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SENTIDO DEL ARBOL

Entre los elementos más notables de las visiones medievales del otro mundo, R. Patch
incluye el del árbol o los árboles, un motivo que, efectivamente, figura con frecuencia en
ese tipo de literatura. Por otra parte, el árbol cuenta con una larga tradición mítica,
religiosa y simbólica, que se remonta a las más primitivas culturas y se extiende a todos los
pueblos. Por ello, para comprender la significación del árbol en las visiones medievales es
necesario tener en cuenta lo que él representa en el ámbito de lo sagrado y en el mundo
mítico-religioso de las distintas civilizaciones y culturas.

M. Eliade, uno de los grandes investigadores de este tema, ha comprobado que árboles
sagrados se encuentran en todas las religiones, en las metafísicas y las místicas arcaicas y en
las tradiciones populares del mundo entero, y observa que, bajo las variedades de sentidos
que adquiere el árbol -según que el contexto sea cosmológico, mítico, teológico, ritual,
iconográfico-, hay una íntima afinidad entre ellos y una serie de elementos comunes a
todos es decir, las divergencias son sólo aparentes, detrás de ellas existe un sistema
simbólico del árbol, coherente y unitario.

Así, desde los tiempos más remotos, el árbol, por su propia forma y sustancia (porque es
vertical, crece, pierde las hojas y las recupera una y otra vez), representa -ya sea de
manera ritual y concreta, o mítica y cosmológica, o puramente simbólica- al cosmos vivo
que se regenera incesantemente, y, como vida inagotable equivale a inmortalidad, el
árbol-cosmos puede convertirse, en otro plano, en el árbol de la "vida sin muerte".
Además, la vida inagotable, la "vida sin muerte", en la ontología arcaica traduce la idea de
realidad absoluta, y, por tanto, el árbol se convierte en el símbolo de esa realidad.

EL ÁRBOL COMO SÍMBOLO DEL "CENTRO".

La realidad absoluta supone siempre una manifestación de lo sagrado, una hierofanía, y


todos los lugares hierofánicos, por el hecho de serlo, pertenecen al simbolismo del
"centro". De modo que el árbol, como símbolo del cosmos, de la vida inagotable, de la
realidad absoluta, es también un símbolo del "centro", y por su verticalidad se convierte
en el eje del universo, punto de intersección de los niveles cósmicos y, por tanto, capaz de
unir el cielo, la tierra y el infierno.

El árbol "Axis mundi" es un símbolo universal del "centro", presente en todo árbol cósmico
y en todos los mitos y leyendas relativos al árbol de la Vida o a cualquier otro árbol sagrado.
Se encuentra en las tradiciones religiosas de Mesopotamia (de donde se cree que proviene)
y de la India, en la mitología china, pueblos centroasiáticos, nórdicos, sajones.
En la mitología escandinava el árbol cósmico por excelencia o "Axis mundi" es el llamado
Iggdrasil, cuya copa es altísima y cuyas raíces se hunden hasta el centro de la tierra

Los símbolos del "centro" se presentan en formas variadas, puesto que todo espacio
hierofánico, templo, ciudad, árbol, montaña..., es, a la vez, un símbolo del "centro" por el
hecho de que en él está incorporada la realidad absoluta, la sacralidad y la fuente de la vida
(inmortalidad). Pero, entre todos ellos, se destacan tres fundamentales: la Montaña
Cósmica, el Pilar o Columna Central y el Árbol Mundial (Axis mundi), el más popular y
difundido.

Según muestra Eliade, son innumerables los mitos y leyendas en los que interviene un árbol
sagrado o cósmico, una columna que sostiene el mundo, un Árbol de la Vida o un árbol
milagroso que confiere la inmortalidad al que come sus frutos, y todos esos mitos y
leyendas envuelven la teoría o simbolismo del "centro".

