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1A 1-Un Balance de La Historia Ambiental Latinoamerican

El artículo de Patricia Clare presenta un balance sobre la historia ambiental en Latinoamérica y el Caribe, analizando las interacciones entre sociedades humanas y el mundo natural a lo largo del tiempo. Se identifican dos corrientes principales en la historia ambiental de la región: una que se centra en América Latina y otra que se desarrolla desde la propia región, abordando problemas de desigualdad y violencia. La autora destaca la importancia de construir un sistema de investigación socioambiental que responda a las circunstancias actuales y promueva un futuro más justo y sostenible.

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1A 1-Un Balance de La Historia Ambiental Latinoamerican

El artículo de Patricia Clare presenta un balance sobre la historia ambiental en Latinoamérica y el Caribe, analizando las interacciones entre sociedades humanas y el mundo natural a lo largo del tiempo. Se identifican dos corrientes principales en la historia ambiental de la región: una que se centra en América Latina y otra que se desarrolla desde la propia región, abordando problemas de desigualdad y violencia. La autora destaca la importancia de construir un sistema de investigación socioambiental que responda a las circunstancias actuales y promueva un futuro más justo y sostenible.

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Un balance de la historia ambiental latinoamericana.

Article in Revista de Historia · January 2009

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1 author:

Patricia Clare
University of Costa Rica
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Revista Historia, ISSN: 1012-9790, No. 59-60, enero-diciembre 2009. / pp. 185-201

UN BALANCE DE LA HISTORIA AMBIENTAL LATINOAMERICANA

Patricia Clare*

El objetivo de este análisis es presentar un balance de la historia ambiental escrita


recientemente en Latinoamérica y el Caribe (LAC).1 Conviene aclarar que en este artículo,
se concibe por historia ambiental aquella disciplina que se ocupa de las interacciones entre
las sociedades humanas y el mundo natural y las consecuencias de esas relaciones para
ambas partes a lo largo del tiempo. Para lograr el objetivo propuesto, se ha examinado la
trayectoria de la disciplina y se han identificado sus contornos y características esenciales,
para finalmente, comentar sus fortalezas y debilidades.

Desde dónde se escribe y para quién se escribe

A grandes rasgos, en América Latina la historia ambiental sigue dos corrientes que
corresponden a tradiciones epistemológicas diferentes; Guillermo Castro las ha calificado
a una como historia ambiental sobre América Latina y a la otra como historia ambiental
hecha desde América Latina, considerando las condiciones particulares de la región.
Eduardo Gudynas parte de la misma división y propone una primera corriente conformada
por lo que él llama “administradores” y una segunda por estudiosos que buscan escenarios
socioambientales alternativos para la región.2 Por su parte, Martínez Alier deslinda las dos
tendencias como teorías del ecologismo: una elitista que reacciona contra la contamina-
ción y el agotamiento causado por la abundancia y la otra, la califica como ecologismo
popular que rechaza la degradación ambiental causada por la pobreza, el exceso de pobla-
ción y el intercambio desigual.3
Estas corrientes confrontan una trayectoria histórica que, en palabras de Castro, ha
estado sujeta a:

...una persistente economía de rapiña, la hegemonía del capital extranjero en esa economía
de rapiña la influencia de dicho capital en estados centralizados, que se benefician de mano
de obra barata, recursos naturales baratos a cambio de capital de inversión y vías de acceso
al mercado mundial, el desarrollo del capitalismo en ausencia de una clase media fuerte y
sus intelectuales e instituciones culturales asociadas a los intereses y la visión del mundo
de este grupo social y la exclusión a menudo violenta, de las experiencias y las visiones
de la naturaleza no capitalistas.4

* Máster en Historia, Centro de Investigaciones de América Central, Universidad de Costa Rica. Correo
electrónico: [email protected].
Tal como lo ilustra la cita anterior, la región latinoamericana ha estado marcada por la
violencia desde los procesos de conquista, pasando por el esclavismo colonial, la indepen-
dencia, los procesos de apropiación de tierras y de recursos ambientales, y, actualmente,
por una violencia delincuencial. Actualmente, LAC es la zona más violenta del mundo:
en el 2002 en Sur América hubo 26 homicidios por cada 100.000 habitantes y 30 en el
Caribe.5 Por la ausencia de guerras, es una violencia en la paz distinta a la lucha armada,
por tanto, puede calificarse como social por expresar conflictos sociales y económicos,
pero no de política, pues no tiene vocación de poder. Es una violencia de las ciudades y,
sobre todo, de las zonas pobres.6
LAC es también la región más desigual del planeta. El índice de Gini para el 2007 la
ubicó en el rango de 43 a 61; en este caso, se debe recordar que cuanto más próximos sean
los valores a 100, mayor es la desigualdad. Esta inequidad supera a África y al sudeste
asiático.7 En el período 2005-2008 en Argentina, Costa Rica y Ecuador la desigualdad
aumentó, mientras que en los demás países del área disminuyó, de manera que ocurrió una
convergencia hacia la igualdad en la desigualdad.8
El contexto actual de LAC promueve el surgimiento de preguntas particulares a su
historia ambiental. De ahí la validez y relevancia de las categorías planteadas por Castro,
Gudynas y Martínez Alier, pues la historia ambiental latinoamericana ha emergido desde
el ámbito de la apropiación violenta y desigual de los recursos ambientales y precisa
encontrar explicaciones y causalidades a esa situación en aras de un futuro mejor.
El espacio geográfico y ambiental que propicia el origen de esas interrogantes histó-
ricas es también un caso único: el continente americano en su amplitud latitudinal rebasa
los 30° N y se extiende hasta los 55° S, constituyendo un corredor terrestre de 20 millones
de kilómetros cuadrados. Gracias a su relieve e hidrología, Nuestra América9 posee casi
todas las “zonas de vida” registradas por Holdridge para el mundo.10 Es el continente
más húmedo del planeta y el que posee el mayor número de especies de organismos, pero
también el que sufre los problemas más agudos de deterioro de sus recursos naturales por
deforestación, erosión de suelos, desgaste de recursos marinos y costeros y la pérdida de
biodiversidad incluyendo la genética.11
Por su naturaleza multidimensional, el concepto historia ambiental es difuso y poco
específico, de manera que su análisis permite incorporar o se integra a disciplinas híbri-
das con las que comparte problemáticas: la ecología humana, la geografía histórica, la
sociología ambiental, la agroecología, la ecología política, la etnobotánica, la economía
ambiental, la economía ecológica, el derecho ambiental y otras.
A pesar de las diversas subespecializaciones, la perspectiva de la historia ambiental
latinoamericana es construir un sistema de investigación socioambiental a la medida de
sus circunstancias actuales con capacidad para guiar a nuestras sociedades12 en la toma
de decisiones. La historia ambiental latinoamericana tiene un fin utilitario explícito: dar
cuenta de la exclusión, social, económica y política de grupos humanos y a la vez pretende
responder por los abusos a los ecosistemas de los cuales forma parte el ser humano.
Por lo general, la historia ambiental de las latitudes anglosajonas tiende a centrarse en
la supervivencia de la especie humana y de los ambientes desde diversas posturas políticas
y sociales, entrecruzándose en ocasiones, con la historia ambiental latinoamericana como
se verá más adelante. Las circunstancias de su origen, en el seno de grupos de ingresos

