región
inversiones por 74.000 millones de dólares en proyectos de energías renovables, 36.000 millones
de dólares en energías renovables no convencionales y 38.000 millones de dólares en energía hi-
droeléctrica (Naciones Unidas, s.f.).

Compromisos climáticos y energéticos en Argentina y Uruguay

En 2016, Argentina y Uruguay ratificaron el acuerdo de París, que requiere un compromiso


de reducir las emisiones para mantener el incremento de la temperatura promedio global por
debajo de 2°C, en comparación a los niveles preindustriales. A través de su Contribución Determi-
nada a Nivel Nacional (NDC por sus siglas en inglés), Argentina se comprometió a no exceder la
emisión neta de 483 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente (MtCO2e) en el año
2030. En el marco del Gabinete Nacional de Cambio Climático (GNCC) se desarrollaron Planes Sec-
toriales orientados al cumplimiento de la NDC presentada por la Argentina a la Convención Marco
de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), entre los que se mencionan los ejes
de transición justa, seguridad energética y educación ambiental.
En 2020 Argentina actualizó su NDC, siendo un 27% más ambiciosa que la establecida
en 2016. En este marco, los planes sectoriales constituyen un importante paso para desarro-

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llar el Plan Nacional de Respuesta al Cambio Climático que responda integralmente a la nece-
sidad de Argentina de hacer frente a los desafíos que implica el cambio climático en la promo-
ción e implementación de medidas de adaptación. Además, se planteó el desarrollo de políti-
cas, medidas y acciones que contribuyan a limitar el crecimiento de las emisiones de gases de
efecto invernadero (GEI), sin comprometer el desarrollo sustentable del país. A 2019, el 1/3
de la matriz de generación eléctrica de Argentina es libre de emisiones, y se estima que en
2030 esta matriz será dos tercios libre de emisiones, dados los proyectos en marcha (Secreta-
ría de Gobierno de Energía, 2019; Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Repú-
blica Argentina, 2020). En lo concerniente al sector energético, la Ley Argentina n° 27191 de
Régimen de fomento nacional para el uso de fuentes renovables de energía destinada a la
producción de energía eléctrica, modificó y amplió la Ley 26.190 del año 2016. Posterior-
mente, se planteó lograr una contribución de las fuentes renovables de energía hasta alcanzar
el 20% del consumo de energía eléctrica nacional a fines del año 2025 (Presidencia de la Na-
ción, 2015).
Uruguay, por su parte, aprobó el Acuerdo de París a través de la Ley Nº 19.439. Su contribu-
ción se centra en descarbonizar su economía y adaptarse mediante la reducción de su vulnerabi-
lidad. En su primera Contribución Determinada a nivel Nacional (NDC por sus siglas en inglés),
Uruguay ha decidido presentar sus objetivos de contribución de mitigación detallados por cada
gas de efecto invernadero (GEI), contemplando todos los sectores emisores del país. Al respecto,
el sector energía representa el 95% de las emisiones de CO2, quedando establecido en su NDC un
objetivo de mitigación incondicional, a 2025, de reducir un 24% las emisiones de CO2 por unidad
de PBI, respecto a los valores de 1990. A su vez aspira a un objetivo condicionado a medios de
implementación adicionales y específicos, de 29% de reducción. Para el logro de estos objetivos,
el país promueve la eficiencia energética, residencial, industrial y en el transporte, así como tam-
bién el uso de luminarias de menor consumo y modificaciones en el transporte público (Primera
Contribución Determinada a nivel Nacional al Acuerdo de París de la República Oriental del Uru-
guay, 2017).
En el caso de Uruguay, a través del decreto 1075/2017 se promulgó la ley de Régimen
de Fomento a la Generación Distribuida de Energía Renovable Integrada a la Red Eléctrica
Pública, que permite que todos los consumidores puedan ser también generadores de energía
y vender excedentes. La ley contempla además la creación de un fondo para el fomento de la
industria nacional asociada (FANSIGED), cuyas actividades serán de investigación, diseño,
desarrollo, inversión en bienes de capital, producción, certificación y servicios de instalación
para la generación distribuida de energía a partir de fuentes renovables (Comisión de Integra-
ción Energética Regional, 2020). Otras leyes uruguayas en la materia son la Ley 18.719 de Pre-
supuesto de 2011 que introduce cambios a la Ley 18.597 de Uso Eficiente de Energía y la Ley
18.597 de 2009 sobre promoción del Uso Eficiente de la Energía (Eficiencia Energética, s.f.).

