CONTAMINACIÓN DEL AIRE
1. Efecto invernadero
El efecto invernadero es un fenómeno natural producido por ciertos gases de la atmósfera (vapor de
agua, CO2, CH4, N2O, O3) que retienen parte de la energía que el suelo emite luego de haber sido calentado
por la radiación solar, impidiendo que la radiación infrarroja (de longitud de onda larga) escape hacia el
espacio exterior, repercutiendo en el calentamiento de la atmósfera. Estos gases de efecto invernadero
absorben la energía que emite la Tierra como luz infrarroja (muy importante en la comprensión del efecto
invernadero), mientras que la mayoría de los componentes de la atmosfera (N2, O2, Ar) son incapaces de
absorber la luz infrarroja.
Es un factor esencial del clima de la Tierra. Bajo condiciones de equilibrio, la cantidad total de energía
que entra en el sistema por la radiación solar se compensará exactamente con la cantidad de energía
radiada al espacio, permitiendo a la Tierra mantener una temperatura media constante en el tiempo. De
la radiación que llega al planeta, principalmente en forma de luz visible, una parte es reflejada
inmediatamente. Esta fracción de energía que es devuelta al espacio se llama albedo. Otra porción es
primero absorbida y luego emitida hacia el exterior, lo cual constituye el efecto invernadero. Si esto no
ocurriera, la temperatura de la Tierra sería de –18ºC. Este efecto natural hace que la temperatura media
sea entre 13,5ºC y 15ºC. Al retener buena parte de las ondas infrarrojas, permite que la temperatura en la
superficie del planeta se equilibre y sostenga la vida. El rango de longitudes de onda que la atmósfera deja
pasar hacia el espacio se denomina “ventana de radiación”; ella permite que el calentamiento de la
superficie se modere. Desde hace varias décadas, las emisiones antropogénicas están produciendo un
aumento de los gases de efecto invernadero, que han incrementado la cantidad de energía liberada por la
Tierra que es absorbida por la atmósfera, que de esta manera retiene más calor y devuelve a la Tierra aún
más energía, contribuyendo, en parte, al calentamiento de la superficie del planeta, causando un
desequilibrio del balance radiactivo y un calentamiento global.
Por otro lado, el ozono (O3) filtra (absorbe) en la estratósfera, todos los rayos ultravioletas en el rango
de 220-290 nm que penetran en la atmósfera de la Tierra con un poco de ayuda de las moléculas de O2.
Las moléculas de O2 localizadas sobre la estratosfera filtran la mayoría de los rayos UV que llegan en un
rango de 120-220 nm, y otros gases como el N2 filtran la luz UV de longitud de onda por debajo de 220 nm
a fin de que no alcance la superficie de la Tierra. Sin embargo, tan solo el O3 por sí mismo filtra una fracción
de la luz UV que está en el rango de 290-320 nm, y el resto logra llegar a la superficie de nuestro planeta.
La sobreexposición a esta porción del espectro de luz resulta en cáncer de la piel maligno y benigno, así
como daños en el sistema inmunológico de los seres humanos e inhiben el crecimiento de plantas y
animales. La mayor parte de la luz UV que oscila entre 320-400 nm logra llegar a la superficie de la Tierra,
pero por fortuna este tipo de luz UV es el menos dañino para los sistemas biológicos del planeta. Las
reacciones fotoquímicas que implican rayos UV son causas fundamentales del agujero de ozono y la
formación del smog urbano.
La actividad industrial desde 1850 viene descargando CO2 a la atmósfera. El siglo XX ha sido el más
caluroso de los últimos seiscientos años por el uso de combustibles fósiles (Banco Mundial, 2000). Los
motores, los incendios forestales y la ganadería intensiva, que produce metano (CH4), aumentan la
energía rebotada sobre la Tierra. Además, existe el agravante de que otras actividades humanas, como la
deforestación, han limitado la capacidad regenerativa de la atmósfera para eliminar el dióxido de carbono,
uno de los principales responsables del efecto invernadero.
Los gases de efecto invernadero (GEI), algunos de los cuales son vapor de agua que forma las nubes,
dióxido de carbono (CO2), ozono (O3), metano (CH4), óxido nitroso (N2O), compuestos
clorofluorocarbonados (CFCs) y el hexafluoruro de azufre (SF6), absorben y retienen las radiaciones
comprendidas en la “ventana de radiación” y consecuentemente aumentan el efecto invernadero.
