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Páginas Desdelevinas Emanuel - Etica E Infinito

El documento aborda la relación entre ética e infinito, destacando la perspectiva de Emmanuel Lévinas sobre la responsabilidad hacia el otro y la crítica a la ontología heideggeriana. Se enfatiza que la humanidad no se define por la pertenencia al mundo, sino por la relación con el otro, y que la ética debe ser considerada como la filosofía primera. La obra también reflexiona sobre la muerte y el sufrimiento como elementos que revelan la condición humana y la necesidad de socorrer al otro.

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Páginas Desdelevinas Emanuel - Etica E Infinito

El documento aborda la relación entre ética e infinito, destacando la perspectiva de Emmanuel Lévinas sobre la responsabilidad hacia el otro y la crítica a la ontología heideggeriana. Se enfatiza que la humanidad no se define por la pertenencia al mundo, sino por la relación con el otro, y que la ética debe ser considerada como la filosofía primera. La obra también reflexiona sobre la muerte y el sufrimiento como elementos que revelan la condición humana y la necesidad de socorrer al otro.

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Ética e infü1ito

Preseocación, craducción y noras de


Jesús María Ayuso Díez
L balsa de la Medusa, 41

Colección dirigida por


Valeriano 801.al

LIBRO PROPIEDADEXCUJSIV/\!lllliOIIIIMP'lOEAAI. C.ON A•tS Dt0Acnros


YCUI.TUMLES. MOIUBIDASUVEil!AO Vl'P,OOOCCIOll l'OTAL ~ :>AACJA!. COM 1ndice
AIIES DE 1.11:RO.k QUE IIRIIIAlS"iA~~ Sf. '. f ,,;,_(,MIi LAS
SAJIOO!jf.S l'flEVISTAS EÍI IOS MncwlS H1, 3,1 • · . ¡w, IEk Y oefcAs
APUCA81.5 ru CÓDIGOPBIM.fMltd.Dl5llU'lll «Gt. . :.,oU.TFR:A COM • Relación de abreviaturas
YÍ'MA 100,,tJiREPIJBUClEIIIIIIIBIM FeJEtt,. Presentación de la edició~ -- . J -------· ·-·· --· 10
pano a - -.................... 1J
Jncmducción de Philippe Nc.mo ..........._ ··
1. Biblia y filosofía
19
2 H .d --......... -..-.........·-·-·--- ..- .......... 23
Primera edición 199 1 • Ele1Hcgger.-,. ... -.......... ................ .
Segunda edición 2000 3• « ay» ..... ~·--·~ ... .. ......,...................... ___,, ...... 35
4. La soledad del;~; - .. · . ...._.. ... ............ ···· ·· 43
5. El amor y la filiación ... ........... .....- -............ .... .. ................. , 51
6. Secreto y libertad ... ................- ... .... ..................- .......... 57
7. El rostro ........-....-.. .._......-........_.-....... 63
8. ;-<t resp~nsabilid;d para e~~·el o;r~ ... -· ---· . . 71
9· La glona del tescimoni · · .............. --..... 79
10. La dureza de fa fil ,o..-...........- - ........-.............. ..__..·-··· 87
Ji ión oso/la Y los consuelos de fa re-
g ....-............·- -·-·..
Tírulo original: Éthique et i,,fi11¡
© Fayard er Radio-France, 1982
© de la presenración, traducción y notas
Obras de
Emmanuel ~:;aas . _ ·
...._·-- .• ·-- · -- ... -... -.. 1O5
95

Jesús María Ayuso Die¿, 199 ¡ '


© de la presente edición, A. Machado libros, S.A., 2000
Tomás Bretón, 55, 28045 Madrid
ISBN: 84-7774-541 -2
Depósito legal.: M-41.52 1_2000
Visor Fo,ocomposición
1mpreso en España - Primed in Spain
Gráficas Rógar, S.A.
Navalcarnero (Madrid)

9
Réláti6n de abreviaturas Presentación de la edición española
AE AUTREMENT QU'ETRE OU AU-DELA DE
l:ESSENCE; Kluwer Acodemic Publishers, Dor-
drech,, 1978 [trad. esp.: DOMS].
DEE DE I:EXISTENCE A t:EXISTANT; Vrin, París, «El antisemitismo (. ..) no es en modo alguno acciden•
1986. tal: representa la repulsión que el Otro inspira, el malestar
DL DlfFJCILE LIBERTE; Le Livre de Poche, 1984. ame lo que viene de lejos o de orro Jugar, la necesidad de
DOMS DE OTRO MODO QUE SER O MAS ALIÁ DE matar al Otro, es decir, de someter a la omnipotencia de la
LA ESENCIA; Sígueme, Salamanca, 1987. muerre lo que no se mide en cérminos de Pode r1t 1•
DQVl DE DIEU QUI VIENT A l:IDEEE; Vrin, Pads,
1986.
EDE EN DECOUVRANT t:EXISTENCE AVEC HUS- La xenofobia, por lo general, ba sido y es objeto de es-
SERL ET HEIDEGGER; Vrin, París, 1949. ruclio preferememence desde un punto de vista psicológi-
HS HORS SU]ET; Foca Morgana, 1987. co, antropológico, histórico o sociológico. Emmanuel Lé-
' lj\ LETEMPS ET L'AUTRE; P.U.F., ' 1985. vinas lo enfoca desde la perspectiva ontológi.ca, en la vfa
TI TOTALIDAD E TNFlNITO; Sígueme, Salamanca,
abierta por hombres que, como Franz Rosenzweig, pien-
1977.
san que «ser judío es ser en exilio»', aun habitando la pro•
pia tierra.
Su modo de discutirle la primada a la ontología heideg-
geriana ofrece las daves para encender por qué no son el
antisemitismo y la xenofobia una eventualidad esporádica,
paa-imonio de personalid ades especiales, sino la caracterís-
tica de un pensamiento y un modo de ser m el mrmdo que
algunos han calificado de sedentario, y frente al cual la ex is-
tencia exiliada significa que «el orden de las realidades en

'M. Blanchot, l'E11mtim !nfini, Gallimard, 1969, p. 189.


' F. Rosenzwcig, Briefo, p. 398, cirado por S. Moscs, Systeme er Rlvé-
lati.tm. Ld Philosophie d1: frtt.,,z. Rosm.z.tllt!ig, éds. du Scuil, Paris. 1982,
pp. 185 y 226.

