8.
OBJETOS Y FENÓMENOS TRANSICIONALES ( 1951) 1
ESTUDIO DE LA PRIMERA POSESIÓN' •NO YO.,
Introducción
Se sabe que los niños recién nacidos tienden a utilizar los
puños, los dedos y los pulgares para estimularse la zona eróge-
na oral. para satisfacer los instintos de dicha zona y también
para lograr una tranquila unión. También se sabe que al cabo
de pocos meses los niños de uno y otro sexo se aficionan a ju-
gar con muñecas y que la mayoría de las madres les dan algún
objeto especial en espera de que, por asf decirlo, se conviertan
en adictos a tal objeto.
Hay una relación entre estos dos grupos de fenómenos que
se encuentran separados por un inteivalo de tiempo. El estudio
del desarrollo que conduce del primero al segundo puede ser
provechoso y dar aplicación a una cantidad de importante ma-
terial clínico que ha sido un tanto descuidado.
1. Basado en un escrito lcfdo ante la Sociedad PsicoannUtica 81it4nica, el
30 de mayo de 1951, hu. J. Psychol-A11al., vol. XXXIV, 1953.
2. Es necesario destacar que la palabra empleada aquf es •posesión• y no
•objeto•. En la venión mecanografiada di.\tribuida entre los miembros, de he-
cho utilicé, por error. la palabra •objeto• (en vez de •posesión•) lo cual fue cau-
sa de confusión. Se seitaló que el primerobitto ■ 110 yo• suele considerarse el pe-
cho. Llamo la a1ención del lector sobre el empleo de la palabro •transicional•
por Fairbaim en muchos lugares ( 19S2, p4g. 35).
308 ESCRITOS DE. PEDIATRiA Y PSICOANALISJS
1A prin,era posesión
Aquellos que casualmente mantengan un estrecho contacto
con los intereses y problemas de las madres ya estarán al tanto de
los riquísimos patrones que los bebés ponen de manifiesto en su
utilización de la primera posesión «no yo». Estos patrones, cuan-
do se manifiestan. pueden ser objeto de observación directa.
Se comprueba una amplia variación en la secuencia de acon-
tecimientos que empieza en el acto de llevarse el puño a la boca
realizado por el recién nacido y que a la larga culmina en la con-
secución de un osito de trapo, una muñeca o algún juguete
similar, sea duro o blando.
Está claro que aquí hay algo que reviste importancia y que
no es la excitación y satisfacción orales, aunque éstas pueden
ser la base de todo lo demás. Hay otras muchas cosas impor-
tantes que se pueden estudiar. entre ellas:
La naturaleza del objeto.
La capacidad del pequeño para 1-a:onocer un « no yo• en e1 objeto.
La ubicación del objeto: dentro. fuera. en el límite.
La capacidad del pequeño para crear, imaginar, inventar, origi-
nar. producir un objeto.
La iniciación de un tipo afectuoso de relación objetal.
He presentado los términos «objeto transicional• y e fenó-
menos transiciona1es» para designar la zona intermedia de la
experiencia, entre el pulgar y el osito de trapo, entre el erotis-
mo oral y la verdadera relación objetal. entre la actividad crea-
dora primaria y la proyección de lo que ya ha sido introyectado,
entre la inconsciencia primaria de la deuda y el reconocimien-
to de la deuda (•Di: ¡ta!»).
De acuerdo con esta definición. los balbuceos del pequeño o
la forma en que cualquier otro pequeño tiene su repertorio de
canciones y melodías que canta mientras se dispone a acostar-
se. entran en la zona intermedia en forma de fenómenos tran-
sicionales. junto al uso que se hace de los objetos que no son par-
te del cuerpo del pequeño todavía y que aún no son reconocidos
como pertenecientes a la realidad externa.
Se reconoce por lo general que el planteamiento de la natu-
ralei.a humana es inadecuado cuando se efectúa en términos
de relaciones interpersonales. aun cuando se tenga en cuenta la
elaboración imaginativa de la función, la fantasía en su tota-
lidad consciente e inconsciente, incluyendo el inconsciente re-
OBJETOS Y FENÓMENOS TRANSICIONALES ( 195 l) 309
primido. Para describir a las persona4; hay otra forma que sur-
ge de las investigaciones realizadas en las últimas dos décadas.
y que sugiere la posibilidad de decir, de cada individuo que haya
alcanzado la fase en que es una unidad (con una membrana li-
mítrofe. un interior y un exterior), que en dicho individuo hay
una realidad interior, un mundo interior que puede ser rico o po-
bre. que puede estar en paz o en estado de guerra.
Yo afirmo que si hay necesidad de este doble planteamiento,
también la hay de un planteamiento triple; hay la tercera parte
de la vida del ser humano, una parte que no podemos ignorar,
una zona intermedia de experimentación, a la cual contribuyen
tanto la realidad interior como la vida exterior. Es una zona que
no es disputada. ya que ninguna reivindicación se hace por cuen-
ta de la misma, salvo la de que exista como lugar de descanso
para el individuo metido en la perpetua tarea humana de man-
tener separadas, y a la vez interrelacionadas, la realidad interior
y exterior.
Es frecuente referirse a la «puesta a prueba de la realidad»,
así como establecer una clara distinción entre la apercepción y
la percepción. Lo que hago es reclamar la existencia de un esta-
do intermedio entre la incapacidad y la capacidad creciente del
pequeño para reconocer y aceptar la realidad. Por consiguiente,
estoy estudiando la sustancia de la ilusión, aquello que le es per-
mitido al pequeño y que en la vida adulta es inherente al arte y
a la religión. Podemos companir el respeto por la experiencia
ilusoria y, si lo deseamos, podemos reunir y formar un grupo
sobre la base de la semejanza de nuestras expetiencias ilusoria~.
Ésta es una de las rafees naturales del agrupamiento entre seres
humanos. Y sin embargo, es marca de locura que un indi\'iduo
exija demasiado de la credulidad de los demás, forzándoles a re-
conocer que se comparte una ilusión que no es la de los demás.