Energía Hidroeléctrica y su posicionamiento internacional

La energía hidroeléctrica aporta actualmente más del 16% del total de la electricidad con-
sumida en el mundo, constituyendo una fuente fundamental para cualquier país, ya que utiliza
recursos renovables y no degradables, presentando una disponibilidad casi permanente. A nivel
global se estima que ha sido aprovechado solo el 30% del potencial hidroeléctrico identificado,
por lo cual el sector tiene un gran potencial de crecimiento. Países reconocidos por sus políticas
medioambientales y de bienestar social tienen a la energía hidroeléctrica como la fuente que pro-
vee la mayor parte de su electricidad (Ministerio de Energía y Minería, 2021). Los conceptos a
favor de la energía hidroeléctrica fueron consensuados en la Conferencia de la Cumbre Mundial

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Sobre el Desarrollo Sustentable de Johannesburgo 2002 y en el Tercer Foro Mundial del Agua de
Kyoto 2003 2 (Ministerio de Energía y Minería, 2016). Además de ser una fuente renovable de ener-
gía, la hidroelectricidad viabiliza la utilización de otras fuentes renovables como la energía solar o
la energía eólica. Promueve la seguridad energética y contribuye al almacenamiento de agua po-
table al colectar el agua de la lluvia, que puede entonces ser utilizada para consumo o para irriga-
ción, protege los acuíferos contra el agotamiento y reducen la vulnerabilidad a inundaciones y
sequías. Con un promedio de vida útil de 50 a 100 años, los emprendimientos hidroeléctricos son
inversiones de largo plazo que pueden beneficiar a varias generaciones (Itaipú Binacional, 2021).
El sector juega un papel clave en la implementación del Acuerdo de París. El desarrollo de la
energía hidroeléctrica conlleva ciertos costes medioambientales y sociales, entre las consecuen-
cias negativas, en proyectos a gran escala, están la deforestación, el impacto en la vida marina y
el desplazamiento de grupos étnicos (CMNUCC, 2018). La generación hidroeléctrica es con mucha
ventaja la principal fuente de energía de la región, pero distribuida en forma muy heterogénea
entre los países. Los proyectos hidroeléctricos representan el segundo lugar -luego de la minería
y el petróleo- en términos de conflictividad socio-ambiental por el uso de recursos hídricos. La
energía hidroeléctrica representa el 70% de la capacidad de generación renovable del mundo, una
proporción que se eleva a más del 80% en América Latina, en donde se estima que menos del 50%
del potencial hidroeléctrico ha sido utilizado (CEPAL, 2021). América Latina y el Caribe presentan
la mayor proporción de fuentes renovables modernas de todas las regiones debido a su gran de-
pendencia de la energía hidroeléctrica y a la amplia utilización de la bioenergía moderna en todos
los sectores (Naciones Unidas, 2020).
Las represas hidroeléctricas son las únicas fuentes capaces de brindar electricidad con atri-
butos simultáneos de suministro a gran escala de una energía renovable, estable, flexible, econó-
mica en su explotación y cuyos costos no están sujetos a variabilidad de precios internacionales.
Dada la potencialidad hidroenergética de las cuencas interprovinciales que posee Argentina, y de
aquellas compartidas con países limítrofes, en la faceta energética del crecimiento se inscribe la
revalorización de las represas hidroeléctricas como acción estructural fundamental para un desa-
rrollo sustentable (Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios, s.f.).
La generación eléctrica es una razón importante para construir grandes represas, sea como
propósito primordial, o como una función adicional cuando se construye la represa para otros
fines. La hidroelectricidad se ha considerado y promovido como una fuente que depende de tec-
nología confiable, ya que aporta generación eléctrica para la red nacional y sirve de protección
para inundaciones, sin embargo, el crecimiento económico que permitió desarrollar en el siglo XX,
ha traído aparejado algunos problemas, como es el desplazamiento de millones de personas de-
bido a la construcción de grandes represas, la transformación física de los ríos y la evaporación en
embalses, entre otras consecuencias. Sin embargo, el debate acerca de las represas tiene muchos
aspectos interconectados. Tiene que ver en parte con lo que ocurrió en el pasado y sigue ocu-
rriendo hoy y, con qué puede suceder en el futuro si se construyen más represas. Las considera-
ciones más amplias acerca del desarrollo y sus preocupaciones sociales o ambientales se suman
al debate. Por otro lado, se analizan los retos del desarrollo hídrico y energético y su asignación
de recursos. Los aspectos sociales, por su parte, van más allá de la equidad en la distribución de

