0% encontró este documento útil (0 votos)
22 vistas104 páginas

Casina

El documento presenta una introducción y guía didáctica sobre 'Cásina', una comedia de Plauto, destacando sus orígenes en la comedia palliata y su conexión con la Comedia Nueva griega. Se analizan los personajes y temas recurrentes en la obra, así como el uso del lenguaje y la métrica en las comedias de Plauto. Además, se ofrece un resumen de la trama de 'Cásina', centrada en la rivalidad entre un padre y su hijo por el amor de una esclava.

Cargado por

Beatriz Bsb
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
22 vistas104 páginas

Casina

El documento presenta una introducción y guía didáctica sobre 'Cásina', una comedia de Plauto, destacando sus orígenes en la comedia palliata y su conexión con la Comedia Nueva griega. Se analizan los personajes y temas recurrentes en la obra, así como el uso del lenguaje y la métrica en las comedias de Plauto. Además, se ofrece un resumen de la trama de 'Cásina', centrada en la rivalidad entre un padre y su hijo por el amor de una esclava.

Cargado por

Beatriz Bsb
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 104

PLAUTO

CÁSINA

Introducción, guía didáctica y traducción de


ROSARIO MORENO SOLDEVILA
© Rosario Moreno Soldevila
© Prósopon. Festivales de Teatro Grecolatino

I.S.B.N.: 84-688-4455-1
Depósito Legal: S-1.811-2003
Impreso en España
Edición no venal

Imprime: Kadmos
Maquetación: PDFsur S.C.A
ÍNDICE

Introducción ................................................... 7
Guía didáctica ................................................ 15
Bibliografía .................................................... 20
Glosario.......................................................... 21
Cásina ............................................................ 23
INTRODUCCIÓN

1. Los orígenes griegos de la comedia palliata: la


Comedia Nueva
La comedia palliata, el género teatral al que
pertenecen las comedias de Plauto y Terencio, debe su
nombre a una prenda de vestir de origen griego, el palli-
um. Frente a otros géneros como la comedia togata, que
deriva su nombre del vestido romano por excelencia, la
toga, la comedia palliata es de inspiración y ambi-
entación helenizante. En efecto, en los siglos en los que
floreció la palliata la influencia de la literatura griega en
Italia fue arrolladora.
La comedia palliata nace al calor de la Comedia
Nueva griega, cuyo máximo representante fue Menan-
dro. En general, tradicionalmente se han distinguido tres
períodos en la historia de la comedia en Grecia: la
Comedia Antigua, cuyo autor más representativo fue
Aristófanes, la Comedia Media, que podría considerarse
de transición, y la Comedia Nueva. Hay muchas dife-
rencias técnicas entre la Comedia Antigua y la Comedia
Nueva, pero las fundamentales son la orientación y la
temática: mientras que la ambientación de la primera era
política y pública, el mundo de la Comedia Nueva se
desenvuelve en torno a la vida privada y familiar de sus

•7•
PLAUTO

personajes. Este paso de lo público a lo privado es para-


lelo a los cambios políticos que tuvieron lugar en la polis
a lo largo del s. IV. La Comedia Nueva no surge, sin
embargo, de la nada, sino que es fruto de la evolución de
la Comedia Antigua, a la vez que comparte algunos ras-
gos de los últimos estadios de la tragedia clásica, de modo
que algunas obras de Eurípides, sobre todo Helena, Ión e
Ifigenia en Táuride podrían considerarse precursoras de la
Comedia Nueva.
La Comedia Nueva se conserva sólo de forma frag-
mentaria: tenemos una única comedia completa, el Dís-
colo de Menandro. Conocemos a otros autores, como
Dífilo y Filemón. La Comedia latina adaptó los temas y
los recursos dramáticos de estos autores. Valga, como
ejemplo, el argumento típico de la Comedia Nueva que
podemos reconstruir: dos enamorados, separados por
una serie de obstáculos que impiden su matrimonio. El
principal de ellos suele ser el hecho de que la chica sea
una esclava, pues sólo los ciudadanos libres tenían dere-
cho al matrimonio. Esta situación se resuelve normal-
mente con el descubrimiento de que la joven, en verdad,
es de origen libre, pero que fue abandonada en su infan-
cia, en una escena de reconocimiento o anagnórisis.
Como veremos, a grandes rasgos esto es lo que ocurre en
Cásina. La comedia palliata toma también de la Come-
dia Nueva algunos personajes, así como el final feliz,
casi siempre una boda. La Comedia Nueva es más rea-
lista que la Comedia Antigua, trata de personajes
corrientes y de sus preocupaciones.

•8•
CÁSINA

2. La comedia en Italia
La comedia autóctona en Italia era la Fabula Atella-
na, que tenía un alto componente de improvisación y en
la que aparecían personajes tipo, como el viejo, el fanfa-
rrón etc., de manera que podemos compararla con la
Commedia dell’arte italiana. Además de la comedia
palliata, de la que hablaremos a continuación, y de la
comedia togata (de tema fundamentalmente romano y
de corte histórico y cuyos máximos representantes fue-
ron Titinio y Afranio), de la Atellana, que predominará
sobre ambas, el otro subgénero cómico que merece
mención fue el mimo. En él no se empleaban máscaras,
ya que la expresión facial era muy importante para la
actuación.

3. Plauto y la comedia palliata


Los dos máximos exponentes del género cómico en
Roma son Plauto y Terencio. Ambos adaptaron obras
de la Comedia Nueva, a las que añadieron elementos
propios de la tradición teatral latina y, sin duda, buena
parte de su genio creador. La comedia palliata tiene una
serie de rasgos distintivos. El primer hecho que hay que
tener en cuenta es que en la época de Plauto aún no exis-
tían teatros permanentes de piedra (Roma no tuvo uno
hasta el año 55 a. C.): se construían en cambio teatros
de madera para las representaciones, normalmente con
motivo de celebraciones religiosas. El fenómeno es
comparable a la construcción de “plazas de palos” que
todavía se levantan en algunos pueblos de nuestra geo-
grafía para acoger espectáculos taurinos de diversa índo-
le durante las fiestas locales. El decorado de las

•9•
PLAUTO

comedias era, pues, muy simple: las fachadas de dos o


tres casas por las que entran y salen los diversos perso-
najes. La acción se desarrollaba, en efecto, siempre en la
calle, lo cual daba una impresión ciertamente realista, si
tenemos en cuenta que las representaciones eran al aire
libre. Además, dado que las comedias tienen siempre un
origen griego, se entiende que la escena representa Ate-
nas u otro lugar de Grecia, si bien la mezcla de ele-
mentos griegos y romanos es notable, sobre todo en las
comedias de Plauto.
Las comedias eran un espectáculo popular: no debe-
mos imaginarnos a un público selecto contemplando en
silencio una obra de arte. Al teatro acudían gentes de la
más variada condición, incluidos libertos y esclavos, que
querían, sobre todo, divertirse. En cuanto a los actores,
hay que tener en cuenta que siempre en Roma la farán-
dula tuvo muy mala reputación. Para las representa-
ciones, los actores vestían una túnica corta y, a veces, un
manto. Ya que un mismo actor podía representar varios
papeles y que los papeles femeninos eran representados
por hombres, las máscaras ayudaban a los espectadores
a distinguir los distintos personajes y sus rasgos carac-
terísticos. Éstas servían además para que la voz de los
actores se proyectara con mayor facilidad.
En cuanto a los argumentos de las comedias, existe a
menudo un conflicto generacional entre padres e hijos:
en muchas comedias un joven (adulescens) sin dinero
intenta conseguir en amor de una chica, normalmente
una meretrix, a menudo dominada por un alcahuete
(leno) o alcahueta (lena). La avaricia de estos últimos
supone a menudo un obstáculo para el amor, de modo

• 10 •
CÁSINA

que el joven tiene que ingeniárselas para sacarle el dine-


ro a su padre y lo hace las más de las veces con la ayuda
de un esclavo avispado (callidus servus). El padre suele
oponerse a los amoríos del hijo, bien por su severidad,
bien porque él mismo está enamorado de la misma per-
sona, como ocurre en Cásina y en El Mercader de Plau-
to. En ese caso se trata del tipo reconocible del senex
amans (el viejo enamorado). Al final de la obra, hijos,
esclavos y mujeres vencen sobre el pater familias, en
una clara subversión del orden social romano, que hace
que podamos relacionar la comedia latina con fiestas
como las Saturnales, festejos de naturaleza carnavalesca
en las que durante un corto período de tiempo se inver-
tía el orden social. En las comedias de Plauto encontra-
mos a menudo argumentos de confusión y enredo,
como en Anfitrión, donde Júpiter y Hermes adoptan la
apariencia de Anfitrión y su esclavo Sosias; o en Los dos
Menecmos, sobre dos hermanos gemelos que al final de
la obra se reencuentran pero que durante la misma no
sabían de su existencia.
Además del senex, el adulescens, el leno, la lena, el
servus callidus, otros personajes típicos en las comedias
son la esposa gruñona (como Cleóstrata en nuestra come-
dia), el parásito, el fanfarrón, el usurero o prestamista, y el
cocinero. Este último suele ser objeto de escarnio y burla:
en nuestra comedia aparece brevemente un cocinero, a
quien Olimpión acusa de ladrón. Los personajes se repi-
ten, pero ello no quiere decir que haya que hablar exclu-
sivamente de tipos o estereotipos, pues queda siempre
lugar para una caracterización más individualizada.

• 11 •
PLAUTO

Un elemento fundamental de las comedias de Plauto


es la variedad métrica. La métrica latina no se basaba en
el acento y la rima, como la nuestra, sino en la cantidad
vocálica. En las comedias pueden diferenciarse tres tipos
de escenas: aquellas escritas en senarios yámbicos, más
parecidos al lenguaje cotidiano; aquellas escritas en sep-
tenarios trocaicos, usados para las escenas de tensión
dramática y que se recitaban acompañados de un instru-
mento de viento, la tibia; y los pasajes de mayor intensi-
dad dramática, los pasajes líricos, escritos en una gran
variedad de metros y que también se acompañaban de la
tibia.
Titus Maccius Plautus nació en Sársina (Umbría)
hacia mediados o finales del siglo III a. C. Si bien la fecha
de su nacimiento es incierta, la de su muerte la sabemos
gracias a Cicerón: c. 184 a. C. De su vida tenemos pocas
noticias, la mayoría rozando lo legendario: trabajó
primero en el mundo del teatro y tras arruinarse se con-
virtió en molinero. Se le atribuyeron unas 130 comedias,
de las que el gramático Varrón aceptó como verdaderas
sólo 21, que son las que se nos han conservado.
Aunque comparten muchos rasgos fundamentales
con las comedias de Plauto, las de Terencio podrían con-
siderarse más “serias”, pues tienen un mayor compo-
nente moralizante y giran en torno a un dilema ético.
Además, el sabor es mucho más helenizante y culto. En
total son seis: Andria, Heauton Timorumenos, Eunu-
chus, Phormio, Hecyra, Adelphoe. El eunuco comparte
con Cásina el recurso del disfraz: el joven enamorado
Quéreas se disfraza de eunuco para tener más fácil acce-
so a su amada.

• 12 •
CÁSINA

4. Cásina
Cásina es una de las últimas comedias que escribió
Plauto. No en vano es una de sus obras más con-
seguidas. Puede fecharse en torno a 185 a. C. Un padre,
Lisidamo, y su hijo están enamorados de la esclava
Cásina y para estar más cerca de ella cada uno trata de
casarla con uno de sus esclavos: el padre, con
Olimpión, el encargado de su casa de campo, el hijo,
con su escudero Calino. Para zafarse de la rivalidad del
hijo el padre lo ha mandado al extranjero. Pero el dile-
ma no puede resolverse mediante el diálogo, así que se
ven obligados a rifársela y la suerte cae del lado de
Olimpión, es decir, del padre en último término. Su
esposa, que barrunta desde el principio que su marido
está enamorado, vela por los intereses de su hijo
ausente y no está dispuesta a permitir que la boda se
celebre. Trama, pues, un plan: disfrazar a Calino de
novia para frustrar los planes de su esposo. Así,
Olimpión y Lisidamo obtienen su merecido cuando
intentan mantener relaciones con la falsa Cásina en una
de las partes más hilarantes de la obra. Plauto supera en
esta comedia de madurez las convenciones del género:
así, la pareja de jóvenes, Eutinico y Cásina, que da
nombre a la obra, nunca aparece en escena. Además,
suprime la escena de reconocimiento (anagnórisis) y la
convencional escena final de la boda. Sólo en el epílo-
go el esclavo Calino adelanta que se va a descubrir que
Cásina es de origen libre y que la boda con el hijo
puede celebrarse. La escena final es una de burla y de
reconciliación en la que los propios personajes son
conscientes de que están representando una ficción.

• 13 •
PLAUTO

Especial atención merece el lenguaje de Plauto, que


juega un papel esencial en esta comedia. Por ejemplo, el
viejo Lisidamo trata de adoptar un registro petulante,
ingenioso y retórico que pone aún más de manifiesto lo
ridículo de su comportamiento. Las escenas en que los
dos esclavos se enfrentan están cargadas de insultos y
picardía, así como de juegos de palabras (a veces difíci-
les de traducir). Las palabras de Pardalisca cuando rela-
ta al viejo que Cásina amenaza a todos dentro de la casa
con una espada imitan el estilo pomposo de la tragedia:
Plauto está parodiando la típica escena trágica en la que
un mensajero relata un hecho, casi siempre truculento,
que ha tenido lugar fuera de escena. El lenguaje en la
comedia, en general, es menos solemne que el de la tra-
gedia y trata de acercarse al lenguaje coloquial y de la
vida cotidiana. Pero no nos engañemos: las comedias
son elaboradas piezas literarias, escritas en verso. Se
trata de una imitación poética del lenguaje familiar, en
sus distintas variantes. Son muy frecuentes las interjec-
ciones (edepol, hercle, mehercle, mecastor), las excla-
maciones, las repeticiones y pleonasmos, anacolutos,
vocativos, superlativos, diminutivos, neologismos, etc.

• 14 •
GUÍA DIDÁCTICA

Esta guía didáctica se ha concebido como una guía de


lectura que contiene diez actividades, así como algunas
pistas y aclaraciones que pueden ayudar a una lectura
atenta de Cásina. Se sugiere repasar el apartado 1 antes
de la lectura de la obra.

