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Tesis 3

El documento explora la 'Movida Juvenil' y su dualidad, destacando tanto su dinamismo creativo como su potencial desestabilizador en la sociedad. Se analizan conceptos de cultura y contracultura, enfatizando la importancia de factores como generación, género, clase social, etnicidad, territorialidad y estilo en la formación de subculturas y tribus urbanas. Además, se discute la conducta juvenil, diferenciando entre la búsqueda de objetivos instrumentales y la expresión personal, y se plantea el desafío de convertir el tiempo libre en un espacio de enriquecimiento personal.

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Tesis 3

El documento explora la 'Movida Juvenil' y su dualidad, destacando tanto su dinamismo creativo como su potencial desestabilizador en la sociedad. Se analizan conceptos de cultura y contracultura, enfatizando la importancia de factores como generación, género, clase social, etnicidad, territorialidad y estilo en la formación de subculturas y tribus urbanas. Además, se discute la conducta juvenil, diferenciando entre la búsqueda de objetivos instrumentales y la expresión personal, y se plantea el desafío de convertir el tiempo libre en un espacio de enriquecimiento personal.

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231 OCIO AUTOTÉLICO Y EDUCACIÓN 231

SOCIOLOGÍA DE LA MOVIDA JUVENIL: LAS TRIBUS URBANAS

Paciano Fermoso E.
Universidad Autónoma de Barcelona

INTRODUCCIÓN

La “Movida Juvenil” tiene doble sentido. Por su lado positivo significa la dinamici-
dad, la creatividad, las sugerencias y las novedades introducidas por los jóvenes en
la sociedad, en abierta oposición a la cultura adulta. Son muchas, ricas y variadas.
Por su lado negativo denota la singularidad e identidad de las acciones juveniles, di-
luidas y difusas, que desequilibran la sociedad parental. Sería más gratificante ocu-
parse de la movida juvenil positiva, pero por necesidad programática lo haré sólo de
la negativa o peyorativa. Opción desagradable para un profesor universitario, que
palpa y comprueba diariamente la dedicación al estudio de miles de jóvenes -mayo-
ría- que se sacrifican gustosamente para encarar con esperanza su futuro personal y
laboral.

LÍMITES Y ACOTACIONES

El estudio de las subculturas juveniles y de las “tribus urbanas” ha de ser necesa-


riamente interdisciplinar; interfieren varias ciencias sociales: Psicología, Sociología,
Antropología, Etología, “Medios”, Criminología, etc. En la imposibilidad de atender a
todas sus aportaciones, pondré especial cuidado en los aspectos sociológicos y an-
tropológicos, en la estructura de los grupos de iguales y liderazgo, en la anomía, en
la violencia instrumental y expresiva (1), en el conflicto interracial, en la intensidad re-
lacional, en la territorialidad, en los sistemas culturales, en la producción y transmi-
sión culturales, etc.

(1) Cfr. Riches, D.(Ed.): Antropología de la violencia, Madrid, Pirámide, 1988.


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Conceptos de cultura y contracultura


Concepto de Cultura. Hace medio siglo se registraron ya 134 definiciones diferen-
tes (2), en las que han dejado su sedimento “teorías” y “concepciones filosóficas”.
Son clásicas las de Taylor, Boas, Kroeber, Malinowski y Kluckhohn (3).
Aunque la cultura es el conjunto de manifestaciones, símbolos y medios mediante
los cuales el hombre ha modificado la naturaleza, más la suma de sus interpretacio-
nes y conceptualizaciones, sin embargo, acumulando las características presentes
en las definiciones más difundidas, podría definirse como la suma de pautas de con-
ducta, creencias, tabúes, mitos, religiones, símbolos, valores, costumbres, modelos,
sistemas sociales, innovaciones, artefactos y modificaciones hechas por el hombre
en la naturaleza.
Concepto de Contracultura. Es la oposición articulada y compleja, en determina-
dos momentos históricos, a la cultura hegemónica o dominante, que aboga por ins-
taurar instituciones políticas y modos ideológicos alternativos a los recibidos por
transmisión de las generaciones precedentes y comúnmente aceptados por la mayo-
ría de los miembros de la sociedad. Su período de transición puede ser superior a 20
años y sus cómplices son la escuela, la familia, el tiempo libre y los ámbitos labora-
les. La cultura juvenil busca su identidad y su distinción de las generaciones adultas.
Cuestiona la visión del mundo en la que se basa la sociedad, regida por normas, a
las que contradicen con desorganización y derribo de la ley; deseo y aspiración de
cambio, de innovación, de sensibilidad social frente a las desgracias colectivas o per-
sonales; de aniquilamiento del mundo corrupto, de la pobreza, de la miseria, del ham-
bre y de la injusticia; la adicción o consumo de los medios de comunicación e infor-
mación, principalmente de la música y TV; y, finalmente, la recriminación plausible
contra la sociedad que les ha conducido al paro, a la dificultad de adquirir vivienda
propia y de disfrutar de los servicios sociales básicos (4).
Concepto de Contracultura y Culturas Juveniles. Es la encarnada en una minoría
cultural, no integrada en la cultura dominante, que se posiciona subalternadamente,
en relación a una cultura hegemónica. En el caso de la juventud, cabría hablar de
“culturas juveniles”, porque difícilmente pueden cohesionarse los diferentes movimien-
tos en esta edad que ha sido considerada de tránsito, pero que, por su peso específi-
co, es un elemento básico de las sociedades modernas, principalmente después de la
segunda guerra mundial. Los jóvenes reclaman para sí independencia de la genera-
ción adulta, a la que contradicen y enmiendan. Las relaciones de los jóvenes con la
cultura hegemónica adulta está mediatizada por instituciones, organismos controlado-
res, clase social, escuela y “medios”. En una palabra, la contracultura juvenil es una
microcultura, un subconjunto dentro del universo dominante de los adultos; es una
manifestación más del proceso de socialización secundaria, que provoca al joven para

(2) Cfr. Kroeber, A.L. y Kluckhohn, C.: Culture: a critical review of concepts and definitions,
Cambridge (Mass.), Harvard University, 1952.
(3) Cfr. Fermoso, P.: Cultura: el medio cultural y tecnológico como condicionante de la educación, en
AA.VV. : Filosofía de la Educación hoy, Madrid, Dykinson, 1989, pp. 54-55
(4) Cfr. Arregui, F.: Los jóvenes y la violencia, en Pantoja, L. (Ed.): Nuevos espacios de la educación
social, Universidad de Deusto, Bilbao, 1998, pp. 45-58
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disentir y configurar su propia identidad. Cabe insistir en que la contracultura juvenil


atiende de forma preferente a los estilos y modos de ocupar el tiempo libre, espacio
en el que los jóvenes se encuentran más a su gusto, porque en él, como en ningún
otro, se sienten libres y contactan con sus iguales para agruparse y oponerse, siendo
ellos. Lógicamente los grupos emergentes en este espacio son múltiples, porque múl-
tiples son también las respuestas dadas a la cultura adulta estimulante. No siempre
este forcejeo merece el calificativo de “contracultura”, pues sólo es aplicable a algunos
momentos históricos, en los que adquiere significación y ponderación.

Las culturas juveniles, como queda sugerido, son tributarias de factores siempre
determinantes. Me estoy refiriendo a la generación, al género, a la clase social, a la
etnicidad, a la territorialidad y al estilo.

En primer lugar, la generación, cuyos componentes son coetáneos, han interiori-


zado acontecimientos importantes en sus vidas, se identifican con estilos y maneras
de existir, cargan su memoria de sucesos compartidos y aglutinan o absorben lo ca-
racterístico de un lapso de tiempo, que cada vez es más breve, dada la rapidez verti-
ginosa de los cambios en los sistemas de producción, en las concepciones artísticas,
en las modas, etc.

En segundo lugar, el género, condicionante cada vez más influyente, porque la


mujer está conquistando cotas de poder y de presencia activa en la sociedad. Creen
algunos que el siglo XXI se distinguirá, entre otras variables, por la presencia cre-
ciente de la mujer en la cultura. Los movimientos juveniles, otrora netamente mascu-
linos, han dejado de serlo, porque la calle y las zonas de tiempo libre están invadidas
igualitariamente por ambos géneros, porque son ya mayoría en las aulas universita-
rias, porque tienen independencia en la movilidad y transporte y porque escriben y
opinan en cantidad y cualidad no inferiores a la de los varones.

En tercer lugar, la clase social ha sido decisiva en el origen y evolución de las


“tribus”, tal y como veremos en el apartado descriptivo de las subculturas juveniles
en la segunda mitad del siglo que ha terminado. Es cierto que en gran parte han pro-
cedido de barrios obreros, pero también existe alguna alimentada prioritariamente
por jóvenes de las clases medias y altas. De nuevo están presentes la socialización
primaria, en el seno de una familia y cultura concretas, y la secundaria fuera de la fa-
milia. La posición social alta borra la oposición a la generación adulta y la propia ela-
boración de otra forma existencial.

