Deseo de Cuidar - Libro Completo
Deseo de Cuidar - Libro Completo
La enseñanza de la enfermería
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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
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2.3.2.2. Nivel 2. Núcleos temáticos emergentes o dominios cualitativos
2.3.2.3. Nivel 3. Vectores cualitativos emergentes
3.1. Racionalidad
3.1.1 El currículum de Enfermería como prototipo de tejné
3.1.1.1.El diseño del Currículum: una cuestión técnica
3.1.1.2.Orientación al producto y obsesión por las destrezas
3.1.1.3.Pensar es aplicar el contenido
3.1.1.4.Aprendizaje como adquisición, retención, acumulación y reproducción de
información
3.1.1.5. ¿La lógica del modelo medios-fines es la única manera racional de planificar la
docencia en la universidad?: los principios de procedimiento
3.1.2. Los dos mundos
3.1.3. La relación Teoría-Práctica en el Currículum de Enfermería
3.1.3.1 La concepción técnica de la relación Teoría-Práctica o la disolución histórica de
lo práctico en lo técnico
3.1.3.2. Una visión dialéctica de la relación Teoría-Práctica en la enseñanza de la
Enfermería
3.1.4. A modo de conclusión
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CAPÍTULO 1. EL POR QUÉ DE UNA ETNOGRAFÍA CRÍTICA: LAS
OPCIONES EPISTEMOLÓGICAS Y LAS DECISIONES METODOLÓGICAS
Todos estos argumentos se han detallado al máximo para ayudar al lector a clarificar uno
de los aspectos que suelen generar más dificultades en la investigación cualitativa. Sabido
es que en cualquier investigación, independientemente de la tradición epistemológica y
metodológica en la que se inscriba, los procedimientos de recogida y análisis de datos y
de integración teórica de los mismos, adquieren sentido y significado (racionalidad
científica) a la luz de ciertos presupuestos acerca de la naturaleza de la realidad que se
desea desentrañar y comprender (ontológico), acerca de cómo debe construirse el
conocimiento necesario para captarla (epistemológicos) y acerca de las mejores formas
de acceder a ella (metodológicos). Aunque no existe un acuerdo unánime al respecto 1,
creo que sería deseable que esos presupuestos tuviésen entre sí una elevada consistencia
interna. Sin embargo, en las investigaciones cualitativas en enfermería, es demasiado
frecuente todavía (quizás por la escasa tradición en nuestro país) que las
“fundamentaciones metodológicas” sean “mecánicas” y poco reflexionadas, con
desconexiones ostensibles y vacíos y discontinuidades entre las dimensiones ontológica,
epistemológica y metodológica.
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El lector interesado en el debate sobre las relaciones entre las dimensiones ontoepistémicas y
metodológicas de la investigación cualitativa puede cosultar el trabajo de Bericat, Bericat, E. (1998). La
integración de los métodos cuantitativo y cualitativo en la investigación social. Barcelona: Ariel. Trabajo
en el que se analiza exhaustivamente esta cuestión
5
En síntesis, si en el próximo capítulo se alude al “cómo” (cuestión técnico-metódica) de
la etnografía, en este capítulo se va a ofrecer toda la argumentación acerca del “por qué”
o para qué se hace aquello que se hace. Se presentan todos los aspectos necesarios para
comprender adecuadamente la necesaria conexión entre las dimensiones ontológica-
epistemológica y metodológica como factor imprescindible a la hora de considerar la
calidad y rigor de una investigación etnográfica.
Los diseños que se aplican en los trabajos cualitativos no son puros, puesto que incluyen
elementos que pertenecen a más de un modelo, aunque uno de ellos sea el predominante.
Por otra parte, debido al carácter no lineal del diseño, en las investigaciones cualitativas,
no es posible fijar a priori el diseño de la investigación sino en rasgos muy generales:
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QUIEN PORQUE
Profesores comprensión de
Alumnos
Estructuras
procesos educativos
QUE racionalidad
Relaciones
Relaciones prof-alumnas
COMO
educativas
Relación Tª-Pª Observación
participante
Proceso E-A
DONDE Entrevistas
- Aula
CUANDO
- Biblioteca
- Hospital Clases teóricas
prácticas clínicas
En lo que sigue desarrollaré todas las partes de este esquema explicitando los argumentos
que me han llevado a determinar el problema y los criterios que han justificado la
selección metodológica.
2
Nótese que “lo inteligible” no es solamente aquello que se entiende, sino , y sobre todo, aquello que
“hace entender”.
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El origen de este trabajo se sitúa en el momento que decido recurrir a la Pedagogía en
una búsqueda de respuestas al cúmulo de dudas e interrogantes que mi trabajo como
profesor de enfermería me suscitaba. Después de varios años como docente había
empezado a constatar las dificultades que teníamos el profesorado de enfermería para
desarrollar procesos reflexivos y críticos sobre nuestra propia práctica. Todo nuestro
trabajo parecía nítido y claro, todo estaba reglamentado y normativizado. Yo estaba
convencido de que mi obligación como docente era transmitir a las estudiantes listas de
procedimientos y normas para ser aplicadas a la práctica.
Por aquel entonces me preguntaba cómo era posible que las estudiantes mostraran apatía
cuando nosotros intentábamos que se constituyeran en profesionales autónomas e
independientes y reflexionaba sobre cómo podría contribuir yo a ese objetivo.
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subordinación que satura la cultura profesional de la Enfermería?. Me preguntaba, en
suma, por la racionalidad y los supuestos pedagógicos que daban sentido a la práctica de
la formación de Enfermeras.
Son muy numerosos los trabajos que, desde perspectivas teóricas y metodológicas
plurales, se acercan a esta problemática tratando de presentar la contribución propia y
específica de la Enfermería a la salud de las personas, contribución que la distinguirían
como profesión y como disciplina independiente. Esta preocupación puede interpretarse
como una muestra de la ambigüedad con que las enfermeras perciben su papel y una
manifestación de su difusa, plural y diversa identidad disciplinar y profesional.
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Digo paradójicamente porque la función específica del profesorado de Enfermería es la “enseñanza
universitaria” de la práctica profesional, actividad que no debe confundirse con el ejercicio profesional de
la Enfermería.
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Sin embargo, esa afirmación no ha dejado de suscitar controversia hasta hoy. En la línea
de Cohen, autoras como Colliere (1989) defienden que la enfermería no es todavía una
profesión autónoma puesto que se halla sometida a los designios de la medicina, la cual
le adjudica un papel meramente auxiliar. Por contra, autoras como Moccia (1988), Tanner
(1990) o Watson (1985) defienden que la Enfermería es una profesión con una identidad
definida y un cuerpo propio de conocimientos, cuyas funciones y actividades no estarían
en ningún caso determinadas por la profesión médica. Por su parte, Matejski (1981)
defiende que la Enfermería es una pseudoprofesión que se halla en proceso de
construcción y delimitación de su propio campo discursivo o espacio disciplinar. Sin
embargo, ninguno de esos trabajos alude a lo que es realmente novedoso en esta cuestión
más allá de la definición del estatuto profesional de la enfermería: el papel que juega la
formación inicial en la conformación del mismo.
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Sin embargo, la cotidianeidad profesional de un buen número de enfermeras y estudiantes
niegan la validez de esas afirmaciones para el estado actual de la profesión enfermera
(Medina, 1999). Quizás todas esas argumentaciones respondan a bienintencionados
intentos de legitimación disciplinar y profesional pero hemos de aceptar, sin resignación,
que están muy lejos de constituirse en hechos (Cohen, 1988).
Estas polémicas muestran cómo la realidad del campo ocupacional que se presenta desde
los contextos académicos de la enfermería, no se corresponde con las experiencias de las
enfermeras profesionales ni, frecuentemente, con las de las estudiantes de Enfermería. La
cultura enfermera internaliza importantes contradicciones, génesis de toda una
ambivalencia: por un lado servilismo y obediencia, por el otro profesionalidad e
independencia.
Este hecho provoca en las estudiantes una percepción ambivalente y ambigua de su futura
ocupación. La estudiante progresa en su experiencia de formación entre dos sistemas de
creencias que la obligan a asumir interpretaciones a menudo contradictorias sobre los
valores a internalizar. Comprueba la existencia de un papel subordinado cuando realiza
sus prácticas clínicas. Ese papel se transforma en independiente, autónomo y
reivindicativo cuando “vive” la realidad académica. Como resultado aparece un conflicto
cuando interpreta que una ocupación caracterizada por la subordinación no satisfará
nunca las exigencias de aquello que desde ambientes académicos se define como una
profesión: autonomía, cuerpo propio de conocimientos y control sobre la propia práctica.
Una vez que la enfermera se ha graduado, se encuentra con que las expectativas de rol del
cuerpo profesional difieren ostensiblemente de las que había recibido en el periodo de
formación teórico-práctica. De modo que los valores que las estudiantes han adquirido
durante su período de formación inicial entran en conflicto con los valores burocráticos,
gerencialistas y jerarquizantes de los contextos sanitarios. Las enfermeras noveles
experimentan esa contradicción cuando comprueban que se concede menos importancia
a la atención directa a los enfermos y a la evaluación de sus necesidades que a las tareas
mecánicas y repetitivas que el sistema burocrático impone a la nueva enfermera.
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A partir de estas aproximaciones antagónicas a la realidad profesional del cuidado y a la
de su enseñanza, emergieron una serie de interrogantes que me llevaron a focalizar la
mirada en las cuestiones y problemas que se convertirían en el núcleo de esta indagación:
¿Cómo era posible en miembros de un mismo colectivo profesional (unos docentes, otros,
asistenciales) diferencias y distancias semejantes en sus subjetividades y marcos de
interpretación? ¿Esas contradicciones que había encontrado en la literatura y que se
referían al ámbito anglosajón, se daban también en nuestro contexto? Y, caso de ser así,
¿cuáles eran los factores que determinaban ese alejamiento?
Sin embargo, los modelos teóricos de socialización profesional que encontré en los
primeros análisis de la literatura ofrecían una visión demasiado superficial y reductiva de
la realidad de la formación de enfermeras (Gibbs, 1991). Por mi experiencia en ese campo
intuía que los procesos de enseñanza y aprendizaje en las escuelas de Enfermería son
mucho más complejos de lo que a primera vista pueda parecer.
Constaté que en los trabajos que, desde marcos sociológicos y didácticos de corte
positivista y funcionalista estudiaban el proceso de adquisición de competencias en la
enfermería, existía, de manera sistemática, una ausencia de referencias al contexto
institucional y sociopolítico en el que la formación se inscribe (Chooporian, 1986). Ese
contexto era conceptualizado como algo inmutable, natural y no problemático (Gates,
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Por racionalidad debe entenderse la relación que se establece entre medios y fines pedagógicos y lass
diferentes formas de justificar el conocimiento disciplinar y profesional.
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1989). Esos modelos presentaban una visión del curriculum de Enfermería mecánica e
hipersimplificada estable y regular antes que compleja, dinámica, problemática,
conflictiva y social y lingüísticamente mediada tal y como adivinaba que era.
A partir de una nueva serie de lecturas y análisis de investigaciones sobre ese tópico
empecé a vislumbrar que el proceso de producción, selección y enseñanza-aprendizaje de
las competencias profesionales en el campo de la Enfermería era una construcción social
cuyos significados estaban estrechamente relacionados con el poder y el control social
(Allen 1990, Clare 1993). Del mismo modo, empecé a intuir la naturaleza política del
proceso de socialización profesional de las estudiantes.
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En síntesis, empecé a preguntarme sobre el papel que la formación inicial de la enfermería
jugaba en la producción y legitimación de ese estatus de subordinación. Interrogante que
desembocó en la concreción del problema que en este trabajo trataré de elucidar.
4. ¿Cuáles son las vivencias y experiencias que permiten a las estudiantes adquirir
los sistemas de creencias y atributos motivacionales característicos de la profesión
de Enfermería, y en qué consisten esos atributos?
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En síntesis, con este estudio se trata de indagar y conocer las bases sociales de la génesis
del discurso autorizado, legítimo y legitimante en la enseñanza de la enfermería.
Las decisiones que me han llevado a la concreción y selección del enfoque metodológico
que considero más apropiado para este estudio se han basado en dos criterios
fundamentales: la naturaleza del objeto de indagación y mis supuestos epistemológicos,
metodológicos teóricos y éticos. El método seleccionado debería ser coherente con el
objeto de investigación (procesos de naturaleza social e histórica) y con la perspectiva
epistemológica en la que como investigador me he situado (Hermenéutica Crítica).
Respecto a este último punto, esto es, al debate cuantitativo-cualitativo, sobre el que
parece obligado argumentar en las justificaciones metodológicas de estos trabajos
originales de investigación, querría abrir un paréntesis para detenerme brevemente en
algunos aspectos que suelen ser orillados pero que para mi son importantes.
Una de las soluciones más frecuentes ante el debate metodológico ha sido la de aceptar
que nos hayamos en un momento en el que la investigación educativa (¿y la enfermera?)
se caracteriza por una aceptación de la diversidad epistemológica y la pluralidad
metodológica. Sin embargo, bajo mi punto de vista, la polémica “cuantitativo versus
cualitativo” no es sólo un debate acerca de métodos sino que es una manifestación de
profundas y fundamentales diferencias acerca de ontologías, epistemologías, valores e
5
Anteriormente se ha dicho que “lo inteligible” no es solamente aquello que se entiende, sino , y sobre
todo, aquello que “hace entender”. Además transformar en inteligible el discurso pedagógico del cuidado
significa hacer visible aquello que permanece oculto en la cotidianeidad de la educación enfermera, traer
lo no discutido e indiscutible dentro de la discusión, lo no formulado dentro del análisis y de la reflexión.
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intenciones. Es por eso que las soluciones de compromiso que se refieren a la
complementariedad o coexistencia de enfoques o tradiciones de investigación (Cook y
Reichardt, 1986) o de métodos pueden enmascarar aspectos que son fundamentales en el
desarrollo de una investigación que aspire a recibir el calificativo de educativa.
Puede ser peligroso que la rivalidad entre enfoques de investigación se resuelva solamente
con la idea de que no existen métodos universales sino problemas de investigación para
los que se debe buscar la aproximación metodológica más adecuada. En primer lugar,
porque defender la coexistencia como una solución para las grandes diferencias existentes
entre las distintas opciones metodológicas es asumir que las cuestiones y problemas
objeto de investigación son de naturaleza ateórica clausurando cualquier posibilidad de
debate sobre las implicaciones teóricas y prácticas de esas cuestiones. Y, en segundo,
porque la contemporización que supone aceptar la complementariedad o coexistencia de
enfoques impide cualquier debate sobre la función política de los procesos de producción
de conocimiento aceptado.
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competencia técnica, antes al contrario, dadas las pretensiones del estudio, necesitaba
focalizar mi atención en los motivos y razones del profesorado para usar una u otra
estrategia didáctica, en sus creencias y valores respecto la evaluación educativa y en la
interpretación que las estudiantes realizaban de sus experiencias de aprendizaje.
1.4.1. Las diferencias en la noción de causa en los procesos naturales y en las acciones
sociales
Un posible lugar para discutir acerca de la noción de causa en los procesos sociales objeto
de la investigación educativa (y enfermera) es el debate sobre el isomorfismo que la visión
positivista establece entre ciencias naturales y ciencias sociales.
En las dos últimas décadas se ha podido constatar la conspicua ausencia de éxito que las
ciencias sociales han tenido en el desarrollo de teorías con un poder explicativo, una
virtualidad analítica y una parsimonia remotamente comparables a las que podemos
encontrar en las ciencias naturales (Buchanan, 1994). Esta afirmación que parece bastante
evidente, todavía hoy es contestada por algunas investigadoras en el campo de la
formación de enfermeras que, o bien niegan su validez, o bien sugieren que las ciencias
sociales todavía no han tenido tiempo suficiente para desarrollarse (Fawcett, 1991; Smith,
1992) pero que sin duda podrán producirse teorías que sean comparables a las de las
ciencias naturales (Mora y Urrela, 1989).
Si aceptamos la idea de que las ciencias sociales no han sido capaces de desarrollar teorías
de los procesos sociales (la formación de enfermeras o los cuidados de salud) con la
misma precisión, parsimonia y potencia que las ciencias naturales podríamos
preguntarnos el porqué de esa situación. Bajo mi punto de vista existen diferencias
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estructurales entre procesos naturales y prácticas humanas como la educación de
enfermeras, que hacen que el modelo positivista sea inadecuado e inapropiado para dar
cuenta de éstas últimas.
Una de las diferencias ontológicas más importantes entre procesos naturales y prácticas
humanas se encuentran explicitadas en los trabajos que representan el giro lingüístico de
la filosofía moderna (Taylor, 1985) magistralmente representados en el segundo
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Teniendo en cuenta los desarrollos de la epistemología contemporánea es fácil advertir que la
idolatría del método científico positivista proviene de los grandes resultados que su uso ha
proporcionado en el campo de las Ciencias Naturales; pero estos beneficios no pueden atribuirse al
método en sí, sino a su alto nivel de adecuación al objeto de estudio de las ciencias naturales, que es
más bien pasivo. Esta adecuación seria ínfima en relación con el objeto que estudian las ciencias
humanas, entre ellas, las que se ocupan del estudio del continuo salud-enfermedad (entre ellas la
Enfermería).
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Wittgenstein (1988). Esos trabajos han revelado que una de las distinciones esenciales
entre procesos naturales y prácticas humanas descansa en el hecho de que los primeros
son relativamente independientes7 del lenguaje usados para describirlos, a diferencia de
las prácticas humanas que no lo son. En otras palabras los seres humanos difieren de los
objetos inanimados en su capacidad de construir y compartir significados a través del
lenguaje. Es decir, aunque los seres humanos intenten descripciones de procesos como el
comportamiento de los gases o el movimiento orbital de los planetas, esas descripciones
no tienen ningún efecto en aquellos fenómenos. El hecho de que al movimiento de los
planetas se le asigne una causación gravitacional o se afirme que es debida al flogisto no
tiene ninguna influencia en el movimiento de aquellos que se mantiene imperturbable.
7
Sin embargo, incluso en el ámbito de los fenómenos naturales, hoy día se acepta que es un error
defender que los enunciados observacionales son en su origen totalmente independientes de las
interpretaciones teóricas que se les pueda aplicar. La observación, como cualquier otra forma de
acción social sólo puede entenderse relacionándola con el contexto donde aquélla tiene lugar. La
cultura (en sentido antropológico) nos aporta, de modo implícito, las conexiones ignoradas u ocultas
entre nuestras percepciones y los conceptos disponibles y compartidos socialmente a través de los
cuales aquéllas cobran sentido. Hoy día, es ampliamente aceptado que no conocemos “hechos puros”
sino que esos hechos al entrar a formar parte de nuestro conocimiento ya son vistos de cierto modo.
Lo que un observador ve depende, en parte, del objeto de observación pero también de lo que su
experiencia perceptual anterior le obliga a ver. Cuando intenta captar un sistema implícito en los
hechos de la naturaleza, todo observador está influido por los instrumentos que utiliza, las teorías que
conoce o sus prejuicios epistemológicos entre otros factores, los cuales, le obligan a ver las cosas de
una determinada manera siéndole imposible desembarazarse de esos esquemas de percepción.
Podríamos ejemplificar lo que estamos diciendo cuando observamos las diferencias que existen en la
interpretación de casos clínicos entre enfermeras noveles y enfermeras expertas. En ese caso
podríamos preguntarnos, ¿ven ambas lo mismo?, sí y no. Sí, porque ambas están ante la misma
situación. No, porque la observación es algo más que un simple "ver algo" puesto que incluye la
estructura teórica a la luz de la cual asignamos un significado a lo que vemos. Dos de los principios en
los que se funda la supuesta objetividad de las teorías de las ciencias naturales: el principio del
determinismo físico y el de causalidad, son rechazados, hoy día por la Física misma, disciplina que ha
sido modelo para el resto de Ciencias que aspiraban a su rigor y objetividad. Ese rechazo se hizo
evidente cuando en 1927, Heisenberg demostró que toda descripción de la naturaleza contiene una
incertidumbre esencial e inamovible. El principio de incertidumbre, extraído de la física de partículas,
explicaba que el comportamiento de una partícula, lejos de ser estable y regular, se mostraba
anárquico y aleatorio. Desde Heisenberg, la física contemporánea introduce en su terminología
vocablos como ambigüedad e indeterminación, aceptando no sólo su cientificidad sino formando
parte de las Teorías más avanzadas de la Física contemporánea.
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Sin embargo, no ocurre así con las prácticas humanas. Es más, éstas se hallan
parcialmente constituidas por el lenguaje usado para describirlas Por ejemplo, la acción
de levantar una mano no tiene un significado intrínseco o “causa” fuera de las
convenciones lingüísticas que se usan para otorgarle una interpretación y significado. Es
decir “la causa” por la que las personas elevan sus manos depende del significado que
las personas asignen a esa acción. En una situación en que dos individuos están realizando
el mismo acto físico (levantar su mano por ejemplo) siempre es posible que cada uno de
ellos otorgue un significado diferente (pretendan finalidades diferentes con su gesto) a
aquello que por su forma física (o para un observador externo) parecen ser conductas
iguales:
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Esta distinción se hace patente al comprender que el "comportamiento" de los objetos
inanimados sólo se hace inteligible cuando se le adjudica una interpretación. Afirmar que
la luna realiza órbitas elípticas alrededor de la tierra, refleja el modo en que la física, por
medio de relaciones causales, atribuye un sentido al comportamiento de la luna, sin que
esa explicación afirme nada acerca de el sentido que tiene para la luna su propio
comportamiento.
De manera que cualquier opción metodológica que trate de conocer la realidad humana,
en mi caso las prácticas de enseñanza y aprendizaje de la Enfermería, deberá permitir el
acceso a los significados que para las personas que las protagonizan tienen sus propias
acciones.
Otro ejemplo que ilustra lo que pretendo decir es la noción de “bienestar” o de “calidad
de vida”. El bienestar o la calidad de vida puede ser entendido por unas personas como
aquel estado que se alcanza con la posesión de gran cantidad de bienes materiales y a
través de “fittnes”, dieta y manteniendo una cierta imagen corporal. Para otras personas
esas nociones implican un estado alcanzado a través del desarrollo de la justicia social,
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Esta afirmación se deriva de las afirmaciones que he realizado acerca de la causalidad en las acciones
humanas. Si como parece razonable pensar, las personas actúan en el mundo a partir de los significados
que adjudican a las acciones (interpretándolas) de otros, entonces el significado, en sí mismo, es causal
para los seres humanos. Como ya se ha dicho, esto no sucede en la naturaleza, y por eso en las ciencias
naturales el significado, desde el punto de vista del actor, no es algo que el científico deba descubrir. Un
gas que se expande o una bola de billar que golpea a otras no encuentran ningún sentido a su conducta.
Pero el actor humano en sociedad lo hace. Por lo tanto, la naturaleza de la causa en la sociedad humana
se convierte en algo muy diferente de la naturaleza de la causa en el mundo físico y biológico.
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fomentando una conciencia crítica y aspirando a la sabiduría. No existe un lenguaje
neutral y objetivo (como defiende el positivismo) que pueda reconciliar esas diferencias
y explicar lo que el bienestar o la calidad de vida son realmente.
En síntesis, la noción de causa en las prácticas humanas es muy diferente a esa misma
noción en el campo de los fenómenos naturales. A diferencia de los eventos físicos o
biológicos, la esencia de las acciones humanas radica en los significados compartidos
creados por el lenguaje y la cultura.
Dado que parece demostrado el hecho de que no existen criterios lógicos, metodológicos
o epistemológicos para defender la supremacía de los métodos de las ciencias naturales
en el estudio de prácticas humanas como la enseñanza o el cuidado (Martínez, 1982), las
ciencias humanas (entre las que podría incluirse la Enfermería) están reclamando, cada
vez con más fuerza, una perspectiva filosófica y epistemológica propia, más preocupada
por el mejoramiento humano (Kendall, 1992) o utilidad práxica del conocimiento
(Benner, 1984), que por el rigor en su producción. Criterios, como la relevancia para la
práctica o la aceptación consensuada, son cada vez más usados para evaluar los
conocimientos producidos por los investigadores en los ámbitos de la enseñanza y de la
salud. El principio general de estos planteamiento sostiene que:
"El criterio básico de validez son los significados inmediatos y locales de las
acciones, según se definen desde el punto de vista de los actores" (Erickson,
1989,196).
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además, ese enfoque se me antojaba, desde un punto de vista ético, como la mejor
alternativa para satisfacer las autoexigencias que he formulado más arriba. En efecto, la
información que los participantes como sujetos investigados en un estudio reciben es una
cuestión técnica (credibilidad) pero también ética. Cualquier investigación con personas
debe conducirse, en la medida de lo posible, con su consentimiento informado.
Pero el enfoque cualitativo antes que uniforme es una perspectiva en la que confluyen
campos tan dispares como la antropología, la lingüística, la hermenéutica, la
fenomenología o la sociología y se desarrolla con una multitud de aproximaciones
metodológicas como son la Etnografía (Woods, 1987), Etnometodología (Garfinkel,
1967), Interaccionismo simbólico (Blumer, 1969) o la Teoría Fundamentada (Glaser y
Strauss, 1967). En realidad, y a diferencia de los estudios de corte positivista, no existe
un canon normalizado para el desarrollo de una investigación cualitativa:
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(Lowenberg, 1993); el contexto como constitutivo de los significados sociales (Erickson,
1989); el objeto de la investigación es la acción humana (por oposición a la conducta
humana9) y las causas de esas acciones residen en el significado interpretado que tienen
para las personas que las realizan antes que en la similitud de conductas observadas
(Mitchell y Cody, 1993); el objeto de la construcción teórica es la comprensión
teleológica antes que la explicación causal (Wright, 1980) y la objetividad se alcanza
accediendo al significado subjetivo que tiene la acción para su protagonista (Morse,
1986).
En la primera de ellas se defiende, en consonancia con lo que vengo diciendo, que las
prácticas humanas sólo pueden hacerse inteligibles accediendo al marco simbólico en el
que las personas interpretan sus pensamientos y acciones. Comprender las acciones
9
Como ya se ha dicho anteriormente, una distinción clave para entender adecuadamente la finalidad y
pretensiones de la investigación etnográfica es la diferencia entre conducta, o sea, el acto físico, y acción,
que es la conducta física más el significado que ésta tiene para su protagonista. Es decir, en una acción
social determinada es equivocado pensar que las conductas de dos personas (actos físicos de
características similares), tengan el mismo significado para los dos individuos en cuestión. Es posible en
todos los casos que distintas personas tengan diferentes interpretaciones del significado de lo que, en
cuanto a su forma física, parecen ser objetos o conductas iguales o similares. Por ejemplo, podemos
observar a dos mujeres que aprenden ofimática y concluir que están desarrollando el mismo tipo de
conductas ante el ordenador: teclean, mueven el ratón, manipulan la impresora, es decir, están haciendo
lo mismo. Sin embargo, ese enfoque conductual y, por tanto superficial e hipersimplificador impide
conocer que para una de ellas sus “conductas” suponen una “condena” y para la otra esas mismas
conductas implican una “liberación”. En efecto, la primera es una ama de casa que debido a un accidente
de su marido debe tomar las riendas del negocio familiar y se siente forzada, a su pesar, a aprender
ofimática. La segunda es una mujer jubilada aficionada a la poesía. Ahora que dispone de tiempo desea
transcribir al ordenador sus poemas y elaborar un pequeño libro para regalar a sus amistades. Está feliz
al aprender ofimática como medio para hacer algo con lo que ella se realiza plenamente.
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humanas será lo mismo que colocar nuestra atención en la vida interior y subjetiva de los
actores sociales. Vida subjetiva que es dinámica antes que estática y mutuamente
constitutiva con la estructura social en la que se inserta. Los seres humanos son
constructores de su realidad social objetiva que a su vez los determina:
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Por otra parte esta hipótesis ecológico-naturalista exige de la etnografía una aproximación
ecológica-holística10 a la realidad social que se pretende comprender. Como se viene
argumentado cuando un fenómeno es una composición o un agregado de partes podría
ser adecuadamente estudiado desde enfoques analíticos11 utilizando los enfoques
matemático-probabilísticos. Sin embargo, cuando esos fenómenos no son una mera
yuxtaposición de elementos sino que sus partes tienen fuertes interacciones entre ellas
formando una totalidad organizada, entonces su estudio y comprensión requiere un
enfoque holístico y sistémico que capte la dinámica interna que caracteriza a ese
fenómeno.
Si en las ciencias físicas y biológicas encontramos entidades que requieren ser abordadas
desde un enfoque sistémico porque no se presentan como meros agregados de elementos
como por ejemplo el sistema solar o los procesos de difusión de los gases, si en las
ciencias biológicas encontramos fenómenos de mayor complejidad como son la
morfogénesis, la autoorganización o la negentropía que son irreductibles a relaciones
matemáticas y cuya esencia es la relación que se establece entre distintos elementos, con
mayor razón, encontraremos en la ciencias humanas fenómenos interactivos a los que hay
que añadir grados de libertad (de ambigüedad) derivados de la intencionalidad, la elección
y autodeterminación, los procesos creadores, los de autorrealización y toda la amplísima
gama de las actitudes y sentimientos humanos. Así pues, la enseñanza de la enfermería
es una actividad cambiante, inestable, fluida, que permite múltiples interpretaciones. Es
una actividad social, y como tal posee altos grados de ambigüedad e incertidumbre que
la convierten en una función particularmente compleja. Por ello, cuando el profesorado
entiende técnicamente su trabajo, está asignando a los procesos de enseñanza-aprendizaje
una rigidez y previsibilidad de la que en realidad carecen. La enseñanza universitaria es
un proceso de interacción entre participantes (profesoras y alumnas) y, por tanto, está, en
gran medida, codeterminado por ellas. Las acciones por las que se lleva a cabo la
enseñanza y el aprendizaje son acciones comunicativas y, por tanto, en ellas intervienen
10
Nótese que los términos holístico y ecológico tienen unos significados ligeramente diferentes. Una visión
holística (¿sistémica?) de, por ejemplo, un automóvil supone verlo como un todo funcional y aceptar la
interdependencia de sus partes. La visión ecológica, además de lo anterior, incluiría aspectos acerca de
cómo se inserta el automóvil en su contexto natural y social: de dónde provienen sus materias primas, a
quien beneficia y perjudica su construcción y funcionamento, etc.
11
El análisis tal y como Descartes proponía es aquella operación de examinar las propiedades de las
partes de un todo (fragmentándolo) e inferir al todo esas mismas propiedades.
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los deseos, los intereses, las motivaciones, las expectativas y las interpretaciones de las
participantes. Como consecuencia, se entiende que el aula es un espacio social de
comunicación e intercambio dinámico, un sistema vivo donde sus elementos se definen
en función del intercambio y el sistema se configura como consecuencia de la
participación activa, y en parte autónoma, de los elementos que participan en la
comunicación. La adecuación de las decisiones y cursos de acción seleccionados vendrá
determinada por los significados que les otorguen los participantes. La enseñanza
universitaria tiene lugar, por tanto, es espacios comunicativos en los que las
interpretaciones son múltiples y a menudo conflictivas, donde existen diferentes
orientaciones y expectativas de valor, saturados, en suma, de indeterminación y
ambigüedad (Jackson, 1990). Esa variabilidad constante no se puede eliminar con la
aplicación de reglas o prescripciones derivadas tecnológicamente so pena de distorsionar,
hipersimplificando, una realidad compleja y multidimensional (que consiste en los
significados que los participantes en el acto educativo otorgan a sus acciones) o cayendo
invariablemente en la trivialidad y la redundancia. Es decir, cuando la enseñanza tiene la
apariencia de un proceso lineal, sistemático, algorítmico y mecánico es, probablemente,
porque el profesor desconoce los matices y complejidades de la vida del aula y se
desenvuelve con una imagen distorsionada y muy poco elaborada de la naturaleza
dinámica de la interacción profesor-alumno. En realidad, más que comprender la
enseñanza en toda su profundidad, está manejando de modo superficial el fluir de la vida
del aula.
Los fenómenos descritos más arriba son tal complejidad que toda aproximación
matemática y analítica, todo intento de formalización, supone una hipersimplificación
respresentacional que dificulta sobremanera la comprensión de tales entidades. Como
hemos visto, lo más típico y peculiar de estos procesos es la interacción en su sentido
auténtico, es decir, que la actividad de una parte es a la vez "causa-y-efecto" de los otros
elementos. En efecto, ya Kant, en su crítica de la razón, afirmaba que en una maquina las
partes existen las unas para las otras en el sentido de apoyarse entre ellas en el contexto
de un todo funcional, por el contrario en todo organismo vivo (desde una célula hasta un
grupo humano) las partes existen además por medio de las otras, en el sentido de
producirse unas a otras. Nos estamos refiriendo aquí a uno de los principios de la
27
complejidad enumerado por Edgar Morín y que imposibilitaría cualquier aproximación
exclusivamente analítica a la realidad social: el principio de recursividad, en el que se
afirma que cualquier fenómeno social es recursivo porque en él, productos y efectos son
a su vez causas y productores de aquello que los produce.
Existe además otro rasgo en todo sistema que imposibilitaría también su estudio exclusivo
desde el análisis: las propiedades emergentes. Es decir, a un nivel de complejidad
determinado aparecen propiedades en el sistema que no se dan en niveles inferiores. Esas
propiedades emergentes aparecen a partir de la interacción de los distintos elementos del
sistema y, esto es importante, no pueden explicarse apelando a las propiedades específicas
de cada uno de los elementos. Por ejemplo, el sabor “dulce” del azúcar no puede
explicarse apelando a las propiedades de los átomos de carbón, hidrógeno y oxigeno que
la constituyen: el dulce emerge de la interacción de todos ellos. Tampoco el “clima” en
una institución determinada puede entenderse apelando únicamente a los rasgos de
personalidad o a la biografía de cada una de las personas que la componen: es la
interacción entre ellas la que lo construye sin un patrón previo. Es decir, un sistema no es
un mero agregado de elementos yuxtapuestos sino que está caracterizado por la
organización de esos elementos con su dinámica y significado. Del mismo modo que la
“belleza” de una sinfonía de Beethoven no consiste en un conjunto de notas, ni la
“arquitectura” de Gaudí se reduce a la mera suma de más o menos materiales de
construcción, igualmente, cada constituyente de una estructura se altera al entrar en una
conexión sistémica: cada "parte", al formar una nueva realidad, toma en sí misma algo de
la sustancia de las otras, cede algo de sí misma y, en definitiva, queda modificada. Esto
es lo que le sucede a cada ser humano al entrar a formar parte de un grupo social: una
escuela de enfermería o un centro sanitario.
En una totalidad organizada (como puede ser una institución de enseñanza universitaria)
lo que ocurre en ella no se deduce de los elementos individuales, sino, al revés, lo que
28
ocurre en una parte de este todo lo determinan las relaciones internas de la estructura de
ese mismo todo; es decir, el todo no se explica por las partes, sino que son las partes las
que, por su inserción en el todo, reciben significado y explicación. En efecto, una parte
tiene significación distinta cuando está aislada o cuando está integrada a otra totalidad,
ya que su posición o su función le confieren propiedades diferentes. Aún más, un cambio
que afecte a una de las partes modifica las propiedades de la estructura (como una cirugía
estética en la nariz cambia el rostro), pero éstas pueden permanecer idénticas cuando
cambian todas las partes si conservan entre ellas la misma relación como sucede cuando
ampliamos una fotografía.
