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Viviendo en El Espiritu de La Oracion - BS - Digital 2024

El libro 'Viviendo en el espíritu de oración' de Bernardo Stamateas explora la oración como un encuentro de amor entre Dios y el ser humano, enfatizando que orar implica fusionar el amor de Dios con el nuestro. A través de siete capítulos, el autor aborda la importancia de orar en diversas dimensiones y cómo la oración puede transformar vidas al permitir que Cristo se forje en nosotros. Stamateas también destaca que la verdadera espiritualidad cristiana se manifiesta en una vida de oración constante y en la búsqueda de la voluntad divina.

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Viviendo en El Espiritu de La Oracion - BS - Digital 2024

El libro 'Viviendo en el espíritu de oración' de Bernardo Stamateas explora la oración como un encuentro de amor entre Dios y el ser humano, enfatizando que orar implica fusionar el amor de Dios con el nuestro. A través de siete capítulos, el autor aborda la importancia de orar en diversas dimensiones y cómo la oración puede transformar vidas al permitir que Cristo se forje en nosotros. Stamateas también destaca que la verdadera espiritualidad cristiana se manifiesta en una vida de oración constante y en la búsqueda de la voluntad divina.

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Stamateas, Bernardo

Viviendo en el espíritu de oración : moviéndonos en el círculo de su


amor / Bernardo Stamateas. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos
Aires : Presencia de Dios, 2024.
Libro digital, PDF

Archivo Digital: descarga


ISBN 978-987-8463-87-2

1. Espiritualidad Cristiana. I. Título.


CDD 230

VIVIENDO EN EL ESPÍRITU DE ORACIÓN


Moviéndonos en el círculo de Su amor
© Bernardo Stamateas

ISBN: 978-987-8463-87-2
Depósito legal ley 11.723

©Presencia Ediciones
José Bonifacio 332, Caballito, Buenos Aires, Argentina.
Tél.: (+54 11) 4924-1690
www.presenciadedios.com

Edición: Silvana Freddi


Diseño de tapa y diagramación: Diseño Presencia

No se permite la reproducción parcial o total de este libro, en cual-


quier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, me-
diante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso
previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes
11.723 y 25.446.
— CONTENIDO —

Capítulo 1
VIVIENDO EN EL ESPÍRITU DE ORACIÓN 4

Capítulo 2
QUE TU REINO VENGA 27

Capítulo 3
ORANDO EN LAS CUATRO DIMENSIONES 45

Capítulo 4
EL CARÁCTER DEL ESPÍRITU DE ORACIÓN 61

Capítulo 5
UNA VIDA RENDIDA EN EL ALTAR 74

Capítulo 6
UNA MANERA DE SER CELESTIAL 93

Capítulo 7
DIOS ES SOBERANO 108

3
Capítulo 1

VIVIENDO EN EL
ESPÍRITU
DE ORACIÓN

UN ENCUENTRO DE AMOR
La oración es un encuentro de amor. Cuando Dios nos da
Su Palabra, lo que nos da es Su amor. Su Palabra no es una
palabra fría, sino que carga amor. Siempre que Él nos da Su
Palabra, nos da Su amor, Su corazón, Su voluntad. Cuan-
do decimos: “Hágase Tu voluntad”, le estamos diciendo:
“Hágase Tu amor”, porque Su voluntad está llena de amor.
Al darnos Su amor, Él siempre toma la iniciativa, porque Él
nos amó primero y siempre nos está buscando. Pareciera
ser que nosotros lo buscamos a Él, pero es el Señor quien
nos busca a nosotros con Su amor.

La oración es un encuentro de amor.

Cuando Dios te habla, no te da una palabra fría, te da Su


carga. Su Palabra carga Su amor. Y, si no hay amor, no es

4
— Viviendo en el espíritu de oración —

oración; porque la oración es siempre un encuentro de


amor. Entonces, Su amor es ahora tu amor. Amas con Su
amor, deseas Su deseo, tu voluntad es Su voluntad, porque
el amor de Él se fusionó en ti. Esto es la oración. Dios tiene
una Palabra, esa Palabra es amor, Su amor. Ese amor viene
a tu corazón y se fusiona, y ahora amas con Su amor.

La oración es un encuentro de amor,


eres uno en Él.

Ese amor que Él pone en ti, esa Palabra, esa voluntad quiere
salir de tu interior, y te empuja a orar. Por eso, cuando lo
haces, experimentas Su amor. El amor del Señor siempre
pujará por salir, y saldrá como una oración. Al orar, lo que
soltarás no será solamente una carga o una palabra, sino
Su amor.
Cuando hablas Su Palabra, cuando expresas Su amor, Dios
actúa. Dios siempre actúa por Su amor. Entonces, si no oras,
si no hablas, Dios no va a actuar; pero, si oras, Dios actúa.
Esta es la razón por la que es tan importante que oremos
en las cuatro dimensiones. Observa el siguiente versículo:
Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,
y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie
las arrebatará de mi mano.
—Juan 10:27-28

Al analizar este pasaje, observamos que tiene tres partes.


Primero: Dios nos habla, nos pone Su palabra que carga

5
— Viviendo en el espíritu de oración —

amor. Segundo: seguimos esa palabra y la hablamos. Y


tercero: Dios nos da Su vida. Este es todo el misterio de la
oración.
Cuando una persona expresa: “Yo ya oré y no veo nada”,
no oró. Si dice: “Yo ya cumplí, oré”, como si hubiese hecho
una actividad, no oró. Porque la oración es el amor de Él
que viene a nosotros. Nos unimos en Su amor y, ahora,
cuando oramos, soltamos Su amor. Es decir, orar es amar
con Su amor lo que el Señor quiere que oremos.

QUE CRISTO SEA FORJADO


Orar en las cuatro dimensiones significa orar por toda
nuestra familia —porque toda nuestra casa tiene que venir
a Cristo—; por nuestros amigos y compañeros —porque
Dios no nos puso en el trabajo en que estamos solamente
para que crezcamos económicamente, sino porque la gente
que está con nosotros tiene que recibir al Señor—; por los
vecinos y los conocidos —Dios nos puso en el barrio donde
vivimos para que oremos por la gente de allí—; y también
por los desconocidos.

6
— Viviendo en el espíritu de oración —

Ahora bien, en alguna de estas áreas puede haber algún


enemigo, alguien con quien nos llevamos mal. Quizás
se trata de un familiar, de un compañero o tal vez de un
desconocido. Entonces, nos va a costar soltar la oración.
¿Qué hacemos en este caso? Necesitamos perdonar.
Supongamos que Dios nos dice: “Quiero que ores por esa
persona”, pero nosotros estamos enojados, con resenti-
miento. Allí, en ese caso, necesitamos pedirle perdón al
Señor para que Él nos restaure. Cuando oramos, soltamos
el amor de Dios, y nadie resiste Su amor. Todos nosotros
estamos en el Cuerpo porque alguien oró por nosotros.

Todo lo que Dios hace lo hace por la oración,


porque ella es la expresión de Su amor.

Su Palabra tiene poder, porque carga el amor del Señor, y


en el amor no hay temor. El amor vence cualquier obstá-
culo que se le pone por delante, porque el amor de Dios
todo lo puede, todo lo cree, todo lo espera. El amor tiene el
poder del Señor.
A medida que oramos, Dios nos va agregando nombres y
va ajustando nuestra oración. ¿Qué quiere decir esto? Si
estás orando por un vecino, por tu amigo y por esa perso-
na que Dios te mostró en la calle, y le estás diciendo: “Se-
ñor, son Tuyos, van a estar en el Cuerpo conmigo”, Dios
te llevará a ajustar esa oración y te dirá: “Ahora quiero que
ores esto”.
Un matrimonio se había mudado a un barrio nuevo. Hicieron
su lista de nombres y empezaron a orar: “Señor, oro por este
vecino de la izquierda. Oro por su casa. Son tuyos, Señor”. Pero

7
— Viviendo en el espíritu de oración —

después Dios les ajustó la oración, por lo que oraron: “Señor,


permite que me encuentre con el vecino de manera imprevista”.
Eso fue lo que Dios les dijo que oraran. Al día siguiente, el vecino
les tocó el timbre. Quería decirles que el hijo del matrimonio
se había peleado con el suyo por el triciclo. El matrimonio
dijo: “Gracias, Señor, no nos imaginábamos que iba a ser así el
encuentro”. ¡Dios hace como quiere! Luego, Dios le indicó al
marido que ajustara su oración y le dijo: “Ahora ora para que
puedas conversar con tu vecino de algo que les guste a los dos”.
Pasó una semana, y el hombre se mantuvo en esa oración. Un
día, el vecino le hizo un comentario respecto a un partido de
fútbol, y ambos terminaron conversando animados sobre el
tema. Después, Dios le dio una nueva oración: “Señor, permite
que lo pueda llevar a la iglesia”. Pasó un tiempo y lo llevó a la
iglesia, y el vecino recibió a Cristo. Luego, oró: “Señor, permite
que alguien lo discipule”.

De esta manera, Dios nos va ajustando la oración hasta


que todas las personas vayan al Señor. ¡Hay poder cuando
hablamos las palabras que Dios nos dice que hablemos!
Una autora que estuvo como misionera en China, Rosa-
lind Rinker, cuenta en uno de sus libros sobre el día que un
carpintero fue a hacer una reparación en la casa.

Mientras el carpintero trabajaba, ella sintió una voz que le decía:


“¡Háblale, háblale! Si no le hablas, se va a morir sin Cristo”.
Ella le dijo a Dios: “Pero Señor, no lo conozco, recién llegó”.
Sin embargo, la voz insistió y la angustió. La misionera pensó:
“Esta no es la voz de Dios, porque la voz de Dios tiene vida y
paz”, por lo que decidió no predicarle. Dos horas más tarde, se le
acercó el carpintero y le dijo: “Discúlpeme, ¿le puedo hacer una
pregunta? Hace un par de horas que estoy trabajando aquí y vi
un cuadro que usted tiene colgado. En la escena pintada, había
unos clavos, una corona, una cruz vacía, un lienzo... Por más que

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— Viviendo en el espíritu de oración —

miro el cuadro, no logro entenderlo. ¿Me lo puede explicar?”. Y


ahí Rosalind lo llevó a Cristo.

¡QUÉ EXTRAORDINARIO!
EL SEÑOR SIEMPRE NOS GUIARÁ,
Y SU GUÍA ES VIDA Y PAZ.

Pero la historia no termina allí. Mira lo que cuenta Rosalind


Rinker que sucedió al día siguiente...
Fue a su casa el encargado del empapelado. Mientras el hombre
trabajaba, ella encontró un Evangelio de Juan. En ese momento,
el Señor le dijo: “Dáselo”. Rosalind apenas sabía hablar chino,
pero le dio el Evangelio y le dijo: “Si usted lee este libro, nunca
morirá”. El hombre quedó impactado y prometió que lo leería.
Una semana después, un hermano misionero le preguntó a
Rosalind: “¿Tú le diste un Evangelio de Juan al empapelador?”.
“Sí”, respondió ella, “y le dije que quien cree no morirá”. El
misionero le contó que el hombre lo leyó dos veces y, como no
había entendido nada, lo llamó a él, quien finalmente lo llevó a
Cristo.

Eso es lo que Dios va a hacer. Uno soltará una palabra, otro


hará otra acción, y el Cuerpo de Cristo traerá victoria al
nombre del Señor. Somos como mendigos que les dicen a
otros mendigos dónde está el pan. Tú y yo sabemos que el
pan solo está en el Señor.
Cuenta también esta misionera que un día, mientras viajaba
en el colectivo, dos hombres que estaban fumando en el
fondo empezaron a discutir a los gritos. Ella se iba a cambiar
de asiento, porque estaba leyendo La Biblia y los gritos no le
permitían concentrarse, pero Dios le dijo: “Quédate ahí”. Ella se
quedó donde estaba. Poco después, cuando uno de los hombres
se bajó, el otro se acercó a Rosalind y le preguntó: “¿Qué está

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— Viviendo en el espíritu de oración —

leyendo, señora?”. Rosalind le respondió y ahí comenzaron a


charlar. El hombre le confesó: “Estoy muy mal”, y comenzó a
llorar. Y, entonces, la misionera lo llevó a Cristo.

Las ovejas oímos la voz de Dios; Él nos va guiando, nos


toma de la mano y nos da la vida. Nosotros oramos y Él
obra. El único objetivo del Señor es forjar a Cristo en noso-
tros. Jesús aseguró que el Padre iba a edificar la Iglesia, a
Cristo, para que nuestra manera de vivir sea vivir a Cristo.
Eso es lo que llamamos “el espíritu de oración”.
El espíritu de oración es una manera de ser. Cuando se nos
forja Cristo, tenemos una manera de vivir celestial. Todo lo
que Dios está haciendo y permitiendo es para forjar el espí-
ritu de oración, la manera de vivir celestial. No estamos
esperando morir para irnos al Cielo; estamos trayendo el
Cielo a nuestra vida, estamos tomando trozos de Cristo, y
Él se está forjando en nosotros. Paso a paso, el Señor se está
forjando en ti y en mí. Dios no va a perder oportunidad con
ninguno de nosotros para forjar a Cristo. Ese es el espíritu de
oración.

ESPÍRITU DE ORACIÓN
George Müller decía: “Yo vivo en el espíritu de oración. No
oro solo a la mañana, oro cuando me levanto, cuando me
acuesto, todo el tiempo. Yo vivo orando, vivo en intimidad,
porque estoy en el espíritu de oración”. Al leer esto quedé
impactado y le pregunté al Señor: “¿Qué es el espíritu de
oración?”. Y Él me dijo: “Es una manera de ser, una manera
celestial de vivir.
Ahora bien, existen tres maneras de vivir:

10
— Viviendo en el espíritu de oración —

a) Para lo externo: Hay gente que declara: “Quiero mi


casa”, “Quiero mi coche”, “Quiero, quiero, quiero”.
Son personas que viven para el ascenso, para viajar,
para el vivir externo.

b) Para uno mismo: Hay gente que vive para lo que siente,
le gusta y la hace feliz.

c) Para lo verdadero: Vivir a Cristo. Cuando vivimos a Cris-


to, empezamos a vivir de verdad, porque la vida es
Cristo, la vida eterna es que lo conozcamos a Él. Y eso
es lo que el Padre está haciendo: que la vida de Cristo se
forje en nosotros. Así es vivir de manera celestial, vivir
a Cristo, que Cristo crezca en nuestro interior.

Meditar sobre este tema me llevó a preguntarle: “Señor,


¿cómo es que Cristo se forja en mí? ¿Cómo es que Cristo
crece en mí? ¿De qué manera?”. Y el Señor me mostró lo
que a continuación quiero compartirte:
El primer modelo es el creyente que cree que, ahora que
recibió a Cristo, Dios está para satisfacerle sus necesidades.
Entonces pide: “No tengo auto. Señor, dame el auto”.
Cuando Dios le da el auto, le pide: “Dame para la nafta”. Y
después ora por el garaje. Cuando ya tiene el garaje, le dice:
“Señor, sana a mi perrito”. Vive en la “oración calesita”:
“Me falta esto, dámelo; me falta aquello, dámelo. Señor,
¿por qué no me das lo que te pedí?”. Este tipo de creyente
es el que se congrega cuando le sucede algo, cuando le falta
algo, cuando alguien está enfermo. Toda su vida gira alre-
dedor de sus necesidades.

11
— Viviendo en el espíritu de oración —

El segundo modelo, un tanto mejor, es el creyente que dice:


“Yo recibí a Cristo y quiero mejorar. Tengo mal carácter,
pero lo voy a superar. Me deprimo, pero voy a superar eso
también”. Va mejorando, pero a través de la ley. Declara:
“Me voy a esforzar para ser un buen cristiano; me voy a
esforzar porque el Señor dice esto en Su Palabra”. Así,
mediante el esfuerzo, la persona intenta ser mejor, porque
cree que el Señor vino a mejorarnos. Sin embargo, la vieja
creación no se mejora. Muchos creen que, si mejoran las
condiciones sociales, una persona va a mejorar. ¡Y cuántos
ricos roban! Porque no se trata de mejoras sociales, pues la
naturaleza humana no se mejora.
En tercer lugar, está la gente que busca ser mejor cristiano,
pero necesita que la estén motivando. “Yo quiero ir a una
iglesia que me motive”, “¡Vamos! ¡Dios te va a bendecir, te
va a ir bien!”, “¡Bienvenido a esta iglesia! ¡Somos familia
y te amamos!”, expresan. Creen que la vida cristiana es
encontrar un lugar donde sentirse bien. Entonces, sus
comentarios son: “Me gustó la prédica, me hizo sentir
bien. La alabanza también me encantó. Los hermanos,
más o menos, pero no importa porque yo lo miro al Señor”.
Siempre están girando alrededor de lo que sienten.
En cuarto lugar, tenemos un modelo un poco más avan-
zado que dice: “Yo busco aprender”. Son los que apren-
den algo de este pastor, otra cosa de aquel profeta y algo
más del apóstol tal” … De esta manera, van aprendiendo
cosas sueltas de un lado y de otro, pero esto no nos brinda
crecimiento.
En quinto lugar, están los que afirman: “Ah, no. Yo no estoy
ni en la oración calesita, ni en la mejora ni en aprender
cosas sueltas. Lo mío es el ayuno y la oración. Ahora estoy

12
— Viviendo en el espíritu de oración —

haciendo un ayuno de cuarenta días”. Otros aseguran:


“Yo estoy orando por el don de sanidades, por el don de
lenguas y por el don de poder. Estoy buscando un aviva-
miento, y me voy a encerrar tres días para que Dios me lo
dé”. Pero ¿sabes qué sucede con el avivamiento? Si bien es
glorioso, porque Dios se suelta, así como aparece, desapa-
rece. Estudié todos los avivamientos de la historia, y todos
empezaron y terminaron.
Ninguno de estos modelos sirve. ¿Cuál es el modelo
correcto? El modelo del espíritu de oración, que es crecer cada
día y que Cristo se nos vaya añadiendo. Como me decía mi
maestro de clarinete, Salomón: “Luisito, una hora todos
los días, que no falte una hora diaria”. Recuerda: Cristo se
forja por crecimiento día a día, poco a poco, hasta el último
día de nuestra vida.
Jesús dijo: “Yo soy la Vid, ustedes son las ramas” (Juan 15:5). ¿Y
qué van a dar las ramas? Fruto. El fruto es tu herencia. Ten-
drás resultados maravillosos y celestiales. Ahora bien, ¿es
un milagro que el manzano dé manzanas? No. El manzano
simplemente existe para dar manzanas. Del mismo modo,
nosotros existimos para dar fruto al treinta, al sesenta y al
ciento por uno. Tu vida va a dar fruto cada año, cada mes,
cada día, y sin que tengas que hacer nada. Si le preguntá-
ramos al manzano: “Manzano, ¿podrías darnos tu secreto
para dar fruto?”, él no nos diría: “Mejoro todos los días”,
ni: “Hice un ayuno de cuarenta días”. El manzano nos res-
pondería: “Tengo mis raíces, absorbo los nutrientes, recibo
la savia. La vida desborda de mí, y ese desborde de la vida
es el fruto”. Eso es lo que el Señor va a hacer todos los días:
Él va a fluir en nosotros y el fruto llegará solo. No hay que
esforzarse para dar fruto; el fruto es el resultado de vivir
a Cristo cada día, de decirle a diario: “Te amo, Señor. Eres

13
— Viviendo en el espíritu de oración —

el Rey de mi vida”. La intimidad con Cristo es lo que nos


llevará a dar fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno
en todas las áreas de la vida. Eso es forjar a Cristo, eso es el
espíritu de oración.
Pasa tiempo en tu portal cada día. No necesitas cuatro tips
para mejorar las ventas ni hacer un curso; el manzano no
estudia, solo tiene que recibir la savia. La savia es Cristo,
por eso necesitas intimidad con Él en tu portal.
George Müller decía: “He aprendido, ya de grande, que el
único objetivo, el más importante, es que mi espíritu esté
lleno del Señor. Si mi espíritu está lleno del Señor cada día,
todo lo demás Él me lo va a dar por herencia”. A medida
que lo vayas conociendo a Él, Dios te dará más de Su savia,
Su comunicación personal, y por tu comunión en el Cuerpo
de Cristo, trabajará a solas en tu portal.

ÉL NOS CONVOCA
Analicemos los siguientes pasajes:
Después mandó David que se reuniese a los extranjeros
que había en la tierra de Israel, y señaló de entre ellos
canteros que labrasen piedras para edificar la casa de
Dios.
—1 Crónicas 22:2

Y cuando se edificó la casa, la fabricaron de piedras que


traían ya acabadas, de tal manera que cuando la edifi-
caban, ni martillos ni hachas se oyeron en la casa, ni
ningún otro instrumento de hierro.
—1 Reyes 6:7

14
— Viviendo en el espíritu de oración —

La Escritura narra que David ordenó que las piedras para el


templo fueran golpeadas, labradas a solas. Cada día, golpe
a golpe, martillazo tras martillazo, Dios te va a tratar a solas
en el portal, en el lugar secreto. Sabemos que no será diver-
tido, pero no hay otro camino. Pero, si no permites que
Dios derribe lo que debe quitar de ti, porque dices: “Yo ya
sé todo esto”, más se empeñará Dios en derribarlo. Luego,
cuando las piedras ya estaban forjadas, las llevaban para
construir el templo (el Cuerpo). Y edificaban el templo en
silencio, ya no había ruidos ni martillazos. Si hacemos un
paralelismo, lo mismo ocurre cuando venimos al Cuerpo.
Cuando nos reunimos, tú ya vienes tratado, formado,
derribado. Estás feliz y no sientes apuro por irte, porque ya
viniste martillado de casa; entonces, el Señor obra.
Efesios es la carta más elevada del Nuevo Testamento, es
una carta gloriosa. En dos oportunidades, en el medio de la
carta, el apóstol Pablo se detuvo, oró, escribió la oración y
luego continuó con la escritura. Estas son las dos oraciones
que hizo:

15
— Viviendo en el espíritu de oración —

En Efesios 1:22-23, Pablo ora para que conozcamos el Cuer-


po. Hay poder cuando nos congregamos. No nos reuni-
mos para pasar un lindo momento, tampoco a tomar notas;
venimos por algo todavía más glorioso que eso: porque
somos uno, Él nos trajo, Él nos convocó. No nos reunimos
porque nos gusta, porque “me dejan tocar un instrumen-
to”, porque “me dejan servir”, porque “me tratan bien” o
porque nos agrada estar entre los hermanos; lo hacemos
porque somos parte del Cuerpo de Cristo y, cuando nos re-
unimos dos o tres en el Cuerpo, Él se ubica en el centro. Y, si
Él está en el centro, el Padre nos da todo lo que le pedimos,
porque Dios le dio autoridad a la Iglesia sobre principados
y potestades. Por eso, cuando nos congregamos, todo lo
que en la semana no fue vencido, es vencido en el Cuerpo.
Pablo siguió escribiendo y después hizo una oración más.
En Efesios 3:16-17, su oración habla de la intimidad, de lo
privado. Cuando nos reunimos, damos la orden, soltamos
la palabra, y Dios comienza a darnos testimonios, a multi-
plicarnos, a bendecirnos. Todo lo que no funcionó en la
semana es porque Dios lo reservó para hacerlo juntos en
el Cuerpo de Cristo. Cuando estamos reunidos, todo desa-
parece: el que está al lado, el horario, lo que tenemos que
hacer después, el partido, el sueño, el cansancio, los dolores
e, incluso, nosotros mismos. Y Él se manifiesta. Tocamos
el Cuerpo de Cristo y se libera el poder. Sin embargo,
también Pablo insiste: “No descuiden su vida personal, no
descuiden su portal”.
A la noche, al acostarte, medita una promesa, sobre todo
si tienes problemas para dormir. Quédate con esa palabra
en lugar de mirar televisión. Por ejemplo, lees: “En paz me
acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces

16
— Viviendo en el espíritu de oración —

vivir confiado”, y te quedas con eso, orando: “Tú me haces


vivir confiado, Señor. Tú me haces descansar. Descanso
en Ti, Jesús”, hasta que la palabra te duerma. Cuando te
levantas, lo primero que debes hacer es decirle: “Te amo,
Señor. Este día está lleno de Tu Presencia. Amén”.
María Magdalena fue hasta la tumba, pero el cuerpo de
Jesús no estaba. Cristo se le apareció y ambos tuvieron
una breve charla en la que el Señor le anunció: “Voy a Mi
Padre, a vuestro Padre; a Mi Dios, a vuestro Dios”. Y la
mujer corrió a avisarles a los discípulos. Ese mismo día, a
media tarde, iban dos hombres conversando sobre lo que
había ocurrido con Jesús. El Señor se les unió en la cami-
nata y les preguntó: “Disculpen, ¿de qué están hablando?”.
Ellos le explicaron: “¿No te enteraste? Lo mataron al pobre
Jesús”. Fue entonces que el Señor les dijo: “¿Pero ustedes
no leyeron que Él tenía que venir, que Él era el arca de Noé,
que Él era la ofrenda de Abel?”, y comenzó a explicarles
todo el Antiguo Testamento. Los hombres le pidieron que
se quedara con ellos. Se sentaron a comer, y Jesús partió el
pan. Y, cuando partió el pan y se los dio, se les abrieron los
ojos y exclamaron: “¡Es el Señor!”. En ese momento, Jesús
desapareció. ¿Y qué hicieron los dos hombres? Salieron
corriendo. ¿A dónde? A donde había ido María Magda-
lena, con los apóstoles. Estaban todos reunidos cuando,
de pronto, entró Magdalena y les anunció: “¡Vi al Señor!
¡Vi al Señor resucitado!”. Y luego llegaron los otros dos:
“¡Vimos al Señor! ¡Estuvo con nosotros!”. Todavía estaban
hablando cuando apareció el Señor en medio de todos. ¡Así
sucederá con nosotros! Dios nos trata en lo privado y en el
Cuerpo.

