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Dirección de la Cura en Psicoanálisis

El documento aborda la complejidad del tratamiento de la psicosis desde una perspectiva psicoanalítica, destacando la importancia de la transferencia y la dirección de la cura. Se critica la tendencia contemporánea a simplificar el psicoanálisis a una mera reeducación emocional, subrayando la necesidad de mantener la esencia del descubrimiento freudiano. Además, se plantea que el analista debe ser consciente de su papel y de los efectos de su intervención en el proceso analítico.

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Dirección de la Cura en Psicoanálisis

El documento aborda la complejidad del tratamiento de la psicosis desde una perspectiva psicoanalítica, destacando la importancia de la transferencia y la dirección de la cura. Se critica la tendencia contemporánea a simplificar el psicoanálisis a una mera reeducación emocional, subrayando la necesidad de mantener la esencia del descubrimiento freudiano. Además, se plantea que el analista debe ser consciente de su papel y de los efectos de su intervención en el proceso analítico.

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564 l "R.o\T AM IF.NTO POS Ull.

E DE LA PS ICOSIS

a rti cul ada con cincuenta aií.os de a nticipación por la teodi cea LA DIRECCIÓN D E Le\ CURA Y LOS PRINCIPIOS
con la que se enfrenta Schreber: " Dios es un a p... " .'IQ DE SU PODERl
Término en el que cu lmin a el proceso por el cu al el signi fi-
cante se ha " dese ncadenado" en lo real, después de qu e se abrió
la quiebra del Nombre-del-Padre - es decir del signifi ca nte que
e n el Otro. en cuanto Jugar de l signi fi ca nte, es e l signifi ca nte de}
Otro en cuanto Jugar de la ley.
Dejaremos aquí por ahora esta cuesti ón prelimin ar a todo l. ANALIZA HOY?
tra tamiento posible de la psicosis, que introduce, como se ve,
la concepción que hay que (orm arse de la maniobra, en este 1. Que un análisis lleve los rasgos de la persona del analizado,
tr a tamiento, de la tra nsferencia. es cosa de la q ue se hab la como si cayese por su propio peso.
Decir lo qu e en es te terre no pod emos hacer sería prematuro, Pero quie n se interese en los e fectos que tendría sobre él la per-
porque sería ir ahora "más allá de Fl'eud", y la cuestión de son a del analisla pensa ría estar dan do pruebas de audacia. Tal
su perar a Freu d ni se plantea siquiera cuand o el psicoaná lisis es por lo me nos el estremecimiento que nos recorre ante las ex -
de después ha vuelto, como hemos dicho, a la etapa de a ntes. presio n'es de moda referentes a la contratra ns[erencia , contribu.
Es por Jo menos Jo qu e nos aparta de todo o tro o bje to que yendo sin duda a enmasca rar su improp iedad conce ptual: pensad
el de rest aurar el acceso de la experiencia que Freud descub rió. qu é tes tim o ni o da mos de e levac ión de alma al mostrarn os en
Pues utilizar la técni ca que él institu yó, (uera de la experiencia nues tra arcilla como hechos de la mi sma que aque llos a quien es
a la que se aplica, es tan eS lúpido como echar los bofes e n el amasamos.
remo cuando el navío es tá e n la arena. A cabo de 'escribir una mala pal abra. Es ligera para aque ll os
a quie nes ap un ta, siend o as í qu e h oy ni siqui era se gu ard an las
Diciembre de 1957-enero de 1958 formas para confesar qu e bajo el no mb re de psicoanálisis mu-
chos se dedican a uu a "reeducaó6n emocio na l del paóente " [22).2
Situar 'en es te nivel la acció n del ana li sta acarrea un a posició n
de pr in cipio, con respecto a Ja cual tod o lo qu e pued e decirse
de la contratrans[erenóa , incluso si no es vano, tendrá una
[unción de diversió n . Porque es más a ll á d onde se encu'entra
desde ese momento la impostura que queremos desaloj ar aquí. 3
No por eso de nun ciamos lo que el psicoanálisis d'e hoy ti ene
de an tifr eudi a no. P ues en esto h ay que agradece rle el qu e se
haya quitado la máscara, pu es to que se jacta de :iup'e rar lo que
por otra parte ignora, no habiend o retenido de la doctrina de
donde sus pri meros. retozo s enCOlllraron su conejo, por cuanto la ley de Freud sino justo Jo sufi ciente para sentirse has ta qu é punto 10
la si mboliladón en la qu e debe enLrar su deseo lo pcend e en su red por qu e aca ba de enunciar de su eXIJ"eriencia es disonante con eHa.
la posición de obj eto pa rcial en la que se ofrece al llega r al mundo. a UII
mundo don de ct deseo del O tro h ace la ley. I Primer informe del Coloq uio Internacional de Royaumont re un ido del

Es ta relación poi' supues to es ani culada claramente por Schreber en lo 10 al 13 de julio de 1958, a in vita ción de la Soci edad },':ancesa de Psicoa na-
que él refi ere, para decirl o sin de jar ninguna ambigüedad, al acto d e ca ... lisis. a parecido en l .a Psyehanalyu , yol. G.
- concretamente el hecho de semir reunirse en es te acto los elemem os : Las cifra s enlre corc hetes remi len a la s referencias colocada s al (inal de
su ser cuya di spen; ión en el infinit o de su t1eliri o luce su sufrimi ento. este informe.
:lO naja la forma : D ie SOfln e ¡si ei'le H ure (S. El 501 es para :. Para "o h 'er co ntra el espiritu d e una soci edad un término a cu yo precio
Sc hreber el aspec to centra l de Di os, La experien cia interior de qu e se tra la se la puede a preciar, cuando la se ntencia en que Freud se igu ala a los Pl'e-
.aqut es el titulo de la obra ce ntral de Georgcs Batai ll e. En Madam e Edwa1'fia socr¡h icos: Wo es war, soll ¡ eh werden, se tradu ce en ell a por 13s b uenas
<Ie$cri be el ex.lremo singtlla r de es ta experiencia. r.
al uso fran cés, por: el Yo debe desalojar al Ello [Le M oi doi! d¿l oge r le a}-
[565]
566
1..,\ DIR ECC I ÓN DE LA. CURA. LA UlRE.CCrÓN DE L .... CUllA 567
Pretendemos mostrar en qué ]a impotencia para Sos tener a u. Diga mos que en el depósito de fondos de la empresa común,
ténticamente una praxis, se redu ce. como es corri en te en la el paciente no es e l único con su s dificultades que pone toda
histori a d e los hombres, al ejeracio de un pode r. la cuota. El a nalista también debe pagar:
- pagar con palabras sin duda, si la transmutac ión qU'e sufren
por la oper ac ión analíti ca las eleva a su efecto de interpretación;
2,. El psi coanalista sin duda dirige l a cura. El primer pnnClplO - pero tambié n paga r con su persona, en cuanto que, diga lo
de esta cura, el que lte deletrean en primer lugar, y que vuelve qu e diga, la presta como soporte a Jos fenó menos singulares
a encontra r en todas partes en su formaci ón hasta e l punto de (lue el análisis ha descubierto en la transferencia;
qu e se impregna en é l, es que no debe diri gir al paciente. 1.a - ¿olvida remos que tiene qu e pag-ar con lo que hay de esencial
dire cción de con cien da, 'en el sentido de gula moral que un fiel en su juicio más ín timo, para mezclarse en un a acció n que va al
del ca toJicismo puede encontrar, qu eda aquí rad ica lmente exclui. corazón del ser (Ke'rn unseres Weserts) escribe Freud [6]): sería·
da. Si el psicoa nálisis plantea problemas a la teología mora], no él e l úni co a llí que qu eda fuera del juego?
son los de la dirección de con ciencia, en lo eu ,1 ] recordamos qu e Que aqu ellos cuyos votos se diri ge n hacia nues tras armas no
la dirección de conciencia también los p lantea . se inquieten por mí, ante el pensamiento de qu e me ofrezco aq u í
L a dirección de la CUra es otra cosa. Consiste en p rimer lugar un a vez m ás a un os ad versarios siempre fe lices de mandarme
en hacer aplicar por el su.jeto la regla analíti ca, o sen las direc- de vuelta a mi metafísica.
tivas cu ya presencia no podría desconocerse en e l prin cipio de Po rque es en el s'e no de su prete nsión de co ntentarse Con la
lo que se ll ama "la si tuació n analítica", bajo el pretexto de que eficacia d onde se levan ta un a afirm ación como ésta: que el
el suj e to las ap licaría en el mejor de los casos sin pensa r 'e n e llas_ lista cura menos por lo que dice y h ace que por lo que es [22J.
Es tas directivas esttin en un a comunicación in icia l planteadas y a todo esto nadie a l parecer pide razón de semej ante afirma·
bajo forma de consignas de las cuales, por poco qu e el analista ción a su auto r, como tam poco se le llama al pudor, cua ndo,
las comente, puede sost'enerse que hasta en las inflexiones de con una sonrisa fatigada did gida hacia el ridíc ulo a l que se ex.
su enun ciado servirán de vehículo a la do ctri n a que so bre ellas pone, es a la bondad, a la suya (hay qu e se r bueno, ninguna
se ha hech o el analista en el punto de consecuencia a que han trascende ncia en el co ntexto) , a la que s'e remite para poner
ll'egado para él. Lo cual no 10 hace menos solidar io de la e nor- un término a un de bate sin salida sobre la neurosis de ]a transo
midad de los prejui cios que en el paciente esper<ln en ese mism o ferencia .4 ¿Pero quién tendría ]a cr ueldad de interrogar al qu e
se dobla bajo el peso de la valija, cuando su porte da clara-
lugar: según la idea que la difusi ón Cultural le ha permitido
me nte a ad ivinar qu e está llena de ladrill os?
form arse del procedimiento y de la fin a lidad de la empresa.
Sin embargo el ser es el ser, quienquiera que sea el que lo
Ya sólo es to basta p ara mostrarnos qu e el probl ema de la di-
invoca, y tenemos derech o a preguntar qu é viene a hacer aquí.
rección se mues tra, desde las directivas del punto de pa rtid a,
como no pudiendo for mnlarse sobre una línea de com ul1l ca_
ción unívoca, lo cual nos obliga a quedarnos aquí por ahora 4. Volveré pues a pon er al analista en el banquillo, en la medi-
para esclarecerlo más tarde. da en que 10 estoy yo mi smo, para observar que está tanto
Establezca mos úni camente que, de red u cirlo a su verdad, ese menos seguro de su acció n cuanto que en elJa 'está más intere-
ti empo consiste 'en ha cer olvidar al paciente que se trata úni. sado en su se r.
camente de palabras, pero que esto n o justifica que el anal ista Intérprete de ]0 que me es presentado en a firma ciones o en
lo o lvide a su vez [1 6}. actos, yo decido sobre mi oráculo y lo articulo a mi capricho,

• "Comm ell t termine r Je traitement anal yriq ue", Revl1e de P$ycha-


19!H, ]\', p. 519 Y passim, Para medir la influencia de se mejante
3. Además ya hemos a nunciado que es por el lado del analista formación , lee r: Ch.- H . Nodel , " Le psychanalyste". [.'éflolu,lioll fX)/ chial ri.
por donde pre rendíamos abordar nues tro tema. que, 191.97, mi m o IV, pp. 689-691.


568
LA DIRf.CC IÓN DF .. -\ CL RA l.,." DIRECC iÓN DE LA CUR A 569
úni co amo en mi barco después de Di os, y por supuesto lejos IIn fe nómeno del que no es responsable, y es conocida la insisten·
de poder medir todo el efecto de mis pa labras, pero d e esto da que puso Freud en subrayar su espontaneidad en el paciente.
precisamente convertido y tratando d'e remedia rl o, dicho de otra Desd e hace a lgún tiempo, los analistas e n las revisiones des.
manera li bre siempre del momen to y del número, tanto como garradoras con que ha lagan nuestro palada r, insinuaría n de
de la elección de mis intervenciones. has ta el punto d'e que buena gana que esa in sistencia de la que duran te tanto tiempo
parece que la regla haya sido ordenada toda ell a para no estar. hi cieron ba luartes, tradu ci rí a en Fre ud algun a h uida ante
bar en nada mi quehacer de ejecuta nte, a lo cua l es correla tivo el compromiso que supone la noción de si tu ació n. Como se ve,
el aspecto de "ma terial", bajo el C U :1 1 mi acción aq uí toma lo estamos al día.
que ella misma ha producido. Pero es m<Ís bien la 'exa ltación fác il d e su ges to de arrojar los
,o:,c ntimienros¡ colocados bajo el ca pítulo de su contra transferen-
cia, en el phttillo de una balanza en que la situación se equili-
5. En cuanto al manejo de la transferencia, mi li ber tad en eUa braría gracias a su pesada , la que da testimonio para nosotros
se 'encuentra por el contrario enajenada por el desdoblamiento de una d'esgracia de la conciencia correlativa de una dimisi6n
que sufre allí mi persona, y nadie ignora que es a llí donde hay a concebir la verdadera na tu ra leza de la transferencia.
que busca r el secreto del análisis. Lo cua l no impide creer a No se podría razo nar a parti r de lo que 'el analizado hace
a lgunos que han progresado gracias a esta docta afirmación: soportar de sus fantasías a la persona del anali sta , como a partir
que 'el psicoaná lisis debe ser estudiado como una situ ació n en. de lo que u n jugador ideal supu ta de las int'enciones de su ad ·
tre d os. Sin dud a se ponen condiciones que res tringe n sus movi- versa rio . Sin duda hay también eSlrategia, pero que nadie se
mientos, pero permanece e l hecho de que la situació n así conce. enga l e con la metMora del espejo en virtud de que convi-ene
bida sirve para a rticu lar (y sin más a rtifi cio que la reed ucación a la superficie lis:J que presenta a l paciente el analista. R ostro
emocional antes citada) los principios de una domesticación cerrad o y labios cosidos. no tienen aquí la mi sma fi nalidad qU'e
del Yo ll amado déb il , y, por medi o de un Yo que gustosamente en e l bridge. Más bien con esto el analista se adj udica la ayuda
se considera como de fuerza para cumplir ese proyecto, porque ele lo que en ese j uego se ll ama el muerto, pero 'es para h acer
'es fu erte. Que no se la emita sin algún azoro, es casa a tes tigu ada surgir al cuarto que va a ser aquí la pareja del ana lizado, y
por arrepentimientos cu ya torpeza impresiona, tales como el cll yo ju ego el an alista va a esforzarse, por med io de sus bazas,
que precisa que no cede en cu anto a la exigencia de una "cura. e n hacerle adivinar la mano : ta l es el vínculo, digamos de abo
ción por el interi or" [22].5 Pero esto no hace sino lIl<Í.s signifi ca. negación, que impone al anali sta la pre nda de la partida en
tiv a la comproba ción de que el asentim ien to del sujeto, por su el análisis.
reco rd a torio en este pasaje, no viene sino en el s'egundo tiempo Se podría prosegu ir la metáfora deduciendo de esto su juego
de un efecto primeramente impues to. según que se colotlue "a la derecha" o "a la izqu ierda" de l pa-
Es tas desviacio nes no las mostramos por nues tro gusto, sino r iente, es decir en pos tura de jugar antes o después del cua r lo¡
más bien para hace r de sus esco llos boyas de nu es tra ruta. es decir de juga r a ntes o después de ést'e con el muerto.
D e hecho, todo an alista (au nque fu ese de los que así se ex. Pero lo que es seguro es que los sentimientos del analista sólo
trav(an) experimenta siempre la transferencia en e l aso mbro tienen un luga r posible en est'e juego, el del muerto; y que si se
del 'efecto menos de una rel ación en tre d os que fuese le reanima, el juego se prosigue sin que se sepa quién lo condu ce.
como las otras, Se dice que tiene que componé rselas allí ante Por eso el anal ista es menos libre 'e n su eSlra tegia que en su
táctica.
D Pro me lemos a lIuestros lec tores no fatigar los m;\s en Jo que sigue eOIl
fórmulas tan sandias, q ue no tienen aquí otra utilidad verdaderamente
la de mo stra r hasta dónde ha lleg-oldo el discurso analf(ico. Nos. hemos ex..
cusad o por ello anle nuestros oyen tes ex. tranj eros q ue sin duda conlaban Va yamos mils lejos. El an alis ta es aún menos libre en aquello
(j.
con otras tantas e n su lengua, pero tal "'el no ex.actamente de la mi sma que domin a estra tegia y táctica: a saber, su po lítica, en la cual
cball/ra . haría mejor en ubi carse por su care ncia de ser que por su ser.
570
LA DIRECCiÓN DE LA CURA 571
l.A. DIRECCIÓN DE LA CURA
Para decir las cosas de o tfa manera: su accJOn sob re el pa_ Sea co mo sea, resuelve la cuestión del ser del a n alista.o Un
ciente se le escapa junto COn la ideCl que se hace d e eUa. si no equipo de egos me nos iguales' sin duda que autónomos (¿p'ero
vuelve a tomar su pun to de partida en aquello por lo cual ésta en qué estampilla de o rigen se reconocían en la suficiencia de
es posible, si no retiene la paradoja en ]0 que tiene de desmem- su autonomía?), se ofrece a Jos norteam-ericanos para guiarlos
brado, para revisar en el principio la estructura por donde loda hacia la happiness, sin perturbar las autonomías, egoístas o no,
acción jntervlene 'en ]a realidad. que empied ra n COIl sus esferas sin conflicto el Atnen'ca n way
Para 10s psicoanalistas de hoy, esta relación con la realidad ha cia ella.
cae por su propio peso. Miden sus defecciones en el p<Jciente so-
bre el principio autoritario de los educadores de siempre. Sólo
que se encomiendan al análisis didác ti co para garantizar su 7. Resu mamos, Si el analista sólo tuviese que vérse las con reS IS·
mantenimiento en una tasa suficiente en los ana listas, respecto tencias lo pensa ría dos veces antes de ha ce r una interpretación ,
de los cuales no deja de se ntirse que, para enfrentarse a los como en efecto es su caso, pero estaría a mano d'cspués de esa
problemas de la humanidad que se dirige a ellos, sus puntos de prudencia,
vista se rán a veces un poco locales, Lo cual no ha ce sino colocar Sólo que eSa interpretación, si él la da, va a ser recibida como
el problema un escalón individual más atrás. provenie nte de la persona que la transferencia supone que es.
¿Aceptar", aprovecharse de ese error sohre la persona? La moral
y no pued'e decirse que se sienta uno tranquilizado, cu ando
del a nMisis no lo contríldice, a condición de que int'erprete ese
trazan el procedimiento del análisis en la reducción en el suj eto
efecto, a falta de lo cual el análisis se quedaría en un a sugestjón
de las d esviaciones, impu tadas a su transfere nci a y a sus resiste n.
grosera.
cias, pero ubi cadas en relación con la realidad, cua ndo se les
Posició n inneg¡lble, sólo que es como provenierHe del Otro de
oye exclamar sobre la "situación completamen te simple" que la transferencia como la palabra del analista será escuchada
ofrecería el análisis para tomar su medida. ¡Vamos!, el ed u cador aún, y s610 que la salida del sujeto fuera de l a transferencia es
es tá bien lejos de estar educado si puede juzgar tan ligerame nte pospuesta así ad infinitum.
una experiencia que sin e mbargo h a debido a travesar él mismo. Es pues gracias a lo que el sujeto atribuye de ser (de ser que
Se adivina por sem'ej ante apreciación que esos a na listas hubi e. sea en otra parte) al a nalista, co mo es posible qu e una inter·
sen dado a esa exp'eriencia otros sesgos, si hubiesen tenido que pret<l ció n regres'e al Ju ga r desde donde puede te ne r alcance
co nfiar e n su se ntido de la realidad para inventar la ellos mismos: sobre la distribución de las respuestas.
prioridad escabrosa de imaginar. Se Jo sospechan un poco. y por Pero aqllÍ, ¿quién dirá ]0 que es el analista y lo que queda al
eso Son tan quisquillosos en preservar sus formas. pi e del murO de la tarea de interpretar? Que se atreva a decirlo
Se concibe que para 'explayar un a concepción tan evidente. él mismo, si todo lo que tiene que responde rnos es que es un
mente precaria, a lg unos de ultramar hayan sentido la necesidad homh re, Que lo tenga o no sería pu'es todo el asunto: sin em-
de introducir en ella un valor estable, un patrón de la medida bargo es allí donde vuelve grupas, no sólo por la impudicia del
de lo rea l: es 'el ego autónomo. Es el conjunto que se supone or. misterio, sino porque tener, es del ser de lo que se tr ata, y
g'dnizado de las funciones más dispares para prestar su apoyo del cómo. Veremos m¡'s que este cbmo n o es cómodo.
al se ntimiento de ¡nnatividad del sujeto. Se le considera como au. Por eso prefi'ere atenerse a su Yo, y a la realidad sobre ]a
tónomo por el hecho de que se supon" que es tá al abrigo de los cual sabe su poquito, Pero entonces )'a 10 tenem os en que si tú
confli ctos de la persona (noll-conflictual sPhere) [14] . o qu e 5i yo con su paciente. ¿Ce'lmo hacer, si están co n las uñas
fuera ? Aquí es donde :Htutam ente s'e recurre a las inteligencias
Se reconoce aqui un espejismo descalcañado que la psicología
de introspección más académica había re chazado ya Como ¡nsos. '" En f'r;}ncia, el doc trin ario del ser citado más aniba ha ido d crccJlO ,1
tenibl'e. Esa regresión es celebrada sín cm bargo como un retorn o tk'¡ es innato (eL l.a P. D. A,. J. p. 136).
al redil de la "psicología ge nera l" . 1 de la palabra francesa égmu: ("iguales") se pronuncia
ig-lIal ']l 1C la palahra TS]