En síntesis, la realidad humana como sistema que es, no puede ser comprendida mediante
el análisis. Hay que decir, sin embargo, que los enfoques estadístico-analíticos propios
del positivismo se han esforzado por desarrollar métodos para tratar de describir y
explicar los procesos humanos sistémicos. Toda la estadística multivariada desde el
análisis de la varianza hasta las escalas multidimensionales o el análisis discriminante,
pasando por el análisis factorial o los modelos causales. Conceptos como el de
“proximidad”12, la T de Hotelling13 o la D2 de Mahalanobis14 serían una muestra de la
estadística multivariable más avanzada. Sin embargo, todas estas técnicas han dado muy
buen resultado sólo cuando no hay interacción entre las partes y su descripción es lineal,
es decir cuando se entiende que los fenómenos son estables, lineales y regulares. En la
medida en que ascendemos en los distintos niveles de complejidad, cuántica, química,
biológica, psicológica o social, en la medida en que el número de variables y la
interacción entre ellas aumentan, su utilidad decrece rápidamente y su inadecuación se
pone de manifiesto. Y ello es así porque todo procedimiento analítico requiere, para poder
ser aplicado, que se den dos condiciones, en primer lugar que no existan interacciones
entre los distintos elementos que componen la realidad estudiada, o si existen que sean
tan pequeñas que se puedan despreciar por su poca significación. Si existen fuertes
relaciones e interacciones entre las partes, éstas no pueden ser separadas -real, lógica y
12
Expresa la semejanza que existe entre individuos o variables. Mide la distancia o la similitud entre
individuos o variables.
13
Es la generalización de la t De Student para el caso de más de una variable dependiente. Permite
comprobar si existen diferencias entre dos grupos en base a un grupo de variables dependientes
consideradas de manera conjunta.
14
Es la distancia al cuadrado entre los cetroides de dos poblaciones. El centroide de una población es el
centro de gravedad de la misma en base a una serie de variables. Equivale en el análisis multivariable a la
media en la estadística univariada.
29
matemáticamente- sin destruir la entidad superior que constituyen. La segunda condición
es que las descripciones del comportamiento de las partes sean lineales, ya que sólo así
podrán ser aditivas, al poderse utilizar una ecuación de la misma forma para describir la
conducta total y la conducta de las partes; es decir, que los procesos parciales pueden ser
superpuestos para obtener el proceso total. Ciertamente las acciones humanas no cumplen
estas dos condiciones.
30
comunicación de Erickson o la microetnografía son una buena muestra de esa
heterogeneidad.
Pero no es menos cierto que existen marcadas y fundamentales semejanzas entre todas
ellas. En primer lugar, el interés por el horizonte simbólico de las personas a las que
estudian y, en segundo, un modo específico y particular de estudiarlo. Ese planteamiento
metodológico es el que ha orientado esta investigación y el que a continuación describo.
Los dos criterios mínimos que debe cumplir un trabajo para ser considerado etnográfico
son la presencia más o menos prolongada en el ambiente con las personas a las que se
desea estudiar (Taylor y Bogdan, 1987), y el intento de comprensión de los significados
que aquéllas manejan para dar sentido a sus prácticas (Geertz, 1987). Como ya hemos
visto, los procesos de enseñanza y aprendizaje de la Enfermería, como acciones humanas
que son, no pueden describirse inteligiblemente si se los separa de las expectativas,
motivaciones e intenciones de las personas que los realizan, pero para poder describir
adecuadamente esa perspectiva de significado es necesario participar en esas prácticas
durante un período de tiempo más o menos prolongado.
Con el objeto de cumplir con esas exigencias, y basándome en autores como Taylor y
Bogdan (1987), Morse (1986), Goetz y LeCompte (1988) y Wolcott (1985) he formulado
una serie de criterios metodológicos que han orientado este trabajo y que son los
siguientes:
31
4º Registraría rigurosamente todos los sucesos de interés con diversos medios como
notas de campo y grabaciones.
En suma, larga “con-vivencia” con las personas estudiadas, conocimiento del universo de
significados de los sujetos, asunción del propio investigador como instrumento y
construcción inductiva de los resultados eran los principios que pensaba desarrollar
durante el trabajo de campo.
32
trabajo de campo. Pero, tampoco debemos olvidar que el deseo interpretativo y de
comprensión que toda etnografía conlleva sólo puede llevarse a cabo con el cumplimento
de ciertos requisitos metodológicos (Wolcott, 1985).
En el apartado anterior he intentado explicar cómo pensaba cumplir con uno de los dos
compromisos a que todo trabajo etnográfico obliga: el requerimiento metodológico. En
lo que sigue trataré de explicitar cómo se realizó el segundo: la
interpretación/comprensión.
Este es uno de los nudos gordianos de toda investigación cualitativa: la dialéctica entre el
punto de vista de los actores sociales (emic) y el punto de vista del investigador (etic).
33
prejuicios ni a prioris, que no están influenciados por sus expectativas subjetivas y que
suponen una correspondencia unívoca entre las propiedades de la realidad observada y
“aquello” que nosotros percibimos15, es hoy día insostenible. Existen abundantes pruebas
y evidencia de que aquello que observamos depende de nuestras experiencias pasadas,
nuestras expectativas y nuestros intereses. La observación y recolección de datos sin un
marco interpretativo que los guíe es poco menos que imposible. Los “hechos” observados
durante el trabajo de campo sólo pueden calificarse de “relevantes” o irrelevantes por
referencia a un marco interpretativo previo al hecho observacional. Ningún investigador
se pone a buscar nada sin alguna noción previa de las propiedades que posee aquello que
busca, de ser así, no lo reconocería en caso de encontrarlo. Por lo tanto, en el momento
en el que tratamos de captar una estructura o sistema implícito en los hechos, lo hacemos
a partir del conocimiento que ya poseemos de nuestras expectativas, de nuestros métodos
de análisis, de nuestras concepciones epistemológicas: a partir, en suma, de un
"background" del que no podemos desembarazarnos porque nos constituye y hace que
percibamos los hechos y fenómenos de una forma y no de otra.
Sin embargo, esta última afirmación no debe llevarnos a equívocos. Tener una buena
preparación teórica y estar al tanto de los datos más recientes no es lo mismo que estar
cargado de ideas preconcebidas. Éstas son perniciosas, en todo trabajo científico, pero
las conjeturas son el recurso principal de un investigador, y tales conjeturas le son
posibles al observador solo gracias a sus estudios teóricos. Así pues cualquier
15
Esta postura es denominada por Chalmers (1982) “inductivismo ingenuo”.
34
investigador social ha de partir necesariamente, y ha de utilizar flexiblemente ese
conocimiento (tanto teórico como practico) que representa el conocimiento alcanzado
por su disciplina; y esto no debe ser confundido con la imposición 'arbitraria' y 'a priori'
de un marco de referencia. En gran medida el éxito de sus explicaciones va a depender
de la reelaboración que el investigador haga de sus esquemas disciplinares para que se
ajusten a los significados subjetivos que aportan las personas que participan en su
estudio. En cualquier caso, la “suspensión del juicio” debe ser entendida como una
precaución metodológica que será válida hasta que la experiencia en el trabajo de
sugiera la relevancia de aquel.
Es importante remarcar, por último que, como en el capítulo siguiente se detallará, esta
hermenéutica, dialéctica y necesaria, es el corazón de todos los procesos de análisis de
datos cualitativos.
De manera que ese esfuerzo de interpretación por el que el trabajo hermenéutico se inicia
conlleva la realización de la comprensión. Para Gadamer en toda comprensión se
contiene, potencialmente, un trabajo de interpretación por el cual aquélla se hace
explícita. Sin embargo, como él puntualiza:
35
Es decir, la interpretación no es un elemento o eslabón de la cadena de actos que producen
la comprensión, sino que está contenida en ella, se la sobreentiende. Cuando
comprendemos algo significa que lo hemos interpretado, lo cual no implica que toda
interpretación suponga comprensión. Como acertadamente señala Angulo (1988):
De manera que desde un punto de vista metodológico (el que aquí nos ocupa) la
hermenéutica que este trabajo contiene no se orienta a la interpretación sino que se define
por la comprensión. Y esta es otra de las razones por las que se justifica la elección de la
etnografía como marco metodológico de este estudio: su doble compromiso metodológico
y hermenéutico.
Esta posición “ontológica” es válida tanto para las ciencias humanas como para las
naturales. Como Toulmin (1972) se ha encargado de señalar ni la interpretación, ni la
comprensión son patrimonio exclusivo de las humanidades, por el contrario, son
francamente adoptadas, e intervienen, en la labor de las ciencias físico-naturales. En la
línea de este reputado epistemólogo, Cook y Reichardt (1986) afirman que un correcto
entendimiento de los resultados de un análisis estadístico, solo es posible con el
concurso de interpretaciones cualitativas y que de manera más general, ambos tipos de
conocimiento se complementan. En todo trabajo científico y sobre todo en las ciencias
humanas los procesos de interpretación-comprensión ocupan un lugar integrante y
constitutivo. Ello es así porque, como ya he remarcado anteriormente, a diferencia de
los objetos inertes, o a-significativos de la ciencia natural, el objeto del conocimiento
social es justamente un sujeto, es decir, un constructor y negociador de significados.
Este proceso no es contingente en la vida social, sino que es algo consustancial a la
misma puesto que el conocimiento de lo que otros hacen, o más concretamente de sus
intenciones y razones para lo que hacen, es lo que posibilita la intersubjetividad a través
de la que la transferencia de intencionalidades comunicativas se realiza.
36
El mundo natural, desde lo subatómico a lo cosmológico, no se constituye a sí y por sí
mismo como significativo, mientras que el social si lo hace. Por ejemplo, conceptos como
el de amor o libertad, pertenecen, de manera, esencial, a la acción del ser humano y de la
vida social; por el contrario, el concepto de gravedad no “pertenece” al objeto que cae
sino a la forma en que el físico asigna un significado al comportamiento de aquel objeto.
Al formar parte de la vida social, los conceptos sociales, al menos en principio, son
componentes significativos tanto del objeto de investigación como del sujeto, y es
justamente por esta razón, por la que la interpretación-comprensión como proceso
constituye ontológicamente tanto a uno como a otro.
• Algunos investigadores creen que los datos no deben ser analizados, per se; sino
que la tarea del investigador es conseguir la información y presentarla de manera
que “los informantes hablen por sí mismos”. El objetivo es ofrecer una honesta
visión con poca o ninguna interpretación de, o interferencia con, las palabras
obtenidas o las observaciones realizadas. La concepción de la realidad tal cual es
vista por los informantes es la única verdadera. Desde esta perspectiva, la
obligación del “científico” es escuchar, observar, y presentar tal cual sus
hallazgos.
16
Para una extensa y rigurosa síntesis de esta cuestión, el lector interesado puede consultar: Sandín, M.P.
(2003) Investigación cualitativa en educación. Fundamentos y Métodos. Madrid: McGraw-Hill.
37
necesariamente de todos los datos obtenidos. Reducir y ordenar los materiales
representa entonces una selección e interpretación. Los investigadores que optan
por esta posición normalmente introducen sus interpretaciones y comentarios a lo
largo y entre los largos pasajes descriptivos de los fragmentos pertenecientes a las
notas de campo y entrevistas. Los materiales ilustrativos pretenden mostrar como
es la realidad y las interpretaciones pretenden ofrecer una visión más conceptual
de la misma. Las interpretaciones varían en su nivel de abstracción teórica.
Tal y como se refleja en la primera postura, con demasiada frecuencia los estudios
etnográficos tienden a resistirse a la articulación conceptual y la integración teórica, tareas
ambas consustanciales a todo quehacer científico. Desde esa perspectiva se afirma que el
investigador capta una interpretación o no la capta, comprende su argumento o no lo
comprende, lo acepta o no lo acepta. Aprisionada en lo inmediato de los propios detalles,
la interpretación es presentada como válida en sí misma o, lo que es peor , como validada
por la supuestamente desarrollada sensibilidad de la persona que la presenta; todo intento
de formular la interpretación en términos que no sean los suyos propios es considerado
incorrecto.
Esta postura incurre en la falacia descriptivita a la que antes aludía. Ciertamente estos
enfoques no violan ni distorsionan las voces de las personas que son investigadas. Pero,
si se respeta en exceso la visión que el propio sujeto tiene de sí mismo y de su realidad,
el trabajo científico queda preso de los horizontes simbólicos de los sujetos investigados,
38
en una suerte de “solipsismo” en el que se da por válida cualquier interpretación por el
mero hecho de que haya sido enunciada por la persona investigada. Esta postura
“hiperrealista” exagera el valor de las palabras de las personas investigadas como si
aquéllas fueran transparentes y válidas por sí mismas17. La exigencia de toda
investigación etnográfica de acceder a la realidad del sujeto investigado a partir de sus
propios sistemas apreciativos no implica que se sacralice ese discurso. Se imposibilita de
ese modo toda posibilidad de elaboración teórica o integración conceptual acerca de la
realidad estudiada. Estoy de acuerdo con Bolivar (2001) cuando sostiene que la tarea del
investigador es por una parte, descifrar significativamente los componentes y
dimensiones relevantes de las vidas de los sujetos y, por otra, situar los relatos narrativos
en un contexto que contribuya a proveer una estructura en que tome un sentido más
amplio. Para que los relatos sean relevantes a los propósitos de la investigación, deben
ser reconstruidos de acuerdo con determinados modos aceptados para analizar la
información. El resultado de la investigación no es un frío informe en el cual el sujeto
investigado no se reconoce en tanto que sujeto, pero tampoco una mera trascripción y
organización de datos a modo de entrevista periodística.
17
Después de algunos años ya de practicar entrevistas en profundidad, me he dado cuenta de la existencia
de una serie de comportamientos de las personas entrevistadas que ponen en cuestión la “veracidad o
validez” de sus narraciones. En primer lugar, puede suceder que aún habiéndose establecido el necesario
“rapport”, la persona entrevistada “elabore un personaje” que a su juicio puede satisfacer al entrevistador.
Se trata de esa situación, para unos inevitable y para otros necesaria, en la que entrevistador e informante
“negocian” los significados de lo enunciado, donde el investigador interviene dialógicamente y moldea
parte de los resultados. La persona entrevistada aprende a distinguir, a partir de la forma en que los
entrevistadores responden a sus afirmaciones, los sentidos y significados que el investigador puede estar
buscando. También he podido constatar que las personas informantes pueden dar versiones diferentes de
ciertas situaciones en función del entrevistador. Así mismo, he conocido relatos autobiográficos narrados
con enorme coherencia que contradicen la vaguedad , dualidad y azar de la vida transcurrida. Parecía
entonces que la persona entrevistada “reinventaba” su pasado para dar sentido a su presente. Aquella
narración, era, más bien, una búsqueda selectiva de situaciones pasadas con el objeto de darles coherencia
en función de la subjetividad presente del informante. Algo, quizás, en cierta manera inevitable
18
En el apartado del análisis de datos cualitativos del siguiente capítulo se presenta alguna solución a tan
espinosa cuestión.
39
Ciertamente, un buen trabajo periodístico puede aportar un grado de conocimiento de
una realidad que para sí lo querrían algunas investigaciones autodenominadas
“cualitativas”. Una investigación cualitativa, además, debe presentar interpretaciones
apoyadas siempre en datos en los que sustentar su validez. El investigador debe incluir
evidencias y datos que apoyen la plausibilidad de la narración ofrecida. Pero eso también
lo hace el periodismo de investigación. La diferencia está en la necesidad de integración
teórica a la que toda investigación debe aspirar. La calidad de una investigación
cualitativa no se limita sólo a criterios de rigor metodológico sino a la calidad o valor de
los resultados teóricos de la investigación per se. Es totalmente legítima en investigación
cualitativa la búsqueda de “patrones recurrentes” y “séntidos comunes” ( que transciendan
lo enunciado por los sujetos de investigación. En primer lugar porque existen: he podido
constatar la enorme similitud existente en ciertos rasgos de las concepciones pedagógicas
y profesionales de profesoras de enfermería españolas y latinoamericanas
Por último habría que admitir que existe una característica en las teorías que se elaboran
en las investigaciones cualitativas que hacen el desarrollo teórico mucho más difícil de lo
que suele ser en otros enfoques epistemológicos y metodológicos. Según Geertz (1987)
es la exigencia de que la teoría permanezca más próxima al mundo significativo de las
personas que se estudian de lo que permanece en el caso de las ciencias naturales, más
capaces de entregarse a la abstracción teórica. Aquí el papel de la teoría consiste en
permitirnos acceder acceso al mundo conceptual en el cual viven nuestros sujetos, de
forma que podamos “conversar con ellos” pero a través de las categorías que nos ha
proporcionado nuestra preparación disciplinar. La tensión que se produce entre la
necesidad de penetrar en un universo simbólico no familiar y las exigencias de desarrollo
teórico, dificultan enormemente la labor. Aquí la teoría no es dueña de sí misma porque
debe ajustarse a realidad social tal cual es percibida por sus protagonistas.
40
“descripción” y “explicación”, se da en nuestro caso como una distinción, relativa, entre
identificar el significado de ciertas acciones sociales tienen para sus protagonistas
(descripción) y enunciar, de manera explícita, lo que el conocimiento así obtenido
muestra sobre el grupo humano al que se refiere y, más allá, sobre la vida social, en este
caso, la educación universitaria, como tal (explicación). Como Geertz (1987) sostiene, la
doble tarea de la investigación cualitativa consiste en describir las estructuras
conceptuales que informan los actos de los sujetos investigados, los discursos que “dicen”
la vida social, y en construir un sistema de análisis en cuyos términos aquello que es
genérico de esas estructuras se ilustre y destaque. Esta doble hermenéutica (Giddens,
1979) es la que he utilizado tanto para el análisis de datos que se presenta en el segundo
capítulo como para la elaboración teórica que conforman las conclusiones del tercero.
En esta investigación se ha intentado, por lo tanto, interpretar las interpretaciones que los
participantes hicieron de sus propias prácticas educativas trascendiendo explicativamente
los conceptos meramente descriptivos. Se han utilizado los datos descriptivos para
ilustrar, interpretándolos, mis elaboraciones teóricas y conceptuales. Pienso con Erickson
(1989) que la riqueza y densidad descriptiva con la que se recoge la perspectiva emic no
bastan para asegurar la validez de un trabajo etnográfico:
Pero esas elaboraciones teóricas y conceptuales que se presentan en el capítulo tres se han
construido desde un enfoque teórico específico: la Teórica Sociocrítica de la Escuela de
Frankfurt19. Con ella y desde ella he intentado ir más allá de la búsqueda de las técnicas
19
Como ya he dicho en otro lugar (Medina, 1999) la perspectiva que en la actualidad está influyendo con
mayor intensidad en el curriculum de Enfermería es la denominada crítica, sociocrítica o de reconstrucción
social. Esta posición hunde sus raíces en los trabajos de los primeros integrantes del Instituto de
investigaciones sociales de Frankfurt, trabajos caracterizados por el pensamiento crítico, inspirado en el
marxismo, revisado y ampliado con aportaciones del psicoanálisis y la fenomenología. El punto central
objeto de crítica y a partir del cual esta perspectiva construye su alternativa, es la ausencia del elemento
social -y su crítica- en los análisis y propuestas que se vienen efectuando sobre la educación de las
41
más eficaces de enseñanza o de la mera descripción del mundo simbólico de la enseñanza
de la enfermería según sus protagonistas, para tratar de explicar cómo los mecanismos
ideológicos socialmente configurados afectan a nuestra forma de entender la actividad de
formar profesionales de la Enfermería. No obstante, esta teorización no aspira a sustituir
las teorías pedagógico-profesionales que mantienen las profesoras de enfermería, sino
que pretende mejorarlas al someter a crítica las creencias y justificaciones en las que se
apoyan. Sólo cuestionando las certidumbres cotidianas llegarán a ser mas coherentes y
menos dependientes de los prejuicios y dogmatismos de que esta saturado el discurso
pedagógico en la enseñanza de la enfermería. Se trata, en suma, de llevar a cabo una
crítica y deconstrucción radical20 de la racionalidad en la que se inspira la visión empírico-
analítica dominante en el universo de la enseñanza de la Enfermería para mostrar los
intereses a los que sirve y sus efectos en las subjetividades de profesoras y alumnas y en
el mantenimiento de las relaciones de dominación entre ellas.
enfermeras. Los análisis críticos comprenden tanto las prácticas de enseñanza que imperan en las escuelas
de Enfermería como los principios y supuestos filosóficos, epistemológicos y teóricos que las fundamentan
y legitiman. Denuncian la ausencia de perspectiva contextual y social de la que adolece la formación de
enfermeras, contexto social que es visto como natural e inamovible, como si no fuese producto de una
construcción social e histórica realizada por personas. Del mismo modo, se afirma que los análisis que las
concepciones técnica y práctica han realizado del currículum enfermero ofrecen una visión mecánica y
reductiva del mismo, como si fuese un objeto inanimado antes que una construcción social y simbólica
realizada por personas. Este distanciamiento ha propiciado la cultura de la dependencia y la sumisión, en
la que las especialistas (sobre todo anglosajonas) acuden a las escuelas de nuestro país para decidir (e
inventar) cuáles son las necesidades formativas (donde necesidad es sinónimo de déficit) de las profesoras,
profesores y estudiantes y cómo aquéllas pueden ser satisfechas, despojándolos, inopinadamente, de
cualquier posibilidad de participar en el proceso de determinación de sus propios intereses y necesidades.
La tradición crítica se define como un modelo de pensamiento y acción que desafía las relaciones de poder
y dominación institucionalizadas en el mundo social de la formación de enfermeras. Esta perspectiva
presenta un mensaje alternativo a través de una crítica sistemática de la dominación. Mensaje que tiene
importantes repercusiones para la institución social de la Enfermería y para las definiciones y prácticas de
Salud y Bienestar. En suma, esta perspectiva se constituye como una visión alternativa -que incluye y supera
las concepciones técnica y práctica- acerca de la manera en que las decisiones y prácticas sobre el
currículum pueden ser llevadas a cabo por sus protagonistas, pero incluyendo el papel que la institución y
el contexto social juegan en el modo en cómo los profesores y profesoras entienden su práctica y toman,
consecuentemente, sus decisiones; así como las relaciones de dominación que se producen entre profesoras
y alumnas. Uno de los puntos fuertes de esta perspectiva es que permite al profesorado de Enfermería tomar
conciencia de las distorsiones ideológicas que existen en los contenidos del curriculum y en sus relaciones
sociales con las estudiantes, del mismo modo, permite a las estudiantes comprender con mayor nitidez la
realidad en la que se desenvuelven y cómo las definiciones y categorías que se les presentan para dar cuenta
de aquélla sirven siempre a ciertos intereses.
20
Como se ha dicho en la presentación, este trabajo es radical porque intenta mostrar la raíz de algunos
problemas básicos que todavía subsisten en la enseñanza de la Enfermería.
42
1.6. Estrategias de recogida de la información
A lo largo de este capítulo he venido intentando explicar que se ha elegido la etnografía
como modelo de investigación para acercarme a la realidad que pretendo estudiar porque
las características asociadas a este método (descripción detallada, comprensión holística
de fenómenos, centrada en el proceso más que en el producto, aplicación a escenarios no
artificiales) son las más indicadas para cubrir mis objetivos de investigación. He insistido
en la naturaleza hermenéutica de mi trabajo y he explicado la necesidad de su orientación
a la construcción teórica desde una perspectiva crítica, restaría, para finalizar el diseño
que se ha esquematizado al inicio de este capítulo, explicitar las estrategias de recogida
de información que se han utilizado el trabajo de campo.
43
que el investigador observe/participe en el campo durante un período prolongado y
suficiente de tiempo que le permita aprender los modos de comportamiento, valores y
creencias de las personas investigadas. En este caso se realizó un estancia de cinco meses
en el campo de estudio.
Con la participación, más o menos activa, en las prácticas y procesos educativos que
deseaba estudiar pretendía compartir para conocer las expectativas, problemas,
iniciativas, creencias y valores del profesorado, alumnado y las enfermeras profesionales.
44
Pensaba iniciar el trabajo de campo con observaciones descriptivas y de carácter holístico.
Más tarde focalizaría mi atención sobre aquellos procesos o situaciones más relevantes
para los objetivos de la investigación y, por último, pensaba llevar a cabo observaciones
más sistemáticas y exhaustivas sobre aspectos a confirmar o descartar. En suma, trataría
de llevar a cabo un proceso indagativo donde:
2. Debería acomodarme totalmente a las rutinas cotidianas de las personas que deseaba
observar.
3. Me retiraría de las situaciones donde pudiera establecerse una competencia con los
informantes acerca de la enseñanza y el aprendizaje de la Enfermería.
45
investigación están bastante claros y la investigación depende de una gama grande de
escenarios (Taylor y Bogdan, 1987).
En cuanto a las entrevistas en profundidad, llegué a la conclusión que debían ser abiertas
y dialogadas en profundidad. El matiz dialógico se introdujo dadas las ventajas que según
Ferrer (1993) proporciona el diálogo sobre la entrevista estructurada.
46
CAPÍTULO 2. EL TRABAJO DE CAMPO EN LA INVESTIGACIÓN
ETNOGRÁFICA
Por otra parte, esta minuciosa descripción del proceso se ha realizado también con
pretensiones didácticas. Aquí se ofrecen al lector las claves que le ayuden a comprender
adecuadamente el proceder de la investigación etnográfica en todo sus detalles. En este
sentido, me parece mucho más ilustrativo ofrecer una descripción de “mi experiencia”
con la etnografía que una fría, protocolizada y descontextualizada presentación de normas
abstractas que no dicen nada de cómo actuar en una situación concreta.
El objetivo de este capítulo es, por tanto, describir y explicar el proceso de desarrollo de
la investigación de manera retrospectiva. Del mismo modo que el diseño definitivo del
procedimiento indagativo se ha realizado no únicamente a priori sino durante el desarrollo
21
La distinción entre contexto de descubrimiento y contexto de validación la propuso Reichenbach,
miembro destacado del círculo de Viena. El primer contexto es ajeno a la filosofía de la ciencia y es el que
hace posible que ésta avance. El segundo es el objeto de la filosofía de la ciencia. Estudia la ciencia como
resultado, El empirismo lógico estaba convencido de que la única epistemología o teoría de la ciencia
legítima es aquella que se ocupa del contexto de justificación marginando el contexto de descubrimiento
como carente de interés epistemológico. La obra de Kuhn supuso unir ambos contextos: unir variables
psicosociales y económicas con las puramente racionales. Cierto que la ciencia se desarrolla en el interior
de un contexto teórico que determina en gran parte qué cuestiones deben investigarse y qué respuestas son
plausibles, pero no es menos verdad que las conceptualizaciones no son ajenas a los contextos en los que
surgen ni a las biografías de las personas que las formulan.
1
del trabajo de campo, las etapas que a continuación se presentan conforman un esquema
de proceso que se ha ido formulando y reformulando a lo largo del trabajo de
investigación y a medida que se realizaba el trabajo de campo. Por tanto, el que se
presenten unas etapas secuenciadas responde más a requerimientos de la necesaria
organización y estructuración de este libro que a cómo se ha desarrollado el proceso,
realidad que antes que a un esquema lineal se ha correspondido más con un proceso
dialéctico y en espiral de reflexión teórica-indagación empírica-reflexión teórica.
22
Este punto y el anterior han quedado recogidos en el capítulo primero.
2
información, selección de la escuela en la que se desarrollaría el estudio y la
autoformación en la conducción de entrevistas y en las estrategias de observación
en ambientes naturales.
• El desarrollo del trabajo de campo propiamente dicho tuvo lugar en varias subfases
acabalgadas e interactivas: negociación con el centro acerca de las pretensiones del
investigador, selección del profesorado y estudiantes participantes, el acceso al
centro, la estancia y la recogida de la información, la contrastación de los datos, el
análisis de los mismos, la salida del escenario y la vuelta a la reflexión sobre el
papel.
SEGUNDA ETAPA. En ella se llevó a cabo la ardua tarea de interpretar los datos
fusionando mi horizonte de significados con el de las personas con las cuales pude
convivir durante el trabajo de campo. El análisis de los datos procedentes de las
observaciones y entrevistas que llevé a cabo se dividió en los siguientes niveles
progresivos de reducción y estructuración teórica de la información:
Como ya se ha dicho, todas estas actividades antes que en un orden cronológico se han
realizado de manera acabalgada, simultáneamente a veces, en una dinámica en espiral
que iba de los datos a la teoría y viceversa.
El paso siguiente fue solicitar la colaboración del profesorado. Para ello se envió una carta
en la que se explicaba la naturaleza y objetivos de la investigación, el tipo de participación
que implicaba y en la que se proponía una reunión (explicativa) con las personas
interesadas en participar. Esa carta fue distribuida por la dirección con una nota anexa
animando al profesorado a participar en la investigación.
Para poder manejar adecuadamente las ingentes cantidades de información que se genera
en la investigación cualitativa se decidió que el tamaño de la muestra no debería rebasar
las quince personas. Esta decisión se justificaba, además, porque la naturaleza simbólica
de las cuestiones a investigar (el discurso pedagógico) me obligaba a un contacto
23
Digo “retomar” los contactos porque yo ya pertenecía al colectivo a investigar. Desde hace años había
ejercido como docente en dos escuelas de Enfermería. El hecho de conocer a muchos profesores/as, me
permitió que todos los contactos y negociaciones se desarrollasen de una manera fluida y exenta de algunas
de las complicaciones y dificultades metodológicas que aparecen con frecuencia en este momento de la
investigación cualitativa.
24
Para ellas mi agradecimiento más sincero.
4
sostenido y duradero25 con el profesorado participante al objeto de conocer en
profundidad los significados que otorgaban y el sentido que para ellos tenían sus prácticas
de enseñanza. Esa comprensión profunda hubiera sido imposible de alcanzar con un
número más elevado de participantes.
De ese modo se llevó a cabo una primera reunión con 10 profesoras y profesores que
respondieron afirmativamente a mi requerimiento y desde un principio se mostraron
dispuestos a participar en el trabajo. Durante esa sesión se presentaron con la mayor
claridad posible las motivaciones, la historia, el marco teórico, los objetivos y las
estrategias metodológicas del estudio trabajo. En este último aspecto me detuve con
especial interés ya que al plantear la observación participante tuve especial cuidado en
que el profesorado entendiese cuál era el papel del investigador y la necesidad de la
elevada duración y persistencia de mi presencia junto a alguno de ellos. La respuesta fue
mayoritariamente positiva y generó bastantes expectativas cuando expliqué que uno de
los efectos derivados de la metodología que se pretendía utilizar (sobre todo los diálogos
y la negociación de significados con los protagonistas) era la potenciación de los procesos
autoreflexivos y el aumento de la comprensión de su propia práctica que los diálogos
entre el investigador como amigo crítico y los profesores solían producir. Expliqué al
profesorado que mi presencia podría activar, potenciar y desarrollar en ellos procesos
reflexivos de profundización en el conocimiento de su práctica cotidiana, la cual
difícilmente podía ser estudiada y repensada por sus protagonistas ya que se encuentran
sumergidos en su propia cotidianeidad lo que dificulta problematizarla. Mi presencia
pretendía cuestionar y problematizar lo cotidiano, extraer de su invisibilidad los
significados tácitos en los que se funda el “sentido” de las prácticas habituales. Intenté
convertir lo “normal” y cotidiano en inhabitual y extraordinario, hacerlo extraño, nuevo
25
Se ha creído erróneamente que los significados y las interacciones lingüísticas son algo relativamente
directo, transparente, inequívoco, casi mecánico. Pero en verdad, la realidad es otra y mucho más compleja.
La complejidad simbólico-social estriba en que los significados humanos, manejados, construidos y
negociados están cargados de aspectos y apreciaciones subjetivas y valorativas, y las conversaciones de
interrupciones y sobre-entendidos. Las bromas, los grados de entonación y los sentimientos se mezclan, y
se fusionan con referencias 'objetivas' y compartidas. Comprender el significado de los conceptos supone
ineludiblemente aprender el juego de lenguaje tácito que subyace a su sentido. Ciertamente se requiere
bastante tiempo para acercarse al código del grupo. Los significados no son simplemente rótulos del
diccionario anexos a las palabras, que por si solas tienen afinidades y vinculaciones, y significados
particulares y personales que no son fácilmente asequibles para aquellos al margen de la experiencia
inmediata del grupo.
5
y singular a sus propios protagonistas para que pudieran identificar y “re-conocer” aquella
parte oculta y desconocida que reside en toda práctica cotidiana.
Los criterios de selección para determinar a qué profesores observaría y cuáles sólo
entrevistaría fueron sobre todo la disponibilidad y coincidencia horaria entre el tiempo
que yo permanecía en el campo y las actividades docentes de los profesores y profesoras
(algunos habían terminado ya de impartir su docencia puesto que ésta se hallaba agrupada
en el primer cuatrimestre). También tuve en cuenta la variable “experiencia profesional”
cuando seleccioné a las dos profesoras junto con las que participaría en las actividades de
enseñanza-aprendizaje en el aula y el hospital, en un intento de seleccionar “casos
extremos” para aumentar la visibilidad de los procesos y las posibilidades de
comparación. De ese modo una de ellas poseía amplia experiencia profesional y
pedagógica y la otra hacía poco tiempo que se había incorporado a la docencia.
6
En cuanto las alumnas y alumnos, la selección fue totalmente aleatoria. Los alumnos y
alumnas que componían los grupos de prácticas que fueron asignados a las dos profesoras
con las que participé en la formación clínica fueron informados por éstas de mi trabajo y
de la importancia de su colaboración. Después yo les solicité su colaboración y todos ellos
se mostraron de acuerdo en participar; al principio, más porque lo había dicho la profesora
que por un convencimiento propio. Aún tengo la sensación de que inicialmente me vieron
con recelo hasta que conviví un cierto tiempo con ellos y pude asumir el rol de “confesor”.
De ese modo, pude convivir, charlar, entrevistar y observar a trece alumnos y alumnas26,
una experiencia apasionante y enormemente enriquecedora, a lo largo de los cinco meses
de mi estancia en el campo.
En esos momentos me mentalicé para realizar un trabajo que implicaba una estancia
duradera y una participación intensiva en la realidad que deseaba “re-conocer”, una
recopilación y registro minucioso de los sucesos, prácticas, discursos y relaciones que
sucedieran en aquel contexto a través de grabaciones y notas de campo y un posterior
análisis de esa información con el objeto de reconstruir hermenéuticamente la realidad
estudiada produciendo un conocimiento que debería hacerse público y someterse a
escrutinio.
De manera que al inicio del segundo cuatrimestre del curso se iniciaron las tareas de
indagación en el centro. Las primeras sensaciones que tuve cuando hablaba con la primera
profesora que me disponía a observar fueron de cierto desasosiego. No sabía muy bien
qué era relevante o irrelevante observar, al mismo tiempo que todo lo que me rodeaba era
una fuente de información, pero además todo lo que veía me remitía a un pasado no muy
26
A ellas y ellos mi más sincero agradecimiento. Me mostraron cabalmente aspectos inauditos del proceso
de enseñanza-aprendizaje de la enfermería.
7
lejano en el que yo mismo era protagonista de lo que ahora percibía como espectador
privilegiado.
Los primeros días de estancia en el centro los dediqué (además de asistir a las clases en
calidad de alumno para observarlas) a lo que en la literatura etnográfica se denomina
“diagramación”; se trata de deambular por el escenario para familiarizarte con él y
sumergirte en lo que sucede. De modo que ya al final del primer mes pude focalizar mi
atención sobre los aspectos más relevantes para los intereses de la investigación. Empecé
entonces a analizar y observar más que a mirar, a interrogar y problematizar más que oír
o describir.
Por otra parte, durante los cinco meses que duró mi estancia en la escuela fui adquiriendo,
de manera progresiva, conciencia de la influencia que mi presencia ejercía en la realidad
estudiada. Comprendí que yo era un elemento activo (aunque sólo observara) en la
configuración de las escenas que estudiaba y que mi presencia influiría en los resultados
finales de la investigación. Me preocupaba, además, el que mis preconcepciones
distorsionaran lo que estaba viendo. Por ello, traté en todo momento de asegurar el rigor
en una investigación de la que el investigador era el instrumento de recogida de
información más importante. Retrospectivamente puedo afirmar que una de las tareas más
difíciles y agotadoras fue la “suspensión temporal del juicio”; realmente me esforcé para
evitar el “ver” aquello que “deseaba” ver. No estoy del todo seguro de haberlo conseguido
en todas las ocasiones. Ciertamente, yo era observador externo de una realidad cuyos
patrones de subjetividad había vivenciado en anteriores momentos de mi vida profesional,
pero ahora los observaba con nuevas categorías de interpretación de las que no me podía
desprender aunque quisiera.