Confío en que se entienda que no me estoy refiriendo exac-
tamente al osito de trapo del pequeño ni al uso inicial que éste
hace del puño (pulgar, dedos). No estoy estudiando especifica-
mente el primer objeto de las relaciones objetales. Lo que me
interesa es la primera posesión y la zona intermedia que hay
entre lo subjetivo y lo que es percibido objetivamente.
Desa"ollo de un patrón personal
En la literatura psicoanalítica hay abundantes referencias
al progreso que se realiza desde «la mano en la boca• a «la mano
308 ESCRITOS DE. PEDIATRiA Y PSICOANALISJS
1A prin,era posesión
Aquellos que casualmente mantengan un estrecho contacto
con los intereses y problemas de las madres ya estarán al tanto de
los riquísimos patrones que los bebés ponen de manifiesto en su
utilización de la primera posesión «no yo». Estos patrones, cuan-
do se manifiestan. pueden ser objeto de observación directa.
Se comprueba una amplia variación en la secuencia de acon-
tecimientos que empieza en el acto de llevarse el puño a la boca
realizado por el recién nacido y que a la larga culmina en la con-
secución de un osito de trapo, una muñeca o algún juguete
similar, sea duro o blando.
Está claro que aquí hay algo que reviste importancia y que
no es la excitación y satisfacción orales, aunque éstas pueden
ser la base de todo lo demás. Hay otras muchas cosas impor-
tantes que se pueden estudiar. entre ellas:
La naturaleza del objeto.
La capacidad del pequeño para 1-a:onocer un « no yo• en e1 objeto.
La ubicación del objeto: dentro. fuera. en el límite.
La capacidad del pequeño para crear, imaginar, inventar, origi-
nar. producir un objeto.
La iniciación de un tipo afectuoso de relación objetal.
He presentado los términos «objeto transicional• y e fenó-
menos transiciona1es» para designar la zona intermedia de la
experiencia, entre el pulgar y el osito de trapo, entre el erotis-
mo oral y la verdadera relación objetal. entre la actividad crea-
dora primaria y la proyección de lo que ya ha sido introyectado,
entre la inconsciencia primaria de la deuda y el reconocimien-
to de la deuda (•Di: ¡ta!»).
De acuerdo con esta definición. los balbuceos del pequeño o
la forma en que cualquier otro pequeño tiene su repertorio de
canciones y melodías que canta mientras se dispone a acostar-
se. entran en la zona intermedia en forma de fenómenos tran-
sicionales, junto al uso que se hace de los objetos que no son par-
te del cuerpo del pequeño todavía y que aún no son reconocidos
como pertenecientes a la realidad externa.
Se reconoce por lo general que el planteamiento de la natu-
ralei.a humana es inadecuado cuando se efectúa en términos
de relaciones interpersonales. aun cuando se tenga en cuenta la
elaboración imaginativa de la función, la fantasía en su tota-
lidad consciente e inconsciente, incluyendo el inconsciente re-
OBJETOS Y FENÓMENOS TRANSICIONALES ( 1951) 309
primido. Para describir a las persona4; hay otra forma que sur-
ge de las investigaciones realizadas en las últimas dos décadas.
y que sugiere la posibilidad de decir, de cada individuo que haya
alcanzado la fase en que es una unidad (con una membrana li-
mítrofe. un interior y un exterior), que en dicho individuo hay
una realidad interior, un mundo interior que puede ser rico o po-
bre. que puede estar en paz o en estado de guerra.
Yo afirmo que si hay necesidad de este doble planteamiento,
también la hay de un planteamiento triple; hay la tercera parte
de la vida del ser humano, una parte que no podemos ignorar,
una zona intermedia de experimentación, a la cual contribuyen
tanto la realidad interior como la vida exterior. Es una zona que
no es disputada. ya que ninguna reivindicación se hace por cuen-
ta de la misma, salvo la de que exista como lugar de descanso
para el individuo metido en la perpetua tarea humana de man-
tener separadas, y a la vez interrelacionadas, la realidad interior
y exterior.
Es frecuente referirse a la «puesta a prueba de la realidad»,
así como establecer una clara distinción entre la apercepción y
la percepción. Lo que hago es reclamar la existencia de un esta-
do intermedio entre la incapacidad y la capacidad creciente del
pequeño para reconocer y aceptar la realidad. Por consiguiente,
estoy estudiando la sustancia de la ilusión, aquello que le es per-
mitido al pequeño y que en la vida adulta es inherente al arte y
a la religión. Podemos companir el respeto por la experiencia
ilusoria y, si lo deseamos, podemos reunir y formar un grupo
sobre la base de la semejanza de nuestras expetiencias ilusoria~.
Ésta es una de las rafees naturales del agrupamiento entre seres
humanos. Y sin embargo, es marca de locura que un indi\'iduo
exija demasiado de la credulidad de los demás, forz.ándoles a re-
conocer que se comparte una ilusión que no es la de los demás.
Confío en que se entienda que no me estoy refiriendo exac-
tamente al osito de trapo del pequeño ni al uso inicial que éste
hace del puño (pulgar, dedos). No estoy estudiando especifica-
mente el primer objeto de las relaciones objetales. Lo que me
interesa es la primera posesión y la zona intermedia que hay
entre lo subjetivo y lo que es percibido objetivamente.
Desa"ollo de un patrón personal
En la literatura psicoanalítica hay abundantes referencias
al progreso que se realiza desde «la mano en la boca» a «la mano
310 ESCRITOS DE PEDJATRIA Y PSICOANÁLISIS
en los genitales», pero quizá se hable menos del que conduce a la
manipulación de verdaderos objetos «no yo». Antes o después, el
pequeño, en su desarrollo, presenta la tendencia a me1.clar en su
patrón personal objetos que no son él. es decir, objetos «no yo».
Hasta cieno punto, tales objetos representan el pecho, pero no es
especialmente éste el punto que estamos tratando.
