HYDROGREEN
Antecedentes
La fitorremediación es una estrategia de biorremediación que emplea ciertas plantas (y sus
microorganismos asociados) para degradar o estabilizar contaminantes peligrosos en suelos,
agua, aire y sedimentos. En particular, se ha considerado una de las mejores alternativas
para recuperar suelos contaminados por hidrocarburos debido a su bajo costo y carácter
ecológico . Algunas plantas desarrollan raíces extensas que estimulan la proliferación de
microorganismos capaces de degradar hidrocarburos presentes, incluso procedentes de
derrames de petróleo. Estos microorganismos esencialmente “se alimentan” de los
compuestos petroleros, metabolizándolos en sustancias menos dañinas y eventualmente
convirtiéndolos en dióxido de carbono (CO₂) y agua . De este modo, la fitorremediación
aprovecha la sinergia entre plantas y microbios para descontaminar el medio ambiente de
forma in situ y natural.
Diversos estudios respaldan la eficacia de esta técnica. Por ejemplo, se ha observado que
gramíneas como Festuca arundinacea pueden tolerar y ayudar a eliminar mezclas de
hidrocarburos alifáticos (como hexadecano) y aromáticos (como fenantreno y pireno) del
suelo . Durante el proceso, las poblaciones microbianas del suelo utilizan los hidrocarburos
como fuente de carbono y energía, y su actividad aumenta notablemente en presencia de
raíces y exudados vegetales . En comparación con suelos contaminados sin vegetación, la
presencia de plantas conlleva una degradación más acelerada de los contaminantes gracias
al efecto estimulante de la rizósfera en la microbiota degradadora .
La contaminación de suelos por hidrocarburos es un problema ambiental serio. Los
hidrocarburos (compuestos orgánicos formados principalmente por carbono e hidrógeno,
desde gases como el metano hasta líquidos pesados como el asfalto) ingresan al suelo por
derrames accidentales o actividades industriales, dañando la calidad del ecosistema. Un
derrame petrolero afecta directamente al suelo y, además, sus vapores y lixiviados pueden
contaminar la atmósfera y las aguas subterráneas, perjudicando la salud humana y la
biodiversidad circundante . Estudios han documentado que la presencia de hidrocarburos
altera las propiedades físico-químicas del suelo (por ejemplo, aumenta el carbono orgánico
y acidifica el suelo, disminuyendo el pH por la liberación de iones H⁺ y la pérdida de
nutrientes básicos) . Asimismo, se han observado reducciones en la fertilidad, cambios en la
comunidad microbiana (menor diversidad por la desaparición de especies sensibles) y
efectos tóxicos en la flora y fauna locales. En resumen, la contaminación por hidrocarburos
deteriora la estructura y función del suelo, inhibe el crecimiento vegetal, impacta la fauna
edáfica y puede generar daños a largo plazo en los ecosistemas afectados.
Mecanismos de fitorremediación de hidrocarburos
Cómo funciona: La fitorremediación emplea varios mecanismos para eliminar o reducir los
contaminantes, los cuales pueden actuar de forma individual o conjunta dependiendo del
tipo de contaminante y de planta involucrada. En términos generales, las plantas pueden
absorber, acumular, degradar, volatilizar o inmovilizar los contaminantes. En el caso de
suelos contaminados con hidrocarburos, suelen destacarse dos vías principales de acción:
(1) la absorción del contaminante por la planta y su posterior transformación o acumulación
en los tejidos vegetales, y (2) la degradación microbiana en la rizósfera estimulada por la
actividad de las raíces. Las raíces absorben agua y nutrientes pero también pueden tomar
ciertos compuestos orgánicos; muchas plantas liberan exudados (azúcares simples,
aminoácidos, ácidos orgánicos, oxígeno, etc.) que alimentan a microorganismos del suelo
capaces de degradar hidrocarburos . Estos microorganismos rizosféricos metabolizan los
contaminantes orgánicos hasta productos inocuos, proceso conocido como fitoestimulación
o rizodegradación . Paralelamente, algunas especies vegetales pueden metabolizar
directamente parte de los hidrocarburos absorbidos, mediante enzimas en sus tejidos que
los transforman en compuestos menos tóxicos (estrategia de
fitodegradación/fitotransformación). Otra ruta posible es la fitovolatilización, donde ciertos
contaminantes volátiles o sus metabolitos son emitidos a la atmósfera a través de la
transpiración de la planta, en una forma más diluida o menos peligrosa .
