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Aportes de la TAR en la sensorialidad del cuerpo

La ponencia de Olga Sabido Ramos en el XXXII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología explora los aportes de la Teoría del Actor-Red (TAR) al análisis del cuerpo y sus sentidos, enfatizando la relación entre humanos y no humanos en la construcción de experiencias sensoriales. Se argumenta que el cuerpo es un ensamblaje que aprende a sentir a través de interacciones con diversos objetos y entidades, destacando la importancia de los olores y los estados afectivos en este proceso. La TAR ofrece un marco relacional y material para comprender cómo la cultura y la naturaleza co-producen la experiencia del cuerpo en contextos sociales.

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Aportes de la TAR en la sensorialidad del cuerpo

La ponencia de Olga Sabido Ramos en el XXXII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología explora los aportes de la Teoría del Actor-Red (TAR) al análisis del cuerpo y sus sentidos, enfatizando la relación entre humanos y no humanos en la construcción de experiencias sensoriales. Se argumenta que el cuerpo es un ensamblaje que aprende a sentir a través de interacciones con diversos objetos y entidades, destacando la importancia de los olores y los estados afectivos en este proceso. La TAR ofrece un marco relacional y material para comprender cómo la cultura y la naturaleza co-producen la experiencia del cuerpo en contextos sociales.

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XXXII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología.

Asociación
Latinoamericana de Sociología, Lima, 2019.

Reensamblar los sentidos del


cuerpo. Aportes de la TAR al
análisis relacional y material de
la sensorialidad: El caso de los
olores y los estados afectivos.

Olga Sabido Ramos.

Cita:
Olga Sabido Ramos (2019). Reensamblar los sentidos del cuerpo.
Aportes de la TAR al análisis relacional y material de la sensorialidad: El
caso de los olores y los estados afectivos. XXXII Congreso de la
Asociación Latinoamericana de Sociología. Asociación Latinoamericana
de Sociología, Lima.

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Reensamblar los sentidos del cuerpo. Aportes de la TAR al análisis


relacional y material de la sensorialidad:
El caso de los olores y los estados afectivos
Olga Sabido Ramos1

Resumen
El objetivo de esta ponencia es presentar los aportes de la Teoría del Actor-Red (TAR)
de Bruno Latour para el abordaje y análisis del cuerpo y sus sentidos, así como algunos
recursos metodológicos que esta perspectiva provee en el marco del denominado ‘giro
sensorial’ (Classen, 1997; Howes, 2014; Howes y Classen, 2014; Domínguez y Zirión,
2017; Howes, 2019; Sabido Ramos, 2019). El punto de partida relacional de la
sociología de Latour coincide con el de otros autores y autoras para quienes una
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característica fundamental para comprender al cuerpo es su condición de afectar y ser


afectado (Simmel, 2002; Latour, 2004; Despret, 2008). Además, desde mi perspectiva,
la TAR contribuye en tres aspectos significativos a considerar en el marco de estos
debates, a saber: a) que existe un aprendizaje para ser afectado, o en otras palabras,
que aprendemos a sentir; b) que dicho aprendizaje no sólo implica a otros humanos sino
también a otras entidades no humanas; y c) que ciertos objetos se convierten en una
extensión del cuerpo y también, contribuyen al enlazamiento de sensaciones y
emociones. Ejemplifico este último aspecto con algunas reflexiones que derivan de una
investigación reciente sobre la circulación de significados asociados a experiencias
sensoriales en ‘situaciones de anonimato’ desde una perspectiva sensorial (Sabido
Ramos, pre-print 2020).

Palabras clave
Cuerpo; Sentidos; Artefactos; Relacional; Material.