11
que hay enrai,.amienro no guarda la clave ele todas las rela- vivo, humanamente, co mo objeto de percepción o de aoáli•
ciones a las q LLe debemos responder»'. sis económ ico, sino como demanda, mejo r dicho, como
La p asión por lo propio (el emocenrrismo y el egocen- exigencia de auxilio. Además, la orden primera que me diri-
rrismo) no es ningún accideme, sino la ca racterística cons- ge entraña una renuncia a nú mismo, a mi natural tenden-
titutiva del Yo. Si éste es id éntico a sí m is mo, lo es por- cia a la apropiación; su primera palabra es: .No mararás».
que puede identifica,· codo lo que le rodea, es decir, Ese mandamiento inaugt1ra todo discurso, lo carga de sig-
hacedo idéntico a él, en definitiva, apropiárselo. Entiende nificadón y j1m#in la b\\sq1ieda de !a [email protected], En ~te semi·
Lévinas que el ente no puede renunciar al cor,atm essmdi do, anterio r a la omologla es la ética; anterior a la verdad,
sin renunciar a sí mismo, pues ésa es su naruraleza, pues la justicia, y previo al errar (das Irrm), el escándalo de la
no en eso consiste ser. Pero también entiende - y ésta es su iniquidad.
tesis fuerte- q ue el hombre no es sin más ni más un «lujo Todo esto significa que la p regunta primera que el h om-
del ser•\ Da en el que el ser se recreara consigo mismo bre ha de formularse no es la lcibniúana que Heidegger
conremplándosc; que la desaparición de una comunidad gustaba recordar: ¿ Por qué hay algo)' no más bien nada?,
no es condenable sólo ni en primer lugar por suponer sino escas otras. ¿Por qué existe el mal? ¿Cómo h.accr para
w1a disminución e n el inventario de todos los modos de que lo que es estalle en Bien? El semid o d e lo h umano,
Ser. dentro de la economía del ser, reside pues en perturbar la
Si bien el hom bre no d eja de pertenecer al mundo que mismidad de éste, en sacudirlo éricamcnte.
habita, no cabe incrustarlo en él convirtiéndolo en una J>or otro lado, esra reivindicación de la ética como filo-
propiedad del mundo -en mew «ahí» del ser-; su sentido sofía primera - frente a otros aspirantes a tal rango tradicio-
hay que buscarlo. eo otra parce, en un «de otro modo que nalme nte reconocidos, como es el mso de la ontología- sig-
sen -y no sólo en ,tn «ser de otro modo»-. Resumiendo, nifica discutirle la prioridad a la Totalidad y a la dimensión
cabría decir que lo humano del hombre no consiste en su teorttica o especulativa de la Razón. A la identificación que
pertenencia a un mundo -o en su «e·x-sisrencia)lo-, sino en el hegelianismo establece entre la conciencia de sí y la con-
un estar permanentemente abocado al ,afuera• más exte- ciencia del todo, Franz Rosenzwcig había opuesto, en J9 J7,
rior, a ése que le a nuncia lo ocro por excelencia: el otro el «yo, que soy polvo y ceniza»' o, lo que es igual, el yo
hombre, e l extraño inapropiable. Si, como sostenfa Heideg- como simple mortal para quien su propia muerte siempre
ger, lo auréntico dd hombre se experimenta e n la inhospi- carece de justificación. La muerte propia no es una simple
taüdad, ésta sólo es de verdad sentida -entiende Lévinas- nada para el hombre real; con palabras de Miguel de U11a-
frente al meueste roso, el único capaz de sacudirme y cues- muno., «el hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y
tionarme o, como decimos com(tnmente, de sacarme de
m is casillas. L1 necesidad que el oteo hombre padece no la
' F. Roscnzwcig, «"C.élula Originaria" de la. Estrr.lla de la Redcncióm
en El nuéllt) Promminuo. La balsa de la Medusa, VtSor, Madrid, 1989.
' M. Blancboc, wc. cit., p. 186. p. 23.
6 M. de Unamu no, Del semimienrq trdgún de la vida ( J912), cd. Lo-
• E. Lévinas. En Dtcoumnt i'existena ai-ec Hu.sserl tt: Hcidq,ger, Vñn.
Paris, 1949, p. 213. sada, Buenos Aires, 1977. p. 7.

12 13
muere -sobre todo muere- (. ..)» - y no su idea: la hlllnani- ñala en el •des-inrcr-és,, la condición huma na: ser hombre
dad- sience su muerte corno algo, lo cu al in d ica que yo, equivale a oo ser, vivir humanamente significa desvivirse...
«sujeto privado normal•', sigo ahí sin h aber hallado sitio en por el ouo hombre.
el sistema, esto es, sin dar con el sentido que, en el seno de Así, la presencia dd hombre en d seno del ser no equivale
la totalidad, tiene mi propia muerte, y no fa muerte en ge- a on lujo de éste, sino a su crisis o crfrica, a su conmocióo y a
neral. Dicho esra vez con palabras del mismo Lévinas, «la su volream.iento a modo de responsabilidad ¡,ara con el otro
muerte es, en ese sentido, el límite dcl idealismo»'. La pro- hombre, del que el yo «es» rehén. Ll subjeúvidad humana no
ximidad de la muerce, que se anuncia e n el sufrimiento, es autonomía o auca-afirmación, sino que significa sujeción al
muestra a las claras la ptJJividaddel sujeco, quien no ;e reco- ocro, quien, de esm peculiar guisa, me singulari-ta al asignar-
noce en la muerte, y cuyo carácter d e cksconoc-ida denota su m e la irrenunciable tarea infüúta de socorrerle y, al mismo
resistencia a la luz, a la co nciencia - cuyo imperio dibuja el tiempo, me arranca o libera del ser (del m fo siempre) que me
idealismo-. La muerte liega siempre demasiado pronto -an- embruja -ofreciéndome excusas- al darme la orden en que
tes que c ualquier p osible totalización- . Como comenta, a consiste su palabra primera: «No me dejarás morir»". Como
propósito del fin de Macbech - y en clara alusión al ser-a-la- dice el propio Uvinas, el yo se declina, antes q ue en nomina-
m.uerte heideggeriano-, «la muerte no es asumida; liega• tivo) en acusativo -ct¡o bajo la acusación!,.. 13 •
simplemente'.
De esa manera, Rosenzweig rescara al yo que él llama u Porque -escribe .UVinas- «el prisionero no sabrfa liberarse él sólo
«m etaético», es decir, esa dimensión suya refractaria a la To- de su enciel'.'rOb (11L1. souffrancc inutilc», en les Cahiers ck la 11uit Survli-
talidad, que no se diluye en «la comu nidad considerada llit, Éds. Verdier, 1984, p. 331. n. 3). Desde este punto de visea, resulta
como u n ped37,0 de ser» y en la que, •al final, toda ética de- eúxu~nte el silencio de Platón al comienzo del libro Vll de su República
(5 1Se), cuando dice, a propósito de los pri$ioneros encadeo:;idos: «Ex.a-
sembocaba,.'°. Abierta esta vla, Lévinas la radicaliza. No se mina ( ...) qué pasaría si (...) uno de ellos fuera liberado y fo,.,ado a le-
va a tratar ya de oponerle al ser un existente, «hipóstasis» vantarse de repeme (...) .. para acc.edcr tl'.'ab.tjosacnentc al mundo noéti-
suya, como algo que se afirma frente al ser anónimo, que se co. Pero ¡qué o quifo habda de fortarlo a ello! ;Se trata del Ursprnng
pone a sf mismo frence al moralmente n eutral «hay», sino hcidcggcrfa.no? Según Lévinas, no es tan originario este salto. Alnerior a
de desposeer este mte de su ser. Si ya Rosenzweig reconocía la Eigentlitbktit o o·aurenticidad», como afronrarnieoro y hacerse caq;o
de la finicud propia, es la sensible proximidad del Otro, el cual me t11je-
en la subjetividad la condición primera del pensamienro -y "' a él. Esta significación prelógica es la que dota de sentido a mi dis-
no el de obstáculo s11yo- cuando escribía que «queremos fi- cwso, a mi Wg{)1.. Sujeción pre16gica que Lévinas llan:ta en ocro contexto
losofar como hombres, y no corno fi lósofos»", Lévinas se- tignifica.ti11idaá del rostro, lo único capaz de cargar de semido al lengua•
je. El sentido que en lo Dicho se muestra o .redicet sin la exisrencia con-
creta y exigente dd Otro seria in-significante: ¿Por qué y para qué/para
1 F. Rosenz,veig, /.oc. cit.
quién hablar y decir? No obstante es cooo.prf;nsibl.c el silencio de Plarón:
•E. Lévinas, ú T,mps ,r l'Aum, PUF, Paris, 1985, p. 58 [hay erad. ¿cómo decir la presencia inmediara del orm si él es a.nrerior :'l cualquier
esp. de José Luis Pardo, Paidós, Bam:lona, 19931. media.ció.o que pudiese hacérnoslo com-prensib/e? La proximidad del
•!bid., p. 6!. Ocro es, pues, pre-lógica, si bien fuente de todo logos. «Lo que sí me
" F. Roseniweig, La Estrtlla d, la Redención, cr,d. "'P· de Migud reme es cometer injusticia», afuma S6crates ( Gorgias, 522e).
Gatda-Bal'Ó, Sígueme, Salamanca, 1997, p. 50. u E. Uvinas, De tJtro modo r¡ue ser, o más allá de In amci~ eds. Sí-
"Id., Bri,fo, p. 718, citado por S. Moo~. loe. cis., p. 34. gueme, Salamanca, 1987, p. 108.

