APROXIMACIÓN A LOS FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS DE LA IDENTIDAD
PRESBITERAL, DESDE LA «PRESBYTERORUM ORDINIS» Y EL CARISMA
DE LOS MISIONEROS DE LOS SANTOS APÓSTOLES
EDWIN ADRIÁN MARTÍNEZ PINEDA, M.S.A
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE TEOLOGÍA
BOGOTÁ
2011
1
APROXIMACIÓN A LOS FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS DE LA IDENTIDAD
PRESBITERAL, DESDE LA «PRESBYTERORUM ORDINIS» Y EL CARISMA
DE LOS MISIONEROS DE LOS SANTOS APÓSTOLES
EDWIN ADRIÁN MARTÍNEZ PINEDA, M.S.A
Trabajo de grado para optar por el título de
Licenciado en Teología
Director:
P. IGNACIO ANTONIO MADERA VARGAS., S.D.S
Doctor en Teología y Ciencias Religiosas (Universidad Católica de Lovaina
Bélgica). Licenciado en Filosofía y letras y en Teología (Pontificia
Universidad Javeriana) Magister en Teología (Pontificia Universidad
Javeriana) Docente Titular de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE TEOLOGÍA
BOGOTÁ
2011
2
Nota de aceptación
Presidente del Jurado
Jurado
Jurado
Bogotá, 11 de Noviembre de 2011
3
Dedicatoria:
A Nuestro Señor Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote.
A mis padres: Salvador Martínez Casas y Rubiela Pineda Bernal.
A mis hermanas: Sandra Martínez, Diana Mireya Martínez, María Paola Martínez
y Norida Camila Martínez.
A mis amigos, especialmente a la Prof. Ligia Nelly Miranda Pérez, al P. Fernando
Cadena Galeano y al Ing. Nelson Hernando Moreno.
Y a todos los presbíteros que buscan con sincero corazón la identificación con
Jesús Buen Pastor.
4
Agradecimientos:
Agradezco infinitamente a Nuestro Señor Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote,
por haber puesto en mi camino personas tan valiosas que han sido soporte y
compañía durante todo el periodo académico.
A todos los maestros y maestras de la Facultad de Teología, por su deseo de
infundir en los estudiantes la seriedad y rigurosidad en la investigación académica
y en especial la preocupación por formar verdaderos teólogos con la capacidad de
responder a los retos actuales de nuestra Iglesia.
Al padre Ignacio Antonio Madera Vargas., S.D.S reconocido docente de teología
en la Pontificia Universidad Javeriana y tutor de esta monografía; agradezco su
paciencia y tiempo invertido, sus correcciones y valiosas sugerencias sin las
cuales este trabajo no se hubiera podido realizar.
Quiero expresar también mis sinceros agradecimientos a la Sociedad de
Misioneros de los Santos Apóstoles, quienes confiaron en mí y me dieron la
oportunidad de estudiar en tan prestigiosa Universidad, en especial al P. Adolfo
Doroteo Palacios., M.S.A, y al Père Marc Pierre Lussier., M.S.A, quienes me
enseñaron el valor de la vida espiritual, el testimonio y la confianza a los
hermanos; también agradezco al Hno. William Frank Toro., M.S.A, Hno. Juan
Carlos Torres Soto., M.S.A, y al Hno. Rogelio Vargas Robles., M.S.A, quienes me
brindaron su amistad y apoyo incondicional.
Agradezco a mis familiares, de manera especial a mi madre y mi padre por
quienes vino el don de la vida y me dieron la oportunidad de existir, así como
también el apoyo que me brindaron en este llamado particular que Dios me ha
hecho hacia el ministerio presbiteral.
5
CONTENIDO
Pág.
INTRODUCCIÓN ............................................................................................... 9
1. APROXIMACIÓN FENOMENOLÓGICA A LA REALIDAD DEL PRESBÍTERO
......................................................................................................................... 18
1.1. Etimología del término identidad ...................................................... 18
1.2. Etimología del término presbítero..................................................... 20
1.3. Historia del término presbítero ........................................................ 22
1.3.1 El sacerdote en el Antiguo Testamento ............................................ 22
1.3.2 El presbítero en el Nuevo Testamento ............................................. 25
1.3.3 El presbítero en la historia de la Iglesia ............................................ 27
1.4. Realidad actual del presbítero .......................................................... 30
2. CRITERIOS TEOLÓGICOS QUE FUNDAMENTAN LA IDENTIDAD DEL
PRESBÍTERO A LA LUZ DE LA ―PRESBYTERORUM ORDINIS‖ ................. 35
2.1. Acercamiento a la Presbyterorum Ordinis ........................................ 36
2.2. Fundamentos del presbítero desde la Presbyterorum Ordinis ......... 40
2.2.1 El presbítero como ministro de la Palabra ........................................ 43
2.2.2 El presbítero como ministro de los sacramentos y de la Eucaristía . 46
2.2.3 El presbítero como rector del Pueblo de Dios .................................. 49
2.3. Conclusión ....................................................................................... 51
6
3. CRITERIOS TEOLÓGICOS DESDE EL CARISMA DE LOS MISIONEROS DE
LOS SANTOS APÓSTOLES A LA LUZ DE LAS CONSTITUCIONES Y
NORMAS ......................................................................................................... 53
3.1. Los Misioneros de los Santos Apóstoles .......................................... 54
3.2. Visión del presbítero en los MSA ..................................................... 58
3.3. Criterios Teológicos del Presbítero a la luz de los MSA ................... 62
3.3.1 La vida fraterna ................................................................................ 63
3.3.2 La vida apostólica............................................................................. 65
3.4. Conclusión ....................................................................................... 68
4. COMPROMISO CON LA REALIDAD Y ROL PEDAGÓGICO – PASTORAL
DEL PRESBÍTERO ......................................................................................... 70
4.1. Relación entre la propuesta de la Presbyterorum Ordinis y el Carisma
de los MSA ................................................................................................ 71
4.2. Implicaciones pastorales de la propuesta ........................................ 75
4.2.1 Pastoral de la Palabra ...................................................................... 76
4.2.2 Pastoral sacramental........................................................................ 78
4.2.3 Pastoral de comunión ....................................................................... 79
4.3. Implicaciones pedagógicas .............................................................. 81
5. CONCLUSIONES ............................................................................................ 87
6. BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................ 91
7
Siglas
1 Cor. Primera Carta de Pablo a los Corintios
1P. Primera Carta de Pedro
1S. Primer libro de Samuel
1Tim. Primera Carta de Timoteo
2Cor. Segunda Carta de Pablo a los Corintios
2P. Segunda Carta de Pedro
2Tim. Segunda de Timoteo
A.T. Antiguo Testamento
Ap. Apocalipsis
CELAM Conferencia Episcopal Latinoamericana
DT. Deuteronomio
Éx. Éxodo
Ez. Ezequiel
Flp. Filipenses
Gál. Gálatas
Gn. Génesis
Hb. Hebreos
Hch. Hechos de los Apóstoles
Jn. Evangelio de Juan
Lc. Evangelio de Lucas
LG Lumen Gentium
Lv. Levítico
M.Ss.A. Misioneros de los Santos Apóstoles
M.S.A. Misioneros de los Santos Apóstoles
Mc. Evangelio de Marcos
Mt. Evangelio de Mateo
N.T. Nuevo Testamento
Nm. Números
Ofm. Orden de Frailes Menores (Franciscanos)
OT Optatam Totius
PO Presbyterorum Ordinis
Rom. Romanos
SC Sacrosanctum Concilium
SEMSA Seminario Mayor de los Santos Apóstoles
Vat II Concilio Vaticano II
8
INTRODUCCIÓN
El Concilio Vaticano II ha sido para la Iglesia de nuestro tiempo un impulso de
renovación en torno a varios asuntos desde diversos campos teológicos y
pastorales. Hace cerca de cincuenta años de su promulgación y aún según los
expertos existe multiplicidad de aspectos que no han sido del todo expresados y
tenidos en cuenta en la acción práctica de la evangelización debido a diversos
semblantes de orden pastoral que no han permitido su aseveración y ejercicio en
aspectos pastorales que ameritan apertura y ―valoración‖.
Quizá uno de estos aspectos que se han visto ―desatendidos‖ por las proyecciones
del Concilio sea la vida presbiteral; toda ella inmiscuida en la voluntad de cada uno
de los ministros pero también en la falta de fundamentos para generar un clima de
incentivación del ministerio y de promoción del mismo. Por ello es necesario
recordar el momento actual de nuestra Iglesia en relación a las vocaciones al
presbiterado y a la vida religiosa; la dificultad que existe para su promoción,
formación y acompañamiento pero ante todo para comprender diversidad de
posturas y aspectos generales de ―conflicto‖ que experimentan muchos de los
pastores.
Ahora bien, la problemática de muchos de los presbíteros en la actualidad está
marcada por las tendencias modernas del consumismo, el secularismo, las
manifestaciones distorsionadas de la afectividad y la sexualidad, la cultura y la
globalización que por ser aspectos de orden social se involucran en la vida de los
presbíteros socavando en muchos de los casos su razón de ser e impidiendo
9
manifestaciones transparentes de acción que permitan una visión optima del
ministerio y de su importancia para el mundo de hoy.
Sumado a ello, se presenta una amplia proliferación de los escándalos de parte de
los presbíteros, ya sea en el campo sexual y/o económico que desfiguran
constantemente la imagen del ser consagrado y más aun de la Iglesia como
institución religiosa llamada a manifestar el Reino de Dios a todos los hombres. La
difamación constante en los medios de comunicación, las persecuciones a los
estatutos morales y la proliferación de cultos (sectas) son algunos de los
elementos que más ―hieren‖ la vida de la Iglesia y que a su vez le comprometen
con la transformación de la sociedad.
Ahora bien, no es realmente objetivo pensar que todo es negativo en el ambiente
en el cual se vive la llamada presbiteral; al contrario es un momento de especial
―sensibilidad‖ religiosa de parte del hombre y por ello la tarea misionera se ha de
hacer cada vez más necesaria y al mismo tiempo más activa para proponer
nuevos espacios de acción que permitan que la fe en Jesús se experimente no ya
desde los imaginarios de la razón sino desde la experiencia de vida en
confabulación con la transformación espiritual que ilumine las realidades de
abandono y pobreza que viven los pueblos, especialmente en América Latina.
Con este marco de referencia surge la pregunta por la identidad del presbítero, por
su labor ante tal panorama pero ante todo en la fundamentación de su realidad
como ministro al servicio de la comunidad. Todo ello ha llevado a visualizar la
necesidad de comprender aquellos aspectos que identifican a los presbíteros y
que les permiten adentrarse constantemente en su ejercicio y misión para
responder con ello a los retos que se les presentan constantemente. La presente
investigación pretende dar orientaciones para esta dificultad más lo hace desde un
foco diferente a aquello que generalmente se explicita al momento de indagar por
la identidad del presbítero.
10
La cuestión que atraviesa transversalmente el escrito se basa en ¿qué criterios
teológicos fundamentan la identidad del presbítero para nuestra Iglesia hoy a la luz
del Decreto Presbyterorum Ordinis y el Carisma de los Misioneros de los Santos
Apóstoles? Resaltando que el objetivo primordial es establecer los criterios
teológicos que fundamentan la identidad del presbítero para el hoy de nuestra
Iglesia a la luz de la Presbyterorum Ordinis y el Carisma de los Misioneros de los
Santos Apóstoles, de modo tal, que se clarifique su sentido ministerial y su rol al
interior de la comunidad.
Cuando se integra la propuesta de la Presbyterorum Ordinis y la de la Sociedad de
Misioneros de los Santos Apóstoles se hace desde el itinerario de la vida
presbiteral es decir, pensando en el ejercicio del presbítero en la comunidad
integrando los elementos teológicos. Adjunto a ello, se habla de la identidad desde
los fundamentos teológicos es decir desde la relacionalidad que existe entre el
ministro y la fuente del mismo que es Jesucristo. Precisamente este aspecto es la
fuente de reflexión del presente escrito y a la vez el motor dinámico que articula
cada uno de los capítulos los cuales forman un conjunto estructural progresivo que
permite comprender la solución del problema planteado y los elementos
emergentes que se desprenden del mismo.
Ahora bien, para dar solución al planteamiento problema, se ha estructurado la
investigación bajo los lineamientos del método teológico latinoamericano que a su
vez comprende tres mediaciones a saber: mediación socio-analítica, mediación
hermenéutica y mediación practico-pastoral. Los capítulos responden a ésta
estructura y por ello en el primero nominado ―aproximación fenomenológica de la
realidad del Presbítero‖ se hace un rastreo por el vocablo identidad y presbítero
con la finalidad de confluir en una breve presentación de la historia del presbítero
que comprende aspectos de la Sagrada Escritura y de la historia eclesial.
Finalmente se presenta someramente el contexto del presbítero hoy desde una
reflexión socio-analítica que recrea la primera mediación y a su vez permitió
11
establecer aspectos concretos en la forma como se analiza la realidad del
presbítero desde la sociedad y la configuración de identidad que se explicita. He
allí cuando se inserta el capítulo segundo en el cual se hace un acercamiento a la
Presbyterorum Ordinis desde el foco documental con el fin de rastrear los
fundamentos teológicos de la identidad del presbítero. Cada uno de los aspectos
que se han ―extraído‖, hacen parte del documento y refieren a aquello que el
Concilio presenta como ítems propios en la vida del presbítero.
La presentación del segundo capítulo tiene como base el documento conciliar en
el cual se hace un acercamiento al mismo desde la introducción de los aspectos
históricos más característicos para seguidamente indicar que los fundamentos
son: el presbítero como ministro de la Palabra, ministro de los sacramentos y de la
Eucaristía y el presbítero como rector del pueblo de Dios. Cada uno de los
indicadores es explicado de forma conjunta realizando una hermenéutica del texto
con el fin de recordar la importancia de la Palabra, la Eucaristía y la comunión
para el servicio del pueblo de Dios y para la labor propiamente pastoral del
presbítero.
En el capítulo posterior se habla de la Sociedad de Misioneros de los Santos
Apóstoles, una sociedad de vida apostólica de derecho pontificio que tiene como
carisma el promover formar y acompañar a jóvenes y adultos en su vocación al
ministerio presbiteral y a los demás ministerios en la Iglesia. Se habla de la
identidad del presbítero desde algunos escritos del fundador (P. Eusebio Menard,
ofm) y varios documentos de la historia de la Sociedad debido a la poca
información que se tiene sobre el tema de la identidad. Al respecto vale notar que
este trabajo cumple la finalidad ―indirecta‖ de proporcionar documentación a los
Misioneros con el fin de continuar profundizando en la identidad del presbítero y
en el perfil del mismo dentro de la Iglesia.
Este apartado muestra brevemente la historia de la Sociedad que está
íntimamente ligada a la del fundador y cómo se desarrolló el carisma que el
12
Espíritu Santo suscitó y que la Iglesia mediante su aprobación confirmó como obra
en servicio de la comunidad. Esto es clave para comprender los elementos que
influyen en la identidad del presbítero MSA pues, se agregan a los ya presentados
en la Presbyterorum Ordinis para matizar la ―propiedad‖. Los ejes fundamentales
que tiene la Sociedad, a saber: la vida fraterna y el apostolado se insertan como
los aspectos relevantes y a la vez característicos de la identidad del presbítero
MSA.
Con estos dos capítulos se aplica la mediación hermenéutica, pues en ella se
recoge desde el método hermenéutico documental apartes de textos específicos
con la finalidad de inducir los puntos concretos que permiten hablar de la identidad
del presbítero desde la fundamentación teológica. Claro está, que los ítems que se
resaltan en el escrito hacen parte de otros muchos fundamentos que se pueden
sacar en relación a la identidad del presbítero; sin embargo se han resaltado estos
en tanto abarcan transversalmente toda la vivencia de ser y de acción del
presbítero y por tanto generan espacios de formación para los diferentes
ambientes donde se promulgue el sentido de la identidad y su reacción en el
campo práxico.
El ejercicio hermenéutico se encarga de contemplar la vivencia del presbítero
como ministro de la Palabra, de los sacramentos y de la Eucaristía adjunto al eje
propio de los misioneros que incluye la vida fraterna y la pastoral. El presbítero
MSA es entonces un hombre que descubre su carisma propio en la vocación a la
cual es llamado y se adhiere mediante una promesa de fidelidad al carisma de la
Sociedad con el fin de vocacionalizar su opción, logrando con ello responder a
aquel don que inspiró al P. Menard y que hace parte del legado MSA ante la
Iglesia.
Finalmente, se presenta un cuarto capítulo en el cual se exponen los aspectos
pastorales y pedagógicos que son fruto de la investigación; todos ellos
entrelazados por la vida presbiteral desde la Palabra, la Eucaristía y la Comunión.
13
El tópico pastoral comprende la acción en la Iglesia del presbítero como ministro
ordenado con una función específica en la comunidad. Ahora bien, la implicación
pastoral de la investigación está en recordar los elementos de identidad del
presbítero a la luz del Concilio Vaticano II; especialmente cuando estamos
prósperos a celebrar con él 50 años del mismo y por tanto es ―momento preciso‖
para reconocer la fuerza de sus propuestas evaluándoles desde el campo de
acción de pastoral del presbítero en la Iglesia.
La reflexión de los aportes del Concilio Vaticano II en la actividad presbiteral invita
a re-descubrir la identidad del mismo desde su servicio ministerial en virtud de que
la problemática actual de muchos presbíteros está en la acción pastoral, bien sea
por la falta de compromiso de muchos o del ―intenso‖ ejercicio del mismo, en otros
todo ello trae consigo dificultades para él porque le ―encierra‖ en su quehacer
desvirtuando su ser como ministro. En ello se tiene que no es el mucho hacer
pastoral aquello que permite descubrir la identidad, al contrario lo es una intimidad
constante con el maestro ―estar con Él‖ (Mc 3,13) y hacerlo de forma consiente y
amante.
Esa es la consigna real en la cual se plasma la identidad del presbítero y que a su
vez refiere a lo expuesto anteriormente es decir a la ministerialidad del servicio de
la Palabra, la Eucaristía (sacramentos) y la rectoría del Pueblo de Dios. Las
implicaciones pastorales atienden a la fuerza con la cual el presbítero descubre y
ha de descubrir constantemente su ser en medio de la realidad; recordando que el
mensaje que comunica transforma y que por lo tanto tiene importancia para el
hombre de hoy. Sin embargo como se ha indicado tal proceso parece
inconsistente si no se realiza un ejercicio verdaderamente personal de
evangelización que permita testimoniar aquello que se predica, se celebra y sobre
aquello que se brinda orientación a los otros.
La Iglesia Latinoamérica de forma especial necesita según la pluralidad cultural
que manifiesta y en consideración a las problemáticas que arguye ministros
14
comprometidos verdaderamente con el evangelio, capaces de descubrir el rostro
de Cristo en el sufrimiento pero también activos en la medida que no solamente se
necesita ver el sufrimiento sino buscar desde la praxis formas concretas para
procurar ―menguarlo‖ hasta donde sea posible.
La actividad y vida del presbítero en este sentido ha de unir la realidad existencial
del mismo con los procesos siempre nuevos que incluye hablar de su papel social
y de cómo este responde a los desafíos de su contexto. Los fundamentos de la
identidad que se enuncian en la investigación buscan ante todo ser esas
herramientas para que descubra su ser como ministro al tiempo que sea capaz de
aplicar aquello que lo identifica en pro de todos aquellos que lo necesitan, no
desde una actitud observante y ajena sino desde la esencia misma de la cultura
que ―clama‖ constantemente servidores comprometidos con el Evangelio, capaces
de transformar realidades por medio de la palabra, de redimirlas en la vivencia
sacramental y de proyectarla bajo el fundamento ministerial de la comunión.
Ello no es tarea fácil, sin embargo, los presupuestos de identidad que la
investigación presenta desde la observación del aspecto pedagógico de la
animación incita a ver cada escenario de forma diferente, a comprometerse con él
y la vez a procurar desde un ejercicio pastoral concreto y a la vez desinteresado
promover el ejercicio de la humanidad, dignificando a cada hombre y a cada mujer
que se entrelaza en dicho espacio con el fin único de manifestar la acción salvífica
y liberadora de Jesús resucitado.
Adjunto a ello, en el presente escrito se habla de la realidad latinoamericana,
primeramente por ser éste el contexto en el cual se desarrolla, pero también en
respuesta al método teológico que se ha empleado con miras a brindar un somero
aporte a la vida de los presbíteros, ya sea a aquellos que se dedican a presidir la
asamblea en las diversas iglesias particulares y/o para aquellos que siendo
presbíteros se encuentran vinculados mediante votos o promesas con un instituto
de vida consagrada o una sociedad de vida apostólica como es el caso de los
15
MSA sobre quienes se hace una exhortación especial a descubrir la identidad
presbiteral y de compromiso para responder activamente a los retos vocacionales
que presenta el mundo de hoy.
Es verdad que la investigación no pretende agotar todos los elementos
fundamentales desde la teología que indican la identidad, pero sí al centrarse en
un documento especifico brinda una panorámica transversal que esboza el
problema de la identidad y al mismo tiempo la inserta no tanto desde la
focalización antropológica tanto más desde la teología; sin descuidar tal como se
indica en uno de los capítulos que el presbítero es un hombre consagrado para un
servicio y que su humanidad y sociabilidad no se pueden desprender de su ser
ministro y del servicio que presta en vínculo con la Iglesia en pro de la comunidad.
