0% encontró este documento útil (0 votos)
13 vistas10 páginas

Barrio José Maria - La Bioetica Ha Muerto..-1-10

El artículo de José María Barrio Maestre argumenta que la bioética ha entrado en una crisis paradigmática al relativizar la prohibición ética de matar a seres humanos inocentes, lo que ha llevado a su corrupción y desconexión de la ética, la política y el derecho. Se sostiene que la ética médica puede ofrecer una guía valiosa al reafirmar la sacralidad de la vida humana, en contraste con la bioética académica que se ha alineado con la industria de la muerte. El autor concluye que la bioética, en su forma actual, ha perdido su rumbo y se ha convertido en un discurso autorreferencial que carece de un fundamento ético sólido.

Cargado por

vizz5327
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
13 vistas10 páginas

Barrio José Maria - La Bioetica Ha Muerto..-1-10

El artículo de José María Barrio Maestre argumenta que la bioética ha entrado en una crisis paradigmática al relativizar la prohibición ética de matar a seres humanos inocentes, lo que ha llevado a su corrupción y desconexión de la ética, la política y el derecho. Se sostiene que la ética médica puede ofrecer una guía valiosa al reafirmar la sacralidad de la vida humana, en contraste con la bioética académica que se ha alineado con la industria de la muerte. El autor concluye que la bioética, en su forma actual, ha perdido su rumbo y se ha convertido en un discurso autorreferencial que carece de un fundamento ético sólido.

Cargado por

vizz5327
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 10

Cuadernos de Bioética

ISSN: 1132-1989
[email protected]
Asociación Española de Bioética y Ética
Médica
España

BARRIO MAESTRE, JOSÉ MARÍA


LA BIOÉTICA HA MUERTO. ¡VIVA LA ÉTICA MÉDICA!
Cuadernos de Bioética, vol. XXVI, núm. 1, 2015, pp. 25-49
Asociación Española de Bioética y Ética Médica
Madrid, España

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=87538694003

Cómo citar el artículo


Número completo
Sistema de Información Científica
Más información del artículo Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal
Página de la revista en redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
Cuadernos de Bioética XXVI 2015/1ª
José María Barrio Maestre La bioética ha muerto. ¡Viva la ética médica!
Copyright Cuadernos de Bioética

LA BIOÉTICA HA MUERTO. ¡VIVA LA ÉTICA MÉDICA!

BIOETHICS IS DEAD. LONG LIVE MEDICAL ETHICS!

JOSÉ MARÍA BARRIO MAESTRE


Universidad Complutense de Madrid
Facultad de Educación
C/ Rector Royo Villanova s/n. Ciudad Universitaria
28040 Madrid
E-mail: [email protected]

RESUMEN:
Palabras clave: El objeto de este artículo es mostrar la crisis paradigmática que vive la bioética académica. Desde
Bioética y Ética que una parte importante del gremio de los bioeticistas comenzó a relativizar la prohibición ética de dar
Médica, sacralidad muerte a un ser humano inocente, de una forma u otra comenzó a aliarse con la industria de la muerte: el
de la vida humana, negocio del aborto provocado y, después, de la eutanasia. La tesis de este trabajo es que al cruzar ese Ru-
aborto y eutanasia. bicón la bioética se ha corrompido, y ha perdido su conexión con el discurso ético, político y jurídico. Sólo
cabe esperar que resurja de sus cenizas si recupera el «tabú» de la sacralidad de la vida humana, algo para
Recibido: 08/08/2014 lo que la Ética Médica podría suministrar una ayuda inestimable, pues aún se conserva ahí la referencia de

Aceptado: 31/12/2014 que «un médico no debe matar», si bien en forma excesivamente «discreta», y algo «avergonzada». De
todos modos, los médicos con conciencia saben más de ética que la mayor parte de los bioeticistas.

ABSTRACT:
Keywords: The purpose of this paper is to show a paradigmatic crisis in academic bioethics. Since an important part

Bioethics and Medical of bioethicists began to relativize the ethical prohibition of killing an innocent human being, one way or

Ethics, sacredness of another they began to ally with the death industry: the business of abortion, and then that of euthanasia. The

human life, abortion thesis of this paper is that by crossing that Rubicon bioethics has been corrupted and has lost its connection

and euthanasia. to the ethical, political and legal discourse. One can only hope that it will revive from its ashes if it retakes the
«taboo» of the sacredness of human life, something for which medical ethics could provide invaluable help,
because it still keeps the notion that «a doctor should not kill», although in an excessively «discreet» and
somehow «ashamed» way. However, conscientious doctors know more about ethics than most bioethicists.

1. Introducción llegamos nunca a hacernos cargo de(l) todo. Ahora bien,


De acuerdo con su teoría de las generaciones, Ortega hacerse cargo de la realidad, en la medida en que nos
y Gasset sitúa los treinta años como la edad en la que es posible, implica «reconocer los límites dentro de los
los humanos abandonamos la juventud. Madurez impli- cuales van a moverse nuestras posibilidades»1.
ca, entre otras cosas, tomar posesión de lo real. En este
1 Ortega y Gasset, J. Meditaciones del Quijote, Cátedra, Ma-
sentido, nunca terminamos de madurar, pues tampoco drid, 2012 (9ª ed.), 207.