En el caso de algunos niños, el pulgar se mete en la boca
mientras los dedos acarician el rostro por medio de movimien-
tos de pronación y supinación del antebrazo. Entonces la boca
es activa en relación con el pulgar, pero no en relación con los
dedos. Los dedos que acarician el labio superior, o alguna otra
pane, pueden ser o convertirse en más importantes que el pul-
gar que se halla en la boca. Es más, esta actividad acariciadora
a veces se encuentra sola, sin la más directa unión pulgar-boca
(Freud, 1905: Hoffer, 1949).
En la experiencia común sucede una de las cosas siguientes
y que vienen a complicar una experiencia autoerótica como es
el chuparse el pulgar:
a) con la otra mano el bebé coge un objeto externo. por ejemplo
una parte de la sábana o manta, y se lo mete en la boca junto
con los dedos: o
b) de alguna u otra forma. sostiene y chupa la tela. 1 o no llega
realmente a chuparla. Los objetos que se usan de modo natural
incluyen las servilletas y (más adelante) los pañuelos. depende
de lo que esté más a su alcance; o
e) a partir de los primeros meses el bebé empie::,.a a arrancar lana,
a reunirla y a·utilizarla en la parte acariciadora de la actividad. 4
A veces, con menos frecuencia, se traga la lana, llegando a cau-
sar problemas; o
d) profiere sonidos con la boca, balbuceos/ ruidos anales, las pri•
meras no1as musicales. ele.
Se puede suponer que los pensamientos. o las fantasías, se
enlazan con estas experiencias funcionales.
A todas estas cosas las llamo fenómenos transicionales. Por
otra parte, de todo esto (si estudiamos un pequeño determina-
3. Ejemplo reciente lo hallamos en la manta-muñc.-ca del nii\o en la pelfcu-
la A 7i\'O•)~ar-old Goes lo Hospital, de James Robe11son (Tavístock Clinic). Véa-
se además Robenson y otros ( 1952).
4. Aqui posiblemente podría haber una explicación del empleo del t~rmino
•recoger lana•, que significa: habitar en d área transicional <> intermedia.
5. Véase Scott ( 1955).
OBJETOS Y FENÓMENOS TRANSICIONALES ( 19S1) 311
do) puede surgir alguna cosa o fenómeno -tal vez un ovillo de
lana en una esquina de la manta o del edredón, o una palabra,
o una tonadilla, o algún amaneramiento- que se haga de vital
importancia para el pequeño a la hora de acostarse y que sea
una defensa contra la angustia, especialmente la de tipo depre-
sivo {Illingworth, 1951 ). Quizás el niño haya encontrado y uti-
lice algún objeto blando o el cobertor de la cuna; entonces este
objeto se conviene en lo que yo llamo objeto transicional. Este ob-
jeto sigue siendo importante. Los padres se enteran de su valor
y Jo llevan consigo cuando van de viaje. La madre deja que se
ensucie e incluso que huela mal, a sabiendas de que, si lo lava-
se. produciría una intenupción en la continuidad de la expe-
riencia del pequeño, interrupción que puede destruir el signifi-
cado y el valor que el objeto tiene para el pequeño.
Sugiero que el patrón de los fenómenos transicionales em-
pieza a manifestarse a los cuatro, seis. ocho y doce meses. Dejo
espacio a propósito para cualquier variación significativa.
Los patrones instaurados en la infancia pueden persistir du-
rante la niñez, de tal forma que el objeto blando originario con-
tinúa siendo absolutamente necesario a la hora de acostarse o
bien cuando el pequeño se siente solo o cuando se cierne la
amenaza de un estado anímico depresi\'o. En la salud, no obs-
tante, hay una extensión gradual de la gama de interés y a la
larga la gama ampliada es mantenida, incluso cuando la an-
gustia depresiva está cerca. Puede que reaparezca, a una edad
más avanzada, cuando la privación se cierne sobre el indivi-
duo, la necesidad de un objeto o de un patrón de comporta-
miento dado. iniciado a una edad muy temprana.
La primera posesión es utilizada en conjunción con unas
técnicas especiales que emanan de la primera infancia y que
pueden incluir las actividades autoeróticas más directas, y exis-
tir con independencia de éstas. Gradualmente. en la vida del pe-
queño van apareciendo los ositos de trapo, las muñecas y los ju-
guetes duros. En cierta medida, los chicos tienden a jugar con
juguetes duros, mientras que las niñas tienden a seguir adelan-
te hasta la adquisición de una familia. Es importante obsen-ar,
sin embargo, que no hay ninguna diferencia perceptible e,itre ni-
ños y niñas en lo que hace al en1pleo de su posesión « no yo» ori-
ginaria, a la cual he denominado «el objeto transicional•.
A medida que el pequeño empieza a utilizar una serie de so-
nidos organizados (mum, ta, da) es posible que aparezca una
«palabra• destinada al objeto transicional. A menudo el nom-
bre con que los pequeños denominan a estos objetos es signifi-
312 ESCRITOS DE PEDIATRIA ,. PSICOANÁLISIS
cativo, y generalmente al mismo se incorpora parcialmente al-
guna palabra usada por los adultos. Por ejemplo. «baa» puede
ser el nombre en cuestión; en tal caso es posible que la « b» pro-
venga de la palabra • bebé» utilizada por el adulto.
Debo decir que a \'eces no hay ningún objeto transicional
salvo la madre misma. También puede ser que el pequeño se
vea tan turbado en su desarrollo emocional que no pueda dis-
frutar del estado de transición, o que se rompa la continuidad
de los diversos objetos utilizados. De todos modos, puede que
la continuidad se mantenga de manera oculta.
Resu n1en de cualidades especiales en la relación
1. El nir\o afirma una serie de derechos sobre el objeto y nosotros
nos mostramos conformes con ello. Sin embargo, desde el co-
mienzo es característica una cierta abrogación de la omnipo-
tencia.
2. El objeto es afectuosamente acunado y excitadamente amado y
mutilado.
3. No debe cambiar. a menos que lo cambie el pequei\o.
4. Debe sobrevivir al amor instinli\'o, al igual que al odio y, si éste
es uno de los rasgos, a la agresión pura.