Tanto en los documentos de los MSA que se indican como en la Presbyterorum
Ordinis, el apelativo está en la hermenéutica teológica que se realiza y al destacar
la ministerialidad de la Palabra, de los sacramentos y de la comunión; aquello que
se hace es proyectar una mirada del presbítero cada vez más humano,
comprometido con su ministerio y al mismo tiempo consciente de su realidad
contextual en la cual se desarrolla y bajo la cual ejerce su servicio. Es así como la
predicación de la Palabra requiere una preparación personal del ministro al igual
que la acción sacramental, en especial la Eucaristía como alimento de salvación y
reconciliación; también el ministerio de la comunión o de la rectoría del Pueblo de
Dios como lo indica la Presbyterorum Ordinis se encuentra direccionado a una
vivencia personal que repercute en la comunidad.
Esencial es esto dentro del escrito pues, la identidad del presbítero no es ajena a
la consagración por el bautismo, ella es la base de todo aquello que realiza y que
a su vez hace de su ser un hombre servicial y dado a la caridad. En tal medida, la
identidad presbiteral no es ―un agregado‖ de la formación sino que se convierte en
un ejercicio de responsabilidad cristiana que aunque refiere a todos exige del
ministro por el sacramento que ha recibido una atención especial en virtud de su
16
servicio como profeta, sacerdote y rey tal como lo indica la Iglesia en la acción
sacramental del bautismo.
Finalmente es necesario decir que la investigación presenta la identidad del
presbítero en clave pedagógica; resaltando el aspecto de la ―animación‖ como una
actividad inherente al ser presbítero es decir inserta en su ser y a la vez
comprensible por los otros desde la lectura de su compromiso y servicio con los
contextos en los cuales se desarrolla pero también teniendo presente que la
enseñanza es una actividad constante que brota de su ser como convertido y
especialmente como presbítero al servicio del Reino de Dios.
A motu proprio; la investigación permite recordar la necesidad de buscar
constantemente la identidad del presbítero pues, solo desde allí es posible realizar
una verdadera promoción vocacional, atender a los retos siempre nuevos de la
formación y brindar elementos de apoyo concretos para el acompañamiento; todo
ello en clave de testimonio desde la vivencia fraterna y el constante apostolado, tal
como lo presentan las constituciones y escritos de los Misioneros de los Santos
Apóstoles.
17
Capítulo primero
APROXIMACIÓN FENOMENOLÓGICA A LA REALIDAD DEL PRESBÍTERO
El objetivo de este primer capítulo es lograr un diagnóstico general del presbítero
en la realidad actual, teniendo como base aportes documentales1 que incitan a la
reflexión pero que ante todo se convierten en ejes transversales de la presente
investigación. Es por ello necesario partir de una aclaración lingüística del vocablo
―identidad‖, seguido de una mirada al término ―presbítero‖ que antecede a un
rastreo somero por la historia de la Iglesia para identificar características que
lleven a descubrir ¿quién es un presbítero hoy?.
1.1 Etimología del término Identidad
Identidad es un vocablo polisémico utilizado en varias ciencias, significando en
cada una de ellas una realidad diversa. Por ejemplo, mientras en la matemática
refiere a ―una igualdad que permanece verdadera sin importar los valores que se
asignen a las variables que aparecen en ella‖2; en la filosofía se asimila como ―la
relación que toda entidad mantiene consigo misma‖3 y en la psicología se
1
Al hablar de aportes documentales refiere a documentos eclesiales, acercamientos teológicos y aportes de
los Misioneros de los Santos Apóstoles.
2
Cfr. FERRATER, José., Diccionario de Filosofía (Tomo II). Barcelona: Ed. Ariel, 1998, p. 1742-1747.
3
Teniendo en cuenta que se puede examinar desde varios puntos de vista; sin embargo los dos más
característicos son: “el ontológico (ya sea ontológico formal, ya metafísico) y el lógico. El primero es patente
en el llamado principio ontológico de identidad (A=A), según el cual toda cosa es igual a ella misma o ens est
ens. El segundo se manifiesta en el llamado principio lógico de identidad, el cual es considerado por muchos
lógicos de tendencia tradicional como el reflejo lógico del principio ontológico de identidad, y por otros
lógicos como el principio “a pertenece a todo a” (lógica de los términos) o bien como el principio “si p
(donde “P” simboliza un enunciado declarativo), entonces p” (lógica de las proporciones). Cfr. MORA,
Diccionario de Filosofía, p. 1742-1744.
18
comprende como ―el núcleo del cual se conforma el yo‖ 4. Cada uno de los
acercamientos al término, concatenan en indicar que identidad es ―algo propio‖; es
decir algo que le permite al ser humano interactuar con otros individuos presentes
en el medio desde aquello que él es. Teniendo en cuenta aquello que se
denomina ―el principio ontológico de identidad (…) según el cual toda cosa es igual
a ella misma‖5.
Identidad es aquello que define algo y/o alguien; lo caracteriza y le permite
―marcar diferencia‖ con relación a otros sujetos y objetos. Quizá se pueda hablar
de la presentación aristotélica de la sustancia y los accidentes. Relacionando
tácitamente la identidad con la ―esencia‖, es decir que: ―es aquello‖ que hace que
una cosa sea esa y no otra6. Sin descuidar que:
―En la filosofía contemporánea se ha examinado el problema de la identidad de
muy diversos modos. Una cuestión muy debatida ha sido la de la ―identidad
personal‖. Otra cuestión disputada ha sido la de identificación de ―objetos‖, la cual
puede ser – como ha señalado Quine—identificación de objetos concretos (por
ejemplo, un rio), en el curso en el cual se usan términos singulares, o identificación
de objetos abstractos (por ejemplo, un cuadrado), en el curso de la cual se usan
términos generales‖7.
Vale la pena además referenciar que desde Heidegger la formula ―A=A se refiere a
una igualdad (Gleichkeit), pero no dice que ―A‖ sea como ―lo mismo‖ (dasselbe)‖8.
Esto quiere indicar que:
―En la identidad propiamente dicha hay la idea de la ―unidad consigo misma‖ de la
cosa (idea ya perceptible en los griegos, pero desarrollada solamente con Leibniz
y Kant, y sobre todo con los idealistas alemanes: Fichte, Schelling y Hegel). Desde
éstos no podemos ya representarnos la identidad como mera unicidad (Einerlei).
4
Cfr. DORSH, Friedrich., Diccionario de Psicología. Barcelona: Ed. Herder, 1981, p. 474-475.
5
FERRATER, Diccionario de Filosofía, p. 1742.
6
FERRATER, Diccionario de Filosofía, p. 1067.
7
FERRATER, Diccionario de Filosofía, p. 1745.
8
FERRATER, Diccionario de Filosofía, p. 1745.
19
La unicidad es puramente abstracta y nada dice del ―ser en sí mismo con‖ a que el
―principio de identidad‖ se refiere metafísicamente. Como ley del pensar, el citado
principio es válido sólo ―en cuanto es una ley del ser, que enuncia: A todo ente
como tal pertenece la identidad, la unidad consigo mismo‖ (die Einheit mit sich
selbst)‖9.
Atendiendo a esto se descubre que: Identidad es propiedad, ser y unicidad como
aquello que se presenta desde el ser mismo en individualidad. Ello es la fuerza
indicativa que en la investigación presente sirve de derrotero al momento de
mostrar los fundamentos de identidad del presbítero.
1.2 Etimología del término presbítero
Definir un vocablo desde su significación etimológica es una tarea lingüística
compleja. Especialmente si éste se encuentra cargado de sinónimos significantes
similares como es el caso del término ―presbítero‖ que además se ―carga‖ de
realidades históricas diversas que lo hacen cada vez más pluriforme. Por ello la
tarea de este ítem (en la presente investigación), es ―lograr‖ una visión del término
desde su sentido estrictamente etimológico al tiempo que se da apertura a su
significación en la historia (a modo general), con la finalidad de ―comprender y/o
expresar lo mismo‖ a lo largo de todo el escrito investigativo.
El ―presbítero‖ es un término que describe a una persona, la cual es llamada
también por el común, ―sacerdote‖, ―padre‖ y ―pastor‖; todos ellos en carácter
descriptivo indiviso. El común de los vocablos es similar teniendo en cuenta el
contexto en el cual se utiliza y los lineamientos de criterio que se empleen. Así,
para algunos denota una ―función‖, para otros una ―opción‖ y para otros una
―persona‖ específica y real. Partir de la ―relatividad lingüística‖ de un término
puede crear ―desventajas‖ al momento de realizar un ejercicio de sistematización
9
FERRATER, Diccionario de Filosofía, p. 1745.
20
(como el presente escrito), pero de igual forma puede simbolizar una apertura
especial de riqueza que incentiva a hondar en cada expresión.
Ahora bien, la palabra ―presbítero‖ proviene del griego ―(πρεζβσηερος), traducido
al latín presbytero‖10, que refiere a una persona consagrada a Dios con una
función especial ante el pueblo; se comprende desde el antiguo testamento como
un ―grupo especial‖ formado por ancianos que no eran propiamente sacerdotes. 11
Ahora bien, es necesario tener en cuenta que:
――sacerdote‖ y ―presbítero‖ no son sin más términos convertibles e intercambiables,
el primero incluye también al obispo y el segundo suele aplicarse cada vez más
generalmente al segundo grado del sacerdocio. Tampoco son compatibles
―presbítero‖ y ―ministerio ordenado‖ pues éste comprende además al obispo y al
diácono‖12.
Sin embargo, es necesario apuntar que en la presente investigación, la sinonimia
lingüística13 remonta a aquel hombre que ha recibido el sacramento del orden; sin
embargo no se descarta la importancia teológica y de identidad que presenta cada
uno de los nominales, (presbítero, sacerdote y ministro ordenado), más no es la
fuente dinámica del escrito. Con ello, se tiene que el presbítero es ―el que ha
recibido el presbiterado, como participación en el sacerdocio del obispo, a cuyo
oficio está asociado‖14. Indicando que el sacerdote es aquel ―anciano‖, tal como lo
presenta la vivencia de las primeras comunidades cristianas en la cual cumple la
función de presidir en su nombre la reunión de los cristianos, y de guardar y
comunicar el depósito vivo de la fe y los sacramentos.15
10
Cfr. http://es.wikipedia.org/wiki/Presb,Dtero (Consultado el 16 de agosto de 2011).
11
Cfr. http://es.wikipedia.org/wiki/Presb,Dtero (Consultado el 16 de agosto de 2011).
12
SÁNCHEZ, Román, Ministros de la Nueva Alianza. Santafé de Bogotá: CELAM, 1993, pp. 37-38.
13
Por cuestiones “practicas” se resalta que en la presente obra se usan “indistintamente” el vocablo
presbítero, sacerdote y ministro; teniendo de base el hecho que refiere a aquel que ha recibido en la Iglesia
Católica el sacramento del orden.
14
DE LA BROSSE, O; Henry, A-M; Rouillard, Ph., Diccionario del cristianismo. Barcelona: Ed. Herder, 1986, p.
602.
15
Cfr. DE LA BROSSE, Diccionario, p.602.
21
1.3 Historia del término presbítero
Hablar de ―presbítero‖ es tener en cuenta la dinámica de la historia y en ella los
diferentes matices de la misma en las diversas épocas. Debido a ello, la
pretensión no es hacer una historia sobre el ministerio del orden sino la de
dimensionar algunos aspectos característicos de la misma con la finalidad de
reconocer aspectos vitales que ayuden a comprender la realidad del presbítero
hoy. Primeramente se ha de destacar que ―el ministerio es una realidad
eminentemente dinámica‖16, es decir sujeta a cambios diversos que la conforman
constantemente.
En un primer momento, se habló del cuidado del presbítero hacia el nominal
―depósito de la fe‖17, ahora bien, es necesario recordar que ―la defensa del
―deposito‖ no se consigue manteniéndolo intocable, como objeto arqueológico que
se recibe, conserva y transmite, sino desplegando sus contenidos y
reformulándolo para cada época en cada cultura‖18. Esta es la línea transversal del
presente acercamiento, buscar reconocer que en la cultura y en los diversos
momentos de la historia, el sacerdocio se ha presentado de forma diversa,
primeramente por los retos de cada momento pero también por los
acontecimientos propios de cada realidad cultural.
1.3.1 El sacerdote en el Antiguo Testamento
Dios (YHWH) desde el inicio, se eligió un pueblo, el pueblo de Israel, adoptándolo
como suyo, no por sus cualidades, por el número de personas que lo conformaban
sino explícitamente por ―generosidad de amor‖.
16
SÁNCHEZ, Ministros, p. 403.
17
Ver, p. 2.
18
SÁNCHEZ, Ministros, p. 403.
22
"El Señor se encariñó contigo y te eligió, aunque no eras el pueblo más numeroso sino
el más insignificante de todos. Lo hizo porque te ama y quería cumplir su juramento a
tus antepasados; por eso te rescató del poder del faraón, el rey de Egipto, y te sacó de
la esclavitud con gran despliegue de fuerza‖. (Dt 7,7-8).
Esta elección incentivó al pueblo a dar una constante respuesta a ―tan gran
llamado‖; situándole en medio del nomadismo es decir, recordando en todo
momento el carácter itinerante de Dios con el pueblo. Es así como se sitúa el tema
del sacerdocio como una realidad presente en los cambios constantes del pueblo,
que permutan la exigencia de Dios en pedir ―un reino de sacerdotes, y de gente
santa‖ (Éx, 19,6). Sacerdocio es según esta prescripción un llamado para todo el
pueblo, vinculado a la santidad de Dios por el designio de su amor; sin desmeritar
la presencia del sujeto (sacerdote) en la dinámica del pueblo ―sacerdotes levitas
hijos de Sadoc‖ (Ez 44,15).
La funcionalidad cultual del sacerdote se desprende de la elección del sacerdocio
en el antiguo testamento bajo la concepción levítica, en ella se comprendía como
una realidad ―heredada‖ que correspondía a una ―casta especial‖ vinculada por
antonomasia con la presencia de Dios. El pueblo de Israel cuenta con reyes,
profetas y sacerdotes, todos ellos unidos al desarrollo del pueblo, vinculados por
tanto a la acción de Dios y con ―poder‖ sobre el pueblo. En principio, la función del
sacerdote es netamente cultual, es el encargado de presentar la ofrenda a Dios y
como es sabido, el templo mantenía un espacio propio para estos actos; en
palabras comunes, la función del sacerdote estaba relegada al templo y a su
acción dentro del mismo.19
El antiguo testamento tiene inserta una progresiva evolución del sacerdocio desde
la cual se pone de manifiesto la realidad del pueblo, resaltando las diversas
expresiones en las cuales y desde las cuales se relaciona con Dios; es así como
en la época nómada se presenta una figura sacrificial del sacerdocio que en
19
Cfr. Cfr. DE LA BROSSE, Diccionario, p.602.
23
tiempo de la sedentarización se enmarcaría en el sacerdocio levítico que dio paso
a la monarquía desde la cual se resalta el sacerdote Sadoquita. Seguido a ello se
tiene en el post-exilio la figura representativa del sacerdocio Aaronita (Sumo
sacerdote)20 quien conservará presencia hasta inicios de escritos del nuevo
testamento21.
―Si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad
personal entre todos los pueblos de la tierra, seréis para mí un pueblo de sacerdotes y
una nación santa. Estas son las palabras que haz de decir a los hijos de Israel‖ (Ex
19,5-6).
Lo paradójico está en que Dios tiene un pueblo ―sacerdotal‖ que además cuenta
con ―sacerdotes‖ para sus sacrificios. Esta es la forma real como el término
―sacerdote‖ recorre el antiguo testamento22, sin dejar de lado los episodios en los
cuales se marca el sacerdocio como una ―procedencia propia de Dios‖ que no se
delega; tal es el caso de Melquisedec, un sacerdocio único dado por YHWH
―Melquisedec rey de Salem, presentó pan y vino, pues era sacerdote del Dios
Altísimo, creador de cielo y tierra‖ (Gn 14,18).
La clave del sacerdocio, de su importancia en el pueblo, radica en que: ―El pueblo
de Israel en su conjunto, no está capacitado para enfrentarse con la proximidad
inmediata ante Dios‖23, por ello necesita de mediadores que contribuyan en dicha
relacionalidad, especialmente desde la acción ritual pero también en el ambiente
del reinado y la profecía. Nótese que la autoridad ante el pueblo no es
simplemente del sacerdote, en ella se presenta el profeta y el rey como elegidos
por Dios y por lo tanto ―conductores‖ del pueblo hacia la búsqueda constante de
YHWH en la historia.
20
Cfr. VANHOYE, Albert, Sacerdotes antiguos, sacerdotes nuevos, según el nuevo testamento. Salamanca:
Ediciones Sígueme, 1984, pp. 35-53.
21
Hay que tener presente que esta evolución tiene características propias que no se pueden explicitar en
este escrito por la necesidad sucinta del mismo pero que a su vez reflejará la forma organizativa de la
religión judía en tiempos de Jesús.
22
Cfr. SÁNCHEZ, Ministros, p. 413.
23
VANHOYE, Sacerdotes, p. 46.
24
1.3.2 El presbítero en el Nuevo Testamento
La figura del presbítero en el Nuevo Testamento, varía en relación a la presentada
en el Antiguo Testamento; quizá por la novedad que el cristianismo trae para la
relación con Dios, pero también por la importancia de Cristo para el
descubrimiento constante de la unidad y universalidad de Dios. Al igual que en el
antiguo testamento, en el nuevo existen variantes en la comprensión, quizá debido
a la multiplicidad de experiencias dadas en las comunidades primigenias del
resucitado, pero ante todo por la pregunta ¿necesitamos sacerdotes? Si Cristo es
el ―sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec‖ (Hb 5,6; 7,17-21).
Si, en ―el ámbito del Antiguo Testamento hallamos una transformación de la idea
misma de sacerdocio‖24. Con relación al nuevo esto se convierte en una realidad
latente; especialmente porque la figura ―cultual‖ no aparece tan clara ya que según
la Escritura, Jesucristo es el único sacerdote25. Con esto tenemos que:
―Estamos ante una ―cristología sacerdotal‖. Aparentemente nos hallamos en el mundo
del antiguo testamento, pero sólo aparentemente porque la realidad que expresan es
totalmente distinta. Se trata de un sacerdocio nuevo que no sólo supera, sino que
anula y significa la abolición del sacerdocio levítico‖.26
La re-significación es importante si se parte que ya, desde el momento primero del
cristianismo este se entendió como ―algo diferente‖; porque la presencia de Cristo
lo hace ―todo nuevo‖ pero más aún porque la experiencia con el resucitado estaba
enmarcada en plena novedad. A lo largo del nuevo testamento, exceptuando el
texto de Hb y la primera carta de Pedro en la cual se habla de sacerdocio (claro,
asumido en los fieles ―pueblo sacerdotal‖), no se habla de ministros propiamente
sacerdotes, quizá por la ―necesidad‖ de diferenciarse del judaísmo y de otras
religiones paganas o por la pertenencia a Cristo como sacerdote pleno.
24
SÁNCHEZ, Ministros, p 412.
25
Cfr. SÁNCHEZ, Ministros, p 413.
26
SÁNCHEZ, Ministros, p 413.
25
Verídico es por el contrario memorar que para referirse a los ―ministros‖, en el
sentido estricto del término, se usaron otros vocablos tales como: servidor,
inspector, pastor y ministro27, buscando ―dejar de lado la imagen de sacerdote‖
como se entendía en la antigüedad. En los escritos paulinos, no se hace
referencia directa al sacerdote, al obispo y/o al diacono; no aparece la presencia
de un ministerio (conferido por imposición de manos), sin embargo se destaca la
necesidad de misioneros al servicio del Evangelio, convocados para ser testigos
del mensaje. Más es en ―Hb 20, 17ss donde se narra la convocatoria que hace
Pablo a los presbíteros de Mileto para encomendarles el mensaje y hacerles
responsables del futuro de las Iglesias‖28.
El vocablo ―hiérus‖ que designa por lo general a los sacerdotes levitas (y que se
usa en la Escritura), aparece 30 veces en todo el NT, especialmente en Hebreos29
donde se contempla 14 veces y los otros en los demás textos.30 En los Evangelios,
se aprecia que:
―Jesús aborda el sacerdocio con sorprendente parquedad. Si él, a los leprosos
curados, los envía a los sacerdotes para que dictaminen su curación (Mt 8,4 par; Lc
17,14), hace valer el cometido de ellos. El sacerdote debe certificar el pleno poder de
Jesús.‖31
Adjunto a ello, es necesario hablar de la libertad de Jesús ante el culto; su
presencia crítica ante la exterioridad se explicita en su mensaje (Mt 12,4ss) al
tiempo que se enmarca en su forma de relación con las autoridades del templo (Jn
2,14). Jesús respeta las autoridades, les brinda ―respeto‖ pero sin embargo
cuestiona la forma en la cual han desviado su labor santificadora ante la
27
SÁNCHEZ, Ministros, p 415.
28
SÁNCHEZ, Ministros, p 416.
29
Aplicado solo a la persona de Jesús.
30
Cfr. COENEN, Lothar; BEYREUTHER, Erich; BIETENHARD, Hans, Diccionario teológico del Nuevo Testamento
(Vol II). Salamanca: 1999, p. 576.
31
COENEN, Diccionario, p. 576.
26
comunidad para convertirse en ―mercenarios‖, comercializando la mediación y
oprimiendo al pueblo (Lc 10.31).
1.3.3 El presbítero en la historia de la Iglesia
Nuestra Iglesia tiene una historia vinculada profundamente con la cotidianidad
humana; por un lado en respuesta a las circunstancias que se le presentan
cotidianamente, pero ante todo por el misterio de la Encarnación ―Jesús hecho
hombre‖ (Lc 1-2). Ahora bien, con el paso de las épocas se han significado
cambios y ―momentos‖ diversos en la misma con el fin de destacar la fuerza del
mensaje de Cristo resucitado para toda la humanidad. Por ello, en la vida de la
Iglesia se habla del presbítero en el sentido de ―defensor de la fe‖, destacando que
―no se puede olvidar que el Señor y su Palabra son la fuerza que edifica la Iglesia,
viéndose dotada de un ministerio que tiene que garantizar la fidelidad al mensaje
apostólico de donde ha nacido la Iglesia‖32.