8
Durante los meses de marzo y abril asistí como un alumno más a las clases que impartían
las dos profesoras con las que empecé a trabajar. Antes y después de cada sesión
reflexionábamos conjuntamente acerca de las cuestiones que yo iba incorporando,
cuestiones que emergían de las observaciones en el aula y de la interacción con el
alumnado. Fue una experiencia muy útil puesto que me permitió conocer
simultáneamente los dos horizontes de significado (el del alumno y el del profesor) a
partir de los cuales se construye la realidad del aula. La panorámica fue completa. Esa
fase de la observación permitió acceder a todas las subjetividades que se ponen en juego
durante la vida en el aula. Ni qué decir tiene que aunque mis “compañeros” estudiantes
no sabían cuál era mi verdadero objetivo, tuve sumo cuidado de que mis interacciones
con ellos no distorsionaran “su” visión de la asignatura, de la profesora y, en general, de
la escuela de Enfermería, ni de aprovechar mi posición para forzar la emisión de
información por su parte. Yo me limitaba a sentarme en un banco y decir a mis
compañeros que era alumno de Pedagogía y que me había matriculado en aquella
asignatura como crédito de libre elección porque me interesaba la temática, pero en
ningún caso inicié conversaciones o hice preguntas, me limité a transcribir lo que “mis
compañeros” alumnos decían entre ellos o los comentarios que me hacían acerca de las
cuestiones que yo les planteaba sobre sus vivencias en la escuela.
Pero acompañar al alumno durante su tránsito desde el aula, donde se le dice qué es y
cómo se practica la Enfermería, al hospital, lugar donde aquélla sucede, también me
permitió reafirmar que la visión del campo profesional que se presenta desde ambientes
académicos de la Enfermería, es muy distante e incluso contradictoria con las
experiencias de las enfermeras asistenciales y con las de las estudiantes en prácticas. En
las experiencias antinómicas que durante ese tránsito me expresaron profesoras y
estudiantes y que tuve oportunidad de registrar, se encarnaba la falta de coincidencia entre
el discurso teórico que se ofrece a las estudiantes en el aula (donde la enfermería se
piensa) y los autoentendimientos que surgen de las experiencias de aprendizaje de éstas
en el hospital (donde la enfermería sucede). Pude comprobar que ese discurso es, además,
ambivalente y contradictorio, según el ámbito de donde proceda. En la escuela se
transmitía autonomía e independencia profesional. Una vez en las prácticas, que suponen
un contacto con la realidad, las estudiantes comprobaban cómo en el ámbito asistencial
predominan unas expectativas de rol que los docentes no comparten. Esos hechos
corroboraban la validez de una de las interrogaciones de este trabajo, la que hacía
referencia a las diferencias en las creencias y valores en los miembros de un mismo
colectivo profesional. Esta y otras cuestiones emergentes me llevaron focalizar y recoger
información complementaria. Al mismo tiempo constaté lo que en la literatura
metodológica se afirmaba acerca de la circularidad, vaivenes y dialécticas entre recogida
y análisis de datos; era obvio ya entonces que la investigación naturalista es antitética con
cualquier diseño lineal.
Al respecto del método más idóneo para registrar la información me dacanté por grabar
la mayor parte posible de la información recogida como complemento ideal para las notas
de campo. Autores como Taylor y Bogdan (1987) no son partidarios del uso de
magnetófonos para la recogida de información durante el trabajo de campo. Aducen que
se convierten en artefactos que distorsionan la comunicación del investigador con los
informantes ya que inhiben a éstos últimos. Esa situación la obvié, o por lo menos así lo
creo, porque las grabaciones de entrevistas formales o informales realizadas durante la
observación participante no se realizaron hasta que no se desarrolló un cierto nivel de
confianza mutua con las personas informantes. Era obvio que no podía grabar nada hasta
que los informantes se sintiesen cómodos y desinhibidos en mi presencia. Sabía que el
establecimiento de un rapport entre investigador e informantes requería de cierta cantidad
de tiempo. Pero, por otra parte, las grabaciones se usaron para no dejar toda
responsabilidad del registro de la información a la memoria del investigador con la
consiguiente pérdida temporal y, no menos importante, para controlar lo que Erickson
(1989) denomina tipificación prematura refiriéndose a la tendencia del investigador a
apresurarse a sacar conclusiones inductivas desde las primeras etapas del trabajo de
campo. Las grabaciones permitieron analizar de manera retrospectiva tantas veces como
fue necesario aquellos acontecimientos o situaciones cuyo sentido no acertaba a captar.
11
2.2.3.1. La observación participante
Ésta ha sido, junto con las entrevistas, la principal estrategia de recogida de información.
Ha sido la participación la que me ha permitido conocer y compartir los problemas,
iniciativas y expectativas de profesores y profesoras, alumnos y alumnas y enfermeras y
enfermeros relacionadas con sus prácticas cotidianas. Se ha combinado, en función de los
contextos y las personas, la doble dimensión participativa, por un lado, y de observación
por otro. De ese modo, en el centro hospitalario asumí el papel de observador no
participante en cuanto a la asistencia a los enfermos. Yo era presentado a las enfermeras
de los servicios donde los alumnos se hallaban ubicados como un profesor de la facultad
de Pedagogía que se encontraba realizando un trabajo de investigación. Mi presencia fue
bien aceptada en términos generales y sólo participé en la asistencia a los enfermos
ingresados en algún momento puntual cuando fui requerido para ello.
Con respecto la estancia en la escuela durante la cual asistí al aula para observar a
profesoras y alumnas, se decidió, junto con las profesoras implicadas, que la observación
sería encubierta para las estudiantes y los estudiantes que asistían a esas clases. Sabía que
la observación de la “cultura estudiantil” en estado natural ofrecía un handicap a priori:
la percepción que los alumnos tienen de los profesores y la consideración de “extraño”
que me otorgarían si se les informaba de la investigación. Dado que necesitaba atravesar
esos umbrales hasta alcanzar el corazón de esa “cultura” decidí pasar inadvertido, como
un estudiante más, encubriendo mi papel de investigador con el de estudiante.
13
situaciones que se habían observado los meses anteriores. Fue también el momento
idóneo para solicitar aclaraciones y matizaciones sobre mis interpretaciones pasadas.
14
De cara a facilitar la comunicación y a establecer un clima de compañerismo y confianza
antes que una fría relación investigador-investigado y aunque ya tanto el profesorado
como el alumnado estaban todos informados, al inicio de cada entrevista tuve cuidado de
precisar motivos e intenciones, garantizar el anonimato de la persona y la
confidencialidad de los datos y ofrecer a la persona entrevistada la posibilidad de vetar
cualquier aspecto del material escrito ya que pudieron revisar todas las transcripciones.
Los diálogos en los que se convirtieron la mayoría de las entrevistas, se iniciaban con
preguntas no directivas y muy abiertas, se trataba de generar un clima de tranquilidad y
confianza. En ese sentido inicié todas las entrevistas con cuestiones no relevantes para la
persona entrevistada y que no suscitasen polémica. A medida que avanzaba la
conversación íba introduciendo las cuestiones más relevantes para mi trabajo, algunas de
las cuales implicaban que las personas entrevistadas tomasen partido en algunas de las
cuestiones más polémicas en la enseñanza actual de la Enfermería. El tiempo que
transcurría hasta que realmente empezábamos a “hablar” era variable en función de la
persona entrevistada. Algunas personas tenían mucho que decir y rápidamente “entraban
en materia” otras lo hacían de un modo más gradual.
Se intentó captar cómo las personas entrevistadas se veían a sí mismas y a su mundo. Sin
embargo, también era consciente que ellas podían ver el mundo a través de categorías
distorsionantes. Sin duda el poseer información previa procedente de la observación
participante y la autoimpuesta (y casi imposible) suspensión del juicio en la que intenté
ser muy riguroso, ayudó a contrastar críticamente la validez fáctica de las narraciones que
las personas entrevistadas realizaban. Después supe que a ese análisis y contraste crítico
de la narración del entrevistado, autores como Taylor y Bogdan lo denominan controles
cruzados.
15
Las transcripciones literales de todas las entrevistas fueron devueltas para su revisión y
validación; cuando fueron retornadas se recogieron todos los comentarios realizados por
los entrevistados y fueron incorporados a la nueva transcripción.
“OBS1, 233-39”: Observación número uno (el resto igual que en el caso
anterior).
27
En el caso de las entrevistas a las/os estudiantes no llevamos a cabo la numeración automática para su
análisis dado que eran mucho más cortas que las del profesorado y era, por tanto, relativamente sencillo
identificar las unidades de significado una vez codificadas.
28
En páginas posteriores de explicita este concepto.
16
No debe olvidarse que uno de los puntos más polémicos en todo proceso de indagación
que desee autoproclamarse como científico se sitúa en :
Sin embargo, no es menos cierto que a partir de los ya clásicos trabajos seminales de
Samuel Lincoln y Egon Guba, se han desarrollado una serie de procedimientos que
permiten, en cierto grado, asegurar el rigor en las investigaciones naturalistas o
cualitativas.
También soy consciente que el establecimiento del rigor, la validez y fiabilidad (por usar
términos de naturaleza positivista) en la investigación cualitativa es algo que no es posible
separar del desarrollo del proceso mismo de investigación. Es decir, para asegurar la
credibilidad de los resultados se han utilizado procedimientos y estrategias tanto durante
el proceso de recogida de información como en el de análisis de la misma.
Para Guba (1989) existen cuatro criterios que deben ser cumplidos para que los resultados
de una investigación puedan ser considerados como científicos: valor de verdad,
aplicabilidad, consistencia y neutralidad. Las estrategias utilizadas para alcanzar esos
criterios son radicalmente diferentes en función de los supuestos epistemológicos y
metodológicos en los que se inspire la investigación. Tal y como queda reflejado en el
siguiente cuadro, en una investigación cualitativa los términos a que hacen referencia esos
criterios son Credibilidad (valor de verdad, o validez interna en la investigación de corte
positivista), Transferibilidad (Aplicabilidad o validez externa), Dependencia
(Consistencia o fiabilidad) y Confirmabilidad (Neutralidad u objetividad en los estudios
de corte positivista).
17
Términos racionalistas y naturalistas, apropiados para los cuatro aspectos de credibilidad
En lo que sigue se detallan las estrategias que se han seguido durante el proceso dialéctico
de recogida-análisis de datos, para cumplir en lo posible con esos criterios.
18
2.2.4.1. Credibilidad
Se trata de responder a la cuestión de si lo que se ha observado, descrito, anotado o
interpretado en esta investigación se corresponde con la realidad de los fenómenos de los
que me he ocupado. O, en otras palabras, ¿son los resultados creíbles? Sin embargo, en
este aspecto cabría matizar lo siguiente. Para la lógica de las investigaciones de corte
positivista, la validez interna del proceso indagativo se dirige principalmente a conseguir
y demostrar el isomorfismo entre sus resultados y los fenómenos que estudia:
Sin embargo, el hecho que la naturaleza de la realidad que aborda este estudio, antes que
estable y regular, dependa de los significados que las personas construyen como
consecuencia de relaciones dialécticas con otras personas y con la estructura social
objetiva en la que se desenvuelven, impide siquiera considerar la posibilidad de obtener
un total isomorfismo entre “sus” realidades y “mis” percepciones.
Las estrategias que se han seguido para asegurar la credibilidad de los datos han sido:
estancia prolongada en el campo, observación persistente, triangulación (de métodos, de
sujetos y de investigadores) y corroboración estructural y adecuación referencial.
19
Estancia prolongada en el campo
La primera dificultad y reto con el que se enfrenta toda investigación cualitativa se refiere
a cómo introducirnos y penetrar en el universo de significados de lo sujetos investigados
sin distorsionar el “nicho ecológico” en el que actúan, con el objeto de recoger datos
precisos y veraces en calidad y cantidad que permitan describir e interpretar aquel
universo. Sabía que un largo periodo de permanencia en el lugar donde se suceden los
fenómenos objetos de estudio es una de las mejores garantías para conseguir ver la
realidad que estudiaba “desde” las categorías interpretativas de las personas que
participaron en el estudio. En ese sentido, he de decir que la permanecía en el campo fue
de cinco meses . Pero también, ha de puntualizarse algo que me parece importante. Si la
permanencia continuada y duradera en el campo trata, por un lado, de conseguir las
mayores cotas de naturalidad y espontaneidad en los participantes y, por otro, la
comprensión por parte del investigador del universo de significados de los participantes,
es decir, si para describir, interpretar y comprender la realidad social objeto de este
estudio debía vivir “en” esa realidad del mismo modo que la viven aquellos que la
modelan, entonces tenía mucho ganado porque yo ya “había habitado aquel universo”
durante doce años. Lo que quiero decir es que si bien es cierto que la persistencia o
presencia continuada en el campo supone siempre que un agente externo entra en contacto
durante un periodo y suele ser más o menos, aculturizado y nativizado en las pautas del
grupo; no es menos verdad que en mi caso concreto era todo lo contrario pues yo ya
pertenecía al campo objeto de estudio desde un principio. Durante doce años había
participado de sus prácticas, experiencias, objetivos e intereses, era “nativo desde el
origen”.
Decía que tenía mucho ganado porque el conocer el mundo objeto de estudio como “un
nativo” supone para todo investigador un proceso de aprendizaje lento y casi siempre lo
suficientemente largo como para asegurar la credibilidad de los resultados de la
investigación. Ese aprendizaje yo ya lo había realizado y ello me permitió, en un período
relativamente corto de tiempo (5 meses), ser lo suficientemente invisible en las salas de
hospitales, aulas, pasillos y cafeterías donde se realizó el trabajo de campo para conseguir
que los participantes se mostraran tal cual eran y para alcanzar a describir lo que “para
ellos” significaba enseñar, aprender y ser enfermeras. Esa facilidad para hacerme
“invisible” no derivó solamente de mi conocimiento “emic” de la cultura de la formación
20
y la práctica de la Enfermería. Pude ser rápidamente “uno más” porque enfermeras y
médicos son profesionales muy acostumbrados a ser observados por los estudiantes de
sus respectivos campos.
Cabe puntualizar, sin embargo, que tuve que realizar un extenuante trabajo para
transformar en extraño aquello que me era familiar, convertir lo cotidiano e invisible en
algo visible. Es decir, la operación inversa de cualquier investigador que sea un elemento
ajeno a los procesos que desea conocer. Pero, aunque inverso, el proceso es el mismo; si
en mi caso tuve que esforzarme para re-familiarizarme con los aspectos más obvios
(invisibles) de aquellas prácticas de las que había participado, un investigador
“extranjero” debería bregar con la extrañeza a la que le aboca su contacto con una realidad
extraña.
Pero también me interesa resaltar que este trabajo no es una simple descripción de las
categorías “emic” del aprendizaje y la enseñanza de la Enfermería, puesto que el
investigador, en la actualidad, ya no es nativo al cien por cien, situación desde la que
hubiera podido perder la necesaria perspectiva y el distanciamiento imprescindible para
realizar este trabajo. Este trabajo es la “vuelta al hogar” después un largo viaje en el que
este investigador recorrió los territorios disciplinares de la Epistemología y la Pedagogía
lo que constituyó una transformación radical de mi horizonte de significados respecto lo
que hasta hacía pocos años había sido mi trabajo como formador de profesionales de
Enfermería. El regreso se hace con las maletas llenas de ideas y nuevas
conceptualizaciones acerca de la tarea de enseñar enfermeras; esa perspectiva “etic” es el
horizonte de significados que se ha fusionado con la visión “emic” que aportaron los
profesores y participantes en el estudio. Acto interpretativo o hermenéutica que queda
reflejada en el siguiente capítulo. Nótese que me estoy refiriendo indirectamente al
complicado y polémico tema de la supuesta dicotomía descripción-interpretación y a la
noción de verdad y objetividad en la investigación interpretativa, tema que se retomará
con más detalle cuando explique el proceso de análisis de datos.
Observación persistente
21
Pero la credibilidad en una investigación interpretativa no sólo se ve potenciada por el
trabajo prolongado y continuado en el campo, es necesario además que exista una
observación continuada y persistente.
Durante los cinco meses que permanecí en el campo de estudio se realizaron unas 200
horas de observación documentadas. Con ello pretendía, además, claro está, de recoger
información, paliar las interferencias que mis intereses o motivaciones como agente
externo pudieran afectar a mi comprensión de la situación. Gracias a lo continuado de las
observaciones se ha podido disminuir (en la mayoría de ocasiones) el efecto de mis
propios sesgos o prejuicios en las interpretaciones que realizaba. Lo cuantioso de las
observaciones ha hecho que las características principales de los fenómenos estudiados
se hicieran evidentes en el tiempo y el espacio de modo que hubiera sido imposible
obviarlas. También la observación continuada y repetida ha permitido, sobre todo a partir
del cuarto mes de permanencia, distinguir y reconocer aquellas situaciones que no eran
relevantes de aquéllas críticas para mis intereses de investigación.
Juicio de expertos
Quizás haya sido ésta una de las actividades llevada a cabo para asegurar la credibilidad
de esta investigación que más interés me han suscitado. Tres colegas de mi Universidad
han sido unas magníficas críticas del trabajo. Con ellas pude comentar y analizar la
pertinencia del marco teórico29, las cuestiones relativas al trabajo de campo, los
problemas que suscitó el análisis de datos y la coherencia de las conclusiones. Así mismo
pude compartir mis dudas, las ramificaciones del trabajo y los cursos de acción más
pertinentes. Se intentó seguir al máximo las palabras de Guba (1989) respecto al papel de
los jueces externos:
29
El marco teórico de esta investigación queda recogido en mi anterior trabajo: Medina, J. L. (1999). La
Pedagogía del Cuidado: saberes y prácticas en la formación universitaria en Enfermería. Barcelona:
Laertes.
22
Triangulación
La credibilidad hace referencia a la consistencia de las descripciones de la realidad que
ofrecen los datos de una investigación. Es decir, si se ha descrito y explicado realmente
lo que se cree haber descrito y explicado. Decía al principio de este epígrafe que desde
una visión positivista la credibilidad (validez interna) se alcanza demostrando el
isomorfismo entre los datos de una investigación y la realidad que tratan de representar.
En una investigación que como esta se inscribe dentro de un marco fenomenológico
interpretativo, ese isomorfismo debe establecerse con las percepciones, intuiciones, ideas
creencias y valores de las personas investigadas. Es decir, aquí el criterio de validez son
los significados que los actos y fenómenos observados tienen para los actores sociales
que los protagonizan. Este es el criterio de validez más importante en la investigación
interpretativa y al que, naturalmente, he dedicado más esfuerzos. Esa importancia está
relacionada directamente con la noción de causa en las prácticas humanas abordada en el
capítulo anterior.
Para alcanzar ese isomorfismo se utilizan las técnicas de triangulación. Se trata, siguiendo
a Cohen y Manion (1989), de combinar dos o más metodologías para la recolección y
análisis de datos y para el establecimiento de conclusiones. La triangulación se convierte
de ese modo en el procedimiento (o mejor conjunto de procedimientos) más importante
y poderoso de contrastación, esto es, de producción de validez o credibilidad en la
investigación cualitativa. Pero por su multifuncionalidad, la triangulación también ha
permitido reforzar la confirmabilidad (objetividad) y la dependencia (fiabilidad) de los
datos.
23
Triangulación de sujetos y de investigadores. Las interpretaciones reflejadas en las notas
observacionales sobre eventos en los que participaban profesoras y alumnas fueron
validadas por las protagonistas en un proceso de contrastación y negociación de los
significados. Del mismo modo todas las profesoras y profesores entrevistados tuvieron la
oportunidad de leer la transcripción completa de las entrevistas realizadas y validar o
modificar su contenido.
Por otra parte se ha llevado a cabo una triangulación de investigadores. El trabajo ha sido
analizado por las Dras. María Pla, Virginia Ferrer y Nuria Pérez de Lara30. Todas sus
sugerencias se han tenido en cuenta y algunas de ellas se han introducido en las
conclusiones finales.
30
A ellas mi agradecimiento por su colaboración en la mejora cualitativa de este trabajo de cuyos déficits
soy el único responsable.
24
información misma reforzando la validez interna (credibilidad), la fiabilidad
(dependencia) y la confirmabilidad (objetividad) de los datos.
Por mi experiencia durante el proceso de análisis de datos, creo que el método de las
comparaciones constantes es una de las mejores estrategias para alcanzar un elevado nivel
de coherencia estructural de las conclusiones. En efecto, cuando habiendo
codificado/categorizado una unidad de significado me asaltaban dudas acerca de la
correspondencia entre la categoría inducida (el concepto) y la unidad de significado
categorizada (el fenómeno) o entre conceptos de primer orden (los datos narrativos ) y de
segundo orden (mis interpretaciones), por usar los términos de Van Maanen (1983), y de
manera espontánea comparba esa categorización con otras similares estaba fomentando
la coherencia interna y estructural mis e interpretaciones porque:
25
iban finalizando partes del análisis y se formulaban las conclusiones, éstas eran
contrastadas con los documentos donde habían sido almacenados los datos (cuadernos de
campo, grabaciones y transcripciones de las entrevistas, codificación, categorización y
formulación de constructos teóricos durante el análisis de datos). Todos esos materiales
y documentos se han recogido y almacenado para permitir la comprobación externa de
otros investigadores a modo de pista de revisión o como fuente de nuevos trabajos de
investigación en el área que nos ocupa.
2.2.4.2. Transferibilidad
Aunque estoy razonablemente convencido de que los procesos de enseñanza y
aprendizaje de la Enfermería estudiados en este trabajo dependen del contexto en que se
inscriben y, por tanto, mis resultados son de difícil generalización o transferibilidad, no
es menos cierto que todo investigador tiene la intención, más o menos explícita, de que
su trabajo trascienda y se proyecte al exterior. Si en la investigación de corte positivista
la generalización de los resultados (validez externa) viene apoyada por la aleatorización
de los muestreos y el principio (ya puesto en cuestión por la física cuántica) de
uniformidad de la naturaleza, en la investigación interpretativa, la transferibilidad de los
resultados a otros contextos (aunque no sea un fin primordial de esta investigación) se
alcanza con descripciones densas y minuciosas de los fenómenos observados, de su
contexto de ocurrencia y con muestreos teóricos.
En lo que se refiere al muestreo teórico, señalar que a medida que avanzaba el proceso
simultáneo de recogida-análisis de datos se iba focalizando el esfuerzo por obtener
información. Ese proceso estaba informado por los mismos datos recogidos Es decir se
26
seleccionaba a las personas que parecía que podrían ofrecer una información más
relevante para los datos de que ya se disponía. En ese sentido se realizó una focalización
en dos profesoras que se adecuaban particularmente a las expectativas e idiosincrasia de
esta investigación. Con ambas compartí el periodo que dedicaron a la formación clínica
(en el hospital) de las estudiantes. A medida que avanzaba mi conocimiento y confianza
con ellas iba centrando las cuestiones y los temas de diálogo y reflexión que más me
interesaban para los supuestos en función de los datos que obtenía de otras fuentes y de
ellas mismas.
2.2.4.3 Dependencia
En el contexto de las investigaciones de corte positivista, la dependencia hace referencia
a la fiabilidad de los instrumentos de medición utilizados, esto es, la precisión con que
miden lo que dicen medir. Si ésta es elevada, entonces los resultados serán constantes a
través de repeticiones sucesivas. La fiabilidad asegura la consistencia, estabilidad,
congruencia o confiabilidad de un instrumento de medición. Para evaluar la fiabilidad de
una investigación (de sus instrumentos) se debe de conocer dos de sus características. Su
estabilidad, a través de la repetición de las mediciones (se trata de buscar la correlación
entre las puntuaciones a las que han llegado el mismo grupo de individuos a los que se
les ha pasado dos veces la misma prueba). Su congruencia interna, se trata de determinar
el grado de homogeneidad interna, es decir, el grado en que todos los elementos del
instrumento miden la misma característica (se suele utilizar la correlación de dos
mitades). Nótese que estas características están principalmente orientadas a demostrar la
fiabilidad en la posibilidad de replicación de la investigación (si los instrumentos son
confiables, estables, homogéneos, entonces darán medidas semejantes
independientemente de las personas y de los contextos donde se usen).
Esta última idea es problemática, sin duda, en la investigación cualitativa porque tal y
como Angulo Rasco (1988) sugiere:
Pero sobre todo me he preocupado por obtener lo que Goetz y LeCompte (1988)
denominan fiabilidad interna, es decir, se ha intentado que exista una elevada congruencia
entre los datos descriptivos recogidos y las interpretaciones que de ellos he realizado. Así,
una alta dependencia interna se demostrará cuando otros investigadores distintos, a la
vista de los datos descriptivos, lleguen a las mismas conclusiones. Con ese fin, mis
interpretaciones han sido revisadas por observadores externos. Esa dependencia también
se ha visto facilitada porque la mayoría de los datos han sido registrados automáticamente
y porque se ha intentado preservar las pistas de revisión explicando minuciosamente los
procesos de análisis que llevados a cabo y conservando todos los documentos donde se
hallan registrados los datos.
2.2.4.4. Confirmabilidad
28
Si la objetividad en la investigación de corte positivista descansa en la metodología
(replicable, controlada, neutral) la confirmabilidad en la investigación cualitativa reside
en los datos.
Antes de explicar las estrategias usadas para analizar los datos cualitativos, voy a
justificar la presencia de este apartado en el capítulo que hace referencia al trabajo de
campo.
Esas tres fases no son tres momentos diferenciados del proceso analítico sino más bien
diferentes operaciones (reducción de datos, disposición de datos y obtención de
conclusiones) sobre el corpus de datos que configuran un sólo proceso infragmentable,
recurrente, inductivo-deductivo y circular. En este proceso se ha llevado a cabo una
descomposición inicial de datos desde una perspectiva emic (conceptos de primer orden)
o dimensión descriptiva del análisis y una posterior reconstrucción sintética desde una
perspectiva etic (conceptos de segundo orden) o dimensión interpretativa. Esta
interacción y diálogo constante entre inducción y deducción, entre la significatividad
subjetiva (emic) que las personas participantes en el estudio han aportado y los marcos
teórico-conceptuales del investigador (etic), que orientó esta indagación ha atravesado
todo el proceso de análisis constituyendo una doble hermenéutica (Giddens, 1976) con la
que se ha intentado reducir la distancia cognitiva entre ambos sistemas apreciativos.
Pero, hay que puntualizar que esta modalidad dialéctica de análisis, típica de las
investigaciones cualitativas sólo tiene sentido (o se la hace más inteligible) cuando se la
sitúa en el contexto al que pertenece: el proceso de desarrollo y construcción teórico-
conceptual en la investigación naturalista/interpretativa que tiene como objeto la
producción de redes conceptuales a partir de las cuales podamos comprender la realidad.
Examino en lo que sigue esta relación con algo más de detalle.
30
2.3.1. El análisis de datos cualitativos como proceso de construcción conceptual
Las cuestiones más problemáticas en cuanto al desarrollo de teoría31 en la investigación
cualitativa se relacionan directamente con la dificultad en establecer una dialéctica entre
el punto de vista de los actores sociales (emic) y el punto de vista del investigador (etic),
Un modo de superar esta dificultad nos lo ofrece Giddens (1976) a través de lo que ha
denominado doble hermenéutica. Este proceso dialéctico de interpretación sucede
cuando, en el contexto de la investigación cualitativa, dos visiones del mundo sustentadas
en tradiciones a menudo diferentes (el sistema de significados de los actores sociales y la
tradición disciplinar del investigador) se ponen en contacto con el fin último que el
investigador conozca y comprenda la tradición o práctica que desconoce pero desde los
mismos esquemas de significado emic que le dan sentido.
31
La finalidad que pretende esta indagación.
31
proceso de codificación, he identificado 1347 unidades de significado (fragmentos del
corpus de datos) mediante códigos descriptivos o sustantivos de bajo nivel inferencial.
De esas unidades de significado o descripciones narrativas de los informantes con valor
semántico han emergido inductivamente 45 categorías con las que se ha intentado
describir la perspectiva emic de la realidad estudiada generando descripciones que toman
su sentido de los significados de las personas participantes en la investigación y no de las
ideas o concepciones del investigador.
32
VECTORES
CUALITATIVOS
CONCEPTOS DE CONCEPTOS DE
PRIMER ORDEN SEGUNDO ORDEN
DIMENSIÓN DIMENSIÓN
DESCRIPTIVA INTERPRETATIVA
INDUCCIÓN DEDUCCIÓN
Al mismo tiempo que se han ido clasificando los fenómenos en distintas categorías éstas
han sido comparadas entre sí con el objeto de refinarlas y hacerlas más fiables. De ese
modo se ha podido identificar similitudes y diferencias entre los distintos fenómenos
estudiados, lo cual ha permitido definir las propiedades básicas de las categorías y de los
dominios, así como una clarificación de los límites y relaciones entre las categorías lo
que, a su vez, ha ayudado a que emerjan metacategorías.
Nótese que los dos primeros pasos corresponden a lo que se denomina hermenéutica
objetiva (dimensión descriptiva del análisis) donde se ha tratado de reflejar y describir
con la máxima precisión y sin inferencias los motivos, intereses y significados que para
las personas participantes en el estudio tenían los fenómenos investigados. En el último
nivel del análisis (que se corresponde con las conclusiones) se ha llevado a cabo una
hermenéutica crítica (dimensión interpretativa) donde se fusionaron el horizonte de
34
significados de las profesoras, profesores, enfermeras, enfermeros y estudiantes que
participaron en el estudio con “mi” horizonte simbólico materializado en el marco teórico
de inspiración sociocrítica recogido en un anterior trabajo (Medina, 1999).
Este último aspecto trata de superar una de las dificultades que según Goetz y LeCompte
(1988) se encuentran cuando se intenta realizar la integración e interpretación de los
resultados: el compromiso con una postura o marco teórico determinado. En efecto, el
trabajo interpretativo o hermenéutico que se presentará en el capítulo siguiente intenta ir
más allá de la simple descripción de la realidad estudiada tal cual es vista por sus
protagonistas para fundir ese horizonte de significados con mis categorías interpretativas.
Se ha intentado ir más allá de los datos para entrar en el resbaladizo terreno de las
inferencias, con objeto de (o por lo menos con la intención), a partir de los datos
descriptivos agrupados en los temas generales o dimensiones cualitativas presentar
argumentos bien entrelazados que puedan desarrollar líneas inferenciales y de
construcción teórica.
En otro lugar (Sandín y Medina, 1993) hemos afirmado que es todavía muy reciente el
tiempo en el que los investigadores que usaban estrategias de recogida de información
como la observación participante y las entrevistas en profundidad encontraban serias
dificultades cuando se enfrentaban al análisis y valoración de una variada e ingente
cantidad de información: en este estudio, más de 350 páginas procedentes de las
transcripciones de entrevistas y las notas de campo pertenecientes a las sesiones de
observación. Ciertamente es dificultoso si no inabordable la posibilidad de organizar y
35
ordenar ese maremagno de información. Hasta hace bien poco se ha venido recurriendo
a la imaginación y creatividad del investigador para organizar sus datos utilizando tijeras,
fichas de colores y últimamente las funciones de búsqueda de palabras y cortar y pegar
de los procesadores de textos. De manera que se hacía imprescindible dedicar una gran
cantidad de tiempo y energías a la organización y ordenación de los datos para poder
iniciar un análisis más profundo. En la actualidad, existen múltiples herramientas
informáticas diseñadas para auxiliar al investigador en las tareas mecánicas de
organización, búsqueda y recuperación de la información permitiéndole invertir más
tiempo en los aspectos de análisis, interpretación y valoración de resultados.
Con ese fin se inició una primera lectura de todas las transcripciones (entrevistas y notas
de campo) lo que permitió tener una idea global del contenido de las mismas y conocer
los temas nucleares en torno a los cuales se articulaban el discurso de los participantes.
36
En un segundo trabajo de lectura, se llevó a cabo la segmentación del corpus de datos.
Para ello, se han considerado unidades de significado aquellos fragmentos que reflejasen
una misma idea (fragmentos del texto con sentido semántico). Para esa segmentación o
división en unidades de significado se utilizó el criterio del tema abordado y, por tanto,
la segmentación del corpus de datos (identificando las unidades de significado) y la
codificación de las mismas se han llevado a cabo en una sola operación de modo
simultáneo. Es decir, los temas a los que aluden las diversas unidades de significado
identificadas constituyen las diversas categorías en las que aquéllas se han incluido.
En resumen, categorización y segmentación son dos operaciones que han sido realizadas
simultáneamente porque el criterio usado fue la pertenencia a un determinado concepto o
tópico, donde las unidades que hacían referencia a determinada idea se incluyeron en las
categorías que se correspondían con esa idea.
Para hacer más rápido el proceso, se han identificado las categorías con códigos de tres y
cuatro letras que, en general, coincidían con las primeras de la idea a la que la categoría
se refiere. Por ejemplo la categoría “NFP” se refiere a Necesidades de Formación sentidas
por el Profesorado, o la categoría “DICPA” se refiere a las Dificultades (percibidas por
el profesorado) para la Innovación y Cambio en la Práctica Asistencial.
Después de un largo y trabajoso proceso, emergieron 45 categorías que cubrían todas las
unidades de análisis relevantes para el estudio. Cabe señalar que, a través del método de
las comparaciones constantes, el sistema emergente de categorías fue constantemente
refinado, modificado, depurado y redefinido en función de las nuevas unidades que iban
apareciendo. A medida que iban apareciendo nuevas unidades de significado se
comparaban con las categorías ya existentes para incluirlas en una de ellas; si no era
posible, se creaba una nueva categoría que cubriese la idea a la que se refería la nueva
unidad de significado. Pero al mismo tiempo, se comprobaban y comparaban las unidades
que pertenecían a diferentes categorías ajustando los criterios de pertenencia y asignación
lo cual permitió fusionar categorías muy semejantes, dividir aquéllas con un contenido
demasiado heterogéneo y redefinir sus etiquetas para que se adecuasen mejor a su
contenido. El proceso de construcción del sistema categorial finalizó cuando se empezó
a comprobar la saturación de las categorías, es decir, en una nueva lectura de las
transcripciones no se encontró nueva información que generase la creación de nuevas
categorías.
De manera que al final de este proceso nos encontramos con 1347 unidades de significado
relevantes para los intereses de la investigación agrupadas en las 45 categorías emergentes
recogidas y definidas en la tabla siguiente.
38
CÓDIGO DEFINICIÓN DE LA CATEGORÍA
39
12. CPC Presencia-ausencia de un cuerpo propio de conocimientos.
Opiniones acerca de la existencia o no de un cuerpo de saberes
disciplinares propio de la Enfermería y que la distinguirían de otras
ciencias de la salud.
40
25. INVE Investigación en Enfermería. Opiniones acerca del papel que la
investigación tiene en el desarrollo conceptual de la disciplina y en la
mejora de la práctica y descripciones de las últimas investigaciones
realizadas.
26. NFI Naturaleza de los fenómenos sobre los que la enfermera interviene.
Opiniones acerca de la posible naturaleza molar, analítica, social,
individual, psicológica o biológica de la realidad sobre la que las
enfermeras intervienen.
41
38. RFPA Reivindicación de la función profesional autónoma. Defensa de la
necesidad de una función profesional autónoma y de la existencia de
un espacio propio de intervención profesional independiente.
42. VAP Visión del alumnado que posee la profesora. Concepciones, creencias
y actitudes que las profesoras manifiestan acerca de las estudiantes.