En cuarto lugar, la etnicidad, como queda patente en las ciudades que han recibido
mayor número de inmigrantes, ubicados generalmente en suburbios, en los que predo-
mina alguna etnia. Los descendientes -segunda generación- de los inmigrantes han sido
socializados en una cultura familiar, en abierto contraste con la hegemónica en el país
que los recibió. Se sienten desenraizados, porque no se identifican con la cultura pater-
na, ni con la que respiran en las escuelas, la calle, etc. En los barrios obreros de emi-
grantes han aparecido muchas de las “tribus urbanas” de la movida juvenil.

En quinto lugar, la territorialidad, que no siempre coincide con el barrio; pero lo


cierto es que la juventud busca y reserva zonas en donde ocupar el tiempo libre. El
territorio no es sólo la calle y las discotecas, sino el campo de fútbol, por ejemplo, en
los hooligans. Otro ejemplo de territorio extraurbano son las “rutas”.
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Y finalmente el estilo, que es la forma de expresar simbólicamente mediante la in-


dumentaria, la música, la jerga, la ideología, las fiestas, el baile, la lectura, las publi-
caciones periódicas, las motos y todo tipo de actividades peculiares (5).

Subcultura juvenil

No siempre toda contracultura juvenil es una subcultura. Se distingue ésta por las
características propias de la contracultura, pero con una añadida, que es su total ale-
jamiento y una absoluta independencia y desintegración de la cultura hegemónica
adulta o parental.

La subcultura juvenil -en el sentido indicado- es un constructo espaciotemporal


aplicable a quienes salieron de la infancia y aún no pueden considerarse adultos,
aunque lo sean por su edad, pues en las sociedades desarrolladas se ha originado
un nuevo período vital entre la niñez y la adultez. Es la juventud, que abarca la cohor-
te de 13-25 años, subdividible en pubertad (12-14), adolescencia (15-18) y estricta-
mente juventud (19-25). La subcultura juvenil disfruta de todas las prerrogativas de la
contracultura y de la subcultura; es una época de tránsito, pero que, al ampliar su in-
tervalo cronológico, no quiere subsistir emparedada y sin identidad propia. No son,
pues, transición a la vida adulta, sino llana y sencillamente jóvenes, ellos mismos, sin
referencias al antes y al después. El desarrollo industrial y la cualificación exigida por
las tareas laborales les confieren la categoría de estudiantes, porque se preparan
para el mercado de trabajo, en el que no pueden penetrar e insertarse sin la forma-
ción exigida. La industrialización, de manera artificial, ha creado una etapa existen-
cial, no exigida por el crecimiento físico ni por el desarrollo psíquico; no existe en so-
ciedades primitivas, en las que, alcanzada la capacidad genésica y aprendidas las
artes de la caza, pesca y rudimentos artesanales, los jóvenes son sujetos de llamati-
vos ritos antes de entrar a formar parte de los adultos.

El carácter estudiantil de los jóvenes en nuestra sociedad explica los amplios már-
genes de tiempo libre -vacaciones, puentes, horas vacías en la vida escolar, etc.- que
les singulariza y desconexiona de las responsabilidades que debieran asumir por su
edad. Maduran más tarde que sus compañeros insertos ya en el trabajo. Y, cuando la
motivación escasea, abunda la plétora visceral y es escasa la información y desarrollo
cognitivo, se exponen a ocupar su tiempo libre en vagatelas, fruslerías o algaradas. Si
se suman el ambiente relajado y deteriorado de algunos barrios o la abundancia con-
sumista de otros, el caldo de cultivo de bandas y tribus está servido.

El empleo del tiempo libre juvenil varía en los días laborales y festivos. Pocas
son las horas disponibles en los días laborales y, en todo caso, son dedicadas a ver-
se con los amigos, a estudiar, a la lectura, a la práctica del deporte, a aficiones o ho-
bbies, al cine, música y teatro; pocos al baile o discoteca. En cambio, en la última en-
cuesta de la Generalitat a la juventud -cohorte de 13-29 años- el 37% pertenece a al-
guna asociación y los fines de semana emplean el tiempo libre a estar con los ami-
gos (75´4%), al deporte (29%) y a la discoteca-baile (40´7%).

(5) Cfr. Feixa, C.: De los jóvenes, bandas y tribus, Barcelona, Ariel, 1998, pp. 84-103.
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La proliferación de tribus y bandas juveniles es la consecuencia de una serie de


factores de la sociedad industrializada y migratoria:

1º. Posibilidades del Estado del bienestar debido al crecimiento económico soste-
nido, que busca en la juventud consumidores.

2º. La creciente libertad juvenil, al ceder autoridad la generación adulta, condujo


a la rebeldía contra el padre y contra toda forma represiva o autoritaria.

3º. Los teenagers se han convertido en mercado consumista, atraidos por las mo-
das, las “marcas”, la música, etc.

4º. Los medios de comunicación han creado una cultura juvenil popular interna-
cional y han desenraizado a sus miembros de la familia y grupos naturales para zam-
bullirse en lo aceptado por sus coetáneos.

5º. La erosión de la moral puritana, gracias a la secularización de las costumbres


y la implantación de costumbres relajadas (6).

Conviene recordar ya dos clases de conducta juvenil. Por una parte, la conducta
juvenil instrumentalista, que persigue objetivos escolares, impuestos por la produc-
ción, la libertad de mercado, la racionalidad y la tecnología; y por otra, la conducta ju-
venil expresiva, que pospone la cualificación y los conocimientos que les insertarán
en el mundo laboral y vida activa, para embriagarse con los medios de autoexpre-
sión: lenguaje, gestos, música, baile, vestimenta, grafitti... El desafío a los educado-
res no es otro que convertir la conducta juvenil expresiva en instrumentalista, o sea,
transformar el tiempo libre en ocio y enriquecimiento.

La subcultura juvenil es consecuencia de tres escenarios culturales. En primer lu-


gar, la cultura hegemónica o mayoritaria en la sociedad, transmitida a través de la
escuela, medios de comunicación y otros órganos de control homogeneizador; en
segundo lugar, la cultura parental, típica de la familia, de las etnias y de las clases
sociales, condicionada por el vecindario, las redes de consanguinidad y afinidad, etc.;
y en tercero y último lugar, la cultura generacional, patente principalmente en los es-
pacios del ocio (baile, discotecas, bares, etc.), ajenos a la escuela y a los padres.

Concepto de tribus urbanas

Las bandas urbanas están íntimamente unidas a la subcultura juvenil, por lo que
el conocimiento de estos movimientos juveniles completará su concepto.

Concepto de Banda (Gang). Agrupación juvenil de carácter informal, propia de los


ámbitos urbano-populares, que se caracteriza por la conciencia de grupo, por la vin-
culación a un territorio local, por el liderazgo situacional y por la solidaridad moral en-
tre sus miembros. La banda, espontánea en un principio, se integra a través del con-
flicto, que la conduce a desencadenar batallas, desórdenes espaciales y urbanos. Es
una especie de microcultura, localizable en barrios urbanos de cualquier clase social.

(6) Cfr. Ibid., p. 43.


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Concepto de urbano. Se ha dicho que lo urbano comprende número abultado de


habitantes, densidad demográfica y modo de vida peculiar. Hay que añadir la inco-
municación, el anonimato, la dificultad de encontrar vivienda, el acceso fácil a la cul-
tura, el alejamiento del “campo”, el mayor control de natalidad, etc.
Entre los significados atribuidos a la palabra “tribu”, el Diccionario la define como
“conjunto de gente nómada del mismo origen que obedece al mismo jefe”. Se aplica,
por analogía, a las tribus juveniles urbanas etiquetadas, de sabor étnico en algunas,
estudiantes en general, obsesionadas por la moda y el consumo, que vagan por ba-
rrios y distritos en busca de “juerga”, camorra y pelea, o al menos de diversión des-
controlada y, a veces aunque no necesariamente, subversiva, porque en ella imperan
otras leyes, que les confieren también cierta seguridad y amparo. Se distinguen unas
de otras, en su apariencia, por el corte de pelo, la vestimenta, etc.; y se “bautizan”
con pomposos nombres ingleses, dado su origen geográfico. Las tribus son producto
de ciertas subculturas juveniles, no de todas. No existe sinonimia entre subcultura ju-
venil y tribu urbana.
La tribu es una reacción y compensación ante la pobre cohesión existente en la
sociedad compleja contemporánea. He de insistir en la mera analogía lingüística en-
tre las tribus de culturas primitivas y las tribus urbanas juveniles; han sido los medios
de comunicación -un tanto desconexionados de la comunidad científica- quienes han
contribuido más a calificar de tribal el estilo de grupos urbanos dentro de la subcultu-
ra juvenil.
Por estas razones es aconsejable hacer una descripción a base de las caracterís-
ticas o rasgos que las identifican, en lugar de definirlas académicamente. He aquí al-
gunas: Ubicación de los puntos de encuentro, Espacios emergentes impensables,
Servicios ofertados por el territorio elegido, Conflictividad con otros grupos y los cuer-
pos represivos y/o de orden, Gusto por el disfraz, Automarginación de la sociedad
mayoritaria, Rebeldía, Comunidad emocional, Energía subterránea, Sociabilidad dis-
persa, Fisicidad de la experiencia, Anomía, Hiperindividualismo, Complejidad,
Aceleración, Contactos escasos, Pasión por la moda y la apariencia, Multirracialidad,
Reglas específicas, Roles a desempeñar dentro del grupo, Uniformidad en las mani-
festaciones, Apariencia extremada y poco convencional (7), Asociación no formal,
Estructura propia, Afinidad amistosa, Lealtad, Zona habitual de encuentro, Líder,
Uniformidad cultural entre sus miembros, Jóvenes de ambos sexos, entre 15-25
años, Altercados intragrupo e intergrupos, Inadaptación social, Consumo de alcohol
(litronas) y drogas, e Hijos de familias problemáticas
Menciono aparte tres que suelen considerarse fundamentalísimas: Asociación in-
formal, Marginación, Indumentaria identitaria:
1ª. Asociación informal. Se trata de un conjunto de individuos agrupados por un
mismo fin que, por su carácter de “grupo informal” o por la afinidad afectiva, puede
tener raíces inconscientes en vivencias infantiles.
2ª. Marginación. Se repite en todas las descripciones de estas tribus y a ello con-
tribuyen muchas de las características, aun las de baja intensidad, mencionadas en

