AMORES DE FRONTERA
Bernardo de Irigoyen y Dionisio Cerqueira, ciudades enfrentadas en el límite
de la Argentina y del Brasil. Una calle las separa o, en realidad, las une. Distintos
idiomas oficiales, el español y el portugués; costumbres parecidas, ciudades
hermanas. Mixtura de frontera donde las identidades se confunden. Verdaderos
hormigueros humanos por el trasiego de las poblaciones.
La bella Iracema nació en Eldorado, ciudad del litoral misionero a orillas del
Paraná lindando con Paraguay. Había terminado el secundario cuando su familia
tuvo que migrar por el cierre de la fábrica donde trabajaba el padre. Eligieron
Bernardo Irigoyen en la frontera oriental de la provincia. Irse alentaba nuevas
oportunidades, al menos en las conjeturas. Así lo pensó el hombre, un rudo
trabajador, que por primera vez en su vida estaba desocupado. Había sido hachero,
labrador y luego obrero de una fábrica de calzados. Su esposa e hija completaban la
pequeña familia nuclear. Muy unidos, muy católicos, muy tradicionales. Iracema
no quería abandonar a sus amigos y su ciudad. Rechazaba partir, pero no tenía
chances de oponerse.
El joven Joao nació en Dionisio Cerqueira y estudió en la Escola Pública
Estadual. Era algo atolondrado, pero de buenos sentimientos. Su padre trabajaba
en la Delegación de la Policía de la ciudad. La madre y los dos hermanos varones
completaban una familia donde reinaba el rigor paternal. Era un hombre estricto
que impartía una férrea disciplina a sus hijos. Como policía de frontera estaba al
corriente de las actividades ilegales de la zona. El contrabando, el tráfico de drogas
y las migraciones ilegales.
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Iracema y Joao se conocieron en los continuos trajinares de una ciudad a la
otra. Ella quería estudiar profesorado de Lengua y Literatura, pero primero debía
encontrar un trabajo. Salió a recorrer a pie los negocios en el borde de ambas
ciudades. Consiguió emplearse en un minimercado cercano al paso internacional
del lado argentino. Joao trabajaba como conserje en un hotel brasileño. Concurría
al mercado cotidianamente porque le convenía al cambio. Quedó alucinado por la
belleza de la joven. Bom día, muito prazer, le dijo Joao a Iracema. Ella le respondió
bajando los ojos, bom día, obrigado. Comenzó la relación en "portuñol". Siguieron las
charlas informales y las más personales. Paseaban por el límite de ambas ciudades.
Había muchos negocios, parquecitos y arboledas. Un boulevard con bancos
propicios para sentarse y tomar mate. Los animaba el bullicio de la gente con sus
bolsos y cajas de compras en la frontera. Se distraían conversando sobre sus
“aldeias” y sus gentes. Se enamoraron. A los seis meses empezaron a soñar con una
vida juntos. Eran casi mayores de edad.
Las diferencias irreconciliables partían de las religiones que profesaban
fervientemente las familias. Católica, la de ella; evangélica, la de él. Fieles a sus
tradiciones, los padres se opusieron a la unión rotundamente. No debían casarse.
Las madres de ambos no cumplieron ningún papel mediador. La contracción
absurda a los respectivos cultos limitaba su libre albedrío.
Iracema y Joao tomaron una osada decisión. Animados por el dinamismo del
modo de vida fronterizo y la pulsión a migrar planificaron vivir juntos en otro
lugar. Ella extrañaba su terruño. Él se sentía capaz de todo por estar junto a ella.
Estaban seguros de encontrar trabajo y poder casarse. Querían alejarse de las vanas
negativas y las restricciones religiosas.
Se encontraron una siesta en la estación terminal de Irigoyen para viajar a
Eldorado. Podrían haber pensado en alguna ciudad más distante, pero se
decidieron por un lugar cercano y conocido. Tomaron el micro que cruzaba
Misiones por la ruta diecisiete hasta Eldorado. Atravesaron el camino selvático,
ondulado, rojizo, húmedo y tropical. Muy de vez en cuando veían algún cartel
destartalado de “prohibido cazar”, con dibujos despintados de yaguaretés y osos
hormigueros. “Salida de camiones” o “cuidado, pendiente” en los tramos más
serranos. Escucharon de fondo los cantos estridentes de loros, papagayos y
tucanes. Divisaron a la vera del camino algunos caseríos en medio de la selva
misionera o de los bosques ralos por la deforestación. Viajaron abrazados y seguros
del presente y futuro juntos.Jóvenes y enamorados nada temían.
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Cuando bajaron en la terminal de Eldorado, ella sintió cuánto añoraba su
pueblo natal. Estaban felices. Llegaron al humilde alojamiento que habían
reservado donde pasaron una anticipada noche de bodas. A la mañana siguiente
seguían dormidos cuando golpearon fuertemente la puerta de la habitación. Era el
recepcionista del hotel. La policía local los esperaba en la entrada del residencial
para devolverlos al mundo real. Los habían dado por desaparecidos. El escarmiento
fue retornar a sus lugares. A la frontera seca, al empleo chato, a la rutina de las
ciudades linderas. Ahora separados. Iracema recibió la penitencia paterna de no
salir de su casa durante un mes. Con la carátula de inmigrante ilegal, Joao fue
privado indebidamente de su libertad en el destacamento policial. Su propio padre
obtuvo la orden judicial. Fin de la relación. Comienzo del desafío frente a los sueños
truncados.
Cuando recuperaron su libertad se vieron a escondidas durante más de un
año. Nadie pudo frenarlos. Esta vez lo planearon muy bien y juntaron los reales
necesarios. Viajaron a la ciudad más poblada del Brasil, San Pablo, a mil kilómetros
de sus residencias para iniciar una nueva vida. En el anonimato nadie los
detendría.
Ruta 17 entre Bernardode Irigoyen y Eldorado. Street View.
© Diana Durán
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Cuestiones limítrofes: “Amores de Fronteras”
1) Leer el cuento “amores de fronteras" y marcar conceptos o ideas que te
llamen la atención.
2) ¿Cómo se puede relacionar el cuento con el tema visto en clase?
Explicar.
3) ¿Cómo son las fronteras según lo relatado? caracterizar.