Para mostrar lo anterior he dividido la ponencia en tres partes. En la primera recupero


el contexto de discusión en el que se inscriben algunos escritos de Latour sobre el
cuerpo, y me concentro en la definición que propone para comprenderlo en términos
sensibles, sobre todo enfatizando los supuestos relacionales y procesuales de su
propuesta. En la segunda retomo algunas reflexiones de Latour para pensar en la
relevancia que tienen los objetos y las cosas para el cuerpo en términos sensibles, esto
es, cómo el afectar de las cosas funciona como principio material en esta perspectiva.
En la tercera, muestro brevemente la importancia de dicha propuesta para el estudio de

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los olores, a propósito de la primera y segunda etapa de una investigación exploratoria,


relacionada con los estados afectivos asociados a la percepción olfativa de otros
cuerpos y otras entidades no humanas, en jóvenes urbanos de la Ciudad de México que
inicié en el año 2017 y que actualmente está en curso2. Finalmente, voy a concluir con
el punteo de algunos aportes significativos que ofrece la TAR, y que enriquecen las
estrategias de investigación en la línea del giro sensorial, donde Latour no ha sido
suficientemente visibilizado.

Primera parte
El cuerpo según la Teoría del Actor-Red
Quizá lo primero que habría que decir es que el denominado “principio de simetría” que
propone Bruno Latour se suma a los intentos por trascender algunas de las duplas
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clásicas del pensamiento en Occidente, lo cual converge con algunas discusiones sobre
el cuerpo y sus sentires. Según Law y Moll, la propuesta de Latour se une a quienes
“atizan la hoguera donde arden los dualismos” ya que, para la perspectiva de la TAR,
las duplas y las divisiones entre lo social y lo natural, la mente y el cuerpo, las cosas y
las personas, e incluso hombres y mujeres “pueden todas ser deconstruidas” (Law y
Moll, 1994: 49). También como también señala Javier Lezaun:

“Para la teoría del actor-red la simetría describe un compromiso metodológico […] la


negativa a desarrollar cualquier distinción a priori entre entidades humanas y no
humanas, o entre elementos pertenecientes a la sociedad y elementos pertenecientes a
la naturaleza” (2019: 356). Fin de la cita.

El alcance del principio de la simetría generalizada no es menor, dado que tales


dicotomías han evitado un análisis del cuerpo en un sentido sensible, relacional y
procesual. Ahora bien, Latour no dedica reflexiones extensas al cuerpo como objeto de
estudio3. No obstante, la Teoría del Actor Red es una propuesta poderosa que permite
pensar al cuerpo como un ensamblado donde covergen vínculos humanos y no
humanos. Por otra parte, si seguimos este legado habría que considerar que “la división
entre naturaleza y sociedad es irrelevante para comprender el mundo de las
interacciones humanas” (Latour, 2013:11). En ese sentido, la TAR nos lleva a plantear
que sociedad y naturaleza co-producen al cuerpo. Así pues, el cuerpo es como los otros
“híbridos de naturaleza y cultura” nos dice Latour (Latour, 2007:28). Es decir, la TAR
nos deja ver cómo cultura y naturaleza aparecen mezcladas todos los días, produciendo
cuerpos y experiencias sensibles.

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Pero ¿Qué es el cuerpo? y ¿Cuáles son los principios que lo constituyen según Latour?
En un texto que aparece en 2002 en un libro colectivo dedicado al cuerpo y la
tecnociencia4, Latour recupera la figura del cyborg para referirse al cuerpo. Cabe señalar
que dicha metáfora fue inaugurada por la filósofa feminista Donna Haraway (1991) para
referirse a los cuerpos del mundo contemporáneo y su enorme plasticidad. A diferencia
de las figuras anatómicas del renacimiento que representaban al cuerpo humano, el
cyborg es un híbrido, mitad organismo y mitad cibernético, mitad físico y mitad robótico,
mitad carne y mitad máquina (Latour, 2002).