(7) Cfr. Costa, P.O.; Pérez, J. M.; y Tropea, F.: Tribus urbanas, Barcelona, Paidós, 1996, pp. 38-58
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el listado precedente. Es la exteriorización de una agresividad reprimida o la sociali-


zación secundaria efectuada en barrios o grupos de alto riesgo social. Puede ir acom-
pañada de conducta predelincuente o abiertamente delincuente, aunque no haya ha-
bido veredicto judicial por falta de pruebas o porque, a pesar de haber sido deteni-
dos por los cuerpos de seguridad del Estado, el juez desestima las posibles imputa-
ciones. Esta característica alerta a las Administraciones públicas, conscientes de que
los educadores de calle han de vigilar los movimientos de estos grupos o tribus.

3ª. Indumentaria identitaria. La identificación con los líderes y con las normas im-
plícitas del grupo explican la uniformidad en el atuendo, en el cabello y en las insig-
nias complementarias; y es exponente de cierta inmadurez personal, que se refugia y
encubre en los “otros” iguales, donde encuentra el apoyo. La crisis de identidad per-
sonal, distintivo juvenil, es mal llevada y se disimula al amparo de la tribu (8).

Los estudios científicos sobre las tribus y las subculturas juveniles datan de
1915, en plena primera guerra mundial, sobe todo en alguna de las grandes ciudades
norteamericanas, en cuyos suburbios prosperaron la marginación y la mafia. Fue
Chicago la primera en investigar este fenómeno de la sociedad industrializada, pues
reunía las mejores condiciones para prosperar los gangs juveniles. Los especialistas
citan al periodista Robert E. Park como pionero sobresaliente, antes de pasar a formar
parte del cuerpo docente en el Departamento de Sociología de la Universidad de
Chicago. En estos primeros estudios se creyó que las bandas se debían a la anomía
imperante en algunos barrios obreros. Las investigaciones de las décadas de 1920 y
1930 confirmaron la hipótesis de que no eran patologías personales las causantes de
este fenómeno, sino fenómenos sociales; se confirmó que sólo en Chicago había
1313 bandas en las llamadas “áreas intersticiales” (zonas entre dos secciones de la
ciudad). Sólo a partir de 1940 se giró el rumbo de los primeros estudios -investigacio-
nes hechas en el barrio italiano de Boston-, de modo que se creyó, desde entonces,
que el sentimiento de solidaridad y mutuo apoyo eran las verdaderas causas y no el
carácter delictivo ya detectado en otro tipo de bandas. La década de 1950 insistió en
que habría de atribuirse su existencia a la incompatibilidad entre la cultura familiar y la
escolar en determinadas capas sociales. Passolini, Gramsci y De Martino fueron los
auscultadores de la nueva ola juvenil emergente. La aparición de los Teddy Boys en
Londres desplazó el interés investigador a Gran Bretaña, donde la clase social fue
considerada verdadera causa. Habría de aparecer una nueva variable independiente:
la forma de emplear el tiempo libre y de divertirse. En la década de 1960 el francés
Jean Monod, de inspiración estructuralista, al uso y modo predominantes, amplió el
radio de los países interesados en estas investigaciones. La escuela de Birmingham
-Centre for the Contemporary Cultural Studies: CCCS-, integrado por historiadores,
comunicólogos, sociólogos, antropólogos y lingüistas, contribuyó en las décadas 1960
y 1970 al esclarecimiento de las subculturas juveniles de signo negativo. España, aun-
que más tardíamente, se adhirió a la comunidad científica occidental preocupada por
estudios empíricos y etnográficos de estas subculturas (9).

(8) Cfr. Vidaurrazaga, S.: “Aproximación psicoanalítica de las tribus urbanas”, Cuadernos de
Realidades Sociales, 45-46 (1995) pp.18-20.
(9) Cfr. Feixa, C.: De los jóvenes, bandas y tribus, Barcelona, Ariel, 1998, pp. 47-83.
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Estas primeras directrices heurísticas orientaron a cuantas se siguieron a partir de


la década de 1970 (10).

Las clasificaciones de las tribus urbanas obedecen, como siempre, a criterios dis-
tintos. Los medios de comunicación suelen hablar de tres clases : 1ª) Pijos; 2ª) fas-
cistas y racistas; 3ª) ateos, ácratas, insumisos, libertinos y violentos. Prefieren otros
distinguir grupos juveniles clásicos - Teddy Boys - y románticos - Rockers -.

TIEMPO Y EVOLUCIÓN CRONOLÓGICA


Evolución cronológica

Década 1950: Etapa precedente del Rock. Los Teddy Boys, Rockabillies, Folkies,
y Modernists.
Década 1960: Etapa de rebeldía contra la sociedad de consumo, de la racionali-
dad tecnológica y del abuso del poder constituido, en especial, en torno a 1968, con
manifestaciones famosas: París y Berkeley. En los primeros años aparecieron los
Mods y los Rockers; a mediados, los Skinheads, los Hippies y Psychodelics. Fue la
década de la música pop (11). Predominaron los jóvenes oriundos de familias aco-
modadas, cuyos padres les cubrían la espalda.
Década 1970: Etapa del Rock decadente, de los Heavies, Skuatters, Rastafarians
y de los Punkies. La segunda mitad de la década se caracterizó por una juventud so-
cialmente conformista, políticamente desmovilizada y puritana. La liberación de la
primera mitad, ante la grave crisis económica, se cambió pronto por nueva depen-
dencia económica de la familia. El paro y la difícil inserción social alentaron este re-
torno.
Década 1980: Se construyeron las macrodiscotecas fuera de la ciudad, con res-
taurante, sala de fiestas, bolera, grandes pistas, pizzería, pub...; “todo un mundo”. En
estos años alcanzaron la cota más alta el movimiento Punk y los Maquineros. Los jó-
venes de esta década, herederos del pasotismo de la década anterior, vuelven, de
nuevo, a la conducta instrumentalista, como medio de integración sociolaboral.
Década 1990: Predominio de la música techno, subversión de valores, oposición
a la racionalidad, apogeo del postmodernismo, alza de la emocionalidad; “Generación
X”. Perviven los Skinheads, los Sharpskins (antirracistas), los Graffers, los Skuatters,
los Maquineros, etc.

Tiempo de la movida juvenil


En la movida de las subculturas juveniles haremos una triple división.
El tiempo cotidiano, es decir, el comprendido entre dos eventos o fines de sema-
na, es un tiempo muerto, a la espera de nuevas experiencias, ocupado en alimentar
la concepción fantástica de la realidad mediante las lecturas de sus revistas o fanzi-
nes, el cine, el video y los cómics.

(10) Cfr. Costa, P.O.; Pérez, J. M.; y Tropea, F.: Tribus urbanas, Barcelona, Paidós, 1996, pp. 70-89.
(11) Cfr. Coloma, J.: Los grupos de iguales, como agentes de socialización, en Fermoso, P.:
Sociología de la Educación, Barcelona, Alamex, 1990, p. 197.
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Los fines de semana son el antídoto contra la rutina laboral o escolar, son una
ruptura con la monotonía y la mejor oportunidad para volverse a sentir grupo y entre
los “otros”. La movida juvenil no tiene horas fijas de actuación. No siempre coincide
con las horas nocturnas, aunque sean las más habituales. Las “bandas” y “tribus” se
hacen presentes en espectáculos, diversiones, competiciones y sucesos diurnos,
siempre que su tiempo libre o premeditadamente “vacío” se lo permite. Las consig-
nas del líder están sobre toda otra circunstancia; él ordena y exige.