Todos los GEI aumentan sus concentraciones atmosféricas con el incremento de las actividades
humanas. La quema de combustibles fósiles y la quema intencional de bosques aumentan la liberación de
CO2. La explotación agraria y/o la ganadería intensiva, como los rellenos sanitarios de residuos o su
acumulación a cielo abierto, producen excesos de CH4. La fertilización de suelos y los desechos de la
agricultura y la ganadería también liberan N2O. Los clorofluorocarbonos (CFC) son considerados GEI muy
potentes. Han sido muy utilizados en refrigeración, como espumas sólidas y aerosoles, aunque ya han
comenzado a ser reemplazados por otros compuestos con propiedades semejantes, para reducir el efecto
invernadero.
Estas sustancias, además de ser GEI, atacan la capa de ozono de la estratósfera, aumentando la
radiación ultravioleta sobre la superficie terráquea.
Las advertencias de la comunidad científica impulsaron acuerdos internacionales como el Protocolo
de Montreal (Canadá, 1987) para el reemplazo de los CFC, en relación con la protección de la capa de
ozono, que se ha ido cumpliendo progresivamente. Por otra parte, son muy fuertes los intereses en torno
al uso de procesos que aumentan los GEI, como por ejemplo el predominio de los combustibles fósiles en
la producción creciente de energía. Estos intereses involucran aspectos científicos y tecnológicos, por un
lado, así como políticos y económicos, por el otro.
La hipótesis de máxima estima que para 2100 la temperatura media de la Tierra aumentará a 20ºC,
la de mínima la ubica en 15,5ºC. Ello podría ocasionar la elevación del nivel del mar en un metro, con lo
cual se inundarían regiones enteras, incluyendo ciudades populosas, y exigiría el éxodo de alrededor de
150 millones de personas progresivamente hasta 2050.
La prevención de la aceleración del proceso “invernadero” tiene diversos mecanismos posibles
(Martino, 2000):
▪ Estabilización del consumo de combustibles fósiles. Es el primero y más resistido, en especial por
los países más desarrollados.
▪ Sustitución de petróleo y derivados por gas natural, que, por unidad de energía, produce un tercio
menos de emisión carbonada.
▪ Reducción de la emisión de metano por kilogramo de carne producida, mediante innovaciones
tecnológicas.
▪ Difusión de sumideros, que son sistemas de secuestro o mantención del carbono en la biomasa
vegetal mediante extensión de pasturas, introducción de bosques nuevos (aforestación),
conservación de los bosques nativos, reducción de la deforestación y ampliación de la agricultura
de siembra directa.
▪ Desarrollo de fuentes de energía renovables e innovadoras.
Los efectos en la salud son condicionados por la evolución del aumento de la temperatura media del
aire, que determina el grado de alteración de los ecosistemas, la pérdida de biodiversidad y disponibilidad
de recursos alimentarios, así como la destrucción de hábitats naturales. El derretimiento de los casquetes
polares y la consecuente subida del nivel del mar podrían promover migraciones humanas y aumento de
enfermedades transmitidas por vectores, por la elevación de los índices de humedad.
2. Cambio climático
El tiempo meteorológico es el estado de la atmósfera en un lugar y momento determinados,
cambiando en períodos de días y horas. El clima es el conjunto de condiciones atmosféricas medias o
normales que se presentan en un lugar y perduran a lo largo del tiempo, variando de acuerdo con las
diferentes estaciones.
Las variables interdependientes que determinan ambos fenómenos son la temperatura, la presión
atmosférica, la humedad, la altura y velocidad de las nubes, las precipitaciones en forma de lluvia, nevadas
o heladas, la dirección y fuerza de los vientos y de las corrientes marinas, las trayectorias y los frentes de
masas de aire, las descargas eléctricas y otros fenómenos habituales o extremos. La dinámica de estas
variables se produce entre los distintos subsistemas que soportan el clima (la atmósfera, la hidrósfera, la
criósfera, la litósfera y la biósfera), y se relaciona con la radiación electromagnética proveniente del sol. El
subsistema de mayor variabilidad, por su baja densidad y reducida capacidad calorífica, es la atmósfera.
Por “cambio climático” se entiende un cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la
actividad humana, que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad
natural del clima observada durante períodos de tiempo comparables.
El cambio climático que alerta a la humanidad de hoy ha comenzado a llamar la atención de científicos
mundiales desde la segunda mitad del siglo pasado. Se tienden a descartar como causales algunos
factores provenientes de la naturaleza, mientras que son los factores antrópicos los que actúan con mayor
severidad acelerando o potenciando los procesos naturales, lo cual permite visualizar dichos cambios en
períodos cortos de tiempo, de sólo pocas décadas.