Ahora bien, los símbolos del "centro", árbol, columna, montaña, etc., son de difícil acceso,
porque son hierofanías, manifestaciones de lo sagrado. Por eso, el hecho de llegar a uno de
esos "centros" equivale a una iniciación, a una conquista, heroica o mítica, de la
inmortalidad. El paso o entrada a un "centro" supone el paso de lo exterior a lo interior, de
la forma a la contemplación, de la multiplicidad a la unidad, del espacio a lo inespacial, del
tiempo a lo intemporal, se anulan, por tanto, las dimensiones del tiempo y el espacio.

En el Génesis (II, 9) se mencionan especialmente el Árbol de la Vida y el de la Ciencia del


Bien y del Mal entre todos los demás árboles del Paraíso. Los racionalistas consideran que
dichos árboles son mitos de importación extranjera. Littré cree que el autor del Génesis los
tomó de los libros sagrados de los pueblos iranios. Renán los deriva de tradiciones
babilónicas, conservadas oralmente durante siglos en la memoria de los hebreos.

Según parece, existe una relación entre las tradiciones iranias y babilónicas y el relato del
Génesis, pues no sólo los monumentos asirio-babilónicos y los libros sagrados de los iranios
representan o hablan de un árbol sagrado que da la vida, sino que todas las otras
tradiciones sobre el Paraíso lo mencionan. Los libros Vedas hablan de un Árbol cuya sabia
produce la vida. En el Paraíso terrestre de los chinos hay árboles maravillosos. Ese jardín es
el camino del Cielo y la conservación de la vida depende del fruto de un árbol; un
comentario antiguo lo llama árbol de la vida. Ese recuerdo, conservado en todos los
pueblos, es, por tanto, de los más antiguos y se cree que o es original de los hebreos o bien
éstos lo tomaron de los pueblos caldeos.

Ahora bien, el Árbol de la Vida, situado en el centro del Paraíso es un Árbol "Axis mundi", un
Árbol Universal, pues ya hemos visto que todo árbol sagrado o milagroso envuelve la teoría
del "centro".

Por otra parte, para los cristianos de los primeros siglos, el árbol aparece repleto de
simbolismos. En primer lugar representa a Cristo, de acuerdo con las palabras de San Pedro:
Cristo, que es la virtud de Dios, la sabiduría de Dios, es también el Árbol de la Vida, en el
cual debemos ser injertados; y por nuevo, no menos que admirable, don de Dios, la muerte
del Salvador se convierte en Árbol de la vida. Para los cristianos, el árbol simboliza, pues, la
Cruz de Redención. Por ello, la Cruz es frecuentemente representada en la iconografía
cristiana como un Árbol de la Vida, pues, ambos suponen la destrucción de la muerte.

Además, el brazo vertical de la Cruz y el Árbol de la Vida son ejes del universo que vinculan
el infierno, la tierra y el cielo, lo mismo que el Árbol Mundial, la Montaña Cósmica y la
columna o pilar. Todos ellos son símbolos del "centro". La representación de la Cruz por
medio de un árbol cósmico es recogida en un acertijo germánico-medieval, en el que se
habla de un árbol que tiene las raíces en el infierno, la copa en el trono de Dios y abarca
entre las ramas al mundo entero. La explicación que da el propio acertijo es que ese árbol
cósmico es la Cruz de Jesucristo...

A lo largo de la Edad Media y por todos los países cristianos circuló un número considerable
de leyendas sobre la madera de la Cruz y el Viaje de Set al Paraíso, en las que está presente
la idea de que la madera de la Cruz proviene del Árbol de la Vida del Génesis. Estas
leyendas tienen su origen en el Apocalipsis de Moisés, en el Evangelio de Nicodemo y en
la Vida de Adán y Eva.

En la visión más popular y difundida de estas leyendas, se cuenta que Set, el hijo de Adán, va
al Paraíso en busca del óleo de la misericordia para su padre, mortalmente enfermo. Set
llega al Paraíso y comunica al arcángel el deseo de su padre. El arcángel le aconseja que
mire tres veces al Paraíso. La primera vez, Set ve el agua de la que nacen cuatro ríos y sobre
ella un árbol seco. La segunda vez, ve una serpiente enroscada al tronco. La tercera vez, ve
que el árbol se eleva hasta el cielo; en la copa lleva un niño recién nacido y sus raíces se
hunden hasta el infierno. El Árbol del Paraíso o de la Vida es también aquí un árbol cósmico
o "Axis mundi".