Pero aunque las versiones mediáticas del cyborg remiten a humanos robotizados en su
versión mejorada, Latour tiene en mente otro tipo de cyborg. El cyborg de Latour remite
al cuerpo que es producto de los laboratorios. Cuerpos que utilizan alguna prótesis,
desde lentes o prótesis dentales, cuerpos que alguna vez han sido vacunadxs o que en
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algún momento de la vida han tomado algun tipo de medicina. Así, para Latour, virus,
vacunas, enfermedades, prótesis e industria farmacéutica aparecen como continuos de
un mismo fenómeno que intersectan al cuerpo. Lo mismo que la contaminación, la capa
de ozono o el cáncer de pulmón, todo aquello que afecta al cuerpo, supone cruces entre
naturaleza y cultura, entre vínculos humanos y no humanos. De modo que para Latour,
el cuerpo en tiempos del cyborg enlaza diversas entidades que ensamblan lo biológico,
lo físico, lo químico, lo técnico, la economía, la política y finalmente, cuerpos que sienten
en relación con otros

En ese sentido, el cyborg para Latour es producto de los científicos y sus laboratorios
(2002). Incluso, se podría decir que el cuerpo del enfermo es en sí mismo una extensión
del laboratorio. En sus investigaciones sobre Pasteur Latour, señala cómo: “En el
enfermo él [es decir, Pasteur] no ve la enfermedad, sino el desarrollo de un microbio
que entra en conflicto con las necesidades de otros microbios y con las del organismo.
[…] El cuerpo del paciente se convierte en un anexo del laboratorio” (Latour, 1995:100).
Fin de la cita.

Si bien para Latour, Pasteur no es médico ni está interesado en la fisiología (Latour,


1995), el impacto de sus hallazgos en laboratorio es un claro ejemplo de cómo surge un
ensamblaje a través de controversias, ganado, matraces, hacedores de queso y vino y
una apretada cadena de eslabones que llegan hasta las póstulas del mismo cuerpo, su
enfermedad y una de sus dimensiones sensibles, a saber, el dolor. Es por ello que, para
Latour, es importante considerar que el cuerpo está afectado por diversas agencias
(2002), esa es la relevancia que tiene la metáfora del cyborg en sus escritos.

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El autor establece que más que definir al cuerpo directamente, es pertinente señalar
cómo es que éste se vuelve sensible, o en otras palabras, cómo aprende a sentir (Latour,
2004). Latour recoge la condición de aprender a afectar y ser afectado, como principio
constitutivo de la definición de cuerpo. Es decir, el cuerpo no es una residencia
provisional de algo superior como el alma o el pensamiento, sino el cuerpo es una
trayectoria dinámica por la cual aprendemos a ser sensibles (Latour, 2004).

Luego entonces, tener un cuerpo es “aprender a ser afectado” (Latour, 2004:205) esto
es, aprender a ser movido o puesto en movimiento por otras entidades, sean éstas
humanas o no humanas y su ensamblaje, pues para Latour: “Nunca nos enfrentamos a
objetos y relaciones sociales, nos enfrendamos a cadenas que son asociaciones de
humanos (H) y no-humanos (NH)” (Latour, 1998a:117). Así pues, la TAR provee un
principio relacional y procesual para comprender cómo el cuerpo no está dado, sino
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dándose y aprendiendo a sentir con otros, tanto humanos como no humanos a lo largo
de la vida.

Segunda parte
El afectar de las cosas, como principio material de los cuerpos
Como hemos señalado, si bien la imagen del cyborg nos remite a referentes de alta
tecnología que se incorporan al sentir de los cuerpos, no es la única manera en la que
podemos pensar al cuerpo desde la perspectiva de la TAR. Sin ser excluyente con dicha
perspectiva, otra posibilidad de abordaje la encontramos en la relación del cuerpo con
diversos objetos de uso común en la vida cotidiana.