1. Una obra compacta: las imágenes de Cásina.


A. Una imagen recurrente en esta comedia, y en
general, en otras obras de Plauto, es la compara-
ción mitológica: Lisidamo se compara a sí mismo
con el propio Júpiter y a su mujer con Juno. La
comparación añade un elemento cómico esencial:
al igual que Júpiter es famoso por sus correrías y
adulterios con mortales, Lisidamo trata de con-
quistar a la esclava Cásina. Pero Lisidamo no tiene
éxito alguno y la comparación, pues, lo deja aún
más en ridículo. Nótese además como el propio
nombre del mayoral, Olimpión, es irónico: recuer-
da al Monte Olimpo, pero es el nombre de un
palurdo capataz. Actividad 1: busca en la obra
las diversas alusiones mitológicas y establece,
con la ayuda del contexto, la función cómica
que tienen en cada una de las partes de la obra.

• 15 •
PLAUTO

B. Es frecuente en las comedias de Plauto el uso de


metáforas e imágenes del mundo militar. Tales gui-
ños harían las delicias de los muchos soldados que,
sin duda, acudirían al teatro durante las vacaciones.
En esta obra las metáforas militares son muy fre-
cuentes e ilustran el enfrentamiento entre padre e
hijo, así como entre los dos esclavos. Claro está que
la aplicación de estas metáforas a un enfrentamiento
amoroso añade una nota clara de comicidad. Sin
embargo, en la poesía latina se desarrollará con fuer-
za un tópico amoroso basado en esta equiparación, la
militia amoris. Actividad 2: busca las distintas
metáforas e imágenes militares que aparecen en
la comedia.
C. Plauto explora las posibilidades de los nombres de
sus personajes: son nombres parlantes. Por ejem-
plo, Cásina y Mírrina son nombres relacionados
con olores. La casia es una planta aromática muy
apreciada en la antigüedad; Mírrina deriva de otra
sustancia aromática, la mirra. Los nombres vin-
culan ya desde el principio a los dos personajes: al
final de la obra se descubrirá que Cásina es la hija
de Mírrina. Actividad 3: busca en esta obra las
referencias a perfumes y olores (hay muchas).
Otros nombres son muy sugerentes: así Cleóstrata
y Eutinico, los vencedores en la comedia, son
nombres parlantes griegos, que podrían parafrase-
arse como “la gloria del ejército” y “el victorioso”.
Recuérdense las imágenes del mundo militar a las

• 16 •
CÁSINA

que se refería la actividad B. Irónico es, por el con-


trario, el nombre de Alcésimo, que en griego signi-
fica “el que ayuda”: de poca ayuda le sirve al viejo
Lisidamo.
D. Además de los olores, otro elemento fundamental
en la obra es la comida. Cleóstrata castiga a su
esposo dejándolo en ayunas; la glotonería del
viejo podría compararse con sus exacerbados
deseos sexuales. Actividad 4: busca en la obra
las diversas menciones a la comida y establece,
con la ayuda del contexto, su función cómica.

2. La estructura de la obra:
El prólogo: parece haber sido escrito con motivo de
una reposición de la obra. En él se explican los antece-
dentes de la acción pero no se dan datos de cómo trans-
currirá la misma. Nótese cómo se mencionan
personajes-tipo (el viejo enamorado, la esposa, el joven
enamorado, la esclava de origen libre) reconocibles para
el público, al que, sin embargo, le esperan muchas sor-
presas. Normalmente el prólogo lo recitaba una divini-
dad u otro tipo de personaje “omnisciente”, como el Lar
Familiar en la Aulularia de Plauto. Aquí no queda claro:
algunos estudiosos proponen que se trata de la Fidelidad
(Fides), personificada, si bien otros proponen que puede
tratarse de un personaje de la obra. El “epílogo”, como
veremos, está a cargo de Calino. Actividad 5: ¿Cuál es
la relación que establece el prólogo con el público?
Planteamiento: las seis primeras escenas (I 1; II 1; II
2; II 3; II 4; II 5) podemos considerarlas de introducción.

• 17 •
PLAUTO

En la primera vemos a los dos esclavos, uno del campo,


el otro de la ciudad, que se disputan a Cásina. El inter-
cambio de insultos y amenazas es muy característico. El
público tendería a simpatizar más con Calino, el esclavo
del hijo, que con el esclavo del campo, Olimpión, pero
la verdad es que en este primer asalto Olimpión no sale
muy mal parado. A continuación Cleóstrata, la esposa,
aparece en escena con órdenes muy específicas para las
esclavas: que cierren la despensa. Ésa es su manera de
vengarse de su marido. En la escena tercera cuenta a su
vecina, Mírrina, sus problemas con el marido. Mírrina,
curiosamente, le aconseja que le deje a su marido “vía
libre”. Por ahora, parece que el viejo lleva las de ganar.
La cuarta escena supone por fin el enfrentamiento entre
Cleóstrata y su marido. Actividad 6: ¿cambia en algo
la impresión que de él teníamos hasta ahora? ¿Qué
añade el monólogo inicial a la caracterización de
Lisidamo? ¿Quién adopta un papel de autoridad?
Justifícalo.
Las escenas II 4 y II 5 son paralelas: en la primera de
ellas Lisidamo trata de convencer a Calino de que desis-
ta de casarse con Cásina; en la segunda, Olimpión cuen-
ta cómo ha rechazado la misma propuesta que le había
hecho Cleóstrata. Ambas preparan el terreno para la
escena del sorteo.
Desarrollo: La escena central es la del sorteo (a él
hace referencia el título original de la obra, tal como se
cuenta en el prólogo). En esta escena los intercambios
entre los actores son muy rápidos. Los esclavos tratan de

• 18 •
CÁSINA

ganarse a la Fortuna con ruegos formulaicos y de gafar


la suerte del otro. Es un momento de tanta tensión, que
el viejo se delata delante de su esposa. La suerte cae del
lado de Lisidamo y Olimpión. Actividad 7: ¿Qué acti-
tud adopta Cleóstrata ante la derrota y cómo lo
interpretas?
– En la escena siguiente (II 8) comienzan a invertirse
las tornas. Calino, escondido, descubre lo que sólo
su ama había intuido: que la boda de Cásina con
Olimpión es una artimaña ideada por el viejo, ena-
morado. Son fundamentales en esta escena el equí-
voco sexual y los juegos de palabras. Los actos III
y IV se desarrollan en torno a las maquinaciones de
Cleóstrata, que ya sabe a ciencia cierta las inten-
ciones de su marido: ahora es ella la que domina la
acción. Actividad 8: hasta la escena IV 3, donde
comienza la falsa boda, tres son las medidas que
ha tomado Cleóstrata para burlarse de su mari-
do. ¿Cuáles son?
Nudo: la escena de travestismo es el nudo de la
obra. En IV 4 sale ya la novia y la reciben “sus dos
maridos”. Los primeros golpes que reciben son sólo
el preludio de lo que ocurrirá en casa de Alcésimo.
Lo que ocurre en tan movida noche de bodas sólo
lo sabemos por el relato indirecto de Olimpión y
Lisidamo en las escenas V 2 y 3. En ellas, es impor-
tante el equívoco sexual y la desnudez de los prota-
gonistas: la pérdida del manto (y del bastón en el
caso de Lisidamo) simbolizan su derrota, así como

• 19 •
PLAUTO

su pérdida de dignidad (y de virilidad, en el caso


del bastón). Actividad 9: ¿En qué otros detalles se
manifiesta la humillación de Lisidamo?

Desenlace: Escena V 3. El viejo, descubierto y humi-


llado, pide perdón a su esposa y lo recibe. Se restaura así
el orden familiar. A cargo de Calino, disfrazado de Cási-
na, queda el epílogo con el que se cierra la obra. Activi-
dad 10: ¿Cómo se relaciona el epílogo con el prólogo
y cuál es su relación con el resto de la obra?

Bibliografía
Beare, W. The Roman Stage (Northampton, 1968).
Duckworth, G. E. The Nature of Roman Comedy: A
Study in Popular Entertainment (Londres, 1952).
O’Bryhim, S. Greek and Roman Comedy. Translations
and Interpretations of Four Representative Plays
(Texas, 2001).
MacCary, W. T.- Willcock, M. M. Plautus, Casina
(Cambridge, 1976).
Plauto. Comedias I. Introducción general de Agustín
García Calvo. Introducción, traducciones y notas de
Mercedes González-Haba (Madrid, 2000).
Taylor, D. The Greek and Roman Stage (Londres, 1999).

• 20 •
GLOSARIO
Adulescens: “joven” en latín. Personaje de la comedia, normalmente
enamorado.
Anacoluto: incongruencia gramatical, propia del lenguaje hablado;
inconsecuencia en la construcción del discurso.
Anagnórisis: “reconocimiento” en griego: normalmente se trata de
una escena en que se reconoce la verdadera identidad de un perso-
naje y que ayuda al desenlace de la comedia.
Aristófanes: el más famoso comediógrafo griego (c. 448-380 a. C.),
representante de la Comedia Antigua.
Callidus servus: el esclavo astuto, que ayuda al adulescens a conse-
guir sus propósitos.
Caracterización: construcción del personaje de ficción por parte del
autor.
Commedia dell’arte: forma popular de teatro basado en la improvi-
sación, que floreció en Italia entre los siglos 16 y 17 y que se basa-
ba en personajes y situaciones tipo.
Dífilo: escritor de comedias griego.
Eurípides: junto con Esquilo y Sófocles, uno de los más grandes escri-
tores de tragedias griegos (c. 480-406 a. C.).
Fabula Atellana: recibe su nombre de una localidad de Apulia, Ate-
lla. Son antiguas representaciones cómicas, en las que son fre-
cuentes los personajes tipo.
Filemón: escritor de comedias griego.
Interjección: clase de palabra que expresa un sentimiento o emo-
ción; también sirven para llamar la atención del interlocutor, como
forma de saludo, despedida, conformidad.
Lar: divinidad protectora del hogar.
Lena: alcahueta.

• 21 •
PLAUTO

Leno: alcahuete.
Menandro: (c. 342-292) escritor de comedias ateniense, el máximo
representante de la Comedia Nueva.
Métrica: versificación; medida y estructura de los versos.
Militia amoris: “la milicia del amor”. Tópico amatorio de la poesía
latina en que el amante se visualiza como un soldado.
Mimo: tipo de representación dramática, importada de Grecia.
Neologismo: palabra de nueva creación.
Nombres parlantes: nombre propio de un personaje cuyo sentido
refleja alguna cualidad física o moral de su portador.
Palliata: tipo de comedia latina adaptada de los griegos, cuyos máxi-
mos representantes fueron Plauto y Terencio.
Pallium: tipo de manto.
Pater Familias: jefe o cabeza de familia (nótese que el término fami-
lia en latín es más amplio que en español e incluye a los esclavos)
Pleonasmo: circunloquio: expresión de una idea mediante más pala-
bras de las necesarias.
Polis: ciudades-estado independientes griegas, entre las que destaca-
ban Esparta y Atenas.
Omnisciente: que sabe todo lo que sucede en la obra y todo lo que
piensan y hacen los personajes.
Registro: modo de expresarse que se adopta en función de las cir-
cunstancias.
Saturnales: festival celebrado en torno al solsticio de invierno (19 de
diciembre) en honor de Saturno. Se trata de unas fiestas carnava-
lescas en esencia, de licencia para los esclavos, en la que se hací-
an regalos.
Senex amans: “viejo enamorado”. Personaje de la comedia.
Tibia: tipo de flauta que servía de acompañamiento en muchas repre-
sentaciones teatrales.
Togata: tipo de comedia latina de tema y personajes romanos.
Travestismo: disfraz con las ropas del sexo contrario.

• 22 •
PLAUTO

CÁSINA
DRAMATIS PERSONAE

OLIMPION (EL MAYORAL)

CALINO (EL ESCUDERO)

CLEÓSTRATA (LA MUJER)

PARDALISCA (ESCLAVA)

MÍRRINA (LA VECINA)

LISIDAMO (EL VIEJO)

ALCÉSIMO (EL VECINO)

CITRIÓN (EL COCINERO)


PRÓLOGO

Bienvenidos, excelentes espectadores, que tenéis la


máxima consideración por la Fidelidad, y ella por vosotros.
Si estoy en lo cierto, hacedme una señal clara de modo que
sepa yo desde el principio que me sois propicios1. Consi-
dero yo sabios a quienes beben vino viejo y a quienes con-
templan con gusto viejas comedias. Puesto que os gustan
las obras y palabras antiguas, es lógico que os gusten las
comedias antiguas más que otras. Pues ahora las comedias
nuevas que salen valen mucho menos que un duro de los
nuevos. Nosotros, tras enterarnos por las habladurías del
pueblo de que sois admiradores fervientes de las comedias
de Plauto, representamos ahora una comedia antigua suya,
a la que vosotros disteis vuestra aprobación -los entrados en
años, porque los que son más jóvenes, creo, no la conocen.
Pero nos esforzaremos para que la conozcan. Cuando se
representó por primera vez, venció ésta sobre las demás
comedias. En aquella época vivía la flor y nata de los poe-
tas, que ya marcharon de aquí adonde hemos de ir todos.
Pero aunque no están presentes, nos son tan de provecho
como si lo estuvieran. A todos vosotros os ruego encareci-

1 Esta pidiendo el aplauso de los espectadores.

• 25 •
PLAUTO

damente que prestéis oído benévolo a nuestra compañía.