La atmósfera se comporta como un objeto casi transparente a la radiación de onda corta, pero
absorbe la mayor parte de la radiación de onda larga (rayos infrarrojos) que se irradia desde la superficie
terrestre. Los gases de invernadero absorben y reemiten la radiación de onda larga, devolviéndola a la
superficie terrestre y causando el aumento de temperatura, lo cual produce el fenómeno del efecto
invernadero. Es así como el cambio climático actual se acelera en cortos períodos históricos y por acción
antrópica se generan mayores y más graves riesgos ecológicos, que repercuten en toda la humanidad. Los
efectos son diversos y dispersos en el planeta, de compleja interpretación y difícil comprensión. Muchos
fenómenos externos, como las olas de calor y frío, las grandes inundaciones y huracanes, se presentan con
mayor frecuencia e intensidad, aunque no siempre se comprende el posible factor común a todos ellos: el
cambio climático acelerado.
Frente al problema de la generación excesiva de GEI por emisiones de combustibles fósiles, las
Naciones Unidas firmaron la Convención Marco sobre el Cambio Climático, en vigor desde 1994. La
propuesta fue apoyada por una gran cantidad de países que acordaron la disminución de los gases
invernadero para el año 2000, llevando dichos valores a los del año 1990, quedando finalmente librada a
la adhesión voluntaria de las partes. Tres años después, se firmó el protocolo de Kyoto (Japón, 1997), que
regula los seis gases de efecto invernadero más importantes y establece objetivos y obligaciones
vinculantes para que 37 países industrializados del mundo y la Unión Europea reduzcan progresivamente
sus emisiones de gases de efecto invernadero (entró en vigor en el año 2005).
3. Disminución y/o agotamiento de la capa de ozono estratosférico
El ozono (O3) es un estado alotrópico del oxígeno, de color azul pálido, olor algo picante y de fuerte
capacidad oxidante, vital para los seres vivos, ya que sirve como protección contra las radiaciones
ultravioletas procedentes del sol. Está continuamente formándose y destruyéndose en la estratósfera, en
una serie de reacciones llamadas “reacciones de Chapman”. Este proceso impide la llegada a la superficie
de un exceso de rayos ultravioletas, que afectarían la vida y la salud.
Las reacciones de Chapman se pueden simplificar de la siguiente manera:
Formación del ozono
1. O2 + hν (< 240 nm) ––––> O + O
2. O + O2 ––––––––––––––> O3
Destrucción del ozono (hν: fotón de radiación ultravioleta)
3. O3 + hν (< 320 nm) ––––> O + O2
4. O + O3 ––––––––––––––> O2 + O2
Como se observa en la reacción 1, los enlaces de la molécula de oxígeno se pueden romper al absorber la
energía de un fotón de radiación ultravioleta de longitud de onda menor de 240 nm, formando dos átomos de
oxígeno libre. En la reacción 2, un átomo de oxígeno libre reacciona con una molécula de oxígeno formando
una de ozono. En la reacción 3 se observa que las moléculas de ozono absorben radiaciones ultravioletas de
menos de 320 nm, rompiéndose en que son precursores del ozono. Por acción de la luz solar, estas sustancias
químicas reaccionan y provocan la formación de éste. Esto suele ocurrir, principalmente, en las grandes
ciudades, sitios de altas concentraciones de contaminantes en el aire. El uso a gran escala de motores eléctricos,
automotores, fotocopiadoras, purificadores de aire, quemadores iónicos y otros equipos, aumentan los niveles
de O3 en el aire de las ciudades, especialmente por la tarde, después de muchas horas de luz solar intensa, hacia
finales de primavera y principios de otoño. Las altas concentraciones de O 3 troposférico suelen producir
reducción de la función pulmonar en las personas sanas, fácilmente recuperable en veinticuatro horas. Pueden
asimismo generar irritación nasal y episodios de disnea, dolor toráxico, tos y sibilancias transitorias. Los
episodios agudos de asma tienden a aumentar.