Estrategias específicas: Dentro de la fitorremediación se reconocen varias estrategias o
mecanismos particulares, entre ellos:
• Fitoextracción (fitoacumulación): absorción de contaminantes por las raíces y
acumulación en la biomasa aérea (tallos, hojas). Es eficaz sobre todo para metales pesados
y elementos inorgánicos, que quedan retenidos en la planta para luego retirarse mediante
cosecha . Nota: En el caso de hidrocarburos (contaminantes orgánicos), la fitoextracción
directa no es la principal vía de remoción, aunque algunas plantas pueden absorber
compuestos orgánicos ligeros.
• Fitoestabilización: inmovilización o secuestración de contaminantes en las raíces o en la
rizósfera, limitando su movilidad y biodisponibilidad en el ambiente . Las plantas con
sistemas radicales densos actúan como barrera viva que evita la dispersión vertical u
horizontal de los contaminantes (por ejemplo, impiden que alcancen aguas subterráneas).
Este mecanismo es relevante para reducir la propagación tanto de metales como de
hidrocarburos pesados en el suelo.
• Fitoestimulación (Rizodegradación): estimulación del crecimiento y actividad de
microorganismos degradadores en la rizósfera de la planta. Los compuestos exudados por
las raíces (nutrientes y compuestos orgánicos simples) fomentan poblaciones microbianas
capaces de biodegradar contaminantes orgánicos complejos . En su metabolismo, estos
microbios convierten los hidrocarburos en moléculas inocuas (CO₂, agua, biomasa
microbiana), aprovechando el contaminante como fuente de carbono y energía . Esta
estrategia es fundamental en la remediación de hidrocarburos, ya que la mayor parte de la
degradación es llevada a cabo por bacterias y hongos estimulados por las plantas.
• Fitodegradación (Fitotransformación): degradación o transformación química de
contaminantes llevada a cabo dentro de la planta. Ciertas plantas poseen enzimas (como
peroxidasas, lianasas, dehalogenasas, etc.) capaces de metabolizar compuestos orgánicos
tóxicos absorbidos, convirtiéndolos en metabolitos menos tóxicos que se incorporan a la
propia biomasa vegetal. Por ejemplo, algunas especies pueden degradar herbicidas,
explosivos u otros compuestos orgánicos; en el caso de hidrocarburos, pueden transformar
fracciones del petróleo en sustancias más simples que se almacenan en sus tejidos.
• Fitovolatilización: toma de contaminantes por la planta y posterior liberación a la
atmósfera en forma volatilizada. Las plantas actúan aquí como filtros que captan
contaminantes del suelo o agua y los emiten como gases menos peligrosos. Es aplicable a
compuestos relativamente volátiles (por ejemplo, ciertos hidrocarburos ligeros o
disolventes orgánicos) e incluso al mercurio metálico que puede volatilizarse al ser
absorbido. Si bien no elimina completamente el contaminante, lo diluye en la atmósfera
donde puede dispersarse o degradarse fotoquímicamente.
• Rizofiltración: utilización de raíces (a menudo en sistemas hidropónicos o acuáticos) para
absorber o adsorber contaminantes presentes en el agua. Es una estrategia más usada para
tratar aguas contaminadas con metales pesados o radionúclidos, en la cual raíces
sumergidas (de plantas terrestres o acuáticas) remueven los contaminantes del agua al
retenerlos en su biomasa. En contextos de suelos con hidrocarburos no es tan relevante,
pero puede intervenir en la remediación de cuerpos de agua contaminados por derrames.