5. Con todo, al nii\o debe parecerle que da calor, se mueve, tiene
textura o hace alguna cosa que parezca mostrar que posee \'Íta-
lidad o realidad propia.
6. Desde nuestro punto de vista procede del exterior, pero no des-
de el punto de vista del pequei\o. Tampoco procede de dentro;
no se lrata de una alucinación.
7. Su destino es que gradualmente se permita su decatectiza-
ción, de manera que en el transcurso de los ataos quede. más
que olvidado. relegado al limbo. Con esto quiero decir que, en
la salud, ~1 objeto transicional no centra•. as( como tampoco
sufre represión el sentimiento respecto al mismo. Ni se olvida
ni se lamenta su pérdida. Pierde significado y esto es porque
los fenómenos transicionales han sido de-fundidos. se han
extendido por todo el tenitorio intermedio entre la •realidad
psíquica interior• ~· •el mundo exterior tal como es percibido
por dos personas en común», es decir, por todo el campo cul-
tural.
En este punto mi tema se amplía para dar cabida al tema de
los juegos, de la creación artística y la apreciación del arte. del
sentimiento religioso, de los sueños. y también del fetichismo.
el decir mentiras y robar, el origen y pérdida del sentimiento afee-
OBJETOS V FENÓMENOS TRANSICIONALES ( 1951) 313
tuoso, la adicción a las drogas, el talismán de los rituales obse-
sivos, etcétera.
Relación del objeto transicional con el sin1bolis1110
Es cierto que el fragmento de manta (o de lo que sea) sim-
boliza algún objeto parcial, como puede ser el pecho. Sin em-
bargo. su importancia no reside en su \·alor simbólico tanto
como en su realidad. El hecho de que no sea el pecho (ni lama-
dre) reviste tanta importancia como el representar al pecho (o
a la madre).
Cuando se emplea el simbolismo, el pequeño ya estará dis-
tinguiendo claramente entre la fantasía y la realidad, entre
los objetos interiores y los exteriores, entre la creatividad
primaria y la percepción. Pero el término «objeto transicio-
nal•, con arreglo a mi sugerencia, deja lugar para el proceso
de hacerse capaz de aceptar la diferencia y la semejan7.a.
Creo que se puede hablar de la raíz del simbolismo en el
tiempo, un término que describa el recorrido del pequeño
desde lo puramente subjetivo hasta la objetividad: y a mí me
parece que el objeto transicional (fragmento de manta, etc.),
es lo que vemos de este recorrido que marcha hacia la expe-
rimentación.
Resultaría posible comprender el objeto transicional sin al
mismo tiempo comprender plenamente la naturaleza del sim-
bolismo. Parece ser que el simbolismo sólo puede ser estudiado
apropiadamente en el proceso de crecimiento de un individuo
y que. en el mejor de los casos, su significado es variable. Por
ejemplo, si consideramos la hostia del Sagrado Sacramento,
que simboli7.a el cuerpo de Cristo, creo tener razón al decir que
para la comunidad católica es el cuerpo, mientras que para la
protestante es un sustituto, un recordatorio y que, esencial-
mente, no es el cuerpo real. Sin embargo, en ambos casos es un
símbolo.
Una vez, después de Navidad, una paciente esquizoide me
preguntó si había disfrutado comiéndomela durante las fiestas.
Y luego me preguntó si real,nenJe n1e la habla coniido o sólo etJ
la fantasía. Sabía que la paciente no podía darse por satisfecha
con ninguna de las alternativas. Su escisión exigía una respues-
ta doble.
314 ESCRITOS DE PEDIATRIA Y PSJCOANALISIS
DESCRJPCIÓN CLINICA DE UN OBJETO TRANSICIONAL
Cualquiera que esté en contacto con padres e hijos dispon-
drá de una variedad infinita de material clínico ilustrativo.6 Los
siguientes ejemplos los doy meramente para que los lectores re-
cuerden material semejante producto de su propia experiencia.
Dos ltem,anos: Contrastes en el uso precoz de las posesiones
De(ormació,r en el uso del objeto transicional. El niño X, aho-
ra hombre sano, ha tenido que luchar para llegar a la madurez.
La madre «aprendió a ser madre• cuando X era pequeño y
pudo evitar cometer ciertas equivocaciones con otros niños
gracias a lo que había aprendido en el caso de X. La madre te-
nía también otros motivos externos de angustia en el momento
de curar a X, casi completamente sola. Se tomó muy seriamen-
te su trabajo de madre y durante siete meses amamantó a X. La
madre piensa que en este caso fue demasiado tiempo y el pe-
queño no fue destetado con facilidad. Jamás se chupó el pulgar
o los dedos y al ser destetado no tuvo nada a qué acudir. Jamás
había tomado el biberón, utilizado un chupete o recibido otro
tipo de alimentación. Tenía un apego ,nuy fuerte y precoz a la
,nadre ,nis,na, en tanto que persona, y lo que el pequeño nece-
sitaba era esto, la persona de la madre.
A partir de los doce meses adoptó un conejo que solía abra-
i.ar afectuosamente, y terminó por transferir este cariño a los
conejos reales. Este conejo duró hasta que el pequeno cumplió
cinco o seis años. Cabria calificarlo de consuelo, aunque jamás
poseyó la auténtica cualidad de objeto transicional. Nunca, como
hubiese sucedido con un verdadero objeto transicional, llegó
a ser más importante que la madre, parte casi inseparable del
pequeño. En el caso de este chico las angustias que culminaron
en el momento del destete a los siete meses fueron la causa del
asma subsiguiente, que el pequeño superó en forma gradual.
6. Hay ejemplos excelentes ~ el único anículo que he encontrado sobre
este mismo tema. Wulff (•Fetishism and Object Choice in Early Childhood•,
Psycl,oanal. Quart., 1946, 15. pág. 450) evidentemente estudia el mismo fenó•
meno. pero a los objetos él los llama «objetos-fetiche•. No me parece claro que
este término se:i correcto. como explicaré más abajo. En realidad no tuve co-
nocimiento del escrito de Wulff hasta después de haber preparado mi propio~
crito, pero me dio una gran alegria y ánimo ,.-cr que el temn ya hnb{a sido con-
siderado digno de comentario por un colega. Véase también a Abraham ( 1916)
y a Lindncr ( 1879}.
