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Derechos Humanos-Etica

El documento analiza la evolución histórica de los derechos humanos, destacando las tensiones entre la igualdad formal y la desigualdad real, así como la influencia de las élites en su aplicación. A pesar de los avances desde las declaraciones del siglo XVIII, se evidencia que la democracia representativa y el Estado liberal han perpetuado desigualdades y excluido a sectores vulnerables. Se concluye que es necesario un análisis crítico que reconozca las luchas y contradicciones en la historia de los derechos humanos, más allá del discurso oficial.

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El documento analiza la evolución histórica de los derechos humanos, destacando las tensiones entre la igualdad formal y la desigualdad real, así como la influencia de las élites en su aplicación. A pesar de los avances desde las declaraciones del siglo XVIII, se evidencia que la democracia representativa y el Estado liberal han perpetuado desigualdades y excluido a sectores vulnerables. Se concluye que es necesario un análisis crítico que reconozca las luchas y contradicciones en la historia de los derechos humanos, más allá del discurso oficial.

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INTRO

8u@W+Z8
DUCCION
En el presente trabajo exploraremos como a lo largo de la historia el concepto de
derechos humanos ha sido el tema central en el ámbito político, social y, cultural.
La historia de los derechos humanos ha estado llena de contradicciones y
tensiones, ya que, a pesar de los avances logrados desde las declaraciones del
siglo XVII, la realidad ha demostrado que la igualdad formal no siempre se traduce
en igualdad real. La esclavitud, la exclusión de las mujeres y la restricción de
derechos para las clases trabajadoras son ejemplos claro.

Es importante reconocer que, si bien la Ilustración sentó las bases para la


concepción moderna de los derechos humanos, la aplicación de estos principios
estuvo limitada por los intereses de las élites y las estructuras de poder existentes.

El desarrollo del Estado liberal, con su énfasis en la libertad individual y el derecho


a la propiedad, contribuyó a la consolidación de un sistema que, aunque promovía
el Estado de Derecho, perpetuaba las desigualdades sociales y económicas. La
primacía de la libertad individual sobre la igualdad social y la convivencia colectiva,
así como la no intervención del Estado en las relaciones entre actores privados,
han servido como mecanismos para la defensa de la estructura de poder existente
y la justificación de la exclusión de las mayorías empobrecidas.

En este contexto, la democracia representativa, con su enfoque en elecciones


periódicas, también presenta limitaciones en cuanto a la participación ciudadana
real y la capacidad de los sectores marginados para influir en la toma de
decisiones.

La lejanía de las instituciones, el carácter pasivo de la participación electoral y la


influencia desproporcionada de los actores con mayor poder económico, han
contribuido a una práctica de derechos humanos que favorece a una minoría
privilegiada.
Es necesario, por tanto, un análisis crítico de la historia de los derechos humanos
que vaya más allá del discurso oficial y reconozca las luchas, las resistencias y las
contradicciones que la han marcado.

La “historia” de los derechos humanos

En nuestra era contemporánea, los derechos humanos están presentes de


manera predominante en el discurso político, social y cultural. Surgen en conflictos
y procesos a escala local, nacional y global en defensa de modelos o intereses a
menudo contrapuestos.

• Conflictos sociales: se presentan en las reivindicaciones y demandas de sectores


vulnerables y de movimientos sociales, así como en la defensa de privilegios por
parte de sectores de poder.

• Conflictos políticos: se usan para defender intereses de poder sean estos


públicos o privados y también para legitimar los abusos que se cometen contra la
dignidad de terceros.

• Conflictos internacionales: surgen en la evaluación de naciones y gobiernos, a


veces en función de comportamientos atroces, y otras, con el fin de defender
intereses ajenos a los derechos humanos y para justificar intervenciones externas.

Esta aplicación diversa del discurso de derechos humanos en luchas que


enfrentan intereses encontrados evidencia que no se trata de conceptos neutrales,
acabados y estáticos que puedan ser objeto de una interpretación uniforme. Si
bien el concepto de derechos se originó en Europa y su difusión fue parte de la
expansión del Estado de derecho liberal y el capitalismo occidental, su desarrollo
incluye aportes de la diversidad de pueblos y culturas que constituyen la
humanidad y que luchan y se articulan para concretar sus demandas de dignidad y
autonomía. Por ello, no existe una doctrina o pensamiento homogéneo que pueda
dar cuenta de una forma uniforme de su origen y naturaleza, ni que pueda abarcar
el significado que tienen actualmente para el conjunto de individuos y colectivos
humanos.