14 15
¿Qué pasa entonces con el Ser y con el Yo? ¿l'uede afir- mostrar que lo «permitido» no se reduce a lo •posible»" ,
marse que la renunciación ética implica la negación de am- arranca de la lúcida constatación de «la posibilidad perma-
bos? A primera vista, así parece; sin embargo, ya el viejo nente de la guerra»".
Platón mostró en el Sofista (258a-258c) que el no-ser tam- Puede opinarse que codo csco no pasa de ser una dulzo-
bién es, de igual modo que la falsedad y la mentira juegan na monserga, pero también cabe ver en ello el desafío radi-
en el juego de la verdad. H ay que nallar, pues, un no-ser cal que iurerpcla a nuestra tradición y a nuesttO mundo -a
que no se recicle o reanude en ser o que, siendo, se desbor- nuestro prqpi.Q 1cr- para que inaugure otro modo de pensar-
de o salga foera de sí; en dos palabras, se dé. Este es el a~un- se, ya que •es a parcir del orden ético (...) como las abstrac-
to. El yo no se niega para, una vez negado, darse: ¿qué que- ciones metafísicas -esos sonajeros de nuestros juegos retóri-
daría en ese caso para dar? Dándose es como el yo renuncia cos- adquieren una significación y una eficacia»".
a sí, pero también como da vida a su primogenitura. Cabe Sólo me resta añadir que lo esencial de estos asuntos es
así entender que la ética es una expwsión de la oncología, y tratado en este pequeño libro y además con la claridad y la
no su negación. No se trata, p ues, de abandonar el mundo maestría que sólo la madmcz de un pensamiento y un pen-
cual ángeles qLLe "ºsomos, sino de reconocerle a la otuolo- sador permite.
gfa un sentido secundario, fundado: «la ética (... ) es más
ontológica que la ontología, un é nfasis de la ontología»
-son palabras del mismo Lévinas"-. Si puede decirse que
somos •seres humanos», la ética significa que el sustantivo
encuentre su razón de ser en el adjetivo, que el ser se voltee
o se convierta en algo numano, es decir, que seamos «seres
humanos»; en pocas palabras, que el hombre lleve a cabo el
estallido ¿tico de la o ntología.
Vemos que la pregunta acerca del sentido de la moral,
así enfocada, desemboca en una discusión a fondo con toda
la tradición occidental y con el primado concedido en ella a
la omologfa y al saber -aunque éste se llame «comprender»
heideggeriano- . Y ello porque esa pregunta, que a<pira a

u id., De Dios que vüne n la idea, rrad. esp. de Gracia110 Gonúlcz y '' fd., De otro mod,, que ser. .. , p. 4$.
JcS\Í S M.11 Ayuso, Caparrós eds., coleccióo Esprir, Madrid, 1995, " Id., Totalidad e /11fi11ito, Sígueme, Salamanca, 1977. p. 47. ,La
p. 153. Me pregunto si no es ésta la incuición profunda que subyace al guerra es la gesta o eJ drama del interés de la esencia. Ningún e.nte pue-
pensamieoco de \tlingenstcin y que lace en la afirmación siguiente: «( .. .) de e.sperar su turno. Todo entra en conAicto, a. pesar de la difcrer1cia de
si l.ln hombre pudiera escribir un libro de érica que realmente fuera un regiones a las que pueden perccncccr los términos en conAic-ro. De csra
Ubro de ética, csre libro dcsuuirfa, como una txp/qsiJn, codos los dc;más manera, la esencia es el sincronismo e.xrrcmo de la guerra». (Dt otro
libro, dd mundo•. (Confam1da sobre Ética de 1929/30, Paidós y U. 11wdu que srr. .., pp. 46-47).
Autónoma de Barcelona, p. 37; subr. mío.) " Diffiále liberti, Le Livrc de Poche, !¾ns, 1988, p. 147.

16 17
Acerca de nuestta traducción

Observará el lector la profusión de nocas que, a pie de


página, acompañan al texto. C ierto es que pueden resultar
enojosas para una lectura seguida del mismo, pero nos ha
parecido ésta una ocasión ideal para, al h ilo de las reflexio-
nes del mismo Lévinas, acercarnos a aquellos aspectos de su Introducción
pensamie nto que sólo resultaban apuntados en estas con-
versaciones o que daban por supuestos otros desarrollos. De
codos m odos, para lacilicar la leccura., hemos d istinguido de
las del traductor las notas del original francés con un asee- Las conversaciones presentadas en este volumen fueron
risco •, por si el lector deseara p rescindir de aquéllas. grabadas y difundidas por France-Cu!cure durante los meses
Para las equivalencias de las abreviaturas, le remitim os a de febrero y marzo de 198 l. Han sido ligeramente rerocadas
la relación de abreviaturas. y completadas para la edición. Conscicuyen una presentación
Antes de terminar, me gustaría agradecer a Justa, a Elisa sucinta de la filosofla de Emmanuel Lévinas, y al conjunto
y a Isidoro su interés y su ayuda, y de.d icar este trabajo a los podría convenirte, sin d uda, cl título de Ética e infinito. Las
alumnos de 3.0 de BUP de 1988-89 del l. B. de Trujillo diez conversaciones siguen el desarrollo del pensam ienco de
con q uie nes -espero q ue ellos no piensen q ue «concra Lévinas desde sus años de formación basta los artículos más
ellos•- empecé a estudiar y a traducir este libro. recientes consagrados al tema de D ios - artículos que acaban
de ser reunidos en w1a colección'-, pasando por dos obras
Jesús María Ayuso Díez breves pero imporrances: De l'Exisr-ence lt l'Exisrant [De la
Existencia al Existente], Le Temps et l'Autre [El Tiempo y el
Otro], y las dos obras filosóficas mayores: 1otalité et infini
[ Yót11.lidad e infinito] y Autreme11t q,/lm ou au-dela de l'essen-
ce [De otro modo que ser o más allá de la esencia].
Sucinta - numerosos aspeccos de la filosofía de Lévinas
no son abo rdados-, esca p resentación no resulta por ello
menos fiel, en un sentido especial. Está, en efecto, formula-
da por el propio aut◊r, q uien adopta sobre su obra un pu n-
eo de vista general y acepta s implificar la expresión de sus
argumentos, sin refugiarse tras su propia repuración y la lis-
ta de sus obras complecas - situándose de esta manera a

' De Dieu qui uimr a /1dée, Vrin, 1982 !hay erad. esp. en Caparrós
eds., Madrid, 19951 .