17
— Viviendo en el espíritu de oración —

Estando en el Cuerpo, les sopló y les dijo: “Tóquenme.


Miren, soy Yo”, y comió con ellos. Lo que Dios te da en
privado nunca será lo mismo que lo que te da en el Cuerpo,
y lo que te da en el Cuerpo nunca será lo mismo que lo que
te da en privado. Por eso, necesitamos buscarlo tanto en
privado como en el Cuerpo de Cristo.

UN ESPÍRITU SUPERIOR
Como mencioné anteriormente, el espíritu de oración es
una manera de ser, una forma de vivir, un forjamiento de
Cristo. Es estar en aguas profundas, es vivir a Cristo, es
afirmar: “Para mí, el vivir es Cristo”. Dicho en términos
del Antiguo Testamento, es tener otro espíritu, un espíritu
superior. Observa cómo lo expresa La Palabra al hablar de
Caleb y de Daniel:
Pero a mi siervo Caleb, por cuanto hubo en él otro espí-
ritu, y decidió ir en pos de mí, yo le meteré en la tierra
donde entró, y su descendencia la tendrá en posesión.
—Números 14:24

Caleb tenía otro espíritu, otra manera de vivir, al igual que


nosotros que tenemos otra manera de vivir. La gente vive
vidas de dolor, pero nosotros tenemos la vida de Cristo,
otro vivir, pues no vivimos como el mundo; estamos en el
mundo, pero tenemos a Cristo, por eso, tenemos otro espí-
ritu: el Espíritu Santo de Dios.
Pero Daniel mismo era superior a estos sátrapas y
gobernadores, porque había en él un espíritu superior;
y el rey pensó en ponerlo sobre todo el reino.
—Daniel 6:3

18
— Viviendo en el espíritu de oración —

Nosotros tenemos una manera de vivir distinta, porque


tenemos a Cristo. No somos mejores, somos mendigos,
pero ya sabemos dónde está el pan, y tenemos hambre
del Señor. Por eso le dije: “Señor, guíame”, y me puse a
investigar. El Señor me llevó a ocho personas con sesenta o
setenta años en Cristo, que no se encuentran en Instagram
o Facebook, sino personas anónimas que están en las igle-
sias y llevan una vida de amor e intimidad con Dios.
Y en esas entrevistas aprendí que el espíritu de oración es un
Cristo crecido. Lo que observé en las ocho personas que
entrevistamos es que tienen conciencia de Su Presencia
en todo momento. Ellos saben que el Señor está ahí, a su
lado, aquí y ahora, cuando están lavando, caminando
o hablando con alguien. Ven y tocan a Cristo en todas
las circunstancias, en todos los momentos, en todas las
cosas. Nosotros, en cambio, quizás tocamos Su Presencia
en una reunión y comentamos: “¡Wow, el Señor se mani-
festó! ¡Qué hermosa es Su Presencia!”, pero no volvemos
a tocarlo hasta el próximo encuentro. Después, tocamos
la presencia del Señor en el portal u orando, y ya tenemos
algo más de conciencia de Su Presencia. Pero el espíritu de
oración consiste en que desde que nos levantamos hasta
que nos acostamos, en medio del trabajo, mientras cami-
namos o comemos, le digamos: “¡Señor, estás aquí, estás
conmigo!”. Entonces, nunca más diremos: “Dios me aban-
donó”, “¿Dónde está Dios ahora? ¿Por qué no lo siento?”.
Casi todas las personas que entrevistamos expresaron: “Yo
estoy delante de Él; me doy cuenta de que Él está ahora
presente”. Y con ese “ahora” no se refieren solamente a la
reunión, sino a cada momento, a la conciencia permanente
de la Presencia preciosa del Señor, donde no solo saben que

19
— Viviendo en el espíritu de oración —

Él está, sino que es hermoso y maravilloso. Todas estas


personas, con tantos años en el camino del Señor que
entrevistamos, afirmaron entre lágrimas de amor: “Él es
hermoso, Él es todo para mí. No existe nada mejor que
la Presencia del Señor”. Ellas descubrieron que Cristo es
todo, que es el mejor tesoro. ¡Qué belleza!
Otra característica es que el espíritu de oración, cuando va cre-
ciendo, nos va llenando de Cristo. Cuando tú y yo hablamos,
tenemos testimonios para contar; sin embargo, hay cre-
yentes de muchísimos años en el Señor que no tienen nada
para hablar de Cristo. No te hablan de Él. Pueden contarte
de su ministerio, de su servicio, de las reuniones a las que
fueron, pero no de Cristo, porque Él no creció en ellos. Cre-
cieron las reuniones, los encuentros, los seminarios, pero
Cristo no creció. En cambio, cuando se forma el espíritu de
oración, comienza a haber más y más testimonios. Toda
esta gente, a la que le pedí que me compartiera al menos
uno, tenía cientos de ellos. La mujer de noventa y cinco
años me dijo: “Bernardo, yo pensé que me iba a jubilar,
pero Dios me puso un geriátrico enfrente de casa y me dijo:
‘Ahí te di el ministerio de los geriátricos’. Ahora cruzo la
calle y sirvo al Señor en ese lugar”.
Había una viejita de ciento dos años, que no veía ni oía... Las
mujeres me sugirieron: “¿Por qué no oras para que parta a la
Presencia del Señor?”, pero el Señor me dijo: “Ora para que
venga a Mi Presencia, pero primero llévala a Cristo”. La llevé a
Cristo y luego declaré: “Señor, está en Tus manos”. Al otro día
partió. Yo sé que está con el Señor, y un día la voy a volver a ver.

¡Qué lindo! ¡Ese es un testimonio de vida fresco!

20
— Viviendo en el espíritu de oración —

El espíritu de oración te hace rico


en testimonios, en hablar de Cristo, en contar
experiencias con el Señor.

Esta misma hermana, que lleva un cuaderno de oración,


me contó otro testimonio:
Un día, a las dos de la tarde, mientras estaba trabajando, Dios
me dijo: “Ora por tal persona”, y me vino el nombre del pastor.
“Señor, es Tuyo”, oré, y anoté el nombre en mi cuaderno. Una
semana después, vi al pastor en la reunión y le dije: “¿Le puedo
hacer una pregunta? ¿Dónde estaba el lunes a las dos de la
tarde?”. El hombre me respondió: “Estaba volando. Tenía que
dedicar un lugar, así que alquilamos una avioneta. En medio del
vuelo, nos quedamos sin combustible. Nos íbamos a estrellar,
pero entre las dos y las dos y media de la tarde, el piloto logró
aterrizar. Dios nos cuidó”.

La hermana le dio gracias al Señor por guiarla a orar. ¿Estás


preparado para experiencias así de hermosas?
Tres personas estaban orando en una casa, le estaban pidiendo
dirección a Dios: “Señor, ¿por quién quieres que oremos?”. De
pronto, sintieron en su espíritu que debían orar por alguien que
estaba pasando frío. Afuera estaba helando pero, aun así, ellos
recibieron la indicación de salir a buscar a esa persona. Así que
se abrigaron y salieron. A pesar del frío, comenzaron a caminar
y caminar, sin encontrar a nadie. Finalmente, hallaron a una
mujer, sola y abrigada, pero con un rostro de muerte. Se le acer-
caron y le dijeron: “Venimos de parte del Señor, acá estamos”. La
mujer comenzó a llorar y les confesó: “Me quise matar, y le dije
a Dios: ‘Si existes, que venga alguien a mí’”.

21
— Viviendo en el espíritu de oración —

¡Qué extraordinarias las cosas que hace el Señor!


¡Eso es el espíritu de oración, la guía del Señor!

El carácter de quien tiene espíritu de oración es aquel que reco-


noce ser nada y puede decir: “No soy nada, Él es todo”. Todos
declararon: “No sé si les va a servir lo que te estoy compar-
tiendo. Yo no sé si sé orar, creo que no sé orar”. La gente con
espíritu de oración tiene conciencia de que no es nada y no
necesita subir una foto a las redes ni busca obtener un “me
gusta”; simplemente afirma: “Señor, no soy nada”; pero no
es producto de su baja estima. Esta gente no tiene estima,
porque humildad no es pensar menos de uno mismo, sino
no pensar en uno mismo, porque Él lo llena todo, porque Él
es todo en nosotros. Esa conciencia de que no somos nada
hace que no necesiten actuar ni impactar. Solo reconocen:
“Yo sé tan poco del Señor, pero Él es todo”.
Otra característica que noté es que son siempre los mismos.
Muchos de nosotros exclamamos: “¡Aleluya!” en la
reunión; sin embargo, diez minutos después, en la calle,
cuando un conductor nos arroja el auto encima, gritamos
enfurecidos. Somos de una manera en un momento y de
otra, en otro.
No trates de tener el espíritu de oración, eso lo hace el Espí-
ritu Santo. El Señor irá tomando áreas privadas de tu vida
y, como tendrás conciencia de Él, de que Él está, de que
Él te ve, de que Él te ama, el Señor empezará a derribar
y a añadir de Cristo, a hacer que seas consciente de Su
Presencia en la salud y en la enfermedad, en pobreza y en
riqueza, para que siempre seas el mismo y digas: “Todo

22
— Viviendo en el espíritu de oración —

lo puedo en Cristo que me fortalece. Cristo les ganó a las


circunstancias”. ¡Gloria al Señor!
Un hombre tenía seis hijos: todos no cristianos. Lo fue a ver a
George Müller y le dijo: “Hermano, a usted Dios le responde las
oraciones, ¿qué consejo me da?”. Müller respondió: “Ore, pero
ore creyendo que Dios le va a responder”. Pasaron seis años, y
el hombre se volvió a encontrar con él. El hombre le comentó:
“Hermano, ¿se acuerda de mí? Me dijo que orara y esperara la
respuesta. Cinco de mis hijos se convirtieron a los dos meses,
pero el sexto todavía no”. Müller contestó: “Siga orando y espe-
rando la respuesta”.

No te rindas porque, si Dios te lo dijo, Él lo va a hacer. Perse-


vera en la oración hasta ver la respuesta divina. ¡Eso es el
espíritu de oración: las circunstancias no te mueven!
Otra característica sobre el espíritu de oración es que nos hace
adaptables, ya que Él rompe nuestras formas. Por ejemplo, si
dices: “Yo necesito levantarme a tal hora y tomar un café
en silencio”, Dios derribará ese método y te hará como un
pegamento apto para lo liso, para lo curvo y para todas las
formas, porque Él derriba tus formas y te hace adaptable.
Estás con alguien que no te habla, y no te molesta. Estás con
alguien rígido, agresivo, y no te afecta. Estás con alguien
amoroso, y tampoco te afecta. Porque ahora Cristo ha
tomado forma. Ahora no te conformas al mundo, porque
tienes la forma de Cristo. Todo lo puedes en Cristo, y las
circunstancias no te mueven.

EL ESPÍRITU DE ORACIÓN
ES UNA MANERA DE VIVIR,
UNA MANERA DE SER.

23
— Viviendo en el espíritu de oración —

¿Estás creciendo en el Señor? Ese tiene que ser tu foco.


Cuando la esposa de Potifar buscó a José para tener rela-
ciones sexuales, él le dijo: “Yo no podría pecar contra Dios”.
Eso es el espíritu de oración, la conciencia de la Presencia.
Esa conciencia preciosa nos hace tener experiencias con Él,
conocerlo más. Si te preguntara qué viste de Cristo esta
semana, qué te enamoró del Señor, qué te habló hoy, el espí-
ritu de oración te haría hablar, porque te da un carácter que
reconoce que no eres nada. Pero no por baja estima, ¡sino
porque no hay estima! Él es todo; todo es por Su gracia, por
rendirse y orar al Señor.
Ahora mismo puedes decirle: “Señor, fórjate en mí. Quiero
tener conciencia de Tu Presencia, conciencia de que el espí-
ritu de oración es Él, que está conmigo y me está viendo”.
Observa los siguientes pasajes de Hechos 13:

En la iglesia de Antioquía había profetas y maestros. El


texto menciona a cinco personas: Bernabé, Simón, Lucio

24
— Viviendo en el espíritu de oración —

de Cirene, Manaén y Saulo. Saulo aparece en quinto lugar.


Estaban orando en el Cuerpo, cuando el Espíritu Santo
dijo: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para las acciones divinas”.
Ahora, Saulo está en segundo lugar. Cristo se forjó en él
ahí, en una reunión, y creció porque del quinto lugar pasó
al segundo. Muchas veces Cristo crece ¡y ni nos damos
cuenta!
Al leer el versículo 13, observamos que Pablo es mencionado
en primer lugar y ahora tiene compañeros. Ahora él estaba
forjando a Cristo en otros, les estaba enseñando a llevar
la carga, a dar testimonio, a soltar la palabra; les estaba
contando experiencias; les estaba soltando La Palabra, la
vida del espíritu de oración. Porque, cuando tenemos el
espíritu de oración, la vida fluye y hay un misterio ahí.
En el versículo 2, Pablo estaba en segundo lugar, pero el
versículo 43 ya no habla de Bernabé y Saulo, sino de Pablo
y Bernabé. No se trata de que uno le ganó al otro, lo que
el texto nos está mostrando es que Pablo estaba creciendo
en el Señor. No se trata de ser mejor que otro ni de ganarle
a nadie, sino de que Cristo está creciendo en ti. Estabas
abajo, pero el Señor te fue tratando y ahora te indicó: “Forja
a alguien”.
Pablo decía: “Sufro dolores de parto para que Cristo sea formado
en ustedes. Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas
les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son
llamados a formar la imagen del Hijo. Mirando a cara descu-
bierta, como en un espejo, vemos la gloria del Señor, y esa gloria
nos transforma a Su misma imagen”. ¡Esto es lo que el Señor
va a hacer en nosotros!

25
— Viviendo en el espíritu de oración —

Dile al Señor: “Padre, quiero que me trates, que Cristo


aumente en mí, que te forjes en mí. Soy una piedra.
Lábrame, golpéame, derríbame, desgástame para que
Cristo brille y crezca. Que pueda ver Tu Presencia a toda
hora, en todo momento. No importan las circunstancias,
porque mayor es el que está en mí. Muéstrame la hermo-
sura del Hijo, enamórame de Él. Te necesito. Yo no soy
nada, pero Tú eres todo”.

26
Capítulo 2

QUE TU
REINO VENGA

LAZOS DE AMOR
El Señor prometió suplir todas nuestras necesidades si
oramos por Su Reino. Él prometió que, cuando oremos Su
oración de esta manera, Él va a suplir todo lo que necesi-
tamos. Ahora bien, no se trata de una nueva manera de orar,
sino de la manera correcta de orar, aquella que Cristo ora
en el Cielo. Al orar, estamos haciendo un diálogo de amor,
porque la oración y el amor son lo mismo.

La oración y el amor de Dios van de la mano.

La palabra de Dios, Su voluntad, es una carga que lleva


amor. Cuando Dios nos da Su palabra para que oremos, esta
es Su palabra de amor. Es decir, la oración es un contacto,
una reunión, de amor. Cuando oramos al Señor, es porque

27
— Que Tu Reino venga —

el Señor primero nos buscó y depositó Su amor, Su palabra,


en nosotros.

Su palabra es amor.
Y la oración es un encuentro de amor.

La oración es un encuentro de amor, y no podemos vivir sin


orar. Si fallas en la oración, fallas en todo. Si todavía no estás
orando en las cuatro dimensiones, vas a fallar en todo lo que
venga por delante y nada va a funcionar.

Si la oración falla, todo falla.

Cuando Dios te habla, pone Su palabra; Su palabra es amor,


porta amor. Esa palabra, que es Su amor, viene a tu espíritu
para que ores por una persona. Ese amor se fusiona en tu
corazón y, cuando comienzas a orar, sueltas Su amor que te
empuja a orar por los demás. Por eso, podemos decir que la
oración es un círculo de amor.
Dios primero te trata a ti porque, cuando te dice por quién
y por qué orar, esa palabra te llena de amor. Así, el Señor
primero te ministra a ti, hace que Su amor te inunde; y
después, cuando oras, ese amor divino se manifiesta y toca
a la otra persona.
¿Ya tienes tu lista de nombres, tu cuaderno de oración?
Si todavía no lo tienes, consigue uno; deja las excusas y
prepara tu cuaderno de oración. Necesitas orar de esta
manera para que las cosas comiencen a funcionar.

28
— Que Tu Reino venga —

El Señor te dará algo específico para orar y te guiará a lo


largo del día con oraciones breves. Supongamos que,
de pronto, te viene el nombre de tu prima. Le preguntas:
“Señor, ¿qué quieres que ore por ella?”, y Él responde: “Ora
para que conozca Mis alas”. Entonces, oras: “Señor, te pido
por mi prima. Envuélvela con Tus alas; que sea abrazada por
Tus alas, porque es Tuya. Amén”. Haz una oración breve,
lenta, porque estás tocando la vida y el amor del Señor. Dios
te irá guiando en las oraciones y también te llevará a ajus-
tarlas. Tal vez, al día siguiente, el Señor te vuelve a traer
el nombre de tu prima y te cambia la oración: “Ora para
que Mi amor llene su casa”. Porque Dios va trabajando por
áreas. La oración es como un “misil” teledirigido. Ora solo
por eso que el Señor te muestra. No digas: “Señor, bendí-
cela, ayúdala, acompáñala, prospérala”, porque tu oración
tiene que ser específica.
Resumiendo: Dios inicia la oración y te llena de Su amor al
decirte por quién y por qué orar. Cuando oras, Él obra con
Su amor y, cuando vas a hablar con tu prima (siguiendo el
mismo ejemplo), el Señor no solo te trató primero a ti con Su
amor, sino que también la trató a ella. Es decir, Él ya preparó
el terreno.

SER TESTIGOS DE ÉL
Jesús dijo:
[...] pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre voso-
tros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén,
en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.
—Hechos 1:8

29
— Que Tu Reino venga —

Dios nos envió al Espíritu Santo para que seamos Sus


testigos. En el original en griego, este pasaje declara: “Y van
a ser testigos de Mí en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y
hasta lo último de la tierra”. Debemos ser testigos de Cristo,
dar testimonio de Él. No es tu testimonio el que importa,
sino exaltar a Cristo, mostrarlo, ser testigo de Él.
Luego de haber orado, Dios nos llevará a un encuentro con
la gente para que podamos hablarle de Él. Seguramente
puedes contarles cómo te convertiste, pero a la gente no le
interesa eso. Recuerdo que, en una entrevista en televisión,
conté en detalle cómo fue mi conversión a los diecisiete años.
Me fui contento del canal, pensando que había dado testi-
monio, que había predicado de Cristo. Pero, en realidad, no
prediqué de Cristo; hablé de cómo me convertí, pero no lo
presenté a Él. Es Cristo quien debe ser resaltado en el relato.
“Él es maravilloso”, “Él me atrajo”, “Él es poderoso”, “Él me
dio el dinero”, “Él sanó a mi hijo”, “Él me perdonó”: así eres
testigo de Cristo, no de la iglesia, ni de los pastores, ni de los
líderes. Eres testigo de Él, porque Él te dio poder para hablar
de Él, para que la gente sea atraída hacia Él.
Cristo se repite cuando Él es exaltado. Él es la figura central.
Cristo tiene que ser siempre el centro de nuestro testimonio.
Cuando soltamos y presentamos a Cristo, Él se encarga de
hacer la obra. En el testimonio, Cristo es el único que debe
brillar.

LA MIES ES MUCHA
La gente de primera vez es la respuesta a la oración del
Cuerpo. Estamos pariendo a los bebés cristianos, estamos
de fiesta. ¡Hay celebración en los Cielos! Nuestras oraciones

30
— Que Tu Reino venga —

fueron respondidas, y celebramos lo que Cristo celebra.


Entonces, el Señor dice: “Por cuanto amas lo que Yo amo,
voy a cubrir todas tus necesidades”. Si alguien te ama, es Él,
porque está orando por ti. Cualquiera puede acompañarte
y hacerte regalos, pero el amor verdadero de Dios es orar y
ver el amor del Señor fluir.
Muchos cristianos afirman: “Quiero servir”, sin embargo,
quedan atrapados en un circuito de iglesias: van a una
iglesia y predican en otra. Afirman: “Estoy predicando el
Evangelio”. Pero predicar el Evangelio es orar por la familia,
por los conocidos, por los amigos y por los desconocidos; y
orar hasta que reciban a Cristo y crezcan en el Cuerpo. Ese
es el corazón del Señor. Si estás orando así, estás entrando en
el amor del Señor, y el verdadero amor echa fuera el temor.
Jesús dijo: “Cuando oren, oren que el Reino venga”. Cuando
oras por el Reino, por el gobierno de Dios en la gente, de
todas las demás cosas se va a encargar el Señor. Le podrás
decir: “Señor, acá está la deuda, la factura de la electricidad,
la enfermedad. Todo es Tuyo. Conforme a Tus riquezas en
gloria, Sé que te encargarás. Amén”.

UNO CONTIGO
Ahora bien, seguramente te preguntes: ¿y cómo oro por mí
mismo? Tu oración debe estar centrada en conocerlo más a
Él, en que Cristo aumente en tu vida. No te distraigas con
otras cosas. Tu oración para ti tiene que ser por un aumento
de la hermosura de Cristo, que Él se forje en tu vida: “Señor,
quiero conocerte más. Quiero ser uno contigo”. No ores:
“Señor, perdí el trabajo”, Él ya sabe que estás desempleado;
en lugar de eso, dile: “Señor, sin trabajo, soy uno contigo

31
— Que Tu Reino venga —

y Tú eres uno conmigo. Tú suples todas mis necesidades.


Quiero conocerte en esta situación más y más. Todo está
bajo Tu control, y yo fluyo en Tu amor”. Busca conocerlo a Él,
porque en Él están escondidas todas las demás cosas.
Observa el siguiente pasaje:
Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de
fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza
ardía en fuego, y la zarza no se consumía. Entonces
Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por
qué causa la zarza no se quema.
—Éxodo 3:2-3

Moisés tenía ochenta años, estaba en la montaña. De pronto,


se le apareció el ángel de Jehová en una llama de fuego en
medio de una zarza. Dios tomó la iniciativa. Él encendió la
zarza. Dios siempre es quien inicia. Él te busca a ti. Cada
vez que declaras: “Señor, aquí estoy”, en realidad es porque
Él te llamó. Cuando anuncias: “Voy a ir a la reunión”, no
es que tú decidiste ir, es que Él encendió la zarza para que
vayas. Siempre la iniciativa la toma Él. Él siempre empieza
la oración, el encuentro de amor, porque el Señor anhela
encontrarse con nosotros.
El ángel de Jehová se le apareció en una llama de fuego en
medio de una zarza. Es decir, Moisés vio un arbusto que se
consumía, que estaba en llamas y no se apagaba. La zarza
representa a Moisés; la zarza somos tú y yo. Somos puro
espino, no servimos en absoluto, pero el Señor encenderá
un fuego que no se apagará y que, en lugar de quemarnos,
nos mantendrá vivos. El espino no es nada, pero el espino
con el fuego es una zarza ardiendo.

