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Unidad 2. Trabajo y Educación

El trabajo humano es fundamental para la existencia y desarrollo de la sociedad, ya que no solo genera riqueza, sino que también ha sido crucial en la evolución del hombre desde sus ancestros simiescos. A través del trabajo, el ser humano ha perfeccionado sus habilidades, desarrollado el lenguaje y creado una variedad de actividades que han llevado a la formación de clases sociales y a la civilización. La transformación de la dieta y el uso de herramientas han sido determinantes en la adaptación del hombre a diferentes entornos, lo que ha permitido su progreso y dominio sobre la naturaleza.
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Unidad 2. Trabajo y Educación

El trabajo humano es fundamental para la existencia y desarrollo de la sociedad, ya que no solo genera riqueza, sino que también ha sido crucial en la evolución del hombre desde sus ancestros simiescos. A través del trabajo, el ser humano ha perfeccionado sus habilidades, desarrollado el lenguaje y creado una variedad de actividades que han llevado a la formación de clases sociales y a la civilización. La transformación de la dieta y el uso de herramientas han sido determinantes en la adaptación del hombre a diferentes entornos, lo que ha permitido su progreso y dominio sobre la naturaleza.
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Maestro: José Domingo. Alumna: Elsa María Flores Pérez.

Materia: Aspectos sociales de la Educación. Saltillo, Coahuila.


UNIDAD 2.- TRABAJO Y EDUCACIÓN
¿Qué es el trabajo humano?

El trabajo es la fuente de toda riqueza, afirman los especialistas en Economía


Política. Lo es, en efecto, a la par que la naturaleza proveedora de los materiales
que él convierte en riqueza. Pero el trabajo es muchísimo más que eso. Es la
condición básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en tal grado que,
hasta cierto punto, debemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre.
La mano no es sólo el órgano del trabajo; es también producto de él. Únicamente
por el trabajo, po la adaptación a nuevas y nuevas operaciones, por la transmisión
hereditaria del perfeccionamiento especial así adquirido por los músculos, los
ligamentos y, en un periodo mas largo, por los huesos.
Pero la mano no era algo con existencia propia e independiente. Era únicamente un
miembro de un organismo entero sumamente complejo. Y lo que beneficiaba a la
mano beneficiaba también a todo el cuerpo servido por ella.
Con cada nuevo progreso, el domino del hombre sobre la naturaleza, que
comenzara por el desarrollo de la mano, con el trabajo, iba ampliando los horizontes
del hombre, haciéndole descubrir constantemente en los objetos nuevas
propiedades hasta entonces desconocidas.
El desarrollo del trabajo, al multiplicar los casos de ayuda mutua y de actividad
conjunta para cada individuo, tenía que contribuir forzosamente a agrupar aun más
a los miembros de la sociedad.
Los hombres en formación llegaron a un punto en que tuvieron necesidad de decirse
algo los unos a los otros. La necesidad creó el órgano: la laringe poco desarrollada
del mono se fue transformando, lenta pero firmemente, mediante modulaciones que
producían a su vez modulaciones más perfectas, mientras los órganos de la boca
aprendían poco a poco a pronunciar un sonido articulado tras otro.
La comparación con los animales nos muestra que esta explicación del origen del
lenguaje a partir del trabajo y con el trabajo es la única acertada.
Primero el trabajo, luego y con él la palabra articulada, fueron los dos estímulos
principales bajo cuya influencia el cerebro del mono se fue transformando
gradualmente al cerebro humano, que, a pesar de toda su similitud, lo supera
considerablemente en tamaño y en perfección.
Gracias a la cooperación de la mano, de los órganos del lenguaje y del cerebro, no
sólo en cada individuo, sino también en la sociedad, los hombres fueron
aprendiendo a ejecutar operaciones cada vez más complicadas, a planteare y a
alcanzar objetivos cada vez más elevados. El trabajo mismo se diversificaba y
perfeccionaba de generación en generación cada vez a nuevas actividades. A la
caza y a la ganadería vino a sumarse la agricultura, y más tarde el hilado y el tejido,
Maestro: José Domingo. Alumna: Elsa María Flores Pérez.
Materia: Aspectos sociales de la Educación. Saltillo, Coahuila.

