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Estado de Bienestar – Estado Neoliberal

Del Bienestar como bien colectivo a su consideración como mercancía privada. Entre el Estado
de Bienestar y Estado Neoliberal contemporáneo.
Carlos Gabriel Rafart

El Estado de Bienestar: una aproximación conceptual


Bajo diversas denominaciones - Estado de Bienestar, Estado del Bienestar, Estado Benefactor, Estado Social, Estado
Asistencial, Estado Asistencialista, Estado Providencia, etc – se ha venido identificando al fenómeno histórico y
político de una época del capitalismo desarrollado que muchos reconocen como su período de oro, entre el fín de la
segunda guerra mundial y mediados de los años setenta. Durante esta etapa las sociedades de gran parte de
Occidente trataron de plasmar una forma estatal alejada de la manera en que el liberalismo hasta entonces pensaba
la relación entre sociedad, gobierno y economía. El Estado de Bienestar perteneció a un momento de la historia del
Occidente desarrollado en que se intento plasmar el compromiso y la paz social, la gestión de la demanda y la
producción en masa, además del control del riesgo social en el marco de una economía capitalista en expansión.
Desde fines de la segunda guerra mundial y por veinticinco años, El Estado de Bienestar ha actuado con un éxito
considerable. Ello fue posible en un período de crecimiento económico sin precedentes, capaz de asegurar a la mayor
parte de las sociedades del Occidente capitalista desarrollado, un alto nivel de vida para su población, pleno empleo,
servicios sociales básicos –salud, educación, jubilación- incentivando el mercado y la producción, fomentando la paz,
la estabilidad social y siendo un ferviente defensor del consenso entre las distintas fuerzas sociales4 . La estabilidad
y el consenso social del Estado de Bienestar fue posible con el crecimiento económico y la expansión de servicios
sociales en el marco de una gestión de Estado que aceptaba la puesta en práctica de instituciones democráticas.
¿Podemos identificar un único concepto acerca de lo que es el Estado de Bienestar? En principio una definición muy
genérica, lo podría conceptualizar como aquel conjunto de políticas e instituciones estatales propias de las
sociedades del capitalismo avanzado que se caracterizan por una abierta intervención en la regulación de la vida
social, económica y cultural, procurando garantizar el desarrollo económico, la seguridad y la paz social.
Asa Briggs, en 1961 sostenía que el Estado de Bienestar ...no es un Estado de servicios sociales, dirigido al uso de
recursos comunes para abolir la miseria y asistir a los más desfavorecidos, sino una de las grandes uniformidades
estructurales de la sociedad moderna, en la que el poder político se emplea para modificar con medios legislativos y
administrativos el juego de las fuerzas del mercado en tres sentidos: 1) garantizar a los individuos y las familias una
renta mínima independiente del valor de su trabajo en el mercado y de su patrimonio; 2) reducir la inseguridad social
capacitando a todos los ciudadanos para hacer frente a difíciles coyunturas (enfermedad, vejez, paro, etc.) y 3)
garantizar a todos, sin distinción de clase ni rentas las mejores prestaciones posibles en relación a un propósito
determinado de servicios5.
Erenesto Isuani trata de ofrecernos mayores precisiones: El Estado Benefactor consiste en un conjunto de
instituciones públicas supuestamente destinadas a elevar la calidad de vida de la fuerza de trabajo o de la población
en su conjunto y a reducir las diferencias sociales ocasionadas por el funcionamiento del mercado. Ellas operan en el
terreno de la distribución secundaria del ingreso mediante transferencias monetarias directas (pensiones,
prestaciones por desempleo o asignaciones familiares) o indirectas (subsidios o productos de consumo básico),
provisión de bienes (programas de complementación alimentaria) y prestación de servicios (educación o salud). El

4
Pico, Joseph: Teorias sobre Estado del Bienestar Siglo XXI, Madrid, 1990

5
Ibidem.
establecimiento de regulación protectora de las condiciones de trabajo (higiene en fábricas), del medio ambiente o
de la calidad de bienes y servicios, es finalmente otro instrumento del Estado Benefactor 6 .