Cuadernos de Bioética XXVI 2015/1ª


25
José María Barrio Maestre La bioética ha muerto. ¡Viva la ética médica!

Cualquiera que sea la fecha de su nacimiento, entre meramente asistencial en la que se definían los
las varias que se proponen, según el criterio de Ortega parámetros éticos de las profesiones sanitarias
la Bioética habría alcanzado ya sobradamente la mayo- hasta hace no mucho tiempo. No empece en
ría de edad. Pero si por su edad cronológica ya debiera nada el valor de esta contribución el hecho de
haber entrado en la madurez, psicológicamente sigue que junto a ella se hayan desarrollado también
imberbe, pues parece que ha olvidado algo tan simple algunas patologías, ciertos elementos mórbidos
como esto: un médico no debe matar. que llevan a una imagen hipertrofiada de la au-
Hace ya tiempo que la Bioética se ha convertido en tonomía.
un discurso autorreferencial, justamente porque en él b) La discusión bioética ha ayudado a sensibilizar a
se ha difuminado la referencia a unos límites hasta el la clase médica respecto de la cautela y circuns-
punto de quedar seriamente comprometida la sustan- pección que la buena praxis exige al afrontar si-
cia ética del argumento, y, según Robert Spaemann, la tuaciones complejas que tienen múltiples matices,
noción de límite (Grenze) es decisiva en ética2. Es difícil o decisiones más o menos «trágicas».
encontrar hoy un foro de discusión bioética en el que c) La Bioética ha abierto un espacio de discusión
la prohibición absoluta de matar a un inocente no se multidisciplinar que de suyo enriquece la delibe-
ponga en cuestión. Muchos bioeticistas la relativizan ha-
ración. En el complejo mundo de la Biomedicina
ciéndola depender de ciertas condiciones, en ausencia
se necesita la presencia concurrente de médicos,
de las cuales podrían plantearse determinados supuestos
biólogos, filósofos, juristas y otros profesionales
que obligarían a ponderar el valor de esa prohibición
para dar algo más de luz sobre cuestiones a ve-
contrastándolo con otros «valores».
ces muy sutiles, en las que hay que contrastar
Simplificando mucho, y formulada de manera menos perspectivas variadas para poder formular juicios
bárbara que la expresión que da título a estas páginas,
acertados ante decisiones que pueden ser con-
me parece que esta es una de las intuiciones funda-
flictivas.
mentales de Edmund Pellegrino (1920-2013), a quien un
reciente número de Cuadernos de Bioética ha rendido
En el contexto de complejidad creciente en el que
un merecidísimo homenaje3.
hoy se mueven las profesiones sanitarias, la Bioética es
No sería justo dejar de reconocer algunas aportacio-
una disciplina que en el día a día hospitalario aporta a
nes que, desde sus comienzos, la Bioética ha hecho a las
los profesionales de la salud un marco ético para el ejer-
ciencias biomédicas:
cicio profesional. Disponer de un Comité de Ética Asis-
tencial (CAE) para consultar ciertas cuestiones difíciles, o
a) Ha contribuido a poner en primer término al
de un Comité que apruebe los diversos ensayos clínicos
paciente como sujeto moral autónomo, que en
(CEIC), ofrece algunas garantías contra la inmoralidad.
buena parte era ignorado desde la perspectiva
Cuando lo que ante todo se busca es el mejor servicio
a los pacientes, esta Bioética clínica presta un gran apo-
2 «Es conocido el discurso de Himmler sobre la elevada y ab-
negada moralidad de sus asesinatos de judíos, la cual libraría a la yo a todos los sanitarios, estimulándoles a la excelencia
humanidad de una plaga mortal. Himmler entendía la moralidad
como la heroica liberación de aquello que para los griegos constituía en su trabajo, y ayudándoles a superar las dificultades
su núcleo: aidos, temor, el temor a sobrepasar los límites impuestos propias del ejercicio de su profesión en ambientes de
al hombre» (Spaemann, R. Límites. Acerca de la dimensión ética del
actuar, Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid, 2003, 12-13). sobrecarga asistencial.
Vid también su recién publicada autobiografía Sobre Dios y el mun-
do. Una autobiografía dialogada, Palabra, Madrid, 2014, 331. Pero hay otra Bioética que ya desde hace tiempo
3 Cuadernos de Bioética, nº 83 (vol. XXV, 1ª, 2014), a cargo
del Prof. Manuel de Santiago. Esa intuición está expresada en mu- ha perdido el norte, la que se desarrolla en ciertos am-
chos de sus escritos, pero quizá muy claramente en Pellegrino, E. bientes académicos. El título, algo provocador, de estas
D. y Thomasma, D. C. Las virtudes cristianas en la práctica médica,
Universidad Pontificia de Comillas, Madrid, 2008. páginas, así como la argumentación que sigue a partir