El primer verso del poema anónimo-medieval, llamado De ligno vitae, dice que éste, es
decir, el Árbol de la Vida, está en el centro del universo.

EL ÁRBOL COMO SÍMBOLO DEL PARAÍSO.

Especial interés para nuestro tema tiene la interpretación del árbol como símbolo del
Paraíso. Según José Luis Morales un árbol adornado con hojas significa en general el
Paraíso o la felicidad eterna. Efectivamente, el motivo del follaje o abundancia de hojas y su
verdor suele destacarse en las descripciones del Árbol o de los árboles del Paraíso. Más
adelante veremos que, desde las más antiguas tradiciones hasta finales de la Edad Media, se
creía que el Paraíso estaba en el centro del mundo.
EL ÁRBOL COMO SÍMBOLO DE LA "ASCENSIÓN".

El árbol se encuentra también entre los símbolos de ascensión al cielo. El motivo de la


"ascensión" por medio de un árbol, una montaña, una escalera, un puente que se eleva,
etc., es frecuente en ritos y mitos de los cinco continentes y los ejemplos de este ritual son
numerosos en las religiones arcaizantes. Se encuentra también en las tradiciones hebrea,
islámica y cristiana.

El Midrash Konen de los hebreos, por ejemplo, ofrece una imagen del Paraíso, que consiste
en un edificio con cinco salas para los justos, la tercera de las cuales es de oro y plata, con
adornos de perlas; allí crece el Árbol de la V i d a , y es una especie de escala por la que
pueden ascender las almas de los justos

En el islamismo, el árbol es "camino del cielo". Una redacción del Viaje de Mahoma al
Paraíso cuenta que éste con el arcángel Gabriel se elevan sobre las ramas de un árbol que
crecen hacia el cielo. En el poema latino-medieval De ligno vitae, ya citado, se dice que, a
través de las altas ramas del Árbol de la Vida se llega al cielo:

LA ESCALERA, SÍMBOLO DE LA ASCENSIÓN.

A los símbolos de la ascensión o "trascendencia" pertenece también, como arriba


señalamos, la escalera. Representa de manera plástica el ascenso espiritual, el paso de un
modo de ser a otro.

En estos "ascensos", la escalera, lo mismo que la montaña, la columna y el árbol, está


siempre en un "centro", ya que es el único punto en el que se hace posible la comunicación
entre el cielo y la tierra, el único espacio en el que se rompen los niveles y desde el que, por
tanto, se puede acceder al otro mundo.

En el Génesis se dice que Jacob sueña con una escalera, cuya parte más alta llega la cielo y
que l o s ángeles del Señor subían y bajaban por ella. Pues bien, la piedra sobre la que se
había dormido Jacob era una piedra sagrada, un bethel y, como tal, estaba en el "centro"
del mundo, donde se unen las regiones cósmicas. Igualmente, Mahoma ve una escalera que
sube del templo de Jerusalén, "centro" por excelencia, hasta el cielo. La doctrina de la
"ascensión" de las almas a los siete cielos -sea como iniciación, sea después de la muerte-
gozó de una inmensa popularidad del mundo antiguo, y, según parece es de origen oriental.
Tales "ascensiones", sea por medio de la montaña, la escalera, el árbol, el vuelo significan
siempre "trascender la condición humana y penetrar en niveles cósmicos superiores.
Como resumen de esta breve exposición sobre el simbolismo del árbol destacamos sus
cuatro significados fundamentales:

1) Representa, lo mismo que la columna y la montaña, el- "centro" del universo, desde
el que se hace posible el acceso al mundo del más allá.

2) Es un símbolo de la Cruz de la Redención.

3) Significa el Paraíso o felicidad eterna.

4) Es un símbolo de la ascensión espiritual.