La narrativa de la historia oficial

La versión oficial de los derechos humanos más frecuentemente citada en textos y


discursos identifica sus antecedentes en los primeros acuerdos europeos que
establecieron regulaciones de la autoridad, entre los que se suelen destacar la
Carta Magna inglesa (1215) y la Carta de Derechos británica (1688) que limitaban
el poder del monarca, para repartirlo con la nobleza. A su vez, el Acta de Habeas
Corpus (1679), también acordado en Inglaterra, obligó a las autoridades a dar
cuenta de las personas privadas de libertad.

Entre los siglos XVII y XVIII se consolidaron las diversas corrientes del
pensamiento liberal que promueven los derechos naturales del “hombre” y el
gobierno de las leyes como resultado del acuerdo o contrato entre “ciudadanos”. A
finales del siglo XVIII, las burguesías emergentes de Francia y las colonias
británicas en América se alzaron contra el poder absoluto de los monarcas, dando
lugar a las primeras declaraciones de “derechos del hombre”:

• La Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América del Norte


(1776) afirma que “todos los hombres han sido creados iguales” y que son
provistos por Dios “de ciertos derechos inalienables”.

• La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) francesa


establece en su primer artículo que los hombres “nacen y permanecen libres e
iguales en derechos”.

Estos acuerdos marcaron una ruptura radical con el orden previo al poner fin a la
“soberanía” del monarca sobre sus súbditos y al establecer la igualdad de
derechos considerados consustanciales a la naturaleza del “hombre”. Tanto
Francia como EE. UU. se constituyen en repúblicas y acuerdan las primeras
Constituciones modernas, que establecen el modelo de democracia parlamentaria
representativa, el gobierno de las leyes, la alternancia en el poder y la
administración de justicia en base a principios establecidos legalmente en el
parlamento. Se inició así una nueva era de la civilización occidental que tendría
profundas implicaciones para el mundo entero.

Derechos humanos “universales”

El derecho internacional de los derechos humanos se inauguró con la Declaración


Universal de Derechos Humanos, proclamada en 1948 por la Asamblea General
de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), tres años después de
concluida la barbarie de la Segunda Guerra Mundial.

Ese histórico documento, inspirado en las declaraciones de derechos del siglo


XVIII, reconoce que todos los seres humanos somos iguales en derechos, que los
derechos son inherentes a nuestra condición humana y que nos pertenecen a
todos y todas, sin limitaciones de fronteras.

La Declaración recoge un amplio catálogo de derechos civiles (derechos a la vida,


a la libertad, a la integridad de la persona, a un juicio justo, entre otros) y políticos
(derecho a participar en los asuntos públicos y a elegir a representantes en el
gobierno), y algunos derechos sociales, como el derecho a la educación, a la
salud y a la seguridad social.

Este documento no conlleva obligaciones jurídicas, pero se le atribuye fuerza


moral para guiar la acción de los Estados. Representa, de igual forma, la base del
derecho internacional de los derechos humanos, orientado a promover
compromisos estatales en relación con las personas bajo su jurisdicción. Desde su
proclamación, se han acordado en la ONU numerosos pactos y tratados que
reconocen y amplían los derechos de la declaración y establecen obligaciones
estatales, así como mecanismos orientados a supervisar su cumplimiento.
La visión liberal de los derechos humanos

El concepto liberal de los derechos humanos, que prevalece con distintos matices
en la mayoría de los países occidentales y en gran medida en el desarrollo e
interpretación del derecho internacional, puede sintetizarse en algunos aspectos
centrales:

• Derechos naturales e inmanentes: los derechos humanos se desprenden de la


esencia del ser humano en cuanto tal, y no dependen de las condiciones en que
pueden ejercerse en la realidad.

• Libertad individual: la perspectiva liberal otorga primacía a la libertad y autonomía


individuales por encima de los valores de igualdad social y de convivencia
colectiva.

• El contrato social: la organización de la sociedad por acuerdo de sus miembros


da lugar al Estado, en el cual delegan el desarrollo y aplicación de las leyes.