32
— Que Tu Reino venga —

Mira cómo Dios le llamó la atención a Moisés. No envió


al ángel y le dijo: “¡Moisés!”, sino que le puso una zarza.
Dios inventa situaciones raras para llamarnos la atención
porque, si no, estamos distraídos. Dios le mostró la zarza y
le dijo: “Tú eres espino, pero Yo soy fuego. Nunca me voy a
apagar en ti”. Esta visión fue tan fuerte en Moisés que, antes
de morir, a sus ciento veinte años, escribió Deuteronomio y
allí habló de “el Dios de la zarza, el Dios del fuego”. El Señor
te dará experiencias que nunca vas a olvidar; experiencias
de encuentro con Él.
“Te voy a llamar, voy a capturar tu atención”, dijo el Señor,
y como la zarza no se consumía, Moisés se interesó y
exclamó: “Iré”. Dios le puso una palabra a Moisés que le
llamó la atención: una zarza que ardía, y Moisés respondió
a eso diciendo: “Iré a ver qué es lo que está pasando”. Moisés
podría haber seguido de largo. ¿Sabes cuántas veces noso-
tros debemos de haber ignorado la zarza? Dios nos estaba
llamando, pero no le prestamos atención. Tal vez estábamos
apurados, se nos hacía tarde, teníamos hambre o estaba por
empezar nuestra serie favorita. Pero Moisés afirmó: “Iré, y
ahora veré esta gran visión, por qué la zarza no se quema”.
Dios lo llamó y Moisés respondió. Él toma la iniciativa, te
llama la atención, te da la palabra para que respondas y así
se inicie un diálogo entre ambos.
Porque a Dios le encanta hablar. Si piensas que a ti no te
habla, quizás debes dejar de hacer la misma oración de
memoria, de usar vanas repeticiones: “Yo estoy muy mal,
porque no me dejan ver a mis nietos”, “Necesito una pareja
porque me siento solo”, “Me gustaría que Dios me hable,
pero no me habla”. ¡Haz silencio!

33
— Que Tu Reino venga —

Dios le dijo a Moisés: “No te acerques; quita tu calzado de tus


pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es” (Éxodo 3:5).
Y agregó: “Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de
Isaac, y Dios de Jacob” (Éxodo 3:6). Al escuchar eso, Moisés
cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios. Y el
Señor le siguió hablando: “[...] Bien he visto la aflicción de
mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus
exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para
librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una
tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares
del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del
jebuseo” (Éxodo 3:7-8). Dios le explicó: “Moisés, cuando oran
a Mí, Yo respondo, y el pueblo estuvo orando”. Y continuó:
“El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y
también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen. Ven,
por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a
mi pueblo, los hijos de Israel” (Éxodo 3:9-10)”. Como vemos, el
Señor lo introdujo en las cuatro dimensiones.
Ahora bien, ¿cuánto habló Moisés en esta escena? Nada.
¿Cuánto habló Dios? Mucho. Dios siempre tiene que hablar
más que tú. Si hablas más que Él, estás orando mal. Dios le
empezó a hablar en el espíritu a Moisés. Le dijo: “Moisés,
estuvieron orando, clamaron. ¡Y ya era hora! ¡Cuatro-
cientos treinta años esperaron para orar! Si hubiesen orado
antes, habría venido antes, pero Yo, sin oración, no hago
nada. No obstante, finalmente oraron, clamaron, y Yo los
voy a liberar”. Después de recibir esa palabra, Moisés le
hizo varias preguntas al Señor. A Moisés no le interesaba
todavía rescatar a Israel ni orar por los demás. Estaba en la
montaña, tenía sus ovejas y allí estaba su familia; de modo

34
— Que Tu Reino venga —

que no le importaba el pueblo, así que oró por sí mismo y le


preguntó varias cosas. Veamos:
a. La primera pregunta fue:”¿Quién soy yo para ir a sacarlos
de Egipto?”. Dios le contestó: “Yo estoy contigo”. Tradu-
cido, lo que le dijo fue: “¿Qué importa quién eres tú? Lo que
cuenta es quién soy Yo, Moisés”. No importa tu baja estima,
alta estima, o ninguna estima. Lo que cuenta es que el Señor
está y, si Él está, con eso alcanza.

b. La segunda pregunta de Moisés fue aun mejor: “¿Cuál es


Tu nombre, Señor? Quiero conocerte. ¿Quién eres?”. Y Dios
le respondió de inmediato: “Yo soy el que soy. Cuando nece-
sites un milagro, Yo soy el milagro; cuando necesites sanidad,
Yo soy la sanidad; cuando necesites restauración, Yo soy la res-
tauración. Yo soy todo lo que estás necesitando. Yo soy eterno.
Yo soy es Mi nombre, y voy a ser todo lo que tenga que ser”.
¡Qué gran respuesta! Por ella, Moisés creció en el espíritu.

c. En tercer lugar, cuando Dios le dijo: “Ve”, Moisés pregun-


tó: “Señor, ¿cómo haré para que me escuchen?”. Entonces,
Dios le ordenó: “Pon la mano en tu pecho. Ahora, sácala”.
Cuando la sacó, Moisés observó que estaba leprosa. “Vuel-
ve a meterla. Sácala”. Moisés obedeció. Cuando volvió a mi-
rar su mano, estaba sana. Esto es interesante: la mano es el
hacer y el corazón es el ser. Si tu ser está enfermo, tu hacer
va a estar enfermo. Sin embargo, cuando tu ser esté sano, tu
hacer va a estar sano. Dios le estaba diciendo: “Olvídate del
hacer, Yo voy a trabajar en tu ser”.

d. La siguiente pregunta que le hizo fue: “¿Cómo voy a


hablar? No sé hablar”; y Dios le respondió: “Yo te diré lo que
debes decir”. “Ay, Señor, dame a alguien que hable por mí”,

35
— Que Tu Reino venga —

insistió Moisés. Ya enojado por tantas preguntas, el Señor


le dijo: “Te voy a poner a Aarón para que sea Mi voz”. Aquí
hay una lección: cuando ores por ti mismo, hazle buenas
preguntas al Señor. Si las haces, Dios las responderá rápi-
damente. Dice un autor: “Cuando la luz brilla más lejos, brillará
más en tu casa”. Cuando empieces a orar por los demás, la luz
que va a brillar en ti aumentará. En este ejemplo de Moisés,
vemos la doble oración: Dios entrena a Moisés a orar y a ir a
salvar a los demás, pero el Señor también va trabajando en
su corazón.
Esta semana fui a ver a una hermana de ochenta y ocho años
que se cayó. Es una de las mujeres a las que entrevistamos. La
mujer se rompió la cadera y estaba internada. En el hospital,
me dijo: “Estoy muy preocupada, porque mi hija está llegando
de otro país para hacerse una cirugía muy difícil, y yo no la
voy a poder cuidar, porque voy a tener que estar en cama”. Yo
tenía una carga escrita que decía: “No te preocupes por tu hija,
porque Yo la voy a cuidar como te cuidé a ti de pequeña”. Se la di
y, cuando la recibió, la mujer exclamó: “¡Wow! Dios es bueno. ¿Se
la puedo dar a mi hija? La va a bendecir”. ¡Qué extraordinario!
No solo pensó en ella misma, sino que automáticamente pensó
en bendecir a su hija.

Ese es el espíritu de la oración. Eso sucede cuando Cristo


está creciendo en ti. Cuando el Señor está creciendo en tu
interior, notas que empiezas a orar por toda la familia, por
los amigos, por los vecinos y hasta por los que no conoces,
porque quieres que todos vengan a Cristo. Y, mientras estás
orando por ellos, Dios suple tus necesidades. Pero también
ora por ti, para que Cristo crezca y aumente en tu vida.
El Señor está formando en nosotros el espíritu de oración,
para que Él obre. Porque Él desea hacer en nuestro espíritu

36
— Que Tu Reino venga —

una manera de vivir celestial, una manera de ser divina.


El espíritu de oración es una manera de vivir acá en la
Tierra, pero es un vivir celestial. La gente vive vidas mise-
rables, porque no existe acá el vivir celestial, el espíritu de la
oración. Por eso, el Señor está trabajando en nosotros para
darle forma a nuestra vida, para que tu vida y mi vida sean
vivir a Cristo, para que no tengamos un vivir natural, sino
un vivir celestial. No estamos esperando irnos al Cielo,
estamos trayendo el Cielo a nuestra vida, de manera que
tengamos un vivir celestial en el trabajo, en la familia, con
nuestros hijos y nietos, en nuestra salud y en todas las áreas,
porque tenemos a Cristo en nosotros. Él se está forjando,
está creciendo, y tú y yo estamos viviendo Su vida.
Charles G. Finney, un gran evangelista estadounidense que
ganó a miles de personas para el Señor, habla en sus obras
del “espíritu de oración”. “¿Qué es el espíritu de oración?”,
le pregunté al Señor, y Él me dijo: “El espíritu de oración es
un vivir. Busca gente de cincuenta o sesenta años en Mí,
personas que vivan en la oración. Los vas a entrevistar, a
escuchar, y entonces entenderás lo que es un vivir celes-
tial”. Empecé a hacerlo y Dios nos está tratando para que no
tengamos que llegar a los cien años para experimentar eso,
sino que podamos vivirlo ahora, para que el vivir celestial
se forme en nosotros.

EL ESPÍRITU DE ORACIÓN
Veamos ahora de qué se trata el vivir celestial o el espíritu
de oración…
a. En primer lugar, el espíritu de oración o el vivir celestial es tener
conciencia de Su Presencia

37
— Que Tu Reino venga —

Todas las personas que entrevistamos estaban conscientes


de que el Señor está aquí y ahora con ellas. “Aquí, ahora,
conmigo”. Cuando estás en la cocina, Él está ahí y ahora
contigo; cuando estás en el negocio, Él está ahí y ahora
contigo; cuando estás caminando, Él está ahí y ahora
contigo. Puedes ir a la reunión y tocar Su Presencia en una
canción, y eso es muy bueno, pero ¿te imaginas lo que es
estar en Su Presencia a la mañana, a la tarde y a la noche,
con música o sin música, con predicador o sin predicador,
y que puedas decir: “Él está aquí y ahora conmigo. Señor,
puedo tocarte, puedo verte, puedo abrazarte. Estoy seguro
de que Tu Presencia está aquí y ahora conmigo”? Dios le dijo
a Moisés: “Mi Presencia irá contigo”. Todas las personas
con las que hablamos, las nueve, nos aseguraron: “Estoy
delante de Él. Donde sea que yo esté, Él está conmigo. Yo sé
que estoy delante de Su Presencia”. ¡Qué lindo!

b. En segundo lugar, la conciencia de la Presencia es gradual


Hay momentos en los que no nos damos cuenta de que el
Señor está; pero, cuando se forma el espíritu de oración, lo
tocas, lo percibes a Él a cada momento; vives sabiendo que
Él está. Y la conciencia de que Él está aquí y ahora contigo te
lleva a un hablar precioso de Cristo. Todas las personas que
entrevistamos, al igual que los grandes hombres del Señor
que tuvieron el espíritu de oración, hablan con belleza del
Señor. Están enamoradas de Su hermosura y afirman: “Él
es hermoso, Él es todo para mí. Señor, yo te amo, no hay para
mí bien fuera de Ti”.

38
— Que Tu Reino venga —

c. En tercer lugar, quienes viven en el espíritu de oración son


sencillos
La palabra “sencillo” en La Biblia quiere decir “que no sabe
mucho de los demás”. Las personas con espíritu de oración
lo único que quieren es conocer más del Señor. No saben
mucho de política, de la actualidad. Ciertamente, no estoy
haciendo un culto a la ignorancia, solo digo que, en ellos, el
anhelo de conocer a Cristo es tan grande que todo lo demás
palidece delante de Su hermosura. El espíritu de oración te
lleva a descubrir que el Señor es tan grande, tan hermoso,
tan maravilloso y tan poderoso que en Él está todo lo que
necesitas para vivir una vida celestial en todas las áreas.
Cuando morimos a estas cosas, somos sencillos.
Te preguntaste por qué la gente se separa… Porque les
falta el espíritu de oración. Ella dice: “Hay que poner el
dentífrico así”, y él responde: “No, va de otra manera”. Y se
pelean por cómo ponen el dentífrico. Ella dice: “Tenemos
que dormirnos los dos a la misma hora”, y él responde:
“Pero tú te levantas a las cinco de la mañana, por eso
quieres dormirte a las nueve. Yo entro a la una, ¡quiero
levantarme a las once!”. Pero el espíritu de oración te hace
sencillo y, cuando eres sencillo, ¿sabes qué te sucede? Dices:
“¿Quieres poner el despertador a las doce? Ponlo a las doce.
¿Quieres usar el dentífrico así? Úsalo como quieras”. Estás
libre, solo quieres conocer a Cristo. Y, cuando Cristo ve un
matrimonio así, declara: “Voy a bendecir a esta pareja con
Mi gozo, el gozo de Mi Presencia, porque han muerto a su
complicada alma”. Sé una persona sencilla a la que lo único
que le interesa es conocer más a Cristo.

39
— Que Tu Reino venga —

La conciencia de Su presencia y el ver


Su hermosura te hacen sencillo.
Eres libre de las culturas y las peculiaridades.

d. Otra característica de este vivir es que Él gobierna cada paso


de tu vida. Descansas completamente en el Señor
La hermana que se rompió la cadera me contó: “Bernardo,
me tropecé con un pintor. No lo vi, me caí y me rompí la
cadera. Dios tiene un propósito. Él va a hacer algo con esto”.
Yo estaría molesto con el pintor, pero ella, tranquilamente,
dijo: “Acá hay un propósito. Dios va a hacer algo con esto”.
¡Ese es el descanso que tienes cuando has rendido tu vida
al Señor!
Quiero compartirte algunos testimonios de vivir en el
espíritu de oración, ya que conseguí un libro de 1942, de los
primeros misioneros ingleses que llegaron a Argentina a
evangelizar, personas que tenían el espíritu de la oración.
Un inglés cuenta que iba con un burro por Salta, vendiendo
Biblias y predicando el Evangelio. En un momento, lo desviaron.
El hombre se fue hacia otro lado y perdió dos días. Él dijo: “Perdí
dos días, pero yo sabía que Dios tenía un propósito. Me subí al
tren y le di un folleto al que tenía al lado. Regresé. Pasó un año
y Dios me volvió a llevar a la misma zona, pero ahora, ya de
manera planificada, para evangelizar. Cuando llegué, golpeé
la puerta de una de las casas para vender Biblias y hablar del
Señor. Salió un señor y me dijo: ‘Hermano, gracias. ¿Se acuerda
de mí?’. ‘No, ¿quién es usted?’, pregunté. ‘Yo estaba en el tren,
usted me dio un folleto y yo recibí a Cristo. Ya llevo dos años
creciendo en el Señor. Gracias, hermano’, respondió”. ¡Qué

40
— Que Tu Reino venga —

lindo! Seguramente, nosotros nos enojaríamos si perdiéramos


dos días, pero la gente con espíritu de oración descansa en el
Señor y afirma: “Dios tiene un propósito”.

En Chicago, una joven judía se convirtió al Señor y comenzó a


hablarles de Cristo a todos sus compañeros de trabajo. El jefe la
mandó a llamar y le dijo: “Mire, no puede hablar más de Jesús.
Acá se viene a trabajar”. “Está muy bien, yo vengo a trabajar,
pero soy leal al Señor”, le explicó ella. “¿Sabe qué descubrí? Que
Cristo murió por mí”. Ella le predicó al jefe que Cristo es mara-
villoso, que Cristo es el Señor. “Yo le voy a ser leal, porque Él me
amó. Y, si Él me amó así, ¿cómo no lo voy a amar yo a Él?”, dijo.
Y continuó: “Voy a dar mi vida por Él. A mí no me va a cerrar
la boca ni usted ni nadie”. El jefe la miró y le dijo: “Prepárese,
porque la vamos a despedir”. “No me importa, usted me podrá
dejar sin trabajo, pero de mi fe no podrá despojarme”, replicó
la joven. Pasaron dos semanas y le llegó una carta. Cuando la
abrió, decía: “Le hemos aumentado el sueldo y la hemos puesto
a cargo del personal. Estábamos buscando a alguien como
usted, una persona leal que tenga convicciones por las cuales
esté dispuesta a dar la vida”.

¡Esto es grandioso!

Un misionero cuenta que, en una ocasión, fue a predicarle a


una mujer. Ella le dijo: “Váyase. Usted debe ser luterano. Lutero
es un hereje que dividió la iglesia”. Era una mujer religiosa. Él
le contestó: “No le vengo a hablar de Lutero. ¡Qué me importa
Lutero! Vengo a hablarle de Cristo. Cristo murió, Cristo es el
Señor...”. “No, usted es luterano, en el fondo adora a Lutero”,
insistió ella. “No es así”, le respondió el misionero, y le habló, le
habló, le habló. La mujer no supo qué decir. El marido, que había
estado escuchando la conversación, se acercó a la esposa y le
dijo: “Este hombre tiró abajo todos tus argumentos”. Cuando
el misionero se estaba yendo, el hombre salió a buscarlo para

41
— Que Tu Reino venga —

seguir dialogando con él. Un rato después, el misionero lo había


llevado a recibir a Cristo. “Parecía que había fracasado, pero
Dios siempre tiene un plan. Alguien siempre va a caer en las
manos del Señor”, afirmó aquel hombre de Dios.

¡Eso sucede cuando descansas en el Señor!

Varios hermanos visitaron a una misionera que estaba postrada


en una cama en un geriátrico de Jujuy. Fueron a verla porque
estaba por partir. Al llegar a la habitación para consolarla, la
mujer les dijo: “No es casualidad que vinieran, recién oré por
ustedes”. Luego, les mostró una foto: “Acá están ustedes, oré en
grupo y también individualmente”. Los hombres se pusieron a
llorar y, posteriormente, expresaron: “Nosotros habíamos ido a
consolarla, pero esta mujer nos llenó de la Presencia del Señor”.
¡Ese es el espíritu de oración!

Tener la Presencia del Señor es algo que no se puede fingir


ni imitar; no lo trates de hacer, porque será la peor frustra-
ción. La Presencia del Señor está en ti solo cuando mueres y
le dices: “Señor, hazlo Tú. Acá estoy”.

DESCANSAR EN ÉL
Observa el siguiente cuadro:

Voluntad revelada: Obedecer


Voluntad escondida: Abandono

Hay una voluntad que Dios nos muestra, una carga que
Él nos da. ¿Qué hay que hacer con esa voluntad revelada?
Obedecer. Pero hay también una parte de Su voluntad que

42
— Que Tu Reino venga —

está escondida, que desconocemos. Existen muchas cosas


que no sabemos ni entendemos, y, en esos casos, el espí-
ritu de oración descansa, se abandona en Él. Hay cosas que
no sabes, no entiendes, pero descansas en que el Señor es
tu pastor y declaras: “Nada me faltará. En lugares de deli-
cados pastos me hará descansar. Junto a aguas de reposo
me pastoreará. Confortará mi alma. Me guiará por sendas
de justicia. Estará conmigo”. Todo el Salmo 23 es la Presencia
del descanso del Señor.
Leamos este pasaje del libro de Números:
“Y toda vasija abierta, cuya tapa no esté bien ajustada,
será inmunda”.
—Números 19:15

La vasija que no esté bien tapada, será inmunda. Qué versí-


culo raro, ¿verdad? ¿Qué significa este pasaje? Lo inves-
tigué. ¿Qué pasa si cocinas la comida sin la tapa? Cocinar
sin tapa generalmente hace que la comida tarde más en
cocinarse. Esto se debe a que el calor se escapa más fácil-
mente y la temperatura dentro de la olla no sube tanto.
¿Qué pasa si tienes una vasija sin tapa? Puede caer basura,
incluso un insecto. La tapa es la oración. Si estás orando, estás
bien tapado. No te va a caer ningún insecto, no te va a conta-
minar nadie, no te van a envenenar, no te van a enfriar, no te
van a apartar, no te van a lastimar, no te van a herir, porque
estás bien tapado con el espíritu de la oración. “Orad para
que no entréis en tentación”, declara La Palabra. Cuando tú y
yo oramos, somos una vasija bien tapada, y esa tapa protege
lo que está adentro. Entonces, cuando tienes algo valioso,
lo tapas bien para que no se pierda. Si no estás orando, vas

43
— Que Tu Reino venga —

a perder todo lo que estás recibiendo y aprendiendo. Si no


estás orando, cualquier necedad que te digan puede afec-
tarte. Por eso, necesitas pedirle al Señor que ajuste bien la
tapa, que tengas el espíritu de oración. Nunca te esfuerces
por orar, solo dile: “Señor, aquí estoy. Sé que me estás
buscando. Lléname de Tu amor. Me dejo amar por Ti. Soy
uno contigo y Tú eres uno conmigo. Habla, hablaré lo que
pongas en mí, y Tu amor traerá victoria. Enséñame a orar,
quiero conocerte más. Enséñame el espíritu de oración,
enséñame Tu hermosura, enséñame cómo es Tu descanso,
enséñame cómo es estar en Tu Presencia todo el tiempo”.

44
Capítulo 3

ORANDO EN LAS
CUATRO
DIMENSIONES

EL PORTAL
La oración es un encuentro de amor con el Señor, es absor-
berlo y ser uno con Él. Cuando oremos por nosotros
mismos, digámosle: “Señor, no quiero nada, te quiero a Ti”.
El Señor es el primero que nos busca porque desea estar con
nosotros. Y en ese momento en que oramos por nosotros,
tocamos la vida de Él. Eso es lo que hizo el profeta Daniel en
medio de una persecución.
Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado,
entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara
que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al
día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo
solía hacer antes.
—Daniel 6:10

Cuando Daniel supo que el edicto de persecución había sido


firmado, separó tres portales: un portal por la mañana, uno
a la media tarde y uno a la noche. Todos necesitamos estar

45
— Orando en las cuatro dimensiones —

a solas con el Señor. En ese tiempo a solas, hablemos con Él:


“Señor, aquí estoy. Quiero disfrutarte a Ti”. Ese tiempo debe
ser sagrado; no importa quién nos llame ni lo que suceda,
estamos encontrándonos con la Presencia del Señor.
¿Y qué es lo que tienes que orar en tu portal cuando estás a
solas con el Señor? “Señor, quiero conocerte más”. Esa tiene
que ser tu oración central. Porque, si lo conoces más a Él, en
Él están escondidas todas las demás cosas.
Veamos cómo oraba Pablo por la gente, cómo él habría
orado por ti y por mí:

En Efesios 1, el apóstol Pablo oró a Dios para que conocieran,


por experiencia, cómo es la esperanza del llamado. Qué
profunda oración, ¿verdad? También oró para que cono-
cieran las riquezas de Su gloria. “Señor, muéstrales cómo
son Tus riquezas. Enséñales cómo funciona Tu poder”.
Entonces, allí, en ese tiempo a solas, le pides al Señor conocer
algo de Él: “Señor, ¿cómo son Tus riquezas? ¿Cómo trabaja
Tu poder?”. Estas son las oraciones que Dios responde
rápido.

46
— Orando en las cuatro dimensiones —

Pablo oraba para que supieran cómo sometió Dios las cosas
bajo Sus pies, y cómo todas las cosas se las dio a la Iglesia:
tú y yo tenemos autoridad para orar, hablar y ordenar en el
nombre de Jesús. Eso oraba Pablo: “Señor, que sepan que
tienen autoridad”. Entre otras cosas, el apóstol también
oraba para que comprendieran cómo es el espíritu de sabi-
duría y de revelación en Cristo.
Nuestra oración tiene que ser conocerlo más a Él. Por
ejemplo, yo estuve orando: “¿Cómo es el espíritu de oración,
Señor?”, y ahora agregué una nueva pregunta: “¿Cómo
funciona el discernimiento espiritual?”. Tu oración central,
como mencioné anteriormente, debe ser: “Quiero conocerte
más”. Asegúrate de que tu oración sea profunda, con un
deseo genuino de conocerlo a Él. Cuando ores así, tu vida
va a crecer. No ores por otras cosas, ora solo por conocerlo
a Él, porque en Él están escondidas todas las demás cosas.

Cuando oro por mí, el centro de mi


oración es conocerlo a Él.

47
— Orando en las cuatro dimensiones —

ORAR POR LOS OTROS


Necesitamos orar para que la gente conozca a Cristo y sea
forjada en Él. Oramos en las cuatro dimensiones, lo cual se
basa en Hechos 1:8: “[...] me seréis testigos en Jerusalén (nuestra
familia), en toda Judea (los amigos y compañeros), en Samaria
(los conocidos y vecinos) y hasta lo último de la tierra (los
desconocidos).
Él nos da Su palabra llena de amor para que oremos por
alguien. El Señor te empezará a decir por quién orar. Y,
cuando Él te indique que ores por una persona, también te
dirá qué orar. Su palabra y Su amor son lo mismo. Entonces,
Su amor primero nos toca a nosotros y luego, cuando
oramos por alguien, le estamos soltando ese amor para que
toque a esa persona también.
A medida que oramos por las personas que Él nos muestra,
Dios nos va ajustando la oración. Por ejemplo, si orabas por
tu hija, para que Su sabiduría la envuelva, ahora, Dios te
ajusta la oración y te dice: “Ora para que Mi amor se mani-
fieste en el trabajo de tu hija”. Esto se debe a que Él ya trabajó
en un área y ahora quiere manifestarse en otra. Siempre
que oramos por alguien, debemos pedirle: “Señor, organiza
un encuentro cuando lo consideres, para que me reúna con
esta persona”. Observa el siguiente pasaje:
Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros
pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe
obreros a su mies.
—Lucas 10:2

48
— Orando en las cuatro dimensiones —

Orar e ir, ese es el orden en que necesitamos orar.


