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psicosomatico/13717
Fenómenos Psicosomáticos
Algo más sobre el Fenómeno Psicosomático
12/03/2020- Por Leonardo Leibson
El llamado fenómeno psicosomático es una invitación a repensar e interrogar algunos
fundamentos y nociones del psicoanálisis, como las de sujeto, cuerpo, goce. También lleva a
replantear cuestiones que hacen al dispositivo: el establecimiento de la transferencia, el
funcionamiento de las resistencias del lado del analista, los modos de la interpretación y sus
diferencias con las técnicas hermenéuticas basadas en saberes aplicables. Todo esto hace de
la práctica analítica un tratamiento de elección para dichos fenómenos. En lo que sigue y en
un anticipo de abordajes de “Los cuerpos freudianos y sus estados gozantes”, el autor plantea
algunas de estas preguntas y argumenta en relación al posible tratamiento psicoanalítico de
estas afecciones del cuerpo.
“Acróbatas en gris” (1944) de Fernand Leger*
I. ¿Cuál es la diferencia entre una enfermedad orgánica “a secas” y un fenómeno
psicosomático? Ambos conocen y respetan la anatomía (a diferencia, por ejemplo,
del síntoma histérico o de la hipocondría). Ambas caen bajo el imperio de las ciencias
médicas. ¿Qué los distingue entonces?
Retomando y ampliando lo que he desarrollado en otras ocasiones, podemos plantear
que se requieren dos presencias:
a. Una enfermedad que afecte a lo anatómico y/o lo fisiológico del organismo.
b. Que se suponga un mecanismo psíquico en la producción o el mantenimiento de
esa enfermedad.
Pero esto no termina de desenmascarar lo que hay de engañoso y circular en estas
suposiciones. Lo psicosomático es que lo psíquico causa algo en lo somático… no
avanzamos mucho por allí.
Para eso necesitamos tener en cuenta una cuestión fundamental: que es que hablar
de psicosomática implica un efecto transferencial. Lo es, en tanto se supone un saber
en juego y un sujeto a quien se le atribuye ese saber. Un saber no cualquiera sino
acerca de un modo de gozar.
O sea, se supone en la enfermedad, ya sea en su génesis o en su persistencia, un
modo de gozar, un lugar de producción de goce. O, para decirlo en términos más
freudianos, de una satisfacción sustitutiva. Por más que esa satisfacción tenga que
ver con la efectuación fallida de un duelo (actividad erótica por excelencia) o de otra
clase de conflicto.
Freud nos enseña que podemos suponer toda clase de factores causales en un
padecimiento, pero que no podemos dejar de considerar, como ineludible, el modo
de procurarse el sujeto una satisfacción sexual pulsional.
Pero a su vez, suponer un modo de satisfacción, un modo de gozar, un saber que
produce esto, sería resultante de un efecto transferencial. Que parte del lado del
analista, que es el que define a esa enfermedad como psicosomática. El analista o
quien nombre así el fenómeno. Suponer un saber es, además, suponer algún modo
de encadenamiento significante que implica una presencia de un Otro.
Dicho de otro modo, se trata de la operación de lectura que hace de una serie de
marcas un escrito. Lacan, en la conferencia en Ginebra, afirma contundentemente
que el fps tiene forma de escrito. Lo asemeja al marbete, a la signatura rerum en
Vico. Pero afirmar eso es ya un acto de lectura.
De no ser así, se trataría del supuesto del “paralelismo psicofísico” o del retorno del
mito de la unidad psicosomática (Cf. Agamben…). Hipótesis de tal amplitud que
vuelve inocuo todo pensamiento al respecto. O sea, si todo es psicosomático, nada
lo es. De ahí la importancia de recortar con alguna precisión de qué hablamos,
clínicamente, cuando hablamos de psicosomática.
II. Ahora bien. Si el fps es algo escrito en el cuerpo, ¿a qué cuerpo nos referimos?
Para la medicina psicosomática, el cuerpo es el de la ciencia: la máquina que se
descompone, que funciona mal y debe ser compuesta. Ahí, el fps tiene el mismo
estatuto que un tumor o una infección y debe ser tratado según el principio según el
cual si se anula la causa, se anula el efecto.
Pero, como hemos visto, el cuerpo (los cuerpos) que el psicoanálisis descubre y
propone es otro. También la causalidad en psicoanálisis es de otro orden lógico y
epistemológico. Donde no se trata de anular la causa. En primer término, porque no
es posible, dado que es una causa perdida. Pero, además, aun cuando supongamos
que podríamos localizarla y aniquilarla, esa causa hace a la raíz, al fundamento sobre
el que está estructurado el sujeto, resultando sumamente iatrogénica su abolición.
El cuerpo del psicoanálisis y su tratamiento de la cuestión de la causa están ligados
a la posición del analista y a su ética. La que sostiene la falla epistemo-somática[1] en
el punto en el que el psicoanálisis plantea la asimetría entre lo corporal y lo psíquico
(que no se trata de otra cosa que de los juegos y los efectos del lenguaje).
Una asimetría que va más allá de la falsa opción de la oposición cartesiana o de la
equivalencia y fusión holística. Sostener la falla epistemo-somática equivale a
denunciarla e interrogarla. A diferencia de la práctica del discurso médico que la
engendra a partir de lo que excluye y se sostiene de esa falla.
Volviendo, la definición psicoanalítica del fps implica, entonces, la presencia en el
cuerpo de una enfermedad reconocible médicamente y, sincrónicamente, la
suposición de un sujeto supuesto saber cómo gozar allí, lo cual ya es un efecto de
lectura, un efecto transferencial.
Digamos ahora que conjeturar ese goce localizado a partir del fps (o producido allí)
implica suponer que esa enfermedad también es un modo de tratamiento del goce.