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medios, no la han obligado a responder por las desigualdades en la apropiación de los
recursos. Dentro de los norteamericanos, Shawn Miller, autor de la obra de síntesis An
Environmental History of Latin America,13 afirma claramente que no es de su interés el
“desarrollo sostenible”; para él, la historia ambiental, a diferencia de la mayor parte de las
subdisciplinas históricas, tiene poco interés en el progreso material o en la equidad dentro
de las sociedades; más bien se trata de la supervivencia de la totalidad del género huma-
no. De ahí que sea una historia ambiental sobre una región, pero no, para la región. Otros
autores norteamericanos, John Soluri y Steve Maquardt, han efectuado estudios sobre
las relaciones laborales desde perspectivas ambientales que los han acercado más a las
corrientes latinoamericanas que a las escuelas anglosajonas; esto demuestra que la división
entre ambas corrientes, la anglosajona y la latinoamericana, está más allá de meros asuntos
de nacionalidad, se trata más bien de afinidades ideológicas.
Recapitulando, la historia ambiental latinoamericana se escribe desde la región más
violenta, desigual y con mayor diversidad de organismos del planeta; consecuentemente,
se dirige a esclarecer esas situaciones sociales para propiciar mejores circunstancias.

Antecedentes y trayectoria de la historia ambiental latinoamericana

Al igual que la historia ambiental norteamericana,14 en LAC los primeros propul-


sores de una interpretación histórica del paisaje surgieron de las filas de la geografía
histórica. Sin embargo, esa corriente se presentó con cierto retardo en relación con los
vecinos del norte.
Uno de los propulsores más importante y prolíficos de la historia ambiental en LAC ha
sido sin duda alguna el geógrafo Pedro Cunill Grau. Este discípulo de Braudel, Labrousse,
Ruggiero Rumano, Pierre Vilar y Pierre George publicó sus primeros estudios en la década
de 1950, entre ellos: Chile meridional y criollo, su geografía humana en 1700 y también,
desde lo que él llamaba la geohistoria, escribió Factores de la destrucción del paisaje
chileno recolección caza y tala coloniales. Profundo conocedor de toda la geografía lati-
noamericana, se especializó primero en su región natal, prueba de ello es la publicación
Geografía de Chile (1973); luego, se abocó a estudiar el área andina y produjo, entre otros
trabajos, La América Andina (1981). Más adelante se centró en Venezuela; fruto de ello es
la edición de Geografía del poblamiento venezolano en el siglo XIX (1987).15
La década de 1980 se puede considerar como “el despegue” de la historia ambiental
latinoamericana; en esa época, recibió un fuerte impulso de la CEPAL, la cual trataba de
forjar un estilo16 de desarrollo socialmente equilibrado y ambientalmente racional.17 Para
ello, se organizaron una serie de estudios tendientes a esclarecer las relaciones recíprocas
entre los modelos de desarrollo prevalecientes en América Latina, los problemas ambien-
tales y el aprovechamiento de los recursos.18 Como parte de ese esfuerzo, se publicó en
1981, Estilos de desarrollo y medio ambiente en América Latina.19 Posteriormente, se
divulgó El medio ambiente humano de Gilberto C. Gallopin.20 Siguiendo la misma ten-
dencia se publicaron también otros trabajos como Desarrollo y medio ambiente de Serio
R. Melnick, Principales escuelas, tendencias y corrientes de pensamiento de Osvaldo
Sunkel, Estilos de desarrollo y medio ambiente en América Latina de Nicolo Gligo21
y Notas para una historia ecológica de América Latina de Giglo y Jorge Morello. Esta

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corriente marcó profundamente el desarrollo posterior de la disciplina, pues incidió en que
naciera asociada a la justicia social.
Paralelos al esfuerzo cepalino en la mayoría de los países latinoamericanos apare-
cieron estudios de caso regionales. En Colombia, por ejemplo, Mario Mejía Gutiérrez,
abordó las modalidades de uso de los recursos ambientales en los litorales de su país22 tam-
bién Diana Pombo y Edith González23 editaron un volumen de investigaciones histórico
ambientales como producto del esfuerzo por impulsar el abordaje de esta problemática y
dotar a Colombia de profesionales especializados en el campo.24 En Venezuela, Luis Vitale
publicó Hacia una historia del ambiente en América Latina de las culturas aborígenes a la
crisis ecológica actual. En Brasil, el norteamericano Robert Dean sacó el primero de sus
libros sobre la amazonia y el caucho, The stuggle for rubber in Brazil. En el nodo nórdico
de la historia ambiental latinoamericana, en 1987, Fernando Ortiz escribió Tierra profa-
nada: historia ambiental de México, que es un recorrido por la historia mexicana desde el
enfoque del uso de los recursos ambientales.
En esa época de los ochenta, también hubo un importante grupo de estudiosos de la
antropología ecológica en la región andina dedicados a la investigación de los sistemas de
uso de los pisos altitudinales, entre ellos estaba John Murra.25 Estos trabajos también influ-
yeron en la permeable disciplina de los historiadores. En el Caribe, fue otro antropólogo
norteamericano, el que aportó una de las obras que se convertiría en punto de referencia
para la historia ambiental latinoamericana: Sweetness and Power: The Place of Sugar in
Modern History de Sydney Mintz. En esta obra, el autor ligó la producción azucarera en
Cuba y su consumo en Inglaterra para evidenciar la contribución del ingenio caribeño en
el sustento del obrero inglés durante la revolución industrial, por medio de los estimulantes
del azúcar.
En Centroamérica los años ochenta representaron una década sumamente turbulenta,
por lo que se hizo un importante esfuerzo para interpretar la relación entre los conflictos
bélicos y las modalidades de apropiación de los recursos ambientales. Algunos histo-
riadores, al igual que Mintz, integraron la perspectiva socioambiental y el consumo,
intentando visibilizar por medio de ese enfoque los efectos de las fuerzas externas en los
ecosistemas locales. Como ejemplos de esa tendencia se pueden citar: Deforestation in
Central America: Spanish Legacy and North American Consumers de Richard Tucker y
Norman Myers; The Hamburger Connection: How the Central America’s Forests Become
North America’s Hamburgers de Daniel Faber, Joshua Karliner y Robert Rice; y también
Dinámica Social de la Cultura del Potrero en Panamá de Stanley Heckadon-Moreno.
Como en las otras áreas latinoamericanas, también en Centroamérica la geografía
histórica hizo importantes aportes; entre ellos cabe destacar los trabajos de Carolyn Hall en
Costa Rica y los de Ligia Herrera en Panamá.26 En general, el periodo de los años ochenta
fue muy productivo y de gran impulso para los estudios de índole histórico-ambiental en
toda la región.
En la década de 1990, bajo el estímulo de la reunión de Río, continuó el surgimiento
de importantes aportes como el de Fernando Tudela titulado Desarrollo y medio ambien-
te en América Latina: Una visión evolutiva, auspiciado por el gobierno español; de
Guillermo Castro se publicó Los trabajos de ajuste y combate: Naturaleza y sociedad en
América Latina, dos tomos con recopilaciones hechas por Bernardo García y María del