Cuadernos de Bioética XXVI 2015/1ª


26
José María Barrio Maestre La bioética ha muerto. ¡Viva la ética médica!

de ahora, se entiende en referencia a esta segunda Bioé- como vio Aristóteles, la Política es una prolongación de
tica, no la «clínica» sino la «académica». Naturalmente, la Ética. Desde luego, la Política con mayúscula no pier-
aquella se nutre en buena parte de esta, que le sumi- de su nobleza ética al ser sensible –como sin duda ha de
nistra conceptos y argumentos de orden fundamental. serlo para ser política con minúscula– tanto a la circuns-
Pero el fundamento no fundamentable –digamos, últi- tancia socio-histórica como al criterio del mal menor: a
mo– del discurso bioético ha ido perdiendo consistencia veces lo mejor es enemigo de lo bueno. La Política ha
en la mayor parte de los foros académicos en que se de ser posibilista. Ahora bien, cuando deja de existir la
desenvuelve, mientras que en el mundo de la práctica referencia ética al bien, lógicamente se vacía de sentido
clínica aún conserva cierto vigor. Es lo que trataré de la idea de lo mejor / lo peor.
mostrar en estas páginas. Pero ante todo la Política trata de neutralizar la ley
del más fuerte. Para los griegos que la pensaron más a
2. ¿Ética, política o bio-derecho? fondo, politeia es el gobierno de la razón, un régimen
Mi impresión es que, al menos en la mayoría de sus basado en la palabra convincente y no engañosa. Un ré-
cultivadores, el discurso actual de la Bioética académica gimen es político y no despótico cuando la ley sustituye
la ha distanciado, no sé si definitivamente, tanto de la el derecho del más fuerte por la fuerza del Derecho, o,
Ética, como de la Política y el Derecho. en otras palabras, cuando se logra que la ley de la selva
¿Por qué ya no es «ética»? Porque, como queda di- ceda frente a la fuerza de la razón, y el argumento se
cho, se presta masivamente a relativizar la prohibición abre paso gracias a una articulación lógica justa y a una
de matar. Al hacerlo –y lo hace admitiendo la muerte presentación persuasiva, convincente, que no hace uso
de un inocente en algunos «supuestos»– abandona el de la fusta sino de la palabra. Ahora bien, al privilegiar
discurso ético que, según ha visto Kant con claridad, vive el deseo de quienes tienen voz y voto sobre la vida de
del carácter incondicional del imperativo categórico, quienes no poseen aún ninguna de las dos cosas, las
una de cuyas formulaciones puede expresarse diciendo leyes abortistas precisamente han venido a reponer la
que nunca se debe tratar a una persona exclusivamen- ley del más fuerte. Así, el discurso que respalda ideo-
te como un medio . En otras palabras, de la fuerza no
4
lógicamente los supuestos «derechos reproductivos» de
condicionable, no hipotética, del deber de tratar a la las mujeres, que a menudo se presenta comprometido
persona con respeto –respeto, ante todo, a su vida e con la justicia –incluso asociándose con algunas justas
integridad–, se nutre el valor moral que en último térmi- reivindicaciones del movimiento feminista–, creciente-
no puede respaldar cualquier mandato práctico (ético o mente se distancia de la Política en su más alta y noble
jurídico). Junto con esta idea de Kant, que en lo esencial acepción. Y ello pese a la apariencia políticamente com-
suscribo, las legislaciones abortistas en Occidente han prometida de los «argumentos» –más bien gritos y lemas
pulverizado una referencia ética sustancial. Y un sector pancarteros– de quienes promueven esas leyes.
prominente de la «Bioética» se ha adherido al negocio
Consecuencia de esto es la desconexión cada vez
de la muerte que ha ido creciendo al ritmo de esas leyes
más patente entre Bioética y Derecho. En efecto, legis-
injustas.
laciones que imponen que la decisión (choice) del fuer-
¿Por qué la Bioética ya no es «política»? A mi juicio
te tenga más valor que la vida del débil, no solamente
tampoco lo es, como consecuencia de lo anterior, pues,
socavan la idea de un Estado constitucional, como
queda dicho, sino que a mi modo de ver hacen saltar
4 «Obra de tal modo que trates la humanidad, tanto en tu por los aires, en su mismo fundamento, las representa-
persona como en la persona de cualquier otro, siempre a la vez
como fin, nunca meramente como medio» [Handle so, daß du die ciones que sirven de base a la propia idea del Derecho.
Menschheit, sowohl in deiner Person, als in der Person eines jeden El concepto de una Constitución jurídica, o de un Esta-
anderen, jederzeit zugleich als Zweck, niemals bloß als Mittel brau-
chst] (Grundlegung der Metaphysik der Sitten, 429, 9-13). do de Derecho, es radicalmente incompatible con las

Cuadernos de Bioética XXVI 2015/1ª


27
José María Barrio Maestre La bioética ha muerto. ¡Viva la ética médica!

legislaciones que condicionan la protección legal de los evidencias científicas–, o mercadotecnia al servicio de la
seres humanos cuando son más vulnerables –al comien- industria del aborto provocado, se conforma con ser un
zo y al final de su vida– a la aceptación que reciban prontuario de destrezas para llevar adelante una nego-
de parte de otros seres humanos. Los regímenes que ciación de forma eficaz6.
incluyen en su ordenamiento leyes de este tipo son la
quintaesencia de lo antijurídico. Lamentablemente son 3. ¿Bioética? Esta no, gracias
cada vez más en el llamado «primer mundo», donde Beauchamp y Childress formularon el llamado modelo
en principio existen condiciones de vida generalmente principialista –o la «bioética de los principios»–, un cons-
mejores para sobrellevar, por ejemplo, la carga de un tructo teórico que se ha convertido en la pauta general
embarazo. Pero, por mucho que llegue a tener la apa- para abordar conflictos en el campo de la Biomedicina7.
riencia contraria, una ley que tolere o ampare el aborto En estos autores, los principios de autonomía, justicia,
provocado –más aún si llega a promoverlo como un beneficencia y no-maleficencia no aparecen como con-
derecho subjetivo de la mujer– no es verdaderamente trapuestos, sino simplemente como criterios que pueden
ley, como dice Tomás de Aquino, sino corrupción de la orientar prima facie al médico, todos igualmente válidos.
ley, porque es profundamente injusta . El día en que
5
Dejan sin tocar la cuestión de las posibles colisiones entre
el Derecho se desentienda por completo de la Justicia, ellos. Pero de hecho el modelo principialista ha venido
como pretenden algunos «juristas» desde hace ya más a transformarse en un protocolo algo rudimentario de
de un siglo, habrá que buscar otro término, porque «aplicar principios» en el que, a la hora de la verdad, sí
la voz «Derecho», desde que la acuñaron los latinos aparecen colisiones que otros autores analizan y resuel-
(directum, ius), significa lo recto, lo justo o ajustado, lo ven de maneras variadas. La línea de interpretación que
adecuado y debido a cada uno. viene siendo hegemónica en el discurso bioético plantea
¿En qué queda, entonces, la Bioética? En un discurso que los criterios de «no-maleficencia» y de «beneficen-
comprometido con los intereses de la bio-industria, uno cia» –que son los fundamentales en la Ética médica–

