UNIVERSIDAD SEÑOR DE SIPÁN
FACULTAD : Humanidades
ESCUELA : Psicología
TEMA : Situación de la salud mental y salud pública en el
Perú: hay mucho que hacer
ESTUDIANTE : Hugo Jaime Chauca Tinoco
DOCENTE : Mg. Blanca Mariana Rojas Jiménez
CURSO : Psicología Clínica
CICLO :V
AÑO : 2020
Chiclayo, 03 de Octubre de 2020
SITUACIÓN DE LA SALUD MENTAL Y SALUD PÚBLICA EN EL PERÚ: HAY
MUCHO QUE HACER
INTRODUCCIÓN:
El aumento de la violencia contra las mujeres y niñas en el Perú en las últimas
décadas es alarmante y preocupante, y se ha acentuado en este tiempo de pandemia,
motivado por el encierro, la perdida de trabajo, la muerte de familiares, etc. Estos
indicadores no hacen más que corroborar lo que por años y décadas se ha observado
en nuestra población, la desatención de la salud mental; pero no se ha querido
abordarla por diferentes factores: nuestro deficiente sistema de salud, la escasez de
profesionales de la salud mental, sumado a ello la falta de preparación adecuada y de
genuina competencia ocupacional.
Esta preocupante realidad nos conlleva a afirmar la íntima relación que debe imperar
entre la salud pública y la salud mental y las razones son múltiples:
“cifras cada vez mayores de prevalencia e incidencia de enfermedades mentales,
impacto económico y laboral de estos hallazgos (en términos de ausentismo,
discapacidad, carga global de enfermedad y otros parámetros), desintegración y
subsecuente disfunción de grupos familiares como resultado de cronicidades
agobiantes, comorbilidades frecuentes y severas de varias entidades psiquiátricas
entre sí y con cuadros médicos diversos, niveles mayores de severidad en grupos
sociales o étnicos marginales o pauperizados y en grupos etarios más vulnerables
(niños, adolescentes y ancianos), etc. Alienación, discriminación y estigma,
alimentadas por prejuicios que se resisten a cambiar en la mentalidad colectiva, son
indeseables consecuencias de una situación dramática” (Alarcón, 2015. p.1)
Estos factores definitivamente funcionan cómo obstáculos para el desarrollo personal,
profesional, familiar y social de un individuo, entonces cabe realizar la siguiente
pregunta ¿Es importante abordar la salud mental del ciudadano peruano (a)? La
respuesta es simple, por supuesto que sí. Entonces es necesario implementar un
eficiente sistema de salud pública y por ende de salud mental en nuestro país.
DESARROLLO
El concepto de salud es muy amplio, tanto así que incluye interpretaciones subjetivas
de lo que significa “sentirse bien” y que por cierto abarca más allá del simple concepto
de “no sufrir de enfermedad alguna”. Entonces en nuestro país y en muchos países de
Latinoamérica y el Mundo es curioso que no consideren que la salud mental es parte
integral de “sentirse bien”, por consiguiente, cuando reclamamos el derecho a la salud,
con sus componentes de atención oportuna y adecuada de la salud física y mental y
de los determinantes que le subyacen (educación, por ejemplo), olvidamos el derecho
a la salud mental. (Corcuera, 2006).
La OMS (2004) define la salud mental como “el estado de bienestar que permite a
cada individuo realizar su potencial, enfrentarse a las dificultades usuales de la vida,
trabajar productiva y fructíferamente y contribuir con su comunidad. Entonces si
consideramos responsablemente esta definición, podremos entender que la salud
mental impide que las personas logren desarrollar su “proyecto de vida”, porque el
hecho que tengan algún problema mental será un impedimento para superar los
obstáculos, problemas, vicisitudes de la vida diaria, la misma que influirá
negativamente en su desarrollo personal, profesional, familiar y social. Además se
reflejará en la falta de productividad y compromiso con los demás, en la búsqueda del
bien común.
La problemática de salud mental incluye no sólo los trastornos mentales sino también,
problemas psicosociales graves, como diversos tipos de violencia; los cuales generan
consecuencias que de no ser abordadas contribuirán a reproducir de generación en
generación este problema.
El Instituto Nacional de Salud Mental “Honorio Delgado – Hideyo Noguchi”, como
entidad del Estado es responsable del desarrollo y la difusión de la investigación
científica y la prestación de servicios en salud con el fin de contribuir a mejorar la
calidad de vida en las personas, presenta una lista de enfermedades mentales más
frecuentes:
Esquizofrenia: se caracteriza por las distorsiones fundamentales y típicas del
pensamiento y de la percepción, junto con una afectividad inadecuada o embotada.