Los diferentes aspectos de comprensión de la cristología en los primeros años
llevaron en consecuencia a considerar la imagen del presbítero, la necesidad de
éste para la labor en la comunidad pero ante todo para contribuir en la búsqueda
de aspectos cristológicos que motivasen la comunión y contribuyeran al cuidado
del ―depósito de la fe‖. Ante ello se recuerda que: ―la cristología es el lugar de
mediación entre fe y razón por cuanto en ella convergen las dimensiones
antropológica y teológica‖33. Esta experiencia vinculante entre la fe y la razón se
hace presente en la concepción del ministerio en los primeros años, quizá por la
presencia de testimonios (vivos) del mensaje y de la presencia de persecuciones
al interior de la misma que animaban a las comunidades y buscaban fomentar el
sentido de creer.
32
SÁNCHEZ, Ministros, p 419.
33
GUTIÉRREZ, Rafael., Cristología y Moral, el seguimiento de Jesucristo como compromiso con la justicia.
Bogotá: Ed. Pontificia Universidad Javeriana, 2004, p. 55.
27
Teología y acontecimientos de vida son dos cosas, complementarias entre sí que
hacen parte del devenir de la Iglesia. La teología subyacente al presbítero y al
sacerdocio en la comunidad es el hilo conductor para poder ―sistematizar‖
aspectos concretos en la presencia de este ministerio en la Iglesia naciente. Valga
la pena destacar la complejidad de los hechos; por un lado se expresa el
compromiso de la fe y el deseo de creer (Hch, 9,42) pero se presenta el opuesto
de la persecución y la muerte (1 Cor 4,12).
Todo ello lleva a pensar en ministros que se dedicaban a la misión y que por ello
eran martirizados (Ap 17,6), en consecuencia con el fin del maestro pero sobre
todo por la fuerza de la predicación de los apóstoles. Por otra parte se tiene que,
culto era una palabra poco dominante en estas comunidades en tanto la fuerza se
encontraba no tanto en el aspecto ―ritual‖ sino ante todo en el sentido
conmemorativo del memorial (celebrativo). La eucaristía era una cena, dispuesta
para los comensales en los cuales el encargado de la casa servía de ministro y
era el encargado de dar la acción de gracias y darlo a los demás miembros de la
familia.34
Seguidamente, se presenta la época patrística y en ella se destaca su importancia
para la vida de la Iglesia y por lo tanto para el desarrollo de la teología sobre el
orden sacerdotal.
―Clemente Romano elabora la primera teología del sacerdocio con terminología
aún insegura y con fuerte influjo del antiguo testamento, al establecer cierta
ecuación entre el ―ordo‖ sacerdotal cristiano y la jerarquía veterotestamentaria.
San Ignacio de Antioquia echa las bases de la teología mística del obispo, que es
el director de la comunidad local y preside el culto; por primera vez se atestigua la
distinción clara entre obispo, presbítero y diácono. A Hegesipo, Ireneo y Tertuliano
corresponde la primera doctrina sobre la sucesión apostólica. Hipólito de Roma
34
Cfr. JEREMIAS, Joachim, Jerusalén en tiempos de Jesús, estudio económico y social del mundo del nuevo
testamento. Barcelona: Ediciones cristiandad, 1998, p. 170-238.
28
confecciona la primera teología litúrgica del orden, con terminología muy
elaborada.‖35
Cambios significativos se presentan en esta historia, llevando a dar vigor y
―deformación‖ a las realidades propias del cristianismo; con Constantino, se abre
una exaltación ―desmedida‖ por la figura del obispo, equiparada al imperio y a
rangos de equiparación civil dentro de la estructura política; por otra parte en
detrimento a tal realidad surgen obispos con categoría de monjes dando una
especie de reacción a los privilegios obispales desde el ―homo spiritualis‖. 36
Desde la realidad del presbítero, se tiene que ―Tertuliano emplea tres
denominaciones para referirlo,
―Presbyteri‖, ―seniores‖ y ―praesidentes‖. Con las tres expresa la misma realidad
ministerial, pero de ellas interesa analizar la derivación que saca de la palabra
presbítero. Con el sustantivo presbítero, denomina al grupo jerárquico que se
encuentra ubicado entre el obispo y los diáconos.‖37
El vocablo se escatima aún como un servicio; sin embargo se empiezan a realizar
aseveraciones de ―poder‖ sobre los presbíteros desde el campo civil. Esta
situación suministró dificultades para la relación entre los fieles y sus ―pastores‖.
La imagen se activa desde las influencias, los privilegios explícitos y ciertos
niveles de opresión. Ahora bien, con este panorama la realidad presbiteral se
redujo ―necesariamente‖ al culto. Ese era el papel casi único de los presbíteros,
por un lado porque surgen los predicadores38 y por otro porque los ―privilegios‖
eran absorbentes para aquellos que accedían a cargos eclesiásticos. El camino
hacia el presbiterado estaba anclado en el dinero de la familia, el prestigio de esta
35
SÁNCHEZ, Ministros, p 420.
36
Cfr. SÁNCHEZ, Ministros, p 420.
37
TERTULIANO, De Baptismo, 17,1; CCSL I, p. 291.
38
Personas dedicadas desde los pulpitos a explicar la Palabra. No eran presbíteros, eran personas (monjes-
sacerdotes) que por su preparación académica prestaban este servicio para la Iglesia. Cfr. SÁNCHEZ,
Ministros, p 473-479.
29
y el ―apoyo de la gente‖ aunque se puede decir que esto estaba extinguiéndose
poco a poco.
El panorama del presbítero en ésta época (pre-conciliar) parece ―desalentador‖,
sin embargo al igual que otros aspectos en la Iglesia, se fueron generando
aspectos de emancipación que gracias a contextos propios y actitudes reflexivas
sobre el Evangelio hacen parte de ―tímidas renovaciones‖ cómo las presentes en
la vida monástica y la intelección teológica. Gracias a ello y además de
promociones renacentistas se propone desde la Iglesia el Concilio Vaticano II
como un documento de renovación para la Iglesia.
Desde la mirada del presbiterado, la influencia está en la formación de los
presbíteros (Optatam Totius); sin embargo el eje fundamental se expresa en el
Decreto Presbyterorum Ordinis39 en el cual se pone de manifiesto el ministerio en
sentido de misión eclesiológica, elementos característicos del ser presbítero y su
acción ante el mundo de hoy40. La fuente de acción esta en recordar la
importancia del presbítero en la comunidad y la unidad de este ante el servicio de
Cristo para el bien de la Iglesia. Estos son en general algunos de los ítems
fundamentales de la reforma, destacando el cambio propuesto desde la liturgia
(Sacrosanctum Concilium) que permea de igual forma en el ejercicio litúrgico del
pueblo de Dios pero que se encarna bajo la guía y ejercicio del presbítero.
1.4 Realidad actual del presbítero
Tener en cuenta el desarrollo histórico del sacerdocio, permite realizar una mirada
hacia la realidad actual ¿Quién es un presbítero hoy?, ¿Cuál es su función?,
¿Cuál es su papel en la sociedad?; son preguntas importantes al momento de
reflexionar sobre el ministerio presbiteral en nuestro tiempo, un tiempo marcado
39
Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros.
40
Cfr. Capitulo II.
30
por grandes cargas históricas pero ante todo con diversos medios técnicos y de
comunicación que le han programado en un espacio global conjunto. El recorrido
presente ha manifestado etapas en la evolución del término presbítero que llevan
a constatar que: ―No se puede negar que la doctrina teológica de la Iglesia sobre
el ministerio sacerdotal ha evolucionado. Aunque sería más exacto hablar de una
evolución de la teología sobre algunos puntos particulares que de una evolución
de la fe‖41.
Esto es coherente con aquello que se ha manifestado, primeramente por la
presencia de la teología y su reflexión en la historia, pero además por la
importancia de reconocer la vida del presbítero en un contexto propio. Mucho se
ha escrito sobre la realidad actual del presbítero, significativamente en un tiempo
como el actual en el que se ha pensado en una ―crisis de fe‖, se suman momentos
de tensión entre la vida de los ministros y su forma de predicar el Evangelio. La
bipolaridad de vida ha llevado a ―detectar‖ algunos problemas en los ministros, en
orden a buscar elementos de ―solución‖ que permitan revitalizar la presencia del
presbítero en el mundo de hoy.
Para el escrito presente, es fundamental realizar este análisis fenomenológico,
pues solo desde él es posible un acercamiento a los fundamentos de la identidad.
La base de los conflictos a ―motu proprio‖ de los presbíteros está en la falta de
identidad y sobre ella el influjo de la cultura. Ya lo dirá Monseñor Juan María
Uriarte al presentar su reflexión con motivo del año sacerdotal:
―Presbíteros, religiosos y obispos no pertenecemos a una galaxia diferente. En un
grado u otro, registramos en nuestra propia existencia el mismo impacto (referente
a la cultura) y percibimos idéntica dificultad para transmitir a nuestra sociedad los
valores del Evangelio‖.42
41
Commission Internationale de Théologie, MSR, p. 86.
42
URIARTE, Juan María; CORDOVILLA, Ángel; FERNANDEZ-MARTOS, José María., Ser sacerdote en la cultura
actual. Santander (España): Ed. Sal Terrae, p. 18.
31
Sumado a ello, se atestiguan faltas complejas de motivación y de compromiso de
parte de algunos presbíteros, el afán por el facilismo y la caída en corrientes
comunes de narcisismo seguidas de un ―ateísmo práctico‖43; adjunto a ello, se ha
caído en el ―comercio de lo sagrado‖; actitudes mercenarias en las cuales se
utiliza la fe para el lucro y la comodidad. El espíritu de pobreza que ha de
caracterizar al seguidor de Cristo y más profundamente al ministro por su
compromiso parece casi obsoleto. Esto como falta de claridad de la misión propia
del ministro; la cual se adjudica a que:
―El servicio sacerdotal es primariamente y en directo "apostólico", por lo que para
comprender su esencia hay que partir metodológicamente del envío al mundo
(como lo expone el Vaticano II al presentar el sacerdocio de Cristo), y no del
ejercicio del sacerdocio intraeclesial‖44.
La objetividad del servicio, el anhelo presente en el mismo, suministra al
presbítero claves de identidad y armonía en su entrega. Esto se encuentra en gran
medida ―desvirtuado‖, primordialmente por la falta de confianza en los ministros
pero también por la falta de celo pastoral, relativizando el hecho de que: ―la
pastoral es donde el sacerdote se configura con Cristo Buen Pastor y es allí donde
entra en juego el ejercicio y la vivencia de la misericordia‖.45 Además, reto
significativo para el ministro es poder ser fiel a su opción de celibato, la cual se
hace ―arcaica‖ en relación a la tendencia erótica de la época que no excluye
elementos de formulación para los presbíteros sino que al contrario con su
facilidad en los medios de comunicación y en los diversos ambientes sociales
llevan a una ―multiplicidad de estímulos ―digeridos‖, crea con frecuencia una
―fijación erótica‖ que es una verdadera adicción‖46.
43
Refiriendo especialmente al hecho de decir que se cree (vocalmente) pero significando con la vida la no
necesidad de Dios por la autonomía. Cfr. RODRIGUEZ, Domingo, Textos de reflexión para los MSA, Bogotá:
Seminario Mayor de los Santos Apóstoles, 2005, p. 34.
44
SOBRINO, Jon., Hacia una determinación de la realidad sacerdotal. El servicio al acercamiento salvífico de
Dios a los hombres, Revista Latino-americana de Teología, 1 (1984), p.4.
45
MELGUIZO, Guillermo, Perfil del presbítero hoy, Bogotá: CELAM, 2010, p.31.
46
URIARTE,., Ser sacerdote, p. 30.
32
Cada momento en la vida del presbítero, se convierte en un ―ejercicio de
perseverancia‖ y no en una respuesta generosa al amor de Dios que todo lo
puede (Flp, 4,13). Esta es quizá la clave para describir la vivencia del presbítero
hoy, un hombre consagrado que no ha tomado en serio su vida cristiana y por lo
tanto se ve a sí mismo como un ―administrador‖ de algo que desconoce, como un
anunciador de alguien a quien poco o nada cree y un seguidor ―de la nada‖. El
camino del presbítero se distingue en ocasiones no solamente por las obras, se
revisa en la ―profunda soledad que se vive‖ en los espacios de labor pastoral,
fundamentados en la falta de acompañamiento de parte de los obispos y
formadores.
La preparación de los ministros en los centros de estudio es profunda, la teología
les brinda herramientas para su ejercicio pastoral, pero muy pocas veces
suministra elementos para su ―ser pastor‖; la preocupación de los obispos y de los
superiores se refiere a la labor del presbítero, a su acción en la comunidad y en
casi nulos momentos se enfoca hacia la persona del presbítero. Se piensa con
error que el acompañamiento y la formación continua remonta a
―especializaciones de actualización‖, en propuestas de ―cartilla‖ en la vida
intelectual bajo el ofrecimiento (provechoso pero incompleto) de diplomados y
cursos de ―sostenimiento de la teoría‖, sin pensarse en el problema de la persona,
sus necesidades, anhelos, dificultades y frustraciones47.
Formación permanente, esa es la respuesta a los problemas del presbiterio,
sumada a una escucha y acompañamiento constante que permita en el ministro
una apertura cotidiana ante sus superiores, a los cuales debe obediencia pero
ante todo confianza y ―admiración‖. Se pide mucho humanismo de parte de los
ministros y existen ―catálogos‖ sobre cómo ha de ser un ministro, sin embargo es
poco el aporte de esto para el misionero activo en el contexto, para el párroco que
47
Cfr. MORENO, José, Teología de la formación permanente para sacerdotes y religiosos en el carisma de los
santos apóstoles. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2008, p. 51-57.
33
siente la necesidad de sus hermanos presbíteros, del diacono que vislumbra una
futuro incierto ante un ministerio que ―quizá‖ no tenga ya sentido.
Ser cristiano, buscar la identidad es el derrotero para animar el camino vocacional
del presbítero, que no puede perder de vista que sigue siendo llamado, que está al
servicio de la comunidad y que cada opción es referente al Evangelio y a Cristo
desde el diálogo con el mundo, ese que le rodea en todo momento y que ―no le
aparta de Dios‖ sino que se lo devela en el sufrimiento, en la aventura y en las
prodigas esperanzas que se revelan. Ministerio presbiteral es una realidad latente
en la Iglesia que necesita compromiso pero que al mismo tiempo sostiene
profundidad, esa es la verdadera opción de un cristiano confiado, que decide
servir a la fe y descubrir en ella a plenitud su felicidad desde un servicio especial
en la Iglesia y para la Iglesia.48
En síntesis, el presbiterado es un servicio que se encuentra en crisis,
fundamentalmente por el problema de la identidad pero además por la forma como
se ha visto el vínculo del mismo con la cultura pues, se ha caído en un
―aislamiento‖ desmedido que le ha llevado a la alienación y por otro en un
―consentimiento malsano‖ que lleva a la falta de identidad y a notar que la cultura
(sociedad) transforma los ideales del evangelio mientras que este poco o nada
tiene que decir al mundo de hoy. Ello produce en los ministros ―frustraciones‖ y
―rutas de escape‖ que hacen del presbítero un ser ―sin rumbo‖, sumado a la
multitud de individuos que viven sin horizonte y que al final descubren que el
objetivo es su autosatisfacción cayendo en el altruismo lucrativo y en la
permisibilidad de su ser en libertad.
48
Cfr. MORENO, p. 54.
34
Capítulo segundo
CRITERIOS TEOLÓGICOS QUE FUNDAMENTAN LA IDENTIDAD DEL PRESBÍTERO A LA LUZ
DE LA “PRESBYTERORUM ORDINIS”49.
Partiendo del estudio presentado en el capítulo anterior, en el cual se ha descrito
grosso modo la historia del presbítero desde su significación etimológica hasta su
presencia actual50; es necesario realizar un acercamiento contextualizado desde el
Concilio Vaticano II, teniendo presente el aporte significativo de éste a la vida
contemporánea de la Iglesia desde sus reflexiones pastorales y eclesiológicas. En
consecuencia, se atiende a los ítems que presenta la Presbyterorum Ordinis para
la vida y ministerio de los presbíteros con el fin de reconocer los fundamentos51
teológicos de la identidad del presbítero desde su función como ministro de la
Palabra, ministro de los sacramentos, de la Eucaristía y como rector del pueblo de
Dios.
Tales elementos son resaltados en el documento de forma directa; mas para el
objetivo del trabajo se expresan como aspectos fundamentales desde la teología
que ―forman‖ la identidad del presbítero y le permiten descubrir su ser y quehacer
en la Iglesia y en el mundo al servicio del cuerpo de Cristo (Cfr. 1Cor 12). Ahora
bien, teniendo en cuenta la teología Conciliar en la cual se reconoce el sacerdocio
49
Decreto del Concilio Vaticano II que presenta directrices sobre la vida y ministerio de los presbíteros en la
Iglesia.
50
Atendiendo a una descripción general que no pretendía mostrar todas las problemáticas del presbítero en
la actualidad sino ante todo, con la finalidad de “procurar” una contextualización del ser presbítero desde
algunas concepciones sociales.
51
Es necesario tener en cuenta que diversos estudios pueden llegar a presentar otros fundamentos
teológicos para abordar la identidad del presbítero; sin embargo en la investigación se ha querido indicar la
identidad del presbítero en línea con el Sacerdocio común de todos los bautizados, teniendo presente los
“efectos” del bautismo (sacerdote, profeta y rey).
35
del pueblo de Dios desde la perspectiva de un sacerdocio común 52, es necesario
destacar que la identidad del presbítero tiene su base en la realidad sacramental
que se presenta en el momento de la ordenación y de igual forma en el carisma
dado al mismo en virtud del servicio que presta a la Iglesia53.
2.1 Acercamiento a la Presbyterorum Ordinis
La historia de la Iglesia ha mostrado en su recorrido la necesidad de transformarse
constantemente, de atender al llamado de Dios en todo momento reconociendo en
los signos de los tiempos54 vestigios del actuar revelador de Dios en la historia. Es
por ello que el Concilio Vaticano II se convierte para la actualidad en un elemento
capital para la vida y misión de la Iglesia en su atención a la realidad socio-
cultural, política y religiosa del mundo de hoy. En consonancia se refiere a él
constantemente en temas relacionales de la eclesiología, pero también en el
sentido propio de la vida cristiana, quizá ello en íntima relación al llamado que se
ha hecho de ―volver a las fuentes‖ es decir de retomar la base de la fe desde el
Evangelio bajo la guía del Espíritu (Jn 7,38-39).55
Con tal precedente, es necesario indicar que los documentos que refieren a los
presbíteros (propiamente hablando) en el Concilio Vaticano II son: el decreto
Optatam Totius que presenta lineamientos para la formación presbiteral y la
Presbyterorum Ordinis que habla del ministerio y la vida del presbítero. Este último
presenta su reflexión partiendo de la importancia del ser presbítero en la Iglesia
desde su misión evangelizadora mostrando el ministerio en sus funciones propias
en concordancia con la distribución de los presbíteros y vocaciones sacerdotales.
52
Cfr. CONCILIO VATICANO II, Decreto Lumen Gentium, sobre la Iglesia, Ediciones paulinas, 1965, Nº 10.
53
Cfr. CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 1965, Nº 1-9.
54
Acontecimientos en los cuales se descubre desde la historia el querer de Dios. Aquí no se manifiesta la
“integralidad” en tal reconocimiento sino ante todo “actitudes diversas” que han buscado tal configuración
partiendo de un acercamiento teológico que parta desde la historia y “responda” a ella.
55
Cfr. ESTRADA, Juan., El concepto de la Iglesia del Vaticano II a nuestros días. Madrid: Ediciones cristiandad,
1985.
36
Es así como a lo largo del escrito se resalta el tinte de orden propositivo-reflexivo,
es decir se invita a descubrir que los presbíteros han de vivir con profundidad el
bautismo y al mismo tiempo han de ser un signo vivo de la presencia de Cristo
para el pueblo de Dios56 que es la Iglesia.
La estructura temática del decreto inicia presentando una leve aproximación al
presbiterado desde algunos datos históricos del mismo, centrándose en la
elaboración teológica que se ha formulado desde la importancia del sacramento
del orden. Seguidamente se indica una referencia a la condición del presbítero en
el mundo de hoy con el fin de enmarcar el primer capítulo del escrito que habla del
presbítero en la misión de la Iglesia. El segundo aparte refiere a las funciones de
los presbíteros donde se formula la realidad propia de su ser desde el anuncio de
la Palabra, la acción sacramental y el servicio de ―regir‖ el pueblo de Dios. En
consonancia, se articula una mirada a la relación de los presbíteros con otras
personas para finalizar con la distribución de los presbíteros y vocaciones
sacerdotales.
Ahora bien, partiendo de una afirmación que cita Marciano Vidal en sus textos de
moral se tiene que: ―el Concilio Vaticano II (1962-1965) representa el apoyo y la
garantía oficial a los esfuerzos de renovación llevados a cabo durante el siglo
XX.‖57 Esto lo refleja cada uno de los escritos y lo ha ―evidenciado‖ la vida
presbiteral desde su recorrido pastoral en consonancia con la vivencia cotidiana
de los ministros en su relación con el pueblo de Dios. Tal realidad no es ―ajena‖ a
sus presupuestos, en tanto que la fuerza emancipadora que presenta el Concilio al
influir en la realidad del pueblo de Dios desde sus proposiciones creó
―manifestaciones reales de renovación‖ que influyeron en la vida de los
presbíteros.