Como se sabe, una particularidad de la TAR es que eleva a nivel de actantes a los
objetos. Para la TAR, cualquier entidad que modifique el curso de una acción es también
un actor, o para ser más precisas, es un actante (Latour, 1998a; 208). Un actante puede
ser cualquier cosa u objeto, desde un clip o un archivero u otra entidad no humana como
un animal o la corriente del viento (Lezaun, 2019), e incluso una sustancia (Latour,
1998a), en la medida en que actúen como sujetos para todos los predicados, que hagan
referencia al fenómeno estudiado.

En dicho sentido, Latour nos deja una pista significativa para el análisis de la relación
entre cuerpo y materialidad, pues desde la ropa, los adornos, el espacio y los muebles,
hasta la tecnología o sustancias específicas asociadas a avances tecnológicos en la
biomedicina, pueden llegar a considerarse actores no-humanos que co-actúan con

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nosotros en el diario acontecer y —lo que resulta relevante para nuestra perspectiva—
nos hacen sentir.

La relación del cuerpo con los objetos es constitutiva del ser humano y los referentes
son amplísimos. Así, por ejemplo, la mayor parte del tiempo los cuerpos humanos son
cuerpos vestidos (Entwistle, 2002) y la ropa importa. Tanto, que Latour recupera el caso
del astrónomo turco de El principito de Saint-Exupéry, quien vestido con su traje
tradicional es vilipendiado por científicos occidentales, cuando éste prueba la existencia
del asteroide B612 en un congreso. Al día siguiente, el astrónomo se presenta vestido
con corbata y hace la misma demostración, ganando la estima y credibilidad de sus
colegas. Latour recoge esta historia para insistir en el “peso de una corbata” (Latour,
1998:123).
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Lo anterior no es necesariamente una regla (que los científicos deban llevar corbata
para ser aceptados), pues el peso de los artefactos variará según las coordenadas
sociohistóricas y los significados que se atribuyen a los objetos y uso de éstos5. Pero
lo que Latour quiere mostrar con dicho ejemplo, es cómo en tal contexto la corbata es
un actante. Es decir, la corbata da una buena impresión, afecta al cuerpo del astrónomo
y su performance en el curso de la interacción, así como también afecta la percepción
de los oyentes. Es decir, la corbata actúa como sujeto para los predicados, como el
hecho de decir que “la corbata da una buena impresión”.

Por eso para Latour, humanos y no-humanos (en este caso, artefactos), co-participan y
co-producen efectos de sentido. Por supuesto, la ropa no es el único objeto que ilustre
la relación del cuerpo con los artefactos, otro referente ilustrativo son aquellos objetos
que usamos en nuestra vida cotidiana y que nos dicen mucho respecto a cómo la
sociedad dura a través de la materialidad de las cosas y su relación con los cuerpos6.

Ahora bien, como veremos más adelante esa duración no sólo es material sino también
afectiva.

Así, por ejemplo, Pinch y Bijker (2013), siguiendo la perspectiva de la TAR, demuestran
que las variaciones en materia de innovación y controversias asociadas al diseño de la
bicicleta, no excluyen mandatos de género, pues los cuerpos y los objetos que se
asocian a éstos también están genéricamente diferenciados. A partir de una
investigación situada a finales del siglo XIX en Estados Unidos de Norteamérica, los
autores muestran cómo el uso de la bicicleta era considerado un ejercicio varonil, pero
los ingenieros y productores de este artefacto pronto “anticiparon la importancia de las

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mujeres como potenciales ciclistas” (Pinch y Bijker: 2013:43). Así que, para los
productores y vendedores de bicicletas, además de las controversias asociadas a la
seguridad, velocidad, elegancia y comodidad, se sumaron “conflictos morales”. Por
ejemplo, se cuestionó qué tan pertinente era observar a “mujeres vistiendo faldas o
pantalones en las bicicletas con ruedas altas” (Pinch y Bijker, 2013:45).