19
18
contracorriente de una fu.lsedad y un desatino habituales en Emmanuel Lévinas nació en enero de 1906 en Kaunas,
n uestras academias-. Resulra, así, ser fiel con esa fidelidad en Lituania. Estudios secundarios en Lituania y Rusia. Es-
que la presencia viva de su autor asegura a un discurso. tudios de filoso6a en Esrrasburgo de 1923 a 1930. Escancia
Comentando d Fedro de Platón, el mismo Lévinas ha en Friburgo ea 1928-1929 junco a Husserl y a Heidegger.
insistido a menudo en esa soberanía y en esa modesáa del Nacionalizado francés en l 930. Profesor de filosofía, direc-
autor, pacL-e del discurso, que defiende oralmente el discur• tor de la Escuela normal israelita oriental. Profesor de filo-
so escri to interpelado y malentendido, volviéndolo a poner sofía en la Universidad de Poiciers ( 1964} , de P,1 ds-N~ n¡~-
en juego y sometiéndolo a la prueba del instante, del o tro rre ( 1967), después e n la Sorbona (1973). Murió e□ París
hombre actuaL-nente presente a quien está finalmente desti- en 1995.
nado. En este sentido, y en esra situación, el decir del autor
vivo da aurenricidad a lo dicho de la obra entregada, porque
sólo él puede desdecir lo dicho )', así, realzar su verdad. El
autor, al hablar de su pensamiento, decide acerca de lo que
quiere volver a decir. Aquello en lo que, a veces, cede por
las exjgencias del interlocutor da valor, con mayor nitide;,,, a
lo que por encima de codo estima. Tal es el ejercicio al que
Lévinas ha aceptado entregarse respondi.e ndo a nuestras
preguntas. Bien es verdad q ue éstas no le invitaban a expre-
sarse sobre remas distintos de los que había tratado amplia-
menee en sus libros - lo que no excluye este desarrollo o
aquella aclaración inéditos.
EmmanueJ Lévinas es el filósofo de la ética, si n duda el
único moralista del pensamiento contemporáneo. Pero a
quienes le creen especialista de la ética, como si la ética fue-
se L111a especialidad, las pocas páginas ésras, ames de la lec-
turn de las obras, les cnscña.rán la tesis fundamental: que la
ética es la filosofía p rimera, ésa a parcir de la cual las demás
ramas de la mecaflsica adquieren sentido. Pues la pregunta
primera, ésa por la que d ser se desgarra y lo humano se
instaura como «de otrn modo que se0> y trascendencia al
mundo, ésa sin la cual, en cambio, cualquier otra interroga-
ción del pensam iento se queda en van idad )' e n caza de
vientos, ésa es la cuestión de la justicia.

Philippe Nemo

20 21
Ph. N-En d primer caso, tenemos una concepción de
la polfrica que la conviene en una regulación imerior a la
sociedad, como en una sociedad de abejas o de hormigas; es
ésta una concepción naturalista y • tOC-Jlitaria». En el segun•
do caso, ¡hay una regulación superior, de naturaleza distin-
ta, ética, que domina a la política?
E. l.-En efecto, la política debe poder ser siempre con- 7
trolada y criticada a partir de la ética. Esta segunda forma
de socialidad haría justicia a ese secreto que para cada uno El rostro
es su vida, secreto que no depende de un recinto que aisla-
ría algún dominio rigurosamente privado de una interiori-
dad cerrada, sino secreto que arraiga en la responsabilidad
pa ra con el orro, la que, en su advenimiento ético, no se
Ph. N-En Totalidad e Infinito, usced habla ampliamente
puede ceder, de la que uno no se escapa y q ue, así, es prin-
del rostro. Es uno de sus temas más frecuentes. ¿En qué con-
cipio de individuación absoluta'.
siste y para q ué sirve esa fenomenología del roscro, es decir,
ese análisis de lo que pasa cuando rniro al otro cara a Ga!ª?
E. l.~o sé si se p uede hablar de «fenomenología» dd
rosrro, puesto que la fenornenologfa describe Jo que apare-
ce. Por lo mismo, me pregunto si se puede hablar de una
rnirnda vuelta hacia el rostro, pues la mirada es conoci-
miento, percepción. Pienso, más bien, que el acceso al ros-
tro es de entrada ético. Cuando usced ve una nariz, unos
ojos, una frente, un mentón, y puede usted describirlos,
emonces usted se vuelve hacia el ouo como hacia un obje-
to. iLa mejor manera de encontrar al otro es la de ni siquie-
de L-i justicia demasiado virmosa» (pp. 289~290; en nota al pie 1-emite al ra darse cuenca del color de sus ojos! Cuando observamos el
librú de dicha ::n1t(>r:1 Sobre In rerl()/ucWn~ tr3d. esp. eo Rc.."Vl.Sta. de Oocidcn- colo r de los ojos, no estamos en relación social con el otro.
ce, Madrid, 1967, pp. 88 y ss.) (N. del T.)
9
.ila obsesión es como la re.ladón enrrc mónadas, anrcrior a la Cierro es que la relación con el rostro puede estar domina-
apercw-a de pllertas o de ventanas, a contrapelo de la i1neocion:-ilidad, la da por la percepción, por lo que es especlficamence roscro
<;u~I C$ on.:i modalid~cl de la obsesión y de ningúJ:i modo plenirud de resulta ser aquello que no se reduce a ella.
e.,;ro relación. L'l expresión a ,ravés de e:.i.d:a: mónada de todas 1.as demás Anee codo, hay la derechura misma del rostro, su expo-
remite a la sul.,stirución. en la que se resudve la identidad de la subjeüvi- sición derecha, sin defensa. La piel del rostro es la que se
dad. El yo olx~ionado por todos los •rr•s, soportando a todos los otros,
es 1a in.versión deJ éxcasis imenciona.J. J:>asjvida.d en la cual el Yo e,s Sí manáene más desnuda, más desprotegida. La más desnuda,
mismo b•jo I• acusación pem:guidora del prójimo ( ...) ., (A.E, p. 1 10, n. aunque con una desnude2 decente. La más desproce.gida
24; DOMS, p. 149, nora 24.) (N. del T.) también: hay en el rostro una pobre-¿a esencial. Prueba de

70 71
ello es que intentamos enmascarar esa pobreza dfodonos La prohibición de matar no conviene al asesinaco en algo
poses, conteniéndonos. El rostro está expuesto, amenazado, imposible, aun c uando la autoridad de lo prohibido se
como invitándonos a un acto de violencia. Al mismo tiem- manrenga en la mala conciencia del mal hecho -malignidad
po, el rostro es lo que nos prohibe matar'. del mal-. Ésca aparece cambién en 1.as Escrituras, a las cuales
Ph. N-En efecto, los relaros de guerra nos dicen lo difí- está expuesta la humanidad del hombre canto como com-
cil que es matar a alguien q ue te rn.ira de cara. prometida está en el mundo. Pero, a decir verdad, la aparia-
E. L.-EI rostro es signifkación, y significación sin con- ción, en el ser, de e$M «extrañezas éti<;as• -humanidad del
texto. Quiero decir que el otro, en la reccitud de su rostro, hombre- es una rnptu ra del ser. Ella es significame a un
no es un per.;onaje en un contexto. Por lo general, somos cuando el ser se reanuda y se recobra' .
un «personaje»: se es profesor en la Sorbona, vicepresidente Ph. N-EI otro es rostro; pero el otro, del mismo modo, me
del Consejo de Estado, hijo de Fulano de Tal, todo lo que habla, y yo le hablo. ¿Es que el discW'so nwnano no es también
está en el pasaporte, la manera de vesti rse, de presentarse. Y una manera de romper lo que usted llama «totalidad»?
toda significación, en el sentido habitual del término, es re- E. L.--Cierto. Rostro y discurso están ligados. El rostro
lativa a un contexto tal: el sentido d e algo depende, en su habla. Habla en la medida en que es él el que hace posible y
relación, de otra cosa. Aquí, por el contrario, el rostro es, en comienza codo discurso. Hace poco he rechazado la noción
él solo, sentido. Tú etes tú. En este sentido, puede decirse de visión para d escribir l,a relación auténtica con el otro; el
que el rostro no es «visco»'. Es lo que no puede convertirse discurso y, más exaccan1ente, la respuesca o la responsabili-
en uo c-0ntenido que vuestro pensamiento abarcaría; es lo dad es esa relación auténtica'.
incontenible, os lleva más allá. En esto es en lo que consiste
el que la signi ficació n del rostro lo hace salir del ser en can- .en donde todo lo posible está permir.ido, (DOMS, p. 48) -o, lo que es
to que correlacivo de un saber. Por el contrario, la visión es lo mismo, en donde ,codo esw. permitido, salvo lo imposible• (EDE, p.
búsqueda de una adecuación; es lo que por excelencia ab- 175)-. la idea de Infinito, esto es, la exigencia ética, vendría a revolver
sorbe al ser. Pero la relación con el romo es desde un prin- esca aucocomplacic:mc coofom1jdad, insertándose en ella a modo de
cipio écica. El rosrro es lo que no se p uede matar, o, al me- cuiía y corcando la referenciá circular c1uc:: pretende sostenerse por s(
misma o aw:ojustificarsc: el Bien como lo absolutamente diftrrnlt o [q
nos, eso cuyo sentido consiste en decir: «No matarás•. El trascendenu. (N. del T.)
asesinato, bien es verdad, es un hecho banal: se puede matar 'Leemos entre las primeras piginas de e~ libro: ,( ...) el hambre y el
al otro; la exigencia ética no es una necesidad ont0lógica'. miedo pueden vence.r coda resistencia humana y coda libenad. No se
trata de dudar de esta mjseria huma.na ~e esce imperio que las cosas y
' «Esra tenradón de asesinar y esca imposibilidad de asesinar consd- los malvados ejercen sobre d hombre- de e.sea animaJidad. Pero ser
ruyen la visión misma del romo• (DL. p. 21 ), imposibilidad •no real•, hombre es sab<,r que es así. La libertad consiste en saber que la libertad
sino '-<móraJ* (loe. cit., p. 23); «extrafia autoridad dcsanu.tda.- (HS, está en pdigro. Pero sabcc o ser consciente es tener tiempo paca evitar o
p. 12). (N. del T.) prevenir el momenro de inhumanidad. F.src aplazamiento perperuo de
: La paradoja es más p3tCnte en el original franc~ «Le visage n'esc 1-a hora de traición - ínfima diferencia entre el hombre y d no-hombrc-
pas '\,u"», que traducido literahnence daría algo parecido a lo siguiente.: supone el desinterés de la bondad, el deseo de lo absolucamence Ouo o
•lo a la vista no es "visco"». (N. del T.) la nobl=, la dimensión de la meraffsica». (TI, p. 59.) (N, del T.)
1 Esca eS la pi:cgunta cruciaJ: ¿Está todo lo posible permitido~ ¿Se: re- ' Di« Blanchot (l'É,;rin,r, d11 dlw1rt, p. 45): , Responsabilidad: esta
duce lo perrnirido -y lo obligado- a lo posible:? Frente a la ontología, palabra banal, esra noción de la que J, moral más fácil (la moral poUcica)