56
Cfr. CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 1965, Nº 1-9.
57
VIDAL, Marciano, Nueva Moral Fundamental, el hogar teológico de la ética, Bilbao: Editorial Descleé De
Brouwer, 2000, p. 511.
37
Ésta afirmación se corrobora con datos de la historia que presentan la ―salida‖ de
algunos presbíteros58 de su ejercicio ministerial debido al cambio conciliar que se
promulgó y que ―en su tiempo‖ (quizá más poco ahora) se comprendió como una
herramienta del Espíritu Santo en pro de la fe. En simultáneo, se dieron cambios
de parte de los fieles quienes en algunos espacios, no comprendieron la presencia
de presbíteros movidos por el ―espíritu del Concilio‖ es decir, cargados de novedad
y de formas diferentes de presentar la propuesta de Cristo, especialmente desde
la predicación en lenguas vernáculas y las transformaciones de orden litúrgico.59
Considerando lo anterior, se tiene que los ejes de cambio formulados por el
Concilio Vaticano II en lo referente al presbítero parten de la renovación
―igualitaria‖ que se formula con el sacerdocio de los fieles60, destacando que existe
un sólo sacerdocio en unidad con el de Cristo (1Cor 12, 27). Quizá otro síntoma en
la vida de los presbíteros se dio en consonancia con las formulaciones de
renovación litúrgica que presentó la Sacrosanctum Concilium61, debido al cambio
de paradigmas que se formularon hacia la ―preponderancia‖ de los presbíteros en
la Iglesia62. Esto lo comprueba la basta deserción de presbíteros que sufrió la
Iglesia en el momento de ser promulgado el Concilio (como ya se ha indicado
anteriormente); los factores fueron diversos y van desde un ―desencantamiento‖
del ministerio hasta la ―pérdida de sentido total‖ de la elección.
Analíticamente hablando, la historia ha venido presentando que tal realidad fue el
―detonante‖ de una serie de dificultades a nivel constructivo que tenía la Iglesia
58
La constatación histórica esta evidenciada por los diversos “conflictos” que propuso el Concilio en su
desarrollo y más aún en su promulgación. Las nuevas formas de ver la Iglesia y de ésta en relación con el
mundo llevó a que muchos presbíteros concibieran la reforma como una forma de “saboteo” a la tradición y
a las formulas paradigmáticas establecidas.
59
Cfr. CONCILIO VATICANO II, Decreto Sacrosanctum Concilium, Constitución sobre la sagrada liturgia,
Ediciones paulinas, 1965.
60
Cfr. CONCILIO VATICANO II, Constitución Lumen Gentium, 1965, Nº 10.
61
Cfr. CONCILIO VATICANO II, Decreto Sacrosanctum Concilium, 1965.
62
Es necesario comprender que para el momento en el cual se presenta la reforma conciliar, el presbítero
era tenido en un “lugar privilegiado”, ya fuese de parte de los estamentos públicos (gobiernos) como de
muchos sectores del pueblo; sin dejar de lado las inconformidades que existían en relación a
comportamientos anti “éticos” y antievangélicos que marcaron de modo especial las reflexiones y pautas
hacia el aggiornamiento.
38
pero también de una ―desviación‖ de los ―valores fundamentales‖ del ser
presbítero. La fuerza en el culto y en el ―dominio‖ se ve amenazada, los ―signos
externos‖ (sotanas y hábitos) pasan a un lugar diferente al dominante y por lo
tanto se genera una ―falta de identidad‖. Por otro lado, se crean ―mecanismos de
defensa‖ desde los presbíteros atendiendo un ―llamado vacío‖.
Con el paso del tiempo (muy lentamente) se han venido descubriendo los aportes
del Concilio en relación a la vida de la Iglesia; sin embargo es necesario advertir
que ―varios sectores‖ aún en el presente no han comprendido la profundidad del
documento y por lo tanto no han ―permitido‖ que la fuerza del mismo sucumba y
transforme diversos sectores de la Comunidad Eclesial. La sumatoria de
experiencias históricas que transluce la Presbyterorum Ordinis amerita un estudio
profundo, que no es el objeto del presente escrito que se centra en una ―breve
referencia‖ de la historia para ―ubicar‖ los lineamientos del documento y atender a
los fundamentos de la identidad presbiteral.
Activamente es pertinente referir que aún en este momento de la historia ha
resultado difícil (como veremos más adelante), atender a las propuestas del
Concilio, quizá porque no se ha descubierto (en sentido histórico) que: ―la misma
oscuridad manifiesta la presencia de Dios‖63 y que por lo tanto, las reformas y
modelos actuales fomentan un espíritu dotado de Dios, cargado de Él y por lo
tanto atiende a las necesidades del tiempo y de los hombres pero sobre todo, que
es una ―oportunidad‖ histórica única para descubrir las fuentes, atendiendo desde
la responsabilidad y el compromiso al llamado de Dios a la santidad ―perfección‖
(Mt 5,48).
En conclusión, el documento Conciliar (Presbyterorum Ordinis) es una ―síntesis‖
para los presbíteros de la realidad conjunta de la Iglesia, ya que en ella se
manifiesta la flexibilidad ministerial y la ―objetividad‖ al momento de presentar la
acción y vida de los ministros desde la identidad que tal como se presentará en los
63
SCHILLEBEECKX, Edward, la misión de la Iglesia., España: Ediciones sígueme, 1971, p. 362.
39
ítems siguientes hace parte de la ―reflexión‖ propositiva del Concilio al visualizar el
sacramento del orden en línea con el sacramento del bautismo y por lo tanto con
una ―valoración‖ que exhorta a la ―perfección cristiana‖ desde los derroteros del
seguimiento (tal como se habla en el presente)64.
2.2 Fundamentos del presbítero desde la Presbyterorum Ordinis
La propuesta reflexiva de la presente investigación está en línea con ―establecer‖
los elementos fundamentales desde la teología, para atender a la ―identidad del
presbítero‖. Ahora bien, tal objeto sería desarticulado sin una mirada a la realidad
de la Iglesia hoy. Por ello el acercamiento al documento conciliar que habla del
presbítero y de su vida en relación con el pueblo de Dios es fundamental65 para el
objeto del presente trabajo investigativo. Complementando, es pertinente indicar
que ―los dos sacramentos, fuente de la ministerialidad eclesial, son el bautismo y
el orden‖66, ello con el fin de comprender los acercamientos próximos que se
darán en relación al tema de la identidad presbiteral.
En sincronía, el trabajo está en visualizar el problema ―de dentro hacia ―dentro‖‖;
es decir realizar una mirada a la identidad del presbítero desde la Iglesia misma,
su presentación en la vida cristiana y por lo tanto en el recorrido de todo creyente
en Dios a partir del bautismo. Quizá por ello la preocupación por la identidad
sexual, cultural, política, etc... Del presbítero no constituye el eje transversal del
escrito; más lo será por el contrario la vinculación del ministerio con la Palabra, la
Eucaristía, los sacramentos (vida sacramental) y su actividad como rector del
64
Especialmente en la mirada actual del pueblo latinoamericano de ser discípulos y misioneros. Cfr.
Documento de Aparecida.
65
No se indica que “la única forma” de visualizar la identidad del presbítero sea ésta; sin embargo parece
inductiva desde su objetivación puesto que en algunos documentos que hablan de la identidad del
presbítero, se infieren elementos tales como la cultura, la acción social de los pueblos y los espacios políticos
con el fin de “establecer” “de fuera hacia dentro” aquello que es y que implica ser presbítero (problema de
la identidad).
66
MADERA, Ignacio, Vida religiosa y ministerio eclesial, en: Revista Vinculum, Bogotá: Conferencia de
Religiosos de Colombia., Julio-Septiembre de 2010, p.67.
40
pueblo de Dios. En atención directa a las proclamaciones del bautismo de ser
sacerdotes, profetas y reyes67.
La propuesta apunta a reconocer que:
―La historia del ministerio, y del sacerdocio ministerial en él incluido, es muy
compleja y accidentada. Pocos temas teológicos habrán sufrido tantos cambios,
desarrollos y formulaciones. La historia nos muestra desde el principio que el
ministerio es una realidad eminentemente dinámica‖68
Concatenar tal mirada con la propuesta de Vaticano. II es fundamental, puesto que
sólo en la medida que se reconozca el ministerio como un ―acontecer dinámico‖ se
podrá presenciar un acercamiento a la ―identidad‖; no desde la simple
funcionalidad del presbítero sino desde su ―esencia‖ es decir, desde su ser como
presbítero. Esto es primordial y aunque: no hace parte (directamente hablando)69
de la propuesta del presente capítulo, sí es un tema que recorrerá uno de los
mismos con el fin de manifestar que la identidad del presbítero es una cuestión del
―ser‖ y no simplemente del ―hacer‖ como se tiende a concebir por muchos70. Ésta
propuesta es aquella a la cual se ―apunta‖ en el presente escrito, logrando desde
una mirada al sacramento del bautismo ―recordar‖71 los fundamentos teológicos
para la identidad del presbítero.
El vínculo entre el ministerio presbiteral y el bautismo está anclado en la esencia
de los sacramentos; Cristo es la fuente de la cual ―bebe‖ todo bautizado, el
67
Cfr. CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, Colombia, 1992, Nº1213-1284.
68
SÁNCHEZ, Ministros, p. 403.
69
En la medida que el hacer del presbítero se ha tomado “a parte” de su ser. La búsqueda de identidad está
en línea del ser y el hacer del presbítero, manifestado en su unidad con Cristo en la continuación de la
misión en una “función especial” (Rm 12,4).
70
Según la experiencia pastoral que me ha acompañado en estos años de formación en el seminario, he
notado con preocupación que un “buen sacerdote” es aquel que “hace muchas cosas” (pastoral y
materialmente hablando), como si el eje del ministerio fuera la acción y no el ser.
71
Considerando: el presente escrito se encarga de hacer este ejercicio en virtud del “olvido” que se ha
tenido sobre el tema; no es un “descubrir los fundamentos” porque ellos ya han sido “descubiertos”; más
bien es “recordarlos” porque están explícitos en el documento conciliar (Presbyterorum Ordinis) y marcan el
derrotero para la vida y misión (ministerio) del presbítero hoy.
41
ordenado atiende a tal fuente en su ministerio ―activo‖ y en su Ser, en tanto que
sólo en la medida que se descubra la pertenencia a Cristo es posible hablar de un
presbítero. En atención a ello se tiene que:
―La esencia del cristiano consiste, por tanto, en ser de Dios en su mismo ser
humano, en llevar un tesoro divino en una vasija de barro. Debe ser sacramento
por su obrar, por su comportamiento ético, por su testimonio, al ser sacramento
debe unirse el aparecer como tal sacramento en medio de la comunidad creyente
y en medio del mundo. La autenticidad de la vida, el compromiso han de ser una
manifestación visible de la verdad misteriosa y escondida del ser cristiano‖72.
La clave de la vivencia presbiteral (como se presentará más adelante) está en la
vivencia del bautismo desde la vida cristiana. La conversión en el vínculo a Cristo
permite que el ministro se convierta en un testigo permanente y ―persistente‖ de la
fe, ello incita a visualizar aspectos de identidad que confrontan el mundo y por lo
tanto ―activan‖ el deseo de confrontación con la Palabra, los Sacramentos y la
Iglesia como ―portadora‖ del mensaje de Cristo desde la tradición apostólica 73. El
presbítero,
―Por la ordenación sagrada y por la misión que reciben de los obispos, son
promovidos para servir a Cristo Maestro, Sacerdote y Rey, de cuyo ministerio
participan, por el que la Iglesia se constituye constantemente en este mundo como
pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo.‖74
La función del presbítero que expresa el concilio esta en vinculación con su tarea
de ser anunciadores de la Palabra, instrumentos para la santificación del pueblo
de Dios (desde los sacramentos) y constructores del Reino de Dios desde la
misión de ―regir‖ el pueblo de Dios. En ello se manifiesta primordialmente ―la
72
BOROBIO, Dionisio., Sacramentos en comunidad, Bilbao: Descleé de Brouwer, 1993, p.14.
73
Cfr. CONCILIO VATICANO II, Lumen Gentium, Constitución dogmática sobre la Iglesia, Ediciones paulinas,
1965.
74
CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 1965, Nº 1.
42
gracia de ser entre las gentes ministros de Jesucristo‖75 desde la misión
encomendada a los apóstoles (Cfr. Lc 4, 18; Hch 4,27; 10,38). Tal misión estaba
centrada en la predicación de la Palabra ―id al mundo entero y proclamad el
Evangelio‖ (Mc 16,15-20). En la iniciación sacramental de ―bautizadlos en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo‖ (Mt 28,19) y en la función de guía
del pueblo Cristiano (Cfr. Hch 8). La ―eficacia‖ de esta misión está unida al vínculo
constante con Cristo (Jn 15) en virtud de que Él es la cabeza del cuerpo que es la
Iglesia (1Cor 12-13).
2.2.1 El Presbítero como ministro de la Palabra
La Evangelización es el primer espacio que atañe al presbítero según lo
presentado en la Presbyterorum Ordinis, quizá por la sentencia que dice: ―Id por
todo el mundo y predicad el Evangelio a toda creatura‖ (Mc 16,15), es necesario
resaltar que esta ―tarea‖ es dada a todos los discípulos, en este sentido a todos los
bautizados. Sin embargo, como se presenta en el decreto, el encargado de la
predicación (objetivamente hablando) es el presbítero porque ella está unida al
hecho de que: ―la fe viene por la predicación, y la predicación por la palabra de
Cristo‖ (Rom 10,17). Atendiendo a que: la Palabra de Dios es el centro de la vida
cristiana más lo es en la medida que se convierte en ―norma normativa no
normada‖76 para todos aquellos que estamos unidos a Cristo por el bautismo.
Sin embargo, el presbítero en su labor ante el pueblo de Dios y desde el pueblo
mismo es y ha de ser un ―amante de la Palabra‖, comprometido en ella y por ella
desde su ser. Esta función del presbítero se presenta desde tiempos antiguos de
la Comunidad en los apóstoles77 (2P 1,19). La sentencia del Concilio al decir: ―es
75
CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 1965, Nº 2.
76
Cfr. PARRA, Alberto., Textos, Contextos y Pretextos teología fundamental, Bogotá: Pontificia Universidad
Javeriana, 2003.
77
Es necesario tener presente que la Presbyterorum Ordinis en su primer numeral refleja la relación íntima
que existe entre el obispo (sucesor de los apóstoles) y el presbítero; por ello, la misión está sujeta a la
presencia y tradición apostólica. Cfr. CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 1965, Nº 1.
43
siempre su deber enseñar no su propia sabiduría, sino la Palabra de Dios, e invitar
indistintamente a todos a la conversión y a la santidad‖78 deja de manifiesto la
importancia de recordar que ―la Palabra del Señor permanece para siempre‖ (1P
1,25) pero ante todo que necesita ser anunciada y proclamada sin detrimento (Jn
5,24).
Complementando lo anterior tenemos que: los aspectos de referencia a las
Escrituras están a la base de la teología de Vaticano. II en sentido permanente; es
por ello pertinente traer a colación la exhortación de la Optatam Totius Nº 16 en el
cual refiriendo a la formación de los presbíteros79 dice que: ―… la doctrina de la
Sagrada Escritura, explique la vocación de los fieles en Cristo, y la obligación que
tienen de producir su fruto por la vida del mundo en la caridad‖80.
Cada espacio de formación en la vida del presbítero está y ha de estar ―marcado‖
por la Palabra en virtud de que su trabajo primero es la predicación en la cual se
incita a que ―se nutra de la Sagrada Escritura, y se rija por ella‖ 81. Categorizar la
identidad del presbítero desde esta función, es recordar ante todo que en el
bautismo se exhorta al profetismo, comprendido desde el anuncio constante de la
Palabra revelada de Dios que es ―viva y eficaz‖ (Hb 4,12). Desde este
reconocimiento se tiene que el centro de la teología está en la Palabra, se
fundamenta desde la revelación y se articula en la caridad. Por ello amerita que
todo bautizado y especialmente el presbítero descubra que:
―Vaticano. II con sus diversas propuestas hizo hincapié en retomar las fuentes,
haciendo alusión a las Sagradas Escrituras y a descubrir la presencia del Espíritu
Santo en la vida y acción eclesial que se configura constantemente a la luz de
Cristo resucitado‖82
78
CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 1965, Nº 4.
79
Haciendo colación del tema moral pero en general exaltando la importancia de la Palabra en el estudio.
80
CONCILIO VATICANO II, Decreto Optatam Totius, sobre la formación sacerdotal, Ediciones paulinas, 1965, Nº 16.
81
CONCILIO VATICANO II, Constitución Dei Verbum, sobre la Divina Revelación, Ediciones paulinas, 1965, Nº 21.
82
TORRES, Juan, El discernimiento moral a la luz de la Optatam Totius Nº 16, Bogotá: Pontificia Universidad
Javeriana (tesis de licenciatura), 2010, p. 9.
44
Cada uno de los ítems que hablan de la Palabra, se explicitan de forma especial
en la vivencia del ―ser presbítero‖, primeramente por el llamado del sacramento del
orden en el cual se ―compromete‖ a continuar la obra de los apóstoles y en ella la
transversalidad es el anuncio del mensaje (Cfr. 1Cor 1,17), la preparación de los
ministros en el ámbito de la Palabra ha de ser una realidad activa y dinámica. He
allí el siguiente elemento de la importancia relacional entre el presbítero y la
Palabra. El presbítero como anunciador del mensaje, ha de descubrir en la
Escritura no solamente el camino para guiar al pueblo, sino ante todo ha de ser
portador ―vivo‖ del mensaje en sí mismo, de esta forma la predicación se convierte
en una realidad experiencial que transforma y llena de vida teniendo en cuenta
que la predicación es en Cristo y desde Él hacia el mundo (2Cor 4,5).
Con ello tenemos que no en vano se expresa que:
―los alumnos en el estudio de la Sagrada Escritura que debe ser como el alma de
toda la teología (Esta es propiamente la novedad de la mayoría de los textos del
Concilio Vaticano II es decir, hacer una lectura del magisterio eclesial en una
mayor unidad de la Palabra de Dios como norma propia de la vida de la Iglesia
como comunidad y del sujeto creyente que descubre en cada espacio la voluntad
de Dios.)‖83
Ahora bien, el elemento de identidad que se presenta para el presbítero desde la
Palabra, está en la unidad vinculante con el proyecto de Dios (Reino), explicitado
desde el principio en los Evangelios y testimoniado desde la eficacia del mismo
para la salvación (1Cor 1,21). Solamente en la medida que el presbítero descubra
la fuerza del mensaje de Cristo en su persona, podrá dejarse transformar por el
mensaje y por lo tanto comprenderá la importancia de ser constituido predicador a
imagen de los apóstoles (1Tim 2,7). Esto sumado a la realización plena que ha de
83
TORRES, Juan., El discernimiento, 2010, p.23.
45
descubrir el predicador en su labor, contemplando que se realiza en ello ―un
continuo proceso evangelizador‖84.
La fundamentación teológica de la identidad del presbítero está en su misión
predicadora, pero ante todo se ancla en la experiencia de Palabra que él mismo
asume desde su ser, es decir se convierte en un evangelio vivo, cargado de fuerza
y de comportamientos cristianos que inspiran al pueblo a reconocer en las
Escrituras la fuente de la vida. Esto no es un ejercicio académico (netamente
hablando), sino que le incluye en una dinámica de oración profunda porque ―no
debemos pasar por alto que la oración y las demás experiencias de la vida
humana se hallan íntimamente relacionadas. Las diversas maneras de orar son
experiencias de la vida cotidiana, dirigidas conscientemente hacia Dios.‖85
2.2.2 El Presbítero como ministro de los sacramentos y de la Eucaristía
Atender a la identidad del presbítero desde la Palabra permite identificarle
proyectivamente en su labor vital en la vida de la Iglesia desde los sacramentos,
quizá porque es ella la función por la cual es ―mayormente conocido‖ 86. La acción
salvífica de Dios en los sacramentos se aprecia en el presbítero ya que:
―por el bautismo introducen a los hombres en el pueblo de Dios; por el sacramento
de la penitencia reconcilian a los pecadores con Dios y con la Iglesia; con la unción
de los enfermos alivian a los enfermos; con la celebración, sobre todo, de la misa
ofrecen sacramentalmente el sacrificio de Cristo‖87.
Apreciando el contenido, se pone de relieve que el presbítero, tiene la función de
acompañar al pueblo a lo largo de la vida en diferentes momentos teniendo
84
ALBERICH, Emilio., Catequesis evangelizadora, manual de catequesis fundamental, Ecuador: Ediciones El
Horeb, 2003, p.34.
85
BEILNER, Wolfgang., El evangelio regla de vida. Barcelona: Ed. Herder, 1989, p. 210.
86
KASPER, Walter., El sacerdote servidor de la alegría, Salamanca: Ediciones sígueme, 2008, p.35.
87
CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 1965, Nº 5.
46
presente el actuar de Dios, no de una forma ―masificada‖ sino personal, aunque es
verdad que la realidad pastoral de nuestro tiempo (de forma significativa en
América Latina) se ha transformado en una realidad de ―masas‖, en la cual se
contabiliza la acción pastoral desde las ―estadísticas numéricas‖ que las
parroquias llevan y no por la ―fuerza‖ y ―eficacia‖ de los sacramentos.
Puede ser por ello que el presbítero no descubre en la sacramentalidad, en su
ejercicio una fuente de identidad de su labor. La ―venta‖ de sacramentos que en
muchos sectores de la Iglesia se contempla permite que el ministro se ―sienta un
funcionario‖ de un ―sistema‖ que atiende necesidades religiosas del pueblo pero
que ―poco o nada‖ implica la sociedad y su vida cotidiana. Multiplicidad de
elementos están vinculados a esta reflexión sin embargo es necesario resaltar la
pluralidad de comprensiones que los presbíteros en sí mismos tienen de su labor
sacramental, por un lado la propuesta a reconocer en los sacramentos la fuerza y
el actuar de Dios pero en otro la contemplación de una ―fuente de sustento
inagotable‖ que permite dar respuesta a los problemas económicos de muchos
presbíteros.