A pesar de todo, la nocturnidad les cobija, porque es el medio más oportuno para
hurtarse a los controles sociales y a las estructuras de convivencia ciudadana en la
calle pública. Los locales a los que acuden están abiertos, con preferencia, durante
la noche; más aún, a partir de la una hasta las cinco de la madrugada, hora de cierre
según las ordenanzas municipales de la mayor parte de los Ayuntamientos. Así se
prescribe, por ejemplo, en la Orden de la Generalitat de Cataluña, del 1 de Agosto de
1994. No obstante la prensa de Barcelona informaba recientemente (octubre de
1999) que más de una docena de locales nocturnos -discotecas, bares, pubs, etc.-
no cumplían lo ordenado y se convertían en locales after hours. Se enumeraban tres
del Moll de la Fusta (Muelle de la Madera), abiertos de 6 a 10 de la mañana; cuatro
en la Barceloneta; y alguno más en Mayor de Gracia, Gran Vía... Según confirma el
mismo boletín de prensa estos locales se camuflan como restaurantes.

Los padres de familia, asociaciones de vecinos y alcaldes reprueban el incumpli-


miento de las discotecas after hours (Vanguardia, 29.10.99). En un desafío competi-
tivo, el propio Ayuntamiento de Barcelona organizó el domingo 7 de Noviembre de
1999 locales alternativos, en horarios diurnos -más allá de los after hours- festejos en
un circuíto de seis discotecas acondicionadas para este fin, de 9 a 21 horas, donde
la juventud pudiera disfrutar y escuchar música Techno, a 1500 pts. la entrada y a
precios económicos las consumiciones en el bar. Colaboraron en este proyecto el
Institut de Cultura del Ayuntamiento y la empresa Techno Project, a condición de que
en ellas se hiciera publicidad sobre Electronic Actions.

Los eventos excepcionales son las fiestas, la celebración del cambio de estacio-
nes astronómicas y climáticas, los conciertos especiales, un partido de fútbol con
mucha concurrencia y gancho, un festival motero. Lo excepcional es el contrapunto
de lo cotidiano y rutinario.

La edad

La edad es otro factor cronológico a tener en cuenta. Aunque haya excepciones,


lo habitual es dividirse en dos cohortes: los teenagers, 13-18 años; y los jóvenes, en
sentido estricto, 18-25 años.

LOS ESPACIOS DE LA MOVIDA JUVENIL

La territorialidad

La delimitación de los territorios es consustancial a la aparición de las ciudades.


En un principio, como indica su misma etimología latina, eran circulares y estaban
cercadas por murallas, que eran las fronteras separadoras de los ciudadanos y los
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extraños, los que quedaban fuera de esa demarcación. En las sociedades preindus-
triales los extraños equivalían a adversarios o enemigos, porque de ellos provenían
las guerras. La modernidad derrumbó el temor y la separación física de los extraños,
y fueron cayendo una tras otra las murallas. En España sucumbieron las aún inhies-
tas en la segunda mitad del siglo XIX, e incluso algunas más tardíamente.

En la sociedad globalizada las fronteras físicas han perdido su función. La Unión


Europea, por ejemplo, es un conjunto de Estados por los que se puede circular libre-
mente sin necesidad de pasaportes, exigibles hasta hace pocos años. Se ha perdido
un elemento constitutivo de la identidad. Pero las tribus urbanas han levantado barri-
cadas morales invisibles, que delimitan el campo preferido de su actuación. Las fron-
teras actuales son la raza, la etnia, el género, la clase social, la edad y la religión.
Estas nuevas fronteras robustecen el individualismo, real ya en el siglo XIX. Las tri-
bus urbanas son un exponente del retorno al espacio interior y exterior, a un territorio
propio, a unas zonas.

Las tribus urbanas necesitan un espacio físico o simbólico, para moverse en él y


tener la sensación de que aquél es un territorio en el que escenificar sus reuniones y
encuentros, sus acciones y su guerra particular. La posesión física o simbólica de un
espacio tiene un doble sentido, afectivo y real. La tribu y sus miembros se autoafir-
man, porque se sienten dueños y señores; es su privaticidad, es lo suyo. El afán de
poseer un espacio se torna conflictivo cuando dos o más tribus coinciden en el mis-
mo lugar, a las mismas horas o en tiempos diferentes; es éste un motivo de pelea.

El territorio poseído ejerce varias funciones. Primera, de pertenencia, porque, ade-


más de poseerlo, les brinda seguridad; un bar Punk o un estadio para los Hooligans
son ejemplos de esta función. Y segunda, de representación y actuación, o sea, de
escenario para actuar y hacer ostentación de su indumentaria y de su programa.
Ejemplos: una plaza de barrio periférico para los Heavy o de céntrico para los Punk.

Según las preferencias de cada tribu los espacios han de ser más amplios o reduci-
dos. Los grafiteros, por ejemplo, no precisan un espacio concreto, porque son giróva-
gos, nómadas por toda la ciudad, a la que señalan y “crucifican” con sus pintadas;
mientras que los ocupas necesitan espacio reducido, un edificio o local. Según la ac-
tuación, el espacio ha de ser abierto o cerrado: un pabellón de deportes, una plaza, etc.
Y según el carácter de la posesión, el territorio será suyo, de hecho o de derecho (12).

Las zonas y los locales

La movida juvenil es un fenómeno de las cuatro últimas décadas del siglo, porque
en su primera mitad la juventud no tenía otros espacios festivos que los paseos por
alguna calle emblemática : Ramblas (Barcelona), Espolón (Burgos), C/Santiago
(Valladolid), C/Mayor (Palencia), etc.; y agotado el caminar, en el crepúsculo vesper-
tino, se acudía al salón de baile o a la plaza pública para moverse al son de un orga-

(12) Cfr. Coloma, J.: Los grupos de iguales, como agentes de socialización, en Fermoso, P.:
Sociología de la Educación, Barcelona, Alamex, 1990, pp. 128-134; e Imbert, G.: Los escenarios
de la violencia, Madrid, Icaria, 1992.
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nillo o de una música municipal. En la década de 1950 se introdujo la moda de los


guateques, salones improvisados (garajes, sala deshabitada, casa particular) donde
abundaba la Coca-Cola o refrescos, lejos aún de las bebidas alcohólicas.

A mediados de la década de 1960 se abrieron las primeras discotecas, mezcla de


cafetería y salón de baile, con juegos de luces, menor claridad o penumbra, música
de elevado volumen, espacios recoletos, pista en la que se alternaba el baile agarra-
do y el movimiento suelto, solitario incluso y, desde luego, sin necesidad de pareja
heterosexual. La juventud se “movía” también en bares de vinos, pubs, etc., visita
obligada previa a la de la discoteca. Fue la década yeyé y de las go-gó, que dis-
traían, divertían y estimulaban desde sus cilindros visibles. Ejemplos de este tipo de
discoteca fueron Bocaccio, Bacarrá, Tífanis y otras redes diseminadas por los barrios
urbanos. En un principio ciertas discotecas exigían a la juventud usuaria pantalones
acampanados, peinado afro, taconazos, camisas con chorreras y pecho lobo; pero
en la década de 1980 se impuso el new look, de modo que las exigencias anteriores
fueron permutadas por vestimenta, peinado y zapatos normales.

Las discotecas han continuando siendo espacio principal de movida juvenil; pero
a medida que se popularizó el coche, fue y continúa siendo -en menor proporción-
espacio de movida, porque en él se recogían a intimar las parejas. Y a finales de la
década de 1970 y en la de 1980 al coche se sumó el apartamento, escenario de vida
sexual y de iniciación en la droga, pues en él se fumaron muchos “porros”.

Las macrodiscotecas alejaron el bullicio y le llevaron a la carretera y al campo, a


donde las motos y los coches transportaban a altas horas de la madrugada a los jó-
venes con mayor marcha.

En la década de 1980 se pusieron de moda los locales postmodernos para pijos y


reciclados; y aparecieron, a partir de 1982, las zonas progres, con locales amuebla-
dos a la usanza antigua. En la década de 1990, los salones de baile clásico tradicio-
nal: fox-tot, jazz, boleros, tangos, salsa americana, etc.; y las Champanerías,
Burgers, etc., que son auténticos locales especializados en el tiempo libre juvenil y
en su movida.

A imitación de la decoración fría y de la arquitectura funcional se construyen últi-


mamente locales geométricos, con escaso mobiliario, sin espacios para sentarse y
hablar, agrupamiento en torno a la barra, bebidas... Y mucho “mariposeo” expresivo
entre quienes surge atractivo y “química”.

El espacio más aberrante es la ruta, sucesión espacial de discotecas, bares,


pubs, etc., en grandes barrios o en carretera; famosa la ruta del bakalao, en la
Nacional III, Madrid-Valencia.