el trabajo de los metales, la alfarería y la navegación, el comercio, los oficios, las


artes y las ciencias, y la religión.
El rápido progreso de la civilización fue atribuido exclusivamente a la cabeza, al
desarrollo y a la actividad del cerebro.
Todos los modos de producción que han existido hasta el presente sólo buscan el
efecto útil del trabajo en su forma más directa e inmediata. Todas las formas más
elevadas de producción que vinieron después condujeron a la división de la
población en clases y, por tanto, al antagonismo entre las clases dominantes y las
clases oprimidas. En consecuencia, los intereses de las clases dominantes se
convirtieron en el elemento propulsor de la producción, en cuanto ésta no se limitaba
a mantener bien que mal la misera existencia de los oprimidos.
El trabajo desde la teoría de la reproducción.
El trabajo es la fuente de toda riqueza, según afirman los especialistas en Economía
Política, y lo es, en efecto, a la par que la naturaleza proveedora de los materiales
que él convierte en riqueza. Pero el trabajo es muchísimo más que eso. Es la
condición básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en tal grado que,
hasta cierto punto, debemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre.
Hace muchos centenares de miles de años, vivía en algún lugar de la zona tropical,
una raza de monos antropomorfos extraordinariamente desarrollada. Estaban
totalmente cubiertos de pelo, tenían barba, orejas puntiagudas, vivían en árboles y
formaban manadas.
Como consecuencia de su género de vida, sus manos al trepar tenían que
desempeñar funciones distintas a las de los pies, estos monos se fueron
acostumbrando a prescindir de ellas al caminar por el suelo y empezaron a adoptar
más y más una posición erecta. Fue el paso decisivo para el tránsito del mono al
hombre.
Todos los monos antropomorfos que existen hoy en día pueden permanecer en
posición erecta y caminar apoyándose únicamente en sus pies; pero lo hacen solo
en caso de extrema necesidad y, además, con suma torpeza. Caminan
habitualmente en actitud semi erecta, y su marcha incluye el uso de las manos.
La mayoría de estos monos apoyan en el suelo los nudillos y, encogiendo las
piernas, hacen avanzar el cuerpo por entre sus largos brazos, como un cojo que
camina con muletas.
Puesto que para nuestros antepasados la posición erecta había sido primero una
norma, y luego una necesidad, de ahí se desprende que por aquel entonces las
manos tenían que ejecutar funciones cada vez más variadas.
Las manos sirven principalmente para recoger y sostener los alimentos, como lo
hacen ya algunos mamíferos inferiores con sus patas delanteras. Ciertos monos se
Maestro: José Domingo. Alumna: Elsa María Flores Pérez.
Materia: Aspectos sociales de la Educación. Saltillo, Coahuila.