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Es conocida como una fuente renovable de energía y viabiliza otras fuentes renovables, contribuye al
almacenamiento de agua para otros usos, aumenta la estabilidad y confiablidad del sistema eléctrico, ayuda a
morigerar cambios registrados en los sistemas climáticos, asegura energía limpia y económica para el presente
y el fututo, mejora el aire y es asumida como un instrumento para el desarrollo sustentable.

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beneficios e impactos, como es el caso de muchas sociedades enteras que han perdido el acceso
a recursos naturales y a patrimonio cultural que quedaron sumergidos en embalses o ríos que las
represas transformaron (Comisión Mundial de Represas, 2000).
En múltiples casos, las represas cuentan con oposición organizada, donde confluyen el mo-
vimiento mundial antirrepresas y redes internacionales de defensa del ambiente, los derechos
humanos y, la conservación del patrimonio cultural. Se argumenta además que; desecan los cuer-
pos de agua debido a la desviación del agua; generan la erosión de la costa causada por el embalse
del lago y; desvían las aguas a través de canales artificiales desde los ríos existentes afectando su
capacidad hidroeléctrica. Por otra parte, además de la generación de energía, las ventajas de las
represas se asocian a la protección de inundaciones, regulación de las corrientes y usos múltiples
como atracción turística, desarrollo de diversos tipos de agricultura y como soporte a la urbaniza-
ción e industrialización por el incremento de la concentración de la población (UICN, 2000).
En América Latina existen 2393 represas y embalses asociados, de los que se destacan los
compartidos entre países (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricul-
tura [FAO], s.f.). La instalación de grandes represas, como es la de Salto Grande, son comprendidas
como un Proyecto de Gran Escala (PGE). Estos proyectos involucran aspectos complejos y multidi-
mensionales que comprenden factores técnicos, económicos, políticos, socioculturales y ecológi-
cos (Ministerio de Energía y Minería, s.f.).

Represa de Salto Grande


En el escenario de integración de las ciudades de Concordia y Salto, junto a los gobiernos
nacionales y provinciales/departamentales de ambos países, en conjunto con la Comisión Admi-
nistradora del Río Uruguay (CARU), se viene trabajando en relación a navegabilidad, desarrollo de
los puertos, energía, cuidado del medio ambiente y reactivación del puerto de cargas (Congreso
de Intendentes, 2013). La utilización conjunta del río y de la represa ha permitido que ambas ciu-
dades y, en consecuencia, las dos Repúblicas, cooperen y se integren mutuamente. Se destaca el
rol de la Comisión Administrativa del Río Uruguay, la cual ha contribuido notablemente para lograr
avances en los objetivos planteados desde su constitución y proyectos posteriores (Gobierno de
Concordia, s.f.). Esta ha sido una experiencia destacable de integración fronteriza gracias al Con-
venio Fundacional de Salto Grande de 1946, junto con la promoción de estudios para el aprove-
chamiento del Río Uruguay. En 1955, reiniciadas las relaciones entre Argentina y Uruguay, resurgió
el proyecto de Salto Grande, esta vez con una participación de las poblaciones ribereñas urugua-
yas y argentinas. Se iniciaron movimientos populares en forma simultánea en localidades litorale-
ñas uruguayas, argentinas y del sur del Brasil que se unificaron en un “Comité Central Pro Aprove-
chamiento Hidraúlico del río Uruguay”, posteriormente "Comité Popular Pro represa de Salto
Grande", con sede en la ciudad de Salto. El Comité Popular alcanzó otro de sus objetivos principa-
les con la firma del Tratado de Límites del Río Uruguay de 1961, el cual fue ratificado en 1965.
Mientras en Uruguay, la movilización a favor de Salto Grande llega hasta las más altas auto-
ridades, en Argentina, bajo dictadura militar, los intereses de los impulsores regionales no corrían
la misma suerte, por lo que coexistían claramente dos proyectos. El primero, un proyecto de apro-
vechamiento integral del río Uruguay, sustentado por el Comité Popular; el segundo, un proyecto
de construcción de una usina hidroeléctrica que los dos países necesitaban y que estaba susten-
tado por el sector eléctrico uruguayo y argentino y por las empresas transnacionales con grandes
intereses en el área eléctrica argentina. Posteriormente, la creación de la Comisión Técnico Mixta
del Salto Grande y la construcción del complejo hidroeléctrico binacional de Salto Grande en 1979,
siendo la primera central hidroeléctrica binacional de Latinoamérica y la habilitación del cruce