Los átomos de oxígeno libre reaccionan con más moléculas de ozono, formándose oxígeno molecular. La
reacción 4 es bastante lenta en sí misma, pero diversas sustancias como los óxidos de nitrógeno (NO y NO2), el
hidrógeno y sus óxidos (H, OH y HO2) y el cloro y sus óxidos (Cl, ClO y ClO2) actúan como catalizadores
acelerando la destrucción del ozono. En esta reacción es donde inciden en forma relevante las sustancias de
origen humano que destruyen la capa de ozono. En conjunto, en condiciones normales, se forma un sistema en
equilibrio en el que tantas moléculas de ozono se forman por unidad de tiempo como las que se destruyen, por
lo que su concentración permanece constante. La mejor manera de describir estas reacciones fotoquímicas es
con el uso del enfoque cinético, ya que ocurren a través de la reacción directa o indirecta de las moléculas ante
la luz, y se catalizan con agentes químicos que se dan de manera natural en el ambiente o por sustancias
químicas emitidas por actividades humanas (ejemplos de fotoquímica en nuestra vida diaria son la decoloración
de los tintes de las telas expuestas a la luz solar y la fotosíntesis).
En la tropósfera, el O3 está presente de forma natural. Una parte proviene de la estratósfera y es
transportado hacia las capas de aire próximas a la superficie terrestre, y otra parte resulta de procesos
naturales de la biósfera que dan lugar a la formación de ozono a partir de emisiones de óxidos de
nitrógeno, que tienen su origen en procesos biológicos y en la emisión de compuestos orgánicos volátiles
procedentes de la vegetación, como así también de procesos de fermentación o de los volcanes. En la
tropósfera, constituye sólo alrededor de 0,02 mg/m3 del aire (Duval, 1965). Muchas actividades de las que
realiza el hombre en la actualidad emiten contaminantes a la atmósfera. En la década de 1980 se detectó
una reducción (adelgazamiento) de la capa de ozono estratosférico que se relacionó con la contaminación
atmosférica producida por los compuestos clorofluorocarbonados (CFCs), gases muy volátiles y
químicamente estables, de extendido uso en aparatos de refrigeración, de aire acondicionado, como
pesticidas, como aerosoles y espumas, como propelentes de aerosoles en spray, como el freón
(diclorofluorometano), un CFC también muy utilizado en refrigeración. Estas sustancias presentan un
comportamiento principalmente derivado de su estabilidad y persistencia, que las hace inocuas en la
tropósfera, pero en la estratósfera, por acción de los rayos ultravioletas se descomponen liberando
átomos de cloro y flúor que reaccionan con el O3 destruyéndolo y transformándolo en O2.
Dichos procesos pueden resumirse en las siguientes reacciones:
X + O3 ––––––– XO + O2 [e]
O3 + hν ––––––– O + O2 [f]
XO + O ––––––– X + O2 [g]
2 O3 + hν ––––––– 3 O2 [reacción neta]
(X: especies químicas, fundamentalmente radicales libres)
Las especies químicas mencionadas son capaces de catalizar la destrucción del ozono. Entre ellas
podemos encontrar algunas que proceden de fenómenos naturales, como el óxido nítrico (NO) o los radicales
hidroxilos (HO--), pero otras tienen un origen claramente antropogénico, como el bromuro de metilo (BrCH3),
el tetracloruro de carbono (CCl4), los halones y los ya mencionados CFCs. Para comprender la magnitud del
problema, este último grupo de sustancias alcanza la tropósfera y, por acción de la radiación ultravioleta más
energética, sus moléculas sufren procesos fotolíticos de ruptura radicalaria, liberándose átomos de cloro
altamente reactivos que inician el ciclo de destrucción de ozono de acuerdo con las reacciones mencionadas.
Un solo átomo de cloro puede llegar a destruir más de 100.000 moléculas de ozono.
Asimismo, algunos autores alertan sobre una nueva amenaza: el óxido nitroso (N2O). Este gas se forma
de manera natural en los procesos de desnitrificación bacteriana de los nitratos. Sin embargo, el exceso de
abonos en suelos agrícolas está contribuyendo a un acelerado crecimiento de las emisiones a la atmósfera de
NO2, que, debido a su estabilidad química, puede alcanzar la estratósfera y en presencia de luz ultravioleta
formar moléculas de NO que destruyen el ozono siguiendo el proceso de reacciones ya mencionado, lo que
produciría un desequilibrio perjudicial para todos los seres vivos.
El Protocolo de Montreal (Canadá, 1987) entró en vigor el 1 de enero de 1989. En el mismo, se asume
el compromiso de las partes firmantes respecto de la progresiva reducción de los niveles de emisión de
sustancias que agotan la capa de ozono. Dichas sustancias se enumeran en anexo al Protocolo, a fin de
poder llevar a cabo la evaluación y el control de emisión de estas. En ese protocolo se aplicó el llamado
“Principio de Precaución”, según el cual “la falta de certeza científica no debe demorar la respuesta
normativa internacional si la demora puede tener como resultado un daño irreversible” (Banco Mundial,
2000). El consenso sobre la eliminación progresiva de los CFCs involucró en primera instancia ocho
productos, luego se extendió hasta alcanzar noventa y siete. Esto fue posible porque ya se estaban
estudiando sustancias sucedáneas no cloradas y con alto costo-beneficio.
