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El Nino Que Cuida Ambiente

El cuento narra la historia de Julián, un niño que, inspirado por su abuelo, elige un caballo imaginario llamado Pinto como su amigo secreto para reflexionar sobre la importancia de cuidar el medio ambiente. A través de su deseo de estar en la naturaleza y su determinación por aprender sobre la ecología, Julián y su amigo Daniel comienzan a implementar acciones responsables para proteger los recursos naturales. Al final, Julián se siente feliz al ver que sus esfuerzos están dando resultado y se le presenta la oportunidad de convivir con la naturaleza en un parque nacional.

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El Nino Que Cuida Ambiente

El cuento narra la historia de Julián, un niño que, inspirado por su abuelo, elige un caballo imaginario llamado Pinto como su amigo secreto para reflexionar sobre la importancia de cuidar el medio ambiente. A través de su deseo de estar en la naturaleza y su determinación por aprender sobre la ecología, Julián y su amigo Daniel comienzan a implementar acciones responsables para proteger los recursos naturales. Al final, Julián se siente feliz al ver que sus esfuerzos están dando resultado y se le presenta la oportunidad de convivir con la naturaleza en un parque nacional.

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El nino que cuida

el ambiente
Paula María García Villegas Sánchez Cordero

Para niñas y niños de 4 a 8 años de edad


J ulián es un niño muy feliz. Cada domingo, su abuelo
le cuenta historias de cuando era niño. Mientras relata
sus vivencias, Julián se va imaginando al abuelo de niño
jugando con él y con un caballo que siempre soñó tener.
Un día, sentado en las piernas del abuelo, le preguntó:
–¿Lito? –como le decía.
–¿Tú también tenías un amigo secreto?
–Claro –respondió.
–¿Crees que pueda ser un caballo?
–Bueno –le contestó el abuelo dudoso y cuando iba
a responderle que no, rectificó y dijo –sí, tu amigo
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secreto puede ser quien tú quieras, lo único importante es que te sientas a gusto con él. ¿Por
qué no le platicas tu día? Lo bueno y lo malo–.
–Él siempre te hará reflexionar y ser mejor persona– continuó el abuelo,
–a él le puedes hablar cuando te sientas solo o incomprendido y verás
cómo las cosas se aclaran–.
–Un amigo secreto– dijo –es como tu conciencia, que te dice lo que
está bien y en lo que hay que mejorar cuando cometes un error,
que por cierto, siempre se puede arreglar si lo detectas a tiempo–.
–¿Y si le pides un deseo a tu amigo secreto, se te cumple?
–A mí me ayudaba mucho. Sí se te cumple –
respondió.
Julián se quedó pensativo, se paró y se fue a jugar
con su hermano y primos.
Al llegar la noche, antes de dormir pidió un deseo.
Quería estar cerca del mismo caballo que tenía su
abuelo en el pueblo en dónde pasó su infancia.
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A partir de esa noche, decidió que ese caballo sería su amigo secreto. Lo llamaría Pinto porque
sería café con blanco.
A él le contaría todo, sabía que podía confiar en él aunque no le respondiera directamente.
Además, Pinto le pondría mucha atención y lo escucharía.
–Te escogí a ti como amigo secreto porque no tengo a mi Lito todo el tiempo.
–Tú, igual que él, me haces caso, me ves a los ojos cuando te hablo y nunca tienes un celular
ni una tableta electrónica en la mano.
–¿Sabes?– le dijo a Pinto, –cada noche pido el mismo deseo–.
–Tu sabes que me gusta la ecología y cuidar el
ambiente, ¿verdad?– Imaginó a Pinto asentir.
Como siempre, cerró los ojos y se concentró mucho.
Otra vez, su anhelo era jugar entre la naturaleza para
recordar el olor a limpio que tiene el bosque. Quería
escuchar el sonido del viento y sentirlo pasar por
su rostro cabalgando con su caballo. En su mente,
llevaba la imagen de los diferentes tonos de verde,
café y amarillo que contrastaban con el cielo azul. 5
Con solo cerrar los ojos, estaba cabalgando, oliendo, escuchando y sintiendo. ¡Sus cinco sentidos
estaban alertas! Se sentía muy libre y protegido con Pinto. Quería ser parte de la madre naturaleza.
–¿Qué crees Pinto? Ya no quiero vivir entre edificios, camiones y coches. Hay demasiada
contaminación ambiental.
–Mira el cielo, es gris, siempre está triste porque el aire está contaminado.
–Y fíjate en la contaminación visual, los edificios, espectaculares y vías rápidas
en segundos pisos, bloquean la vista de lo poco natural que se puede ver.
–¿Ya escuchaste? Hay mucho ruido y me lastima los oídos, no tengo un solo
momento de silencio y tranquilidad. Es terrible la contaminación auditiva–,
le decía a Pinto.
–Uf, y ahora ve cómo están las coladeras, llenas de basura que cuando llueve
se va a los ríos y mares y se la comen los animales.
–¡Así no se puede vivir! tenemos que hacer algo –dijo Julián con determinación.
Cuando se quedó dormido, soñó que se escondía entre los árboles con sus amigos,
que corría sobre las praderas hasta atrapar a un saltamontes y que se echaba un
chapuzón en un lago.
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Al despertar estaba muy contento porque sintió que su sueño podía ser realidad.
Se puso a estudiar sobre cómo cuidar el ambiente. Se dio cuenta que era necesario hacer algo y
ya no explotar tanto los recursos naturales no renovables como el petróleo, el gas natural y los
acuíferos subterráneos porque poco a poco se están acabando.
Al llegar a la escuela, le dijo a Daniel, su mejor amigo, que lo acompañara a la biblioteca porque
quería investigar algo.
–¿A dónde vamos?– preguntó Daniel.
–A la biblioteca, me quedé a medias en la mañana y quiero saber para qué sirven algunos
recursos naturales no renovables.
–OK, vamos– dijo Daniel.
Daniel era un niño muy estudioso y buen compañero. Además, al final de cuentas, eran mejores
amigos y estaban dispuestos a sacrificar el recreo por aprender cómo cuidar el ambiente. Sabían
que la solidaridad entre amigos, es muy importante.
–Mira– le dijo Julián, –ya encontré un libro, dice que el petróleo sirve para producir gasolina
y plastilina y, el gas natural, para que haya fuego en las estufas.