Cada uno de estos mecanismos puede ocurrir simultáneamente en un proyecto de
fitorremediación. Por ejemplo, en la remediación de un suelo con petróleo, las plantas
podrían estabilizar los hidrocarburos más pesados en la rizósfera, volatilizar una fracción
ligera a la atmósfera y, principalmente, estimular la biodegradación microbiana del resto in
situ. La selección de la estrategia predominante dependerá del tipo de contaminante: para
compuestos orgánicos (como los hidrocarburos) predomina la biodegradación asistida por
las raíces (fitoestimulación) y la fitodegradación, mientras que para metales predominan la
fitoextracción o estabilización.
Beneficios de la fitorremediación
Una de las grandes ventajas de la fitorremediación es su carácter natural y sostenible. Al
emplear organismos vivos y procesos ecológicos, evita el uso de químicos o métodos
agresivos. De hecho, se destaca por ser un método que aprovecha los procesos biológicos
de los ecosistemas junto con la energía solar, sin necesidad de añadir sustancias químicas
que pudieran ser más peligrosas que los contaminantes originales . Esto la hace
inherentemente amigable con el medio ambiente y de bajo impacto ecológico. A diferencia
de técnicas tradicionales (como la excavación de suelos contaminados o la incineración de
material tóxico), la fitorremediación no genera residuos secundarios significativos ni
traslada el problema a otro sitio, sino que lo trata in situ. Además, mantener la vegetación
en su lugar ayuda a conservar la estructura del suelo y prevenir la erosión mientras dura el
proceso de limpieza.
Entre los beneficios específicos podemos mencionar:
• Restauración de tierras y mejora ecológica: La fitorremediación permite recuperar suelos
degradados, devolviéndoles productividad y permitiendo futuros usos agrícolas o silvícolas.
Por ejemplo, se ha documentado que la aplicación de fitorremediación reduce
significativamente la toxicidad de los suelos con hidrocarburos, mejorando su calidad y
hasta el aspecto estético del área, lo cual facilita su reintegración al entorno . Asimismo, al
introducir vegetación en un sitio contaminado, se contribuye a restablecer la cobertura
verde, creando hábitats para fauna y fomentando la biodiversidad. Estudios señalan que las
asociaciones planta-microbio en fitorremediación no solo limpian el ambiente, sino que
incrementan la biodiversidad microbiana del suelo, mejoran su estructura y promueven el
crecimiento vegetal saludable . Esto último es crucial para la recuperación de la
funcionalidad ecológica del sitio afectado.
• Beneficios climáticos y de carbono: Al ser una técnica basada en plantas, ofrece el co-
beneficio de secuestrar carbono atmosférico mediante la fotosíntesis. A medida que las
plantas crecen en suelos contaminados, incorporan carbono en su biomasa y aportan
materia orgánica al suelo (hojarasca, raíces muertas), aumentando el contenido de carbono
del suelo. Se ha propuesto que sistemas de fitorremediación integrados con plantaciones
forestales o agroforestales pueden capturar carbono de forma significativa al tiempo que
descontaminan, contribuyendo así a mitigar el cambio climático . Por ejemplo, un sistema
agroforestal de fitorremediación puede simultáneamente remover hidrocarburos del suelo y
almacenar carbono en la madera y en la materia orgánica del suelo, duplicando el beneficio
ambiental. Este doble servicio ecosistémico diferencia a la fitorremediación de muchas
tecnologías convencionales de remediación que, por el contrario, suelen emitir carbono (por
el uso intensivo de maquinaria, energía, etc.).
• Costos reducidos y viabilidad económica: La fitorremediación se distingue por ser
económicamente viable incluso para extensiones grandes de terreno. Comparada con
métodos físico-químicos tradicionales, resulta de bajo costo porque principalmente requiere
siembra y mantenimiento de plantas, más tiempo, en lugar de equipos y energía costosos.