oi...:::=...
573
572 LA DIRECCiÓN DE LA CU RA 1.,\ DIRECC iÓN uE LA CURA

que hay que tener en el lugar, denominado para esta ocasión la Son co nm ovedores los esfu erzos de un autor para intentar
parte sana del la que como nosotros. lor zar l<i teoría de la forma a En de encontrar en ella la metá·
L.c.N .n.p.p ., puede concluirse, lo cual nos devuelve al punto lora qu e le pe rmita 'e xpresar lo qu e 1('1 interpretación aporta d e
d e part id a, o sea a re inventa r e l análisis. en lIna a mbi güedad inte nciona l. de cier re de un ca·
O a volverlo a h ace r : trat a ndo la transfere nóa co mo una for· l';ícter in comp leto que e mo¡¡rgo s610 se rea li z;t a posteriori [2] .
ma particul ar de la resiste ncia .
1'vIuchos 10 profesan. A ellos es a quienes h ace m os la pregunta
que da título a este capí tul o: ¿Quién es el ana lista? ¿El qne 2. Se siente qu e la natura leza de un a tra n::, mutació n en el
inter preta aprovechando la transfe ren cia? ¿El que la a nali za ' ujeto lo <.Jue aq uí se esca bulle. y Utnto m ás dolorosamente para
co mo resiste ncia? ¿O el qu-e impone su idea de la realidad? vi c uanto qu e le escapa desde el momento mismo
Pregunta que puede pellizcar de más cerca a aquellos a qni e- en qu'c a los hechos. Ningún índice basta en efecto para
nes va dirigida, por ser men os fácil de esquivar que la p regunla: dónde ac tú a la interpretación, si no se adm ite rad ica l·
¿q uién habla? con la que alguno de mis discípulos les aporrea- Illente un co n ce pto d e la funcic'm de l significan te, qu e ca pte
h a las orejas por cuen ta del paciente. Pues su respuesta de im- dónde e l su jeto se subordi n a a él hasta el punto de ser sobor-
pacientes: un animal d e nues tra especie, a la pregunta ca mbia- nado por él.
d a. sería más depl orab:'emente tautológica por tener que decir: La intcrpretaci<'m, para dc::,cifrar la diacronía de las repeti-
yo. ('ionc\ inconsci entes. debc introd u cir e n la si ncro ní a d e los sig-
ASl como suen a. nifi owtes que a llí se compo nen a lgo que bruscamente haga po-
\i hl c su lr<tducc ilm - precisamen te lo que permite la función d el
Otro en la ocul l<l clú n del c{H.1igo, yu que es a prop(')sito de él
como apltre<..e su elemento Caltante .
11. ¿CUÁL ES EL LUCAR DE LA INTERPRETAC i ÓN? Esta impor tancia del signifi c<l ute e n la localización de la ver-
dad analít ica a parece e n fili g ran a desde el mome nto e n que
1. Lo que precede no da respuestas a todo lo que allí se pro- un rllltor se ag-,Irra [irmemt:1l1e a las conexiones de la experie n-
mueve para un novicio. Pero al reunir los problem as actnalmen- cia e n la definición dc la::, aporí as. Léase a Edward Glover, para
te agitados en torno a la dirección del análisis en cu anto que medir e l precio qu e paga por la falta de este término: cuando
esa ac tua lidad refleja sn uso presente, creemos ha ber respe tado ;t I a rti cular 10\ puntos de vista m ás pert inentes, e ncu entra la
las proporciones. irtt:e rp retaci6n por toda.\) partes. a fa lta de poder deten erla en
Que es com o decir el lugar mínimo que ocupa la int'erpreta. una parte cualqui era. y ha::,ta en la trivialidad de la receta
ción en la actualidad psi coanalí tica ; no por que se haya perdid o medica, y aGlba por decir buenamente, si n que sepa mos si se
su sentido, sino que el abord aje de ese sen tid o d.a siempre testi- e nti e nd e él mi smo, qu e la lormaci6n del síntoma es un a inter-
monio de un azoro. No h ay autor que lo enf re nte sin procede r 1)I'c taó ú n inexacta del suj eto [1 31-
por di visió n de todos los mod os de inter ve n cio nes verhal es, qu e I, rl intc rpre taci lln a;,i conce bida se co nvierte e n una espec ie
110 so n la intrepretación: expli cacion es, grat·ifi caclones. respues- tle flogisLO: manific.\ ta en todo lo que se comprende a tuertas o a
ta s a la demanda ...) e tc. El procedimiento se h ace revelador d e rechas. por poco que alimcn te la llama de lo imaginario, de
cuando se acerca al foco de interés. Impone qu e incluso u na ex- c\a pura cx ltibi óún qu e, bajo el nombre de agresividad, h ace
presió n articulada p<ll'a empuj a r a l suj e to a lomar un a visi<')Il ago:-.to de la técnica de aque l ti e mpo {I93 1. es sin duda bas-
(insight) sobre un a de sus conductas, y especialmente e ll su sig_ titllte llueVO para seguir si'endo de h oy. Cf. (13D·
nificación de resistencia, puede recibir un nombre completa- S(') Io por vcnir ;J culmin ar en el lúe et 1lU11C de e::,le juego, la
mente diferente, co nfrontación por ej'emplo, au n cuando fu ese intcrprttaciún di'itinguirá de la lectura de la signalura rcrwn
la del sujeto co n su propio decir, si n merecer e l d e interpreta- en la qu e .Il1n g ri v;dil:a (Oll Bo·c hme . Seguirl e por al lí iría mu y
ción, por sólo se r un dec ir escla recedor. poco en la direrri c', n de l ser de nuestros a nalistas,
574 LA DIJI.I;;CC I ÓN DE LA CU RA 575
LA DIRECCiÓN DE. LA CURA

Pero ser en la hora de Freud es cosa de un a tablatura muy 4. Nos ah orrarem os el dar las reglas de la inter pre tac ión . No es
diferente, para lo cual no es superfluo sa ber desmontar su re- q ue no pueda n ser formulad as, pero sus fórmulas su ponen desa-
loj ería. rro ll os qu e no podem os co nsiderar como conocidos, a falta de
poder condensarl os aq u L
Limitémonos a o bs'e rvar que al leer los come ntarios cl ásicos
.3 . N ues tra doctrina de l signifi can te es en p rimer lugar discipli- sob re la inlerpretación, se lame nta siempre e l ver cuán poco
na en la que se aveza n aquellos a quienes formam os en los provecho se sa he sacar de los datos mi smos que se propone n.
modos d-e efecto del significa nte en e l ad ve nimiento de l signi fi . Para dar un ejemplo, cada q uién da tes Limoni o a su manera
cado, única via para conce bir que inscribiéndose en ell a la inter- de qu e para confirmar lo bien fund ado de una inter pretac ión
preta ción pueda prod ucir algo nue vo. 10 q ue cuenla no es b co nvi cción que acarrea, pu es to que se
Pues no se funda en ningun a asun ción de los arqu et ipos divi. reconocerá mi-lS bi en su cri teri o en el material que iréÍ surgien d o
nos. sino en e l hecho de que el inconsci'ente ti ene la es tructu ra tras ell a.
radical del lenguaje. q ue en él un ma teria l opera según un as Pero la superstición psicologizante es tan poderosa en los
leyes qu e son [as qu e desc ubre 'el est udi o de las lenguas p osi- espíritus, qu e si em pre se soli citará el fenómeno en e l sentid o de
ti vas, de las lenguas que son o fu eron efec tivamente h abl adas. un ase nLimiento de l su jeto, omitiendo compl elam'enl e lo qu e re-
La metáfora del f1ogÚ¡to que nos inspiraba Glover h ace un sulta de las expresio nes de Freu d sobre la Ve)lIcitumg como
momento re cibe su adec uac ión del error que evoca: la forma de conCesión, sobre la cual Jo me nos que pU'ede decirse es
cación no em ana de la vida en mayor medida que el flogisto se que no se la podría hacer equi v<.I ler a un pa n como un as hostias.
esca pa de los cuerpos en la combustión. Antes bien hab ría qu e Así es co mo la teorb tra du ce la ma nera en qu e la resis tencia
hablar de ella como de la combinación de la vida con el áto mo es engendrada en la prac tica. Es tamh ién lo qu e qu eremos dar
cero del signo,! del signo en cuanto q ue en primer lugar con no- a entender cuand o decimos que no hay o Lra resistencia a l a ná-
ta la presencia o la ausen cia, aportando esencialmente el y que lisis sino la del ana lista mismo.
las liga, puesto que connotando la presencia o la ause ncia, ins-
tit uye la presencia sob re fondo de a usenci a, como constitu ye la
ausencia en la presencia. 5. Lo grave es qu e con los autores de hoy, la secuencia de los
Debe record a rse qu e con la seguridad de su avan ce en su efectos ana líLicos parece tomada al revés. La inlerpretaci() n , de
dominio, Freud, buscand o -el modelo del au tomatismo de segui r sus expresio nes, no sería sin o un a chochez con relación
ti ción. se detiene -en la e ncru cijada de un juego de ocu ltac ión y a la apert ura de una rebción más amplia d onde por fin nos
de una escansión alterna ti va de dos fonemas, cu ya conjugación compre nde mos ("por el interi or", :,in dud a) .
en un ni ño le llama la a te nció n. La interpre tac ión se convierte aquí en una exigencia de la
Es que efectiva meotl! aparece a llí al mismo tiempo e l va lo r debilid ad él la cual ten emos que venir en ayud a. Esto tamhién
del o bje to en cua nto insig nifica nte (l o que el niño h ace es a lgo bien difícil de hacerle tr aga r si n que lo devuelva. Es
cer y desaparecer), y el canícter accesorio de la perfección fonéti ca las dos cosas a la vez, es decir un med io bie n in cómod o.
jun to a la distjnció n fon'em<ítica, con respecto a la cual nadie Pero éste es solame nte el efec to de las pasio nes del analis ta: su
nega ría a Freud el derech o de tradu cirla inmediatamen le por temor que n o es del error, si no de la ign oran cia, su g U'i lO qu e
los FOTI' Da ' del alemán hablado por él cuando adnlLo [9J. no 'es de sa Lisfacer, sino de no de ce pcionar, su necesid ad qu e
Punto de inse mi nación de un orden simhólico que preexiste al no es de gobe rnar, sino de estar por e ncima. No se trala en
sujeto in fan til y s'egún el cual le va a se r preciso es tru cturarse. modo a lg uno de la con tratransfcrencia en tal o cual: se trata
de las consecuencias de la relac ión dual. si el terap'euta no la
80, que más qu e ser voca lizada co mo la letra simbólica del ox(g-cno, ('va. su pera, y ¿cóm o la superaría si hace de ella el ideal de su acció n?
cada por la metáforJ. prosegu ida , puede leerse: cero, en cua mo que esa cifra Pl'im,wm viveTe si n duda; h ••y que eviutr la r UpllI T'a. Que se
.'iimboliza la fun ció n esencial del lugar en la es truc tura del .s ignificante. cl as ifique bajo el no mbre de técnica la ci vilidad pueril y
577
576 1.,\ IHK I ,C(:lÚN 01-; I,A CUlt.\ OIRECCIÓN DE LA CUitA
l.A

ta para ("0 11 e!>le fin , Pero que co nfund él esa en los caSOS de que nos ha hecho paníci pes. Y por eso son tan
necesidad Ihica . de la de l paciente e n la cita . co n la preciosos.
re lación analllica , e llg:;:l Jlarse y así se ex trav ía <d Ilov ió o por Po rque é l reco noClO e n seguida que e ra el pri ncip io de su
mu cho ti e mpo, poder , en lo cua l no se distinguía de la suges ti ón, pero también
qu e ese poder no le d a ba la salida d el proble ma s:no a condi ción
d'e no utilizarlo, pu es era entonces cua ndo tomaba tOdo su d e-
6. La transfe re ncia en esa perspectiva se conv iene e n la sarrollo d e lra ns[erencia .
(bd del anal ista, y la re lación con lo real , e n e l te rre n o d o nd e A partir d e ese momento ya no es a l que está. en su proximi .
se d ecide e l combél te. La illtcrpretaciún qu e h a sido dad. a qui en se diri)?e, ) és ta la ra zó n d e qu e le ni eg ue la 'en-
la co nso lidació n de la tram,ferenlia h ace dC.'lde e...,c m o· trev ista ca ra a ca ra .
nre nl o subordinad a a la red ucóún d e ést,l, La inte rpr ewció n en Freud es tan osada que, habi éndola vul-
R es ulta d e e llo que se reabsor he en un w()rh ing Ihnmgh , qu e gari zad o, no reconocemos ya su alcance de m á nti ca . C ua nd o
se pued e muy bien tradll<.:ir simplemente por traba jo d e la lraIl 'i- d'e nunci a una te nd e ncia, lo que él llama Trieb, una cm" muy
fe re nciél. q ue sirve de coartada a una d e de-,qllile sohre difere nte de un inst into, e l frescor de l desc ubrimie nto u os en-
la tim id e/. inici al, es de cir a una que ,Ib rt la puerta m asca ra lo que la Trieb impli ca en sí d e un advenimiento de
a todos rorcejeos. pnes tos hajo el Pélhe ll6n de l rdo rzamie n to significa nte. Pero cmln uo Freud tra e a lu z lo qu e no puede
d el Yo [2 1-22]_ llamarse de otro modo que las líneas del destino d el suj e to. e!)
so bre la [igura de T iresias sobre la que n os inte rroga mos ,Jnle
la ambigüedad en q U'e opera su veredicto.
7. Pe ro ¿se h a observado acaso, al criticar el procedimielllo de Pues esas lineas ad ivinadas con cie rnen tall poro .11 Yo de l
Frelld, tal como !>e prese nta p or ejemplo e n el h o mbre de b s suje to, y a todo lo que puede pre::.enlifica r lúc el nltnc e n la
ra las, yue lo que nos aso mbra como un ¡JdOCl rinam ie nto p revio re lac ión dua l, que es cayen do cJ'crechito, en el caso del hombre
consiste simp le mente e n qu'e procede exactamente <:: n e l orden d e las ra Las, sobre e l pacto que presidi e'> a l matr imonio d e su s
inverso? A saber, qu e e mpieza por introdu ci r a l p<lcie nte <l un a padres. sobre lo que por lo tanto mu ch o antes de su
primera u biraci6rt de posició n en lo real, aU llqu <:: e ll o hul)i ese u .acimiento, co m o Freud vuelve a 'encontrar esas co ndiciones
de a rrastrar un a preci pitac ión, no te nga mos mi ed o d e d ec ir un a m e7.c1adas: d e ho nor s;d vauo por un pelo, de t n llció n se ntlUl eu·
siste mati zaci6 n , d.e los síntomas [8]. tal, de compromi::.o socia l y d e deuda prescrita, d e las cua les el
Otro ej empl o Tl o ta ble: cuando obliga a Dora a (:u mprobar g ra n libre to com p ul sivo que e mpuj ó al p acie nte a ir h ac ia él
qu e ese gran d esorden del mund o de su p;¡dre, cuyos perjui cio!'l parece ser la ca lca crip logrMi ca - y viene all í a m otivar fin al-
son e l objeto de su rec! ;:u nac ión, ell a mi snm ha Ifech o m;ís que mente los ca ltejones sin en los que se eXl ravía n su vidil
participar en él, q u e se había convert id o e n e ngra lla je y yue mo rill y su deseo.
no hu b iera pod ido p ro:'ieguirse sin su ("OI11placc IH'i" (7). Pero lo m{¡s (uerce es que el accesO a ese m ater ial sólo h.l sido
He !;uhrayad o d esde hace mu cho tiempo el procedimienlo he· a hi erto por un a interpre tació n en que Fre ud un a
geli<lno de esa de las posi<;io llcs fie l " alllla h ell a" e n prohihi ció n q ue el padre del homb re de ratas h a bría e::. ta ·
cll a nto a 1<1 él la qu e acusa. No tr<lt a d e adaptarla blecido sobre la legitimación del amor sublim'c a l yu e M! co n·
<l ella, sino de moslrarle que 'Cst;t dema . . iado hien i ld... ptarla , sag ra , para ex pli ca r la ma rca de imposibl e co n que, ha jo todos
to qu e co ncurre su fabricaci6n . sus mod os, Jazo pare<:e marcado para él. Interpretación de
Pe ro aq u í se detiene <:: 1 ca mino que hay qu e recorrer con el la cu ,ll 10 m enos que puede decir5'e es que es inexac ta, p ues to
otro. Po rque ya la tran...,ferenci 'l ha Irecho su oura , 1l10s Ln lndo que es d es me ntid<l por la rea lidad que presum e, pe ro que
que se t n lla de un a cosa lIIu y di ferente d e las re!a(" io llcs deL Yo crul)argo es verdadera en e l he cho de que Freud da prueha en e ll a
con e l mundo. d e un a intuici ú n 'e n la qlte ad e la nta lo que ¡.q>ort<l d o
Freud no parece sie mpre lHu y hie n es te punto, la fun ci6n del Otro e n la neurosis demostrando que
578 LA. DIRECCIÓN DE LA 579
LA nUlECc l 6N DE LA CUR.A

esa fun ción en la neurosis obS'esiva se av iene a se r Jlenada por sido escogido e n un all tor de ca lidad y esp ecialme nte s·e nsible,
un mue rto, y que en ese Caso n o podría serl o m ejor que por el por su prosapi", a la dime nsió n d e la interpre tac ió n , Se trata
pad re, en la medida en que, mueno efec tivam'ente. ha alcanzado de Ernsl Kr is y de un caso que é l mismo no n os oculta h a ber
la posi ci(m, que Frel1d re con oció como la del Padre a bsoluto. torn ado de M elitta Schmideberg [15].
Se tr ata de un sujet o inhibido en su vida intelectual y espe-
cialmente inepto pa ra ll egar a alguna publi cación de sus
8. Que los que nos leen y los que sigile n nu es tra ense ñan za n os ti gaciones. es to en razón d e un impulso" plagiar de l cual p¡uece
perdon e n sj v uelve n a encontrar aquf ejemplos co n Jos qu e les no poder ser du eño. Tal es el d ra ma subj e ti vo.
he ma cha G,do un poco las o rejas. Melina Schmide berg lo había comprendido co mo la recurren-
No c!! só lo porque no p u'cdo sacar él luz mis prop ios an álisis cia de una delincuencia infantll; el suj e to robaba golosinas y
p ara demostrar el plano donde tiene su al can ce la interpreta- libros, y fue por e!)e sesgo por donde ella emprendió e l análisis
dón, cu and o la interpretación, mostníndose coexlensiva de l a del conflicto inconsciente.
historia , n o puede ser com un icada e n el med io comun icante en E rnst Kri s se atribuye 'el mérito d e retom ar el caso según 11n a
e l que tiene n lugar muchos de nu estros a n álisis, sin ri esgo de inter pretación m ás me tódica, la que procede de la superfi cie a
descubrir el anonimalo del caso. Pues he lograd o e n lal ocasibn la profundidad, dice él. Que la po nga b ajo el pa tron azgo de la
dec ir bastante sin d ecir demasiado, o sea dar a e nte nd er mi psicología del ego según Hanmann, de quien deberse h ace r
ejempJo, sin que nadie, aparte de! interesado, Jo reconozca, partidar io, es cosa accesor ia para apreciar lo qu e va a suceder.
Tampoco es que yo considere al hombre de las ratas como un Ern st Kris cambia la perspectiva del caso y pretende dar al
caso que Freud h ay a curado, pues si a ñadies'e qu e n o creo que e l suj e to el insight de un nlJ'eVO pu nt o de partida desde u n hecho
tcng¡l nada que ver en la conclusión trágica de su his- qu e no es sin o una repetición de su compulsión, pero en el qu e
to ria por su mu e rte e n el campo de batalla, ¿qué no ofrecería Kri s muy loab leme nte no se contenta con los decires del paci'en.
para que los qu e pie nsan mal lo pueda n h onni,,?9 te , Y cuando és te pretende haber to mado a pesar su yo las ideas
Digo que es e n un a direcció n de la cura que se ord e na, c:omo d e un trabaj o que acaba de terminar 'e n una obra que, vuelta
acabo de demostrar lo. segú n un proceso que va de la re ctifi ca_ a su memoria, le permitió coteja rl o a pos teriori , va a las piezas
ción ele las rel acio n es del sujeto con lo real, h asta el desarrollo probatorias y descubre que nada hay allí aparen temente que
de la tríl.ns(erenci a, y luego a la interpretación, donde se sitúa rebas e 10 que impli ca la comun idad del campo de las investi -
el horizonle en el que se entregaron a Freud los descubrimien-
gaciones, En suma, h abi éndose asegurado de que su p acie nte
tos fundam ent ales. sobre los cu ales vivimos tod av ía 'en lo refe-
n o es plagiario cu ando cree serio. prelende demoslrarle que
rente il !él din <i m ica y a la eStructura de la ne urosis obsesiva.
Nada más, pero también nad a menos. quiere se rl o para impedirse a sí mismo serl o de ve ras - lo que
lla man analizar la d efe nsa a ntes de la pulsió n, que aqní se ma-
Queda p lanleada a hora la c uesti6n de saber si no es por 1Il-
nifiesta e n la atracci ón h acia las ideas de los otros.
venir eS'e orde n por l o que h e mos perdido ese horizonte.
Esta intervención pu'ede presumirse errónea por el solo he cho
de qu e sup o ne que defensa y pulsión so n concéntri c3S y están,
por decirlo así, moldeadas la una sobre la otra,
9. Lo que puede decirse es qu e las vias nuevas e n las que se ha
Lo que compru'e ha que lo es efectivamente, es aqu ello en lo
pre tendid o lega li zar la ma rch a abierta por e l descubridor d a n
qu e Kri s la e n cuentra co nfirmada, a sabe r : que en el momen to
prueba de una co nfusión e n los té rmin os tal, qu e se necesi ta la
si ngu lar id ad para re ve larl a. Volveremos a tomar pues un ejem. en qu e cree pode r preguntar a l enfe rmo lo que piensa d el saco
así vo trea do, és te, soña nd o un insta nle, le re pli ca que desde ha ce
pIo qn e h a contrib uid o ya a nuestra en seüan za; por supuesto, h a
algún tiempo, al salir de la sesión, ronda por una ca lle que
o [Rech:nar con despreciD, Altll.ión a la divisa ele la Orden de La Jarrc- abund a en restanrancitos a tra ctiv os, p ara a tisbar en los menús
(era : " Aonoi soit qtd mal y penser' (¡ Mal h:.t p quien mal!) ,,\51 el anuncio de su plato favorito: sesos frescos,
58 1
Li80 LA DIRECCIÓN DE LA CU RA ).A DlKJ-:CC IÚN 111': 1.,\ CU R'"