72 73
Ph. N.-Pe ro, puesto que la relación ética está más allá E. L-EI «No matarás• es la primera palabra del rostro.
del saber y q ue, por otra parte, es asumida de manera au- Ahora bien, es una orden. H ay, eo la aparición del roSLro,
téntica p or el discurso, ¿sucede acaso que el d iscurso m ismo un mandamiento, como si un amo me hablase. Sin embar-
no es algo del orden del saber? go, al mismo tiempo, el rosrro del otro está desprotegido; es
E. L-Siempre, efectivarneme, he distinguido en el d iscur- el pobre por el que yo puedo todo y a q,úen codo d ebo. Y
so entre d dedr y lo dicho. Que el decir deba comportar un yo, quienquiera que yo sea, pero en canco que «primera per-
dich() es w1a necesidad del mismo orden que la que impone sona•, soy aquel que se la.5 apafia parn haUar los recursos
uoa sociedad, con unas leyes, un.as instituciones y unas rela- que respondan a la llan1ada.
ciones sociales. Pero el decir es el hecho de que anee el rostro Ph. N-Entran g-.tnas de decirle: sí, en algunos casos ...
yo no me quedo allí a contemplarlo sin más: le respondo. El Pero en otros, po r el contrario, el encuentro del orro se pro-
decir es una manera de saludar al otro, pero saludar al otro es duce en el modo de la vio lencia, del odio y del desdén.
ya responder de él. Es dificil callarse en presencia de alguien; E. L.-Cierto. Pero pienso que, cualquiera que sea lamo-
esta d ificultad tiene su fundame.n to último en esa significa- tivación que explica esta inversión, el análisis del rostro cal
ción propia del decir, sea lo que sea lo dicho. Es preciso ha- como acabo de reali7,1rlo, con el dominio del otro y su po-
blar de algo, de la lluvia y del buen tiempo, poco importa, breza, con m i sumisión y mi riqueza, es primero. Es el pre-
pero hablar, responderle a él y ya responder de él'. s upuesto de todas las relaciones humanas. Si no h ubiera
Ph. N.-En el rostro del ocro, nay -dice usted- una «ele- eso, ni s iqu ie ra diríamos, delam e de w1a puerta abie rt a:
vación•, una «altura>. El orro es más aleo que yo. ¿Qué en- «¡Después de usted, señor!». Lo que he intentado describ ir
riende usted por esto? es un «¡Después de usted, sefior!» original.
Usted ha hablado de la pasión del odio. Me temía uaa
nos hace un deber, hay que incenrar emenderla como Lévinas la ha reno- objeción mucho más grave: ¿Cómo es que se puede castigar
vado, Ja ha abi~lo hasta hacer que signifique (mis allá de todo semido) l.a y reprimir? ¿Cómo es que hay una j usticia? Respondo que
re.i;pon.sahiliclad de una filosofía otra (quCt sin embargo, sigue siendo, en
muchos aspectos, la ftlosoffa ererna). Responsable: esto califica, en gene- es el hecho de la multiplicidad de los hombres, la presencia
r.al, de m;mera proS3ica y burguesa, a un hombre madw'O) lúcido y 001\.S• del tercero al lado del otro, los que condicio na.o las leyes e
ciente, que actúa con mesura, tiene en cuenra codos Jos elementos de la instaurnn la justicia. Si estoy yo solo con el o cro, se lo debo
siniadón, c;akul;i, y decide, el hombre de acción y de: éxito. Pc:ro he aqul codo a él; pero existe el tercero. ¡Acaso sé lo que m i prójimo
que Ja rt-spón!abi.lid.ad -responsabilidad de mí para con el otro, para co1l es con respecto al tercero' ¿Es que sé si el tercero está en
todos, sin reciprocidad- se desplaza, ya no pcrccncre a la conciencia. no
es la aplicación de una reflexión actuante, ni siquieta es un deber que se complicidad con él o es su víctima? ¿Quién es mi prójimo?
impondría de fuera y de dentro. Mi responsabilidad para con el Otro su- Por consiguiente, es necesario pesar, pensar, juzgar, cornpa•
pone un volrc:.unicmo cal que no puede marctr.se más que pur un cambio rando lo incomparable. La relación interpersonal que esta-
de estatuto de «n'IÍ~, un cambio de tiempo y qui2ás un cambio de lengua• blezco con el otro debo también establecerla con los otros
je,, (cirado por J. Roland: Les intrigues du wcial e, de In justice, Esprit, rnai-
1984, n.• 5, pp. 150- 161). (N.delT.)
hombres; existe, pues, la necesidad de moderar ese privile-
' Para percat.trse de la lmporcancia que Lévinas concede a este decir, gio del otro; de ahí, la justicia' . Ésta, ejercida por las iosticu-
téngase en cuent::1 esrn otro: «Este dedr primc:ro no es ciertame1ue nds
que una palabra. Pero es Dios,. (EDE, p. 236.) (N. del 'f.) ' Ver aquí la oot:1 8 dd capítulo 6. (N. del T.)