No es ir y después orar; es primero
orar y después ir.

Dos hermanos de la iglesia fueron un día a pescar. A ambos les


gustaba la pesca. Uno le preguntó al otro: “¿Por qué piensas que
nos gusta la pesca?”. “Bueno, yo creo que, si nos gusta la pesca,
es porque Dios debe tener un propósito con esta actividad.
Quizás haya alguien que tengamos que ganar a través de la
pesca”. Los dos hombres oraron en el bote: “Señor, guíanos a la
persona que no conocemos, pero a la que Tú ya estás tratando”,
y luego iniciaron su jornada de pesca. A mitad del día, fueron
al bar a tomar algo y, cuando vino el mozo, lo llevaron a Cristo.
Allí entendieron que la pesca era la excusa de Dios para usarlos
y ganar a alguien para Él.

Así es cómo Dios va trabajando. Nosotros oramos y Él nos


va guiando.

Otro hermano oró: “Señor, organiza un encuentro con alguien


para que pueda hablarle de Ti”. Ese día, se encontró con un
hombre y, después de una breve charla, fueron a tomar un café.
El creyente le preguntó: “¿Qué filosofía de vida tienes?”. El otro
le respondió: “Yo soy budista”. La conversación continuó: “Ah,
¿qué tipo de budismo practicas?”. “Budismo zen”. “¿Cómo
es eso?”, quiso saber el cristiano y, durante media hora, el
muchacho budista le contó sobre Buda, sobre sus creencias y
demás. El creyente lo escuchó atentamente y no le dijo nada
pero, internamente, oró: “Señor, guía este encuentro”. Después
de media hora, cuando el budista dejó de hablar, el cristiano
exclamó: “Qué interesante el budismo zen”. El joven, muy
amablemente, le preguntó al creyente: “Y tú, ¿qué filosofía
tienes?”. El hermano comenzó a hablar de lo que Dios le dijo que

49
— Orando en las cuatro dimensiones —

dijera. Poco después, el joven budista se entregó al Señor. Dios


le había indicado al hermano que lo escuchara durante media
hora, y esa escucha fue guiada por Él.

Empezamos a orar y Dios nos va guiando para ganar a la


gente. Oramos por otros porque Dios los ama y depositó ese
amor en nosotros; ahora también tenemos amor por desco-
nocidos. Mientras no oremos por los demás, el Señor no va a
suplir nuestras necesidades. Esta es la razón por la que hay
tantos creyentes con problemas.
En una ocasión, Watchman Nee contó una anécdota acerca
de una mujer que fue a verlo para decirle: “Hermano,
estoy orando hace tiempo por mis tres hijos, pero Dios no
me responde nada”. Con sabiduría de Dios, le respondió:
“Empieza a orar por los hijos de los demás”. Cuando ella lo
hizo, Dios salvó a sus tres hijos.

Hace un tiempo, relaté el caso de una mujer a la que un hermano


fue a predicar. Él estaba orando por ella, pero la mujer era total-
mente atea e insistía en que Dios no existía. El hermano comenzó
a argumentar: “El mundo no es eterno, fue creado. De la nada no
viene nada, tiene que haber una inteligencia superior”, pero la
mujer seguía sin convencerse. Después de una hora de intentar,
el hombre pensó: “Señor, me rindo, no entiende nada de lo que le
explico. ¿Qué quieres que le diga?”. El Señor le respondió: “Dile
así: ‘Acabo de gastar una hora de mi vida contigo. Yo no habría
pasado ni dos segundos hablándote, porque lo que menos me
interesa es tu vida. Pero Dios puso en mi corazón el amor de
compartirte a Cristo, y eso me llevó a amarte y hablarte durante
una hora”. La mujer lo miró y le dijo: “Ahora sí creo que Dios
existe”, y se entregó al Señor.

¡Es grandioso Cristo!

50
— Orando en las cuatro dimensiones —

Cuando oras por ti mismo, es para conocer más al Señor y,


cuando oras por los demás, es para que ellos lo conozcan a
Él.

LA ORACIÓN DEL CUERPO


La oración del Cuerpo es la que hacemos juntos como
Cuerpo de Cristo. Hay un poder especial en la oración que
hacemos juntos como Cuerpo cuando nos reunimos.
Todo el Libro de los Hechos fue escrito para mostrarnos el
poder de la oración del Cuerpo. Veamos entonces algunos
puntos al respecto…
El Libro de Hechos comienza cuando Cristo asciende, bendice
a los discípulos, les indica: “Quédense orando, porque les
enviaré al Espíritu Santo” y luego se va. ¿Por qué el libro
comienza con la ascensión? Porque la ascensión muestra
que Cristo se va a sentar en el Trono, desde donde inter-
cederá por nosotros y nos enviará el poder de Su Espíritu
Santo para revestirnos de autoridad. Esto nos da a entender
que Él está arriba y nosotros abajo, pero en sintonía con el
Espíritu.
Estando allí, los ciento veinte se pusieron a orar. Todos
oraban por lo mismo: “Señor, queremos la presencia de
Tu Espíritu. Esperamos la Presencia de Tu Espíritu”. Así
oraron durante diez días. Cuando cayó el Espíritu Santo, ya
todos estaban forjados en el espíritu de oración. Ese día tres
mil personas recibieron al Señor. Pedro predicó. Esos tres
mil oraron porque ya habían recibido de Cristo de alguien
que ya tenía el espíritu de oración. Si tú y yo tenemos el
espíritu de oración, las personas que ganemos para el
Señor entrarán también en ese espíritu. Ellos buscarán

51
— Orando en las cuatro dimensiones —

conocer más al Señor y comenzarán a orar para que todos


lo conozcan.
Ahora bien, podemos venir a la reunión y no tocar el
Cuerpo. La iglesia no es una institución, no es una reunión,
no es un club; es venir a tocar el Cuerpo de Cristo.
Jesús les enseñó a los discípulos algo que también nosotros
debemos tener claro:
“Porque donde están dos o tres congregados en mi
nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
—Mateo 18:20

Observa que el pasaje menciona “dos o tres”. No se trata


de una oración individual que haces a solas por tu vida;
Él quiere que también se reúnan dos o tres. No basta con
la oración privada, también debemos orar juntos como
Cuerpo de Cristo.
Luego, el Señor continuó diciendo: “Porque donde están
dos o tres congregados en mi nombre...”. La preposición “en”
significa “dentro de”. Es decir, Él nos convocó para estar
dentro de Cristo. Esto es un misterio; no estamos donde
estamos, estamos dentro de Él. Ahora, para entrar dentro
de Él, tenemos que salir de nosotros. Debemos olvidarnos
de nosotros, de nuestros problemas, de la hora, etc. ¡Nos
olvidamos de todo y entramos en Él! Lo único que hay es Él.
Es entonces cuando tocamos el Cuerpo de Cristo y Dios nos
da todas las riquezas de Su plenitud.
Cuando lo tocas, Él libera poder en el nombre de Jesucristo,
porque Efesios asegura que Él puso todas las cosas debajo
de la Iglesia.

52
— Orando en las cuatro dimensiones —

Cuando nos reunimos, lo que tenemos que hacer


es desaparecer, olvidarnos de todo.

Mateo 18:19: “ Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren


de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren,
les será hecho por mi Padre que está en los cielos”.
¿Cómo es la reunión del Cuerpo? Nos congregamos porque
Él nos trajo para desaparecer y meternos dentro de Cristo.
Al único que vemos es a Él; al único que adoramos es a Él; al
único que tocamos es a Él.
Detengámonos ahora en esta frase: “si dos de vosotros se
ponen de acuerdo”. ¿Qué quiere decir “de acuerdo”? Lite-
ralmente, significa “sinfonía”, en griego συμφωνέω (sumfo-
néo). Si hacemos sinfonía, si nos sintonizamos, si concor-
damos en la Tierra acerca de cualquier cosa que pidamos,
nos será hecho. ¿Qué quiere decir hacer sinfonía? ¿Signi-
fica “ponernos de acuerdo para orar por algo”? No, es
algo más profundo que eso. Hacer sinfonía es armonizar.
Por ejemplo, si cantas desafinado eres un “antisinfonía”.
Primero tenemos que hacer sinfonía y recién después
oramos por un tema; y ese tema por el que oremos, Dios
nos lo va a responder. Este principio es profundo y pode-
roso, y es lo que empezaremos a ver, porque Dios nos va a
responder oraciones gloriosas, maravillosas. Todo lo que no
viste en tu vida privada, lo vas a ver en el Cuerpo, en alguna
reunión. Eso que Dios no te dio en privado, te lo va a dar en
el Cuerpo de Cristo.
¿Cómo haces sinfonía con un hermano? Dices: “Señor,
muero” y el hermano ora: “Muero ahora, Señor”. De esta
manera, el hermano y tú están en sinfonía, porque los dos

53
— Orando en las cuatro dimensiones —

están crucificados, y ahora se ponen de acuerdo en que toda


la gente por la que estuvieron orando recibirá a Cristo y
crecerá en el Cuerpo. Y todo lo que le pidan al Padre, Él se
los dará. La sinfonía es, entonces, un conjunto de muertos.
Si tú no estás muerto, estás desafinando. Pero, si mueres, yo
muero, todos morimos y le decimos: “Señor, no vivo más
yo, quiero que Cristo viva en mí”, el Señor nos responderá:
“Empiecen a pedir porque, como están en armonía, todo lo
que pidan, se los voy a dar”. Los ciento veinte que estaban
reunidos entendieron esto; ellos estaban en sintonía,
unánimes, como afirma Hechos.
Observa lo que declaran los siguientes pasajes respecto a
los ciento veinte que estaban reunidos en el Aposento alto:
Cada vez que nos reunimos bajo la Cruz, que morimos a
nuestras opiniones, a nuestros gustos, a nuestros deseos, a
nuestros pensamientos, y nos encontramos con aquel que
también murió a sí mismo, para Dios eso es una melodía.
Estamos de acuerdo y, por eso, todo lo que le pidamos, el
Señor nos lo va a dar. Si todavía no estás en sinfonía, ¡la
Cruz te está esperando!

54
— Orando en las cuatro dimensiones —

El Altar nos hace sonar bonito,


pero la opinión, las emociones, el negativismo y
la queja nos hacen desafinar.

Al orar por nosotros mismos, por los demás —y en el


Cuerpo—, Dios nos va formando y va forjando una
manera de ser celestial, un vivir sobrenatural, un espí-
ritu de oración, en nosotros. Al forjarse Cristo en nuestro
interior, empezamos a vivir de otra manera. Se trata de un
vivir celestial, porque estamos viviendo a Cristo. Eso es el
espíritu de oración. Mientras vamos orando en las cuatro
dimensiones, Dios nos va quitando el barro de la vieja crea-
ción y nos va colocando a Cristo, forjando a Cristo, para que
ahora Él sea nuestra manera de ser y nuestra manera de
vivir.

VIVIR A CRISTO
Vivir a Cristo es un vivir sobrenatural, un vivir divino; es
el espíritu de oración, y eso es lo que Dios está forjando en
nosotros: una manera de ser celestial. Veamos cómo es esta
manera de ser:
• Hay un aumento de la conciencia de la Presencia
de Dios, de que Él está aquí y ahora con nosotros. Te
levantarás y dirás: “Te amo, Señor”, y ya percibirás que
Él está ahí, a tu lado. En tu vida habrá un aumento de la
conciencia de la Presencia del Señor. Ya no solo tocarás
Su gloria en la reunión, también lo harás a la mañana, a
la tarde, a la noche, en tu casa, en la calle, en tu trabajo y
en todas partes.

55
— Orando en las cuatro dimensiones —

Mientras lo perseguían para matarlo, Daniel declaró:


“Yo voy a seguir tocando la Presencia de Dios a la
mañana, al mediodía y a la tarde”. Él no oró: “Señor, hay
un edicto, me van a matar, ¡haz algo!”, sino que pensó:
“Que saquen el edicto que quieran, yo seguiré disfru-
tando del Rey de gloria”. Eso es tener conciencia de la
Presencia. Elías decía: “Vive Jehová en cuya presencia
estoy”. El profeta reconocía que habían estado con Jesús.
¿Notaste que fue aumentando tu conciencia de la
Presencia del Señor a lo largo del día? El Señor seguirá
trabajando en ti y la conciencia de Su Presencia en ti será
cada vez más grande, más profunda.

• Hay un hablar precioso. Empezarás a hablar de la


preciosidad, de la hermosura, del Señor y tendrás un
hablar de enamorado, de alguien que ama a Dios.

• Hay riqueza en testimonios. Tendrás cientos de expe-


riencias para contar. Dirás: “Mira lo que me ocurrió: Dios
me mostró que tenía que orar por alguien, y yo lo hice.
Dios me conectó con esa persona y, aunque no se quería
entregar al Señor, yo seguí orando. Poco después me
llamó para venir conmigo al Cuerpo”. Tendrás riqueza
de testimonios, no serás como Gedeón. ¿Sabes qué le
dijo Gedeón al ángel cuando se le apareció? “¿Dónde
está el Dios que nos contaron nuestros padres?”. Habló
del Dios que le habían contado, porque él no había expe-
rimentado al Señor. ¡Qué triste! ¡Gedeón no tenía ni un
testimonio! Pero nosotros seremos ricos en testimonios,
porque estamos orando y empezamos a vivir a Cristo, a
disfrutar del Señor, y el espíritu de oración será nuestra
manera de ser. ¡Tendremos la manera de ser de Cristo!

56
— Orando en las cuatro dimensiones —

Características del carácter:

1) Sencillez. Vas a notar que la sencillez de Cristo ahora


empieza a verse en ti. Que no te interesan los chismes.
Ya no haces las cosas por conveniencia, porque ahora
te volviste sencillo. Lo único que quieres es conocer al
Señor. “Si lo tengo a Él, lo tengo todo”, dirás. ¡Qué linda
es la sencillez profunda, no superficial!

2) Gratitud constante. Vas a notar que ahora das


gracias. Te levantas y dices: “Gracias, Señor, porque hoy
eres el mismo de ayer y de siempre. Gracias por lo que
eres, gracias por lo que haces y gracias por lo que vas a
hacer”. Dile: “Gracias, Padre. Gracias por Ti, gracias por
quién eres. ¡Gracias por lo que hiciste, por lo que estás
haciendo y por lo que vas a hacer!”.

3) Sensación de no ser nada y de que Él lo es todo. No


te interesa impactar, no consideras que tengas que ser
admirado. Ya no expresas: “Yo soy un profeta, pastor,
salmista, intercesor y apóstol”, porque sabes que no eres
nada. No tienes baja estima, porque no tienes estima. La
vieja creación murió en ti, porque no hay nada de ella
que a Dios le sirva. Le dices al Señor: “Gracias, Padre,
porque Cristo murió para darle fin a lo mío. Ahora Él es
todo. No hay bien para mí fuera de Ti”.

4) Descanso en que Él gobierna todas las cosas. Él va


a guiar todas las cosas para bien. Todas las circunstan-
cias, aun las malas, terminan ayudando a bien a los que
amamos al Señor.

57
— Orando en las cuatro dimensiones —

Dice el conferencista y pastor Juan Ballistreri: “Cuando


recibimos a Cristo, a veces nos predicaron mal. Nos
dijeron: ‘Recibe a Cristo y Él te va a dar prosperidad, te
va a dar bendición, te va a dar esto, te va a dar aquello’.
Entonces, respondimos: ‘Muy bien, acepto a Cristo.
¡Vamos, Papá Noel! ¡Venga todo lo que me vas a dar!’.
Por eso, debemos aclararle a la gente: ‘Dios no te va a dar
todo. No, no, no. Dios te va a pedir todo, y tú tendrás que
entregarle todo. Deberás morir a todo lo tuyo y dejar de
gobernarte. Dios te salvará de ti mismo, y eso significa
que necesitas morir. Cuando lo hagas, Él va a controlarte
y va a darte las riquezas en gloria conforme a Su propó-
sito. Pero primero vas a tener que morir’”.

5) Adaptabilidad. Cuando tienes el espíritu de oración,


eres adaptable. Tu matrimonio va a mejorar radical-
mente, porque ya no vas a luchar. Si tu pareja te dice,
por ejemplo: “Saca la basura”, no habrá pelea, sacarás
la basura sin problemas porque vas a ser adaptable.
Tu peculiaridad, tu manera de ser, habrá muerto. Te
llevarás bien con la gente y lo que siembres, a la larga,
lo vas a cosechar porque vivirás en un vivir celestial.
Necesitamos declarar como Pablo: “Sé lo que es vivir en
la pobreza y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a
vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar
saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir
escasez. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses
4:12-13).

6) Ser igual en toda situación. Notarás que el Cristo


forjado se mantiene. Todos sufrimos los embates del
alma: estamos bien y decimos: “¡Aleluya!”; pero, si de

58
— Orando en las cuatro dimensiones —

pronto nos dan una mala noticia, nos olvidamos de dar


la orden, de compartir el testimonio e incluso de orar al
menos en una dimensión. Sin embargo, a medida que
vas creciendo en la oración por ti, para conocerlo a Él y,
por los demás, para que conozcan al Señor, Dios te irá
moldeando. El Alfarero te irá haciendo a la imagen de
Cristo, y verás que eso permanece en toda circunstancia.
Tú y yo seremos los mismos en el trabajo, en casa, con los
hijos, con los amigos y con todo el mundo, porque Cristo
es estable y nuestro vivir será un vivir celestial.

¿Qué sucede cuando Dios forma en ti el espíritu de oración?


El espíritu de oración te hace como un diamante valioso,
porque la gente ve a Cristo. ¿Sabes qué piensas después de
hablar con alguien que tiene el espíritu de oración? “Señor,
¡qué poco Cristo que tengo!”. Cuando ves gente con tal espí-
ritu de oración, declaras: “Señor, no lo he alcanzado ya, pero
una cosa hago: olvidando lo que queda atrás, me extiendo
hacia adelante”. Genera atracción ver a Cristo crecido en
alguien. Como si fueras un imán, la gente va a querer pasar
tiempo contigo, pero no para admirarte, sino para tocar la
vida, que es Cristo. ¡Qué lindo es pasar tiempo con gente
que disfruta la Presencia del Señor! Eso se llama comunión.
Con ellos hay que compartir tiempo, porque ahí recibimos
la vida.

¡LO TENGO A ÉL!


Deuteronomio 33:21: “Escoge lo mejor de la tierra para sí, porque
allí le fue reservada la porción del legislador. Y vino en la delantera
del pueblo; con Israel ejecutó los mandatos y los justos decretos de
Jehová”.

59
— Orando en las cuatro dimensiones —

Dos tribus y media de Israel (Rubén, Gad y la mitad de


Manasés) habían entrado y conquistado la tierra al este
del Jordán. Se habían asentado e instalado allí, porque
Dios les había dado esa porción. La tierra representa a
Cristo. Cuando ya estaban instalados, llegó Josué y les
dijo: “Ustedes ya tienen su tierra, pero los demás no. Nece-
sitamos que vengan a pelear para que las otras tribus
también tengan su tierra conquistada”. Nosotros también
ya tenemos la tierra, Cristo, pero hay gente que no. No nos
podemos quedar descansando en lo que el Señor ha hecho
y está haciendo en nosotros. Tenemos que ir para que las
otras tribus, las otras personas, también conquisten a
Cristo. Dios te va a dar la mejor parte, no para que te olvides
del mundo, sino para que ames a la gente con el amor del
Señor. Es tu responsabilidad compartir lo que has recibido.
Sé como esas tribus que, habiendo recibido su porción,
salieron a luchar por los demás.
Las tribus salieron a conquistar y ayudaron a los demás a
ganar la tierra, y vencieron. Dios también nos usará a noso-
tros para que otras personas conquisten a Cristo. Es una
lucha del espíritu, una lucha de alegría y en victoria.
El espíritu de oración se forma muriendo a lo nuestro y
orando, diciéndole: “Señor, quiero conocerte”. Cuando les
pregunté a los entrevistados: “¿Qué oran cuando oran por
sus necesidades?”, todos me respondieron: “No sé... ¿Qué
necesidades? No tengo necesidades, lo tengo a Él. ¿Qué voy
a orar? ¡Que quiero conocerlo más a Él!”.

60
Capítulo 4

EL CARÁCTER
DEL ESPÍRITU DE
ORACIÓN

ORACIONES ETERNAS
Dios anhela formar el espíritu de oración en cada uno de
Sus hijos. Este es Su objetivo para cada uno de nosotros.
Todo lo que nos sucede, ya sea bueno o malo, lo que Él
permite o no, tiene como propósito lograr esa meta. Es como
si tu vida fuera una tela y Cristo, la tinta que la impregna;
cuando sales, estás bañado en Cristo, vives en Él. El espíritu
de oración es un vivir divino, una manera de ser celestial.
Ese vivir celestial, ese vivir divino, ese espíritu de oración se
forja a través de la oración. Por eso, Pablo nos exhorta: “Orad
sin cesar”. No dejemos de orar. Desde que nos levantamos
hasta que nos acostamos, la oración aumentará a Cristo y
forjará el espíritu de oración en nosotros. Nuestra tarea es
orar y debemos hacerlo, como vimos en el capítulo anterior,
en tres planos.
En primer lugar,cuando oramos por nosotros mismos nues-
tras oraciones personales deben enfocarse en ver a Cristo
y experimentarlo para que Él crezca en nosotros. Una

61
— El carácter del espíritu de oración —

buena manera de orar es hacerle preguntas al Señor, pero


no preguntas para obtener conocimiento, sino para tener
experiencias. Por ejemplo: “Señor, ¿cómo te forjas en mí?” o
“Señor, ¿cómo es Tu manera de ser?”. Permite que Él ponga
las preguntas en tu corazón y, cuando lo haga, espera Sus
respuestas, porque estas se convertirán en tus experiencias.
Cuando Cristo crece en nosotros, forja en nosotros una
manera de ser, que es el espíritu de oración. Cuando
entrevisté a las hermanas de 94 y 95 años, mientras ellas
oraban, el Señor me dijo: “Fíjate en la oración que están
haciendo, Bernardo. Eso es una oración eterna”. Y entonces
me pregunté: “¿Qué es una oración eterna?”. El Señor me
explicó que una oración temporal es cuando oras por cosas
específicas, como un automóvil o sanidad; cuando ya tienes
lo que pediste, dejas de orar por ello. Pero, cuando oras por
conocer más a Cristo, esa es una oración eterna, que resuena
eternamente en el mundo espiritual y nunca se termina,
porque siempre habrá más de Cristo por conocer. Esta es
la razón por la que el apóstol Pablo dejó sus oraciones en
La Biblia, para que nosotros también las hagamos, porque
todas las oraciones que buscan conocer más a Cristo son
eternas.
Al respecto, veamos qué dice Filipenses:
Esto es lo que pido en oración: que el amor de ustedes
abunde cada vez más en conocimiento y en buen juicio.
Así podrán discernir lo que es mejor y ser puros e irrepro-
chables para el día de Cristo; llenos del fruto de justicia
que se produce por medio de Jesucristo, para gloria y
alabanza de Dios.
Filipenses 1:9-11:

62
— El carácter del espíritu de oración —

El apóstol oró por los filipenses para que el amor, que es


Cristo, abunde más y más en conocimiento. Luego dice:
“Que el amor abunde más y más en discernimiento”. ¿Para
qué? Pablo les explica: “Porque, si ustedes aprenden a tener
una experiencia con el amor ligado al conocimiento y al dis-
cernimiento, van a aprobar lo excelente”. ¿Qué es “aprobar
lo excelente”? Como niños que no entienden, tenemos que
preguntarle todo al Señor. Y el apóstol Pablo continúa di-
ciendo: “Vamos a ser sinceros y sin tropiezo, y llevaremos
frutos de justicia”. Estas son oraciones profundas que el
Señor responderá y en las que Cristo empezará a crecer en
nosotros.

LIBERAR A LOS PEDROS


Cristo se va forjando en nosotros para que tengamos ese
vivir celestial, ese vivir divino, ese espíritu de oración. ¿Qué
significa salir de uno mismo? Significa morir a nuestros
problemas y luchas. Cuando logramos que todo lo demás
desaparezca y solo buscamos ver a Dios, Él se coloca en el
centro, y todo lo que pidamos será respondido.