de cuyos ramales es el negocio de la muerte. (En este habrían de contrapesarse con los principios de «auto-

sentido, más que de «bio-industria» habría que hablar


6 Aunque en estas páginas me centraré tan solo en las conse-
de «tanato-industria»). En sus formas más aseadas, la cuencias para la bioética de perder la referencia del respeto incon-
bio-industria necesita subordinar una serie de rutinas dicional –absoluto, sin excepción– por la vida humana, no puede
obviarse el impacto que esta pérdida ha tenido en otras facetas del
decisorias que sirvan para mediar en los conflictos que discurso bioético, y que en el fondo se derivan de la adopción de
un paradigma utilitarista, el propio de una razón instrumental que
eventualmente puedan plantearse. Y a eso también lo se ha emancipado de todo criterio práctico-moral. La progresiva
llaman algunos «bioética», al oficio de mediar en la deshumanización de la atención sanitaria ha deteriorado profun-
damente el ethos de la relación con los pacientes en formas que
competencia entre compañías mercantiles, o entre estas ya son visibles por todos lados: el énfasis excesivo en los aspectos
meramente técnicos y protocolarios de la atención, el ordenancis-
y la administración sanitaria estatal, para llevar adelan- mo rampante de tantos formularios –consentimientos informados,
voluntades anticipadas, etc.–, la complejidad creciente del sistema
te el «negocio» con vidas humanas de la manera más de la seguridad social, la fiscalización escrupulosa de todo acto
lucrativa posible. Perdida ya toda referencia al discurso médico hasta el extremo de cronometrar las consultas, los excesos
de las compañías de seguros médicos y de las farmacéuticas, los
práctico –en el sentido aristotélico, o kantiano– esa bioé- medicamentos huérfanos… En suma, la desaparición del bien del
paciente del foco de atención de la actividad sanitaria. Si la bioética
tica se limita a ser una razón instrumental a la que se no se vertebra a partir del respeto incondicional por la vida de todo
encarga dirimir conflictos con procedimientos tomados ser humano, cualquiera que sea su estatus, es decir, si otorga una
consideración preferente a la situación en la que un ser humano se
de la teoría de juegos y de la teoría de la decisión ra- encuentra, y por tanto hace prevalecer el bienestar al ser, por mu-
cho que se disfrace de «ético», el utilitarismo que todos esos vicios
cional. Dicho brevemente: cuando la bioética no es cien- delatan queda más que garantizado.
7 La obra en la que se expone el principialismo de forma
cia partisana –más atenta a intereses ideológicos que a
más sistemática es Beauchamp, T. L. y Childress, J. F. Principles of
Biomedical Ethics, Oxford University Press, New York, 1994 (4ª ed.).
5 Vid. Summa Theologiae l-ll, q. 95, a. 2: [Lex iniusta] non erit (Traducción al castellano: Principios de Ética Biomédica, Masson,
lex sed legis corruptio. Barcelona, 1999).

