La Dignidad Humana: Núcleo Duro de los
Derechos Humanos.
Aristeo García González*
“La libertad, don excelente de la Naturaleza,
propio y exclusivo de los seres racionales,
confiere al hombre la dignidad de estar
en manos de su albedrío y de ser dueño
de sus acciones”
Carta Encíclica Libertas Praestantissimum
León XIII, 1888
1. Consideraciones Previas
El ser persona implica, entre otros atributos, la capacidad de poder relacionarse e interactuar con los
demás individuos. Ello en virtud de que la sociedad ha sido creada por el mismo hombre, quien ha su vez a
contribuido a organizarla conforme sus intereses, es decir, procurando alcanzar su felicidad. En esa
búsqueda de felicidad, el ser humano ha diseñado mecanismos de defensa que le permitan salvaguardar uno
de sus atributos más preciados: su dignidad.
En este contexto, la idea de protección a la dignidad humana se introdujo en el Derecho positivo, tanto
a nivel internacional como nacional, sobre todo a consecuencia del movimiento de defensa de los derechos
humanos que tiene verificativo en la segunda mitad del siglo XX.
A partir de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, así como de los dos Pactos de
Naciones Unidas sobre los derechos civiles y políticos y los derechos económicos, sociales y culturales, en
sus respectivos Preámbulos se reconoce que la dignidad es inherente a todas las personas y constituye la
base de los derechos fundamentales, por lo que se ha convertido en el valor básico que fundamenta la
construcción de los derechos de la persona como sujeto libre y partícipe de una sociedad.
De modo similar a lo que sucede con los citados instrumentos internacionales, la dignidad humana se
ha incorporado a los ordenamientos jurídicos nacionales de los Estados, predominantemente en el marco de
un reconocimiento general como principio fundamental, es decir, en los textos de naturaleza constitucional.
Aún y cuando el concepto de dignidad humana tuvo su inicial conformación en el cristianismo, con el
tiempo también ha ido adquiriendo un carácter histórico, y por ende, en sectores como el político y jurídico se
le ha vinculado con otros conceptos, como la autonomía, la libertad y la igualdad, que en su conjunto han
constituido “valores básicos superiores”, que sirven como referente a la hora de inspirar normas básicas de
Derecho, en específico, aquellas que van a reconocer derechos esenciales de la persona, tanto en el ámbito
nacional como internacional.
Dada la importancia del reconocimiento de la dignidad humana como fundamento de los derechos en
el contexto de la norma constitucional y los documentos internacionales, es preciso establecer una
aproximación a su concepto.
2. Una Aproximación Conceptual a la Dignidad Humana.
Si bien, en la antigüedad existen algunas precedentes que han servido en la construcción del concepto
moderno de la dignidad, es preciso señalar que su sentido actual, arranca con el tránsito a la modernidad,
esto es, el concepto de dignidad humana como fundamento de los derechos del hombre, en donde cada uno
de nosotros es poseedor de una dignidad, es decir, somos dignos.
En este contexto, algunos autores le han denominan dignidad del hombre; otros le llaman dignidad
humana; en cambio, algunos más afirman que se le debe llamar dignidad de la persona humana; también
suele llamársele dignidad del ser humano. Sin embargo, la denominación, per se, no es lo más importante,
sino lo que verdaderamente tiene relevancia es su contenido semántico y la forma a través de la cual debe ser
protegida la dignidad.
Partiendo del significado etimológico, el término dignidad, proveniente del latín dignitas, cuya raíz
es dignus, que significa “excelencia”, “grandeza”, donde cabe agregar que la dignidad que posee cada
individuo es un valor intrínseco, puesto que no depende de factores externos.
Así, la palabra dignidad no sólo significa grandeza y excelencia, es decir, el portador de esta cualidad
no sólo se distingue y destaca entre los demás, sino también denota un merecimiento a un cierto tipo de trato.
Por lo anterior, la dignidad se puede definir como “la excelencia que merece respeto o estima”.
Ejemplo de lo anterior es el caso de una persona que ocupa un alto rango o un puesto elevado y posee una
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dignidad, lo que exige a los demás una respuesta particular, pero esto no le hace acreedor a una mayor
dignidad que el resto, ya que ésta, es igual para todos los seres humanos, sin importar su condición o puesto
que desempeñe. De ahí que deba existir una relación entre dignidad humana y los derechos el hombre.
Entonces, inicialmente, podemos entender a la dignidad como aquel valor inalterable que posee toda
persona por el hecho de contar con capacidad para razonar y decidir, que los otros entes no poseen.