No pueden desvincularse los espacios de la movida juvenil del transporte y la


conducción de ciclomotores y de coches dentro del casco urbano y, sobre todo, ex-
trarradio de las ciudades, porque es allí donde se han construido las macrodiscote-
cas. El ambiente respirado en las últimas horas de los viernes y sábados -a veces
también los jueves- es típico en el “Metro” de las grandes ciudades, en soportales
que resguardan del frío y de la lluvia, en calles de las rutas, etc., donde cada joven
va provisto de su litrona. Son las zonas de la movida juvenil.
Revista de Ciencias de la Educación
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242 PACIANO FERMOSO E. 12

El control de la alcoholemia a la salida de las discotecas y en las carreteras de las


rutas busca aminorar los accidentes, mortales en ocasiones, de los jóvenes que re-
tornan a sus casas. Con ser preocupante la actividad de la juventud en los locales y
horas de la movida, angustia aún más a sus progenitores la posibilidad de la llamada
fatídica, que les anuncia lo temido y no deseado. Algunos municipios están paliando
estas desgracias mediante la oferta de transporte público desde la ciudad a las ma-
crodiscotecas en carretera, tanto en horas de acceso, como de regreso.

RITOS Y MANIFESTACIONES

Ritos
La conducta humana se hace rutina cuando se reiteran los movimientos, las pala-
bras, las expresiones gestuales, etc.; y la rutina alcanza entonces la categoría de “ri-
to” o “ceremonia”. En definitiva son símbolos, o sea, suplencia visible de objetos y de
pensamientos ocultos. La movida juvenil tiene también su rito, que comienza en el
aseo personal y en la vestimenta elegida; prosigue en el transporte para acceder a
las zonas de diversión; tiene su antesala en los cafés, bares de vinos o pubs, en don-
de el grupo se ha citado; y culmina con la presencia en las discotecas juveniles, visi-
tadas una tras otra hasta el amanecer, o en soportales y entoldados.

El atuendo
Los trajes y vestidos son verdaderos aderezos o máscaras o “disfraces” con los
que ha de cubrirse quien acude a las zonas y/o locales de la movida. No es el vestido
usado fuera de este contexto; es el propio o empleado ad hoc. Cada tribu tiene sus
distintivos, su “hábito” o “uniforme”, como reseñaremos al describir las principales tri-
bus o bandas. El peinado y el calzado son partes esenciales. Finalmente hay que
considerar los “complementos”: pendientes, collares, pulseras, insignias, tatuajes,
etc. Todo revela que se acude a la zona y la fiesta ha comenzado (13).

Música
Puede afirmarse, en general, que la música de los locales de la movida juvenil es
la música electrónica, manipulada y mezclada por el disc-jokey, revolucionada, y es-
truendosa, de modo que resulta imposible dialogar mientras se baila. Suele ser efí-
mera, porque las modas cambian vertiginosamente, siendo pocas las canciones o
composiciones respetadas por el paso del tiempo. Alguien la ha calificado de “flor de
un día”. En algún momento la canción se hizo “protesta", pero sin renunciar a estas
raíces. La difusión se ha conseguido a través del disco, del diskette, del casette, del
compact-disc, del videoclip y del ordenador. Y el origen de muchos de los movimien-
tos musicales postmodernos ha de buscarse en las músicas negras, concretamente
del rhythm and blue, del soul -nueva manifestación de la rhythm and blue-, que sus-
tituyó la “canción-razón” por la “canción-emoción” y de la música underground, que
encarnó la resistencia a la sociedad de consumo y simbolizó cuanto supusiera avan-
ce y progreso.

(13) Cfr. Costa, P.O.; Pérez, J. M.; y Tropea, F.: Tribus urbanas, Barcelona, Paidós, 1996, pp. 139-144.
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13 SOCIOLOGÍA DE LA MOVIDA JUVENIL: LAS TRIBUS URBANAS 243

Pero la consagración de este estilo musical hay que buscarlo en el Rock-and-Roll,


a finales de la década de 1950, del que derivan otros modos y modas, sin que haya
disminuido su aceptación; viejos y nuevos, los rockeros no mueren. Este estilo musi-
cal conserva la rudeza, el sonido fuerte, el ritmo vigoroso y machacón, que le impri-
mió Bill Haley. La juventud vivenció la conciencia de poder, de fuerza y de capacidad,
que le permitió robar a los adultos el protagonismo. El ídolo incuestionable fue Elvis
Presley.
En la década de 1960 la juventud se identificó primero con la música folk, cuyos
textos más llamativos fueron los de protesta, denuncia y testimonio, acogidos por un
público previamente convencido de su mensaje. Del Rock-and-Roll nació uno de los
estilos musicales más atractivos para la juventud, porque era la música popular, en
abreviatura “pop”. Sus representantes más famosos fueron los Beatles, a quienes
admiraron los jóvenes de la protesta internacional de 1968; y los Rolling Stones.
Fueron los momentos de los happening, que invitó a la participación de los oyentes
en las grandes galas.
En la década de 1970 la popularización del disco dio origen a grandes salas de
baile, en las que los jóvenes se movían al ritmo y son de la música ideada para ellas;
era la música Disco, a la que se sumó la música House, nacida en Chicago y popu-
larizada en la década siguiente en Europa y, sobre todo, en la de 1990.
En la década de 1980 se pasó de la música “Disco” a la Acid Musik; a la música
Techno, beneficiaria de las nuevas tecnologías y del ordenador; al Rap, callejero y
enloquecedor, cuyos remotos orígenes fueron el hip-hop y la música Funky o jazz-
rock. Se impuso la moda del rapeo. Desde 1983 la juventud tuvo mejor acceso a es-
tos estilos musicales, al inventarse el “Compact” y el “Videoclip”. Durante 1984 la mú-
sica preferida fue la break dance, oriunda de los barrios negros de las ciudades nor-
teamericanas, en las que los jóvenes formaban círculos en las calles provistos de ra-
dios estereofónicas para sintonizar música a todo volumen y bailarla en la pista-cen-
tro del círculo. Cabe mencionar también la música máquina.
En la década de 1990, además de pervivir estilos de décadas anteriores, se ha
difundido entre los skinheads la música progressive y la techno-progressive.
Igualmente otros grupos tienen sus caprichos: música punky y música ska, proceden-
te del reggea hawaiano, cuyo padre ha sido Bob Marley.
La movida juvenil actual, como la de décadas anteriores, sintoniza frecuentemen-
te música latinoamericana, principalmente la antillana y brasileña: samba, merengue,
cha-cha-chá, salsa...

Publicaciones periódicas
Se impusieron las Franzine(s), que son revistas fotocopiadas, editadas por cada
tribu, con ideología propia, consignas, programas, etc. Son el medio de comunicación
entre los integrantes del grupo.

Alcohol, drogas y sexo


El alcohol, del que los jóvenes guardan abstinencia durante los días laborales,
corre abundante en las salidas nocturnas de los fines de semana. La imagen más di-
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vulgada, en este aspecto, es la del joven y de la joven con la “litrona” en la mano,


sentados en las aceras, dialogantes o aburridos. No se excluye ninguna clase de be-
bida alcohólica: cerveza, vino, licores, “chupitos”, etc.; y sin ingerir comida alguna o
muy escasa. La borrachera es mala compañera y puede azuzar la violencia verbal y
física: broncas, peleas, agresiones, armas blancas o instrumentos hirientes.

La droga, en toda su gama y espectro, está presente en las zonas y en los locales
de la movida juvenil. Lo son, en sentido estricto, los estupefacientes y psicótropos
-cannabis, cocaína y heroína-; y, por extensión, algunas sustancias de uso industrial
-cola, inhalantes-, capaces de producir los mismos efectos y consecuencias que las
drogas. Y, en su versión más actual, las drogas sintéticas: éxtasis, etc. La droga des-
truye e hipoteca el futuro de los jóvenes consumidores. La cohorte de edad más vul-
nerable es la comprendida entre los 14 y los 25 años.

El sexo tiene connotaciones especiales en la movida juvenil. La cohabitación


sexual es perjudicial en estas circunstancias por su precocidad, por su carencia de
intimidad afectiva, por su exposición a embarazos precoces en menores, por el peli-
gro de contagios y transmisión de enfermedades venéreas y sida, por ser practicado
antihigiénicamente o en lugares incómodos... Si no fuera acompañado de estos per-
juicios, sería una exigencia natural, supeditada únicamente a los principios éticos y
religiosos de quien lo practica. La “liberación”, preconizada en la década de 1970, no
ha conducido a parejas más estables y maduras, como se decía por quienes sacu-
dieron el control al que estuvieron sometidas las generaciones que les precedieron.
Uno de los momentos, en los que puede resultar bochornoso y ridículo lo que en sí
es bello y enriquecedor, es éste de los fines de semana de la movida juvenil.