63
— El carácter del espíritu de oración —

Analicemos lo que le sucedió a Pedro. Él había sido encar-


celado y le iban a cortar la cabeza a la madrugada; sin
embargo, no estaba preocupado. Durmió. En aquel tiempo
no había templos ni auditorios, por lo que la iglesia se reunía
en las casas. Todos se reunieron y se pusieron a orar. Ellos
oraban al unísono: “Señor, que Pedro quede libre; libera a
Pedro. Pedro es tuyo, lo compraste con Tu sangre”.
Así empezaron a orar fervientemente todos a una sola voz,
y esa oración como Cuerpo fue gloriosa. Se reunieron y
oraron, oraron y oraron por Pedro. Y la oración hizo que el
ángel del Cielo, el ángel que libera de las cárceles, bajara a la
prisión y pasara por los guardias. Pedro estaba durmiendo,
el ángel lo despertó y le dijo: “Ponte las sandalias”. ¡Hasta
lo hizo vestir! “Vístete y nos vamos”, ordenó el ángel. La
puerta de la cárcel se abrió y Pedro salió. Incluso las puertas
de hierro que daban a la ciudad se abrieron para que Pedro
se fuera de allí sin problemas. Al salir, él se dirigió a la
casa de una joven llamada Rode, quien le abrió la puerta.
La joven, al reconocer su voz, de tanta felicidad no abrió
la puerta, sino que corrió adentro y dio la noticia de que
Pedro estaba a la puerta (Hechos 12:13-14). En la casa había
dos o tres personas que estaban orando, pero sin fe; oraban
por orar. “No puede ser Pedro. No, no puede ser. Debe ser
su ángel”, dijeron haciéndose “los espirituales”. “Debe ser
el ángel de Pedro”, aseguraron, pero Pedro les respondió:
“¡Soy yo, abran!”. Y Pedro bendijo a todos.
Cuando nos reunimos y oramos como Cuerpo de Cristo
por los que están anotados, los que Dios puso en nuestro
corazón, mandamos al ángel para que los libere de la
cárcel, les abra las puertas y terminen viniendo al Cuerpo,

64
— El carácter del espíritu de oración —

de donde salió nuestra oración. Lo estamos creyendo, lo


estamos orando juntos en el nombre de Jesucristo.
Todo lo que Dios va a hacer es para desarrollar en noso-
tros un espíritu de oración, que es una manera de ser y de
vivir celestial. Este espíritu se forma al orar por uno mismo
para conocer más a Cristo, al orar por los demás para que
también lo conozcan y al orar en la reunión. Necesitamos
congregarnos y tocar el Cuerpo de Cristo. Si todos los que
nos congregamos morimos para que solo quede Él, todo lo
que pidamos será hecho, y el ángel vendrá y liberará a todos
los Pedro que estén cautivos, al tiempo que derrotará a los
Herodes que los pusieron presos.

EL MAYOR PELIGRO
Ahora bien, ¿cómo es esta manera de ser y de vivir celes-
tial a la que el Señor quiere llevarnos? Cuando nacemos,
lo hacemos con una disposición natural, una inclinación
biológica heredada de nuestros padres y ancestros. Esta
disposición biológica heredada no cambia, porque es
nuestra manera de ser natural y tiene una carga genética
y hereditaria. De la misma forma que hay ciertas enfer-
medades que pasan biológicamente, también heredamos
la disposición natural a la que La Biblia llama “el yo”, “la
vida del alma” o también “el viejo hombre”. Esta disposi-
ción natural se expresa en nuestro carácter, que es lo que los
demás ven en nosotros. Nuestro carácter refleja externa-
mente lo que somos internamente; es decir, nuestro carácter
es la manifestación visible de nuestra herencia, de nuestra
disposición natural, de nuestro paquete biológico. No
podemos ocultar esta disposición natural que se expresa en

65
— El carácter del espíritu de oración —

el carácter, ya que se refleja en todo lo que hacemos: desde


cómo caminamos hasta cómo hablamos, cómo comemos o
cómo nos comportamos en diferentes situaciones. Eso que
se ve y se llama carácter es, en gran parte, nuestra disposi-
ción natural, una parte heredada que no cambia, es fija y
será nuestra manera de ser hasta el final. Así nacimos, y así
moriremos.
Consideremos algunas características del carácter:

Algunos rasgos son parte de nuestra disposición biológica


y no cambiarán, porque forman parte de nuestro ser. Hay
personas que son naturalmente rápidas y otras que son
lentas. Eso es algo que no cambiará en sus vidas, porque
es parte de su biología. Ciertas personas no pueden evitar
hablar, incluso hablan cuando no es necesario. En contraste,
los callados no hablan, porque hablar va en contra de su
disposición natural. Y así podríamos continuar con otras
características propias.
Otro rasgo a tener en claro es que no somos lo que here-
damos. Desde que nacemos, nuestras disposiciones bioló-
gicas se entrelazan con los hábitos que adquirimos a lo

66
— El carácter del espíritu de oración —

largo de la vida. Estos hábitos provienen de nuestra familia,


de la cultura y de las experiencias personales. Los maestros
lo saben bien. Si un niño se cae, uno puede venir y ayudarlo
a levantarse, porque tuvo empatía; mientras que otro puede
reírse, porque es agresivo y burlón. Entonces, a las caracte-
rísticas biológicas debemos sumarle los hábitos y las expe-
riencias familiares y sociales que fuimos sumando desde
que nacimos.
Podemos decir entonces que nuestro carácter es la combi-
nación de lo biológico y los hábitos que adquirimos.
Por ejemplo, alguien que tiene una disposición biológica
a ser desordenado puede aprender a ser organizado en
el ejército, pero esa disposición desordenada seguirá ahí,
aunque esté temporalmente controlada por los hábitos
adquiridos. Del mismo modo, si hubiéramos nacido en
China, tendríamos hábitos chinos, pero nuestra biología
seguiría siendo la misma. Nuestro carácter sería, en ese
caso, una mezcla de nuestros hábitos chinos y de nuestra
biología.
Por lo tanto, nuestro carácter es una combinación. Esta
mezcla es lo que nos define y, en muchos sentidos, es como
cemento: difícil de cambiar. Aunque los hábitos pueden
modificar en parte nuestra biología, la base biológica
permanece, y esa es la gran lucha para Dios. El problema
no es el diablo, sino nuestra propia manera de ser, que está
arraigada en nuestra biología.
Una persona puede incorporar hábitos positivos: desper-
tarse temprano, ser ordenado, alimentarse de manera salu-
dable, entre otras cosas. Eso es lo que hace el mundo: mejora
los hábitos. Hay cientos de libros con consejos sobre “cómo

67
— El carácter del espíritu de oración —

organizar el día”, “cómo organizar las tareas”, etc. Mejorar


un poco los hábitos se llama cambiar, crecer y mejorar.
El carácter cambia un poco, pero no del todo. La raíz del
problema es nuestra biología y nuestros hábitos, que
gobiernan nuestras vidas. Dios quiere gobernar nuestras
vidas, pero se encuentra con que son la biología y los hábitos
los que nos controlan. Para Dios, el mayor problema no es el
enemigo, sino nuestra manera de ser. Nuestra disposición
biológica y nuestros hábitos son como hormigón armado;
es por eso que, aunque te digan que llegues a tiempo a la
reunión, lo haces una vez, pero la siguiente vez llegas tarde
nuevamente.
Veamos, a continuación, tres ejemplos del carácter de la
gente:

CARÁCTER FEO + CERRADO A CRISTO

Hay gente con carácter feo que está cerrada a Cristo. Por
ejemplo, personas impulsivas a las que les gusta hablar y,
cuando soltamos una carga, siempre pasan al frente. Si se
ora por sanidad, pasan para recibir sanidad; si se ora por
los que están muertos en pecado, pasan al frente. Siempre
pasan. También hay gente que tiene mal carácter, se lleva
mal con su pareja y con sus hijos, y está cerrada al Señor.
Entonces, Dios tiene que derribar su carácter. Como en las
películas, cuando colocan bombas en un edificio para que
caiga, el Señor usa diversas situaciones, como el trabajo,
la familia o las enfermedades, para tratarlos. Pero, si no
cambian y siguen cerrados, pueden llegar a perderlo todo.
Si en lugar de morir y abrirse a Cristo, continúan permane-
ciendo en las mismas acciones, en su manera de ser, orando

68
— El carácter del espíritu de oración —

como les enseñaron de chicos, entonces sus matrimonios se


derrumbarán, los hijos se irán, la enfermedad avanzará…

CARÁCTER LINDO + CERRADO A CRISTO

Otro ejemplo es el del cristiano que tiene buen carácter,


pero también está cerrado a Cristo. Esta persona es amable,
sonríe, escucha, dice: “¡Hola! ¡Qué lindo verte!”, parece un
buen creyente, pero todo es solo biología y hábitos apren-
didos en el mundo. Cristo no puede crecer en esa persona,
porque tiene buen carácter natural, pero, en su humildad,
en su alegría, en su amabilidad humana no toca la vida de
Cristo.

CARÁCTER LINDO/FEO + ABIERTO A CRISTO

Finalmente, estamos quienes tenemos un buen carácter y


estamos abiertos a Cristo. Hemos aprendido a ser empá-
ticos, ordenados, honestos y buenas personas, pero lo más
importante es que estamos abiertos a Cristo. Queremos
que Dios derribe lo bueno y lo malo en nosotros, para que
podamos afirmar: “Ya no vivo yo, ahora vive Cristo en mí”.
Esa es la gente en la que Dios va a forjar el espíritu de oración:
la que está abierta a Él y le dice: “No quiero tener humildad
natural, deseo que Cristo-humildad salga de mí para que
las personas toquen Su vida”. Cuando Cristo se expresa, en
primer lugar, ni siquiera nos damos cuenta; y, en segundo
lugar, ese aspecto de Él se mantiene, se fortalece. Entonces,
la gente nota que hay algo diferente, algo celestial, huele
que esa manera de ser, esa alegría, es especial.
La biología tira, los hábitos tiran, pero Jesús nos enseñó un
secreto cuando dijo: “Niéguense a sí mismos”. La biología te

69
— El carácter del espíritu de oración —

empuja a actuar de una manera pero, si eres callado, ahora


dices: “Soy callado, pero me niego a serlo. Cristo, expré-
sate Tú”; si eres tímida, le dices: “Me niego a la timidez, me
niego a ser como soy biológicamente, me niego a lo que me
enseñaron”. Te niegas a ti mismo, dejas todo en la Cruz.
Negarse a uno mismo quiere decir que debes decirles “no”
a tus hábitos, tanto a los buenos como a los malos. Ordena:
“Adán, cállate. Cristo, sé Tú quien hable, quien se exprese,
quien construya mi matrimonio, quien hable con mis hijos.
Sé Tú, Señor”. Él se va a expresar, y tú te sorprenderás
porque ese es el espíritu de oración, la manera de ser celes-
tial. Ya no vives tú, es Cristo quien vive en ti. Su carácter,
Sus virtudes, Su humanidad divina y celestial habitan en ti.

UNA ARTICULACIÓN CELESTIAL


El espíritu de la oración es un proceso que dura toda la vida.
A medida que Cristo va creciendo en nosotros y morimos
a nuestros hábitos y disposiciones naturales, empezamos
a verlo más y más, aquí y ahora, con nosotros en todo
momento a lo largo del día. Nos levantamos y ya lo vemos,
caminamos y le decimos: “Señor, ¡qué lindo caminar
contigo!”.
Cuando Cristo aumenta en ti, empiezas a ver Su precio-
sidad, entiendes que Él es tu Amado, el más hermoso, la
perla de gran precio. El carácter del espíritu de oración es
sentir que no eres nada. No hay nada en la vieja creación;
todo es de Él. No se trata de decir: “Soy una porquería”, sino
de afirmar: “Ya no vivo yo, sino Cristo. Todo es de Él, por
Él y para Él”. Te vuelves una articulación, una coyuntura
celestial. Observa el siguiente pasaje:

70
— El carácter del espíritu de oración —

[...] de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido


entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutua-
mente, según la actividad propia de cada miembro, recibe
su crecimiento para ir edificándose en amor.
— Efesios 4:16

Una coyuntura es una articulación. No hay muchas arti-


culaciones, pero en los hombros, por ejemplo, hay varias y,
gracias a ello, podemos mover los brazos con tanta libertad.
Si no puedes hacerlo, es porque tienes un problema en la
articulación. La coyuntura está dura, por lo que necesitas
flexibilizarla con gimnasia o kinesiología.
Para el Señor, somos una articulación. En las articulaciones
hay un líquido, el líquido sinovial. El Señor te da el líquido
divino: Su Presencia. Si viene alguien que no se mueve y le
dices: “Vamos a dar la orden” o “Vamos a compartir el testi-
monio”, estás moviendo a esa persona, la estás nutriendo,
le estás ministrando al Señor, porque eres una articulación
celestial que mueve, que se llama discipular, que se llama
forjar a Cristo.
Veamos un ejemplo práctico: Tito era griego, incircunciso
y tenía un nombre romano: Titus. Este joven se convirtió
y empezó a colaborar con Pablo. Tito tenía el espíritu de
oración, porque Pablo era una articulación divina.
Observa algunas de las características de Tito que descubrí
cuando estudié su vida:
a. Era dócil; el espíritu de oración te hace dócil. Cuando
Pablo no podía ir a un lugar, enviaba a Tito. Y él simple-
mente obedecía. Cuando Pablo no podía quedarse

71
— El carácter del espíritu de oración —

mucho tiempo en un lugar, decía: “Tito, quédate”. Él se


quedaba y no se quejaba. Era un joven dócil, no luchaba,
no decía: “A mí no me vas a decir lo que tengo que hacer.
Si quieres quedarte, quédate tú. A mí nadie me controla”.
El espíritu de oración te hace discernir cuando estás en
el mover del Señor, y te hace dócil.

b. Era una persona amplia, estaba ensanchado en su espí-


ritu. Cuando Pablo lo enviaba a Macedonia, Corinto o
Creta, Tito iba sin dudar, sin poner excusas. Él podía
funcionar en cualquier lugar, ya sea con trabajo o sin
trabajo, en salud o en enfermedad. Además, era el mismo
tanto en su casa como en cualquier otro lugar. En casa,
con nuestros hijos, en la oficina o con amigos, siempre
vamos a ser los mismos. Esa coherencia en nuestra vida
es obra de Cristo.

c. Era diligente. No decía: “No me animo… no sé… es


muy difícil… estoy grande”; donde lo enviaban, él iba.
Cuando Pablo lo envió a Corinto, se enfrentó a situa-
ciones difíciles, ya que los corintios eran hombres
rústicos, griegos de puerto. Jerusalén estaba pasando
un tiempo de escasez y, aunque lo corintios no querían
a los judíos, porque ellos habían intentado imponerles
la circuncisión, Tito logró levantar una ofrenda para esa
ciudad. Él no se desanimó porque estaba crecido en el
Señor. La obediencia y la diligencia no son frutos del
esfuerzo humano, sino de morir a lo nuestro para que
Cristo crezca en nosotros.
Observa qué hermoso es lo que dice Pablo sobre Tito en el
siguiente pasaje:

72
— El carácter del espíritu de oración —

2 Corintios 2:13 “[...] no tuve reposo en mi espíritu, por


no haber hallado a mi hermano Tito; así, despidiéndome
de ellos, partí para Macedonia”.
¿Puedes imaginar estar al lado de Pablo, el apóstol que
escribió catorce cartas del Nuevo Testamento, que fue el
más grande teólogo, evangelista, hombre que Dios usó
poderosamente y mártir que fue decapitado por Cristo?
Pablo, quien rindió su vida al Señor, quien estuvo en el tercer
cielo y cuya palabra inspirada todavía leemos, expresó que
extrañaba a Tito. “Yo necesito a Tito, necesito tener comu-
nión con alguien que tiene espíritu de oración”, dijo.
Que nuestra oración sea: “Señor, hazme como Tito, con el
espíritu de oración. Derriba lo mío, mi disposición natural,
mis modelos biológicos que afloran una y otra vez. Y esos
hábitos que he formado, buenos o malos, también. No
quiero vivir bajo lo mío; quiero que la fuente de mi vieja
creación, lo que heredé más lo que aprendí, caiga bajo Tu
Altar y le des fin. Derriba, Señor. Quiero vivir rendido y
solo anhelo una cosa: que crezcas en mí. Quiero que Tu
carácter, Tu hermosura, Tu Presencia y Tu hablar salgan de
mí. Ya no vivo yo, ahora vive Cristo en mí”.
El Señor nos va a mandar a llamar, como a Tito, para que
llevemos la Presencia de Dios.

SEÑOR, TODOS POR LOS QUE


ESTAMOS ORANDO SON TUYOS.
¡GRACIAS! TRÁELOS AL CUERPO. EN
EL NOMBRE DE JESÚS, AMÉN.

73
Capítulo 5

UNA VIDA
RENDIDA EN EL
ALTAR

UN CÍRCULO PERFECTO DE AMOR


Cuando oramos, Dios primero nos envía Su palabra a
nuestro espíritu. Esa palabra tiene poder para sanar,
restaurar, liberar, prosperar y bendecir, porque es palabra
viva del Señor. Esta palabra llega a nuestro espíritu y,
cuando la oramos, La Biblia asegura que vuelve prosperada
porque, en el medio de ese círculo de oración está la persona
por la que oraste. Cada vez que oramos, sumergimos en un
círculo de amor celestial a las cosas y a las personas, a todo
por lo que oramos, y todo lo que Dios envía siempre regresa
a nosotros en respuesta de victoria.
La oración es un círculo perfecto. Observa el siguiente
gráfico:

74
— Una vida rendida en el Altar —

Tu oración es un círculo perfecto. Dios envía Sus palabras—


porque Él siempre inicia la oración— y son las que te pondrá
para que vuelvan a Él y se forme el círculo. Siempre son
palabras breves. Entonces, si el Señor te lleva a orar por la
familia, lo haces de manera breve; de igual manera, cuando
oras por los vecinos, los conocidos y los desconocidos.

Es interesante notar que una de las mejores oraciones de


Moisés duró solo cuatro versículos; la oración de Elías
duró dos versículos; la oración de Nehemías duró siete
versículos; y la extraordinaria oración de Juan 17 duró
tres minutos. Es decir, cuando oramos, no se trata de decir
muchas palabras, sino de decir las palabras que Dios puso
en nuestro corazón. Para eso, debes pedirle: “Señor, dime
qué deseas que ore. Dame Tus palabras para que vuelvan y,

75
— Una vida rendida en el Altar —

cuando regresen, mi familia, mis vecinos, mis conocidos y


aquellos por quienes estoy orando queden encerrados, atra-
pados, envueltos en la red del círculo perfecto de Tu amor”.

¡No hay nada que la oración no pueda hacer!

A Billy Graham, el hombre que ganó más almas en toda


la historia de la cristiandad, le preguntaron cuál era el
secreto de que tantos millones de personas se convirtieran
al Señor, y él respondió: “Tengo tres principios: el primero,
orar; el segundo, orar; y el tercero, orar”. Había descubierto
que la oración mueve la mano del Señor. A. B. Simpson,
un hombre tremendo de Dios, tenía un cartel en su oficina
que decía: “Orar sin cesar”, y abajo continuaba así: “Hazlo
ahora”. Cada vez que veía el cartel, se ponía a orar; él quería
estar conectado con las palabras que se mueven de parte
del Cielo.
Ahora bien, esas palabras que Dios baja primero —porque
Dios inicia la oración— pueden venir en cualquier momen-
to. Mientras caminas, lavas o trabajas, y, de repente, te viene
un nombre, un motivo. Pero también pueden venir cuando
te dispones a buscarlas. No solo esperes a que Dios te ponga
una palabra para orar; también siéntate y dile: “Señor, acá
estoy, dime qué oro”. Sal a buscar esa palabra. Quédate en
silencio, no hables, no te apures; permite que la carga venga.
La biografía de A. B. Simpson cuenta que él oraba en todo lu-
gar, en cualquier momento; siempre lo encontraban orando.
En una estadística que se hizo en los Estados Unidos, a

76
— Una vida rendida en el Altar —

catorce mil creyentes les preguntaron si disfrutaban de la


oración y veían respuesta. Solo el dos por ciento respondió
que sí. De catorce mil personas que oraban, el noventa y
ocho por ciento oraban para no tener ninguna respuesta.
Porque el secreto es esperar que Dios te diga qué palabra
hablar y, cuando la hablas, sale y trae victoria porque Dios
siempre responde Sus oraciones, y las responde mucho más
grande de lo que hemos orado.
Observemos ahora el siguiente pasaje:
Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas
grandes y ocultas que tú no conoces.
—Jeremías 33:3

Jeremías nos enseña que lo primero es clamar. Al soltar la


palabra, Dios te responderá y te enseñará cosas grandes
y ocultas. Es decir, cada vez que oramos, Dios responde
más grande de lo que le hemos pedido. Guarda esto en
tu corazón. Dios te da una palabra para que haya Cielos
abiertos. Y no solo te da Cielos abiertos, sino que también te
da sanidad.
A. B. Simpson, fundador de la Alianza Cristiana y Misionera,
cuenta que fue a orar por una mujer de más de ochenta años
que estaba muy grave. El médico ya la había desahuciado.
Simpson fue, oró lo que el Señor le dijo y oró por sanidad.
Luego, se fue. El Señor sanó a la mujer, quien, en agrade-
cimiento, ofrendó tanto dinero que pudieron comprar un
templo nuevo. Simpson oró por sanidad, ¡y terminaron
comprando un edificio para la iglesia!

Tu oración debe girar alrededor del conocimiento de Cristo,


porque en Cristo están escondidas todas las demás cosas.

77
— Una vida rendida en el Altar —

Cada vez que le pides al Señor conocer algo de Él, estás


haciendo una oración eterna. Cuando conoces a Cristo, en
Él vienen todas las cosas.
Cuando Jesús comenzó Su ministerio, durante toda la tarde
y toda la noche estuvo sanando. El relato bíblico cuenta
que le traían enfermos de todos lados, y los sanó a todos. El
Señor y los discípulos se acostaron tarde. Al día siguiente,
Pedro se levantó y, al ver la cantidad de gente que se había
acercado —porque todos escucharon la noticia de los mila-
gros y los testimonios—, fue a buscar a Jesús. ¿A dónde lo
fue a buscar? A su casa, pensando que estaría descansando,
pero Jesús se había levantado muy temprano y se había ido
al monte a orar. Pedro pensaba que estaba descansando,
pero el éxito que habían tenido el día anterior fue gracias
a la oración, y el éxito que tendrían ese día, también. Por
esto mismo, cuando la gente te busque, que no te encuentre
durmiendo en la cama, sino arrodillado en tu portal,
diciéndole: “Acá estoy, Señor, dame palabra de oración,
porque yo sé que vas a responder cosas grandes y ocultas.
Quiero conocerte más”. En esa oración, Él te va a mostrar las
cosas que deben morir en el Altar, fundamentalmente, para
enseñarte a orar mejor. A Dios no le interesa simplemente
quitarte el ataque de pánico, sino que mueran las cosas
necesarias para que entres en el espíritu de oración, para
que empieces a orar y a buscarlo cada día. El Señor hará
una selección. Por ejemplo, si tú le pides: “Señor, quiero
morir a mi carácter impulsivo”, tal vez, Dios diga: “No, Yo
quiero primero matar tus excusas porque, aunque te sane
el carácter impulsivo, vas a seguir sin orar”.
Hace muchos años, cuando yo tenía entre dieciocho y
diecinueve años, mientras viajaba en el colectivo 114, tuve

78
— Una vida rendida en el Altar —

una visión. Veía que le hablaba del Señor a gente que no


era cristiana. En ese momento, no sabía lo que eran las
visiones, pero esto me ocurría tanto en el colectivo 114 como
en el 141. Le decía al Señor: “No me gusta predicar, no soy
evangelista. No me gusta hablarle al no cristiano. Señor,
prefiero hablarles a los cristianos”. Más tarde, comencé a
estudiar en el Seminario Bautista. Completé la carrera y
me contrataron como profesor. Durante siete años, enseñé
asignaturas como Pastoral de la sexualidad y Pastoral de
la pareja. Era feliz enseñando. Preparaba mis clases con
esfuerzo y dedicación, incluso hice cursos de posgrado.
Aún conservo todos los apuntes. Enseñaba unas nueve
materias, la mayoría optativas, y venían estudiantes de toda
Argentina. En mi corazón, le decía al Señor: “Soy feliz”. Sin
embargo, algo dentro de mí me decía: “Vas a hablarles a los
no cristianos”. Pero yo insistía: “No, Señor, yo soy maestro,
me gusta enseñar. No me interesa hablarles a los no cris-
tianos”. Otra de mis oraciones era poder recorrer las igle-
sias predicando. Así, viajé por toda Argentina, enseñando
sobre sexualidad y sanidad interior. Me sentía pleno, pero
Dios tenía otros planes. Su plan no era que fuera maestro y
recorriera iglesias; Su plan era que orara por aquellos que
no lo conocían, para que se sumaran a Su Cuerpo, tal como
alguien alguna vez había orado por mí. Aun así, yo deseaba
enseñar y ser reconocido. Escribí aproximadamente diez
libros que se usaron como textos en seminarios de Estados
Unidos, sobre psicología pastoral y otros temas. Seguía
tomando el 141, el 114 y también el 86, y la visión persistía.
Veía que les hablaba a los demás de Jesús, pero yo seguía
resistiéndome: “No quiero, no soy evangelista, soy maestro.
Quiero predicar en las iglesias, quiero ir a congresos”. Un
día, el Señor permitió que me echaran del seminario. Me

79
— Una vida rendida en el Altar —

citaron y me dijeron que solo me dejarían con una materia,


lo cual era casi como despedirme. Les pregunté por qué,
pero no obtuve una respuesta clara. Me sentí muy frus-
trado, lo consideré injusto, así que decidí renunciar y me
fui. Tiempo después, fundé el Instituto de Aconsejamiento
Pastoral (INDAP) con la idea de enseñar allí. Daba clases
por la mañana, por la tarde y por la noche cuando teníamos
los tres turnos. Pensaba que seguiría enseñando y predi-
cando en las iglesias, pero el Señor me mostró que no me
había llamado a encerrarme a enseñar solamente, sino a
llevar Su palabra y Su amor a quienes no lo conocían, y a
formar a esas personas en Cristo. Sin embargo, le pedía al
Señor: “Mándamelos ya convertidos y yo les enseño, pero
salir a hablarles, no”. Luego, Dios me abrió una puerta en la
televisión. Pensé que sería una oportunidad para hablar del
Señor y enseñar La Biblia en televisión, pero me encontré
con una cláusula que prohibía la participación de pastores
en el canal. Solo podía entrar como profesional, pero yo no
quería. Dios me estaba guiando a hablarle a la gente, me
gustara o no, y a escribir libros seculares, algo que tampoco
quería hacer. El Señor fue quebrantándome porque, aunque
yo tenía mis propios deseos y anhelos, Él tenía un plan
mejor y mucho mayor. Ese plan era sumergirnos en el espí-
ritu de la oración, para que todas las personas por las que
estamos orando y que no conocen a Cristo puedan llegar a
conocerlo. Una vez que lo conozcan, podremos enseñarles
sobre la Presencia del Señor. Ese es el corazón de Dios.