Sus manifestaciones psicopatológicas son: el pensamiento con eco, la inserción o
robo del pensamiento, la difusión del pensamiento, la percepción delirante y los
delirios de control de influencia o de pasividad, voces alucinatorias que comentan o
discuten al paciente en tercera persona, trastornos del pensamiento y síntomas de
negativismo.
Episodio Depresivo: En los episodios tanto leves como moderados o graves, el
paciente sufre de decaimiento del ánimo, con reducción de su energía y
disminución de su actividad. Se deteriora la capacidad de disfrutar, el interés y la
concentración, y es frecuente un cansancio importante incluso después de la
realización de esfuerzos físicos mínimos. Existe perdida de sueño y disminución del
apetito, disminución de su autoestima. Además en los últimos años se está notando
la presencia alarmante de “Trastornos depresivos recurrentes”
Trastorno afectivo bipolar: son los episodios en os cuales el humor y los niveles
de actividad del paciente se hallan profundamente perturbados. En algunas
ocasiones esta perturbación consiste en una elevación del humor y en un
incremento de la energía y de la actividad (hipomanía o manía) y en otras un
decaimiento del humor y en una disminución de la energía y de la actividad
(depresión). Los episodios repetidos de hipomanía o manía solamente, se clasifican
como trastornos bipolares.
Trastornos generalizados del desarrollo: Conjunto de trastornos, caracterizado
por deterioros cualitativos de las interacciones sociales recíprocas y de los modos
de comunicación, como también por la restricción del repertorio de intereses y
actividades que se aprecia estereotipado y repetitivo.
Trastorno obsesivo – compulsivo: se observa en la presencia de pensamientos
obsesivos, o de actos compulsivos, ambos recurrentes. Los pensamientos
obsesivos son ideas, imágenes, o impulsos que penetran la mente del paciente una
y otra vez, en forma estereotipada.
Estas y muchas otras enfermedades si no son abordados y tratados oportunamente,
ocasionan no solo sufrimiento y deterioro en la calidad de vida de los peruanos con
problemas mentales y de sus familiares, sino también produce repercusiones
económicas y sociales que se expresan en gastos de los servicios sanitarios y
sociales, baja de la productividad, desempleo, estigmatización y exclusión.
En nuestro país, los padecimientos neuro-psiquiátricos representan el grupo de daños
con mayor carga de enfermedad y de años de vida saludable perdidos, convirtiéndose
en una prioridad de salud pública siendo los problemas de mayor prevalencia: la
depresión, el abuso y dependencia del alcohol, los trastornos de ansiedad, las
esquizofrenias, la violencia familiar, los trastornos de conducta y de las emociones en
los niños y el maltrato infantil. A su vez estos problemas de salud mental, influyen y
son influidos por otros, también prioritarios, como aquellos vinculados a la salud infantil
y materna, la salud sexual y reproductiva, el cáncer, las enfermedades
cardiovasculares y metabólicas, inclusive las enfermedades infecciosas como la
tuberculosis y el VIH/SIDA, entre otras. (MINSA, 2014).
Muchos investigadores coinciden en señalar que la salud mental positiva es un factor
protector frente al estrés y las dificultades de la vida y reduce el riesgo de desarrollar
problemas y enfermedades mentales y favorece la recuperación de la salud ante todo
tipo de daño físico o mental ( Provencher, 2011. p.57) . Durante muchas décadas, los
estudios han demostrado que la salud mental es el resultado de las interacciones
complejas entre factores biológicos, psicológicos y sociales que involucran otros de
tipo contextual que no depende de la persona. Estas fuerzas económicas, sociales,
normativas y políticas propician, de un lado, las condiciones materiales y psicosociales
en que las personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen, y del otro, los
sistemas para afrontar las enfermedades y la discapacidad (OMS, 2011). Esto
involucra todos los espacios, social o familiar en el cual uno de desenvuelve (barrio,
comunidad y sociedad en general). Entonces podemos afirmar que toda persona en
alguna etapa de su vida puede sufrir algún nivel de afectación en su salud mental, la
misma que si no es abordada puede ocasionar graves consecuencias.
