7.
LA ORATORIA ÁTICA
7.1. Democracia y oratoria. El sistema judicial.
La oratoria es el arte de hablar en público según una serie de reglas, que constituyen las técnicas
del discurso, cuya finalidad es convencer a un auditorio. La retórica es el estudio de estas técnicas.
Retórica y oratoria son complementarias.
Ya la épica y la poesía lírica hicieron uso de los discursos. Por ejemplo, se dice que Aquiles fue
educado para ser experto en palabras y la elocuencia aparece como algo indispensable para los
héroes homéricos, pero para su consolidación se necesitan unas circunstancias concretas.
Su nacimiento como género estuvo relacionado, por una parte, con la aparición de la democracia,
un sistema político que ofrecía la posibilidad de hablar en la asamblea a cualquier ciudadano,
llegando a confundirse los conceptos orador y político. Quien pretendía hacer carrera política
debía dominar el arte de la palabra si quería convencer a sus conciudadanos en la Asamblea. Por
otra parte, en Atenas, los tribunales llegaron a tener una importancia decisiva para los
ciudadanos, por tanto, es natural que la retórica y la oratoria adquirieran gran peso. La práctica
jurídica ateniense obligaba a que fuera el propio ciudadano el que tuviera que hablar ante los
tribunales. Todo ello popularizó el estudio de la oratoria. Por tanto, el nacimiento de la oratoria
como género literario viene precedido por un ambiente cultural idóneo en que florecen las
disquisiciones sobre lo justo, lo real, lo posible, lo conveniente etc. Será, como el drama, un
género eminentemente ático, asociado a una época y una ciudad concretas: la Atenas de finales
del s.V y principios del IV. En esta consolidación influyeron decisivamente la democracia en Atenas
y la labor de los sofistas.
Son los sofistas los primeros en estructurar el lenguaje como un arma dialéctica, como un
instrumento para el dominio de los hombres, por ejemplo, PROTÁGORAS DE ABDERA. Gracias a
la sofística y a su retórica los discursos públicos se hicieron literarios, pues se empezó a ver en
ellos obras de arte dignas de conservación escrita. A partir de aquel momento la educación
oratoria resultó imprescindible para la carrera de estadista; pero la retórica incluyó en su ámbito
de influencia toda la prosa y, especialmente, la historiografía. Destacamos a GORGIAS DE
LEONTINOS, que llegó a Atenas en el 427 a.C. y se dedicó a la enseñanza de la retórica.
Uno de los objetivos de los sofistas era la capacidad para imponer la propia opinión a través de la
palabra, y con esta finalidad enseñaban a sus alumnos todos los mecanismos posibles para
persuadir, e incluso “para convertir en fuerte el argumento débil”. A partir de este momento, el
pueblo de Atenas valora los discursos, pero no por su contenido de verdad, sino por su capacidad
de persuasión. Aparece el virtuoso del discurso, siempre dispuesto a demostrar su dominio,
orgulloso del poder inmenso de su instrumento (la palabra) que él sabe manejar como nadie con
criterios específicamente artísticos y estéticos, pues considera que su arte, la retórica, no es un
arte, sino un fin en sí mismo.
En Atenas se dieron circunstancias favorables para que prosperase este arte de la palabra
persuasiva. Con la instauración de la democracia radical (Efialtes y Pericles, 462-1 a.C.) se
incrementó el afán ateniense por la paideia (“educación”), el arte y la cultura; lo importante no
es ya el estudio de la naturaleza, sino el enriquecimiento del hombre y una mayor posesión de
conocimientos. Arraiga en Atenas la elocuencia; todo ciudadano tiene derecho a acusar y a
defenderse, si es acusado, ante un jurado compuesto por un mínimo de 201 ciudadanos, los
cuales no dominan cuestiones legales, sino que se dejan llevar por el efecto de las palabras del
elocuente orador. El ciudadano inexperto recurría entonces a un logógrafo (que le componía el
discurso y el litigante lo memorizaba) o bien estudiaba retórica.
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7.2. TIPOS DE DISCURSOS: DISCURSOS PÚBLICOS Y DISCURSOS PRIVADOS.