Confes ic'> n que, mAs bie n que dig na d e co nsid erarse co mo la pérti ga ('on su fanta sía de co mes tibl e: para {larIe la oca sión
sa nció n de la feli ci da d de la intervención por e l material que de ade!anw rse en un cuarto de h ora a la nosología de su é poca
apona, n o!) parece tener el valor correc ti vo de l acting out, e n e l d iag n os ti ca nd o: ll n o rex ia me nwl. Refresca rá usted d'e pasada.
informe mi smo <-Jue da d e e ll a_ devolvi é ndolo a su se ntid o propio, e:>e par de términos reduc i-
m OSW7<l d espués de ce n a r que e l paciente respira, me dos por su e mpleo corr iente a la dudo sa c-didad ele una indi-
pa rece que di ce m ¡lS bien al a nfitri 6fl que faltó durante la ce na, ca ció n e ti olúgica,
Po r mu y co mpul sivo qu e sea pa ra olfatea rltt , se de un A Tl o rex ia , e n es te caso, e n cu a n to a lo m e nta l, e n cu a n to a l
hint ; síntoma tra nsitorio sin duda , adv i'erte a l a na li sta : erró d eseo del ql1e v ive la ül ea , y esto nos lleva a l e scorbuto qu e reina
u sted e l b lanco, en la balsa en l a qu e lo e mbarco co n las vírgenes fla cas,
Yerra u sted e l bla nco e n efe cto, proseg uiré yo, diri g iénd o me Su simbó li cam e nte motivad o me parece te ne r lIlu ch a
a la m e mori(1 de Ernst Kri s, tal co m o la be con se r vado de l Con- relación co n la flversión del pa ciente re specto de l o qlle cnv ila,
greso tI e ]'vJilrienhacl, del <-¡u e m'e des pedí desp u és d e mi co muni- T ene r ideas, ya para H I pa p,i , n os lo dice u sted, n o era cosa
cació n ...o bre el estadio d el espejo, preocupado co mo es taba d e [;.iciJ. ¿N o se ría que e l ah uc Io, qu e :>'e había ilustr<ld o e n
ir él hu smea r la actualidad, una actua lidad ca rgada ele prome- t.erreno, le habría a sq ueado de e llo? ¿C()OlO sa h erlo? Sin duda
saS, en la O lim p iada de Be rlín, Me objetó amablemente, en fran- tiene usted ra:dm a l hacer del sign ificante "gnmde". inclu ido
cés: "r.a nt' .re fail pas ,''',IO ga na do ya por esa tenden cia a lo res- en el térm ill o de pare ntesco [¡!rtlnd-ph'e ("a bue lo") 1 e l orige n .
petable que es ta l vez la <-Jue da aquí ese sesgo a su ac titud , sin m ,ís. d e la ri va li d ad e ie rc ida (re nte (1 1 padre por e l pescado
¿Es eso lo qu e le ex tra vía, Ernst Kris, o sólo que sus inte n cio- nl<Ís grande obtenido en la Pero es te challt'nge de pura
Iles se<1n rec tas?; pues su juicio lo es también sin duda a lguna, formtt me sugi'e re m ;'ls b ie n que qu iera d ecir: n ada qu e freí r,
pero las cosas, por su parte, son cbica na, Nad.l pues en coml1n e ntre procesillll . qu e di ce ti pa rtir d e
No es qu e su pacie nte no robe lo qu e importa <l<-juí. Es <-jue la supe rf icie. y la rec tifi cació n subjet iva , puesta en primer pl é1no
11 0, " e l " no" : es que roba nada. Y 'eso es lo qu e 111.'ts arriba en el de Freud do nd'e por otfa p arte n o se
habría que haberle hecho en tender, m o tiv a por nin g un a prio ridad tópica.
Muy ti la inve rsa de lo que usted cree, n o es su de fe n sa contr¡.¡ ta mb ién que es ta rec tifi cac ió n en Freud es dia lécti ca , y
la id-ea de ro ba r lo q ue le h ace cree r qu e roba, Es de qu e pueda parte ele los decires de l suj e to para regre sa r a ellos, lo cu a l qui e re
te ner un a id ea propia, de lo qu e no tíen e ni la m e n o r idea, o de cir qu'c un a inte rpreta ción n o podría se r exaCHl si no a condi -
apenas, -c ión d e ser " , un a inte rpre taci ó n,
Inútil pues ade ntrarlo en ese de dar a cada quien su To m a r partido aq uí 'en cuanto él lo obj e tiv o es un ab uso, aun·
parte, en 'e l q ue Di os mismo se p erdería, de lo que su colega le que só lo fue se porque e l plagia ri smo es rdativo a las cos tum-
escamo tea de más o men os original cu a ndo discute co n é l e l hres e n U SO , I t
pedazo d e toó n o_ P ero la idea de qu e l a superfi cie es e l niv el de lo superficia l
Esa ga n a d e sesos frescos, ¿no pued e refrescarle su s pro pios --es a su vez peligrosa,
Otra to p ología es necesa ri<l para n o equi voca rse e n c uanto
co n ce ptos, y recordarl'e en los trabajos de Roman Jak obson la
funci 6 n de la metonimia?, regresa remos so bre esto d entro d e un a l luga r del deseo.
ratO, B o rrar al deseo del mapa, cu¡.¡nc1o ya está re cubie rto e n el
H ab la usted de MeJitta Schmide berg como si hubiese confun· 1.1 Ejemplo aq uí : e n los Es1adO'> Un idos dO llde Kr is fu e a pa ra r, publica-
dido la delincuencia con 'el Ello, Yo no es toy tan seguro y, si eón cq uivale a l¡lUl o. y u na <; Ilseliallza como la mia lendrfa que lomar
he de re fe rirm e a l art ÍCul o donde ci ta ese c.-"1S0 , la formula ció n sus garantías d e prioridad cada sc ma na co ntra el s-<lq ueo tiel que no dejarl a
-de sr" oca sión, En Francia, es bajo un !nodo dc in(iltración como mis
d e su títul o me sugiere un a metáfora. pellc\,'an e n un gru po, dond e se obedece a la:: órdenes qu e probibe n mi
Trata u sted a l pac ie nte como a un obsesivo, pero é l loe ti e nd e -cu::c::ñanzlI , Siendo allí maldil a:;, las ideas no pueden :;r!'vi r sino de adorno
para alguno\ danclys. f\ o im por ta: el vacío que hace u resona!'. se me d Ie
lO (,, ¡I!.so no !le ha.cd " A S] -o no se me cite, hace cscuchar allí otra voz,
582 LA DlR,ECCIÓN DE. LA CU P.A LA OIRf.CC¡Ó", DE L.A CURA

paisaje del paciente. no es la mejor continuación que se puede do su movilidad es a travesa.da por las fantasías que implican
dar a la lección de Freud. abi'e rtamente la figura del a nalista?
Ni el medio de terminar con la prof undidad, pues es en la La razÓn de estas osc urid ades persistentes fue formulada en
superficie donde se ve com o un herpes 'en los días de fiesta flo- un estudio exce pcion;JI por su pers picacia: en cada una de las
re cie ndo el rostro. etapas en que se intentó revisar los probl'emas de la tra nsferen-
cia, las divergenci as té cni cas que mo tivaban su urge ncia no de-
jaro n lugar a una crílica verdadera de su noción [20].

111. ¿CUÁL ES LA SITUACIÓN ACTUAL DE LA TRANSFERE NCIA ?


2. Es una noción tan ce ntra l pa ra la acción analítica que que-
1. Es al tra bajo d e nuestro colega D aniel Lagache al que hay que remos alcanzar aqu í. que pued'C servir de medida para la
re currir para tener una historia 'exacta de los trabajos que, a l- cia lidad de las teorías que (onsagr an algún ti empo a pensa rl a.
rededor de Freud prosiguiendo su obra y d esde que nos la legó. Es decir que no se cngañ <l rJ quien juzgue según el manejo de
han sido consagrados a la transfe rencia, descubierta por él. El la tran sferencia qu·e és tas aca rre an. Este pragm<ltlsmO es tá justi-
objeto de este trabajo va mucho más allá, a po rtando 'en la fun- ficado. este man ejo de la transferencia es inse pa rable de su
ción del fenómeno las distin ciones de estructura, esencia les para n oción, y por poco ehlborada qu e sea ésta en la pdctica, no pue-
su crítica. Baste recordar aquí la altern a ti va ta n pertinente que de dejar d'C acomodarse él las parcialidades de la teoria.
planeea. e n cuanto a su naturaleza última, entre necesidad de Por otra parte , la exis tencia simultánea de estas parcialida-
repeti ció n y repetición de la necesidad , des no por ello {as ha ce completarse. En lo cual se con firm a
Semejante trabajo, si creemos haber sa bido saca r en nuestra qu e su fren de un defec to ce ntral.
enseñanza las consecuencias que implica, pon'!: bie n e n eviden- Para tra'er ya un poco de ord en aq uí, reduciremos a tres esas
cia, por el ordenamiento que introduce, hasta qu é punto a me· parti cularidades de la ;J unqu e debiésemos así sacrifi carnos
nudo so n parcia les Jos aspectos en que se concentran los deb a- noso tros mismos él alguna idea precon cebida. menoS grave por
tes, y sobre todo has ta qué punto 'el empleo ordinario del ténni- ser de exposicitm.
no , en el análisis mismo, sigue siendo adherente a la manera
m¡.í s discutible, aunque la más vulgar. de abord<lrlo: hacer de él
3. Conectaremos el gelretismo, en la medida en que tiende él
la sucesiÓn o la suma d e los sentimientos positivos o negativos
fundar los analíticos en los momentos del desarrollo
qu'e el paciente abriga co n respe cto a su ana lista, in te resados en ellos 'Y a alimentarse de la observación llamada·
P ara medir la situación en que nos enco ntramos en nuestra directa del niño, co n una té(n\(a particular: la qu'C dirige lo
comunidad científica, puede decirse que no se han he cho ni la esencia l de ese procedimi ento hacin el d e las defensas,
luz ni e l consenso sob re los puntos sigui entes d onde sin 'embargo Esta conexió n es hisl<'lrica mente manifiesta . Puede incluso
parecerían exigibles: ¿es el mismo erecto d e la l-e lación con el decirse qu e n o fund ada de ninguna olra manera, puesto que
analista el que se manifi'es ta en el enamoramiento primario obser- es ta co ne xión no comtitu ida por e l de la
vado al principio del tr;Jtamiento y en la trama de satis[accio_ daridad que
nes que hél ce difícil de romper esa relación, cuando la neurosis Puede mostrar:,e punto d e partida en el crédito legítill10
de transferencia parece rebasar los medios propiamente analí- dado a la noción de un Yo en el que Freud reorien-
ticos? ¿Sigue siendo co n seguridad }(l relación con el ana lista 'Y tó su doctriml. Pasar de ahí a la hipótesis de que los meca nis-
su frustración fundamental la que, en el peri odo segundo d el mos de defensa que !)e agrupaban bajo su funóón debían poder
a nálisis, sostiene la escansión: frustración, agresión, regresión, d e latar 'ellos mismos una ley de aparición comparable, o incluso
en la que se insc ribirían los erectos m<Ís fecundos del a nál isis? correspondiente, a la de las [ases por la cual Freud
¿Cómo debe con ceb irse la subordinación de los fenómenos, cuan- ha hía intentado unir la emergencia [mIsion al a la es
584 LA DIR1'.CC IfJN ni; U . CU I'. A (. 0\ DE 1,1\ CU itA

el p aso qu e Anna Freud, en su libro sobre L os meca.n ismos de E:, ta mos más interesad o:, en ind icar su nexo con la parciaHdad
defem;a) pro pon e da r par a so me terl o ¡¡ i<I prueba de la ex pe- del aspecto que Abraham d es prende de la tra nsferenci a para
ri encia . promoverl o en :,u opacidad com o la capacidad de amar: o sea
Pod ría h aber sido ésta la ocasión de un a critica fec und a de las como si fu ese un da to constitu ciona l en el en[elmo dond e
relaciones del desarrollo con las estr uctu ras, mn n ifiestam ente p uede leer:,e el grado de ') u curabi lida d, y especialmente el ú ni co
m{\s compl ejas, qu e Freud introdu ce en la psicol ogí<1. Pero la d onde fraca saría e l trataOlie llLO de la psicosis.
o peració n se desliz() h acia ab ajo, hasta tal punto era tentador Te nemos aqu í en efecto d os ec uacl Olres. La tra nsfere nci¡-\ ca li -
tr a ta r de insertar en las e tap as obse rv:1b les del de.'ia rro Ho sen- de sexual (Se,x'ILaliibe'rtwp,ung) está en el prin cipi o de l
!)OI·io· mOLo r y de b s ca pacidad es progresivas de un com po n <1- amo r q ue ha sido ll amado obje tal (e n alem án : Ob jehtliebe) . La
mien to inteli gen te esos meca nismos qU'e se sup o nía se des pren - G'pacidad de transferencia mide el acceso a lo real. No se podrí a
d ían de su p rogreso. subraya r de masiado lo q ue hay aqu í de petición de principio.
Puede decjrse que las es peranzas ql} c Anna Freud colocaba A la in ve rsa de los presupues tos del genelismo, que pretende
en semejan te ex p lo rac ión fueron fr ustradas : nad a se reveló en fund arse sobre un orden de las emergencias formal es en el su-
esa vía qu e fuese escl arecedo r para la técni ca, si bie n los detalles jeto. la perspecti va aurahamiana se explica en un a [inalidad qu e
que un a o bservacib n del niiío iluminada po r el an¡ilisis permi tió, se au toriza. por se r instintual , en qu e toma sus imágenes de la
so n a veces muy suges tivos. maduración de un obje to inefa ble, el Objeto con una O mayús-
La noción de pa llern, ql1 e viene a fun cionar aq uí com o coar- ( ul a que go bierna la fase d e la objetali dad (significativamente
tada de la tipología p uesta en jaqu e, pa trocina un a técnica qu e, di stinguiua de ]a obj etividad po r su sustan cia de a[ecto) .
persigui endo la loca lizac ü'lTI de un paltern inactu a l, se inclina Esta concepción 'ec toplJ.smi ca del obj e t.o mues tr a pron to sus
Hcilmente a juzga r sobre su a partamiento d.e un pa llern qu e peli gros en la di cotomía grosera que se formul a
encuentra 'en su confo r m ismo las garantías de su con formidad. oponiend o el car;'¡cter p rege n ital a l caníc ter ge ni ta l.
N o se evoca rán sin verg üen za los criteríos de éx ito en los qu e Esta primnri a de!o.arro lla sum ari a mente a tribu yen.
desemboca ese tr abaj o postizo: el paso al escal ó n sup eri or ele do al carác ter pregen ital los rasgos acum ul ados del irrealismo
salari o, la saliela de em'e rge ncia de la aventura CO il la secre taria, proyeclivo, del :lutismo más o menos dosificad o. de la restri cción
regul ando el escape d e fu erzas es tr ic tamente some tid as en el de las satisfa cciones por la defensa. del condicionarni'e nlo del
con ju ngo¡ la profesión y la comunida d po lítica, no nos parece n objeto por un a islamie nto d oblemente protector en cuanto a los
de un a di gnidad ta l co mo para req uerir la ap'elación, articul Ol.da dec los de destr ucóón qu e lo con notan, o !iea un a amalgama de
en el Planning del analis ta, o incluso e n su interpretac ió n. a la todos los defeclOs de la re la ción de obj eto pa ra moslrar los mo-
Disco rdia de los instintos de vida y de muerte, aunque decorase t ivo:, lle la dependenc ia ex tremi\ q ue resulta de ello para el
sus expresiones con 'el ca li ficativo pre te nsioso de "eco nó mico", suj e to, Cuadro qu e sería útil a de su vo luntaria ac titud
pa ra proseguirlo, en contra d icción com ple ta con el pe nsam ien to de confusió n, si no parec ies'e hec ho para servir de negativo a
de Fre ud , como el juego de un pa r de luerzas homó logas en la nove la rosa de l " paso de la fo rm a pregenital a la forma ge ni.
su o posición. ta l", dond e !:l S pu lsiones "no toman ya ese canícter de necesida d
de posesió n incoerci bl'C, ilimiw<.la, incondi cio nOl. I, qu e supone
un a:i pecto d es tructivo. Son verdadera menle tiernas, aman tes. y
4. Me nos degradada por su reli'e ve ana líti co nos parece la se · si d no po r e llo se muestra obla ti vo, es deci r desinte re.
g und a face ta en qu e aparece lo qu e Se hu rta de la transfere ncia: y si e... o:-; obj etos" (a quí el n UtQr se acuerda de mis obser·
a sa ber el eje tomado de la relación de ohj'eto. .. v;lcio m:s) "son ta n radica lmen te na rci sistas colllO 'en el
Es ta teoria, p or m uy bajo qu e haya ca íd o últi ma mente en r<l '\ O p reced en le, ilquí capaz de compren5iejn , de adap tilción
Francia , ti ene como el gene tism o su o r igen noble. F ue Abraham <t I Olro, Por lo dcm:ís. la estru ctura íntim a de esas relacio nes
<lu i'e n ab ri c) su reg istro, y la no ción de obj e to es su con· obj et¡¡ !es !TItfes tr<t qu e la pttr ti cipaci6n de l objeto en su prop io
tribu ció n o ri g inal. N o es éste el luga r de demostrar su valo r. pl are r para sí indi spensable pCl ra la feli cídad de l suje to. L"s
586
LA DI Re CCiÓN DE LA CURA I.A DlRECC I6N DE I.A CU itA 587
con ve niencias, los deseos, las necesidades d el objeto (¡ qu é en- plicar las barreras y los rebajamientos (Ern iedrigungen). qu e
salada l) 12 son LOrna<.1os e n cu'e nLa has ta e l má s a lt o g ra<..lo". son los l)1ás ba n ales en la vida a morosa, aunq u'e fuese la más
Esto sin emba rgo no impide que "el Yo tiene aquí una es ta- plena ?
bilidad que no corre el riesgo d e qued ar comprometida por la ¿Nos toca rá a n Oso tros camuflar de cordero rizado d el Buen
pérdida d e un Objeto signifi ca li vo. Perm anece independiente Pas tor a Eros el Dios negro?
de sus objetos". La suhl imación duda opera en esa o blació n que irradia
"Su orga ni7.3 Ción es tal, que el modo de pensamiento que u ti. del am or, pero empeñémonos en ir un poco más lejos e n la -es-
liza es esencialmente lógico. No pres:enta es pontáneame nte re- tructura de lo sublime y no lo co nfundamos, cosa contra la cual
gresión a LIn modo de aprelrensi ón de la rea lidad que sea a rcaico, en todo Freud se inscribe, co n el orgasmo perfecto.
el pensamiento afectivo, la cree ncia m;ígica no desempeñan en Lo peor es qu e las a lmas qu e en la ternura m{ls
é l sino un papel absoluta mente secu ndario, la simboliza ción no natural llega n a pregunta rse si sa tisfa ce n el n or mal islTlo deli-
va en ex tensión y en importancia m ás allá de lo qu e es en la rante d e la relacic) n ge nita l. fardo inedi to que a la man era d e
vida hab itua l (11). El estilo d·e las reia ciones entre el sujeto y <lq ue Hos que ma ld ice -el Eva nge lista, hemos a tado r ara las es-
e l obje to es de los m;:ÍS evolucionetdos (sic)." UI pa ldas de los inocen tes.
Esto es lo que les ·está prome tido" aqu ellos qu e "a l fi nal d e Mientras qu e leyéndonos. , i a lgo llega de ello a u na época en
u n aná lisis logrado... se percatan d e la enorme diferencia d e 10 que ya no se se pa a qu é res po ndían en la p ráctica esas eferves.
q ue creían antaño ser la al egTla sexua l, y d e Jo que experi men. centes ex rresiones, podrá imaginarse qu e nuestro arte cansa·
tan ahora". gr<iba a r eanimar el hamhrc sex ua l de ciertos retardado), d e la
Se com prende que para aqu-eJJ os que ti e ne n d e buen éls a pri. )-{' ;ínclula , a la fi sio logía de la cua l sin emhargo no hemos con -
meras es ta alegria, " la re lación genital sea, para decirlo tod o, tribuido en nad a, y e.-.lO por tener de hecho mu y poco qu e cono-
sin historia" [2 1]. cer de ella .
Sin más historia qu e la de conjugarse irresisti ble mente en el
verbo: golpearse el trasero contra las lámparas, 14 cuyo luga r nos
parece aq uí marcado para el escoliasta fu turo qu e ha ll arcí en él 6. Se neces itan por lo menos tres lados para un a pi rámide, <lun .
su ocasión e terna. que tl e herejía, El que cierra el diedro aquí descrito en la
hiancia d e la conce pci6 n de la transfe renc ia, se esfuerz:t, si así
d ec irse, en alca nzar sus bordes.
5. Si hay que seguir en efecto a Abraham cuando nos presen t<l Si la tJ'<1nsferenc ja ')u virtud d el hec ho de ser de vue lta
la rel ació n de objeto co mo típi ca mente de mostrada en la acti. a la realidad d e la qu e el es el representante, y si se
v idad del coleccionista, acaso la regla n o esté dada en esa anti- trala de hacer madurar e l Ohje to en el in ve rnad ero de u na si-
nom ia edifi can te, sin o más bien bus ca ndo en algún ca llejó n tuación con fin ad a, no le queda ya al an aJiz<ldo sino un obje to,
sin salid a constituti vo d e l deseo como ta l. ') i se nos perm ite la exposiri 6n , que él la boca, y es 'el
Lo que hace que el o bjeto se presente como qu e brado y d es. a na lista.
compuesto , es tal vez o tra cosa que un fa ctor patológico. ¿Y qué De d o nd e la nocl(')o de ünroyecci(')O in tenubje li va q ue es nu es·
tie ne que ver con lo rea l ese himno absurdo a la arm o nía de tro tercer error, por instalaf.';,e de')graciadamen te en una rela.
lo geni tal? ribn dual.
¿Ha brá que tachar d e nuestra experiencia 'e l drama del edi- Porque .\(-' trata t ierta mcnte de un a vía uniti va de la cual las
p ismo, cuando debió se r forjado por Fre ud justa me nte para ex. ,<lisas leóricas diven<l,'i que la sazonan segú n la t6pica a la q ue
se ha ce rderencia , sc'llo pueden conservar la met;'¡Jora, vari ándol a
del aulor de este inform/!o
13 Parén tesis de l a u tor de es le informe. \egún e l ni ve l d e la operaci6n que !)f considere como se ri o: in .
u [Con e'ita ex p res iva imagen se describe CII el fra ncés más famili a r la troyección en fo'erenczi, identifica ción con el Super y6 d el <lnalista
ri sa violc Ul 3. TS) e n Slra chey, trance narc isista term inal en Balint.
589
588 LA UIIU::CCIÓN DE LA CU it A 1.:\ DE LA CU il A