• Estado de Derecho: el orden jurídico político para la vigencia de los derechos


humanos se corresponde con el Estado de Derecho, como conjunto de normas e
instituciones que regulan y limitan la acción de los poderes públicos.

• Derechos positivos: una de las funciones primordiales del Estado es acordar los
derechos naturales mediante leyes que se convierten en contratos vinculantes
para los poderes públicos.

• El imperio de la ley: mientras la autoridad cumpla con las leyes establecidas en el


marco del Estado de Derecho, no debe haber otras vías para la demanda de
derechos humanos que las legales.

• Responsabilidad pública: los responsables de reconocer, respetar y garantizar


los derechos humanos son los poderes públicos. Las personas deben contar con
plena libertad de actuación, con el único límite de respetar el marco legal
convenido.
• Progreso humano: la codificación jurídica de los derechos humanos responde a
un proceso histórico en la conquista de mejores condiciones para el ejercicio de la
libertad y la dignidad en asociación con los adelantos tecnológicos y científicos.

• Universalidad: la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) recoge


aspiraciones comunes de dignidad de todos los pueblos y colectivos del mundo, a
partir de la supuesta existencia de un sustrato común a todas las culturas que ese
documento sintetiza.

Las distintas narrativas de la historia están marcadas por las visiones e intereses
de quienes construyen y difunden. Son discursos que expresan la experiencia
histórica y aspiraciones de orden social de los pueblos o sectores que los
enuncian, y por ello responden a sus ideologías y sistemas o aspiraciones.

La historia de los derechos humanos, citada brevemente, responde a narrativas


construidas por los sectores que han dado forma a las instituciones vigentes en la
mayoría de las sociedades occidentales, y que han dominado el ritmo de los
acontecimientos de la etapa actual de la humanidad. Esa versión de la historia
destaca como importantes ciertos hitos, pero silencia otros –las acciones
contrarias a los derechos humanos derivadas de las relaciones de dominación
capitalistas, las luchas de liberación de los pueblos colonizados, la lucha por la
tierra de los pueblos del Sur, entre otras.

La insuficiencia de los “derechos del hombre”

Las declaraciones de derechos adoptadas en EE. UU. y en Francia en el siglo


XVIII representan grandes conquistas para su época, asentando las bases para
una concepción de derechos humanos centrada en la dignidad igualitaria de todas
las personas. No obstante, las propias normas y el desarrollo posterior del modelo
republicano limitaron el alcance de las declaraciones de igualdad, al basarse en la
primacía de la libertad individual y en la defensa del derecho de propiedad.

• La Declaración de Derechos del Hombre francesa legitima la desigualdad al


fundamentar la legitimidad de las “distinciones sociales” en la “utilidad común”.
• La Constitución de EE. UU. (1789) no reconoció derechos a las personas bajo
servidumbre y a los esclavos, contabilizándolos como 3/5 partes de una persona
para el censo político y económico, junto a los indígenas que no pagaran
impuestos.

• La Carta de Derechos de 1791 incorpora a la Constitución de EE. UU. (1789)


diversos derechos civiles y políticos, pero no desafía la esclavitud ni reconoce
derechos sociales.

• Ninguna de estas declaraciones reconoce derechos de la mujer. En 1791 la


Asamblea Nacional francesa rechazó la Declaración de los Derechos de la Mujer y
de la Ciudadana, propuesta por la pionera del feminismo Olympe de Gouges.

A pesar del reconocimiento formal de la igualdad de derechos, la historia


republicana en estos y otros países europeos y americanos limitó la participación
en las instituciones representativas a los hombres de la burguesía emergente, que
los promueve y acuerda, y a los sectores dominantes desplazados luego de las
revoluciones liberales:

• Con distintos matices, el disfrute de los derechos reconocidos dependerá de las


cuotas de poder y la propiedad de los nuevos “ciudadanos”.

• En EE. UU. se abolió la esclavitud casi un siglo después de acordada la


Constitución y no se reconocieron derechos civiles y políticos a la población
afroamericana hasta la década de 1960.

• La conquista progresiva e inconclusa de los derechos políticos y civiles y de


igualdad bajo la ley de las mujeres cosechó sus primeras victorias a comienzos del
siglo XX.