El agotamiento del Estado de Bienestar y renacimiento neoliberal-neoconservador


Aquí tiene el discurso para la cámara de empresarios. Es el mismo que pronunció acá. Sólo cambian algunas
palabras:
En vez de “Tenemos un gran pueblo”, dice “Tenemos un inmenso mercado”. En vez de “comunidad”, dice
“clientela”.
En Lugar de “Queremos llegar a todos para conocer lo que cada uno precisa”, dice “Realizar el marketing
que precise el perfil de los consumidores”
“Vamos a modernizar la economía” cambia por “Todavía hay muchas áreas que se pueden privatizar”.
Donde decía “Hacer acuerdos con todos los sectores”, diga “Hacer todos los lobbies que sean necesarios”.
En vez de “Tenemos la misión de atender las cuestiones de fondo”, va “Tenemos que atender a las misiones
del Fondo”.
En vez de “Vamos a obedecer ciegamente lo que dicta la Ley”, “Lo que dicte el mercado”.
“Priorizar la educación” es “Privatizar la educación”.
Donde decía “Vamos a mejorar el alcance de los planes de salud”, ahora va “No quedará nadie sin afiliarse
a una prepaga”.
Y finalmente, en lugar de “Podemos pensar en un hermoso porvenir”, cierra diciendo “HAY NEGOCIO PARA
RATO”7

Introducción ¿una cuestión terminológica?


La década del setenta ha presenciado el final del consenso que fundaba el Estado de Bienestar. A partir de allí
regresaron al escenario intelectual y sobre todo al de las políticas gubernamentales un recetario que algunos autores
prefieren denominar como neoliberal y otros neoconservador.
El término neoliberalismo es usado por primera vez en 1955 por Carl J. Friedrich. Se trata de un vocablo impreciso.
Los principales autores de esta corriente prefieren llamarle sencillamente “liberalismo”. Hayek dice que su obra casi
constituye una antología del pensamiento liberal o individualista y Karl Popper reseña su posición intelectual: llamo
liberal no al simpatizante de un partido político, sino simplemente al hombre que concede valor a la libertad individual
y que es sensible a todos los peligros inherentes a todas las formas de poder y autoridad 8
Anthony Giddens prefiere hablar de nueva derecha o neoliberalismo9 para dar cuenta de este amplio movimiento de
ideas y de acciones políticas que están a favor de la expansión indefinida de las fuerzas de mercado. Ideas que han
asumido cierta posición radical, especialmente en territorio norteamericano. En esa nueva derecha tiene cabida el
neoliberalismo en tanto liberalismo económico extremo de Friederick J. Hayek o de Milton Friedman, así como