42
Entrevistas
E.1 E.2 E.3 E.4 E.5 E.6 E.7 E.8 E.9 E.10 Total
Categorías
AEP 2 2 4 3 1 2 1 0 4 3 22
APD 1 0 1 4 2 2 0 1 2 1 14
AVC 1 2 0 1 4 1 0 0 1 1 11
CACP 5 8 8 5 7 8 2 9 8 4 64
CBC 0 2 3 1 3 0 4 5 0 2 20
CCP 4 2 4 3 3 2 1 2 0 1 22
CDI 1 0 5 6 1 2 1 5 2 1 24
CED 4 4 12 10 9 11 4 15 10 2 81
CEP 1 1 7 9 1 5 3 7 5 1 40
CIN 1 1 1 5 2 2 5 3 2 2 24
CPA 4 5 4 6 2 1 6 7 4 5 44
CPC 1 0 0 0 1 1 1 3 1 0 8
CPP 4 5 9 2 7 3 4 7 1 2 44
CUI 0 3 3 5 3 0 3 2 3 1 23
DEF 0 3 1 1 4 1 2 3 4 1 20
DICPA 0 0 5 4 2 0 2 1 2 0 16
DTP 2 5 2 3 4 0 3 3 1 2 25
ECE 0 2 8 1 3 5 4 3 1 1 28
ESC 1 5 0 1 1 0 1 2 0 0 11
EVA 1 1 3 4 4 1 2 5 0 1 22
FRTP 2 5 2 4 7 3 4 2 8 3 40
GEL 1 0 5 0 1 0 0 0 0 0 7
HCM 5 3 9 15 4 2 3 7 3 2 53
IND 2 2 1 3 1 4 2 2 1 2 20
INVE 1 1 0 1 0 0 0 0 0 3
NFI 0 0 0 1 1 1 0 0 0 2 5
NFP 1 1 1 3 1 2 1 5 1 2 18
NTCP 2 0 4 1 3 0 0 0 0 0 10
NTP 0 1 3 1 2 7 1 0 2 1 18
OAS 0 0 1 2 3 0 2 2 0 2 12
OFO 3 10 6 30 6 9 12 9 6 2 93
OPA 3 2 0 2 1 2 2 1 2 2 17
PEA 5 13 6 2 8 1 7 12 1 3 58
PID 0 5 1 2 1 1 3 1 4 2 20
43
PLE 0 0 3 0 0 1 1 3 3 0 11
RCP 3 4 10 5 12 5 10 16 9 2 76
RDA 9 7 8 13 4 3 5 1 4 2 56
RFPA 1 0 10 1 3 1 5 3 1 0 25
RPA 9 9 7 5 1 1 3 9 8 2 54
SER 0 2 0 2 0 0 0 0 0 3 7
SOP 1 1 5 2 3 1 1 5 1 1 21
VAP 0 0 8 2 2 0 6 11 4 1 34
VCP 1 7 3 1 6 1 0 1 1 0 21
VEA 9 13 9 6 9 5 9 11 12 2 85
VPF 1 1 2 0 5 5 0 2 3 1 20
Total 92 138 185 177 149 102 126 186 125 68 1347
Del largo y denso análisis comparativo realizado sobre esta matriz interesa destacar los
siguientes aspectos.
En una primera aproximación cuantitativa observamos que los temas (categorías) en los
que han aparecido una mayor frecuencia (más de 50) de unidades de significado
relevantes han sido los siguientes:
CATEGORÍAS Unidades
Significado
Orientación de la formación (OFO) 93
Vivencias y experiencias de las estudiantes (VEA) 85
Conceptualización epistemológica de la disciplina (CED) 81
Relación contenido curricular prácticas de formación y profesional (RCP) 76
Conocimiento académico versus profesional (CACP) 64
Proceso de enseñanza aprendizaje (PEA) 58
Relación docencia asistencia (RDA) 56
Relaciones profesorado alumnado (RPA) 54
Hegemonía del conocimiento médico (HCM) 53
La elevada frecuencia con que han aparecido estas categorías en todas las personas
entrevistadas ofreció una primera aproximación a los núcleos temáticos que eran más
relevantes para el profesorado: mayores preocupaciones, intereses e interrogantes. De
manera pudieron avanzarse los siguientes aspectos como temas emergentes:
44
• Naturaleza y objetivos de la formación de enfermeras: su racionalidad específica,
su orientación técnica o profesional, las concepciones pedagógicas y estrategias
didácticas de los docentes y la vida del aula (OFO, PEA).
De estos cinco primeros bloques temáticos o centros de interés del profesorado, todavía
muy heterogéneos, se empezó a vislumbrar un patrón subyacente que permitió
reordenarlos y articularlos en una estructura más inclusiva que sería el primer paso de
reordenación de categorías que daría lugar a los núcleos temáticos o dominios
cualitativos. Todas esas categorías podían subsumirse en cinco grandes temas emergentes
que se denominaron inicialmente y de modo tentativo:
46
enseñanza. Motivaciones e intereses en determinados aspectos del trabajo
pedagógico fuertemente relacionados con las primeras experiencias como docentes
en el campo de la Enfermería (PID, IND).
48
En las tablas que aparecen a continuación se presentan las unidades de significado y
categorías que componen cada núcleo temático. En ellas se puede observar la distribución
de frecuencias de las categorías en las 7 metacategorías y el peso o importancia relativa
de cada una de ellas en el total de categorías pertenecientes a cada tema.
Categorías Frec.
1. CDI Concepción didáctica. (24)
2. CBC Descripción de clases en las que la profesora siente que ha tenido éxito en relación (20).
con sus pretensiones iniciales.
4. EVA Instrumentos, tipos, creencias y objetivos en torno la evaluación del alumnado. (22)
2. DESARROLLO PROFESIONAL
Categorías Frec.
1. NFP Necesidades percibidas de formación y actualización. (18)
49
3. CULTURA ACADÉMICA
Categorías Frec.
1. AVC Aislamiento versus colaboración como forma de trabajo del profesorado. (11)
Categorías Frec.
1. CUI Conceptualización de la noción de cuidar. (23)
2. NFI Naturaleza de los fenómenos sobre los que la enfermera profesional interviene. (5)
Categorías Frec.
1. VAP Visión y actitudes que la profesora tiene del alumnado. (34)
50
6. DISCURSO PROFESIONAL. CONOCIMIENTO PROFESIONAL
Categorías Frec.
1. DICPA Dificultades para la innovación y el cambio en la práctica asistencial. (16)
7. RELACIÓN TEORÍA-PRÁCTICA
Categorías Frec.
1. NTP Naturaleza de la relación teoría práctica. (18)
3. RCP Relación del contenido curricular con las prácticas de formación y la profesional. (76)
4. DTP Percepción de dicotomías entre la teoría y la práctica (aula y práctica profesional). (25)
51
Los 7 núcleos temáticos quedaron definidos de la siguiente manera:
2. DESARROLLO PEDAGÓGICO-PROFESIONAL
En este núcleo temático, muy relacionado con el anterior, incluye todos aquellos factores
relacionados con la vida docente profesional de los profesores y profesoras. Se recoge la
biografía pedagógico-didáctica y las necesidades de formación sentidas en la actualidad.
Las valoraciones que hacen de su propio trabajo relacionado con su desarrollo personal y
profesional. Las actividades de mejora y actualización pedagógica que llevan a cabo.
3. CULTURA ACADÉMICA
Este dominio recoge aquellos aspectos que se relacionan con los valores, creencias,
normas y reglas que conforman el marco de interpretación que profesores y profesoras
utilizaban para regular su trabajo en la escuela. Se hacen alusiones a las formas más o
menos colaborativas de trabajo. A la cohabitación en la escuela de diversos subgrupos
con intereses, motivaciones, creencias y valores diferentes, a menudo contrapuestos,
respecto del trabajo pedagógico y de las formas de organizar y modos de realizar el trabajo
entre el profesorado.
52
4. DISCURSO EPISTEMOLÓGICO DISCIPLINAR
En este dominio se reflejan las concepciones y supuestos de las profesoras y profesores
acerca de la naturaleza, estructura y modos de producción del conocimiento enfermero.
La concepción de la Enfermería como campo disciplinar y su construcción
epistemológica, la naturaleza y estructura de una supuesta Teoría del Cuidado y la posible
existencia de un objeto y cuerpo propio de saberes que la diferencien del resto de
disciplinas relacionadas con la salud. Contiene descripciones de la noción de cuidado
como objeto de conocimiento y opiniones sobre la naturaleza biológica y/o social de los
fenómenos sobre los que la enfermera interviene. Se recogen también las posibles
relaciones entre la disciplina y su didáctica, entre conocimiento disciplinar y
conocimiento didáctico.
7. RELACIÓN TEORÍA-PRÁCTICA
53
Este dominio refleja las diversas concepciones de la naturaleza de la relación Teoría-
Práctica y los lugares donde aquéllas se manifiestan: la visión de las relaciones entre el
conocimiento disciplinar y la práctica profesional competente, el isomorfismo entre el
conocimiento académico que posee el profesorado y el conocimiento que utiliza la
enfermera profesional en su práctica cotidiana. La percepción de contradicciones y
alejamientos entre el discurso teórico y la práctica de la Enfermería y las diversas maneras
de entender el papel de las prácticas de formación o aprendizaje clínico en el curriculum
de Enfermería.
Por último, se presenta un análisis comparativo entre los 7 núcleos temáticos que
componen el corpus de datos, observando el porcentaje de categorías y unidades de
significado que cada uno de ellos posee respecto al total.
54
Categorías Unidades Significado
Dominio 1: Discurso didáctico curricular 9 20% 318 23.6%
Dominio 2: Desarrollo Pedagógico-Profesional 4 8.8 % 72 5.5%
Dominio 3: Cultura académica 4 8.8% 86 6.4%
Dominio 4: Discurso epistemológico disciplinar 9 20% 179 13.3%
Dominio 5: Socialización profesional 3 6.7% 173 12.8%
Dominio 6: Discurso profesional 8 17.8% 217 16.1%
Dominio 7: Relación Teoría-Práctica 8 17.8% 302 22.4%
Total 45 100% 1347 100%
Los tres vectores cualitativos que se han identificado atraviesan los 7 núcleos temáticos
o dominios cualitativos que emergieron en el nivel anterior. Estos conceptos de segundo
orden son más abstractos y generales porque recogen las características comunes a los 7
temas principales. Esos tres grandes ámbitos que actúan a modo de ejes estructurales y
estructurantes del discurso formativo de las enfermeras se han denominado:
Racionalidad, Tradición y Poder. Estos tres vectores no son elementos independientes
entre sí que atraviesan el discurso pedagógico paralelamente sin conexiones entre ellos,
sino que se relacionan dialécticamente, son mutuamente constitutivos. Es decir (hablando
ya en términos sustantivos o de teoría), desde un punto de vista histórico, el papel
subordinado que la mujer tradicionalmente ocupa en la sociedad se ha encarnado, en el
sistema de salud, en la profesión de Enfermería. Esa situación se ha legitimado a través
55
de relaciones de poder que en la actualidad adoptan entre otras, una curiosa forma: la
hegemonía de una racionalidad específica.
Será esta reconstrucción interpretativa que recoge todos los aspectos del discurso
pedagógico del profesorado y que han sido relevantes para este estudio la que se
presentará en el informe de investigación estructurado en el capítulo tercero.
En segundo lugar, se explicarán los mecanismos mediante los cuales el papel subordinado
que tradicionalmente representa la mujer en la sociedad se ha institucionalizado en el
sistema sanitario encarnándose en la profesión de Enfermería.
Por último, se revelarán los múltiples lugares y formas con los que el poder actúa en la
formación de enfermeras. Se presentarán los mecanismos mediante los cuales las
ideologías dominantes en la formación de profesionales de la salud dan forma y contenido
a la conciencia de profesoras y estudiantes dirigiéndolas hacia la conformidad y sumisión
para con las prácticas y relaciones de dominación establecidas en las instituciones
sanitarias.
56
CAPÍTULO 3. RACIONALIDAD, TRADICIÓN Y PODER EN LA
FORMACIÓN DE ENFERMERAS: UNA HERMENÉUTICA CRÍTICA
Vengo defendiendo en las páginas anteriores que las conclusiones de los estudios
cualitativos deben superar la mera descripción para generar una interpretación y
articulación teórica. Por esto mismo el trabajo interpretativo orientado a establecer la
significación de un estudio o unos datos exige ciertos grados de audacia lo que ha
producido que muchos informes producto de investigaciones cualitativas se queden en la
mera descripción más o menos densa de la realidad que han estudiado. En las
conclusiones que a continuación se presentan he intentado ir más allá de la mera
descripción de las vivencias y significados que las prácticas de la enseñanza y el
aprendizaje de la Enfermería tienen para sus protagonistas, poniendo en contacto esa
perspectiva (emic) de significados con mis categorías conceptuales (etic) con el fin de
rescatar el sentido oculto por la cotidianedidad de las prácticas educativas en la
Enfermería.
Es por ese motivo que he intentado anclar (relacionar o fusionar) los conceptos abstractos
y analíticos provenientes de mi marco de interpretación a las circunstancias concretas y
eventos que pude presenciar. Es decir, estas conclusiones son mis interpretaciones de las
interpretaciones que las profesoras, profesores y estudiantes que han participado en el
57
estudio realizaron de su prácticas de enseñanza y aprendizaje y que trascienden, por tanto,
los límites de la mera descripción. Precisamente por ello, me he tenido que enfrentar con
no pocas dificultades para combinar el detallismo narrativo de las descripciones con las
generalidades de la interpretación.
Los tres vectores cualitativos que a continuación se presentan deben entenderse como
conocimiento construido. Son construcciones porque no han sido definidas con
anterioridad a la realización del estudio, pero, tampoco son simples descripciones de la
realidad investigada. Estas conclusiones son, en resumen, el producto de un trabajo
hermenéutico donde el peso teórico de esas construcciones se ha decantado del lado de
los marcos de interpretación usados por el investigador.
3º. ¿Existe alguna relación y, si la hay, qué forma adopta, entre el discurso
pedagógico y las formas de subjetividad de las estudiantes y futuras Enfermeras?
58
4º ¿Cuáles son las vivencias y experiencias que permiten a las estudiantes adquirir
los sistemas de creencias y atributos motivacionales característicos de la
profesión de Enfermería?
Los interrogantes segundo, tercero, cuarto y quinto quedan respondidos con los vectores
“Tradición” y “Poder”. En el primero se analizan las funciones que la educación en
general, y la de las enfermeras en particular, cumple en la sociedad y en el sistema de
salud. Más concretamente, se explica cómo la actividad profesional de las enfermeras ha
estado determinada, sometida y dominada por los intereses de los grupos dominantes en
el campo de la educación y de la salud. Se presentan, también, los mecanismos mediante
los cuales el papel subordinado que “tradicionalmente” representa la mujer en la sociedad
se ha institucionalizado en el sistema sanitario encarnándose en la profesión de
59
Enfermería. Mecanismos que permiten revelar y comprender las dificultades que la
Enfermería tiene para un ejercicio autónomo como profesión y para ser considerada como
algo más que un invitado de piedra en el diseño de las políticas de salud.
Por último, con el vector “Poder”, he tratado de revelar los múltiples lugares y formas
con los que el “poder” actúa en la formación de enfermeras. Aquí se explican los
mecanismos mediante los cuales las ideologías dominantes en la formación de
profesionales de la salud dan forma y contenido a la subjetividad de profesoras y
estudiantes dirigiéndolas hacia la conformidad y subordinación para con las prácticas
establecidas en las instituciones sanitarias. Del mismo modo, se presenta una articulación
teórica de las relaciones de dominación que se manifiestan en las prácticas de la
enseñanza de la Enfermería y que constituyen el primer paso en el camino hacia la
construcción y “subjetivación” de la actitud subordinada que las enfermeras presentan
como colectivo profesional. Más concretamente, y respondiendo a los interrogantes
tercero y cuarto, se explica cómo el trabajo del profesorado de Enfermería consiste,
frecuentemente, en transmitir hechos y conocimientos acerca de la fisiología, patología,
cuidados de Enfermería, ciencias psicosociales, salud comunitaria y las habilidades
necesarias para aplicar esos conocimientos al cuidado de las personas. Sin embargo, esas
actividades cotidianas de enseñanza y aprendizaje están íntimamente relacionadas con el
desarrollo de la “subjetividad” de las estudiantes en las formas requeridas por los grupos
dominantes en el sistema educativo y de salud. El conocimiento y actitudes que se
transmiten explícita y, sobre todo, implícitamente, los criterios usados para seleccionar y
secuenciar las materias curriculares y las modalidades didácticas y métodos de evaluación
utilizados para medir el “éxito” académico y para distinguir aquellas alumnas que serán
“buenas enfermeras” de las que “no lo serán” están, todos ellos, directamente
relacionados con el control social y cultural en nuestra sociedad y, más concretamente,
en el sistema sanitario.
Uno de los aspectos donde se ha podido constatar la hegemonía que la razón instrumental
ejerce en el currículum de Enfermería ha sido en las actividades de diseño y planificación
que los profesores llevan a cabo. El profesorado de Enfermería maneja una visión de
currículum en la que atienden sobre todo a lo planificado y lo previsto. Se sienten más
preocupados por alcanzar los objetivos previamente formulados que por repensar su
sentido o alterarlos o transformarlos.
61
Este modelo lineal se considera también como el ideal para la práctica profesional de la
LISTA TENTATIVA
OBJETIVOS
DE
(basados en la filosofia y
EDUCATIVOS
la psicologia de
enla instrucción)
VARIOS OBJETIVOS
CONDUCTUALES
CONDUCTUALES
ESTRUCTURA
(lecciones, unidades, cursos, años)
EVALUACION
62
El punto clave en este diseño son los objetivos, los cuales se hallan jerárquicamente en el
vértice de la pirámide. Es decir, todos los restantes componentes del diseño se subordinan
a él. Puede afirmarse que la estructura lógica en la que se sustenta este diseño es la
racionalidad medios/fines, es decir, el resto de los elementos del diseño son
instrumentales con respecto a los objetivos (fines) previamente establecidos.
63
Una vez formulados los objetivos, el paso siguiente será seleccionar las actividades de
aprendizaje, las cuales se conciben como un medio para alcanzar las conductas prescritas
en los objetivos. Ciertamente la selección de actividades de aprendizaje implica hacer
juicios y tomar decisiones pero éstas son “estratégicas” por usar la terminología
Habermasiana, es decir, de toda la gama de actividades (medios) que se cree producen los
efectos solicitados (fines), se selecciona la que se considera más eficaz. El valor de estas
actividades está únicamente determinando por su contribución a la consecución de los
objetivos.
Las profesoras veían el currículum de Enfermería como un algoritmo que contiene una
serie de pasos que las conducirán a la consecución de los fines preestablecidos; es, en
definitiva, una concepción técnica donde la profesora sólo tiene a su alcance la posibilidad
de una toma de decisiones estratégicas, esto es seleccionar qué métodos didácticos o
recursos se utilizarán para alcanzar unos fines previamente establecidos por el
profesorado, en nuestro caso con bastante autonomía.
Sin embargo, el hecho de que la profesora sea quien formule los fines u objetivos no
implica que la razón técnica deje de operar. La mentalidad instrumental sigue existiendo
y regulando la lógica de funcionamiento del currículum de Enfermería. Se manifiesta, en
primer lugar, en la visión jerárquica y escindida que, como veremos con más detalle en
apartados posteriores, los profesores poseen de la relación teoría-práctica donde de la
64
primera se extraen las normas y protocolos que se ejecutan, linealmente, en la segunda,
esto es, se entiende el conocimiento como un producto acabado listo para ser utilizado, o
mejor dicho, aplicado a la práctica:
“Estamos más preocupados por el resultado final que por cómo llegar
a él” (EP4, 2782-87).
65
Esa disolución de la práctica en técnica que la racionalidad instrumental ha llevado a cabo
en el currículum de Enfermería impide comprender cómo en la educación los objetivos,
las políticas y los métodos o medios están intrínsecamente relacionados. Considerar que
las cuestiones axiológicas sólo pueden referirse a los fines oculta la particular relación
que existe, sobre todo en una práctica social como es la educación de enfermeras, entre
medios y fines. Los objetivos del currículum de Enfermería no son estados o productos
finales de los cuales las estrategias educativas constituyen los medios instrumentales para
alcanzarlos. En la educación de enfermeras, como en toda educación, fines y medios,
objetivos y estrategias, no son independientes, antes al contrario, cuando las profesoras
formulan para sus asignaturas pretensiones o finalidades como las siguientes:
“Que la gente aprenda que lo que tienes que hacer es razonar. Que no
hay cosas hechas. (...) Que nadie puede decirte qué hacer más que tú
mismo. Que desde fuera podemos darte opciones, lo que dice fulanito,
lo que dice menganito . Pero en definitiva el último tribunal eres tú”
(EP4, 1574-86).
estas son expresiones de los valores en virtud de los cuales podremos atribuir el valor de
educativo a las diferentes estrategias o métodos que esas profesoras utilicen. Cuando las
profesoras entienden que potenciar la capacidad de reflexión crítica y la autonomía
racional de las estudiantes es una finalidad deseable están formulando lo que Peters
denomina “principio de procedimiento” o criterio que les servirá para aceptar o rechazar
como educativas ciertas estrategias de enseñanza. Es decir, actividades didácticas
transmisivas que fomenten la retención y memorización de los contenidos y la pasividad
de las estudiantes, dado que se oponen claramente al desarrollo de la autonomía racional
en ellas, serán rechazadas como educativas. Ello no quiere decir que esas estrategias sean
inefectivas, lo que se está afirmando es que su rechazo vendrá determinado porque
implican unos valores y una visión del alumno como persona que se oponen a los valores
que incorpora la finalidad deseada.
66
En este punto, como se ha podido constatar existe una profunda contradicción. El
profesorado suele manifestar unas intenciones educativas en la línea de un estudiante
responsable, crítico, con capacidad de analizar objetivamente el mundo que le circunda y
de transformarlo. Pero al mismo tiempo las estrategias didácticas que utilizan y los
patrones de relación profesor-alumno que se han podido observar tienden, en ocasiones,
a todo lo contrario; es más, el profesorado manifestaba serias objeciones a llevar a cabo
estrategias de naturaleza dialógica, participativa y democrática. Consideraban que el
diálogo, la implicación y participación crítica del alumno o el debate les retrasaba en la
consecución de su verdadero objetivo: la transmisión de contenidos:
“(...) Porque no es tan fácil, debes de saber más, estar más seguro de
ti mismo, saber que si tienes polémica en clase no es tan cómodo como
si tú das tu rollo y los otros lo copian, si pueden haber controversias
debes estar dispuesto a aceptarlo. Si no tienes los suficientes
argumentos para salir airoso, quiere decir que debes estar al caso de
las diferentes opciones que puedan salir” (EP3, 2007-23).
Estos reparos a que en el aula se presenten teorías contrapuestas quizás, transmitan una
visión infantilizada del alumnado como sujetos incapaces de aceptar la existencia
simultánea de dos puntos de vista contrapuestos y una noción del conocimiento como
producto acabado:
“No puede ser que alguien esté trabajando un caso por el modelo de V.
Henderson y otro profesor, dentro de la misma asignatura, diga que
eso es una tontería o que no sirve, aunque lo argumente, no puede ser.
Los profesores tienen que consensuar un mínimo; las discusiones
teóricas tienen que ser en los despachos, y al aula tiene que llegar el
producto final” (EP4, 1460-77).
Uno de los supuestos que orientaban las actividades de formación teórica y práctica
consistía en pensar al alumno como el producto final del proceso de enseñanza, lo que
asemejaba, en ocasiones, un proceso de producción industrial: los alumnos se
conceptualizaban como la materia prima:
68
“Todos estos aspectos (capacidades y habilidades) que son
fundamentales en el producto que sacamos, yo en nuestro estudiante no
los veo” (EP7, 611-14).
La suposición inicial era que el profesorado intentaba “producir” un alumno que actuara
según la imagen que ellos ya tenían de un alumno que ya hubiese aprendido lo que se le
había enseñado. Para conseguir este fin deberá controlarse tanto el ambiente de
aprendizaje como el alumno que forma parte de aquél.
69
Otra de las preocupaciones que con más frecuencia manifestaba el profesorado era que
los alumnos “aplicasen” el contenido (lo que habían aprendido en el aula) a las situaciones
reales de asistencia a los enfermos, durante sus periodos de prácticas:
“Enseñar que las cosas no se hacen porque se hacen (...), sino que es
detectar qué es lo adecuado para esa persona (el enfermo) a través de
seguir unos pasos lógicos, para ponerlos en la práctica (...) cómo
recoger los datos, si es un problema o no es un problema, si es un
diagnóstico, si el objetivo está bien formulado o no” (EP8, 1019-32).
puede suponer una equiparación errónea entre saber (la adquisición del contenido) y saber
cómo (su aplicación). Como desde los trabajos de Polany, Schön y Benner parece
demostrado, el saber que se activa durante la acción profesional es mucho más complejo
que la simple aplicación estratégica de una serie de reglas y procedimientos técnicos. Pero
además, como se ha podido comprobar durante el trabajo de campo, un peligro de la
sobrevaloración de la aplicación del contenido es su acontextualización. Aunque las
profesoras trataban de ayudar a las alumnas a la comprensión y uso del contenido en
relación a situaciones específicas, en realidad, el resultado era una sobrevaloración del
aprendizaje de la regla dejando de lado o difuminando el complejo contexto real donde
ésta debía aplicarse; esa descontextualización dificultaba el que las estudiantes tuviesen
una visión adecuada de la realidad en la que estaban actuando:
70
“Les hemos metido tanto lo del plan de cuidados que se les pasan por
alto las cosas más elementales. (...). Yo pienso que el sentido común no
lo utilizamos” (EP2, 1515-40).
Creo que el rechazo de las enfermeras y las dificultades que las estudiantes encuentran se
debe a la incapacidad de la racionalidad técnica (encarnada en el Proceso de Atención de
Enfermería y los Diagnósticos) para subsumir el complejo y singular mundo de la
práctica. La naturaleza técnica del saber académico proporciona, un conocimiento
abstracto y normativo que sólo es útil como vía para la resolución de los problemas de
los pacientes en algunos momentos muy concretos de la práctica profesional ya que ésta
es inestable, incierta, compleja y saturada de opciones de valor.
“Un PAE no puede tener sentido cuando todas esas necesidades que la
Henderson te dice que existen y que no están satisfechas, en la práctica
no se resuelven ni se hace hincapié en ellas (...). En la práctica lo que
se hace son las técnicas y lo que se registra es eso “que si le has dado
la inyección, que si le has tomado la tensión” (EP5, 2330-38).
Esta idea puede clarificarse más con la distinción que Eisner (1985) efectúa entre
“Verdad” y “Significado”. La verdad implica singularidad, monopolio, imposición y, en
ocasiones, coerción:
JLM. “Una de las críticas que se les están haciendo (a los diagnósticos)
es que se están presentando como un conocimiento científicamente
contrastado cuando, en realidad, son hipótesis a validar, y eso lo dice
hasta la propia NANDA. La crítica que se hace al mundo académico
es que se están enseñando como si fuesen diagnósticos médicos. Por
ejemplo, el diagnóstico médico de Hepatitis ya está suficientemente
validado; es decir, tú puedes afirmar que existe una hepatitis si y sólo
sí aparecen ciertos indicadores que la medicina denomina signos. Sin
embargo, cuando desde la Enfermería se afirma “síndrome de desuso”
todavía no están suficientemente explicados los mecanismos de
producción de sus indicadores ni los factores causales que determinan
su aparición”.
EP2 “ Y eso dificulta las cosas. Porque como si no nos fuera difícil ya
para los que lo trabajamos...¿cómo lo transmites?. Y además, cuando
73
trabajas casos, los alumnos te dan mil razones. ¿Esto no se puede
trabajar desde “déficit de autocuidados” (DE)? y esto ¿es alteración
potencial en el mantenimiento de la salud o déficit de conocimientos?
(dos diagnósticos que identifican situaciones intercambiables), anda y
yo qué sé. Quizás si el enfermo no tiene conocimientos sobre esto se los
tendremos que proporcionar, pero si es una cosa o la otra yo no lo sé.
El otro día pude salir de una porque dije: a ver apelemos al sentido
común. Yo estoy trabajando y no sé si es “déficit de conocimientos” o
“alteración potencial en el mantenimiento de la salud” pero, a ver, a
este señor que se va de alta y yo le tengo que hacer educación sanitaria
y tiene que saber que no puede hacer esto, esto y esto. Y que cuando le
pase esto, esto y esto ha de ir al médico. Entonces si yo estoy trabajando
en una unidad y tengo que escribir eso y no tengo claro lo del
diagnóstico pongo: educación sanitaria al alta. Ese señor antes del alta
debe conocer esto, esto y esto y esos son los objetivos y las actividades
correspondientes serán esta, esta y esta” (1660-1728).
Esta profesora conoció la dificultad que se experimenta cuando se trata de abarcar una
situación compleja y dinámica (el territorio) con conceptos abstractos (el mapa); la
solución fue resituarse en el contexto real, e intentar “pensar como una enfermera”, desde
donde pudo ofrecer una solución “real” y útil a las estudiantes. Esta profesora superó esa
dificultad porque no claudicó de su propio saber y pensar surgido de su experiencia vital,
para asumir un enfoque técnico que supuestamente tiene una base científica pero que nada
sabe de los procesos vitales y de la complejidad de los vínculos humanos que se gestan
a diario entre enfermeras y enfermos. Pero ha de puntualizarse que el problema aquí no
es la “teoría” en sí misma, ni su posible validez, sino cómo una docente se enfrenta a ella
y cómo la ayuda o no a hacer inteligible su propia práctica. Me estoy refiriendo a la
relación teoría-práctica o, mejor al vínculo entre razón y experiencia. La experiencia se
encuentra allá donde lo vivido va acompañado de pensamiento. Como esta profesora
demostró, el saber que procede de la experiencia es el que se mantiene en una relación
pensante con las situaciones vividas, es el saber de quien no acepta una forma de entender
su trabajo según los criterios de significación dados sino que va en busca de su propia
comprensión.
74
Presentar el PAE o los Diagnósticos como el modo en que los principiantes33 dan sentido
a las complejas situaciones con las que se encuentran es útil para ayudarlos en el inicio
de su actividad profesional hasta que hayan desarrollado destrezas y habilidades en forma
de conocimiento tácito, pero es la amplia representación del PAE como la epítome de la
práctica profesional sin tener en consideración la experiencia, intuición habilidad y
pericia que se requiere para el ejercicio profesional (y que las enfermeras expertas poseen)
lo que se muestra insostenible.
33
En una de las líneas de trabajo, ya clásicas, más importantes, sobre las diferencias en el juicio y
conocimiento profesional que poseen enfermeras principiantes y expertas, Patricia Benner (1984, 94, 98)
demuestra convincentemente que las enfermeras expertas no se distinguen, precisamente, por el uso
cotidiano de modelos formales (PAE) sino por el uso de la comprensión e interpretación situacional de los
problemas. Las principiantes, por el contrario, se aferran a las normas y protocolos técnicos, habida cuenta
de su déficit de experiencia de las circunstancias en las que habrán de actuar, de ahí la rigidez de sus
acciones. Sostiene Benner, que los modelos formales no son simplificaciones del proceder de las
enfermeras expertas, sino que son, en realidad, propios de principiantes sin experiencia. Esos modelos se
transforman, tras una largo periodo de experiencia, en una forma muy superior de comprensión. Según esta
prometedora línea de investigación, pueden derivarse las siguientes características de la actuación experta:
resolución de dificultades emergentes más que de problemas predefinidos. Esto implica que es necesaria
una relación directa con la acción, verse sumergido en la dinámica cambiante de las situaciones clínicas.
Los modelos formales se consideran como recursos para la acción más que como prescripciones de la
misma. Lo que constituye un problema se considera como el producto de un proceso de negociación y
construcción social antes que entidades preexistentes sometidas a procedimientos de codificación,
transmisión y decodificación. Los problemas se identifican con intuiciones vagas y ambiguas fuera del
análisis crítico: la lógica conceptual sigue y no precede a la aprehensión intuitiva. Las estrategias formales
para la realización de juicios se utilizan dentro del contexto en el que la acción se desarrolla, la contingencia
y singularidad de las acciones con las que se enfrenta la enfermera profesional reducen drásticamente la
utilidad y el poder de las reglas técnicas de actuación.
75
entendida como práctica; tal y como manifestaba una profesora que nos explicó la
siguiente experiencia:
El PAE o los Diagnósticos de Enfermería en tanto que arquetipo de la razón técnica, esto
es, como modelo jerárquico, lineal, rígido y normativo que prescribe la acción de cuidar
no resuelve los problemas que la enfermera encuentra durante su acción, sino que los
oculta y distorsiona porque proporciona una imagen reductora y simplista de los mismos
y porque no tiene en cuenta la complejidad, multidimensionalidad y ambigüedad esencial
34
El lector interesado en esta distinción puede encontrarla suficientemente desarrollada en Medina, J.L.
(1999). La Pedagogía del Cuidado: saberes y prácticas en la formación universitaria en Enfermería.
Barcelona: Laertes.
76
de la acción de cuidar. Son modelos poco prácticos ya que tienden a reducir la capacidad
de juicio clínico.
Como ya hemos dicho en otro lugar (Medina, 1999), la preocupación inicial de esas
investigaciones era conocer si los modelos de razonamiento diagnóstico procedentes de
la psicología cognitiva eran útiles para comprender el proceso de razonamiento mediante
el cual enfermeras y estudiantes llegaban a diagnosticar problemas. En esos trabajos se
evidenciaba que mientras la mayoría de estudiantes escribían planes de cuidados
formalmente correctos y teóricamente impecables estos mismos estudiantes demostraban
una enorme falta de flexibilidad para responder a las situaciones rápidamente cambiantes
de la práctica y una carencia de conocimiento práctico (saber cómo) para realmente llevar
a cabo las intervenciones35 (Corcoran y Tanner, 1988).
35
Afirmación que, a poco que se observe con algo de perspicacia el aprendizaje del alumnado, es fácilmente
constatable.
77
Otros estudios revelaban que las estudiantes carecían de la capacidad de discriminación
necesaria para distinguir datos relevantes de los que no lo son (Corcoran y Tanner, 1988;
Lindeman, 1989). Los alumnos que eran entrenados en el uso de los modelos cognitivos-
lineales recogían enormes cantidades de información acerca del estado del enfermo pero
esa actividad parecía mecánica e irreflexiva ya que no demostraban un crecimiento de su
capacidad de análisis y discriminación al respecto (Reilly y Oermann, 1985). En síntesis,
los alumnos parecían incapaces de extraer de la información que recogían, datos y
significados relevantes para el cuidado del enfermo.
La conclusión más importante que emergía de esos estudios era que la razón técnica
manifestada en las fases iniciales del PAE era incapaz de capturar o incluir la dinámica
interactiva y contextualizada del proceso de pensamiento que llevan a cabo las enfermeras
expertas para detectar problemas y encontrar soluciones a los mismos:
De modo paralelo a una preocupación por la aplicación del contenido, las profesoras
entrevistadas manifestaron una gran preocupación e interés por la transmisión íntegra de
los contenidos de los programas a las estudiantes. Las profesoras aludían con frecuencia
a las estrategias que utilizaban, tanto en el aula como en las prácticas asistenciales, con el
fin de que las estudiantes asimilaran de una manera eficaz el contenido a aprender (que
era equivalente a toda la materia). Del mismo modo explicaban la gran cantidad de tiempo
que dedicaban a preparar las clases y los materiales:
“Tienes que ver el tiempo que dedicamos a preparar las clases teóricas
y el que dedicamos a preparar las experiencias clínicas; la diferencia
es abismal, invierto mucho más tiempo en la parte teórica que en la
práctica” (EP1, 1405-21).
Y aparecía una verdadera preocupación por la falta de tiempo para impartir toda la
materia:
“Lo que pasa es que en las aulas no puedes perder mucho el tiempo.