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vehicular y ferroviario internacional sobre la represa en 1982, favorecieron la utilización conjunta


del río y de la represa permitiendo que ambas Repúblicas cooperen y se integren (Catullo, 2014;
CARU, 2020).
También se destaca la creación de la CARU en la década del 70 en Paysandú, Uruguay, enti-
dad que tiene como principal objetivo el desarrollo de mecanismos para el aprovechamiento del
río. Posteriormente, se creó la Subcomisión del Puente Salto-Concordia en el marco de la CARU
ante la necesidad de estudiar la construcción de un puente que uniera las dos ciudades, proyecto
que se concretó a partir del año 2002 con patrocinio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Este proyecto se inscribió en el marco de IIRSA, la iniciativa regional para infraestructura que sur-
gió en 2000, en la búsqueda de desarrollo económico y social para la región. La renovación de la
Comisión Permanente de Cooperación para el Desarrollo de Zonas de Frontera Uruguay-Argentina
(COFEDRO) ha permitido impulsar proyectos de desarrollo de carácter regional, decidiéndose au-
mentar la participación de gobiernos sub-nacionales y locales del Alto Uruguay (CARU 2017, 2019).
El Complejo Hidroeléctrico ha permitido el aprovechamiento para la generación hidroeléc-
trica de un desnivel natural llamado Salto Grande. Este complejo está ubicado en el kilómetro
342,6 del río Uruguay sobre las ciudades de Concordia (Argentina) y Salto (Uruguay). En la parte
superior de la represa se encuentra el Puente Internacional Ferrovial que une ambas ciudades.
Como consecuencia de esta obra binacional se formó un lago artificial que es uno de los mayores
de Argentina y América Latina (Gobierno Concordia, s.f.). A fines de mitigar los efectos de las inun-
daciones se abre el vertedero para que baje el nivel del lago, y el agua extraída se aprovecha para
generar electricidad.
Antes de la construcción de Salto Grande, las inundaciones eran más importantes en la zona
porque no existía el poder amortiguador que tiene la represa, dado que el embalse puede alma-
cenar temporalmente el agua y regular su flujo para reducir sus efectos (Salto Grande, s.f.). Esta
represa produjo un embalse de 140 km de longitud y 783 km², que afectó treinta mil hectáreas en
la margen argentina y 45.540 en la uruguaya. Inundó áreas rurales y centros urbanos en el noreste
de la provincia de Entre Ríos y el sudeste de la provincia de Corrientes (Argentina), y en los depar-
tamentos de Salto y Artigas (Uruguay). En consecuencia, fueron relocalizadas 12.000 personas en
la margen argentina y 8.000 en la margen uruguaya que habitaban las áreas urbanas de Federación
y Santa Ana en Entre Ríos y de Villa Constitución y Belén en Salto. El propósito de su creación fue
la obtención de mayores beneficios de las disposiciones naturales que ofrecen los rápidos del río
Uruguay, en la zona de Salto Grande, para el desarrollo económico, industrial y social de ambos
países con el fin de mejorar la navegabilidad, aprovechar sus aguas para la producción de energía
y facilitar la vinculación de sus comunicaciones terrestres (Catullo, 2014).
Por tratarse de una represa binacional, la energía de Salto Grande se divide por partes igua-
les para ambos países. El volumen de energía que llega a cada país, sin embargo, no representa lo
mismo teniendo en cuenta las diferencias poblacionales. La energía del Complejo cubre en pro-
medio el 7% de la energía consumida por Argentina y el 53% de la demanda uruguaya. Salto
Grande entrega el 50% de su generación al sistema argentino, representado por CAMMESA (Com-
pañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico Sociedad Anónima) y la otra mitad al sis-
tema uruguayo, administrado por ADME (Administración del Mercado Eléctrico) (Salto Grande,
s.f.).
En el caso de Argentina, mediante la Ley Nacional N° 24.954 se ratificaron los acuerdos ce-
lebrados entre el Estado Nacional y las Provincias de Entre Ríos, Corrientes y Misiones relaciona-
dos con el aprovechamiento hidroeléctrico de Salto Grande, acuerdos que fueron refrendados por
los Decretos del Poder Ejecutivo Nacional 252 y 417 en 1998. El primer Acuerdo establece que los
respectivos Fondos se integran con los aportes provenientes de los excedentes derivados de la