74 75
dones, q ue son inevitables, debe estar s iemp re con trolada rea está culm inada, consiste ella en hacer que lo Otro pase a
por la relación interpersonal inicial. ser lo M ismo. Por contra, la idea de lo lnfirúro impljca un
Ph. N.-Abí, pues, se encuentra, en su metafísica, la ex- pensamiento de lo Desigual'. Parto de la idea cartesiana del
periencia crucial: la q ue perm ite salir de la o□tología de Infinito, donde el ideat11m de esra idea, es decir, eso a lo que
H eidegger como ont0logfa de lo Neutro, ontología sin m o- esta idea apunta, es infinitamente mayor que el acto mismo
ral. ¿Construye usted una «ética» a partir de esra experiencia po r el cual lo pensamos. H ay desproporción emre el acto y
ética? Pues, dado que la ética está hecha de reglas, ¡hay que eso a lo que el acco hace acceder. Para Descartes, hay en ello
establecer esas reglas' uoa de las pruebas de la existencia de Dios: el pensam iento
E. L-Mi tarea no consiste en construir la ética; intento no ha pod ido p roducir algo que lo sobrepase; e ra preciso
tan sólo busca, su sentido. No creo, en efecto, que roda filo- q ue eso fuese p uesto en nosocros. H ay que adm itir, pues,
so fía deba ser programática. Sobre codo ha sid o Husserl un D ios infinito que ha puesto en nosotros la idea del Infi-
quien ha avamado la idea de un progrnma de la füosofia. No nito. Mas no es la prueba buscada por Descartes la que aquf
cabe duda de que se puede construir una ética en función de me interesa. Aquf ,·eflexiono, en pleno asombro, acerca de
lo que acabo de decir, pero no es ese mi tema propio•. esa desproporción entre lo que él llama la «realid ad objeti-
Ph. N.-¿Puede precisar en qué rompe con las filosofías va» y la «realidad formal• de la idea de Dios, acerca de la
de la t0talidad ese descub riroie1110 de la ética en el rostro? paradoj a misma - tan anti-griega- de w 1a idea • puesta,. en
E. L.-El saber absoluto, tal y como ha sido buscado, mí, mientras que Sócrates nos ensefió que es imposible po-
p rometido o recomendad o p or la filosofía, es u n pensa- ner u na idea en un pensam iento sin haberla encontrado ya
miento de lo igual. El ser es, en la verdad, abarcado. Incluso en él'º· Ahorn b ie.n, en el rostro, tal como yo describo su
cuando a la verdad se la considera como jamás definitiva,
existe la promesa de u na verdad más completa y adecuada. ,. «En su car.ícter superlatcvo inigualable, [el Infinico] es a;;.1scnci:1 al
Sin duda, el ser finito que somos no puede, a fin de c uen- borde de la nada. Siempre huye. L 'cro deja el ~cío, una noche, una hue-
tas, acabar la tarea del saber; pero en el límite donde esta ta- lla en la que su invisibilidad visible es romo del Prójimo.» (EDE,
p. 230.) (N. del T.)
u «La filosofía occidental ha sido muy a menudo una oncología:
' Al respecto, J. Derrida señala lo siguientt, )', a nuestro entender, una reducción de lo Otro al lvli.smo, por mediación de un rér.mino me-
pone con ello el dedo en la llaga: , (...) no olvidemoo que Lmnas no dio y neutro que asegura la inteligencia del se.r. Esta primada del Mis,.
quiere proponernos leyes o reglas moriles, no quie.re dctermin:a.r una mo fue la lcccióo de S6<:ratcs. No recibir nada del Ocro sü10 lo que está
moral, sino la esencia de la relación ética en general. Pero en la medida en mí, como si desde toda )a eternidad yo tuviera lo que me viene de
en que esta determinación no se da como teoría de 1:i. Ética, se crau de: fuera. No recibir oada o ser libre. La libertad no se parce.e a la capciclio-
una Ética de: (:¡ Ética. En e.se caso, e!, quizás. grave que no pueda dar Ju.. sa e.sp<>nc:ineidad en el Mismo, que es R,:zón. El conocimiento es des-
gar a una écica determinada, a leyes decerminadas. sin negarse y olvidar- pliegue de esta identidad. Es libertad. Que la m.6n sea a fin de cueoras
se a sí misma. Por otra parte, esca Ética de la Ética ¿es-d. mis allá de toda la manifesr.adón de una libertad, que neutraliza lo otro y que lo englo-
le)•?, ¿no es una ley de las leyes: Coherencia que rompe la coherencia deJ ba, no puede sorprender, desde qoe se dijo que la razón soberana sólo se
di$CUrso $0Sten.ido c;oncr.:i la coherencia. Concepto infinico, oculto en l:a conoce a sí mis-ma, sin que alguna alteridad la limite. U neucnlización
protesta contra d concepto·11 (La escritura y la diforentid, tr. esp. de P. Pe.- del Otro, que llega a ser cen1a ti objeto -que 3parecc, es dedir, que se
ñalver, Anrhropos, Barcelona, 1989, pp. 149-150). (N. del T.) coloca en la claridad-, es precisamertre su reducción al Mismo. Conocer

76 77
aproximación, se produce la misma superación del acto por
parte de aquello a lo que él lb,a. En el accc.~o al rostro, cier-
tamente nay también uo acceso a la idea de Dios. En Des-
cartes, la idea del Infu:úco sigue siendo una idea ceorética,
una concemplación, un saber. Pie11So, en lo que a mí con-
cierne, q ue la relación con el Infiniro no es un saber, sino
un Deseo. He intentado describir la d iferencia cauc el De- 8
seo y la necesidad por el hecho de que el Deseo no puede
ser satisfecho; que el Deseo, de alguna manera, se alimenta La responsabilidad para con el otro
de sus propias hambres y aumenta con su satisfacció n; que
el Deseo es como u n pensamiento que piensa tnás de lo que
piensa". Estructura paradójica, sin duda, pero que no lo es
más que esa p resencia del Infinito en un acco finiro". Ph. N.-En su último g ran libro publicado, De otro
modo que ser o mds allá de la esmcia, usred h abla de la res•
ponsabil.idad moral. Husserl ya había hablado de la respon-
sabilidad, pero de una responsabilidad para con la verdad;
onrológicamence es sorprender, en el ente afrancado, aquello por lo que H eidegger había hablado de la aucemicidad. ¿Qué entiende
él no es ene eme, ene c.xmúio, sino aquello por lo que se mtlciona de
usted mismo por responsabilidad?
alguna manera. se encrega, se da al horizonte en el que se pierde y apa-
rece, admite, llega a ser concepto.• (TI, p. 65,) (N, del T.) E. L.-En ese li bro hablo de la responsabilidad como de
11
«G neec$idad se abre sobre un mundo que C.$ para mí - retoma a la estructura cs,:ncial, p rimera, fundamental, de la subjeti-
sí- . Aun sublime. como necesidad de La salvación, es todavía nostalgia, vidad. Puesco que es en términos éticos como describo la
mal del retorno. La nc;cesidad es d retorno mismo, la ansiedad del yo subjetividad. La ética, aquf, no viene a modo de suplemen-
por sí, funna original de la identificación que hemos llamado egoísmo. to de una base existencial previa; es en la ética, entendida
Es asimilación del mundo tcndemc a la coincidencia consigo mismo o
dich>..• [EDE, 192.) [N. dd T.) como respot1sabilidad, donde se anuda el nudo mismo de
ii «La producción de la encidad infinita no puede separarse de la lo subjccivo.
ide:t de lo infinito, porque c;s prcdsame.11. te en h. d~proporclóo cmrc la Entiendo la responsabilidad como responsabilidad para
idea de infinito y lo inhnito de.l cual es idea donde se produce esa supe- con el otro, así, pues, como responsabilidad para con lo
ración de los límites. La idea de lo infinito es el modo de ser - la inftni,. q ue no es asunto mío o que incluso no me concierne; o que
ti611 de Lo infini<~. Lo infinito no C$ primero para revcla.rsc d1:tpuh. Su
infinición se prodllce como revelación, como una pu~ta en 111! de su prec.isamente me concierne, es abordado por mí, como ros-
idea. La infinición se produce en el hecho inverosímil en el q1,1e uo ser rro.
separado> fijado en su identidad, el i\.fismo, d Yo, contiene: sin embargo Ph. N-¿Cómo es que, habiendo descubierto al o tro en
en sí lo que no puede contener ni recibir por la sola virmd de su idem:i- su rostro, lo descubrimos como aquél con respecto a quien
dad. La subjetividad reali1.a est:lS exigencias imposibles: el hecho a.som- somos responsables?
broso de concener más de Jo que ~ posible contener. F..ste Ubro presen-
cará l:o subjetividad, recibiendo al Occo, como hospimlidad. En dfa se
E. l.-Dcscribiendo positivamente el rostro, y no sólo
lleva a cabo la idea de lo infiniro.• (TI, p. 52.) (N. del T.) de modo n egativo. Rec ue rda usted lo que decíamos: el