Porque tienes muy pocas horas para dar mucha materia. Y entonces
vas a las clases que vas que chutas y no puedes comenzar a decir
¿bueno vamos a discutir cómo hacéis esto o eso? y que se te vaya toda
la clase en una discusión de estas. Porque entonces no acabas. Eso nos
limita mucho” (EP2, 579-92).
“Yo veo que una pega en nuestra asignatura es que existen demasiados
contenidos y los mismos alumnos dicen que son contenidos a asumir,
no a memorizar, sino a asumir a hacerlos, de alguna manera, suyos. El
periodo de tiempo es totalmente insuficiente” (EP8, 1436-41).
“El futuro profesional tiene que aprender a razonar (...). Pero no tiene
que aprender a cómo trabajar en tal sitio o en tal otro (...). El programa
de formación continuada de un hospital debe tener muy claro qué
problemas, como enfermeras, prioritarios existen y cómo abordarlos
dentro de la línea de Enfermería de ese hospital. Cosa que desde la
escuela no se puede hacer; nosotros no podemos ver los problemas que
tiene la UCI de aquí (se refiere a un hospital en concreto). Cuando se
habla del enfermo en estado crítico hay que hablar de una persona que
está en una situación crítica, esté aquí o en Singapur” (EP4, 868-917).
80
El papel de la profesora es percibido como el de una transmisora de información y se cree
que la enseñanza es causa del aprendizaje:
Desde una visión que me parece algo reductiva, se entiende el aprendizaje como la
retención y correspondiente aplicación de hechos o teorías a las cuestiones que se suscitan
en los exámenes. Respecto a la evaluación de los aprendizajes una profesora comentaba:
Esa visión puede separar inadvertidamente el “conocer” o adquisición del contenido, del
“hacer” o aplicación del contenido. Las profesoras piensan que el contenido aprendido en
el aula es aplicado, a través de reglas contenidas en protocolos de actuación, en la práctica
hospitalaria o asistencial. Se piensa que la teoría se aprende en el aula y se “aplica” en las
áreas clínicas:
81
“Tu tienes que casar los contenidos teóricos con la realidad (...) y eso
es lo que te da el modelo (conceptual de Enfermería), te guía la forma
de trabajar, en la forma de recoger los datos y analizarlos, orienta las
intervenciones (...). Ese conocimiento está ahí para ser llevado,
después, a la práctica” (EP8, 2563-2781).
“Tal vez una determinada práctica sí (que podría ser la base o eje del
currículum), pero no la que tenemos ahora. No me parecería mal pero
no partiendo de lo que hay, que es una cosa muy reduccionista y muy
fragmentada” (EP3, 2489-99).
82
“Una de las pegas que hay en la parte práctica es que allí donde van a
hacer prácticas es todo tan cuadriculado, es tan repetitivo que no tienes
ocasión de saber hacer” (EP3, 1892-1902).
Se cree que el modelo de socialización que ofrecen las enfermeras profesionales es muy
pobre:
Y una nueva paradoja coexiste con la anterior cuando se constata que pese al menosprecio
que algunas profesoras o sectores de la escuela puedan sentir hacia los modelos de
socialización y el conocimiento práctico de las enfermeras profesionales, la formación
que imparten, más que por consideraciones de tipo pedagógico/didáctico se rige por las
vivencias, esquemas de significado y experiencias prácticas que esas profesoras han
tenido y desarrollado “como enfermeras”. Uno de los hallazgos de esta investigación es
83
el observar cómo las enfermeras que se dedican a la formación, enseñan antes como
“enfermeras” que como “educadoras”:
3.1.1.5. ¿La lógica del modelo medios-fines es la única manera racional de planificar
la docencia en la universidad?: los principios de procedimiento
Pese a la falta de evidencias mostradas en el párrafo anterior, los defensores del modelo
de objetivos insisten en que la forma racional por excelencia de planificar la docencia la
marca el modelo de objetivos.
85
En realidad, este es un precepto de la racionalidad técnica que es una de las posibles
formas que puede adoptar la racionalidad humana, pero no la única ni la idónea para
planificar la docencia universitaria.
De un modo general, puede afirmarse que una acción o reflexión educativa será racional
si, además de identificar qué se pretende conseguir, ofrece razones y argumentos para
justificar lo que se hace.
Tal y como se ha visto en páginas anteriores, la racionalidad medios/fines supone que los
objetivos son los elementos más importantes y que el resto de componentes del diseño
son instrumentales con respecto a aquellos. Sin embargo, la entronización en la
planificación de la docencia universitaria de ese esquema impide comprender cómo en la
educación los objetivos, las políticas y los métodos o medios están intrínsecamente
relacionados.
Considerar que las estrategias didácticas (medios) son meros instrumentos que se
seleccionan en función de su eficacia para la obtención de unos objetivos previamente
determinados (fines), oculta la particular relación que existe, sobre todo en una práctica
social como es la educación, entre medios y fines. En efecto, la finalidad del acto
educativo o las pretensiones de la enseñanza universitaria no son estados o productos
finales deseables de los cuales las estrategias educativas constituyen los medios
instrumentales para alcanzarlos. Es cierto que en la docencia universitaria confluyen
resultados y procedimientos, pero no es menos verdad que los segundos no pueden
caracterizarse únicamente afirmando que son medios para obtener los primeros. Y ello es
así porque la educación universitaria (igual que el cuidado de la salud), ha de valorarse
en función de criterios intrínsecos a su realización y no únicamente respecto a los
resultados que de ella pudiesen obtenerse. Como dice Dewey, si el fin solamente se refiere
al resultado previsto y no alude al proceso, entonces la acción es puro instrumento, sin
valor en sí misma. En la educación universitaria, fines y medios, objetivos y estrategias
de enseñanza, no son independientes.
Tal y como se viene diciendo, formular las intenciones educativa mediante su traducción
en resultados de aprendizaje no es la única forma racional de concretarlas. ¿Qué
alternativas (o formas complementarias) pueden existir al modelo de objetivos y que sean
útiles y al tiempo racionales? Para esta cuestión existen diversas respuestas pero todas
ellas se aglutinan bajo algunos principios básicos acerca del sentido de la educación y de
cómo formular criterios para valorarla.
Todos estos principios parte del ya clásico trabajo de Richard Peters Ethics and
Education. Para este autor, en la educación existen dos tipos de criterios que permiten
identificar y valorar las pretensiones y las acciones a llevar a cabo: resultados y
procedimientos. Como ya se ha dicho, aunque ambos son constitutivos de la docencia
universitaria no se pueden caracterizar los segundos como los medios más eficaces para
alcanzar los primeros porque la educación universitaria –como toda acción educativa-se
debe valorar con criterios intrínsecos a su realización y no solamente respecto a los
resultados que obtenga. Esos criterios son los denominados principios de procedimiento
Estos principios son estrategias de actuación que definen las cualidades que debe reunir
el proceso educativo y, en ocasiones, se acompañan con la identificación de objetivos.
Por eso, lo más usual es que hagan referencia a lo que debe hacer el docente y no sólo a
los resultados que deben alcanzar los estudiantes. Por ejemplo, si se defiende (como hace
el profesorado de enfermería) una visión del alumno universitario como un sujeto con
capacidad de juicio autónomo y si se pretende, colaborar en la formación de enfermeras
que sean capaces de tomar sus decisiones profesionales de manera fundamentada y
autónoma, estas opciones serían contradictorias con una concepción de la enseñanza
universitaria en la que los resultados que se pretenden obtener al final del proceso de
enseñanza-aprendizaje se definiesen unilateralmente por anticipado. Si se defiende la
autonomía, ha de aceptarse la diversidad y la discrepancia tanto en los puntos de partida
desde los que el alumnado inicia su aprendizaje como en las pretensiones y finalidades
que manifiesten. Pero cuidado, con todo esto no estoy diciendo que no importen los
87
resultados que se alcancen. La identificación y el análisis e interpretación de estos logros
es un aspecto fundamental de la evaluación de la enseñanza universitaria. Lo que estoy
poniendo en cuestión, es que se tengan que precisar unilateralmente y por anticipado
solamente los resultados a obtener si es que se defiende un planteamiento de defensa de
la autonomía intelectual y moral de la futura enfermera. Este cuestionamiento exige
proponer unas finalidades entendidas como principios de procedimiento en las que se
recogerán los rasgos que debe reunir el proceso que se quiere seguir a lo largo de la
enseñanza sin olvidar por ello cierta explicitación de los resultados.
Con este planteamiento se intenta poner el acento no sólo en lo que los estudiantes deben
hacer para aprender, sino en las condiciones que los docentes deben generar para que esos
procesos tengan lugar a la luz de ciertos valores educativos.
88
Como se ha visto en páginas anteriores el profesorado defiende que la finalidad última
del contenido aprendido en el aula es su aplicación a la práctica asistencial y que de una
correcta aplicación de éste depende el buen ejercicio profesional.
Esta noción de aplicación supone una visión jerárquica en los niveles de conocimiento
profesional y un proceso lógico (deductivo) de derivación entre ellos, donde los principios
teóricos, abstractos, generales y normativos ocupan el vértice de la pirámide y los
problemas concretos la base. Esa estructura jerárquica del conocimiento profesional
posee tres niveles:
Y por último, unas prácticas en los servicios donde trabajan los profesionales de
Enfermería (Hospitales, Áreas Básicas de Salud, Residencias Geriátricas y Mentales etc.)
y donde se supone que las alumnas (como se ha visto anteriormente) aprenden a aplicar
el conocimiento básico a los problemas del cuidado de las personas que asisten. Por
ejemplo, en Enfermería se asume que no se debe estudiar las técnicas de asepsia o de
aplicación de antibioticoterápia hasta que no se hayan completado los créditos o cursos
de microbiología:
Este orden y jerarquía son visibles cuando se afirma que el aprendizaje de las habilidades
profesionales que la enfermera requiere es posterior, lógicamente, a la asimilación del
conocimiento científico técnico básico porque un saber es inaplicable hasta que no se
conoce en profundidad:
90
“Que asuma (el alumnado) que Enfermería tiene una base de
conocimientos, que su práctica debe basarla en conocimientos sólidos
(...) el alumno tiene que saber un mínimo de conocimiento teórico de
qué es el proceso y qué líneas marca, que el cuidado requiere unos
conocimientos y unos principios para después llevarlos a la práctica”
(EP8, 988-1059).
Pero esa jerarquía de saberes impuesta por la racionalidad técnica produce, de manera
inopinada, una división del trabajo donde se establecen relaciones de subordinación de
las enfermeras asistenciales (las que aplican el conocimiento) a las docentes e
investigadoras (las que supuestamente lo producen). Cuanto más cerca está una enfermera
de actividades relacionadas con la docencia y con la investigación más alto es su estatus
en la profesión de Enfermería. Por otra parte esta división del trabajo entre docentes-
investigadoras (que transmiten saber) y enfermeras-prácticas (que lo aplican) implica una
separación personal e institucional entre el mundo de la docencia-investigación y el de la
asistencia-práctica, mundos que se encuentran distanciados:
91
“En realidad esta relación se transforma en un discurso ilusorio y
punto. Yo puedo llenarme la boca diciendo que tengo un programa de
prácticas fabuloso, que tengo implicadas a tantas enfermeras, pero
estoy convencida que si pasas un cuestionario a las enfermeras la
mayoría no conocen los objetivos de prácticas ni conocen nada acerca
del nuevo plan de estudios y tienen ideas equivocada; esto te da una
idea del grado de implicación existente entre escuela y hospital” (EP1,
1765-1784).
Esos dos mundos, aunque paralelos, son casi impermeables y jerárquicos. Esa jerarquía,
que es también un reflejo de la dominación que la medicina ha ejercido sobre la
Enfermería durante generaciones, coloca a las docentes en el vértice la pirámide y a las
enfermeras asistenciales en la base. Sin embargo, existen niveles intermedios. Dentro del
mundo de la práctica, aquellas enfermeras que poseen conocimientos y experiencia en
servicios que requieren alta tecnología (y que suelen ejercer en grandes hospitales) poseen
un estatus más elevado que las que trabajan en centros de asistencia primaria (donde
supuestamente, el conocimiento que poseen no es tan valorado) y en la base del escalafón
se encuentran las enfermeras que desarrollan sus actividades en centros de crónicos y
geriátricos.
Tanto en la práctica como en la enseñanza de la Enfermería existen unas elites que poseen
mayor estatus y privilegios -educativos, fondos para investigación, elevado rango
profesional-. Y es en esta constatación donde se manifiestan las relaciones de poder que
acompañan a la producción de discursos legítimos. En efecto, esas elites tienen la
tendencia a reinterpretar (reduciéndolo) el amplio y complejo mundo profesional de la
Enfermería dentro de unos parámetros, totalizadores y absolutistas:
92
“La escuela tiene que seguir dando una línea un poco utópica, dando
lo que pensamos que en estos momentos tiene que ser, que no se pude
dejar, que tiene que ser” (EP8, 1909-16).
“La metodología que utilizan para trabajar las enfermeras debe ser
ésta, (se refiere al método científico de resolución de problemas) estén
donde estén y ya está” (EP3, 2251-56).
Y que, sin embargo, no suelen ser aceptados por las enfermeras profesionales. Durante
las observaciones realizadas en el hospital se produjo el siguiente comentario de una
enfermera profesional a una estudiante:
Sin embargo, ese discurso con pretensiones absolutistas, obvia ese rechazo y trata de
legitimarse apelando a la supuesta incapacidad de las enfermeras para encontrar un
93
sentido y significado a su propia práctica o para organizar su trabajo y priorizar los
problemas con los que trata:
“La metodología que usan para trabajar las enfermeras es ésta, (...)
además es el método científico con el que acaba trabajando todo el
mundo” (EP3, 2251-60).
94
Ciertamente, y apelando al pensamiento de Bordieu (1985), desde el momento en que las
docentes e investigadoras proponen "modos" y "marcos" para explicar la realidad de la
Enfermería, aparece una lucha por la imposición de sus presupuestos, entre quienes
pugnan por imponer una u otra clasificación o marco, invocando a la supuesta autoridad
y neutralidad de la ciencia para legitimar como única y real una visión "arbitraria" de la
realidad. El poder se manifiesta cuando las enfermeras aceptan como legítimo un marco
categorial, arbitrario en esencia, a través del cual se relacionan y construyen su mundo.
Esas prácticas de legitimación se hacen aparentes cuando, como acabamos de ver, desde
sectores académicos y devaluando el conocimiento profesional práctico incrustado en las
actividades que llevan a cabo las enfermeras se trata de imponer, en nombre de toda la
profesión, uno u otro modelo teórico de enfermería como el desideratum de la práctica
profesional.
Aquellas demandas las confinan, las profesoras aceptan el discurso disciplinar como
verdadero, como isomorfo con la realidad. La profesora queda inmovilizada dentro del
95
lenguaje disciplinar el cual determina las preguntas y también las respuestas. De ese modo
las personas que requieren servicios de salud se difuminan para el profesorado y sus
problemas, tal y como son por ellos percibidos, adquieren un lugar secundario en el
proceso formativo.
Parece plausible a estas alturas pensar que la educación universitaria que las enfermeras
reciben, tal y como hoy la conocemos, reproduce un orden social cuyas subdisciplinas
están separadas entre sí y todas ellas alejadas de las experiencias cotidianas de las
personas:
Donde las ciencias son construidas a través de modelos de investigación que re-
construyen y distorsionan los procesos biopsicosociales, reduciendo fenómenos
multidimensionales a unidades unidimensionales y discretas unidas por relaciones causa
efecto. La formación de enfermeras tal y como la conocemos reproduce un orden social
donde el pensamiento está divorciado de la acción :
“Las alumnas en los centros ven que lo que les explicamos está
separado de lo que se hace pero claro ellas (refiriéndose a las
enfermeras) hacen y nosotros pensamos” (EP3, 7 372-81).
y donde los privilegios profesionales y de clase son reforzados, subordinando las personas
que actúan a las que piensan:
Pero la alusión geográfica que Schön propone además ha permitido visualizar que esos
dos mundos también se hallan presentes en el interior de la escuela de Enfermería. Según
los datos de nuestra investigación la escuela se halla escindida en dos mundos que se
hallan habitados respectivamente por profesoras más sensibles a las cuestiones
disciplinares, de producción y legitimación del saber y por profesoras más orientadas al
ámbito del ejercicio profesional:
“En esta escuela hay un grupo de personas que son muy puras con el
método y tengo la sensación de que son, justamente, las personas que
se hallan más alejadas de la realidad o que, últimamente han pisado
menos la realidad; y por otro lado tenemos otro grupo de personas que
han estado el día a día o bastante conectados con los campos de
prácticas y que tienen una visión más técnica de la profesión” (EP1,
1167-97).
97
“Esta escuela es un lugar muy grande, (..) hay dos o tres formas de
trabajar, dos diría yo. Una gente más anclada en el pasado y otra más
purista” (EP2, 183-95).
“Son como pequeñitos reinos de taifas en los que cada uno intenta
trabajar, teóricamente, desde lo que considera que es mejor, pero no
hay un planteamiento global” (EP4, 295-303).
La analogía de Schön es válida para los dos mundos de Enfermería que permanecen
incomunicados y se perciben mutuamente como extraños y extranjeros. La diferencia de
poder entre las enfermeras que habitan en los dos mundos se reflejan en la naturaleza
jerárquica de la alusión geográfica que Schön propone. Las enfermeras que habitan las
98
tierras altas suelen prescribir en nombre de los dos mundos los objetivos de la práctica y
las modalidades más adecuadas para obtenerlos, silenciando y devaluando al mismo
tiempo la voz y el trabajo de aquéllas que habitan en las tierras bajas:
Por otra parte, el vacío teoría-práctica al que aludía esta última persona (vacío que puede
ser visto como una manera de interpretar la relación entre conocimiento profesional y
competencia en la práctica) y que con frecuencia las profesoras perciben como un
problema, puede también ser caracterizado como una diferencia de estatus y de marcos
de interpretación. Las elites que habitan en las tierras altas de la academia son poseedoras
de un gran capital de conocimiento acerca del “qué” (saber qué). La “clase trabajadora”
o pueblo de las tierras bajas posee una gran cantidad de conocimiento acerca del “cómo”
(saber cómo):
Tanto en las entrevistas como en las observaciones se ha podido constatar que las
enfermeras que realizan su trabajo en hospitales y centros de salud describen, en
ocasiones con ironía, a las profesoras de las escuelas universitarias (“las de la bata
blanca”) afirmando que conocen poco o nada acerca de las habilidades, capacidades y
conocimientos que las estudiantes requieren para enfrentarse a los problemas de la
práctica asistencial. Ironía que es conocida por los mismos profesores:
Del mismo modo que son conscientes de que sus colegas asistenciales las responsabilizan
de la inadecuada preparación que proporcionan a las estudiantes de cara al ejercicio
profesional:
100
En síntesis, la separación e incomunicación que se ha podido observar entre el mundo de
la academia y el de la práctica aparece cuando el conocimiento que la racionalidad técnica
propone como necesario para la práctica es incapaz de subsumir zonas de aquélla y, sin
embargo, es presentado por las profesoras como el ideal de la comprensión racional de la
acción profesional que las enfermeras llevan a cabo. Lo que me parece importante es que
mientras que las escuelas presentan un conocimiento altamente formalizado que es
básicamente un “saber qué”, el conocimiento clínico práctico es, básicamente, un “saber
cómo” esto es, personal, tácito, situacional, idiosincrásico y, por tanto, difícilmente
formalizable :
101
3.1.3. La relación Teoría-Práctica en el Currículum de Enfermería36
La relación teoría-práctica es una de las principales preocupaciones del profesorado de
Enfermería. Esa preocupación ha sido tan explicitada que, en esta investigación, ha dado
lugar a un núcleo temático completo compuesto por ocho categorías que han aparecido
en 302 ocasiones. En 47 ocasiones el profesorado hizo alusión directa o bien a las
dicotomías teoría-práctica (categoría DTP, 25 ocasiones) o bien al alejamiento entre
ambas (categoría ATP, 22 ocasiones).
Creo que la gran preocupación que el profesorado siente por el problema de la naturaleza
de la relación teoría-práctica se debe a que todas las personas con las que tuve oportunidad
de contactar durante el trabajo de campo, antes de convertirse en docentes había ejercido
como enfermeras profesionales, experiencia que les ha proporcionado una visión de
primera mano de la realidad práctica y de su contexto sociosanitario. El conocimiento del
campo profesional derivado de sus experiencias como enfermeras les hace más evidentes
las contradicciones entre lo que enseñan en el aula y la realidad que experimentan
alumnas y enfermeras profesionales en hospitales y centros asistenciales.
Aunque soy consciente de la enorme extensión conceptual del tema, en este apartado
trataré de interpretar algunos de los aspectos que se han manifestado en el dominio
“Relación Teoría-Práctica y que se refieren a los diferentes argumentos (a veces
contendientes) que los profesores y profesoras usan para hacer inteligible la relación
teoría-práctica. Por tanto, en lo que sigue intentaré explicar cómo la noción de relación
teoría-práctica que los profesores poseen está determinada por una visión técnica y
marcadamente instrumental donde la teoría siempre es prescriptiva o normativa respecto
a la práctica. En segundo lugar, mostraré los puntos, a mi juicio, erróneos de ese
planteamiento presentando una visión dialéctica de aquella relación, que bajo mi punto
de vista es mucho más adecuada para una actividad que como la formación de enfermeras
es de naturaleza práctica antes que técnica.
36
Esta parte de la investigación ya ha sido parcialmente reproducida en mi anterior trabajo: La Pedagogía
del Cuidado: saberes y prácticas en la formación universitaria en Enfermería. Aquí aparece en toda su
extensión y mostrando las afirmaciones del profesorado en las que se apoyan las interpretaciones realizadas.
102
La cuestión de la relación teoría-práctica (sobre todo después de los trabajos de
Habermas, Schön y Benner) ha sido un tema central en los debates que se han venido
desarrollando en la formación de enfermeras. La publicación de los trabajos de Schön y
Benner marcaron una inflexión en la comprensión de la relación teoría-práctica
demostrando que los enfoques tecnológicos tradicionales estaban equivocados. Esos
trabajos han colaborado a reestimular los debates acerca de la naturaleza de las nociones
de Teoría y Práctica, y de su relación, y son los que he utilizado, junto con los de
Chopoorian (1990), Clarke (1986), Conant (1992) Carr (1980), Carr y Kemmis (1988) y
Grundy (1991) para reconceptualizarlas en el contexto de la formación de enfermeras.
A partir de aquí trataré de fundamentar la idea (que actúa a modo de hipótesis) que los
abismos o distancias entre teoría y práctica a los que profesores y profesoras aluden con
cierta preocupación:
“Un problema que veo es todo esto de los Modelos, ¿cómo hacerlo
cuadrar?, ¿cómo facilitarlo? (...) encuentro que se hace difícil,
entonces desde la asistencia se ve como una cosa totalmente separada
de la práctica” (EP3, 222-235).
“Yo pienso que hay una disociación (entre teoría y práctica) muy
grande, y que está tan... Yo pienso que hay mucha responsabilidad por
parte nuestra” (EP2, 1120-24).
“El alumno ve que la teoría le enseña unas cosas, como él dice “de
libro”, pero que después en la realidad no se hace” (EP2, 1153-56).
103
“Yo creo que sí, que hay un vacío entre teoría y práctica, estoy
convencida. “ (EP7, 1472-74).
Toda acción profesional se basa en unas nociones teóricas previas que la determinan. Al
igual que otros profesionales (maestros, médicos, trabajadores sociales) las enfermeras
construyen e interpretan su mundo social y actúan sobre la base de una serie de
preconcepciones, más o menos abstractas, más o menos formalizadas, acerca de lo que
de ellas se espera y de la naturaleza de los problemas y de las acciones que deben realizar.
Lo que aquí pretendo resaltar es cómo los profesores y profesoras que participaron en el
estudio justificaban y defendían esas “teorías”, el lugar donde se ubica su origen y las
diversas maneras de entender cuál es su papel en la práctica de la formación de
enfermeras.
“Yo creo que sí que tiene ese cuerpo de conocimientos con estudios de
investigación donde la gente (las enfermeras) pueda apoyarse” (EP1,
2196-2201).
105
“Una enfermera debería tener muy claro que ella es la persona que va
a cuidar a otras personas que estarán enfermas o no. Y que aquellas
personas pueden tener otros problemas que les preocupen más que la
enfermedad (...) una profesional que cuando le toque hacer un acto,
técnicas o cuidados específicos, sepa lo que está haciendo” (EP2,
1003-17).
y que, por tanto, su finalidad última, antes que explicar, predecir y controlar los eventos
de la realidad, es la de intervenir en el mundo con objeto de transformarlo. La
transformación de la Enfermería (confusión) de un campo de prácticas en un ámbito
disciplinar o de estudio:
En esos momentos se estaban generando, con más o menos rigor, con mayor o menor
nivel de formalización, enunciados, inicialmente normativos, reglas, normas y
procedimientos, orientados a la prescripción de los actos de cuidar y enseñar a cuidarse;
normas que suponían “el conocimiento del que hace”. Esa teorización estaba orientada
básicamente por un interés práctico, esto es, la modificación, en algún sentido, de los
otros sujetos (de su estado de salud):
108
ciento más elevado es el referente a los trastornos fisiopatológicos”
(EP1, 2075-83).
Sin embargo, esos saberes pertenecían y habían sido desarrollados para servir a los
intereses prácticos de la medicina, saberes que son prestados a las enfermeras para que
proporcionen un fundamento empírico a su trabajo, pero saberes que al mismo tiempo
produjeron una disolución (alienación) de la función propia de la Enfermera en el trabajo
de la medicina y, consecuentemente, una relación de subordinación de la enfermera al
médico en el ámbito práctico y teórico. Subordinación que se mantiene hoy día:
A finales del siglo XIX la Enfermería era considerada como adjunta de la medicina y las
enfermeras se autopercibían como servidoras de la profesión médica (Jolley, 1987). Los
curriculo de aquellos tiempos reflejaban a las claras la dominancia médica situación que,
como hemos visto más arriba, todavía hoy se mantiene de manera más o menos explícita:
“Cuando tengo que explicar a los alumnos qué es lo que hago yo (la
enfermera) cuando cuido a una persona con un infarto y que es
diferente a lo del médico. En el programa (de la asignatura) queda
reflejado lo que hace el médico y lo que hago yo se reduce a una frase.
Ahora estamos en el modelo clásico: primero el médico imparte la
biopatología y luego nosotros los cuidados...” (EP1, 2045-67).
109
Eran los médicos quienes determinaban la estructura y el contenido de los curricula que
se constituían de ese modo en cursos de medicina simplificada para enfermeras. El papel
de la enfermera se igualaba con el de madre sumisa y obediente y el del médico con el de
cabeza de familia:
De ese modo, como si fuese una esposa y una madre, la función de la enfermera fue
relegada a la subordinación al saber médico y definida con calificativos como altruismo,
sacrificio, bondad, obediencia y pensamiento subteórico:
Pensar y reflexionar era la responsabilidad del cabeza de familia. Esta es la imagen que
ha contribuido a perpetuar la dualidad entre ciencia y práctica. La compasión o el
altruismo (características de la enfermera práctica) no pueden ser equiparadas con el rigor
y la objetividad del pensamiento científico, sólo pueden ser un complemento subsidiario.
Esta distorsión ideológica del papel de la enfermera:
“Por la educación que hemos tenido (...), y porque los otros (médicos)
intentan mantener su estatus” (EP8, 2898-2904).
“La enfermera lo que hacía era ser la auxiliar del médico y lo tenían
muy asumido y pienso que debían ser muy felices” (EP5, 1113-20).
110
“¿Qué colectivo es el que está dirigiendo la Enfermería?. Un colectivo
que no se ha formado en esta herramienta de trabajo (el método
científico, lineal, de resolución de problemas) (...), sino en órdenes
médicas puramente” “(EP7, 2134-2142).
Sin embargo, aquéllas que trataron de emanciparse de ese dominio opresivo, lo hicieron,
equivocadamente a mi juicio, abrazando los mecanismos de legitimación discursiva que
sus opresores usaban, léase la razón instrumental; siendo ésta la responsable de las
nociones de Teoría y Práctica que todavía hoy subsisten en amplios sectores de la
Enfermería de nuestro país.
De ese modo se inicia un camino hacia la búsqueda de saberes específicos del campo y
de la identidad perdida. Sin embargo, ese camino produjo conocimientos que han ido
transformándose en un saber teóricamente orientado como consecuencia de la creciente
racionalización de los campos de prácticas generada por el impacto de la filosofía y
epistemología del positivismo en nuestro siglo:
111
“Para mí la práctica tendría que avanzar más en esa línea de
autonomía (...) empezar a no seguir el modelo médico” (EP8, 1866-
75).
“Es una profesión que tiene una independencia y una identidad (...)
tenemos una cosa a aportar que es específica” (EP3, 1168-77).
El lenguaje que se empezó a utilizar entonces debía seguir los cánones de precisión a los
que obligaba la sintaxis positivista. El interés por encontrar una teoría general de la
Enfermería que subsumiera todo el campo, motivó el uso de un lenguaje altamente
abstracto y en ocasiones simplista y reduccionista. Debido a lo esotérico del lenguaje que
contenía y a que no aportaba soluciones prácticas a los problemas del cuidado de los
enfermos, las enfermeras profesionales evitaron y rechazaron su uso, ignorándolas de
manera genérica. Rechazo que, con respecto a ciertos desarrollos teóricos, perdura en la
actualidad:
113
“A mí los modelos me han costado mucho, me cuesta de entender. Si tú
lees a Freud ves toda una coherencia, ves toda una teoría (...), Pero
estas teóricas (de la Enfermería), es como si yo quisiera hacer la teoría
y quisiera definir mis cosas, yo lo veo muy complicado” (PE6, 1961-
80).
Como consecuencia (o quizás como factor causal) el uso de las teorías ha quedado
relegado al ámbito académico. Las teorías y modelos que emergían se han venido usando,
como veremos a continuación, como contenido de los curricula más que como marcos de
significado que las enfermeras podían usar para resolver sus problemas prácticos.
En un segundo momento (en los años treinta del siglo pasado), de ese proceso de
transformación del saber y de alejamiento de las preocupaciones y los problemas
producidos en el campo de prácticas, la Enfermería vuelve su mirada hacia la Pedagogía
para buscar su fundamento científico37 y su legitimación como disciplina. Como
consecuencia de esa influencia las investigadoras en Enfermería adoptaron los métodos y
los objetivos de la investigación educativa. Sin embargo, esos métodos no consiguieron
producir un saber prácticamente relevante. En primer lugar, porque la preocupación
dominante en aquellos momentos en el discurso pedagógico por la construcción de una
teoría de la educación que sea lógica y formalmente adecuada a las prescripciones del
positivismo es traspasada a las profesoras e investigadoras en Enfermería. De ese modo
las preocupaciones no son ya la resolución de los problemas que las enfermeras
encuentran en su práctica sino más bien la formalización y validación de ese saber según
los parámetros de la norma cientifista. En segundo lugar, la necesidad de construir un
currículum más profesionalizado impulsó al profesorado a pensar sistemáticamente en el
campo de prácticas, así el estudio del campo de prácticas respondía más a los propósitos
de la enseñanza que a las preocupaciones e intereses de las enfermeras profesionales.
37
Puede resultar extraño vincular la Enfermería con la Pedagogía pero recuérdese que gran parte de los
profesores y profesoras de Enfermería que poseen el grado de doctor lo recibieron inicialmente de
Facultades de Educación, ya que no existían programas de doctorado en Enfermería. Por otra parte, una
de las estrategias que se usaron para legitimarse como disciplina científica fue el acceso a la educación
superior y a una mejor preparación del profesorado de Enfermería accediéndose también a las
facultades de educación.
114
Entre el profesorado empezó a cobrar popularidad la creencia que las teorías y modelos
de enfermería (entonces denominados marco conceptual) eran el elemento,
fundamentante y legitimante, clave para el diseño y el desarrollo del currículum de
Enfermería y de su práctica profesional. Esa preocupación ha transcendido hasta nuestros
días:
“Yo creo que la formación del profesorado debería abordar el tema del
marco conceptual (...). El tema del modelo yo creo que es muy
importante en el currículum básico (...) es una asignatura pendiente”
(EP4, 570-99).
De hecho la National League for Nursing sostuvo, durante los años sesenta y setenta,
como requisito de acreditación para las escuelas que sus currículum deberían poseer un
marco conceptual bien articulado y explícitamente contemplado. Idea que, como
acabamos de ver, es compartida por las profesoras de Enfermería. La razón es que si a las
estudiantes se las prepara con una sólida base teórica (un conocimiento profundo de los
modelos y teorías de Enfermería) podrán desarrollar una práctica autónoma desde la
perspectiva de la profesión:
De ese modo, las escuelas de Enfermería desarrollaron currículos en los que la estructura
y el contenido estaban determinados por los armazones conceptuales que se estaba
produciendo en esos momentos. Se produjo, de ese modo, un cambio en el objeto de la
teoría; lo que inicialmente fue un interés en resolver cuestiones relevantes para la práctica
ahora se preocupa por dar forma y contenido al currículum enfermero:
En este trabajo se ha podido comprobar que las estudiantes son, con frecuencia,
literalmente apabulladas con conceptos esotéricos imposibles de aplicar en situaciones
prácticas. El cisma entre el lenguaje de la academia y el de la práctica (los dos mundos a
los que antes se aludía) se ha hecho cada vez más evidente y las alumnas ya se convencen,
antes de finalizar su graduación, de la poca utilidad de esos conceptos y teorías para su
posterior práctica profesional. De ese convencimiento son conscientes algunas
profesoras:
117
“Ha habido un error, nos hemos apartado mucho de la práctica y de la
realidad” (EP5, 151-55).
Sin embargo, pese a que cada vez más se está aceptando como válida la argumentación
que acaba de desarrollarse (Dichoff y James, 1992; Kim, 1994), esa transformación
(reducción) de la Enfermería de un campo de prácticas a un campo de estudio perdura
hoy día en nuestro país dando lugar a una visión tecnológica, esto es, prescriptiva y
jerárquica, de la relación teoría-práctica:
De ese modo, lo que antes se contemplaba (la praxis) como algo que posibilitaba la propia
ilustración hoy se halla cautivo de los rigores metodológicos del positivismo. En la
Enfermería, la noción de teoría cambia en los años setenta del siglo pasado y pasa a
significar un conjunto de enunciados legaliformes que explican, predicen y controlan un
estado de cosas, concepto ampliamente extendido en el universo de la Enfermería. Una
de las definiciones de teoría que gozan de mayor predicamento en nuestro país es la que
ofrecen Chinn y Jacobs (1983):
118
“Grupos de conceptos, proposiciones y definiciones que proyectan una
visión sistemática de un fenómeno, designando interrelaciones
específicas entre los conceptos, con el objetivo de describir, explicar,
predecir y/o controlar los fenómenos” (pág. 70).
38
Esa distinción se halla extensamente desarrollada en Medina, J.L. (1999). La Pedagogía del
Cuidado: saberes y prácticas en la formación universitaria en Enfermería. Barcelona: Laertes.
39
La necesidad de construir teorías de Enfermería que demuestren la posesión de un cuerpo propio de
conocimientos y ayuden a la construcción de una identidad profesional, ha sido una de las
preocupaciones que históricamente han dominado la Enfermería como disciplina. Esa preocupación se
ha manifestado en una verdadera obsesión por la estructura formal de las construcciones teóricas más
que por su substancia. Esta pasión por la forma queda reflejada en los trabajos de una de las autoras
más influyentes en el pensamiento enfermero contemporáneo como es Fawcett (1983, 1984, 1991,
119
modelo de explicación causal, que es el modelo que sustenta las construcciones teóricas
que produce el método científico40 con una serie de enunciados normativos que se
deducen lógicamente de aquél. Esta dualidad de componentes en la teoría de Enfermería
es una muestra del triunfo de la epistemología positivista en el discurso enfermero.