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Rosario Prieto; Plaga de ovejas: consecuencias ambientales de la conquista de México de
Elinor Melville y, además, un nuevo texto de Warren Dean, With Broadax and Firebrand,
The Destruction of the Brazilian Atlantic Forest. En Argentina, Elio Brailovsky y Dina
Foguelman escribieron en esa misma década Memoria Verde, un excelente estudio en la
larga duración que continúa reimprimiéndose.
A pesar de esa productividad, las diversas comunidades intelectuales permanecieron
dispersas y aisladas unas respecto a las otras. Guillermo Castro atribuye esto a la ausencia
de demanda local por los productos de la historia ambiental, que se ha traducido en un
desarrollo tutelado por el Estado u organismos internacionales, cuyos vínculos con las
sociedades locales son muy tenues.27
Fue en la década del 2000 cuando se gestó un esfuerzo por consolidar una institu-
cionalidad latinoamericana que sirviera de espacio para compartir los avances regionales
y debatir los diferentes enfoques y los asuntos propios del tema. En el 2001, Germán
Palacios de la Universidad Nacional de Colombia, organizó una reunión para culminar
un proyecto de investigación que produjo los volúmenes de La naturaleza en disputa y
Repensando la naturaleza.28 Palacios afirma que la naturaleza interdisciplinaria de su
equipo despertó una fuerte oposición entre los historiadores de viejo cuño; no obstante,
hubo una intensa acogida de esa convocatoria entre grupos de mayor apertura intelectual y
se siguieron organizando simposios sobre historia ambiental, el primero fue en Santiago de
Chile, donde se reunieron unos 50 expositores;29 luego fue en La Habana, Cuba, con una
concurrencia de 111 investigadores, además, se constituyó la Sociedad Latinoamericana
y del Caribe de Historia Ambiental. En el 2006 se organizó el tercer simposio en Sevilla,
España con una participación de 44 ponentes y en el 2008 en Brasil se dio un verdadero
salto cuantitativo, pues se inscribieron 180 expositores. Con estos datos, podría decirse
que la historia ambiental latinoamericana “goza de buena salud”.

Fragmentación, interconexiones y relaciones

A pesar de los avances mencionados, el conjunto de historiadores ambientales de


LAC refleja las desigualdades y la fragmentación que aquejan a la región. Eso ha dado
origen a un patrón de participación relacional y de producción bibliográfica con ciertos
desequilibrios.
Para reconstruir la dinámica de las conexiones e interacciones entre las academias de
los diversos países, sin pretender efectuar un estudio etnográfico a profundidad, se utiliza-
ron dos bases de datos: la lista bibliográfica de historia ambiental sobre Latinoamérica de
la Universidad de Stanford30 y las participaciones por parte de académicos de LAC en los
congresos de Solcha, sin considerar los que llegaron de otras regiones.
Con el afán de determinar las interconexiones entre los historiadores ambientales de
LAC, las entradas de la lista bibliográfica se clasificaron según el país al que se referían o
al que pertenecía el estudio de caso. Los resultados se confrontaron con el peso relativo de
las poblaciones de cada país de la región, para determinar si su representación en esas ins-
tancias concordaba con su peso demográfico. También se contrastó la participación según
las bases de datos de Stanford y los congresos de Solcha con la cantidad de habitantes

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por universidad de cada país, ya que los historiadores ambientales o profesionales afines
suelen vincularse con esos centros de estudio.31
Las bases de datos utilizadas presentan grandes limitaciones y problemas: la base
bibliográfica consta de más de 1.000 títulos, pero solo unos 700 se refieren explícitamente
al sitio que trata el artículo o libro; además, muchos son generales como, por ejemplo,
“Latinoamérica”, o califican a regiones transnacionales como “Amazonia”, lo cual es com-
prensible por la lógica particular de la historia ambiental. Por esa razón, solo se pudieron
utilizar 450 entradas; muchas de ellas son obras de autores norteamericanos, tema que se
discutirá más adelante para efectos de determinar nodos de investigación. Por ahora, ese
hecho se obviará aceptando que introduce un sesgo al análisis.
Las participaciones en simposios también constituyen un problema, puesto que es
natural una considerable concurrencia de los países sedes, lo que también desvía la infor-
mación. Por ello, para contrapesar en parte los sesgos, se emplearon dos bases de datos
de distinta naturaleza, para contrastar los resultados y ubicar las tendencias dentro de la
historia ambiental latinoamericana.
En síntesis, se confrontaron las participaciones por países en la base bibliográfica de
Stanford y en los simposios de la Solcha con el tamaño de sus respectivas poblaciones e
infraestructura universitaria; eso permitió ponderar el dinamismo en la producción históri-
co- ambiental y reconstruir las tendencias de investigación por países.
Después del análisis, se detectaron cuatro niveles de participación bien diferenciados:
el primero lo constituyen Brasil y México; juntos estos dos países representan el 54% de la
población de LAC y poseen el 70% de todas las universidades de América Latina.32 Esto
se traduce en que el 65% de los títulos de la muestra correspondientes a la base de Stanford
se refieren específicamente a esas dos naciones, con una sobrerrepresentación respecto a
su población. En el caso mexicano la sobrerrepresentación es del 10%. También el 67% del
total de los participantes latinoamericanos en los simposios de Solcha eran de esos países.
Ese desempeño se sustenta en dos elementos: primero, en una solida infraestructura uni-
versitaria de 123.000 ciudadanos por universidad en estos países y, segundo, en el interés
norteamericano por los estudios sobre la historia de México. En otras palabras, paralelo
a las investigaciones hechas por extranjeros sobre Brasil y México, existen contrapartes
nacionales que producen historia ambiental; eso aclara la nutrida participación en Solcha.
Además, Brasil fue sede del simposio del 2008 y México en el 2010, lo que revela un serio
compromiso con el desarrollo de la disciplina.
El segundo nivel, está constituido por Cuba, Costa Rica, Chile y Panamá. Este grupo
de países presenta una relación de menos de 200.000 ciudadanos por cada universidad
presente en su territorio; participaron también en los simposios de Solcha, incluso Cuba
y Chile han sido sedes y tienen una presencia en la bibliografía de Stanford proporcional
a su población. Por su parte, Costa Rica posee una sobrerrepresentación en esa base de
datos bibliográfica.
Un tercer segmento lo compone un conjunto de países que llamaremos deficitarios,
ya que tienen más de 200.000 habitantes por cada universidad y, en términos relativos, su
participación demográfica es mayor que su participación en el total de universidades en el
territorio de LAC. Estos países prácticamente no asisten a las reuniones de Solcha, excepto
Trinidad y Tobago. En esa situación están también Paraguay, Uruguay, Venezuela, Bolivia,