PARTE PRÁCTICA: VOLVER AL SEÑOR


Vayamos a la parte práctica. Si estás orando y no sientes
fuego, si te estás aburriendo, es porque algo está fallando, no

80
— Una vida rendida en el Altar —

estás tocando la vida. En ese momento, lo mejor es detenerte


y decirle al Señor: “Estoy orando mal. Muero a esta oración;
dime qué debería orar”. Cuando Dios te dé la palabra para
la oración, sentirás Su Presencia, Su fuego. Muchas veces
empezamos orando algo, por ejemplo: “Cielos abiertos”.
Declaramos: “Cielos abiertos en la reunión”, “Cielos
abiertos en mi hogar”, “Cielos abiertos en mi trabajo”. Pero
llega un momento en el que esta oración pierde fuerza y
empieza a aburrirnos, ya que el alma aparece. Es entonces
cuando debemos detenernos y pedirle a Dios que reavive
el fuego, que nos dé Su palabra y nos guíe sobre qué orar.
Necesitamos regresar continuamente a Él.

La oración es un lugar de encuentro con Dios, y,


si no sientes que estás tocando la vida, es porque la
oración no está alineada con Su voluntad.

81
— Una vida rendida en el Altar —

Siempre necesitamos volver al Señor, a la oración que nos


da vida. Por eso, David decía en el Salmo 139:17-18: “Cuán
preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos”. Nuestra oración
tiene que ser: “Señor, dame Tus pensamientos, ponlos en
mi corazón, porque ellos son una suma hermosa y grande
y, cada vez que los oro, se multiplican más que la arena, y así
descubro que aún cuando me despierto, Tú estás conmigo”.
Revisa que estás tocando la vida, la Presencia de Dios, cada
vez que ores. Cuando el Señor te dé la carga, notarás que tu
oración volverá a encenderse.

Cómo mejorar nuestra relación de pareja y de familia


Es muy fácil y hermoso. Tú y tu pareja tienen cada uno su
portal, donde buscan al Señor a solas y oran. Cuando ambos
se encuentren, compartan lo que el Señor les ha revelado en
cada encuentro. De este modo, aprendes a tener comunión
en tu matrimonio, a compartir lo que el Señor te ha ense-
ñado. Porque, aunque el mundo diga que hay que ser uno
en lo sexual, lo más importante es la unión espiritual, que es
la que ordena todas las demás uniones. Cuando una pareja
aprende a compartir lo que el Señor le habla, se fortalece en
el espíritu, y eso es lo que realmente importa.
Zacarías y Elizabet, los padres de Juan el Bautista, son
descriptos en La Biblia como personas justas que amaban
al Señor. Por otro lado, Priscila y Aquila, mencionados en
el Nuevo Testamento, tomaron a Apolos para perfeccio-
narlo en su conocimiento de la fe. Dios levanta matrimo-
nios y novios que aprenden a ser uno a nivel espiritual, a
tener comunión en las cosas del Señor. Es fundamental
compartir también con los hijos nuestras experiencias espi-
rituales y pedirles que compartan lo que ellos han orado, lo

82
— Una vida rendida en el Altar —

que han visto y lo que Dios les ha revelado. Esto fortalece la


unión en el Espíritu dentro de la familia. Si tu pareja no es
cristiana, puedes compartirle desde tu propia experiencia.
Por ejemplo, si tu marido no comparte tu fe, muéstrale lo
que Dios te ha mostrado, aunque él se enoje o se revele.
Al compartir lo que Dios te muestra, estás sembrando La
Palabra, y puedes orar para que esa semilla crezca en el
círculo de Su amor. Pídele al Señor que el círculo de amor
disminuya hasta que se rinda.
Hechos 20 relata que Pablo, al marcharse, se despidió de los
efesios en la playa, sabiendo que no los vería nunca más. Se
arrodillaron, lloraron juntos, se abrazaron, y Pablo se fue
hacia Troas, donde permaneció siete días. Allí, nuevamente,
la iglesia se reunió en el puerto para orar por él, incluyendo
a padres e hijos. Esa imagen de niños viendo a sus padres
arrodillados en oración es algo que impacta y no se olvida.
La oración compartida en familia o en comunidad deja
una marca profunda en la vida de las personas. Cuando le
pregunto a la gente: “¿Quién te impactó?”, siempre hablan
de una mamá, un papá o un abuelo al que vieron orar en el
nombre del Señor. Necesitamos compartir lo espiritual; no
obstante, para llegar a eso, primero debemos orar: “Señor,
dame algo nuevo de Ti”.

JUNTOS, COMO CUERPO


Cuando nos reunimos, traemos todas esas oraciones que
aún no han recibido respuesta y oramos juntos como
Cuerpo de Cristo, porque Él nos convoca. Ya no necesi-
tamos pensar en actividades para atraer a la gente, ahora
solo queremos orar: “Señor, atráenos a todos hacia Ti con

83
— Una vida rendida en el Altar —

cuerdas de amor. Todo lo demás puede esperar, lo primero


es encontrarme contigo”.
Pedro y Juan iban caminando hacia el templo a la hora de
la oración cuando vieron a un paralítico. Ellos no oraron:
“Señor, te pedimos que...”, sino que dejaron que Cristo,
que vivía en ellos, actuara con autoridad diciendo: “No
tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy. Levántate en el
nombre de Jesucristo”. Es decir, dieron la orden con auto-
ridad. Ejerce tú también tu autoridad. Al hacerlo, no estarás
dándole órdenes a Dios, sino permitiendo que Él ordene a
través de Cristo.
A Pedro y a Juan los golpearon y los metieron en prisión. Si
yo hubiera estado allí, le habría preguntado a Dios: “Señor,
¿por qué tanta injusticia? ¡Estaban predicando Tu Palabra!”.
Pero ¿qué hicieron los creyentes? En vez de quejarse, se
reunieron y oraron como Cuerpo, porque sabían que,
cuando nos unimos y morimos a nosotros mismos, Cristo
aparece. Observa cómo oraron:
Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios,
y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el
cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; que por
boca de David tu siervo dijiste: ¿Por qué se amotinan las
gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se reunieron
los reyes de la tierra, y los príncipes se juntaron en uno
contra el Señor, y contra su Cristo. Porque verdadera-
mente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo
Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los
gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano
y tu consejo habían antes determinado que sucediera. Y
ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos
que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras

84
— Una vida rendida en el Altar —

extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales


y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús.
Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congre-
gados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y
hablaban con denuedo la palabra de Dios.
—Hechos 4:24-31

¿Qué fue lo primero que dijeron? “Soberano Señor”. Oramos


reconociendo que Dios es soberano. No son soberanos
aquellos que nos dañaron, ni la deuda, ni los problemas; el
soberano es Dios. Cuando te levantes, di: “Tú eres el Rey,
Señor. Tuyos son la gloria, el honor y el poder, en el nombre
de Jesús”. Luego, los creyentes dijeron: “Tú eres el Dios que
hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay, que
por boca de David tu siervo dijiste...”. Ellos estaban orando
La Biblia; citaron el Salmo 2. No pidieron que cambiaran
las circunstancias, sino que Dios les diera autoridad
para seguir hablando de Cristo, mientras Él extendía Su
mano para que se hicieran sanidades, señales y prodigios
mediante el nombre de Jesús. Cuando oraron así, el lugar
donde estaban congregados tembló, todos fueron llenos del
Espíritu Santo y comenzaron a hablar con denuedo. ¡Qué
grandioso! ¡Padre, que cuando oremos tiemble el lugar
donde estemos y nos llenes de autoridad para que se multi-
pliquen los testimonios, los milagros, la prosperidad y la
bendición!
Cuando te persigan o te ataquen, haz esta oración: “Señor,
Tú eres el Rey de gloria. Úngeme para que Tu palabra se
multiplique”. Ellos no oraron por un cambio de circunstan-
cias, sino para que Cristo creciera, aun cuando los estaban

85
— Una vida rendida en el Altar —

persiguiendo para matarlos. Ellos no estaban orando por


cosas menores. En cambio, nosotros asistimos a la reunión
y decimos: “No siento nada, no recibo nada”. ¿Por qué será?
Te lo voy a explicar con una historia real:
Una señora se había comprado una heladera en Estados
Unidos por 4.500 dólares. La llevó a la casa y comenzó a
llenarla de alimentos. Al día siguiente, cuando abrió la hela-
dera, descubrió que toda la comida estaba en mal estado.
La heladera no había enfriado. La mujer, furiosa, llamó al
vendedor:
—¡Me engañaron! Pagué 4.500 por una heladera que
no funciona—dijo la mujer.
—Señora, mil disculpas, debe tener una falla...
—¡¿Usted entiende que perdí la carne y todo lo que
puse adentro?! ¡Esto es intolerable!
—Perdón, señora, ¿puedo hacerle una pregunta? —
preguntó el vendedor.
—Sí—respondió la mujer.
—Por favor, abra la heladera y fíjese si se enciende la
luz.
—No, no se enciende.
—Bien. Por favor, arrodíllese y ponga el oído cerca del
motor para ver si hace ruido.
—No, no hace ruido.
—Muy bien. Ahora, hagamos una última prueba:
atrás de la heladera debe de haber un cable. Fíjese si
está enchufado.
—No, el cable no está enchufado—respondió la mujer.

86
— Una vida rendida en el Altar —

¡No había enchufado la heladera!


A veces, no estamos conectados. Si vienes al Cuerpo de
Cristo y no oras, ciertamente no sentirás nada, porque no
estás “enchufado” a la oración. En cambio, si entras y dices:
“Señor, acá estoy, vine a orarte”, entonces estarás conectado
y tocarás el Cuerpo de Cristo.
Cada vez que vayas a la reunión, entra por las puertas con
acción de gracias. No importa quién esté a tu lado. Apenas
entres, dile a Dios: “Señor, gracias por este día; gracias
porque estoy vivo; gracias por la luz; gracias por el aire;
gracias por Ti. Te amo, dame palabra, dame oración. Te
traje todo lo que no me respondiste en la semana, porque
sé que, si no lo hiciste en lo privado, lo harás aquí, con mis
hermanos en el Cuerpo de Cristo”. ¡Ora así y tocarás la
Presencia del Señor!
Pablo decía:

87
— Una vida rendida en el Altar —

‡ “No dejo de dar gracias por ustedes, al hacer mención


de ustedes en mis oraciones [...]” (Efesios 1:16). ¿Le diste
gracias a Dios por quien Él te indique? De pronto, te
viene un nombre. “Señor, ¿quieres que dé gracias por
esta vida?”, pregúntale. Cada vez que nos reunamos, da
gracias a Dios por alguien.
‡ “Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de
ustedes, ofreciendo siempre oración” (Filipenses 1:3-4).
‡ “Damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesu-
cristo, orando por ustedes” (Colosenses 1:3). Observa
cómo la gracia y la oración van juntas.
‡ “Damos gracias a Dios por ustedes, haciendo mención
de ustedes en nuestras oraciones” (1 Tesalonicenses 1:2).
‡ “Doy gracias a Dios, a quien sirvo con limpia conciencia
como lo hicieron mis padres, recordándote constante-
mente en mis oraciones noche y día” (2 Timoteo 1:3).
‡ “Doy gracias a mi Dios siempre, haciendo mención de ti
en mis oraciones” (Filemón 1:4).

Cuando ores y des gracias, verás la gloria del Señor y tocarás


el Cuerpo, porque dar gracias y orar es también morir.
¿Recuerdas a los diez leprosos? El Señor los sanó, pero
¿cuántos volvieron? Uno, el diez por ciento; los otros se
fueron y no volvieron. ¿Y qué hizo el que volvió? Se postró
y dijo “gracias”. La actitud es importante. No es solo decir
“gracias”; la actitud del corazón también cuenta, porque la
oración por uno mismo, por otros y en el Cuerpo, Dios la
está usando para formar en cada uno de nosotros el espíritu
de oración. Él está formando una manera de ser celestial, un
forjamiento de Cristo, una manera de vivir. Esa manera de

88
— Una vida rendida en el Altar —

vivir, de ser, la forma el Señor con la oración. Por eso, Pablo


enseñaba: “Ora siempre por ti, por otros y en el Cuerpo,
porque la oración está derribando tu manera de ser natural
y está formando la manera de ser de Cristo”. El espíritu de
oración es vivir a Cristo; es un vivir celestial, porque es la
vida de Él forjada y formada en ti.

NUESTRA MANERA DE SER


Todos nosotros tenemos carácter, como vimos en el capí-
tulo anterior. El carácter es lo que se ve; todos mostramos el
carácter porque no hay manera de esconderlo.
Alguien que tiene una determinada disposición biológica,
que lo lleva a ser de una manera, puede aprender a ser de
otra, pero su disposición natural seguirá ahí, aunque esté
temporalmente controlada por los hábitos adquiridos. ¿Y
el hábito nuevo cambia un poco la biología? Sí, hasta cierto
punto. Si se deja el hábito, la biología regresa. Así es nuestra
manera de ser.
Leí un libro hermoso de una misionera que estuvo en la
India y cuenta su testimonio: “Mi papá era violento y mi
mamá, prostituta. Yo sirvo al Señor porque mi abuela oró
por mí y me rodeó. El Señor le dio fin a lo que heredé, y
Cristo nació y creció en mí. Ahora yo le sirvo”. ¡Wow! El
poder de Dios le da fin a lo nuestro, bueno o malo, y hace
nacer la vida del Señor en nosotros.
¿Cómo es la manera de ser de Cristo o el espíritu de oración?
El espíritu de oración es descansar en que Dios es soberano.
Cuando se te forja Cristo, estás con Él y Dios guía todo.

89
— Una vida rendida en el Altar —

Una anécdota cuenta que a una joven se le descompuso el auto


frente a una iglesia. Ella entró al templo y dijo: “Se me rompió
el auto, ¿alguien me puede ayudar?”. Los hermanos respon-
dieron: “Cuando termine la reunión. Quédate, que después te
ayudaremos”. La muchacha se quedó en la reunión, se convirtió
a Cristo y se anotó para participar en un grupo. Después de
eso, los hermanos le dijeron: “Bueno, ahora vamos a arreglar tu
auto”. Intentó mostrarles que el auto no encendía pero, cuando
colocó la llave, este arrancó correctamente.

Si Dios tiene que hacer que el auto se rompa, lo va a hacer.


¡Esa es la soberanía divina!
A una hermana de ochenta y cinco años le preguntaron: “¿Qué
es lo mejor de tener ochenta y cinco años?”. “Lo mejor es que
puedes mirar ochenta y cinco años atrás y ver que Dios estuvo
contigo en todo momento. Él estuvo guiándome, porque yo le
rendí mi vida al Señor”, respondió.

En su biografía, A. B. Simpson cuenta que, en una ocasión, se


metió a nadar en un río y comenzó a ahogarse. Justo pasó por
allí un bote y lo rescató. En otra oportunidad, durante la cons-
trucción del templo, pisó una tabla y cayó de una altura conside-
rable. Mientras caía, pudo aferrarse a otra tabla y salvar su vida.

Cuando era estudiante, no tenía un peso. Un día, se recostó


sobre el césped del parque de la universidad y dijo: “Señor,
no tengo dinero”. Movió un poco la mano y tocó algo. Cuando
miró, descubrió que era dinero.

Si Dios tiene que poner billetes en el pasto o una segunda


tabla de madera o enviar un bote, lo va a hacer. Descansa
en que Él guía tu vida. Eres propiedad del Rey. Él es sobe-
rano, nada sucede por casualidad, hay propósito de Dios en
cada situación. Él está ahí, ahora, contigo. No esperes irte al
Cielo, trae el Cielo a la Tierra.

90
— Una vida rendida en el Altar —

Una hermana de ochenta y cinco años escribió un libro


sobre la oración que recorrió el mundo. Obtuve una foto de
su Biblia, cuyas páginas estaban todas marcadas y escritas.
¡Qué hermoso!
Spurgeon decía: “Una Biblia destruida siempre va acompa-
ñada de una vida llena de fuerza y victoria”.
El Señor es precioso y nos llena de experiencias nuevas.
Cuando tenemos el espíritu de oración, podemos compartir
lo que Dios está haciendo, nos volvemos sencillos, ya no nos
interesa la vida de los demás, nos damos cuenta de que no
somos nada.

Cuando oramos, Cristo sale de manera


espontánea, gloriosa, hermosa.

Dios no busca gente perfecta, sino gente rendida. Por eso, mi


oración es: “Señor, muéstranos las cosas de nuestro carácter,
heredadas o adquiridas, que debemos dejar en la Cruz para
su muerte. Estás desarmando nuestra manera natural de
ser, la que nos gobierna, para que dejemos de estar presos
de la biología y de los hábitos, para traer el vivir de Cristo, el
vivir humano y divino, porque Cristo es humano y divino,
el hombre perfecto y Dios perfecto”.
Observa el siguiente pasaje:
Rubén, tú eres mi primogénito, mi fortaleza, y el prin-
cipio de mi vigor; principal en dignidad, principal en
poder. Impetuoso como las aguas, no serás el principal,
por cuanto subiste al lecho de tu padre; entonces te envi-
leciste, subiendo a mi estrado.
—Génesis 49:3-4

91
— Una vida rendida en el Altar —

Rubén tenía un futuro prometedor y una herencia signi-


ficativa, pero su carácter lo hizo perder la Presencia del
Señor. “Tú eres mi primogénito, mi fortaleza, y el principio de
mi vigor; principal en dignidad, principal en poder”, le había
dicho el Señor a Rubén. Esa era su herencia. Pero luego Dios
le declaró: “Impetuoso como las aguas, no serás el principal,
por cuanto subiste al lecho de tu padre; entonces te envileciste,
subiendo a mi estrado”. Su carácter le hizo perder lo que Dios
tenía para darle: dignidad, honor, bendición, el espíritu
de Cristo. El carácter de Rubén tenía que morir, así como
nuestra manera de ser debe morir. Necesitamos rendirle
nuestra vida al Señor, y podemos entregársela en partes en
el Altar o, como dice el apóstol Pablo, entregarla en sacri-
ficio vivo. Esto es lo más lógico que podemos hacer: rendirle
nuestra vida. Dios no busca nuestros talentos, sino nuestra
vida. Él no quiere servidores, sino vidas rendidas. Cuando
nuestra vida se rinde por completo, Cristo aumenta gran-
demente en nosotros.
George Müller dijo: “Hubo un día en que morí comple-
tamente. Dios me trató y fui derrumbado por completo.
Ese día Cristo empezó a crecer en mí”. Oremos para que
el Señor nos derribe y le entreguemos nuestra vida. Dios
quiere bendecirnos, prosperarnos y darnos la victoria, pero
eso viene después de que le entregamos nuestro corazón,
nuestra vida. Él quiere vidas rendida en el Altar para
hacernos a la imagen de Cristo.

92
Capítulo 6

UNA MANERA
DE SER
CELESTIAL

UN VIVIR CELESTIAL
El espíritu de oración es una manera de ser: significa vivir a
Cristo. Es una forma de ser, de pensar, de sentir y de actuar,
por la mañana, por la tarde y por la noche. El espíritu de
oración se tiene cuando Cristo está tan crecido, tan forjado,
tan aumentado en ti que ya piensas como Él, sientes como
Él, vives lo que Él vive y actúas lo que Él actúa.

Cada uno de nosotros tiene una forma natural de ser, pero


esa forma se opone a la de Cristo porque la carne, la vieja
creación, lo nuestro, choca y pelea con la vida del espíritu.
Por eso, Dios tiene un gran problema: Él quiere formar
en nosotros el espíritu de oración, pero hay un conflicto
porque, desde que nacimos, tenemos una manera de ser
propia, una personalidad, una forma de pensar, sentir
y actuar. Esta es la razón por la que Dios debe derribar
nuestro carácter. De hecho, nuestras mayores dificultades

93
— Una manera de ser celestial —

son de carácter. Los problemas vinculares siempre son por


el carácter, como vimos en el capítulo anterior. Asimismo,
la biología sumada a los hábitos (rótulos, ejemplos, enfoque
de la vida) forman nuestra manera de ser. Los hábitos están
tan arraigados en nosotros que Dios necesita una “granada
celestial” para derribarlos.
Nuestro carácter nos controla, nos maneja y no le deja
espacio al Espíritu ni al carácter del Señor. Por eso, Dios
tiene que derribarlo. Hay cosas que quitará por amor. Él se
acercará amorosamente y te dirá: “Deja esto en la Cruz”, y
tú lo harás dócilmente; pero hay otras cosas que, si no es
por las buenas, Él las va a derribar a través de pruebas. Esto
es así porque Su objetivo es formar el carácter de Cristo,
el espíritu de oración, en cada uno de nosotros. Cambiar
parece fácil, pero no lo es.
Vas a notar que, espontáneamente, tienes conciencia de Su
Presencia. Ves al Señor aquí y ahora, contigo. Antes te levan-
tabas y no lo veías, pero ahora te levantas y dices: “¡Gracias,
Señor!”. El carácter del espíritu de oración consiste en que
te enamoras del Señor. Él es precioso para ti, y quieres
conocerlo y saber cómo es. David decía: “Una cosa he deman-
dado al Señor: quiero ver Su hermosura todos los días de mi vida,
porque no hay para mí ningún bien fuera de Él”. Cuando David
pensaba en el Señor, brillaba porque Cristo era precioso
para él.
Cuando Su Presencia está en ti, te vuelves sencillo. Ya no te
interesa más la vida de los demás. Lo único que quieres es
conocerlo y disfrutarlo más a Él. Ahora eres estable. Si estás
bien, alabas y, si estás mal, también alabas. Si estás bende-
cido, das gracias y, si pierdes todo, también das gracias.
Porque el espíritu de oración, Cristo, está en ti, en pobreza,

94
— Una manera de ser celestial —

en riqueza, en salud y en enfermedad eres el mismo. ¡Y Él es


más fuerte que tus circunstancias!
El espíritu de oración, esta manera de ser celestial, sale
espontáneamente. No se trata de proponerse ser sencillo
o estable, sino de morir a tu vida para que Cristo crezca
y, paso a paso, Él gane territorio en tu interior para luego
surgir natural y espontáneamente. Cuando dejes de esfor-
zarte, ya no te costará. Notarás que el Cristo que está en ti
ahora te mueve, produce el deseo, el querer y el hacer por Su
buena voluntad.
Dios forma el espíritu de oración a través de la oración. Cada
vez que oras, oras y oras, Él va creciendo en ti. La oración
forma el espíritu de oración, no hay otro camino. Por eso,
Pablo nos exhorta: “Orad sin cesar”. La oración trae el vivir
de Cristo, un vivir celestial. A través de la oración, vas a
traer el Cielo, que es Cristo, a la Tierra.
¿Por qué es tan importante la oración? Porque la oración es
un círculo de amor de Dios.
Dios nos envía Su carga (Su palabra) y nos dice: “Mi palabra
no volverá a Mí vacía, sino que hará lo que Yo quiero y será
prosperada”. Entonces, Él te dice qué orar, Él pone en tu
corazón Su palabra: “Ora por esto… por tal persona… de
esta manera”. Así, Él te da Su palabra, tú la vuelves a enviar,
y lo que estuviste orando queda atrapado en el amor del
Señor. Si oras por las adicciones, estas quedan atrapadas en
el círculo del amor. Si oras por el carácter, por la enfermedad
o por una persona, cada una de estas cosas queda atrapada.
Y ese círculo va disminuyendo cada vez más, hasta que la
persona por la que oraste, por ejemplo, es ganada con los
lazos de amor.