Dada la carga moral depositada en el diseño, confección y uso de la ropa, sobre todo
en el caso de las mujeres (Entwistle, 2002)7, resultaba más factible modificar el diseño
del artefacto que la vestimenta femenina. Una solución temporal se resolvió con la rueda
alta delantera y el diseño de los pedales de un solo lado de la bicicleta. De este modo,
las mujeres podían ir sentadas sin abrir las piernas, lo que sugería una solución
temporal, pero también, bastante difícil (Pinch y Bijker, 2013). Lo que muestran Pinch y
Bijker con esta investigación, es cómo en el diseño de la bicicleta no sólo estaban
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implicadas cuestiones técnicas, al mismo tiempo estaban presentes consideraciones


sobre las representaciones corporales de femineidad y masculinidad hegemónicas. En
este último aspecto, no debe pasarse por alto que tanto la ropa como los objetos están
generizados y en ese sentido los artefactos también posibilitan hacer género (doing
gender) (West y Zimmerman, 1987) porque afectan la motricidad de los cuerpos. Es
decir, tanto el cuerpo es material como su relación con otras materialidades.

Pero además, desde mi lectura, la propuesta de Latour contribuiría a señalar la


centralidad de los objetos y las cosas en la atribución de significados y contenido
afectivo. Algo que por cierto, también un autor como Erving Goffman tenía claro cuando
estudió cómo los procesos de ‘mortificación del yo’ que se experimentan en el ingreso
a las instituciones totales, están relacionados con desposeer a los internos de todos los
objetos y cosas que tienen que ver con la presentación del yo. Para Goffman, lo anterior
causa sufrimiento pues “[…] las personas extienden su sentimiento del yo a las cosas
que les pertenecen” (Goffman, 2012:33) y despositan una alta carga afectiva.

También como plantea Cruces, aunque desde otra perspectiva analítica: “los objetos
revisten nuestro mundo personal … No son pasivos ni silentes. Son actantes de pleno
derecho [...] Los objetos resultan materialmente importantes ... Son depósitos de
memoria” (Cruces, 2018: 288). Esto también lo pudimos observar Adriana García y yo
cuando estudiamos “situaciones de intimidad” en jóvenes universitarios (Sabido Ramos
y García Andrade, 2019: 99-104). Del mismo modo, en mi proyecto actual sobre
experiencias de desagrado en “situaciones de anonimato”, los objetos, artefactos y otras

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entidades no humanas, aparecen con una fuerte carga afectiva (Sabido Ramos, pre-
print 2020), de ahí la relevencia que para mí ha tenido Latour en diálogo con Simmel8.

Tercera parte
Repercusiones para pensar los olores y su materialidad a partir de la TAR
La relevancia de Latour para el giro sensorial no ha sido suficientemente explicitada, a
pesar de los aportes significativos de la TAR en este terreno. Para sintetizar, podemos
decir que en estos debates se plantea que la percepción sensorial relacional con los
otros (Simmel, 2014; Crossley, 2001); con el propio cuerpo en un sentido ‘multisensual’
(Rodaway, 1994; Vannini, et. al., 2012) y también con los objetos y el espacio en el que
el cuerpo se mueve (Rodaway, 1994; Crossley, 2001; Tuan, 2007). Latour permite
fundamentar un aspecto relevante en este contexto, a saber, que ciertos objetos
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contribuyen a la educación sensorial y su aprendizaje, en este caso enfatizaré el caso


de los olores.