6
Isuani, Ernesto: Birmarck o Keynes ¿Quién es el Culpable? En Isuani, Erenesto, Lo Vuolo, Ruben y Tenti Fanfani, Emilio: El Estado Benefactor. Un
paradigma en crisis, Miño y Davila/CIEPP, Buenos Aires, 1991
7
Caloi Revista Viva, Clarín, Buenos Aires, 2 de abril del 2000
8
Citado por Jorge Vergara en Poper y la teoría política neoliberal en Critica&utopia. Buenos Aires, 1988.
9
La Nueva Derecha tomaría consistencia a partir de: 1) su inspiración ideológica en la teoría liberal clásica, actualizados por el pensamiento de
Friederick von Hayeck, Milton Friedman y de Robert Nozick; 2) un estilo agresivo y populista que lo distingue del conservadurismo tradicional. Su
agresividad se observa en su furioso anticomunismo; 3) reafirmación de la necesidad orden y mayormente de autoridad. En Veron Bogdarov (ed.)
Enciclopedia de la instituciones políticas, Alianza, Madrid, 1987. Clauss Offe ante la pregunta ¿qué queremos decir con la Nueva Derecha?
Responde: “En Europa occidental, Inglaterra y Estados Unidos, su denominador común es su profunda aversión hacia la intervención, el control y
la regulación estatal” y más adelante “la Nueva Derecha ofrece el mercado como alternativa al dominio burocrático y en este sentido no es análoga
a la vieja Derecha fascista, que deseaba fortalecer y “devolver su fascinación” al poder represivo del Estado invocando concepciones irracionales
y reacistas de comunidad y nación”. En Claus Offe: Contradicciones en el Esado del Binestar. Alianza Universidad, Madrid, 1990. Pag. 292.
también, las fuentes inspiradoras y consecuentemente el conjunto de medidas de corte conservador llevadas a cabo
durante las gestiones de gobierno de Ronald Reagan en los EEUU y Margaret Thatcher en Gran Bretaña durante la
década del ochenta del siglo XX.
Ana María Ezcurra afirma que desde principios de los ochenta estamos frente a un programa neoliberal - conservador
o neoconservadurismo - liberal, de factura estadounidense, que impulsa un proyecto de sociedad que es a la vez
integral y mundial. Un esfuerzo totalizador, típico de la Modernidad e inédito en su alcance10.
Helmut Dubiel considera que ambas concepciones son idénticas, que los conceptos constitutivos del
neoconservadurismo y el neoliberalismo hay que pensarlos “como conceptos defensivos del liberalismo”.
El politólogo argentino Atilio Boron11 refiere al neoconservadurismo como la expresión política del neoliberalismo.
Como en la clásica metáfora de base y superestructura, el neoliberalismo ocuparía el primer lugar y el
neoconservadurismo se elevaría por encima. La reciente historia política de Occidente transformó el vínculo de
ambos movimientos en necesarios. Ciertamente sin el auxilio de uno no habría otro.
Pareciera que ante nuestra vista se presenta un movimiento de ideas acerca de la vida política, del tipo de Estado,
de la conformación de la sociedad y sobre todo de la valoración de la lógica económica del capitalismo, donde un
relanzado liberalismo y un conservadurismo agionardo, ambos con su respectivo prefijo neo, se han aliado para
marcar el signo de época del último cuarto del siglo XX, sin que haya perdido impulso en los albores del nuevo milenio.
Critica al Estado Benefactor12
Para los principales exponentes del neoliberalismo el desarrollo del Estado de Bienestar ha ido demasiado lejos. Sus
promesas no sólo fueron inviables sino que crearon más problemas de los solucionados. El remedio para relanzar el
capitalismo después de la crisis del treinta fue mucho más drástico y nocivo que la enfermedad que se pretendió
sanar. Se impuso una sola voz: había que poner en su sitio al Estado de Bienestar de las democracias de masas, en la
línea de desarrollo de las sociedades liberales-capitalistas.
¿De donde surgió este diagnostico? De los resultados de la crisis mundial de mediados de los setenta que altero
profundamente la dinámica del crecimiento de los principales estados capitalistas de Occidente. Es la época donde
los efectos combinados de altas tasas de desocupación, incontrolada inflación, abultado deficit estatal y sobre todo,
crecimiento nulo cuando no negativo de la economía generaron un inocultable malestar. El diagnóstico fue claro y
preciso: fallaban las formas políticas de gestión de la economía y la sociedad. El responsable de todo era el Estado
de Bienestar.
Cuadro: La marcha de la inflación, 1973-1989

1973-1982 1982-1989
Canadá 11,1 4,5
Alemania 5,1 1,7
Italia 17,0 8,1
Reino Unido 14,5 5,1
EEUU 8,7 3,6
Promedio* 9,6 4,5

* El promedio incluye a los países de mayor desarrollo industrial: Australia, Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca,
Finlandia, Francia, Italia, Japón, Países Bajos, Noruega y Suiza.
Cuadro: La marcha del desempleo período 1971-1989 – Por bienio.

1971 1973 1975 1977 1979 1981 1983 1985 1987 1989
Canadá 6,1 5,5 6,9 8,0 7,4 7,5 11,8 10,4 8,8 7,5

10
Ezcurra, Ana María: ¿Qué es el Neoliberalismo? IDEAS, Lugar Editorial, Buenos Aires, 1998. Pag. 16.
11
Boron, Atilio: La sociedad civil delspués del diluvio neoliberal. En Emir Sader Pablo Gentilli. La trama del neoliberalismo, UBA, Buenos Aires,
1997.
12
Un desarrollo sintético del análisis proveniente de la derecha sobre el funcionamiento del Estado de Bienestar en el libro de Claus Offe:
Contradicciones en el Estado del Bienestar. Madrid Alianza Universidad, 1990. Tambien en la obra ya citada de Joseph Pico.
Alemania 0,7 0,8 3,6 3,6 3,2 4,4 8,0 7,2 6,2 5,6
R. Unido 3,8 3,0 4,3 6,0 5,0 9,8 12,4 11,2 10,3 7,1
Italia 4,9 6,2 5,8 7,0 7,6 7,8 8,8 9,6 10,9 10,9
EEUU 5,9 4,8 8,3 6,9 5,8 7,5 9,5 7,1 6,1 5,2

