La presencia sustentadora de Dios. (Filipenses 2-1-11).
Introducción:
Jesús vino del cielo a la tierra, nació en Belén, vivió una vida perfecta y murió en una cruz, que fue
una muerte de sacrificio expiatorio.
Fue sepultado en una tumba, resucitó victoriosamente, y ascendió al cielo para ocupar Su trono
en la gloria donde Dios Lo tiene altamente exaltado y le dio el Nombre que está sobre todo
nombre.
El señorío estaba en el corazón de la obra redentora de Jesús en la cruz. Pablo lo aclara en
Romanos 14:8-9 «Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así
pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.
Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como
de los que viven.
Para el cristiano esta gran confesión debe ser una realidad cotidiana. Un cristiano debe vivir
momento tras momento en sumisión fiel al señorío de Jesucristo recordando que ¡Él es Señor!
I. Pablo ruega que completen el gozo.
Pablo deja de lado la persecución externa, y se centra en las fricciones y divisiones internas,
ambas igual de dañinas y destructivas en el seno de la Iglesia, como se ha demostrado a lo largo
de la historia; siendo, tal vez, peor la interna.
Empezaban a vislumbrarse pequeñas disensiones en el modo de pensar de algunos, y eso
preocupaba, y no poco, al Apóstol Pablo.
De ahí que les pidiese que tuvieran el mismo pensamiento y el mismo sentimiento, es decir, un
único pensamiento para así completar más aún el gozo de un arrestado Pablo.
Si ellos querían participar con él en su lucha por y para el evangelio, y tener éxito, tenían que
tener el mismo pensamiento, el mismo amor, el mismo espíritu.
Pero, todo hacerlo de forma humilde, poniendo y anteponiendo los intereses de los hermanos en
Cristo aún por encima de los suyos propios.
Para esto, debían evitar el egoísmo y la vanagloria personal Pablo insiste en su exhortación a los
filipenses a que mantengan la unidad de sentir, parecer y, sobre todo, que sean humildes y
generosos.
Pues solo siendo humildes es que se puede fomentar tal unidad, ya que la humildad nos hace
considerar y estimar a los demás como superiores a nosotros, tal y como nuestro Señor bien nos
enseñó y demostró.
Pablo le dice a la iglesia: “Vuestras discordias revelan que hay un problema espiritual en vuestra
congregación. No va a ser resuelto por medio de reglamentos ni amenazas.
Será resuelto cuando vuestros corazones estén bien con Cristo y con los demás”. Pablo quería que
vieran que la raíz del problema era el egoísmo y que la causa del egoísmo es el orgullo. No puede
haber gozo en la vida del creyente que se coloca por encima de los demás.
II. De la eternidad a aquí.
Estas son otras exhortaciones a los deberes cristianos; a la unanimidad, a la humildad, conforme
al ejemplo del Señor Jesús. La bondad es la ley del reino de Cristo, la lección de su escuela, el
uniforme de su familia.
Cristo vino a hacernos humildes para que no haya entre nosotros espíritu de orgullo. Debemos ser
severos con nuestras propias faltas, y rápidos para observar nuestros defectos.
Que increíble, que aquel que ya existía antes de las cosas fueran creadas… y que es el ser
supremo sobre toda la creación, recorriera grandes distancias, de la eternidad a aquí, para nacer
en un humilde pesebre en este mundo.
Jesús, no apareció repentinamente entre los seres humanos. ¡No! Él tomó la forma de un diminuto
embrión.
Y, recorrió el camino que ha recorrido cada persona sobre la faz de la tierra, para eventualmente,
¡nacer a la vida en forma de un nacer a la vida en la forma de un pequeño bebe indefenso!
¡No existen palabras que puedan captar esta increíble transformación! No fue un cambio hacia
algo mejor, sino hacia algo menor…. Muchísimo más limitado, más pequeño, débil y frágil de lo
que Jesús era… Cuando existía en la forma de Dios.
III. Cristo, siervo de Dios
Cristo encarnado y humillado en la muerte más infame, la de la crucifixión, se propone como
modelo vital para el cristiano.
En efecto, este, como se afirma en el contexto, debe tener "los mismos sentimientos de Cristo
Jesús" (v. 5), sentimientos de humildad y donación, desprendimiento y generosidad.
Cristo no usa su igualdad con Dios, su dignidad gloriosa y su poder como instrumento de triunfo,
signo de distancia y expresión de supremacía aplastante, porque no escatimo a ser igual a Dios a
cosa a que aferrarse (v.6) …
Al contrario, él "se despojó", se vació a sí mismo, sumergiéndose sin reservas en la miserable y
débil condición humana, es decir, bajo nuestra realidad marcada por el sufrimiento, la pobreza, el
límite y la muerte (v. 7).