-epidíctico: (γένος ἐπιδεικτικόν) Eran discursos de alabanza o censura de personas, así como
discursos de exhibición, en los que se exponía alguna doctrina o pensamiento con ocasión de
alguna conferencia pública. Es un género en que la prosa aparece revestida de los ornamentos de
la poesía; el orador desarrolla un tema más o menos serio, empleando un tono declamatorio,
haciendo abundante uso de lugares comunes, de tópicos, y proponiéndose como meta el propio
lucimiento personal o el esplendor de una conmemoración o la alabanza de una persona o
colectividad. Dentro del género epidíctico hay diferentes tipos: el panegírico, el encomio, el
discurso funerario o epitafio y el discurso erótico. Se trata de un discurso público.
-forense: (γένος δικανικόν) son los discursos pronunciados ante un tribunal. Aunque la práctica
jurídica era que el ciudadano pronunciaba su discurso (compuesto por él o por un logógrafo), a
veces también lo podía presentar el συνήγορος, una especie de “abogado”, un amigo o un orador
profesional, para apoyar sus argumentos. La mayoría de los grandes oradores griegos se
dedicaron en algún momento a este tipo de oratoria. Son discursos que tratan generalmente
asuntos privados.
-político: (γένος συμβουλευτικόν) Son los discursos pronunciados ante un órgano político,
especialmente, la Asamblea. Son, evidentemente, discursos públicos.
7.3.LA ORATORIA EN LA DEMOCRACIA ATENIENSE: LISIAS, DEMÓSTENES, E ISÓCRATES.
a) LISIAS (440-380 a.C.)
Lisias era meteco y no llegó a conseguir la ciudadanía ateniense.
Se conservan treinta y cuatro discursos de unos doscientos treinta y tres,
algunos de dudosa autenticidad. Tratan de asuntos muy variados, como
asesinatos, fraudes, sobornos, adulterios etc.
La mayoría de sus discursos son judiciales, escritos como logógrafo, salvo su
discurso más importante, Contra Eratóstenes, (Κατὰ Ἐρατοσθένους) que
pronunció personalmente, pues en él acusaba a Eratóstenes, uno de los
Treinta Tiranos, de la muerte de su propio hermano, Polemarco, tras sufrir la
confiscación por éstos del negocio familiar. Cuando mataron a su hermano,
Lisias huyó a una población vecina. Regresó a Atenas en el año 403 a. C., tras
la derrota de los Treinta Tiranos y el restablecimiento del gobierno
democrático. Emprendió entonces acciones legales contra Eratóstenes, el
tirano responsable de la muerte de su hermano.
Otras obras son: Defensa en el juicio contra Simón (Πρὸς Σίμωνα ἀπολογία) y Sobre el asesinato
de Eratóstenes (Ὑπὲρ τοῦ Ἐρατοσθένους φόνου ἀπολογία) Es el discurso de defensa en un
proceso de homicidio, pronunciado por Eufileto, labrador ateniense. Eufileto ha dado muerte al
seductor de su esposa, Eratóstenes, al que ha sorprendido en flagrante delito de adulterio.
Eufileto no ha aceptado la indemnización que se ofrece en estos casos, por lo que los parientes
le acusan de asesinato premeditado. El acusado refuta tales inculpaciones presentándose no
como un homicida, sino como un marido burlado, diciendo que ha actuado según las leyes, una
de Dracón y otra de Solón. Parece que fue absuelto.
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Utiliza un ático fácil y agradable en los 34 discursos que conservamos. Lo que más se admira de
él es la facultad de crear el retrato de los personajes para los que escribía y de prestarles
sentimientos, palabra y tono perfectamente de acuerdo con la condición de sus clientes. También
destaca por la claridad de la expresión, su estilo sencillo y claro, brevedad en la exposición de un
pensamiento y redondeamiento de períodos.
b) DEMÓSTENES (384-322 a.C.)
Supone la cumbre de la oratoria griega. Todos sus biógrafos coinciden en
declarar que de joven tuvo problemas para hablar en público y que venció
gracias a un tesón indomable. Inauguró su carrera de orador acusando a
los tutores que había nombrado su difunto padre de dilapidarle la herencia.
Por tanto, sus inicios fueron de logógrafo, pero hacia el 350, movido por su
patriotismo, se pasó a la oratoria política, lo más destacado de su
producción.