Ingobernabilidad, crisis fiscal, rigidez en los mercados, la “mano de obra no trabaja”, demasiados desincentivos hacia
el trabajo y el capital. El capital enfrentaba muchos condicionamientos y le faltaba libertad para desplegar todas sus
virtudes.
Junto al capital y al trabajo, el individuo ha sido destruido. Los más estrechos liberales critican abiertamente este
último aspecto y la falta de un mercado mas libre. Friedman es concluyente: La mayoría de los actuales programas
de bienestar nunca se deberían haber aprobado. Si así hubiera ocurrido, muchos individuos que ahora dependen de
ellos se habrían vuelto ciudadanos que confían en sí mismo en vez de menores tutelados por el estado 13 .
Fueron los neoconservadores quienes dirigieron sus embates a las pretensiones igualitarias de las políticas
benefactoras y el avance del Estado sobre la más primaria de las instituciones de regulación social, la familia. También
la crítica esta destinada a esa voluntad excesiva de centralización de la administración estatal sobre las comunidades
locales. Insistían que durante la larga vigencia del Estado de Bienestar la creatividad y el talento del individuo y la
unidad familiar se ha visto erosionada por una presencia excesiva de la política.
Para esta nueva derecha, el capitalismo de los tiempos del Estado de Bienestar de los años cincuenta y sesenta, que
ya no contaba con el sostén del crecimiento económico no estaba muy lejos de la crítica contenida en ese otro
manifiesto de esta corriente de opinión que es “El camino hacia la servidunbre” de von Hayek. Para el economista
Premio Nobel de Economía, con las políticas de tutela estatal e intervención en la economía, condicionantes de la
libre elección, propias de los Estados de Bienestar, se estaba ante una etapa de una subespecie de socialismo cuya
fase superior era el colectivismo de los países comunistas.
Estas ideas se complementaban adecuadamente con las tesis sobre la ingobernabilidad de los sistemas democráticos.
Ellas tendrán exclusiva cabida durante este tiempo de impugnación del Estado de Bienestar. Se sostenía que la
democracia había creado una quimera basada en la igualdad y sobre todo por su pretendida intención de satisfacer
sino la totalidad la mayor parte de los diversos intereses presentes en la sociedad.
Carlos Vilas nos ofrece una síntesis de este ideario: la libre operación del mercado garantiza en el largo plazo la
asignación racional de los recursos; los desequilibrios son producto de elementos ajenos a él. El principal de éstos es
la intervención del estado motivada en criterios políticos, ideológicos, en general no económicos. Sólo se acepta la
intervención estatal encaminada a restablecer el juego libre del mercado, pero aún así con recelo; éste tiene
mecanismos autoreguladores que son suficientes para recuperar el equilibrio . Este último aspecto debe ser tenido
en cuenta debido a que los distintos gobiernos democráticos que siguieron estos lineamientos (tanto en Europa
occidental y del Este, así como también en América Latina) se vieron comprometidos en altas dosis de autoritarismo
para llevar a cabo esas transformaciones.
Para Clauss Offe estas fuerzas libres de toda influencia externa se orientan al éxito, la eficacia, la eficiencia y la
productividad. Por ello el neoliberal convencido denuncia a todas las fuerzas parasitarias, hedonistas y
antiproductivas que no se adaptan a la racionalidad supuestamente superior del mercado 14
El programa neoliberal en el campo de la economía, sustentado por gobiernos neoconservadores15, es simple y
directo:
a) promover el crecimiento económico, bajo la égida del libre mercado;
b) tal propósito solo es posible si hay un aumento sostenido de la tasa de ganancia del capital privado;
c) para ello se requerirá un marcado descenso de los salarios a fin de reducir significativamente el costo de la
fuerza de trabajo;

13 Friedman, Milton y Rose: Ibidem pag. 170.


14 Vilas, Carlos M. Ibidem. Offe, Claus, Ibidem, pag 292.
15
Offe, Claus, Ibidem, pag. 292.
d) manejar adecuadamente la oferta monetaria;
e) una contención del gasto publico social.
f) Amplia política de privatización.