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Perú, Ecuador, Guatemala, El Salvador, Honduras y otros. Sin embargo, en la bibliografía
de Stanford la presencia de esos países se corresponde con su peso demográfico, salvo
Venezuela, cuyos habitantes constituyen el 5% del total de la región, pero las referencias
bibliográficas de la lista de Stanford que aluden a ese país son menos del 1%; por ello, este
país se puede también incluir entre los que se consideran “subrepresentados”.33
Precisamente, los países subrepresentados constituyen el último nivel y lo com-
prenden dos casos particulares que no se pueden ubicar dentro de los niveles anteriores:
Colombia y Argentina. Colombia tiene cerca del 8% de la población de la región e igual
proporción de las universidades, con una relación de 152.000 ciudadanos por cada univer-
sidad, lo que revela una infraestructura universitaria consolidada. Esto se traduce en que
es el tercer país con mayor cantidad de participantes en las reuniones de Solcha, pero está
subrepresentado en la bibliografía de Stanford. Diferente es el caso de Argentina, que tiene
371.000 habitantes por cada universidad, lo que la ubicaría en el grupo deficitario y en
la bibliografía también está subrepresentado, pues tiene el 7,5% de la población de LAC,
pero solo 2,5% de las entradas lo mencionan. A pesar de ello, su participación en Solcha
es activa, lo que la diferencia del grupo deficitario. La subrepresentación de Venezuela,
Colombia y Argentina en la lista de Stanford, parece ligada a la poca circulación del mate-
rial producido en el sur dentro de los circuitos del norte.
En consecuencia, desde una perspectiva por países, la producción histórico ambiental
latinoamericana se puede dividir en cuatro grupos: México y Brasil que abarcan más de la
mitad de las publicaciones y participan activamente en las iniciativas de conformación de
una academia latinoamericana por medio de Solcha; un grupo con cierta infraestructura
universitaria anuente a conformar una escuela regional y con una representación propor-
cional en la bibliografía de Stanford; un grupo con menos infraestructura universitaria y
poca o ninguna participación en los simposios, pero proporcionalmente representado en
la bibliografía según la base de Stanford y, finalmente, los tres países de mediano tamaño
con la particularidad común de estar subrepresentados en la lista de Stanford.
Esta caracterización revela una urgente necesidad de integración entre grupos regiona-
les. Para ello, sería beneficioso una fluida circulación de las publicaciones locales a lo largo
y ancho del continente. Las ventas por la red tipo “amazon.com” permitirían el acceso a
algunas obras, pero editoriales más pequeñas o de índole académicas estarían excluidas,
pues no circulan a través de esos circuitos. Este es el caso de los libros de las universida-
des estatales costarricenses, aunque el portal electrónico de la Librería Universitaria de la
Universidad de Costa Rica (http://www.libreriaucr.com/catalogo/) ha permitido en los últi-
mos años la venta internacional de lo que se produce en Costa Rica. Por otro lado, ha sido
importante el esfuerzo de difusión de la reciente publicación de la Historia ambiental de
Bogotá y la sabana 1850-2005, editada por Germán Palacio Castañeda y publicada por la
Editorial Universidad Nacional de Colombia y el Instituto Amazónico de Investigaciones,
que está disponible por la vía electrónica.
Tampoco existe una revista de historia ambiental latinoamericana que se difunda por
todo el continente. La publicación Global Environmental History cumple parcialmente esa
función; es una revista que pretende incluir artículos de todas las regiones del planeta por
lo que su enfoque enriquece las corrientes latinoamericanas, pero no responde a sus pro-
blemáticas particulares. Además, tiende a repetir el patrón según el cual las interacciones

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regionales ocurren por medio de instancias de los países centrales. La revista estadouni-
dense Environmental History publica algunos estudios sobre LAC, pero su énfasis es la
historia ambiental de los EE.UU. Europa, por su parte, también tiene su propia publica-
ción: Environment and History.
Los sitios virtuales reiteran el patrón de las academias latinoamericanas: no existe una
entidad institucional que albergue los insumos de la región y que provea su libre acceso. El
sitio más longevo ha sido el administrado por Lisa Sedrez de la Universidad de Stanford,
ya mencionado. Esa base, por estar asentada en una universidad de los EE.UU, contiene
preponderantemente títulos publicados por editoriales de ese país, mientras que son pocos
los materiales que ofrece de casas latinoamericanas. Consecuentemente, el 69% de los
títulos en ese sitio virtual son en inglés, el 17,5% en español y un 14% en portugués.
El libro de Germán Palacio, Historia ambiental de Bogotá y la sabana 1850-2005,
tampoco está mencionado en esa base bibliográfica, ni se contemplan trabajos de menor
divulgación como el de Gladys Rojas sobre el Río Virilla en Costa Rica.34 Recientemente,
la Universidad de Costa Rica y la Universidad Nacional están intentando subsanar esa
carencia implementando un fondo virtual sobre el tema por medio de la Biblioteca Carlos
Meléndez.35

Propuestas teórico­-metodológicas: transdisciplinariedad y transregionalismo

La historia ambiental está irremediablemente compuesta de tiempo y espacio.


Anteriormente, se examinaron algunas importantes contribuciones de geógrafos, antropó-
logos, sociólogos y biólogos para el desarrollo de la disciplina. Sin embargo, estas disci-
plinas abordan de manera específica las dimensiones espacio-temporales, agudizando con
ello las tensiones y la fragmentación interna del redil histórico. En los debates dedicados al
aspecto teórico-metodológico en los simposios y mediante publicaciones se han discutido
las dificultades por superar para construir periodizaciones relevantes de lo ambiental junto
con lo histórico y para determinar las escalas de análisis más propicias para cada caso.
Sin aspirar a ser exhaustivos, ni mucho menos, se presentarán algunos de los argumentos
esgrimidos.

El tiempo

La relevancia actual de los estudios ambientales se debe a la preocupación sobre el


agotamiento de los recursos naturales y sus consecuencias. La historia ambiental por su
parte, busca las causas de la presente situación en el pasado para ligarlo al presente y al
futuro, ya sea explícita o implícitamente. En otras palabras, la historia ambiental examina
el pasado con los ojos puestos en el futuro.
La perspectiva ambiental genera una contradicción epistemológica dada la diferencia
entre los ritmos biológicos y los humanos. La tres longue duree de la “escuela de los ana-
les” no alcanza las escalas temporales de las disciplinas auxiliares de la historia ambiental
como lo son la física, la biología o la geología. De ahí las dificultades para un trabajo
transdisciplinario y, por ello, la apabullante mayoría de los estudios siguen efectuándose