Cuadernos de Bioética XXVI 2015/1ª


28
José María Barrio Maestre La bioética ha muerto. ¡Viva la ética médica!

nomía» y de «justicia», de manera que se neutralice el En la senda de esta tradición hipocrática, el galeno
paternalismo al que podría ser propenso cualquier médi- alemán Christoph Hufeland decía, en el siglo XIX, que el
co. Las profesiones sanitarias, como en general cualquier médico no es alguien que salva, sino alguien que ayuda
prestación de auxilio, habrían de inmunizarse frente a la (der Arzt ist kein Heiler, sondern ein Helfer). «Todo mé-
tentación de colonizar el espacio de la autonomía sub- dico ha jurado no hacer nada para acortar la vida del
jetiva del paciente. Ahora bien, sin pretender simplificar hombre. Que la vida humana sea feliz o desgraciada,
los posibles conflictos que puedan darse, la propuesta de que tenga valor o carezca de él, eso no es asunto suyo.
equiparar esos principios entraña una serie de dificulta- Si alguna vez opta por admitir eso en su trabajo, las con-
des que no deberían pasarse por alto . 8
secuencias serán imprevisibles. Y el médico se convertirá
En una profesión de ayuda, la primera obligación de en el hombre más peligroso dentro del Estado»9. (Déca-
justicia es precisamente no dañar. En términos genera- das más tarde, el régimen de Hitler pondría de relieve
les, un profesional no debe perjudicar los legítimos in- lo certero de esta advertencia).
tereses de su cliente. Pero concretamente este principio Entiendo que ha de valorarse como un verdadero
tiene una singular primacía –primum non nocere– en progreso –que la Ética médica en buena parte debe a
el caso de la relación médico-paciente. Esa singular pri- la Bioética llamada personalista10– el reconocimiento
macía entiendo ha de leerse en términos de que no se de que el paciente no es un menor de edad, cuando
puede ponderar su peso con el de otros criterios, que en efectivamente no lo es, y de que ha de poder decidir
ningún caso han de anteceder a este. Es lo que de forma sobre cuestiones relativas a su salud. Pero el criterio de
paladina está expresado en el juramento hipocrático. El respetar la autonomía del paciente no puede ser hege-
precepto de omitir cualquier conducta que pueda pro- mónico sobre el de la no-maleficencia. Si a costa de su
vocar intencionadamente la muerte del paciente no se propia autonomía profesional, el médico se deja seducir
contrabalancea con ningún otro: se trata de un impera- por los cantos de sirena del hipertrofiado concepto de
tivo absoluto. Así lo ha visto la tradición médica griega autonomía que se ha abierto camino en el imaginario
y cristiana, que tiene su correspondiente trasunto en la hoy dominante, toda la carga ética de las profesiones
tradición jurídica latina: en efecto, alterum non laedere sanitarias queda en entredicho. Una de las consecuen-
es un aspecto primordial de la justicia. cias más visibles de esa hipertrofia es la aparición y el
¿Qué ocurre cuando es el propio paciente quien, con incremento brutal de la llamada «medicina defensiva».
su autónomo juicio, entiende que forma parte de su le-
9 Apud Diehl, V. y Diehl, A. «Ethische Herausforderungen in
gítimo interés desear la muerte, y acude al médico para der Medizin». En: Thomas, H. (ed.) Menschlichkeit der Medizin.
Busse Seewald, Herford, 1993, 32.
que le ayude a terminar con su vida? No debe pensarse 10 El principal inspirador del modelo personalista de la bioé-
que este supuesto se plantea sólo en nuestro tiempo, y tica es el italiano Elio Sgreccia. Vid. su Manuale di bioética, Vita
e Pensiero, Milano, 1999 (3ª ed.) en dos volúmenes, traducido al
que las iniciativas legales de convalidar la eutanasia o castellano en 2009 por la editorial BAC. ; Palazzani, L. (1993) «La
Fundamentación personalista en bioética», Cuadernos de Bioética,
la ayuda al suicidio responden al despertar moderno de XXIV (2), pp. 48-54, Pastor, L.M. (2013) «De la bioética de la virtud
la subjetividad autónoma. Hay constancia de que hace a la bioética personalista: ¿una integración posible?», Cuadernos
de Bioética, XIV (1), pp. 49-56. Vid. también el vol. XIV (1) de Cua-
veinticinco siglos ya existía este planteamiento, a juzgar dernos de Bioética, dedicado a la bioética personalista. No debe
confundirse esta con el llamado personalismo filosófico (o filosofía
por el sentido obvio de la fórmula del juramento hipo- personalista). El trabajo de Sgreccia es filosóficamente más serio
crático, con el que expresis verbis los médicos se com- que lo que suele encontrarse en los ensayos del personalismo. Aun-
que comparto algunas de sus conclusiones, por razones de orden es-
prometían a no dar a un paciente un tóxico letal activo, trictamente filosófico no suscribo los supuestos básicos del llamado
personalismo. He de reconocer que ha rendido algunos resultados
«aunque me lo pida». positivos –a mi modesto entender, los únicos que ha rendido– en
Bioética, cuando se lo ha tenido por una actitud general de respeto
a la persona, es decir, cuando sirve de apoyo literario para mover a
8 He expuesto mis objeciones al modelo principialista en Ba- ciertas actitudes éticamente saludables. Pero no cuando se preten-
rrio, J. M. «La Bioética, entre la resolución de conflictos y la relación de con él entender mejor lo que el ser humano es. Dudo mucho que
de ayuda. Una visión crítica del principialismo». Cuadernos de Bioé- tuviera consecuencias tan positivas si se lo tomara filosóficamente
tica 43, (2000), 291-300. en serio.

Cuadernos de Bioética XXVI 2015/1ª


29
José María Barrio Maestre La bioética ha muerto. ¡Viva la ética médica!

Desafortunadamente, en algunos ambientes médicos se En el imaginario social dominante, la «autonomía»


van imponiendo usos muy poco humanos y éticos en la se ha convertido en título para reclamar «derechos»
forma de relacionarse con los enfermos –por ejemplo, a que no son más que deseos individuales, supuestamen-
la hora de informarles acerca del proceso y tratamien- te inocuos para la sociedad. En conexión con los grandes
to de su enfermedad–, que en buena parte se explican circuitos de difusión cultural, los jerarcas mediáticos de
porque los sanitarios han de tener siempre a la vista las la corrección política se dedican a rebuscar, entre las
eventuales consecuencias –sobre todo las penales– de lo minorías zaheridas en sus legítimas aspiraciones, razones
que hacen. El impacto destructivo que una autonomía para lucrar nuevas simpatías y apoyos, y así se inventan
disparatada acaba teniendo en el ethos de la relación formas de justicia histórica que no hacen más que avalar
médico-paciente es, a mi juicio, mucho peor que el que socialmente el egoísmo. Con una «hoja de ruta» cada
antiguamente podría tener el paternalismo. vez menos disimulada, esas formas de justicia histórica
Equilibrar la conciencia moral del médico con las pasan a la agenda política de gobiernos autodenomina-
legítimas exigencias de la autonomía del paciente no dos progresistas, e incluso de agencias internacionales
siempre es tarea sencilla. La cuestión es delicada, pues –sobre todo, algunas oficinas de la ONU– que a través
hay aspectos de ella que razonablemente deben ser de sus recomendaciones las hacen valer como derechos
atendidos. E. Montero señala, entre otros, el derecho humanos (de «tercera», o incluso de «cuarta genera-
del enfermo a mantener un diálogo abierto con el equipo ción»). La factura de casi todos esos nuevos derechos, sin
médico, el respeto a su libertad de conciencia, el derecho embargo, acaban pagándola las instituciones auténtica-
a saber en todo momento la verdad sobre su estado, a no mente solidarias –ante todo las familias–, que siempre
sufrir inútilmente y a beneficiarse de las técnicas médicas quedan injustamente discriminadas en esos repartos.
disponibles que le permitan aliviar su dolor, el derecho a En los países de nuestro entorno no son pocos los
aceptar o rehusar las intervenciones quirúrgicas a las que que creen que el sistema público de salud ha de ofertar
le quieran someter, a rechazar remedios excepcionales o el menú de prestaciones de salud física, psíquica e in-
desproporcionados en fase terminal, etc. . 11
cluso «social» –tal como la entienden los valedores de
El discurso acerca del consentimiento informado res- la «igualdad» y de la ideología del gender–, así como
ponde a una inquietud socio-cultural que en sí misma que el colectivo médico integrado en él ha de estar dis-
es legítima. Pero cuando se llega a invocar la autono- puesto, en su caso, a dispensar entre ellos la muerte a
mía del paciente sin límite alguno, las cosas se sacan de quienes soliciten esa «ayuda», bien para sí mismos tras la
su quicio. En términos generales, es lo que ha pasado deliberación y decisión autónoma del interesado, o bien
con cierta manera de entender la autonomía. En efecto, para sus hijos o padres cuando se presuma que tienen
hoy resulta familiar a muchos –y no sólo en el contexto disminuida su capacidad de deliberación y decisión au-
anglosajón, donde se ha hecho valer por influjo de los tónoma. Pero como ha señalado C. S. Lewis, esa imagen
planteamientos de J. Stuart-Mill, J. Rawls o R. Dworkin–, sociocultural de una autonomía y libertad sin límites
la representación de que cada uno tiene el derecho de es esencialmente equívoca: «El poder del hombre para
buscar su propia felicidad a su manera, sin otro límite hacer de sí mismo lo que le plazca significa el poder de
que el respectivo derecho del vecino a sus propios pro- algunos hombres para hacer de otros lo que les plazca»12.
yectos felicitarios. Sin admitir de entrada nada parecido En definitiva, quienes no hablan más que de la au-
a una vera felicitas, se proclama como un derecho huma- tonomía del paciente como criterio hegemónico de de-
no inalienable, a cuyas órdenes ha de ponerse el Estado cisión, acaso no de forma consciente en medio del ado-
de forma incondicional. cenamiento que esto provoca, pero de hecho suponen