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17. UNL, Santa Fé, Segundo Semestre 1999
Webb, Beatrice y Sidney: La democracia industrial. Varias ediciones
I
La libertad no es más que una palabra...
Para que cualquier forma de pensamiento se convierta en dominante, tiene que presentarse un aparato conceptual
que sea sugerente para nuestras intuiciones, nuestros instintos, nuestros valores y nuestros deseos así como también
para las posibilidades inherentes al mundo social que habitamos. Si ésto se logra, este aparato conceptual se injerta
de tal modo en el sentido común que pasa a ser asumido como algo dado y no cuestionable. Los fundadores del
pensamiento neoliberal tomaron el ideal político de la dignidad y de la libertad individual, como pilar fundamental
que consideraron “los valores centrales de la civilización”. Realizaron una sensata elección ya que efectivamente se
trata de ideales convincentes y sugestivos. En su opinión, estos valores se veían amenazados no sólo por el fascismo,
las dictaduras y el comunismo, sino por todas las formas de intervención estatal que sustituían con valoraciones
colectivas la libertad de elección de los individuos.
[…]
Merece la pena recordar que el primer experimento de formación de un Estado neoliberal se produjo en Chile tras
el golpe de Pinochet el «11 de septiembre menor» de 1973 (casi treinta años antes del día del anuncio del régimen
que iba a instalarse en Iraq por parte de Bremer). El golpe contra el gobierno democráticamente elegido de Salvador
Allende fue promovido por las elites económicas domésticas que se sentían amenazadas por el rumbo hacia el
socialismo de su presidente. Contó con el respaldo de compañías estadounidenses, de la CIA, y del secretario de
Estado estadounidense Henry Kissinger. Reprimió de manera violenta todos los movimientos sociales y las
organizaciones políticas de izquierda y desmanteló todas las formas de organización popular (como los centros de
salud comunitarios de los barrios pobres) que existían en el país. El mercado de trabajo, a su vez, fue «liberado» de
las restricciones reglamentarias o institucionales (el poder de los sindicatos, por ejemplo). ¿Pero de qué modo iba a
ser reactivada su estancada economía? Las políticas de sustitución de las importaciones (fomentando las industrias
nacionales mediante subvenciones o medidas de protección arancelaria) que habían dominado las tentativas
latinoamericanas de desarrollo económico, habían caído en el descrédito, particularmente en Chile, donde nunca
habían funcionado especialmente bien. Con el mundo entero en recesión económica, se requería un nuevo enfoque.
Para ayudar a reconstruir la economía chilena, se convocó a un grupo de economistas conocidos como los “Chicago
boys” a causa de su adscripción a las teorías neoliberales de Milton Friedman, que entonces enseñaba en la
Universidad de Chicago. La historia de cómo fueron elegidos es interesante. Desde la década de 1950 Estados Unidos
había financiado la formación de algunos economistas chilenos en la Universidad de Chicago, como parte de un
programa de la Guerra Fría destinado a contrarrestar las tendencias izquierdistas en América Latina. Estos
economistas formados en Chicago, llegaron a dominar la Universidad Católica privada de Santiago de Chile. A
principios de la década de 1970, las elites financieras organizaron su oposición a Allende a través de un grupo llamado
«el Club de los lunes», y desarrollaron una productiva relación con estos economistas financiando sus trabajos a
través de institutos de investigación. Después de que el general Gustavo Leigh, rival de Pinochet para auparse al
poder y defensor de las ideas keynesianas, fuera arrinconado en 1975, Pinochet puso a estos economistas en el
gobierno donde su primer trabajo fue negociar los créditos con el Fondo Monetario Internacional. El fruto de su
trabajo junto al FMI, fue la reestructuración de la economía en sintonía con sus teorías. Revirtieron las
nacionalizaciones y privatizaron los activos públicos, abrieron los recursos naturales (la industria pesquera y la
maderera, entre otras) a la explotación privada y desregulada (en muchos casos sin prestar la menor consideración
hacia las reivindicaciones de los habitantes indígenas), privatizaron la Seguridad Social y facilitaron la inversión
extranjera directa y una mayor libertad de comercio. El derecho de las compañías extranjeras a repatriar los
beneficios de sus operaciones chilenas fue garantizado. Se favoreció un crecimiento basado en la exportación frente
a la sustitución de las importaciones. El único sector reservado al Estado, fue el recurso clave del cobre (al igual que