ayudan de las manos para construir nidos en los árboles; y algunos, como el
chimpancé, llegan a construir tejadillos entre las ramas, para defenderse de las
inclemencias del tiempo. La mano les sirve para empuñar los garrotes, con los que
se defienden de sus enemigos, o para bombardear a éstos con frutos y piedras.
El número y la disposición general de los huesos y de los músculos son los mismos
en el mono y en el hombre, pero la mano del salvaje más primitivo es capaz de
ejecutar centenares de operaciones que no pueden ser realizadas por la mano de
ningún mono. Ni una sola mano simiesca ha construido jamás un cuchillo de piedra,
por tosco que fuese.
Las operaciones por las que nuestros antepasados fueron adaptando poco a poco
sus manos durante miles de años que dura el periodo de transición del mono al
hombre, sólo pudieron ser operaciones sumamente sencillas.
La mano se hizo libre y podía adquirir cada vez más destreza y habilidad; y esta
mayor flexibilidad adquirida se transmitía por herencia y se acrecía de generación
en generación.
La mano no es sólo el órgano del trabajo; es también producto de él. Únicamente
por el trabajo, por la adaptación a nuevas y nuevas operaciones, por la transmisión
hereditaria del perfeccionamiento especial así adquirido por los músculos, los
ligamentos y, en un período más largo, también por los huesos, y por la aplicación
siempre renovada de estas habilidades heredadas a funciones nuevas y cada vez
más complejas ha sido cómo la mano ha alcanzado ese grado de perfección que la
ha hecho capaz de dar vida, como por arte de magia, a varias esculturas, pinturas
y música.
Pero la mano no era algo con existencia propia e independiente. Era únicamente un
miembro de un organismo entero y sumamente complejo. Y lo que beneficiaba a la
mano beneficiaba también a todo el cuerpo servido por ella; y lo beneficiaba en dos
aspectos.
Primeramente, en virtud de la ley que Darwin llamó de la correlación del crecimiento.
Según esta ley, ciertas formas de las distintas partes de los seres orgánicos siempre
están ligadas a determinadas formas de otras partes, que aparentemente no tienen
ninguna relación con las primeras. Las modificaciones experimentadas por ciertas
formas provocan cambios en la forma de otras partes del organismo, sin que
estemos en condiciones de explicar tal conexión.
Ejemplo: los gatos totalmente blancos y de ojos azules son siempre o casi siempre
sordos.
El perfeccionamiento gradual de la mano del hombre y la adaptación concomitante
de los pies a la marcha en posición erecta repercutieron indudablemente, en virtud
de dicha correlación, sobre otras del organismo.
Maestro: José Domingo. Alumna: Elsa María Flores Pérez.
Materia: Aspectos sociales de la Educación. Saltillo, Coahuila.

Nuestros antepasados simiescos eran animales que vivían en manadas.


Con cada nuevo progreso, el dominio sobre la naturaleza, que comenzara por el
desarrollo de la mano, con el trabajo, iba ampliando los horizontes del hombre,
haciéndole descubrir constantemente en los objetos nuevas propiedades hasta
entonces desconocidas.
El desarrollo del trabajo, al multiplicar los casos de ayuda mutua y de actividad
conjunta para cada individuo, tenía que contribuir forzosamente a agrupar aún más
a los miembros de la sociedad.
Los hombres en formación llegaron a un punto en que tuvieron necesidad de decirse
algo los unos a los otros. La necesidad creó el órgano: la laringe poco desarrollada
del mono se fue transformando, lenta pero firmemente, mediante modulaciones que
producían a su vez modulaciones más perfectas, mientras que los órganos de la
boca aprendían poco a poco a pronunciar un sonido articulado tras otro.
Primero el trabajo, luego y con él la palabra articulada, fueron los dos estímulos
principales bajo cuya influencia el cerebro del mono se fue transformando
gradualmente en cerebro humano. Y a medida que se desarrollaba el cerebro, se
desarrollaban también sus instrumentos más inmediatos: los órganos de los
sentidos.
El desarrollo del cerebro y de los sentidos a su servicio, la creciente claridad de
conciencia, la capacidad de abstracción y de discernimiento cada vez mayores,
reaccionaron a su vez sobre el trabajo y la palabra, estimulando más y más su
desarrollo. Cuando el hombre se separa definitivamente del mono, este desarrollo
no cesa ni mucho menos, sino que continúa, en distinto grado y en distintas
direcciones entre los distintos pueblos y en las diferentes épocas, interrumpido
incluso a veces por regresiones de carácter local o temporal, pero avanzando en su
conjunto a grandes pasos, considerablemente impulsado y, a la vez, orientado en
un sentido más preciso por un nuevo elemento que surge con la aparición del
hombre acabado: la sociedad.
La alimentación, cada vez más variada, aportaba al organismo nuevas y nuevas
substancias, con lo que fueron creadas las condiciones químicas para la
transformación de estos monos en seres humanos.
El trabajo comienza con la elaboración de instrumentos.
Son instrumentos de caza y de pesca los primeros utilizados también como armas.
Pero la caza y la pesca suponen el tránsito de la alimentación exclusivamente
vegetal a la alimentación mixta, lo que significa un nuevo paso de suma importancia
en la transformación del mono en hombre. El consumo de carne ofreció al
organismo, en forma casi acabada, los ingredientes más esenciales para su
metabolismo. Con ello acortó el proceso de la digestión y otros procesos de la vida
vegetativa del organismo (es decir, los procesos análogos a los de la vida de los
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vegetales), ahorrando así tiempo, materiales y estímulos para que pudiera


