Presencia Visigoda y Romana en Madrid:
La presencia visigoda y romana en Madrid es a menudo menos conocida que en otras regiones de España, pero desempeñó un
papel en la génesis de la ciudad. Según fuentes históricas o ciales, Madrid, como ciudad importante, no surgió hasta después de
la conquista musulmana en el siglo IX, bajo el reinado del emir Muhammad I de Córdoba, quien fundó la fortaleza musulmana
(el alcázar). Sin embargo, antes de este periodo, la región donde se encuentra Madrid ya estaba habitada, aunque poco
desarrollada.
Periodo romano
El Imperio romano dejó huellas en toda la península ibérica, incluida la zona que hoy ocupa Madrid, aunque la ciudad no tuvo un
papel importante en esa época. La región formaba parte de la provincia romana de Hispania. Se han encontrado vestigios
arqueológicos romanos, como restos de caminos o villas rurales (estructuras agrícolas típicas), en los alrededores de la
comunidad de Madrid. No obstante, no se ha con rmado la existencia de una ciudad romana signi cativa en el sitio actual de
Madrid.
Periodo visigodo
Tras la caída del Imperio romano, los visigodos, que establecieron su capital en Toledo, tomaron el control de la región. Durante
el período visigodo (del siglo V al VIII), se crearon varios pueblos y forti caciones en la región, pero tampoco hay evidencia de
una ciudad importante en el lugar especí co de Madrid. Los visigodos in uyeron en los alrededores de Madrid, y algunos sitios
arqueológicos con rman su presencia en la región.
En resumen, aunque la región de Madrid estuvo habitada durante los períodos romano y visigodo, no fue hasta la dominación
musulmana cuando la ciudad comenzó a desarrollarse como un centro forti cado. Las excavaciones y descubrimientos
arqueológicos siguen proporcionando información sobre estas épocas anteriores, pero indican más una ocupación dispersa que
una urbanización signi cativa antes de la época medieval.
Fuentes: Museo de Historia de Madrid / Instituto de Historia del CSIC / Universidad Complutense de Madrid
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Con independencia de la posible existencia de un
Madrid romano, las primeras noticias que se tienen de
Madrid se remontan a la época musulmana. Desde
entonces, la villa ha experimentado un sinfín de
cambios reflejados en su apariencia actual.
En la segunda mitad del siglo IX, el emir
Muhammad I (852-886) mandó construir una
fortaleza en la orilla del Manzanares, conocida en
los textos árabes como Mayrit (Magerit en su
forma castellanizada).
La fortaleza fue construida en el lugar que hoy ocupa el Palacio Real con el propósito de vigilar los
pasos de la sierra de Guadarrama y ser punto de partida de razzias contra los reinos cristianos del
norte. Esta construcción méramente práctica terminó siendo el punto de partida de la fundación de
Madrid.
El significado de Mayrit no está claro, aunque parece ser el híbrido de dos topónimos: uno
mozárabe, matrice, que significa "fuente", y otro árabe, majrà, que significa "cauce" o "lecho de un
río". Ambos aluden a la abundancia de arroyos y aguas subterráneas del lugar.
Cuando los musulmanes abandonaron Madrid, esta fortaleza fue ocupada temporalmente en el año
932 por Ramiro II y, posteriormente, Alfonso VI la incluyó entre los territorios ganados a al-Ándalus. En
torno al antiguo recinto fortificado debió crecer la villa de Madrid, favorecida por las medidas
repobladoras de los monarcas, entre las que destaca la concesión del fuero en 1202.
El Fuero de Madrid fue el conjunto de normas escritas para administrar la vida local de la villa medieval de Madrid, concedidas en 1202,
por el rey Alfonso VIII de Castilla.
Fue redactado por la Asamblea General de Vecinos reunida en la plaza de la Villa, precedente del Concejo de Madrid. Los preceptos
incluidos en el fuero reglamentan el Derecho penal y procesal, así como la vida política y administrativa.
Se regula la vida de los gremio de la Villa y otros o cios, y se hace distinción entre ciudadanos campesinos y herederos propietarios. La
población de Madrid en el momento de la concesión del llamado Fuero Viejo estaba compuesta por núcleos de
cristianos, judíos y musulmanes.1 estuvo vigente hasta el año 1389 en que Alfonso XI obligó a la villa a ceñirse al Fuero Real.
En 1339 y 1340 Alfonso XI reunió Cortes en Madrid, al igual que lo hizo Enrique III durante su reinado.
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Los verdaderos comienzos de Madrid
Sin embargo, Madrid no cobró verdadera importancia hasta que Felipe II trasladó allí la Corte en 1561.
Los inicios de Madrid como capital de la Corte hicieron patente la necesidad de reformas urbanísticas,
y pronto surgieron arrabales fuera del recinto medieval que cambiaron el rumbo de la historia de
Madrid.