De acuerdo con la literatura, es una técnica rentable que no implica excavar ni transportar
suelos contaminados, y puede aplicarse a gran escala en el propio sitio afectado . Esto la
hace especialmente adecuada para la recuperación de áreas amplias donde otras técnicas
serían logísticamente complicadas o prohibitivamente costosas. La simplicidad relativa de
su implementación permite que comunidades locales o instituciones puedan adoptarla con
mínima infraestructura. Adicionalmente, al restaurar ecosistemas contaminados, se pueden
generar beneficios económicos colaterales: por ejemplo, la rehabilitación de un sitio puede
valorizar el terreno, permitir su aprovechamiento productivo sostenible (agricultura,
forestería) o incluso habilitar actividades como ecoturismo en el área rehabilitada . Un
estudio indicó que la reducción de contaminantes mediante fitorremediación en suelos
petrolizados mejoró el paisaje y abrió oportunidades turísticas, traduciéndose en beneficios
económicos para comunidades locales .
En suma, la fitorremediación es eficaz, ecológicamente segura y económica. Se apoya en
procesos naturales para remediar la contaminación, evitando dañar aún más el entorno.
Además de remover contaminantes, aporta valor añadido al entorno: suelos más fértiles,
mayor biodiversidad, captura de carbono, paisaje verde y posibilidades de uso sustentable
del territorio restaurado.
Implicaciones ecológicas
Las implicaciones ecológicas de emplear fitorremediación en sitios contaminados son
ampliamente positivas. Al tratarse de una técnica in situ, el ecosistema local sufre mínimas
alteraciones durante el proceso de descontaminación, a diferencia de técnicas ex situ que
remueven grandes volúmenes de suelo y pueden devastar la biota local. Con la
fitorremediación se mantiene la integridad del suelo: la actividad de raíces y
microorganismos conserva la porosidad, estructura y ciclos de nutrientes, evitando la
degradación adicional del hábitat.
Otro aspecto ecológico importante es la biodiversidad. Un suelo contaminado severamente
suele tener baja diversidad biológica; la introducción de plantas tolerantes inicia la sucesión
ecológica y crea nichos para otras especies. La recuperación de la cobertura vegetal mejora
el microclima del suelo (temperatura, humedad) y propicia el regreso paulatino de fauna
edáfica (insectos, lombrices) y microorganismos beneficiosos. Este renacimiento biológico
restaura, al menos parcialmente, las funciones ecológicas perdidas. Investigaciones
comparativas han demostrado que, tras varios ciclos de fitorremediación, los suelos
muestran una biodiversidad microbiana mayor y una actividad enzimática más alta,
indicadores de un suelo ecológicamente saludable . En esencia, la fitorremediación acelera
la rehabilitación ecológica de áreas contaminadas, funcionando no solo como un depurador
de contaminantes sino también como un restaurador de ecosistemas.
Cabe resaltar que la presencia de plantas en sitios contaminados también protege otros
compartimentos ambientales. Las raíces reducen la lixiviación de contaminantes hacia el
agua subterránea al tomar agua del suelo y estabilizar los compuestos, disminuyendo el
riesgo de contaminación de acuíferos. Igualmente, la vegetación en la superficie atrapa
polvo o partículas contaminadas que de otra forma podrían ser dispersadas por el viento,
mitigando la contaminación atmosférica local. En el caso de suelos contaminados con
hidrocarburos, la actividad de las plantas y sus microbios asociados contribuye a eliminar
compuestos tóxicos antes de que alcancen cursos de agua o que persistan indefinidamente
en el ambiente. Todo esto se traduce en menos impactos sobre flora y fauna silvestres fuera
del sitio de remediación.
Finalmente, al ser una solución basada en la naturaleza, la fitorremediación encaja en
enfoques de desarrollo sustentable y conservación. Aprovecha y fortalece procesos
ecológicos propios del ecosistema (degradación bacteriana, sucesión vegetal, ciclado de
nutrientes) para resolver un problema ambiental, dejando un legado positivo: un ecosistema
más resiliente y con mayor capacidad de autorecuperación. En palabras de algunos autores,
es una técnica que logra limpiar el ambiente mientras lo enriquece, en contraste con
enfoques ingenieriles que muchas veces logran la limpieza a costa de simplificar o
esterilizar el entorno.