manifestarse activamente la vida propiamente animal. Y cuanto más se alejaba el
hombre en formación del reino vegetal, más se elevaba sobre los animales.
Donde más se manifestó la influencia de la dieta cárnea fue en el cerebro, que
recibió así en mucha mayor cantidad que antes las substancias necesarias para su
alimentación y desarrollo, con lo que su perfeccionamiento fue haciéndose mayor y
más rápido de generación en generación.
El consumo de carne en la alimentación significó dos nuevos avances de
importancia decisiva: el uso del fuego y la domesticación de animales. El primero
redujo aún más el proceso de la digestión, ya que permitía llevar a la boca comida,
como si dijéramos, medio digerida; el segundo multiplicó las reservas de carne, pues
ahora, a la par con la caza, proporcionaba una nueva fuente para obtenerla en forma
más regular. La domesticación de animales también proporcionó, con la leche y sus
derivados, un nuevo alimento, que en cuanto a composición era por lo menos del
mismo valor que la carne. Así, pues, estos dos adelantos se convirtieron
directamente para el hombre en nuevos medios de emancipación.
El hombre, que había aprendido a comer todo lo comestible, aprendió también, de
la misma manera, a vivir en cualquier clima. Se extendió por toda la superficie
habitable de la Tierra siendo el único animal capaz de hacerlo por propia iniciativa.
Los demás animales que se han adaptado a todos los climas -los animales
domésticos y los insectos parásitos- no lo lograron por sí solos, sino únicamente
siguiendo al hombre. Y el paso del clima uniformemente cálido de la patria original,
a zonas más frías donde el año se dividía en verano e invierno, creó nuevas
necesidades, al obligar al hombre a buscar habitación y a cubrir su cuerpo para
protegerse del frío y de la humedad. Así surgieron nuevas esferas de trabajo y, con
ellas, nuevas actividades que fueron apartando más y más al hombre de los
animales.
Gracias a la cooperación de la mano, de los órganos del lenguaje y del cerebro, no
sólo en cada individuo, sino también en la sociedad, los hombres fueron
aprendiendo a ejecutar operaciones cada vez más complicadas, a plantearse y a
alcanzar objetivos cada vez más elevados. El trabajo mismo se diversificaba y
perfeccionaba de generación en generación extendiéndose cada vez a nuevas
actividades. A la caza y a la ganadería vino a sumarse la agricultura, y más tarde el
hilado y el tejido, el trabajo de los metales, la alfarería y la navegación. Al lado del
comercio y de los oficios aparecieron, finalmente, las artes y las ciencias; de las
tribus salieron las naciones y los Estados. Se desarrollaron el Derecho y la Política,
y con ellos el reflejo fantástico de las cosas humanas en la mente del hombre: la
religión. Frente a todas estas creaciones, que se manifestaban en primer término
como productos del cerebro y parecían dominar las sociedades humanas, las
producciones más modestas, fruto del trabajo de la mano, quedaron relegadas a
segundo plano, tanto más cuanto que en una fase muy temprana del desarrollo de
Maestro: José Domingo. Alumna: Elsa María Flores Pérez.
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la sociedad (por ejemplo, ya en la familia primitiva), la cabeza que planeaba el