el petróleo en Iraq). Ésto se reveló crucial para la viabilidad presupuestaria del Estado, puesto que los ingresos del
cobre fluían exclusivamente hacia sus arcas. La reactivación inmediata de la economía chilena en términos de tasa
de crecimiento, acumulación de capital y una elevada tasa de rendimiento sobre las inversiones extranjeras, no duró
mucho tiempo. Todo se agrió en la crisis de la deuda que azotó América Latina en 1982. Como resultado, en los años
que siguieron se produjo una aplicación mucho más pragmática y menos conducida por la ideología de las políticas
neoliberales. Todo este proceso, incluido el pragmatismo, sirvió para proporcionar una demostración útil para apoyar
el subsiguiente giro hacia el neoliberalismo, tanto en Gran Bretaña (bajo el gobierno de Thatcher) como en Estados
Unidos (bajo el de Reagan), en la década de 1980. De este modo, y no por primera vez, un brutal experimento llevado
a cabo en la periferia se convertía en un modelo para la formulación de políticas en el centro (muy parecido a la
experimentación con un sistema impositivo fijo en Iraq, propuesto en el marco de los decretos de Bremer) 16.
En mayo de aquél año, Margaret Thatcher fue elegida en Gran Bretaña con el firme compromiso de reformar la
economía. Bajo la influencia de Keith Joseph, un publicista y polemista muy activo y comprometido que poseía
conexiones muy influyentes con el neoliberal Institute of Economic Affairs, aceptó que el keynesianismo debía ser
abandonado y que las soluciones monetaristas de las doctrinas “dirigidas a actuar sobre la oferta” eran esenciales
para remediar la estanflación que había caracterizado la economía británica durante la década de 1970. Thatcher se
dio cuenta de que estas medidas suponían nada menos que una revolución en las políticas fiscales y sociales, y de
manera inmediata mostró una feroz determinación para acabar con las instituciones y los canales políticos del Estado
socialdemócrata que se había consolidado en Gran Bretaña después de 1945. Ésto implicó enfrentarse al poder de
los sindicatos, atacar todas las formas de solidaridad social que estorbaban a la flexibilidad competitiva (como las
expresadas a través de la forma de gobierno municipal, y también al poder de muchos profesionales y de sus
asociaciones), desmantelar o revertir los compromisos del Estado de bienestar, privatizar las empresas públicas
(entre ellas, la vivienda social), reducir los impuestos, incentivar la iniciativa empresarial y crear un clima favorable a
los negocios, para inducir una gran afluencia de inversión extranjera (en concreto, proveniente de Japón). En una
famosa declaración, Thatcher afirmó que no había «eso que se llama sociedad, sino únicamente hombres y mujeres
individuales»; seguidamente ella añadió, y sus familias. Todas las formas de solidaridad social iban a ser disueltas en
favor del individualismo, la propiedad privada, la responsabilidad personal y los valores familiares. El asalto ideológico
alrededor de estas hebras que atravesaban la retórica de Thatcher fue incesante17. «La economía es el método»,
señaló, «pero el objetivo es cambiar el alma». Y la hizo cambiar, aunque de formas que en ningún caso fueron
exhaustivas ni acabadas, y mucho menos carente de costes políticos.
En octubre de 1979, el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos durante el mandato del presidente Carter,
Paul Volcker, maquinó una transformación da la política monetaria estadounidense18. El antiguo compromiso del
Estado liberal demócrata estadounidense con los principios del New Deal, que en términos generales implicaba
políticas fiscales y monetarias keynesianas que tenían el pleno empleo como objetivo primordial, fue abandonado
para ceder el paso a una política concebida para sofocar la inflación con independencia de las consecuencias que
pudiera tener sobre el empleo. El tipo de interés real, que a menudo había sido negativo durante la cresta
inflacionaria de dos dígitos de la década de 1970, se tornó positivo por orden de la Reserva Federal (figura 1.5). El
tipo de interés nominal subió de un día para otro y, tras oscilaciones benignas, en julio de 1981 se mantuvo en torno
al 20 %. De este modo, comenzó «una larga y profunda recesión que vaciaría las fábricas y resquebrajaría los
sindicatos en Estados Unidos y llevaría al borde de la insolvencia a los países deudores, iniciándose la larga era del
ajuste estructural19. En opinión de Volcker, ésta era la única salida a la incómoda crisis de estanflación que había
caracterizado a Estados Unidos y a gran parte de la economía global a lo largo de toda la década de 1970.

