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CENTRO SAN CAMILO

VIDA Y SALUD
NO. 54 (2011)

Psicología y desarrollo humano

La adolescencia
Victoria Molina
Psicoterapeuta

El Diccionario de la Real Academia Española define la adolescencia (del latín adolescentia)


como «edad que sucede a la niñez y que transcurre desde la pubertad hasta el completo
desarrollo del organismo». Por lo tanto, la adolescencia será ese intervalo de tiempo, en la
juventud, donde se constituye un ser adulto.

La construcción de la identidad hacia la autonomía

Hablar de adolescencia es poner el acento en los procesos de construcción de la identidad.


Es un proceso que se caracteriza por el desarrollo y grandes cambios en los planos afectivo,
psicológico, biológico, intelectual, ético-espiritual y social. Se habla de un proceso porque
«implica un trabajo » que permite desprenderse de la identidad infantil para desarrollar la
identidad adulta.

Inmerso en una revolución interna, el adolescente tendrá que darse a la tarea de dominar
antiguos conflictos (los de la niñez) e integrarlos dentro de las funciones de la personalidad
adulta. Este cambio pone de manifiesto que el verdadero sentido, de la etapa adolescente, es
la maduración de la autonomía.

Durante el trayecto que comprende la adolescencia, el ser humano alcanza la independencia


de los padres, la adaptación al grupo, la aceptación de su nueva imagen corporal y el
establecimiento de la propia identidad, tanto sexual como moral y vocacional. El logro de
esto suele, frecuentemente, involucrar una profunda crisis que compromete las diversas
áreas de su vida.

Esto significa que el adolescente necesita encontrar vías de acceso a su integración en el


mundo de los adultos, situación que, debido a la creciente complejidad de nuestros días, se
presenta cada vez más difícil y confusa.

Actualmente, el adolescente no encuentra un medio social acogedor y protector que le


facilite esa integración; los chicos ahora viven con mucha presión y gran temor. La
creciente violencia, en cualquiera de sus manifestaciones: agresiones, asaltos, abusos,
etcétera, sumada a la menor atención directa de los padres que, por necesidades laborales,
tienen que pasar largas horas fuera del hogar, dan como resultado adolescentes
desprotegidos en los momentos cruciales de su desarrollo.

Cambios físicos

Se trata de una etapa de grandes cambios. Entre los cambios físicos más importantes
tenemos, en los varones: cambio de voz, aparición de barba y bigote, considerable aumento
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del apetito, mayor grasa corporal (espinillas y acné), vello pubiano y axilar; el pene
aumenta de volumen y las erecciones se vuelven más frecuentes, los testículos se agrandan
y aparece derrame de semen.

En las mujeres, el contorno de la cadera se redondea, los pechos crecen y toman forma,
aumento del apetito, alternado con disminución del mismo; mayor grasa corporal (espinillas
y acné), vello pubiano y axilar; aparece la primera menstruación, aparecen descargas de
moco cervical (manifestación de fertilidad).

Estos cambios provocan, en muchas ocasiones, cierto grado de confusión, turbación,


vergüenza, preocupación, inseguridad, ansiedad, etcétera; por lo tanto, se le puede ayudar a
buscar la adecuada identificación con su cuerpo y su sexualidad, rasgos dominantes de esta
área.

La identificación sexual significa, en esta etapa, la superación de la bisexualidad, un paso


muy importante hacia la diferenciación sexual, donde el adolescente experimentará una
fuerte atracción hacia el sexo opuesto. Al sentirse cómodo en sus relaciones con sexo
opuesto, el adolescente reafirma su condición de varón o mujer, adquiriendo un sentimiento
más integral de identidad y acercándose al comportamiento propio de los adultos de su
sexo.

Cambios psicológicos

Los cambios psicológicos implican un desarrollo mental. Se alcanza el nivel más elevado
de pensamiento – pensamiento formal–, marcado por la capacidad para el pensamiento
abstracto; a diferencia de la etapa anterior (niñez) de las «operaciones concretas». Los niños
pueden pensar con lógica, sólo respecto a lo concreto; los adolescentes no tienen esos
límites, ahora pueden manejar hipótesis y ver posibilidades infinitas. Esto les permite
analizar doctrinas filosóficas o políticas, o formular nuevas teorías. Si en la infancia sólo
podían odiar o amar cosas o personas concretas, ahora pueden amar u odiar cosas
abstractas, como la libertad y la discriminación; tener ideales y luchar por ellos. Mientras
que los niños luchan por captar el mundo como es, los adolescentes se hacen conscientes de
cómo podría ser.

Comportamientos nuevos

Con el desarrollo mental que experimenta y los cambios físicos que padece, el adolescente
enfrentará su nuevo mundo en gran confusión, con conductas como:

- Encontrar fallas en las figuras de autoridad.


- Fuerte tendencia a discutir (oposición, rebeldía).
- Indecisión hasta para las cosas más insignificantes.
- Incongruencia frecuente entre lo que hace y lo que dice o piensa.
- Tendencia a sentirse observado y juzgado por los demás.
- Centrarse en sí mismo (algunas veces con sentimientos de omnipotencia).
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- Impulsividad (hará juicios precoces y criticará indiscriminadamente).