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explotación del Complejo Hidroeléctrico Salto Grande, correspondiendo un 67.5% a Entre Ríos, un
27,5% a Corrientes y un 5% a Misiones (Ministerio de Energía y Minería, 2017).
La inclusión de consideraciones sobre calidad de agua y preservación de la fauna íctica en el
Convenio Fundacional ha marcado un camino que llevó a que muchos de los aspectos y estudios
ambientales desarrollados presentaran un carácter inédito en la región, e incluso a nivel mundial,
posicionando a la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande como pionera en estos temas. Esto
llevó a incorporar criterios ambientales en la etapa de obra y en el diseño del complejo hidroeléc-
trico (Salto Grande, s.f.).

Estudios y Gestión sobre Impacto Ambiental

Para realizar un aprovechamiento integral del embalse de Salto Grande y fomentar el desa-
rrollo regional, en 2001, se firmó entre los Gobiernos Municipales y CARU un Convenio de Coope-
ración, en el que se estableció un ámbito de consulta y cooperación para la preservación de la
calidad del agua, control de la contaminación y protección del medio acuático, lo que dio lugar al
Plan Protección Ambiental del Río Uruguay (2002). El mismo se ha basado tanto en el Digesto del
Río Uruguay como en los Programas de Monitoreo del Río Uruguay en general, efectuados por la
CARU y en los esfuerzos realizados por los Gobiernos Locales, pretendiendo lograr una efectiva
Protección Ambiental del río en su curso inferior. Además, estos estudios incluyen a las aguas
subterráneas, ecosistemas acuáticos y terrestres, el área o Cuenca del Rio Uruguay, en pos de que
la contaminación por sustancias nocivas no afecte adversamente al Río (CARU, 2021). En la actua-
lidad, luego de 30 años y una gran transformación regional, en la actualidad, se realiza una gestión
ambiental que incluye los controles de sus operaciones, la vigilancia y monitoreo de agentes, y de
factores naturales del entorno de la represa, además de acciones de vinculación con la comunidad.
Las actividades de monitoreo vienen desarrollándose desde 2007 en coordinación y colabo-
ración con la CARU, demostrando complementariedad en las actividades de ambas instituciones
sobre el control de la calidad de agua del tramo del río compartido entre Argentina y Uruguay
(Salto Grande, s.f.). De sus campañas de monitoreo se ha concluido que hay problemas ambienta-
les provenientes principalmente de efectos locales, más bien costeros. En el cuerpo principal hay
algunas zonas con contaminación; Bella Unión-Monte Caseros, punto de entrada al sistema; Salto-
Concordia, punto aguas abajo de la principal concentración urbana en el tramo; y la estación de
Fray Bentos que coincide con la descarga del Río Gualeguaychú donde se ha encontrado algunos
valores altos de metales pesados, sobre todo en plomo (Salto Grande, s.f.). Los riesgos ambienta-
les asociados con proyectos de grandes represas no se han incorporado al proceso de toma de
decisiones como factores clave.
El Banco Mundial adoptó su primera política relacionada con represas en 1977 (sobre segu-
ridad de las represas), durante los 80 elaboró políticas y directrices que se centraron en las dimen-
siones sociales y ambientales de las represas y de los recursos hídricos. Las Evaluaciones de Im-
pacto Ambiental (EIA) se adoptaron y formalizaron en varios países, aunque muchos en desarrollo
sólo aprobaron legislación sobre EIA en los años 90. La EIA se ha convertido en el instrumento
principal para estudiar los impactos sociales y ambientales, aunque en muchos casos, se realizan
con datos base insuficientes en cuanto a tendencias demográficas, sistemas socioculturales y fun-
cionamiento del ecosistema (Comisión Mundial de Represas, 2000). La gestión ambiental debe
realizar controles de sus operaciones, la vigilancia y monitoreo de agentes y factores naturales del
entorno de la represa. El Plan de Gestión Ambiental 2018-2020 se efectúa a partir del desarrollo
de una estrategia centrada en la integración, contemplando diferentes variables en relación con
las actividades propias del complejo hidroeléctrico, los recursos naturales y los factores socio-eco-
nómico (Salto Grande, 2021).