Los problemas de salud mental abarcan dos factores:
Los problemas psicosociales que se definen como alteraciones de la estructura y
dinámica de las relaciones entre las personas y/o entre estas y su ambiente, por
ejemplo: la violencia, la desintegración familiar, la desintegración comunitaria y
social, la discriminación, entre otros. Desde el enfoque sistémico, se interrelacionan
en un sentido causal-circular con las enfermedades físicas, los trastornos mentales
y los problemas macro sociales como la pobreza, las inequidades sociales de
género, clase social, poder, la corrupción, las violaciones a los derechos humanos,
la violencia política, el crimen, entre otras. (MINSA, 2017)
Los trastornos mentales y del comportamiento se conciben como condiciones
mórbidas que sobrevienen a una persona, afectando en intensidades variables el
funcionamiento de la mente y del comportamiento, el organismo, la personalidad y
la interacción social, en forma transitoria o permanente. Dentro de este grupo se
consideran a los trastornos mentales graves que se caracterizan por su evolución
prolongada, gravedad que repercute de manera importante en el pensamiento,
emociones, comportamiento, su duración superior a dos años, deterioro progresivo
y marcado en el funcionamiento en los últimos seis meses (abandono de roles
sociales y riesgo de evolución prolongada) y su asociación con la discapacidad y
dependencia psicosocial que altera sus relaciones familiares, laborales y sociales,
con la consecuente necesidad de cuidados y servicios de forma prolongada o
reiterada. (MINSA, 2017)
En el Perú las tasas más altas de trastornos mentales están asociadas con
desventajas sociales, reflejadas en los bajos ingresos, educación limitada, estado
ocupacional y la tensión financiera. La falta de apoyo social, la alta demanda o el bajo
control del trabajo, los acontecimientos vitales críticos, el desempleo, las
características adversas del vecindario y la desigualdad de ingresos también se
identifican como riesgos psicosociales que aumentan las posibilidades de una mala
salud mental. En contraparte se consideran como factores de protección importantes
a: tener confianza en las personas, sentirse seguro en la comunidad y tener
reciprocidad social. (Silva, 2016)
En el Perú las enfermedades neuro psiquiátricas alcanzan al 17,5% del total de carga
de enfermedad, ocupando el primer lugar y produciendo la pérdida del 1 010 594 años
de vida saludables, es decir, 33,5 años perdidos por cada mil habitantes (MINSA,
2014).
Los estudios epidemiológicos que se han realizado últimamente en el Perú por el
Instituto Especializado de Salud Mental Honorio Delgado - Hideyo Noguchi (2002)
confirman los hallazgos de otros países: hasta el 37% de la población tiene la
probabilidad de sufrir un trastorno mental alguna vez en su vida. La prevalencia de
depresión en Lima Metropolitana es de 18,2%3, en la sierra peruana de 16,2%4 y en
la Selva de 21,4%5. La depresión y otras enfermedades mentales no atendidas, así
como el alto nivel de sentimientos negativos dan como resultado que en un mes 1 %
de las personas de Lima Metropolitana, 0,7% en la sierra y 0,6% en la selva presenten
intentos suicidas.
Esta información nos demuestra lo importante de implementar una intervención de
salud preventiva y recuperativa. Porque los estudios han demostrado que mientras
más temprano se realice una intervención, más aumenta la probabilidad de su
efectividad. Además, el invertir en la salud mental, será beneficioso para el desarrollo
de nuestra sociedad.
Estos indicadores permitieron realizar una proyección para el año 2018, llegaron a
estimar que 5 239 169 personas mayores de edad presentarán un trastorno mental.
Esta situación es más preocupante ante el hecho que los trastornos mentales y
neurológicos, así como, los problemas psicosociales suelen presentarse como co-
morbilidad o actúan como factores de riesgo para enfermedades cardiovasculares,
cáncer, infección por el VIH/SIDA, tuberculosis y morbilidad ginecológica; se vinculan
también con los accidentes de tránsito y afectan la adherencia al tratamiento de otras
enfermedades (OMS, 2004).
La atención de la salud mental en el Perú se ha visto afectada en este tiempo de
COVID- 19, a los volúmenes crecientes de personas con diagnósticos psiquiátricos y
con patologías, que lastimosamente no han sido atendidos porque nuestro sistema de
salud colapsó, solo se puede evidenciar en los incrementos de suicidios, violaciones y
agresiones físicas, verbales, y sexuales, etc se suma nuestra triste y cruda realidad
con respecto a que contamos con un sistema de salud pública precario y deficiente y
por ende nuestra salud mental. La misma que se cristaliza en la falta de manejo
adecuado o de intervenciones preventivas, la escasez de profesionales de la salud
mental y en algunos de ellos, de falta de preparación adecuada y de genuina
competencia ocupacional.