16 M. Fourcade-Gourinchas y S. Babb, «The Rebirth of the Liberal Creed. Paths to Neoliberalism in Four Countries», American Journal of Sociology
108 (2002), pp. 542-549; J. Váldez, Pinochet ś Economists. The Chicago School in Chíle, Nueva York, Cambridge University Press, 1995; R. Luders,
«The Success and Failure of the State-Owned Enterprise Divestitures in a Developing Country. The Case of Chile», Journal of World Business (1993),
pp. 98-121.
17 La historia del camino de Thatcher hacia el neoliberalismo se encuentra perfilada en D. Yergin y J. Stanislaw, The Commanding Heights. The

Battle Between Government and Market Place that is Remaking the Modern World, Nueva York, Simon&Schuster, 1999.
18 D. Henwood, Alter the New Economy, Nueva York, New Press, 2003, p.208.
19
L. Panitch y S. Gindin, “Finance and American Empire”, en The Empire Reloaded Socialist Register 2005, London, Merlin Press, 2005.pp. 46-81.
El shock de Volcker, tal y como vino a denominarse desde entonces, ha de ser interpretado como una condición
necesaria pero no suficiente de la neoliberalización. Algunos bancos centrales habían hecho hincapié desde hacía
largo tiempo en la responsabilidad fiscal antiinflacionaria, y habían adoptado políticas más próximas al monetarismo
que a la ortodoxia keynesiana. En el caso de Alemania Occidental ésto se derivaba del recuerdo histórico de la
hiperinflación que había destruido la República de Weimar en la década de 1920 (disponiendo el escenario para el
ascenso del fascismo) y de la igualmente peligrosa inflación que se registró al final de la Segunda Guerra Mundial. El
FMI se había posicionado desde hacía mucho tiempo en contra del endeudamiento excesivo y urgía, cuando no
ordenaba, a los Estados clientes, a ejecutar políticas de restricción fiscal y de austeridad presupuestaria. Pero en
todos estos casos este monetarismo era simultáneo a la aceptación de un fuerte poder sindical y del compromiso
político con la construcción del Estado de bienestar. El giro hacia el neoliberalismo dependía, por lo tanto, no sólo de
la adopción del monetarismo sino del despliegue de políticas gubernamentales en muchas otras áreas.
La victoria de Ronald Reagan sobre Carter en 1980 se reveló crucial, si bien Carter se había desplazado de manera
inquietante hacia la desregulación (de las líneas aéreas y del transporte por carretera) como una solución parcial a la
crisis de estanflación. Los consejeros de Reagan estaban convencidos de que la «medicina» monetarista de Volcker
para una economía enferma y estancada, era un tiro directo al blanco. Volcker recibió el apoyo del nuevo gobierno
y fue renovado en su cargo como presidente de la Reserva Federal. La Administración de Reagan proporcionó
entonces el indispensable apoyo político mediante una mayor desregulación, la rebaja de los impuestos, los recortes
presupuestarios y el ataque contra el poder de los sindicatos y de los profesionales. Reagan se mostró implacable y
contundente con la Organización de Controladores Profesionales del Trafico Aéreo (PATCO) en la prolongada y
amarga huelga que protagonizaron en 1981. Esta actitud anunciaba el asalto en toda regla a los derechos de la fuerza
de trabajo organizada en el preciso momento en el que la recesión inducida por Volcker estaba generando elevados
niveles de desempleo (10 % o más). Pero PATCO era más que un vulgar sindicato ya que, en efecto, se trataba de un
sindicato de cuello blanco con el carácter de asociación de profesionales cualificados. Por lo tanto, era más un icono
de la clase media que del sindicalismo obrero. El impacto sobre la condición de la fuerza de trabajo en general fue
espectacular; quizá el mejor ejemplo de la nueva situación lo condensa el hecho de que el salario mínimo federal,
que se mantenía parejo con el nivel de pobreza en 1980, había caído un 30 % por debajo de ese nivel en 1990. El
prolongado descenso en los niveles del salario real comenzó entonces en serio.

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