Resulta interesante que Latour, recupere ciertos trazos de reflexión sobre el cuerpo
relacionados justamente con el olor. Casi del mismo modo que lo hace el escritor alemán
Patrick Süskind en la novela El perfume, Latour nos ofrece un ejercicio hipotético: “[…]
transportado de repente a París de 1850, cualquiera de los lectores se desmayaría de
inmediato, con el corazón perturbado por los olores de la Francia de antes de la
‘pasteurización’” (Latour, 1995:116). Los olores desprendidos de los rastros y mercados,
harían desfallecer a cualquiera con las consecuentes expresiones de desagrado y asco,
dado que hemos aprendido a evaluar la percepción olfativa de una manera muy distinta
que un parisino o parisina de mediados del siglo XIX (Synnott, 2003). Asimismo, esta
educación sensorial tiene sus correlatos materiales si pensamos en la historia de
higienización y purificación del aire en las grandes ciudades, pues desde la arquitectura
hasta los sistemas de saneamiento y drenaje (Jaquet, 2016), han sido incorporados a
nuestra educación sensorial. Incluso como muestra Diana Inés Ramírez el mismo uso
del sanitario requiere aprendizaje corporal y sensorial (Ramírez, 2019).

En el caso de los olores, se ha subestimado la materialidad del olor en aras de un


predominio de perspectivas que se concentran solamente en los actores y sus
experiencias olfativas así como en los significados que se atribuyen a éstas, lo cual ha
hecho descuidar el entorno material donde éstas son posibles9. De ahí la pertinencia del
enfoque material de Latour para el problema de investigación que me ha interesado.

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Y es que el olor no sólo se materializa en los objetos de los que emana o donde se
impregna, como ciertos artefactos, la ropa o las mismas manos, como lo muestra Peláez
en una investigación sobre el olor de las mujeres que trabajan con pescado, sino
también, la percepción olfativa supone ciertas condiciones materiales de posibilidad
(Peláez, 2016). Como he señalado, en sus reflexiones sobre el cuerpo, Latour advierte
cómo, para comprender la sensibilidad de los cuerpos de las personas y su capacidad
de aprender a ser afectados/as, es necesario considerar a qué entornos y “recursos
extrasomáticos” están expuestas.

Cómo también señala la urbanista Victoria Henshaw, la percepción olfativa depende de


diversas condiciones materiales, por ejemplo qué tan concentrado está o no el olor,
dependiendo de si proviene de una persona, animal, vegetal, artefacto u objeto, así
como de las características del ambiente: la calidad del aire, la temperatura, el lugar y
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la dirección del viento (Henshaw, 2014: 26). El tiempo también tiene repercusiones en
los olores, tanto el día como la noche y las propias estaciones (Mc Lean, 2019: 36) ya
que éstas se asocian a la vegetación y temperatura que potencia, encubre o dispersa
ciertos olores. Incluso, la materialidad de los edificios contribuye a la distribución y
dispersión de los olores o a su concentración, pues el olor viaja con el viento (Henshaw,
2014: 29), es decir, los olores y la percepción olfativa se asocian con diversas entidades
no humanas.

En el Taller sensorial que impartimos recientemente en Coyoacán (agosto de 2019)


titulado: “Haciendo sentido con los sentidos” basado en la propuesta metodológica de
McLean, 2019, una de las actividades era hacer un mapa olfativo de la cuadra, asociado
a recuerdos y emociones a partir de los olores. En dicho taller una de nuestras
informantes nos compartió un recuerdo relacionado con los olores y aromas asociada al
tiempo y el espacio. La joven nos narra cómo:

“Al bajar del transporte público y caminar unos cuantos metros se llega a la calle que
conduce a la casa de mis padres. Esta calle tiene algo muy particular, por las noches de
otoño e invierno una planta florece y su aroma dulce impregna el camino. Este aroma
me provoca una sensación de calma, felicidad y placer. […] La primera vez que lo percibí
era una adolescente entre doce o trece años, desde ese momento cada vez que voy a
casa de mis padres busco el aroma” (T08, Mujer).