Estos dos tipos de enunciados conforman lo que Moore (1980) denomina Teorías
Prácticas; estructuras que autoras como Dichoff y James (1992), Fawcett (1991), Smith
(1992) y Walker (1992) han defendido como las idóneas para la Enfermería.
1993). Esta autora define la Teoría de Enfermería como un conjunto de enunciados legaliformes que
tratan de explicar, predecir y controlar la realidad del cuidado de los enfermos. El conocimiento teórico
posee una estructura jerárquica de tres niveles de abstracción lógicamente conectados: modelos
conceptuales, teorías de rango medio e indicadores empíricos.
40
La explicación causal entiende a todo fenómeno como "un estado sucesivo de cosas" cubierto
(explicado) por una ley científica, esto es, todo suceso debe ser deducido lógicamente a partir de una
conexión invariante entre sucesos empíricos (ley).
120
Enfermería. La finalidad de las “teorías prácticas” (como la Enfermería) es prescriptiva o
recomendatoria respecto la práctica. Si las “teorías científicas” nos informan de “cómo”
es la realidad las “teorías prácticas” nos prescriben cómo modificarla. De modo que una
teoría práctica (como la Enfermería) recoge en su seno una serie de teorías científicas en
una estructura que Moore presenta en el siguiente esquema y que a continuación se
analiza:
En la estructura tripartita de una Teoría Práctica como la propuesta por Moore el primer
elemento es valorativo, deberá hacerse uso de la filosofía y las humanidades para
determinarlo.
En cuanto al primer principio, se defiende que no existen diferencias entre las teorías
generadas en las ciencias naturales y en las ciencias sociales. Todas ellas deben ser
producidas siguiendo las reglas del método hipotético deductivo donde, después de
formular una hipótesis que debe adoptar la forma de un enunciado legaliforme, su validez
es comprobada a partir de contrastar sus consecuencias deductivas con la realidad
material.
Una característica importante de este tipo de teoría es que debe permitir al investigador
deducir hipótesis y hacer predicciones. Los investigadores contrastarán sus hipótesis
prediciendo los cambios que sucederán en la variable dependiente (explanandum) como
resultado de cambios en la variable independiente (explanans).
121
Esta visión positivista de la teoría también implica una particular visión de la relación
teoría-práctica. Cuando la Teoría de Enfermería se entiende de ese modo se espera que
las enfermeras usen esa teoría del mismo modo que los investigadores: de una manera
prescriptiva. Para ilustrar estas relaciones unidireccionales y normativas seguiremos el
ejemplo extraído de las ciencias naturales y que suele formar parte de los contenidos del
currículum básico de Enfermería. La Química posee una teoría (ahora una ley, esto es,
una relación general, necesaria, constante e invariable entre dos fenómenos) que describe
las relaciones entre la presión, el volumen y la temperatura de los gases en recipientes
cerrados. Un gas consta de una serie de moléculas que se desplazan constante y
aleatoriamente a grandes velocidades. Dado que las moléculas en su movimiento
bombardean las paredes del recipiente que las contiene ejercen cierta presión sobre
aquéllas. La magnitud de esa presión crece con cualquier factor que aumente el
bombardeo. Dos son esos factores: la concentración del gas y su temperatura. La presión
es directamente proporcional a ambos factores. En el primer caso, porque la temperatura
aumenta la velocidad de desplazamiento de las moléculas y golpean las paredes del
recipiente mayor número de veces por unidad de tiempo. En el segundo, porque si
aumenta el número de partículas por unidad de volumen tenemos el mismo resultado. De
ese modo podemos realizar una hipótesis deductiva afirmando que modificaciones en la
concentración o la temperatura del gas, o ambas a la vez, nos permitirán predecir cambios
en la presión del gas. Después de establecer esta conexión constante y necesaria la
relación teoría-práctica se revela claramente: si alguien desea aumentar la presión de un
gas en un compartimento cerrado, por ejemplo el neumático de un automóvil, sabe que
puede aumentar la concentración del mismo y conseguirá ese efecto.
“Tú tienes que casar los contenidos teóricos con la realidad. El Modelo
te permite saber, te permite explicar, te guía la forma de trabajar y,
evidentemente, te guía en la forma de recoger los datos y en la de
analizarlos y en la de orientar intervenciones con sentido común”
(EP8, 2563-81).
Se decía anteriormente que el segundo principio que recogen las “teorías acerca de la
Enfermería” (el segundo elemento y científico de la estructura tripartita de la Teoría
práctica “de” la Enfermería) hace referencia a las condiciones a satisfacer por una
explicación científicamente respetable. Así, el modelo de explicación usado en el
componente científico de la Teoría de Enfermería es la explicación causal, también
denominada de cobertura legal o explicación por subsunción (Wright, 1980).
Cuando una relación entre fenómenos adquiera una forma diacrónica y se constata que
uno de ellos sólo está presente cuando aparece otro que se denomina antecedente puede
123
afirmarse que dicha relación permite explicar el fenómeno consecuente en base a la
relación que ambos mantienen. De ese modo puede verse con claridad que la estructura
de una explicación nomológico deductiva sirve también para predecir el hecho que
explica. De lo que antecede, se destaca una idea relevante para la Enfermería, la de que
toda explicación causal (la causa precede al efecto) es simétrica a la predicción de un
fenómeno, es decir, la predicción tiene la misma forma lógica (invertida) que la
explicación científica. Nótese que esta unidad estructural entre explicación y predicción
tiene importantes repercusiones con respecto a la relación teoría-práctica. Una
explicación científica de alguno de los aspectos sobre los que la enfermera interviene 41
permite, además de su predicción, el control del mismo. Así, en Enfermería será el valor
predictivo de las teorías científicas el que les confiera su interés práctico, es decir, la
Teoría de Enfermería guía la práctica al predecir lo que ocurrirá modificando aspectos de
la realidad de la asistencia o, en otras palabras, la teoría proporciona los fundamentos que
permiten tomar decisiones racionales acerca del cuidado de las personas:
Desde esta perspectiva se defiende que los problemas con que se encuentran las
enfermeras asistenciales son susceptibles de soluciones objetivas y que éstas pueden
establecerse con el uso del método de la ciencia.
41
Los diagnósticos de Enfermería presentan esa misma estructura lógica.
124
El tercer componente de las Teorías prácticas, según la estructura tripartita que se ha
presentado más arriba, sería el elemento normativo derivado de las teorías científicas. Es
importante destacar que la validez de las prescripciones contenidas en el tercer elemento
dependen de las verdades científicamente establecidas en el segundo, esas prescripciones
no pueden contradecirlas. Es decir, las conclusiones prácticas deben ser teóricamente
posibles.
Las teorías “acerca“de la Enfermería están dentro de las teorías “de” Enfermería
proporcionándoles la base empírica para sus prescripciones. Así la buena Enfermería será
aquélla que derive sus normas de enunciados científicos porque el ingrediente científico
de la teoría práctica de Enfermería (las teorías científicas) es el único legítimo para ofrecer
instrumentos útiles en la toma de decisiones objetivas sobre las acciones más eficaces en
la práctica del cuidado.
“Yo iría más por ahí, es (la Enfermería) una tecnología una ciencia
aplicada (...) es una disciplina que tiene conocimientos científicos
prestados de otras disciplinas” (EP6, 2211-45).
Sin embargo, y paradójicamente, las profesoras que defienden esta posición al mismo
tiempo aseguran la independencia de la Enfermería con respecto a las ciencias básicas de
las que extrae el conocimiento científico puesto que esa aplicación no es un proceso lineal
sino que se realiza desde la perspectiva de la disciplina enfermera produciendo un saber
genuino y particular:
“Nosotros los instruimos, les damos elementos para que los incorporen
y lo apliquen” (EP7, 626-29).
Lo que equivale a pensar que la teoría dirige la práctica o lo que es lo mismo que el
pensamiento es preeminente a la acción. Que los modelos conceptuales de Enfermería
guían y orientan la práctica y que, por tanto, una buena práctica es aquélla que está
dirigida por un modelo o una teoría de Enfermería.
En segundo lugar, el abismo existente entre la teoría y la práctica es explicado con varios
argumentos: la supuesta falta de conocimiento y comprensión que las enfermeras tienen
de las teorías y los métodos que deben regir su práctica:
126
“Yo lo que creo es que hay falta de dominio de ese instrumento y falta
de conocimientos. Cuando yo no sé una cosa me escudo en todo lo que
sea para no cogerlo” (EP8, 2262-83).
La supuesta dificultad de las enfermeras para comprender la relevancia que las teorías de
Enfermería poseen para la resolución de los problemas con los que ellas se enfrentan:
O la falta de deseos de las enfermeras por asumir las responsabilidades que conlleva una
práctica autónoma derivada de la aplicación del método de resolución de problemas
(PAE):
127
“Las escuelas tienen que seguir manteniendo ese modelo (...) yo creo
que hay que hacer avanzar la práctica y entonces la disparidad sería
menor” (EP8, 1889-96).
Desde estas posturas se defiende la idea de que si las enfermeras tienen problemas de
identidad profesional, si su percepción del rol de Enfermería es ambigua, si no pueden
presentar claramente a la sociedad su contribución al cuidado de la salud, se debe a que
no conocen lo suficiente los modelos y teorías de Enfermería, es decir, la mejora en la
calidad de la práctica y la consecución de un elevado nivel de autonomía profesional
pasan por la correcta "aplicación" de las teorías “de” Enfermería. Y este es, a mi juicio,
un punto clave para entender la defensa a ultranza que el profesorado realiza de la visión
tecnológica de la relación teoría-práctica. En efecto, esa noción de “aplicación” no se
debe tanto a un ejercicio consciente de racionalidad técnica sino a la creencia,
ampliamente extendida entre el profesorado que la emancipación de la hegemonía médica
pasa por demostrar fehacientemente la contribución propia y específica que la Enfermería
realiza al cuidado de la salud. Según el profesorado, la esencia de esa contribución queda
recogida (definida y explicada) en los modelos de Enfermería, de aquí que, en buena
lógica, los profesores piensen que si esos modelos teóricos no se aplican será imposible
demostrar que existe una función profesional independiente y autónoma de la medicina.
Sin embargo, en el trabajo de campo se ha podido constatar que, en realidad, las enfermera
profesionales perciben con cierto escepticismo la posibilidad de aplicar un modelo de
Enfermería o el método de resolución de problemas tal cual es formulado desde las
escuelas:
128
“Con veintiocho médicos dándote la tabarra y ocho sueros por pinchar,
hacer eso (el proceso de atención de Enfermería) es irrelevante” (EP5,
2024-43).
“En estos momentos estoy en la línea de que sigue siendo una cosa
importada, que no ha modificado ni ha mejorado a la enfermera que
está en la asistencia a mejorar su práctica” (EP5, 2617-28).
Sin embargo, en los ambientes académicos, ese hecho, se percibe como algo
problemático, como un reto:
La solución que se propone es intensificar la acción educativa sobre los estudiantes, para
que cuando accedan al mundo asistencial apliquen aquellas teorías a la práctica
En lo que sigue intentaré demostrar que con esos argumentos se incurre en ciertos errores
teóricos respecto a la naturaleza de la relación teoría-práctica que defienden. Confusiones
que generan dificultades de comunicación entre los discursos teóricos y prácticos de la
enfermería y dificultades para la mejora de la práctica profesional.
129
Uno de los principales frenos endógenos al desarrollo profesional de la Enfermería
pueden ser las nociones positivistas de teoría y práctica que como se ha constatado ocupan
un lugar central en el discurso pedagógico de la Enfermería. Es decir, el motivo por el
que las teorías y/o modelos de Enfermería no han tenido un impacto relevante en la
práctica no tiene que ver solamente con actitudes de rechazo de las enfermeras, o con su
incapacidad para aplicar tales modelos. Los abismos entre teoría y práctica se deben en
realidad a la errónea suposición de que pueden producirse conocimientos y saberes
(teorías de Enfermería) dentro de unos contextos teóricos y prácticos diferentes a donde
aquellos deban aplicarse.
Desarrollaré a partir de ahora, la línea argumental de Carr y Kemmis a la que subyace una
epistemología sociocrítica, que cada vez con más fuerza se está imponiendo en la
literatura acerca de la formación de enfermeras (Allen, 1990).
En otros lugares (Medina, 1994, 1995) he tratado de revelar los diversos modos como han
sido caracterizadas las nociones de Teoría y de Investigación en el campo de la
Enfermería. Se decía allí que la manera más usual de llevar a cabo esa caracterización
había sido describiendo los métodos y técnicas que las enfermeras utilizan cuando llevan
a cabo actividades de investigación encaminadas al desarrollo del conocimiento
enfermero.
Según Carr y Kemmis (1988), el criterio básico de discriminación se basa en que las
actividades de investigación son acciones humanas y como tales sólo pueden
comprenderse haciendo referencia a los intereses y propósitos generales de las personas
que las llevan a cabo. Para precisar más esta aseveración proponen el esquema de
Langford (1978) el cual pretende distinguir entre actividades teóricas y prácticas.
Para este autor, gran parte de las actividades que las personas llevan a cabo se basan en
un esquema o plan de acción más o menos complejo. Las acciones específicas que se
llevan a cabo para conseguir unas finalidades determinadas forman parte de una actividad
mas amplia y general en el tiempo, la cual obedece, a su vez, a una finalidad más general
a la luz de la cual se evalúan los actos y las observaciones que se realizan.
42
Ya se ha dicho antes que lo distintivo de la investigación enfermera no es su objeto de estudio. Por
ejemplo, las necesidades humanas han sido estudiadas, incluso antes que en Enfermería, por la
Psicología en los ya clásicos trabajos de investigación de Abraham Maslow. El tema objeto de gran
parte de la investigación enfermera actual, las respuestas humanas a los estados de enfermedad, tal cual
es presentado por la NANDA, ha sido objeto de investigación por múltiples disciplinas. Por ejemplo,
la medicina, estudia las respuestas biopatológicas, la psicología clínica las psicológicas, la antropología
las culturales.
132
la finalidad última para la que se lleva a cabo ese tipo de investigación y a la que
intencionalmente desea contribuir.
Dicho esto, cabrá insistir de nuevo en que los problemas con los que se enfrenta una
investigación enfermera pueden ser o teóricos o prácticos pero nunca las dos cosas al
mismo tiempo, por lo tanto los problemas de la Enfermería en ningún caso podrían ser
43
Aunque esta afirmación parezca de Perogrullo, es necesario remarcarla dada la facilidad con las que
un buen número de investigaciones en Enfermería han obviado este punto. Por ejemplo, gran parte, de
la investigación acerca de la naturaleza y estructura de las Teorías y Modelos de Enfermería carecen
claramente de una orientación práctica. Véanse si no los trabajos de Fawcett, (1983, 1991, 1993) sobre
la estructura de la Teoría de Enfermería y la evaluación de los Modelos de Enfermería; o los de Chinn
(1983) donde se sistematiza la naturaleza y estructura del conocimiento enfermero. El interés que
mueve a estos, por otra parte magníficos trabajos, es fundamentalmente teórico: de sistematización del
campo, de clarificación conceptual o de reflexión metateórica.
133
considerados como teóricos. O sea, aquellos problemas de Enfermería que son más
generales como, por ejemplo, ¿cuál es el papel de la enfermera ante el enfermo en fase
terminal?, no es un problema de naturaleza más teórica que otro más concreto como ¿cuál
es la mejor manera para valorar el grado de dolor que sufre este enfermo aquejado de
metástasis óseas?. Estos dos problemas tiene en común que su solución pasa por la
ejecución de una acción determinada informada por un juicio práctico, antes que por el
descubrimiento de un nuevo saber. De la misma manera, cabe afirmar que existen
problemas (fundamentalmente teóricos) que a simple vista pudieran parecernos
enfermeros pero que en realidad no lo son. Esos problemas teóricos, ya generales ya
concretos (por ejemplo de qué manera la salud está influenciada por factores sociales44
como el nivel socioeconómico o la clase social; o bien, qué tipo de sustancias adictivas
consumen los adolescentes de una determinada clase social o área geográfica) tienen, sin
duda, un efecto en el modo en como las enfermeras que trabajan en asistencia primaria
toman decisiones prácticas para resolver sus problemas. Pero no son problemas
enfermeros en sí mismos porque se comprenden mejor como constitutivos de los intereses
de aquellas actividades de investigación que tratan de alcanzar los fines de las actividades
teóricas a las que pertenecen tales como la sociología o la psicología de la salud.
44
Hoy día es un lugar común en el discurso enfermero el que la disciplina se centra en el estudio
conjunto y la síntesis posterior de cuatro elementos: la persona holísticamente considerada, la salud
entendida como un proceso más que como un estado o como algo más que la ausencia de enfermedad,
la sociedad /ambiente considerada como el conjunto de estructuras e ideologías sociales, económicas,
políticas que son causa y a la vez consecuencia de los comportamientos relacionados con la salud y la
Enfermería entendida como un servicio de ayuda a la sociedad.
134
psicología de la salud. Por ejemplo, los problemas de esa disciplina que están relacionados
con el proceso de duelo no vienen determinados o influidos por las enfermeras que tratan
a personas con esa problemática sino por el marco teórico de referencia a la luz del cual
la psicología estudia el proceso de duelo. Por contra, los problemas “de” Enfermería,
debido a que derivan de la práctica del cuidado, no aparecerán como consecuencia de
dificultades en la ejecución de las normas que dirigen la investigación sobre problemas
enfermeros, antes al contrario, se manifestarán en el momento en que las actividades
prácticas que las enfermeras realizan, se les muestren inconsistentes con el objetivo que
ellas persiguen.
Pero, por otra parte, el que esos problemas adopten la forma de una discordancia entre
una práctica y los objetivos en función de los cuales ésta se ejecuta implica la posesión
de ciertas nociones o creencias previas y de algunos presupuestos en función de los cuales
se explicaban y justificaban aquellos objetivos:
En este sentido las enfermeras que llevan a la práctica las acciones de cuidar, poseen un
conjunto de creencias y expectativas acerca de su actividad, es decir ya tienen un marco
teórico de referencia a la luz del cual obtienen sentido y finalidad para sus prácticas. Lo
que ocurre es que, como todo conocimiento práctico, suele ser implícito:
135
“Cuando la enfermera tiene que realizar cierta abstracción de su
práctica para poderla explicar al alumno se halla con serias
dificultades” (EP1, 189-98).
Es por ello que cuando algunas investigadoras han intentado una aproximación teórica a
la actividad enfermera, han constatado que es una realidad saturada por las
comprensiones, interpretaciones, creencias, valores y expectativas de las personas que
realizan en la práctica la acción de cuidar. Quiero decir con esto que las realidades
prácticas como la Enfermería no se pueden analizar omitiendo los saberes, valores,
intereses y expectativas de las personas que se hallan inmersas en ellas y que, en cierta
manera, construyen esas realidades, sino que deben incluir ese contexto como elemento
constitutivo de la realidad a estudiar; tal y como nos manifestaba una profesora e
investigadora:
que queda implícita en las afirmaciones anteriores es probablemente errónea. Como falsa
es la noción de que la teoría implica reflexión y la práctica acción. En realidad, existen
“actividades” teóricas y actividades prácticas” En lo concerniente a las primeras, la
noción de teoría puede tener dos significados. Primero, puede ser el producto del trabajo
de las personas que realizan actividades teóricas; por ejemplo, la teoría de "Enfermería
como Ciencia Humana" de Jean Watson. Segundo, puede significar el marco de
significados y pensamientos que estructura y dirige cualquier actividad teórica; por
ejemplo, el marco teórico y las tradiciones de pensamiento que más influyeron en Watson
cuando formuló su teoría, fueron la obra de Nightingale, Henderson y Leininger, la
Fenomenología de Husserl y el Existencialismo Sartreano. Así, cuando decimos “teoría”
de Enfermería cabría preguntarse a qué nos estamos refiriendo, pues podemos querer
significar tanto el “producto” de investigaciones en Enfermería, por ejemplo, la "teoría
137
del Autocuidado de Orem", como el marco teórico general de referencia de los que se
dedican a producir teorías de Enfermería.
Por ejemplo, la actividad de enseñar a cuidar o la del cuidado mismo, aunque no tengan
como objetivo concreto la producción de ninguna teoría, son muy parecidas al trabajo que
puede llevar a cabo una investigadora en Enfermería. Son prácticas sociales,
intencionalmente desarrolladas y que sólo pueden ser entendidas por referencia al marco
más general a la luz del cual las enfermeras asignan un sentido a su trabajo. Ninguna
enfermera podría iniciar su práctica sin una noción previa de lo que hay que hacer y sin
algún saber acerca de la situación en la que van a practicar.
Por tanto, todas las enfermeras poseen una “teoría” de Enfermería que dirige su práctica,
sustenta sus decisiones y es el marco de referencia que les permite encontrar un
significado a lo que hacen:
Cualquier actividad práctica implica la posesión de alguna teoría, y esto es válido tanto
para las profesoras de Enfermería que enseñan a cuidar, como para las actividades
prácticas de las enfermeras que cuidan. Por tanto, como ya se ha dicho, la creencia
simétrica de que todo lo teórico no es práctico y viceversa, es falsa. Los modelos y teorías
138
de Enfermería no son saberes producidos en un vacío práctico ni tampoco el cuidado de
los enfermos es un trabajo mecánico impermeable a cualquier planteamiento teórico.
Ambas situaciones son “actividades prácticas” cuyas teorías guía, y esto es lo que
pretendía justificar, residen en los esquemas y perspectivas de significado de las personas
que las ejecutan.
También es cierto que las teorías en las que se fundan las actividades teóricas como la
biología o la psicología y las que rigen las actividades de cuidar o de formar enfermeras
poseen rasgos comunes. Todas ellas son la manifestación de ciertas tradiciones que
determinan los esquemas de pensamiento bajo los que adquieren sentido y significado.
Cuando nos referimos a enfermeras teóricas y enfermeras prácticas (o enfermeras
docentes y enfermeras asistenciales) estamos hablando de grupos sociales que llevan a
cabo ciertas prácticas a la luz de un marco de significados compartidos. Por otra parte,
cada uno de esos marcos contiene una serie interrelacionada de conceptos, esquemas,
supuestos, creencias y valores que permiten interpretar y asignar un significado a las
situaciones en función de las finalidades de las respectivas actividades. Por ejemplo,
dentro del marco teórico propuesto por Marta Rogers (1980) se encuentran conceptos
como “campo de energía”, “patrón”, “integridad” o “resonancia”, mientras que las
nociones de “restablecimiento”, “autonomía” o “independencia” son típicas del discurso
práctico de la enfermera.
“Yo siempre que he intentado hacer algo ha sido mirando lo que está
haciendo la gente del hospital, los recursos que tienen, el tiempo, el
apoyo médico y entonces, en base a lo que hace la gente, recoger toda
la información (...). Aquella vez ofrecimos una cosa útil, trabajamos
desde la base, la gente se volcó, fue un éxito, pero hay que presentar
algo útil, operativo. (...). Me metí en lo que hacían, busqué sus registros
su filosofía (...). Lo que hay que hacer es decir: ¿qué estáis haciendo?,
¿cómo trabajáis?, y adaptarse a ello” (EP6, 233-1648).
140
Una teoría que reconozca que la principal fuente de problemas son los marcos
conceptuales de las enfermeras que cuidan y que asuma, por tanto, su participación en la
actividad teórica como una necesidad indispensable y que será validada por su adecuación
a la solución de aquellas situaciones que las enfermeras asistenciales perciban como
problemáticas.
141
3.1.4. A modo de conclusión
Las distancias que en Enfermería existen entre la teoría y la práctica del cuidado son,
pues, debidas a la errónea creencia (determinada por la mentalidad técnica) de que pueden
generarse teorías de Enfermería en contextos ajenos a donde aquéllas deben de ser
aplicadas . Consecuentemente, esos vacíos tratan de ser solucionados intentando
convencer a las enfermeras, a veces de manera autoritaria y rígida, para que apliquen
sistemas conceptuales diferentes a los que ya poseen:
De modo que si admitimos que la teoría de Enfermería debería ser aquella estructura
conceptual que guía y orienta las prácticas de las enfermeras que cuidan, no podremos
por menos aceptar que cualquier actividad teórica o su producto (cualquier modelo de
Enfermería) que pretenda influir o modificar la práctica sólo podrá conseguirlo
influyendo en los marcos mentales o perspectivas de significado a la luz del cual esas
prácticas se hacen inteligibles para sus protagonistas.
De modo que cualquier esquema conceptual que desee autoproclamarse como “teoría” de
Enfermería deberá influir en el marco de referencia que usan las enfermeras para asignar
un sentido a su actividad y por tanto deberá conocerlo con cierto grado de profundidad.
En síntesis, parece ya evidente que la teoría debe ser informada por las experiencias del
mundo real. Las teorías y modelos de Enfermería han sido muy poco investigadas y se
143
han desarrollado sobre todo para dar forma y contenido a los curricula de formación
inicial en lugar de responder a intereses de y para la práctica. Una teoría de Enfermería
debe describir, interpretar y tratar de ofrecer elementos para la comprensión no de una
Enfermería imaginaria, especulativa o ideal sino de la práctica virtuosa y experta de la
Enfermería tal cual es realizada hoy día. Este tipo de teoría debería ser usada como
contenido del currículum de modo que la práctica informase la formación de enfermeras
del mismo modo que la formación ha tratado de influir en la práctica.
Por otro, lado esta visión es consistente y se ve reforzada por los datos presentados en
otro trabajo (Medina, 1999), en el que se sistematizaba el concepto de cuidado y se
justificaba la naturaleza práctica de la acción de cuidar. Se argumentaba cómo el cuidado
se constituye como una relación interpersonal orientada a la salud y el bienestar de la
persona cuidada. Como tal relación humana no puede entenderse omitiendo los saberes,
valores, creencias, intereses y expectativas de los participantes en ella: la enfermera y la
persona cuidada. Se veía también cómo el cuidado sólo se puede hacer inteligible por
referencia a un contexto. Por ejemplo, en el estudio de Benner sobre las percepciones de
los enfermos acerca del cuidado quedaba patente que cuando la situación exigía eficiencia
técnica (acciones rápidas, habilidad psicomotriz) entonces la pericia técnica era vista
como sinónimo de cuidado. Cuando la situación del enfermo no requería de acciones
técnicas, capacidades relacionales como el soporte emocional o la empatía, eran
consideradas como cuidado.
Sin embargo, las teorías de Enfermería, sujetas a las prohibiciones metodológicas del
positivismo, se han convertido en estructuras formales que muy difícilmente han sabido
captar los aspectos tácitos, relacionales, contextuales y configuracionales que son
centrales en la práctica virtuosa de la Enfermería. Como se ha visto, la mayoría de Teorías
de Enfermería pertenecen a la tradición positivista dominante hasta la primera mitad del
siglo pasado. Son estructuras formales que ofrecen una visión mecanicista y, aún peor,
atomizada de las personas. Es decir, no aceptan, a pesar de lo que algunas docentes
piensan, la visión holística de la realidad que entiende los procesos como irregulares,
aleatorios, conflictivos, inciertos, singulares y dependientes de contexto, sino que
mantienen que el ser humano, como el universo, puede ser conceptualizado
mecánicamente ordenado, predecible, observable y controlable.
144
Sería faltar a la verdad negar que existen algunos modelos conceptuales que tratan de
informar la práctica de las enfermeras que son una excepción a la visión dominante como,
por ejemplo, los modelos humanistas de Rizzo-Parse, Watson o Leininger (la Escuela del
Caring). Pero no es menos cierto que todavía ocupan un lugar secundario en la lucha por
la legitimidad simbólica en el campo del discurso disciplinar de la Enfermería.
Por otra parte, esas teorías formales o modelos mecanicistas, se constituyen como
esquemas o estructuras que deben ser aplicadas a la práctica. Ese saber que originalmente
responde a un interés teórico se transforma ahora en un producto (del currículum) para
ser utilizado, subestimándose el papel de la enfermera profesional como sujeto
epistémico.
145
3.2. TRADICIÓN Y PODER
En lo que sigue trataré de mostrar las evidencias en las que me he basado para formular
tal aseveración mostrando cómo las formas que adoptan las relaciones entre la profesión
médica y la enfermera dificultan los esfuerzos de la Enfermería hacia la emancipación de
la hegemonía del poder médico. Tal y como se ha podido comprobar, el efecto de esa
hegemonía se manifiesta en la incapacidad de muchas enfermeras para traer a la
conciencia el hecho que su identidad profesional ha sido diluida y subsumida en la
medicina a través de los mitos y falsas dicotomías masculino/femenino y curar/cuidar.
146
Como se ha dicho en otro lugar (Medina, 1999), investigaciones realizadas sobre la
socialización en la profesión de Enfermería, señalaban que ciertas “virtudes femeninas”
como la feminidad, la pureza, la entrega, el servicio y la abnegación son valores altamente
estimados y reforzados en las escuelas de Enfermería y también en la sociedad (Cohen,
1988).
45
Uno de los aspectos que más influye en la vida cotidiana de los centros sanitarios es la cultura profesional.
Por cultura profesional debe entenderse el conjunto de creencias, valores, normas y hábitos compartidos
que constituyen el marco interpretativo a la luz del cual adquiere sentido y significado la práctica del
cuidado profesional al tiempo que configura la identidad profesional de las enfermeras y de los diferentes
centros sanitarios y definen las relaciones que mantienen entre sí las enfermeras. Ese sistema de creencias
y hábitos se elabora de manera colectiva por los grupos de enfermeras que durante años se enfrentan al
mismo tipo de realidades, dificultades y situaciones. Es importante remarcar que la interpretación que las
enfermeras hacen de las diversas situaciones de cuidado y las razones que esgrimen para defender un (por
ejemplo) cambio en su práctica o mantenerse en su contra, están fuertemente influenciadas por la cultura
profesional en la que se han socializado. Toda cultura profesional (al igual que el resto de culturas, en
sentido antropológico) posee dos dimensiones: contenido y forma. El primero alude a las creencias, valores,
hábitos y modos de hacer compartidos por un colectivo de enfermeras. Se refiere a lo que las enfermeras
piensan, dicen y hacen en su práctica cotidiana. La forma hace referencia a las pautas o modelos de
asociación entre los miembros de esa cultura, se manifiesta en los modos de articularse las relaciones entre
las enfermeras. Lo importante aquí, es darse cuenta que a través de las distintas formas los contenidos
culturales se elaboran, reproducen o redefinen.
147
importancia si asumimos su función de mediación entre las reglas formales y explícitas
de la institución y las ambiguas circunstancias de las condiciones del trabajo diario.
Uno de los factores capitales para comprender porqué las enfermeras cuidan tal y como
lo hacen radica no tanto en las intenciones explícitas de las organizaciones en las que
ejercen, sino en los efectos que la estructura y funcionamiento de la institución sanitaria
tiene en los esquemas de significado que rigen el comportamiento de las enfermeras
profesionales (Brykcznska, 1993). En las instituciones46 hospitalarias, de hecho en
cualquier institución, a través de procesos, siempre implícitos, de socialización o
inducción profesional se producen una serie de aprendizajes sociales, independientes de
los objetivos formativos y ocupacionales que son explícitamente pretendidos por la
institución (Chung y Nolan, 1994). Este aprendizaje social o adaptación al papel
profesional, tiene efectos sobre la subjetividad de la enfermera, la preconstituyen y es una
parte importante, y no obstante poco conocida, de la vida en todas las instituciones.
46
Una institución es una construcción social, es decir el algo no natural. Puede entenderse como una serie
de construcciones sociales culturales y psíquicas. Una configuración de valores e ideología que se
institucionalizan en reglas escritas o no. En general una institución tiene que ver con comportamientos que
llegan a formalizarse en leyes escritas o que tienen una elevada vigencia en la vida cotidiana. La familia, el
matrimonio, la propiedad privada, la maternidad o el tabú del incesto son, en ese sentido instituciones. En
este trabajo institución se usa como sinónimo de regularidad social, aludiendo a normas y leyes que
representan valores sociales y pautas de comportamiento de grupos e individuos, fijando sus límites. Por
ejemplo son instituciones la norma constitucional que establece el derecho a la salud y la obligatoriedad de
la educación secundaria o las normas no escritas por las que es posible identificar a una “buena” estudiante
de enfermería o que justifican que los médicos sean hombres y las enfermeras mujeres. Es importante
distinguir institución de establecimiento. Este segundo término alude a organizaciones concretas (un
hospital, una escuela) con una función específica y especializada y en las que sustantivan o realizan en la
práctica los valores que incorpora la anterior acepción. Existen instituciones que no tienen establecimiento
por ejemplo, el noviazgo, otras, como el cuidado, sí que lo poseen: los centros de salud. El problema es que
nos mimetizamos tanto con la institución que todo lo figurado nos invade. Es importante darse cuenta del
carácter convencional e histórico de toda institución: son producto de una construcción social e histórica
realizada por personas.
148
observando el comportamiento y las actitudes de los médicos hacia las enfermeras parecía
como si los médicos creyesen que la Enfermería está atada a la Medicina como una pareja
subordinada, al igual que muchas esposas lo están a sus maridos. De manera que, del
mismo modo que se espera que las esposas colaboren, en alguna forma, con el trabajo de
sus maridos, las enfermeras deben ayudar a los médicos (antes que a los pacientes) en el
desarrollo de su importante misión.
Pero, además, esta idea se refuerza por el hecho de que socialmente se sancione la idea
que la Enfermería no es más que una continuación y extensión de la naturaleza biológica
femenina, lo que implica que la profesión de la Enfermería se considera como un asunto
exclusivo de las mujeres. Esta idea permea la conciencia de algunas profesoras:
De ese modo, la enfermera provee, de manera desinteresada, cuidados tanto a las personas
enfermas como a los médicos, reproduciendo, así, la estructura familiar:
“Como eres muy mujer cuidas a todo el mundo y, por tanto siempre son
los otros primeros que tú “ (EP3, 1413-17).
149
Las prácticas laborales subordinadas, como las que las que las enfermeras realizan,
implican siempre la ejecución de una interpretación problemática: hacer realidad práctica
las prescripciones que realizan otras ocupaciones más elevadas y de las cuales depende
gran parte de su trabajo:
Pero, cabría preguntarse, ¿qué realidad?, ¿a quién pertenece el saber que permite realizar
una interpretación verdadera? Durante el trabajo de campo he podido constatar que, en el
hospital, es bastante frecuente que a la enfermera se le diga, implícitamente, que “su
misión no es pensar” cuando solicita clarificación respecto de algún aspecto de su trabajo.
Entre otras cosas porque en la cultura médica hospitalaria prevalece todavía la idea que
la Enfermería es una actividad natural e intuitiva por lo que no se considera necesario que
la enfermera posea habilidades intelectuales. Es suficiente que se comporte como sus
instintos femeninos le obliguen; tal y como nos decía una profesora con una larga
experiencia como enfermera:
La mentalidad de servilismo o de sumisión, las tareas que las enfermeras llevan a cabo
no son respuestas espontáneas y biológicamente femeninas a las necesidades humanas de
las personas que cuidan o a la superioridad técnica masculina que los médicos detentan.
150
Son, en realidad, el resultado de un sistema, de una institución, que apoya abiertamente
la separación entre cuidar y curar, a la vez que, de manera encubierta, se apoya en las
enfermeras para rellenar el vacío entre ambas:
47
Esas mismas resistencias perduran en nuestro país dificultando el acceso de la Enfermería a los estudios
de segundo y tercer ciclo. Aunque a la vista de hechos recientes, habrá que admitir que “el enemigo” reside
en casa.
151
“Tener una diplomatura (la Enfermería) te subordina, ya de entrada, a
un estatus diferente a otros que son licenciados” (EP5, 1576-80).