Pre te ndemos llam ar la atención sobre IrI su stan cia de esta gr,lOd e para el sujeto la qu e pare ce ría :1 Jos ojos d e Ferenczl
con sumación mfstica , y si un a vez más tenemos qtrc h abérnoslas ca racterilar al neuróLico.
co n lo que su cede en nuest ra puerta, es porque es sa bido que la Lo qu e d ecide sobre lo qU'e crlua uno quiere d ecir, es su u so
experiencia a nalíti ca tomJ; su fu erza d e 10 panicul a r. técnico, y la téc ni ca del acercamiento (rapprocher) , por mu y
Así es com o la importan cia co nccuic.la 'e n la cura a la [antasÍ¡.1 impagabl e lJue sea el ereno d el térm in o no tradu cido en un a
d e la uevo ra ción fá li ca a ex pensas de la image n de l nos e n ing lés. re ve la "e n la práctica un a te nde ncia qu e
pa rece dig n a de se r seilala d a, e n su cohe reu ci..} con U1Lc1. direcciú n bordea la obsesit'l n .
d e la cura que la ha ce caber e nte ra e n la tlisposici6 n de b dis- C ues ta Lrabaj o cree r q ue e l ideal presc rito e n la redu cción
tan cia entre el pacie nte y el aualista como objeto de la rela ción d e esa di stan cia a cero ("11il en inglés), no u ej·e ver al au tor qu e
dual. ¡.dlí se concentra su p,lr ad oja teó ri ca.
P nes a pesar de la debiliuad de la te oría con la que un a u tor Sea corno sea, n o ca be duda de qu e di sta n cia es tomada
sistema ti za su técnica, no u ej a d'e ser cie rto qu e ana li za \'e rdau e - COIllO pa dme tro uni ve rsa l, regu la nd o l as d e la téc-
ra me nte, y que la cohe re n cia revelaua en e l e n o e es aquí e l ni ca (po r mu y dl in o qu'e p arezca e l d eba te sobre su amp litud)
ava l de l cami no e rrado c[ec ti va l1lente practi cado. para e l d e<; ma ole lalllie n to de la ne urosis.
Es la [un ció n d el sig ni fica n te [rilo e n el m odo 1.0 que semejante co n cepción debe a las condici ones especia-
de presencia de l sujeto en el deseo la qu e es ilustrau a a quí, pero ue la neurosis obsesi va no el'e he ponerse en bl oq u e del lado
en una experien cia q ue puede llamarse ciega: esto a [alta de del ob jeto .
toda orientacióu sobre las relaciones verdaderas de la situ ación N i siquiera parece d e ber pon erse e n aclivo el h echo de
analítica, la cu al. ud mismo rnod o que c ualqu ie r otra situación qu e hll ya un pri vilegio e n los yue ohtendría
e n la qu e s'e ha b la, uo puede, si se la qui ere inscrjb ir e n una e n la neuro:, i!:. o bsesiva. Porque, si se nos pe rmite CO IllO a Kr is
r el ación tlual, sino qued a r ap lastada . dar c uenta d e un <In :di sis, re"lnudauo en seg-u nd o lu ga r, pode mos
Siendo desconoci d a, y por bue n os m otivos, la naturak/.a de testimoniar q u e semejante téc ni ca, uonde el tal ento es innegable,
la in corporaciún símbllli ca, y esta ndo excluido qu e :,e co nSU llle p rovoca r en un caso clínico de pura Ob5Cs ión en un hom-
cualqu íer cosa rea l en e l anú lisis, aparecer;í, 'en los puntos de bre la in upciún ue un enamorami ento 110 me nos dese nfr enado
refe re nci a ue mi e nseii.an za, qu e n o re co no- por ser platóni <..:o, y qu e n o se mos trú nre nos irredu ctibl e p o r
cerse ya Hada qu e no s'e a imaginario e n lo qu e se produ ce. Pues real izad o el prime r o bjeto del mismo qu e
no 'es ne cesa ri o co noce r los de un a casa prl ra golpearse la !fu<:: d ¡.¡ ba a man o.
ca beza contra sus p aredes: para h acerl o, es incluso hasta n le H ab lar de p erversic'lI1 u a nsitori<1 puede aq uí a Ull
(áci l prescindi r d e e llos. aClivo, pe ro a 'costa de reconocer, en esa
Noso tros mismos h em os ind icauo a e:,e a utor, 'e n un ti empo at ípi ca del tercero de la relac ión demasiado d escuidado, que no
<:n que discutiamos en tre n osotros, q ue de atenerse a una rela. conviene u r,u· co n ckmasiada fuerza del r esorle d e la proximi.
ción imagin ar ia entre los objetos, Ha qu edaba sino la dimensíb n dad en la rc b cib n con e l objeto.
d e la d ista n cia para pode r Ol-u-enarb. (OS;I qu e n o eSlaha C H el
pun Lo de mir a e n el qu e él abundaba .
Hace r ue la la dim e ns ió n ún ica d o nd e ti c ne n lugar 7. No ha y limite p ara los u e:,g;¡stes d e la técni ca por {lc')con-
d el tleurúti ro co n el obje to enge ndra co n tradi r ri o- cep tualizaci6 n. H emos h echo ya referenc ia a los halla zgos de
que se leen suficien temeute tanto e n el inte- t, ¡\ an:íli si<; '):alvaje ante el ( ual p ara nueSlro asombro
ri or uel sls telw¡ co mo en la dirección opuesta que difere nte.'\ nin gún control ,.,e alarmó. Pode r o ler a íI¡>arec.ill e n
au tores saca rán d e la misma me táfora pa ra org¡l lli za r sus impre. tlll trabajo comO lIn<l re;di /.ilciún q ue había d e to ma r.'iC ¡ti pi·c
sio nes. D em asiada o delll<lsiado poca distancia ¡d obje to parece- d e la le Lr a, para e u ell a el reliz éx ito de la tran :,fere nci a.
rán <J veces confund irse h as ta e l punto de e lllbro ll arse. Y no es Puede pe rc.ih irse :'qu í \lna es peáe de hu mor in vo lull tario qll e
la d is ta n cia d el objeto. si n o m e'IS bi en ,;u intimid ad d emasiado t <; el qu e da precio a estc eje mplo. HlIhi e<;c colmado a .larr)'. N o
592 593
UUI.I Cr. IÓN Df 1..\ CU R.-\. LA 1I1 RfC(;¡ÓN DI'. 1.A CURA

sobre e l des Ji lll lllie lll O qu'e sufre su létlllca, se desconoce el aquí in augural y que se a nti cipa COIl mucho a todos los te mas
verdadero lugar donde se producen sus efectos. ul ler iorl11ell te desarroJ bdos de 1a túpica.
In fatigab les e n la te ntativa d e d e finirla, no puede decirse Si Ferenczi concibe la tra nsferencia como la jntroyccción de
que re pl eg¡índose !:labre posicion es de Ill ode::.lia, incluso guilí.n- la persona del medico en la eco nomía subjeliva, y<1 n o se lra ti:l
<.lose por la 'experiend 'l que deSrllTo ll an sea siempre aquí ue esa p'enona como soporte ue un <l co mpulsión repetitiva.
infec unda. de una conducla inad ap tada o como figura de una Para
Las in ves tigaciones genéticas y 1" observación direc ta están él se trata aqui de la ab':lorciún en 1<1 economía de l de tod o
lejos de haberse Ll e::..Jigado ele una animación propiamente ana- lo qu e e l ps icoa llali ':lta pre':lenlifica en eJ dúo como lúe el l1une
lítica. V, por habe r tomado nosotros mismos en un aoo d e nU'es- d e Ulla problemú ti ca 'en car nada. ¿No llega este autor hasta el
lro seminario los temas d e la relaci911 d e objeto, h eme::. mostra_ ext re mo de articular qu e el acabamiento de la cura no pued e
do el precio de una con cepción dond e la observackm del Jüño sin o e n la co nfesión hecha por el médico al e nl e rm o
se alim enta COH la m ;is ju sta puntu a li zaci6 n de la fun ción u'e la del abandono dd cual él mismo S'e encuentra e n situa ciún d e
malc rnalidad en la gélletlis del objeto: queremos decir la noción
de l objeto transicíonal. inlroducida por D, "vV , \Vinnic o tt. pun-
lO cb,ye pa ra la explicación de la génesis del felichismo [27J .
Queda 'el h echo de que las incertidumbres flagrantes eje la 2. ¿Es preciso pagar a precio de comicidad el hec ho d e que
lect ura d e los gra ndes conceptotl freuc!iallos SOI1 relativas a la.'; vea sill1p! emen le rctolloc ida la carencia de se r de l sujet o co mo el
debilidades que grava n el trahajo pr;í< lico, COrtllón de la ex perienci(1 analítica, como el ca mpo don-
Queremos dar él e ntender que es en la meuida u'e los Gl lle. de despliega la pasión del neurótico?
jo nes sa lida en contrados a l captar su acción en tlU alltelltici- Ftl'era eJe es te foco ele la escuela húngara de ti zones a ho ra di s-
dad. com o los i11 vetltig;lu ol'c.'i. tanto como los grupo.'). llegan a persos y que pronto se rün ce ni zas, sólo los ingleses e n su fría ob-
forl.arla e n el sent id o del ejercicio de un poder. jetividad hall sa bid o articu lar esa hiélllcia de la qu e d a tes timo nio
ESle pouer, Jo Sll tllituye n a la relación con el :-:.er dOllde e l ne urótico (11 qu ere r justifi ca r ::.u exi::.tencia, y por e nde
(\cd6n ti e n e lllga r, haciendo decaer tl US medios, ti sa ber eJe hl cit,1I1l'ente di ':l tinguir d e la re laó ú n illle rhumana, de ::. u calor
p : li<:l bra, de ..,u 'emin encia verídica, Por etlo es cie n a mellte una y de sus e ngail os. e.lia relación con el Otro e n que el se r e ncue n -
e':lpecie de retor no d e lo rep rimido, por eX ll'alia que . . . ea. la que. tra su es tatul o.
B <'ISle:: llOS citar a Ella Sharpe )' sus pe rtine ntes
desde las pre te nsiones menos dispue.) lél.':i a c nlbara zars'e con la
para las v'e rda(! e ras preOl:upaciones del ne uróti co r24].
digniu ad de estotl IlH::dio", ha ce eJev:lr"e e.c,e galimatías de un
Su fu erza radi ca e n una e':lpecie d e ingenuidad que refleja n hl ':l
rec urso al ser como a 11n dato d'e lo real, cu and o el di scu rso que jtlstallwnte célebre':l. de su esti lo d e rerapeuta y
¡·\ llí re ina rechaza tOU;¡ int<::rrogaci6n que no hubi ese ya d e escr ilOra . No es llll ra 'igo ordin;¡rio e l que e ll a lleg ue h as ta
recollocida por Ulla lIane.m, Ja van i\glo ri a e ll 1,( exige n cia qU'e impone de un a omniscie ncia
al ana lista par;l Icer (or rectéllllenle las inte nci o nes de
cursos de l all a li zado,
Ha y qu e agrade::ce rl e el que pOllga en primer luga r 'en }¡¡s es-
IV, CtJMO ACT UAlt CON l.L PROPIO ):ER
c uelas d e l pnl cti ca nte ulla cu lLura lite r;ll"i a, incluso 110 parece
cuenta de:: quc e n la lista de l"ec turas mínimas qu e les pro-
l . La cuesUon del ser del ana lista apílrece muy prOllto CII la po ne pred o minan hl s o bras de im¡'l ginaóón donde el signifi cado
hi storia del anál isis, Qlle e.)to se deba a aquel a quien m;is a tor _ de l [alo d (-:selllpc ií a un papel cenLral bajo un ve lo transpare nte.
men t6 e l problema de la acc ión aníllítica, no eÍJ co.. . a que debe Esto pn¡"cba sellcill:llne nLe que la elección ese, g ui ad a po r la ex-
sorprenuernos. Puede uecirse e n efec to que 'el í1 rtÍ('ul o de Fe-
R ccli fic;lci ón lid ICX IO cn b fr ;ISC pCll ülti ma y e n 1:\ p r im e ra lin ea dd
renrzi: lntroyección y transfere n cia, qu e data de 1909 [3], es p;\na fo ( 1966).
595
594 I_A I)IR¡·C::: J6N DE LA C\IRA 1.,\ DIRECC iÓN DE. LA CU RA