Como se puede apreciar, el recuerdo de dicho olor se asocia al tiempo, al movimiento


del cuerpo en el espacio, y a una atribución afectiva al lugar, pues para la joven significa

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el “regreso al hogar” en términos de Schütz. Así pues, el sentido del olfato percibe de
determinadas maneras según diversas coordenadas, tales como

a) Las normas olfatorias aprendidas, que implican clase social, etnia y género, así como
su entrecruce, por mencionar algunas (Low, 2009; 2013; Synnott, 2003); y en las que la
sociología ha abundado muchísimo.

b) Pero también, y es aquí donde creo que es importante incorporar un enfoque que
destaque la materialidad del cuerpo, habría que considerar la condición física de la
persona, tanto su salud como la edad (Henshaw, 2014; Mc Lean, 2019; Waskul, et.al.
2009; Verbeek y Campen, 2013).

c) Igualmente, la relación con entidades no-humanas, que hacen posible el acto de oler,
tales como las condiciones termoperceptivas del ambiente (si es de noche, día o por la
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tarde, si está lloviendo, hace calor o hace frío) (Henshaw, 2014; Mc Lean, 2019).

d) El tipo de construcción de las casas, los edificios y la forma en que hacen o no circular
el aire (Henshaw, 2014; Mc Lean, 2019).

e) Así como la posición del cuerpo en el espacio y su relación con ciertos artefactos que
inihiben o facilitan la circulación de los olores (Latour, 2004; Henshaw, 2014).

Como señalé al inicio de la ponencia, me ha interesado indagar aquellos estados


afectivos asociados a la percepción sensorial de entidades humanas y no-humanas. En
esta primera etapa de nuestra investigación exploratoria, hombres y mujeres han vivido
situaciones de agrado y desagrado, asociadas no sólo a la percepción olfativa de otros
cuerpos, sino también de otras entidades no-humanas y diversos referentes de
materialidad, como artefactos (por ejemplo, coladeras, vías de ferrocarril), espacios
socialmente diseñados (como canal de aguas sucias, temazcal, baños, hospitales),
hasta entidades no-humanas (por ejemplo, ríos, playas, mares, montañas, animales
(muertos/vivos), contaminación), que se inscriben en determinados contextos
interactivos. Asimismo, la rememoración de dichas situaciones se asocia a diferentes
estados afectivos, es decir, circulan diversas emociones asociadas a dichos recuerdos.

Por ejemplo, un joven nos compartió un recuerdo asociado justo a esta problemática.
Como pueden ver en la lámina, el joven nos relata:

“El olfato me trae a mí recuerdos de la infancia, la herrería de mi abuelo. En ese


entonces tenía 7 años y me enseñó a andar en bicicleta. El olfato y el tacto fueron pilares
importantes para dicho momento, cada que huelo el metal de algún lugar me acuerdo

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del sonido de los martillos sobre el yunque, el olor de la solera, el frío de la misma al
tocarla, el calor de la fragua cuando se acercaba a ella, el sentir el impacto de las chispas
provocadas por el esmeril, ese calor repentino, el olor a humedad cuando enfriaban el
metal.” (C025, Hombre)

Como se aprecia, en el caso de este joven, el olor del oficio del abuelo se relaciona con
momentos significativos de su niñez, incluso kinestésicos, como el hecho de haberlo
enseñado a andar en bicicleta. La relación entre artefactos y herramientas del taller de
su abuelito, están asociadas a sensaciones perceptivas como ciertos olores, sonidos, y
temperatura perceptible a través del tacto, pero también a partir de capacidades
perceptivas asociadas no sólo al cuerpo, sino a la extensión del mismo a través de
artefactos como martillos, yunque, solera, esmeril. Dicho referente nos deja ver cómo
en dicho contexto interactivo se ensamblaron sensaciones, emociones, ideas y
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entidades no-humanas que pueden ser rememoradas por el actor. Es justo en esta clave
que Bruno Latour nos permite “re-ensamblar los sentidos y los sentires del cuerpo”
desde una perspectiva material, procesual y relacional.