La disminución del ozono estratosférico se relaciona con el aumento de incidencia de carcinomas en
de piel, melanomas, cataratas e inhibición del sistema inmunitario.
Los perjuicios y riesgos para la salud han aumentado significativamente en las últimas décadas
debido a la disminución de la capa de ozono. Según un informe de la OMS, se presentan entre dos y tres
millones de casos nuevos de cáncer de piel por año en todo el mundo (OMS, 2005).
4. Contaminantes atmosféricos
La atmósfera ha sido siempre un receptor de contaminantes, pero también dispone de fuertes
mecanismos para dispersar y eliminar la contaminación. Una vez que el contaminante ha sido emitido a la
atmósfera, está actúa como medio de transporte, dilución y transformación, sin control posible. La
atmósfera no es una masa de gases en reposo, sino una capa gaseosa fluida y turbulenta, que se mueve
en el espacio y en el tiempo. Hay muchos procesos que eliminan contaminantes como la absorción por el
suelo y el agua, la precipitación, el arrastre de estos por la lluvia y nieve y numerosas reacciones químicas
que se desarrollan en el medio ambiente y que dan origen a la modificación de distintos compuestos.
Desde tiempos remotos, el hombre ha sido consciente del peligro que representaba una atmósfera
contaminada de modo natural, por ejemplo, a causa de las erupciones volcánicas, los efectos del polen,
los incendios de bosques. Con el advenimiento de la era industrial, el problema de la contaminación
atmosférica adquiere gran magnitud.
La contaminación del aire es la presencia de sustancias extrañas o la variación de sus constituyentes
que pueden producir daños al hombre y al ambiente.
Las sustancias extrañas son los agentes contaminantes, líquidos, gases y sólidos, o combinaciones de
ellos, que provienen de distintas fuentes (móviles y fijas), concentrándose en la atmósfera.
Para la Organización Mundial de la Salud, “el aire está contaminado cuando en su composición
aparecen una o varias sustancias extrañas en cantidades considerables y permanecen durante un periodo
de tiempo determinado, pudiendo resultar nocivas para el hombre, los animales, las plantas o la tierra”.
La contaminación atmosférica depende de las fuentes contaminantes, de la densidad de población, de
la circulación atmosférica y de las condiciones geográficas (la geomorfología de llanura por ejemplo
favorece la dispersión de los contaminantes por no presentar barreras para los vientos). En principio, los
contaminantes aéreos se pueden clasificar en primarios y secundarios. Los primarios son aquellos agentes
que permanecen en la atmósfera tal como se los emitió desde la fuente. Entre ellos se citan: óxidos de
azufre, monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, hidrocarburos, partículas. Los secundarios son
producto de la reacción de dos o más agentes primarios presentes en la atmósfera. Entre ellos se destacan
los oxidantes fotoquímicos y algunos radicales de vida corta como el ozono (O3).
Existen muchas sustancias contaminantes de la atmósfera, aunque son un número limitado las que
afectan de manera significativa la calidad de vida de las poblaciones. Entre ellas adquieren importancia el
dióxido de azufre (SO2), monóxido de carbono (CO), óxidos de nitrógeno (NOX), hidrocarburos gaseosos
liberados tras una combustión incompleta de hidrocarburos líquidos, plomo, fluoruros y otros.
La contaminación atmosférica afecta a toda la población, aunque los grupos de riesgo son aquellos que
se ubican principalmente en zonas vecinas a instalaciones industriales que generan emisiones que pueden
tener efectos sobre la salud agudos (irritaciones de las mucosas, aumento de infecciones en las vías
respiratorias, crisis asmáticas, etc.), crónicos (asma y EPOC) y diferidos (modificaciones del material
genético y efectos cancerígenos).
A escala regional, podemos identificar tres tipos de problemas: el transporte de los contaminantes
urbanos, la emisión de contaminantes con velocidades de reacción lentas en la atmósfera, y que generan
contaminantes secundarios a grandes distancias, y la pérdida de visibilidad debida a las emisiones de
determinados penachos de contaminantes con niveles de partículas significativos.