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Los objetivos de los programas ambientales que se llevan adelante en la represa son, contar
con una herramienta de manejo sobre la simulación y predicción de la dinámica de funciona-
miento de variables ambientales del Embalse y la proporción de informaciones del área de influen-
cia de Salto Grande para el uso de varios niveles en la gestión la represa y demás co-usuarios de
las aguas para la identificación y puesta en marcha de soluciones a los problemas de contamina-
ción ambiental en el Embalse en vinculación con los actores locales (Salto Grande, 2017).
Respecto a los Planes de Gestión Ambiental y Social (PGAS), sus medidas se basan en la
prevención y no en el tratamiento de los efectos indeseados. Uno de los objetivos fundamentales
en el análisis de los aspectos ambientales de un proyecto es el de permitir, luego de identificar las
acciones de mayor impacto negativo en el medio receptor, establecer los programas de mitigación
para reducirlas o minimizarlas con un costo tal que no implique comprometer la viabilidad del
proyecto. Los objetivos son evitar o reducir los posibles impactos ambientales negativos, asegurar
un manejo ambiental sistemático del proyecto, facilitar el cumplimiento de las normas ambienta-
les vigentes, describir al conjunto de acciones de prevención, control, atenuación, restauración y
compensación de impactos ambientales negativos que deben acompañar el desarrollo del pro-
yecto de modernización, para asegurar el uso sostenible de los recursos naturales involucrados y
la protección del medio ambiente (BID, 2018).
Durante 2019 se dio continuidad a las acciones del Plan de Gestión Ambiental de Salto
Grande respecto a monitoreo, vigilancia y Estudios Ambientales del Embalse, el cual establece
como objetivo propender al adecuado manejo del sistema ambiental a través de la correcta y
oportuna información sobre su funcionamiento y dinámica, por medio del análisis de variaciones
espaciales y temporales en la calidad del agua en función de sus diversos servicios ecosistémicos.
A fin de obtener un diagnóstico integral del estado de situación del embalse se consideraron algu-
nos aspectos hidrológicos, fisicoquímicos, biológicos y microbiológicos, que actúan como factores
reguladores sobre los indicadores de calidad ambiental. La influencia de estos factores sobre los
indicadores ambientales refleja condiciones que nos permiten evaluar un estado de situación a
través de su dinámica temporal-espacial (Salto Grande, 2019). A modo de ejemplo, respecto a la
sedimentación, desde que se realizaron los primeros estudios en 1969, sus estimaciones aumen-
taron casi 6 veces. Más allá de las mejoras en las metodologías, datos disponibles y tecnología de
las mediciones, los intensos y crecientes planes de explotación agropecuaria ejecutados y en desa-
rrollo en toda la cuenca, son una de las principales causas de estos grandes aumentos en los apor-
tes de sedimentos del río Uruguay (Salto Grande, 2019).
En 2019 además, se inició el Proyecto de Modernización del Complejo Hidroeléctrico Salto
Grande, planificado en tres etapas. La primera, a ejecutarse entre 2019 y 2023, tiene el objetivo
de establecer un programa integral para los equipos e infraestructura del complejo con miras a
extender su vida útil, garantizar la disponibilidad de la central aportando confiabilidad al sistema,
y aumentar la eficiencia de su equipamiento hidroelectromecánico, a los efectos de mantener los
niveles de generación de energía para los cuales fue diseñado. Asimismo, se estudiará la conve-
niencia de avanzar con la renovación y/o reemplazo de las unidades generadoras durante la se-
gunda y tercera etapa (Secretaría de Energía, República Argentina, 2019).
Como último elemento destacable, se puede mencionar que en 2020Argentina y Uruguay
firmaron un acuerdo bilateral con el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) para poner en
marcha el Proyecto Binacional "Adaptación al cambio climático en ciudades y ecosistemas coste-
ros vulnerables del Río Uruguay”, que será implementado en los territorios de Artigas, Salto, Pay-
sandú y Río Negro, en la orilla uruguaya, y en la provincia de Entre Ríos en la argentina. El acuerdo
contempla la implementación de medidas de adaptación al cambio climático basadas en la cons-
trucción de infraestructuras urbanas resilientes en terrenos seguros, y la resignificación de tierras