Así pues, Dios no sólo toma apariencia de hombre, sino que se hace hombre y se convierte
realmente en uno de nosotros, se convierte realmente en "Dios con nosotros."
No se limita a mirarnos con pena desde el trono de su gloria, sino que se sumerge personalmente
en la historia humana, haciéndose "carne", es decir, realidad frágil, condicionada por el tiempo y
el espacio (Juan 1:14).
"El Creador, con sabiduría y justicia, actuó por nuestra salvación, dado que no quiso servirse sólo
de su poder para concedernos el don de la libertad ni armar únicamente la misericordia contra
aquel que ha sometido al género humano, para que aquel no acusara a la misericordia de
injusticia.
Sino, que inventó un camino rebosante de amor a los hombres y, a la vez, dotado de justicia. En
efecto, después de unir a sí la naturaleza del hombre ya vencida, la lleva a la lucha y la prepara
para reparar la derrota.
Para vencer a aquel que un tiempo había logrado la victoria, para librarse de la tiranía de quien
cruelmente la había hecho esclava y para recobrar la libertad originaria."
Toda su vida fue una vida de pobreza y sufrimientos, pero el paso más bajo fue morir la muerte de
cruz, la muerte de un malhechor y de un esclavo; expuesto al odio y burla del público.
La exaltación fue de la naturaleza humana de Cristo, en unión con la divina. Todos deben rendir
homenaje solemne al nombre de Jesús, no al solo sonido de la palabra, sino a la autoridad de
Jesús.
Confesar que Jesucristo es el Señor es para la gloria de Dios Padre; porque es su voluntad que
todos los hombres honren al Hijo como honran al Padre.
Aquí vemos tales motivos para el amor que se niega a sí mismo, que ninguna otra cosa podría
suplir. ¿Amamos y obedecemos así al Hijo de Dios?
Conclusión:
El mensaje fundamental de la Biblia es que «Jesucristo es Señor», y la verdad más importante en
relación con la experiencia cristiana es el señorío de Jesucristo.
Para que Jesús sea el Señor de nuestra vida significa que Él es el dueño de toda nuestra vida. No
puede ser Señor de una parte; Él debe tener control sobre toda nuestra vida.
Jesús desea ser Señor de lo visible y lo invisible, de los aspectos privados de nuestra vida y de los
aspectos públicos de nuestra vida. Él quiere ser Señor de nuestra vida espiritual y de nuestra vida
física.
Para que Jesús se convierta en Señor de la vida de una persona implica una entrega absoluta y
total a Su señorío. Y además de la rendición absoluta, también debe haber un reconocimiento de
que somos Su propiedad.
¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual
tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro
espíritu, los cuales son de Dios. «(1 Corintios 6:19-20)
Un verdadero creyente nacido de nuevo pertenece a Jesús. Somos Su posesión comprada a precio
de sangre preciosa. Cuando una persona se rinde al señorío de Jesucristo, reconoce que es Su
propiedad y renuncia a sus derechos personales.
Y como verdaderos creyentes nacidos de nuevo pertenecemos a nuestro Señor y con gusto
queremos obedecer y complacer a Él en todo lo que pensamos, decimos y hacemos.
Ceder al señorío de Jesucristo también implica obediencia total y sin reservas. Si Él es el Señor de
nuestra vida, vamos a hacer lo que Él nos dice que hagamos. El señorío implica la obediencia.
El señorío de Jesucristo también implica un servicio voluntario. Debe haber un tiempo en su vida
cuando, como el profeta Isaías, estás dispuesto a decir: «Aquí estoy, Señor, envíame.»
El señorío de Jesucristo implica nuestra voluntad de ir donde Él nos envía, cuando Él nos envía, sin
importar el costo.
«Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí
mismo? Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del
Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles.» (Lucas 9:25-26)
Si usted ha afirmado que Jesús es importante en tu vida, comience demostrándolo por tus
acciones. Ser cristiano significa transformarse en la imagen de Cristo, no moldearlo en la imagen
que crees que es correcta.\
Tener los mismos sentimientos de Jesús significa no considerar el poder, la riqueza, el prestigio
como los valores supremos de nuestra vida, porque en el fondo no responden a la sed más
profunda de nuestro espíritu.
Sino abrir nuestro corazón al Otro, llevar con el Otro el peso de nuestra vida y abrirnos al Padre
del cielo con sentido de obediencia y confianza, sabiendo que precisamente obedeciendo al Padre
seremos libres. Tener los mismos sentimientos de Jesús ha de ser el ejercicio diario de los
cristianos.