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en solitario; pues las proclamas de “trabajo interdisciplinario conjunto”, en este caso, se
alejan de la práctica.
Las diversas subespecializaciones abordan esa tensión entre temporalidades desde
diversas aproximaciones. Esto concuerda con lo planteado por Kuhn en el Post script de
las Revoluciones científicas, donde afirmó que en las ciencias sociales existe un modelo
de subparadigmas en permanente competencia en lugar de la instauración de un solo para-
digma dominante.36
La ecología histórica implementada, sobre todo, por la academia norteamericana en
sus estudios sobre América Latina, toma como eje analítico el paisaje y considera que
este tiene una “historia” y no solo una evolución; el paisaje por ende marca los ritmos
históricos.37 Desde un enfoque más antropológico, Arellano Hernández esgrime la noción
de elementos “híbridos”, pues son estructuras integradas indisolublemente por las dimen-
siones naturales y sociales. Los bosques de la Amazonia manipulados por las poblaciones
indígenas constituyen en su visión artefactos híbridos y no reproducibles. De esta manera,
las temporalidades de la naturaleza y de las sociedades se integran por medio de la “hibri-
dación”.38 Por su parte, los neoestructuralistas denuncian los “modelos de economías
extractivistas” como “insostenibles” y consideran que lo ambiental está atrapado en “un
tenedor de dos tenazas igualmente letales”: la temporalidad del mundo financiero que
acelera los ritmos extractivos en pos de ganancias y la pobreza que sobreexplota desde la
escasez los recursos marginales para el diario sobrevivir.39
En su aplicación, los diversos abordajes de las temporalidades se han concentrado
especialmente en estudios del pasado reciente, específicamente del siglo XX, mientras que
los estudios de larga duración han sido pocos. Para determinar los períodos privilegiados
por los historiadores ambientales, se recurrió a los simposios de Solcha. Se tomaron como
muestra las 180 ponencias presentadas en Brasil y se calificaron como larga duración
aquellos estudios que abarcan desde los tiempos precolombinos hasta la actualidad o el
pasado reciente. El 10% −19 ponencias− calificó dentro de esta categoría y 10 más, o un
5% trata el período desde la conquista hasta el siglo XX. Posteriormente, se cuantificaron
por siglos todos los estudios; si una investigación abarcaba dos siglos, se incluía en ambos
períodos. El acercamiento a la actualidad aumentó el número de estudios de manera tal
que el siglo XVI presenta 13 ponencias, el siglo XVII, 15; el XVIII, 21; el siglo XIX, 52;
el siglo XX, 117 y el siglo XXI, 14. Por lo tanto, se puede concluir que, a pesar de su dis-
curso sobre la larga duración, la historia ambiental latinoamericana se enfoca en el pasado
cercano organizado bajo diversas periodizaciones.
La periodización en etapas o fases está ligada al enfoque del objeto de estudio y al
espacio temporal y geográfico que abarca. Son los ecólogos escribiendo historia ambiental
quienes tienden a privilegiar los períodos más largos. William Conway dedicó el primer
capítulo de la historia de la Patagonia a 12.000 años de actividad humana,40 el segundo
capítulo arranca en el siglo XIX, llamado por él “la edad de oro de la caza”.41
El espacio temporal precolombino está usualmente cruzado por la agricultura como
rompeaguas. Por su parte, la conquista determina un “antes de” y un “después de”. La
etapa republicana y la industrialización del siglo XX suelen también aparecer como
períodos discernibles, específicamente, cuando se trata de escribir historias ambientales
nacionales en módulos con fines educativos. En este caso, la lógica ambiental se adapta a
la política, lo cual no es contradictorio, pues el manejo de los recursos es un tema político.

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El espacio

El espacio también plantea disyuntivas a la historia ambiental, siendo la escogencia de la


escala del análisis la decisión medular. Para Crumley y Marquardt, desde la ecología histórica,
el concepto de “escala” activa relaciones específicas humanos-ambiente y con ello, el estudio de
esas relaciones específicas. Para estos autores, cuando se selecciona una escala particular es por-
que en ese nivel se pueden comprender patrones, centros funcionales y conexiones entre ellos.
Una región es una unidad reconocible a cierta escala en sus particularidades y en sus relaciones
con otras unidades de análisis equivalentes tanto espacial como temporalmente.42
Cunill Grau, desde su perspectiva geohistórica, abordó la inmensidad del territorio
latinoamericano, mientras que Rosalva Loreto López se ha centrado en el microanálisis
geográfico para demostrar la apropiación diferenciada de los recursos ambientales durante
la colonia; ambas dimensiones son válidas y necesarias.43 Las interpretaciones regionales
requieren de una masa crítica de estudios de caso. En sentido inverso, los análisis locales
no se efectúan al vacío, están insertos en una realidad más amplia que debe ser conside-
rada. A diferencia de la historia económica latinoamericana que goza de la síntesis que
hiciera Víctor Bulmer-Thomas, después de veinte años de fungir como editor del Journal
of Latin American Studies, la historia ambiental no tiene un repositorio de estudios de caso
para sustentar un esfuerzo similar.44
Se han hecho ensayos interesantes tratando de abordar los territorios desde nuevas
perspectivas. Felipe Fernández-Armesto, en su historia sobre las civilizaciones y la trans-
formación de la naturaleza, trató de organizar el planeta por regiones: hielo, desiertos,
planicies, trópicos, tierras de altura y cuencas oceánicas, siguiendo una lógica geográfica
no temporal ni nacional.45 La Global History y la Global Environmental History intentan
abordar la historia precisamente desde ese contrapunto entre los estudios locales y las
interpretaciones globales.46 Algunos autores como Ranjan Chakrabati y Kobus du Pisani
consideran que este tipo de historia se construye de “abajo hacia arriba”.47 Todavía otros
como Alfred Chandler, Bruce Mazlish y Brian Roch insisten en la importancia de incluir a
las transnacionales para entender las dinámicas espaciales y regionales.48 Entretanto José
Miguel Lana Berasain y Andrea Reguera forman parte de una tendencia que estudia lo
ambiental a través de las prácticas empresariales de las pequeñas y grandes propiedades.49
Recientemente, se ha planteado la historia de “los trópicos” o también la necesidad
de una historia sur-sur. Estas concepciones resultan útiles en tanto se conserve la visión
“glocal”, ya que las historias de estas regiones han estado ligadas al acontecer de Europa
y Estados Unidos. El enfoque, sin embargo, es valioso, pues permite una aproximación
comparativa de los colonialismos y de los tránsitos de los recursos naturales por el planeta
desde los austronésicos que transportaban los bananos, cocos y frutas de pan en sus barcas
de balancín para llevar con ellos sus ecosistemas a las nuevas islas que habían de coloni-
zar, hasta el trasiego de germoplasma por empresas transnacionales y jardines botánicos.
Hasta ahora, los ensayos dentro de esta tendencia son recopilaciones de diversos estudios
de caso de las regiones. Una interpretación de la faja tropical del planeta también sigue
siendo una tarea pendiente.50
Desde el enfoque de la economía ecológica, se ha utilizado la dimensión espacial
para establecer un sistema de cuantificación de uso de los recursos ambientales. La