La vinculación de los sacramentos con la economía ha permitido que se tengan
como aspectos de ―función‖ que el pueblo reclama de aquel que ha sido instituido
con el sacramento del orden en la función de ―santificar el pueblo‖ mediante unas
mediaciones válidas que son camino ―eficaz‖ para la santificación88. Considerando,
es necesario que el presbítero contemple la realidad fundante de su función en la
acción del bautismo que se actualiza desde Cristo y se actualiza en el sacramento
de la Eucaristía ―pues en la sagrada Eucaristía se contiene todo el bien espiritual
de la Iglesia‖89.
El recorrido esta en descubrir que la labor esencial del presbítero se da en la
predicación de la Palabra, de ella se ―desprende‖ el sentido sacramental aunque
88
Cfr. CATECISMO, 1992, Nº1213-1284.
89
CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 1965, Nº 5.
47
este se comprenda más desde una acción cultual-religiosa que se entiende desde
la imagen histórica del sacerdote.90 Esta diferenciación es accidental, puesto que
la predicación apostólica desde sus inicios contempló el hecho de ―partir el pan‖
como acción correspondiente a los discípulos en la comunidad (Hch 2,42) sin dejar
de lado que el encargado de tal labor era el ―mayor en la casa‖ quizá en
continuación con la tradición pascual del A.T (1S 21,4).
Lo esencial esta en reconocer que los sacramentos tienen una realidad especial
para la Iglesia y que por lo tanto el presbítero al ser encargado de tal función ha de
descubrir constantemente su pertenencia para el mundo de hoy motivando
principalmente desde la Eucaristía a recordar que ―la celebración eucarística es el
centro de la congregación de los fieles que preside el presbítero‖91. Un presbítero
―alimentado‖ de la significación profunda de la Eucaristía comprende activa y
constantemente su ―papel‖ en el plan de Dios y ―hallará el vínculo de la perfección
sacerdotal, que reduzca a unidad su vida y acción‖92 y por ende impulse y afiance
la identidad de ser presbítero.
Fundamentando se tiene que la vida de la Iglesia gira en relación a los
sacramentos y aunque hace falta una vinculación más directa con la vida
sacramental, se estima como un bien propio de la acción presbiteral en tanto que
se descubre allí enseñanza y celebración93. El vínculo profundo con el Dios de
Jesucristo es aquel que permite la confianza como elemento articulador de la
confianza en tanto que: ―entregarse con confianza lo hará únicamente quien ha
aprendido a hacerlo. Sólo es capaz de creer quien es capaz de confiar. No hay
confianza que no se reciba ni nazca de experimentar amor‖94.
Experimentar el amor de Dios en los sacramentos hace parte de la
fundamentación de identidad en el presbítero, reflejando que: ―En la mesa del altar
90
Cfr. SÁNCHEZ, Ministros, pp. 403-432.
91
CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 1965, Nº 5.
92
CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 1965, Nº 14.
93
CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 1965, Nº 5.
94
BEILNER, El evangelio, p. 181.
48
que se hace palabra y comida del Pan de Dios el sacerdote aprende a tomar la
95
propia vida entre las manos, compartirla y entregarla como Jesús (Mt 26,26)‖ .
La dimensión de servicio que estimula esta reflexión sirve de complemento a la
realidad sacramental, pues sólo desde este vínculo social en unidad a la acción de
Cristo se refleja la unidad del vínculo sacramental como acto profundo de
santificación.
2.2.3 El Presbítero como rector del Pueblo de Dios
La vivencia del presbítero como rector del pueblo de Dios es ante todo una
exhortación profunda a reconocer la importancia del testimonio para la Iglesia.
―En la edificación de la Iglesia los presbíteros deben vivir con exquisita delicadeza
a ejemplo del Señor. Deben comportarse no según el beneplácito de los hombres
(Cfr. Gál 1,10), sino conforme a las exigencias de la doctrina y de la vida cristiana,
enseñándoles y amonestándoles como hijos amadísimos (Cfr. 1Cor 4,14), a tenor
de la palabra del apóstol: ―Insiste a tiempo y a destiempo, arguye, enseña, exhorta
con toda longanimidad y doctrina‖ (2Tim 4,2)‖96.
Tal apartado es la base de aquello que se explicita en este ítem pues, en la fuente
de ―regir‖ el pueblo se atiende a la fundamentación testimonial del ministro. Esto
es valioso si se comprende que muchos sectores de la Iglesia comprenden la
―rectoría del pueblo de Dios‖ desde una actividad ―dominante‖ que en lugar de
construir comunión y crear identidad en los presbíteros les ―expone‖ ante actitudes
desproporcionadas con la vivencia del Evangelio. En consonancia se entiende en
la Iglesia la autoridad como un servicio propio de obediencia de la voluntad de
95
ARNAIZ, José María., La meta es el camino. Hacia un decálogo sobre el sacerdocio, en: Revista Vinculum,
Bogotá: Conferencia de Religiosos de Colombia., Julio-Septiembre de 2010, p.100.
96
CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 1965, Nº 6.
49
Dios que se consigue mediante un espíritu real de discernimiento mediante la
escucha de la Palabra y la atención a los signos de los tiempos97.
Contemplar el llamado de ―Faciem tuam, Domine, requiram‖98 es vital para
entender la autoridad del ministro en y ante el pueblo de Dios pues, la clave de
lectura real está en la función de interiorizar la realidad desde la visión de la
Palabra de Dios para ser testigo constante del actuar de Dios en el mundo para
motivar a los fieles en su vivencia cotidiana de la fe. En ello, la teología antigua al
proponer la ―rectoría del presbítero‖ desde una contemplación hermenéutica de
autoritarismo, dejaba de lado aspectos vitales del Evangelio que convoca a la
unidad plena con Dios en la vivencia de los sacramentos y ante todo en el estudio
de la Palabra.
―El modelo de esa teología no es el del auténtico pastor, que gasta su vida por la
Iglesia inmerso en la comunidad y en el mundo al servicio de sus hermanos, sino
que, paradójicamente, la figura teológica del ministro ordenado se dibuja según la
pauta del sacerdote y obispo que no ejercen la plenitud del ministerio‖99
Categorizar el sentido teológico fundamental de la rectoría del pueblo está en
consonancia con una actitud de servicio permanente a imagen de Jesús buen
pastor (Jn 10,2) que da la vida por los suyos no solamente en la cruz sino a lo
largo de la vida en la predicación y el anuncio constante de la fe en Dios como
Padre. En este aspecto se tiene que:
―La autoridad deberá preocuparse por crear un ambiente de confianza,
promoviendo el reconocimiento de las capacidades y sensibilidades de cada uno.
Y fomentará, además, de palabra y obra, la convicción de que la fraternidad exige
participación y por tanto información‖100
97
Cfr. TORRES, Juan., El discernimiento, 2010, pp. 58-79.
98
Tu rostro buscaré Señor (Sal 26,8).
99
DIANICH, S, Teología del ministerio ordenado, Barcelona: Ediciones sígueme, 2001. p.44. S.
100
CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA, El
servicio de la autoridad y la obediencia, Bogotá: 2008, p.46.
50
Cada espacio de ejercicio desde esta función está en sintonía con la edificación de
la comunidad resaltando que: ―el deber del pastor no se limita al cuidado particular
de los fieles, sino que se extiende propiamente también a la formación de la
auténtica comunidad cristiana‖101. Como es visto, la imagen que se propone es
aquella de pastor, en la medida que se preocupa por los fieles de forma
significativa, descubriendo en ello no simplemente una ―satisfacción personal‖ sino
ante todo un compromiso de entrega constante. He allí el sentido de referirle como
un fundamento de la identidad del presbítero pues, complementa la identidad
desde la Palabra y los sacramentos en consonancia con la promulgación del
mensaje desde el testimonio, que es promulgado para todos los fieles pero que en
el ministro ordenado adquiere una significación especial.
2.3 Conclusión
El objetivo de este capítulo fue mostrar los fundamentos teológicos de la identidad
del presbítero desde la Presbyterorum Ordinis; por ello cada ítem partió
fundamentalmente de la prepuesta conciliar en vínculo con expresiones de la
Palabra y de la tradición sin dejar de lado que:
―la Iglesia ha llegado a la persuasión de que el sacramento del orden confiere al
ordenado no sólo la gracia para cumplir adecuadamente sus funciones, sino que
también le imprime el sello permanente de Cristo, o sea, el llamado ―carácter‖ en
fuerza del cual es habilitado para cumplir aquellas funciones‖102
La funcionalidad es importante para la identidad, sin embargo es necesario
presentar constantemente esa acción como una realidad propia que hace del
ministro un servidor de la Palabra, de la Eucaristía y del pueblo desde el
testimonio no sólo en función de una ―labor‖ sino de su ser profundo que se
101
CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 1965, Nº 6.
102
SÁNCHEZ, Ministros, p. 174.
51
configura constantemente con Cristo y se une a Él; ―porque separados de Él no
podéis hacer nada‖ (Jn 15). Esto es válido para todo bautizado, sin embargo se
enfoca en el presbítero como agente pastoral mediante el sacramento del Orden
para cumplir estas funciones de forma esencial en la comunidad creyente que se
construye constantemente.
El camino recorrido en el trabajo, recalca la necesidad de reconocer en el
presbítero la identidad desde su actuar pero ante todo en su ser propio, ligado por
antonomasia al servicio de la palabra, de la Eucaristía y del servicio de la
comunión (rector del pueblo de Dios). Todo ello sin desmeritar otros elementos de
orden personal y eclesial que potencializan la identidad del presbítero y le dan
reconocimiento; sin embargo al tratarse de un estudio sobre la Presbyterorum
Ordinis, se han ―extraído‖ los elementos que refieren a la vida del presbítero desde
su hacer en pro del Evangelio y del trabajo como guía del pueblo de Dios,
manteniendo vínculos esenciales con la vida sacramental, evangélica y profética.
52
Capítulo tercero
CRITERIOS TEOLÓGICOS DESDE EL CARISMA DE LOS MISIONEROS DE LOS SANTOS
APÓSTOLES A LA LUZ DE LAS CONSTITUCIONES Y NORMAS.
El trabajo realizado hasta el momento, ha permitido ahondar en la propuesta de la
Presbyterorum Ordinis en relación a la vida ministerial del presbítero, resaltando
de forma implícita las funciones del ministro ordenado desde el servicio a la
Palabra, la Eucaristía y la rectoría del pueblo de Dios. Ahora, el objeto se centra
en la Sociedad de Misioneros de los Santos Apóstoles; una sociedad de vida
apostólica de derecho pontificio, que desde sus inicios (tal como lo atestigua la
historia), se ha preocupado por la formación, promoción y acompañamiento de las
vocaciones. Por tal motivo, el presente capítulo se dispone a presentar una
síntesis de la historia de los MSA103, seguida de una visión del presbítero MSA
para realizar una hermenéutica en base a documentos del fundador y de estudios
propios de la Sociedad con miras a identificar algunos criterios teológicos del
presbítero MSA.
Para tal cometido, se prosigue con el método empleado en el escrito, realizando
acercamientos propios a los MSA que involucran la descripción del carisma, las
constituciones y escritos del fundador como derroteros propios del análisis
propuesto. Atendiendo a ello es necesario resaltar que algunos de los elementos
bibliográficos104 utilizados hacen parte del material interno de la Sociedad, que
refieren a criterios propios del mismo y que si bien, hacen mella en la vida actual
103
Sigla utilizada para referir a los Misioneros de los Santos Apóstoles.
104
Es pertinente decir adjunto a ello que las citas utilizadas en los documentos, se expresan tal como son
tenidas por la Sociedad, haciendo con ello salvedad de algunos apartes que no son propios de los escritos
del fundador pero que al no tener una cita a pie de página, han sido tomados como propios.
53
de la Iglesia, forman parte del patrimonio histórico de la Sociedad y de las
personas que unidas a la luz del Espíritu Santo sentaron las bases para que ésta
obra se desarrolle tal como se expresa hasta hoy.
3.1 Los Misioneros de los Santos Apóstoles
La Sociedad105 de Misioneros de los Santos Apóstoles ―es una Sociedad de Vida
Apostólica de derecho pontificio, conformada por clérigos y hermanos, que
participan del mismo carisma, en donde la vida fraterna y la misión son los ejes
principales‖106; en ella se busca descubrir el sentido de la vida cristiana desde el
ejercicio constante de la fe en vínculo con el servicio vocacional para la Iglesia. En
este sentido se habla del trabajo vocacional desde todos los campos, ya sea
desde el trabajo con presbíteros y/o con laicos comprometidos.
Históricamente la Sociedad de los Misioneros de los Santos Apóstoles nace
cuando el Padre Eusebio Enrique Menard, ofm107 (fundador de la obra), inicia en
Canadá (1945) una ―aventura‖ en pro de las vocaciones al presbiterado,
105
Se ha de comprender que una Sociedad en la Iglesia refiere a un instituto de vida consagrada que
desarrolla un carisma particular en la misma mediante la guía de los pastores con la finalidad de contribuir al
bien de una porción del pueblo de Dios. A diferencia de los institutos netamente religiosos, las sociedades se
vinculan mediante promesas de fidelidad las cuales les promueven a la vivencia comunitaria, al ejercicio de
la oración y al trabajo apostólico. Cuentan con una nominación propia en la Iglesia y se rigen de acuerdo a
sus constituciones y normas previamente establecidas y aprobadas por la Santa Sede.
106
MISIONEROS DE LOS SANTOS APÓSTOLES., Constituciones y Normas, Montreal: M.S.A, 2006, Art. 1.
107
Nacido el día 06 de enero de 1916 en East Broughton (Quebec) en una familia de once hermanos (nueve
varones y dos mujeres). Hijo de Carlos Menard y María Anna Labbé. En 1936, después de sus estudios
clásicos, comienza la teología en el Seminario de los Padres de Misiones Extranjeras en Quebec; el 17 de
septiembre de 1937 ingresa al Convento de la Asunción de los Franciscanos en Lennoxville. Así mismo, el 18
de septiembre de 1941, pronuncia sus votos solemnes en el convento de la Resurrección. Monseñor
Homero Plante le ordenó sacerdote el 28 de septiembre de 1941. Seguidamente inició la obra de los Santos
apóstoles en Canadá con la ayuda del Sr. Héctor Durand (1892- 1972). Luego de un arduo trabajo en el seno
de la Iglesia, de múltiples pruebas y dificultades fallece el 26 de Marzo de 1987 en Canadá; dejando como
legado la Obra de los Misioneros de los Santos Apóstoles, la fundación Eusebio Menard y las Misioneras de
los Santos Apóstoles, todo ello con el celo apostólico que le llevo a Perú, Venezuela, Brasil, Colombia y
Montreal. (Cfr. RODEMBOURG, Christian, 15 días con Eusebio Enrique Ménard, Fundador de la Sociedad de
Misioneros de los Santos Apóstoles, Argentina: Editorial Ciudad Nueva, 2001, pp.11-19).
54
especialmente por aquellas que no eran admitidas en la Iglesia debido a la edad108
y que por lo tanto no ―lograban‖ realizar efectivamente el llamado de Dios en
respuesta a la misión y vocación encomendadas. La formación de la sociedad al
igual que la mayoría de las obras que el Espíritu Santo suscita en la Iglesia, estuvo
marcada por amplias dificultades y avatares que le llevaron a consolidarse como
hasta ahora.
Fue así como:
―Entre los años 1957 a 1962, cuando el Padre Menard estaba trabajando
alternadamente entre el Canadá y los Estados Unidos de Norteamérica; hechos
providenciales que desembocan en la reorientación de sus actividades apostólicas
hacia territorios misioneros, en particular la América Latina, que conllevará,
además, al nacimiento de esta nueva rama de la familia de los Santos
Apóstoles‖109.
Tales manifestaciones de la ―providencia‖, mostraron para el Padre Menard la
necesidad de proseguir con la obra, atendiendo al llamado del Espíritu que sentía
y que la Iglesia fue confirmando con el paso de los años dándole la aprobación
como Pía Unión en 1962 tal como lo ha de testificar el mismo fundador:
"Los años han pasado - 1946 a 1962 -. Es precisamente en 1962, cuando la
Providencia se manifiesta con ocasión de una dificultad imprevisible, la cual me
orienta hacia los Estados Unidos y la América Latina. Y la nueva Sociedad de
Misioneros de los Santos Apóstoles, nacía el 15 de Agosto, fiesta de la Asunción
de María, en el Vicariato Apostólico de San José del Amazonas en el Perú.
108
Es pertinente tener en cuenta que en la época, los seminarios menores estaban en boga y de ellos se
“extraían” la mayoría de las vocaciones que se encontraban en los seminarios mayores. Tal situación llevaba
a que aquellos hombres que (después de una edad mayor “19-22” años) no fueran admitidos para la
formación por ser considerada “vocación tardía”.
109
MISIONEROS DE LOS SANTOS APÓSTOLES., Historia de los MSA, Montreal, 1987, p. 1.
55
Monseñor Dámaso Laberge se hizo el erector canónico y el protector de esta
nueva rama de la obra de los Santos Apóstoles"110.
Seguidamente se tiene que:
―Después de diversas gestiones ante las autoridades competentes, en particular
ante la Sagrada Congregación para la Evangelización de los Pueblos, y después
de haber recibido la aprobación de la misma, Mons. Lorenzo Guibord, OFM.,
sucesor de Mons. Dámaso Laberge, OFM., en el Vicariato San José del
Amazonas, erigió a la Sociedad de los Misioneros de los Santos Apóstoles como
Sociedad de Vida Común sin votos, de derecho diocesano, el 1 de noviembre de
1971, logrando de esta manera su estabilidad como institución reconocida por la
Iglesia‖111
Los matices de las diversas fundaciones, fueron dando origen sincrónico a la obra,
especialmente a la luz de la Iglesia quien ―con el nuevo Código de Derecho
canónico, las que antes se llamaban Sociedades de Vida Común sin Votos,
pasaron a llamarse Sociedades de Vida Apostólica‖112. En este tiempo, la vida de
la joven comunidad se fue consolidando, destacando en diversos espacios en los
cuales tenía presencia tales como: Perú, Venezuela, Canadá, Estados Unidos,
Camerún, Brasil y Colombia. Al respecto parece pertinente para la Investigación
actual, debido al contexto y al tema propuesto referir brevemente la historia de los
MSA en Colombia.
La presencia de los MSA en Colombia, ha dado como fruto tres obras, una de las
cuales es el Seminario Mayor de los Santos Apóstoles,
―Fundado el 12 de diciembre de 1966, por Decreto de erección de su Eminencia el
Cardenal Luis Concha, el Seminario de los Santos Apóstoles de Bogotá
(Colombia), comenzó sus actividades en Febrero de 1967 con 20 candidatos al
110
MISIONEROS DE LOS SANTOS APÓSTOLES., Historia, p.2.
111
MISIONEROS DE LOS SANTOS APÓSTOLES., Historia, p.7.
112
MISIONEROS DE LOS SANTOS APÓSTOLES., Historia, p.8.
56
sacerdocio. Ya dio a la Iglesia Colombiana más de 70 sacerdotes. Creada
principalmente para la formación de vocaciones de adultos, actualmente está más
centrada en la formación de los Postulantes y Miembros de los M. Ss. A. También
recibe a los estudiantes de la Diócesis que desean recibir su formación en nuestro
Seminario‖113.
En la actualidad, el seminario sigue siendo la principal obra de los MSA en
Colombia, continúa cumpliendo los caracteres propios bajo los cuales fue instituido
y prosigue con su labor apostólica en el seno de la comunidad, formando
presbíteros para la Iglesia en congruencia con la ratio fundamentalis114
establecida. Con este acercamiento somero a la vida de los MSA, es necesario
resaltar la función de la misma en la Iglesia; aspecto que le denota su ser y
quehacer desde el ejercicio del carisma, marcando espacios para el desarrollo de
su misión115 y visión.
En síntesis, la Sociedad de Misioneros de los Santos Apóstoles, es una obra al
servicio de la misión de la Iglesia116 en la cual a la luz de la vida fraterna y el
apostolado, se permite que cada uno de los miembros descubra la voluntad de
Dios a la luz de su vocación. Cada uno de los espacios históricos que enmarcan
la fundación y ―sostenimiento‖ de la obra han estado situados en diversidad de
―altibajos‖ en los cuales se ha entretejido simultáneamente el querer de Dios en el
sentido propio del término resaltando la necesidad de proseguir a la luz del
carisma integrando la porción del pueblo de Dios desde el servicio vocacional.
113
MISIONEROS DE LOS SANTOS APÓSTOLES., Historia, p.11.
114
Cfr. RODRIGUEZ, Carlos, Ratio Fundamentalis Formationis Sacerdotales M.S.A., Bogotá (Colombia)., 12 de
Diciembre del 2000.
115
La misión eclesial es: Establecer centros para la promoción, formación y acompañamiento de las
vocaciones y colaborando con institutos semejantes; estableciendo centros para la proclamación de la
Palabra de Dios y/o colaborando con ellos: tomando bajo nuestra responsabilidad parroquias pobres o
colaborando con ellas; trabajando en toda misión apostólica conforme a nuestro carisma. (Cfr.
MISIONEROS., Constituciones, 2006, Art 3).
116
MISIONEROS., Constituciones, 2006, Art 4.