4.1. Contaminantes primarios
a. Monóxido de carbono (CO)
Entre las fuentes naturales de monóxido de carbono en la atmósfera, se pueden mencionar volcanes
e incendios forestales, así como la oxidación atmosférica del metano. Los gases volcánicos contienen
entre 0,01 y 2% de monóxido de carbono. Es el gas contaminante más abundante en lo que a masa se
refiere. Las principales fuentes de CO producidas por el hombre son ciertos procesos industriales, la
quema de combustibles fósiles y de biomasa. Los niveles que alcanza en una zona urbana típica son de
alrededor de 10 ppm (partes por millón), cerca de cien veces más que en toda la atmósfera terrestre. En
zonas con demasiado tráfico, los niveles de CO pueden llegar hasta 70 ppm.
El monóxido de carbono es el producto de una combustión incompleta ante la falta de oxígeno o
exceso de carbono. La combustión completa produce dióxido de carbono (CO2). El CO se origina por la
combustión de los motores a explosión, en especial los diesel, por la combustión incompleta de carbón,
por la quema de residuos y por los procesos que operan a elevadas temperaturas, como por ejemplo los
altos hornos. También lo generan las emanaciones del humo del tabaco y del disparo de armas de fuego.
El CO tiende a oxidarse a CO2 con la interacción de bacterias del suelo, de tal forma que su concentración
tiende a mantenerse constante. Es un contaminante que, en altas concentraciones, produce
intoxicaciones agudas y su efecto más importante es la combinación con la hemoglobina, produciendo la
carboxihemoglobina (COHb), que interfiere en el transporte de oxígeno. No produce lesión en las vías
aéreas, pero, sin embargo, la exposición a niveles bajos puede agravar la enfermedad coronaria y reducir
la capacidad para realizar ejercicios en los individuos sanos. “El valor máximo tolerable por monóxido de
carbono es 9 ppm, cuyo valor ideal es 0.1 ppm” (OMS, 2001).
b. Otros compuestos del carbono
El carbono es el elemento básico de la química orgánica, conociéndose cerca de diez millones de sus
compuestos. Además, forma parte de todos los seres vivos conocidos. Con hidrógeno forma
hidrocarburos, esenciales para la industria y el transporte. Los hidrocarburos (HC) usados en los motores
de combustión interna pueden contaminar ciudades y carreteras. Se utilizan en mayor medida la nafta y
el diesel, los cuales pueden generar emisiones y residuos que contengan HC cancerígenos y CO. El metano
es el hidrocarburo alcano más sencillo, presentándose en estado gaseoso. Puede constituir hasta el 97%
del gas natural. Es muy peligroso por su facilidad para inflamarse. En la naturaleza es producto final de la
putrefacción anaeróbica de organismos muertos (gas de los pantanos), proceso que se aprovecha para
producir biogás, y de la acción bacteriana en el tubo digestivo de algunos rumiantes. También se genera
en regiones petrolíferas y en las destilerías de hidrocarburos. Asimismo, hay emisiones de metano, por la
existencia de basurales a cielo abierto y rellenos sanitarios, donde los residuos orgánicos sufren el proceso
de putrefacción anaeróbica, liberando elevadas concentraciones de este gas, que en el caso de los rellenos
sanitarios deben ser venteadas para evitar accidentes y explosiones.
Existen otros compuestos del carbono, como los compuestos orgánicos volátiles (COVs), que se
convierten fácilmente en vapores o gases. Son liberados por la quema de combustibles fósiles, madera,
carbón o gas natural, como así también por disolventes, pinturas, pegamentos y otros productos
empleados.
Contienen, además de carbono, otros elementos como hidrógeno, oxígeno, flúor, cloro, bromo,
azufre o nitrógeno. Se encuentran dentro de este grupo compuestos tales como el benceno, tolueno,
nitrobenceno, muchos de los cuales son peligrosos contaminantes del aire. Los COV, junto a los óxidos de
nitrógeno y al ozono, son precursores del smog fotoquímico, que se forma en presencia de luz solar y altas
temperaturas.
Los hidrocarburos suelen estar asociados a elementos metálicos como el plomo, cromo, mercurio,
generando compuestos que, al liberarse, desprenden estos elementos en la atmósfera y ocasionan
problemas de salud a las comunidades o inducen al agravamiento de afecciones preexistentes.
c. Compuestos del azufre
El azufre está sujeto a un ciclo regulado natural, incorporándose a los ecosistemas en forma de
sulfatos a través de las plantas. Una vez incorporado, pasa a formar parte de aminoácidos y proteínas
disponibles para los distintos niveles tróficos. Además, puede ser parte de emisiones naturales, por
ejemplo, de las erupciones volcánicas y se usa en multitud de procesos industriales, como la producción
de ácido sulfúrico para baterías, la fabricación de pólvora y el vulcanizado del caucho, como fungicida y/o
fertilizante. Los sulfitos se usan para blanquear el papel y el tiosulfato de sodio se emplea en la industria
fotográfica como fijador.