Sin embargo, los intercambios desiguales y las relaciones jerárquicas entre miembros de
diferentes profesiones basadas en los diferentes lugares que se ocupen en el escalafón o
la carrera profesional correspondiente no suelen ser bien vistas en las organizaciones de
salud altamente burocratizadas. Los sistemas formales esperan una uniformidad en las
respuestas, basándose en la idea de un consenso asumido rechazando, de ese modo, la
jerarquía o separación real de rangos que se base en el poder jerárquico, el género o la
etnicidad (Jolley, 1993).
Las experiencias opuestas de los diferentes grupos profesionales que trabajan en las
organizaciones de salud son consecuencia del lugar que ocupan en la jerarquía de poder
y de las interrelaciones a que este posicionamiento da lugar. Mientras que los que ocupan
los lugares más elevados en la jerarquía pueden usar el poder que les confiere su posición
en la estructura formal para determinar las reglas que les permitan alcanzar sus objetivos,
otros deben obedecer “las órdenes del día”. Las enfermeras reciben instrucciones que
deben obedecer y que, con frecuencia, van más allá de los objetivos y actividades
derivadas de los requerimientos de su puesto de trabajo. Esta situación no es desconocida
para aquellas profesoras que han ejercido como enfermeras:
152
“En la práctica si se resolviesen parcelas de trabajos que no están
catalogadas, que son, pero que no son fundamentales para nadie, pero
que se deben hacer y estuviese la persona que las hiciese o quedase
muy bien estipulado, pienso que las enfermeras saldríamos ganando
mucho, porque como cuidamos tanto a la gente” (EP3 2110-30).
153
en aquellas cosas que nadie quiere hacer y que siempre le tocan al
colectivo más débil y en este caso son las enfermeras” (EP3, 291-304).
Pero, por otra, se las responsabiliza del cuidado y control de las personas que asisten, en
ausencia de aquellas “autoridades”. Las enfermeras deben ser prácticas inteligentes pero
en ningún caso deben esperar reconocimiento por su acción. Lo que, en cualquier caso
recibirán, si las buenas maneras prevalecen, es la gratitud de los enfermos que se da a las
“buenas personas”, a aquellas enfermeras que expresan buenos sentimientos hacia los
pacientes. No en vano, en el imaginario social se halla instalada la creencia que la
Enfermería es un trabajo para el que basta con ser mujer y que no requiere conocimiento
superior alguno. La pericia distintiva de los “buenos profesionales” produce admiración
antes que gratitud y esa queda reservada en exclusiva para los médicos que son
poseedores de saberes considerados casi mágicos por el imaginario social.
Por otra parte, se defiende que las enfermeras tienen una “responsabilidad personal” con
el enfermo; este compromiso informal contrasta con la especialización de los expertos:
mientras para cuidar es suficiente una implicación personal, la cura queda restringida a
una provincia de expertos. Durante el trabajo de campo se constató que, en el hospital, el
cuidado de los enfermos era definido, por pasiva, como una rutina, como trabajo físico
que no tiene significación para la recuperación o cura del paciente y que no requiere
formación previa alguna, sólo hemos de permitir que la biología femenina actúe. Por
ejemplo, pude comprobar cómo en servicios hospitalarios altamente especializados
154
enfermeras con titulación universitaria y amplia experiencia profesional en el campo
“intercambian” ciertas funciones con auxiliares de Enfermería que como mucho poseen
experiencia en la rutina hospitalaria. Lamentablemente, aunque las enfermeras han
conducido las prácticas del cuidado de los enfermos desde tiempo inmemorial, son
tratadas por los empleadores (gerentes y médicos), debido a su función intercambiable e
invisible, como si se les estuviera haciendo un favor por participar en el proceso técnico
de la curación biomédica:
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Los hospitales privados que deseen concertar sus servicios con la sanidad pública deben reunir unos
requisitos mínimos en cuanto a estructura y recursos humanos y materiales. Entre ellos, una relación
determinada entre el número de camas y de enfermeras.
155
Pero, en contra de lo que hasta aquí hemos visto, la Enfermería no es, como se ha venido
insistiendo y contrariamente a las creencias más populares, una respuesta natural
femenina a las necesidades de salud de las personas:
Por lo que he visto durante el trabajo de campo, aunque pese reconocerlo y frente a la
retórica en uso en alguna literatura sobre Enfermería, el cuidado no es complementario a
la intervención tecnológica médica que persigue la curación, es subordinado. La
distinción curar/cuidar no es consecuencia de dos fenómenos de naturaleza diferente, es
una construcción social, por tanto arbitraria, convertida en mitología. Construcción en la
que, sin embargo, las enfermeras han tenido un papel marginal, el estatus de
subordinación nunca ha sido intencionalmente perseguido por las enfermeras.
Las estructuras médicas y de gestión del sistema sanitario han sido quienes han
determinado, regulado y evaluado el horizonte de significados y las condiciones objetivas
del trabajo de las enfermeras:
Para comprender la Enfermería tal cual es practicada en la actualidad hay que ir más allá
de los análisis de su ideología de servicio altruista y vocacional o de una descripción de
las estructuras y prácticas en las que se educa a las futuras profesionales. Se hace
necesario un marco de análisis más amplio: el institucional. La estructura y
funcionamiento del sistema sanitario, la cultura profesional que genera y los sistemas de
reglas ocultas que realmente gobiernan la práctica impelen a las enfermeras no
necesariamente hacia las necesidades de las personas que cuidan, sino hacia los intereses
de los grupos que detentan el poder dentro de la industria sanitaria. La práctica de la
Enfermería sólo puede hacerse inteligible si se la concibe como una consecuencia del
lugar marginal que históricamente ha ocupado en las instituciones médicas. Como
consecuencia, existe un estatus de subordinación muy alejado del modelo idealizado que
la retórica académica propone:
“Yo creo que empieza a haber autonomía, bastante más que antes, pero
sigo pensando que hay mucha sumisión. Si no hay sumisión lo que sí
hay es la no asunción de responsabilidades” (EP8, 2872-91).
Pero, además, esa subordinación impuesta, esa consideración del cuidado como un trabajo
secundario, implica que gran parte de las actividades que las enfermeras realmente
realizan se adscriban al territorio de las prácticas informales. Gran parte del aprendizaje
social, de las rutinas y procedimientos de cuidado y del conocimiento personal y práctico
que las enfermeras aprenden informalmente durante su proceso de socialización
profesional (fundamental para un cuidado competente) no son consideradas como una
parte sustantiva de su trabajo. La consecuencia en términos del aprendizaje de un
conocimiento prácticamente relevante para el ejercicio del cuidado es, bajo mi punto de
vista, toda una tragedia. Una considerable cantidad de conocimiento de primera mano,
obtenido a través de una larga historia de “manos y mentes que cuidan”, o es traspasado
de las enfermeras expertas a las debutantes a través de modalidades “ad hoc” o bien se
pierde para siempre.
El que aquel conocimiento imprescindible para una práctica de cuidados de calidad sea
intuitivo e idiosincrásico y el hecho de que sea difícilmente formalizable:
no implica que sus efectos no sean beneficiosos para la persona cuidada, como supone,
erróneamente, la racionalidad técnica biomédica que triunfa en la Enfermería: la
mentalidad del cuidado que está sumergida en la ciencia empírica biomédica y dominada
por la conceptualización médica del enfermar y no por la de los enfermos o las
enfermeras.
159
“Cuando las enfermeras en asistencia primaria se plantean trabajar en
equipo empiezan a tener problemas porque el poder médico es muy
importante” (EP4, 2378-83).
En ese contexto axiológico, las enfermeras vieron la eficiencia y la objetividad del trabajo
científico como los puentes que les permitirían llegar al estatus profesional que los
médicos disfrutaban. Por ejemplo, en el Teachers College de la Universidad de Columbia
(la pionera en la formación postbásica para enfermeras) se empezaron a realizar, en la
década de los veinte del siglo pasado, un buen número de “estudios científicos” para
determinar los componentes de un cuidado científico, eficiente y de calidad. Ese “análisis
de tareas” y descomposición de actividades, en la mejor tradición Taylorista, permitió
asignar en función de su supuesta complejidad, diferentes tareas a diferentes trabajadores
como enfermeras, auxiliares y enfermeras técnicas. Así que la Enfermería colaboró, de
modo inopinado, al desarrollo de la división del trabajo médico en los hospitales y a la
implantación de los principios de la racionalización (y descualificación) científica del
trabajo.
162
“cargas49 de trabajo”. En este sentido no nos debe sorprender que muchas enfermeras
definan su función no en términos profesionales sino como imperativos organizacionales.
A pesar de la retórica del cuidado integral, biopsicosocial u holístico, es evidente que en
las instituciones sanitarias existen condiciones reales para que este enfoque no se ponga
en práctica.
En este apartado se ha intentado ilustrar los modos y medios a través de los que la opresión
de las mujeres enfermeras se convierten en “situaciones normales y socialmente
49
Las definiciones no son neutrales ni inocentes. El diccionario de la real academia indica que la carga es
un servicio al que están “obligadas” las personas o aquella obligación o empresa que se hace “molesta”.
Podríamos preguntarnos si otras ocupaciones profesionalizadas incluyen en su vocabulario ese término.
163
aceptables”, por lo tanto, invisibles. Para que el poder pueda ser usado adecuadamente es
imprescindible que las personas sientan la necesidad de su existencia. Es decir, los grupos
más desaventajados “deben” creer en su propia inferioridad.
Pero, además, la Enfermería en sí misma contiene como mínimo varias ocupaciones todas
ellas definidas como apéndices instrumentales de la medicina; una diversidad que es
reflejada en las distinciones que se establecen entre diversas especialidades como, por
ejemplo, Enfermería Urológica, Enfermería Geriátrica, Enfermería Psiquiátrica,
Enfermería Neurológica, etc. Enfermería en sí misma no es una categoría homogénea sino
una jerarquía donde los niveles más bajos desarrollan la gran mayoría del trabajo físico
50
Obviamente me estoy refiriendo a los “correturnos” o como se quiera llamar. Aquí deberíamos tomar nota
de lo que acontece en algunos Estados Norteamericanos donde las asociaciones de usuarios se personan
como acusación en causas de mala praxis profesional. Lo interesante es que la denuncia se dirige a la
dirección de Enfermería cuando la enfermera inculpada tiene menos de cinco años de experiencia y es
correturnos. Entienden, con buen juicio estas colegas, que la dirección es también responsable por generar
unas condiciones de ejercicio profesional (colocar a una debutante en situaciones de cambio continuo) que
fomentan la mala praxis. Por el contrario, me consta que en algunos “hospitales magnéticos” del área de
Nueva York que he conocido, quien realiza esa función son exclusivamente aquellas enfermeras “clínicas”
con elevados grados de conocimiento y pericia profesional que les habilita para adaptarse a las elevadas
exigencias de combinar servicios y especialidades. Trabajo, además, altamente remunerado.
165
(en nuestro caso las auxiliares de enfermería). Sociológicamente hablando nos hallamos
ante una división de clases.
Lo que interesa enfatizar es que las tensiones que se producen como consecuencia de
toda esa mezcla e interacción de roles y relaciones institucionales, tienden a ser relegados
a la dimensión informal de las prácticas sanitarias adoptando la forma de dificultades o
quejas personales antes que de problemas institucionales. Muchas enfermeras me han
dicho en más de una ocasión que se nos conoce como una profesión de cuidados pero
¿quién cuida a los cuidadores?. El lugar y papel de la Enfermería en el sistema de salud
no es valorado y juzgado con las categorías de enfermeras o enfermos. La lógica que
informa y justifica el bajo estatus de la Enfermería no es el resultado de una necesidad (la
ayuda a las personas en la satisfacción de sus necesidades de salud) sino la lógica de una
forma industrializada y fabril de asistencia a la salud. En realidad las enfermeras no son
empleadas por el sistema sanitario para emitir opiniones sino para manufacturar un
sistema de cuidados. No trabajan al modo de aquellos profesionales independientes que
gobiernan de una manera explícita su propia actividad profesional, antes al contrario, la
mayoría de enfermeras de nuestro país desarrollan sus actividades dentro de modelos que
en realidad son definidos por sus empleadores. Como ocupación asistencial, el principal
objetivo de la Enfermería es hacer realidad, llevándolas a la práctica, las prescripciones
de los grupos que ocupan un estatus más elevado en el sistema de salud. Sin embargo,
puesto que esta intención del sistema de salud no es abiertamente formulada, no es de
sorprender que gran número de enfermeras manifiesten su confusión acerca de cuál es su
verdadera función en el sistema de salud.
Sus enfoques hacia las personas que cuidan, es decir, la mentalidad de ayudar a las
personas a cuidarse, a satisfacer sus necesidades, a fomentar su independencia, son
mediadas “por”, y realizadas “a través” de instituciones tan poderosas como la medicina
hospitalaria y las estructuras de gestión del sistema sanitario. La consecuencia para las
enfermeras es la ausencia total de autoridad para iniciar acciones de cuidados definidas
desde esquemas de significado propiamente enfermeros.
En síntesis, las enfermeras son clasificadas abiertamente como profesionales de bajo nivel
o “semiprofesionales”, lo que les confiere un estatus muy ambiguo en el contexto del
sistema de salud. No son profesionales independientes con suficiente poder para
determinar las reglas de su práctica, ni son mano de obra descualificada que pueda ser
167
fácilmente reemplazada (recuérdese que poseen formación universitaria). Pero además
ocupan un papel central en el mantenimiento del correcto funcionamiento del sistema de
salud. Lo que interesa destacar es que en el nivel donde se toman las decisiones del
sistema de salud, el trabajo de cuidar que las enfermeras desarrollan es marginado con
respecto a los requerimientos técnicos y profesionales que precisa para su desempeño. Y
esto sucede porque el cuidado de los enfermos no es visto como una actividad lo
suficientemente compleja para ser aprendida, es más bien el resultado de un destino
biológico (el de las mujeres). Tomado como un trabajo “de mujeres”, la Enfermería se
considera la expresión de manifestaciones biológicamente femeninas como la
responsabilidad y la sensibilidad.
El cuidado a los enfermos visto, convenientemente, como una extensión del papel familiar
que la mujer desempeña de manera natural, sirve para ocultar la gran dureza y enorme
importancia del trabajo que las enfermeras desempeñan. Pero también, esta asociación
entre funciones de la Enfermería y virtudes biológicamente femeninas se utiliza para
justificar su bajo estatus en el sistema de salud. El cual no es, sin embargo, el resultado
de cualidades intrínsecamente femeninas o de una lógica natural: es un lamentable
prejuicio social o estereotipo.
168
De aquí en adelante presentaré las evidencias en las que me he basado para llegar a esa
conclusión. Mostrando cómo la formación de enfermeras ha estado determinada,
sometida y dominada por los intereses de los grupos dominantes en el campo de la
educación y de la salud, es decir, demostrando que el discurso pedagógico en la
Enfermería es una densa red de relaciones de poder entre sujetos, instituciones y
discursos.
La enseñanza del cuidado tiene lugar en un contexto social donde el discurso oficial de la
Enfermería ha favorecido siempre la ideología de los grupos dominantes y cada vez más
se ha inclinado ante los designios económicos. Las reformas económicas y políticas que
nuestro país ha experimentado en los últimos 20 años, han transformado las estructuras,
filosofías, finalidades, objetivos de nuestros sistemas educativo y sanitario. Estos cambios
estructurales han afectado la vida y el nivel educativo y de salud de la población española.
51
Un clamoroso ejemplo de rabiosa actualidad lo tenemos en las dificultades para que el Consejo de
Universidades homologase una Licenciatura en Enfermería.
170
“Pienso que el nivel de docencia es bajo y, en general , los alumnos
van desaprendiendo” (EP3, 1935-42).
“Yo creo que nos falta decir que lo hacemos bien, y que nos lo
creamos” (EP4, 332-36).
No hace muchos años que en nuestro país, a imagen y semejanza de lo que está ocurriendo
en el resto del mundo occidental, la enseñanza de la Enfermería ha intentado alejarse de
las contradicciones y restricciones que generaban los modelos biomédicos, organicistas,
171
objetivantes y conductistas de currículum y de práctica asistencial. Desde el año 1977 en
que se inician los estudios de Diplomado en Enfermería, los currículum se han venido
diseñando bajo una filosofía humanista, antes que positivista, que conceptualizaba al ser
humano como una unidad biopsicosocial irreductible.
El objetivo final de la formación en el que, sin duda, las profesoras y profesores han
puesto lo mejor de sí mismos, no es otro que ayudar a las estudiantes para que
comprendiesen que el propósito de su práctica antes que curar era cuidar: satisfacer las
necesidades biológicas, psicológicas, sociales y espirituales que la enfermedad alteraba:
“Una estudiante, cuando acabe, debe tener muy claro que ella es la que
va a cuidar a personas que pueden estar enfermas o no. Y que aquella
persona, a parte de la enfermedad, tiene otros problemas que pueden
preocuparle tanto como la enfermedad” (EP2, 1003-10).
“El alumno debe saber claramente que tiene (su trabajo) una parte
autónoma a realizar y que si él no la hace nadie la va a hacer” (EP8,
418-34).
“El alumno ve que la teoría le enseña unas cosas, como él dice “de
libro” pero después en la realidad no se hacen” (EP2, 1153-56).
Uno de los hallazgos más interesantes y sorprendentes de esta investigación indica que el
profesorado juega, de manera inopinada, un papel destacado en el proceso implícito de
transmisión y conformación de esa subjetividad en las estudiantes.
Según los datos que arroja el trabajo de campo, el profesorado incorpora y reproduce en
su práctica docente esquemas inconscientes de autoritarismo y coerción que asimiló,
también, de manera inconsciente (actos de hegemonía) durante su experiencia como
estudiantes de enfermería y como enfermeras profesionales:
52 Proceso dual (intencional e informal) que se sucede durante la formación inicial y los primeros años
de ejercicio profesional mediante el cual las futuras enfermeras adquieren los valores, esquemas y
atributos motivacionales propios de la Enfermería.
175
“Los profesores seguimos participando de ese cultura de sumisión (...),
y es lógico que algo quede porque mucha gente (profesorado) que está
aquí, en su vida asistencial había puesto la bata al médico” (EP7, 515-
59).
“La profesora de XXX (la asignatura) que tuvimos el año pasado nos
decía que lo que quería incitar era reuniones de la gente, colaboración
176
e interrelación, pero... llega mandando ¡¡mañana no quiero ver a nadie
que se siente en el mismo sitio que hoy!! ... no te da opción a que digas
o que expongas” (EA4, pág. 4).
Pero ese autoritarismo que, como veremos más adelante, conduce a la sumisión y al
aprendizaje de la obediencia también se manifiesta diluido en un maternalismo o
paternalismo muy arraigado en la cultura enfermera:
Bajo mi punto de vista, la educación de las enfermeras debe entenderse como algo más
complejo que un proceso de aprendizaje profesional a través de prácticas intencionales
de enseñanza. En realidad, es también un proceso que a través de mecanismos ocultos e
implícitos, ayuda a crear y legitimar formas de conciencia en las estudiantes que recrean
y legitiman las relaciones de poder:
177
“Los profesores continuamos con algo que tenemos muy adentro,
¿cómo te diría?... seguimos participando de ese cultura de sumisión
pero no participando conscientemente sino inconscientemente” (EP7,
515-29).
178
Sin embargo, la noción de hegemonía transciende la relación meramente mecánica entre
la institución hegemónica (la escuela y el hospital) y la subjetividad; y también va más
allá de la suposición de que un pequeño grupo de personas que detentan el poder
“manipulan intencionalmente” la educación de enfermeras. En realidad, esas relaciones
son mucho más complejas. La cultura, la conciencia y el imaginario social antes que estar
predeterminados por las estructuras sociales y las condiciones económicas, mantienen
con éstas una relación dialéctica. Esa relación está siempre mediatizada por diferentes
modos de acción humana. Por ejemplo, está mediatizada por las actividades,
contradicciones y relaciones específicas que se dan entre personas reales como nosotros,
en sus vidas cotidianas dentro de las instituciones que organizan esas vidas. Y es debido
a esa cotidianeidad que el control y la dominación se difuminan, se hacen invisibles:
“Sí, yo creo que esta cultura del sometimiento es muy sutil, es algo
que... si tú me preguntas yo te diré “no yo no me siento así” ni aquella
tampoco ni la otra tampoco... pero hay algo, yo noto algo que se
respira... como si de hecho todavía no estuviese a flote del todo y
estuvieses absolutamente segura acerca de ello” (EP7, 569-81).
179
Esas instituciones basan su funcionamiento y estabilidad en la conformidad y adhesión a
reglas y regulaciones prácticas que imponen, que se aceptan de modo acrítico, como si
fuesen lógicas y naturales, por parte de profesoras, estudiantes y enfermeras.
“Debería haber algo que ayudase a ver aquella aportación que, como
enfermeras, hacemos porque estamos al borde del precipicio. Los
gerentes (de hospitales) están diciendo: ¿qué demonios hacen las
enfermeras?, ¿qué aportan de importante que justifique que contrate a
una enfermera y no a una auxiliar o a una trabajadora social?” (EP7,
2060-70).
180
Pero lo que me interesa remarcar el hecho que esta situación tiene inevitables e
importantes consecuencias para la experiencia de las y los estudiantes y para la educación
de enfermeras en general, como veremos a continuación.
convirtiéndose en verdaderos expertos53 en el tránsito a través del laberinto creado por las
contradicciones entre su experiencia en la escuela de Enfermería: el discurso que allí han
conocido y el discurso de la institución hospitalaria: las prácticas que allí han vivenciado.
Las y los estudiantes me explicaban que habían realizado verdaderos esfuerzos personales
y económicos (ellos y sus familias) para alcanzar un título universitario que les puede
proporcionar una ocupación deseada pero escasa:
Son conscientes, sin embargo, que deben contentar y satisfacer a aquéllos que poseen el
poder para sancionar y decidir si pasan de curso y si son competentes en la práctica. Más
aún cuando reconocen que el trabajo de enfermera es un bien muy escaso. Una profesora
comentaba:
53
Subordinación estratégica.
181
diga la enfermera porque tengo que estar tres meses con ella y es la
que me va a evaluar” (EP2, 250-56).
“Al final eres tú quien pone la nota y eso te da un poder” (EP6, 2515-
18).
También son conscientes, aunque nadie se lo haya “dicho”, de que deben ser “buenas
niñas y buenos niños” puesto que existen pocos puestos de trabajo en el hospital y los
centros de salud y que para trabajar es necesario que acaben su carrera:
182
“A los ex-alumnos cuando los animas para que tiren proyectos
adelante te dicen “eso es lo que yo querría pero no se puede” (EP7,
486-498).
Es importante remarcar (las repercusiones a las que antes aludía) que las estudiantes
incorporan inopinadamente a su universo de significados todo ese conocimiento
experiencial y personal, adquirido de modo informal a través del currículum oculto,
recreando de ese modo las prácticas tradicionales de la cultura enfermera. Es decir, las
pautas actuales de la formación de enfermeras más que potenciar en las estudiantes la
adquisición de valores y actitudes asociados con la reflexión crítica y la autonomía
intelectual, lo que en realidad transmiten es el valor de la docilidad y la subordinación a
través de una cultura del autoritarismo, la rigidez y la obediencia:
Los estudiantes, por lo tanto, llevan con ellos a la práctica los valores de conformidad con
el trabajo y los regímenes basados en la institución. Allí aprenden, siempre de modo
tácito, que "hacer Enfermería " es superior al "pensar Enfermería" y que la Enfermería no
es una profesión independiente y autónoma. Por ejemplo, en algunas las observaciones
en el hospital asistí a los siguientes “rituales”:
Otra situación que muestra cómo esos valores de subordinación se refuerzan de modo
tácito es la siguiente:
185
La alumna observa en silencio esa situación e internaliza como algo “natural”
el que su trabajo consiste en recibir órdenes y ejecutarlas con pericia técnica.
Pero lo que más me llamó la atención fue que momentos después de esta
situación, cuando otra enfermera que se encontraba a un lado del mostrador
circular donde las estudiantes habían dejado sus carpetas de apuntes, comprobó
que las carpetas son de las estudiantes de Enfermería les dijo empleando cierto
tono de suficiencia y elevando intencionalmente la voz:
“A ver pimpollas quitarme las libretas de ahí que luego vais a la clase
y están manchadas”.
Sin embargo, creo que es importante remarcar que esa contradicción entre retórica del
aula y realidades prácticas es, a menudo, obviada en los análisis que las profesoras
realizan sobre las estrategias más idóneas para la consecución de la autonomía
profesional. Por ejemplo, con respecto al problema de la autonomía una profesora me
comentaba:
187
Con lo que se evita el análisis de los factores que la producen y determinan; todos ellos
relacionados con el papel que la ideología institucional tiene en la conformación del
contenido de la conciencia de las profesoras de Enfermería, enfermeras y estudiantes para
aceptar las visiones dominantes de lo que constituye una “buena” práctica profesional, o
de lo que se considera conocimiento legítimo y cómo este debe ser obtenido. Pero
vayamos por partes y detengámonos en la cuestión de la relación entre conocimiento del
aula y saber experiencial y entre conocimiento y poder.
“El PAE y los diagnósticos a nivel teórico van bien para sistematizar
pero en la práctica tal y como está montada es imposible de ejecutar.
Las enfermeras de la planta me dicen que ya lo hacen (la identificación
de problemas y la planificación de cuidados) pero más intuitivo. El
PAE lo hacemos como algo de más a más, porque si no, no apruebas
la práctica. Cuando tú estás trabajando ya ves los problemas que tiene
la persona no hace falta que te pares a ver cómo tienes que escribirlo
o formularlo. Yo sé de compañeras que se inventan los problemas para
que le cuadren a nivel teórico y aprueban. (...) Con los modelos de
Enfermería pasa lo mismo, yo todavía no los entiendo para qué sirven,
yo cuidaría igual a las personas aunque no conociese los modelos de
Orem o de Roy (EA5. pág. 6).
188
“En la práctica no se usa (la elaboración de planes de cuidados para
los pacientes) no veo cómo se utiliza, no le veo para que sirve. Abres
una historia y ves que no han hecho (las enfermeras) ni la entrevista”
(EA3, pág. 6).
“Los alumnos en los centros de prácticas ven que lo que les explicamos
(en el aula) está muy separado de lo que se hace allí” (EP3, 376-78).
“En la práctica ven (los alumnos) que esto (el PAE) no se utiliza, es
una cosa que viven como contradictoria, es un caos mental porque ellos
ven que en la práctica no se hace. Es una cosa que es compleja, que te
la van a evaluar y encima que no sirve para nada” (EP5, 2007-16).
“Lo que saques de las prácticas depende de con quién te toque” (EA2,
pág. 6).
Porque es en el ámbito clínico, después de todo, donde las estudiantes ponen a prueba los
ideales, valores y teorías que se han conformado durante su estancia en la escuela. Es aquí
donde las estudiantes piensan, en buena lógica, que la Enfermería “real” tiene lugar, y
donde pueden comprobar que muchas enfermeras “tocan de pies a tierra”, mientras que
los profesores y profesoras no. A ese respecto, una profesora comentaba:
189
“Son el modelo (las enfermeras) al cual se quieren parecer, al que irán
a parar; ellos se ven más como futuros profesionales de aquellas
personas que tienen en prácticas que no como nosotros” (EP7, 402-9).
Sin embargo, como ya hemos visto antes, las estudiantes son conscientes que deberán
satisfacer a unos y otros para poder convertirse en enfermeras y enfermeros profesionales.
Por otra parte, las y los estudiantes explicaban cómo, a menudo, se habían sentido
obligados a realizar prácticas y procedimientos que entraban en conflicto con las
creencias y valores adquiridos en su formación. Por ejemplo, con respecto a los cuidados
de higiene y confort de los pacientes comentaban:
“Yo no vuelvo a entrar en una habitación para hacer una higiene con
XXX (nombran a una enfermera) cuando vi cómo teníamos que lavar a
los enfermos me hizo sentir muy mal. Todo destapado y es como el que
riega a un florero... me sentí fatal” (EA2, pág. 6).
Las estudiantes comentaban que, con frecuencia, se sentían utilizadas como mano de obra
y no muy bien recibidas:
“No se fían de nosotras, ahora bien, de recaditos todos los que quieras.
Por ejemplo, con la medicación lo único que hacemos es llevarla. Yo
me siento bastante inútil” (EA3, pág. 5).
Dificultad motivada, entre otros factores, por las distancias sociales e institucionales entre
el mundo de la academia y el de la práctica al que antes aludía.
“Todas las clases son así: llegar y coger los apuntes lo mejor que
puedes e intentas que acabe pronto y que salga, no te entretienes en
hablarle o preguntarle” (EA2, pág. 4).
191
Esos valores de autoritarismo se manifiestan frecuentemente en la forma en que se
transmite la actitud de servicio al paciente. Las profesoras enseñan más como enfermeras
que como educadoras porque transmiten una imagen excesivamente idealizada y
perfeccionista del papel que debe llevar a cabo una estudiante en prácticas. Por ejemplo,
en una sesión de evaluación que presencié, un grupo de estudiantes le hacían los
siguientes comentarios a una profesora que, como tuve oportunidad de comprobar
ampliamente mostraba gran interés y preocupación por los estudiantes como personas:
Al.2 - “Al principio del rotatorio nos comparabas con el grupo anterior
y nos sentíamos un poco tontas”.
Al 4- - “Yo te tenía más confianza fuera (de las prácticas) que dentro
yo creo que cambias yo te veo más distante”.
Para acabar de ilustrar lo que quiero decir cuando afirmo que las profesoras enseñan
“como enfermeras”, es decir que incorporan a su práctica docente esquemas autocráticos
que generan la subordinación de las estudiantes transcribo a continuación un fragmento
de mis notas de campo, referentes a esta misma profesora y que previamente han sido
negociadas y validadas con ella. (Entre paréntesis y negrita, los comentarios
interpretativos que realicé en aquella sesión).
El alumno X presenta el primer caso cuando lo hace nombra al medico como Dr. X y
no cita el nombre de la enfermera responsable del enfermo (cultura de sumisión?).
193
La profesora. pide a los alumnos que evalúen el modo en cómo XXX (alumno) ha
presentado el caso(¿por qué ha realizado unos DE tan correctos? ¿tiene algo que
ver que lo hubieran preparado con la profesora el día anterior? ¿tiene eso algo
que ver con que yo tenga que venir hoy?).
-----------------------------
La profesora me comenta que las enfermeras no quieren enseñar si no hay una buena
relación personal con la profesora. "suelen negarse a enseñar cuando ven que tu eres
la de la bata que se pasea por los servicios”.
Cuando pregunto por qué el PAE lo evalúa sólo la profesora sonríe y se muestra
dubitativa en la respuesta.
194
----------------------
Las enfermeras me dicen que los médicos no consultan su opinión (lo aceptan) y
afirman que hay muchas cosas que enseñan que son inútiles.
195
Esta misma profesora cuando llega a los otros servicios donde hay alumnas realizando
prácticas les pregunta ¿qué habéis hecho? (la misma pregunta que la otra profesora.
Esta pregunta, ¿es una manifestación de la creencia de que sólo se aprende
Enfermería "haciendo cosas? ¿Qué noción del aprendizaje subyace a esta
afirmación? ¿Por qué las dos profesoras usan la misma pregunta? ¿Por qué esa
pregunta no adquiere otra forma?, por ejemplo: cómo os va, necesitáis algo de
mí, dónde tenéis problemas. ¿Qué visión de la enseñanza clínica implica esa
pregunta?. Mi primera impresión es que esta pregunta puede ser una
manifestación de ciertas relaciones de poder entre profesores y alumnos que son
manifestación de la cultura de autoritarismo presente en la Enfermería. Creo que
debo recoger más información al respecto. ¿Qué efecto tiene en los alumnos esa
actitud?). Las alumnas recitan la lista de actividades que han estado llevando a cabo
durante la tarde.
Los profesores suelen ser conscientes de esta actitud autoritaria; una de las personas
entrevistadas comentó:
Contemplamos en suma cómo los cambios en el pensamiento didáctico que refuerzan una
visión dialógica y horizontal de las relaciones entre profesoras y alumnas y que han
impulsado el desarrollo de modalidades didácticas más participativas y reflexivas, todavía
no han encontrado en la formación de enfermeras el eco que sería deseable.
Las contradicciones entre el conocimiento del aula y las experiencias prácticas de los
alumnos y alumnas, a las que me vengo refiriendo, son evidentes para las personas
implicadas pero, rara vez, y esto es importante, son formalmente reconocidas en el
currículum considerándolas como un contenido más. O, más infrecuente aún, son
analizadas conjuntamente por profesoras y alumnas:
No importa lo consciente que sean los estudiantes y las estudiantes de haber llevado a
cabo prácticas que encuentran represivas para con los enfermos y contradictorias para con
sus valores, la presión diaria de alcanzar los requerimientos y objetivos del curso y el
riesgo de las consecuencias de un desafío abierto (sobre todo en las prácticas) suelen ser
suficientes para asegurar su obediencia:
“Al alumno no se le deja ser crítico y menos en clase; saben que deben
de tener mucho cuidado con lo que opinan y dicen. El alumno sabe que
197
lo que dice el docente va a misa y no le preguntes en clase y no rompas
el hilo, no te cuestiones muchas cosas” (EP5, 2653-74).
Los y las estudiantes deben “cumplir necesariamente” y por sus conductas pueden
aparecernos como soportes de la ideología institucional. Sin embargo, es importante
remarcar, que una actitud de resignación pragmática no significa soporte ideológico
activo ya que la resignación que los y las estudiantes muestran a lo que parece inevitable
no quiere decir necesariamente que lo legitimen y aprueben. Estaríamos aquí hablando de
una subordinación estratégica.
198
portadores pasivos de la ideología, antes al contrario, se constituyen en verdaderos
apropiadores activos y reproductores de las estructuras existentes :
Alumnas y profesoras, poseen cierto grado de comprensión del lugar que ocupan en las
relaciones de poder establecidas. Así mismo, la mayoría de profesoras y estudiantes con
las que he hablado entienden que existen modos por los que pueden cuestionarse e incluso
modificarse las condiciones opresivas que dificultan sus prácticas de enseñanza y
aprendizaje:
“Yo no me explico cómo una persona puede salir de aquí (de la escuela)
sin capacidad de crítica, de innovar, de luchar, de contradecir.
Estamos de acuerdo en que el alumno actúa en la práctica asistencial
reproduciendo el papel de sumisión que aquí ha visto. Entonces si el
currículum ayudase a formar al alumno con otras características más
amplias. Es ver cómo tú como profesora puedes contribuir para que se
alcance esa actitud transformadora. Creo que es importante que
modifiquemos lo que hay” (EP7, 1350-79).
Sin embargo, en mis datos, existen suficientes evidencias para afirmar que profesores y
profesoras, en general, no se sienten capaces, ni tienen voluntad de cuestionar las
estructuras institucionales, rígidas y opresivas que conforman las condiciones de su
práctica educativa:
“Yo tengo mis dudas de si realmente se les puede decir tan claro a los
alumnos la realidad que hay, los problemas que hay y las ideas que
existen para solucionar esos problemas” (EP5, 1290-99).
199
“Mi gran frustración es que el debate es nulo; no existe voluntad para
crear grupos de trabajo en los que se instaure una dinámica de crítica”
(EP9, 1231-41).
tiene claros efectos en la adquisición por parte de las estudiantes de valores profesionales
contradictorios a la retórica de la independencia y la autonomía intelectual:
“los alumnos son muy obedientes y hacen lo que.... son como sumisos,
como sumisos” (EP10, 828-32).
201
porque enmascara y oculta las condiciones sociales que dificultan el desarrollo de la
autonomía intelectual y, por tanto, actúa reforzando las estructuras hegemónicas que
dificultan que la formación de enfermeras alcance la emancipación intelectual y la
reflexión crítica que tantas profesoras añoran en sus estudiantes. La resignación
pragmática frente a lo que parece inevitable mantiene y recrea para las próximas
generaciones de enfermeras, las estructuras y condiciones prácticas que conducen a las
estudiantes hacia la conformidad para con las relaciones de dominación en el sistema de
salud en el que ejercerán como profesionales.
