JUAN JOSÉ MILLÁS El Eructo Como Forma de Pensamiento 080806
JUAN JOSÉ MILLÁS El Eructo Como Forma de Pensamiento 080806
08/08/2006
¿Se puede advertir en esta foto una concepción del mundo, de la amistad, de la cultura?
La respuesta es sí. A veces, tenemos una idea fantástica, pero carecemos de los medios
o del tiempo precisos para desarrollarla. No es el caso de estos dos individuos. Tuvieron
la idea y la llevaron a la práctica. Uno puso el talento y el otro la disciplina. El del talen-
to, increíblemente, es el de la derecha y se llama Millán-Astray. El de la disciplina, in-
creíblemente también, es el de la izquierda y se llama Francisco Franco. Salta a la vista
que el ideólogo es Millán-Astray por la expresión de superioridad intelectual, que le sale
prácticamente sin querer, pero también por el modo en que protege con su brazo dere-
cho al neófito.
-Mira -le está diciendo- cómo se combate dialécticamente una idea: se levanta la barbi-
lla, se enarcan las cejas, se arruga un poco la nariz y se suelta un eructo. Es importante
que no te hayas lavado los dientes jamás, porque en el sarro se esconden cantidades in-
creíbles de pensamiento y de bacterias, y adonde no llega el pensamiento llegan las bac-
terias. Si acaso, al tiempo de eructar puedes articular una frase corta, pero incisiva, del
tipo de te vamos a cortar los cojones. Estas oraciones combinan muy bien con el tipo de
filosofía que pretendo transmitirte. Un día, en Salamanca, discutí con un tal Unamuno,
un filósofo de mierda, al que grité en su cara ¡Muera la inteligencia! Se quedó plancha-
do porque lo argumenté con dos eructos geniales y un ¡Viva la muerte! que te ponía los
pelos de punta. Para entonces ya me faltaban un ojo y un brazo, porque yo soy conse-
cuente y si digo que viva la muerte es porque me gusta, incluso a plazos. Estaba conmi-
go, de mi lado quiero decir, José María Pemán, que eso sí que era un pedazo de escritor
con su gracia andaluza y todo lo demás. Si no me crees, pregúntaselo a él.
Cuando escuchaba la palabra cultura, Millán-Astray sacaba la pistola. Se pasó la vida
sacándola y mató mucho, primero en Filipinas, luego en Marruecos y más tarde en Es-
paña. Le dieron todas las cruces del mundo por matar sin que la Iglesia se quejara de la
utilización masiva de un símbolo tan suyo. Finalizada la Guerra Civil regresó a sus ta-
reas intelectuales como jefe de prensa del régimen y sólo mataba los domingos, por qui-
tarse el gusanillo. Un genio.
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En cuanto a Franco, era más torpe. Observen las dificultades que muestra para soltar la
ventosidad bucal por no colocar la lengua donde debe. Pero aprendió y eructó como el
que más durante cuarenta años. De entre sus eructos más celebrados cabe destacar la
Cruz del Valle de los Caídos, también muy apreciada por la Iglesia. Si alguien quiere
saber qué fue el franquismo, cómo era la atmósfera moral e intelectual, incluso gastro-
nómica, que se respiraba en España durante aquella época, no tiene más que asomarse a
esta fotografía con halitosis que lo dice todo. De ahí venimos, aunque unos más que
otros, y no nos gusta señalar. Se publicó en las páginas de Cultura de EL PAÍS el 14 de
noviembre, con ocasión del aniversario de la muerte de Franco, por lo que si Millán-As-
tray hubiera levantado la cabeza habría sacado, lógicamente, la pistola. Vaya mundo.
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