78 79
abordaje del romo no es del orden de la percepción pura y
objeto -no importa de qué objeto se trate, aunque sea un
simple, de la intencionalidad que va hacia la adecuación.
Posirivamenre, diremos que, desde el momento en que el obJero humano-. La proximidad no remire a esta intencio-
nalidad, en particular, no remjte al hecho de que el otro me
otro me mira, yo soy responsable de él sin ni siquiera tener
sea conocido.
que tomar responsabilidades en relación con él; su responsa-
b ilidad me incumbe. Es una responsabi lidad que va más allá . Ph. N.-;Yo puedo con?cer a alguien a la perfección, pero
¿¡amás sera esre conocumenro, por él mismo una proximi-
de lo que yo hago. Habitualmenre, uno es responsable de lo dad? '
que uno mismo hace. Digo, e n De otro modo 'i"' ser, que .la
responsabilidad es iniciaLnence w1 para el otro. esto quiere E. l.-No. El lazo con el otro no se anuda más que como
deci r que soy responsable de su misma responsabilidad. responsabilidad, y lo q ue de menos es q ue ésta sea aceptada
Ph. N.-¿En qué esta responsabilidad para con el ocro o rechazada, que se sepa o no cómo asum irla, que se pueda
define la estructura de la subjetividad> o no hacer algo concreco por el o tro. Decir: heme aquí. Ha-
E. L.-La responsabilidad, en efecto, no es un simple cer algo por orro. Dar. Ser espíriru humano es eso. La en-
atribuco de la subjetividad, como si ésta exisciese ya en eUa carnació n de la subjetividad humana garantiza su espiritua-
misma, antes de la relación éóca. La subjetividad no es W1 ltdad (no veo lo que los ángeles podrían da rse o cómo
para sí; es. una vez más. inicia]ment~ para otro. la proximi- podrían ayudarse entre sf)'. Dia-confa aotes de codo diálo-
dad del orro es presentada en el libro como el hecho de que go; analizo la relación incerhumana como si, en la proximi-
el ocro no es próximo a mf simplemente en el espacio, o dad del Otro -más allá de la imagen que del otro hombre
allegado como un pariente, sino que se aproxima esencial- me hago-, su rostro, lo expresivo en el otro (y rodo el cuer-
mente a oú en canco yo me siento --<:n ramo yo soy- res- po es, en este sentido, más o menos, rosrro}, fuera Jo que
ponsable de él'. Es una estructura q,,e en nada se asemeja a me ordena servirle. Empleo esta fórmula extrema. El rostro
la relación intencional que nos liga, en el conocimiento, aJ me pide y me ordena. Su significación es una orden signifi-