95
— Una manera de ser celestial —

Dios necesita tu oración para poder obrar, y tú necesitas orar


para ver a Dios obrar. Cuando oras, Dios te da Su palabra,
que carga amor, y te cambia. Cuando oras por alguien, esa
palabra toca al otro y lo transforma. La oración es un círculo
de amor que cambia a todo el mundo.
Cuando oras lo que el Señor pone en tu corazón, Dios te
responde, y lo hace de manera mucho más grande de lo que
oraste. Jeremías 33:3 declara: “Clama a mí y yo te responderé, y
te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”.

Si no oras, Dios está detenido.


La oración pone a Dios a trabajar.

ORAR NO ES UNA ACTIVIDAD


La oración no es una actividad, no se trata de decir: “Bueno,
voy a orar”; la oración es un vivir. Cuando te levantas
y declaras: “Te amo, Señor”, ya estás orando. Mientras
caminas y le das gracias, también estás orando.

Orar no es una actividad; orar es un vivir.

Cuando oras todo lo que Él pone en tu corazón, el Señor


comienza a transformar tu manera de vivir. Ahora, tu
manera de vivir es la de Cristo. Entonces, la preciosidad de
Él, Su plenitud y diligencia, Sus virtudes, saldrán espontá-
neamente de ti.

96
— Una manera de ser celestial —

El apóstol Pablo dijo:


[...] orando en todo tiempo con toda oración y súplica
en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia
y súplica por todos los santos; y por mí, a fin de que al
abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con
denuedo el misterio del evangelio [...].
—Efesios 6:18-19

La preposición “por” en griego es peri (περί), y quiere decir


“alrededor de”. Lo que estaba pidiendo el apóstol era: “Oren
para que Dios nos ubique en un círculo”. Esta es la misma
preposición que usó en Efesios 6:18 cuando dijo: “Orad
por todos los santos”. El prefijo “peri” se utiliza en pala-
bras como perímetro, pericardio, periferia. Pablo decía:
“Oren por mí, colóquenme en el círculo de su oración, en
el círculo del amor de Dios”. Y luego agregó: “Quiero que
oren para que la palabra del Señor corra”. El verbo “correr”
en este contexto hace referencia a “ritmo”. Quizás hace
muchos años que estás orando por tu hijo, pero pareciera
que esa palabra no corre. En cambio, si oras cada día lo que
el Señor te va mostrando, la palabra correrá, será glorificada
y brillará.

La oración sin fervor es como un árbol muerto. Veamos


simbólicamente esta historia de La Palabra…
El hijo estaba muerto en la cama, grave. La mujer fue a
buscar a Eliseo y este le dijo al criado: “Ve y toca al niño”.
El criado obedeció, pero el niño siguió muerto. Cuando
regresó, le dijo al profeta: “No despierta, está muerto”.

97
— Una manera de ser celestial —

Entonces, el profeta entró a la habitación del niño, cerró la


puerta, oró al Señor y se tendió ojo con ojo, mano con mano,
boca con boca sobre la criatura. Luego, se levantó, oró otra
vez y se volvió a tender, y el joven resucitó. Si oras sin fervor,
tu oración no resucitará a nadie. Pero, si tu oración toma
todo tu ser, si involucras tus manos, tus ojos, tu boca y
expresas: “Veo a mis hijos buscándote, Señor. ¡Levanto mis
manos en alabanza y lo veo!”, esos hijos van a resucitar.

Cuando ores, hazlo con fervor del Cielo. ¡Fervor!

Ora con las manos, con visión, con el fuego y el deseo de


Dios; habla con fe. Y, si no tienes ganas, no trates de tenerlas.
En lugar de eso, muere y dile: “Señor, yo no puedo, pero Tú
sí puedes. Recibo Tu poder. Tu poder crece en mí, es grande,
me llena y me gobierna”. ¡Y comenzarás a sentir que el
poder se activa!
Pablo escribió: “Oro para que conozcan el amor de Cristo,
que excede todo conocimiento, para que sean llenos de toda
la plenitud de Dios”. Ora por Cristo en tu vida, ora cosas
grandes del Señor. Pablo oraba para que conocieran toda la
plenitud de Dios. ¡Toda la plenitud, no una dosis pequeña!
El apóstol también oró para que conocieran el amor que
excede todo conocimiento. Él explicó que el amor del Señor
no tiene altura ni profundidad ni anchura ni longitud. El
amor de Dios no tiene medida, ¡y él oraba para que cono-
cieran algo sin medida! ¡Esas son oraciones grandes! Ora en
grande y dile al Señor: “Quiero ver todo Tu amor en mi vida;
quiero conocer toda la plenitud de Tus riquezas”.

98
— Una manera de ser celestial —

Y así oraba Epafras:


Os saluda Epafras, el cual es uno de vosotros, siervo
de Cristo, siempre rogando encarecidamente por voso-
tros en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y
completos en todo lo que Dios quiere.
—Colosenses 4:12

Pablo escuchaba a Epafras orar. Este discípulo y cola-


borador del apóstol, oraba para que los colosenses estu-
vieran firmes, perfectos y completos en todo: en el trabajo,
en la casa, con los hijos, en la enfermedad; que estuvieran
completos a toda hora y en todo momento, que no les faltara
absolutamente nada del Señor.

ORA A DIOS:
“SEÑOR, QUIERO VER ALGO GRANDE
DE TI, QUIERO TODA TU PLENITUD”.

ÉL DIRIGE TODO
La gente que tiene el espíritu de oración tiene un descanso
celestial; descansa en que Dios es soberano, en que Dios
gobierna todo, en que no hay nada fuera de Su control, hasta
el enemigo está sujeto a Él. ¿Sabías que Satanás está sujeto al
Señor? Dios le dijo sobre Job: “Lo puedes tocar, no matar”. Él
es nuestro soberano, que gobierna todo y nada escapa de Él.
Somos Suyos; descansamos porque Él —y no la economía,
la política o la cultura— nos dirige.
A. W. Tozer (1897-1963), un influyente pastor cristiano, autor
y editor estadounidense, afirmaba que la vida es como un

99
— Una manera de ser celestial —

barco donde estamos todos, pero al barco lo dirige Dios.


Dios está llevando todo hacia Su plan perfecto. Aunque
parezca que la gente hace lo que quiere, el Señor está
guiando el barco hacia Su propósito eterno. ¿Y sabes por
qué lo está dirigiendo? Porque Cristo está orando para que
así sea, y el Padre siempre responde las oraciones del Hijo.

Cristo está orando por nosotros;


Él es nuestro intercesor en el Cielo.

En términos prácticos, ¿qué implica la soberanía de Dios?


Veamos:
1. Él dirige todos los detalles, tanto los pequeños como los grandes
La historia de Jonás lo demuestra claramente. Jonás huyó
porque no quería ir a predicar. Se tiró al mar para matarse,
pero Dios le mandó un pez muy grande que se lo tragó,
porque no obedeció Su palabra. Después, el pez lo vomitó
en Nínive, y Jonás terminó predicando, tal como el Señor le
había ordenado. Jonás estaba molesto, pero Dios hizo crecer
un árbol para darle sombra. ¡Qué lindo! Pero luego, mandó
un gusano que secó el árbol. Dios dirige al pez grande, pero
también al árbol y al gusano. Las cosas grandes de tu vida
y también las más pequeñas están bajo la guía del Señor.
Descansa en Él, porque Él dirige todas las cosas.

2. Él dirige los lugares


José, por ejemplo, estaba en la casa de su padre y Dios lo
cuidaba. Lo tiraron al pozo, y Dios estuvo ahí. Lo vendieron

10 0
— Una manera de ser celestial —

como esclavo, y Dios también estuvo ahí. Estuvo en la casa


de Potifar y en la cárcel, y luego terminó en el palacio. El
Señor te dirige, no importa dónde estés. En el pozo, en la
cárcel, en casa, en el trabajo o en cualquier lugar, Él está
ahí. En los lugares feos y en los lugares lindos. “Así suba
hasta el Cielo o baje hasta el fondo, ¿a dónde me iré de Tu Espíritu?
¿A dónde huiré de Tu Presencia?” (Salmo 139:7-8). ¡Jehová está
contigo en todos los lugares!
3. Dios dirige todos los detalles, todos los lugares y a todas las
personas
Dios le quitó a Ester los “Amanes” que querían destruir a su
pueblo. Así como a ella, Dios sacará de tu vida a las personas
que no te convienen y pondrá cerca de ti a las correctas, a los
“Mardoqueos”. Dios dirige a las personas. Aquellos que se
fueron, aquellos que se quedaron, aquellos que llegaron, el
compañero que te tocó en el trabajo o en la escuela, Dios los
puso ahí. Todo lo dirige Él.
Un pastor contó que, en una ocasión, cuando fue a comer a un
restaurante, el mozo lo atendió muy mal y le trajo la comida
fría. El pastor, que era estadounidense, se enojó y pensó: “No
le voy a dar propina”. Pero el Señor le habló y le dijo: “Dale una
buena propina, porque lo que estás cosechando es la semilla
de maldad que otro le sembró. Él te está vomitando su cosecha
de maldad, pero tú vas a cambiarle la semilla”. El pastor le dio
una buena propina y el mozo, sorprendido, le dijo: “Con lo mal
que lo traté...”. El pastor le contestó: “No importa lo mal que me
trataste, lo que importa es que yo te estoy sembrando esto de
parte del Señor”. El mozo estaba apartado de Dios, pero volvió
a Cristo y hoy se está congregando en la iglesia del pastor Joel
Osteen.

101
— Una manera de ser celestial —

Esta historia la cuenta él mismo en su libro. ¡Qué lindo


es Dios! Hasta con el mozo que te trata mal hay un plan,
porque Dios dirige los tiempos, a las personas y las circuns-
tancias. ¡Él lo dirige todo!
Confía en Él, aunque no entiendas lo que está haciendo,
porque estás bajo Su agenda, y no hay nada que escape de
Su control. Él es tu Padre, tu Rey y tu Señor, y Él es el sobe-
rano.

4. Él dirige los tiempos


La soberanía es un golpe mortal a la ansiedad y a la preocu-
pación, pero tiene que revelarse en nuestras vidas. El espí-
ritu de oración produce el vivir en esa soberanía. Tenemos
que entender que Dios es el Altísimo, absolutamente libre,
que hace lo que quiere, que no se sujeta a nadie ni a nada, que
no tiene principio ni fin. Él es permanente, no creado, inmu-
table, incorpóreo, indiscutible, ilimitado, inalcanzable,
inmanente, incomprensible, bueno, creador, poderoso,
omnipotente, justo, autor, Altísimo y Padre de todos. Todo
eso es Dios. La soberanía de Dios significa que Él dirige
todo; en términos prácticos, que Él maneja los tiempos.
Nada se escapa de Sus tiempos. Quizás piensas: “Dios llegó
tarde”. Pero ¡no! Dios no llega ni tarde ni temprano; Él llega
justo, porque entraste en Su agenda perfecta.
Dos cristianos, profesionales basquetbolistas estadouni-
denses, iban a tomar un avión. Llegaron tarde y perdieron el
vuelo. Tenían que jugar en un campeonato. Al perder el vuelo,
se enojaron, pero luego oraron: “Señor, si llegamos tarde, es
porque en eso hay propósito”. Subieron al próximo vuelo y,
en medio del viaje, una persona enloquecida sacó un cuchillo.
Los dos basquetbolistas, hombres altos, fuertes, rápidos de

102
— Una manera de ser celestial —

reflejos, se le tiraron encima, lo tomaron y lo ataron. Si ellos no


hubiesen estado ahí, la situación podría haber terminado muy
mal. Cuando bajaron, dijeron: “Señor, gracias. Llegamos tarde
al equipo, pero llegamos justo a tiempo para salvar este avión”.
¡Dios dirige los tiempos!

Cuando María le dijo a Jesús que faltaba vino en la boda,


Él le respondió: “Mujer, aún no ha llegado Mi hora”. Él no
se movía según las necesidades humanas, sino según el
reloj celestial, según los tiempos divinos. Hoy podemos
decir, como David en el Salmo 31:15: “En Tu mano están mis
tiempos”. Dios llega en el momento justo, no llega temprano
ni tarde, sino a la hora precisa, porque ¡cuán hermoso es
todo en Su tiempo! No creas que perdiste tiempo, el Señor
dirige tu agenda. No creas que estás mayor, que nadie te va
a querer, que ya no podrás formar una familia. ¡Eso es falso!
Los tiempos y las oportunidades están en Sus manos.

5. Dios dirige los recursos


Cinco panes y dos peces bastaron para alimentar a miles.
¡Y sobraron doce cestas! En Hechos, se menciona que la
gente ofrendaba sus propiedades. Ya no se trataba de dar
pequeñas cantidades, sino que había tanta prosperidad que
ofrendaban casas. Dios es el Señor de los cinco panes, de las
dos blancas (dos moneditas) de la viuda, de las doce cestas
y de las propiedades. Él quita y pone, y nada te va a faltar.
Darás en abundancia y, si tienes dos blancas, las entregarás
todas, y el Señor te multiplicará.
José se sujetaba a su padre, pero sabía que por encima de su papá
estaba el Señor. José se sujetó a Potifar, pero también sabía que
por encima de él estaba Dios. Se sujetó al guardia de la cárcel,
pero sabía que Dios estaba arriba de ese guardia. Y se sujetó a

103
— Una manera de ser celestial —

Faraón, pero sabía que Faraón estaba bajo la autoridad de un


Señor más grande. La Presencia de Dios estaba con José, y lo
que él hacía prosperaba porque, cuando nos relajamos, nos
rendimos y le decimos al Señor: “Activo Tu soberanía”, todo
cambia.

Cuando estuve en Bogotá, Colombia, fui a comer a un lugar


hermoso. Una de las dueñas del local se me acercó y me dijo:
“Pastor, ¿cómo está? Pida lo que guste, nosotros invitamos”.
La dueña me contó que todas las jóvenes que trabajan ahí
son mamás solteras. Ese emprendimiento surgió a partir de
una monografía que ella había hecho en la facultad sobre
cómo ayudar a mamás que crían a sus hijos solas. Esa idea
creció y hoy es una cadena de restaurantes. Además, todas
las mujeres que trabajan allí han escuchado del Señor y la
mayoría ha recibido a Cristo. ¡Qué lindo! Una monografía
terminó siendo un gran emprendimiento. Porque Dios
dirige tus recursos, por eso, no te preocupes si solo tienes
cinco panes o si hoy estás tomando agua; dile al Señor: “Si
convertiste el agua en vino, que esta agua se convierta en
café”. Celebra y permite que Dios te dirija, porque Él te
sorprenderá en los detalles grandes y pequeños. Él está
por encima de todo: de los tiempos, de las personas, de las
circunstancias, de los recursos y aun de los tronos.

6. Dios también dirige las tormentas


Algunas tormentas vienen por nuestra culpa, como en el
caso de Jonás, debido a nuestros errores y pecados, a nuestra
soberbia. A veces, preguntamos: “¿Por qué Dios permite
esto?” cuando, en realidad, es consecuencia de nuestro
mal carácter o de decisiones equivocadas. “¿Por qué este
ataque en el hígado? ¡Es un ataque del enemigo!”, decimos

10 4
— Una manera de ser celestial —

sin admitir que fue provocado por habernos alimentado


mal. “¿Por qué permitiste que perdiera el trabajo, Señor?”,
preguntamos sin hacernos cargo de que fue por llegar tarde
y por deshonrar a los compañeros. Esas son tormentas que
nosotros mismos provocamos. Pero también hay tormentas
que manda Dios, pruebas que Él permite. Jesús les dijo a
los discípulos que cruzaran al otro lado y, cuando estaban
en el barco, Dios permitió una tormenta para estirar su fe y
formar su espíritu de oración.
A veces, los problemas que tenemos son por responsabi-
lidad de nuestros padres, de nuestros hijos o de nuestra
pareja. Por ejemplo, mientras Pablo se dirigía a Roma, el
capitán del barco le dijo: “Dios me mostró que no vayamos,
porque puede haber muerte en este viaje”. El capitán le
respondió: “¡Cállate, preso! ¡Vamos a ir de todos modos!”.
Cuando el barco empezó a tambalear en medio de la
tormenta, Pablo dijo: “Yo les avisé”, pero también les dio
ánimo: “El ángel del Señor se me apareció. Aunque es culpa
de ustedes, hombres testarudos, Dios me dijo que no se
va a perder nadie. El barco va a quedar de recuerdo en el
fondo del mar, pero las vidas se salvarán, porque el Dios a
quien sirvo me habló”. Dios está contigo en las tormentas,
aun cuando estas sean por tu responsabilidad. En las
tormentas que son pruebas de Dios, Él no te va a dejar. Y
en las tormentas que vienen por responsabilidad de otros,
tampoco te dejará, porque Él es soberano.
Él es soberano en los detalles, en los lugares, en las personas,
en los tiempos, en las oportunidades, en los recursos, en las
tormentas. Ora por eso y declara: “Señor, todos mis deta-
lles, grandes y pequeños, están en Tus manos. Allí voy, suba
o baje, siempre estás Tú”. Ora también por las personas:

10 5
— Una manera de ser celestial —

“Señor, gracias por los que se fueron y gracias por todas las
personas que son una bendición en mi vida”.
En cuanto a los tiempos, recuerda que están en Sus manos.
Él no llega ni temprano ni tarde. Aunque para ti parezca
tarde, para el Señor es eternidad. Estás en Su agenda. No
digas más: “Estoy viejo, pasó mi oportunidad, ya estoy
grande”. ¡Eso es mentira! Dios dirige nuestros tiempos y
nuestras oportunidades.
Él también dirige nuestros recursos. Si hoy solo tienes
cinco panes para comer, dale gracias, porque ahí está
escondido un gran milagro. Y si solo tienes dos monedas,
como la viuda, también puedes darlas y declarar: “Jehová
es mi pastor, nada me faltará”. Si hay casas para dar,
también disfruta de esa abundancia. Y, cuando vengan las
tormentas, Él también estará ahí. Dios no soltó a Jonás en la
tormenta que vino por sus propios errores.
Jonás se resistió, era terco. Cuando Dios le dijo: “Ve a Nínive
a predicar”, él respondió: “¡Ahí voy!”, pero se fue hacia el
otro lado. Dice La Biblia que encontró el viaje listo: se metió
en el barco y se fue al sótano, terminó “bajando al mar”.
Campbell Morgan asegura que cuando huimos de Dios,
siempre terminamos descendiendo. Cuando los del barco
vieron la tormenta, dijeron: “Esto es raro, esta tormenta
es espiritual...”, y Jonás confesó: “Es por mi culpa”. Pero
en vez de arrepentirse, redobló su terquedad. En vez de
ser dóciles, seguimos culpando a los demás, seguimos
queriendo controlar a nuestra pareja, a nuestros hijos. Jonás
dijo: “Prefiero morir, tírenme al mar”. Es decir, quiso suici-
darse. La tripulación lo tiró al agua, pero Dios dijo: “No,
no te vas a morir”, y envió al pez para que se lo tragara.
Finalmente, Jonás oró: “Señor, toqué el infierno”. No hay

10 6
— Una manera de ser celestial —

duda de que Jonás murió, porque es una metáfora de Cristo.


Pero Dios lo levantó, y el pez lo vomitó. ¿Sabes dónde? ¡En
Nínive, claramente!
Así como sucedió en la historia de Jonás, Dios tiene grandes
planes para ti. Él dirige todo; Él es soberano. Podemos
descansar en Él, pero tenemos que rendirnos y dejar de
controlar. Ora a Dios: “Señor, muero al control de mi vida,
a mi carácter, a lo que heredé de mis padres, a mis hábitos.
También entrego las cosas buenas, mis cosmovisiones, mis
frases hechas, mis mañas. Las dejo en la Cruz. Dales fin con
Tu fuego”.

DIOS NO BUSCA GENTE PERFECTA,


SINO CORAZONES RENDIDOS. DIOS
NO QUIERE NUESTROS PLANES, ¡ÉL
QUIERE NUESTRAS VIDAS!

107
Capítulo 7

DIOS ES
SOBERANO

¡SEÑOR, DERRIBA MI CARÁCTER!


Llegamos al final de este libro. Cada vez más estamos
aprendiendo cómo orar para que nuestras oraciones
reciban respuestas. La oración es el arma que Dios usa
para tirar abajo lo nuestro y construir lo Suyo. Él derriba
nuestra manera de ser natural y construye Su manera de
ser celestial.
Es interesante analizar la conversación que tuvo Jesús
con Nicodemo, un religioso muy importante y estudioso,
miembro del Sanedrín. Nicodemo fue a buscar al Señor
de noche, porque no quería ser visto. Se encontraron en
un primer piso, en una habitación, y el Señor le predicó.
Le dijo: “Nicodemo, necesitas nacer de nuevo, tu vida tiene
que empezar de cero”. Nicodemo, entonces, le preguntó
algo muy profundo: “¿Cómo un hombre viejo puede nacer
de nuevo? ¿Puede volver al vientre de su madre?”. Este no
fue un cuestionamiento sin sentido. Nicodemo le estaba
diciendo: “Jesús, soy un hombre viejo, tengo una historia,

108
— Dios es soberano —

tengo biología, tengo hábitos, tengo legalismo en mi cabeza,


así me educaron. ¿Cómo me dices que debo entrar en el
vientre y nacer de nuevo? Eso no se puede”. Quizás, en ese
momento, sopló el viento en la habitación y Jesús le dijo:
“Tú ves el viento y lo oyes, pero no sabes de dónde viene ni
a dónde va. Porque lo que es nacido de la carne, carne es y
morirá; pero, si el Espíritu Santo te hace nacer de nuevo, vas
a vivir una vida celestial”.
Hay poder en Cristo para derribar todo este bagaje. Para
hacerlo, tienes que decirle a Dios: “Señor, derriba mi
carácter”. Muchos de nuestros problemas emocionales son
producto de nuestra vieja manera de vivir, pero el Señor
los quitará y formará en nosotros el carácter de Cristo, el
espíritu de oración.

La oración construye un nuevo vivir.

Cuando oremos, viviremos mejor, de una manera celestial,


porque estaremos viviendo a Cristo. Si aprendemos a orar,
nuestra vieja vida morirá, la vida de Cristo crecerá en noso-
tros, y viviremos Su vida.

ORAR Y HABLAR
Jesús oró toda Su vida. Por ejemplo, cuando había cinco
panes y una multitud, Jesús dijo: “Vamos a darles de comer.
¿Qué tenemos?”. Alguien respondió: “Cinco panes”. ¿Y
qué hizo el Señor? Oró. Cinco panes para diez mil per-
sonas parece una burla, pero ¿qué hizo Jesús? Dio gra-
cias y levantó los ojos al Cielo. Él no dijo: “Vamos a orar”;

109
— Dios es soberano —

porque para Cristo orar no era una actividad especial.


Para Él, orar y hablar era lo mismo. Jesús hablaba y oraba. De
igual manera hacía Spurgeon: mientras conversaba con
la gente, de pronto, decía: “Señor, gracias por este paisaje
que nos regalas”. Luego, seguía hablando. Lo mismo hacía
George Müller. Para Müller, la oración estaba ligada a su
hablar diario. Orar no era algo formal, no decía: “Oh, Padre
Santo...”; él simplemente hablaba con Dios.
Jesús oró, y la oración que hizo trajo a Dios a la escena. El
Señor encerró esos cinco panes en el círculo de la oración,
y todo lo que queda encerrado en la oración se multiplica.
Toda la multitud comió y, como si eso fuera poco, sobraron
doce cestas llenas.
La oración hace la diferencia, aunque tengas poco. Dos pesos son
dos pesos, pero dos pesos en la oración pueden transfor-
marse en veinte millones en el nombre del Señor. Por eso,
da gracias, encierra en la oración lo que Dios te muestre ¡y
comienza a imaginar el milagro!
Después de presenciar el milagro de los panes y los peces,
la gente quedó asombrada y decidió que quería hacerlo rey,
pero Jesús se fue. ¿A dónde fue? Se fue a orar. Les dijo a
los discípulos: “Vayan, crucen al otro lado”, y los envió en
un barco. Poco después, se levantó una tormenta. Cristo
bajó y fue caminando sobre las aguas, porque la oración no
solo te multiplica los recursos, también te prepara para tu
próximo milagro. Cuando llegue tu próxima tormenta, vas
a caminar sobre ella, porque lo que la tormenta no sabe es
que estuviste en la montaña orando y diciéndole: “Señor, Te
amo. Eres todo para mí”.