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–Los acuíferos subterráneos, contienen el agua que está debajo de la tierra, y es el bien más
preciado para los seres vivos.
– ¿Te digo algo?, con pequeñas acciones individuales podemos hacer la diferencia para cuidar
los recursos naturales–, le dijo a Daniel.
–Sí, sí sabía.
–¿Hay que volvernos consumidores responsables ¿va?–. Expresaron los dos al mismo tiempo
y se rieron.
–Eso va a estar increíble. Empecemos desde ahora– dijo Daniel.
–Está bien, comencemos ¡ahora!
Al llegar a casa, Julián saludó a su padre, madre y hermana. Les platicó su
plan. Todos quisieron apoyar.
–Vamos a reutilizar las bolsas de plástico que hay en la casa cuando vamos
al supermercado; nos transportaremos en bicicleta; ahorraremos agua;
reportaremos las fugas de agua; pediremos a las autoridades que el transporte
público sea eléctrico y que haya más paneles solares.

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Semana tras semana llevaron al supermercado las mismas bolsas de plástico hasta que se
rompieron y las tuvieron que desechar, pero ahora, Lito, quién ya sabía de todo lo que harían, les
regaló una bolsa de mercado, de esas que se usaban en su pueblo.
–Toma Julián, Lita y yo te trajimos esta bolsa de supermercado. La vas a reusar una y otra vez
y así no vas a contaminar tirando bolsas de plástico que tanto dañan a los animales marinos.
–Sí–, le respondió Julián –tenemos que dejar de usar bolsas de plástico al ir al supermercado
o al menos reciclarlas. ¡Gracias Lito!
–¿Crees que Pinto, el caballo con el que sueño, se ponga contento?
–Mucho–, le respondió el abuelo. –Pinto, se va a poner feliz, pero más feliz debes estar tú,
siéntete orgulloso y contento de tus buenas acciones, me gustó mucho que dividieras la
basura en orgánica, inorgánica y reciclable; que pusieras una cubeta debajo de la llave
mientras arreglamos el lavabo para que no desperdiciara el agua y que apagaras la luz para
ahorrar energía.
Otro día, con la caja de cartón en la que venían sus zapatos, en lugar de tirarla, la pintó y ahora la
usa para guardar sus juguetes.

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Con estas acciones, en la familia todos dejaban volar su imaginación y antes de comprar algo,
pensaban si podían reutilizar las cosas o darles un uso distinto y útil.
En sus fiestas de cumpleaños, empezaron a usar vasos y platos que reutilizaban año tras año.
También reciclaban el papel. En su casa nada se desperdiciaba.
Después de un mes, le dijo a Daniel –¿Sabes lo que son las tres R´s?–.
–Sí–, respondió Daniel. –Reducir, reutilizar y reciclar–.
–¡Sí!– sonrió Julián.
Cada vez eran más amigos los que se unían para cuidar el planeta Tierra. Tanto, que la naturaleza
les empezó a responder muy bien.
Un día, durante un partido de fútbol en el recreo,
Julián sintió que Pinto le decía algo.
–Miren, les dijo a sus amigos, quienes por un
momento voltearon hacia el cielo.
Estaba azul, con bellas nubes blancas. Clarito,
una se parecía a Pinto, era un caballo perfecto.
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–¡Un caballo!– gritó Daniel –¿ya vieron?, ¡las nubes tienen forma de caballo!
–¡Es cierto!–, exclamaron.
Entonces Julián recordó el deseo que tuvo en su sueño, cabalgar en el bosque con Pinto, correr en
la pradera y nadar en un lago.
–Si todos actuamos igual, como consumidores responsables– les dijo–, se podrán reestablecer
los hábitats de los animales que están en peligro de extinción.
–El lobo gris mexicano, el jaguar y el armadillo gigante podrán tener un lugar en dónde
comer, dormir, reproducirse y vivir felices, continuó.
–Los diversos ecosistemas como los desiertos, bosques y selvas se recuperarán poco a poco.
–Además, animales como las tortugas marinas y los delfines ya no tendrán que nadar entre
basura ni tampoco confundirán la comida con las bolsas de plástico–, concluyó.
De pronto un aire, hizo que Pinto se fuera y su imagen se difuminó en el cielo.
–Gracias Pinto, gritó Julián hacia el cielo.
–¿A quién le hablas?– le preguntó Daniel. ¿Quién es Pinto?
–Nada que importe para el partido de fútbol– respondió.
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Los niños siguieron jugando hasta el final del recreo, sabían que cuidar el ambiente y respetar a
los animales son acciones para su propio bien y el de las generaciones futuras.
Ese día, Julián llegó a casa contento. Sus padres le dijeron que irían a un parque nacional que está
cerca de la ciudad.
–Allí tienen un caballo que se llama Pinto–. Le dijo su madre.
–Hay un lago cerca en el que se puede nadar– continúo su padre.
–Van a ir Lita y Lito ¿quieren venir?
Por un momento, Julián pensó que su corazón dejaba de latir y su respiración se paraba.
¡Su deseo se había hecho realidad!
¡Sí, sí quiero ir al bosque para convivir con la naturaleza!

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