Al tiempo que aumentaba la superficie urbana, crecía el número de residentes. La población pasó de
4.000 habitantes en el año 1530 a 37.500 en el año 1594. En abril de 1637, en la Corte había 1.300
pobres "legítimos e impedidos" y 3.300 que pedían limosna. La mayor parte de este último grupo
estaba formada por extranjeros, antiguos peregrinos de Santiago y ex soldados. Estos constituían,
junto con los pícaros y rufianes, la base de la pirámide social. El descontento, por motivos de la falta
de pan o el alza de precios, era explotado por los partidos para alentar motines (Motín de los Gatos de
Madrid).
La instalación de la Corte y de los organismos centrales político-administrativos en Madrid hizo que se
convirtiera en foco principal de la vida artística y literaria española, lo que atrajo a multitud de artistas
españoles y extranjeros.
Durante los siglos XVI y XVIII, periodo conocido como el Madrid de los Austrias, la capital se llenó de
importantes construcciones, como la Plaza Mayor, la cárcel de la Corte y el Ayuntamiento, además de
numerosas iglesias.
Conflictos bélicos en Madrid
El siglo XVIII se abrió con la Guerra de Sucesión a la corona de Carlos II, en la que Madrid se
vio involucrada. Desde 1706, Madrid permaneció fiel a los Borbones y, en recompensa, los monarcas
hicieron de ella la capital de un estado centralizado con todas las ventajas que ello suponía.
Urbanísticamente, el Madrid de los Borbones experimentó notables mejoras.
Durante el reinado de Felipe V se construyó el Puente de Toledo y se inició la construcción del Palacio
Real (1737) que debía sustituir al alcázar, incendiado en 1734. Fernando VI y, en especial, Carlos
III pusieron gran empeño en las obras de saneamiento y embellecimiento de la ciudad: empedrado,
limpieza de las calles, alumbrado público, vigilancia nocturna, etc. Carlos IV prosiguió con las
reformas, pero en menor escala.
Además de transformar su fisonomía externa, la ciudad también varió de contenido social, perdiendo
su tono abigarrado y multiforme y desarrollando capas liberales y artesanas. A pesar de esto, las
clases populares continuaron expuestas a crisis alimenticias periódicas y su indignación continuó
siendo explotada por oscuros complots políticos, tales como el Motín de Esquilache (1766) y el Motín
de Aranjuez (1808). Poco después, estas mismas clases lucharían en las calles contra los franceses
en la jornada conocida como los Levantamientos del 2 de mayo, uno de los capítulos más famosos de
la historia de Madrid.
Los esfuerzos realizados por los Borbones para impulsar el desarrollo económico, urbanístico y
cultural de la ciudad se vieron truncados como consecuencia de las guerras napoleónicas. Madrid no
recuperó su ritmo hasta la tercera década del siglo XIX.
Entre 1840 y 1850, muchos de los antiguos conventos y fincas eclesiásticas adquiridos por
comerciantes, profesionales liberales, terratenientes y financieros fueron demolidos con
la desamortización eclesiástica iniciada por Mendizábal y en su lugar se edificaron barrios enteros. A
pesar de esto, el recinto urbano era prácticamente el mismo de la época de los Austrias.
Consolidación de Madrid como gran capital
El crecimiento demográfico de Madrid no se debió, como en otras ciudades, al proceso de
industrialización (la mayoría de las empresas industriales a principios del siglo XX eran de carácter
tradicional para satisfacer la demanda local). A partir de 1920, hubo un incremento demográfico
notable debido a la inmigración. En 1930, el 46,9% de los residentes habían nacido en otras
provincias.
Después de la Segunda Guerra Mundial, la capital, además de ser un importante centro de consumo,
inició un proceso de modernización en el que se crearon grandes empresas y comenzaron a
desarrollarse industrias químico-farmacéuticas, metalúrgicas y electromecánicas.
Madrid en el siglo XXI
Actualmente, la provincia de Madrid supera los seis millones de habitantes y es una de las ciudades
más importantes de Europa. En los últimos años, ha acogido importantes cumbres internacionales,
como la COP25 del Clima en 2019.
Naturaleza
y geología
Naturaleza viva en el
corazón de Madrid
El Abuelo
Madrid tiene, dentro de su propio municipio y alargándose por la ribera del Manzanares hasta el de
Getafe y el de Rivas-Vaciamadrid, un espacio natural de formidables características.
Desgraciadamente nunca ha sido su cientemente valorado por las administraciones, más tendentes a
su uso como contenedor de infraestructuras que a su recuperación medioambiental.

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Las agresiones a este espacio han sido constantes y muy diversas a lo largo del tiempo, quedando
impunes la mayor parte de las veces. Sin embargo, hoy en día, todavía sobrevive un frágil
ecosistema, muy rico, testimonio de la selva que un día cubrió orgullosa la cuenca Baja del
Manzanares.
Está en nuestra mano evitar su destrucción.
Esta es la naturaleza del Parque Lineal del
Manzanares, una naturaleza hostil para
quien no la conoce, pero sorprendente y
cautivadora para quienes han tenido el
placer de acercarse a ella con respeto.