• Por ello, las nuevas declaraciones fundamentan un nuevo régimen formalmente


igualitario, pero que legitima las desigualdades y las relaciones de abuso de poder.

• Se reproduce así, a una nueva escala, la exclusión para las mujeres, la clase
trabajadora, los sirvientes y personas sometidas a la esclavitud, y para los pueblos
de otras tierras.
Consolidación del Estado liberal

A lo largo del siglo XIX se consolidó en todo el hemisferio occidental el Estado de


derecho liberal. La exclusión de sectores mayoritarios de los espacios de toma de
decisiones garantizó que los nuevos Estados orientaran su acción a la defensa de
las nuevas relaciones de poder y según los intereses del sistema económico
capitalista en expansión.

• El concepto de “interés general” de la sociedad, como principio guía de la acción


pública, se identificó con los intereses del poder económico y la estabilidad del
sistema político que los garantizaba.

• El Estado de derecho se convirtió en un mecanismo para la defensa de la


propiedad y la libre competencia en la sociedad, y para el control de las demandas
de los sectores sociales en lucha por sus derechos y por la transformación de los
desequilibrios de poder.

• Hasta entrado el siglo XX, las “democracias representativas” utilizaron leyes y


censos económicos para limitar formalmente el voto y el derecho para participar
en los asuntos públicos de los sectores que no tenían títulos de propiedad y que
dependían del trabajo por cuenta ajena.

• Leyes acordadas bajo el Estado de derecho, y en muchos casos constituciones,


establecían restricciones explícitas de los derechos reconocidos para trabajadores
y sirvientes.

• Las potencias coloniales europeas consolidaron un proceso de expansión


colonial caracterizado por el atropello a pueblos y naciones de todo el planeta,
sistemáticamente validado bajo las leyes del “Estado de derecho” y los pactos
internacionales entre las potencias.

La doctrina hegemónica liberal propugna que el Estado al ser garante de la


libertad, no puede intervenir en las relaciones entre actores privados y defiende la
igualdad de derechos en la ley como máxima aspiración legítima de demanda de
igualdad. Ambos factores la convierten en una herramienta para la defensa de la
estructura de poder existente, al cuestionar la intervención estatal en la realización
de derechos sociales de las mayorías empobrecidas, como prerrequisito para
transformar las relaciones de poder y garantizar así un ejercicio más equilibrado
de la democracia.

Los principios liberales de defensa de la propiedad privada y la doctrina de no


intervención de los poderes públicos han significado en la práctica la permanente
instrumentación del Estado para la defensa de los intereses de poder. Asimismo,
la identificación de los derechos humanos con los sistemas políticos y económicos
derivados de las revoluciones liberales, el Estado de derecho liberal, por un lado, y
el capitalismo de mercado, por el otro ha fundamentado el rechazo a las
propuestas de transformación de las estructuras de poder que niegan derechos.

Todos los ensayos de desafiar las convenciones del Estado liberal de derecho sin
contenido social han enfrentado la oposición del aparato estatal y de sectores de
poder nacional y transnacional, dando lugar a la legitimación liberal de las
dictaduras y a la guerra abierta o encubierta contra los liderazgos que promovieron
transformaciones radicales basadas en el combate a la inequidad.

Límites del régimen de responsabilidad en derechos humanos

La teoría y el derecho constitucional del Estado de derecho se basan en la


constitución de poderes públicos independientes sobre los que recaen las
funciones de legislar (Poder Legislativo), gobernar (Poder Ejecutivo) y administrar
la justicia para la garantía de los derechos reconocidos (Poder Judicial).

Las Constituciones del Estado de derecho establecen contrapesos formales entre


los distintos poderes como medio para prevenir la concentración y el ejercicio
autoritario del poder. A su vez, desarrollan un régimen de responsabilidad pública,
orientado a garantizar la adhesión de los organismos públicos a los principios
constitucionales.
La restricción legal de la actuación de los poderes del Estado responde a una
necesidad efectiva de establecer un régimen amplio de control de los órganos
encargados de la administración de los recursos públicos y del sistema de justicia,
así como del monopolio en el empleo de la fuerza.