Echad de vuestro pecho las preocupaciones y el dinero
ajeno, que nadie tema a su acreedor: estamos de fiesta,
también están de vacaciones, pues, los banqueros. Todo
está tranquilo, se celebran los días del alción2 en torno al
foro: ellos saben bien sus cuentas y durante las fiestas no
piden dinero a nadie, pero a nadie lo devuelven tampoco
cuando pasan las fiestas. Si están libres vuestros oídos,
prestad atención: quiero deciros el título de la comedia.
Clerumenoi se llama esta comedia en griego, el latín, Sor-
tientes3. Dífilo4 la escribió en griego y luego Plauto, el del
nombre de perro5, en latín. (Señala la casa de Lisidamo)
Aquí vive un viejo que está casado; tiene un hijo que vive
con él en esta misma casa. También tiene un esclavo que
yace convaleciente, o mejor dicho, por Hércules, yace en la
cama, para no mentiros. Este esclavo -pero de esto hace ya
dieciséis años- vio cómo al caer de la tarde abandonaban a
una niña. Se dirigió al punto a la mujer que la estaba aban-
donando y le pide que se la dé: la convence y se la lleva. La
llevó derecho a su casa, se la da a su señora y le pide que
cuide de ella, que la críe. Así lo hizo su señora y la crió con
mucho esmero, como si fuese hija suya. Ahora que está en

2 Se creía que este ave depositaba sus huevos en alta mar durante los siete días antes y
después del solsticio de invierno (14-28 de diciembre). Curiosamente, la fiesta de las
Saturnales se celebraba el 19 de diciembre.
3 Literalmente: “los que echan a suertes”.
4 Este famoso dramaturgo griego escribió unas cien comedias: se conservan sólo los títu-
los de unas sesenta.
5 Plautus parece que podía aplicarse a un perro con las orejas caídas.

• 26 •
CÁSINA

edad de merecer, este viejo se ha enamorado perdidamente


y, lo que es más, rivaliza con el hijo. Ahora ambos preparan
sus legiones, el uno contra el otro, el padre contra el hijo,
clandestinamente. El padre ha ordenado a su mayoral que
tome a la chica por esposa: espera así, si se le da, tener fácil
acceso a ella fuera de la casa a escondidas de su mujer; el
hijo ha ordenado a su escudero que la tome como esposa:
sabe que si lo consigue tendrá lo que desea dentro de su
cobertizo. La esposa del viejo se ha dado cuenta de que su
marido anda enamorado; por eso se ha puesto de parte del
hijo. El padre, cuando se dio cuenta de que su hijo amaba a
la misma que él y que iba a suponerle un obstáculo, lo ha
mandado al extranjero, aunque sabe que la madre vela los
intereses de él, por más que esté ausente. El hijo -no lo
esperéis- no regresará hoy a la ciudad en esta comedia.
Plauto no quiso. Cortó el puente que está en su camino.
Creo que algunos aquí andarán murmurando: “¡Por Hércu-
les! ¿Qué es eso, por favor? ¿Bodas entre esclavos? ¿Escla-
vos casándose y proponiendo matrimonio? Nos han traído
una costumbre nueva que no pasa en ningún sitio”. Pero yo
tengo por cierto que así ocurre en Grecia y en Cartago, y
aquí en nuestro país, en Apulia6: allí se preocupan más por
las bodas entre esclavos que entre personas libres. Si no es
así, me apuesto una jarra de vino con miel, con tal de que
el árbitro sea Púnico, Griego o Apulio7. ¿Qué pasa? ¿Nadie
se mueve? Ya veo: nadie tiene sed. Volveré a la niña aban-

6 Región del Sureste de Italia.


7 Mentirosos por antonomasia.

• 27 •
PLAUTO

donada que los esclavos, con todas sus fuerzas, pretenden


como esposa. Se descubrirá que es casta y de origen libre,
hija de un ciudadano Ateniense, y no hará nada indecente,
al menos en esta comedia. Pero luego, cuando concluya la
comedia, ¡por Hércules!, si alguien le ofrece dinero, como
barrunto, sí que se casará, sin esperar los augurios. Eso es
todo. Salud, que os vaya bien, prosperad y venced, con
valor verdadero, como habéis hecho hasta ahora.

• 28 •
ACTO I

ESCENA PRIMERA

OLIMPIÓN.- ¿Es que no puedo hablar y pensar yo solo en


mis cosas, sin que estés delante? ¿Por qué me sigues,
demonios?
CALINO.- Porque me he propuesto seguirte siempre como
una sombra adonde quiera que vayas; incluso si quieres ir
a crucificarte8, se me ha ordenado seguirte. Así que ponte
a pensar en el resto, en si vas a poder o no con tus intri-
gas adelantarte y tomar como esposa a Cásina a escondi-
das, como pretendes.

OLIMPIÓN.- ¿Qué tienes que ver tú conmigo?

CALINO.- ¿Que qué, dices, caradura? ¿Por qué te arrastras


por la ciudad, mayoral de poca monta?

OLIMPIÓN.- Porque me da la gana.

CALINO.- ¿Por qué no estás en el campo, tu territorio?


¿Por qué no te preocupas de las obligaciones que se te
han encomendado y dejas los asuntos de la ciudad? Has

8 La crucifixión era un castigo propio de esclavos.

• 29 •
PLAUTO

venido a quitarme la esposa: vete al campo, vete a freír


espárragos a tu provincia.

OLIMPIÓN.- Calino, no me he olvidado de mis obliga-


ciones: he dejado en el campo a alguien al cargo. Yo,
si consigo lo que he venido a hacer en la ciudad, casar-
me con ésta a la que tanto amas, la hermosa y tierne-
cita Cásina, que sirve contigo en esta casa, cuando me
la lleve conmigo al campo como esposa, no me move-
ré ya mi campo, de mi “territorio”.

CALINO.- ¿Que te vas casar con ella? ¡Por Hércules


que me ahorco antes de que te apoderes de ella!

OLIMPIÓN.- Ese botín es mío. Así que ponte ya la soga


al cuello.

CALINO.- Tú, desecho de estercolero, ¿ese botín va a


ser tuyo?

OLIMPIÓN.- Sabes que es así.

CALINO.- Vete al infierno.

OLIMPIÓN.- Por mi vida que te voy a hacer desgracia-


do, de todas las formas que pueda, con mi boda.

CALINO.- ¿Qué me vas a hacer?

• 30 •
CÁSINA

OLIMPIÓN.- ¿Que qué te voy a hacer? Lo primero, lle-


varás la antorcha de la novia; después, serás tan
incompetente e inútil como siempre. Luego, cuando
vengas a la finca, se te dará un ánfora y un camino, una
fuente y una tinaja de bronce y ocho jarras: si no las
tienes siempre llenas, te colmaré de azotes. Por cierto
que te voy a dejar tan jorobado de acarrear agua, que
podrán hacerse contigo arreos de mula9. Luego, a no
ser que te comas un montón de arveja o la tierra, como
una lombriz, cuando quieras probar bocado, vas a
pasar más hambre en el campo que el hambre misma.
Luego, cuando estés cansado y famélico, se procurará
que de noche te acuestes como te mereces.

CALINO.- ¿Qué harás?

OLIMPIÓN.- Te ataré firmemente a la ventana, desde


donde puedas escuchar cuando yo la bese, cuando ella
me diga “alma mía, Olimpión mío, vida mía, miel de
mis labios, mi gozo, déjame que te bese tus ojillos,
delicia mía, déjate querer, mi día de fiesta, gorrioncito
mío, pichón mío, conejito mío”; cuando ella me diga
estas palabras, entonces tú, condenado, te retorcerás
como un ratón entre dos paredes. No te molestes ahora
en responderme. Me voy dentro: estoy cansado de
hablar contigo.

9 Juego de palabras con el nombre de Calino, que significa en griego “riendas”.

• 31 •
PLAUTO

CALINO.- Te sigo. Por Pólux que no has de hacer nada


ahí sin que esté yo delante.

• 32 •
ACTO II

ESCENA PRIMERA

CLEÓSTRATA.- (A las esclavas dentro de su casa)


Cerrad la despensa, dadme la llave. Voy a cruzar aquí
al lado, a casa de mi vecina. Si mi marido quiere algo
de mí, hacedme llamar.

PARDALISCA.- El viejo había ordenado que se le pre-


parara el almuerzo.

CLEÓSTRATA.- ¡Chist! Calla y vete. Ni se lo preparo


ni se va a cocinar hoy, cuando esa calamidad de hom-
bre se enfrenta a mí y a su hijo para satisfacer sus
deseos. Me vengaré de ese enamorado haciéndole
pasar hambre, sed y penalidades, lo atormentaré con
palabras hirientes, haré que lleve la vida que se mere-
ce ese pasto para el Aqueronte10, buscador de desgra-
cias, antro de perdición. Voy ahora a casa de mi vecina
a quejarme de mis desgracias. Pero, mira, ha crujido la
puerta, y ella misma sale fuera. Por Pólux que he
emprendido el camino en mal momento.

10 Uno de los ríos del infierno.

• 33 •
PLAUTO

ESCENA SEGUNDA

MÍRRINA.- (A las esclavas dentro de su casa) Seguidme,


siervas, aquí al lado. ¡Eh, tú! ¿Me está oyendo alguien?
Si mi marido quiere algo estaré ahí. Es que cuando estoy
sola en casa me entra un sopor tan grande que no puedo
seguir con la labor. (A una esclava) ¿No te he ordenado
traerme la rueca?

CLEÓSTRATA.- Salud, Mírrina.

MÍRRINA.- Salud, por Cástor. Pero, dime, ¿por qué estás


tan triste?

CLEÓSTRATA.- Así están todas las mal casadas. Siempre


sobran motivos en casa y fuera para estar apesadumbra-
da. Iba ahora mismo a verte.

MÍRRINA.- Y yo a ti. ¿Pero qué es lo que te tiene apesa-


dumbrada? Pues si te va mal algo, yo también sufro lo
mismo.

CLEÓSTRATA.- Creo, por Cástor, que a ninguna vecina


quiero con más razón que a ti, ni hay ninguna que tenga
más cualidades que yo quisiera para mí.

MÍRRINA.- Gracias, pero espero que me digas qué te pasa.

CLEÓSTRATA.- En mi casa se me trata con la punta


del pie.

• 34 •
CÁSINA

MÍRRINA.- ¡Eh! ¿Qué pasa? Dímelo, te lo ruego, pues


todavía no entiendo muy bien las quejas tuyas.

CLEÓSTRATA.- Mi marido me trata con la punta del pie


y no tengo oportunidad de ejercer mis derechos.

MÍRRINA.- Si me estás contando la verdad, resulta sor-


prendente, pues son los hombres quienes a duras penas
consiguen ejercer sus derechos sobre las mujeres.

CLEÓSTRATA.- Resulta que desea, en contra de mi volun-


tad, casar con el mayoral a la esclavita que yo he criado
con mi propio gasto, pero es él mismo quien está enamo-
rado de ella.

MÍRRINA.- ¡Qué horror! Calla.

CLEÓSTRATA.- Aquí y ahora te lo puedo contar: hay con-


fianza.

MÍRRINA.- Así es. ¿De dónde la has sacado? Una mujer


honrada no debe tener una propiedad propia a espaldas de
su marido; y la que lo tiene, no la ha recibido honesta-
mente, pues o se la ha robado al marido, o la ha obtenido
de forma deshonrosa. Yo soy de la opinión de que ha de
ser de tu marido todo lo que es tuyo.

CLEÓSTRATA.- Todo lo que dices está en contra de tu


amiga.

• 35 •
PLAUTO

MÍRRINA.- ¡Anda, calla, tonta! No te opongas tú a él.


Déjalo que ame, déjalo que haga lo que quiera, mientras
que a ti no te falte nada en casa.

CLEÓSTRATA.- ¿Estás bien de la cabeza? Esto que dices


está totalmente en contra de tus propios intereses.

MÍRRINA.- Necia, sólo debes evitar una frase de boca de


tu marido.

CLEÓSTRATA.- ¿Cuál?

MÍRRINA.- “Mujer, vete de mi casa”.

CLEÓSTRATA.- ¡Chist! Calla.

MÍRRINA.- ¿Qué pasa?

CLEÓSTRATA.- Mira.

MÍRRINA.- ¿Quién es? ¿A quién ves?

CLEÓSTRATA.- Ahí viene mi marido. Ve dentro, corre,


date prisa por favor.

MÍRRINA.- Voy, voy.

CLEÓSTRATA.- En el momento en que tengamos un


hueco libre, hablaré contigo. Adiós.

MÍRRINA.- Adiós.

• 36 •
CÁSINA

ESCENA TERCERA

LISIDAMO.- A todas las cosas y a las exquisiteces más


exquisitas creo yo que aventaja el amor y no puedo pen-
sar en cosa alguna que tenga más sal y más gracia. Me
sorprende que los cocineros, que usan tantos condimen-
tos, no usen el condimento que supera a todos. Pues
donde hay amor como condimento la comida gusta a
cualquiera. No puede haber nada sabroso ni suave si no
tiene amor como ingrediente. De la hiel, que es amarga,
hará miel, al hombre triste lo hará grácil y grato. Esta
conclusión la saco yo por experiencia propia, no por la
ajena, pues desde que amo a Cásina, estoy más resplan-
deciente, con mi elegancia aventajo a la elegancia misma.
Tengo en danza a todos los perfumistas, dondequiera que
hay un perfume agradable me perfumo para gustarle, y le
gusto, según creo. Pero mi mujer me martiriza con su
existencia. Ahí la veo de pie y con mala cara. Tengo que
dirigirme a esta desgracia mía con buenas palabras. (A
Cleóstrata) Esposa, amor mío. ¿Qué tal?

CLEÓSTRATA.- Fuera, quítame las manos de encima.

LISIDAMO.- ¡Venga! Juno mía, no debes poner tan mala


cara a tu Júpiter. ¿Adónde vas?

CLEÓSTRATA.- ¡Suéltame!

LISIDAMO.- Quédate.

CLEÓSTRATA.- No me quedo.

• 37 •
PLAUTO

LISIDAMO.- Pues te seguiré, por Pólux.

CLEÓSTRATA.- Por favor, ¿está este hombre en su sano


juicio?

LISIDAMO.- En mi sano juicio porque te amo.

CLEÓSTRATA.- No me ames.

LISIDAMO.- No lo puedo remediar.

CLEÓSTRATA.- Me estás matando.

LISIDAMO.- (Aparte) ¡Ojalá estuvieras en lo cierto!

CLEÓSTRATA.- Eso es lo que tú quisieras.

LISIDAMO.- Mírame, cariño mío.

CLEÓSTRATA.- “¿Cariño mío?” Tanto como tú para mí.


¿De dónde salen estos perfumes, por favor?

LISIDAMO.- (Aparte) ¡Oh, estoy perdido! Me ha pillado


con las manos en la masa, desdichado de mí. ¿A qué
espero para limpiarme la cabeza con el manto? ¡Que el
buen Mercurio11 te pierda, perfumista que me diste esos
ungüentos!