periencia, así co mo que la indicación d e principio es de las bre feliz, y lo qu e llaman una so mbra feliz debe evitarse por los
más felices. males que propaga.
Es sin duda en la relación con el ser donde el a na lista deb'e
tomar sn nivel operatorio, y l as oportunidades qu e le ofrece
3. Han sido una vez ITI,b ingleses, a utócton os o n o, los que han para es te [in el a náli sis didácti co no deben ca lcularse única·
definido más categóricamente el final del (l;oálisis por la identi- m'ente en fun ción del problema que se supo ne ya resuelto para
fi cac ió n del suj'e to con el analista. Ciertamen te, 1<1. opinió n varía el analista que le gula en él.
según se trale de su Yo o de su Supe ryó. No !:>e d o ntina tan fá. Existen desgracias del ser qne la prude nci a d e los colegas.
cilmente la estru c tura que Freud d es hrozó en el sujelO si falla y esa [a Isa vergüenza que ase gura las dominaciones no se at.reven
la distinci ó n e ll tre lo simbóli co . lo imaginario y lo real. a desligar de sí.
Digamos úniCam"e llte que expresiones hasta lal punto hechas Está p or formularse una é tica qu e integre las conqu ista s freu·
para chocar, no se forjan sin qlle nada presione a los que las dianas sobre el d eseo: para poner 'e n su cúspide la cues ti ó n del
aventuran . La dia léc tica d e:: 10'1 ob jew:o, f::lI11asiosos promovida e n deseo del analista .
la pd cLica p or Mélanie Klein tiend e ,[ traducirse e n la teoría
en términ os de ide ntificació n .
Pues 'esos objetos, parciales o no, pero duda alguna signi. 5. La decadencia qu e m a rca a la especulación analítica espe-
fi c;m tes, e l se no, el excremenLO, el falo, el suj e to los gana o los cialmente en este ord'en n o puede dejar de impresionar, con
pierde sin duda , es deslTuido por ellos o los prese rva, pe ro sobre sólo que se sea se nsible a la reso nancia de los trabajos antiguos.
touo es esos ohjeLOs, seglin e l lugar donde [nne;on.ln e n su fan - A [nerza de comprender montones de cosas, los analistas en
tasía fundamental, y ese m odo d e identific:1ción no h <lce sino mo s- su conjunto imaginan qu e co mprender lleva su fin en sí y que
trar la p<ltología de la pendiente a la que se ve empuj ;H.lo el no puede se r sin o un ha.ppy end.. El ejem pIo de líl ciencia físi ca
!:oujeto e n un mundo tlond e sus necesiebd'es est.¡'1O redu cida') a Vtl. puede m ostra rles sin e mbargo que los más g randi osos éxitos no
lores de intercambio . pendiente qu e ;, su vez no e ncue ntra su implican que se se pa ad 6 nd e se va.
posibilidad radi cal sino po r la monifi caci6 n qu e el significante A menudo vale m .;ís n o comprend e r para pe n sa r, y se pueden
impone a su vid<t, nurnedndola . galopar legnas y leguas de comp ren sión sin qu e result.e de ello
el me nor pensamiento.
ÉSle fue incJu!>o e l punto d e partid"a de los behaviouristas:
4. Pal-ecería qu e el p!'iicoanali sta, tan s(')lo para ay ud a r a l !-o H.jeto . a co mprender. Pero a falta d e LOdo otro pe nsamiento
dehería estar a de esa patología. la cua l no se insert<t, ('o mo en nna materia, la nuestra, que es la anli -p h)'sis, toma ron el
'S e ve, 'e n Il ada m e nos qu e e n una ley de hierro. sesgo de ulilizar. sin eomprentlerlo, lo qu e n oso tros compren·
Es por eso justamente por lo qu e sU'eJe imaginarse que e l demos: oC<lsión para noso tros de un re brole de orgullo.
p$icoarwlista debería un homhre reliz . ¿No ade miís la feli - La mu e!>tra d e lo qne somos capaces d e producir e n cuantO
cidad lo que vi e nen a pedirle, y có mo potlria darla si no la tu - a m oral es el dada por la noció n d e oblatividad. Es una fanta-
viese UIl poco?, dice el sentid o común. sía de obsesivo, p or si mism a in co mprendida: LOdo para el otro,
Es un he cho que no nos n egamos prometer la fel icid(l.d, en mi semejante. se profiere en ella, sin reconocer la angustia que
un :1 época en que la cuesti('m de medida . . e ha co mpli cado: el Otro (con una A mayúsc ula) inspira por no se r un semejante.
e n primer término porque la fel¡cidad , como dijo S¡.¡int-Jusl, se
ha co n ve rtido e n un [actor de la poHtica .
Seamos justos. el humani sta desde Ar ist6teles ha·aa 6. No pretende m os enseñar a los psicoanalista s lo que es pen·
San Fra nc;..,co (de Sale!.) no había (o lmado aporías de 1.. sar. Lo saben . Pero, n o es qne 10 ha yan comprendido por sí
lelicidad. mi smos. Han apre n dido la lección ele los psicólogos. El pensa·
Es perder el ya s<lbe. busca r hl ca mi ..." de un hom _ miento es un ensayo d'e acc ión, repite n graciosame nte. (Freud
596
1....' \ DIRECC IÓN DE L.... CU M. L.... DIRtCC IÓN O,E I.A Cu n,\ 597
111ismo CHe en esta afiagaza, Jo cual n o le impide ser un robusto comprendo nada ue ello, o :-,i comprendiendo algo, estoy seguro
pensador, y cuya acción acaba en e l pensa miento.) de equivocarme. Esto no me im ¡Je cliría responder. Es lo que se
A decir verd'l d, el pensttlll iellto de los ana lis tas 'es un a acción hace fuera del análi sis en semejante (¡ISO. rvre callo. Todo el
que se deshace. Esto deja alguna es pera nla de qu e, si se les mundo está de acue rdo en que [rustro al hablante, y aunque
hace pensar en e ll a, pase n de relOmarla a repe nsarla. a él en muy primer lugar, lambién a lUí mismo. ¿Por qué?
Si lo [rustro, es que me pide algo. Que le responda, justa-
mente. Pero él sabe bi'en que no serían más que palabT'ils. Corno
7. El ana lista es e l hombre a qu ien se habla ya quien se habla las qu e puede obtener de quien quiera. Ni es seg uro
li bremente. Esl.í ahí para eso. ¿Qué quiere decir es to? que me agTaclecería que fu'esen buenas palabras, menos aún
Talla lo qu e pued", sobre la asoc iaci6n de ideas no es mala s. Esas palabras, no me las pide. l\lle pide..., pOI' e l hecho
más qu e ropaje psicologista. Los juegos de palabras inducidos de que hab la: su demanda es intransitiva, no supone nin g ún
están lej os; por lo dem;h, por su protocolo, nada es menos libre. obj eto.
El sujeto invitado a hablar en el :m{disis no muestra en lo P or supuesto su petición !le d'espliega en el ca mpo de una de-
qu e dice, a decir verdad, una gnln libertad. No es que eSté manda implícita, ae¡ uella por la cua l est,í ahí: la de ' curarlo.
e ncadenado por el dgol" ele sus asociaciones: sin duda le opri- revelarlo" sí mi smo, hacerle conocer el psicoan <:ílisis, hacer lo
men, pero es bien que dese mbocan en una palabra libre, calificar como analis ta. Pero esa de man da, él )0 s;¡ he, puede
en un a palabra plena que le sería penosa. esperar. Su dema nda presente no Liene nada que ve r COII eso,
Nada más temible que decir algo que podría ser verdad. Por- incluso no es la suya, poryue despu és ue tod o soy yo qu ien le
que podría llega r a serlo del todo, si lo fuese, y Dios sabe lo ha ofrecido hablar. (El sujeto 5610 es aquí transitivo.)
que sucede cuando algo, por s'e r verdad, no puede ya volver él He lograuo en su ma lo que en el campo del comercio ord i-
entrar en la duda. nario quisieran poder realizar tan fádlnrc nte: con o rerta , he
¿Es éSle el procedimiento del análisis: un progreso ue la ver- creado demanda.
dad ? lvI e parece oír ya a los pillos murmurar de mis análisis in-
telectua Iista¡,: cut\ndo soy el prim'ero, que yo sepa, en preservar
en ell os lo indecible, 8. Pero es \In a uema nda, si puede radi ca l.
Que es nl<ls a ll á del discurso donde se acomoda nuestra acción Sin duda la se iiora Macalpine tiene ra zú n en quere r busca r
de escuchar, Jo sé mejor que nadie, si bien t.omo en 'ello el en la sola an alí ti Gl e l mo to r de la tra nsfe rencia . Aun a ..,í
cam in o <le oír, y no de :1u!lc.ultar. Sí por cierto, no de auscul tar se exlr;¡vííl a l designar en la a usen cia ue todo objeto la puert:t
la resistencia, la tensión, el opistó tonos, 1.,. palidez, la descarga abierta hac ia };:l regres iún infantil [24]. Sería 111 :'15 hie n un ob!'t-
adrenalínic:1 (sie) en la que volvería a formarse un Yo más t¡í culo, porqu e tod o el mundo sa be, y antes qu e nad ie los psi co.
fuerte (res/e): lo que escucho es de entendimiento. ana lis tas u'e niños, qu e se nece!:. ilan b:lsta n tes pequeiios ohjeLos
El entendimiento no me obliga a comprender. H' Lo que en- para mante ne r un a reb ció n con e l niiio.
tiendo no por ello deja de ser un discurso, aunque fuese tan Por el intermedi a d o de 1.. demanda, todo e l pa!l:'ldo se entre-
poco discursi vo como una interjección. Pues un . . . interjección 'es abre has ta el fondo del fondo de 1.. primera infancia. Deman.
del urden del lenguaje, y no del grito expresivo. Es un a parte uar : e l suj·e l.o no h a hecho BUllca otra cosa. no h a podido vivir
del uiscuno que no está por uehajo eJe ninguna otra en cuan to sino por eso, y noso tros lo ma mos el rel evo.
a los 'efectos de sintaxi s en talo cual lengua determinada. Es por esa vía como puede reali zarse la regresi(')Il a nalíti c:l y
A lo que oigo sin uuda, no tengo nada que rep li car, si no como en efeclo se presenta. Se hab la ue 'ella como si el sujeto
se pu siese a hacer niiierías. Sin duda tal cosa sucede, y
lG [El autol' juega con la polisemia. de en lcndrc, esc uchar y comprC llck l',
romo ell los pána(os siguiclltes COIl )a de rlem(lndel·. dcmmule: pedir, de mel indres 11 0 ,!,on de mu y buen En todo Ci1S0, s'e sa le
mandar. pregul\ta.l; pI'CgUlll:1, petición, dem anda ( incluso en senti do eco. de lo observado ordinariamente en lo q ue se consiuerfl como
nómico). AS] regres ión . Pues I;¡ regresión n o muestra otra cosa qlle el
599
I.A DIRECC IÓN DE LA CURA
598 LA DIREC CIÓN DE LA CU RA
Freud sobre las relaciones del Superyó y la realidad. El Superyó
al presente de sign ifi cantes usu a les e n demandas para las cuales
no es por supuesto la fuente de la realidad, como él dice en
hay prescripción.
al gún sitio, pero traza sus caminos, anteS de volver a encontrar
en el inconsciente las primeras marcas ideales donde las ten·
(..\'enci as se constituyen como reprimidas en la sustitución del
9. Para regresa r al punlo de partid a, sItuación explica la
tr ansferencia primaría, y el am or en que a veces se declara. :-.ignificante a las necesidades.
Pues si el amor es d ar lo qu"e no se tiene, 'es bien cier to qu e el
suje to p uede esperar que se le dé, puesto que el psicoan <l lista no
11. No h ay en ton ces ningun a necesidad de buscar más allá el
tie ne o tra cosa que u arle. Pero incluso esa nada , n o se la da, y
resorte de la identificació n con el ana lista. Puede ser mu y di-
más vale así : y por eso esa nad a se 1(1 paga n, y preferiblemente
vers a, pero sení siempre una identificación con signiEicantes.
de manera ge nerosa, para mostrar bien que de otra manera no
A medida que se desarroll a un a nálisis, el a nalista tiene que
tendría mucho valor.
vérselas sucesivamente con todas las ar ticulaciones de la deman-
Pero sí la transferencia prlmana permane ce casi siempre en
da d el suj e to. P ero además, como lo diremos más abajo, no debe
estado de sombra, no es eso lo que impedirá a esa !'ombra soi'1ar
y reproduóf su dern {\nda, cuando ya n o hay nad a que pedir. responder ante ella sino de la p osición de la transferenci a.
Esa d emand a por ser vacia no se rá por ello sino más pura . Se Por lo demás, ¿quién no subra ya la importancia de lo qu e
obse rva rá que el an alista da sin embargo su ptesen ci a, pero creo podrí a llamarse la hipótesis pe rmisiva del análisis? Pero no se
q ue ésta no es en primer lugar sino la imp licación de su acción necesita ningún régimen polltico particular p ara que lo qu e
de escuchar, y qu e ésta no es sin o la contlici ón de la palab ra . En no está prohi bido se convierta en obliga torio.
efec to, ¿por q ué exigiría la técnica que la haga tan discreta si Los an alistas de los que podemos decir que es tán fascin ados
no fues'e así? Es más tarde cuando su presenci a sed notada. por la s secuelas de la frus tr ació n sólo mantienen una posición
Por lo dem:.\.s, el sentimiento más agudo de su presencia está de sugesti ón que redu ce al suj"eto a repl antear su dem anda.
ligado a un momento en qu e el no puede sino ca llarse, Sin duda es esto lo que suele entenderse por reeducación emo-
es decir en que retrocede incluso ante la sombra de la deman(la . cionaL
Así el an alis ta es aq uel que apoya la demand a, no como su ele La bondad es sin duda más necesaria aqu í que en cualquier
dec irse para fru strar a l sino para que reaparezca n los o tr o sitio, pero no podría curar el mal que ella misma engen-
signifiGlOtes en que su frustraci ón está retenida. dra, El analista que quiere el bien del sujeto re pite aq uello
en lo qu'e ha sid o form ado, e incl us o ocasionalmente torci do. La
más aberrante educación n o ha tenido nunca otro motivo qu e
10. Ahora bien, con viene recordar q ue es en li an tigua el bien del sujeto.
demanda donde se produ ce la identificacÍón primaria, la que Se concibe una teoría del análi sis que, al revés de la articu-
se opera por el pod'e r a bsoluto ma tern o, a saber aqu ell a q ue no lación de licad a del análisis de Fr'eud, redu ce al miedo el resorte
sól o suspe nde del apa ra to significante la sa tisfac ción de las ne- de los síntomas. Engendra una práctica d onde se imprime lo
cesidades, sino qu e las fragmenta, las filtra, las m odehl en los que en otro 1ugar he llamado la figura obscena y feroz del Su·
desfiladeros de la estructura del significanre. peryó, en la que n o hay m ás salida para la neurosis de transfe·
Las necesidades se subordinan a las mi smas condiciones con- rencia que la de hacer sentarse a l enfermo para mostr arle por
venci ona les q ue so n las del significante en su doble registro: la ventana los aspectos risueños de la n a tur aleza, diciéndole:
sincr6ni co de oposició n entre elementos irreductibles,
"Ad elante. Ahora ya es usted un buen niño [22]."
ni eo de sust i LUción y de combin ación, por el cual e l le nguaje,
a unque sin duda no lo llena todo, Jo estructura todo de la re -
laci ón interhumana .
De donde la osci lación q ue se observa en las expresio nes de
GO l
600 LA DIRCCCIÓ:-.l OE l.A Cl'RA 1..\ Om1::CC1ÓN DE LA CUilA

Y. HAY QUE TOMAR EL DESEO A LA LETRA


Cuéntese ei número de remitencias que se ejercen aquí para
el deseo a un a potencia geométricamen te crecie nte . Un 5010
] . U n sueño. después de todo, no es más que un sueño, se oye índice no bastarí a para caracterizar su grado. Pues habi'Ía que
decir hoy [22]. ¿No 'eS nada el que Freud haya reconocido en distinguir dos dimension'CS en esas remitencias: un deseo de de-
él al d eseo? seo, dicho de otra manera un deseo significado por un deseo
El deseo, no las tendencias. Pues hay que leer la Traumdeu- (el deseo en la histéri ca de tener un deseo insatis{echo está sig-
tu.ng para sa ber 10 que quiere deci r lo q ue Fre ud llama allí deseo. nificad o por su des'Co de caviar: el deseo de caviar es su signi[i-
H ay que detenerse en esos vocablos ele Wu.nsch, y de Wish ca nte), se -inscribe en el registro diferente d e un deseo sust itui-
que ]0 traduce en inglés, para dist inguirlos del deseo, cuando do a un deseo (e n el sue ño, el de salmón ahumad o propi o
ese ruid o de petardo mojado con que estallan no evoca nada ele la amiga se sustituye al deseo de caviar de la paciente, lo cual
menos que la concupiscencia. Son votos. constituye la sustitución de un signi{icante por un signifi can te) .10
Estos votos puede n ser piadosos. nostálgicos, contr<lria ntes,
bromist;'ls. Una délma pnede soñar un sueño al que no anim a
más deseo q ue el ele proporcionar a Fr'eud, que le ha exp uesto 2. Lo q ue -encontramos aquí no tien e nad a de microsco plCO,
la teoría de que el sueño es un deseo, la prueba de que no hay como tampoco se n ecesi taban instrumentos especiales para re-
n ada ele eso. El punto que debe retenerse es que ese deseo se conocer que la hoja tiene los rasgos de estructura de )a plant:t
articula en un discurso bien as tuto. Pero no es me nos impor- de la que ha sido cortada . Incluso quien no hubies'e visto nun -
tante percibir las consecue ncias del hecho de que Freud se sa· ca una planta sino despojada de hoj as, se daría cuen ta en se-
tis[aga con recon ocer en él el deseo del sueño y la confirmación gu:da ele que un a hoja es más verosímilmente parte de la plan la
de su ley. parn lo que quiere decir el deseo en S1l pensam ie nto. que un pedazo de piel.
El deseo del sLleño de la hi stérica , pero también cualquier
Plles él ex ti ende más al1<1 su excentricidad, pueslo que un sUfiio
nadería en su luga r en este tex to de Freud, resume ] 0 que lodo
de castigo puede en su opini ón significar el deseo de lo que
el libro exp lica en cuanto a los mecanismos llamados incons-
el castigo reprime.
cientes, condensación, deslizamiento, etc ..., atestiguando su es-
No nos detengamos en las etiquetas de los ca jones, aunq ue tructura común: o sea la re lación del deseo con esa marca del
mu chos las confundan con el fruto de la ciencia. Lea mos los lengua je que es pecifi ca al inconsci'ente freudiano y descentra
textos; sigamos el pensamiento de Freud en esas desviaciones que
nuestr Cl concepó 6n de l sujeto.
nos impon e y ele las que no debemos olvida r que, deplorándo. Pi enso fl ue mis alumn os apreciarán el acceso que doy aquí
las él mismo por comparación con un idea l del discurso cien ti· el la oposición fund Clmental del significante al signifi cado, en la
fi co, afirma que se vio obligado a ellas por su objeto. 17 f U .tl les d'emuestro que empieza n los poderes del lengua je, no
Se ve enton ces que ese objeto es idéntico a esas desvia ciones, < n dejarles, en CU f\nto a concebir su ejercicio, mncha madeja
pues to que en la primera vuelta de su obra desemboca, con que devanar.
referencia al sueño de u na histérica, sobre el hecho de que en Record aré e l automatismo de las leyes por las que se articula n
él S'e sa tisface por desplaza miento, precisamente aquí por a lu - en la cadena significan te:
sión a l deseo de otra , un deseo de la víspera, el cual es sostenido
en su posición eminente por un deseo que es cierta mente ele de él la pa ciente en la p:\gin a 152 de los G . W ., lI·m [D. N., 1, p. 3!Ol:
.' Quiero dar una comida. pero no d ispongo sino de u n poco de salmón ahu-
otro orden, pues to que Freud lo ordena como el deseo de tener mado. PiensO en salir para comprar lo necesario, pero recuerdo que
un deseo insatisfecho [7].18 dom ingo y que las tiendas estáu cerradas. InteulO luego telefonear a a lgu-
nos proveedores, y resulta qne el teléfono no fun ciona. De este modo, teug o
11 CI. la Cana li S (1 l -IX-t899) a Fliess en: Aus den Anfiinge n, edic. I ma·
qne rennnciar al deseo de dar una co mida" [A., IV, p. 165].
En lo cu al Freud mori va ]a identificación hi stérica. precisa ndo que el
go, Londres [LoJ orígenes del pJicoandlisis: n. N., 1[1, p. 845; carta n o reco·
gi da en la ed ición de Amorrortu]. salmón ahumado dt><¡em peñ a para la amiga el mi smo papel qu e el caviar
UI He aqul ese sueúo tal como queda consignad o según el rela to qu e hace desempeña p ara la pa ciente.
602
LA DIRE CC IÓ N D.E l.A CU RA LA IHRf.CC I6N DE CA CURA 003
a] la sustit ución de un término a otro para producir el efee. 3. Volvamos a hora al libro llamado: La interpretación de los
to de metáfora.
Sll cños (T rattmd.eutung) , mántica más bien, mejor aún signi-
b] la combinación de un término Con otro para producir el fi ca ncia.
efeoto de metonimia [17]. Freud no prereude en absoluto agotar en é l los problem as
Apliquémoslas aquí, y se ve aparecer que, en la medida en psicológicos del sueño. Léase el libro y se comp robará qu e eso,
que en el sueño de nuestra paciente el salmón ahumado, objeto problemas poco explotados (las investigaciones siguen siendo
del deseo de su amiga, es todo 10 que tiene que ofrecer, Freud, raras, si no pobres. sobre el espacio y el ti-empo en el sueño, so·
al establecer que el salmón ahumado está aquí sustituyendo a l ca- bre su textura sensorial, sueño en colores o ato nal, ¿y lo oloroso,
viar, al que considera por otra parte como el significante del de- lo '"pido y el grano titctil llega n a él, si lo vertiginoso, lo túr-
seo de la paciente, nos propone el sueño como metáfora de'1 deseo. gido y lo pesado están?), Freud no los toca. Decir que la doctri-
¿Pero qué es la metáfora sino un efecto de sentido positivo. na freucliana es una psicología es un equívoco grosero.
es decir cierto paso del sujeto al sentido del deseo? Freud está lejos de alimentar este equívoco. Nos advierte por
Como el de,eo del sUj'eto se presenta aquí como lo que im- el contrario que en el sueño s610 le interesa su elaborac ión. ¿Qué
plica su discurso (consciente), a saber como preconsciente -lo qui-ere .,decir eso? Exactamente lo que traducimos por su estruc-
cual es evidente puesto que su marido está dispuesto a satisfa- tura de'· lenguaje. ¿Cómo podría haberlo advertido Freud, pues-
cer su deseo, pero la paciente, que le ha persuadido de la exis- to que esa estructura uo fue articulada por Ferdinand de Saus·
tencia de ese deseo, insiste en que no 19 haga, sino en que haga sure sino más larde? Si ésta recubre sus propios términos, no es
de él lo que habría que ser Freud para articular como el por ello sino m:h impresionanre el que Freud la ha ya anticipado.
de tener un deseo insatisfecho-, queda el hecho de que hay ¿Pero dónde la ha descubierto? En un fluj o significante cuyo
que ir más allá para saber lo qU'e semejante deseo quiere decir mislerio consiste en que e l sujeto no sabe ni siquiera dónde fi n·
en el inconsciente.
gil' que es su organizador.
Ahora bien, el sueño no es el inconsciente, nos dice Freud, H;-. cer que s-e vuelva a encoutrar en él como desean te, es lo
sino su camjno real. Lo cual nos confirma que es por efecto de inverso de h acerlo reconocerse allí como sujeto, porque es como
la metáfora como procede. Es este efecto el que e l sueño descubre_ en derivaci ón de la c;tdena significante como corre el arr oyo
¿Para quién? Volveremos sobre esto dentro de un momento. del des'eo y el sujeto debe aprovechar una vía de tirante para
Veamos por ahora que el deseo, si está significado como insatis- ;-.sir en ella su propio leed-bach.
fecho, lo está por el significante: caviar, en la medida 'en que El deseo no hace más que sujetar lo que el análisis subjetiviz3.
e l significante lo simboliza como inaccesible, pero que, desde el
momento en que se desliza como deseo en el caviar, el deseo del
cav.iar es su metonimia: hecha necesaría por la carencia de ser 4. Y esto nos vuelve a traer a la pregunta que d'ejamos m<"ls
donde se mantiene.
arriba: ¿a quién descubre el sueño su sentido antes de que ven_
La metonimia es, como yo les enseño, ese efecto hecho posi- ga el anal iHa? Este senti do preexiste a su lectu ra como a la cien-
ble por la circunstancia de que no hay ninguna significación r ia de su desciframiento.
que no re mita a otra significación, y donde se produce su más U na y otra demuestran que el sueuo está hecho para el re-
común denominador, a saber la poquedad de sentido (común- conocim iento... pero nuestra voz d-esfalIece antes de conclu ir:
mente confundida con lo insignificante) , la poquedad de sentido, del deseo. Porq ue el deseo, si Freud dice la verdad del incons-
digo, que se manifiesta en el fundamento del deseo, y le Con- ciente y si e l análisis es necesario, no S'e ca pta sino en la in-
fiere el acento de perversión que es tentador denunciar en la terpretación.
histeria p resente.
Pero volvamos atrás; la e]aboracióu de] sueño esU. alimentada
Lo verdadero de esta apariencia es que el deseo es la meto- por el deseo, ¿por qué nuestra voz desfalle ce para concluir con
nimia de la carencia de ser. el reconoc imien lo, como si se apagase la segunda palabra, que
era primera hace un momento, y reabsorbía a la otra en su