No obstante, este importante desarrollo ha derivado en el establecimiento de


responsabilidades estatales exclusivas en el respeto y garantía de los derechos
humanos, lo que ha favorecido la continuidad de las relaciones de poder entre
actores privados y la impunidad de éstos en relación con los delitos asociados a
violaciones de derechos humanos.

En base a los principios de libertad de las personas, por un lado, y de


responsabilidad estatal, por el otro, se han desarrollado doctrinas que pretenden
defender que las personas y las instituciones y corporaciones privadas no son
responsables por violaciones a los derechos humanos, lo cual es un contrasentido
ético absoluto. Defender que los actores privados no tienen obligaciones de
respetar los derechos humanos en las actividades que desarrollan es
contradictorio con el proyecto de lograr el respeto a la dignidad de las personas y
los procesos sociales en que se desenvuelven; así como con la constatación del
impacto que sus actividades tienen sobre personas y poblaciones enteras.

Límites de la democracia representativa

La igualdad en las leyes y el modelo de “contrato social” bajo el Estado de


Derecho se afirma como salvaguarda de los derechos humanos. Su desarrollo ha
permitido el cuestionamiento formal de las relaciones verticales de poder y la
conquista del ejercicio periódico del voto. No obstante, las limitaciones de la
fórmula de la democracia representativa y los factores derivados de la incidencia
de las relaciones de poder impiden la efectividad de sociedades verdaderamente
democráticas. Al respecto:
• La participación ciudadana se limita a la escogencia periódica en elecciones de
representantes de organizaciones políticas profesionales sobre los que se delega
el ejercicio del poder.

• La lejanía de las instituciones de toma de decisiones y el carácter pasivo de la


participación electoral fortalece las mediaciones de poder.

• La capacidad de los distintos sectores sociales de defender sus demandas está


condicionada por su capacidad para influir en la sociedad y en las instituciones, y
no por la igualdad de derechos que reconoce la ley.

• La predominancia de la lógica capitalista del mercado y el poder de incidencia de


los factores que la promueven han derivado en la identificación de los intereses de
la sociedad democrática con los intereses del sistema económico.

Esta dinámica ha derivado en la consolidación de una práctica de derechos


humanos que los identifica con los intereses de un sector minoritario y privilegiado
de la población, y con las instituciones del poder económico, por encima del
conjunto de las personas. Bajo un discurso institucional centrado formalmente en
la relación entre derechos humanos, democracia y Estado de derecho, se ha
validado la exclusión social y política de vastos sectores de población y la
represión de luchas sociales y demandas de participación.

• Argumentos como la defensa de la propiedad y los principios del Estado de


Derecho han sido utilizados para justificar el ejercicio autoritario del poder bajo
regímenes de democracia formal.

• En numerosos escenarios, la instauración de regímenes dictatoriales ha sido


considerada como un “mal necesario” para la preservación del Estado de Derecho,
a pesar de la supresión generalizada de derechos y la eliminación del sistema
electoral democrático.

• Como resultado, se ha producido el debilitamiento de la legitimidad de los


regímenes democráticos existentes.
Límites del reconocimiento legal de los derechos humanos

El reconocimiento jurídico de los derechos humanos convierte a sus titulares en


sujetos de derechos y los habilita formalmente a ejercer los derechos reconocidos,
gracias al poder que les otorga la ley. A su vez, el Estado de Derecho desarrolla
mecanismos e instituciones para la protección y defensa de derechos y para la
participación democrática. No obstante, los sectores en situaciones de poder
distintas no tienen las mismas posibilidades reales para ejercer los derechos que
les reconoce la ley.

• La capacidad de influir en el diseño de las leyes está condicionada por la


capacidad de incidir en la agenda pública y de condicionar la actuación de actores
parlamentarios y de gobierno.

• El acceso a las instituciones y medidas que se orientan a garantizar los derechos


humanos está condicionada por la desigualdad social, política y económica y las
asimetrías de poder.

• Como resultado, los Estados han sido históricamente instrumentados para


favorecer los intereses de los actores de mayor poder económico, excluyendo o
limitando la participación de los sectores explotados y su acceso a las instituciones
garantes de derechos.

• La herramienta fundamental de éstos para hacer valer sus demandas ha sido la


movilización y la protesta, lo que ha significado la instrumentación del poder
represivo del Estado para aplacar demandas legítimas.

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