2
.. EJ rcron~o del Yo en Sí mismo. la de--posicióo o la dcsrjrución del
' ~En la coociencia de si ya no hay presencia del yo a sí mismo, sino
senescencia. Es en tanco senescencia más allá de la recuperaci6n a través Yo es la mod.J.i?ad propi• del des-interés a modo de vida cocporal vol-
de l-a memoria como d tiempo -tiempo perdido y sin recomo- c:s dia- a d.a a la exprcs16n y al dar, pem volcada y no voldndose; es un sí mis-
cronía y ,ne conclerne. Esta diacronia del tiempo (...) es disyunción de mo a su_ p~ar en la encarnación como posibilidad propi.1 de la ofrenda,
la jdcntidad en la cual lo mismo no alcanza a lo mismo; es no•s1mesis, dd sufrmuenro y el_ c.raum:nisrno.» (DOMS, p. ] 04.) Conrrascar é.sce
laxitud. El para sl de la identidad ya no es para sí. La identidod de lo con otro texto. ancer!or _PUede damos la medida de lo que cnc.raJfa decir
mimw en el 'yo" le viene de fuera a su pesar, como una elección o cot-no que la huma~dad s1gn,fi.c-1 un resquebrajamiento élico de la oncología
la inspiración al modo de la unicidad de lo asignado. El sujeto es para el Y una superación de la IJbe,rtad por la responsabilidad: «[La marcrfati-
otro. su ser desaparece para el otro, su ser inuere en significación. En el dad) aco~paña - necesariamcnce- al surgimiento del sujeto, en su Jibe-
cnv.::jecimicoco, la subjetividad es única, irrccmpJazablc, yo y no ou·o, rnd de ~1st~ncc. Comprender así el cuerpo a panir de la matcri:alid:a.d
pero lo es a su ¡mar denr10 de una obediencia sin deserción, en Ja cual -:acom<::cumemo concreto de la relaci6o emre Yo y Sí mjsmo- e.~ remi-
la rebelión va cociendo a fuego lento. Caractel'Ísticas que se excluye.o y u~lo a u.n acontccimiento on!ológico. La.~ rel:icio_ncs ontológicu no son
que se resuelven en re5pon53bilida.d para con el Otro más pri.mfriva que 1~1'.0S dcsc~car1~ados. La rd.ac,ón entre Yo y Sí mismo no es una inofen-
cualquier compromiso.• (DOMS, p. 106.) (N . del T.) siva reflexión del espfriru sobre él mismo. Es coda la maccrialidad del
ho01brc.• (TA, pp. 37-38.) (N. del 1 :)
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lla culpabilidad efectivamente mía, a causa de faltas que yo
cada. M atizo que si el roscro significa una orden dirigida a hubiera cometido, sino porque soy responsable de/con una
nú, no es de la manera en que un signo cualquiera significa responsabilidad total', que responde de codos los otros y de
su significado; esa orden es la significatividad m is ma del todo en los otros, incluida su responsabilidad. El yo tiene
roscro3. siempre w1a responsabilidad de más que los otros.
Ph. N.-Usted dice a la vez •me pide» y •me o rdena,,. Ph. N-¿Es decir que si los otros no hacen lo que tienen
¿No hay ahí una contradicción? q ue hacer es por mi causa?
E. L.-Me pide como se pide algo que se ordena, como E. L.-En algún lugar he llegado hasta decir -son p ala-
cuando se dice: •¡se os ruega que...!•. bras que no m e gusta mucho citar, dado que deben ser
Ph. N.-¿Pero el otro no es también responsable con res- completadas por otras consideraciones- que soy responsable
pecto a mí? de las persecuciones que yo sufro. ¡Pero sólo yo! Mis •allega-
E. L.-Puede ser, pero esto es asumo suyo. Uno de los te- dos• o «mi pueblo» son ya los otros, y, para eUos, reclamo
mas Fundamentales de Totalidad t Infinito, del que aún no justicia.
hemos hablado, es que la relación intersubjetiva es una rela- Ph. N.-¡Hasta ese extremo llega usted!
ción asimétrica. En este sentido, yo soy responsable del otro E. L.-Ya que soy responsable incluso de la responsabili-
sin esperar la recíproca, aunque ello me cueste la ,•ida. la re- dad del ocro. Son fórmulas extremas que no hay que sacar
cíproca es asunto "'J'º· Precisamente, en la medida en que en - de su contexto. Yendo a lo concreto, muchas otras conside-
tre el otro y yo la relación no es recíproca, yo soy sujeción al raciones intervienen y exigen la justicia incluso para mí. Las
otro; y soy •sujeto» esencialmente en este sentido. Soy yo le)'eS descartan ciertas consecuencias de modo práctico.
quien sopona todo'. Conoce usted esca frase de Dosroievski: Pero la justicia tan sólo tiene sentido si conserva el espíritu
«Todos nosotros somos culpables de todo y de todos ante to- del des-interés que anima la idea de la responsabilidad para
dos, y yo más que los otros»". No a causa de esta o de a.que- con el ocre hombre. En principio, el yo no se arranca de su
,primera persona.; él sostiene al mundo' . La subjetividad,
' Sig11ificatividad (francés: sig11ifia11c~1esto es, apercu~ donación, ini-
cio inapropiable o irrecuperable (an-~rqu1co), de codo senndo. (N. dd T.) 4 Dice el original francés: «je suis responsable d'unc rcsponsabilfré
~ «El sujeto que decimos encarnado oo rc:sulta de una maccnah-ia- tocale». Creernos que la preposición ""de" encierra los dos senridos verti-
cióo, de una entrada dentro del espacio y las relaciones de cootacro y de dos con "de/con", como la continuación parece conficmar. (N. del T.)
dinero que habda realizado una conciencia¡ esro csJ una coo.ciencia de ' •El Yo es el puntO que sopona la gravedad del mundo, lo que en
sf, pro\!isra contra todo ataque y previa.mente no espacial: _Porque 1a el ser deshace la obra de ser, impenutbable y sin exención. Ser aculad()
subjetjvidad es sensibilidad -exposición a los otros, vulner3b1hdad y rcs-- comca sí, él es el no~ser del ser. No 1a nada, puesto que ese deshaur es
ponsabilídad en la proximidad de los otros, uno-para-el-o"º• esto es, ambiguo o "mixro" o más allá del ser.
significación- y porque la materia es el lugar propio del para-el-otr~, el No es porque entre los setts exista u.o ser pensante escruccurado
modo como (3 signi6caci6n significa antes de mostrarse co1no Duho como Yo, persiguiendo unos fines, por lo que el se.r adquiere un.a signi-
dentro de) sistema del sincronismo, dentro del sistema Hngüi'sricoi es ficación y se convierte en mundo; es porque en la proximidad del ser se
por lo que el sujeto es de carne y sangre, hombre.que ciene hambre y imcribc la huella de una ausencia -o del lnfinit<>- por lo que hay aban-
que come, entrañas en una piel y, por dio, suscepuble de da, d pan de dono, gravedad, responsabilidad, obsesión y Yo. F.J no-inrercambiable
su boa o de dar su piel•. (DOMS, p. 136.) (N. dd T.) por excclcncia -el yo- es, en un mundo sin juego, lo que, en un sacrifi-
•• úsftlm Karamazov. La Pléiade, p. 310.
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al consácuirse en el seno del movimiento mismo en el que a dad, no tiene un verbo que designaría d acomecimienco de
ella le incumbe ser responsable del otro, va hasta la susáru- su inquietud, de su des-intcr-és, de la puesta-en-cuestión de
ción del otro. Asume la condición -o la incondición- de re- esce ser -<> de este essemiento- del ence.
hén. la subj etividad corno tal es inicialmence rehén; respon- Soy yo quien soporta al o tro, quien es responsable de él.
de hasta expiar por los otros. A.sí, se ve que en el sujeto humano, al mismo tiempo que
Uno pued e mostrarse escandalizado por esa concepció n una sujeción coca!, se manifiesta mi primogeoimra. Mi res-
l!tópic;a. y, para un yo, inhumana. Pero la humanidad de lo ponsabilidad es intransferible, nadie podría reempla1.;1,nl).~·•.
h umano -la verdadera vida- esd ausente. La human idad De hecho, se trata de decir la idenádad misma dd yo h u-
dentro d el ser histórico y objeávo, la brecha misma de lo mano a parrir de la responsabilidad, es decir, a partir de esa
subjetivo, del psiquismo humano, en su o riginal vigilancia posición o de esa deposición del yo soberano ea la concien-
o deshechizamjenco, es el ser que se d eshace de su condi- cia de sí, deposición que, p recisamence, es su responsabili-
ción de ser: el dcs-inrcr-és' . Eso es lo que quiere decir el dad para con el otro. La responsabilidad es lo q ue, de ma-
títu lo del libro: , de otro modo que ;m,. La condición oncoló- nera exclusiva, me incumbe y que, htmld1111menre, no puedo
gica se deshace, o es deshecha, en la condición o la incondi- rechazar. Esa carga es una suprema dignidad del único. Yo
ción humana. Ser hwnano significa: vivir como si no se no incercambi:ible, soy yo en la sola medida ea q ue soy res-
fuera un ser entre los seres. Como si, por la espiritualidad ponsable. Yo puedo susriruir a codos, pero nadie puede sus-
hwna.na, se voltearan las caregoría.s del ser ea u n , de o tro tituirme a mí. 'fa! es mi identidad inal ienable de sujeto. Ea
modo que ser•. No sólo en un •ser de otro modo»; ser de ese senrido preciso es e n el que Dostoicvski dice: «Todot so-
mos respom11b/es de todo y de todos ame todos, y yo más que to-
otro modo es aún ser. Lo «de otro modo que ser>, en ver-
dos los otros»'º.

cio pet1nane.ncc, s.ub.sricuyc a los otros y trasciende el mondo. Pero es la


fücote del h.ibla.r, pues es la esencia de la cotnunicación.
No es que el Yo sea sólo un ser do,ado de cicnas cualidades Uarni- ' o-E.I "descubrimiento" del otro - no ya como dnto prcc.isamence.
das morales que 11ev.l como aJribocos. La "egc:>idad" del yo, su unicidad ¡sino como rostro! subviene la aproximación trasce1)dencal del ')'U, pero
ex-cepciooaJ y e:nratta, es ese acomecimiemo incesante de substitución, conserva el primado egológico de ese yo que permanece único y elegido
d hecho para uo ser de vaciarse de su ser~ de no-ser. E.1 :aconrccimiento en ,u responsabilidad irrecusable.» (/bid., p. 309.) (N. del T.)
érico de J:1"expiación por otro" es la siruación ooncrem designada por el 10
.c¡Vo~orros piadosos - se dfr~ y p.ahibras generosas! Sé que ya no Sé'
verbo nl)•Ur. Por la condición de rehén es por la que puede haber en d puede creer en las palabras, pues no se puede y:,; ha.bfa.r en cscc mundo
mupdo piedad, compasión, perdón y proximidad (incluso lo poco que aronnenrado. No se puede hablar m:ts porque nadie puede comem..ar su
de ello hay). Todas las ''úansferencias de sentimiemd'' por fas que los discurso sin dar cescimonio enseguida de algo rotal.mente disrinco de lo
teóricos de la guerra original explican el n:ac.imic:ncQ de la generosidad, que dice. Psicoanálisis y sociología acechan a los imerloc,,1ro('CS'. D<:nun•
oo llegarían a fijarse en e.l Yo, s-i éste no fuese oon todo su ser (o c.on dando la mis-cificación, uno da ya la impresión de mistificar de ,~uevo.
todo su no•scr) rehén. No es seguro que la guccr:11 fuese al comien1.o. Pero nosotros, judíos, musulmanes y cristianos - nosorros, monotcístas-
Antes que la guerra eran los altarc.s, . (EDE, pp. 233-234.) (N. del T.) esramos aquí para romper cJ encancamicnto, para decfr pafa.br::i.s que se
• ,(...) lo que llamo la breehn. del ser por medio de f.o humano (...), arrancan al contexto que las deforma, p.1ra decir palabras que comie1rtan
brcd\a que scri2 lo bíblico ... (E11tre1ien tt.~< Emmanuel Lévinas, en Revue tn quien las dice, para recuperar la palabra que con-a, la palabro que de-
de mlruphy,iqueei de moral,, 1985, n.• 3, p. 307.) (N. del ' t:) sanuda, la palabr, profética., (DL, pp. 251-252.) (N. del T.)

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