Las acciones violentas en la movida juvenil


La violencia, en cuanto expresión fáctica de conflictos y rebeliones, no puede ser
negada; está ahí. Su interpretación, en cambio, es plural, según se haga desde la
sociología del conflicto, o del consenso, o desde teorías críticas, o desde concepcio-
nes marxistas, o desde el conservadurismo, o desde el progresismo de izquierda.
Por consiguiente, la interpretación de los hechos violentos de las subculturas juveni-
les difiere en consonancia con posicionamientos teóricos o ideológicos. Los ultra, de
fundamento neonazi, representantes de una derecha dura periclitada, creen que ha-
cen un servicio a la causa y que los medios, aun los agresivos, están justificados. Por
razones distintas pueden tener idéntico convencimiento los “ultra” de cariz neomar-
xistas o de una izquierda ideológica, histórica y caduca también.
Y ¿cuáles son los hechos violentos de la subcultura juvenil? La violencia callejera,
la conducta incívica, las pintadas destructoras de la estética arquitectónica, la violen-
cia escolar -homicida en sus extremas manifestaciones-, la destrucción del mobiliario
público (bancos de los parques, papeleras, cabinas telefónicas, contenedores de ba-
sura, cubiertas de las ruedas de automóviles y cristales de sus puertas, suciedad y
desperdicios dispersos en aceras y calzadas). En una palabra, el desbarajuste con el
que amanecen plazas, parques y calles tras acciones violentas de la movida juvenil
en los fines de semana o en las fiestas mayores de barrios y pueblos.
A estas acciones violentas se suman los ruidos, los alborotos, la gritería de quie-
nes han “perdido los papeles” atizados por el alcohol y la droga; los tubos de escape
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de motos y coches en competencia implícita para conseguir ser los más llamativos,
etc.

La violencia se torna delincuencia, cuando el sentimiento antirracista y xenófobo


arma la mano de las bandas y tribus urbanas, con riesgo palpable para los “otros”:
negros, hispanos, marroquíes, judíos...

Los azuzadores ocultos buscan a jóvenes de la movida extrema para ganarlos y


convertirlos en defensores de sus causas, dado el protagonismo que en la actualidad
tiene la juventud, luchadora desinteresadamente en pro de causas perdidas.

TIPOLOGÍA Y ESTILOS DE LA SUBCULTURA JUVENIL

Con este epígrafe comprendo los tipos de grupos juveniles, producto de la sub-
cultura, históricos unos y actuales los otros, que en este siglo han aparecido, sobre
todo en los suburbios de las grandes ciudades, aunque hayan existido también en
“barrios perfumados”. Por coherencia con las definiciones de contracultura y subcul-
tura juveniles he de limitarme a la movida juvenil negativa, sin ignorar la existencia
de asociaciones de signo positivo, en las que se afilia e integra la parte más sana y
mayoritaria de la juventud. Voy a referirme, en una palabra, a las “bandas” y “tribus”
que emponzoñan las diversiones juveniles, principalmente en los fines de semana.
Lo haré por riguroso orden alfabético.

Los precedentes y el caldo de cultivo de las subculturas juveniles, de las bandas


y de las tribus, son el papel protagonista de la juventud, desde el inicio del siglo XX,
y los acontecimientos sociales y bélicos que le han caracterizado. El protagonismo
se manifestó en la vida escolar, en la laboral e incluso en la religiosa, tal y como se
puso de manifiesto en los múltiples movimientos laicales juveniles en las Iglesias;
también en la cristiana. Y los acontecimientos cruciales han sido las dos guerras
mundiales. En la sociedad industrializada se fraguó este fenómeno y en la postindus-
trial ha estallado pletórico. Ya en la década de 1970 se había escrito que “nuestra ci-
vilización occidental se halla amenazada por la invasión de una nueva generación
reacia a todo código moral... El mal de fondo no reside en las características exter-
nas de estos muchachos: su vivir estrafalario, su peinado extravagante, su gusto por
la bullanguería... El verdadero problema está en que son muchachos indisciplina-
dos..., amigos del desenfreno...” (14).

Los precedentes inmediatos fueron las bandas callejeras de Chicago y los colle-
ge boys, que dieron pie a T. Parsons a hablar de la “cultura juvenil”; la dolce vita ita-
liana, en la que pululaba una nueva forma juvenil, objeto de películas y estudios; y
los atrevidos modos de la juventud en Gran Bretaña, de donde surgieron grupos mu-
sicales de imperecedera memoria.

Suele afirmarse que las tribus urbanas son producto de la cultura postindustrial y
postmoderna. La sociedad opulenta del Estado del bienestar ha provocado un indivi-
dualismo exacerbado, reflejo de una concepción hedonista y ególatra. Las tribus ur-

(14) López Riocerezo, J.M.: Problemática mundial del gamberrismo y sus posibles soluciones,
Madrid, Studium, 1970, p. 17.
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banas son una “respuesta de individuos socialmente aislados en una sociedad masi-
ficada ante la necesidad de identificarse con un grupo de iguales” (15). Los jóvenes
de los años siguientes a la segunda guerra mundial son la generación del desencan-
to, del vacío, de la frivolidad y del interés por el éxito económico. Se dice que son hi-
jos de una cultura enferma, personas sin rumbo y desorientadas, que detestan lo es-
tablecido y abominan la burocracia; son los “hijos del fracaso de una esperanza y de
los progres”, tal y como pusieron en evidencia las protestas rebeldes del mayo de
1968 en París y Berkeley. El paro y el ocio juvenil, la nocturnidad y la alocada diver-
sión son causantes de estilos de vida inconformistas. Amando de Miguel ha escrito:
“Si hay vandalismo juvenil es porque confluyen numerosas causas soterra-
das, que actúan de forma sinérgica y con una cierta dosis de oportunidad aza-
rosa y hasta de imitación” (16).
Se han aventurado no pocas explicaciones psicológicas, de uno u otro signo, que
atribuyen el nacimiento y evolución de las tribus urbanas a la emancipación adoles-
cente de la familia, cuya suplencia es buscada en el grupo de iguales cargados con
problemas similares; a la inseguridad proveniente de la escasa consideración y apre-
cio social; a la excesiva y contradictoria normatividad; a la falta de diálogo intergene-
racional -en franca decadencia-, que le conduce igualmente al grupo; y a la necesi-
dad de demostrar más madurez de la que en realidad tienen.
Las alusiones a la implantación de las tribus urbanas en España prescinden de la
sectorización y territorialización de las Comunidades Autónomas; pero debo advertir
que disponemos ya de investigaciones en algunas de las 17 Comunidades: Andalucía
(17), País Vasco (18), Cataluña (19), Madrid (20), Extremadura (21).

Beatniks
Su nombre deriva de beat (compás, pulsación, relacionado con el ritmo jazz) y
sputnik (referencia a los viajes espaciales). Son los ascendientes de los hippies, que
son la última generación “beat”. Nacieron en Estados Unidos, en los años de la gue-

(15) Díez Nicolás, J.: Especialización funcional y dominación en la España urbana, Madrid,
Guadarrama, 1972.
(16) Miguel, A. De: “Llegaron los vándalos”, Diario 16 (30.11.1991)
(17) Acosta, R. y Rodríguez, F.: La violencia del deporte en Sevilla, Manuscrito inédito, 1988; Ordaz,
P.: “Detenida una banda que apaleaba a prostitutas y homosexuales en Sevilla”, El País
(12.01.1991) 17; Zamora, E.: Juventud y cultura juvenil en la Andalucía de los 90. Los jóvenes
en la sociedad de consumo, en Jóvenes andaluces de los 90, Sevilla, Consejería de Asuntos
Sociales, 1993.
(18) Elzo, J. y otros: Jóvenes vascos 1990, Vitoria, Gobierno Vasco, 1990
(19) Delgado, M.: “Espai, festa i nova etnicitat a Barcelona”, Revista de Catalunya, (Febrero de 1993)
15-23; Feixa, C.: De los jóvenes, bandas y tribus, Barcelona, Ariel, 1998; Ordaz, P.: “Detenida
una banda que apaleaba a prostitutas y homosexuales en Sevilla”, El País (12.01.1991) 17.
(20) Artículos en ABC, años 1993-1994; Diario 16, 1991-93; El Mundo, 1993; El País, 1986, 1991, 1994.
(21) Ordaz, P. “Detenida una banda que apaleaba prostitutas y homosexuales en Sevilla”, El País
(12.01.91).
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rra de Corea (década de 1950) apasionados por la poesía y por la música, como ex-
periencia. Promueven manifestaciones contestatarias. Indumentaria: largas caballe-
ras, ropas pobres. Música: jazz. Influenciados por el budismo o el misticismo de los
indios. Prefieren la marihuana y el LSD.