OBJETOS Y FENÓMENOS TRANSICIONALES (1951) 315
Fue importante para él coger un empleo lejos de su ciudad na-
tal. El apego por su madre sigue siendo muy poderoso. El caso
entra en la amplia definición del término «normal» o •sano».
Este hombre no se ha casado.
Uso típico del objeto transicional. El desarrollo del hermano
menor de X, Y, ha sido en general normal. Ahora tiene tres hi-
jos sanos. Fue amamantado durante cuatro meses y luego le
destetaron sin ninguna dificultad. 7 Y se chupaba el pulgar ya
durante sus primeras semanas, lo cual hizo «que su destete re-
sultase más fácil que el de su hermano». Poco después del des-
tete, a los cinco o seis meses, adoptó el extremo de la manta,
donde terminaba el pespunte. Le gustaba que un poquito de lana
sobresaliese en el extremo y lo utilizaba para hacerse cosquillas
en la nariz. No pasó mucho tiempo antes de que esto se convir-
tiese en su «baa•. palabra que inventó él mismo apenas fue ca-
paz de utilizar sonidos organizados. A partir del año de edad,
más o menos, la manta fue sustituida por un jersey suave, de
color verde, y una corbata roja. No hallaba en esto un «con-
suelo», como en el caso de su depresivo hermano mayor. sino
un «alivio•. Era un sedante que siempre funcionaba. Éste es un
ejemplo típico de lo que denomino objeto transicional. Cuando
Y era pequeño no cabía duda de que si alguien le daba su «baa•,
inmediatamente se ponía a chuparlo y se le pasaba la angus-
tia, de hecho se dormía en pocos minutos si la hora de acostarse
estaba cerca. Al mismo tiempo no dejó de chuparse el pulgar,
actividad que continuó hasta que tuvo tres o cuatro años de
edad. Se acuerda de que se lo chupaba y que a resultas de ello
una parte del dedo se le había endurecido. Ahora que también
él es padre se interesa por que sus propios hijos se chupen el
pulgar y utilicen sus propios «baas».
Los detalles del caso son puestos de relieve en la tabla de la
página 316. donde se indica el historial de los siete niños nor-
males de esta familia.
Al consultar con un padre o una madre, a menudo resulta
\'a lioso obtener infonnación acerca de las técnicas y posesio-
nes de los niños de la familia al principio. Esto hace que lama-
dre compare los diversos niños y le permite recordar cuáles
eran sus caracteristicas a edad temprana.
7. La madre •había aprendido de su primer hijo que era una buena idea dar-
le el biberón mientn1s le amamantaba•, es decir, tcnc-r en cuenta el valor positi•
vo de los sustitutos, y por ~te medio consiguió un destete má.~ fácil que con X.
316 ESCRITOS DE PEDIATRIA Y PSICOANALISIS
Con frecuencia es posible obtener del niño información acer-
ca de los objetos transicionales: por ejemplo, Angus (de once años
y nueve meses) me dijo que su hermano «tenía toneladas de
osos de peluche y otras cosas» y que antes •tenía otros ositos•:
a continuación me habló de él mismo, diciéndome que nunca
había tenido ositos. Dijo que solía golpear el extremo de la cuer-
da de la campanilla hasta que se dormía. Probablemente la
cuerda acabaría por caer y ahí terminaba todo. Sin embargo,
había algo más, aunque se mostraba remiso a hablarme de ello.
Se trataba de un conejo color púrpura y con ojos encarnados. •No
le quería. Solfa tirarlo por ahí. Ahora lo tiene Jeremy. Yo se lo
di. Se lo di a Jeremy porque era malo. A propósito se cafa de la
cómoda. Todavía nie visita. Me gusta que 111e visite.» Se sor-
prendió a sf mismo al dibujar el conejo color púrpura. Se ob-
seivará que este pequeño de once años, con e1 sentimiento de
realidad propio de su edad, hablaba como si careciese de él
cuando describía las cualidades del objeto transicional. Cuan-
do más tarde vi a la madre se mostró sorprendida de que Angus
se acordase del conejo púrpura, objeto que pudo reconocer fá-
cilmente en el dibujo.
Pulgar Objelo transicional npo de Hiño
X Varón o Madn: Conejo (consuelo) Fijación materna
y Varón + •Baa• Jersey (alivio) Libre
Mellizos Mujer o Chupete Burro (amigo) Madurez rardfa
Varón o ·Ee· Ee (protector) Psicópata latente
Hijos Mujer o .9aa,. Manta (tranquilidad) Buen desarrollo
de Mujer + Pulgar Pulgar (satisfacción) Buen desarrollo
y Varón + •Mimis-• Objetos (los separaba) Buen desarrollo
• Un número infinito de objetos blandos part.~idos que se distinguían por el
color. longitud. anchurn. y de buen principio se sometían a separación y clasifi-
cación.
Me abstengo deliberadamente de darles más casos aquí, es-
pecialmente porque no quiero dar la impresión_ de que lo que
estoy relatando es raro. Prácticamente en todo caso hay algo
interesante en los fenómenos transicionales o en la ausencia de
los mismos (véase Stevenson. Olive, 1954 ).
OBJETOS Y FENÓMENOS TRANSICIONALES (19S l) 317
ESTUDIO TEÓRICO
Tomando como base la teoría psicoanalítica de aceptación
universal se pueden f onnular diversos comentarios.
1. El objeto transicional representa cl pecho o el objeto de la pri-
mera relación.
2. El objeto transicional antedata a la instauración de la realidad.
3. En relación con el objeto transicional el pequer\o pasa del con-
trol (mágico) omnipotente al control por la manipulación (con
participación del erotismo muscular y del placer de la coordina•
ción).
4. A la larga el objeto transicional puede convenirse en un fetiche
y como tal persistir en f01ma de característica dt! la vida sexual
del adulto. (Véase el tratamiento que de este tema hace Wulff.)