11 Montero, E. «Hacia una legalización de la eutanasia volun-


taria». La Ley. Revista Jurídica Española de Doctrina, Jurisprudencia 12 Lewis, C. S. La abolición del hombre, Encuentro, Madrid,
y Bibliografía 4755, (1999), 2-3. 1990, 60.

Cuadernos de Bioética XXVI 2015/1ª


30
José María Barrio Maestre La bioética ha muerto. ¡Viva la ética médica!

que la profesión médica ha de ponerse a disposición de hasta hace no mucho el trabajo de los médicos, y las ex-
los diseños de ingeniería social que promueven algunos pectativas sobre lo que ellos pueden y deben hacer, que
ideólogos y analistas sociales. Se cumplen así, con bas- es curar o aliviar enfermedades. Para que se entienda
tante exactitud, las previsiones de Hufeland. bien esto basta acudir a la definición que propone la
El resultado de confundir el recto sentido de la au- Organización Mundial de la Salud: «Salud es un estado
tonomía del paciente, incluso a costa de la autonomía de completo bienestar físico, mental y social, y no sola-
profesional del colectivo médico, es que los miembros mente la ausencia de afecciones o enfermedades». Esta
de este acaban insertándose masivamente en un plexo definición compleja podría equipararse semánticamente
de acciones y relaciones que van mucho más allá de su a la descripción de la felicidad, la bienaventuranza o la
competencia y misión, poniendo en riesgo no sólo la au- beatitud. Expresa una situación literalmente inalcanza-
tonomía de la profesión, sino también el alto prestigio ble en esta vida. De acuerdo con ella, habría que decir
moral con el que históricamente la han desempeñado la que todo ser humano está enfermo.
inmensa mayoría de sus miembros, dando una imagen Sea lo que fuere de esto, los asuntos de salud pública
social de fiabilidad que ha hecho posible que en muchos son competencia más de la administración del Estado
aspectos fuesen percibidos como los mejores y más ab- que de los médicos. Lo que ante todo compete al médico
negados profesionales, los dotados de un mayor sentido –y le compromete ante la sociedad– es tratar de curar o
vocacional. En virtud de ese fuerte peso moral asociado aliviar a los enfermos. Sin duda tiene una responsabili-
a su trabajo, en la tradición occidental se ve al médico dad social que no se limita tan solo a sus pacientes, y
como una buena persona experta en el arte de curar (vir que afecta a cuestiones de higiene y salud pública, pero
bonus, medendi peritus). su tarea principal no es construir un mundo feliz y una
Como consecuencia de esta mutación en los paráme- sociedad más saludable; no puede esperarse de él que
tros sociomorales con los que se percibe la profesión, pa- sea un proveedor técnico de bienestar. La Ética médica
rece que hoy más bien habría que esperar de los médicos es más simple: prescribe que el médico intente curar; si
que sean funcionarios eficaces del sistema de previsión esto no es posible –y llega un momento en que ya no lo
social, eficientes dispensadores de servicios biosanitarios es–, que trate de paliar el dolor y acompañar en el tran-
a la carta, sin más límites que: ce de muerte, tanto al paciente como a sus allegados.
Ahí reside la entraña ética de su profesión, y el profundo
alcance humano y humanístico de la labor del médico.
a) lo técnicamente posible;
La naturaleza es la que sana, el médico tan solo
b) lo administrativamente equitativo;
cura, afirma Hufeland siguiendo la senda de Hipócra-
c) lo políticamente correcto, tal como lo definen los
tes: Natura sanat, medicus curat13. En este equívoco
grupos de presión mejor implantados mediática-
mente. 13 Tomás de Aquino decía algo parecido de la tarea del maes-
tro. En su célebre opúsculo «De magistro» (Quaestiones disputatae
De veritate, q. XI, a. 1), compara al maestro con el médico a título
de que para ambos el cometido fundamental estriba en colabo-
Un indicio significativo de dicha mutación es que
rar con la naturaleza. «Cuando preexiste algo en potencia activa
cada vez se habla menos de la profesión médica como completa, entonces el agente extrínseco obra ayudando al agente
intrínseco suministrándole las cosas necesarias con que puede po-
colectivo. Parece que de sus miembros no se espera que nerlo en acto; como el médico, cuando cura, es ministro de la natu-
raleza (minister naturae), que es la que principalmente obra (quae
«profesen» casi nada con verdadera convicción, sino que
principaliter operatur), confortando a la naturaleza y aplicando las
se integren dentro del sistema público de Salud. medicinas (confortando naturam et apponendo medicinas), de las
cuales usa la naturaleza como de instrumentos para restaurar la
Por su parte, el concepto de «salud» que maneja salud (quibus velut instrumentis natura utitur ad sanationem) (…).
La ciencia preexiste en el que aprende, no en potencia puramente
el discurso social dominante es bastante más amplio y pasiva, sino activa (scientia ergo praeexistit in addiscente in po-
difuso que hace décadas. Parece que hace saltar las di- tentia non pure passiva sed activa). Si así no fuera, el hombre no
podría adquirir la ciencia por sí mismo [no podría ser autodidacta].
mensiones relativamente abarcables en las que se movía Luego, así como se sana de dos modos: uno, por el obrar exclusivo