'--
605
604 l ." OIRI:CCIÓf'l DE L\ CURA LA DiRECC iÓN DE. 1.A CU RA

mismo, ni acercarse por poco que sea a su técnica o a su


luz? Porque, en fin. no es durmiendo como alguien se hace re-
do ctrin a. Veremos los recursos del pequeño sue ño que hem os
conocer. Y el sueilo, nos di ce Freud, sin que parezca haber en
ello la menor contradicción , sirve ante todo al deseo de dormir. pescado más arriba, para nuestro prop6sito.
Es repliegue narcisista de la libido y retiro de las cargas de la Pues ese deseo de nuestra 'espiritual histérica (es Freud quien
realidad. la califica así), me refiero a su deseo desp ierto, su deseo de ca-
Por 10 demás, la experiencia muestra que si mi suen o llega a viar, es un deseo de mujer colmada y que precisamente n o quie.
unirse a mi demanda (no él la realidad. como se dice impropia- re serlo. Pues el carnicero de su marido es ducho para poner
mente, que puede preservar mi dormir). o a lo qu'e se muestra del derecho satisfacciones qu e todo el mundo necesita, los pun -
aq uí COITIO su equ ivalente, la demanda del otro, me despierto. tos sobre las i'es, y no tiene pelos en la lengu a para contestar
a un p into r que le da coba, sa be Dios con qué osc uro designio,
sobre su jeta interesante : "¡Naranjas! Una rebanada de trasero
5. U n sueño des pués de tod o no es más qu e un su'eilo. Los que de hembra, eso es lo que a usted le hace (alta, y si espera que
desdeñan ahora su instrumento para el an,ílisis han en contrado, sea yo quien se la regale, puede pasársela por donde estoy pe no
como hemos visto, caminos más seguros y más directos para sa nd o."
traer a l paciente ha cia los buenos principios. y hacia .105 deseos H e aquí un hombre sobre el q ue una mujer no debería tener
normales, los qU'e satisfacen verdaderas necesidades. ¿Cuáles? quejas, un carácte r genital, y que por lo ta nto debe velar como
Pues las necesidades de lOdo el mundo, amigo mío. Si es eso lo es debido para que la suya, cuando se acuesta con ella, n o nece-
que le asusta, confíe en su psicoanalista, y suba a la torre Ei Hel site toCt'lrse después. Por lo d-emás, Freud no noS disimula que
para ver qué bonito es París. Lástima que haya algunos que ePa est:'l muy prendada de él, y que lo incita sin cesar.
saltan por sobre la balaustrada d·esde el primer piso, y precisa- Pero ésta es la cosa, no quiere se r sa tisEecha en sus úni cas ver-
men te de aq ueHos cuyas necesidades todas han sido red ucidas daderas nec<::sidad·es. Quiere otras gratuitas, y para estar b ien
a su justa medida. Reacción terapéutica nega tiva, diremos. segur a de que lo son, no satis[acerlas. Por eso a la pregunta:
¡Gracias a Dios! E l rechazo no llega tan lejos en todo el mun· ¿qué es lo que desea la espiritual carnicera?, puede contes tarse:
do. Simplemente, el síntoma vuelve a brotar como ffi('\la hierba, caviar. P ero esa respuesta es desesperada. porque el cav iar, es
cor\lpulsión de repetición. ella también la que no lo qu iere.
Pero esto por sup uesto n o es más que un error de distribu-
ción de cartas: no se cura uno porque reme mora uno. R emem ora
uno porque se cura. D'esde que se encontró esta fórmul a, la re- 7. No es esto todo sobre su misterio. Lej os de que este callejón
produ cción de los síntomas no es ya cuestión , sino únicamente sin s:t lid a la enci erre, encuentra 'en él la escapatoria hac ia el
la reproducción de los analistas; la de los pacientes estú resuelta. campo de los deseos d e tod as las espirituales histér icas, carnice -
ras o no, que hay en el mundo.
Eso es lo que Freud capta en una de 'esas visiones al sesgo de
fi. Un sueño pues no es más qu e un sueño. Pu-ede incl uso leerse las que él sorprende lo verdadero, demoliendo de paso esas abs·
de la pluma de un psicoanalista metido a la enseñanza que es tracciones con las que los espíritus positivos fabrican gustosos
una p rodl.l cción del Yo. Esto prueba que no se corre n grandes la exp licación de todas las cosas: aquí la imitación cara a Tarde.
riesgos queri'endo despertar del sueño a los hombres. Lo vemos Hay que poner en juego en lo particular el eje esencial que da
prosegu irse en plena lu z, y en aquellos que no se compl<lcen allí la identificació n de la histérica. Si nuestra paciente se iden.
en soiiar. tifica con su amiga, es porque ésta es inimitable en ese deseo
Pero incluso para estos, si son psicoa na listas, debe leerse a insatisfecho por ese salmón que Dios contunda, si no 'es Él quien
Freud sobre -el sueño, porque no es posible de otra manera ni lo ahuma.
compre nder lo que él entiende por el deseo del neuróti co, por Así el sueño de la paciente responde a la demanda de su ami-
repr:mido, por inconsciente, por la interprelación, por el am]- ga que es la de venir a cenar a su casa. Y no se sabe qué cierno-
606 LA OIR..ECCIÓN DE LA CURA LA DIRECCiÓN DE LA CURA
607

nías la empuja a ello, aparle de que se cena bien allí, sino el que el leva ntamiento de ese ve lo se iguale con el que se realiza.
hecho del que nuestra carnic'era no pierde el hilo: y es que su ba al fin al de los antiguos misterios.
marido habla siempre de ella ventajosamente. Ahora bien , fla ca Ser el falo, aunque fuese un falo un poco flaco . ¿No es ésta
como es, no está muy hecha que digamos para gustarle, a él a la identificación última con el significante del deseo?
quien no le gustan sino las redondeces. No parece tan obvio para una mujer, y hay entre nosotros
¿No tendría el también un deseo que se le ha quedado atrave. quieues prefieren no tener que habérselas más con 'ese logogrifo.
sado, cuando todo en él está satisfecho? Es el mismo resorte que, ¿Tendremos que deletrear el papel del significante para qu-e se
en el su'eño, va a hacer del deseo de su amjga el fracaso de su nos vuelvtl a venir encima el complejo de castración, y esa en-
demanda. vi dia del pen'e del que Dios nos libre, cuando Freud, llegado
Pues por muy precisamente simbolizada que esté la demanda a esa encrucijada, no sabia para dónde tirar, pues no veía m ás
por el accesorio del recién nacido teléfono, es en va no. La lla- a11;', sino el desierto del análisis?
mada de la paeieo te no ti'ene éxi to; bueno sería ver a la otra Si, pero los ll evaba hasta allí, y era uu lugar menos apest.do
engordar para que su marido la paladee. que la neurosis de transfel'eucia, que lo reduce a usted a echar al
Pero ¿cómo puede ser amada otra (¿acaso no basta para que la paciente, rogándole que salga despacito para que se lleve a sus
paciente lo piense con que su marido la considere?) por un moscas.
hombre qU'e no podría satisfacerse con ella (él, el hombre de la
reba nada de trasero)? Ahí está puesta en su punto la cuestión,
que es muy generalmente la de la identificación histérica. 9. Ar ticulamos sin embargo lo que estructura al deseo.
El deseo 'es lo que se manifiesta en el intervalo qu e cava la
demanda más acá de ella misma , en la medida en que el sujeto,
8. Es en esta cuestión en la que se convierte el sujeto aquí mis- al articular la cadena significante, trae a la luz la caren cia de ser
mo. En lo cual la mujer se identifica con el hombre, y la reba- con el ll amad o a recibir el complem'ento del Otro, si el Otro,
nada de sa lmón ahumado viene a tomar el lugar del deseo del lugar de la palabra, es también el lugar de esa carencia.
Otro. Lo que de este modo al Otro le es dado colmar, y que es pro·
Como este d'eseo no aJeanza para nada (¿cómo recibir a toda piamente lo que no ü ene, puesto que a él también le falta el
esa gente con esa única rebanada de salmón?) , no tengo ser, es lo que se llama el amor, pero es también el odio y la
remedio al final de los finales (y del sueño) que renunciar a ignorancia.
mi deseo de invitar a cenar (o sea a mi búsqueda del deseo de Es también, pasiones del ser, lo que evoca toda demanda más
Otro que es el secre to del mío). Todo ha fall ado, y usted dice a ll á de la necesidad qu'e se ar ticula en ella, y es sin duda aq uello
que el sueño es la realización de un deseo, ¿Cómo arregla usted de que el sujeto queda privado, tanto más propiamente cuanto
eso, profesor? m<is saLisfecha queda la necesidad articulada en la demanda.
Así interpelados, hace un buen rato que los psicoanalistas ya Más aún, la sa tisfacción de la necesidad no aparece allí sino
no contestan, habiendo renunciado ellos mismos a int'errogarse como el engaño coutra el que se estrella la demanda de amor,
sobre los deseos de sus pacientes: los reducen a sus demandas, enviando al sujeto al sueño donde habita el limbo del s-er, de·
lo cual simplifica la tarea para converti rlos en los suyos propios. jándole en él hablar. Pues el ser del lenguaje es el no ser de
¿No es ésa acaso la vía de lo razonable, que 'es la que han los objetos, y que -el deseo ha ya sido descubierto por Freud en
adop tado? su lugar en el sue ño, desde siempre escándalo de todos los es·
Pero sucede que el deseo no se esca motea tan fácilmente, por [uerzos del pensamiento por situarse en la realidad, basta para
ser demasiado visible, plantado en plena mitad del esceuario in struirnos.
sobre la mesa d e los ágapes como aquí, bajo el aspecto de un Ser · o no s'er, dormir, soñar acaso, los sueños aparentemente
sa lmón, lindo pescado afortunadamente, y que basta con pre. más simples del niño ("simple" como la situación analítica sin
sentar, como se hace en los restaurantes, bajo una tela fina, para duda), muestran simplemente objetos milagrosos o prohibidos.
608
LA. DIRrCCIÓN D[ L.\ el"P.:\ LA DIRECCIÓ N DE LA CU RA 609
ID. Pero el nIno no se duerme siempre así en el seno del ser, no tienen flexión optat iva para modificar ·e l indicativo de su
sobre todo si el Otro, que a su vez tiene sus ideas sobre sus ne- fórmula.
csidad'es. se entromete, ye n lugar de Jo que no tiene, le atiborra En 10 cual se veda medianle una referencia lingüística que lo
con la papilla asfixiante de lo que tiene, es decir con funde sus que se llama el as pecto del verbo es aqu í el de lo cumplido (ver.
cuidados con el don de su amor. d adero sentido de la WUl1 scherfÜl/ul1g).
Es el niño al que alimentan con más amor el que rechaza el Es esta ex -sistencia (Entstellung) 20 del deseo en el sueño la
alimento y juega con su rechazo como un deseo (a norex ia que ex pli ca que la significancia del sueño ·enma scare eu ella el
mental) .
deseo, mientras que su móvil se desvanece por ser solamente
Confines donde se capta COUlO en ninguna olra parte que el problemático.
odi o paga al amor, pero donde es .Ja ignorancia la que no se
perdona.
A fin de cuentas, e l niño, al n'egarse a sa tisfacer la demanda 12. El deseo se produce en el mas a llá de la demanda por el
de la madre, ¿no exige acaso que la madre tenga un deseo fu era hecho de que a l articular la vida del sujeto a sus condiciones,
de él, porque es éste el camino qne le falta hacia 'el deseo' poda en ell as la necesi dad, pero también se ahueca en su más
acá, por el hecho de que. demanda incondicional de la presen-
cia y de la aUS'2 ncia , evoca la carencia de ser bajo las figuras
11. Uno de los principios, en efec to, que se desprenden de estas de l nada 2 1 que constiLUye el fondo de la demanda de amor, del
premisas es qu'e: odio que viene él nega r e l ser del otro, y de lo indecible de lo que
-si el deseo está efectivamente en el sujeto por esa condi ción se ignora en su petición. En es ta aporía encarnada de la que
que le es impues ta por la existencia del discurso de hacer pasar puede decirse en imagen que recibe su alma pesada d·e los re-
su necesidad por los fesfiladeros del significa nte; toños vivaces de la tendencia herida , y su cuerpo sutil de la
- si por otra pane, como 10 he mos dado a entender más arri- muerle actualiz.ada en la s"ecuencÍa signifi ca nte, el deseo se a fir-
ba, a l ab rir la dialéctica de la transferen cia, hay que fundar la ma como condición absoluta.
noción del Otro [Autre] con una A mayúscula, como luga r de l Menos aú n qu·e el nada que pasa por la ronda de las signifi-
despliegue de la palabra (el otro escenario, eine andere Schau- caciones que agitan a los hombres, es la estela in scrita de la
plalz, del que habl a Frend en la TrntlmdelLtung); carrera, y como la marca del hierro del signifi cante 'en el hom-
-hay qU'e concluir que, hecho de un a nimal presa del len. bro del suj e to que habla . Es menos pasión pura del significado
guaje, el deseo del hombre es el deseo del Otro. que pura acción del significante, que se detiene en el mom'e nto
Esto apunta a un..l función mu y diferente de la de la identifi_ en que lo vivo convertido en signo la hace insignificante.
cación primaria evocada más arriba, pues n o se trata d·e la as un- Este momento de corte 'está asediado por la forma de un ji rón
ción por el sujeto de las insignias del otro, sino de esa condición sangTiento: la libra de carne que paga la vida para hacer de él
que tiene el sujeto de en contrar la es tru ctura constituyente de el signifi cante de los sjgnificantes, como tal jmposible de ser
Su deseo e n la misma hiancia abierta por el efecto de los signifi-
f!I RespcclO <.le b cua l no hay qu e ol vidar: qu e el término se emplea por
ca ntes en ay uellos que para él viene a representar al Otro. en
primer::!. vez en b Traumdeul.u l1g a propósito de l sueño; qu e ese empleo da
cuanto que su demanda está sujeta a ellos. S il sentido y a lJ vez el del término: distorsión, q ue lo tradu ce cuando los
Tal vez puede entreverse aqui de paso la raz Ón de ese efecto ingleses lo ap li can al Yo. Observación que perm ite juzgar el 1100 que se hace
de ocultación que nos retuvo en el reconocimiento del deseo en Fr:mcía del término distorsión del Yo, por el cual lo s aficionado! al
del Yo. maiJcon sejados de desconfiar de esos "falsos amigos"
del sueño. El deseo del sueño no es asumido por el suj e to qu e que son las pa labras inglesas (las pal a bras, ¿no es cierto?, tienen lan poca
dice: "Yo" [le) en su palabra. Articulado sin embargo en el lu. imp0rlancia), eutiemlen simplemente... un Yo torcido.
gar del Otro, es discurso, discurso cuya gramática como tal em- 21. [Con las expresiones "el liada" y " la nada'· hemos intentado da r en
este pasaje un equiv alellle de la di stiución . eu francés, entre le 7"ien y le
pezó a enunciar Freud . Así es como los anhelos que constituye niant. TS]
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6 10 lA. DiRECC IÓ N DE LA CUR A LA DIRECCiÓN DE L A CURA

res ti tuid o al cuerpo imagin ario; es 'el [a la perdi do de Osiris lisis, n a sin march itamie n tos locales; el gran caudal sin emb argo
embalsamad o. pe rmanece,
He aquí pU'es a nuest ro suj eto al fin al de su callejón , llegado
has ta el punto de h ace rn os un a juga rreta de prestidi g itación
13. La fun ció n de este significante como la l en la búsqu eda d el b astan te par tic ula r p or lo que revel a de un a estru ctura del
deseo es ciertamente. como Freud lo observó, la clave d'e 10 qu e deseo.
h ay que saber para termin ar los análisis: y ningún art ificio lo Diga mos q ue, de edad m ad ura, co mo di cen có micam'en r.e, y de
sustituirá para obten er este fin . espíritu desengañad o. nos enga ñaría gustoso con una su meno-
Para dar un a idea de ell o. describiremos un incidente acaeci. pa usia para excusarse de un a im po tencia sobrevenida, y ac usa r
do al fin al del a nálisis de un o bsesivo, o sea después de un a la nuestra,
la rgo trabajo en el que n o se consideró suficiente "a na liza r la De hech o las red istri bnciones de la libido no se realizan sin
agres ividad del sujeto" (di ch o de otra man era: proclam ar a costarl es a algunos obje tos su puesto, incl uso si es inamovible.
tambor batiente sus agresiones imagi narias), sino en el que se En resumen, es im po ten te con su am ante, y habiéndosele oc u·
le hi zo r econocer el lugar que lomó en el j uego de la dest ru c· rr ido utili za r sus halla zgos sobre la fun ción del te rcero en po-
ción ejercida por !Jno de sus padres sobre el deseo del o tro. tencia en la pa reja, le pro pone que se acueste con o tro hombre,
Ad ivina la impo tencia en que se encuentra de desear sin des- a ver qu é pas a.
truir al O tro, y por ende su deseo mismo en cuanto q ue es Ahora b ien, si ella permanece en e l luga r donde la ha insta-
deseo dd O tro. lado la n eu rosis y si el análisis la alcanza allí, es p or la concor-
P ara llega r ahí, se le reveló su m an iob ra de todos los in stan. dancia qu e ha rea li zad o desde hace much o tiem po sin d uda con
les para proteger al Otro, ago tando en el trab ajo de tr ansferen. los deseos del paciente, p'e ro más aún con los pos tulados incons-
cia (D1.I.rcharbeitu ng) todos los a rtifi cios de un a ve rbali zación áentes qu e mantien en ,
qu e disting ue al o tro [autTe] del O tro [A utre] (a minúscul a y A P or eso no n os asombraremos de que n i corta n i perezosa, o
mayúscul a)}' qu e le lleva, desde el p alco reservñdo al aburr imien · sea la noche misma, su eñe 'este sueño, que recién h ornead o le
la del O tr o (A mayúscula) a dispon er los juegos del circo entre trae a nuestr o a licaído,
los d os otros (la a minúscul a y el Yo, su som bra) . Ella tiene un fal o, siente su forma b ajo su ropa, lo cua l no
Sin duda no bas ta con d ar vueltas en red ond o e n ta 1 o cual le impide te ner también un a vaginal ni much o menos desear
rin cón bien explorado de la neurosis obsesiva para lleva rlo q ue ese falo s'e meta allí.
has ta esa glorie ta, ni con con ocer ésta para conducirl o a ella Nues tr o p acie nte al oír tal recu pera ipsofacto su s capacidades
por IIn cam ino q ue no será nu n ca el más directo. No se n ecesi· y lo demuestra bri ll an temente a su comadre,
ta solam'en le el pl an o de un laberin to re const ruid o, ni siquier a ¿Qué inter pre tación se indica aquí?
un lo te de p la nos ya levantados. Se necesita ante lodo poseer la Ya se habrá adi vinad o por ]a dema nda qu'e nuestro pacie nte
combinatoria ge nera l que preside su variedad sin duda, pero hi zo a su a man te que nos solicita desd e ha ce tiemp o q ue va li·
qu e, más útilmente aún, nos da cuenta de los trampa ntojos, me·
demos su h om osexualidad re prim ida.
j o!' aún , de Jos cambios a ojos vista de l laberin to, Porq ue u nos
Efecto m uy pronto previsto por Freud de su descu brimien to
y Olros no fal lan en esta n eu rosis obsesiva. ar qui te ctu ra de
con trastes toda vía n o bas tan te observados, y que no bas ta con del inconsciente: entre las demandas regresivas, un a se abrevar á
a tri buir a ciertas rOl'mas de fachada, E n medi o de tantas act i· de fábulas en las verdades propagadas por el análisis. El a n álisis
tudes sedu ctoras, insurge ntes, im pasibles, hay que ca ptar las an· de regreso de Améri ca reb asó sus espera nzas,
gustias anudad as a las rea lizaciones, los rencores que no impiden Pero nosotr os hemos segu ido siend o, ya se lo imaginan, m ás
las ge nerosidades (¡sos tener que los obsesivos carecen de oblati- bien cascarrabias sobre ese p un to,
vidad!) , las in con stancias mentales q ue sosti'enen infrangibl es Observemos q ue la soñadora n o se mues tra más complaciente
fidelidades, Todo esto se mueve de manera solid aria en un a ná· con ell o, puesto qu e su argumento aparta tod o as istente, Lo cual
612
LA DIRI:CCI6N DE LA C I' R,\ 1.,\ OIRr CC ló N DE I.A CUR.A 61 3
guiada incluso a un novicio a confiar úni ca mente en el texto, Entonces se piensa que todo está terminado. Pero nada tene·
si se h a form ado 'en nuestros principios. mas qu e hacer con ella en la interpret ación, donde invocarla n o
Sin embargo no anali zamos su sueño sino su efecto so bre llevaría muy lejos, salvo a volver a colocar al paciente e n el
nuestro paciente.
punto mismo en qu e se escabulle 'entre un deseo y su despre cio:
Cambiaríamos nu es tra conducta si le hiciésemos leer en él seguramente el desprecio de su madre recalcitrante a denunciar
esta verdad, menos propagada por estar en la historia, d'e nues- el des eo dem asiado arcli'enLe cuya image n le ha legado su padre.
tra aportación: qu e el rechazo de la castra ción, si hay <lIgo que Pero sería revelarle sobre eso menos de lo que le dice su aman·
se le pare zca, es en primer lugar rechazo ele la castración el el Otro te: qu e en su sueño, ten'e r el falo no le jmpedía en absoluto
(de la madr-e primeramente).
desearlo. En ] 0 cual es su propia caren cia de ser la que se encon·
Opinión ve rdadera no es ciencia, y conciencia sin ciencia no tró alc"nzada.
ES sino comp licidad ele ignorancia. Nues tra ciencia no s'e tra ns-
Falta que proviene de un éxodo: su ser es tá siempre en otra
mite sino articulando en la ocasión 10 particular.
po r le. Él lo ha "puesto de lad o", pu ede decirse. ¿Lo clecimos
Aquí la ocas ión es úni ca para mostrar la figura que enuncia. paro rnOlivar la dificultad del deseo? Más bien, qU'e el deseo lo
mas en es tos térm inos: que el deseo inconsciente es el deseo del
sea de dificul Lad.
Otro -puesto que el sueño está hecho para satisface r el deseo
No nos dejemos pues e ngañar con esa garantía que el sujeto
del pa ciente más allá de su demanda , como lo sugiere el hecho
rec ibe, por el hech o de que la sofíad ora renga un fa lo , de que
de que lo logre, P or no ser un sueño del paciente, pued e tener
no tendrá que quitárselo a él , au nque fuese para señalar docta-
no menos precio pa rfl nosotros, si por no dirigirse a nosotros como
mente que es ésta una garantía dem as iado fuerte para no ser
sucede con el a nali zado, se dirige a él tan bien como pueda
hacerlo el an a lista. frágil.
Es la ocasión de h acer captar al paciente la función ele sigrlifi. Pu es esto es ju stamente desconocer que esa gara ntía no exi·
can te qu e tiene el falo 'en su deseo. Pues es en cuanto [;JI como giría tan to peso si no tuviese qu'e imprimirse en un signo, y
opera el falo en el sueño para ha cerle recobrar el uso del q ue es moslrando ese s ig no como tal, haciéndolo aparecer allí
yue re¡:>resenta , como vamos a demostrarlo por el lugar a l que donde no pu ede estar, co mo toma su efecto.
apunta el sueño en la estructura dond e su deseo es tá lomado. La co ndi ción del deseo que reti'ene emjn entem ente al obse-
Además de que la muj er ha soñado, es tá el hecho de que le si vo es la ma rca misma, con 10 cual lo encuentra estropeado, del
habla de ello. Si en este d iscurso ella se presenta como poseedora origen de su obje to: el con traban do.
de un falo, ¿es esto todo aquello por lo cu al le es devu elto su Modo de la gracia sing ular por no figurarse sino co n la re
va lor erótico? Ten'er un falo en efecto no basta para restituirle negaóón de la uaturaleza. En él se oculta un favor que en nues·
una posición de obj eto que 10 a propie a un a fantasía, p or la tro suje to sie mpre hace ;mtesaJa . Y es echándolo afuera como un
cual nuestro pacienle corn o obsesivo pueda ma n tener sn deseo día lo dejará entrar.
en un imposible qu e preserva sus condicion'es de metonimia .
Éstas gobiernan en sus elecciones un juego de esca pe que el
análisis ha perturbad o, pero que la mujer aquí r'estaUra con un 14. La importanci a de preservar el lugar d·e l deseo en la direc.
ardi d, cuya rudeza oculta un refinamiento bien ade cuado para ció n de. la cura necesita que se oriente ese lugar con r elación
ilustrar la ciencia in cluida en el inconsciente. a los efectos de la demanda, únicos que se conci b'en actua]men·
Pues para nuestro paciente de nada sirve rener ese falo, puesto te en el principio de l poder de la cura.
que su deseo es serlo. Y el deseo de 1a mujer aquí cede al su yo, Que el acto genital efectivamente tenga que e ncontrar su lu-
mostrándole lo que 'e lla no Uene, gar en ]a articulación in consciente del des eo, tal es el descubri·
La observa ció n a todo pasto hará siempre mucho caso del miento del aná lisis, y es e n eso precisa mente en lo qu e nun ca
anuncio de una madre cast radora, por poco que la anamnes is se se ha pensado en ceder a la ilusión del paciente de que facilitar
preste a ello. Se despliega aquí como es de j-usticia.
J
su clemanda para la satisfacci ón de la necesidad arregl aría en