Se encuentra, en diferentes proporciones, en los combustibles fósiles, siendo las centrales eléctricas
alimentadas a carbón o derivados del petróleo las fuentes principales de dióxido de azufre (SO2). Este
afecta la fotosíntesis y la respiración de los animales y el hombre. La radiación ultravioleta tiende a
transformar el SO2 en trióxido de azufre (SO3), y este último, a su vez, en presencia de vapor de agua,
genera ácido sulfúrico (H2SO4).
El sulfuro de hidrógeno o ácido sulfhídrico (H2S) puede presentarse en fuentes naturales como el
petróleo crudo, gas natural, gases volcánicos y manantiales de aguas termales, como así también en las
emisiones generadas por la degradación anaeróbica de la materia orgánica.
d. Compuestos del nitrógeno
El nitrógeno es un elemento químico que, en condiciones normales, forma un gas diatómico (N2) que
constituye el 78% del aire atmosférico. El ciclo de este elemento es bastante complejo, dado que está
presente en la atmósfera no sólo como N2, sino también en una gran diversidad de compuestos. Se puede
encontrar principalmente como N2O, NO y NO2, llamados en forma genérica NOx. Las fuentes móviles
(automóviles, camiones, ómnibus, etcétera) generan dióxido de nitrógeno (NO2), aumentando su
concentración con el incremento de la densidad del tránsito. Su coloración amarillenta reduce
significativamente la visibilidad. Entre las fuentes fijas, las plantas de energía y las industrias son las que
producen mayor cantidad de estos compuestos de nitrógeno como consecuencia de la utilización de
combustibles derivados del petróleo. El compuesto es un oxidante menos potente que el ozono, pero
tiende a formar sustancias ácidas en la mucosa respiratoria y, en exposiciones crónicas, a exacerbar
trastornos preexistentes como el asma y el EPOC. En sinergia con los hidrocarburos genera el smog
fotoquímico.
e. Material particulado
El material particulado (PM) es el único contaminante atmosférico que no tiene una constitución
química única, dependiendo esta de la fuente emisora: en términos generales, está formado por una
mezcla de partículas sólidas y líquidas presentes en el aire y es especialmente sensible a combinarse con
gases y con hidrocarburos, produciendo una mezcla que puede ser tóxica. Consta en general de una
fracción soluble en agua y una fracción insoluble que contiene minerales derivados del suelo, carbón, gases
absorbidos, dioxinas, HAPs, y otros. Las partículas se estudian en base a su tamaño, relacionado
directamente con la superficie expuesta para combinarse con otras sustancias y la capacidad de
sedimentación, ambos aspectos asociados con la potencialidad para generar daños.
Las que afectan directamente la salud son las partículas cuyo diámetro es ≤10 μm (PM10), ya que
pueden llegar por su característica aerodinámica a la vía respiratoria inferior. Las partículas ≤0,2 μm,
ultrafinas, se han detectado en el intersticio pulmonar. Estos contaminantes tienden a aumentar la
incidencia de episodios de asma, de reagudizaciones en pacientes con EPOC, así como de bronquitis y tos
crónica en personas sanas.
4.2. Contaminantes secundarios
a. Smog fotoquímico
Se denomina smog fotoquímico a la contaminación del aire, principalmente en áreas urbanas, por
ozono originado por reacciones fotoquímicas y otros compuestos. Como resultado, se observa una
atmósfera de color marrón rojiza.
Suele producirse en ciudades con abundante tránsito, clima cálido y con bajo movimiento de masas
de aire. Los principales contaminantes primarios que le dan origen son los óxidos de nitrógeno y los
compuestos orgánicos volátiles (COVs), mientras que los secundarios, formados a partir de los anteriores
a través de una serie compleja de reacciones propiciadas por la radiación solar, son el ozono, el HNO3, el
nitrato de peroxiacilo (PAN) y otros compuestos.