El más importante, por su difusión y frecuencia, es el del "centro" puesto que tanto el de la
C r u z como el "ascenso" envuelven el simbolismo del "centro" y todo que éste implica.

LOS RELATOS MEDIEVALES DE VISIONES.

En estos relatos aparecen elementos que provienen de las religiones y mitologías antiguas,
orientales, clásicas, célticas y germánicas; son motivos que fueron muy pronto
asimilados al folklore de los pueblos cristianos. Por ello, la Iglesia de los primeros siglos
rechazó las visiones del Otro Mundo, si bien más tarde afloraron a la literatura.

Naturalmente, la visión puede ser verdadera o falsa, pero aun si es auténtica pudo haberse
originado en recuerdos subconscientes de algo que se había leído o escuchado. De ahí que
los elementos que componen las visiones se repitan, más o menos iguales, en todas.

Un aspecto importante que hay que tener en cuenta, al estudiar las visiones medievales, es
que éstas no las conocemos en su forma originaria pura, sino a través de la pluma de un
escritor culto o semi-culto, generalmente un monje o un clérigo. Esto significa que la
visión, tal como nos ha llegado, ha sufrido una reelaboración culta, en mayor grado. Sin
embargo, los elementos populares no desaparecen totalmente, sino que se conservan
mezclados con los cultos.

J. Le Goff, en su estudio sobre la interferencia de lo popular y lo culto en las visiones


medievales, observa que, a veces, la visión ha pasado por tres o por cuatro estadios, antes
de ser fijada por escrito.

A este respecto, es importante conocer la época en que se escribió la visión objeto de


estudio y, a ser posible, las fases por las que pudo haber pasado, antes de la versión que
conocemos. El propio Le Goff establece cuatro períodos para los relatos de visiones en la
Edad Media:
1° Hasta el siglo VII, la voluntad de la Iglesia de destruir o de ocultar los elementos
paganos, asimilados al folklore de los pueblos cristianos, ha hecho desaparecer,
prácticamente, los viajes o representaciones del Otro Mundo. Sólo algunos trozos se
salvan en ciertos Diálogos de Gregorio el Grande.

2° Del siglo VII al siglo X es la gran época de las visiones del Otro Mundo. Corresponde
al auge del monaquismo y a la filtración de los elementos tradicionales en la cultura
monástica.

3° Los siglos XI y XII constituyen el período del empuje del folklore, es decir, de los
elementos tradicionales o populares ligados a la cultura laica.

4° A partir del siglo XIII se inicia el contra-ataque de la cultura docta, ataque que se
desarrolla mediante la racionalización del Otro Mundo (Paraíso o Cielo) y lo que se ha
llamado "infernalización" del mundo subterráneo.

El auge de las visiones del Otro Mundo, con abundancia de elementos populares o
tradicionales, abarca un período que se extiende del siglo VII al siglo XII, ambos inclusive. No
obstante, se conservan algunas visiones anteriores al siglo VII que también tienen
elementos tradicionales. Pues bien, en varias de las visiones recogidas por Rollin Patch, se
dice que el visionario llega al Paraíso Terrenal, en el que se encuentra el Árbol de la Vida; o
bien, se describe un jardín maravilloso que tiene los elementos atribuidos tradicionalmente
al Paraíso Terrenal: flores y frutos olorosos, árboles de verde follaje, praderas, fuentes, etc.
Pero hay, sobre todo, un rasgo en estas descripciones, que nos confirma su referencia al
Paraíso. Ese rasgo es el énfasis en la localización elevada de ese jardín.

Ocurre, en efecto, que desde las más antiguas tradiciones hasta finales de la Edad Media
se creía que el Paraíso Terrenal estaba en un lugar muy elevado, entre el Cielo y la tierra,
sirviendo de paso a los santos antes de que subieran al Cielo, y que por su elevación era
difícil llegar hasta él.