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inundables ocupadas previamente por asentamientos realojados para prevenir los efectos adver-
sos de la variabilidad y del cambio climático, tales como lluvias torrenciales (Banco de Desarrollo
de América Latina [CAF], 2020), (Ministerio de Ambiente, 2020).

Conclusión
Las políticas y acciones conjuntas de los países que comparten frontera deben acompañar
el aprovechamiento de sus recursos, en pos de integrarse y conservar sus recursos naturales -
como es el caso de los recursos hídricos-, lo cual requiere de la cooperación entre las partes invo-
lucradas.
Es necesario resolver desde una perspectiva nacional el balance entre los objetivos de apro-
vechamiento productivo y los de conservación ambiental, materia que puede ser altamente con-
flictiva y variable en el tiempo. América Latina y el Caribe ocupa un lugar clave en el contexto
global debido a su amplia dotación de recursos naturales críticos y estratégicos para transitar hacia
una mayor disponibilidad de energías renovables y lograr los objetivos climáticos globales. El reto
del desarrollo radica en compatibilizar el crecimiento económico con los cambios en el patrón de
producción y consumo de energía necesarios para desacoplar dicho crecimiento del aumento de
las emisiones de GEI, dando mayor espacio a las fuentes renovables de energía. Esta es fundamen-
tal para abordar múltiples desafíos y oportunidades de la región, como es la mitigación del cambio
climático. El uso excesivo o gestión energético ineficiente conlleva a problemáticas ambientales
que desembocan en efectos negativos para el desarrollo en todas sus dimensiones. La energía
hidroeléctrica, a pesar de sus numerosos beneficios destacados como es su inagotabilidad y flexi-
bilidad, se encuentra aún en crecimiento y con mucho potencial para su inversión en Argentina,
América Latina y también a nivel mundial, constituye una oportunidad para continuar el camino
hacia las energías renovables tanto al interior de los países como entre limítrofes.
Las represas hidroeléctricas son objeto de múltiples debates vinculados a: su impacto am-
biental, la falta o los bajos recursos económicos-financieros para inversión en infraestructura, la
cuestión de costos y precios y, los intereses sectoriales. No obstante, sus riesgos, son estratégicas
para usos múltiples y, además, permiten integrar las localidades transfronterizas mediante pro-
yectos conjuntos y acciones cooperativas, tanto en materia energética, como en otros ejes dentro
de la relación entre actores subnacionales y nacionales.
Los estudios de impacto ambiental y la revisión del desempeño de las represas son funda-
mentales. En numerosas ocasiones, gracias a estos estudios realizados a partir de la construcción
de represas, se han implementado planes de gestión ambiental, abarcando cada vez más aristas.
Estos planes deben tener presente las necesidades y desafíos de la población, tendiendo a impul-
sar y reforzar su crecimiento y desarrollo. Ejemplificando a Salto Grande,, la represa está situada
en un relevante marco histórico de integración entre Argentina y Uruguay que incluye los ejes
social, ambiental, de infraestructura, energético, entre otros. Salto Grande sabe que el camino
emprendido es el más responsable y que permite asegurar a las generaciones futuras de argentinos
y uruguayos, la preservación de esta fuente de riqueza energética sustentable y limpia (Salto
Grande, 2019).

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