Trabajo de Prácticas del Lenguaje para 3ero ESS 31 Lanús
Profesora: Gabriela Cáffaro
Actividad 1.
Leer el siguiente cuento.
El almohadón de plumas
Horacio Quiroga
Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro
de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin
embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos
por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde
hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.
Durante tres meses —se habían casado en abril—, vivieron una dicha especial. Sin
duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más
expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía
siempre.
La casa en que vivían influía no poco en sus estremecimientos. La blancura del
patio silencioso —frisos, columnas y estatuas de mármol— producía una otoñal
impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve
rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al
cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un
largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.
En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había
concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la
casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.
No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró
insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al
jardín apoyada en el brazo de su marido. Miraba indiferente a uno y otro lado. De
pronto Jordán, con honda ternura, le pasó muy lento la mano por la cabeza, y Alicia
rompió enseguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente
todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego
los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello,
sin moverse ni pronunciar una palabra.
Fue ése el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció
desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole
calma y descanso absolutos.
—No sé —le dijo a Jordán en la puerta de calle con la voz todavía baja—. Tiene
una gran debilidad que no me explico. Y sin vómitos, nada… Si mañana se
despierta como hoy, llámeme enseguida.
Al otro día Alicia amanecía peor. Hubo consulta. Constatose una anemia de
marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos,
pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces
prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin que se oyera el menor ruido.
Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida.
Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La
alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo
vaivén a lo largo de la cama, deteniéndose un instante en cada extremo a mirar a
su mujer.
Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que
descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente
abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama.
Una noche quedó de repente con los ojos fijos. Al rato abrió la boca para gritar, y
sus narices y labios se perlaron de sudor.
—¡Jordán! ¡Jordán! —clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.
Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia lanzó un alarido de horror.
—¡Soy yo, Alicia, soy yo!
Alicia lo miró con extravío, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo
rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la
mano de su marido, acariciándola por media hora temblando.
Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide apoyado en la alfombra
sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.
Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se
acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo.
En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose
de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio, y siguieron al
comedor.
—Pst… —se encogió de hombros, desalentado, el médico de cabecera—. Es un
caso inexplicable… Poco hay que hacer…
—¡Sólo eso me faltaba! —resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la
mesa.
Alicia fue extinguiéndose en subdelirio de anemia, agravado de tarde, pero que
remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad,
pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de
noche se le fuera la vida en nuevas oleadas de sangre. Tenía siempre al despertar
la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima.
Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la
cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aun que le arreglaran el almohadón.
Sus terrores crepusculares avanzaban ahora en forma de monstruos que se
arrastraban hasta la cama, y trepaban dificultosamente por la colcha.
Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las
luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el
silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la
cama, y el sordo retumbo de los eternos pasos de Jordán.
Alicia murió, por fin. La sirvienta, cuando entró después a deshacer la cama, sola
ya, miró un rato extrañada el almohadón.
—¡Señor! —llamó a Jordán en voz baja—. En el almohadón hay manchas que
parecen de sangre.
Jordán se acercó rápidamente y se dobló sobre aquél. Efectivamente, sobre la
funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían
manchitas oscuras.
—Parecen picaduras —murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil
observación.
—Levántelo a la luz —le dijo Jordán.
La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer y se quedó mirando a aquél,
lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.
—¿Qué hay? —murmuró con la voz ronca.
—Pesa mucho —articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.
Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del
comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron,
y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos
crispadas a los bandós. Sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las
patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba
tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.
Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado
sigilosamente su boca —su trompa, mejor dicho— a las sienes de aquélla,
chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del
almohadón sin duda había impedido al principio su desarrollo; pero desde que la
joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches,
había el monstruo vaciado a Alicia.
Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en
ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles
particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.
Actividad 2
Responder las siguientes consignas.
a) ¿Cuáles son los síntomas de la enfermedad de Alicia?
b) ¿Por qué los médicos no pudieron hacer nada por Alicia?
c) ¿Por qué en el día la enfermedad no avanzaba?
d) ¿Cómo se resuelve el misterio de la enfermedad de Alicia?
e) Caracterizar a los protagonistas del cuento. Registrar sus características más relevantes
(cinco por lo menos).
f) ¿Qué hecho instala el conflicto o complicación en la vida del protagonista? ¿Cuáles son las
situaciones que desencadena?
g) ¿Cómo reacciona cada uno de los integrantes de la pareja? ¿Indica el narrador el porqué de
estas conductas o lo deja para que el lector lo infiera?
h) ¿Cuáles son los datos que el narrador cuenta anticipando el final?
i) ¿Existe una correspondencia entre la descripción de la casa y la relación que llevan los
protagonistas?
j) Para volar la imaginación, cambiar el final de la historia.
k) Determinar el tipo de narrador.
l) Señalar los discursos directos presentes en el texto.
Actividad 3
a) Extraer del texto anterior 10 sustantivos comunes y 3 sustantivos propios.
b) Clasificar los sustantivos comunes en concretos o abstractos.
c) Indicar el género y el número de cada uno de los sustantivos que elegiste.
d) Extraer del texto anterior 5 adjetivos. Clasificarlos.
e) Extraer del texto anterior 5 verbos. Indicar el tiempo en el que se encuentran conjugados y
la persona.
Actividad 4
Escribí una noticia inspirándote en el cuento “El almohadón de plumas”.
Recordá ponerle título, volanta, copete y una imagen con su epígrafe.
Actividad 5.
Lee el siguiente texto.
-No me gustan los pájaros, mamá.
-¡Son lindos! Mira las palomitas, Antonio.
-No me gustan porque se comen las migas de pan.
-Claro, ¡tienen que alimentarse! Antonio vio las palomas picoteando en la plaza y enfadado
añadió:
-Pero si se comen las migas de pan, alguien no va a encontrar el camino de regreso a su casa.
Alba sonrió y lo entendió todo. Abrazó a su hijo pequeño y le dijo:
-No te preocupes. A ti no te ocurrirá lo que a los niños del cuento. Yo te enseñaré cómo hacer
para que puedas volver siempre a casa. Te prometo que no te vas a perder.
-No es por eso, mamá.
-¿Ah, no? ¿Entonces?
-Yo tengo miedo de que un día tú no sepas cómo regresar.
Es texto anterior pertenece a una novela “La lluvia sabe porque” de María Fernanda Heredia.
Responder.
a) ¿A que cuento crees que hace referencia cuando habla del camino migas de pan?
b) Buscá ese cuento en internet, léelo y escribí un breve resumen del mismo.
Bono extra: Si te animas hace un dibujo del cuento que buscaste.
Actividad 6
Analiza semánticamente y mmorfologicamente las palabras de estas oraciones .
La niña rubia junta flores blancas en el campo
El sol de la mañana es el más bello
Actividad 7.
Ahora analizas sintacticamente.
Cualquier duda escríbeme al siguiente mail.
[email protected]