Heavies (Heavies Metal)

La traducción castellana es “pesados”, “movidos”, “agitados” y “metaleros”. De


origen inglés, surgieron al principio de los 70 -en España no aparecieron hasta fina-
les de esta década-, como radicalización de los hippies aunando su look y la música
rock dura, cuya actualización identitaria dio origen a la música heavy metal. Su espa-
cio habitual fueron los barrios populares de las grandes ciudades. Se trata de uno de
los estilos más difundidos, sobre todo en ciudades provincianas y en las clases so-
ciales populares. Indumentaria: pelo largo, vaqueros ceñidos, cazadora de cuero con
clavos, camisetas estampadas con ídolos musicales o símbolos de muerte. Salen los
fines de semana, se interesan por la música y los conciertos. Droga: cannabis; be-
bida, cerveza. Defensores de la insumisión militar y de la resistencia a la autoridad.
Es una de las tribus más intergeneracional y una de las subculturas juveniles más
arraigadas en España, porque se han subdividido en grupos con aficiones musicales
y vestimentas diferenciadoras. Su agresividad es simbólica y se limita a las letras de
las canciones, a las camisetas y a las portadas de los discos.

Hippies

Sus precedentes fueron los beatniks. Son más una contracultura juvenil que una
subcultura, pues no pretendieron ocupar durante los fines de semana su tiempo libre,
sino idear una nueva vida bohemia, en la que concordasen grupos diferentes, con
este radical común. Aparecieron a mediados de la década de 1960 en la costa oeste
de los Estados Unidos y buscaron prosélitos entre la masa estudiantil fracasada en
las aulas. Desde allí se expandieron por todo el Occidente. En la década siguiente,
cuando comenzó su declive en Norteamérica, se convirtieron en activistas políticos,
rebelándose contra la guerra del Vietnan, contra el americano medio y contra el ideal
materialista de “panza llena y coche a la puerta”. Su estilo de vida no fue un elemen-
to diferenciador, aunque terminaron con vestimenta de colores vivos y adornos de ta-
lismanes y gajos.

En Europa procedían de la clase media y profesaron una contracultura definitiva


en sus vidas y no un período transitorio. Vivían en colonias o grupos aislados, eran
vegetarianos y afines al Budismo. En España se radicaron en Ibiza, a donde aun
acuden jóvenes de todo el mundo atraídos por el “desmadre” y el nombre de algún
famoso diskjokey.

Hooligans

Aunque fueron los escoceses los inventores de la violencia en los estadios, nacie-
ron en ciudades industriales (Liverpool, Brighton...) mediada la década de 1970. La
versión castellana de Hooligans es gamberros. Se han distinguido por ser forofos de
equipos de fútbol y cobraron importancia a partir de la década de los 80. Proceden
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de barrios bajos de la clase obrera, sienten malestar y


marginalidad social y demuestran su "varonía" y hom-
bría, al defender a su grupo y a sus colores.

Pronto encontraron eco en españoles jóvenes, imi-


tadores de los violentos en campos de fútbol italianos,
seguidores de grandes equipos, tales como el
Barcelona, el Real Madrid y el Athletic de Bilbao; son
los "ultra", gobernados por un repertorio de "reglas del
desorden", con las que se defienden de los problemas
sufridos durante la confrontación, pues la intención de
los hinchas o forofos es luchar para humillar y someter
a sus oponentes. Las primeras peleas entre hinchas en
campos españoles datan de 1925, durante el derby
Barcelona-Español. A esta pugna, verdadera "violencia
ritualizada", contribuyen los insultos, los desafíos y los
golpes, si fuera preciso. Hay ultras alrededor de los
equipos grandes: Boixos Nois del Barcelona, Ultra Sur
del Real Madrid, Frente Atlético de Madrid, Brigadas
Azules del Oviedo, Riazor Blues del Coruña, Ligallo
Fondo Norte del Zaragoza, Brigadas Amarillas del
Cádiz, Brigada Norte Biri-Biri del Sevilla, Juventudes
Verdiblancas del Racing de Santander, Lubo´s del
Valencia, Norte Nixon del Sporting de Gijón, Peña Hooligan
Lizarra del Osasuna de Pamplona, Tripustelak Taldea
del Athletic de Bilbao, Ultras Violetas del Valladolid...

Actualmente es una de las “tribus” más numerosa y de acción más continuada.


Visten los colores de su equipo, vaqueros, gorros y bufandas, grueso calzado y pren-
das cómodas e informales. Musicalmente no tienen gustos especiales, excepto el
himno de su equipo. Pueden ser conformistas y políticamente indiferentes, pero den-
tro de ellos hay minorías extremistas, de índole racista o neo-nazi. Son violentos y
agresivos, porque en el césped se ritualizan "batallas fingidas" entre equipos rivales,
que luchan -no siempre deportivamente- por la victoria, hasta el punto de haberse
producido muertes en algún caso: hooligans del A. de Madrid contra la Real
Sociedad. A veces se han dejado liderar por la tribu skin y se les suman miembros de
otras tribus (rockeros, mods, maquineros y heavies) ( 22).

Maquineros

Se les conoce también como industriales. Hicieron acto de presencia -también en


España- en la década de 1980 en las calles y discotecas de las grandes ciudades
occidentales. Su nombre pone a las claras la primacía de la música “máquina”, elec-
trónica, house y ácida; su indumentaria no es específica, aunque usen un tipo de ga-
fas de sol y de zapato deportivo. Pasotas y tendentes a evasiones anómalas (drogas

(22) Cfr. Harre, R.: "El gamberrismo en el Fútbol", Revista de Occidente, 70 (1987) 55-78
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sintéticas, ruta del bakalao...), frecuentan fiestas rave (delirio). Han sido caldo de cul-
tivo que alimenta a otras tribus.

Mods

Es un contracción de Modernist (modernista). Esta tribu se originó en Londres,


en los primeros años de la década de 1960, con la pretensión de renovar el estilo
moderno de las décadas de 1940/1950, en ambientes de pequeños burgueses, me-
diante la recreación ascendente del estilo Teddy-Boy. Aspecto rebuscado, vestimenta
cuidada e impecable de marcas italianas en gris y negro, diseño barato; transporte
en Lambretta, convertida en su símbolo y bandera. Llegaron a España en los años
setenta. Se ha mantenido en escena durante muchos años y, a su vez, ha “engen-
drado” otras tribus. Fueron el ojo del huracán de la opinión pública y en 1966 se es-
cindieron entre Hard Mods, tradicionalistas, adictos a los ritmos jamaicanos, oriun-
dos de clases trabajadoras especializadas, antecedente de los Skinheads; y
Bohemios Mods, fieles a su primitivo espíritu californiano, se hicieron adictos al LSD
y al Cannabis y terminaron siendo Hippies.

Organizan festivales especiales en los fines de semana y editan fanzines. Sus


preferencias musicales son el Rock blando, Soul... De mentalidad moderadamente
progre, individualistas, esteticistas, ajenos a la violencia, de actitud positiva hacia los
negros inmigrantes, elitistas y fanáticos religiosos en sus comienzos.

Pijos

Su estilo es juvenil burgués, vestidos a la moda con ropa de marca, consumistas,


ocupantes de territorios y zonas propias, pertenecientes a la clase media con fuerte
capacidad adquisitiva. Sus gustos musicales se canalizan hacia la música Pop y
Techno. Los locales frecuentados están diseñados y decorados estéticamente: cham-
panerías, pubs, discos, bares, terrazas, etc.

Postmodernos

Se identifican por su fragmentación moral, su contracultura postmoderna de for-


mas no codificadas, su vida placentera al margen de las costumbres, su pasotismo,
su “religiosidad a la carta”, su principio existencial “todo vale”, su vestimenta nueva
con apariencia de haber sido usada, su consumismo y sus canciones sobre el valor
de lo cotidiano.

