NOMBRE.
GRAN ÁNFORA DEL DIPYLON
ESTILO CERÁMICA, FINALES PERIODO GEOMÉTRICO
PROCEDENCIA. Cementerio del Dípilon (MAN, Atenas)
FECHA S. VIII A.C.
Medidas. 1,55 mts.
Se trata del Ánfora del Dipylon, ánfora griega, prototipo del estilo geométrico, encontrada en la
necrópolis ateniense de Dipylon y datada hacia el 750 a. C. Se considera la obra maestra del Maestro del
Dipylon y se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas.
Entre las obras más significativas del periodo geométrico merecen destacarse las magníficas ánforas de
cráter del denominado Maestro del Dipylon, halladas en las tumbas de este cementerio ateniense,
algunos de cuyos ejemplares sobrepasan el metro y medio de altura.
Entre la veintena de ejemplares creados por él destaca la Gran Ánfora del Dipylon, del Museo
Arqueológico Nacional de Atenas. Se trata de un ejemplo de gran armonía belleza y perfección técnica.
En esta obra, que señalaba la existencia de una toma femenina, confluyen la maestría del alfarero, que
ha calculado matemáticamente las proporciones del paso, y la del pintor, que ejecutaron los minuciosos
motivos geométricos decorativos que cubren por completo toda la superficie. En el cuello del recipiente
se disponen dos filas de pequeños idénticos animales, colocados uno a continuación del otro, los cuales
alternan con grietas y otros diseños lineales.
En su cuerpo, en una ancha banda, se sitúa la escena de la exposición del cadáver. En ella los abstractos
personajes de las plañideras se besan los cabellos y de las distintas posturas a la difunta, la cual se halla
expuesta sobre un lecho fúnebre cubierto con dosel.
A finales del Periodo Geométrico en el cual se data esta obra, se deriva a la tendencia general de
ostentación por parte de las altas esferas de la sociedad, siendo perceptible en la complejidad de sus
enterramientos. Aparecen junto a los estilizados y bidimensionales motivos decorativos de carácter
animal y a los minuciosos motivos geométricos, escenas correspondientes al ritual fúnebre, en las que
participan figuras humanas, surgiendo con ellas la narración en el arte griego.
Hacia el año 750 a.C., el lujo funerario alcanza cotas no conocidas hasta el momento, creándose
monumentales ejemplares en cuyas escenas decorativas aflora ya el relato asociado al contexto de la
muerte. Estas vasijas acostumbran a plasmar temas alusivos al ritual funerario en los que participan
esquemáticas figuras de hombres y mujeres que acompañan al difunto, colocado sobre un catafalco, así
como guerreros que desfilan montados en carros tirados por caballos.
A finales del S.VIII a.C los temas figurativos continúan compartiendo el espacio con los motivos
geométricos, si bien la preferencia por la figura humana y la narración acaba definitivamente con el
estilo.
Desde el punto de vista iconográfico los temas empleados muestran una gran simplicidad debido a la
abstracción, el esquematismo y a la estilización formal con la que se proyecta su lenguaje. La tendencia
a ordenar los distintos componentes decorativos, la compartimentación de los temas y la precisa
ejecución técnica de las escenas son las características básicas del arte cerámico de este periodo
El ánfora funeraria de Dipylon, obra maestra del Maestro de Dipylon, sin duda fue un encargo
de una familia muy importante dadas sus exageradas dimensiones. De hecho, es tan alto (más
de un metro y medio) que el alfarero tuvo que moldear y cocer sus distintas partes por
separado, para luego reunirlas en un momento posterior. La estructura del ánfora sigue un
patrón proporcional preciso: la altura es, de hecho, el doble de la anchura y el cuello es igual a
la mitad de la altura del cuerpo.
El jarrón está decorado con 65 bandas de diferentes alturas: las que se colocan cerca del cuello
y las asas son más anchas, mientras que las que se encuentran cerca de la boca y los pies son
más delgadas. Las decoraciones alternan motivos decorativos complejos con figuras
geométricas sencillas. En el cuello, dos bandas albergan filas de ciervos y cabras pastando.
La escena del duelo fúnebre
En el panel a la altura de las asas se representa la escena más importante de toda la
decoración: el duelo fúnebre del difunto. El cuerpo de una mujer, ataviado con un vestido largo,
se coloca sobre un catafalco: el cadáver se muestra acostado de lado, de manera que se lo
puede ver integralmente. A ambos lados del catafalco hay catorce figuras masculinas de pie y
otras cuatro debajo: dos hombres sentados y dos mujeres arrodilladas.
Justo al lado del catafalco, una figura más pequeña, quizás un niño (pero representado como un
adulto en miniatura), toca la cama con la mano derecha, casi como un último adiós a la difunta,
quizás a su madre. Todos los personajes están representados en el acto ritual de arrancarse los
cabellos o golpearse la cabeza con desesperación. Las cabezas redondas son aparentemente
calvas y tienen una protuberancia por barbilla. El sudario a cuadros, destinado a cubrir el
cadáver de la noble, se representa verticalmente sobre ella, como si se tratara de una cortina
tensada, y el borde inferior de esta sábana sigue la línea del cuerpo para no ocultarlo.
Finalmente, entre un doliente y otro hay algunos pequeños motivos decorativos, como
columnas de "Ms" superpuestas, que vinculan las figuras humanas a la compleja textura
abstracta que las envuelve.
Cuerpos de reloj de arena
La elaboración del cuerpo humano en clave geométrica propuesta por el Maestro de Dipylon es
ciertamente refinada e interesante. Sus figuras tienen un perfil muy particular llamado "reloj de
arena", porque el busto y la pelvis se presentan como triángulos unidos en el vértice. Por
ejemplo, el pecho del cuerpo se muestra de frente y se reduce a un simple triángulo, del que
parten las líneas secas de los brazos.
Los bustos de las demás figuras también son triangulares, continuando este motivo geométrico
con el gesto de llevarse las manos a la cabeza. Los cuerpos no tienen volumen ni peso, no se
superponen, no actúan en un espacio y están todos colocados en el mismo plano. Los dolientes
están junto al lecho fúnebre pero, en realidad, deberían rodearlo; las figuras que parecen estar
debajo del ataúd deberían estar frente a él. Es un sistema de representación que solo puede
parecer tosco o burdo en apariencia.
Al contrario, es muy refinado. El artista concibió y creó todo el luto tratándolo como un friso
ornamental. De hecho, la escena no tiene la tarea de narrar sino que solo quiere decorar y ser
funcional al destino funerario del ánfora.