Implicaciones económicas
La dimensión económica de la fitorremediación también presenta ventajas notables. En
términos de costos directos, como se mencionó, suele ser considerablemente más barata que
otras tecnologías. Esto se debe a que no requiere maquinaria pesada de excavación,
transporte de residuos peligrosos ni insumos químicos costosos; básicamente involucra
costos de plantación, riego y mantenimiento vegetal, que comparativamente son menores .
Para países en vías de desarrollo o proyectos con recursos limitados, esta opción de bajo
costo puede marcar la diferencia entre poder remediar un sitio contaminado o dejarlo
abandonado por falta de presupuesto.
Otra implicación económica positiva es la viabilidad a gran escala. La fitorremediación
permite abordar contaminaciones dispersas en áreas extensas (por ejemplo, campos
petroleros abandonados, antiguos patios industriales, zonas mineras) donde sería inviable
económica y logísticamente tratar cada metro cuadrado con métodos convencionales.
Plantar especies adecuadas y dejarlas actuar en el tiempo es factible en grandes superficies,
e incluso se puede escalonar el proceso por etapas, haciendo el proyecto financieramente
manejable. Algunos modelos agroforestales de fitorremediación incluso generan retornos:
ciertos árboles o cultivos utilizados para remediar pueden producir biomasa utilizable
(madera, aceites no comestibles, biocombustibles) una vez que han cumplido su función
remediadora, proporcionando una fuente de ingreso que compensa la inversión. Un estudio
reciente señala que sistemas multifuncionales de fitorremediación agroforestal pueden
simultáneamente descontaminar suelos, capturar carbono y proveer ingresos diversificados
a agricultores locales mediante la producción asociada . Esto convierte a la
fitorremediación en una estrategia alineada con la economía circular y la bioeconomía,
donde la limpieza ambiental se integra con la producción sostenible.
No deben ignorarse tampoco las externalidades económicas positivas de recuperar un sitio
contaminado. Remediar suelos con hidrocarburos reduce riesgos de salud pública (menos
exposición a químicos tóxicos para comunidades cercanas), lo cual ahorra costos médicos y
pérdidas laborales por enfermedades. También previene daños a actividades económicas
tradicionales: por ejemplo, descontaminar un suelo agrícola con derrame de hidrocarburos
permite volver a cultivar en él, rescatando su valor productivo y evitando pérdidas
prolongadas en la actividad agropecuaria. En zonas industrializadas, la rehabilitación de
terrenos mediante fitorremediación puede revalorizar la propiedad inmobiliaria y habilitar
su reutilización para nuevos proyectos (industriales, comerciales o recreativos),
dinamizando la economía local. Incluso a escala regional o nacional, la aplicación amplia
de fitorremediación en pasivos ambientales contribuye a sanear territorios que de otro modo
permanecerían improductivos, transformándolos en activos ambientales y económicos.
En síntesis, la fitorremediación ofrece una solución costo-efectiva a la contaminación de
suelos, convirtiendo un problema ambiental en una oportunidad de mejora ecológica con
repercusiones económicas favorables. Aunque el retorno de la inversión puede no ser
inmediato (dado que el proceso es lento), a largo plazo los beneficios económicos de tener
suelos limpios y recuperados –en términos de salud, productividad y plusvalía– superan con
creces los costos operativos de esta técnica.