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huella ecológica se refiere al área necesaria para suplir a una persona, ciudad o país con
determinados productos o servicios y para asimilar los residuos producidos. También exis-
te la huella del agua y del carbono; esta metodología presenta limitantes para dotarla de
profundidad histórica por la necesidad de información cuantitativa específica, pero tiene la
ventaja de ser espacialmente específica; por ejemplo, no se necesita la misma cantidad de
terreno y agua para producir una taza de café en Vietnam que en Costa Rica. Una buena
aplicación de esta metodología la constituye The ecological footprint of Santiago de Chile
de Mathis Wackernagel.51
La historia agraria por su misma naturaleza epistemológica vinculada a la tierra y a
los efectos de los cambios tecnológicos, ha convergido con la historia ambiental. Dado
que LAC ha tenido una fuerte tradición de estudios en ese campo, esa asociación está
provista de una amplia base de estudios de caso. En la escala micro, permite acceder al
acervo de conocimientos, estrategias tecnológicas, formas organizacionales y adaptacio-
nes socioculturales; visibilizando la heterogeneidad e hibridación inherentes a los procesos
de cambio. A nivel macro, se constatan reorganizaciones del territorio y tendencias; un
ejemplo de trabajos a escala micro lo constituyen los de Alba González Jácome sobre la
agricultura tradicional en México; a nivel macro, esta corriente ostenta un gran conjunto
de estudios comparativos; trabajos sobre el café,52 banano,53 soya y ganadería54 abordados
en clave ambiental, han permitido dilucidar las grandes corrientes de cambio en el uso del
territorio latinoamericano y sus efectos. Autores como Alain De Janvry, Henry Bernstein,
Walter Alberto Pengue y Cristóbal Kay, han interpretado esos cambios desde ópticas de
la economía agraria o de la política agraria, dando cuenta de las exclusiones sociales,
desigualdades en la distribución de los recursos y la degradación de las bases ambientales.
Otra metodología para abordar las interconexiones entre espacios han sido las cadenas
de producción que permiten rastrear e historizar los recursos ambientales desde su destino
hasta el consumidor final y reconstruir los patrones de apropiación de valor. También los
historiadores agrarios, a veces junto con economistas agrícolas, han sido quienes han uti-
lizado esta metodología en clave ambiental.55
El enfoque de “territorio” liga los espacios desde una perspectiva funcional, concen-
trándose en los vínculos entre las ciudades y los espacios rurales. En LAC esta metodo-
logía ha sido refinada teórica y metodológicamente por instancias como el IICA.56 Por su
parte, Christian Brannstrom y Stefannia Gallini, por medio del Instituto de las Américas,
editaron Territories, Commodities and Knowledges, utilizando el enfoque del “territorio”
para esclarecer hasta dónde los paisajes determinaron la modalidad, el tiempo y las alterna-
tivas del extractivismo agroexportador. Asimismo, trataron de determinar las consecuen-
cias en los ambientes locales tras la integración a los mercados mundiales, tanto desde el
punto de vista de las percepciones como del material.57
Desde el punto de vista de las percepciones en el espacio tropical, desde la conquista
europea se han debatido dos imágenes extremas: la visión edénica de los primeros viaje-
ros y la naturaleza infernal y amenazante. Estas mismas visiones se repitieron en África y
Asia. En cambio, Humboldt articuló una visión cósmica, armoniosa e interconectada de la
naturaleza, pero desprovista de población y casi intocada por el ser humano. Esa imagen
ha influido profundamente en los movimientos ecologistas del siglo XX y XXI.58 En la
literatura latinoamericana este imaginario edénico o salvaje, quedó plasmado en algunas

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novelas de principios del siglo XX como La Vorágine de José Eustasio Rivera y Doña
Bárbara de Rómulo Gallegos. Según Germán Palacio estas imágenes se han mantenido
y han generado una paradoja: lo “civilizado” sigue manteniendo connotaciones negativas
para los países del trópico asociados con lo atrasado y primitivo; sin embargo, a raíz de
los recientes movimientos ambientales ha habido un redescubrimiento de lo “silvestre”
en la “civilización” por lo que la nueva misión civilizadora es protegerlos de los mismos
habitantes “primitivos” de los trópicos.59
Recapitulando, los espacios o paisajes latinoamericanos están siendo estudiados desde
toda suerte de subespecialidades; hay importantes esfuerzos por ensayar nuevas periodiza-
ciones y escalas de análisis, todo ello es vital para lograr el caudal de estudios necesarios
para una interpretación integral de nuestra Latinoamérica.

Las temáticas

Recientemente, Mark Carey,60 historiador norteamericano, afirmaba que la historia


ambiental latinoamericana obviaba la amplitud temática propia de la disciplina y se había
estancado en tres aspectos: el colonialismo, el capitalismo y la conservación.61 Sus críticas
se fundaban en la preponderancia de estos temas en el IV Simposio de Historia Ambiental
en Brasil. Es evidente que esos tópicos han consumido gran parte de los esfuerzos de los
historiadores, no obstante, buscan responder a las preguntas que surgen desde las socieda-
des que los subvencionan: ¿cómo funcionan los colonialismos de antigua y reciente data y
cómo superarlos? ¿cuál ha sido el balance para los ambientes del capitalismo? Responder
a estas preguntas es una necesidad existencial para Nuestra América.
Más allá de esto, la crítica constituye un llamado de atención. Los estudios abarcan-
do género y ambiente, por ejemplo, estuvieron ausentes en los simposios. Las ciudades,
sus efluentes y la basura son temas apenas mencionados que requieren con urgencia ser
estudiados. Las religiones y el peso de sus credos en los asuntos ambientales es otra tarea
pendiente de la historia ambiental latinoamericana.
La adopción de temáticas ambientales locales es una herramienta poderosa de vincu-
lación con las comunidades y de participación en los movimientos ambientalistas; es una
alternativa para la historia ambiental de trascender del núcleo académico a la sociedad que
la sustenta. El involucramiento en estas luchas socioambientales locales es un deber de la
disciplina.

Debilidades y fortalezas

Uno de los grandes retos de la historia ambiental es cuantificar los impactos ambien-
tales; eso implica asuntos éticos sobre la valoración del medio. El debate se plantea entre
posiciones naturocéntricas extremas, que consideran al ser humano como un error de la
naturaleza, hasta posturas antropocéntricas, también extremas. Mientras algunos autores
como Carey y Balee62 afirman que no sólo se destruyen ambientes, sino que los cambios
crean nuevos ambientes, otros ven la intervención humana como depredación.
Uno de los ensayos de cuantificación más completo es el del Instituto de la Patagonia
de la Universidad de Magallanes, Metodología de cuentas patrimoniales de Magallanes,

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que permitió la selección de componentes naturales biológicos o físicos capaces de satis-
facer necesidades y, por ende, de adquirir valor. Esos componentes se agruparon según
tres aspectos: las necesidades del hombre, los requisitos de la naturaleza y, por último, el
interés de la economía, considerando el valor económico establecido para bienes y recur-
sos. En relación con las necesidades del hombre, se siguieron las pautas de Manfred Max-
Neef clasificadas como subsistencia, identidad, recreación y conocimiento. En una matriz
se ubicaron las cuatro necesidades existenciales y en la otra las principales categorías de
componentes de la naturaleza. La gran limitante de esta metodología es la imposibilidad
de dotarla de una profundidad histórica sustantiva.63
Otros esfuerzos han implementado la cuantificación física de las exportaciones versus
ingresos o flujos energéticos. No obstante, en general, la historia ambiental se ha debido
basar en narraciones y descripciones a falta de lograr vinculación con equipos interdisci-
plinarios que, como se vio, no ha podido articular.
Otra carencia a superar es la falta de vinculación con las contrapartes del mismo
hemisferio. Actualmente, se vive en un mundo interconectado e interdependiente. La
accesibilidad a la información y las posibilidades de intercambio con colegas de Asia,
África y Oceanía obligan a la región a reexaminar sus agendas de investigación histórico-
ambientales en relación con los esfuerzos realizados desde esas zonas. Los trabajos con-
juntos sur-sur o de historia del trópico deben ser una prioridad.
Quizá una de las mayores fortalezas de la historia ambiental de LAC sea su vincula-
ción con la historia social, ya que esto le ha permitido construir una interpretación desde
abajo. La reciente alianza con la historia de la ciencia también ha enriquecido ambos cam-
pos y visibilizado sus entrelazamientos. Esta es una prometedora propuesta para la región.
Sin lugar a dudas el imperativo de la historia ambiental en la actualidad es su estable-
cimiento como un movimiento comprometido en pos de la construcción de una alterna-
tiva socioambiental más justa y sostenible para nuestras sociedades, que solo es posible
mediante la vinculación de lo glocal o lo local con lo global. En ello el papel del historia-
dor ambiental debe estar vinculado tanto con la actividad académica investigativa como
con la acción en su entorno inmediato.