En suma, al llegar el siglo XII, la idea de que el Paraíso Terrenal se hallaba en un lugar muy
elevado, entre el Cielo y la tierra, estaba ya firmemente establecida, como también lo
estaban sus elementos característicos, entre ellos el Árbol de la Vida y el Árbol de la Ciencia
del Bien y del Mal.

Santo Tomás y San Buenaventura, las dos grandes autoridades del pensamiento religioso
medieval, mantienen esta idea de la elevación del Paraíso, así como la presencia en él del
Árbol de la Vida. Además, se creía que el Paraíso estaba en el "centro" del mundo, en el eje
del universo. Así, Orígenes, en su comentario sobre el Génesis, coloca al Paraíso en mitad de
la tierra, como la pupila en el ojo. Y San Avito, en un pasaje sobre el Paraíso Terrenal, en su
De mundi initio, afirma que ese lugar es el eje del mundo: Est locus eo mundi servatus in
axe.
Esa situación "central" del Paraíso -más que elevación- explicaría la imposibilidad de llegar a
él, a no ser transcendiendo la vida terrenal. No cabe duda, por tanto, de que los jardines
descritos en las visiones medievales, con flores y frutos, prados, árboles, fuentes, etc.,
situados en lugares "muy altos" y rodeados de "obstáculos" que dificultan su acceso,
representan el Paraíso Terrenal. Y es obvio que la sola mención del Árbol de la Vida lo
presupone.

Por otra parte, en algunas visiones medievales se describe un árbol cuyo nombre no se dice,
pero cuyos rasgos son los propios del árbol cósmico, "centro" del universo. Es decir, siempre
que se destaque su gran tamaño podemos pensar que se trata de un árbol cósmico, o sea,
un símbolo del "centro".

Asimismo, cuando se destaca la abundancia y el verdor de su follaje o la riqueza de sus


flores y frutos puede representar el Paraíso, el cual, como ya hemos visto, está en el
"centro" del mundo, es un eje del universo.

En la visión de Túndale, por ejemplo, escrita, según Le Goff, en 1149, se dice que Tundale,
después., de recorrer varios lugares, en los que los pecadores sufren los más horribles
tormentos, llegaron él y su ángel de la guarda al campo de la alegría y la fuente de la vida.
Tras describir ese lugar (el Paraíso, sin duda), con los elementos tradicionales de flores,
aromas, etc., se dice que vio un árbol enorme, cubierto de frutas y flores y pájaros de toda
especie, y debajo de él hombres y mujeres reposaban, alabando a Dios.

Ese "árbol enorme" es un árbol cósmico, un símbolo del "centro". En la visión de Tundale se
dice que representa la Santa Iglesia, peo esto no obsta para que sea un símbolo del
"centro". Por otra parte, una versión en castellano del siglo XIV, citada por J.K. Walsh, dice
que: so los ramos de aquel árbol estaban muchos lilios e muchas rosas.

Pues bien, según M. Diaz y Diaz, la mención conjunta de rosas y lirios constituye uno de los
lugares más antiguos y duraderos de todas las descripciones del vergel del Paraíso. Por
tanto, parece indudable que el árbol "enorme" de la visión de Túndales es un árbol cósmico,
símbolo del "centro" y que, por sí solo, representa el Paraíso Terrenal.

El Paraíso Terrenal y el Árbol de la Vida se mencionan expresamente en la visión de


Alberico, monje de Montecasino en el siglo XII. Alberico tuvo su visión a los diez años,
durante una enfermedad 43. Luego, cuando entró en Montecasino, se la contó al monje
Guidone, quien la transcribió. Pero como el relato se alterase, al circular de unos a otros, el
abad le aconsejó que volviese a redactarlo con la ayuda de Pedro Diácono. Esta redacción es
la que se ha conservado44.

En ella se cuenta que Alberico, después de yacer como muerto nueve noches y nueve días,
vio una paloma que pareció sacarle el alma de la boca y fue transportado a lo alto, sobre la
tierra. Se describen luego las torturas del Infierno y por fin se dice que llegó al Paraíso.
Éste se encuentra en una alta llanura, cerca del cielo, y allí está el Árbol de la Vida. Luego,
llevado de nuevo por la paloma, visita los siete cielos y llega a una elevada muralla, pero lo
que ve del otro lado no puede revelarlo.