"--
614 LA DIR:tCC t 6N OE L A CURA 615
LA DIRECCIÓN DE LA CURA

n ada su asunto. au tori za rlo con e l clásico: coilus gresión temporal sin duda, pero a condición de precisar que se
n ormalis dosim repetatu.T.) trata del tiempo de la rememoración ) , nO alcan za sino a los sig-
¿Por qué se piensa de manera diferenle al creer más esen cial nificantes (orates, anales, e tc.), de la demanda y n o interesa a
para el progreso de la cura operar en la medida que sea sobre la pulsión correspondiente sino a tra vés de ellos.
otras dema ndas, bajo el pretex to de que éstas serían regresivas? Reducir esta demanda a su lug'ar puede operar sobre el deseo
Volvamos a partir una vez más de l hecho de que 'es en pr imer una apariencia de reducción por el aligeramiento de la nece-
lugar para el sujelo para quien su pa labra es un mensaje, por. sidad.
que se produce en el lugar del Otro. Que poi ello su demanda Pero esto no es más bien sino efecto de la torpeza del analis,
misma provenga de allá y esté etique tada como tal, no significa tao Pues si los significantes de la demanda han sostenido las
únicamente que esté some tid a al código del Otro. Sino que es fru straciones dond e ·el deseo se ha fijado (Fixierung de Freud),
desde ese lugar del Otro (incluso desde su tiempo) desde donde es sól o en su lugar donde el deseo es sujetador.
está fechada. Ya se pretenda frus trante o gratifi caute, toda respuesta a la
Como se lee claramente en la palabra más libremente dada demanda en el amUisis red uce en él la transferencia a la su-
por el sujeto. A su mujer o a su amo, para que reci ban su fe. gestión .
es con un " [Ú e res..." (la una y el otro) como los invoca, sin H ay entre transferencia y sugestión, es el descubrimiento
d'ecIarar ]0 que él es, sino murmurando contra sí mismo un a d'e Freud, una re1 ación, y es que la transferencia es también
orden de asesinato que el equívoco del francés lleva al oido. 22 una sugestión ; pero un::!. sugestión que no se ejerce sino a partir
El deseo, por más que se transparen te siempre como se ve aquí de la de manda de amor, que no es demanda d-e ninguna necesi-
en la demanda, no por e llo deja de estar más a llá. Está tam- dad . Que esta demanda no se con stituya como tal sino en cuanto
bién más acá de otra demanda en que el sujeto, repercutiéndose que el sujeto es sujeLO del sign ifican te. es lo que permite hacer
en el lugar del otro, no borraría tan to su dependencia por un de ella ma l uso reduciéndola a las necesidades de donde se han
acue rd o de rebote, como fijada el ser mismo que viene a propo- tomado esos signifi ca ntes, cosa que los psicoanalistas, como ve-
ner allí . mos, no dejan de hacer.
Esto quiere decir que sólo de una pa labra que levantase la Pero no hay que confund ir la identifjcación con el signifi cante
marca que el sujeto recibe de su expresión podría reci birse la tod opoderoso de la demanda, del que hemos hablado ya, y la
absolución que lo devolvería a su deseo. identificación con el objeto de la d-emanda de amor. Ésta es sin
Pero el deseo no es otra cosa que la imposibilidad de esa pa- duda también una regTesión, Freud insiste en ello cuando la
labra, que a l responder a la primera no puede sino redob lar su considera como el segundo modo de identificación , que distin-
marca consumando esa escisión (Spaltung) que el sujeto sufre gue en su segunda tópica escribi'endo: Psicología de las masas y
por no S'er sujeto sino en cu anto que habla. análisis del Y o. Pero es otra regresión.
(Lo cu al está simbol i"aoo por la harra ohli cua de noble h;¡s- Aquí se encuentra e l exit que permite salir de la sugestión .
l'lrdía t:OIl que areclamos la S de l \ ujClo para seli alar que cs es(; La identificación con 'el obj eto como re gresión, porque parte de
la demanda de amor. abre la secuencia de la transferencia (la
" ,j eto: '"
La quc "le pone en primc.' pl ano en el an:ili'ii'i (re- abre, y no la cierra) , o sea el camin o donde podrán denunciarse
las identificaciones que, deteniendo esta regresión , le ma rcan
LJucgo de inl r;H luc ihlc: e ll hancé..., el prono mhrc d e 2;¡. pn.
<;O ll a tú .'iC prOllullcia igual q ue el verho I f/(: ("m::lla") , )' b fl':ISC el paso.
111 ('.\ ("eres") sucn :l al oido como lile,. ('matar'') o (lit: (" malado"). H1
Pero esa regresión no depende de la n ecesidad de la demanda,
%' eL el ($ o D) el O (/) de JlU Cstro gra fo, reprodu ci do :Hjuí e ll " SlIb· del mÍsmo modo que el d'eseo sádico no se explica por la deman-
'cl'l'ión (lcl liujeto " , p. 797. El O cnvulvilllicntn- da ana l, pues creer que los escíba\os son un objeto nocivo en sí
l.0\ n exos qu e .\ih'llif ica \.:1\
mismo, es tan sólo una ilusión ordinaria de la com prensión .
<los pcl'lnil cu leer la S l ach ;¡!I;¡: S cn [(/(Jillg CIl (') COIII ' d e la
d c ma nda : S CI\ {(/(l i7lg anle el o hj clo del d esl'o, O sea COIl Cl'Cla l1lClll c la (En tiendo aquí comprensión en el sentidO nefasto en qU'e ha
plIlsiúu )' la fanta sb . tomado su cotización de Jaspers. "Usted comprende: - ", exordio
616 LA DIRECCi ÓN DI.': LA CU RA LA DIRECCIÓN DE LA CURA 617

con el que cree impresionar a quien no comprend'e nada aquel análisis a sus bases biológicas, esto se sobreentiende ; es tan có-
q ue nada tiene que da rle a comprender.) Pero la demanda de modo de proferir que ni siquiera lo escucha . Pero aun así. . .
ser un a mierda es algo anre lo cual es preferible ponerse un poco Dejemos de lado mis observaciones sobre el h echo de qu e la
a l sesgo, cuando el su jeto se descubre así. Desgracia del ser, evo- sobredeterminación no es estri ctamente concebible sino en la
cada más arriba. estructura del lenguaje. E.n los sín tom as neuróticos. ¿qué signi-
Quien no sabe llevar sus análisis didácticos hasta ese viraje fica 'esto?
donde se manifiesta con temblor que todas las demandas qu e Significa qu e en los efectos qu e res ponden en un sujeto a una
se han articulado en el análisis, y más que ninguna otra aquella demanda determinada van a interferir aq uell os de una posició n
que estuvo en su comien zo, la de conv ertirse en analista, y que con relaci(¡n al otro (a l otro, aquí su semeja nte) al que él sos-
llega entonces a su plazo, no eran sino transfe rencias destina- tiene en cuan to sujeto.
das a mantener en su lugar un d eseo inestable o dudoso en su " Al que él sos tiene en cua nlo suj eto" quiere decir qu e el len-
problemática -ése no sabe nada d e lo que se necesita obtener guaje l"e permite conside rarse como el tramoyista, o incluso como
del sujeto para que pueda asegurar la ' dirección de un análisis, el director de escen a de toda la ca ptura imaginaria de la cua l
o tan sólo hacer en él una in terpretación con conocimiento de en caso contrario él no serí a sino un títere vivo.
causa. La fantas ía es la ilustra ción misma de esa posibilidad origi-
Estas consideraciones nos con [irman que es natural ana lizar nal. Por eso tod a ten ta ción de redu cirla a la imaginación, a falla
la tran sferencia. Pues la transferen cia en sí misma es ya análisis de confesa r su fracaso, es un contrasenüuo perma nente, contra-
de la sugestión, en la medida en que coloca al su jeto respec to sent ido del qu e la esc uela kleiniana, que h a llevado mu y lejos
de su demanda en una posición que no recibe sino de su deseo. las cosas en es te terreno, no puede sa lir por no entrever siqui-era
Sólo para e l manlenimiento de ese cuadro de la trans[erencia la categoría del signifi cante.
debe la fru stración preva lecer sobre la gra tificación . Sin emba rgo, un a vez de finid a como image n puesta en [un-
La resisrencia del sujeto, cuando se opone a la sugestión, no ción en la "es tructura significante, la noción de fa ntasía incons-
es sino deseo de mantener su deseo. Como tal. habría que poner- ciente no ofrece dificultad ,
la en la coJumna de la transferenci a positiva, puesto qu e es el Digamos qu e la en su uso fundamental, es aquello
deseo el que mantiene la dirección del a nálisis, fu era de los efec- por 10 cual el su jeto se sos tiene al nivel de su deseo evanescente,
tos de la demanda. evanescente en la medida en qu e la satisfacción mism,) de la
Estas proposiciones, como se ve, cambian algo de las opi ni o- demanda l'e hurta su objeto.
nes corrientes en esta materia . Que sugieran que ha habido ¡Ahl pero esos neuró licos, qué re milgados. ¿qu é ha cer? Son
error de reparto en algún sitio, y alcanzado nuestro gente incomprensible, palabra de paure ele familia.
propósito. Es justa mente lo que se ha di cho desde hace mucho tiempo.
desde siempre, y los analistas están todavía en eso. El alma de
Dios llam a él. eso lo irracional, no h abiéndose percatado ni si-
15. Aquí se sitúan algunas observacion es sobre la formación de guiera de qu"e el descub rimiento de Freud equ ivale a consid e-
Jos síntomas. rar en primer lugar como seguro , lo cual derriba de a
Freud , desde su estudi o demostrativo de los fenómenos su bje- primeras <.1 nuestro exegeta, que lo rea l es racion al . y luego a
tivos: sueños, lapsus y chistes, d'e los que nos dice formalmente comprobar que lo ra cional es rea l. i\ Iediante lo cual puede cH-
que le son estru cturalmente idénticos (pero por supuesto está ticul ar que aque llo poco razonable que se presenta en el deseo
para nuestros sabios demasiado por debajo de la experi encia es un efecto del P;¡So de lo racional en cuanto es decir del
que han adq uirido - Ipor qué cam in osl - para que si. lengu;¡je. ¡¡ Jo real, en cuanto qu e lo racional ha trazado ya en
q uiera en volver a ello), Freud, deda, lo subrayó cien veces: él su circu nva lacilm"
los síntomas están sohredeterminados. Para el pobre diablo, de- Pues la paradoja del deseo no es privilegio del neurótico, si no
dicado al cotidiano remachar que nos promete la reducción de l q ue )0 es mús bien el herho de yue tenga en cuenta la ex iste n-
GIS LA DIRECC IÓ N DE I.A CU RA 619
LA DIRECCrÓN DE LA CU kA

da de la paradoja eH su manera de enfrentarla. Esto no lo cla- se interpone para degradar el mensaje de transferencia, él que
sifica tan ma l en el orden de la dignidad huma na, y no hace está atH pa ra inte rpre tarlo, en una falaz sig'nificación de lo real
honor a los analis tas mediocres (esto n o es una apreciació n, sino qu'e no es sino mistifi cación?
un ideal formulado en un anhelo formal de los int'Cresados). Pues el punto donde el a nalis ta de hoy pretende ca ptar la
que en ese punto no alcanzan esa dignidad : sor prendente dü;- transfe renciíl es esa distancia que define entre la fantasía y la
taneia que han anotado siempre con palabras veladas los ana. respuesta qu e lla man ada ptada. ¿Adaptada a qu é sino a la
listas... otros, sin que sepa mos cómo distingui r a és tos, puesto manda del Otro, y en qué esa d emanda tendda más o menos
que eJJos no habrían pensado nun ca en hacerlo por sí mismos consistencia f}ue la respuesta o btenida, si no fue se porque se
si no hubiesen tenido a ntes que oponerse a la d esviación de cree autorizado a n'ega r todo valor a la fanta sía en la medida
los primeros. que toma de su propia realidad?
Aquí el ca mino mismo por donde procede lo traicio na, cuan-
do necesita por ese ca mino introducirse en la fantas ía y of re-
16. Es pues la posición del neuró tl co con r especto al d eseo, di- cerse como ho.'Hia imag inaria a las ficcion es donde prolifera un
gamos para abreviar la fan tasía, la que vi'ene a marcar con su deseo embrutecido, Ulises inesperado que se da e n pasto para
prese ncia la respuesta del sujeto a la demanda, dicho de otra que prospere el eh iq uero de Circe.
manera Ja sig nificación d e su necesid ad , y no se diga que aquí difamo a quien sea. porque es el pun to
Pero esta fantasía no tiene nada que ver con la significació n preci so e n que aqu ellos que no pueden articular d'e otra m<tnera
'e n la cual interfiere, Esta signifi cación en efecto provien e del su práctica se inquietan ellos mismos y se interrogan : las fanta.
Otro en la medid" en que de él depende qu e la demanda sea sías, ¿no es en eIJas en las que proporcionamos al sujeto la gra-
colmada . Pero la fantasía sólo Jlega allí por encon trarse en el tificación do nde !)e el aná lisis? :tsta es la pregunta
camino df' retorno de un circuito más ampl io, 'el que Ilevílndo que se repiten con la insistencia sin salida de un tormento del
la dema nda hasta lo;.; límites del ser, hace interrogílrse a l sujeto inconsciente,
sobre la fa lta en fa que se aparece a sí mismo cama deseo,
Es in cre íbl'e que ciertos rasgos qu e si n emba rgo desde siempre
han saltado a los ojos de la acción del hombre Co mo [al no ha- 17, Así es como en e l mejor de los casos el analista de hoy deja
yan sido aquí sacados a la luz por el a náUsis. Nos referimos a a su paci'ente en el punto de identificación puramente imagina-
aquello por lo cual esa acción del hombre es la gesta que toma ria del que perman ece ca utivo e l histérico, por el hecho de que
apoyo en su ca nción. Esa faceta de hazaña, de realización, d e su fantasía implica su e mpantanamiento.
resultado es tra ngulado por el símbolo, lo que la hace pues sim. O sea ese punto mismo de donde Freud . e n toda la primera
bólica (pero no en el sentido enajena nte qu e este término de, parre de su carrera, q uería sacarlo demasiado a prisa forza ndo el
no ta vulgarmente), aque llo en fin por lo cual se h ab la d e un llamad o del amor sob re el objeto de la identificación (pa ra
pasaje al acto, ese Rubicó n cuyo propio está siempre Elisabeth von R . . ., su cuñad o [5]; para Dora el señor K, .. ;
camuflado e n la his toria en beneficio de su éxi to, todo aqu ello pa ra la j oven homosexual del caso de homosexual idad feme-
a lo que la experiencia de lo que el a na lista lla ma e l acling ou.t nina, ve con más claridad, pero se estrella por considerar que
le da un acceso cas i exp'erimental, puesto que él domin a todo su la transferend a negat iva le apunta en 10 real) .
ar tifi cio, el analista lo rebaja en el mejor de los casos a un a Se necesita el ca pítulo de Psicología de las masas y análisis
reca ída del suj e to, en el peor a un a falta del terapeu ta , del Y o sobre "la iden tificación", para que Freud distinga neta.
Se queda lino <tnte esa falsa vergüenza del analista mente ese tercer modo de id entifi cación que condiciona su fun-
ante la acció n , en la que se disimula sin duda un a verdadera: la ción de sostén de l deseo y que especifica por lo tanto la indi ·
qu e tiene de una acción, la suya, una de las más altas, cu ando f'erencia de su objeto.
desciende a la abyección. P ero nuestros psicoanalistas insisten: ese objeto indiferente,
Porque, en fin, ¿qué olra cosa podría ser cuando -el analista es la susta ncia del objeto, comed de mí cuerpo, bebed de mi