Para reducir la formación de smog fotoquímico es necesario disminuir la emisión de los NOx y los
COVs. Por ejemplo, la disminución de las emisiones de óxidos de nitrógeno en los motores por medio de
catalizadores de tres vías los reduce a nitrógeno y oxígeno moleculares. También se pueden disminuir los
NOx mediante procesos de reducción, o llevando a cabo la combustión en varias etapas.
b. Lluvia ácida
La lluvia ácida provoca la acidificación de los componentes del ecosistema, y la salud de las personas
expuestas. Se produce por la emisión de gases de carácter ácido que contienen azufre y nitrógeno,
principalmente en áreas industriales, siendo transportada a grandes distancias por fenómenos
meteorológicos como el viento.
Las actividades humanas han causado un fuerte aumento de la acidez de las precipitaciones locales y
regionales por la emisión de gases de óxidos de azufre y nitrógeno producidos en la utilización abusiva de
combustibles fósiles, que se transforman en ácidos fuertes en la atmósfera. Esta acidificación afecta los
ecosistemas acuáticos y terrestres, la salud humana y los bienes materiales (por corrosión de los metales
y erosión de piedras), aún a grandes distancias del origen de las emisiones, al ser trasladadas por corrientes
atmosféricas y acuáticas.
Normalmente, la lluvia tiene un pH ligeramente ácido (5,6) debido a la presencia del CO2 atmosférico
que forma ácido carbónico (H2CO3), pero desde 1920 se han detectado lluvias con pH menores, llegando
a valores de pH 4 a mitad del siglo XX. Las tormentas pueden reducirlo a pH 2.
La lluvia ácida se forma cuando la humedad en el aire se combina con el óxido de nitrógeno y de azufre
emitidos por fábricas, centrales eléctricas y vehículos (la industria petroquímica y las refinerías de petróleo
aumentan notoriamente sus concentraciones, superando las 15 ppm, que se consideran tóxicas en aire).
En interacción con el vapor de agua, estos gases forman ácidos sulfhídrico y nítrico, que precipitan en
forma de rocío, lluvia, llovizna, granizo, nieve o niebla. Esta lluvia produce la acidificación de las aguas de
lagos, ríos y mares, dificultando el desarrollo de la vida acuática, lo que aumenta en gran medida la
mortandad de peces. Igualmente, afecta la vegetación, por lo que produce daños importantes en las zonas
forestales, y acaba con microorganismos fijadores de N. Un efecto indirecto importante sucede cuando
los protones (H+) procedentes de la lluvia ácida arrastran ciertos iones del suelo (hierro, calcio, aluminio,
plomo o zinc) y como consecuencia se produce un empobrecimiento en ciertos nutrientes esenciales y el
denominado “estrés en las plantas”, que las hace más vulnerables a las plagas. Los nitratos y sulfatos,
sumados a los cationes lixiviados de los suelos, contribuyen a la eutrofización de ríos y lagos, embalses y
regiones costeras, deteriorando sus condiciones ambientales naturales y afectando negativamente su
aprovechamiento.
Asimismo, su acidez afecta la infraestructura edilicia facilitando la corrosión de las construcciones y las
infraestructuras. Puede disolver, por ejemplo, el carbonato de calcio (CaCO3) y afectar de esta forma los
monumentos y edificaciones construidas con mármol o caliza, generando pérdida de patrimonio
arquitectónico y artístico. En salud humana, este fenómeno irrita las vías respiratorias, la piel y los ojos.
Se han registrado grandes episodios puntuales de contaminación atmosférica general con repercusión en
la salud de las poblaciones.
5. Efectos en los ecosistemas y edificios
Los efectos de la contaminación del aire no sólo lo resentimos nosotros, también los ecosistemas
naturales, los monumentos históricos y los edificios pueden sufrir daños.
Los efectos de la contaminación del aire sobre los ecosistemas son resultado de los contaminantes
secundarios, como la lluvia ácida. La caída de partículas ácidas obstruye y acidifica los diminutos poros de
las hojas, dificultando el proceso de fotosíntesis, así como la degradación de los suelos, lo cual afecta las
raíces y la nutrición de las plantas. Otro de sus efectos es la disminución de peces al acidificar lagos,
lagunas, ríos y arroyos.
Los edificios, estatuas y
esculturas también se ven afectados
por la lluvia ácida y la sedimentación
seca de partículas ácidas al
contribuir a la corrosión de los
metales (tales como el bronce) y al
deterioro de la pintura y la piedra
(tales como el mármol y la piedra
caliza).
6. Efectos sobre la
salud
Es importante señalar que los
efectos en la salud dependen del tipo
de contaminante, el grado de
exposición, el estado nutricional y de
salud, así como de la carga genética
del individuo.