De esta visión interesa destacar tres motivos: la localización del Paraíso en un lugar muy
elevado, cerca del cielo; la mención del Árbol de la Vida; y el ascenso a los siete cielos,
conducido por la paloma.

En la visión de Gunthelm se cuenta que éste visita el Paraíso, donde ve el jardín de prados y
hermosos árboles y pájaros cantores. Allí, bajo un árbol, hay una fuente cuyas aguas
atraviesan la ciudad, y un árbol hermoso y de enorme altura, en cuya cima está Adán,
vestido con ropa de muchos colores.

Ese árbol del Paraíso de enorme altura es un árbol cósmico, un símbolo del "centro".

En la leyenda del Purgatorio de San Patricio, se cuenta cómo el caballero Cwen, tras un largo
recorrido por lugares del purgatorio, llega al Paraíso, en un lugar "muy elevado", al cual
rodea una "alta muralla". En este Paraíso hay hermosos prados de flores, y árboles frutales.
El Ciclo queda aún más allá y puede ver algo de él.

En la visión de Thurkel, ocurrida a principios del siglo XIII, según Rogelio de Wendover,
Thurkel llega a la falda de la Montaña del Júbilo, donde hay una gran iglesia, junto a un
prado de flores perfumadas y árboles frutales; allí una fuente daba origen a cuatro ríos de
diversos líquidos y colores. Sobre esa fuente se alzaba un árbol de gran altura que daba las
frutas más escogidas y que olían a especias. En ese Paraíso Terrenal estaba Adán con un ojo
lloroso y otro risueño y una vestidura de varios colores. Una vez más, el árbol de gran altura
que ve Thurkel en el Paraíso es un árbol cósmico, un símbolo del "centro".

No es necesario poner más ejemplos. Los aducidos son suficientes para mostrar que el tema
del árbol cósmico, símbolo del "centro", pasa a la literatura de visiones del Otro Mundo y se
conserva a lo largo de la Edad Media. Igualmente, la localización del Paraíso en un lugar muy
elevado, cerca del Cielo, se destaca en ese género de relatos.

EL ÁRBOL EN LA PRIMERA VISIÓN DE SANTA ORIA.

Analizaremos ahora la escena del árbol en la primera visión de Santa Oria, con el fin de ver
qué simboliza dicho árbol. Esa visión es una parte del Poema de Santa Oria, escrito por
Gonzalo de Berceo, en la segunda mitad del siglo XIII 50. Ahora bien, la fuente del poema es
un relato en prosa latina, hoy perdido, escrito por el confesor de la santa, el hagiógrafo
Munio del Monasterio de San Millán de la Cogolla, es decir, un monje culto, al que se califica
de scriba politor.
Munio debió escribir la Vida de Santa Oria poco después de la muerte de ésta, ocurrida el 11
de marzo del año 1070. Por tanto su relato pertenece al período de auge de las visiones del
Otro Mundo con elementos tradicionales.

Teniendo en cuenta el respeto de Berceo por las fuentes de las vidas de santos, hay que
pensar que las visiones de Oria estaban ya en el relato latino escrito por Munio.
Lógicamente, éste no trasladaría al latín las visiones de Oria, tal como ella se las contó, sino
que las reelaboraría, dándoles una forma literaria, culta y coherente. Pero, como es lógico,
no podemos saber hasta qué punto los elementos tradicionales que componen el relato
fueron manipulados o ampliados por Munio, puesto que él escribe en una época en que
esos elementos ya habían sido asimilados por la cultura monástica e incluso por la cultura
laica. Es decir, esos elementos y motivos tradicionales podían estar en los sueños o visiones
de Oria, en forma más o menos vaga, y Munio los conservó y les dio una coherencia
literaria; o bien, tal vez el propio Munio introdujo algunos de ellos para suplir las lagunas del
relato de Oria.