CLEÓSTRATA.- Mira que eres tarambana, mosquita cano-


sa. Apenas puedo contenerme para no decirte lo que

11 Mercurio era el dios de los comerciantes (¡y de los ladrones!).

• 38 •
CÁSINA

mereces que te diga: ¿con la edad que tienes, te paseas


por la calle apestando a perfume, zángano?

LISIDAMO.- He estado, por Pólux, acompañando a un


amigo mientras compraba unos perfumes.

CLEÓSTRATA.- ¡Qué rápido inventas excusas! ¿Es que no


tienes vergüenza ninguna?

LISIDAMO.- Toda la que tú quieras.

CLEÓSTRATA.- ¿En qué burdeles te has acostado?

LISIDAMO.- ¿Yo, en burdeles?

CLEÓSTRATA.- Yo sé más de lo que tú te crees.

LISIDAMO.- ¿Qué? ¿Qué es lo que sabes?

CLEÓSTRATA.- Que no hay un viejo más holgazán que


tú. ¿De dónde vienes, tunante? ¿Dónde has estado?
¿Dónde te has revolcado? ¿Dónde has estado bebiendo?
Estás borracho, mira qué arrugado está tu manto.

LISIDAMO.- Que los dioses me desgracien -(aparte) y a ti


también- si hoy he vertido en mi boca una gota de vino.

CLEÓSTRATA.- No importa, haz lo que te plazca, bebe,


come, échate a perder, derrocha el dinero.

• 39 •
PLAUTO

LISIDAMO.- Basta, ya está bien, mujer, contente, gritas


demasiado, deja un poco de cháchara para que puedas
reñir conmigo mañana. Pero, cuéntame, ¿has cedido ya?
¿Vas a hacer lo que tu marido quiere que hagas en vez de
llevarle la contraria?

CLEÓSTRATA.- ¿A qué te refieres?

LISIDAMO.- ¿Y aún me lo preguntas? A casar a la escla-


va Cásina con nuestro mayoral, un esclavo austero con el
que nunca le faltará leña, agua caliente, comida, ropa, y
con el que tendrá un lugar donde criar a los hijos que
tenga, en vez de dársela a ese otro eslavo, ese escudero
inútil y disoluto, que no tiene ahorrado ni un duro de
plomo.

CLEÓSTRATA.- Me sorprende, por Cástor, que con la


vejez te hayas olvidado de cuáles son tus menesteres.

LISIDAMO.- ¿A qué te refieres?

CLEÓSTRATA.- Si obraras bien y rectamente, dejarías


que yo me ocupara de las esclavas, que son asunto
mío.

LISIDAMO.- ¿Por qué, mala mujer, quieres casarla con


un hombrecillo porta-escudos?

CLEÓSTRATA.- Pues porque tengo que velar por los


intereses de mi único hijo.

• 40 •
CÁSINA

LISIDAMO.- Pero aunque sea único, no es más hijo único


él para mí que yo para él padre único: es más justo que él
ceda en lo que yo quiero antes que yo ante él.

CLEÓSTRATA.- ¡Por Cástor, hombre, que tú quieres algo


malo!

LISIDAMO.- (Aparte) Se lo está oliendo, seguro. (A Cle-


óstrata) ¿Yo?

CLEÓSTRATA.- Tú, sí, ¿qué andas farfullando? ¿Por qué


te empeñas en esto con tantos deseos?

LISIDAMO.- Para que se case con un esclavo de bien, y no


con un degenerado.

CLEÓSTRATA.- ¿Y si le pido yo y le ruego al mayoral que


se la ceda al otro?

LISIDAMO.- ¿Y si yo consigo que el escudero se la ceda


al otro? Creo que eso puedo lograrlo.

CLEÓSTRATA.- Me parece bien. ¿Quieres que llame de tu


parte a Calino para que salga? Habla tú con él, que yo
hablaré con el mayoral.

LISIDAMO.- De acuerdo.

CLEÓSTRATA.- Estará aquí en seguida. (Se va hacia la


puerta). Ahora veremos quién tiene más labia.

• 41 •
PLAUTO

LISIDAMO.- ¡Por Hércules! ¡Que los dioses la confundan,


ahora que puedo hablar! A mí, desgraciado, me atormen-
ta el amor; ella, por su parte, se me opone como adrede.
Creo que mi mujer se huele lo que estoy tramando. Por
eso favorece más al escudero aposta. (Al ver a Calino que
sale) ¡Que todos los dioses y diosas lo confundan!

ESCENA CUARTA

CALINO.- Tu mujer me ha dicho que me llamabas.


LISIDAMO.- En efecto, te he mandado llamar.
CALINO.- Dime qué quieres.
LISIDAMO.- Primero quiero que dejes de fruncir el ceño
cuando me hables. Es una tontería mostrarte cariaconte-
cido ante quien tiene autoridad sobre ti. Ya hace tiempo
que sé que eres un hombre honrado y austero.
CALINO.- Ya veo. ¿Por qué entonces, si así piensas de mí,
no me manumites12?
LISIDAMO.- Eso es precisamente lo que quiero yo. Pero
no sirve de nada que yo lo quiera si tú no ayudas con tus
acciones.

12 Manumitir es dar la libertad a un esclavo, que se convierte así en liberto.

• 42 •
CÁSINA

CALINO.- Me encantaría saber qué es lo que quieres


que haga.

LISIDAMO.- Presta atención, que te lo voy a decir. He


prometido dar a Cásina por esposa a mi mayoral.

CALINO.- Pero tu esposa y tu hijo me lo prometieron a mí.

LISIDAMO.- Lo sé, pero ¿qué prefieres ahora: estar sol-


tero y ser libre, o pasar tus días casado, pero esclavo,
tú y tus hijos? Tú tienes la palabra: elige una de las dos
propuestas.

CALINO.- Si fuera libre, viviría por mi cuenta y riesgo.


Ahora vivo por los tuyos. Está claro que a Cásina no
se la voy a ceder a ningún hombre.

LISIDAMO.- Ve dentro y dile a mi mujer que salga y


tráete una urna con agua y unas varitas13.

CALINO.- Me parece bien.

LISIDAMO.- Por Pólux. Ya me conozco tus trucos: esa


jabalina no me atravesará. Pues si no puedo conseguir
nada por esta vía, al menos lo echaré a suertes. Así me
vengaré de ti y de tus partidarios.

13 Para echarlo a suertes. El sorteo se realizaba, como veremos, sacando de una pequeña
vasija llena de agua una varita. A cada uno de los participantes correspondía una vari-
ta con un número y ganaba aquél cuya varita era sacada en primer lugar.

• 43 •
PLAUTO

CALINO.- Pero la suerte me tocará a mí.

LISIDAMO.- ¡Por Pólux, la suerte de perecer tortura-


do! ¿No desapareces ya de mi vista?

CALINO.- Mal que te pese verme, seguiré con vida


(Se va).

LISIDAMO.- ¿No soy desgraciado? ¿No he tenido


suficientes contratiempos? Tengo miedo de que mi
esposa haya convencido a Olimpión para que no se
case con Cásina. Si lo ha conseguido, ¡ay de mí, viejo
desgraciado! Si no lo ha logrado, todavía tengo un
atisbo de esperanza en el sorteo. Si el sorteo me falla,
haré de mi espada un colchón y me tumbaré sobre
ella. Pero menos mal que ahí viene Olimpión.

ESCENA QUINTA

OLIMPIÓN.- (A Cleóstrata) Por Pólux, ama, es más


fácil que me metas en un horno ardiendo y me tues-
tes allí como un pan moreno que conseguir de mí lo
que me pides.

LISIDAMO.- Estoy salvado, aún me queda esperanza


al oír estas palabras.

• 44 •
CÁSINA

OLIMPIÓN.- ¿Por qué me intimidas hablándome de la


libertad, ama? Aunque tú y tu hijo no queráis, mal
que os pese, puedo conseguir mi libertad por un as14.
LISIDAMO.- ¿Qué es eso? ¿Con quién riñes,
Olimpión?
OLIMPIÓN.- Con la misma con la que riñes tú
siempre.
LISIDAMO.- ¿Con mi esposa?
OLIMPIÓN.- ¿De qué esposa me hablas? Eres como
un cazador: día y noche pasas la vida con un perro.
LISIDAMO.- ¿Qué hace? ¿Qué habla contigo?
OLIMPIÓN.- Me pide, me ruega que no me case con
Cásina.
LISIDAMO.- ¿Y tú qué le has dicho?
OLIMPIÓN.- He dicho que no se lo concedería eso ni
al mismo Júpiter aunque me lo pidiera.
LISIDAMO.- ¡Que los dioses te guarden!
OLIMPIÓN.- Ahora está totalmente furiosa, está hin-
chada de ira contra mí.

LISIDAMO.- ¡Por Pólux! ¡Ojalá reviente por la mitad!

14 Una moneda de poco valor.

• 45 •
PLAUTO

OLIMPIÓN.- Creo que, por Pólux, ya ha reventado, si tú


sirves para algo. Pero, por Pólux, me está saliendo muy
caro tu enamoramiento: tu esposa está en mi contra, tu
hijo está en mi contra, los demás esclavos están en mi
contra.
LISIDAMO.- ¿Y a ti qué más te da? Con que sólo Júpiter
te sea propicio, que te importen un bledo esos dioses de
segunda.
OLIMPIÓN.- Eso son tonterías. Como si no supieras que
los “Júpiteres” humanos se mueren de repente. Respon-
de: si tú, Júpiter, te mueres y pasa tu reino a manos de los
dioses de segunda, ¿quién me aliviará la espalda, la cabe-
za o las piernas?15
LISIDAMO.- Las cosas te irán mejor de lo que piensas si
conseguimos que yo me acueste con Cásina.
OLIMPIÓN.- No creo que podamos conseguirlo, por Hér-
cules, con tanta acritud se empeña tu mujer en que no me
case con ella.
LISIDAMO.- Pero esto es lo que voy a hacer: echaré las
varitas en la vasija y echaré a suertes entre tú y Calino.
Creo que las cosas han llegado a un punto en que debe-
mos luchar con las espadas frente a frente.

15 Olimpión imagina la venganza de su ama y de su joven amo en forma de castigo


físico.

• 46 •
CÁSINA

OLIMPIÓN.- ¿Y si la suerte viene en tu contra?


LISIDAMO.- No blasfemes. Confío en los dioses, en
ellos tengo puesta mi esperanza.
OLIMPIÓN.- No daría un duro yo por eso que dices,
pues todos los mortales confían en los dioses y, sin
embargo, yo a muchos de los que confiaban en los dio-
ses los he visto defraudados.
LISIDAMO.- ¡Chist! Cállate un poco.
OLIMPIÓN.- ¿Qué pasa?
LISIDAMO.- Aquí sale Calino con la vasija y las vari-
tas. Ahora lucharemos cuerpo a cuerpo.

ESCENA SEXTA

CLEÓSTRATA.- Aclárame, Calino, lo que mi marido


quiere de mí.
CALINO- Quiere verte, por Pólux, fuera de la ciudad,
ardiendo en la pira funeraria.
CLEÓSTRATA.- Por Cástor que creo que eso es lo que
quiere.
CALINO.- Yo no lo creo, por Pólux, lo sé con seguridad.
LISIDAMO.- (A Olimpión) Tengo yo entre mis esclavos
más peritos de lo que creía: éste es mi adivino particu-

• 47 •
PLAUTO

lar. ¿Y si acercamos los estandartes y les salimos al


paso? Sígueme. (A Calino y Cleóstrata) ¿Qué hacéis?

CALINO.- Aquí está todo lo que me ordenaste: tu espo-


sa, las varitas, la vasijita y a mí mismo.

OLIMPIÓN.- Tú eres lo único que me sobra.

CALINO.- Por Pólux que ésta es la sensación que tienes:


soy para ti una espina, te atravieso el corazón; estás
sudando ya de miedo, bellaco.

LISIDAMO.- Calla, Calino.

CALINO.- Controla16 tú a ése.

OLIMPIÓN.- A mí no, a ése, al que le gusta que le den.

LISIDAMO.- Trae la vasija, dame las varitas. Prestad


atención. Yo creí que podía conseguir de ti, esposa
mía, que se me diera a Cásina como esposa, y ahora ya
lo sé con certeza.

CLEÓSTRATA.- ¿Que se te diera a ti?

LISIDAMO.- ¡Ejem! “¿A mí?” No quise decir eso: en


vez de “a mí” quise decir “a éste”, tantas ganas tengo.
Por Hércules que he errado al hablar.

16 El verbo latino comprime tiene un doble sentido sexual, de ahí la respuesta de


Olimpión.

• 48 •
CÁSINA

CLEÓSTRATA.- Por Pólux, que también yerras en tus


acciones.

LISIDAMO.- A éste -mejor dicho, por Hércules- a mí, ¡ah!


Por fin, he llegado adonde quería llegar.

CLEÓSTRATA.- Por Pólux que yerras mucho.

LISIDAMO.- Así ocurre cuando buscas algo con mucho


afán. Pero ambos, yo y éste, te suplicamos en virtud de
tus derechos...

CLEÓSTRATA.- ¿Qué?

LISIDAMO.- Te lo voy a decir, bombón mío: con respecto


a Cásina, hazle un favor a nuestro mayoral.

CLEÓSTRATA.- Por Pólux, que no lo haré: no lo tengo en


mis mientes.

LISIDAMO.- Entonces decidirá la suerte.

CLEÓSTRATA.- ¿Quién lo impide?

LISIDAMO.- Creo que es lo mejor y lo más justo. Al final,


si sale lo que queremos, nos alegraremos; si no, lo sopor-
taremos con buen ánimo. Coge tu varita. Mira lo que hay
escrito.

OLIMPIÓN.- El uno.

CALINO.- No es justo: a él se le ha dado antes que a mí.

• 49 •
PLAUTO

LISIDAMO.- Cógela tú si quieres.

CALINO.- Vale. Espera, se me acaba de venir algo a la


mente: (a Cleóstrata) mira no vaya a ser que haya otra
varita bajo el agua.

LISIDAMO.- Bellaco, ¿te crees que yo soy tan tramposo


como tú?

CLEÓSTRATA.- (A Calino) No hay ninguna. Sosiégate.