La atención a los pacientes que padecen trastornos mentales y neurológicos se
evidencia en el reporte de los estudios de la EESM (INSM, 2003 -2012) que evidencia
que de cada 10 personas con morbilidad sentida y expresada por trastornos mentales,
dos de ellas consigue algún tipo de atención. En las regiones las brechas en el acceso
a servicios de salud mental fluctúan entre 69% en Lima Metropolitana y el Callao y
93,2% en Lima Rural. Esta brecha en el acceso a servicios y, por lo tanto, al
tratamiento deviene en un problema de salud pública no solo porque afecta la salud y
el bienestar de personas que tienen un padecimiento mental y sus familias, sino
también debido a sus impactos económicos inevitables expresados en la disminución
del ingreso personal, de la productividad y participación laboral, en la contribución a la
economía nacional y aumento del gasto de la salud. Estos estudios por lo tanto han
demostrado el enorme costo económico que estos trastornos representan para la
economía, y que pueden revertirse si se cuenta con el tratamiento y cuidados
oportunos (Chisholm, 2016).
Entre las principales causas que impiden a la población acceder a los servicios de
salud mental, se identifica:
Escasa disponibilidad de servicios de salud mental en las redes de servicios de
salud y los hospitales
Recursos humanos en salud mental insuficientes, centralizados
Búsqueda tardía de tratamiento por problemas de salud mental
Inversión insuficiente en la salud mental de la población
Frente a esta grave realidad el Estado Peruano en junio del año 2012 se promulgó la
Ley N° 298896 que modifica el Artículo 11 de la Ley General de Salud (Ley N° 26842),
mediante esta norma se determinó la Reforma de la Atención de Salud Mental, para lo
cual se fortaleció el primer y segundo nivel de atención. Así se garantiza los derechos
de las personas con problemas de salud mental al acceso universal y equitativo, a las
intervenciones de promoción y protección de la salud, prevención, tratamiento,
recuperación y rehabilitación psicosocial, y establece al Modelo Comunitario como el
nuevo paradigma de atención en salud mental en el Perú, todas estas medidas se
implementaron en base a las recomendaciones de la Organización Mundial de la
Salud. (OMS). Mediante su Reglamento aprobado el 6 de octubre del año del 2015 por
Decreto Supremo N° 033-2006-SA7 se indica la creación de nuevas estructuras:
Centros de Salud Mental Comunitarios, Unidades de Hospitalización en Salud Mental y
Adicciones en Establecimientos de Salud desde el nivel II-2, Centros de Rehabilitación
Psicosocial y Laboral y Hogares y Residencias. Pero hasta ahora no se evidencia las
mejoras.
CONCLUSIÓN
Es cierto que ya existen normas que promueven una atención integral a nuestros
pacientes con problemas de salud mental en el Perú, pero también es muy cierto que
muchas de estas políticas sólo se plasman en documentos y no se ejecutan en la
realidad. Entonces surge la pregunta ¿Qué se debe realizar para que estos planes se
evidencien?
Pues es sencillo, si las autoridades desean una sociedad sana (por llamarlo así) con
una adecuada cobertura de atención en la salud mental, eficiente y de calidad, se
debe realizar las siguientes acciones:
Aumento de recursos financieros, materiales y humanos (más allá de mejora de las
facilidades existentes).
Construcción de más escenarios clínicos de todo orden en áreas urbanas o rurales,
tanto de estructura y funcionamiento sectorial y comunitario, la demanda de
cobertura integral de trastornos mentales (a la par con otras condiciones médicas
de carácter agudo o crónico).
Dotación apropiada y oportuna de medicaciones.
Y el más importante el fortalecimiento de programas multidisciplinarios de
entrenamiento profesional. La creación de organismos u oficinas de alta capacidad
técnica, así como adecuadas.
Además todas las acciones a desarrollarse deben basarse en principios claros:
afronte multidisciplinario de los problemas (que, hay que reconocerlo, ya no son
territorio exclusivo de psiquiatras o psicólogos, mucho menos de políticos o
administradores), orientación social y comunitaria (dirigida a grupos, zonas o regiones
debidamente identificadas), trabajo en equipo integrado y ágil para el examen clínico,
referencia, manejo, seguimiento y medidas preventivas de enfermedades mentales
(temas propios de disciplinas emergentes tales como Medicina Integrada, Medicina
Conductual, incorporación de proveedores de Atención Primaria, etc.). Recién
entonces diremos que en nuestro país se promueve una atención integral y humana,
pensando en el bienestar y desarrollo nacional, porque si no todo queda en simples
documentos y propuestas.
El mejor capital de un país es el humano, si queremos proyectarnos a la productividad
de nuestro país y el desarrollo nacional. Pero si usamos el enfoque humanista
debemos entender que todo(a) peruano(a) debe tener posibilidad de acceder a un
servicio de salud integral, el cual no solo se enfoque en las patologías físicas sino que
también aborde las enfermedades mentales, que en nuestro país aún no son
completamente coberturadas; de esta manera evitaríamos y procuraríamos el
descenso de los índices de suicidios, violencia física, psicológica, sexual, etc.
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