110
— Dios es soberano —

Haz oraciones profundas, grandes. Observa cómo oraba


Pablo en Efesios:
[...] seáis plenamente capaces de comprender con todos
los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profun-
didad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que
excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda
la plenitud de Dios.
—Efesios 3:18-19

Pablo oraba en grande. Imagina que le pides al apóstol:


“Pablo, ¿puedes orar por mí?”. Él oraría: “Oro para que seas
plenamente capaz de comprender con todos los santos cuál
es la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del
amor del Señor”. ¿Te gustaría ser no solo capaz, sino plena-
mente capaz? Eso sí que es orar en grande, porque el amor
de Dios no tiene límites. Él no dice: “Señor, no lo dejes”, sino
que ora: “Quiero que conozcas las dimensiones sin medida
del amor del Señor; que seas plenamente capaz de conocer
el amor de Cristo, que excede todo conocimiento, para que
seas lleno de la plenitud de Él”.
Ora las promesas de Dios para que estas se activen en tu
vida. La oración es como ponerle la firma a la promesa. La
Palabra es el documento, pero, cuando la oras, la haces tuya,
y Dios la activa. Entonces, si La Biblia dice: “Estoy contigo
todos los días hasta el fin del mundo”, no digas simple-
mente: “Ay, qué lindo”, ¡ora ese versículo!
Dios le dijo a Abraham que iba a multiplicar su descen-
dencia, pero Isaac estaba casado con Rebeca, que era estéril.
¿Qué hizo Isaac? Oró la promesa que el Señor le había hecho
a su padre. Jesús les dijo a los discípulos que les enviaría al

111
— Dios es soberano —

Espíritu Santo. Eso es una promesa. Pero después les dijo


que se reunieran a orar por el Espíritu Santo. Él les había
prometido que les mandaría al Espíritu Santo, sí, pero una
promesa sin oración no sirve de mucho, por eso les dijo que
se dispusieran a orar esa palabra.

CUANDO ORAS UNA PROMESA,


ESTA SE ACTIVA EN EL NOMBRE
DEL SEÑOR.

Entonces, no leas cientos de versículos, lee uno y óralo, así


empezarás a activarlo.

ORACIÓN POR LOS HIJOS


Todos somos hijos. El sacerdote, cuando ofrecía los sacri-
ficios en el Altar, nunca recibía un sacrificio por otro antes
de hacerlo por él mismo. Primero oraba por él. Primero ora
por ti, muere tú y dile: “Señor, acá está mi vida”, para que
entonces puedas orar también por los demás.
Oramos primero por nosotros y luego por nuestros hijos.
Cada miembro de nuestra familia tiene que estar en el
círculo del amor, porque hay una promesa de que toda
nuestra casa va a venir al Señor. ¿Sabes cómo termina el
Antiguo Testamento? El último libro se llama Malaquías. El
último versículo de este libro es una promesa: “Haré volver
el corazón de los padres a los hijos y el de los hijos a los
padres”. El corazón del padre primero va hacia el hijo, y
luego el del hijo vuelve al padre. La primera oración no es:
“Señor, trae a mis hijos hacia mí”, sino: “Yo voy a orar por

11 2
— Dios es soberano —

ellos, yo voy a acercarme a ellos, porque quiero que todos


mis hijos y yo, como hijo, seamos bendecidos”.
Como padres, nuestra tarea número uno es enseñarles a
nuestros hijos a amar al Señor. Cuidar su salud es impor-
tante, también lo son la educación, la ropa y el amor. Pero
nuestra primera tarea, la más importante, es que amen al
Señor porque, si se logra eso, todo lo demás se va a activar
en victoria.
Como mamá o papá, tienes que saber que Dios te dio a
tus hijos. A la pastora Alejandra y a mí nos dio dos hijas,
y nuestra tarea es formar a Cristo en ellas. Esa es nuestra
primera tarea como padres. No es la educación, ni el dinero,
ni cuidarlas, ni darles amor y decirles: “Tú puedes”, “Sé
feliz”, “Adelante, sigue tu corazón”. Formar una bonita
pareja está bien, pero todo eso se cae si perdemos de vista el
centro y el eje por el que Dios nos da a los hijos. Los hijos son
herencia de Jehová.
Nuestra primera tarea, entonces, tiene que ser formar a
Cristo en nuestros hijos, entrenarlos para que caminen en
Cristo, para que amen al Señor. Por eso, cuando ores por
ellos, no ores para que salgan de la depresión o de la adic-
ción; en lugar de eso, ora de esta manera: “Señor, mis hijos
son Tuyos. Oro para que te conozcan, para que te amen,
para que te adoren, para que te sirvan, para que su corazón
sea para Ti. Los encierro en oración y declaro que son Tuyos
en el nombre de Jesucristo”, y todo lo demás, Dios te lo va a
dar.
En el libro de los Salmos, hay tres promesas para nuestra
casa. Observa el siguiente bosquejo:

11 3
— Dios es soberano —

El Salmo 128:3 afirma que nuestra casa va a ser un huerto.


¡Habrá vida en toda tu casa!
El Salmo 144:12-13 dice que nuestra casa va a ser un palacio.
¡Habrá realeza en tu casa!
Y el Salmo 147:13-14 asegura que nuestra casa va a ser un
refugio.
Ora así para activar esa palabra: “Señor, mi casa es un
huerto, un palacio y un refugio. Está hecho”. Tu casa se va a
convertir en un huerto, en un palacio y en un refugio. ¡Adora
a Dios por eso! El versículo también habla de nuestros hijos.
Si la casa es un huerto, nuestros hijos serán plantas de olivo.
Es decir, van a producir la Presencia del Señor. No hay nada
más lindo que ver a un hijo leer La Biblia, adorar, ir a las
reuniones y escucharlo hablar del Señor. Cuando ves eso,
tu corazón se alegra, porque el hijo sabio alegra el corazón
de los padres. Tu hijo o hija va a dejar las drogas, la delin-
cuencia, y va a producir aceite celestial, porque has orado
que tu casa es un huerto.
Tu casa es un palacio y, de acuerdo al Salmo 144:12, tus hijos
serán piedras labradas. Ellos no solo van a producir, sino

114
— Dios es soberano —

que van a ser sólidos, fuertes, hermosos, tallados por la


Presencia del Señor. No vamos a tener hijos débiles, con
baja estima, a los que el mundo se los lleva con la moda
de turno o con la confusión de todo lo que se enseña en
el sistema. ¡No! Nuestros hijos van a ser piedras sólidas,
fuertes, firmes.
Y, además, nuestra casa va a ser de protección, porque La
Palabra asegura que nuestros hijos van a tener refugio y
bendición. Los vamos a cubrir del bullying, del maltrato,
del adulterio, de la pornografía y de toda la maldad del
sistema. Ellos van a tener refugio, porque estamos orando
para que todos nuestros hijos vengan a Cristo, y nosotros,
como hijos, seremos los primeros. ¡Gloria a Dios!

DOS LEYES
Dios ha establecido leyes naturales. Por ejemplo, si salto
desde cierta altura, no voy a levantar vuelo, sino a caerme.
Esta es una ley que hizo Dios. Él sostiene el universo con
Sus leyes. Pero Dios es más grande que las leyes naturales,
porque ellas muestran que Él es soberano sobre la Tierra.
Las leyes naturales no están separadas de Dios; Él está por
encima de ellas porque las creó.
También existe otra ley: la ley de la oración. Cuando oramos,
estas leyes no chocan entre sí. Dios puede usar una ley
natural a tu favor, movida por la oración. Por ejemplo, nece-
sitas un empleado y, casualmente, encuentras a la persona
indicada. No parece un milagro, pero tú sabes que Dios
movió la coincidencia celestial. A veces, Dios decide hacer
algo aún más grandioso y rompe las leyes naturales para

11 5
— Dios es soberano —

mostrar Su gloria. Así, nos sorprende con un milagro para


que veamos que estamos en Su agenda, bajo Su soberanía.
Dios organiza toda nuestra vida bajo Su plan. Las circuns-
tancias y las personas son como el clima. ¿Podemos
cambiar el clima? No, Dios manda el clima. Pero la oración
nos da sabiduría para saber cómo movernos en medio de
las circunstancias. En el ejemplo del clima, este nos enseña
cómo vestirnos, si tenemos que llevar paraguas o no.

Hay un pasaje hermoso que me gustaría que subrayes en


tu Biblia:
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas
les ayudan a bien.
—Romanos 8:28

¿Amas al Señor? El versículo dice: “Todas las cosas...”. ¿Qué


significa “todas las cosas”? Las circunstancias, el tiempo,
la gente, incluso las demoras y las personas que nos tratan
mal. Dios va a hacer que todas las cosas cooperen para nuestro
bien. El Señor hará arreglos divinos, tal como decía Witness
Lee: “arreglos soberanos”, a nuestro favor, porque Él está
ayudándonos para nuestro bien. Y “bien” no significa

116
— Dios es soberano —

simplemente “estar bien”. El verdadero “bien” es que Cristo


sea formado en nosotros. Ese es el objetivo del Padre: que
Cristo crezca y se forme en ti y en mí.
El objetivo de Dios no es que seamos felices, sino que Cristo
crezca en nosotros. La vida cristiana se compone de dos
cosas: primero, disfrutar de Cristo, y después morir a noso-
tros mismos. Cuando vienen las bendiciones, disfrutamos
del Señor; no obstante, cuando atravesamos circunstancias
difíciles, es para que muramos a nosotros mismos. Así es la
vida cristiana: disfrutar y morir.
La vida no es una sucesión de momentos en los que nos va
bien. Como dice Pablo: “Todos los días somos como ovejas
llevadas al matadero”. Todos los días morimos un poco,
porque Dios organiza circunstancias y personas que son
como clavos. ¿Tienes algún “clavo” en tu casa o en el trabajo?
Te preguntas: “¿Por qué le sucede esto a mi hijo, a mi padre,
a este ser querido?”. Porque Dios, bajo Su soberanía, está
usando esas situaciones para hacerte morir a ti mismo. Por
eso, no te resistas y muere. Cuando las bendiciones vengan,
disfrútalas, pero recuerda que la Cruz y la resurrección
también son una bendición.

Dios es soberano sobre todas nuestras tormentas.

Observa este salmo:


Voz de Jehová sobre las aguas; truena el Dios de gloria,
Jehová sobre las muchas aguas. Voz de Jehová con
potencia; voz de Jehová con gloria. Voz de Jehová que
quebranta los cedros; quebrantó Jehová los cedros del

117
— Dios es soberano —

Líbano. Los hizo saltar como becerros; al Líbano y al


Sirión como hijos de búfalo. Voz de Jehová que derrama
llamas de fuego; Voz de Jehová que hace temblar el
desierto; hace temblar Jehová el desierto de Cades. Voz
de Jehová que desgaja las encinas y desnuda los bosques;
en su templo todo proclama su gloria.
—Salmo 29:3-9

Este es el salmo de una tormenta natural que recorría unos


cuatrocientos kilómetros y alcanzaba los tres mil metros
de altura en los montes del Líbano. Rompía los árboles y
destruía todo lo que encontraba a su paso. David vio esa
tormenta y escribió este salmo, donde declara: “Esta
tormenta no me gobierna. Dentro de ella está la voz de
Dios. Es la voz que destruye, pero también la que levanta,
la que acompaña. El Señor está en medio de la tormenta”.
No importa si la tormenta es consecuencia de nuestras
decisiones, si Dios nos está probando o si es por culpa de
otros. La vida es una mezcla de estas tres pruebas; de todos
modos, lo importante es que, en todas esas tormentas, está
Su voz.
Ora a Dios: “Señor, ¡yo quiero oír Tu voz! No mires la
circunstancia, busca Su voz. No preguntes: “¿Por qué ocurre
esto?”, “¿Por qué uno muere y el otro, no?”. El primer apóstol
fue decapitado, pero Pedro fue liberado. No siempre enten-
demos el porqué, pero sabemos que Dios gobierna, que Él
es el Señor, que Él es el Rey del barco. El Señor hace todo
sin consultar a nadie, y nosotros nos ponemos a Su dispo-
sición a través de la oración. Él tiene pensamientos de bien
y de paz. Las cosas inexplicables las dejamos para que, en

118
— Dios es soberano —

la eternidad, Él nos las explique. Pero en las que sí enten-


demos, debemos rendirnos a Él, porque Él es la voz en la
tormenta.

Mira cómo empieza y cómo termina el salmo:

En los versículos 1 y 2 dice: “Tributad a Jehová, oh hijos de


los poderosos, dad a Jehová la gloria y el poder. Dad a Jehová la
gloria debida a su nombre; adorad a Jehová en la hermosura de la
santidad”. Eso es en el Cielo. Luego, en los versículos 3 al 9,
describe la tormenta en la Tierra. Y, por último, en los versí-
culos 10 y 11, declara: “Jehová preside en el diluvio, y se sienta
Jehová como rey para siempre. Jehová dará poder a su pueblo;
Jehová bendecirá a su pueblo con paz”. Esto ocurre en el Trono
eterno.
Observa que los versículos 3 al 9 describen la tormenta en la
Tierra, pero el salmo comienza con una oración. Empieza
siempre reconociendo la grandeza de Dios. Dile al Señor:

119
— Dios es soberano —

“Tú eres grande y sublime. Eres Rey soberano; Señor pode-


roso, hermoso, inmutable. Eres el Dios de dioses, el Señor
de los señores. La Tierra está en tu puño, y nada escapa
de Ti. Eres el Dios eterno, bueno y sabio”. Cuando procla-
mamos Su grandeza, empezamos a oír Su voz. Cada vez
que decimos: “Señor, Tú eres grande, eterno y soberano”,
declaramos Su poder. No hay nadie como Él; aunque no
entendamos algunas cosas, confiamos en Su carácter, en Su
bondad y en Su amor. Sabemos que Él hará arreglos sobe-
ranos en medio de la tormenta y nos dará Su voz.
Y el salmo no termina en el Cielo, sino en el Trono. “Jehová
preside en el diluvio y se sienta Jehová como Rey para siempre.
Jehová dará poder a Su pueblo y Jehová bendecirá a Su pueblo con
paz”, declara. ¿Por qué nos da poder, bendición y la paz de
Cristo? Porque en los versículos 1 y 2 le dimos alabanza, le
dimos gloria. Luego, vino Su voz, nos acompañó, ¿y cómo
termina la tormenta? ¡Él nos da más de Cristo!
Comienza orando palabras de grandeza para Él. Dile: “Tú
eres grande, Señor, eres eterno. No hay nadie como Tú. Me
das poder, paz y bendición. Eres soberano sobre los reyes
de la tierra. Me rindo, Padre. Mi esperanza está en Jesús. Tú
eres la voz en la tormenta”. Oye Su voz, no oigas la tormenta.
La Escritura afirma que Él pone una mesa delante de nues-
tros angustiadores. Dios no quita a los angustiadores, los
deja para que vean cómo comemos. Tu depresión y tu dolor
van a ver cómo comes de Cristo, y vas a crecer. En el nombre
de Jesucristo, amén.

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A lo largo de esta serie, he consultado a innumerables autores.
Fundamentalmente, sigo las ideas desarrolladas de Watchman
Nee y Witness Lee. Y estos autores que también merecen el
reconocimiento y la honra por la luz que el Señor les dio para
iluminarnos a todos nosotros. Entre algunos de ellos, men-
ciono a: J. P. Lewis, Campbell Morgan, Madame Guyon, J.
Phillips, A.B. Simpson, J. Piper, Tony Evans, Hudson Taylor,
Andrew Murray, Charles Finney, Dwight L. Moody, Joy Daw-
son, Kenneth E. Hagin, Frank Dietz, Smith Wigglesworth,
Corrie Ten Boom y Charles Spurgeon. Todos ellos han bende-
cido mi vida, y hoy quiero compartirlo con todos.

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OTROS TÍTULOS DE LA SERIE

VIDA PROFUNDA

• Comunión diaria • Adoración en el Apocalipsis


• 7 días en el lugar santísimo • Las dimensiones de la adoración
• Cartas de amor celestial
• Aguas muy profundas • El cielo gobierna
• La voz de mi amado • La preciosidad de Cristo
• Ahí estás • Perfeccionados
• Sigue las huellas • Secretos muy profundos
• Vivir en la trinidad • Este es mi amado
• Uno en Él • Experimentándote
• Experiencias con él • Victoria en Él
• El río de Dios • Soltar la carga
• Él se expresó • Milagros, señales y maravillas
• Deslumbrados por Cristo • Naturaleza divina
• Impactados por Cristo • Manifestando Su gloria
• Disfrutar a Cristo • Expresando Sus riquezas
• Único • Vivificados
• Glorioso • Aumentados
• Aumento de Él • Vivir en el cuerpo
• Experiencias con Él (Parte 2) • Vida profunda
• Cúbreme • Hay un rey
• Secretos de la adoración celestial • Ya no vivo yo
• Alivio y liberación • Guiados por Su amor
• Secretos del Altar • Viviendo en la eternidad
• Ahora mis ojos te ven • El poder de la resurrección
• Construir y celebrar • Orar la palabra
• El tabernáculo • La oración celestial
• Experimentando Su presencia
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Serie Vida Profunda en:

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Common questions

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El proceso de forjar el espíritu de oración en una persona se describe como un vivir celestial y una manera de ser donde Cristo habita en nosotros y se manifiesta a través de nuestras acciones y pensamientos diarios . Supone una relación continua con Dios, donde se tiene conciencia constante de Su Presencia en cualquier situación y lugar . Este proceso implica morir a los hábitos y disposiciones personales, permitiendo que Cristo crezca en nuestro interior y seamos transformados a Su imagen, adquiriendo Su carácter divino . No se trata únicamente de oración ocasional, sino de vivir en una permanente intimidad con Dios, reconociendo que Él está presente y actuante en nuestro día a día . El espíritu de oración conduce a tener un enfoque sencillo hacia la vida, priorizando conocer y amar a Cristo sobre otras preocupaciones .

Stamateas establece que el espíritu de oración es una manera celestial de vivir. Es traer el Cielo a la Tierra al vivir en constante comunión con Cristo. Este espíritu fomenta una vida en la que Cristo crece en nosotros, llevándonos a un estado de oración continua y a una conciencia permanente de la presencia divina .

Bernardo Stamateas describe el proceso de convertirse en un testimonio viviente del amor de Dios como una experiencia en la que el amor de Dios se fusiona en nuestro corazón a través de Su Palabra, que es amor. Esta fusión nos empuja a orar, soltando el amor que Dios ha puesto en nosotros . La oración es un encuentro de amor en el cual nuestras acciones y palabras se alinean con la voluntad amorosa de Dios, convirtiéndonos así en testigos que manifiestan Su amor y Su presencia . Ser testimonio de Cristo no se trata de contar nuestra historia personal, sino de manifestar Su poder y amor en nuestras vidas a través de la oración y el diálogo constante con Dios . A través de este proceso, el espíritu de oración se forja en nosotros, formando un círculo de amor que cambia nuestra vida y la de los demás .

Bernardo Stamateas describe la naturaleza de la oración como un "círculo perfecto" que envuelve a las personas y situaciones con amor celestial. La oración no es una actividad aislada, sino un continuo vivir que transforma nuestra manera de vivir y trae el amor de Dios a cualquier circunstancia. Al orar, Dios nos envía Su palabra con poder para sanar, restaurar y prosperar, formando un círculo en el que sus palabras regresan enriquecidas . Otro aspecto es el espíritu de oración, que se desarrolla mediante la práctica constante de orar, llevando a un vivir celestial y divino . Stamateas enfatiza que la oración no es una formalidad y debe ser parte de la vida diaria, como lo hacía Jesús, quien oraba mientras interactuaba con otras personas .

El perdón dentro del contexto de la oración se manifiesta como un acto de amor y transformación. La oración es un "círculo de amor" al incluir a las personas y circunstancias en ese círculo a través de la oración, rodeando con amor divino todo aquello por lo que oramos, permitiendo que la transformación y la sanación ocurran . Además, al orar por los demás, no solo se suplen sus necesidades, sino que también se actúa como conducto del amor de Dios, ayudando a que el amor de Cristo crezca dentro de nosotros . El perdón, entonces, es parte de esta dinámica de oración y amor, que no solo beneficia al receptor de la oración, sino que también cambia y transforma al que ora, alineándonos más con la voluntad de Dios y su espíritu de amor .

La oración es un encuentro de amor donde el amor y la palabra de Dios interactúan profundamente. Cuando Dios nos da Su palabra para orar, no es una palabra fría sino cargada de Su amor; así, orar es un acto de fusionarse con Su amor y expresar ese amor hacia los demás. Dios toma la iniciativa al buscarnos con Su amor y darnos Su palabra, que nos impulsa a orar. Al hacerlo, liberamos Su amor hacia otras personas, cerrando un "círculo de amor" donde lo que oramos es influenciado, transformado y alcanzado por el amor divino que actúa a través de la oración . La oración cambia el mundo al manifestar este amor y creando un entorno donde Su amor soluciona necesidades y transforma vidas . Sin orar, faltamos a este encuentro amoroso y bloqueamos la acción divina, ya que la oración permite que Dios obre a través de nuestro amor hacia Él y hacia los demás .

La oración impacta el crecimiento de Cristo dentro de los creyentes al crear un "círculo de amor" que transforma tanto a quien ora como a aquellos por los cuales se ora . A través de la oración, Cristo aumenta en la vida de los creyentes, ya que la oración forma el espíritu de oración que nos llena de Su presencia y hace que Él gane territorio en el interior del creyente . Además, la oración continua y específica permite que la vida de Cristo se exprese de forma espontánea y poderosa dentro de los creyentes, guiándolos a vivir conforme a Su voluntad . Orar sin cesar enriquece a los creyentes con testimonios y experiencias de vida con Cristo, evidenciando Su presencia y poder en la vida diaria . La práctica de la oración lleva a los creyentes a enfocarse más en conocer a Cristo, olvidando sus propias preocupaciones y permitiéndole gobernar cada aspecto de sus vidas , potenciando así un crecimiento espiritual hacia Su imagen .

La soberanía de Dios en las tormentas de la vida se manifiesta en que Él dirige incluso las tempestades que enfrentamos, usándolas tanto para corregir nuestros errores como para probar y fortalecer nuestra fe . Dios a veces permite tormentas para desarrollar en nosotros el espíritu de oración y aumentar nuestra dependencia de Él . En situaciones difíciles, en lugar de huir, debemos confiar en que Dios tiene el control y esperará para salvarnos y enseñarnos sus propósitos, como fue el caso con Jonás, quien aprendió de sus errores a través de una tormenta que Dios usó para cumplir sus planes . Además, en medio de estas tormentas, Dios no solo está presente, sino que además otorga paz, bendición y poder a Su pueblo, reafirmando Su control soberano sobre todas las circunstancias ."}

La dualidad de disfrutar de las bendiciones y morir a uno mismo en la vida cristiana se gestiona a través del reconocimiento del señorío de Cristo y la soberanía de Dios. Vivir esta dualidad implica, por un lado, disfrutar de las bendiciones que Dios otorga, como el poder y la paz en medio de las tempestades de la vida . Por otro lado, requiere una rendición total a Dios, lo que significa morir al control de nuestras propias vidas y ceder a Su voluntad . Este proceso de morir a uno mismo permite que la vida de Cristo crezca en los creyentes, desarrollando un espíritu de oración que trasciende las circunstancias terrenales . Además, esta dualidad se vive de manera espiritual, donde la oración y la comunión con Dios fortalecen el carácter y la vida interior, formando a los creyentes a imagen de Cristo ."}

El "vivir a Cristo" dentro del marco del espíritu de oración se refiere a una manera de ser y vivir en la que Cristo es formado progresivamente en nosotros, moldeando nuestra vida cotidiana de manera celestial. Esto implica que nuestra vida no se centra en las necesidades personales, sino en experimentar y manifestar a Cristo en todas las facetas de nuestra existencia, desde el trabajo hasta la familia . El espíritu de oración es, por lo tanto, una conciencia continua de la presencia de Cristo en la vida diaria y un anhelo de conocerlo cada vez más, llevando a un vivir superior y espiritual . Al forjarse Cristo en nosotros, adoptamos un estilo de vida que trasciende lo terrenal, trayendo el Cielo a la Tierra con nuestra conducta y acciones .

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