Con lo anterior, podemos darnos cuenta que todos los seres humanos somos iguales en la medida en
que todos somos portadores de una dignidad común, y por encima de todas las diferencias que nos
individualizan y nos distinguen unos de los otros, es decir, todo ser humano posee dignidad sin importar la
condición en que se encuentre.
Aunque también cabe precisar que el uso constante del concepto de dignidad humana y la
contundencia de los argumentos suele marcar ciertas imprecisiones y con ello se corre el riesgo de convertirla
en una expresión vacía. Esto significa que en nombre de la dignidad se puede llegar a soluciones
radicalmente contrarias sobre temas fundamentales que hoy día son de relevancia, ya no sólo para el
individuo, sino para la sociedad misma, entre las que se encuentran las formas de provocación y manipulación
genéticas, el aborto, la disponibilidad de órganos humanos, los experimentos médicos con personas y la
eutanasia, etc..
Si bien las posturas ideológicas sobre la dignidad son muy variadas, en el contexto de los Derechos
Humanos, y desde una perspectiva doctrinal, la noción de dignidad constituye el valor de cada persona, el
respeto mínimo de su condición de ser humano, lo cual impide que su vida o su integridad sea sustituida por
otro valor social.
De ahí que la dignidad humana se erige como principio esencial de los valores de autonomía, de
seguridad, de igualdad y de libertad. Valores estos que fundamentan los distintos tipos de derechos humanos.
El concepto de dignidad puede abordarse desde dos ópticas. Por un lado, como una determinada
forma de comportamiento de la persona, precedida por su gravedad y decoro. Por el otro, como la calidad que
se predica de toda persona, con independencia de cual sea su específica forma de comportamiento, pues ni
tan siquiera una actuación indigna priva a la persona de su dignidad.
En palabras de González Pérez, la dignidad es el rango o la categoría que corresponde al hombre
como ser dotado de inteligencia y libertad, distinto y superior a todo lo creado, y que comparte un tratamiento
concorde a todo momento con la naturaleza humana.
En tal virtud, la dignidad humana está dentro del ser de cada persona, surge en el preciso momento en
que ésta empieza a existir y se convierte en parte de los valores morales del ser humano. Esos valores serán
los que determinarán su conducta, y al momento de ser el hombre autónomo, podrá decidir haciendo uso de
su libertad.
De lo anterior se desprende que la dignidad, en el contexto de los Derechos Humanos, es la que posee
el hombre al momento en que inicia su desarrollo vital, consolidándose al convertirse en persona. De ahí que
corresponda a todo ser humano y sea exclusiva del mismo, traducida en la capacidad de decidir libre y
racionalmente cualquier modelo de conducta, con la consecuente exigencia de respeto por parte de los
demás.
3. La Dignidad Humana, Valor Fundamental de la Sociedad.
Sin duda, el ser humano se ha caracterizado porque su vida gira en torno a un ámbito social, por lo
que debe establecerse un orden normativo, económico y social que esté al servicio del mismo y que le permita
a cada hombre cultivar su propia dignidad. Por eso, la dignidad humana requiere que el hombre actúe según
su conciencia y su libre elección; por lo que los hombres siendo más conscientes de su propia dignidad,
podrán respetarse unos a otros.
Así, la dignidad humana, en la modernidad, aparece en un contexto intelectual que ha superado los
avatares históricos, ubicándose en un proceso de humanización y de racionalización que acompaña a la
persona y a la sociedad. Para lo cual, cuando se hace la reflexión de la dignidad dentro de un ámbito que
corresponde a una sociedad bien ordenada, no se describe la realidad, sino el deber ser de la misma. De ahí
que la dignidad humana sirva como un referente inicial, un punto de partida y también un horizonte final, un
punto de llegada, por lo que podría llamarse un derecho positivo justo.
3.1. La Dignidad Humana, Fundamento de los Valores Superiores.
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En el ámbito del Derecho, la dignidad humana no sólo significa superioridad de los seres humanos
sobre los animales, sino que es, siguiendo a Peces-Barba, la dignidad humana será un fundamento de la ética
pública de la modernidad, siendo el prius de los valores políticos y jurídicos y de los principios y los derechos
que se derivan de esos valores[.
Por ello, hay quienes apuntan que la dignidad humana es el principio guía del Estado, dado que se
presenta en dos sentidos, por un lado, el individuo queda libre de ofensas y humillaciones –negativa–;
mientras que, por el otro, le permite llevar a cabo el libre desarrollo de su propia personalidad y actuación –
positiva–].