CALINO.- Que sea para bien y tenga suerte

OLIMPIÓN.- Te sobrevendrá, creo yo, algún mal enorme:


ya conozco tu piedad. Pero espera. ¿Tu varita no será de
chopo o de abeto?

CALINO.- ¿Y a ti qué te importa?

OLIMPIÓN.- Porque temo que flote encima del agua.

LISIDAMO.- Muy bien. Ten cuidado. (A Calino y Olim-


pión) Echad las varitas ya ambos. Venga, esposa
imparcial.

OLIMPIÓN.- No te fíes de tu esposa.

LISIDAMO.- Tranquilízate.

OLIMPIÓN.- Es que creo que va a gafar la varita si la toca.

LISIDAMO.- Calla.

• 50 •
CÁSINA

OLIMPIÓN.- Me callo. Ruego a los dioses...

CALINO.- ...que hoy sufras cadenas y la horca.

OLIMPIÓN.- ...que me toque a mí en suerte.

CALINO.- ...que te cuelguen por los pies.


OLIMPIÓN.- ...y a ti que te saquen los ojos de la cabeza
por la nariz.
CALINO.- ¿De qué tienes miedo? Ya debería estar el lazo
preparado para ti.

OLIMPIÓN.- Ya has muerto.

LISIDAMO.- Prestad atención los dos.

OLIMPIÓN.- Me callo.
LISIDAMO.- Ahora tú, Cleóstrata, para que no digas ni
sospeches que actúo mal en este asunto, te dejo que tú
saques la varita.

OLIMPIÓN.- Me pierdes (a Lisidamo).

CALINO.- Le sale rentable (a Olimpión).

CLEÓSTRATA.- (A su esposo) Haces bien.

CALINO.- Ruego a los dioses que tu varita haya huido de


la vasija.

• 51 •
PLAUTO

OLIMPIÓN.- ¿Y tú lo dices? Porque tú seas un fugitivo17,


¿deseas que todos te imiten? Yo espero que tu varita,
como dicen que ocurrió a los descendientes de Hér-
cules18, se disuelva en el momento del sorteo.

CALINO.- Tú sí que te vas a derretir, pues inmediatamente


vas a sentir el calor de los palos.

LISIDAMO.- Venga, por favor, Olimpión.

OLIMPIÓN.- Si me deja el estigmatizado este19.

LISIDAMO.- Que sea para bien y tenga suerte.

CALINO.- Que no.

OLIMPIÓN.- Que sí, por Hércules.

CALINO.- Que la tenga yo, por Hércules.

CLEÓSTRATA.- Éste vencerá y tú sufrirás.

17 Se trata de un insulto propio de esclavos.


18 Según una versión del mito, de los descendientes de Hércules que se repartieron
mediante sorteo las áreas del Peloponeso: Cresfontes se disputaba Mesenia con sus
sobrinos, los hijos de Aristodemo. Su hermano preparó dos varitas de barro para el sor-
teo: la de sus sobrinos la dejó secar al sol y la de Cresfontes la coció, de manera que
la de los sobrinos se disolvió en el agua y ganó Cresfontes.
19 El estigma es una marca hecha con fuego candente, bien como castigo, bien como
señal de esclavitud. En latín puede haber un juego de palabras, pues se utiliza el tér-
mino litteratus.

• 52 •
CÁSINA

LISIDAMO.- Tápale la boca a ése en este momento. ¿Qué


pasa? (A Cleóstrata) No te pongas en medio.

OLIMPIÓN.- ¿Le doy un puñetazo o un guantazo?

LISIDAMO.- Haz lo que quieras.

OLIMPIÓN.- ¡Toma ésta! (golpeando a Calino).

CLEÓSTRATA.- (A Olimpión) ¿Por qué le has pegado?

OLIMPIÓN.- Mi Júpiter me lo ha ordenado.

CLEÓSTRATA.- (A Calino) Pártele tú también en pago


la mandíbula (Calino golpea a Olimpión).

LISIDAMO.- (A Calino) ¿Por qué le has pegado?

CALINO.- Mi Juno me lo ha ordenado.

LISIDAMO.- Hay que soportar que mi esposa exhiba su


autoridad estando yo vivo.

CLEÓSTRATA.- Tanto derecho tiene a hablar el uno


como el otro.

OLIMPIÓN.- ¿Por qué me está echando a perder mi


conjuro?20

20 Olimpión se refiere a las veces en que Calino ha interrumpido sus palabras formulaicas
para congraciarse con la Fortuna. Los romanos eran muy supersticiosos en esta
cuestión.

• 53 •
PLAUTO

LISIDAMO.- Calino, creo que debes prepararte para un


gran mal.

CALINO.- A buenas horas, ahora que me han partido


la boca.

LISIDAMO.- Venga, esposa, saca ya la varita.


Vosotros, prestad atención. (Aparte) No sé dónde
estoy de miedo que tengo, estoy muerto, creo que
tengo el corazón lleno de bilis, tengo palpitaciones,
me golpea el pecho de tanto sufrimiento.

CLEÓSTRATA.- Ya tengo la varita.

LISIDAMO.- Sácala fuera.

CALINO.- ¿Estás ya muerto?

OLIMPIÓN.- Enséñala (expectante). ¡Es la mía!

CALINO.- Una mala cruz es lo que es.

CLEÓSTRATA.- Has perdido, Calino.

LISIDAMO.- Me alegro, Olimpión, de que los dioses


nos hayan ayudado.

OLIMPIÓN.- Ha sido gracias a mi devoción y a la de


mis antepasados.

• 54 •
CÁSINA

LISIDAMO.- Ve dentro, esposa, y prepara las bodas.

CLEÓSTRATA.- Haré como me mandas.

LISIDAMO.- ¿Es que no sabes que a éste le queda un


largo camino hasta el campo después de la boda?

CLEÓSTRATA.- Lo sé.

LISIDAMO.- Ve dentro y, aunque te pese, ponte


manos a la obra.

CLEÓSTRATA.- Voy.

LISIDAMO.- Vayamos también nosotros dentro, para


darles prisa.

OLIMPIÓN.- ¿Acaso te demoro yo?

LISIDAMO.- Es que no quiero hablar más delante de


éste. (Entran todos menos Calino).

ESCENA SÉPTIMA

CALINO.- Si me ahorcara ahora, habría echado mi


esfuerzo a perder y, aparte de eso, tendría que com-
prar la soga y les daría una satisfacción a mis ene-
migos. ¿Y, además, qué falta me hace ahorcarme,
cuando ya estoy muerto? Al fin y al cabo, me han
vencido en el sorteo y Cásina se casará con el mayo-

• 55 •
PLAUTO

ral. Y no llevo tan a mal que haya vencido el mayo-


ral, como que el viejo haya intentado con tantas
ganas que no se me diera a mí y que se casara con
él. ¡Cómo temblaba, cómo se agitaba el desgracia-
do! ¡Qué saltos daba cuando venció el mayoral!
¡Uy! Me esconderé aquí: oigo que se abre la puerta.
Salen mis amigos y benefactores. Desde este escon-
drijo les prepararé una emboscada.

ESCENA OCTAVA

OLIMPIÓN.- Deja que venga al campo: yo te devolveré a


la ciudad con una horqueta, como un carbonero21.

LISIDAMO.- Le está bien merecido.

OLIMPIÓN.- Procuraré que así se haga.

LISIDAMO.- Si Calino hubiera estado en casa, me habría


gustado enviarlo contigo de compras, para añadir más
miseria al sufrimiento de nuestro enemigo.

CALINO.- (Aparte) Me retiraré hacia atrás, hacia la


pared, como un cangrejo. Tengo que enterarme de lo

21 Se trata de un juego de palabras: furca es un instrumento de tortura, pero también una


herramienta de labranza y para acarrear peso.

• 56 •
CÁSINA

que hablan sin que me vean. Pues de los dos uno me


atormenta, el otro me martiriza. Pero aquí se acerca
vestido de blanco22 ese rufián, esa colección de palos.
Aplazaré mi muerte. Está decidido: a éste lo enviaré
por delante al Aqueronte23.

OLIMPIÓN.- Mira qué provechoso te he resultado. Te he


proporcionado lo que más deseabas. Hoy tendrás lo que
amas, a escondidas de tu esposa.

LISIDAMO.- (Mirando hacia la puerta) Calla. Por los


dioses, apenas puedo contener los labios y no cubrirte de
besos por esto, cariño mío.

CALINO.- (Aparte) ¿Qué? “¿Cubrirte de besos?” “¿Cariño


mío?” Creo que quiere atravesarle la vejiga al mayoral,
por Hércules.

OLIMPIÓN.- Pero bueno, ¿es que ahora me quieres a mí?

LISIDAMO.- ¿Que si te quiero? Por Pólux, más que a mí


mismo. ¿Puedo abrazarte?

CALINO.- (Aparte) ¿Qué? ¿Abrazarlo?

OLIMPIÓN.- Claro que puedes.

22 Vestido de novio.
23 Al infierno. Véase nota 10.

• 57 •
PLAUTO

LISIDAMO.- Al tocarte me parece que estoy saboreando


miel.

OLIMPIÓN.- Fuera, aléjate de mi espalda, enamorado.

CALINO.- (Aparte) Por eso es por lo que lo hizo mayo-


ral: también a mí en otra ocasión, al venir a recibirlo,
quería en el mismo umbral atravesarme por la puerta
de atrás.

OLIMPIÓN.- ¡No dirás que no te he resultado hoy com-


placiente, que no he satisfecho tus deseos!

LISIDAMO.- Mientras viva te querré bien, más que a mí


mismo.

CALINO.- (Aparte) Hoy, me parece, por Hércules, que


estos dos van a enlazar sus pies. Me parece que a este
viejo le gustan los que tienen barba.

LISIDAMO.- ¡Cómo te voy a besar hoy, Cásina, cómo voy


a disfrutar, a espaldas de mi esposa!

CALINO.- (Aparte) ¡Vaya! ¡Por Pólux! Ahora caigo por


fin en la cuenta. Éste está enamorado de Cásina. Los
he pillado.

LISIDAMO.- Estoy deseando ya abrazarte, deseando


besarte.

• 58 •
CÁSINA

OLIMPIÓN.- Deja primero que vaya a casa de su esposo.


¿Qué prisa tienes, calamidad?

LISIDAMO.- Estoy enamorado.

OLIMPIÓN.- Pero no creo que esto pueda hacerse hoy.

LISIDAMO.- Claro que se puede, sobre todo si tienes en


cuenta que mañana puedes ser manumitido.

CALINO.- (Aparte) Ahora tengo que poner más oídos. Con


ingenio en un solo aprisco cazaré dos jabalís24.

LISIDAMO.- Tengo un lugar preparado en casa de este


vecino amigo mío. A él le confié mi historia de amor y él
me dijo que me proporcionaría un lugar.

OLIMPIÓN.- ¿Y su esposa? ¿Dónde estará?

LISIDAMO.- Lo he arreglado con ingenio. Mi esposa la


invitará a nuestra casa para la boda, para que la acompa-
ñe, la ayude y se quede a dormir. Yo se lo mandé y mi
esposa dijo que así lo haría. Ella dormirá aquí y el mari-
do haré que se vaya de su casa. Tú llevarás a tu mujer a
la finca (señalando la casa del vecino) –la finca estará
aquí al lado– mientras que yo consumo el matrimonio
con Cásina. Después, antes del amanecer, te la llevarás
mañana al campo. ¿No es ingenioso?
24 Dicho latino semejante a nuestro “matar dos pájaros de un tiro”.

• 59 •
PLAUTO

OLIMPIÓN.- Muy astuto.

CALINO.- (Aparte) ¡Seguid, maquinad! ¡Cuán ajenos vivís


a vuestra desgracia!

LISIDAMO.- ¿Sabes lo que tienes que hacer ahora?

OLIMPIÓN.- Dímelo.

LISIDAMO.- Coge el monedero y compra provisiones,


rápido, pero con mucho gusto, compra comidas exquisi-
tas, tan exquisitas como ella.

OLIMPIÓN.- Muy bien.

LISIDAMO.- Compra unas sepias, lapas, chocos, alme-


jas25...

CALINO.- (Aparte) Arvejas, mejor.

LISIDAMO.- Suelas26...

CALINO.- (Aparte) ¿Y por qué no unos zuecos para


golpearte la boca, viejo verde?

OLIMPIÓN.- Lenguados...

25 Se creía que tenían poderes afrodisíacos.


26 Lenguados.

• 60 •
CÁSINA

LISIDAMO.- ¿Para qué necesito lenguados, si tengo a


mi mujer en casa? Ella es nuestro lenguado, pues no
para de darle a la lengua.

OLIMPIÓN.- Cuando esté en el mercado veré qué


pescado hay que pueda comprar.

LISIDAMO.- Muy bien, vete. No escatimes en gasto,


compra en abundancia. Yo tengo que ir a casa de mi
vecino, para que cumpla lo que le pedí.

OLIMPIÓN.- ¿Me voy ya?

LISIDAMO.- Sí.

CALINO.- (Aparte) No podrían convencerme, ni con


tres promesas de libertad, para que no les prepare yo
a éstos hoy una gran desgracia, y para que no le
cuente yo a mi ama todo el asunto. He cogido a mis
enemigos in fraganti. Si mi ama quiere ahora ejercer
sus derechos, tenemos ganado el pleito. Voy a inter-
ponerme en el camino de esos dos. Hoy es nuestro
gran día: ya vencemos los vencidos. Iré adentro, para
que lo que otro cocinero preparó, lo condimente yo
ahora a mi vez de otra manera, de modo que ya no
esté el plato listo para quien lo estaba y esté listo para
quien no lo estaba.

• 61 •
ACTO III

ESCENA PRIMERA

LISIDAMO.- Ahora, Alcésimo, sabré yo si eres un


amigo o un enemigo. Ésta es la prueba de fuego. Y lo
de reprenderme por estar enamorado, ahórratelo,
“con la cabeza cana, a esa edad...”, ahórratelo tam-
bién; “un hombre casado...”, ahórratelo también.

ALCÉSIMO.- No he visto en mi vida a nadie más per-


didamente enamorado que tú.

LISIDAMO.- Asegúrate de que tu casa esté vacía.

ALCÉSIMO.- Es más, es seguro que todos los esclavos


y esclavas irán a la tuya.