Tramo 2 parque lineal Manzanares
Espacio natural
El Parque Lineal es refugio de un ecosistema de singular
importancia
Bandada de Garza Real sobre el Parque Lineal del Manzanares

El Parque Lineal del Manzanares es un espacio natural de grandes dimensiones constituido por el
parque de Madrid Río, Tramo 1, Tramo 2 y Tramo 3.
Mientras que la importancia medioambiental de Madrid Río es muy secundaria, esta crece conforme
avanzamos por cada uno de los tramos del Parque Lineal del Manzanares hasta su fusión con el
Parque Regional del Sureste, donde la naturaleza se muestra en pleno esplendor al visitante.
La importancia medioambiental del Parque Lineal radica en el hecho de albergar uno de los paisajes
naturales más valiosos y completos de la geografía madrileña, de horizontes cambiantes y de altos
contrastes. Geografía que además es hábitat de un gran número de especies, algunas amenazadas,
conformando un entramado sorprendente de biotipos y formas de vida en delicado equilibrio.
La intromisión humana en este espacio natural ha sido constante a lo largo de los siglos. Desde la
prehistoria el hombre ha transformado el medio introduciendo variaciones para adaptarlo a sus
necesidades, o simple y meramente para explotar sus riquezas.
Mientras que en tiempos antiguos tal intervención ha sido sostenible, en las últimas décadas ha
llegado a ser, no solo completamente insostenible, sino preocupante y de claros matices destructivos.
Desde la extracción de áridos, actividad industrial que abriera innumerables graveras legales e
ilegales en valles y cerros, hasta las modernas infraestructuras –linea de AVE a Levante y canal de
remo olímpico– todas han acabado o acabarán con buena parte de la riqueza natural del Parque
Lineal del Manzanares si antes no es evitado.
El río Manzanares
Alma natural del Parque Lineal
El paisaje del Parque Lineal del Manzanares que hoy tenemos el privilegio de contemplar, no es un
hecho casual, sino el devenir de sucesos geológicos y naturales que durante los últimos tiempos han
tenido como protagonista al río Manzanares. De tales sucesos el Parque Lineal es un testigo de
excepción, estrecha franja de territorio que aún no ha sido absorbida por la gran urbe o alguna de sus
manifestaciones.
Cincelado por la erosión uvial que hace 5 millones de años provocara el desagüe del mar interior que
era la cuenca del Manzanares, aparecen hoy los cerros y terrazas uviales, Patrimonio estas últimas
protegidas por la legislación regional.
Ya en el presente, vertebrado biológicamente por el mismo río, todas las formas de vida que pueblan
el Parque Lineal en cualquiera de sus hábitats, por alejadas de él que aparezcan, dependen, directa o
indirectamente, del río Manzanares.
Es el río Manzanares el verdadero eje vertebrador del Parque Lineal. Es cerebro, corazón y alma del
Parque y ha generado y mantenido todo el sistema biológico del mismo. Pero no sólo eso, todos los
sucesos históricos y todo el Patrimonio geopaleontológico que existe en el Parque Lineal está ahí
porque también lo ha estado el río Manzanares.
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Cualquier cambio en el río, por insigni cante y aislado que este sea, supondrá un cataclismo para el
delicado equilibrio del ecosistema del Parque, afectando mucho más allá de donde se produjera. Por
ello parece imprescindible considerar al Parque Lineal como un conjunto indivisible, como una única
cuenca baja del Manzanares que, de ser dividida, sería destruida biológicamente.
El Paisaje del Parque
Horizonte de contrastes repleto de vida
El régimen de lluvias del Parque Lineal del Manzanares, en el centro peninsular, es limitado, debiendo
soportar largos periodos estivales en los que la escasez de agua es absoluta. El paisaje se conforma
así mayoritariamente por amplios espacios de aspecto hostil, que permanecen amarilleados la mayor
parte del año, explosionando es vivos colores durante los periodos de lluvia.
El aspecto yermo de estos espacios es engañoso, siendo el hábitat de especies vegetales y animales
de singular importancia. Especies que no existirían de no ser por el río Manzanares.
Es el río, conformado como el único espacio donde abunda agua y humedad todo el año, un vergel allí
donde se le deja libre, bañado todo el año por un privilegiado aporte solar. Estas condiciones hacen
del entorno del Manzanares un ecosistema fértil, de naturaleza desbordante, que de ser intervenido o
modi cado por el ser humano acabaría evolucionando con rapidez hacia un solar deserti cado, en el
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que la desaparición de de unas especies haría de otras una invasión que podrían ser más que una
molestia para el ser humano.
El paisaje natural así dibujado es el de un campo con horizontes de enormes contrastes, pasando del
bosque de galería que puebla el valle del río Manzanares, a los cerros yesíferos de duras condiciones
para la supervivencia. Ambos mundos, aparentemente contradictorios, viven en un permanente
equilibrio natural y complementario, girando constantemente en torno al río Manzanares, pero de una
simetría frágil que necesita ser protegida ante la creciente y voraz intervención humana.