Cuadernos de Bioética XXVI 2015/1ª


31
José María Barrio Maestre La bioética ha muerto. ¡Viva la ética médica!

deslizamiento del curar al sanar puede percibirse el que sometió a una disciplina racional las técnicas cu-
síntoma característico de una mutación paradigmáti- rativas hasta entonces vigentes, muchas de ellas próxi-
ca de los parámetros en los que se movía hasta hace mas a la magia. Comenzó a registrar protocolos clínicos
no mucho el ethos médico. Hoy la Bioética aparece basados en una observación patológica pormenorizada,
comprometida en una empresa sobrehumana: hacer un entendió la importancia de establecer la etiología de
mundo más justo y autónomo, construir una sociedad las enfermedades y de inducir su presencia a partir de
más sana y feliz. El foco de atención se va desplazando síntomas característicos, descubrió el valor de la historia
progresivamente desde el paciente hasta el sano, desde clínica y de ciertos conocimientos de tipo pronóstico de
la atención al débil a la protección del fuerte. En cam- cara a plantear las terapias más razonables, etc.
bio, la Ética médica se mueve más por la ayuda al ne- Pero su principal legado, que ha consolidado la Me-
cesitado que por el mantenimiento de un alto nivel de dicina como una profesión de ayuda con una importante
«calidad de vida». Y así se define dentro de un marco
carga de humanismo, es la enseñanza de que el médico
más humano y abarcable: la vulnerabilidad inherente a
no ha de limitarse a ver enfermedades, sino que debe
la condición humana. La Ética médica no desciende del
ver siempre detrás de ellas a los enfermos, es decir, a
Olimpo –la definición de salud de la OMS– ni deriva sus
personas con necesidades y carencias (pacientes).
criterios de principios abstractos, sino que se induce a
Lo más destacable de la tradición hipocrática es el
partir del ethos del cuidado (care, como dicen los an-
alto grado de exigencia ética que desde entonces el ima-
glosajones), de la atención inmediata –no mediada– a
ginario colectivo ve asociado a la práctica médica. Los
seres humanos reales que la necesitan. Se estructura
discípulos de Hipócrates comenzaban su ejercicio pro-
desde el espacio de la confianza, que es la que con-
fesional con una declaración de principios –el famoso
fiere sustancia ética a la relación médico-paciente. El
juramento hipocrático– que sobre todo implicaba una
contacto que se establece entre alguien que necesita
autoexigencia y compromiso moral: «Aplicaré mis trata-
ayuda y alguien que puede suministrarla da contenido
mientos para beneficio de los enfermos, según mi capa-
concreto al principio de beneficencia, que ante todo es
cidad y buen juicio, y me abstendré de hacerles daño o
posible porque quien pide esa ayuda tiene la certeza
injusticia». El médico hace suya esta convicción, y así es
moral de que la persona a quien se dirige, al menos no
capaz de transmitirla a su vez a otros. En Occidente a los
va a pretender dañarle (no-maleficencia). Sólo puedo
médicos se les suele llamar «doctores», no porque hayan
confiar en quien sé que no tiene una intención perver-
sa hacía mí. hecho estudios de tercer ciclo universitario –muchos no
los han hecho–, sino porque el espíritu de servicio ca-
racterístico de su ethos profesional y de su vocación les
4. Hipócrates era médico, no bioético
hace capaces de enseñar (docere), de transmitir –sobre
Pese a haber vivido en el siglo V a.C., aún se consi-
todo con el ejemplo de un trabajo abnegado, siempre
dera a Hipócrates el patriarca de la Medicina moderna,
dispuesto a servir a quien lo necesite– un legado que
pues es quien sistematiza la práctica clínica desgaján-
entraña una fuerte carga ética.
dola de las artes curativas. Nacido en la isla de Cos, en
Desde Hipócrates, la Ética médica exhorta a la pru-
el mar Egeo, fundó allí una Escuela de Medicina en la
dencia, al buen hacer del que el médico es capaz según

de la naturaleza, y, otro, por la naturaleza ayudada por la medicina


su formación, y según la experiencia y oficio que haya
(a natura cum adminiculo medicinae); así también hay dos modos logrado acopiar con su práctica. Estimula a solicitar el
de adquirir la ciencia. El uno, cuando la razón natural llega por sí
misma al conocimiento de lo que no sabía; y este modo se llama parecer de los colegas cuando hay dudas sobre la terapia
invención (unus quando naturalis ratio per se ipsam devenit in cog-
nitionem ignotorum, et hic modus dicitur inventio). El otro, cuando a aplicar, le invita a contrastar con ellos el propio juicio,
la razón natural es ayudada exteriormente por alguien; y este modo dado que la Medicina no es una ciencia exacta y las po-
se llama disciplina (alius quando naturali rationi aliquis exterius
adminiculatur, et hic modus dicitur disciplina)». sibilidades de acometer con éxito un tratamiento nunca