S. El objeto transicional puede. debido a su organización erótico-
anal. representar las heces (pero no es por esta razón que es sus-
ceptible de oler mal y de no ser lavado).
Relación con el objeto interior (Klein)
Resulta interesante comparar el concepto del objeto transi-
cional con el concepto kleiniano del objeto interior. El objeto
transicional no es un objeto interior (lo cual es un concepto
mental), sino que es una posesión. Y con todo tampoco es (para
el pequeño) un objeto exterior.
Es preciso formular la compleja afirmación que sigue. El
niño es capaz de emplear un objeto transiciona1 cuando el ob-
jeto interior está vivo y es real y lo suficientemente bueno (no
demasiado persecutodo). Pero las cualidades de este objeto in-
terior dependen de la existencia y comportamiento del objeto
exterior (pecho, figura materna, cuidados ambientales en ge-
neral). El hecho de que el objeto exterior sea malo o fracase
conduce indirectamente a la muerte o a la índole persecutoria
del objeto interior. Cuando el objeto exterior falla de manera
persistente. el objeto interior deja de tener significado para el pe-
queño y entonces, y sólo entonces, el objeto transicional pierde
también su sentido. Así pues, el objeto transicional puede re-
presentar el pecho •exterior•, pero lo hace indirecta,nente, al
representar un pecho «interior».
El objeto transicional nunca se halla sometido a un control
mágico como le sucede al objeto interior, ni está fuera de con-
trol como lo está la madre real.
318 ESCRITOS DE PEDIATR(A Y PSICOANÁLISIS
Ilusión-desilusión
Con el fin de preparar el terreno para efectuar mi propia
aportación positiva a este tema, debo explicitar algunas de las
cosas que, a mi modo de ver, se dan por sentadas con demasia-
da facilidad en numerosos escritos psicoanalíticos que tratan
del desarrollo emocional infantil. si bien en la práctica se las
sobreentiende.
No hay la menor posibilidad de que un pequeiio pase del
principio del placer al principio de la realidad, o que se di-
rija y sobrepase una identificación primaria (véase Freud,
1923, pág. 14),1 a no ser que exista una madre lo bastante
buena. 9 La madre que es suficientemente buena (y que no es
necesariamente la madre verdadera del pequeño) es la que
realiza una adaptación activa a las necesidades del pequeño,
es decir, una adaptación activa que gradualmente va dismi-
nuyendo a tenor de la creciente habilidad del pequeño para
explicarse el fracaso de la adaptación y para tolerar los re-
sultados de la frustración. Como es natural. lo más probable
es que la madre verdadera del pequeño sea más adecuada
que cualquier otra persona, ya que la adaptación activa exige
una preocupación fácil y no resentida con respecto al peque-
ño; de hecho, el éxito en el cuidado de los niños depende de
la devoción y no de la inteligencia o de las dotes intelec-
tuales.
La madre «buena», como he dicho, comieni.a con una adap-
tación casi completa a las necesidades de su pequeño y a medi-
da que el tiempo va pasando se adapta de un modo menos y
menos completo, gradualmente, con arreglo a la creciente ha-
bilidad del pequeño para afrontar los fallos de la madre.
Entre los medios de que dispone el pequeño para afrontar
este fallo maternal se cuentan los siguientes:
8. Véase también F~d ( 192 l ). pág. 65.
9. Un efcclo, el principal. del fracaso de la madre en este aspcclo al princi-
pio de la vida del pequei\o, lo comenta claramente (a mi modo de ver) Marion
Milncr ( 1952, pág. 181). Milncr demuestra que a causa del fracaso de la madre
se produce un desarrollo prematuro del yo. con una precoz separación de un
objeto malo de otro bueno. El periodo de ilusión (lo que yo llamo •fase transi-
cionnJ•) se \'C turbado. Durante el análisis o en las diversas actividades de la
vida corriente cabe ver que el individuo sigue buscando el valioso lugar de des-
cnnso que le proporciona la ilusión. De esta manera la ilusión tiene un valor po-
sitivo. Véase también a Fn:ud ( 19SO).
OBJETOS Y FENÓMENOS TRANSICIONALES ( 1951) 319
La experiencia del pequet.o, repetida a menudo, de que hay un
límite temporal para la frustración. Al principio, naturalmente,
este límite temporal debe ser breve.
Un creciente sentimiento de proceso.
Los comienzos de la actividad mental.
El recuerdo, el revivir, las fantas(as, los suefaos: la integración
del pasado, el presente y el futuro.
Si toda va bien, de hecho el pequeño incluso puede sacar
provecho de la experiencia de la frustración, ya que la adapta-
ción incompleta a la necesidad hace que los objetos sean rea-
les, es decir, que sean odiados al igual que amados. La conse-
cuencia de esto estriba en que si todo va bien, la continuación
de la adaptación a sus necesidades durante demasiado tiempo,
sin que se le permita su disminución natural, puede perturbar
al pequeño, ya que la adaptación exacta es parecida a la magia
y el objeto que se comporta perfectamente pasa a no ser mejor
que una alucinación. Sin embargo, al principio, la adaptación
necesita ser casi exacta y, a menos que así sea, al niño no le es
posible empezar a desarrollar una capacidad para experimen-
tar relaciones con la realidad exterior, ni siquiera una capaci-
dad para formarse un concepto de dicha realidad.
La ilusión y el valor de la ilusión
La madre, al principio a través de una adaptación de casi el
ciento por ciento, provee al pequeño de la capacidad para la
ilusión de que su pecho es parte suya, del pequeño. Está, por
así decirlo, bajo control mágico. Lo mismo puede decirse en
términos del cuidado infantil en general, en los momentos de
tranquilidad que hay entre las excitaciones. La omnipotencia
es casi un hecho de la experiencia. A la larga la tarea de lama-
dre es la de desilusionar gradualmente al pequeño, pero no ten-
drá la menor esperanza de éxito si primeramente no ha sido ca-
paz de dar suficientes oportunidades para la ilusión.