En sus discursos políticos, escritos con una lógica implacable, echa en
cara a los atenienses su apatía y el juego hábil de Filipo que se gana a
unas ciudades griegas con promesas, siembra discordias civiles en otras y
fomenta todo aquello que puede dividir a los griegos. Trata de concienciar a sus
conciudadanos de la amenaza que suponía para la libertad ateniense y griega en general la figura
emergente de Filipo de Macedonia, denunciando al mismo tiempo a aquellos que dentro de la
propia ciudad apoyaban a Filipo. Cuando la amenaza de éste ya fue evidente, contribuyó a unir a
todos los griegos para hacerle frente. Sin embargo, la derrota griega en Queronea (338) hizo
inútiles sus esfuerzos.
Sus obras principales son: las cuatro Filípicas, en las que advierte del peligro que representaba el
rey macedonio. Sobre la falsa embajada, donde acusaba a su enemigo político Esquines de
dejarse sobornar por los macedonios durante sus negociaciones para la paz de Filócrates (346,
entre Filipo y Atenas). Las tres Olintíacas y el Quersonesíaco. Pero el más importante es el discurso
pronunciado el 330 a.c. Sobre la corona, donde no sólo defiende su política antifilípica y ataca a
su enemigo Esquines, sino que es una apología encendida de la civilización frente a la barbarie,
de la inteligencia frente a la fuerza bruta, un canto supremo a la libertad. En este discurso
defendía la legalidad de una propuesta presentada ante la Asamblea, según la cual se le concedía
una corona como premio por su patriotismo.
Su estilo es difícil de definir: emplea a la vez y con igual soltura amplios períodos y frases breves,
innovaciones léxicas y palabras de cuño poético, locuciones de la lengua coloquial y figuras de la
dicción. En sus discursos sorprenden a un tiempo la brevedad descriptiva y la morosidad
producida por sinónimos encadenados mediante conjunciones copulativas. No es tan sobrio
como el de Lisias ni tan exuberante como el de Isócrates, pero es más rico que el del primero y
más vivo que el del segundo.
c) ISÓCRATES (436-338 a.C.)
Es el autor más importante de la oratoria epidíctica. Discípulo de los
sofistas dedicados a la retórica, empezó a ejercitarse en la oratoria
forense, pero la abandonó para establecerse como maestro de retórica.
En 393 abrió en Atenas (junto al gimnasio del Liceo, en el mismo lugar
en que Aristóteles reunía a sus discípulos), una escuela que rivalizará
con la Academia de Platón (fundada en 387). La paideia isocrática se
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sostiene en la retórica tan criticada por Platón. Ambos adoptan las ideas educadoras de los
sofistas e introducen en ellas sus matizaciones, pero Isócrates se presenta desde el primer
momento en contra de los postulados de Platón y defendiendo la cultura sofística. Es, en el fondo,
un verdadero sofista. Tiene el convencimiento antiplatónico de que al hombre le está vedado el
conocimiento absoluto.
Sus enseñanzas son patentes en oradores posteriores como el griego Demóstenes o el romano
Cicerón. Falleció víctima de un ayuno voluntario en protesta por la pérdida de la independencia
de Grecia el año 338 a. C. Se conservan de él 21 discursos y 9 cartas
Enseñaba a disertar, es decir, a idear y ordenar pensamientos, a desarrollarlos y exponerlos de
manera convincente; proporcionaba a sus discípulos conocimientos de lo que hoy podríamos
llamar cultura general. Como orador epidíctico es el primero que escribió sus discursos, tras
elaborarlos cuidadosamente, para que circularan de forma escrita o para que se leyeran en
pequeños grupos.
Isócrates fue el primero en considerar el lenguaje como algo que se puede modelar a voluntad y
le dio importancia al acabar bien un período, con ritmo, evitando las cacofonías y el hiato. Su
estilo es fluido, de frase compleja y abundante en antítesis. Utiliza un estilo centrado en la frase,
que busca la armonía en el enlace lógico de las ideas y en la subordinación de los pormenores a
la esencia y al conjunto. Evita los poetismos y las metáforas audaces.
Se preocupó de la política y fue partidario del panhelenismo, la unión de todos los griegos contra
la amenaza del poder macedonio de Filipo. Entre sus obras destaca la Helena, elogio del
personaje, en que se opone a las ideas de Gorgias, la Antídosis, una defensa de su obra y
pensamiento, el Panegírico (alabanza de Atenas) y el Panatenaico, en el que defiende la idea de
que la concordia entre los griegos se alcanzará uniéndose en la lucha contra Persia.