Conclusiones
Para sintetizar estas reflexiones, he tratado de mostrar cómo la TAR contribuye en tres
aspectos significativos a considerar en el marco de los estudios sensoriales. A saber, la
TAR nos plantea que existe un aprendizaje para ser afectado, o en otras palabras, que
aprendemos a sentir. Que dicho aprendizaje no sólo implica a otros humanos sino
también a otras entidades no humanas; y que ciertos objetos no sólo contribuyen al
aprendizaje sensorial, sino también posibilitan atribuciones de sentido cargadas de
emociones.

Notas
1 Profesora-investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana – Unidad
Azcapotzalco, México
Correo:[email protected]
http://sociologia.azc.uam.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=93
2 La metodología de dicha investigación se ha orientado tanto cuantitativa como
cualitativamente. Una primera etapa consistió en la aplicación de un cuestionario a 108
jóvenes urbanos (65 mujeres y 43 hombres), estudiantes de Sociología de la Ciudad de
México en 2017. Una segunda etapa ha consistido en el diseño de un “Taller sensorial”
aplicado como prueba piloto en 2018 y de manera más acabada, en agosto de 2019.

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Este último taller se realizó con 9 mujeres jóvenes profesionistas (danza, derecho,
antropología, filosofía, historia del arte). El taller se dividió en dos sesiones y constó de
cuatro actividades diseñadas para el registro de los significados atribuidos a los olores
en situaciones de agrado y desagrado. Igualmente se recurrió a la estrategia
metodológica del smellwalking y smellmapping (McLean, 2019) que consistió en hacer
un mapa olfativo de la cuadra donde se impartió el taller.
3 Aunque sí le dedica algunos textos como :“Visualización y cognición: Pensando con
los ojos y con las manos” (1998b); “Body, cyborgs and the politics of incarnation” (2002);
How to Talk About the Body? the Normative Dimension of Science Studies (2004).
4Latour, B. (2002). Body, cyborgs and the politics of incarnation. En Sweeney, S. y I.
Hodder (eds.), The Body. Cambridge: Cambridge University Press, pp. 127-141.
5 Tal y como lo demuestra Norbet Elias en el famoso pasaje de la princesa bizantina
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que fue cuestionada por el “uso exótico” de un tenedor, en una época donde este
utensilio no había sido incorporado a los usos y costumbres de la sociedad.
6 Cabe señalar que para Latour: “No existe relación alguna entre, el “mundo material” y
el “mundo social”, porque esta división misma es una completa invención” (Latour,
2008:112).
7 Como señala Bourdieu, la falda es un recordatorio, una manera sutil de controlar los
cuerpos femeninos y sus movimientos (2000).
8 En uno de los testimonios de mi más reciente investigación una joven nos
compartió:“Tenía 20 años y fue cuando me subí a una combi pirata, donde el chofer me
trató de secuestrar. La vista y el oído fueron los principales sentidos que intervinieron
en la situación. Con la vista pude sentir el miedo al ver el arma y el oído al escuchar al
chofer dándome órdenes y amenazas (PP, Mujer, Edad actual, 22, edad en que sucedió:
20).” Este testimonio también da cuenta del intercambio de efectos no sólo entre
vínculos humanos sino también no humanos, como los artefactos. La pistola, navaja o
cualquier otro objeto que pueda funcionar como arma, adquiere un significado distinto
en la mano de una persona que está amenazándonos con privarnos de la
libertad/movimiento/vida de nuestros cuerpos. El intercambio de efectos asimétrico
entre el chofer y la chica también implicó otros artefactos como el vehículo (espacio
cerrado), sumado a las amenazas y los estados afectivos provocados a partir de la
percepción mutisensual de la interacción: “con la vista pude sentir el miedo al ver el
arma”, “el oído al escuchar al chofer dándome órdenes y amenazas” (URL:
https://ojsng.colmex.mx/index.php/es/article/view/1763)

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9 El propio Goffman era perspicaz cuando señalaba cómo, por ejemplo, para
comprender el significado de los gestos era necesario tener en cuenta el “medio
extracorporal” en el que éstos se llevaban a cabo (1991: 131).

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