Dicho de otro modo, el pecho es creado por el pequeño una y
otra vez, partiendo de su capacidad para amar o (podría decirse)
partiendo de la necesidad. En el bebé se desarrolla un fenómeno
objetivo al que denominamos pecho de la madre.'º La madre co-
10. Aquí incluyo lodo lo rdcrcme a la tttnica malemali1.adora. Cuando se
dice que el primer objeto es el pecho, la palabra •pecho» se usa, creo, en re-
lación tanto a la técnica matcmali7.adora como al término fisiológico ~ropia-
320 ESCRITOS DE PEDIATRf A Y PSICOANÁLISIS
loca el pecho real justo allí donde el pequefto se halla dispuesto
a crear, y lo hace en el momento apropiado.
Desde el nacimiento, por tanto, el ser humano se ocupa del
problema de la relación entre lo que es percibido objetivamente y
lo que es concebido subjeti\'amentc: y para la solución de este pro-
blema no hay salud para el ser humano que no haya sido puesta
en el buen camino por la madre. la zona intennedia a la que ,ne es-
toy refiriendo es la zona que le es pennitida al peque,10 entre la crea-
tividad pritnaria y la percepción objetiva basada en la puesta a prue-
ba de la realidad. Los fenómenos transicionales representan las
fases precoces del empleo de la ilusión, sin la cual para el ser hu-
mano no hay ning(1n significado en la idea de una relación con un
objeto que los demás perciben como e xterior a dicho ser.
La idea que ilustra la figura 19 es la siguiente: que en un
punto teórico al comienzo del desarrollo de todo ser humano,
el pequeño, dentro de cierto marco aportado por la madre. es
capaz de concebir la idea de algo que satisfaria la creciente ne-
cesidad suscitada por la tensión instintiva. No es posible decir
que al principio el pequefto sepa qué es lo que debe ser creado.
En este momento se presenta la madre. Ordinariamente, da el
pecho y su potencial necesidad de alimentar. La adaptación de
la madre a las necesidades del pequeño, cuando es lo suficien-
temente buena, da al pequeño la ilusión de que existe una rea-
lidad exterior que corresponde a la necesidad de crear del pro-
pio pequeño. Dicho de otro modo, hay una coincidencia entre
lo que la madre aporta y lo que el pequeño es capaz de conce-
bir: Para el observador, el pequeño percibe lo que en realidad le
presenta la madre, pero esto no es todo. El pequeño percibe el
pecho solamente en la medida en que éste podria ser creado
allí mismo y en aquel preciso instante. No se produce un inter-
cambio entre la madre y el pequefto. Psicológicamente, el pe-
queño se alimenta de un pecho que forma parte de si mismo,
mientras que la madre da leche a un pequeño que forma parte
de ella misma. En psicología, la idea de intercambio se basa en
una ilusión.
mente dicho. No es imposible para una mad~ ser una madre lo bastante bue-
na (según mi manera de \-er) con un biberón. Si tenemos en cuenta este senti-
do amplio de la pal obra •pecho•, y la técnica maternal es entendida como in-
cluyendo el extenso significado de dicho t~nnino, entonces es posible tender un
puente entre la terminología klcinian11 sobre las fases prccocc5 y lu de Anna
Frcud. La única diferencia seria de fochas, pero de hecho ésta no es una dife-
rencia muy imponantc, puesto que desaparece automáticamente con el paso
del tiempo.
OBJETOS Y FENÓMENOS TRANSICIONALES ( 19'5 I > 32)
bJ bJ
cJ cJ
flG. 19 FIG. 20
En la figura 20 se da fonna a una zona de la ilusión a fin de
ilustrar lo que yo considero ser la principal función del objeto
y de los fenómenos transicionales. El objeto y los fenómenos
transicionales ponen en contacto a cada ser humano con aque-
llo que siempre será imponante para él: una zona neutral de
experiencias que no serán disputadas. Acerca del objeto transi-
cional cabe decir que se trata de un acuerdo entre nosotros y el
bebé en el sentido de que nunca le preguntare,110s: ¿Concebiste tú
esto o te fue prese11tado desde fuera? lo que itnporta es que ,zo se
espera ninguna decisión a este respecto. No debe fom1ularse la
pregunta.
Este problema, que indudablemente preocupa al pcquea'\o,
al comienzo oscuramente,"ª haciéndose cada vez más eviden-
te a causa de que la principal tarea de la madre (después de la
de aportar una oportunidad para la ilusión) es la desilusión.
Esto ocupa un lugar preliminar con respecto a la tarea del des-
tete y asimismo continúa existiendo en forma de la misión de
padres y educadores. Dicho de otra manera, este asunto de la
ilusión corresponde de forma inherente a los seres humanos y
ningún individuo lo resuelve por sí mismo, aunque una com-
prensión teórica del mismo puede aportar una solución igual-
mente teórica. Si las cosas van bien en este proceso gradual de
desilusión, el terreno queda abonado para la serie de frustra-
ciones que reunimos bajo el nombre de ecdestele•. Pero no debe
olvidarse que cuando hablamos de los fenómenos (puestos es-
pecíficamente de relieve por Klein) que se arraciman en tomo;-,
al destete, estamos dando por sentado el proceso subyacente.
en virtud del cual se dispone de la oportunidad para la ilusión
y para la gradual desilusión. Si la relación ilusión-desilusión se
322 ESCRITOS DE PEDJATRIA Y PSJCOANALJSIS
descarría, el niJ\o no es capaz de alcanzar una cosa tan normal
como es el destete, ni reaccionar ante el mismo, por lo que en
tal caso resulta absurda la mera alusión al destete. La termina-
ción, sin más, del amamantamiento no constituye destete.
Nos es posible comprobar la tremenda importancia del des-
tete en el caso del niño normal. Cuando presenciamos la com-
pleja reacción que se pone en marcha a causa del proceso de
destete en un niño dado, sabemos que dicho proceso puede te-
ner lugar en tal niño porque el proceso de ilusión-desilusión se
está desarrollando tan bien que podemos hacer caso omiso del
mismo mientras hablamos del destete.