57
3.2 Visión de presbíteros en los MSA
Luego de haber recorrido la historia (breve) de los MSA y descubrir en ella cómo
hechos providenciales117 desembocaron en la reorientación de la obra hacia
territorios misioneros (en la época); en particular América Latina y en ella
Colombia, se evidencia ―el deseo loco por dar sacerdotes y laicos comprometidos
al servicio de Dios y del mundo‖118, que tenía el P. Menard como fundador para el
trabajo de la Sociedad, como norma propia de vida y su acción en relación a la
propuesta evangélica (Cfr. Mt 9,36). Con todo ello, la labor de este ítem esta en
presentar de forma sucinta la visión del presbítero MSA; tarea nada fácil si se tiene
presente que la Obra ha venido descubriendo con el paso del tiempo diversos
―modelos‖ del presbítero según los diversos contextos y campos de acción.
Con todo ello, se tiene que un presbítero MSA es aquel que siendo fiel al carisma,
descubre su vocación al servicio de la Iglesia en pro de las vocaciones desde la
animación, promoción y acompañamiento de las mismas. Adjunto a ello se ha de
resaltar que: ―el sacerdote de hoy debe ser aún más que el de ayer, un hombre de
fe: debe ser un hombre anclado en Cristo, precisamente porque en torno suyo no
encuentra la ayuda y la seguridad que tuvo en el pasado‖119. Esto es fundamental
para la visión de la sociedad en relación al presbítero, se ha de hablar de un
hombre profundamente identificado con Cristo (Jn 15), unido a él en todo
momento y por lo tanto ―sumido‖ en la fuerza de su espíritu.
117
El hecho de salir expulsado del Canadá por manos del entonces cardenal Pablo Emilio Leger, arzobispo de
Montreal, quien mantiene serias reservas y teme por los impactos humanos y financieros de la
administración de las nacientes obras del P. Menard que eran enteramente administradas por los laicos. En
1962, se ve obligado a dejar Montreal; más la providencia le ilumina dirigirse a Roma entre el 23 de junio y el
21 de julio del mismo año bajo la autorización del Ministro General de los Franciscanos; es así como se le
permite trabajar en América Latina, especialmente en Perú donde inicia la refundación de la obra que el
Espíritu Santo le incitaba. (Cfr. RODEMBOURG, 15 días con Eusebio, 2001, pp. 13-17).
118
RODEMBOURG, 15 días con Eusebio, Montreal: Ediciones Ciudad Nueva, 2001, p. 35.
119
MENARD, Henri Eusebio., El sacerdote de ayer, de hoy y del mañana, Perú: Misioneros de los Santos
Apóstoles, 1980, p. 16.
58
Ahora bien, con ello surge una pregunta ¿no es eso necesario para todo discípulo
en la Iglesia en miras al seguimiento de Jesús? Ciertamente, sin embargo es
necesario recordar que el ministro ordenado por su ministerio:
―Participa de la autoridad con que Cristo mismo edifica, santifica y rige su Cuerpo.
Por lo cual, el sacerdocio de los presbíteros supone, ciertamente, los sacramentos
de la iniciación cristiana, pero se confiere por un sacramento peculiar por el que
los presbíteros, por la unción del Espíritu Santo, quedan marcados con un carácter
especial que los configura con Cristo Sacerdote, de tal forma, que pueden obrar en
nombre de Cristo Cabeza‖120.
Teniendo en cuenta que la espiritualidad de los MSA está centrada en el cuerpo
místico de Cristo121, la fuerza de identidad para el presbítero en la Sociedad se
encuentra en relación directa con la vida fraterna y el apostolado en sintonía con
dicha espiritualidad. Ahora bien, para hacer mucho más tangible tal realidad, se
cuentan con siete actitudes fundamentales de un MSA para integrar en ellas el
querer de Dios según lo manifestado a través de la Iglesia122.
En consonancia tenemos que:
―Nuestra espiritualidad, nuestro estilo de vida y nuestras actitudes fundamentales
se encarnan en: Nuestra vida apostólica; nuestra vida de comunidad fraterna;
nuestra vida de oración; nuestra castidad evangélica; nuestra pobreza evangélica;
nuestra respuesta al Padre; nuestra relación con los cooperadores‖123.
120
CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 1965, Nº 2.
121
Según las constituciones, “nos esforzamos por hacer nuestra la espiritualidad del Cuerpo Místico de
Cristo que dinamiza y unifica nuestro estilo de vida”. (Cfr. MISIONEROS., Constituciones, 2006, Art 10).
122
Las Constituciones aprobadas por la Santa Sede en el año 2000 son reeditadas teniendo en cuenta las
modificaciones que pidió la Asamblea General del 2005, que, igualmente, fueron aprobadas por la
Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Que nos enseñan a
vivir “unidos en el Señor Jesús”. (Cfr. MISIONEROS., Constituciones, 2006, Introducción, P. Rolland Barrette,
MSA).
123
MISIONEROS., Constituciones, 2006, Art 11.
59
Tales actitudes están ancladas en la vida de un MSA; sin distinguir entre quien
está llamado al presbiterado y/o a la vida consagrada como hermano. Esto es
importante en tanto que lo fundamental para un MSA no es ser presbítero o
hermano, sino ante todo ser un testigo de Dios viviendo el carisma y procurando
en todo momento descubrir en las actitudes fundamentales el camino certero para
la santificación personal y comunitaria. El ejercicio del presbiterado es un servicio
a la Iglesia, centrado en las formas propias del carisma pero al mismo tiempo
alimentado por los compromisos constantes y cotidianos que dicha vocación
establece.
Quizá, hablar del presbítero MSA sea referir a un hombre profundamente
enamorado de Dios, consciente de su labor en el mundo en pro de las vocaciones
buscando siempre trabajar por ellas desde la promoción, la formación y el
acompañamiento, recordando que: ―es en nombre del Señor en quien se echan las
redes‖124. Todo esto, llevado desde la humanidad, tal como lo expresaba el P.
Menard en uno de sus escritos al decir que:
―Queremos un sacerdote que sea un hombre. Un hombre hecho de barro
colectivo. Nacido de mujer, Igual que todos en la tierra. Un hombre que
sienta hambre; que sude y se fatigue; que sea humano. Un hombre capaz
de llorar de reír, de sufrir y de gozar. Que se sienta tentado por la carne;
que el demonio lo azote; que el mundo lo conturbe. Que pueda pecar que
peque, porque es débil; que caiga y se levante con la misma sensación del
frágil, cobarde e inconstante peregrino del mundo que es el hombre.‖ 125
Descubrir el profundo vínculo del presbítero con el hombre, con su realidad
contextual, cambiante y dinámica es un aspecto relevante en la presencia del
presbítero MSA, quizá en atención a que es un hombre común que responde al
124
CELAM., II Congreso continental Latinoamericano de Vocaciones, Costa Rica: Centro de publicaciones
CELAM, 2011, p.5.
125
MENARD, Eusebio, El sacerdote que queremos, Montreal: Misioneros de los Santos Apóstoles, 1970, p.1.
60
llamado de Dios desde su ser, dejándose interpelar por la Palabra pero consciente
de quién es y de todo aquello que está llamado a ser desde la respuesta libre al
amor constante de Dios (1P 2,9). Esto amerita ver la presencia del presbítero
como un hombre ―que experimente el dolor del Hijo Pródigo; que sepa apartarse
con tristeza, con la dura tristeza de los hombres, para llorar sus pequeñeces, en la
soledad, en el desierto, en el silencio…‖126.
Pero al mismo tiempo, se presenta al presbítero como un hombre santo, quien
descubre en su ministerio la fuerza para continuar adelante en el camino de la fe
guiado por el Espíritu Santo que le comunica constantemente su fuerza (Jn 14,17).
En ello, se refiere a que:
―No queremos un sacerdote extraño y segregado. Un hombre indiferente y tan
virtuoso que no pueda entender la miseria de los hombres. No lo queremos bueno,
tan bueno que no entienda que el hombre es pecador y es indigente. No lo
queremos colocado en alturas inefables que los hombres comunes no puedan
escalar. No lo queremos un santo, amasado con pasta diferente; pero queremos
que entienda que, algo hay en él, que lo saca del común y lo hace eterno. Que ese
algo es un sacramento; el de su orden; que es la voz inconfundible de Cristo
cuando manda: "Apacienten mis corderos. Apacienten mis ovejas. Hagan que
todos los pueblos crean. Bautícenlos. Enséñenles a cumplir mis mandamientos.
Sanen sus enfermos. Resuciten a sus muertos. Amen. Den la paz. Glorifiquen al
Señor. Háganlo todo en mi memoria..."127.
La imagen del ministro en relación con la misericordia es un aspecto importante
para la comprensión del presbítero desde el perfil MSA, quizá por el origen
temporal de la Sociedad que se gesta en los albores del Concilio Vaticano II y que
se enmarca en situaciones de profundo cambio al interior de la Iglesia. Ahora bien,
la visión del fundador marca profundamente la forma de ver al presbítero en la
Sociedad, sin embargo en el avatar histórico, se ha visto la necesidad de caminar
126
MENARD, El sacerdote que…, 1970, p. 1.
127
MENARD, El sacerdote que…, 1970, p. 2.
61
en miras a la formación de los presbíteros desde el querer propio de la Iglesia,
respondiendo a los tiempos.
Por ello se destaca en la Sociedad la labor de ―humanizar y evangelizar‖ 128,
explicitada en el presbítero como servidor de Dios, pero también como fuente de
armonía entre todos a imagen de Jesús (Jn 17). Cada labor que el presbítero
realice ha de estar encaminada a esta realidad, buscar que el hombre descubra su
humanidad al tiempo que se instaura el ejercicio de la evangelización, todo ello
desde un espíritu proyectivamente mancomunado con los laicos (colaboradores) y
con todos aquellos que descubren a Jesús desde el hombre mismo. Este es
grosso modo el perfil de un presbítero en la Sociedad de Misioneros de los Santos
Apóstoles.129
3.3 Criterios Teológicos del Presbítero a la luz de los MSA
Luego del trabajo realizado, la pregunta por los criterios teológicos del presbítero a
la luz de los MSA, parte de los criterios fundamentales que presentan las
constituciones para los Misioneros; especialmente en la vivencia de los consejos
evangélicos y más que ello en potencializar los ejes fundamentales, a saber: la
vida fraterna y el apostolado130. Esto es clave para comprender los aspectos de
identidad del presbítero MSA.
La presentación del perfil que se ha esbozado en el ítem anterior, ha suscitado
varias cuestiones tales como ¿Qué diferencia a un presbítero MSA?, ¿Cuál es su
función y aporte en la Iglesia hoy?; para ello es pertinente hacer la reflexión en
relación a la identidad, atendiendo a aquellos escritos dados por el fundador pero
también iluminados por los escritos conjuntos de algunos presbíteros MSA que se
128
RODEMBOURG, 15 días con Eusebio, 2001, p. 93.
129
Los elementos propios, son tomados de diferentes escritos del fundador y de las Constituciones de la
Sociedad quienes para nosotros dan una clara visión de aquello a lo cual “apuntamos” en la formación, ya
sea en el ambiente inicial, de incorporación y/o de formación permanente.
130
Cfr. MISIONEROS., Constituciones, 2006, Art 1.
62
han propuesto indagar por la vida presbiteral bajo el foco vocacional. En esto, ya
se ha indicado el profundo amor del Padre Menard por las vocaciones 131 pero más
que ello por responder al llamado de Dios en la obra que ha fundado.
No por nada, se habla del apostolado y la vida fraterna como dos ejes
fundamentales del ser MSA, quizá en atención a la fuerza que estos aspectos
reflejan para la identidad. Ellos adjudicados a la vida presbiteral, son el reflejo de
un ejercicio constante de crecimiento que se atiende desde el ser y que a su vez
involucra el hacer del presbítero en la Iglesia. A continuación, la propuesta está en
tratar de indagar por estos ejes y de presentarlos como aspectos teológicos
propios de la identidad MSA.132
3.3.1 La Vida Fraterna
El vocablo fraternidad, es sinónimo del de hermandad y está unido a la relación
íntima que existe entre los hermanos unidos sustancialmente por la sangre de sus
padres. En el caso de los MSA, ese vínculo se hace desde las promesas de
fidelidad en las cuales se entra a formar parte de la Sociedad con todos sus
deberes y derechos. En tal sentido el vínculo fraterno es fruto de la libertad
―…libremente y con gozo‖133 de cada individuo pero también de la aprobación de
los miembros encargados de la admisión134.
Todo esto, se busca en un candidato que aspire a formar parte del carisma de la
Sociedad, de allí que se insista en el trabajo de las áreas formativas (comunitaria y
humana) para ir creando en cada uno de los miembros el anhelo voluntario de
unidad a la obra como respuesta al plan de Dios en un ejercicio apostólico en
comunidad. ―En virtud de nuestra vocación, consideramos la vida de comunidad
131
Cfr. RODEMBOURG, 15 días con Eusebio, 2001.
132
Al igual que el trabajo del capítulo II, se hace la salvedad de que existen otros criterios teológicos, sin
embargo es necesario resaltar estos para el cometido de la investigación.
133
MISIONEROS, Constituciones, 2006, Art. 106.
134
En este caso, del provincial y del consejo general. (Cfr. MISIONEROS, Constituciones, 2006).
63
fraterna como un exigencia para realizar nuestra misión en la Iglesia‖135. La fuerza
de la vivencia fraterna para un MSA no es un ―agregado‖, constituye un eje
fundamental para su misión en el mundo y para el correcto desarrollo de su labor
apostólica.
Así, ―a través de esta experiencia de comunión fraterna es donde encontraremos
136
una gran ayuda para nuestra realización personal y ministerial‖ cada uno se
ha de sentir dentro de la comunidad como hermano del otro, formando todos una
verdadera familia, donde se persigue no un ideal personal sino el ideal de la
comunidad; en la medida que pasan los años, las costumbres y la manera de
pensar también se va tornando diferente, por eso, cada vez se ha de buscar
aquellos elementos que den solidez a la vida fraterna al interior de la comunidad,
donde se experimente de algún modo los signos del Reino de los Cielos.
Esta es la labor primera de un presbítero MSA, estar constantemente al servicio
de la unidad a ejemplo de Jesús (Jn 10,30). En ello, se instaura el querer de Dios
por medio de la inspiración de nuestro fundador pero ante todo la razón de ser de
un Misionero de los Santos Apóstoles en la vida actual de la Iglesia. En la vivencia
fraterna, se descubre la realidad del hombre en sí misma, justamente porque en
este ambiente se desarrolla un espíritu constante de humildad y de
desprendimiento. Esto lo presentaba el P. Menard en su vida cuando describía la
vida fraterna con la vivencia plena de los MSA.
―Reconocer su propia desnudez e indigencia interior, y aceptarla como un estado
que obliga a colocar toda su confianza en el Señor, significa afirmar la disposición
de fe que te anima el desprendimiento respecto de los bienes terrenales, y
significa profundizarla en el ambiente fraterno donde se descubre la perfección de
la caridad‖137.
135
MISIONEROS, Constituciones, 2006, Art. 15.
136
SOCIEDAD DE MISIONEROS DE LOS SANTOS APÓSTOLES, El perfil MSA, Montreal: 1999, pág. 83
137
LOGPRÉ, Paul, Padre Eusebio Menard, apóstol de las vocaciones, Perú: Ediciones Paulinas, 2005, p. 105.
64
La presencia de la vida fraterna como fuente de identidad para el presbítero MSA
se relaciona con la necesidad de la comunión al intra de la Iglesia 138. La
vinculación de los consejos evangélicos en la vida fraternal sirve de compuesto
dinámico para la comprensión de la vida comunitaria. El presbítero es un hombre
―entregado a la unidad y la misericordia‖139, formado necesariamente para la
relación y por ello, la ―aventura‖ del Evangelio presenta la interacción con Dios de
forma plena en Jesucristo, especialmente con los hermanos más necesitados (Lc
10,29). La teología subyacente a la fraternidad está implícita en el sentido de
caridad que presenta el evangelio además de las recomendaciones del P. Menard
para todos aquellos que se unen al estilo de vida MSA.140
3.3.2 La Vida Apostólica
La Iglesia es una comunidad carismática movida constantemente por el Espíritu
Santo y por lo tanto activa y dinámica. En este clima de inspiración la Sociedad de
Misioneros de los Santos Apóstoles surge como una forma de vivir en Evangelio
en la perfección (Mt 5, 43-48). La acción de los MSA en la Iglesia a lo largo de la
historia se ha presentado como un ejercicio valioso que ha permitido que muchos
presbíteros se destaquen en sus ejercicios pastorales; ahora bien, es necesario
decir que la fuerza de tal realización muchas veces no está acompañada de una
realidad fraterna real.
En consideración, es necesario decir que el apostolado al ser un eje fundamental,
amerita un cuidado especial, principalmente por la misión que éste cumple en la
Iglesia, pero también en vínculo directo con el ejercicio evangelizador de la
comunidad. La diversidad de apostolados es importante para los MSA, sin
embargo lo es más la respuesta de dicho ejercicio en relación con el carisma,
138
Cfr. CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum Ordinis, 1965, Nº 2.
139
Cfr. SOCIEDAD DE MISIONEROS DE LOS SANTOS APÓSTOLES, El perfil MSA, Montreal: 1999, pág. 26.
140
Cfr. MENARD, Eusebio., Orientaciones para la vida conforme al Evangelio, Montreal: 1978.
65
desde aquello que se ha denominado ―vocacionalizar el apostolado‖141. Esto es
tener presente el carisma que ha suscitado el Espíritu Santo en el origen de la
obra y procurar con ello que todo apostolado responda al deseo de promover,
formar y acompañar las vocaciones.
Tal interés resulta objetivo si se tiene presente que el apostolado es un ejercicio
donde ―el ministerio ordenado se ejerce de forma concreta en las diversas tareas
que le son encomendadas al servicio de la Iglesia en las distintas comunidades
cristianas‖142; esto es fundamental si se tiene presente que la acción del presbítero
constituye una de las fuentes primordiales de su ser y por lo tanto, hace parte de
su ejercicio dinámico en búsqueda de la identidad.
En ello es pertinente resaltar que para un MSA el apostolado es un ejercicio en el
cual y mediante el cual descubre su unidad a la Iglesia pero también vincula su
propia identidad y la caracteriza desde lo más profundo de su ser personal. Valga
resaltar que el trabajo pastoral esta puesto en la Sociedad tanto para los clérigos y
los hermanos, sin embargo en ambiente presbiteral tal apostolado se centra en la
predicación de la Palabra, en el ejercicio de los sacramentos y en la guía del
pueblo hacia el querer constante de Dios143 mediante el ejercicio del
discernimiento, comprendido como una lectura constante del querer de Dios144.
Apostolado desde la mirada de un MSA se condensa en una oportunidad
privilegiada de hablar de Jesús desde el testimonio de vida y en concreto desde la
fuerza del llamado145, resaltando básicamente el seguimiento de Jesús como
norma de vida en tanto que:
141
Cfr. MISIONEROS DE LOS SANTOS APÓSTOLES, las actitudes fundamentales en los MSA, Colombia, 2005.
142
BOCOS, A. Merino, S. Del Cura Elena, J.C.R. García Paredes, Mons. G.A. Gardin, J. Rodríguez Carballo.,
Ministros ordenados religiosos, situación-carisma-servicio, España: Publicaciones Claretianas, 2010, p.106.
143
Cfr. MENARD, El sacerdote de ayer, 1980, p. 19.
144
Cfr. TORRES, El discernimiento, 2010.
145
Cfr. MENARD, El sacerdote de ayer, 1980, p. 11.
66
―En los Misioneros de los Santos Apóstoles, el seguimiento de Jesús según el
espíritu de las Constituciones constituye el elemento substancial que sustenta
cualquier tipo de opción fundamental y el dejar de lado otras posibilidades de
realización, como el matrimonio, la consagración a una profesión honesta, etc.,
para adherirse a un grupo de personas; de lo contrario no tiene sentido alguno‖146.
Cada uno de los apostolados permite reconocer que la fuerza del Espíritu Santo
motiva la obra, acompañándola desde el ejercicio comunitario pero también en
vínculo directo con el ser personal. Real es pensar el apostolado como una
dinámica ―ad extra‖ es decir exhortativa y propositiva para todos; más en la
comunidad se procura que parta de una experiencia ―ad intra‖ es decir desde el
encuentro personal con Jesús, respondiendo al ―ven y verás‖ que propone el
Evangelio (Jn 1,38-39) y que a su vez ha de ser una constante para el ejercicio
ministerial de los presbíteros.
Con ello ―no debemos olvidar que el Espíritu Santo está dispuesto a obrar
constantemente en cada uno de nosotros, como en el tiempo de los Apóstoles su
obra (Cfr. 1Cor 12,14)‖147, esto es actual si se tiene presente que:
―Las tareas que se confiarán a los sacerdotes han de referirse a la función esencial
de mediación: representar a Cristo como Cabeza de la Iglesia, (Pueblo de Dios
con vistas a la realización plena del reino de Dios para la salvación y glorificación
eterna del mundo). Esta representación es una señal, es decir: sacramental. Se
basa en el don del Espíritu Santo y desde entonces sobrepasa las cualidades
individuales del hombre en el sacerdote. En unión con los Apóstoles y sus
sucesores, los Obispos.‖148
Activa es tal apreciación en el marco de esta reflexión sobre el apostolado como
eje fundamental de la identidad del presbítero MSA, vista desde dos enfoques, la
146
URREGO, Cesar., Una perspectiva teológica del seguimiento de Jesús en la identidad de los Misioneros de
los Santos Apóstoles, Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2009, p. 122.
147
MORENO, José Pompilio, Teología de la formación permanente para sacerdotes y religiosos en el carisma
de los santos Apóstoles, Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2008, p. 70.
148
MENARD, El sacerdote de ayer, 1980, p. 6.