LISIDAMO.- ¡Oh! ¡Qué hombre tan inteligentemente


listo! Pero procura cumplir lo que hasta el mirlo
canta en la famosa copla: “haz que vengan con comi-
da y lo que haga falta, como si emprendieran una
expedición a Suntrio”27.

27 Se hace alusión a una ocasión durante la guerra contra los Galos en la que Camilo
reunió a los soldados en Suntrium y cada uno debía llevar sus provisiones. Lisidamo
no quiere que los esclavos de Alcésimo coman y beban a expensas suyas.

• 63 •
PLAUTO

ALCÉSIMO.- Me acordaré.

LISIDAMO.- ¡Mira! No hay nadie más listo que tú.


Quédate al cargo. Ahora iré al foro. Vuelvo enseguida.

ALCÉSIMO.- Ten un buen viaje.

LISIDAMO.- Haz que tu casa tenga lengua.

ALCÉSIMO.- ¿Y eso?

LISIDAMO.- Para que cuando yo venga, sólo se oiga el


eco28.

ALCÉSIMO.- ¡Vaya! Te han de bajar esos humos: te


pasas de gracioso.

LISIDAMO.- ¿De qué me sirve estar enamorado si no


soy agudo e ingenioso? Pero tú procura que no tenga
que buscarte mucho.

ALCÉSIMO.- Estaré en mi casa todo el tiempo


(Se van, Alcésimo a su casa y Lisidamo al foro)

28 En el original hay un juego de palabras muy difícil de traducir: vocent, referido a la


casa, quiere decir tanto “que hable”, como “que esté vacía”.

• 64 •
CÁSINA

ESCENA SEGUNDA

CLEÓSTRATA.- Por eso me pedía mi marido con tanta


insistencia que me apresurara a hacer venir a mi veci-
na, para que su casa estuviera libre y poder llevarse allí
a Cásina. Ahora no la voy a llamar bajo ningún con-
cepto, para que no tengan un sitio libre esos dos bri-
bones, viejos mentecatos. Pero aquí sale el “pilar del
senado, el salvador del pueblo”, mi vecino, el que le
proporciona el sitio libre a mi marido. Por Cástor que
no vale ni lo que un modio de sal29.

ALCÉSIMO.- Qué raro que no hayan mandado llamar a


mi esposa a casa de los vecinos. Lleva esperando un
buen rato en casa arreglada, por si la llaman. Pero aquí
viene mi vecina, para llamarla, creo. Salud, Cleóstrata.

CLEÓSTRATA.- A ti también, Alcésimo. ¿Dónde está


tu esposa?

ALCÉSIMO.- Te aguarda dentro, por si la llamas, pues


tu marido me pidió que la mandara a ayudarte.
¿Quieres que la llame?

CLEÓSTRATA.- Déjala. No quiero, si está ocupada.

ALCÉSIMO.- No tiene nada que hacer.

29 El modio es una medida de capacidad. La sal era proverbialmente barata.

• 65 •
PLAUTO

CLEÓSTRATA.- No te molestes. No quiero importu-


narla. Luego vendré a verla.

ALCÉSIMO.- ¿No estáis arreglando unas bodas en tu


casa?

CLEÓSTRATA.- Las estoy arreglando y preparando.

ALCÉSIMO.- ¿No hace falta, pues, una mujer que os


ayude?

CLEÓSTRATA.- Hay suficiente ayuda en casa. Cuando


pasen las bodas, iré a verla. Ahora adiós, y dale recuer-
dos (Se dirige hacia la puerta).

ALCÉSIMO.- ¿Qué voy a hacer ahora? Me he buscado


una gran desgracia por ayudar a este cabrón inde-
cente y desdentado, que me ha metido en este lío.
Calamidad de hombre, que me dijo que su mujer iba
a mandar llamar a la mía. Y ahora dice que no quiere
entretenerla. Me extraña que no le resulte esto sospe-
choso ya a mi vecina. Pero, mirándolo por otro lado,
si tuviera alguna sospecha, algo me habría dicho. Me
voy adentro, para volver a meter el barco en el atra-
cadero30 (Se va).

30 Se refiere, probablemente, a su esposa.

• 66 •
CÁSINA

CLEÓSTRATA.- Ya me he reído bien de éste. ¡Cómo se


afanan los viejos desgraciados! Me encantaría que
viniera ahora el vejestorio de mi marido para reírme
también de él, después de que me he burlado de este
otro. ¡Qué ganas tengo de causar una disputa entre
ambos! Pero ahí viene. Al verlo tan serio uno pensaría
que es un hombre de bien.

ESCENA TERCERA

LISIDAMO.- Es una solemne tontería, al menos eso es


lo que opino yo, que un enamorado vaya al foro en el
mismo día en que tiene a mano lo que ama, como hoy
he hecho yo, como un tonto: he malgastado mi tiempo
defendiendo a un pariente mío. ¡Por Hércules que me
alegro de que haya perdido el juicio, para que así no
me convoque hoy en vano! Pues tengo en mis mientes
que el que convoca a un testigo debería primero pre-
guntar e inquirir si el convocado tiene o no tiene buen
ánimo. Si dice que no tiene, que mande a su desani-
mado testigo a su casa. Pero ahí veo a mi esposa
delante de mi casa. ¡Ay, desdichado de mí! Me temo
que no está sorda y que ha oído lo que he dicho.

CLEÓSTRATA.- (Aparte) Sí que lo he oído, por Cástor,


para gran desgracia tuya.

• 67 •
PLAUTO

LISIDAMO.- (Aparte) Me acercaré. (A Cleóstrata)


¿Qué haces, cariño mío?

CLEÓSTRATA.- Estaba esperándote, por Cástor.

LISIDAMO.- ¿Ya estás arreglada? ¿Ya has traído a


nuestra casa a la vecina, para que te ayude?

CLEÓSTRATA.- La he mandado llamar, como me man-


daste, pero este amigo tuyo, tu mejor amigo, no sé por
qué se ha enfadado con su esposa: cuando he ido a
llamarla, dice que no puede enviarla.

LISIDAMO.- Culpa tuya es: eres poco zalamera.

CLEÓSTRATA.- No es oficio propio de mujeres


casadas, sino de meretrices, convencer con zalamerías,
marido mío, a otro hombre. Ve tú y mándala llamar.
Yo, marido, quiero ir a comprobar dentro qué trabajo
se ha hecho ya.

LISIDAMO.- Corre, pues.

CLEÓSTRATA.- Sí. (Aparte) Por Pólux que voy a darle


ahora un buen susto: a este enamorado lo voy a hacer
hoy muy desgraciado.

• 68 •
CÁSINA

ESCENA CUARTA

ALCÉSIMO.- Voy a ver si regresa del foro el enamora-


do ese, el fantasma que se ha reído de mí y de mi
esposa. Míralo, ahí está en la puerta de su casa. (A
Lisidamo) Muy oportunamente me dirigía a verte.

LISIDAMO.- Y yo a ti. ¿Qué tienes que decirme, hom-


bre de escaso precio? ¿Qué te ordené? ¿Qué te pedí?

ALCÉSIMO.- ¿Qué?

LISIDAMO.- ¡Qué bien me has vaciado tu casa y me has


traído a tu mujer a la mía! ¿No estoy suficientemente
perdido yo, y mi oportunidad, por tu culpa?

ALCÉSIMO. ¿Por qué no vas y te cuelgas? Tú me habías


dicho que tu mujer iba a mandar llamar a la mía.

LISIDAMO.- Y en efecto dice que la mandó llamar y que


tú dijiste que no ibas a enviarla.

ALCÉSIMO.- Pero, mira por donde, ella misma me dijo


que no necesitaba su ayuda.

LISIDAMO.- Pero, mira por donde, ella misma me ha


encargado que la mande a llamar.

ALCÉSIMO.- Pues, mira por donde, no lo voy a hacer.

• 69 •
PLAUTO

LISIDAMO.- Pues, mira por donde, me matas.

ALCÉSIMO.- Pues, mira por donde, te está bien emplea-


do, mira por dónde, ya he perdido mucho tiempo y
quiero...

LISIDAMO.- ¿Qué?

ALCÉSIMO.- ...hacerte algo malo.

LISIDAMO.- Pues, mira por dónde, yo te lo haré con


gusto. No vas a tener hoy más “mira por donde” que yo.

ALCÉSIMO.- ¡Por Hércules! Que los dioses te pierdan de


una vez por todas.

LISIDAMO.- Bueno, ¿qué? ¿Vas a enviar a mi casa a tu


mujer?

ALCÉSIMO.- Llévatela. Y llévalas a una mala cruz, a ésta


con la otra y con esa amiguita tuya. Ahora, descuida que
yo voy a ordenar a mi esposa que vaya a ver a la tuya por
el jardín.

LISIDAMO.- Ahora sí que eres mi amigo de verdad. (Se va


Alcésimo) ¿Con qué mal fario me enamoré? ¿O qué mal
le he hecho yo a Venus, para que haya tantos obstáculos
en el camino de un enamorado? ¡Diantres! ¿Qué signifi-
ca ese griterío en mi casa?

• 70 •
CÁSINA

ESCENA QUINTA

PARDALISCA.- (Haciendo aspavientos) ¡Estoy perdida,


estoy perdida! ¡Muerta, muerta estoy por completo!
Tengo el corazón muerto de miedo, mis pobres miembros
me tiemblan, no sé dónde voy a conseguir o pedir auxilio,
ayuda, refugio o salvación: he visto ahí dentro hacer de
modo increíble cosas increíbles, un atrevimiento insólito
y sin par. (Hacia la puerta) Cuidado, Cleóstrata, aléjate
de ésa, te lo ruego, no sea que en su enfurecida ira te haga
algún mal. Quitadle la espada, porque está fuera de sí.

LISIDAMO.- Pero, ¿qué pasa? ¿Cómo es que sale ésta


fuera tan asustada y desmayada? ¡Eh, Pardalisca!

PARDALISCA.- (Hace como que no lo ve) Muerta estoy,


pero, ¿de dónde llega este sonido a mis oídos?

LISIDAMO.- Mírame.

PARDALISCA.- Oh, señor mío.

LISIDAMO.- ¿Qué pasa? ¿De qué tienes miedo?

PARDALISCA.- Muerta estoy.

LISIDAMO.- ¿Por qué muerta estás?

PARDALISCA.- Muerta estoy y tú también.

• 71 •
PLAUTO

LISIDAMO.- ¿Que estoy muerto? ¿Cómo es eso?

PARDALISCA.- ¡Ay de ti!

LISIDAMO.- ¡Ay de ti, más bien!

PARDALISCA.- Sostenme, por favor, para que no me


caiga.

LISIDAMO.- Lo que quiera que sea, dímelo rápido.

PARDALISCA.- Sujétame por la cintura. Échame aire, por


favor, con el manto.

LISIDAMO.- Tengo miedo de qué será el asunto ese, si es


que ésta no se ha embriagado con la flor de Baco sin
mezclar.

PARDALISCA.- Sujétame las orejas, por favor31.

LISIDAMO.- Vete de aquí a que te crucifiquen. Que los


dioses te pierdan a ti con tu cintura, tu cabeza y tus ore-
jas, pues si no me cuentas de una vez lo que pasa te voy
a destrozar el cerebro, mala víbora, que te has estado rien-
do todo el tiempo.

31 Pardalisca está sacando el máximo partido cómico a la situación. La posición que


sugiere a su amo es la típica para besarse.

• 72 •
CÁSINA

PARDALISCA.- Mi señor...

LISIDAMO.- ¿Qué quieres, esclava mía?

PARDALISCA.- Estás demasiado furioso.

LISIDAMO.- Y más que voy a estarlo. Pero dime lo que


ocurre, cuéntamelo en pocas palabras. ¿Qué jaleo ha
habido ahí dentro?

PARDALISCA.- Ahora mismo lo sabrás. Presta atención.


Algo malo, muy malo: tu esclava ha empezado a com-
portarse de una manera que no conviene al compor-
tamiento ateniense.

LISIDAMO.- ¿De qué se trata?

PARDALISCA.- El miedo entorpece las palabras de mi


lengua.

LISIDAMO.- ¿Puedo saber ya de qué se trata?

PARDALISCA.-Tu esclava, la que quieres casar con tu


mayoral, ésa, ahí dentro...

LISIDAMO.- Ahí dentro, ¿qué? ¿Qué pasa?

PARDALISCA.- Está imitando el mal comportamiento de


las malas mujeres, pues amenaza a su marido. Su vida...

• 73 •
PLAUTO

LISIDAMO.- ¿Qué pasa con su vida?

PARDALISCA.- ¿Que qué pasa? Dice que quiere quitarle


la vida. Una espada...

LISIDAMO.- (Impaciente) ¿Qué?

PARDALISCA.- Una espada.

LISIDAMO.- ¿Qué pasa con la espada?

PARDALISCA.- Que tiene una.

LISIDAMO.- Ay de mí, desdichado. ¿Y por qué la tiene?

PARDALISCA.- Está persiguiendo a todos por la casa y


no deja que nadie se acerque a ella. Así todos están
escondidos bajo los arcones y bajo las camas y no se
atreven a levantar la voz de miedo que tienen.

LISIDAMO.- Estoy perdido y muerto. ¿Y cómo es que


le ha entrado ese mal tan de repente?

PARDALISCA.- Se ha vuelto loca.

LISIDAMO.- Creo que soy el más desgraciado de los


hombres.

PARDALISCA.- No hasta que sepas lo que ha dicho.

• 74 •
CÁSINA

LISIDAMO.- Eso es lo que deseo saber. ¿Qué ha dicho?

PARDALISCA.- Escucha bien: ha jurado por todos los


dioses y diosas que va a matar al que esta noche se
acueste con ella.

LISIDAMO.- ¿Que me va a matar?

PARDALISCA.- ¿Y qué tiene que ver contigo?

LISIDAMO.- (Aparte, dándose cuenta de su desliz)


¡Ahí va!

PARDALISCA.- ¿Qué negocio te traes con ella?

LISIDAMO.- Me he equivocado. Quise decir “a él”, a


mi mayoral.

PARDALISCA. (Aparte) Te apartas del camino recto


para escaparte por un sendero, listillo.

LISIDAMO.- A mí no me amenaza, ¿verdad?