Notas

1. Latinoamérica y el Caribe incluye a los 22 países del continente desde México hasta Argentina y Chile y
el Caribe de habla hispana.

2. Eduardo Gudynas, “Los múltiples verdes del ambientalismo latinoamericano”, Nueva Sociedad, 122 (No-
viembre- diciembre 1992 ): 105-115.

3. Joan Martínez Alier, De la Economía Ecológica al Ecologismo Popular (Barcelona: Icaria Editorial,
1992), 10.

4. Guillermo Castro, “De civilización y naturaleza. Notas para el debate sobre la historia ambiental Latinoa-
mericana”. Simposio de Historia Ambiental Americana, Santiago, 2003.

5. Pierre Salama, “Informe sobre la violencia en América latina”, Revista de Economía Institucional, 18,
n-10 (enero-junio, 2008): 81-102.

Revista Historia, ISSN: 1012-9790, No. 59-60, enero-diciembre 2009 / pp. 185-201 197
6. Roberto Briceño- León, “La nueva violencia urbana en América Latina”, Sociologías Porto Alegre, 4
(julio-diciembre 2002): 34-51.

7. Global Organization Human Development Reports, en: http://hdrstats.undp.org/en/indicators/147.html


(consultado febrero, 2010).

8. Cepal. Panorama social 2009 (Cepal, 2009), 12.

9. “Nuestra América” hace referencia a la expresión ya clásica de José Martí en donde defiende la cultura del
ser esencial sin ser la sombra del “otro” pero desde una visión universalista. El texto completo disponible
en formato libre acceso en: http://es.wikisource.org/wiki/Nuestra_Am%C3%A9rica

10. Victor Toledo y Alicia Castillo, “La Ecología en Latinoamérica: Siete tesis para una ciencia pertinente en
una región en crisis”, Interciencia, 24 (enero-junio 1999): 157-169.

11. Ibid.,158.

12. De nuevo se hace referencia al sentido martiano de Nuestra América.

13. Shawn Miller, An Environmental History of Latin America (Nueva York: Cambridge University Press,
2007), 1-20.

14. La historia ambiental norteamericana usualmente cita a Carl Sauer como uno de los pilares originarios
de la disciplina. Entre sus obras sobresalen su artículo de 1925 “La Morfología del Paisaje”, University
of California Publications in Geography, 2 (Octubre 1925): 19-53. También: Agricultural Origins and
Dispersals. Segunda Edición (Cambridge: MIT Press, 1969).

15. José Ángel Rodríguez, “Pedro Cunill Grau el hombre de los mil paisajes”, Geoenseñanza, 6 (julio-diciem-
bre 2001): 279-288 y Consuelo Ramos y María Rosario Vera, “Pedro Cunill Grau: una vida académica
al servicio de la Geografía Latinoamericana. Aportes al estudio de su obra hemerográfica”, Revista Terra
(Instituto de Geografía y Desarrollo Regional Universidad Central de Venezuela) 13 (julio-diciembre
1997): 11-74.

16. Estilo de desarrollo fue un concepto acuñado por la Cepal para referirse a las modalidades de desarro-
llo. Osvaldo Sunkel, La dimensión ambiental en los estilos de desarrollo de América Latina (Santiago:
PNUMA-Cepal, 1981).

17. El concepto “desarrollo sostenible o sustentable” se dio a conocer en 1981, al presentarse la primera Estra-
tegia Mundial para la Conservación realizada por la IUCN (Unión Internacional para la Conservación de
la Naturaleza) definiéndolo como “la modificación de la biosfera y la aplicación de los recursos humanos,
financieros, vivos e inanimados en aras de la satisfacción de las necesidades humanas y para mejorar la
calidad de vida del hombre. Para que uno desarrollo pueda ser sostenido, deberá tener en cuenta, además
de los factores económicos, los de índole social y ecológica; deberá considerar la base de recursos vivos e
inanimados, así como las ventajas e inconvenientes a corto y a largo plazo de otros tipos de acción. Pos-
teriormente, en ese mismo año A.W. Claussen presidente del Banco Mundial, señalaba que un desarrollo
sostenible debe permitir el crecimiento económico continuo, especialmente en el Tercer Mundo con lo que
se daba una contradicción con los orígenes del concepto que planteaba límites al crecimiento. Eduardo
Gudynas, Ecología economía y ética (San José: DEI-UNED, 2002), 59-60.

18. Osvaldo Sunkel, La dimensión ambiental en los estilos...,5.

19. Cepal, Estilos de desarrollo y medio ambiente en América Latina (México: Fondo de Cultura Económica,
1981).

20. Gilberto Gallopin C., El medio ambiente humano (México: Fondo de Cultura Económica, Serie Lecturas,
1981).

198 Revista Historia, ISSN: 1012-9790, No. 59-60, enero-diciembre 2009. / pp. 185-201
21. Osvaldo Sunkel y Nicolo Gligo, Estilos de desarrollo y medio ambiente en América Latina (México:
Fondo de Cultura Económica, 1981).

22. Mario Mejía Gutiérrez, “Caribe colombiano, clima y uso de la tierra”, Cuadernos de geografía (ICFES y
Red de Información ambiental) 33(1989): 1-97. También del mismo autor “De la vida silvestre a la colo-
nización mecanizada en el Caribe colombiano”, Cuadernos de geografía (ICFES y Red de Información
ambiental) 2 (julio-diciembre 1990).

23. Diana Pombo y Edith González, “Perfil ambiental de Colombia. Bogotá”, Colombia 1990 (Bogotá: Esca-
la, 1992).

24. Morelia Pabón Patiño, “Instauración de la formación ambiental en la Universidad colombiana”, Revista
Palabra, 7 (agosto 2006): 51-75.

25. Heraldo Ácrata, “Entrevista a Joao Martínez Alier”, en: The Anarchist Herald http://anarchistherald.
blogspot.com/2010/02/entrevista-con-joan-martinez-allier.html (consultado 6 marzo 2010).

26. Carolyn Hall, Costa Rica una interpretación geográfica con perspectiva histórica (San José: Edi-
torial Costa Rica, 1984). De Ligia Herrera se pueden citar, como ejemplo, sus obras: Regiones de
desarrollo socioeconómico de Panamá, Vol. 6 (Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975);
Atlas de los Asentamientos Humanos en América Latina (1976, sin datos); Las relaciones entre
la estructura agraria y la distribución de la población en México (México: Colegio de México-
CELADE, 1978); El modo en que crecen las ciudades en América Latina (Santiago: CEPAL; 1976);
Regiones de desarrollo socioeconómico de Panamá: Elementos para la planificación adecuada de
nuestra seguridad social (1983, sin datos).