Consideraciones y limitaciones
Si bien la fitorremediación posee numerosos beneficios, es importante considerar algunas
limitaciones al planificar su aplicación. En primer lugar, es un proceso relativamente lento:
la descontaminación puede tomar desde varios meses hasta años, dependiendo del nivel de
contaminación y del crecimiento de las plantas. Este ritmo más pausado, comparado con
métodos físico-químicos, puede percibirse como una desventaja cuando se requieren
soluciones inmediatas . La eficacia de la fitorremediación depende de factores como la
biodisponibilidad del contaminante (los contaminantes atrapados fuertemente en el suelo o
de difícil acceso pueden no ser absorbidos o degradados fácilmente), las características del
suelo (pH, nutrientes, textura, etc. que afectan la vida vegetal y microbiana) y las
condiciones climáticas. Es fundamental elegir especies de plantas adecuadas que sean
tolerantes a la contaminación presente y capaces de crecer en ese entorno. No todas las
plantas pueden sobrevivir en suelos con altas concentraciones de hidrocarburos u otros
tóxicos; por ello, se suele optar por especies pioneras, de rápido crecimiento y robustez
comprobada en ambientes contaminados. Incluso se puede recurrir a plantas
hiperacumuladoras (especies con capacidad excepcional de extraer metales del suelo) en
caso de contaminaciones mixtas con metales pesados, o a la introducción de enmiendas
como fertilizantes orgánicos o biochar para mejorar las condiciones del suelo y favorecer el
establecimiento vegetal.
Otro aspecto a considerar es el manejo de la biomasa contaminada. Cuando las plantas
acumulan contaminantes (por ejemplo, metales pesados en fitoextracción), dicha biomasa
cosechada debe ser tratada adecuadamente como residuo peligroso para evitar reintroducir
el contaminante al ambiente. En el caso de hidrocarburos, muchos compuestos son
degradados y convertidos en CO₂ dentro del mismo ecosistema, por lo que la biomasa
vegetal generalmente no representa un riesgo tóxico grave (los hidrocarburos no tienden a
acumularse en tejidos a niveles preocupantes tras su degradación). Aun así, es buena
práctica analizar el contenido de contaminantes en las plantas cosechadas antes de disponerl
as o darles algún uso.
Finalmente, existe la posibilidad de optimizar la fitorremediación mediante la bioingeniería.
Por un lado, la asociación con microorganismos específicos (bioaumentación) puede
acelerar la degradación de contaminantes recalcitrantes: por ejemplo, inocular bacterias
especializadas en degradar ciertos hidrocarburos junto con las plantas. Por otro lado,
avances en ingeniería genética abren la puerta a desarrollar plantas modificadas con mayor
capacidad de degradar o acumular contaminantes. Ya se investigan especies transgénicas
con enzimas para degradar más rápido compuestos orgánicos tóxicos, lo que podría
potenciar la eficacia de la fitorremediación en el futuro. No obstante, estos enfoques deben
balancearse con consideraciones éticas, ecológicas y regulatorias propias de introducir
organismos modificados en el ambiente.
Conclusión
La fitorremediación de suelos contaminados con hidrocarburos representa una alternativa
ecológica, innovadora y prometedora frente a la contaminación ambiental. Su enfoque se
basa en mecanismos naturales –la interacción planta-microorganismo– para remover o
neutralizar contaminantes, aprovechando la capacidad de la vegetación para adaptarse y
sanar entornos dañados. Aunque no está exenta de desafíos (principalmente el tiempo
requerido y la necesidad de condiciones adecuadas para el crecimiento vegetal), sus
múltiples beneficios ambientales y económicos la convierten en una estrategia altamente
atractiva para la recuperación de pasivos ambientales. En un contexto global donde la
sustentabilidad y la remediación verde cobran cada vez más importancia, técnicas como la
fitorremediación se perfilan como piezas clave para restaurar ecosistemas degradados por
hidrocarburos, resguardando la salud del planeta y de las comunidades humanas a largo
plazo. Así, iniciativas como HYDROGREEN buscan evaluar y optimizar la eficiencia de
plantas y microorganismos en la remediación de suelos contaminados, contribuyendo al
desarrollo de soluciones limpias y sostenibles para los retos de la contaminación petrolera.
Con un adecuado diseño experimental y selección de especies, la fitorremediación puede
reducir significativamente la concentración de hidrocarburos en el suelo, restaurando su
calidad y funcionalidad ecológica, y sentando las bases para un manejo más responsable de
los ambientes afectados por las actividades industriales y extractivas.