Naturalmente, esto no obsta para que Berceo "adornase" aún más el relato de Munio, pues
todos sabemos que el principio de la a m p l i f i c a t i o era fundamental en la literatura del
medioevo y precisamente, en la amplificación del modelo era donde el escritor ponía a
prueba su cultura y su pericia. Lo que si decimos -y lo hemos dicho otras veces- es que no es
nada probable que Berceo "inventase" las visiones de Oria.

Hechas estas observaciones, pasamos al análisis de la primera visión de Oria. Ésta tiene lugar
el año 1068, en la madrugada de la fiesta de Santa Eugenia, como allí se dice, la cual, en el
calendario mozárabe, vigente en San Millán de la Cogolla en el siglo XI, se celebraba el 27 de
diciembre:

Oria, después de haber escuchado la lección de maitines, se acuesta para dormir un poco y
al punto tiene la visión. En ella se le acercan tres vírgenes-mártires: Ágata, Eulalia y Cecilia,
portando palomas en sus manos alzadas, y le comunican que vienen a subirla al Cielo para
que vea cuánto merecen para Dios sus muchas penitencias (c. 36-37). Oria protesta que ella
no merece ver tanta gloria, pero las mártires le dicen que con sus oraciones y sacrificios se
ha ganado amigos en el Cielo y es digna de subir a él (c.38-39). Santa Eulalia le dice que mire
la paloma y la siga, pues Cristo la convida a subir al Cielo (c.40). Al oír esto, Oria alza los ojos
hacia la paloma y ve una alta columna que se eleva al cielo, tan alta que apenas puede verla.

A continuación se describe la columna, la cual tiene una escalera: "Avié en la columna


escalones e gradas", y la ascensión por ella de Oria y las tres mártires (c.42-45). Una vez
llegadas a lo alto de la columna, ven un árbol, el cual se describe en la c. 46-47:

Las cuatro doncellas suben al árbol (c. 48) y desde él ven en el cielo finiestras forados, de las
que salen grandes luces (c. 49). Tres figuras angélicas, con blancas vestiduras, salen por esas
ventanas y transportan en sus báculos a las tres mártires, dejándolas en regiones más altas,
es decir, en el mismo Cielo (c.50-51). Oria, mirando la paloma, como le había aconsejado
Eulalia, subió detrás de ellas, hacia el Cielo:
La cuaderna siguiente, 54 en mi edición crítica, pertenece a la visita del Cielo y queda, por
tanto, fuera de nuestro análisis.

Pues bien, en la escena de la subida al Cielo se encuentran los elementos cuyo simbolismo
hemos analizado, desde las religiones y mitos primitivos hasta el cristianismo, y hemos visto
que algunos de ellos figuran en las visiones medievales del Otro Mundo, En nuestra escena
están, la columna, las escaleras, el árbol con abundante y verde follaje, el prado maravilloso
que lo rodea y la paloma como guía en el ascenso al Cielo.

Ese ascenso se hace a través de una alta columna, símbolo por excelencia del "centro", lo
mismo que la Montaña Cósmica, y el Árbol Mundial, lugares desde los que se puede acceder
al Otro Mundo, en los que se comunican todos los niveles cósmicos y se anulan las
dimensiones del tiempo y el espacio; símbolos, por tanto, de la "trascendencia". Además, la
columna tiene una escalera, símbolo de la "ascensión", puesto que está en un "centro".

Una vez en lo alto de la columna, Oria y las tres mártires pasan al árbol, verde y frondoso. El
árbol está rodeado de un maravilloso prado, es decir, está en el "centro" de ese prado. Es,
por tanto, un Axis mundi. Pero, además, el árbol tiene abundante y verde follaje,
representa, pues, el Árbol de la Vida o Árbol del Paraíso, y el prado que lo rodea representa
el propio Paraíso Terrenal.

Recordemos que el Paraíso se localizaba en un lugar muy elevado, entre el Cielo y la tierra.
Ese lugar era también un "centro" del universo y servía de paso a los santos, antes de subir
al Cielo.