O sea, que la irrupción de esa enfermedad se articula con algún modo (un estilo,
diríamos más precisamente) de intentar responder a un conflicto. O sea, de intentar
responder o resolver eso que interroga visceralmente al sujeto.
Ese sujeto también, y por definición, es supuesto, tanto o más que el goce del fps.
Ese goce, en definitiva, resultaría más notorio (si no olvidamos que goce, no es placer
ni tampoco satisfacción en un sentido trivial). Eso resulta más evidente que un sujeto
que, al contrario, parece haber quedado desaparecido en el seno de su propia
enfermedad.
Por eso, el fps puede ser planteado como una alteración del cuerpo anatómico que,
al ser leída como una escritura, trasluce un modo de gozar (aquello que Lacan
menciona como “goce específico del fps” en la Conferencia citada), lo cual,
curiosamente, permite a su vez suponer un sujeto en tanto en ese goce se lee no
tanto alguna forma extraña de la voluptuosidad sino más bien algo del orden del
tratamiento, de la respuesta a una irrupción del goce que adquiere el estatuto de
pregunta y de problema para el sujeto.
Esto nos obliga a incluir otra dimensión del problema que es la de que hay una
intervención del Otro, tal como Lacan plantea en el Seminario 11. Dice allí que no
puede pensarse el fps sin algún orden de “inducción significante” del Otro, sin algo
de la presencia o el avance del deseo del Otro.
III. La cuestión clave es por qué el sujeto responde de ese modo. O sea, por qué la
respuesta o el intento de resolución del conflicto toma la forma de una enfermedad
en el cuerpo anatómico. Por qué, en vez de un síntoma histérico, obsesivo, psicótico,
lo que allí se engendra es una enfermedad.
O, y debemos plantear acá una cuestión clínica interesante e importante, por qué
una enfermedad cualquiera, a veces ya existente, una enfermedad que tendrá las
condiciones de posibilidad propias (genéticas, ambientales, tóxicas, infecciosas, etc.)
así como una patogenia médicamente explicable, por qué esa enfermedad
“puramente” médica puede tomar el relevo de la producción de un sujeto. O sea, del
intento del sujeto de responder a la interpelación del Otro a la que es sometido.
Para eso, conviene entrar en detalles acerca de cuál es el modo de respuesta que
entraña el fps. Porque esa respuesta, a diferencia del síntoma neurótico o psicótico,
no es metafórica sino literal. Esto es, no deja de tener su articulación lenguajera,
pero el lenguaje no está acá operando en modo metafórico o poético (en sentido
amplio). Por eso no se trata de algo a descifrar sino a leer, lo que no será lo mismo.
Lacan propone que en el fps el lenguaje está operando bajo el modo de la holofrase,
que él toma en el sentido de la “solidificación del par significante”. Es un detalle
importantísimo que hable del par significante y no de un significante aislado.
De lo que se trata en este modo de entender la holofrase es del colapso del espacio
vacío entre un significante y otro, de la abolición (que podemos pensar como
ocasional y transitoria, no absoluta ni definitiva) de lo discreto del enlace entre
significantes, de su no relación. Por lo tanto, un colapso que podría revertirse. Tal
como la experiencia nos muestra.
Ese modo holofraseado de funcionamiento del lenguaje se opone a la producción
del efecto sujeto. Podemos cotejarlo, sin superponerlo, a la noción freudiana de
“insuficiencia psíquica” que propone como concausa en las neurosis de angustia[2].
A la que define como la imposibilidad (circunstancial, contingente, no estructural) de
lo psíquico de hacer lugar a las exigencias que le plantea la tensión sexual somática.
Esa “insuficiencia psíquica” hace que la libido no tramitada por su ligadura con las
representaciones deba ser descargada somáticamente bajo la forma de angustia y
sus equivalentes. Lo que no le impide suponer que, si los síntomas de la neurosis
actual se mantienen en el tiempo, es porque lo psíquico tiene su influjo y su
participación necesaria allí. Pero no tomando la forma del síntoma neurótico o
psicótico sino bajo este modo de presencia corporal donde la angustia es su
paradigma. Porque el circuito de la perturbación es otro.
El uso que hace Lacan de la holofrase como modo de funcionamiento del lenguaje
(esto es, no equiparable a una cuestión de estructura sino a una contingencia del
sujeto) da cuenta del modo particular de presentarse el fps. Y de ahí la importancia
de llamarlo fenómeno (o efecto) psicosomático en vez de síntoma. Por más que esto
no impida considerar que el fenómeno puede derivar en algún modo de interrogación
sintomática.
O sea, una interrogación que no podrá encontrar solución mediante la apelación a
alguna forma de saber (médico o psicoanalítico o el que fuere) sino que sólo puede
ser atendida poniendo en juego los juegos del lenguaje: el equívoco, el malentendido,
los tropiezos del decir, los modos de erosión de los significados. De manera casual o
aparentemente casual, aleatoria, inesperada, sorpresiva.
Nota: los desarrollos de este escrito se corresponden con una de las tópicas
del próximo libro de Leonardo Leibson Los cuerpos freudianos y sus estados
gozantes, que será publicado por Escabel Ediciones.
Imagen*: tomada de https://wikioo.org/
Fernand Léger (1881 – 1955) fue un notable pintor francés en las primeras
décadas del siglo XX. Incursionó en el cubismo entre otros estilos.
[1] Cf. Lacan, J., (1966b) “Psicoanálisis y medicina”, en Intervenciones y textos, Buenos Aires,
Manantial, 1985, 86-99
[2] Cf. Freud, S., (1895) “Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en
calidad de neurosis de angustia”. En Obras Completas, op. cit., t. III, 85-116