l
620 LA DIRl:CC16N DE LA CURA
621
LA DIReCCIÓN DE LA CURA

sangre (la evocación profanadora 'es de la pluma de ellos) . El ¿A dónde va pu'es la dirección de la cura? Tal vez baste con
misterio de la redención de l analizado está en esa efusión ima- interrogar a sus medios para definirla en su rectitud.
ginaria. de la que el analista es el o bjeto. Observemos:
¿Cómo podda en efeclo 'el Yo con el que pretenden ayudarse l . Que la palabra tiene en ella todos los poderes, los poderes
aquí no caer bajo la acción de la enajenación reforzada a la especiales d'e la cura;
que inducen al sujeto? Los psicólogos han sabido siempre, des- 2. Que estamos bien lejos por la regla [fundamental) de d iri-
de antes de Freud. aunque no lo hayan dicho en 'estos términos, gir al sujeto hacia la palabra plena. ni hacia el discurso cohe-
que si el deseo es la metonimia de la carencia de ser, el Yo es rente, pero que lo dejamos libre d'e intentarlo;
la metonimia del deseo. 3. Que esa libertad es lo que más le cuesta tolerar;
Así es como se opera la identificación terminal de la que se 4. Que la demanda es propiamente lo que se pone entre pa-
glorifican los analistas. réntesis en e l análisis, puesto que está excl uido que el ana lista
Si se trata del Yo o del Superyó de su paciente, es cosa sobre satisfaga ninguna de ellas;
la qu e vacilan , o más bien , es la ocasión de decirlo, no les 5. Que puesto que no $'e pone ningún obstáculo a la confe-
importa, pero aquello ·con lo que el paciente se identifica, es su sión del deseo, es hacia eso hacia donde el sujeto es dirigido e
Yo fuerte. incluso canalizado;
Freud ha previsto muy bien ese en el artículo citado 6. Que la resistencia a esa confesión, en último análisis, no
hace un momento, mostrando el papel ideal que puede lomar el puede consistir aquí en nada sino en la incompatibi lid ad del
objeto más insignificante en la génesis del caudillo. deseo con la palabra.
No en vano la psicología a naHti ca se orienta más y más hacia Proposiciones que tal vez todavía haya algunos, e incluso en
la psicología de grupo, e incluso hacia la psicoterapia del mis- mi auditorio ordinario, que se asombren de encontrar en mi
mo n ombre. discurso,
Observemos sus efectos en el grupo analítico mismo. No es Se siente aquí la ardiente tentació n qu'e debe ser para el ana-
cierto que los ana lizados a título didáctico se conformen a la lista responder por poco que sea a la demanda,
imagen de su analista, cualquiera que sea el nivel en que se la Más aún, ¿cómo impedir que el sujeto le atribuya esa res-
quiera ca ptar. Es más bien en tre ellos como los anali zados de puesta, bajo la forma de la d'emanda de curar, y conforme al
un mismo analista est,in ligados por un rasgo que puede ser horizonte de un discurso que le imputa con tanto más derecho
completamen te secundari o en la economía de cada uno, pero cuanto que nuestra autoridad 10 ha asumido a tontas y a locas?
¿Quién nos liberará ya de esa tunica de Neso que nos hemos
donde se señala la insuficiencia del analista con respecto a su
tejido nosotros mismos: el análisis responde a todos los desidera-
trabajo.
ta de la demanda, y por medio de normas ¿Quién
As! es como aqud para quien el problema del deseo se reduce b arrerá ese enorme estiércol de las caballerizas de Augias, la li-
al levantamiento del velo del mi edo, deja envueltos en ese su.
teratura analítica?
dario a todos los que ha conducido. ¿A qué silencio debe obligars'e ahora el analista para sacar
por encima de ese pantano el dedo levantado de l San Juan de
Leonardo, para que la interpretación reco bre el horizonte des-
18. Henos aquí pues en el principio maligno de ese poder siem- hab itado del ser donde debe desplegarse su virtud alusiva?
pre abierto a una dirección ciega. Es el poder de hacer el bien,
ningún poder tiene otro (in . y por eso 'el poder no tiene fin,
pero aquI se trata de otra cosa, se trata de la verdad, de la 19. Puesto que se trata de captar d deseo, y puesto que sólo
única, de la verdad sobre los electos de la verdad. Desde 'el mo- puede captárselo en la letra, puesto que son las redes de la letra
mento en que Edipo emprende ese cam ino, ha renunciado ya al las que determinan, sobredet'erminan su lugar de pájaro celes te.
poder. ¿cómo no exigir al pajarero que sea en primer lugar un letrado?

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622 L..... DIR ECC iÓN DE LA CURA U .. DIRECCiÓN DE LA CURA 623
La parte "literaria" en la obra de Freud, para un profesor de A DVERTENCI A Y REFERENCIAS
literatura de Zurich q ue cOffi-e n zó a dele trea rla ¿qu ién de nos-
l

otros ha in tentado arti cular su importancia? Este in(orme es nn trozo escogido de nuestra enseñ anza. Nuestro dis-
Esto no es más que una indicación. Vayamos más lejos. Inte- curso en el Congreso y las respuestas que recibió lo vo lvieron a colo-
rroguemos lo que ha de ser d el analista (del "ser" de l analista ) , car en su continuidad.
en cuanto a su propio deseo. H emos prese nt ad o en él un esquema qu e articul a precisamen te las
direcclones aqui propuestas para el campo del análisis y para su ope-
¿Quién tendrá todavía la ingenuidad de contentarse, en cuan.
ració n .
to a Freud, con esa figura de burgués tranquilo de Viena q ue Damos aquí, clasificad as por orden alfabético de autores, las reCe
dejó estupefacto a su visitante André Breton por no aureolarse rendas a las que remite nu es tro tex to medi an1e los números colocados
con ninguna obsesión de Ménades? Ahora que ya sólo renemos entre corcbe tes.
su obra , ¿no reconoceremos en ella un río de fueg'o, que no debe Utili za mos las abreviaturas sigu ientes:
nada a l río artificia l de Fran-;:ois Mauriac? G _ W ,: GeJa mm elte W erke, de Fre ud; editadas por Imago PubJishing
¿Quién mejor que él confesando sus sueños supo tren za r la d e Londres. El número romano que sigue indi ca el vo lumen.
cU'erda dond e se desliza el an illo que nos une a l ser, y h ace r S. E _: Sfflodord etlil iott, de su traducción inglesa, edit ada por H ogarth
lucir entre las manos cerradas que se lo en el juego de la Press de Londres. Misma ohse rvación.
sortija de la pasión humana su breve fulgor? I.].P.: bltemaliOT. ol ]ournol o[ PJychoanalysis.
¿Quién ha protestado como ese hom bre de g¡tbine te contra el T h.e P . Q. : The PS'yeh omwlytic Quorter l)l .
aca para nli'ento del gozo por aquellos que acumu la n sobre los L a P. D. A.: un a ob ra intitulada: L a psycJumalYJe d'aujou rd'h ui, pu-
hombros de los demás las ca rgas de la necesidad ? blicad a por las Presses Uni vers itaires de Frall ce, a la cua l sólo nos
referimos por la simplicidad ingenu a con que se presenta r:n ella
¿Qu ién h a interrogado tan intrépidamen te como ese clíni co la tend encia a degradar en el psicoa náli sis la direcció n de la cura
ligado a la cotidianida d del sufrimiento a la vida sobre su sen- y los prin cipios de su poder. Trabajo de difusión en el ex terior sin
tido, y n o para d ecir que no lo tiene, manera cómoda d e lavarse duda, pero también, en el interior, de obstrucción. No citaremos
las manos, sino que no tiene más que uno, en el cual el deseo pues a los aulores que no intervienen aqui con ninguna con tribu-
es llevado por la muerte? ción p ropiame n te cien tHi ca .
H ombre d'e deseo, de un deseo al que siguió contra su volun _
tad por los caminos donde se refleja en el sentir, e l dominar y [ 1] Abraham, Karl : "Die psychoscxuellen Dií(erenze n der Hysteri c
el saber, pero del cual supo revelar, él solo, como un ini ciado und der Dementia pra ecox" ( Ier. Co ngreso Ine de Psicoa nálisis.
en los difuntos misterios, el significante impar : eS'e falo cuya Salzburgo, 26 de abril de 1908), Cent7'Glblatt t úr Nervenh eilllu71-
recepción y cuyo don son para el neurótico igua lmente imposi. de und PJychiaf:rrie, 20 . cuade rno de julio de ]908, Neue folge,
lomo 19. pp. 52 1-533, Y en Klinische R eitr'üge zur PJychoanolyse
bies, ya sea que sepa que el otro no lo ti ene o bien que lo tiene,
(Int . Psych. Verlag, Le ipzig-Viena-Zuri ch, 1921); "T h e psycho-
porque en los dos casos. su deseo está en otra parte: es el de sexual diffe rences betwce n Hys(eria and Dementia praecox", Se-
serlo, Y 'eS preciso que el hombre, masculino o fem enino, acep te lec led Hoga rth PreSo'), pp. 64-79.
tenerlo y no tenerlo, a partir del descubrimiento de que no lo es. [ 2} Deve reu x, Georges: "Sorne criteria for tbe timing o í co nfronta-
Aquí se inscribe esa Spaltu. ng última por donde el sujeto se tions and inter pre tations". /. ]. P., 1 (enero de 1951) pp.
articula a l Lagos, sobre la cual Freud a l e mpezar a escribir [12], 19-24 .
nos daba en el extremo último de una obra a la dimensión de l [ 3] Fercl1cz i, Sa ndor: " lntrojcktion und Übertragung". 1909. ] ah¡-·
ser, la sol ución del a náJi sis " infinito", cuando su muerte puso bu ch für psychoauolytisch e Forschtmgen, J, pp. 422-457; " lnt ro jec-
en ella la palabra N ada. lion and transference", Sex in psychoorlOl)'sis, Basic Books, Nue-
va York, pp. 35-93.
4) Freud, Anna : Das l eh 1tTi d die 1936, en
cap . lV : "D ie Abwehrmech anismen", CL Ve1'Jueh einer Chrot1o-
logie, pp. 60-3 (Int ern. psychoanal. Verlag, Viena, 1936).
( 5] Freud, Sigmund : St u dien über Hy ste rie, 1895; G. W ., J, caso Eli·

"'-
624 LA DIRECC IÓN DE LA CU RA LA DIR ECC iÓN DE LA CURA 621)
sabeth von R., pp. 196-251, esp. 215·; ; Sllldies on S. E.) G. W ., XV I, pp. 59-99, traducido bajo el títu lo d e: A l1alyse term i·
11 , pp. 158·60; L a histeria, B . N., pp. 78-1 03. Estudios sobre la née (1) et analyse in term inab le (!1). Lo s punLos de admiración
h il"teria) Amorrortu. JI, pp. 15 1. 174. nu estros a punta n a los es rándares practicados en la traducció n a l
[ 61 Freud, Sigmund: Die T rallmdeu/ung, G. W . lJ ·lJI. CL en ca p . IV: fra ncés de las o bras de Fre ud . Señalamos és ta porq ue, pa ra ]a
"Die T r aumen ts fell ung", pp. 152· 56, 157 Y 163·8. " Ke rn u nse res edici ón de las G. W ., vol. XV I, aparecida en 1950. no ex iste. Aná.
Wesens ", p. 609. Tll e in terp're tation 01 d'reams, S. E., IV, cap. IV: lisis tenni,Ulblt' e in terminable, B. N., m , pp. S,40·572. Análisis
"Dístonio n i n dreamoS" , pp. 14 6-50, ] 5 1, 157·62 Y 60!L La in ler. lenn inable e in terminable, Amorrortu . XXIII , pp. 2 11·25 4.
p'retac ión de los m .eños, B. N., [, ca p . 5: "La de formac ión oníri ca", [12] Freud , Sigmund : Die IcllS1){1lt ung in A bwehroorgang, G. W., XV II ,
p p. 324-38 , 576. La int erpre ta ción de los su er10s, Amor ronu , IV, Sduifle n aus de m Nachlass, pp. 58·62. Fecha del ma nuscril o: 2
ca p . I V: "La desfigur ació n onlri ca", pp. 153 -179 Y 593. d e e nero d e 1938 (inco ncluso) . Splitt ing 01 tit e ego in the defe n.
[ 7J Fre ud, Sigm und : Dru clut ilck ein e'y. H )lst eria.Anaiyse (Vota), ler. process, Collecled Papen, v, 32, pp . 372·5-; Escisión del "yo"
min ado el 24 de enero de 1901 (cL la ca rta 140 de A us d en A n. 0 1 el ,,'roceso de d efe nsa, B. N ., m, pp. 389·9 ]. La escisió Il del. yo
liingen, la co n Fl iess publi ca da en Londres): G. en el proceso de fensivo, Amorrorlu , XXlIJ , pp. 275·278.
w., v, eL pp. 194-5. A cose o/ ¡'ysleria, S. E., VII, pp. 35.6. H islo- [1 3] Clover, Edward : "Th e th erapeutic e[[e ct oí in exact interpre ta-
'riales clíni,cos: A ndlísis lragmen tar io de una histeria, B. N ., 11, p p. tion : a co nrr ib utio n lO tll e theory oE suggestion ", l . ]. P., XIl, 1-
6 15·6. Fragmen to de anólisis de un caso de histeria, Amo rrorlu, (octubre de 193 1), pp . 399-411.
VII, pp. 32-3. (14] Harlm a nn , Krí s y Loewen stein: publicacio nes en equ ipo en
{ 8] Freud, Sigm und : Bemerku ngen ilbe r e;nell Fa lI von. Zwangneu . psychoal1n ly tic stu dy 01 lit e ch ild, desd e 1946.
rose, 1909. G. W., VlJ . C L e n J.d) " Di e Einführung ins Ve rsfl:indnis [15] Kri s, Ern st: "Ego psychology and inr erpre ta tion in psychoanal y-
de r Kur", pp. 402-4, Y la nota de las pp. 404-5, luego: J.l) " Die tic lhera p:,", T it e P . Q., xx, núm. 1, e nero de 195 1, pp. 21-5.
Krankhe itsvera nlassun g", o sea : la jnte rpreta ci ó n de Fre ud decisi. (1 6] Laca n, ] acq u es: Informe de R oma, 26-27 de septiembre de 1953,
va so bre lo que traduciriamos por el suj eto de la e nCe rmed ad , y "Fonction el cha mp de la paro le e t du langage en psychanalyse",
I.g) " De r Vaterkomplex und die Losun g der R a u en id ee", o sea e n La psychanalyse, vo L. l. eL p . 227 de l tomo l.
pp. 4 17-38. Notes llPon a case 01 obsessional neurosis, S. E., x. [17] Laca n , ]acques: " L'insla nce d e la letlre dans l'i nconscient ou
CL e n l.d) " Initia tion .inlo lh e na lOre oC the trea tme nt", pp. 178. la raí so n de puis Fre ud", 9 de m ayo de 1957, en La psycha nalyse.
8 1 Y la nota en p. 18 1; luego: I. f) precipita tin g GI USe oC vo l. 3, pp. 47·81. ef. p. 473 del tomo J.
th e illness', y l.g) "The Ca ther complex a nd th e so lu,ion oí lhe [I S] Lagache, Da ni el: "Le probleme du transfert" (Informe de la
ra t id ea ", p p . 195·220 . H istoriales clín icos: Análisis de u n caso XIV Con [erenc ia dr. Psico analistas de Len gua Fra ncesa, 1 de
de neu'rosis obsesiva n. N., lo 11 . C L e n lI.d) "Introducc ió n a la inte. n ov iem bre de 195 1) , R ev . fmnf· Psychan., r.. X VI, 1952, núms. 1·2,
ligen cia de la cura ", p. 726 Y nota; B.f) " La motivació n de la ell. pp. 5-11 5.
fermedad " y 6.g) " El compl ejo pa te rno y la so lució n de la idea [19] Leclaire, Serge: "A la recherche princip es d'un e p sycho tb é·
de las ratas", pp. 732·41 . A prOpól"ilo de un coso de neu rosis obse. rapie des psychoses" (Co ngreso de Bonneval, 15- de abr il de }957),
siva , Amorrorlu, x. CL en 1.0) " La introducció n e n el en te ndi. L'¿'uolu tíon 11syc/¡jat'fique , 1958, fasc. 2, pp .
mie nto d e la cura", pp. 14 3· 144 Y nota 18: I.F) "El ocasio n ami ento [20] M aca lp in e, I da: "T h e development of th e tr a nsference", T he P.
de la e nfermeda d " y I.e) " El complejo p aterno y la solu ció n de la Q., XIX, núm. 4, octubre de 1950, pp . 500·39, esp. pp. 502-8 Y
id ea de las ra tas' , pp. 154.1 72. 522-8.
[ 9] Fre ud, Sigmund: ] enseits des Lustj>rinúps, 1920. G, W ., x m : cL, [21) La P.DA ., pp. 5- 1·2 (sobre " prege nitales" y "ge nita les") , paso
si es que tod avía es necesario , las pp . 11-4 de l ca p. 11 . IJeyond lhe sim (sobr e el reforza mi ento del Yo y su mé todo), p. 102 (sob re
plellsure 1,rinciple, S. E., XVIII, pp , 14·6, M ás al/á. del princi pio la dista n cia al objeto. princi pio del mé todo de u na cura).
del placer, B. N., J, pp. 1101 ·2. M tÍs alla del principio de pla cer, [22] La P.D.A. eL sucesivamente, p . 133 (r eed ucació n emoc iona l), p.
Amorrorlu , XV III , pp. 15·1 7. 133 (oposición de la P.D.A. a Freud sobre la importa ncia pr i.
PO] Fre ud , Sigmun d: Masse n 1,sychologie und Ich·A nal)'se, 1921, G. mordial de la relaciÓ n entre dos), p . 132 (la curación "desde
W ., XIII, e l cap. VII : " Die l dentifizierun g", es p. pp. 11 6.8 . Group dent ro"), p. 135 (lo q ue importa. n o es ta nto lo que e l a na·
psychology and the ana/ysis o/ tite ego, S. E" XVIII , pp. 106.8. lista d ice o hace como lo que es) y p. 136, etc. , passim, y además
Psic%gla de las maJas, B. N., J, p p . 11 45·7. Psicología. de las ma . p . 162 (sob re la d es pedida al terminar el tr a tamiento), p. 149
sas y arldlisis del yo, A morrOrlO , XV III, pp . 99.1 04 . (so bre e l sue ño) .
(11) Fre ud, Sigmund : Die end/iche und die une n dliche A na lyse, 1937. [23] R. L.: "Pe rversio n sex uelle transitoire au co urs d 'un lra itement
626
LA DIRECCiÓN DE LA CURA

ps ydlanaJ ytique", BlIlIef ill d'Activ;lés de l'Associatioll des Psyc/w .


71.alystes de B e lgique, Bruse las, núm. 25, pp. 1.)7 . OBSERVAC IóN SOBRE EL INFORME DE
[24J Sharpe, Ella: "Technique of psychoanalysis", Coll. Pape'tS, The DANIEL LAGAC HE : " PSICOANÁLISIS y ESTRUCTURA
H oganh Press. Cf. p. 81 (sobre la necesidad de justificar la pro- DE LA PERSONALIDAD "
pia existencia). pp. 12-4 (sobre los conocimie n tos y las técnicas
exigibles al analista).
[25J Schmideberg. Melitla: "Intellektuelle Hemlrlllng lInd Ess.stürung".
Zeitschrifl für psa. Piidagogik, VIII, 1934.
[26J WiIliams, J. D .: Tite complea t slralegysl, The Rand Series, Me-
Graw·HiU Raok Compan y, Nue va York.Toranta-Londres.
[27J Winnicort, D. W.: "Transitional objects and transitional pheno. Este texto está redactado sobre u.na grabación de una inte1-ven-
mena", 15 de junio de 1951, en l.J.P" XXXIV, 1953, pp, 11 Y 29- cidn a la que tt1W salida en falso del aparato Privó de su exor-
97. Traducido en La Psyehanalyse, vol. 5, pp, 21 -4] , PUf.
dio, Tal es el accidente del que tomarn os ocasión para ?'etocar
nuest,·o discurso de una manera que modifica sensiblemente su
improvisación. Au.n así es preciso indicar su intención, que es
estrechar en su articu.lación de enlonces una posición que sigue
siéndon os esencial.
Esto nos llevd a sll.prinúr más bien.' ·y precisament.e lo que
en el fu ego de una actualización se adelanta u lo que sólo será
desarrollado más larde. A sí, desatendiendo nuest.rO gusto de
autor, no hemos con.\ervado el apólogo del tarro de mostaza cuyo
recuenlo sin embargo no es anecdótico, puesto que más tarde le
dimos su Pleno desllfTollo.J.
Con la salvedad de que le aseguramos aquí su acla de naci-
mient o, con -fU motivo en los ágapes que nos lo proporciona1'on
por lo menos aparentemente, petO dejemos para nu estro audi-
torio el volv(:r a encontmr el tarro de mostaza en fitigmna en
figuras más accesibles al lector C011W m enos sometidas a los
significantes de la pTesencia.
Por lo demás un texto qu.e no ha sido comunicado previa-
mente bajo ninguna forma documental no es atesliguable sino
desde el mom.ento de su redacción definitiva, o Sea aquí, pas-
cuas d e 1960_

1. LA ESTRUCTURA Y EL SU JETO

El término estructura que va a dar al informe de Daniel La-


gache 2 su palabra clave es enunciado efeClivamente al principio
1 Especialm ente en nu eSlro seminario de ese año 1959-1960, sob re la ética

del psicoan¡\lisis.
2" La antropología es hoy eslnlCluralista. Uno ele sus rasgos principales
es la promoción de la categoría de conjunlo, de Untlas (. .. ) Parti·
mos de ]a idea de que no nos enrremamos a elementos aislados ni a sum as.
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