67
unidad con el sacerdocio común de los fieles y el carácter ―efectivo‖ del
sacramento del orden en consonancia con los lineamientos que se han presentado
en el capítulo anterior a la luz de la Presbyterorum Ordinis. Esto quiere decir que
el apostolado está en línea con las funciones que la Iglesia adjudica al presbítero
pero que al mismo tiempo le diferencia desde el ejercicio del carisma de la
Sociedad, sin dar con ello preeminencia a ninguno de los ejes, pero sí forjando un
sentido propio de identidad del presbítero MSA.
Servir a la Iglesia desde el trabajo con las vocaciones recuerda que: ―el presbítero
no puede ni está obligado, dada la complejidad creciente, a tener competencia de
especialista en todos los campos con los que se ve relacionado‖149. Tal realidad
permite hablar de un apostolado concreto en la sociedad desde el cual se realiza
un ejercicio de formación y que por lo tanto sirve como instrumento de
potencialización desde la identidad tal como se presenta en los documentos
magisteriales de la Iglesia y que la Sociedad ha venido refiriendo para su ejercicio
constante de formación y promoción.
3.4 Conclusión
Categorizar el principio de identidad de los presbíteros en los MSA tiene como
fuente la vida fraterna y el apostolado en virtud de que ―Ser Misionero de los
Santos Apóstoles no se reduce a trabajar por las vocaciones ordenadas y no
ordenadas, si esto es excusa para prescindir de la vocación dinámica que se da
en la vida comunitaria fraterna y lleva al apostolado‖150, porque los dos ejes son
igualmente necesarios y a la vez complementarios en tanto que desde ellos se
reconoce que el sostenimiento apostólico de los presbíteros está ligado al ejercicio
de la fraternidad, sin el cual la pastoral pierde un elemento importante; ya lo diría
Gregorio Magno en su tiempo:
149
BOCOS., Ministros ordenados, 2010, p.138.
150
URREGO, Una perspectiva, 2009, p. 42.
68
―Manda a sus discípulos a predicar de dos en dos, ya que es doble el precepto de la
caridad, a saber, el amor de Dios y el del prójimo. El Señor envía a los discípulos a
predicar de dos en dos, y con ello nos indica sin palabras que el que no tiene caridad
para con los demás no puede aceptar, en modo alguno, el ministerio de la
predicación‖151
La identidad del presbítero MSA, se centra en la vida fraterna y el apostolado,
complementado con un espíritu de oración constante que potencializa los ejes,
vinculados por la espiritualidad, las actitudes fundamentales y el carisma dado por
el Espíritu Santo como fuente transversal de unidad y derrotero real e
inconfundible para descubrir el querer de Dios para cada uno de los ministros en la
Sociedad.
151
MAGNO, Gregorio., El Señor viene detrás de sus predicadores, Homilía sobre los Evangelios, 17,1-3: PL 76,
1139.
69
Capítulo cuarto
COMPROMISO CON LA REALIDAD Y ROL PEDAGÓGICO – PASTORAL DEL PRESBÍTERO
En los capítulos anteriores se han mostrado algunos fundamentos teológicos de la
identidad del presbítero desde la Presbyterorum Ordinis y los escritos del P.
Eusebio Menard, con el fin de resaltar tales aspectos que hacen parte de la vida
constante y proactiva del presbítero como testigo de Cristo. Tal acercamiento
estuvo imbuido por un ejercicio hermenéutico de los documentos, resaltando la
identidad del presbítero desde su ejercicio como ministro de la Palabra, de los
sacramentos y del pastoreo del pueblo de Dios. Ahora bien el objeto de este
apartado está en lograr una presentación de la identidad del presbítero desde un
eje pedagógico y pastoral logrando con ello una reflexión práctica de aquello que
implica ser ministro de la Palabra, de la Eucaristía y ser pastor del pueblo de Dios.
4.1 Relación entre la propuesta de la Presbyterorum Ordinis y el Carisma de
los MSA
Cada momento de la historia trae consigo diversidad de elementos congruentes
que hacen denotar la presencia siempre nueva de Dios en el mundo y en especial
en el marco de su comunidad eclesial. Por ello cada carisma responde a una
moción íntima del Espíritu152 pero al mismo tiempo se realiza y plenifica en la
historia sirviendo como elemento real del encuentro entre Dios que llama y el
hombre que responde. En esta medida tenemos que la Sociedad de Misioneros de
los Santos Apóstoles hace parte de tal grupo de institutos de vida consagrada que
152
Cfr. MISIONEROS., Constituciones, 2006, Art 1.
70
han descubierto la llamada del Espíritu Santo a la santidad desde el ejercicio
particular de un carisma propio.
Por ello la labor activa y constante de cada miembro de la Sociedad está en
vincular el don personal (carisma personal) con aquel que expresa la Sociedad 153.
Este ejercicio amerita una constante revisión que inmiscuya el permanente
discernimiento como ―foco seguro‖ para descubrir la voluntad de Dios. La unidad
entre los fundamentos teológicos que se han extraído de la Presbyterorum Ordinis
está en línea directa con la realidad de los MSA, quienes como Sociedad de vida
apostólica hemos venido descubriendo la identidad presbiteral desde el encuentro
constante con la Palabra, la Eucaristía y en el servicio al pueblo de Dios.
Adjunto a ello se encuentra la vida fraterna y el apostolado como ejes
fundamentales y a la vez dinámicos del querer de Dios para un presbítero MSA.
En ello se evidencia que: no es lo mismo ser un presbítero vinculado al clero
secular y/o a un instituto de vida religiosa que ser un MSA. La integración de éste
en la Sociedad ha de estar intrínsecamente unido al carisma que le inserta desde
el ―deseo ardiente de dar cristianos comprometidos con la Iglesia y con el
mundo‖154. La Presbyterorum Ordinis como documento eclesial dirigido a los
presbíteros, formula y a la vez resalta aspectos generales de la identidad del
presbítero que son tenidos en cuenta por la Sociedad pero que a su vez se
complementan con la invitación a vivirla desde la fraternidad y el ejercicio del
apostolado vocacional.
Esto es importante porque sólo en la medida que el presbítero MSA descubre su
identidad hacia la Sociedad y en ella hacia la propuesta de la Iglesia se hace
posible su labor pastoral y de reconocimiento de su ser. El área pastoral que
referencia el documento conciliar (Presbyterorum Ordinis) se interioriza en la
presentación de los MSA recordando que:
153
Cfr. RODRIGUEZ, Guillermo., Apuntes del tiempo de probación 2008, Ricardo Palma, Perú: Misioneros de
los Santos Apóstoles, 2008.
154
MENARD, El sacerdote que…, 1970, p. 34.
71
―El presbítero es un profeta (ministro de la palabra), es un sacerdote (Ministro
sagrado o Liturgo) y es un Pastor (Ministro del pueblo). La espiritualidad del
presbítero se configura en el ejercicio consciente de este su triple ministerio, según
el espíritu de Jesucristo que es Profeta, Sacerdote y Pastor.‖155
La identidad del presbítero desde la fundamentación teológica que presenta la
Presbyterorum Ordinis, se explicita bajo la luz del carisma de cada instituto de vida
consagrada en atención a que:
―La vida religiosa tiene como norma suprema vivir el Evangelio de Jesucristo. Esta
primera fuente de identidad es el telón de fondo desde el cual se comprenden los
votos, la vida fraterna, la misión particular, los acentos específicos de la
espiritualidad, las estructuras, las instituciones, las tradiciones‖156.
La vivencia del Evangelio es una clave de lectura importante al momento de
relacionar la propuesta de la Presbyterorum Ordinis con aquella que presenta la
Sociedad de Misioneros de los Santos Apóstoles; quizá porque la fuerza de la
promesa de fidelidad está en vivir el Evangelio 157 y en ella lograr descubrir el
querer de Dios. Ahora bien, todo bautizado por el sacramento está llamado a vivir
el Evangelio; esto no es ajeno para la predicación que realizó el P. Menard en su
trabajo puesto que siempre estuvo presente el anhelo constante de trabajar con
los laicos, de la mano de ellos y en consonancia con sus experiencias.
En este sentido el presbítero MSA ha de reconocer la importancia del bautismo en
la vida cristiana, no solamente desde su aspecto sacramental sino ante todo
desde el sentido vinculante y de igualdad como miembro de la Iglesia. No es fácil
reconocer esto puesto que la estructura bajo la cual se ha regido durante basto
tiempo la Iglesia se ha encargado de crear una profunda brecha entre el clérigo y
los laicos. Ellos han tenido que ir ―poco a poco‖ ocupando su lugar en la Ecclesia
155
MELGUIZO, Guillermo., ¿Vale la pena ser sacerdote hoy?, Bogotá: Conferencia Episcopal Latinoamericana,
Colección Autores Nº 36, 2007, p.177.
156
MADERA, Ignacio., Signos del presente y vida religiosa en América Latina; en los caminos de la
refundación, Bogotá: Ediciones Paulinas, 2002, p.100.
157
MISIONEROS., Constituciones, 2006, Art 106.
72
como agentes activos de la misma. El P. Menard en esto fue ―pionero‖ puesto que
sus obras estuvieron bajo la dirección de los laicos, se apoyó en ellos y se permitió
aconsejarse de sus experiencias para la predicación del Evangelio.
En esto se ha de tener en cuenta que: ―la toma de conciencia del laicado en
nuestros días no llueve directamente del cielo‖158; es necesario potencializarlo
constantemente y buscar en todo momento resaltar el ejercicio ministerial de la
Iglesia con miras a la inclusión de todos en un campo ministerial activo. Ya se ha
indicado que esto no es una tarea ―fortuita‖ sino que al contrario, hace y ha de
hacer parte de la misión constante del presbítero en su relación permanente con
aquellos que siendo bautizados descubren su vocación desde un estilo de vida
diferente pero que están vinculados a la Iglesia de la misma forma bajo los
mismos compromisos y derechos en virtud de la consagración bautismal.
Categorizar la identidad del presbítero MSA por tanto, implica reconocer la
realidad como presbítero ante la Iglesia y al mismo tiempo el vínculo carismático
que lo une a la Sociedad en la cual ejerce su carisma personal y su ministerio a
favor de las vocaciones. La fuerza está en la vivencia del Evangelio pero ante todo
en descubrir constante y consecuentemente la llamada de Dios a una vida cada
vez más perfecta y activa según los parámetros del mismo. Todo ello exige un
ejercicio de discernimiento constante que promueva la ―necesidad‖ de descubrir el
plan de Dios en la vida personal y de querer actualizarlo en la Iglesia como cuerpo
místico de Cristo (1Cor 12) en consonancia con el plan salvífico de Dios159.
El presbítero MSA al estar vinculado a la Iglesia por el don ministerial que se le ha
conferido y bajo el ejercicio activo de la caridad, va descubriendo los aspectos
característicos de su identidad; sin descuidar su papel como cristiano y menos aún
como pastor al servicio de la Iglesia Pueblo de Dios; esto incita a recordar que:
158
SCHILLEBEECKX, La misión, 1971, p. 329.
159
Cfr. MENARD, El plan maravilloso de Dios, Lima-Perú: Sociedad de Misioneros de los Santos Apóstoles,
1975.
73
―La proclamación del radicalismo del amor del sacerdote: la aceptación de la
falsificación y de la diferencia, voluntad de apoyo y perdón, exigencia del orden
comunitario fraternal, son, también más actuales que nunca. Un mundo a la vez
despersonalizado, injusto, donde todo con mucha frecuencia se ve en función de
las estructuras y de los grupos, tiene necesidad de la presencia del amor,
simplemente volcado hacia el otro, bajo las formas de acogida y benevolencia y
ello especialmente en el sacerdote como ministro y servidor.‖160
La primacía de la caridad en relación a la identidad es un aspecto que reúne todo
lo que se ha manifestado anteriormente y que a su vez permite resaltar que la
identidad del presbítero se basa en la constante unidad con Cristo; ya sea desde
el servicio carismático que descubra en cada momento de su labor y/o en relación
al don ministerial que ha recibido. En consecuencia se tiene que: la relación que
existe entre los fundamentos de la identidad del presbítero que se extrajeron de la
Presbyterorum Ordinis y la presentación de los MSA está en la vida conforme al
Evangelio; en la búsqueda de la misma desde el valor constante de la existencia
en consonancia con la acción apostólica y pastoral, en un clima permanente de
oración que exprese siempre las mociones del Espíritu desde una transformación
constante de la persona y de la comunidad161.
Esta es la actividad propia de la Iglesia, la inclusión en el mundo bajo las
directrices de la caridad; por tanto se convierte también en una de las
implicaciones sociales de compromiso con la realidad que ha de visualizar
constantemente el presbítero y que a su vez hace de su acción y ser no solamente
un ―oficio‖ sino ante todo un elemento de salvación, redención y ante todo
liberación para transmitir vida a todos aquellos que lo necesitan, tal como Jesús lo
hizo con los suyos en su tiempo concreto (Jn 1,4).
160
MENARD, Eusebio., El radicalismo del seguimiento a Jesús, Lima: Misioneros de los Santos Apóstoles,
1980, p.47.
161
Cfr. MENARD, El sacerdote que…, 1970, p. 31.
74
4.2 Implicaciones pastorales162 de la propuesta
Hablar de la identidad del presbítero es un ejercicio que exhorta a una necesaria
mirada a las fuentes163. Las cuales se ven plasmadas en el Evangelio mismo y en
la fuerza dinamizadora de la misión de la Iglesia y sus implicaciones en relación
con la sociedad que constantemente invita al cambio y a la renovación. En este
sentido su desafío pastoral está en descubrir la realidad del Evangelio en sí mismo
y comunicar tal experiencia a todos aquellos que lo necesitan. Especialmente los
marginados y abandonados,
―El desafío auténtico del amor cristiano es la sociedad mundana, las realidades de la
explotación, la esclavitud, la violencia y la opresión, el derecho del más débil, de la
pobreza y la riqueza, del hambre y la opulencia, de la miseria y la abundancia‖.164
Ahora bien, la clave de lectura de esta aplicación pastoral se encuentra en
recordar la importancia del presbítero en la Iglesia desde su triple funcionalidad
que a la vez nos permite encontrar aspectos serios y concretos para identificar
lineamientos para su acción. Pues, sólo desde el descubrimiento de la identidad
es posible hablar de un ejercicio propiamente pastoral y de una labor
mancomunada con la evangelización, que promueve la Iglesia en los diferentes
contextos y campos de acción donde realza su ejemplo fenoménico en pro de ser
constantemente manifestación del Reino de Dios para todos los hombres.
162
Es necesario comprender en este apartado la pastoral como aquella acción de la Iglesia en atención a los
fieles, destacando el ejercicio sacramental y de la palabra que permite la identificación de cada uno con
Cristo el Señor. (Cfr. FLORISTAN, Casiano, Nuevo Diccionario de Pastoral, Barcelona: Editorial San Pablo,
2002).
163
Especialmente aquellas que por “antonomasia” han marcado la vida y tradición de la Iglesia; en ellas se
incluye la Sagrada Escritura, el Magisterio de la Iglesia y la Tradición.
164
GUTIERREZ, Cristología, 2004, p.202.
75
4.2.1 Pastoral de la Palabra
Se ha indicado que el ejercicio del presbítero esta y ha de estar en constante
unidad con los ejes fundamentales que promueven su identidad y al mismo tiempo
proporcionan herramientas para su labor constante y activa en la Iglesia. Por ello,
al hablar de la pastoral de la Palabra, no se aborda simplemente un ―cliché
eremítico‖ de su servicio sino que al contrario se invita a recordar la importancia de
la evangelización y la importancia de la misma para el servicio de la Iglesia actual.
La Palabra en sí misma es reflejo del misterio de Cristo y por tanto ha de ser
estudiada y meditada constantemente por todos aquellos que se dedican a la labor
constante y activa de la evangelización; en ello es necesario recordar las palabras
del Papa Benedicto XVI al recordar que:
―El Señor pronuncia su Palabra para que la reciban aquellos que han sido creados
precisamente «por medio» del Verbo mismo. «Vino a su casa» (Jn1, 11): la
Palabra no nos es originariamente ajena, y la creación ha sido querida en una
relación de familiaridad con la vida divina.‖165
Ya lo indicaría el apóstol de los gentiles al motivar a la comunidad de Roma a
predicar el Evangelio, a transportarle de la forma más dinámica y activa buscando
en todo momento que aquellos que le escuchen crean y creyendo alcancen la
plenitud de la vida (Cfr. Rm, 10,14). Ejercitarse en la Palabra, esa es la pastoral
primera del presbítero en su labor, mas no basta solamente con acogerla, es
necesario comunicarla (Mc 16,15) y hacerlo de forma que todos aquellos que la
oigan de verdad no solamente se queden como oyentes pasivos, sino que al
contrario se transformen en transmisores de la misma desde la experiencia
concreta de fe (Cfr. Jn 4,1-42).
165
BENEDICTO XVI, Exhortación postsinodal Verbum Domini., Roma: Edición Vaticana, 30 de Septiembre de
2010, Nº 50.
76
Para ellos, la confianza en Jesús es fundamental para entender el ejercicio del
presbítero en su dimensión ministerial de la Palabra; sin embargo, ―entregarse con
confianza lo hará únicamente quien ha aprendido a hacerlo. Sólo es capaz de
creer quien es capaz de confiar. No hay confianza que no se reciba ni nazca de
experimentar amor‖166. La experiencia con el resucitado es el eje fuerte de la
identidad desde este campo pues, sólo de ella brota la predicación (Cfr. 1Cor 1,23)
y el ejercicio activo de comunicar con la fuerza del Espíritu Santo el mensaje que
se les ha confiado.
Todo ello teniendo presente que:
―El sacerdote es, ante todo, ministro de la Palabra de Dios; es el ungido y enviado
para anunciar a todos el Evangelio del Reino, llamando a cada hombre a la
obediencia de la fe y conduciendo a los creyentes a un conocimiento y comunión
cada vez más profundos del misterio de Dios, revelado y comunicado a nosotros
en Cristo‖167
Todo ello unido al ejercicio permanente de discernimiento que hace parte de su
labor como evangelizador desde la predicación constante de la Palabra pero
también desde la comunicación testimonial del mensaje que es en sí el elemento
proyectivo del evangelizador pues, sólo en la medida en que se convierta el
predicador en ―evangelio vivo‖168 se podrá descubrir su acción real para el mundo
y las implicaciones del mismo para el hombre de hoy. Esto íntimamente unido a la
credibilidad de la Palabra que recuerda instructivamente la petición de Jesús
―santifícalos en la verdad. Tu Palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo,
así los envío yo también al mundo‖ (Jn 17,17-18).
166
BEILNER, Wolfgang., El evangelio regla de vida. Barcelona: Ed. Herder, 1989, p. 181.
167
JUAN PABLO II, Exhortación apostólica Pastores Dabo Vobis, Roma: Ediciones paulinas, 25 de Marzo de
1992, Nº 26.
168
BENEDICTO XVI, Discurso a los participantes de la Asamblea General de religiosos y religiosas, Roma: 26
de Noviembre de 2010.
77
Pastoral de la Palabra es entonces el fomento consecuente de la intimidad con
Jesús que promueve la identidad del presbítero y al mismo tiempo le socava lo
más profundo de su ser desde una transformación constante y activa que
contribuye al crecimiento de la persona, de los creyentes y en sí de la función
misional y activa de la Iglesia en el seno de los diferentes espacios culturales y
sociales, cumpliendo así el mandato misionero de Jesús de ―id por todo el mundo
y predicad el Evangelio‖ (Mc 6,15).
4.2.2 Pastoral sacramental
Seguida a la pastoral de la Palabra, se encuentra el ejercicio sacramental el cual,
tal como se ha comentado hace parte de los fundamentos teológicos del
presbítero desde su vivencia cotidiana, pero al mismo tiempo en la misión siempre
nueva de santificación del pueblo de Dios desde el misterio de Cristo. En ello se
ha de inferir que el carácter sacramental169 le ―regala‖ al ministro la gracia de
cumplir sus funciones, más desde una visión objetiva se descubre que la identidad
no solamente la forma tal gracia, sino que ésta se complementa con el ejercicio y
entrega constante del presbítero a su labor sacramental.
Todo ello en consonancia con la vivencia personal pues, no se puede abordar la
pastoral sacramental y de la Eucaristía sin hablar del vínculo real y transformador
que tal presencia ha de manifestar en el presbítero; mas para ello necesita de una
constante formación170 que le permita integrar aquello que preside en bien de los
fieles y aquello que experimenta en su ejercicio espiritual personal y comunitario.
Para ello, no se ha de perder de vista que:
―La Iglesia es signo eficaz (sacramento) de unidad, es decir ―signo e instrumento
de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano‖ (LG 1). Esta
169
Se ha de entender en la línea del planteamiento eclesial que refiere directamente al sacramento del
Orden, bajo la validez y directrices ofrecidas por la misma.
170
Cfr. MORENO, Teología de la formación, 2008.
78
unidad de comunión fraterna, de que es portadora la Iglesia, ha sido realizada por
Cristo Sacerdote y Víctima (Ef 2,14). La misión de la Iglesia es la de ―manifestar y,
al mismo tiempo, realizar el misterio del amor de Dios al hombre‖ (GS 45). La
humanidad de Cristo es el sacramento original, del que deriva toda la
sacramentalidad de la Iglesia, como sacramento prolongado, a modo de
complemento de Cristo‖.171
La unidad del presbítero a la Iglesia por medio de los sacramentos, constituye una
forma concreta de direccionar cada una de las experiencias de fe, en miras a
proseguir el mandato de cristo de ―bautizarles en el nombre del Padre, del Hijo y
del Espíritu Santo‖ (Mt, 28,19), también de experimentar la misericordia de Dios y
de promulgarle (Cfr. Lc 15,1-ss) pero también de alimentarle con la Eucaristía
como memorial concreto de la presencia de Cristo en medio de los hombres (Mt
28,18-20).