Damos aquí por sentado que la tarea de la aceptación de la
realidad jamás es completada, que ningún ser humano está li-
bre de la tensión que ocasiona el relacionar la realidad interior
con la exterior y que el alivio de tal tensión lo aporta una zona
intermedia de experiencias que no es disputada (el arte, la reli-
gión, etc.) (véase Riviere, 1936). Esta zona intermedia se halla
en continuidad directa con respecto a la zona de juegos donde
el niño pequeño se «pierde» al jugar.
En la infancia, esta zona intermedia es necesaria para la
iniciación de una relación entre el niño y el mundo y esto es po-
sible gracias a una buena matemalización en la fase crítica pre-
coz. Esencial para todo esto es la continuidad (en el tiempo)
del medio emocional exterior y de los elementos especfficos del
medio físico, tales como el objeto u objetos transicionales.
Los fenómenos transicionales son admisibles en el pequeño
debido a que los padres reconocen intuitivamente la tensión in-
herente a la percepción objetiva, y no vamos aquí a disputar la
subjetividad y objetividad del pequeño, aquí, donde se halla el
objeto transicional.
Cuando un adulto pretende que aceptemos la objetividad de
sus fenómenos subjetivos nosotros diagnosticamos locura. Sin
embargo, si el adulto es capaz de disfrutar la zona intermedia
y personal sin pretender nada, entonces podemos reconocer la
existencia de nuestras propias zonas intermedias y nos com-
place ver ejemplos de coincidencia, es decir. de experiencias co-
munes entre los miembros de un grupo artístico. religioso o fi-
losófico.
Quisiera en especial llamar la atención sobre el escrito de
Wulff citado anteriormente. En dicho escrito se aporta un ma-
terial clínico que ilustra exactamente aquello a lo que me estoy
refiriendo bajo el título de objetos y fenómenos transicionales.
Existe una diferencia entre mi punto de vista y el de Wulff, dife-
OBJETOS 'I' FENÓMENOS TRANSICIONALES ( 1951) 323
rencia que se refleja en que yo utilizo el término citado mientras
que él emplea el de «objeto-fetiche». El estudio del escrito de
Wulff parece demostrar que al utilizar la palabra «fetiche• ha
retrotraído a la infancia algo que es propio de la teoría corrien-
te sobre las perversiones sexuales. Me es posible encontrar en su
escrito lugar suficiente donde dar cabida al concepto de que el
objeto transicional del niño es una experiencia sana. Y sin em-
bargo, considero que los fenómenos transicionales son sanos y
universales. Es más, si ampliamos el uso de la palabra «fetiche»
para que cubra los fenómenos normales, tal vez perderemos
parte del valor que tiene el término en cuestión.
Preferiría conservar la palabra • fetiche• a fin de describir el
objeto que es empleado a cuenta de la desilusión de un falo ma-
terno. Entonces itia más allá y diríamos que hay que dar cabi-
da para la ilusión de un falo materno. es decir, una idea que es
universal y no patológica. Si hacemos énfasis en la palabra
•ilusión» en \'ez de en el objeto, nos acercamos al objeto tran-
sicional del pequeño: la importancia reside en el concepto de
ilusión, universal en el campo de la experiencia.
Partiendo de ahí, podemos considerar el objeto transicional
como falo materno en potencia, el cual, empero, al principio
era un pecho; es decir. la cosa creada por el pequeño y al mis-
mo tiempo apo11ada por el medio ambiente. De esta manera
creo que un estudio del empleo que el pequeño hace del objeto
transicional y de los fenómenos transicionales en general pue-
de arrojar luz sobre el origen del objeto-fetiche y del fetichis-
mo. Sin embargo. algo se pierde al trabajar retroactivamente
desde la psicopatología del fetichismo hasta alcanUU" los fenó-
menos transicionales propios de los principios de la experien-
cia e inherentes al desarrollo emocional sano.
RE.SUMEN
Se llama la atención sobre la riqueza que para la observa-
ción aportan las primeras experiencias del niño sano tal
como se expresan principalmente en relación con la primera
posesión.
Se establece una relación temporal retroactiva entre la pri-
mera posesión y los fenómenos autoeróticos. así como con el
hábito de chuparse el puño o el pulgar. as( como una relación
proyectada hacia adelante hasta llegar a los primeros muñe-
cos blandos y juguetes duros. La primera posesión se relaciona
324 ESCRITOS DE PEDIATRIA Y PSICOANÁLISIS
tanto con el objeto externo {el pecho de la madre) como con los
objetos internos (el pecho mágicamente introyectado). aunque
es distinta de una y otra cosa.
Los objetos y fenómenos transicionales pertenecen al reino
de la ilusión que se halla en la base de la iniciación de la expe-
riencia. Esta fase precoz del desarrollo es posible gracias a la
capacidad especial que tiene la madre para adaptarse a las ne-
cesidades del pequeño, permitiéndole así a éste la ilusión de
que las cosas que él crea existen realmente.
Esta zona intermedia de experiencia, indisputada en lo que
hace a su pertenencia a la realidad interior o exterior (compar-
tida), constituye la mayor parte de la experiencia del pequeño y
es retenida a lo largo de toda la ,,ida dentro de las intensas ex-
periencias propias del arte. la religión y el vivir imaginativo, así
como de la labor científica creadora.
Por consiguiente, cabe afirmar que la ilusión tiene un valor
positivo.
Por lo general. el objeto transicional del pequeño va siendo
decatectizado paulatinamente. especialmente a medida que se
desarrollan los intereses culturales.
, En la psicopatología:
Puede plantearse la adicción en términos de regresión a la
fase precoz en que los fenómenos transicionales no son dispu-
tados.
Puede describirse el (etichis,no en términos de la persisten-
cia de un objeto especifico o de un tipo de objeto que data de la
experiencia infantil dentro del campo transicional, enla7.ada
con la desilusión de un falo materno.
La pseudologia fantástica y el robo pueden ser descritos en
términos de la necesidad inconsciente y apremiante que siente
el individuo de tender un puente sobre la laguna de la conti-
nuidad de la experiencia con respecto al objeto transicional.