- Predominancia de una actitud desafiante.
- Tratar de tener sus propias experiencias.
- Tener una imaginación desbordada.

Afectividad y socialización

Respecto a la afectividad y la socialización en el adolescente, la característica distintiva


será la inestabilidad. El desequilibrio emocional, la falta de autodominio y la falta de
voluntad que aquejan al joven, se manifestarán con conductas como la suspicacia,
susceptibilidad, irritabilidad, terquedad, cambios de humor, excentricidades, etcétera. Sus
arrebatos afectivos, sus pasiones, sus apegos pasajeros, primero los exaltan para luego dar
paso a largos momentos de abatimiento y vacío. Este vacío afectivo lo llenan (tratan de
llenarlo) fantaseando, leyendo, viendo películas, escuchando música, jugando,
sumergiéndose en internet, durmiendo, etcétera (en el mejor de los casos).

Las nuevas sensaciones que van experimentando, por un lado los atraen y por otro les
provocan miedo, por lo que son presa de una gran inseguridad. También sentirán angustia,
por la tensión, y frustración ante la sociedad, los padres (cualquier figura de autoridad), las
responsabilidades, etcétera. Dicha angustia puede provocar agresividad, miedos, depresión,
etcétera. Toda esta lucha interna es exteriorizada, inconscientemente, con las conductas
desorganizadas ya mencionadas; sin embargo, en medio del caos, tienen una gran necesidad
de afecto, comprensión y apoyo, aunque muchas veces no sean conscientes de ello.

Las relaciones familiares son el primer marco de referencia donde se inicia la socialización
y la formación de la identidad personal. El adolescente va a desarrollar, de manera
progresiva, el proceso de independencia, cuestionando los roles, valores y actitudes, tanto
propios como del resto de la familia. Empezará a tener más importancia el grupo de amigos
que la propia familia; ellos representarán su refugio porque se sentirá comprendido e
identificado con sus similares. La afectividad pasa ya del núcleo familiar hacia el exterior
(conducta adulta), hecho que exige un refuerzo de su propia identidad, mediante un proceso
socio-psicológico de identificación con los compañeros del mismo sexo, para,
posteriormente, empezar a sentir la atracción por el sexo opuesto.

La sexualidad

Los enamoramientos de esta etapa (que todavía están lejos del amor adulto) resultan
importantes para dar seguridad y significación a la propia identidad sexual. La sexualidad
pasa a tener un lugar primordial. Siendo, en esta etapa ya una sexualidad genital, enfrentará
ahora la responsabilidad: el varón, de fecundar, y la mujer, de ser fecundada. Sin embargo,
esta situación no es tan simple, ya que, la madurez psicológico- mental no se presenta en
forma tan rápida y contundente como la físico-biológica. La concordancia se irá dando
conforme se vayan superando los conflictos y se logre definir la identidad y personalidad
adulta.
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La presión social influye para que los adolescentes desarrollen actividad sexual genital
mucho más pronto de lo que deberían hacerlo, de acuerdo con su estado de maduración y
con los consecuentes problemas de embarazo, enfermedades de trasmisión sexual y
problemas para lograr relaciones sanas de pareja. Por lo tanto, será importante saber que
una intimidad madura, que implica compromiso, sacrificio y entrega, se alcanzará hasta
haber logrado una identidad estable.

Lo «normal» y los riesgos

Como se ha expuesto, son diversas las conductas «extrañas» que se pueden observar en este
periodo del desarrollo humano, sin embargo, al ser la adolescencia una etapa altamente
crítica y contradictoria, se puede hablar de una «psicopatología normal del adolescente»,
por lo que se puede considerar «normal» el comportamiento atípico que presentan los
chicos en esta fase. Es común que, muchas veces, ni ellos mismos se entiendan; pueden
sentir a la vez egoísmo y altruismo, mezquindad y generosidad, sociabilidad y soledad,
alegría y tristeza, sumisión y rebelión, materialismo e idealismo, rudeza y consideración,
etcétera, sin poder definirse a sí mismos de una manera coherente.

Es importante mencionar que, a pesar de considerar como «normales » esas conductas


adolescentes, no podemos olvidar que toda esa inseguridad, incongruencia, ansiedad,
etcétera por las que pasa el joven, lo hacen también vulnerable a cualquier influencia
externa.

Actualmente, los adolescentes deben enfrentarse a situaciones difíciles, en las esferas


emocional y social principalmente. Factores como sobrepoblación, desintegración familiar,
violencia, desempleo, drogadicción y delincuencia, han ocasionado un incremento en
trastornos y problemas de tipo emocional, como: depresiones, fobias, padecimientos
psicosomáticos, embarazos prematuros, suicidios, falta de valores, devaluación,
desesperanza, entre otros.

El hilo que divide a la «psicopatología normal» de la «psicopatología real» es muy delgado


y en cualquier momento se puede romper, desencadenando un verdadero problema en el
adolescente. Por esta razón, la inminente necesidad de proporcionar la atención adecuada al
chico, entendiendo y respetando el proceso que vive, pero haciéndole sentir el afecto, la
compañía y la seguridad que tanto necesita.

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