Por otra parte, el profesorado en ocasiones se muestra reticente a un análisis crítico que
pueda revelar el proceso histórico a través del cual sus categorías de interpretación y sus
acciones han sido distorsionadas. Con cierta frecuencia, las relaciones de poder y
dominación que imperan en las escuelas y hospitales son vistas como procesos que
reflejan el orden natural de las cosas, situaciones que son inevitables y, por tanto, a las
que las personas deben adaptarse. Ha sido interesante constatar cómo el profesorado
animaba a las estudiantes para fuesen críticas y expresasen las contradicciones que
experimentaban entre los valores adquiridos en la escuela y las condiciones en las que se
realizaban su práctica pero, al mismo tiempo, esas discusiones acababan con la toma de
conciencia de que nada podía ser cambiado. Ese tipo de respuestas a las contradicciones
entre conocimiento y experiencia socava los valores de las estudiantes y las coloca frente
a su propia incapacidad (el primer paso en el camino hacia el estatus de sumisión
profesional) para transformar las condiciones de su práctica.
Esta competencia es una de las múltiples formas en que se manifiestan las concepciones
técnicas de la naturaleza de la relación Teoría-Práctica que antes se han analizado. Por
ejemplo, los profesores entienden que la teoría que ellos imparten en el aula es suficiente
para explicar y preparar a los estudiantes para la realidad asistencial. Estos, sin embargo,
encuentran que ese conocimiento no les ayuda a bregar con la compleja realidad de la
práctica y ponen el énfasis en el conocimiento que han adquirido experiencialmente: eso
es lo real en el complejo e impredecible mundo de la práctica. De ese modo, los
estudiantes intentan a menudo teorizar (“tener sentido de”) su propia práctica. Sin
embargo, lo más frecuente es que no sean abiertamente motivados o animados a ir mas
allá, en alguna forma significativa, del conocimiento recibido en clase, entre otros
factores, por la gran preocupación que las profesoras sienten por los contenidos:
“En las clases no puedes perder mucho tiempo, porque tienes muy
pocas horas para dar mucha materia. Vas que chutas y no puedes
empezar a decir “vamos a discutir eso” y que se te vaya media clase
en la discusión” (EP2, 579-92).
y, sobre todo, por la imposibilidad de diálogo que generan las frecuentes relaciones de
dominación que se establecen entre profesoras y alumnas:
“Aquí hay una compañera que nos dijo: yo soy dura con los alumnos
para ver si me contradicen... pero son tan burros (sic) que no me
contradicen” (EP2, 1080-90).
203
“Por ejemplo, cuando hay una discusión entre profesora y alumna
(sobre aspectos del contenido) eso es tan básico como decir que hay
dos opiniones diferentes, pero como una de ellas la defiende la
profesora... Es horrible porque el alumno no es libre, cuando tú estás
en desacuerdo con otra persona, ni la cohibes ni la ridiculizas, si una
persona opina diferente no importa que sea el rey de Roma” (EA1, pág.
2).
Esta situación puede derivar de las diversas perspectivas implícitas en las diferentes
creencias y valores que poseen los profesores y estudiantes, y reforzadas por las
relaciones y prácticas sociales que cada grupo encuentra. Por ejemplo, los estudiantes
explican que aunque ellos están en las prácticas cortos periodos de tiempo,
infrecuentemente ven a las profesoras que imparten la teoría; muy de tarde en tarde en el
mejor de los casos.
Esto significa que son las estudiantes quien más se relacionan con las enfermeras
profesionales y son ellas mismas las que poseen un mayor entendimiento de la cultura de
las áreas clínicas. Por ello las estudiantes creen que con frecuencia conocen mejor que
sus profesoras esos ambientes. Eso es lo que interpreté cuando una profesora me
comentaba:
Sin embargo, las profesoras parecen asumir que el conocimiento puede ser independiente
del contexto histórico, social y político en el que es producido y, por lo tanto, separado
de los intereses personales y sociales que los determinan. La visión técnica que predomina
en el currículum de Enfermería incorpora una visión técnica de la naturaleza del
contenido:
204
“Tienes que dar unos conocimientos que están ahí (...) y después
llevarlos a la práctica” (EP8, 264-73).
Es un saber objetivo, esto es, una representación descriptiva de la realidad tal cual es. Esa
objetividad se funda en la supuesta ausencia de valores que denotan su neutralidad y su
independencia de los seres humanos. Los datos de este estudio confirman que el
profesorado de Enfermería piensa que el contenido que presentan a las estudiantes es
objetivo, neutral y, sobre todo, no problemático.
205
impensable, que se da a las características psicosociales de las comunidades de
científicos, en el progreso del conocimiento científico, frente a las puramente lógicas.
En realidad, las estudiantes son animadas a ser autocríticas al mismo tiempo que se les
recuerda implícitamente que no deben ser socialmente críticas con las experiencias de
conocimiento que desarrollan en las aulas.
Las estudiantes reconocen el poder del conocimiento del aula como una introducción de
las condiciones que encontrarán en las prácticas y como una descripción de los ideales a
los que aspira la profesión. Pero también son conscientes que el dominio de ese
conocimiento las faculta como mucho para pasar de curso. Reconocen, en suma, que es
en el aula y no en la práctica donde el conocimiento del profesor es socialmente
sancionado y autorizado y donde aquél posee el estatus social de “experto”.
Por otra parte, esa falsa dicotomía entre hechos y valores es particularmente relevante
para comprender el legado de la racionalidad técnica y su modalidad educativa (la
207
pedagogía por objetivos) en la formación de enfermeras. Esa dicotomía está fundada en
la supuesta objetividad del saber positivista. Este mito se ha convertido en un dogma en
el currículum enfermero. Sin duda, el menosprecio que la academia ha demostrado, hasta
recientemente, hacia el conocimiento tácito que las enfermeras profesionales poseen
calificándolo despectivamente de “subjetivo” es una buena muestra de ello.
Sin embargo, a las que con tanta arrogancia realizan ese tipo de valoraciones cabría
recordarles una vez más que, a la luz de la epistemología contemporánea y del análisis
histórico del fenómeno "ciencia", las nociones positivistas de conocimiento, objetividad
y verdad postulan un modelo de investigación y una estructura de racionalidad que no se
ajusta a la realidad histórica de la ciencia y, por ello, son irrelevantes y faltas de realismo.
Los análisis históricos, ya clásicos, que Kuhn realiza acerca del desarrollo científico
revelan que los factores subjetivos, culturales y sociales tienen tal influencia en la
producción y desarrollo del conocimiento que esa noción se aprehende mejor en términos
psicológicos que en términos epistemológicos. Visto de este modo la concepción
positivista del conocimiento es puro mito.
208
“El alumno, a veces, tiene que aprender a razonar, porque cuando
llega aquí el alumno de razonar no sabe” (EP4, 2685-90).
“Para poder discutir una idea con los alumnos necesitas mucho tiempo
y además asegurarte que tienen los conocimientos necesarios” (EP8,
331-38).
Antes de presentar las evidencias, me parece útil describir algunos rasgos del “horizonte
de significados” que he “fusionado” con el de los profesores en el acto de interpretación
210
que este apartado supone. O, en otras palabras, algunos aspectos de la obra de Paulo
Freire (la noción de opresión, su contexto de surgimiento, los mecanismos que la explican
y los elementos que la constituyen) que en esta parte he usado como marco interpretativo
para “re-leer” y “re-significar” parte de los datos de esta indagación.
La perspectiva de la opresión (Freire, 1972) ha sido utilizada como marco conceptual para
el estudio y la comprensión de múltiples procesos, fenómenos y prácticas en el contexto
de la Enfermería. Se ha usado para dar cuenta de las relaciones de poder que se producen
a diario en los ambientes educativos donde la Enfermería se enseña y se aprende (Hedin,
1986; Jewell, 1994); para explicar la hegemonía del modelo biomédico en la educación
para la salud (Merideth, 1994; Wallerstein y Sanchez-Merki, 1994) o para revelar los
mecanismos por los que la Enfermería mantiene un estatus de sumisión con respecto a la
medicina (Kendall, 1992; Roberts, 1983).
En Pedagogía del Oprimido Freire discute las diferentes opciones que una sociedad posee
para ayudar a las futuras generaciones a decidir sus cursos de acción. Por un lado, puede
211
educarse para facilitar la integración de las nuevas generaciones en la lógica de la
sociedad actual intentando la conformidad de aquéllas para con ésta (cultura del
silencio)54. O bien, es posible ayudar a las personas para que cuestionen y examinen
críticamente la realidad que les circunda y en la que viven de modo que puedan
transformar el mundo en el que viven (cultura de la libertad). Este proceso de toma de
conciencia o “concienciación” de los factores estructurales sociales económicos y
políticos que afectan la vida de las personas se lleva a cabo a través de la reflexión crítica,
la praxis (reflexión y acción sobre el mundo con objeto de transformarlo) y las relaciones
dialógicas horizontales. La finalidad de este proceso es promover la libertad y la
transformación de las estructuras sociales básicamente desiguales. La teoría de la acción
revolucionaria propuesta por Freire trata de sustituir las situaciones sociales, culturales,
económicas y políticas de opresión por la institucionalización de un proceso de liberación
a través de encuentros dialógicos. Se trata de tomar conciencia de la opresión y
emanciparse de ella.
La premisa básica en la que se funda el trabajo de Freire es que los seres humanos poseen
la habilidad para integrar su realidad contextual, capacidad que se opone, superándola, a
la mera adaptación55 a la que los animales se hallan limitados. Esa integración resulta de
la capacidad de todos los seres humanos para desarrollar una reflexión crítica que además
de propiciar su adaptación al entorno les permite transformarlo. Las cuatro asunciones
siguientes son el fundamento del trabajo de Freire:
54
Para Freire el silencio, antes que la ausencia de respuesta, significa una reacción a la que falta un
elemento marcadamente crítico.
55
La mera adaptación es una característica de los grupos oprimidos que consiste en una intransitividad
de la conciencia, caracterizada por la casi exclusiva centralización de sus intereses en torno a formas
vegetativas de vida.
212
aquéllos acceden a determinadas cotas de poder. Con el inicio de un proceso de
diálogo continuado podrán alcanzarse niveles más elevados de humanización.
Para Freire, la noción de opresión significa la prescripción que una persona o grupo
efectúa del comportamiento de otras personas o grupos, esto es, la imposición de los
posibles cursos de acción de una persona o grupo sobre otras. Podemos comprender la
opresión como un sistema de vectores de fuerzas y barreras interrelacionadas que
inmovilizan, reducen y moldean a personas (el contenido de su conciencia) pertenecientes
a un grupo determinado generando su subordinación a otro grupo. La noción de opresión
supone la existencia, y perpetuación, de ciclos de dominancia y sumisión. Los grupos son
oprimidos cuando fuerzas externas los controlan y definen su existencia en términos
absolutos.
Sin embargo, los individuos que más capacidad y éxito demuestran en la asimilación de
las normas y creencias dominantes, se convierten en marginales porque sin pertenecer
propiamente al grupo opresor se hallan en los márgenes de su propio grupo.
Paradójicamente viven en dos mundos simultáneamente y participan de dos sistemas de
creencias a menudo antagónicos; no son miembros de pleno derecho de su grupo pero
tampoco se les acepta en el grupo dominante debido a su herencia. Esta marginalidad
convierte a la persona en una suerte de huérfana cultural.
Este proceso de desdoblamiento produce una serie de sentimientos que llegan a configurar
la personalidad y el comportamiento de la persona oprimida que se identifica con su
opresor: ansiedad, autodepreciación y baja autoestima, rasgos que, según Roberts, son
detectables en algunos colectivos de Enfermería. Estos atributos pueden ser fácilmente
214
comprendidos si pensamos que para adaptarse a la cultura dominante, los subordinados
deben rechazar sus propios esquemas de comportamiento y características. Si la cultura
dominante no valora positivamente esas características, los subordinados experimentarán
sentimientos de autodepreciación. También si los subordinados son incapaces de evitar o
eliminar esas características (por ejemplo ser mujer o ser mujer enfermera) la
autodepreciación y la baja autoestima resultante, perpetuarán el ciclo de dominación
subordinación. Esta situación hace que los sentimientos negativos hacia la cultura propia
obliguen al sujeto a rechazar y/o ocultar las evidencias de su existencia ya que ésta
representa un signo de diferencia y sobre todo de inferioridad.
En la contradicción que supone la internalización que los grupos oprimidos llevan a cabo
de las normas, valores y pautas de conducta de los grupos que detentan el poder, descansa
la dualidad descrita por Freire. Debido a la identificación con el opresor, el oprimido no
tiene conciencia de sí mismo como persona o como miembro de un grupo oprimido. El
oprimido internaliza las normas y valores del opresor, sin embargo, es temeroso de la
libertad que implica la posición de opresor porque:
Pero, por otra parte, el oprimido descubre que sin libertad no puede existir
auténticamente. Esta dualidad se convierte en un doble conflicto en el que el individuo
debe luchar consigo mismo para liberarse a sí mismo. El oprimido, para Freire, antes de
tomar conciencia de su situación expresa sentimientos de fatalidad y actitudes negativas
hacia sí mismo que, frecuentemente, son interpretadas como docilidad. Pero también la
autodepreciación es experienciada por aquellos que internalizan la opinión que el grupo
opresor tiene de ellos.
215
La persona o grupo oprimido, aunque puede experimentar sentimientos de agresividad
contra su opresor, es incapaz de expresarlos de manera directa y manifiesta (Freire, 1972).
Aunque dentro de los grupos oprimidos puedan existir grandes cantidades de
reivindicaciones, la autodepreciación y la baja autoestima producen sumisión en el
momento de confrontarse con la figura que detenta el poder. Este comportamiento dual
de pasividad-agresividad es, como parece evidente, inefectivo en cualquier negociación,
produciendo un aumento de la frustración que conduce a reducir, aún más si cabe, la
autoestima y aumentando la agresividad. Esa agresividad puede ser desahogada en el
interior del grupo oprimido en modos absolutamente autodestructivos (Hedin, 1986).
216
Los oprimidos padecen la dualidad que se ha instalado en el interior de sí mismos.
Descubren que sin libertad no se puede existir de modo auténtico. Sin embargo, aunque
desean la libertad, la temen. Ellos son, a la vez, ellos mismos y la conciencia del opresor
que han internalizado.
El mantenimiento de la opresión
La perpetuación de las relaciones de dominación-sumisión se basa, por lo tanto, en la
premisa de que las características de los poderosos (hombres o médicos hombres, por
ejemplo) se perciben como las ideales y deseables en una sociedad determinada. Esta
creencia, a través de ciertos mecanismos, satura la conciencia y la cultura de los grupos
oprimidos aunque sea más un mito que una realidad.
Para Freire, uno de los mecanismos que refuerzan esos mitos es la Educación.
Ciertamente, como ya ha advertido la sociología crítica de la educación, si la educación
es controlada por los detentadores del poder y conforman los currículum adecuándolos a
la transmisión de sus valores, pocos conflictos pueden desarrollarse. En nuestra sociedad
existe una estrecha relación entre las estructuras de conocimiento y las estructuras de
control social ya que el saber determina las creencias y valores que saturan la conciencia
de las personas y puede ser usado, por tanto, para justificar situaciones sociales de
desigualdad. Es decir, aquello que se considera conocimiento legítimo en la escuela no es
más que una extrapolación de cómo el poder está distribuido en la sociedad y del control
social en el que se basa.
Un tercer, y último, mecanismo por el que la mitología del opresor es reforzada, consiste
en el desarrollo de políticas de apaciguamiento. En momentos de amenaza para la
217
estabilidad del sistema opresión-subordinación, se consigue detener el conflicto a través
de la entrega de símbolos de contemporización (reconocimiento de derechos,
recompensas) al oprimido, los cuales, además de detener los procesos de humanización,
refuerzan la subordinación del oprimido. Por ejemplo, los programas de asistencia y
bienestar social desarrollados en momentos de malestar e inquietud social, han sido los
elementos más eficaces para apaciguar los movimientos de crítica social, inmovilizando,
por otra parte, al pobre en su pobreza.
Sin embargo, alguna de las barreras que, con mayor frecuencia, encuentran los grupos
oprimidos para alcanzar su liberación, son la internalización de la creencias que el opresor
es superior en virtud de su poder, el temor a desarrollar la autonomía y la independencia
y la aceptación de los valores y creencias del opresor como los más adecuados. Para que
el proceso de liberación sea efectivo es necesario que se comprenda la naturaleza y
mecanismos de la opresión puesto que permiten clarificar y comprender los
comportamientos de los oprimidos y conocer el proceso que debe seguirse para que el
cambio tenga lugar.
Freire explica que los líderes que más pueden colaborar al proceso de liberación son
aquellos que surgen espontáneamente del grupo, no aquellos procedentes de las elites o
marginales a los que antes aludíamos. Serán aquellas personas cuyos intereses coinciden,
de modo espontáneo, con los del resto de personas que conforman el grupo oprimido.
Desde mi ya larga experiencia como docente en ese ámbito creo que la visión de la
Enfermería como un grupo oprimido es fácilmente constatable cuando pienso en
situaciones prácticas que a lo largo de años he observado y que denotan la falta de
autonomía, responsabilidad y control de las enfermeras sobre su propia profesión.
Situaciones que eran bien conocidas por las profesoras que participaron en el estudio:
Autoras como Muff (1982) y Jolley (1993) han demostrado que la institución hospitalaria
y las corporaciones médicas se han beneficiado del control y la explotación de la
Enfermería. Esa explotación es una manifestación de la opresión a la que la Enfermería
ha estado sometida desde que, a principios del siglo pasado, la medicina se convierte en
una fuerza hegemónica y se institucionaliza el cuidado de los enfermos, dominio que se
extiende a modo de colonización explotadora a la Enfermería. Esta explotación56 de la
Enfermería se realizó, y todavía se lleva a cabo, a través del uso de acciones supresoras
que han venido limitando la calidad de la educación, empleo y seguridad económica de
las enfermeras, conduciéndolas hacia la conformidad para con los valores y creencias de
aquéllos que detentan el poder en los sistemas de salud.
56
Freire define la opresión como una situación donde “A” explota objetivamente a “B”. 56 El concepto
de explotación es un término que posee una elevada carga moral ya que sugiere una condena ética de
ciertas prácticas más que una descripción analítica. Sin menospreciar esa dimensión moral de la
explotación, el concepto debe entenderse como una interdependencia antagónica entre intereses
materiales de actores en relaciones económicas. Tener intereses materiales antagónicos supone que las
estrategias para la mejora del bienestar económico de una persona determinan una amenaza a las
posibilidades del bienestar económico de otra persona.
220
En su revisión de la historia de las mujeres sanadoras (las predecesoras de las enfermeras),
historiadoras de los cuidados de salud como Bullough y Bullough (1984) Jolley (1987) y
Kalisch (1986) argumentan que en momentos anteriores a la industrialización e
institucionalización hospitalaria de la asistencia a los enfermeros llevada a cabo a
principios del siglo pasado, esas mujeres constituían una fuerza curativa autónoma y
esencial en el mantenimiento de la salud de las comunidades. Puede afirmarse, por tanto,
que las primeras enfermeras, que trabajaban en la comunidad y los domicilios, eran
mucho más autónomas que las que practican en la actualidad. No se me escapa que esta
afirmación puede ser difícil de aceptar pero, bajo mi punto de vista, resistirse a esa
evidencia no es más que una consecuencia del proceso de enculturación a las estructuras
existentes al que enfermeras y enfermeros han sido sometidos y que les dificulta la toma
de conciencia de su propia opresión. Porque como Cleland sugiere:
57
Se refiere a la cultura norteamericana.
221
dificultan sus intentos de emancipación. Bajo mi punto de vista y en concordancia con
estudios como los de Hedin (1986) y Roberts (1983) esas características son las
siguientes.
222
“Me encuentro con dificultades para explicar cuál es nuestro marco de
conocimientos, sin embargo, siento que lo tenemos y que yo lo hago,
por mucho que un médico haya estudiado no sabrá hacer lo que yo
hago” (EP1, 2221-30).
Este es uno de los más claros ejemplos del mecanismo de la opresión. En efecto, tal y
como vengo diciendo, los oprimidos tienden a incorporar los estándares evaluativos, las
creencias y los valores de los grupos dominantes. En el contexto de la asistencia a la salud,
la medicina ha tenido la capacidad para presentar su visión profesional como la única
válida y deseable y la de los grupos dominados como indeseables58:
“Todo esto (la falta de autonomía) está relacionado con las formas de
educación y los aprendizajes que hemos tenido, y que, de alguna forma,
se traducen en algún momento” (EP8, 1329-35).
58
Existen abundantes estudios que documentan los esfuerzos e intentos por parte de las instituciones
profesionales de la Medicina (colegios profesionales) por mantener a la Enfermería con bajos niveles
educativos ya que su trabajo era cuestión de poner en marcha “la enfermera que toda mujer lleva dentro”
(Jolley, 1987; Bullough, 1984). También está documentado el menosprecio histórico que la Medicina
como profesión ha demostrado por los valores que el cuidado incorpora: sensitividad, ternura,
compromiso (Muff, 1982; Remen, 1979).
59
Se refiere a los médicos, en manos de los que se hallaba la casi totalidad de la docencia de Enfermería
antes de 1977.
223
todo, esa continua justificación ese continuo complejo de inferioridad”
(EP9, 1520-71).
Otros ejemplos de esa identificación y adhesión son los diagnósticos de Enfermería que
reproducen la epistemología y estructura del modelo positivista biomédico:
224
o la estructura jerárquica que la Enfermería tiene en los hospitales; y, sobre todo, el trato
a las estudiantes en forma paternalista desde la omnipotencia del experto que siempre
conoce “lo mejor” para el otro:
En todos estos ejemplos, quizás, subyace la creencia que adoptando los comportamientos
de aquéllos que detentan el poder, las enfermeras también lo alcanzarán. Sin embargo,
esta esperanza es una falacia. Las características de los profesionales no son el camino
que conduce al poder y la autonomía sino que, en realidad, son descripciones que los que
detentan el poder y la autonomía hacen de sus propias características como las únicas
posibles y deseables.
Pero también, tal y como Freire ha remarcado, cuando algunos individuos pertenecientes
a los grupos oprimidos son investidos con algún grado de poder se convierten, con más
frecuencia de la deseable, en opresores más rígidos que aquellos que detentan el poder.
Durante el trabajo de campo se pudo comprobar lo que sucede con algunas enfermeras
que alcanzan los puestos más elevados de la jerarquía hospitalaria o académica:
“No se creen que ser enfermero es importante porque se van más allá
del mundo de la Enfermería y se olvidan bastante de las pobres
225
enfermeras. Cuanto más subes de estatus te vas olvidando de las raíces
de los fundamentos de que tú estás allí porque eres enfermera no para
resolver los problemas de la Enfermería Española, porque
seguramente no te lo tendrán en cuenta pero te lo dejarán decir” (EP3,
574-98).
Parece, por tanto, que muchos de los puestos de gestión y administración en Enfermería
sólo están disponibles para aquéllas que aceptan y aprueban el sistema patriarcal de la
medicina en los hospitales y en la educación. Esas enfermeras se han convertido, con
frecuencia, en simples instrumentos de los grupos que detentan el poder para conservar
el orden opresivo establecido. Algunas “líderes” de Enfermería representan una elite y un
grupo marginal dentro de la Enfermería y han sido promovidas por su lealtad para con el
mantenimiento del statu quo, lo que, al mismo tiempo, las ha convertido en marginales
para su propio colectivo:
Sin embargo, este objetivo difícilmente puede ser alcanzado porque las enfermeras
exhiben ciertas características personales propias de los grupos oprimidos. En efecto una
226
segunda características de la Enfermería como grupo oprimido surge cuando las
enfermeras encuentran “natural” pensar en ellas mismas como ciudadanos de segunda
clase en el país sanitario.
“No nos creemos mucho que el ser enfermera sea importante (...). Hay
una serie de vacíos que podríamos llenar (en la asistencia sanitaria)
pero no nos lo creemos. Te dicen (los médicos) “no, esto es muy difícil
de hacer o no es importante” y además te lo crees” (EP3, 574-762).
227
“Hay una educación biomédica, lo que la enfermera realmente hace es
ser una enfermera auxiliar del médico y lo tiene muy asumido y pienso
que debe ser muy feliz” (EP5, 1113-20).
Durante el trabajo de campo pude comprobar que dos de las características más acusadas
del comportamiento profesional de las enfermeras son la lealtad con el médico y el estatus
de subordinación. Según lo veo, esos comportamientos están relacionados con la
necesidad de la enfermera de “sentirse reconocida” como miembro del equipo de salud.
Las demandas de lealtad y subordinación de los médicos, si son aceptadas, proporcionan
a las enfermeras ciertas recompensas en forma de prestigio y estatus.
Esta situación cuando es vivida por las y los estudiantes de Enfermería durante sus
períodos de prácticas, les produce una dependencia emocional que constituye lo que
Jevell (1994) denomina “creencia en la omnipotencia del opresor”. Según mis datos las
estudiantes de Enfermería, en ocasiones, presentan rasgos característicos de lo que
podríamos denominar de manera tentativa como “pensamiento mágico”. Creen que el
poder de los médicos, gerentes de hospital y supervisoras es absoluto e inexpugnable.
Esto les hace sentirse indefensos y en la necesidad de ser reconocidos y aceptados por
aquéllos. Pero, al mismo tiempo, esa dependencia genera la sumisión de las estudiantes
que rápidamente “aprenden”, como ya hemos visto anteriormente, cuál es su lugar en
esas estructuras.
229
“Esa sumisión que se transmite, el peso de la tradición. Hay profesores,
no tan jóvenes, que te comentan ¿esto ya nos lo dejan hacer?. (...). Con
respecto a los alumnos lo mismo, me preguntaron ¿qué pasa si no
venimos a clase? ¿Cuál es el problema?, que se sienten culpables por
hacer huelga y, por otra parte, no quieren perder la clase por si
preguntan? Son actitudes muy inmaduras. ¿Cómo una persona de 20
años te puede preguntar qué pasa si no viene a clase? Ellos se limitan
a repetir, esperan de ti que des y siempre están: ¿y esto cómo se hace,
esto está bien o mal hecho?” (EP9, 1605-1992).
230
Conformándose una cultura que, a través de un autoritarismo inopinado e incrustado en
el currículum oculto, enseña a las estudiantes el valor y las ventajas de la subordinación,
la obediencia y la sumisión:
“Aunque los profesores desean que salga un profesional que sea capaz
de desarrollar un papel autónomo desligado de la tradicional sumisión
que tanto tiempo ha habido, creo que los mismos profesores
continuamos con algo que tenemos muy adentro, continuamos
participando de esa cultura de sumisión” (EP7, 311-529).
Para Freire la adhesión con el opresor -la alienación que supone internalizar y promover
sus creencias y valores- origina comportamientos de violencia horizontal entre los
miembros del grupo oprimido. Decía más arriba que la consecuencia de la internalización
de una visión negativa de sí mismo (baja autoestima y la depreciación) que ocurre cuando
se produce la adhesión al opresor y la incapacidad de los oprimidos de cuestionar las
figuras que detentan el poder (debido a esa misma autodepreciación y sumisión a la que
la baja autoestima conduce) conducen a que la agresividad acumulada se proyecte contra
los miembros del propio grupo antes que contra el opresor.
231
Este aspecto, a primera vista, es difícilmente reconocible, se hace evidente cuando se
observa la gran división y falta de cohesión en los grupos de Enfermería. La tradicional
falta de unidad y la escasa participación en las organizaciones profesionales pueden ser
interpretadas como una falta de orgullo y autoestima del propio grupo y la consecuente
inexistencia de la necesidad de participar. Es como si el alinearse con otras enfermeras
supusiese la asociación con aquellos que son tan impotentes como nosotros. Parece lógico
pensar que si las enfermeras no se valoran ni respetan entre sí no hay ninguna razón para
afiliarse a organizaciones profesionales.
Pero esa división y falta de confianza también la he podido constatar en las conductas de
sobreprotección que profesoras y enfermeras tienen para con las estudiantes durante las
prácticas:
Falta de confianza que se revela en el tipo de relación pedagógica que se establece entre
profesora y alumna:
232
“Aquí se confunde el ser profesor con el somos amigos, y toda esa
historia que se llega a mezclar hasta la patología (...) Una implicación
personal tan grande no puede ser, las profesoras hablan de “mis
niñas” (EP9, 2238-44).
“Aquí había una profesora que nos” acojonaba” (sic). Decías cuatro
cosas y depende de lo que dijeras te decía “pues vaya tontería”.
Entonces si te sueltan un “moco” pues tu también los sueltas ¿no?.
Seguro que si gritas más que ellos bajan el tono. Y eso con los alumnos
también pasa, claro” (EP2, 1098-110).
Esta línea argumental se torna más evidente cuando se toman en cuenta los trabajos de
Masclach (1982) acerca del síndrome de “burn out” en las enfermeras o de Kramer (1974)
sobre el “shock de la realidad” que aquéllas experimentan cuando debutan en el ejercicio
de la profesión. Estas autoras, sobre todo la segunda, analizan las dificultades que sufren
las enfermeras recién graduadas en su incorporación al mundo de la realidad asistencial.
Utiliza el constructo “shock con la realidad” para describir los conflictos que las
enfermeras neófitas experimentan cuando sus valores y creencias adquiridos durante su
experiencia formativa en la escuela chocan con la realidad de su ambiente laboral. De
manera que podemos afirmar que existe una disparidad, cada vez mayor, entre el
234
desarrollo y contenido de la “cultura enfermera” y la “cultura médica”. Tanta como para
que una persona educada (enculturada) en una deba ser reaculturada para funcionar
adecuadamente en la otra. En su trabajo, Kramer aboga por lo que denomina una
biculturalidad en Enfermería. Pero esta intención ignora el poderoso papel que la
hegemonía y las relaciones de poder insertas en las instituciones educativas y sanitarias
juegan en la constitución de las creencias y los valores de las personas que en ellas
trabajan. Con su preocupación por ayudar a que las enfermeras se adapten, lo que Kramer
consigue, quizás inopinadamente, es la asimilación de las enfermeras a la cultura
dominante y su “marginación” (en el sentido de poseer una conciencia escindida que
genera una identidad profesional flotante) de su propio grupo.
En su interesante trabajo, Roberts (1983) nos ofrece un ejemplo de esa marginación (que
conduce a la reproducción de la opresión) cuando se refiere a ciertas mujeres que han
alcanzado puestos de responsabilidad en la jerarquía de la Enfermería en hospitales y
escuelas. Algunas de esas líderes representan una elite marginal (porque ya no poseen, ni
comparten las características de su propio grupo) que han accedido al poder, sobre todo,
por su complicidad para con el mantenimiento de las relaciones de dominación. Son
líderes que presentan una gran semejanza con los que detentan el poder en el sistema de
salud, sin embargo, esa similitud es más circunstancial que esencial porque se basa en el
deseo de esas mujeres de acaparar poder e influencia:
Por otra parte, estas mujeres han servido, con frecuencia a la coerción y apaciguamiento
de las reivindicaciones de su propio colectivo lo que les ha supuesto recompensas en
forma de estatus y poder:
Además, con frecuencia, rechazan las ideas del actual pensamiento feminista y suelen
culpar a las mujeres de su estatus de subordinación. Ciertamente, este tipo de líderes
conducen a la división y la competición entre las propias enfermeras sin contribuir para
nada a la transformación del sistema.
Por otra parte, a través de la educación enfermera, sobre todo vía currículum oculto
también se transmiten una serie de mitos del opresor que sirven al propósito de la
domesticación de las y los estudiantes, manteniéndolos en un estado de conciencia
236
sumergida y reproduciendo, por tanto, el statu quo (Freire, 1972). Esos mitos son
creencias colectivas impuestas por la hegemonía, que no se fundan en evidencias y que,
sin embargo, ocupan un lugar central en la percepción y la vida de las personas. Bajo mi
punto de vista, los mitos que operan hoy día en la cultura de la enseñanza y la práctica de
la Enfermería son los siguientes:
• “Las decisiones tomadas por las que detentan el poder son superiores que aquéllas
tomadas en escalones inferiores de la jerarquía”. El corolario es que esas
decisiones sólo exigen que nos adaptemos a ellas. Este mito, como he podido
constatar en el trabajo de campo, está basado en las relaciones de poder y en
procesos alienantes de toma de decisiones.
• “Las enfermeras conocen los cuidados de enfermería y los médicos los cuidados
de salud, y los médicos son los únicos capacitados para tomar decisiones en este
campo”. Este mito supone, erróneamente claro, que los médicos son los custodios
y únicos detentadores del saber acerca de la salud y la enfermedad y de los avances
en los cuidados, por lo tanto, defiende que sólo ellos están facultados para enseñar
en esas áreas. Este mito, pretende, ingenuamente, reducir un fenómeno estructural
en todas las sociedades como es el autocuidado a un hecho coyuntural, y por tanto
históricamente determinado, como es el advenimiento de la ciencia médica. Sin
embargo, aceptar este mito, contribuye al desarrollo por parte de las enfermeras de
sentimientos de inferioridad y la consecuente reproducción de las relaciones de
dominación.
60
Para Freire significa la tendencia de los sistemas educativos actuales hacia la conformación de los
individuos en “masas” propiciando su aceptación y conformidad para con el statu quo.
238
Bajo mi punto de vista, la educación de las enfermeras en nuestro país, tal y como la
conocemos, presenta alguna de las características de lo que Freire denominó “Banking
Education”. Una educación que conduce a las y los estudiantes, indefectiblemente, hacia
la disatisfacción con su profesión, transmitiéndoles una visión rígida, idealizada y
dogmática de la misma. Una formación que no los prepara para los requerimientos reales
de la práctica, al mismo tiempo que espera de ellas que realicen actividades para las que
no han sido preparados. Un currículum altamente fragmentado de clasificación y marco
fuertes (Bernstein, 1988) donde los “expertos” en sus respectivas áreas imparten “sus”
materias sin que exista una consideración para las necesidades de aprendizaje de las
estudiantes. Un currículum en el que la articulación de la formación práctica es casi
inexistente (salvo honrosas excepciones), y a menudo despreciada, puesto que la
considera una simple “aplicación” de lo que se aprende en el aula. Un currículum que es
percibido como poco orientado a la práctica profesional y que proporciona pocas
oportunidades para realizar una profunda reflexión crítica (autocrítica) sobre la
Enfermería y su contribución al sistema de salud, fuera de la retórica del profesionalismo
tan al uso.
De modo que si la educación que las enfermeras reciben es uno de los mecanismos para
asegurar su subordinación, también puede transformarse en el principal eje para la
reflexión crítica que conduzca a la liberación. La premisa que aquí defiendo es que a
través de la educación (entendiendo esta noción más allá de la educación formal) la
conciencia de profesoras y alumnas puede ser transformada. Cuando profesoras y
alumnas están capacitadas para “ver a través” de la conciencia impuesta por la hegemonía
del grupo opresor y valorarlo por lo que es, tomarán conciencia de su opresión y de la
naturaleza arbitraria e interesada de la misma, visualizando entonces nuevas
posibilidades. Una educación que permitirá liberar a las y los estudiantes de la opresión
y coerción que sufren a diario convirtiéndolos en sujetos que participan libremente en la
construcción de su universo profesional. Una educación crítica que haga aflorar a la
conciencia las inaceptables relaciones de poder y que tiene el objetivo de construir un
clima educativo y profesional menos distorsionado por las relaciones de dominación. 61
61 Para conocer las características de ese tipo de formación reflexiva, derivadas de las dos principales
corrientes (Teoría Crítica y Feminismo de la Diferencia) sobre las que se ha construido la concepción crítica
del currículum de Enfermería denominada “Currículum Revolution”, puede consultarse mi anterior trabajo:
Pedagogía del Cuidado. Saberes y prácticas en la formación universitaria en Enfermería.
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