Cuadernos de Bioética XXVI 2015/1ª


32
José María Barrio Maestre La bioética ha muerto. ¡Viva la ética médica!

están garantizadas por completo. Tampoco puede de- mo». Hace ya tiempo que el pluralismo axiológico pide
cirse que una opción buena haga que sean malas todas más bien actitudes relativistas, o, lo que parecería ser lo
sus alternativas. Cómo haya de actuar en cada caso es mismo, ir con más calma: No hay que tomarse las cosas a
algo que al médico se le esclarece en el juicio prudente la tremenda; no todo es blanco o negro, hay una amplia
y contrastado. escala de grises. Todo depende de las circunstancias.
La ética hipocrática no es un código de buenas prác- Naturalmente, la «circunspección» es un aspecto de
ticas. Hipócrates no dice mucho a sus discípulos sobre la prudencia, y consiste en atender a la circunstancia…,
lo que positivamente han de hacer en el ejercicio de pero sin perder de vista la sustancia. En las cuestiones
su profesión: la conciencia moral y profesional de cada prácticas, prudenciales, casi todo depende de las circuns-
uno será siempre la instancia decisiva. Pero sí dice algo tancias, y, por tanto, es relativo a ellas. Pero todo no.
muy concreto sobre lo que un médico nunca debe hacer, Hay algo que en ningún caso un médico puede hacer.
como médico: matar. Esto señala un límite negativo den- Hoy día, buena parte del gremio de los bioeticistas exhi-
tro del que han de comprenderse todas sus posibilidades be una pose muy circunspecta, pero que la mayoría de
de acción. Ceñirse a ese límite en ningún caso supone ellos identifica con el «relativismo»14.
una restricción a su iniciativa, a su actividad como mé- Hace no mucho intenté mostrar que la circunspec-
dico. Más bien implica garantizar, positivamente, que lo ción nada tiene que ver con el relativismo. Hay que dis-
que hace es un acto médico. tinguir la postura del relativista, que niega toda verdad
Dar muerte a otro ser humano nunca puede conside- moral, de la actitud característica de la persona pru-
rarse un acto médico. Hipócrates exigía a sus discípulos dente, que se esfuerza por encontrar la verdad práctica
un compromiso que tiene dos aspectos: uno positivo, in concreto15. Desde luego, la tradición hipocrática ha
muy general, y otro negativo, muy concreto. Ser médico consolidado el valor intangible de la vida humana, o,

significa asumir un principio incondicional de conciencia por decirlo con toda precisión, su «sacralidad». En todas

que ha pasado a la historia de la Medicina como para- las culturas, la categoría de lo sagrado viene a coincidir

digma del buen hacer: el médico ha de dispensar un con la idea de lo que «no se toca», lo contrario de lo

profundo respeto a toda vida humana desde la concep- profano, que es lo que todo el mundo manosea (por

ción hasta la muerte natural. Solo con esta convicción, ejemplo, el dinero, que pasa de mano en mano). Eso

ciertamente, el médico no resuelve su tarea, pero sin no admite medias tintas, siempre se ha interpretado en

ella es imposible ejercer la Medicina. La conciencia no términos absolutos. La sacralidad de la vida humana no

puede suplir la ciencia y el arte de curar; es una guía que implica, como es natural, la prohibición de intervenir

marca el norte sin indicar el camino concreto a seguir. en ella, sino el deber de hacerlo siempre médicamente,

Mas la actitud que preceptúa sí que tiene consecuencias es decir, con la intención beneficente de curar, y si esto

concretas, al menos estas dos: «No dispensaré a nadie un ya no es posible, al menos de paliar y acompañar al

tóxico mortal activo, incluso aunque me sea solicitado paciente y a sus familiares, tratando de sostenerles en
las mejores condiciones posibles hasta que la vida se
por el paciente; tampoco daré a una mujer embarazada
extinga de forma natural.
un medio abortivo».
El estado actual de muchas discusiones de la bioética 14 Abundan los bioeticistas con pose circunspecta que invocan
a Kant para dar a su discurso una apariencia solvente y correctita.
académica refleja un modo de ver las cosas según el cual Pero es incongruente reclamarse kantiano y a la vez relegar el
el juramento hipocrático habría de tenerse poco menos valor incondicional del imperativo categórico, pieza vertebradora
de toda la filosofía práctica de Kant. En todo caso, y más allá de
que de «fundamentalista»: algo obsoleto e inadaptado a lo que diga o deje de decir el filósofo alemán, la prudencia en la
deliberación se pone de relieve en la disposición a descartar de
las exigencias de los tiempos que corren, tan reacios a de- ésta ciertas acciones que hay que omitir siempre, simplemente a no
jar sitio a la representación de algo parecido a un deber considerarlas en absoluto como opciones posibles.
15 Barrio, J. M. La gran dictadura. Anatomía del relativismo,
categórico, a un mandato absoluto. Eso sería «absolutis- Rialp, Madrid, 2011, 52.

Cuadernos de Bioética XXVI 2015/1ª


33

También podría gustarte