PARDALISCA.- Contigo está más enfadada que con


nadie.

LISIDAMO.- ¿Por qué?

PARDALISCA.- Porque la vas a casar con Olimpión, y


dice que no va dejar que tu vida, la suya o la de su

• 75 •
PLAUTO

marido continúen hasta mañana. Eso me han mandado


decirte: que te cuides de ella.

LISIDAMO.- Estoy perdido, por Hércules, desgraciado


de mí.

PARDALISCA.- (Aparte) Merecido lo tienes.

LISIDAMO.- (Aparte) Ni hay ni ha habido nunca un


viejo enamorado tan desgraciado como yo.

PARDALISCA.- (Aparte) Con qué gracia me río de este,


pues toda la historia que he contado es falsa: mi seño-
ra y ésta de aquí al lado han inventado este engaño
y me han enviado aquí a que me ría de él.

LISIDAMO.- ¡Eh! Pardalisca.

PARDALISCA.- ¿Qué pasa?

LISIDAMO.- Hay algo que quiero que me digas.

PARDALISCA.- Me estás haciendo perder el tiempo.

LISIDAMO.- Y tú a mí los nervios. ¿Todavía tiene


Cásina la espada?

PARDALISCA.- Tiene dos.

LISIDAMO.- ¿Y por qué dos?

• 76 •
CÁSINA

PARDALISCA.- Con una dice que te va a matar a ti, con


la otra al mayoral hoy mismo.

LISIDAMO.- Soy el más muerto de todos los que viven.


Creo que lo mejor será que me ponga una armadura.
¿Y mi esposa? ¿No va y se la quita?

PARDALISCA.- Nadie se atreve a acercarse a ella.

LISIDAMO.- Que se lo ruegue.

PARDALISCA.- Se lo pide y ella dice que en modo


alguno va a dejar la espada hasta que sepa que no la
van a casar con el mayoral.

LISIDAMO.- Aunque no quiera, o mejor porque no


quiere, se casará hoy mismo. ¿Pues por qué no voy a
conseguir yo lo que he comenzado: que se case con-
migo? Quería decir, con mi mayoral.

PARDALISCA.- Mucho te equivocas tú.

LISIDAMO.- El miedo entorpece mis palabras. Pero,


por favor, dile a mi esposa que le ruegue que deje la
espada, para que yo pueda entrar dentro.

PARDALISCA.- Se lo haré saber.

LISIDAMO.- Y tú pídeselo también.

• 77 •
PLAUTO

PARDALISCA.- Yo se le pediré.

LISIDAMO.- Pero con buenas palabras, como acostum-


bras. Pero ¿me estás oyendo? Si lo consigues, yo te
daré unas sandalias y un anillo de oro y muchas más
cosas buenas.

PARDALISCA.- Lo procuraré.

LISIDAMO.- Trata de conseguirlo.

PARDALISCA.- Me voy ya, a no ser que quieras


entretenerme más.

LISIDAMO.- Vete y haz lo que te he dicho. Pero ahí


viene mi ayudante de hacer la compra. Trae toda una
procesión.

ESCENA SEXTA

OLIMPIÓN.- (Seguido de los cocineros) Procura,


ladrón, mantener tus espinas a raya32.

CITRIÓN.- ¿Y por qué las llamas espinas?

OLIMPIÓN.- Porque se llevan todo lo que tocan, y si


tratas de arrebatárselo, te desgarran. Adonde quiera

32 Se refiere probablemente a los pinches de cocina, que tenían reputación de ladrones,


o a las manos del cocinero, que roban todo lo que pueden.

• 78 •
CÁSINA

que vienen, donde quieran que están castigan con


doble daño al dueño de la casa.

CITRIÓN.- ¡Venga ya!

OLIMPIÓN.- (Viendo a Lisidamo) ¡Vaya! Voy a


echarme el manto a la manera elegante de un patricio
y me dirigiré a mi amo.

LISIDAMO.- Salud, buen hombre.

OLIMPIÓN.- No te equivocas.

LISIDAMO.- ¿Qué pasa?

OLIMPIÓN.- Que tú estás enamorado y que yo tengo


hambre y sed.

LISIDAMO.- Has hecho tu entrada bien preparado.

OLIMPIÓN.- Ah! Es que hoy... (sigue caminando duran-


te toda la escena).

LISIDAMO.- Espera un momento, aunque tengas tantos


humos.

OLIMPIÓN.- ¡Quita, quita! Te apesta el aliento.

LISIDAMO.- ¿Qué quieres decir?

• 79 •
PLAUTO

OLIMPIÓN.- Esto es lo que quiero decir.

LISIDAMO.- ¿No te vas a estar quieto?

OLIMPIÓN.- De verdad. “¡You are fucking me up!”

LISIDAMO.- Eso es lo que voy a hacerte, “a very bad


thing”, si no te detienes (lo detiene).

OLIMPIÓN.- “¡Oh, my God!”33 ¿No te vas a alejar de


mí? ¿O quieres que vomite?

LISIDAMO.- ¡Detente!

OLIMPIÓN.- (Mira a Lisidamo con desprecio) ¿Qué


pasa? ¿Quién es este hombre?

LISIDAMO.- Soy tu amo.

OLIMPIÓN.- ¿Qué amo?

LISIDAMO.- El amo del que eres esclavo.

OLIMPIÓN-. ¿Esclavo yo?

LISIDAMO.- Esclavo mío.

OLIMPIÓN.- ¿No soy yo libre? Haz memoria, haz


memoria.
33 Traduzco en inglés lo que en el original está en griego.

• 80 •
CÁSINA

LISIDAMO.- Detente y estate quieto.

OLIMPIÓN.- ¡Déjame!

LISIDAMO.- Soy tu esclavo.

OLIMPIÓN.- Eso está muy bien dicho.

LISIDAMO.- Te lo ruego, Olimpioncito, mi padre, mi


patrono.

OLIMPIÓN.- ¡Ajá! Hablas con buen juicio.

LISIDAMO.- Soy tuyo en verdad.

OLIMPIÓN.- ¿Y para qué quiero yo un esclavo tan


inepto?

LISIDAMO.- Bueno, ¿qué? ¿A qué esperas para revivi-


ficarme?

OLIMPIÓN.- A que la cena esté preparada.

LISIDAMO.- Que vayan dentro, pues.

OLIMPIÓN.- (A los cocineros) Rápido, id dentro y daos


mucha prisa. Ya mismo estaré yo allí. Preparadme una
buena cena con mucho vino. Pero una cena con ele-
gancia y refinamiento: no me gustan a mí las espinacas
que comen los romanos.

• 81 •
PLAUTO

LISIDAMO.- ¿Te quedas aquí? Vete dentro, si quieres.


Yo me quedo aquí.

OLIMPIÓN.- ¿Hay alguna cosa que te detenga?

LISIDAMO.- Pardalisca dice que Cásina tiene una espa-


da ahí dentro con la que nos va a matar a ti y a mí.

OLIMPIÓN.- Ya veo. Déjala. Se están entreteniendo. Ya


sé yo cómo se las gastan las mujeres. Tú entra conmi-
go en casa.

LISIDAMO.- Pero, por Pólux, tengo miedo de que pase


algo malo. Ve tú y averigua primero lo que pasa dentro.

OLIMPIÓN.- Yo aprecio mi vida tanto como tú la tuya.


Así que ve tú.

LISIDAMO.- Si insistes, iré, pero contigo (Entran).

• 82 •
ACTO IV

ESCENA PRIMERA

PARDALISCA.- No creo, por Pólux, que haya habido


nunca en Nemea o en Olimpia juegos más festivos
que las entretenidas burlas que hacen ahí dentro a
nuestro viejo y a nuestro mayoral Olimpión. Todos
corren por toda la casa; el viejo grita en la cocina:
“¡Es para hoy! ¿Es que no me vais a dar nada? Daos
prisa que ya debería estar la cena preparada”. El
mayoral se pasea con su corona, vestido de blanco,
limpio y arreglado. Las otras dos están engalanando
al escudero en la habitación, para entregarlo en
lugar de Cásina a nuestro mayoral. Pero lo disimu-
lan con gran arte, como si no supieran lo que va a
pasar. Los cocineros también se afanan con maña
para que el viejo no cene esta noche: vuelcan
cacerolas, apagan el fuego con agua. Obedecen las
órdenes de aquéllas, pues quieren echar al viejo de
la casa sin cenar, para llenarse ellas solas la panza.
Conozco yo bien a esas glotonas: podrían comerse
un barco de comida. Pero se abre la puerta...

• 83 •
PLAUTO

ESCENA SEGUNDA

LISIDAMO.- Si seguís mi consejo, esposa, al menos


cenaréis vosotras cuando la cena esté lista. Yo
cenaré en el campo, pues quiero acompañar allí a
los recién casados. Sé que hay maleantes por los
caminos y no quiero que la rapten. Que os divirtáis.
Pero daos prisa y mandad a la pareja fuera para que
lleguemos allí de día. Mañana estaré aquí. Mañana
celebraré yo, esposa, el banquete.

PARDALISCA.- (Aparte) Ha ocurrido lo que dije que


pasaría: las mujeres han echado al viejo sin cenar.

LISIDAMO.- ¿Qué haces tú aquí?

PARDALISCA.- Voy a hacerle un recado a mi señora.

LISIDAMO.- ¿De verdad?

PARDALISCA.- En serio.

LISIDAMO.- ¿Por qué me estás espiando?

PARDALISCA.- Yo no estoy espiando.

LISIDAMO.- Ve dentro. Estás aquí holgazaneando


mientras los demás están ocupados dentro.

PARDALISCA.- Voy.

• 84 •
CÁSINA

LISIDAMO.- Vete ya de aquí, por favor, arpía. ¿Ya se ha


ido? Ahora puedo hablar tranquilo. El que está enamo-
rado, por Hércules, no tiene hambre aunque tenga
hambre. Pero aquí viene con la corona y la antorcha mi
aliado, mi cómplice, mi mayoral con-marido.

ESCENA TERCERA

OLIMPIÓN.- Venga, flautista34, mientras sacan a la novia


llena tú la plaza con la dulce melodía de mi canto nupcial:
“¡Oh, Himen Himeneo! ¡Oh, Himen!”35.

LISIDAMO.- ¿Qué haces, mi bien?

OLIMPIÓN.- Tener hambre, por Hércules, y no por mi


bien.

LISIDAMO.- Y yo estar enamorado.

OLIMPIÓN.- ¿Y a mí qué, por Hércules? Tú tienes


amor en lugar de comida, pero a mí hace tiempo me
resuenan las tripas en ayunas.

LISIDAMO.- ¿Pero por qué se demoran dentro esas tar-


donas? Parece que lo hacen a propósito: cuanto más
prisa tengo, menos avanza la cosa.

34 Se dirige al flautista encargado del acompañamiento musical de la obra.


35 Canto nupcial griego.

• 85 •
PLAUTO

OLIMPIÓN.- ¿Y si entono el Himeneo para que sal-


gan más rápido?

LISIDAMO.- Me parece bien. Y yo te ayudaré en


nuestras bodas comunes.

LISIDAMO Y OLIMPIÓN.- “¡Oh, Himen Himeneo!”

LISIDAMO.- Por Hércules, estoy perdido, desgracia-


do de mí: ya puedo yo cansarme de cantar el hime-
neo, que no me cansaré con la otra “enfermedad”
con la que quiero.

OLIMPIÓN.- ¡Anda ya, por Pólux! Si fueras un


caballo serías indomable.

LISIDAMO.- ¿Cómo es eso?

OLIMPIÓN.- Eres demasiado bravío.

LISIDAMO.- ¿Me has montado alguna vez?

OLIMPIÓN.- No lo quieran los dioses. Pero, ha cru-


jido la puerta. Ahí sale.

LISIDAMO.- Los dioses quieren mi salvación.

PARDALISCA.- (Asomando la cabeza se dirige al


público) Ya se huele a Cásino desde lejos.

• 86 •
CÁSINA

ESCENA CUARTA

PARDALISCA.- (A Calino, disfrazado de novia) Levanta


los pies con cuidado por encima del umbral, novia:
empieza este camino con buen paso. Procura estar siem-
pre por encima de tu marido, que tu autoridad sea mayor,
que venzas a tu marido y seas vencedora. Que tu palabra
y tu poderío prevalezcan siempre. Que tu marido te vista
y tú lo expolies. Acuérdate de ser siempre ladina, de día
y de noche, con tu marido.

OLIMPIÓN.- Se la va a ganar, como se pase este poquito.

LISIDAMO.- Calla.

OLIMPIÓN.- No me callo. ¿Por qué he de callarme? La


pérfida le está enseñando maldades a una que ya es mala.

LISIDAMO.- Vas a estropear lo que he preparado. Eso es


lo que quieren: que lo echemos todo a perder.

PARDALISCA.- Venga, Olimpión, cuando quieras, recibe


a tu esposa de nuestras manos.

OLIMPIÓN.- Si me la vais a dar, dádmela ya.

LISIDAMO.- Marchaos dentro.

PARDALISCA.- Trátala con delicadeza, pues es doncella


e inexperta.

• 87 •
PLAUTO

OLIMPIÓN.- Así se hará.

PARDALISCA.- Salud.

OLIMPIÓN.- Marchaos ya.

LISIDAMO.- Marchaos.

PARDALISCA.- Salud, pues. (Se marchan).

LISIDAMO.- ¿Se ha ido ya mi esposa?

OLIMPIÓN.- Está en casa. Pierde cuidado.

LISIDAMO.- ¡Hurra! ¡Ahora por fin soy libre, por Pólux!


Corazoncito mío, mielecita mía, mi primaverita.

OLIMPIÓN.- Eh, tú. Te la estás buscando. Ésta es mía.

LISIDAMO.- Ya lo sé, pero los primeros frutos son míos.

OLIMPIÓN.- Ten la lámpara.

LISIDAMO.- Mejor tendré a ésta. Poderosa Venus, me


has dado muchos bienes al ponerla entre mis brazos.

OLIMPIÓN.- (Tratando de abrazar a la novia) ¡O, cuer-


pecito, manzanita, pequeña esposa mía! (Dando saltos)
¿Qué significa esto?

• 88 •
CÁSINA

LISIDAMO.- ¿Qué pasa?

OLIMPIÓN.- Me ha dado un pisotón como una elefanta.