Esto es, en strictu sensu, la dignidad únicamente pertenece a los individuos, en virtud de que se
presenta en la persona como sujeto individual único e irrepetible, con una naturaleza racional y,
especialmente, con imperativos morales absolutos e incondicionales.
En palabras de Kant, la dignidad constituye un valor para el que no se puede ofrecer ningún
equivalente, esto es, la dignidad posee un carácter absoluto porque no permite la negociación, La dignidad de
la persona supera cualquier cosa que tenga un precio, y es el valor irremplazable de un ser con el que nunca
se puede negociar-
Añade Kant “la dignidad es el atributo de un ser racional que no obedece a ninguna otra ley que la que
él mismo se da”. Por lo tanto, “la autonomía es el fundamento de la dignidad de la naturaleza humana o de
toda naturaleza racional”, de ahí que el hombre tenga dignidad, no precio. Bajo tal perspectiva se entiende su
Teoría del Imperativo Categórico como regla moral de actuación, pues indica al ser humano: “obra de tal
modo que te relaciones con la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un
fin y no como un medio”.
Por ello, la naturaleza humana y la persona humana son realidades complementarias, donde todos los
hombres somos iguales. Partiendo de la idea de persona, ésta se puede concebir como un ser libre en su
comportamiento y en su capacidad de elección de los fines y metas que se proponga; un ser que dispone
de conocimiento, especialmente en el campo de los valores y que actúa y decide en función de convicciones
íntimas que no afectan las prerrogativas y libertades de otras personas, en tanto sujeto de derechos y
obligaciones.
a) Valores Básicos Superiores de la Dignidad.
Al convertirse la dignidad en un valor fundamental, no sólo para el individuo sino también para la
sociedad, los juristas la han consideran como el pilar principal de toda convivencia gregaria, siendo en el
ámbito de la doctrina donde se puede comprender lo que significa ser persona, portadora de dignidad.
Ello en virtud de que la dignidad humana “[…] constituye una expresión del máximo respeto y valor
que debe otorgarse al ser humano en virtud de su condición humana”.
Por tal motivo, la dignidad humana se erige como principio de los valores de autonomía, de seguridad,
de igualdad y de libertad. Valores que fundamentan los distintos tipos de derechos humanos. De ahí que “[…]
la dignidad humana sea el fundamento y la razón de la necesidad de esos valores superiores, es la raíz última
de todo [...] su inclusión entre los valores superiores no es metodológicamente correcta, puesto que éstos son
los caminos para ser real y efectiva la dignidad humana”.
En consecuencia, la dignidad se convierte en el atributo “de un ser racional que no obedece a ninguna
otra ley que la que él mismo se da”, como afirma Kant. Por lo tanto, la autonomía sirve como fundamento de la
dignidad de la naturaleza humana o de toda naturaleza racional. Así, “cuando algo tiene precio, en un lugar
puede colocarse algo diferente como equivalente; en cambio, aquello que está por encima de todo precio y,
por tanto, no tiene ningún equivalente, posee dignidad”, y la “persona no puede ser tratada como un medio
sino que tiene que ser en todo momento utilizada al mismo tiempo como fin; en ello consiste la dignidad”.
Por lo que la idea de la dignidad humana, o valor atribuido a cada persona humana, no puede ser
sustituida por ninguna otra. Sin embargo, sus limitaciones pueden verse en los propios valores básicos que la
erigen, como lo son la autonomía, la seguridad, la libertad o, inclusive, igualdad.
En este contexto, la dignidad humana se constituye como el sustrato y el punto de partida de todos los
derechos humanos que se diferencian a partir de ella, y a la vez actúa como un punto de vista que da
perspectiva a los diferentes derechos humanos lo que permite entenderlos e interpretarlos.
Partiendo de la esencia del hombre, considerándola como “aquello por lo que una cosa es lo que es”,
esto es, lo que determina al ser de una manera y no de otra, en lo que respecta al hombre, su esencia es lo
que determina su modo de ser. De ella se deriva una serie de propiedades fundamentales que tienen los
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entes que son participes de una misma esencia. Las personas entienden porque tienen una naturaleza
racional, pero, además de que poseen raciocinio, también cuentan con un espíritu, el cual les ayudará a ser
dueños de sus actos, conscientes de sí y con una finalidad que será trascendente en el tiempo.