27. Guillermo Castro, “De civilización y naturaleza notas para el debate sobre historia ambiental latinoameri-
cana”, Ponencia Simposio de Historia Ambiental Americana (Santiago, Chile julio 2003).

28. Claudia Leal, “Presentación del dossier sobre historia ambiental latinoamericana”, Historia Crítica, 30
(julio-diciembre 2005).

29. Germán Palacio, “Historia Tropical: a reconsiderar las nociones de espacio, tiempo y ciencia”, Revista
Tareas, 120 (mayo-agosto 2005).

30. La base bibliográfica de Stanford es un loable esfuerzo de su administradora Liza Sedrez, quien la trata de
mantener actualizada.

31. Existen otras instancias que albergan a profesionales de la historia ambiental como los ministerios de
ambiente, el PNUD, o las organizaciones no gubernamentales, pero son los menos y su dispersión hace
muy difícil incluirlos en el ejercicio. Además de esto esos investigadores usualmente conservan lazos con
la Universidades, como el caso de Nicolo Gligo en Chile.

32. http://www.webometrics.info/index.html, Esta base de datos fue construida por el “Laboratorio de Ciber-
metría”, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, una entidad adscrita al Ministerio de Ciencia
y Tecnología de España, dedicada a la investigación básica, está compuesta por 126 centros e institutos.

33. Esto no deja de ser irónico habiendo dedicado Cunill tantos trabajos a esa nación.

34. Gladys Elena Rojas, Café, ambiente y sociedad en la cuenca del río Virilla: Costa Rica 1840-1955 (San
José: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2000). Tampoco están incluidos los trabajos de William
Conway sobre la Patagonia, a pesar de su origen norteamericano; irónicamente, las traducciones al espa-
ñol circulan ampliamente en América Latina. William Conway, Los grandes espacios y la vida silvestre
(Buenos Aires: Editorial El Ateneo y Ecocentro, 2007).

35. Colección Carlos Meléndez en: http://cuuics.fcs.ucr.ac.cr/cihac/bibliotecas.php#

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36. Germán Palacio, “Historia Tropical: a reconsiderar…”. Palacio argumenta que este modelo es el que re-
trata la situación prevaleciente en las ciencias sociales actualmente.

37. Un ejemplo de este enfoque es: “Diachronic Ecotones and Anthropogenic Landscapes in Amazonia: Con-
testing the Consciousness of Conservation”, en: William Balee (Ed.) Advances in Historical Ecology
(New York: Columbia University Press, 1998).

38. Antonio Arellano Hernández, La Producción Social de Objetos Técnicos Agrícolas (México: Editorial de
la Universidad Autónoma del Estado de México, 1999).

39. Nicolo Gligo, La dimensión ambiental en el desarrollo de América Latina (Santiago: Cepal, 2001), 192-
193 y Warwick E. Murray y Eduardo Silva, “The Political Economy of Sustainable Development”, en:
Latin America Trasformed Globalization and Modernity , Robert Gwynne y Cristóbal Kay (Eds.) (London
y New York: Hodder Arnold - Oxford University Press, 2004).

40. Se usa aquí historia en sentido amplio. Conway aborda las relaciones entre los seres humanos y las gran-
des extensiones, así como sus consecuencias sobre la fauna y la flora desde sus observaciones como ecó-
logo. Conway, Los grandes espacios…

41. Ibid.

42. William Marquardt y Carole Crumley, “Theoretical Issues in the Analysis of Spatial Patterning”, en: Regio-
nal Dynamics : Burgundian Landscapes in Historical Perspective (San Diego: Academic Press, 1987), 1-18.

43. Rosalva Loreto López, “El microanálisis geográfico y la historia ambiental: Puebla de los Ángeles, Méxi-
co, 1777-1835”. Ponencia Simposio de Historia ambiental Santiago, 2003.

44. Victor Bulmer-Thomas, La historia económica de América Latina desde la Independencia (México: Fon-
do de Cultura Económica, 1998).

45. Felipe Fernández-Armesto, Civilizations, Culture, Ambition and the Transformation of Nature (New
York: Simon & Schuster, 2001).

46. Gabriela Corona, “What is Global Environmental History? Foro: Global History and Global Policies”,
Global Environment, 2 (noviembre 2008), en: http://eseh.org/resources/publishers/globalenv2 (consulta-
do enero 2009)

47. Ibid.

48. Alfrec Chandler y Bruce Mazlish, Leviathans (New York: Cambridge University Press, 2005).

49. José Miguel Lana-Bersain, “La pequeña gran propiedad del valle del Ebro ante la coyuntura: la gestión
patrimonial de los Marqueses de San Adrián durante el siglo XX”, Signos Históricos, 15 (2006): 8-43 y
Andrea Reguera, “Gran Propiedad, empresarios e instituciones económicas en la región pampeana (1850-
2930), en: Ibid.: 44-69.

50. Un ensayo interesante de: Ottmar Ette, “Transatlantic Perceptions: A Contrastive Reading of the Travels
of Alexander von Humboldt and Fray Servando Teresa de Mier”, Revista Americana de Estudios Compa-
rados y Culturales / American Journal of Comparative and Cultural Studies, 17 (junio 1992).

51. Mathis Wackernagel, “The Ecological Footprint of Santiago de Chile”, Local Environment, 3 (enero-junio
1998).

52. Mario Samper K., William Roseberry, Lowell Gudmundson, Café, sociedad y relaciones de poder en
América Latina (Heredia: Editorial Universidad Nacional, 2001).

53. Frank Ellis, Las transnacionales del banano en Centroamérica (San José: EDUCA, 1983); Maquardt Ste-
ve, “Pesticides, Parakeets, and Unions in The Costa Rican Banana. Industry: 1938-1962”, Latin American
Research Review, 37 (Julio-diciembre 2001).

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54. Hilda Sabato, Capitalismo y ganadería en Buenos Aires: la fiebre 1850-1890 (Buenos Aires: Editorial
Sudamericana, 1989).

55. Mario Samper y Paul Sfez, La cadena de producción y comercialización del café: Perspectiva histórica y
comparada (Costa Rica: Progreso Editorial, Universidad Nacional de Costa Rica, IPGH, 2001).

56. Alexander Schejtman, Julio Berdegué, Desarrollo Territorial Rural (Santiago: RIMISP- BID, 2003).

57. Christian Brannstrom y Stefannia Gallini, Territories, Commodities and Knowledges (London: Institute
for the Studies of the Americas, 2004).

58. David Arnold, La naturaleza como problema histórico: el medio, la cultura y la expansión de Europa
(México: Fondo de Cultura Económica, 2000), citado por German Palacio en: “Historia Tropical…”.

59. Ibid.

60. Mark Carey, “The History of Ice: How Glaciers Became an Endangered Species”, Environmental History,
12 (Julio, 2007).

61. Mark Carey, “Current Trends, Interdisciplinary Insights and Future Directions”, Latin American Environ-
mental History, 14 (abril 2009).

62. Carey, Ibid., y Balee, Ibid.

63. Gligo, Ibid., 98.

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