4.2.3 Pastoral de comunión
La unidad entre el cristiano y el presbítero que se ha presentado en la
investigación, hace parte de los aportes del mismo en relación al ejercicio de
descubrir la pastoral de comunión como un servicio ministerial es decir, en
reconocer desde la vida sacramental y el ejercicio de integralidad de la Palabra la
fuente para la enseñanza y guía en pro de la manifestación constante del Reino de
Dios y su justicia para el mundo de hoy, en clave de discernimiento en sintonía
con los signos de los tiempos.172
Ahora bien, se ha de tener presente que cuando se habla de la pastoral de
comunión (en este escrito), se comprende aquello que la Presbyterorum Ordinis
171
BIFET, Juan Esquerda., Signos del Buen Pastor, Espiritualidad y misión sacerdotal, Bogotá: CELAM, 1991,
p. 178.
172
Cfr. TORRES, El discernimiento, 2010.
79
ha nominado la rectoría del Pueblo de Dios y ésta entendida en clave de servicio.
Con ello se recuerda que:
―El primer servicio del presbítero a la comunidad es asegurar y significar la presencia
de Cristo, Buen Pastor, en medio de su pueblo. El testimonio de una existencia
sacerdotal, de una vida entregada en caridad perfecta, está a la base de toda
colaboración cuya finalidad será reunir a la familia de Dios. El sacerdote es un ser
para los demás y es sacramental referencia de los demás hacia Cristo, único
Salvador.‖173
Porque la constante referencia a Cristo es el motor de la acción del presbítero
pues sólo en la medida que se esté vinculado a la fuente, se podrán dar frutos
(Cfr. Jn 15) en pro de la persona misma y del pueblo. Comprender la comunión
como servicio es importante para que descubra que desde este fundamento
teológico de identidad, ha de atender a la propuesta gratuita y salvífica de
Jesucristo174 desde el compromiso con aquellos que más lo necesitan es decir, en
consideración con un clima activo de caridad175.
La pastoral en esta línea indica su acción como servidor a ejemplo de Cristo (Mt
20,28) y al mismo tiempo le invita a descubrir en la obediencia a Dios su constante
voluntad, toda ella implicada en un ejercicio constante y proyectivo de
discernimiento, que permita experimentar en la caridad el amor de Dios y así logre
contribuir de forma práctica al fortalecimiento de su espacio contextual y vital 176.
Es así como la pastoral de comunión adquiere un valor de identidad para el
presbítero, pues está anclado en el ser propio de Cristo (Mt 20,28), pero al mismo
tiempo se reconoce en sintonía con la tarea y el envío misionero de Jesús de
contribuir al bien de los hermanos (Cfr. Lc 14,1-6; Jn 2,1-11 y Mt 11,2-6).
173
BOCOS., Ministros ordenados, 2010, p.271.
174
Cfr. URIARTE., Ser sacerdote, pp. 13-38.
175
Cfr. BENITO, Argimiro., Ministerio Sacerdotal y vida Espiritual, en: Revista seminarios (Sobre los
ministerios en la Iglesia; Sacerdotes, testigos y maestros para un tiempo nuevo, Madrid: Instituto Vocacional
“Maestro Ávila”, Vol. LVI- Nº 195-196, Enero-Junio, 2010.
176
Cfr. ARANGO, Oscar, ARIZA., Julio, Una contemplación ante el crucificado, el clamor de las víctimas-
inocentes, Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2007.
80
En síntesis, las aplicaciones pastorales del presente escrito, están en el
reconocimiento de la identidad del presbítero, desde su ministerialidad de la
palabra, de los sacramentos y de la comunión como ejercicio constante de
descubrimiento de la voluntad de Dios en un clima de discernimiento. El matiz
MSA está indicado en la vivencia presbiteral desde la perspectiva de la
vocacionalización177 de tal pastoral según el carisma propio de la Sociedad.
4.3 Implicaciones pedagógicas
Para hablar de las implicaciones pedagógicas del presente escrito, es necesario
recordar que pedagogía es un ―vocablo proveniente del griego παιδαγωγία,
παιδιον (paidón -niño) y γωγος (gogos –conducir) y se define cómo la ciencia que
se ocupa de la educación y la enseñanza‖178. En ello se indica que históricamente
hace poco se ha venido ―insertando‖ en la Iglesia el ejercicio pedagógico, como
fruto de la reflexión de los tratados teológicos y con ellos de los presupuestos y
estamentos concretos de la teología desde el ambiente hermenéutico y práctico.
En tal sentido el presente apartado realiza un acercamiento a las implicaciones
pedagógicas de la formación en los MSA, por considerarse éste el espacio en cual
se ha desenvuelto el presente ejercicio investigativo, con miras a motivar a todos
aquellos que se dedican a la formación presbiteral en su tarea de contribuir al
desarrollo de la labor de la Iglesia en pro de la evangelización a partir de la
promoción, formación y acompañamiento vocacional. Para ello es pertinente referir
que:
―Es una buena pastoral vocacional, el ver a los sacerdotes unidos, hermanos que,
en la diversidad, viven, no de la uniformidad, sino la ―unicordidad‖. Nuestra
177
En los ítems anteriores se ha omitido la referencia a los presbíteros MSA en virtud de que su identidad
presbiteral es aquella que les permite cumplir su misión en la Iglesia en el seno de la Sociedad.
178
Cfr. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario, Madrid: CD ROM (2009).
81
fraternidad es manifestación de Jesucristo y es, por tanto, sacramental y
evangelizadora, transmisora de la Buena Noticia‖179.
El origen de la pedagogía esta por tanto en la necesidad del presbítero participar
activamente en la ―animación‖ de la comunidad, teniendo como referente los
fundamentos teológicos de la identidad, que a su vez permiten que la labor que
realiza este cada vez más implicada en la tarea evangelizadora de la Iglesia, pero
también en el descubrimiento constante de sí mismo para confrontar a otros desde
su testimonio de vida.
Cada vez que el presbítero se adentra en los aspectos que le brindan identidad, se
expresa una dinámica concreta de acción comunicativa, todo ello en sintonía con
la libertad180. Pues, sólo en la medida que el presbítero descubre su propia
identidad y vive de acuerdo a ella, es capaz de interactuar con el mundo y
proponer un estilo de vida diferente, concorde con la propuesta de Jesús y por
tanto liberadora y transformadora de realidades.
Se ha indicado que el presbítero tiene como fuente de su ejercicio pedagógico el
contribuir en la animación de las comunidades; sin embargo al tratarse de una
investigación en relación a los presbíteros MSA, se ha de hablar de comunidad
formativa, atendiendo a las implicaciones del carisma que se han indicado en el
capítulo anterior181. Esto no desenfoca el cometido del escrito, puesto que como
se ha indicado, su identidad está en consonancia con la propuesta MSA en virtud
de la conexión intrínseca que existen entre la Iglesia y el sacramento del orden
que se recibe; claro está sin desconocer el matiz propio del carisma de los
Misioneros y su labor en el seno de la Iglesia como parte del cuerpo de Cristo
(1Cor 13).
179
BENITO., Ministerio Sacerdotal, 2010, p. 81.
180
VÁZQUEZ, Antonio, Como las manos de Dios, Matrimonio y familia en las enseñanzas de Josemaría
Escrivá, Ediciones Palabra, Madrid, 2002, P. 219.
181
Ver Capítulo Tercero.
82
Identidad es la base del ejercicio pedagógico de la animación, pues el presbítero
necesita descubrir qué es aquello que lo ―hace propio‖ y a su vez la razón de ser
de su ejercicio, ya sea en el ambiente pastoral parroquial y/o formativo. Por ello,
es necesario presentar que la Palabra de Dios tal como se ha proyectado, no es
solamente una fuente para la predicación sino ante todo el alimento constante de
la vida presbiteral en relación al ejercicio del anuncio que le genera identidad por
el ministerio que desarrolla animando a descubrir la experiencia de Jesús182.
Tal fundamento se articula con la animación en la medida que allí se encuentra
una forma real para comunicar el mensaje desde el ejercicio vocal, pero también
en consonancia con la ―identificación con Jesús‖. Esto es clave si se entiende que
la comunidad formativa en el seminario183 se prepara mediante las dimensiones de
la formación (espiritual, humana, comunitaria, intelectual y pastoral) para
desarrollar un servicio en favor de la Iglesia y más aún del Reino de Dios. Cada
uno de los lineamientos que se asuman dentro de la formación, han de estar
encaminados al descubrimiento de la identidad; quizá en atención a que la vida del
P. Menard, su querer para los MSA estuvo marcado por una inmensa
preocupación por la pastoral, toda ella unida al espíritu de Jesucristo que le vivifica
y anima constantemente184.
El primer eje fundamental de la pedagogía en relación a la animación está en el
ejercicio de la Palabra; atendiendo a su estudio y meditación, pero también a su
oración para descubrir ―la dinámica didáctica de Jesús‖ que hacía de su mensaje
algo sencillo, comprensible y atrayente para todos aquellos que le escuchaban
(Cfr. Mt 10,24 y Lc 6,40). La forma de transmitir el mensaje por parte de Jesús
estuvo anclado en parábolas (Cfr. Mc 4,11; Lc 8,10; Mt 13,3 y Mc 4,2); pero
también en discursos (Cfr. Mt 5,1-12) los cuales paralelos a su testimonio
―convencían‖ a todos aquellos que le oían con atención.
182
Cfr. TANQUEREY, Teología ascética y mística., París: Editorial Desclée, 1930.
183
Refiriendo al Seminario Mayor de los Santos Apóstoles (Bogotá).
184
Cfr. RODEMBOURG, 15 días con Eusebio, 2001, p. 78.
83
No en vano se dice que: ―el presbítero es fundamentalmente un discípulo de la
Palabra, vive de ella, la lee y medita con frecuencia, la estudia con interés, la ora
fervorosamente y la anuncia con convicción‖185. Es ella la fuente activa de su
acción y de su ejercicio propositivos. Dentro de la formación, se ha de buscar que
la Palabra ocupe un espacio fundamental; primeramente por el implicativo que
tiene en la identidad del futuro presbítero pero también en relación a la
transformación constante de la vida, para continuar adelante en el camino de
seguir a Jesús el maestro.
Otro de los aspectos está en la vida sacramental y es interesante matizar que la
pedagogía desde la animación en la formación incluye tal punto resaltando la
presencia de la Eucaristía en su importancia para la fe de todo creyente, que
sostenida en la esperanza y bajo el ítem de la caridad abre ―mella‖ para el
Reinado de Dios en constante presencia de justicia y paz. 186 En ello el presbítero
cumple un papel de animador para todos aquellos que procuren acercarse al
misterio del Reino en clave de comunión fraterna; salvaguardando la intimidad real
y presente de Jesús en las especies de pan y vino, pero a la vez viendo como
cada uno de los encuentros del maestro en la mesa estaban cargados de
enseñanzas para sus discípulos y para todos aquellos que la compartían.
En tal sentido tenemos que: la exhortación pedagógica está en formar a los
presbíteros de frente a los sacramentos, no solamente en el ámbito ritual sino ante
todo en la influencia de estos para la vida de cada creyente; experimentando que
la misión es conjunta y que ―el misionero experimenta y demuestra en concreto
que el Reino de Dios ha venido y que él lo ha acogido desde las
bienaventuranzas‖187 es decir desde la comunión con el maestro. La vida
sacramental no es ajena a la comunión fraterna y por ello se dice que ésta juega
un papel esencial en la formación de la identidad MSA.
185
MELGUIZO, Guillermo., Los presbíteros: discípulos misioneros de Jesús buen pastor, Bogotá: CELAM, 2008,
p. 47.
186
Cfr. TORRES, Juan., El discernimiento moral a la luz de la Optatam Totius Nº 16., Bogotá: Pontificia
Universidad Javeriana, 2010.
187
DUTTO, Giovanni, La misión, Colombia: Ediciones católicas “sin fronteras”, 2001, p.51.
84
Fortalecer los espacios de la formación para guiar constantemente a los
formandos hacia una plena identidad desde la implicación de los sacramentos
atiende necesariamente a una pedagogía de animación pues, la actividad eclesial
sacramental necesita del constante fortalecimiento de los espacios litúrgicos, pero
ante todo de los compromisos salvíficos que ellos traen para cada hombre. La
comunicación y la comunión de los misterios ejercen una actividad salvífica,
liberadora y de caridad que solamente se comprende desde la profundidad del
amor de Dios y las gracias de su misericordia (Cfr. Lc 15 1-7).
Por último, se habla del ministerio de la comunión y en ella se involucra el
―ejercicio de pastor‖ que el presbítero tiene ante la comunidad; en este caso el
formador cumple esta tarea en su labor formativa y la ha de hacer descubriendo
que en ella se encuentra la identidad de su ministerio, pero también con las
herramientas propias para que los formandos descubran la importancia y valor
desde el servicio y el acompañamiento.
La figura que se recrea en este aspecto que se usa para unirla al presbítero está y
ha de estar en consonancia con la visión de Jesús en el Evangelio; por ello la
imagen de Pastor que ha presentado la historia de la Iglesia confluye con el texto
evangélico que nos presenta que:
―Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el
asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo,
abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque
es asalariado y no le importan nada las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco
mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a
mi Padre y doy mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas, que no son de
este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un
solo rebaño, un solo pastor.‖ (Jn 10, 7-12).
El Pastor es Jesús; sin embargo por la vinculación sacramental del orden que se
ha visto en la historia de la Iglesia, se ha unido al presbítero con esta función; así
85
lo presenta la Presbyterorum Ordinis en sus orientaciones y lo refieren varios
documentos sobre la vida del presbítero, mas desde la formación la imagen
contiene un vasto contenido pedagógico; primeramente por el compromiso
vinculante del presbítero con la misión de Jesús, pero también en la forma como
se ha de relacionar con todos aquellos que ha de orientar en pro de la búsqueda
del Reino y que en futuro desarrollaran esta labor ante la comunidad cristiana.
En síntesis, el elemento pedagógico es la animación de la comunidad, en este
caso de los formandos del (SEMSA), en la dinámica desde el ―humanizar y
evangelizar‖188 teniendo en cuenta constantemente la labor del presbítero y los
fundamentos teológicos de la identidad que se han presentado, los cuales, han de
―potencializar‖ la vivencia de todos aquellos que ya son presbíteros y también de
aquellos que se forman para ello, brindando espacios que permitan encuentros
con la Palabra, con los sacramentos en especial con la Eucaristía; con la
comunión y en especial bajo el espíritu MSA en relación con la fraternidad y el
ejercicio apostólico en pro de las vocaciones al servicio de la Iglesia.
188
Cfr. MISIONEROS., Constituciones, 2006.
86
CONCLUSIONES
Luego del ejercicio investigativo realizado mediante las perspectivas del método
teológico latinoamericano es necesario sintetizar los presupuestos conclusivos que
nos arroja el análisis metodológico. Teniendo presente que la labor realizada
pretende aportar someramente a la realidad del presbítero en su búsqueda
constante de identidad y que los tópicos que se han inducido necesitan ser
asiduamente reflexionados y articulados en tanto que:
Primeramente se concluye que el presbítero necesita descubrir los ejes de su
identidad, porque se encuentra inmerso en un mundo cambiante que exige de él
un conocimiento concreto de su ser y quehacer, con miras a realizar su ejercicio
apostólico concreto evitando con ello desenfoques en el campo pastoral y
personal que le desorienten de su tarea fundamental. Tal tarea se explicita en su
actividad ministerial como servidor de la Palabra, de los sacramentos y de la
comunión del Pueblo de Dios.
Otra de las conclusiones está en la necesidad de diferenciar entre el presbítero y
aquel que además de ser presbítero pertenece a un estilo de vida consagrada, ello
con el fin de recordar que además de los aspectos antes mencionados como ejes
fundamentales de la identidad del presbítero y de poner al servicio su carisma
personal ha de integrar la llamada vocacional, según las normas del instituto
siguiendo con ello el camino de santificación que la Iglesia propone según las
aprobaciones requeridas que se han dado para cada institución.
87
En el caso de la Sociedad de Misioneros de los Santos Apóstoles, por tratarse de
la congregación en la cual se realiza el trabajo, es necesario que el presbítero
MSA descubra su identidad como presbítero primeramente, pero al mismo tiempo
que descubra en la vivencia fraterna y en el apostolado herramientas de identidad
que le permitan realizar su misión carismática como promotor, formador y
acompañante de las vocaciones en un constante servicio eclesial.
La necesidad de hablar de la identidad presbiteral desde las diversas etapas de la
formación y en conjunción con las dimensiones propias de la misma (espiritual,
pastoral, humana, comunitaria e intelectual) es una tarea que atañe a todos
aquellos presbíteros que se encargan de la formación, más la clave está en que
ellos descubran primeramente su identidad, para que puedan enseñarla a otros
con el fin de contribuir con ello a la misión siempre nueva de la evangelización en
pro de la Iglesia.
Mirada a las fuentes, esa es la acción propia del presbítero que descubre su
identidad pues, hablar de ministro de la Palabra, de los sacramentos y de la
comunión no es más que realizar un ejercicio de introspección en la vivencia de
los presbíteros, con el fin de interactuar con el ser y el hacer del mismo para que
pueda con ello no solamente hablar de la identidad sino ante todo asumirla como
una responsabilidad concreta que necesita ser constantemente actualizada y
creada a la luz de los evangelios, del magisterio de la Iglesia y de la tradición.
Otro aspecto conclusivo está en recordar que el ejercicio de la libertad en el
presbítero es un ítem básico para reconocer su identidad pues sólo desde ella se
habla del ministro como agente de respuesta al llamado de Dios. La teología de la
vocación en este campo ha ido creciendo constante y consecuentemente con la
comprensión del Evangelio puesto que ya no se habla simplemente de ―la fuerza
del llamado‖ sino también del ejercicio de la respuesta quizá con la finalidad de
implicar la vida vocacional desde el ambiente humano y así develar ―viejas
88
concepciones‖ de la vocación como un ejercicio de predilección y elección de unos
y del ―desamparo‖ de muchos.189
En este sentido es necesario recordar que la vocación es un don de Dios que se
brinda gratuitamente pero que a su vez está presente en toda la Iglesia; así se ha
manifestado al recordar que la vocación fundamental es la llamada siempre nueva
al amor, uno que se inserta en lo más profundo del ser y que nos recuerda que
―quien ama a Dios, Padre de todos, ama necesariamente a sus semejantes, en los
que reconoce otros tantos hermanos y hermanas‖190. El presbítero tiene esta
misión al igual que todo cristiano porque en ella descubre su identidad y los
elementos teológicos que la componen (Palabra, Eucaristía y Pastoreo).
―Fue Cristo quien eligió a los apóstoles y les hizo partícipes de su misión y su
autoridad. Elevado a la derecha del Padre, no abandona a su rebaño, sino que lo
guarda por medio de los apóstoles bajo su constante protección y lo dirige también
mediante estos mismos pastores que continúan hoy su obra. Por tanto, es Cristo
―quien da‖ a unos el ser apóstoles, a otros, pastores. Sigue actuando por medio de
los apóstoles. Dado que el sacramento del Orden es el sacramento del ministerio
apostólico, corresponde a los obispos, en cuantos sucesores de los apóstoles,
transmitir ―el don espiritual‖, ―la semilla apostólica‖. Los obispos válidamente
ordenados, es decir, que están en la línea de la sucesión apostólica, confieren
válidamente los tres grados del Sacramento del Orden‖191
El ministerio ordenado es entonces una respuesta al llamado primordial que es el
amor en constante continuación con la obra de Cristo; la identidad hace parte de
ese llamado y se construye en la medida que el ministro como servidor reconoce
el don que ha recibido, lo asume como un regalo de Dios y al mismo tiempo busca
comunicarlo a sus hermanos, ya sea desde la predicación, la acción litúrgica o la
labor de guía de la comunidad, en la referencia concreta y constante de la fe a la
luz de la esperanza y bajo el ―escudo‖ de la caridad.
189
Cfr. MARTOS, Juan Carlos, Abrir el corazón, Barcelona: Ediciones Sígueme, 2002.
190
JUAN PABLO II, Vita Consecrata, Roma: 25 de Marzo de 1996, Nº77.
191
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, Bogotá: Conferencia Episcopal de Colombia, 1992, Nº 1575-1576.
89
Esto comprende que:
―El cristiano participa de la vida nueva que procede de Cristo en el Espíritu,
comenzando a vivir ―en Cristo‖, y ―según el Espíritu‖ (teología paulina). ―Bautizados
en Cristo y revestidos de Cristo, habéis sido hechos semejantes al Hijo de Dios.
Porque Dios nos predestinó para la adopción, nos hizo conformes al cuerpo
glorioso de Cristo… Fuisteis convertidos en Cristo al recibir el anticipo del Espíritu
Santo‖ (Cirilo de Jerusalén, Cat.21: Myst. 3,1-3)‖192.
Esta es una conclusión veraz, la vida ministerial del presbítero está en relación
con su ser bautizado y descubre su identidad desde aquello que lo une a la Iglesia
como sacramento, logrando con ello menguar las ―divisiones mal sanas‖ que
muchas veces se comprenden en la vida pastoral entre el bautizado y el ministro
bautizado, dando un sentido de plenitud al ministro y dejando de lado la acción
santificante, profética y de realeza que trae consigo el ser unidos a Cristo por el
bautismo. Esto hace parte de la identidad, porque sólo el ministro que la descubre
y asume puede hablar de esta realidad con total transparencia, sin miedo a
sentirse minusvalorado y/o ensalzado.
192
BOROBIO, Dionisio., Celebrar para vivir, Salamanca: Ediciones sígueme, 2003, p.283.
90
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