Cada individuo de la especie humana es persona, es decir, un sujeto único dueño de sí mismo, de sus
actos, consciente de sí y con una finalidad que constantemente busca y trata de cumplir. Siendo esto alcanzar
el logro de su felicidad anhelada.
Esto es, al ser la persona dueña de sus actos, se percibe la existencia de valores en ella misma,
puesto que no surgen del espacio, ni se dan de los propios sentidos, sino que simplemente captamos y
develamos a partir de la dimensión espiritual con la que cuenta cada uno de los hombres. Los valores no se
pueden tocar, ni oler, ni mucho menos ver, pues son como una sustancia inmaterial, siendo ésta una
limitación que impone la naturaleza a la persona respecto a los valores, pero lo que no impide de modo alguno
es que se reconozca en su existencia objetiva (en sí) a estos valores morales. Siendo los valores parte del ser
ideal del hombre, tienen una existencia objetiva que los excluye de la conciencia que los capta. Por ello,
solamente existen y están allí, y el hombre penetra en ellos a partir de su dimensión espiritual. Pues éstos
serán los que lo obliguen adecuar su conducta a ellos, y lo llevarán a la permanente búsqueda de su
perfección.
Bajo esta perspectiva, el humanismo fundamenta el valor de la persona humana en dos cuestiones;
primero, la persona es un individuo; y, segundo, la persona tiene una dimensión moral. En la primera
encontramos cómo la individualidad del hombre es lo que determina que cada uno de nosotros sea único e
irrepetible. Pues esto es lo que le da valor a cada ser humano, siendo ese un valor único, incalculable e
inaccesible.
El valor moral que le da el humanismo al individuo, es por el hecho de que cada hombre vive bajo su
propia responsabilidad moral. Así, cada uno de nosotros está frente a los valores y la responsabilidad de
hacerlos cumplir dependerá de nosotros mismos, puesto que nadie los puede realizar por nosotros, ni mucho
menos cumplirlos bajo nuestra responsabilidad.
La dignidad del hombre es, entonces, originalmente un valor moral y toda persona está capacitada
para su autorrealización. Es por ello que el Estado está obligado a protegerla en el marco de sus
posibilidades.
Al ser los valores morales captados por el hombre a partir de su dimensión espiritual, lo obliga, le
exige, adecuar su conducta a ellos, razón por la cual el ser humano constantemente debe estar en busca de
su perfección.
Así, la dignidad de la persona constituye un “prius” respecto de todo ordenamiento jurídico-positivo,
por lo que los derechos que le son inherentes constituyen el fundamento de toda comunidad humana. De
donde se establece que el hombre no existe para el Estado, sino que el Estado es el que existe para el
hombre.
4. El Ámbito Constitucional de la Dignidad Humana.
La vida en sociedad exige su regulación por parte de las normas que se han creado para ello. Las
normas deben ser aplicadas de manera igualitaria para todos sus miembros. Por ello, la igualdad
constitucional es definida como “igualdad ante la ley”.
Afirmación respecto a la cual no existe duda, ya que se ha analizado la importancia que implica ser
portador de una dignidad, misma que debe serle reconocida de manera igualitaria a todos los individuos como
sujetos partícipes de la misma y que cuentan con derechos y obligaciones al interior del Estado.
Si bien es cierto que la dignidad es un concepto universal, que debe ser considerado en todo
ordenamiento jurídico interno, serán los Estados quienes se encarguen de protegerla e incluirla dentro de su
normativa, a fin de hacerla efectiva. Para lo cual resulta indudable que la ley constitucional es la sede más
adecuada para ello.
En la actualidad existe un gran número de normativas fundamentales que han incorporado el concepto
de dignidad humana a sus Constituciones. Ejemplo de lo anterior lo es la Constitución griega, misma que en
su Título denominado “Dignidad Humana”, señala: “El respeto y la protección de la dignidad humana
constituye la obligación primaria del Estado”.
Cabe destacar, que al ser la dignidad un parte importante de los individuos, será el Estado quien la
tendrá que garantizar para que pueda ser concretada, para que el propio individuo pueda actuar y realizarse
conforme a su dignidad.
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La propia Ley Fundamental griega establece: “La soberanía popular es la base de la forma de
gobierno” ; en tal virtud, al considerar que la dignidad humana es parte de la forma de gobierno, en Grecia se
pone de manifiesto que la base fundamental para dicho Estado es la persona, y que aunado a ello, el Estado
la considera como un elemento que forma parte esencial de la consolidación de su ordenamiento jurídico.