LISIDAMO.- Cállate, haz el favor. Ni la niebla es tan


etérea como ella y su pecho.

OLIMPIÓN.- (Vuelve de nuevo a abrazarla) ¡Por


Pólux! ¡Qué tetita más bonita! (Sale despedido) ¡Ay,
pobre de mí!

LISIDAMO.- ¿Qué pasa?

OLIMPIÓN.- Me ha dado un golpe en el pecho, no con


el codo, sino con un ariete.

LISIDAMO.- ¿Pero por qué la tratas con tanta falta de


delicadeza? A mí, sin embargo, que la trato bien, no
me ataca. ¡Ay!

OLIMPIÓN.- ¿Qué te ocurre?

LISIDAMO.- ¡Qué brava es! Casi me tira con el codo.

OLIMPIÓN.- Es que quiere que se la tiren.

LISIDAMO.- ¿A qué esperamos, pues? Vamos, hermosa


mía. (Entran en casa de Alcésimo).

• 89 •
ACTO V

ESCENA PRIMERA

MÍRRINA.- Después de haber pasado un buen rato den-


tro, salimos ahora a la calle para ver estas celebra-
ciones nupciales. Nunca, por Cástor, me he reído igual
que hoy y no creo que me vaya a reír nunca así en lo
que me queda de vida.

PARDALISCA.- Me muero por saber qué anda hacien-


do Calino, el “recién casado”, con su nuevo marido.

MÍRRINA.- Nunca poeta alguno ideó un engaño más


astuto que el que nosotras hemos pergeñado con tanta
maestría.

CLEÓSTRATA.- Quisiera ver salir con la boca partida a


ese viejo, el peor de todos cuantos viven, si es que no
consideras peor al que le proporciona el lugar para su
adulterio. Quiero que te pongas en guardia, Pardalisca,
para que te mofes del primero que salga.

PARDALISCA.- Gustosa lo haré, como tengo por cos-


tumbre.

• 91 •
PLAUTO

CLEÓSTRATA.- Mira desde aquí todo lo que hacen


dentro. Detrás de mí, por favor.

MÍRRINA.- Y desde allí puedes decir libremente todo lo


que te venga en gana.

CLEÓSTRATA.- Calla. Ha rechinado tu puerta.

ESCENA SEGUNDA

OLIMPIÓN.- No sé a dónde huir, no sé dónde escon-


derme, ni dónde ocultar mi deshonra: tanto es el escar-
nio con el que mi amo y yo hemos sido vencidos en
nuestras bodas; tanta es la vergüenza, tanto el miedo,
y tanto el ridículo en que estamos los dos. Pero yo,
insensato, hago ahora lo que no he hecho nunca: se
avergüenza el que nunca tuvo vergüenza. (Al público)
Prestad atención mientras relato mis actos: merece la
pena prestar oído, tan ridículas son de oír y repetir las
confusiones que he tenido ahí dentro. Cuando llevé
dentro de la casa a la recién casada, la conduje derecho
a la alcoba. Sin embargo, allí todo estaba tan oscuro
como en un pozo. Como todavía el viejo no está, le
digo “ponte cómoda”. La coloco bien, le pongo una
almohada, la acaricio, le digo cositas, para consumar
yo mi matrimonio antes que el viejo. Sin embargo, me
cuesta empezar, porque estoy pendiente en todo

• 92 •
CÁSINA

momento de que el viejo aparezca. Al principio, para


animar la cosa, le pido un beso. Me empuja con la
mano y no me deja ni siquiera darle un beso. Y ya cada
vez me acelero más, cada vez tengo más ganas de tirar-
me sobre Cásina, deseo adelantarme al anciano. Cierro
la puerta para que no me pille el viejo.

CLEÓSTRATA.- (A Pardalisca) Anda, ve y acércate a él.

PARDALISCA.- Oye, ¿dónde está tu esposa?

OLIMPIÓN.- (Aparte) Estoy perdido, por Hércules. Ya


se sabe el asunto.

PARDALISCA.- Tienes que contarnos todo con detalle.


¿Qué pasa dentro? ¿Qué tal le va a Cásina? ¿Se deja
hacer?

OLIMPIÓN.- Me da vergüenza decirlo.

PARDALISCA.- Cuéntalo con detalle, como habías


empezado.

OLIMPIÓN-. Me da vergüenza, por Hércules.

PARDALISCA.- Anda, sé valiente. Quiero saber lo que


pasó después de que te acostaste.

OLIMPIÓN.- Es una deshonra...

• 93 •
PLAUTO

PARDALISCA.- Así se cuidarán de no hacerlo los que


lo oigan.

OLIMPIÓN.- ...y bien grande36.

PARDALISCA.- Me matas de la curiosidad.

OLIMPIÓN.- Por debajo... hacia delante...

PARDALISCA.- ¿Qué?

OLIMPIÓN.- ¡Ah!

PARDALISCA.- ¿Qué?

OLIMPIÓN.- ¡Ah!

PARDALISCA.- ¿Había algo?

OLIMPIÓN.- Y era bien grande. Temí entonces que tuviera


una espada y mientras busco a ver si la tiene, echo mano
de la empuñadura. Pero lo pienso mejor y no es una espa-
da, porque habría estado fría...

PARDALISCA.- Continúa.

OLIMPIÓN.- Pero es que me da vergüenza.


36 A partir de aquí hay muchas lagunas en el texto y se entienden mal los detalles, aunque
no el sentido general. Señalo en cursiva las partes que restituyo en la traducción.

• 94 •
CÁSINA

PARDALISCA.- ¿Acaso era un nabo?

OLIMPIÓN.- No, no lo era.

PARDALISCA.- ¿Un pepino, entonces?

OLIMPIÓN.- Ya está bien, por Hércules, no era ninguna


hortaliza y, si lo era, no le había afectado plaga alguna,
porque lo que quiera que fuera era así de grande.

PARDALISCA.- ¿Qué ocurrió por fin? Habla claro.

OLIMPIÓN.- Entonces la llamo y le digo: “Cásina, por


favor, mujercita mía: ¿por qué desprecias así a tu marido?
Lo que me haces no me lo merezco, pues te he dese-
ado con todas mis fuerzas”. Ella no dice ni palabra
y se tapa con el vestido aquello por donde sois
mujeres. En cuanto veo que se cierra esa puerta, le
pido que me deje ir por la otra. Le pido que se dé la
vuelta, y ella me da un codazo. Me levanto para
dominarla mejor y ella me vuelve a zurrar.

PARDALISCA.- ¡Con qué gracia lo cuenta! Sigue,


sigue.

OLIMPIÓN.- Por fin consigo darle un beso y me pin-


chan los labios unas barbas que parecían cerdas.
Sigo de rodillas, como estaba, y me golpea el pecho
con los pies. Me caigo de la cama de cabeza. Se

• 95 •
PLAUTO

levanta de un salto y me golpea en la boca. Salgo


huyendo fuera sin decir palabra con esta pinta que
estás viendo, para que el viejo beba del mismo cáliz
que yo he bebido.

PARDALISCA.- Muy bien hecho. Pero ¿dónde está tu


manto?

OLIMPIÓN.- Lo he dejado ahí dentro.

PARDALISCA.- ¿Os han tomado bien el pelo?

OLIMPIÓN.- Bien merecido lo tenemos. Pero, ha


rechinado la puerta. ¿Será ella, que me persigue?

ESCENA TERCERA

LISIDAMO.- Me quema este escarnio tan grande, no


sé que hacer en estos momentos, no puedo volver a
mirar a los ojos a mi esposa. Estoy perdido. Mi des-
vergüenza es manifiesta: muerto estoy irremisible-
mente. Ya me tienen bien cogido por el pescuezo. No
sé de qué manera voy a disculparme ante mi esposa.
He perdido mi bastón y mi manto. Creo que lo mejor
será esconderme, o, mejor, iré dentro, junto a mi
esposa, le presentaré mi espalda, para que tome ven-
ganza de mi afrenta. (A los espectadores) ¿O habría

• 96 •
CÁSINA

alguien dispuesto a representar este papel en mi


lugar? No sé que hacer: puedo imitar a los malos
esclavos y huir de mi casa. Pues no habrá salvación
para mi espalda si vuelvo a casa. Os parecerá que
estoy diciendo tonterías, pero, aunque lo merezco, no
quiero que me apaleen, por Hércules. Me voy ya
huyendo por este camino.

CALINO.- ¡Eh! Detente, marica.

LISIDAMO.- ¡Muerto estoy! Me está llamando. Me iré,


como si no lo oyera.

CALINO.- ¿Dónde vas tú, tratando de imitar las cos-


tumbres de los afeminados marselleses? Si quieres
acostarte conmigo, ahora es tu oportunidad. Vuelve a
la habitación, por favor. Estás perdido, por Hércules,
venga, acércate ya. (Blandiendo el bastón) Tendré que
echar mano de un juez que te dé tu merecido sin nece-
sidad de ir a los juzgados.

LISIDAMO.- ¡Estoy perdido! Ese tío me va a desollar


con el bastón. Me tengo que ir por aquí, porque por el
otro lado voy derecho a que me rompan los lomos....

CLEÓSTRATA.- Salud, donjuán.

• 97 •
PLAUTO

LISIDAMO.- ...y por este lado voy derecho a mi esposa.


Estoy entre la espada y la pared y no sé por dónde huir.
A un lado están los lobos, a otro los perros. El aullido
del lobo se las gasta con un palo. Cambiaré el viejo
refrán e iré por este lado: espero que el ladrido del
perro sea mejor.

MÍRRINA.- ¿Qué tal, marido por partida doble?

CLEÓSTRATA.- Esposo mío, ¿de dónde vienes con esa


pinta? ¿Qué has hecho con tu bastón y dónde has deja-
do tu manto?

MÍRRINA.- Creo que los ha perdido mientras cometía


adulterio, mientras trataba de ponerte los cuernos con
nuestra Cásina.

LISIDAMO.- Estoy perdido.

CALINO.- ¿Es que no nos vamos a acostar? Soy tu


Cásina.

LISIDAMO.- Ve a que te crucifiquen.

CALINO.- ¿Es que ya no me quieres?

CLEÓSTRATA.- Respóndeme: ¿qué ha ocurrido con tu


manto?

LISIDAMO.- Han sido las Bacantes, esposa, por Hércules.

• 98 •
CÁSINA

MÍRRINA.- Sabe que está diciendo tonterías, pues ya


no se celebran las fiestas de las Bacanales37.

LISIDAMO.- Se me había olvidado. Y sin embargo,


las Bacantes...

CLEÓSTRATA.- ¿Qué pasa con las Bacantes?

LISIDAMO.- Si eso no puede ser...

CLEÓSTRATA.- Por Cástor, estás asustado.

LISIDAMO.- ¿Yo? Por Hércules, mientes.

CLEÓSTRATA.- Pues estás muy pálido.

LISIDAMO.- ¿Y por qué iba a estar pálido?

CLEÓSTRATA.- ¿Y aún me lo preguntas? Sé todo lo


que ha pasado.

LISIDAMO.- ¡Ay! Esposa mía. Me proponía acom-


pañar tan contento al campo a los recién casados,
cuando este Olimpión, impaciente, entra en la casa
de al lado para consumar aquí mismo su matrimo-
nio. En esto oigo un tremendo ruido y gritos, entro
en la casa, abro la puerta y ¡qué veo! No es Cásina,

37 Se prohibieron en el año 186 a. C.

• 99 •
PLAUTO

sino CÁSINO. Éste, descubierto, me persigue, me


quita el manto y el bastón y quiere pegarme.

OLIMPIÓN.- Y a mí también el desgraciado me ha


hecho famoso con este escarnio.

LISIDAMO.- ¿No te vas a callar?

OLIMPIÓN.- No me voy a callar, por Hércules, sino que


voy a contar la verdad: tú me pediste que pidiera la
mano de Cásina porque estabas enamorado de ella.

LISIDAMO.- ¿Que yo hice eso?

OLIMPIÓN.- Tú no, Héctor el de Troya.

LISIDAMO.- Ése te habría aplastado, para empezar.


¿Hice yo lo que decís?

CLEÓSTRATA.- ¿Y todavía lo preguntas?

LISIDAMO.- Si es que lo hice, por Hércules, hice


muy mal.

CLEÓSTRATA.- Vuelve dentro de la casa, que yo te


recordaré lo que ha pasado si te falla la memoria.

LISIDAMO.- Por Hércules, que me creo más lo que


vosotras decís. Pero, esposa, perdona a tu marido.

• 100 •
CÁSINA

Mírrina, pídeselo a Cleóstrata. Si de aquí en adelante


le hago el amor a Cásina, o lo intento este poquito, si
admito tal cosa alguna vez, no hay razón, esposa, para
que no me cuelgues y me azotes con varas.

MÍRRINA.- Creo, por Cástor, que hay que perdonarle


esta vez.

CLEÓSTRATA.- Haré como me mandas. Me apresuro a


perdonarte para no hacer más larga esta comedia, que
ya lo es en exceso.

LISIDAMO-. ¿No estás enfadada?

CLEÓSTRATA.- No estoy enfadada.

LISIDAMO.- ¿Puedo confiar en tu palabra?

CLEÓSTRATA.- Claro que puedes.

LISIDAMO.- Nadie tiene una mujer más encantadora


que la mía.

CLEÓSTRATA.- (A Calino) Tú, venga, devuélvele el


bastón y el manto.

CALINO.- Ten, si te place.


A mí, por Pólux, se me ha hecho una gran afrenta: me
casé con dos y ninguno me hizo lo que se hace a las

• 101 •
PLAUTO

recién casadas. Espectadores, os voy a contar lo que va


a pasar dentro. Se descubrirá que Cásina es la hija del
vecino de aquí al lado y se casará con Eutinico, el hijo
de nuestro amo. Ahora es justo que vosotros nos deis
con vuestras manos la recompensa que merecemos. El
que así lo haga, disfrute siempre, a escondidas de su
esposa, de su fulana favorita. Pero el que no aplauda
con todas sus fuerzas para que se oiga bien, que en vez
de con una fulana se acueste con un macho cabrío per-
fumado con agua sucia de fregar38.

38 Laalusión a su propio travestismo es clara. Nótese que el mal olor del macho cabrío
era proverbial.

• 102 •

También podría gustarte