Punkies

La subcultura Punk -“pobre hombre”, “bobo”, “andrajoso”, “de mala calidad”, "ba-
sura"- es la principal de todas las subculturas juveniles e incluso es más que una tri-
bu urbana, aunque, por esta razón, de difícil encasillamiento. De procedencia prole-
taria y rebelde. Sus inicios, como el de tantas otras tribus, han sido ingleses, en los
años 1976/1977, en contraposición a la subcultura Rock y a la Hippy. Llegó rápida-
mente a España, pervive aún con menor pujanza, localizada en los cascos antiguos
y barrios periféricos de las ciudades, coincidentes con sus gustos por la fealdad y la
decadencia. Sus rasgos distintivos son: artificio y acidez, duda agresiva, ruido y chu-
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pas de cuero.
Su aspecto es desaliñado y provocativo, peinado en
cresta o de forma aparatosa e irregular untado de vaseli-
na o jabón, varios pendientes en las orejas, siniestras ca-
zadoras negras y viejas de cuero, camisetas y camisas
superpuestas, ropa sucia y deshilachada, pantalones en-
tubados, calcetines de vivos colores, abundantes alfileres,
pinzas, clavos, broches, tatuajes, cruces gamadas y bo-
tas militares. Con esta indumentaria impactan, sorpren-
den, incomodan y molestan.
Su rudimentaria música preferida es la Punk -de letras
provocadoras, sonidos confusos, alto volumen y efímera
existencia-, Rock simplificado y extremista, canciones de
protesta o sin sentido; se les relaciona con los “Sex
Pistols” (Pistolas Sexuales), cuya producción fueron sólo
cinco discos; y con Sid Vicious. En España, Eskorbuto, La
Polla Records, Cicatriz y Radio 77. Los antecedentes mu-
sicales han de buscarse en David Bowie, asexuado, des-
clasado y apolitizado; en el Glitter-Rock, en la Proto-Punk
, en el Rock londinense, en el Mod, en el Rhythm and
Blues, en el Soul y en el Reggae. El ídolo español fue
Ramoncín.
Todo contribuye a que sean jóvenes marginados, Punky
clientes de drogas artificiales y sintéticas, de ideología
anarquista, ácrata, nihilista, contestataria, antimilitarista,
pesimista e iconoclasta, antiideológica y violenta (broncas, peleas, etc.), nazis radica-
les o extremistas de izquierda. Han sido subversivos en una cultura mercantilizada.
Se cree que son síntesis de corrientes filosóficas y estéticas o contraculturales; con-
cretamente del Dandi-Flaneur-Punk, decimonónica, encarnada en el dandismo de
Baudelaire; del Dadá-Surrealismo-Punk, eco de las vanguardias artísticas en la
Europa de las entreguerras; del Beat-Hippy-Punk, movimiento juvenil contracultural
precedente; del Rock-Pop-Punk, reflejo musical de la dialéctica de la II Guerra
Mundial; y del Skinhead-Rastafarian-Punk, subcultura juvenil ante minorías étnicas
de la Gran Bretaña (23).
Una de las canciones de los Sex Pistols refleja el estilo y mentalidad Punk:
“Nosotros somos las flores del vertedero de basura. Nosotros somos el veneno en su
maquinaria humana. No hay futuro para ti. No hay futuro para mí”.

(23) Cfr. Costa, S.: Punk, Barcelona, Fernández Ribera, 1977; Feixa, C.: De los jóvenes, bandas y
tribus, Barcelona, Ariel, 1998, pp. 148-158; y Kreimer, J.C.: Punk, la muerte joven, Barcelona,
Bruguera, 1978.
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Rockers
La expresión directa es “Rockeros” o “Ronca-
roleros”; y la traducción castellana, “Balanceados”,
“Mecidos”. De nuevo fue Inglaterra su patria por na-
cimiento, en los sesenta, como alternativa a los
Mods y como defensa del Rock and Roll, en contra
de la subcultura Pop. Sus verdaderos antecesores
fueron los Bikers -por su adicción a la moto-, los
Rockabillies, de los que apropiaron su música y los
Teddy Boys, de los que heredaron el flequillo. En
España se difundieron en los setenta y han echa-
do hondas raíces en bares y discotecas céntricos y
populares. Alcanzaron su auge a finales de los
ochenta y actualmente en descenso
Su atuendo característico se compone de tupé y
patillas, pelo largo y grasiento, cazadoras cortas, te-
janos con grandes hebillas de metal, insignias en la
espalda y botas camperas. Las chicas -una de las
pocas tribus que las admiten-, cabellos teñidos,
bambas y minifaldas. Su música, ligera y surgida en
la década de 1950, rítmica, electrónica, propia de los
negros americanos, versión blanda de los Rythm
and Blues, el Rock and Roll clásico; admiradores de Rocker
Elvis Presley, de los Beatles, de los Roling Stones y
de Santiana. Procuran divertirse los fines de semana en su moto y en discotecas de
carretera; les entusiasma el mundo norteamericano de los cincuenta. Ideología tradi-
cionalista, rebelde e individualista. Las broncas son meramente ocasionales, espe-
cialmente si han abusado del alcohol

Skinheads
Su traducción castellana es “cabezas rapadas”, “pelones”. Subcultura juvenil sur-
gida en Londres, a mediados de 1960, fruto de la confluencia de subculturas obreras
autóctonas con los rastafarians jamaicanos, que se caracterizaban por su rudeza
proletaria; y con los Mods en su radicalización. Posteriormente fueron aceptados por
grupos neonazis. Tienen una larga historia y los skinheads actuales son la tercera
generación. Su meteórico desarrollo se ha debido a su apuesta por el espectáculo
futbolístico, en la década de 1970; y tras un aparente eclipse han vuelto a ser fuertes,
como grupo adversario de los Punks. Es la tribu urbana más energética y más radi-
cada por doquier; han aguantado y superado a cualquiera otra. Entre los subgrupos
de ellos derivados el más poderoso ha sido el llamado Oi!, por la música preferida,
con ideología de extrema derecha y racista. En España se radicaron en los ochenta;
y a finales de esta década, junto a la corriente mayoritaria, nacen tendencias de sig-
no opuesto: Sharp ( “Skin-Heads Against Racial Prejudice”, antirracistas), Redskin...,
que reivindican la pluralidad de esta tribu y renuncian a la autenticidad capitalizada
por los Oi!. Las espadas siguen en alto, aunque el grupo racista es el más aceptado.
La tribu Skinheads, en el momento presente, es muy numerosa. Admiten adeptos
con 14/15 años.
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Atuendo: Cuidados y aseados, cabeza rapada, patillas


pronunciadas, camiseta polo, cazadora de la aviación bri-
tánica (verde, negra y de otros colores), vaqueros azules,
tatuajes, botas paramilitares, símbolos nazis.

Son chauvinistas, puritanos, intolerantes, xenófobos,


antisemitas, guerreros, léxico medieval y de leyendas nór-
dicas, violentos hasta la heroicidad, exaltadores del pasa-
do y críticos con el presente; enemigos de los marginados,
vagabundos, toxicómanos, gitanos y homosexuales; adic-
tos a la música Ska, que procede de la primera música
Reggae, emblemática de los Mods; y a la Techno,
Hardcore. Vitalistas; aficionados al culturismo, a los es-
pectáculos deportivos y a los conciertos musicales.
Amigos de los Hooligans.

Su verdadero elemento constitutivo leitmotiv es la vio-


lencia, aireada por los medios de comunicación, de los
que archivan con fervor cuasi religioso recortes de noticias
acerca de altercados violentos, de los que se sienten ufa-
nos. Las comisarías de policía son término final de mu-
chas de sus peleas delictivas. Todo esto queda plasmado
en la película “La naranja mecánica”, que tuvo gran éxito Skinhead
taquillero y vuelve a ser revisionada. En sus Fanzines hay
expresiones como éstas: "La violencia puede ser lícita, cuando se emplea por un
ideal que la justifique"; "nosotros no somos violentos, nos limitamos a defendernos,
practicamos la autodefensa"; "Violenta es la sociedad, hay que pisar fuerte antes de
que te pisen ellos". Sus "agentes pasivos de la violencia" son los drogatas, los ne-
gros, los moros y los travestíes. Entre las tribus urbanas, sus auténticos enemigos
son los Punkies, siquiera sea porque unos llevan cresta y los otros rapan su cabeza.
He aquí una letra skin : "Sucio punki de ciudad /te voy a dar de palos./ No me gusta
tu forma/, ni tu chupa ni tus pelos./ Toma acero./ Acero para tu boca. Voy a cortarte tu
cresta/ borrando tu ´A´ de anarquía..." (24).

Skuatters

Traducción castellana: Ocupas ilegales. Tribu juvenil europea, derivada de los


Punks desde la década de 1970 y radicada en España a los pocos años. Sobreviven
con dificultad. Su nombre se debe a que han ocupado y ocupan casas abandonadas
en barrios céntricos. Atuendo: vestimenta pobre funcional y usada, cazadoras, vaque-
ros y botas militares. Música preferida, la “Caña”, el “Punk” y el “Rock”. Subsisten con
trabajos de albañilería, fontanería y pequeñas chapuzas. Antimilitaristas, radicales de
izquierda y antiinstitucionalistas. Protestas y pequeñas escaramuzas contra la policía
en los desalojos y contra los Skins. Conflictivos y delincuentes de baja intensidad.

(24) Costa, P.O.; Pérez, J. M.; y Tropea, F.: Tribus urbanas, Barcelona, Paidós, 1996; Bennet, J.:
Skinhead, New York, Watts, 1991.
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Teddy Boys

Procedentes, al parecer, de la cultura Hipster/beat americana y de las clases tra-


bajadoras de Londres, representan la primera subcultura europea en la temprana dé-
cada de 1950. Les distinguió su preocupación por el estilo, su obsesión por la moda
y por la música, su apariencia eduardiana y su pasión por el primitivo Rock, su falta
de compromiso, su actitud violenta, su xenofobia y su ascendencia proletaria. Más
que una forma de vida era una manera de usar el tiempo libre. Los primeros enfren-
tamientos con afrocaribeños datan de 1958. No ejercieron la violencia y la agresivi-
dad de las subculturas juveniles posteriores, pero pasaron el testigo a quienes en la
década del sesenta -“Rockers” y “Mods”- iban a sembrar miedo y pánico en la movi-
da juvenil nocturna.

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