Pues bien, el árbol de nuestra escena está situado en un lugar muy alto, puesto que se llega
a él a través de la columna, de la que se dice a los cielos pujaval tant era de enfiesta que
aves la catava (c.41).

Este árbol está entre el Cielo y la tierra, puesto que desde él las cuatro doncellas pasan al
Cielo, las mártires llevadas por figuras angélicas que salen de las ventanas abiertas en la
bóveda celeste, mientras que Oria, o mejor su alma, asciende sola, s i n ayuda ninguna y sin
ningún obstáculo que entorpezca su ascenso.

Habíamos visto que entrar o llegar a un "centro" era difícil, puesto que ello suponía alcanzar
la inmortalidad, transcender la condición humana. Pero, en el caso de Oria no es su cuerpo
mortal el que sube por la columna y el árbol y asciende al Cielo, sino su espíritu, su alma
inmortal. Por ello, el poeta destaca la facilidad de su ascenso:

Pues bien, a la vista de lo que hemos analizado, me parece indudable que todos los
elementos qué' componen esta escena de la primera visión de Santa Oria corresponden y
remiten a los símbolos tradicionales del "centro", del Árbol de la Vida, del Paraíso Terrenal y
del "ascenso" espiritual.
Sin embargo, J. Gimeno Casalduero, en un largo artículo sobre la Vida de Santa Oria,
analiza esta escena y dice que el prado es la Virgen María y el propio árbol, florido y de
verdes ramas, representa la virginidad de María. En su apoyo, aduce la Introdución a los
Milagros de la Virgen del mismo Berceo, estableciendo un paralelismo entre lo que allí se
dice y la escena del árbol de la primera visión de Santa Oria.

Frente a esta opinión de Gimeno Casalduero, voy a señalar tres cosas que me parece,
desvalorizan su interpretación.

En primer lugar, la Introducción a los M i l a g r o s es, toda ella, una alegoría (representación
en la que las cosas tienen un significado simbólico ), como lo declara el propio Berceo. Esa
alegoría tiene una finalidad muy clara, que es exaltar el poder mediador de la Virgen para
salvar a sus devotos, ya que ella es la protagonista del corpus narrativo del poema, o sea,
del relato de los milagros, propiamente dicho. Luego, en cada uno de los 25 milagros
singulares, realizados por la Virgen, se comprueba y ratifica ese poder que se exalta primero
en la I n t r o d u c c i ó n , es decir, los milagros son como "ejemplos" concretos de ese poder.

Ahora bien, la escena del ascenso al Cielo no es una alegoría, sino una parte de una visión,
cuya protagonista es una joven, reclusa en el cenobio de San Millán de Suso, a mediados del
siglo XI.

Esa escena pertenece, por tanto al género tradicional de las visiones del Otro Mundo, y lo
que en ella se exalta es la virtud de la propia Oria, su penitencia y oraciones que le han
ganado subir en visión al cielo, antes de morir. Es, pues, evidente que la función y la
finalidad de uno y otro texto son muy distintas.

En segundo lugar, en la i n t r o d u c c i ó n es el prado el que significa o representa a María


(c.19) y el verde del prado, su virginidad (c.20). Pero ningún árbol representa a la Virgen
María, sino que los árboles, en plural, representan los milagros que ella hace (c.25), y la
sombra de los árboles sus oraciones (c.23). Es decir, el paralelismo que establece Gimeno
Casalduero entre los elementos de la Introducción a los M i l a g r o s y los que componen la
escena del ascenso de Oria al Cielo, en su primera visión, resulta muy forzado, pues no hay
paridad en los elementos que se comparan, ni es igual el género de ambos textos ni tienen
la misma finalidad y función.

Por último, importa señalar que el árbol de Santa Oria, situado en el "centro" de un prado y
encima de una columna altísima, sirviendo uno y otra para ascender al Cielo, es,
evidentemente, muy distinto de los árboles que se describen en la alegoría de la
Introducción a los M i l a g r o s de la Virgen.

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