trabajo era ya capaz de obligar a manos ajenas a realizar el trabajo proyectado por
ella. El rápido progreso de la civilización fue atribuido exclusivamente a la cabeza,
al desarrollo y a la actividad del cerebro. Los hombres se acostumbraron a explicar
sus actos por sus pensamientos, en lugar de buscar esta explicación en sus
necesidades (reflejadas, naturalmente, en la cabeza del hombre, que así cobra
conciencia de ellas).
Lo único que pueden hacer los animales es utilizar la naturaleza exterior y
modificarla por el mero hecho de su presencia en ella. El hombre, en cambio,
modifica la naturaleza y la obliga así a servirle, la domina. Y ésta es, en última
instancia, la diferencia esencial que existe entre el hombre y los demás animales,
diferencia que, una vez más, viene a ser efecto del trabajo.
Cada día aprendemos a comprender mejor las leyes de la naturaleza y a conocer
tanto los efectos inmediatos como las consecuencias remotas de nuestra
intromisión en el curso natural de su desarrollo. Sobre todo, después de los grandes
progresos logrados en este siglo por las Ciencias Naturales, nos hallamos en
condiciones de prever, y, por tanto, de controlar cada vez mejor las remotas
consecuencias naturales de nuestros actos en la producción, por lo menos de los
más corrientes. Y cuanto más sea esto una realidad, más sentirán y comprenderán
los hombres su unidad con la naturaleza, y más inconcebible será esa idea absurda
y antinatural de la antítesis entre el espíritu y la materia, el hombre y la naturaleza,
el alma y el cuerpo, idea que empieza a difundirse por Europa a raíz de la
decadencia de la antigüedad clásica y que adquiere su máximo desenvolvimiento
en el cristianismo.
Aprovechando una experiencia larga, y a veces cruel, confrontando y analizando los
materiales proporcionados por la historia, vamos aprendiendo poco a poco a
conocer las consecuencias sociales indirectas y más remotas de nuestros actos en
la producción, lo que nos permite extender también a estas consecuencias nuestro
dominio y nuestro control.
Todos los modos de producción que han existido hasta el presente sólo buscaban
el efecto útil del trabajo en su forma más directa e inmediata. No hacían el menor
caso de las consecuencias remotas, que sólo aparecen más tarde y cuyo efecto se
manifiesta únicamente gracias a un proceso de repetición y acumulación gradual.
La primitiva propiedad comunal de la tierra correspondía, por un lado, a un estado
de desarrollo de los hombres en el que el horizonte de éstos quedaba limitado, por
lo general, a las cosas más inmediatas, y presuponía, por otro lado, cierto excedente
de tierras libres, que ofrecía cierto margen para neutralizar los posibles resultados
adversos de esta economía positiva. Al agotarse el excedente de tierras libres,
comenzó la decadencia de la propiedad comunal. Todas las formas más elevadas
de producción que vinieron después condujeron a la división de la población en
clases diferentes y, por tanto, al antagonismo entre las clases dominantes y las
Maestro: José Domingo. Alumna: Elsa María Flores Pérez.
Materia: Aspectos sociales de la Educación. Saltillo, Coahuila.

clases oprimidas. En consecuencia, los intereses de las clases dominantes se


convirtieron en el elemento propulsor de la producción, en cuanto ésta no se limitaba
a mantener bien que mal la mísera existencia de los oprimidos.
La ciencia social de la burguesía, la Economía Política clásica, sólo se ocupa
preferentemente de aquellas consecuencias sociales que constituyen el objetivo
inmediato de los actos realizados por los hombres en la producción y el cambio.
Por cuanto los capitalistas aislados producen o cambian con el único fin de obtener
beneficios inmediatos, sólo pueden ser tenidos en cuenta, primeramente, los
resultados más próximos y más inmediatos.

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